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V. I.

LENIN

OB RA S C O M PL E TA S

TOMO XXIV

Agosto de 1916 - mayo d e 1917

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N.° II

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Akal Editor
V ersión de Editorial Progreso.
Cu bierta de César Bobis.

AKAL EDITOR, 1977


Lorenza Correa, 13 Madrid-20
Teléfs. 4 5 0 0 2 1 7 -4 5 0 0 2 8 7
ISBN: Tomo XXIV: 84-7339-303-1
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Boyer, 5 Madrid-32
E L IMPERIALISMO Y LA DIVISIÓN D EL SOCIALISMO

¿Existe alguna relación entre el imperialismo y la monstruosa


y repugnante victoria que el oportunismo (en forma de so-
cialchovinismo) ha obtenido sobre el movimiento obrero en
Europa?
Este es el problema fundamental del socialismo contempo-
ráneo. Después de haber dejado plenamente sentado en nuestra
literatura de partido, en primer lugar, el carácter imperialista de
nuestra época y de la guerra actual, y en segundo lugar, el nexo
histórico indisoluble entre el socialchovinismo y el oportunismo,
así como la íntima similitud de su ideología política, podemos y
debemos pasar a examinar este problema fundamental.
Hay que empezar por definir, del modo más exacto y com-
pleto posible, qué es el imperialismo. El imperialismo es una
etapa histórica específica del capitalismo. Su carácter específico
tiene tres particularidades: el imperialismo es 1) capitalismo mo-
nopolista; 2) capitalismo parasitario o en descomposición; 3)
capitalismo agonizante. La sustitución de la libre competencia
por el monopolio es el rasgo económico fundamental, la quinta-
esencia del imperialismo. El monopolio se manifiesta en cinco
formas principales: 1) cárteles, sindicatos y trusts: la concentra-
ción de la producción ha alcanzado un grado que da origen a
estas asociaciones monopolistas de los capitalistas; 2) situación
monopolista de los grandes bancos: de tres a cinco bancos gigan-
tescos manejan toda la vida económica de EE. UU., Francia y
Alemania; 3) apropiación de las fuentes de materias primas por
los trusts y la oligarquía financiera (el capital financiero es el
capital industrial monopolista fusionado con el capital bancario);
4) se ha iniciado el reparto (económico) del mundo entre los
cárteles internacionales. ¡Son ya más de cien los cárteles interna-
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cionales que dominan todo el mercado mundial y se lo distribu-


yen “amigablemente” entre ellos, hasta que la guerra lo redistri-
buya. La exportación de capital, a diferencia de la exportación
de mercancías bajo el capitalismo no monopolista, es un fenómeno
particularmente característico y está íntimamente vinculado con
el reparto económico y político territorial del mundo. 5) Se ha
concluido el reparto territorial del mundo (de las colonias).
El imperialismo, como etapa superior del capitalismo en Nor-
teamérica y en Europa, y después en Asia, se formó plenamente
en el período 1898-1914. La guerra hispano-americana (1898), la
guerra anglo-bóer (1899-1902), la guerra ruso-japonesa (1904-
1905), y la crisis económica de Europa en 1900, son los princi-
pales jalones históricos de esta nueva época de historia mundial.
El hecho de que el imperialismo es capitalismo parasitario
o en descomposición se manifiesta, en primer lugar, en la ten-
dencia a la descomposición que es característica de todo monopo-
lio bajo el sistema de propiedad privada de los medios de pro-
ducción. La diferencia entre la burguesía imperialista democrá-
tico republicana y monárquico reaccionaria se borra, precisamen-
te, porque ambas se pudren en vida (lo que no excluye, de ningún
modo, un desarrollo asombrosamente rápido del capitalismo en
ciertas ramas de la industria, en ciertos países y en ciertos perío-
dos). En segundo lugar, la descomposición del capitalismo se
manifiesta en la formación de una enorme capa de rentistas, de
capitalistas que viven de “cortar cupones”. En cada uno de los
cuatro principales países imperialistas —Inglaterra, Estados Uni-
dos, Francia y Alemania—, el capital en valores asciende a cien
o ciento cincuenta mil millones de francos, del cual cada país
obtiene una renta anual no menor de cinco a ocho mil millones.
En tercer lugar, la exportación de capital es el parasitismo elevado
al más alto grado. En cuarto lugar, “el capital financiero tiende a
la dominación y no a la libertad”. La reacción política en toda
la línea es rasgo característico del imperialismo. Venalidad, co-
rrupción en proporciones gigantescas y toda clase de fraude. En
quinto lugar, la explotación de las naciones oprimidas, ligada indi-
solublemente con las anexiones y, sobre todo, la explotación de
las colonias por un puñado de “grandes” potencias, convierte cada
vez más el mundo “civilizado” en un parásito incrustado en el
cuerpo de centenares de millones de hombres de los pueblos no
civilizados. El proletario romano vivía a expensas de la sociedad.
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La sociedad actual vive a expensas del proletario moderno.


