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Marcados por la Unción

Crónica de un gran avivamiento


Desde David García hasta Luis Urbaez

Samuel Santana
Título:
Marcados por la unción

Autor:
Samuel Santana

ISBN-13: 978-1511862387
ISBN-10: 1511862386
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puestas en análisis crítico y otras formas no comerciales permitidas por la ley
de Derecho de Autor.
El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió
Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a
los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los
presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de
Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los
enlutados; a ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de
ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu
angustiado; y serán llamados árboles de justicia, plantío de Jehová, para

gloria suya. (Isaías 61:1-3).

…cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de


Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los

oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él (Hehos10:38).


CONTENIDO

Prólogo 7
Introducción 12

Capítulo I
Un lúgubre escenario 16

Capítulo II
Los mensajeros 20

Capítulo III
Testimonios 23
-Primer día 25
-Segundo día 26

-Tercer día 29
-Villa Juana 31

Capítulo IV
La prensa 35

Capítulo V
Reacción católica 43

-Hasta París 52

Capítulo VI
El debate medico 58
-Asociación Médica Dominicana 58
-Doctor Heriberto Peter 63
-Doctor Héctor Read Barreras 68
-Doctor Arturo Damiròn Ricard 70
-Doctor Ricardo Martínez 71

-Doctor Pérez González 74

Capítulo VII
Dificultades 79

Capítulo VIII
El discípulo 89
-conversión 94
-Sed de Dios 95
-campañas, viajes y poder 99
-La Normal 111
-Caída 115

-Debate 121

Conclusión 123
Bibliografía 126
Anexos 135
PROLOGO

En Segunda de Reyes 13:20-21 la Biblia registra la muerte del profeta


Eliseo. Al cabo del año de su partida de este mundo, la Palabra establece que
venían bandas armadas de moabitas a la tierra.
En medio de ese contexto, unos israelitas iban a sepultar a un hombre
cuando, súbitamente, vieron a una banda armada: Fue entonces cuando
arrojaron el cadáver en el sepulcro y se echaron a correr de manera
despavorida. Sin embargo, ocurrió algo sorprendente. El cadáver cayó en el
mismo lugar donde habían enterrado a Eliseo. El texto dice que al tocar los

huesos del profeta, el muerto revivió y se puso en pie.


Esta es una de las porciones de la Biblia más extraña. Sobre ella se ha
hablado mucho y se han hecho muchas exégesis. Lo evidente aquí es que a
pesar de que el siervo de Dios estaba muerto, todavía permanecía en sus
huesos la unción del Espíritu Santo.
Todo parece indicar que la presencia de Dios sigue en las cosas que
han sido usadas alguna vez por el Señor. Ocurrió con el manto de Elías, el
libro de la Ley, el Arca del Pacto, la tumba de Jesús, entre otras cosas.
En República Dominicana se desató en el Siglo XX un avivamiento

espiritual nunca visto en toda la historia del evangelio en este país con la
manifestación de milagros, sanidades, reprensiones de demonios y hechos
providenciales. Dios visitó esta nación y lo hizo a través de dos hombres
poderosamente ungidos.

Estoy completamente convencido de que algo quiere hacer el Señor al


impulsarme a investigar y escribir sobre este mover ocurrido en el 1954, con
la campaña de David
García, y sobre la vida y trayectoria de Luís Urbaez.
Ambos han resultado en ser de mucho interés no sólo para los que
fueron testigos de los portentos divinos, sino para una nueva generación que
sólo ha escuchado a retazos acerca de esta fuerte oleada de unción.
Con el ministerio de ambos, el país fue estremecido de costa a costa.

Esto se sobrepuso a la hegemonía política, económica y social que mantenía


en la época el régimen del dictador Rafael Leónidas Trujillo y el predomino
que tenía la religión católica.
Es imposible leer este libro sin que se sienta poderosamente la
presencia de Dios.
Puedo testificarles que he vivido esta experiencia de manera
impresionante durante lo que fue todo el proceso de investigación. Lo he
sentido al tocar los documentos referentes a la época, los lugares donde ellos
estuvieron y al escuchar los testimonios directos de la gente.

Estimado lector, este trabajo trata de poder y de unción. A través de


estas páginas no solamente nos internaremos en la contemplación de lo
sobrenatural, sino en descubrir la clave usada por estos dos grandes
predicadores para conquistar la unción poderosa que los caracterizó. Sugiero

que al leerlo lo haga al compás de un tiempo de oración y de ayuno intenso.


El poder que se movió en estos hombres, puede desatarse en este
tiempo para renovar ministerios, restaurar iglesias y producir un gran impacto
en el pueblo. No es algo sólo del pasado, Dios es el mismo ayer, hoy y por
los siglos de los siglos. Sólo necesita de hombres que con arrojo crean en él
y, sobre todo, que busquen su presencia con gran ahínco, devoción y
decisión.
Es admirable y digna de estudio la fe inquebrantable que los movió y

llevó a andar en el Espíritu hasta disponer del poder de Dios para manifestar
una autoridad fuerte contra las fuerzas de las tinieblas y lograr la liberación
de las almas a través de sanidades, milagros, reprensiones demoniacas y
acciones providenciales.
Ellos son la demostración evidente de que la manifestación de los
dones del Espíritu Santo no se limita a un tramo ya pasado de la fe en el
evangelio de Cristo. David García y Luis Urbaez hicieron cosas, altamente
comprobadas, que ponen en dudas esas teorías que buscan descartar la
posibilidad de la manifestación del poder de Dios en este tiempo para ejecutar

milagros y portentos.
El autor
INTRODUCCION

En una conversación con dos grandes ministros del Señor en Carolina


del Norte, Estados Unidos, salió a relucir el nombre de Luís Urbaez. Fluían

testimonios impactantes de lo que Dios hizo a través de él mientras


trascurrían las horas de una madrugada de un mes de agosto.
Al llegar a mi país, decidí averiguar todo lo relacionado con su vida.
El proceso investigativo aplicado fue el enfoque cualitativo. Visite lugares,
entrevisté personas y consulté varias fuentes. Las piezas fueron cayendo y
encajando cual rompecabezas.
Algo sorprendente ocurrió. Al hablar de Urbaez, uno de los
entrevistados mencionó al también evangelista David García. El afán por un
cuadro completo y lo más fiel posible me hizo ir tras sus huellas. Fue así

como desempolvé de los archivos del famoso y reconocido periódico El


Caribe cincuenta años de una historia valiosa que descansaba
tranquilamente.
Es la primera vez que se hace un trabajo profundo sobre la vida de

estos dos carismáticos líderes de nuestra fe. Al margen de las fuentes citadas,
virtualmente no existen informaciones fácilmente disponibles que detallen
toda esta riqueza pentecostal. Aparte de que esto permitirá tener una
conciencia clara sobre los hechos portentosos de Dios en un tramo de la vida
de nuestra nación y de América Latina, podría traer un despertar en el alma
de los hombres y mujeres que aman la obra del Señor y que tienen la fe y
esperanza en la llegada, una vez más, de otra unción fresca.
Este libro consta de ocho capítulos. En el primero se narra la

condición social, política y económica en que se encontraba la República


Dominicana en la era de Rafael Leonidas Trujillo, contexto en el que llegaron
los evangelistas puertorriqueños David García y Jaime Cardona. El segundo
describe el impacto producido con su llegada.
El tercero describe los diversos testimonios de las personas que eran
sanadas durante las primeras noches de predicas de los ministros
borinqueños. El cuarto describe la atención que les dio la prensa dominicana.
El quinto presenta el nivel de intolerancia de la Iglesia Católica y sus
ataques contra la jornada evangélica desarrollada en el parque Julia Molina.

El sexto expone las diversas versiones de los médicos agrupados en la


Sociedad Médica Dominicana del 1954.
El capítulo siete detalla las dificultades que vivieron los predicadores
con la suspensión de la campaña. Y, finalmente, el capítulo ocho presenta una

biografía completa de la vida y ministerio del legendario evangelista Luís


Urbaez, quien entregara su vida a Cristo a través del ministerio de García.
CAPITULO I
UN LUGUBRE ESCENARIO

En el año 1954 se mantenía en su apogeo el régimen déspota de


Rafael Leónidas Trujillo. Fue en esa fecha que el dictador, en la continuación
de una serie de viajes que hacía por el mundo, visitó a España, donde fue
recibido con altos honores.
El día 3 de junio viajó por tren hacia Madrid para ser recibido en la
estación del norte por Francisco Franco y su esposa, Carmen Polo, altos

funcionarios de su gobierno, el cuerpo diplomático y representantes de


diversos sectores de la sociedad española.
Desde la estación, Trujillo y Franco se pasearon por las calles de
Madrid escoltados por la Guardia Mora hasta ser llevados al lugar donde

serían hospedados en el Palacio de la Moncloa.


Los regímenes de Trujillo y de Franco eran ampliamente rechazados
por la comunidad internacional, debido a los atropellos y violaciones de los
derechos humanos contra los ciudadanos. Pero ambos mantuvieron relaciones
muy estrechas. República Dominicana fue una de las pocas naciones que
mantuvo abierta su embajada en España.
Inspirado por el estilo de Franco y las relaciones que tenía con la
Iglesia Católica, Trujillo se trasladó el 15 de junio de 1954 al Vaticano, en

Roma. Fue allí donde su régimen de hierro firmó el Concordato con la Iglesia
Católica. El 16 de junio, luego de la rúbrica entre el Estado Dominicano y la
Santa Sede, el Papa Pío XII lo recibió en audiencia privada y le otorgó la
Gran Cruz de la Orden Papal mediante la cual el tirano quedaba investido
como miembro de la Orden del Vaticano.
El Concordato le daba a la Iglesia Católica un reconocimiento que le
colocaba, en término socio-político, por encima de cualquier otra
manifestación de fe que existiera en República Dominicana. Los curas
estaban exentos del pago aduanal por las cosas que trajeran al país, el Estado

asumía el compromiso de impulsar sus proyectos e infraestructuras y la


capellanía quedaba en sus manos.
Trujillo otorgó todas estas prerrogativas con la intención de usar al
catolicismo como instrumento ideológico para calmar a las masas y, sobre

todo, evitar el levantamiento de los curas contra su régimen.


Sin embargo, mientras las relaciones de Trujillo con la Iglesia
Católica se afianzaban, el temor, el hambre, la desnutrición y la falta de
esperanza colocaban a los ciudadanos dominicanos en un estado de
postración y angustia. El régimen se mantenía a sangre y fuego. Las cárceles
estaban llenas de presos políticos y el temor imperaba en todos los sectores
de la vida nacional.
En medio de ese escenario espantoso, de dolor y de sufrimiento, un

hecho de carácter espiritual ya se venía gestando, causando gran impacto y,


sobre todo, gran preocupación e inquietud en el seno de la Iglesia Católica, la
cual buscó, hasta más no poder, mantener su espacio dominante y,
aparentemente, insuperable.
CAPITULO II
LOS MENSAJEROS

Procedente de la isla de Puerto Rico, llegaron el 10 de marzo del 1954


a Santo Domingo dos ministros pertenecientes a la comunidad evangélica de
Ponce, Puerto Rico. Eran los reverendos David García Madera y Jaime
Cardona. Iniciaron una serie de contactos con los pastores y líderes cristianos
dominicanos con el objetivo de celebrar varias cruzadas evangelisticas.
Hasta ese momento, la comunidad evangélica del país se abría paso
en la sociedad dominicana con muchas dificultades. Las iglesias no eran más
que infraestructuras sencillas que se levantaban con gran esfuerzo y muchas

limitaciones. Las organizaciones todavía estaban en proceso de formación y


de estructuración.
Los misioneros que llegaban, especialmente desde Estados Unidos,
tenían que abandonar sus labores por no contar con recursos y por la gran
crisis económica que golpeaba a los dominicanos en medio de un régimen
político cerrado. Y las iglesias levantadas iban quedando bajo el control de
obreros locales que sobrevivían a duras penas. Los creyentes no habían
logrado impactar a la sociedad dominicana. Los curas dificultaban más la
situación con sus ataques y acusaciones contra los “protestantes”, a quienes

trataban de neutralizar con denotaciones y una campaña de descrédito


terrible.
Manuel (1954) informó que los ministros García y Cardona habían
estado en República Dominicana en el 1953, pero, aunque Dios lo usó en la

ocasión de manera poderosa, su estadía pasó, prácticamente, desapercibida.


Esta primera visita sirvió para establecer contactos, relaciones y los arreglos a
los fines de realizar otros viajes.
Fue exactamente el 11 de marzo del 1954 cuando nueva vez los
predicadores puertorriqueños habían llegado a la República Dominicana.
CAPITULO III
TESTIMONIOS

La noche apenas había iniciado el día 13 de marzo del 1954 en


Ciudad Trujillo. Pero ya una inmensa multitud, estimada en ocho mil
personas, copaba todo el parque Julia Molina y sus alrededores, en Villa

Francisca. Parecía no haber espacio ni siquiera para respirar.


Era innegable el entusiasmo y la expectativa de los presentes. Todos
estaban a la espera del inicio de la campaña de avivamiento que conducirían
los evangelistas García y Cardona.

Tras saludar al pueblo dominicano y a la comunidad de creyentes, los dos


mensajeros foráneos iniciaron la actividad. El ambiente fue saturado con la
entonación de cánticos al compás de las notas del acordeón que el hermano
Cardona llevaba atado a su pecho y que tocaba con una destreza digna de
admiración.
Al calor del fervor espiritual, el evangelista García expuso el mensaje
ante un pueblo inmóvil y hambriento de la Palabra de Dios. Sus declaraciones
atravesaron corazones cargados de dolor, angustia, sufrimiento y males en

una nación exprimida por un régimen político de sangre y fuego. Muchos con
rostros empapados en lágrimas decidían cada noche aceptar a Cristo como
salvador. Luego (¡Gloria a Dios!), llegaba el momento de los portentos
divinos.
García pedía a su compañero de ministerio unirse en la imploración a
Jesús para tocar a enfermos y a necesitados del cuerpo y del alma. Con ojos
cerrados, la multitud se concentraba en busca de la respuesta de arriba.
Primer día

“¡Ya puedo ver!” “¡Ya puedo ver!”


Irrumpió, de repente y a viva voz, la señora Ercina Troncoso Cordero, viuda
Rosario, residente en la calle Filantrópica, Esquina Sánchez Valverde,
mientras corría con brazos levantados al cielo y abriéndose paso entre la

muchedumbre que impresionaba miraba lo que acaba de ocurrir.


