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I clase, blanco
Gloria, Credo y prefacio de Cristo Rey
Se omite el domingo correspondiente.
Nuestro Señor Jesucristo, Rey de las almas y de las conciencias, de las inteligencias y
de las voluntades, lo es también de las familias y de las ciudades, de los pueblos y de las
naciones; en una palabra, Rey de todo el Universo. Toda la misa y el oficio de la fiesta
de Cristo Rey son una proclamación solemne de la realeza universal de Cristo. "Sí, Yo
soy Rey -dijo Jesús a Pilatos-, para eso precisamente he nacido y venido a este mundo:
para dar testimonio de la Verdad". Su reino no es de este mundo, es decir, no es un
reino temporal; "es el reino de la Verdad y de la vida, el reino de la gracia y de la
santidad, el reino de la justicia, del amor y de la paz". (Prefacio). Es el reino divino de
la Santa Iglesia, en el que se proporciona la salud a los enfermos, la luz a los ciegos, la
libertad a los cautivos. Sus habitantes tienen poder para hacerse hijos de Dios, para
vivir una vida divina, para gozar de la libertad; aparta del yugo de Satanás y nos
comunica los bienes divinos. Este debe ser un día de acción de gracias al Padre, por
haber constituido Rey y Señor de todo a su divino Hijo; un día de homenaje y
acatamiento y de acción de gracias al Hombre-Dios, que se dignó trasladarnos a su
reino. Debemos, por tanto, decir con San Pablo: "Damos gracias a Dios Padre, que nos
hizo dignos de participar de la herencia de los santos en la luz. Él nos arrancó de la
potestad de las tinieblas, y nos trasladó el reino de su amado Hijo".