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UNIVERSIDAD NACIONAL DE MOQUEGUA

(Filial Ilo)

FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES

SEMESTRE 2023 – I

ASIGNATURA

REALIDAD NACIONAL

DOCENTE

Dr. CENTTY VILLAFUERTE DEYMOR BEYTER

TÍTULO TRABAJO

DEMOCRACIA Y POPULISMO

El presente trabajo ha sido realizado de acuerdo a las instrucciones del docente de


la Escuela Profesional de Derecho y la normativa de la Universidad Nacional de
Moquegua, por:

Apellidos y Nombres Código Firma

DEL ÁVILA ARIZAPANA NEIDER NIURDAN 2023231011

VARGAS FLORES RONALDO HENRY 2023231019

MAMANI CALIZAYA EDUAR YAIR 2023221016


DEMOCRACIA Y POPULISMO

Se dice que populismo fue el nombre de un movimiento en Rusia a finales del siglo
XIX un movimiento que pretendía reemplazar la monarquía por una república, el
significado de populismo en aquel caso eludía en devolver el poder al pueblo, en
referencia a ello es que el significado se ha ido distorsionando con el paso de los
años hasta llegar a interpretarse como una tendencia de representantes de
congraciarse con las clases populares.

En el transcurso del tiempo se ha ido notando en mayor medida los canales que
usan los líderes políticos para poder expresar sus ideales en los cuales se
identifican discursos populistas, estos significan una problemática ya que su
influencia en la población permite que en los debidos procesos que destinan la
representación en cuanto a los intereses del pueblo sean ocupados por los líderes
que rechazan más ideas, que halagan los sentimientos elementales del pueblo, que
prometen situaciones que vistas desde un aspecto estadístico-racional son poco
probables, líderes que dicen representar el cambio y que además muchas veces
enfrentan a la población con la manifestación de estereotipos.

Lo cual supone un impacto al momento de ejecutar las nuevas políticas debido a


que en la mayoría de veces la sustentación de estas simplemente no se tomó en
cuenta como se debería porque el objetivo era llegar al poder, consagrándose así
una degeneración de la democracia que afecta en ese sentido la esencia de esta
misma siendo ahora que el único poder legítimo que se construye uniendo la
voluntad de la mayoría sea abordada por líderes que en la mayoría de casos al
momento de llegar al poder buscan retribuciones económicas manifestándose así la
corrupción que afecta directamente el desarrollo de la democracia en la sociedad.
DEMOCRACIA

¿QUÉ ES LA DEMOCRACIA?

Cuando hablamos de democracia, normalmente nos centramos y tenemos un


concepto simple por sobre lo que esté presente en la actualidad, la capacidad de
cada persona para elegir, para ejercer un voto o pensamiento, sin embargo, el
concepto de democracia va más allá de eso, pues es un tema amplio y de gran
demanda de tiempo para establecer un concepto claro, que a día de hoy, no sé
tiene por fijo. Aún así, se sabe que "Democracia" proviene del vocablo griego
'Demos' y 'Kratos' siendo demos 'gente' y Kratos 'poder'.

No existe una definición precisa y universal de la democracia. La mayoría de las


definiciones hacen énfasis en las cualidades, procedimientos e instituciones. Existen
muchos tipos de democracia, cuyas distintas prácticas variadas producen también
efectos variados. El propio entendimiento, experiencias y creencias de los
estudiantes, así como la historia que ha construido un país en particular, deben ser
incluidas para crear una definición que sea significativa y práctica en su vida
cotidiana.
LA DEMOCRACIA CONSUMIDA POR EL POPULISMO EN EL PERÚ

