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4to Viernes de Cuaresma

Tradición y novedad
Cuando nos descubrimos “juntos” en el camino hacia el encuentro con el
Señor, nos sentimos acompañados, no solo por Él, sino por aquellos que
están a nuestro lado Nos descubrimos en relación ( Jn 10, 30 Yo y el Padre
somos uno*.».) , como lo veíamos el viernes antepasado. Y al estar en
relación ocurre un fenómeno interno muy curioso: la confrontación. Abrirnos
al otro y al Otro, es como tener un espejo frente a uno mismo.
El que camina a mi lado no solo acompaña mi ascenso al monte, MT 17, 1-
9 Seis días después, tomó Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano
Juan, y los llevó aparte, a un monte alto*. 2 Y se transfiguró delante de ellos: su
rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la
luz*. 3 En esto, se les aparecieron Moisés y Elías, que conversaban con él. 4
Tomó Pedro la palabra y dijo a Jesús: «Señor, está bien que nos quedemos aquí.
Si quieres, haré* aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para
Elías.» 5 Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su
sombra, y salió de la nube una voz que decía: «Éste es mi Hijo amado, en quien
me complazco; escuchadle.» 6 Al oír esto los discípulos, cayeron rostro en tierra
llenos de miedo. 7 Mas Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo: «Levantaos,
no tengáis miedo.» 8 Ellos alzaron sus ojos y no vieron a nadie más que a
Jesús. La venida de Elías. 9 Cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No
contéis a nadie la visión, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre
los muertos.».

Sino que en él puedo ver reflejadas cualidades, actitudes, formas de ser


que compartimos y que son buenas, pero también ese reflejo incluye
aquello que no es tan bueno en nosotros, nuestras sombras. Lo positivo en
cada uno de nosotros es aquello que forma nuestra “tradición” personal,
y lo no tan positivo de alguna manera se vuelve esa posibilidad de
cambio, descubrimos esa novedad que atrae y que lleva a ser mejores
personas, mejores cristianos. ( Jn 10, 30 Yo y el Padre somos uno*.».)
Es tradición y novedad en cada encuentro, en cada relación, en cada
momento con el Señor. Traigamos a nuestra mente el texto bíblico guía de
nuestros ejercicios y veamos como esto queda evidente: …En esto, se les
aparecieron Moisés y Elías, que conversaban con él… MT 17, 1-9
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El camino cuaresmal, hacia el monte alto, implica lo antiguo y lo nuevo.
Moisés y Elías, personificaciones de la Ley y de los Profetas, aparecen
junto a Jesús en el monte Tabor.
La novedad de Cristo es el cumplimiento de la Antigua Alianza y de las
promesas; es inseparable de la historia de Dios con su pueblo y revela su
sentido profundo. “el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de
nuestros padres.” (Hch 3, 13)
Al hacer alusión al Dios de los patriarcas, el apóstol, está queriendo
que el pueblo traiga a la memoria la promesa que Dios hizo a sus
padres y en ellos a todo el pueblo. Recordar, para el pueblo de Israel,
es actualizar la promesa de Dios. Es un término litúrgico para designar
la acción de Dios en la historia. Con estos elementos, el apóstol,
coloca su discurso en la dimensión del cumplimiento de las promesas
divinas. La promesa se cumple en la glorificación de Jesús. No solo en su
muerte sino, sobre todo, con su resurrección.
Esta lectura nos pone a nosotros también en la perspectiva de las
promesas divinas. Dios nos ha prometido una vida de felicidad, un
designio de plenitud, nos quiere conducir hacia el cumplimiento de su
destino de amor para nuestra vida. Pero la experiencia cotidiana no
siempre es de gozo. La cruz, aun a pesar de nuestra fe en la
resurrección, nos sigue acompañando. 

Esa novedad que de igual manera permanece inseparable en cada uno de


nuestras historias, perfeccionando lo antiguo de cada uno de nosotros. Este
binomio nos ayuda a descubrir que cada uno de nosotros tiene un origen,
una historia concreta, lo antiguo; y la relación nos ayuda a abrirnos a la
novedad del cambio, a buscar nuevos caminos. Nos ayuda a evitar las
tentaciones del inmovilismo (Tendencia a mantener sin cambios una
situación política, social, económica o ideológica). y de la improvisación.

