Está en la página 1de 20

COMUNICACION, CULTURA Y EDUCACION

Profesoras Margarita Alonso y Roxana Álvarez

CLASE 1

¡Bienvenidxs al ciclo lectivo 2022!


Comenzamos trabajando qué es la comunicación, su relación con la cultura y la educación. Lxs
invitamos a leer la primera clase del eje 1.

EJE 1
El objetivo es que a través de este material puedan ir acercándose a las ideas centrales que
definen la materia.

LA COMUNICACION

Introducción

El lenguaje y la comunicación

Tema: Características generales de la comunicación – Modelos de comunicación lingüística

Marco conceptual

¿Qué es la comunicación?

COMUNICACIÓN: (Del lat. communicatĭo, -ōnis). Transmisión de señales mediante un código


común al emisor y al receptor.

Real Academia Española. Diccionario de la lengua española. Vigésimo segunda edición,www.rae.es[En


línea] Consultado: 17 de marzo de 2010.

Existen varias definiciones para dar cuenta de qué es la comunicación. En general, como se
desprende de la definición de la RAE, se atiende a los siguientes elementos básicos: EMISOR,
RECEPTOR, MENSAJE, CÓDIGO. La comunicación contempla el uso tanto de SISTEMAS
VERBALES (lenguajes naturales) como de SISTEMAS NO VERBALES (gestos, tonos de voz,
ubicación en el espacio, etc.).

Asimismo, podemos diferenciar entre los SISTEMAS DE COMUNICACIÓN HUMANOS (lengua


natural) y SISTEMAS DE COMUNICACIÓN NO HUMANOS (la comunicación animal). Desde
distintos campos del conocimiento, se realizaron propuestas para explicar el proceso de
comunicación. Si bien las reflexiones se remontan al siglo IV a.C. con Aristóteles, es en el siglo
XX, cuando se desarrollan con mayor precisión distintos modelos que intentan dar cuenta de la
comunicación. De esta manera, encontramos una diversidad de aportes desde:

• Las ciencias matemáticas. En 1949 los norteamericanos Claude Elwood Shannon y


Warren Weaver publican The Mathematical Theory of Communication, donde formulan un
modelo mecánico y lineal de la transmisión de información.
• La lingüística En 1934 Karl Bühler propone un modelo en el que explica la comunicación
a través de tres polos, emisor, receptor y objetos, de los que se derivan tres funciones del
lenguaje: la expresiva, la apelativa y representativa. En 1963 el lingüista ruso Roman Jakobson
desarrolla un modelo de comunicación que combina los aportes tanto de Bühler como de
Shannon y Weaver, incluyendo sus propias ideas. En 1980 la lingüista francesa Catherine
Kerbrat- Orecchioni realiza una revisión del modelo de Jakobson, e integra elementos tales
como las competencias ideológica y cultural, las determinaciones psi, las restricciones del
universo del discurso, las competencias paralingüísticas, entre otros.

• la antropología, psiquiatría y sociología En los años cuarenta, un grupo de


investigadores provenientes de distintas disciplinas conforman la escuela de Palo Alto
(California), que se interesa por estudiar la quinésica y la proxémica, es decir, los movimientos
del cuerpo y la significación de las distancias y espacios normalizados que se usan en la
comunicación. Para estos teóricos californianos, la interacción constituye la esencia de la
comunicación, así como también la relación entre sus elementos. Por eso, el receptor tiene la
misma importancia que el emisor. Asimismo, los contextos múltiples, los diferentes modos de
comportamiento (miradas, espacio interindividual, la palabra, el gesto) y la circularidad son
dimensiones que hacen inviable un modelo lineal matemático para estudiar el proceso de la
comunicación, como sucede con el propuesto por Shannon y Weaver. De esta manera, el
aporte de este grupo de Palo Alto consiste en sostener que la comunicación debe ser abordada
desde las ciencias humanas, con un modelo propio, que dé cuenta de la interacción. Estos son
solo algunos ejemplos representativos del intento de sistematización del proceso de
comunicación.

Bibliografía

SERRANO, S. (1984) “Comunicación”. En: La Semiótica. Una introducción a la teoría de los


signo.,

Barcelona: Montesinos, pp.37-51.

