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Liceo Bicentenario San Felipe de Arauco

Prof.: Jaime Torres Levín


Curso: 1° B

GUÍA: EL PENSAMIENTO LIBERAL Y LA CULTURA BURGUESA

1. El ideario republicano y liberal


Los legados de la Ilustración y de la Revolución francesa, cuyas ideas se expandieron a fines del siglo XVIII, fueron
fundamentales en los procesos políticos que se desarrollaron en Europa y América durante el siglo XIX y en la conformación del
liberalismo, doctrina política, económica y social que defiende la libertad del individuo y la limitación del poder del Estado.
Estas ideas sentaron las bases para el desarrollo de los sistemas de gobierno republicanos, en los cuales los ciudadanos eligen a
sus autoridades máximas, y la vida en sociedad está regulada por leyes, entre otros principios fundamentales.

1.1 Los principios republicanos


Durante el siglo XIX, la mayoría de los Estados europeos incorporaron en sus regímenes políticos los principios básicos liberales.
Entre ellos destacan:
Soberanía popular. Cada ciudadano es soberano y ejerce la soberanía directamente. Para lograr un modelo representativo, Sieyes
concibió la soberanía nacional, la que por medio de elecciones periódicas elegiría a sus autoridades. Se concibe así un gobierno
que cuenta con el respaldo de la mayoría de quienes son ciudadanos.
Separación de los poderes del Estado. Las funciones ejecutiva, legislativa y judicial del Estado deben estar separadas, como
poderes independientes, para permitir la existencia de controles y equilibrios que limiten las facultades del gobierno. Estas ideas
derivan de los planteamientos de Montesquieu, pensador de la Ilustración, expresados en su obra Del espíritu de las leyes (1748).
Igualdad ante la ley y necesidad de una Constitución.
Debe existir una Carta Fundamental que defina las características y responsabilidades de las autoridades, y contenga los derechos
y deberes de los ciudadanos. Asimismo, que consagre la igualdad ante la ley, reconociendo la igual naturaleza y atributos
esenciales de todos los seres humanos.
A fines del siglo XIX, la mayoría de los Estados liberales europeos tenían monarquías constitucionales, a excepción de Francia y
Suiza, donde se consolidó la república. En América, en cambio, partiendo por Estados Unidos, la república fue el sistema de
gobierno que se consagró tras los procesos independentistas.

1.2 Las expresiones del liberalismo


A lo largo del siglo XIX, las ideas liberales fueron aplicadas en ámbitos como la política y la economía, dando origen a distintas
formas de organizar el gobierno y la sociedad. Algunas de sus expresiones más importantes fueron:
El parlamentarismo. En Inglaterra, la Declaración de Derechos firmada por los integrantes del Parlamento, en 1689, dio origen a
una monarquía parlamentaria e incorporó principios liberales, como la división de los poderes y la soberanía popular. El
parlamentarismo fue más tarde adoptado por otras naciones de Europa y del resto del mundo, siendo su característica central la
supremacía del Poder Legislativo por sobre el Ejecutivo y su aplicación tanto en sistemas monárquicos como republicanos.
El constitucionalismo. Tuvo por finalidad primordial limitar la autoridad por medio de la instauración de leyes que regularan la
vida en sociedad dentro de cada Estado, y garantizar los derechos y libertades de las personas. De este modo, durante el siglo XIX
una serie de países se organizaron a partir de una Constitución que les aseguraba la prevalencia de las leyes por sobre el arbitrio de
los individuos. Entre las características de una Constitución se encuentran:
• Organiza la estructura del Estado. Define si el Estado se organiza de modo federal o unitario, además de establecer los diversos
cargos que lo administran y sus funciones.
• Define la organización política. Fija el sistema político y delimita los poderes del Estado, estableciendo los controles para
garantizar la división de los poderes y favorecer el equilibrio del poder y la eficiencia de su gestión.
• Establece los derechos y deberes de las personas. Se incluyen las garantías fundamentales de los ciudadanos y los mecanismos
de participación y representación política.
Algunas de estas formas de organización continúan hasta la actualidad. Por ejemplo, hoy existen diferentes tipos de regímenes
parlamentarios en el mundo y casi todos los Estados se regulan por una Constitución.
Tal como en el siglo XIX, ambas expresiones del liberalismo buscan fomentar las libertades públicas y la representatividad en la
elección de los gobernantes.

El reconocimiento de derechos individuales. En el siglo XVIII, los filósofos ilustrados postularon que las personas nacían
iguales en capacidades y tenían ciertos derechos. Algunos de estos fueron recogidos en documentos como la Declaración de
Independencia de los Estados Unidos (1776) y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789).
Durante el siglo XIX, los liberales europeos y americanos fomentaron la difusión de ideales que llevaron a un mayor
reconocimiento de estos derechos. Uno de los más importantes fue la libertad individual, que debía ser respetada y resguardada por
el Estado, y se manifestaba en derechos como los siguientes:
• Libertad de pensamiento: derecho de pensar y expresar las propias ideas y de disentir con las contrarias sin ninguna presión de
la autoridad.
• Libertad de reunión y asociación: derecho a reunirse libre y pacíficamente, y de formar grupos, organizaciones o sociedades.
• Libertad de expresión y de prensa: derecho a exponer toda clase de ideas, opiniones y hechos a través de cualquier medio y sin
censura previa.
• Libertad religiosa: este derecho otorga plena independencia para practicar cualquier religión o credo sin imposición previa.
Otro de los derechos más relevantes para los liberales del siglo XIX fue la propiedad privada, pilar fundamental del liberalismo
económico que estudiarás más adelante.
El abolicionismo. En el siglo XIX, la esclavitud era una situación aceptada en muchos lugares del mundo debido a que en la
época colonial potencias como España, Portugal, Francia, Inglaterra y Holanda utilizaron esclavos al servicio de su
crecimiento económico. Sin embargo, las ideas liberales fueron el fundamento para movimientos abolicionistas que, a fines del
siglo XIX, habían logrado la abolición de la esclavitud en casi todos los países occidentales.
A pesar de estos avances, una de las mayores contradicciones del liberalismo extendido durante el siglo XIX fue que la promoción
de los derechos individuales benefició fundamentalmente a los hombres blancos de Europa y América, dejando fuera a numerosos
grupos, como los afroamericanos y las mujeres, que debieron esperar a mediados del siglo XX para que fueran reconocidos sus
derechos.
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El liberalismo económico. El deseo de acrecentar la libertad económica surgió en Europa a fines del siglo XVIII como una
reacción a la intervención de los gobiernos en materias económicas. Este pensamiento fue llamado librecambismo y tuvo entre sus
principales ideólogos al economista escocés Adam Smith (1723-1790). Entre los preceptos fundamentales del liberalismo
económico del siglo XIX estaban:
• La búsqueda del máximo beneficio personal. Para los defensores del liberalismo, la iniciativa privada era el factor principal
para el movimiento de los mercados. Según esto, las personas debían trabajar y vender para su propio enriquecimiento.
• El Estado no puede intervenir. La frase divulgada era Laissez faire, laissez passim (“dejen hacer, dejen pasar”) y hacía
referencia al rol limitado que debía tener el Estado en la economía.
• La acumulación de capitales y competencia. Para los empresarios, el hecho de poseer maquinaria y dinero les permitía
desarrollar industrias y negocios. Por otra parte, la competencia permitía generar más y mejores productos desde la perspectiva del
capitalismo.
• La defensa de la propiedad privada. El trabajo y las ganancias permitían adquirir bienes que debían quedar bajo custodia
exclusiva de sus propietarios. Es por ello que resultaba necesaria la existencia de leyes que protegieran la propiedad.
• El libre mercado. El bienestar económico se obtenía de la relación entre consumidores y productores, quienes deciden qué,
cómo y para quién producir sin la intervención del Estado.
El siglo XIX fue un período de activa integración de los mercados mundiales. Los países se preocuparon de exportar e importar
productos considerando las ganancias, en el marco de una economía cada vez más libre y abierta. Los países industrializados de
Europa, junto con Estados Unidos y Japón, dominaron los mercados, por lo que se crearon grandes diferencias entre estos y las
economías menos industrializadas que se dedicaban a la exportación de materias primas.

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