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MASTER DE ADORACIONES MATUTINAS V1

ADORACIONES
MATUTINAS
COMPENDIO
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ADORACIONES MATUTINAS

ADORACIÓN MATUTINA-David H. Splane- Las decisiones del “esclavo fiel y discreto”.txt

―¡Cuántos cambios ha habido! Es difícil mantenerse al día‖. Oímos eso a menudo.


Y es cierto. Por eso, surgen estas preguntas: ¿qué hay detrás de los cambios?
¿Se reúne el Cuerpo Gobernante los miércoles por la mañana y dice: ―Veamos
qué podemos cambiar esta semana para volver a tomar por sorpresa a los
hermanos‖? Bueno, eso no sería ser ni fiel ni discreto. La verdad es que aunque
nos parezca que se anuncia un cambio tras otro, suelen pasar años hasta que se
decide realizar algún ajuste. Por ejemplo, una de las primeras cuestiones
importantes que debió resolver el actual Cuerpo Gobernante fue esta: ¿sería
conveniente contar con un Comité de Sucursal que supervisara la obra en Estados
Unidos? Por muchos años se pensó que no era necesario tener un Comité de
Sucursal en Estados Unidos puesto que el Cuerpo Gobernante y la sede mundial
se encuentran en este país. Lógicamente, una decisión de tal magnitud no se
podía tomar de la noche a la mañana. De hecho, se pidió la opinión de muchos
hermanos maduros y experimentados. Al final se tomó una decisión, y creemos
que Jehová claramente la ha bendecido. Estamos muy orgullosos del gran trabajo
que realiza nuestro Comité de Sucursal y nos alegra contar con su apoyo, que
tanto necesitamos. Veamos otros ejemplos. A partir de enero de 2009 empezamos
a celebrar el mismo día la Escuela del Ministerio Teocrático, la Reunión de
Servicio y el Estudio de Libro de Congregación. Pero se necesitaron casi 10 años
para llegar a esa decisión. Este asunto comenzó a analizarse en 1999. ¿Por qué
no se tomó la decisión en aquel momento? Porque el Cuerpo Gobernante quería
estar seguro de que, si se fusionaban las reuniones, los hermanos contaran con
todo lo necesario. Sí, que tuvieran suficiente alimento espiritual. De modo que un
miércoles —como a las 3 y media de la tarde— tuvimos una extensa reunión.
Habíamos recibido dos cartas de sucursales grandes. Una de ellas decía que
muchas congregaciones —en las que solo había un anciano y un siervo
ministerial— tenían 7 u 8 estudios de libro. El anciano podía conducir cinco
estudios de libro, y el siervo ministerial, tres. Además, tenían que preparar sus
intervenciones para las otras reuniones. Así que dedicaban todo su tiempo a dirigir
estudios de libro y a prepararse para las reuniones: ¡qué difícil! Esa misma
semana recibimos una carta de otra sucursal que explicaba por qué era tan baja la
asistencia al estudio de libro. Los hermanos amaban todas las reuniones —decía
la carta—, incluso el estudio de libro. Pero como eran muy pobres, no les
alcanzaba para pagar el viaje en autobús a fin de asistir a las dos reuniones de
entre semana; tenían que elegir una. Si asistían a la Escuela del Ministerio
Teocrático y a la Reunión de Servicio, recibían dos horas de instrucción espiritual,
mientras que si asistían al estudio de libro, solo una. Casi siempre optaban por ir a
la escuela y a la Reunión de Servicio. Bueno, aquellas cartas nos ayudaron a
comprender la situación de los hermanos y a tomar la decisión. Ahora bien, en
2008 se empezaron a publicar dos ediciones de La Atalaya: una para el público y
otra de estudio. ¡Esa decisión tomó mucho tiempo! Habíamos analizado el asunto
varias veces, pero decíamos: ―No nos apresuremos; esperemos un poco. Veamos
qué desea Jehová‖. Lo importante era determinar lo que Jehová quería. Pero
¿cómo saberlo? Decidimos hacer algo semejante a la prueba del vellón de
Gedeón, y en 2006 ¡Despertad! comenzó a publicarse mensualmente y La Atalaya
continuó con su edición quincenal. Es decir, habría 3 revistas al mes en lugar de 4.
Nuestra idea fue: ―Hagamos la prueba durante un año y, si al final, la distribución
de revistas ha disminuido considerablemente, sabremos que Jehová no está
contento con el ajuste y volveremos a publicar dos números de ¡Despertad! cada
mes‖. ¿Cuál fue el resultado? Al final de ese año estábamos distribuyendo la
misma cantidad de revistas con tres números al mes que con cuatro. Así supimos
que Jehová aprobaba el cambio. ¡Y cuánto apreciamos que haya una edición de
estudio de La Atalaya, con un mensaje directo para las congregaciones! ¡Y otra
para el público, que se adapta un poco más a las necesidades de la gente! De
modo que, antes de tomar una decisión que pueda influir en la obra del Reino, el
Cuerpo Gobernante analiza con cuidado el efecto que tendrá en nuestra
espiritualidad. Por ejemplo, en 2008 se decidió reducir la duración de los discursos
públicos de 45 a 30 minutos. Y alguien quizás diga: ―¿Cómo podía influir esta
decisión en la espiritualidad de los hermanos?‖. Si usted vive en una zona urbana
y asiste a una congregación con muchos ancianos, y, además, hay cerca otras
congregaciones con varios ancianos, quizás le parezca difícil entender las
razones. Pero el Cuerpo Gobernante debe mirar el cuadro completo. Miles de
hermanos sirven donde hay más necesidad y han tenido que aprender otro idioma.
En muchas de estas congregaciones, los ancianos mismos están aprendiendo el
idioma. Algunos nos han dicho que necesitan una hora de preparación por cada
minuto de discurso. ¡Se imaginan? Para algunos, ¡un discurso de 45 minutos
exigía 45 horas de preparación! Así que reducir la duración de los discursos
públicos permitió a esas congregaciones tener más discursos disponibles. Y eso
no es todo: miles de ancianos sirven en congregaciones aisladas cuya
congregación vecina está a unos 160 kilómetros (100 millas). Entonces, si en una
congregación había un solo anciano y a gran distancia había otra con un solo
anciano también, ¿cuántos discursos de 45 minutos podían dar estos hermanos?
Sin duda, la reducción de 15 minutos ayudó mucho. Si no tomamos en cuenta
todo el cuadro y solo pensamos en nuestra situación y la de nuestra congregación,
difícilmente entenderemos por qué se toman algunas decisiones. Y se sigue el
mismo proceso cuando se actualizan nuestras creencias. El Cuerpo Gobernante
disfruta de reunirse para analizar la Biblia. Cuando toman sus Biblias y comienzan
a examinar todo lo que han investigado sobre cierto pasaje, se dibuja una gran
sonrisa en su rostro. ¡Les fascina analizar asuntos espirituales! Pero puede que
pase mucho tiempo para que finalmente se publiquen estas actualizaciones. ¿Por
qué? Porque aclarar un texto bíblico puede producir un efecto dominó en otros
pasajes. La nueva explicación puede tener estrecha relación con otras profecías,
así que debemos estar completamente seguros de que todo encaja. No lo olviden:
aunque a veces los cambios parecen venir uno tras otro, todas las decisiones se
analizan con mucho cuidado. Y, por cierto, les llamará la atención saber que los
miembros de más edad del Cuerpo Gobernante —los hermanos Jaracz y Barr—
estaban tan interesados en hacer cambios como los miembros más jóvenes. Sí,
siempre miraban hacia adelante.
ADORACIÓN MATUTINA-David H. Splane- Seamos flexibles por causa de las buenas nuevas.txt

Como sabemos, el apóstol Pablo fue un hombre muy humilde y también muy
flexible. Él dijo: ―A los judíos me hice como judío, [...] a los que están bajo ley me
hice como bajo ley‖. No obstante, la flexibilidad de Pablo tenía límites, y de eso
vamos a hablar en unos momentos. Cuando Pablo llegó a Jerusalén, los ancianos
le explicaron que miles de judíos habían llegado a ser creyentes, pero todavía se
aferraban a guardar la Ley. Además, habían escuchado algo acerca de Pablo:
corría el rumor de que Pablo andaba diciendo a los judíos que no circuncidaran a
sus hijos. Esta situación preocupó a los ancianos, y, para resolverla, idearon un
plan. Leamos cuál era en el capítulo 21 de Hechos. Busquen, por favor, Hechos
21:23, 24. Este era su plan: ―Por lo tanto, haz esto que te decimos: Tenemos
cuatro varones que tienen sobre sí un voto. Toma a estos contigo y límpiate
ceremonialmente con ellos y hazte cargo de sus gastos, para que se les rape la
cabeza. Y así sabrán todos que no son ciertos los rumores que se les contaron
acerca de ti, sino que estás andando ordenadamente, tú mismo también
guardando la Ley‖. Así que según el rumor que habían escuchado, Pablo les decía
a los judíos que no circuncidaran a sus hijos. Bueno, lo más probable es que el
apóstol Pablo no anduviera diciendo algo así, pues, como sabemos, Pablo mismo
llevó a Timoteo para que fuera circuncidado a fin de no hacer tropezar a los judíos.
Pablo sabía que, en sí misma, la circuncisión no tenía nada de malo. El problema
surgía cuando se enseñaba que la circuncisión era indispensable para obtener la
salvación. Pero había este rumor, y algunos hermanos optaron por creer en el
rumor en lugar de confiar en un hermano fiel como Pablo. Así pasa hoy: algunos
se creen todo lo que leen en los periódicos y ni siquiera hacen preguntas. La
pregunta entonces es: ¿qué harían al respecto? Los ancianos tenían una
sugerencia. Le dijeron: ―Tenemos cuatro varones que tienen sobre sí un voto‖. Y
luego le pidieron a Pablo que llevara a estos hombres al templo y pagara sus
gastos. Pablo aceptó. ¡Qué muestra de humildad! Todos sabemos lo que Pablo
pensaba en cuanto a guardar la Ley. Sin embargo, estuvo dispuesto a ver el
cuadro completo. Su opinión al respecto era muy clara, pero probablemente estos
judíos eran nuevos en la verdad, y Pablo quería hacer todo lo posible para no ser
un tropiezo para los nuevos. Ahora analicemos el voto. ¿De qué voto estaban
hablando? Hay quienes afirman que tal vez era un voto de nazareato. Si lo era,
sería una situación delicada para Pablo pues, como recordarán, los nazareos
debían ofrecer una ofrenda por el pecado para concluir con su voto. Pablo jamás
habría aceptado eso, pues hubiera sido una falta de respeto por el sacrificio de
Cristo. De modo que Pablo y aquellos 4 hombres iban a tener que ser muy
cuidadosos al determinar hasta qué punto cumplirían con ese voto. Y podemos
estar seguros de que ellos no iban a hacer nada que lastimara su conciencia.
Podemos ver que, en esta ocasión, Pablo hizo mucho para no hacer tropezar a los
judíos. Pero hubo otra ocasión en la que rehusó hacer lo que ellos querían. En el
capítulo 2 de Gálatas podemos leer lo que sucedió. Busquemos el capítulo 2 y
leamos los versículos 11 a 14. En Gálatas 2:11-14 se dice: ―Sin embargo, cuando
Cefas vino a Antioquía, lo resistí cara a cara, porque se hallaba condenado.
Porque, antes de la llegada de ciertos hombres desde Santiago, solía comer con
gente de las naciones; pero cuando estos llegaron, se puso a retirarse y a
separarse, por temor a los de la clase circuncisa. Los demás de los judíos también
se unieron a él en hacer esta simulación, de modo que hasta Bernabé fue llevado
con ellos en su simulación. Mas cuando yo vi que no estaban andando rectamente
conforme a la verdad de las buenas nuevas, dije a Cefas delante de todos ellos ‗Si
tú, aunque eres judío, vives como las naciones, y no como los judíos, ¿cómo
obligas a gente de las naciones a vivir conforme a la práctica judía?‘‖. ¿Notaron lo
que sucedió? Antes de que los hombres enviados por Santiago llegaran a
Antioquía, Pedro, Bernabé y los otros cristianos de origen judío comían
tranquilamente con los no judíos. Pero entonces llegaron los hombres enviados
por Santiago y, de repente, Pedro empezó a separarse de los que no eran judíos.
A continuación, otros cristianos judíos hicieron exactamente lo mismo que Pedro.
Ahora bien, ¿quiénes eran aquí los nuevos en la verdad? En este caso,
probablemente los cristianos gentiles. En el relato de Hechos 21, seguramente los
judíos eran los nuevos y, por ello, Pablo no quería hacerlos tropezar. Pero ahora,
Pablo no podía ser flexible y hacerse ―toda cosa a gente de toda clase‖. No podía
complacer a los judíos enviados por Santiago y, a la vez, agradar a los no judíos.
Por decirlo así, o iba a hacer tropezar a los cristianos judíos, o iba a hacer tropezar
a los cristianos gentiles. Tenía que escoger. Y lo hizo. ¿Qué eligió? Siguió el
consejo que él mismo escribió en la carta a los Gálatas. ¿Se imaginan a cuál me
refiero? Gálatas, capítulo 6. ¿Recuerdan qué dijo...? ―Aunque un hombre dé algún
paso en falso antes que se dé cuenta de ello‖. ¿Y qué había dicho Pablo sobre
Pedro? Que no estaba andando ―rectamente conforme a la verdad de las buenas
nuevas‖. Pedro estaba dando un paso en falso. ―Ustedes los que tienen las
debidas cualidades espirituales [en este caso, Pablo] traten de reajustar a tal
hombre con espíritu de apacibilidad‖. Y eso fue lo que hizo el apóstol Pablo.
Bueno, siempre hablamos de los defectos de Pedro. Pero démosle un respiro y
reconozcamos lo que sí estaba haciendo bien. Pedro se encontraba en Antioquía.
¿Qué sabemos de Antioquía? Fue en esta ciudad donde surgió el debate sobre
guardar o no la Ley. ¿Y quiénes estaban causando problemas allí? Eran hombres
de Jerusalén, hombres enviados por Santiago. Ahora bien, Pedro, Bernabé y los
demás estaban felices comiendo con los no judíos hasta que llegaron los hombres
de Jerusalén a causar revuelo. Si estos hombres se hubieran quedado en casa de
vez en cuando, quizás no habrían causado tantos líos en la congregación
cristiana. Así que Pedro estaba haciendo lo correcto hasta que llegaron dichos
hombres. Pedro sabía lo severas que podían ser las críticas de los hombres de
Jerusalén. Por decirlo así, él ya había oído ese cuento en el año 36, justo después
de la conversión de Cornelio. Veamos en Hechos, capítulo 11, versículos 2 y 3,
algo que nos ayudará a entender la preocupación de Pedro y por qué intentó,
equivocadamente, complacer a los hombres enviados por Santiago. Hechos 11:2,
3: ―Por eso, cuando Pedro subió a Jerusalén, los apoyadores de la circuncisión se
pusieron a contender con él, diciendo que había entrado en casa de varones que
no eran circuncisos y había comido con ellos‖. De modo que Pedro sabía que los
judíos eran muy sensibles en cuanto a comer con los gentiles y se dejó llevar por
el temor al hombre. El apóstol Pablo hizo bien en llamarle la atención porque,
después de todo, Pedro iba a tener que escoger: hacer tropezar a los judíos o a
los no judíos. ¿Cuál es la lección? A veces no podemos agradar a todos. A veces
no podemos ser flexibles y hacernos ―toda cosa a gente de toda clase‖. Y eso es
algo que nuestros jóvenes deben entender. Tienen que ponerse del lado de lo que
es correcto pase lo que pase. ¡Cuánta razón tuvo Jesús al escoger a Pablo como
apóstol a las naciones! Una recomendación a los ancianos: Pablo fue flexible. No
intentaba imponer su criterio, aunque estuviera plenamente convencido de algo. Y
tampoco andaba causando problemas. Pablo veía el cuadro completo. ¡Qué gran
ejemplo! Por su humildad, Pablo realmente era el hombre indicado para el trabajo
que recibió.
ADORACIÓN MATUTINA-David Schafer- Jehová guía a su pueblo.txt

Nuestras publicaciones contienen numerosos relatos de personas que estaban


orando a Dios por ayuda justo al mismo tiempo en que uno de nuestros
proclamadores del Reino le pedía a Jehová que lo guiara hacia alguien dispuesto
a escuchar sobre la Biblia. Por ejemplo: cuando una hermana de Sudáfrica
comenzó su servicio como precursora auxiliar, le pidió a Jehová ayuda para
encontrar a alguien que quisiera tomar un curso bíblico. En el territorio de la
hermana, vivía una persona que solía ser muy descortés con ella. Mostrando
mucho valor, ella regresó a ese hogar y descubrió que había nuevos inquilinos:
una madre que, junto con su hija, había estado orando para que alguien las
ayudara a entender la Biblia. Poco después, las tres ya estaban predicando juntas.
Es evidente que los ángeles saben cómo ayudar a quienes buscan a Jehová. ¿No
parece razonable, entonces, creer que los ángeles también contribuyen a que los
cristianos bautizados reciban la información que necesitan para sí mismos o para
ayudar a otros? Como indica el texto de hoy, Jehová nos guía con su consejo.
Pero ¿cómo lo hace? Bueno, con frecuencia necesitamos sabiduría. Así que
pedimos la guía de Jehová en oración. Luego investigamos en la Biblia y en
nuestras publicaciones. A veces, les pedimos consejos a hermanos maduros. La
obra Perspicacia, volumen 2, bajo ―Sabiduría‖, indica que consultar con los que ya
son sabios nos permite adquirir sabiduría y ahorrar tiempo; y eso es mejor que
aprender por las malas, es decir, por nuestros errores o los de otros. La obra
Perspicacia cita Proverbios 22:17. Leamos juntos Proverbios 22:17: ―Inclina tu
oído y oye las palabras de los sabios, para que apliques tu mismísimo corazón a
mi conocimiento‖. ¿A quién se refiere allí cuando dice ―mi conocimiento‖? Aquí, la
Palabra de Dios nos explica que si escuchamos el consejo de personas sabias,
podremos, en realidad, encontrar la sabiduría de Jehová. Además, Salmo 32:8
ofrece esta promesa: ―Te haré tener perspicacia, y te instruiré en el camino en que
debes ir. Ciertamente daré consejo con mi ojo sobre ti‖. ¿Quiere decir eso que, si
oramos intensamente, Jehová nos dará un consejo personalizado y ajustado a
nuestras circunstancias particulares? ¿Encontraremos exactamente lo que
necesitamos durante la visita de un cristiano maduro, en algún discurso de una
reunión o en un artículo de nuestras publicaciones? Sí, a menudo Jehová nos
responde de esa manera. Ahora bien, hablando sobre las reuniones de ancianos,
a ellos se les ha enseñado que, mediante el espíritu santo, Cristo puede influir en
cualquier anciano —incluso en el más joven o en el más tímido— para que diga
algo que lleve a tomar una decisión acertada. Un resultado que no se habría
obtenido si se hubiera consultado a cada anciano por separado. Pero ¿significa
eso que todo lo que diga un anciano refleja automáticamente el conocimiento de
Dios? Recordemos que quien desea la sabiduría de Jehová tiene la
responsabilidad de buscarla. De la misma forma, quien da un consejo tiene la
responsabilidad de basar lo que dice en la Palabra inspirada de Dios. A veces, las
emociones pueden dominarnos cuando damos consejos. ¿Cómo podemos saber
si eso nos está sucediendo? Busquen, por favor, el capítulo 23 de 1 Samuel. ¿Se
acuerdan de cuántas veces aconsejaron al rey David personas como Gad, Natán,
Abigail, Abisai y otros? ¿Y cómo reaccionó David? Primero recordemos que él
tenía la admirable costumbre de consultar a Jehová antes de tomar decisiones.
Leamos 1 Samuel 23, a partir del versículo 2: ―Y David procedió a inquirir de
Jehová, diciendo: ‗¿Iré, y tengo que derribar a estos filisteos?‘. A su vez Jehová
dijo a David: ‗Ve, y tienes que derribar a los filisteos y salvar a Queilá‘. Ante esto,
los hombres de David le dijeron: ‗¡Mira! Tenemos miedo al estar aquí en Judá, ¡y
cuánto más en caso de que fuéramos a Queilá contra las líneas de batalla de los
filisteos!‘. Así que David volvió a inquirir de Jehová‖. Y muchos otros textos
muestran que esa era su costumbre. También hubo ocasiones en las que David
no consultó primero a Jehová: como cuando decidió acabar con Nabal y con todos
sus hombres, según se relata en el capítulo 25. Pero David reconoció que las
palabras de Abigail reflejaban el modo de pensar de Jehová. Observen lo que dijo
en 1 Samuel 25:32, 33: ―Ante esto, David dijo a Abigail: ‗¡Bendito sea Jehová el
Dios de Israel, que te ha enviado este día a mi encuentro! Y bendita sea tu
sensatez, y bendita seas tú que me has restringido este día de entrar en culpa de
sangre y de hacer que mi propia mano venga en mi salvación‘‖. Abigail logró que
David recordara el punto de vista de Dios, y él entendió que aquella sabiduría
provenía de Jehová. En otros momentos, los consejeros de David señalaron cosas
que, según ellos, demostraban la intervención divina. Pero David no se dejó llevar
por sus palabras. Veamos un ejemplo en 1 Samuel 24:4: ―Y los hombres de David
empezaron a decirle: ‗Aquí está el día en que Jehová de veras te dice: ―¡Mira!
Estoy dando a tu enemigo en tu mano, y tienes que hacerle tal como parezca bien
a tus ojos‖‘‖. ¿Cómo respondió David a eso? Pudo haber dicho: ―¡Tienen razón!
Saúl ya ha intentado matarme 3 veces. ¡Lleva años persiguiéndome! Es obvio que
ya no cuenta con el espíritu santo de Jehová. ¿Acaso no es por eso que Samuel
me ungió? Y ahora está aquí él solo, indefenso, en nuestra cueva. ¡Es una
oportunidad de oro! Es obvio que Jehová me está dando esta oportunidad para
subir al trono‖. No, David no llegó a esa conclusión. ¿Por qué no? Hay una pista
en 1 Samuel capítulo 26, versículo 8. Fíjense en el consejo que vuelve a recibir.
¿Era una coincidencia que David y sus hombres encontraran ahora a Saúl y sus
3.000 soldados profundamente dormidos? ¡Otra oportunidad de oro! De hecho,
Abisai pensaba que era un regalo de Dios. Y eso fue lo que expresó, según el
versículo 8: ―Dios ha entregado hoy a tu enemigo en tu mano. Y ahora, por favor,
déjame clavarlo a tierra con la lanza una sola vez, y no se lo haré dos veces‖.
¿Reflejaba ese consejo la sabiduría de Dios o era solo un consejo bien
intencionado pero impulsado por las emociones? David lo rechazó. ¿Por qué? ¿Se
puso a meditar en el modo de pensar de Dios? ¿Habrá recordado que Levítico
19:18 dice: ―No debes tomar venganza‖? Es probable, pues vean lo que dicen los
versículos 10 y 11: ―Tan ciertamente como que Jehová vive, Jehová mismo le
asestará un golpe; o vendrá su día y tendrá que morir, o a la batalla bajará, y
ciertamente será barrido. ¡Es inconcebible, por mi parte, desde el punto de vista
de Jehová, alargar la mano contra el ungido de Jehová!‖. David amaba la Palabra
de Dios y trataba de analizar cada situación tomando en cuenta el punto de vista
de Jehová. Se esforzaba por distinguir entre el conocimiento de Dios y el
razonamiento humano. Hoy también enfrentamos situaciones o decisiones
difíciles. Alguien podría sugerirnos hacer algo sin considerar lo que Dios piensa al
respecto. Pero necesitamos pedirle a Jehová que nos guíe con su sabiduría; esto
no solo nos servirá a nosotros, sino que nos permitirá ayudar a los demás cuando
sea oportuno. Si en alguna ocasión vamos a aconsejar a alguien, busquemos la
guía de Jehová y asegurémonos de que nuestros consejos se basen en su
Palabra. Si la persona que busca la ayuda también tiene una actitud humilde,
experimentará en carne propia lo que dice el texto de hoy y sentirá que Jehová lo
está guiando con su consejo.
ADORACIÓN MATUTINA-Geoffrey W. Jackson- Por qué es tan importante ser neutrales.txt

