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RUBÉN BONfFAZ N,UÑO

LOS DEMONIOS

) los días
nolcróN FACsIMILAR

I
Primera edición, 1956
Primera reimpresión, 200é

Bonifaz Nuño, Rubén


Los demonios y los días / Rubén Bonifaz Nuño.
México: FCE, 195ó. -
I 04 p. ; 22 x 14 .¡1 (Colec. Tezontle)
ISBN 9ó8-tó_8170 3-

l Poesía Mexicana 2. Literatura Mexicana Siglo


XX I. Ser. II. t -
LC PQ7297 Dewey M8ól 87155d

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D. R. O 1956, FoNoo ¡e Currune EcoNó¡r¡rc¡


Carretera Picacho Ajusco 227;14200 México, D. F.

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra


el disefio tipográfico y dé portada-,
-incluido
sea ".tral fuere el medio, electrónico o mecánico,
sin el consentimiento por escrito del editor.

ISBN 968-1ó-8170-3
Impreso en México c Printed in Mexico
I

Así nr recordado de sueño


-brazos-:
dulcemente desolada
-piernas,
vida vegetal; y los pulmones
Y el aliento cálido-'
Desconozco.
No sé de quién son estas sábanas
ni a qué calle miran estas paredes.

Mitad de la noche. Terror. Distancia.


La cama, y el perro que ahora late
no sé dónde. Adentro de mí. Seguro.

Y pude sentirlo; estuve, he querido;


columbré los pasos de la gente,
hirientes, menudos, humildes;
escuché pesados vuelos y moscas;
y olí deshacerse, y toqué, las ruinas
huecas de los ángeles, desflecadas
igual que lechugas sin cogollo.
Carrruos, esquinas, encrucijadas.
Silencio de gente que se ha dormido;
que se ha protegido con paredes
y puertas y carne; que se oculta
de su corazón que sabe.
A estas horas,
ay, amigos míos, artesanos,
pintores, astrónomos, marineros,
estamos despiertos. Es trabajo
nuestro el de ar:reglar algunas cosas.

Hace falta estar atentos, tendidos


para no perdernos nada;
pr., ,".o&ar lo que olvidamos.
Pensar, conocer, por ejemplo,
qué es lo que sucede cuando se encuentran
dos que van a amarse; qué, cuando muere
a solas alguno que quisimos.
Y cuando sentimos que un invisible
se instala de pronto al lado nuestro,
o se va en secreto, nos abandona,
IO
¿qué hay, que no era nuestro, en
la pr:imera
mirada, el saludo que cambiarnos con alguienl

Vivimos confusos; Pero en torno


un mar apacible y en orden
cerca nuestras islas desordenadas.

Ay, amigos míos;


señoras, señores que no me escuchan:
hay oficios buenos, necesarios a todos;
el quie hace las camas y las mesas,
el que siembra, el que reparte cartas,
tienen un lugar entre todos: sirven.
Yo también conoz,co un oficio:
aprendo a cantar. Yo junto palabras justas
en ritmos distintos. Con ellas lucho,
hailo la verdad a veces,
y busco la gracia para imPonerla.
3

Cu¡N»o todo está perdido, cuando


nuestro corazín animal desnudo-
-pobre
deja su prisión de piel y huesos
y se queda fuera, saltando solo
junto a alguna puerta, en el asfalto
de una carcomida calle cualquiera;

cuando alguien que amamos nos ha dado,


como una limosna manchada,
por única yez, poÍ última
vezr lo que quisimos, ella sola,
y en cambio nos ha quitado todo,

entonces un viento enorme y duro nos hiere,


y el recinto hueco del peqho
se nos va llenando, desde el fondo,
de un dolor espeso, de un atole
amargo y salobre, y la garganta
se anuda en el ansia de contenerlo.
No es lo mismo estar enamorado
que amar.
Elque ama, seguramente,
no está solo, sufre de otra manerai
encuentra Ia paz, se cumPle gozoso
pudiendo sufrir por los que ama.

Pero esta pasión inútil, dañina,


que sólo pretende lo que no Puede
tener, que destruye lo que consigue;
esta corrosiva nostalgia
que no llena más objeto que hacernos
morir de rencor y de ternura,
que nos cambia en odio la tristeza,
no tiene razón que la exPlique.

Qué lejos, qué absurdamente distantes


Ias humildes alas desplegadas
sobre el desamparo del mundo,
la sangre dispuesta a brillar por otros,
el perfecto amor, la tuerza Pura
de la santidad y del heroísmo.

Algo, sin embargo, he comPrendido:


que hay muchos caminos que desconozco
y que no es tan corta nuestra vida.
t3
4

QuÉ TnaNeuILANIENTT callan, se pudren


los hermosos versos de amor, la sangre;
no es que yo lo quiera.
Cada segundo
sé que estoy más cerca, me llaman;
estoy en la tripa de una serpiente
cada vez más cerca de mi esqueleto.

Y es completamente inútil que llore,


que cante pidiendo socorro;
pues todos estamos pobres: vivirnos
viendo que tendemos la mano
y la retiramos siempre vacía.

t+
5

IJN rínrlrr vasto y sospechoso


cruzamos, inermes, todos los días.
Sentimos primero que los párpados
resbalan sobre un aceite sombrío;
sentimos correr la sangre sonora
callando los ruidos de afuera;
algo llega y dice palabras, cabos
de frases imbéciles, risas cojas.
Y un silencio. Estamos preparados: dormimos.

Tiempos y volúmenes dislocados


nos cercan: existen sin remedio.
Es como la cc¡la de otro mundo
en el que también es posible todo.

Puede una mujer usar una máscara


de mujer, y abrir dulces ojos turbios;
agitar cadenas de yegua
y desde su nuca
solubles en aire,
mover una boca tierna y mojada.
r5
Llegamos a túneles que se estrechan
dolorosamente a la piel; entramos
en alcobas cálidas, que ocultan
la presencia oscura de un enemigo,
o subimos largas, interminables
escaleras ávidas, que de pronto
no son escaleras, y nos dejan
rodar al espanto, desde muy alto.

Y viven ]os muertos con una vida


ridículamente imitada, y pasan
parodiando gestos que abandorlaron.

Pero aquí también son indudables


la desolación y los deseos,
y la oscuridad que nos atosiga
y el miedo a la muerte y los dolores.

Y sólo un momentr son útiles


la oración pueril, el movimiento, \
el grito aterrado que nos despierta.


6

I)rsnn lo profundo me nacen


ahora palabras diferentes.
Algo que no entiendo, que desconozco,
hunde sus tenaces raíces
en mi coraz6n, y las tuerce en busca
de una paz creíble, de un canto nuevo.

Si yo me negara a todas las cosas


que pasan, lo sé de cierto, podría
sentirme seguro. Pero yo mismo
de mí no dispongo: no soy libre
ni siquiera para morirme solo.
Al pensar en eso grita mi sangre
que no puede ser, que pasó la hora.

