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La 

Marcha Patriótica de Vicente López:


Escenario de tensiones

(The Patriotic March written by Vicente López:


Depiction of a historical scene of tension)

Serapio, Carolina

Consejo de Investigación de la Universidad Nacional de Salta, Complejo Universitario San Martín, Av.
Bolivia 5150, Salta.

Resumen: La “Marcha patriótica” de Vicente López y Planes, poema inicial de La lira argentina e
institucionalizada como Himno Nacional Argentino, puede leerse como una escenificación, tanto de la acción
propiamente dicha como de los discursos relativos a ella.

En cuanto a la acción, es imprescindible subdividirla en la referida a la lucha armada contra el imperio


español, por un lado, y la acción ideológica emprendida a nivel de dirigencia criolla, por otro.

Esta última, como evidentemente se implementa mediante la producción y difusión de ciertos sentidos, nos
lleva a centrarnos en el análisis de los discursos que los canalizan. En este caso, la escenificación que va
diseñando el Himno se construye a la luz –o a la sombra, quizás– de variadas tensiones que aluden a:

quién habla: el autor, el enunciador y el agente social. Se escenifican distintos y hasta contradictorios
lugares del decir.
a quién se habla: el receptor y el enunciatario. Se escenifican diferentes lugares desde donde escuchar y ver.
qué se escenifica: la “realidad” frente al “deseo”; un hacer transformador que, paradójicamente, se superpone a un
estado de conjunción con el objeto ya lograda; una vertiente europea frente a una prehispánica; con respecto a la
emergencia de la nación, una posición constructivista (como resultado de un acto de voluntad colectiva) frente a
una esencialista (fundada en la preexistencia de una identidad compartida).

Abstract: Originally, it was the introductory poem of La Lira Argentina (Argentine Stanzas). The Patriotic
March written by Vicente López y Planes later became the National Anthem of the Argentina Republic. It may be
interpreted as a literary depiction of the historic events and background, back in those days, of a Nation-to-be.

The course of action taken in the historical process should not be analyzed without taking into account two
main aspects: on the one hand, the armed fight of forces against the Spanish Empire and, on the other hand, the
ideological struggle encouraged by the native leaders (criollos).

The latter mentioned aspect involves the type of actions which are essentially carried out to produce and
spread out a specific idiosyncrasy. This leads us to focusing on the analysis of the literature where it has been
expressed. From this point of view, the Argentine Anthem was inspired by - or it even resulted from – a number of
events which created a scene of tension, and are referred to as:

the speakers: the authors of the message and the social agents. Different - and even contradictory –
positions were taken as regards the communicating agents.
the listeners: the targets or recipients of the message. Different perspectives to hear and get the message across.
the scene created: “reality” in sharp contrast to “will”; transforming actions paradoxically placed above a sense of
belonging; an European side contrasting a pre-Hispanic nature. Regarding the birth of a Nation, a constructivist
position results from a massive sense of will, as an essentialist position rises from a former sense of a shared
identity.
Palabras clave: Marcha Patriótica; Himno Nacional; Vicente López; Historia; Análisis literario;
Escenificación.

Key words: Patriotic March; National Anthem; Vicente López; History; Literary analysis; Depiction.

A nadie escapa que la “entonación de nuestro Himno Nacional” ocupa un lugar


privilegiado (generalmente de apertura; en ocasiones, de cierre) cada vez que se efectúa el
ritual cívico de una conmemoración patriótica, verdadera puesta en escena en la cual todo un
repertorio de prácticas simbólicas concurre a la cohesión de una comunidad y de una memoria
histórica.

Pero más allá de presentar al Himno como un componente de esta escenificación,


advertimos en su interior otra escenificación, de tipo discursivo. Ambas se delimitan y marcan
recíprocamente, en un movimiento desde fuera (acto patriótico) hacia dentro (texto del Himno)
y viceversa, lo cual mediatiza las significaciones despertadas en los sujetos sociales que
participan de la escena ceremonial.

Aun antes de su existencia concreta, a la Marcha Patriótica de Vicente López –


posteriormente declarada Himno Nacional Argentino– se le impuso una función religante de
inflamación del patriotismo, para favorecer la construcción de un imaginario nacional[1]. Y esta
función parece perdurar, claro que con variantes que dependen de las circunstancias
socioculturales e históricas[2].

Esta finalidad impuesta por decreto nos lleva a pensar que quizás ningún otro texto
manifieste tan claramente la íntima relación existente entre literatura y legitimación desde el
poder, y entre literatura y estado. Veamos parte del proceso.

La Marcha Patriótica fue escrita por encargo de la Asamblea General Constituyente, el 6


de marzo de 1813, y aprobada el 11 de mayo de ese año como la “única Marcha Patriótica” en
las Provincias Unidas, la cual debía ser cantada, obligatoriamente, en todos los actos públicos.

