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A veces, Dios mismo siente ira. Por ejemplo, en el pasado, cuando sus siervos rompieron la
promesa de adorarlo solo a él y empezaron a servir a dioses falsos, “la cólera de Jehová se
encendió contra” ellos (Jueces 2:13, 14). Aun así, la ira no es una característica dominante de
la personalidad de Jehová. Cuando se enoja, siempre es por una razón justificada y controla
perfectamente su ira (Éxodo 34:6; Isaías 48:9).
Caín se enfureció cuando Dios rechazó su sacrificio, y permitió que la ira se adueñara de él
hasta tal punto que asesinó a su hermano (Génesis 4:3-8).
El profeta Jonás se puso muy furioso cuando Dios perdonó a los habitantes de Nínive. Dios
corrigió a Jonás diciéndole que no tenía razón para haberse “enardecido de cólera” y que
debería haber sentido compasión por aquellos pecadores arrepentidos (Jonás 3:10-4:1, 4,
11). *
Estos dos ejemplos muestran que “la ira del hombre no obra la justicia de Dios” cuando no
está controlada ni justificada (Santiago 1:20).
Calmar la ira antes de que nos lleve a hacer algo de lo que nos arrepintamos. Salmo
37:8 dice: “Depón la cólera y deja la furia”, y luego añade: “No te muestres acalorado solo
para hacer mal”. Según estas palabras, cuando nos sintamos enojados, antes de acabar
haciendo algo malo, tenemos la opción de calmarnos. Como dice Efesios 4:26, “estén
airados, y, no obstante, no pequen”.
Irnos antes de que la ira estalle, si es posible. La Biblia dice: “El principio de la contienda
es como alguien que da curso libre a las aguas; por eso, antes que haya estallado la riña,
retírate” (Proverbios 17:14). Aunque está bien resolver las diferencias con los demás lo
antes posible, es probable que tanto nosotros como la otra persona necesitemos
calmarnos antes de hablar del asunto.
Averiguar todos los hechos. “La perspicacia del hombre ciertamente retarda su cólera”,
dice Proverbios 19:11. Sería prudente averiguar todos los hechos antes de llegar a una
conclusión. Escuchar con atención todos los detalles de un asunto evitará que nos
enojemos sin razón (Santiago 1:19).
Pedir a Dios paz mental. La oración puede ayudarnos a sentir “la paz de Dios que supera
a todo pensamiento” (Filipenses 4:7). La oración es uno de los medios principales por los
que recibimos el espíritu santo de Dios, que produce en nosotros cualidades como la paz,
la paciencia y el autodominio (Lucas 11:13; Gálatas 5:22, 23).
Proverbios 16:32: “El que es tardo para la cólera es mejor que un hombre poderoso”.
Proverbios 17:14: “El principio de la contienda es como alguien que da curso libre a las
aguas; por eso, antes que haya estallado la riña, retírate”.
Lo que significa: Podemos evitar enojarnos sin razón si tenemos en cuenta todos los
aspectos de una situación en vez de sacar conclusiones precipitadas.
Proverbios 22:24, 25: “No tengas compañerismo con nadie dado a la cólera; y con el
hombre que tiene arrebatos de furia no debes entrar, para que no te familiarices con sus
sendas”.
Lo que significa: Si nos relacionamos con personas que tienen arrebatos de ira, es
probable que acabemos actuando igual.
Proverbios 29:11: “Todo su espíritu es lo que el estúpido deja salir”.
Lo que significa: Lo más sabio es controlar nuestras emociones en vez de dejar que ellas
nos controlen.
Gálatas 5:22, 23: “El fruto del espíritu es: amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad,
bondad, fe, apacibilidad, autodominio”.
Lo que significa: El espíritu santo de Dios, es decir, su poder en acción, puede producir
en nosotros cualidades que nos ayudan a combatir la ira.
Lo que significa: No siempre podemos evitar sentir enojo, pero sí podemos evitar
reaccionar con ira.
Santiago 1:19: “Todo hombre tiene que ser presto en cuanto a oír, lento en cuanto a
hablar, lento en cuanto a ira”.
Lo que significa: Podemos calmar nuestra ira si aprendemos a escuchar a los demás.
^ párr. 6 Parece que Jonás aceptó la corrección y aprendió a controlar su ira, pues más tarde Dios lo usó para
escribir el libro de la Biblia que lleva su nombre.