“! Ya veo bien!”
Ante la mirada cautiva de la multitud compacta, ella testificaba y daba
gracias a Jesús por lo ocurrido. Había perdido la vista y los médicos le
dijeron que una intervención quirúrgica sería la única solución. “Pero yo no
tenía dinero”, expuso.
Doña Ercina Troncoso era una de las personas que, noches tras
noches, pasaban a la plataforma con furtivo entusiasmo y corazones

henchidos de gozo para testificar públicamente acerca de la obra que Jesús


estaba haciendo en el transcurso de la jornada de fe y salvación.

Segundo día
Esta vez, unas treinta personas afirmaron que su mal había
desaparecido después de la oración de los ministros García y Cardona.
Era evidente que la capital de Santo Domingo recibía la visitación de
un gran mover de Dios. Era una unción poderosa desatada y, virtualmente,
nunca vista en el país, en tiempo cuando la dictadura del Generalísimo

copaba todos los escenarios de la vida nacional.


Empero la manifestación gloriosa del poder de Dios se hacía cada vez
más evidente a través de los milagros, sanidades, señales, maravillas y la
reprensión de las fuerzas de las tinieblas que por años atormentaban vidas y

almas infelices.
José Serra, residente en la calle Samaná No. 57, testificó que mientras
los dos siervos del Señor oraban por la salud de los enfermos, sintió que su
hernia desapareció. Fue tal el milagro que impulsivamente se arrancó el
pesado braguetero que llevaba siempre sujeto a la cintura y, ante la mirada de
todos, lo exhibió como si se tratara de un gran trofeo.
“Ya no necesitaré esto”, afirmó con gran vehemencia.
El momento del clamor fue irrumpido furtivamente, otra vez, por el

grito estentóreo de alguien que afirmaba haber recibido el toque divino que le
devolvió la salud.
Alrededor de la plataforma había un equipo de ujieres al servicio del
ministerio y cuya función era recibir y conducir hasta los evangelistas a las
personas sanadas de diversas enfermedades o liberadas de algún espíritu
inmundo.
María Canario, residente en la calle Cuarta No. 27 de Villa Duarte,
testificó que antes no podía mover las piernas. Ahora podía hacerlo con
plena libertad, sin dolencias y sin la ayuda de nadie.

“El Señor me ha devuelto la voz”, testificó Luz García Jiménez.


García le dio el micrófono. Ella testificó ante el pueblo que había perdido
hacía algún tiempo el habla. Tras la oración, algo la había tocado haciendo
que su mal desapareciera completamente.

La siguiente persona en pasar a testificar fue Juanita Ortiz. Sus dos


brazos habían quedado paralizados. Pero esa noche, levantó las manos
mientras daba muestra de un indescriptible alborozo por la obra que el Señor.
¡”Gracias Señor!”, se escuchó exclamar a la señora Rosa Angelina
Guzmán. Ella agradecía porque sintió que de su cuerpo salieron demonios
que la intranquilizaban por muchos años. Hacía apenas un momento, los
espíritus la habían tirado al suelo, haciendo que la gente improvisara con
dificultad un espacio mientras daba vueltas y se retorcía como serpiente. Ante

el poder y la unción divina, las fuerzas de las tinieblas la dejaron en libertad.

Tercer día
Con un pañuelo sobre su cabeza, la señora Rosa Emilia Fortuna,
residente en la Jacinto de la Concha No. 103, afirmó haber sido curada de
una ceguera que durante veintiocho años la atormentó.
Había gastado todo cuanto tenía en busca de solución a su mal,
siendo todo inútil.
“Gracias a Dios que mi niña ya está moviendo su cabecita y bracito”,

testificó Mercedes Estrella Ureña, residente en la José Trujillo Valdés No.


111, al hablar de su hijita sanada de parálisis infantil.
Zoraida Álvarez, quien vivía en el Barrio María Auxiliadora, con todo
y tener 69 años de edad, subió las escaleras corriendo mientras gritaba:

“¡Ya estoy sana!”. “¡Ya estoy sana!”


Explicó a los presentes que durante 38 años había estado padeciendo
de alta presión y de ataques de nervios.
Con pies descalzos y en condición muy humilde, el niño Keiter de
Jesús Sánchez subió a la plataforma para decir que Dios lo había curado de
parálisis parcial.
Ese tercer día se estima que ocurrieron de 20 a 25 milagros.

En Villa Juana
Tras ser trasladados a las Calles 6 y 15 (La Moca), del sector de Villa
Juana, los evangelistas García y Cardona reanudaron su jornada de
predicación y ministración a los necesitados.
Ahora el número de asistentes a la actividad pasó de ocho mil a
quince mil personas. Los testimonios sobre los milagros y la manifestación
del poder de Dios se expandían como pólvora por todo el territorio nacional.
Desde temprano en la tarde se veían, por las entradas principales de Ciudad
Trujillo, los vehículos que venían del interior repletos de hermanos y

enfermos que corrían detrás de una bendición o de un portento a favor de sus


vidas.
Ese día 20 de marzo, Baldomero Valoy, proveniente de La Isabela,
hizo que lo llevarán a la campaña. Con ímpetu subió a la plataforma y

públicamente testificó que esa noche el Señor lo había sanado de ceguera. A


su testimonio se sumaron cinco personas que estuvieron en igual condición.
Para comprobar la veracidad de lo testificado, García mostraba
objetos y pedía que los identificaran.
El niño Luciano Damián Vásquez llegó a la actividad tomado de la
mano de su padre. Era ciego de nacimiento. Tras la oración, le dijo a su
progenitor que veía perfectamente. Ante la algarabía de la multitud, el
pequeño, que había viajado a la capital desde San Cristóbal, identificaba todo

lo que el evangelista mostraba, en evidencia clara de que Dios había hecho un


milagro. Para mayor seguridad, vecinos de los sanados subían a la plataforma
para confirmar lo dicho.
Juanita Ortiz estaba entre los que pasaron a dar testimonios. Ella
repetía cada palabra y frase que le indicó el predicador. Nunca había
articulado una sola expresión debido a su condición de mudez. “Yo me siento
muy conforme con lo que Jesucristo ha hecho en mi vida esta noche”,
manifestó, aunque con cierta dificultad todavía.
Los días siguientes de la campaña, que se extendió en el mismo

sector hasta el día 28 de marzo, se repitieron las mismas escenas y los


mismos milagros de sanidad.
Excepto el día 21. Esa fue la ocasión en que una lluvia amenazaba
con estropear una campaña abarrotada de gente. Pero García pidió al pueblo

unirse con él en clamor para que hiciera algo. Con ojos cerrados, gestos y
acciones expresivas de fe, los hermanos pidieron al Señor que despejara los
cielos. A los dos minutos y fracciones de segundos, cesó la lluvia, lo que
arrancó efusivos aplausos de creyentes agradecidos e impresionados por la
visitación del poder de Dios.
CAPITULO IV
LA PRENSA

Como hemos visto, en los días de la llegada de los hermanos García y


Cardona, República Dominicana se encontraba inmersa en todos los detalles
que cubrían al régimen de Rafael Leónidas Trujillo. Se ocupaba muy

concentradamente en sus viajes, sus declaraciones, decisiones y, sobre todo,


el chisme político tétrico que se llevaba de paro a funcionarios y supuestos
enemigos políticos del dictador.
Lipe (2009) explica que por años durante la dictadura, El Caribe

publicó una sección llamada El Foro Público, donde se exponían las cartas
que eran enviadas al director. Esta sección no era más que una herramienta
que usaba la tiranía para manchar la imagen de aquellos que le causaban
problemas o que eran una amenaza para el régimen. Una mención
desfavorable en El Foro era señal de que cosas terribles le sucederían a quien
fuera referido en la página del diario.
Sin embargo, el trajinar cotidiano del diario tuvo que desviar su
atención hacia lo que estaba ocurriendo en el parque Julia Molina. Hasta

oídos de su director Don Germán Emilio Ornes Coiscou, un periodista sagaz


cuyos editoriales eran piezas sumamente estimadas entre todos los sectores
importantes de la vida nacional, había llegado la noticia sobre dos
predicadores “protestantes” puertorriqueños a través de los cuales ocurrían
sanaciones, milagros y portentos extraordinarios.
El Caribe nació siendo propiedad de Trujillo, pero en el 1951 Ornes lo
adquirió mediante un préstamo que hizo al Banco de Reservas.
En término histórico, hasta ese momento nunca un medio de
comunicación secular se había ocupado de dedicar cuartillas a una actividad o

parecer de la comunidad evangélica de República Dominicana. Y menos en


una época cuando los llamados “protestantes” carecían del peso social vital
siempre para captar la decisión de los sectores poderosos.
El fino olfato periodístico de Ornes le indicó que allí estaba

ocurriendo algo que no podía, en ningún modo, ser obviado por las
prestigiosas y ansiadas páginas de su diario. Definitivamente era algo fuera
de lo común, muy extraño y que ameritaba tanto su atención como la de todo
el país.
Fue una decisión que, de seguro, causó gran molestia en el seno de la
alta cúpula de la Iglesia Católica imperante en la nación y única entidad
religiosa que gozaba de aparecer siempre en las páginas tanto de El Caribe
como de todos los medios de comunicación de la época, tanto por su

condición de religión dominante, gracias a su arraigo social y por las


relaciones del régimen con el Vaticano a través del recién rubricado
Concordato.
No obstante estas condiciones, Ornes entendió que algo fuera de lo
normal estaba pasando y nada podría impedir ni evitar que él lo diera a
conocer. Fue una decisión divina que se tornó en un ícono de nuestra historia
y riqueza pentecostal que El Caribe guardó celosa y tranquilamente en sus
archivos por muchos años.
En principio fueron gentes humildes y sencillas las que empezaron a

concurrir al evento de fe. Eran los pobres enfermos, desvalidos,


desahuciados, parias e insignificantes de la sociedad que sufrían siendo
víctimas de una tiranía abusiva y atrasada. A esto se sumó el poder que en
medio de la triste condición ejercían las fuerzas del mal contra esos

deprimidos, angustiados y desesperanzados de la vida. Noche tras noche ellos


cerraban fila rumbo al Julia Molina en busca de una respuesta del cielo. Las
tantas fotos sacadas por El Caribe muestran gente con miradas ávidas de un
toque divino, de una visitación de cielo y de una respuesta a su preocupante
situación. Algunos eran ya puros desechos humanos por su condición de
invalidez física, ceguera o enfermedad terminal.
Era un verdadero fenómeno social. Sin perder tiempo, el diario
encomendó la misión de cubrir día a día lo que ocurría a los acuciosos

periodistas Pouerie Cordero, Lamela Gerer, Manuel de Jesús Javier, Eudoro


Sánchez y Sánchez y Rafael Martorell.
Cuando el elemento informativo era algo tan valioso, el despliegue en
columnas y pulgadas contó con unas ocho páginas y más de cuarenta
fotografías bien amplias.
El Caribe no quiso limitarse sólo a reseñar lo que ocurría en la
campaña. Dio un paso más allá. El director envió sus reporteros a buscar
reacciones entre las mismas personas que participaban en la actividad, en el
clero católico y entre expertos de la ciencia médica.

Los periodistas designados para la cobertura se acercaron a los hechos


libres del apasionamiento de la devoción. Lo hicieron llenos de dudas y
cuestionamientos. El estilo que usaron para describir lo que los creyentes
calificaban con elevada fe como milagros, ellos lo expresaban valiéndose casi

siempre de un encomillado.
Las enormes manifestaciones demoníacas eran consideradas por los
comunicadores como “ataques de histeria”. Es evidente que la estela de dudas
llevaba a que se le diera una connotación natural a cada acción del Espíritu
Santo.
El diario se concentró sólo en los portentos. En ninguna de las
publicaciones se hizo mención a lo planteado por el evangelista García en sus
predicas. A lo más que llegó, en este sentido, fue a exponer el agradecimiento

que hacía al periódico por la publicación que hacía diariamente de la


campaña.
Toda la nación dominicana estuvo al tanto de lo que ocurría cada día.
Esto tuvo un gran efecto en el país. Cada vez era mayor el número de
personas que iban a escuchar las predicas. La multitud que inició con una
asistencia de ocho mil personas, pronto pasó a quince mil y, finalmente,
terminó en treinta mil participantes. Venían de diferentes puntos del territorio
nacional.
Las mismas publicaciones sirvieron como medio de defensa cuando

vinieron los ataques contra la actividad.


Es evidente la forma tan bien equilibrada en que Ornes manejó el
tema en su periódico. Cuando hubo la necesidad, él se ocupó de consultar a
figuras importantes del país para que dieran su parecer sobre las

manifestaciones de fe en el Julia Molina. No se limitó a manejar la


información desde un solo ángulo. Esto concitó un debate que llegó a superar
algunos de los temas políticos, sociales y económicos de la época. El pueblo
estaba fascinado y atento a lo que estaba ocurriendo.
CAPITULO V
REACCION CATOLICA

La reacción adversa de la Iglesia Católica no se hizo esperar. El padre


jesuita Antonio Sánchez, S.J., decidió ubicarse en un lugar secreto de la
campaña para grabar en cinta magnetofónica las predicas y las oraciones del
evangelista García y el hermano Cardona.

Con el material en mano, llegaba a su “laboratorio” para estudiar las


palabras y las exégesis bíblicas que hacía el ministro evangélico. Luego se
dirigía a El Caribe donde exponía sus valoraciones tratando de crear una ola
de dudas sobre lo que estaba ocurriendo.

Llegó a calificar de “maniobras” la ministración que se hacían por


salud a favor de los enfermos y liberación de demonios.
Lamela (1954) recogió las declaraciones del cura cuando dijo: “El
señor David había hecho una hábil maniobra la segunda noche de la sesión al
retractarse en cuanto a la realización de los milagros”.
El cura acusó al evangelista de interpretar la Biblia a su manera y de
preparar el estado anímico de las personas antes de hacer la oración para
recibir los milagros de Dios.

Cuestionó seriamente el planteamiento de que las enfermedades


pudieran tener sus raíces en las posesiones demoníacas. Llegó al punto de
tratar con mucha ironía las explicaciones que en tal sentido daba el
predicador evangélico.
“Esto me parece erróneo. Esa es su teoría, que bajo los puntos de vista
religioso y médico es completamente errónea. Los médicos lo toman a broma
diciendo que la profesión, las instituciones médicas, hospitales, etc., están
demás y que, por lo tanto, ellos van a cambiar la profesión”. Estas
declaraciones indican claramente la forma burlona con que se quería

desmeritar las manifestaciones de poder.