Ahora bien, éste, que oficialmente es considerado el acto fundacional de lo que ya era
una fundación (la de la nación) se inscribe sobre un acto anterior ejecutado por el Primer
Triunvirato en 1812, que ya había encargado mediante una comunicación oficial un himno
patriótico que debería ser cantado al principio de todos los actos públicos con el objeto de
“inflamar al pueblo y regenerar su espíritu”, tarea que recayó en Fray Cayetano Rodríguez[3].
Partimos, entonces, de un borramiento deliberado fruto, quizás, de la lucha por el poder entre
facciones enfrentadas de criollos. De modo que el Estado –en realidad, un grupo de poder que
necesitaba conformar un estado– legitima abiertamente el discurso literario; discurso que, a su
vez, funda y legitima la Nación que se pretende construir. Asistimos, entonces, en esta
instancia a una actividad performativa de lo nacional; es decir, a una fundación de la nación
modelada mediante la palabra poética y no sólo mediante la acción armada o jurídica[4].

Hugo Achugar[5], al abordar los “Parnasos fundacionales” –entre los que se encuentra
la Lira Argentina o Colección de piezas poéticas dadas a luz en Buenos Aires durante la guerra
de su Independencia (1824), la cual se abre con la Marcha Patriótica de Vicente López–
atribuye a estos textos la función de construir un imaginario nacional que ayudara a consolidar
el proyecto de país de la clase dirigente. Susana Poch[6] llega a hablar de una “literatura
patriótica propagandística”, necesaria para convencer, conmover y educar.
Y dentro de este panorama, el Himno Argentino fue el primero en el mundo que se
formuló desde el poder, bajo una clarísima concepción acerca de su funcionalidad y
condiciones de circulación. Dice al respecto Esteban Buch:

(...) por primera vez en la historia moderna, un gobierno fabricaba así,


de punta a punta, un himno nacional republicano [...] Al enfrentarse, entre
los primeros, al problema que dominará el siglo XIX, la construcción del
Estado-Nación, los criollos inauguran una técnica que será pronto
empleada en el resto de América Latina...[7]

Tensiones en la Marcha Patriótica

Dijimos anteriormente que la Marcha Patriótica puede leerse como una escenificación,


tanto de la acción propiamente dicha como de los discursos relativos a ella. En cuanto a la
acción, es necesario subdividirla en la referida a la lucha armada contra el imperio español (y
es la que mayor preponderancia adquiere a nivel de referente), por un lado, y la acción
ideológica emprendida a nivel de dirigencia criolla, por otro. Esta última, como evidentemente
se implementa mediante la producción y difusión de ciertos sentidos, nos lleva a centrarnos en
el análisis de los discursos que los canalizan. En este caso, la escenificación que va dibujando
el Himno Nacional se construye a la luz –o a la sombra, quizás– de variadas tensiones que
aluden a: quién habla, a quién se habla y qué se escenifica. En adelante, intentaremos
dilucidar dichas tensiones.

Quién habla y a quién

A pesar de que la crítica ha venido distinguiendo entre autor, enunciador y agente social,
interesa aquí interrelacionarlos, dado que en este proceso de “fundación poética” de la nación,
los sujetos biográficos inscriptos en la categoría de agente social “constructores de la patria”
enuncian desde su lugar de privilegio, lo cual se materializa en sus discursos.

El autor de la letra de la Marcha Patriótica, Vicente López, fue un abogado porteño


miembro de la Asamblea General Constituyente del año 13. Desde los 24 años y hasta su
muerte formó parte de los grupos de poder político. Fue Secretario del Primer Triunvirato en
1811, Síndico Procurador en 1812, miembro y dos veces Presidente de la Asamblea General
Constituyente de 1813, ministro en el gobierno de Pueyrredón, Dorrego y Rosas, miembro del
Superior Tribunal de Justicia hasta 1853, y gobernador interino de la provincia de Buenos
Aires, entre otros cargos.

Paralelamente a estos desempeños políticos, ocupa un lugar de poder también en la


producción cultural; por ejemplo, como integrante de la por él creada Sociedad del Buen Gusto
en el Teatro o como poeta que canta loas de ocasión ante ciertos triunfos bélicos. Fue el
primero de una familia de intelectuales que marcará gran parte de la cultura letrada argentina
durante un siglo, y el fundador de la imagen del “poeta oficial feliz”, “primer modelo idílico de
las relaciones entre literatura y política”[8]. Fundador, pero también fundado como leyenda
historiográfica[9].

En oposición a esta construcción del prócer López y Planes, el autor de la música de la


Marcha, Blas Parera, fue “olvidado” (en términos de Buch). Se trata de un compositor catalán
que ya había musicalizado la versión del Himno encargada por el Primer Triunvirato a Fray
Cayetano Rodríguez. Aún más: ya había puesto música a otros poemas de inspiración
patriótica en ocasiones anteriores. Su historia puede reconstruirse –dada la escasísima
información– sólo mediante los recibos de cobro de su trabajo como musicalizador de estas
canciones patrióticas. Mientras Vicente López había escrito la letra gratuitamente, Parera
cobró hasta por los ensayos.

