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La Comunión Diaria con Dios

“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas
nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de
la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los
hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores
en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo:
Reconciliaos con Dios. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos
hechos justicia de Dios en él. (2. Corintios 5.17-21)

“Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba”.
(Marcos 1:35). 

“He aquí, el arca del pacto del Señor de toda la tierra pasará delante de vosotros en medio del Jordán. Tomad,
pues, ahora doce hombres de las tribus de Israel,  uno de cada tribu. Y cuando las plantas de los pies de los
sacerdotes que llevan el arca de Jehová, Señor de toda la tierra, se asienten en las aguas del Jordán, las
aguas del Jordán se dividirán; porque las aguas que vienen de arriba se detendrán en un montón. (Josué 3:11-
13). 

“La comunión íntima de Jehová es con los que le temen, Y a ellos hará conocer su pacto”. (Salmos 25:14).

Introducción

“Comunión” significa: relación, lazo, unión, afinidad, correspondencia, trato, similitud.

La comunión diaria con Dios, significa que el trato, la relación, la afinidad y la unión con Dios, debe ser cada día
de la semana, de tal forma que nos compromete y nos responsabilice con Él.

Jesús, en un momento que comentaba sobre la vida de Juan el Bautista, dijo:

“Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo
arrebatan”. (Mateo 11:12).

Creo firmemente que ese “hasta ahora”, permanece aún hasta ahora (hasta nuestros días). El reino de Dios
sigue sufriendo violencia (ataques), por lo que uno necesita estar decidido y definido con respecto a Dios, para
no ser movido por las propagandas del modernismo y de las cosas sin sacrificio que nos apartan de nuestra
comunión con Dios.

El mundo entero esta revolucionado por la tecnología, el modernismo, y las maneras de hacer las cosas sin
mucha dificultad y a la distancia (la ley del menor esfuerzo). Con un solo clic, se pueden hacer muchísimas
cosas desde la casa, de una manera fácil y rápida. Aun desde la misma cama con un control, se pueden abrir y
cerrar puertas, ver lo que está sucediendo al otro lado del planeta.
Lo que no se puede hacer, es abrir las puertas de la comunicación con Dios de esa manera tan cómoda.
Lastimosamente en los últimos tiempos que estamos viviendo, se están levantando creyentes que saben de
todo lo que es la tecnología, pero no pueden entrar en una buena comunión con Dios. Sus oraciones son hasta
“tecnológicas” y sus enseñanzas puramente sicológicas.

Sin tener la idea de ofender a nadie, aunque es importante la tecnología (pues hasta nosotros mismos estamos
aprovechando sus ventajas), nada debe suplantar la comunión que todo creyente debe tener con Dios. No
podemos tener más comunión con el televisor o la computadora (junto con el Internet) que con Dios.
Cuando el ministro de Dios se para desde un pulpito, solo puede hablar de aquello con lo que más está
relacionado, porque de la abundancia de lo que está en su corazón, es de lo que hablará su boca, y ese es el
efecto que producirá

La comunión con Dios es Indispensable Primero, Pues nos Ayudará a Discernir Nuestra Comunión con
los Hombres 

El apóstol Pablo dijo que Dios nos dio el ministerio de la reconciliación. Es decir, el trabajo de los ministros de
Dios es tan importante, que una equivocación puede costar un valor más alto que todo el oro del mundo. Un
alma vale más que todo lo que tenga valor en el universo creado por Dios.

El apóstol Pablo dijo: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he
aquí todas son hechas nuevas”. (2. Corintios 5:17).
¡Ya estamos en Cristo! ¡Ya somos nuevos! ¡Ya las cosas viejas pasaron! Por eso, ya no debemos tener
comunión con el mundo, ni estar enlazados (o teniendo afinidad) con las cosas paganas de esta vida. Hemos
nacido de nuevo, para ser ganadores y no perdedores. Aún las amistades que escogemos, deben ser
seleccionadas para que no perdamos la comunión con Dios. El apóstol Pablo dijo a los Corintios: “No os unáis
en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué
comunión la luz con las tinieblas?” (2. Corintios 6:14).