JAKOBSON, R. (1963) “Lingüística y poética”. En: Ensayos de lingüística general. Barcelona: Seix

Barral, 1975, pp.125-137.

KERBRAT-ORECCHIONI, C. (1986) “La problemática de la enunciación”. En: La enunciación. De la


subjetividad en el lenguaje. Buenos Aires: Hachette, pp. 17-38.

Bibliografía de referencia:

PÉREZ DE STEFANO, L. (2009), “El lenguaje y la comunicación”. En: A. Cucatto (ed.),


Introducción a los estudios del lenguaje y la comunicación, La Plata: Edulp; cap. 2; pp. 97-152.

El siguiente fragmento expone las críticas principales que Kerbrat-Orecchioni hace a su


modelo

[...] Nuestro esquema supone que cuando uno habla el otro escucha en silencio y viceversa, es
decir que los dos enunciadores desempeñan alternativamente los papeles de emisor y de
receptor. Esta simplificación abusiva (pues ocurre frecuentemente que los diversos
participantes de una conversación “hablen todos a la vez”) es en rigor aceptable en lo que
concierne a los comportamientos verbales propiamente dichos en los que tal situación suele
ser la más normal. Pero es en cambio inadmisible cuando se trata de comportamientos
paraverbales [...] [...]Por otra parte, esta presentación sólo da cuenta del caso más simple, y
finalmente el más raro, de la comunicación: el de la comunicación dual (“cara a cara”) [...]
[...]En este esquema el emisor y el receptor se enfrentan y sus “esferas” respectivas son como
dos burbujas impermeables que se cuidan bien de intersectarse [...] ( Kerbrat-Orecchioni, 1986:
30-31, 36).

Claude Shannon y Warren Weaver (1949) elaboraron un modelo para explicar la comunicación
electrónica, dado que Shannon era un matemático que trabajaba para el Laboratorio Telefónico
Bell. Este sistema fue muy utilizado para explicar también la comunicación lingüística y consta
de los siguientes elementos: fuente – transmisor – señal – receptor – destino. La fuente es la
persona o grupo de personas con un objetivo y una razón para ponerse en comunicación con el
punto final del circuito que es el destino. Entre ellos está el mensaje, “señal”, que es emitido y
captado físicamente por el transmisor y el receptor respectivamente. Una de las metas en la
comunicación es que sea de alta fidelidad, en el sentido de que la fuente ha de lograr lo que
desea; esto puede verse limitado por factores que distorsionan la señal, a los que llaman
“ruido”. Complementariamente, para garantizar el cumplimiento del objetivo de la fuente, los
mensajes contienen repeticiones o reiteraciones, a las que técnicamente denominan
“redundancia”.

d) Roman Jakobson (1960), buscando especificar las funciones del lenguaje, esquematiza los
factores que constituyen todo acto de comunicación verbal:

La comunicación animal

[...]en los primates, la comunicación con los que les son totalmente extraños es francamente
rara. En la mayoría de ellos la comunicación tiene lugar dentro de un grupo social compuesto
por miembros de ambos sexos de edades distintas, que han pasado gran parte de su vida, si no
toda ella, juntos[...] [...]En resumen, (a) las señales de los primates tienden a estar ligadas al
contexto, en el sentido de que el mensaje enviado depende estrechamente de los rasgos
preeminentes de ese contexto, y (b) las señales son multimodales, en el sentido de que pueden
funcionar e intervenir simultáneamente una gran variedad de canales sensoriales, siendo la
visión, la audición y la olfacción los más frecuentes”
(Akmajian, A.-Demers, R.-Harnish, R. (1987), “La comunicación en los primates”. En: Lingüística:
una introducción al lenguaje y la comunicación. Madrid: Alianza; cap. 4, p.60)

La comunicación, ciencia, teoría, objeto de estudio.

Se habla de ciencias de la Comunicación porque se entiende que para analizar los fenómenos
de la comunicación humana se necesita recurrir a ideas, conceptos y métodos de distintas
ciencias (psicología, sociología, filosofía, lingüística, antropología, etc.)La comunicación aporta
un enfoque interdisciplinario sobre los hechos de la cultura y el intercambio de discursos.

