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SISTEMAS PENITENCIARIOS
[POR EL DR.
P.D ~ ~ ~ C E V E D~ASTELLO-FRANCO
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CONUNPRdLOGODEL
DR.F ~ ~ f i n f i bCnoneso
o
Inspector General de Prisiones
MADRID
REVISTA DE LEGISLACION UNIVERSAL
S a n Belrnardo, 58.
Requerimientos anlistosos á que no he po-
dido sustraerme, motivan este prólogo á la
interesante obra del ilustre publicista portu-
gués, Castello-Branco.
Aqui, donde tan pocos libros de Aiitropo-
logia criminal se producen, donde la legis-
lación punitiva se encuentra tan atrasada y
la penitenciaria es tan abigarrada y confti-
sa; donde los medios preventivos de la cie-
lincuencia y los sistemas para ejecutar las
penas son tan aicáicos como ineficaces, re-
snlttt plausible la idea del malogrado sefior
Rueda, de verter al castellano el libro que
se prologa, en estas concisas líneas, y de in-
dudable 6 importante utilidad su estudio.
El autor, que 'ha dedicado su fecunda in-
teligencia y perseverante actividad á 10s
- VI -
problemas penales penitenciarios; que, como
escritor, ha prodilcido varias obras origina-
les en su patria y en su idioma, y traducido
otras del francés y del italiano; y que, como
funcionario público, ha logrado encarnar en
la realidad y en el grado que las circunstan-
cias permitían, su labor especulativa, ya en
la Peni teiociaría central de Lisboa , como
subdirector, ya en el Gobierno, como Minis-
tro de Jiisticia, ya, en fin, en el Parlamen-
to, como Diputado, ha tenido el acierto de
maridar en la presente la teoría con la prác-
tica, quitando 6 la abstracción todo lo atópi-
co, que suele fascinar B los iliisos, defendien-
do, no obstaiite, el ideal, para dar vida y
organización á los hechos, sistematizando
éstos eir vista de las leccioiles y eriseiianzas
facilitadas por la experiencia y recogidas
por la propja observaci.óti, ora en el ejerci-
cio de altos cargos, ora en visitas de estudio
á paises extranjeros.
Ea los quince capítulos de que consta,
trata cle las cuestiones peiiitenciarias y de
antropologfa criminal más vitales; y si bien
en la parte descriptiva iio desciende á los de-
talles, y en la teórica no se da gran exten-
sión á las materias, acaso por la variedad y
lo complejo de éstas y el carácter conciso del
libro, una y otra se presentan en atinadas
sfntesis y con claridad suficiente para dar á
conocer al lector, con facilidad y economfa
de tiempo y de trabajo, las Prisiones que
describe, los sistemas que expone y las es-
cuelas y doctrinas que analiza.
Dos naciones, Bélgica y Holanda, peque-
ñas en territorio, nutridas en población, bri-
llantes por su cultura, han progresado por
extraordinario modo, sobre todo la primera,
en arquitectura y régimen penitenciarios, y
el Sr, Castello-Branco pone de manifiesto es-
tos progresos, examina las causas á que han
obedecido los factores y las fuerzas que los
han impulsado y los sostienen. De su estu-
dio toma la parte esencial para aplicarla en
su pais, y logra que arraiguen y florezcan
nuevas instituciones, como la Penitenciaria
Central de Lisboa, que queda mencionada,
laa colonias para jóvenes delincuentes, y
otras cuya implantación y desa'rrollo procu-
ra, con ostensible y laudable interés, el ve-
cino reino lusitano.
A nuestra Prisión Celular de Madrid dedi-
ca el tercer capitulo para dar idea de su ern-
plazamiento, de su estructura, de su régi-
men interno y apreciar los inconvenienttes
que surgen al aplicar la variedad d e trata-
It
- VI11 -
mientos requeridos por la distinta condición
legal en que se hallan los reclusos, segiln que
son procesados 6 penados, jóvenes 6 adultos,
politicos 6 delincuentes comunes, de estan-
cia fija 6 transeuntes, sujetos unos al siste-
ma celular y sometidos otros al aglomerado,
iilconvenientes que ficilmente se compren-
den y que malogran lo capital del pensa-
miento que inspiró la construcción del es-
pléndido edificio, 6 al menos dificultan gran-
demente la realización del fin penitencia-
rio que debiera realizar el establecimiento
levantado para servir de modelo en su
clase.