Marx subraya especialmente esta profunda observación de Sis-
mondi El imperialismo modifica algo la situación. Una capa
alta privilegiada del proletariado de los países imperialistas vive,
en parte, a expensas de centenares de millones de hombres de los
pueblos no civilizados.
Queda claro por qué el imperialismo es capitalismo agonizan-
te, capitalismo en transición hacia el socialismo: el monopolio, que
nace del capitalismo, es ya capitalismo agonizante, el comienzo de
su tránsito al socialismo. La gigantesca socialización del trabajo
realizado por el imperialismo (lo que sus apologistas, los econo-
mistas burgueses, llaman “entrelazamiento”) produce el mismo
resultado.
Al definir de este modo el imperialismo, nos colocamos en to-
tal contradicción con K. Kautsky, que se resiste a considerar el im-
perialismo como una “etapa del capitalismo” y lo define como una
política “preferida” por el capitalismo financiero,, una tendencia
de los países “industriales” a anexionarse los países “agrarios”**.
Desde el punto de vista teórico, la definición de Kautsky es com-
pletamente falsa. Lo que distingue al imperialismo es el dominio,
no del capital industrial, sino del capital financiero, la tendencia
a anexionarse no sólo países agrarios, sino toda clase de países.
Kautsky separa la política imperialista de la economía imperia-
lista, separa el monopolio en política del monopolio en economía,
para preparar el terreno para su vulgar reformismo burgués, tal
como el “desarme”, el “ultraimperialismo” y demás necedades
por el estilo. El propósito y el significado íntegros de esta false-
dad teórica consisten en disimular las contradicciones más pro-
fundas del imperialismo y justificar así la teoría de la “unidad”
con los apologistas del imperialismo, los oportunistas y socialcho-
vinistas declarados.
Hemos hablado bastante extensamente de la ruptura de
Kautsky con el marxismo en este punto, en el Sotsial-Demokrat y

* Véase C. Marx y F . Engels, Obras escogidas, ed. cit., C. Marx, “El


dieciocho brumario de Lilis Bonaparte”, Prólogo del autor a la 2» ed. (E d .)
* * “E l imperialismo es un producto del capitalismo industrial altamente
desarrollado. Consiste en la tendencia de toda nación capitalista industrial
a someter y anexionarse cada vez más territorios agrarios, cualesquiera sean
los pueblos que los habitan.” (V éase: Kautsky, Die N eue Zeit, ll-I X -1 9 1 4 .)
EL IM PE RIA LISM O Y LA DIVISION DEL SOCIALISMO 117

en el Kommunist13. Nuestros kautskistas rusos, los partidarios del


Comité de Organización (CO ), encabezados por Axelrod y Spec-
tator incluyendo hasta a Mártov y, en grado considerable, a Trots-
ki, han preferido guardar un discreto silencio acerca del problema
del kautskismo como tendencia. No se han atrevido a defender
lo que Kautsky escribió durante la guerra, limitándose simplemente
a elogiar a Kautsky (Axelrod en su folleto alemán que el Comité
de Organización prometió publicar en ruso) o a citar las cartas
privadas de Kautsky (Spectator) en las que afirma pertenecer a
la oposición y trata, jesuíticamente, de invalidar sus declaracio-
nes chovinistas.
Obsérvese que la “concepción” del imperialismo de Kautsky,
que es equivalente a embellecer el imperialismo, es un retroceso,
no sólo comparado con El capital financiero de Hilferding ( ¡por
mucho empeño que ponga Hilferding en defender a Kautsky y la
“unidad” con los socialchovinistas!), sino también comparado con
el social liberal J. A. Hobson. Este economista inglés, que de nin-
gún modo pretende ser marxista, define el imperialismo y pone
de manifiesto sus contradicciones mucho más profundamente, en
un libro publicado en 1902*. Veamos lo aue dicen Hobson (en
cuyo libro podemos encontrar casi todas las vulgaridades paci-
fistas y “conciliadoras” de Kautsky) sobre la muy importante cues-
tión del carácter parasitario del imperialismo:
Dos circunstancias han debilitado, a juicio de Hobson, el
poder de los viejos imperios: 1) el “parasitismo económico” y 2)
la formación de ejércitos con hombres de los pueblos dependien-
tes. “La primera es la costumbre del parasitismo económico, me-
diante el cual el estado dominante utilizó sus provincias, sus co-
lonias y posesiones para enriquecer a su clase dirigente y para
sobornar a sus clases inferiores y lograr su sumisión." Refirién-
dose a la segunda circunstancia, dice Hobson:
Uno de los síntomas más extraños de la ceguera del imperialismo (en
boca del social liberal Hobson esta cantinela sobre la “ceguera” de los impe-
rialistas es más apropiada que en el “marxista” Kautsky) es la gran indi-
ferencia con que Gran Bretaña, Francia y otras naciones imperialistas se
embarcan en esta peligrosa dependencia. Gran Bretaña ha ido más lejos
que ningún otro país. L a mayor parte de las batallas que nos permitieron

* J. A. Hobson: Imperialism, London, 1902. (E d .)