También se habla de Comunicación como una teoría, ya que intenta explicar la realidad a partir
de premisas y conceptos, pero no llega a alcanzar el estatus de una Ciencia o cuerpo de
conocimiento completo. Definir a las ciencias de la Comunicación como una serie de teorías,
análisis o investigaciones implica relativizar su campo de estudio. Hay distintas corrientes de
pensamiento que explicaron, a lo largo de casi 50 años, un objeto de estudio, con múltiples
aristas, que abarca los fenómenos sociales provocados por los medios de comunicación, los
cambios en la forma de relación entra la gente producto del desarrollo tecnológico, los valores
sociales impuestos desde los medios de comunicación, las diferentes percepciones de la
realidad, los distintos modos de comunicación humana.

LA COMUNICACION y LA CULTURA

La Comunicación ya ha sido un concepto trascendente durante el siglo XX, pero se ha


transformado en un factor consustancial del siglo XXI. Esa trascendencia particular se sostiene
el hecho de que en todo proceso de comunicación está presente la figura del OTRO y el Otro
por su presencia, incluso por su ausencia, o más aún por su omnipresencia, es el protagonista
del siglo XXI. “El problema del OTRO es el tema de la Comunicación” es una afirmación central
sobre esta cuestión y debe ser comprendida en tanto es la problemática que enfrenta la
Comunicación en cuanto disciplina científica, apoyándonos en la frase del escritor francés
Frantz Fanon, “hablar es existir absolutamente para el OTRO”. Y es un problema que
necesitamos analizar ya que es difícil encontrar un equilibrio en la relación con el Otro. Si el
Otro está demasiado cerca se vuelve inquietante y suele provocar una sensación de rechazo,
pero si el Otro está demasiado lejos la diferencia se vuelve infranqueable. Cuanto mayor es la
presencia del OTRO, hoy en día omnipresente sobre todo por la multiplicación de los
intercambios que propone la tecnología y la hipervisualización que generan los medios de
comunicación, más importante resulta conocer las reglas de la comunicación y sus estrategias.

Pero ya sea a través de medios electrónicos o relaciones interpersonales no hay que perder de
vista que no existe comunicación sin malentendidos, sin ambigüedades, sin pérdidas de
tiempo, sin la aparición de significados inesperados, en definitiva, sin el fracaso de comunicar;
no existe comunicación sin la posibilidad de que la comunicación fracase.

La definición básica de comunicación pertenece al siglo XII, proviene del latín, y responde a la
idea de comunión, de “Tener en Común”; porque la comunicación es antes que nada un
fenómeno normativo, interpersonal y de intercambio con el Otro. No es posible una vida
individual y colectiva sin comunicación. En el siglo XVI se presenta un segundo significado del
concepto “comunicación”, que se interpreta como transmisión o difusión. Este significado está
ligado al desarrollo de las técnicas, que aparecen para “comunicarse mejor”. Esta perspectiva
en nuestro tiempo ha adoptado la forma de los intereses políticos y económicos, para los
cuales la comunicación es una herramienta facilitadora del desarrollo social y económico de
una comunidad, surgiendo la dimensión funcional de la comunicación.

La Comunicación construye a los seres humanos, partiendo de su socialización, de la


transmisión de cultura, valores y creencias, por medio de la familia y del aprendizaje en la
escuela y, últimamente, a través de un nuevo protagonista de esta transmisión de cultura que
son los medios de comunicación. Más allá de las diversas ópticas que registra la definición de la
comunicación, todas ellas confluyen en el concepto de interacción.

LA CULTURA

La Conquista de América. El problema del otro. Tzvetan Todorov, Siglo XXI, México, 2007

Introducción
La Conquista de América, de Tzvetan Todorov, es una interesante contribución al análisis de la
historia del llamado "encuentro de dos mundos". No obstante, las líneas de análisis que sigue
el autor en esta obra son más que historiográficas y se ubican en el campo de la filosofía, y más
concretamente en el de la antropología, desde donde retoma las preocupaciones clásicas sobre
el Otro. Estas líneas de análisis son: el descubrimiento del Yo es posible sólo a través del
descubrimiento del Otro, el cual es solamente una abstracción construida por el Yo; otra
establece: el pasado anuncia al presente, y como parte de la búsqueda del Yo actual, es
importante el estudio del Nosotros en el pasado.