Estamos entonces ante un trabajador que cobra; ante un español que participó de las
versiones anteriores que fueron borradas por la historia oficial; ante un profesor de música
empleado en las casas de los criollos adinerados que fundaron la patria... de allí la
incomodidad que despierta su figura. Tal vez por eso, en su reemplazo, en el Museo Histórico
Nacional, se destaca la figura de Juan Pedro Esnaola, autor del arreglo oficial del Himno
(1828), músico oficial del rosismo y completamente argentino. No sólo argentino: también
hidalgo y ocupante de un lugar de privilegio en la actividad musical de Buenos Aires.

Estos datos nos permiten centrarnos en la relación entre los discursos y el lugar (social)
desde donde son producidos, lo cual remite al concepto de “agente social”, que surge de la
consideración del discurso como práctica tendiente a la producción, distribución e imposición
de sentidos. El agente social se define a partir del concepto de lugar, entendido como

(...) el conjunto de propiedades eficientes que definen la competencia


relativa de un sujeto social dentro de un sistema de relaciones en un
momento/espacio dado, en el marco de una trayectoria.[10]

Por tanto, el lugar funda la “capacidad diferenciada de relación” del sujeto social, la cual, a
su vez, funda su identidad al ser reconocida esta capacidad por parte de terceros. De modo
que el grado de posesión de ciertas propiedades y recursos socialmente valorados ubican al
sujeto –y, por supuesto, a su práctica discursiva– en una posición más o menos favorable.

Este sujeto extra-textual produce sus discursos mediante operaciones de selección,


jerarquización, enmascaramiento, simulación; en fin, mediante opciones dentro de su marco de
posibilidades. Entre estas opciones se encuentra el sujeto de la enunciación, construido en el
texto por el agente social.

De modo que intentaremos leer las marcas de la enunciación en la Marcha


Patriótica[11], marcas que nos irán remitiendo a la caracterización del sujeto social.

En líneas generales, puede decirse que el contrapunto coro-estrofas organiza una tensión
entre, por una parte, un estado de conjunción del sujeto con el objeto de deseo “Libertad” y,
por otra, el relato del hacer transformador que tiende a la consecución de dicho objeto.

Únicamente en el coro se explicita la primera persona en un “nosotros” inclusivo que se


muestra en posesión del objeto “laureles”; es decir, la gloria, la libertad, la nación. Nosotros no
sólo los poseemos, sino que los “supimos conseguir”. Es decir que se muestra una acción
acabada, antes de la existencia concreta de la nación o aún más, paralelamente a la
prosecución de las luchas independentistas. Entonces, ¿cómo es que se obtuvo la libertad?:
mediante la simple declamación[12]. No obstante, hay que tener presente que no se intentaba
“mostrar una realidad”, sino instaurar un imaginario nacional: la libertad funda la Patria.

Cabe además preguntarse si ese “nosotros” realmente incluye a todos. Porque si tenemos
en cuenta la citada fórmula revolucionaria, quien consiguió los laureles fue el grupo dirigente.
Por otra parte, en las estrofas de la Marcha Patriótica, quienes tienen a su cargo el hacer
transformador que posibilita la conjunción con el objeto Libertad son los guerreros.
El contrapunto dado por las estrofas va mostrando la ubicación del enunciador en otros
lugares. En la primera de ellas, el sujeto entabla una relación dialógica con el vosotros
“mortales”. Por tanto, podría arriesgarse la interpretación de que el yo participa, de alguna
manera, del campo de la inmortalidad; no sólo a raíz de esta oposición, sino también porque
está en posesión del objeto sagrado “Libertad”. Por otra parte, adopta el imperativo para
dirigirse a su interlocutor: “oíd” y “ved”; imperativo que refuerza la hipótesis de que el
enunciador se sitúa en una posición superior, de privilegio, desde la cual mira, impulsa,
sanciona.

En la quinta estrofa se produce un cambio en la designación y alcances de la segunda


persona:

A vosotros se atreve, argentinos,


el orgullo del vil invasor:
vuestros campos ya pisa contando
tantas glorias hollar vencedor.

La posición del enunciador se distancia de los argentinos; ahora es “el otro” que instiga a
la lucha porque tiene el poder de hacerlo; poder que deviene de su posicionamiento en un
plano superior el cual, a su vez, le permite saber/conocer causas y consecuencias del devenir
histórico.

En el resto de la marcha predomina el uso de la tercera persona y, por tanto, otra


ubicación del yo enunciador. Esa tercera persona, desde un ángulo omnisciente, nombra a dos
actantes colectivos opuestos: la patria naciente (figurada como “los nuevos campeones” y “una
nueva gloriosa nación”), frente al Imperio Español (denostado como “los fieros tiranos” y el
“León”). Sin embargo, la tercera persona no excluye totalmente al yo de la enunciación, por
cuanto en el coro se presentó a sí mismo entre los responsables de la consecución de los
laureles simbolizantes de la Nación fundada.