Representaciones:
Aspecto económico

Si hay una economía paradójica en América Latina, es la de Perú. Según la Cepal,


este país fue el que más aumentó en la región su Producto Interno Bruto, en 13,5%,
y este año estará entre las cinco economías regionales que más crecerán; las
proyecciones del Banco Central de Perú calculan que la inversión extranjera directa
se incrementó el año pasado en 18,3%; y de acuerdo con los analistas del
FocusEconomics Consensus Forecast LatinFocus, Perú registrará una tasa de
desempleo menor al promedio de Latinoamérica que se acerca a 9%.
Todo esto queda opacado por una creciente inestabilidad política que se refleja en
las recientes protestas, por el incremento de entre 5% y 13% de los precios de la
gasolina y una inflación que en marzo llegó a 1,48% (la tasa mensual más alta en 26
años según destacó Reuters), en los 30 ministros que han pasado por las carteras
en menos de 12 meses; y en los cinco presidentes que han subido en seis años,
como si se tratara de una suerte de ‘papa caliente’ que jugaron Pedro Pablo
Kuczynski (2016-2018), Martín Vizcarra (2018-2020), Manuel Merino (2020),
Francisco Sagasti (2020-2021) y ahora le toca padecer a Pedro Castillo (desde
2021).

Y volvemos al tema de la paradoja. Cuando Castillo asumió la Presidencia de Perú


en julio 2021, lo que se respiraba por las calles de ese país era más que optimismo,
pues era la primera vez que un profesor de una escuela rural y un líder sindical
asumió las riendas de una nación de más de US$200.000 millones de PIB.

Castillo surgió como una figura del campo que justamente abogaba por una reforma
económica que evitará el incremento desmesurado del alza de los alimentos, nada
más alejado de la realidad, aunque su ministro de Economía en ese entonces,
Oscar Graham, justifique el poco control que se ha podido tener con los precios por
el conflicto entre Rusia y Ucrania, lo que está acelerando los costos internos. Pero
como todo en la vida, hay dos caras de la moneda en una misma realidad: Castillo
ni su gabinete han sido inteligentes para aprovechar, como país minero, el aumento
en hasta US$5 la libra de uno de los principales commodities latinoamericanos: el
cobre, cuyos precios suben ante la imposibilidad de que Rusia suministre ese metal.

Analistas aseguran que el populismo se extiende como un cáncer por América


Latina al tener a personajes como Andrés Manuel López Obrador en México, Alberto
Fernández en Argentina, Nicolás Maduro en Venezuela, Gabriel Boric en Chile y
Castillo en Perú, gestiones políticas que poco muestran que son el camino seguro e
idóneo para el crecimiento económico, la estabilidad jurídica, por el contrario, son
gobiernos populistas que consumen democracias y allanan el camino hacia la
ingobernabilidad.
¿Por que evitar el populismo?

Nadie duda de que en el Perú la igualdad de oportunidades es un mito; tampoco


que gran parte de la población vive en condiciones de extrema vulnerabilidad. Algo
hay que hacer y desde hace mucho tiempo. No discrepo en el qué, sino en el cómo.

El populismo no es opción. La historia lo demuestra. Los populistas son líderes de


distinto color político, que se presentan como los verdaderos representantes del
pueblo, y prometen tener la receta mágica para terminar con los problemas de los
excluidos y marginados a quienes dicen representar. Nunca definen quiénes son
parte del pueblo. Sugieren medidas que suenan bien y, como suelen decir, obvias.
En economía nada es obvio.

El populista siempre busca un culpable para explicar por qué no se implementan las
medidas correctas. La lista es larga y el populista los califica como los enemigos del
pueblo: la clase política (ellos dicen ser diferentes), los intereses creados de las
autoridades a quienes no les importa el pueblo, los bancos, las empresas, los
extranjeros que vienen al país y un largo etcétera. Perú requiere reformas
institucionales, pero los populistas solo quieren aprobación y culpar a otros. Ya
verán qué hacen después.

La economía tiene límites. ¿Quiere identificar a un populista? Pregúntele cómo se


financiará su iniciativa. ¿Quién paga? Luego pídale que le explique las
consecuencias no deseadas de su propuesta. Pongamos un ejemplo. Digamos que
se aumenta el presupuesto a educación a 10% del PBI. Aplausos. Apliquemos el
método. ¿A qué sector le van a quitar dinero para poder colocar más en educación?
¿Quién pierde? Ya ni siquiera pregunto por qué 10% y no 12% o 9%, porque
tampoco se entiende de dónde saldría el número. ¿Y cómo se va a usar ese dinero?
Si no se hacen reformas y se mantiene el sistema educativo tal como está, no
podemos esperar resultados distintos. El dinero es un insumo, pero no es el
determinante de una mejora educativa. Lo que importa no es cuánto dinero pongas,
sino el impacto sobre los estudiantes en cuanto a su comprensión lectora y
operaciones matemáticas, de acuerdo con su grado de estudios. La clave está en el
impacto, no en el insumo.
Y aquí viene la otra pregunta a un populista. ¿Tiene usted evidencia empírica que
demuestre que destinar 10% del PBI o congelar precios va a lograr los resultados
deseados? ¿En cuánto tiempo? ¿Quién y cómo lo gastaría? Si seguimos gastando
de la manera como lo hacíamos, no habrá ningún resultado distinto.