A partir de estas líneas, Todorov se propone demostrar en este trabajo lo siguiente: 1) que la
conquista de América vaticina y establece nuestra identidad presente y nuestra nueva relación
con el Otro, y 2) que el triunfo de la Conquista se debió, primero, al "arte de la adaptación y la
improvisación" de los conquistadores; segundo, a su superioridad en la comunicación de los
signos, y tercero, al hecho de que en las múltiples combinaciones de la tríada amor-
conquistaconocimiento (sobre el Otro) subyacía la firme convicción de la superioridad europea
y, consecuentemente, de que había que asimilar a los nativos.

Regresando a sus premisas originales, Todorov concluye que, en efecto, el descubrimiento del
Yo es posible únicamente a través del descubrimiento del Otro, y más aún, a través del
desciframiento de los vínculos entre uno y otro: del Nosotros. Prueba de estos vínculos en el
presente –nos dice el autor– es la existencia de los regímenes totalitarios. Más aún, continúa
Todorov, el pasado vaticina el presente, y lo que vemos en la evolución de la relación de los
conquistadores con los indígenas (particularmente en Durán y Sahagún) es precisamente el
sketch que vislumbra en embrión el diálogo futuro (p. 241): las estrategias para la
transformación de una sociedad esclavista en una sociedad colonial y la de ésta en un nuevo
tipo de colonialismo. La Conquista, así, proyecta nuestra nueva relación con el Otro. Si por una
parte Colón fue un mero colector de curiosidades, descubridor de una tierra más que de sus
habitantes, y por lo tanto fue nula su interpretación del Otro, por otra la Conquista nos enseña
que para el éxito de la dominación es necesario lo siguiente: primero, la convicción de la
superioridad ante el Otro, para conocerlo y adaptarse a él, con el fin de transformarlo y
asimilarlo a nuestra cultura. Después de todo, nos recuerda Todorov, si la adquisición de un
segundo lenguaje involucra una relación de poder (uno adopta el lenguaje del Otro cuando se
está en situación de inferioridad con éste), los españoles no serían los que asumirían su
asimilación a la cultura indígena. Segundo, el conocimiento e interpretación casi etnográfica del
Otro, considerando que "La buena información es la mejor forma de imponer el poder", nos
dice Todorov (p. 181). Y tercero, la superioridad en el aspecto tecnológico, especialmente en la
comunicación: esto permitirá al colonizador infligir una derrota al Otro principalmente en el
manejo y transmisión de los símbolos.

Así Europa triunfó, a través de la Conquista, sobre los indígenas de América; sin embargo, ese
triunfo fue, paradójicamente, su propia derrota. En esta empresa se vaticinaban los paradójicos
resultados posteriores: los indígenas "caníbales" fueron quemados vivos, sus crímenes fueron
castigados con la pena de muerte; por ello, a pesar de que las formas de vestir, la religión, las
distintas costumbres características del Viejo Continente, y las superiores formas tecnológicas
de comunicación (como la escritura) fueron impuestas sobre el ritual, la comunicación entre las
personas no fue mejor, ni se establecieron formas superiores de valores morales. Finalmente –
afirma Todorov–, la sociedad azteca, con todo y sus sacrificios humanos, no resultó
moralmente inferior que la sociedad europea con sus masacres masivas (p. 252). La mujer
maya, una vez derrotada, no fue sexualmente violada, como hubiera ocurrido en el contexto
europeo, sino arrojada a los perros del español para ser devorada. Esto es lo que puede pasar si
no somos exitosos en descubrir al Otro –concluye el autor–.