118 V. I. LENIN

conquistar nuestro imperio de la India, fueron libradas por naturales del


lugar. En la India, y últimamente en Egipto, oficiales ingleses comandan
grandes ejércitos permanentes; casi todas las batallas relacionadas con nues-
tras posesiones africanas, excepto en el Sur, han sido libradas, para nos-
otros, por naturales.
L a perspectiva del reparto de China dio lugar a la siguiente aprecia-
ción económica de Hobson: “L a mayor parte de Europa occidental podría
adquirir entonces el aspecto y el carácter que tienen actualmente algunas
regiones en el sur de Inglaterra, en la Riviera, y en lugares de turismo y
residenciales de Italia y de Suiza pequeños grupos de aristócratas acauda-
lados, que extraen dividendos y pensiones del Lejano Oriente, con un grupo
algo más numeroso de empleados profesionales y comerciantes y un número
más considerable de criados y de obreros del trasporte y de la industria que
trabajan en la terminación de los artículos más perecederos: todas las ramas
principales de la industria desaparecerían y los productos alimenticios fun-
damentales, los artículos semimanufacturados afluirían de Asia y de África
como tributo” . . . “Hemos indicado la posibilidad de una alianza aun más
amplia de los Estados occidentales, una federación europea de grandes po-
tencias que lejos de hacer avanzar la causa de la civilización mundial, podría
presentar el peligro gigantesco de parasitismo occidental: un grupo de na-
ciones industriales avanzadas, cuyas clases superiores percibirían inmensos
tributos de Asia y de África, por medio de los cuales mantendrían a grandes
masas domesticadas de empleados que ya no están ocupados en la produc-
ción agrícola e industrial fundamental, sino en servicios personales o traba-
jos industriales secundarios bajo el control de una nueva aristocracia finan-
ciera. Que quienes se aprestan a desconocer esta teoría [debería haber dicho:
perspectiva], por no considerarla digna de atención, examinen las condicio-
nes económicas y sociales de las regiones del sur de Inglaterra hoy día que
se hallan ya en esta situación. Y que reflexionen en las enormes propor-
ciones que podría adquirir dicho sistema si China fuera sometida al control
económico de grupos similares de financistas, de inversores [rentistas], de
funcionarios políticos y funcionarios del comercio y la industria que extrae-
rían beneficios de la más grande reserva potencial que jamás ha conocido el
mundo, para consumirlos en Europa. Naturalmente, la situación es dema-
siado compleja, el juego de las fuerzas mundiales es demasiado difícil de
calcular para que resulte muy probable esta u otra interpretación unilateral
del futuro. Pero las influencias que rigen hoy el imperialismo de Europa
occidental se orientan hacia esa dirección y, si no encuentran resistencia, si
no son desviadas, orientarán en ese sentido la consumación del proceso.”

El social liberal Hobson no alcanza a ver que esa “resisten-


cia” sólo puede oponerla el proletariado revolucionario, y sólo en
forma de una revolución social. ¡Por algo es social liberal! Con
todo, ya en 1902 tenía una excelente visión del sentido y el signi-
ficado de los “Estados Unidos de Europa” ( ¡que lo sepa el kauts-
kiano Trotski!) y de todo lo que buscan ahora disimular los
kautskistas hipócritas de diversos países, a saber: que los oportu-
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mistas (socialchovinistas) han hecho causa común con la burgue-


sía imperialista precisamente para formar una Europa imperia-
lista sobre las espaldas de Asia y de África; y que los oportunistas
son, objetivamente, un sector de la pequeña burguesía y de algu-
nas capas de la clase obrera, sobornadas con los superbeneficios
imperialistas, convertidas en perros guardianes del capitalismo,
en corruptores del movimiento obrero.
Tanto en artículos, como en resoluciones de nuestro partido,
hemos señalado reiteradamente ese nexo económico, el más pro-
fundo, entre la burguesía imperialista y el oportunismo, que ha
triunfado (¿por mucho tiempo?) en ei movimiento obrero. De
ello deducíamos, entre otras cosas, que el rompimiento con el so-
cialchovinismo era inevitable. ¡Nuestros kautskianos prefirieron
eludir el problema! Mártov, por ejemplo, en sus conferencias,
recurrió al empleo de un sofisma expresado del modo siguiente en
Izvestia del Secretariado en él extranjero del Comité de Organi-
zación del POSDR* (núm. 4, del 10 de abril de 1916):
. . .L a causa de la socialdemocracia revolucionaria estaría en una situa-
ción muy triste, incluso desesperada, si esos grupos de obreros, que por su
desarrollo intelectual son los que más cerca están de la “intelligentsia” y
que son los más calificados, la abandonaran fatalmente y se pasaran al
oportunismo. . .

¡Por medio de la tonta palabra “fatalmente” y un poco de


prestidigitación, se elude él hecho de que ciertos grupos de obre-
ros se han pasado ya al oportunismo y a la burguesía imperialista!
¡Y este es el hecho que querían eludir los sofistas del Comité de
Organización! Ellos se limitan al “optimismo oficial” del que
ahora alardean tanto el kautskiano Hilferding como muchos otros,
¡diciendo que las condiciones objetivas garantizan la unidad del
proletariado y el triunfo de la tendencia revolucionaria! ¡Nosotros,
en verdad, dicen ellos, somos “optimistas” respecto del proletariado!
Pero, en realidad, todos estos kautskianos, Hilferding, los par-
tidarios del Comité de Organización, Mártov y Cía. son optimis-
ta s .. . respecto del oportunismo. ¡Este es el fondo de la cuestión!