Esto causó gran revuelo. Según el reporte periodístico, los pastores
habían dicho que someterían al sacerdote Sánchez ante la justicia dominicana
bajo la acusación de entorpecer el curso de la actividad con sus declaraciones

a la opinión pública. “Iría de muy buena gana a la justicia, a ver a quien le


dan la razón. Yo a ellos los respeto personalmente, pero no puedo consentir
que se abuse del pueblo ni se siembren errores. No tengo nada personal
contra el señor David y su compañero, pero no estoy conforme con esas ideas
ni con los hechos. Desde el punto de vista religioso, me limito a decir que esa
idea del demonio es falsa. Desde el punto de vista científico, dejo la palabra a
los médicos”.
Le dijo a El Caribe que hasta los internos en el Sanatario

Antituberculoso estaban deseosos de ir al parque Julia Molina.


El padre Ángel Arias, S.J., rector del Seminario Santo Tomás en
Santo Domingo, expuso que las reuniones lo único que estaban logrando era
producir una gran división en el pueblo dominicano, “en su inmensa mayoría
católico, apostólico y romano”. Según él, eso no hacía a nadie mejor católico,
sino actuar con indiferencia.
“Lo que ofrece el señor García no es milagros, ya que siendo Dios el
mismo autor, no puede contradecir el mandato de un ministro protestante que
viene a sembrar error. Será, a lo más, la sugestión, o un engaño tapado. Estas

prácticas aumentan la superchería en el pueblo ignorante, tan dado a prácticas


milagrosas”. Consideraba que esto iba contra la cultura nacional y que, por lo
tanto, en nombre de la nación debía ser prohibida.
Sin embargo, al día siguiente de esta andana de declaraciones, la

multitud impresionada y anhelante del poder de Dios abarrotó el Julia


Molina.
El Caribe sacó las declaraciones del pastor Jesús Cabrera, en el
sentido de que eran las mismas personas que recibían el milagro quienes
podían testificar acerca de lo que había pasado en sus vidas.
García había afirmado en sus predicas que estaba dispuesto hasta a
visitar los hospitales si se le invitaba para orar por los pacientes reunidos. Al
preguntarle el periodista Manuel de Js. Javier si consideraba como milagro

las curaciones que afirmaban haber recibido varias personas de la parte alta
de la capital, respondió diciendo: “Dejo esto a la opinión del pueblo, que es el
que recibe la luz”.
Según el reporte periodístico, la gente andaba por toda la ciudad
contando lo que calificaban como una obra de Dios a favor de sus vidas.
Ese día doña Zoraida Álvarez afirmó públicamente haber sido
liberada de sus males que le aquejaban. Y el niño Keiter de Js. Sánchez
caminó por toda la glorieta tras haber sido liberado de su parálisis parcial. Y
doña Rosa Emilia afirmó que había recibido la vista.

El cuarto día de haber iniciado la campaña, el cura Antonio Sánchez


arremetió contra el evangelista García a través de El Caribe. En esta ocasión,
afirmó que los “presuntos milagros” desacreditaban a los protestantes.
Según él, en Puerto Rico los dos predicadores no contaban con mucha

credibilidad, pues “protestantes de prestigio” habían cuestionado las


actividades de milagros. En esta ocasión afirmó que algo parecido ocurrió en
la isla vecina con el evangelista T. L. Osborne.
“Con un solo milagro auténtico que presente la iglesia protestante, en
cuatro siglos que lleva de existencia, yo creeré que Dios está con ellos y que
su doctrina es verdadera. Pero ni estos señores, ni todos los protestantes del
mundo…han podido presentar un solo hecho, que a la luz de la ciencia se
pueda llamar propiamente milagro”, afirmó.

Contrapuso a este reto, que la Iglesia Católica, sólo en Lourdes,


Francia, en cien años, ha registrado unos ocho mil milagros, que han sido
examinados y recibido el visto bueno de los médicos más incrédulos y
enemigos del clero.
“Un milagro, término científico, es un hecho divino que supera las
fuerzas de la naturaleza y que suspende sus hechos. Es un hecho sensible,
extraordinario, realizado por Dios como causa única o principal fuera del
concurso de la naturaleza y ordenado a fines sobrenaturales. Este nunca
aparece desligado a fines sobrenaturales, algo que está claramente definido en

las Sagradas Escrituras”.


Al profundizar más sobre el asunto indicó que en la realización de un
milagro, Dios suprime las leyes que rigen la naturaleza y el mundo. Puso
como ejemplo el caso del fuego que quema, los cuerpos que caen y los

muertos que no vuelven a la vida. Si ocurre lo contrario de todo esto,


entonces, según lo explica, se está ante una intervención divina. Y el único
que está en capacidad de hacer tal cosa es el mismo Dios, autor de todo lo
que existe en el universo.
Los milagros tienen en Dios un fin especial, que es demostrar su
poder y divinidad (Antonio, 1954). El padre Sánchez explicó que Jesús se
valió de ellos para demostrar a los judíos que él era el hijo de Dios. “Esta es
una facultad sólo de Dios. Los ángeles y los demonios pueden hacer sólo lo

que el Señor les permite”.


El cura expuso que en esta materia la Iglesia Católica es muy
exigente. Es norma entre los sacerdotes que se acuda a la ciencia para que
ayude a verificar la realidad o no de lo que ha ocurrido.
La metodología que usa el clero es entregar a varios médicos el caso,
quienes se mantienen separados hasta tanto no tener un veredicto. “Si están
todos de acuerdo en que la curación no tiene explicación humana posible, la
Iglesia invita a adherirse a ella y a venerar el designio de Dios. Los milagros
de la Iglesia Católica, científicamente considerados, están reputados como los

hechos más ciertos de la medicina, por la seriedad con que se procede en


aprobarlos”, concretizó.
El cura dio estas explicaciones para, luego, rematar diciendo que en el
país se estaba dando lo que ocurría en otras naciones, donde, según él, los

predicadores “protestantes” estaban siendo seriamente cuestionados por no


poder probar públicamente los milagros que afirmaban ocurrían en sus
manifestaciones de fe.

Hasta a París
El día 17 de marzo, el clero de la Iglesia Católica abundó más con sus
definiciones y explicaciones sobre lo que es un milagro. Pero en esta ocasión,
se enfocó en la meticulosidad usada por la Iglesia Católica para la

comprobación de los casos y, de paso, habló sobre la liberación de los


espíritus inmundos.
Para el padre José Sánchez los evangelistas García y Cardona estaban
calificando como liberación de demonios algo que no era más que
“curaciones nerviosas”. Y esto, según él, la Iglesia lo rechaza de plano.
Lo único que el catolicismo se atrevió a considerar como posible es
que gente humilde y sencilla del pueblo reciban cierta mejoría por la gran
devoción hacia la Providencia Divina.
“Pero en el caso de los milagros en el parque Julia Molina, pues deben evitar

las confusiones. Estos señores predicadores para atraerse la voluntad de los


crédulos y sencillos dicen que Dios está con ellos, gracias a los milagros que
ocurren a través de ellos”.
Calificó la ocurrencia de milagros y las ministraciones a favor de los

enfermos de espectáculos bochornosos.


El meollo del asunto era que los líderes católicos se resistían a aceptar
la fe de los evangélicos. “Estos invocan los milagros como testimonio que
prueba la veracidad de su religión. Si ellos hicieran un solo milagro, la
tendríamos por cierta. Pero como ninguna de esas supuestas curaciones puede
llamarse milagro, su religión no se puede afirmar en ningún modo que sea
verdadera”.
Era agresiva la campaña de descrédito que había montado la cúpula

católica en las páginas de El Caribe contra los creyentes evangélicos. Se


argumentaba que era imposible que ocurriera un solo milagro en la campaña
de los evangelistas puertorriqueños porque esto sería como si Dios mismo
estuviera apoyando a una religión falsa. “Dios no puede cooperar con la
mentira, como lo haría si hiciera una acción milagrosa a favor de una doctrina
falsa. Si Dios hace un milagro en comprobación de una doctrina es como si le
pusiera un sello,” dijo tajantemente el cura Antonio Sánchez.
Las explicaciones negativas que ofreció contra los evangélicos, la
contrapuso con lo que consideraba como la seriedad del clero en la

comprobación de los milagros.


La Gruta de Lourdes, Francia, fue su mejor ejemplo, pues, según él,
miles de enfermos visitan este lugar en París para “implorar protección de la
Santísima Virgen”.

Pero allí existe un protocolo rígido. Los que dicen estar enfermos,
primero deben llevar los certificados médicos, que son examinados en la
oficina para verificar el estado real de la persona. Antes de ser llevados a
hacer oración ante la imagen de Santísima Virgen otros cinco médico han de
reconocer al enfermo y dar su correspondiente información (Antonio, 1954).
Si el enfermo afirma que fue sanado, entonces se le lleva, otra vez, a
la oficina de información de los curados, donde “rigurosamente es examinado
de nuevo”.

Sin embargo, la comprobación va más allá de la opinión médica. La


Iglesia decide esperar un año, para determinar si realmente lo que ocurrió va
más allá de la comprensión y facultades humanas. Según el padre Sánchez,
existen muchos casos que son verificados varias veces, incluso teniendo la
persona que viajar hasta París, para ser “reconocido más escrupulosamente”.
Mientras la Iglesia Católica actuaba con esta avalancha de
declaraciones, era cada vez mayor el impacto que producía en el país las
predicas y ministración de los evangelistas García y Cardona.
Las páginas de El Caribe seguían sacando testimonios de personas

que afirmaban haber recibido la vista, la liberación de demonios, de asmas,


de parálisis, hernia, sordera y mudez, entre otros males. Los curados por el
poder de Dios actuaban como aquellos a quienes Jesús pedía guardar silencio
tras ser liberados por él. Sencillamente el gozo producido por los milagros

hacía que violarán la orden divina.


CAPITULO VI

EL DEBATE MÉDICO

Guiado por un alto sentido de objetividad, don Germán Emilio Ornes


buscó y publicó en El Caribe las opiniones de los médicos más reputados de
la época.
Pero en lugar de apaciguar los ánimos, la entrada de los galenos al
debate lo que hizo fue tensar más el ambiente.
Asociación Médica Dominicana

El entonces presidente de la Asociación Médica Dominicana, doctor


Sixto Incháustegui Cabral, puso a la disposición la entidad que dirigía a los
fines de ayudar a comprobar la veracidad o no de lo que era calificado como
milagro en las manifestaciones de fe que dirigían los ministros evangélicos

García y Cardona en el parque Julia Molina.


Su posición fue la siguiente: “Con el fin de separar la realidad de la
ficción en beneficio del pueblo dominicano, la AMD, y aún mi clínica
particular, estarían dispuestas, si fueran requeridas a ello, a hacer examinar a
cualquier persona que diga haber curado de una dolencia orgánica por uno de
los milagros que se acreditan a los pastores evangélicos”.
El doctor Cabral se adentró, entonces, a establecer una diferencia
entre lo que son las enfermedades producidas por disfunción de algún órgano

del cuerpo humano y las que son generadas por cuestiones puramente
emocionales.
Indicó que las enfermedades emocionales pueden desaparecer de las
personas por el simple uso de la sugestión. En este renglón citó la parálisis
parcial, muy propia de los histéricos.
“En ninguno de los casos llamados milagrosos que se le han
presentado las personas que se ha dicho son beneficiaras de ellos, han sido
examinadas por médicos competentes, ni antes ni después de esos milagros.
Esto es, que los casos no han sido controlados científicamente”, afirmó.

El galeno puso como ejemplo el caso de un hombre con parálisis


parcial que ante la posibilidad de ser arrollado por un camión, salió
corriendo. Y era precisamente esta situación la que creaba confusión, pues no
había forma de dar una opinión categórica con relación a lo que estaba

ocurriendo en la campaña de los predicadores puertorriqueños.


En cuanto a las enfermedades orgánicas, como son la hernia, el cáncer
y la tuberculosis, puso en duda que alguien pueda ser curado de esos males
sin la intervención de la ciencia médica.
Sin embargo, “en los casos de enfermos que padezcan males
orgánicos, es posible que debido a una influencia poderosa experimentaran
mejorías momentáneas y de carácter completamente subjetivo, por lo que
más tarde en casi la generalidad de los casos los enfermos volverían a sentir

los padecimientos del mal que los aquejaban antes y del cual creían haberse
librado después de un breve tratamiento psicopático aplicado por personas
neófita o que no se ciñen a los procedimientos puestos por la ciencia al
alcance de los entendidos en la materia médica”.
Este parecer médico fue apoyado por el psiquiatra A. Pérez González,
quien afirmó ser posible que en ciertos casos de histeria aparente haya cura
por sugestión, aunque la enfermedad permanece en potencia. “Sólo en ese
caso pueden darse los milagros que ellos se atribuyen”.
Con estas declaraciones en manos, el periodista Pouerié Cordero abordó a los

evangelistas García y Cardona en busca de una respuesta a algo que


trascendía ya al campo científico.
Pero ellos se fueron a lo concreto. Citaron nombres y dirección de
personas que habían sido sanadas para que los médicos y la misma prensa

fueran a comprobar la veracidad o no del hecho. “Visiten a Elpidio Lizardo,


residente en la Calle Libertad, No. 2, quien perdió una protuberancia del
cráneo después de haber recibido la oración de sanidad”.
Con relación a la posible cura por sugestión, Cardona dijo lo
siguiente: “Bueno, pues que los médicos traten entonces de sugestionar a sus
enfermos, a ver si pueden sanarlos”.
El día que aparecieron estas declaraciones, el periódico publicaba
también una foto de la Iglesia Evangélica Asambleas de Dios Central,

ubicada entre las Calle Trujillo y Eusebio Manzueta, en donde se ven


enfermos sentados y acostados en la primera fila a la espera de la oración que
harían los dos ministros a favor de los enfermos. El reporte dice que desde las
dos de la tarde la gente empezó a abarrotar el templo, el cual fue rodeado por
todos los lados con hileras que cubrían las calles alrededor. La gente se
conformaba por lo menos con escuchar el mensaje y los testimonios de lo que
Dios hacía en el interior.
Heriberto Pitier

En respuesta a la solicitud de opinión que le hiciera El Caribe, el


doctor Heriberto Pitier envió una carta histórica a Ornes Coiscou a través de
la cual orientó al pueblo con sus declaraciones de gran peso y que llevó a que
los vientos soplaran a favor de lo que ocurría en la manifestación de fe.

Tras agradecer al director por el gesto, afirmó categóricamente que


era la primera y última vez que hablaba sobre el caso en particular, pues lo
hacía con apego a lo que era de su conocimiento y no con el ánimo de entrar
en polémica con nadie.
Manifestó que desde hacía algún tiempo venía enseñando a sus
discípulos sobre la nueva evolución de la vieja psicosomática, conexa con las
prácticas de la medicina en general. Esto lo hacía porque era un estudioso
permanente de su profesión, a los fines de mantenerse siempre al corriente de

los progresos en la medicina.


