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Tradición y novedad
Cuando nos descubrimos “juntos” en el camino hacia el encuentro con el
Señor, nos sentimos acompañados, no solo por Él, sino por aquellos que
están a nuestro lado Nos descubrimos en relación ( Jn 10, 30 Yo y el Padre
somos uno*.».) , como lo veíamos el viernes antepasado. Y al estar en
relación ocurre un fenómeno interno muy curioso: la confrontación. Abrirnos
al otro y al Otro, es como tener un espejo frente a uno mismo.
El que camina a mi lado no solo acompaña mi ascenso al monte, MT 17, 1-
9 Seis días después, tomó Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano
Juan, y los llevó aparte, a un monte alto*. 2 Y se transfiguró delante de ellos: su
rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la
luz*. 3 En esto, se les aparecieron Moisés y Elías, que conversaban con él. 4
Tomó Pedro la palabra y dijo a Jesús: «Señor, está bien que nos quedemos aquí.
Si quieres, haré* aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para
Elías.» 5 Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su
sombra, y salió de la nube una voz que decía: «Éste es mi Hijo amado, en quien
me complazco; escuchadle.» 6 Al oír esto los discípulos, cayeron rostro en tierra
llenos de miedo. 7 Mas Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo: «Levantaos,
no tengáis miedo.» 8 Ellos alzaron sus ojos y no vieron a nadie más que a
Jesús. La venida de Elías. 9 Cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No
contéis a nadie la visión, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre
los muertos.».
Y esa misma actitud debemos tener con nosotros mismos en esta Cuaresma.
No se trata de ser “otros”, de “quitar” lo que somos, sino de mejorarlo, de irlo
perfeccionando, porque nosotros no podemos crear de la nada, nosotros
necesitamos lo que hay para de ahí construir, mejorar. Es aceptar lo que
somos, para potenciar lo bueno y mejorar lo no tan bueno. Porque cada
experiencia vivida, buena o mala, genera en nosotros una experiencia y si
prescindimos de lo pasado, de lo que somos, simplemente nos estancamos,
nos quedamos a medio camino, en algún mirador, contemplando lo que
añoramos y evitando lo que tenemos.
En este punto de nuestro ascenso, debemos revisar lo que hemos vivido,
porque eso es el resultado de nuestras propias acciones, de nuestras
elecciones, de nuestro convivir. Tenemos que detenernos y
preguntarnos: De todo eso que he vivido, ¿qué deseo conservar?
¿Qué estoy conservando? ¿Qué he conservado? Porqué “conservar”,
porque Jesús no vino a quitar, sino a mejorar, y para mejorar tenemos
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que poner la mirada en aquellas cosas del pasado que han sido
buenas, porque se vuelven fundamento de nuestra persona.
Porque un verdadero cambio solo tiene sentido únicamente en relación con
lo que se conserva, eso es lo que le da sentido. Lo que importa no es lo
que queremos cambiar, sino lo que queremos conservar. Porque al dejar en
claro lo que queremos conservar en automático lo demás sale sobrando, lo
demás se deja a un lado para adquirir nuevas actitudes y formas de ser.
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Comparte
Ahora por pequeños grupos o en general se compartirán los puntos que les
hayan llamado la atención o las respuestas de algunas preguntas
anteriores.
Ora
Señor, en mi miedo, tu seguridad. En mi duda, tu aliento. En mi egoísmo, tu
amor. En mi rencor, tu misericordia. En mi “yo”, tu “nosotros”. En mi
rendición, tu perseverancia. En mi silencio, tu voz. En mi ansiedad, tu
pobreza. En mi tempestad, tu calma. En mi abandono, tu insistencia. En mi
dolor, tu alivio. En mi debilidad, tu fuerza. Señor, transforma mi orgullo en
humildad, Mis malos modos en ternura, Mis decepciones en esperanza.
Convierte mis guerras en paz, Mis divisiones en unidad, Mis sombras en
luz, Transfigúrame, Señor. Señor, que descubra mi novedad en mi historia
personal. Amén.