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EUGENIO COSERIU

ESTUDIOS DE LINGÜÍSTICA
ROMÁNICA

E
BIBLIOTECA ROMÁNICA HISPÁNICA
EDITORIAL GREDOS
MADRID
Eugenio Coseriu

ESTUDIOS DE LINGÜISTICA
ROMANICA

Bastarían estos estudios para retra¬


tar de cuerpo entero a un gran lin¬
güista. Salvados de revistas y misce¬
láneas, puestos en castellano los que
rodaban en alemán, componen un vo¬
lumen extraordinario. Ante nosotros
se agrupan las lenguas románicas, el
latín, el griego. Los rigurosos análisis
del autor suelen consagrarse a aspec¬
tos sintácticos, semánticos y etimoló¬
gicos. El latín vulgar queda circuns¬ DGNOSCO EX PARTE
crito históricamente y definido en sus
alcances; las lenguas románicas, sub¬
rayadas en su profunda unidad. Ésta
es verdadera y universal lingüística
comparada. ¡Aire puro!
De elegir algún rey entre tanto can¬
didato, sería el verbo, considerado
aquí (originalmente) en sus categorías
aspectivas, conforme a la visión par-
cializadora o global con que el hablan¬
J. BATA LIBRARY
te presenta la acción. Nos referimos UNIVERSITY
a construcciones como andar enfermo,
estar + gerundio, etc., o a las perífra¬
sis paratácticas del tipo tomo y me
voy, que ahora aparecen documenta¬
das y explicadas en innúmeras lenguas
europeas. Coseriu consagra especial
interés a la influencia del griego anti¬
guo —incomparable vehículo cultural
y religioso— sobre el latín vulgar y,
consecuentemente, sobre los roman¬
ces, no ya sólo en lo material, sino en
(Pasa a la solapa siguiente)
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Kahle/Austin Foundation

https://archive.org/details/estudiosdelinguiOOOOcose
ESTUDIOS DE LINGÜÍSTICA ROMÁNICA
BIBLIOTECA ROMÁNICA HISPÁNICA
Dirigida por DÁMASO ALONSO

II. ESTUDIOS Y ENSAYOS, 269


EUGENIO COSERIU

ESTUDIOS DE LINGÜÍSTICA
ROMÁNICA

BIBLIOTECA ROMÁNICA HISPÁNICA


EDITORIAL GREDOS
MADRID
PC 43 . Có-/

Los estudios V, VI, VII, X y XI han sido traducidos del alemán


por Marcos Martínez Hernández. Del estudio n. IV, publicado pri¬
mero en traducción alemana, se imprime aquí la versión española
original. Los demás estudios se han publicado originariamente en
español. Todas las traducciones han sido revisadas por el autor
especialmente para esta edición.

© EUGENIO COSERIU, 1977.

EDITORIAL GREDOS, S. A.

Sánchez Pacheco, 81, Madrid. España.

Depósito Legal: M. 25806-1977.

ISBN 84-249-0743-4. Rústica.


ISBN 84-249-0744-2. Tela.

Gráficas Cóndor, S. A., Sánchez Pacheco, 81, Madrid, 1977.— 4766.


Dedico este libro a un país:
la República Oriental del Uruguay.

O.
14036
En este volumen se hallarán reunidos una serie de estu¬
dios, ensayos y fragmentos de lingüística románica ya
publicados —en español y en alemán—, en revistas, miscelá¬
neas de homenaje y actas de congresos y coloquios (algu¬
nos también en reducidas ediciones independientes), entre
1953 y 1975, y que se vuelven a publicar aquí sin modifica¬
ciones esenciales: sólo se han hecho correcciones de detalle,
sobre todo en lo referente a la expresión, y se han añadido
algunas notas. El orden de los trabajos en el libro (a excep¬
ción de las dos reseñas, anteriores a todos ellos, pero que
se han colocado al final) corresponde al orden cronológico
de su publicación.
El sentido unitario de estos escritos —y que justifica el
que se hayan reunido en un libro— está dado, ante todo,
por sus aspectos teóricos y metodológicos: casi todos (tam¬
bién aquellos en los que esto no se dice expresamente),
además de examinar problemas particulares de las lenguas
románicas, pretenden constituir aportaciones a la teoría y
metodología de la lingüística histórica, precisamente, de una
lingüística funcional y propiamente histórica. Por ello, aun
en las notas y en los fragmentos sobre cuestiones de detalle,
10 Estudios de lingüística románica

se encontrarán a veces formulaciones de principios genera¬


les e indicaciones de carácter metodológico. Por otra parte,
también en la mayoría de los escritos, se pretende mostrar,
mediante los planteamientos mismos, que los problemas
románicos efectivamente tales deben plantearse en el marco
románico general, es decir, tomando en cuenta todas las
lenguas románicas, y, a veces, cuando los «hechos» así lo
requieran, en un marco aún más amplio. Los espejismos de
todo orden que tan a menudo se registran en la lingüística
románica se deben sobre todo a que se trata de resolver en
el ámbito de una sola lengua problemas que, en realidad,
sólo pueden plantearse con sentido en el marco de toda la
Romanía (cf. por ejemplo, el estudio n. II). Y en ciertos
casos, para plantear correctamente los problemas de las
lenguas románicas, hay que ir más allá de estas lenguas y
considerarlas en su contexto europeo (cf., en particular, el
estudio n. IV).
En cuanto a los hechos tratados, los trabajos aquí reuni¬
dos se concentran sobre todo alrededor de dos temas cen¬
trales que, en parte, se entrecruzan: el del sistema verbal
de las lenguas románicas (en cierto sentido, el aspecto más
característico de estas lenguas y que más radicalmente las
distingue de las lenguas germánicas y eslavas) y el problema
de la influencia griega sobre el latín vulgar, que, en mi
opinión, es el problema capital de la «sustancia» de ese
latín y, por consiguiente, de la base misma de lo romance.
Pero, a este respecto, el verdadero tema del libro es la gran
unidad de las lenguas románicas, por encima y por debajo
de su infinita variedad: unidad en lo heredado como forma
y como contenido y unidad en la «formatividad», en la téc¬
nica de la creación lingüística, que se manifiesta a veces
hasta en los más pequeños detalles, en todo el espacio romá¬
nico, del Mar Negro al Pacífico, y más allá de estos límites,
Nota preliminar 11
en toda comarca a que haya llegado, en alguna de sus for¬
mas, la lengua de la ciudad de Roma y de los campesinos y
pastores del Lacio.

Tübingen, mayo de 1977.


E. C.
ABREVIATURAS

AGI = Archivio Glottologico Italiano, Turín (y luego Florencia).


ARom = Archivum Romanicum, Ginebra y Florencia.
ASNS = Archiv für das Studium der mueren Sprachen und Litera-
turen, Braunschweig.
BFL = Boletim de Filología, Lisboa.
BL = Bulletin Linguistique, Bucarest.
CFS = Cahiers Ferdinand de Saussure, Ginebra.
DCELC = J. Coraminas, Diccionario crítico etimológico de la lengua
castellana, Madrid y Berna, 1954-1957.
DEEH = V. García de Diego, Diccionario etimológico español e his¬
pánico, Madrid, s. a.
DLRM = Dictjonarül limbii romine moderne, Bucarest, 1958.
DR = Dacoromania, Cluj.
EWFS = E. Gamillscheg, Etymologisches Wórterbuch der franzósi-
schen Sprache2, Heidelberg, 1969.
EWRS = S. Pu§cariu, Etymologisches Wórterbuch der rumdnischen
Sprache, I, Heidelberg, 1905.
FUF = Finnisch-ugrische Forschungen, Helsinki.
GS = Grai si Suflet, Bucarest.
14 Estudios de lingüística románica

IF — Indogermanische Forschungen, Estrasburgo (y luego Ber¬


lín).
KZ = Zeitschrift für vergleichende Sprachforschung, Gottingen.
NRFH = Nueva Revista de Filología Hispánica, México.
RBF = Revista Brasileira de Filología, Río de Janeiro.
REW = W. Meyer-Lübke, Romanisch.es etymologisches Worterbuch3,
Heidelberg, 1935.
RF = Romanische Forschungen, Frankfurt am Main.
RFH = Revista de Filología Hispánica, Buenos Aires.
RFHC = Revista de la Facultad de Humanidades y Ciencias, Mon¬
tevideo.
TLL = Travaux de Linguistique et de Littérature, Estrasburgo.
VKR = Volkstum und Kultur der Romanen, Hamburgo.
VR = Vox Románica, Berna.
ZRPh = Zeitschrift für romanische Philologie, Halle (y luego Tü-
bingen).
ZSlPh = Zeitschrift für slavische Philologie, Heidelberg.
I

SOBRE EL FUTURO ROMANCE

1.1. Un reciente libro de J. Mattoso Cámara jr.', la


publicación —en la Revista Brasileira de Filología— de
un artículo en el que se recuerda con admiración la expli¬
cación del futuro romance sostenida por K. Vossler1 2 y la
aparición del manual de lingüística románica de B. E. Vidos,
donde la misma explicación es rechazada y hasta señalada
como fruto de un error metodológico3, han vuelto a poner
de actualidad el problema de la renovación del futuro lati¬
no; problema que, en verdad, no ha sido nunca resuelto
íntegramente4. Conviene, pues, examinar una vez más todo

1 Urna forma verbal portuguesa, Río de Janeiro, 1956. Sobre el


problema que aquí nos interesa: págs. 29-30.
2 E. Eisenberg-Bach, «Karl Vossler», en RBF, II, 1, pág. 51.
3 Handboek tot de romaanse taalkunde, ‘s-Hertogenbosch, 1956,
pág. 192.
4 La bibliografía esencial concerniente a este tema puede verse
en V. Bertoldi, La parola quale mezzo d’espressione, Nápoles, 1946,
págs. 259-261, notas, y S. da Silva Neto, Historia da lingua portu¬
guesa (6), Río de Janeiro, 1954, pág. 255. Sobre las raíces latinas y
la progresiva afirmación del nuevo giro románico, cf., en particular,
G. Rohlfs, «Das romanische habeo - Futurum und Konditionalis», en
ARom, VI, 1922, págs. 105-154.
16 Estudios de lingüística románica

el asunto, para deslindar las deficiencias de las soluciones


ya propuestas y tratar de llegar a una nueva solución, que
tenga en cuenta esas deficiencias y las evite.

1.2. Del futuro romance, mejor dicho, de la sustitución


del futuro «sintético» latino por formas perifrásticas, se han
dado, como es sabido, dos explicaciones típicas. Se trata, en
ambos casos, de explicaciones «funcionales», aunque de dis¬
tinto sentido y alcance.

2.1. Según la primera explicación —a la que cabe llamar


«morfológica»—, el futuro clásico se sustituyó por formas
perifrásticas debido a la heterogeneidad y a las deficiencias
materiales de las formas sintéticas; deficiencias que se vol¬
vieron intolerables sobre todo después de ciertos cambios
fónicos ocurridos en el llamado «latín vulgar». En efecto, el
futuro «sintético» resultaba algo extraño, desde el punto de
vista sistemático, por formarse de dos maneras distintas en
las cuatro conjugaciones y por la coincidencia con el subjun¬
tivo presente en la primera persona de las conjugaciones
3.a y 4.a. Por lo tanto, ya en el latín clásico, constituía un
«punto débil» del sistema. En el latín «vulgar», además, se
confunden a menudo [w] y /b/ y con ello surge la confusión
de ciertas formas del futuro con las correspondientes del
perfecto de indicativo (así: amabit-amavit). Por otra parte,
el paso de i a e y la pérdida de la cantidad vocálica llevan
a molestas homofonías o casihomofonías entre formas del
futuro de los verbos de 3.a y 4.a conjugación y formas del
presente de los mismos verbos (dices — dicis, dicet — dicit)5.

5 Cf. W. von Wartburg, Einführung in Problematik und Metho-


dik der Sprachwissenschaft, trad. esp. Problemas y métodos de la
lingüística, Madrid, 1951, pág. 163; V. Bertoldi, La parola quale mezzo
d’espressione, págs. 259-260; A. Pagliaro, Corso di glottologia, Roma,
Sobre el futuro romance 17

Todo esto habría determinado la sustitución del futuro «sin¬


tético» por perífrasis con babeo, debeo, volo, que resultaban
inequívocas. En otros términos, sin que interviniera ninguna
necesidad expresiva nueva, las formas perifrásticas se ha¬
brían adoptado para cumplir la misma función con la que
ya no podían cumplir satisfactoriamente las formas sinté¬
ticas: la razón determinante habría sido una simple necesi¬
dad distintiva* * * * * 6.

2.2.1. Según la segunda explicación —que puede llamar¬


se «estilística» o «semántica»—, el futuro perifrástico se
impuso debido al prevalecer de una particular actitud men¬
tal contraria a la idea meramente «temporal» del futuro y
favorable, en cambio, a otros valores, modales y afectivos:
lo determinante habría sido, pues, una necesidad expresiva
para la que el futuro sintético del latín clásico resultaba ina¬
decuado, no tanto por sus deficiencias formales como por su
mismo contenido semántico.

1950, I, pág. 163, y «Lógica e grammatica», en Ricerche linguistiche, I,


I, pág. 20, n. 1; B. E. Vidos, Handboek, págs. 185, 192. Por otra parte,
y’a C. H. Grandgent, An Introduction to Vulgar Latín (1907), trad. esp.
Introducción al latín vulgar, Madrid, 1952, pág. 99, observaba que el
futuro latino «estaba expuesto en la pronunciación tardía a confun¬
dirse con los presentes de indicativo y subjuntivo». Acerca de los
efectos de la confluencia entre /b/ y [w] llama la atención también
J. Mattoso Cámara, Urna -forma verbal, pág. 30.
6 O sea, desde el punto de vista de la finalidad, una finalidad
comunicativa (pues, en efecto, las distinciones materiales son indis¬
pensables sobre todo «para el oyente»: el hablante sabe si, al pronun¬
ciar una forma, piensa en un futuro o en un pretérito). Por lo tanto
_contrariamente a lo que piensa J. Mattoso Cámara, Urna forma
verbal, pág. 30— la explicación «morfológica» no es una explicación
«mecanicista». «Mecanicistas» son, por ej., las llamadas explicaciones
«fisiológicas» (que, en realidad, no explican nada). Las explicaciones
funcionales se sitúan necesariamente en el plano de la finalidad y de
la libertad, aun cuando quienes las proporcionan no tengan siempre
plena conciencia de ello.

EST. LINGÜÍSTICA ROMÁNICA. — 2


18 Estudios de lingüística románica

2.2.2. Esta segunda explicación se suele atribuir (y a


veces imputar) a Vossler. Pero la verdad es que ella ha sido
propuesta o sostenida —aunque con diferencias más o me¬
nos sensibles— también por otros estudiosos, antes y des¬
pués de Vossler. Ya W. Meyer-Lübke señalaba que «el roman¬
ce ha olvidado completamente el futuro latino, y no cierta¬
mente por razones de forma..., sino porque el modo de pen¬
sar popular refiere a la actualidad la acción futura, o más
precisamente la concibe como algo querido o que hay que
hacer; y así dice: volo, debeo, babeo cantare»7. La misma
explicación, ampliada y fundada en la distinción entre lo
«intelectual» y lo «afectivo», ha sido sostenida por Ch.
Bally 8 y adoptada, en lo esencial, por L. Spitzer9. También
antes de Vossler, E. Lerch interpretaba el futuro romance
como «expresión de un deber moral»10. Y, después de
Vossler, explicaciones claramente «estilísticas» del mismo

7 Einführung in das Studiwn der romanischen Sprachwissen-


schaft, trad. esp. de la tercera ed. alemana, Introducción al estudio
de la lingüística románica, Madrid, 1926, pág. 288.
8 «Le langage et la vie», en el libro homónimo, trad. esp. El len¬
guaje y la vida2, Buenos Aires, 1947, pág. 66: «en el momento de su
creación el tipo habeo de ninguna manera se destacaba a hacer más
clara la idea de futuro; lo que se quiso hacer con él es romper con
la forma puramente intelectual y expresar un elemento subjetivo
implicado en la idea de futuro (deber, obligación, necesidad)»; y
pág. 67: «Las formas perifrásticas del futuro provienen de una con¬
cepción subjetiva del porvenir, que nosotros imaginamos, sobre todo,
como la porción del tiempo reservado a nuestros deseos, a nuestros
temores, a nuestras resoluciones y a nuestros deberes». La primera
edición francesa del ensayo de Bally fue publicada en 1913.
9 «Über das Futurum cantare habeo» (1916), reprod. en Aufsatze
zur romanischen Syntax und Stilistik, Halle, 1918, págs. 173-180 (en
partic., págs. 176-179).
10 Die Verwendung des romanischen Futurums ais Ausdruck eines
sittlichen Sollens, Leipzig, 1919.
Sobre el futuro romance 19

futuro fueron formuladas por A. Meillet* 11 y por H. F.


Muller n.

2.2.3. Sin embargo, es cierto que, entre todas las expli¬


caciones semántico-estilísticas, la de Vossler13 se presenta
como la más perentoria y característica; por otra parte, es
la única que no se conforma con señalar la «escasa expresi¬
vidad» del futuro latino, sino que afirma tajantemente que,
en el llamado latín vulgar, «todo el concepto temporal del
futuro era débil y se desvaneció». En efecto, dice Vossler, el
futuro ‘no es nunca muy corriente en el bajo pueblo. En la
lengua popular el concepto de futuro se descuida, o se mal¬
trata y se oscurece de algún modo, pues el hombre común
adopta frente a las cosas futuras una actitud de voluntad,
de deseo, de esperanza o de temor, más bien que de con¬
templación, conocimiento o saber. Se necesita una concien¬
cia siempre vigilante, una disposición filosófica y un hábito

11 Esquisse d’une histoire de la langue latine (1928), 5.a ed., París,


1948, págs. 262-263: «Un procés passé est un fait, dont on parle objecti-
vem’ent; un procés á venir est attendu, espéré ou redouté; on ne
peut gúére parler de l’avenir sans faire intervenir quelque nuance
affective... Souvent ambigú, toujours trop peu expressif pour une
langue populaire, le futur que le latín s’était donné est sorti de l’usage.
II a été remplacé par des tours qui existaient des le latín classique,
mais avec les nuances de sens qu’indiquent les mots composants.
facere habeo, facere uoló, etc.».
12 L’Époque mérovingienne, Nueva York, 1945, págs. 188-191.
13 Formulada en «Neue Denkformen im Vulgárlatein», ensayo pu¬
blicado primero en Hauptfragen der Romanistik. Festschrift für
Philipp August Becker, Heidelberg, 1922, págs. 170-191, e incluido luego
por Vossler en su libro Geist und Kultur in der Sprache, Heidelberg,
1925, págs. 56-83. La explicación del futuro romance se lee en las
páginas 178-179 de las Hauptfragen y en las páginas 67-68 de Geist
und Kultur. Además, la misma explicación ha sido reproducida por
H. Schmeck en su edición de K. Vossler, Einführung ins Vulgárla¬
tein, Munich [1953], págs. 115-117.
20 Estudios de lingüística románica

de pensar, para no dejar que la idea temporal del futuro


se extravíe en los dominios modales del temor, de la espe¬
ranza, del deseo y de la incertidumbre’. Estas condiciones
habrían faltado en las grandes masas del pueblo romano.
De esta manera, ‘al desviarse tan fuertemente el sentido
latino-vulgar del futuro hacia la dirección práctica de varios
significados modales, las antiguas formas sintéticas se vol¬
vieron superfluas, pues para esos significados existían otros
modos expresivos más apropiados’14, que sólo más tarde se
habrían «gramaticalizado», en parte, como nuevas formas de
futuro, como sucedió con la construcción de inf. + habere
en la mayoría de los romances, con la de inf. + debere en
sardo, y con la de inf. + velle (lat. vulg. volere) en rumano.

3.1. A primera vista, ambas explicaciones, la morfológica


y la semántico-estilística, parecen igualmente plausibles, y
hasta podrían aceptarse como complementarias, pues no
explican propiamente «lo mismo»: la primera trata de moti¬
var la renovación de las formas de futuro en cuanto tales.

14 «Aber der ganze Zeitbegriff des Futurums war schwach und


ging in die Brüche. Er ist dem niederen Volk wohl kaum in einer
Sprache sonderlich geláufig. Wie der Prophet im eigenen Lande, so
wird in der Volkssprache der Zukunftsbegriff zumeist vernachlássigt
oder irgendwie misshandelt und getrübt. Denn immer steht der gemei-
ne Mann den kommenden Dingen eher wollend, wünschend, hoffend
und fürchtend ais rein beschaulich, erlcennend oder gar wissend
gegenüber... Es bedarf einer fortwáhrenden Selbstbesinnung und
Hemmung, kurz einer philosophischen Gemiitsart und Denkgewohn-
heit, wenn der temporale Zukunftsblick nicht abirren solí in die mo-
dalen Bereiche der Furcht und Hoffnung, des Wunsches und der
Unsicherheit... Nachdem nun die vulgárlateinische Futurbedeutung
so stark in die praktische und gefühlsmássige Richtung des Sollens,
Wollens, Wünschens, Heischens, Fürchtens usw. abgebogen war, wur-
den die alten Flexionsformen entbehrlich. Denn um die neue Meinung
auszudrücken, gab es mehrere andere, frischere und starkere Mittel»
(Hauptfragen, pág. 179).
Sobre el futuro romance 21

mientras que la segunda quiere justificar el nuevo contenido


significativo correspondiente a las formas latino-vulgares.
Sin embargo, examinadas más de cerca resultan ambas
insuficientes y vulnerables.

3.2.1. Consideremos primero la explicación semántico-


estilística, en su formulación extrema, la de Vossler. A esta
explicación A. Pagliaro le hace una objeción fundamental:
no cabe suponer un «desvanecerse» de la categoría temporal
de futuro, «puesto que la categoría que se reconstituye en
lo morfológico es, precisamente, la del futuro, y no alguna
otra»15. En efecto, no puede hablarse de debilidad de la
categoría de futuro, puesto que, en un sentido, la categoría
como tal persiste, y sólo se modifican su forma de expresión
y su orientación semántica. Por otra parte, el hecho de re¬
hacerse la materialización del futuro latino no indica su debi¬
lidad categorial, sino todo lo contrario: indica el interés
que tenían los hablantes en mantener esa categoría. En la
lengua, lo realmente «débil» no se rehace de ningún modo,
sino que se abandona. Funcionalmente débiles eran las
formas sintéticas del futuro clásico y, en efecto, éstas desapa¬
recieron. Es cierto que puede sostenerse —como lo hace
Vossler— que, en el comienzo de su difusión, las formas
perifrásticas no eran propiamente formas de futuro y que
sólo más tarde llegaron a «gramaticalizarse» como tales.

11 * * * 5 «Lógica e grammatica», pág. 20, n. 1. Aparentemente, el punto


de vista de Pagliaro es aún más radical, pues excluye que pueda
tratarse de una nueva actitud mental con respecto a la categoría
temporal de futuro. Pero la expresión no ha de corresponder exacta¬
mente al pensamiento del autor, ya que en la misma nota se admite
la legitimidad del problema de una nueva actitud mental, por lo
que concierne a la idea de necesidad moral inherente al futuro peri¬
frástico latino-vulgar (cf. 3.3.1).
22 Estudios de lingüística románica

Pero —si no eran formas de futuro— ¿cómo se explica que


llegaran a serlo? ¿Qué relación pudo establecerse entre esas
formas y una idea temporal a la que ellas no correspondían?
En otros términos: ¿cómo se explicaría su «gramaticaliza-
ción» precisamente para una categoría que se ha supuesto
«desvanecida»? 16. El hecho es que, ya al hablar de esas for¬
mas en relación con el futuro clásico, se admite implícita¬
mente la continuidad funcional entre amabo y amare habeo 17.

3.2.2. A esta objeción pueden agregarse otras. En pri¬


mer lugar, cabe preguntarse si hay alguna razón para atri¬
buir ‘una conciencia siempre vigilante’ y una particular ‘dis-

16 Además, eso de la «gramaticalización» es una expresión impro¬


pia (correspondiente a un equívoco que comparten Vossler y Bally),
pues todos los modos lingüísticos son «gramaticales» cuando se los
considera desde el punto de vista de la gramática. La oposición efec¬
tiva se establece entre el enfoque gramatical y el enfoque estilístico,
y no entre modos de por sí «gramaticales» y modos de por sí «esti¬
lísticos».
17 A. Pagliaro, «Lógica e grammatica», págs. 19-20, señala, justa¬
mente, que no hay «solución de continuidad» (desde el punto de
vista categorial) entre el futuro sintético y el futuro perifrástico.
También J. Mattoso Cámara, Urna forma verbal, pág. 33, considera la
renovación del futuro latino como un hecho de «evolución mórfica»
más bien que de «evolución de orden categorial» y continúa (a pro¬
pósito del futuro romance): «As condipóes do seu emprego conti¬
nuaran! a rigor análogas as do futuro latino clássico, cujo lugar to-
maram». Esto es cierto, en un sentido, pero no puede aceptarse sin
restricciones. Por un lado —como es fácil comprobarlo comparando
los empleos de formas verbales pertenecientes a dos sistemas dis¬
tintos, uno temporal y otro aspectivo—, la analogía de empleo no
es garantía de completa identidad categorial: un valor semántico
sólo puede determinarse satisfactoriamente en relación con todo el
sistema de modos significativos de la lengua considerada. Y, bajo
este aspecto, amare habeo presenta un matiz que no se da en amabo.
Por otro lado, amare habeo no sustituyó sólo la forma amabo, sino
también las construcciones como mihi amandum est y amaturus
sum, que desaparecieron por otras razones.
Sobre el futuro romance 23

posición filosófica’ a todos aquellos romanos que mantuvie¬


ron durante siglos las formas sintéticas —y, con ellas, la
idea «temporal» del futuro—, pues no hay duda que hubo
una época en la que esas formas eran perfectamente «popu¬
lares» y, más aún, que surgieron entre esa misma gente
menuda que por definición sería incapaz de mantener la
idea antedicha: el futuro llamado «clásico» no fue, por
cierto, una creación docta. En segundo lugar, desde el punto
de vista formal, la explicación de Vossler constituye un círcu¬
lo vicioso: su neue Denkform, más bien que ser lo que
explica, es lo que se deduce de la renovación del futuro
latino. Ello no es importante desde el punto de vista esen¬
cial (puesto que se trata de una intuición, y no de una de¬
mostración) pero formalmente sería bueno encontrar otros
indicios, en lo posible extralingüísticos, de esa actitud men¬
tal que se considera como determinante del cambio. De otro
modo, ella se identifica con lo que las nuevas formas signi¬
fican, y la explicación del futuro romance se reduce a la
simple comprobación de su significado originario. Tampoco
sirve señalar, a este propósito, que se trata de una actitud
universal, pues, por un lado, ello se halla en contradicción
con el aserto de que se trataría de una neue Denkform pe¬
culiar del latín vulgar y, por otro lado, la renovación del
futuro latino, en cuanto hecho histórico, debe explicarse his¬
tórica y no umversalmente. Esta última objeción afecta a
todas las explicaciones semántico-estilísticas del futuro ro¬
mance, que, precisamente por ser genéricas, no son histó¬
ricas.

3.3.1. En cambio, es una circunstancia histórica docu¬


mentada la deficiencia distintiva de las formas del futuro
clásico. Por ello, justamente, Pagliaro se inclina por la expli¬
cación morfológica, aunque no la considera como entera-
24 Estudios de lingüística románica

mente suficiente 1 * * * * * * * * * * * * * * * * 18: en efecto, observa que


ble que a la forma perifrástica le es inherente una noción
de necesidad o conveniencia’— «la questione dal punto di
vista delle forme del pensiero é, se mai, quella del perché
nel latino volgare la nozione del futuro prende soprattutto
l'aspetto della necessitá, specialmente di ordine morale»19.

18 La explicación morfológica es considerada sin más como sufi¬


ciente por W. von Wartburg, Problemas y métodos, pág. 163: «Los
cambios fonéticos han sido también la causa de que el futuro latino
fuese sustituido en las lenguas románicas por una agrupación sin¬
táctica de palabras, la cual, con el tiempo, llegó a ser otra vez una
fórmula simple». La misma posición adopta B. E. Vidos, Handboek,
pág. 185, quien, unas páginas más adelante (pág. 192), señala la expli¬
cación de Vossler como fruto de un error metodológico, que consis¬
tiría en atender demasiado poco a los hechos «lingüísticos» (en¬
tendidos, probablemente, como hechos materiales). La verdad es que
Vossler atiende al «hecho lingüístico» (y hasta se le puede hacer
el reproche de que considera la explicación de los «hechos» como
inmanente a los hechos mismos); sólo que lo hace desde el lado
del valor semántico. Atenerse a lo material no significa, como tan
a menudo se piensa, atenerse sin más «a los hechos»: al contrario,
en muchos casos significa quedar fuera de los hechos lingüística¬
mente determinantes. En apoyo de su posición, Vidos cita ambas
veces a Pagliaro, sin advertir las reservas que este estudioso man¬
tiene. En cambio, tenía sus dudas, con respecto a la suficiencia de
la explicación morfológica, C. H. Grandgent, Introducción, pág. 99,
quien, después de señalar las deficiencias materiales del futuro sin¬
tético y el hecho de que «la forma en -bo... sólo era indígena en
Roma y en las comarcas inmediatamente vecinas», sentía, sin em¬
bargo, la necesidad de aludir a «otras causas» posibles. La explica¬
ción morfológica sería suficiente si pudiera explicar también las
nuevas formas latino-vulgares o si éstas tuvieran la misma función
que las formas sustituidas, como en el caso de bigey —aducido por
Pagliaro y Vidos—, cuyo valor es análogo en sentido objetivo (aun¬
que no en sentido subjetivo) al del sustituido gat. Pero no es éste
el caso de la renovación del futuro latino, el cual, ciertamente, se
«rehace» como categoría, mas no en el mismo sentido: el futuro
perifrástico del latín vulgar es un futuro, como el futuro sintético
del latín clásico, pero, al mismo tiempo, es otro futuro.
19 «Lógica e grammatica», nota citada.
Sobre el futuro romance 25

Pero, si el asunto que debe aclararse es éste, la explicación


morfológica resulta evidentemente insatisfactoria: ella puede
explicar la necesidad de sustituir el futuro sintético, pero
no su sustitución por ciertas formas, y no por otras20. O,
dicho de otra manera, si es cierto que las formas perifrásti¬
cas latino-vulgares sustituyen el futuro sintético del latín
clásico y que, en un sentido, hay continuidad de esa cate¬
goría, también es cierto que la categoría misma presenta en
el llamado latín vulgar una nueva orientación y que este
hecho no puede explicarse morfológicamente: entre el futu¬
ro sintético y el futuro perifrástico hay continuidad y, al
mismo tiempo, desviación funcional, y toda explicación que
sólo atienda a la continuidad no explica la desviación
(cf. n. 18).

3.3.2. Ahora bien, Vossler trata de explicar, precisamen¬


te, la desviación funcional del futuro latino. En realidad,
Vossler no desconoce las deficiencias materiales del futuro
«sintético». Al contrario, señala explícitamente algunas de
ellas (la heterogeneidad de los dos paradigmas y la seme¬
janza fónica entre amabit y amavit, amabunt y amabant, y
entre leges, leget y el presente de subjuntivo de la primera
conjugación). Sólo que no las considera como determinantes,
pues piensa, con razón, que esas deficiencias materiales si
se hubiese tratado de mantener el mismo futuro, desde el
punto de vista del valor semántico— se habrían podido su¬
perar de algún otro modo, por ej., mediante simples forma¬
ciones analógicas21.

20 Obsérvese que, en general, para todo cambio que no sea sólo


desaparición o sólo aparición de un modo lingüístico, sino sustitu¬
ción de un modo por otro, hay que explicar dos hechos: la elimi¬
nación del modo viejo y su sustitución precisamente por tal modo
nuevo y no por algún otro.
21 Hauptfragen, págs. 178-179. Cf. también V. Bertoldi, La parola
26 Estudios de lingüística románica

3.3.3. Claro que se puede sostener que las formas sin¬


téticas se sustituyeron por las perífrasis con habeo, volo, etc.,
por la sencilla razón de que éstas se hallaban a disposición
de los hablantes, o sea, que se trató de un mero fenómeno
de «selección» entre modos formales ya existentes en el
mismo latín clásico22. Esta comprobación es cierta, pero,
además de ser tautológica23, se refiere al «cómo» y no al
«porqué» del cambio o de su sentido 24: el «porqué», la razón
del cambio, debería seguir siendo la ya señalada necesi¬
dad distintiva. Y a esta razón —que, a pesar de todas las

quale mezzo d’espressione, págs. 260-261, quien señala las deficiencias


materiales del futuro clásico sólo como «factor concomitante» y acep¬
ta luego la explicación de Vossler combinándola con la de Meillet;
y A. Burger, «Sur le passage du systéme des temps et des aspects
de l’indicatif, du latin au román commun», en CFS, VIII, 1949, págs. 32-
33, quien considera el nuevo futuro como mejor adaptado al siste¬
ma de tiempos del «románico común», que habría requerido un
futuro «prospectivo». La explicación de Burger es ingeniosa, pero
no deja de ser dudosa. En efecto, Burger, considera, extrañamente,
el futuro latino como «paralelo» y «no terminado» y no advierte
que el nuevo futuro correspondería, en sus comienzos, más bien
a un presente prospectivo.
22 Es lo que sostiene B. E. Vidos, Handboek, págs. cits.
23 En general, decir de un cambio que ocurrió por «selección»
significa sólo clasificarlo, y no explicarlo. Y en el caso específico
equivale a volver a comprobar lo que ya se sabe y que nadie niega,
o sea que ciertas formas latinas se sustituyeron por otras formas
también pertenecientes a la norma latina, y no por préstamos, por
ej., o por creaciones ad hoc. No tiene fundamento sólido la idea de
A. Dauzat, Phonétique et grammaire historiques de la langue fran-
qaise, París, 1950, pág. 144, de que en la renovación del futuro latino
podría haber intervenido un influjo germánico.
24 Salvo que se piense que las formas sintéticas se sustituyeron
por las perifrásticas (de valor diverso) a falta de otras formas
más apropiadas, es decir, por mera pereza intelectual de los hablan¬
tes. Es lo que parece admitir W. von Wartburg, Problemas, p. 163:
«Cuando el uso de las formas del antiguo futuro podía originar con¬
fusiones, se prefirió la imprecisión modal mejor que el peligro de
que la frase fuese mal comprendida».
Sobre el futuro romance 27

reservas, podría aun admitirse para el latín en particular


(cf. n. 24)— se opone un hecho esencial: el futuro perifrás¬
tico de orientación modal o aspectiva no es específico del
latín vulgar. En muchas otras lenguas la categoría de futuro
se expresa mediante perífrasis de formación más o menos
reciente y de valor claramente modal, «yusivo» o ingresivo
(«inminencial»)25. Más aún: las mismas formas del latín clá¬
sico fueron modales e ingresivas antes de ser puramente
«temporales»26. Y en muchas lenguas, incluso en las len¬
guas románicas, las mismas formas perifrásticas —aglutina¬
das o no, pero, de todos modos, ya «temporalizadas»— se
vuelven a menudo a «sustituir» por las formas de presente o
por nuevas perífrasis modales, yusivas o ingresivas, tales
como esp. he de hacer, voy a ir, fr. j’ai á faire, je vais faire,
sueco jag kommer att gora, etc.27. Ahora bien, no puede
razonablemente sostenerse que todas estas sustituciones, que
se realizan en el mismo sentido, se deben a deficiencias
formales, es decir, a una mera necesidad distintiva, pues en
la mayoría de los casos es evidente que esas deficiencias no
existen. Y, si esto se reconoce, tampoco puede haber razón
para suponer que el latín constituiría la única excepción o

25 Un futuro perifrástico análogo al latino-vulgar y romance se


encuentra en varias lenguas germánicas, en griego moderno, búl¬
garo, albanés, servio-croata, en persa, etc., la mayoría de las veces
con «auxiliares» que corresponden a velle (o, más raramente, a debe-
re). Cf. L. Spitzer, Art. cit., págs. 176-177; K. Sandfeld, Linguistique
balkanique. Problémes et résultats, París, 1930, pág. 181; L. H. Gray,
Foundations of Language, Nueva York, 1939, págs. 20-21. _
26 Cf. L. Spitzer, Art. cit., pág. 177; A. Meillet, Esqmsse, pag. 262;
L. H. Gray, Foundations, pág. 20. ,
27 Cf. Ch. Bally, El lenguaje y la vida, pág. 67; L. Spitzer,
Art. cit., pág. 176; A. Meillet, Esquisse, pág. 262. Véase también la
nota agregada por D. Alonso en W. von Wartburg, Problemas, pa¬
gina 165.
28 Estudios de lingüística románica

para atribuir el sentido modal y aspectivo del futuro latino-


vulgar a una simple casualidad.

4.1. Hay que volver, pues, a la explicación «semántico-


estilística», aunque no para aceptarla sin más, sino para
revisarla y corregirla. Ante todo, es necesario observar que
los hechos que deben explicarse son tres: a) la inestabili¬
dad general de las formas de futuro (no de la categoría de
futuro); b) la periódica renovación del futuro mediante for¬
mas que, en su origen, tienen valor modal o aspectivo y que
llegan, a su vez, a «temporalizarse»; c) la renovación del
futuro latino en un determinado momento histórico.

4.2.1. Los dos primeros hechos no son propios de una


lengua o de un momento histórico en particular y, por lo
tanto, requieren una explicación de carácter universal. A
este propósito, A. Pagliaro observa que ‘la categoría de futu¬
ro es débil sobre todo porque interfieren en ella las cate¬
gorías modales del optativo y del potencial’28. Pero ésta no
es propiamente una «debilidad» sino sólo una característica
del futuro; además, la «debilidad» podría explicar la renova¬
ción del futuro mediante formas modales, pero no la «re-tem-
poralización» de estas últimas. La continua sustitución de
las formas de futuro no puede explicarse tampoco mediante
el llamado «desgaste expresivo», porque el «desgaste» es, pre¬
cisamente, lo que hay que explicar: no se explica nada
cuando se afirma que las formas de futuro se renuevan
porque se «gramaticalizan», pues ésta, en el mejor de los
casos (pero cf. n. 16), es una mera comprobación, que no
puede dar cuenta del sentido en el que se suele rehacer el
futuro. Asimismo, se dice muy poco cuando la renovación

28 «Lógica e grammatica», nota cit.


Sobre el futuro romance 29

del futuro se explica por la oposición entre el habla «culta»


y el habla «popular», pues no hay ninguna razón para supo¬
ner que el habla «popular» (entendida genéricamente como
habla de los grupos menos cultos de una comunidad lingüís¬
tica) sea más modal y aspectiva que la «no popular». Si, en
cambio, por «habla popular» se entiende cualquier modo de
hablar (o cualquier momento lingüístico) caracterizado por
una marcada espontaneidad expresiva, entonces la misma
explicación equivale a comprobar simplemente que la reno¬
vación del futuro (en cuanto «innovación») se da en modos
de hablar y momentos lingüísticos por excelencia «innova¬
dores». Además, no es de ninguna manera necesario recurrir
a esos conceptos en un plano en el que no se trata de estable¬
cer dónde empieza el fenómeno y cuál es la dirección de su
difusión, sino de averiguar su razón universal, pues lo que
con ello se logra es sólo trasladar el problema.

4.2.2. En efecto, desde el punto de vista universal, la


oposición a que se alude no se da entre distintos modos de
hablar, sino que pertenece a la categoría misma del futuro.
Lo que universalmente se comprueba es una duplicidad del
futuro, que oscila entre dos polos: el que se suele indicar
como «puramente temporal» y el «modal» (al que corres¬
ponden también las formas aspectivas). Las formas «tem¬
porales» se sustituyen por formas «modales» y éstas, a su
vez, se «temporalizan».

4.2.3. Esto lo ha visto bien L. Spitzer, quien es, a nues¬


tro entender, el estudioso que más hondo ha penetrado en el
problema universal del futuro, aunque sin llegar a una solu¬
ción enteramente satisfactoria. Spitzer observa agudamente
que hay que explicar tanto la aparición de las formas «mo¬
dales» como su «temporalización», que también es una re-
30 Estudios de lingüística románica

novación del futuro. El hecho que debe explicarse es el si¬


guiente: «es scheint, dass die menschliche Sprache über-
haupt periodisch abwechselnde Zerstórung und Aufbau des
Futurs sich zum Prinzip gemacht hátte»29. Según Spitzer,
ello se debería al «eterno Zwiespalt» entre lo lógico y lo
afectivo 30: por un lado, el hablante adopta una actitud sub¬
jetiva frente al futuro y expresa esta categoría mediante for¬
mas «modales», porque así lo requiere la afectividad; por
otro lado, esas formas se «gramaticalizan» y se vuelven
«temporales», porque así lo requiere la lógica31. Pero la
distinción entre formas «afectivas» y formas «lógicas» en el
lenguaje es inaceptable, así como es inaceptable toda opo¬
sición entre lo «intelectual» y lo «afectivo» (o, peor, «expre¬
sivo») que se pretenda establecer en el plano de la «lengua»
o de los modos lingüísticos como tales 32. Ni el futuro «mo-

29 Art. cit., pág. 176.


30 Ibid., págs. 177-178.
31 IbicL., pág. 179: «Der Mensch ist eben nicht imstande, das seiner
Willenssphaere Entzogene, die Zukunft, objektiv, ohne affektische
Beimischung zu sehen: diese affektische «Zugabe» wird nun gramma-
tikalisiert, wird zum rein zeitlichen Ausdruck — warum? weil die
Logik es erfordert!»
32 Esta pretensión constituye el equívoco fundamental de la con¬
cepción lingüística de Bally: la expresividad de una forma se mide
con respecto a una finalidad expresiva concreta, y no hay razón
para afirmar que un modo lingüístico que expresa adecuadamente
indiferencia o seguridad sea «menos expresivo» que otro, que expresa
—también de manera adecuada— deseo, temor, inseguridad, etc. Este
mismo es el vicio originario de la llamada «estilística de la lengua»,
que inútilmente trata de delimitar su objeto, con respecto al objeto
de la gramática, en el plano de la lengua abstracta (cf. n. 16). No
existe un dominio «estilístico» (o «expresivo») en el ámbito de la
«lengua»: desde el punto de vista «expresivo», todos los modos lin¬
güísticos tienen «valor expresivo»; y desde el punto de vista erró¬
neamente llamado «lógico», todos tienen «valor lógico». La Crítica
de la razón pura y la Fenomenología del espíritu son también obras
literariamente logradas porque su forma de expresión corresponde.
Sobre el futuro romance 31

dal» es más afectivo o expresivo que el futuro «puramente


temporal», ni éste es más «lógico» que aquél, sino que ambos
tienen simplemente valores diversos, tanto desde el punto
de vista afectivo como desde el punto de vista que se quiere
llamar «lógico». La distinción entre la «afectividad» y la lla¬
mada «logicidad», en el lenguaje, sólo puede entenderse
como distinción entre el significado subjetivo (manifesta¬
ción de una actitud del sujeto hablante) y el significado
objetivo («estado de cosas» que se significa). Pero, en este
sentido, se trata de categorías semánticas generales del ha¬
blar concreto, y no de atributos exclusivos de esta o aquella
forma lingüística, pues no puede haber una forma propia¬
mente lingüística que no implique, al mismo tiempo, una
actitud del hablante y una referencia objetiva33. La duplici¬
dad del futuro implica, ciertamente, dos finalidades expresi¬
vas distintas (en sentido tanto subjetivo como objetivo),
pero no tiene nada que ver con un grado mayor o menor de
expresividad o de «logicidad» (cf. n. 32). Desde otro punto
de vista, se podría sostener que «más lógico» es, precisa¬
mente, el futuro modal: en efecto, una actitud de «conoci¬
miento» (Erkennen) frente al futuro (es decir, frente a
aquello que aún no es) —lejos de ser «lógica», como cree
Spitzer, o de revelar una 'mentalidad filosófica’, como pen¬
saba Vossler— es racionalmente absurda, pues el futuro
como tal no puede ser materia de conocimiento.

aun en sentido «subjetivo», a su finalidad expresiva; y no lo serían


si presentaran, por ej., el estilo de una novela policíaca. En cambio,
una historia de la filosofía como la de B. Russell, molesta entre
otras cosas más graves— también por su estilo conversador y perio¬
dístico.
33 La «afectividad» y la llamada «logicidad» lingüística pueden
estudiarse por separado, puesto que son variables autónomas, mas
no se dan separadamente.
32 Estudios de lingüística románica

4.2.4. Para una explicación fundada de la duplicidad del


futuro hay que tomar otro camino. Hay que partir de la
«copresencia» existencial de los momentos del tiempo
—destacada principalmente por el gran pensador italiano
P. Carabellese34 y por M. Heidegger35—, mejor dicho, de la
distinción entre el tiempo interiormente «vivido», «copre¬
sente» en sus tres dimensiones, y el tiempo pensado como
sucesión exterior, «espaciado» o «disperso» en momentos
no simultáneos. Carabellese subraya que, en lo concreto, el
futuro no se halla «después» y el pasado no se halla «antes»
del presente; se trata de momentos «copresentes», que
corresponden a actividades distintas de la conciencia: el
pasado corresponde al «conocer», el presente al «sentir» y
el futuro al «querer» [en el sentido de velle; y se podría
agregar que es también el momento del posse y del debe-
re]36. Por consiguiente, el futuro concretamente vivido es
necesariamente un tiempo «modal»: no es que «interfieran»
en él significados modales.

4.2.5. En segundo lugar, hay que tener en cuenta que,


entre los tres momentos del tiempo, el futuro es el tiempo
propio de la existencia37. La existencia humana es perma¬
nente anticipación del futuro, de aquello que aún no es;

34 Critica del concreto3, Florencia, 1948, págs. 26-31.


35 Sein und Zeit, trad. esp. El Ser y el Tiempo, México, 1952,
§ 65, en partic., págs. 376-377.
36 Ob. cit., pág. 26; «II concreto é il «fu», conosciuto; l’«é», sen-
tito, il «sará», voluto; perché essere e coscienza sono insieme, anche
nelle diverse loro attivitá»; y pág. 31: «In quanto conoscenti, fum¬
ino...; in quanto senzienti, siamo; in quanto volenti, saremo... Fummo,
siamo e saremo nella inscindibile durata dell’essere (il «siamo» no é
dopo il «fummo», né il «saremo» dopo il siamo)». La formulación
de Heidegger es mucho más compleja, pero no es esencialmente dis¬
tinta, por lo que aquí nos interesa.
37 Cf. M. Heidegger, El Ser y el Tiempo, págs. 374-375, 377.
Sobre el futuro romance 33

es un traer el futuro al presente, como intención, obligación


o posibilidad; y esta anticipación es lo que lingüísticamente
se expresa mediante las formas modales, yusivas e ingresi¬
vas. Por otra parte, la copresencia de los momentos del
tiempo no es un mero «hecho», sino algo que «se hace»,
puesto que el ser mismo del hombre se manifiesta como ha¬
cer, es decir, como actividad. Pero, para que el futuro pue¬
da constantemente «anticiparse», hacerse «copresente» con
los otros dos momentos del tiempo, es necesario también
que se aleje, que se proyecte como momento «exterior» ha¬
cia el cual tiende la existencia 38; y es este alejamiento, esta
«exterioridad» del futuro, lo que se expresa mediante las
formas que, de manera impropia, se han llamado «puramen¬
te temporales». Por ello no es de extrañar que en muchas
lenguas el futuro sea materialmente «débil» (inestable) y se
exprese por el presente o se rehaga periódicamente mediante
formas de valor modal, pues el sentido de la existencia, en
medida mayor o menor, es propio de todos los hombres; y
no es de extrañar que las formas modales se «temporalicen»,
pues la dispersión de los momentos del tiempo es el corola¬
rio de su hacerse copresentes.

4.2.6. Así, pues, las explicaciones «semántico-estilísticas»,


en cuanto se presentan como universales, no son falsas, sino
sólo parciales e insuficientemente fundadas. Ellas se basan
en una intuición certera, pero se quedan en la superficie de

38 M. Heidegger, El Ser y el Tiempo, pág. 376, considera como


«impropia» la concepción del tiempo «dividido» en presente, pasado
y futuro. En efecto, tal concepción es impropia si se la entiende
como exclusiva y si la «división» se considera como desligada de la
«copresencia»; pero no lo es si la «división» del tiempo se entiende
como la negación necesaria de la «copresencia» misma. En efecto,
la verdadera «copresencia», en cuanto hacerse copresentes los
momentos del tiempo, no puede darse sin su correlativa «dispersión».

EST. LINGÜÍSTICA ROMÁNICA. — 3


34 Estudios de lingüística románica

las cosas o se desvían hacia aspectos secundarios o deriva¬


dos, en lugar de apuntar a lo esencial, que es la concepción
misma del tiempo.

4.3.1. Pero una explicación universal no es de por sí


una explicación histórica. Para explicar por qué el futuro
latino se sustituyó por formas modales en una determinada
época, no basta con comprobar que se trata de algo que
«suele ocurrir» y con señalar la razón universal del fenó¬
meno. Hay que explicar también por qué esa razón univer¬
sal (y permanente) resultó operante precisamente en la épo¬
ca del llamado latín vulgar: es decir que la necesidad expre¬
siva universal debe justificarse como necesidad histórica.
Ciertamente, las deficiencias materiales del futuro clásico
exigían, en esa misma época, su reelaboración; y la tenden¬
cia general a la expresión «analítica» favorecía su sustitu¬
ción por formas perifrásticas. Pero esas circunstancias no
bastan para explicar el valor del futuro latino-vulgar y su
coincidencia con otros futuros «modales», que no puede ser
mera coincidencia.

4.3.2. La circunstancia históricamente determinada fue,


sin duda, el cristianismo: un movimiento espiritual que,
entre otras cosas, despertaba y acentuaba el sentido de la
existencia e imprimía a la existencia misma una genuina
orientación ética. El futuro latino-vulgar, en cuanto no sig¬
nifica «lo mismo» que el futuro clásico, refleja, efectivamen¬
te, una nueva actitud mental: no es el futuro «exterior» e
indiferente, sino el futuro «interior», encarado con cons¬
ciente responsabilidad, como intención y obligación moral39.

39 En particular, el futuro que llegó a fijarse en la mayor parte


de la Romanía refleja una altamente significativa identificación
Sobre el futuro romance 35

4.3.3. Que ésta no es una simple ilación fundada apenas


en la contemporaneidad entre el cristianismo y el latín «vul¬
gar», lo demuestra el hecho de que, en efecto, el nuevo
futuro es particularmente frecuente en los escritores cris¬
tianos40. Y hay más aún: en un escritor cristiano que era
también un gran filósofo —y, por lo tanto, era capaz de en¬
tender y revelar teóricamente esa neue Denkform que otros
hablantes habrán adoptado de manera espontánea e intui¬
tiva— aparece en términos explícitos la idea de la «copre¬
sencia» de los momentos temporales. Se trata, naturalmente,
de S. Agustín y de su famoso análisis del tiempo, tan dis¬
tinto de todo lo que, sobre ese tema, nos ha legado la anti¬
güedad clásica. He aquí las palabras textuales del santo:
«nec proprie dicitur: témpora sunt tria, praeteritum, prae-
sens et futurum, sed fortasse proprie diceretur: témpora
sunt tria: praesens de praeteritis, praesens de praesentibus,
praesens de futuris. Sunt enim haec in anima tria quaedam
et alibi ea non video, praesens de praeteritis memoria, prae¬
sens de praesentibus contuitus, praesens de futuris expecta-

entre el deber moral y la voluntad, entre lo que debe hacerse y lo


que se quiere hacer, en efecto, facere habeo significa al mismo tiempo
jacere debeo y facere voto. El futuro sardo con debeo y el rumano
con volo —este último debido, quizás, a influjo griego; cf. K. Sand-
feld, Ob. cit., págs. 180 y sigs.— representan una simplificación de
esa compleja actitud moral. Pero en rumano existe también un futu¬
ro con habeo + subj. Por otra parte, un futuro del tipo habere + mf.
parece haberse mantenido también en rumano hasta el siglo xvi,
confundiéndose luego con el condicional presente; cf. V. P. Titova,
«O problema litigioasa, a morfologiei romine§ti (Originea condipona-
lului)», en Studii si Cercetári Lingvistice, X, 1959, págs. 568-569.
40 Cf. V. Bertoldi, La parola, pág. 259, nota 1. Bertoldi señala
dos veces que el futuro perifrástico se afirma «en la época cristiana»
(págs. 259 y 261) y una vez llega hasta llamarlo «modo cristiano»,
pero sin justificar esta expresión. Cf. también H. F. Muller, Ob. cit.,
1. cit.
36 Estudios de lingüística románica

tio»41. Este importante testimonio nos proporciona el nece¬


sario indicio extralingüístico de que la actitud de que se
habla existía y era, precisamente, una actitud cristiana.

5.1. La renovación del futuro latino debe incluirse, pues,


entre los muchos cambios lingüísticos motivados por las
nuevas necesidades expresivas suscitadas por el cristianis¬
mo. De esta manera, al atribuirse la iniciativa del cambio a
un movimiento espiritual históricamente determinado, se
elimina también la vaguedad de todas aquellas explicaciones
que lo atribuyen al modo de hablar del «pueblo». En general,
el concepto de ‘pueblo’ (cuando no equivale a ‘comunidad
hablante’) es, en lingüística, un concepto ambiguo, cuyos
límites nadie conoce. Pero, en el caso del llamado «latín
vulgar», se trata, además, de una petitio principii, pues sig¬
nifica dar por demostrado precisamente aquello que hay que
demostrar. En efecto, un modo lingüístico cualquiera no es
«popular» porque integra el «latín vulgar» (que es, simple¬
mente, el latín continuado sin interrupción por las lenguas
romances)42, sino que, al contrario, el «latín vulgar» es
«popular» en la medida en que son «populares» los modos
lingüísticos que lo integran. Mas esto último no puede darse
por sentado de antemano, sino que debe comprobarse para
cada modo en particular. Y, por lo que concierne al futuro

41 Confessiones, XI, 20 (26). Es cierto, sin embargo, que ya Aris¬


tóteles, Parva Naturalia, 449 b, 10-12, 26-27, señalaba que con respecto
al futuro hay «conjetura» y «expectación».
42 No necesariamente por todas las lenguas romances, sino, en
muchos casos, por una u otra de ellas. La idea de un «latín vul¬
gar» rígidamente unitario y que constituiría la «base» común y ex¬
clusiva de todas las lenguas romances es un residuo de la poco di¬
chosa idea de las Ursprachen.
Sobre el futuro romance 37

perifrástico, parece por lo menos dudoso que tal comproba¬


ción pueda arrojar resultado positivo43.

5.2. La explicación por la necesidad expresiva se refiere,


en primer lugar, a la «innovación» o a las innovaciones ini¬
ciales: es decir, a los actos creativos de aquellos hablantes
que fueron los primeros en utilizar las formas perifrásticas
para expresar una nueva concepción del futuro. Pero se re¬
fiere también al «cambio», como proceso de difusión y con¬
solidación de esas formas en la comunidad lingüística ro¬
mana, pues implica que la innovación se difundió porque
correspondía a una necesidad expresiva de muchos hablan¬
tes. A este respecto, W. von Wartburg señala como falla fun¬
damental de la explicación de Vossler el hecho de que ésta
implicaría reducir a un solo momento lo que fue un largo
proceso44. Pero, en realidad, la explicación de Vossler no

43 A este propósito, es interesante recordar una aparente con¬


tradicción de W. Meyer-Lübke, Introducción, pág. 238, quien paga
su tributo a la denominación equívoca de «latín vulgar», mas, con
todo, resiste a la insidia terminológica: «Desde luego se trata de una
expresión vulgar, a juzgar por el estilo de los textos en que aparece.
Pero, según demuestra el modo como aquélla se difunde en romance,
también el lenguaje refinado y la cultura literaria han contribuido
esencialmente a su expansión, y a que por fin esa perífrasis crista¬
lice en una forma que llega a ser un tiempo del verbo». L. Spitzer,
Art. cit., págs. 173-174, intenta rebatir este último aserto, aduciendo
que la más temprana consolidación del nuevo futuro en algunos ro¬
mances sería sólo indicio (y efecto) de una más rápida «evolución».
Pero con ello no se invalida lo sostenido por Meyer-Lübke: en efecto,
la rapidez de la llamada «evolución» es, precisamente, el hecho que
debe ser explicado, y no una razón que explicaría los hechos.
44 Problemas y métodos, pág. 167: «La desaparición del antiguo
futuro y el crecimiento de la nueva forma, no se suceden el uno a
la otra, sino que son contemporáneos, corren paralelos y están íntima¬
mente relacionados. La progresiva gramaticalización del futuro for¬
mado con habeo es obra de siglos. Vossler proyecta un largo proceso
sobre un solo punto y obtiene con ello efectos inesperados, pero que
no corresponden a la realidad».
38 Estudios de lingüística románica

implica necesariamente tal cosa, y la objeción de W. von


Wartburg, en lo que tiene de cierto, no vale sólo contra las
explicaciones «semánticas», sino contra cualquier explica¬
ción que reduzca el cambio lingüístico a un hecho puntual:
incluso contra la «morfológica», si ella ignora la diferen¬
cia entre «innovación» y «cambio». Que la consolidación
«social» del nuevo futuro fue un largo proceso «gradual»,
paralelo a la desaparición del futuro sintético, y no un acto
momentáneo, es algo que queda fuera de duda. Pero la «gra-
dualidad» puede entenderse sólo en sentido «extensivo», en
lo que concierne a la adopción interindividual («difusión»)
de la innovación y a la selección entre las formas viejas y
las nuevas. En cambio, no puede hablarse de una progresiva
«gramaticalización» de las formas perifrásticas: en sentido
«intensivo», el «proceso» debe entenderse como acabado,
para todo hablante, en el momento mismo de la adopción
de esas formas para la categoría de futuro, o como «varian¬
tes» de las formas sintéticas.

5.3. Lo que cabe, más bien, preguntarse es si en todos


los hablantes actuó la misma necesidad expresiva. Y esto
es algo que ninguna explicación puede pretender, pues, en
este aspecto, la documentación de que la historia lingüística
dispone no puede ser nunca suficiente. Sin duda, una vez
determinado el cambio, es decir, una vez que las formas
sintéticas y las perifrásticas llegaron a sentirse como «varian¬
tes» hasta cierto punto «intercambiables», muchos hablan¬
tes habrán adoptado las formas perifrásticas también por su
mayor idoneidad distintiva, pues es indudable que ellas im¬
portaban también la superación de un punto crítico del sis¬
tema. Y muchos hablantes, sin percatarse de su peculiari¬
dad expresiva, las habrán adoptado simplemente «para ha¬
blar como otros», es decir, por una razón cultural «extrín-
Sobre el futuro romance 39

seca»: las explicaciones funcionales de los cambios lingüís¬


ticos no excluyen, sino que implican, las explicaciones cul¬
turales.

(RBF, III, 1957, págs. 1-18; incluido en


gran parte, como ejemplo, en: Sincronía,
diacronía e historia, Montevideo, 1958, pá¬
ginas 89-100 [2.a ed., Madrid, 1973, págs. 157-
177].)
II

¿ARABISMOS O ROMANISMOS?

ESP. anochecí en el bosque, rum. am innoptat in püdure

1.1. A raíz del artículo de A. Lombard, «Die Bedeutungs-


entwicklung zweier ibero-romanischer Verba», en ZRPh, 56,
1936, págs. 637-643, los romanistas e hispanistas suelen
estar de acuerdo en considerar «arabismos semánticos», o
sea calcos del árabe, ciertos usos de los verbos españoles
amanecer, anochecer y de los correspondientes verbos por¬
tugueses amanhecer, anoitecer. Se trata del hecho bien co¬
nocido de que esos verbos significan, no sólo 'empezar a
aparecer la luz del día’ y ‘empezar a faltar la luz del día,
venir la noche' (al. tagen, Tag werden y Nacht werden), sino
también llegar a, o estar en, un paraje, situación o condi¬
ción determinados al amanecer (o al anochecer)’; o sea,
para decirlo con las mismas palabras de Lombard (art. cit.,
pág. 637): «'den Anbruch des Tages bzw. den Einbruch der
Nacht erleben’, insbesondere mit Bezug auf den Ort, wo,
oder auf den Zustand, in welchem dieses Erleben stattfindet,
also 'sich mit Anbruch des Tages bzw. mit Einbruch der
Nacht irgendwo oder irgendwie befinden'». Así, por ejem-
¿Arabismos o romanismos? 41

pío: amanecí en Madrid y anochecí en Toledo, amanecí con


plata y anochecí sin blanca, amanecí sano y anochecí enfer¬
mo, y port. amanheci sobre os livros, amanheci doente,
anoiteci em Coimbra. Tales giros «personales» se conside¬
ran como típicamente hispánicos dentro del ámbito romance
y, más particularmente, como españoles y portugueses, y
suelen explicarse como calcos de los usos análogos de los
verbos árabes asbaha y amsá [o, más bien, alala, de layl
'noche']. En efecto, estos verbos árabes significan, no sólo
‘faire jour, étre matin' y ‘faire soir [nuit]', sino también
‘étre au matin, devenir tel ou tel le matin’ y ‘étre au soir, se
trouver au soir [á la nuit]', exactamente como amanecer y
anochecer.

1.2. Más recientemente, Américo Castro, España en su


historia, Buenos Aires, 1948, pág. 218, adopta y amplía la
tesis de Lombard, atribuyendo a influjo árabe también un
giro como el que se encuentra en el Poema del Cid, v. 1.186:
amaneció a mío Cid en tierras de Mon Real. Sin embargo,
en la edición revisada y modificada de la misma obra, La
realidad histórica de España, México, 1954, pág. 230, tal vez
como consecuencia de la discusión con Leo Spitzer, NRFH,
3, 1949, 141-158, Castro limita la explicación por el árabe a
los giros con amanecer, anochecer, amanhecer, anoitecer
conjugados en forma personal, lo cual coincide con lo sos¬
tenido inicialmente por Lombard. En esta misma forma
acepta la tesis del arabismo semántico Rafael Lapesa, tanto
en su reseña de la obra de Américo Castro, NRFH, 3, pági¬
na 300, como en las ediciones 2.a, 3.a y 4.a de su Historia de
la lengua española (págs. 109, 108, 110, respectivamente). Y
la aceptan también, aunque con cierta cautela, Serafim da
Silva Neto, Historia da língua portuguesa, Río de Janeiro,
1952 sigs., pág. 344, y Kurt Baldinger, Die Herausbildung der
42 Estudios de lingüística románica

Sprachraume auf der Pyrenaenhalbinsel, Berlín, 1958, pági¬


na 35: el primero, con un «parecem decalques»; el segundo,
con un vielleicht ('quizá').

1.3. En el bando opuesto sólo parece figurar L. Spitzer,


NRFH, 3, pág. 142, quien, por otra parte, no hace referencia
al artículo de Lombard, y sí sólo al libro de Castro. Pero,
a decir verdad, Spitzer trata sólo del giro le amaneció a
alguien, con respecto al cual aduce construcciones paralelas
del francés antiguo, como il leur anuita, il lor fut avespré,
de manera que sus dudas no llegan a afectar el eventual
arabismo de amanecí en Madrid, amanecí enfermo (véase la
respuesta de Castro, ibid., págs. 151-152).

1.4. En resumen, hay tres tipos de construcciones con


amanecer, anochecer, referidas de un modo u otro a per¬
sonas: A) le amanece a Fulano (event. el día); B) amanezco
en Madrid («en un paraje», «irgendwo»); C) amanezco sano
(«en una situación o condición», «irgendwie»). El estado ac¬
tual del problema etimológico de estos giros es, ciertamente,
el resumido por J. Corominas, DCEC (Diccionario crítico
etimológico de la lengua castellana), t. 3, pág 251. Coromi¬
nas, de acuerdo con Spitzer, rechaza el arabismo semántico
de le amaneció a Fulano en tal lugar (tipo A), pero afirma
que «hay arabismo indudable en la construcción con sujeto
personal Fulano amaneció» (tipos B, C).

2. En general, los varios autores que se han referido al


problema después de Lombard, o no hacen mención de las
demás lenguas romances, o afirman decididamente que en
ellas se desconocen tales giros. Así, A. Castro, España en su
historia, pág. 218, a propósito del giro amaneció a mió Cid,
afirma: «Ni en latín ni en otras lenguas románicas es posi-
¿Arabismos o romanismos? 43

ble tal construcción. Más extraño aún es que amanecer se


conjugue personalmente...». En La realidad histórica..., pá¬
gina 230, introduce dos limitaciones, pues se refiere sólo a
los tipos B y C y habla del latín y de las «lenguas literarias
de Occidente», «en ninguna [de las cuales] aparece amane¬
cer conjugado personalmente»; pero en la misma página
suprime la segunda limitación: «Lo que sin duda alguna
separa al español de cualquier otra lengua románica es el
uso de amanecer en primera persona». También Baldinger,
Ob. cit., págs. 35-36, afirma que sólo en ibero-romance (esp.
y port.) se da «ein personlidher Gebrauch» de amanecer,
anochecer, al lado del empleo «impersonal» documentado en
francés antiguo y en latín K Y Corominas, Ob. cit., se expresa
de manera aún más resuelta: «ésta es construcción exclusi¬
va del castellano y el portugués dentro del romance, sm
analogías en el sistema sintáctico romance».
Es, pues, fundamentalmente la afirmada ausencia de la
construcción en las demás lenguas románicas lo que orienta
a los estudiosos hacia el árabe.

3.1. Ahora bien, que el tipo A no es desconocido en el


romance extrapeninsular, es un hecho aceptado. Existía en
francés antiguo: cum pesmes jurz ñus est hoi ajurnez (Chan-
son de Roland); y —lo que no ha sido observado y es bueno
observar— existía también en latín: omnem crede diem tibí
diluxisse supremum (Horacio). Pero ¿será enteramente exac¬
to decir, sin otra precisión, que «en las demás lenguas romá¬
nicas faltan» los tipos B y C?

i Por empleo «personal» se entiende, evidentemente, un empleo


con sujeto personal, ser humano, pues el mero empleo con sujeto
(del tipo amanece el día) está ampliamente documentado en dances
anticuo y también en latín. Por la misma razón, en lugar de hablar
de empleo «impersonal» sería mejor decir, en el mismo sentí o, «no
personal».
44 Estudios de lingüística románica

3.2. Hay que observar, en primer término, que por lo


que toca a ciertas lenguas románicas, no es que ignoren sólo
tales giros, sino que no poseen siquiera verbos correspon¬
dientes a amanecer, anochecer «no-personales», de manera
que no se ve cómo podrían tener construcciones especiales
con verbos inexistentes, ni qué validez puede tener el argu¬
mento de la falta de dichos giros en ellas. Así, el francés
moderno no conoce tales verbos y dice il se fait jour, le
jour se léve, il se fait nuit, la nuit tombe, etc. (pero cf. 3.4 y
5.5.2). En catalán, a pesar de que algunos diccionarios dan
un verbo amanéixer (registrado también por el REW), y
de que el de P. Labernia (cit. por Lombard, art. cit., pági-
gina 638) le atribuye incluso el valor de ‘arribar á algún
lloch al apuntar lo dia’, no sólo no es corriente tal uso, sino
que el verbo mismo es de documentación dudosa; Coromi-
nas, Ob. cit., niega sin más su existencia: «No puede consi¬
derarse como existente un cat. amanéixer, sólo empleado
por algún valenciano castellanizante»2. Tampoco existe en
catalán un verbo correspondiente a anochecer. Y lo mismo
cabe decir de otros romances, como el sardo y el friulano
(cf. infra, nota 8). En italiano, finalmente, existen aggiornare
y annottare, pero son verbos literarios y poco comunes (en
particular, el primero): las expresiones usuales no son
aggiorna, annotta, sino si fa giorno, si fa notte.

3.3. ¿Cuáles son, pues, las lenguas romances de las que


se pueda decir propiamente que «no conocen el uso ibérico»?
Se han aducido el francés y el provenzal antiguos. Estas
lenguas poseían, en efecto, varios verbos análogos a ama¬
necer, anochecer, de frecuente uso «no personal», y también

2 Me consta, sin embargo, que el verbo (inclusive con su uso


«personal») es bastante corriente en valenciano, aunque, sin duda,
lo será como castellanismo.
¿Arabismos o romanismos? 45

(en el caso del francés) con varios empleos «personales»,


entre los cuales, sin embargo, no parecen estar documenta¬
dos giros idénticos a los españoles y portugueses. Pero se
trata precisamente de las dos lenguas en las que la inexis¬
tencia de un uso cualquiera no es un hecho verificable, puesto
que «inexistencia» no es, por cierto, lo mismo que «falta de
documentación» (además, con respecto al fr. ant., cf. 5.5.2).
En cambio, entre las lenguas románicas actuales, fuera
del español y del portugués, hay otra que posee esos verbos
como populares y absolutamente corrientes: el rumano. Pero
el rumano —y es ésta la segunda observación que cabe hacer
a las afirmaciones antes citadas— conoce también su
uso «personal» (precisamente, el tipo B).

3.4. Por lo tanto, la situación lingüística sincrónicamente


observable, y de la que conviene partir, es la siguiente: una
serie de lenguas románicas, pertenecientes a dos áreas no
contiguas (español, portugués, rumano), poseen como popu¬
lares y usuales verbos del tipo amanecer, anochecer, y cono¬
cen asimismo un peculiar uso «personal» de esos verbos. Y
todavía hay que agregar que el provenzal moderno conoce
un anucha impersonal y un s’anucha personal, y que el mis¬
mo francés moderno posee un verbo s’anuiter 'anochecer ,
de uso exclusivamente personal (cf. 5.5.2). Esto, según todas
las normas de la lingüística comparada, nos orienta de inme¬
diato hacia un origen latino del fenómeno en cuestión.

4.1. Lo curioso es que el primero que sostuvo la tesis


arábiga, A. Lombard, excelente conocedor del rumano como
es, no ignoraba la mencionada coincidencia rumano-ibérica.
Al contrario, afirmaba textualmente: «Die aus dem Spa-
nischen bekannte, spezielle personliche Konstruktion ist also
eine Eigentümlichkeit der ibero-romanischen Sprachen und
46 Estudios de lingüística románica

des Rumánischen» (art. cit., pág. 639). Más aún, la tarea que
se proponía en buena parte de su artículo era, precisamente,
la de eliminar el problema planteado por la analogía con el
rumano, para explicar por separado los giros luso-españoles.

4.2. Recordemos brevemente su argumentación (ibid


págs. 638-641). Lombard comienza por señalar que también
en rumano hay un verbo de empleo análogo al luso-español:
a insera (por ejemplo, inserara la un sat 'anochecieron en
una aldea’). Los otros verbos análogos los excluye: a intune-
ca sería 'vergleichbar aber nicht gleich», y a innopta sería
todavía diferente, pues significaría sólo «Nacht werden»
(‘anochecer’ impers.) y «übernachten» (‘pasar la noche’). Re¬
conocida, pues, la analogía entre rumano y luso-español para
un solo verbo, Lombard se pregunta si los dos usos, el orien¬
tal y el occidental, deberán considerarse como históricamen¬
te relacionados, de acuerdo con la conocida norma geolin-
güística de las áreas laterales; pero rechaza tal hipótesis,
porque —dice— debería tratarse de un hecho muy antiguo,
latino, del cual, sin embargo, falta justamente la documen¬
tación latina. Por lo tanto, le parece excluido que el fenó¬
meno pueda remontarse al latín. Además, habría que sepa¬
rar el rumano del romance occidental, en este caso, porque,
como lo ha señalado Sandfeld, construcciones análogas a la
rumana con a insera se encuentran también en griego mo¬
derno, albanés y búlgaro: se trataría, en rumano, de un
«balcanismo», cuya aclaración pertenecería a la «filología
balcánica» más bien que a la románica. Finalmente, a insera
se diferenciaría también por su forma de los verbos occi¬
dentales.
Quedaría resuelta así la dificultad inicialmente planteada,
pues se trataría de dos usos independientes, a pesar de su
sorprendente analogía: el uso ibérico podría explicarse por
¿Arabismos o romanismos? 47

el árabe; el rumano, no explicado, debería encontrar su


explicación como «balcanismo».

5.1. Esta solución de Lombard, que constituye el puntal


mismo de su tesis arábiga, es sin duda muy ingeniosa. Sin
embargo, considero que el cuadro lingüístico delineado en
3.4 nos obliga a dudar de su exactitud y a examinar más de
cerca los argumentos explícitos e implícitos en que se funda
y que, como se ha visto, son en lo esencial, los siguientes:
a) en rumano habría un solo verbo (a insera) compa¬
rable con los dos verbos hispánicos amanecer, anochecer
(a los cuales Lombard, de acuerdo con un informante colom¬
biano, agrega todavía oscurecer: oscurecí llorando)-,
b) el rum. a insera sería formalmente diferente de los
verbos occidentales;
c) el uso «personal» rumano, por encontrarse también
en griego moderno, albanés y búlgaro, no sería latino sino
balcánico;
d) el uso «personal» no está documentado en latín.
Ahora bien, todos estos argumentos me parecen vulne¬
rables.

5.2. Ante todo, el uso de a innopta (fuera del hecho de


que significa también ‘pasar la noche en algún lugar )
no es, en realidad, diferente del de a insera, sino idéntico.
El DLRM (Dictionarul limbii romine moderne, Bucarest,
1958) da para a insera: ‘a se face seará' y ‘a rámíne undeva
piná seara, a-1 apuca pe cineva seara undeva', es decir, 'sich
mit Einbruch des Abends irgendwo befinden', ‘étre surpris
par le soir'; y para a innopta: ‘a se face noapte y a fi sur-
prins de noapte’, o sea ‘étre surpris par la nuit’. Asimismo,
limitándonos al uso en cuestión, el DLRLC (Dictionarul lim¬
bii romine literare contemporane, t. 3, Bucarest, 1957) da
48 Estudios de lingüística románica

para a insera: ‘(despre oameni) a rámine pina seara undeva,


a intirzia pina seara, a-1 apuca pe cineva seara' (con los
ejemplos ca sá nu insereze pe drum y unde inser eaza, acolo
doarme); y para a innopta: 'a fi surprins de noapte’, con
ejemplos enteramente análogos: au innoptat pe drum, avem
sá innoptám in pádure (‘anochecieron por el camino', ‘ano¬
checeremos en el bosque').
Tampoco es diferente el caso de a intuneca. En primer
término, su uso personal está bien documentado para el
macedo-rumano. Al ejemplo que Lombard cita según Sand-
feld: na dzuá ntunicará tu np hoará ‘un día anochecieron
en una aldea’, puedo agregar este otro, que encuentro en
Th. Capidan, Arománii. Dialectul aroman, Bucarest, 1932,
pág. 184: ntunicai Anadulie / ú-apirii n Vinitie 'anochecí
[lit. ‘oscurecí'] en Anatolia, amanecí en Venecia'. Pero tal
uso, aunque no registrado en el DLRM ni en el DLRLC,
existe también en daco-rumano, según me lo confirman ru¬
manos de varias regiones. Por otra parte, el propio Lombard
cita según Sandfeld el refrán care minecá nu intuneca; y
es sintomático que Capidan, al traducir al daco-rumano su
ejemplo, lo haga naturalmente con el mismo verbo: «am
intunecat in Anatolia» (aunque en otro lugar, pág. 531, tra¬
duce la misma expresión «am inoptat in Anatolia»): no creo
que se trate de un calco ocasional del macedo-rumano (dia¬
lecto materno del autor).
En daco-rumano no existe un verbo exactamente corres¬
pondiente a amanecer (se emplean varias perífrasis: a se
face ziuá, a se zori de ziuá, a se crápa de ziuá, etc.); pero
sí existe en macedo-rumano, donde tiene también empleo
«personal»: es el apir del ejemplo que se acaba de señalar;
cf., de todos modos, Capidan, pág. 148: apir ‘se lumineazá’
('amanece') y, con valor personal, 'má apuca ora diminetii'
(‘amanezco’), ‘má scol dis de dimineatá’ (‘madrugo’).
¿Arabismos o romanismos? 49

Finalmente, por propia experiencia, puedo agregar un


quinto verbo: a amurgi ‘dámmern’, cuyo uso «personal», a
pesar de que no figura en los dos diccionarios antes citados,
me es absolutamente familiar: am amurgit in pádure ‘la
hora del crepúsculo me sorprendió en el bosque’.
Por consiguiente, no se trata de «un solo verbo» análogo
a amanecer, anochecer. En rumano existen cinco verbos
análogos a los dos ibéricos: a insera, a innopta, a intuneca,
a amurgi y mac.-rum. apir, y los cinco, sin excepción, se
emplean también personalmente, en el sentido de ‘hallarse
en algún paraje’, etc.

5.3. En cuanto a la forma de a insera, no acierto a ver


en qué es diferente. Si se trata de la formación en -a, es aná¬
loga a lat. vesperat, fr. ant. ajorner, anuitier, avesprer, prov.
anucha, it. annottare. Si se trata del prefijo, es análoga a
lat. illucescit, fr. enserer, enjorner (cit. por Lombard, pági¬
na 638), ennuyter (Du Bellay); por otra parte, a formaciones
con ad- en las lenguas occidentales corresponden en rumano,
varias veces, formaciones con in-: esp. abrazar, it. abbraccia-
re, rum. a imbrutisa', esp. ablandar, rum. a imblinzi, etc.
Por último, si se trata de la base, a insera es, sin duda, di¬
ferente de anochecer, anoitecer, pero es que se trata de otro
verbo.

5.4. Tampoco alcanzo a ver en qué sentido la existencia


del giro en varias lenguas balcánicas podría anular su even¬
tual latinidad en rumano.
En primer lugar, y desde un punto de vista general,
«balcánico» no significa de por sí «no-románico». Los he¬
chos rumanos sólo podrían eliminarse si se les diera otra
explicación histórica; pero decir de un hecho determinado
que es «balcanismo» no significa explicarlo, sino sólo indi-

EST. LINGÜÍSTICA ROMÁNICA. — 4


50 Estudios de lingüística románica

car su área de difusión, comprobar que se encuentra en las


lenguas de la llamada «liga lingüística» balcánica. Históri¬
camente, en efecto, un «balcanismo» no es ningún fenómeno
de naturaleza especial o que tenga alguna explicación fuera
de lo común: como todo hecho lingüístico que se registra
en varias lenguas contiguas A, B, C, D —y fuera del caso de
creaciones independientes—, o se ha difundido de una de
ellas a las demás, o procede en todas ellas de otra lengua E,
eventualmente desaparecida. En la primera hipótesis, el
centro de difusión del giro podría muy bien ser el rumano,
como en tantos otros casos. En la segunda, el giro podría
proceder de un sustrato traco-ilirio, pero también del latín
balcánico y oriental, continuado, justamente, por el rumano.
En segundo lugar, el mismo autor en quien Lombard se
apoya, K. Sandfeld, Linguistique balkanique, París, 1930,
págs. 210-211, no destaca siquiera el hecho como «balcanis¬
mo» específico; al contrario, lo señala en un contexto en el
que observa que es justo considerar dentro de la unidad
balcánica también hechos no específicos; y, precisamente,
lo cita como un uso análogo al de esp. anochecer, fr. ant.
anuitier [?] y de un fr. dial, anuiter, con el valor de 'étre
surpris par la nuit, se trouver dans un lieu á l’approche de
la nuit’.