Objeto del capitulo cuarto, es el sistema
penal progresivo; y para darle á conocer
estudia la génesis y evolución de sistemas
anteriores de los cuales se deriva 6 por los
cuales se provoca, dando noticia del regi-
men de comunidad, de la servidumbre pe-
nal inglesa, de la deportación á Maryland y
á Virginia, en la América del Norte primero,
y á Botany-Bay , Port-Jakson, Sydney y Nor-
folk en la Australia y van-Diemen después;
de las causas 6 que fué debida la supresión
de las colonias penales que la gran Bretafia
llev6 á sus lejanas posesiones de Ultramar,
de la oposición y modificaciones del sistema
- IX -
y de su perfeccionamiento logrado por Crof-
ton en Irlanda y generalizado después en
Inglaterra y en las naciones más cultas de
Europa y América.
Partidario el autor del sistema celular, as-
pira á que se extienda en su pais, y á tal
e£ecto, defiende con calor y gran acopio de
citas de crinrminalistas y frenólogos, de argu-
mentos propios y de hechos positivos, el pro-
yecto presentado al Parlamento en 1888
para la construcción de nuevas penitencia-
rfas, cuya materia desarrolla en el capitulo
quinto. Empero, al defender el régimen ce-
lular, quiere que actúen en él como partes
integrantes todos los elementos que le cons-
tituyen, el trabajo, la 'enseiianza moral, li-
teraria, religiosa é industrial; las visitas de
personas inteligentes, de sentimientos filan-
trópicoa y de compasión hacia el cafdo,
para que el aislamiento de la celda no de-
genere en solitario y desesperante encierro,
muy apropósito para llevar al recluso á la
desesperación 6 á la demencia, como suele
suceder en no pocas Prisiones de esta indole.
En tales casos resulta insostenible por cos-
toso y contraproducente por sus resultados.
No trata s61o en su discurso de1 sístema celu-
lar; se ocupa también de la colonización pe-
- Y -
nieenciaria, tanto interna como externa; del
personal de funcionarios, de las distintas
clases de reclusos, de los menores delin-
cuentes y del tratamiento educador que de-
be dárseles; de la eficacia del trabajo, de las
sociedades de patronato, llamadas á hacer
sentir su importante acción social en los es-
tablecimientos y á tender su mano protec-
tora á los penados cuando salen de ellos, ya
extinguida su condena, para librarles de las
reincidencias en que inevitable y forzosa-
mente caen si les faltan la gufa y el apo-
yo necesarios al dar los primeros pasos en
la vida libre; de la libertad condicional, y
de otros interesantes puntos, que en con-
junto constituyen un útil 6 interesante com-
pendio de sana doctrina y de atinada orien-
tación penitenciarias.
De las escuelas penales y de la crimina-
logia, tratan los capftulos restantes, hasta el
a6cimoquint0, dedicado A la libertad con-
dicional de los sentenciados.
Nueva la sistematización de los conoci-
mientos criminológicos, el estudio que Cas-
rello-Branco hace en esta parte de su obra,
es evidentemente provechoso , porque en
abreviadas sintesia da á conocer los criterios
de 10s cl~sicosy de los positívistas de más
- xc -
conocido nombre y de mayor fama en la cien-
cia; las teorfas sustentadas respecto á los
criminales de profesión, á la antropometria ,
al trabajo, á la herencia morbosa, á la epi-
lepsia y su acción en la delincuencia, á la
antropología criminal y al tatuaje.
En las páginas dedicadas á las escuelas
clásica y positivista, se establece un parale-
lo y se hace una clara exposición de los
principios en que se fundan y criterios que
sostienen una y otra en punto á delincuen-
cia y á penalidad, y de los procedimientos
más adecuados para disminuir la primera y
lograr con la segunda eficacia mayor. El
autor se inclina á las nuevas ideas, pero no
admite todos los principios de la escuela.
