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¿No todo puede salir mal, cierto?

En diciembre del 2020, mis padres pensaron que sería una buena idea viajar a Perú (mi
país natal) para ver a mi familia después de haber pasado 4 años sin ellos. Dicho y hecho,
en enero del 2021 viajamos a Trujillo, “La ciudad de la eterna primavera”.

Estuvimos un mes y medio con mi familia, y mis papás querían pasar una parte de
nuestras vacaciones solo nosotros cuatro. Decidido pues, viajamos en nuestro auto a
Máncora, una pequeña cuidad en la costa bastante lejos de donde estábamos. Nos tomó
2 días llegar, pero valió la pena. No recordaba lo hermoso que es Máncora, con sus
aguas cristalinas y su arena blanca fina, pueden cautivar a cualquiera.

Después de estar más o menos una hora y media buscando un hotel, nos hospedamos en
uno que ya conocíamos, el hotel: Costa Blanca. Tuvimos la suerte de que tenían una
habitación familiar a la altura del bar - piscina ya que tal solo con cruzar estos y bajar tres
escalones ya estábamos en la playa. No perdí tiempo, al llegar a la habitación lo único
que hice fue tirar mis maletas a la cama y cambiarme las zapatillas por unas sandalias,
ganándome así un regaño por parte de mi madre por ser desordenada. Después salí
corriendo en dirección a la playa. Al estar en frente del mar, sentí una tranquilidad enorme
y entonces metí los pies al agua, que he de decirse que estaba algo fría.

Pasados unos días, mi madre le dijo a mi padre que quería ir al puerto porque ofrecían un
viaje a nadar con tortugas, mi papá también quiso así que desayunamos y nos fuimos.

Pasados unos veinte minutos, llegamos al puerto. Mi madre nos dirigió hacia quienes
organizaban los paseos. Los señores le dijeron el costo a mamá, ella pagó y tuvimos que
esperar 10 minutos a que el bote se llenase.

Para llegar al bote nos llevaron por un camino raro ya que precia que estábamos
ocultándonos de los oficiales que estaban ahí.

Cuando nos dijeron que teníamos que subir al bote yo pensé en algo normal, solo tener
que caminar un poco por el agua y luego subir, pero no fue así. Para subir tuvimos que
esperar una balsa ya que el bote estaba un poco lejos. Cuando fue el turno de mi
hermano y de mi mamá fue tranquilo. Cuando intenté subir a la balsa me caí y me ensucie
todo el cabello con arena, pero al final logre subir (en lo que pasaba esto mi mamá me
estaba viendo desde el bote y se estaba riendo).
Cuando llego el turno de papá fue peor. Primero corrió hacia la balsa, no le paso nada,
seguido subió y justo una ola grande los hizo caer lo cual los obligo a hacer todo de
nuevo. Por último, cuando ya estaban por llegar, otra ola los asaltó. Mi padre estaba
grabando y su celular se llevó lo peor. Su teléfono se golpeó tan fuerte que se le rompió la
pantalla y, no conforme con eso, todo el interior se llenó de agua. Mi madre, mi hermano y
yo lo vimos y lo único que hicimos fue reírnos, mi padre se nos unió también. Al parecer
no le molestó.

Al estar todos en el bote, empezamos con nuestro recorrido. Nos mostraron una especie
de montaña que, según la perspectiva en la que la vieras, aparecían rostros, también
vimos lobos marinos y tuvimos el placer de nadar con tortugas marinas.

Cuando el paseo llego a su fin tuvimos que regresar a la costa. Aproximadamente a unos
8-10 metros de distancia de la costa, vimos que habían unos policías que al parecer nos
estaban esperando. Cuando llegamos a la arena, los señores que manejaban el bote nos
dijeron “corran”. Me quité las sandalias y corrí como nunca, algo que me ayudo a
apurarme fue que la arena estaba hirviendo. Cuando todos estuvimos cubiertos nos
empezamos a reír, muy seguramente fue por la adrenalina. Regresé la cabeza para ver a
los dueños del bote, ahí fue cuando vi que estaban hablando con la policía, eso no podía
ser algo bueno.

De repente llegaron dos personas ayudantes de los señores y nos dirigieron a el bus en el
que habíamos dejado nuestras pertenencias. Agarramos lo que era nuestro y fuimos
almorzar a un restaurante que estaba cerca de ahí.

Ahí recordé que, como estábamos en pandemia, cualquier tipo de actividad colectiva
estaba prohibida. Por fin entendí el porqué de los oficiales esperándonos.

Esta es, sin duda, una de las mejores/peores experiencias de mi vida.

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