5.5.1. Sólo queda, pues, la circunstancia de que el uso


«personal» no está documentado en latín, que es el argumen¬
to filológicamente más poderoso —pero no más poderoso
que el argumento de la extensión románica del giro y de su
distribución en tres zonas discontinuas (español-portugués,
francés-provenzal, rumano).
Aun dejando de lado el hecho de que la norma de las
áreas laterales (como las otras normas espaciales de Bartoli)
se ideó para servir como indicio precisamente en los casos
¿Arabismos o romanismos? 51

en que carecemos de documentación, y de que, por consi¬


guiente, la falta de documentación no puede en rigor opo¬
nérsele, se trata aquí de una norma bien establecida de la
gramática comparada románica, que recordaré en la clara
formulación de M. L. Wagner, «Über die Unterlagen der ro-
manischen Phraseologie», en VKR, 6, 1933, pág. 1: «In der
Wortforschung ist es lángst Regel, ein in alien romanischen
Sprachen oder doch in mehreren von ihnen vorkommendes
Wort, auch wenn es lateinisch nicht überliefert ist, auf eine
lateinische Grundform zurückzuführen... Natürlich muss
dasselbe von der Syntax gelten». A esta formulación cabría
agregar sólo que no debe tratarse (como no se trata en nues¬
tro caso) de hechos que podrían explicarse por difusión de
una lengua a otra, después de la fase común.
El mismo Wagner subraya, con razón, lo precario e insu¬
ficiente de la documentación latina antigua por lo que atañe
a la sintaxis y fraseología, y señala (pág. 3) como de muy
probable origen latino, a pesar de que en latín no se halla
documentado, justamente un giro que hoy sólo existe en los
dos extremos de la Romanía: esp. no cabe duda, rum. nu
incape indoialá.

5.5.2. Contra el argumento de la falta de documentación


habla también la curiosa situación que se comprueba en
una de las tres zonas en cuestión, la representada por el fran¬
cés y el provenzal actuales.
En efecto —prescindiendo del fr. dial, anuiter aducido
por Sandfeld, que no encuentro confirmado en otra parte3—,

3 Conozco, en verdad, un anuiter empleado en el francés regio¬


nal del Sur de Francia, pero sólo en el sentido de 'pasar la noche’.
Godefroy, Dict. anc. lang. fr., pág. 304, señala tres verbos regionales,
pero ninguno con el significado dado por Sandfeld: annuiter (Fran¬
cia central) ‘passer la nuit, dormir’, enneuter (Morvan) 'mettre en
52 Estudios de lingüística románica

de los varios verbos análogos a amanecer, anochecer que


poseía el francés antiguo, el francés literario moderno ha
conservado uno solo: s’anuiter, de forma reflexiva y de em¬
pleo exclusivamente personal. Lombard (pág. 638) excluye
de la discusión este verbo, diciendo que significa ‘s’exposer
á étre surpris en chemin par la nuit'. Pero, en realidad,
s’anuiter no puede quedar excluido, pues significa 'se laisser
surprendre par la nuit' (Larousse), ‘étre surpris par la nuit’,
‘sich bis in die Nacht verspáten' (Korting, Lat. Rom. Wb.),
‘von der Nacht iiberrascht werden’ (Gamillscheg, EWFS), es
decir, exactamente ‘anochecer’, como se deduce también de
los ejemplos que los diccionarios citan: il est dangereux de
s’anuiter dans les montagnes 'es peligroso anochecer en las
sierras’. 'Se laisser surprendre’, ‘s’exposer á' son perífrasis
que los lexicógrafos emplean para destacar el sentido «per¬
sonal» del verbo, y «en chemin» es una adición superflua de
Littré* * * 4. Por otra parte, los diccionarios rumano-franceses
traducen s’anuiter, con mucho tino, por a innopta (cf., por ej.,
N. Condeescu, Dictionar francez-romin, Bucarest, 1959) y,
viceversa, Sandfeld traduce rum. a insera por ‘étre surpris
par la nuit’ [lit. ‘par le soir'], o sea con la misma perífrasis
que los diccionarios emplean para explicar s’anuiter. El uso
de este verbo es, por lo tanto, enteramente análogo al de
amanecer, anochecer «personales».
Ahora bien, por su forma, s’anuiter continúa sin duda, el
antiguo (s')anuitier; pero se indica que su valor semántico
es de documentación reciente, ulterior al siglo xvi (Bloch-

nuit, dans la nuit’, y aneussai (Poitou, Vendée) ‘commencer á faire


nuit’. Para el franco-provenzal encuentro en A. Duraffour, Lexique
patois-fr. du parler de Vaux-en-Bugey (Ain), Grenoble, 1941, ahorna,
y anwetá, con valor únicamente «no personal»: es ahuarnd, es
anwetd 'amanece, anochece’.
4 El mismo Littré, en efecto, explica anuité simplemente como
‘surpris par la nuit’.
¿Arabismos o romanismos? 53

Wartburg), mientras que el uso no personal del verbo anti¬


guo anuitier está documentado desde el siglo xi (se encuen¬
tra ya en el Alexis, v. 51). ¿Será una innovación moderna
difícil de explicar, o se tratará, más bien, de conservación
de un uso antiguo que, por un azar, no se encuentra docu¬
mentado? El mismo aislamiento de ese valor en el francés
actual es un indicio de lo segundo. Por otra parte, el verbo
antiguo —contrariamente a lo que afirman Lombard (pá¬
gina 638) y Baldinger (Ob. cit.), que sólo le reconocen em¬
pleo «no personal»— está ampliamente documentado tam¬
bién en varios usos «personales», si no idénticos, por lo
menos bastante cercanos al moderno. Godefroy, Lexique
anc. fr., da para anuitier: 'demeurer la nuit, passer la nuit;
y para s’anuitier: 'se loger pour la nuit’, ‘passer une partie
de la nuit á faire quelque chose'; cf. también Tobler-Lom-
matzsch, Altfr. Wb., col. 407 (donde, sin embargo, sólo se
da el valor ‘náchtigen’). Y, en verdad, yo no estaría siquiera
tan seguro de que el uso de s’anuitier anochecer personal
carece de documentación. En efecto, la traducción por ano¬
checer conviene sin violencia ninguna a los varios ejemplos
que del empleo de este verbo ofrece Godefroy: Son seigneur
l'emmena et s'anuita en la ville de Gabal (Livre du Chevalier
de La Tour); elle ne s'osa arrester ne anuyter sur le chemin
(Froissart); Ainsi comme Nostre Seigneur s'estoit anuittié
de nuit en oroison (Vita Christi). Para este último ejemplo
en particular, la traducción por anochecer parecería la más
adecuada: 'así como Nuestro Señor había anochecido oran¬
do'. Las traducciones de Godefroy parecen más bien acep¬
ciones contextualmente determinadas de un valor único, en
todo análogo al de esp. anochecer. Es cierto que esos ejem¬
plos son tardíos (siglos xiv-xv), pero de todos modos son
anteriores al siglo xvn, e incluso a 1500, y por lo tanto,
corresponden todavía al francés medieval.
54 Estudios de lingüística románica

Más clara aún, en el mismo sentido, es quizá la situación


que presenta el provenzal moderno (lengua no tenida en
cuenta por Lombard), aunque aquí la documentación de usos
personales antiguos parece faltar por completo. El provenzal
moderno posee tres verbos de nuestra serie: ajourna, aves-
pra y amicha. Los dos primeros son sólo impersonales, pero
el último tiene los dos usos: es impersonal en la forma acti¬
va, y personal en la reflexiva. Mistral, Tresor, da para ami¬
cha (aniucha, amecha, etc.): ‘se faire nuit’, y para s’anucha:
's'anuiter, se mettre á la nuit'; además, traduce nous anu-
chan por ‘la nuit nous gagne', es decir, 'nos alcanza la noche,
nos anochece, anochecemos’, y registra interesantes ejem¬
plos de valor personal para el participio del mismo verbo:
Li plang desespera d’uno maire aniuchado; Pastourello
amechado al miech de son troupél.
Así, pues, los hechos del francés y provenzal modernos
son, en el fondo, muy semejantes a los que se comprueban
en daco-rumano. En los tres idiomas, el uso personal existe
sólo con respecto a la noche, con la diferencia de que el
daco-rumano posee varios verbos con tal uso, mientras que
el provenzal y el francés poseen un solo verbo personal, y
de que en francés este verbo es sólo personal.

5.5.3. Pero supongamos que se quiera plantear el proble¬


ma desde el punto de vista «balcánico» y, más exactamente,
desde el punto de vista del griego moderno, lengua que,
como es sabido, presenta pocos «balcanismos» de sustrato
traco-ilirio: sus «balcanismos» más antiguos suelen ser, o
grecismos que se han difundido en las demás lenguas bal¬
cánicas, o latino-romanismos. ¿A qué conclusiones llega¬
remos?
En griego moderno existen tres verbos análogos a esp.
amanecer impersonal: (3paSiá¿;£i ‘il se fait soir, il se fait
¿Arabismos o romanismos? 55

tard’, vuxxcó'V£i ‘anochece’ y fji^epcávsi ‘amanece’. Estos


verbos, desconocidos en griego antiguo, son, evidentemente,
de formación tardía: £>r]p.£pó>V£i tiene documentación bizan¬
tina (cf. Du Cange, Gloss. Graec., que registra £,r]p£póv£i
‘dilucescit’, y N. P. Andriotis, ’ETupoAoyiKÓ X££,lkó Trjp
Koivfjp V£oeXXr|VLKf¡<;, Atenas, 1951); los otros dos, sólo
documentación moderna5. Más aún, el griego antiguo len¬
gua cuya documentación, incluso sintáctica y fraseológica,
es incomparablemente superior a la latina— no poseía este
tipo de verbos (es decir, verbos correspondientes a los sus¬
tantivos ‘día’, ‘tarde’, ‘noche’): empleaba perífrasis, o bien
imágenes de otro tipo, como ÓTtoc|)aív£i q^épcc (ecoq), Y su
único verbo de algún modo comparable con los que aquí
consideramos, &£ÍXop.ca (por lo demás, de escasa documen¬
tación y de empleo limitado), no se ha conservado en el
griego más reciente. En cambio, una lengua con la que el
griego convivió largamente en la Península balcánica, el
latín, poseía varios de estos verbos, que formaban una larga
serie impersonal con otros, de otro tipo. Ya en latín clásico
se registran vesperascit, advesperascit, noctescit, en serie
con lucescit, luciscit, dilucescit, illucescit, tenebrescit, con-
tenebrescit, contenebrascit; y, más tarde, también manescit,
vesperat. Es razonable suponer que el griego haya formado
sus verbos |3pcc5iᣣi, vuxtóvci, fjipcpóvci sobre modelos
latinos, para traducir verbos como vesperascit, noctescit,
dilucescit: se tratará, pues, de calcos del latín. Por otra
parte, en el mismo griego moderno, esos tres verbos tienen
también uso personal, precisamente en su forma media:
(3pa&iáCopoa ‘étre surpris par le soir, rum. a insera’) vuxtó-
vopcu ‘étre surpris par la nuit, fr. s’anuiter, esp. anochecei,

5 Andriotis registra voxtóvei como neoformación y no registra


(3 p-a S i de e l .
56 Estudios de lingüística románica

rum. a innopta£r]p8pcóvopai 'étre surpris par le jour, «le


jour me trouve á», esp. amanecer, mac.-rum. apir’. Tal uso
no puede proceder del griego antiguo, donde no existían
siquiera los verbos, y tampoco se halla documentado en
latín. Pero se registra en albanés, lengua profundamente
latinizada y romanizada, y se encuentra ampliamente difun¬
dido en las lenguas románicas actuales de las dos Roma-
nias: rumano, español, portugués, francés, provenzal; en
particular, es muy corriente en la lengua románica que con¬
tinúa el mismo latín oriental con el que convivió el griego,
es decir, en rumano. Muy razonablemente concluiremos que
también este uso habrá existido en latín.

5.5.4. Por lo tanto, también el planteamiento del pro¬


blema desde el ángulo balcánico y griego nos lleva hacia
una solución latino-románica6. Y será, además, razonable
suponer que, en latín, el uso personal habrá surgido primero
en el verbo o en los verbos de base nocí-, dado que en ellos
se encuentra en cinco lenguas románicas, y que luego, quizá
ya en fase romance, y de manera independiente, se habrá
extendido a otros verbos. En efecto, los otros verbos de la
serie, o simplemente no existen, o presentan formaciones
diferentes en las distintas áreas romances, o no conocen el
uso personal.
Si hay arabismo en los giros personales de amanecer,
anochecer, consistirá apenas en la extensión del uso del
tipo' B (amanecer en algún lugar) al tipo C (amanecer de
cierto modo), pues este último, efectivamente, no se encuen-

6 Huelga decir que ello no afecta en nada la eventual significación


de los giros con respecto al modo de vivir y pensar hispánico, bus¬
cada por don Américo Castro; significación que se encuentra, eviden¬
temente, en otro plano y no en el del mero origen de las tradiciones
lingüísticas.
¿Arabismos o romanismos? 57

tra en francés y tampoco me consta que exista en rumano.


Pero, aun así, habrá que tener en cuenta que el tipo existe
en griego moderno y en albanés: ir<5q ¿Jipépcooec;; si u-dive?
‘¿cómo has amanecido?'; u-di nestret shéruar 'al día siguien¬
te amaneció sano’ (K. Sandfeld, Ob. cit., pág. 211); y habrá
que tener en cuenta asimismo que el ejemplo francés me¬
dieval anuittié en oroison y el uso provenzal moderno (cf.
5.5.2) no implican referencia a un paraje. Con todo, lo más
acertado será postular un normal desarrollo interno, pues
es sabido que las lenguas hispánicas presentan los dos usos
en varios verbos «de movimiento y estado» (como andar,
salir, estar; por ejemplo, anda por ahí, anda enfermo) que
en las demás lenguas romances tienen sólo sentido «espacial»
(o, de todos modos, no suelen construirse con adjetivos o
frases adjetivas): en el fondo, semánticamente, anochecer
pers. no es otra cosa que ‘estar (al caer la noche)’ y, por lo
tanto, puede entrar en las varias construcciones de estar.

6.1. Ciertamente, dado el carácter particular de las expli¬


caciones históricas1, los giros estudiados podrían ser ara¬
bismos en ibero-romance y tener otra explicación en rumano.
Pero tal solución no sólo deja inexplicado el hecho románi¬
co oriental, enteramente análogo al occidental, sino que,
además, deja de lado el fr. s'anuiter y el prov. s anucha,
para los cuales habría que buscar una tercera explicación,
pues no serán «arabismos» ni «balcanismos». Deben invo¬
carse motivos muy poderosos para rechazar la explicación
románica, que es única y abarca el francés, el provenzal, el
rumano y los Balcanes.

i Cf., a este propósito, E. Coseriu, Sincronía, diacronía c historia,


Montevideo, 1958, págs. 81 y sigs. [2.a ed., Madrid, 1973, págs. 142 y sigs.].
58 Estudios de lingüística románica

6.2. Es cierto también que, mientras el uso personal no


se encuentre documentado en latín, podrán subsistir dudas:
no habrá prueba filológica, sino sólo argumentos de
orden lingüístico para sostener el origen latino de los giros.
Pero argumentos que me parecen lingüísticamente suficien¬
tes. Y, de cualquier modo, si la tesis arabista se funda en
que los giros personales de amanecer, anochecer no se en¬
contrarían en otras lenguas románicas, tal argumento no es
válido, pues por lo menos el tipo B se encuentra en la mayo¬
ría de las lenguas que poseen los verbos correspondientes 8.
Las excepciones, a lo que se me alcanza, son el franco-pro-
venzal y el italiano; pero también el ital. annottare conoció
por lo menos un uso personal, en el sentido de ‘pasar la
noche’ (Zingarelli), como el fr. ant. anuitier, el fr. regional
anuiter (cf. nota 3) y el rum. a innopta. Y, de todos modos,
se trata de dos idiomas románicos contra cinco.

otras expresiones: «o/o de agua»; «casa»

7.1. La confrontación con el rumano puede hacer surgir


dudas también con respecto a otros presuntos arabismos
—que, por otra parte, ya han suscitado reservas. Así, por
ejemplo, con respecto a ojo (de agua), port. ólho-de-água,
en el sentido de 'manantial que surge en un llano’, ‘nascente
que rebenta no solo’ (Caldas Aulete, Dicionário cont.), y a

8 Los verbos sard. arbéskere, iskurikare e ital. albeggiare, imbru-


nire se encuentran en una situación diferente, pues, aunque análogos
a esp. oscurecer, rum. a intuneca, no pueden apoyarse, como éstos,
en la analogía de un uso personal de verbos como anochecer, a
innopta. Lo mismo cabe decir de los friulanos alboreá, lampená, scurí.
¿Arabismos o romanismos? 59

casa, en el sentido de ‘habitación o cámara dentro de una


casa’.

7.2.1. Por lo que se refiere a ojo de agua, ya M. L.


Wagner, en su art. cit. de 1933, pág. 11, señaló la coinciden¬
cia entre la expresión española y el árabe ‘ayn ‘ojo’ y ‘fuen¬
te’, observando que sería posible hablar de calco; pero ad¬
vertía que la misma imagen se encuentra en persa y en
vascuence. En cambio, A. Castro, España en su historia,
pág. 63, afirma que el valor ‘manantial’ de esp. ojo, port.
ólho «es una acepción inexplicable dentro del románico» y
la atribuye sin reservas a «seudomorfosis» (calco) del árabe;
luego, a propósito del cat. ull d'un rio [riu], habla de
«mozarabismo» (págs. 79, 81); cf. también La realidad histó¬
rica de España, págs. 112, 114. Y Spitzer, NRFH, 3, pág. 141,
incluye este caso entre aquellos en que Castro habría «acer¬
tado a encontrar la base semántica árabe de ciertas palabras
españolas», si bien señala en nota que G. Rohlfs, Bayerische
Sitzungsberichte, 1944/46, fase. 5, ha encontrado la misma
metáfora en vasco, en gascón y en Córcega, y le supone un
origen vascuence [rede: ibérico].
En realidad, ya varios años antes, en Le Gascón, Halle,
1935, pág. 31, Rohlfs —volviendo a una observación todavía
anterior («Baskische Reliktworter», en ZRPh, 47, 1927, pági¬
na 395)— había señalado ojo ‘Quelle’ en gascón (ouelh
d’aigo), catalán, aragonés (güello de ra fuande) y castellano
(ojos del río Guadiana), observando que, puesto que la ima¬
gen se encuentra también en vascuence (urbegi ‘fuénte’,
prop. 'ojo del agua’), «darf man mit einiger Sicherheit ver-
muten, dass der Ausgangspunkt für diese metaphorische
Anschauungsweise im Iberischen liegt». En la obra aludida
por Spitzer, Griechischer Sprachgeist in Süditalien, Munich,
1947, pág. 9, retomaba simplemente la misma hipótesis y
60 Estudios de lingüística románica

se limitaba a agregar al área románica de la expresión el


corso occhiu 9.
En NRFH, 3, págs. 157-158 —esta vez con referencia
explícita a Rohlfs—, Castro vuelve a sostener la tesis del
origen árabe, argumentando que el vascuence debió tomar
la imagen del romance, que también el hebreo tiene hayin
‘ojo’ y ‘fuente’, y que Córcega estuvo en poder de los sarra¬
cenos desde mediados del siglo ix hasta mediados del xi. El
origen árabe fue aceptado luego por Lapesa (en su ya citada
reseña, NRFH, 3, pág. 298)10 y, como mera posibilidad, por
Silva Neto, Hist. da língua port., pág. 344, quien observa
que se trata de una comparación elemental y evidente y
recuerda que ya Gabelentz la registraba en varias lenguas.
Finalmente, Corominas, DCEC, s. v. ojo, recapitula todo
el asunto y, en primer lugar, amplía la documentación de la
imagen. Al área románica ya conocida (cast., arag„ port.,
cat., esp. de América, gascón, corso) agrega el prov. uiau
‘petit gouffre qu’on regarde sans fond' (Mistral), y observa
que «no se puede asegurar que no tenga mayor extensión».
Al área no románica (vasco, árabe, hebreo, persa) agrega el
galés, el servio-croata, el georgiano y lenguas americanas
como el araucano y el quechua. En cuanto al origen, Coromi¬
nas, que ya en 1937, VR, 2, pág. 158, había pensado en la
posibilidad de la poligénesis, asegura ahora, frente a la
extensión de la metáfora, que se trata precisamente de un
fenómeno poligenético, lo cual eliminaría las dos hipótesis
antes señaladas (la arábiga y la ibérica).

9 Por otra parte, Rohlfs (en ambas obras) no dejaba de señalar


que la misma imagen se encuentra también en árabe.
10 Sin embargo, Lapesa no incluye ojo de agua entre los «arabis¬
mos semánticos» en ninguna de las ediciones de su Historia de la
lengua española.
¿Arabismos o romanismos? 61

7.2.2. En verdad, la poligénesis de la metáfora parece


indudable y sólo cabe confirmarla, pues, en efecto, su área
de extensión es mucho mayor aún que la indicada por Coro-
minas. Al área románica occidental debe añadirse el sicilia¬
no (el pequeño Dizionario siciliano-italiano de V. Nicotra,
2.a ed., Catania, s. f., único que puedo consultar en este
momento, registra occhiu d'acqua ‘polla’, es decir, ‘manan¬
tial’); al área no románica, el turco góz ‘ojo’ y ‘fuente’, y
—de acuerdo con G. von der Gabelentz, Die Sprachwissen-
schaft, 2.a ed., Leipzig, 1901, pág. 42— el siamés, el tibetano,
el malayo, el japonés, lenguas de África y de Oceanía (islas
Fidji)u. En la poligénesis han pensado, como se ha visto,
también Wagner y S. Silva Neto, y, por otra parte, ésta
misma era la convicción de Gabelentz, quien citaba la metá¬
fora justamente como ejemplo de creación poligenética:
«Weit verbreitet ist es, die Quelle ais Auge des Wassers zu
beschreiben... Der Vergleich muss doch dem naiven Geist
recht nahe liegen» (Ob. cit., 1. cit.).

7.2.3. Sin duda. Pero ¿qué significa «poligénesis»? El


concepto y su valor para la etimología necesitan ciertos
esclarecimientos que merecen una pequeña digresión, pues
a este respecto, sobre todo cuando se trata de imágenes «evi¬
dentes», se da todavía una frecuente y curiosa identificación
entre la vieja etimología, entendida como búsqueda del
«étymon», y la etimología como estudio históiico de tradi¬
ciones léxicas.
En efecto, «poligénesis» significa sólo «creación análoga
en varias zonas independientes», y ello no supone de ningún
modo que en todas y cada una de las lenguas en que se

ii Una imagen algo diferente es la representada por el checo


mofské oko, eslovaco morské oko, húng. tengerszem ‘pequeño lago
alpino’, lit. ‘ojo de mar’.
62 Estudios de lingüística románica

encuentra una imagen, haya surgido ésta independientemen¬


te: no excluye los préstamos o calcos mutuos en tal área
determinada. No sólo en la lingüística, sino en general en
la historia de la cultura, el recurrir a la poligénesis con res¬
pecto a un hecho cultural (una «tradición») cualquiera sig¬
nifica sólo afirmar la pluralidad (independencia) de las áreas
en que se da tal hecho (lo cual nos permite dejar de consi¬
derar ciertas áreas), pero no resuelve el problema histórico
para una área en particular. Así, afirmar la poligénesis del
teatro puede significar que los hombres en general son capa¬
ces de crearlo y que el teatro europeo es independiente del
chino, pero no nos exime de buscar los orígenes históricos
del teatro occidental, y no significa ni que el teatro de los
varios países occidentales haya surgido independientemente
en cada uno de ellos ni que no continúe, en esta área, la tra¬
dición helénica. Del mismo modo, en lingüística, afirmar,
por ejemplo, la poligénesis del artículo significa reconocer
que se da en varias lenguas no relacionadas entre sí, pero no
significa renunciar a explicar históricamente el artículo
románico y excluir de antemano su muy probable relación
con el artículo griego. En otras palabras, «poligénesis» no
significa «no-historia», sino «poli-historia»: varias historias
autónomas.
Pues bien, un problema etimológico es, precisamente,
un problema histórico y, por lo tanto, el recurrir a la poli-
génesis, lejos de ser, como tan a menudo se piensa, un modo
de resolverlo, es sólo un modo de plantearlo: no
constituye explicación histórica, sino mera operación previa
de separación de áreas; simplemente se divide un problema
a primera vista único en varios problemas históricos inde¬
pendientes (o provisionalmente independientes), que luego
se plantearán en particular para cada una de las áreas que
se hayan deslindado.
¿Arabismos o romanismos? 63

7.2.4. Por ello, en el caso concreto de ojo de agua, la


poligénesis de la imagen, aunque plenamente reconocida, no
anula en realidad las dos hipótesis, muy razonables, que se
han emitido para justificarla históricamente en lo que se
refiere al área románica. Más aún: si no hubiera otras con¬
sideraciones, la hipótesis ibérica seguiría siendo una exce¬
lente hipótesis, y no por el simple hecho de que la imagen
se encuentra en vascuence, sino porque el área que Rohlfs
le señalaba coincide casi exactamente con el área normal de
los llamados «iberismos». Menos convincente es la hipó¬
tesis árabe. Válida, sin duda, para el área hispánica a la que
Castro se refería en España en su historia (esp., port., cat.),
no puede, sin embargo, aplicarse a toda el área occidental
de la metáfora. Sería todavía aceptable para el siciliano,
pero mucho menos para el corso (pues no es enteramente
exacto que Córcega haya estado bajo dominio árabe durante
dos siglos: no se trató de dominio estable y efectivo, y el
corso presenta muy escasos arabismos), y menos aún para
el gascón y el provenzal (salvo que se entienda que a estas
zonas la imagen se extendió desde el aragonés y el catalán,
lo cual no parece muy probable).
De todos modos, también en este caso, la presencia de
una imagen análoga en rumano viene a modificar esencial¬
mente los datos mismos del problema y, según pienso, a
exigir otra explicación.

7.2.5. El DLRLC y el DLRM dan, entre otros sentidos


metafóricos de ochi 'ojo': ‘extensión de agua, de forma re¬
donda, en regiones pantanosas, rodeada de juncos’ y 'lugar
donde se junta y se estanca el agua’. Pero, si esta última
definición se refiere al significado que yo conozco de la
Moldavia Superior, donde transcurrió mi infancia y adoles¬
cencia, su formulación no me parece muy feliz, pues podría
64 Estudios de lingüística románica

hacer pensar en un simple charco ocasional. En la Moldavia


Superior, en efecto, se llama ochi (pl. ochiuri)12 un ‘peque¬
ño venero, en terreno llano o pantanoso, que se estanca sin
dar origen a un curso de agua permanente', mejor dicho, un
‘hoyo natural, en terreno bajo, en el cual aflora el agua de
manera intermitente, por lo general sobre una capa de cieno
y tierra blanda, a veces bastante profunda’, y, sólo en este
sentido, también el resultante ‘depósito de agua surgente,
de poca extensión y de fondo cenagoso’. Yo diría que es la
forma mínima, elemental, de lo que en el Uruguay y en la
Argentina se llama un bañado (terreno pantanoso): en el
ochi el agua no «mana» propiamente, no izvoráste, como del
izvor (‘manantial’), sino que musteste (emerge lentamente y
con intermitencia). A veces, el ochi puede hallarse escondido
entre la hierba, o bien, por bajar el nivel del agua subterrá¬
nea, puede secarse superficialmente, y se presenta entonces
como un lugar donde la superficie del terreno se hunde de
repente, bajo el peso de un hombre, un animal o un vehículo,
y revela el mismo depósito de cieno y agua cenagosa. Este
mismo es el valor del término en la toponimia, en nombres
como Ochiuri, Ochiu-alb, etc.: no se trata de 'charcos oca¬
sionales’, sino de ‘manantiales sin desarrollo’13.

12 Y no ochi de apá, que sería ‘cualquier pequeña extensión de


agua, de cualquier origen’, desde un laguito hasta un charco de agua
pluvial. Los dos diccionarios citados no distinguen entre ambos usos,
y a ello se debe quizá lo impreciso de su definición, a pesar de que
el DLRLC da ejemplos precisamente del uso de ochi de apá, y no
de ochi simplemente, como: ochiuri vntunecoase de apá (Sadoveanu).
En este caso, se trata de una metáfora común y que se advierte toda¬
vía como tal. Es un uso que parece reciente y podría no tener nada
que ver con el significado «técnico» y tradicional de ochi, que ya
no es una «metáfora» sino un «nombre».
13 Lo de alb hace alusión a la capa de «sal» blanca que se forma
sobre el ochi cuando éste se seca en la superficie, lo cual sucede en
ciertos terrenos húmedos, salitrosos o calcáreos, llamados sáráturi
(‘salados’).
¿Arabismos o romanismos? 65

Ahora bien, este valor rumano concuerda de manera no¬


table con algunos valores occidentales. Aunque los diccio¬
narios no dan descripciones pormenorizadas de lo que se
llama «ojo» en las lenguas románicas de Occidente, lo que
proporcionan resulta, en varios casos, bastante revelador.
Así, Corominas señala que, en catalán, más conocido aún
que ull es el derivado ullal ‘manantial, especialmente el de
duración transitoria': y el ochi rumano es, justamente, tran¬
sitorio, periódico. Mistral, como se ha visto, define el prov.
uiau como ‘petit gouffre': y los «ojos» rumanos son peque¬
ños «gouffres», aunque cubiertos. No sé si también los cam¬
pesinos moldavos los consideran como sin fondo, pero sé
que los juzgan muy peligrosos y que cuentan de personas y
animales que se hundieron en ciertos «ojos».
Y en español ¿qué significa ojo {de agua)? El DRAE lo
define como 'manantial que surge en un llano’) y Corominas
aclara que no significa rigurosamente ‘manantial’, sino
«precisamente cada uno de los puntos de emergencia por
donde el agua sale a la superficie». Pero en el Uruguay no
significa esto, o por lo menos no significa sólo esto (y en la
misma España, los célebres «ojos del Guadiana» no son
«manantiales», «fuentes» del río Guadiana). En el campo
uruguayo, según los varios informantes que he consultado,
se llama ojo de agua (doy sus mismas definiciones): un
«depósito de agua manantial de poca extensión»; una «capa
subterránea de agua que emerge a la superficie por un pe¬
queño orificio, en un terreno bajo o llano, formando even¬
tualmente un charco de escasas dimensiones»; una «‘ver¬
tiente’ que aflora en un llano formando un depósito de agua
de poca extensión o un pequeño ‘bañado’»: puede estar en
el comienzo de una «cañada» (riachuelo), pero ello no es
necesario, pues el ojo de agua, como tal, no es «fuente» de
una corriente, sino un fenómeno autónomo. Y, a pesar de

EST. LINGÜÍSTICA ROMÁNICA. — 5


66 Estudios de lingüística románica

que en una definición aparece el término vertiente (‘manan¬


tial’), se me aclara que no se trata propiamente de un ‘ma¬
nantial’. Un informante especifica que del «manantial» el
agua brota o mana, mientras que en el «ojo» el agua aflora,
se filtra, incluso sin un orificio definido de emergencia.
Otro, que el «manantial» brota entre piedras, en la caída de
una ladera, mientras que el «ojo de agua» surge en un llano,
en tierra desnuda o «pastosa» (herbosa), y agrega que en el
«ojo» el agua surge de manera «indefinida» e «irregular»
(intermitente), mientras que del «manantial» brota en forma
continua. Un tercero precisa que en el «ojo de agua» el
agua «burbujea» con intermitencia y que el «ojo» puede ser
periódico, mientras que del «manantial» —que es también
más grande: es una «boca de agua», es permanente y se
encuentra en un declive— el agua mana continuamente y con
mayor fuerza. El mismo informante me señala que los «ojos
de agua» son «traicioneros», pues el suelo que rodea al «ojo»
puede ceder y en el hoyo que resulta pueden hundirse las
ruedas de un vehículo; agrega, sin embargo, que no se tra¬
ta de un hoyo muy hondo, pues un «ojo de agua» no llega
a constituir un «tembladeral» (tremedal).
Es evidente que todo esto describe prácticamente el mis¬
mo fenómeno que se llama ochi en la Moldavia Superior. La
única diferencia que advierto es que el significado rumano
insiste sobre el lugar (el ochi es un hecho de la tierra más
bien que del agua), mientras que el significado uruguayo,
sin dejar de aludir al lugar (se dice, por ejemplo, Vamos a
tapar aquel ojo de agua), insiste más bien sobre el agua que
aflora y sobre el depósito resultante.

7.2.6. En resumen, no se trata en rumano de una ima¬


gen más o menos genérica «ojo» = «fuente», sino de un sig¬
nificado bien preciso, «técnico», y que presenta sorprenden-
¿Arabismos o romanismos? 67

tes coincidencias de detalle con los significados occidentales:


a) el «ojo» surge en un llano (rum., cast., esp. del Uruguay);
b) es un «petit gouffre» (rum., prov.); c) es periódico (rum.,
cat., esp. del Uruguay); d) en el «ojo» el agua no brota,
sino que aflora de manera intermitente (rum., esp. del Uru¬
guay); e) el «ojo» como tal no da origen a un curso de agua,
no es una «fuente» (rum., esp. del Uruguay). Estas coinci¬
dencias, en primer lugar, son evidentemente lingüísticas, y
no naturales, pues no se trata de características físicas ne¬
cesarias de cualquier manantial (y ni siquiera las coinci¬
dencias b-d se refieren a caracteres necesarios de cualquier
manantial en un llano). En segundo lugar, son tantas y tales
que no pueden explicarse por un azar poligenético, y sí sólo
por un origen común, como continuaciones de una tradición
única. Pienso, pues, que también en este caso debemos supo¬
ner que los usos románicos proceden de un uso latino no
documentado.
Y también en este caso, si hay arabismo (o iberismo) en
los usos hispánicos, éste consistirá sólo en la extensión de
un significado antiguo hasta coincidir con el significado de
‘fuente’ en general, pues, en efecto, para el español y el cata¬
lán se registran empleos que no parecen corresponder al
valor que se acaba de delinear (unos ojos que nacen en un
cerrillo; ull d’un riu) y que no serían posibles en rumano.
Mejor dicho, en Hispania, un «ojo» románico se habrá en¬
contrado y, en parte, confundido con un «ojo» árabe (o
ibérico).

7.3.1. Con respecto a casa, A. Castro, España en su his¬


toria, pág. 69, señala que «significó también ‘habitación de
una casa', arcaísmo que perdura en portugués», y que «en
el siglo xvii todavía se decía en español «unas casas» por
una casa, o «un par de casas» para designar una de dos pi-
68 Estudios de lingüística románica

sos», y advierte que lo mismo ocurre en árabe: sugiere, por


lo tanto, otro arabismo semántico. La sugerencia es acep¬
tada por Lapesa en lo que se refiere a casa ‘habitación de
una casa', tanto en su reseña de la obra de Castro, NRFH,
3, pág. 298, como en las ediciones 2.a, 3.a y 4.a de su Historia
de la lengua española (págs. 108, 107, 109). En cambio, Coro-
minas, DCEC, s. v., señala para la Edad Media y el Siglo de
Oro el uso común de designar con el plural casas «el edificio
habitado por alguien» y agrega que hoy se conserva este
uso en el habla rural argentina 14, pero no habla de arabis¬
mo; recuerda, además, usos paralelos en el gallego del si¬
glo xiii y en el mallorquín actual.

7.3.2. Ciertamente, por lo que toca al origen de estos


usos, no parece necesario recurrir al árabe, ni siquiera para
la sola Hispania, pues se encuentran en otras tradiciones
más cercanas a los orígenes románicos. Así, cabría más bien
sospechar un antiguo influjo griego sobre el llamado «latín
vulgar». En griego, en efecto, tales usos eran muy comunes
y frecuentes: desde los poemas homéricos, el plural de
oíkíov se empleaba para significar 'casa, palacio'; oiwoq
significaba ‘casa’ y ‘habitación’, y en plural designaba a me¬
nudo un solo edificio; oÍKripa valía ‘morada’ y ‘habitación’, y
en plural ‘edificio, casa’, etc. Por otra parte, en la misma tra¬
dición latina, los dos usos eran corrientes para el antiguo y
clásico aedes —que, como es sabido, en singular significaba
tanto ‘casa’ como ‘habitación’ y en plural significaba normal¬
mente una ‘casa’ (cf. también aedicula ‘cuartito’ y aediculae
‘casita’)—, aunque no los hallo documentados para domus,
villa, casa (pero me pregunto si casulas nostras, en Petronio,

14 Es corriente también en el habla rural uruguaya.


¿Arabismos o romanismos? 69

46, 2, se referirá efectivamente a varias casas o más bien


a una sola).

7.3.3. De todos modos, no se trata de hechos exclusivos


de Hispania, dentro del dominio románico. En italiano anti¬
guo el plural case significaba a menudo ‘casa grande, pala¬
cio’. Y los dos usos hispánicos, tanto el plural para un solo
edificio como casa ‘habitación dentro de una casa’, se en¬
cuentran exactamente idénticos en rumano. El DLRLC re¬
gistra o pereche [un par] de case y un rínd [un «juego»,
lit. ‘fila, serie’] de case 'casa grande, comúnmente de varias
viviendas'; pero se dice también case, niste case (‘unas ca¬
sas’) simplemente, sin o pereche o un rind, así como para
un ‘palacio’ se emplea el plural curtí (‘cortes’). El mismo
diccionario da como «regional» la acepción de ‘camera,
odaie’ y señala las expresiones casa dinainte, casa mare,
casa de oaspeti. En la Moldavia Superior, las casas rústicas
de tamaño medio y normal, además de uno o dos ingresos
(tindá, tinzi) y de eventuales dependencias, suelen abarcar
las siguientes «casas»; ccísuta (la ‘casita’), al mismo tiempo
cocina, comedor y sala de estar; casa de la vale (o de la
deal, según la disposición del edificio), normalmente dormi¬
torio, sobre todo de los hijos mozos; y casa cea mare, el
cuarto de huéspedes, donde se guarda también el ajuar de]
ama de casa y de las hijas. Yo mismo, de chico, empleaba
regularmente esas expresiones y no recuerdo haber adver¬
tido jamás la necesidad de distinguir entre casa ‘edificio’ y
casá 'habitación en una casa’.

(NRFH, XV, 1961, págs. 4-22; y, en edi¬


ción independiente, Montevideo, 1961.)
III

SOBRE LAS LLAMADAS «CONSTRUCCIONES CON


VERBOS DE MOVIMIENTO»: UN PROBLEMA
HISPÁNICO

I. Esta breve nota no constituye la defensa de una tesis,


sino que presenta la tesis misma (o «hipótesis») como tal
y la propone como programa de trabajo. Nuestro punto de
partida es el conocido artículo de Amado Alonso, «Sobre mé¬
todos: construcciones con verbos de movimiento en español»,
en RFH, I, 2, págs. 105-138 Pero consideramos que el mé¬
todo, la delimitación del campo de estudio y el sentido
mismo de la investigación deben ser otros que los pro¬
puestos por A. Alonso.
En cuanto a la problemática que las construcciones alu¬
didas implican, puede dividirse, en lo esencial, en cuatro
capítulos: a) constitución de la serie coherente de construc¬
ciones que corresponde estudiar (II); b) extensión de la
serie en el dominio románico (III); c) sentido unitario de la
serie (IV); d) origen histórico de la misma (V).

1 Reproducido en Estudios lingüísticos. Temas españoles, Madrid,


1951, págs. 230-287.
Las «construcciones con verbos de movimiento» 71

II. Por lo que concierne a la constitución de la serie


—cosa que A. Alonso, en realidad, no hace, aunque se lo
propone e indica cómo habría que hacerlo—, hay que aban¬
donar la idea preconcebida de que deba necesariamente tra¬
tarse de verbos «de movimiento». Por mantener tal idea,
Amado Alonso registra entre sus materiales (pág. 105) cons¬
trucciones con venir y salir como: venirme con aquellas
cosas, ya salió el nombramiento, y las construcciones con
llegar (como: llegar a decir, llegar a viejo), que nada tienen
que ver (en cuanto al valor) con el resto de la serie, y no
registra, en cambio, las construcciones con encontrarse, ha¬
llarse, seguir, resultar y estar, aunque señala , luego el uso
«argentino» de resultar (pág. 118) y discute las construccio¬
nes de estar en comparación con las de andar (págs. 122-
123, 125-126). Asimismo, la llamada captación intuitiva de
la «forma interior» del lenguaje no constituye método segu¬
ro, no ofrece garantías de objetividad y, según parece, no
permite siquiera deslindar un tipo coherente de construc¬
ciones. En nuestra opinión, tal tipo coherente sólo puede
abarcar dos clases de construcciones, claramente perifrás¬
ticas, de verbos como acabar, andar, continuar, echarse, en¬
contrarse, entrar, estar, hallarse, ir, ponerse, quedar, que¬
darse, resultar, salir, seguir, tornarse, venir, verse, volverse:
a) Las construcciones de gran parte de esos verbos (en
cuanto intransitivos) con adjetivos, sustantivos, participios,
frases adjetivas y sustantivas (o también con adverbios y
frases adverbiales), en las que los verbos mismos se pre¬
sentan como «auxiliares» o «copulativos» (en el sentido de
que forman predicaciones «nominales»); por ej., anda en¬
fermo, anda metido en líos, no ando bien con Fulano, no
me encuentro bien, está de mal humor, resultó herido, salió
poeta, sigue callado, sigue sin dinero, sigue sin entender.
72 Estudios de lingüística románica

b) Las construcciones de verbos de la misma serie (aun¬


que no siempre los mismos) con gerundios o con preposi¬
ción + infinitivo, en las cuales esos verbos se presentan
como «gramaticalizados», o sea, como elementos de perí¬
frasis verbales (en el sentido de que, además de asumir los
morfemas de persona, tiempo, etc., funcionan ellos mismos
como «morfemas», es decir, como modificadores gramatica¬
les de los verbos en gerundio o infinitivo con los que se
hallan construidos); por ej., acaba de llegar, anda llorando,
echarse a correr, entrar a considerar, voy leyendo, sale di¬
ciendo, sigue escuchando, hace tiempo que vengo pensan¬
do..., etc.
Quedan, pues, excluidas las construcciones transitivas
con dejar, echar, llevar, poner, sacar, sentar, tocar, traer, etc.,
que figuran entre los materiales de Amado Alonso. Pueden
caber dentro de la serie expresiones como correr impreso,
caer enjermo (y aun ir preso) —aunque sólo como perífra¬
sis léxicas, puesto que en ellas el segundo elemento es in¬
conmutable (si se sustituye, se modifica también el valor
del verbo)—, pero no una expresión como correr peligro; y,
evidentemente, no caben ni ya caigo ('ya me doy cuenta’),
ni no me vengas con ésas, ni anda tras una quimera, etc. 2.
El «sentimiento» que el hablante tiene acerca de su lengua,
mejor dicho, su saber técnico3, ha de tenerse en cuenta,
naturalmente; más aún: es, en último análisis, el objeto
propio de la investigación. Pero hay que observar que no
se trata del empleo general de esos verbos, sino de construc-

2 Algunas de las construcciones transitivas con dejar, echar,


poner, etc., pueden considerarse como las «causativas» correspon¬
dientes a las intransitivas mencionadas, pero no cabe discutirlas
antes de haber establecido el valor unitario de la serie.
3 Cf. Eugenio Coseriu, Sincronía, diacronía e historia, Monte¬
video, 1958, págs. 32-34 [2.a ed., Madrid, 1973, págs. 58-61],
Las «construcciones con verbos de movimiento» 73

ciones que se reconocen como especiales. Por lo tanto, la


selección debe atenerse a un criterio estricto de semejanza
formal que, por otra parte, es manifestación del saber téc¬
nico de los hablantes. De otro modo ¿cómo haría el oyente
(que sólo dispone de lo exteriormente comprobable) para
advertir diferencias de intención significativa?4. Así, es cier¬
to que una expresión como salir diciendo puede ser perí¬
frasis o no serlo; pero lo es en construcción «inmediata»
(por ejemplo: «Siempre estuviste de acuerdo conmigo y
ahora te sientas a la mesa y sales diciendo que no sabías
nada del asunto») y no lo es en construcción «mediata» (por
ejemplo: Salió de la casa diciendo que volvería a las tres).
Solamente hay que tener en cuenta que la mediatez de la
construcción puede no tener manifestación material directa
y resultar sólo del contexto verbal o extraverbal; por ej.:
«¿Está Juan?» — «No está. Salió [scil. de aquí] diciendo
que volvería a las tres». En otros términos, para que los
verbos mencionados formen perífrasis, no deben tener com¬
plemento propio, ni expreso ni contextual. Y, naturalmente,
la palabra o las palabras con las que se hallan en construc¬
ción no deben constituir, precisamente, su complemento
(como en el ejemplo de A. Alonso, anda tras una quimera).
W. Matthies (a quien A. Alonso critica a este respecto, pági¬
na 107), al reunir una serie incoherente de expresiones, no
descuidó sólo la «forma interior», el «peculiar pensamiento

4 A este propósito hay que recordar que la posición del gramático


—y, en general, del lingüista— es, mutatis mutandis, análoga a la del
oyente (más bien que a la del hablante), aunque, claro está, de un
oyente que comprende lo dicho. En los casos en los que el oyente
tiene dudas y necesita información complementaria, también tendrá
dudas el gramático; y tales casos no serán utilizables para establecer
clases o tipos de construcciones, por pertenecer a más de un tipo a
la vez o por ser gramaticalmente «incompletos» (siempre desde el
punto de vista del oyente).
74 Estudios de lingüística románica

idiomático», sino también, y en primer lugar, la «forma


exterior», la estructura gramatical de las construcciones que
se propuso estudiar.

III. Por lo que concierne a la extensión románica de la


serie. Amado Alonso considera que representa una mani¬
festación de la específica «forma interior de lenguaje» del
español (pág. 105). En realidad, si la serie se constituye con
criterios estrictos, se comprueba que se da prácticamente
íntegra también en portugués y, en gran parte, también en
catalán. Por lo tanto —independientemente del problema
de una procedencia común del latín de Hispania o de even¬
tuales adopciones ulteriores de una lengua a otra dentro
del dominio ibérico—, la serie misma se presenta, desde el
punto de vista sincrónico, como un hecho hispánico, y no
simplemente español5. Y aun la especificidad hispánica cabe
reconocerla sobre todo en las construcciones de la primera
clase, porque el tipo como tal —sobre todo por lo que atañe
a las construcciones de la segunda clase— se encuentra tam¬
bién en las otras lenguas románicas, en particular, en italia¬
no y en francés, aunque en proporción más reducida6.

5 El propio Amado Alonso admite (pág. 135) que el catalán y el


portugués son, a este respecto, los idiomas «que más se aproximan al
español». Por lo que se refiere al portugués, cf. la observación de H.
Meier, BFL, VIII, pág. 169.
6 Considérense las perífrasis italianas como: vado dicendo, vengo
dicendo, sto leggendo. En cuanto al francés, cf. especialmente G.
Gougenheim, Étude sur les périphrases verbales de la langue frangaise,
París, 1929, y L. Flydal, Aller et venir suivis de l'infinitif comme expres-
sions de rapports temporels, Oslo, 1943. Cf., además, E. Lerch, Haupt-
probleme der franzosischen Sprache, I, Braunschweig, 1930, págs. 296-
299. Por lo que concierne al italiano, hay que observar asimismo,
que el italiano antiguo conocía expresiones como: andaré onorato fra
tutti i cittadini (cf. E. Peruzzi, Problemi di grammatica italiana, Turín,
1959, pág. 98), en las que el sentido pasivo de las perífrasis corrientes
Las «construcciones con verbos de movimiento» 75

IV. Por lo que concierne al sentido general de la serie,


es evidente, precisamente, que no se trata de «construccio¬
nes con verbos de movimiento», pues la idea de «movimien¬
to» no basta para explicar su valor unitario: acabar, estar,
quedar, resultar no son «verbos de movimiento» (salvo en
un sentido muy genérico, en el que prácticamente todos los
verbos lo serían) y el mismo Amado Alonso admite que, al
lado de los verbos de movimiento, hay que colocar también
«algunos de los de reposo y posición» (pág. 106). Viceversa,
muchos verbos claramente «de movimiento» (entre ellos,
moverse) no admiten construcciones análogas.
Según nosotros, el valor unitario de toda la serie está
dado por el hecho de que los verbos mencionados funcionan
en las construcciones en cuestión como formas aspectivas
del verbo ser, mejor dicho, de la cópula (cf. ser enfermo/
estar enfermo/andar enfermo)1 * * * * * 7. El verbo ser, en cuanto
cópula, tiene, en su forma pura, elemental, la función ver¬
bal por excelencia: la de transformar un «grupo léxico» en
un «decir», en una oración8; y en este sentido funcional,

con andaré resultaba por cierto muy débil, si no llegaba a faltar por
completo: obsérvese la construcción sin complemento de agente. Y en
una traducción anónima, pero ciertamente toscana, de F. Gregorovius,
Storia dei Corsi, Florencia, 1857, reimpr. Venecia, 1944, pág. 62, encuen¬
tro este ejemplo: «benché figlio della natura e senza educazione, andava
fornito di fino intelletto e dirittissimo giudizio» (subrayado mío), en
el que el valor puramente «copulativo» de andava es indudable, pues
los valores de pasiva o «pasiva de obligación», comunes en italiano,
quedan evidentemente excluidos por el contexto.
7 Parcialmente tal explicación fue entrevista por el mismo Amado
Alonso, con respecto a estar (pág. 126), y por R. J. Cuervo, con respecto
a andar (cf. A. Alonso, Art. cit., pág. 131).
8 La función «oracional» del verbo —la de transformar las palabras
en oración, el lenguaje virtual en lenguaje actual ha sido justamente
destacada por Humboldt (cf. deber die Verschiedenheit des menschli-
chen Sprachbaues, ed. H. Nette. Darmstadt, 1949, págs. 229-230) y por L.
Hjelmslev, «Le verbe et la phrase nomínale», en Mélanges Marouzeau,
76 Estudios de lingüística románica

como ya lo intuyó Aristóteles, está «contenido» (como valor)


en cualquier verbo * * * * * * 9. Pero la mera cópula, tanto la explíci
como la implícita, no significa «aspecto»: éste se expresa,
justamente, mediante los verbos andar, estar, ir, salir, ve¬
nir, etc., «gramaticalizados» que, en tal caso, tienen el valor
de ser + un determinado aspecto. Ello resulta particular¬
mente claro en las construcciones de la primera clase; en
las de la segunda clase, la evidencia no es inmediata, porque
éstas se relacionan con todo el complejísimo sistema aspec-
tivo del verbo hispánico (y románico en general).

V. Finalmente, por lo que concierne al origen de las


construcciones consideradas, la explicación por el latín, in¬
tentada por Amado Alonso, resulta claramente insuficiente.
Así, por ej., ambulare, en los ejemplos que cita (pág. 135),

París, 1948, págs. 253-281. Debido a tal función, este último estudioso
considera los morfemas verbales como «morfemas extensos», pertene¬
cientes a toda la oración. Pero el método mediante el cual se llega a
esa conclusión adolece de arbitrariedad y la conclusión es inaceptable:
en realidad, «morfema extenso» es la cópula misma (en cuanto valor),
es decir, la verbalidad como tal.
9 Cabe señalar que el hecho de estar contenido el valor «ser» en
todo verbo no implica ninguna reunión históricamente ocurrida de
elementos diferentes y ninguna primitividad del verbo ser, en cuanto
signo diferenciado: es un hecho de análisis del valor (y, más exacta¬
mente, del valor categorial, no del léxico), y no un hecho de glotogonía.
La polémica antiaristotélica (y antihumboldtiana) a este respecto
(acerca de la cual cf. C. Tagliavini, Introduzione alia glottologia4, Bo¬
lonia, 1950, págs. 411-426), está mal planteada y, en el fondo, carece
de sentido porque parte de una interpretación inadecuada y errónea.
Del mismo modo, la actualización del nombre (función propia del
artículo llamado «determinado») está contenida en la deixis, pero ello
no implica ninguna primitividad genética del artículo con respecto a
los déicticos: al contrario, históricamente el artículo suele surgir me¬
diante una operación analítica, por simplificación funcional de los
déicticos (cf. E. Coseriu, «Determinación y entorno», en Romanisti-
sches Jahrbuch, VII, pág. 42 [reprod. en Teoría del lenguaje y lin¬
güística general, Madrid, 1962, pág. 304]).
Las «construcciones con verbos de movimiento» 77

puede traducirse perfectamente al italiano por andaré in


giro, y al rumano por a umbla (< ambulare), pero andaré
in giro y a umbla no pueden traducir con exactitud las cons¬
trucciones españolas y portuguesas con andar. Del mismo
modo, en los ejemplos del tipo: Incipit res melius iré quam
putabam, el verbo latino iré corresponde a it. andaré, fr. aller,
rum. a merge, mas no a esp. andar (correspondería, mas
bien, a marchar y, quizás, también a ir) pero, precisamente,
ir no admite todas las construcciones de andar y, en este
caso, no sería «copulativo», sino que tendría la acepción de
«proceder», que cabe dentro de su valor léxico normal).

Hay que pensar, más bien, en la posibilidad de un anti¬


guo influjo griego sobre el latín hablado. En efecto, el
griego antiguo poseía una serie de verbos que funcionaban
como aspectivos de «ser» (y algunos de ellos eran, justa¬
mente, verbos «de movimiento»): yíyvopai; cpaívopai —
'ser manifiestamente’; xoyxávco — ser Por casuaüdad>
péXXco — 'estar por’; TtéXoo, iréXopai — 'moverse, surgir,
hallarse, devenir, ser’ (cf. andar)) reXéeco — ‘surgir, apa¬
recer, devenir, ser’ (cf. salir, sair); ó'mipx" — ‘comenzar,
crecer, surgir, existir, subsistir, estar. Cf. también las si¬
guientes correspondencias: é^épxopoo. Kax’ ópGóv salir
bien) spxopai Xé£,cov — voy a decir, vou dizer (y fr. je vais
dire)) rjv 5i6ócokcov (N. Testamento) estaba enseñando,
[¿vai 8iá &ÍKr|<; tiví — andar en pleitos con alguien, andar
em justiga com alguém) SiareXco Xéycov — sigo diciendo.
Y hasta la diferencia hispánica fundamental entre ser y
estar corresponde muy de cerca a la diferencia griega entre
slvcti y £X£iv + adverbio. Mejor dicho, el griego oponía al
neutro pipí, «ser en general», un «ser por naturaleza»
(ité<J)üKa)j un «ser circunstancial» (eyco + adv.) y un «ser
resultativo» (xeípai, ‘hallarse, estar, estar en cierta condi-
78 Estudios de lingüística románica

ción’): los dos primeros corresponden a ser; los dos últi¬


mos, a estar. A éstos se agrega, además, l'crrr|pi, en sus for¬
mas de valor intransitivo. Tal riqueza de diferencias aspec-
tivas dentro de «ser» —fuera de la oposición esse/fieri—
era, en cambio, un hecho desconocido en latín. Los ejem¬
plos de perífrasis con iré y stare del Nuevo Testamento y
de otras traducciones del griego no nos dicen, evidente¬
mente, nada con respecto a un uso latino clásico o pro¬
piamente latino. Al contrario: sólo cabe interpretarlos como
resultados del influjo griego sobre el latín cristiano y tardío.
Así, por ejemplo, un quid statis aspicientes? (Acta Ap., 1, 11)
no hace más que reproducir la perífrasis del original griego
(tí ¿oxf|KaT£ pXé-JiovTsq;).

(RFHC, 20, págs. 121-126, y, en edición


independiente, Montevideo, 1962.)
IV

«TOMO Y ME VOY»
UN PROBLEMA DE SINTAXIS COMPARADA EUROPEA

A Harri Meier
con motivo de sus 60 años.

1.1. «Otros se sirven de tomé y de tomamos, diziendo:


tomé y víneme y tomamos y vinimos, y si les preguntáis qué
es lo que tomaron, no os podrán dezir con verdad sino que
aquel vocablo no sirve sino para un malo y feo arrimo.» Esto
escribía Juan de Valdés, en su Diálogo de la lengua, en el
año 1535 (pág. 154 de la edición de Montesinos, Clásicos
castellanos, 86). En 1963 la nueva gramática de la Academia
rumana (Gramática limbii romíne2, II, págs. 98, 237-38) in¬
cluye rum. a (se) lúa y a se apuca entre los «verbos de
aspecto», aduciendo para el primero el ejemplo se ia si se in-
toamá singura, que, traducido al español, sería: toma y
vuelve sola. De 1535 a 1963, la investigación de este giro
_«tomar» («coger», «agarrar») en construcción paratactica
con otro verbo— ha tenido una historia complicada y curio¬
sa. El Diálogo de la lengua fue publicado, como es sabido,
80 Estudios de lingüística románica

sólo en 1737, por G. Mayáns y Sisear, en sus Orígenes de la


lengua española, II. Pero la historia propiamente dicha de
la investigación de nuestro giro empieza aún más tarde y
se concentra sobre todo en nuestro siglo. Y lo curioso de
esa historia consiste en que la investigación —en la medi¬
da en que me es conocida— se ha desarrollado, por así de¬
cir, en ámbitos limitados e incomunicantes y como siguien¬
do líneas que corrieran sobre planos diferentes y que sólo
por casualidad llegaran a acercarse. O sea que los estudiosos
interesados por el problema —además de no conocer sino
parcialmente la difusión efectiva del giro— no han tenido,
lo más a menudo, noticia los unos de los otros, de manera
que esa construcción, en realidad conocida en la mayoría de
las lenguas europeas, ha sido repetidamente señalada como
rasgo característico de esta o aquella lengua, de este o aquel
grupo de lenguas. Algunos la han atribuido a las lenguas del
Norte de Europa, en particular, a las ugrofínicas; otros, a
las lenguas de la Europa oriental o a las balcánicas; y otros
aún se han limitado a comprobarla en varias lenguas sin
relación inmediata entre sí, o en una sola lengua. En cuanto
al origen de la construcción, algunos han intentado expli¬
carla en una sola lengua o en un ámbito lingüístico algo más
amplio, por ej., como «balcanismo», y otros han adoptado
un punto de vista pancrónico y ahistórico, optando decidi¬
damente por una solución poligenética. Más prudentemente,
E. Lewy escribía en 1937 (FUF, 24, pág. 290): «Ob man,
wenn man erst genauer über die verbreitung der fügung im
klaren ist, dazu gelangen wird, ein ausstrahlungszentrum
fiir sie anzunehmen, ist im voraus nicht zu wissen.» [«Si, al
conocerse más exactamente la difusión del giro, se podrá
llegar a postular un centro de irradiación, es cosa que no
puede saberse de antemano.»] Ahora bien, me parece que ha
llegado el momento de retomar la búsqueda en este senti-
«Tomo y me voy» 81

do, pues los datos de que hoy podemos disponer superan en


mucho a los de que disponía Lewy y, además, la perspectiva
románica nos ofrece buenas probabilidades de solución del
problema.

1.2.0. Pero primei-o veamos qué nos proporciona la in¬


vestigación llevada a cabo hasta la fecha, pues la historia
de nuestro problema puede enseñarnos mucho y resguar¬
darnos de una serie de errores. Además, esta historia ha de
presentarnos en toda su amplitud y complejidad los «hechos»
de que nos proponemos tratar.

1.2.1. Una de las líneas principales de esa investigación


pertenece a la lingüística general e indoeuropea y, aunque
no sea la primera en el orden cronológico, cabe empezar
por ella, puesto que se trata del planteamiento de contex¬
tos más amplios. En este campo, el primer nombre que
debe ser recordado es el de E. Fraenkel quien, en Baltosla-
vica. Beitrage zur balto-slavischen Grammatik und Syntax
(— Suplemento a KZ, 1), Gottingen, 1921, págs. 54-56, y en
«Zur Parataxe und Hypotaxe im Griechischen, Baltoslawi-
schen und Albanischen», en IF, 43, 1926, págs. 303-304, regis¬
tra el uso paratáctico (copulativo o asindético) de lit. émé,
«tomó» —al que presenta como fijación de la 3. persona
del pretérito’ y traduce por «da», «darauf», «auf einmal»
[«ahí, en esto», «en seguida, luego», «de repente»]—, seña¬
lando al mismo tiempo que usos paralelos existen en lenguas
eslavas y en danés. Asi, cita para el lituano (mantengo la
grafía de sus ejemplos): émé isz vezimo iszkrito, ‘fiel darauf
aus dem Wagen’ (pero literalmente: «nahm, aus dem Wagen
fiel») [«cayó luego del carro» — «tomó, cayó del carro»];
émé jo protas ir praszvito, ‘(da) blitzte auf einmal sein
Verstand auf’ (literalmente: «nahm sein Verstand und

EST. LINGÜÍSTICA ROMÁNICA. — 6


82 Estudios de lingüística románica

blitzte auf»), etc. Y para las lenguas eslavas: pol. (dialectal)


chlop wzion zakrzesal pilno koiek bukowy, ‘der Bauer griff
zu (und) schlug eilends einen Buchenpflock ein’ (literalmen¬
te: «nahm, schlug ein»); ruso vy voz’mite privedite dobro-
go molodca [«tomad, traed aquí al buen joven»]; vzjali —
uchvatilis’ budto muz s zenoj; ucran. vin uzjav zaslonyv
zaslonkoju, ‘er griff zu, schob die Ofentür zu' (literalmente:
«nahm, schob zu» [«tomó, cerró»]); y en construcción copu¬
lativa: ruso vzjala da i vysla [«ella tomó y salió»]; ucr.
vzjala sama y odcynyla [«tomó y lo hizo ella misma»]. En
cuanto al danés, Fraenkel aduce, de acuerdo con una infor¬
mación de H. Jensen: skal vi tage og gaa over i dit kammer?;
du kunde i grunden tage og give mig et kys. En «Zur Para-
taxe», pág. 306, agrega, además, ejemplos albaneses con los
verbos marr, «tomar», y ze (zá), «tomar», «coger», a los que
traduce regularmente por «anfangen», «empezar» (actualizo
la grafía): zuñe yjet e peréndojéné, zuñe shpesat e shpeso-
jérié, udhetaret zun’e shkojéné, ‘die Sterne haben angefan-
gen unterzugehen, die Vogel die Flügel auszubreiten, die
Wanderer vorüberzugehen’; mori edhe iku, 'fing an fortzu-
gehen'; ashtu zuri djali e i bij tamburait, ‘so fing der Bursche
auf der Geige zu spielen an’. A pesar de intuir lo específico
del fenómeno (lo que resulta claro de algunas de sus tra¬
ducciones, por ej., de la que interpreta émé como «auf ein-
mal»), Fraenkel no hace una distinción neta entre «tomar»
empleado con su valor léxico y el mismo verbo en cuanto
mero auxiliar: sólo escribe que, en ciertas construcciones
paratácticas, el significado propio y originario de este verbo
se presenta como «ziemlich verblasst» [«bastante desvaído»]
(Baltosl., págs. 55, 56) ’. Por otra parte, considera las cons-

1 Hay que observar, además, que, como en varios de los ejemplos


eslavos y en los dos ejemplos daneses, tampoco en lituano se trata
de un uso limitado a la 3.a persona singular del pretérito. En realidad.
«Tomo y me voy» 83

tracciones paratácticas de «tomar» como análogas, en su


contenido, a las de «tomar» + infinitivo, y hasta como inter¬
cambiables con éstas, y atribuye a ambos tipos valor incoa¬
tivo (así en Baltosl., pág. 55, y, aún más claramente, en «Zur
Parataxe», pág. 302). En cuanto al problema histórico,
Fraenkel piensa primero en un desarrollo paralelo e inde¬
pendiente en lituano, eslavo y danés {Baltosl., pág. 56) y
más tarde se pronuncia por un paralelismo poligenético aún
más general: en efecto, considera que se trata del hecho
corriente de la «parataxis por la hipotaxis» y señala que
varias lenguas indoeuropeas conocen tales 'construcciones
paratácticas intercambiables con las de infinitivo’, o «und
im Sinne von dass» [«y con el sentido de que»] («Zur Para-
taxe», págs. 304, 306)* 2. Por lo mismo, los ejemplos albane-
ses citados más arriba los trata conjuntamente con otras
construcciones materialmente análogas, pero que contienen
verbos como «dejar», «ver», «ordenar», «comenzar», «ce¬

la construcción paratáctica con imti admite todas las personas y


se da en varios tiempos verbales; así, por ejemplo, en el presente:
jis ima ir pa.da.ro, ‘lo hace sin más’ (literalm. «él toma y hace»), y
en el futuro: as imsiu ir iseisiu, 'me iré sin más’ (literalm. «yo to-
y me iré»). En V. Péteraitis, Lietuviskai angliskas zodynas2,
Chicago, 1960, s. v. imti, encuentro dos ejemplos con el pretérito pero,
respectivamente, con la 1.a persona singular y con la 3.a plural.
émiau ir isvaziavau i Londong, ‘I left for London without hesitation ,
jie émé ir nusové ji, ‘they shot him on the spot.
2 Fraenkel recuerda a este propósito alem. er lag und schlief fren¬
te a neerl. hij lag te slapen y, para otras lenguas, remite a A. Thumb,
Handbuch der neugriechischen Volkssprache2, Estrasburgo, 1910, pá¬
gina 175, y a O. Jespersen, Negation in English and other Languages,
Copenhague, 1917, pág. 115 (donde, en efecto, aparecen construcciones
copulativas con otros verbos, pero ninguna con «tomar»). Acerca del
problema de la «parataxis por la hipotaxis», cf., además, O. Jespersen,
«En sproglig vaerdiforskydning. Og = at», en Dania, 3, págs. 145-182,
y J. Wackernagel, Vorlesungen iiber Syntax, I2, Basilea, 1950, págs. 62-
63 (donde se encontrará también más bibliografía).
84 Estudios de lingüística románica

sar», etc., y sin advertir que, en todos estos casos, los ver¬
bos en construcción paratáctica conservan su valor léxico 3.
Hasta aquí, Fraenkel. Nos hemos detenido algo en sus plan¬
teamientos, pues ellos volverán a presentarse en otros autores.
Con Fraenkel se relaciona directamente, en lo referente
al problema que aquí nos interesa, W. Havers, «Enumerati-
ve Redeweise», en ÍF, 45, 1927, págs. 229-251, quien introduce
el problema mismo en un contexto aún más amplio. Havers
considera, precisamente, los ejemplos daneses de Fraenkel
(en los que ve «einen ursprünglich 'malenden’ jetzt aber
verblassten Gebrauch von tage» [«un uso originariamente
'descriptivo', pero hoy ya desvaído del verbo tage»']), así
como sus ejemplos lituanos y eslavos, en los que «tomar»
significaría ‘empezar’, como manifestación de la división lin¬
güística de una acción real continua en sus partes elemen¬
tales («enumerative Redeweise» [«hablar enumerativo»]),
fenómeno propio sobre todo de las llamadas «Naturspra-
chen» (lenguas primitivas)4, pero que no faltaría tampoco

3 Cabe, sin embargo, separar de los demás un ejemplo del alba-


nés de Calabria con vihem (véhem), «ponerse»: e uvun e ben nje té
krémte té madhé (cf. nota 37) —que Fraenkel traduce por «und sie
fingen an und veranstalteten (: zu veranstalten) ein grosses Fest» y
compara con fr. se mettre á faire quelque chose (pág. 305)—, pues
se trata efectivamente de un uso análogo a los de marr y zé. Lo
mismo vale para los ejemplos con jam, «ser» en construcción copu¬
lativa, citados por Fraenkel según M. Lambertz, KZ, 42, págs. 83 y sigs.,
del albanés del Molise: u jam e bénj, 'I am doing something’; isht e
ha buk, ‘er ist gerade beim Mittagessen’; isht e na del i bukuri
djeg, 'die schóne Sonne geht uns gerade auf’ (págs. 306-307). Estas
últimas construcciones corresponden a las italianas meridionales con
stare\ pero algo análogo se encuentra también en el albanés de Alba¬
nia; cf. A. Leotti, Dizionario albanese-italiano, Roma, 1937, pág. 1234.
4 Havers aduce ejemplos de varias lenguas africanas, por ej. del
suaheli, donde no se dice «traer» sino «tomar — ir — dar» y del
yaúnde, donde alem. «holen» [«ir a buscar»] se expresa por «gehen —
nehmen» [«ir, tomar»]. Sobre este fenómeno, cf. también E. Cassirer,
«Tomo y me voy» 85

en las lenguas de cultura (cf., del mismo autor, Handbuch


der erklarenden Syntax, Heidelberg, 1931, págs. 113-114). La
«enumerative Redeweise» sería frecuente sobre todo con
verbos 'der Bewegung, des Nehmens und Anfangens’ [«de
movimiento, de tomar y de empezar»] y pertenecería, a su
vez, «ais eine Unterabteilung in das grosse Gebiet der kon-
kreten Ausdrucksweise» [«como subsección, al vasto ámbi¬
to de la expresión concreta»]. Nuestra construcción sería,
pues, comparable, en este sentido, a las construcciones del
latín familiar con 'verbo de movimiento aparentemente
pleonástico’, estudiadas por J. Vahlen y P. Persson (como
Eam ipsus i roga, en Plauto, o tu illas abi et traduce,
en Terencio), a los giros suecos con gd, «ir», señalados
por el mismo Persson {alia sina vánner gick han och frá-
gade; hvad gár du och sóker?), al bajo alem. ga sitien,
‘setz dich’ [«siéntate»], al uso pleonástico de hingehen,
«ir», en el alemán dialectal y regional: Gott hat zuerst
den Adam erschaffen, nachher ist er hingegangen und
hat die Eva erschaffen; Heute haben wir in der Schule zuerst
gelesen, dann sind wir hingegangen und haben gerechnet
(donde, evidentemente, no se trata de ningún desplazamien¬
to real), etc. Puesto que lo que le interesa es el mecanismo
psicológico general del nacimiento de esas expresiones, Ha-
vers no se detiene en el hecho de que su función actual pue¬
de ser radicalmente diferente de la supuesta «enumerative
Redeweise» originaria* * 5. Y, naturalmente, no plantea su pro-

Philosophie der symbolischen Formen, I, Die Sprache2, Oxford, 1954,


pág. 170.
5 Por otra parte, la «enumerative Redeweise» aparece a menudo
como tal sólo desde el punto de vista de otras lenguas, donde la mis¬
ma acción real se designa por una palabra única. Así, frente a
alem. «holen», las lenguas románicas se comportan como el yaúnde
(cf. nota anterior e ital. andaré a prendere). Por lo tanto, la unidad
de la acción «objetiva» se supone, en este caso, evidentemente, sobre
86 Estudios de lingüística románica

blema en sentido histórico. De manera análoga procede


años más tarde G. Kirchner, «Kontinuitát im Sprachleben»,
en Lexis, 3, 1953, págs. 97-98, quien considera el conocido y
muy discutido tipo paratáctico inglés Don’t you go and worry
about it!, ‘no se preocupe', como ‘supervivencia de un muy
antiguo modo de expresión «primitivo»’ (precisamente, de la
«enumerative Redeweise») y, en el mismo contexto, luego
de citar una vez más, según Havers, el primer ejemplo da¬
nés de Fraenkel, señala un ejemplo paralelo del inglés ame¬
ricano: she took and died (O’Neill, Dreamy Kid). Kirchner
habla de un 'empleo puramente auxiliar del verbo de movi¬
miento (o de sus análogos be, take y otros)', pero no espe¬
cifica en qué sentido estos verbos, así construidos, son auxi¬
liares. Con Kirchner, esta línea de la investigación que con¬
sideramos queda, al parecer, interrumpida.

1.2.2. Representa por sí solo otra línea de la misma in¬


vestigación E. Lewy, quien (fuera del ámbito hispánico) ha
sido el primero en considerar la construcción paratáctica
de «tomar» como problema autónomo, quien, a lo largo de
veintiún años, ha vuelto repetidamente a ocuparse de nues-

la base del alemán, o sea, porque el alemán posee casualmente un


verbo holen; desde el punto de vista de las lenguas románicas no
se nos ocurriría hablar de una «división» de la acción ‘real’. Con esto
no se quiere negar el valor del concepto de «enumerative Redeweise»,
sino sólo indicar su sentido comparativo. En efecto, la determina¬
ción de una modalidad expresiva como «enumerative Redeweise»
implica siempre una comparación: entre dos lenguas históricas, en¬
tre dos sistemas dentro de la misma lengua histórica, entre dos nor¬
mas dentro del mismo sistema y hasta entre dos «estilos de lengua»
dentro de la misma norma. Lo mismo vale para la «parataxis en
lugar de la hipotaxis»: el procedimiento puede reflejar una prefe¬
rencia estilística, eventualmente característica de una época: cf. M.
Wandruszka, «Strukturen moderner Prosa», en Der Deutschunterricht,
9, 1957, págs. 89-104 y «Parataxe in moderner Prosa», en Syntactica
und Stilistica. Festschrift Gamülscheg, Tübingen, 1957, págs. 651-665.
«Tomo y me voy» 87

tro giro, buscando y encontrando construcciones paralelas


en varias lenguas, y quien, además, ha logrado establecer un
vasto espacio lingüístico continuo en lo que concierne a la
documentación del fenómeno. Es lástima que no haya cono¬
cido los trabajos de Fraenkel y Sandfeld, que habrían am¬
pliado en mucho su panorama.
Ya en su primer artículo sobre el tema, «Erzámordwi-
nisches sajems 'nehmen’ perfektivierend», en FUF, 24, 1937,
págs. 288-291 (ahora en Kleine Schriften, Berlín, 1961, pági¬
nas 451-53), Lewy comprueba la existencia del giro en voto,
en ingrio y en otros dialectos finlandeses, en el finlandés
coloquial y en danés, lo documenta él mismo en mordvino
y destaca el uso análogo del ruso vzjat’ da (i) [«tomar y»]
que, según E. Boehme, Russische Literatur, I, [Leipzig,
1908], pág. 23, nota 11, 'designa lo más a menudo una
acción inesperada y llevada a cabo con rápida decisión’.
Además, sobre la base de información obtenida del mismo
Boehme, así como de M. Woltner, E. Óhmann y E. A. Kock,
advierte que el giro se halla registrado en el diccionario ruso
de [V. I.] Dal’, [Tolkovyj slovar’ zivogo velikorusskogo
jazyka4, Petersburgo-Moscú, 1912-1914], I, pág. 481 —donde
figuran los ejemplos vzjal da posol, vzjal da i sdelal [cf. esp.
tomó y se fue, tomó e hizo]—, y en el Slovar’ russkogo
jazyka [de la Academia imperial rusa, I, Petersburgo], 1891,
pág. 414 —con el ejemplo ja voz’mi da vse ej i razskazi
[cf. esp. tomo y le cuento todo]—, y que se encuentra tam¬
bién en el sueco de Finlandia (han tog ock gick [literalm.
«tomó y se fue»]) y en el de Suecia. En 1941, en una reseña
de Ó. Beke, Tscheremissische Marchen (Helsinki, 1938), en
Journal of the Roy al Asiatic Society, págs. 92-93 (reimpr. en
Kleine Schriften, págs. 472-74), Lewy comprueba la existen¬
cia de esa construcción también en cheremisio; cf., asimis¬
mo, su estudio tipológico Der Bau der europdischen Spra-
88 Estudios de lingüística románica

chen, en Proceedings of the Royal Irish Academy, 48, C, 2,


Dublín, 1942 (2.a ed., Tübingen, 1964), § 267, donde, a las
lenguas que conocen nuestro giro, se agrega todavía el Japón.
Más tarde, en una adición al primer artículo, en FUF, 30,
1949, págs. 284-287 (Kleine Schriften, págs. 453-456), Lewy
documenta, en efecto, este giro para el lapón —sobre la base
de los diccionarios de Genetz (1891) y de Nielsen (1938) y de
la gramática de Bergsland, 1946 (donde la construcción se
halla registrada bajo «Verbale jukstaposisjonsgrupper»)—
y señala que existía también en antiguo nórdico, aduciendo
dos ejemplos de Wimmer, Oldnordisk Laesebog9, 1929; aquí
observa, además, que Rásánen —en su reseña de Beke,
Ob. cit., en Magyar Nyelvór, 67, 1938, pág. 123— ha compa¬
rado correctamente el giro cheremisio con finí, otti ja meni
[lit. «tomó y se fue»] y lo ha traducido al húngaro por
fogta magát és elment [lit. «se cogió y se fue»]6. Finalmente,
en una quinta contribución, «Mordwinische Kleinigkeiten»,
en Nyelvtudományi Kózlemények, 60, 1958, págs. 105-107,
informa que Beke7 ha señalado el mismo giro en húngaro.
En lo que concierne a la función de «tomar» («coger»)
en todas esas construcciones, Lewy —ya en el primer artícu¬
lo—, al advertir explícitamente que tal verbo se comporta
en ellas «como auxiliar» («hilfsverbmássig»), habla de un
valor «perfektivierend» («perfectivizante»). Más aún, a pesar
de citar la explicación de Boehme —que, por cierto, significa
otra cosa8— cree encontrar una confirmación de ese valor
6 En la reimpresión de esta contribución en Kleine Schriften se
agrega, según Kirchner, también el ejemplo inglés-americano she took
and died (pág. 455, nota 1).
7 En FUF, 30, pág. 371.
8 En el lugar citado por Lewy, Boehme aduce un ejemplo de
Cechov: a tut vzjali da pro menja napeóatali, al que traduce por:
«da mit einem Male hat man über mich gedruckt» [«y ahí, de repen¬
te, me apretaron»]; es decir que hace corresponder a vzjali, «toma¬
ron», «mit einem Male», «de repente».
«Tomo y me voy» 89

en la correspondiente aclaración de Dal' («designa decisión


y aceptación definitiva»), pues interpreta okoncitel’nyj priém
(«aceptación definitiva») en relación con okoncitel’nyj vid
(«aspecto perfectivo»). Otro matiz aparece en Der Bau, §
234: aquí Lewy escribe, a propósito de las construcciones
rusas del tipo vzjal i posol, «tomó y se fue», que en ellas
el verbo perfectivo vzjat', «tomar», se emplea subsidiaria¬
mente como «effektuierend», o sea, para destacar la ‘efecti¬
vidad’ de la acción (cf. también § 267, donde habla de un
«effektuierender Sinn» [«sentido 'efectivizante'»]). En la
adición al primer artículo, parece modificar en algo su opi¬
nión, pues advierte que, en los giros considerados, 'un verbo
que significa «tomar», empleado en construcción paratáctica
con otro verbo, agrega a éste el significado del cumplimiento
rápido' de la acción designada, pero al final de la misma nota
vuelve al simple «perfektivierend» (así también en la quinta
contribución citada más arriba); con todo, cabe destacar
que, por lo menos, separa netamente este uso de «tomar»
de la frecuente y muy difundida función incoativa del mismo
verbo.
En cuanto al problema histórico de la construcción, Lewy,
en el artículo de FUF, 24, no está dispuesto a admitir prés¬
tamo en una dirección determinada (es decir, del ruso a las
lenguas fínicas) —ello, porque el mismo giro se da también
en sueco y en danés—, y se limita a la cautelosa declaración
ya mencionada en 1.1. Más tarde, en la adición al mismo
artículo, deja sentado que 'esta estructura se encuentra en
un espacio geográfico continuo del Norte de Europa’, pero
aquí tampoco ve la posibilidad de establecer un punto de
partida para su difusión: los ejemplos del antiguo nórdico,
dice, son, ciertamente, más antiguos que los demás, pero no
demuestran que el giro proceda de esa lengua.
90 Estudios de lingüística románica

De todos modos, que nuestro giro no está menos difun¬


dido en el Sur que en el Norte de Europa, nos lo mostrará
la reseña de otras líneas aisladas de investigación.