Fue entonces cuando afirmó que la psicoterapia usaba como recurso
para la salud “las preces bien intencionadas y mejor sentidas, tanto en las
profundidades del alma como en la sinceridad de la conciencia”.
Según él, después que exista esta plataforma de fe, la oración puede
ser elevada a cualquier entidad espiritual o divinidad. “Oraciones de toda
especie que el individuo y las multitudes utilizan a diario para resolver sus
anhelos y sus conflictos, sobre todo en los momentos supremos de la vida.
Oraciones que son áncora o faro en medio de las zozobras que amenazan

continuamente a la existencia”.
Pitier dijo que son los enfermos quienes mayores beneficios inmensos
derivan de la oración, algo que “ha sido constatado, estudiado y preconizado
por mentalidades de alto valor científico y humanitario. Entre ellos mencionó,

por haberlo conocido personalmente, al sabio francés Alexis Carrer, premio


Nobel en Medicina.
Carrel creía firmemente en el poder de la oración como medio de
obtener y de impartir salud, lo que se comprobaba en los medios donde se
hacía uso de este recurso. “La oración tiene a veces un efecto que pudiéramos
llamar explosivo”. Para él no es ni siquiera necesario que el mismo paciente
haga la plegaria, sino que otro interceda en su lugar.
El poder de la oración, entendía Carrel, es algo tan complejo que

conduce a la exploración de un fenómeno no estudiado aún a profundidad,


pero que deja resultados muy positivos. “Lo que sí sabemos ya es que la
oración produce efectos palpables”, concretizó.
En la misiva fue citado, también, el profesor norteamericano Walter
C. Álvarez, miembro en ese entonces de la Clínica Mayo. En su libro, Las
Neurosis, dijo lo siguiente: “Hay algunos pacientes que pueden ser ayudados
por medio de la religión y por un consejo espiritual. Un buen médico usará
esos medios siempre que pueda hacerlo. En algunos casos, cuando he
encontrado un paciente torturado por duda religiosa, le he enviado a su

sacerdote, a su pastor o a su rabino.


Durante muchos años algunos inteligentes ministros de culto han
estado estudiando psicoterapia, y con esos recursos han socorrido a muchos
de sus feligreses”.

Esto llevó al doctor Pietier a decir que las mejorías o curaciones


podían ser realizadas en cualquier recinto, siempre que fueran solicitadas con
gran devoción y fervor.
-Dondequiera que haya veneración profunda y sincera-dijo-, allí podrá
obtenerse la merced de las curaciones milagrosas.
El connotado galeno concluyó sus explicaciones pidiendo al director
de El Caribe que evitara dar cabida en las páginas del medio a las
desavenencias religiosas, no científicas.

-Las masas-dijo-, las familias, el individuo tienen muy a bien


conservar intactas sus creencias, defenderlas y protegerlas.
Consideró que la falta de observación a esta realidad ha sido la causa
de grandes conflictos en el mundo, algo que debía evitársele al pueblo
dominicano.

Doctor Héctor Read Barreras


El doctor Héctor Read Barreras, catedrático de la Facultad de
Medicina de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, contaminó sus

planteamientos con su alta inclinación hacia la Iglesia Católica.


Lejos de ofrecer una explicación apegada a lo puramente científico e
imparcial, dijo que las intenciones de los predicadores García y Cardona era
sólo “hacer proselitismo para su secta.

Su carta fue escueta y muy cargada de fanatismo y fervor católico. Lo


peor de todo fue que sus planteamientos teológicos estuvieron lejos de la
realidad bíblica. Acertó al decir que la sanidad era una prueba de la divinidad
de Jesús y que la oración ejerce influencia en la salud del alma y del cuerpo.
Sin embargo, ligó esta declaración a lo que es el culto mariano. Según él,
Jesús transmitió este poder a la Virgen María y a los santos.
Lo otro es que utilizó el nombre de “protestante” para contraponerlo a
la Iglesia Católica. Según este galeno, el comportamiento de los evangélicos

va en contra de los intereses del catolicismo, que según su criterio, es la


religión única y verdadera.

Doctor Arturo Damirón Ricard


Este médico entró al debate invitado por el director del El Caribe. En
su comunicación enviada el 17 de marzo del 1954 al doctor Ornes Coiscou,
habló del impacto que estaba produciendo en la sociedad dominicana el tema.
En su declaración sólo se limitó a ponderar el análisis que había
hecho el día anterior el doctor Heriberto Pietier. Consideró que los detalles

ofrecidos por el colega, a quien calificó de ser hombre culto y bien


preparado, eran sumamente contundentes, pues estaban repletos de
conceptos y planteamientos extraídos de los más “destacados valores
médicos” de la época, por lo que era innecesario algo más.

El doctor Barreras manifestó una cierta preocupación. Entendía que el


tema en boga era “peligroso” y “espinoso”. Quiso hacer comprender al
director de El Caribe que se estaba tratando con algo ligado a las fibras
sensibles de la sociedad de entonces. Esto provocaría una situación difícil en
el país, pues se podrían “abrir nuevos abismos sobre asuntos que se prestan
tanto al desenfreno de las pasiones humanas”.
Hasta cierto punto, sugirió a Coiscou poner freno a las publicaciones
que hacía en el medio sobre las actividades de García y Cardona.

Doctor Ricardo Martínez


El día 18 de marzo llegó al escritorio del doctor Germán Emilio Ornes
una carta firmada por el doctor Ricardo A. Martínez M. expresando su
desacuerdo con Heriberto Pieter, a quien, no obstante, reconoció como su
profesor. Inició su comunicación atribuyéndole a su colega ligereza en sus
planteamientos, afectando, con esto el elemento objetividad.
La ciencia médica admite que por medios puramente de sugestión
curaciones de ciertas enfermedades en que los agentes materiales han sido

ineficaces, pero sin lugar a dudas este es un campo que tiene sus límites.
Fuera de estos límites está lo que la Iglesia Católica llama milagro. El
milagro se define como un defecto sensible, extraordinario, superior al poder
de la naturaleza, o más brevemente como un suceso extraordinario

sobrenatural.
Hay tres cosas que se reconocen aquí: 1) que la ciencia médica tiene
límites, 2) que ocurren sanaciones mediante recursos puramente psicológicos,
3) que hay casos que van más allá de lo subjetivo.
Explica lo de los milagros indicando que son hechos para los cuales la
ciencia médica no tiene respuesta. Lo sería, según expone, la curación
instantánea de una úlcera profunda atónica con recuperación de todo el tejido
y de las vellosidades; la recuperación de un miembro perdido; el movimiento

de una articulación anquilosada muchos años antes en sólo segundos.


Martínez expone que hay condiciones de salud cuya solución puede
lograrse haciendo uso de la oración. Sin embargo, indica que la curación
podría ocurrir sin importar el tipo de divinidad que se invoque. Es decir, lo
que incide aquí es la fuerza de la psicoterapia o la sugestión. Se trata de un
recurso meramente natural que fue usado, incluso, en el pasado con mucho
éxito. Manifiesta un gran respeto por la oración y la recomienda como medio
terapéutico entre los pacientes. El doctor Martínez afirmó que en su análisis
Pieter confundió los resultados de la oración terapéutica con los milagros.

Concluyó pidiendo al director de El Caribe mantener el debate abierto


por el bien de la democracia, pues esto permitiría que se ventilaran las
diferentes versiones sobre la materia.

Doctor Pérez González


Como el debate entraba al terreno de la psicología, El Caribe buscó la
opinión del doctor Pérez González, quien se mostró renuente a aceptar que
pudieran existir líderes religiosos que tuvieran la capacidad de producir
sanidades en las personas.
Para este profesional de la psiquiatría, la participación de la religión
en el campo de la salud en algunos casos lo que ha hecho es causar más mal
que bien. El entendió que la fe de las personas retrasa el tratamiento rápido de

un mal que “agrava la situación”.


En sus valoraciones señaló que la sanidad por medios terapéuticos
ocurre sólo en las personas con trastornos emocionales. Y la oración de un
líder espiritual viene a ser como el apoyo y confianza que da un padre a su
hijo en tiempo de problemas.
Es pues la parte infantil de la personalidad la que está en grande
necesidad de amor y seguridad en enfermedades de naturales emocional y es
así como, acercándonos a la religión, sentimos sus efectos paliativos. El
médico reconoce el valor espiritual de la religión para sus pacientes, pero a

manera de sedante, con un efecto algo parecido al que pudiera tener algún
otro sedante de distinta naturaleza.
La complejidad de la personalidad psíquica de las personas es algo
que este galeno reconoció debe ser tratado sólo por los expertos en la materia.

Puso como ejemplo el caso de la histeria, la cual impulsa al individuo a huir


de cualquier situación caracterizada por el conflicto. Es tan dañina esta
condición que produce una aparente perdida de la visión. Pero es un
mecanismo de escape idéntico al niño que se tapa los ojos para no ver el
“cuco”, afirmó González. Esto abarca también problemas como contracturas,
parálisis y sordomudez.
Es en estas condiciones de salud en donde lo subjetivo logra grandes
beneficios, confundiéndose con lo milagroso, expone. Para él son muchos los

brujos, curiosos, charlatanes, falsos apóstoles e individuos hábiles que se


aprovechan de esta condición. Esta afirmación la ligó directamente a los
pastores García y Cardona. Según él sólo estaban sacando beneficios de una
multitud crédula e influenciable.
El doctor González abandonó sus planteamientos ideológicos para,
luego, entrar en el terreno político. Acusó a los predicadores evangélicos de
estar abusando de las libertades públicas, de dañar el parque y de entorpecer
la gestión oficial, refiriéndose al régimen de Rafael Leónidas Trujillo.
Estratégicamente contrapuso la tiranía contra los evangelistas al indicar que

ellos traían ignorancia mientras Trujillo sembraba al país de escuelas,


bibliotecas y universidades para “conseguir la mejor cultura”.
CAPITULO VII
DIFICULTADES

El día 16 de marzo del 1954, El Caribe dedicaba una página completa,

ilustrada con 11 fotografías, a lo que estaba ocurriendo con las predicas y


ministraciones del evangelista David García y el hermano Cardona. Las
gráficas muestran multitudes de gentes levantando las manos, enfermos
ejecutando movimientos como prueba de un milagro ocurrido, líderes del
gobierno, médicos y miembros del clero católico. Todos ellos eran los
protagonistas del gran impacto que había producido en el país la campaña.
Pero ese día el periódico dio a conocer, además, la decisión que
tomaron las autoridades públicas a través del Consejo Administrativo, de
detener la celebración de la jornada evangelistica. La medida se tomó a raíz

de una carta que le publicara el periódico al señor Ricardo Vargas Pichirilo,


quien se quejó en el Foro Público de los daños que el público ocasionaba a
las flores y jardines del parque Julia Molina.
García había recibido permiso de las autoridades dominicanas para

celebrar su campaña del 11 al 28 de marzo. Pero, súbitamente, apareció ante


los medios de comunicación del país el presidente del Consejo
Administrativo, el doctor Luis F. Tomen, para anunciar la cancelación de la
autorización.
El consejo no está en condiciones de ofrecer el parque Julia Molina,
ni ningún otro de la ciudad que tenga jardines, para la celebración de estos
actos que perjudica la propiedad de la municipalidad, en detrimento de los
ciudadanos. Los daños ocasionados no pueden ser reparados ni en dos meses

(Luis, 1954).
Las autoridades trataron de curarse en salud dejando entrever que no
se trataba de un atentado contra la libertad de culto, sino que, simplemente, se
buscaba salvar la integridad del área verde. Ante los medios se enfatizó que
podían seguir predicando en cualquier otro lugar del país, salvo la indicación
ya señalada.
La medida produjo gran desconcierto en la población. Una gráfica de
la época muestra a las gentes agolpadas en las inmediaciones del parque Julia
Molina con los brazos cruzados y, otros, con las manos metidas en los

bolsillos. Esa multitud compacta y devota se resistía a aceptar la realidad de


que la campaña había sido suspendida.
Las especulaciones acerca de supuestas iglesias donde estarían
ministrando los evangelistas puertorriqueños hicieron que la gente corriera y

se agolpara en los templos principales de Santo Domingo. Hubo iglesias en


donde sus pastores tuvieron que cerrar muy bien las puertas para “evitar una
desgracia”. Parte de esa masa llegó hasta la calle Barahona 154, donde se
encontraba la Iglesia Pentecostal.
El pastor Pedro Cabrera tuvo que improvisar una plataforma desde
donde anunció a los hermanos que García no estaría predicando allí como se
había rumorado. Añadió que él predicador oraría por ellos y las familias
dominicanas desde el lugar donde estaba hospedado.

La nota de prensa señala que en los frentes del templo se produjo un


enorme entaponamiento con vehículos que no encontraban la forma de
escapar de esa inmensa multitud.
Tanto en el interior como en la parte externa de la Asambleas de Dios
Central, ubicada entre la Avenida José Trujillo Valdez (hoy Duarte) y la
Eusebio Manzueta, las personas abarrotaron el templo. Las filas bordeaban
todo el edificio hasta extenderse a lo largo de las dos principales vías. Dentro
se ve la fila de enfermos acostados en los bancos, próximos a la plataforma, a
la espera de que llegara el siervo de Dios.

La noticia de que estaría ministrando allí hizo que el pueblo corriera


hasta ese lugar desde las dos de la tarde. Eran hombres, mujeres y niños con
rostros flácidos, mirada perdida y ropa ordinaria, cuadro perfecto de la
condición de vida en que vivían los dominicanos en la plena Era del Jefe.

Pero la gente y los creyentes no eran los únicos que andaban detrás de
los evangelistas García y Cardona. Los comunicadores comisionados por El
Caribe recorrieron lugares y hoteles tratando de dar con ellos.
El periodista Pourie Cordero habla de sus tres días de búsqueda. Fue
regresando al Hotel Linda España- ubicado en ese entonces frente al parque
Independencia- que encontró a Cardona. Regresaba después de un día
haciendo diligencias para lograr la reanudación de la campaña. En sus
declaraciones agradeció a las autoridades y al gobierno porque, según

percibía, las cosas iban en vía de ser solucionadas. Reiteró que era Dios
quien estaba haciendo la obra a favor de los necesitados, algo que, según él,
venía ocurriendo en New York, Puerto Rico, California y otros países.
El día 19 el diario exhibió ante el país tres enormes fotografías cuyo
pie detallan que unas ocho mil personas se dieron cita, esta vez, en las
inmediaciones de Calle No. 6 esquina 15, en el populoso sector de Villa
Juana. Sobre la plataforma se aprecian a varios pastores que apoyaban la
actividad, al evangelista García y al hermano Cardona tocando su bandoneón
ante una muchedumbre que expresaba su regocijo con el levantamiento de

manos.
Las diligencias hechas por los ministros evangélicos tuvieron su fruto.
El Concejo Administrativo decidió que la jornada de predicación y oración
por los enfermos continuara en el nuevo lugar. Agradecieron a las

autoridades y al gobierno por la “absoluta libertad de cultos”.