° Periódico menchevique publicado en Ginebra desde febrero de 1915


a marzo de 1917. Adoptó una posición centrista. Se publicaron diez nú-
meros. (E d.)
120 V. I. LENIN

El proletariado es la criatura del capitalismo, pero del capi-


talismo mundial, y no sólo del capitalismo europeo o del capitalis-
mo imperialista. En escala mundial, cincuenta años antes o cin-
cuenta años después —medido en escala mundial esto es secun-
dario—, el “proletariado”, naturalmente, “estará” unido y en sus
filas triunfará “inevitablemente” la socialdemocracia revoluciona-
ria. No se trata de esto, señores kautskianos, sino de que ahora,
en los países imperialistas de Europa, ustedes se arrastran ante los
oportunistas, que son extraños al proletariado como clase, que
son servidores, agentes de la burguesía y vehículo de su influen-
cia, y si no se desembaraza de ellos, el movimiento obrero seguirá
siendo un movimiento obrero burgués. La prédica de ustedes so-
bre la “unidad” con los oportunistas, con los Legien y los David,
los Plejánov y los Chjenkeli, los Potrésov, etc., es, objetivamente,
la defensa de la esclavización de los obreros por la burguesía im-
perialista con la ayuda de sus mejores agentes en el movimiento
obrero. La victoria de la socialdemocracia revolucionaria en es-
cala mundial es absolutamente inevitable, sólo que marcha y mar-
chará, avanza y avanzará contra ustedes, será una victoria sobre
ustedes.
Estas dos tendencias, incluso diríamos estos dos partidos, en
el movimiento obrero contemporáneo, que tan claramente se sepa-
raron en todo el mundo en 1914-1916, fueron observadas por En-
géls y Marx en Inglaterra durante varias décadas, aproximada-
mente entre 1858 y 1892.
Ni Marx ni Engels vivieron para ver la época imperialista del
capitalismo mundial, que sólo se inició entre 1898 y 1900. Pero,
fue un rasgo particular de Inglaterra, que incluso a mediados del
siglo xix, revelara por lo menos, dos importantes rasgos distintivos
del imperialismo: 1) inmensas colonias y 2) beneficios monopo-
listas (debido a su situación monopolista en el mercado mundial).
En ambos sentidos, Inglaterra era entonces una excepción entre
los países capitalistas, y Engels y Marx, al analizar esta excep-
ción, señalaron en forma completamente clara y definida su rela-
ción con la victoria (momentánea) del oportunismo en el movi-
miento obrero inglés.
En carta a Marx, del 7 de octubre de 1858, dice Engels:
“. . . En la práctica el proletariado inglés se está aburguesando
cada vez más; de modo que esta nación, la más burguesa de todas
las naciones, aspira aparentemente a llegar a tener una aristocra-
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cia burguesa y un proletariado burgués además de una burguería.


Para una nación que explota al mundo entero, esto es, natural-
mente hasta cierto punto, justificable.” * En carta a Sorge, del
21 de setiembre de 1872, Engels le comunica que Hales armó un
gran escándalo en el Consejo Federal de la Internacional, y logró
un voto de censura contra Marx por haber dicho éste que “los
dirigentes obreros ingleses se han vendido”. Marx escribía a Sorge
el 4 de agosto de 1874: “Por lo que respecta a los obreros urbanos
de aquí (Inglaterra), es lamentable que toda la pandilla de diri-
gentes no haya entrado en el Parlamento. Habría sido el camino
más seguro para librarse de todos.” En carta a Marx, del 11 de
agosto de 1881, Engels habla de ‘las peores trade-unions inglesas,
que permiten ser dirigidas por hombres vendidos a la burguesía,
o, cuando menos, pagados por ella”. En carta a Kautsky, del 12
de setiembre de 1882, decía Engels: “Usted me pregunta qué pien-
san los obreros ingleses de la política colonial. Pues exactamente
lo mismo que piensan acerca de la política en general. Aquí no
hay partido obrero; sólo hay conservadores y radicales liberales,
y los obreros participan alegremente en el festín del monopolio
inglés sobre el mercado mundial y el colonial.”
El 7 de diciembre de 1889, Engels escribía a Sorge: “ . . . Lo
más repugnante aquí (en Inglaterra) es la ‘respectability’ (respe-
tabilidad) burguesa que ha calado hasta los huesos en los obre-
ros [ . . . ] incluso a Tom Mann, a quien considero el mejor de
ellos, le encanta comentar que almorzará con el alcalde de Lon-
dres. Si se compara esto con los franceses, se comprende para
qué sirve después de todo una revolución.” ** En una carta, del
19 de abril de 1890: “Pero el movimiento (de la clase obrera en
Inglaterra) avanza bajo la superficie, abarca sectores cada vez
más amplios, en su mayoría pertenecientes a la hasta ahora inac-
tiva capa inferior (la cursiva es de Engels); y no está lejano el
día en que esta masa se encuentre a sí misma, en que se de cuenta
de que ella es, precisamente, esa colosal masa en movimiento.”* * *
El 4 de marzo de 1891: “el fracaso del frustrado sindicato de portua-
rios; las ‘viejas’ trade-unions conservadoras, ricas y por consiguien-

* Véase C. Marx y F . Engels, Correspondencia, ed. cit., pág. 84. (E d .)