En 1985 se implementaron este tipo de medidas. En un inicio, aplausos al típico


populista. Poco tiempo después, el peor caos de la historia económica. No entender
que existen límites a lo que se puede gastar y que tenemos que ser claros con los
efectos no deseados (lo que no se ve en el corto plazo) caracteriza al populista.

Insisto: aclarar esto no significa que no importe el bienestar de los excluidos. Al


contrario: justo porque nos interesa que aumente la calidad de vida de todos es que
no podemos caer en esos experimentos. Dondequiera que se hayan aplicado, han
fracasado.

DESINFORMACIÓN POR EL POPULISMO

Si bien es cierto, hoy en dia, el tema del populismo presenta una ampliacion en
cuanto a participantes y fomentantes, siendo asi que va creciendo como una plaga,
multiplicandose cada que pasa el tiempo, y esto mas que nada debido a la
desinformacion que tienen ambas partes, tanto los fomentadores como los
participantes.
No es sorpresa de nadie que de alguna u otra manera, al momento de ver algo
nuevo o conocerlo, no mantenemos una informacion clara sobre lo que estamos
conociendo, pero esto normalmente va por parte de los que recibimos la
informacion, cuando la otra parte deberia conocer y saber bien claro lo que
fomentan, que en este caso, no ocurre

¿Qué significa el populismo?

El término populismo se remonta a la palabra latina "populus", que significa "el


pueblo". En la actualidad, se entiende por populismo un estilo determinado de hacer
política. Sin embargo, no existe una definición precisa o uniforme. Por el contrario, el
término se considera impreciso y con una fuerte carga de valores, pues a menudo
se utiliza en debates públicos como una especie de "argumento asesino" para tratar
de desautorizar las opiniones contrarias.
Al igual que no existe una definición única del término, tampoco existe un populismo
"unificado". Lo utilizan distintas corrientes políticas, ya sean de izquierdas o de
derechas, y puede estar cargado de otras ideologías adicionales. En el caso del
populismo de derechas: de nacionalismo radical y xenofobia.

¿Cuáles son las características del populismo?

Aunque no existe una única definición de populismo, se le pueden atribuir una serie
de características.

Los populistas hablan del "pueblo". Sin embargo, consideran a la población como
una unidad en el sentido de que no hay diferencias dentro de la sociedad. Para los
populistas, solo hay un pueblo y, por ende, una única opinión. Puesto que, en su
opinión, son los únicos que conocen y comprenden esta opinión, también son los
únicos que pueden defender las necesidades del pueblo.

El pueblo se sitúa entonces en oposición a "los otros", a menudo a "los de arriba". El


gobierno y los medios de comunicación se perciben como corruptos o alejados del
pueblo, con quien han perdido toda conexión.

Los populistas también fomentan el miedo y la inseguridad a partir de relatos


negativos. Advierten de los supuestos peligros por parte de determinados grupos de
población, ya sean minorías étnicas, feministas, personas LBTBIQ o migrantes.

Alegan que sectores, como los partidos políticos y los activistas de derechos
humanos, son antipatriotas y suponen un peligro para la cultura nacional.

Las cuestiones sociales complejas se simplifican al máximo y, a menudo, se cargan


de emocionalidad. El objetivo de esta simplificación es generar la impresión de que
los populistas están mejor preparados para resolver los problemas que sus
competidores o "la élite".

Otra característica del populismo es que cuenta siempre con uno o varios líderes
carismáticos cuyo propósito es imponer la voluntad del "pueblo" contra todos los
obstáculos y protegerlo de los supuestos peligros que amenazan su modo de vida
tradicional.
¿Por qué la democracia es incompatible con el populismo?