El Descubrimiento de América

Es un lugar común afirmar que el afán de encontrar nuevos mundos tenía como principal
motivación la apertura de nuevos mercados, la incorporación de nuevas áreas de explotación
colonial y, en corto, el enriquecimiento de los hombres que se sumaron a las distintas
circunnavegaciones de la época. Todorov, sin embargo, afirma que a estas motivaciones habría
que sumar la del "servicio a Dios; la del simple regocijo de contemplar a la naturaleza, y la
necesidad de buscar nuevas historias que contar. Así, lo divino, lo natural y lo humano, fueron
los ejes sobre los que giró la empresa del llamado Descubrimiento de América" (p. 14). A decir
de este autor, Colón deseaba sobre todas las cosas difundir la religión católica alrededor del
mundo, razón por la cual expresó en repetidas ocasiones su deseo de reconquistar Jerusalén.
Sabía, sin embargo, que para tal empresa requería de vastos recursos materiales, los cuales
pretendía encontrar en el Nuevo Mundo. De esta manera, los propósitos religiosos y de
enriquecimiento eran complementarios para el explorador genovés. Pero, además, en
repetidas ocasiones Colón afirmó que, aun cuando no hubiera ninguna recompensa material
para sus travesías, la sola posibilidad de observar las bellezas de estas tierras (lo verde de sus
bosques y los diversos colores de los pájaros) ya constituía en sí una recompensa. Esta pasión
por la naturaleza del navegante europeo queda de manifiesto en sus diarios de viaje, llenos de
descripciones detalladas de animales y plantas. Finalmente, Colón deseaba enormemente
ocupar el lugar que Marco Polo había dejado como relator de historias épicas, pues después de
todo sus mismas travesías se inspiraban por las historias de su predecesor (p. 13).

Por otra parte, lo Divino es ante todo el prisma del cual Colón interpreta lo Natural y lo
Humano. Él no va al encuentro de lo desconocido, sino al encuentro de sus preconcepciones.
Observa a través de sus creencias, e interpreta sólo en función de ellas. Así, descubre el paraíso
terrenal y rectifica la "falsa" idea que se tenía de las sirenas como seres hermosos. Por eso se
convierte en hábil intérprete de los signos de la naturaleza: conoce a los astros y adivina con
certeza la cercanía de tierra firme o del oro, y así, a pesar de las barreras del lenguaje, dice
entender a los nativos del Nuevo Mundo. En realidad, sin embargo, lo único que Colón
entendía era lo que ya había en sus fundamentos religiosos y lo que había leído en las historias
de Marco Polo. Por eso, cuando los signos de lo Natural o de lo Humano chocaban con sus
preconcepciones, optaba por creer en las segundas, argumentando que los primeros estaban
equivocados: esto lo conduce, por ejemplo, a afirmar que había entendido perfectamente, de
voz de los nativos, que Cuba era una tierra vasta en riquezas, aunque después asegura que los
nativos se equivocan cuando afirman que Cuba es una isla. Estas preconcepciones determinan
que Colón percibiera al Otro de una manera altamente etnocéntrica: el indígena es
simplemente diferente, homogéneo y carente de atributos culturales. Todo lo que el
explorador destaca como característico de los nativos se reduce al color de su piel y a su
estatura, diferentes a las del europeo, pero semejantes entre ellos; para Colón, todos tienen la
misma estatura, la misma desnudez, y todos andan pintados igual (p. 36). Más aún, ninguno
tiene lengua, ley, ni religión. De esta manera, afirma Todorov, Colón descubrió América, pero
no a los americanos. Su percepción etnocéntrica del Otro, proveniente de la convicción de
superioridad que el europeo tenía, aniquiló toda intención de conocimiento etnográfico real
del Otro (aunque no de su invención), y sentó las bases para la justificación del esclavismo y de
la asimilación de los indígenas. Para Colón los nativos no eran más que parte del paisaje natural
del Nuevo Mundo, seres raros tales como pájaros, plantas, animales diversos que no tienen
derechos ni voluntad, y que constituyen especímenes dignos de cualquier colección para ser
mostrada en Europa. De estos nativos no hay nada que aprender, ni su lengua, ni sus
costumbres, mucho menos las diferencias que (además, imperceptibles) tienen entre sí.