* ° íd ., ibíd., pág. 301. (E d .)
* * * td ., ibíd., pág. 305. (E d .)
122 V. I. LENIN

te cobardes, quedan solas en el campo de batalla”. .. El 14 de


setiembre de 1891: en el congreso de Newcastle de las trade-unions,
los viejos tradeunionistas, que estaban en contra de la jornada de
8 horas, fueron derrotados, “y los periódicos burgueses reconocen
la derrota del partido obrero burgués ”* (toda la cursiva es de
Engels). . .
Que estas ideas, repetidas por Engels durante décadas ente-
ras, también fueron expresadas por él públicamente, en la prensa,
lo prueba su prólogo a la segunda edición de L a situación d e la
clase obrera en Inslaterra (1892). Habla aquí de una “aristocra-
cia entre la clase obrera”, de una “minoría privilegiada de obre-
ros” a diferencia de ‘la gran masa obrera”. “Una penueña minoría
privilegiada y protegida” de la clase obrera, fue la única “benefi-
ciada permanentemente” por la situación privilegiada de Inglate-
rra en 1848-1868, mientras oue “el grueso de la clase obrera, en
el meior de los casos, sólo gozó de mejoras momentáneas”. .. “Con
la auiebra de este monopolio (industrial de Inglaterra) la clase
obrera inglesa perderá esa situación privilegiada”. .. Los miem-
bros de los “nuevos” sindicatos, los sindicatos de los obreros no
calificados, “tenían la enorme ventaia de aue su mentalidad era
campo virgen, absolutamente libre de los ‘respetables’ preiuicios
burgueses heredados aue perturbaban la mente de los vieios
sindicalistas’ mejor ubicados”. .. “Los llamados representantes
obreros” en Inglaterra son personas a “quienes se les perdona que
pertenezcan a la clase obrera porque a ellos mismos les gustaría
ahogar su condición de obreros en el océano de su liberalismo”. ..
Hemos citado deliberadamente las declaraciones directas de
Marx v Engels en forma bastante extensa, para que el lector pueda
estudiarlas en conjunto. Y deben ser estudiadas, merecen ser con-
sideradas con gran atención. Porque son él eje de la táctica en el
movimiento obrero, dictada por las condiciones objetivas de la
época imperialista.
También aquí Kautsky ha tratado de “salirse por la tangente”
y de remplazar el marxismo por una conciliación sentimental con
los oportunistas. En polémica con los socialimperialistas decla-
rados e ingenuos (como Lensch) que justifican la participación
de Alemania en la guerra como medio de destruir el monopolio de

* Véase C. Marx y F. Engels, Correspondencia, ed. cit., pág. 317. (Ed.)


EL IM PERIA LISM O Y LA DIVISION DEL SOCIALISMO 123

Inglaterra, Kautsky corrige esta evidente falsedad con otra false-


dad no menos evidente. En lugar de una falsedad cínica, emplea
una falsedad suave. El monopolio industrial de Inglaterra, dice,
hace tiempo que se ha quebrado, hace tiempo que está destruido
y por lo tanto no queda nada por destruir.
¿Por qué es falso este argumento?
En primer lugar porque hace caso omiso del monopolio colo-
nial de Inglaterra. ¡Y Engels, como hemos visto, ya en 1882, hace
34 años, lo señalaba con toda claridad! Aunque el monopolio in-
dustrial de Inglaterra pudiera estar destruido, su monopolio colo-
nial no sólo sigue existiendo, sino que se ha acentuado extraordi-
nariamente, porque ¡todo el mundo está ya repartido! Por medio
de esta suave mentira, Kautsky hace pasar de contrabando la idea
pacifista burguesa y pequeñoburguesa oportunista de que “no hay
motivos para una guerra”. Por el contrario, los capitalistas no
sólo tienen ahora motivos para desatar una guerra, sino que no
pueden dejar de hacerlo si quieren preservar el capitalismo, por-
que sin un nuevo reparto violento de las colonias, los nuevos países
imperialistas no pueden obtener los privilegios de que disfrutan
las potencias imperialistas más viejas (y más débiles).
En segundo lugar, ¿por qué el monopolio de Inglaterra ex-
plica el triunfo (momentáneo) del oportunismo en Inglaterra?
Porque el monopolio rinde superbeneficios, es decir, un excedente
de beneficios por encima de los beneficios capitalistas normales y
ordinarios en todo el mundo. Los capitalistas pueden destinar una
parte ( ¡y no una pequeña parte!) de estos superbeneficios al so-
borno de sus propios obreros, a crear algo así como una alianza
(recuérdense las famosas “alianzas” de las trade-unions inglesas
con los patronos descritas por los Webb) entre los obreros de
un país dado y sus propios capitalistas contra los demás países.
A fines del siglo xix, el monopolio industrial de Inglaterra estaba
ya destruido. Eso es indiscutible. Pero ¿cómo se produjo esa
destrucción? ¿Desapareció todo el monopolio?
Si así fuera, la “teoría” de Kautsky de la conciliación (con el
oportunismo) estaría hasta cierto punto justificada. Pero no es
así y precisamente este es el problema. El imperialismo es capi-
talismo monopolista. Cada cártel, cada trust, cada sindicato, cada
banco gigantesco es un monopolio. Los superbeneficios no han
desaparecido, sino que aun continúan. La explotación de todos
los otros países por un país privilegiado, financieramente rico,
V. I. LENIN