Partiendo del libro del marqués de Beccaria,
sobre el Delito y la Pena, sigue el desarrollo
de las doctrinas filos6ficas que fundan el de-
recho de castigar en la libertad de determi-
nación para obrar, que en el delincuente re-
conocen, en la imputabilidad de los actos a l
que los realiza y en la consiguiente respon-
sabilidad en que incurre, como ser inteli-
gente y dotado de libre arbitrio, y en la ne-
cesidad de corregirle, educando y cstmbian-
do su voluntad contraria al derecho. Frente
á estas teorias, coloca las de los positivistas,
- XII -
que negando la libertad en el culpable para
determinarse, estiman los actos dafiosos que
realiza como consecuencia fatal é ineludi-
ble de su constitución orgánica, tanto física
como psíquica, y del medio material y so-
cial en que vive, haciendo descansar e1 de-
recho punitivo en la defensa social y justi-
ficando sus sanciones con el instinto y la ne-
cesidad de propia conservación en la espe-
cie, que reacciona contra el individuo que
la ataca y se convierte en obstáculo y peli-
gro para su normal y progresiva evolución.
El estudio de Los criminales habituales,
constituye un instructivo 6 interesante capi-
tulo de sociología penal. Con mano maestra
se describe á estos enemigos declarados de
la sociedad, que constituyen la levadura de
la criminalidad sangrienta y viven en cons-
tante y abierta hostilidad á las leyes y á to-
dos los principios de moralidad y de orden,
y con argumentos y hechos tomados de la
vida real, se demuestran las causas que oii-
ginan y mantienen plaga tan nefasta como
extendida y constante.
-De ordinario-dice con razón y pleno
conocimiento el autor-inician su carrera
por la vagancia, pasando por el hurto insig-
nificante, la embriaguez, el uso de armas
- XIII -
prohibidas, la resistencia á los agentes de l a
autoridad, hasta las audacias del robo y del
asesinato. Capturados y juzgados correc-
cionalmente en el principio de su aprendi-
zaje, van á cumplir la sentencia en cárceles
en donde una alegre y cínica promiscriidad
se convierte en escuela de mútua corrup-
ción, cuando no es escuela práctica de pic7c-
pochets, como el célebre patio de los micos
de la derribada Prisión del Saladero en Ma-
drid, 6 de esgrima de navaja, como el Li-
moeiro de Lisboa, en donde fadistas eximios,
hace poco tiempo aún, adiestraban á los no-
vicios en el juego de aquella arma, de uso
tan vulgar y causa de tantos asesinatos y
conflictos sangrientos. Las leyes, por su
parte, reduciendo el tiempo de las conde-
nas, 6, Ia vea que el Jurado con su mal en-
tendida benevolencia unas veces, con su
exagerada y en tal concepto dafiosn íilantro-
pía otras, cuando no por móviles de origen
más turbio, según se dice en el libro, con-
tribuyen también á que la ola de la delin-
cuencia habitual aumente y llegue á consi-
derarse el delito, por gentes de tal ralea,
como la profesión más lucrativa y menos
peligrosa,
Defiende el Sr. Castello-Branco la identi-
- XIY -
ficación de los delincuentes por medio de la
antropometria, sin conceder á este procedi-
miento la exagerada importancia que al-
gunos le suelen dar. La antropometria no
es, en realidad, otra cosa que la antigua
filiación que se tomaba 6 los reclusos, y que
aGn en muchas partes se toma, perfecciona-
da con datos y mediciones de mayor preci-
sión y fijeza, fáciles de apreciar en los indi-
viduos y de recoger y cansignar en las hojas
6 fichas preparadas al efecto.
Dar otra extensión y otras proporciones
á procedimiento tan sencillo, tan práctico y
de tan corto aprendizaje, es sacar este ser-
vicio de sus naturales y modestos limites 6
invertir en él tiempo y recursos muy supe-
riores á los que por su indole racionalmente
requiere, distray6ndolos de otros problemas
y atenciones que con apremio los deman-
dan.
Relacionado con la antropometria se halla
el tatuaje, que el autor estudia en el capi-
tulo catorce. Es ciertamente tino de los ca-
racteres somáticos externos que pueden ser-
vir y sirven para dar á conocer á los delin-
cuentes tatuados, como lo son las cicatrices,
deformidades, mutilaciones y otras señales
que individualizan y concretamente deter-
- XV -
minan, á la persona en que se hallan. Pero
considerar tal carácter como signo distiiti-
7-0 de tendencias y predisposición crimina-
les y atribuirle á una manifestación atávica,
recordatoria y demostrativa del estado 6 ins-
tintos de razas salvajes, cosa es que se halla
poco conforme con lo que la realidad enr;e-
ña, y áun que ha sido expuesto el hecho con
gran detalle y numerosos ejemplos, y soste-
nido el criterio con firme convicción por el
doctor Lombroso y sus partidarios de la es-
cuela positivista en Italia, otros ilustres es-
critores lo rebaten, presentando sólidos ar-
gumentos y comparaciones acertadas, que,
á mi entender, dan al traste con la teoría
lombrosiana en eyte punto.
