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Los encuentros: El Desquicio 1

Relato N°1

Los encuentros

“El Desquicio”

La Primera Vez

Habían pasado 2 o 3 meses desde que no tenía noticias de aquel albino y ese no era el
principal de sus problemas por mucho que así misma se lo dijera constantemente. Durante ese
tiempo sus escapadas habían vuelto a disminuir casi por completo y no tardaban mucho en
encontrarla en el acto o solo unos minutos luego de haber conseguido salir, la vigilancia que le
habían vuelto a poner aparentemente sin motivo aunque ella estaba segura que solo no le era
comunicado. Era tan injusto y frustrante, ella había hecho todo bien por mucho tiempo, lo
mínimo que esperaba a cambio era saber por encima el motivo de la custodia repentina.

Como pudo en ese tiempo visitó aquella casucha al lado del lago pero nunca lo volvió a
ver, ella quién estaba ya segura de hablarle no pudo tener ningún tipo de duelo, estaba perdiendo
esa pequeña chispita nuevamente y la asustaba aunque no lo dijera. No sabía ella misma de que
era capaz, la mayoría del tiempo tan solo actuaba por impulso con la motivación en mente de
buscar algo más que un castigo o encierro, a veces ya ni tenía eso en mente solo era ya cotidiano,
eso la asustaba.

Así fue cuando en un pequeño lapso de 10 minutos en los cuales la habían dejado sola
mientras se iba un tutor y llegaba otro que vio la ventana como si fuera la misma libertad en un
simple objeto. Tomó sus libros y dejó una pequeña nota diciendo que llegaría tarde con aquella
caligrafía que tan bien había practicado.

El corazón le latía a mil por hora mientras movía una silla para trancar solo
momentáneamente la puerta y luego salía por la ventana viendo que no hubieran demasiados
guardias debajo. Con cierta dificultad logró evadir guardias y llegar con una sonrisa en el rostro
hacía uno de sus lagos favoritos. No supo bien el porqué, pero al llegar se acumularon tantas
emociones que no lograba aguantarse así misma.

Se sentó en el suelo cruzando sus piernas y mientras su respiración se volvía agitada


sintió como las lagrimas comenzaban a pedir permiso pero ella jamás se iba a permitir aquello.
Todo ese dolor, esa tristeza profunda se convirtió rápidamente en histeria. Sus ojos se nublaron
en ira, una ira la cuál no sabía controlar. No estaba preparada para aquello, no podía tan solo
golpear cosas hasta que las voces y sentimientos se callaran.

Su rostro se había enrojecido por la ira. Sus manos estaban cerradas con fuerza en un
puño tomando algo de hierba en el proceso arrancándole sin siquiera percatarse de aquello. Sus
labios totalmente fruncidos formando una especie de puchero. Su cabello siempre perfectamente
arreglado en dos trenzas a la cintura estaba suelto dejando mechones traviesos caer sobre su
rostro para finalmente jugar con rozar el césped cercano.

Su vista se había comenzado a nublar mientras murmuraba insultos en múltiples idiomas


exceptuando el suyo propio, cuando estaba dispuesta a ponerse de pie e ir a golpear algo sintió
un golpe en la cabeza lo cuál la descoloco por un momento hasta que se dió cuenta de que había
una bellota a su lado. Tomó aquella bellota entre sus manos y del mismo enojo la aplastó, había
actuado antes de pensar en cualquier cosa.

Respiro profundo en un intento en vano por calmarse pero esto no sirvió en absoluto. Se
puso de pie y luego de pedirle perdón a aquel gran árbol con una voz bastante dulce a
comparación de la que había usado para insultar anteriormente le encesto un primer golpe y un
segundo después otra bellota había caído encima de su cabeza. Dejó escapar más aire del
necesario.

Por un momento se puso de cuclillas por instinto, varios pensamientos se comenzaban a


desvanecer pero otros nuevos aparecían, ella no tenía control. Grito dejando salir aquello y está
vez se puso en posición, como si estuviera por tener una pelea formal con aquel pobre árbol. Y
volvió a golpearlo, está vez eran golpes rápidos que hacían doler sus nudillos en los cuáles creía
había perdido el dolor luego de endurecerlos por años pero se equivocaba y entre golpe y golpe
caía alguna que otra bellota sobre su cabeza hasta que una la volvió a la realidad.
Volvió a calmarse y sobo por unos minutos su cabeza con una mano mientras que veía el
hilo de sangre correr por su otra mano. Vio al suelo y se encontró con un montoncito de bellotas.
Suspiro.

Se sentó en el suelo contra el árbol y cerró sus ojos mientras juntaba sin mucho cuidado
las bellotas para tenerlas a un lado suyo y comenzar a abrirlas con mayor cuidado que la primera
vez.

- Gracias y perdón de nuevo arbolito, no va a volver a ocurrir, me hiciste mucho


daño.

Y se dispuso a comer las bellotas mientras conversaba con el lago frente a detalle cómo
había escapado aquél día para verle mientras disfrutaba de aquel extraño snack caído del árbol o
del cielo.

Así duro casi toda la tarde, su mano estaba enrojecida pero ya no dolía y la sangre estaba
seca así que antes de marcharse a su encierro lavo sus manos en el lago y armó de manera
descuidada dos trenzas a cada lado y se marcho mientras tarareaba una canción.

Las bellotas

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