1.2.3. Una tercera línea, representada por tres estudio¬


sos rumanos, nos lleva, en efecto, a los Balcanes y a Italia.
Esta línea empieza con A. Graur, quien, el mismo año del
primer artículo de Lewy, llama la atención, en Bulletin lin-
guistique, 5, 1937, págs. 68-69, sobre rum. a lúa («tomar»)
«employé comme explétif» en casos como: sá iei si sá pleci
(lit. «que tomes y te vayas»), a luat si a stricat masina (lit.
«tomó y destrozó la máquina» [o «el auto»]) —uso «fre¬
cuente sobre todo en la lengua familiar y vulgar»—, y señala
que el gr. mod. mávco conoce un uso análogo, para luego
concluir: «Encoré un fait á classer parmi les concordances
‘balkaniques'». En seguida, Gh. Bogaci, en Arhiva (Iasi),
45, pág. 292, observa que no se trata de una coincidencia
sólo balcánica, pues el hecho se encuentra también en ruso
y en ucraniano. Una segunda nota del mismo autor, en
Buletinul Philippide, 5, 1938, págs. 236-37, constituye un con¬
tacto, aunque indirecto y, por lo demás, no aprovechado,
entre dos líneas de investigación. En efecto, Bogaci se refie¬
re en esta nota al artículo de Lewy en FUF, 24, a lo que
parece, sobre la base de una nota bibliográfica de E. Niemi-
nen, en Rocznik Slawistyczny, 14, pág. 245 (donde se dice
que el mismo giro se emplea en ruso «um den Vollzug einer
Handlung auszudrücken» [«para expresar el cumplimiento
de una acción»]). Por otra parte, señala la discusión del mis¬
mo fenómeno emprendida, para ucran. vzjaty (uzjaty), por I.
Ohienko en Ridna mova, 5, 1937, fase. 3, pág. 114, e informa
que Ohienko, además de aducir ejemplos ucranianos litera¬
rios y populares (entre otros: uzjav ta i zasnuv, rum. «a
luat si a adormit» [«tomó y se durmió»]), ha mostrado, en
«Tomo y me voy» 91

parte con ejemplos, que la construcción se encuentra en


varias otras lenguas (ruso, servio-croata, lituano, paleoeslavo,
griego), por lo cual rechaza decididamente la idea del «bal-
canismo». En cuanto al sentido de la construcción, Bogaci,
a pesar de la citada explicación de Nieminen, habla de
a lúa, a apuca como 'auxiliares para expresar el comienzo
de una acción’ 9. El año siguiente, P. Iroaie, en Bul. Philippi-
de, 6, págs. 196-197, completa la información de Bogaci, se¬
ñalando que «tomar» con función auxiliar se encuentra tam¬
bién en los dialectos italianos meridionales, y aduce, de L.
Di Francia, Fiabe e novelle calabresi, dos ejemplos calabre-
ses: Pigghiau la lepri e nci dissi y lu vecchiu pia e nci cunta
tuttu lu fattu, que traduce al rumano por: Lúa iepurele si
zise [«La liebre tomó y dijo»], bdtrinul ia si povesteste toata
pütarania [«El anciano toma y cuenta todo el suceso»]. Fi¬
nalmente, A. Graur, en Bull. ling., 8, 1940, págs. 217-218,
vuelve rápidamente al tema para referirse a la información
de Bogaci e Iroaie y —sin hablar ya de balcanismo— para
agregar un ejemplo paralelo inglés (americano) de M. Twain,
Tom Sawyer abroad: Now you take en look at it like dis
[quien habla es un negro], del que opina que significa apro¬
ximadamente «faites attention á mon raisonnement». Por
lo que atañe al sentido de la construcción, Graur, en esta
última nota, agrega entre paréntesis, al «emploi explétif»,
la alternativa «ou inchoatif», lo cual sorprende, pues dos
años antes, en un artículo que concernía exclusivamente al
rumano, «Les verbes ‘réfléchis’ en roumain», en Bull. ling., 6,
págs. 59-60, estaba mucho más cerca de una interpretación
exacta. En este artículo escribía, en efecto: «a se lúa sem¬
ble n’apporter aucune idée concréte á l’expression, il sert

9 Bogaci remite a A. Rosetti, Istoria limbii romane, II [Bucarest,


1938], pág. 112, donde, en efecto, se trata de varias construcciones
ingresivas, y no de nuestro giro.
92 Estudios de lingüística románica

uniquement á marquer la volonté du sujet de faire une


action: se ia Tiganul si intrü in casá, 'le Tsigane pénétre
dans la maison’..., se ie §i se porneste; s'o luat Si s'o dus
la frate-sau, ‘il s'en va; il s'en est alié chez son frére’...
s'o luat ie fata si s’o’mbrácat, ‘la jeune filie s’est habillée’...»
Agregaba que el sentido de a se lúa 'parece ser, según el con¬
texto, «se décider á», «prendre son courage á deux mains»,
«se résigner á», etc.’, que también la forma activa a lúa se
emplea «avec une valeur á peu prés pareille» y que otros
verbos aún admiten el mismo uso; así, a se apuca [«cogerse»,
«agarrarse»]: s’a apucat si a facut, «il a fait» («il a pris
l'initiative de faire», «il a eu l’audace, 1’impertinence de
faire», «il a fait la bétise de faire», «il n’a pas trouvé mieux
que...», etc.) y a se pune, «se mettre»: s’a pus, s’a müritat,
«elle s’est mariée».

1.2.4. Por lo demás, el fenómeno rumano, por lo menos


en lo que se refiere a a se apuca, se halla señalado también
en S. Puscariu, Din perspectiva Dictionarului, Bucarest,
1922 (ahora, en versión francesa, en Études de linguistique
roumaine, Cluj-Bucarest, 1937), y, curiosamente, con el mis¬
mo error de interpretación. Puscariu observa que má apuc,
mü indemn [«me incito», «me animo»], en expresiones
como se apucü si fücu [«cogió e hizo»], se indemna si merse
[literalm., «se animó y fue»], pueden considerarse como
‘vocablos gramaticales’ («mots fonctionnels»), carentes de
contenido léxico: su función (gramatical) sería la de expre¬
sar «comienzo de la acción» (Études, pág. 382). Y tampoco
el paralelismo con el griego era una novedad (o, al menos,
no habría debido serlo) en el momento en el que lo señala¬
ba Graur: en efecto, ya lo había señalado y discutido 37 y
33 años antes K. Sandfeld, Rumaenske Studier I, Infinitiv
og udtrykkene derfor, Copenhague, 1900, págs. 83 y sigs. (en
«Tomo y me voy» 93

part., págs. 89-91), y «Die Konjunktion de im Rumánischen»,


en ZRPh, 28, 1904, págs. 24-25. Cf. también la versión (par¬
cial) alemana del primer estudio: «Der Schwund des Infi-
nitivs im Rumánischen und den Balkansprachen», en Jahres-
bericht des Instituís für rumánische Sprache, 9, Leipzig,
1902, págs. 75-137.
Pero el mérito de Sandfeld no se limita a haber señala¬
do ese paralelismo. En realidad, sus trabajos constituyen un
momento esencial en la historia de la investigación de nues¬
tro giro. Ya en Rum. Stud. Sandfeld comprueba y ejempli¬
fica ampliamente este giro, con citas literarias y dialectales,
no sólo en rumano y en griego moderno, sino también en
búlgaro y en albanés, es decir, en todo el llamado «ámbito
lingüístico balcánico». Para el daco-rumano cita sólo ejem¬
plos con a se apuca; pero para el macedo-rumano, al lado
de un ejemplo con acatü «cojo», «agarro», también uno
con Veaü, «tomo» (doy entre corchetes las traducciones
literales): akdtsa di lu tal’é purumbul [«cogió y cortó la
paloma»], l'a di aruká fármaku tru gela [«toma y echa10
veneno en la comida»]; para el búlgaro aduce ejemplos
tanto con chvastam, «cojo», «agarro», como con vzimam
(zimam), «tomo»: hvanála se i igrala [«(ella) se agarró y
bailó»], fatila ta utseakla darvotu [«cogió y cortó el árbol»],
zele ta skrili pak stokata [«tomaron y escondieron de nue¬
vo el ganado»]; para el albanés, con z'é (zá) y marr, para
el griego, varios ejemplos con mócvco (mccvei K.at too Xéei
[«toma y le dice»], mávsi koc'i xTLC’ eva ottÍtl [«toma y
construye una casa»]), entre ellos, también uno del griego
medio, de la Crónica de Morea: Mmaaav koc'i ávsyvá>oaoiv
[«tomaron y leyeron»] (págs. 90-91). En cuanto al valor del
giro, Sandfeld lo considera en el fondo como ingresivo. En

io No «viene», como traduce Sandfeld.


94 Estudios de lingüística románica

efecto, traduce a menudo con begynde, give sig til [«empe¬


zar», «ponerse a»] y hasta, al lado de los ejemplos con
«tomar», «coger», cita otros con verbos que significan pro¬
piamente «empezar»: daco-rum. a incepe, macedo-rum.
ahlurhescu, gr. apxopoci; por otra parte, considera explíci¬
tamente las construcciones hipotácticas de rum. a se apuca
como equivalentes a la construcción paratáctica, recono¬
ciendo entre ellas sólo diferencias «estilísticas»n. Observa,
con todo, que en ciertos casos el verbo «tomar» («coger»,
«agarrar») es simplemente «indledende» (introductivo); así
en los siguientes ejemplos rumanos y albaneses (actualizo
la grafía de estos últimos): sá apucá de sá urca intr’ánsul
[«se agarró y se subió a él» (al árbol)], trad. por ‘han steg
op i det'; se apucá de-i táie capul [«se agarró y le cortó
la cabeza»]; zuri e beri shtepi [«agarró y construyó una
casa»]; mori e shkroj mbe mur [«tomó y escribió en el
muro»]; zun, e pisné vajz'én [«agarraron, preguntaron a la
muchacha»], trad. por 'de spurgte pigen’, «preguntaron a la
muchacha» (en «Die Konjunktion», pág. 25, también el ter¬
cero de los ejemplos búlgaros citados más arriba aparece
traducido sin «anfangen», «empezar»: «darauf verbargen sie
wieder das Vieh»). Sólo al gr. móvco atribuye exclusivamen¬
te sentido «introductivo» (en «Die Konjunktion», con una
limitación: «meist einleitend»), Sandfeld considera por lo
demás nuestro giro sólo como un caso, entre muchos otros,

11 «Der er herved skabt mange muligheder for variation i stilen;


en saetning som ‘han begyndte at skrive’ kan udtrykkes paa fire
maader: se apucá a serie, se apucá sá serie, se apucá de scris, se
apucá de scrise, af hvilke den sidste dog for det meste undgaaes af
forfatterne» {Rum. St., pág. 103). Cf. también K. Sandfeld — H. Olsen,
Syntaxe roumaine, I, París, 1936, págs. 253-254. En realidad, la cuarta
expresión (= se apucá si scrise, apucá de scrise, apucá si scrise) no
pertenece a la misma categoría funcional que las tres primeras y no
significa ‘han begyndte at skrive’ [«empezó a escribir»] (cf. 3.3.3.).
«Tomo y me voy» 95

de verbos que, en las lenguas balcánicas, admiten la cons¬


trucción paratáctica (cita, en efecto, numerosos ejemplos
paratácticos con «osar», «decidirse», «querer», «poder»,
«dar», «ordenar», «obligar», «dejar», «ayudar», etc.). Por
consiguiente, no plantea el problema histórico para nuestro
giro en particular, sino, de un modo mucho más general,
para todas esas construcciones paratácticas. Como otros
autores, después de él, Sandfeld piensa que se trata de «pa¬
rataxis por la hipotaxis»; más exactamente, de la sustitu¬
ción del infinitivo por construcciones paratácticas (el capí¬
tulo respectivo se titula «Infinitiv udtrykt ved parataktiske
forbindelser»), que, a su vez, sería sólo una de las sustitu¬
ciones del infinitivo, al lado de otras, de tipo hipotáctico
(su oposición esencial no es hipotaxis — parataxis, sino in¬
finitivo— construcciones sustitutivas). Pero no piensa en un
paralelismo fortuito y de carácter general, sino que estima
que el fenómeno se difundió a las otras lenguas balcánicas
desde el griego (moderno): es, ya, «in nuce», la bien cono¬
cida tesis de Sandfeld acerca de los «balcanismos». Sandfeld
no repara en el hecho de que la mayoría de los otros verbos
por él citados conservan su valor léxico en las construccio¬
nes paratácticas12, pues según él también los verbos «to¬
mar», «coger» tendrían tal valor (significarían «empezar»)
y el sentido «einleitend» sería sólo un caso especial, al que,
por otra parte, comprueba también para las construcciones
hipotácticas y para los verbos que significan propiamente
«empezar» (pág. 32). Tampoco lo detiene el hecho de que la
construcción con «tomar» 'einleitend' se da también en da¬
nés, a pesar de que lo señala explícitamente y de que varias

12 Una excepción es rum. a se pune, «ponerse», que Sandfeld


traduce como ingresivo (Rum. St., pág. 97), pero que en realidad
tiene, en construcción paratáctica, una significación análoga a la
de «tomar» en nuestro giro (cf. Graur, «Yerbes réfl.»).
96 Estudios de lingüística románica

veces traduce los ejemplos «balcánicos», precisamente, con


tage, «tomar»: «tog og skar», «tog og byggede et hus», «tog
og skrev paa muren», etc. (págs. 32, 90).
En «Die Konjunktion», Sandfeld sostiene las mismas te¬
sis, en gran parte con los mismos ejemplos 13. Pero la tesis
del origen griego aparece en su forma más clara y mejor
fundada en Linguistique balkanique, París, 1930, págs. 196-
199. En esta obra, Sandfeld no trata en particular de nues¬
tro giro (señala sólo que todas las lenguas balcánicas cono¬
cen el tipo gr. mod. mócvei koc'i xou Xéyet, al que ahora, sin
embargo, traduce por «il commence á lui dire»), pero sí de
la supuesta predilección de esas lenguas por la parataxis
en general. Sandfeld concede, por cierto, que se trata de un
fenómeno ampliamente difundido; no obstante, piensa que
para el espacio balcánico, dadas las coincidencias de detalle,
hay que buscar el origen de los tipos paratácticos en grie¬
go; ello, por las siguientes razones: a) en griego tales para¬
taxis son muy antiguas (cita ejemplos del Nuevo Testa¬
mento y de los Apócrifos); b) ciertos tipos paratácticos son
exclusivos del griego; c) en varios casos existe concordan¬
cia sólo entre el griego y las lenguas inmediatamente veci¬
nas. Veremos más adelante en qué sentido esta tesis puede
tener validez.

13 Entre los ejemplos nuevos cabe destacar a los con a sta y


a §edea, de los cuales Sandfeld dice: «Es kommt aber auch vor, dass
de etwas gleichzeitiges anknüpft»: státu pu\in de cugetá, ce stai
tu de vorbe§ti? Particularmente interesante es el ejemplo con a
sedea (de Creanga), donde es evidente que el verbo no significa «estar
sentado»: mai §ede el cit §ede de casca gura prin tirg. También alb.
rri, «estar sentado», «sentarse» se emplea de manera semejante;
cf. A. Leotti, Dizionario, pág. 1234: ndénji e punonte né aré té ti],
‘stette a lavorare nel suo campo’; rri e véshtro, [‘sta a guardare'],
literalm. «sta e guarda» (o, más exactamente, «siede e guarda»).
«Tomo y me voy» 97

1.2.5. Las contribuciones de Sandfeld tuvieron un des¬


tino extraño, pues, en lo que se refiere a la investigación
de nuestro giro, quedaron, hasta hace muy poco, práctica¬
mente desconocidas. No las conoció Fraenkel, que habría
podido encontrar en ellas más ejemplos albaneses y los
ejemplos griegos modernos que le faltaban; no las cono¬
cieron ni Lewy ni Graur14; y tampoco las recuerda H.-J.
Seiler, L’aspect et le temps dans le verbe néo-grec, París,
1952, págs. 158-162, al retomar el problema para el griego
moderno1S. Hecha abstracción de esto, la contribución de
Seiler es importante en más de un sentido. En primer lugar,
Seiler introduce nuestra construcción en un casi-sistema
griego moderno, precisamente, en el de los «moyens lexicaux
qui ont tendance á étre grammaticalisés et á étre employés
en fonction aspectuelle». Aduce, en efecto, ejemplos estric¬
tamente análogos de construcciones paratácticas con los
siguientes verbos (observando que están empleados en esas
construcciones como una especie de auxiliares): 1) mccvco,
«tomar», «coger»: mccvei kocí Xt^’ Sva 01i:íTl> prend et
construit une maison» (ejemplo que, como se ha visto, figu¬
ra también en Sandfeld, Rum. St.), mávouv kcc'i ypápouv,
«ils prennent et écrivent»; 2) iráco (irriyaívco), «ir»: itáei

14 Sólo Havers, Handbuch, pág. 240 recuerda —aunque sólo en


una adición y sin haberlo utilizado— el artículo sobre rum. de.
Lewy, Der Bau, § 190, cita la Linguistique balkanique a propósito
de la predilección del albanés por la parataxis, pero no advierte que,
precisamente en el mismo contexto, Sandfeld cita un ejemplo griego
con tuccvcd, «tomar».
15 Seiler remite, en cambio, a Lewy, FUF, 24, y («para hechos
comparables en las lenguas eslavas») ZSlPh, 2, 1925, pág. 422, y a E.
Fraenkel, «Parataxe...», en KZ, 43, 1910. De estas referencias sólo la
primera es correcta. En el artículo de la ZSlPh («Betrachtung des
Russischen»), Lewy no recuerda nuestro giro; además, trata exclusi¬
vamente del ruso, y de ninguna otra lengua eslava. Y el artículo
de Fraenkel no salió en KZ, 43, 1910, sino en IF, 43, 1926.

EST. LINGÜÍSTICA ROMÁNICA. — 7


98 Estudios de lingüística románica

kocí otoc^icctS, «il va et s’arréte», Tifjye Kaí oxá0r)K£, «[l’étoile]


finit par s'arréter» (liter. «alia et resta»); 3) epyopai, «ve¬
nir»: sp^oupi kI Káaoupi (= Mpxopoa Kai xáGopai), «je
viens et je m’assieds» (citado según Thumb, Handbuch2,
v. más adelante); 4) xáGopca, «estar sentado», «sentarse»:
KÓGsoai Kai pou kéq, «tu es assis et me dis», kóGou yó-
psue, «assieds-toi, cherche»16. En segundo lugar, el trabajo
de Seiler contiene también para la interpretación funcional
e histórica algunos interesantes atisbos, que serán discuti¬
dos más adelante.

1.2.6. En cambio, se relaciona directamente con Sand-


feld G. Reichenkron, quien, en un contexto más amplio, «Der
Typus der Balkansprachen», en Zeitschrift für Balkanologie,
1, 1963, págs. 106-107, retoma brevemente el problema de
nuestro giro, desde el punto de vista balcanológico. Reichen¬
kron vuelve a citar a este propósito, según Sandfeld, algu¬
nos ejemplos con «coger», «agarrar» para el rumano, el búl¬
garo y el albanés, y también en otros puntos coincide con
el lingüista danés. También él piensa que se trata de predi¬
lección por la hipotaxis y habla, aunque con reservas, de
construcciones sustitutivas del infinitivo, y él también exa¬
mina el verbo «coger», «agarrar» conjuntamente con otros
(«empezar», «poder», «dar»), interpreta nuestro giro como
«ingresivo» (para el griego moderno cita, por lo demás, sólo

16 Una quinta construcción, con he^tco, «caer» (etcoe vct kol-


gq6rj, literalm. «cayó para que durmiera»), a la cual Seiler atribuye,
a nuestro entender, excesiva importancia, y que ni siquiera es copu¬
lativa, parece ser más bien un giro fijo y, como tal, aislado. Además,
la expresión no significa «s’endormir», como la traduce Seiler, sino
«acostarse». Por lo tanto, no tiene de ningún modo el sentido ingre¬
sivo que le atribuye. Acerca de una construcción correspondiente
paratáctica, en albanés, cf. Sandfeld, Rum. St., pág. 97, y Fraenkel,
«Zur Parataxe», pág. 305.
«Tomo y me voy» 99

ejemplos con ápxopai)17 y considera el fenómeno al que


pertenecería este giro (la parataxis de los «verbos de moda¬
lidad») como «balcanismo». Sin embargo, se aparta de Sand-
feld en una serie de puntos: a) no acepta que se trate de
parataxis en los ejemplos rumanos con de18; b) limita el
valor de nuestra construcción a la ingresividad y no recuer¬
da en absoluto la llamada función «introductiva» de «to¬
mar», «coger» (a pesar de que cita un ejemplo, se apucá
si-si taie degetul cel mic, que en Sandfeld aparece mencio¬
nado explícitamente con tal función y traducido sin «empe¬
zar»: ‘han skar sin lille finger af’ [«se cortó el meñique»]);
y, sobre todo, c) considera que las construcciones verbales
paratácticas (como otros «balcanismos») han de ser expli¬
cadas, no por el griego, sino por el latín (romance) oriental,
precisamente, por la «entonación descendente» («fallende
Redetaktkurve») de ese latín. De esto se hablará más ade¬
lante.

1.2.7. Para completar el panorama, cabe agregar una


serie de datos e interpretaciones que se encuentran en traba¬
jos sobre sendas lenguas.

u Cf. también «Die Umschreibung mit occipere, incipere und


coepisse ais analytische Ausdrucksweise eines ingressiven Aorists», en
Syntactica und Stilistica. Festschrift Gamillscheg, Tübingen, 1957,
págs. 479-480, donde Reichenkron cita otro ejemplo albanés «mit
der in den Balkansprachen beliebten Parataxe»: Xhufi ... i dolli
pérpara edhe xu e i lihte, al que tampoco distingue de los ejem¬
plos hipotácticos con el mismo verbo y traduce como ingresivo:
'Xhufi sprang vor und fing an und bellte’ [«Xhufi saltó y empezó
y ladró»].
18 Creo, sin embargo, que hay que darle la razón a Sandfeld, por
lo menos en lo que se refiere a nuestro giro y a todos los giros
paratácticos. En tales giros no logro ver ninguna diferencia fun¬
cional entre los con si y los con de. Pero es cierto que de tiene tam¬
bién otras funciones.
100 Estudios de lingüística románica

Para el ruso, ya se ha visto que nuestro giro se halla


registrado en los grandes diccionarios desde Dal’ y que ya
lo conocía bien Boehme. También lo registra el nuevo
Slovar’ russkogo jazyka del Instituto de Lingüística de la
Academia Soviética, I, Moscú, 1957, pág. 217, s. v. vzjat',
«tomar», donde se advierte que este verbo ‘se emplea en
combinación con las conjunciones da, i, da i y otro verbo
para expresar una acción repentina o inesperada’ y se adu¬
cen dos ejemplos, uno de G. Uspenskij: Prozili oni god
dusa v dusu, a na drugoj-to god ona voz’mi da i pomri
[«... ella tomó y murióse»] y el otro de Cechov: Razve vzjat’
i poechat’ na Bajkale? [«¿Acaso tomar y viajar sobre el
Baykal?»]. Particularmente interesante es, además, la inter¬
pretación de D. Tschizewskij, Über die Eigenart der russi-
schen Sprache, Halle, 1948, pág. 29, quien incluye el giro con
vzjat’ entre los «aspectos impropiamente dichos» («uneigent-
liche Aktionsarten») y le atribuye el valor «perfektiv mit
der Fárbung des Unerwarteten» [«perfectivo con el matiz
de lo inesperado»]: «vz’áli i ubíli — toteten plótzlich, vz’ál
da i skazál — er sagte plótzlich, vz’ál i zagovoríl — er begann
plótzlich zu sprechen».
Para el rumano cabe recordar todavía a V. Gutu-Romalo,
«Semiauxiliare de aspect?», en Limba rominá, 10, 1961, pági¬
nas 3-15, que registra, entre otros, los giros paratácticos con
a se pune, a se apuca y a se lúa, señalando, con respecto a
este último, que es frecuente en la lengua popular en la
combinación a se lúa si a se duce [«tomarse e irse»] y
‘bastante raro con otros verbos de movimiento’. La autora
no hace ninguna distinción entre las construcciones para¬
tácticas y las hipotácticas de los mismos verbos (con el infi¬
nitivo, el subjuntivo y el llamado «supino») y, a pesar de
citar a Graur, «Les verbes ‘réfléchis’», les atribuye a todas
valor ingresivo («incoativo», pág. 11, nota 1), considerando
«Tomo y me voy» 101

que expresan «el comienzo de la acción». Además, no está


dispuesta a reconocer a esos verbos el valor de «semiauxilia-
res», pues le parece que mantienen su valor «predicativo»
y que las construcciones en que figuran (entre ellas, tam¬
bién construcciones con sustantivos) no están gramaticali-
zadas. Los giros paratácticos con a apuca, a lúa no los
menciona, aunque, al final del artículo, habla de «a lúa (en
la construcción con a se duce)» [ ¡no a se lua!\, que le pare¬
ce constituir más bien una «expresión» o «locución» 19.

19 Gramática limbii romine, II1 2, págs. 98, 237-238, registra, como


se ha dicho, a (se) lúa y a se apuca (éste con el ejemplo: apuca-te
de-(i fá párul) entre los verbos «de modalidad y aspecto», pero sin
especificar su función. Dic^ionarul limbii romine literare contempo-
rane, Bucarest, 1955-56, registra para a apuca, «coger», sólo la acep¬
ción ‘empezar’ en construcciones hipotácticas (con el infinitivo y
el subjuntivo); para a lúa, «tomar», registra el uso ingresivo, con
el supino y el infinitivo, y también, como «popular», el giro para¬
táctico de a se lúa, con tres ejemplos, pero sin distinguirlos del
anterior; tampoco para a se pune distingue los giros paratácticos
de los hipotácticos; en cambio, para a sta menciona los giros para¬
tácticos con si y de y señala que este verbo ‘en las locuciones ver¬
bales o en combinaciones con otros verbos’, confiere a las mismas
«aspecto durativo». I. Iordan, Limba rominü contemporand?, Buca¬
rest, 1956, pág. 403, nota 1, menciona entre los «semiauxiliares de
aspecto» a apuca-, cf. también pág. 564, donde se refiere a a se apuca,
según parece, para el 'aspecto incoativo’ (evidentemente, piensa en
a se apuca en construcciones hipotácticas, pues precisa que tales
verbos se construyen con las formas nominales de otros verbos).
Para el macedo-rumano, T. Papahagi, Dic(ionarul dialectului aromin
general §i etimologic, Bucarest, 1963, registra para macedo-rum. acatü,
«coger», la acepción «comenzar» (con un ejemplo en construcción
hipotáctica) y la misma acepción para l’eaü, «tomar», también con un
ejemplo hipotáctico, al que, sin embargo, compara el daco-rum. anti¬
guo luo Isusü de zise. V. Gutu-Romalo, pág. 3, remite también a
Gh. Nedioglu, «Aspectul verbal», en Cum vorbim, 4, 4, 1952, y a
S. Berejan, «Procedee sintactice de exprimare a aspectului verbal»,
en Limba §i literatura moldoveneasca, 1958, 2, que no me han sido
asequibles. Los artículos de C. Poghirc y de G. Ivanescu, también
citados por la autora, no contienen nada sobre nuestro giro.
102 Estudios de lingüística románica

Para el italiano, documenta ampliamente el giro G.


Rohlfs, Historische Grammatik der italienischen Sprache
und ihrer Mundarten, III, Berna, 1954, págs. 22-23, con el
siguiente comentario: «Eine Art inkohative Aktionsart liegt
auch der pleonastischen Verwendung von 'pigliare’ zu Gran¬
de. In Verbindung mit einem anderen Verbum, das eine
Tátigkeit ausdrückt, lasst es den Beginn dieser Tátigkeit
stárker hervortreten». Su documentación abarca ante todo
ejemplos, precisamente, con pigliare, con la indicación de
que este uso es muy corriente en los dialectos meridionales
(para los que aduce, entre otros: sic. pigghiau e cci detti
lu gaddu, 'gli diede il gallo'; cal. víttaru u purtuni apertu e
pigghiaru e’nchianaru, ‘videro il portone aperto e salirono’;
nap. piglia l’uorco, sse mettette a correre pe’nce i’appriesso,
TOrco si mise a corrergli dietro’, apul. merid. [salent.]
pijau e disse, ‘egli disse'; abruzz. pijjs e ll’accidp, [«coge y
le mata»], etc.), pero que tampoco es desconocido ‘in den
nórdlichen Gebieten’ (así: corso a maga chi era di bon core,
piglia e li lampa una corda, florent. ora se v’un la smettete,
e’ piglio e me ne vo). A los ejemplos italianos, Rohlfs agre¬
ga también un ejemplo sardo con el verbo pigare, «coger»,
«tomar»: píganta e di dónanta una bacchetta, ‘pigliano e
gli danno una bacchetta'. Además, señala que 'en el Véneto
el verbo ciapá, «coger», «tomar», se emplea de la misma
manera pleonástica’ (trent. Va ciapá su e l’é na via) y que
en lombardo-alpino ‘togliere' tiene la misma función: al
figliól plü giúan Va tóit sil e l’é il ‘il piü giovane (ha pigliato
ed) é andato’ (ejemplo de Poschiavo). Cf., del mismo autor,
Griechischer Sprachgeist in Süditalien, Munich, 1947, pági¬
nas 32-33 -—donde se citan, en parte, otros ejemplos italia¬
nos (y un segundo ejemplo sardo) y, por otro lado, se señala
el paralelismo con el griego moderno y el rumano y se hace
referencia al artículo de Havers citado más arriba—, y
«Tomo y me voy» 103

Vocabolario dei dialetti salentini (Terra d’Otranto), t. II,


Munich, 1959, donde, s. v. pijare, se advierte: «il verbo
‘pigliare’ rafforza spesso un altro verbo per esprimere inten-
sitá o vivacitá» y se aducen varios ejemplos de Lecce
y de Táranto, entre ellos: mó piju e ddicu, 'ora io dico’;
pígghia e cómate, 'affréttati ad acconciarti'; pígghio e
trasd aúro, 'a un tratto entra il folletto’; pigghio e esso
no véjo, ‘se ne va'. A esta rica documentación sólo hay que
agregar que, en el italiano coloquial, prendere es casi en
todas partes corriente en este empleo (por ej., prendo e me
ne vado); en Roma, en el habla popular, es usual pigliare:
piglia (pijja) e sse ne va, pijja e ddise. Construcciones pa¬
ratácticas con otros verbos (verbos de movimiento) ya
documentaba Ascoli, «Un problema di sintassi comparata
dialettale», en AGI, 14, 1896, págs. 453-468, y 15, 1901, pági¬
nas 221-225 (a propósito del tipo vattelappesca), aduciendo
también ejemplos análogos del latín (Plauto y Terencio); cf.
asimismo W. Meyer-Lübke, Grammatik der romanischen
Sprachen, III, Leipzig, 1899, págs. 591-592, donde, entre
otras cosas, se señala el uso (pleonástico) de sta, va inva¬
riables en la Terra d’Otranto (sta benu, ‘ich komme’; tu te
ba piggya, ‘du nimmst'). Numerosos ejemplos paratácticos
con verbos de movimiento (andaré, venire, tornare), en su
mayoría, del siciliano y de otros dialectos meridionales,
aduce L. Sorrento —en un trabajo riquísimo en cuanto a
documentación pero más bien oscuro e inconducente en
cuanto a interpretaciones y resultados, «Continuitá latina
e innovazioni romanze nei costrutti sintattici coi verbi di
movimento specialmente nelle paríate italiane», en Sintassi
romanza. Ricerche e prospettive, Varese-Milán, 1949, pági¬
nas 205-237—, lamentablemente sin separar las perífrasis
verbales de las construcciones en las que esos verbos man¬
tienen su valor léxico, pero señalando que la construcción
104 Estudios de lingüística románica

paratáctica (en particular, con a < ac o asindética) expresa


«un’unitá di azioni quasi simultanee» y destacando su «ca¬
rácter impulsivo»; sólo en el caso de sic. tornu a ffazzu,
«rifaccio» (= ital. torno a jare), advierte que esta construc¬
ción, que designa una acción unitaria, se distingue neta¬
mente de tornu e fazzu, donde se trata de dos acciones
autónomas. En cambio, Rohlfs, Gramm., III, págs. 20-22,
considera explícitamente como perífrasis verbales los tipos
sto ac jacio (con valor durativo) y vado ac (et) dico (con
valor incoativo), que documenta en varios dialectos meri¬
dionales; cf. también O. Parlangéli, Storia lingüistica e sto-
ria política nell’ltália meridionale, Florencia, 1960, pág. 87,
donde se traduce salent. sta ci ene, sta bbene por «sta
venendo».

1.2.8. Extrañamente —con una sola excepción (cf. 1.2.9.)—,


ninguno de los autores que hasta la fecha se han ocupado
de nuestro giro en varias lenguas ha recordado el espa¬
ñol, la lengua en la que fue señalado por primera vez. De
modo que los estudiosos que se han referido a esa construc¬
ción en español representan otra línea aislada de investiga¬
ción; y hay que decir que es, tal vez, la más rica de ense¬
ñanzas.
Después de Valdés, registra el giro Gonzalo Correas
(f 1631), en su Vocabulario de rejranes y jrases proverbia¬
les y otras jórmulas comunes de la lengua castellana, obra
compuesta en los últimos años de su vida y que permaneció
por mucho tiempo inédita: «Tomó y juése; tomó y murióse.
Donosa manera: poner esta palabra tomar antes de lo que
se va a decir» (pág. 652 en la 2.a ed. publicada por la Real
Academia, Madrid, 1924; la primera edición se publicó en
1906). Más de dos siglos más tarde, se ocupó dos veces
de nuestro giro R. J. Cuervo: en su Diccionario de construc-
«Tomo y me voy» 105

ción y régimen de la lengua castellana, II, París, 1893, pági¬


na 180, s. v. coger, y en sus Apuntaciones críticas sobre el
lenguaje bogotano, § 548 (7.a ed., Bogotá, 1939, págs. 449-
450; la primera edición se publicó en Bogotá de 1867 a 1872;
la 6.a, reproducida por la 7.a, en París, en 1914). En la pri¬
mera obra, Cuervo se ocupa de coger y; en la segunda, tra¬
ta de agarrar y, pero en nota cita a Valdés a propósito de
tomar y y señala que también coger se ha usado y se usa
del mismo modo. En ambas obras, Cuervo informa que la
Academia registraba este uso de coger en ediciones anterio¬
res de su Diccionario pero que lo ha suprimido en edicio¬
nes más recientes (desde la 11.a, según se dice en las Apun¬
taciones) 20. También en ambas obras, considera el giro como
coloquial y hasta como vulgar: en el Diccionario opina que
la Academia suprimió esa acepción de coger quizá por repu¬
tarla «vulgar e inelegante» y en Apuntaciones la califica él
mismo de «muletilla de muy mal gusto»; pero señala que,
sin embargo, se encuentra en ‘escritores respetables’ («que
copian el habla corriente», Apunt., pág. 450). En el Diccio¬
nario aduce, en efecto, tres ejemplos, dos de ellos de Mora-
tín. El barón y La Comedia nueva: Entonces no dijo nada: /

20 Según Cuervo, en las ediciones hasta la 11.a del Diccionario


de la Academia, este uso de coger se calificaba de «familiar» y se
definía como sigue: «Junto con algunos verbos unidos con conjun¬
ción, Resolverse ó determinarse á la acción que significa el verbo
con que se junta». Las ediciones más recientes del Diccionario regis¬
tran nuevamente este uso, tanto para coger como para tomar; s. v.
coger se lee: «Unido a otro verbo por la conj. y, resolverse o deter¬
minarse a la acción significada por éste»; y s. v. tomar se remite
a esta acepción de coger. También está registrada esta acepción en
el Diccionario manual para coger (pero no para tomar). En dos aspec¬
tos la definición actual se distingue de la citada por Cuervo: el uso
ya no está calificado de «familiar» y la restricción en cuanto a los
verbos con ios que coger {tomar) puede construirse ha desaparecido:
en lugar de «algunos verbos», se dice simplemente «otro verbo».
106 Estudios de lingüística románica

Cogió y se entró derechito y Viéndose él así, sin oficio ni


beneficio,... ha cogido y se ha hecho poeta; y uno de Bretón,
Me voy de Madrid: Y luego, cojo y ¿qué hago? / Me voy a
la policía. En el Diccionario, Cuervo atribuye al giro valor
ingresivo (coger señalaría ‘el primer paso con que se pone
en obra una resolución'); en las Apuntaciones, en cambio,
parece considerar el primer verbo de la construcción como
meramente expletivo: agarrar (en Colombia) «se ha iguala¬
do entre el vulgo a coger hasta el punto de que lo emplean
por él aun en la más incolora de sus acepciones: ‘agarró
y se fue'». Cuervo fue, además, el primero en intentar, por
lo menos como conjetura, una explicación histórica del
giro, precisamente, una explicación interna, por el mismo
español. En el Diccionario, advierte que: «En lugar de ‘Co¬
gió su camino calle arriba’, se dijo en lo antiguo, y aun se
oye en Galicia y en América, ‘Cogió calle arriba’» y conje¬
tura que de ahí se habrá desarrollado el uso actual; prime¬
ro se habría dicho «Cogió y se fue» por «Cogió su camino y
se fue» y luego este uso se habría generalizado, pasando
coger a construirse también con otros verbos en forma
copulativa. De Cuervo depende J. Corominas, Diccionario
crítico etimológico de la lengua castellana, Madrid-Berna,
1954-57, quien, s. v. coger (I, pág. 838), habla de la «perífra¬
sis expletiva cogió y (por ej. cogió y se fue ~ se fue)-» y,
s. v. tomar (IV, pág. 494), de «tomó e hizo, tomó y se
fue, etc., para indicar una acción repentina», remitiendo am¬
bas veces a las Apuntaciones (pero lo de «acción repentina»
es una nueva interpretación, de Corominas, pues no figura
en Cuervo).
Novedades importantes traen, en cambio, dos estudiosos
norteamericanos, H. Keniston y Ch. E. Kany; el primero,
sobre todo, en cuanto a la interpretación, el segundo, en
lo que concierne a la documentación del giro. H. Keniston,
«Tomo y me voy» 107

«Verbal Aspect in Spanish», en Hispania, 19, 1936, págs. 163-


176, es el primero en introducir nuestro giro en un sistema
coherente de perífrasis aspectivas. Y cabe decir desde el
comienzo que su interpretación es —también desde un pun¬
to de vista más general (no sólo para el español)— de las
más acertadas y mejor fundadas21. Keniston distingue dos
tipos de aspectos: los subjetivos (que reflejan la actitud del
hablante con respecto a la acción expresada) y los objeti¬
vos (que expresan fases o modalidades objetivas de la ac¬
ción)22. En lo que concierne a los aspectos subjetivos, el
hablante puede adoptar una actitud «integradora» (consi¬
derar la acción como un todo: «aspecto unitario») o una
actitud «fraccionadora» (considerar la acción como una se¬
rie de partes), siendo la primera de ellas imposible con
respecto al presente en cuanto tal. Los tiempos simples pue¬
den expresar, según Keniston, por sí mismos varios de esos
aspectos; pero, para evitar la ambigüedad, para acentuar
el valor aspectivo o para expresar un aspecto no-inherente
a un tiempo verbal, se emplearían perífrasis con varios
auxiliares. Para el aspecto unitario, escribe todavía el autor,
«the only type of auxiliary is an intensive used in popular
speech, originally with affective valúes of surprise or irri-
tation»: se trata, precisamente, de los giros con tomar y,
coger y, agarrar y, ir y, para los cuales aduce ejemplos de
Lope de Rueda, Juan de la Cruz, Moratín (según Cuervo),

21 También en otros sentidos el artículo de Keniston se halla


entre lo mejor que se ha escrito sobre el aspecto verbal español (y
románico) y es lástima que varios autores que en época más reciente
se han ocupado del tema lo hayan ignorado.
22 La distinción de Keniston corresponde a la distinción entre
«Aspekt» y «Aktionsart» de S. Agrell y a aquella otra entre «subjekti-
ve» y «objektive Aktionsart» de E. Hermann; cf. nota 30.
108 Estudios de lingüística románica

López de Haro, los Quintero23. Estos giros se opondrían


por lo tanto directamente a los varios aspectos «fracciona-
tivos» (progresivo, iterativo, continuativo, etc.), expresados
por estar, ir, venir, andar, seguir, etc. + gerundio. Keniston
distingue netamente estos giros de los giros antiguos y mo¬
dernos con cogerse a, tomarse a, agarrarse a, esgarrarse a,
prenderse a + infinitivo, que expresan uno de los aspectos
objetivos (el inceptivo): «It is possible —escribe— that they
were originally inceptives, but they seem to have lost that
valué and to be mere intensives». Señala, además, que todos
estos tipos tienen «their counterparts» en inglés. Cf. toda¬
vía, del mismo autor, The Syntax of Castilian Prose. The
Sixteenth Century, Chicago, 1937, pág. 467 (sobre tomar y),
y Spanish Syntax List, N. York, 1937, pág. 203 (sobre ir y).
Ch. E. Kany, American-Spanish Syntax2, Chicago, 1951, pá¬
ginas 197-200 (1.a ed., 1945), quien recuerda prácticamente
toda la bibliografía hispanística sobre el tema, de Valdés a
Keniston (de este último, sin embargo, sólo The Syntax y
Sp. Synt. List, pero no el fundamental artículo de Hispania;
de Cuervo, sólo las Apuntaciones), ofrece la más amplia do¬
cumentación del giro paratáctico con «tomar», «coger»,
«agarrar» (y de otros giros análogos) reunida hasta la fecha
para una sola lengua. Aduce, en efecto, y sólo en mínima
parte según otros autores (L. Alvarado, C. Gagini, L. Sando-
val, P. M. Benvenutto Murrieta, A. Malaret), ejemplos con:
ir y (español coloquial, Argentina, Colombia, Venezuela,
Costa Rica, Guatemala, México), coger y (español popular),
agarrar y (español popular, Argentina, Perú, Ecuador, Co¬
lombia, Panamá, México), saltar y (Puerto Rico, España),

23 Keniston considera como semejante también ir a (por ej., no


se vaya Usted a figurar), que, en realidad, según su mismo sistema,
debería corresponder al «aspecto efectivo» (uno de los aspectos
«objetivos»).
«Tomo y me voy» 109

llegar y (Chile)24. Por lo que concierne al valor de estos


giros, Kany acepta de Keniston la noción de «aspecto uni¬
tario» 25 y separa, él también, netamente, las construcciones
paratácticas de las de coger a, agarrar a, pegar a, pegarse
a + infinitivo, que expresan «aspecto inceptivo» (pág. 202).
Asimismo, señala que giros paralelos existen en inglés. Cu¬
riosamente, Kany afirma que la Academia, desde la 11.a edi¬
ción de su Diccionario, ya no registra el giro con coger y.
evidentemente, se atuvo a la indicación de Cuervo y no com¬
paró las últimas ediciones (cf. nota 20). De tomar y dice
que se usaba «in the older language», pero la Academia no
da este uso como anticuado. Cfr., del mismo autor, American-
Spanish Semantics, Berkeley y Los Ángeles, 1960, págs. 275-
76, donde se retoman algunos ejemplos de Am. Sp. Syntax
(y donde aparece también «tornó y se fue — se fue», esta
vez sin la calificación de anticuado). La Semántica de Kany
es lo último que conozco sobre nuestro giro, en lo referente
al español.

24 A todo esto cabe todavía agregar que agarrar y, ir y son comu¬


nes también en el Uruguay y en Chile (en Chile, según uno de mis
informantes, existe asimismo venir y). Kany observa que coger, en
este giro como en otros usos, ha sido sustituido en varios países
de América por agarrar (que también aparece en el español popu¬
lar), en parte por «the natural weakening in forcé that many words
undergo in time» y en parte por el sentido obsceno que coger ha
adquirido en ciertas regiones (en particular, Argentina, Uruguay,
Venezuela, México). En efecto, la segunda explicación es, sin duda,
suficiente para ciertos países (como la Argentina y el Uruguay). Pero
en otros casos habrá que admitir la primera explicación: en Chile,
por ejemplo, coger no tiene sentido obsceno; sin embargo, nuestro
giro aparece también en ese país en la forma agarrar y (no coger y).
25 Cf. por otra parte los comentarios de los autores citados por
Kany a propósito de ir y (Alvarado, Sandoval, Gagini). Kany, pági¬
nas 198-199, da también ir a como auxiliar del aspecto unitario, pre¬
cisamente para México (Yucatán), con el ejemplo: ¿Cómo te fuistes a
caer?, lo cual resulta discutible (cf. nota 23). Por lo demás, este em¬
pleo de ir a es corriente también en otras regiones de Hispanoamérica.
110 Estudios de lingüística románica

1.2.9. Si otros autores nos han llevado a las lenguas


de Europa Oriental y a las balcánicas, M. L. Wagner, «Exple-
tive Verbalformen in den Sprachen des Mittelmeers», en RF,
67, 1956, págs. 1-8, nos lleva a las lenguas románicas y no
románicas del Mediterráneo. Wagner documenta nuestro
giro para el español, inclusive el español de América (fun¬
dándose, en gran parte, en Cuervo, Apuntaciones y Diccio¬
nario, y en Kany, American-Spanish Syntax), para el judeo¬
español, el italiano y el sardo (en parte, sobre la base de
Rohlfs, Historische Grammatik), y recuerda también su exis¬
tencia en rumano y en las lenguas balcánicas (sobre la base
de Sandfeld, «Der Schwund des Infinitivs» y «Die Kon-
junktion de», y de Graur, Revista Lingüistica [sic; recte:
Bulletin linguistique], 5); además, es el primero en señalar,
en un contexto más amplio, el uso análogo de port. pegar e
(para lo cual se apoya en Júlio Moreira, Estudos de lín-
gua portuguesa. Primeira série2, Lisboa, 1922, pág. 164).
También Wagner afirma que ‘la Academia [española] ha
suprimido, a partir de la 11.a edición [de su Diccionario]
este uso de coger’ (cf. nota 20); pero encuentra registrado
el mismo uso en el Diccionario Vox2 de S. Gili Gaya, Barce¬
lona, 1953, pág. 411, donde coger y se compara con el em¬
pleo análogo de ir y. Por otra parte, aduce numerosos ejem¬
plos portugueses con ir e y con vai asindético e impersonal,
así como ejemplos alemanes con gehen bei und (Alemania
del Norte) y kommen bei und (Renania). Finalmente, seña¬
la un uso, en su opinión análogo (¡incoativo!), de «levan¬
tarse y» en árabe y en antiguo egipcio.
La contribución de Wagner es importante sobre todo por
la inclusión del español y del portugués, lenguas de otro
modo no consideradas en los estudios sobre este tema. En
cambio, en lo que concierne al sentido de nuestro giro, no
aporta nada nuevo. Al contrario: a pesar de que conoce a
«1 orno y me voy» 111

Kany y de que cita el diccionario de Gili Gaya —donde


coger, en este empleo, se halla interpretado como «verbo
vacío que significa vagamente una resolución o determina¬
ción»—, Wagner no distingue las construcciones paratácti¬
cas de las hipotácticas, cita giros de los dos tipos entremez¬
clándolos (así para el portugués y para el rumano) y postu¬
la como significación básica común de todas esas construc¬
ciones ‘sich anschicken etwas zu tun’ [«ponerse a hacer
algo»], lo cual, según él, se revelaría también por el uso de
judeoesp. tomar a, tomar para. El verbo «tomar», «coger»,
en nuestro giro, lo interpreta, pues, como «expletivo» y, al
mismo tiempo, como significando 'beginnen, sich anschicken’
[«empezar», «ponerse a»]. También en su Dizionario etimo¬
lógico sardo, t. II, Heidelberg, 1962, s. v. pilcare, Wagner
escribe que, en campidanés, pígat e [¿por qué sólo la 3.a
persona del singular?] se emplea a menudo «come formóla
espletiva con funzione incoativa». Acerca del origen del giro,
no se pronuncia de manera decidida, pero se inclina hacia
una solución poligenética: el punto de partida del uso en
cuestión podría haber sido (al parecer, en las varias lenguas
por separado) «er ergriff die Gelegenheit, packte an» [«cogió
la oportunidad»] o algo semejante. Con el registro de esta
conjetura de tan escaso fundamento se cierra también nues¬
tra reseña histórico-bibliográfica.

1.3. Esta reseña nos ha mostrado que los problemas


concernientes a «tomar», «coger», en construcción paratác¬
tica, son esencialmente tres: a) el de la extensión efectiva
del giro (2); b) el de su sentido exacto (3); y c) el de su
origen (4). Por otra parte, debería, ahora, resultar evidente
que la eventual solución del tercer problema y aun su plan¬
teamiento correcto dependen, en gran medida, de la solu¬
ción que se dé a los dos primeros.
112 Estudios de lingüística románica

2.1. Ciertamente, algunos estudiosos —como Sandfeld,


Fraenkel y, sobre todo, Lewy, Ohienko y los estudiosos ru¬
manos más arriba citados— ya han comprobado (o han
tenido noticia de) espacios lingüísticos bastante amplios en
lo que concierne a la extensión del giro aquí considerado.
Sin embargo, nuestro panorama nos ha mostrado que todas
las zonas indicadas hasta la fecha quedan muy por debajo
de su difusión efectiva; ello, aun en lo concerniente a las
lenguas para las que el giro mismo ya estaba expresamente
documentado en el momento de delimitarse esas zonas. Con¬
viene, pues, hacer un recuento de todas las lenguas en las
que ha sido señalado por los autores hasta aquí citados
(entre paréntesis van los autores que han señalado indepen¬
dientemente unos de otros la existencia del giro; se exclu¬
yen los manuales, las gramáticas y los diccionarios):

Lenguas ugrofínicas: lapón (Lewy), finlandés (Lewy, Rasánen),


voto (Lewy), mordvino (Lewy), cheremisio (Rasánen, Lewy), húngaro
(Rasánen, Beke)26.
Lenguas indoeuropeas: a) lenguas germánicas: antiguo nórdico
(Lewy), danés (Sandfeld, Fraenkel, Lewy), sueco (Lewy), inglés [ame¬
ricano] (Keniston, Graur, Kany, Kirchner)27; b) lenguas eslavas:

26 No he podido ver la contribución de Beke citada por Lewy


(cf. nota 7). Pero un informante húngaro me confirma el uso corrien¬
te, aunque limitado al pretérito, de fogta magát és elment (literalm.
«se agarró y se fue»), es decir, precisamente de la expresión emplea¬
da por Rasánen para traducir el finlandés otti ja meni.
27 Es posible que también Keniston y Kany se refieran sólo al
inglés americano. No he podido ver la edición Gillet de Torres Na-
harro, Aquilana, citada a este respecto por Kany. De todos modos,
Keniston, The Syntax, pág. 467, escribe simplemente que tomar y es
comparable a la expresión inglesa he took and did it. Tampoco
«Tomo y me voy» 113

paleoeslavo (Ohienko), ruso (Fraenkel, Lewy, Bogaci, Nieminen,


Ohienko, Tschizewskij), polaco (Fraenkel), ucraniano (Fraenkel, Bo¬
gaci, Ohienko), servio-croata (Ohienko), búlgaro (Sandfeld); c) len¬
guas bálticas: lituano (Fraenkel, Ohienko); d) lenguas románicas:
español (Valdés, Correas, Cuervo, Keniston, Kany, Wagner), rumano
(Sandfeld, Pu§cariu, Graur), italiano (Iroaie, Rohlfs, Wagner), sardo
(Rohlfs, Wagner), portugués (Wagner); e) albanés (Sandfeld, Reichen-
kron); f) griego moderno (Sandfeld, Graur, Ohienko, Rohlfs, Seiler).

2.2. Para el portugués, en particular, puedo ampliar la


documentación de pegar e y documentar también el tipo
agarrar e, no señalado en los estudios reseñados. En el Bra¬
sil agarrar e es corriente en la lengua coloquial (F. Fernan-
des, Dicionário brasileiro contemporáneo, Río de Janeiro,
1953, pág. 38, registra el uso como «bras. pop.», con la ex¬
plicación «tomar urna resolugáo, decidir-se» y un ejemplo:
ai ele agarrón e foi-se embora); del mismo modo se emplea
pegar em si e, para el cual el Dr. Dieter Woll, de la Univer¬
sidad de Bonn, me señala dos ejemplos de Machado de Assis,
Reliquias de Casa Velha (ed. Jackson, 1946, págs. 56 y 59):
Pegón em si e deitou-se a abragá-lo y Afinal, peguei em mim
e fui á casa d’ella; otro ejemplo de la misma obra de Ma¬
chado de Assis —pegón em si e foi— se encuentra citado en
Júlio Moreira, Estndos (cf. Wagner, «Expletive Verbalfor-
men», pág. 3). También es corriente el giro en Portugal. El
Prof. J. P. Machado, Lisboa, por mí consultado con respecto
al uso de agarrar e, me contesta: «Trata-se de urna expressáo
popular que nao aparece aínda registrada nos Dicionários.
Significa realmente: ‘e logo, e sem mais detenga’, etc.», me
comunica el ejemplo: O Carlos telefonou-me e en agarrei e
fui ter com ele (con la variante: O Carlos telefonou-me e

me ha sido asequible el artículo de Ohienko; las lenguas a que se


refiere las registro aquí sobre la base de la contribución de Bogaci
citada en 1.2.3.

EST. LINGÜÍSTICA ROMÁNICA. — 8


114 Estudios de lingüística románica

eu agarrei em mim [e] fui ter com ele) y comenta: «Creio


tratar-se de uso provinciano, mas atingiu Lisboa há bastante
tempo e tanto que está muito difundido entre as classes
populares». Por otra parte, pegar e me es personalmente
conocido de la lengua portuguesa coloquial y popular {ele
pegou e disse, pega e diz, etc.). Y también agarrar e aparece
registrado, por ej., en A. de Moráis Silva, Grande Dicionário
da língua portuguesa, 10.a ed., por A. Moreno, Cardoso jú¬
nior y J. P. Machado, s. v. agarrar, con la explicación «tomar
urna resolugáo» y el ejemplo: Agarrou e responden que nao
recebia ordens de ninguém2S.

2.3. Por consiguiente, nuestro giro puede, con buenas


razones, calificarse de «europeo», pues se halla documentado
en la gran mayoría de las lenguas de Europa. Por otra par¬
te, de acuerdo con la experiencia que tenemos al respecto,
es de suponer que se lo encontrará también en otras len¬
guas europeas, que no figuran en nuestra lista. Por el mo¬
mento, su documentación abarca, de todos modos, casi ínte¬
gramente el Norte, el Este y el Sur del Continente.

2.4. A la documentación del giro que nos interesa en


primer término —y como contexto funcional inmediato del
mismo—, cabe agregar todavía la de otras construcciones
formal y semánticamente emparentadas, que contienen
otros verbos (para los cuales, sin embargo, no me he esfor¬
zado por hacer un recuento completo): «ir y» (sueco, ale¬
mán, inglés, español, portugués, italiano, griego moderno),
«venir y» (alemán, italiano, griego moderno, español de Amé-

28 Un uso análogo al de esp. saltar y me señala mi colega H.


Marchand para el inglés: She upped and married him. El saltar y
de Puerto Rico podría, pues, ser anglicismo; pero se ha visto que
está documentado también en España.
«Tomo y me voy» 115

rica), «estar y» (italiano, rumano), «sentarse [estar sentado]


y» (rumano, albanés, griego moderno), «ponerse y» (albanés,
rumano), «ser y» (albanés); «llegar y» (español de América),
«saltar y» (español, inglés), «incitarse [animarse] y» (ruma¬
no), «volver y» (siciliano).

3.1. Dos cosas llaman, sobre todo, la atención, en la


investigación llevada a cabo hasta la fecha, por lo que con¬
cierne al sentido de la construcción paratáctica con «to¬
mar»; por un lado, la variedad de las interpretaciones, a
veces hasta en los mismos autores; por el otro, la coinci¬
dencia, a veces casi textual, entre explicaciones dadas inde¬
pendientemente, en épocas y ámbitos diferentes. Así, Cuervo
interpreta el giro una vez como ingresivo y otra vez como
pleonástico; Sandfeld admite ambas interpretaciones a la
vez o según los casos; en Lewy encontramos «perfektivie-
rend», «effektuierend» y «schneller Vollzug»; Graur oscila
entre «expletivo», «incoativo» y explicaciones más matiza¬
das; Corominas habla una vez de «uso expletivo» y otra vez
de «acción repentina». Por otra parte, la interpretación de
«tomar» como «expletivo» se encuentra repetidamente, des¬
de J. de Valdés hasta Sandfeld, Graur, Corominas y Wag-
ner; la interpretación del giro como «ingresivo» («incoativo»)
se encuentra en toda una serie de autores; lo mismo se com¬
prueba para otras determinaciones («acción inesperada»,
«acción rápida», «resolución del sujeto», etc.). Esto indica,
por un lado, que el giro tiene en el fondo el mismo sentido
en las varias lenguas en las que se comprueba; por el otro,
que las varias explicaciones corresponden, sin duda, en su
mayoría, a acepciones posibles u ocasionales del giro, pero,
116 Estudios de lingüística románica

en general, no dan con el centro mismo de su valor. En


este sentido, cabe distinguir tres tipos de explicaciones:
a) explicaciones enteramente inaceptables (3.2); b) expli¬
caciones aproximadas, pero parciales e insuficientes (3.3);
c) explicaciones que, con distintas formulaciones y desde
distintos puntos de vista, corresponden, en el fondo, al sen¬
tido efectivo de la construcción o pueden, por lo menos,
justificarse de manera inmediata por éste (3.5.1.).

3.2. Las interpretaciones enteramente inaceptables per¬


tenecen todas a un mismo tipo, al que podríamos llamar
«fragmentativo»: son las que ven en nuestro giro un «ver-
blasster Sinn», un «sentido desvaído», de «tomar» (o una
«enumerative Redeweise»). Están representadas, aunque no
en forma clara y decidida, por Fraenkel, Havers y Kirchner.
Y son inaceptables porque, en nuestro giro, el sentido ori¬
ginario de «tomar» no sólo está «verblasst» sino, como ya
lo vio Valdés, no se da de ningún modo. Por otra parte,
Fraenkel y Havers interpretan ellos mismos el verbo como
'empezar'; pero no hay ninguna razón funcional (de análi¬
sis semántico sincrónico) para considerar el sentido de
'empezar' como un «tomar» desvaído, aun cuando ello pu¬
diera justificarse diacrónicamente: las construcciones efec¬
tivamente incoativas (lo cual, sin embargo, no es el caso de
nuestra construcción) son tales precisamente porque en
ellas el verbo «tomar» ya no significa ‘tomar’. Kirchner,
como se ha visto, habla de un empleo «auxiliar»; pero, si
ello es cierto, ya no se puede aceptar la «enumerative Re¬
deweise», si no se confunden sincronía y diacronía: el pro¬
blema de cómo surgió el giro es un problema en sí, diferente
del problema de su función actual (aunque, naturalmente,
relacionado con éste).
«Tomo y me voy» 117

Aquí hay que rechazar también la opinión de V. Gutu-


Romalo: simplemente no es cierto que los verbos rum.
a (se) lúa, a se apuca conserven, en las construcciones para¬
tácticas, su ‘función predicativa’ y su valor léxico corriente,
pues, en realidad, en los «estados de cosas» que tales cons¬
trucciones designan, no se 'toma' y no se ‘coge’ nada. La
misma autora piensa, por otra parte, que pasan a significar
'empezar' (lo cual tampoco es cierto en el caso de las cons¬
trucciones paratácticas, y para las hipotácticas sólo puede
admitirse si el significado gramatical «ingresividad» se in¬
terpreta como significado léxico). Su error procede de la
doble confusión entre construcciones paratácticas e hipo-
tácticas y entre verbos auxiliares y no auxiliares. Tampoco
se puede aceptar la afirmación de que rum. a lúa si a se
duce constituye una expresión fija. Es cierto que la combi¬
nación paratáctica de a (se) lúa con a se duce, «irse», es
más frecuente que con otros verbos (lo mismo se puede
decir de esp. tomar e irse, port. pegar e ir-se, it. prendere e
andarsene), pero la autora misma admite que a (se) lúa se
construye también con otros 'verbos de movimiento ; y, en
realidad —como los verbos correspondientes de otras len¬
guas—> se construye, en principio, con cualquier otro verbo
(cf. los ejemplos de Graur)29.
Hay que admitir, por lo tanto: a) que la construcción pa¬
ratáctica con «tomar», «coger» constituye una unidad;

30 Otro de los argumentos de la autora es que estos verbos [en


su valor incoativo] se construyen también con sustantivos. Pero el
valor auxiliar (aspectivo) no queda excluido por ello, pues también
las construcciones con sustantivos verbales admiten valores aspec-
tivos. Por otra parte, el aspecto se da también en sustantivos, en
particular, en los nombres de acción. El aspecto es una categoría
de la «verbalidad», pero no limitada a los «verbos» en cuanto clase
léxica. Curiosamente, la autora estaría dispuesta a reconocer un sta¬
tus casi-gramatical al verbo a Incepe, «empezar», es decir, precisa¬
mente a un verbo que conserva en todos los giros su valor léxico.
118 Estudios de lingüística románica

b) que esta unidad es de naturaleza gramatical (se trata de


una perífrasis gramatical, no de una perífrasis
léxica); en ella el verbo «tomar» («coger») es propiamente
auxiliar: en efecto, no tiene función predicativa propia, no
puede tener objeto propio, no mantiene su valor léxico y
funciona como simple modificador gramatical del segundo
verbo. Cuál es su función «auxiliar», se verá en lo que sigue.

3.3.0. Las interpretaciones aproximadas pero insuficien¬


tes pertenecen a tres tipos: a) las que presentan el verbo
«tomar» en nuestro giro como expletivo («pleonástico»);
b) las que presentan el mismo verbo como «perfectivizante»;
c) las que presentan el giro como ingresivo (o incoativo).
Tales interpretaciones son insuficientes porque destacan sólo
aspectos concomitantes o implícitos de la significación del
giro pero que no caracterizan el giro mismo: no constitu¬
yen su rasgo distintivo.

3.3.1. Por lo que se refiere al primer tipo, ya se ha visto


que ésta era la interpretación de Valdés («feo arrimo»). Tam¬
bién era ésta, en el fondo, la opinión de Gonzalo Correas,
aunque su valoración estilística era positiva («donosa mane¬
ra»), La misma interpretación vuelve en Cuervo, de nuevo
con valoración estilística negativa («muletilla de muy mal
gusto») y luego, ya sin calificación estilística, en varios otros
autores (Sandfeld, Graur, Rohlfs, Corominas, Wagner). Tal
interpretación, sin ser falsa, es insuficiente, pues, en el me¬
jor de los casos, constituye sólo una caracterización nega¬
tiva del giro: señala lo que el giro no significa, y no lo que
efectivamente significa. Pues ¿qué quiere decir propiamente
«expletivo» (o «pleonástico»)? Ante todo, y en el sentido
más general, lo «pleonástico» es un hecho de habla, no de
lengua: en la lengua (langue), en cuanto técnica del hablar
«Tomo y me voy» 119

y sistema de posibilidades expresivas, no hay nada propia¬


mente «pleonástico»; y los giros en discusión pertenecen,
precisamente, a la «lengua», no son simples «hechos de ha¬
bla». De otro modo, «expletivo» se aplica a lo que no es
indispensable para la comprensión pero es, sin embargo,
gramaticalmente obligatorio, constituyendo una redundan¬
cia gramatical lingüísticamente fijada (así, por ej., en el
caso de la repetición del pronombre objeto en rumano y
en otras lenguas románicas). Pero en este sentido «tomar y»,
en nuestro giro, no es expletivo, pues la selección entre el
tipo me voy y el tipo tomo y me voy es libre. En un tercer
sentido, lo de «expletivo» puede significar que esa selección
no es opositiva sino facultativa, o sea que me voy y tomo y
me voy son simplemente «variantes», expresiones equiva¬
lentes (como quizás pensaran Valdés y Sandfeld). Mas en
este sentido la interpretación no es cierta y debe rechazarse,
pues me voy y tomo y me voy no significan lo mismo (cf.
todas las demás interpretaciones, incluso algunas de las
propuestas por los mismos autores que presentan «tomo y»
como «expletivo»). De manera que la interpretación discu¬
tida sólo puede ser cierta en un sentido: en el sentido de
que «tomar», en nuestro giro, «no agrega ninguna idea con¬
creta a la expresión» (cf. Graur, «Les verbes ‘réfléchis’»;
«without any specific meaning» escribe Keniston, The Syn-
tax of Castilian Prose, pág. 467), lo cual, a su vez, implica:
a) que «tomar» en nuestro giro no significa 'tomar', o sea,
que es «expletivo» desde el punto de vista léxico; b) que
la diferencia entre me voy y tomo y me voy no corresponde
a una diferencia en la realidad designada; c) que «lo mis¬
mo» se puede expresar también con el segundo verbo sólo,
sin «tomar». Todo esto es, sin más, aceptable. Pero lo pri¬
mero significa sólo que «tomar» funciona en el giro discu¬
tido como auxiliar, es decir, que entre me voy y tomo y me
120 Estudios de lingüística románica

voy no hay diferencia léxica sino sólo gramatical (en efecto,


el significado léxico implicado es, en ambos casos, simple¬
mente «irse»): se trata, pues, sólo de una confirmación de
la naturaleza gramatical, no léxica, de la perífrasis (en este
sentido, sin embargo, todas las perífrasis verbales —y
hasta todas las determinaciones gramaticales— serían «ex¬
pletivas»). Lo segundo significa que la diferencia entre me
voy y tomo y me voy no es una diferencia de «designación»
sino sólo de «significación» (la acción designada puede ser
exactamente la misma); dicho de otro modo: que no con¬
cierne al llamado «aspecto objetivo» sino sólo al «aspecto
subjetivo», a la manera de presentar la acción (cf. Kenis-
ton)30; la diferencia de significación es, sin embargo, lin¬
güísticamente «objetiva». Lo tercero significa un hecho gene¬
ralmente conocido y admitido en la lingüística moderna, o
sea que el término neutro («extensivo», «no marcado») de
una oposición funcional puede significar «lo mismo» que
el término marcado («intensivo») y puede sustituir a este
término. En este sentido, por ej., el presente puede estar
por cualquier otro tiempo, lo cual, sin embargo, no significa
que no se distingue del futuro y del pretérito, pues lo con¬
trario no es cierto: el término «marcado» no puede estar
por el término «no marcado». En nuestro caso, me voy y
tomo y me voy se comportan, precisamente, como término
no marcado y término marcado de la misma oposición:
me voy puede estar por la construcción paratáctica, pero
no a la inversa. Keniston observa, por ej., que esa construc¬
ción no puede estar en el «presente propio» [el que contesta

30 Huelga advertir que los términos «objetivo» y «subjetivo» con¬


ciernen aquí sólo a la «dirección» de las funciones lingüísticas (a
los planos a que se refieren), pues la significación es, por supuesto,
en ambos casos «objetiva» (es decir que se da como significación de
lengua).
«Tomo y me voy» 121

a la pregunta «¿Qué estás haciendo en este momento?»] y


que tampoco se da en el imperfecto. En efecto, el presente
de la construcción paratáctica se refiere o al futuro o al
pasado (escribo puede significar ‘je suis en train d’écrire’;
cojo y escribo, jamás). Mejor dicho, la construcción para¬
táctica puede referirse al ámbito temporal del presente
(ámbito que abarca el momento del hablar), pero en tal
caso adquiere valor iterativo o frecuentativo (por ejemplo:
cada vez que esto ocurre, coge y escribe a sus padres). Lo
mismo sucede en el imperfecto. Ello revela que la cons¬
trucción paratáctica no puede referirse al punto central de
la determinación temporal, ni en la perspectiva «actual»
(presente) ni en la «inactual» (imperfecto), que excluye la
consideración de la acción en su desarrollo, la visión «cur¬
siva» como tal; pero, naturalmente, puede ser iterativa o
frecuentativa, pues en tal caso la cursividad se combina con
la puntualidad (o terminatividad). Del mismo modo, en las
lenguas eslavas, la construcción paratáctica excluye la im-
perfectividad como tal. Por otra parte, la misma construc¬
ción excluye la indeterminación temporal; no sería posible,
por ej., emplear ¿Quién cogió y escribió el Quijote? por
¿Quién escribió el Quijote? sólo para pedir esa informa¬
ción. Todo esto significa que tomo y me voy corresponde a
‘me voy + un rasgo distintivo’; pero la interpretación de
«tomar y» como «expletivo» o «pleonástico» no especifica
cuál es este rasgo.

3.3.2. Tampoco la interpretación de «tomar» como «per-


fectivizante» —que sólo se presenta en Lewy— toca lo espe¬
cífico del sentido del giro. En efecto, sólo se pueden «per-
fectivizar» formas verbales y verbos que no sean de por sí
perfectivos. Se esperaría, pues, que «tomar» se empleara con
verbos imperfectivos, en las lenguas que conocen la oposi-
122 Estudios de lingüística románica

ción imperfectivo — perfectivo. En cambio, sucede lo con¬


trario: en ruso, y en otras lenguas eslavas, el verbo corres¬
pondiente se emplea en construcción paratáctica, precisa¬
mente, con verbos perfectivos; y también en lituano imti
se combina con formas verbales que corresponden al per¬
fectivo eslavo; por lo tanto, debe agregar alguna determi¬
nación ulterior a la perfectividad. No puedo juzgar si en
mordvino y en otras lenguas ugrofínicas el verbo «tomar»
tiene de hecho efecto «perfectivizante». Pero, de todos mo¬
dos, será un efecto secundario, si el sentido del giro es el
mismo que en ruso, como lo afirma el propio Lewy. Si por
«perfectivo» se entiende «con punto final implícito» (de la
«acción» significada), puede aceptarse que el giro entero
es perfectivo, ya que, como se ha visto, implica terminati-
vidad; pero la sola perfectividad no basta para caracteri¬
zarlo; cf. la interpretación de Tschizewskij (por otra parte,
también Lewy agrega en dos oportunidades «effektuierend»),

3.3.3. La interpretación de nuestro giro como ingresivo


(o «incoativo») es muy frecuente: la hemos encontrado en
Cuervo, Sandfeld, Puscariu, Fraenkel, Havers, Bogaci, Graur,
Wagner, Gutu-Romalo, Reichenkron, y en Dictionarul limbii
romine lit. cont.31. Sin embargo, es aun menos acertada
que las dos anteriores y se debe, como lo hemos visto repe¬
tidamente en nuestro panorama histórico, a una curiosa
identificación de nuestra construcción con otras cons¬
trucciones de los verbos «tomar», «coger», que tienen efec¬
tivamente valor ingresivo. Estas construcciones, que existen

31 También era ésta la interpretación de L. Spitzer, quien, a pro¬


pósito del giro rumano con a lúa, recordaba el supuesto paralelismo
con fr. ant. prendre á, ‘commencer’ (Bull. ling., 6, 1938, pág. 258).
El uso recordado por Spitzer no es, por otra parte, sólo francés
antiguo sino, como es sabido, general románico.
«Tomo y me voy» 123

en muchas lenguas, no son paratácticas, sino hipotácti-


c a s . Así, lit. imti (imtis) se emplea efectivamente también
para expresar la ingresividad, pero, en tal caso, en cons¬
trucción con el infinitivo (émé sakyti, ‘empezó a decir’), no
en construcción paratáctica32. En ruso, tiene valor ingresivo
(o inminencial) la construcción del reflexivo de vzjat’
(vzjat’sja) y de su imperfectivo brat'sja + infinitivo. En
italiano, prendere a + infinitivo, perífrasis ingresiva, se dis¬
tingue netamente de prendere (pigliare) en construcción pa¬
ratáctica, que no lo es. En rumano, a prinde admite sólo
construcciones hipotácticas ingresivas (con el infinitivo, el
subjuntivo, el supino, y con sustantivos); a (se) lúa admite
el giro paratáctico no ingresivo y giros hipotácticos ingresi¬
vos, con el supino y con sustantivos (raramente con el infi¬
nitivo y el subjuntivo); a (se) apuca admite en igual medida
ambos tipos de construcciones, pero con una clara diferen¬
cia de significación: X s’a apucat sá ctnte un cintec signifi¬
ca efectivamente 'X comenzó a cantar una canción’; en cam¬
bio, X s’a apucat si a cintat un cintec significa que X ha
cantado la canción (hasta el final)33. También port.
pegar, húng. fogni, gr. mod. mávco, alb. y zé admiten
construcciones hipotácticas de valor ingresivo. Para el espa¬
ñol, cf. los ejemplos de Keniston y Kany, quienes distinguen
expresamente los dos tipos 34.

32 El ya citado diccionario de Péteraitis, s. v. imti, distingue clara¬


mente los dos usos, dando para la construcción hipotáctica: «(with
infinitives) to begin, to start», y para el giro paratáctico: «(to express
a sudden resolve)».
33 También así a se pune, «ponerse», que sólo en construcción
hipotáctica corresponde a fr. se mettre á, ital. mettersi a, esp. po¬
nerse a.
34 Por otra parte, construcciones análogas se encuentran tam¬
bién en lenguas para las que el giro paratáctico no está, hasta la
fecha, documentado; así, fr. se prendre á + infinitivo, cat. agafar a,
124 Estudios de lingüística románica

En realidad, en las lenguas en las que el uso de la cons¬


trucción paratáctica con «tomar», «coger» me es personal¬
mente familiar (italiano, español, rumano, portugués), ésta
no es nunca ingresiva: no se refiere nunca al momento o a
la fase inicial de la acción; y tampoco es ingresiva en otras
lenguas, a juzgar por otras varias explicaciones que del giro
se han dado y que excluyen el sentido ingresivo, así como
por el hecho de que el giro mismo no se encuentra en el
«presente propio» (que, en cambio, admite sin dificultad
ninguna la ingresividad)35. Obsérvese, además, que sólo para
dos lenguas (español y rumano) se han dado explicaciones
ingresivas por hablantes naturales de las mismas (y para
el español, una sola vez, y no de manera muy decidida). Por
otra parte, el sentido ingresivo es simplemente imposible,
y hasta absurdo, en toda una serie de ejemplos: ingl. she
took and died (ruso voz’mi da i pomri, esp. tomó y murióse),
rum. se apucá de-i tdie capul, se apucá si-si taie degetul cel
mic, abruzz. pijjo e ll’accido no significan, por cierto (ni
pueden significar) ‘(ella) empezó a morir', 'empezó a deca¬
pitarlo', 'empezó a cortarse el meñique’, ‘empieza a matar¬
lo' 36. Es posible que nuestro giro haya podido en algún mo-

prendre's a + infinitivo. En alemán, la función ingresiva de fungen,


«coger, agarrar», se halla totalmente lexicalizada: anjangen, «em¬
pezar».
35 Particularmente interesante es, a este respecto, el ejemplo ruso
de Tschizewskij vzjcil i zagovoril [literalm. «tomó y empezó a ha¬
blar»], donde, evidentemente, no vzjat’ sino zagovorit' es el verbo
de valor ingresivo. Tales combinaciones («tomar» + «empezar») son
posibles también en las lenguas románicas y, naturalmente, no lo
serían si nuestro giro fuera efectivamente ingresivo (pues, en tal
caso, deberían significar «empezar a empezar»). La posibilidad misma
de tales combinaciones es, por lo tanto, un claro indicio de que se
trata de dos categorías funcionales diferentes.
36 Extrañamente, Sandfeld admite en casos como éstos (y en al¬
gunos otros) el sentido «expletivo», pero mantiene el sentido ingre-
«Tomo y me voy» 125

mentó y en alguna lengua tener valor ingresivo (cf. Rohlfs),


pero tal valor, como con razón lo ha observado Keniston
para el español, ya no se da actualmente; y, en realidad, no
se advierte en los ejemplos históricamente conocidos37. Se-

sivo para otros ejemplos. Sin embargo, sus otros ejemplos no son
en nada diferentes de éstos. Además, sería curioso que el mismo
verbo, en la misma construcción gramatical libre, tuviera dos valo¬
res de lengua enteramente diferentes (ello sólo podría ocurrir si los
verbos con los que «tomar» se construye pertenecieran, para cada
uno de los dos sentidos admitidos, a una categoría gramatical o
léxica diferente, lo cual no se verifica). En realidad, Sandfeld, conven¬
cido de que el sentido debiera de ser ingresivo, interpreta de este
modo los ejemplos donde ello no resulta imposible y evita hacerlo
ahí donde tal sentido resulta imposible, por la realidad designada
o por el contexto. Su vacilación se revela también en el hecho de
que traduce el mismo ejemplo con iuávo una vez como expletivo
(Rum. St.) y otra vez como ingresivo (Ling. balk.).
37 Una duda queda por lo que concierne al albanés. A. Leotti,
Dizionario, pág. 1678, traduce zun’e qanin como ingresivo: «si mise¬
ro a piangere», sin separarlo de la construcción hipotáctica (así,
pág. 1677: zura te ha, «cominciai a mangiare»). ¿Que se trate de un
error de interpretación? Sandfeld, como se ha visto, reconoce tam¬
bién para ejemplos albaneses el sentido «expletivo»; además, alb.
morí edhe iku parece corresponder exactamente a rum. a luat si
s’a dus, esp. cogió y se fue, pues, evidentemente, el significado su¬
puesto por Fraenkel («fing an fortzugehen» [«empezó a irse»]) resul¬
ta bastante extraño y no puede admitirse. La duda concierne tam¬
bién al uso paratáctico de alb. vihem (véhem), «ponerse»; en efecto,
el ejemplo aducido por Fraenkel (cf. nota 3) corresponde a un in¬
gresivo del texto original (Lucas, 15, 24): koI qp^avro Etypatveaecu
(et coeperunt epulari). Me inclino a creer que en este caso, si, se
trata de un error de traducción, puesto que otra traducción albanesa
(tosca), citada por el mismo Fraenkel, emplea, como cabía esperar,
una construcción hipotáctica (con el verbo ze): edhe zuñe te gezo-
neshin'é De modo semejante, L. Beaulieux, Grammaire de la langue
bulgare, París, 1950, pág. 325, interpreta bulg. vzimam Ce como ingresi¬
vo. &En efecto, traduce vzima Ce mi razpravja célata istonja por «íl se
met á me raconter toute l’histoire», donde «toute» parece más bien una
negación de la ingresividad. Además, Beaulieux, guiándose, al parecer,
sólo por la materialidad del verbo vzimam, presenta la construcción
como uso del presente imperfectivo por un «présent histonque de
126 Estudios de lingüística románica

ría también posible que en algunas lenguas hayan quedado


restos del valor ingresivo (si la construcción surgió efecti¬
vamente como ingresiva) o que haya habido contaminación
entre los dos tipos de construcciones con los mismos ver¬
bos, pero ello no parece probable38. ¿Cómo se explica enton¬
ces que tantos autores encontraran en el giro un sentido
ingresivo (incoativo) y, ello, no sólo —como en la mayoría
de los casos— en lenguas extranjeras, donde se podría pen¬
sar que no comprendieran bien los ejemplos, sino también
—como a veces ha sucedido— en su propia lengua (así en
el caso de Cuervo, Puscariu, Graur, Bogaci, Gutu-Romalo)?
La confusión con las construcciones hipotácticas no parece
ser razón suficiente. Hay que suponer más bien que ciertos
aspectos secundarios del sentido efectivo del giro han
podido llevar a tal interpretación; sobre esto, véase más
adelante (3.5.2.).