continúa y se ha intensificado. Un puñado de países ricos —que


son sólo cuatro, si hablamos de riqueza “moderna”, independiente,
realmente gigantesca: Inglaterra, Francia, Estados Unidos y Ale-
mania— han desarrollado los monopolios en vastas proporciones,
obtienen centenares, si no miles de millones de superbeneficios,
“viven a costillas” de centenares y centenares de millones de hom-
bres de otros países, y luchan entre sí por el reparto de un botín
particularmente abundante, particularmente suculento y particu-
larmente fácil.
Esta es, en realidad, la esencia económica y política del im-
perialismo, cuyas profundas contradicciones Kautsky oculta en
vez de ponerlas al descubierto.
La burguesía de una “gran” potencia imperialista puede eco-
nómicamente sobornar a las capas superiores de “sus” obreros,
destinando a ello alrededor de un centenar de millones de francos
al año, pues sus superbeneficios se elevan probablemente a cerca
de mil millones. Y cómo se reparte esta pequeña limosna entre
los ministros obreros, los “diputados obreros” (recuérdese el es-
pléndido análisis que hace Engels de este concepto), los miem-
bros obreros de los comités de industrias de guerra, los funciona-
rios obreros, los obreros pertenecientes a estrechos gremios de ar-
tesanos, los empleados, etc., etc., eso es cuestión secundaria.
Entre 1848 y 1868, y en cierta medida aun después, Ingla-
terra era el único país monopolista; por eso, durante décadas, pudo
triunfar allí el oportunismo; ningún otro país poseía riquísimas co-
lonias o un monopolio industrial.
El último tercio del siglo xix señaló la transición a la nueva
época, la época imperialista. El capital financiero no solamente
de una gran potencia, sino de varias, aunque muy pocas, se bene-
ficia con el monopolio. (En el Japón y en Rusia, el monopolio del
poderío militar, los inmensos territorios o las facilidades especia-
les para saquear a las minorías nacionales, a China, etc., en parte
completan y en parte sustituyen el monopolio del capital finan-
ciero más moderno.) Esta diferencia explica porqué la situación
monopolista de Inglaterra pudo permanecer indiscutida durante
decenas de años. El monopolio del capitalismo financiero mo-
derno le es furiosamente disputado: ha comenzado la época de
las guerras imperialistas. En aquel entonces era posible sobornar
y corromper durante décadas a la clase obrera de un país. Ahora
ÉL IM PE RIA LISM O Y LA DIVISION DEL SOCIALISMO

esto es difícil, si no imposible. Pero por otro lado, cada “gran”


potencia imperialista puede sobornar y soborna a capas más re-
ducidas (que en Inglaterra entre 1848 y 1868) de la “aristocracia
obrera”. Antes, un “partido obrero burgués”, para usar la expre-
sión admirablemente profunda de Engels, podía surgir sólo en
un país, puesto que era el único que disponía del monopolio. Aho-
ra, un “partido obrero burgués” es inevitable y típico de todos los
países imperialistas, pero, teniendo en cuenta la desesperada lucha
de éstos por el reparto del botín, es difícil que semejante partido
prevalezca durante mucho tiempo en una serie de países. Pues los
trusts, la oligarquía financiera, los altos precios, etc., mientras per-
miten el soborno de un puñado de las capas superiores oprimen,
subyugan, arruinan y torturan de más en más a la masa de pro-
letarios y semiproletarios.
Por una parte, está la tendencia de la burguesía y de los opor-
tunistas a convertir un puñado de naciones muy ricas y privile-
giadas, en “eternos” parásitos en el cuerpo del resto de la huma-
nidad, a “dormirse sobre los laureles” de la explotación de negros,
indios, etc., manteniéndolos sometidos con la ayuda de las exce-
lentes armas de exterminio que provee el militarismo moderno.
Por otra parte, está la tendencia de las masas, que se encuentran
más oprimidas que antes y soportan todo el peso de las guerras
imperialistas, a sacudirse ese yugo y a derribar a la burguesía.
Es en la lucha entre estas dos tendencias que se desarrollará ahora,
inevitablemente, la historia del movimiento obrero. Pues la pri-
mera tendencia no es casual; está económicamente “fundamenta-
da”. La burguesía ha engendrado ya, ha alimentado y se ha
asegurado “partidos obreros burgueses” de socialchovinistas en
todos los países. La diferencia entre un partido definitivamente
formado, como el de Bissolati en Italia, por ejemplo, partido total-
mente socialimperialista, y, supongamos, el seudo partido semi-
constituido de los Potrésov, Gvózdiev, Bulkin, Chjeídze, Skóbeliev
y Cía. Lo importante es que, económicamente, ha madurado y
se ha consumado la deserción de una capa de la aristocracia obrera
hacia la burguesía; y este hecho económico, este cambio en las
relaciones de clases, hallará forma política, una u otra, sin mayor
“dificultad”.
Sobre la base económica más arriba mencionada, las institu-
ciones políticas del capitalismo moderno —prensa, parlamento,
126 V. I. LENIN