Motivos de sobra tengo


para descubrir que estoy desgraciado.
Tengo que pagar por otros, me obligo
a no decir nada que me complazca,
a callar lo que tengo mío
y a sangrar mostrando lo que comparto.
t7
A veces un verso hermoso temblando
alumbra la hoja en la que escribo;
me gusta leerlo.
Pero el corazón se me revuelve,
me late al instante, dislocado,
queriendo olvidar que en ese mo¡nento
ha quedado ausente, no ha sufrido.

Y entonces admito que no es justo;


que tengo el poder pero no el derecho
de hacerme teliz yo solo entre tantos.

r8
7

I)rsesex tus ojos, abiertos


como si volvieras de un viaje largo;
tal como si hubieras üsto la noche
sobre un mar pudriéndose; despojos
de naufragios; mástilesi arena
lamida de amargas olas tranquilas.

Pero no era el mar ni Ia muerte:


sólo, entre tus manos, el pañuelo
que tú me enseñaste, que más tarde
cubrió tus cabellos lacios;
y mordido, con saliva tuya,
un durazno muerto sobre la mesa.

En torno de ti, cayendo, brillando,


tu aroma de cosa viviente.

Y fue la tristeza. Y era el deseo


por sí mismo más que el amor, y mucho
más que el sueño, y más que las palabras.

t9
I
Cue crre cha. Bailemos. Fliervan los ruidos.
Siga el vacilón. Bailemos diente con diente.

Y el Desharrapado enrosca Ia cola


y su cacerola mueve, y atiza
su lumbre. Bailemos.
Pobres marranos.

Nos dan el compás. Demos el brinco.


Ya se está cociendo el arroz. l,a ronda
de sordos borrachos, de paralíticos
y de homosexuales frenéticos.

Una lagartija incubada nace:


rompe el cascarón de un ojo de gato
y empieza a nutrirse con viejas máquinas. {

A oscuras, fomenta el invernadero


sus hongos, sus reyes, sus dictadores,
y sus rotativas y micrófonos
y sus presidentes de república.
20
Ilrillantes ejércitos se apresuran
sordos por el ruido de los tambores,
y muchachos tímidos, sin barbas,
llevan por la calle grandes carteles
escritos en lenguas extranjeras.

La cazuela hierve por todas Partes,


hay que repartir el caldo entre todos:
que no quede un solo perro en su juicio.
Sigamos las voces del Embustero.

Y que todos alcen los necesarios


palillos de dientes. Buena es la vida
con baile, terror y sinfonolas.
I
LJNa r,r-euARADA de moscas verdes
ha nacido encima de la tierra,
encima del agua que bebemos,
ha poblado el aire que respiramos.

Se quiere que el hombre ya no viva


de pan, se le cerca siempre
de ruidos iguales, de cosas hechas,
se quitan los nombres propios,
se dan emociones preconstruídas
a quienes pretenden emocionarse,
y cuando el dolor se defiende,
cuando la fatiga estalla,
se pone
aceite de máquina en las junturas
de los pensamientos y las entrañas.

¿En dónde ha quedado la tristezal


¿En dónde, el amorl ¿Cómo es posible
que se niegue tanto, que se soporte
que se niegue tantol ¿Dónde han quedado
Ja violencia, eI alma, la sangrel
22
Si está la verdad en lo que digo
las cosas que digo serán buenas.
Que los que se sienten desesperados
conozcan que estoy pensando con ellos.

FIay moscas por todas partes, hay hombres


en los que morimos sin sentirlo;
entre las costillas de todos
hay un corazín que nos Pertenece,
que sangra en nosotros. Está doliendo.

23
9

Sr yo digo ((amorrr, quiero, al decirlo,


decir algo firme y valedero.
Pero sé que miento al decir ((nosotrosr,.

Gramaticalmente, me lo enseñaron
hace mucho tiempo, ,rtlu» y ,ryorr, y no sólo,
sino ('é1" y "t:ú" y ,'yo,,, rectamente
podemos llamarnos así: primera
persona, plural: ((nosotrosrr. Es fácil.

Pero yo estoy solo, y estás sola,


y él está, calladamente, solo.
Y esta soledad me dice que escriba.
Me he vuelto ambicioso con Ia pobreza.

Tengo que escribir a voces que estamos, f


que ya no es posible dormir, que cada
uno ha de morirse a gritos, cayendo,
para despertar a su vecino.

24
Si yo digo "amor", espero, descanso.
Pero si de pronto alguno, solemne,
(t¿Sabes
me dijera: o te consta
que existel", yo sólo contestaría:
'(Lo he leído, pienso, lo imagino;
existió el amor en otro tiempo."
Será sin valor mi testimonio.

25
IO

Avrenco es perder un amigo,


o desde una esquina en la noche
mirar alejarse a la mujer que nos deja.
Pero se tolera bien, se soporta.

Es horrible, es ávido sin remedio


el terror que asalta de repente
los huesos, congela nuestras entrañas,
cuando nos ocupa el pensamiento
de que han de morir, antes que nosotros,
aquellos que más hemos querido.

Sus gestos, sus dulces ademanes,


Ia ternura suya, se van guardando
en alguna parte en que no hay olvido;
tJna yez saldrán, fatalmente,
vueltos ya gemidos mansos, heridas,
angustioso nudo que se desata
y que al desatarse nos anuda:
nos despierta inválidos para siempre
llenos del amor que no dimos.
z6
Cuidadosamente, sin darnos cuenta,
preparamos lágrimas a diario;
las acumulamos, Ias escondemos
en algún aljibe secretísimo,
para cuando llegue la hora del lloro
y el crujir de dientes, ante una sorda
presencia, en los bordes de un agujero.

Cómo nos invade la sangre el ansia,


el anticipado remordimiento,
la estéril dtreza de no haber dado
1o que era preciso que diéramos,
y que era tan poco: acaso
un silencio tímido que comprende,
un trozo de pan compartido.

Algo lo bastante grande


para edificar una dicha,
y a la vez tan mínimo, tan desnudo,
que nada permita esperar en cambio.

27
II

BuBNo fuera, acaso, no haber cambiado;


seguir padeciendo por lo mismo;
hallar un dolor tan bello
que me permitiera olvidarme
de que está deshecha mi camisa
y de que me aprietan los zapatos.

Pero cuando quiero cantar por nota,


medir las palabras, endulzarlas,
la voz se me encoge, se me regresa,
y no tengo más que estar cansado.

Es tarde, mi amada se ha puesto fea;


se desvencijaron las hermosas
palabras; lo saben todos:
las necesidades nos ocupan.

Flace mucho tiempo que no quiero


pensar en las cosas que ya no pueden
volver; Ias recuerdo, con todo;
me duele sentir que no me importan.
z8
Adiós, Garcilaso de la Vega,
tus claros cristales de sufrimiento.
Yo vine a decir palabras en otro
tiempo, junto a gentes que padecen
desasosegadas por el impulso
de comer, comidas por ia amargura;
débiles guerreros involuntarios
que siguen banderas sin gloria,
que lloran de miedo en las noches,
que se desajustan sin esperanza.