3.4. Constituye un caso especial la interpretación de


Seiler, que se sitúa entre las explicaciones insuficientes y
las correctas. Seiler advierte certeramente que el giro para¬
táctico con mávco es «puntual» (momentáneo, no durativo)
pero, al mismo tiempo, lo considera como ingresivo, pues
piensa que se trata del punto inicial de la acción. Esto im¬
plica una confusión entre tres categorías aspectivas diferen¬
tes: el «grado» (categoría reconocida ya por J. Harris en el

durée», sin advertir que ello corresponde en búlgaro a uno de los


indicios de la perfectividad (precisamente, a que el perfectivo no
puede referirse al «presente propio»),
38 Más bien parece suceder lo contrario: gr. mod. ápxopai ad¬
quiere a veces en construcción copulativa el valor de itiávco. Cf. el
ejemplo citado por Reichenkron según Sandfeld: dh^ioev f) opviQa
k’ £Tcai))£ va yEvvijoq, «die Henne fing an und horte auf, Eier zu
legen» = «die Henne horte auf, Eier zu legen» [«la gallina empezó
y dejó de poner huevos» = «la gallina dejó de poner huevos»], don¬
de, evidentemente, el sentido no es ingresivo.
«Tomo y me voy» 127

s. xviii, concerniente a la fase o sección objetiva en la que


la acción verbal se considera: inminencial, ingresivo, incoa¬
tivo, progresivo, regresivo, conclusivo, egresivo), la «visión»
(el hecho de considerar la acción globalmente o en su des¬
arrollo: glogal/cursivo, y varios modos de la cursividad) y
la «duración» (momentáneo/durativo). Lo «puntual» puede
referirse, o bien a la duración, y en tal caso significa «mo¬
mentáneo» (opuesto a «durativo»), o bien a la visión, y en
tal caso significa «global» (con punto inicial y punto final),
opuesto a «cursivo» (donde tales puntos no están implica¬
dos), pero no tiene nada que ver con el «grado» de la acción.
Nuestro giro, en particular, puede considerarse como «pun¬
tual», pero de ningún modo es ingresivo, pues toda la acción
está indicada como realizada. Con esto, la interpretación
de Seiler se reduce a las anteriormente discutidas. Por otra
parte, Seiler piensa que las oposiciones constituidas por
los giros paratácticos, insuficientemente gramaticalizadas,
son inconstantes y variables, sobre todo en el presente: el
acento se encontraría a veces en el «punto de partida», otras
veces en la «ligne du développement ultérieur». En realidad,
tal «variación», perfectamente «gramaticalizada», no es en
absoluto inconstante y arbitraria, sino que depende del auxi¬
liar empleado: xáBopcci., «estar sentado», como auxiliar, ex¬
presa, precisamente, la visión cursiva y se opone claramente
a -juávco39-
39 H. Pernot, Lexique grec moderne frangais, París, 1933, traduce
KÓGouai, entre otras cosas, por «étre lá á» y aduce un ejemplo que
vuelve en Seiler: t( xáGeocei xal poo Xéq;, «qu’est-ce que tu me dis
la?» Cf. mm. ce stai (§ezi) §i spui?, esp. ¿qué estás diciendo?, ital.
che stai dicendo? Tampoco epyogai y itáco expresan comienzo o
punto final de la acción significada por el verbo con el que se cons¬
truyen (como cree Seiler, por lo menos con respecto al segundo).
En realidad, como esp. llegar y, venir y (Chile) e ir y, tienen el
valor de mávco y, además, expresan una relación inicial o final con
respecto a otras acciones.
128 Estudios de lingüística románica

3.5.1. Las interpretaciones en el fondo acertadas, aunque


a menudo destaquen efectos secundarios del sentido funda¬
mental del giro más bien que ese mismo sentido como tal,
son las que contienen determinaciones como: «decidirse a»,
«tomar una resolución» (Diccionario de la Academia espa¬
ñola, Moráis, Graur, Gili Gaya, F. Fernandes), «volonté du
sujet de faire une action» (Graur), «sudden resolve» (Pé-
teraitis), «decisión y aceptación definitiva» (Dal'), «effek-
tuierend», «schneller Vollzug» (Lewy), «intensitá» (Rohlfs),
«acción repentina» (Corominas), «perfectivo con el matiz de
lo inesperado» (Tschizewskij), «una acción repentina o ines¬
perada» (Slov. russk. jaz.), «eine unerwartete und rasch
entschieden ausgeführte Handlung» (Boehme), y, sobre
todo, «aspecto unitario» (Keniston, Kany) «with affective
valúes of surprise or irritation» (Keniston; cf. también
Graur, «Verbes réfl.»; Sorrento). Todas éstas serían, sin
duda, aceptadas por cualquier hablante natural como inter¬
pretaciones correspondientes al sentido del giro (y, en efec¬
to, han sido dadas en su mayoría por hablantes naturales
de lenguas en las que el giro se encuentra). La última («as¬
pecto unitario») puede incluso aceptarse como determina¬
ción funcional del giro.

3.5.2. Ahora bien, ¿cuál es la unidad de todas esas de¬


terminaciones? Como se ha visto por la discusión de otras
interpretaciones, el giro expresa la globalidad de la acción
significada por el segundo verbo, es decir que implica tan¬
to el punto inicial como el punto final de la misma. Kenis¬
ton intuyó claramente lo esencial del giro, al advertir que
expresa ‘unidad e indivisión’ de la acción. En efecto, todos
los demás sentidos que el giro tiene en distintos contextos
pueden ser justificados por este sentido fundamental. Por
la globalidad explícita, la acción verbal es separada de otras
«Tomo y me voy» 129

acciones (expresadas o sólo sobreentendidas) y opuesta a


éstas, con lo cual se subraya su efectividad y el giro adquie¬
re carácter intensivo. Si el segundo verbo es durativo, el
giro expresa, por su misma globalidad y efectividad, la rapi¬
dez de la realización de la acción y, por la oposición a otras
acciones, el carácter inesperado de la misma; si se trata
de una acción voluntaria, se agrega por lo mismo la resolu¬
ción (determinación) por parte del agente. Si el segundo
verbo es de por sí puntual, el giro, en cuanto intensivo,
expresa sólo el carácter inesperado de la acción y, even¬
tualmente, su cumplimiento «decidido». Por lo inesperado
de la acción se explica, además, el eventual matiz de sor¬
presa o irritación por parte del sujeto hablante (cf. tam¬
bién los otros significados de habla registrados por Graur,
«Les verbes réfl.»). Si el verbo determinado por «tomar» no
implica perfectividad, la construcción paratáctica, implican¬
do globalidad, le confiere carácter terminativo (así en grie¬
go moderno y en las lenguas románicas). Si, en cambio, este
verbo es de por sí perfectivo (como en ruso y en otras len¬
guas eslavas), la construcción con «tomar», por su globali¬
dad, destaca la efectividad y rapidez de la acción y su carác¬
ter repentino e inesperado. Finalmente, si el verbo determi¬
nado es durativo, el giro con «tomar», por implicar oposi¬
ción a otras acciones y, eventualmente, resolución, acentúa
también el punto inicial de la acción (cf. Rohlfs), como pun¬
to de separación o desvío, con respecto a esas otras accio¬
nes (lo cual ocurre sobre todo cuando este punto resulta
subrayado también de otro modo, por ejemplo, en el impe¬
rativo): de aquí que haya podido ser interpretado como
«ingresivo».

EST. LINGÜÍSTICA ROMÁNICA. — 9


130 Estudios de lingüística románica

3.5.3. Todo esto concierne al sentido general, interlin¬


güístico, de nuestro giro; en cambio, su significación pro¬
piamente dicha (es decir, su posición funcional en los va¬
rios sistemas lingüísticos) debe, naturalmente, establecerse
por separado en cada lengua, lo que no podemos emprender
aquí. Basten algunas indicaciones. En ruso (y en otras len¬
guas eslavas) el giro constituye una variedad del perfectivo
(cf. Tschizewskij), ya que implica cumplimiento de la ac¬
ción (no implicado por el imperfectivo), pero se opone al
perfectivo simple por expresar explícitamente el todo de
la acción misma (desde el comienzo hasta el final). En griego
moderno, como ya se ha indicado (3.4.), se opone (conjun¬
tamente con los giros para tácticos de ep^o^ai Y naco) al
giro paratáctico con xáGopai, «estar sentado». En las len¬
guas románicas, pertenece a la categoría aspectiva a la que
llamo «visión» y, en cuanto «global», se opone a las perífra¬
sis verbales positivamente marcadas como «cursivas», es
decir, a las perífrasis que señalan que la acción no está con¬
siderada en su globalidad sino en un punto (o entre dos
puntos) de su desarrollo: esp. estar + gerundio, port. estar
a + infinitivo (o estar + gerundio), ital. stare -f gerundio
(o stare a + infinitivo), rum. stau (sed) en construcción
paratáctica; esp. port. ir, andar, venir (vir) + gerundio, it.
andaré, venire + gerundio. Por lo tanto, queda dentro de
la zona de significación propia de la forma verbal simple,
que es el término neutro de la oposición cursivo/no cursivo
y, como tal, puede, por un lado, funcionar como indetermi¬
nada («no marcada»: ni cursiva ni global) y, por el otro,
como determinada negativamente (no cursiva). Estoy escri¬
biendo está marcado como «cursivo»; escribo es neutro:
puede ser indeterminado, pero también «no cursivo»; cojo
y escribo está explícitamente marcado como «no cursivo».
Tal explicitación puede aparecer como «redundante» («ex-
«Tomo y me voy» 131

pletiva»): de aquí el valor intensivo, enfático, afectivo del


giro (cf. Rohlfs, Griechischer Sprachgeist, pág. 33, que ha¬
bla de un ‘refuerzo pleonástico de la noción verbal’).

4.1. El conocimiento de la difusión efectiva de nuestro


giro y la determinación exacta de su sentido son, como se
ha dicho, elementos esenciales para plantear con probabili¬
dades de éxito el problema de su origen. Este problema ha
sido planteado hasta la fecha por muy pocos estudiosos y,
en parte, sólo indirectamente (para una categoría más am¬
plia de giros). Y las soluciones que se han propuesto son
de dos tipos: poligenéticas y monogenéticas (o propiamente
históricas). Han optado por soluciones poligenéticas: Fraen-
kel, Havers, Kirchner; han propuesto, en cambio, solucio¬
nes históricas: Cuervo, Sandfeld, Reichenkron y Thumb
(este último, para un giro afín al nuestro). En lo que sigue
nos proponemos discutir brevemente esas soluciones y ofre¬
cer una nueva solución histórica.

4.2.1. Las soluciones poligenéticas, que parecían impo¬


nerse a quienes conocían el giro sólo superficial y esporá¬
dicamente, como coincidencia casual entre lenguas diferen¬
tes y, eventualmente, entre dominios lingüísticos no rela¬
cionados entre sí, ya no pueden, en rigor, sostenerse hoy
día, al haberse comprobado la difusión del giro en un vasto
espacio lingüístico continuo; ello, ni siquiera en el sentido
—bastante limitado— en que tales soluciones pueden con¬
siderarse aceptablesNingún azar poligenético podría expli-

40 En otro lugar —«¿Arabismos o romanismos?», en NRFH, 15,


1961, págs. 17-18 [y en este mismo volumen, págs. 61-62]— he mos-
132 Estudios de lingüística románica

car la perfecta coincidencia material y semántica entre 24


lenguas pertenecientes al mismo ámbito lingüístico. Y, evi¬
dentemente, tampoco puede justificar tal coincidencia la
llamada «Elementarschopfung» («creación espontánea»). ¿Por
qué razón habría debido precisamente el verbo «tomar»
(«coger») —-y precisamente en construcción paratáctica—■
adquirir el mismo sentido de auxiliar aspectivo en todas y
cada una de esas lenguas? No se trata de un hecho que se
imponga sin más a la intuición lingüística en general ni de
una «imagen» corriente. Al contrario, el hecho es tan pecu¬
liar (lo demuestra la inseguridad misma de tantas interpre¬
taciones, y su variedad) que no puede admitirse que haya
surgido «espontáneamente» en varias lenguas: hay que
admitir que se difundió desde algún centro que habrá que
determinar.

4.2.2. Por otra parte, las soluciones poligenéticas se fun¬


dan en dos supuestos insostenibles: l.°) en que se trataría
simplemente de «parataxis por la hipotaxis»; 2.°) en que se
trataría, en las varias lenguas, de restos de una «enumera-
tive Redeweise» originaria. El primer supuesto implica, a
su vez: a) que nuestro giro es análogo a las construcciones
paratácticas con otros verbos, como «sentir», «ver», «oír»,
«poder», «ordenar», etc.; b) que las construcciones paratác-

trado que, en general, una solución poligenética no elimina el pro¬


blema histórico de los hechos considerados, sino que, al con¬
trario, hace surgir una pluralidad de problemas históricos. Si,
por ej., dos hechos análogos se comprueban en las lenguas
nórdicas y en las balcánicas, afirmar que son independientes el uno
del otro significa simplemente que, en lugar de un solo problema,
tendremos dos problemas históricos que, naturalmente, deberán
plantearse por separado. El optar por la poligénesis no significa, pues,
resolver los problemas históricos (etimológicos), como tantos etimó-
logos lamentablemente piensan, sino que es sólo un modo de plan¬
tearlos, dividiéndolos en varios problemas autónomos.
«Tomo y me voy» 133

ticas con «tomar», «coger», son idénticas, en cuanto a su


sentido, a las construcciones hipotácticas con los mismos
verbos. Ahora bien, el primer supuesto se ha revelado como
íntegramente falso, con todo lo que implica. Si se tratara
simplemente de ‘parataxis por la hipotaxis', la poligénesis
podría admitirse, pues estos dos procedimientos son efecti¬
vamente modos generales y alternantes empleados para la
presentación lingüística de relaciones «objetivas» (reales o
pensadas). Mas no se trata simplemente de esto. Nuestro
giro es análogo sólo materialmente, pero no funcionalmente,
a las construcciones paratácticas con verbos como «sentir»,
«ver», etc., en las que parataxis e hipotaxis son intercam¬
biables: estas construcciones no son perífrasis aspectivas y
en ellas los verbos señalados conservan su valor léxico. Por
otra parte, precisamente en nuestro caso parataxis e hi¬
potaxis no son intercambiables, pues las construcciones
paratácticas con «tomar», «coger» no tienen significado
ingresivo, como las hipotácticas41. Agréguese que el giro se
encuentra también en lenguas que no muestran ninguna
predilección especial por la parataxis y, justamente, también
en tales lenguas como opuesto a las construcciones hipotác¬
ticas42. En cuanto a la «enumerative Redeweise», no hay
ninguna huella de ella en las varias lenguas en las que el
giro se conoce, pues «tomar», en la construcción paratácti¬
ca aspectiva, no tiene nunca el sentido de 'tomar', ni el de
'empezar' (también supuesto por Havers): al contrario,

41 Por lo demás, en nuestra opinión, tampoco el valor ingresivo


de «tomar», «agarrar» constituye un hecho de poligénesis casual.
42 Muy pocas de las expresiones paratácticas citadas por Fraen-
kel y, antes, por Sandfeld tienen correspondencia en italiano (con
excepción de los dialectos meridionales) o en español; sin embargo,
también en estas lenguas, como en tantas otras, nuestro giro es
exclusivamente paratáctico.
134 Estudios de lingüística románica

nuestro giro se distingue netamente, tanto de las construc¬


ciones sintácticas libres, en las que «tomar» conserva su
valor léxico, como de las construcciones hipotácticas de
sentido ingresivo. No es pensable que en tantas lenguas
geográficamente relacionadas haya ocurrido exactamente el
mismo proceso, llegando a los mismos resultados, sin que
haya quedado huella de fases anteriores. Si «enumerative
Redeweise» hubo en el origen del giro, hay que admitir que
el paso de ésta a la perífrasis aspectiva ocurrió en alguna
lengua determinada, de la que el giro se difundió a otras
lenguas con su nuevo valor, como construcción ya grama-
ticalizada.

4.3.1. En lo que concierne a las soluciones históricas,


hay que eliminar primero la ya aludida de A. Thumb, que
es evidentemente errónea y que, por otra parte, como ya se
ha dicho, no se refiere propiamente a nuestro giro, sino a
un giro inmediatamente relacionado con éste («venir y»):
tal «solución» nos muestra sólo a qué ilaciones históricas
pueden llevar un conocimiento insuficiente de la difusión
del giro y una interpretación errónea de su sentido. Thumb,
habiendo encontrado sólo en Capadocia el giro epyou^u
Kt xócaoupi (epxopca xal KáOopca), al que interpretaba
como presente continuo ('I am going’), lo atribuyó sin más
a influjo turco (Handbuch der neugriechischen Volksspra-
che2, pág. 114). Este curioso error pasó de Thumb a E.
Schwyzer-A. Debrunner, Griechische Grammatik, II, Munich,
1950, pág. 270, nota 3, donde se afirma, además, que ese giro
corresponde a un presente I (¡perifrástico!) del turco (don¬
de el presente II se emplearía «usuell oder futurisch»). En
realidad, no sólo no cabe suponer que ese giro, que en
griego moderno pertenece a un sistema bien establecido,
pueda proceder del turco, sino que simplemente no hay nin-
135
«Tomo y me voy»

gún paralelismo entre el griego y el turco a este respecto.


H.-J. Seiler, Ob. cit., págs. 159-160, observa que el giro no
significa ‘I am going’, pues el auxiliar no es aquí xáGopoci
sino epxopoa43, y que no esta a Capadocia, sino
que, como los otros giros paratácticos, pertenece en general
a la lengua coloquial; en consecuencia, duda del influjo
turco, aunque sin detenerse en la cuestión. En efecto, con¬
siderando más de cerca los hechos turcos, no se logra ver
en qué paralelismo han podido pensar Thumb y Schwyzer-
Debrunner44. En turco existen en realidad tres «presentes»,
no dos; así, de sevmek ‘amar’, el presente I: seviyorum ‘I
love', el presente II (o compuesto): sevmekteyim, ca. 'I
am loving', y el «aoristo», llamado en la gramática turca
también «presente amplio» o «indeterminado» (y que es el
que puede tener valor de futuro): severim (Schwyzer-De-
brunner confunden, a lo que parece, el primero con el se¬
gundo y el segundo con el tercero); pero ninguno de ellos
es perifrástico en el sentido en el que lo es el giro griego
(y menos aún paratáctico)45. Formas perifrásticas con valor

43 Pero tampoco la traducción de Seiler («je suis en train de


m’asseoir») es correcta: el giro significa más bien ‘y así me siento ,
‘me siento sin más'. , , Crierhische
44 Por otra parte, toda la nota en cuestión en la Gnechische
Grammatik es muy extraña, tanto que cabria dudar que *e deba
a la mano de estudiosos como Schwyzer y Debrunner. Asi, no se en
tiéndelo) qué se compara con el turco y el inglés -como si se
tratara de una innovación peculiar y reciente- el presente pcnf' *s-
¡S tsaconio con slvcu, hecho antiguo en griego y no ignorado
ñor Debrunner (cf. F. Blass — A. Debrunner, Grammatik des neutesta-
mlnüÜhen Griichischte, Gottingen, 1959, págs. 215-216). iQuandoque

d°r.f £ característica -yor- del presente primero Procede


mente de un verbo, pero: a) se trata de un hecho etimológico, no
actual- b) el verbo debía significar «proceder, ir», no «estar senta¬
do c) e sentido del presente primero es neutro (‘I love) no con¬
tinuativo (‘I am loving'). Asimismo, las desinencias -um (■:«), etc.,
136 Estudios de lingüística románica

continuativo existen efectivamente en turco, pero con los


verbos durmak, «estar de pie», y kalmak, «quedar», que,
además, no se construyen paratácticamente, sino con el
gerundio (cf. esp. estar haciendo). También existe en turco
gelmek, «venir», en cuanto semiauxliliar (como ep^opai en
el giro griego, si se lo interpreta correctamente), pero tam¬
bién éste se construye con el gerundio; y el sentido que en
tal construcción adquiere es el de ‘soler’ (etmek, «hacer»;
edegelmek, «soler hacer»). En resumidas cuentas: nada que
se parezca a ep^opai kcxI xáGopai46-

4.3.2. El primer intento —por lo demás sólo conjetural—


de explicación histórica de la construcción paratáctica con
«tomar», «coger» ha sido el de Cuervo, que sólo conocía
el giro en español. Su conjetura (cogió su camino y se
fue —> cogió y se fue —> coger y + otros verbos, como pro¬
ceso interno del español) no es, naturalmente, aceptable,
pues no podría justificar la difusión del giro, ni su antigüedad
en varias lenguas (ya se ha visto que la construcción ha
sido documentada en paleoeslavo, en antiguo nórdico y en
griego medio). Pero aun cuando el giro sólo fuera español.

coinciden, ciertamente, con la expresión del verbo «ser», pero éste


es un hecho general en turco, y no algo característico de alguno de
los presentes. Finalmente, el presente segundo contiene el locativo
del infinitivo + las desinencias -um (-im), etc.; por consiguiente,
en un sentido analítico, sería comparable a ingl. ‘I am loving', pero,
de todos modos, no a epyopai xat xáGogai.
46 Un hecho efectivamente análogo (en lo material) al giro con
«tomar» sería, en cambio, como me enseña H. Marchand, la cons¬
trucción almak yürümek, literalm. «tomar ir»; cf. L. Bonelíi Lessico
turco-italiano, Roma, 1939, págs. 12, 417: ig aldi yürüdü [«la cosa
tomó anduvo»], ‘la cosa si é ingrandita’; moda aldi yürüdü, ‘la moda
si diffonde sempre piü’; y, en el «pasado indeterminado»: §dhreti o
zamandan itibaren almi§ yürümü§, 'la sua fama ando da allora
sempre aumentando*.
«.Tomo y me voy» 137

esta conjetura seguiría siendo inaceptable. En efecto: a) el


giro no es ingresivo (sentido supuesto por la explicación de
Cuervo); b) nada nos asegura que la construcción, mucho
menos difundida, cogió su camino y se fue sea más antigua
que la perífrasis panhispánica cogió (agarró) y se fue;
c) nada nos asegura que el giro haya surgido primero en la
construcción con el verbo irse; d) el giro con «tomar»,
«coger» no es en español una locución aislada, sino que
pertenece a un sistema de perífrasis aspectivas y no puede
explicarse prescindiendo de éstas (ni éstas pueden expli¬
carse por la conjetura de Cuervo).

4.3.3. Sandfeld, como se ha visto, explica sólo indirec¬


tamente nuestro giro, como aspecto de un más amplio «bal-
canismo» (sustitución del infinitivo por verbos finitos en
construcción paratáctica) difundido desde el griego medio
y moderno. Su explicación cae, evidentemente, por el hecho
de que no se trata de un balcanismo: la irradiación de una
perífrasis de valor gramatical desde el griego reciente hasta
el portugués y el lapón queda fuera de toda posibilidad y
no puede justificarse por los argumentos históricos de
Sandfeld, válidos, ciertamente, para el ámbito lingüístico
«balcánico». En particular, tal difusión no podría susten¬
tarse para las lenguas ibero-románicas. Pero también sus
fundamentos son criticables. Sandfeld piensa, precisamente,
que se trata de «parataxis por la hipotaxis», con los dos
supuestos erróneos que tal creencia implica y que ya se
han discutido y rechazado. En particular, se trataría, según
él, de un tipo de sustitución del infinitivo (hecho efectiva¬
mente característico del griego moderno). Si así fuera —ha¬
biéndose comprobado que el hecho no es «balcanismo»— no
habría más remedio que aceptar la poligénesis: adquiriría
validez la objeción opuesta a Sandfeld por G. Weigand, en
138 Estudios de lingüística románica

Kritischer Jahresbericht über die Fortschritte der Romani-


schen Philologie, 8, 1908, I, pág. 105, o sea, que la parataxis
verbal en sustitución de verbo finito + infinitivo es habitual
también en el habla popular de otras regiones, fuera del ám¬
bito «balcánico»47. Pero, precisamente, no se trata de susti¬
tución del infinitivo. Diacrónicamente, nada nos dice que
los giros paratácticos con «tomar», «coger» hayan tenido
jamás el segundo verbo en infinitivo (veremos, precisamen¬
te, que no lo tuvieron). Y sincrónicamente, las construc¬
ciones hipotácticas de «tomar», «coger» con el infinitivo —o
con lo que funcionalmente puede considerarse como su
sucedáneo (así, en rumano, el subjuntivo y el supino)—,
construcciones ingresivas, no son intercambiables con nues¬
tro giro, como pensaba Sandfeld, sino que se diferencian
netamente de éste. Por otra parte, el giro se encuentra tam¬
bién en muchas lenguas en las que el infinitivo es perfec¬
tamente vital, y hasta puede él mismo estar en infinitivo
(cf. el ejemplo ruso vzjat’ i poechat’).

4.3.4. Tampoco es aceptable la idea de Reichenkron de


un balcanismo románico explicable por la «fallende Redetakt-
kurve» del latín oriental. Nuestro giro, precisamente, no
es «balcanismo», sino que se encuentra, conjuntamente con
otros giros paratácticos, también en otras lenguas románi¬
cas, a las que debería corresponder otra «Redetaktkurve»,
y en varias lenguas no románicas y no balcánicas, para
las que una diferencia románica entre dos «Redetaktkur-
ven» no viene de ningún modo al caso48. En este caso, en

47 En efecto, hasta para «poder y», que Sandfeld limitaba al


griego, búlgaro, albanés y macedo-rumano, Reichenkron cita un ejem¬
plo del habla popular de Berlín (y es sabido que se trata de un he¬
cho corriente en inglés).
48 Nuestra oposición a Reichenkron, en este punto, no implica,
sin embargo, oposición global a su tesis con respecto a los «balea-
«Tomo y me voy» 139

realidad, las lenguas «balcánicas» no «se han apartado, por


un lado, de la sintaxis románica, por otro, de la eslava»,
como dice Reichenkron, pues la perífrasis es en todas par¬
tes paratáctica. Al contrario: para las lenguas románicas, la
perfecta coincidencia funcional entre el español, el portu-

nismos»; tesis que, al contrario, nos parece muy digna de considera¬


ción. También según nosotros, muchos (¿la mayoría?) de los llama¬
dos «balcanismos» son en realidad «romanismos» (cf. por otra parte
«¿Arabismos ...?», pág. 10 [aquí: pág. 50]), aunque, en la mayoría de
los casos, no romanismos exclusivos del latín balcánico o del roman¬
ce oriental, sino romanismos simplemente: hechos románicos gene¬
rales. La búsqueda de los «balcanismos» se ha hecho, en general,
teniéndose en poca cuenta el italiano y los dialectos italianos y,
prácticamente, en ninguna cuenta el español, el portugués, el cata¬
lán y el occitánico. En realidad, la unidad de las lenguas románicas
de Occidente y de Oriente, sobre todo si se consideran los contenidos
funcionales, y no simplemente los hechos materiales, es mucho más
profunda de lo que comúnmente se cree: lo más a menudo, la «ex¬
cepción» no es el rumano, sino el francés, que, efectivamente, en
muchos aspectos funcionales, se aleja del tipo representado por las
lenguas románicas «meridionales» (del portugués al rumano) o,
simplemente, de todas las demás lenguas románicas. Ahora bien,
para los «balcanismos» del rumano se ha tomado con frecuencia
como piedra de toque precisamente la lengua menos apropiada para
ello: el francés. (Lo mismo se ha hecho, por otra parte, en la bús¬
queda de sus elementos funcionales eslavos, de manera que toda
una serie de hechos perfectamente latinos y románicos —con la sola
excepción del francés, o hasta sólo del francés moderno— han ido
a engrosar las filas de los supuestos «eslavismos» de esa lengua,
que ello se haya hecho, a veces, también sin un conocimiento ade¬
cuado de los hechos eslavos, no es, claro está, menos lamentable).
Muchos de los «balcanismos-romanismos» pueden ser, además, en su
origen, grecismos, pero no grecismos recientes, del griego moderno,
sino grecismos antiguos, de época latina. Nuestra oposición a Sand-
feld consiste sobre todo en que colocamos el influjo griego más im¬
portante en una época mucho más antigua, todavía latina: este in¬
flujo afecta a todas las lenguas románicas, no sólo al rumano (más
aún: al rumano, en muchos casos, menos que a otras lenguas romá¬
nicas, como el italiano y el español). Pero de todo esto trataré en
otra oportunidad.
140 Estudios de lingüística románica

gués, el italiano y el rumano, tanto en el uso de los giros


paratácticos con «tomar», «agarrar», como en la oposi¬
ción de éstos a las construcciones hipotácticas, apunta a
un hecho románico simplemente, de época latina común, y
no a un hecho del latín balcánico. En segundo lugar, según
Reichenkron sería, para la «fallende Redetaktkurve», indi¬
ferente si lo que sigue al elemento «modal» encabezador es
paratáctico o hipotáctico (de aquí, según él, ambas posibi¬
lidades, en variación libre). Pero, por un lado, la «indiferen¬
cia» no produce nada y, seguramente, ninguna perífrasis de
sentido tan preciso. Por otro lado, para que hubiera varia¬
ción libre, sería necesario que las construcciones paratácti¬
cas y las hipotácticas fueran funcionalmente intercambia¬
bles, lo que, en efecto, Reichenkron supone y que, sin duda,
vale para las construcciones libres con otros verbos (como
«empezar», «poder», «dar»), pero, precisamente, no para las
perífrasis verbales con «tomar», «coger»49.

49 No contamos como constituyendo una explicación histórica las


oscuras consideraciones de L. Sorrento, art. cit. Sorrento habla de
«continuidad latina» y de «innovaciones románicas», pero no logra
mostrar con claridad en qué consisten ni la una ni las otras y no
separa las perífrasis aspectivas de otros giros paratácticos. Además,
no se refiere a nuestro giro. En cambio, hay que recordar todavía
a este respecto la explicación de Rohlfs, Griechischer Sprachgeist,
págs. 32-33. Para el giro con «tomar y» en los dialectos italianos me¬
ridionales, Rohlfs alude a la posibilidad de una influencia griega
(«So wird man für Unteritalien vielleicht den Anstoss in griechischer
Denkweise suchen dürfen»), Pero, como la misma construcción se
presenta también en el Norte de Italia y en otras partes, se confor¬
ma con una explicación general del desarrollo de tales giros a partir
de una «enumerative Redeweise» originaria. Sin embargo, esta expli¬
cación no coincide con las discutidas más arriba, pues Rohlfs admite
la «enumerative Redeweise» sólo para el origen del giro, y no para
su función actual, y no interpreta el giro mismo como ingresivo,
sino como intensivo.
«Tomo y me voy» 141

4.4.1. Muchos autores han señalado el carácter «popu¬


lar» de nuestro giro. Pienso que para este caso vale la ecua¬
ción establecida, a otro propósito, por A. Debrunner, en IF,
51, 1933, pág. 289: «volkstümlich, also primitiv» [«popular,
por ende primitivo»], interpretando «primitiv» en el senti¬
do de «antiguo». Por otra parte, la misma difusión del giro
indica su antigüedad, si se admite su difusión de un solo
centro (lo que nos parece indudable). ¿Cuál puede haber
sido este centro? Nuestra convicción es que fue el griego,
pero no el griego medio y moderno, sino el griego antiguo,
más precisamente, la koiné griega de los primeros siglos
de nuestra era y el griego cristiano. Ello, no sólo por tra¬
tarse de la única cultura y de la única lengua de Europa
capaces de una irradiación como la representada por nues¬
tro giro, ni sólo porque el giro ya se halla documentado en
el griego medio 50, sino por toda una serie de hechos e in¬
dicios.
a) En griego moderno, las construcciones paratácticas
de valor aspectivo constituyen, como en las lenguas romá¬
nicas y en albanés, un sistema funcional, lo cual no puede
decirse de otras lenguas, donde nuestro giro constituye más
bien un hecho gramaticalmente marginal o aislado. Más aún,
en griego moderno se trata de un sistema más completo que
en las lenguas románicas, donde, o falta algún verbo en tal
construcción, o alguno de los valores expresados paratác¬
ticamente en griego se expresan de otro modo:

so Una irradiación del antiguo nórdico o del paleoeslavo, donde


el giro también tiene documentación antigua, no habría podido lle¬
gar, en las dos direcciones, a lenguas como el albanés, el griego
moderno, el español y el portugués.
142 Estudios de lingüística románica

Griego mod. Italiano Español Rumano


(en part., It. merid.)

«tomar y» «tomar y» ( «tomar y»


«tomar y»
«coger y» «coger y» ) «coger y»

«ir y» «ir y» «ir y» —

(«llegar y»)
«vemr y» «venir y»
(«venir y»)

_51
[a sta si)
«estar sentado y» (stare e)
«estar sentado y»

Es, éste, un cuadro que, evidentemente, hace suponer un in¬


flujo del griego antiguo sobre el latín (vulgar). En cambio,
al alejarnos de las lenguas románicas (y del albanés), las len¬
guas más antigua y profundamente influidas por el griego,
encontramos menos construcciones paratácticas de valor as-
pectivo, o sólo encontramos el giro paratáctico con «tomar»,
«coger»52.
b) En las lenguas románicas, la difusión de esas cons¬
trucciones corresponde a la difusión típica de una larga
serie de grecismos: abarca las lenguas «meridionales». En
Italia, además, esas construcciones corresponden a la zona
de mayor influjo griego: fuera de esta zona sólo se encuen¬
tra «tomar y», «coger y».

51 El español tiene hoy para esa función sólo el auxiliar estar


(+ gerundio). Pero en español antiguo también seer (< sedere) podía
funcionar de una manera casi análoga, antes de confundirse parcial¬
mente con esse y de desaparecer como verbo independiente, lo cual
constituye una coincidencia notable con el rumano; cf. Cantar de
Mió Cid, 122: Raquel e Vidas seiense consejando, y 2532: Vassallos
de mió Qid sediense sonrrisando.
52 Sólo «ir y» tiene una difusión notable. Pero en algunos casos,
como en los ejemplos suecos de Havers, el valor léxico de «ir» pa¬
rece todavía presente. Tampoco el alemán hingehen und parece
puramente aspectivo, como lo es, en cambio, el ir y del español.
«Tomo y me voy» 143

c) En varias lenguas se encuentran dos verbos en el


mismo giro: «tomar» y «coger» («agarrar»). Ahora bien, el
significado de gr. mod. iuccvíd (más antiguamente, ma^co)

corresponde a ambos valores (y ya sucedía lo mismo con


gr. ant. Accp(3ávco)53.
d) Todo esto apuntaría, probablemente, hacia el griego,
pero sería sin duda insuficiente, si no hubiese algo más.
Pero hay algo más, y mucho más importante: los tres ras¬
gos típicos de nuestro giro (empleo de «tomar», construc¬
ción paratáctica, valor aspectivo) pueden explicarse en grie¬
go internamente.
F. Blass-A. Debrunner, Grammatik des neutestamentli-
chen Griechisch10, pág. 261, señalan ya para el griego del
Nuevo Testamento el uso «pleonástico» del participio aoristo
de Xap|3ccvco (Acc(3cóv) y, al mismo tiempo, observan que,
en lugar de la construcción participial, también es posible
la coordinación con kcxL Los autores afirman que ambos
hechos —tanto el Xap(3ávoo «pleonástico» como la parataxis
en lugar de participio + verbo finito— reproducen modelos
hebreos. Dejamos a los semitistas y a los helenistas la tarea
de establecer la relación, a este respecto, entre griego y
hebreo y la medida en que el hebreo puede haber contri¬
buido a fortalecer hechos ya existentes en griego (de todos
modos, un eventual influjo semítico no modificaría nuestro

53 A primera vista se podría pensar también que rum. a se pune


§i y alb. vihem e corresponden a la variante (de contenido) «sen¬
tarse» de gr. mod. KáOopcti (que significa tanto «estar sentado»
como «sentarse»). Sin embargo, es más probable que este uso para¬
táctico haya surgido en las dos lenguas independientemente del grie¬
go, precisamente, en virtud de una simple proporción analógica: a
se apuca sá / a se apuca §i = a se pune sd / x; x = a se pune §i.
Por lo demás, esa variante de contenido la presentan también os
verbos rumano y albanés que corresponden propiamente a KÓOopcu
(rum. a sedea, alb. rri).
144 Estudios de lingüística románica

planteamiento, pues un hecho hebreo sólo por intermedio


del griego habría podido difundirse a tantas lenguas euro¬
peas). Observemos sólo que los ejemplos de modelo hebreo
que se aducen parecen más bien ejemplos de una «enume-
rative Redeweise», pues en ellos el significado léxico de
«tomar» está presente como tal, aun cuando pueda consi¬
derarse como innecesario para la comunicación. Así: Mat.,
13, 31, 6v /Voc[3¿>v ccvGpco'Jioc; scnreips, y 13, 33, fjv Aa|3ouaa
yuvf] ¿veKpoipe (lat. quod accipiens homo seminavit; quod
acceptum mulier abscondit). Por otra parte, ¿es realmente
necesario recurrir al influjo hebreo? En lo filológico —es
decir, en lo que concierne a la frecuencia de esos hechos
en los textos—, quizás sí; en lo propiamente lingüístico
—o sea, en lo que atañe al sistema de la lengua griega—,
mucho menos. Así, para la parataxis en lugar de la cons¬
trucción con el participio, en cuanto innovación sistemá¬
tica, ello no parece indispensable. Seiler, ob. cit., pág. 161,
observa, a propósito de Mat., 2, 9: gooq ¿XGcbv ¿axáGr| áxtávco
ou rjv tó -itaióíov, traducido al griego moderno por A. Pallis
con: cbq itoó 7tf¡Y£ Kat axáGijKE áTtávou Ik£Í ttouxccv xó
'Ttaióí: «Le traducteur a imité par un tour bien connu de
sa langue un phénoméne du grec ancien.» En efecto, la
sustitución de los participios subordinados por verbos fini¬
tos es un hecho general tanto del griego moderno como
de las lenguas románicas. Es sabido que a lat. ingrediens
dixit; hostes captos necaverunt, etc. corresponden en las
lenguas románicas construcciones paratácticas (así: esp.
entró y dijo; capturaron y mataron a los enemigos). Y tam¬
bién en otras lenguas europeas modernas corresponden
verbos finitos a tales participios griegos y latinos54. Por otra

54 Así, para el ejemplo de Seiler (Vulgata: visque dum veniens


staret supra ubi erat puer) encontramos las traducciones siguientes:
«Tomo y me voy» 145

parte, en griego un participio puede, desde Homero, cons¬


truirse copulativamente con un verbo finito (cf. Schwyzer-
Debrunner, II, pág. 406; R. Kühner-B. Gerth, Ausführliche
Grammatik der griechischen Sprache3, II, 2, reimpresión,
Darmstadt, 1963, pág. 100), construcción que se vuelve par¬
ticularmente frecuente en el Nuevo Testamento (cf. Blass-
Debrunner, págs. 297-298)55, lo cual habrá todavía facilitado

ital. (Tommaseo) finché giunse e si fermó sopra dove era il bambi¬


no; ingl. (Scofield) till it carne and stood over where the young
child ivas (en la traducción de Moffatt hasta queda un solo verbo:
till it stopped over the place where the child was); alem. (Lutero)
bis dass er kam und stand oben über, da das Kindlein war; servio-
cr. (Karadzic) dok ne dodje i stade, etc. Asimismo, en el caso de
los dos ejemplos de Mat., 13, más arriba citados (donde el griego y
el latín tienen participios): ital. (Diodati) il guale un nomo prende
e lo semina, il quale una donna prende e lo ripone; (Tommaseo)
che uom prese e seminó, che donna prese e aseóse; fr. (Ostervald)
que quelqu'un prend et séme, qu’une femme prend et qu’elle met...;
(«Bible de Jérusalem») qu'un homme a pris et semé, qu’une femme
a pris et enfoui; ingl. (Scofield) which a man took and sowed,
which a woman took and hid; (Moffatt) which a man takes and
sows, which a woman took and buried; alem. (Lutero) das ein
Mensch nahm und sdte es, den ein Weib nahm und vermengte ihn;
esp. (Cipriano de Valera, segundo ejemplo) que tomó una mujer y
escondió; servio-cr. (Karadzic) koje uzme Covjek i posije, koji uzme
lena i metne. Que no se trata de imitar un modelo semítico sino de
algo que corresponde a la estructura de las lenguas respectivas nos
lo revela el ejemplo contrario de Gén., 8, 5, donde la Vulgata (pero
no la traducción griega de los LXX) sigue efectivamente la cons¬
trucción paratáctica del hebreo (At vero aquae ibant et decrescebant):
esp («Biblia medieval romanceada») Et las aguas fueron andando e
menguando; (Cipriano de Valera) 7 las aguas fueron decreciendo;
ital. (Diodati) E le acque andarono scemando; fr. (Segond) Les eaux
allérent en diminuant; («Bible de Jérusalem») Les eaux continuéient
de baisser; servio-cr. (Danióic) I voda opadase sve veema, etc.
55 Sobre este fenómeno y la análoga construcción copulativa de
una oración subordinada con una principal, en griego, en latín y en
romance, cf. L. Sorrento, «La paraipotassi», en Sintassi romanza,
págs. 27-91 (allí también otra bibliografía). Sorrento considera el
fenómeno romance —según nosotros, sin razón— como de origen

EST. LINGÜISTICA ROMÁNICA. — 10


146 Estudios de lingüística románica

el paso de la hipotaxis a la parataxis para tales construc¬


ciones. En griego se puede, pues, justificar internamente el
proceso: 1) participio subordinado a verbo finito —> 2) parti¬
cipio y verbo finito en construcción paratáctica —> 3) para¬
taxis de verbos finitos. Y si la construcción participial fuera
de valor aspectivo, tal valor se mantendría en este proceso,
que sólo concierne al cambio de construcción. Ahora bien,
en griego antiguo existía una construcción participial de
sentido muy parecido al de nuestro giro: es la construcción
con el llamado «Xa(3óv pleonástico» («formelhaftes Partizip»
de Xap[3ávco), documentada desde Homero (cf. Kühner-
Gerth, II, 2, pág. 87; Schwyzer-Debrunner, II, pág. 388).
Tampoco para el uso «pleonástico» de Xapf3ávü> es, pues,
indispensable el influjo semítico. Los ejemplos que se citan
de Homero, donde Xccp|3ávco estaría empleado «malerisch»
(para lograr concreción), parecen todavía una forma de
«enumerative Redeweise»5é. Así, Od., 24, 398: ’Oóuoeuc; be
Xoc[3á>v KÚoe x^P’ ¿’TtL zapito (en la traducción latina publi¬
cada por Firmin Didot, París, 1845: JJlyssisque prehensam
osculatus est manum ad carpum); II., 21, 35-36: xóv pá
hct’ ccuTÓq qy£ Xa|3oov ¿k naxpóq áXcoriq (quem olim ipse

abduxerat, captum e patris viridario). En estos ejemplos


el sentido léxico de Xap(3ávco se hace todavía sentir. En
cambio, en algún ejemplo ulterior, tal sentido ya no se
advierte y el participio de Xoc[i(3ávo) confiere simplemente
a la construcción sentido enfático, intensivo; así en Sófo¬
cles, Oed. Tyr., 1391: tí p’ oó Xa|3cbv £KT£ivaq; '¿por qué
no me mataste?’ Del uso de Xccp|3ávco en tales ejemplos

latino. Cf. las observaciones perfectamente pertinentes de G. Pas-


quali, «Le origini greche della para-ipotassi romanza», en Atene e
Roma, Nuova serie, 10, 1929, págs. 116-119.
56 Schwyzer-Debrunner dicen textualmente «ausmalend (eigentlich
enumerativ)» y remiten a Havers, IF, 45.
«Tomo y me voy» 147

(incluyendo el de Od., 24) se dice en H. G. Liddell - R. Scott,


A Greek-English Lexicón9, Oxford, 1940: «seems pleonastic
but adds dramatic effect», descripción que se parece mucho
a las dadas para nuestro giro. En efecto, es evidente que
por lo menos el ejemplo de Sófocles puede traducirse sin
violencia a varias lenguas precisamente por ese giro; asi:
¿Por qué no cogiste y me mataste?51.
e) Finalmente, en griego antiguo existían también cons¬
trucciones participiales aspectivas con verbos de movimiento
y estado, precisamente con gpxopca, elpi Y> en época más
tardía, con íoxqpi en sus formas intransitivas (e loxccpai).
Los dos primeros verbos se encuentran en dos tipos de
construcciones: 1) semiauxiliar en participio'+verbo prin¬
cipal conjugado; 2) verbo principal en participio + semi¬
auxiliar conjugado; el tercero aparece sólo en el segundo
tipo.
4.4.2. Es lícito, pues, suponer que toda la categoría as-
pectiva de la «visión» es en las lenguas románicas de ori¬
gen griego y que, como lo he sostenido en otro lugar 58, no
hace sino reproducir con materia románica contenidos grie¬
gos, pues el latín, en realidad, no conocía nada análogo59.
57

tambié-
ión como
dudas, pues una expresión como «¡toma
« y bebe!» admite sin más
íntomrptcir'imiP^.
148 Estudios de lingüística románica

Lo material de las construcciones cambió, sin embargo, con


respecto al griego antiguo, y, en parte, según lo indica el
griego moderno, por influjo del mismo griego tardío. Según
parece —pero es un punto que necesita investigaciones ul¬
teriores—, la tendencia románica primitiva fue, en este sen¬
tido, la siguiente: si el participio era el del auxiliar, la cons¬
trucción se volvió paratáctica; si el participio era el del
verbo principal, la construcción se mantuvo como hipotác-
tica (tal es la distinción que todavía se observa en español;
cf. va y dice — va diciendo). De todos modos, las lenguas
románicas occidentales sustituyeron aquí el participio grie¬
go del verbo principal por el gerundio60 o por el infinitivo
(unido al auxiliar mediante la preposición ad)bX. En cambio,
el griego moderno y los dialectos italianos de más intenso
influjo griego generalizaron la parataxis; también el ruma¬
no, aunque conoce (o conoció) también las construcciones
de tipo occidental, prefiere hoy la parataxis, lo cual, proba¬
blemente, se debe a un influjo ulterior del griego moderno
(cf. esp. voy y escribo pero estoy escribiendo, frente a gr.
mod. xáGopca kcxi ypcapco, rum. stau si scriu). En un caso
sin embargo, en el que en griego antiguo sólo existía la
construcción del primer tipo (auxiliar en participio + verbo

60 Acerca de la correspondencia participio activo griego — gerun¬


dio románico, cf. G. Pasquali, art. cit., pág. 119. En sentido inverso
comprueba esta misma correspondencia Rohlfs, Griechischer Sprach-
geist, pág. 27, para el griego de Otranto.
61 En efecto, Cipriano de Valera traduce correctamente r( éoTf|Kocx£
(SAénovireq; (Acta, 1, 11: lat. quid statis aspicientes?) por ¿qué estáis
mirando? En italiano la traducción exacta sería: perché State guar¬
dando? (o perché State a guardare?: así en La Sacra Bibbia, versione
riveduta, Ginebra-Genua, 1947; pero Diodati tiene: perché vi fermate
guardando?); en rumano: ce stafi §i va uita\i? Cf. también la traduc¬
ción servio-croata de Karadzió: sta stojite i gledate?, y la trad. rusa:
éto vy stoite i smotrite?
«Tomo y me voy» 149

principal conjugado), la perífrasis es, naturalmente, para¬


táctica en todas las lenguas que la adoptaron: se trata, pre¬
cisamente, de nuestro giro. Las perífrasis aspectivas para¬
tácticas se difundieron sobre todo a las lenguas románicas,
que desarrollaron la categoría de «visión»; pero una de ellas
—otra vez, precisamente, la con Xccp|3ccvco—, que, por su
carácter intensivo, podía adaptarse fácilmente a varios sis¬
temas verbales, ha alcanzado una difusión mucho más
amplia.

4.4.3. Naturalmente, no se quiere pretender que todos


los giros paratácticos de valor aspectivo sean como ta¬
les de origen griego. Nadie pensará sostener que saltar y,
en el español de Puerto Rico, o ingl. to up and proceden
directa y simplemente del griego antiguo. Griego fue según
nosotros, el principio, griegos fueron los modelos, griego
es, ciertamente, en su origen, el giro paratáctico
con «tomar». Pero, una vez aceptados el principio y algún
modelo, creaciones análogas habrán surgido independiente¬
mente en varias lenguas. Que el griego medio (bizantino)
puede haber contribuido en medida decisiva a la difusión
de nuestro giro (especialmente, en lo que respecta a las
lenguas europeas orientales), tampoco cabe dudarlo. Del
mismo modo, el paralelismo con el griego moderno habrá
fortalecido los giros paratácticos en las lenguas «balcánicas»;
y algunos de ellos (así, por ej., los con «estar sentado») no
se habrán difundido sino a partir del mismo griego moderno
(pero cf. nota 51). Mas el principio y los modelos ya exis¬
tían; para las lenguas románicas al menos, ciertamente, des¬
de la época latina *.
(Vox Románica, 25/1, 1966, págs. 13-55.)

* Después de publicado este estudio, el giro con «tomar (cogei)


y» ha sido señalado en algunas otras lenguas. Mi discípula B. Schlie-
150 Estudios de lingüística románica

ben-Lange (actualmente catedrática en la Universidad de Frankfurt)


lo ha documentado —en su tesis doctoral Okzitanische und katala-
nische Verbpróbleme, Tübingen, 1971, págs. 203-204 y 206— en occi-
tano (lemosín), en la forma se prendre e + otro verbo (por ej., me
preni e m’en van, «cojo y me voy»), y en el catalán del Rosellón, en
la forma agafar i + otro verbo (por ej., agafo i me'n vaig). Su in¬
formante lemosín explica ese empleo de se prendre e de la manera
siguiente: «on pourrait parler d’un auxiliaire de la décision brusque-
ment prise, de l’impulsion subite»; y sus informantes del Rosellón
dicen que el giro «exprime une rapidité d’exécution» y que significa
«[hacer algo] de cop i volta, d'una revolada, amb decisió, tot de
cop». También un informante catalán de Lérida me señala como
corriente en el habla popular y familiar de su región el mismo giro
(desconocido, en cambio, en Barcelona y en el catalán literario), con
e! ejemplo: (si no m’agrada,) agafo i me’n vaig-, y B. Schlieben-Lange,
pág. 206, advierte que se encuentran, asimismo, ejemplos en el va¬
lenciano del siglo xviii. ¿Se tratará, en estos casos, de castellanismo?
Es posible. Pero para el Rosellón es difícil admitir una difusión a
partir del castellano; y el hecho de que el giro se presenta ahí con
agafar i (no con prendre’s i) parece excluir, al mismo tiempo, la
influencia occitana. Por lo que concierne a otras lenguas, el profesor
J. Knobloch, de la Universidad de Bonn, me comunica que el verbo
correspondiente (le-, «tomar») se emplea del mismo modo (es decir,
también en construcción paratáctica), y con el mismo sentido, en
ciertos dialectos gitanos, para lo cual me proporciona dos ejemplos:
taj lás pe taj géjli tarj, literalmente, «y ella se tomó y se fue»;
taj lás pe o patkou pista taj awiló tar, «y Patkó Pista se tomó y
vino»; cf., por otra parte, sus Romdni-Texte aits dem Burgenland.
Berichte, Erzahlungen und Marchen der burgenlandischen Zigeuner,
Eisenstadt, 1953, pág. 79. Y un informante procedente de Prusia
Oriental me asegura que el giro ich nehme und gehe, «tomo y me
voy», existe (o existía) también en el alemán regional de Danzig
(donde quizás se debiera a influjo polaco). Finalmente, yo mismo,
«El aspecto verbal perifrástico en griego antiguo», en Actas del
III Congreso Español de Estudios Clásicos, III, Coloquio de estudios
estructurales sobre las lenguas clásicas, Madrid, 1968, págs. 113-114
(y en este tomo, págs. 257-258), he llamado la atención sobre las perí¬
frasis retorrománicas («ladinas») tour ed ir, «tomar e irse», piglia
e va, «coge y vete». Con esto, el número de las lenguas europeas
en que se ha señalado expresamente la existencia del giro paratác¬
tico con «tomar», «coger» sube a 29 (pero cf. más abajo los datos
de Kiparsky). Entre las lenguas románicas, la única excepción —como
en tantos otros casos— es el francés.
«Tomo y me voy» 151

Otro de mis discípulos, W. Dietrich (ahora catedrático en la Uni¬


versidad de Münster), en un trabajo de gran envergadura yDer
periphrastische Verbalaspekt in den romanischen Sprachen, Tübm-
gen, 1973, págs. 248-263, 277—, ofrece amplia documentación de las
perífrasis para la «visión global» (con varios auxiliares) en el griego
antiguo y tardío (en total, 173 ejemplos seguros o, al menos, inter¬
pretables en este sentido; de ellos, 33 con Xcx|3g>v Y 97 con ¿AGcóv).
En relación con este estudio, se han ocupado, además, del mismo
giro —en español e italiano (dialectos meridionales) y en las lenguas
eslavas, respectivamente— M. Morreale, «’... Fue y le dijo’, '... cogio
y se fue’ Observaciones acerca del uso del verbo sin contenido semán¬
tico», en Annali del Corso di Lingue e Letterature straniere della
Universitá di Barí, t. VIII, 1966 (separata de 16 páginas), y V. ICi-
parskv «Vzjal i ...1», en Problemy istorii i dialektologii slavjanskicn
jazykov. Sbornik Borkovskij, Moscú, 1971, págs. 134-139. Margarita
Morreale amplía la documentación del giro para el español y el ita¬
liano meridional (Apulia) e insiste sobre todo en los efectos «esti¬
lísticos» de su empleo así como en la variedad de las formas en que
puede aparecer y en su relación con otros giros afines y con el
«hablar enumerativo». Kiparsky señala que Ohienko no ha docu¬
mentado nuestro giro para el paleoeslavo (pues los ejemplos que
cita no corresponden, en realidad, a esta construcción) y que en
paleoeslavo la perífrasis se desconoce; pero, por otra parte agrega
a las lenguas ugrofínicas que conocen el giro el estonio y el vogulo,
y a las indoeuropeas, el letón. En cuanto al problema histórico Ki-
parsky se adhiere explícitamente a la tesis del origen griego de la
perífrasis. Más aún, piensa en un «grecismo de traducción, busca
una explicación interna para su adopción en las lenguas eslavas y
cree encontrarla en ucraniano: precisamente, por la colisión fónica
entre el gerundio pretérito y el pretérito de indicativo en esa len¬
gua, el participio aoristo griego (traducido por el gerundio) se habría
interpretado como verbo conjugado y de este modo habría sur
la construcción paratáctica. Esto último constituye una hipótesis
innecesaria -pues la sustitución del participio por formas verbales
finuas es un hecho general en toda una serie de lenguas modernas
(Cf 441 d y nota 54)— y que, además, aun cuando tuviera algún
validez para alguna lengua eslava (lo cual no deja de ser muy pro-
blemático), no podría explicar el nacimiento del «mo sto para-
Sctíco, por ejemplo, en las lenguas rontánieas, y en el mtsmo griego
modS.0 (eme. por cierto, no lo habrán tomado del ucraniano).
V

GRAECA ROMANICA

rum. antárt
j j

La palabra rumana antárt, «hace dos años», «en el año


anterior al pasado», se explica como procedente de anno
tertio, lo que, por supuesto, es perfectamente cierto desde
el punto de vista material. ¿Pero de dónde procede su
significado? En latín, la expresión usual para «hace dos
años» era abhinc {ante) dúos annos. Por el contrario, anno
tertio significaba «en el tercer año». Podía decirse también
tertius annus est cum... o tertius iam annus abest cum...,
pero estas expresiones se referían siempre al año en curso:
«ya son (van) dos años que...», «ya es el tercer año que...».
En griego, en cambio, xplxov exoq, xpíxcp exei significaban
no sólo «en el tercer año», sino también «dentro de dos
años», «dos años después» (por tanto, 'en el tercer año’,
contando hacia adelante), «dos años antes» (por tanto, 'en
el tercer año', contando hacia atrás: así, por ejemplo, en
Heródoto, 6, 40) y «hace dos años» (cf. sobre ello Suda
[«Suidas»], ed. Bernhardy, Halle, 1853, col. 1219: xpíxcp kccí
xexxápxtó £X£i dcvxl xou irpó xpicov nal xsocápcov áxcov).
Graeca Románica 153

Cf. también las expresiones paralelas con rpírr) (ripépoc),


«pasado mañana» y «anteayer»; así en Aristófanes, Lys.,
612: ¿q TpÍTT)v qpépocv («pasado mañana») y en Jenofonte,
Cyrop., 6, 3, 11: iyQíg kcxí TpÍTT|v íqpépav («anteayer»). Cabe
suponer, por ello, que la expresión anuo tertio > rum. antárt
se funda en un modelo griego. Lo mismo, claro está, podría
valer también para tertio anno > engad. terzan.

fr. en avoir assez, it. averne abbastanza

En el sentido de «estar harto» (por ejemplo, ne ho


abbastanza, «esto ya me resulta demasiado», «estoy harto»),
estas expresiones corresponden exactamente a gr. abr|v
£X£iv rivóq, «to have enough of a thing, to be weary of it»
(Liddell-Scott, s. v. ¿c5r]v). En latín, por el contrario, este
significado no está atestiguado ni para mihi satis est ni
para satis babeo, que significan sólo «tengo bastante».

rum. cuminte

El adjetivo rumano cuminte, «cuerdo, juicioso», es con


seguridad cu, «con», + minte, «mente». ¿Pero se tratará
de una formación rumana? K. Sandfeld, Linguistique balka-
nique, París, 1930, pág. 213, aduce al respecto expresiones
paralelas del griego moderno con pé: pe yvcboi, «intelligent»,
pé (jjpóvqoiv, «raisonnable». Hay que advertir, sin embargo,
que estas expresiones no constituyen adjetivos propiamente
dichos y no corresponden exactamente al significado de
rum. cuminte, que otras expresiones rumanas de este tipo
(cu stare, cu chef, cu inimá) no se han convertido en sim¬
ples adjetivos y que tampoco las demás expresiones para-
154 Estudios de lingüística románica

lelas señaladas por Sandfeld representan adjetivos propia¬


mente tales. En cambio, cuminte es un ‘adjetivo’ en el
sentido propio de este término: en efecto, tiene su plural
«regular» cuminti. Por ello convendrá pensar más bien en
el modelo del griego antigo ¿xé<t)PC0V> «sensato, juicioso,
razonable, prudente». Es sabido que el participio presente
£X«v («que tiene») se traduce al latín por cum y al romance
por las preposiciones correspondientes. Lo mismo puede
suponerse para ¿ys- como parte integrante de compuestos.

fr. demander, it. domandare, chiedere, «preguntar»


y «pedir»

El francés y el italiano emplean, como es sabido, sus


verbos para «preguntar» (demander y domandare, chiedere)
también para «pedir», valores que se distinguen, en cambio,
en otras lenguas románicas (cf. esp. preguntar - pedir, rum.
a intreba - a cere). También el latín tenía para estos conteni¬
dos verbos diferentes: interrogare y petere (o rogare). El
desarrollo semántico que se comprueba en francés y en ita¬
liano es enteramente análogo al de gr. Ipcoxáco, que, en
la koiné tardía, pasó del significado de «preguntar» al de
«preguntar» + «pedir». Es sabido, en efecto, que en la tra¬
ducción de la Biblia y en el Nuevo Testamento ¿pcoxccco
aparece muy a menudo por ccíxeco. Así, por ejemplo, en
Regn., I, 30, 21; en Ps. 121 (122), 6 (¿pcoxf|oax£ 6f| xá stq
£[pr|vr|v xijv ' I £poooaXf|p; en la Vulgata: Rogate quae ad
pacem sunt Ierusalem); en San Lucas, 7, 3 (¿pcoxcov, rogans),
7, 36 (f|póxa 5e xiq auxóv xcov Oapioaícov, rogabat autem
illum quídam de Pharisaeis), 8, 37 (Kal fipá>xr)0£V ccóxóv
éatav xó 'irArjOoq, et rogaverunt illum omnis multitudo);
en San Juan, 16, 26 (¿pcoxf|aco, rogabo). El pasaje de los
Graeca Románica 155

Salmos lo traduce al español Cipriano de Valera, de ma¬


nera perfectamente adecuada por: Pedid la paz de Jeru-
salem.

directiare

Con toda probabilidad, el verbo directiare, «enderezar,


dirigir, orientar», y los demás de su familia ("addirectiare,
Hndirectiare), derivados, en latín vulgar, de directas, siguen
modelos griegos. En griego antiguo había, en efecto, toda
una serie de desarrollos verbales de óp0óq; precisamente,
además del tan corriente ópGóco, «set straight, set upright,
make straight»: ópeic^co, «set upright», ¿vop0iá¿;«, «raise
up», ¿Ttop0iá¿;co, «dirigir, volver (hacia)» (cf. adresser),
ccvopGóco, «set straight again, set right, correct» (cf. rad-
drizzare), ávopGicc^co, «prick up». Los varios verbos íomá-
nicos de la familia de directiare corresponden, tanto por
el tipo de su formación material como en lo que respecta
a su contenido, a esos verbos griegos. Ello, aun en ciertas
expresiones fijas; cf., por ejemplo, dvopGiá^o (¿nopGicc^cú)
tcc ana, fr. dresser Voreille, it. drizzare le orecchie. Es
cierto que en latín arrigere aures está atestiguado desde
Plauto; pero ello sólo significa que las formas más recien¬
tes han sustituido al verbo más antiguo incluso en los
modismos.

rum. a se duce

S. Puscariu, Études de linguistique roumaine, Cluj-Buca-


rest, 1937, pág. 394, piensa que rum. a se duce, «ir» (pero
propiamente reflexivo de a duce, «llevar»), fue en su origen
un «terme plaisant». ¿Pero de qué ‘origen se tratará?
Puscariu habla de este verbo en relación con otras innova-
156 Estudios de lingüística románica

ciones semánticas ocurridas en rumano y advierte expre¬


samente que a se duce ha sustituido al verbo más antiguo
i < iré. Lo cierto es, en cambio, que no puede tratarse de
un desarrollo semántico reciente (de época rumana), pues
ya en latín se ducere está ampliamente atestiguado con el
significado de «iré, abire». Aparece en Plauto {ad regem
recta me ducam; me deorsum duco de arbore; duc te ab
aedibus), en Terencio {se duxit foras) y en las cartas de
Cicerón {duxit se a Gadibus). En Plauto y Terencio apare¬
cen también diversos compuestos de ducere con el mismo
significado: se educere, se abducere, se subducere, se sub-
terducere; cf. H. Ronsch, Semasiologische Beitrage zum
lateinischen Wórterbuch, III, Leipzig, 1889, pág. 32. Ronsch
remite expresamente, por lo demás, al correspondiente uso
rumano: «Así, en valaco se dice me duc a case [es decir,
mü duc acasa] = me duco ad casam (o sea, domum eo)»;
cf. asimismo O. Densusianu, Histoire de la langue roumaine,
I, París, 1901, págs. 181-182, donde también se registra el
uso rumano simplemente como conservación de un uso
latino. Es sabido, por otra parte, que este uso de se ducere
no es corriente en latín clásico: probablemente, se evita
como demasiado popular. En cambio, aparece con mucha
frecuencia en la Itala: et duxerunt se unusquisque in domum
suam; duc te in domum tuam; duc te et promoveré; cum
se duxerit; post pusillum se ducit; ut se ducerent; et me
duxi; ego duco me ad vestiarium (cf. Ronsch, Itala und
Vulgata2, pág. 361; Semasiologische Beitrage, loe. cit.).
Este empleo de se ducere es enteramente análogo al de
gr. (pépopoci y nopeóopai: (f>¿popai significa, como es sabi¬
do, también «ir» (así, por ejemplo, en Sófocles, Oed. Tyr.,
1309: noi yccq (f>épopoa xLccpoov;) y nopEÚco, «conducir,
llevar», «ducere» («make to go, carry, convey») significa en
la voz pasiva, no sólo «to be driven (carried)», sino tam-
Graeca Románica 157

bién simplemente, y lo más a menudo, «to go, walk, march».


Pero, si en este caso hubo imitación de un modelo griego,
la hubo ya en el latín popular preclásico. En la Itala, se
ducere aparece como equivalente latino normal, no sólo de
itop£Úop.cci, sino también de (5a&í^oo, ocTteipi (|3áSi¿¡£, duc
te~, xou cxitiévoci, tit se ducerent) ocTtr|X0ov, me duxi,
á7rf¡X0ov, et duxerunt se). Lo mismo se encuentra en varias
glosas y en los Coll. vet. graecolat., donde duc te corres¬
ponde a gr. u-nayc; cf. Rónsch, Beitrage, loe. cit. En cam¬
bio, en la Vulgata se ducere se sustituye por otros verbos,
aunque a menudo por compuestos de ducere (así, duc te -
vade, se duxerit - se eduxerit, se ducit - reducit se, ut se
ducerent - se educerent, duxerunt se - reversi sunt; cf. The-
saurus Linguae Latinae, s. v. ducere), lo cual también puede
interpretarse como indicio de que el simple se ducere se
sentía como popular y quizá hasta como vulgar.
Por lo demás, si sólo en rumano se ducere es el verbo
usual para «ir», el fenómeno como tal no está limitado a
esta lengua, en el mundo románico. Cf. fr. se porter (y en
francés popular s’amener), it. portar si (¿galicismo?), port.
levar-se, «partir, meter-se a caminho».
Finalmente, para explicar el desarrollo semántico de se
ducere no es de ningún modo necesaria la hipótesis de un
empleo jocoso o irónico, pues es perfectamente normal que
un verbo que significa «conducir», «llevar» adquiera valor
intransitivo en la forma reflexiva: cf. fr. approcher - s’ap-
procher, éloigner - s’éloigner; it. avvicinare - avvicinarsi,
allont anare - allontanarsi, recare - recar si; esp. acercar -
acercarse, alejar - alejarse, trasladar - trasladarse, etc. En el
caso de rum. a se cüra, «irse, marcharse», lo irónico no
está dado por la forma reflexiva, sino por el significado
léxico del verbo a cára: «llevar en un carro».
158 Estudios de lingüística románica

fabulari, «hablar»

En los diccionarios etimológicos románicos no se men¬


ciona el griego en relación con el desarrollo semántico de
fabulari hacia el significado de «hablar», o sea, hacia el
significado de loqui (como en el caso de esp. hablar, port.
falar). Este desarrollo semántico se produjo ya en latín,
pero en latín siguió probablemente un modelo griego.
J. Wackernagel, «Lateinisch-Griechisches», en IF, 31 (1912-
1913), pág. 262, ha señalado que el paso de fabulari al sig¬
nificado de loqui es paralelo al del gr. XaXsiv, que en la
koiné llega a significar «hablar» (adquiriendo, por tanto, el
significado de Xéyco), mientras que en ático significaba
«charlar, platicar» (Liddell-Scott: «talk, chat, prattle»).

rum. a lucra

Como es sabido, rum. a lucra no significa «ganar», como


lat. lucrari, sino «trabajar». Sandfeld, Linguistique balkani-
que, págs. 42-43, cita a este respecto como desarrollo para¬
lelo, aunque en sentido inverso, el de gr. xccpcrcoc; que pri¬
meramente significa «trabajo» y después también «ganancia».
Esto implica suponer que el verbo rumano siguió en su
cambio de significado al sustantivo lucru («ganancia»—»
«trabajo»). Pero el griego pudo también proporcionar un
modelo verbal y, al mismo tiempo, mejor: gr. novéco sig¬
nificaba tanto «trabajar» como «ganar mediante su trabajo,
adquirir». Por lo demás, también para Kccpvco se encuentra
el significado de «ganar mediante el trabajo». Y también
en el caso del rumano el cambio de significado debe haber
Graeca Románica 159

empezado por el verbo; cf. el significado «arare» de lucrari


(Du Cange; asimismo, lucrabiles terrae, «arabiles terrae»)
que aparece por primera vez en el latín medieval.

mangiar vivo

Diversas lenguas románicas conocen el giro «comer vivo


a alguien» como expresión de una actitud amenazadora o
agresiva (como en el caso de alem. bei lebendigem Leibe
verschlingen). Así: it. mangiare (o mangiarsi) vivo qualcuno
(por ejemplo, sembrava che lo volesse mangiare vivo)', esp.
comer vivo, que expresa «el gran enojo que sé tiene contra
alguno o el deseo de la venganza»; rum. a minea pe cineva
de viu, «aniquilar a alguien». Estas expresiones correspon¬
den exactamente a gr. d>póv K.aToc(j)cxY£iv xiva, ópoo éoBíeiv
xivóq, literalmente «comer crudo a alguien». Cf., por ejem¬
plo, Jenofonte, Anab., 4, 8, 14 e Hist. Graec., 3, 3, 6. Asi¬
mismo, Homero, II., 4, 35: cbpóv |3£[3pcó0on; flpíapov Flpiá-
poió te ncabaq, «crudum voraveris Priamum Priamique
filios». La traducción rumana de Murnu tiene para esto
último sá-l ínfulici pe Priam de viu (a infulica significa
«tragar, devorar»).

piü di tutto

It. piü di tutto, «en primer lugar, sobre todo» corres¬


ponde literalmente a gr. irocvTÓq paXXov, «more than any-
thing, above all». También otros giros románicos con totus
parecen haber seguido modelos griegos. Compárese, por
ejemplo, rum. tot, en el sentido de numai, «sólo, exclusiva¬
mente» (tot oaspeti rari, «sólo huéspedes ilustres») con
gr. Ttócq, «consisting of, composed wholly of, nothing but,
160 Estudios de lingüística románica

only». Asimismo: ncív -iroisív - it. fare di tutto; ¿q Tó ttav -


it. in tutto («en conjunto»); -jrepl Ttavxóq - it. sopprattutto,
fr. surtout, esp. sobre todo; Ttpó navxóq - it. anzitutto (pri¬
ma di tutto), esp. ante todo.

it. porca l’oca, porco cañe

Es sabido que los nomina sacra se evitan a menudo en


las imprecaciones y maldiciones y se sustituyen por pala¬
bras materialmente semejantes y, a veces, formadas preci¬
samente con ese objeto (cf., por ejemplo, it. Cribbio por
Cristo, fr. parbleu por par Dieu, etc.). En italiano aparecen,
sin embargo, en dos fórmulas de maldición muy corrientes
(porca l’oca, porco cañe) las palabras oca, «ganso», y cañe,
«perro», que no tienen semejanza material con ningún
nomen sacrum. Ahora bien, nos parece lícito relacionar este
hecho con una tradición griega que se nos ha conservado
en el léxico de la Suda, a saber, que no debía jurarse por
los nombres de los dioses, sino por nombres de animales,
por ejemplo, por el ganso, el perro, el carnero:
'PaóapccvOuq 5é irpcoxoq oóx eía ópxouq iroisioeca xaxá
Gecov, á\\’ ópvúvca xñva Kal kúvcc xai xpióv xai xa opoia
(ed. Bernhardy, col. 499; véanse, además, cois. 585-6 y 1630).
Cf. también Cratino, 231 (otq rjv péyioxoq ópxoq cbiavxi
Xoyc) xucov, £7t£ixa xÓv " Osoóq 6’ ¿oíycov) y el conocido
giro socrático vf] (o pee) xóv xúva, «por el perro» (a Sócra¬
tes se atribuye, por lo demás, también el empleo de la
fórmula vf| [pá] xóv X9va> «por el ganso»). Se observará
que entre xfjv y Zijv, X9V0C ÍKÚva) Y Zpva existe, precisa¬
mente, esa semejanza fónica que se echa de menos en
it. oca y cañe. Y que las fórmulas de juramento y las de
maldición se encuentran en una relación muy estrecha unas
Graeca Románica 161

con otras, es cosa sabida (cf. ing. to swear, fr. jurer, «jurar»
y «maldecir»).

esp. prender, rum. a aprinde, «encender»

El verbo español prender significa, como es sabido, no


sólo «coger», sino también «encender» (por ejemplo, pren¬
der el fuego, prender la luz), esto último, junto al verbo
literario encender. En el español literario más antiguo, este
verbo se empleaba intransitivamente con el término fuego
como sujeto (el fuego prende), y en español moderno se
construye con fuego tanto intransitiva como transitivamente
(prender fuego). En el español americano se emplea el
mismo verbo casi en todas partes en lugar de encender,
lo cual se remonta a un uso del Sur de España. Rumano
a aprinde < apprehendere, en cambio, significa exclusiva¬
mente «encender». Cf. también aprender en el Norte de
Italia (REW, s. v. apprehendere), y, para el español meri¬
dional menos reciente, aprender, «encender» y aprenderse,
«encenderse». Este significado no parece estar atestiguado
con seguridad en latín, ni para prehendere ni para capere
(el ignem capere, en parte parecido, significa propiamente
otra cosa). En cambio, el uso románico corresponde exac¬
tamente al de gr. cHitoo, ccirropcxi, propiamente «tocar»,
«coger», que, tanto con -nup como en construcción absoluta,
significan también «encender» o «encenderse» y están ates¬
tiguados con este empleo desde Homero.

esp. querer, «vouloir» y «aimer»

J. Corominas, DCELC, estima que, para el significado


«amar» de esp. querer, habría que partir de querer bien

EST. LINGÜÍSTICA ROMÁNICA. — 11


162 Estudios de lingüística románica

(«parece ser forma abreviada de querer bien-»). En favor


de esto, hablaría, en particular, el portugués, donde este
verbo es usado sobre todo como «recíproco» o como intran¬
sitivo. Corominas sabe, naturalmente, que velle se emplea
de manera semejante en dialectos italianos meridionales y
que G. Rohlfs, Griechischer Sprachgeist in Süditalien, Mu¬
nich, 1947, pág. 39, admite para esos dialectos la influencia del
uso análogo del griego moderno (0¿Xco tó Kopíxai, «quiero
a la muchacha»). Pero, puesto que un empleo semejante
aparece también en la Val Gardena (s’ulai, «estar enamora¬
do»), piensa que, en el caso del italiano meridional, podría
tratarse de un calco del español y, en fin de cuentas, se
decide por un paralelismo poligenético. Ahora bien, es indu¬
dable que el griego moderno, como tal, no puede explicar
los hechos ibero-romances y réticos. A nuestro parecer, sin
embargo, en casos semejantes —o sea, en los casos de un
paralelismo con el griego moderno que va más allá del
italiano meridional y del romance balcánico— hay que
pensar, en principio, en una conexión de otra época y buscar
una base en el griego antiguo. Y, en este caso, se com¬
prueba, en efecto, que ya en griego antiguo (DoéXeiv se
empleaba también en el sentido de «querer a alguien» y
que, como calco del griego, velle aliquem, «querer, amar
a alguien» aparece ya en el latín cristiano. Así, por ejemplo,
en Ps., 17 (18), 20: oxi f)0éAr|oév pe, quoniam voluit me;
en Ps., 21 (22), 9: 6xi OéAei aúxóv, quoniam vult eum; en
San Mateo, 27, 43: £Í 0éAei aúxóv, si vult eum (cf. Ronsch,
Beitrage, III, pág. 86 y A. Debrunner, «Griechische Bedeu-
tungslehnwórter im Latein», en Festschrift für Friedrich
Cari Andreas, Leipzig, 1916, págs. 19-20). Cipriano de Valera
traduce los pasajes citados con porque se agradó de mí y
puesto que en él se complacía, y en el último caso sim¬
plemente con si le quiere. El uso románico y el del griego
Graeca Románica 163

moderno no pueden separarse de este uso del griego anti¬


guo y del antiguo latín cristiano. Por lo demás, el uso espa¬
ñol es transitivo desde los textos más antiguos, exactamente
igual que el del griego antiguo y del latín. En el latín
clásico y preclásico aparece a veces volo en contextos en
los que, al traducir, podría ponerse también «amar», pero
este significado no se presenta nunca con toda claridad:
prácticamente en todos los casos puede admitirse también
«querer, desear», o sea, simplemente el valor corriente de
velle.

esp. rayo, port. raio, «rayón» y «foudre»

Corominas, DCELC, considera la extensión de significado


de esp. rayo, que, además de significar lo mismo que fx.
«rayón», corresponde también a fr. «foudre», como una
innovación semántica interna (del ibero-romance) motivada
simplemente por «la comparación de la centella con un
rayo de luz súbito». Esto es, sin duda, posible. ¿Pero es
tal comparación realmente tan sencilla y corriente desde
el punto de vista de la conciencia lingüística ingenua? Obsér¬
vese que no se trata del significado «éclair», «relámpago»,
sino del significado «foudre», que no se refiere sólo a un
hecho de luminosidad. En otras lenguas, por ejemplo en
alemán, donde no se hace la diferencia entre «éclair» y
«foudre», esa extensión de significado puede, en efecto, pare¬
cer «natural» (cf. Strahl, «rayo» [«rayón»], y Blitzsttahl
«rayo» [«foudre»], «relámpago»); no así, en cambio, en
una lengua románica que, como las demás lenguas hei ma¬
nas, diferencia estrictamente estos significados (relámpago-
rayo). Hay que pensar más bien en la posibilidad de un
modelo griego, ya que, precisamente, gr. ccktíq podía valer
también «foudre». Es cierto que también en latín aparece
164 Estudios de lingüística románica

algo más o menos análogo; así, en el pasaje de Virgilio


citado por Corominas (Aen., 8, 429). En este pasaje, sin
embargo, radii significa claramente «rayos», «rayons», aun¬
que en un contexto en que se habla del rayo, «foudre» (y,
en efecto, en las traducciones sólo encontramos Strahlen,
rayons, rays). En cambio, los ejemplos griegos son mucho
más seguros y, al mismo tiempo, más antiguos. Así, por
ejemplo, en Sófocles, Tr., 1086: Aióq ccktíc; , -rraíaov,
donde es evidente que se trata del rayo que golpea
(gr- xepauvóq), por tanto, de «foudre», «rayo», «fulmine»,
y no de «éclair», «relámpago», «lampo» (gr. ¿arpean)). Por
ello, es posible, incluso, que ya los ejemplos que aparecen
en el latín literario sigan modelos griegos. La misma rela¬
ción con el griego deberá, probablemente, suponerse para
el dalmático ruaz (de Veglia), que, sin embargo, significa
«éclair», y para sard. rayu, «foudre», si para este último
no se tratará más bien de imitación de un modelo español.

se reprehenderé, «recuperarse, reanimarse»

It. riprendere (intrans.), riprendersi, «reponerse» («ripi-


gliar vigore, ravvivarsi, riacquistare le forze o il vigore, rin-
vigorire»), fr. se reprendre, it. riprendersi, «reanimarse,
volver en sí» corresponden a lat. se recipere, que está ates¬
tiguado con análogo significado en Varrón y Cicerón. Pero
el uso latino se funda probablemente en un modelo griego,
ya que gr. ávaXappáveiv éocoróv significaba de manera
corriente precisamente esto mismo: «recover oneself, regain
strength».
Graeca Románica 165

sentiré, «oír»

En italiano, español y catalán, el verbo sentiré tiene,


junto al significado de «sentir», también el de «oír». En
italiano, es incluso el verbo usual para «oír» (al lado del
literario udire), significado con el que está atestiguado ya
en Dante. Así, también, y aún en mayor medida, en catalán
y en amplias zonas de Hispanoamérica (por ejemplo, en la
Argentina y en Uruguay), donde para «oír» se emplea casi
exclusivamente sentir. En España se emplea el mismo verbo
como sinónimo de oír en la lengua familiar. Cf. O. J. Tuulio,
en Miscellánia Fabra, Buenos Aires, 1943, págs. 283-285, y
Corominas, DCELC, s. v. sentir. Corominas no da ninguna
explicación expresa de esta ampliación de significado, pero
supone, evidentemente, una evolución semántica interna.
Tampoco se encuentra una explicación del hecho en el dic¬
cionario etimológico italiano de Battisti y Alessio. Conviene
recordar que ese doble valor era lo usual para gr. ato0ávo-
pat, puesto que este verbo significaba en primer lugar
«sentir» y secundariamente también «oír», mientras que
cckoúco significaba «oír, escuchar» (cf. la oposición sentir-
escuchar).

spatula, «omoplato, escápula»

No hay duda de que ¿paule, spalla, espalda, etc. proce¬


den de lat. spatula, diminutivo de spatha < gr. oitáGr). La
tesis defendida por M. Leumann (spatula < *spatla < *spa-
cla < scapula) la ha rechazado con buenos argumentos
Corominas, DCELC, s. v. espalda. Pero hay que observar
166 Estudios de lingüística románica

que ya gr. ouáGr), «espada, pala», designaba también un


hueso o varios huesos, tal vez incluso la escápula. Las tra¬
ducciones más antiguas de Hipócrates, Gland., 14, dan el
significado de «omoplato», fr. «omoplate» (así todavía el
diccionario griego-francés de A. Bailly, que, en cambio, para
Rufo, De ossibus, 25, da «large cote»). Las traducciones más
recientes, en cambio, no se deciden por un hueso determi¬
nado. Así, E. Littré, CEuvres completes d’Hippocrate, tomo 8,
París, 1853, pág. 571, traduce xrjv o7táGr}v con la cote. En
Liddell-Scott aparece broad ribs para otros textos y para
Hipócrates se admite el mismo significado, pero con un
prudente «so probably». El contexto en el que airáGri apa¬
rece en Hipócrates (íoxía xai rjv Ttoiép <|)Gíoiv, xai qapaívE-
xcu ó avGpconoq o5e kccí <2>5e, kcci ^ósiv oók ¿GéXsi ' rayó
yáp Ttováei xf]V o7táGr|v, kccl cipa x¿> itóSe, xal pqpcb irapé-
Ttovxai) no es, en verdad, fácil de interpretar: oitáGri podría
designar en este contexto las «costillas», pero también,
quizás, sencillamente la «espalda» (cf. rum. spate, «espalda»,
directamente de spatha). Sea como fuere, el camino de
«costillas», «espalda» a los varios significados románicos no
es muy largo, puesto que éstos vacilan, precisamente, entre
«hombro», «omoplato» y «espalda» (alem. «Rücken»), Así:
esp. espalda, «Rücken»; it. spalla, «hombro» y spalle, «hom¬
bros» y «espalda» (por ejemplo, alie spalle, voltar le spalle,
etcétera); cat. espatlla, port. espádua, «omoplato»; cf. tam¬
bién alb. shpatull, «hombro» y shpatullé, «hombro, omo¬
plato». M. Leumann, en Vox Románica, 2, 1937, pág. 471,
considera extraño un cambio de significado de «pequeña
espada» a «omoplato», «hombro», pasando por «cucharón»;
cambio que supone apoyándose, probablemente, en Meyer-
Lübke, REW (así de nuevo en Lingua Posnaniensis, 8, 1960,
pág. 4). Pero el cambio de significado no precisa haberse
realizado a través de «cucharón». El significado de «orno-
Graeca Románica 167

plato», atestiguado ya en Apicio (spatula porcina), puede


remontarse directamente a un uso griego.

temporizare, «contemporizar»

Fr. temporiser, it. temporeggiare son términos eruditos


que corresponden al latín medieval temporizare, atestiguado
con el significado de «pasar el tiempo». ¿Pero de dónde
procede el significado «contemporizar»? Éste corresponde
exactamente al de gr. xPov^£LV» fiue significaba tanto
«pasar el tiempo» como «contemporizar». Por ello, también
para el lat. med. temporizare, que es, evidentemente, un
calco, habrá que admitir el significado adicional de «con¬
temporizar».

rum. a tiñe

Rum. a tiñe < tenere presenta una serie de usos que


concuerdan con el griego más que con el latín. Así. a-si
tiñe gura, alem. «den Mund halten» (es decir, «no hablar»
o «dejar de hablar»); cf. laye oxópa, en Eurípides, Herc.
Fur., 1244; íays Scxkoov orópa oóv, en Sófocles, Tr., 976.
Además, el mismo verbo puede significar en la forma re¬
flexiva «mantenerse firme»; por ejemplo: tineti-va báieti!
(«¡manteneos firmes, muchachos [, no retrocedáis]!»); cf.
íoxeoG’ ’Apyeloi, pf¡ <¡>£Úy£T£, Od., 24, 54. Finalmente, en
el giro a o tiñe pe X, significa «estar casado con X», «tener
a X como mujer», exactamente como el gr. icyco que, entre
otras cosas, significaba también «to have a wife». En latín
se encuentra algo semejante sólo para el primer significado.
risum, lacrimas tenere, e incluso linguam tenere (pero no
os tenere). En cambio, por lo que sé, se tenere, «mante-
168 Estudios de lingüística románica

nerse firme», y tenere, «tener como esposa», no están ates¬


tiguados en latín.

umbram suam timere

Las lenguas romances conocen bajo diversas formas el


giro «temer a su propia sombra», en el sentido de «ser muy
miedoso, asustarse fácilmente». Así: fr. avoir peur de son
ombre, «s’effrayer tres facilement»; it. aver paura (esser
pauroso) della sua propria ombra; esp. tenerle miedo a la
propia sombra, tener miedo hasta de su [propia] sombra;
port. ter medo da própria sombra, ‘assustar-se por cualquer
coisa’; rum. a se teme (a-i fi frica) si de timbra lui (o ei).
La expresión aparece esporádicamente ya en latín, bajo la
forma umbras timere (Cicerón), o incluso umbram suam
timere o metuere (Quinto Cicerón). Pero sigue, muy proba¬
blemente, un modelo griego, ya que este giro era muy co¬
rriente en griego antiguo. Aparece, por ejemplo, en Platón,
Phaed., 101 c-d, con el típico tó Xeyópevov, que destaca
los refranes: Ss&ubq áv, tó Asyópcvov, Tijv oauxoo okiccv,

«temiendo, como se dice, a tu propia sombra».

rum. uscat, «tierra», fr. «terre ferme»

Rum. uscat, «seco», significa, como sustantivo, «tierra»,


en oposición a «mar», «agua». A. Graur, en BL, 6, 1938,
pág. 172, compara este significado con el del eslavo susa,
«terre ferme», sustantivo derivado del adjetivo suxü, y
observa que el modelo (para el hecho eslavo) fue proba¬
blemente gr. £,ripcc, o incluso quizá lat. arida. Pero en griego
tenía el mismo significado, no sólo ^ ^pá (scil. yf¡), sino
también tó £r)póv, que, junto a Tó £,£póv (éste, probable-
Graeca Románica 169

mente, relacionado con oxepóq) significaba asimismo «terre


ferme». Y hay que agregar todavía xépooq, que en Homero
significaba exclusivamente «terre ferme», «orilla» y que
más tarde aparece también como adjetivo con el significado
de «seco». Por ello, no hay por qué recurrir al eslavo para
explicar el hecho rumano. En rumano, por otra parte, uscat
no es un sustantivo derivado de «seco», sino el propio
adjetivo sustantivado. Tampoco hay que suponer aquí una
elipsis —o sea, (pámínt) uscat, «(tierra) seca»—, ya que
uscat, tanto por la forma como por el contenido, corres¬
ponde exactamente, como adjetivo sustantivado («lo seco»),
a gr. tó ¿ijipóv. Por lo demás, también el latín empleaba
para «terre ferme» el adjetivo sustantivado aridum; cf. ex
árido tela conicere, naves in aridum subducere (César).
Y con tal significado aparecen asimismo siccum, en Livio,
y sicca (neutro plural), en Quintiliano. Por tanto, si ha de
suponerse un modelo griego, éste debe haber sido tó £,r|póv,
antes que f^pcc. Arida, sicca (fem.), con este significado,
son formas tardías que pertenecen al latín cristiano (cf.
Ronsch, Itala und Vulgata2, pág. 100). Nótese, además, que
«seco», como adjetivo sustantivado, aparece con el mismo
significado también en otras lenguas románicas, por lo me¬
nos en ciertas fórmulas fijas. Así: it. a (in) secco (por ejem¬
plo, tirar la nave in secco, «tirar la nave sulla riva, fuori
dell’acqua»); esp. en seco, «fuera del agua o de un lugar
húmedo»; cf. gr. vauq ém roo ¿;r|ipo0 'iroteív, vauq éq tó
¿•jjpóv ¿¿.ooOeÍv, y lat. naves in aridum subducere.

ventus, «dirección, punto cardinal»

Las lenguas romances conocen expresiones más o menos


hechas en las que la palabra para «viento» significa «direc-
170 Estudios de lingüística románica

ción, punto cardinal». En tales expresiones, el término para


«viento» aparece determinado por «todo, todos» o, lo que
destaca aún más claramente el significado de «punto car¬
dinal», por «cuatro». Así, por ejemplo, it. (spargere una
notizia) ai quattro venti; esp. a los cuatro vientos; fr.
(semer) á tout vent; rum. (in, la, din, de la) cele patru
vinturi. Esto corresponde exactamente a un uso del griego
antiguo: irfioiv ávépoiq, literalmente «a todos los vientos»,
es decir, «en todas las direcciones»; ¿k tcov xeocápcov ccvé-
pcov roo oúpavoo, «de los cuatro puntos cardinales» (así
en los LXX, Za., 2, 6; en la traducción española de Cipriano
de Valera: por los cuatro vientos; en la traducción italiana
de Diodati: per li quattro venti)-, |K tcov xeooápcov ávépcov
(San Mat., 24, 31; Cipriano de Valera: de los cuatro vientos;
Diodati: da’ quattro venti). En latín, quattuor venti, con
este significado, no aparece en textos anteriores a las tra¬
ducciones cristianas del griego.

