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Serapio, Carolina
Consejo de Investigación de la Universidad Nacional de Salta, Complejo Universitario San Martín, Av.
Bolivia 5150, Salta.
Resumen: La “Marcha patriótica” de Vicente López y Planes, poema inicial de La lira argentina e
institucionalizada como Himno Nacional Argentino, puede leerse como una escenificación, tanto de la acción
propiamente dicha como de los discursos relativos a ella.
Esta última, como evidentemente se implementa mediante la producción y difusión de ciertos sentidos, nos
lleva a centrarnos en el análisis de los discursos que los canalizan. En este caso, la escenificación que va
diseñando el Himno se construye a la luz –o a la sombra, quizás– de variadas tensiones que aluden a:
quién habla: el autor, el enunciador y el agente social. Se escenifican distintos y hasta contradictorios
lugares del decir.
a quién se habla: el receptor y el enunciatario. Se escenifican diferentes lugares desde donde escuchar y ver.
qué se escenifica: la “realidad” frente al “deseo”; un hacer transformador que, paradójicamente, se superpone a un
estado de conjunción con el objeto ya lograda; una vertiente europea frente a una prehispánica; con respecto a la
emergencia de la nación, una posición constructivista (como resultado de un acto de voluntad colectiva) frente a
una esencialista (fundada en la preexistencia de una identidad compartida).
Abstract: Originally, it was the introductory poem of La Lira Argentina (Argentine Stanzas). The Patriotic
March written by Vicente López y Planes later became the National Anthem of the Argentina Republic. It may be
interpreted as a literary depiction of the historic events and background, back in those days, of a Nation-to-be.
The course of action taken in the historical process should not be analyzed without taking into account two
main aspects: on the one hand, the armed fight of forces against the Spanish Empire and, on the other hand, the
ideological struggle encouraged by the native leaders (criollos).
The latter mentioned aspect involves the type of actions which are essentially carried out to produce and
spread out a specific idiosyncrasy. This leads us to focusing on the analysis of the literature where it has been
expressed. From this point of view, the Argentine Anthem was inspired by - or it even resulted from – a number of
events which created a scene of tension, and are referred to as:
the speakers: the authors of the message and the social agents. Different - and even contradictory –
positions were taken as regards the communicating agents.
the listeners: the targets or recipients of the message. Different perspectives to hear and get the message across.
the scene created: “reality” in sharp contrast to “will”; transforming actions paradoxically placed above a sense of
belonging; an European side contrasting a pre-Hispanic nature. Regarding the birth of a Nation, a constructivist
position results from a massive sense of will, as an essentialist position rises from a former sense of a shared
identity.
Palabras clave: Marcha Patriótica; Himno Nacional; Vicente López; Historia; Análisis literario;
Escenificación.
Key words: Patriotic March; National Anthem; Vicente López; History; Literary analysis; Depiction.
Esta finalidad impuesta por decreto nos lleva a pensar que quizás ningún otro texto
manifieste tan claramente la íntima relación existente entre literatura y legitimación desde el
poder, y entre literatura y estado. Veamos parte del proceso.
Ahora bien, éste, que oficialmente es considerado el acto fundacional de lo que ya era
una fundación (la de la nación) se inscribe sobre un acto anterior ejecutado por el Primer
Triunvirato en 1812, que ya había encargado mediante una comunicación oficial un himno
patriótico que debería ser cantado al principio de todos los actos públicos con el objeto de
“inflamar al pueblo y regenerar su espíritu”, tarea que recayó en Fray Cayetano Rodríguez[3].
Partimos, entonces, de un borramiento deliberado fruto, quizás, de la lucha por el poder entre
facciones enfrentadas de criollos. De modo que el Estado –en realidad, un grupo de poder que
necesitaba conformar un estado– legitima abiertamente el discurso literario; discurso que, a su
vez, funda y legitima la Nación que se pretende construir. Asistimos, entonces, en esta
instancia a una actividad performativa de lo nacional; es decir, a una fundación de la nación
modelada mediante la palabra poética y no sólo mediante la acción armada o jurídica[4].
Hugo Achugar[5], al abordar los “Parnasos fundacionales” –entre los que se encuentra
la Lira Argentina o Colección de piezas poéticas dadas a luz en Buenos Aires durante la guerra
de su Independencia (1824), la cual se abre con la Marcha Patriótica de Vicente López–
atribuye a estos textos la función de construir un imaginario nacional que ayudara a consolidar
el proyecto de país de la clase dirigente. Susana Poch[6] llega a hablar de una “literatura
patriótica propagandística”, necesaria para convencer, conmover y educar.