29
I2

Escn¡ror¡os he conocido
con gentes detrás; he visto mesas
con gentes sentadas en torno; circos
repletos de gentes; calles vacías
por las que pasaban gentes iguales.
Y nadie pensaba en dar nada,
no estaba el amor en nadie, ninguno
era muy distinto de su sombra.

¿Qué es lo que se hace, qué está pasando


con el coraz1n de los hombresl
¿Dónde están aquellos, los orgullosos
que llevaban libres como antorchas,
igual que banderas en un incendio,
su pasión, su sangre, su desventural

Cada pesadumbre, cada latido


de su corazón desencadenado,
era un nuevo pijaro en pleno vuelo
que agitaba el aire oscuro de todos.
Algo estaba en ellos que relumbraba:
3o
con terror, ansioso, despertando,
callaba el destino al reconocerlos.

¿Qué espadas disponen, qué dioses claros


descubren, qué campos cultivan, qué palabras
sacan del insomnio de cada nochel

Nosotros estamos hundidos;


piezas de relojes descompuestos
somosi sólo ruedas ineficaces;
marchamos fuera de tiempo, vendemos
lo poco de sangre que nos queda
por una ruciln de papas. El día
se nos va gastando en actos absurdos
que sólo por fuera nos pertenecen.

Y es una fortuna envidiable


la de los que alcanzan ya" la" costumbre
de pasar sufriendo sin sufrimiento.

3l
r3

EN muv pocos años ha crecido


mi ciudad. Se estira con violencia
rumbo a todos lados; derriba, ocupa,
se acomoda en todos los vacíos,
levanta nT etálicos esqueletos
que, cada vez más, ocultan el aire,
y despierta calles y aparadores,
se llena de largos automóviles sonoros
y de limosneros de todas clases.

Es claro que tiene también escuelas


que enseñan inglés obligatorio,
y universidades en que los jóvenes
se visten de títeres, y platican,
mansamente agónicos y cansados,
de enzones y tacles y fombleos.

Y lentos camiones donde los indios


juntan el sudor y Ia miseria
de todos los días, se apretujan,
y llegan a barrios que se deshacen
de viejos, y tiemblan y trabajan.

Y también hay bellos nadadores


y ciclistas plácidos,
iglesias, rincones para turistas,
y torres de vidrio y sótanos líquidos
y estufas y mugre y gasolina y asfalto,
y un sol que calienta y acongoja
más de tres millones de almas enfermas.

3)
r4

Er.¡ n¡Bpro de todo, es admirable


7a Íuerza mecánica, obligatoria,
que tiene la vida, No hay manera
de escaparse. Viene, y a su antojo
distribuye brazos y deseos
y se forma ardiendo y sin descanso.

Enciende sus lumbres comenzadas


en la pesadumbre de la sangre,
y eI pepenador de basura,
bajo su costal d.e papeles sucios,
piensa en su mujer; y los enfermos
de muerte se yerguen, deshilachados,
y rran. a sus noches de amor espesas.

Qué opaca ceguera, qué nubes,


qué velos de instinto y de alegría
extiende Ia vida en torno a Ios hombres,
para conseguir lo inexplicable.

L.os cuerpos siniestros de los mendigos,


34
los disfraces húmedos de las gentes,
los dulces, pequeños oficinistas
que aman con estómagos vacíos,
o confunden blandarnente en sus besos
su vieja actdez de comida Pobre,
y se reproducen sin esPerarlo.

El pan que se gana con el trabajo


y parl eI trabajo se come;
y los sufrimientos, y las penas
para no morir del todo, y la costumbre.

En todo la hirviente batalla,


el combate haciéndose a borbotones
de placer y miedo y sudor y f:uerza y miseria,
buscando un objeto que no se alaru-a,

35
r5

Es rnrcurNTE ver en los jardines


grandes mariposas caídas; gruesos
insectos que mueven cada minuto
las alas inútiles, derrumbadas.

Y hay meses del año en que las abejas


despiertan, y mueren ferozmente.

El mar abandona muchas cosas:


a diario en las playas los peces
varados, el círculo de los ojos
que reflejan aire desde la arena.

Y los animales puros, lejanos,


y Io que comemos, y la vida.

Los cuerpos azules de las mujeres


que vemos morir en las ventanas.

Y flores monstruosas, intestinos


que pasan torcidos como serpientes;

36
corazones, sapos en agonía
moviéndose en medio de las calles.

Y los consumidos con amargura,


los enfermos.
Claro: no comprendemos;
es mejor no ver, ocultarnos,
meter la cabeza en donde sea,
y pensar que así somos felices.

37
t6

Ffey oÍes tan áridos, que yo rnismo


quisiera callarme, ponerme,
sin pensar en nadie, a dormir. euisiera
quedarme dormido mucho tiempo.
O buscar alguna compañía
necia, emborracharme hasta que nada
me importe, alquilar por media hora
una desdichada que me abrace,
que no me conozca, que me abortezca
porque yo no soy lo que ella quiere.

Me canso de estar hablando solo;


me fatiga ya, por conocido,
el trabajo absurdo de estar queriendo,
tomando y perdiendo las esperanzas;
como el buscador de conchas marinas

-juntador de pobres tesoros cóncavos_


que al mover 7a arena ya lo sabe:
siempre estará rota Ia más hermosa.

I)icen que las cosas en otro tiempo

38
cran diferentes: su belleza
nacía con etrlas, maduraba tranquila;
rrl llegar Ia muerte, les dejaba
su existencia pura de hermosas ruinas.

Iin nosotros y caduca todo


nace
sin cumplirse; todo está quebrado;
desde el nacimiento se nos pudre.

Y somos cercados por embriones


de cosas formadas de prisa
que se abandonaron en sus comienzos
pero que allí quedan, abortadas,
cerrando la Luz, enloqueciendo
con su pesadumbre pegajosa.

Como los enfermos en la fiebre


estamos metidos en este nrundo;
deliramos, secos hasta la muerte,
en medio de bocas hostiles,
de hormigas con malos sentimientos.
Y del hormiguero somos también nosotros.

39
II
Tnncr. Y el furor en los huesos
y el desorden turbio de los harapos.

Habrán de llorar los cocodrilos,


se derramará la sal en las puertas
y Ia piedra imán por los rincones.

Y la muchedumbre de los lisiados


resbala en las calles, rumbo a las plazas,
y brota el sudor de las cañerías.

El Enredador, con su trinche,


rasca las costillas, provoca
wa comezín de gruñidos,
de risas rabiosas, de carcajadas
que aflojan las vísceras, los dientes.

f
Se mezclan chillidos de estudiantes
con sueños de niñas estupradas por radio.

trl Bellaco guarda las mejores

4o
barajas, y tira a ganarry gana
y obliga a pagar las apuestas.

Viva la pachanga, rompamos filas,


saquemos las uñas, corramos.
También el placer es obligatorio
y hay que divertirse como se pueda,
que para eso están velorios y entierros.
Porque sólo existe 1o que tocamos
y hay que disponer de lo que es nuestro.