En esta ocasión, la multitud no sólo creció en tamaño, sino que gentes
de todas las clases sociales llegaban atraídas por la unción y los milagros.
El periodista Rafael Martorelli describe cómo las gentes subían sobre
las azoteas de sus edificios para, desde allí, escuchar y ver lo que estaba
ocurriendo.
Decenas de automóviles de propiedad privada y de servicio público
estaban parqueados por los alrededores, repletos de gente que, además de

escuchar la palabra de los pastores, aguardaban tal vez que se produjera algún
milagro (Rafael, 1954).
El día siguiente, el fotógrafo Roberto Arriaga muestra varias
imágenes en el periódico en donde se aprecia una multitud compacta que ha
superado en número a la cantidad de almas humanas de las reuniones
anteriores.
Con su reseña cotidiana y con el gran debate concitado-que aún se
mantenía en pie-, los dominicanos sintieron gran atracción por la jornada de
fe.

A inicio de que cada tarde, desde las diferentes entradas a la Ciudad


Trujillo (Santo Domingo) se veían los vehículos repletos de personas que
venían a la actividad desde diferentes puntos del país. Algunos desde zonas
muy remotas.

Con la reanudación de la campaña, volvieron a resonar por toda la


nación los testimonios de gente que afirmaba haber recibido un toque de
Dios. Una foto del día 25 muestra a García sobre la plataforma sosteniendo
un andador de mano que había sido usado por muchos años por un señor que,
ahora, daba pasos firmes hacia diferentes lugares indicando que estaba
completamente sano de la parálisis parcial de una de sus piernas.
-¡Levante el pie!- le pedía el evangelista-. ¡De duro en el piso!
Finalmente, el día 28 el ministro García levantó su mano al cielo,

impecablemente vestido de blanco, e hizo una oración dando gracias a Dios


por el respaldo que había recibido. Era su última noche de campaña.
Martorelli dice que se congregó una multitud de 30 mil personas.
Los dos predicadores, que atrajeron como pocas veces se había visto
hasta ahora en una reunión religiosa, la atención de millares de habitantes de
esta capital y del interior de la República durante tres días, se despidieron
sonrientes, con una bendición para la multitud en el nombre de Cristo, y con
sus más sinceras gracias a los gobernantes de este gran país, a las autoridades
civiles y militares por el espíritu de tolerancia que reina en todas las

manifestaciones de la vida religiosa. Los evangelistas no olvidaron también


dedicar un saludo de despedida a la prensa por la labor imparcial que realizó
durante el desarrollo de sus servicios religiosos (Rafael, 1954).
CAPITULO VIII
EL DISCIPULO

Luís Ernesto Urbaez nació en 1930 en Cabral, Barahona, a unos 200


kilómetros al sur de Santo Domingo, capital de la República Dominicana. Su
progenitor fue el señor Ramón Urbaez. La familia se trasladó a la capital,
específicamente a la calle Cuba del sector de San Carlos.
Sus padres sufrieron una condición de pobreza sumamente extrema.
Ante la imposibilidad de sostener la familia, lo internaron en un reformatorio
a la edad de siete años.
Intentando lograr algo en la vida, Urbaez se inscribió en una escuela de
boxeo. Pero lo único que logró fue un golpe en el ojo derecho que le

disminuyó considerablemente la visión. Tras su conversión al Señor


milagrosamente la recuperó.
El era hombre bajito, llenito y de ojos muy vivos. Su rostro siempre
fresco le permitía disimular los años.

En su juventud se dedicó a la vida de delincuencia. Apenas aprendió a


leer y a escribir. Se desplazaba por los mercados y las plazas principales
delinquiendo. Era carterita “de mano fina”. Se trata de una maniobra que
requería de mucha habilidad, destreza y rapidez en las manos. Pero Urbaez se
había entrenado en esto.
A su condición de carterita se sumaba, también, la de “mediante”.
Esta es una práctica a través de la cual el delincuente desarrolla la habilidad
de intercambiar barajas o monedas de forma tal que confunde al apostador.

Quien hace este truco anda acompañado de alguien que hace el papel de
apostador. Y esto para atraer a otros jugadores.
El Mercado Modelo y las inmediaciones del Estadio de La Normal
eran los lugares escogidos para la fechoría. Se trata de espacios donde
pululaba esa delincuencia perversa. En el mercado sus víctimas eran los
campesinos que traían provisiones a la capital. Y en el estadio engatusaba a
jóvenes deportistas incautos. Su habilidad le permitía contar dinero y hacerles
creer a las gentes que estaba completo. Luis (2009) dice que los demonios lo
usaban en esto.

Siempre es común en Santo Domingo ponerle un sobrenombre al


delincuente. El de Urbaez era “La Puya”. Esto respondía a una condición
inherente a su carácter y estilo de vida. Portaba siempre un cuchillo
escondido. No medía palabras para sacarlo y arremeter contra quien afectara

sus intereses o le importunara.


Sin temor alguno, se enfrentaba a la policía en muchas de las
ocasiones en que intentaron apresarlo por el cúmulo de quejas presentadas
por sus víctimas. Donatilo (2010) cuenta que algunos años después, y en el
apogeo de su ministerio, llegó a predicar en el estacionamiento frontal del
Palacio de la Policía Nacional de Santo Domingo. Al contar su testimonio
ante las autoridades y ante los presentes, expresó lo siguiente:
-Ustedes bien saben que aquí me trajeron muchas veces con las manos

esposadas. Pero ya ven que Jesús transformó mi vida.


Urbaez cuando no estaba preso lo andaban buscando. Su vida
delincuencial la practicó en una época bien difícil. Eran los tiempos cuando
República Dominicana era gobernada por el régimen férreo del generalísimo
Rafael Leónidas Trujillo. Este dio orden a la policía nacional de que
eliminaran a todos los integrantes de la banda que dirigía Urbaez. Ya solo
quedaba él. Atrapado, pidió a Dios que lo librara de la ejecución y prometió
que entregaría su vida a Cristo. Milagrosamente fue liberado. José (2010)
recuerda conversar con él. Llegó a la casa del pastor Roberto Santos, quien

trabajó con los Templos Bíblicos en Barahona y Cabral y que fue, además,
fundador de obras para el Ejército de Salvación en Estados Unidos. El le
pidió una colaboración para comprar un megáfono.
-El Espíritu Santo nos convenció-dijo- y le dimos la primera ofrenda

para que pudiese comprar su equipo para predicar.


Llevaba un estilo de vida dedicado a los placeres. Pasaba noches
enteras y fines de semanas frecuentando bares, burdeles y centros de bebidas
alcohólicas. Luís Suazo (2009) dice que era lo normal en la época.
“Para nosotros era común andar bebiendo, parrandeando y buscando
mujeres en las cantinas”, dijo.
Satisfacía sus apetencias con los recursos conseguidos con la estafa y
los trucos. Su vestir era impecable. Amaba el lujo y las cosas finas, condición

que le siguió a lo largo de su existencia.

Conversión
Urbaez se convirtió al evangelio en una de las noches en que el
evangelista David García estuvo ministrando en la ciudad de Santo Domingo.
Aparte del impacto de Dios en la nación, esa jornada de fe captó a muchos
jóvenes (Luís Suazo, 2010).
Empezó a congregarse en la iglesia de la Cruzada, ubicada en la calle
Rabelo, número 150. (La iglesia se trasladó a la calle Doctor Betances. Hoy

lo que existe allí es una tienda de venta de repuestos de computadoras). La


iglesia tenía unos cien miembros y su pastor era el puertorriqueño Francisco
Astacio.
Como forma de ayudarle en su nueva vida, unos hermanos,

propietarios de una cafetería, ubicada a pocos metros de la congregación, le


dieron trabajo.
La gente allí aún lo recuerda como un joven alegre, dinámico y
risueño, que amaba hacerles chistes a los clientes.

Sed de Dios
Después de su conversión, Urbaez abrigó un solo objetivo y pasión en
su vida: llenarse de la presencia de Dios. Quienes le conocieron bien,

testifican que pasaba días y noches metido en la iglesia y en lugares de retiro


orando, ayunando, vigilando y leyendo la Biblia. Juan (2009) dice que, de
vez en cuando, lo veía salir en la tardecita y dirigirse a una bodega, ubicada
en la misma Rabelo, donde compraba un pan y un centavo de azúcar blanca.
Empezó a ayunar y a buscar a Dios de tal manera que parecía que el mundo
para él no existía.
El creía en el poder del ayuno y de la oración. Una vez se encerró en
la casa de un pastor y le dijo que saldría de allí sólo cuando el ministro
regresara de un viaje de unos días. El closet era uno de los lugares de oración

favoritos para él. Le gustaba la soledad. En sus prolongados encierros


escuchaba música suave de adoración y de ministración.
Esta búsqueda desesperada de la presencia de Dios tuvo su
inspiración vigorosa en lo que él había visto durante las ministraciones de

David García y Jaime Cardona. En una de esas noches de campaña, García lo


invitó a subir a la plataforma para que fuera testigo de la manifestación del
poder de Dios (Azarías, 2010).
Ubaez quería saber cómo tener la unción de García. Un día le
preguntó a su pastor al respecto. El reverendo Astacio le respondió:
-Orar y ayunar mucho.
-Solo eso, le preguntó Urbaez.
-Sí. Solo eso.

Desde entonces Urbaez le tomó un amor profundo al ayuno y a la


oración.
En el 1958 inicio su ministerio bajo el nombre "De la Cárcel al
Pulpito".
Mantenía siempre una vida de comunión profunda. No subía a
predicar vacio. Antes de iniciar una campaña se tomaba un tiempo largo de
ayuno y de oración metido con Dios. No se sabe a ciencia cierta cuantas
veces hizo ayunos de cuarenta días. En muchas ocasiones los hizo de 21 días.
Le gustaba hacer vigilias de tres días solamente orando boca abajo. En esos

encierros tuvo experiencias grandes con el Señor.


En una ocasión sintió que su espíritu y alma salían del cuerpo Se le
oía hablar en el espíritu y hay quienes afirman haber visto una luz como
llama en los lugares donde se encerraba.

El pedía a Dios con ruego profundo y batallador que lo usara en


milagros, sanidades y de forma sobrenatural. Su mayor preocupación era
porque durante los cultos y campañas hubiera un ambiente saturado por la
presencia del Espíritu Santo.
Los temas principales de sus mensajes eran los milagros, la fe y la
salvación. La presencia del Señor en su vida le permitía tener una
personalidad magnética.
Antes de subir a ministrar en el púlpito no permitía que nadie le

hablara. No quería gente fuera de comunión a su lado. El tocaba y ministraba


a las personas solo cuando sentía el impulso del Espíritu Santo.

Campañas, viajes y unción


Su primera campaña la celebró en el 1959 en Barahona, en la Iglesia
de Dios Central.
A esa actividad llevaron a una mujer con una pierna paralizada. Urbaez la
miró y le dijo:
-Ahora voy a orar por ti y, luego, correrás por el pasillo.

Oró y empezó a gritarle:


-¡Corre mujer! ¡Corre!
Pero ella le respondió:
-Es que no puedo correr. Apenas puedo sostenerme en pie.

-¡No me conteste!, le dijo Urbaez-. Haz lo que te digo.


Ella se resistió. Urbaez saltò de la plataforma, la tomó por una mano
y le dijo:
-Si tú no crees, yo sí.
Agarrándola empezó a recorrer todo el pasillo hasta que, finalmente,
la mujer corrió por cuenta propia.
Esto lo hizo muchas veces con personas que dudaban.
Un hombre quedó medio paralizado por una trombosis. Tuvo un

sueño en el que veía a Urbaez orando por él. Fue a una de las campañas y,
efectivamente, fue sanado tras la oración del evangelista.
Aunque muy joven y novato en el ministerio, la noticia de lo que
estaba ocurriendo en las iglesias donde Urbaez predicaba llamó
profundamente la atención de los pastores de la época, incluyendo a los más
reconocidos. Lino (2009) dice que en la época le gustaba invitarlo a su
iglesia.
“Es que cuando él predicaba había bendición” dijo. Su iglesia fue el
escenario donde Urbaez llegó a celebrar varias campañas.

-Yo veía cuando los paralíticos se levantaban-afirmó-. Era algo


grande ver las sillas de ruedas y las muletas puestas a un lado.
En la mayoría de los casos, apenas ponía los pies en las puertas de las
iglesias cuando ya los demonios empezaban a tirar a las gentes al suelo y a

rodar por debajo de los bancos.


“¡Vete de aquí Urbaez!, decían.” “¡Vete de aquí!”, gritaban
desesperadamente.
Por más espaciosos que fueran, resultaban siempre pequeños los
templos donde predicaba la Palabra y ministraba a los necesitados. La gente
se abarrotaba para ver al poder de Dios haciendo milagros y obras de toda
clase.
“Si esta noche aquí no ocurre nada, entonces yo rompo esta Biblia y

no vuelvo a predicar jamás”, solía decir antes de empezar a predicar.


Juan (2009) afirma que nunca entendió porque él hacía eso. “El no tenía
necesidad de tal cosa. Eso a mí me preocupaba mucho. Imagínese que no
ocurriera nada”.
Jorge (2009) expuso que se confundió mucho la primera vez que lo escuchó
decir esto en una campaña que celebraba en la ciudad de Higuey.
-El levantó una Biblia nueva-dijo-, que acababa de comprar, y dijo que si no
pasaba nada esa noche, dejaría para siempre el ministerio.
Tenía un enorme don de fe.

Su estilo de ministración era único. Con destreza saltaba en los


púlpitos mientras soltaba un grito de impacto.
“¡Gloria a Dios!-gritaba.” “¡Gloria a Dios!” “¡Gloria a Dios!”
Con esta proclamación algo extraordinario empezaba a ocurrir. El

Espíritu Santo descendía, la gente era fulminada por la presencia divina y,


entonces, se producían los milagros.
Lo común era ver a endemoniados arrastrarse debajo de los asientos
de las iglesias mientras gritaban fuertemente:
“¡Vete de aquí Urbaez!” “¡Vete de aquí!”.
En la comunidad de Los Mina, un domingo en la tarde celebraba el
cierre de una campaña. Pero el sol golpeaba fuertemente a la multitud. Al
subir a la plataforma, miró al cielo y dijo:

-Señor-dijo-, cómo es posible que este tu pueblo esté siendo fatigado


por este sol”.
De repente, una nube lo envolvió hasta llegar la noche.
Muchos de los participantes en sus campañas y cultos, afirman,
además, que en varias ocasiones en que la lluvia amenazaba, él oraba y el
agua caía, excepto donde el pueblo estaba reunido escuchando la Palabra.
En ese mismo lugar, Domingo San Late cuenta que en una de las
noches, Urbaez bajó de la plataforma, se paró en frente y con un dedo trazó
un círculo imaginario en el pavimento diciendo:

-Después que ore, el que esté endemoniado entrará aquí y no saldrá.


