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LA GENERACIÓN PERDIDA

ORIGEN DEL NOMBRE

La expresión “la generación perdida” fue originariamente acuñada por la escritora norteamericana Gertrude Stein, se le aplicaba
a aquellos escritores norteamericanos que lucharon en la I Guerra Mundial y después, o bien a los que permanecieron en Europa
o a los que regresaron.

Hemmingway decía que tal expresión se la había oído Stein a un mecánico al llamar a su aprendíz, el cual había luchado en la I
Guerra Mundial. Ella la trasladó y la aplicó a aquellos escritores norteamericanos que se congregaron en Paris. (Epígrafe de
Fiesta, Hemmingway 1926).

MIEMBROS DEL GRUPO.

Los miembros más relevantes de la generación perdida fueron: John Steinbeck, Hemmingway, F. Scout-Fitzgerald, Cummings y
McLeish. Incluiremos otros como Faulkner, que puede considerarse un error técnico puesto que a lo largo de dicho periodo
nunca dejó Estados Unidos.

FACTORES UNIFICADORES.

La mayoría de integrantes de dicho grupo estaban desilusionados con la tendencia a la que se encaminaba la cultura americana,
el pensamiento y la política en los años posteriores a la I Guerra Mundial.

Ellos percibían un estancamiento cultural en la literatura norteamericana, no había ningún nuevo movimiento. Esto se explica en
gran medida por el hecho de lograr el nuevo objetivo norteamericano de llegar a ser la única fuerza política y militar del mundo,
plantando la semilla de combatir todo radicalismo, dando lugar a la era pre-McCarthy en los años 30.

Europa, por otra parte, se percibe en medio de una serie de grandes desarrollos culturales y literarios, tales como el comienzo
del existencialismo en Francia, que se relacionó estrechamente con las tendencias psicológicas literarias de un monólogo interno
y la corriente de la conciencia en Reino Unido e Irlanda.

La generación de 1927 en España también fue parte de este movimiento, la cual cuestionó la política, la literatura social y las
normas de la personalidad. El centro de este movimiento estaba en París, donde se reunía la mayoría del grupo. Muchos de los
integrantes del grupo se identificaron con las luchas populares contra la injusticia y la opresión e incluso lucharon en contiendas
contra las mismas. Ellos se consideraban como un movimiento político y literario que tenía algo en común con la segunda
generación de románticos británicos.

ERNEST HEMMINGWAY

SU VIDA (1899-1961)
Ernest Hemmingway nació y murió en Estados Unidos pero vivió muchos de sus años en Europa, principalmente en Paris. El
mismo contaba en sus memorias sus días en París que apreció paralelismos entre él y Byron. Fue un gran mujeriego, bebedor y
oponente de la opresión. Luchó en las Brigadas Internacionales de España, 1937-1939, y quedó fascinado por la fiesta nacional
española, de la cual llegó a ser un “aficionado”. Hemmingway se sentía atraído por todo lo que era apasionado en la vida y
detestaba el vacío, el aburrimiento y lo mundano. Acabó suicidándose.

SU ESTILO Y TRABAJO.

Desde sus primeros trabajos, Hemmingway quiso romper con las imágenes serenas de la vida cotidiana y remplazarlas con el
antagonismo y las pasiones que él apreciaba bajo la superficie. Sus primeros trabajos, desde 1923 a 1926, incluyen “Tres relatos
y diez poemas” o “Fiesta” que no son considerados de gran importancia.

Mayormente se considera que su primer trabajo importante fue “Adiós a las armas” escrito en 1928 que se centra en la Primera
Guerra Mundial, relata su tragedia e inutilidad, así como la apreciación creciente de que no se luchó para mejorar ninguna
condición humana.

En su obra “Tener y no tener” de 1937 vemos la obsesión de Hemmingway con la acción y la pasión, trata sobre el abuso tanto
del poder como del ser humano, sobre la oposición a tal abuso y sobre la compasión. También vemos al héroe como un
antihéroe, que se convirtió en una referencia de Hemmingway, mostrando debilidad, tendencias alcohólicas, etc.