(mi) vien da ridere

It. mi vien da + ridere, piangere (y algunos otros ver¬


bos) significa «mi viene l’impulso di» («me dan ganas de»),
aproximadamente, como en el giro popular alemán mir
kommt das Lachen, por «debo reír, apenas puedo contener
la risa». El mismo empleo de «venir» se encuentra en ru¬
mano: imi vine sá rid (sü pling). Tal empleo corresponde
al uso del griego antiguo de giretpi + infinitivo; por ejem¬
plo: ¿7ir|£i poi y£Xav, «mi veniva da ridere».

(Serta Románica. Festschrift für Gerhard Rohlfs zum 75.


Geburtstag, Tübingen, 1968, págs. 45-57.)
VI

«QUE KI CONTENE»

0.1. La expresión que ki contene aparece, como es sabido,


cuatro veces en la fórmula italiana repetida, precisamente,
cuatro veces en la célebre Carta Capuana (960) y una vez en
la primera fórmula italiana del documento de Sessa Aurunca
de 963. En su excelente reseña crítica de las interpretaciones
de esta expresión («II verbo 'conteneré'», en I mille anni della
lingua italiana, Milán, 1961, págs. 49-56), A. Schiaffini llega
a la conclusión de que contene es un impersonal intransitivo
empleado con la función de un «pasivo-reflexivo»; así, pág. 53:
«intransitivo (precisamente, col valore di riflessivo passivo)»;
pág. 54 y pág. 55: «riflessivo impersonale». Por ello, traduce
per kelle fini que ki contene por «entro quei confini che qui
[nell'abbreviatura] si contiene» (pág. 56). Schiaffini interpreta,
pues, contene, como correspondiente léxicamente al sentido
usual de lat. continere, it. conteneré («contener»)1, y, en lo
gramatical, como impersonal pero, a pesar de ello, como re¬
ferido a kelle fini, a saber, a través del pronombre que, que

1 Aunque, en parte, también acepta scrivere, descrivere: «conti¬


nere: sempre per ‘essere contenuto, descritto, scritto'» (pág. 55); «si
contengono [si descrivono]» (pág. 56).
172 Estudios de lingüística románica

funcionaría como sujeto de la oración de relativo. Esto últi¬


mo, a despecho de que contene no concuerda en número con
que: en esto, precisamente, residiría su carácter «imperso¬
nal». En el documento de Sessa Aurunca, la forma conteno
tendría, asimismo, la función de un reflexivo-pasivo (pág. 51),
pero no sería impersonal: «In somma, le finí que ki contene
sono i 'confini che qui [nell’abbreviatura] si contiene’: dove
il verbo non si accorda sintatticamente 'in numero’ col suo
soggetto, é riflessivo impersonale; e le finí... que ki conteno
sono i confini che qui si contengono’: dove il verbo concorda
sintatticamente col suo soggetto, si fa personale» (págs. 55-
56)2. Contene sería, pues: contiene si contiene si con¬
tengono <— sono contenute (scil. le finí); y conteno: conten¬
gono <— si contengono sono contenute («— = «por, en
lugar de, con la función de»), O bien, en latín: quae hic
continet <— quae hic continetur <— quae hic continentur y
quae hic continent <— quae hic continentur. Puesto que las
dos construcciones si contengono y sono contenute son usua¬
les en italiano y la equivalencia funcional entre ambas es
perfectamente normal, la peculiaridad de contene residiría,
por tanto, en que si contengono es sustituido por el singular
(si contiene) y éste toma la forma activa; en cambio, la
particularidad de conteno residiría sólo en su forma activa.
Y la única diferencia entre que ki contene y que ki conteno
estaría dada por el hecho de que en la primera fórmula el
verbo está empleado como «impersonal», es decir, sin con¬
cordancia en número con su sujeto.

0.2. Después de las observaciones críticas de Schiaffini,


sería superfluo volver a discutir aquí ciertas interpretaciones

2 También para el latín medieval Schiaffini registra, de acuerdo


con A. Sepulcri, las siguientes eQuivalencias: continebat ~ «contine-
batur», continunt [continente = «continentur», continet = «continetur»
(pág. 54); cf., aquí, 5.1.
«que ki contene» 173

anteriores a la suya. Así, por ejemplo, está claro que, en


que ki contene, no ha de entenderse el documento mismo
(l'abbreviatura) como sujeto de contene, puesto que la pala¬
bra para «documento» no aparece en absoluto en la fórmula,
y no hay ningún motivo para considerar como sujeto el
simple complemento de lugar ki, «aquí»; asimismo, que con¬
tene, y no conteno, ha de considerarse como la forma más
primitiva. Pero tampoco la interpretación de Schiaffini, que,
en el fondo, coincide con la de Pió Rajna, puede aceptarse
sin más, sobre todo si se consideran en un contexto más
amplio la historia y las relaciones románicas y no románicas
de contene. Schiaffini señala las correspondencias latinas
medievales de la fórmula que ki contene, pero no va más
allá de estas correspondencias y por ello no llega, a nuestro
parecer, a resultados enteramente satisfactorios.

0.3. Los puntos decisivos en la interpretación de nuestra


fórmula son tres:
a) el significado léxico de contene;
b) su «status» gramatical como verbo (es decir, su clase
verbal);
c) su relación sintáctica con que en la construcción que
ki contene.
Son los tres puntos que discutiremos a continuación.

1.1. En lo que concierne al primer punto, contene di¬


fícilmente puede interpretarse por medio del significado usual
de lat. continere, it. conteneré. Evidentemente, contene es,
en las fórmulas italianas —como lo hace notar expresamente
Schiaffini (pág. 56)—, un latinismo; precisamente, un latinis¬
mo «técnico» (terminológico). Y es sabido que, como término
técnico, continere aparece frecuentemente en textos del latín
tardío, sobre todo de tipo jurídico. Ahora bien, ya H. Rónsch
174 Estudios de lingüística románica

señaló, en sus Semasiologische Beitrage zum lateinischen


Worterbuch, III, Leipzig, 1889, pág. 21, que lat. med. con-
tiñere no tiene, en este empleo técnico, el significado de
«contener», sino el de «rezar, decir, presentar como conte¬
nido» (dicho de un texto); ello, tanto en su uso personal
como en el impersonal. Para el uso personal, Ronsch citaba:
sic enim calumniosa series continebat («rezaba, decía»), edic-
tum... hunc continens modum («que reza como sigue»); para
el impersonal, un ejemplo de las Leges Liutprandi: sicut in
anteriore edicto contenit, «como se dice (está dicho) en el
edicto anterior». En este último empleo, continet puede tra¬
ducirse también por «está escrito»; cf. B. Lófstedt, Studien
iiber die Sprache der langobardischen Gesetze, Uppsala, 1961,
pág. 272 (donde se encontrarán también más datos biblio¬
gráficos).

1.2. Este significado léxico de continere se hace aún


más claro si consideramos el hecho de que en latín se
trata de un grecismo. A. Debrunner, «Griechische Bedeu-
tungslehnworter im Latein», en Festschrift fiir Friedrich
Cari Andreas, Leipzig, 1916, pág. 29, ha mostrado que conti¬
nere, «rezar, decir» sigue el modelo de gr. nEpiéxEtv, que>
en su sentido propio, también significa «contener» y luego
se aplica a lo dicho en un texto; así, por ejemplo: ¿be; f)
i8ióypa(f)oc; upaoiq Ttspiéxsi, «como dice el documento de
venta autógrafo»; 5ióti •nepiéxei áv YP,cx<í>ri> «P01" 1° cual se
dice en la Escritura». El segundo ejemplo procede de San
Pedro, I, 2, 63. Este empleo de 'jtEpiéxsiv es en griego bas-

3 En la Vulgata: continet Scriptura, que difícilmente puede con¬


siderarse como continet [in] Scriptura-, antes bien, se trata de una
reinterpretación «gramaticalizadora» del modelo griego. Diodati tiene:
per la qual cosa ancora é contenuto nella Scrittura; mejor aún La
Sacra Bibbia, versione riveduta, Ginebra-Génova, 1947: Poiché si legge
nella Scrittura. La traducción inglesa de Scofield tiene: Therefore also
«que ki contene» 175

tante antiguo: aparece ya en los LXX y luego está atesti¬


guado con mucha frecuencia y en diversas formas: ¿be;
(xccGcoq) Ti£pLéx£>-, «como dice»; oÜTcoq Ttepiéxet, «reza
(dice) así»; cf. Blass-Debrunner, Grammatik des neutesta-
mentlichen Griechisch10, § 308, y véase asimismo Liddell-
Scott, s. v. -nepiéxco, donde se cita un ejemplo del Suppl.
Epigr. Graecum: KocGobq f) cbvf] nspiéxei-, «como dice el
documento de venta», «como se dice (está escrito) en el
documento de venta», así como Eusebio, Historia Eccl.,
III, 1: cbq fj irccpá&oaiq ixepiéxei-. «como dice (se dice en)
la tradición».

1.3. Se trata, pues, de un verbo «metalingüístico» —de


un verbo de decir—, que se refiere al contenido de un acto
de habla o de un texto escrito. En ciertos casos, puede, sin
duda, interpretarse («traducirse») mediante «contener» —por
ejemplo, «como está contenido en el documento», «como
aquí está contenido»—, pero, ya que en italiano (como, por lo
demás, también en español, alemán, etc.) conteneré, como
verbo de decir, es unívoco sólo en la forma pasiva (por ejem¬
plo, secondo quanto é contenuto nella scrittura), es más
aconsejable acudir simplemente al verbo general de decir,
a dire: scriptura continet, «la scrittura dice»; continet in
scriptura, «dice [o sea: si dice, é detto, sta scritto, si legge;
cf. infra] nella scrittura».

2.1. En lo que respecta al segundo punto, los ejemplos


griegos muestran claramente que nepiéxei. puede ser usado
de dos maneras: como verbo personal y, en ese caso, con

it is contained in the Scripture\ la de Moffatt: For then it stands in


Scripture; la traducción de Lutero: Darum stehet in der Schrift. Por
el contrario, Cipriano de Valera sigue aquí a la Vulgata: Por lo cual
también contiene la Escritura.
176 Estudios de lingüística románica

el texto al que se refiere en función de sujeto (tipo: q Ypoc<}>f]


TT£pi£X£i, «Ia escritura dice»; cf. xaBobc; f| cóvf] impicxcO
o como verbo impersonal («se dice, está escrito»), tipo:
-nspiéxei ev xfij ypa<t>fj., «se dice en la escritura». En este
segundo caso, evidentemente, Ttcpiéxei no es «reflexivo», ni
«pasivo», sino simplemente un verbo impersonal, como, por
ejemplo, al. lauten, heissen en es lautet, es heisst. «Pasivo»
o «reflexivo», en el sentido propio, puede ser sólo un verbo
que tiene sujeto —puesto que estos conceptos incluyen,
precisamente, la referencia a un sujeto—, pero no un verbo
impersonal, siendo, a este respecto, indiferente el hecho de
que en ciertas lenguas el verbo mismo pueda o deba ser
reiníerpretado («traducido») mediante giros materialmente
«pasivos» o «reflexivos». Así, en alemán, it£ptéx£t puede ser
interpretado mediante ist enthalten, «está contenido» (¿be;
Tt£piéx£i, «wie [hier] enthalten ist»), wird gesagt, literal¬
mente «es dicho» (ourcoq impiexei., «es wird folgendermassen
gesagt»), y en italiano, mediante «si dichiara, si dice, é detto,
é dichiarato», etc., lo que, sin embargo, no significa que
todo esto refleje su status gramatical en griego. La traduc¬
ción más idónea de -rtepiáxci sería tal vez, en este aspecto,
la francesa: «on dit, on déclare, on décrit», ya que ésta
sólo hace aparecer lo impersonal y no apunta en absoluto
a un pasivo o a un reflexivo.

2.2. Lo dicho vale también para lat. continet, ahí donde


corresponde exactamente al uso griego. Tipo l.°: scriptura
continet (así, por ejemplo, calumniosa series continebat)-,
tipo 2.°: continet in scriptura (así, sicut in anteriore edicto
contenit; o, también, sicut superius contenit, en Antimo,

4 Al verbo puede seguir, eventualmente, una cita (que puede, asi¬


mismo, ir delante). El «texto» puede ser también un texto no escrito,
por ejemplo, f| itapábooLq, la tradición.
«que ki contene» 177

«como [se] dice [o «está escrito»] más arriba»; cf. J. Sven-


nung, Untersuchungen zu Palladius, Uppsala, 1935, pág. 475).
En el primer caso, continet es un verbo activo, que puede
ser transitivo o intransitivo (transitivo: hunc modum con-
tinens; intransitivo: sic series continebat). En el segundo
caso, es un verbo impersonal, o sea, ni pasivo ni reflexivo, y
puede ser, a su vez, transitivo o intransitivo; de aquí que
su caracterización como «intransitivo» (empleada ya por
Debrunner para gr. 'itepiéxs'-) sea inexacta y pueda inducir
a error en determinadas circunstancias, a saber, cuando
continet tiene objeto directo.

2.3. También contene, en las fórmulas de la Carta Ca¬


puana y en la primera fórmula italiana del documento de
Sessa Aurunca, corresponde todavía exactamente a este mo¬
delo greco-latino, precisamente, al segundo uso de nepiéxei,
continet, que es también el más frecuente: puesto que l’abbre-
viatura no puede ser el sujeto de esas fórmulas, contene es
sencillamente impersonal. No significa, pues, «contiene», ni
«si contiene» (en el sentido de «si contengono, sono conte-
nute»), sino simplemente «si dichiara, si dice, si enumera, si
descrive», fr. «on déclare, on dit».

2.4. Nótese que no es un hecho extraño el que un verbo


de decir se emplee impersonalmente5. Ya en latín clásico
aparecen inquit, ait en lugar del impersonal dicitur. En el

5 Este fenómeno no tiene, naturalmente, nada que ver con el


empleo intransitivo de verbos transitivos (como it. il cuore batte) ni
tampoco con los verbos activos que, como suele decirse, se usan tam¬
bién «pasiva» o «reflexivamente», como en it. il bimbo guarisce («el
niño sana») o en esp. el niño despierta. Puede compararse sólo con el
caso de los verbos personales que pueden emplearse también imper¬
sonalmente, como, por ejemplo, it. la cosa risulta y risulta che, esp.
ello corresponde a y corresponde que, etc.

est, lingüística románica. — 12


178 Estudios de lingüística románica

latín cristiano y tardío, se presenta con el mismo empleo


dicit, que, desde la Peregrinatio Aetheriae, está atestiguado,
y no pocas veces, con el significado de «dicitur»; por ejem¬
plo: formula, in qua dicit («en la que se dice»), titulo primo,
ubi dicit («donde se dice»)6. Este mismo fenómeno pervive
en las lenguas románicas. Cf. por ejemplo, en español:
diz(que), diz que, en español antiguo, así como en el español
dialectal, popular y americano7 8, y dice, no sólo en español
antiguo (lo que en esta ley dize)s, sino también en el español
popular y conversacional de hoy. ¿Qué dice aquí'?, aquí lo dice
bien claro, aquí no lo dice, aquí dice que son expresiones
corrientes en la lengua cotidiana, tanto en España como en
América; y también expresiones como en el libro no lo dice,
¿qué dice en el periódico?, en las condiciones que dice aquí
pueden, al menos, sentirse como aceptables9. Compárense
con estas expresiones la construcción del francés medio ci-

6 Cf. F. Diez, Grammatik der romanischen Sprachen, tomo III4,


1877, pág. 208; E. Lófstedt, Philologischer Kommentar zur Peregrinatio
Aetheriae, Uppsala, 1911, págs. 319-320, y Vermischte Studien zur latei-
nischen Sprachkunde und Syntax, Lund, 1936, págs. 130-136 (en parte,
también sobre las continuaciones románicas de este empleo). Además,
G. Reichenkron, Passivum, Médium und Rejlexivum in den romani¬
schen Sprachen, Jena y Leipzig, 1933, págs. 45 y 62.
7 Sobre esto, cf. J. de Valdés, Diálogo de la lengua (Clásicos Cas¬
tellanos, 88), pág. 126: «También dezimos diz que por dizen y no me
parece mal»; Covarrubias, Tesoro, s. v. dizque: «Palabra aldeana, que
no se deve usar en la Corte. Vale tanto como dizen que»; H. Keniston,
The Syntax of Castilian Prose: the Sixteenth Century, Chicago, 1937,
pág. 344; Ch. E. Kany, American Spanish Syntax2, Chicago, 1951, pá¬
ginas 244-250.
8 Cf. A. Zauner, Altspanisches Elementarbuch2, Heidelberg, 1921,
pág. 105, que interpreta este uso como «pasivo», lo cual, naturalmente,
sólo puede afirmarse desde el punto de vista de la traducción ale¬
mana.
9 No queriendo decidirlo sobre la base de mi propio uso, lo he
comprobado mediante una pequeña encuesta llevada a cabo con re¬
presentantes del grupo de españoles e hispanoamericanos que viven
en Tübingen.
«que ki contener 179

tada por E. Lófstedt, cy parle comment..., el uso, ya obser¬


vado por Diez, Gramm., loe. cit., del antiguo provenzal dis
(dis el libre de Genezi, «se dice en el libro del Génesis»)10,
y, en portugués conversacional, que diz aqui?, aqui nao diz
isso, aqui diz que..., que diz no jornal? Sobre todo en ruma¬
no, y especialmente en el rumano popular, el uso impersonal
de los verbos de decir es muy frecuente y vivo; por ejemplo:
zice cá, «se dice que»; zice la (in) ziar, «se dice (está dicho)
en el periódico»; ce spune in caríe?, «¿qué se dice (está
dicho) en el libro?». En rumano se usa impersonalmente
también a serie, «escribir»: serie in caríe, «está escrito en
el libro» * 11. Pero el fenómeno se presenta también en italia¬
no, y no sólo en el caso de los verbos como consía, risulía,
que se usan como esp. consía, residía, y de las expresiones
impersonales como é voce, é fama: el impersonal dice, que
en el diccionario de Zingarelli se indica como «arcaico e
disusato», está de hecho bastante vivo en italiano popular y
conversacional del Centro y del Sur de la Península; cf.
Diez, Gramm., loe. cit.; G. Rohlfs, Hisiorische Grammaíik
der iíalienischen Sprache, II, 1, págs. 276-277; y las expre¬
siones impersonales como che dice qui? («¿qué dice aquí?»,
«¿qué está escrito aquí?»), qui dice che..., qui non lo dice,
qui dice cosí. Y en un caso, al menos, tal uso impersonal es
normal en casi toda la Romanía (a excepción, naturalmente,
del francés, donde se necesita un sujeto formal, aunque even¬
tualmente desprovisto de contenido): it. vuol dire che...

10 Cf. también C. Appel, Provenzalische Chrestomathie4, Leipzig,


1912, pág. 43: Aizy dis con Sant-Honoratz íom portatz a l'isla de Lerins
(el signo de interrogación después de subjektlos, «sin sujeto», en el
glosario, pág. 239, debe, naturalmente, suprimirse).
11 Cf. H. Olsen, Études sur la syntaxe des pronoms personnels et
réfléchis en roumain, Copenhague, 1928, pág. 10, y los diccionarios
rumanos, especialmente Dicfionarul limbii romíne literare contempo-
rane, tomo 4, Bucarest, 1957.
180 Estudios de lingüística románica

(vale a dire che...), esp. quiere decir, port. quer dizer, rum.
va sa zicü. El contene de la Carta Capuana es, pues, simple¬
mente la expresión jurídica que corresponde al dice de la
conversación diaria 12.

3.1. Finalmente, en lo que se refiere al tercer punto, el


pronombre que no puede funcionar como sujeto de contene,
sino sólo como objeto directo. En caso contrario, la concor¬
dancia en el número sería necesaria y contene ya no sería
«impersonal»; cf. la interpretación muy acertada de B. Lóf-
stedt, Studien, págs. 272-273, nota. Hemos visto que también
para continet, en aquellos modelos latinos de las fórmulas
italianas que corresponden exactamente al modelo griego,
sólo el «continente», es decir, el texto mismo, puede fun¬
cionar como sujeto y que, en caso contrario, este verbo no
tiene sujeto ninguno. Lo mismo vale para se contenet, en
las leyes de la República de Sassari (comente in sos capítulos
se contenet), donde está claro que el verbo no se refiere a
ningún sujeto sino sólo al complemento de modo comente,
«como». En cambio, aun el continet «originario» puede muy
bien tener un objeto directo; cf. también las correspondien¬
tes expresiones románicas de este mismo tipo: esp. conver¬
sacional aquí lo dice, it. lo dice qui, rum. serie acestea (lite¬
ralmente, «escribe esto», en el sentido de «está escrito lo
siguiente»).

3.2. La traducción italiana exacta de lo dicho por la


fórmula que ki contene sería por consiguiente: che qui si
dichiara (si dice, si enumera, si descrive, si espone, si indica,

12 A este respecto estaba en lo cierto L. Morandi (citado por Schiaf-


fini, pág. 50) al comparar ki contene con el conversacional qui parla
chiaro (pero, naturalmente, no tenía razón al considerar a ki, qui
como sujeto).
«que ki contener 181

si segnala), con che como objeto directo del impersonal si


dichiara, como en las construcciones «erróneas» del tipo si
affitta stanze, vendesi libri («se alquila cuartos», «se vende
libros»), etc. El hecho de que en tales casos la gramática
normativa italiana y el uso italiano normal exijan el cambio
del objeto en sujeto y la concordancia en el número entre
sujeto y verbo no importa en absoluto en lo que concierne
a la interpretación de que ki contene.

4. Ello significa que la traducción de Savj-Lopez y Bar-


toli, Altitalienische Chrestomathie, Estrasburgo, 1903, glosa¬
rio, pág. 201: vori denen hier die Rede ist, «de las que aquí
se habla», sigue siendo perfectamente aceptable, en cuanto
al sentido, pues deja aparecer claramente el significado meta-
lingüístico de contene y su carácter impersonal. Natural¬
mente, esa traducción modifica la construcción gramatical
de la fórmula, ya que el objeto de una aseveración, si ésta
se expresa en forma impersonal, no puede presentarse en
alemán como objeto directo, a no ser que se introduzca un
sujeto formal: die man hier verzeichnet. En francés se diría
sin ninguna dificultad, pero también con un sujeto formal:
que /’on déclare (dit, énumere, décrit) ici. De la manera más
exacta se podría reproducir esa fórmula en rumano: intre
hotarele care serie aici sería una construcción perfectamente
aceptable en el rumano popular. Y tampoco en el español
conversacional sería desechable una construcción como dent)o
de los límites que dice aquí. En cuanto al italiano, si se
desea una traducción literal, hay que conformarse con el
popular dice: entro i confini che qui dice. En este contexto,
dice suena, sin duda, un poco extraño; menos, sin embargo,
que si contiene, y tiene la ventaja de que es un verbo imper¬
sonal de decir existente en italiano y de que el pronombre
que no puede interpretarse como su sujeto.
182 Estudios de lingüística románica

5.1. Hemos partido de que contene reproduce el imper¬


sonal latino continet y de que éste corresponde al impersonal
griego nEpLéxei. Ahora bien, ya en latín esta construcción
imitada de un modelo extranjero debía resultar extraña y
presentaría desde el comienzo ciertas dificultades (véase en
la nota 3 la reinterpretación de itEpiéxei ev ypccpq en la
Vulgata). Ello, no tanto por el carácter impersonal de la
construcción, como más bien por el uso ajeno al latín de
continet como verbo de decir. En efecto, este uso no corres¬
pondía al significado léxico de continere. Además, en la cons¬
trucción personal de este verbo era posible sin más entender
precisamente su significado léxico usual (scriptura continet
podía interpretarse simplemente como «la escritura con¬
tiene» —lo mismo que en el caso de it. l’abbreviatura con¬
tiene , y no como «la escritura dice»). De ahí diversos in¬
tentos de «gramaticalizar», es decir, de adaptar al uso latino
normal, el primitivo continet (al que se atribuye en general
el significado de «contener») y, al mismo tiempo, confusiones
y contaminaciones que complican bastante las modalidades
del empleo técnico de continere en latín medieval. Junto al
continet claramente impersonal y con el significado de «decir»
(sicut superius continet, sicut in edicto continet) y al per¬
sonal edictus (edictum) continet (donde, precisamente, es
posible el significado «contener»), encontramos en latín me¬
dieval también la adaptación pasiva del tipo continetur in
edicto (sicut superius continetur, en las Formulae Marculfi),3,
así como la adaptación del número al objeto de la afirmación,
que se convierte de este modo en sujeto (tipo fines continente
así en el texto latino del documento de Sessa Aurunca: sicut
in pi edictis suis cartulis continunt), y hasta construcciones

13 Cf. A. Uddholm, Formulae Marculfi. Études sur la langue et le


style, Uppsala, 1953, pág. 161.
«que ki contene» 183

totalmente aberrantes como edicto continet, edictus (edictum)


continetur 14.

5.2. A estas vacilaciones, confusiones e intentos de rein¬


terpretación corresponde también el conteno («contengono»,
«continent») de las fórmulas segunda, tercera y cuarta del
documento de Sessa Aurunca, donde que se toma efectiva¬
mente como sujeto y conteneré funciona como verbo perso¬
nal y pasivo, aunque se siga conservando su forma activa.
Las dos construcciones que ki contene y que ki conteno son,
pues, materialmente casi idénticas, pero son totalmente dis¬
tintas en cuanto a su contenido: que ki contene es literal¬
mente quas hic continet (que, objeto directo; contene, im¬
personal y con el significado léxico «dicere, describere»);
que ki conteno es quae hic continent (que, sujeto; conteno,
personal y, probablemente, con el significado propio «con-
tiñere»). En esta última fórmula, basta con poner continen-
tur, en lugar de continent, para que se convierta en una
construcción latina perfectamente normal; y en su forma
italiana, sólo es preciso introducir un si (si conteno) para
que se convierta en una construcción italiana normal, sin
ningún cambio en las relaciones gramaticales que manifiesta.

(Festschrift Walther von Wartburg zum 80.


Geburtstag, Tübingen, 1968, págs. 333-342).

H Sobre estas contaminaciones y confusiones, cf. B. Lofstedt


op. cit., pág. 273.
VII

DE SEMÁNTICA Y ETIMOLOGIA RUMANA

a ajunge, «coger»

S. Puscariu, Études de linguistique roumaine, Cluj-Buca-


rest, 1937, pág. 383, observa que rum. a ajunge, «atteindre»,
«alcanzar» puede convertirse, en imperativo, en sinónimo de
a culege, «cueillir»; por ejemplo, ajunge-mi citeva prune din
pom, «cueille-moi quelques prunes sur l'arbre». Compárese
con esp. alcanzar, «atteindre» y «coger alguna cosa alargan¬
do la mano». También it. raggiungere puede significar «arri-
vare a cogliere».

a fi aminat, «quedar suspenso»

D. Florea-Rariste, en Buletinul Philippide (Iasi), V, pá¬


gina 195, explica a fi aminat (la un examen), «no aprobar
un examen» (pero literalmente «ser aplazado»), como eufe¬
mismo de argot. El giro debería su nacimiento al hecho de
que, por vergüenza, se quisiera evitar el empleo de expresio¬
nes propias como a cüdea, a fi respins. Cf., sin embargo,
De semántica y etimología rumana 185

fr. ajourner, renvoyer (un candidat), esp. aplazar, que sig¬


nifican lo mismo que rum. a amina. El uso rumano será,
pues, un calco del francés.

arat, «arado»

Es sabido que la palabra arat, «arado» (< aratrum) ha


desaparecido del dacorrumano y se ha mantenido, en cam¬
bio, en macedorrumano. A veces se señala que arat, «arado»,
se ha conservado también en algún punto del territorio da¬
corrumano; así: A. Rosetti, Mélanges de linguistique et de
philologie, Copenhague-Bucarest, 1947, pág. 345, y A. Ciora-
nescu, Diccionario etimológico rumano, I, La Laguna, 1958,
s. v. Esto es cierto, aunque los autores citados se refieran
exclusivamente a una nota de C. Lacea, en DR, 6, págs. 339-
340, donde éste señala sólo que una forma arat, probable¬
mente de aratrum, pervive en Rucar (Muscel) como nombre
de una parte del telar. De todos modos, Rosetti piensa que
arat desapareció del dacorrumano porque los eslavos intro¬
dujeron en las tierras rumanas un arado perfeccionado y,
con éste, también la nueva denominación plug; de aquí que
la antigua palabra latina arat, «daco-roumain dialectal et
macédo-roumain», se haya conservado sólo como denomina¬
ción de «une charrue primitive en bois». Esto, sin embargo,
es muy cuestionable, ya que, por una parte, sobre la supe¬
rioridad agrícola de los antiguos eslavos de Rumania estamos
tan poco informados como sobre la historia de la palabra
arat, que debería proporcionarnos una prueba de esa supe¬
rioridad, y, por otra parte, la forma señalada por Lacea no
puede probar nada a este respecto, pues no significa «une
charrue primitive en bois». Además, en las regiones donde
se conservó, el primitivo arado de madera también fue lla¬
mado plug (en ocasiones, plug de lemn) y, a la inversa, los
186 Estudios de lingüística románica

macedo-rumanos emplean también para un arado de hierro


su antigua palabra arat.
En realidad, las causas de la desaparición de dacorrum.
arat, «arado», no han de ser extralingüísticas, sino mera¬
mente lingüísticas, como también insinúa Cioranescu. En
efecto, es lícito suponer que nos hallamos ante un caso
típico de «homonymie génante» y que dacorrum. arat, «ara¬
do», fue sustituido por un eslavismo simplemente debido
a su coincidencia con el participio sustantivado arat, muy
usado en la vida campesina. Arat, «arar, labranza», no podía
ser sustituido porque, tanto gramatical como léxicamente,
está muy bien integrado en el sistema lingüístico rumano.
Gramaticalmente corresponde a los muy numerosos parti¬
cipios en -at (cintat, lucrat, mincat, etc.), y léxicamente, a
los muchos participios sustantivados que se emplean, pre¬
cisamente, para designar trabajos agrícolas (arat, semánat,
cosit, prásit, sapat, ales, cules, strins, intors, secerat, treierat,
tÜiat, etc.). En cambio, la palabra arat, «arado», era una
forma aislada; y es sabido que, de dos formas homófonas,
en caso de una «homonymie génante», generalmente se sus¬
tituye aquélla que no corresponde a un procedimiento siste¬
mático de la lengua en cuestión. Prueba de ello es, precisa¬
mente, la conservación de la palabra arat en macedorrumano,
donde el participio tiene la forma aratñ y para dacorrum.
arat, «arar, labranza», se emplea arare.

aseara

En BL, 8, Supplément, pág. 8, se lee: «M. Seidel montre


qu’il y a une relation entre aseara et v.sl. dinisi». Uno se
pregunta de qué relación podrá tratarse, pues desde el punto
de vista lingüístico no hay, evidentemente, ninguna. El ant.
De semántica y etimología rumana 187

esl. eclesiástico álnisi contiene díní, «día», y -si, pronombre


demostrativo, y significa «hoy». En cambio, rum. aseara,
«ayer por la tarde», es paralelo a esp. anoche y a port. ontem
(< aontem), «ayer», y, como formación, también a fr. ant.
anuit, «hoy por la noche».

auzi!, « ¡oye! »

S. Puscariu, Études, pág. 383, advierte que rum. a auzi,


«oír, entendre», toma en el imperativo el significado de «es¬
cuchar»: auzi!, «écoute! ». En realidad, auzi! se emplea sólo
para llamar la atención del interlocutor y no está propia¬
mente por ascultá!, «¡escucha!». Además, el fenómeno no
se limita al rumano: cf. esp. ¡oye!, it. sentí!, en casos en que
para lo que se relaciona con la vista no se emplean ¡ve!,
vedi!, sino los durativos ¡mira!, guarda! (rum. uitá-te!).

bárbat, «en barbecho»

G. Giuglea, en DR, 5, págs. 538-542, ha logrado mostrar


que rum. bárbat, en la expresión la dealul bürbat, continúa
lat. vervactum, «barbecho», y corresponde por tanto a esp.
barbecho, fr. guéret, log. barbattu [barvattu], port. barbeito.
Apoyándose en el verbo vervago, «défricher, labourer pour
la premiére fois», supone, además, que el primer significado
de bárbat ha sido más o menos «terre labourée non en-
semencée». De ahí el significado que le parece advertir en
los conocidos versos La dealul bárbat / Pe drumul sápat:
se trataría de un campo recientemente roturado, sobre el
cual sólo se podría caminar y cabalgar con dificultad, a
causa de los surcos. Pero esto no es de ningún modo nece¬
sario, ya que vervactum está bien atestiguado en latín con
188 Estudios de lingüística románica

el significado de «barbecho», «terre laissée en jachére». Tam¬


bién en las lenguas románicas el verbo correspondiente sig¬
nifica «roturar» (así, esp. barbechar, log. barvattare), mien¬
tras que el sustantivo tiene el significado de «barbecho»,
«tierra baldía». También rum. barbat, como adjetivo, debería
significar simplemente «improductivo, no labrado, no plan¬
tado, baldío», significado que también para los versos antes
citados conviene mucho mejor que el de «terre labourée non
ensemencée».

brinca, «aguja del reloj»

S. Puscariu, Études, págs. 396-397, considera que el es¬


casamente atestiguado significado dialectal «aguja del reloj»
de brinca, «mano» (Transilvania), surgió por el reloj de una
torre de Brasov, que tiene las agujas en forma de manos,
o a causa de algún otro reloj de este tipo. Compárense, sin
embargo, las denominaciones corrientes en español y cata¬
lán, las manecillas (del reloj), les manetes (del rellotge), e
ing. hands. La comparación aguja del reloj — mano es, pues,
de tipo general y no necesita remontarse a un reloj deter¬
minado.

calürie, «equitación» y «caballo de silla»

S. Puscariu, Études, pág. 390, piensa que cálárie, «cheval


de selle» (en la Sierra occidental de Transilvania) representa
una forma abreviada de cal de cálarie, «caballo de cabalgar».
Compárese, sin embargo, la formación análoga, y con signi¬
ficado similar, en otras lenguas románicas: it. cavalcatura,
«bestia da sella»; esp. cabalgadura, «bestia en que se cabalga
o se puede cabalgar»; cat. cavalcadura; port. cavalgadura.
De semántica y etimología rumana 189

ceapa, «reloj gordo de bolsillo»

A. Graur, en BL, 5, 1937, pág. 223, piensa que el empleo


de ceapa para «reloj gordo de bolsillo» (que A. Vasiliu, en
GS, 7, pág. 109, había comparado con fr. oignon, «cebolla»
y «grosse montre») fue favorecido por la semejanza mate¬
rial entre rum. ceas, «reloj», y ceapa, «cebolla». No sólo fr.
oignon, sino también it. cipolla, cipollone, «grosso orologio
da tasca», demuestran que esto no es en absoluto necesario.
Cf. también el alemán argótico bozel, «cebolla» y «reloj», y
las otras varias expresiones de este tipo señaladas por U.
Pellis, en Silloge Ascoli (= AGI, 22-23), Turín, 1929, págs. 573-
574.

il cheama, «se llama»

S. Puscariu, «Zur Rekonstruktion des Urrumánischen»,


en Prinzipien der romanischen Sprachwissenschaft, I, Halle,
1910, pág. 29 (traducción francesa en Études, pág. 76), con¬
sidera la forma chema, en las construcciones del tipo il che¬
ma Ion, «se llamaba Juan», como un resto de la forma anti¬
gua de la 3.a persona del plural: «gramaticalmente», piensa
Puscariu, se esperaría hoy il chemau Ion, ya que el sujeto
(implícito) sería oamenii («los hombres», es decir, «la gente»).
Así también A. Procopovici, en DR, 4, pág. 41. En la nueva
gramática de la Academia rumana, Gramática limbii romine,
I2, Bucarest, 1963, pág. 244, se sostiene, en cambio, que en el
giro cum te cheamá?, «¿cómo te llamas?», es imposible com¬
probar si el verbo está en plural o singular. Ambas explica¬
ciones deben rechazarse, pues en este uso de a chema —como
ya lo observó Spitzer, en DR, 5, pág. 15 se trata evidente¬
mente de un singular impersonal. Spitzer se fundaba, por
190 Estudios de lingüística románica

cierto, sólo en su intuición y, además, hacía referencia a


esp. dizque, que, en realidad, no viene al caso. Pero que se
trata efectivamente de un singular puede también probarse,
precisamente, por el hecho de que a chema, en este uso,
aparece en singular en todos los casos en que, en la conjuga¬
ción rumana, el singular y el plural se diferencian morfo¬
lógicamente, es decir, no sólo en imperfecto (il chema, no
il chemau), sino también en futuro y en pluscuamperfecto
(il va chema, are sá-l cheme, il chemase, no il vor chema,
au sá-l cheme, il chemaserá). Y, naturalmente, como verbo
impersonal, a chema no tiene sujeto en este empleo, y no
implica ni «oamenii» ni ningún otro agente. Además, il che¬
mau Ion no significaría «se llamaba Juan», sino «solían lla¬
marlo Juan, darle el nombre de Juan». Por otra parte, un
uso análogo se registra asimismo para a zice, «decir», que
también se emplea como singular impersonal con el signi¬
ficado de «llamarse» (cum iti zice?, cum ii zicea?). Finalmen¬
te, el giro rumano no está totalmente aislado dentro de la
Romania. También el francés popular conoce algo seme¬
jante: cf. Comment vous appelle-t-on?, en una bien conocida
canción popular.

daca

A. Procopovici, en DR, 11, págs. 1-50, intenta rebatir la


etimología dada por N. Dráganu, en DR, 3, págs. 251-284, para
rum. dacá, «si» (< de ca). Propone en su lugar < deest
eccum, y uno de sus argumentos más importantes es que
rum. dacá se emplearía como «interjección» —por ejemplo,
dacá nu-s surdá, cucoaná (pág. 45)—, lo que, en su opinión,
sería compatible con deest eccum, mas no con un sentido
condicional. Éste, sin embargo, es un argumento muy débil,
ya que precisamente en este caso también otras lenguas
De semántica y etimología rumana 191

románicas emplean su si. Así, por ejemplo: esp. si dije que


esto no podía parar en bien (en el Diccionario de la Real
Academia, con la siguiente explicación: «a principio de cláu¬
sula tiene a veces por objeto dar énfasis o energía a las ex¬
presiones de duda, deseo o aseveración»); it. se non ti ho
detto nulla!, se non ti ho neanche toccato! Y el mismo ejem¬
plo aducido por Procopovici sería en español: ¡Si no soy
sorda, señora! En consecuencia, conviene que nos quedemos
con la explicación de Dráganu, que tiene sus buenas razones.
Habla en su favor, entre otras cosas, el español desde que,
en el sentido de «puesto que, visto que», que corresponde
exactamente al de ca supuesto por Draganu, y que puede
expresarse en rumano, precisamente, por dacá (por ejemplo,
dacá am vázut..., «desde que he visto...»).

a despica

A. Graur, Etimologii rominesti, Bucarest, 1963, pág. 88, es¬


cribe que los diccionarios rumanos explican a despica, «es¬
cindir, partir, hender», por rum. spic, «espiga», y a veces
por lat. spica. Él personalmente prefiere la etimología < lat.
despicare. La única dificultad estaría en que, si este verbo
estuviera relacionado con specio, debería haber tenido una
i breve (que en rumano habría dado e). De aquí que admita
que despico, a pesar de su relación con specio, tenía en
realidad (como suspicio) una i larga y que rum. a despica
puede considerarse muy bien una palabra heredada.
Sobre esto último, no hay, en realidad, ninguna duda
desde hace ya mucho tiempo, pues a despica no suele ex¬
plicarse por rum. spic. La etimología como tal (< lat. des¬
picare) está ya en O. Densusianu, Histoire de la langue rou-
maine, I, París, 1901, pág. 169, y es la generalmente aceptada.
192 Estudios de lingüística románica

Se la encuentra en el REW; en el EWRS de Puscariu; en el


Diccionario etimológico de A. Cioranescu; en Th. Capidan,
Dictionar meglenoromán (para el meglenorr. dispic, aunque,
en este caso, sí, bajo la forma de-spico); en A. Rosetti, Istoria
limbii romane, I, 1938, pág. 165; en A. Lombard, Le verbe
roumain, I, Lund, 1954, pág. 356, e incluso en el DLRM (donde,
sin embargo como en Lombard, despicare aparece con aste¬
risco). Unicamente sobre las relaciones latinas de despico
no se encuentra en las obras citadas ninguna toma de posi¬
ción expresa.
Naturalmente, en lo que concierne al significado del verbo
rumano, no hay que suponer como punto de partida el «des¬
plumar aves» que aparece en el REW, sino «abrir el vientre»,
atestiguado en el latín tardío. También el desarrollo semán¬
tico de «abrir el vientre», a «partir, despedazar» está ya
atestiguado en latín tardío. Véase sobre ello H. Ronsch,
Semasiologische Beitrage zum lateinischen Wórterbuch, III,
1889, pág. 27 (tectis admodum despicatis, despicatis postibus
ianuarum), y cf. fr. éventrer, «ouvrir le ventre» y «ouvrir
de forcé» (éventrer une porte); it. sventrare, «aprire il ven¬
tre» y «squarciare nel mezzo». Nótese, además, que rum.
a despica significa también «a spinteca», es decir, precisa¬
mente, «éventrer», y que el verbo latino, probablemente por
la supuesta relación con spica, aparece con i larga en diver¬
sos diccionarios: así, en Georges (con el significado de «des¬
plumar»), en F. Calonghi, Dizionario delta lingua latina3,
Turín, 1957, y en A. Souter, A Glossary of Later Latín, Oxford,
1949.

habar

En los diccionarios rumanos se encuentra bajo el lema


habar la expresión a nu avea habar de (o despre), «no saber
De semántica y etimología rumana 193

nada de», que se explica a partir del turco haber, «noticia,


información». Propiamente, debiera considerarse como prés¬
tamo todo el giro, puesto que en él el orden de palabras no
es el normal en rumano (n’am habar), sino uno tomado del
turco: habar n’am (habar sá n’ai, habar n’avea, etc.); cf.
turco haberim yok, «no sé nada de esto», «no tengo ninguna
información». En rumano no existe en realidad una palabra
habar, con el significado de «noticia, conocimiento, concepto»
(así en Cioranescu, Diccionario etimológico), fuera de esta
expresión con a avea, «tener» (por ejemplo, no sería posible
*primisem habar, «había recibido noticia»).

a implini x ani, «cumplir x años»

P. Papahagi, «Parallele Ausdrücke und Redensarten im


Rumánischen, Albanesischen, Neugriechischen und Bulgari-
schen», XIV. Jahresbericht des Instituís für rumánische
Sprache zu Leipzig, 1908, § 79, considera el rumano y el al-
banés «cumplir», en la expresión «cumplir x años» (rum.
a implini x ani), es decir, «llegar a tener x años de edad»,
como paralelismo balcánico. C. Tagliavini, «Paralleli unghe-
resi a evoluzioni semantiche e a frasi idiomatiche ritenute
caratteristiche delle lingue balcaniche», en Miscellanea di
studi dedicad a Emerico Várady, Módena, 1966, pág. 224,
observa que también el húngaro tiene «cumplir x años» para
«llegar a tener x años de edad» y remite al mismo tiempo
a «lo svolgimento semántico del latino complere in alcune
lingue romanze, come ital. ha compito 40 anni». De hecho,
también en español cumplir x años es la expresión usual
para lo mismo. Pero no se tratara en este caso de una in¬
novación románica, puesto que ya en latín el giro x annos
complere se empleaba con un significado casi totalmente

EST. LINGÜÍSTICA ROMÁNICA. — 13


194 Estudios de lingüística románica

análogo, es decir, no sólo para «vivir hasta el año x», «vivir


x años», sino también para «alcanzar [‘cumplir’] el año x
de la vida», «alcanzar la edad de x años»; cf. Gorgias centum
et septem complevit annos; cum VII et LXX complesset
(ambos ejemplos de Cicerón); Corvinus centesimum annum
complevit (Val. Max.); Livia sic tecum compleat annos (Ov.);
bis Cloelia senos nondum compleverat primaevi corporis
annos (Sil. Ital.). El «balcanismo» es, pues, en este caso,
como en tantos otros, simplemente un fenómeno latino-ro¬
mance.

a ingrüsa

A. Graur, Etimologii rominesti, pág. 8, piensa que a in-


grása, «engordar», no viene de *ingrassiare, sino que repre¬
senta «evidentemente» una derivación rumana de gras. Na¬
turalmente, esto es posible, aunque no puede probarse. Pero
la existencia de otros verbos románicos (fr., prov., port., cat.),
que sólo pueden remontarse a *ingrassiare, hace probable
que lo mismo sea válido también para a ingrása. La forma¬
ción totalmente análoga de esos verbos y su coincidencia de
contenido difícilmente pueden considerarse como casuales.

maghistá

El Diccionario de la Academia Rumana, Dictionarul limbii


romane \_DLR], VI, 1 da como etimología de maghistü, «he¬
chicera», «mag + suf. -ísid». Pero tal formación sería muy
extraña. Convendrá pensar más bien en gr. mod. [ictyíoxpa,
«hechicera», con adaptación del sufijo, en el caso de que no
se trate simplemente de una modificación arbitraria de la
palabra griega por parte del poeta A. Pann, que la emplea.
195
De semántica y etimología rumana

Maglavit

A. Graur, en BL, 6, 1938, pág. 155, explica Maglavit (nom¬


bre de un pueblo de Oltenia) como procedente de gr. mod.
p.ayKÁa|3ÍTr|(;, «tortureur» (de ^iayKXa|3í¿;co, «tourmenter»,
«torturer»). Esta explicación es aceptada por I. lordan, Topo¬
nimia romíneascá, Bucarest, 1963, pág. 519, quien añade que
el topónimo se basa seguramente en un nombre de persona.
¿Pero está atestiguado el nombre MocyK.Xa|3írr|<;? Teniendo
en cuenta la situación geográfica del pueblo, es mucho más
probable que se trate simplemente de servio-cr. maglovit,
«brumeux, nébuleux, voilé». Cf. topónimos semejantes en
Yugoslavia (Maglaj) y Bulgaria (Mágliz).

a se mangosi

El DLR, VI, 2, considera el verbo a se mangosi como


«derivat regresiv de la mangosit», y para éste da: «Etimolo¬
gía necunoscutá». Ahora bien, esta familia de palabras (a
se mangosi - mangosit - mangoseala) presenta la forma típica
de las familias de palabras que corresponden a préstamos
verbales del griego moderno (cf. apelpisi- apelpisit, fandosi-
fandoseala, molipsi - molipsealá, paraponisi - paraponisit, plic-
tisi - plictisit - plictisealá, schimonosi - schimonosit - schimono-
seala, sclifosi - sclifosit - sclifoséala, sinchisi- sinchisealá, etc.).
La palabra base será, pues, también en este caso, el verbo,
y no el adjetivo. Y en cuanto a su etimología, convendrá
_en atención a la perfecta coincidencia material— seguir
aceptando la derivación propuesta por A. Graur, en BL, 4,
págs. 99-100, de gr. mod. [iayyá>vco [aoristo: épáyycooccL
«presser, serrer», «calandrer, pincer». Es cierto que la corres-
196 Estudios de lingüística románica

pondencia en el contenido parece insatisfactoria (cf. L. Gáldi,


Les mots d’origine néo-grecque en roumain á l’époque des
Phanariotes, Budapest, 1939, pág. 207). Pero, en realidad, se
trata de palabras injuriosas de significado vago y que ad¬
miten toda clase de interpretaciones. También otras palabras
de origen griego moderno se han convertido en palabras in¬
sultantes, de contenido peyorativo más o menos indetermina¬
do, y se han alejado, de este modo, de su significado etimo¬
lógico (cf. apelpisit, fandosit, paraponisit, sclifosit, etc.). En
a se mingosi, «a se murdari» [«ensuciarse»], mingosit, min-
gosealá, que el DLR da como variantes, podría haber conta¬
minación con a se minji, «ensuciarse».
También mangucie, «om prápadit, sarac», es probable¬
mente de origen griego moderno, aunque en este caso es más
bien la derivación material la que plantea ciertas dificultades.
Desde el punto de vista del contenido, la palabra corresponde
exactamente a gr. mod. pocyKoó(j>r|c;, «misérable, gredin, ca-
naille, malheureux, pauvre».

marinar

La etimología de marinar sería, según el DLR, VI, 2:


«Marina + suf. -ar, dupa modelul fr. marinier». El modelo
debe haber sido más bien it. marinaio, puesto que fr. marinier
es ante todo adjetivo y significa otra cosa. Es sabido que la
palabra francesa para «marinero» es marin, no marinier.

mascaroaná

Para mascaroaná, el DLR, VI, 2 (probablemente según


L. Gáldi, Les mots d’origine néo-grecque, pág. 207), da como
etimología: «Din ngr. paoKocpóvopoa», [«enmascararse, dis-
De semántica y etimología rumana 197

frazarse»], lo que tanto material como semánticamente es


bastante improbable. Dada la fecha del primer testimonio
(1715), se tratará más bien de mascherone, tomado directa¬
mente del italiano.

Melstrom

El DLR, VI, 5, registra para Mélstrom el significado «frá-


mintare de ape; bulboana, viltoare, virtej» («torbellino»),
como si se tratara de un apelativo. En realidad, Melstrom
es un nombre geográfico, como se desprende también de la
primera cita del DLR: Melstrom se numeste un virtej mare
de apa aproape de tarmul Norvegiei [«Melstrom se llama
un gran torbellino cerca de la costa de Noruega»]. En el
ejemplo tomado de Cezar Petrescu (in melstromul circular
al dansului), se trata de una metáfora fundada en el nombre
geográfico. Además, el étimo del nombre no es al. Meerstrom,
«curent marin», como se dice en el DLR, sino neerl. Mael-
strom (Maalstroom) < malen, «moler» + stroom, «corrien¬
te». Pero la forma rumana difícilmente puede considerarse
como préstamo directo del neerlandés: muy probablemente
ha habido aquí mediación de alguna otra lengua europea
occidental (¿inglés?, ¿francés?). En todo caso, no es proba¬
ble que la lengua mediadora haya sido el alemán, puesto
que la forma alemana de ese nombre es Mahlstrom. Como
es sabido, el Maelstrom se hizo famoso sobre todo por la
narración de Edgar Alian Poe, A Descent into the Maelstrom
(1841).

istrorrum. mladicu

Según S. Puscariu, en DR, 5, pág. 746, el istrorrum. mladi¬


cu (vocativo) sería un nominativus pro vocativo. En realidad
198 Estudios de lingüística románica

se trata del vocativo croata, perfectamente regular, de mla-


dic, «joven, muchacho».

a náclai, «pegar»

El DLRM, Bucarest, 1958, da como étimo de este verbo


el ruso nakleit', «pegar», lo que difícilmente puede aceptarse
en el caso de un verbo tan popular y de tan amplia difusión.
El verbo procede seguramente de bulg. naklejvam, «coller,
entoiler, encoller».

neam, «nada»

En contra de la explicación de Tiktin, A. Graur, Mélanges


linguistiques, París-Bucarest, 1936, págs. 120-121, considera
que neam, en el sentido de deloe, cítusi de putin, es decir,
«guére, point», «nada, absolutamente nada» (en expresiones
como nu ride neanr, cit despre fructe, neam) no procede de
húng. nem, «clase, género, tipo», como rum. neam, «pariente,
linaje, nación», sino de húng. nem, «no» (rum. nu). Es acon¬
sejable, sin embargo, mantener la explicación de Titkin, ya
que también otras palabras que significan «tipo, clase» se
emplean con sentido negativo, tanto en rumano como en
otras lenguas; cf. rum. de fel, «guére, point» (fel, propia¬
mente «tipo, clase»), e it. di sorta. Es cierto que el neam
negativo no se emplea con de, pero un significado «no» no
puede conciliarse con las construcciones en que aparece (nu
ride neam puede interpretarse muy bien como nu ride de
fel, pero no como nu ride nu).
De semántica y etimología rumana 199

a pierde

Rum. a pierde significa, como es sabido, además de «per¬


der», también «arruinar, destruir». Ahora bien, aun sabiendo
que este último significado existía también en latín, A. Graur,
en BL, 6, 1938, pág. 167, considera probable que en rumano
se trate de un calco del eslavo, donde pogubiti significa al
mismo tiempo «détruir, tuer» y «perdre». En realidad, no
hay ningún motivo para suponer tal calco, ya que el rumano
coincide a este respecto tanto con el latín como con las
demás lenguas románicas. Cf. it. per dere, «mandare in ro-
vina» (por ejemplo, cercavano di perderlo = rum. cáutau
sá-l piardá); fr. perdre, «ruiner, causer la ruine»; esp. per¬
der, «ocasionar a uno ruina o daño en la honra o en la ha¬
cienda». Por lo demás, este significado es antiguo y está bien
enraizado en latín (cf. la oposición perdo - pereo), de manera
que sólo puede hacerse notar que en rumano se ha conser¬
vado con más fidelidad que en las demás lenguas románicas.
Además, el verbo rumano significa en primer lugar «perder»
y sólo en segundo lugar «destruir, arruinar», mientras que
el verbo eslavo significa en primer lugar «deteriorar, arrui¬
nar». La misma extensión de significado que esl. pogubiti
presentaba gr. óXXopi, dcnóXXopi (también en primer lugar
«destruir, arruinar, matar» y luego «perder»). La ampliación
del significado en eslavo constituye, pues, probablemente, un
calco del griego. Asimismo, es posible que los verbos griegos
hayan influido también en el verbo rumano. En griego mo¬
derno dcnoXXúco significa «perder» y en la forma media «mo¬
rir, quedar aniquilado», como en rumano a pierde - a fi pier-
dut (pero cf. también fr. nous sommes perdus, it. siamo
perduti).
200 Estudios de lingüística románica

a spáiminta

A. Graur, Etimologii rominesti, pág. 142, sostiene la opi¬


nión de que a spáiminta, «asustar, amedrentar» (antes a
spdminta), podría ser un derivado de pámint, «tierra», y cita
como formaciones paralelas fr. atterrer y lat. consterno. La
etimología < spavento [expavento] la rechaza decididamente,
puesto que v-n > m-n le parece «lucru cu totul neverosimil»
[«cosa totalmente inverosímil»]. Sin embargo, la alternancia
v - m no es desconocida en románico; cf. it. novero < numera
y, viceversa, cubitu > govito > gomito. Y también está bien
atestiguada la asimilación v-n > m-n, ya. supuesta por Diez
y Meyer-Lübke, y, más aún, lo está precisamente en una pa¬
labra estrechamente relacionada con la nuestra: cf. las for¬
mas españolas aspamento - espamento - espamiento (Corami¬
nas, DCELC, tomo I, pág. 305). Nos quedaremos, pues, con
la forma ya propuesta hace tiempo *expamentare (< ex-
paventare), que, por lo demás, también pervive en val. spei-
menta. El galur. spamintá puede, sin duda, proceder de it.
spaventare (cf. M. L. Wagner, La lingua sarda, Berna, s. a.,
pág. 112), pero, aun así, ello sólo confirmaría la etimología
de la palabra rumana, puesto que la forma sarda presenta,
precisamente, la misma asimilación.

tot una mi-e

P. Papahagi, Parallele Ausdrücke, § 75, señala como giro


balcánico rum. imi este tot una, que traduce literalmente
por «todo es uno para mí» y (como él piensa) de acuerdo
con el sentido, por «todo me es indiferente». C. Tagliavini,
«Paralleli ungheresi», pág. 224, aduce para esto también una
De semántica y etimología rumana 201

expresión paralela del húngaro y remite además a it. per me


é tutt’uno. Ahora bien, es cierto que el mismo giro aparece
en las lenguas balcánicas, pero la explicación de Papahagi
es totalmente errónea. Rum. imi este tot una significa lite¬
ralmente, no «todo es uno para mí» (que sería totul imi
este una o tóate imi sint una), sino «para mí es 'todo uno’»,
y «todo uno» significa simplemente «lo mismo». Por tanto,
«de acuerdo con el sentido», el giro no significa «todo me
es indiferente» («todo» no aparece siquiera en el giro mismo,
puesto que tot pertenece al predicado, no al sujeto), sino
«me da igual», «me es indiferente», «para mí es lo mismo»
(cf. tot una mi-e dac’oiu muri, «me es indiferente si muero»).
El paralelismo —en lo que concierne al uso de «todo» para
expresar, en ciertos casos, la identidad— no se limita por lo
demás a las lenguas consideradas por Papahagi: cf. rus. mne
vse ravnó, «that's all the same to me», vse-taki, «nevertheless,
all the same»; servio-cr. meni je svejedno, «cela m’est égal»
(como también búlg. vse edno, vse ravno, «c’est égal, c'est la
méme chose»). En albanés se usa gjithé, «todo», de manera
semejante también en el giro gjith’ ashtú, gjithé késhtú, «asi¬
mismo». Pero en rumano este empleo representa un proce¬
dimiento sistemático, ya que tot funciona de manera general
como morfema de identidad (como, por ejemplo, al. ehen,
áuch, o como it. puré). Así, por ejemplo: tot asa (tot astfel),
«asimismo», tot acolo, «allí mismo», tot incolo, «hacia allá
mismo», tot atunci, «también entonces», tot acesta «éste
mismo», tot el, «él mismo, también él», tot eu, «también yo»,
tot aici, «también aquí», tot azi, «también hoy», etc. Además,
existen buenos paralelos románicos de este uso. En sardo
se emplea tottu para «mismo» (así, por ejemplo, issos e
ttottu, «ellos mismos»; dego e ttottu, «yo mismo»); y para
«el mismo, la misma», el sardo tiene tott’unu, tott’una. Tam¬
bién it. per me é tutt’uno significa, no «todo me es igual»,
202 Estudios de lingüística románica

sino, como las expresiones «balcánicas», «para mí es igual»;


y essere tutt'uno significa, exactamente como en rumano,
«essere la stessa cosa», por ejemplo: in certi casi, tacere o
mentiré é tutt’uno (Cappuccini-Migliorini, Vocabolario, s. v.
tutto). Y cf. también esp. es todo uno, «es lo mismo». Final¬
mente, como en rumano, en italiano puede referirse el feme¬
nino una a un masculino o a un significado neutro, con lo
cual rum. tot una resulta idéntico en su totalidad, como for¬
mación y como contenido, a it. tutt’una. En consecuencia,
también en este caso puede considerarse el supuesto «bal-
canismo» del rumano como balcano-romanismo.

(Verba et Vocabula. Errist Gamillscheg


zum 80. Geburtstag, Munich, 1968, págs. 135-
145).
VIII

COORDINACIÓN LATINA Y COORDINACIÓN ROMÁNICA

0.1. En esta comunicación me propongo ante todo plan¬


tear, por medio de ciertos aspectos del latín y de los corres¬
pondientes desarrollos románicos, dos problemas teóricos y
metodológicos de orden general: a) el de la «estructurabili-
dad» (análisis estructural o funcional) de los hechos sintác¬
ticos y b) el de la determinación de la expresión por el con¬
tenido lingüístico. Lo cual, naturalmente, no significa que no
quiera contribuir, en alguna medida, también a la descrip¬
ción estructural del latín y de las lenguas románicas.

0.2.1. Con respecto al primer problema, me propongo


mostrar que los hechos sintácticos son estructurales exacta¬
mente en el mismo sentido en el que lo son los hechos fó¬
nicos y, en mi opinión, también los hechos léxicos *, o sea,
mediante el establecimiento de paradigmas, en los cuales
los términos implicados se oponen unos a otros por medio
de elementos funcionalmente diferenciadores (rasgos distin-

i Cf. mi trabajo «Pour une sémantique diachronique structurale»,


en TLL, 2 1, Estrasburgo, 1964, en part., págs. 157-159 (y, en traducción
española, en mis Principios de semántica estructural, Madrid, 1977,
págs. 39-43).
204 Estudios de lingüística románica

tivos). La única diferencia formal entre esos paradigmas


consiste en que los términos correspondientes pertenecen a
niveles diferentes de organización lingüística. En el caso de
los hechos sintácticos, los términos en oposición serán, na¬
turalmente, «sintagmas» de varios niveles (por ej.: grupos
de palabras, oraciones)2.
Así, pues, entiendo hablar de estructuras paradigmáticas,
funcionales, opositivas o «internas», no de estructuras sin¬
tagmáticas, combinatorias, constitutivas o «externas». En los
últimos tiempos se ha hablado mucho, precisamente a pro¬
pósito de la investigación de las estructuras sintácticas, de
la llamada gramática o teoría (en realidad: técnica) «trans-
formacional». Esta técnica, que se ha convertido incluso en
una moda de la lingüística actual, ha gozado, y goza aún, de
una ruidosa y en gran parte inmerecida publicidad. Ahora
bien, uno de los defectos más graves de la gramática transfor-
macíonal es el de que descuida (hasta deliberadamente) el
plano funcional de la lengua, es decir, el plano lingüístico
por excelencia y en el cual tanto ha trabajado —y ha des¬
cubierto— el estructuralismo, sobre todo el europeo. Así lo
hace en la fonética (donde, del plano morfonemático, pre¬
tende pasar sin más a las realizaciones fónicas)3, en la semán-

2 Pero, en realidad, también las oposiciones llamadas «morfológi¬


cas» del tipo aquila / aquilam, pueden interpretarse como oposiciones
entre sintagmas del tipo aquil-a / aquil-am, o, en un sentido más gene¬
ral, L-a / L-am (donde L representa el elemento léxico supuesto por
la respectiva oposición gramatical). Sin embargo, el término «sintagma»
se aplicará aquí, convencionalmente, a los sintagmas de niveles supe¬
riores al nivel de la palabra. En el mismo sentido se empleará la ex¬
presión «hechos sintácticos», aunque, en rigor, todos los hechos gra¬
maticales son «sintácticos», ya sea de sintaxis «constitucional (= «mor¬
fología», no sólo de la palabra, sino de todos los niveles de estruc¬
turación gramatical), o de sintaxis «funcional» y «relacional».
2 Es lo que, con argumentos en gran parte sofísticos, intenta
N. Chomsky, Current Issues in Linguistic Theory, La Haya, 1964, en
part., págs. 75 y sigs.
Coordinación latina y coordinación románica 205

tica léxica (donde pasa de los significantes léxicos a sus


«acepciones» en el discurso)4, y también en lo que concierne
a las estructuras sintácticas. Ello ocurre porque la gramática
transformacional ignora el eje paradigmático de la lengua,
en el cual, precisamente, se establecen las oposiciones fun¬
cionales. En efecto, «estructura» significa en gramática trans¬
formacional exclusivamente estructura sintagmática, es decir,
estructura combinatoria o de dependencias: estructura cons¬
titutiva externa, que puede ser inmediata o mediata. En el
primer caso, se trata de la constitución concreta de los sin¬
tagmas, o sea, de la manera como las unidades significantes
se combinan y se incluyen en unidades más amplias o de
nivel superior5. En el segundo, de relaciones entre sintagmas
diferentes, pertenecientes al mismo paradigma o a paradig¬
mas distintos; relaciones presentadas como modos de pasar
de un sintagma a otros sintagmas («transformaciones»)6.

4 A eso se reduce la llamada «semántica estructural» de Katz y


Fodor, «The structure of a semantic theory», en Language, 39, 1963,
págs. 170-210.
5 Esa estructura se revela al presentarse las cadenas sintagmáticas
en forma de «árboles estructurales», que ponen de manifiesto el orden
de las distintas combinaciones. Tales «árboles» no permiten, sin em¬
bargo, distinguir entre diferencia de amplitud y diferencia de nivel
funcional entre las estructuras sintagmáticas, pues también esta dis¬
tinción sólo se puede hacer en sentido paradigmático. Así, para esta¬
blecer que el grupo de palabras es nivel funcional en una lengua (lo
es en las lenguas románicas, mas no lo era en latín), hay que com¬
probar que en esa lengua existen oposiciones (paradigmas) que corres¬
ponden, precisamente, a ese nivel (como esp. el manso buey / el buey
manso). Es curioso el intento de Katz y Fodor de presentar como es¬
tructura de dependencias también la estructura semántica de las uni¬
dades léxicas: puesto que, en este caso, no hay combinación de ele¬
mentos de expresión, ellos estructuran en el mismo sentido la inter¬
pretación de los significantes léxicos, de manera que un significado
correspondiente a un significante unívoco (y, por lo tanto, inmediata¬
mente interpretable) no tendría, en rigor, «estructura».
6 Personalmente, prefiero hablar de «relaciones», más bien que de
«transformaciones», pues muchas de las transformaciones supuestas
206 Estudios de lingüística románica

De este modo, la gramática transformacional reduce la sin¬


taxis a sintaxis «constitucional» y «relacional», e ignora, en
cambio, la sintaxis funcional, las oposiciones funcionales entre
las unidades sintácticas, con lo cual se limita, en el fondo,
al análisis del plano de la expresión, a pesar de que las
«transformaciones» las justifica por el contenido y de que,
tanto en el análisis constitucional como en el relacional, uti¬
liza designaciones funcionales («activo», «pasivo», «afirma¬
tivo», «negativo», etc.)* * * * * * 7- Lo curioso es que con ello preten
corresponder a la «intuición» (saber lingüístico) del hablante,
mientras que, en realidad, el hablante sabe, no sólo cómo
construye los sintagmas y cómo pasa de un sintagma a otro,
sino también para qué, con qué finalidad significativa, en
vista de qué funciones lingüísticas, lo hace8. Más aún:
esto último es lo lingüísticamente determinante. Conocer una
lengua significa, en primer lugar, conocer su «forma interior»,

por los transformacionalistas no son transformaciones reales, hechos


de lenguaje, sino sólo expedientes de la descripción, hechos de metodo¬
logía lingüística. Así, las oraciones subordinadas son transformaciones
reales de oraciones libres; los sustantivos del tipo belleza, brevedad,
etcétera, son transformaciones reales de adjetivos en función predica¬
tiva. En cambio, no hay ninguna razón lingüística real, y sí sólo even¬
tuales razones prácticas, de comodidad de la descripción, para con¬
siderar las oraciones pasivas como transformaciones de oraciones
activas o el adjetivo atributo como transformación del adjetivo pre¬
dicado. El término «transformación» conviene reservarlo para las trans¬
formaciones reales.
7 Ello se debe al hecho de que la gramática transformacional, a
pesar de pretender superar el bloomfieldismo, sigue excluyendo el
significado del campo de la gramática y, quizás, también a la persis¬
tencia de la idea errónea de que las funciones sintácticas serían uni¬
versales y de que entre las lenguas sólo habría, en este aspecto, dife¬
rencias de «forma exterior», ya sea en la estructura inmediata («cons¬
titucional»), o en la llamada «estructura profunda» («transformacio¬
nal»).
8 Acerca de la naturaleza del saber lingüístico, cf. E. Coseriu, Sin¬
cronía, diacronía e historia, Montevideo, 1958, págs. 32-34 (2.a ed., Ma¬
drid, 1973, págs. 57-62).
Coordinación latina y coordinación románica 207

las oposiciones funcionales que le son propias, mientras que


la manera de construir los sintagmas y las llamadas «trans¬
formaciones» (si no se trata de transformaciones reales:
cf. n. 6) corresponden al instrumental utilizado para la ex¬
presión de las funciones y, por lo tanto, a la «forma exte¬
rior» 9 10. Una lengua no es sólo un conjunto de reglas de cons¬
titución sintagmática, inmediata o mediata, sino también, y
ante todo, un sistema de paradigmas funcionales. Así, el
hecho de que lat. hominis se compone de homin- e -is o el
hecho de que esp. el hombre vino ayer puede analizarse como
[(el + hombre) + (vino + ayer)] 10 son hechos de estructura
sintagmática inmediata y de sintaxis «constitucional»; el
hecho de que lat. Pompeius a Caesare victus est puede inter¬
pretarse como «transformación» de Caesar Pompeium vicit
es un hecho de estructura sintagmática mediata y de sintaxis
«relacional»; en cambio, el hecho de que lat. hominis se
opone, por su función, a homo, homini, hominem, etc., es
un hecho de estructura paradigmática u opositiva y de sin¬
taxis funcional n. También en este último caso se trata, si se

9 La identificación entre «forma interior» y «estructura [sintag¬


mática] profunda» («transformaciones» implicadas por una estructura
inmediata) me parece totalmente ilegítima. Como «forma interior»
sólo puede considerarse la estructuración funcional propia de una
lengua. Hay que protestar contra la trivialización de los conceptos
humboldtianos emprendida por la gramática transformacional.
10 Siempre que se acepte el análisis de la oración en «grupo no¬
minal» y «grupo verbal» y se atribuyan al grupo verbal los llamados
«complementos del verbo». En mi opinión, esos complementos no son
determinaciones del verbo, sino de todo el núcleo oracional (en este
caso: sujeto + verbo). Los verdaderos «complementos» del verbo son
los llamados «verbos modales».
n También la «ambigüedad» gramatical, de la que tanto se habla
en gramática transformacional, es un hecho paradigmático (de la ex¬
presión): precisamente, es el hecho de que estructuras materiales idén¬
ticas (o aparentemente idénticas) pueden funcionar en paradigmas
distintos o en lugares distintos del mismo paradigma.
208 Estudios de lingüística románica

quiere, de «constitución», pero de constitución del contenido


funcional. Y la pregunta estructural por excelencia (la pre¬
gunta por la estructura funcional de una lengua) es la pre¬
gunta por los rasgos distintivos, al mismo tiempo constitu¬
tivos y definitorios, de sus unidades funcionales. Así, una
unidad sintáctica definida como «oración interrogativa nega¬
tiva directa simple», independientemente de la estructura
sintagmática de su expresión, tiene una estructura paradig¬
mática, en el sentido de que, en cuanto unidad funcional, se
compone, precisamente, de los rasgos distintivos enumerados
en la definición: por el rasgo «oración», se opone, conjunta¬
mente con todos los demás tipos oracionales, a todo lo que
no es oración; por el rasgo «interrogativa», se opone a las
oraciones no interrogativas; por el rasgo «negativa» se opone
a las oraciones afirmativas; por el rasgo «directa», se opone
a la interrogativa indirecta y por el rasgo «simple», a la in¬
terrogativa doble (y, si en la lengua considerada no existie¬
ran, por ej., oraciones interrogativas indirectas, el elemento
«directa» no sería rasgo distintivo y constitutivo de la unidad
en cuestión).
El ejemplo de la coordinación es particularmente favora¬
ble para mostrar la estructurabilidad en nuestro sentido,
pues, como el propio Chomsky se esfuerza por demostrarlo 12,
la coordinación no tiene estructura en el sentido transforma-
cionalista: en efecto, los términos coordinados no se hallan
incluidos unos en otros 13.

