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Concepto
El leguaje se considera como el instrumento básico de comunicación emocional y de relación en la
especie humana. Por tanto, sus déficits pueden ser causa de una gran variedad de desajustes
psicológicos. Estos pueden ser reactivos a las dificultades de relación y comunicación del niño con
los adultos de apego y con los de su entorno social en general, o bien, y dependiendo de la
gravedad del déficit, a las alteraciones neurocognitivas que merman las habilidades de análisis, y
por tanto de afrontamiento, frente a la gran variedad de situaciones a las que debe hacer frente el
niño.
Al igual que en los trastornos del aprendizaje la investigación actual de los trastornos de la
comunicación está variando, del énfasis en los déficits del procesamiento audioperceptivo se dirige
hacia una definición basada en las funciones simbólicas del lenguaje. Existe una estrecha conexión
entre los procesos sensoriales, perceptivos, motores y cognitivos en el desarrollo cerebral.
De forma esquemática, se incluyen como zonas cerebrales del lenguaje a una serie de estructuras
neuroanatómicas corticales del hemisferio izquierdo y que según Diaz (2002) comprenderían:
El córtex asociativo frontal o área de Broca. Comprende las partes oporcular y triangular de la
tercera circunvolución frontal.
El córtex asociativo temporal situado detrás del área auditiva primaria y una parte de la
segunda circunvolución temporal. Forman el área de Wernicke.
Dos regiones del córtex asociativo multimodal que ocupan la conjunción temporo-parieto-
occipital, el gyrus supramarginal y el angular o pliegue curvo. Se le denomina zona de Wernicke.
A las anteriores estructuras se les suele añadir la zona del córtex senso-motor que sigue a la
parte opercular de los gyrus pre y post-central izquierdos. Igualmente, se incluye como estructura
subcortical al fascículo arqueado que une la zona de Wernicke con la de Broca.
Sin embrago, los estudios neurofuncionales realizados en los Trastornos Específicos del Desarrollo
del lenguaje en la infancia han puestos en evidencia la gran complejidad funcional que implica el
desarrollo normal del lenguaje. El primer interrogante se refiere al peso de la genética frente a los
factores ecológicos en su génesis. Los estudios de agregación familiar evidencia dos tipos de
transmisión la de tipo poligénico y la autosómica dominante para algunos trastornos del lenguaje
y, finalmente, el fenotipo encontrado para el lenguaje en numerosas entidades genéticas:
síndrome X-frágil, el síndrome de Willians etc. (Narbona et cols, 1999).
En las interacciones sociales, la comunicación verbal y no verbal (mirada, gestos de la cara y las
manos; cualidades vocales) incluye la evocación de palabras (acceso y recuperación de la
información verbal), relaciones entre las palabras (semántica), formación de frases (sintaxis), dar
y recibir feedback, seguir la estructura de la conversación y hablar con soltura, respuesta al
contexto, adaptación a los significados y a los acontecimientos externos, respuesta al propio
sentido interno de los acontecimientos y control de las propias producciones comunicativas
(habilidades metalinguísticas). Todas estas habilidades se alcanzan normalmente a los cinco años.
Entre los 2 y 3 años pueden observarse notables déficits en la articulación (producción de los
sonidos del habla), en la expresión (producción y uso del lenguaje oral) y en la recepción
(comprensión).
Pero también el habla y el lenguaje dependen en un alto grado de las características lingüísticas
del ambiente, y pueden interactuar con otros factores socio-ambientales para influir en el
desarrollo y las habilidades adultas. Por ello, puede resultar útil una valoración de las
características de la familia (tamaño de la familia, orden de nacimiento, estatus socioeconómico,
habilidades verbales de los padres, patrones familiares del habla, estimulación interpersonal) así
como observar el habla espontánea entre padres y niño. La comunicación del niño puede
observarse mediante la comprensión del lenguaje (estructuras lingüísticas), expresión (estructura
y longitud de las declaraciones) y razonamiento lógico. La atención auditiva (pérdida del hilo de la
conversación, falta de habilidad para oír en medio de una muchedumbre, distractibilidad), la
discriminación (distinguir sonidos similares), y la memoria (habilidad para repetir secuencias de
palabras o dígitos) pueden valorarse a través de los tests neuropsicológicos.