Fueron tanto los que entraron sin ponerles la mano, que tuvieron que
amontonarse al no haber más espacio.
Osvaldo (2009) lamenta que en esa época no se usaran cámaras y los

aparatos de grabación como hoy.


Un escenario donde se registraron varios milagros y manifestación del
poder de Dios fue en la Iglesia Evangélica Pentecostal Getsemaní, en la calle
Treinta de Marzo y donde pastoreaba el reverendo Luís Suazo.
Georgina (2010) recuerda como una joven saltó del banco tan pronto
Urbaez pasó por su lado cuando se dirigía a la plataforma. Fulminada por la
unción, empezó a rodar por el piso y a dar gritos estremecedores. Esa noche
fue liberada de sus ataques demoníacos a través de la oración de Urbaez.

Una madre llegó a la iglesia con un hijo muy enfermo. Cuando pasó
al frente para que el evangelista orara, ella cayó al suelo víctima de unos
demonios que hacían que se revolcara y pronunciara cosas terribles. Tras la
ministración, quedó completamente libre esa noche.
Un padre llegó a la campaña con un hijo ciego. Cuando Urbaez le
puso las manos en la cara, el niño no sólo empezó a ver, sino que notaron
tenía dos pupilas negras y brillosas recién creadas.
En otra ocasión, un grupo de adolescentes no cesaba de arrojar tierra
al aire. Su burla permanente llamó la atención de Urbaez.

“Les reprendo en el nombre de Jesús”, dijo el evangelista. De repente,


las manos de los muchachos se entrelazaron de tal forma que formaron un
nudo. Asustados por no tener control sobre el cuerpo, se entregaron a Jesús
prometiendo no volver a burlarse de las cosas del Señor.

Georgina (2010) dice que un día llegó Urbaez a su casa después de


una larga gira por New York.
-Por una irritación en mi garganta tenía problemas para hablar-dijo-.
El oró por mí y fui sanada hasta el día de hoy. Es que él tenía una unción que
lo seguía por todas partes.
Sus prédicas no eran largas ni profundas. Ni era hombre de lenguaje
florido. Era, por demás, tartamudo y de hablar muy bajo. Debido a su poca
preparación, no pudo cumplir con los rigores del instituto seminario. Pero

pocos podían resistirse al llamado que hacía.


Carmen (2010) afirma que tenía el “don del llamado”. Los frentes de
las plataformas eran abarrotados por las almas que pasaban a recibir a Cristo.
“En cien segundos quiero cien almas para Cristo”, decía.
Exactamente eso ocurría. En ocasiones simplemente leía la Biblia. “Este es el
mensaje”. Pero eso era suficiente para que los inconversos sintieran la
enorme necesidad de aceptar al Señor.
“Yo recuerdo ver a las gentes descender de las gradas y marchar en
gran cantidad rumbo a la plataforma” dijo Carmen (2010).

Disponía del poder de Dios dondequiera que se movía. Osvaldo


(2009) considera que esto se debía a que vivía bajo una unción permanente.
-El llegó a una casa-dijo- y encontró a una señora con la cara llena de
ulceraciones. El golpeó ambas mejillas y la enfermedad desapareció.

En uno de sus viajes hacia la parte este de República Dominicana, se


tropezó con un accidente. Se desmontó del vehículo y se dirigió donde estaba
un grupo de personas alrededor de un hombre tirado e inmóvil a orilla de la
avenida. Pidiendo permiso, se abrió paso hasta llegar a él. Se inclinó y le
removió el cuello hacia ambos lados. El hombre, sorprendentemente, volvió
en si ante la mirada atónita de todos.
En octubre del 1966, en una campaña en el muelle de San Pedro de
Macorís, una madre llegó con un niño inválido. La multitud comprobó como

el pequeño se paró en el momento de la oración y caminó por toda la


plataforma de manera normal. En esa jornada Winston Nicolás (2009)
testifica haber visto como una mujer endemoniada se levantó como un metro
por encima del suelo. Tras la reprensión, bajó súbitamente.
En el 1974 se celebró una jornada de fe en Bayamón, Puerto Rico.
Una madre subió a la tarima cargando una niña en sus brazos. Era paralitica.
“Ore por mi niña, por favor. Sé que Dios a usted lo usa grandemente”, le
pidió a Urbaez. El Señor hizo la obra frente al pueblo maravillado.
En 1965 visitó Nicaragua. Eran los tiempos en que la sociedad

nicaragüense estaba sumergida en un mar de problemas políticos,


económicos y sociales con los sandinistas.
Carlos (2006) hace un recuento histórico sobre la comunidad
evangélica de Nicaragua con el objetivo de demostrar los niveles de

discriminación que han existido con esta fe en esa nación. El cita el caso de la
visita de un evangelista dominicano de nombre Luís Urbaez a quien Dios
usaba de manera extraordinaria. “La noticia corrió como reguero de pólvora
por todo Managua y cada noche hacían fila centenares de enfermos para que
Urbaez les impusiera las manos”, escribió.
Por allá fue acusado de practicar la medicina sin tener licencia. Lo
arrestaron. Pero esto produjo un gran revuelo y la asistencia a su campaña
evangelistica frente al asilo de ancianos más bien se multiplicó, llegando a los

miles. Finalmente Urbaez fue liberado por el jefe de la policía de Managua.


La reprensión con autoridad de los demonios, la desaparición de
diversas enfermedades y males, la restauración de partes del cuerpo
atrofiadas, discernimiento espiritual, revelaciones y una convicción profunda
en el llamado a las almas, fueron parte de los dones que caracterizaron
siempre el ministerio de Luis Urbaez. Y era algo que le fluía sin esfuerzo
alguno a la hora de ejecutarlos. El decía al pueblo que su amigo El Nazareno
nunca lo dejaba solo. Es que aprendió a vivir en una relación muy estrecha de
comunión con el Señor. El penetró lo sobrenatural para deshacer las obras del

Diablo y para traer bendiciones a las gentes.

La Normal
En el 1966 inició la celebración de una campaña en el Estadio de la

Normal, Santo Domingo. Esta actividad fue programada sólo para dos
semanas. Sin embargo, al llegar el último día, buscó la opinión del pueblo.
Con entusiasmo desbordante la multitud respondió de manera positiva. Las
gentes no querían que parara lo que consideraban como una gran fiesta
espiritual.
Carmen (2010) sostiene que el pueblo estaba anhelante de actividades
de esta naturaleza. Todavía estaban bajo los efectos del impacto que
produjeron los predicadores David García y Jaime Cardona.

La decisión de seguir la campaña no fue del agrado de todos. Algunos


pastores se molestaron, pues esto implicaba mantener cerradas las puertas de
las iglesias por más tiempo. Pero Urbaez siguió predicando allí durante
cuarenta y cinco días.
A un lado de la plataforma los ujieres iban arrumbando las muletas,
los bastones y las sillas de ruedas. Había paralíticos que, por el tiempo
postrado, les resultaba difícil creer que el milagro estaba hecho. Urbaez los
tomaba de las manos y los ayudaba a superar el temor y el entumecimiento
del cuerpo. Ante el grito de la multitud y el gozo, los enfermos se paseaban

por toda la plataforma exhibiendo lo que Dios había hecho. Los liberados de
ceguera, cáncer, dolores y parálisis testificaban ante el pueblo sobre la obra
del Señor.
Juan (2009) recuerda a una señora que llegó en condiciones delicadas.

El oro por ella y ordenó a la enfermedad salir de su cuerpo. “Ella vomitó una
cosa negra y quedó completamente sana”, dijo.
Su don de discernimiento le permitía mirar a la distancia a cualquier
lado de la grada y llamar a alguien por su nombre o, de manera específica,
reprender los demonios de una persona. Las gentes caían dando vueltas o
venían a la plataforma caminando como perros y con los puños doblados.
Esto ocurría muy a menudo con jóvenes de los barrios que trataban de dañar
el ambiente con sus burlas y lanzando objetos hacia la multitud.

Juan (2009) afirma que la campaña de la Normal tuvo, luego, un


impacto muy positivo a favor de las iglesias y de la obra del Señor. Los
pastores tuvieron mucho trabajo con la cantidad enorme de personas que
debían ser doctrinadas y bautizadas. Los templos de la capital y de las zonas
aledañas sencillamente se llenaron de nuevos miembros.
Al predicar orto, empezaba inmediatamente a ministrar. Mientras él
permanecía sobre la plataforma, una atmósfera impactante de la presencia del
Señor se apoderaba de todo un ambiente, del cual no querían salir las
multitudes. Lo característico era ver a las almas con lágrimas, llenas de

alegría y compungidas por el toque del Espíritu Santo. Georgina (2010)


afirma que donde él predicaba ocurrían siempre muchos milagros.
Su gracia le permitía recibir, además, el apoyo económico del pueblo.
En una de las noches de campaña en La Normal ordenó a los ujieres colocar

una sábana blanca delante de la plataforma. Pidió a las gentes depositar una
ofrenda especial. Nada en moneda. No pasó mucho tiempo sin que el largo
lienzo estuviera completamente lleno de billetes de toda clase (Carmen,
2010).

Caída
Algo que surge de manera natural en todos los que hablan de Urbaez
es su resistencia a contar los detalles de su final. Es la tecla que no se quiere

tocar. El lado oscuro para el cual no se desea mirar. Empero, es una triste
realidad imposible de borrar.
En su tiempo de apogeo ministerial, Urbaez empezó a viajar Estados
Unidos y a muchos países de cetro y Sudamérica. Llegó un momento en que
los pastores ya no querían darle el púlpito ni respaldarlo en sus campañas.
Los rumores corrían como pólvora. Juan (2009) cuenta que Jacinto Pérez,
pastor de la Asambleas de Dios Central, recibía llamadas desde fuera
advirtiéndole que tuviera cuidado con Urbaez, “pues no andaba bien con el
Señor”. Esta era una de las congregaciones y uno de los pastores no solo de

mayor importancia en República Dominicana, sino donde él recibía siempre


gran apoyo. Eran los tiempos cuando las iglesias, además, mantenían una
doctrina rígida y dura.
Aunque estaba casado en Santo Domingo con la hermana Zila, una

joven pianista que conoció en la ciudad de La Romana, él se enredó con una


señora en la ciudad de New York. Osvaldo sostiene que, aparte de esto, se
rumoraba que estaba metido en el bajo mundo de la mafia. “Vivió un tiempo
de muchos recursos económicos y muchos lujos en un apartamento ubicado
en la ciudad de Brooklyn, New York”, dijo.
Tenía una gran debilidad por las mujeres, el alcohol, la vida buena y
el dinero. Al terminar sus prédicas en los cultos o campañas, se metía de
escurridizo en los burdeles en donde consumía licor y se entregaba al placer

con mujeres de baja reputación.


Los ataques en su contra lo llevaron a un estado de frialdad espiritual
profundo. Encerrado un día, alguien muy íntimo a él lo escuchó batallando en
el espíritu. “Ya no quiero seguir en esto”, dijo en oración profunda.
¿Cuantos han sido los hombres de Dios que han caído por debilidades
fuertes de la carne y por ataques fuertes? Empezando por la Biblia hasta
llegar a nuestros tiempos actuales, tendremos que admitir que la lista es
considerable. Los hay que, incluso, en estos momentos están ejerciendo el
ministerio pero espiritualmente andan muy mal delante de la presencia de

Dios y que han contristado al Espíritu Santo. Están operando solo en la carne
y en base a sus propias habilidades. Pero no hay unción de Dios por las faltas
que tienen.
Urbaez no fue el primero y, lamentablemente, no será el último. La

clave es velar y mantenerse siempre en la brecha. El apóstol Pedro dijo que el


Diablo anda como león rugiente buscando a quien devorar (I Pedro 5:8).
Años antes, Jesús le había revelado al mismo apóstol que Satanás le había
pedido permiso para zarandearlo como a trigo (Lucas 22:31). El hombre de
Dios debe poner vallado para evitar la obra del Enemigo en su vida y
llamado. Pablo aconsejó fortalecerse en el Señor y en el poder de su fuerza
(Efesios 6:10). No en la nuestra, sino en la de Dios.
En el 1980, Urbaez intentó retomar su llamado. Buscó un lugar y se

enceró por 21 días de ayuno y de oración. Retomó sus mensajes sobre la


sanidad, los milagros y el poder contra los demonios. Ya se iba restaurando.
Pero el infierno ya había tenido una cierta ventaja en su contra y la
aprovechó desplegando un trabajo siniestro para destruirlo definitivamente.
En una campaña en el Bronx, una alta comisión de pastores llegó al lugar, lo
reprocharon y públicamente le ordenaron detener la jornada, pues nadie lo
respaldaría.
Un espíritu de desánimo se apoderó de él. La obra del Diablo
empezó a progresar porque su corazón estaba herido por las acusaciones

fuertes en su contra y, mayormente, porque empezó a sentir que Dios no lo


había perdonado de manera real.
Se sentía espiritualmente insatisfecho. No sintió la liberación de
David en el Salmo 51. Atravesó por un estado emocional complejo.

En busca de aliento y de nuevos aires, decidió hacer una gira


internacional, llegando hasta a Francia.
Todo pareció inútil, su condición llevó a que en el mundo espiritual se
dictara una decisión.
Fue en el 1985, que estando en una discoteca en el Bronx, New York,
se desató un incendio devorador. Las llamas infernales lo arroparon todo.
Dentro del baño del local, encontraron su cuerpo completamente calcinado.
Murió de rodillas. Las autoridades lograron reconocer el cadáver,

ennegrecido por el fuerte fuego, sólo por la dentadura y un anillo (Luís,


2009).
Muchos concuerdan en decir que su muerte fue producto de un ajuste
de cuenta con la mafia. A él lo encerraron allí junto a otras seis personas más.
Urbaez había llegado al lugar para recoger el dinero que le debía el
propietario del establecimiento por un negocio que habían hecho. Pero el
mexicano tenía negocios con individuos del bajo mundo. En el momento en
que Urbaez esperaba la entrega del dinero, la puerta principal del local fue
completamente cerrada con fuertes candados, desparramaron kerosene

doquier y, luego, encendieron un fósforo.


Colocado dentro de un ataúd herméticamente sellado y con una foto
suya sobre la tapa, su cadáver fue velad en la Funeraria Ortiz en la ciudad de
Brooklyn, New York.