Y dentro de este panorama, el Himno Argentino fue el primero en el mundo que se
formuló desde el poder, bajo una clarísima concepción acerca de su funcionalidad y
condiciones de circulación. Dice al respecto Esteban Buch:
A pesar de que la crítica ha venido distinguiendo entre autor, enunciador y agente social,
interesa aquí interrelacionarlos, dado que en este proceso de “fundación poética” de la nación,
los sujetos biográficos inscriptos en la categoría de agente social “constructores de la patria”
enuncian desde su lugar de privilegio, lo cual se materializa en sus discursos.
Estamos entonces ante un trabajador que cobra; ante un español que participó de las
versiones anteriores que fueron borradas por la historia oficial; ante un profesor de música
empleado en las casas de los criollos adinerados que fundaron la patria... de allí la
incomodidad que despierta su figura. Tal vez por eso, en su reemplazo, en el Museo Histórico
Nacional, se destaca la figura de Juan Pedro Esnaola, autor del arreglo oficial del Himno
(1828), músico oficial del rosismo y completamente argentino. No sólo argentino: también
hidalgo y ocupante de un lugar de privilegio en la actividad musical de Buenos Aires.
Estos datos nos permiten centrarnos en la relación entre los discursos y el lugar (social)
desde donde son producidos, lo cual remite al concepto de “agente social”, que surge de la
consideración del discurso como práctica tendiente a la producción, distribución e imposición
de sentidos. El agente social se define a partir del concepto de lugar, entendido como
Por tanto, el lugar funda la “capacidad diferenciada de relación” del sujeto social, la cual, a
su vez, funda su identidad al ser reconocida esta capacidad por parte de terceros. De modo
que el grado de posesión de ciertas propiedades y recursos socialmente valorados ubican al
sujeto –y, por supuesto, a su práctica discursiva– en una posición más o menos favorable.
En líneas generales, puede decirse que el contrapunto coro-estrofas organiza una tensión
entre, por una parte, un estado de conjunción del sujeto con el objeto de deseo “Libertad” y,
por otra, el relato del hacer transformador que tiende a la consecución de dicho objeto.
Cabe además preguntarse si ese “nosotros” realmente incluye a todos. Porque si tenemos
en cuenta la citada fórmula revolucionaria, quien consiguió los laureles fue el grupo dirigente.
Por otra parte, en las estrofas de la Marcha Patriótica, quienes tienen a su cargo el hacer
transformador que posibilita la conjunción con el objeto Libertad son los guerreros.
El contrapunto dado por las estrofas va mostrando la ubicación del enunciador en otros
lugares. En la primera de ellas, el sujeto entabla una relación dialógica con el vosotros
“mortales”. Por tanto, podría arriesgarse la interpretación de que el yo participa, de alguna
manera, del campo de la inmortalidad; no sólo a raíz de esta oposición, sino también porque
está en posesión del objeto sagrado “Libertad”. Por otra parte, adopta el imperativo para
dirigirse a su interlocutor: “oíd” y “ved”; imperativo que refuerza la hipótesis de que el
enunciador se sitúa en una posición superior, de privilegio, desde la cual mira, impulsa,
sanciona.
La posición del enunciador se distancia de los argentinos; ahora es “el otro” que instiga a
la lucha porque tiene el poder de hacerlo; poder que deviene de su posicionamiento en un
plano superior el cual, a su vez, le permite saber/conocer causas y consecuencias del devenir
histórico.
Qué se escenifica
Contrariamente, sus opositores actúan movidos por los disvalores opresión, tiranía, sed
de sangre, envidia, infamia, y se ubican en un plano inferior: el de la animalidad (son fieros,
devoran cual fieras, se arrojan con saña, tigres sedientos de sangre, ibérico altivo León[16]). A
esto se agrega que descienden más tras el enfrentamiento con los argentinos: terminan
rendidos a las plantas de la nación, doblada “su cerviz orgullosa”, tras haberse dado a la
fuga[17].
Este modo de presentar a los tiempos, espacios y actantes colectivos permite pensar en
otra fluctuación inscripta en la Marcha, y es la que se produce entre “realidad” y “deseo”. Es
sabido que de ningún modo existía en ese entonces –ni existe ahora, por supuesto– una
nación homogénea y armónica, por lo que se intentaba construirla, como ya dijimos, también
mediante la palabra.
A partir de los tribalemas “tierra prometida” y “linaje”, es posible leer otra tensión en el
texto: la referida a los límites geográficos que demarcan la Nación. Susana Poch señala que
sólo dos Himnos de los actualmente vigentes en Hispanoamérica son “sobrevivientes” de la
etapa del primer período de las luchas independentistas: el venezolano, de línea americanista,
y el argentino, de línea nacional. No obstante esta preeminencia de una propuesta
nacionalista, la Marcha de Vicente López inscribe la Patria en la ascendencia incaica y en
“América”[21], que se lexicaliza en el texto a partir de México, Quito, Potosí, Caracas, entre
otros espacios que se encuentran comprendidos en la expresión “todo el país”.
