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Las calles nocturnas rebosadas de alcohol y música han sido escenario de diferentes
obras literarias, la nocturnidad se ha prestado como espacio para conocer las dinámicas más
oscuras u ocultas de una sociedad. Pues hay dos vidas que se dividen con el crepúsculo,
quienes viven de día y los que se adentran en la noche sin pensar en el concepto “futuro”.
En medio de la nocturnidad nace Opio en las nubes (1992), obra escrita por el
bogotano Rafael Chaparro Madiedo, a sus 30 años de vigencia, título reconocido en las
calles underground de la capital, hay quienes se cruzaron con la obra en librerías de
segunda o en una conversación de madrugada en un bar de poca reputación.
Los personajes de Chaparro Madiedo han sido tendencia en los grupos cibernéticos,
en las comunidades virtuales de jóvenes latinoamericanos que comparten escenarios en los
imaginarios de cada país; esta obra ha sido punto de encuentro para los que no han tenido
nunca donde encontrarse a sí mismos o a los otros.
Pero ¿no existe elemento alguno que tal obra aporte a la literatura colombiana? Para
algunos críticos no, como Mario Jursich Durán (1992) quien expresa que “La novela de
Chaparro es adolescente pero en un sentido negativo: carece de todas las virtudes de la
juventud, pero tiene casi todos sus defectos: la gravedad, la ausencia de humor, el
vitalismo, la ignorancia.” (p.124). Muy a pesar de aquella perspectiva punitiva, las
vivencias de Pink Tomate y Amarilla van más allá de la psicodelia y las faltas lingüísticas
“adolescentes”.
Por lo tanto, no, Opio en las nubes no es una obra de un escritor amateur que un día
bajo los efectos de psicotrópicos se encontró una máquina de escribir.... Es posible afirmar
que más allá de la psicodelia, Chaparro Madiedo hace uso del surrealismo literario para
construir los personajes, los escenarios y como tal la narrativa de la obra. Este concepto lo
define André Bretón (2001) en su Manifiesto del surrealismo como:
Automatismo psíquico puro por cuyo medio se intenta expresar tanto verbalmente
como por escrito o de cualquier otro modo el funcionamiento real del pensamiento.
Dictado del pensamiento, con exclusión de todo control ejercido por la razón y al
margen de cualquier preocupación estética o moral. (p.44)
Fuera de todos esos detalles de tiempo y espacio, Madiedo agrega un escenario que
muchos oriundos de la capital anhelan con desesperación y que solo habrán visto en los
mejores sueños, el mar, ¿un mar en Bogotá? ¿por qué no? Habrá pensado el difundo, o
como expresa Bretón, no lo habrá pensado solo habría sido el automatismo en sus letras.
Este mar dispuesto a ser el medio de escape para algunos personajes, es el que permite que
una personaje principal se marche sin mirar atrás:
Referencia