Compremos billetes de lotería


para presentirnos importantes :

es bueno querer la mugre,


pues mientras hay mugre hay esperanza.

41
t7

QuÉ r'Ácrl sería para esta mosca,


con cinco centímetros de vuelo
razonable, hallar la salida.

Pude percibirla hace tiempo,


cuando me distrajo el zumbido
de su vuelo torpe.
Desde aquel momento la miro,
y no hace otra cosa que achatarse
los ojos, con todo su peso,
contra el vidrio duro que no comprende.
En vano Ie abrí la ventana
y traté de guiarla con la mano:
no lo sabe, sigue combatiendo
contra el aire inmóvil, intraspasable.

Casi con placer, he sentido


que me voy muriendo; que mis asuntos
no marchan muy bien, pero marchan;
y que al fin y al cabo han de olvidarse.
42
Pero luego quise salir de todo,
salirme de todo, ver, conocerme,
y nada hepodido; y he puesto
la frente en el vidrio de mi ventana.

+3
I8

Ds Nocun, con pasos lentos,


caminando, viendo las ventanas opacas,
por las despobladas calles de alguna
ciudad, en la hora más honda y ciega;
cuando ya ninguno vela, y el aire
pesa con el sueño de las gentes.

Me sorprendo dulcemente, imagino


quiénes, cómo son los que duermen:
hombres fatigados, niños pálidos,
mujeres bellísimas cuyos cuerpos,
misteriosamente enternecidos,
flotan como larvas en sus capullos
de sábanas puestas hace tres días.

Siento, raras veces pude sentirlo,


que las soledades y los deseos
llegan: buscan dentro de mí, me buscan.

Tras una ventana de éstas podrías


estar, indefensa, durmiendo,

44
tú, para quien fue demasiado simple
la caja de vidrio que te encerraba
cn mi coraz1n de veinte años,
y a quien un tendero anónimo
tomó como criada, tranquilamente,
después de pasar por un }uzgado
y un vestido blanco y una iglesia.

¿Qué claros pilares sueñas de oro,


qué mareas cálidas, en costas
que nunca verás estando despiertal

Duermes, y estás libre, y te sonríes;


olvidas tus pisos lavados, tu cocina,
y los calcetines que aborreces.

Acaso esta misma noche en que pienso,


en este momento, mientras camino
por estos lugares próximos,
estás escuchando en alguna parte
las cosas que no te dije, el silencio
que no comprendiste: me has encontrado.

Y algo que yo tuve olvidado


+5
mucho tiempo sube por mi tristeza
y va descubriéndose en secreto,
y me Ya ligando a ternuras
ajenas, a oscuros tormentos, a nostalgias.

.t

46
r9

Yo sÉ que se puede morir de hambre;


que no es juego el hambre de las gentes,
y que no es el hambre sólo: que hay muchas
maneras, que todas ellas conducen
a vivir inútilmente, sin nadie.

Hay algo podrido en esto; algo roto.


algo involuntario y suicida
que hasta lo profundo de la sangre
va cayendo oscuro y apresurado.

Se puede pensar en el mar, se puede,


desde tierra adentro, hallar una playa
sin huellas, un día perfecto y puro.
Pero no será verdadero nunca.
Vuelve a ser inútil el pensamiento.

iEntonces con qué, de qué modo


47
habrá que cambiar las cosasi ¿En dónde
quedaremos libres o tranquilos?

Nos tocó vivir en el mundo,


en el tiempo sucio de la desgracia.

,l

+8
20

Las cpxrrs que viajan adquieren una


forma fragilísima de belleza.
Por algunas horas se transforman en algo
singular, y viven agudamente;
descubren extraños sentimientos
que no sospechaban que pudieran
tenerse, y caminan como dichosos.

En las estaciones de los trenes,


mientras esperaba, he vivido
horas melancólicamente ricas.

He visto partir a las gentes,


y no estaban solas: se sumergían
en su larga noche de viaje,
llevando en su sangre 7a pureza
que dan las distancias y los adioses;
pobladas de bocas y de miradas,
se purificaban como si fueran
a entrar en un templo o en un combate.

Y he visto regresos y llegadas, abrazos

49
de amor entre gentes que no se amaban;
pero, sin embargo, el amor lucía
en ellos, brillaba evidente.

Y los que regresan sin que nadie


los espere viven también; trajeron
una soledad más limpia, un tescro
de pueblos hallados, de noches descubiertas

Y cargan sus viejas valijas,


y sus bolsas llenas de fruta
que es igual a la que comen a diario;
pero que ha de darles un sabor de cosas
buenas, de placer incomprable,
al llevarlos, plácidos, al recuerdo
de los vendedores en el camino,
de las casas lúcidas en la sombra lejana.

Y los que regresan y los que parten


se confunden: todos llevan con ellos
una sensación de heroísmo,
una lumbre tenue que se funda I
en su corazón, y se derrama
y enciende sus rostros atónitos,
poblados de pérdidas y esperanzas.

5o
2f

Y rú, profesora. Llegan contigo


confundidas muchas cosas lejanas.

l)esde tus cuadernos escolares


empiezan caminos increíbles :

principios de aromas, pensamientos truncos;


lugares y gentes se reconcilian,
y hay por ti saludos fuera del tiempo.

Separas las hojas de tus libros


y es como si abrieras un viejo mueble,
y flores difuntas y lazos,
retratos que ya no son de nadie,
dan su olor, reviven familiares olvidos.

Aquellos tesoros inapreciables


que pueden ligar entre sí a las gentes,
que todos ocultan sin saberlo,
tú los llevas claros, los muestras,
los regalas tierna, gozosa
de saber que vives.

5r
f no te basta
la vida que tienes: si llega el caso
descubres poemas antiguos
para libertarte del tiempo tuyo,
y para poder mirar a lo lejos
inventas que estás enamorada
de alguno que vive en otra parte,
y le escribes cartas, y lo recuerdas,
y viajas a todas horas.

También yo he viajado estando contigo,


señora que das el aire sonriendo,
camarada triste de Ia alegría.

52
22

J)rcrn: nunca más. Y ver entonces


(lue nunca ha podido existir nada;
y sentir que un vértigo nos derrumba,
y rodar, caer hasta el fondo
sin hallar un clavo en que agarrarnos.

((te amo"; decirlo


l,ls dulce decir
muchas veces, irlo repitiendo
junto a cada oreja que pensamos
que nos oye; siempre, sin que nos canse.

Cuando llegas tú, se descubre,


sin dejar lugar a dudas, que hay algo,
una solitaria llave de oro
cn un ramo oscuro de viejas llaves,
que abrirá una puerta escondida,
una puerta plácida y secreta
que hace mucho tiempo que busco.
Pero tú no llegas; no entiendes
los nombres que yo te doy al llamarte.
53
¿Para qué nos sirven las palabras
si no son capaces de nombrar, si no pueden
ser jamás oídasl ¿De qué nos valen
la memoria, el sueño, \a alegría,
cuando no conducen a estar con alguien,
y arden, y se queman, y nos consumen
hasta los rescoldos, las cenizas, el viento?