0.2.2. En cuanto al segundo problema, hay que tener


en cuenta que las oposiciones lingüísticas —excepto las fono-

12 Aspects of the Theory of Syntax, Cambridge, Mass., 1965, pá¬


ginas 196-197.
12 Naturalmente, Chomsky afirma simplemente que no tiene estruc¬
tura, pues entiende estructura de dependencias.
Coordinación latina y coordinación románica 209

lógicas, que son sólo diferenciadoras del significante— son


siempre oposiciones de contenido. Las oposiciones funciona¬
les deben tener manifestación material (de otro modo no
son oposiciones de lengua) pero no hay necesariamente para¬
lelismo total entre las estructuras de la expresión y las del
contenido: los dos planos pueden hallarse en conflicto. Mejor
dicho, las estructuras funcionales determinan las estructuras
materiales, pero esta determinación es un proceso histórico
y, en tai proceso, los dos planos pueden, en un momento de¬
terminado, no ser paralelos: en otros términos, la expresión
puede ser «irregular». Lo que se llama «irregularidad» en
morfología de la palabra, existe también en la morfología de
los sintagmas de niveles superiores al de la palabra. La «irre¬
gularidad» es un hecho paradigmático de la expresión ob¬
servable en todos los niveles que implican expresión y con¬
tenido 14. El fenómeno ha sido observado ante todo en la
palabra, porque los paradigmas tradicionales son paradigmas
gramaticales de las palabras («flexión»). Pero, en cuanto se
establezcan otros paradigmas, se comprobarán también otros
tipos de «irregularidad». Así en el caso de los paradigmas
léxicos (donde esp. hermano / hermana es un ejemplo de
expresión «regular», mientras que lat. frater / soror es «irre¬
gular») y de los «paradigmas de sintagmas» (cf. n. 1). El
ejemplo latino que me propongo examinar es, al mismo tiem¬
po, un ejemplo de irregularidad en un «paradigma de sintag¬
mas» y de determinación de lo material por lo funcional
(«regularización»), en el desarrollo ulterior del latín.

0.3. Aclaro que me limitaré aquí a la coordinación co¬


pulativa (que en lo que sigue se llamará simplemente «coor¬
dinación») y que, además, dejaré de lado el hecho de que,

14 Acerca del sentido de la «irregularidad», cf. Pour une séman-


tique diachronique, pág. 167.

EST. LINGÜÍSTICA ROMÁNICA. — 14


210 Estudios de lingüística románica

en sentido «relacional», la coordinación copulativa negativa


corresponde también a la coordinación positiva adversativa
y disyuntiva. Consideraré, pues, la coordinación copulativa
negativa sólo en su relación con la coordinación copulativa
positiva. Hay que observar, asimismo, que, si en una lengua
existe una sola forma de coordinación copulativa, tal forma
no constituye de por sí paradigma, pues no puede haber
paradigmas de un solo término (sin oposición): ella pertene¬
cerá a un paradigma más amplio, oponiéndose, por ej., a la
coordinación adversativa y disyuntiva15. Aquí, sin embargo,
haré abstracción de este hecho para las lenguas románicas,
donde (salvo en rumano) no existen, en la actualidad, para¬
digmas específicos de la coordinación copulativa positiva.

0.4. No se trata, en esta contribución, de aducir hechos


nuevos, sino sólo de dar una interpretación funcional de
hechos bien conocidos como tales. Para el latín, en particular,
utilizaré ejemplos que proceden, en su mayoría, de la im¬
ponente cantidad de materiales reunidos por R. Kühner y
C. Stegmann, Grammatik der lateinischen Sprache, II4, 2,
págs. 3-50. También utilizaré varias de las excelentes carac¬
terizaciones del uso lingüístico latino contenidas en esa mis¬
ma gramática. En ciertos casos tales caracterizaciones iden¬
tifican, incluso, los «valores básicos» de distintas conjun¬
ciones, así como sintomáticas diferencias de uso entre las
mismas, de manera que sólo necesitan ser reformuladas en
sentido estructural y funcional.

0.5. Las conjunciones copulativas «unen», es decir que


señalan una adición de términos gramaticalmente equivalen-

15 La llamada «coordinación causal» no es, en realidad, coordina¬


ción, sino que, en mi opinión, pertenece a otro fenómeno, radicalmente
diferente.
Coordinación latina y coordinación románica 211

tes, en los varios niveles de estructuración sintagmática. Pero,


si en una lengua hay varias conjunciones copulativas, ellas
manifiestan algo más que la mera adición: señalan relaciones
entre los términos adicionados o ciertos caracteres de los
sintagmas resultantes. En lo que sigue, opondré a menudo,
por comodidad expositiva, conjunciones, por ej., et y -que;
debe entenderse, sin embargo, que los respectivos paradig¬
mas están constituidos por los tipos de sintagmas construi¬
dos mediante esas conjunciones, por ejA et B / A B-que.

1.1. La coordinación positiva dispone en latín de cuatro


instrumentos: et, ac, atque, -que. La distribución de esas
conjunciones nos revela, sin embargo, que ac y atque no son
sino variantes materiales para la expresión de una sola unidad
funcional (como esp. y ~ e, ital. e ~ ed). En efecto, el empleo
de una u otra de esas formas depende del entorno fónico:
ac aparece sólo delante de consonantes; atque se emplea
normalmente delante de vocales y h, y sólo raramente de¬
lante de consonantes16. En este sentido, precisamente, la
distribución —entendida como distribución complementaria
de los hechos de expresión— sirve (aunque con ciertas res¬
tricciones) para identificar las unidades funcionales, es decir,
para reducir las unidades materiales a unidades funcionales.
Pero con eso se acaba su utilidad: como he mostrado en
otro lugar17, la distribución no sirve para «definir» (descri¬
bir) las unidades funcionales. Al contrario, si se la emplea
como criterio exclusivo, puede inducir a error hasta en lo
que concierne a la identificación. Por ejemplo, puede hacer-

16 En sintaxis meramente «constitucional» y en el nivel de la


norma lingüística, la relación entre atque y ac es, naturalmente, la de
término neutro frente a término caracterizado (atque «incluye» los
usos de ac).
17 Proceedings of the Eighth International Congress of Linguists,
Oslo, 1958, págs. 200-202.
212 Estudios de lingüística románica

nos tomar por hecho de sistema lo que es sólo hecho de nor¬


ma, pues, en efecto, sin establecer las oposiciones funcionales
(lo cual implica el pensarlas como tales, como hechos de
significado), no hay manera de distinguir entre sistema fun¬
cional y norma de realización 18. Así, -que no suele emplearse
con los monosílabos (por ej., en lugar de *nonque multo
post aparece non multoque post), pero este hecho es un
hecho de norma, sin justificación funcional: no pertenece,
en realidad, a la definición funcional de -que. Ciertamente,
lo funcional se refleja también en la distribución. Así, por
ejemplo, -que une sobre todo palabras o grupos de palabras,
y sólo raramente oraciones; se dice en latín honeste et sa-
pienter et iuste o bien honeste, sapienter iusteque, mientras
que honeste, sapienter et iuste no es normal; y estos hechos
tienen, como se verá, justificación funcional. Pero, por la
sola distribución material, no se puede saber si (o en qué
sentido) esos usos están determinados por los correspon¬
dientes valores de lengua. De todos modos, en nuestro caso,
se puede llegar, mediante una utilización razonable de la
distribución, a establecer un paradigma de tres unidades:

A et B
A ac B
A B-que.

1.2. ¿Cuáles serán los valores de lengua de esas tres


unidades? Consideremos, ante todo, las restricciones del uso
consignadas por la gramática tradicional. Los usos más va¬
riados son notoriamente los de la primera construcción, pues

18 Acerca de esta distinción de planos de estructuración lingüística


(«niveles de gramaticalidad»), indispensable para la constitución co¬
herente de la gramática funcional, cf. mi trabajo Sistema, norma y
Habla, A/lontevideo, 1952, leimpr. en Teoría del lenguaje y lingüística
general, Madrid, 1962, págs. 11-113.
Coordinación latina y coordinación románica 213

et puede, incluso, sustituir en casi todos los casos a ac y


a -que (cf. n. 20), mientras que lo contrario no es cierto (ac
y -que son de empleo mucho más limitado). Es éste un in¬
dicio de que et debería ser el término neutro, extensivo
o no caracterizado de la oposición; por consiguiente, ac y
-que se opondrían a et como términos intensivos o caracteri¬
zados. Una relación análoga se comprueba entre los dos
términos caracterizados. Personalmente no soy binarista y
no sé si efectivamente todas las oposiciones lingüísticas son
binarias o pueden reducirse a oposiciones binarias (otra cosa
es afirmar que pueden ser ordenadas y presentadas como
si fueran binarias); más bien lo dudo. Pero, en este caso,
parece evidente que ac, a su vez, incluye a -qtíe: en efecto,
tiene usos más variados que -que y puede sustituirlo. El com¬
portamiento de ac frente a -que es, nuevamente, el de un
término extensivo frente a un término intensivo. Así, pues,
la oposición parece ser la siguiente:

También los ulteriores desarrollos románicos parecen con¬


firmarlo: et se conserva en toda la Romania (exceptuado el
rumano moderno)19, ac se conserva limitada y esporádica¬
mente, mientras que -que desaparece por completo.

i? Si de varias unidades de expresión correspondientes a un para¬


digma, una sola se conserva, ésta suele ser lo más a menudo (aunque
no sin excepción) la que corresponde al término neutro.
214 Estudios de lingüística románica

1.3. De acuerdo con nuestra hipótesis, ac y -que se opon¬


drían conjuntamente a et, y -que se opondría, a su vez a ac.
Para verificar esta hipótesis es necesario identificar los rasgos
distintivos implicados en las dos oposiciones: precisamente,
un rasgo distintivo común de ac y -que y un rasgo específico
de -que. Ahora bien: ¿qué es lo común de ac y -que frente
a et? La gramática tradicional nos enseña que ac y -que
implican la «conexión íntima», la unidad estrecha de los
«conceptos» coordinados20, unidad no implicada por et (que
puede señalar una reunión simplemente casual u ocasional).
Al considerar los ejemplos se advierte que se trata, más
exactamente, de una unidad de significación o de designación,
los términos coordinados mediante ac o -que pertenecen al
mismo campo semántico (son, por ej., «sinónimos» o antó¬
nimos) o designan «cosas» que se presentan como unidas
en un contexto «real»: restituam ac reddam, parce ac duriter,
dulcía atque amara, sacrificia publica ac priuata, caloris ac
frigoris, ius fasque, serui liberique, ueteres antiquosque, grata
acceptaque (en todos esos casos se trata de unidad de «sig¬
nificación»); infamia atque indignitas rei (unidad de signi¬
ficación y, al mismo tiempo, de designación); res tanta atque
tam atrox (dos determinaciones análogas de la misma cosa);
ferro ignique, senatus populusque, térra marique (unidad
«real» de las cosas designadas); -que es hasta el instrumento
específico de la figura llamada hendíadis, en la que dos sig-

20 Kühner y Stegmann, Ob. cit., págs. 10 y 16, advierten que tanto


-que como atque (ac) se emplean para la «Verbindung innerlich zusam-
mengehoriger Begriffe oder Gedanken zu einem Ganzen». En cambio,
con respecto a et escriben (págs. 3-4) que es «das einfachste und
allgemeinste kopulative Bindewort» y no expresa más que la «Anreihung
eines Satzes oder eines Wortes» mientras que -que y atque (ac) «ausser
dieser einfachen Bedeutung auch noch eine Nebenbedeutung in sich
schliessen», y agregan una observación importante y que es propia¬
mente estructural: «Daher kann et auch statt que oder atque (ac)
gebraucht werden, aber nicht umgekehrt que oder atque statt et».
Coordinación latina y coordinación románica 215

niñeados diferentes coinciden íntegramente en la designa¬


ción: arma uirumque. También los ulteriores desarrollos
románicos confirman la misma interpretación, por lo menos
para ac (en la medida en la que éste se ha conservado)21;
así, ital. dieci e sette significa «(10) y (7)» (por ej., las «10 y
7 minutos»), mientras que diciassette significa «17» (una uni¬
dad que funciona en la serie undici, dodici, etc.); sicil. tornu
c fazzu significa «vuelvo y hago», mientras que tornu. a ffazzu
significa «vuelvo a hacer» (es perífrasis de sentido unitario)22.
Los dos tipos de coordinación pueden, por lo tanto, represen¬
tarse de la manera siguiente:

ac, -que

Mejor dicho, la coordinación con et puede corresponder


tanto al primer esquema como al segundo, mientras que la
coordinación con ac o -que (en latín clásico) sólo corresponde
al segundo.
A su vez, la conjunción -que se distingue de ac por el
hecho de que los términos por ella unidos son lógicamente

21 Contrariamente a lo que muchos piensan, considero que es buen


método aducir argumentos «diacrónicos» en sincronía, pues la distin¬
ción entre sincronía y diacronía, en su sentido propio, es distinción
entre funcionamiento y cambio, no una distinción de carácter tem¬
poral y el funcionamiento de un sistema lingüístico se revela, precisa¬
mente,' también en los desarrollos históricos. El sistema es estructura
dinámica, no estática; es un conjunto de modos de hacer, no simple¬
mente de cosas hechas. Cf„ a este propósito. Sistema, norma y habla
v Sincronía, diacronía e historia.
22 Cf. mi estudio «'Tomo y me voy’. Ein Problem vergleichender
europáischer Syntax», en Vox Románica, 25, 1966, pág. 27, y la biblio¬
grafía ahí indicada (y, en traducción española, en este volumen, pa¬
ginas 103-104).
216 Estudios de lingüística románica

equivalentes, ya sea por la significación o por la designación


(de aquí que difícilmente sean oraciones). Así, por ejemplo,
los términos coordinados por -que designan a menudo las
partes de un todo o los elementos de una serie considerada
como finita: serui liberique (las dos clases de hombres o de
filii), senatus populusque (las dos autoridades ideales del
estado romano), térra marique (los dos campos de batalla).
En cambio, en la coordinación con ac no es necesaria tal
equivalencia; se trata, sí, de una unidad, pero no de una
unidad que se impone por una equivalencia «real» (o pen¬
sada como tal) de los términos implicados: en efecto, las
coordinaciones con ac no se vuelven formulísticas como
tantas de las coordinaciones con -que23. Esquemáticamente
tendríamos, pues:

A B A B A B

O, mcjoi, como en el caso anterior: ac puede corresponder


tanto a los dos primeros esquemas como al tercero, mientras
que -que sólo corresponde al tercero.

E4. Apliquemos a nuestras oposiciones lo que se podría


llamar el «test Ruipérez», es decir, la importante comproba¬
ción de que el término no caracterizado tiene dos valores de

23 Según la caracterización de Kiihner-Stegmann, Ob. cit., pág. 16,


atque (ac) debería ser el término intensivo de la oposición atque '/
-que. Sin embargo, me parece que los ejemplos revelan lo contrario.
También se opone a la interpretación de ac como término caracteriza¬
do de esa oposición el hecho de que puede significar gradación y
«el pasar a otra idea» (Kiihner-Stegmann, ob. cit., págs. 16, 23).
Coordinación latina y coordinación románica 217

lengua: el valor propiamente negativo y el valor indiferente,


con respecto al término caracterizado (de valor siempre posi¬
tivo) 24.
De acuerdo con ello, la coordinación con et debería sig¬
nificar, frente a la coordinación con ac o -que, tanto la no
unidad explícita de los términos coordinados como la indi¬
ferencia a la unidad. Y, en efecto, et se emplea en los casos
en los que no hay unión de términos diferentes, sino sólo
repetición de lo mismo, insistencia (uiues et uiues ita, possi-
detur a plebe et a plebe óptima), en los casos en los que se
niega implícitamente la razonabilidad de la unión (haec
sciuisti et me celauisti?), en los casos en los que los términos
coordinados no son términos de por sí unidos, sino sólo tér¬
minos que se juntan ocasionalmente, en un discurso deter¬
minado (Italia et Graecia, Italia et Hispania, lupus et agnus,
lupus et uulpis)25; asimismo, en las enumeraciones, et deja
la serie abierta: stultitiam et temeritatem — stultitiam et
temeritatem et iniustitiam — stultitiam et temeritatem et
iniustitiam et intemperantiam, etc. (dicimus esse fugienda).
En cambio, -que cierra la serie (honeste, sapienter iusteque);
y tampoco la serie coordinada con ac puede ser continuada.
Por otra parte, et puede emplearse en lugar de ac y -que,
pero, en tal caso, la unidad de los términos no está explícita¬
mente afirmada, sino que resulta, eventualmente, de la situa¬
ción y del contexto: es un «hecho de habla». Así, en lugar de
térra marique se puede decir in térra et in mari, pero tal
expresión deja de implicar de por sí la unidad de los dos
términos: para señalar explícitamente que se trata de una

24 Cf. M. Sánchez Ruipérez, Estructura del sistema de aspectos y


tiempos del verbo griego antiguo, Salamanca, 1954, págs. 17-19.
25 Cf. la caracterización de Kühner-Stegmann, Ob. cit., pág. 4: «Et
reiht gleichartige und ungleichartige, sinnverwandte, entgegengesetzte
und verschiedenartige, wichtige und unwichtige Begriffe ohne weitere
Nebenbedeutung aneinander an».
218 Estudios de lingüística románica

unidad «real» de sólo dos términos, y no de una serie que


podría ser continuada (por ej., in térra et in mari et in cáelo),
hay que decir et in térra et in mari. Así, pues, et expresa,
efectivamente, tanto la no unidad como la indiferencia a la
unidad. Por otra parte, la coordinación con ac debería sig¬
nificar, por oposición a la coordinación con -que, tanto lo
contrario de la equivalencia, la no equivalencia explícita,
como la indiferencia a la noción de equivalencia. Y, en efecto,
la coordinación con ac significa a menudo un aditamento, una
gradación («y, más aún», «y, menos aún»), es decir, una no
equivalencia explícita: huius urbis atque imperii, in grauissi-
mo atque acerbissimo casu, pauci atque admodum pauci,
rem difficillimam atque omnium difficillimam, res tanta
atque tam atrox, magis ac magis, minus ac minus. Sintomá¬
tico, en este sentido, es asimismo el hecho de que con quidem
se emplee precisamente ac: atque hoc quidem. Por ello, en
la coordinación con -que el orden de los términos es, en reali¬
dad, indiferente: diu noctuque ~ noctu diuque, dies tempus-
que ~ tempus diesque, ferro ignique ~ igni ferroque (donde
parece que no lo es, se trata de una fijación de la norma,
de fórmulas fijadas tradicionalmente, no de un hecho fun¬
cional). En cambio, en la coordinación con ac se comprueba
que a menudo el orden no es indiferente, precisamente porque
los términos no son equivalentes y porque el agregar y el
graduar son operaciones caracterizadas por una sucesión,
por una orientación definida; así, no se diría *rem omnium
difficillimam ac difficillimam. El mismo orden fijo se com¬
prueba en los desarrollos románicos: así, ital. diciassette
es, desde el punto de vista lingüístico, «10 + 7» (no «7 -f 10»).
Pero ac expresa también la indiferencia a la noción de equi¬
valencia, pues puede unir términos que, según las circuns¬
tancias del habla, pueden presentarse como equivalentes o
como no equivalentes: infamia atque indignitas, honeste atque
Coordinación latina y coordinación románica 219

inhoneste (y, en tal caso, el orden de los términos es, natural¬


mente, libre, por lo menos en lo que atañe al sistema de la
lengua).

1.5. Queda, por lo tanto, confirmada la estructura que


propusimos como hipótesis:

En esta estructura, -que es término doblemente carac¬


terizado (tanto con respecto a et como con respecto a ac);
ac es término no caracterizado con respecto a -que y carac¬
terizado con respecto a et) y et es término doblemente no
caracterizado: en efecto, es tan genérico que puede ser su¬
primido y sustituido por la simple yuxtaposición (el asíndeton
es, precisamente, ausencia de et, no de ac o -que). En cuanto
a las definiciones funcionales de los tres términos, ellas re¬
sultan ser las siguientes:

et — «adición»
ac — «adición» + «unidad»
-que — «adición» + «unidad» + «equivalencia».

2.1. La coordinación negativa latina parece, a primera


vista y en sintaxis meramente «constitucional», casi perfec¬
tamente paralela a la positiva. En efecto, et non corresponde
materialmente a et y nec — ñeque se comportan aproximada-
220 Estudios de lingüística románica

mente como ac — atque (aunque esta vez se trata más bien


de variantes facultativas que de invariantes de la norma).
Pero, como ac non existe y corresponde exactamente a la
norma que rige la distribución de ac y atque {atque, delante
de consonante > ac), las formas nec y ñeque deben consi¬
derarse como formas negativas de -que. Tendríamos pues:

et — et non
ac )
atque]-ac non
-que — nec, ñeque.

2.2. Funcionalmente, sin embargo, las cosas se presentan


de muy otra manera. Ante todo, aquí no se logra establecer
ninguna distinción funcional entre et non y ac non. Donde
parecería que la hubiera, se trata más bien del uso de et y
ac con sus valores positivos (aunque delante de términos
negativos), posibilidad que debe tenerse en cuenta siempre,
en la interpretación de la coordinación negativa. Así, por
ejemplo, en una expresión como: cum ab hostibus constanter
ac non timide pugnaretur. En tal expresión, ac non timide se
distingue de et non timide si se interpreta como ac non-
timide («y sin temor»), y no se distingue si se interpreta
como ac non timide («y no con temor»); es decir que se
distingue si el término agregado es {non timide), que se une
a constanter mediante ac, y no se distingue si el agregado es
{timide) y se niega este agregado mediante ac non. Pero, en
el primer caso, se trata, precisamente, de ac opuesto a et,
es decir, de ac en su función positiva (que implica unidad y
gradación de los términos coordinados), no de ac non. De
manera que, en la coordinación propiamente negativa, no se
registran sino dos unidades funcionales: et non ~ ac non y
nec {ñeque). Además, contrariamente a lo que se esperaría al
Coordinación latina y coordinación románica 221

juzgar por la expresión, la unidad de. uso más general no es


aquí et non, sino nec. Nec es, pues, la unidad negativa que
corresponde funcionalmente al positivo et. En efecto, nec
aparece tanto en la coordinación de un término positivo con
uno negativo como en la coordinación de dos términos nega¬
tivos, para significar simplemente «adición» (como et en la
coordinación positiva): A + non B —> A nec B (optimi uiri
nec tibi ignoti; id quod utile uidebatur ñeque erat; desiderat
arborem humilem nec frondosam); y, del mismo modo:
Non A + non B —» Non A nec B (Epicurei nostri Graece fere
nesciunt nec Graeci Latine; non diues nec magnanimus).
Asimismo, nec (repetido) aparece en las enumeraciones y en
el uso enfático, donde corresponde al et repetido de la coor¬
dinación positiva. Además, nec se emplea para negar la uni¬
dad, tanto de términos no equivalentes como de términos
equivalentes (y, naturalmente, también en este caso se em¬
plea repetido, pues de otro modo sólo negaría un término,
y no la unidad entera): senatus populusque —> nec senatus
nec populus. En realidad, nec puede emplearse en casi todos
los casos de coordinación negativa; es evidente, pues, que
es el término neutro o extensivo de la oposición. En cambio,
et non (ac non) tiene sólo un empleo limitado y bien carac¬
terizado: niega un segundo término que se halla en contra¬
dicción total o parcial (explícita o implícita) con el primer
término, es decir que niega la eventual negación del término
A: A + non non-A A et non B (poeta facit fabulam et non
agit, contra actor agit et non facit; de nostris aedibus ac non
de publicis templis; constanter ac non \_et non] timide).
Dicho de otro modo: en la medida en que el término B ( =
non-A) es un «añadido» (que puede ser limitación o res¬
tricción), et non niega el término B, es decir que excluye el
paso a otro término. O sea, esquemáticamente:
222 Estudios de lingüística románica

A B B A

Et non niega B o B . De ese modo, el término A resulta


doblemente afirmado. De aquí el uso de et non en el rechazo
o la corrección de la opinión ajena (uiri optimi et non pessi-
mi) y hasta en la tautología (noui enim te et non ignoro).
Así, pues, et non (ac non) funciona como negación del ac
de aditamento o gradación (que, precisamente, indica «paso
a otro término»; cf. n. 23):

A B A ^ B
ac et non

Por ejemplo: de nostris aedibus ac de publicis templis / de


nostris aedibus ac non [et non] de publicis templis.
La estructura de la coordinación negativa latina es, por
lo tanto, la siguiente:

nec et non

2.3. Sin embargo, et non no ocupa siquiera, en la estruc¬


tura de la coordinación negativa, el lugar que ac y -que
ocupan en la coordinación positiva. En efecto, et non corres¬
ponde sólo a una parte del valor de ac, a saber, sólo al ac
de aditamento o gradación, pues la negación del ac de simple
Coordinación latina y coordinación románica 223

unidad se hace por medio de nec; así, la negación de la


unidad honeste atque inhoneste es, naturalmente, ñeque ho¬
neste ñeque inhoneste. Por otra parte, nec corresponde, como
se ha visto, también a et y a -que. Por consiguiente, las dos
estructuras funcionales no son de ningún modo paralelas,
sino que se hallan en casi total desacuerdo:

Coord. positiva Coord. negativa


«ei»

«-que» «nec»

«ac» «et non».

Todo esto se puede comprender fácilmente desde el punto


de vista histórico. Nec, que, en su materialidad, es forma
negativa de -que, sigue correspondiendo a la función antigua
de éste (de una época en la que -que funcionaba aún como
conjunción copulativa general); y et non corresponde al anti¬
guo et (que debía significar algo así como «además, todavía»).
Pero, desde el punto de vista descriptivo, la coordinación
negativa del latín clásico —considerada en su relación con
la coordinación positiva— es radicalmente «irregular», pues
presenta un radical desajuste entre expresión y contenido.

3.1. En romance —dejando de lado las limitadas y es¬


porádicas conservaciones de ac— se registra, para la coor¬
dinación positiva26, una sola conjunción, en lugar de las tres
conjunciones latinas: después de la eventual coexistencia,
más o menos larga, de et y sic (como en francés y en ruma¬
no), sólo et (en casi toda la Romania) o sólo sic (en rumano

26 Mejor dicho, para lo que parecería corresponder a la coordina¬


ción positiva latina; cf. 3.4.
224 Estudios de lingüística románica

moderno)27. Esa conjunción única, independientemente de


las diferencias materiales entre las varias lenguas, se repre¬
sentará, en lo que sigue, por ET. En cambio, para la coordi¬
nación negativa se registran, aparentemente, dos instrumen¬
tos, los cuales, además (y haciendo abstracción de ac non),
son materialmente, en casi toda la Romania, los mismos
que en latín, es decir, continuaciones de nec (ñeque) y et
non (en rumano, claro está, sic non; en francés, al lado de
et non, también et ne... pas, et non pas, etc.). En lo que
sigue, los representaré por NEC y ET NON.

3.2. A primera vista, y considerando los hechos desde el


punto de vista de la sintaxis «constitucional», parecería, pues,
que hubiera habido un cambio profundo en la coordinación
positiva y prácticamente ningún cambio en la coordinación
negativa (salvo la sustitución material de et por sic, en ru¬
mano, y los varios refuerzos de la negación, en particular en
francés). Y, en efecto, nuestros manuales suelen señalar la
«extensión» funcional de ET (que habría asumido también
las funciones de ac y -que), mientras que, con respecto a
NEC, afirman, por lo común, que equivale a ET + NON y
corresponde a lat. nec (ñeque). Mejor presenta los hechos
reales la Gramática de la Academia Española, § 317, que, por
lo menos para la coordinación de oraciones, distingue cuatro
casos: 1) A 4- B — coord. con y; 2) No-A + No-B — coord.
con ni; 3) A + No-B — coord. con y no; 4) No-A + B —
coord. con y (o coordinación adversativa). Pero también la

27 En rigor, para el rumano habría que considerar también las


conjunciones iar y de, que presentan problemas particulares. Aquí hago
abstracción de ellas, para considerar sólo los hechos románicos gene¬
rales. Dejo, asimismo, de lado pxov. emai y port. e mais. Aclaro, ade¬
más, que no entiendo describir los hechos románicos en toda su com¬
plejidad, sino sólo señalar su relación funcional con los correspon¬
dientes hechos latinos.
Coordinación latina y coordinación románica 225

Gramática de la Academia afirma, en otro lugar (§ 326), que


esp. ni conserva el valor de lat. nec y equivale a y no, lo cual,
evidentemente, no es cierto; compárese, por ejemplo, varones
excelentes y [a los] que tú no desconoces, lo que parecía
útil y no lo era, etc., con las correspondientes construcciones
latinas (2.2.).

3.3. A conclusiones muy diferentes se llega si se adopta


el punto de vista funcional. Así —aun manteniendo, por el
momento, el paralelismo con el latín, en lo que se refiere a
la oposición entre la coordinación positiva y la negativa—
se advierte que, en realidad, no ha habido cambio radical
en la coordinación positiva y, sobre todo, no ha habido pro¬
piamente «extensión» del valor lingüístico de ET, pues éste
conserva en romance la misma zona funcional que le corres¬
pondía en latín. Ha habido, eso sí, simplificación del para¬
digma, desaparición de los términos caracterizados ac y -que
de esa misma zona funcional, y, por lo tanto, una amplifica¬
ción meramente cuantitativa del uso de ET:

Latín Romance

et

Pero los limites funcionales de ET, en lo que concierne a la


coordinación positiva, son en romance los mismos que en
latín y su definición funcional sigue siendo la misma: sim¬
plemente «adición». Sólo que en romance la simple adición
ya no se opone, en un paradigma propio de la coordinación

EST. LINGÜÍSTICA ROMÁNICA. — 15


226 Estudios de lingüística románica

copulativa, a la «unidad» y a la «equivalencia» de los tér¬


minos coordinados, que son sólo valores contextúales de ET
(como, por otra parte, también podían serlo en latín, dado
que et era el término neutro de la oposición).
Al contrario, en la coordinación negativa —donde, apa¬
rentemente, no habría ocurrido nada— se comprueba un
cambio radical, un verdadero vuelco funcional, pues, en este
caso, el término neutro debería ser, en romance, el que
en latín era término caracterizado, y viceversa. En efecto,
en romance ET NON —admitiendo que se trate de un ele¬
mento funcional único— es el término de uso más general
y variado, mientras que NEC, si se dejan de lado los latinis¬
mos y ciertas fijaciones de la norma, tiene un empleo más
reducido y bien delimitado. Además, la oposición misma es
radicalmente diferente, pues ni ET NON corresponde a la
función de lat. nec ni NEC a la de lat. et non. No se trata,
pues, de un simple trueque material de significantes para las
mismas funciones, sino de una reestructuración funcional del
paradigma:

Latín Romance

nec et non NEC ET NON

En efecto, el valor de lat. et non ya no es en romance


valor de lengua, sino sólo uno de los posibles valores contex¬
túales del nuevo término neutro ET NON2*. Por otra parte,

28 En ciertos casos, pero no en todos, el francés puede expresar lo


mismo por medio de et non pas (y el español, por medio de que no).
En otros casos, tanto el francés y el español, como las demás lenguas
Coordinación latina y coordinación románica 227

NEC no corresponde ni a lat. et non ni a lat. nec, sino sólo


a una sección del valor de este último. Así, para A + no-B
se emplea en romance ET NON (lo busco y no lo encuentro;
ñeque erat y no era; nec sciunt —> y no saben). Y tampoco
es de rigor NEC en las construcciones del tipo No-A + no-B.
Se suele decir que NEC «une» términos negados (el primero
de ellos, por lo menos implícitamente, por ejemplo, por
medio de sin: sin pena ni gloria, sans forcé ni vertu, etc.).
En realidad, la negación de los términos es condición nece¬
saria, pero no es suficiente. Por de pronto, no lo es si los
términos coordinados son oraciones (o verbos conjugados),
pues las construcciones oracionales del tipo No-A ET NON B
son en romance corrientes y perfectamente correctas. Más
aún: con sujetos diferentes o con predicados complejos dife¬
rentes, son las construcciones «normales», mientras que el
uso de NEC, en tales casos, sería un «latinismo» (nosotros
no los queremos y ellos no nos hablan; no le veo desde hace
mucho tiempo y no sé dónde está). Y también con predicados
simples esas construcciones son usuales, aunque, al parecer,
al lado de las construcciones con NEC (no bebe y no come ~
no bebe ni come). En efecto, NEC implica algo más que la
negatividad de los términos y se impone sólo si se trata de
términos solidarios y equivalentes; por ello se emplea más
a menudo con palabras y grupos de palabras (miembros ora¬
cionales) que con oraciones: ni por tierra ni por mar; ni
Julio ni Pedro; no tiene (ni) padre ni madre; no he estado
(ni) en Francia ni en España, etc. Concluiríamos, pues, pro¬
visionalmente, que NEC implica la unidad y equivalencia de
los términos coordinados, mientras que ET NON expresa lo
contrario de esas nociones y, también, la indiferencia a las
mismas. Se puede decir, por lo tanto, que sólo en romance

románicas, pueden acudir a la entonación o a la coordinación adversa¬


tiva (et non agit -» mas no actúa).
228 Estudios de lingüística románica

et non llega a ser propiamente el correlativo negativo de et,


adquiriendo la misma posición que este último tenía en la
coordinación positiva latina; y, lo que es curioso, nec pare¬
cería haber llegado en romance a la restricción funcional de
aquel -que del latín clásico, que, precisamente, expresaba
unidad y equivalencia y se empleaba más a menudo con pa¬
labras y grupos de palabras que con oraciones.

3.4. Pero ¿será cierto que NEC «une»? Y, sobre todo,


¿habrá, efectivamente, oposición en romance entre la coordi¬
nación positiva y la negativa? Me parece que cabe también
otra interpretación. En latín, nec unía, por cierto, pues se
oponía directamente a et, por el solo rasgo de la negatividad,
en casos como: uidebatur et erat / uidebatur ñeque erat.
En romance, en cambio, una oposición del tipo bebe y come /
*bebe ni come no existe, pues sólo se dice no bebe ni come
(ni bebe ni come). Sin duda, esta última expresión se dis¬
tingue de bebe y come por presentar los dos términos como
negados. Pero lo mismo se comprueba en no bebe y no come
y, sin embargo, las dos expresiones no son idénticas en cuan¬
to a su valor lingüístico. Ahora bien, es evidente que no bebe
y no come corresponde a (no-A) + (no-B), es decir a la adi¬
ción de términos negados (y obsérvese que el signo de la
adición es y, no y no). Asimismo es fácil advertir que, en
esta última expresión, los términos adicionados no son soli¬
darios en la negatividad, pues cada uno de ellos puede, en
principio, ser sustituido por un término positivo, sin afectar
al otro (bebe y no come; no bebe y come). En cambio, tal
sustitución no es posible en no bebe ni come, donde los dos
términos son solidarios en la negatividad, es decir que son
términos negados conjuntamente. Por lo tanto, no bebe ni
come sólo puede corresponder a no (A + B). La función pro¬
pia de NEC no sería, pues, la de coordinar términos negativos,
Coordinación latina y coordinación románica 229

sino la de negar términos coordinados29. Tal interpretación


encuentra su confirmación, entre otras cosas, en el empleo
regular de NEC en las réplicas negativas (globales) a afir¬
maciones coordinadas y en el hecho de que NEC funciona
como forma negativa de los instrumentos que expresan en¬
fáticamente la solidaridad de los términos coordinados (como,
por ej., esp. tanto — como).
De acuerdo con esta interpretación, el cambio, con res¬
pecto al latín, sería aún más profundo y afectaría en forma
radical a los dos tipos de coordinación. En efecto, en latín
la coordinación negativa existía, ciertamente, como función
lingüística, pues nec podía «unir negativamente» términos
de por sí positivos (A nec B), y A et non B no era lo mismo
que A + non-B. En cambio, en romance no habría propia¬
mente «coordinación negativa» (y, por lo tanto, tampoco
«coordinación positiva»), sino sólo coordinación («adición»)
y negación de la coordinación («negación de términos adicio¬
nados»). El instrumento de la primera sería siempre ET en
los cuatro casos posibles (A + B, A 4- no-B, no-A + B,
no-A + no-B)] el de la segunda, NEC. Y, naturalmente, no ha¬
bría ET NON como instrumento de la coordinación, pues se
trataría simplemente de ET seguido de término negado (A +
no-B, no-A + no-B). Cf., en el mismo sentido, nec quispiam ->
y nadie, ñeque unquam —» y nunca, nec quidquam -» y nada,
ejemplos que indican que en romance no hay coordinación y

29 Es cierto que lo mismo se puede decir de lat. nec (en su forma


doble: nec-nec). Sólo que en latín no era ésa la única función de la
unidad en cuestión, ni, por consiguiente, su «valor de lengua». Lo
decisivo es, por otra parte, que el latín conocía la coordinación de
tipo A nec B. Obsérvese, además, que en romance no hay sino dife¬
rencia de uso (y, a menudo, sólo de uso facultativo) entre NEC y
_ NEC, pues ambos implican la solidaridad de los términos
negados (aun’de los términos no expresados explícitamente; cf. esp.
ni le hablé; ni muerto).
230 Estudios de lingüística románica

negación al mismo tiempo («coordinación negativa»), sino


sólo eventual coordinación (adición) de términos de por sí
negativos.

4. En el desarrollo del latín al romance tendríamos, pues,


en la coordinación positiva, la simplificación del sistema me¬
diante la reducción de los términos caracterizados al término
neutro, un principio funcional de aplicación muy frecuente
en la historia lingüística. En la coordinación negativa, en
cambio, se comprobaría su adaptación material a la coordi¬
nación positiva, es decir, la regularización del sistema irre¬
gular del latín, de acuerdo con un principio funcional enun¬
ciado ya por Hermann Paul, Prinzipien der Sprachgeschichte5,
pág. 227: «Jede Sprache ist unaufhorlich damit bescháftigt,
alie unnützen Ungleichmassigkeiten zu beseitigen, für das
funktionell Gleiche auch den gleichen lautlichen Ausdruck
zu schaffen». Y, en el caso de no admitirse, para el romance,
la distinción entre la coordinación positiva y la negativa, la
regularización sería aún más radical, pues ET habría pasado
a ser instrumento general de todo tipo de coordinación («adi¬
ción»), independientemente del signo positivo o negativo de
los términos adicionados, y, por consiguiente, NEC habría
adquirido una función distinta de la latina, pero correlativa
de la nueva función de ET.

(Actas del III Congreso Español de Es¬


tudios Clásicos, III. Coloquio de estudios
estructurales sobre las lenguas clásicas, Ma¬
drid, 1968, págs. 35-57).
IX

EL ASPECTO VERBAL PERIFRÁSTICO EN GRIEGO


ANTIGUO (Y SUS REFLEJOS ROMÁNICOS)

0. En esta comunicación me propongo ilustrar, por


medio de un ejemplo griego, un principio teórico y dos
principios metodológicos de orden general.

1.1. El principio teórico es que un sistema lingüístico


no es un sistema de «cosas hechas», sino un sistema téc¬
nico, de modos de hacer: un sistema de posibilidades fun¬
cionales, en parte realizado y en parte realizable. Mejor
dicho, en una técnica histórica del hablar («lengua»), se
pueden distinguir tres planos de estructuración funcional:
norma, sistema y tipo lingüístico* 1. La norma abarca la téc¬
nica efectivamente realizada: todo lo que, en el hablar
correspondiente a una comunidad, es realización común y

i Cf. mi comunicación «Sincronía, diacronía y tipología», en Acias


del XI Congreso Internacional de Lingüística y Filología Románicas,
I Madrid, 1968, págs. 269-283. En particular acerca de la distinción
entre sistema y norma, cf. mi estudio Sistema, norma y habla, Mon¬
tevideo, 1952, reimpr. en Teoría del lenguaje y lingüistica general,
Madrid, 1962, págs. 11-113.
232 Estudios de lingüística románica

tradicional, independientemente de si es o no es funcional


(opositivo). El sistema es el conjunto de oposiciones fun¬
cionales (distintivas) comprobables en la norma y, por con¬
siguiente, representa los límites de variabilidad de ésta,
incluyendo también todo aquello que, en un determinado
momento histórico, no se registra como efectivamente rea¬
lizado, pero que podría realizarse, de acuerdo con las mis¬
mas oposiciones ya existentes (es decir, todo aquello que,
al realizarse, no implique la aparición de nuevas oposicio¬
nes funcionales). Finalmente, el tipo lingüístico representa
los principios funcionales comprobados en el sistema, es
decir, los tipos de procedimientos y categorías de oposicio¬
nes del sistema mismo, abarcando también procedimientos
y oposiciones que, en el momento histórico considerado, no
se comprueban, pero que serían «posibles», en cuanto corres¬
pondientes, precisamente, a esos tipos y a esas categorías.
La relación entre norma, sistema y tipo lingüístico es,
por lo tanto, la siguiente:

Tipo
Sistema

Norma

Ello significa: diacronía («cambio») de la norma dentro


de la sincronía («funcionamiento») del sistema y diacronía
del sistema dentro de la sincronía del tipo. De este modo
se supera y se anula la pretendida antinomia entre sincro¬
nía y diacronía, puesto que el funcionar y el cambio no
son, en la lengua, dos momentos, sino uno solo: lo que,
desde un punto de vista, es «cambio» (sustitución de ele-
Aspecto verbal perifrástico en gr. a. 233

mentos o aparición de elementos nuevos), desde otro punto


de vista, es «funcionamiento», realización de pautas ya exis¬
tentes. La «sincronía» de los sistemas lingüísticos no es
momentánea y estática, sino histórica y dinámica2.

1.2.1. Del principio teórico que se acaba de exponer, se


deduce como corolario el principio metodológico de la des¬
cripción dinámica. En efecto, es necesario superar la anti¬
nomia entre sincronía y diacronía, no sólo teóricamente,
sino también en la descripción lingüística. Los sistemas lin¬
güísticos deben ser considerados en su realizarse histórico,
en la medida en que éste coincide simplemente con su fun¬
cionamiento. Tal es la tarea que se impone hoy a un neo-
estructuralismo, a un estructuralismo dinámico, energético
o humboldtiano. Si el sistema es conjunto de posibilidades
que se siguen realizando, si es técnica que se aplica histó¬
ricamente, hay que considerarlo más allá de la sincronía
puntual o estática. La descripción efectiva de un sistema
funcional no puede reducirse a la descripción del sistema
realizado en un momento determinado, sino que debe pre¬
sentar el sistema en su funcionamiento, que implica tam¬
bién el ir más allá de lo ya realizado. El estructuralismo
tradicional separa sincronía y diacronía; en lugar de ello,
hay que distinguir entre sincronía y diacronía, pues se

2 Cf., a este propósito, mi libro Sincronía, diacronía e historia,


Montevideo, 1958, en part., págs. 153 y sigs. (2.a ed., Madrid, 1973,
págs. 270 y sigs.). Después de leída esta comunicación, compruebo que
una concepción análoga del sistema lingüístico presenta L. Hjelmslev
en su último libro, Sproget, Copenhague, 1963, págs. 39 y sigs.
Hjelmslev distingue entre «estructura» y «uso» de la lengua y entre
«sistema de elementos» (cerrado) y «sistema de signos» (abierto).
Observo, sin embargo, que también el «sistema de elementos», la
«estructura» de la lengua, es un sistema abierto, desde el punto de
vista de los principios funcionales de la estructura (tipo lingüístico).
234 Estudios de lingüística románica

trata, efectivamente, de puntos de vista diferentes, pero no


hay que separarlas, pues «sistema en funcionamiento» quiere
decir sistema que se sigue manifestando en hechos nuevos
(en la diacronía de la norma) y una descripción adecuada
a su objeto debe hacer patente el sistema como lo que
realmente es, es decir, como sistema de posibilidades téc¬
nicas del hablar. Ahora bien, las posibilidades se comprue¬
ban concretamente en la realización histórica del sistema,
esto es, en lo que se sigue «creando», de acuerdo con una
técnica ya existente. Con esto se va más allá del estructu-
ralismo diacrónico, tal como hoy se practica —por ejemplo,
en la fonología diacrónica de tipo Jakobson o Martinet—,
que se limita a relacionar «estados de lengua» (cortes sin¬
crónicos), mediante una supuesta motivación de un sistema
ulterior por un sistema anterior, y que, en realidad, no
supera de ningún modo la antinomia entre lo sincrónico
y lo diacrónico, pues no concibe el sistema como conjunto
de posibilidades, en parte realizadas y en parte por realizar.
La verdadera «motivación por el sistema» es, simplemente,
la aplicación «diacrónica» del sistema. Motivada por el sis¬
tema es, por ejemplo, la creación de formas analógicas y,
en general, la creación de nuevos paradigmas de acuerdo
con oposiciones funcionales y rasgos distintivos ya existentes.

1.2.2. Cabe señalar que el estructuralismo tradicional no


ignora totalmente semejantes planteamientos. En realidad,
el principio se encuentra ya en el Curso de F. de Saussure,
en el importante capítulo sobre la analogía, donde Saussure
considera la creación analógica como «hecho sincrónico»:
evidentemente, se refiere a la sincronía del sistema, no a la
de la norma, en la cual las creaciones que él cita (* ínter-
ventionnaire, *répressionnaire, *firmamental) no se registran
todavía; habla del sistema en cuanto realizable, no en
Aspecto verbal perifrástico en gr. a. 235

cuanto realizado. Lo mismo se puede decir en lo que con¬


cierne a las llamadas «casillas vacías» que se comprueban
en un estado de lengua (evidentemente, se trata de «posi¬
bilidades» sistemáticas que no se encuentran realizadas) y
a las oposiciones que se reconocen como idénticas, aunque
pertenezcan a épocas distintas 3. También la gramática trans-
formacional ha llegado a la concepción de la lengua como
sistema de posibilidades, por lo menos en ciertos aspectos,
pero, lamentablemente, queda ligada a la separación neta
entre sincronía y diacronía4 y no advierte que la «rule-
governed creativity» y la «rule-changing creativity» son de
la misma índole y manifiestan la misma técnica lingüística;
además, ignora la distinción entre norma y sistema y entre
sistema y tipo.

1.2.3. Así, pues, atisbos en la misma dirección no faltan


en la lingüística actual. Pero hay que desarrollarlos con
plena coherencia y llevarlos a sus últimas consecuencias.
Hay que advertir que es la misma noción correcta de
estructura funcional y de sistema la que nos libra de la
antinomia entre sincronía y diacronía, pues la sincronía del
sistema se revela en la diacronía de la norma (así como,
por otra parte, la sincronía del tipo lingüístico se revela en
la diacronía del sistema)5.

3 Así, M. Sánchez Ruipérez, Estructura del sistema de aspectos y


tiempos del verbo griego antiguo, Salamanca, 1954, págs. 112 y sigs.,
observa que <(>áoKEiv, que aparece más tarde que (¡xávcu, y eokov
(opuesto a fjv en Homero, Heródoto, Alceo) corresponden a la misma
oposición.
4 Cf. lo sostenido por N. Chomsky, Current Issues in Linguistic
Theory, La Haya, 1964, pág. 22.
5 Aquí sólo se tratará del plano del sistema, en relación con la
norma. Acerca de la relación entre tipo y sistema, cf. mi estudio
Versuch einer neuen Typologie der romanischen Sprachen, de próxima
publicación.
236 Estudios de lingüística románica

1.3.1. Ahora bien, si el plano del sistema se presenta


como en parte realizado y en parte realizable, puede haber
secciones del sistema (sistemas parciales)6 en las que la
parte de posibilidad sea más amplia que la parte realizada,
es decir, donde las casillas vacías sean más numerosas que
las ocupadas. Es lo que se da en el caso de los sistemas
marginales o complementarios. El caso de tales sistemas,
no bien establecidos o sólo parcialmente establecidos, es
particularmente favorable para la ilustración de nuestro
principio. En efecto, en el caso de un sistema fundamental
—en gran parte o íntegramente realizado en paradigmas—
se puede comprobar, por cierto, su aplicación a sendos he¬
chos materialmente nuevos (la adaptación de esos hechos
a los paradigmas ya dados), pero mucho menos, o de nin¬
gún modo, el surgir de nuevos paradigmas de acuerdo con
los modos paradigmáticos (oposiciones funcionales) ya exis¬
tentes7. Un sistema complementario, y típicamente «defec-

6 De aquí en adelante el término «sistema» se empleará para los


sistemas parciales de una lengua (en el sentido en que se habla de
sistema verbal, aspectivo, pronominal, etc.).
7 El término «paradigma» se suele emplear con sentidos y en
niveles diferentes. Así, puede designar los paradigmas totales o par¬
ciales de palabras determinadas (por ejemplo, «paradigma de cantar»,
«paradigma del presente de cantar»), las varias secciones de un sis¬
tema parcial, independientemente de los signos materiales que las
realizan (por ejemplo, «paradigma del presente», «paradigma del im¬
perfecto»), y también los sistemas parciales como tales (por ejemplo,
«paradigma del verbo español», «paradigma de la perífrasis estar +
gerundio»). Aquí se emplea en el segundo sentido. Un paradigma del
tercer tipo es sistema «completo» o «cerrado» si se realiza en todos
los paradigmas posibles del segundo tipo, y es sistema «incompleto»,
«defectivo» o «abierto» si no se realiza en todos esos paradigmas.
Aplicando el término en el primer sentido, se puede decir, ciertamente,
que también un sistema «cerrado» se sigue realizando en paradigmas
nuevos. Aplicándolo en el tercer sentido, se dirá que un sistema
«abierto» puede ser completado, pero, naturalmente, no un sistema
«cerrado».
Aspecto verbal perifrástico en gr. a. 237

tivo», es, por ejemplo, en francés, el sistema de aller +


infinitivo, para expresar el futuro relativo: je vais dire y
j’allais dire existen y son usuales; pero *j'irai dire, *j'allai
dire, *j'irais dire no se registran en la norma. En cambio,
el futuro relativo del español (tipo voy a decir) y del por¬
tugués (tipo vou dizer) tienen realización paradigmática
mucho más amplia. En este caso, no hay, entre el francés,
por un lado, y el español y portugués, por el otro, diferencia
de sistema de posibilidades, pero, sí, diferencia de sistema
realizado, pues los paradigmas en los cuales el tipo ir (a) +
infinitivo se realiza efectivamente en español y en portugués
son mucho más numerosos que en francés* * * * * * 8.

1.3.2. También en griego antiguo existía un sistema


complementario análogo, precisamente el de gp^opai, í]kco,
dpi + participio futuro9. E. Schwyzer, Griechische Gram-
matik, II, pág. 255 interpreta las perífrasis del tipo £pxop.ou
<{>páocDV como un «schárferen Ausdruck des Futurums»,
pero en otro lugar (I, pág. 813) advierte que £lpi (gpxopcci)
(ppáocov tiene en Heródoto el valor de fr. je vais dire.
Liddell - Scott, A Greek-English Lexicón, s. v., advierten que

s También en español la perífrasis de futuro relativo es mucho


más frecuente en presente y en imperfecto que en otros casos, de
manera que alguna vez se ha afirmado que está limitada a esos dos
paradigmas. Sin embargo, mi discípulo Wolf Dietrich ha podido ras¬
trear excelentes ejemplos de la misma perífrasis en futuro, condicional
presente, pretérito indefinido, subjuntivo presente, subjuntivo imper¬
fecto e infinitivo. Análoga es la situación en portugués.
9 Es interesante observar que, a pesar de la profunda reestructu¬
ración material, la función se mantiene en griego moderno, donde
sigue existiendo un futuro con «ir» (iráco), del tipo: 0á itá vá ypáípco;
cf. N. Bánescu, Die Entwicklung des griechischen Futurums von der
frühbyzantinischen Zeit bis zur Gegenwart, Bucarest, 1915, págs. 109
y sigs., quien no deja de señalar el paralelismo con fr. je vais écrire.
También el sistema románico se debe, en mi opinión, a un influjo
griego sobre el latín «vulgar».
238 Estudios de lingüística románica

Epxo^iai + part. futuro cumple en Heródoto la función de


verbo auxiliar y traducen ep^opcci ápérnv, e. cppáocov por
I am going to tell (cf., por ej., Her., 1, 5: ¿y¿> be nepl pev
toótcov oúk ep^opai épécov, donde el sentido «no voy a
hablar» se presenta con toda claridad); señalan, asimismo,
que la construcción es rara en ático, pero citan un buen
ejemplo de Jenofonte (oú tooto Aé£,cov epxopco.)10. Acerca
de fjKto, los mismos autores escriben que, en construcción
con el participio futuro, significa I am going, I intend to,
«like epxopai», y aducen ejemplos de Eurípides (r¡Kco <ppóc-
ocov, n. dyy eAcov). Aún más interesante es el caso de sipt,
para el cual citan un ejemplo en imperfecto: fjia Aé^cov,
I was going to tell, eso es, «iba a decir» (en su contexto,
Heród., 4, 82, el ejemplo reza: dcva|3f|Oopai be éq xóv kcxx’
ocpxaq rjia Xé^cov Xóyov) y otro en subjuntivo: £í xiq íoxo-
píav ypcojicov íp (Luciano, Hist. conscrib., 39) n. Agréguense,
de acuerdo con las indicaciones de Kühner - Gerth, Ausfiihr-
liche Grammatik der griechischen Sprache, II3, 2, pág. 61:
Platón, Resp., 449 a: kccI ¿yo) pev rjcx xáq ¿pcov u,
y 562 c: ó-nep fja vOv 5ij épcov, así como Theaet., 198 e:

io Acerca del ejemplo de Platón citado en el mismo contexto por


Liddell y Scott, cf. nota 31. En los demás ejemplos platónicos seña¬
lados por los mismos autores (spxsTcu Kaxr|yopr|a<x>v poo, Euthyphr.,
2c y e-pyogai ánoGavoúpevoc;, Theages, 129a) es dudoso que haya
perífrasis, pues parece más bien que el verbo epxopai mantiene, en
esos casos, su significado léxico (puede interpretarse que se trata
efectivamente de «venir», «ir»).
a En cambio, no constituye perífrasis verbal el ejemplo de Home¬
ro, II., 3, 383, donde el verbo elpi está empleado con su valor léxico
normal.
12 Cf. la traducción francesa en la edición de la Col. Budé: «J'allais
les énumérer dans l’ordre». En cambio, la traducción del segundo
ejemplo —«oü j’en voulais venir»— no mantiene la misma perífrasis.
Para el tercer pasaje, la traducción reza: «l’arithméticien qui se met
en devoir de nombrer», «[le] grammairien qui se met en devoir
de lire».
Aspecto verbal perifrástico en gr. a. 239

Stccv ápi0(irjOCDV ífl ó áptGpryuKÓq f] ti ávayvoooópevoq ó


ypappccriKÓq 13.

1.3.3. Esto nos lleva a nuestro segundo principio meto¬


dológico. Desde Bello —precursor, en esto, como en varias
otras cosas, de la lingüística actual— se viene diciendo que
cada lengua debe ser descrita desde su propio punto de
vista. Sin embargo, el punto de vista de otra lengua es
aceptable, si esta otra lengua presenta categorías semejan¬
tes, que pueden hacernos comprender mejor las categorías
de la lengua estudiada; y lo es, muy en particular, cuando
se trata de comprender y describir lenguas que ya no se
hablan. En efecto: ¿por qué se sostiene el principio de la
inmanencia? Pues, para que no se apliquen las categorías
de una lengua a otras lenguas, que no las conocen. En
cambio, se pueden, naturalmente, aplicar categorías que
esas otras lenguas, sí, conocen. Es perfectamente lícito
tomar una lengua como modelo para la descripción de otra,
cuando esto implica abandonar otros modelos, insuficientes;
es decir, si esto significa, precisamente, hacer justicia al
punto de vista inmanente. Así, Kühner y Gerth (ob. cit., II,
págs. 60-61) incluyen la construcción perifrástica de epyo-
pai + part. futuro —al lado de varias otras, que muy poco
o nada tienen que ver con esta perífrasis (como íjKco ex^v,
«ich bringe mit»), simplemente entre los usos que servi¬
rían para visualizar los conceptos— «mit einer gewissen
malerischen Vollstándigkeit»; y Schwyzer ya se ha visto que

13 Sánchez Ruipérez, ob. cit., págs. 91 y sigs., establece que el


futuro griego se opone al presente y al pretérito tomados conjunta¬
mente y observa, asimismo (pág. 99), que en griego no existe la noción
de tiempo relativo. Esto vale para el sistema fundamental. En cam¬
bio, en el sistema marginal, y sólo parcialmente realizado, que se
acaba de señalar, ep^opai X飻v es un futuro del presente («voy
a decir») y fia Xé£cov (ép«3v) es un futuro del pasado («iba a decir»).
240 Estudios de lingüística románica

vacila en su interpretación. En cambio, desde el punto de


vista del francés o del español, que tienen je vais dire, voy
a decir (y aun del inglés, con su I am going to tell), el sen¬
tido de la perífrasis griega resulta inmediatamente claro 14.

2.0.1. Ahora bien, la gramática griega se ha hecho, en


gran parte —explícita o implícitamente—, desde el punto de
vista del latín y del alemán, que no conocen ciertas cate¬
gorías del griego, y, ciertamente, tendría, en varias de sus
secciones, otro aspecto, si se hubiese hecho partiendo, por
ejemplo, de las lenguas románicas, lenguas profundamente
influidas por el griego y que continúan toda una serie de
categorías griegas 15. Así, la mayoría de nuestras gramáticas
hablan de verbos que, al construirse con participios, corres¬
ponderían a adverbios, como, en efecto, se traducen al ale¬
mán (y, en gran parte, también al latín): Tuyxócvco - «zufállig»,
SiaxeAca - «fortwáhrend», <{)0ávQ - «vorher, zuvor», \av0ávco -
«heimlich», oíxopat - «fort, weg», etc. Y para otros verbos,
que en griego se comportan de manera análoga, pero para
cuya traducción no se encuentran o no se necesitan adver¬
bios —como £i[ií, yíyvopcu, <f>a(vopoa, ímápxco—, se dan
otras explicaciones16. En cambio, desde el punto de vista

14 Por ello, es curioso que tampoco Liddell y Scott distingan con


claridad, en el caso de Mp^opcu y elpi, entre las perífrasis propia¬
mente dichas, en las que esos verbos funcionan como auxiliares, y
las construcciones no perifrásticas, en las que ellos funcionan con
su sentido léxico pleno; cf. notas 10 y 11.
15 Esto vale, en particular, en lo que atañe al sistema verbal. En
otros aspectos (por ejemplo, en lo concerniente a las llamadas «par¬
tículas») una confrontación con el alemán resulta iluminadora. Y en
general, desde el punto de vista tipológico, el griego se halla mucho
más cerca del alemán que de las lenguas románicas.
16 Es sintomático, sin embargo, que no se deje de observar que,
precisamente, la mayoría de esos verbos suelen necesitar una «inte¬
gración de sentido» por medio de un participio, es decir, que fun-
Aspecto verbal perifrástico en gr. a. 241

de una lengua como el español, que posee la perífrasis de


estar + gerundio, que utiliza verbos como seguir, andar y
varios otros como aspectivos de «ser»17 y emplea como
«copulativos» hasta verbos como amanecer y anochecer, la
interpretación habría sido muy otra 18. Se habría advertido,
por ejemplo, que g’qií + part. pres. corresponde a estar +
gerundio, que 6ioct£Áó> Aéycov significa «sigo diciendo», que
£túyxocvov Ypó^cov no significa «escribía por casualidad»,
sino «estaba, justamente, escribiendo» (o, a lo sumo, «estaba,
por casualidad, escribiendo»), y esto habría abierto una ven¬
tana hacia la interpretación correcta del correspondiente
sistema griego. Dicho de otro modo, se habría advertido
que el griego poseía una larguísima serie de verbos que
significaban «ser» - «estar» + una determinación y que per¬
mitían construcciones análogas a las que el español conoce
con sus aspectivos de «ser» 19.

cionan como auxiliares o como copulativos. Así: Toyxávco ÍKUfxo,


ouyKupéco), Xocv0dcvco (Af|0co, ontoKpóiiTopai), $0ávco, SiocteAco (6iáya>,
biaYÍyvo-pai), 0apíC“» oíxofial» <f>cx(vopai.
17 Acerca de los aspectivos de «ser» en español (y en portugués),
cf. mi trabajo Sobre las llamadas «construcciones con verbos de mo¬
vimiento»: un problema hispánico, Montevideo, 1962, en part., pági¬
nas 8-9 (y en este volumen, págs. 74-75).
18 Es decir: si este punto de vista se hubiera efectiva y coheren¬
temente adoptado. En realidad, también las gramáticas griegas publi¬
cadas en los países románicos suelen repetir, a este respecto, lo que
ya es «communis opinio».
19 Es cierto que también en nuestras gramáticas varios de esos
verbos se encuentran a menudo considerados como «verbos de ser»
y traducidos, precisamente, por ser (estar) + alguna determinación
(«ser por casualidad», «estar oculto», «ser manifiesto» o «ser eviden¬
temente», etc.); cf. las traducciones de Kühner- Gerth, II, 2, pág. 63,
y su capítulo sobre «Kopulaartige Verben» (II, 1, págs. 42-44). Sin
embargo, no se deslinda con exactitud toda la serie; y en ninguna
gramática, de las que conozco, se encuentran las perífrasis aspectivas
de esos verbos tratadas como tales. En general, esas perífrasis se
hallan tratadas, junto con varias otras construcciones, en el capítulo

EST. LINGÜÍSTICA ROMÁNICA. — 16


242 Estudios de lingüística románica

2.0.2. Mi propósito, en lo que sigue, es, precisamente,


el de señalar —tomando como modelo categorías bien cono¬
cidas en español y portugués (y también, aunque en menor
medida, en las demás lenguas románicas y en griego mo¬
derno)— la existencia y los rasgos generales de ese sistema
marginal del griego antiguo, constituido por las construc¬
ciones de valor aspectivo con «verbos de ser» (y «verbos
de movimiento»). Claro está que sólo puedo presentar una
tesis a este respecto y un esbozo de investigación, no los
resultados de una investigación pormenorizada, que queda
por hacer.

2.1.1. Una de esas construcciones, la de £Í^[ + part.


pres., frecuente en el Nuevo Testamento (en particular, en
S. Lucas), ha sido bien estudiada por G. Bjorck, en su libro
•?Hv 6i6áoKcov. Die periphrastischen Konstruktionen im
Griechischen, Uppsala, 1940, en part., págs. 41-73. Por otra
parte, ya J. M. Stahl, Kritisch-historische Syntax des griechi¬
schen Verbums der klassischen Zeit, Heidelberg, 1907, pági¬
na 145, señalaba que £Ivai con el part. pres. puede significar
«daran sein, in etwas begriffen sein» (o sea, lo correspon¬
diente a esp. estar + gerundio). Sin embargo, los helenistas

del participio, que es como si las perífrasis españolas del tipo estar
haciendo, andar haciendo, etc., se trataran simplemente como usos
del gerundio, entre varios otros usos, no perifrásticos. Y, cuando se
trata de «construcciones perifrásticas», se atiende casi exclusivamente
a la materialidad de las mismas y no se distingue con claridad, ni
entre lo que constituye efectivamente y lo que no constituye perí¬
frasis, ni entre las perífrasis aspectivas y las de otros tipos. Para
un planteamiento correcto del problema, habría que partir de los
verbos que pueden ser copulativos y auxiliares, no de los participios,
habría que separar las construcciones perifrásticas de esos verbos de
las no perifrásticas, y, luego, las perífrasis aspectivas de las no aspec¬
tivas y, finalmente, distinguir, según su función propia, los varios
tipos de perífrasis aspectivas.
Aspecto verbal perifrástico en gr. a. 243

no están todavía de acuerdo en cuanto a su interpretación


y, sobre todo, no separan esta construcción de otras cons¬
trucciones, sólo materialmente análogas. Así, Schwyzer,
ob. cit., II, pág. 255, a pesar de citar a Stahl y a Bjórck,
dice simplemente que eíjil + part. pres. sirve «zur Bezeich-
nung einer sich abspielenden Handlung», lo cual es carac¬
terización muy insuficiente, pues se puede aplicar también
al presente, al imperfecto y a muchos perfectos. Schwyzer
habla, por cierto, de «Aspektverháltnis periphrastisch ver-
deutlicht», pero coloca la construcción de £[^í con part.
pres. al lado de las varias construcciones del mismo verbo
con el participio aoristo (para expresar el perfecto, el plus¬
cuamperfecto y el futuro perfecto), que no tienen ningún
valor aspectivo ajeno al sistema fundamental, pues son sim¬
ples variantes materiales de formas de éste20. Asimismo,
Blass - Debrunner, Grammatik des neutestamentlichen Grie-
chisch10, Góttingen, 1959, págs. 215-216 (donde también se
cita a Bjórck), siguen limitándose a observar que elvai +
part. pres. ‘sirve en el Nuevo Testamento para la expresión
perifrástica del imperfecto, del futuro, más raramente del
presente de indicativo, y a veces también del infinitivo y
del imperativo presente’, como si no hubiera diferencia de
función entre las formas perifrásticas y las formas sim¬
ples21; además, como la expresión es rara en la lengua de

20 Kühner - Gerth, ob. cit., II3, 1898, 1, pág. 38, escriben que por la
perífrasis de stpl+part. ‘el concepto verbal se pone de relieve de
manera más independiente y expresiva’ y consideran conjuntamente
las perífrasis con part. perf. y aoristo. Como se ve, de Kühner - Gerth
a Schwyzer no se ha adelantado demasiado a este respecto.
21 Lo propio de las perífrasis sería sólo «eine gewisse Emphase»,
que se presentaría regularmente en los ejemplos clásicos y con fre¬
cuencia en el Nuevo Testamento. Cf. la nota anterior. Cabe observar
que el acudir al «énfasis» es expediente común, cuando no se logra
establecer con exactitud una función mejor definida. Pero ¿cómo se
comprueba que hay énfasis en el caso de un texto escrito?
244 Estudios de lingüística románica

la época helenística, admiten un influjo semítico que habría


reforzado lo que en griego sólo habría sido una posibilidad -2.
Curiosamente, también Liddell - Scott, s. v., sólo hablan de
£Íjd en perífrasis con el participio ‘para expresar el verbo
finito’, tanto con respecto a etpii + part. perf. o aoristo como
con respecto a £í^i + part. pres. En cambio, las traduc¬
ciones inglesas y romances del Nuevo Testamento interpre¬
tan a menudo esta última construcción, precisamente, por
medio de la progresiva inglesa y de las formas correspon¬
dientes a esp. estar + gerundio.

2.1.2. En mi opinión, Bjorck ha demostrado con toda


evidencia que eí^.1 + part. pres., en los casos en que pare¬
cería corresponder a las formas verbales simples, constituye
perífrasis aspectiva23, pues, como él mismo observa (pág. 60),
no es lícito identificar funcionalmente rjv 5i6áoKcov y ¿6í-
óccokev sólo porque ambas expresiones se traducen al ale¬
mán por «er lehrte», ni hay razón para considerar la cons¬
trucción perifrástica simplemente como «enfática». En su
propia interpretación, Bjorck se funda, con mejor criterio,
en la analogía con la progresiva inglesa, aceptando la expli¬
cación que da Jespersen de esa forma como «marco abar¬
cante», y atribuye el mismo valor a la construcción griega24.

22 Cf., en el mismo sentido, aunque con un matiz algo diferente,


Schwyzer, ob. cit., I, pág. 813: «Die starke Zunahme solcher Falle
bei den LXX und im NT ist teilweise durch das aramáische Vorbild
bedingt».
23 La construcción en cuanto tal, considerada en su materialidad,
puede naturalmente ser perífrasis verbal o no serlo (como la cons¬
trucción de estar + gerundio en español). Bjorck distingue muy clara¬
mente entre perífrasis y construcciones materialmente idénticas pero
no perifrásticas, así como entre las perífrasis en las que el part. pres.
tiene valor adjetivo y las propiamente verbales.
24 Es interesante observar que, prácticamente en todos los casos
en los que Bjorck admite la perífrasis aspectiva, ésta se puede tra-
Aspecto verbal perifrástico en gr. a. 245

En cuanto al origen de la perífrasis, rechaza la idea del


semitismo y piensa que se trata más bien de una forma
propia del lenguaje hablado y popular. Ciertamente, la perí¬
frasis aspectiva es típica del Nuevo Testamento y de otros
textos cristianos, pero Bjorck aduce también ejemplos de
la literatura tardía no cristiana y recuerda una serie de
buenos ejemplos clásicos —de Heródoto: rjv yáp Kara xijv
Kcnivo5ÓKr]v ¿q xóv otxov ¿oéycov ó rjXioq («estaba pene¬
trando») y rjv 5e xó &£Íttvov 'iroieúpsvov ¿v ©rj(5r]oi («se
estaba haciendo»); de Tucídides: kcxI & [lExairep'JtópEVOi
rjaav («estaban [iban] mandando a buscar»); y de Platón:
rjv xá ii£pi xó f]xpov ipuyópEvoc («se estaban enfriando»).
Como posibles perífrasis, Bjorck señala, además, un ejemplo
de Sófocles (pág. 73), uno de Homero y uno de Jenófanes
(pág. 127). Otros ejemplos de posibles o probables perífrasis
pueden añadirse de acuerdo con las indicaciones de Liddell -
Scott y de las grandes gramáticas; así: <f)£Úycov ’Opáoxr|q
¿oxív (Esquilo, Choeph., 136) 25; oootq xá5’ eox’ ápéoKovxa
(Sófocles, Oed. Tyr., 273-4); tí 5’ gox’ ¿KEÍvriq ópiv áq
pó(3ov pápov; (Sófocles, Oed. Tyr., 991); Xéyrnv éaxív xiq
(Eurípides, Hec., 1179); éyyuq xfjq Gópaq rjóp (3a&í^cov eípí
(Aristófanes, Ranae, 35-36) 26. Indudable me parece la perí¬
frasis en Sófocles, Philoct., 1218-19: ¿y¿> pév rj&q koí iráXai...
ox£ÍXcov av fj, que en Kühner - Gerth, II, 1, pág. 38, está
traducido por «ich wáre lángst auf dem Wege» («estaría
andando»). Cabe recordar, asimismo, el tipo eoopcxi tiolSv,

ducir al español por estar + gerundio. En los demás casos, etvca


significa ‘haber’, ‘existir’, ‘hallarse’, etc.,, o también ‘estar’, pero en
el sentido de ‘hallarse en tal o cual lugar’.
25 Es el ejemplo citado por Schwyzer a propósito de la «Bezeich-
nung einer sich abspielenden Handlung».
26 Obsérvese que, en estos ejemplos, stvcci aparece en el presente
de indicativo, mientras que Bjorck sólo trata ampliamente de la
construcción con elvat en imperfecto.
246 Estudios de lingüística románica

para el cual Bjórck, ob. cit., 87, cita un ejemplo de Jeno¬


fonte y que, en su opinión, serviría como «imperfectivo dura-
tivo» en el ámbito del futuro (donde, de otro modo, no
hay diferencia entre «imperfectivo» y «aorístico»).

2.2.1. Como análogas a las perífrasis de £[p[ + part.


pres. deben considerarse las construcciones participiales
con otros verbos que significan «ser» o son aspectivos de
«ser», muy en particular las frecuentes y bien conocidas
construcciones clásicas con xuyxávoo y SiccTeXco (y sus varios
equivalentes). Cf., por ejemplo, para xuyxávco: TÓxr|0£ yáp
épxopévr] vriuq (Homero, Od., 14, 334), «estaba, justamente,
saliendo una nave» (Liddell - Scott: «a ship happened to be
starting»); o bien: ¿xóyxocvov Ttpóriv eíq aoxo oíkoGev
ávicóv (Platón, Symp., 172 a), «antes de ayer estaba viniendo
de mi casa hacia la ciudad»27. Y para 5iax£Xco: 'irapocoKeucc-
^ópevoi xaoxa oXr)v xpv rjpápav SiexéXeaav oi ’ABrivaiot
(Tucídides, 7, 38: «siguieron preparando»); £Ixa xóv Xontóv
(3lov Ka0£Ó5ovx£c; 5icrr£XoÍxE áv (Platón, Apol., 31 a), «des¬
pués seguiríais durmiendo por el resto de la vida»; 8i£xé-
Xeoocc;... 7i£ipóp£voc; (Platón, Theaet., 206a), trad. en Lid¬
dell - Scott por «you have been trying all along», etc.2S. Y,
en realidad, no cabe interpretar de otro modo las construc¬
ciones, también clásicas y bien conocidas, con los demás
verbos que, según la interpretación corriente, 'suelen tener

27 En la traducción de la Col. Budé: «l’autre jour je me trouvais


á monter vers la ville», con se trouver á, que suele emplearse también
para traducir esp. estar + gerundio. Bjórck, ob. cit.r pág. 64, advierte
con razón que + part. pres. funciona como la construcción clá¬
sica con toyx«v<3 (óue falta en el Nuevo Testamento).
2» Semejante es el uso tardío de í’oTqgi —en sus formas de valor
intransitivo—, documentado, por ejemplo, en Acta, 1, 11: T( éoxrÍKaTE
pXéirovxEq; («¿por qué estáis [os quedáis] mirando?»); cf. Bjórck,
ob. cit., pág. 118.
Aspecto verbal perifrástico en gr. a. 247

integración participial’, como ^aívopai, XavGávco, <}>06cvq,


oíxo(JKXL-

2.2.2. Es cierto que la mayoría de esos verbos, en sus


construcciones con los participios, no son simplemente
«auxiliares», sino que contienen también determinaciones
léxicas. Según Bjórck, pág. 64, hasta la construcción con
xoyxúvco no sería pura expresión de la «progresividad»,
pues contendría siempre un matiz complementario, como
«zufallig», «einmal», «gerade», etc. Obsérvese, sin embargo,
que tal es, precisamente, el caso de esp. amanecer, anoche¬
cer, que, en uno de sus usos, significan «estar + al ama¬
necer», «estar + al anochecer» y, puesto que contienen el
significado de estar, admiten las construcciones de éste con
adjetivos y con el gerundio29. Por otra parte, esto no vale
para todos los verbos de la serie en cuestión. Así, es dudoso
que, desde el punto de vista griego, xuyxécvco Y &iaxeXS,
construidos con participios, contengan algo más que «ser» +
una determinación aspectual30. Con respecto a yíyvopca,
cf. nota 36.

29 Cf. mi artículo «¿Arabismos o romanismos?», en NRFH, 15,


1961 pág. 14 (y en este volumen, pág. 57).
30 En efecto, pueden interpretarse respectivamente, como «etpí +
momentáneo» y «etpl + durativo». Obsérvese que Toyyáv« y biareXco
-como esp. estar, seguir, etc.- se construyen también con adjetivos
(o, como se dice, ‘con elipsis de 6v'); cf. esp. sigue estando enfermo-»
sigue enfermo. Además, también esp. andar, seguir + gerundio se tra¬
ducen a menudo por determinaciones como alem. «immer wieder»,
«weiter», «immer noch», etc., lo cual no quita que en español funcio¬
nen simplemente como aspectivos de «ser». Del mismo modo, las
determinaciones formuladas por Bjdrck para TuYXáv“ Parecen, no ser
más que explicaciones léxicas de la momentaneidad. También £oxr|Ka,
en el ejemplo citado en la n. 28, parece ser simplemente «et^ií +
resultativo».
248 Estudios de lingüística románica

2.3. Para las construcciones perifrásticas de verbos de


movimiento, también con el participio presente, la cosecha
de ejemplos no es muy abundante, pues, hasta la fecha, los
ejemplos no han sido reunidos con el criterio aquí sostenido.
Kühner y Gerth, II, 2, pág. 60, hablan de £pX£o0ca, íkveí-
oOcxi, íévcci, paíveiv, -néxEoOca., qKEiv con participios, pero
sólo con respecto a la «expresividad» de tales construccio¬
nes; además, no deslindan las perífrasis propiamente tales
y no hacen ninguna distinción funcional entre las construc¬
ciones con el part. pres. y las con el parí, fut., que, como
se ha visto, tienen otro sentido. Schwyzer, II, pág. 255,
habla de un aspecto perifrástico expresado por verbos como
£pX£o0oa y cx<jHK£a0cu, pero sólo cita construcciones con
sustantivos. Sin embargo, se pueden aducir ejemplos y usos
en los que la perífrasis con el part. pres. parece evidente,
precisamente, con los verbos (3aívco, elpi, £pXopca y ííkco.
Para (3aívoo cabe recordar, sobre todo, los conocidos ejem¬
plos homéricos del tipo (3fj 5é pépcov (Od., 22, 112), trad. en
Kühner - Gerth por «trug fort», y [Jfj pEÚycov {II., 2, 665);
cf. también el (3ocívco KaxayyéXXcov, de un papiro, inter¬
pretado en Liddell - Scott como «perífrasis para el futuro»,
y: Kai -irpo(3aívcov pEÍ^cov áyévexo (Génesis, 26, 13), «y fue
adelantando y engrandeciéndose» (Cipriano de Valera), «e
ando del continuo crescendo» (Diodati). Para cf.
X£ xocúxr|v aívácov (Heródoto, 1, 122) y oú5’ et •jruppópoq
áox£ponr|xf|(; [3povxaq aúyaiq p’ etai qAoyí^cov, «ni siquiera
si me va (si me fuera) quemando» (Sófocles, Philoct., 1198-
1199). Para epyopoci, cf. gpXopai yáp 8f) ámyeipcov ooi
¿m5£i£,aa0ai xrjq atxfaq xó £i5oq (Platón, Phaed., 100 b)31;

31 Según Liddell-Scott, Epyogai éniXEip<Sv ooi ¿Tu5E[^ao0ai esta¬


ría por £pXo(ia[ ooi éiuSEL^ógEvoQ, pero ello no quita que EpXopai
esté construido con el part. presente. Además, no se ve la necesidad
de tal interpretación, que implicaría el sentido «voy a tratar de»,
Aspecto verbal perifrástico en gr. a. 249

asimismo, cabe preguntarse si epxopai tendrá su valor pleno


en Píndaro N., 7, 69: £Í náp péXoq ep^opai tpóyiov oapov
évvéttcov. Finalmente, para f]KCO, cf. el tipo qKco áyyéXXcov,
trad. en Kühner-Gerth por «ich melde», y, muy en particu¬
lar: 6 kcx'i vuv f]K£L yivópevov (Polibio, 24, 9), trad. en
Liddell - Scott por «which commonly happens even now»
(cf. esp. viene sucediendo, viene ocurriendo).

3.1. ¿Qué valor de lengua tenían todas estas perífrasis


con el participio presente? Bjorck, como se ha visto, explica
la perífrasis con £Íp[ como expresión de «marco abarcante»
(de otras acciones), según el modelo de la progresiva ingle¬
sa, o sea, esquemáticamente:

P-- he was writing *-—

when I entered

Tal explicación puede convenir, quizás, a la progresiva


inglesa, pero es insuficiente para una lengua como el griego,
que poseía un imperfecto distinto del aoristo y que empleaba
las perífrasis con el part. pres. también —y muy a me¬
nudo—, precisamente, en imperfecto 32. Por ello es preferible

no justificado por el aoristo áiu6E(£,ao0oci. En efecto, «voy tratando


de explicarte la naturaleza de la causa» me parece una buena traduc¬
ción, que conviene sin violencia ninguna al texto platónico.
32 En las lenguas románicas, que poseen la distinción análoga
(aunque no idéntica) entre imperfecto y «pretérito indefinido», el lla¬
mado «enmarcamiento» (la coincidencia con otras acciones) puede
250 Estudios de lingüística románica

el modelo de las lenguas románicas, en particular, del espa¬


ñol y del portugués, donde se trata de lo que propongo
llamar «visión parcializadora», es decir, de la consideración
de la acción verbal entre dos puntos de su desarrollo33.
Así, por ejemplo, las varias funciones expresadas dentro de
la «visión parcializadora» en español pueden esquematizarse
de la manera siguiente:

estar
haciendo

A C- B verbal)

En español, estar + gerundio es el término general y


neutro de la «visión parcializadora», pues expresa simple¬
mente la consideración estática de la acción verbal entre
dos puntos, A y B, que pueden también ser el punto inicial

expresarse, y se expresa a menudo, simplemente por el imperfecto.