Si bien el populismo moderado no tiene por qué ser automáticamente


antidemocrático, el populismo extremo y el populismo de derechas son
incompatibles con los valores de una democracia liberal.

Uno de los atributos fundamentales de la democracia liberal es el pluralismo, es


decir, en una sociedad democrática deben poder convivir en igualdad de
condiciones muchas formas de vida, opiniones, intereses y objetivos, que exista
respeto por los demás y que la gente reconozca la diversidad de la sociedad. Este
principio se aplica también a la política, porque todo el mundo tiene derecho a que
su opinión sea escuchada y considerada por la clase política.

Los populistas, sin embargo, no aprecian ese pluralismo, perciben al pueblo como
una masa homogénea. Solo se admiten determinadas posturas y actitudes políticas.
En los casos más extremos, las opiniones discrepantes se consideran incluso una
traición.

¿Cómo debe tratarse el populismo? ¿Cuáles son las posibles soluciones?

No existe una "solución única" para el populismo. Algunos de los remedios que se
emplean pueden incluso tener consecuencias negativas. Por ejemplo, los partidos
moderados intentan alejar a los votantes de los partidos populistas acercándose a
ellos en cuestiones concretas. Sin embargo, esto puede salir mal. Por un lado, los
votantes en estas situaciones tienden a quedarse con el "original", es decir, con los
populistas. Por otro lado, puede llevar a que las opiniones más extremas se
normalicen y ocupen un lugar importante en el debate social.

Sin embargo, existen una serie de estrategias que pueden utilizarse para debilitar a
los populistas.

Para empezar, es importante no ignorar a los partidos populistas, pues lo pueden


aprovechar para arrogarse un papel de víctimas, lo que a su vez confirmaría aún
más su posición de " ajenos a la élite ". En su lugar, se debe intentar generar un
debate de fondo que demuestre que los populistas hablan mucho de los problemas,
pero nunca ofrecen soluciones adecuadas.

Una mayor transparencia también puede ser una posible solución. Proporciona a la
ciudadanía la oportunidad de ver y comprender cómo actúa un gobierno y por qué
se toman determinadas decisiones. Y por último, pero no por ello menos importante,
el diálogo entre el electorado y las personas electas es esencial.

El populismo y el pueblo

El concepto de pueblo es central en la manera en que el populismo entiende la


democracia. El discurso populista construye al pueblo y a las élites como polos
antagónicos. Los líderes populistas dicen encarnar los deseos y virtudes del pueblo,
prometen devolverle a este el poder y redimir del dominio de élites políticas,
económicas y culturales. Pero como señala la filósofa política Sofia Näström, el
pueblo es «uno de los conceptos más usados y abusados en la historia de la
política». No es un dato primario, es ante todo una construcción discursiva que
representa a la vez a toda la sociedad y a un sector de esta, los excluidos. Las elites
todavía usan el concepto de pueblo para descalificar y estigmatizar a las masas
como peligrosas. Sostienen que la «chusma» y el «populacho» atentan en contra de
la democracia y la civilidad. Pero el pueblo a su vez es invocado como un «ser
mítico». El pueblo «no es únicamente la fuente de legitimidad política sino la
promesa de redención de la opresión, la corrupción y la banalidad..

Las imágenes de peligros de la plebe, heredados de las visiones decimonónicas de


la psicología de las masas y de las teorías de la sociedad de masas, todavía
informan cómo las élites y los medios representan al pueblo en América Latina. Se
teme a la masa porque es irracional y atenta contra la democracia. Las élites
construyen a los excluidos como incapaces de tener un discurso racional. Jacques
Rancière sostiene que, para no reconocer a alguien como un ser político, no se
escucha o no se entiende lo que sale de su boca como discurso. Anota por ejemplo
que el patriciado romano rechazó escuchar los sonidos emitidos por las bocas de
los plebeyos como discursos.

También se distingue a los ciudadanos racionales que debaten en la esfera pública


de las masas que se dejan llevar por sus emociones. Así, desde Germani se han
usado representaciones de la masas irracionales para descalificar a los seguidores
populistas como cercanos a la barbarie.