La mejor belleza que encuentro


en todas las cosas que hacen los hombres
es la que se guarda en los ptreñtes.
No quiero explicarlor. pero es muy simple:
encima de todo lo que transcurre,
sobre incontenibles aguas que arrastran
cadáveres, techos, ramas, espuma,
es posible, es fácil que se encuentren
manos que por siempre se creyeron
separadas, ojos que no miraban
y que ya se miran con otros,
pasos que se cruzan con otros pasos,
y voces y lágrimas y canciones
que se reconocen, que se juntan
y que se saludan como parientes.

5+
23

Sór.o es verdadero lo que hacemos


para compartirnos con los otros,
para construir un sitio habitable
por hornbres.
Entonces, ilustre
es el albañil que pone una piedra
si en lo más profundo siente, al hacerlo,
que es bueno empezar otra casa;
y es tan benemérito San Felipe
de Jesús como ese soldado
que muere por cosas que siente justas,
que le han enseñado que son de todos.

Pero el albañil y el santo han dejado


un techo, una higuera reverdecida,
y el soldado un hombre que se pudre.

Tiene que admitirse: no hay nada


que pueda explicar el asesinato.

55
Quizi alguna vez, al dejar el sueño,
veremos tranquilos hombres mirándose
unos en los otros. Seres humanos
distintos de máquinas y de bestias.
Serios buscadores de caminos.

Cuando alguien lo quiera sin dudas,


con toda su fuerza, será posible
que, despierto, sienta la moneda
que encontró soñando¡ y eue la conserve
dura y evidente sobre su mano.

56
24

Pene los que llegan a las fiestas


ávidos de tiernas compairías,
y encuentran parejas impenetrables
y hermosas muchachas solas que dan miedo
uno no sabe bailar, y es triste-;
-pues
los que se arrinconan con un vaso
de aguardiente oscuro y melancólico,
y odian hasta el fondo su miseria,
la envidia que sientenr los deseos;

para los que saben con amarg-ura


que de la mujer que quieren les queda
nada más que un clavo fijo en la espalda
y algo tenue y acre, como el aroma
que guarda el revés de un guante olvidado;

para los que fueron invitados


üna vez; aquellos que se pusieron
el menos gastado de sus dos trajes
y fueron puntuales; y en ulla puerta)
ya mucho después de entrados todos,
supieron que no se cumpliría
la cita, y volvieron despreciándose;

para los que miran desde afuera,


de noche, las casas iluminadas,
y a veces quisieran estar adentro:
compartir con alguien mesa y cobijas
o vivir con hijos dichosos;
y luego comprenden que es necesario
hacer otras cosas, y que vale
mucho más sufrir que ser vencido;

para los que quieren mover el mundo


con su corazín solitario,
Ios que por las calles se fatigan
caminando, claros de pensamientos;
para los que pisan sus fracasos y siguen;
para los que sufren a conciencia
porque no serán consolados,
los que no tendrán, los que pueden escucharme;
para los que están armados, escribo.

58
III
AreurlBvtos trajes de etiqueta
paru ditfr^rarnos; es vergonzoso
no tener dinero. FIoy se casan
un chivo contento y una gallina
negra, totalmente virgen.

En la encrucijada de los caminos


se nos dio la cita; eI Expulsado
estará presente, orgulloso
de su buena gente, de su sombrero
y de sus pezuñas de vaca.
I{abri buen lugar para todos,
de modo que nadie pueda quejarse;
no habrá quien se alarme de que un niño,
gientíficamente desencaj ado,
escurra en los muslos de una doncella,
o de que un cantante se suicide,
o de que una loca llore y destruya
su máscara dura de actriz de carPa.

Se trata de estar a gusto,

59
de lucir los buenos modales
para que el Macaco nos admita,
sabiendo que somos gente decente.
Hay que aprovechar la elegancia,
pues nuestro sudor nos ha costado.

Habri que aplaudir a los novios,


y será correcto que, al descubrirnos
para saludar, de nuestra chistera
salten una mano vendada
y las verdes tripas de un cordero.

6o
25

Pon sI no io he dicho lo digo ahora.


Tengo vna certeza: la de la muerte
que llega vaciándonos con furia;
y tengo un recuerdo: el de la escondida
muerte; y una indócil esperaflza:
la de revivir en la carne.

Porque amo mis huesos y mis nervios;


mis brazos que cierran, mi boca
que deja salir; la mansedumbre
sepultada y tibia de mis entrañas,
y el sabor ilustre de las cosas
que viven, y el aire que lo lleva.

Y sudo al pensar que he de morirme


para siempre, y sueño ser yo mismo
otra vez: juntarme, escogerme
yo mismo entre todo,
y recuperarme y entregarme.

6t
26

FI¿ce muchas noches se preparaba


esta maldición, este aguacero,
esta prolongada noche que truena
contra los tejados enloquecidos
y por todas partes, en todas partes.

Y va siendo cada vez más difícil


ocultar el miedo; se habla, se piensan
palabras, se quiere reír, reímos
como si la cosa no importara.
Pero nadie escucha, no entiende nadie,
y cada quien sigue como puede
su triste monólogo de idiota.

Afuera, el granizo desfigura


árboles, desviste ramas) t;:oncos
azota escondidos por los cuerpos
de la pobre gente que se amontona
para proteger su desamparo.

Y también están los desesperados


6z
que corren desnudos en la noche
sintiendo el asfalto mojado, presos
en los grandes charcos removidos
por el cielo a chorros que se derrumba,
y que al fin se tienden, se disfrazan
con una risible ropa de muerte.

Y aquellos que tiemblan y disimulan


dentro de sus casas endeb'les, y hacen
como que se sienten bien, de pronto
comprenden que el techo se viene abajo,
y son sepultados mientras quieren
meter la cabeza bajo la cama.

Imposible
hallar un lugar seguro que pueda
guarecer el aire cuando menos.

Y por otra parte, qué absurdo


es querer que todo por sí mismo
se resuelva y pase, sin que nadie
tenga que meter las manos en contra.

63
27

SrnrtpnB ha sido mérito del poeta


comprender las cosas; sacar las cosas,
como por milagro, de la impura
corriente en que pasan confundidas,
y hacerlas insignes, irrebatibles
frente a la ceguera de los que miran.

Por ejemplo: todos nos sentimos


mordidos por algo, desgastados
por innumerables bocas sin fondo;
algo sin sentido que nos deshace.
Preguntamos. Nadie responde.

Pero hay alguien: saca Ia cara negra


sobre la corriente de su río
de renglones cortos,
respira y nos dice: ((¿Qué es nuestra vida
más que un breve díalrt, y entonces,
tocados de golpe, comprendemos:
sabemos que somos heno, verduras
de las eras, agua para la muerte.
64
Y no sólo el tiempo: Ios poetas
nos han enseñado la amargura,
el placer, el gozo de estar libres,
y el viento y las noches y la esperanza.

¿Qué hago, qué digo, qué estoy haciendol


Es preciso hablar, es necesario
decir 1o que sé, desvergonzarme
y abrir mis papeles chamuscados
en medio de tantas fiestas y gritos.

