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HORA SANTA
1. Canto de entrada:
1.Junto a Ti, al caer de la tarde, y cansados de nuestra labor, te ofrecemos
con todos los hombres el trabajo, el descanso y el amor.
2.Con la noche las sombras nos cercan, y regresa la alondra a su hogar;
nuestro hogar son tus manos, Oh Padre, y tu amor nuestro nido será.
2. Oración todos juntos:
Señor Jesús, queremos velar contigo, queremos estar junto a tí. Quizá no se nos
ocurran muchas cosas, pero queremos estar, queremos sentir tu amor, como
cuando nos acercamos a una hoguera, queremos amarte, queremos aprender a
amar. Lo importante es estar abiertos a tu presencia. Y agradecer, alabar, suplicar.
Y callar, escuchar, no decir nada, simplemente estar.
Acógenos como discípulos que quieren escuchar tus palabras, aprender de ti,
seguirte siempre. Acógenos como amigos. Y haz de nosotros también tus testigos,
testigos del amor.
Señor Jesús, toca esta noche nuestro corazón, danos tu gracia, sálvanos, llénanos
de la vida que sólo tú puedes dar.
3. El mandamiento del amor
AMAR COMO JESÚS NOS AMA
«Éste es mi mandamiento: amaos unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene
mayor amor que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si
hacéis lo que os mando. Ya no os llamo siervos, pues el siervo no sabe qué hace
su señor; yo os he llamado amigos porque os he dado a conocer todas las cosas
que he oído a mi Padre. No me elegisteis vosotros a mí, sino yo a vosotros; y os
designé para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto permanezca, a fin de que todo
lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Esto os mando: amaos unos a
otros». Juan 15, 10-16
Que yo te llame por tu nombre, sino que tú tienes el mío tatuado en la palma
de tus manos;
Que yo te grite cuando no tengo ni palabra, sino que tú gimes en mí con tu
grito;
Que yo tenga proyectos para ti, sino que tú me invitas a caminar contigo
hacia el futuro;
Que yo te ame con todo mi corazón y todas mis fuerzas, sino que tú me amas
con todo tu corazón y todas tus fuerzas;
Que yo trate de animarme, de planificar, sino que tu fuego arda dentro de mis
huesos;
10. Acción de gracias
Gracias Señor, por este tiempo que nos has concedido para adorarte y
venerarte.
Gracias Señor, por perdonar el sueño que nos aleja del estar en vela
Gracias Señor, porque aún siendo Dios, te arrodillas y a servir nos enseñas
Gracias Señor
11. Padrenuestro
12. TESTIMONIOS
En la hora santa se pueden intercalar algunos testimonios o parábolas que nos
hagan vivir este momento de oración.
a)Un número por otro
Maximiliano Kolbe; le asignaron el 16670 en Auschwitz. Cambió su número para
que un padre de familia se librara de la cámara de gas. Fue canonizado por el Papa
Juan Pablo II en 1982 La noche del 3 de agosto de 1941, un prisionero de la misma
sección en la que estaba asignado Kolbe escapa; en represalia, el comandante del
campo ordena escoger a 10 prisioneros al azar para ser ejecutados. Entre los
hombres escogidos estaba el sargento Franciszek Gajowniczek, polaco como
Kolbe, pero casado y con hijos. Maximiliano, que no se encontraba dentro de los 10
prisioneros escogidos, se ofrece a morir en su lugar. El comandante del campo
acepta el cambio, y Kolbe es condenado a morir de hambre junto con los otros
nueve prisioneros. Diez días después de su condena y al encontrarlo todavía vivo,
los nazis le administran una inyección letal el 14 de agosto de 1941
b)El rey que quiso imitar la misericordia de Jesús
Por el año 987 Roberto fue coronado rey de Francia. Era un príncipe
piadoso y un gran devoto de Jesús en la Eucaristía. Su mayor placer
fue el de adornar los altares y las iglesias, y lo más hermoso y precioso
lo dejaba por Jesús.
Algunos hombres impíos y ambiciosos habían conspirado para asesinarlo y así
apoderarse del gobierno. Mas la confabulación fue descubierta y los culpables
fueron traídos ante el tribunal que los condenó a muerte. El rey les envió a un
sacerdote a la cárcel. Los malhechores se arrepintieron y, después de una sincera
confesión, recibieron la Sagrada Comunión.
Era la mañana del día de su ejecución. Las esposas y madres de los sentenciados
fueron al rey a pedirles perdón, pero sus consejeros no querían de ninguna manera
indultarlos.
Entonces una anciana madre se echó a los pies del rey y llorando, dijo: "Es cierto
que estos hombres han merecido tal castigo; pero, tened presente, oh rey, que han
sido, hace pocos instantes, huéspedes de Jesús, porque acaban de recibir la Santa
Comunión. Él les ha perdonado todo; perdonadles también".