Esta movilidad de la posición del enunciador guarda coherencia con la práctica de un


agente social que por un lado oculta y, por otro, pone de relieve ciertas propiedades, siempre
desde un lugar de privilegio. Sus estrategias tienden a enfatizar su rol de constructor de la
nación desde el orden jurídico y militar, y a participar de la heroización del guerrero aunque no
se encuentre en el campo de batalla. Asimismo, como miembro del grupo dirigente, incita,
exhorta, mueve a la acción.

Qué se escenifica

También en este caso encontramos tensiones, movimientos, contraposiciones. En una


primera instancia, una parte de la Marcha presenta un estado de inmovilidad y de conjunción
de los sujetos con la Libertad, mientras que el resto –la mayoría de los versos– escenifica las
acciones emprendidas para su conquista: la lucha armada.

El campo de la Libertad se inscribe en el espacio-tiempo de la eternidad y de lo sagrado:


laureles, grito sagrado, rotas cadenas, igualdad, gloria, grandeza, victoria, fama, trono,
enfatizan el esplendor de la nueva Patria que se levanta, inmaterial e incontaminada, por lo
que se asimila al ámbito religioso[13].
Por su parte, el campo de la Lucha se instala en el tiempo de la historia (por definición,
profano), en el que se enfrentan “los nuevos campeones” a “los fieros tiranos”. Los primeros,
nombrados además como los “hijos del Inca” –pero animados por el dios Marte[14]–, “los
bravos”, “los valientes argentinos”, o “los guerreros”, se construyen desde una “semántica del
cuerpo” que los muestra, sinecdóquicamente, como brazos y pechos. Y no en vano: el brazo
para luchar y el pecho para sentir[15]. Asimismo, configuran un actante colectivo sin fisuras;
entre ellos no hay disenso, puesto que están unidos por el juramento de sostener la libertad.

Contrariamente, sus opositores actúan movidos por los disvalores opresión, tiranía, sed
de sangre, envidia, infamia, y se ubican en un plano inferior: el de la animalidad (son fieros,
devoran cual fieras, se arrojan con saña, tigres sedientos de sangre, ibérico altivo León[16]). A
esto se agrega que descienden más tras el enfrentamiento con los argentinos: terminan
rendidos a las plantas de la nación, doblada “su cerviz orgullosa”, tras haberse dado a la
fuga[17].

Entonces, es este enfrentamiento en el campo del tiempo de la historia el que promueve


el ascenso de los patriotas y el consecuente descenso de sus enemigos. Por tanto, la “Fama”,
la “Gloria”, son los puentes que posibilitan la trascendencia del sujeto histórico a ese otro
campo: el de la eternidad. Claro que el enunciador no necesita hacerlo; transitar este camino
les corresponde a los guerreros anónimos, al “pueblo”.

Este modo de presentar a los tiempos, espacios y actantes colectivos permite pensar en
otra fluctuación inscripta en la Marcha, y es la que se produce entre “realidad” y “deseo”. Es
sabido que de ningún modo existía en ese entonces –ni existe ahora, por supuesto– una
nación homogénea y armónica, por lo que se intentaba construirla, como ya dijimos, también
mediante la palabra.

A este respecto, Hugo Achugar sostiene que en los parnasos fundacionales

(...) la posición desde donde enuncia el sujeto (...) es la de quien


entiende que “nación” y “realidad” y “nación y verdad histórica” no
mantienen una relación necesaria. La construcción poética de la nación
debe operar con el olvido selectivo, con la exclusión de la extranjería. Y lo
extranjero es todo aquello que pueda perturbar el escenario del nuevo
estado. (1997: 22)[18]

Estas consideraciones respecto de la “construcción poética de la nación” nos remiten a


las dos corrientes puestas en juego en el pensamiento de la Independencia que señala
Shumway[19]: la constructivista, que implica la postura de que una nación podría originarse
mediante un acto de voluntad colectiva, y la esencialista, que se sostiene en la convicción de la
preexistencia de elementos de orden mítico –los tribalemas o nacionemas– que fundan una
identidad colectiva). Aunque Shumway reconoce la primera posición en las intervenciones
legislativas de la época y la segunda en la palabra poética, creemos que ambas están
presentes en la Marcha Patriótica.

Consideramos que tanto el análisis precedente referido a la escenificación de la lucha


armada en el tiempo-espacio profano del devenir histórico, como la exploración acerca de los
lugares desde donde se enuncia, fundamentan la lectura de una posición constructivista en el
poema. En cuanto a la figuración esencialista, podemos reconocer, con Shumway, la presencia
de cinco tribalemas[20]: la fuerza causante de la tribu es de naturaleza metafísica (la Libertad),
existe un vínculo entre la tribu y la tierra prometida (la Patria), un linaje compartido (hijos del
Inca), una promesa que pone a la colectividad por encima de otros pueblos (la Gloria), y un
destino especial compartido.