sindicatos, congresos, etc.— han creado privilegios y dádivas


políticas para los empleados y obreros respetuosos, mansos, refor-
mistas y patriotas correspondientes a los privilegios y dádivas
económicas, cargos públicos lucrativos y cómodos o en los comi-
tés de industrias de guerra, en el parlamento y en diversas comi-
siones, en las redacciones de periódicos legales “respetables” o
en los consejos de dirección de los sindicatos no menos respeta-
bles y “complacientes con la burguesía”. Este es el anzuelo con
que la burguesía imperialista atrae y premia a los representantes
y partidarios de los “partidos obreros burgueses”.
En este mismo sentido actúa el mecanismo de la democracia
política. En nuestros días nada se puede hacer sin elecciones;
ni nada se puede hacer sin las masas, pero en esta época de la
imprenta y del parlamentarismo es imposible lograr la adhesión
de las masas sin un sistema ampliamente ramificado, metódica-
mente dirigido, bien pertrechado de adulación, mentiras, fraude,
de malabarismos con palabras populares y de moda y prometiendo
a diestra y siniestra toda clase de reformas y beneficios para los
obreros, siempre que renuncien á la lucha revolucionaria por el
derrocamiento de la burguesía. Yo llamaría a este sistema lloyd-
georgismo, por el ministro inglés Lloyd George, uno de los repre-
sentantes más eminentes y hábiles de este sistema en el país clá-
sico del “partido obrero burgués”. Burgués maniobrero de primer
orden, político astuto, orador popular, capaz de pronunciar los
discursos que se quiera, incluso r-r-revolucionarios, ante un audi-
torio obrero; hombre capaz de conseguir, para los obreros dóciles,
dádivas apreciables en forma de reformas sociales (seguros, etc.),
Lloyd George sirve admirablemente a la burguesía* y la sirve
precisamente entre los obreros, propaga su influencia precisamente
en el proletariado, donde más lo necesita la burguesía, donde le
es más difícil someter moralmente a las masas.
¿Pero hay mucha diferencia entre Lloyd George y los Schei-
demann, los Legien, los Henderson, los Hyndman, los Plejánov,
los Renaudel y Cía.? Se nos objetará que, de estos últimos, algu-

* He leído hace poco, en una revista inglesa, un artículo de un tory,


adversario político de Lloyd George, titulado Lloyd George desde un punto
d e vista d e un tory. ¡L a guerra ha abierto los ojos a este adversario, y le
ha hecho ver qué magnífico sirviente de la burguesía es este Lloyd George!
]Y los tories hicieron las paces con él!
E L IM PER IA LISM O Y LA DIVISION DEL SOCIALISMO 127

nos volverán al socialismo revolucionario de Marx. Es posible,


pero ésta es una diferencia de un grado insignificante si se con-
sidera el problema desde el ángulo político, es decir, en su aspecto
de masas. Algunos entre los actuales dirigentes socialchovinistas,
pueden volver al proletariado. Pero la tendencia socialchovinista
o (lo que es lo mismo) oportunista no puede ni desaparecer ni
“volver” al proletariado revolucionario. Allí donde el marxismo
es popular entre los obreros, esta tendencia política, este “partido
obrero burgués”, jurará en nombre de Marx. No se le puede prohi-
bir, como no se le puede prohibir a una empresa comercial que
emplee cualquier etiqueta, cualquier letrero o aviso. En la his-
toria siempre ha sucedido que después de muertos los dirigentes
revolucionarios que eran populares entre las clases oprimidas, sus
enemigos han intentado apropiarse de sus nombres para engañar
a las clases oprimidas.
Lo cierto es que los “partidos obreros burgueses”, como fenó-
meno político, ya han sido constituidos en todos los países capita-
listas más importantes y que sin una lucha enérgica e inexorable,
en toda la línea contra esos partidos —o grupos, tendencias, etc.,
todo es lo mismo—, no puede ni hablarse de lucha contra el impe-
rialismo, o de marxismo, o de un movimiento obrero socialista.
El grupo de Chjeídze°, Nashe D ielo44 y Golos Trudá* * * , en
Rusia, y los partidarios del CO en el extranjero, no son sino
variantes de un partido de esos. No hay la menor razón para
pensar que estos partidos desaparecerán antes de la revolución