Hemmingway sólo escribió una obra de teatro de cierta relevancia, se trata de “La quinta columna” que fue escrita en 1938 con
un estilo de realismo social. “Por quien toca las campanas” en 1940, muestra la acción de un pequeño grupo de gente luchando
en una guerra civil, incluyendo a un miembro de la Brigada Internacional Norteamericana (Abraham Lincoln) y a los partisanos
españoles. A veces totalmente aislado de sus camaradas, vemos como se despliegan tanto las ideas como las relaciones
interpersonales del grupo, con rabia contra la opresión, el amor romántico y la inevitable muerte. Se trata de un relato de pasión
y compasión.

“El viejo y el mar” de 1952 pertenece al periodo final de Hemmingway y se encuentra mucha mas centrada en el individuo.
“París era una fiesta” publicada póstumamente en 1964 hace balance de la vida del escritor en París.

Se ha dicho frecuentemente de Ernest Hemmingway que usaba un estilo literario periodístico en sus escritos y que fue el
fundador de dicha tradición. Consiguió el Premio Nóbel de Literatura en 1954.

JOHN STEINBECK (1902-1968)

Steinbeck se pasó toda su vida preocupado por las condiciones de pobreza y marginalización de ciertos sectores de su área de
origen, la región central costera de California. El era plenamente consciente de la explotación y el empobrecimiento de muchas
personas debido a las grandes empresas, como el caso de los productores de frutas.

Su estilo está marcado por la yuxtaposición del dialecto idiomático de los pobres ricos de la época, con una reflexión sofisticada
en una prosa elegante sobre la condición política y social de la humanidad.

Sus héroes son los pobres y aquellos iletrados que normalmente no pueden expresar por sí mismos las ideas que tienen.
Probablemente su trabajo más típico y famoso de este estilo sea “Las uvas de la ira” de 1938 cuyo título fue tomado de un
himno de gente de color sobre la reforma. En él vemos a una familia de pobres granjeros blancos, notables por su honestidad y
ferviente religión, que se ven obligados a mudarse de Oklahoma, que se estaba convirtiendo en un desierto debido a la
sobreexplotación de las tierras, y que emigran a California para encontrar trabajando recolectando fruta.

Se enfrentan a las dificultades típicas del trabajo duro y la pobreza que les sucedió a los campesinos desposeídos de Oklahoma y
se ven rodeados de hambre y muerte. Steinbeck condena este capítulo horrendo de la historia contemporánea americana, tanto
a través de la historia como de sus reflexiones.

“De ratones y hombres” de 1937, está basada menos en eventos históricos pero también cuenta la historia de los pobres
granjeros y de sus preocupaciones. Vemos a Larry, un hombre amable pero con una deficiencia mental que le gusta tener como
mascota a un ratón (que siempre muere en su bolsillo) como alguien adorable. Otros trabajos importantes incluyen una edición
de historias cortas escrito en 1935 así como la novela “Al este del Edén” de 1952.

John Steinbeck ganó el Premio Nóbel en 1962.

F.SCOTT-FITZGERALD (1896-1940)

Fitzgerald tuvo mucho en común con el resto de su generación, al igual que diferencias significantes. Era consciente de la
falsedad de los valores de la aristocracia de la sociedad americana, al igual que de la importancia de las cualidades de la
honestidad y la sensibilidad, que eran más fáciles de encontrar entre los pobres, pero el estaba principalmente interesado en
describir estos fenómenos mas que en reflexionar sobre ellos.

El no estaba (como Steinbeck, Hemmingway, Faulkner) interesado en la lucha política contra la injusticia. Como Faulkner,
procedía de una familia de clase alta. Estaba muy interesado en el jazz y esto se muestra en su trabajo. Se sentía como un
extraño entre los de la clase alta de la sociedad americana, dejó sus estudios después de estar un año en la universidad y se
dedicó a escribir. Se alistó en el ejército norteamericano en 1917. Vivió en Europa durante muchos años (Paris) durante los años
20 y principios de los 30.

Sus primeros trabajos, como “El tigre”escrito en 1917 son de menor importancia. Su primer éxito fue “A este lado del paraíso”
escrito en 1919 que describe una generación de jazz.”Hermosos y malditos”, de 1922, no fue bien recibida por los críticos, a
pesar de que se dijo que su estilo había mejorado también se dijo que era demasiado laborioso. Incluye una gran cantidad
autobiográfica. Las historias cortas escritas durante la época “Los Flappers” en 1922, sobre las mujeres en los años 20 así como
“Los cuentos de la edad del jazz” de 1923 tuvieron más éxito.

Con toda probabilidad su trabajo mas famoso es “El gran Gatsby” de 1925, en el que describe el estilo, la decadencia y la
deshonestidad interpersonal en la vida de la alta aristocracia de los años 20.

Tras su regreso de Europa en 1933 escribe “Suave es la noche”, 1934, en la que muestra la terrible confusión de la sociedad
norteamericana en la depresión, transmitiendo la ambigüedad y la desolación de dicho periodo con un movimiento intenso y un
estilo compasivo. No fue un éxito de ventas y fue atacado por los críticos como estilísticamente imperfecto. Sin embargo tuvo un
gran resurgimiento en los años 50 y 60. En 1936, sintiéndose que no podía escribir más ficción, Fitzgerald escribió una serie de
ensayos sobre la depresión, titulado “The crack-up”. En 1937 comenzó su trabajo como productor en Hollywood realizando
películas de éxito como “El gran magnate”.
T.S. Eliot dijo de F. Scout-Fitzgerald que había conseguido mostrar las dos caras del estilo de vida norteamericano y que fue la
primera persona desde Henry James que movió a la novela americana hacia una dirección útil.

WILLIAM FAULKNER (1897-1962)

Faulkner procedía de una familia de ricos propietarios de plantaciones al sur de los Estados Unidos, la región era famosa por su
opresión sobre la gente de color y su moralidad histérica. Faulkner no era de esa tradición y la criticaba duramente,
normalmente lo hacía de forma abierta tomando el lado de la gente de color en las luchas políticas, describiendo el doble rasero
de la sociedad blanca sureña.

Sus primeras novelas, incluyendo “La paga de los soldados” no fueron de gran relevancia pero en “El ruido y la furia” de 1929
donde muestra una gran influencia de los escritores Joyce y Bloomsbury y en particular de Virginia Wolf, a través del uso de
monólogos internos.

Durante los años 30 y 40 Faulkner escribió una serie de novelas e historias cortas basadas en los sucesos de un condado
imaginario llamado Yoknapatawpha, que es una recreación satírica de la decadencia del profundo sur. Estos incluyen
“Santuario” en 1931, “Absalon, absalon” en 1936 y “Desciende Moisés” en 1942. Posiblemente su último trabajo significativo
fue “Réquiem por una monja” de 1952. “The Ratcatchers” en 1962 tuvo muy mal acogida.

En su discurso de aceptación del Premio Nóbel en 1949, hizo referencia a los ataques sufridos por él en el sur, diciendo “el
propio escritor debe aprender que lo más básico de todas las cosas es tener miedo”

ALGUNOS ESCRITORES MENORES DE LA GENERACION PERDIDA

CUMMINGS (1897-1962)

E.E. Cummings fue enfermero y asistente sanitarios en las ambulancias durante la I Guerra Mundial, escribió un número de
poemas sobre la guerra. Con un nuevo estilo innovador que rompió con la tradición de la construcción, de la métrica, etc. Entre
sus obras están: “La guerra” en 1925, “50 poemas” en 1949 y “Buffalo Hill” en 1923.

COWELL (1897-1965)

Escribió letra y música de canciones pero primordialmente es considerado un compositor de la generación perdida.

GERTRUDE STEIN (1874-1946)

A veces incluída entre los integrantes de la generación perdida, ya que ella compartió mucho de sus ideales en relación a los
Estados Unidos, la búsqueda de un nuevo estilo, vivió en París casi toda su vida adulta (habiendo llegado a decir de su Berkley
natal en California, “Allí no hay nada”.

Vivió como una lesbiana reconocida con la escritora Alice B. Toklas, escribió un número de poemas innovadores, obras y trabajos
en prosa, incluyendo el curioso título “Autobiografía de Alice B. Toklas” y también “La sagrada Emily” en 1913 y “Cuatro santos y
tres actos” en 1934.
JOHN DOS PASSOS (1896-1970)

Nacido en Chicago, Illinois, hijo ilegítimo cuyo padre no lo reconoció como tál hasta la edad de 14 años. Escribió sobre Nueva
York mostrando su superficialidad y su estilo de vida frenético pero a pesar de todo el siempre estaba allí. Su trabajo mas
importante fue “Manhatan transfer” que trata sobre la nueva generación de neoyorquinos.

LILLIAN HELLMAN (1905-1984)

Nacida en Nueva Orleáns dentro del seno de una familia judía. La mayor parte de su infancia transcurrió entre su ciudad natal y
la casa de sus tíos en Nueva York. Fue una radicial que vivió con Dashiell Hammett y fue acusada por el Comité McCarthy en los
años 50 de ser comunista. Sus obras estaban fuertemente influenciadas por el existencialismo. Entre sus obras mas famosas
destacamos “La hora de los niños” de 1934 y tampoco debemos olvidar una autobiografía “Pentimento” en 1973 que trata sobre
su juventud y que sería trasladada al cine con la película “Julia”.
Generación perdida: ¿por qué se sentían tan
desorientados?
ENTREGUERRAS
Este verano se cumplen 125 años del nacimiento de F. S. Fitzgerald y 60 de la muerte de Ernest Hemingway, los dos
escritores más representativos de la generación perdida

F. Scott Fitzgerald (izqda.) en 1921 y Ernest Hemingway en París en 1926.


Dominio público / API/Gamma-Rapho vía Getty Images
GONZALO TOCA REY
02/07/2021 07:00 Actualizado a 02/07/2021 11:00

Cuántas veces hemos conjurado la imagen de la generación perdida en los últimos quince años. Muchísimas. Infinitas. Y
los motivos son múltiples: hemos vivido fabulosos períodos de prosperidad, segados tajantemente por durísimas crisis
económicas, tragedias humanitarias que nos hubieran parecido inconcebibles poco antes y también la aceleración de
una profunda y vertiginosa transformación social, tecnológica y económica (con la intensificación de la globalización y
la culminación de la Tercera Revolución Industrial) que ha complicado el entendimiento entre padres, hijos y abuelos.

La sensación de fragilidad tenía que invadir, forzosamente, nuestros sueños y vigilias como una tupida y casi indisoluble
mancha de petróleo. Y debía envolver y empapar, muy especialmente, a esos jóvenes y no tan jóvenes que nacieron y
crecieron en un entorno más estable y previsible y que entienden que sus padres podían planificar sus vidas a largo
plazo, mientras ellos parecen sumergidos eternamente en una pegajosa provisionalidad.

Estas experiencias han sembrado en algunos de ellos una extraña nostalgia por los tiempos de juventud y primera
madurez de sus padres, que nunca vivieron ni querrían vivir; aunque envidien, a veces secretamente, la seguridad que
ellos creen que les procuraban unos sólidos referentes morales, sus buenas casas en propiedad desde una edad
temprana, unas crecientes comodidades que permitían familias numerosas (las tuvieran finalmente o no) y la aparente
sencillez de unos caminos profesionales y personales trazados de antemano y casi escritos en bronce (¡matrimonios
para siempre!, ¡empleos para toda la vida!).
Y muchos de esos jóvenes y no tan jóvenes, aunque añoran ese mundo rotundo, imaginario y perdido, discrepan
claramente de los caminos que ese mismo mundo les animó a seguir a sus padres. Ellos, al fin y al cabo, son los hijos de
otro tiempo. No pueden, ni quieren, empujar hacia atrás las pesadas agujas del reloj, aunque a veces lo deseen en
cierto modo.

La población americana se disparó en más de treinta millones de personas

durante las primeras dos décadas del siglo pasado

Algunos de ellos han optado por el viaje, por vivir buena parte de su juventud lejos de casa y por reivindicar, de esta y
otras maneras, su diferencia y su derecho fundamental a reinventarse y a gobernar sus vidas. Hay método en su
desarraigo.

El sueño europeo

También lo había, hay que decirlo, en la huida a Europa, encarnada simbólicamente en París, de Ernest Hemingway
(1899-1961) y Francis Scott Fitzgerald (1896-1940), probablemente los dos autores más memorables de la llamada
generación perdida.

Ambos pasaron buena parte de su transición de los veinte a los treinta años en el Viejo Continente, y ambos dejaban
atrás una sociedad en transformación explosiva, donde nada, absolutamente nada, se quedaba en su sitio. Ya no era el
mundo de sus padres, que no habían podido prepararlos para esto, pero tampoco el suyo.

Portada de una revista de los años veinte.


Dominio público
La población americana se disparó en más de treinta millones de personas durante las primeras dos décadas del siglo
pasado. En el año 1900, la mitad de sus habitantes ni siquiera habían cumplido los veinticinco años y los que superaban
los treinta y cinco no representaban ni un tercio del total.

Además, en aquellas dos décadas vertiginosas, llegaron más de catorce millones de inmigrantes, sobre todo europeos,
a las fronteras y costas estadounidenses. Sus orígenes no podían ser más dispares: Austria-Hungría, Italia y Rusia eran
sus principales países de procedencia. Vinieron más inmigrantes de cualquiera de estos tres países que de toda
Latinoamérica.

Enorme transformación

A pesar del alucinante aumento de la población, el PIB per cápita estadounidense se catapultó casi un 30% durante
aquel período, algo que dice mucho de la creciente prosperidad de los hogares y también del cielo que se les abrió a
muchas familias, que podían dedicarse a ocupaciones industriales y romper, así, las ancestrales sumisiones de la vida en
el campo. En 1920, la mitad de la población ya era urbana y el tiempo disponible de ocio para la clase media se había
ampliado al galope.

La nueva prosperidad elevó claramente el bienestar. Entre 1900 y 1920, la esperanza de vida media al nacer se
catapultó en más de siete años, las defunciones por tuberculosis se habían derrumbado un 40% y las muertes durante
el parto de los niños y las madres cayeron casi un 25%. Los roles de género comenzaron a virar con fuerza.

Aunque el porcentaje de mujeres casadas y viudas repuntó un poco en esas dos décadas, el escasísimo número de
divorciadas se duplicó, y el de las que nunca se casaron avanzó en casi un 30%. Las mujeres tomaron parte y a veces
lideraron el impulso de reformas como la ley seca, las restricciones al trabajo infantil o los importantes avances en
higiene y salud pública. Las estadounidenses consiguieron el derecho al voto en 1920.

El profundo malestar de buena parte de la población alentó aquel impulso reformista. Fueron los años de un
exuberante activismo político y también la primera edad de oro del periodismo de denuncia, marcado por grandes
revelaciones empapeladas de sensacionalismo.
La periodista Ida Tarbell, conocida especialmente por su investigación sobre John D. Rockefeller y la Standard Oil Company.
Dominio público
Los casos de corrupción, abusos de poder y explotación laboral colmaban las portadas de los periódicos y las revistas.
Eran los tiempos de Upton Sinclair (autor de La jungla), pero también de Ida Tarbell, que firmó unos reportajes de
investigación que contribuyeron a la disolución de la Standard Oil de John D. Rockefeller.

Hijos de sus padres

Todas estas transformaciones se convirtieron en las fuentes de la desorientación y las oportunidades de la generación
perdida. La figura de Sylvia Beach (propietaria de Shakespeare & Company, editora de Ulises, de James Joyce, y gran
promotora del primer libro de Ernest Hemingway) no se entiende sin ese ascenso de la mujer.

La de Gertrude Stein –escritora, coleccionista, gran anfitriona de la generación perdida y mentora inicial del autor de El
viejo y el mar–, tampoco. Stein había sido la primera de su promoción en Radcliffe (Harvard), donde la apadrinó el
legendario psicólogo William James. Ni Stein ni Beach llegaron a casarse nunca.

Las dos primeras décadas del siglo pasado también hicieron mella en las relaciones de los padres de Francis Scott
Fitzgerald y Ernest Hemingway. Sus respectivas esposas, Mollie MacQuillan y Grace Hall, hijas de unos inmigrantes
europeos que se habían enriquecido de golpe en Estados Unidos, heredaron de ellos más dinero del que sus maridos
eran capaces de ganar.