Y prestar mis ojos, imponerlos


detrás de las máscaras alegres
para que permitan y compadezcan,
y miren y quieran, y descubran
que estamos desnudos, que no tenemos.

65
2g

CoN uN gerrnen casi de alegría


he podido ver las cosas. La sangre
se levanta, sale como un perro
del rincón oscuro en que dormitaba.
Y me intranquiliza ver que estoy solo.

No me queda nada; sólo nombres


viejos, nuevos nombres amados
que se mezclan suavemente; confundo
el sabor de todos sobre mi lengua.

Es como al principio de mayo


cuando nos trabaja el tiempo, y el aire
y los besos saben a sal y a leche;
o como en las playas, cuando arriban
el viento y la espuma, traspasados
de un gusto de ropas de mr.rjer satisfecha.

FIay cosas que sé


sin conocer-las;
presencias que siento mías
aunque hayan quedado lejos por siempre.

66
Puedo hablar y puedo decirlo: algunas
veces las ventanas tienden las hojas
y vuelan: son pájaros. Y acontece
que baja de todas Partes el cielo
rumbo al coraz6n, con la dulzutu
de una enfermedad sin importancia.

67
29

Mr vez a la ventana
esornrÉ otra
a ver si tocabas en mi puerta.
No era nadie. Todos los vecinos
saben que te estoy esperando.

Me divierten cosas que me cansan:


oír el silbato del cartero
que se acerca, espiarlo, contar las cartas
que reciben todos los que conozco,
y saber que nadie en este día
se acordó de mí para escribirme.

O llegar del trabajo,


después
cuando tengo ganas de no estar solo,
y hacer la pregunta diaria:
tt
¿
M" llegaron cartasi "
Y sé que nunca
habrá de escribirme nadie,
porque tú no sabes en donde vivo.

También pienso a veces que estás de viaje,


68
que regresarás cualquier día.
Pero no estaré cuando vuelvas.

A mí me ha tocado no estar contigo;


no tengo miradas para encontrarte
ni hay cosa en que pueda reconocerte.

69
3o

A u¡r¿,o del frío de febrero,


con una esperanza de viento cálido,
me alcanzí un primer anuncio, un fantasma
de la primavera concupiscente.

Ya de nuevo todas las cosas


habrán de empezar a buscarse
unas a las otras. Vendrán las noches
breves, ios latidos bajo la tierra,
y los vegetales brazos, y el agua.

Y también nosotros abriremos


esta soledad, porque nos duele,
y perseguiremos nuestra ventura
a golpes de ciegos enfurecidos.

Qué triste resulta que no sepamos,


solos entre todo, la paLabra
capaz de acercar lo que no tenemos.

Es cierto: sin duda se proےresa:

7o
apenas se está empezando¡ Y se pueden
armar infiernitos que en una sola
llama precipiten al otro mundo
cuatrocientos rnil infelices;
encender lucientes, perfectas máquinas,
o quitar mejor las enfermedades.

¿Pero en dónde está lo que se ha ganado


para estar tranquilos, para vernos,
para conseguir nuestra compañíal

Incompletos somos, mutilados horribles


que nos deshacemos buscando a tientas,
en otros, los miembros que hemos perdido.

En espejos rotos nos reflejamos,


en mustias imágenes fragmentadas,
y por las rendijas del reflejo
escurre, se pierde *ágicamente
nuestra vida más preciosa y despierta.

Y es para sentarse a llorar de envidia


ver que en torno nuestro las piedras,
la tierrar las plantas, los animales,
armoniosamente se consuman,

7t
se juntan tranquilamente, relucen
de tan firmes, cantatl de tan seguros,
mientras nos quebramos nosotros.

a,
3r

ENrnr sordas piedras herrumbrosas,


gargantas y dientes y nudos, y altos
círculos de pájaros y de viento.

Donde el mar, gimiendo, llega turbio


a colgar de hilachos viejos, de espuma,
de cosas abiertas, despedazadas:

de caparazones de cangrejos
que a pausas se rompen y se vacían,
de peces que lentamente se pudren.

En donde un olor confuso y tibio


se mece en el aire espeso, descansa,
y sube de nuevo y flota y revive,

vine a recordarte. Y de tus ojos


algo que no tuve llegó a mis ojos.

73
32

Sr ¿r-currN se olvidara de todo


lo que Ie enseñaron, y decidiera
despreciar las cosas por las que vive
y sentarse, mucho tiempo, en el quicio
de una puerta ajena, desconocida,
sólo para ver pasar a las gentes,
es casi seguro que encontraría
un terror anónimo en su sangre,
una soledad que no imaginaba.

En la madurez de Ia primavera
las dulces muchachas, despreocupadas,
sacan a la calle sus deseos
vestidos con ropzls ligeras. Se ven los hombros
húmedos, el pliegue bajo los brazos;
al sol y la sombra se transparentan
piernas asombrosamente desnudas.

Eso pueden verlo todos los ojos.

Pero pocos son los que han visto


lo que se trasluce en el paso
7+
normal de las gentes; lo que habita
más allá de faldas y pantalones,
y que esculpe en todos la ineficacia completa
de un mono demente, de un suicida,
de un ratón con piojos que se rasca.

Nadie está conforme con nadie; todos


se apagan en medio de su fracaso;
encuentran que nada tiene sentido;
soportan, mecánica, una vida
que en ninguna forma les corresponde.

Un adolescente ha caminado
con su novia pálida, en el silencio
de un jardín a solas bajo la tarde;
la lnbrá acariciado en secreto, con ganas
de llorar; Ie habrá dicho versos aprendidos
del Declamador sin Maestro; Ia habrá llevado,
después, a la puerta de su casa.

Y ahora se mete en el cuarto


de un hotel, y mira sus zapatos puestos,
la cama usadísima, la barriga
de la ramerilla que lo acompaña,
y siente que es pobre en su verguenza,
en su miedo, a solas en todas partes.

I5
33

Es colvro esperar en algún sitio:


un café, digamos, por ejemplo:
hay gentes y sillas, y una ventana
por la que se puede mirar un árboI.

Y se piensa poco, y se acostumbran


los ojos a estar en la puerta
por la que ha de entrar aquella que a todo
prestará sentido. Cuando llegue,
todo lo que está yaciendo ahgra
será necesario; en torno suyo
relumbrará simple, tranquilo:
vivirán las tazas vacías, las tristes
cucharas, el aire que se respira;
naceri una tierna amistad juego
-un
de miradas cómplices, de sonrisas a medias-
entre las parejas desconocidas
y nosotros. Todo estará de acuerdo.

Y llega la,certidumbre
entonces nos
de que no vendrá. Y pensamos,

76
mirando el reloj cada tres segundos,
en otros lugares, en las palabras
que en ese momento se están diciendo
y que no sabremos nunca, y un golpe
de tristeza súbita, de impaciencia,
desordena el mundo, lo desencaja.