Entre estos espacios se recortan “las Provincias Unidas del Sud”, delimitadas, en el texto,
por la referencia a batallas (San Lorenzo, Suipacha, Salta, la Banda Oriental, entre otras)
donde “el brazo argentino triunfó”. Pero estas Provincias necesitan
de un conductor, por lo
que Buenos Aires se pone a la
frente de los pueblos de la ínclita
Unión[22]
Contexto
Se puede advertir en los albores de la Independencia, cómo se fue configurando una literatura encargada de difundir
el entusiasmo por la causa revolucionaria, los triunfos obtenidos contra el enemigo, el sentimiento patriótico. Una
muestra de ello fue la La lira argentina, primera antología poética editada en 1824 y en la que apareció incluida -en
primer lugar- la versión completa de la Marcha Patriótica. Esto da cuenta de que la literatura producida en la década
independentista estaba destinada a generar una tarea cívica que tenía que permanecer más allá de los tiempos,
configurándose como lugar de la memoria.
La Gazeta de Buenos Ayres publicó el 15 de noviembre de 1810 un canto patriótico escrito por Esteban de Luca,
poema que fue musicalizado, según reza La Gazeta "por un ciudadano de Buenos Ayres". La obra se cantó hasta la
adopción de la Canción Patriótica de Vicente López y Planes. En 1812 surgió una segunda canción escrita por
Saturnino de la Rosa y musicalizada por Blas Parera.
Estos poemas no colmaron las expectativas de las autoridades, quienes pretendían que un himno fuera acorde a la
situación política, las ideas y los sentimientos que circulaban por entonces, en el Río de Plata. En consecuencia, en
1812, el Triunvirato encargó al franciscano Fray Cayetano Rodríguez la redacción de una composición sencilla para
ser adoptada como himno. La obra –musicalizada por Blas Parera- no satisfizo. Finalmente, en 1813, la Asamblea
General Constituyente encomendó a Vicente López y Planes la creación de un poema patriótico.
Fueron Vicente López y Planes y Blas Parera, quienes asumieron la responsabilidad histórica, más que literaria, de
plasmar letra y música –respectivamente- de la obra que diera origen al Himno Nacional Argentino.
Vicente López y Planes nació en Buenos Aires en 1785, hijo de padre español y madre porteña.
Cursó sus primeros estudios en el Colegio San Carlos y los superiores en la Universidad de
Chuquisaca, donde se doctoró en derecho.
Fue oficial del Regimiento de Patricios durante las invasiones inglesas y su comportamiento en las
jornadas de “la defensa”, le valió un ascenso a capitán. Actuó en el Cabildo Abierto del 22 de mayo
de 1810. Marchó al Norte como secretario del Jefe del Ejército Auxiliar y fue secretario de Hacienda
del Primer Triunvirato y diputado de la Asamblea Constituyente de 1813. Al renunciar Rivadavia en
1827, fue Presidente Provisional de la República por un breve período; fue ministro del gobernador
federal Dorrego, y presidente del Tribunal de Justicia bajo el gobierno de Rosas. Asumió la gobernación de Buenos
Aires después de la Batalla de Caseros y fue uno de los firmantes del Acuerdo de San Nicolás (1852). Murió en su
ciudad natal en 1856, a los 71 años de edad. Sus principales obras fueron El triunfo argentino (extenso poema que
festeja la victoria criolla sobre los invasores ingleses) y la Marcha patriótica (1813).
Blas Parera nació en España. Estudió música: era organista, clavecinista, violoncelista, maestro
director y concertador de orquesta, compositor y copista de música y docente musical. Luego de
finalizar sus estudios musicales en España, en 1797 decidió embarcar en la fragata mercante
"Rosario" con rumbo a Buenos Aires, donde se estableció como organista de la Catedral y en los
templos de San Ignacio y la Merced, impartiendo al mismo tiempo lecciones de música y canto a
familias pertenecientes a la alta sociedad porteña. Entre 1802 y 1803 estuvo en Montevideo,
desempeñándose en esa ciudad como organista en la iglesia de San Francisco. En 1803 la
empresa del flamante Coliseo de Buenos Aires lo contrató como primer músico, maestro,
compositor y director de orquesta, comprometiéndolo como clavecinista o como violoncelista.
Finalizado su contrato con el Coliseo, en 1806 y 1807 luchó valientemente para la reconquista y la defensa de
Buenos Aires durante las invasiones inglesas, actuando en el Tercio de Miñones de Cataluña, conocido también
como Batallón de Voluntarios Urbanos Miñones de Cataluña.