* E l Grupo de Chjeídze (menchevique) en la IV Duma del Estado


estaba encabezado por N. Chjeídze. Durante la guerra imperialista mundial
el grupo ocupó posiciones centristas, apoyando en la práctica totalmente la
política de los socialchovinistas rusos. Lenin criticó su línea oportunista en
los artículos “E l Grupo de Chjeídze y el papel que desempeña” y “¿Tienen
una línea propia el CO y el Grupo de Chjeídze?” (véase el presente tomo,
págs. 181-186 y t. X X III, págs. 228-234. E d .)
” Nashe Dielo ( “Nuestra causa” ) : publicación mensual de los menche-
viques liquidadores, comenzó a publicarse en enero de 1915 en lugar de la
revista Nasha Zariá que había sido prohibida, y fue el portavoz principal
de los socialchovinistas de Rusia. En sus páginas colaboraron A. N. Potrésov,
N. Cherevanin, P. P. Máslov, E . Maievski y otros. Aparecieron sólo seis
números. (E d.)
oso Golos Trudá ( “L a voz del trabajo” ) : periódico menchevique legal
publicado en Samara en 1916, después de la clausura de Nash Golos. Apa-
recieron sólo tres números. (E d .)
128 V. I. LENIN

social. Por el contrario, cuanto más se acérque la revolución,


cuanto más poderosamente se inflame, cuanto más rápidas y vio-
lentas sean las transiciones y los saltos en su avance, tanto mayor
será el papel que desempeñará en el movimiento obrero la lucha
de la corriente revolucionaria, de masas, contra la corriente opor-
tunista, pequeñoburguesa. El kautskismo no es una tendencia
independiente, porque no tiene raíces ni en las masas ni en la
capa privilegiada que se ha pasado a la burguesía. Pero el peli-
gro del kautskismo reside en el hecho de que, utilizando la ideo-
logía del pasado, se esfuerza por conciliar al proletariado con el
“partido obrero burgués”, por mantener la unidad del proletaria-
do con ese partido, y, de ese modo, acrecentar el prestigio del
último. Las masas ya no siguen a los socialchovinistas decla-
rados. Lloyd George ha sido silbado en asambleas obreras en
Inglaterra, Hyndman ha abandonado el partido; a los Renaudel
y los Scheidemann, a los Potrésov y los Gvózdiev los protege la
policía. Lo más peligroso es la defensa encubierta que los kauts-
kianos hacen de los socialchovinistas.
Uno de los sofismas más difundidos de los kautskistas consiste
en referirse a las “masas”. No queremos, dicen, apartarnos de las
masas ni de las organizaciones de masas. Pero obsérvese cómo
planteó Engels esta cuestión. Las “organizaciones de masas” de
las trade-unions inglesas estaban, en el siglo xix, al lado del
partido obrero burgués. Y no por eso Marx y Engels conciliaron
con este partido, sino que lo desenmascararon. No olvidaron, en
primer lugar, que las organizaciones de las trade-unions abarca-
ban, directamente, una minoría del proletariado. Entonces en
Inglaterra, como hoy en Alemania, no más de un quinto del prole-
tariado estaba organizado. Nadie puede pensar seriamente que
sea posible organizar a la mayoría del proletariado bajo el capi-
talismo. En segundo lugar —y esto es lo principal—, no se trata
tanto del número de miembros de una organización, como del
sentido real, objetivo, de su política: ¿representa esa política a
las masas, las sirve, es decir, se propone su liberación del capi-
talismo, o representa los intereses de la minoría, la conciliación
de la minoría con el capitalismo? Esto último, que era cierto para
Inglaterra en el siglo xix, es cierto, hoy, para Alemania, etc.
Engels hace una distinción entre el “partido obrero burgués”
de las viejas trade-unions, la minoría privilegiada, y la “masa
E L IM PERIA LISM O Y LA DIVISION DEL SOCIALISMO 129

inferior”, la verdadera mayoría, y apela a esta última, que no está


contaminada de “respetabilidad burguesa”. ¡Esa es la esencia de
la táctica marxista!
Ni nosotros ni nadie puede calcular exactamente qué parte
del proletariado sigue y seguirá a los socialchovinistas y oportu-
nistas. Sólo la lucha lo revelará, sólo la revolución socialista lo
decidirá definitivamente. Pero lo que sí sabemos con certeza es
que los “defensores de la patria” en la guerra imperialista sólo
representan a una minoría. Y por eso, si queremos seguir siendo
socialistas, nuestro deber es ir más abajo y más hondo, a las ver-
daderas masas; en ello está todo el sentido y todo el significado
de la lucha contra el oportunismo. Al poner al descubierto el
hecho de que los oportunistas y los socialchovinistas en realidad
traicionan y venden los intereses de las masas, que defienden pri-
vilegios pasajeros de una minoría de obreros, que son portadores
de ideas e influencias burguesas, que son verdaderos aliados y
agentes de la burguesía, enseñamos a las masas a comprender
cuáles son sus verdaderos intereses políticos, a luchar por el socia-
lismo y por la revolución a través de todas las largas y penosas
vicisitudes de las guerras imperialistas y de los armisticios impe-
rialistas.
La única línea marxista en el movimiento obrero mundial con-
siste en explicar a las masas que el rompimiento con el oportu-
nismo es inevitable e imprescindible, en educarlas para la revo-
lución, librando una lucha despiadada contra el oportunismo, en
aprovechar la experiencia de la guerra para desenmascarar todas
las infamias de la política obrera nacional liberal y no para encu-
brirlas.
En el artículo siguiente trataremos de resumir los principales
rasgos que diferencian esta línea del kautskismo.

Escrito en octubre de 1916. Se publica de acuerdo con el


Publicado en diciembre de 1916, texto de la publicación-
en Sbómik Sotsial-D em ok rata,
núm. 2.
Firmado: N . Lenin.

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