Así, para Colón no hacía falta conocer a los indígenas; era suficiente con inventarlos desde la
perspectiva de sus preconcepciones religiosas o novelísticas, como nobles salvajes, como los
mejores seres en el mundo, o como los más crueles, hostiles y cobardes, cuya esclavitud se
justificaba por sus criminales prácticas caníbales. Por eso había que transformarlos, que
asimilarlos. De hecho, como para Colón lo diferente era sinónimo de ausencia, en el Nuevo
Mundo no existía nada, sino que todo estaba por fundar: nuevos nombres, nuevas creencias
religiosas, nuevas costumbres. Y ésa es precisamente la misión que Colón descubre para sí: la
asimilación de los indígenas (después de todo, el intercambio de oro por religión era justo
desde su perspectiva) y la edificación del Otro sobre los cimientos de sus preconcepciones.

La mirada del otro y hacia el otro

Tratar de entender cómo viven y cómo piensan otras sociedades, buscando más de una
explicación, más de una interpretación, puede ayudar a comprender a los distintos grupos de
personas que conforman lo que denominamos “humanidad”. Aunque se hable en general,
aunque se sepa que el hombre es biológicamente el mismo aunque tenga piel de distinto color,
distinta altura, distinto peso, distinto pelo, que sufre, siente y ama, tiene distintas claves para
interpretar el mundo y para aproximarse al mundo y a los otros seres. Lo hace siempre desde
su propia cultura. No podemos decir que las costumbres diferentes a las nuestras estén bien o
mal; no se trata de juzgar. Por ahora nos tenemos que formar para abrir los ojos, tener alertas
los oídos, agudizar el sentido crítico y tener siempre presente el respeto y la tolerancia hacia
los demás. Para ellos es necesario reflexionar acerca de la cultura y la comunicación en
nuestra vida cotidiana, en nuestras prácticas educativas.

El mundo globalizado nos enfrenta hoy con miradas que hace unos quince años eran mucho
menos cotidianas para nosotros: podemos enterarnos de cómo se vive en un pueblo del otro
lado del mundo sin salir de casa. Esto añade un grado de complejidad a los estudios culturales
y comunicacionales que hace un par de décadas eran absolutamente impensables. Ya no se
trata de estudiar tribus o sociedades diferentes y reflexionar sobre ellas. A través de las nuevas
tecnologías y los medios sociales (social media), el otro está aquí, en casa, con su visión del
mundo y sus costumbres. Y además, nosotros somos otros para ellos. Además, esto tiene su
correlato en el mundo físico: el flujo de las corrientes migratorias en los últimos años, por
todos lados, nos acerca a ese mundo que retrató tan precisamente la película Blade Runner, un
relato sobre un futuro multirracial, en el que conviven seres humanos de todos los orígenes,
mezclando costumbres de distintas culturas. Y no tanto por la decadencia de esa Tierra
olvidada, sino por la mezcla de sus habitantes. El mundo es plural, aunque a muchos no les
guste. Y una mirada amplia, flexible, respetuosa –lo que no significa estar de acuerdo
completamente con todo lo diferente– es lo que hace falta para comprender el entorno en el
que vivimos.

Sabemos que existe una mirada hegemónica que impera en una sociedad y en un tiempo
histórico determinado, ¿pero cómo se impone y –lo que es más importante– cómo se legitima?
Las personas no son tontas ni sumisas, con lo cual está claro que existen mecanismos que
llevan a que esas ideas se acepten –o al menos se toleren– por parte de la mayoría de los
miembros de esa cultura. Una de las formas más antiguas (y eficaces) de hacerlo es a través del
etnocentrismo. Es un buen ejemplo para entender cómo funcionan las estrategias para
legitimar cierta mirada sobre el mundo, ya que este tipo de mecanismos pueden aplicarse de
distintas formas, en diferentes sociedades y en diversos períodos históricos.

ACTIVIDADES PARA REFLEXIONAR SOBRE ESTE PRIMER EJE.


1. Pensar al otro. ¿Qué plantea el texto sobre ese otro, como se lo describe,
porque hay que someterlo?
2. ¿Crees que existen hoy en la actualidad, miradas parecidas?

Adjuntamos a continuación un texto de Rodolfo Kush, un antropólogo argentino, en con su


texto Introducción a América, del libro América Profunda.

También podría gustarte