¿Verdad que nos emociona leer esta profecía del libro de Miqueas? En ella se
muestra claramente cómo son las cosas en el pueblo de Dios hoy. Por supuesto,
en el nuevo mundo, el pueblo de Dios disfrutará de unidad extraordinaria, pero el
capítulo 4 de Miqueas describe lo que estamos viviendo en este momento, y, por
lo tanto, nos concierne. Sabemos esto porque el versículo 5 dice que durante el
mismo tiempo en que la unidad del pueblo de Dios sería evidente, todos los
demás pueblos andarían cada cual en el nombre de su dios. Eso no se puede
referir al Paraíso, ¿verdad? No, está hablando del tiempo en el que vivimos ahora.
Pero ¿cómo pueden los testigos de Jehová de todo el mundo estar tan unidos y no
involucrarse en las guerras? Bueno, algo que contribuye a la unidad es nuestra
neutralidad cristiana. ¿Qué significa ser neutral? Significa mantenerse al margen
de los asuntos políticos. Por supuesto, estamos de parte de Jehová y de su Reino;
por eso, cuando se trata de debates o controversias sobre asuntos políticos, no
nos ponemos de parte de nadie. ¿Por qué es tan importante esto? Veamos qué
dice la Biblia en Revelación capítulo 13. Revelación 13:16, 17 dice: ―Y pone bajo
obligación a todas las personas —los pequeños y los grandes, y los ricos y los
pobres, y los libres y los esclavos— para que a estas se dé una marca en su mano
derecha o sobre su frente, y para que nadie pueda comprar o vender salvo la
persona que tenga la marca, el nombre de la bestia salvaje o el número de su
nombre‖. ¿Qué aprendemos aquí? En el futuro veremos cómo se cumplen estas
palabras, así como las presiones que enfrentará el pueblo de Dios. Pero aun
ahora podemos ver que el sistema político quiere ponernos una marca tanto
mental como física. Quiere ponernos su etiqueta en la frente y en la mano. Por
ello, debemos asegurarnos de ser totalmente neutrales en los asuntos políticos de
este mundo. Eso implica no participar en actividades políticas ni tomar partido,
incluso en nuestro interior. Ahora bien, ¿qué cosas pudieran debilitar nuestra
postura neutral? Bueno, hoy vamos a considerar 3 de ellas. La primera es la
propaganda que difunde este mundo. Ya hemos visto lo que dicen los medios
sobre los testigos de Jehová y cómo han distorsionado sus informes para
presentar una imagen negativa de nosotros. Entonces, ¿podríamos esperar que
sean neutrales al informar sobre otros asuntos, particularmente sobre los
conflictos entre naciones? Los medios de un país pudieran promover
determinadas ideas sobre otro país y hasta podrían influir en nuestra opinión. Es
posible que, al visitar otros lugares con ideologías políticas diferentes, nos
sorprenda ver que la situación es distinta de la que habían descrito los medios de
nuestro país. Por ello tenemos que cuidarnos para no dejar que la propaganda de
este mundo influya en nosotros, especialmente la de los medios de comunicación.
¿Qué otra cosa pudiera hacer que perdamos cierto grado de neutralidad? Los
eventos deportivos. A veces, estos llegan a promover, en cierta medida, el
nacionalismo. Por lo general comienzan con los himnos nacionales. Recuerdo que
hace muchos años, cuando vivía en otro país, un amigo me pidió que le grabara
un evento deportivo. Aunque a mí no me interesaba mucho, quise hacerle el favor.
Por supuesto, me aseguré de grabarlo todo, incluidos los últimos 10 minutos del
juego. Nuestra amistad habría estado en peligro si yo no hubiera incluido el final.
El partido estuvo súper emocionante... cardiaco hasta el final. Cuando el hermano
me devolvió la cinta que grabé, pensé que quizás a otros hermanos también
podría interesarles ver el juego, por lo que podía prestarles la cinta en lugar de
simplemente borrarla. Así que se la ofrecí a varios de ellos, pero todos me dijeron:
―No, gracias. ¿Para qué voy a ver el partido si perdimos?‖. ¿Se fijaron? Por eso yo
les pregunté: ―¿Ustedes querían ver el partido o tomar partido?‖. Fue una situación
interesante porque 2 países se estaban enfrentando. Así que debemos cuidarnos
para que las competencias deportivas no despierten en nosotros sentimientos
nacionalistas que nos lleven a tomar partido cuando no deberíamos hacerlo. El
tercer factor que pudiera minar nuestra neutralidad son las promesas de los
políticos, en especial en época de elecciones. Quizás un candidato sea del mismo
origen o género que nosotros. Cuando observamos el escenario político actual,
con tantas elecciones, vemos que parece más un espectáculo que cualquier otra
cosa; hasta se contrata a músicos y a otros personajes para entretener a la gente.
Pero si en nuestro corazón dijéramos: ―Solo espero que ese tonto no llegue al
poder‖, ¿estaríamos siendo neutrales? O, peor aún, si pensáramos: ―¡Ojalá que el
otro gane las elecciones!‖. Bueno, hay que tener cuidado, ¿verdad? Hace muchos
años, cuando yo era un joven precursor en Australia, existía el problema del
reclutamiento obligatorio para servir en el ejército. Eran los tiempos de la guerra
de Vietnam. Y luego hubo elecciones en Australia. En ese momento, el partido que
quería llegar al poder prometió acabar con el reclutamiento obligatorio, si ganaba.
Eso me afectaba a mí directamente. Y recuerdo lo difícil que fue estar siguiendo
los resultados de las elecciones sin decir en mi corazón: ―¡Espero que ganen!‖. Y
después, cuando ganaron, tampoco decir: ―¡Bien!‖. Como ven, las promesas
políticas pueden influir en nosotros y llevarnos a violar nuestra neutralidad. Por lo
tanto, nunca olvidemos que no somos parte del mundo. Nosotros apoyamos al
mejor gobierno que puede regir esta Tierra. De esa forma seguiremos siendo
neutrales y estando unidos.
ADORACIÓN MATUTINA-Harold Corkern- Oremos para conseguir “la paz de Dios”.txt

El texto de hoy resalta el profundo efecto que tienen en nosotros las oraciones
sinceras, desde el corazón. Claro, solo hablar con Dios no necesariamente es
orar. En los capítulos 3 y 4 de Génesis encontramos el diálogo que tuvo Adán con
Jehová poco después de haber pecado. Y difícilmente podría decirse que Adán
estaba orando en ese momento. ¿Por qué? Porque para orar, necesitamos
mostrar confianza, respeto, humildad y devoción, así como reconocer que
dependemos de aquel a quien dirigimos la oración. Para ver por qué es tan
importante mostrar confianza en Dios y mejorar la calidad de nuestras oraciones,
analicemos lo que dice al respecto Salmo 91:1, 2. Leamos el versículo 1:
―Cualquiera que more en el lugar secreto del Altísimo se conseguirá alojamiento
bajo la mismísima sombra del Todopoderoso‖. Ese ―lugar secreto‖ es un lugar
simbólico donde Jehová nos brinda protección espiritual y nada ni nadie puede
arrebatarnos la fe o el amor por Jehová. Es secreto porque los incrédulos no
pueden descubrirlo, o entenderlo. Pero ¿cómo podemos encontrarlo nosotros? El
versículo 2 explica: ―Ciertamente diré a Jehová: ‗Tú eres mi refugio y mi plaza
fuerte, mi Dios, en quien de veras confiaré‘‖. Así que la clave para entrar en ese
lugar secreto y conseguir la paz de Dios es que seamos humildes y tengamos
confianza en Jehová. El texto dice: ―Tú eres mi refugio y mi plaza fuerte‖; no dice
nuestro. De modo que cada uno, en lo individual, debe demostrarle su confianza a
Jehová. Ahora bien, ¿verdad que todos le agradecemos mucho a Jehová por
escucharnos? Estamos seguros de que es así por lo que dijo David en el Salmo
69. Mientras leemos, quisiera que se pregunten: ―¿Alguna vez he sentido algo
parecido a lo que describe David aquí?‖. Él se sentía muy presionado y
angustiado, por eso escribió lo que dice Salmo 69:20: ―El oprobio mismo ha
quebrantado mi corazón, y la herida es incurable. Y seguí esperando que alguien
se condoliera, pero no hubo nadie; y consoladores, pero no hallé ninguno‖. ¿No es
cierto que, a veces, ni otros cristianos ni nuestros familiares ni siquiera los amigos
íntimos pueden darnos la ayuda que necesitamos? ¿Por qué será? Bueno, tal vez
están tan atareados con sus propios problemas que no tienen tiempo de fijarse en
los nuestros. Además, a todos nos afectan las cosas de manera distinta. Es decir,
lo que le causa gran estrés a una persona pudiera no ser tan grave para otra. Y si
vemos a alguien luchando con situaciones que para nosotros no son la gran cosa,
quizás no podamos comprender lo que siente. Por otro lado, el versículo 33 del
mismo Salmo dice: ―Porque Jehová está escuchando a los pobres, y realmente no
desprecia a sus propios prisioneros‖. A veces pudiéramos sentirnos prisioneros de
las circunstancias o de nuestros sentimientos o emociones y tal vez nos sintamos
como atrapados. Quizás otros no nos entiendan ni nos puedan ayudar. Pero
fíjense en las reconfortantes palabras de 2 Crónicas 6:29, 30. Allí leemos la
oración que hizo Salomón cuando se dedicó el templo. El versículo 29 dice: ―Sea
cual fuere la petición de favor que se haga de parte de cualquier hombre o de todo
tu pueblo Israel —porque ellos conocen cada cual su propia plaga y su propio
dolor—; cuando él realmente extienda las palmas de las manos [...]‖. Así que
Jehová nos comprende como nadie más puede hacerlo. ¿Cómo lo sabemos? El
versículo 30 dice: ―Entonces dígnate oír tú mismo desde los cielos, el lugar de tu
morada, y tienes que perdonar y dar a cada uno conforme a todos sus caminos,
porque tú conoces su corazón (porque solo tú mismo conoces bien el corazón de
los hijos de la humanidad)‖. Entonces, aunque nuestros amigos se preocupen y
traten de ayudarnos, no pueden entender todo lo que sentimos, lo que pensamos
ni cuánto nos afecta una situación... pero Jehová sí. Él nos comprende por
completo, y eso nos reconforta y nos impulsa a confiar en él. Pero confiar en
Jehová implica mucho más. Mateo 6:33 dice: ―Sigan, pues, buscando primero el
reino y la justicia de Dios, y todas estas otras cosas les serán añadidas‖. Aquí se
nos invita a confiar en que Jehová se encargará de darnos lo que necesitamos,
como siempre lo hace. Pero, en este contexto, podríamos caer en un error:
cuando una persona es tranquila, segura de sí misma, tiene habilidades naturales,
viene de una familia estable, tanto emocional como económicamente, pudiera
sentirse inclinada a pensar: ―Sí, yo confío en Jehová, pero sé que esto puedo
hacerlo solo‖. Bueno, a veces hemos oído a algunos expresar algo parecido
cuando reciben una nueva asignación o se les envía a servir de precursores
regulares o dejan Betel por una buena razón y, ahora, tienen que conseguir un
trabajo seglar. Quizás hayan escuchado algo como esto: ―Les va a ir bien porque
tienen un oficio bien remunerado en el mercado laboral‖. Eso no tiene nada de
malo. Puede que hasta hayan aprendido ese oficio mientras servían de toda alma
a Jehová, ¡y qué bueno! Pero cuidado: ¿tendrán éxito debido a sus habilidades, o
porque siguen buscando primero el Reino y permiten que Jehová sea quien les dé
lo necesario? Además, hay que tener cuidado con esa idea de que, gracias a su
oficio, les irá muy bien. ¿Y si no tuvieran un oficio tan rentable? ¡De todos modos,
Jehová los cuidaría! Veamos lo que dice Amós 7:14, 15: ―Yo no era profeta, ni era
hijo de profeta; sino que era guarda de ganado y punzador de higos‖. Aun así,
Jehová escogió a Amós, lo usó y le dio lo necesario. El hecho de que no tuviera un
oficio bien pagado no fue lo importante. Por eso es bueno que veamos las cosas
desde la perspectiva correcta. Por último, cuando tratemos de animar a otros y
ayudarlos a combatir la ansiedad, usemos la herramienta más poderosa que
tenemos. En La Atalaya del 15 de febrero de 1988 se relata la historia del
hermano Arthur Winkler. Cuando lo encontró la Gestapo, lo golpearon sin piedad,
le quebraron los dientes y le dislocaron la mandíbula. Ya con el cuerpo en carne
viva por la golpiza, lo echaron en una celda oscura. El hermano Winkler relata que,
en ese momento, necesitaba desesperadamente alimento espiritual, así que le oró
a Jehová y luego le pidió a un guardia que lo ayudara. Poco después, alguien
abrió la puerta y le arrojó una Biblia. El hermano dice: ―¡Qué gozo producía
disfrutar diariamente de los agradables dichos de verdad! Sentí que me estaba
fortaleciendo espiritualmente‖. Así que, si deseamos ayudar a otros, no repitamos
frases hechas o frases que se dicen por simple cortesía; mejor usemos palabras
tomadas de la Biblia. Quizás alguien se sienta atrapado por una situación difícil.
Bueno, pensemos en el relato de algún personaje bíblico que haya superado
momentos muy difíciles. Eso es lo que realmente puede ayudarnos a superar la
ansiedad. Por ejemplo, en 2 Corintios 11:23-31, Pablo cuenta las angustias que
vivió. Y, años después, escribió las palabras del texto de hoy, en donde señala
que Jehová lo ayudó a mantener la calma. ¡Que los consejos de la Biblia nos
sirvan para enfrentar las inquietudes y ayudar a otros a hacer lo mismo!
ADORACIÓN MATUTINA-Izak Marais- Todos somos necesarios.txt

Jehová Dios se propuso reunir a su pueblo en la congregación, lejos del mundo de


Satanás. Jesucristo prometió que estaría con nosotros hasta el final de este
mundo malvado. Y cuando observamos esta enorme organización mundial,
comprobamos que Jesús está cumpliendo su promesa y que Jehová está
realizando su propósito de manera extraordinaria. Dentro de esta gran
organización se efectúan numerosas tareas, o ministerios. Es algo que solo
Jehová puede lograr, pues él es quien la dirige. En el capítulo 12 de 1 Corintios, el
apóstol Pablo explica en detalle cómo Jehová dirige su organización. Primera a los
Corintios 12:14 dice: ―Porque el cuerpo, en realidad, no es un solo miembro, sino
muchos‖. Así que Pablo compara el cuerpo humano con la organización. Esta se
compone de muchos miembros, y a cada uno de ellos se le ha asignado un
ministerio. Leamos ahora los versículos 4 al 6: ―Ahora bien, hay variedades de
dones, pero hay el mismo espíritu; y hay variedades de ministerios, y sin embargo
hay el mismo Señor; y hay variedades de operaciones, y sin embargo es el mismo
Dios quien ejecuta todas las operaciones en todos‖. Estas palabras nos recuerdan
que la organización no le pertenece a ningún hombre. No es ningún ser humano
quien la mantiene unida y la hace avanzar. ¡Es Jehová quien lo hace! En este
capítulo, Pablo nos ayuda a comprender la relación que tenemos entre nosotros.
Leamos ahora los versículos 17, 19 y 21. Primera a los Corintios 12:17 dice: ―Si
todo el cuerpo fuera ojo, ¿dónde estaría el sentido del oído? Si todo fuera oído,
¿dónde estaría el olfato?‖. Versículo 19: ―Si todos fueran un solo miembro, ¿dónde
estaría el cuerpo?‖. Ahora el versículo 21: ―El ojo no puede decir a la mano: ‗No
tengo necesidad de ti‘; o, de nuevo, la cabeza no puede decir a los pies: ‗No tengo
necesidad de ustedes‘‖. Queda claro, entonces, que nos necesitamos
mutuamente. Todos realizamos diferentes tareas o ministerios, pero nos
necesitamos unos a otros. Por eso, el versículo 20 dice: ―Pero ahora son muchos
miembros, aunque un solo cuerpo‖. Así que formamos un solo cuerpo: sí,
pertenecemos a la misma congregación. Esto nos lleva al texto de hoy. Pablo dice
en 1 Corintios 12:22: ―Antes bien, con mucho el caso es que los miembros del
cuerpo que parecen ser más débiles son necesarios‖. ¿Qué significa ―más débiles‖
en este contexto? No quiere decir que estos miembros sean deficientes o
incapaces de realizar su función. Solo significa que, desde un punto de vista físico,
quizás parezcan más débiles. Quizás haya algún hermano mayor enfermo que ya
no puede hacer tanto como antes. ¿Significa eso que ya no está cumpliendo con
su asignación, que no encaja en el propósito de Jehová o que ya no le es útil?
¡Claro que no! El hermano pudiera parecer más débil, pero sabemos que sigue
siendo importante, y valoramos el lugar que Jehová le da. Veamos ahora el
versículo 23: ―Y a las partes del cuerpo que creemos que son menos honorables,
a estas las cercamos de más abundante honra, y así nuestras partes indecorosas
tienen el más abundante decoro‖. Jehová lo ha dispuesto así. El versículo 24 dice:
―Mientras que nuestras partes decorosas no necesitan nada. No obstante, Dios
compuso el cuerpo, dando más abundante honra a la parte a que le hacía falta‖.
Por lo tanto, el cuerpo no está dividido. Sus partes cooperan. Ningún miembro
menosprecia a otro por tener alguna incapacidad o limitación. Por eso, el versículo
25 dice: ―Para que no hubiera división en el cuerpo, sino que sus miembros
tuvieran el mismo cuidado los unos de los otros‖. ¿Qué significa eso? ¿Cómo ha
formado y dirigido Jehová a su organización? El apóstol Pablo lo describe de
manera hermosa en Efesios 4:16. En el versículo anterior, el 15, Pablo dice:
―Antes bien, hablando la verdad, por el amor crezcamos en todas las cosas en
aquel que es la cabeza, Cristo‖. Jesucristo es la cabeza. Por lo tanto, no existe
una estructura piramidal. Cristo dijo: ―Su Caudillo es uno‖. Luego, en el versículo
16, se explica cómo Jehová Dios organiza a su pueblo. Allí dice que ―de él [Cristo]
todo el cuerpo‖ está ―unido armoniosamente‖ y agrega que se le hace ―cooperar
mediante toda coyuntura que da lo que se necesita‖. De modo que el cuerpo está
unido armoniosamente. Tomemos como ejemplo nuestra mano: los dedos están
unidos por la palma que, a su vez, está unida a la muñeca. Hay una unión
armoniosa. Y, como leímos, los miembros del cuerpo están diseñados para
cooperar, para encajar unos con otros, para trabajar unidos. Jehová se encarga de
que eso suceda. Luego, el mismo versículo muestra lo que nosotros debemos
hacer: dar ―lo que se necesita‖. Y después dice que el buen funcionamiento de
cada miembro ―contribuye al crecimiento del cuerpo para la edificación de sí
mismo en amor‖. Así que nuestra función es dar lo que se necesita, hacer lo que
se requiere. Jesús ilustró muy bien este punto en el capítulo 13 de Juan.
Seguramente recuerdan la ocasión en que Jesús lavó los pies de sus discípulos.
Vamos a Juan, capítulo 13. En los versículos 12 a 15, Jesús describe lo que hizo y
luego explica por qué lo hizo: ―Ahora bien, cuando les hubo lavado los pies y se
hubo puesto sus prendas de vestir exteriores y recostado de nuevo a la mesa, les
dijo: ‗¿Saben lo que les he hecho? Ustedes me llaman: ―Maestro‖, y, ―Señor‖, y
hablan correctamente, porque lo soy. Por eso, si yo, aunque soy Señor y Maestro,
les he lavado los pies a ustedes, ustedes también deben lavarse los pies unos a
otros. Porque yo les he puesto el modelo, que, así como yo hice con ustedes,
ustedes también deben hacerlo‘‖. ¡Imagínense! ¡Jesús, el cabeza de la
congregación, se arrodilló y lavó los pies de sus discípulos! Y luego nos pidió que
siguiéramos su ejemplo. Entonces, ¿qué aprendemos de todo esto? Que cada uno
de nosotros tiene un lugar en la organización de Dios. Todos cumplimos una
hermosa función: la de servirnos unos a otros, es decir, dar lo que se necesita. Y,
como dice la segunda parte de Efesios 4:16, hacerlo ―contribuye al crecimiento del
cuerpo para la edificación de sí mismo en amor‖. Jehová ha decidido reunir a su
pueblo. Él mismo dirigirá esta organización, esta congregación, hacia el justo
nuevo mundo en donde podremos disfrutar de bendiciones extraordinarias. Pero
hoy tenemos la oportunidad de cooperar y trabajar juntos en amor y unidad. Si lo
hacemos, no importará si físicamente somos más fuertes o más débiles, pues
todos somos parte del mismo cuerpo.
ADORACIÓN MATUTINA-Joel Dellinger- Mantengamos una actitud de espera.txt

