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Freud

Según el autor, existen tres estructuras clínicas: neurosis, psicosis y perversión. Lo


que los define es el mecanismo de defensa contra la castración. En el caso de la
neurosis, hay represión. En el caso de psicosis, ejecución hipotecaria. En la
perversión, la negación.
La perversión se describe entonces como una defensa contra la psicosis, la
fragmentación del yo. Más comúnmente, sin embargo, se afirma como el negativo
de la neurosis, es decir, como lo que la neurosis reprime para constituirse como
tal. Por tanto, si se define por la represión de la castración como una estrategia de
defensa formativa del modo estructural, la perversión es por la negación, el
rechazo a reconocer la falta (ya capturada) del otro, representado por el cuerpo de
la madre en el que un elemento sería falta, el falo. Es la negación de la experiencia,
todavía registrada en el nivel perceptivo.
La sexualidad del pervertido se forma a través de la fijación en una etapa infantil,
pregenital, de organización libidinal, como oral, anal, acústica o visual. Entonces,
en lugar de que ese disfrute sea parte de la experiencia, es la experiencia misma.
El resultado de esto puede ser la exageración en un modo de satisfacción, la
disociación de fines y medios que niegan el encuentro genital (desafiando la
norma sexual, aunque no necesariamente la legal) y el placer con la destrucción
del carácter de la ley. , con el cual la negociación depende de la plasticidad del
sujeto.
Las modalidades resultantes son:
 Fetichees: Son los sustitutos imaginario-simbólicos de la castración, que
pueden ser los objetos presentes en la escena de su descubrimiento, como
partes del cuerpo o prendas de vestir. Una característica es que es la
atracción por la que hay atracción, y no un componente de ella, lo que lleva
al disfrute con esta especificidad y no como un todo. Así, se puede decir
que neurótico, lo que se produce en relación a la castración son los
síntomas. En el psicótico, los delirios. Y en los malvados, los fetiches.
 Sadismo: es el proceso basado en empujar la castración al otro, como si
estuviera castrado y el perverso que llena la falta, sutura la división
subjetiva. Consiste en producir angustia, dividir al otro.
 Masoquismo: es el otro lado del proceso, pero en el lado de la identificación
del objeto. Consiste en sentir el dolor.
Además, la literatura presenta como características sexuales de sujetos perversos
la maduración temprana de la intimidad y el interés intrusivo por los detalles de la
intimidad del otro. Sin embargo, como procesos que forman la excitación de la
transgresión, están la piromanía y el maltrato animal.
Otros rasgos que componen el cuadro pueden ser un déficit en los sentimientos
sociales, como la culpa, el miedo o la vergüenza. En esta situación, el sujeto sabría
lo que está haciendo, pero su relación con la ley no provocaría afectos inhibitorios.
Esta marca fue apropiada por el discurso psiquiátrico bajo el nombre de Trastorno
Antisocial de la Personalidad o Psicopatía

n su conferencia sobre el fetichismo (1908), Freud señala que por lo menos la


mitad del género humano- se refiere a las mujeres- es fetichista de la ropa.
Esta afirmación es dudosa. Es cierto, sí, que las mujeres en general muestran
una preocupación por los vestidos que suele ser quasi patológica por lo
intensa. Pero esta pasión no es de ningún modo exclusiva de las mujeres:
basta observar el famoso cuadro de Rigaud en el que aparece Luis XIV en
traje de corte para vernos forzados a admitir que esta disparidad en cuanto a
la indumentaria entre hombres y mujeres se remonta al siglo XIX y que
solamente en la cultura burguesa posterior a la Revolución Francesa el
hombre parece haber abandonado a las mujeres las artes de la seducción y
la elegancia. Es a partir de esta época que pasamos a identificar coquetería y
frivolidad con feminidad.

cuál sería la entrada de la mujer en la perversión, en la estructura perversa


como tal? La fórmula perversa que dice Lacan, es: «Tengo derecho a gozar de tu
cuerpo, puede decirme quienquiera, y ese derecho lo ejerceré, sin que ningún
límite me detenga en el capricho de las exacciones que me venga en gana saciar
en él». Esta sería la fórmula con la cual el perverso escucha la voluntad de goce
del otro, y ante quien se constituye en instrumento de placer. La posición
femenina es la posición del goce en el perverso, se ha dicho. Esta es la
explicación por la cual algunos autores niegan la presencia de la estructura
perversa en la mujer, la mujer en posición perversa estaría en su propia
posición. Si bien no es fácil dilucidar suficientemente esta cuestión, es necesario
considerar que la posición femenina no es ser instrumento del goce del otro,
sino objeto de deseo del hombre; que el hombre ocupe el lugar de un Otro
absoluto, quien quiera, con derecho sin límites, y que el deseo sea suplantado
por la voluntad de goce, efectivamente se inserta en una posición posible para la
mujer, de ahí no habría obstáculo a que la mujer ocupe ese lugar, pero a la vez
se trataría de una perversión de la posición femenina. Una autora
norteamericana, Laura Kaplan, considera entre las perversiones de la mujer, la
extrema sumisión. Quizás desde un punto de vista estrictamente psicoanalítico
no puede sustentarse esa afirmación, pero ofrece una discusión interesante la
consideración de si la extrema sumisión puede llevar a la mujer a colocarse en la
voluntad de goce del otro y ser su entrada a la perversión.

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