Atribuye el escritor italiano la costumbre .
- de tatuarse á la insensibilidad fisica domi-
nante en los pueblos primitivos; y al obser-
var su práctica entre determinados crimi-
nales, la estima como un salto atrás y una
regresión á aquel estado. M. Tarde, que es-,
tudia este carácter en su ~ h i l o s o ~ h Péna-
ie
ie, demuestra haberle encontrado en milita- .
res,, en marinos y en gentes supersticiosas, '
de vida honrada y de correcto proceder, y ,
concluye diciendo:
.Si se admite que la asimilación del
e ,. . cri-
- XVI -
mina1 al salvaje ha podido tener algfin fun-
damento, esto se va visiblemente perdiendo,
á medida que el crimen se manifiesta menos
en las poblaciones atrasadas de los campos,
y más y más en el medio corrompido y refi-
nado de las grandes y populosas ciudades. »
M. Proa1 aboga por las mismas ideas que su
compatriota, y en su libro El Delito y la Pena,
escribe: «Porque el tatuaje se usa entre loa
soldados, los marinos y los obreros, como
entre los criminales, ¿debe hacerse de ello
indicio de criminalidad? Toda vez que está
inspirado por la afición 6 el bien parecer,
que es comdn á todos los hombres, ¿por qué
deducir que constituye un signo caracterfs-
tic0 de la criminalidad?, El mismo criterio
sustenta el catedrático Aramburo en su Nue-
ua ciencia Penal, contribuyendo á sostener
l a referida costumbre la ociosidad en que se
hallan los recluaos y la aglomerada confu-
sión de la vida carcelaria. La misma opinión
exponen otros publicistas que no se citan
aquí, por no permitirlo ni el espacio ni el ob-
jeto de este prólogo, A estas opiniones uni-
mos la nuestra, por creerlas más conformes
con la realidad que las sostenidas por el
profesor de Tusin.
En la ordenada exposición de materias
- XYII -
que va haciendo el autor, trata del trabajo
de los penados en el articulo noveno. Sólo
se ocupa del que pueden y deben ejecu-
tar en obras pfiblicas 6 explotaciones agrf-
colas.
Si entrafia indiscutible importancia el pro-
blema del trabajo en el interior de los recin-
tos penitenciarios, no es menor la que tiene
el que puede ejercitarse extramuros de las
Prisiones por los grandes contingentes de re-
cluso~que las llenan. El establecimiento que
dedica su población penal al. trabajo fitil y
reproductivo, pone en juego el más podero-
so resorte para mantener el orden, para re-
formar a l culpable y para resarcir a l Esta-
do, en el grado exigible, de los dispendios
que le ocasiona la persecución del delito y
la imposición y ejecución de la pena. Las
colonias penitenciarias de jóvenes deben es-
tablecerse en todo pais culto que carezca de
ellas y propagarse en los que ya las tienen,
porque es el medio más eficaz para vigorizar
el cuerpo y sanear el alma de los precoces
delincuentes, con lo cual ae les libra del
consumidor y nocivo encierro carcelario y
se logra que fecunden la tierra con su es-
fuerzo y levanten su espiritu por obra y vir -
tud de una labor provechosa. Los adultos,
- XYlII -
segdn sus condiciones y aptitudes, deben
igualmente dedicarse á trabajos de este gé-
nero, á construcción de edificios para aten-
ciones oficiales, vías de comunicación, cana-
les de riego, puertos, etc., según lo practi-
can, con resultados fructiferos, las naciones
que mejor entienden sus intereses, como hace
ver el Sr. Castello-Branco en su libro. Mas,
estos trabajos, sobre todo los de carácter
agricola ejecutados por adultos, han de en-
cerrarse dentro de los limites que la pruden-
cia y la discreción aconsejan, asi en lo que
concierne 4 las comarcas de instalación,
como en lo que respecta á la indole de los
establecimientos y á la clase de penados que
á los mismos se destinen, para no caer en
las quimeras y utopias que al presente aca-
rician los idealistas exagerados, con lo que
han dado en llamar «trabajo a l aire libre B.