El texto y el comentario para hoy del folleto Examinando las Escrituras diariamente
fueron tomados de un artículo de La Atalaya titulado ―Cómo mantener ‗una actitud
de espera‘‖. Esta es una pregunta oportuna para todos nosotros porque, como se
mencionó en La Atalaya, ―la impaciencia es peligrosa, pues nos puede llevar a
actuar imprudentemente‖. ¿Cuál es el antídoto contra la impaciencia? Abramos la
Biblia en el texto temático del Estudio de La Atalaya, Miqueas 7:7. Leamos este
versículo y pensemos en cómo el buen ejemplo de Miqueas nos puede ayudar a
mantener una actitud de espera. El texto dice: ―Pero en cuanto a mí, por Jehová
me mantendré vigilante. Ciertamente mostraré una actitud de espera [o esperaré
pacientemente] por el Dios de mi salvación. Mi Dios me oirá‖. Es conmovedor que,
tan solo en este versículo, Miqueas mencione 3 veces a su Dios —a nuestro
Dios—, Jehová. Eso nos recuerda que, sin importar lo grande que sea el problema
que nos haga sentir impacientes o frustrados, con la ayuda de Jehová, se verá
más pequeño y fácil de sobrellevar. Por lo tanto, podemos llegar a la misma
conclusión que el hermano Karl Klein. En su biografía, él dijo: ―Si [Jehová] lo
permite, yo puedo aguantarlo‖. Con la ayuda de Jehová podemos aguantar
pacientemente cualquier prueba, circunstancia o situación durante todo el tiempo
que sea necesario sin perder el gozo. Miqueas estaba seguro de ello. Regresemos
a Miqueas 7:7. Al decir ―por Jehová me mantendré vigilante‖, Miqueas demostró
que estaba decidido a mantenerse atento como un vigía en su torre. Imaginemos
la escena: un vigilante con los ojos bien abiertos, en alerta máxima. Así se
comportó Miqueas en sentido espiritual. Estaba decidido a no impacientarse ni
sentirse frustrado por cosas que no podía cambiar. ¿Fue fácil para el profeta
mantener una actitud de espera? Probablemente no. El contexto nos muestra
cómo era la situación en Israel y en Judá en el tiempo de Miqueas. Prestemos
atención a estos versículos. Comencemos con Miqueas 7:2. Allí dice: ―El leal ha
perecido de la tierra‖; el versículo 3: ―Sus manos están sobre lo que es malo‖; el 4:
―El mejor de ellos es como un abrojo, el más recto de ellos es peor que un seto de
espinos‖. Y en el versículo 5, Miqueas dice: ―No pongan su fe en un compañero.
No cifren su confianza en un amigo íntimo. De la que se reclina en tu seno guarda
las aperturas de tu boca‖. Y el 6 agrega: ―Porque hijo desprecia a padre; hija se
levanta contra su madre; nuera contra su suegra; los enemigos de un hombre son
los hombres de su casa‖. Queda claro que Miqueas vivió en tiempos muy difíciles,
pues —durante el gobierno del malvado rey Acaz— la condición espiritual y moral
de Israel llegó a ser deplorable. ¿Se siente identificado con las circunstancias que
vivió Miqueas? Hoy en día, todos los siervos de Jehová pasamos por pruebas que
requieren aguante y paciencia, pues vivimos en un mundo egoísta en donde,
como dice la Biblia, los hombres son ―desagradecidos, desleales, sin [...] cariño
natural‖. Jesucristo predijo que los cristianos verdaderos serían ―objeto de odio‖.
Algunos de nuestros hermanos enfrentan odio y oposición en la escuela y en el
trabajo casi a diario. Además, en ocasiones son víctimas de rechazo por parte de
familiares no Testigos. Pensemos también en el odio del que han sido víctimas los
hermanos que están en prisión. Por ejemplo, oramos fervientemente por las 2
hermanas de Azerbaiyán a quienes se persigue injustamente y también por los
600 hermanos en Eritrea, Nagorno Karabaj, Singapur, Corea del Sur y
Turkmenistán. Deseamos que todas esas injusticias se solucionen. ¡Y quisiéramos
que fuera pronto! Pero ¿se nos agota la paciencia? No. Más bien, cultivamos una
actitud de espera. Además, muchos de nuestros hermanos deben hacer frente a
problemas de salud. Estos también someten a prueba nuestra paciencia y
aguante. Es probable que usted o algún familiar o amigo cercano estén lidiando
con algún problema de salud o incluso con cierta enfermedad. Esto me recuerda el
programa de diciembre de 2015 de JW Broadcasting, en donde conocimos a
Sabina Hernández, de Panamá, quien nació con una discapacidad grave. Desde
que nació, ha tenido una vida muy complicada. Sin embargo, ¡ella es una fuente
de ánimo para nosotros! Sabina ha aprendido a confiar en Jehová. Tal como
Miqueas, ella ha demostrado una actitud de espera y hace todo lo que puede para
servir a Jehová a pesar de sus limitaciones. Al igual que nosotros, ella anhela ver
el día en que todo cambie. Nos gustaría que eso sucediera hoy mismo, ¿verdad?
Por supuesto, esos problemas se acabarán, quizás incluso antes de lo que
pensamos. Ahora bien, puede que nuestras pruebas se resuelvan ahora o un poco
más adelante, pero ¿qué aprendemos del ejemplo de Miqueas? Pensemos en
otros detalles de la vida de este profeta. Él sirvió fielmente a Jehová por unos 60
años, vio el cumplimiento de algunos de los mensajes de juicio de Jehová y pudo
ver el fruto de su actividad profética. Pero ¿alcanzó a ver el cumplimiento de todas
las promesas de Jehová? No. Entonces, ¿qué lo ayudó a esperar pacientemente,
a mantenerse activo y a confiar en Jehová? El hecho de que estaba
absolutamente convencido de que Jehová, a su debido tiempo, cumpliría todas
sus promesas. Miqueas confiaba totalmente en su Dios. Vamos a recordar un par
de cosas que nos ayudarán a cultivar la misma confianza y actitud de espera que
demostró Miqueas. La primera tiene que ver con lo que dice 1 Tesalonicenses
5:17. Vamos a leerlo. Primera a los Tesalonicenses 5:17. Quizás ya se saben de
memoria este versículo, pues solo tiene 2 palabras. ¿Y cuál es la instrucción?
―Oren incesantemente‖. No olvidemos que orar realmente equivale a hablar con
Dios. Y nadie podría acusarnos de hablar demasiado con Jehová. Cuando La
Atalaya trató el tema de la verdadera comunicación con Dios, citó el texto que
acabamos de mencionar y dijo: ―Dios se ofrece a escuchar a sus siervos cuantas
veces lo necesiten‖. Por eso, aceptemos su invitación y oremos incesantemente
sobre las cosas que nos inquietan. Cultivemos confianza en Jehová siendo
específicos al pedir su ayuda en oración. Ahora bien, ¿qué hay si oramos
incesantemente durante una prueba, pero esta no desaparece? Noten lo que dice
Lucas 11:9. En este versículo, Jesús nos da razones para no perder la confianza
cuando dice: ―Por consiguiente, les digo: Sigan pidiendo, y se les dará; sigan
buscando, y hallarán; sigan tocando, y se les abrirá‖. Entonces: queremos hacer lo
posible por resolver nuestros problemas convencidos de que, en el momento justo,
Jehová nos dará la solución y, mientras ese momento llega, nos ayudará a
aguantar. ¿Qué tan grande es una montaña cuando la comparamos con Jehová?
Se ve como un montoncito de tierra. ¿Y cómo podemos convertir una montaña en
un montoncito de tierra? Arrojando nuestras cargas sobre Jehová cuando le
oramos. Jehová no defraudó la confianza de Miqueas. Y pronto, en la
resurrección, Miqueas verá cumplidas todas las promesas que esperó con
paciencia. Por lo tanto, al igual que él, controlemos la tendencia natural a ser
impacientes. Mantengamos la fe viva y la actitud vigilante.
ADORACIÓN MATUTINA-John Ekrann- El rescate sí es para usted.txt

El apóstol Pablo hizo una interesante reflexión sobre el rescate. Él escribió: ―La
vida que ahora vivo en carne la vivo por la fe que es para con el Hijo de Dios, que
me amó y se entregó por mí‖. Con esas palabras nos damos cuenta de que Pablo
sabía que el rescate se había pagado por él. Y, como se expresó en los
comentarios, nosotros también debemos ver el rescate como un regalo personal.
En Hebreos 6:5, el apóstol Pablo deja ver que la Biblia y el rescate son dádivas
muy personales. Noten la expresión que usó en Hebreos 6:5: ―Y que han gustado
la excelente palabra de Dios y los poderes del sistema de cosas venidero‖. La
expresión ―que han gustado‖ es muy significativa, pues para gustar los alimentos,
nosotros mismos debemos probarlos, nadie más. Debemos ponerlos en nuestra
boca para saborearlos. Lo mismo sucede con el rescate. ¿En qué situaciones
podemos ―gustar‖ o comprobar que el rescate es para cada uno de nosotros?
Veamos un par de ellas. Primero hablemos de nuestros temores. ―¿De veras me
quiere Dios? ¿Soy digno de que me ame?‖. Puede que también nos preguntemos:
―¿Qué será de mí? ¿Y si...?‖. Al encarar pruebas o dificultades, quizás razonemos:
―Tal vez Jehová no me quiere‖. Por otro lado, estamos convencidos de que la ley
de causa y efecto tiene una base sólida. Vemos que las cosas pasan por algo. El
problema es que lleguemos a la conclusión de que las cosas son como son
porque Jehová no nos ama. Aun si somos personas buenas, es posible que
atravesemos dificultades y digamos: ―Otros de mi edad tienen buena salud‖. O tal
vez sepamos de alguien que ha recibido un cambio de asignación y que en unas
cuantas semanas ya tiene todos sus asuntos resueltos, y pensemos: ―En cambio,
yo sigo buscando un empleo‖. Pero no concluyamos que si las cosas no salen a la
perfección es porque Jehová no nos quiere. Eso es mentira. Aun si estamos
actuando bien, pudiéramos pasar por pruebas. Para ilustrarlo: imagine que va
conduciendo su automóvil como Dios manda y se detiene cuando el semáforo se
pone en rojo. Luego cambia a verde y usted avanza, pero entonces lo alcanza un
conductor imprudente que no se ha detenido en la luz roja. La culpa no es de
usted. ¿Acaso diría: ―¡No vuelvo a obedecer las leyes de tránsito! ¡No vale la
pena!‖? ¡No! El culpable fue quien se pasó el semáforo en rojo. A veces nos
pueden pasar cosas malas, pero eso no quiere decir que sea nuestra culpa o que
no contemos con el amor de Jehová. Así que, cuando sintamos algún temor,
¿cómo nos fortalecerá reflexionar en el rescate? Para empezar, pensemos en por
qué se pagó el rescate. Porque a mucha gente buena —todos los descendientes
de Adán y Eva— nos estaba yendo mal. Adán y Eva pecaron, pero nosotros
pagamos las consecuencias. A los que valoran el rescate, Jehová se lo ofrece
como la solución. Es su manera de decir: ―Yo sé que te pasan cosas malas, pero
pronto todo estará bien‖. Sí, cuando entendemos por qué Jehová estuvo dispuesto
a pagar el rescate por cada uno de nosotros, nos damos cuenta de que él
comprende el sufrimiento que causan el cáncer, la vejez, los errores humanos y
hasta nuestra propia imperfección. ―Degustar‖ el rescate en estas circunstancias
significa evitar creer que Jehová no nos ama cuando nos sobrevenga alguna
prueba. Al contrario, el rescate es la mayor expresión del amor de Jehová y Jesús,
y de que desean que pronto dejemos de sufrir. Otra situación en la que podemos
comprobar que el rescate es para nosotros es cuando muere alguien allegado.
Cualquiera que haya sentido el dolor de perder a alguien cercano puede entender
la impotencia que se siente al saber que ya no hay nada que hacer por ahora.
Pero en ese momento, la esperanza y la fe en la resurrección —solo posible
gracias al rescate— se vuelven más reales que nunca. En Hechos 17:31 se
recoge un conmovedor discurso en el que el apóstol Pablo explicó que el rescate
está garantizado gracias a la muerte y resurrección de Jesús. En Hechos 17:31,
Pablo dijo: ―Porque ha fijado un día en que se propone juzgar la tierra habitada
con justicia por un varón a quien ha nombrado, y ha proporcionado a todos los
hombres una garantía con haberlo resucitado de entre los muertos‖. Si
comprendemos que el rescate se dio por cada uno de los seres humanos,
entenderemos que la resurrección no solo es posible, sino que Jehová y Jesús
desean que nuestros padres o amados cónyuges vuelvan a vivir. Ellos se
interesan en cada persona, sea que esté viva o muerta. Conocen cada detalle de
su vida, por lo que podrán devolvérnoslos con su misma personalidad, con todos
sus recuerdos, tal y como los conocimos. ¿Existe una mayor prueba de que el
rescate es un regalo personal? Traer de vuelta a la vida a nuestros seres queridos
es la mayor muestra del interés personal de Jehová en todos y cada uno de los
seres humanos. No nos considera un daño colateral en la guerra contra Satanás.
El rescate es el medio que Jehová usará para reparar todo el daño que Satanás
ha ocasionado desde la muerte de Adán y Eva. De hecho, cuando los muertos
sean resucitados, quedará claro que todo lo que afirmaba Satanás era mentira.
Hoy, el Diablo difunde toda clase de ideas sobre lo que pasa después de la
muerte: que las personas se van al más allá, que tendrán otra vida, que estarán en
el cielo, que reencarnarán como animales... Pero en el nuevo mundo, cuando la
mayoría de los que han muerto vuelvan a vivir, ya jamás se engañará a nadie con
esas mentiras. Cada uno de los resucitados podrá contar lo que le sucedió al
morir: ¡nada! ¡No hay vida después de la muerte! Ya nadie se creerá ni esparcirá
aquella mentira. Jehová sabía que la muerte de un ser querido nos causaría
muchísimo dolor. Por eso, al darnos el rescate, es como si nos dijera: ―Sé que te
duele, pero créeme, por favor, ya tengo la solución perfecta para que te deje de
doler‖. Hoy hemos analizado dos situaciones en las que podemos reflexionar en el
rescate, como lo hizo el apóstol Pablo, y entender que es un regalo individual.
Hablamos de nuestros propios temores y de la resurrección de nuestros seres
queridos. ¡Imagine de cuántas otras maneras nos beneficiamos si meditamos en
que el rescate es para cada uno de nosotros!
ADORACIÓN MATUTINA-M. Stephen Lett- Esposo, ama a tu esposa como a ti mismo (Cant. de Cant. 8,6).txt

El título de este breve discurso es: ―Esposo, ama a tu esposa como a ti mismo‖.
¿Cuál dijo Jesús que era el segundo mandamiento más importante? Ustedes lo
conocen bien. En Mateo 22:39, él dijo: ―Tienes que amar a tu prójimo como a ti
mismo‖. ¡Qué imagen tan descriptiva la de este segundo mandamiento! Lo más
normal es que valoremos nuestra persona y lo demostremos de varias maneras.
Por eso, lo que Jesús nos está diciendo es esto: ―Esfuércense por mostrar a los
demás el mismo amor que muestran por sí mismos‖. Pero ahora queremos
dirigirnos específicamente a los esposos. Así que pensemos: ¿quién es la persona
más cercana para un hombre casado? Obviamente, su esposa. De modo que los
esposos deben esforzarse por mostrarle a su esposa, más que a nadie, el mismo
amor que, de manera natural, demuestran por sí mismos. Ahora bien, ¿cómo
demuestra un esposo amor por sí mismo? Hablemos de 5 maneras, aunque estoy
seguro de que a ustedes se les ocurrirán algunas otras. La primera: el esposo se
alimenta. Efesios 5:29 dice: ―Porque nadie jamás ha odiado a su propia carne;
antes bien, la alimenta‖. Entonces, ¿qué implica amar a nuestra esposa como a
nosotros mismos? Por supuesto, el esposo debe asegurarse de poner el pan en la
mesa y también de proveer otras cosas materiales necesarias. Eso me hace
recordar a los hermanos que estuvieron en campos de concentración en la
Alemania nazi. Aunque casi no tenían nada que comer, acostumbraban compartir
lo poco que les daban con otros hermanos y, a veces, ¡hasta con quienes no eran
testigos de Jehová! De igual modo, el esposo debe estar dispuesto a sacrificarse,
si es preciso, con tal de cubrir las necesidades de su esposa. Pero más importante
aún es que se asegure de que ella esté bien alimentada en sentido espiritual.
Debe encargarse de que su esposa tenga un programa de estudio personal y se
beneficie de las reuniones, las asambleas y la adoración en familia. Hablemos
ahora de la segunda forma en la que un esposo demuestra amor por sí mismo: se
trata con ternura. Efesios 5:29 también dice: ―Porque nadie jamás ha odiado a su
propia carne; antes bien, [...] la acaricia‖. ¿Qué significa la palabra acariciar?
Según un diccionario, significa tratar a alguien con amor y ternura. El término
transmite la idea de atesorar y valorar. Por naturaleza, nos gusta tratarnos bien.
Por eso procuramos descansar cuando estamos enfermos o cansados, tratamos
de pasar tiempo con amigos y seres queridos, nos divertimos y hacemos ejercicio.
Es decir, hacemos cosas que nos agradan y, de vez en cuando, hasta nos damos
un gustito. Entonces, ¿qué más implica amar a nuestra esposa como a nosotros
mismos? Es obvio que significa más que solo vivir con ella. Hay que valorarla y
cultivar un cariño especial por ella. Pensemos en esto: Proverbios 8:31 dice que,
antes de venir a la Tierra, Jesús ya les tenía cariño a los seres humanos. ¿Y no
creen que sentir ese cariño le hizo más fácil aceptar la difícil asignación de venir a
nuestro planeta y hasta morir por nosotros? De la misma manera, si los esposos
valoran a sus esposas y sienten un cariño profundo por ellas, les será más fácil
perdonarlas y, de ser necesario, hasta morir por ellas. Pero para cultivar esa clase
de sentimientos, debemos hacer lo mismo que hace Jehová: concentrarnos en las
buenas cualidades de nuestra esposa, y no en sus defectos o imperfecciones.
Hace un momento, un hermano mencionó lo que se dijo en un número de La
Atalaya. Y me encantó lo que dice esa revista: ―Es importante que el esposo y la
esposa se demuestren ese amor con palabras y hechos. ¡Nunca deben permitir
que los quehaceres del día a día los priven de hacer eso!‖. ¿Cuál es la tercera
manera en la que los esposos demuestran amor por sí mismos? Se adornan.
Primera a Timoteo 2:9 dice que las mujeres se adornan con vestido bien
arreglado. Bueno, los esposos procuramos algo parecido. Cuando nos
arreglamos, tratamos de disimular o de esconder nuestros defectos, nuestras
imperfecciones... lo feo. ¿Verdad que queremos lucir lo mejor posible? Entonces,
¿cómo demostramos un amor como ese por nuestra esposa? Una forma es no
señalando sus defectos todo el tiempo. ¡Y mucho menos en público! Es más, ni en
silencio deberíamos pensar demasiado en ello. Es mejor pasar por alto sus
pequeños errores. Recuerden que Proverbios 19:11 dice que es hermoso ―pasar
por alto la transgresión‖. Así que adornemos a nuestra esposa, es decir, hagamos
que luzca lo mejor posible ante los demás y ante nosotros mismos. La cuarta
forma en la que un esposo demuestra amor por sí mismo es esta: cuando se
enferma o se lastima, hace lo posible por curarse. En Marcos 5:26 se habla de una
mujer que estaba muy enferma. Los médicos la hicieron pasar muchas penas;
gastó todos sus recursos y no se curó; incluso empeoró. El punto es que hizo todo
lo posible por curarse. Y los esposos hacemos lo mismo. Si nos enfermamos o
nos lesionamos, tratamos de descansar más tiempo, compramos medicinas,
tomamos vitaminas, vamos a ver al médico, seguimos el tratamiento... Buscamos
la manera de sentirnos mejor. ¿Qué implica, entonces, amar a nuestra esposa de
la misma forma? Bueno, si se enferma o se lastima, haremos lo que esté a nuestro
alcance para que recupere la salud. Pero más importante aún es que si ella llegara
a enfermar en sentido espiritual, nosotros debemos hacer lo que sea necesario
para que recobre la salud espiritual. ¿Cómo podríamos ayudarla? Proverbios
12:18 dice: ―La lengua de los sabios es una curación‖. Así que usemos palabras
bien pensadas. Y Proverbios 16:24 dice: ―Los dichos agradables son un panal de
miel, dulces al alma y una curación a los huesos‖. Podemos usar ―dichos
agradables‖ para ayudarla a recuperarse en sentido espiritual. La quinta manera
en que los esposos demuestran amor por sí mismos es que, cuando se equivocan,
son muy considerados con su persona. Los esposos suelen culpar de sus errores
a la herencia genética, al ambiente, al nivel de azúcar en la sangre, a si durmieron
bien o no, al clima, etcétera, etcétera. ¿No es cierto que somos muy comprensivos
al pensar en nuestras propias limitaciones? Por lo tanto, ¿cómo podemos amar a
nuestra esposa de la misma manera? Pues seremos igual de comprensivos con
ella, en lugar de imputarle malos motivos. Si nos habla con un poco de rudeza o
actúa sin pensar, trataremos de entender los sentimientos que hay detrás de lo
que dice o hace. Seremos comprensivos, sobre todo si vemos que está bajo cierta
presión. Seremos tan considerados con ella como lo seríamos con nosotros
mismos. Así que las 5 maneras de demostrar amor por uno mismo son:
alimentarse, tratarse con ternura, adornarse, curarse y ser comprensivo con uno
cuando se equivoca. Esforcémonos por demostrar el mismo amor —de estas 5
maneras— por nuestras queridas esposas. Estoy seguro de que ustedes pensarán
en otras formas en las que un esposo demuestra amor por sí mismo. ¡Qué
mensaje tan profundo transmitió Jesús! Pero no se limitó a eso: fue un paso más
allá. Amplió este concepto con las palabras registradas en Juan 13:34; ustedes las
conocen bien. Allí dice: ―Les doy un nuevo mandamiento: que se amen unos a
otros; así como yo los he amado, que ustedes también se amen los unos a los
otros‖. Jesús dijo que debemos cultivar un amor por nuestros hermanos aun más
profundo que el que sentimos por nosotros mismos. Y, obviamente, eso incluye a
nuestra esposa. Amar a nuestra esposa de esa manera nos motivará a tratarla
incluso mejor que a nosotros mismos.
ADORACIÓN MATUTINA-M. Stephen Lett- Gane la batalla en su interior.txt