A partir de los tribalemas “tierra prometida” y “linaje”, es posible leer otra tensión en el
texto: la referida a los límites geográficos que demarcan la Nación. Susana Poch señala que
sólo dos Himnos de los actualmente vigentes en Hispanoamérica son “sobrevivientes” de la
etapa del primer período de las luchas independentistas: el venezolano, de línea americanista,
y el argentino, de línea nacional. No obstante esta preeminencia de una propuesta
nacionalista, la Marcha de Vicente López inscribe la Patria en la ascendencia incaica y en
“América”[21], que se lexicaliza en el texto a partir de México, Quito, Potosí, Caracas, entre
otros espacios que se encuentran comprendidos en la expresión “todo el país”.

Entre estos espacios se recortan “las Provincias Unidas del Sud”, delimitadas, en el texto,
por la referencia a batallas (San Lorenzo, Suipacha, Salta, la Banda Oriental, entre otras)
donde “el brazo argentino triunfó”. Pero estas Provincias necesitan

de un conductor, por lo
que Buenos Aires se pone a la
frente de los pueblos de la ínclita
Unión[22]

Estas fluctuaciones que marcan el recorrido América-Nación-Buenos Aires pueden


explicarse mediante las distintas formas que –según Chiaramonte– asumía la identidad
colectiva en la época: hispanoamericana, regional y rioplatense; no obstante, permiten también
leer el lugar desde donde enuncia el sujeto social: desde el centro de poder (esta vez,
geográfico).

Hemos recorrido sujetos, lugares, decires, tensiones… plurales. Y estas pluralidades


parecen entrar en tensión con un ritual patriótico que necesita decirse en la univocidad de un
sujeto colectivo y único: yo- nosotros, argentinos.
 
Melodías Argentinas - Independencia - Himno Nacional Argentino

Contexto

Se puede advertir en los albores de la Independencia, cómo se fue configurando una literatura encargada de difundir
el entusiasmo por la causa revolucionaria, los triunfos obtenidos contra el enemigo, el sentimiento patriótico. Una
muestra de ello fue la La lira argentina, primera antología poética editada en 1824 y en la que apareció incluida -en
primer lugar- la versión completa de la Marcha Patriótica. Esto da cuenta de que la literatura producida en la década
independentista estaba destinada a generar una tarea cívica que tenía que permanecer más allá de los tiempos,
configurándose como lugar de la memoria.

Hubo algunos antecedentes a la Marcha que dieron origen al Himno Nacional.

La Gazeta de Buenos Ayres publicó el 15 de noviembre de 1810 un canto patriótico escrito por Esteban de Luca,
poema que fue musicalizado, según reza La Gazeta "por un ciudadano de Buenos Ayres". La obra se cantó hasta la
adopción de la Canción Patriótica de Vicente López y Planes. En 1812 surgió una segunda canción escrita por
Saturnino de la Rosa y musicalizada por Blas Parera.

Estos poemas no colmaron las expectativas de las autoridades, quienes pretendían que un himno fuera acorde a la
situación política, las ideas y los sentimientos que circulaban por entonces, en el Río de Plata. En consecuencia,  en
1812, el Triunvirato encargó al franciscano Fray Cayetano Rodríguez la redacción de una composición sencilla para
ser adoptada como himno. La obra –musicalizada por Blas Parera- no satisfizo. Finalmente, en 1813, la Asamblea
General Constituyente encomendó a Vicente López y Planes la creación de un poema patriótico.

Fueron Vicente López y Planes y Blas Parera, quienes asumieron la responsabilidad histórica, más que literaria, de
plasmar letra y música –respectivamente- de la obra que diera origen al Himno Nacional Argentino.
 

Vicente López y Planes nació en Buenos Aires en 1785, hijo de padre español y madre porteña.
Cursó sus primeros estudios en el Colegio San Carlos y los superiores en la Universidad de
Chuquisaca, donde se doctoró en derecho.

Fue oficial del Regimiento de Patricios durante las invasiones inglesas y su comportamiento en las
jornadas de “la defensa”, le valió un ascenso a capitán. Actuó en el Cabildo Abierto del 22 de mayo
de 1810. Marchó al Norte como secretario del Jefe del Ejército Auxiliar y fue secretario de Hacienda
del Primer Triunvirato y diputado de la Asamblea Constituyente de 1813. Al renunciar Rivadavia en
1827, fue Presidente Provisional de la República por un breve período; fue ministro del gobernador
federal Dorrego, y presidente del Tribunal de Justicia bajo el gobierno de Rosas. Asumió la gobernación de Buenos
Aires después de la Batalla de Caseros y fue uno de los firmantes del Acuerdo de San Nicolás (1852). Murió en su
ciudad natal en 1856, a los 71 años de edad. Sus principales obras fueron El triunfo argentino (extenso poema que
festeja la victoria criolla sobre los invasores ingleses) y la Marcha patriótica (1813).