Ya en 1810, inspirado en la Revolución de Mayo, Parera había compuesto la música de varios cantos patrióticos. En
1812 escribió Canto a la Memoria de Mariano Moreno. Se le atribuye ser el compositor de El 25 de Mayo, melodrama
escrito en 1812 por Luis Ambrosio Morante, relevante comediógrafo rioplatense. Compuso la música del Himno en la
casa de Miguel de Luca, padre de Esteban de Luca. Se dice que Blas Parera se inspiró musicalmente tras leerse el
poema en casa de Mariquita Sánchez de Thompson.
En el año 1818, diversos documentos señalan su presencia en la ciudad andaluza de Cádiz. Perdidos sus rastros de
tierras gaditanas, hacia 1830 se lo ubicó viviendo en Barcelona, donde el catalán pasó sus últimos tiempos como
copista de música, profesor de solfeo y canto, y maestro de una pobre parroquia. Murió en 1840.
Análisis Literario
Nota: los versos destacados en negrita cursiva, constituyen –con otro orden y con la repetición de algunos de ellos-
la versión del Himno Nacional Argentino que se canta actualmente.
“Marcha Patriótica” -luego llamada “Himno, versión completa”- es el título del poema de Vicente López y Planes, cuyo
texto musicalizado por el maestro catalán Blas Parera, fue adoptado como Himno Nacional Argentino por la Soberana
Asamblea del Año XIII, cuya resolución decía: “[...] téngase por única marcha nacional, debiendo por lo mismo, ser la
que se cante en todos los actos públicos […]”. 11 de mayo de 1813 en la que se adoptó esta decisión, se tomó como
la fecha en la que actualmente se conmemora el Día del Himno.
Si analizamos la Marcha Patriótica advertimos un cierto argumento: surge una nueva nación a partir de la conquista
de su libertad, luego de luchar contra la tiranía y la opresión; de esta manera América vuelve a encontrarse con la
tradición indígena, parte de su historia; no obstante los españoles entablan larga guerra para mantener su poder, son
derrotados por los patriotas; finalmente, todos los pueblos libres del mundo, saludan regocijados a la nueva patria
americana.
De acuerdo con su contenido-, la obra puede organizarse en tres partes: La invocación que anuncia el nacimiento de
una nueva nación (1ª estrofa); la alusión a luchas, enfrentamientos y batallas que posibilitaron la conquista de la
libertad (2ª a 8ª estrofa); y la salutación de los pueblos libres que celebran la presencia de una nueva nación
soberana (última estrofa). El coro que se repite después de cada estrofa, constituye el estribillo.
El musicólogo argentino Carlos Vega afirma que más cercano es el influjo de la Marsellesa, tanto en la estructura
como en el contenido de los versos. Veamos:
Este tipo de similitudes, se hallan a lo largo de todo el poema, principalmente en algunos conceptos como que “los
días de gloria han llegado”; la lucha “contra la tiranía”; la caracterización como “feroces soldados”, están en ambos
himnos.
Sin embargo, y a pesar de algunas influencias de la Marsellesa que se le señalan, el Himno Nacional Argentino tiene
un claro y contundente contenido local, expresado en muchos de sus versos:
La importancia del Himno Nacional -símbolo patrio que ocupa un espacio de privilegio en los rituales cívicos- es la de
posibilitar que, cada vez que se lo entona, la memoria histórica de la comunidad se haga presente en el imaginario
colectivo.
El 30 de marzo de 1900, un decreto que llevaba la firma del presidente de la Nación, Julio Argentino Roca y de los
ministros Felipe Yofre, Luis María Campos, José María Rosa, Martín Rivadavia, Martín García Merou y Emilio Civit
dispuso:
"Que, sin producir alteraciones en el texto del Himno Nacional, hay en él estrofas que responden perfectamente al
concepto que universalmente tienen las naciones respecto de sus himnos en tiempo de paz y que armonizan con la
tranquilidad y la dignidad de millares de españoles que comparten nuestra existencia, las que pueden y deben
preferirse para ser cantadas en las festividades oficiales, por cuanto respetan las tradiciones y la ley sin ofensa de
nadie, el presidente de la República, en acuerdo de ministros decreta:
Artículo 1°. En las fiestas oficiales o públicas, así como en los colegios y escuelas del Estado, sólo se cantarán la
primera y la última cuarteta y coro de la canción nacional sancionada por la Asamblea General el 11 de marzo de
1813".
Desde entonces, sólo se canta una selección de la marcha completa sancionada por la Asamblea del Año XIII.
Veamos como quedó conformado el Himno Nacional: