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Indice
índice en orden numérico [KHM] i
índice en orden alfabético iii
índice en orden alfabético alemán v
cuentos 1
leyendas 354
apéndices
1 los hermanos Grimm 362
2 a la señora Bettine von Arnim 371
3 prólogo 372
4 presentación 377
5 sobre la traducción al castellano 381
elprofanador
el profanador de
de textos textos primera pedeeficación:
marzo 26, 2014
confesiones de invierno con respecto a este libro
(¡siempre charly garcía debe estar presente!) actualizaciones:
Título: ‘Todos los cuentos de los Hermanos Grimm‘
quiero a los libros —esos seres impresos en árboles muertos
(o debería decir ‘asesinados’)— con ‘sagrado’ respeto, ISBN: 978-987-1368-25-9
profanador, ra. pero resulta que muchas veces son inhallables… o hallables
(Del lat. profanãtor, -ōris).
1. adj. Que profana. U. t. c. s. a un precio inalcanzable. Editorial: Editorial Antroposófica
profanar. por eso me convierto en ‘profanador’: ‘deshonro,’ ‘prostitu- Fecha de impresión: 2007
(Del lat. profanãre). yo’ la belleza del papel y transfiero la sabiduría a este nuevo
1. tr. Tratar algo sagrado sin ser electrónico.
el debido respeto, o aplicarlo
a usos profanos.
2. tr. Deslucir, desdorar, des- es verdad: Dejo sin pan a quien lo creó. pero completo su
honrar, prostituir, hacer uso más profundo deseo: Difundir su conocimiento. para colaborar
indigno de cosas respetables. (a mi tampoco me convencen estas ‘razones,’ son puro bla,
bla, bla.) Correcciones: Para aportar correcciones a los textos, por favor, enviar un email a elprofa-
Real Academia Española © nadordetextos@yahoo.com, poniendo en el ‘Asunto:’ el nombre de la publicación y
Todos los derechos reservados el diseño apaisado es para que sea fácil leerlo en el monitor en el cuerpo, el texto equivocado y el nuevo, con referencia de página. Gracias.
de la computadora o impreso en hoja A4, simple o doble faz. Dactilografiado: hay mucho material traducido en forma manuscrita que ‘desea’ ser public-
a fin de cuentas, millones de libros han sido leidos ‘fotoco- cado. Si quieren aportar el tiempo de datilografiado, por favor, enviar un email a elprofa-
piados’ en ese formato. (en realidad, los más beneficiados nadordetextos@yahoo.com, poniendo en el ‘Asunto: Tipear.’ Gracias.
son los que venden recargas truchas de cartuchos.)
GA BM párrafos
Los libros y conferencias de Los Boletines de Meto- Para facilitar las referencias
Rudolf Steiner se catalogan dología para los presentes y cruzadas, los párrafos son
según el ‘GA,’ ‘Gesamtausgabe’ futuros maestros Waldorf’ fueron identificados con un número (02)
[‘Edición Completa’]. En todas publicados por Juan Berlín desde o un número y una letra (02c) al
las citas se ha intentado referir México. inicio de los mismos.
al número de GA para evitar Los artículos son identificados En todos los casos, el número
confusiones por las diferencias en con el número de boletín y una indica el número de párrafo
las traducciones de los títulos. letra según el orden de aparición correspondiente a la edición
Se traduce el título al castellano en el mismo. La cita ‘[BM024c]’ alemana.
para referencia, pero no significa significa ‘el tercer artículo La letra representa una subdivi-
que el libro esté traducido. La (letra c)’ del ‘boletín 24.’ sión de dicho párrafo, en caso
cita ‘[GAnnn:cc:pp]’ significa En el caso de suplementos, se que ayude a la mejor identifica-
‘párrafo pp’ de la ‘conferencia usa directamente la letra ‘s’: ción de los temas.
cc’ del GA ‘nnn.’ [bm011s].
Jacob & Wilhelm Grimm ii Todos los cuentos
el profanador de textos
índice en orden numérico [KHM] el ratoncito, el pajarito y la salchicha [023] 51 el perro y el gorrión [058] 118
madre nieve (Frau Holle) [024] 52 Federico y Catalinita [059] 120
los siete cuervos [025] 54 los dos hermanos [060] 123
caperucita roja [026] 55 el destripaterrones [061] 132
los músicos de Brema [027] 57 la reina de las abejas [062] 135
el hueso cantor [028] 58 las tres plumas [063] 136
los tres pelos de oro del diablo [029] 59 la oca de oro [064] 138
el piojito y la pulguita [030] 62 bestia peluda (milpieles) [065] 140
la doncella sin manos [031] 63 la novia del conejito [066] 142
Juan el Listo [032] 66 los doce cazadores [067] 143
las tres lenguas [033] 68 el ladrón fullero y su maestro [068] 144
el Rey-Rana o Enrique el férreo Elsa la Lista [034] 69 Yorinda y Yoringuel [069] 146
(el Rey-Rana o el fiel Enrique) [001] 1 el sastre en el cielo [035] 71 los tres favoritos de la fortuna [070] 147
el gato y el ratón hacen vida en común [002] 2 la mesa, el asno y el bastón seis que salen adelante en el mundo [071] 148
la hija de la Virgen María [003] 4 maravillosos [036] 72 el lobo y el hombre [072] 151
historia de uno que hizo un viaje pulgarcito [037] 76 el lobo y la zorra [073] 152
para saber lo que era el miedo [004] 6 la boda de dama raposa [038] 79 el zorro y su comadre [074] 153
el lobo y las siete cabritas [005] 11 los duendecillos [039] 80 la zorra y el gato [075] 153
el fiel Juan [006] 12 la novia del bandolero [040] 82 el clavel [076] 154
un buen negocio [007] 16 el señor Korbes [041] 84 la picara cocinera [077] 156
el músico prodigioso [008] 18 el señor padrino [042] 84 el abuelo y el nieto [078] 157
los doce hermanos [009] 19 la dama duende [043] 85 la ondina [079] 158
la chusma (gentuza) [010] 21 la muerte madrina [044] 86 la muerte de la gallinita [080] 159
los dos hermanitos [011] 22 las correrías de pulgarcito [045] 88 hermano alegre [081] 160
Rapunzel (Verdezuela) [012] 25 el pájaro del brujo [046] 90 el jugador [082] 165
los tres enanitos del bosque [013] 27 el enebro [047] 91 Juan con suerte [083] 166
las tres hilanderas [014] 29 el viejo Sultán [048] 96 Juan se casa [084] 169
Hansel y Gretel (Juanito y Margarita) [015] 31 los seis cisnes [049] 97 los niños de oro [085] 170
las tres hojas de la serpiente [016] 34 la bella durmiente [050] 99 la zorra y los gansos [086] 172
la serpiente blanca [017] 36 piñoncito [051] 101 el pobre y el rico [087] 173
la paja, la brasa y la alubia [018] 38 el rey Pico de Tordo [052] 102 la alondra cantarina y saltarina [088] 175
el pescador y su mujer [019] 39 Blancanieves [053] 104 la pastora de ocas (la niña de los gansos) [089] 178
el sastrecillo valiente el morral, el sombrerito y el cuerno [054] 108 el joven gigante [090] 180
(siete de un golpe) [020] 42 la hija del molinero (el enano saltarín) [055] 111 el gnomo [091] 184
la cenicienta [021] 46 el amadísimo Rolando [056] 113 el rey de la montaña de oro [092] 186
el acertijo [022] 50 el pájaro de oro [057] 115 el cuervo [093] 189
Cierta viuda tenía dos hijas, una de ellas hermosa y Sacudiendo ella el árbol, comenzó a caer una llu-
diligente; la otra fea y perezosa. Sin embargo, quería via de manzanas hasta no quedar ninguna colgada, y
mucho más a esta segunda porque era su verdadera después que las hubo reunido en un montón, siguió
hija, y cargaba a la otra todas las faenas del hogar, adelante.
haciendo de ella la cenicienta de la casa. La pobre Finalmente llegó a una casita, a una de cuyas ven-
muchacha tenía que sentarse todos los días junto a tanas estaba asomada una vieja, pero como tenía los
un pozo al borde de la carretera, y estarse hilando dientes muy grandes, la niña echó a correr, asustada.
hasta que le sangraban los dedos. La vieja la llamó:
Tan manchado de sangre se le puso un día el —¿De qué tienes miedo, hijita? Quédate con-
huso, que la muchacha quiso lavarlo en el pozo, y he migo. Si quieres cuidar de mi casa, lo pasarás muy
aquí que se le escapó de la mano y le cayó al fondo. bien. Sólo tienes que poner cuidado en sacudir bien
Llorando, se fue a contar lo ocurrido a su madrastra mi cama para que vuelen las plumas, pues entonces
y ésta, que era muy dura de corazón, la riñó áspera- nieva en la Tierra. Yo soy la Madre Nieve.1
mente y le dijo: Al oír a la vieja hablarle en tono tan cariñoso, la
—¡Puesto que has dejado caer el huso al pozo, muchacha cobró ánimos, y aceptando el ofrecimien-
irás a sacarlo! to, entró a su servicio. Hacía todas las cosas a plena
Volvió la muchacha al pozo sin saber qué hacer y, satisfacción de su ama, sacudiéndole vigorosamente
en su angustia, se arrojó al agua en busca del huso. la cama, de modo que las plumas volaban cual copos
Perdió el sentido, y al despertarse y volver en sí, se de nieve. En recompensa disfrutaba de buena vida,
encontró en un bellísimo prado bañado de sol y cu- no tenía que escuchar ni una palabra dura y todos
bierto de millares de florecillas. Caminando por él, los días comía cocido y asado.
llegó a un horno lleno de pan, el cual le gritó:
1 En alemán, ‘Frau Holle.’ Por esto, en Alemania, cuando
¡Sácame de aquí! ¡Sácame de aquí, nieva dicen que “Frau Holle está haciendo su cama.” [N.
del Tr.]
Jacob & Wilhelm Grimm 52 Todos los cuentos
el profanador de textos
Cuando ya llevaba una temporada en casa de cómo había adquirido tanta riqueza, quiso procurar Tampoco hacía la cama según las indicaciones de
Madre Nieve, le entró una extraña tristeza que ni la misma fortuna a su hija, la fea y perezosa. Madre Nieve, ni la sacudía de manera que volasen
ella misma sabía explicarse, hasta que al fin, se dio Le mandó, pues, a hilar junto al pozo, y para que las plumas.
cuenta de que era nostalgia de su tierra. Aunque el huso se manchase de sangre, hizo que se pinchase Al fin, la señora se cansó y la despidió con gran
estuviera allí mil veces mejor que en su casa, añoraba un dedo y poniendo la mano en un espino; luego satisfacción de la holgazana, pues creía llegada la
a los suyos, y así, un día dijo a su ama: arrojó el huso al pozo, y a continuación hizo que hora de la lluvia de oro. Madre Nieve la condujo
—Siento nostalgia de casa, y aunque estoy muy saltara la hija. también al portal; pero en vez de oro vertieron sobre
bien aquí, no me siento con fuerzas para continuar; Llegó, como su hermanastra, al delicioso prado y ella un gran caldero de pez negra.
tengo que volver con los míos. echó a andar por el mismo sendero. Al pasar junto al —Esto es el pago de tus servicios —le dijo su
Respondió Madre Nieve: horno, volvió el pan a exclamar: ama, cerrando el portal.
—Me place que sientas deseos de regresar a tu Y así se presentó la perezosa en su casa, con todo
casa y, puesto que me has servido tan fielmente, yo ¡Sácame de aquí! ¡Sácame de aquí, el cuerpo cubierto de pez, y el gallo del pozo al verla,
misma te acompañaré. que me quemo! se puso a gritar:
Y tomándola de la mano, la condujo hasta un Ya estoy bastante cocido.
gran portal. El portal estaba abierto, y en el momen- Quiquiriquí,
to de traspasarlo la muchacha le cayó encima una Pero le replicó la holgazana: nuestra sucia doncella
copiosísima lluvia de oro; y el oro se le quedó adhe- —¿Crees que tengo ganas de ensuciarme? —y vuelve a estar aquí.
rido a los vestidos, por lo que todo su cuerpo estaba pasó de largo.
cubierto del precioso metal. No tardó en encontrar el manzano, el cual le gritó: La pez negra se le quedó adherida, y en todo el
—Esto es para ti, en premio de la diligencia con resto de su vida no se la pudo quitar del cuerpo. ♣
que me has servido —le dijo Madre Nieve, al tiempo ¡Sacúdeme, sacúdeme!
que le devolvía el huso que le había caído al pozo. Todas las manzanas
Se cerró entonces el portal y la doncella se encon- estamos ya maduras.
tró de nuevo en el mundo, no lejos de la casa de su
madre. Ella le replicó:
Y cuando llegó al patio el gallo, que estaba enca- —¡Me guardaré muy bien! ¿Y si me cayese una en
ramado en el barandal del pozo, gritó: la cabeza?
Y siguió adelante. Al llegar frente a la casa de
¡Quiquiriquí, Madre Nieve, no se asustó de sus dientes porque
nuestra doncella de oro ya tenía noticia de ellos, y se quedó a su servicio.
vuelve a estar aquí! El primer día se dominó y trabajó con aplicación,
obedeciendo puntualmente a su ama, pues pensaba
Entró la muchacha, y tanto su madrastra como la en el oro que iba a regalarle.
hija de ésta la recibieron muy bien al ver que venía Pero al segundo día empezó ya a haraganear; el
cubierta de oro. La muchacha les contó todo lo que tercero se hizo la remolona al levantarse por la ma-
le había ocurrido, y al enterarse la madrastra de ñana, y así, cada día peor.
y mi buena hermanita, Mi madre me mató, La madrastra se tapó los oídos y cerró fuerte-
mi padre me comió, mente los ojos para no ver ni oír; pero en su cabeza
(y otros cuatro cesaron en su trabajo) y mi buena hermanita, resonaba un estrépito de tempestad desenfrenada, y
Marlenita, inclinando la cabeza hasta las rodillas, —Voy a salir yo también —dijo la niña—, a ver
lloraba cada vez con mayor desconsuelo. Dijo el si me regala algo el pajarito.
padre:
—Salgo, quiero ver de cerca el pajarito. mis huesecillos guardó.
—¡No vayas! —exclamó la mujer—, siento como Los guardó en un pañito,
si toda la casa temblara y se incendiara.
Pero el hombre salió a ver al ave. Y dejó caer las botas.
1 tortera. 1. f. Rodaja que se pone en la parte inferior del 2 canilla. 4. f. En las máquinas de tejer y coser, carrete me-
huso, y ayuda a torcer la hebra.Diccionario RAEL [N. del tálico en que se devana la seda o el hilo y que va dentro de
Pr.] la lanzadera. Diccionario RAEL [N. del Pr.]
Jacob & Wilhelm Grimm 111 Todos los cuentos
el profanador de textos
—Esta noche vas a hilarme todo esto, y si lo con- y envió a un mensajero con orden de informarse por —¿O Enrique?
sigues me casaré contigo. Pensaba el Rey: “Aunque doquier de todos los existentes. —¡No!
sea la hija de un molinero, en todo el mundo no Al comparecer el hombrecito al día siguiente, —¿No será, acaso, Rumpelstilzchen?
encontraré una mujer con mejor dote.” empezó ella a recitar todos los nombres que sabía, —¡Es el diablo quien te lo ha dicho! ¡Es el diablo
Al quedar sola la muchacha, se presentó el enani- desde Melchor, Gaspar y Baltasar; pero a cada uno quien te lo ha dicho! —exclamó el enanito y, encole-
to por tercera vez y le dijo: respondía el enano rizado, dio con el pie derecho una patada tan fuerte
—¿Qué me das si también esta noche te hilo la —No me llamo así. en el suelo, que se hundió en él hasta la cintura.
paja? Durante el segundo día mandó investigar los Luego tomó el pie izquierdo con ambas manos y tiró
—Ya no me queda nada que pueda darte —res- nombres de todos los habitantes de la vecindad, y de él hasta que se rajó en dos de arriba abajo. ♣
pondió la muchacha. luego enumeró al enanito los más peregrinos y raros:
—Entonces prométeme que, una vez seas reina —¿No te llamarás, acaso, Costilludo, o Pata de
me darás tu primer hijo. Carnero, o Pantorrillera?
“¡Quién sabe cómo han de ir las cosas!,” pensó la Pero el hombrecito respondía invariablemente:
molinerita y, ante el apuro en que se hallaba prome- —No me llamo así. Al tercer día dijo el emisario
tió lo que se le pedía, a cambio de lo cual el hombre- a su regreso:
cito le transformó la paja en oro por tercera vez. —Me ha sido imposible dar con un solo nombre
Y cuando, por la mañana, entró el Rey y lo nuevo; pero cuando llegué a la orilla de un bosque
encontró todo conforme a sus deseos, se casó con la en una alta montaña, allí donde la zorra y la liebre
hermosa hija del molinero, la cual pasó a ser la reina se dan las buenas noches, vi una casita, y delante de
del país. ella ardía un fuego, y en torno al fuego estaba saltan-
Al cabo de un año dio a luz un hermoso niño. La do un ridículo enanito sobre una piedra, y cantaba:
Reina se había olvidado ya del enano, pero éste se
presentó de improviso en su alcoba y le dijo: Hoy hago pan, mañana cerveza,
—Dame ahora lo que me prometiste. Y pasado me traigo al hijo del amo. ¡Qué bien!
La Reina se horrorizó y ofreció al enanito todas
las riquezas del reino en compensación del niño; ¡Nadie tiene en la cabeza
pero el hombrecito replicó: que Rumpelstilzchen soy
—No, un ser viviente vale para mí más que todos y que así me llamo!
los tesoros del mundo.
La madre se deshizo en tantas lágrimas y lamenta- Podéis imaginar lo contenta que se puso la Reina
ciones que, al fin, el hombrecito se compadeció de ella. al escuchar aquel nombre. Y tan pronto como com-
—Te dejaré tres días de plazo —dijo—. Si para pareció al enano y le preguntó:
entonces has averiguado mi nombre te dejaré a tu —Bien, Señora Reina, ¿cómo me llamo?
hijo. Empezó ella diciendo:
La Reina se pasó la noche entera tratando de re- —¿Por casualidad te llamas Camada?
cordar todos los nombres que había oído en su vida —¡No!
Entre Werrel y Soest vivía un hombre que se llamaba Una muchacha de Brakel se fue un día a la capilla
Knoist. Tenía tres hijos, de los cuales uno era ciego, de Santa Ana, más abajo de Hirmenburgo; y como —¿Adónde vas?
el segundo manco, y el tercero andaba totalmente suspiraba por un novio y creía que estaba sola en la —A Walpe.
desnudo. capilla, se puso a entonar la siguiente canción: —Yo a Walpe, tú a Walpe; ya ves, ya ves, vámo-
Salieron una vez al campo y vieron una liebre. El nos pues.
ciego la mató de un tiro, el manco la recogió, y el Santa Ana querida, —¿Tienes marido? ¿Cómo se llama tu marido?
desnudo se la metió en el bolsillo. dame el hombre de mi vida. —Florido.
Llegaron luego a un río gigantesco en el que Ya sabes quién es: —Mi marido Florido; tu marido Florido; yo a
había tres barcos: uno corría, otro se hundía, y el vive detrás del molino, Walpe; tú a Walpe; ya ves, ya ves, vámonos pues.
tercero no tenía fondo; ellos subieron al que no tenía tiene el pelo de oro fino, —¿Tienes un hijo? ¿Cómo se llama tu hijo?
fondo y navegaron hasta un gigantesco bosque en el haz que venga por sus pies. —Botijo.
que se levantaba un enorme árbol. —Mi hijo Botijo; tu hijo Botijo; mi marido
En el árbol había una inmensa capilla, y en la Pero el sacristán, que estaba detrás del altar, oyó Florido; tu marido Florido; yo a Walpe; tú a Walpe;
capilla un sacristán jorobado y un cura patizambo, su plegaria y con voz chillona se puso a gritar: ya ves, ya ves, vámonos pues.
los cuales distribuían el agua bendita a palos. —¡No lo tendrás, no lo tendrás! —¿Tienes una cuna? ¿Cómo se llama tu cuna?
La muchacha creyó que era la Virgen María, que —Aceituna.
Dichoso el que medita estaba con su madre Ana, la que así gritaba. Y muy —Mi cuna Aceituna; tu cuna Aceituna; mi hijo
el modo de huir de tal agua bendita. ♣ enfadada le dijo: Botijo; tu hijo Botijo; mi marido Florido; tu mari-
—No te entrometas, tontuela. Cierra el pico y
1 En la versión alemana este cuento consiste en un juego de
deja hablar a tu madre. ♣ palabras en las que unas riman con otras, repitiéndose. La
traducción literal no tendría ningún sentido por lo que se
ha pretendido imitar los juegos de palabras con una rima
apropiada. [N. del Pr.]
2 fámulo, la. 1. m. y f. coloq. Criado, doméstico. 2. m.
Sirviente de la comunidad de un colegio. Diccionario
RAEL [N. del Pr.]
Jacob & Wilhelm Grimm 273 Todos los cuentos
el profanador de textos
do Florido; yo a Walpe; tú a Walpe; ya ves, ya ves, el corderito y el pececito Y se ponían en ronda, y al que le toca-
vámonos pues. [KHM141] Das Lämmchen und Fischchen ba la palabra ‘morderán’ debía echar a co-
—¿Tienes un criado? ¿Cómo se llama tu criado? rrer, los demás lo perseguían hasta que lo
—Amansado. alcanzaban.
—Mi criado Amansado; tu criado Amansado; tu La madrastra, al verlos desde la ventana saltar tan
cuna Aceituna; mi cuna Aceituna; mi hijo Botijo; tu alegremente, se enojó y, como era bruja, encantó a
hijo Botijo; mi marido Florido; tu marido Florido; los dos hermanitos, convirtiendo al niño en pez y a
yo a Walpe; tú a Walpe; ya ves, ya ves, vámonos la niña en cordero.
pues. ♣ He aquí que el pez nadaba tristemente en
el estanque, y el corderito corría por el pra-
do, triste también, sin comer ni tocar ninguna
hierba.
Así transcurrió algún tiempo, hasta que un día
llegaron forasteros al palacio y la malvada madras-
Éranse dos hermanitos, un niño y una niña, que se tra pensó: “Esta es una buena ocasión,” y llamó al
querían tiernamente. Su madre había muerto, su cocinero y le dijo:
madrastra los odiaba y procuraba siempre causarles —Ve al prado a buscar el cordero y mátalo, pues
todo el mal posible. no tenemos nada para ofrecer a los huéspedes.
Sucedió que un día estaban los dos hermanos Bajó el cocinero, tomó al animalito y se lo llevó
jugando en un prado delante de su casa, en compa- a la cocina atadas las patas, y todo lo sufrió con
ñía de otros niños. Y junto al prado se extendía un paciencia la bestezuela.
estanque, el cual llegaba hasta uno de los lados de la Pero cuando el hombre, sacando el cuchi-
casa. Corrían los chiquillos y jugaban a alcanzarse, y llo salió al umbral para afilarlo, reparó en un
cantaban: pececito que, con muestras de gran agitación,
nadaba frente al vertedero y lo miraba. Era el
Patito, quiéreme un poquito hermanito que, al ver que el cocinero se lleva-
y te daré mi pajarito. ba al corderito, había acudido desde el centro
El pajarito me buscará pajita; del estanque. Baló entonces el corderito desde
la paja la daré a mi vaquita; arriba:
la vaca me dará leche rica;
la leche la daré al pastelero; Hermanito que moras en el estanque,
el pastelero me cocerá pasteles; mi pobre alma, dolida está y sangrante.
los pasteles los daré al gatito; Muy pronto el cocinero sin compasión,
el gato me cazará ratoncitos; me clavará el cuchillo en el corazón.
los ratoncitos los colgaré a la espalda…
¡y te morderán! Respondió el pececito:
Un día se encontraba un hechicero rodeado de es- Érase una vez una mujer muy vieja. En más de una
pectadores ante los cuales efectuaba sus maravillosos ocasión habrás visto a una vieja pidiendo limosna,
trucos. Entre ellos presentaba un gallo que levantaba ¿verdad? Pues también ésta lo hacía, y cada vez que
una viga y la llevaba de un lado para otro como si le daban algo, exclamaba:
fuese una ligera pluma. —¡Dios se lo pague!
Pero entre los asistentes estaba una muchacha Llamó cierto día a una puerta y se encontró con
que había encontrado un trébol de cuatro hojas y, un muchacho bribón que se estaba calentando al
por tanto, era más lista e inteligente que los demás. fuego. El muchacho miró con simpatía a la pobre
Como nada podían con ella las artes de prestidigi- vieja, que continuaba en la puerta, tiritando: —
tación vio que la viga no era sino una paja. Gritó Acercaos a calentaros, abuela —le dijo.
entonces: Entró la mujer y se aproximó tanto al fuego que,
—¡Eh, buena gente! ¿No veis que lo que lleva el sin darse ella cuenta, las llamas prendieron en sus
gallo no es una viga, sino una simple paja? harapos, mientras el muchacho se quedó mirándola.
Desapareció el hechizo y los espectadores, dán- Debía haber apagado el fuego, ¿no? ¿Verdad que
dose cuenta del truco, echaron al brujo con burlas e su deber era apagarlo? Y si no tenía agua a mano,
improperios. debía acumular en los ojos toda la que tenía en el
El hombre, con rabia en el corazón, dijo para sí: cuerpo y, a fuerza de lágrimas, hacer manar dos arro-
“¡Me vengaré!” Al cabo de algún tiempo la mucha- yos con que extinguirlo. ♣
cha celebraba su boda. Muy acicalada y ataviada se
dirigía a la iglesia seguida de una numerosa comi-
tiva; para llegar al templo había que pasar por un
despoblado. De pronto llegaron a un torrente que
bajaba muy crecido, y no había puente ni pasarela
para cruzarlo.
Un rey tenía tres hijos a los que quería por igual, por Doce muchachos que en todo el día no hicieron
lo que no sabía a quién de ellos legar el trono a su nada útil, al atardecer, para no cansarse, se tendieron
muerte. Al darse cuenta de que se acercaba su última sobre la hierba y se dedicaron a jactarse de su gandu-
hora, los llamó junto a su lecho y les dijo: lería.1 Dijo el primero:
—Hijos míos muy queridos: he pensado una cosa —¿Qué me importa vuestra pereza? Bastante ten-
y os la voy a decir. Heredará el trono aquel de los go que hacer con la mía. Mi ocupación principal es
tres que sea más perezoso. cuidar de mi cuerpo; como bastante y bebo otro tan-
Dijo entonces el mayor: to. Cuando llevo cuatro comidas en la tripa, ayuno
—Padre, en ese caso el reino me pertenece, pues un ratito hasta que se me vuelve a abrir el hambre;
soy tan perezoso que, cuando me acuesto, no me es el régimen que mejor me va. Madrugar no es para
decido a cerrar los ojos para dormir aunque me caiga mí, y hacia el mediodía ya me busco un lugar donde
una gota en ellos. descansar. Si llama el amo me hago el sordo; y si
Habló, a su vez, el segundo: vuelve a llamar espero un rato antes de levantarme, y
—Padre, mío es el reino, pues es tal mi pereza luego me dirijo a él andando muy despacio. De este
que cuando me siento junto al fuego para calen- modo la vida se puede soportar.
tarme, antes me quemo los talones que retirar las Dijo el segundo:
piernas. —Mi trabajo es cuidar de un caballo; pero le dejo
Y el tercero: el bocado en la boca, y cuando no tengo ganas no le
—Padre, yo digo que el trono es para mí, pues mi doy pienso y digo que ya ha comido. En cambio, me
pereza es tal que si fuesen a ahorcarme y, teniendo ya tumbo en el depósito de la avena y estoy cuatro ho-
el nudo en torno al cuello, alguien me pusiera en la ras durmiendo. Luego estiro un pie y lo paso un par
mano un cuchillo afilado para cortar la cuerda, antes de veces por el cuerpo del caballo, y así lo restregó y
dejaría que me colgasen que levantar la mano hasta
la cuerda. 1 gandulería. 1. f. Cualidad de gandul (|| tunante, holga-
zán). Diccionario RAEL [N. del Pr.]
Jacob & Wilhelm Grimm 283 Todos los cuentos
el profanador de textos
limpio. ¿Quién va a reparar en ello? Pues aun así, el Dijo el séptimo: por la boca. ¡Pero cualquiera se toma la molestia de
servicio se me hace pesado. —Conmigo esto no reza, pues mi amo vigi- espantarlos!
Habló entonces el tercero: la mi trabajo. Suerte que se pasa el día fuera de Dijo, a su vez, el undécimo:
—¿Para qué cargarse de trabajo? No se saca nada. casa. Pero yo no pierdo el tiempo y corro todo lo —Ayer despedí a mi amo; estaba cansado de
Yo me tendí al sol y estuve durmiendo. Empezó a que se puede correr cuando se anda arrastrando llevar y traer sus pesados librotes; no acababa en
gotear mas, ¿por qué levantarse? Dejé que lloviese, los pies. Y no hay manera de hacerme ir más de todo el día. Aunque, a decir verdad, fue él quien me
en nombre de Dios. Al fin cayó un chubasco tan prisa, a menos que me empujen cuatro hombres despidió. No quiso que siguiera a su servicio porque
fuerte que me arrancó los cabellos y se los llevó, y fornidos. Un día vi un catre en el que dormían sus ropas, que yo tenía abandonadas entre el polvo,
me abrió un agujero en la cabeza. Le puse un parche seis hombres, uno al lado del otro. Yo me eché a estaban apolilladas. Y tuvo razón.
y santas pascuas. Accidentes así he sufrido ya varios. dormir también y no hubo quien me despertara. Y por fin habló el duodécimo:
Intervino el cuarto: Cuando quisieron que me fuera a casa tuvieron —Hoy tuve que salir al campo en el carro. Con
—Cuando tengo que empezar algún trabajo, que llevarme. paja me arreglé una cama y me eché a dormir. Se me
primero lo pienso una horita para ahorrar fuerzas. Habló el octavo: cayeron las riendas de la mano, y al despertar vi que
Luego me pongo a la faena con gran parsimonia; —Bien veo que yo soy el único que lo entiende. el caballo casi se había soltado. Habían desaparecido
pregunto si no hay alguien que pueda ayudarme y, Si encuentro una piedra en mi camino no me tomo los arreos: la lomera, la collera, la brida y el bocado.
en caso de que se ofrezca alguno, le dejo la labor y la molestia de levantar la pierna para pasarla, sino Había pasado alguien y se lo había llevado. Además,
yo me pongo a mirarlo. Pero aun esto me resulta que me tiendo en el suelo; y si estoy mojado y lleno el carro estaba atascado en un charco. Yo no me
demasiado. de barro y suciedad sigo tumbado hasta que el sol apuré y volví a echarme a dormir sobre la paja. Al
Dijo el quinto: me seca. A lo sumo, me vuelvo de vez en cuando fin tuvo que venir el amo en persona y desatascar el
—¡Eso no es nada! Si debo sacar el estiércol del para que me dé encima. carro; y si no lo hubiese hecho, no estaría yo aquí
establo y cargarlo en el carro, me pongo a hacerlo Metió baza el noveno: ahora. Seguiría en el carro, durmiendo tranquila-
muy despacito y cuando he recogido un poco en la —Eso no es nada. Esta mañana estaba sentado mente. ♣
horquilla, la levanto a mitad de la altura y me estoy delante de un pan, pero sentía pereza de alargar la
descansando un cuarto de hora antes de echarlo mano para tomarlo. Por poco me muero de ham-
en el carro. Por lo demás, una carretada al día me bre. Y había también una jarra, pero era tan grande
basta. Malditas las ganas que siento de matarme y pesada que, por no levantarla, he preferido sufrir
trabajando. sed. Hasta el volverme resultaba demasiado esfuerzo;
Tomó la palabra el sexto: y me pasé el día tendido como un tronco.
—¡Les tendría que caer la cara de vergüenza! A Intervino el décimo:
mí no me asusta ningún trabajo, pero me estoy tum- —A mí la haraganería me ha producido bastantes
bado tres semanas sin quitarme la ropa ni una sola perjuicios: una pierna rota y una pantorrilla hincha-
vez. ¿Para qué hebillas en los zapatos? ¿Que se me da. Éramos tres, tumbados en un camino. Llegó otro
caen de los pies? Bueno, no importa. Si he de subir con un carro y las ruedas me pasaron por encima.
una escalera, pongo un pie delante de otro con toda Claro que habría podido retirarlas, pero es que no oí
calma y subo el primer peldaño. Luego cuento los venir el carro. Los mosquitos me estaban zumbando
que quedan para ver dónde hay que descansar. en los oídos y se me entraban y salían por la nariz y
Érase un joven pastor que quería casarse. Conocía a Érase una muchacha hermosa pero holgazana y
tres hermanas, tan guapa la una como las otras, por descuidada. Le repugnaba tanto hilar que cuando Un gorrión tenía cuatro gorrioncitos en un nido de
lo que era difícil la elección y estaba indeciso sobre aparecía un grumo en el lino, por pequeño que golondrinas. Cuando empezaban a volar, unos chi-
cuál de las tres debía preferir. Pidió consejo a su fuese, antes que deshacerlo arrancaba un puñado de quillos traviesos tomaron el nido, pero los pajaritos
madre y ésta le dijo: lino, que tiraba al suelo. lograron escapar felizmente.
—Invita a las tres y sírveles queso; y fíjate cómo Tenía una criada que era, en cambio, muy traba- Al padre le dolió que sus hijos tuviesen que lan-
lo cortan. Así hizo el muchacho, y vio que la pri- jadora. Recogía el lino que su ama desperdiciaba y zarse al amplio mundo antes de haber podido preve-
mera se comía el queso con la corteza; la segunda después de limpiarlo lo hilaba; y con aquellos restos nirlos de sus peligros y aleccionarlos debidamente.
separaba la corteza pero era tan chapucera que con llegó a hacerse un lindo vestido. Un día de verano numerosos gorriones se reu-
ella tiraba un buen trozo de queso bueno; la tercera, Un joven había pedido la mano de la señorita pe- nieron en un campo de trigo. Y he aquí que el viejo
en cambio, lo mondaba con gran cuidado sin quitar rezosa, y se acercaba el día de la boda. La víspera de encontró a sus cuatro hijos y, muy contento, se los
mucho ni demasiado poco. El pastor lo explicó todo la fiesta, la criada hacendosa salió a bailar engalanada llevó a su casa.
a su madre. con su bonito vestido, y la novia hizo el siguiente —¡Ay hijitos, cuánta angustia he pasado este
—Pues toma por mujer a la tercera —le dijo ésta. comentario: “¡Cómo salta la doncella en un traje que verano sabiendo que andabais por esos mundos de
El muchacho siguió su consejo y vivió contento y no es de ella!” Dios sin haberlos podido aleccionar! Escuchad mis
feliz con su esposa. ♣ La oyó el prometido y le preguntó qué quería palabras: seguid los consejos de vuestro padre, pues
significar con eso. debéis tener siempre presente una cosa: los tiernos
La novia le contó que la criada llevaba un vestido pajaritos están expuestos a muchísimos peligros.
confeccionado con el lino que ella había tirado. Al Y a continuación preguntó al mayor dónde había
saberlo el muchacho comprobó la holgazanería de la pasado el verano y de qué se había alimentado. —
señorita y la laboriosidad de la pobre sirvienta, por Estuve rondando por los jardines, buscando gusani-
lo cual plantó a la primera y eligió por esposa a la tos y oruguitas hasta que maduraron las cerezas.
segunda. ♣ —¡Ay, hijo mío! —exclamó el padre—. No están
mal las golosinas, pero ocultan muchos peligros. En
Hacía ya mucho tiempo que los peces andaban —¿Dónde preferís llevar a pacer vuestro rebaño? —
descontentos a causa del desorden que entre ellos preguntó alguien a un viejo pastor de vacas.
reinaba. Ninguno respetaba los derechos de los —Aquí, señor, donde la hierba no es ni demasia-
demás; cada cual nadaba a derecha o izquierda a do grasa ni demasiado magra; de otro modo no va
su capricho; pasaba entre los que iban juntos o les bien.
obstruía el paso, y el más fuerte pegaba un coletazo —
¿Por qué no? —preguntó el otro.
al más débil mandándolo a gran distancia; y esto —¿No oís desde el prado aquel grito sordo? —
cuando no se lo zampaba sin más. respondió el pastor—. Es el alcaraván,2 que en otros
—¡Que maravilloso sería tener un rey que impu- tiempos fue pastor; y también lo era la abubilla.3 Os
siera el derecho y la justicia! —se decían. Y convinie- contaré la historia.
ron en elegir por rey al que surcase las aguas con más
rapidez y supiese prestar auxilio al débil. El alcaraván guardaba su ganado en prados verdes
En consecuencia, se colocaron en fila en la orilla y grasos en los que crecían las flores en profusión;
y, a una señal que hizo el lucio con la cola, todos por ello sus vacas se volvieron bravas y salvajes. En
emprendieron la carrera. El lucio salió disparado
como una flecha, y con él el arenque, el gobio, la 1 Este cuento juega con la onomatopeya del canto de los
pájaros, sonidos que se desconocen. [N. del Pr.]
perla, la carpa y tantísimos otros. Hasta la platija se 2 alcaraván. 1. m. Ave caradriforme de cabeza redondea-
lanzó con los demás, con la esperanza de alcanzar la da, patas largas y amarillas, pico relativamente corto y
meta. grandes ojos amarillos. De costumbres crepusculares o
nocturnas, habita en terrenos descubiertos, pedregosos o
De pronto resonó la voz: arenosos. Diccionario RAEL [N. del Pr.]
3 abubilla. 1. f. Pájaro insectívoro, del tamaño de la tórtola,
1 platija. 1. f. Pez teleósteo marino, anacanto, semejante al con el pico largo y algo arqueado, un penacho de plumas
lenguado, pero de escamas más fuertes y unidas, y color eréctiles en la cabeza, el cuerpo rojizo y las alas y la cola
pardo con manchas amarillas en la cara superior. Vive en el negras con listas blancas, como el penacho. Es muy agra-
fondo de las desembocaduras de los ríos al norte de España dable a la vista, pero de olor fétido y canto monótono.
y su carne es poco apreciada. Diccionario RAEL [N. del Pr.] Diccionario RAEL [N. del Pr.]
Jacob & Wilhelm Grimm 309 Todos los cuentos
el profanador de textos
cambio, la abubilla las conducía a pacer a las altas el búho Y dirigiéndose, animoso, al granero, echó una
montañas secas, donde el viento juega con la arena; [KHM174] Die Eule mirada al lugar indicado, y al descubrir al extraño
por lo cual sus vacas enflaquecieron y no llegaron a y horrible animal, le entró un espanto parecido al
desarrollarse. de su criado. Bajó en dos saltos y corrió a alarmar a
los vecinos, pidiéndoles asistencia contra un animal
Cuando, al anochecer, los pastores entraban peligroso y desconocido, que podía poner en peligro
el ganado, el alcaraván no conseguía reunir sus a toda la ciudad si le daba por salir de su granero.
vacas, pues eran petulantes y se le escapaban. Hubo gran alboroto y griterío en las calles. Los
Ya gritaba él: “¡Vaca de color, aquí alrededor!”; burgueses acudieron armados de chuzos,1 horquillas,
pero era inútil; no atendían a su llamada. Por su hoces y hachas, como si se tratase de presentar bata-
parte, la abubilla tampoco podía juntarlas, por lla a algún formidable enemigo.
lo débiles y extenuadas que se hallaban. “¡Arriba, Luego se presentaron también los miembros del
arriba!,” les gritaba; pero todo era en vano; Consejo con el burgomaestre a la cabeza, y, una vez
seguían tumbadas en la arena. Un par de siglos atrás la gente no era tan lista y formados todos en la plaza del mercado, iniciaron
Esto sucede cuando no se procede con medida. avisada como es ahora, ni mucho menos. Pues por la marcha hacia el granero y lo rodearon por todas
Todavía hoy, aunque ya no guardan rebaños, aquellos días sucedió en una pequeña ciudad el ex- partes. Se adelantó entonces uno de los más bravos
gritan: el alcaraván, “¡Vaca de color, aquí traño acontecimiento que voy a contaros. y entró pica en ristre; pero inmediatamente volvió a
alrededor!,” y la abubilla. “¡Arriba, arriba!” ♣ Un anochecer llegó de un bosque próximo una salir, pálido como un muerto e incapaz de proferir
de esas grandes lechuzas que solemos llamar búhos o palabra tras el grito de espanto que le había arranca-
granduques, y fue a meterse en el granero de un la- do la vista del monstruo. Otros dos se aventuraron
brador, donde pasó la noche. A la mañana siguiente a probar suerte, pero retrocedieron tan aterrorizados
no se atrevió a abandonar su refugio por miedo a las como el primero.
demás aves que, en cuanto la descubren, prorrum- Finalmente avanzó un individuo alto y forzudo,
pen en un espantoso griterío. famoso por sus hazañas guerreras, y dijo:
Cuando el muchacho de la granja subió al gra- —Con sólo mirarla no ahuyentaréis esa bestia
nero por paja, se asustó de tal modo al ver al búho monstruosa. Hay que actuar en serio; mas veo que
posado en un rincón, que escapó corriendo y dijo a todos sois unas mujerzuelas y que nadie se atreve a
su amo que en el pajar había un monstruo como no ponerle el cascabel al gato.
viera otro semejante en toda su vida; movía los ojos Pidió que le prestasen una armadura, espada y
en torno a la cabeza, y era capaz de tragarse a cual- pica, y se aprestó al combate, Todos ensalzaron su
quiera sin cumplidos. valor y eran muchos los que temían por su vida.
—Ya te conozco —respondió el amo—. Eres lo Abrieron la doble puerta del granero y apareció el
bastante valiente para correr tras un mirlo en el cam- búho que, entretanto, se había posado en uno de
po; pero en cuanto ves un pollo muerto te armas de los grandes travesaños. Mandó él que trajesen una
un palo antes de acercarte a él. Tendré que subir yo
mismo a averiguar qué monstruo es ése que dices. 1 chuzo. 1. m. Palo armado con un pincho de hierro, que se usa
para defenderse y ofender. Diccionario RAEL [N. del Pr.]
Jacob & Wilhelm Grimm 310 Todos los cuentos
el profanador de textos
escalera de mano, y cuando la colocó y se dispuso a la luna podríamos colgarla de él. ¡Qué ventaja, no tener que
encaramarse en ella, todos lo animaron a gritos y lo [KHM175] Der Mond andar a tientas por la noche!
encomendaron a San Jorge, el matador del dragón. —¿Sabéis qué? —dijo el segundo—. Iremos a
Llegado arriba, cuando el búho comprendió sus buscar un carro y un caballo y nos llevaremos la
propósitos agresivos, turbado además por el griterío luna. Aquí podrán comprar otra.
de la multitud y no viendo el medio de escapar, em- —Yo sé subirme a los árboles —intervino el ter-
pezó a girar los ojos, erizó las plumas, desplegó las cero—. Subiré a descolgarla.
alas y castañetando con el pico, con voz ronca lanzó El cuarto fue a buscar el carro y el caballo, y el
su grito: “¡Chuhú, chuhú!” tercero trepó a la copa del roble, abrió un agujero en
—¡Pégale, pégale! —gritaba la gente desde abajo la luna, pasó una cuerda a su través y la bajó.
al esforzado héroe. Cuando ya tuvieron en el carro la brillante bola,
—Si estuvierais aquí conmigo —respondió él—, la cubrieron con una manta para que nadie se diese
a buen seguro que no gritaríais así. Subió otro pelda- cuenta del robo, y de este modo la transportaron sin
ño; pero le entró un fuerte temblor y emprendió la En tiempos muy lejanos hubo un país en que por la contratiempo a su tierra, donde la colgaron de un
retirada, casi desmayado. noche estaba siempre oscuro, y el cielo se extendía alto roble. Viejos y jóvenes sintieron gran contento
Ya no quedaba nadie dispuesto a arrostrar el como una sábana negra, pues jamás salía la luna ni cuando vieron la nueva luminaria esparcir su luz por
peligro. brillaban estrellas en el firmamento. los campos y llenar sus habitaciones y aposentos. Los
—Este monstruo —decían—, con sólo su grito y De aquel país salieron un día cuatro muchachos enanos salieron de sus cuevas y los duendecillos, en
su aliento ha envenenado y malherido al más fuerte a recorrer mundo, y llegaron a unas tierras en las su rojas chaquetas, bailaron en rueda por los prados.
y valiente de nuestros hombres. ¿Vamos también a que, al anochecer, en cuanto el sol se ocultaba detrás Los cuatro se encargaron de poner aceite en la
exponer la vida de los demás? de las montañas, aparecía sobre un roble una esfera luna y de mantener limpio el pabilo, y por ello les
Deliberaron acerca de lo que convenía hacer para luminosa que esparcía a gran distancia una luz clara pagaban un escudo semanal.
evitar la ruina de la ciudad. Durante buen rato nadie y suave; aun cuando no era brillante como la del sol, Pero envejecieron, y cuando uno de ellos enfermó
encontró remedio hasta que, por fin, el alcalde dijo. permitía ver y distinguir muy bien los objetos. y previó la proximidad de la muerte, dispuso que de-
—Mi opinión es la de que todos contribuyamos Los forasteros se detuvieron a contemplarla y pre- positasen en su tumba, al enterrarlo, la cuarta parte
a indemnizar al propietario el valor de este granero guntaron a un campesino que acertaba a pasar por de la luna, de la que era propietario. Cuando hubo
con todo lo que contiene, grano, paja y heno, y le allí en su carro, qué clase de luz era aquella. muerto, subió el alcalde al roble y, con las tijeras de
peguemos fuego para que se incendie todo con la te- —Es la luna —respondió el hombre—. Nuestro jardinero, cortó un cuadrante, que fue colocado en
rrible bestia; de esta manera nadie habrá de exponer alcalde la compró por tres escudos y la sujetó en la el féretro.
su vida. Es un caso en que no hay que andarse con copa del roble. Hay que ponerle aceite todos los días La luz del astro quedó debilitada, aunque poco.
reparos; la tacañería seria contraproducente. y mantenerla limpia para que arda claramente. Para Pero a la muerte del segundo hubo de cortar otro
Todo el mundo se declaró conforme con la propo- ello le pagamos un escudo a la semana. cuarto, con la consiguiente mengua de la luz. Más
sición e incendiaron el pajar por los cuatro costados, y Cuando el campesino se hubo marchado, dijo tenue quedó aún después del fallecimiento del ter-
junto con él quedó el pobre búho reducido a cenizas. uno de los muchachos: cero, que se llevó también su parte; y cuando llegó
Y el que no quiera creerlo que vaya y pregunte. ♣ —Esta lámpara nos prestaría un gran servicio; en la última hora del cuarto, las tinieblas volvieron a
nuestra tierra tenemos un roble tan alto como éste; reinar en el país. La gente que salía por la noche sin
1 maese. 1. m. desus. maestro. Diccionario RAEL [N. del 2 gandul, la. 1. adj. coloq. Tunante, holgazán. U. t. c. s.
Pr.] Diccionario RAEL [N. del Pr.]
Jacob & Wilhelm Grimm 314 Todos los cuentos
el profanador de textos
—¡Tengo que ir a hablar en serio a esa gente! —y raréis lo que veáis en el cielo pues, de lo contrario, Sin embargo he logrado arrastrar el carro hasta aquí,
la emprendía con los carpinteros—: ¿Qué es eso? — podrías tener un disgusto. y no me dejarán en la estacada.
les gritaba—. Y la plomada, ¿para qué sirve? ¿Pensáis —Podíais ahorraros la advertencia —replicó Y en efecto, al poco rato llegó un ángel y le
que las vigas aguantarán? ¡Todo s saldrá de quicio! Lezna—. Sé conducirme correctamente y aquí, a Dios enganchó dos caballos. “Muy bien,” pensó Lezna,
Y quitándole a un operario el hacha de la mano, gracias, todo es perfecto y nada hay que merezca críti- “pero dos caballos no sacarán el carro del atolladero;
quiso enseñarle a manejarla; pero al mismo tiempo ca, muy al contrario de lo que pasa en la Tierra. por lo menos harían falta cuatro.”
vio acercarse un carro cargado de tierra. Soltó el Entró pues, y empezó a pasearse arriba y abajo Y he aquí que se presentó un segundo ángel con
hacha y corrió al campesino que lo guiaba. por los vastos espacios celestes. Miraba a diestra y otros dos caballos; pero no los enganchó delante,
—¿Estás loco? —le dijo—. ¿A quién se le ocurre siniestra, meneando de vez en cuando la cabeza o re- sino detrás. Aquello ya era demasiado para maese
enganchar caballos jóvenes a un carro tan carga- funfuñando entre dientes, Vio dos ángeles que trans- Lezna:
do? Las pobres bestias caerán muertas el momento portaban una viga; era la que un individuo había —¡Zopenco! —exclamó, sin poderse conte-
menos pensado—. El campesino no le respondió y tenido en el ojo mientras buscaba la paja en el ojo ner— ¿Qué haces? ¿Cuándo se ha visto, desde que el
maese Lezna, colérico, se volvió a su taller. ajeno. Pero llevaban la viga no en el sentido de su mundo es mundo, desatascar un carro de este modo?
Cuando se disponía a ponerse de nuevo al traba- longitud, sino en el de la anchura: “¿Habrase visto Estos sabihondos presumidos creen entender todas
jo, el aprendiz le entregó un zapato. mayor desatino?,” pensó maese Lezna. Pero calló y las cosas mejor que nadie.
—¿Qué es esto? —le gritó—. ¿No os dije que no se tranquilizó, pensando: “En el fondo, ¿qué más da Y hubiera seguido despotricando, de no haberse
cortaseis los zapatos tan anchos? ¿Quién va a com- que lleven la viga en uno u otro sentido, con tal que presentado un morador del paraíso que lo tomó por
prar un zapato que no tiene más que la suela? ¡Exijo pueda pasar? Realmente, no veo que choquen con el cuello de la chaqueta y, con fuerza irresistible, lo
que mis órdenes se cumplan al pie de la letra! nada.” Al poco rato observó a otros dos ángeles que arrojó de la mansión celestial. Desde fuera volvió
—Maestro —respondió el aprendiz—. Sin echaban agua de una fuente en un tonel; al mismo nuestro hombre a mirar al interior y vio que cuatro
duda tenéis razón al decir que el zapato no está tiempo se dio cuenta de que el tonel estaba aguje- caballos alados estaban levantando el carro.
bien, pero es el mismo que vos cortasteis y empe- reado y el agua se salía por todos los lados. Estaban En este momento se despertó maese Lezna.
zasteis a coser. Os marchasteis tan aprisa que se mandando lluvia a la tierra. “Verdaderamente, en el cielo las cosas no discurren
os cayó de la mesa, y yo no hice sino recogerlo. —¡Mil diablos! —estalló nuestro hombre; pero como en la Tierra,” se dijo para sus adentros,” y
¡Pero a vos no os contentaría ni un ángel que reprimiéndose, afortunadamente a tiempo, pensó: pueden disculparse muchas de ellas: pero, ¿quién es
bajase del cielo! “Tal vez es puro pasatiempo; si a uno le divierte, capaz de ver con paciencia cómo enganchan caballos
Una noche, maese Lezna soñó que se había bien puede dedicarse a estas cosas inútiles, parti- delante y detrás de un carro a la vez? Tenían alas, es
muerto y se hallaba camino del cielo. Al llegar, llamó cularmente aquí en el cielo, donde, por lo que he cierto, pero ¿cómo iba yo a saberlo? Además, vaya
ruidosamente a la puerta. podido notar, todo el mundo está ocioso.” tontería pegar un par de alas a unos animales que
—Me extraña —dijo— que no tengan una cam- Prosiguiendo, vio un carro atascado en un pro- ya tienen cuatro patas para correr. Pero tengo que
panilla; se lastima uno los nudillos golpeando. fundo agujero. levantarme, pues de lo contrario todo irá de cabeza
Acudió a abrir el apóstol San Pedro, curioso de —No es de extrañar —dijo al hombre que estaba en casa; ¡suerte que no me he muerto de verdad!” ♣
saber quién pedía la entrada con tanta insistencia. a su lado—. ¿A quién se le ocurre cargarlo así? ¿Qué
—¡Ah, sois vos, maese Lezna! —dijo—. Os deja- lleváis en él?
ré entrar, pero debo advertiros que habréis de perder —Buenos deseos —respondió el hombre—. Con
vuestra costumbre de criticarlo todo, y no censu- ellos jamás conseguí andar por el camino derecho.
