Está en la página 1de 3

Pensamientos tras una dizque aventura

De los recuerdos que más se me repiten en mi mente: tus labios siendo mordidos en un rostro
sonriente con los ojos considerablemente abiertos (y tú sonrojada, claro). Yo no me sentía muy
seguro en ese momento, pues mi mente se nublaba y lo único que quería era estar contigo en
sala, conversando, conociéndonos más en la intimidad. A veces solo pensaba en cuándo
sucedería aquello, otras veces pensaba en el dinero; también llegué a pensar en cómo me veía
yo, en si otro chico hubiera ido mejor vestido y si otro chico te hubiese llevado a un lugar
mejor.

Pero terminó bien. Recuerdo cuando te reíste tanto que tuviste que mirar hacia arriba. Así te
ríes tú cuando algo te da mucha risa (y yo miro abajo cuando algo me da mucha risa). Tenías
sueño tras la comida y las risas. Pagué. Nos fuimos. Te gustan los planes y yo prefiero planear
andando. Terminamos en la iglesia.
Al ver, recuerdo, disfruto,

tu labio apretado por tus dientes

mientras se dibuja una sonrisa

con tus ojos abiertos disparando

rodeados de tez roja apuntando.

Al ver, recuerdo, me confundo,

despierto, busco y rebusco;

entiendo, me golpeo y duelo: no estás.

Me detengo, me avergüenzo: pues veo ya

que la luz de ese día,

el sueño tras la comida,

la iglesia escogida

y tu risa hacia arriba,

no son y forman parte

de aquellos recuerdos

que quieres que mate,

que yo no rescate.

Al ver, ahora sí, sufro,

ya no disfruto.

Respiro, entiendo y escribo que:

´´dolor y placer suceden al ver´´

También podría gustarte