Para contrarrestar estas representaciones se ha construido al pueblo como el


portador de virtudes míticas. El historiador de la Revolución Francesa Jules Michelet
lo concibió como «el nuevo Cristo porque lleva en sí dos tesoros: el primero, la
virtud del sacrificio, y el segundo, formas instintivas de vida que son más valiosas
que todos los conocimientos sofísticos de los llamados hombres cultos». El
populismo es una política de reconocimiento simbólico y cultural de las
despreciadas clases bajas. Transforma las humillaciones de la chusma en fuentes
de dignidad. Los excluidos son la fuente de toda virtud, y los que los humillan y
marginan se convierten en la despreciada oligarquía «vendepatria». Los populistas
son famosos por transformar los estigmas del pueblo en virtudes. Perón transformó
a «los descamisados» y a los «cabecitas negras» en la fuente de la verdadera
argentinidad. De manera similar, la despreciada y temida «chusma» colombiana y
ecuatoriana se transformó en la amada y bendita chusma de Jorge Eliécer Gaitán y
de José María Velasco Ibarra.

El discurso populista agrupa las opresiones de clase, étnicas y culturales en dos


campos irreconciliables: el pueblo que comprende a la nación y a lo popular contra
la oligarquía maligna y corrupta. La noción de lo popular incorpora la idea de
conflicto antagonista entre dos grupos, con la visión romántica de la pureza y la
bondad natural del pueblo. Como resultado, lo popular es imaginado como una
entidad homogénea, fija e indiferenciada. Los líderes populistas actúan como si
conocieran quién es el pueblo y cuál es su voluntad. El pueblo no se enfrenta a
adversarios sino a enemigos morales. Los enemigos representan una amenaza que
debe ser erradicada. Durante la huelga general de la oposición, por ejemplo,
Chávez manifestó: «Esto no es entre Chávez y los que están en contra de Chávez,
sino que entre los patriotas y los enemigos de la patria».

Los populistas no aceptan las reglas de juego. Buscan destrozar el orden


institucional existente y reemplazarlo con un régimen que no excluya al pueblo. A
diferencia de los políticos, que actúan con la premisa de que no siempre estarán en
el poder, la fantasía de la unidad del pueblo «abre la puerta a la percepción del
ejercicio del poder como una posesión y no una ocupación temporal». Los
populistas concentran el poder y reducen los espacios para que se exprese la
oposición, pues consideran que hay enemigos conspirando permanentemente. Su
objetivo es estar en el poder hasta transformar el Estado y la sociedad. Debido a
que el pueblo es entendido como la plebe –los más pobres y excluidos–, ejecutan
políticas en beneficio de estos sectores. Los populistas incorporan a los excluidos
redistribuyendo recursos materiales, confrontando los valores de la cultura popular
con la dominación de las elites y dando voz a quienes están desmotivados o
excluidos de la política.

Los movimientos sociales que dicen hablar en nombre del pueblo limitan la tentación
populista de construir al pueblo como un sujeto homogéneo y el empeño del líder de
autoproclamarse como la encarnación de la voluntad popular. En Bolivia, por
ejemplo, el gobierno de Morales está sometido a negociaciones con movimientos
sociales que han logrado frenar iniciativas estatales. Correa y Chávez han actuado
como si fuesen la vox populi. Ganar elecciones y tener altos índices de popularidad
los certifican no sólo como los únicos representantes legítimos, sino como la voz y
«la encarnación misma del pueblo».

Las visiones míticas del pueblo, que son una respuesta a los estigmas que usan las
élites, pueden llevar a fantasías autoritarias. Si el pueblo es visto como homogéneo,
si la imagen del pueblo es transparente, si no se reconocen sus divisiones internas,
si se argumenta que el pueblo unitario lucha en contra de sus enemigos externos, el
peligro es la creación de la imagen autoritaria del «pueblo como uno».