No hay nada en su sitio ya; cada cosa


ocupa un lugar que no es el suyo;
nadie se conoce, se aborrecen
entre sí los torpes objetos; Yagan
al acaso, huyéndose, destrozándose:
lo vemos; seguimos en la miseria,
y necesitamos que nos ayuden.

Inútil parece, a veces,


fundar la esperanza, querer que muera
el dolor, qlre nazca el pan, que podamos
salir de esta ausencia que nos desarma,
sólo por la tuerza y el arte
de una cancioncilla que escribimos,
mientras esperamos lo que no llega.

77
IV

Qur vrNcau la aguja y la seda


para remendar la boca de un sapo:
sonó la camplna del banquete,
es hora de trampas: del juego sucio.

Se destapa un ojo la justicia


para ver los platos de labalanza,
y poder tomar lo que le convenga.

Quémese el petate, y se revuelva


con saliva, gozo y piloncillo:
camino del rastro, con magnavoces,
lleva el Chapucero sus animales
plagados de gritos epilépticos.

Cada quien agarre lo suyo


antes de que alguno selo gane;
éste es el momento de ver las llagas,
de enseñar los labios hendidos
hasta el paladar, de abrir los candados
y soltar los puercos de pelea.

78
Es el remolino de armadas bocas
que gritan con piedras y con garrotes.

Caballos podridos galopan


Ilevando los huesos al aire, hiriendo
insepultos cuerpos, casi líquidos,
de oscuras mujeres enrebozadas.

Despierten las glándulas.


Es la hora
de los enernigos con máscara,
del pan renrojado en la Ponzoíra,
de sentir que todo está Permitido,
de hartarse de todo. Están esperando,
ya, las prostitutas de sobremesa.

79
3+

Lr-rce fácilmente el dolor; atiende


el primer llamado que le hacemos.
Para que el dolor nos toque, es bastante
con dejar caer las marlos,
y pensar en algo y querer tenerlo.

Y con qué dureza nos aprieta


después el dolor, con su mano sorda;
nos dobla los hombros, nos empuja
siempre más adentro de donde estamos,
y ya Lo es posible escapar, y nada
nos queda sino aguantar en silencio.

vez éste fuera el momento


-Tal
de nombrar a Dios en este poema.
Pero les confieso sinceramente
que hasta el nombre solo me atemoriza-

Y también sabemos hacer veces


-a
8o
sin querer hacerlo- el sufrimiento
de los otros.
Siempre los que nos aman
se dejan inermes en nuestras manos;
nos dan el poder monstruoso
de usar de sus cosas como nos plazcal
de hacer su dolor, de formarlo
con una palabra callada, con un gesto.

Y lo hacemos, no porque nos falten


caridad o ganas de ser buenos,
sino por pereza o por miedo, acaso
por remordimientos o vergüenza y olvido.

Como cuando duerme un niño, y no quiere


despertar,y grita lastimando
la voz que lo viene a llevar al día;
o como la mansa bestezuela
que, por puro espanto, se revuelve
y muerde y desgarra la mano que procura
sacarla del agua en que se ahoga;
o como el soberbio, que no recibe
lo que se le da, porque piensa


amada- y rcchaza su propia vida,
y al herirse hiere a quien lo busca.

Porque no podemos todavía


dar o recibir sin hacer daño;
nos falta humildad y trabajo; fuerza
para no negar que somos débiles.

8z
35

Es ru
yano amar con la voz, dejarla
correr, que se extienda: no le importa
a nadie.
Si yo pudiera decirlo.
Si pudiera abrir un espejo enfrente
de todos los ojos, si yo mismo
consiguiera ser el espéjo, entonces
tal vez se me fuera esta miseria
de salir sobrando, de no servirme.

Yo pienso que todos buscamos;


que al pasar las calles, en los cines,
detrás del secreto de cada esquina,
pretendemos rostros conocidos.
Tal vez uno solo que nos viera
con obstinación, y en silencio
nos dijera: (tTú eres." Qué descansada
vida, qué esperanza de entregarnos,
de irnos compartiendo
nuestro purgatorio de bolsillo.

83
Pero no encontramos nunca; no vemos
más que la existencia inexplicable
como una mendiga embaruzada.

84
'36
SrrNro. No es problema de inteligencia.
Tengo el simple orgullo de haber sido
siempre un amador de las mujeres.
Vivas, existentes, imaginadas,
muertas: incansablemente bellas.

Y recibí siempre Io que he dado;


es decir,
un resto de amargura,
un sabor de pérdida, de costumbre
desesperanzada.

Y siempre acabé por sentirme


enfermo, sonámbulo, encarcelado
dentro de mi casa boquimuerta.

En mis tiempos, era de los niños


un juego inocente y sabio; cantaban:
t(A la rueda,
rueda de San Miguel,
todos traen su caja de miel.r, Traemos.

85
37

Topas las mañanas, cada día


antes de salir, al rasurarnos,
al enderezarnos la corbata,
al poner el saco sobre los hombros,
al atar las cintas de los zapatos,
nuestras manos hacen 7a tarea,
de igual modo inútil, que otras manos
han de hacer alguna vez por nosotros.

Es una costumbre admitida


la de acicalar a los muertos;
ponerles a Íuerza su mejor ffaje,
sus zapatos nuevos, su camisa planchada,
como procurando que en la tierra
los halien decentes los gusanos.

Tal vez el más cruel de los trabajos,


entre tantas cosas desesperadas,
es el de vestir un muerto querido
como disponiéndolo a la fiesta
más solemne, al acto más complicado,
86
o para guardar la memoria
de una gente buena y en orden,
que hasta cuando ya no lo sabía
estaba correctamen te arteglada,
bajo la penumbra de las velas
y Ia aprobación de las visitas.

87
38

¿CuÁl es la mujer que recordamos


al mirar los pechos de la vecina
de camión; a quién espera el hueco
lugar que está al lado nuestro, en el cinel
¿A quién pertenece el oído
que oirá la palabra más escondida
que somos, de quién es 7a cabeza
que a nuestro costado nace entre sueñosl

Hay veces que ya no puedo con tanta


tdsteza, y entonces te recuerdo.
Pero no eres tú. Nacieron cansados
nuestro largo amor y nuestros breves
amoresi los cuatro besos y las cuatro
citas que tuvimos. Estamos tristes.
Juntos inventamos un concierto
para desventura y orquesta, y fuimos
a escucharlo serios, solemnes,
y nada entendimos. Estamos solos.

Tú nunca sabrás, estoy cierto,

88
que escribí estos versos para ti sola;
pero en ti pensé al hacerlos. Son tuyos.

Ustedes perdonen. Por un momento


olvidé con quién estaba hablando.
Y no sentí el golpe de mi yentana
al cerrarse. Estaba en otra parte.

89
39

Tet ynz permaneces en el espejo


que te ha reflejado, y en el vestido
que te quitas, húmedo como flores
que se consumen.

Y algo tuyo dejas en lo que tocas,


temblando en el aire en que te has movido;
en todas las cosas que miras, algo
pierden tus ojos.