Nutrido de citas de ilustres pensadores se
halla el capitulo décimo, dedicado á tratar
de la Herencia morbosa, y con tal motivo
inserta los juicios en que se afirma y sostiene
la trasmisión de disposiciones físicas y éti-
cas, fisiológicas y mentales de los progeni-
tores á los generados.
Los autores que de tan complejos y tras-
cendentales problemas se ocupan, distan
- XIX -
mucho del acuerdo. La experiencia por si
no parece inclinar la balanza en favor de
inflexibles trasmisiones, enseliiándonos que
de padres dotados de mentalidad superior
descienden hijos idiotas y criminales, dege-
nerados moral y Tisicamente, y no son pocos
los casos de marcada y ostensible reciproci-
dad que ofrecen. A nuestro parecer, m&s
que la herencia fisiológica, influyen en la
formación, desarrollo y proceder de los hom-
bres, la fuerza de la tradición de la espe-
cie, el medio ambiente y el hábito. Puntos
son estos que no es dable desarrollar en las
concisas y ligeras consideraciones que aquí
hacemos, sin otro objeto que el de llamar la
atención de los lectores del libro sobre tan
importante y debatida materia.
De los criminales epilépticos, de la influen-
cia que su estado psicopático tenga en la
producción de sus determinaciones y en la
responsabilidad que pueda alcanzar á los au-
tores de hechos antisociales que caen bajo l a
sanción de las leyea punitivas, trata el capi-
tulo once. Problemas son eetos que t o w re-
solver & la Medicina legal, y que el au.t;or se
limita á indicarlos y á citar las opiniones de
los más autorizados escritores, que sostie-
nen, como conclusibnn de sus respechivos cri-
- XX -
-t;erios,la necesidad en que la sociedad se en-
cuentra de defenderse, ante todo, de 10s indi-
viduos atacados por tales neurosis, como se
defiende de aquello que pone en peligro su
existencia Ó su sosiego.
Octípase el capítulo trece de la antropolo-
gía criminal, indicando el grado de adelanto
en que se encuentra, las conclusiones que
hasta &ora se han obtenido, los diferentes
criterios que se mantienen respecto á los
mismos, la necesidad de profundizar en este
estudio, y concluye la obra con la libertad
condicioizal de los penados.
Esta institución, establecida hace tiempo y
aplicada con buen éxito en la mayor parte
de las naciones más importantes de Europa
y América, constituye un vivo 6 intenso es-
tímulo para transformar en sentido de la en-
mienda la conducta del culpable, porque se
le ofrece un medio para abreviar el tiempo
de reclusión consignado en la sentencia. Por
igual sntisface i las teorías correccionalistss
y 6, los que mantienen la defensa social, como
el En más importante y trascendental de la
pena; pues si el penado se halla corregido,
seg6n las primeras, no existe razón que sa-
tisfactol-iamaute explique la continuación del
tratamiento penal; y si el que es segregado
- XXI -
de la sociedad por peligroso, se convierte en
un ser inofensivo, es lógico se abrevie su
cautiverio. S610 á los que se encuentren en
semejantes favorables circunstancias, deben
limitarse las concesiones de este género.
Para ello, como el mismo autor consigna,
preciso es que en las Prisiones exista perso-
nal idóneo, que al emitir los delicados infor-
mes que la práctica de esta institución exi-
ge, 10 haga con plena y recta conciencia y
en vista de observaciones bastantes, para
no convertir la instituci6n referida en medio
de que queden impunes los delitos y la so-
ciedad inddensa y justamente alarmada.
Mas, preciso es tsmbien que en nuestra
patria se consagren & tan importantes pro-
blemas, como son los tratados por el señor
Castello-Branco en su libro, el estudio, el
interés y el esfuerzo, la perseverancia y el
empeiio que por su trascendencia moral y
social reclaman, si se quiere que España
salga del lamentable atraso en que se en-
cuentra, así en el orden punitivo como en
el penitenciario.
FERNANDO
CADALSO.
M a d ~ i d ,Octubre de 1905.
DOS PALABRAS PRELIMINARES.
IV.
-
período de diez afios (1860 4 1869):
----
Media de los presos....................... 600 600
Enagenación mental.. .................... 20 14
Suicidios................................. 13 14
...................
Tcntativas de suicidio.. 4 2
VI.
IV.
IV.
--
Epilepsia y criminalidad#
P
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