Un mercader había realizado buenos negocios en la Érase un pobre pastor joven cuyos padres habían
feria. muerto, por lo que la autoridad confió su cus-
Vendidas todas sus mercancías, regresaba con el todia a un hombre muy rico, encargándole que
bolso bien repleto de oro y plata. Como quería estar lo alimentase y educase. Pero tanto el hombre
en casa antes de que anocheciera, metió el dinero en como su mujer tenían corazones empedernidos,
su valija, la ató detrás de la silla y se puso en cami- avaros y envidiosos a pesar de su riqueza, y no
no montado en su caballo. A mediodía se detuvo a podían sufrir que alguien se llevase a la boca un
descansar en una ciudad; se disponía a continuar su pedazo de su pan. El pobre muchacho, con toda
ruta cuando el muchacho de la posada, al presentarle su buena voluntad, recibía muy poco de comer y
el caballo le dijo: muchos azotes.
—Señor, en el casco izquierdo de detrás falta un Un día le encargaron que guardase la gallina
clavo a la herradura. clueca con los pollitos, y el animal se extravió con
—No importa —respondió el comerciante—. El los pequeños entre un seto; inmediatamente bajó
hierro aguantará las seis horas que quedan de viaje. disparado un halcón, la apresó y volvió a remontarse
Tengo prisa. con el animal en las garras. El chiquillo prorrumpió
Por la tarde, tras otro descanso y dar pienso al a gritar con todas sus fuerzas:
animal, entró el muchacho en la sala y le dijo: —¡Ladrón, ladrón, bandido!
—Señor, vuestro caballo ha perdido la herradura Pero ¿de qué sirvieron sus gritos? El halcón no le
del casco izquierdo de detrás. ¿Queréis que lo lleve al devolvió la gallina.
herrero? Oyendo el hombre el ruido acudió a toda prisa,
—Déjalo —respondió el mercader—; el animal y al ver que su gallina había desaparecido, se encole-
aguantará el par de horas que quedan hasta casa. rizó y propinó al pequeño una paliza tal, que estuvo
Llevo prisa. dos días sin poder moverse.
de los niños
llas que habrás de pelar y cocer.
San José le dió las raíces; la muchachita las raspó
cuidadosamente y sacando luego el trocito de tortilla
y el pan que le había dado su madre, lo puso todo al
fuego en una ollita y lo coció en un puré.
Cuando estuvo preparado, le dijo San José:
—¡Tengo tanta hambre! ¿No me darías un poco
de tu comida?
La niña le sirvió de buen grado una porción
mayor de la que se quedó para sí misma; pero Dios
Érase una vez una madre que tenía tres hijas; la bendijo su cena y la muchachita quedó saciada.
mayor era mala y displicente; la segunda, pese a sus Luego dijo el santo:
defectos, era ya mucho mejor, y la tercera un decha- —Ahora a dormir; pero sólo tengo una cama. Tú
do de piedad y de bondad. te acuestas en ella y yo me echaré en el suelo, sobre
La madre, cosa extraña, prefería a la mayor y, en la paja.
cambio, no podía soportar a la pequeña, por lo cual —No —respondió la niña—, tú te quedas con la
solía mandarla a un bosque con objeto de quitársela cama; a mí me basta con la paja.
de encima, convencida de que un día u otro se extra- Pero San José la tomó en brazos y la llevó a la
viaría y nunca más volvería a casa. cama, donde la chiquilla se durmió después de haber
Pero el ángel de la guarda, que vela por los niños rezado sus oraciones.
buenos, no la abandonaba y siempre la conducía por Al despertarse a la mañana siguiente quiso dar
el buen camino. Sin embargo, una vez el angelito los buenos días al viejo, mas no lo vio. Lo buscó
hizo como que se distraía, y la niña no logró en- por todas partes sin lograr encontrarlo hasta que
contrar el sendero para regresar. Siguió caminando finalmente, detrás de la puerta descubrió un saco
hasta el anochecer y, viendo a lo lejos una lucecita, con dinero, tan pesado que apenas podía llevarlo; y
se dirigió a ella a toda prisa y llegó ante una pequeña encima estaba escrito que era para la niña que había
choza. dormido allí aquella noche.
Llamó, abrió se la puerta y, al franquearla, se Cargando con el saco emprendió el camino de
encontró ante una segunda puerta, a la cual llamó vuelta a su casa, a la que llegó sin contratiempo. Y
también. Acudió a abrirla un hombre anciano, de como entregó todo el dinero a su madre, la mujer no
aspecto venerable y blanquísima barba. Era el propio pudo por menos que darse por satisfecha.
San José, que le dijo, cariñoso: Al otro día le entraron ganas a la segunda herma-
—Entra pequeña, siéntate junto al fuego en mi na de ir al bosque, y la madre le dio bastante más
silla y caliéntate; iré a buscarte agua límpida si tienes tortilla y pan que a su hermana menor la víspera.
A un carretero se le había atascado el carro que En una gran ciudad, una pobre anciana estaba, por
llevaba cargado de vino, y de ninguna manera podía la noche, sola en su habitación; pensaba en cómo
sacarlo adelante. En esto acertó a pasar la Santísima había perdido, primero a su marido, luego a sus dos
Virgen y, al observar el apuro del carretero, le dijo: hijos y, poco a poco, a todos sus parientes y amigos;
—Estoy cansada y sedienta; dame un vaso de aquel mismo día había perdido al último, quedán-
vino y te sacaré el carro del atolladero. dose sola y abandonada del mundo entero.
—Bien a gusto lo haría —respondió el hom- Tan triste estaba la pobre anciana, sobre todo por la
bre—, pero no tengo ningún vaso en que echar el pérdida de sus hijos, que incluso llegó a reprochar a Dios.
vino. Permanecía triste y abatida cuando oyó el tañido
Entonces la Virgen tomó una florcita blanca con de la campana que tocaba a maitines. Sorprendida
rayas coloradas, llamada farolillo, que tiene forma de haber pasado toda la noche en vela entregada a
muy parecida a una copa, y la ofreció al carretero. sus tristes pensamientos, encendió la luz y se enca-
Éste ka llenó de vino y la Virgen bebió, y en el minó a la iglesia.
mismo instante quedó desatascado el carro y el hom- Al llegar el templo estaba completamente ilumi-
bre pudo continuar su camino. nado, aunque no por velas y cirios como de cos-
Desde entonces se conoce la florcita con el nom- tumbre, sino por un resplandor raro y crepuscular.
bre de “copita de la Virgen.” ♣ Estaba también lleno de gente, y todos los sitios apa-
recían ocupados, y cuando la viejecita quiso ocupar
el suyo habitual, resultó que el banco estaba lleno. Y
al mirar a aquellas gentes se dio cuenta de que todos
eran parientes difuntos, que estaban sentados allí
con sus vestidos de otros tiempos y con los rostros
lívidos. No hablaban ni cantaban, mas en la iglesia
se percibía un extraño zumbido y rumoreo.