Y en este dolor, y en este deseo,


y en esta amargura, y en la nostalgia
que se obstina. Y siento, de pronto, a solas,
que no te has ido.

9o
+o

Los oírs de fiesta se descansa;


no hay nada que hacer; se cierran
las tiendas; se encuentran los amigos, los novios.
Salen de paseo los que pueden,
y todos procuran alguna cosa
que llene las horas desocupadas.

Y aparece entonces evidente


como nunca, rígida como nunca,
la desolación del que está solo.

En silencio, manso, entre las casas,


cruzando las calles vacías,
busca, como perro sin dueño,
algo conocido, una palabra
de saludo, un gesto que lo proteja.
Y'llora de sed y de fatiga.

Y acaba encerrándose de nuevo,


escuchando música, dibujando,
leyendo novelas de aventuras,

9t
poemas de tonos melancólicos,
o quizá escribiendo las cosas
que mejor le duelen, para dejarlas
de recuerdo a alguno que no conoce.

92
v
L¿ rrrrprnATURA, a la sombra,
es de cuatrocientos sobre cero.
Bajo un cielo blanco tienden los árboles
deslucidas hojas de ceniza.
Aquí está la luz: nos Ia presta
Ia mano de cera de un ahorcado.

Avientan la ropa los esqueletos


secos de calor, impúdicos;
y las calaveras abren Ia boca,
para no morir de asfixia
en las oficinas de los bancos.

El Perjuro brinca de gusto;


infla los cachetes y sopla
sobre su montón de basura ardiendo
y animales gordos evaporados.

Ya eI mar es de sal, el viento


muerto, y queda un puño de tierra
flotando en eI fondo de los tinacos.
Quiere hablar la lengua reseca
y asoma la punta entre los colmillos.

Que nadie se acuerde de que existen


la sed, los cochinos consumiéndose;
vamos a tirarnos en la barranca
antes que suceda cualquier cosa
que nos dé la fuerua de arrepentirnos.

Lo mandó el Caudillo desde el horno


usando la voz de las histéricas.
Cha cha cha. Que hierva el ruido, bailemos.
Siga el vacilón. Somos libres.
Negra al que no quiera salir aullando.

9+
4r

No rs una desgracia abrir los ojos


ni tener despiertos los deseos
y estar triste y solo y pensando.

Y no ser de aquellos que consiguieron


su placer a ciegas para cegarse;
su televisión después del cine,
sus bailes, su ruido, sus limonadas:
pero que a Ia medianoche se sientan,
pesados de sueño, densos, bestiales,
y gritan y luchan sobresaltados
para desterrar su pesadilla.

Bienaventurados los que padecen


la nostalgia, el miedo de estar a solas,
la necesidad del amor; los hornbres,
las mujeres tiernas de ojos amargos;
los que en su comidahan recibido
Io gordo del caldo del sufrimiento.

Porque de ellos es Ia desesperanza,

95
el insomnio, el llanto seco, las rejas
de todas las cárceles, eI hambre,
y \a fuerza líÁca y el impulso
para desquiciar la desventura.

96
42

Drspr 7a tristezaque se desploma,


desde mi dolor que me cansa,
desde mi oficina, desde mi cuarto revuelto,
desde mis cobijas de hombre solo,
desde este papel, tiendo la mano.

Ya no puedo ser solamente


el que dice adiós, el que vive
de separaciones tan desnudas
que ya ni siquiera 7a esperanza
dejan de un regresoi el que en un libro
desviste y aprende y enseña
la misma pobreza, hoja por hoja.

Estoy escribiendo para que todos


puedan conocer mi domicilio,
por si alguno quiere contestarme.

Escribo mi carta para decirles


que esto es lo que pasa: estamos enfermos
del tiempo, del aire mismo,

97
de la pesadumbre que respiramos,
de la soledad que se nos impone.

Yo sólo pretendo hablar con alguien,


decir y escuchar. No es gran cosa.

Con gentes distintas en apariencia


camino, trabajo todos los días;
y no me saludo con nadie: temo.

Entiendo que no debe ser, que acaso


hay quien, sin saberlo, me necesita.
Yo Io necesito también. Ahora
lo digo en voz alta, simplemente.

Escribí al principio: tiendo la mano.


Espero que alguno 1o comprenda.

98
fNpICE
t. A¡í he recordad.o de ¡ueño _brlzor_ 9
z. Catninot, esguinat, encrucijadas IO

3. Cuanlo todo e¡tá perlido, caamdo T2

+. 9aé tranguilarnert¿ callon t4


5, (Jn límite ?a¡to ! sotpcchoto r5

6. De¡de lo profund.o nte nace?, t7


7. Pesaban tus oios, abierto¡ r9
I. Ch¿ cha cha. Bai.lentos. Hieroan lo¡ ruido¡ 20

8. (Jna llantorada de mo¡cat verde¡ . 22

g. 8i yo digo "ornor", guiero, al deciilo 24

to. Anua'go et pcrder un amigo z6

tl. Bacno fuera, acato, no habcr corubiado z8

tz. E¡critorios he conocido 3o


t3. En n u! ?ocos años ha erecido 32
t4. En mcdio d¿ tado, et admirablc 34

36
t6. Hay día¡ taa áridos, que 1o minto 38
n. Y cllurer de los hue¡o¡.. i... 4o
rZ. Qué fácil tería ?drd erta morcd 42
99
t8. De noche, con 4ans lentot 44

tg. Yo sé que se quede morir de hatnbre +7

zo. La¡ genter gae oiaion adguieren urua +9

2r. Y tri, profetora. Llegan contigo 5r

zz. Decir: nunca más. Y ver enlo"ncét . . . . t3


23. Sólo es oerdadero lo gue hacentor . . . . ))
z+. Para los gue llagan a las fiestat 57

Íll. Alguilemos trajes dc et'igueta 59

25. Por sá no lo lte dicho lo d.igo ahora 6t


26. Hace muchas noche¡ ¡e ?ré?a{aba 6z

27. Sientprc ha sido mérito del ?oeta . 64

28. Con ar, gern en ca¡i de alegrío 66

29. Me a¡omé otra ttez, d la genlona 68

30. A mirad del lrío dc febrero 7o

3t. Dntrc sorda¡ piedrat kerntmbro¡a¡ t)

32. Si alguien ¡e oloidara d¿ todo 7+

JJ. Es como er?el'ar en algún. ñtio 76

IV. Que vengan la aguia y la eda 78

34. Llega fáciltnente cl dolor; atiende 8o

35. Es en gdno atnar con la voz, daiarla t. . . . . 83

36. Sienn. No et problema de inteligencia .......... 85

37. Toda¡ la¡ mañanat, cada día 86

roo
38. ¿Cuál et la rnujer que recordtmo¡...? ........ . 88

39. Tal sez, ?eroramece¡ an el espeio . . ... . .. 90

+o. Los días de lietta se d.escan¡a ..... . 9r


Y. La len?eralurd, a la ¡ombra ...... 93

4r. No es una detgracia abrir lot ojos ........ gs

42. Desde l¿ lrirtcz,a gue rc let2lorna ... ..... 97

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