Debate sobre final


La trayectoria y final de Urbaez ha sido objetivo de muchos
cuestionamientos en la comunidad evangélica. Surgen muchas interrogantes
para las que se requiere de respuestas profundas. ¿Cómo es posible que un
hombre tan usado por Dios se dejara arrastrar tan fácilmente por la seducción
del pecado? En definitiva, ¿qué habrá ocurrido con su salvación? El se
inscribe en la lista de esos generales grandes de Dios, tanto de la Biblia como

de la era del cristianismo y pentecostalismo, que subieron a la cima del éxito


en la manifestación del poder, pero que, luego, experimentaron una triste y
lamentable caída.
Georgina (2010) afirma que siempre lo aconsejaba. Le decía que
cuidara ese ministerio tan grande que Dios le había dado.
CONCLUSION

Este trabajo demuestra hasta que punto logra la manifestación del


poder de Dios influir no sólo en las vidas de las personas, sino, además, sobre
las instituciones y todas las estructuras de una nación y la sociedad.
No se tienen variables cuantitativas que permitan medir de manera
precisa el impacto que produjo, en término de crecimiento, en las iglesias
desde los años 50 hasta los 80 la labor evangelística de David García, Jaime
Cardona y Luís Urbaez. Pero sí se sabe que hubo un gran crecimiento y un
ardiente deseo de buscar a Dios, elementos que cambiaron el perfil de la fe

evangélica en toda América Latina.


Con esta nueva reedición, hemos abarcado detalles con más precisión,
especialmente en lo que respecta a la cronología.
Reconocemos que esta obra no ha agotado todos los detalles
relacionados con el fenómeno producido con esta manifestación pentecostal.
Sería interesante que en otros aportes se ofrezcan, mayormente desde el punto
analítico.
Como podrán notar, en la reconstrucción de los hechos, no se
obviaron los elementos negativos. Esto obliga a tener una visión mucho más

abierta de la soberanía de un Dios que usa a quien se dispone a buscarle sin


importar, tal como hemos visto, las limitaciones o defectos humanos. Pero, al
mismo tiempo, nos enseña lo terrible que es ser administrador de las cosas
santas sin tener un carácter sano, sólido y bien definido. Dios da, pero

también demanda.
Creo que lo planteado aquí no es sólo para ser tenido únicamente
como patrimonio histórico, sino que debe impulsar a conquistar la repetición
en grande de un hecho que podría cambiar el curso de iglesias, comunidades,
naciones y todo un continente. Dios es el mismo ayer, hoy y por los siglos de
los siglos.
BIBLIOGRAFIA

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Personal. Esposa del pastor Luís Suazo, Santo Domingo, RD.: 27 de marzo
del 2010

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Catedrático, asesor internacional de empresas y líderes políticos. Aguadillas,
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3. BAUTISTA ENCARNACIÓN, JUAN. “Sobre la vida de Luís Urbaez”.

Entrevista personal. Ex colaborador de Luís Urbaez y miembro actual de las


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11. El Caribe, Ofrecen verificar milagros de los pastores evangélicos, Santo
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12. El Caribe, Iglesia rechaza curaciones de tipo nervios, dice cura, Santo
Domingo, R.D., 17-3-1954, p 16
13. El Caribe, Dr. Pieter declara oración es recurso de la medicina, Santo
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15. El Caribe, Afirman que Jesús es quien puede hacer los milagros, Santo
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28. NICOLAS HICKS, WINSTON. “Sobre el ministerio de Urbaez”.
Entrevista Personal. Evangelista del Concilio Evangélico de las Asambleas de

Dios, Santo Domingo, RD: 15 de septiembre del 2009


29. NUÑEZ DE VARGAS, CARMEN. “Mi testimonio”. Entrevista Personal.
Ministra de las Asambleas de Dios República Dominicana y directora
Instituto Bíblico Filadelfia, Santo Domingo, RD: 31 de marzo del 2010

30. OSVALDO, VICTORINO. “Lo que vi de Luís Urbaez”. Entrevista


Personal. Pastor y evangelista del Concilio Evangélico de las Asambleas de
Dios, Santo Domingo, RD: 20 de octubre del 2009
31. Pourie Cordero, M. M. “30 personas alegan curaron de supuestas
enfermedades en sesión en parque de CT”. El Caribe (Santo Domingo), 14-3-
1954, p24
32. Pourie Cordero, M. M. “Consejo las prohíbe en parques públicos”. El
Caribe (Santo Domingo), 16-3-1954, p12

33. Pourie Cordero, M. M. “Pastor protestante declara no ha hallado lugar


propio para seguir evangelización”. El Caribe (Santo Domingo), 17-3-1954,
p16
34. Pourie Cordero, M. M. “Mujeres caen con ataques en prédica del pastor
García”. El Caribe (Santo Domingo), 26-3-1954, p. 16
35. Pourie Cordero, M. M. “Miles asisten a prédicas de pastores en parque
CT”. El Caribe (Santo Domingo), 13-3-1954, p.16
36. Sánchez y Sánchez, Eudoro. “Beneficiarios no tienen fe en bondad de los
milagros”. El Caribe (Santo Domingo), 16-3-1954, p12

37. Sánchez y Sánchez, Eudoro. “Supuestos ciegos recuperan la visión


durante prédicas de pastores García, Cardona”. El Caribe (Santo Domingo),
20-3-1954, p.16
38. Sánchez Sánchez, Eudoro. “Ciegos, asmáticos, paralíticos, afirman cura

ante multitud asistente reunión evangélica; pastor García ora para detener la
lluvia”. El Caribe (Santo Domingo), 21-3-1954, p.24
39. Sánchez Sánchez, Eudoro. “Pastor rechaza testimonio de sujeto que dice
curó por obra y gracia de Dios; exorcizan demonios que los atormentan”. El
Caribe (Santo Domingo), 23-3-1954, p.16
40. SILVA, AZARIAS. “Lo que vi y escuché de Luís Urbaez”. Documento.
Pensilvania, Estados Unidos; 12 de diciembre del 2009
41. SUAZO, LUIS. “Vida de Luís Urbaez”. Entrevista Personal. Pastor de la

Iglesia Evangélica del Concilio Iglesia de Dios en Santo Domingo, República


Dominicana: 20 de octubre del 2009.
42. VILLANUEVA, PABLO. “Sobre la trayectoria de Luís Urbaez”.
Entrevista Personal. Evangelista y presidente de la Asociación de Ministros y
Líderes Evangélicos (ASIMILE), Santo Domingo, RD: 4 de septiembre del
2009
ANEXO

LUIS SUAZO
Declaraciones de Luís Suazo, pastor de la Iglesia Evangélica
Pentecostal Getsemaní Inc., y amigo íntimo de Luís Urbaez
Yo no he conocido a un evangelista más usado por Dios que Luís
Urbaez.
Todos esos pastores de la época, Francisco Astacio, Jacinto Pérez,
Lino Lizardo y los demás vieron que en ese joven había algo grande. Era un

hombre con un don de discernimiento tan terrible que al ver una persona
reconocía si estaba o no endemoniada. Uno veía como se producían la
manifestación demoníaca y las liberaciones.
Como él no se ha visto nadie. En las campañas eran sanados los
cojos, los ciegos y los paralíticos, era algo fuera de serie. Lo que pasa es que
calló en la vida de pecado, nueva vez. ¿Usted sabe cómo fue que murió? El
estaba en una discoteca donde lo encerraron y le pegaron fuego. Lo
reconocieron por los dientes. Yo no sé en que parte de Nueva York fue eso.
Pero eso fue así. Como dicen que lo encontraron de rodillas, yo espero que

él haya logrado arreglar su situación con Dios en esa desesperación.


El nació en la Calle Cuba, en San Carlos-En ese momento enseña
varias fotos donde se ve al papá y el pastor Astacio-.
Antes de venir a Cristo era un hombre de mundo. Andaba en los

cabareces buscando mujeres y tomando licor. Es que eso era normal para
nosotros. Los bares eran para nosotros lo mismo que la iglesia hoy.
Después de su conversión, Urbaez decidió buscar a Dios de manera
profunda, empezó a ayunar. Y Dios hizo una excepción con él. A él se le
metió el Espíritu de Dios, tal como se le metió a David, cuando Dios decidió
escogerlo como rey. El ungimiento que tenía Saúl se le traspasó a David.
Aunque cuidaba las ovejas, ya estaba ungido. Y fíjense que eso fue tan
grande que con una simple onda, este muchachito logró colocar una piedra

dentro de la hendidura de la vestimenta protectora que tenía Goliat. Es que


el Espíritu Santo estaba en la mano de David. Esto empezó cuando se
enfrentaba con los osos y con los leones en el campo. El poder de Dios en
David era tan tremendo que era el único que calmaba al rey cuando se le
manifestaba el espíritu demoníaco. Era porque tenía la unción.
Ese deseo de buscar a Dios que hubo en Urbaez le nació de su
verdadera conversión a Cristo. Cuando nos ponemos en las manos del Señor,
él, que es el alfarero, hace la obra en nosotros. Lo otro es que tenemos que
ser como un niño. La Palabra dice que el que no naciere como un niño no

puede ver el reino de Dios. Nunca te creas que eres la gran cosa. Cuando tú
actúas de esa manera, sencillamente limitas a Dios. Es que tú tienes que
depender de Dios. Los niños dependen de su madre.
Cuando Dios lo llamó, él se metió en serio en una búsqueda

profunda. Lo hacía en la Rabelo y en Hatillo, San Cristóbal.


Y este no era un hombre fácil. Cuando él se entregó al evangelio,
hasta los policías se mostraron sorprendidos. El era un gran delincuente.
Tenía una habilidad en las manos.
David García fue como nuestro padre. Manteníamos, también, una muy
buena relación con Costa y con su esposa Dorca.
¿Tú te acuerdas del caso de Elías y Eliseo? Eso ocurrió también con
David García y Luís Urbaez. Dios lo usó con más milagros que el predicador

puertorriqueño. Cuando Urbaez ministraba era enorme la cantidad de gente


que se entregaba a Cristo.
Su mensaje era sencillo. Pero es que no hay que hablar mucho. Los
discípulos lo que hacían era contar lo que habían visto y oído.
Fueron tantos los milagros que yo no puedo señalar uno en
específico. En sus campañas los ciegos veían, los paralíticos dejaban las
sillas de rueda, los mudos hablaban y ocurrían cosas de toda clase.
Incluso, se dice que aunque él estaba descarriado, el poder de Dios
se manifestaba para sanar enfermos. Descarriado oraba y la gente era

sanada. Era un asunto tan fuera de serie, que en una ocasión llegó de
Estados Unidos y encontró una mujer enferma. Ella le dijo que estaba en esa
condición por su culpa.
-¿Y por qué por mí?, le preguntó él.

Y ella le dijo que si estuviera en la fe, ella se sanaría. El le dijo:


-“Para que tu sepas que Dios es el mismo ayer y hoy, voy a orar por
ti.
Le dijo al Señor que aunque él era un pecador, esa mujer era su
sierva, y que debía sanarla. La mujer votó una sustancia negra por la boca y
se paró de la cama.
Bueno, pero la Biblia dice que con la sombra de Pedro, los enfermos eran
sanados.

Yo estuve en la campaña de los cuarenta y cinco días en el Estadio de


la Normal, y allí ocurrieron muchos milagros. Yo viví todo eso. El comía en
mi casa. La gente se convertía en cantidad. Cuando él decía “¡Gloria a
Dios!” la presencia del Señor se movía.
Después que él se fue para Estados Unidos yo le perdí el rumbo. El y
yo éramos como hermanos carnales-en ese momento saca más fotos de su
Biblia-. El tuvo un matrimonio, pero tuvo muchas mujeres en la calle.
En Estados Unidos se metió en un mundo muy bajo. A él lo mató la
mafia. Es que se metió en todo. Tuvo un cambio en su estilo de vida.

Santo Domingo, RD
28 de noviembre del 2009
PABLO VILLANUEVA

Pastor y evangelista, quien compartió y conoció a Luis Urbaez.

Entrevista hecha por el autor de esta obra.


-Pablo estoy recopilando datos sobre Luís Urbaez. Dígame, usted lo
conoció?
-Sí.
-¿De dónde era?
-Yo lo conocí en la capital. El viajaba a un lugar llamado Nigua, San
Cristóbal. Pero en la capital fue donde se crió.
- Dicen que era carterita
-Así es. Pero sumamente diestro.

-Por ejemplo, con relación a los testimonios de él, ¿qué es lo que más
usted recuerda?
-Lo más grande es que hablamos de un hombre analfabeto. El subía al
púlpito sin ninguna preparación. Sin embargo, Dios lo usó de una manera

extraordinaria. El se descarrió. Pero a pesar de todo eso, él se impuso por la


misericordia. Algo muy interesante era el arrojo. Era un hombre atrevido y
eso para un hombre de Dios cuenta mucho. Por ejemplo, cuando a él le
entregaban para predicar en el Estadio de la Normal, como sabía que era
limitado en el verbo, que no era un predicador elocuente, sino que hacía
énfasis en la fe, él de repente decía que no iba a predicar esa noche. Era un
error de su parte, pues la predicación de la Palabra está por encima de todo.
“Y eso lo hacía el en un escenario lleno de gente. Ya tú puedes ver.

Pero él comenzaba a llamar a la gente, a los enfermos, y la gente


respondía. Es que no era el hombre, sino la presencia de Dios. La gente
estaba envuelta en la presencia de Dios. No es como ahora, que todo está
envuelto en papel de celofán.
“Antes se oraba mucho por las campañas. Era un evento que
constituía una gran expectación, y esto a pesar de que no se usaban tanto los
medios de comunicación como ahora. Pero Dios se movía.
-Yo diría que la publicidad eran los mismos milagros
-Sí, había lo que se llama una propiciación. Es decir, había una

preparación en ayuno y oración. Ya no se hace nada de esto. El se iba a un


lugar llamado Hatillo, en San Cristóbal, en la casa de una misionera, esposa
del ministro Aurelio Mejía. Allí duraba semanas enteras encerrado. Ella
murió, pero creo que el esposo está vivo.

“Estamos hablando de que el hombre se internaba con Dios y cuando


salía no era él, sino la unción que Dios depositaba sobre su ministerio.
-Yo fui a la Rabelo, donde él se congregaba, y donde ahora lo que
hay es una tienda de piezas de computadoras. Me dicen que allí se encerraba,
que salía sólo en la tarde para comprar un pan y un centavo de azúcar; pero
que volvía y se encerraba.
-Sí, eso es cierto. Esa congregación era la Iglesia la Cruzada.
-Luís Suazo era muy amigo de él.

-Sí, creo que él te puede dar muchos datos.