Todo el pueblo aplaudió la bondad del rey que, en adelante, fue el ídolo de sus
súbditos.
Dice el salmo: «Fui joven, ya soy viejo, nunca vi al justo abandonado, ni a su linaje
mendigando el pan» (Sal 37, 25).
Comencé a interrogarme sobre el verdadero sentido de la vida y sobre los
verdaderos valores, preguntándome dónde y cuándo podría encontrar el camino
adecuado de mi existencia en el mundo ¿Qué camino deberé seguir para llegar a la
verdadera felicidad?
A las preguntas sobre mí mismo se añadían otros interrogantes: ¿por qué hay
guerras, injusticias y odio en el mundo? ¿Por qué la humanidad no puede vivir en
paz? En aquel momento de angustia, oí una voz fuerte dentro de mí que me
llamaba: «Ven y sígueme, encontraras el verdadero sentido de tu vida». «Yo soy el
Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14, 6).
Preparación y Concentración
Se conducen a los niños ante el Santísimo y allí se les señala, en voz baja, que
procedan a sentarse y que hagan silencio haciéndoles recordar el sitio en que se
hallan y ante quien se encuentran. Se les solicita que cierren sus ojos para que
se concentren, pidiéndoles que en ese momento de silencio y ensimismamiento
reserven su corazón y mente únicamente para Jesús.
Se les recuerda que deben permanecer con los ojos cerrados, que respiren
hondamente, al menos en diez ocasiones y que pronuncien en cada respiración en
voz suave: “Jesús te amo” para percibirlo en el corazón.
Son muchos los que no te adoran, Jesús… Son muchos los que pronuncian cosas
horribles de Ti… Pero nosotros sí te adoramos, por eso nos encontramos aquí,
para darte consuelo; por eso adoramos decirte demasiadas cosas bonitas que
den júbilo tu corazón, por lo que te decimos:
(Todo niño/a ha de leer una frase y luego de cada frase se canta “Jesús, Jesús,
acércate a mi morada”).
1.- Por los niños y niñas que nos encontramos ahora en este lugar, para que jamás
nos apartemos del Señor. Imploremos al Señor.
2.- Por los que no saben de Jesús, para que reconozcan que el Señor les adora
mucho. Imploremos al Señor.
3.- Por nuestros progenitores, que nos han apoyado para conocer a Dios, para
que vivan de tal manera que un día puedan alcanzar el Cielo. Imploremos al
Señor.
4.- Por los niños que, tras haber acogido a Jesús, se han apartado de Él y ya no
le adoran, para que retornen. Imploremos al Señor.
– Jesús nuestro, Tú nos has otorgado muchas cosas… Te agradecemos por todo
lo que hemos obtenido de Ti, pero de una forma particular queremos
agradecerte por habernos otorgado por madre a tu misma Madre, la Virgen
María. Conocemos que andando de su mano vamos seguros. Ella quiere
conducirnos al Cielo y lo hará si le permitimos que nos guíe. Por eso nos
deseamos dedicar a Ella, introducirnos en su corazón, para que Ella nos ampare
del mal.
– Y para concluir este rato contigo, Jesús, deseamos realizar una oración muy
particular para aliviarte, para señalarte que los niños deseamos ser tuyos y que
Tú te estimes como nuestro amigo, nuestro gran amigo. Por eso señalamos todos
unidos:
– Todos cantan:
– Todos cantan:
– Todos cantan:
Ahora reflexionamos acerca de todas las cosas provechosas que nos ha otorgado
y agradecemos. Unos minutos de reflexión.
– Un Niño: «Te agradezco, Jesús, por las plantas, el agua, el sol, la luna, las
flores, las aves y todo lo que has creado».
– Un Niño: «Te agradezco, Jesús, por mis familiares, mis abuelos, mis amistades,
mis maestros, mis catequistas, mi cura y por todas aquellas personas que se han
preocupado por mí».
Canción: Yo Te Adoro
Yo te amo a Ti, Señor.
Yo te amo a Ti, Señor.
Desde lo más hondo de mi corazón.
Te agradezco Señor.
Te agradezco Señor.
Desde lo más hondo de mi corazón.
Hemos sabido que oyes nuestra oración, por eso te rogamos por:
– Dos Niños:
– Dos Niños:
– Dos Niños:
– Dos Niños:
– Todos repiten:
«Yo desearía, Señor, recibirte, con aquella pureza, modestia y fervor con que tu
recibes a tu Santísima Madre, con el espíritu y exaltación de los Santos”.