En el texto de hoy, el apóstol Pablo habla de una lucha que hay en nuestro
interior, una guerra que libra por dentro cada uno de nosotros. Es una guerra entre
la ley de Dios —en nuestra mente— y la ley del pecado —en nuestra carne—. Es
apropiado el uso del término ―ley‖ en ambos casos porque el propósito de una ley
es regular acciones o conductas. La ley de Dios en nuestra mente nos motiva a
actuar en armonía con la forma de pensar de Jehová; pero la ley del pecado de
nuestra carne pretende imponernos la manera de pensar y actuar egoísta y
malintencionada de Satanás. Es una guerra intensa. Son dos leyes en conflicto
intentando imponerse una sobre la otra para controlar nuestras acciones.
Solamente si luchamos con fuerza, ganaremos. Ahora bien, el apóstol Pablo luchó
tenazmente, ¿verdad? Es cierto que perdió algunas batallas, pero ganó la guerra.
Y ahora es una criatura espiritual e inmortal en los cielos. Así que deseamos
imitarlo. Veamos qué nos ayudará a ganar esta guerra. Pongamos una ilustración
que, esperamos, nos ayude a ver cómo podemos ganar esta guerra. Pensemos en
dos ejércitos contrarios que, en cierto sentido, equivalen a lo que hay dentro de
nosotros. Pensemos en dos ejércitos luchando entre sí. Uno es bueno, y el otro,
malvado. Ahora bien, ¿qué podemos hacer para ayudar al ejército bueno, la ley de
Dios en nuestra mente, a vencer al ejército rival? Pues bien, hablemos de dos
aspectos implicados aquí: primero, la alimentación; y, segundo, la actitud.
Hablemos en primer lugar sobre la dieta. Si uno de los dos ejércitos está bien
alimentado y el otro no, ¿cuál creen que ganará? La respuesta es obvia, ¿cierto?
Es tal como lo menciona este dicho: ―Un ejército se mueve por su estómago‖. Y
¿cómo alimentamos al ejército bueno? Jesús dijo en Mateo 4:4: ―No de pan
solamente debe vivir el hombre, sino de toda expresión que sale de la boca de
Jehová‖. Primera de Pedro 2:2 habla de la ―leche [...] que pertenece a la palabra‖.
Y Hebreos 5:14, del ―alimento sólido‖, las verdades profundas de la Palabra de
Dios. En Mateo 24:45, Jesús mencionó que alimentaría a sus discípulos mediante
el esclavo fiel. Por lo tanto, ¿cómo alimentamos al ejército bueno? Consumiendo
con regularidad y muchas ganas el alimento espiritual. Así mantendremos bien
nutrida, fuerte y saludable la ley de Dios en nuestra mente. Y ¿cómo matamos de
hambre al ejército rival? Impidiendo que el pensar inmoral que promueve el mundo
de Satanás anide en nuestra mente. Ni siquiera pensaríamos en ver pornografía.
Si lo hiciéramos, sería como darle un jugoso bistec al ejército malo. Todo lo
contrario: si un pensamiento inmoral entra en nuestra mente, lo sacamos por la
fuerza. ¿Cómo? Oramos a Jehová, leemos la Biblia, desconectamos ese
pensamiento y lo reemplazamos con uno saludable. Nos esforzamos al límite por
hacer lo que dice 2 Corintios 10:5: poner ―bajo cautiverio todo pensamiento para
hacerlo obediente al Cristo‖. No llenamos la mente con sueños materialistas ni con
la forma de pensar del mundo de Satanás. La idea de alimentar al ejército bueno y
matar de hambre al ejército malvado me hace pensar en una antigua leyenda
cheroqui que posiblemente conozcan. Cuenta la leyenda que un abuelo le decía a
su nieto que había dos lobos que luchaban con fuerza dentro de él. Le explicaba
que uno era bueno, y el otro, malvado. Y, claro, el nieto, deseoso de saber el
desenlace, preguntó: ―Abuelo, ¿cuál de tus lobos ganó?‖. El abuelo respondió: ―El
que alimenté‖. Y ocurre lo mismo en nuestro caso. Ahora veamos el segundo
aspecto: la actitud. Si un ejército tiene una actitud positiva y decidida, pero el otro
tiene una actitud derrotista e indiferente, ¿cuál ganará? La respuesta es clara.
Entonces, ¿cómo haremos que el ejército bueno que hay en nosotros mantenga
una actitud positiva y decidida? Busquen conmigo 2 Corintios capítulo 4. Veamos
un punto clave. Sin importar las pruebas y las tribulaciones que pasemos, no nos
rendimos, no perdemos la esperanza; más bien, fijamos la vista en el premio.
Noten cómo lo expresa 2 Corintos capítulo 4, desde el versículo 16: ―Por lo tanto
no nos rendimos; más bien, aunque el hombre que somos exteriormente se vaya
desgastando, ciertamente el hombre que somos interiormente va renovándose de
día en día. Porque aunque la tribulación es momentánea y liviana, obra para
nosotros una gloria que es de más y más sobrepujante peso y es eterna; mientras
tenemos los ojos fijos, no en las cosas que se ven, sino en las que no se ven.
Porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas‖.
Es un pensamiento hermoso: toda prueba, sin importar lo fuerte que sea, es
momentánea y liviana, relativamente hablando. ―Momentánea‖ cuando la
comparamos con las bendiciones que traerá el nuevo mundo, bendiciones
eternas. Y ―liviana‖ comparada con el enorme peso de lo que Jehová logrará en
ese nuevo mundo. ¿Puede imaginarse intercambiando un instante de dolor por
una eternidad de disfrute, o una pizca de sufrimiento por una montaña de
felicidad? Si lo piensa un poco, verá que eso es posible. Pero solo si no nos
rendimos ante las pruebas que se presenten. Por otro lado, ¿cómo infundimos una
actitud derrotista e indiferente en el ejército malo, en la ley del pecado en nuestra
carne? Primero, tenemos que recordar que si cedemos ante la ley del pecado y
seguimos tras una vida pecaminosa —lo cual es una pésima idea— lo
perderíamos absolutamente todo. Perderíamos mucho tiempo ahora y
cosecharíamos las terribles consecuencias físicas, mentales y emocionales que
conlleva el pecado. Y perderíamos todavía más en el futuro: todo lo que Jehová
tiene preparado para los que lo aman. ¡No perdamos eso de vista! Recordemos
textos bíblicos como Salmo 37:38: ―Pero los transgresores mismos ciertamente
serán aniquilados juntos; el futuro de los inicuos verdaderamente será cortado‖.
Nunca olvidemos que Satanás y sus seguidores están condenados al lago de
fuego, y no queremos unirnos a ellos. Nuestro destino final es el nuevo mundo, no
el lago de fuego. Así que, a diferencia de Asaf, no envidiamos ni siquiera un
poquito a los malvados. No sentimos envidia como él. Al contrario, sentimos
compasión por los malos. Sí, deseamos que todos ellos se den cuenta de que
llevar una vida pecaminosa es un proceder totalmente absurdo. Así que hay dos
aspectos implicados: la alimentación y la actitud. Con más tiempo, hablaríamos de
la capacitación y el equipamiento necesarios. Pero ustedes pueden investigar más
en su adoración en familia o a título personal. Encontrarán interesantes detalles si
se concentran en el equipamiento y la capacitación, tal como lo hemos hecho con
la alimentación y la actitud. Lo importante es que seguimos librando la batalla, lo
que significa que estamos luchando, que no hemos perdido, ¡y eso es bueno!
Incluso si caemos en una batalla o dos, ganaremos la guerra si no nos rendimos.
No perdemos la esperanza ni claudicamos. Así que nunca ondee la bandera
blanca, nunca pida una tregua. Luchemos todos los días hasta que no haya más
guerra en nuestro interior, hasta que seamos perfectos y la ley de Dios haya salido
victoriosa, hasta que nuestra inclinación natural sea como la de Jehová y Jesús,
siempre lista para hacer lo bueno. Pero, mientras tanto, sigamos luchando con
todas nuestras fuerzas.
ADORACIÓN MATUTINA-M. Stephen Lett- Mostremos favor al de condición humilde.txt

Hablemos sobre cómo imitamos a Jesús cuando somos considerados con los de
condición humilde. Abramos la Biblia en el capítulo 19 de Proverbios. Este texto se
relaciona con el tema. Proverbios 19:17 dice: ―El que muestra favor al de condición
humilde le presta a Jehová, y Él [Jehová] le pagará su trato‖. Es una idea
magnífica, ¿verdad? Vamos a prestarle a Jehová. La palabra hebrea para ―el de
condición humilde‖ significa ―delgado‖ o ―flaco‖. Es una persona que se siente débil
quizás por condiciones deprimentes como pobreza o enfermedad En inglés
también significa ―encorvarse‖. Cuando alguien lleva en su espalda una carga
pesada, ya no aguanta, necesita ayuda. Pensándolo bien, todos nos hemos
sentido así en algún momento; nos hemos encorvado por alguna carga pesada
que nos oprime. Jesús es el ejemplo perfecto de cómo mostrar favor a los de
condición humilde. Pero surge la pregunta: ¿qué cualidades le permitían hacerlo?
Consideremos 3. Esas cualidades nos impulsarán a ser considerados con los de
condición humilde y a prestarle a Jehová. La primera es la compasión. Esta se
define en la obra Perspicacia como un ―sentimiento de conmiseración hacia
quienes sufren penalidades o desgracias, unido a un deseo de aliviarlas‖. Es decir,
nos damos cuenta de que alguien está sufriendo y queremos hacer algo para
aliviar su dolor. Busquen Marcos capítulo 6, por favor. Veremos un hermoso
ejemplo de cómo Jesús mostró compasión. Marcos 6; leamos el versículo 34.
Dice: ―Pues, al salir [de la barca], él vio una muchedumbre grande, y se enterneció
por ellos, porque eran como ovejas sin pastor. Y comenzó a enseñarles muchas
cosas‖. Ahora pensemos en las circunstancias: Jesús estaba muy cansado;
realmente necesitaba un momento de tranquilidad; ni siquiera había tenido tiempo
para comer en paz. Así que se subió en una barca y se fue a una zona aislada.
Pero miles de personas averiguaron adónde iba y llegaron allí antes que él.
¿Cómo pudo haber reaccionado Jesús al bajarse de la barca? Podría haber
despedido de inmediato a la multitud, o quizás hacer un trato con ellos: ―Regresen
mañana, a esta misma hora, y entonces les voy a ayudar‖. O quizá pasar unos 10
o 15 minutos con ellos, enseñarles una que otra cosa, algo así como ―tirarles
algunas migajas espirituales‖ para después despacharlos. ¡No! La piedad y la
compasión lo motivaron a enseñarles muchas cosas. Y parece que pasó varias
horas con ellos, porque el relato dice que, mientras él les estaba enseñando, se
les hizo tarde. De hecho, hasta les dio de comer antes de enviarlos a sus casas.
Pero ¿qué lo movió a hacer todo esto? La compasión. Así que la compasión nos
moverá a ser considerados con los de condición humilde. Pero si no nos
enternecemos por ellos, ni siquiera nos daremos cuenta de que están sufriendo y
no sentiremos el impulso de ayudarles. Por compasión vamos a visitarlos,
consolarlos, proporcionarles transporte o darles un regalo... lo que sea necesario
para mostrar favor al de condición humilde. Ahora veamos la segunda cualidad: la
humildad. Leamos, por favor, Filipenses capítulo 2. Este texto nos explica de
forma conmovedora la humildad de Jesús. Comencemos en el versículo 5, que
dice: ―Mantengan en ustedes esta actitud mental que también hubo en Cristo
Jesús, quien, aunque existía en la forma de Dios, no dio consideración a una
usurpación, a saber, que debiera ser igual a Dios. No; antes bien, se despojó a sí
mismo y tomó la forma de un esclavo y llegó a estar en la semejanza de los
hombres. Más que eso, al hallarse a manera de hombre, se humilló y se hizo
obediente hasta la muerte, sí, muerte en un madero de tormento‖. Ahora
pensemos en la humildad que mostró Jesús al dejar su glorioso cuerpo, su noble
hogar en los cielos, sus privilegios y su posición. También se necesitó humildad
para venir a la tierra a codearse con humanos humildes, enfermos y moribundos,
descendientes de Adán. ¡Imagínense! Él era la única persona perfecta en todo el
planeta. Podría haberse vuelto criticón, ¿verdad? ¿Compararía lo perfecto que él
era con lo imperfecto que era todo el mundo? Podía haberlos visto con desprecio,
pero en lugar de eso, les sirvió, ministró, enseñó y lavó los pies de estos humildes
hijos de Adán. Hasta los trató como si fueran superiores a él. Para comprender un
poco mejor la humildad de Jesús —aunque la comparación se quede corta—,
imaginemos que estamos internados en un asilo o institución para personas
mentalmente discapacitadas. Nosotros no sufrimos una discapacidad mental, pero
nos han mandado a este asilo donde cuidan a este tipo de personas. Sería muy
fácil desarrollar una actitud de superioridad hacia los que están enfermos. Pero
¿podemos imaginarnos sirviéndoles como si fuéramos sus esclavos,
atendiéndolos o lavándoles los pies? Para eso se necesitaría gran humildad, ¿no
creen? Esto ilustra, de cierta manera, cuánta humildad mostró este hombre
perfecto e inigualable al tratar con los imperfectos descendientes de Adán. Pues
bien, esa misma cualidad nos impulsará a realizar tareas humildes y prácticas a
favor de personas que, por ahora, tienen menos ventajas que nosotros y a ser
considerados con quienes sufren a causa de la pobreza, alguna debilidad, o se
sienten doblegados por alguna situación que los deprime. Pasemos a la tercera
cualidad: ser accesible. ¿En qué pensamos cuando decimos que alguien es
accesible? En alguien con quien resulta fácil hablar, que está disponible, es
abordable, amable y amigable. Leamos Marcos capítulo 10, por favor; aquí se
percibe lo accesible y amigable que era Jesús. A él se le acercaban todo tipo de
personas sin temor. Busquemos Marcos capítulo 10. Veamos solo algunos
ejemplos; el versículo 1: ―Las muchedumbres se le reunieron‖. El 2, los fariseos le
hablaron con toda libertad. Veamos el 10, los discípulos se le acercaron y le
expresaron sus dudas. En el 13: ―La gente empezó a traerle niñitos‖. Diecisiete: un
hombre vino corriendo y se arrodilló frente a Jesús. En solo cinco versículos,
pudimos ver: multitudes, fariseos, discípulos de Jesús, padres con sus hijitos,
hasta un desconocido. Jesús de verdad era un hombre accesible y muy amigable.
Estamos seguros de que esto se percibía en su semblante; su expresión facial era
amable, y no daba la impresión de estar demasiado ocupado para atender a otros.
Por eso la gente se le acercaba con confianza. Nosotros también, esforcémonos
por desarrollar esta cualidad. Es cierto que tenemos limitaciones y somos
imperfectos; pero hagamos lo posible por ser accesibles, y que los demás no
sientan que estamos demasiado ocupados para ellos. Tratemos de mantener una
expresión cálida, alegre y amistosa. Así todos sabrán que pueden hablarnos sin
temor y acercarse a nosotros. De ese modo le prestamos a Jehová. Hemos visto
tres cualidades que nos ayudarán. ¿Las anotaron? Hablamos de la compasión, la
humildad y de ser accesibles. ¿Qué ganamos cuando mostramos favor a los de
condición humilde? Bueno, Salmo 41:1 dice: ―Feliz es cualquiera que obra con
consideración para con el de condición humilde‖. Jehová dice que seremos felices.
Pero hay algo más: ―En el día de calamidad Jehová le proveerá escape‖. Eso
incluye los problemas de hoy y la terrible calamidad que se aproxima: la gran
tribulación. Nunca olvidemos lo que leímos al principio en Proverbios 19:17:
cuando mostramos favor a los humildes, es como si le prestáramos a Jehová.
Cuando damos todo por ellos, sin esperar nada a cambio, Jehová también lo ve
como un préstamo. Y Él saldará esa deuda dándonos su aprobación y muchas
bendiciones.
ADORACIÓN MATUTINA-M. Stephen Lett- Nunca hagamos tropezar a otros.txt

La imagen de alguien tropezándose nos es muy familiar, ¿verdad? Todos hemos


visto a alguien tropezarse. De hecho, a todos nos ha pasado eso alguna vez, y las
consecuencias pueden ser muy diversas. Por ejemplo, alguien puede trastabillar,
incorporarse rápidamente y continuar como si nada hubiera pasado. O alguien
puede tropezarse, caerse, fracturarse un hueso y con el tiempo, tras muchas
terapias, recuperarse. También alguien puede tropezarse, caerse, golpearse la
cabeza y nunca recobrar la salud, incluso podría morir. Pues lo mismo sucede si
alguien tropieza en sentido espiritual. Puede recuperarse enseguida o tardar un
poco de tiempo o podría nunca recobrar la salud espiritual y alejarse de la verdad.
No podemos anticipar qué sucederá cuando alguien tropieza. Por lo tanto,
debemos cuidarnos de nunca hacer tropezar a nadie. Por favor, abran la Biblia en
Mateo, capítulo 18. Centrémonos en una contundente declaración. En Mateo 18:6,
Jesús dijo: ―Pero cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeños que
ponen fe en mí, más provechoso le es que le cuelguen alrededor del cuello una
piedra de molino como la que el asno hace girar y que lo hundan en alta mar‖. Con
lenguaje muy gráfico, Jesús nos explica que, si hacemos que alguien deje la
verdad, podríamos acarrearnos ruina eterna. Por lo tanto, surge la pregunta:
¿cómo podríamos hacer tropezar a alguien? Curiosamente, existen muchas
similitudes entre hacer que alguien tropiece físicamente y que lo haga
espiritualmente. Analicemos tres. La primera: empujar a alguien puede hacer que
tropiece, especialmente si está parado en un piso disparejo. Esto aplica tanto en
sentido físico como espiritual. Ahora pensemos en Jehová. Él podría empujar a
cualquiera de nosotros, ¿verdad? Podría obligarnos a servirle. Sin duda, él tiene el
poder para hacerlo, pero nunca usa su poder de esa forma. Por el contrario,
Jehová nos invita, nos anima y nos explica las bendiciones y las consecuencias de
nuestros actos. Pero es nuestra decisión, ¿verdad? Por ejemplo, en Isaías 48:18,
Jehová dice: ―¡Oh, si realmente prestaras atención a mis mandamientos! Entonces
tu paz llegaría a ser justamente como un río, y tu justicia como las olas del mar‖.
Jehová nos suplica que le obedezcamos, pero no nos obliga. Pensemos en lo
siguiente: si Jehová no nos obliga, tampoco querría que nosotros obligáramos a
otros. Por ejemplo, los padres deben evitar empujar a sus hijos para que sirvan a
Jehová. Más bien deben suplicarles, tocar sus corazones y mostrarles las
bendiciones que obtendrán si obedecen. Otro ejemplo, los ancianos jamás deben
intentar empujar a las ovejas de Jehová. Escuché sobre un anciano que, durante
su intervención, pidió que levantaran la mano los que saldrían a predicar al día
siguiente. Solo unos pocos lo hicieron. Entonces regañó a la congregación porque
más publicadores debían salir a predicar. Luego, pidió que levantaran la mano
nuevamente y, como se imaginarán, aún menos hermanos lo hicieron. Piensen en
este otro ejemplo: quienes dan cursos bíblicos no deben empujar a sus
estudiantes para que hagan lo correcto. ―¡Tienes que dejar de fumar! ¡Tienes que
deshacerte de esas imágenes!‖ No, no ejerzan presión, más bien motiven a sus
estudiantes llegándoles al corazón. Veamos un ejemplo más: ninguno de nosotros
debería empujar a los compañeros de la escuela, del trabajo o a familiares para
que se hagan Testigos. Presionar a las personas para que hagan algo, aunque la
intención sea buena, ha hecho que muchos tropiecen y se alejen de la
congregación por muchos años. Algunos hermanos dicen que cuando una
persona aprende la verdad, deberían encerrarla por 6 meses para minimizar los
daños que puede ocasionar. En realidad, ese dicho no es correcto. No deben
encerrar al hermano, sino imitarlo. El nuevo hermano siente entusiasmo por la
verdad. Claro, nosotros debemos ayudarle a encauzar ese fervor para que no
intente obligar a sus familiares u otras personas a que acepten las verdades que
tanto lo entusiasman. Segundo punto: ¿de qué otra forma pudiéramos hacer
tropezar a alguien? Colocando un obstáculo en su camino. Una vez más, esto es
cierto en sentido físico y espiritual. Y el resultado será el mismo si ponemos la
piedra de tropiezo con o sin intención, ¿no es cierto? Como se ha mencionado hoy
en el comentario de La Atalaya, el habla saludable y la buena conducta nos
ayudarán a evitar convertirnos en causa de tropiezo. Por otra parte, el habla
malsana y la conducta inmunda pueden hacer tropezar fácilmente a quienes están
dentro o fuera de la congregación. Ahora, ¿qué sucede cuando se trata de un
asunto en donde tenemos derecho bíblico para hacer algo? ¿Nos sentiríamos
responsables si, por ejercer ese derecho, alguien tropezara? Bueno, abramos la
Biblia en 1 Corintios capítulo 8. Esta pregunta se contesta en este versículo.
Primera a los Corintios 8:9 dice: ―Pero sigan vigilando que esta autoridad suya no
llegue a ser de algún modo tropiezo para los que son débiles‖. ¿No les parece
interesante? Aunque tengamos el derecho de elegir, si esa elección hace tropezar
a alguien, de acuerdo con este pasaje no ejerceríamos ese derecho. El apóstol
Pablo, en el versículo 13 del mismo capítulo, dijo que no volvería a comer carne
jamás si eso hacía tropezar a su hermano. Al igual que Pablo, ¿estamos
dispuestos a renunciar a nuestros derechos relacionados con, por ejemplo,
dejarnos crecer la barba, usar mucho maquillaje o beber alcohol, si estos hacen
tropezar a alguien? Ahora bien, ¿cuál es la tercera forma en que podríamos hacer
tropezar a una persona? No advirtiéndole sobre un posible peligro, es decir, un
pecado de omisión. Y, una vez más, aplica tanto en sentido físico como espiritual.
Pongamos un ejemplo en sentido físico, imaginemos que el piso está mojado y
una persona desprevenida se va acercando al lugar. ¿Le advertiríamos del
peligro? Si no lo hiciéramos y la persona se cayera y se lastimara, ¿no tendríamos
alguna responsabilidad? De manera similar, en sentido espiritual Gálatas 6:1 nos
dice que, si alguien da un paso en falso, ¿qué se espera que hagamos antes de
que se dé cuenta de ello? Tratar de reajustar a tal hombre. Pero añade, con
espíritu de apacibilidad. No lo empuje; adviértale del peligro y corríjalo con cariño.
Hemos analizado 3 ámbitos que debemos cuidar a fin de nunca hacer tropezar a
alguien: no empujamos a nadie para que sirva a Jehová; nos esforzamos por
nunca causar tropiezo, aun sin querer, por ejemplo al insistir en ejercer nuestros
derechos; y, en tercer lugar, nunca dejamos de dar advertencias con cariño a
quien se acerca a un posible peligro. En lugar de ser un tropiezo, deseamos ser
una influencia positiva, ¿no es verdad? Pues lo seremos si ayudamos a otros a
mantenerse firmes y les tendemos una mano a quienes han caído.
ADORACIÓN MATUTINA-Mark Sanderson- Jehová cuida a los enfermos.txt