-¿Usted llegó a tratarlo personalmente?
-Claro que sí. Te digo que él era prácticamente analfabeto. El no supo
mantener lo que Dios le había dado.
-¿Cuál era su estilo de vida?
-Luís Urbaez practicaba lo que se llama el “mediante”.
-¿Qué es eso?
-Bueno, eso era un truco que hacía con tres monedas. La gente
apostaba y caía en la trampa. El hacía eso en varios sitios, especialmente por

el Mercado de Villa Consuelo y en la Normal, pues allí había más


delincuentes que hacían lo mismo. El Estadio de la Normal era una fuente de
esa delincuencia.
“Luís Urbaez estaba en esa vida de pecado, peleando, pues se

enfrentaba con la Policía y por eso lo metieron varias veces en la cárcel. Era
temerario y atrevido. Era un hombre indio y fuerte”.
-Veo que Urbaez fue un hombre que llegó y, luego, desapareció del
escenario.
-Sí, eso es verdad. Es poco lo que se sabe de él. Duele mucho la
forma en que terminó.
-Dicen que falleció encerrado y envuelto en llamas de fuego en New
York.

-Bueno, no se sabe si fue intencional. Yo no tengo el año en que


ocurrió, pero debió ser en los años 70. El se fue a Estados Unidos y
prácticamente salió del mapa. Luego, entonces vino Yiye Avila con su
ministerio. El se reconcilió, en una ocasión, con el mismo Yiye.
-¿Usted estuvo en la gran campaña de mes y medio que él dio en la
Normal?
-Claro que sí.
-¿Cómo era el ambiente?
-Eso era extraordinario con la presencia de Dios. Eso era a casa llena.

A las dos semanas de estar predicando, le preguntó al público si deseaba que


continuara y el pueblo lo apoyó, aún con el disgusto de los pastores. El
apelaba sólo al pueblo. El no respondía a concilio alguno u organización.
“A la gente no le importaba que la campaña nunca terminara. Yo tuve

que defenderlo ante la molestia de un pastor.


“El año de esa campaña fue el 1966. El era un hombre muy abierto y
sincero. Cuando tenía problema con algún pastor o ministro lo decía
públicamente.
“Eso era un error, una indiscreción y falta de ética. Las iglesias y los
pastores son los responsables de guardar a la grey. Los evangelistas
pasamos”.
-¿Con quién estuvo él?

- El siempre fue independiente. En el principio el perteneció a la


Cruzada en la Rabelo, fue sólo como un trampolín. El siguió por ahí sólo. No
tuvo tiempo de fundamentarse en la doctrina. El creía en solo en la oración, la
Biblia y el Ayuno.
“Dios lo usó así. Es del Señor que depende la gloria, no del hombre.
“En la dirección de sus campañas era autónomo. Tenía su ayudante,
que fue Antonio Costa, quien animaba y su esposa, Dorca Silva, quien
cantaba”.
-¿Qué era lo que realmente ocurría en las campañas?

-Una manifestación grande del poder de Dios. No era tanto por él,
sino que había un pueblo dispuesto. El fue el medio que Dios usó para el
crecimiento. Y, además, Dios respalda siempre su Palabra.
-Muchas gracias Pablo.

Santo Domingo, RD
4 de septiembre del 2009
AZARIAS SILVA

Pastor, evangelista y escritor. Le coordinó campañas a Luis Urbaez,


caminó con él y fue gran amigo suyo.
Permítanme informarles que he tenido la oportunidad de trabajar, y
coordinar toda clase de actividades masivas, en la República Dominicana,
Puerto Rico, varios Estados de la Nación Norteamericana, América Latina y
Europa. Estas actividades las he coordinado para los evangelistas -Jorge

Raschke, Yiye Avila, Ronald Short- más destacados en los países


anteriormente mencionados. Puedo decir, sin lugar a equivocarme y con el
mayor respeto que merecen estos ministros, evangelistas y siervos de Dios y
amigos personales, en la mayoría de los casos, que no he podido ver otro

evangelista que Dios haya usado más en los últimos 50 años que al difunto
Luís E. Urbaez.
Nací y me crié en el evangelio, y de mis 60 años que tengo de edad, al
escribir estas líneas, 40 de ellos los llevo en el ministerio. No escribo estas
informaciones para impresionar al lector o cualquier otra persona que
pueda percatarse de lo que informo, pero sí lo hago como evidencia de que
no estoy exagerando lo que conozco de Urbaez.
Lo conocí en la década de los 60, cuando apenas era un adolescente.

Mi padre, el reverendo José V. Silva, sino fue el primero en darle el pulpito,


está entre los primeros en haberlo hecho (1963). Recuerdo que mi padre, al
saber que a Urbaez no le permitieron estudiar en un instituto bíblico, porque
no reunía los requisitos (apenas recién convertido), le sugirió que se metiera
con Dios en ayuno y oración. Urbaez siguió el consejo y se encerró por 21
días. Cuando salió, mi padre le organizó una campaña en su iglesia. Desde
entonces se perfiló como un instrumento poderoso en la mano de Dios.
Mi herma Dorcas, junto a su esposo, el evangelista José A. Costas, se
unieron a Urbaez y formaron por el 1967 el ministerio El Teen Evangelistico.

Ella y Zila-esposa de Urbaez- cantaban, yo tocaba la guitarra y Costas


coordinaba las cruzadas. También estaba en el grupo el pastor Luís Suazo,
su esposa Georgina, quien fue amigo de infancia de Urbaez.
Fueron muchos los milagros, señales, y prodigios que pude ver a

través de este hombre en las cruzadas celebradas en La Normal de Varones


Juan Pablo Duarte, Santo Domingo, en La Romana, Higuey, entre otros
muchos otros pueblos de República Dominicana.
Entre los milagros puedo contarles el ocurrido en 1968 en el Estadio
de béisbol de Las Lomas, Río Piedras, Puerto Rico. Una señora que había
sido desahuciada por los médicos, fue llevada en una de las muchas
ambulancias que se estacionaban cada noche llevando toda clase de
enfermos. Mientras la persona dirigía los cánticos, Urbaez le pide el

micrófono para decir: “En una de las ambulancias hay una señora que sus
pulmones están dañados por completos, el médico la mandó a su casa a
morir y Dios dice que le está poniendo unos pulmones nuevos. Salga de esa
ambulancia ahora y venga aquí”. Al instante salió una mujer caminando
con los tubos de oxigeno puestos hasta llegar a la plataforma.
Esa señora se convirtió y estuvo perseverando por muchos años en la
iglesia de quien fuera mi suegro el reverendo David Pérez Colón, de la
Avenida Jesús T. Piñeiro de Río Piedras, Puerto Rico.
Conocí al esposo de una hermana, miembro de la primera iglesia al

frente de la cual estuve en Puerto Rico, quien le hacía la vida imposible, al


extremo de golpearla, dejarla fuera de la casa, explotarle los neumáticos
para que no fuera a la congregación y, que además, era alcohólico y
conocido en el barrio como hombre perverso. Por más de tres años asistía a

la iglesia. No se perdía una sola de las campañas que se hacían con grandes
evangelistas. Pero nunca tomaba su decisión.
Esta vez, el predicador fue Urbaez (1975). Al final del mensaje lo
señaló directamente y le dijo: “Tu llevas años viniendo a la iglesia, has
abusado de la misericordia de Dios, has hecho sufrir a tu esposa, pero dice
Dios que hoy es tu día y hoy sabrá que Dios es real”. Al instante este
hombre dio un salto como de tres pies y cayó al piso. Desde el último banco
en donde estaba sentado vino rodando por todo el suelo hasta el altar donde

rodaba. Cuando quise levantarlo por temor a una fractura, Urbaez me gritó:
“Déjalo, para que sepa quien es Dios.” Tras unos 20 minutos, se levantó y
me abrazó. Hoy, junto a su esposa, es el pastor de la segunda iglesia que
fundé en el Barrio Bajuras, de Vega Alta, Puerto Rico.
Otro caso fue el de un recién nacido que fue llevado por su madre al
templo de la iglesia que yo pastoreaba en 1975. Su madre, muy emocionada,
llegó con el pequeño hasta la plataforma donde Urbaez predicaba. Con
llantos le pidió que orara por su hijo, pues los médicos se lo entregaron. El
simplemente le dijo que no tenía debía orar ya debido a que Dios había

hecho la obra. Le describió todo lo que los médicos habían dicho. Al día de
hoy este joven vive en New York y reconoce, al igual que su madre, que está
vivo por un milagro de Dios a través de Urbaez.
Ricardo Fonseca Rivera, un miembro en plena comunión de la

primera iglesia que pastoree en Vega Alta, Puerto Rico, muy de madrugada,
su esposa, vino hasta mi hogar para que yo fuera a su casa a orar porque
aparentemente se había vuelto loco. La fecha fue junio del 1975. Fui y me di
cuenta que era un asunto espiritual que requería liberación. Ese mismo día
llego Urbaez a Puerto Rico para iniciar una de sus últimas cruzadas
evangelisticas que pude coordinarle. Le pedí que fuera conmigo a orar por
este hermano. Una esquina antes de llegar a la casa, Urbaez me dijo: “El
demonio nos va a llamar por nuestros nombres propios”. Justamente al

llegar al frente de la casa, el demonio grito diciendo: “Luís Urbaez y Azarías


Silva, ¿a qué vienen? Lárguense”.
Procedimos a entrar y ver que ocurría. Mientras el endemoniado
brincaba y hacia alarde de ser un famoso boxeador llamado Casius Clay
(Muhama Ali), no pasaron tres minutos sin que Urbaez ordenara que nos
marcháramos. Al subir al carro, y con una de sus manos puestas en uno de
mis hombros, me dijo:
-Azarias……ese te toca a ti. Pasaran 30 días para que sea liberado.
Estás atento a todo lo que esta persona diga y haga porque Dios te vas a

usar grandemente en liberación demoníaca y es importante que aprendas


cómo se comportan los endemoniados. Pon la iglesia a orar y ayunar 24
horas al día porque lo que Dios va a hacer contigo es grande.
Así lo hicimos y, el mismo día que terminamos la cadena de oración y

ayuno, el hermano Fonseca fue liberado por completo. Desde el 1976, a la


fecha de hoy del 2009, este hermano esta firme en el Señor en una iglesia
pentecostal de Puerto Rico.
En la última campaña realizada a inicio del 1976 en Puerto Rico, en
el parque de pelota de Cataño, Puerto Rico, Urbaez detuvo los testimonios
para decir:
-Aquí hay un joven que no cree en que Dios pone plata y oro en la
dentadura. Y alega que lo que yo estoy haciendo es un montaje. A ese joven

le digo que, antes de que nos vayamos de este lugar, Dios lo va a traer a esta
plataforma y le va a demostrar que él es real.
No pasaron 10 minutos cuando este joven salió de las gradas
corriendo y desesperado llevándose por doquier a todo el que encontraba a
su paso. Nadie pudo detenerlo hasta subir a la tarima. Personalmente me
encargue de interrogar a este joven quien me dijo: “No sé qué me pasa, pero
tengo toda la boca adormida y siento algo extraño en ella. Por favor
ayúdeme”.
Urbaez le examinó la dentadura y, efectivamente, estaba toda llena

de partículas de oro y plata. En ese mismo instante el joven se convirtió y


fue de gran testimonio para toda la comunidad.
En una campana efectuada por el 1975 en Los Minas, Santo
Domingo, RD, cuando Luís Urbaez y este servidor llegamos al lugar, nos

detuvo un pastor antes de subir a la tarima y le dijo:


-Tu eres mi amigo, pero no te puedo respaldar porque mi
organización dice que eres un adultero.
Urbaez, con su peculiar mirada de uno de sus ojos afectado por
peleas antes de convertirse, le contesta:
-Muy bien, dicen que soy un adultero, pero sabes que me dice Dios de
ti?....Que tienes una ulcera en el estómago……en el nombre de Jesús
vomítala ahora.

Al instante el pastor vomitó la úlcera. Simplemente me dijo: “Vamos


no le hagas caso”. Este fue para mí uno de los testimonios más
impactantes que pude palpar.
Durante sus estadías en Puerto Rico en 1976, pude llevarlo a
compartir con Yiye Ávila. En ese momento, recuerdo que el evangelista
Ávila me encomendó que ayudara a Urbaez porque también entendía que
Dios le daba una oportunidad para restaurarlo.
Pudimos visitar al conocido predicador David García Madera, en la
ciudad de Ponce, quien admiraba la manera tan poderosa y peculiar que

Dios usaba a Urbaez.


Quiero compartir una anécdota que recuerdo cuando recién conocí a
Urbaez en San Pedro de Macorís, RD. Mi padre me pidió que le
acompañara en una campaña. Cuando íbamos de camino, un joven le dijo:

-Oye, si te doy una bofetada, ¿tú me pones la otra mejilla”?


El le contestó: “Si, pero después tienes que esperar que yo haga lo
mismo contigo”.
El joven reaccionó diciendo: “Este no se ha convertido nada”.
Después que terminé de coordinar las ultimas cruzadas a Urbaez en
Puerto Rico, 1976, y antes de volver a New York, , él fue a mi casa para
despedirse y lamentarse de que ya había llegado la hora de dejarlo que
siguiera solo por otros lugares, tal como Dios me lo había indicado antes de

su restauración final. Con lágrimas en sus ojos y con sus dos manos puestas
en mis hombros, me dijo:
-Mírame bien. ¿Es cierto que me vas a dejar solo?
Le conteste:
-Así es.
De inmediato me susurro:
-Se me va a hacer muy difícil seguir. Yo no puedo dejar de ayunar y
orar porque tan pronto como salgo de los ayunos le fallo a mi Dios. Soy
débil y le he pedido por mucho tiempo al Señor que quite mis debilidades.

Pero sigo igual.


Mis palabras finales hacia Urbaez fueron que se marchara bien lejos
a predicar, pues la gente no lo perdonaría, por más que Dios lo siguiera
usando. Le recordé el caso de David, quien pidió a Dios que lo castigara él

y no los hombres. Acentuó con su cabeza y, finalmente, se marchó. Nunca


más volví a saber de Luís Urbaez hasta la hora de su muerte, unos tres o
cuatro meses más tarde.
Puedo decir, con temor y temblor, que aunque la muerte de Urbaez
fue trágica y lamentable, Dios me ha dado testimonio de su salvación. Esta
afirmación también la confieso porque antes de reconciliarse, dos semanas
antes, Dios me hizo entender que le daría una última oportunidad y que yo
debía ayudar en su restauración.

Cumplí con la encomienda. Le coordiné las últimas campañas en


Puerto Rico. Reitero, aunque físicamente se perdió, sé que su alma se salvó.
De esto doy fe y testifico que todo fue así.

Pensilvania, Estados Unidos


28 de noviembre del 2009

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