Arrepentimiento
Acto de contrición: Yo he de confesar ante Dios omnipotente y ante ustedes
hermanos, que he sido un pecador tanto de pensamiento como de palabra, de
acción y omisión. Por culpa mía, por culpa mía, por mi gran culpa. Por eso imploro
a Santa María, siempre Virgen, a los Ángeles, a los Santos y a ustedes,
hermanos, que medien por mí ante Dios, Nuestro Señor.
Perdón
Mi Dios, no permitas que mi vida la oriente el odio, el resentimiento y los celos,
únicamente el amor, únicamente el perdón, únicamente el perdón, únicamente el
amor. (3 veces)
Agradecimiento
Te agradezco Señor, por adorarnos demasiado. Por ese amor que ocasionó que te
dieras por nosotros. Te agradezco por encontrarte hoy aquí entre nosotros. Te
agradecemos por todo la benevolencia que nos has otorgado, por sanar un poco
más nuestros corazones. ¡Permanece con nosotros, hazte presente entre nuestra
familia eternamente! Amén.
Bendición Final
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡A los benditos Corazones
de Jesús y de María. Respeto y Gloria!
Consideraciones
Lo más apropiado es llevar a cabo la hora santa en la Iglesia, ya que, obviamente,
estamos allí ante la presencia misma del Señor en el Santísimo Sacramento,
sumado a lo que es el ámbito natural para los rezos.
No obstante, sea cual sea el sitio de la oración, templo, capilla, al aire libre, o en
el hogar, lo trascendental es crear el entorno propicio que esté colmado de
serenidad, quietud, paz, de modo tal de posibilitarle al Señor que se dirija a
nosotros, particularmente a quienes son parte de la hora santa para que así
logren escuchar lo que Él quiere transmitirles.
De gran relevancia es esta práctica ya que guarda gran significancia para la
existencia espiritual de todo cristiano que se inicia en el ceremonial eucarístico,
por lo que es sugerido para todos quienes desean conocer mejor al Señor.
«Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que todo el
que crea en Él no perezca sino que tenga vida eterna», (Jn 3, 16). Pero
¿cómo lo entregó? ¿No fue acaso en la cruz? La cruz es el recuerdo de
tanto amor del Padre hacia nosotros y del amor mayor de Cristo, quien
dio la vida por sus amigos, (Jn 15, 13).
La cruz, con sus dos maderos, nos enseña quiénes somos y a dónde
vamos: el madero horizontal nos muestra el sentido de nuestro caminar,
al que Jesucristo se ha unido haciéndose igual a nosotros en todo,
excepto en el pecado. Somos hermanos del Señor Jesús, hijos de un
mismo Padre en el Espíritu. El madero que soportó los brazos abiertos del
Señor nos enseña a amar a nuestros hermanos como a nosotros mismos.
¿Y el madero vertical?
¿Cómo integrarlos?
San Pablo nos recuerda que «la predicación de la cruz es locura para los
que se pierden... pero es fuerza de Dios para los que se salvan», (1 Cor
1, 18). Recordemos que el centurión reconoció en Cristo crucificado al
Hijo de Dios; él ve la cruz y confiesa un trono; ve una corona de espinas
y reconoce a un rey; ve a un hombre clavado de pies y manos e invoca a
un salvador. Por eso el Señor resucitado no borró de su cuerpo las llagas
de la cruz, sino las mostró como señal de su victoria.
Jesús dice: «El que no tome su cruz y me sigua, no es digno de mí», (Mt
10, 38). Nos dice eso no porque no nos ame lo suficiente, sino porque
nos está conduciendo al descubrimiento de la vida y el amor auténticos.
La vida que Jesús da sólo puede experimentarse mediante el amor que es
entrega de sí, y ese amor siempre conlleva alguna forma de sacrificio:
«Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si
muere, da mucho fruto», (Jn 12, 24). Esa es la manera de seguir al
Señor.
Ella es la mujer fuerte al pie de la cruz que nos enseña cómo vivir la
verdadera fortaleza ante la adversidad: cuándo más dolor hay en el
corazón de María más se adhiere ella a la cruz del Señor, pero lo hace
con la esperanza puesta en las promesas de Dios.
¡Qué gran lección para el mundo de hoy¡ La cruz es para María motivo de
dolor y a la vez de alegría. Ella sufre como Madre todos los dolores de su
Hijo, pero vive este sufrimiento en la perspectiva de la alegría por la
gloriosa resurrección del Señor.
Todos los cristianos de este tiempo estamos llamados a imitar a la Madre
de Jesús al pie de la cruz, siendo coherentes y fieles a Cristo en las
pequeñas y grandes cruces de nuestra vida diaria y poniendo nuestra
confianza en aquel madero que se alza desde la tierra hacia el cielo.
Y debemos hacerlo así porque desde esa misma cruz, Jesucristo nos
ofrece a María como Madre nuestra: “De Cristo a María, y de María más
plenamente al Señor Jesús”.