Claude Lefort señaló que las revoluciones del siglo XVIII abrieron el espacio político-
religioso ocupado por la figura del rey. En su libro Los dos cuerpos del rey, Ernst
Kantorowicz analizó cómo el monarca, al igual que Dios, era omnipresente porque
constituía el cuerpo de la política sobre el que gobernaba. Igual que el hijo de Dios
que fue enviado para redimir el mundo, era hombre y Dios, tenía un cuerpo natural y
uno divino, y ambos eran inseparables. La democracia, señala Lefort, transforma el
espacio antes ocupado por el rey en un espacio vacío que los mortales solo pueden
ocupar temporalmente:

La democracia nació del rechazo a la dominación monárquica, del descubrimiento


colectivo de que el poder no pertenece a nadie, que quienes lo ejercen no lo
encarnan, que solo son los encargados temporales de la autoridad pública, que la
ley de Dios o de la naturaleza no se asienta en ellos, que no poseen el conocimiento
final sobre el mundo y el orden social, que no son capaces de decidir lo que cada
persona tiene el derecho de hacer, pensar, decir o comprender.

El advenimiento de las revoluciones del siglo XVIII, argumenta Lefort, a su vez


generó un principio que podía poner en peligro el espacio democrático. La
soberanía popular entendida como un sujeto encarnado en un grupo, un estrato o
una persona podría clausurar el espacio vacío a través de la idea del «pueblo como
uno». Para Lefort, la modernidad se mueve entre el espacio abierto de la
democracia y el totalitarismo, basado en el poder del ególatra que clausura ese
espacio abierto. Lo que Lefort no analiza es cómo y cuándo los proyectos totalitarios
no devienen en regímenes autoritarios debido a la resistencia de las instituciones o
de la sociedad civil. Tampoco considera la posibilidad de que existan regímenes que
no sean plenamente totalitarios o plenamente democráticos.El filósofo político
Isidoro Cheresky utiliza la noción de poder semi encarnado para analizar los
gobiernos de Chávez, Morales y Correa. El poder se identifica en un proyecto o un
principio encarnado en una persona que es casi pero no totalmente insustituible,
pues la encarnación del proyecto puede desplazarse hacia otro líder. La idea de
poder semi encarnado también ayuda a conceptualizar las condiciones
institucionales y los procesos que limitan la tentación de un líder de ser la única y
verdadera voz de todo el pueblo. Las instituciones de la democracia mitigan la
tentación de un líder de convertirse en la encarnación del pueblo. Osvaldo Iazzetta
demuestra, a partir de los traumas de la dictadura de los años 70 y de un análisis de
los riesgos de las concepciones populistas de la política (la lucha entre amigos y
enemigos), cómo la democracia argentina se construyó bajo la idea del adversario y
no del enemigo político. Esto permitió la creación de instituciones y de una sociedad
civil que defendía los derechos humanos. Los intentos de los Kirchner de
transformar la política en una lucha maniquea entre los buenos y los malos y la
dramatización del conflicto con el propósito de polarizar el escenario político y
demarcar dos espacios antagónicos son resistidos por una sociedad plural y
compleja. En Venezuela, Bolivia y Ecuador colapsaron los partidos políticos y las
instituciones de la democracia. Chávez, al igual que Correa y en menor medida
Morales, no fue socializado en las reglas del juego constitucional o en la política del
compromiso. Tampoco fue parte de partidos políticos que reevaluaron la democracia
luego de experiencias traumáticas con regímenes autoritarios. Al contrario, estos
políticos ligaron el neoliberalismo con la democracia liberal y prometieron
transformar y refundar todas las instituciones de lo que denominaron la democracia
burguesa. Como su objetivo es redimir al pueblo de los vicios y el sufrimiento
causados por el neoliberalismo, la globalización y la partidocracia, estos presidentes
no ven sus mandatos como uno más en la historia. Más bien los presentan como
momentos refundacionales de sus repúblicas, como el nacimiento de la segunda
independencia o como el fin del colonialismo. Sus presidencias marcan la disyuntiva
entre un pasado opresivo y de sufrimiento y un renacimiento que se enmarca en las
luchas de los héroes patrios. Morales, Correa y Chávez dicen encabezar procesos
revolucionarios. La revolución acelera el tiempo histórico y obliga a tomar partido.
En los momentos de ruptura, la complejidad de lo social se reduce a dos campos
nítidos: el campo del líder que encarna al pueblo y las promesas de redención y el
campo de los enemigos del líder, del pueblo y de la historia. El mito de la revolución
crea la esperanza de que el paraíso se construya en la Tierra y que ponga fin a la
opresión y a los sufrimientos del pueblo, considerado como un sujeto liberador. El
pueblo ha sufrido, es puro y no ha sido corrompido por los vicios importados por la
globalización, el individualismo y el mercado. La historia no termina sino que recién
empieza, pues estos líderes recogen las luchas del pueblo y sus próceres y por fin
llevarán al pueblo a la redención y al reinado de Dios en la Tierra.

