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CUENTO

SEMINARIO DE TITULACIÓN II

García Cruz Rocio Araceli


Psicologia on line

El arte de Pablo
Había una vez un joven llamado Pablo, quien vivía
en un pequeño pueblo rodeado de naturaleza.
Desde temprana edad, Pablo descubrió su pasión
por el arte. Pasaba horas dibujando, pintando y
creando obras que transmitían sus pensamientos y
emociones.
Pablo era un chico sensible y soñador. En su interior,
había un mundo de sentimientos y visiones que
buscaban ser expresados de una manera única.
Cuando se sumergía en su arte, experimentaba una
sensación de liberación y plenitud, como si su alma
se elevara por encima de cualquier preocupación o
limitación.
Un día, mientras caminaba por el bosque, Pablo se
encontró con una vieja pintura descuidada y olvidada
en medio de la naturaleza. La obra estaba
desgastada por el tiempo y la intemperie, pero aún se
podía apreciar la belleza que alguna vez había sido.

Al observar la pintura, Pablo sintió una conexión


instantánea. Podía percibir la pasión y la emoción que
el artista original había vertido en ella. Ese encuentro
despertó en él una profunda reflexión sobre el poder
transformador del arte.
Decidió llevar consigo la pintura abandonada y
comenzó a trabajar en ella. Utilizando su talento y
creatividad, restauró y embelleció la obra,
añadiendo nuevos colores y detalles que le daban
vida.

A medida que trabajaba en la pintura, Pablo se dio


cuenta de que su proceso de creación era mucho
más que simplemente reparar una obra de arte. Era
un proceso de sublimación, de transformar la
energía y las emociones que albergaba en su
interior en algo tangible y trascendental.
A medida que avanzaba con su restauración,
Pablo notó que su propia energía se transfería a
la pintura.

Cada trazo de pincel, cada mezcla de colores,


era una manifestación de su estado emocional y
su visión del mundo. La pintura se convirtió en un
reflejo de su ser interior, una forma de expresión
que iba más allá de las palabras.
Cuando finalmente terminó su trabajo, Pablo había
creado una obra maestra. La pintura irradiaba vida
y emociones, transmitiendo la esencia de su alma
y capturando la esencia de aquellos que la
observaban.
Pablo decidió compartir su creación con su comunidad.
Organizó una exposición de arte en el pueblo, invitando
a todos a sumergirse en el mundo de la sublimación a
través de sus obras. La gente quedó maravillada por la
capacidad del arte para trascender los límites de lo
ordinario y conectar con lo más profundo de sus propias
emociones.
A partir de ese día, Pablo siguió explorando el arte como
una forma de sublimación. Cada obra que creaba era
un testimonio de su transformación personal y un regalo
para aquellos que tenían la oportunidad de
contemplarla.

El arte se convirtió en un medio para canalizar sus


emociones, sueños y esperanzas. En cada trazo y cada
color, Pablo encontró una manera de elevarse por
encima de las dificultades y encontrar un sentido de
propósito y significado en su vida.

Y así, el joven artista continuó inspirando a otros


¡Gracias!

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