Dios nos dio el ministerio de la reconciliación, y cuando hablamos de reconciliación, estamos diciendo que hay
ofensa o separación del hombre para con Dios, lo cual es verdad, pues el apóstol Pablo dijo: “por cuanto todos
pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. (Romano 3:23).

Me gusta mucho la palabra evangelio, que significa buena noticia ¡La buena noticia, es que hay posibilidad de
reconciliación! ¡Hay posibilidad de hacer las paces con Dios! Las ofensas del pecado, pueden ser cubiertas con
la sangre de Jesucristo.

Esta labor es tan importante como hermosa, pero no se puede hacer, a menos que el embajador, el ministro,
tenga buena comunión con el que pagó el precio.

Juan el Bautista predicaba: “arrepentíos, porque el Reino de los Cielos se ha acercado” (Mateo 3:2), pero él no
salió de repente predicando entre las gentes. Él fue un varón preparado en el desierto, consagrado, dedicado,
que sabía lo que decía y sabía sobre quién predicaba, al punto de declarar que él no era digno de desatar la
correa del calzado de Cristo (Marcos 1:7, Lucas 3:16, Juan 1:27, Hechos 13:25).

La Oración: Un Medio de Comunión   

Hoy, el mundo necesita de hombres consagrados en plena comunión con Dios, que vengan ante Él con oración
genuina, con corazón quebrantado, derramado cada día en la presencia de Dios.

La única manera de lograr buena comunión con Dios, es por medio de la oración constante. Es la oración la que
produce unción sobre los creyentes en general.

Desde el comienzo de su ministerio, nuestro Señor Jesús (aunque era Dios manifestado en carne), desde su
humanidad pura y perfecta nos da el mejor ejemplo de comunión con el Padre.  Infinidades de veces, la Biblia
menciona que Jesús oraba desde muy temprano.

La oración es hablar con Dios; el hablar con Dios es la comunicación, la conversación del hombre con el Ser
Divino. A través de la oración, Dios declara su buena voluntad y los planes que tiene para la iglesia, para
nuestro ministerio y para la familia que él nos ha entregado. Por medio de la oración, se nos pega la forma de
ser de nuestro Señor Jesucristo, al punto que llegamos a ser como Él. Nuestros  rostros son alumbrados y
nuestros pensamientos son cambiados, de tal manera que llegamos a soportar menos el pecado y amamos
más la Ley de Dios y sus dichos. Por eso el salmista dijo que la comunión íntima de Jehová es con los que le
temen. (Salmos 25:14).

En cierta ocasión, mientras Jesús oraba, su rostro y aun hasta sus vestidos fueron cambiados. “Y entre tanto
que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente” (Lucas 9:29). ¿Qué
cree usted que sucederá si nos dedicamos más a la oración?

Está claro que la verdadera comunión con Dios, viene a través de la oración genuina del creyente con Dios.
Hoy por hoy, no podemos dejar de lado este concepto de comunión. Todos los grandes hombres de Dios,
fueron de mucha oración; así Dios les declaraba lo que haría. Con Abraham lo hizo, cuando se disponía a
destruir a Sodoma: “Y Jehová dijo: ¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer?” (Génesis 18:17).  Ningún
varón o mujer grande de Dios, fue grande sin la oración. La oración hace que la gloria de Dios esté con él en
donde quiera que esté.

Un  ministro de Dios que está consagrado, que mantiene una comunión con Dios, tiene asegurada la victoria en
todas las batallas de la vida. Puede llegar a decir abiertamente las palabras dichas por el apóstol Pablo: “Pues
si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos,  o que
muramos, del Señor somos”. (Romanos 14:8).

Las Acciones Determinan la Comunión  

En el Antiguo Pacto con Israel, para Dios tener comunión con su pueblo, les dio el tabernáculo. Desde el Arca
del Pacto que estaba en el lugar Santísimo, Dios mostraba su voluntad y comunión, y el camino que debían
seguir. Definitivamente el creyente debe estar enlazado, unido en relación íntima con Dios.
Cuando el pueblo de Israel iba a entrar a tomar posesión de la tierra prometida, el Señor les dijo que el Arca
debía pasar primero sobre el cauce del río Jordán (Josué 3:11-13). El arca representa la misma presencia de
Dios, por lo tanto  cuando el río Jordán sintió que la gloria de su Dios creador pasó sobre él, tuvo que
detenerse. El río también representa los problemas y dificultades que retrasan la obra de Dios. Sin embargo, si
tenemos comunión con Dios, no hay fuerzas naturales o artificiales que puedan anegarnos o impedirnos que
entremos para recibir las promesas dadas por Dios a nuestras vidas.