A nadie le resulta agradable la idea de sufrir un accidente grave o padecer una


enfermedad que pudiera quitarle la vida. Por supuesto, en esos casos, cuando
surge la cuestión de la sangre, todos estamos resueltos a mantener nuestra
integridad. Pero, en situaciones como esas, también necesitamos consuelo y
apoyo para permanecer fieles. Jehová nunca prometió que habría curaciones
milagrosas en nuestro tiempo. Lo que sí prometió fue que nos daría algo muy
importante. Leamos de qué se trata directamente de la Biblia, en el Salmo 41. El
verso 3 dice: ―Jehová mismo lo sustentará sobre un diván de enfermedad;
ciertamente cambiarás toda su cama durante su enfermedad‖. La Atalaya del 15
de septiembre de 2008 hizo un comentario muy interesante y animador sobre este
texto. Dice así: ―Aunque David no esperaba que Jehová lo curara milagrosamente,
tenía claro que lo sustentaría, es decir, que lo fortalecería y le daría todo su apoyo
durante la enfermedad‖. Bueno, esto es precisamente lo que Jehová nos ha
prometido: que nos va a dar todo el apoyo y la fortaleza que necesitemos para que
logremos mantenernos leales a él. El área de Servicios de Información sobre
Hospitales, aquí en Brooklyn, la Sección de Información sobre Hospitales de cada
sucursal, así como los Comités de Enlace con los Hospitales, se han convertido en
poderosas herramientas que Jehová usa para darnos apoyo y fortaleza cuando
surge la cuestión de la sangre. ¿Sabían que, en todo el mundo, hay unos 1.700
Comités de Enlace con los Hospitales, en los que colaboran más de 13.000
hermanos? Su trabajo no es nada fácil. La mayoría de ellos no son médicos ni
tienen relación alguna con la comunidad médica. Muchas veces, tienen que salir
corriendo a medianoche para ir a algún hospital. A veces tienen que enfrentar
situaciones muy polémicas y, con frecuencia, atienden casos en ambientes
tensos, cargados de emociones. Su labor a menudo pasa completamente
inadvertida, y casi nunca son el centro de atención. Al reflexionar sobre el trabajo
de estos abnegados voluntarios, que están dispuestos a ayudar y fortalecer a sus
hermanos, no podemos menos que recordar lo que se dice en Jeremías capítulo
23. Son palabras de Jehová; Jeremías 23:4 dice: ―‗Y ciertamente levantaré sobre
ellas pastores que realmente las pastorearán; y ellas ya no tendrán miedo, ni se
sobrecogerán de terror alguno, y no faltará ninguna‘, es la expresión de Jehová‖.
Eso es exactamente lo que hacen los hermanos de los Comités de Enlace con los
Hospitales. Son excelentes pastores que están listos para ayudar a los hermanos
a obtener la información y el apoyo que requieren para mantenerse íntegros.
Recuerdo una situación que se presentó cuando trabajaba en la Sección de
Información sobre Hospitales en Canadá. Una hermana de una ciudad del norte
de Canadá sufrió una lesión muy grave. La trasladaron en avión a un hospital más
grande para darle el tratamiento que necesitaba. De inmediato se le notificó la
situación a un miembro del Comité de Enlace. El hermano llegó al hospital antes
de que el avión aterrizara, así que cuando ingresaron a la hermana al hospital, él
ya estaba esperándola en el pasillo. Cuando se acercó a la camilla, notó que la
hermana estaba temblando de miedo. En ese momento, ella levantó la vista y le
preguntó: ―¿Es usted el doctor?‖. Él respondió: ―No, yo soy tu hermano‖. De
inmediato, la hermana, ah... dio un gran suspiro de alivio porque estaba segura de
que él le daría la ayuda que tanto necesitaba. Ahora bien, ¿de qué forma se
proporciona ayuda práctica mediante estos servicios? Bueno, no sé si lo sepan
pero en las 89 sucursales que tenemos en el mundo, incluyendo Estados Unidos y
Canadá, hay hermanos que están disponibles las 24 horas del día y los 7 días de
la semana para responder las llamadas de miembros de los Comités de Enlace
con los Hospitales y también de médicos que solicitan apoyo para atender sin
sangre a los testigos de Jehová. Se trata de un programa excelente. Cuando
trabajaba en Servicios de Información sobre Hospitales, muchas veces recibíamos
llamadas a medianoche de hermanos, de algún Comité de Enlace o de médicos
que estaban atendiendo una emergencia. Y la organización siempre nos ha
proporcionado herramientas muy útiles. Por ejemplo, tenemos una base de datos
con miles de artículos médicos publicados en prestigiosas revistas. Esta
información se le puede enviar a un médico o a un equipo médico, pues contiene
explicaciones muy concretas sobre cómo tratar casos sin transfusiones de sangre.
Cuando un médico recibe uno de esos artículos, ve qué se puede hacer en la
práctica. Y como el autor es un colega y el artículo se ha publicado en una revista
de prestigio, el médico está mucho más dispuesto a cooperar. Y algo aún mejor es
que cada Sección de Información sobre Hospitales tiene una lista de médicos que
ayudan como asesores. Estos son profesionales muy respetados que no tienen
miedo de hablar con otros médicos y explicarles cómo pueden manejarse, sin
utilizar sangre, hasta los casos más complejos. En una ocasión recibimos una
llamada a mitad de la noche: una hermana acababa de dar a luz y había perdido
mucha sangre. El médico que atendía su caso estaba muy interesado en recibir
ayuda. Así que llamamos a un profesor de ginecología y obstetricia de mucho
prestigio en Canadá que siempre estaba dispuesto a ayudarnos. Lo primero que le
dije fue: ―Doctor, discúlpeme por llamarlo tan tarde‖. Y el médico me dijo: ―Mark,
por favor, no necesitas disculparte. Ya sabes que siempre estoy dispuesto a hacer
todo lo que pueda para ayudar a las hermanas‖. Bueno, aunque él no es testigo de
Jehová, considera que nuestras hermanas también son sus hermanas, así que
esta dispuesto a ayudarlas. Estos médicos competentes y valientes de todo el
mundo han ayudado muchísimo a nuestros hermanos. Y las herramientas que
usamos se siguen mejorando. Quizás ya se dieron cuenta de que ahora tenemos
una sección para profesionales de la salud en nuestro sitio de Internet, jw.org.
Debo aclarar que esta sección no es para testigos de Jehová. Está diseñada
específicamente para profesionales de la salud. Y aunque se desarrolló hace muy
poco, ya está teniendo un impacto impresionante. Quisiera hablares sobre una
hermana que escribió lo siguiente a la sucursal: ―Hace poco, mi esposo me llevó a
la sala de emergencias; nos dijeron que habían encontrado una especie de masa
cerca de mi apéndice y que necesitaban hacerme una cirugía muy compleja para
poder identificar el problema. Cuando le dije al cirujano que yo era testigo de
Jehová y que no podía negociar mi postura sobre el uso de la sangre, se puso
muy nervioso. Su respuesta no fue grosera ni áspera, pero noté que estaba
preocupado. Mi esposo salió y llamó por teléfono a los hermanos. Cinco minutos
más tarde, un médico residente vino a decirme que el cirujano estaba
descargando información del sitio jw.org. Nosotros no habíamos dicho nada sobre
el sitio, y creo que nunca sabremos cómo se enteró de su existencia o quién se lo
recomendó. A los 10 minutos, regresó con copias de la información que había
encontrado. ¡Incluso había hecho marcas en algunas páginas! Repasó la
información con nosotros y, luego, tomó mi mano, sonrió y me preguntó si estaba
lista. Nos prometió que haría todo lo posible por ayudarme. Dijo que él también
había tomado decisiones no negociables respecto a Dios. Doce horas después de
la cirugía me visitó y, bromeando, yo le pregunté si le había dado muchos
problemas. Él dijo: ‗No, estoy muy asombrado‘. Se refería a lo que acababa de
aprender sobre los Comités de Enlace y sobre la ayuda de que disponemos los
testigos de Jehová‖. La hermana concluye así: ―Jehová me transmitió una
sensación de seguridad como la que nunca antes había experimentado en toda mi
vida‖. Jehová no prometió que habría curaciones milagrosas en este tiempo, pero
sí prometió que nos apoyaría y fortalecería cuando estuviéramos enfermos. ¡Y qué
hermoso regalo nos ha dado Jehová mediante la extraordinaria labor de los
Comités de Enlace con los Hospitales! De verdad nos fortalecen y nos ayudan a
seguir absteniéndonos de sangre.
ADORACIÓN MATUTINA-Samuel F. Herd- Servir a Jehová como esclavos es todo un honor.txt

Tan solo escuchar la palabra ―esclavo‖ provoca en muchos un mal sabor de boca
debido a que la relacionan con la siguiente definición —escuchen, por favor—:
―Ser humano que pertenece a otro y que está sometido de manera absoluta a su
voluntad; sirviente al que se despoja de su libertad y derechos‖. Eso tal vez nos
haga recordar el tráfico de esclavos, sobre todo el de personas de raza negra
antes de la guerra de Secesión estadounidense. Dicho eso, pensemos en cómo se
emplea la palabra ―esclavo‖ en la Biblia, un uso que no deja un sabor amargo, sino
dulce en el paladar. Fuimos comprados con la sangre preciosa de otro ser
humano, uno perfecto, Jesucristo. Pablo dijo a los cristianos de Corinto que no se
pertenecían a sí mismos porque habían sido comprados por precio. Además,
según Revelación 5:9, los 24 ancianos cantan a Jesús, el ―Cordero de Dios‖.
Abran su Biblia, por favor, y veamos el versículo 9 del capítulo 5 de Revelación.
Dice así: ―Y cantan una canción nueva, y dicen: ‗Eres digno de tomar el rollo y de
abrir sus sellos, porque fuiste degollado y con tu sangre compraste para Dios
personas de toda tribu y lengua y pueblo y nación‘‖. Estas palabras se cumplieron
al pie de la letra, lo cual nos hace muy felices. Todos entendemos que somos
esclavos de Dios, que se pagó un precio por nosotros. Y somos esclavos felices,
¿verdad? Trabajamos arduamente para nuestros dueños, Jehová y Jesús. Para
eso estamos en Betel. Trabajamos como esclavos de Jehová y valoramos ese
gran honor. Ser propiedad de Dios, pertenecerle, es lo mejor que nos podría haber
pasado. Y así es como el ―esclavo fiel y discreto‖ se siente al encargarse de
alimentar a los domésticos cada día. Ustedes pueden ver a los miembros del
Cuerpo Gobernante caminando ocupados por aquí y por allá en los diferentes
complejos de Betel de Estados Unidos. Y a veces viajamos cerca de aquí, a
Canadá, o vamos a otros lugares del mundo, donde también nos ven caminando
ocupados. ¿Cuáles son los asuntos que absorben el tiempo y la atención del
esclavo fiel? Aquí, algunos ejemplos. Voy a mencionarlos rápidamente porque no
tenemos mucho tiempo. Solo es para que se den una idea del trabajo: tomar
decisiones que influyen en la vida de todas las ovejas —publicadores, precursores
auxiliares, regulares y especiales, así como misioneros, viajantes y betelitas—;
determinar si en ciertos lugares del mundo es necesario establecer nuevas
sucursales; tomar decisiones sobre el uso de los recursos electrónicos, que cada
vez avanzan más; dar seguimiento a las batallas legales que libramos a nivel
mundial; examinar de qué manera ayudaremos a los hermanos que han sido
afectados por un desastre natural y ver cuánto dinero podemos destinar a esa
labor; escoger los temas de programas de asamblea, dramas, programas
mensuales, videos, canciones y segmentos de la adoración matutina; supervisar la
continua capacitación que se imparte en las escuelas teocráticas; leer, verificar y
aprobar todo lo que se va a imprimir, incluidas las fotos e ilustraciones; ver en qué
idiomas se empezará a traducir; decidir qué se publicará en jw.org y JW Library,
dos recursos que han resultado ser verdaderas joyas; dar aprobación final a todas
las grabaciones en audio de la Biblia; organizar asambleas internacionales y
especiales, programas de dedicación de sucursales y Salones de Asambleas por
todo el mundo. Sí, nos involucramos en toda la enseñanza y pedimos
constantemente a Jehová su guía para pastorear a sus ovejitas. Y es probable que
todo lo anterior sea solo la mitad de todo lo que hace el ―esclavo fiel y discreto‖.
Todo esto se logra no solo por el esfuerzo de hombres, sino por el espíritu santo
de Jehová y la dirección de Jesús, la cabeza de la congregación. Y aunque decidir
y aprobar es, principalmente, tarea del ―esclavo fiel y discreto‖, contamos con 30
ayudantes bien capacitados, además de otros tantos hermanos, que trabajan duro
y nos apoyan para cumplir con la responsabilidad de alimentar y cuidar a las
ovejas de Jehová. Su trabajo no pasa inadvertido. Quizás algunos piensen que
nosotros somos ―súper chefs‖, pero lo cierto es que hay muchos otros ayudantes
en la cocina. Además, toda la familia Betel contribuye. Nos han dicho que oran por
nosotros con frecuencia, y agradecemos mucho que lo hagan. No sorprende que
el apóstol Pablo instara a los cristianos a no ser holgazanes sino diligentes, a
fulgurar con el espíritu. Y concluyó diciendo ―sirvan a Jehová como esclavos‖,
según Romanos 12:11. Al ser esclavos leales y obedientes de Dios y de Jesús,
nos volvemos sus amigos. Vamos a ver algo aquí, en las Escrituras: Juan 15:15.
Ahí dice esto: ―Ya no los llamo esclavos, porque el esclavo no sabe lo que hace su
amo. Pero los he llamado amigos, porque todas las cosas que he oído de mi
Padre se las he dado a conocer a ustedes‖. ¡Qué palabras tan animadoras! Ese es
Jesús. Así es su personalidad. ¡Y cuánto apreciamos todo lo que hace por
nosotros! De modo que los seguidores de Cristo también son sus amigos. Y esa
es una bendición. ¿Creen que exista mayor honor que ser amigo de Jesús? Y si
tenemos su amistad, automáticamente tenemos la de Jehová. Por eso, que la
palabra ―esclavo‖ no les deje un mal sabor de boca; en nuestro caso, es más bien
como miel al paladar.
Alex Reinmueller- Jehová nuestro Dios es un solo Jehová (Deut. 6; 4, 5).txt

Un periódico de Japón mencionó lo que dijo un sacerdote católico. Dijo que el Dios
del Antiguo Testamento es un Dios lleno de ira y que no podía sentirse cerca de
él. Y añadió que, finalmente, este Dios cambió y se transformó en el Dios del
Nuevo Testamento, el Dios de amor de quien Jesús habló. ¿Han escuchado esto
alguna vez? Muchas personas piensan así, que Dios tiene doble personalidad.
No les gusta leer en la Biblia que Dios algunas veces se enoja. ¿Por qué? Bueno,
pudiera ser por dos razones. La primera es que hay críticos en este mundo que
constantemente tratan de desacreditar a Jehová. Por ejemplo, un famoso biólogo,
hace algunos años, dijo en su libro algo que impactó mucho: ―El Dios del Antiguo
Testamento es el personaje más desagradable de todos los relatos de ficción‖.
Y no sigo, porque lo que dijo después es aún peor. ¡Qué manera de blasfemar
contra Dios! Cuanto más escuchan las personas cosas como estas, más se las
creen. La otra razón por la que algunos no entienden que Dios se enoje es que
han sufrido algún tipo de maltrato y son muy sensibles a lo que ellos perciben
como maltrato. Una hermana dijo: ―Cuando mi padre estaba borracho, explotaba
de ira y su rostro cambiaba. Parecía un lobo enseñando los dientes, a punto de
atacar‖. Y añadió: ―Viví esa pesadilla casi todos los días‖. Este tipo de maltrato
puede afectar a uno durante mucho tiempo. ¿Cómo podemos ayudar a las
personas a superar su temor a que Dios se enoje, para que se acerquen a él?
Hablemos primero de lo que dicen los críticos y luego de cómo tranquilizar a
quienes se sientan inseguros. Primero, dejemos clara una cosa: Jehová no tiene
doble personalidad. Cuando Jesús estuvo en la Tierra, enseñó una poderosa
verdad: que Jehová es uno solo. Cuando un escriba le preguntó cuál era el mayor
de todos los mandamientos, ¿qué le respondió? Leamos Marcos 12:29, 30 y
veamos exactamente qué fue lo que le dijo. Respondió citando el texto de hoy.
Marcos 12:29, 30: ―Jesús contestó: ‗El primero es: ―Escucha, oh, Israel. Jehová
nuestro Dios es un solo Jehová. Ama a Jehová tu Dios con todo tu corazón, con
toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas‖ ‘ ‖. Jesús dijo que amar a
Jehová por lo que es, y no por lo que nos gustaría que fuera, es la decisión más
importante que una persona puede tomar. Ahora bien, las naciones paganas
tenían diferentes dioses para cada cosa. Incluso, dependiendo del lugar, se
adoraban variantes diferentes del mismo dios, como pasaba con Baal, por poner
un ejemplo. Algo parecido ha ocurrido en otras religiones, por ejemplo, la Iglesia
Católica con sus diferentes manifestaciones de María. Pero en Israel las cosas
eran muy diferentes. Ellos habían aprendido que solo hay un Dios, Jehová, a
quien le debían todo lo que tenían. Y, cada vez que leían Deuteronomio 6:4, se les
recordaba que Dios tiene solo una personalidad. Entonces, ¿por qué un Dios de
amor se enoja a veces? La respuesta es sencilla. Cuando los rebeldes desafiaron
su soberanía, Jehová tuvo que defender su nombre y sus normas. La rebelión hizo
que Jehová se enojara, y con razón. Pero él siempre demuestra su ira de forma
controlada y de acuerdo con sus justos principios. Como Padre, tenía que proteger
a su familia. El respeto por su nombre y el amor por sus hijos lo motivaron a
actuar. Al mismo tiempo, Jehová es un Dios ―paciente y lleno de amor leal‖. Él
no está siempre enojado, es un Dios feliz. Y Jesús dijo que ―Dios amó tanto al
mundo que entregó a su Hijo unigénito‖. Jehová ha sido, es y siempre será un
Dios de amor. Él nunca cambia. Primera de Juan 4:8 dice: ―Dios es amor‖. Esa es
su personalidad. Pero Jesús también dijo que Dios entregó a su Hijo ―para que
nadie que demuestre tener fe en él sea destruido, sino que tenga vida eterna‖.
¿Se fijaron en que Jesús dijo que los que no tengan fe en él serán destruidos? Así
que la personalidad de Jehová no fue mejorando con los años, como si lo
necesitara. Él no cambió su personalidad por otra diferente. La severidad con la
que juzga a los malvados no es menor ni el amor que siente es mayor que en el
pasado. Jehová no cambia. Pongamos un ejemplo para entender esto. Un policía
es visto por los delincuentes como alguien que se encarga de que se cumpla la
ley. Sus hijos lo ven como el padre amoroso que es. Y a sus amigos les encanta
su buen sentido del humor. El policía, el padre y el amigo son la misma persona.
Pero en cada situación se destaca un aspecto diferente de su personalidad. Y lo
mismo pasa con Jehová. Como su propio nombre indica, ―él hace que llegue a ser‖
o llega a ser todo lo que hace falta en cada momento a fin de cumplir su propósito,
especialmente, su propósito para aquellos que lo aman. Así que, si queremos
estar más cerca de Jehová, tenemos que aceptar todos los aspectos de su bonita
personalidad, una personalidad que nunca cambia. Los que amamos a Dios
no tememos su ira. Confiamos en él porque siempre es bondadoso y cariñoso con
nosotros. ¿Por qué decimos esto? Bueno, abramos la Biblia en Jeremías 29:11 y
veamos por qué podemos estar seguros de que Jehová siempre quiere lo mejor
para nosotros, como lo quiso para sus siervos del pasado. Ahí leemos: ―Porque sé
muy bien lo que tengo en mente para ustedes —afirma Jehová—. Quiero que
tengan paz, no calamidad. Quiero darles un futuro y una esperanza‖. Jehová Dios
nos ama. Él tiene absoluto control sobre sí mismo y las circunstancias que le
rodean. Además, su Hijo murió por nuestros pecados. Por eso, podemos sentirnos
seguros con Jehová. No debemos tener miedo de acercarnos a él. Muy pronto,
como predice Zacarías 14:9, ―Jehová será Rey de toda la tierra. Ese día —dice el
profeta— Jehová será el único y su nombre será el único‖. Ese día, todos en el
cielo y en la Tierra proclamarán que Jehová, nuestro Dios, es el Soberano
Universal. Y tú y yo uniremos con alegría nuestras voces a ese coro. ¡Qué
maravilloso futuro nos espera!
Alex Reinmueller- Veamos con equilibrio los sentimientos de culpa (2 Sam. 12;13).txt

Un hermano se siente culpable por cosas que hizo antes de bautizarse. Un padre
se siente mal porque sus hijos dejaron la verdad. Una hermana se siente culpable
al divorciarse de su esposo infiel. ¿Qué tienen todos ellos en común? Que un
equivocado sentimiento de culpa los abruma. Una comediante dijo: ―Las religiones
son un sentimiento de culpa con distintos días festivos‖. ¿Por qué suelen sentirse
culpables las personas religiosas? ¿Sirve de algo sentirse así? En la Biblia se
relaciona la culpa con el pecado, la transgresión y las leyes divinas. Busquemos
Gálatas 3:19 y veamos el efecto que la Ley mosaica ejercía sobre los israelitas.
Dice: ―Entonces, ¿por qué la Ley? Fue añadida para poner de manifiesto las
transgresiones‖. Sí, la Ley les recordaba todos los días a los israelitas que eran
pecadores, pues dicha Ley era perfecta, pero imposible de cumplir a la perfección.
Por eso, ellos siempre se sentían culpables. ¿Por qué hizo eso Jehová? ¿Por qué
les dio la Ley, que los hacía sentir así? Hablemos de tres razones. Primero, es
bueno sentirse culpable si uno ha hecho algo malo, pues recordamos que Jehová
es el Soberano del universo y que sus normas son justas. Además, eso indica que
la conciencia nos funciona. Segundo, tenemos que reconocer que, a veces,
aunque aún no hayamos hecho algo malo, la verdad es que nos gustaría hacerlo.
En esos momentos, la culpa es un buen aliado. Es como el dolor físico, que puede
estar alertándonos sobre un problema de salud. Pues el dolor provocado por la
culpa podría estar avisándonos de ciertos peligros en sentido moral o espiritual. Y,
tercero, cuando la culpa motiva al pecador a confesar, tanto él como el
perjudicado sienten alivio. Quien ha pecado puede recibir el perdón, mientras que
la víctima suele sentirse mejor al ver que este la quiere lo suficiente como para
disculparse. Ahora bien, podemos llegar a sentirnos culpables aunque no lo
seamos. Y dicho sentimiento de culpa puede causarnos mucha angustia e incluso
hacernos demasiado críticos con nosotros mismos. Así que veamos tres casos en
los que un sentimiento de culpa fuera de lugar nos puede frenar, y qué hacer para
seguir adelante. El primer caso tiene que ver con lo que llamaremos ―la culpa
continua‖. Cometimos un error, ya nos hemos arrepentido y todos nos han
perdonado... menos nosotros mismos. Así que seguimos dándole vueltas al
asunto, lo que nos roba la alegría y las fuerzas. ¿Qué debemos hacer? Pensemos
en el apóstol Pablo, quien a veces se sentía atribulado por cosas que había hecho
en el pasado. ¿Qué hacía en esos momentos? La respuesta la encontramos en
Primera a los Corintios, capítulo 15, versículos 9 y 10. Como sabemos, antes de
bautizarse, Pablo persiguió a los cristianos. Incluso aprobó el asesinato de
Esteban. ¿Cómo se sentiría al pensar en todo aquello? Leamos sus palabras en el
versículo 9: ―Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, y no soy digno de
ser llamado apóstol, porque perseguí a la congregación de Dios‖. Para quien tiene
un puesto de responsabilidad, como Pablo, el sentimiento de no ser digno de nada
puede ser aplastante. Y eso es justo lo que el Diablo quiere: que dudemos de que
Jehová aún nos ve con buenos ojos. Y este enemigo ataca en el peor momento,
cuando ya nos sentimos decepcionados, aplastados por el peso de nuestros
errores y defectos. Pero Pablo no se dejó vencer, no cedió ante la presión.
Leamos sus palabras en el versículo 10: ―Mas por la bondad inmerecida de Dios
soy lo que soy. Y su bondad inmerecida que fue para conmigo no resultó ser en
vano, sino que trabajé laboriosamente mucho más que todos ellos, pero no yo,
sino la bondad inmerecida de Dios que está conmigo‖. Sí, Pablo estaba seguro de
que Jehová lo aceptaba como era. Él sabía que no podía cambiar el pasado, por
mucho que quisiera. Pero valoraba la bondad inmerecida de Jehová y dejaba que
él lo usara en su servicio. Como Pablo, nosotros ya nos hemos arrepentido de
nuestros pecados y los hemos confesado como corresponde. Por eso, podemos
estar seguros de que Jehová ya nos ha perdonado. Sí, él promete perdonar
generosamente a sus siervos. No dudemos de su palabra y aceptemos su
misericordia. Hablemos ahora de un segundo caso. Se trata de ―la culpa por
no hacer más‖. Esta hace que la persona sienta que no ha hecho lo suficiente para
ayudar a alguien más. Quienes están cuidando a otros pueden sentir esa clase de
culpa. Aun cuando están haciendo todo lo que pueden, se sienten mal por
no poder hacer más. Una hermana que cuidaba de sus padres envejecidos
comentó en una ocasión: ―Es sumamente difícil tener que decir: ‗Es que no puedo
hacer nada más por ti‘‖. ¿Qué puede ayudarnos en un caso así? Bien,
identifiquemos en Eclesiastés 7:16 algo que todos debemos evitar: ―No te hagas
justo en demasía, ni te muestres excesivamente sabio. ¿Por qué debes causarte
desolación?‖. Dicho en otras palabras, no hay que ser perfeccionistas. Y es que el
deseo de hacer las cosas bien puede hacernos caer en el perfeccionismo. Si nos
obligamos a hacer más de lo que queremos, debemos o podemos, vamos a
fracasar... y nos sentiremos frustrados. Un ejemplo: hay quienes cuidan a sus
padres envejecidos con la idea de pagarles todo lo que hicieron por ellos cuando
eran pequeños. ¡Pero pagarles a nuestros padres todo lo que nos han dado es
imposible! Si pensamos así, siempre nos sentiremos culpables. Y, si esa es
nuestra motivación, terminaremos agotados y no seremos de mucha ayuda. ¿Qué
es mejor hacer? Repartir la carga. La familia, los amigos, los vecinos y los
profesionales de la salud pueden ayudar. Así que pidamos ayuda, y hagámoslo
con toda franqueza. Solo insinuarlo no siempre funciona. Quizás nos sorprenda
ver cuánta gente está dispuesta a echarnos una mano cuando se lo pedimos. Por
último, tenemos el caso de ―la culpa imaginaria‖, que también paraliza a algunas
personas. Es sentirnos responsables de algo que no fue culpa nuestra. Una
hermana llamada Theresa, cuya hija murió en un accidente automovilístico, dice:
―¡Cuánto lamento haberle pedido que saliera aquel día!‖. Otra hermana expresa:
―Cuando te divorcias, el sentimiento de culpa puede ser abrumador, aunque
no seas tú quien falló‖. ¿Qué se puede hacer en situaciones así? En primer lugar,
es importante no tragarse esos sentimientos. Es mejor abrirse con un amigo que
muestre empatía. Y, si nos dice que el dolor puede hacer que nos culpemos sin
una razón válida, no dudemos de sus palabras. En segundo lugar, recordemos
que, por mucho que amemos a alguien, no podemos controlar lo que ocurre en su
vida. Eclesiastés 9:11 hace esta afirmación que se cumple en todos y cada uno de
nosotros: ―Regresé para ver, bajo el sol, que los veloces no tienen la carrera, ni los
poderosos la batalla, ni tienen los sabios tampoco el alimento, ni tienen los
entendidos tampoco las riquezas, ni aun los que tienen conocimiento tienen el
favor; porque el tiempo y el suceso imprevisto les acaecen a todos‖. En efecto,
no nos culpemos por cosas imposibles de controlar. Y, si creemos que hemos
cometido un error, primero asegurémonos de que realmente fue así. Hablemos
abiertamente con un buen amigo y centremos nuestra vista en el futuro. Centrarse
en lo que pudo haber sido no cambiará nada, y solo nos hará más difícil seguir
adelante. Así que no permitamos que la culpa imaginaria nos domine.
En resumen, la culpa puede y debe motivarnos a confesar cualquier pecado, y a
hacer lo que se espera de nosotros. Pero un equivocado sentimiento de culpa es
peligroso. Puede hacernos sentir aplastados y frenarnos de darle a Jehová lo
mejor. No, ¡que no nos paralice la culpa! Concentremos nuestras energías en lo
que sí podemos hacer y en el maravilloso futuro que nos espera.
Alex Reinmueller; Veamos con equilibrio los sentimientos de culpa (2 Sam. 12;13).txt