ALAN GARCÍA SU PRIMER GOBIERNO

El primer gobierno de Alan García, que tuvo lugar en Perú desde 1985 hasta 1990,
ha sido considerado por algunos analistas y críticos como un gobierno populista. El
término "populismo" es amplio y puede tener interpretaciones diferentes según el
contexto y la perspectiva. Sin embargo, hay ciertos aspectos de la gestión de García
que pueden ser asociados con el populismo.

Durante su primer mandato, García implementó políticas económicas y sociales que


buscaban abordar las necesidades de los sectores más pobres de la sociedad
peruana. Introdujo programas de asistencia social y aumentó el gasto público en
áreas como educación, salud y vivienda. También promovió una política de
nacionalización de la banca y la industria, lo que llevó a un mayor control estatal
sobre la economía.

Sin embargo, estas políticas populistas también tuvieron consecuencias negativas.


El gobierno de García enfrentó graves problemas económicos, como la
hiperinflación y la deuda externa. La falta de un manejo adecuado de la economía
llevó a una crisis económica y a la desconfianza de los inversionistas tanto
nacionales como extranjeros. Además, hubo acusaciones de corrupción y mala
gestión en su gobierno.

Es importante destacar que el término "populismo" puede ser utilizado de manera


peyorativa o despectiva para describir a un gobierno. Algunas personas ven el
populismo como una forma de manipulación política que apela a las emociones y los
intereses de las masas, sin considerar las implicaciones económicas y las
limitaciones de recursos.

El primer gobierno de Alan García en Perú, que se extendió desde 1985 hasta 1990,
estuvo marcado por una serie de eventos y políticas que tuvieron un impacto
significativo en el país. A continuación, se presenta un resumen de los principales
acontecimientos durante ese período:

Toma de posesión: Alan García asumió la presidencia el 28 de julio de 1985,


convirtiéndose en el presidente más joven en la historia de Perú, con solo 36 años.

Plan de Gobierno: García presentó un ambicioso plan de gobierno conocido como el


"Plan Nacional de Desarrollo". Este plan se centraba en la redistribución de la
riqueza, el estímulo a la producción nacional y la implementación de políticas
sociales para combatir la pobreza.

Nacionalización de la banca: Una de las primeras medidas adoptadas por el


gobierno de García fue la nacionalización de la banca privada en 1987. Esto implicó
la toma de control del Estado sobre los principales bancos comerciales del país.

Crisis económica: A pesar de las intenciones iniciales de García de estimular la


economía, su gobierno se enfrentó a graves problemas económicos. La
implementación de políticas populistas, el aumento del gasto público y la falta de
control de la inflación provocaron una crisis económica que se manifestó en forma
de alta inflación, devaluación de la moneda y escasez de productos básicos.

Hiperinflación: Durante el gobierno de García, Perú experimentó una de las peores


crisis de hiperinflación de su historia. La tasa de inflación alcanzó niveles
astronómicos, llegando a un pico de más del 7,600% en 1990. Esto tuvo un impacto
devastador en la economía y en la calidad de vida de los peruanos.

Conflicto armado interno: Durante este período, Perú también enfrentó un conflicto
armado interno con grupos insurgentes, principalmente Sendero Luminoso y el
Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA). Estos grupos realizaron ataques
violentos y acciones terroristas que causaron la muerte de miles de personas.

Corrupción y crisis política: El gobierno de García estuvo plagado de acusaciones


de corrupción y malversación de fondos públicos. Estas denuncias afectaron la
confianza en su gobierno y contribuyeron a una profunda crisis política.

Fin del mandato y sucesión: Alan García culminó su primer mandato presidencial en
1990 y no se presentó a la reelección. Después de dejar la presidencia, el gobierno
de su sucesor, Alberto Fujimori, tuvo que enfrentar los problemas económicos y
sociales heredados de su gestión.