Cuando la Comunión  con Dios Está Definida

La comunión definida con Dios, se puede expresar con las palabras del profeta Isaías.

“Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: No temas, porque yo te redimí; te
puse nombre, mío eres tú. Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán.
Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti. Porque yo Jehová, Dios tuyo, el Santo de
Israel, soy tu Salvador; a Egipto he dado por tu rescate, a Etiopía y a Seba por ti. Porque a mis ojos fuiste de
gran estima, fuiste honorable, y yo te amé;  daré, pues, hombres por ti, y naciones por tu vida. No temas,
porque yo estoy contigo; del oriente traeré tu generación, y del occidente te recogeré. Diré al norte: Da acá;  y al
sur: No detengas; trae de lejos mis hijos, y mis hijas de los confines de la tierra, todos los llamados de mi
nombre;  para gloria mía los he creado,  los formé y los hice. (Isaías 43:1-7).

Está claro que la comunión con Dios nos hace fuertes en medio de un mundo hostil que ha desafiado la
santidad de Dios, y ha degenerado la verdad de Dios y su Nombre. Aun en este medio, podemos tener
comunión con Dios, y una buena comunión con los hombres, para que Dios añada a su iglesia a los que ha de
ser salvos.

La Comunión con Dios en el Inicio de la Iglesia

La iglesia en su comienzo, nos da el verdadero ejemplo de comunión.

“Y estando juntos, [Jesús] les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre,
la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, más vosotros seréis bautizados con
el Espíritu Santo dentro de no muchos días”. (Hechos 1:4-5).

Aunque los apóstoles habían estado con Jesús durante su ministerio en la tierra, tenían que tener la comunión
con Dios dentro de sus corazones para lograr conmover a su mundo contemporáneo.

“Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y
sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la
iglesia los que habían de ser salvos”. (Hechos 2:46-47).

La presencia de Dios, nos hace sabios para tratar con los hombres que Dios añadirá a la iglesia. La comunión
que tenían los apóstoles, podía declarar al mundo que, aunque no fueran ricos en plata ni oro, tenían el tesoro
más precioso, el poder del Nombre de Jesús.

“Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en
las oraciones”. (Hechos 2:42).

¿Es Posible Continuar el Modelo Apostólico?

Sí, creo que sí se puede seguir el modelo apostólico de la comunión con Dios y con los hombres. En la iglesia
de Antioquia, los discípulos comenzaron a ser vistos como Cristo, y por eso les pusieron el sobre nombre de
cristianos. Se notaba a la distancia que ellos mantenían una comunión fuerte y genuina con Jesucristo, hasta el
punto de ser muy parecidos en sus formas de ser y de actuar con Él.

Hay un dicho popular que dice: “Dime con quién andas y te diré quién eres”. Los rasgos de nuestro maestro se
nos pegarán en la conducta de nuestro proceder, si no nos apartamos de Él. Nuestro proceder demuestra con
quien está nuestra comunión.
La Iglesia está sufriendo, la crisis más terrible en la época actual,
Hoy no se oye el gemir, de la Iglesia de ayer, por evangelizar,
no hay el interceder por el hermano aquel,
que ha podido caer en la trampa del mal.

Hoy pregunta el Señor, que se ha hecho ese amor,


que un día le enseñé, cuando sus pies lavé;
ese amor fraternal, que hoy día no se ve;
¿Qué se ha hecho dónde está?

¿Por qué esa indiferencia, que existe entre mi pueblo,


cuando uno solo es?
Si en una misma cruz mi vida di por él,
para darle la luz, en esa noche cruel.
¿Por qué tanto rencor, y esa falta de amor,
si mi pueblo uno es?

¿Porque no hay el sentir de amarse más y más como yo los amé?


Si unidos en la fe, todos conocerán que el cielo es vuestro hogar
y yo soy vuestro Rey.

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