Un hermano se siente culpable por cosas que hizo antes de bautizarse. Un padre
se siente mal porque sus hijos dejaron la verdad. Una hermana se siente culpable
al divorciarse de su esposo infiel. ¿Qué tienen todos ellos en común? Que un
equivocado sentimiento de culpa los abruma. Una comediante dijo: ―Las religiones
son un sentimiento de culpa con distintos días festivos‖. ¿Por qué suelen sentirse
culpables las personas religiosas? ¿Sirve de algo sentirse así? En la Biblia se
relaciona la culpa con el pecado, la transgresión y las leyes divinas. Busquemos
Gálatas 3:19 y veamos el efecto que la Ley mosaica ejercía sobre los israelitas.
Dice: ―Entonces, ¿por qué la Ley? Fue añadida para poner de manifiesto las
transgresiones‖. Sí, la Ley les recordaba todos los días a los israelitas que eran
pecadores, pues dicha Ley era perfecta, pero imposible de cumplir a la perfección.
Por eso, ellos siempre se sentían culpables. ¿Por qué hizo eso Jehová? ¿Por qué
les dio la Ley, que los hacía sentir así? Hablemos de tres razones. Primero, es
bueno sentirse culpable si uno ha hecho algo malo, pues recordamos que Jehová
es el Soberano del universo y que sus normas son justas. Además, eso indica que
la conciencia nos funciona. Segundo, tenemos que reconocer que, a veces,
aunque aún no hayamos hecho algo malo, la verdad es que nos gustaría hacerlo.
En esos momentos, la culpa es un buen aliado. Es como el dolor físico, que puede
estar alertándonos sobre un problema de salud. Pues el dolor provocado por la
culpa podría estar avisándonos de ciertos peligros en sentido moral o espiritual. Y,
tercero, cuando la culpa motiva al pecador a confesar, tanto él como el
perjudicado sienten alivio. Quien ha pecado puede recibir el perdón, mientras que
la víctima suele sentirse mejor al ver que este la quiere lo suficiente como para
disculparse. Ahora bien, podemos llegar a sentirnos culpables aunque no lo
seamos. Y dicho sentimiento de culpa puede causarnos mucha angustia e incluso
hacernos demasiado críticos con nosotros mismos. Así que veamos tres casos en
los que un sentimiento de culpa fuera de lugar nos puede frenar, y qué hacer para
seguir adelante. El primer caso tiene que ver con lo que llamaremos ―la culpa
continua‖. Cometimos un error, ya nos hemos arrepentido y todos nos han
perdonado... menos nosotros mismos. Así que seguimos dándole vueltas al
asunto, lo que nos roba la alegría y las fuerzas. ¿Qué debemos hacer? Pensemos
en el apóstol Pablo, quien a veces se sentía atribulado por cosas que había hecho
en el pasado. ¿Qué hacía en esos momentos? La respuesta la encontramos en
Primera a los Corintios, capítulo 15, versículos 9 y 10. Como sabemos, antes de
bautizarse, Pablo persiguió a los cristianos. Incluso aprobó el asesinato de
Esteban. ¿Cómo se sentiría al pensar en todo aquello? Leamos sus palabras en el
versículo 9: ―Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, y no soy digno de
ser llamado apóstol, porque perseguí a la congregación de Dios‖. Para quien tiene
un puesto de responsabilidad, como Pablo, el sentimiento de no ser digno de nada
puede ser aplastante. Y eso es justo lo que el Diablo quiere: que dudemos de que
Jehová aún nos ve con buenos ojos. Y este enemigo ataca en el peor momento,
cuando ya nos sentimos decepcionados, aplastados por el peso de nuestros
errores y defectos. Pero Pablo no se dejó vencer, no cedió ante la presión.
Leamos sus palabras en el versículo 10: ―Mas por la bondad inmerecida de Dios
soy lo que soy. Y su bondad inmerecida que fue para conmigo no resultó ser en
vano, sino que trabajé laboriosamente mucho más que todos ellos, pero no yo,
sino la bondad inmerecida de Dios que está conmigo‖. Sí, Pablo estaba seguro de
que Jehová lo aceptaba como era. Él sabía que no podía cambiar el pasado, por
mucho que quisiera. Pero valoraba la bondad inmerecida de Jehová y dejaba que
él lo usara en su servicio. Como Pablo, nosotros ya nos hemos arrepentido de
nuestros pecados y los hemos confesado como corresponde. Por eso, podemos
estar seguros de que Jehová ya nos ha perdonado. Sí, él promete perdonar
generosamente a sus siervos. No dudemos de su palabra y aceptemos su
misericordia. Hablemos ahora de un segundo caso. Se trata de ―la culpa por
no hacer más‖. Esta hace que la persona sienta que no ha hecho lo suficiente para
ayudar a alguien más. Quienes están cuidando a otros pueden sentir esa clase de
culpa. Aun cuando están haciendo todo lo que pueden, se sienten mal por
no poder hacer más. Una hermana que cuidaba de sus padres envejecidos
comentó en una ocasión: ―Es sumamente difícil tener que decir: ‗Es que no puedo
hacer nada más por ti‘‖. ¿Qué puede ayudarnos en un caso así? Bien,
identifiquemos en Eclesiastés 7:16 algo que todos debemos evitar: ―No te hagas
justo en demasía, ni te muestres excesivamente sabio. ¿Por qué debes causarte
desolación?‖. Dicho en otras palabras, no hay que ser perfeccionistas. Y es que el
deseo de hacer las cosas bien puede hacernos caer en el perfeccionismo. Si nos
obligamos a hacer más de lo que queremos, debemos o podemos, vamos a
fracasar... y nos sentiremos frustrados. Un ejemplo: hay quienes cuidan a sus
padres envejecidos con la idea de pagarles todo lo que hicieron por ellos cuando
eran pequeños. ¡Pero pagarles a nuestros padres todo lo que nos han dado es
imposible! Si pensamos así, siempre nos sentiremos culpables. Y, si esa es
nuestra motivación, terminaremos agotados y no seremos de mucha ayuda. ¿Qué
es mejor hacer? Repartir la carga. La familia, los amigos, los vecinos y los
profesionales de la salud pueden ayudar. Así que pidamos ayuda, y hagámoslo
con toda franqueza. Solo insinuarlo no siempre funciona. Quizás nos sorprenda
ver cuánta gente está dispuesta a echarnos una mano cuando se lo pedimos. Por
último, tenemos el caso de ―la culpa imaginaria‖, que también paraliza a algunas
personas. Es sentirnos responsables de algo que no fue culpa nuestra. Una
hermana llamada Theresa, cuya hija murió en un accidente automovilístico, dice:
―¡Cuánto lamento haberle pedido que saliera aquel día!‖. Otra hermana expresa:
―Cuando te divorcias, el sentimiento de culpa puede ser abrumador, aunque
no seas tú quien falló‖. ¿Qué se puede hacer en situaciones así? En primer lugar,
es importante no tragarse esos sentimientos. Es mejor abrirse con un amigo que
muestre empatía. Y, si nos dice que el dolor puede hacer que nos culpemos sin
una razón válida, no dudemos de sus palabras. En segundo lugar, recordemos
que, por mucho que amemos a alguien, no podemos controlar lo que ocurre en su
vida. Eclesiastés 9:11 hace esta afirmación que se cumple en todos y cada uno de
nosotros: ―Regresé para ver, bajo el sol, que los veloces no tienen la carrera, ni los
poderosos la batalla, ni tienen los sabios tampoco el alimento, ni tienen los
entendidos tampoco las riquezas, ni aun los que tienen conocimiento tienen el
favor; porque el tiempo y el suceso imprevisto les acaecen a todos‖. En efecto,
no nos culpemos por cosas imposibles de controlar. Y, si creemos que hemos
cometido un error, primero asegurémonos de que realmente fue así. Hablemos
abiertamente con un buen amigo y centremos nuestra vista en el futuro. Centrarse
en lo que pudo haber sido no cambiará nada, y solo nos hará más difícil seguir
adelante. Así que no permitamos que la culpa imaginaria nos domine.
En resumen, la culpa puede y debe motivarnos a confesar cualquier pecado, y a
hacer lo que se espera de nosotros. Pero un equivocado sentimiento de culpa es
peligroso. Puede hacernos sentir aplastados y frenarnos de darle a Jehová lo
mejor. No, ¡que no nos paralice la culpa! Concentremos nuestras energías en lo
que sí podemos hacer y en el maravilloso futuro que nos espera.
Anthony Morris III- Sigamos percibiendo cuál es la voluntad de Jehová (Lev. 19;18).txt

Hablemos sobre la necesidad de percibir —o tener muy claro— lo que espera


Jehová de nosotros, especialmente cuando tomamos decisiones. Pensé en
analizar este asunto puesto que el comentario del texto de hoy comienza así:
―Para agradar a Dios, debemos obedecer siempre sus leyes y principios, y nunca
restarles importancia ni adoptar una actitud indiferente‖. Los mandamientos de
Jehová nos dan a conocer su voluntad fuera de toda duda. Por ejemplo, él prohíbe
claramente cosas como la idolatría, la fornicación, el adulterio y el robo. Sin
embargo, hay muchas situaciones para las que no existe un mandato específico. Y
alguien pudiera pensar que, a falta de una ley bíblica clara, uno puede hacer lo
que le plazca. Bueno, sabemos que el Diablo saltaría de contento si lograra
llevarnos a quebrantar la ley de Jehová. Pero si somos sabios y obedientes de
corazón, comprenderemos la necesidad de aferrarnos a los principios bíblicos y
aplicarlos en la vida. Sabemos, por experiencia, que quienes se acostumbran a
pasar por alto estos principios terminan violando alguna de las leyes de Jehová.
Por eso, debemos reflexionar en lo que señala Efesios capítulo 5, versículos 15 al
17. Lo que allí dice nos ayudará a no caer en la tentación de violar principios
bíblicos cuando tomemos decisiones. En Efesios 5 encontramos las conocidas
palabras de los versículos 15 al 17: ―Así es que vigilen cuidadosamente que su
manera de andar no sea como imprudentes, sino como sabios, comprándose todo
el tiempo oportuno que queda, porque los días son inicuos. Por esta razón dejen
de estar haciéndose irrazonables, sino sigan percibiendo cuál es la voluntad de
Jehová‖. De modo que es muy importante que el cristiano siga percibiendo cuál es
la voluntad de Jehová. Y para lograrlo, primero tiene que aplicar los principios
bíblicos en su propia vida. En el pasaje bíblico que leímos, la palabra percibir a
veces se traduce como ―tener discernimiento‖ o ―tratar de entender‖. Pero el
término ―percibir‖ es correcto porque significa comprender o conocer algo. Así que
necesitamos conocer y comprender claramente la voluntad de Dios. ¿Cómo
podemos percibir la voluntad de Dios cuando tomamos decisiones? Analicemos
dos ejemplos: primero, nuestra música preferida. Obviamente, la música de la
organización de Jehová siempre es una buena opción. Pero no queremos ser
exagerados y decir que no podemos oír otra clase de música. No, Jehová no es
dogmático. Sin embargo, al escoger qué música vamos a escuchar, ¿deberíamos
decir: ―Pues esta es la que más me gusta y punto‖? No haremos eso si queremos
poner en práctica lo que aprendimos en Efesios 5:17 antes de tomar una decisión
cuando no haya un mandato específico sobre ese tipo de canciones o de música.
Más bien tomemos en cuenta lo que Jehová piensa y siente. ¿Lo que siente?
¿Jehová tiene sentimientos? Claro que sí, y si realmente lo amamos, entonces
procuraremos que Jehová nunca se sienta ofendido por las decisiones que
tomamos. Una persona sabia de corazón siempre aplica los principios bíblicos en
su vida y no se atrevería a disfrutar de una canción sin reflexionar en cómo se
sentirá Jehová cuando la escuche. Por eso, meditemos en estas preguntas antes
de seleccionar la música o las canciones que escucharemos: ¿puedo pensar en
Jehová mientras escucho esta canción? ¿Puedo oírla sin que me moleste la
conciencia? ¿Es apropiada la letra para alguien que asegura amar a Jehová y sus
principios? Preguntas como estas nos ayudarán a percibir cuál es la voluntad de
Jehová y a mantener una conciencia limpia. Pero si la respuesta es no a
cualquiera de estas preguntas, entonces es preferible no violar los principios
bíblicos. Pensemos ahora en otro ejemplo: nuestra forma de vestir cuando
predicamos. Por supuesto, el modo de vestir varía de una región a otra en todo el
mundo. Y así lo vemos en nuestros programas de JW Broadcasting. Allí hemos
observado los diferentes tipos de ropa que usan los hermanos en varias partes de
la Tierra, y todos son aceptables. Pero siempre es bueno considerar qué principios
bíblicos respaldan nuestras decisiones. Veamos, por ejemplo, 2 Corintios capítulo
6; y mientras leemos, pensemos en nuestra apariencia cuando salimos a predicar,
que es parte de nuestro servicio sagrado. Segunda a los Corintios capítulo 6,
versículo 3: ―De ninguna manera estamos dando causa alguna para tropiezo, para
que no se encuentre falta en nuestro ministerio‖. Aquí dice claramente lo que
siente Jehová: ¿verdad que él se ofendería si la ropa que usamos en la
predicación hiciera tropezar a otros? Cuando predicamos, estamos representando
a Jehová y, sin duda, no querríamos ser una causa de tropiezo para nadie. Si
nuestra apariencia no refleja que somos ministros de Dios, podríamos hacer
tropezar a quienes nos escuchan. Y eso es lo que queremos evitar. Claro, no
necesitamos una larga lista de reglas; solo preguntémonos: ¿es posible que
alguien tropiece debido a mi apariencia? Además, a fin de percibir la voluntad de
Jehová al tener que decidir sobre asuntos para los que no existe una norma
específica, podemos considerar lo que dijo, en 2003, un artículo de La Atalaya
titulado ―¿Hace falta siempre un mandato bíblico?‖. ¡Qué buena pregunta! Bajo el
subtítulo ―Agudicemos nuestras facultades perceptivas‖, encontramos esta
pregunta: ―¿Cómo podemos desarrollar nuestras facultades perceptivas para
saber lo que le agrada a Jehová aun cuando no haya dado directrices específicas
sobre un asunto?‖. Este artículo nos aconseja leer la Palabra de Dios diariamente,
estudiarla con frecuencia y —a esto quisiera darle mucho énfasis— meditar en lo
que leemos. Si lo hacemos, el artículo dice que nuestra percepción mejorará. Por
supuesto, esto no ocurre de la noche a la mañana: tal como sucede con el
desarrollo físico de un niño, el crecimiento espiritual es gradual y no se percibe de
inmediato. Por eso, el artículo también recomienda tener paciencia y no frustrarse
si no se observa una mejora inmediata. Pero luego advierte: ―El simple transcurso
del tiempo no agudiza de por sí nuestras facultades perceptivas‖. Y añade: ―El
tiempo debe ocuparse examinando la Palabra de Dios y aplicando su contenido
hasta donde lo permita nuestra capacidad‖. ¡Qué reflexión tan interesante! Y
pienso que aún más profundas son las palabras que encontramos en el siguiente
párrafo, pues apelan a nuestro corazón. Allí dice: ―Puede afirmarse que, mientras
que las leyes de Dios ponen a prueba nuestra obediencia, sus principios ponen a
prueba la profundidad de nuestra espiritualidad y nuestro deseo de agradarle‖. Eso
vale la pena repetirlo: ―Mientras que las leyes de Dios ponen a prueba nuestra
obediencia, sus principios ponen a prueba la profundidad de nuestra espiritualidad
y nuestro deseo de agradarle‖. ¡Qué hermoso! Así que una persona espiritual se
rige por principios bíblicos y así evita violar las leyes divinas. Por lo tanto,
resolvámonos a agradar a Jehová, a percibir su voluntad al mayor grado posible y
a dejarnos guiar por los principios bíblicos cuando tomemos decisiones.
Anthony Morris- Seguiremos cerca de Jehová si tenemos la actitud correcta hacia la disciplina (Jer. 30;11).txt

Esta mañana vamos a ver que tener la actitud correcta hacia la disciplina nos
mantiene cerca de Jehová. Metiéndonos un poco en contexto, el versículo de hoy
menciona una ocasión en la que Jehová corrigió a su pueblo hasta el grado
debido. Les estaba hablando de cuando regresaran a su tierra. Y les aseguró que
no los iba a exterminar ni abandonar, lo que nos muestra que él quería que
siguieran teniendo su amistad. Hoy en día recibimos disciplina de varias maneras.
Puede ser a través de nuestro estudio personal de la Biblia. Me alegré mucho esta
mañana (bueno, no sé cuándo empezó, creo que anoche) cuando vi que en JW
Library ya se pueden añadir notas, yo ya he puesto algunas. Esas notas, o ideas
que apuntemos, van a ser como una disciplina de Jehová que queda entre él y
nosotros. Es bueno y sabio dejar que Jehová nos discipline de esa manera, evita
que nos alejemos de él. Puede ser algo que leamos en alguna publicación, algo
que escuchemos en una reunión, una asamblea, algo que veamos en nuestro
canal por Internet... Jehová puede usar varios medios, muchísimas formas, de
disciplinarnos. Y tenemos que recordar que lo hace para que sigamos cerca de él.
El problema es que no es fácil aceptar la disciplina, requiere humildad. La actitud
correcta hacia la disciplina se explica en Proverbios, capítulo 3. Ahí hallamos la
base bíblica que describe la actitud que debemos tener para seguir cerca de
Jehová. Vayamos a los versículos 11 y 12 del capítulo 3 de Proverbios: ―La
disciplina de Jehová, oh hijo mío, no rechaces; y no aborrezcas su censura,
porque Jehová censura al que ama, aun como lo hace un padre a un hijo en quien
se complace‖. ¿Cómo podría uno rechazar la disciplina de Jehová? Bueno,
imagínate que te tienen que dar un consejo, y los superintendentes o los ancianos
se sientan contigo. Cuando llega ese momento, hay quien enseguida se enoja,
empieza a justificarse o piensa que tienen algo en contra suya. Pero Jehová le
dice a esa persona: ―No lo rechaces‖. Si los hermanos usan la Biblia y las
publicaciones al darte un consejo, considéralo como si viniera de Jehová, porque
él desea que sigas a su lado Por otro lado, a veces uno puede leer algo que lo
acerque a Jehová, especialmente si se ha desviado sin darse cuenta. Voy a
mencionarles unos ejemplos de hace años, de ovejas de Jehová que leyeron algo
en ―La Atalaya‖ que les sirvió de disciplina y los acercó a él. Remontémonos al año
1983, cuando se publicó en español un artículo sobre los seriales de televisión o
telenovelas. Tal vez algunos estén pensando: ―Bueno, de eso hace mucho
tiempo‖. Pero la verdad es que la cosa no ha cambiado. Algunas de esas
telenovelas las siguen poniendo en televisión y tienen el mismo nombre que tenían
entonces. Sí, todavía las ponen. Pues muchos lectores se beneficiaron de aquel
consejo, que sigue siendo práctico hoy en día. Me parece muy bonito y digno de
mención que muchos, después de leer aquel artículo, reconocieran que
necesitaban esa disciplina. Tuvo un gran efecto en su relación con Jehová y
decidieron acercase a él. La portada de aquella ―Atalaya‖ decía: ―Los seriales de la
TV... ¿pueden corromper el corazón?‖. El primer artículo comentó lo siguiente:
―Millones de mujeres y hombres de entre todas las edades, razas y antecedentes
rara vez se pierden un episodio‖. Y ahora hasta se pueden grabar, y uno los puede
ver las veces que quiera. Sigue siendo un problema para los cristianos, para los
que adoramos a Jehová. Por eso, queremos asegurarnos de que las telenovelas o
seriales de ese tipo no nos corrompan. Después de que salieran esos artículos en
inglés, algunos lectores escribieron explicando el buen efecto que había tenido en
ellos la información, y unos meses después se publicaron sus cartas en la edición
en inglés de la revista ―La Atalaya‖. La verdad es que tuvo mucho mérito que
fueran tan humildes y aceptaran el consejo y la disciplina con la actitud correcta.
Uno de los peligros que mencionaba el artículo era que el espectador podría
desarrollar un vínculo emocional con los personajes. Esto fue lo que dijo una
lectora: ―Llevaba viendo esa telenovela desde pequeña, y Julie era como una
amiga para mí. Un día, Julie tuvo un accidente que le dejó desfigurada su bonita
cara. Y yo no me perdía ni un episodio para ver si se iba a recuperar. Una noche,
al hacer la oración, sin darme cuenta de lo que estaba diciendo, le pedí a Jehová:
‗Por favor, ayuda a Julie‘‖. La hermana admitió: ―Me quedé en ‗shock‘. [¡Y con
razón!]. Aquello me había salido del corazón‖. Reconoció que se había vuelto
adicta, y dejó de ver esos programas. Escribió: ―Si todos los lectores se tomaran a
pecho el consejo del artículo sobre los seriales de televisión, se sentirían
liberados, pues ya tenemos bastante con nuestros propios problemas‖. Como
vemos, la hermana tenía la actitud correcta hacia la disciplina, lo que la ayudó a
seguir cerca de Jehová. Otra lectora, después de dar las gracias por el artículo,
escribió: ―Me di cuenta de que tenía adicción a las telenovelas y tenía que hacer
algo al respecto. Temía que afectara mi amistad con Jehová. ¿Cómo podía ser
amiga de aquellos personajes y, al mismo tiempo, amiga de Jehová? Tomé
medidas drásticas de inmediato, era la única manera, pero no fue nada fácil‖.
¿Qué hizo para dejar la adicción? Tuvo que desenchufar el televisor. Salía a
trabajar al jardín, llamaba a alguien..., lo que fuera con tal de ocupar su mente en
otra cosa y no sentarse a ver aquellas telenovelas. Estudiaba la Biblia —eso te
acerca a Jehová—, se preparaba para las reuniones y realizaba otras actividades
espirituales. Al final reconoció: ―¡Me siento mucho mejor! Ya hace dos años
[bueno, eso en el momento en que ella escribió] desde que vi por última vez a
aquellos ‗amigos‘. La verdad es que a veces quisiera saber cómo les va, pero
lucho contra eso. Quizás otras personas que todavía no han vencido esa adicción
ahora puedan hacerlo‖. Y añadió: ―Gracias a Jehová y a los hermanos por
habernos hecho ver que las telenovelas no sirven para nada‖. Por último, otra
lectora dijo: ―Me puse a llorar al leer los artículos, porque me di cuenta de que mi
corazón ya no era completo para con Jehová. Le prometí a Dios que dejaría de ser
esclava de las telenovelas y le pedí que me ayudara a salir de casa el día que
pusieran la que yo veía. Dos días después, me invitaron a ir a un curso bíblico que
era el mismo día y a la misma hora que daban la telenovela. Acepté encantada.
[Y fíjense en esto:] Ahora me siento más cerca de Jehová, mi amistad con él es
más estrecha. Jehová es muy bueno al disciplinarnos a través de su Palabra‖.
Está claro que esta hermana tenía la actitud correcta. Para concluir, vayamos a
Hebreos, capítulo 12. Valoramos los comentarios tan sinceros de aquellas
hermanas y el consejo, que todavía nos beneficia. Los verdaderos cristianos
tenemos que evitar cualquier entretenimiento que nos corrompa en sentido
espiritual. En Hebreos, capítulo 12 y versículo 11, dice: ―Es cierto que ninguna
disciplina parece por el presente ser cosa de gozo, sino penosa; sin embargo,
después, a los que han sido entrenados por ella, da fruto pacífico, a saber,
justicia‖. Como vemos, la disciplina duele, pero el fruto que produce hace que
valga la pena tener la actitud correcta y aceptarla con humildad. Así
permaneceremos cerca de nuestro querido Padre, Jehová.
Christopher Mavor Abrahán fue amigo de Jehová (Is. 41;8).txt