Hall, una mujer a la que le interesaban bastante más las armas de fuego que las tareas domésticas y que poseía un gran
talento musical, rechazó una oferta profesional de la Metropolitan Opera de Nueva York.

Fotografía de familia de Hemingway en 1905. El futuro escritor, a la derecha.


Dominio público
Mollie y Grace, ambas con fama de excéntricas, también parecían más sólidas que sus parejas. El padre de Scott
Fitzgerald, Edward, se quedó en el paro con cincuenta y cinco años, después de dar muchos tumbos, y acabó viviendo
de la ayuda de su familia política.

Clarence Hemingway era médico y, muy posiblemente, bipolar. Sus terribles depresiones acabaron allanándole el
camino al suicidio en 1928. La fragilidad emocional y económica de Edward y Clarence dejó una honda huella en las
obras y las vidas de sus hijos, que siempre vieron con repulsión su propia vulnerabilidad y aspiraron a una masculinidad
poderosa y probablemente imposible.

Materialismo insoportable

Uno de los principales motivos que esgrimieron durante años muchos de los miembros de la generación perdida para
abandonar Estados Unidos fue la manera en la que su país estaba abrazando ferozmente el capitalismo, el consumismo
y una cultura que privilegiaba el beneficio a corto plazo y el prestigio del banquero frente a los grandes valores y la
reputación de las artes.

Esa percepción tan negativa bebió de las frustraciones que animaron las grandes reformas políticas y legales del
período, atizadas por un periodismo de denuncia eficaz e incendiario. Al mismo tiempo, la escurridiza posición
socioeconómica de familias como las de Scott Fitzgerald o Hemingway condicionó las reservas de los dos escritores
ante aquella explosión de riqueza y bienestar y también su nostalgia por un mundo más estable y ordenado, menos
materialista.

Scott Fizgerald y su esposa Zelda, en el año 1921. (Photo by Hulton Archive/Getty Images)
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Mientras las fortunas y el prestigio de sus familias menguaban y se extinguían –al fin y al cabo, sus madres, Mollie y
Grace, ya solo eran herederas–, las de muchos de sus vecinos aumentaban considerablemente o surgían casi de la
nada, en una sociedad bastante más entusiasmada con el nuevo bienestar de la clase media y los hombres hechos a sí
mismos (“somos estadounidenses”) que con viejos ideales de noblesse oblige y dinastías familiares en franca
decadencia (“¡por eso nos fuimos de Europa!”).

Al mismo tiempo, la educación victoriana que recibieron Francis Scott Fitzgerald y Ernest Hemingway (y la forma en la
que el primero admiraba los ideales caballerescos de su padre y el segundo la profunda conexión con la caza y la
naturaleza del suyo) eran también una receta para la desorientación.

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FÈLIX BADIA

Sobre todo, en una sociedad vertiginosa donde empezaban a mandar los jóvenes (y su nueva forma de ver el mundo),
la burguesía empresarial hecha a sí misma, el éxito económico y la vida urbana. Y donde, no lo olvidemos, la Primera
Guerra Mundial había terminado de sepultar el mundo de ayer, que, en este caso, era el que había representado la
reina Victoria.
En definitiva, los miembros de la generación perdida tenían muchos motivos para sentir que no encontraban su sitio en
Estados Unidos y para tratar de buscarse a sí mismos viajando en general, emigrando a una de las venerables capitales
del Viejo Mundo en particular y creando, allí, una especie de colonia de almas gemelas en el exilio.

Ernest Hemingway en París en torno a 1924.


Terceros
Y lo mismo cabe decir de una porción de jóvenes y no tan jóvenes españoles que han transitado, entre el mareo y el
asombro, por un siglo XXI marcado por la montaña rusa de la economía, la cascada final de la Tercera Revolución
Industrial, el terremoto que ha redefinido las relaciones entre los sexos (e incluso lo que entendemos por un hombre y
una mujer) y la tragedia sanitaria. En su confusión, su desorientación y su aspiración de estabilidad y permanencia, muy
distintas a las de la generación perdida, resuenan, sin embargo, los ecos de Hemingway o Fitzgerald.

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