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JESUS ES GLORIFICADO

Hoy celebramos la fiesta de la Aserción de Jesús. Es el momento en donde Jesús culmina su


obra y es glorificado por el Padre, es elevado y sentado a su derecha, le da todo el poder en
el cielo y en la tierra, es el Hijo del Hombre en donde Dios habita en toda su plenitud. En
Cristo, Dios es glorificado. Él es el hombre que encarnó la relación más íntima con el Padre
celestial, se identificó con Él para hacer lo que Él hacía. Por su obediencia hasta la muerte,
Dios lo glorifica, lo resucita y lo sienta a su derecha, una expresión bíblica para decir que lo
hace participante pleno de su propia vida. Allá en el cielo, a la derecha del Padre,
participando del poder de Dios, hay un hombre con manos como nosotros, cabeza como
nosotros, que piensa como nosotros, un hombre glorificado, acabado, perfecto, primero
entre todos, modelo para toda la humanidad. Ésta es la Ascensión; es la nueva ruta que
Jesús ha inaugurado. El nos da el Espíritu de sabiduría y de revelación para conocerlo y
poder seguirlo, para que podamos hacer nuestra la fuerza poderosa que Dios desplegó en
Cristo resucitándolo. Esta es la gran revelación que Cristo trajo: enseñamos la nueva
relación del hombre con Dios, identificarnos con el Padre.

A dónde ha llegado ya la gloria de la cabeza, hacia allá tienden en esperanza los miembros
del cuerpo. Detrás de él va llevando a todos sus miembros, todos sus seguidores. Cristo ha
subido a los cielos no sólo para ser glorificado Él, sino para que toda la humanidad se
glorifique en Él. Él quiere hacer participe de su ascensión a los hombres de todas las
naciones, viviendo ellos una historia limpia de pecado. Quiere que las historias de los
pueblos coincidan con su historia de salvación. Todas las acciones humanas en los
diferentes campos de la vida: cultural, social, económico y político, la ciencia, la tecnología,
el progreso temporal, el que haya campos llenos de flores, frutos y semillas para alimentar
a todos, que haya buenas carreteras en la patria, aeropuertos, y sobre todo la convivencia
humana pacífica, inteligente y amorosa; todo esto debe seguir la ruta que Jesús marcó, el
proyecto de Dios, el reino de los cielos, para elevarlos hasta lo más alto, para llegar a lo
divino, para darle a nuestra historia fuerza de salvación. Si poseemos la gloria de Dios Padre,
si poseemos al que es todo y tiene la vida de Dios no podemos buscar rivalidades con el
poder y las riquezas del mundo. Todo es basura ante este bien supremo.

Los discípulos que se han quedado estáticos contemplando aquel Cristo escucharon una voz
que les decía "Varones de Galilea, ¿qué estáis contemplando al cielo? Ese Jesús que así ha
subido hoy a los cielos, volverá". Volverá y ya está presente en medio de ellos para continuar
su obra. La ascensión no ha terminado, cada vez que llega a su fin la vida de un cristiano hay
ascensión. Toda la vida es ascensión y Cristo nos acompaña: “yo estoy con ustedes todos
los días hasta el fin del mundo". ¡Qué consuelo este más grande! ¿Dónde está? en el rostro
del que sufre, donde hay un enfermo, un migrante, un abandonado, torturado,
desaparecido, un encarcelado, en las víctimas de la violencia causada por el crimen
organizado, en aquel que da una palabra de aliento, en el servidor, en el catequista, en la
mano del sacerdote que celebra la Eucaristía, en todas las comunidades donde hay fe,
esperanza y amor. ¿cómo es esa presencia gloriosa de Cristo aquí en la tierra’. Es el ser
humano cuando tiene vida y dignidad, como dijera San Irineo, la gloria de Dios es que el
hombre viva. Cristo vive ahora en cada familia, en cada barrio, en cada pueblo, donde se
procure la paz, la armonía, la concordia, la comprensión, el cariño, el respeto, la ternura, la
misericordia. Esta es la glorificación de la humanidad en Cristo.

Con la Ascensión del Señor se ha inaugurado la fase última de la historia: la hora de la Iglesia.
Cristo vive en su iglesia glorificada en donde reina la unidad, el amor y la paz y le ha
encargado seguir haciendo presente el Reino. Esta es la esposa amada que espera al esposo
que retorne del viaje para abrazarse y vivir juntos en la alegría que no tendrá fin. Hacia allá
camina nuestra Iglesia.

La gloria de Cristo también se hace presente en el universo. Todo cuanto existe fue creado
por Él y para Él. Cristo es la explicación última de toda criatura. Vino no sólo para salvar del
pecado a los hombres sino para salvar de la esclavitud del pecado a la creación entera, que
como dice San Pablo, está gimiendo bajo el pecado de los hombres. Todo ha sido creado
por Dios y es bueno, pero los hombres lo han sometido y destruido. Y, por eso, la Ascensión
de Cristo anuncia que la creación entera será también redimida en Él. El universo se alegra,
los bienes de la tierra se alegran, el poder se alegra, todas las cosas materiales: los campos,
las ciudades, todo se alegra porque Cristo ha iniciado el camino de ascensión para todos,
sabrá redimir del pecado, de la esclavitud, de la ignominia, todo cuanto Dios ha creado. Es
un testimonio de la justicia final esta presencia de Cristo subido a los cielos.

Esta glorificación de Dios, del hombre y del universo iniciada en Cristo, la ha encomendado
Cristo a cada uno de sus seguidores y a toda la humanidad. Nuestra misión es expandir la
gloria de Cristo en cada ser humano y en el mundo entero. Tenemos que predicar ese reino
de Dios, esa glorificación de Cristo ya en la historia y ya en el mundo. Todos nosotros con
pies en el polvo de tierra, con aflicciones de nuestras situaciones sociales, políticas y
económicas, somos los hombres concretos, somos la creación concreta que Cristo quiere
elevar para hacernos partícipes de su gloria. Colaboremos con Cristo a hacer un mundo
mejor. Amémonos mutuamente, construyamos una sociedad basada en una paz que se
cimiente en la justicia tal como Dios lo quiere y nuestra fe lo va a proclamar ya. Hagamos
que el progreso de nuestra familia, de nuestros pueblos y de nuestra patria sea parte del
camino de ascensión y glorificación en nombre de Cristo Jesús.

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