Blas Parera nació en España. Estudió música: era organista, clavecinista, violoncelista, maestro
director y concertador de orquesta, compositor y copista de música y docente musical. Luego de
finalizar sus estudios musicales en España, en 1797 decidió embarcar en la fragata mercante
"Rosario" con rumbo a Buenos Aires, donde se estableció como organista de la Catedral y en los
templos de San Ignacio y la Merced, impartiendo al mismo tiempo lecciones de música y canto a
familias pertenecientes a la alta sociedad porteña. Entre 1802 y 1803 estuvo en Montevideo,
desempeñándose en esa ciudad como organista en la iglesia de San Francisco. En 1803 la
empresa del flamante Coliseo de Buenos Aires lo contrató como primer músico, maestro,
compositor y director de orquesta, comprometiéndolo como clavecinista o como violoncelista.
Finalizado su contrato con el Coliseo, en 1806 y 1807 luchó valientemente para la reconquista y la defensa de
Buenos Aires durante las invasiones inglesas, actuando en el Tercio de Miñones de Cataluña, conocido también
como Batallón de Voluntarios Urbanos Miñones de Cataluña.
Ya en 1810, inspirado en la Revolución de Mayo, Parera había compuesto la música de varios cantos patrióticos. En
1812 escribió Canto a la Memoria de Mariano Moreno. Se le atribuye ser el compositor de El 25 de Mayo, melodrama
escrito en 1812 por Luis Ambrosio Morante, relevante comediógrafo rioplatense. Compuso la música del Himno en la
casa de Miguel de Luca, padre de Esteban de Luca. Se dice que Blas Parera se inspiró musicalmente tras leerse el
poema en casa de Mariquita Sánchez de Thompson.

En el año 1818, diversos documentos señalan su presencia en la ciudad andaluza de Cádiz. Perdidos sus rastros de
tierras gaditanas, hacia 1830 se lo ubicó viviendo en Barcelona, donde el catalán pasó sus últimos tiempos como
copista de música, profesor de solfeo y canto, y maestro de una pobre parroquia. Murió en 1840.

A partir de la creación musical de Blas Parera, se incorporaron a la canción patria muchos


arreglos, algunos de ellos producidos por su propio autor. Pero el más conocido fue el arreglo que
realizó el maestro Juan Pedro Esnaola, basándose en antiguos manuscritos de Parera y
recuerdos que tenía de la música del Himno oída en su juventud. Esnaola hizo arreglos de
armonía e introdujo algunos adornos musicales. En 1944, un decreto del Poder Ejecutivo
estableció: “[...] Adóptase como único oficial el texto de la versión musical del Himno Nacional
Argentino hecha por el maestro Juan P. Esnaola, y editado en 1860 [...]”. Esta versión de la
partitura se encuentra guardada en el Museo Histórico Nacional, en la ciudad de Buenos Aires,
integrando el álbum de música de una de sus discípulas, Manuelita Rosas.
 
Hay diferentes versiones respecto de cuándo la Marcha Patriótica fue interpretada por primera
vez. Algunos autores plantean que fue leída por primera vez por el poeta Esteban de Luca en una
tertulia organizada por Mariquita Sánchez de Thompson. Según otros autores, en esa reunión de gala en casa de
Mariquita, todos los asistentes habrían cantado los poemas de López y Planes. Otras fuentes comentan que fue esta
dama quien interpretó las primeras estrofas del Himno Nacional Argentino, el 14 de mayo de 1813. Esta última es la
versión que quedó instalada como oficial. Para otros estudiosos, el debut de la obra se llevó a cabo el 25 de mayo de
1813 en la Plaza de la Victoria, al pie de la Pirámide de Mayo y fue cantada por los estudiantes de la escuelita del
maestro Rufino Sánchez y, ese mismo día por la noche la entonaron los espectadores reunidos en el Coliseo
Provisional.

Análisis Literario

Marcha Patriótica – Himno Nacional Argentino


Letra: Vicente López y Planes
Música: Blas Parera
 
Oid ¡mortales! el grito sagrado: ¡No lo véis sobre Méjico y Quito San José, San Lorenzo, Suipacha,
¡Libertad, Libertad, Libertad! Arrojarse con saña tenaz, Ambas Piedras, Salta y Tucumán,
Oid el ruido de rotas cadenas: Y cuál lloran bañados en sangre La Colonia y las mismas murallas
Ved en trono a la noble Igualdad. Potosí, Cochabamba y la Paz! Del tirano en la Banda Oriental;
¡No lo véis sobre el triste Caracas Son letreros eternos que dicen:
Se levanta la faz de la tierra Luto y llantos y muerte esparcir! Aquí el brazo argentino triunfó
Una nueva y gloriosa Nación: ¡No lo véis devorando cual fieras Aquí el fiero opresor de la Patria
Coronada su sien de laureles Todo pueblo que logran rendir! Su cerviz orgullosa dobló.
Y a sus plantas rendido un León
Sean eternos los laureles Sean eternos los laureles que supimos
Sean eternos los laureles Que supimos conseguir. conseguir.
Que supimos conseguir.
Coronados de gloria vivamos Coronados de gloria vivamos
Coronados de gloria vivamos O juremos con gloria morir. O juremos con gloria morir.
O juremos con gloria morir.
A vosotros se atreve ¡Argentinos! La victoria al guerrero argentino
De los nuevos campeones los rostros El orgullo del vil invasor, Con sus alas brillantes cubrió
Marte mismo parece animar; Vuestros campos ya pisa contando Y azorado a su vista el tirano,
la grandeza se anida en sus pechos, Tantas glorias hollar vencedor. Con infamia a la fuga se dió;
A su marcha todo hace temblar. Sus banderas, sus armas se rinden
 