Conclusiones

La conclusión sobre la relación entre el populismo y la democracia es compleja y


está sujeta a interpretaciones diversas. Aunque el populismo puede surgir en
contextos democráticos y hacer uso de la retórica y las instituciones democráticas,
sus características y prácticas pueden plantear desafíos para la salud y la calidad de
la democracia.

El populismo, en su forma más básica, se caracteriza por la apelación directa a las


emociones y necesidades de la gente común, presentando al "pueblo" como una
entidad homogénea y a menudo en contraposición a élites o grupos considerados
"enemigos". Los líderes populistas a menudo buscan capitalizar la insatisfacción
popular y prometen soluciones rápidas y sencillas a problemas complejos.

En una democracia saludable, es fundamental el respeto a los derechos


individuales, el pluralismo, la separación de poderes y la rendición de cuentas. Sin
embargo, algunos líderes populistas pueden erosionar estos principios al concentrar
el poder en sí mismos, debilitar los controles y contrapesos institucionales y socavar
los derechos y libertades de ciertos grupos o minorías.

Además, el populismo puede fomentar la polarización y la división en la sociedad, ya


que tiende a simplificar los problemas complejos y a generar confrontaciones entre
"nosotros" y "ellos". Esto puede llevar a un debilitamiento de la deliberación
democrática y el diálogo constructivo, así como a la manipulación de la información
y la propagación de narrativas simplistas o incluso falsas.

Por lo tanto, aunque el populismo puede surgir en contextos democráticos y ser


respaldado por una parte de la población, su naturaleza y prácticas pueden plantear
desafíos para la democracia en su conjunto. Mantener una democracia saludable
requiere un equilibrio entre la participación ciudadana, la responsabilidad de los
líderes y el respeto a los principios democráticos fundamentales.
REFERENCIAS

● 1. Carlos de la Torre: director del Programa de Estudios Internacionales de la


Universidad de Kentucky. Ha sido becario de la John Simon Guggenheim
Foundation y del Woodrow Wilson Center for International Studies. Su libro
más reciente es Populism of the Twenty First Century, coeditado con Cynthia
Arnson (Johns Hopkins University Press, Baltimore, 2013).Palabras claves:
populismo clásico, neopopulismo, inclusión, democracia, América Latina.. G.
Germani: «El surgimiento del peronismo. El rol de los obreros y de los
migrantes internos» en Carolina Mera y Julián Rebón (eds.): Gino Germani: la
sociedad en cuestión, Clacso, Buenos Aires, 2010, p. 618.
● 2. Ibíd., p. 627.
● 3. Carlos Vilas: «Estudio preliminar. El populismo o la democratización
fundamental de América Latina» en C. Vilas (ed.): La democratización
fundamental. El populismo en América Latina, Consejo Nacional para la
Cultura y las Artes, México, df, pp. 11-118.
● 4. E. Peruzzotti: «Populismo y representación democrática» en C. de la Torre
y E. Peruzzotti (eds.): El retorno del pueblo. El populismo y nuevas
democracias en América Latina, Flacso, Quito, 2008, p. 109.
● 5. José Álvarez Junco: «El populismo como problema» en J. Álvarez Junco y
Ricardo González Leandri (eds.): El populismo en España y América, Catriel,
Madrid, 1994, pp. 25-26.
● 6. Osvaldo Iazzeta: «Democracia y dramatización del conflicto en la Argentina
kirchnerista (2003-2011)» en Isidoro Cheresky (ed.): ¿Qué democracia en
América Latina?, Clacso / Prometeo, Buenos Aires, 2012, pp. 281-303.
● 7. K. Weyland: «Clarifying a Contested Concept: Populism in the Study of
Latin American Politics» en Comparative Politics vol. 34 No 1, 2001, p. 12.
● 8. Ibíd., p. 16.
● 9. M. Novaro: «Los populismos latinoamericanos transfigurados» en Nueva
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www.nuso.org/upload/articulos/2517_1.pdf.
● 10. S. Levistky y J. Loxton: «Populism and Competitive Authoritarianism: The
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(eds.): Populism in Europe and the Americas: Threat or Corrective for
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● 11.El populismo ¿por qué evitarlo? (s/f). Gestion.pe. Recuperado el 16 de


julio de 2023, de https://blogs.gestion.pe/economiaparatodos/2023/04/el-
populismo-por-que-evitarlo.html

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