También otras determinaciones ensayadas por Bjórck —como «Hin-
tergrund» y «diskursiv ausgebreitet» (opuesto a «komplexiv zusammen-
geschaut»)— pueden aplicarse al imperfecto románico y, en parte,
también al griego.
33 Cf. mi artículo «‘Tomo y me voy'. Ein Problem vergleichender
europáischer Syntax», en Vox Ramanica, 25, 1966, en part., págs. 41
y sigs. (y, en traducción española, en este tomo, págs. 126 y sigs.).
H. Keniston, «Verbal Aspect in Spanish», en Hispania, 19, 1936, pági¬
nas 164 y 171, habla en un sentido, en parte, análogo de «actitud
fraccionadora».
Aspecto verbal perifrástico en gr. a. 251

y el final de la acción considerada, así como pueden coin¬


cidir en un punto único, C. Andar + ger. también expresa
la consideración de la acción entre dos puntos, pero, ade¬
más, «acompaña» dinámicamente a ésta en varios momentos
de su desarrollo (por lo cual, en este caso, los dos puntos
no pueden coincidir). Venir + ger. e ir + ger. agregan al
valor de estar + ger. la «progresividad»: venir + ger. con¬
sidera la acción retrospectivamente, desde un punto ante¬
rior, indefinido, hasta el punto C (que coincide con el
«momento» en el que se considera la acción)34; en cambio,
ir + ger. es «prospectivo»: considera la acción entre el
punto C y un punto ulterior, indefinido. Finalmente, seguir 4-
ger. es una combinación de retrospectivo y «prospectivo».

3.2. En el mismo sentido puede interpretarse —de acuer¬


do con los significados comprobados en los ejemplos citados
más arriba— el correspondiente sistema griego. En efecto,
el griego no poseía, en su sistema verbal fundamental, for¬
mas de significado «parcializador» (salvo el perfecto, pero
que tampoco expresaba la acción entre dos puntos, sino,
según la definición de Ruipérez, ob. cit., pág. 62, «la acción
después de su término»). El tema del presente era, en
griego, simplemente durativo, sin implicar consideración
parcial de la acción en su desarrollo, y el aoristo era indi¬
ferente a la duración y, por ende, también a la parcialización.
Ciertamente, el presente y el aoristo, en cuanto indiferentes
con respecto a la parcialización, podían designar, ocasional¬
mente, también acciones «parciales», pero la parcialización
no podía resultar de los valores de lengua de esos temas,
sino sólo de eventuales determinaciones contextúales. En

34 Se trata, claro está, de un «momento» de la acción considerada,


no del momento temporal de la consideración.
252 Estudios de lingüística románica

cambio, para la expresión explícita de la parcialización, el


griego disponía del sistema complementario que estamos
considerando, en particular, de las perífrasis con glpí,
xuyxávoo y biaxeAco. En tal sistema, la perífrasis con gípí,
de empleo relativamente limitado, expresaba la considera¬
ción de la acción entre dos puntos, A y B, mientras que
las perífrasis de uso más frecuente, con xuyxúvco y biaxcAco
expresaban, respectivamente, la consideración de la acción
en un solo punto (nuestro punto C)35 y la continuidad de
la acción antes y después del punto C, es decir, la combi¬
nación de retrospectividad y «prospectividad». Tampoco
faltaban en ese sistema otras posibilidades, aunque de em¬
pleo aún más limitado y esporádico que el de la perífrasis
con gípL Así, la perífrasis con f¡xco correspondía, según se
deduce del ejemplo de Polibio citado en 2.3., a la conside¬
ración de la acción entre un punto anterior y C. Y las
perífrasis con (3cúvco, epxopai y eípt parece correspondieran
a C —>• (quizás también a esp. andar + ger.); pero la escasez
de los ejemplos no permite determinar más de cerca su
función ni establecer eventuales oposiciones entre ellas.
Además, el griego poseía verbos del tipo de los españoles
amanecer, anochecer «personales» —que significaban «sípí +

35 Por lo tanto, esp. estar + ger. correspondería tanto a £Ípí +


part. pres. como a tuyxóvo part. pres. Obsérvese que asumir un
paralelismo funcional no implica asumir la identidad de todas y cada
una de las funciones de dos sistemas pertenecientes a lenguas dife¬
rentes. El paralelismo sirve para abrir un camino a la comprensión,
pero, una vez abierto el camino, la lengua considerada debe ser des¬
crita de acuerdo con las oposiciones y realizaciones que ella misma
presenta. Así, tampoco es necesario que todo lo que es perífrasis
en español lo sea también en griego, ni viceversa. Y, aun en el caso
de una identidad total en el plano del sistema, puede haber diferen¬
cias en la norma de realización (cf. el caso de la oposición ser / estar
en español y en portugués).
Aspecto verbal perifrástico en gr. a. 253

determinaciones léxicas»—, y, con estos verbos, empleaba


hasta con predilección las construcciones participiales: las
funciones más complejas eran, por lo tanto, en griego, de
uso mucho más frecuente que la función simple de eijaí +
part. presente36.

3.3. En cuanto al llamado «enmarcamiento» —que, en


realidad, puede darse o no darse—, se trata sólo de una
consecuencia de la consideración de la acción verbal en su
desarrollo: en efecto, una acción considerada «cursivamen¬
te» puede servir como marco de referencia para otras accio¬
nes37. Lo mismo cabe decir acerca de la referencia a un
«tiempo determinado» (siempre implícita en las perífrasis
con eípí, toyX^vco> que es sólo consecuencia de
la «parcialización»: entre dos puntos (o en un punto) de
su desarrollo, sólo puede considerarse una acción concreta
y determinada. Así, esp. enseñaba puede significar «ense¬
ñaba aquí y allá, en momentos y sitios distintos», mientras

36 Otro de los aspectivos propiamente dichos de «ser», yíyvopcu


(= «eígl + ingresivo»), puede funcionar, de acuerdo con su sentido,
como instrumento de la categoría de «grado de la acción», precisa¬
mente, para significar el grado ingresivo. Bjórck, ob. cit., pág. 100,
cita dos ejemplos tardíos de ytyvopou + part. pres. en los que este
verbo tiene el valor de «ponerse a». Obsérvese que, en este caso,
como en otros, el griego expresa de manera análoga la categoría de
«visión» y la de «grado» y que hay ejemplos que pueden interpretarse
en los dos sentidos (así, el ejemplo de Homero citado en 2.2.1., que
puede interpretarse también como expresión del grado inminencial).
También en las lenguas románicas hay sincretismos entre las dos
categorías; así, en español, en el caso de venir, ir, seguir + gerundio.
En el francés actual, el sincretismo entre las dos categorías es prác¬
ticamente total. Acerca de la distinción entre «visión» y «grado»,
cf. «Tomo y me voy», pág. 41 (aquí: págs. 126-127).
37 Pero adviértase que la «cursividad» de la consideración no tiene
ninguna relación definida con la duración «real» de la acción consi¬
derada.
254 Estudios de lingüística románica

que estaba enseñando es semelfactivo y temporalmente deli¬


mitado: significa una acción única, concreta y determinada38.

4.1. De acuerdo con el paralelismo que nos ha revelado


las perífrasis parcializado ras, cabe que nos preguntemos si
habrán existido en griego formas especiales también para
expresar la no parcialización, la «visión global». En rigor,
ello parecería aún menos «necesario», pues las formas indi¬
ferentes a la parcialización podían, en cuanto formas «neu¬
tras», expresar también lo contrario de esa noción, es decir,
la consideración de la acción verbal en su globalidad. Sin
embargo, en español y en portugués —donde los hechos
funcionales son, a este respecto, análogos—, existen tam¬
bién perífrasis por las que insiste, precisamente, en la no
parcialización. En español, cumplen tal función las perífrasis
con coger, tomar, ir (regionalmente también con agarrar,
saltar, llegar, venir), en construcción copulativa (tipo cojo
y escribo)39; en portugués, tienen el mismo valor las perí¬
frasis copulativas con pegar, ir, agarrar (tipo pego e escrevo).

4.2. Y, efectivamente, el paralelismo sigue funcionando,


pues tampoco faltaban en griego las perífrasis de significado
«globalizador», aunque los ejemplos seguros sean, en este
caso, aún más escasos que los de algunas de las perífrasis
parcializado ras. Se trata de las perífrasis con verbos de
«movimiento» —más precisamente con etpi y gp^opai— y

3® De aquí también aquel efecto de «Anschaulichkeit» que suele


atribuirse a las perífrasis.
39 La perífrasis copulativa con tomar («tomé y víneme», «tomamos
y vinimos») está documentada en español desde Valdés. Sobre los
problemas relativos a esas perífrasis españolas y a las perífrasis aná¬
logas de toda una serie de lenguas europeas, cf. «Tomo y me voy»
y la bibliografía ahí indicada.
Aspecto verbal perifrástico en gr. a. 255

con Xap|3ávco ‘t0, empleados ellos en participio y construidos


con un verbo conjugado41. En efecto, Kühner-Gerth, ob.
cit., II, 2, pág. 87, hablan de un uso expresivo («malerisch»)
de icbv, ¿XGcóv, Xcc|3óv (y también de poXcóv, itapcóv, cf.
nota 40) —que es otra manera de decir que esos participios
pueden funcionar como auxiliares—, aunque, como de cos¬
tumbre, no distinguen entre las construcciones perifrásticas
y las que no son tales: véase también Schwyzer, ob. cit., II,
pág. 388, que habla de esos participios como «formelhaft»
y «ausmalend». En lo que concierne a eípi, la perífrasis
me parece segura en Sófocles, Antig., 768: $pov£ÍTco pel^ov
r) koct’ &vóp’ tcóv y Aiax, 304: óoqv kcxt’ ccútcov üj3piv
¿teriaca: ’ ícóv. Para epxopou cf. Homero, II., 16, 521: oú
Óúvccpai... pá/eoGco. ¿XGcóv; posible, pero incierta, me pare¬
ce, en cambio, la perífrasis en Sófocles, Antig., 1107: ópa
vov xáó’ ¿XGcóv. En cuanto a Xappávoo los ejemplos homé¬
ricos que se citan de su uso «pleonástico» (como Od., 24,
398: Xa(3¿>v kóoe X£1Pa^ corresponderán más bien a lo que
Havers, en IF, 45, 1927, págs. 229 y sigs., ha llamado «enu-
merative Redeweise»; pero el valor puramente auxiliar me
parece indudable en Sófocles, Oed. Tyr., 1391: tí p’ oú
Xcc|3¿>v gx-ceivocq; «¿por qué no cogiste y me mataste?»42.

40 No incluiría en la misma serie a |3X«ctkco, pues no me parece


que haya perífrasis en los ejemplos que se citan de su uso «pleonás¬
tico»; así, no la hay en Sófocles, Aiax, 854: & ©ávaxe, vov p’ éirl-
OKEpcu poXcóv, donde poXcóv conserva, en mi opinión, todo su sig¬
nificado léxico. En cambio, es posible que nápeipi funcione como
simple auxiliar en: eí toüq 0avóvxa<; oúk ¿gq Gótiteiv irapróv (Sófo¬
cles, Aiax, 1131).
41 Salvo para elpi (que no lo tenía) el participio era, en este caso,
el del aoristo. La misma observación que para elpi habrá que hacer
para uápeipi, si se admite la perífrasis con itapcóv (cf. nota anterior).
42 A propósito de tal uso de Xappdvca, se lee en Liddell - Scott:
«seems pleonastic but adds dramatic effect», caracterización que se
ha dado también del giro «coger y» del español y de otras lenguas.
256 Estudios de lingüística románica

5.1. Así, pues, el sistema complementario empleado en


griego para la categoría aspectiva de «visión» puede resu¬
mirse como sigue:

CONSTRUCCIONES PERIFRÁSTICAS

VERBO PRINCIPAL EN PART.


VERBOS AUXILIAR EN PART. + VERBO
(PRES.) + AUXILIAR
AUXILIARES PRINCIPAL CONJUGADO
CONJUGADO

£Ípí + —

TuyxávcD + —

SuxteXco + —

Maxr)Koc + —

£ipi + +

Epxopai + +

f]KCO + —

Áappávco — +

visión
Función: visión «global»
«parcializadora»

Es decir que, en lo esencial, había en griego antiguo un


tipo de construcción para la visión parcializadora, al que
llamaré convencionalmente ypá<¡)cov etpí, y otro tipo para
la visión global, al que llamaré Xa|3cbv ypé«J>Go.

5.2. Los sistemas complementarios que el español y el


portugués poseen para las mismas funciones han constituido
aquí nuestro punto de partida, y las perífrasis españolas se
han utilizado para la interpretación de las correspondientes
perífrasis griegas. El portugués, muy semejante, en esto, al
Aspecto verbal perifrástico en gr. a. 257

español, dispone, para la visión parcializadora, de las perí¬


frasis bien conocidas, con estar, andar, ir, vir, continuar +
gerundio (en parte, también + a e infinitivo), y para la visión
global, de las construcciones señaladas en 4.1. Pero sistemas
complementarios exactamente análogos (para las dos fun¬
ciones básicas) existen, asimismo, en italiano y en albanés 43.
En italiano, la visión parcializadora se expresa por stare,
andaré, venire + gerundio (así como por stare a + infinitivo)
y la global, por construcciones copulativas con prendere o
pigliare44. El sardo posee para la parcialización éssere +
gerundio (perífrasis de uso muy frecuente)45 y para la glo-
balidad, pik(k)are (pigare) en construcción copulativa. El
retorrománico (para el cual se citan aquí formas «ladinas»)
tiene, por un lado, perífrasis con ir + gerundio y star a +
infinitivo y, por el otro, construcciones copulativas con tour,
piglier4Ó. El rumano expresa la primera función por a sta,

« Por lo que concierne a las lenguas románicas, sólo en galorro-


mance y en catalán no he encontrado perífrasis para la visión global.
Pero el francés, después de la desaparición del antiguo ester (y de
la correspondiente perífrasis aspectiva), tampoco conoce la visión
parcializadora como función autónoma (cf. nota 36) y, en cuanto a
las perífrasis con el gerundio (o «participio presente»), sólo posee,
en la actualidad, la progresiva con aller, de empleo, por demás,
bastante reducido. El provenzal, cuyo verbo estar {esta, ista) es defec¬
tivo y de uso limitado, parece no conocer ninguno de los dos tipos
de perífrasis. Curioso es el caso del catalán, que conoce y utiliza
ampliamente (en parte, por influjo del español) las perífrasis de estar,
anar, seguir, venir + gerundio, pero que no parece poseer perífrasis
para la visión global.
44 Acerca de las correspondientes formas dialectales, cf. G. Rohlfs,
Historische Grammatik der italienischen Sprache, III, Berna, 1954,
págs. 20-23; asimismo, «Tomo y me voy», págs. 26-27 (aquí: págs. 102-103).
45 Cf. M. L. Wagner, La lingua sarda, Berna, s. a., págs. 375-6;
M. Pittau, II dialetto di Nuoro, Bolonia, 1956, pág. 88.
46 En O. Peer, Dicziunari rumantsch, Cuoira (Chur), 1962, encuen¬
tro: tour ed ir, ‘sich ohne langes Studieren davonmachen’; tour e
mütschir (fügir), 'sich schleunigst aus dem Staub machen’; piglia

EST. LINGÜISTICA ROMÁNICA. — 17


258 Estudios de lingüística románica

a sedea47, y la segunda, por a (se) lúa, a (se) apuca, a se


pune, en ambos casos, en construcciones copulativas. El
griego moderno posee, para la parcialización, la construc¬
ción copulativa con xáGopat y, para la globalidad, cons¬
trucciones, también copulativas, con Ttáco (ht] y ai veo) ‘ir’,
epxopai, ‘venir’ y máveo, ‘tomar, coger’. El albanés emplea
construcciones copulativas con jam, ‘ser’ y rri, 'estar sen¬
tado’, para la visión parcializadora, y con marr, 'tomar', zé
(zá), ‘coger’ y vihem (véhem), ‘ponerse’, para la visión global.

5.3. Llegados a este punto, advertimos que nuestro mo¬


delo no ha sido siquiera un modelo arbitrario, pues, evi¬
dentemente, se trata del mismo sistema, heredado por el
griego moderno y pasado también al albanés y a las lenguas
románicas. En efecto, la coincidencia funcional entre el
griego moderno, el albanés y las lenguas románicas «meri¬
dionales», las varias correspondencias exactas que se com¬
prueban entre esas lenguas, el empleo de dos series de ver¬
bos que a menudo coinciden en las varias lenguas, en
cuanto a su significado léxico, sólo pueden explicarse por el
griego antiguo. Ciertamente, el sistema ha sido reestructu¬
rado desde el punto de vista material, pero aun en este
aspecto se observa un principio de regularidad. Por lo que
concierne a las lenguas románicas, el principio originario
de reelaboración material parece haber sido el que se com¬
prueba hasta hoy en español: para el tipo ypá<j)cov eíqí o
(invirtiendo el orden de la construcción griega, para que las

e va (vo), ‘mach, dass du fortkommst’. Agrego aquí esta documen¬


tación, no contenida en «Tomo y me voy», donde aún no tenía docu¬
mentada la perífrasis para el retorrománico.
47 Recuérdese que también en español antiguo seer podía em¬
plearse para la visión parcializadora; cf. Cantar de Mió Cid, 122:
Raquel e Vidas seiense consejando.
Aspecto verbal perifrástico en gr. a. 259

correspondencias resulten más claras) «elpi ypá<¡>cov» —estar


escribiendo, es decir, auxiliar + gerundio; para el tipo Xa|3¿>v
Ypá<t>co— cojo y escribo, es decir, construcción copulativa48.
En lugar del gerundio, puede aparecer, en el primer caso,
también a + infinitivo, como en portugués de Portugal, para
estar a, andar a (empleados al lado de estar, andar + gerun¬
dio, y más frecuentemente que éstos), en la construcción
italiana de stare a (que también alterna con la de stare +
gerundio) y en la retorrománica de star a. En el segundo
caso, la perífrasis es copulativa en todas las lenguas que
la conocen. En cambio, el griego moderno, siguiendo impul¬
sos ya observables en las últimas fases del griego antiguo,
ha generalizado la construcción copulativa para ambos tipos,
y lo mismo se comprueba en albanés, en rumano (el cual,
sin embargo, conoció también la perífrasis parcializadora
del tipo románico occidental) y en los dialectos italianos
meridionales, debido, muy probablemente, a un influjo ulte¬
rior, del griego tardío (bizantino).

6.1. Nuestro sistema complementario constituye, por


consiguiente, un ejemplo de sistema de posibilidades que se
mantienen a través del tiempo y se realizan con grandes
oscilaciones: en medida diferente y, en parte, en secciones
diferentes, según las lenguas y los momentos históricos. En
griego clásico, el sistema realizado se concentraba, sobre
todo, en la sección representada por Tuyyávco y óiareXco
(y en la sección contigua, pero ya no puramente «grama¬
tical», de los verbos que, al valor de «ser», agregaban una

48 Acerca de la correspondencia participio activo griego - gerundio


romance, cf. G. Pasquali, en Ai ene e Roma, Nuova serie, 10, 1929,
pág. 119. En cuanto a la correspondencia participio griego-verbo
conjugado (en construcción copulativa) en varias lenguas modernas,
cf. «Tomo y me voy», págs. 52-53 (aquí: págs. 144-146).
260 Estudios de lingüística románica

determinación léxica). En cambio, fuera de esa sección cen¬


tral, la realización del sistema se presenta, en el mismo
griego, como intermitente (cf. el caso de la perífrasis con
£ipl, cuya realización se intensifica sólo en época tardía)
o como precaria y vacilante. En griego moderno, el sistema
realizado tiene extensión menor que en griego antiguo y
quizás sólo para la perífrasis con xáGopai pueda conside¬
rarse como bien establecido. En varias lenguas románicas,
el mismo sistema tiene realización mucho más amplia que
en griego moderno y, en ciertos aspectos, más amplia y
mejor establecida que en griego antiguo. Sin embargo, tam¬
bién en el dominio románico se va desde un máximo de
realización, en español y portugués —seguidos por el catalán
(aunque sólo para la visión parcializadora, cf. nota 43) y el
italiano—, hasta un mínimo de realización, en francés. Ade¬
más, en cada una de las lenguas, pueden comprobarse seccio¬
nes de realización bien establecida y secciones de realización
precaria y esporádica (compárese, por ejemplo, en español,
el grado de realización de estar + gerundio con el de la
perífrasis con ir y). De las dos funciones básicas, la visión
parcializadora suele tener realización mucho más amplia
que la visión global. Además, las mismas posibilidades se
realizan en grado diferente en las varias lenguas; así, en
español y portugués, la realización de la perífrasis de estar 4-
gerundio (o estar a + inf.) es más amplia que la de la co¬
rrespondiente perífrasis italiana y mucho más que la de la
perífrasis con a sta en rumano. La perífrasis con el verbo
«ser» como tal se presenta mucho más raramente que las
perífrasis con verbos que significan «ser» + una determina¬
ción de aspecto (como estar); con todo, esta posibilidad se
realiza en sardo y en albanés, y, en sardo, la realización
de la perífrasis éssere + gerundio supera, inclusive, a la de
estar + gerundio en español. También los modos de reali-
Aspecto verbal perifrástico en gr. a. 261

zación —las posibilidades instrumentales y las estructuras


materiales— son, en parte, diferentes, en lenguas y épocas
distintas. Funcionalmente, sin embargo, se trata del mismo
«sistema». En este caso, en realidad, la sincronía («funcio¬
namiento») del sistema, como sistema de posibilidades, se
mantiene desde Homero hasta el griego moderno y hasta
las lenguas románicas actuales, mientras que en el sistema
realizado y en la norma de realización hay, naturalmente,
una larga serie diacrónica de «sincronías» (estados de len¬
gua) diferentes. Por ello, nuestro ejemplo nos revela mejor
que otros que la descripción del sistema funcional abarca
la historia del sistema realizado o, si se quiere, que la his¬
toria de este último, en sus varios desarrollos, corresponde,
simplemente, a la descripción del sistema de posibilidades.

6.2. En este sentido —quedando a salvo la necesidad de


describir los «estados de lengua» por separado (lo cual tiene
su importancia, incluso para fines prácticos) , podemos
volver al postulado de Hermann Paul: «Sprachwissenschaft
ist gleich Sprachgeschichte». Sólo que —así como la des¬
cripción no es cosa distinta de la historia, sino que es
siempre un trozo de historia— la historia lingüística, en
cuanto «historia interna», no es cosa distinta de la descrip¬
ción, sino que es descripción de los sistemas lingüísticos
por medio de sus realizaciones históricas. La separación
metodológica entre sincronía y diacronía ya ha dado por
lo menos desde el punto de vista teórico, aunque todavía
no desde el punto de vista práctico— todos los frutos que
podía dar y ya es tiempo de entender la relación entre los
dos planos, en su sentido real e histórico, como relación
dinámica entre posibilidad y realización, entre técnica fun¬
cional (estructura ideal) y técnica aplicada (estructura rea¬
lizada).
262 Estudios de lingüística románica

6.3. Cabe destacar, finalmente, la importancia que el


latín y el griego tienen para la tarea que se propone a un
estructuralismo humboldtiano. En efecto, el latín, con sus
desarrollos romances —en la medida en que se trata de
realizaciones históricas del mismo sistema funcional—, y el
griego, con su larga historia ampliamente documentada,
desde Homero hasta el griego moderno, ofrecen los mejores
campos para una observación efectiva de sistemas lingüís¬
ticos en su dinamicidad *.

(Actas del III Congreso Español de Estudios


Clásicos, III, Coloquio de estudios estructurales
sobre las lenguas clásicas, Madrid, 1968, 93-116;
también en traducción alemana, en Glotta, 53,
1975, págs. 1-26.)

* En una reseña del Coloquio de estudios estructurales, en Lingua,


25, 1970, pág. 76, C. J. Ruigh afirma, a propósito de lo sostenido en
este estudio, que «les idées de l’auteur sont mal fondées». En rea¬
lidad, las que no sólo están «mal fondées», sino que simplemente
carecen de todo fundamento, y hasta de sentido, son las objeciones
del autor de la reseña. Según él, en uno de los primeros ejemplos
de Heródoto (1.3.2.), «rjia Xé£,cov ‘j’allais dire’ est le prétérit de
£pXopcu Xéficov, non pas de elqi Xéficov, puisque eljii a la valeur
du futur de gpxagcci (conjugaison supplétive)»; y en otro ejemplo
de Heródoto, rjv Sé tó óeiuvov uoLsópsvov áv 0ií|3r|oi, ya aducido
por Bjórck, ob. cit. (2.1.2.), no se trataría de una perífrasis, pues
rjv tó óeítcvov ev 6f||3r|ot sería de por sí «une phrase bien formée»
y «l’addition [sic] de TtoiEÓpiEvov» sólo pertenecería al «style abon-
dant» de Heródoto. La primera objeción carece de fundamento y, al
mismo tiempo, es ingenua y absurda. Carece de fundamento porque
en mi estudio no hablo siquiera de la relación entre Epyopai y elpu
y sólo señalo que para sTpi se cita un ejemplo en imperfecto. Y es
ingenua y absurda, pues ¿por cuál razón, por el hecho de que un
verbo funcione en ciertos casos como supletivo de otro verbo, su
imperfecto debería dejar de ser su imperfecto? Y —aun cuando esto
Aspecto verbal perifrástico en gr. a. 263

tuviera algún sentido razonable, que no lo tiene— ¿de qué manera


podría invalidar lo que digo sobre el sistema verbal perifrástico del
griego? ¿Dejaría por ello pía Xé^cov de ser una perífrasis y de sig¬
nificar lo que en mi estudio (de acuerdo, por otra parte, con Liddell -
Scott) se dice que significa? No parece, pues también el Sr. Ruigh
dice que es el pretérito de ep^opai \é£,a>v, es decir, de otra perí¬
frasis, y que significa, precisamente, «j’allais dire», «iba a decir».
Agréguese que slpi Aé£,cov no es el futuro de ep^opai Aé£,g5v, pues,
como éste, significa simplemente «voy a decir» (y no «iré a decir»).
Y la segunda objeción es un triste ejemplo de la incomprensión tra¬
dicional de este tipo de perífrasis (cf. 2.0.1.) y, al mismo tiempo, un
caso típico de incomprensión filológica de los problemas propiamente
lingüísticos, pues equivale a la peregrina afirmación de que la prefe¬
rencia de un autor por tal o cual tipo expresivo implicaría la inexis¬
tencia del tipo mismo en la lengua. Lo que el Sr. Ruigh dice, en
el fondo, es que, si él hubiese escrito el texto de Heródoto, lo habría
escrito de otro modo. Esto es aceptable pero no tiene nada que ver
con el valor de la frase citada, en Heródoto y en griego.
Para la documentación de las perífrasis aspectivas en griego (¡no
sólo en Heródoto!), cf. ahora W. Dietrich, Der periphrastische Ver-
balaspekt in den romanischen Sprachen, Tübingen, 1973, págs. 189-232.
En el mismo libro, págs. 193, 269, se encontrará también una crítica
muy atinada de la crítica tan desatinada de Ruigh.
Contrariamente a lo supuesto en este estudio (nota 43), una perí¬
frasis para la visión parcializadora existe también en occitano: es la
perífrasis con estre a + infinitivo (por ejemplo, sui a laborar, siam
a cercar). Y también existe en occitano una perífrasis para la visión
global, precisamente, con se prendre e. Además, una perífrasis aná¬
loga se encuentra, asimismo, en hablares catalanes. Sobre todo esto,
cf. ahora B. Schlieben - Lange, Okzitanische und katalanische Verb-
probleme, Tübingen, 1971, págs. 203-206.
EL PROBLEMA DE LA INFLUENCIA GRIEGA SOBRE
EL LATIN VULGAR

L «Cuando poseamos un estudio científico sobre los gre¬


cismos en latín, se pondrá de manifiesto que el griego, en un
principio lengua de los sabios y de la conversación urbana,
al convertirse en lengua universal —fundamentalmente tam¬
bién por influjo del cristianismo, en particular en las tres
primeras centurias después de Cristo—, pasó a ser un ingre¬
diente importante del llamado latín vulgar». Esto escribía
en 1898 Eduard NordenAún más lejos llegaba en 1927
Giorgio Pasquali, que reprochaba a Hofmann el no haber
considerado como correspondía, en su descripción del latín
conversacional, precisamente «quello ch’é stato veramente il
lievito nella formazione e nello svolgimento del latino della
conversazione, Tinflusso greco»1 2. Desde que Norden y Pas¬
quali hicieron estas observaciones, la situación prácticamente
no ha cambiado, ni en el campo de la lingüística latina, ni
en el de la románica. Ello es motivo suficiente para insistir

1 Die antike Kunstprosa, pág. 610.


2 Reseña de J. B. Hofmann, Lateinische Umgangssprache, en Rivista
di filología e di istruzione classica, Nuova serie, tomo 5 (55), pág. 245.
Influencia griega sobre el latín vulgar 265

aquí una vez más en el importante problema de la influencia


del griego sobre el latín vulgar y de la aportación griega a
la formación de las lenguas románicas a partir del latín. En
cierto sentido —a saber, en lo referente a las nuevas formas
y al origen de los contenidos gramaticales que caracterizan
a las lenguas románicas y las distinguen del latín— se trata
incluso, a nuestro entender, del problema central del llama¬
do «latín vulgar», es decir, de la base de las lenguas romá¬
nicas. Las reflexiones y observaciones que siguen pretenden,
precisamente, fundar esta tesis, en sus rasgos esenciales.

2.1. El hecho de que siga tratándose sólo de una tesis,


y no ya de una parte integrante y bien establecida de la
lingüística románica, el que esta tesis deba ser todavía fun¬
damentada, es, en realidad, extraño y difícilmente explicable
ante la evidencia de los hechos. En efecto, si se toman en
cuenta las circunstancias generales del desarrollo del latín
en los primeros siglos de nuestra era, se esperaría que el
problema de la influencia griega hubiera sido ya tratado a
menudo por los romanistas. Sin embargo, lo que se com¬
prueba es más bien lo contrario. En ninguno de nuestros
manuales de lingüística románica puede hallarse un capítulo
sobre el influjo griego, o, en el mejor de los casos, en esos
manuales se trata, y muy brevemente, sólo de la influencia
léxica material. Lo mismo cabe decir de los manuales de
latín vulgar: éstos ofrecen descripciones del latín vulgar y
tratan problemas del latín vulgar tomado como ya cons¬
tituido (por ejemplo, el problema de su unidad, el de su
antigüedad, el de su delimitación frente al latín clásico),
pero no el problema de este latín, es decir, la cuestión de
su origen y de su sustancia. Y hasta hoy sigue faltando el
estudio preconizado ya en 1898 por Norden acerca de los
grecismos del latín (vulgar).
266 Estudios de lingüística románica

2.2. Y sin embargo, en el transcurso de la historia de la


lingüística latina y románica, el problema de la influencia
griega ya ha sido planteado más de una vez. Así, en una
primera época, tácitamente, ya por H. Ronsch, Itala und
Vulgata, 1869 —precisamente, en el plano de la recopilación
de datos, es decir, a través del registro de numerosos para¬
lelismos entre el griego y las lenguas románicas—, y expre¬
samente, después de Norden, por W. Schulze3 y K. Diete-
rich4. Hacia 1910, e inmediatamente después, hasta parecía
que estaba por constituirse una línea de investigación con
respecto a este problema. A esta época pertenecen, precisa¬
mente, una serie de trabajos de F. Pfister5, una importante
contribución de J. Wackernagel6 y un fundamental artículo
programático de O. Immisch7, que todavía en 1927 Pasquali
podía recomendar como «prima introduzione a questi stu-
di»8. Pero todo quedó en la fase inicial, pues poco después
esta línea de investigación se abandonó, y permaneció fuera
de la esfera de interés de los lingüistas, hasta que en 1925
fue reanudada por Matteo Bartoli, en su Introduzione alia
neolinguistica, aunque también esta vez sin éxito, pues en
los últimos decenios nuestro problema ha vuelto a caer en
el olvido, al menos como problema central de la lingüística
románica. Ciertamente, algunos lingüistas —como V. Pisani,
Christine Mohrmann y, sobre todo, G. Bonfante— han des-

3 Graeca Latina, Gottingen, 1901.


4 «Neugriechisches und Romanisches», en KZ, 37, 1904, págs. 407-
423, y 39, 1906, págs. 81-136.
5 Especialmente digno de mención es «Vulgárlatein und Vulgar-
griechisch», en Rheinisches Museum für Philologie, Neue Folge, 67,
1912, págs. 195-208.
6 «Lateinisch-Griechisches», en 1F, 31, 1912-1913, págs. 251-271.
7 «Sprach- und stilgeschichtliche Parallelen zwischen Griechisch
und Lateinisch», en Neue Jahrbücher für das klassische Altertum, Ge-
schichte und deutsche Literatur, 15, 1912, págs. 27-49.
8 En la reseña citada anteriormente, pág. 247.
Influencia griega sobre el latín vulgar 267

tacado una y otra vez la importancia del influjo griego sobre


el latín vulgar o sobre el latín tardío; y otros se han referido
a paralelos aislados entre el griego y el romance, o han ex¬
plicado por la influencia griega tales o cuales hechos romá¬
nicos particulares. Pero, con todo, se trata sólo de voces
aisladas; una labor continua de investigación en esta direc¬
ción no llega a tomar cuerpo, y el problema de la influencia
griega sigue sin formar parte de la problemática fundamen¬
tal de la lingüística románica, tal como ésta se concibe hoy
en la praxis investigadora de sus representantes. Es verda¬
deramente increíble que el importante trabajo de Immisch,
mencionado más arriba, permanezca desconocido por la
mayor parte de los romanistas. Aún más extraño resulta el
que las numerosas coincidencias entre el griego y el romance
señaladas por Bartoli no se hayan discutido nunca en de¬
talle y que los importantes paralelismos consignados por
Bonfante9 no hayan despertado la curiosidad de los roma¬
nistas. Por todo ello, la investigación no adelanta en este
terreno y sigue sin hacer progresos esenciales. Toda la pro¬
blemática permanece, para la lingüística románica, en las
sugerencias generales y de principio, tales como las formu¬
laron Norden, Schulze, Immisch, Bartoli y, en los últimos
años, Bonfante.

3.0. ¿Cuáles son las causas de esta asombrosa situación


de la investigación que, evidentemente, manifiesta una ra¬
dical falta de interés?

9 «Les rapports linguistiques entre la Gréce et l’Italie», en Homma-


ge á Léon Hermann, Bruselas, 1960, págs. 171-182; en forma más am¬
plia: rXcoooiKocl oyéasiq pexa£,u 'EAAá5oc; Kai ’lxaXlaq, en Studi
in onore di Alfredo Schiaffini (- Rivista di cultura classica e me-
dioevale, 7, 1-3), Roma, 1965, págs. 164-180 (también Atenas, 1966). Cf.,
además, «Italia e Grecia», en Jo Honor Román Jakobson, La Haya,
1967, págs. 363-373.
268 Estudios de lingüística románica

3.1. En primer lugar, ciertamente, se tratará de causas


puramente empíricas, a saber, del conocimiento cada vez
más reducido del griego por parte de los romanistas y del
hecho de que el griego no forma parte del dominio de interés
inmediato de estos lingüistas que, generalmente, toman como
punto de partida de la investigación en su especialidad un
latín vulgar considerado como ya dado, de manera que, por
lo común, las posibles relaciones entre este latín y otras
lenguas se les escapan. De aquí que nuestro problema haya
sido planteado sobre todo por filólogos clásicos e indoeuro-
peístas, que han visto el latín vulgar en un marco más am¬
plio, pues precisamente en este marco más amplio es donde
el problema se presenta con mayor evidencia. Pero, natural¬
mente, los filólogos clásicos y los indoeuropeístas se han
limitado a señalar el problema como tal y a remitirlo a los
romanistas. Los romanistas, en cambio, no han aceptado el
desafío, pues tácitamente han considerado este problema
como no perteneciente de suyo a su dominio. Con ello, la
cuestión de la influencia griega en el latín vulgar sigue en
una especie de térra nullius, entre la lingüística latina y la
románica.

3.2. No menos culpable de la situación antedicha es la


concepción del latín vulgar tan ampliamente extendida entre
los romanistas, en particular, la desdichada idea de que el
latín vulgar (o, al menos, un tipo de latín vulgar) haya exis¬
tido, en cierto modo, desde siempre (en la historia del latín),
lo cual —según se piensa— resultaría confirmado también
por las coincidencias entre el latín arcaico y el tardío. En
realidad, el latín vulgar —tal como se reconstruye a partir
de las lenguas románicas, como su fundamento— no es de
ningún modo algo que haya existido en todo tiempo: se trata
propiamente del latín hablado de una época deter-
Influencia griega sobre el latín vulgar 269

minada y que de repente se va apartando con un ritmo


inusitadamente acelerado de su tradición. Precisamente por
este ritmo tan insólitamente acelerado de su desarrollo, el
latín vulgar representa un problema histórico de caracterís¬
ticas muy peculiares.

3.3. En tercer lugar, ha contribuido, ciertamente, a la


situación descrita la convicción ampliamente extendida de
que las influencias gramaticales sólo serían posibles excep¬
cionalmente, y sólo en condiciones históricas fuera de lo
común. La verdad es que, en rigor, tampoco para los prés¬
tamos gramaticales son necesarias condiciones excepciona¬
les: basta con que una comunidad lingüística, o una parte
de ella, sea, en alguna medida, bilingüe. Pero, por otra parte,
las condiciones históricas que se dieron para el latín en la
época imperial fueron, precisamente, excepcionales. Pién¬
sese sólo en cuánto se tradujo del griego, en que el cristia¬
nismo se difundió en el Imperio partiendo de Grecia y del
Oriente helenizado y, justamente, con la lengua griega como
instrumento de expresión, en que el griego formaba parte
de la educación escolar elemental de los niños romanos, en
que los griegos y los orientales helenohablantes eran muy
numerosos en todas partes en el Imperio romano, y sobre
todo en Italia, y muy especialmente en Roma (en una de¬
terminada época, el noventa por ciento de la población de
Roma está constituido por extranjeros, de los cuales la ma¬
yoría tiene el griego como lengua materna o, al menos, lo
emplea como «lengua general»).

3.4. Finalmente, hay que mencionar todavía dos causas


contingentes, que pertenecen a la historia misma de la in¬
vestigación, o sea, la influencia —en tan alto grado determi¬
nante para la lingüística románica— de W. Meyer-Lübke y
270 Estudios de lingüística románica

la posición característica de la escuela escandinava en lo


concerniente a los problemas del latín tardío. La actitud del
gran maestro de la lingüística románica frente al problema
de la influencia griega fue siempre negativa, y negativa de
una manera incomprensiblemente radical. Meyer-Lübke cri¬
ticó con mucha razón a G. Kórting, que había planteado el
problema de las relaciones entre el griego y el romance en
un sentido efectivamente insostenible10; pero él mismo re¬
nunció a plantear la cuestión, en lugar de plantearla de otro
modo, o sea, en el sentido adecuado. Mientras que en la gra¬
mática de Diez, especialmente en la parte sintáctica, se citan
una y otra vez hechos paralelos del griego, por lo menos con
la finalidad de subrayar lo peculiar de los hechos latino-ro¬
mánicos, el griego desaparece casi por completo en la gra¬
mática de Meyer-Lübke, donde sólo en casos excepcionales
se admite una influencia griega en el ámbito de la gramática
románica (así, para el futuro macedo-rumano con va; pero
ya en el caso del futuro daco-rumano con voiu, sólo con un
restrictivo «posiblemente»; y en el caso de scio quod, scio
quia, el paralelismo con el griego ni siquiera se menciona).
Igualmente negativa, vista en su conjunto —aunque con ma¬
tices que van desde la actitud flexible y dispuesta a concesio¬
nes de Lofstedt hasta la total inflexibilidad de Svennung o
de Salonius— es la posición de la escuela escandinava de
filología latina, escuela, por otra parte, tan benemérita en
el campo del latín tardío y medieval.

3.5.0. No carecerá de interés traer a colación los argu¬


mentos contra la posibilidad de la influencia griega que sue-

10 Neugriechisch und Romanisch. Ein Beitrag zur Sprachverglei-


chung, Berlín, 1896. Cf. la reseña radicalmente negativa de Meyer-
Lübke, en ASNS, 98, 1897, págs. 174-182.
Influencia griega sobre el latín vulgar 271

len aducir los representantes de esta escuela, sobre todo los


que adoptan una actitud radicalmente negativa frente al pro¬
blema.

3.5.1. Estos estudiosos están perfectamente enterados de


las coincidencias entre el latín tardío o vulgar y el griego;
sin embargo, en la mayoría de los casos, intentan justificar
tales coincidencias como desarrollos paralelos independientes.
Sus principales argumentos al respecto son los siguientes:
a) a menudo se trata de hechos que ya están atestiguados en
el latín preclásico, especialmente en Plauto; b) estos hechos
se encuentran en escritores populares o que imitan el modo
popular de hablar (con lo cual se supone, evidentemente,
que el pueblo romano se mantuvo totalmente libre de hele-
nización); c) generalmente se trata de hechos que vuelven a
aparecer en las lenguas románicas y que, por tanto, han de
proceder de la tradición latina; y, finalmente, como argu¬
mento típicamente filológico: d) en las traducciones del grie¬
go estos hechos se presentan también en casos en que no
pueden justificarse por el original; esto significaría que no
son helenismos, sino, por ejemplo, fenómenos de la lengua
conversacional.

3.5.2. Ahora bien, todos estos argumentos son, en reali¬


dad, falaces y fácilmente refutables:
a) No cabe en absoluto equiparar el latín preclásico,
especialmente el plautino, a un latín «puro». Antes bien,
deberíamos preguntarnos cuáles son las razones de la a
menudo tan sorprendente coincidencia entre el latín preclá¬
sico y el tardío y si ésta no se relaciona, acaso, precisamente
con la influencia helénica. Es sabido que Plauto usa no pocas
veces creaciones léxicas y juegos de palabras comprensibles
272 Estudios de lingüística románica

sólo para quienes conocieran bien el griego n. Y emplea tales


helenismos incluso independientemente de sus modelos grie¬
gos, lo cual, evidentemente, supone familiaridad con el griego
en su público 12. Por lo demás, prácticamente todo el latín
literario más antiguo es un latín regional y helenizante. El
latín «clásico» representa, en efecto, ante todo una reacción
romana purista contra este latín regional y a favor del sermo
urbanas castizo. Y el latín tardío y el vulgar implican, entre
otras cosas, una nueva y, esta vez, mucho más amplia exten¬
sión de ciertas formas regionales del latín, en contra de la
norma romana genuina. En consecuencia, el hecho de que
un fenómeno lingüístico aparezca ya en el latín preclásico,
y especialmente en Plauto, no es prueba de su «autenticidad»
latina. Muy al contrario, si un hecho aparece en griego, en
latín preclásico y en el tardío (o en las lenguas románicas),
pero no en latín clásico, es muy razonable suponer que se
trata de un helenismo.
b) Asimismo, tampoco es lícito equiparar el latín popular
con el latín castizo, pues los helenismos penetran, en realidad,
en latín —como es fácil comprobarlo en el caso de los prés¬
tamos materiales—, no sólo por la vía de la lengua escrita
y del hablar de las personas cultas, sino también por vía
popular. Por lo demás, los textos «populares» que se citan
a este respecto son el de Petronio —que en gran parte se
refiere a un medio helenizado, e incluso presenta personajes
de origen griego— o textos como la Mulomedicina Chironis,
es decir, precisamente un texto traducido del griego (y, muy
probablemente, por un extranjero de habla griega).

11 Cf. sobre ello (y sobre los restantes numerosos helenismos de


Plauto), especialmente, A. Meillet, Esquisse cL'une histoire de la langue
latine5, París, 1948, págs. 109-112, 178.
12 Cf. G. Pasquali, en la reseña ya mencionada, pág. 246.
Influencia griega sobre el latín vulgar 273

c) El tercer argumento es, evidentemente, un círculo


vicioso, pues el hecho de que un fenómeno lingüístico apa¬
rezca en las lenguas románicas no es ninguna prueba de su
procedencia genuinamente latina, sino, precisamente, lo que
está en tela de juicio. Por ello, muy bien puede admitirse
exactamente lo contrario: si un hecho aparece en griego y
en las lenguas románicas, pero no en latín clásico, esto mismo
constituye una buena razón para considerarlo un helenismo
del latín conversacional tardío.
d) Finalmente, el argumento filológico puede significar
que, en la época en que se tradujeron los textos que a este
respecto se aducen, los hechos cuestionados ya eran corrien¬
tes en el latín de la conversación diaria, pero no que no se
trata de helenismos, pues no todos los helenismos precisan
ser helenismos «de traducción», en el sentido estricto del
término (más bien se esperaría que los helenismos reconoci¬
dos como tales fueran evitados por los buenos traductores).
Además, aun los auténticos helenismos de traducción pueden
proceder de traducciones más antiguas que las consideradas.

3.6. A todo esto se añade el hecho de que, en la investiga¬


ción de las influencias de una lengua sobre otra, desde la
época de los neogramáticos, muchos lingüistas suelen con¬
siderar exclusivamente la parte material de las lenguas y
tenerla por la única decisiva. Nadie niega el origen griego
de petra o de esp. cada, puesto que en tales casos la coinci¬
dencia material es prueba evidente de la procedencia de estas
formas. En cambio, se titubea cuando se trata de admitir
un modelo griego sólo para el contenido lingüístico, por ejem¬
plo, en el caso de una formación como comprehendere, según
el modelo de ouXXcxppórvcD, pues aquí el material es latino
y una prueba material del modelo griego, que no coincida
con el hecho mismo, prácticamente no puede aducirse. Ahora

EST. LINGÜÍSTICA ROMÁNICA. — 18


274 Estudios de lingüística románica

bien, muchísimas de las coincidencias greco-románicas —y


se puede decir que las más interesantes e importantes— con¬
ciernen, precisamente, al plano del contenido: a las funciones
semánticas.

4.0. Entre los centenares de coincidencias de este tipo


que podrían citarse, mencionemos aquí tres de especial im¬
portancia, y que pueden considerarse como sintomáticas, por
ser de índole muy general.

4.1. La primera de estas coincidencias concierne al sis¬


tema verbal perifrástico secundario de las lenguas románi¬
cas. En verdad, coincidencias semejantes no faltan tampoco
en el sistema básico —en varias ocasiones se ha aludido ya
al paralelismo entre los tipos románicos dicere habeo, babeo
scriptum y ciertas construcciones análogas del griego (exco
SLTtelv, eyco yeypappévov)13—, pero el sistema verbal se¬

cundario del romance parece haber seguido casi en su tota¬


lidad modelos griegos. En este campo, Bonfante 14 ha seña¬
lado ya el paralelismo entre el tipo románico sto dicendo,
estoy diciendo y la construcción «progresiva» griega sí^í +
participio. Pero es posible mostrar que el paralelismo es
mucho más amplio y, al mismo tiempo, de tipo sistemático,
pues afecta a toda la categoría aspectiva de la «visión», tan
característica de las lenguas románicas. Se trata de la cate¬
goría por medio de la cual se presenta la acción verbal

13 Cf. Norden, Kunstprosa, loe. cit. (donde también se hace re¬


ferencia a o ib’ 6xi como modelo de scio quia, scio quod)\ Bartoli,
Introduzione, pág. 82; Bonfante, «Les rapports», pág. 174, y rXwooiKal
oyéoeiq, pág. 169.
14 En su comunicación presentada ante el X Congreso de Lin¬
güística Románica (Estrasburgo, 1962) y, por lo que me consta, toda¬
vía no publicada.
Influencia griega sobre el latín vulgar 275

como parcializada o, por el contrario, como global, como


no parcializada. En efecto, esta categoría no existía en latín,
mientras que, sí, existía en griego. Para la párcialización,
el griego disponía de perífrasis con el participio presente
del verbo principal y verbos como eipí, Tuy^ávco, biaxeXco,
Ioxr|,Ka, cipi, Epxopai, t]kco, en forma conjugada personal¬
mente (tipo ypápcov £tpO; para la no parcialización, de
perífrasis con el verbo principal en forma personal conju¬
gada y el participio de los verbos £lpi, gp^opai y Xap(3ávco
(tipo Xa(5¿>v ypeafKo). Las lenguas románicas tienen para
esta misma categoría, por una parte, stare, o esse, y/o
verbos «de movimiento», con el gerundio o el infinitivo del
verbo principal, a veces también verbo auxiliar y verbo
principal en construcción copulativa (tipos: esp. estoy di¬
ciendo, port. estou a dizer, rum. stau si spun), y, por otra
parte, verbos «de movimiento» y, sobre todo, verbos que
significan «tomar, coger», en construcción copulativa con
el verbo principal (tipos: esp. cojo y escribo, it. piglio e
scrivo, rum. iau si scriu)1S.

4.2. La segunda coincidencia concierne al uso corriente


de los modos en las oraciones subordinadas y en las corres¬
pondientes construcciones equivalentes. En efecto, puede
afirmarse que las lenguas románicas coinciden a este res¬
pecto más bien con el griego que con el latín. Así, en los
casos siguientes:

15 Más detalladamente sobre toda la problemática de estas cons¬


trucciones: E. Coseriu, «El aspecto verbal perifrástico en griego anti¬
guo», en Actas del III Congreso español de estudios clásicos, tomo III,
Coloquio de estudios estructurales sobre las lenguas clásicas, Madrid,
1968, págs. 93-116 (y en este volumen, págs. 231-263).
276 Estudios de lingüística románica

TIPOS DE ORACIONES LATÍN GRIEGO ROMANCE

Oraciones completi- Acusativo Acus. + infinit. qu.ia (quod)


vas tras verba di- ■+* o +
cendi infinitivo oti + indicat. indicativo

Oraciones interroga- Subjuntivo Indicativo Indicativo


tivas indirectas

Oraciones finales Subjuntivo Subjuntivo Subjuntivo


Gerundio o o
Gerundivo, etc. infinitivo infinitivo

Oraciones consecuti- Subjuntivo Indicativo Indicativo


vas O o
infinitivo infinitivo

Oraciones causales Indicativo Indicativo Indicativo

subjuntivo

4.3. La tercera coincidencia atañe al uso del subjuntivo


y del verbum infinitum (modos «no personales» o «no con¬
jugados»), En general, las lenguas románicas «tienden», como
suele decirse, a sustituir el subjuntivo por el indicativo, y el
verbum infinitum por el verbo conjugado en forma personal.
A pesar de ello, se observa precisamente lo contrario de esta
«tendencia» en los casos en los que el griego tenía subjuntivo
o verbum infinitum y el latín, en cambio, indicativo u otro
modo personal. Así, por ejemplo, en los siguientes casos
(para los que citamos, cada vez, ejemplos típicos):

a) lat. quisquís Deum amat, gr. ocmq cxv (jnXfj ©eóv —


it. chiunque ami Dio, esp. quienquiera que ame a Dios.
b) lat. quamquam (etiamsi) est, gr. Kctlitep &v — fr.
tout en étant, it. pur essendo, esp. aun siendo.
Influencia griega sobre el latín vulgar 277

c) lat. cum difficile esset, eo quod difficile erat, gr. 5iá


xó xaXETióv eívoa — esp., port. por ser difícil.
d) lat. iunior est quam ut sciat, gr. vEcáxapóc; écmv r\
choT£ £Í6évai — fr. il est trop jeune pour savoir, it. e troppo
giovane per sapere, esp. es demasiado joven para saber,
port. é novo demais para saber.
e) lat. non possum quin dicam, gr. 06 búvccpcu oú Xé-
y£iv — fr. je ne peux pas ne pas dire, it. non posso non
dire.
f) lat. (literalmente) «.cogita ante quam loquaris», gr.
ppóvxi^E itplv Xéyeiv — fr. pense avant de parler, it. pensa
prima di parlare, esp. piensa antes de hablar, port. pensa
antes de jalar.
g) lat. ut ita dicam, gr. ¿be; etneív — fr- pour ainsi dire,
it. per cosí dire, esp. por así decir, port. por assim dizer.
h) lat. nihil habet quod dicat, gr. oóóev Eyei eitieÍv —

fr. il n’a rien á dire, it. non ha nulla da dire, esp. no tiene
fiada que decir, port. nao tem nada que dizer.

5.1. Naturalmente, en el estado actual de la investigación,


hay que considerar todos los hechos de este tipo, en primer
lugar, como simples paralelismos para los que hay que bus¬
car una explicación histórica; sin embargo, no se justifica
que se excluya desde un principio la explicación por el grie¬
go y se pretenda que todos esos fenómenos podrían expli¬
carse sencillamente como innovaciones internas del latín.

5.2. Por lo que respecta al prejuicio tan ampliamente


extendido de que se trataría, en cada caso, de «desarrollos
paralelos» e independientes, ha de observarse lo siguiente:
1) Al admitirse esto, se confunden dos problemas total¬
mente distintos: el problema de la posibilidad de
esos hechos en el sistema lingüístico latino y el problema
278 Estudios de lingüística románica

de su origen histórico real. En realidad (y con¬


trariamente a lo que tan a menudo se cree), la llamada
explicación «interna», que propiamente sólo se refiere a
posibilidades, no excluye en manera alguna una explicación
«externa» simultánea. Cuando se intenta explicar esos he¬
chos únicamente por el sistema lingüístico latino, no se
prueba, en realidad, que, de hecho, hayan surgido en latín
independientemente del influjo griego; se muestra sólo cómo
habrían podido surgir en latín, también en ausencia
de una influencia del griego. Además, cabe preguntarse por
qué —si se trata simplemente de desarrollos internos—
estos hechos coinciden, precisamente, con hechos griegos.
¿Por qué comprehendo como ooAAccpfJávGú y comedere como
ouv£o0Í£iv?; ¿por qué faire faire como iroico -rcoieiv?; ¿por
qué un habet impersonal («il y a») como el griego tardío
£X£L?; ¿Por flué Per quid, por cur, como gr. 8iá tí?; ¿por
qué it. nonché («y») como gr. pp otl?; ¿por qué piü ricco
di Pietro como TcXouoicÓTEpoc; néxpou?; ¿por qué l’art de
lire, l’arte di leggere, el arte de leer, por ars legendi, como
gr- f| TÉxvr] tou ávayvQvai?; ¿por qué je ne sais pas si,
non so se, no sé si, etc., como gr. oúx. oi&a £Í?; ¿por qué
tutt’uomo, todo hombre, por omnis homo, frente a tutto
l'uomo, todo el hombre, por totas homo, como gr. ^ac;
áv0pco7toq — 'Ttcfq, ó áv0pccmoc;?; ¿por qué nessuno venne,
nadie vino, ninguém veio, frente a non venne nessuno, no
vino nadie, nao veio ninguém, como gr. oóSe'u; fj\0£ — oúk

rjX0£v oóSeíc;, etc., etc.?


2) No se trata de paralelismos cualesquiera. En la mayo¬
ría de los casos, se trata de hechos que en griego son total¬
mente normales y corrientes, mucho más antiguos y fuerte¬
mente arraigados en la tradición idiomática, mientras que
a menudo hay que recurrir a toda clase de expedientes ad
hoc para explicarlos internamente en latín.
Influencia griega sobre el latín vulgar 279

3) El número mismo de los paralelismos es asombrosa¬


mente elevado. ¿Quién podría citar otras dos lenguas en las
que las coincidencias exactas sean tan numerosas y donde
estas coincidencias representen desarrollos paralelos inde¬
pendientes?

5.3. Naturalmente, tampoco puede afirmarse de antemano


que en todos y cada uno de los casos se trate de hechos de¬
bidos al influjo griego, pues, desde el punto de vista histó¬
rico, cada hecho debe ser estudiado y explicado en su indivi¬
dualidad. Por ello resulta todavía perfectamente adecuado
el planteamiento formulado ya por Immisch, quien, para la
explicación de cada hecho, tomaba en cuenta las siguientes
posibilidades: 1) influencia griega segura; 2) influencia grie¬
ga probable; 3) influencia del latín sobre el griego; 4) revita-
lización de fenómenos latinos antiguos, pero que en latín
clásico apenas aparecen (o no aparecen nunca); 5) desarro¬
llos paralelos independientes (a todo lo cual se podría toda¬
vía añadir: 6) influencia de otras lenguas sobre el latín vulgar
y sobre las lenguas romances). Pero la influencia griega es
la que, con toda seguridad, ofrece la más importante posibi¬
lidad de una explicación histórica. Y, en cuanto a la quinta
de las posibilidades señaladas por Immisch, es lícito genera¬
lizar una advertencia de Bartoli16 y observar que los des¬
arrollos paralelos greco-latinos son teóricamente posibles en
todos los casos, pero que en la mayoría de los casos faltan
los indicios históricos concretos que pudieran hablar en favor
de tales desarrollos.

6. Ahora bien, si se admite que, en muchos de los casos


de coincidencia grecorrománica (a nuestro parecer, en la ma¬
yoría), se trata de helenismos adoptados en el latín tardío y

16 Introduzione, pág. 44.


280 Estudios de lingüística románica

popular, se observa que la mayoría de estos helenismos se


encuentran en italiano y, en segundo lugar, en francés. El
rumano tiene un número mucho menor de hechos de este
tipo que el italiano y el francés (desde el punto de vista
puramente cuantitativo, aproximadamente tantos como el
español y el portugués, o incluso algo menos). Además, falta
en el rumano una serie de los helenismos más típicos de las
lenguas románicas occidentales. Esto abre interesantes pers¬
pectivas para las interpretaciones históricas en lo relativo a
la prehistoria del rumano. Si no se supone que en la mayo¬
ría de los casos los helenismos del latín vulgar irradiaron
al resto de la Romanía de Italia (y no directamente de Gre¬
cia), han de tenerse en cuenta las siguientes posibilidades:
o bien a) la patria primitiva del rumano se encontraba bas¬
tante lejos del mundo griego y helenizado, o b) los griegos y
los orientales helenizados eran menos numerosos en esa pa¬
tria primitiva de los rumanos que en Italia y en la Galia; o
c) por motivos particulares, la base latina del rumano opuso
una mayor resistencia a la influencia griega; o d) ciertos
helenismos latino-vulgares del rumano fueron luego suplanta¬
dos por elementos procedentes de otras lenguas.

7. Todo esto muestra suficientemente, pensamos, el extra¬


ordinario interés histórico del problema de la influencia grie¬
ga sobre el latín vulgar. De aquí que, como conclusión, quepa
expresar la esperanza de que en el futuro los romanistas
presten más atención que hasta ahora a tal problema.

(Sprache und Geschichte. Festschrift für


Harvi Meier zum 65. Geburtstcig, Munich,
1972, págs. 135-147.)
XI

VAS, «BARCO», EN LATÍN Y EN ROMANCE

1. La peculiar problemática de la derivación de rom.


VAS, «barco» 1, del latín, no parece haber llamado, práctica¬
mente, la atención, hasta el momento, en la etimología romá¬
nica. Señalaremos, por ello, aquí las diversas cuestiones no
resueltas o, incluso, ni siquiera planteadas, que esta deriva¬
ción encierra y propondremos para esas cuestiones nuestras
soluciones, a fin de estimular la discusión acerca de las mis¬
mas (y, en general, acerca de las cuestiones de este tipo).

2. El significado «barco» para diversas formas de lat.


vas es conocido en la mayoría de las lenguas románicas,
desde Portugal hasta Rumania. Y, precisamente, pueden dis¬
tinguirse a este respecto en la Romania, ante todo, dos zonas.
En la primera —que abarca el portugués, el español y el
rumano—, aparece con este significado la palabra base, que
se remonta a vasum. Cf. port. vaso, «embarcagáo, navio»

i Aquí y en adelante se emplea FAS como representación conven¬


cional de las distintas formas románicas.
282 Estudios de lingüística románica

(Moráis); esp. vaso, «embarcación, y señaladamente su cas¬


co» (R. Academia), «barco, casco del barco» (Moliner)2; rum.
vas, «corabie, vapor» (Candrea-Adamescu). La segunda zona
comprende la Galorromania y el catalán, donde con el mismo
significado sólo aparece el diminutivo vascellum: fr. vaisseau
(así desde el francés medio), abundantemente atestiguado
ya en el francés antiguo, por primera vez en 1196 (en Am-
broise, L’estoire de la guerre sainte, v. 7905: «Que nuls veis-
seis n’i puet durer»), y después repetidas veces, también en
las formas vaissel, vesseaw, cat. vaixell, «ñau» (Fabra), for¬
ma ampliamente suplantada hoy por cast. barco, en la lengua
conversacional, aunque todavía usual en la lengua literaria
y atestiguada al menos desde Ramón Llull (12357-1315) (Al-
cover)3. Para las numerosas formas correspondientes en el
galorromance meridional, cf. en Mistral, Tresor: veisséu,
veissé, veissél, veichél, baissél, bachél, baichét, bachét, bei-
chét, «bátiment, navire»; el prov. antiguo vaissel, según Wart-
burg, Franzosisch.es Etymologisches Worterbuch [FEW], s. v.
vascellum, está atestiguado con este significado en el siglo xiv,
y el gasc. antiguo baisset, en el xv. Evidentemente secundario
es este mismo estrato en español y portugués: esp. bajel
(ant. baxel), forma hoy sólo poética, pero frecuente en otros
tiempos (cf. en Covarrubias, s. v. baxel: «nombre genérico
a qualquiera navio que ande en la mar», y s. v. vagel: «nom¬
bre genérico de toda suerte de navio que navega por el mar»;
cf. además su explicación de vaso citada en la nota 2); port.

2 En Covarrubias aparece para vaso sólo: «la capacidad de la


nave y de otro qualquier vagel»; en Autoridades, en cambio: «buque,
y capacidad de las embarcaciones: y figuradamente se toma por la
misma embarcación», con diversas citas, de las que se desprende que
la palabra era de significado genérico: «todo sitio capaz frecuentado
de otra suerte de vasos», «una escuadrilla de pequeños vasos».
3 Du Cange, Glossarium, s. v. vasellum, cita veixells de la Crónica
de Pedro III de Aragón (rey de 1236 a 1285).
«Vas», en latín y en romance 283

baixel, «navio pequeño, barco, embarcado»4. El italiano per¬


tenece simultáneamente a las dos zonas. Por una parte, tiene
como palabra todavía generalmente usual vascello (en esta
forma desde el siglo xvi; formas más antiguas: vasello, vas-
sello), «nave grossa da guerra, armata di molti cannoni,
e anche grossa nave da commercio» (Tommaseo), atestiguada
en Battisti-Alessio para el siglo xiv (Passavanti, Dante; Fra
Giordano), pero según Wartburg, 1. cit. (que se refiere sólo
a vassello), «ya corriente en el siglo xm». Pero, por otra
parte, el italiano más antiguo tenía también vaso, «vascello»
(Tommaseo), en Battisti-Alessio atestiguado, sin embargo,
sólo a partir del siglo xvn. Así pues, sólo en sardo y en reto¬
rrománico parece faltar el significado «barco» para esas
formas (en sardo, por lo demás, vasum, vascellum no están
siquiera representados como formas vernáculas).

3. Ahora bien, en lo que concierne a la etimología de


estas palabras, los diccionarios etimológicos románicos se
preocupan muy poco, o nada en absoluto, de su aspecto se¬
mántico. Algunos no tienen siquiera en cuenta el significado
«barco» (así, Corominas, DCELC; García de Diego, DEEH]
Puscariu, EWRS); los demás citan rom. FAS, «barco», sim¬
plemente como procedente de lat. vasum o vascellum, como
si esta derivación no presentara problema ninguno. Y, en
general, tampoco se ven problemas en lo que respecta a la
extensión de FAS con el significado de «barco»: en la
mayoría de los diccionarios, se acepta tácitamente que este
significado es, en cada caso, vernáculo. Wartburg observa,
sin embargo, que, dentro del galorromance, el significado
«barco» parece ser originario sólo en francés y haberse ex¬
tendido sólo secundariamente también al occitano; para it.

4 En portugués antiguo está atestiguado también vasilha, «em¬


barcado, navio» (Moráis).
284 Estudios de lingüística románica

vascello {vassello), puesto que ya era corriente en el siglo xiii,


admite que, con toda probabilidad, habrá surgido por «des¬
arrollo vernáculo e independiente del francés»; en cambio,
cat. vaixell, esp. bajel, port. baixel serían —también «con
toda probabilidad»— préstamos del galorromance. Wartburg
supone, por tanto, dos centros de nacimiento o de irradiación
para vascellum, «barco»: el Norte de Francia e Italia. En
cambio, Corominas se limita a considerar esp. bajel como
préstamo del catalán, lo que García de Diego admite tanto
para esp. bajel como para port. baixel (así también Battisti-
Alessio, s. v. vascello).

4. La derivación directa de rom. VAS, «barco», del latín


e s , sin embargo, problemática, pues en latín prerrománico
vas (vasum) no significaba en absoluto «barco», sino, como
es sabido «recipiente, vasija, olla, vajilla, utensilio, instru¬
mento», y en plural también «impedimenta, pertrechos, equi¬
po, equipaje». Un significado «barco» no aparece hasta la
Baja Edad Media. Así, San Isidoro (560P-636), que en Etym.,
XIX, 1-2, habla de todo tipo de barcos y botes, y en Etym.,
XX, 4-10, de diversos tipos de vasijas, no conoce vas con
este significado5. Los primeros ejemplos latinos del signifi¬
cado «barco» aparecen casi al mismo tiempo que los prime¬
ros románicos, de suerte que Du Cange supone para lat. med.
vasellum adopción del romance («Vasellum, ex Gallico Vais-
seau»). En efecto, los ejemplos más antiguos de lat. vas,
«barco», los encuentra Du Cange en Orderico Vital (primera
mitad del siglo xn: «vas quod candida navis appellatur») y en
los Statuta Alexandri II. Regis Scotiae (1.a mitad del siglo xm:

5 Baselus, en XIX, 1, 17 («Phaselus [Faselus] est navigium quem


nos corrupte baselum dicimus») es seguramente otra palabra (gr.
(fáoTiXoq?); cf. J. Sofer, Lateinisches und Romanisches aus den Ety-
mologiae des Isidoras von Sevilla, Gottingen, 1930, págs. 111-112.
«Vas», en latín y en romance 285

«Si aliqua navis, vel fercosta, vel aliud vas appulsum fuerit»).
Y lat. vasellum lo atestigua con el mismo significado, para
Francia, por primera vez en Vincent de Beauvais (f antes
de 1264: «Rex cum Legato... erat in quodam vasello») y en
Luis IX (rey de 1226 a 1270): «Vasellis navalibus ut plurimum
incendio dissipatis»; y para Italia (sin cita), en Pier delle
Vigne (1.a mitad del siglo xm)6.
El pasaje de la Vulgata, Is., 18, 2: «qui mittit in mare
legatos, et in vasis papyri super aquas» no puede considerar¬
se como ejemplo de este significado. Los traductores a len¬
guas modernas siguen aquí el texto de la Vulgata y traducen
de manera ambigua con «vaso» o, lo más a menudo, simple¬
mente con «barco», «bote», «barquilla»7. Sin embargo, la
interpretación del pasaje es muy cuestionable. En el texto
original hebreo figura la palabra kdli, que puede designar
también un bote, pero que en su significado es tan general
como lat. vas (pues significa «vasija, utensilio»). Y en la
versión griega de los Setenta no se habla en absoluto de

6 Battisti y Alessio se refieren (sin cita) a un ejemplo de vascellum,


«barco», en Federico II, en el siglo xii. Con toda probabilidad, se
tratará de ese mismo pasaje de Pier delle Vigne que menciona Du
Cange, pues a fines del siglo xii Federico II (emperador de 1215 a
1250) tenía exactamente seis años. En J. P. Machado, Dicionário eti¬
mológico da língua portuguesa, s. v. baixel, se consigna una cita de
los Portugaliae Monumenta Histórica, del año 1258 («interrogatus de
navibus et de baxellis et de ómnibus barcis»), donde baxellis es, evi¬
dentemente, una adaptación de la forma románica.
7 Así, por ejemplo: it. «in vaselli di giunchi sopra le acque» (Dio-
dati); esp. «en navios de junco sobre las aguas» (Cipriano de Va-
lera); ing. «in vessels of bulrushes upon the water» (Scofield). Así,
también, traducciones más modernas: al. «über das Wasser auf Papy-
rusnachen» (Die Bibel, Friburgo, 1965); it. «in navicelle di papiro,
vaganti a peí d’acqua» (La Sacra Bibbia, Casa della Bibbia, Ginebra,
1947); cat. «en barcas de papirus sobre les aigües» (Monserrat); rurm
«in corábii de papura cari plutesc pe luciul apelor» (Biblia, Bible
Society), «in bSrci de papura pe intinsele ape» (Biblia, Bucarest,
1968), etc.
286 Estudios de lingüística románica

barcos, botes o barquillas, en este pasaje: ó ánoaxéXXcov év


GaXáoor), opqpa Kai ¿moToÁác; |3u|3Aívaq ¿návco too óbaxoc;8.
La interpretación por «bote», «barquilla», habrá surgido,
pues, sólo después de que vas, vascellum había adquirido el
significado de «barco». En toda la literatura cristiana pri¬
mitiva, vas no está atestiguado con este significado.
Importante para el desarrollo del significado en latín tar¬
dío y en romance es, en cambio, un pasaje de San Gregorio
Magno (540?-604, Papa de 590 a 604), Dialogi, III, 36, «De
Maximiniano Syracusanae civitatis episcopo» (en Migne, Pa¬
trología Latina, 77, pág. 304): «Nam cum in eorum morte
ventorum nimietatibus elevati fluctus saevirent, ex navi clavi
perditi, arbor abscissa est, vela in undis proiecta, totumque
vas navis quassatum nimiis fluctibus ab omni fuerat sua
compage dissolutum»9. Evidentemente, vas ya tiene aquí
algo que ver con «barco», pero todavía no significa propia¬
mente «barco», sino algo así como esp. casco, fr. coque (por
ello, precisamente, vas navis, y no simplemente vas).

5. Todo esto queda prácticamente fuera de consideración


en los diccionarios etimológicos románicos: aun los que re¬
gistran el significado «barco», parten simplemente del sig¬
nificado latino «vasija», «pequeña vasija» 10, sin plantear el
problema del cambio semántico. Gamillscheg, EWFS, s. v.
vaisseau, observa, por cierto, que el significado «barco» no
está atestiguado hasta el siglo xn, pero no ve en ello ningún

8 En J. Ziegler, Isaías (= Septuaginta, XIV)2, Gbttingen, 1967,


aparecen como variantes de otras traducciones: 5iá okeOcov nontupl-
vcov, év okeóecu itaitúpoo, év okeóeoi |3i|3Xíoo, es decir, algo así
como «en recipientes de junco».
9 En Du Cange, Glossarium, el comienzo de este texto aparece en
forma algo distinta, pero desde totumque en adelante reza igual.
10 Se equivoca J. P. Machado que, en su Dicionário, s. v. vaso,
da ya para el latín el significado «barco».
«Vas», en latín y en romance 287

problema. Y Wartburg ve cierta dificultad, no en el significado


léxico «barco» como tal, sino en la forma de diminutivo;
en efecto, se limita a observar que el nacimiento de los sig¬
nificados «barco» y «cuba», no atestiguados hasta el romá¬
nico, sólo puede explicarse por el hecho de que, en -ellurn,
el significado diminutivo «se había debilitado mucho o había
desaparecido por completo».
K. Kemna, que se ha ocupado de las palabras para «barco»
en francés, incluye vaisseau entre las «formaciones populares
tardías» —supone, por tanto, formación vernácula en fran¬
cés— y halla totalmente normal el cambio de significado 11:
«El desarrollo semántico vasija > barco es muy corriente;
cf. bac, pétrin y el desarrollo contrario en gondole, nacelle,
etcétera» 12. Sin embargo, es lícito preguntarse por qué razón
este desarrollo semántico se ha producido precisamente en
estas lenguas y en todas partes en la misma palabra.
En latín no se ha producido a lo largo de siglos, ni tampoco
en muchas otras lenguas; y en las lenguas románicas tam¬
poco ha tenido lugar en otras palabras usuales para «vasija,
olla». ¿No será que este desarrollo semántico parece «corrien¬
te» y «normal» precisamente porque ya ha tenido lugar en
EAS, «vasija» y «barco»? B. E. Vidos observa, a este mismo
propósito, que también it. góndola se remonta a gr. kóv5u,
«vaso da bere», y que, análogamente, arab. macün, «vasija»,
ha dado en turco mavna, «barco», lo que considera como
«passaggio comune e pregnante» 13. En realidad, puesto que

11 Der Begriff «Schiff» im Franzosischen. Eine lexikographische


Untersuchung, Diss., Marburgo, 1901, págs. 38-40.
12 Esta era ya la opinión de Covarrubias (mejor dicho, u n a de
sus opiniones, pues es sabido que siempre tiene varias); cf. s. v.
baxel: «quasi vasel, que por razón de su forma y su concavidad se
llaman vasos», y s. v. vajel: «quasi vasel, porque son vasos, en los
quales se navega».
n Storia delle parole marinaresche italiane passate in francese,
Florencia, 1939, págs. 434, 469.
288 Estudios de lingüística románica

todos estos desarrollos han tenido lugar en la misma cuenca


del Mediterráneo, lo que cabe suponer ya de antemano son
más bien calcos análogos e históricamente relacionados, pues
el aceptar la poligénesis sólo es razonable cuando no se trata
de lenguas relacionadas genética o espacialmente y cuando
una explicación histórica queda excluida.
Y en lo que concierne a la extensión de VAS, «barco», no
se entiende sin más de qué manera este significado haya
podido surgir «espontáneamente» en todas partes en la mis¬
ma palabra, ni es cosa simplemente natural y de por sí com¬
prensible el que dos zonas separadas (Norte de Francia e
Italia), o incluso tres (si se cuenta el catalán), hayan elegido
para ello precisamente la forma diminutiva de la palabra.
Además, cabe preguntarse por qué casi en todas partes, desde
Portugal hasta Rumania, VAS significa especialmente «buque
de guerra» 14. ¿Será también normal y corriente el paso de
«vasija» a «buque de guerra»? Y tampoco es de por sí com¬
prensible el que, en dos zonas separadas entre sí, la palabra

14 En efecto, para el francés antiguo y medio, Wartburg, FEW,


da como significado: «navire de quelque importance, surtout destiné
á la guerre»; cf. también Bloch-Wartburg, s. v. vaisseau: «navire
(surtout de guerre)». También en el francés más reciente, hasta prin¬
cipios del siglo xix, vaisseau significa especialmente «navio de guerra
grande». El Dictionnaire général registra como significado únicamente
«bátiment flottant, pour le transport par eau, principalement par
mer», pero como primer ejemplo del empleo de la palabra aduce
vaisseau de guerre. También Moráis registra para el portugués vaso
de guerra, «embarcaqáo devidamente apetrechada para entrar em
combate no mar»; y lo mismo se encuentra en Fabra para el catalán
(vaixell de guerra). Para el italiano, cf. la definición anteriormente
citada de Tommaseo, así como, en Battisti-Alessio, s. v. vascello:
«nave (da guerra)». Para el rumano, cf. Tiktin, s. v. vas: «Schiff, bes.
von Kriegsschiffen» [«navio, dicho especialmente de navios de guerra»];
también los más antiguos ejemplos rumanos se refieren claramente
a navios de guerra: cf. en Ureche, ed. Panaitescu, Bucarest, 1958,
pág. 201, y en Mirón Costin, ed. Panaitescu, Bucarest, 1965, págs. 111,
114, 115.
«Vas», en latín y en romance 289

correspondiente (vascellum, en una, y vasum, en la otra)


signifique también «casco de la nave», que es lo que se com¬
prueba en el caso de fr. vaisseau, «coque (d’un navire)»,
atestiguado desde Nicot, 1606 (cf. Wartburg, FEW), y de
esp. vaso (cf. las definiciones dadas en 2.).

6. El paso semántico de «vasija» a «barco», puede,


en cambio, explicarse de manera satisfactoria, si se admite
que —como es razonable suponerlo en el espacio de la cuenca
del Mediterráneo— lo más probable es que se trate de un
calco del griego. En efecto, es sabido que, en griego, axcc<f>r|
significaba «artesa, vasija, recipiente» y «bote» (cf. en Liddell-
Scott: «trough, tub, basin, bowl» y «light boat, skiff»), y
oxcc<|)oq, abundantemente atestiguado desde Heródoto y cier¬
tamente emparentado semánticamente con oxcapri para la
conciencia lingüística15, significaba «casco de la nave» («hull
of a ship») y «nave» («generally ship»)16. Además de esto,
la forma oxcnjni; funcionaba como diminutivo tanto de oxá^rj
como de axá<J)oc; y significaba, por una parte, «bowl, pot» y,
por otra, «boat, skiff»; y, análogamente, oxcciJhov significaba
«small bowl» y «small boat» 17. Por el calco del griego se ex¬
plican también la forma diminutiva vascellum (correspon¬
diente a oxaqlq, oxácpiov) y el significado fr. «coque», esp.
«casco», es decir, «hull of a ship», como en oxá(f»oq. El sig¬
nificado «coque» no será, pues, un sentido figurado, como
piensa Wartburg, sino el significado más antiguo, a pesar

15 Esto, independientemente de si ambas palabras se relacionan


o no, etimológicamente, con oxcnrrco.
16 Por lo demás, otros diccionarios dan también para oxcx<t>oc; el
significado «vasija, recipiente», pero no así Liddell-Scott.
17 Cf. también gr. moderno oxá(|>r| «pétrin, huche, coque, auge»
(así también ctkoc(¡>í6cx, ok<x<})Í5i), y oxocfog «coque» y «bátiment,
navire, vaisseau, nef».

EST. LINGÜÍSTICA ROMÁNICA. — 19


290 Estudios de lingüística románica

de estar atestiguado más tarde 18; por lo demás, éste es tam¬


bién el significado atestiguado primeramente en latín 19.

7. En cuanto a la extensión de RAS, «barco», en la Ro¬


manía, las coincidencias antes señaladas no pueden explicar¬
se de otro modo que admitiendo un centro de irradiación
único. Y como tal sólo puede tomarse en consideración Ita¬
lia, donde aparece también el ejemplo más antiguo del cam¬
bio semántico (en San Gregorio Magno) y donde con el
significado de «barco» aparecen tanto vasum como vascellum.
Por otra parte, la aparición casi simultánea de los primeros
ejemplos en Inglaterra, Francia e Italia corresponde exacta¬
mente a la época de las Cruzadas (siglos xil-xm). Para la
Galorromania se tratará, pues, de un grecismo italiano, di¬
fundido por las repúblicas marítimas de Italia (las «repubbli-
che marinare»), durante las Cruzadas. Así puede explicarse,
al mismo tiempo, el hecho de que vas aparezca tan tempra¬
namente con el significado «barco» en Gran Bretaña. Y de
ahí también el significado «barco de guerra». A España, el
significado «barco» pudo haberse extendido ya antes, espe¬
cialmente a través del catalán. Para Rumania, en cambio,
habría que pensar en una época algo más tardía, precisa¬
mente, en la época en que los rumanos entraron en contacto
con comerciantes italianos en el Bajo Danubio 20.