Por trofeos a la Libertad,
Mas los bravos que unidos juraron
Se conmueven del Inca las tumbas Y sobre alas de gloria alza el pueblo
Su feliz libertad sostener,
Y en sus huesos revive el ardor, Trono digno a su gran majestad.
A esos tigres sedientos de sangre
Lo que ve renovando a sus hijos
De la Patria el antiguo esplendor. Fuertes pechos sabrán oponer. Sean eternos los laureles
Que supimos conseguir.
Sean eternos los laureles Sean eternos los laureles
Que supimos conseguir. Que supimos conseguir. Coronados de gloria vivamos
O juremos con gloria morir.
Coronados de gloria vivamos Coronados de gloria vivamos
O juremos con gloria morir. O juremos con gloria morir. Desde un polo hasta el otro resuena
De la fama el sonoro clarín,
Pero sierras y muros se sienten El valiente argentino a las armas Y de América el nombre enseñando,
Retumbar con horrible fragor: Corre ardiendo con brío y valor, Les repite: ¡Mortales! Oid:
Todo el País se conturba por gritos El clarín de la guerra cual trueno ¡Ya su trono dignísimo abrieron
De venganza, de guerra y furor. En los campos del Sud resonó, Las provincias unidas del Sud!
Buenos Aires se pone a la frente Y los libres del mundo responden:
En los fieros tiranos la envidia De los pueblos de la ínclita Unión, ¡Al Gran Pueblo Argentino Salud!
Escupió su pestífera hiel, Su estandarte Y con brazos robustos desgarran
sangriento levantan Al ibérico altivo León.
Provocando a la lid más cruel.
Sean eternos los laureles
Sean eternos los laureles Que supimos conseguir.
Que supimos conseguir.
Coronados de gloria vivamos
Coronados de gloria vivamos O juremos con gloria morir.
O juremos con gloria morir.

 
Nota: los versos destacados en negrita cursiva, constituyen –con otro orden y con la repetición de algunos de ellos- 
la versión del Himno  Nacional Argentino que se canta actualmente.
 
“Marcha Patriótica” -luego llamada “Himno, versión completa”- es el título del poema de Vicente López y Planes, cuyo
texto musicalizado por el maestro catalán Blas Parera, fue adoptado como Himno Nacional Argentino por la Soberana
Asamblea del Año XIII, cuya resolución decía: “[...] téngase por única marcha nacional, debiendo por lo mismo, ser la
que se cante en todos los actos públicos […]”. 11 de mayo de 1813 en la que se adoptó esta decisión, se tomó como
la fecha en la que actualmente se conmemora el Día del Himno.
 
Si analizamos la Marcha Patriótica  advertimos un cierto argumento: surge una nueva nación a partir de la conquista
de su libertad, luego de luchar contra la tiranía y la opresión; de esta manera América vuelve a encontrarse con la
tradición indígena, parte de su historia; no obstante los españoles entablan larga guerra para mantener su poder, son
derrotados por los patriotas; finalmente, todos los pueblos libres del mundo, saludan regocijados a la nueva patria
americana.
 
De acuerdo con su contenido-, la obra puede organizarse en tres partes: La invocación que anuncia el  nacimiento de
una nueva nación (1ª estrofa); la alusión a luchas, enfrentamientos y batallas que posibilitaron la conquista de la
libertad (2ª a 8ª estrofa); y la salutación de los pueblos libres que celebran la presencia de una nueva nación
soberana (última estrofa). El coro que se repite después de cada estrofa, constituye el estribillo.

El género de la obra es lírico, su contenido se vincula a la poesía cívica y patriótica.


Los temas principales que se abordan en la canción patria son la emancipación de un pueblo y el restablecimiento de
su dignidad; la exaltación del valor y la grandeza de los argentinos. Como asuntos secundarios, pueden captarse las
oposiciones libertad frente a tiranía, igualdad frente a desigualdad, heroísmo frente al cruel ensañamiento, victoria
frente a la derrota, fraternidad frente al invasor.
 
El personaje central es el pueblo argentino presentado como heroico y valeroso; otros personajes a los que refiere la
letra son los soldados del ejército español, quienes -como enemigos- encarnan atributos negativos, sin ninguna
objetividad.
 
No hay alusión a sectores sociales, sino que se menciona a todo el
pueblo argentino como integrante de un grupo más amplio: el pueblo
americano. De allí que el poema aluda a diversos lugares de
América: México, Quito, Potosí, Cochabamba, La Paz, Caracas,
Buenos Aires, expresando la unión americana en la causa
emancipadora. También refiere el texto a batallas libradas por los
patriotas: San José, San Lorenzo, Suipacha, Las Piedras, Salta,
Tucumán.
 