El texto de hoy destaca un tipo de relación muy importante. Se trata de la amistad


con nuestro Dios, Jehová. Abrahán fue un buen ejemplo de lo que significa ser
amigo de Jehová. En varias ocasiones, la Biblia dice que Jehová lo llamó ―amigo‖.
Y, sin duda, para él fue un gran honor que Jehová lo considerara su amigo. ¿Por
qué se sentía Jehová tan cerca de Abrahán como para considerarlo su amigo?
En el libro de Santiago, en el capítulo 2, versículo 23, se destacan algunas
razones por las que Jehová llegó a querer tanto a Abrahán, razones que lo
llevaron a sentirse cerca de él y llamarlo ―amigo‖. El versículo 23 concluye con
estas palabras: ―Y vino a ser llamado ‗amigo de Jehová‘‖. Si nos fijamos en el
contexto de este versículo, vemos que Abrahán vivió una vida de fe; no solo tenía
fe en Jehová, sino que demostró esa fe por el modo en que vivió. Hizo todo lo que
Jehová le pidió, lo hizo con fe absoluta y exactamente tal como Jehová le había
mandado. Por ejemplo, pensemos en la prueba de fe más grande por la que pasó
Abrahán. Fue cuando Jehová le pidió que sacrificara a su hijo Isaac.
Si reflexionamos un poco más sobre este relato, nos damos cuenta del gran
privilegio que tuvo Abrahán al representar el papel del propio Jehová sacrificando
a su hijo, Jesús. Eso nos muestra lo cerca que se sentía Jehová de Abrahán y
también que confiaba plenamente en que su amigo lo obedecería. Jehová usó a
Abrahán para enseñarnos lo profundo que es su amor por la humanidad.
Amistades de este tipo, como la que tuvo Abrahán con Jehová, nos hacen muy
felices y nos benefician. Ahora bien, Abrahán pudo comprobar que, a veces, estas
amistades también pueden implicar un gran reto, ya que, en varias ocasiones, tuvo
que realizar tareas muy difíciles para seguir siendo amigo de Jehová. La Biblia nos
pinta una imagen muy interesante de lo que es la amistad. La encontramos
especialmente en Proverbios. Por ejemplo, Proverbios 18:24 dice que ―existen
compañeros dispuestos a hacerse pedazos, pero existe un amigo más apegado
que un hermano‖. También, el capítulo 17, versículo 17, menciona que ―un
compañero verdadero ama en todo tiempo, y es un hermano nacido para cuando
hay angustia‖. Y el capítulo 27, versículo 6, dice que las heridas que nos causa un
amigo son fieles. Cuando pensamos en estos versículos, entendemos mucho
mejor lo que significa la verdadera amistad, la amistad desde el punto de vista de
Jehová, y no desde el punto de vista de los hombres. La verdadera amistad es
estar al lado de nuestros amigos —nuestros hermanos y hermanas—,
demostrarles que los queremos, en especial cuando es difícil, e incluso ofrecerles
guía y consejos útiles si los necesitan. Tener amigos no solo nos hace felices, sino
que es una necesidad. Jehová no nos creó para estar solos, pues nos creó a su
imagen. Él también eligió a algunos de sus siervos como amigos, así que nosotros
debemos seguir su ejemplo y hacer buenas amistades. En la Biblia hay varios
ejemplos de personas que tuvieron amistades muy estrechas. Recordemos el
caso de David y Jonatán, el de Pablo y Timoteo, y el de Jesús y sus apóstoles.
Además, Jesús también tuvo algunos amigos íntimos, como Pedro, Juan y Lázaro
y sus hermanas. Y, por supuesto, no podemos olvidar lo buenas amigas que
fueron Rut y Noemí. Desde un punto de vista humano, podríamos preguntarnos
por qué esas personas tuvieron tan buena amistad. En algunos casos, había una
gran diferencia de edad o diferencias culturales. En otros casos, tener esas
amistades no les reportaba ninguna ventaja social ni política. Aún así, siguieron
siendo grandes amigos. ¡Y qué bonito fue ver esto mismo en el programa mensual
de JW Broadcasting® de marzo de 2017! El joven Akil se hizo amigo de un
hermano mayor de su congregación. ¿Qué ayudó a todos ellos a tener amistades
tan sólidas? Sin duda, fue el amor y la devoción que cada uno sentía por Jehová.
Esa es la base de una verdadera amistad. Y ahí está la clave, ¿no creen? Cuando
analizamos los relatos de estos siervos de Dios, vemos que su amistad fue muy
fuerte porque amaban mucho a Jehová, y no solo porque se caían bien.
Su inquebrantable fidelidad a Dios les permitió ser la clase de amigos que Jehová
describe en su Palabra, la Biblia. Las amistades en el mundo son todo lo contrario.
Muchas veces, las personas se hacen amigas por las circunstancias o hasta por
interés. Por ejemplo, pensemos en los niños. Ellos se hacen amigos de sus
compañeros de clase porque están allí juntos. Los compañeros de trabajo quizás
se llevan bien trabajando juntos, y por eso se consideran buenos amigos. Algunas
personas incluso desarrollan un estrecho vínculo emocional con otras porque han
vivido juntas algún momento difícil o algo emocionante. Puede que todas estas
personas crean que serán amigas para siempre, pero sabemos que, si no basan
su amistad en el amor a Jehová, esa amistad se desvanecerá pronto. Jehová es
eterno, existirá para siempre, y todas las amistades que se basan en el amor a él,
también. Igual que hizo con Abrahán y con todos los que considera sus amigos,
Jehová nos da trabajo para hacer. Él espera que, para seguir siendo sus amigos,
hagamos lo que nos pide siguiendo sus instrucciones. Pensemos por un momento
en quienes están dispuestos a ir a lugares donde hay más necesidad. Se ofrecen
de buena gana y obedecen el mandato de Jehová de predicar las buenas noticias
y poner el Reino en primer lugar. Y lo hacen incluso aunque eso requiera muchos
sacrificios. ¡Qué bonito es ver esto! Hace poco, tuve el privilegio de visitar la
sucursal de la India. Estando allí, me contaron detalles sobre algunas campañas
especiales que habían organizado y los resultados que habían obtenido.
Es impresionante ver los esfuerzos que hacen los hermanos para seguir siendo
amigos de Dios y poner el Reino en primer lugar, y cuánto los bendice Jehová por
ello. Veamos, por ejemplo, qué ocurrió hace poco durante una campaña especial.
En ella participaron unos doscientos cincuenta hermanos de Norteamérica y de
Europa occidental. Todos eran de origen indio y se desplazaron para participar en
esta campaña. Y recibieron bastantes bendiciones, bueno, muchas bendiciones.
En un pueblo muy alejado de la congregación, se dirigían varios cursos bíblicos
por teléfono. Gracias a esta campaña especial, se mandaron hermanos a ese
pueblo para que visitaran a los estudiantes y para ver cómo les iba. Bueno,
cuando llegaron, se sorprendieron al ver que en cada una de las casas de los
estudiantes había de quince a veinte personas reunidas que querían escuchar
más acerca de las buenas noticias del Reino. Después, este grupo de hermanos
fue a otro pueblo. Cuando llegaron allí, unas 275 personas les dieron la bienvenida
en la casa de un estudiante de la Biblia. Todos deseaban saber más de la verdad.
Los publicadores los dividieron en grupos de veinte para enseñarles acerca de la
Biblia. Una de esas personas dijo: ―Tengo una familiar en otra ciudad. Me gustaría
que la visitaran. Ella es sacerdote‖. Cuando los hermanos visitaron a la mujer en
su vivienda, había 70 personas reunidas para escuchar del Reino. Algo parecido
sucedió cuando los hermanos predicaron a las personas sordas en la India. A un
hermano le dieron los datos de contacto de una persona, así que viajó unas cuatro
horas en tren hasta el pueblo donde vivía. Cuando llegó a la estación, había más
de ciento treinta personas sordas esperándolo porque querían saber más de la
verdad. Se formó un grupo y, ahora, un año más tarde, ya asisten a la reunión
más de cincuenta personas. Está claro que los hermanos están llevando a cabo la
labor que Jehová les ha asignado de predicar las buenas noticias del Reino y
están fortaleciendo su amistad con él. ¡Y cuántas bendiciones reciben! Eso nos
recuerda las palabras de David registradas en el Salmo 63:3, que dicen: ―Tu
bondad amorosa [sí, tu amistad] es mejor que la vida‖.

Christopher Mavor- Abrahán fue amigo de Jehová (Is. 418).txt

El texto de hoy destaca un tipo de relación muy importante. Se trata de la amistad


con nuestro Dios, Jehová. Abrahán fue un buen ejemplo de lo que significa ser
amigo de Jehová. En varias ocasiones, la Biblia dice que Jehová lo llamó ―amigo‖.
Y, sin duda, para él fue un gran honor que Jehová lo considerara su amigo. ¿Por
qué se sentía Jehová tan cerca de Abrahán como para considerarlo su amigo?
En el libro de Santiago, en el capítulo 2, versículo 23, se destacan algunas
razones por las que Jehová llegó a querer tanto a Abrahán, razones que lo
llevaron a sentirse cerca de él y llamarlo ―amigo‖. El versículo 23 concluye con
estas palabras: ―Y vino a ser llamado ‗amigo de Jehová‘‖. Si nos fijamos en el
contexto de este versículo, vemos que Abrahán vivió una vida de fe; no solo tenía
fe en Jehová, sino que demostró esa fe por el modo en que vivió. Hizo todo lo que
Jehová le pidió, lo hizo con fe absoluta y exactamente tal como Jehová le había
mandado. Por ejemplo, pensemos en la prueba de fe más grande por la que pasó
Abrahán. Fue cuando Jehová le pidió que sacrificara a su hijo Isaac.
Si reflexionamos un poco más sobre este relato, nos damos cuenta del gran
privilegio que tuvo Abrahán al representar el papel del propio Jehová sacrificando
a su hijo, Jesús. Eso nos muestra lo cerca que se sentía Jehová de Abrahán y
también que confiaba plenamente en que su amigo lo obedecería. Jehová usó a
Abrahán para enseñarnos lo profundo que es su amor por la humanidad.
Amistades de este tipo, como la que tuvo Abrahán con Jehová, nos hacen muy
felices y nos benefician. Ahora bien, Abrahán pudo comprobar que, a veces, estas
amistades también pueden implicar un gran reto, ya que, en varias ocasiones, tuvo
que realizar tareas muy difíciles para seguir siendo amigo de Jehová. La Biblia nos
pinta una imagen muy interesante de lo que es la amistad. La encontramos
especialmente en Proverbios. Por ejemplo, Proverbios 18:24 dice que ―existen
compañeros dispuestos a hacerse pedazos, pero existe un amigo más apegado
que un hermano‖. También, el capítulo 17, versículo 17, menciona que ―un
compañero verdadero ama en todo tiempo, y es un hermano nacido para cuando
hay angustia‖. Y el capítulo 27, versículo 6, dice que las heridas que nos causa un
amigo son fieles. Cuando pensamos en estos versículos, entendemos mucho
mejor lo que significa la verdadera amistad, la amistad desde el punto de vista de
Jehová, y no desde el punto de vista de los hombres. La verdadera amistad es
estar al lado de nuestros amigos —nuestros hermanos y hermanas—,
demostrarles que los queremos, en especial cuando es difícil, e incluso ofrecerles
guía y consejos útiles si los necesitan. Tener amigos no solo nos hace felices, sino
que es una necesidad. Jehová no nos creó para estar solos, pues nos creó a su
imagen. Él también eligió a algunos de sus siervos como amigos, así que nosotros
debemos seguir su ejemplo y hacer buenas amistades. En la Biblia hay varios
ejemplos de personas que tuvieron amistades muy estrechas. Recordemos el
caso de David y Jonatán, el de Pablo y Timoteo, y el de Jesús y sus apóstoles.
Además, Jesús también tuvo algunos amigos íntimos, como Pedro, Juan y Lázaro
y sus hermanas. Y, por supuesto, no podemos olvidar lo buenas amigas que
fueron Rut y Noemí. Desde un punto de vista humano, podríamos preguntarnos
por qué esas personas tuvieron tan buena amistad. En algunos casos, había una
gran diferencia de edad o diferencias culturales. En otros casos, tener esas
amistades no les reportaba ninguna ventaja social ni política. Aún así, siguieron
siendo grandes amigos. ¡Y qué bonito fue ver esto mismo en el programa mensual
de JW Broadcasting® de marzo de 2017! El joven Akil se hizo amigo de un
hermano mayor de su congregación. ¿Qué ayudó a todos ellos a tener amistades
tan sólidas? Sin duda, fue el amor y la devoción que cada uno sentía por Jehová.
Esa es la base de una verdadera amistad. Y ahí está la clave, ¿no creen? Cuando
analizamos los relatos de estos siervos de Dios, vemos que su amistad fue muy
fuerte porque amaban mucho a Jehová, y no solo porque se caían bien.
Su inquebrantable fidelidad a Dios les permitió ser la clase de amigos que Jehová
describe en su Palabra, la Biblia. Las amistades en el mundo son todo lo contrario.
Muchas veces, las personas se hacen amigas por las circunstancias o hasta por
interés. Por ejemplo, pensemos en los niños. Ellos se hacen amigos de sus
compañeros de clase porque están allí juntos. Los compañeros de trabajo quizás
se llevan bien trabajando juntos, y por eso se consideran buenos amigos. Algunas
personas incluso desarrollan un estrecho vínculo emocional con otras porque han
vivido juntas algún momento difícil o algo emocionante. Puede que todas estas
personas crean que serán amigas para siempre, pero sabemos que, si no basan
su amistad en el amor a Jehová, esa amistad se desvanecerá pronto. Jehová es
eterno, existirá para siempre, y todas las amistades que se basan en el amor a él,
también. Igual que hizo con Abrahán y con todos los que considera sus amigos,
Jehová nos da trabajo para hacer. Él espera que, para seguir siendo sus amigos,
hagamos lo que nos pide siguiendo sus instrucciones. Pensemos por un momento
en quienes están dispuestos a ir a lugares donde hay más necesidad. Se ofrecen
de buena gana y obedecen el mandato de Jehová de predicar las buenas noticias
y poner el Reino en primer lugar. Y lo hacen incluso aunque eso requiera muchos
sacrificios. ¡Qué bonito es ver esto! Hace poco, tuve el privilegio de visitar la
sucursal de la India. Estando allí, me contaron detalles sobre algunas campañas
especiales que habían organizado y los resultados que habían obtenido.
Es impresionante ver los esfuerzos que hacen los hermanos para seguir siendo
amigos de Dios y poner el Reino en primer lugar, y cuánto los bendice Jehová por
ello. Veamos, por ejemplo, qué ocurrió hace poco durante una campaña especial.
En ella participaron unos doscientos cincuenta hermanos de Norteamérica y de
Europa occidental. Todos eran de origen indio y se desplazaron para participar en
esta campaña. Y recibieron bastantes bendiciones, bueno, muchas bendiciones.
En un pueblo muy alejado de la congregación, se dirigían varios cursos bíblicos
por teléfono. Gracias a esta campaña especial, se mandaron hermanos a ese
pueblo para que visitaran a los estudiantes y para ver cómo les iba. Bueno,
cuando llegaron, se sorprendieron al ver que en cada una de las casas de los
estudiantes había de quince a veinte personas reunidas que querían escuchar
más acerca de las buenas noticias del Reino. Después, este grupo de hermanos
fue a otro pueblo. Cuando llegaron allí, unas 275 personas les dieron la bienvenida
en la casa de un estudiante de la Biblia. Todos deseaban saber más de la verdad.
Los publicadores los dividieron en grupos de veinte para enseñarles acerca de la
Biblia. Una de esas personas dijo: ―Tengo una familiar en otra ciudad. Me gustaría
que la visitaran. Ella es sacerdote‖. Cuando los hermanos visitaron a la mujer en
su vivienda, había 70 personas reunidas para escuchar del Reino. Algo parecido
sucedió cuando los hermanos predicaron a las personas sordas en la India. A un
hermano le dieron los datos de contacto de una persona, así que viajó unas cuatro
horas en tren hasta el pueblo donde vivía. Cuando llegó a la estación, había más
de ciento treinta personas sordas esperándolo porque querían saber más de la
verdad. Se formó un grupo y, ahora, un año más tarde, ya asisten a la reunión
más de cincuenta personas. Está claro que los hermanos están llevando a cabo la
labor que Jehová les ha asignado de predicar las buenas noticias del Reino y
están fortaleciendo su amistad con él. ¡Y cuántas bendiciones reciben! Eso nos
recuerda las palabras de David registradas en el Salmo 63:3, que dicen: ―Tu
bondad amorosa [sí, tu amistad] es mejor que la vida‖.

Christopher Mavor- Hacer caso de las advertencias nos salvará la vida (Mar. 13;19).txt

Casi todos hemos visto las señales de advertencia en las vías del tren. Quizás
hayamos visto algunas que dicen: ―Pare, vea, escuche‖. Otras añaden: ―Y viva‖.
¿Por qué se ponen esos letreros? Porque cruzar las vías del tren puede ser
peligroso. Sin embargo, en ocasiones el peligro no es muy evidente, no salta a la
vista. Es necesario usar nuestra capacidad de pensar. Y es que también hay
señales que dicen: ―¿Ve las vías? Piense: ‗¡Ahí viene el tren!‘‖. Así que, para
detectar el peligro, primero hay que detenerse, mirar hacia ambos lados e incluso
usar el sentido del oído. ¿Oímos algo? ¿Sentimos alguna vibración? ¿Vemos unas
potentes luces que vienen hacia nosotros? ¿Escuchamos un silbato? Todo eso
nos sirve para identificar el peligro. Quizás el tren no esté justo delante de
nuestras narices, pero necesitamos estar atentos, pues, como vemos aquí, un tren
en movimiento no puede detenerse tan fácilmente. Si estamos en medio de las
vías, de seguro nos arrollará. Para evitar una tragedia como esa, necesitamos
emplear lo que la Biblia llama las ―facultades perceptivas‖. Con ellas podemos
reconocer los peligros que afrontamos y hacer lo que haga falta para protegernos,
para no sufrir un daño innecesario. Mediante su Palabra y su organización, Jehová
nos da señales de advertencia. Es como si nos dijera: ―Paren, vean, escuchen...
observen lo que pasa a su alrededor‖. Jehová quiere que nos demos cuenta de
que vivimos en los últimos días y de que el fin se acerca con rapidez. Sí, la gran
tribulación está a punto de estallar. Claro, para llegar a esa conclusión, es
necesario usar las facultades perceptivas, o sea, la capacidad de razonar. Jesús
así lo indicó cuando, en Lucas 17:20, 21, señaló que el Reino de Dios no vendría
de una forma que pudiera observarse claramente. Tendríamos que echar mano de
nuestra capacidad de pensar para entender las señales y actuar en consecuencia.
Ahora bien, para mejorar nuestra capacidad de pensar hay que ejercitarla.
Hebreos 5:14 dice que las ―facultades perceptivas‖ deben estar bien entrenadas.
Hablando de eso, en el texto para el día de ayer, aprendimos que el profeta Daniel
es un gran ejemplo de alguien que supo usar su capacidad de razonar para
percibir, o entender, la voluntad de Dios. Tuvo que usarla para afrontar las
peligrosas situaciones que se les presentaron a él y a sus compañeros en el
palacio de Babilonia. Daniel se esforzaba constantemente por mejorar su
capacidad de razonar. En cierto momento de su vida, estudió en detalle las
profecías, en especial las de Jeremías. De esa forma logró percibir en qué punto
de la historia estaba viviendo y se dio cuenta de que los 70 años de la desolación
de Jerusalén estaban por concluir. Gracias a eso pudo prepararse y actuar en
conformidad con la voluntad de Jehová, así como ayudar a otros judíos fieles a
hacer lo mismo. En efecto, debido a que estudiaba la Palabra de Dios a
profundidad, Daniel logró percibir el tiempo en el que vivía y entender el
significado de lo que ocurría a su alrededor. Jesús también enseñó a sus
discípulos a ejercitar la capacidad de razonar. En cierta ocasión lo hizo valiéndose
de una hermosa ilustración. Busquemos en la Biblia el capítulo 21 de Lucas;
leeremos los versículos 29 a 31. Observen que Jesús usa la técnica de ―pare, vea,
escuche y viva‖. En el versículo 29, él dice: ―Noten la higuera y todos los demás
árboles‖. Así que les pidió que se detuvieran y miraran a su alrededor. Luego, en
el versículo 30, les dice: ―Cuando ya echan brotes, ustedes, al observarlo, saben
para sí que ya se acerca el verano‖. Con esas palabras los está invitando a
percibir lo que está ocurriendo. Y en el 31 les dice que escuchen la explicación:
―Así también ustedes, cuando vean suceder estas cosas, sepan que el reino de
Dios está cerca‖. Vemos que Jesús usa la técnica de ―pare, vea, escuche y viva‖
para enseñar a sus discípulos a ejercitar su capacidad de razonar. En la
actualidad, Jesucristo, como Cabeza de la congregación, guía al ―esclavo fiel y
discreto‖ y también nos ayuda a nosotros a pulir la capacidad de pensar. Si lo
hacemos, seremos capaces de entender el significado de lo que ocurre a nuestro
alrededor. Por medio de las páginas de La Atalaya y del contenido de nuestras
asambleas, se nos invita a detenernos —es decir, a hacer una pausa en nuestra
rutina— con la intención de que veamos en la Biblia cuál es la voluntad de Jehová
y qué se propone hacer, en especial en estos últimos días. También se espera
que escuchemos las explicaciones que da ―el esclavo fiel y discreto‖ sobre las
profecías que se están cumpliendo ahora y que indican que la gran tribulación está
muy cerca. El claro mensaje que nos da la organización de Jehová mediante
Jesucristo y ―el esclavo fiel y discreto‖ es este: la gran tribulación es inminente.
¿Qué debemos hacer en vista de lo anterior? En primer lugar, debemos recordar
que las preocupaciones de la vida, las cosas con las que tenemos que lidiar todos
los días, pueden distraernos y hacer que perdamos de vista lo más importante.
Jesús dijo que ese es un peligro real. En el capítulo 17 de Lucas, Jesús se refiere
a lo que ocurrió en el tiempo de Noé y en la época de Sodoma y Gomorra para
darnos una advertencia. Dice que los últimos días, ―los días del Hijo del hombre‖,
se parecerían mucho a los de Noé y de Sodoma, pues la gente estaría muy
ocupada con los asuntos cotidianos. Y son justamente esas cosas de la vida las
que pueden nublar nuestra capacidad de razonar a tal grado que no logremos
percibir el momento de la historia en el que vivimos y el peligro que está delante
de nosotros. Así que asegurémonos de que los asuntos cotidianos no limiten
nuestra capacidad de razonar. De lo contrario, podríamos terminar vagando por
las vías del tren, por así decirlo, sin darnos cuenta del peligro, y, cuando menos lo
pensemos, el tren nos pasará por encima. Así vive hoy la mayoría de la gente:
están tan distraídos con su rutina diaria que no se dan cuenta de que el día de
Jehová se acerca como un tren a toda velocidad. Por otro lado, cuando afinamos
nuestra capacidad de razonar, podemos ver con claridad las señales de
advertencia. Eso fue lo que Jesús quiso decir cuando expresó, en Lucas 17:24,
que las señales se verían como un relámpago que ilumina el cielo. Pero solo
quienes tienen sus facultades perceptivas bien entrenadas perciben las cosas con
claridad. Por ejemplo, nosotros podemos percibir cómo se relacionan la situación
política del mundo y el tiempo en que vivimos. Hoy vemos el cumplimiento de la
visión profética del capítulo 2 de Daniel: el hierro y el barro de la última potencia
mundial están muy fragmentados, lo que ilustra su gran debilidad e ineficacia. Y,
como dice 2 Timoteo 3:1-5, la gente, incluidos los líderes mundiales, es orgullosa,
altiva y blasfema. Estas son claras pruebas de que vivimos muy cerca del fin de
este mundo. La situación de las personas y de los gobernantes actuales se parece
mucho a la imagen de una hormiguita parada sobre las vías del tren que se
publicó en español en La Atalaya del 1 de abril de 1972. Sí, el Reino de Dios se
acerca como una veloz locomotora. Y, por supuesto, sabemos lo que sucederá:
los ejércitos de Jehová arrollarán a este mundo y sus líderes. De modo que es
fundamental que ejercitemos nuestras facultades perceptivas, que las entrenemos,
a fin de percibir el peligro y seguir tomando las debidas precauciones. Todos los
días detengámonos un momento para ver y escuchar las advertencias que Jehová
nos da. Así nos mantendremos alejados del peligro y podremos sobrevivir al fin de
este mundo malvado. La gran tribulación no nos tomará por sorpresa.
David H. Splane- El sitio jw.org, toda una bendición (Isa. 60;16).txt