Cuantas veces no caemos en la actitud de: soy así, que así me


aguanten, que me acepten como soy. Ciertamente es necesario tener
clara la tradición, saber decir quién soy, pero la apertura al encuentro
hace que nos descubramos necesitados de mejorar cada día, cada
encuentro con Jesús no confronta a mejorar, a permitir la novedad es
eso que “siempre hemos hecho así”.
2
Jesús no vino a “quitar”, “eliminar” o “desechar” lo antiguo, sino a mejorarla, a
perfeccionarla. Mt 5, 17-19

El encuentro es invitar a Jesús para que entre su vida y permitir que


todo lo que esté viviendo sea transformado por su poder para bienestar
y bendición. Ap 3, 19-20 19

Ap 3, 19-20 19 Yo reprendo y corrijo a los que amo. Sé, pues, ferviente y


arrepiéntete. 20 Ten en cuenta que estoy a la puerta y voy a llamar; y, si
alguno oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos
los dos*
MT 5,17-19 «No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No
he venido a abolirlos, sino a darles cumplimiento*. 18 Os aseguro* que,
mientras duren el cielo y la tierra, no dejará de estar vigente ni una i ni
una tilde* de la ley hasta que todo suceda. 19 Por tanto, el que no dé
importancia a uno de estos mandamientos más pequeños y así lo
enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos;
en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino
de los Cielos.

Y esa misma actitud debemos tener con nosotros mismos en esta Cuaresma.
No se trata de ser “otros”, de “quitar” lo que somos, sino de mejorarlo, de irlo
perfeccionando, porque nosotros no podemos crear de la nada, nosotros
necesitamos lo que hay para de ahí construir, mejorar. Es aceptar lo que
somos, para potenciar lo bueno y mejorar lo no tan bueno. Porque cada
experiencia vivida, buena o mala, genera en nosotros una experiencia y si
prescindimos de lo pasado, de lo que somos, simplemente nos estancamos,
nos quedamos a medio camino, en algún mirador, contemplando lo que
añoramos y evitando lo que tenemos.
En este punto de nuestro ascenso, debemos revisar lo que hemos vivido,
porque eso es el resultado de nuestras propias acciones, de nuestras
elecciones, de nuestro convivir. Tenemos que detenernos y
preguntarnos: De todo eso que he vivido, ¿qué deseo conservar?
¿Qué estoy conservando? ¿Qué he conservado? Porqué “conservar”,
porque Jesús no vino a quitar, sino a mejorar, y para mejorar tenemos
3
que poner la mirada en aquellas cosas del pasado que han sido
buenas, porque se vuelven fundamento de nuestra persona.
Porque un verdadero cambio solo tiene sentido únicamente en relación con
lo que se conserva, eso es lo que le da sentido. Lo que importa no es lo
que queremos cambiar, sino lo que queremos conservar. Porque al dejar en
claro lo que queremos conservar en automático lo demás sale sobrando, lo
demás se deja a un lado para adquirir nuevas actitudes y formas de ser.

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Comparte
Ahora por pequeños grupos o en general se compartirán los puntos que les
hayan llamado la atención o las respuestas de algunas preguntas
anteriores.
Ora
Señor, en mi miedo, tu seguridad. En mi duda, tu aliento. En mi egoísmo, tu
amor. En mi rencor, tu misericordia. En mi “yo”, tu “nosotros”. En mi
rendición, tu perseverancia. En mi silencio, tu voz. En mi ansiedad, tu
pobreza. En mi tempestad, tu calma. En mi abandono, tu insistencia. En mi
dolor, tu alivio. En mi debilidad, tu fuerza. Señor, transforma mi orgullo en
humildad, Mis malos modos en ternura, Mis decepciones en esperanza.
Convierte mis guerras en paz, Mis divisiones en unidad, Mis sombras en
luz, Transfigúrame, Señor. Señor, que descubra mi novedad en mi historia
personal. Amén.

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