Aunque la temática rescata la independencia americana, el estilo de
la composición respeta los cánones del neoclasicismo: alusiones a
figuras mitológicas, invocaciones solemnes y majestuosas como la
que abre el poema en modo imperativo: "oíd", "ved", sin dudas para
lograr comunicar fuerza en la lucha. Está escrito en  lengua culta,
llena de expresiones y frases retóricas, de acuerdo con el gusto
neoclásico de la época, de léxico rebuscado ("ibérico altivo león",
"cerviz orgullosa", por ejemplo).
 
La grafía original de las palabras -que ha sido modificada en la
versión completa que transcribimos- corresponde a la lengua escrita
rioplatense de la época: "quál", "imbasor", "yá", "majestad", entre
otras.
 
Predominan, por un lado el tono beligerante y combativo, pintando al
usurpador mediante tintes exageradamente siniestros: "tigres
sedientos de sangre", "vil invasor", "fiero opresor"; por otro, un tono
de gloria, triunfal, puesto en la imagen de los patriotas "campeones",
"valientes", "bravos". El autor utiliza el nosotros para expresar el
espíritu fraternal  y libertario común a todo el pueblo argentino e
incluso el americano.
 
Según estudiosos como el crítico español Menéndez y Pelayo,  Vicente López y Planes se habría inspirado en el
“Canto Guerrero para los asturianos”, del escritor neoclásico español Gaspar Melchor Jovellanos, influencia que –
según este autor- puede advertirse en el ritmo del poema; no así en sus temas y conceptos.
 

El musicólogo argentino Carlos Vega afirma que más cercano es el influjo de la Marsellesa, tanto en la estructura
como en el contenido de los versos. Veamos:

Marsellesa (Himno de Francia) Himno Nacional Argentino


“Liberté, liberté cherie” (Libertad, libertad “Libertad, libertad, libertad”
querida)
“l´etandard sanglant est levé”  (el estandarte ”su estandarte sangriento levanta”
sangriento se ha levantado)
“Tous ces tigres qui, sans pitié” (todos esos “esos tigres sedientos de sangre”
tigres que sin piedad)
Fuente : Vega, Carlos: El Himno Nacional Argentino, Buenos Aires, Eudeba, 1962, p. 44-45

 
Este tipo de similitudes, se hallan a lo largo de todo el poema, principalmente en algunos conceptos como que “los
días de gloria han llegado”; la lucha “contra la tiranía”; la caracterización como “feroces soldados”, están en ambos
himnos.

Sin embargo, y a pesar de algunas influencias de la Marsellesa que se le señalan, el Himno Nacional Argentino tiene
un claro y contundente contenido local, expresado en muchos de sus versos:

“A vosotros se atreve Argentinos […”],


“El valiente argentino a las armas […]”,
“La victoria al guerrero argentino […]”

Incluso se hace hincapié en la pertenencia a la patria grande americana:


“[…] Buenos Aires se pone a la frente, de los pueblos de la ínclita Unión […]”,
“Se conmueven del Inca las tumbas […]”
Y de América el nombre enseñando /Les repite: ¡Mortales! Oid:/¡Ya su trono dignísimo abrieron/Las provincias unidas
del Sud!”.

La importancia del Himno Nacional -símbolo patrio que ocupa un espacio de privilegio en los rituales cívicos- es la de
posibilitar que, cada vez que se lo entona, la memoria histórica de la comunidad se haga presente en el imaginario
colectivo.

El 30 de marzo de 1900, un decreto que llevaba la firma del presidente de la Nación, Julio Argentino Roca y de los
ministros Felipe Yofre, Luis María Campos, José María Rosa, Martín Rivadavia, Martín García Merou y Emilio Civit
dispuso:

"Que, sin producir alteraciones en el texto del Himno Nacional, hay en él estrofas que responden perfectamente al
concepto que universalmente tienen las naciones respecto de sus himnos en tiempo de paz y que armonizan con la
tranquilidad y la dignidad de millares de españoles que comparten nuestra existencia, las que pueden y deben
preferirse para ser cantadas en las festividades oficiales, por cuanto respetan las tradiciones y la ley sin ofensa de
nadie, el presidente de la República, en acuerdo de ministros decreta:
Artículo 1°. En las fiestas oficiales o públicas, así como en los colegios y escuelas del Estado, sólo se cantarán la
primera y la última cuarteta y coro de la canción nacional sancionada por la Asamblea General el 11 de marzo de
1813".

Desde entonces, sólo se canta una selección de la marcha completa sancionada por la Asamblea del Año XIII.
Veamos como quedó conformado el Himno Nacional:

*HIMNO NACIONAL ARGENTINO

Oíd mortales el grito sagrado


Libertad, Libertad, Libertad,
oíd el ruido de rotas cadenas
ved en trono a la noble igualdad.
Ya su trono dignísimo abrieron
las Provincias unidas del Sud,
y los libres del mundo responden
al gran Pueblo Argentino Salud.

Sean eternos los laureles


que supimos conseguir
coronados de gloria vivamos,
o juremos con gloria morir.

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