18 También en rumano está atestiguado el significado «casco», pre¬


cisamente (¡para el sol!), en Milescu, Cartea cu multe intrebári: «iará
de te vor intreba: cite obraze au fet,e are soarele, vei zice cá are trei,
vasul sSu §i raza §i lumina»; [«y si te preguntan cuántos aspectos o
caras tiene el sol, dirás que tiene tres: su vaso, y el rayo y la luz»];
pero es probable que se trate de un grecismo personal de Milescu.
19 También en el caso del turco tnavna se tratará, probablemente,
de un calco del griego (aunque también podría pensarse en una in¬
fluencia italiana).
20 Es sabido que en 1204, después de la conquista de Constanti-
nopla, los venecianos penetraron en el Mar Negro; pero en 1262
«Vas», en latín y en romance 291

8. La hipótesis de un calco del griego para FAS, «barco»,


halla ulterior apoyo en el hecho de que también otros des¬
arrollos semánticos románicos de FAS se relacionan estre¬
chamente con el griego. Por su significado, lat. vas corres¬
pondía, en efecto, por una parte, a gr. oKeuoq, «vajilla, uten¬
silio, equipo militar, equipaje, cosa» («vessel, dish, implement,
equipment, baggage, object, thing»), y a oKeoij, «aparato,
equipo» («equipment, attire, apparel»), por otra, a gr. oxá^rj,
«vasija», etc. Ahora bien, diversos desarrollos semánticos de
FAS, en latín y en romance se presentan como aspectos
de un mismo proceso de adaptación semántica
del latino-romance al griego, o sea que FAS, que ya corres¬
pondía a ciertos significados y empleos de axeDoq., OKEuij y
oKá<f)T], asume también otros significados y empleos de estas
palabras21. O, si se quiere representarlo esquemáticamente:

^■4;- VAS _

OKEÜOq
oxá^ri OKCtcfioc;
OK£Ur|

Ya en el latín literario se halla el empleo de FAS por Tá


aíóola, es decir, para los órganos sexuales (masculinos), lo

Constantinopla es reconquistada por los griegos, y esta vez son los


genoveses quienes obtienen de Miguel VIII Paleólogo el monopolio del
comercio en el Mar Negro. En 1266 se funda Caffa; algo más tarde,
las factorías genovesas en Maurocastron (Cetatea-Alba) y en Vicina
(a orillas del Danubio). En favor de un calco del italiano en el caso
del dacorrumano habla también el hecho de que el significado «na¬
vio» falta en macedorrumano (en efecto, macedorrum. vas significa
únicamente «vase, récipient, cruche»).
21 En ciertos casos podría suponerse también una adaptación gra¬
matical. Así, por ejemplo, la aparición esporádica de vas en femenino
(cf. H. Rónsch, Itala und Vulgatd1, pág. 269) podría interpretarse
como adaptación al género de aKáípq, okc«(>(<;, oK£of|.
292 Estudios de lingüística románica

que corresponde a un empleo de oKeuoq, OK£uf|; así, en


Plauto, en Petronio y en los Carmina Priapea22. En el latín
cristiano aparece el uso de vas, vasculum para «cuerpo (hu¬
mano)», que en parte pervive en romance: cf. it. vasello
dell’anima, «corpo» (Zingarelli); y también éste era un em¬
pleo corriente de oKsuoq23. Con oiceOoq se relaciona, asimis¬
mo, el desarrollo semántico de vascellum o vas a «ataúd»,
en el francés oriental y nororiental (hoy: Valonia, Lorena,
Franco Condado, pero en francés antiguo también bastante
más allá de estas regiones), así como, parcialmente, en el
franco-provenzal, en retorrománico y en la Alta Italia. Ga-
millscheg, EWFS, s. v. vaisseau, observa que vascellum está
atestiguado en inscripciones también para «urna funeraria»
y justifica por ello el desarrollo semántico hacia «ataúd»;
así también, y aún más claramente, Wartburg, que parte del
mismo vascellum, «urna funeraria»: «Es evidente que la
palabra se conservó también cuando [de la incineración] se
pasó al enterramiento». Pero esta explicación difícilmente
puede considerarse satisfactoria: la urna funeraria podía

22 Pero se trata, precisamente, de un uso en la designación, no de


un nuevo «significado». El significado de refero vasa salva en Plauto,
Poen., IV, 2, 41, es propiamente: «los instrumentos (los pertrechos) los
traigo de vuelta intactos». Lo mismo vale para el pasaje pertractato
vásculo tam rudi„ en Petronio, 24, 7, donde vasculum puede todavía
interpretarse simplemente como «instrumento». Obsceno, no es el
significado de estas expresiones, sino su sentido, y éste lo es debido
a la designación. Significado, designación y sentido no deben confun¬
dirse entre sí.
23 A. Souter, A Glossary of Later Latín to 600 A. D., s. v. vas, re¬
mite expresamente, a este respecto, a gr. <jkeooq. El pasaje de Cicerón,
Tuse., I, 22, 52, que suele citarse a este mismo propósito («Corpus
quasi vas est, aut aliquod animi receptaculum») no es, en realidad,
comparable. En Cicerón se trata de una imagen, no de una designa¬
ción: dice que el cuerpo es una «vasija del alma», pero no lo de
nomina «vasija». En cambio, en la Vulgata, Thess.„ 1, 4, 4, se emplea
vas (y, precisamente, como traducción de okeooq) directamente como
designación del cuerpo (de la esposa).
«Vas», en latín y en romance 293

llamarse vascellum precisamente porque era una «ollita»


(cf. al. Aschentopf), mas un ataúd no es una olla. Más bien
hay que recordar que, en el griego tardío, oxeuoc; llegó a
emplearse también, precisamente, para «ataúd» (Liddell-
Scott: «sarcophagus»). Por otra parte, en catalán y en occi-
tano tenemos vas también para «tumba» (Fabra: «sepultura»;
Alibert: «tombeau»), y esto corresponde a un empleo de
gr. aKácf>r| (Liddell-Scott: «grave»). Asimismo, el significado
corriente de esp. vaso (it. «bicchiere») es paralelo al de gr.
ükc«}hov, «small cup», «drinking vessel». Y el desarrollo se¬
mántico de it. vasca, «bañera» se relacionará sin duda con
oKccqri, «wash-tub».
(Revue Roumaine de Linguistique, XX,
1975, 5 [= Hommage a A. Rosetti], págs. 469-
475).
XII

DOS RESEÑAS

TOPONIMIA HISPÁNICA Y SUBSTRATO

(Reseña de: Ramón Menéndez Pidal, Toponimia prerromá-


nica hispana, Madrid, Gredos, 1952).

Hay que agradecer a la Editorial Gredos y a Dámaso


Alonso, director de la Biblioteca Románica Hispánica, la
publicación de esta selección de estudios sobre primitiva
toponimia hispana debidos al jefe y patriarca de la escuela
lingüística española, estudios hasta ahora dispersos por re¬
vistas especializadas y misceláneas, a veces muy difíciles de
encontrar. El hermoso tomo de Gredos pone a disposición
de los hispanistas y romanistas de todo el mundo, en un
conjunto homogéneo y de fácil manejo, una serie de estudios
esenciales para la prehistoria de España y la historia del
español (lo que deberá saludarse con satisfacción sobre todo
fuera de España y, muy en particular, en América, donde
no siempre disponemos de las colecciones completas de las
revistas), y, al mismo tiempo, ofrece a un público más amplio
la oportunidad de tomar contacto con ciertos problemas que
Toponimia hispánica y substrato 295

ya salen del campo puramente técnico y se están convirtiendo


en elementos de cultura general.
En cuanto al valor intrínseco de los estudios, estaría,
indudablemente, fuera de lugar el señalarlo nosotros, y aquí,
pues todo elogio resultaría presuntuoso y superfluo. En efec¬
to, es sabido que nadie lee sin asombro lo que escribe don
Ramón Menéndez Pidal: asombro por la increíble vastedad
de la erudición histórico-filológica, por la seguridad y el rigor
de los criterios lingüísticos, por la soberana claridad del
pensamiento, la agudeza de las intuiciones y la sólida audacia
de las hipótesis. Además, se trata de estudios que ya fueron
comentados y discutidos por los especialistas en las fechas
de su primera publicación, y cuyos resultados, en su mayo¬
ría, pueden considerarse como ya adquiridos por la ciencia
y hasta de dominio común entre los romanistas e hispanistas,
puesto que ya han llegado a los manuales y han sido adop¬
tados en las principales síntesis que se han publicado sobre
la historia de la lengua. Tal es el caso, por ej., de los estudios
Sobre las vocales ibéricas... (págs. 7-48), sobre los Sufijos
átonos (págs. 59-70), El sufijo -en... (págs. 105-158), El ele¬
mento -obre en la toponimia gallega (págs. 179-188), y sobre
La etimología de Madrid... (págs. 189-220), este último un
verdadero modelo clásico de estudio etimológico-toponomás-
tico. Para el lector no especializado, convendrá, sin embargo,
señalar (como el mismo autor lo hace en una breve nota
introductiva) el carácter general de estos estudios: ellos
pueden «servir como contribución a los estudios etnográficos»,
pero trascienden el campo de la simple toponimia y de la
prehistoria, pues «están concebidos a modo de introducción
a la historia de la lengua española». Así, el estudio Sobre las
vocales ibéricas... llega a distinguir, sobre la base de la topo¬
nimia, tres épocas de romanización en el nordeste de España;
el estudio sobre ios Sufijos átonos individúa un substrato
296 Estudios de lingüística románica

lingüístico peculiar de Iberia y un rasgo característico del


español con respecto a las demás lenguas romances; el es¬
tudio sobre El sufijo -en... trata también de la difusión de
ese sufijo en la lengua común; y el estudio sobre La etimo¬
logía de Madrid... constituye, al mismo tiempo, una contri¬
bución a la delimitación del substrato céltico.
El mismo lector no especializado quizás quede fascinado
sobre todo por el aspecto de reconstrucción prehistórico-
etnográfica de estos artículos. Por eso creemos que hay que
prevenirle que se trata del aspecto más hipotético y que, a
la luz de ulteriores estudios, podría revelarse, por lo menos
en parte, como caduco. Tal ocurre con el estudio sobre Liga¬
res o ambroilirios en Portugal (págs. 159-178). Ya más de
una vez se ha señalado en los últimos años el hecho de que los
Ihrios están tomando poco a poco, en las hipótesis prehis¬
tóricas de varios estudiosos, el lugar que un tiempo tenían
los Celtas (en el sentido de que se les atribuye una expansión
cada vez mayor y se tiende a descubrir huellas ilirias en casi
todas las regiones de Europa). También se ha observado que
la existencia en una zona X de algunos topónimos y de algún
sufijo que se encuentran también en la zona Y no basta
para demostrar la existencia, en la misma zona X, de la lengua
correspondiente a la zona Y y, menos todavía, de la pobla¬
ción histórica que la hablaba, sobre todo si no tenemos la
seguí idad de que dichos topónimos y sufijos pertenecieran
efectivamente a esa lengua. En otras palabras, que de la
comprobación en una zona de topónimos y sufijos documen¬
tados en la z o n a históricamente iliria no se puede deducir
sin más la expansión en la primera zona de la muy poco
conocida lengua iliria y del pueblo que la hablaba, pues,
según los casos, las coincidencias podrían ser de fecha indo¬
europea «común» (vocablos y sufijos indoeuropeos conser¬
vados sólo en ilirio y en la lengua desconocida que se difundió
Toponimia hispánica y substrato 297

por la región considerada) o deberse a un análogo substrato


preindoeuropeo. En el caso específico, los ambrones (que,
por otra parte, hoy por hoy, no son mucho más que un
simple nombre) pueden haber tenido en su lengua palabras
y sufijos que conocían también los ilirios, o ambos pueblos
pueden haber conservado topónimos pertenecientes a lenguas
preindoeuropeas del Mediterráneo. Pero es, éste, un riesgo
que deben correr ineludiblemente los estudios sobre subs¬
trato, donde la probable verdad prehistórica toma cuerpo
lentamente, a través de numerosas hipótesis, a menudo con¬
tradictorias.
Una observación metodológica de cierto interés nos pa¬
rece que puede hacerse —desde un punto de vista teórico
general— acerca del importante y célebre estudio Sobre las
vocales ibéricas e y o en los nombres toponímicos, con el
que se abre esta selección (y cuyo título nos resulta extraña¬
mente tautológico, pues los «topónimos» son evidentemente
«nombres», como la misma palabra lo indica). Queremos
decir que el número y la uniformidad de los desarrollos de
e y o «ibéricas» registrados por Menéndez Pidal bastan, sin
duda, desde el punto de vista empírico, para considerar como
sumamente probable, y hasta como cierta, la existencia en
el llamado ibérico, y en los nombres registrados, de e y o
abiertas (aunque tal conclusión no sea estrictamente nece¬
saria a los fines del estudio, que se refiere a la adopción y
adaptación romance de esos nombres); pero, desde un punto
de vista general, constituyen una «mostración» más bien que
una demostración. O sea que la objeción de Schuchardt (de
que la diptongación podría deberse a la pronunciación ro¬
mana, naturalmente abierta, de dichas vocales en palabras
extranjeras «ibéricas»), aunque retirada por el mismo estu¬
dioso, sigue en pie en el campo puramente teórico, hasta
tanto que no se demuestre con toda evidencia que en «ibéri-
298 Estudios de lingüística románica

co» existía una oposición fonológica entre vocales abiertas y


cerradas. En efecto, el fenómeno señalado por Schuchardt,
es decir, el hecho de que las vocales de las palabras extran¬
jeras se suelen pronunciar como abiertas, es bastante fre¬
cuente (es general, por ej., en italiano, en todos los cultismos
y extranjerismos). Además, podría tratarse de vocales efec¬
tivamente abiertas, desde el punto de vista fonético (acús-
tico-fisiológico), y percibidas como tales por los oyentes ex¬
tranjeros, pero indiferentes para los hablantes «ibéricos» y
desde el punto de vista del sistema fonológico de la lengua
«ibérica». Así, por ej., en polaco las vocales e y o acentuadas
son obligatoriamente breves y abiertas en la norma de reali¬
zación de la lengua, pero no son tales desde el punto de vista
del sistema funcional de la misma lengua; y para los hablan¬
tes polacos ellas son simplemente e y o indiferentes, pues
en su idioma no se dan otras vocales e y o que se opongan
a ésas como largas y cerradas. Por lo tanto, para demostrar
la existencia de un verdadero paralelismo entre los sistemas
vocálicos «ibérico» y romano, habría que encontrar ejemplos
«ibéricos» de e y o acentuadas que no diptonguen en ro¬
mance, y, precisamente, ejemplos que puedan hacerse re¬
montar a la misma época de los topónimos estudiados. Los
casos citados por Menéndez Pidal, y que no son topónimos
sino palabras comunes (perro, becerro, morro, zorro), nos
parecen insuficientes; becerro, morro, zorro podrían ser más
recientes que los topónimos estudiados (es decir que podrían
encontrarse en la misma situación que Menéndez Pidal ad¬
mite con respecto a gorra) y perro es más probable que sea
galo-latino, y no «ibérico». Un ejemplo útil sería el del sufijo
-en, -ena, pero tampoco es «ibérico».

(Revista AZUL, 1, Montevideo, 1953).


Lengua y ortografía 299

LENGUA Y ORTOGRAFÍA

(Reseña de: Real Academia Española, Nuevas normas de


prosodia y ortografía, Madrid, 1952).

Todos sabemos que la Academia tiene el importante y


saludable cometido de mantener, en lo posible, la unidad
de la lengua común y literaria. Y no hay quien dude de la
práctica utilidad de esta función y de que en esto la Aca¬
demia es simplemente insustituible. O, si alguien lo duda,
se equivoca. Pero todos sabemos también que la Academia
suele a menudo interpretar su tarea en el sentido de resistir
las innovaciones más generalizadas y las neoformaciones más
castizas y perfectamente concordes con el sistema de la len¬
gua, y de mantenerse firme sobre posiciones inactuales y
hasta arcaizantes; que sus principios lexicográficos se basan
más en una tradición delimitada arbitrariamente y en las
llamadas autoridades que en un estado contemporáneo de la
lengua, deducido de la actividad lingüística de los hablantes
«discretos aunque no cortesanos», que sus criterios gramati¬
cales son todavía, en buena parte, los de Dionisio de Tracia,
gramático —sin duda— ilustre y agudo, pero ya un poco su¬
perado. Y sabemos, asimismo, que su Gramática y sus Dic¬
cionarios no necesitan sólo pequeñas y parciales correcciones,
sino una cuidadosa y amplia revisión y una radical reforma
de principios y criterios. (Véanse, por ejemplo, en la Gramá¬
tica, la constante confusión entre letras y sonidos, después
de casi un siglo y medio de lingüística moderna, y las de¬
finiciones, todavía «aristotélicas», de la oración y de sus
partes; o, en el Diccionario Manual, el artículo perro, que
parece modificado adrede por un tipógrafo burlón; la pala¬
bra psiquiatra, para cuya definición se remite a alienista,
300 Estudios de lingüística románica

como si se tratara de la misma cosa; la palabra psicosis, que


sería sólo término médico y serviría como «nombre general
que se aplica a todas las enfermedades mentales», etc., etc.).
Por todo eso, no podemos dejar de saludar con verdadera
satisfacción estas Nuevas Normas, que señalan un reticente
pero sincero intento de la Academia de acercarse un poco
al estado efectivo de la «buena lengua» contemporánea, aun¬
que tales normas no constituyan un acto tan revolucionario
como parecen creer algunos académicos. Y, para que no se
nos entienda mal, aclaremos que saludamos las nuevas nor¬
mas en su conjunto, por el criterio de flexibilidad que revelan
y porque la mayoría de ellas son realmente bienvenidas, a
pesar de que alguna que otra resulte incongruente.

Señalamos entre las novedades más oportunas:

1) La admisión de dos formas de acentuación en una


larga serie de voces (entre ellas, las compuestas con -manda
y las terminadas en -iaco). Tal admisión revela un paso del
criterio rígidamente preceptivo a un criterio más bien des¬
criptivo. El mismo criterio lo revela la autorización de otras
formas dobles, como mnemotecnia - nemotecnia, gnomo -
nomo, etc.
2) La anunciada inclusión en el Diccionario de las for¬
mas contractas remplazar, rembolsar, etc., prácticamente ge¬
nerales en el hablar corriente.
3) La unificación de la acentuación en una serie de ele¬
mentos de composición muy corrientes en los tecnicismos
modernos (-odia, -fagia, -scopia, -cefalia).
4) La anunciada reglamentación de la acentuación del
presente de indicativo de los verbos en -iar, -uar, un campo
hasta ahora no codificado.
5) La autorización del analógico y tan generalizado in¬
miscuyo, al lado de inmiscuo.
Lengua y ortografía 301

6) La simplificación en la acentuación del grupo -ui, «con¬


siderado prácticamente como (representante de) diptongo en
todos los casos».
7) La estricta distinción ortográfica entre aún («toda¬
vía») y aun («hasta, también»): otro caso en que hasta ahora
reinaba el desorden de varios criterios contradictorios.
8) La supresión del acento ortográfico en los nombres
extranjeros no hispanizados y en el primer elemento de los
compuestos (con excepción de los adverbios en -mente).
9) La facultad de dividir, con criterio etimológico, nos¬
otros, des-amparo, etc., o, según el silabeo real, no-sotros,
desamparo.

Entre las normas que merecen reparos, señalamos:

1) La supresión del acento ortográfico en los infinitivos


en -aír, -eír, -oír. (Y ¿por qué sólo en los infinitivos?) En
efecto, tal supresión no simplifica sino que complica las nor¬
mas de acentuación, puesto que introduce una nueva excep¬
ción en una regla clara y oportuna. Y no vale el argumento
de que en español no hay otras palabras que terminen en
-aír, -oír, -eír y que se acentúen de otro modo, porque en
textos de historia e historia de la lengua pueden hallarse
nombres y palabras mozárabes como Nusair, Yenair, febrair,
gapatair, etc. ¿Para evitar confusiones, deberemos ahora es¬
cribir Nusáir, Yenáir, febráir, gapatáir? Además, el sistema
ortográfico es un sistema autónomo y que debe tener una
coherencia propia, hasta cierto punto independiente del sis¬
tema de la lengua, sobre todo en un idioma como el español,
donde no se da un paralelismo efectivo entre fonética y gra¬
fía. Si aplicáramos el criterio de que para el hablante o lector
no puede haber duda, no tendríamos por qué poner la tilde
en los sufijos -ista, -ismo (en casos como egoísta, aicaísmo),
pues ellos tienen siempre la misma acentuación.
302 Estudios de lingüística románica

2) La supresión de la diéresis en palabras como dioso,


dueto, etc. motivada con la simple razón de que la regla
establecida no se respeta ni siquiera por los mismos acadé¬
micos y de que otras palabras, que se encuentran en situación
análoga, se escriben sin diéresis. Por lo menos habría debido
aceptarse la oportuna sugerencia de Casares de indicar, sin
embargo, en el Diccionario, la pronunciación «correcta» de
todas estas voces.
3) La necesidad de pintar el acento ortográfico en pala¬
bras como vahído, buho, rehusó, por la razón de que «la h
muda, colocada entre dos vocales, no impide que éstas for¬
men diptongo». Claro que no lo impide, ni podría impedirlo,
dado que h es una letra y no un sonido y, además, una letra
que no corresponde a ningún sonido. Pero, ya que se man¬
tiene este signo inútil, habría resultado más cómodo decir
—siempre según la terminología académica— que sí impide
la formación del diptongo en voces como las señaladas, para
no tener que ir contra una costumbre tan arraigada, escri¬
biendo vahído, búho, rehúso.
4) La autorización de la reducción a s del grupo ps ini¬
cial (psicología - sicología). Es verdad que la grafía con la
simple 5 refleja la pronunciación real, pero la simplificación
puede, en este caso, dar lugar a confusiones entre los pre-
fijoides psico- y sico- de distinta significación. Además, no se
justifica mucho este afán foneticista, tratándose de voces
doctas y en una ortografía que, por razones etimológicas,
impone que se escriba vino pero bueno (a pesar de que v y
b no representan en español fonemas distintos) y que, sin
razones etimológicas, quiere que se escriba y la conjunción
que se pronuncia i, y, contra las mismas razones, impone
grafías como bermejo, abogado, bodas (con v —es decir, u—
en las formas latinas correspondientes).
Lengua y ortografía 303

En cuanto al amplio informe que acompaña las normas


(y cuyas conclusiones aceptan la mayoría de las normas mis¬
mas), representa, como era de esperarse, una nueva prueba
del fino sentido idiomático, de la vasta erudición y profundo
conocimiento de la tradición lingüística española, del sano
sentido común que caracterizan a su ilustre autor, el aca¬
démico D. Julio Casares. Lástima sólo que su criterio gloto-
lógico no resulte siempre tan firme y amplio como su erudi¬
ción: lástima, también, porque esto constituye una nueva
manifestación del lamentable hecho de que la especialización
lexicográfica se considere tan a menudo como lateral con
respecto a la lingüística científica y a la teoría del lenguaje.

Habría que hacer también unas pocas observaciones de


detalle:
P. 32. La expresión «vida de las palabras» es una imagen
superada, que se presta a confusiones y que sería mejor
evitar.

P. 37. El verbo caracterizar podrá tener, quizás, esporá¬


dicamente, acento secundario en la segunda sílaba, pero
comúnmente sus acentos secundarios están —como es nor¬
mal desde el punto de vista fonético— en la primera y ter¬
cera sílabas.

P. 38. (En los adverbios) «el nombre mente no ha per¬


dido ni su independencia ni la tonicidad que le es propia».
No sólo no ha perdido la tonicidad, sino que la tiene más
que el adjetivo con el que va unido.

P. 39. «...el adjetivo tampoco renuncia a su libertad y


así puede pasar de un grado a otro: grandemente, mayor¬
mente, grandísimamente». No se trata del mismo adverbio
«comparado», sino de otros adverbios, construidos sobre la
base de otras formas adjetivas (mayor, grandísimo).
304 Estudios de lingüística románica

P. 90. «...la tendencia al menor esfuerzo —una de las


constantes de la evolución fonética—». La llamada tendencia
al menor esfuerzo no es ninguna constante de la evolución
fonética, sino sólo un infeliz invento de la lingüística natu¬
ralista, incapaz de descubrir las verdaderas «causas» de la
«evolución» lingüística, porque desconocía la verdadera na¬
turaleza del lenguaje. Además, no se comprende por qué la
pronunciación de las esdrújulas exigiría un esfuerzo par¬
ticular. Si así fuera, los pobres húngaros y checos, en cuyas
lenguas todas las palabras tienen el acento en la primera
sílaba, deberían sostener un esfuerzo conspicuo para hablar,
y en tantos siglos no habrían todavía encontrado la vía hacia
un esfuerzo menor. Las verdaderas razones del desdobla¬
miento gladíolo - gladiolo, amoníaco - amoniaco, período - pe¬
riodo, etc. son analógicas (prevalencia de las llanas en el
sistema de la lengua) y estilísticas: las formas esdrújulas
son «cultistas», más doctas, más técnicas; las formas llanas,
más corrientes, familiares, populares. (Del mismo modo, co¬
lega es un vulgarismo hipercultista, debido al afán de hablar
«mejor»).

P. 27. «En este caso (hispanoamericano) el uso del guión


sería impropio, como lo sería en checo-eslovaco». En checo¬
eslovaco el uso del guión no es impropio, porque se trata de
dos pueblos, con dos lenguas y sólo políticamente unidos en
un solo estado: es el caso que se daría si existiera un estado
hispano-por tugues.

P. 101. El Diccionario Manual indica la aspiración de la


h en ahumarse («emborracharse»).

Y una acotación final: molestan en el informe de D. Julio


Casares la falta de discriminación entre los estudiosos ameri¬
canos y la patente de «especialistas» que con demasiada gene-
Lengua y ortografía 305

rosidad se otorga a simples curiosos y aficionados, cuyas


opiniones se citan y se tienen en cuenta en el mismo plano
que las de Bello, Cuervo, Menéndez Pidal. Ahora bien, dos
cosas, sobre todo, desagradan a los americanos en sus rela¬
ciones culturales con los europeos: la primera es que se
desconozcan sus valores reales, y la segunda, que se los elogie
a todos indistintamente, como «para conformarlos». No les
agrada (ni siquiera a los mismos interesados) que se indique
como «insignes», «ilustres», «autorizados» a quienes no serían
tales si fueran europeos o norteamericanos, porque esto (fue¬
ra de toda sospecha de mala intención) se parece demasiado
a los diplomas «buenos para el Oriente» que, según dicen, se
solían otorgar en ciertos países. Los americanos pretenden
que se los mida con la misma medida que se aplica a los
europeos, que se los elogie si valen y se los critique violenta¬
mente si no valen. Pretenden ser considerados como adultos,
y tienen el derecho de pretenderlo.

(Revista AZUL, 2, Montevideo, 1954).

EST. LINGÜÍSTICA ROMÁNICA. — 20


ÍNDICE DE AUTORES

Adamescu, Gh., 282. Bergsland, K., 88.


Agrell, S., 107. Bertoldi, V., 15, 16, 25, 35.
Agustín, San, 35. Bjórck, G„ 242-247, 249, 250, 253,
Alcover, A. M.a, 286. 262.
Alessio, G., 165, 283-285, 288. Blass, F„ 135, 143, 145, 175, 243.
Alibert, L., 293. Bloch, O., 52, 288.
Alonso, A., 70, 76. Boehme, E„ 87, 88, 100, 128.
Alonso, D., 27, 294. Bogaci, Gh., 90, 91, 113, 122, 126.
Alvarado, L., 108, 109. Bonelli, L., 136.
Andriotis, N. P., 55. Bonfante, G., 266, 267, 274.
Appel, C., 179. Burger, A., 26.
Aristóteles, 36, 76.
Ascoli, G. A., 103, 147. Calonghi, F., 192.
Aulete, F. J. Caldas, 58. Cámara jr., J. Mattoso, 15, 17,
22.
Baldinger, K., 41, 43, 53. Candrea, I. A., 282.
Bailly, A., 166. Capidan, Th., 48, 192.
Bally, Ch„ 18, 22, 27, 30. Cappuccini, G., 202.
Banescu, N., 237. Carabellese, P., 32.
Bartoli, M., 50, 181, 266, 267, 274, Cardoso jr., F. J., 114.
279. Casares, J., 302-304.
Battisti, C„ 165, 283-285, 288. Cassirer, E., 84.
Beaulieux, L., 125. Castro, A., 41, 42, 56, 59, 60, 63,
Beke, O., 87, 88, 112. 67, 68.
Bello, A., 239, 305. Cioranescu, A., 185, 186, 192, 193.
Benvenutto Murrieta, P. M., 108. Condeescu, N., 52.
Berejan, S., 101. Corominas, J., 42-44, 60, 61, 65, 68,
308 Estudios de lingüística románica

106, 115, 118, 128, 161-165, 200, Genetz, A. O. G., 88.


283, 284. Georges, K. E., 192.
Correas, G., 104, 113, 118. Gerth, B„ 145, 146, 238, 239, 241,
Coseriu, E., 57, 72, 76, 206, 275. 243, 245, 248, 249, 255.
Covarrubias, S. de, 178, 282, 287. Gili Gaya, S., 110, 111, 128.
Cuervo, R. J., 75, 104-110, 113, 115, Giuglea, G., 187.
118, 122, 126, 131, 136, 137, 305. Godefroy, F., 51, 53.
Gougenheim, G., 74.
Chomsky, N., 204, 208, 235. Grandgent, C. H., 17, 24.
Graur, A., 90-92, 95, 97, 100, 110,
Dal’, V. I., 87, 89, 100, 128. 112, 113, 115, 117-119, 122, 126,
Dauzat, A., 26. 128, 129, 168, 189, 191, 194, 195,
Debrunner, A., 134, 135, 141, 143, 198-200.
145, 146, 162, 174, 175, 177, 243. Gray, L. H„ 27.
Densusianu, O., 156, 191. Gu$u-Romalo, V., 100, 101, 117,
Dieterich, K., 266. 122, 126.
Dietrich, W., 151, 237, 263.
Diez, F„ 178, 179, 200, 270. Harris, J., 126.
Dionisio de Tracia, 299. Havers, W„ 84-86, 97, 102, 116, 122,
Draganu, N., 190, 191. 131, 133, 142, 146, 147, 255.
Du Cange, Ch., 55, 159, 282, 284- Heidegger, M., 32, 33.
286. Hermann, E., 107.
Duraffour, A., 52. Hjelmslev, L., 75, 233.
Hofmann, J. B., 264.
Eisenberg-Bach, S., 15. Humboldt, W. von, 75.

Fabra, P., 282, 288, 293. Immisch, O., 266, 267, 279.
Fernandes, F., 113, 128. Iordan, I., 101, 195.
Florea-Rari§te, D., 184. Iroaie, P., 91, 113.
Flydal, L„ 74. Isidoro de Sevilla, San, 284.
Fodor, J. A., 205. Ivdnescu, G., 101.
Fraenkel, E., 81-86, 87, 97, 98, 112,
113, 116, 122, 125, 131, 133. Jakobson, R., 234.
Jensen, H., 82.
Gabelentz, G. von der, 60, 61. Jespersen, O., 83, 244.
Gagini, C., 108, 109.
Gáldi, L., 196. Kany, Ch. E., 106, 108-113, 123,
Gamillscheg, E., 52, 286, 292. 128, 178.
García de Diego, V., 283, 284. Katz, J. J„ 205.
índice de autores 309

Kemna, K., 287. Meyer-Lübke, W., 18, 37, 103, 166,


Keniston, H., 106-109, 112, 113, 119, 200, 269, 270.
120, 123, 125, 128, 178, 250. Migliorini, B., 202.
Kiparsky, V., 150, 151. Mistral, F., 54, 60, 65, 282.
Kirchner, G., 86, 88, 112, 116, 131. Mohrmann, Chr., 266.
Knobloch, J., 150. Moliner, M., 282.
Kock, E. A., 87. Morandi, L., 180.
Korting, G., 52, 270. Moreira, J., 110, 113.
Kühner, R., 145, 146, 210, 214, 216, Moreno, A., 114.
217, 238, 239, 241, 243, 245, 248, Morreale, M., 151.
249, 255. Muller, H. F., 19, 35.

Nedioglu, Gh., 101.


Labernia, P., 44. Neto, S. da Silva, 15, 41, 60, 61.
Lacea, C., 185. Nicot, J., 289.
Lambertz, M., 84.
Nicotra, V.r 61.
Lapesa, R., 41, 60, 68. Nielsen, K., 88.
Leotti, A., 84, 96, 125. Nieminen, E., 90, 91, 113.
Lerch, E., 18, 74. Norden, E., 264-266, 267, 274.
Leumann, M., 165, 166.
Lewy, E., 80, 81, 86-90, 97, 112,
Ohienko, I., 88, 112, 113, 151.
115, 121, 122, 128.
ühmann, E., 87.
Liddell, H. G., 147, 153, 158, 166,
Olsen, H., 94, 179.
175, 237, 238, 240, 244-246, 248,
249, 255, 263, 289, 293.
Pagliaro, A., 16, 21-24, 28.
Littré, E., 52.
Papahagi, P., 193, 200, 201.
Lofstedt, B., 174, 180, 183.
Papahagi, T., 101.
Lofstedt, E., 178, 179, 270.
Parlangéli, O., 104.
Lombard, A., 40-42, 44, 54, 192.
Pasquali, G., 146, 148, 259, 264,
Lommatzsch, E., 53.
266, 272.
Paul, H„ 230, 261.
Machado, J. P-, 114, 285, 286. Peer, O., 257.
Malaret, A., 108. Pellis, U., 189.
Martinet, A., 234. Pernot, H., 127.
Matthies, W., 73. Persson, P., 85.
Mayáns y Sisear, G., 80. Peruzzi, E., 74.
Péteraitis, V., 83, 123, 128.
Meier, H., 74.
Meillet, A., 19, 26, 27, 272. Pfister, F., 266.
Menéndez Pidal, R., 294-298, 305. Pisani, V., 266.
310 Estudios de lingüística románica
Pittau, M., 257. Seiler, H.-J., 97, 98, 113, 126, 127,
Poghirc, C., 101. 135, 144.
Procopovici, A., 189, 190, 191. Sepulcri, A., 172.
Puscariu, S„ 92, 113, 122, 126, 155, Silva, A. de Moráis, 114, 128, 282,
184, 187-189, 192, 197, 283. 283, 288.
Sofer, J., 284.
Rajna, P., 173. Sorrento, L., 103, 128, 140, 145,
Rasanen, A. M. O., 88, 112. 147.
Reichenkron, G., 98, 99, 113, 126, Souter, A., 192, 292.
131, 138-140, 178. Spitzer, L., 18, 27, 29, 30, 31, 37,
Rohlfs, G., 15, 59, 60, 63, 102, 104, 41, 42, 59, 122, 189.
110, 113, 118, 125, 128, 129, 131, Stahl, J. M„ 242, 243.
140, 147, 148, 162, 179, 257. Stegmann, C., 210, 214, 216, 217.
Ronsch, H., 156, 157, 162, 169, 173, Svennung, J., 177, 270.
174, 192, 266, 291.
Rosetti, A., 91, 185, 192.
Tagliavini, C., 76, 193, 200.
Ruigh, C. I., 262, 263.
Thumb, A., 83, 98, 131, 134, 135.
Tiktin, H., 198, 288.
Salonius, M., 270. Titova, V. P., 35.
Sánchez Ruipérez, M„ 216, 217, Tobler, A., 53.
235, 239 , 251. Tommaseo, N., 283, 288.
Sandfeld, K., 27, 35, 46, 48, .50-52, Tschizewskij, D., 100, 113, 122,
57, 87, 92-99, 110, 112, 113, 115, 124, 128, 130.
118, 119, 122, 124- 126, 131, 133, Tuulio, O. J., 165.
137-1139, 153, 154, 158.
Sandoval, L., 108, 109.
Uddholm, A., 182.
Saussure, F. de, 234.
Savj-Lopez, P., 181.
Scott, R., 147, 153, 158, 166, 175, Vahlen, J., 85.
237, 238, 240, 244-246, 248, 249, Valdés, J. de, 79, 104, 105, 108,
255, 263, 289, 293. 113, 116, 118, 119, 178, 254.
Schiaffini, A., 171-173, 180. Vasiliu, A., 189.
Schlieben-Lange, B., 150, 263. Vidos, B. E., 15, 17, 24, 26, 287.
Schmeck, H., 19. Vossler, K„ 15, 18, 19, 21-26, 31,
Schuchardt, H., 297, 298. 37.
Schulze, W„ 266, 267.
Schwyzer, E., 134, 135, 145, 146, Wackernagel, J., 83, 158, 266.
237, 239, 243-245, 248, 255. Wagner, M. L., 51, 59, 61, 110, 111,
Seidel, E., 186. 113, 115, 118, 122, 200, 257.
Indice de autores 311

Wandruszka, M., 86. Woltner, M., 87.


Wartburg, W. von, 16, 24, 26, 27,
37, 38, 53, 282, 283, 287-289, 292. Zauner, A., 178.
Weigand, G., 137. Ziegler, J., 286.
Wimmer, L. F. A., 88. Zingarelli, N., 58, 179, 292.
ÍNDICE GENERAL

Págs.

Nota preliminar. 9

Abreviaturas . 13

I.—Sobre el futuro romance. 15

II.—¿Arabismos o romanismos?. 40

III. —Sobre las llamadas «construcciones con verbos


de movimiento»: un problema hispánico . 70

IV. —«Tomo y me voy». Un problema de sintaxis com¬


parada europea. 79

V.—Graeca Románica. 152

VI.—«que ki contene» . 171

VII.—De semántica y etimología rumana . 184

VIH.—Coordinación latina y coordinación románica. 203

IX.—El aspecto verbal perifrástico en griego antiguo


(y sus reflejos románicos). 231

X.—El problema de la influencia griega sobre el latín


vulgar . 264
314 Estudios de lingüística románica

Págs.

XI.—Vas, «barco», en latín y en romance. 281

XII.—Dos reseñas. 294

1. Toponimia hispánica y substrato . 294


2. Lengua y ortografía. 299

Indice de autores 307


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.
35 S V1'*
BIBLIOTECA ROMÁNICA HISPÁNICA
Dirigida por: Dámaso Alonso

I. TRATADOS Y MONOGRAFIAS

1.
Walther von Wartburg: La fragmentación lingüística de la Roma¬
nía. Segunda edición aumentada. 208 págs. 17 mapas.
2. René Wellek y Austin Warren: Teoría literaria. Con un prólogo
de Dámaso Alonso. Cuarta edición. Reimpresión. 432 págs.
3. Wolfgang Kayser: Interpretación y análisis de la obra literaria.
Cuarta edición revisada. Reimpresión. 594 págs.
4. E. Allison Peers: Historia del movimiento romántico español.
Segunda edición. Reimpresión. 2 vols.
5. Amado Alonso: De la pronunciación medieval a la moderna en
español. 2 vols.
9. René Wellek: Historia de la crítica moderna (1750-1950). 3 vols.
10. Kurt Baldinger: La formación de los dominios lingüísticos en la
Península Ibérica. Segunda edición corregida y muy aumen¬
tada. 496 págs. 23 mapas.
12. Antonio Marti: La preceptiva retórica española en el Siglo de
Oro. Premio Nacional de Literatura. 346 págs.
13. Vítor Manuel de Aguiar e Silva: Teoría de la literatura. Reim¬
presión. 550 págs.
14. Hans Hórmann: Psicología del lenguaje. 496 págs.
15. Francisco R. Adrados: Lingüística indoeuropea. 2 vols.

II. ESTUDIOS Y ENSAYOS

1.
Dámaso Alonso: Poesía española (Ensayo de métodos y límites
estilísticos). Quinta edición. Reimpresión. 672 págs. 2 láminas.
2. Amado Alonso: Estudios lingüísticos (Temas españoles). Tercera
edición. Reimpresión. 286 págs.
3. Dámaso Alonso y Carlos Bousoño: Seis calas en la expresión lite¬
raria española (Prosa - Poesía - Teatro). Cuarta edición. 446 págs.
4. Vicente García de Diego: Lecciones de lingüística española (Con¬
ferencias pronunciadas en el Ateneo de Madrid). Tercera edi¬
ción. Reimpresión. 234 págs.
5. Joaquín Casalduero: Vida y obra de Galdós (1843-1920). Cuarta
edición ampliada. 312 págs.
6. Dámaso Alonso: Poetas españoles contemporáneos. Tercera edi¬
ción aumentada. Reimpresión. 424 págs.
7. Carlos Bousoño: Teoría de la expresión poética. Premio «Fasten-
rath*. Sexta edición aumentada. Versión definitiva. 2 vols.
9. Ramón Menéndez Pidal: Toponimia prerrománica hispana. Reim¬
presión. 314 págs. 3 mapas.
10. Carlos Clavería: Temas de Unamuno. Segunda edición. 168 págs.
11. Luis Alberto Sánchez: Proceso y contenido de la novela hispano¬
americana. Tercera edición. 630 págs.
12. Amado Alonso: Estudios lingüísticos (Temas hispanoamericanos).
Tercera edición. Reimpresión. 360 págs.
16. Helmut Hatzfeld: Estudios literarios sobre mística española. Se¬
gunda edición corregida y aumentada. 424 págs.
17. Amado Alonso: Materia y forma en poesía. Tercera edición. Reim¬
presión. 402 págs.
18. Dámaso Alonso: Estudios y ensayos gongorinos. Tercera edición.
b02 págs. 15 láminas.
19. Leo Spitzer: Lingüística e historia literaria. Segunda edición.
Reimpresión. 308 págs.
20. Alonso Zamora Vicente: Las sonatas de Valle Inclán. Segunda
edición. Reimpresión. 190 págs.
21. Ramón de Zubiría: La poesía de Antonio Machado. Tercera edi¬
ción. Reimpresión. 268 págs.
24. Vicente Gaos: La poética de Campoamor. Segunda edición corre¬
gida y aumentada, con un apéndice sobre la poesía de Cam¬
poamor. 234 págs.
27. Carlos Bousoño: La poesía de Vicente Aleixandre. Segunda edi¬
ción corregida y aumentada. 486 págs.
28. Gonzalo Sobejano: El epíteto en la lírica española. Segunda edi¬
ción revisada. 452 págs.
31. Graciela Palau de Nemes: Vida y obra de Juan Ramón Jiménez
(La poesía desnuda). Segunda edición completamente reno¬
vada. 2 vols.
39. José Pedro Díaz: Gustavo Adolfo Bécquer (Vida y poesía). Ter¬
cera edición corregida y aumentada. 514 págs.
40. Emilio Carilla: El Romanticismo en la América hispánica. Ter¬
cera edición revisada y ampliada. 2 vols.
41. Eugenio G. de Nora: La novela española contemporánea (1898-
1967). Premio de la Crítica. Segunda edición. 3 vols.
42. Christoph Eich: Federico García Lorca, poeta de la intensidad.
Segunda edición revisada. Reimpresión. 206 págs.
43. Oreste Macrí: Fernando de Herrera. Segunda edición corregida
y aumentada. 696 págs.
44. Marcial José Bayo: Virgilio y la pastoral española del Renaci¬
miento (1480-1550). Segunda edición. 290 págs.
45. Dámaso Alonso: Dos españoles del Siglo de Oro. Reimpresión.
258 págs.
46. Manuel Criado de Val: Teoría de Castilla la Nueva (La dualidad
castellana en la lengua, la literatura y la historia). Segunda
edición ampliada. 400 págs. 8 mapas.
47. Ivan A. Schulman: Símbolo y color en la obra de José Martí.
Segunda edición. 498 págs.
49. Joaquín Casalduero: Espronceda. Segunda edición. 280 págs.
51. Frank Pierce: La poesía épica del Siglo de Oro. Segunda edición
revisada y aumentada. 396 págs.
52. E. Correa Calderón: Baltasar Gracián (Su vida y su obra). Se¬
gunda edición aumentada. 426 págs.
54. Joaquín Casalduero: Estudios sobre el teatro español. Tercera
edición aumentada. 324 págs.
57. Joaquín Casalduero: Sentido y forma de las «Novelas ejempla¬
res». Segunda edición corregida. Reimpresión. 272 págs.
58. Sanford Shepard: El Pinciano y las teorías literarias del Siglo
de Oro. Segunda edición aumentada. 210 págs.
60. Joaquín Casalduero: Estudios de literatura española. Tercera
edición aumentada. 478 págs.
61. Eugenio Coseriu: Teoría del lenguaje y lingüística general (Cinco
estudios). Tercera edición revisada y corregida. 330 págs.
63. Gustavo Correa: El simbolismo religioso en las novelas de Pérez
Galdós. Reimpresión. 278 págs.
>4. Rafael de Balbín: Sistema de rítmica castellana. Premio «Fran¬
cisco Franco» del CS1C. Tercera edición aumentada. 422 págs.
65. Paul llie: La novelística de Camilo José Cela. Con un prólogo
de Julián Marías: Segunda edición. 242 págs.
67. Juan Cano Ballesta: La poesía de Miguel Hernández. Segunda
edición aumentada. 356 págs.
69. Gloria Videla: El ultraísmo. Segunda edición. 246 págs.
70. Hans Hinterháuser: Los «Episodios Nacionales» de Benito Pérez
Galdós. 398 págs.
71. Javier Herrero: Fernán Caballero: un nuevo planteamiento. 346
páginas.
72. Werner Beinhauer: El español coloquial. Con un prólogo de Dá¬
maso Alonso. Segunda edición corregida, aumentada y actua¬
lizada. Reimpresión. 460 págs.
73. Helmut Hatzfeld: Estudios sobre el barroco. Tercera edición
aumentada. 562 págs.
74. Vicente Ramos: El mundo de Gabriel Miró. Segunda edición
corregida y aumentada. 526 págs.
76. Ricardo Gullón: Autobiografías de Unamuno. 390 págs.
80. José Antonio Maravall: El mundo social de «La Celestina». Premio
de los Escritores Europeos. Tercera edición revisada. Reim¬
presión. 188 págs.
82. Eugenio Asensio: Itinerario del entremés desde Lope de Rueda
a Quiñones de Benavente (Con cinco entremeses inéditos de
Don Francisco de Quevedo). Segunda edición revisada. 374 págs.
83. Carlos Feal Deibe: La poesía de Pedro Salinas. Segunda edición.
270 págs.
84. Carmelo Gariano: Análisis estilístico de los «Milagros de Nuestra
Señora» de Berceo. Segunda edición corregida. 236 págs.
85. Guillermo Díaz-Plaja: Las estéticas de Valle-Inclán. Reimpresión.
298 págs.
86. Walter T. Pattison: El naturalismo español (Historia externa de
un movimiento literario). Reimpresión. 192 págs.
89. Emilio Lorenzo: El español de hoy, lengua en ebullición. Con un
prólogo de Dámaso Alonso. Segunda edición. 240 págs.
90. Emilia de Zuleta: Historia de la crítica española contemporá¬
nea. Segunda edición notablemente aumentada. 482 págs.
91. Michael P. Predmore: La obra en prosa de Juan Ramón Jimé¬
nez. Segunda edición ampliada. 322 págs.
92. Bruno Sneli: La estructura del lenguaje. Reimpresión. 218 págs.
93. Antonio Serrano de Haro: Personalidad y destino de Jorge Man¬
rique. Segunda edición revisada. 450 págs.
94. Ricardo Gullón: Galdós, novelista moderno. Tercera edición revi¬
sada y aumentada. 374 págs.
95. Joaquín Casalduero: Sentido y forma del teatro de Cervantes.
Reimpresión. 288 págs.
96. Antonio Risco: La estética de Valle-Inclán en los esperpentos y
en «El Ruedo Ibérico». Segunda edición. 278 págs.
97. Joseph Szertics: Tiempo y verbo en el romancero viejo. Segunda
edición. 208 págs.
100. Miguel Jaroslaw Flys: La poesía existencial de Dámaso Alonso.
344 págs.
101. Edmund de Chasca: El arte juglaresco en el «Cantar de Mío
Cid». Segunda edición aumentada. 418 págs.
102. Gonzalo Sobejano: Nietzsche en España. 688 págs.
104. Rafael Lapesa: De la Edad Media a nuestros días (Estudios de
historia literaria). Reimpresión. 310 págs.
106. Aurora de Albornoz: La presencia de Miguel de Unamuno en
Antonio Machado. 374 págs.
107. Carmelo Gariano: El mundo poético de Juan Ruiz. Segunda edi¬
ción corregida y ampliada. 272 págs.
110. Bernard Pottier: Lingüística moderna y filología hispánica. Reim¬
presión. 246 págs.
111. Josse de Kock: Introducción al Cancionero de Miguel de Una¬
muno. 198 págs.
112. Jaime Alazraki: La prosa narrativa de Jorge Luis Borges (Temas-
Estilo). Segunda edición aumentada. 438 págs.
114. Concha Zardoya: Poesía española del siglo XX (Estudios temá¬
ticos y estilísticos). Segunda edición muy aumentada. 4 vols.
115. Harald Weinrich: Estructura y función de los tiempos en el len¬
guaje. Reimpresión. 430 págs.
116. Antonio Regalado García: El siervo y el señor (La dialéctica
agónica de Miguel de Unamuno). 220 págs.
117. Sergio Beser: Leopoldo Alas, crítico literario. 372 págs.
118. Manuel Bermejo Marcos: Don Juan Valera, crítico literario.
256 págs.
119. Sólita Salinas de Marichal: El mundo poético de Rafael Alberti.
Reimpresión. 272 págs.
120. Oscar Tacca: La historia literaria. 204 págs.
121. Estudios críticos sobre el modernismo. Introducción, selección
y bibliografía general por Homero Castillo. Reimpresión. 416
páginas.
122. Oreste Macrí: Ensayo de métrica sintagmática (Ejemplos del «Libro
de Buen Amor» y del «Laberinto» de Juan de Mena). 296 págs.
123. Alonso Zamora Vicente: La realidad esperpéntica (Aproximación
a «Luces de bohemia»). Premio Nacional de Literatura. Se¬
gunda edición ampliada. 220 págs.
126. Otis H. Green: España y la tradición occidental (El espíritu cas¬
tellano en la literatura desde «El Cid» hasta Calderón). 4 vols.
127. Ivan A. Schulman y Manuel Pedro González: Martín, Darío y el
modernismo. Reimpresión. 268 págs.
128. Alma de Zubizarreta: Pedro Salinas: el diálogo creador. Con un
prólogo de Jorge Guillén. 424 págs.
130. Eduardo Camacho Guizado: La elegía funeral en la poesía espa¬
ñola. 424 págs.
131. Antonio Sánchez Romeralo: El villancico (Estudios sobre la lírica
popular en los siglos XV y XVI). 624 págs.
132. Luis Rosales: Pasión y muerte del Conde de Villamediana.
252 págs.
133. Othón Arróniz: La influencia italiana en el nacimiento de la
comedia española. 340 págs.
134. Diego Catalán: Siete siglos de romancero (Historia y poesía). 224
páginas.
135. Noam Chomsky: Lingüística cartesiana (Un capítulo de la histo¬
ria del pensamiento racionalista). Reimpresión. 160 págs.
136. Charles E. Kany: Sintaxis hispanoamericana. Reimpresión. 552 págs.
137. Manuel Alvar: Estructuralismo, geografía lingüística y dialectolo¬
gía actual. Segunda edición ampliada. 266 págs.
138. Erich von Richthofen: Nuevos estudios épicos medievales. 294
páginas.
139. Ricardo Gullón: Una poética para Antonio Machado. 270 págs
140. Jean Cohén: Estructura del lenguaje poético. Reimpresión
228 págs.
141. León Livingstone: Tema y forma en las novelas de Azorín. 242
páginas.
142. Diego Catalán: Por campos del romancero (Estudios sobre la
tradición oral moderna). 310 págs.
143. María Luisa López: Problemas y métodos en el análisis de pre¬
posiciones. Reimpresión. 224 págs.
144. Gustavo Correa: La poesía mítica de Federico García Lorca. Se¬
gunda edición. 250 págs.
145. Robert B. Tate: Ensayos sobre la historiografía peninsular del
siglo XV. 360 págs.
147. Emilio Alarcos Llorach: Estudios de gramática funcional del
español. Reimpresión. 260 págs.
148. Rubén Benítez: Bécquer tradicionalista. 354 págs.
149. Guillermo Araya: Claves filológicas para la comprensión de Or¬
tega. 250 págs.
150. André Martinete El lenguaje desde el punto de vista funcional.
Reimpresión. 218 págs.
151. Estelle Irizarry: Teoría y creación literaria en Francisco Ayala.
274 págs.
152. G. Mounin: Los problemas teóricos de la traducción. 338 págs.
153. Marcelino C. Peñuelas: La obra narrativa de Ramón J. Sender.
294 págs.
154. Manuel Alvar: Estudios y ensayos de literatura contemporánea.
410 págs.
155. Louis Hjelrnslev: Prolegómenos a una teoría del lenguaje. Se¬
gunda edición. 198 págs.
156. Emilia de Zuleta: Cinco poetas españoles (Salinas, Guillén, Lorca,
Alberti, Cernuda). 484 págs.
157. María del Rosario Fernández Alonso: Una visión de la muerte
en la lírica española. Premio Rivadeneira. Premio nacional
uruguayo de ensayo. 450 págs. 5 láminas.
158. Ángel Rosenblat: La lengua del «Quijote». 380 págs.
159. Leo Pollmann: La «Nueva Novela» en Francia y en Iberoamérica.
380 págs.
160. José María Capote Benot: El período sevillano de Luis Cernuda.
Con un prólogo de F. López Estrada. 172 págs.
161. Julio García Morejón: Unamuno y Portugal. Prólogo de Dámaso
Alonso. Segunda edición corregida y aumentada. 580 págs.
162. Geoffrey Ribbans: Niebla y soledad (Aspectos de Unamuno y
Machado). 332 págs.
163. Kenneth R. Scholberg: Sátira e invectiva en la España medieval.
376 págs.
164. Alexander A. Parker: Los picaros en la literatura (La novela
picaresca en España y Europa. 1599-1753). 2.a edición. 220 pági¬
nas. 11 láminas.
166. Ángel San Miguel: Sentido y estructura del «Guzmán de Alfarache»
de Mateo Alemán. Con un prólogo de Franz Rauhut. 312 págs.
167. Francisco Marcos Martín: Poesía narrativa árabe y épica hispá¬
nica. 388 págs.
168. Juan Cano Ballesta: La poesía española entre pureza y revolu¬
ción (1930-1936). 284 págs.

EST. LINGÜÍSTICA ROMÁNICA. — 21


169. Joan Corominas: Tópica hespérica (Estudios sobre los antiguos
dialectos, el substrato y la toponimia romances). 2 vols.
170. Andrés Amorós: La novela intelectual de Ramón Pérez de Aya-
la. 500 págs.
171. Alberto Porqueras Mayo: Temas y formas de la literatura espa¬
ñola. 196 págs.
172. Benito Brancaforte: Benedetto Croce y su crítica de la literatura
española. 152 págs.
173. Carlos Martín: América en Rubén Darío (Aproximación al con¬
cepto de la literatura hispanoamericana). 276 págs.
174. José Manuel García de la Torre: Análisis temático de «El Ruedo
Ibérico». 362 págs.
175. Julio Rodríguez-Puértolas: De la Edad Media a la edad conflictiva
(Estudios de literatura española). 406 págs.
176. Francisco López Estrada: Poética para un poeta (Las «Cartas
literarias a una mujer» de Bécquer). 246 págs.
177. Louis Hjelmslev: Ensayos lingüísticos. 362 págs.
178. Dámaso Alonso: En torno a Lope (Marino, Cervantes, Benavente,
Góngora, los Cardemos). 212 págs.
179. Walter Pabst: La novela corta en la teoría y en la creación litera¬
ria (Notas para la historia de su antinomia en las literaturas
románicas). 510 págs.
182. Gemma Roberts: Temas existenciales en la novela española de
postguerra. 286 págs.
183. Gustav Siebenmann: Los estilos poéticos en España desde 1900.
582 págs.
184. Armando Durán: Estructura y técnicas de la novela sentimental
y caballeresca. 182 págs.
185. Wemer Beinhauer: El humorismo en el español hablado (Impro¬
visadas creaciones espontáneas). Prólogo de Rafael Lapesa.
270 págs.
186. Michael P. Predmore: La poesía hermética de Juan Ramón Jimé¬
nez (El «Diario» como centro de su mundo poético). 234 págs.
187. Albert Manent: Tres escritores catalanes: Carner, Riba, Pía.
338 págs.
188. Nicolás A. S. Bratosevich: El estilo de Horacio Quiroga en sus
cuentos. 204 págs.
189. Ignacio Soldevila Durante: La obra narrativa de Max Aub (1929-
1969). 472 págs.
190. Leo Pollmann: Sartre y Camus (Literatura de la existencia). 286
páginas.
191. Mana del Carmen Bobes Naves: La semiótica como teoría lin¬
güística. 238 págs.
192. Emilio Carilla: La creación del «Martín Fierro». 308 págs.
193. E. Coseriu: Sincronía, diacronía e historia (El problema del cam¬
bio lingüístico). Segunda edición revisada y corregida. 290 págs.
194. Óscar Tacca: Las voces de la novela. 206 págs.
195. J. L. Fortea: La obra de Andrés Carranque de Ríos. 240 págs.
196. Emilio Náñez Fernández: El diminutivo (Historia y funciones en
el español clásico y moderno). 458 págs.
197. Andrew P. Debicki: La poesía de Jorge Guillén. 362 págs.
198. Ricardo Doménech: El teatro de Buero Vallejo (Una meditación
española). 372 págs.
199. Francisco Márquez Villanueva: Fuentes literarias cervantinas.
374 págs.
200. Emilio Oiozco Díaz: Lope y Góngora frente a frente. 410 págs.
201. Charles Muller: Estadística lingüística. 416 págs.
202. Josse de Kock: Introducción a la lingüística automática en las
lenguas románicas. 246 págs.
203. Juan Bautista Avalle-Arce: Temas hispánicos medievales (Litera¬
tura e historia). 390 págs.
204. Andrés R. Quintián: Cultura y literatura españolas en Rubén
Darío. 302 págs.
205. E. Caracciolo Trejo: La poesía de Vicente Huidobro y la van¬
guardia. 140 págs.
206. José Luis Martín: La narrativa de Vargas Llosa (Acercamiento
estilístico). 282 págs.
207. Ilse Nolting-Hauff: Visión, sátira y agudeza en los «Sueños» de
Quevedo. 318 págs.
208. Alien W. Phillips: Temas del modernismo hispánico y otros es¬
tudios. 360 págs.
209. Marina Mayoral: La poesía de Rosalía de Castro. Con un prólo¬
go de Rafael Lapesa. 596 págs.
210. Joaquín Casalduero: «Cántico» de Jorge Guillén y «Aire nues¬
tro». 268 págs.
211. Diego Catalán: La tradición manuscrita en la «Crónica de Al¬
fonso XI». 416 págs.
212. Daniel Devoto: Textos y contextos (Estudios sobre la tradición).
610 págs.
213. Francisco López Estrada: Los libros de pastores en la literatura
española (La órbita previa). 576 págs. 16 láminas.
214. André Martinet: Economía de los cambios fonéticos (Tratado de
fonología diacrónica). 564 págs.
215. Russell P. Sebold: Cadalso: el primer romántico «europeo» de
España. 296 págs.
216. Rosario Cambria: Los toros: tema polémico en el ensayo es¬
pañol del siglo XX. 386 págs.
217. Helena Percas de Ponseti: Cervantes y su concepto del arte
(Estudio critico de algunos aspectos y episodios del «Quijote»),
2 vols.
218. Coran Hammarstrom: Las unidades lingüísticas en el marco de
la lingüística moderna. 190 págs.
EST. LINGÜÍSTICA ROMÁNICA. — 21*
219. H. Salvador Martínez: El «Poema de Almería» y la épica romá¬
nica. 478 págs.
220. Joaquín Casalduero: Sentido y forma de «Los trabajos de Per si¬
les y Sigismundo». 236 págs.
221. Cesáreo Bandera: Mimesis conflictiva (Ficción literaria y violen¬
cia en Cervantes y Calderón). Prólogo de René Girard. 262 págs.
222. Vicente Cabrera: Tres poetas a la luz de la metáfora: Salinas,
Aleixandre y Guillén. 228 págs.
223. Rafael Ferreres: Verlaine y los modernistas españoles. 272 págs.
224. Ludwig Schrader: Sensación y sinestesia. 528 págs.
225. Evelyn Picón Garfield: ¿Es Julio Cortázar un surrealista? 266 págs.
226. Aniano Peña: Américo Castro y su visión de España y de Cer¬
vantes. 318 págs.
227. Leonard R. Palmer: Introducción crítica a la lingüística descrip¬
tiva y comparada. 586 págs.
228. Edgar Pauk: Miguel Delibes: Desarrollo de un escritor (1947-
1974). 330 págs.
229. Mauricio Molho: Sistemática del verbo español (Aspectos, modos,
tiempos). 2 vols.
230. José Luis Gómez-Martínez: Américo Castro y el origen de los
españoles: Historia de una polémica. 242 págs.
231. Francisco García Sarriá: Clarín y la herejía amorosa. 302 págs.
232. Ceferino Santos-Escudero: Símbolos y Dios en el último Juan
Ramón Jiménez (El influjo oriental en «Dios deseado y
deseante»). 566 págs.
233. Martín C. Taylor: Sensibilidad religiosa de Gabriela Mistral.
Preliminar de Juan Loveluck. 332 págs.
234. De la teoría lingüística a la enseñanza de la lengua. Publicada
bajo la dirección de Jeanne Martinet. 262 págs.
235. Jürgen Trabant: Semiología de la obra literaria (Glosemática y
teoría de la literatura). 370 págs.
236. Hugo Montes: Ensayos estilísticos. 186 págs.
237. Pedro Cerezo Galán: Palabra en el tiempo (Poesía y filosofía en
Antonio Machado). 614 págs.
238. Manuel Durán y R. González Echevarría: Calderón y la crítica:
Historia y antología. 2 vols.
239. Joaquín Artiles: El «Libro de Apolonio», poema español del si¬
glo XIII. 222 págs.
240. Ciríaco Morón Arroyo: Nuevas meditaciones del «Quijote». 366
páginas.
241. Horst Geckeler: Semántica estructural y teoría del campo léxico.
390 págs.
242. José Luis L. Aranguren: Estudios literarios. 350 págs.
243. Mauricio Molho: Cervantes: raíces folklóricas. 358 págs.
244. Miguel Ángel Baamonde: La vocación teatral de Antonio Ma¬
chado. 306 págs.
245. Germán Colón: El léxico catalán en la Romanía. 542 págs.
246. Bernard Pottier: Lingüística general (Teoría y descripción). 426
páginas.
247. Emilio Carilla: El libro de los «misterios» («El lazarillo de ciegos
caminantes»). 190 págs.
248. José Almeida: La crítica literaria de Fernando de Herrera. 142 págs.
249. Louis Hjelmslev: Sistema lingüístico y cambio lingüístico. 262 págs.
250. Antonio Blanch: La poesía pura española (Conexiones con la
cultura (rancesa). 354 págs.
251. Louis Hjelmslev: Principios de gramática general. 380 págs.
252. Rainer Hess: El drama religioso románico como comedia reli¬
giosa y profana (Siglos XV y XVI). 334 págs.
253. Mario Wandruszka: Nuestros idiomas: comparables e incompa¬
rables. 2 vols.
254. Andrew P. Debicki: Poetas hispanoamericanos contemporáneos
(Punto de vista, perspectiva, experiencia). 266 págs.
255. José Luis Tejada: Rafael Alberti, entre la tradición y la van¬
guardia (Poesía primera: 1920-1926). 650 págs.
256. Gudula List: Introducción a la psicolingüística. 198 págs.
257. Esperanza Gurza: Lectura existencialista de «La Celestina».
352 págs.
258. Gustavo Correa: Realidad, ficción y símbolo en las novelas de
Pérez Galdós (Ensayo de estética realista). 308 págs.
259. Eugenio Coseriu: Principios de semántica estructural. 248 págs.
260. Othón Arróniz: Teatros y escenarios del Siglo de Oro. 272 págs.
261. Antonio Risco: El Demiurgo y su mundo: Hacia un nuevo en¬
foque de la obra de Valle-Inclán. 310 págs.
262. Brigitte Schlieben-Lange: Iniciación a la sociolingüística. 200 págs.
263. Rafael Lapesa: Poetas y prosistas de ayer y de hoy (Veinte es¬
tudios de historia y crítica literarias). 424 págs.
264. George Camamis: Estudios sobre el cautiverio en el Siglo de
Oro. 262 págs.
265. Eugenio Coseriu: Tradición y novedad en la ciencia del lenguaje
(Estudios de historia de la lingüística). 374 págs.
266. Robert P. Stockwell y Ronald K. S. Macaulay (eds.): Cambio
lingüístico y teoría generativa. 398 págs.
267. Emilia de Zuleta: Arte y vida en la obra de Benjamín Jarnés.
278 págs.
268. Susan Kirkpatrick: Larra: el laberinto inextricable de un román¬
tico liberal. 298 págs.
269. Eugenio Coseriu: Estudios de lingüística románica. 314 págs.
270. James M. Anderson: Aspectos estructurales del cambio lingüís¬
tico. 374 págs.
III. MANUALES

1. Emilio Alarcos Llorach: Fonología española. Cuarta edición au¬


mentada y revisada. Reimpresión. 290 págs.
2. Samuel Gili Gaya: Elementos de fonética general. Quinta edición
corregida y ampliada. Reimpresión. 200 págs. 5 láminas.
3. Emilio Alarcos Llorach: Gramática estructural (Según la escuela
de Copenhague y con especial atención a la lengua española).
Segunda edición. Reimpresión. 132 págs.
4. Francisco López Estrada: Introducción a la literatura medieval
española. Tercera edición renovada. Reimpresión. 342 págs.
6. Femando Lázaro Carreter: Diccionario de términos filológicos.
Tercera edición corregida. Reimpresión. 444 págs.
8. Alonso Zamora Vicente: Dialectología española. Segunda edición
muy aumentada. Reimpresión. 588 págs. 22 mapas.
9. Pilar Vázquez Cuesta y María Albertina Mendes da Luz: Gramá¬
tica portuguesa. Tercera edición corregida y aumentada. 2 vols.
10. Antonio M. Badia Margarit: Gramática catalana. Reimpresión.
2 vols.
11. Walter Porzig: El mundo maravilloso del lenguaje. (Problemas,
métodos y resultados de la lingüística moderna.) Segunda edi¬
ción corregida y aumentada. Reimpresión. 486 págs.
12. Heinrich Lausberg: Lingüística románica. Reimpresión. 2 vols.
13. André Martinet: Elementos de lingüistica general. Segunda edi¬
ción revisada. Reimpresión. 274 págs.
14. Walther von Wartburg: Evolución y estructura de la lengua fran¬
cesa. 350 págs.
15. Heinrich Lausberg: Manual de retórica literaria (Fundamentos de
una ciencia de la literatura). 3 vols.
16. Georges Mounin: Historia de la lingüística (Desde los orígenes
al siglo XX). Reimpresión. 236 págs.
17. André Martinet: La lingüística sincrónica (Estudios e investiga¬
ciones). Reimpresión. 228 págs.
18. Bruno Migliorini: Historia de la lengua italiana. 2 vols. 36 láminas.
19. Louis Hjelmslev: El lenguaje. Segunda edición aumentada. Reim¬
presión. 196 págs. 1 lámina.
20. Bertil Malmberg: Lingüística estructural y comunicación humana.
Reimpresión. 328 págs. 9 láminas.
22. Francisco Rodríguez Adrados: Lingüística estructural. Segunda
edición revisada y aumentada. 2 vols.
23. Claude Pichois y André-M. Rousseau: La literatura comparada.
246 págs.
24. Francisco López Estrada: Métrica española del siglo XX. Re¬
impresión. 226 págs.
25. Rudolf Baehr: Manual de versificación española. Reimpresión.
444 págs.
26. H. A. Gleason, Jr.: Introducción a la lingüística descriptiva.
Reimpresión. 770 págs.
27. A. J. Greimas: Semántica estructural (Investigación metodológi¬
ca). Reimpresión. 398 págs.
28. R. H. Robins: Lingüística general (Estudio introductorio). Reim¬
presión. 488 págs.
29. Iorgu Iordan y María Manoliu: Manual de lingüística románica.
Revisión, reelaboración parcial y notas por Manuel Alvar.
2 vols.
30. Roger L. Hadlich: Gramática transformativa del español. Reim¬
presión. 464 págs.
31. Nicolás Ruwet: Introducción a la gramática generativa. 514 págs.
32. Jesús-Antonio Collado: Fundamentos de lingüística general. 308
páginas.
33. Helmut Lüdtke: Historia del léxico románico. 336 págs.
34. Diego Catalán: Lingüística íbero-románica (Crítica retrospectiva).
366 págs.
35. Claus Heeschen: Cuestiones fundamentales de lingüística. Con un
capítulo de Volker Heeschen. 204 págs.
36. Heinrich Lausberg: Elementos de retórica literaria (Introduc.
al estudio de la filología clásica, románica, inglesa y alemana).
278 págs.
37. Hans Arens: La lingüística (Sus textos y su evolución desde la
antigüedad hasta nuestros días). 2 vols.
38. Jeanne Martinet: Claves para la semiología. 238 págs.
39. Manuel Alvar: El dialecto riojano. 180 págs.
40. Georges Mounin: La lingüística del siglo XX. 264 págs.
41. Maurice Gross: Modelos matemáticos en lingüística. 246 págs.

IV. TEXTOS

1. Manuel C. Díaz y Díaz: Antología del latín vulgar. Segunda edi¬


ción aumentada y revisada. Reimpresión. 240 págs.
2. M.* Josefa Canellada: Antología de textos fonéticos. Con un pró¬
logo de Tomás Navarro. Segunda edición ampliada. 266 págs.
3. F. Sánchez Escribano y A. Porqueras Mayo: Preceptiva dramá¬
tica española del Renacimiento y el Barroco. Segunda edición
muy ampliada. 408 págs.
4. Juan Ruiz: Libro de Buen Amor. Edición crítica de Joan Coromi-
nas. Reimpresión. 670 págs.
6. Todo Ben Quzmán. Editado, interpretado, medido y explicado
por Emilio García Gómez. 3 vols.
7. Garcilaso de la Vega y sus comentaristas (Obras completas del
poeta y textos íntegros de El Brócense, Herrera, Tamayo y
Azara). Edición de Antonio Gallego Morell. Segunda edición
revisada y adicionada. 700 págs. 10 láminas.
S. Poética de Aristóteles. Edición trilingüe. Introducción, traduc¬
ción castellana, notas, apéndices e índice analítico por Valentín
García Yebra. 542 págs.
9. Máxime Chevalier: Cuentecillos tradicionales en la España del
Siglo de Oro. 426 págs.
10. Stephen Reckert: Gil Vicente: Espíritu y letra (Estudio). 484 págs.

V. DICCIONARIOS

1. Joan Coraminas: Diccionario crítico etimológico de la lengua


castellana. Reimpresión. 4 vols.
2. Joan Corominas: Breve diccionario etimológico de la lengua cas¬
tellana. Tercera edición muy revisada y mejorada. Reimpre¬
sión. 628 págs.
3. Diccionario de Autoridades. Edición facsímil. Reimpresión. 3 vols.
4. Ricardo J. Alfaro: Diccionario de anglicismos. Recomendado por
el «Primer Congreso de Academias de la Lengua Española».
Segunda edición aumentada. 520 págs.
5. María Moliner: Diccionario de uso del español. Premio «Lorenzo
Nieto López» de la Real Academia Española, otorgado por vez
primera a la autora de esta obra. Reimpresión. 2 vols.

VI. ANTOLOGIA HISPANICA

2. Julio Camba: Mis páginas mejores. Reimpresión. 254 págs.


3. Dámaso Alonso y José M. Blecua: Antología de la poesía espa¬
ñola. Lírica de tipo tradicional. Segunda edición. Reimpre¬
sión. LXXXVI + 266 págs.
6. Vicente Aleixandre: Mis poemas mejores. Cuarta edición aumen¬
tada. 406 págs.
9. José M. Blecua: Floresta de lírica española. Tercera edición
aumentada. 2 vols.
12. José Luis Cano: Antología de la nueva poesía española. Tercera
edición. Reimpresión. 438 págs.
13. Juan Ramón Jiménez: Pájinas escojidas (Prosa). Reimpresión.
264 págs.
14. Juan Ramón Jiménez: Pájinas escojidas (Verso). Reimpresión.
238 págs.
15. Juan Antonio Zunzunegui: Mis páginas preferidas. 354 págs.
16. Francisco García Pavón: Antología de cuentistas españoles con¬
temporáneos. Tercera edición. 478 págs.
17. Dámaso Alonso: Góngora y el «Polifemo». Sexta edición am¬
pliada. 3 vols.
21. Juan Bautista Avalle-Arce: El inca Garcilaso en sus «Comenta¬
rio>s» (Antología vivida). Reimpresión. 282 págs.
23. Jorge Quillón: Selección de poemas. Segunda edición aumentada.
334 págs.
28. Dámaso Alonso: Poemas escogidos. 212 págs.
29. Gerardo Diego: Versos escogidos. 394 págs.
30. Ricardo Arias y Arias: La poesia de los goliardos. 316 págs.
31. Ramón J. Sender: Páginas escogidas. Selección y notas introduc¬
torias por Marcelino C. Peñuelas. 344 págs.
32. Manuel Mantera: Los derechos del hombre en la poesía hispánica
contemporánea. 536 págs.
33. Germán Arciniegas: Páginas escogidas (1932-1973). 318 págs.

VII. CAMPO ABIERTO

1. Alonso Zamora Vicente: Lope de Vega (Su vida y su obra). Se¬


gunda edición. 288 págs.
2. Enrique Moreno Báez: Nosotros y nuestros clásicos. Segunda
edición corregida. 180 págs.
3. Dámaso Alonso: Cuatro poetas españoles (Garcilaso - Góngora -
Maragall - Antonio Machado). 190 págs.
6. Dámaso Alonso: Del Siglo de Oro a este siglo de siglas (Notas y
artículos a través de 350 años de letras españolas). Segunda
edición. 294 págs. 3 láminas.
10. Mariano Baquero Goyanes: Perspectivismo y contraste (De Ca¬
dalso a Pérez de Ayala). 246 págs.
11. Luis Alberto Sánchez: Escritores representativos de América. Pri¬
mera serie. Tercera edición. 3 vols.
12. Ricardo Gullón: Direcciones del modernismo. Segunda edición
aumentada. 274 pags.
13. Luis Alberto Sánchez: Escritores representativos de América. Se¬
gunda serie. Reimpresión. 3 vols.
14. Dámaso Alonso: De los siglos oscuros al de Oro (Notas y artícu¬
los a través de 700 años de letras españolas). Segunda edición.
Reimpresión. 294 págs.
18. Angel del Río: Estudios sobre literatura contemporánea española.
Reimpresión. 324 págs.
19. Gonzalo Sobejano: Forma literaria y sensibilidad social (Mateo
Alemán, Galdós, Clarín, el 98 y Valle-Inclán). 250 págs.
20. Arturo Serrano Plaja: Realismo «mágico» en Cervantes («Don
Quijote» visto desde «Tom Sawyer» y «El Idiota»). 240 págs.
22. Guillermo de Torre: Del 98 al Barroco. 452 págs.
23. Ricardo Gullón: La invención del 98 y otros ensayos. 200 págs.
24. Francisco Ynduráin: Clásicos modernos (Estudios de critica li¬
teraria). 224 págs.
26. José Manuel Blecua: Sobre poesía de la Edad de Oro (Ensayos
y notas eruditas). 310 págs.
28. Federico Sopeña Ibáñez: Arte y sociedad, en Galdós. 182 págs.
29. Manuel García-Viñó: Mundo y trasmundo de las leyendas de
Bécquer. 300 págs.
30. José Agustín Balseiro: Expresión de Hispanoamérica. Prólogo de
Francisco Monterde. Segunda edición revisada. 2 vols.
31. José Juan Arrom: Certidumbre de América (Estudios de letras,
folklore y cultura). Segunda edición ampliada. 230 págs.
32. Vicente Ramos: Miguel Hernández. 378 págs.
33. Hugo Rodríguez-Alcalá: Narrativa hispanoamericana. Güiraldes -
Carpentier - Roa Bastos - Ruljo (Estudios sobre invención y
sentido). 218 págs.
34. Luis Alberto Sánchez: Escritores representativos de América.
Tercera serie. 3 vols.

(/III. DOCUMENTOS

2. José Martí: Epistolario (Antología). Introducción, selección, co¬


mentarios y notas por Manuel Pedro González. 648 págs.

¿X. FACSIMILES

1. Bartolomé José Gallardo: Ensayo de una biblioteca española de


libros raros y curiosos. 4 vols.
2. Cayetano Alberto de la Barrera y Leirado: Catálogo bibliográfico
y biográfico del teatro antiguo español, desde sus orígenes
hasta mediados del siglo XVIII. XIII + 728 págs.
3. Juan Sempere y Guarinos: Ensayo de una biblioteca española
de los mejores escritores del reynado de Carlos III. 3 vols.
4. José Amador de los Ríos: Historia crítica de la literatura espa¬
ñola. 7 vols.
5. Julio Cejador y Frauca: Historia de la lengua y literatura cas¬
tellana (Comprendidos los autores hispanoamericanos). 7 vols.

OBRAS DE OTRAS COLECCIONES

Dámaso Alonso: Obras completas.


Tomo I: Estudios lingüísticos peninsulares. 706 págs.
Tomo II: Estudios y ensayos sobre literatura. Primera parte: Desde
los orígenes románicos hasta finales del siglo XVI. 1.090 págs.
Tomo III: Estudios y ensayos sobre literatura. Segunda parte:
Finales del siglo XVI, y siglo XVII. 1.008 págs.
Tomo IV: Estudios y ensayos sobre literatura. Tercera parte: En¬
sayos sobre literatura contemporánea. 1.010 págs.
Homenaje Universitario a Dámaso Alonso. Reunido por los estudian¬
tes de Filología Románica. 358 págs.
Homenaje a Casalduero. 510 págs.
Homenaje a Antonio Tovar. 470 págs.
Studia Hispánica in Honoren R. Lapesa. Vol. I: 622 págs. Vol. II:
634 págs. Vol. III. 542 págs. 16 láminas.
Juan Luis Alborg: Historia de la literatura española.
Tomo I: Edad Media y Renacimiento. 2.‘ edición. Reimpresión.
1.082 págs.
Tomo II: Época Barroca. 2.‘ edición. Reimpresión. 996 págs.
Tomo III: El siglo XVIII. Reimpresión. 980 págs.
José Luis Martín: Crítica estilística. 410 págs.
Vicente García de Diego: Gramática histórica española. 3.* edición re¬
visada y aumentada con un índice completo de palabras. 624 págs.
Marina Mayoral: Análisis de textos (Poesía y prosa españolas). Se¬
gunda edición ampliada. 294 págs.
Wilhelm Grenzmann: Problemas y figuras de la literatura contem¬
poránea. 388 págs.
Veikko Váánánen: Introducción al latín vulgar. Reimpresión. 414 págs.
Luis Diez del Corral: La función del mito clásico en la literatura
contemporánea. 2.* edición. 268 págs.
Étienne M. Gilson: Lingüística y filosofía (Ensayos sobre las cons¬
tantes filosóficas del lenguaje). 334 págs.
PC 43 .C64
Estudi'os de^f ni°'
' nóstica remaní 010101 000

o 1163 0168652 7
trent university
(Viene de la solapa anterior)

el contenido semántico. Rastrea abun¬


dantes y notabilísimos paralelismos
entre hechos griegos y románicos, es¬
pecialmente por lo que toca a las cita¬
das funciones aspectivas. ¿Cómo es
posible que los estudiosos no tengan
PC43 ojos para lo greco-románico? Sober¬
Coser! bios estudios dedica nuestro lingüista
Es tu al futuro perifrástico romance (inte¬
riorizado, cristianizado, existencial) y
a la coordinación en latín y en las
DATE lenguas vulgares (proceso singular de
simplificación y regularización).
No menos brillan los presentes es¬
tudios por las precisiones teóricas y
metodológicas a que dan pie los aspec¬
tos particulares tratados. Coseriu de¬
fiende un estructuralismo dinámico al
modo humboldtiano. No miremos un
sistema lingüístico —viene a decir
como un repertorio acabado por com¬
pleto, sino como un conjunto de posi¬
bilidades funcionales, de las cuales
unas están realizadas y otras sin rea¬
lizar. Toda lengua viva funciona y
cambia juntamente. La concepción di¬
námica permite superar la antinomia
entre sincronía y diacronía. La sintaxis
se deja estructurar funcionalmente en
paradigmas opositivos, análogos a los
que rigen la fonología (y aun la se¬
mántica), etc. Ninguna demostración
mejor de los principios de Coseriu que
sus mismos estudios. Agudos, sabios,
luminosamente críticos, despejan de
inconsecuencias el campo lingüístico.
Teoría e investigación —qué recreo
para la mente— se conciertan de for¬
ma admirable.

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