Hoy hemos estado hablando de la tecnología. Y, como ya lo han dicho los


hermanos, la organización de Jehová está haciendo buen uso de ella para
impulsar la predicación de las buenas nuevas. Cada semana recibimos cartas de
agradecimiento de personas a quienes les encanta mirar el canal JW
Broadcasting. Esta mañana me gustaría hablar sobre nuestro sitio de Internet,
jw.org. ¿Sabían que, para muchas personas, el primer contacto con la verdad ha
sido a través de jw.org, antes de haber hablado con algún testigo de Jehová? Sí.
Me gustaría relatarles algunas historias al respecto. Primero hablemos de Cadja.
Ella no estaba contenta en su iglesia y decidió investigar otras religiones. En el
pasado, probablemente hubiese ido de una iglesia a otra, pero en nuestros días es
más común acudir a Internet si uno desea saber lo que enseña una religión. Al
ahondar en las creencias de cada religión, Cadja se dio cuenta de que había
muchos comentarios negativos sobre los testigos de Jehová. Pero decidió
investigar más porque a ella no le gusta ser prejuiciosa. Así que se puso a
navegar en Internet y encontró nuestro sitio. Le encantó la sección ―Preguntas
frecuentes‖. Cada pregunta se respondía con la Biblia, y eso era lo que ella
buscaba en una religión. Luego vio en nuestro sitio una invitación para ir a las
reuniones. Como Cadja todavía asistía a la escuela, convenció a una de sus
compañeras para que fuera con ella al Salón del Reino. Le gustó mucho lo que
escuchó en la reunión, y los hermanos la recibieron con amabilidad.
Lamentablemente, sus padres se opusieron, y poco tiempo después de que Cadja
visitara por primera vez el Salón del Reino, su familia se mudó a una zona aislada
donde no había testigos de Jehová. Estuvo alejada de los hermanos un año
entero. Pero no se desanimó; estudió todas las publicaciones que hay en el sitio
jw.org, y así se mantuvo al día con la verdad. En septiembre de 2014 encontró de
nuevo a los hermanos y aceptó estudiar la Biblia. En julio de 2015 se bautizó.
Cadja pudo aprender la verdad, y su primer contacto con esta fue a través de
nuestro sitio, jw.org. Y si hemos de hablar de jóvenes que enfrentan oposición, hay
que mencionar a Kenji, un joven de 15 años de Japón. Aunque anhela asistir a las
reuniones en el Salón del Reino, su padre se lo ha prohibido. Noten lo que Kenji
dice al respecto: ―Todos los días veo el canal JW Broadcasting y entro al sitio
jw.org. Me anima mucho saber de hermanos que dan lo mejor a Jehová. Un día yo
también me convertiré en un buen hermano. Denme tiempo‖. Para mencionar otro
ejemplo, el pasado fin de semana asistimos a una asamblea de circuito en San
Luis (Misuri). Allí una hermana me contó que lleva un año gravemente enferma, al
grado de que no ha podido asistir a las reuniones ni escucharlas por teléfono. Me
dijo que JW Broadcasting y el sitio jw.org han sido como un salvavidas. Sin duda,
la tecnología puede resultar toda una bendición. Hablemos ahora de Alenka, una
profesora de física. Cierto día fue a la casa de un conocido, donde le presentaron
a una persona. Más tarde, Alenka le dijo a su conocido que estaba impresionada
por la forma de ser de aquella persona, aquel hombre tan amable y equilibrado. Su
conocido le respondió: ―Todo lo que dices es verdad. Pero hay un problema: es
testigo de Jehová‖. Una vez más, un comentario negativo sobre los testigos de
Jehová. ¿Qué hizo Alenka? Al llegar a su hogar, nos investigó en Internet y
encontró el sitio jw.org. Por cinco meses, leyó con atención todos los artículos de
nuestro sitio de Internet. Luego decidió ir a un Salón del Reino. Noten el
interesante comentario que hizo sobre un punto en el cual yo nunca había
pensado. Ella dijo: ―Gracias a jw.org, todo lo que vi en el salón me resultó familiar,
tanto los discursos como los hermanos‖. Después de asistir a las reuniones
durante un mes, solicitó un curso de la Biblia. Se tomó su tiempo, pero terminó
aprendiendo la verdad. Después de conocer a aquel hermano, su contacto con la
verdad fue nuestro sitio de Internet. Dregan era un monje franciscano de
Eslovenia. Aunque había pertenecido a su orden por varios años, sentía que había
un vacío en su vida. Se dio cuenta de que su religión no satisfacía su necesidad
espiritual. Quiso investigar e ingresó a una sala de charla en Internet donde había
muchos evangélicos. Como se imaginarán, al poco tiempo empezaron los
comentarios negativos sobre los testigos de Jehová. A Dregan tampoco le gustaba
mostrar prejuicios, así que aquello no lo detuvo. Pensó: ―No es justo criticar a los
testigos de Jehová si no están presentes para defenderse‖. Así que entró en
Internet, encontró nuestro sitio y quedó encantado. Recordemos que Dregan era
monje y pertenecía a una orden religiosa que les permite a los monjes salir del
monasterio solamente los lunes. Cierto día encontró la dirección de nuestra
sucursal en Eslovenia y un lunes por la mañana decidió visitarla. Los hermanos le
dieron una cálida bienvenida. Quedó muy impresionado y se le ocurrió una
excelente idea. Pensó que quizás debería empezar a leer la Biblia todos los días.
Regresó al monasterio y empezó a leerla en Internet. Los demás monjes pensaron
que aquello era muy gracioso. ¿Qué hacía un monje católico leyendo la Biblia?
Dregan no permitió que las burlas lo desanimaran. Continuó leyendo la Biblia y
consultando el sitio jw.org. En el sitio se enteró de que ese año la Conmemoración
se celebraría en lunes. Como era su día libre podría asistir, y así lo hizo. Esa
reunión fue suficiente para que tomara la decisión de abandonar tanto la Iglesia
Católica como el monasterio. Tuvo que vencer varios obstáculos. No fue fácil, pero
siguió adelante. En junio de 2014 dejó la Iglesia y salió del monasterio; luego, en
el mes de octubre de ese mismo año, se bautizó como testigo de Jehová. Desde
entonces, sirve como precursor auxiliar. En Finlandia, una hermana da clases de
la Biblia a una mujer de Bulgaria. En una ocasión, la estudiante le pidió que la
llevara al hospital. La hermana le preguntó: ―¿Estás enferma?‖. Con tono de duda,
la mujer admitió que deseaba practicarse un aborto. La hermana le respondió: ―No
puedo ayudarte. Mi conciencia no me permite llevarte al hospital para hacer eso‖.
Luego le mostró con la Biblia lo que Dios piensa sobre la vida. Entonces pensó en
una cosa más. Decidió que al terminar cada sesión de estudio —y esto es, sin
duda, algo que todos podemos imitar—, le mostraría a su estudiante algún artículo
de nuestro sitio de Internet. Ella recordó que la canción 88, titulada Los hijos son
un regalo de Dios, había salido recientemente en el idioma búlgaro cantada por un
coro de niños. Escucharon juntas esa canción, la cual le llegó al corazón a la
mujer, quien decidió no abortar. Dijo: ―Voy a tener al bebé. Si es niño, se llamará
Ángel. Si es niña, se llamará Angelina, porque Dios lo ha protegido‖. ¡Y también
los niños del coro ayudaron un poco! Por varios años hemos animado a
precursores y publicadores a que, en los cursos bíblicos, dirijan a sus estudiantes
a la organización de Jehová. Hace tiempo diseñamos un folleto con este propósito.
Y ahora tenemos uno con muchas imágenes. Ambos han sido muy útiles. Pero lo
que realmente ha abierto los ojos de nuestros hermanos y estudiantes de la Biblia
para conocer mejor la organización ha sido JW Broadcasting y jw.org. Cuando
visitamos congregaciones o circuitos, escuchamos a los hermanos hablar de la
organización como nunca antes. Sin duda, el uso de la tecnología ha contribuido a
esto y a difundir las buenas nuevas. Sin embargo, unas palabras de advertencia:
La tecnología desempeña un papel importante, pero también conlleva un riesgo.
Cada vez es más común que las personas ignoren a quienes las rodean por estar
mirando sus dispositivos electrónicos. ¿Se han percatado de ese fenómeno en la
sociedad actual? Imaginen a una pareja en un restaurante. Cada uno está usando
Internet para buscar información o contestar correos, pero están ajenos el uno al
otro. Según cierto estudio de la Universidad de Baylor, esta costumbre se ha
convertido en un verdadero problema. Así que, aunque deseamos estar
conectados a Internet, es aún más importante relacionarnos con las personas que
nos rodean. El hermano John Barr, del Cuerpo Gobernante, solía decir que si nos
aislamos de los demás por estar mirando una pantalla, nos estamos perdiendo de
las cosas buenas de la vida. Además, dejamos pasar valiosas oportunidades para
fortalecer los lazos que nos unen a nuestros hermanos.

David H. Splane- Las decisiones del “esclavo fiel y discreto” (Mat. 24;45).txt

―¡Cuántos cambios ha habido! Es difícil mantenerse al día‖. Oímos eso a menudo.


Y es cierto. Por eso, surgen estas preguntas: ¿qué hay detrás de los cambios?
¿Se reúne el Cuerpo Gobernante los miércoles por la mañana y dice: ―Veamos
qué podemos cambiar esta semana para volver a tomar por sorpresa a los
hermanos‖? Bueno, eso no sería ser ni fiel ni discreto. La verdad es que aunque
nos parezca que se anuncia un cambio tras otro, suelen pasar años hasta que se
decide realizar algún ajuste. Por ejemplo, una de las primeras cuestiones
importantes que debió resolver el actual Cuerpo Gobernante fue esta: ¿sería
conveniente contar con un Comité de Sucursal que supervisara la obra en Estados
Unidos? Por muchos años se pensó que no era necesario tener un Comité de
Sucursal en Estados Unidos puesto que el Cuerpo Gobernante y la sede mundial
se encuentran en este país. Lógicamente, una decisión de tal magnitud no se
podía tomar de la noche a la mañana. De hecho, se pidió la opinión de muchos
hermanos maduros y experimentados. Al final se tomó una decisión, y creemos
que Jehová claramente la ha bendecido. Estamos muy orgullosos del gran trabajo
que realiza nuestro Comité de Sucursal y nos alegra contar con su apoyo, que
tanto necesitamos. Veamos otros ejemplos. A partir de enero de 2009 empezamos
a celebrar el mismo día la Escuela del Ministerio Teocrático, la Reunión de
Servicio y el Estudio de Libro de Congregación. Pero se necesitaron casi 10 años
para llegar a esa decisión. Este asunto comenzó a analizarse en 1999. ¿Por qué
no se tomó la decisión en aquel momento? Porque el Cuerpo Gobernante quería
estar seguro de que, si se fusionaban las reuniones, los hermanos contaran con
todo lo necesario. Sí, que tuvieran suficiente alimento espiritual. De modo que un
miércoles —como a las 3 y media de la tarde— tuvimos una extensa reunión.
Habíamos recibido dos cartas de sucursales grandes. Una de ellas decía que
muchas congregaciones —en las que solo había un anciano y un siervo
ministerial— tenían 7 u 8 estudios de libro. El anciano podía conducir cinco
estudios de libro, y el siervo ministerial, tres. Además, tenían que preparar sus
intervenciones para las otras reuniones. Así que dedicaban todo su tiempo a dirigir
estudios de libro y a prepararse para las reuniones: ¡qué difícil! Esa misma
semana recibimos una carta de otra sucursal que explicaba por qué era tan baja la
asistencia al estudio de libro. Los hermanos amaban todas las reuniones —decía
la carta—, incluso el estudio de libro. Pero como eran muy pobres, no les
alcanzaba para pagar el viaje en autobús a fin de asistir a las dos reuniones de
entre semana; tenían que elegir una. Si asistían a la Escuela del Ministerio
Teocrático y a la Reunión de Servicio, recibían dos horas de instrucción espiritual,
mientras que si asistían al estudio de libro, solo una. Casi siempre optaban por ir a
la escuela y a la Reunión de Servicio. Bueno, aquellas cartas nos ayudaron a
comprender la situación de los hermanos y a tomar la decisión. Ahora bien, en
2008 se empezaron a publicar dos ediciones de La Atalaya: una para el público y
otra de estudio. ¡Esa decisión tomó mucho tiempo! Habíamos analizado el asunto
varias veces, pero decíamos: ―No nos apresuremos; esperemos un poco. Veamos
qué desea Jehová‖. Lo importante era determinar lo que Jehová quería. Pero
¿cómo saberlo? Decidimos hacer algo semejante a la prueba del vellón de
Gedeón, y en 2006 ¡Despertad! comenzó a publicarse mensualmente y La Atalaya
continuó con su edición quincenal. Es decir, habría 3 revistas al mes en lugar de 4.
Nuestra idea fue: ―Hagamos la prueba durante un año y, si al final, la distribución
de revistas ha disminuido considerablemente, sabremos que Jehová no está
contento con el ajuste y volveremos a publicar dos números de ¡Despertad! cada
mes‖. ¿Cuál fue el resultado? Al final de ese año estábamos distribuyendo la
misma cantidad de revistas con tres números al mes que con cuatro. Así supimos
que Jehová aprobaba el cambio. ¡Y cuánto apreciamos que haya una edición de
estudio de La Atalaya, con un mensaje directo para las congregaciones! ¡Y otra
para el público, que se adapta un poco más a las necesidades de la gente! De
modo que, antes de tomar una decisión que pueda influir en la obra del Reino, el
Cuerpo Gobernante analiza con cuidado el efecto que tendrá en nuestra
espiritualidad. Por ejemplo, en 2008 se decidió reducir la duración de los discursos
públicos de 45 a 30 minutos. Y alguien quizás diga: ―¿Cómo podía influir esta
decisión en la espiritualidad de los hermanos?‖. Si usted vive en una zona urbana
y asiste a una congregación con muchos ancianos, y, además, hay cerca otras
congregaciones con varios ancianos, quizás le parezca difícil entender las
razones. Pero el Cuerpo Gobernante debe mirar el cuadro completo. Miles de
hermanos sirven donde hay más necesidad y han tenido que aprender otro idioma.
En muchas de estas congregaciones, los ancianos mismos están aprendiendo el
idioma. Algunos nos han dicho que necesitan una hora de preparación por cada
minuto de discurso. ¡Se imaginan? Para algunos, ¡un discurso de 45 minutos
exigía 45 horas de preparación! Así que reducir la duración de los discursos
públicos permitió a esas congregaciones tener más discursos disponibles. Y eso
no es todo: miles de ancianos sirven en congregaciones aisladas cuya
congregación vecina está a unos 160 kilómetros (100 millas). Entonces, si en una
congregación había un solo anciano y a gran distancia había otra con un solo
anciano también, ¿cuántos discursos de 45 minutos podían dar estos hermanos?
Sin duda, la reducción de 15 minutos ayudó mucho. Si no tomamos en cuenta
todo el cuadro y solo pensamos en nuestra situación y la de nuestra congregación,
difícilmente entenderemos por qué se toman algunas decisiones. Y se sigue el
mismo proceso cuando se actualizan nuestras creencias. El Cuerpo Gobernante
disfruta de reunirse para analizar la Biblia. Cuando toman sus Biblias y comienzan
a examinar todo lo que han investigado sobre cierto pasaje, se dibuja una gran
sonrisa en su rostro. ¡Les fascina analizar asuntos espirituales! Pero puede que
pase mucho tiempo para que finalmente se publiquen estas actualizaciones. ¿Por
qué? Porque aclarar un texto bíblico puede producir un efecto dominó en otros
pasajes. La nueva explicación puede tener estrecha relación con otras profecías,
así que debemos estar completamente seguros de que todo encaja. No lo olviden:
aunque a veces los cambios parecen venir uno tras otro, todas las decisiones se
analizan con mucho cuidado. Y, por cierto, les llamará la atención saber que los
miembros de más edad del Cuerpo Gobernante —los hermanos Jaracz y Barr—
estaban tan interesados en hacer cambios como los miembros más jóvenes. Sí,
siempre miraban hacia adelante.

David H. Splane- Seamos flexibles por causa de las buenas nuevas (1 Cor. 9;23).txt

Como sabemos, el apóstol Pablo fue un hombre muy humilde y también muy
flexible. Él dijo: ―A los judíos me hice como judío, [...] a los que están bajo ley me
hice como bajo ley‖. No obstante, la flexibilidad de Pablo tenía límites, y de eso
vamos a hablar en unos momentos. Cuando Pablo llegó a Jerusalén, los ancianos
le explicaron que miles de judíos habían llegado a ser creyentes, pero todavía se
aferraban a guardar la Ley. Además, habían escuchado algo acerca de Pablo:
corría el rumor de que Pablo andaba diciendo a los judíos que no circuncidaran a
sus hijos. Esta situación preocupó a los ancianos, y, para resolverla, idearon un
plan. Leamos cuál era en el capítulo 21 de Hechos. Busquen, por favor, Hechos
21:23, 24. Este era su plan: ―Por lo tanto, haz esto que te decimos: Tenemos
cuatro varones que tienen sobre sí un voto. Toma a estos contigo y límpiate
ceremonialmente con ellos y hazte cargo de sus gastos, para que se les rape la
cabeza. Y así sabrán todos que no son ciertos los rumores que se les contaron
acerca de ti, sino que estás andando ordenadamente, tú mismo también
guardando la Ley‖. Así que según el rumor que habían escuchado, Pablo les decía
a los judíos que no circuncidaran a sus hijos. Bueno, lo más probable es que el
apóstol Pablo no anduviera diciendo algo así, pues, como sabemos, Pablo mismo
llevó a Timoteo para que fuera circuncidado a fin de no hacer tropezar a los judíos.
Pablo sabía que, en sí misma, la circuncisión no tenía nada de malo. El problema
surgía cuando se enseñaba que la circuncisión era indispensable para obtener la
salvación. Pero había este rumor, y algunos hermanos optaron por creer en el
rumor en lugar de confiar en un hermano fiel como Pablo. Así pasa hoy: algunos
se creen todo lo que leen en los periódicos y ni siquiera hacen preguntas. La
pregunta entonces es: ¿qué harían al respecto? Los ancianos tenían una
sugerencia. Le dijeron: ―Tenemos cuatro varones que tienen sobre sí un voto‖. Y
luego le pidieron a Pablo que llevara a estos hombres al templo y pagara sus
gastos. Pablo aceptó. ¡Qué muestra de humildad! Todos sabemos lo que Pablo
pensaba en cuanto a guardar la Ley. Sin embargo, estuvo dispuesto a ver el
cuadro completo. Su opinión al respecto era muy clara, pero probablemente estos
judíos eran nuevos en la verdad, y Pablo quería hacer todo lo posible para no ser
un tropiezo para los nuevos. Ahora analicemos el voto. ¿De qué voto estaban
hablando? Hay quienes afirman que tal vez era un voto de nazareato. Si lo era,
sería una situación delicada para Pablo pues, como recordarán, los nazareos
debían ofrecer una ofrenda por el pecado para concluir con su voto. Pablo jamás
habría aceptado eso, pues hubiera sido una falta de respeto por el sacrificio de
Cristo. De modo que Pablo y aquellos 4 hombres iban a tener que ser muy
cuidadosos al determinar hasta qué punto cumplirían con ese voto. Y podemos
estar seguros de que ellos no iban a hacer nada que lastimara su conciencia.
Podemos ver que, en esta ocasión, Pablo hizo mucho para no hacer tropezar a los
judíos. Pero hubo otra ocasión en la que rehusó hacer lo que ellos querían. En el
capítulo 2 de Gálatas podemos leer lo que sucedió. Busquemos el capítulo 2 y
leamos los versículos 11 a 14. En Gálatas 2:11-14 se dice: ―Sin embargo, cuando
Cefas vino a Antioquía, lo resistí cara a cara, porque se hallaba condenado.
Porque, antes de la llegada de ciertos hombres desde Santiago, solía comer con
gente de las naciones; pero cuando estos llegaron, se puso a retirarse y a
separarse, por temor a los de la clase circuncisa. Los demás de los judíos también
se unieron a él en hacer esta simulación, de modo que hasta Bernabé fue llevado
con ellos en su simulación. Mas cuando yo vi que no estaban andando rectamente
conforme a la verdad de las buenas nuevas, dije a Cefas delante de todos ellos ‗Si
tú, aunque eres judío, vives como las naciones, y no como los judíos, ¿cómo
obligas a gente de las naciones a vivir conforme a la práctica judía?‘‖. ¿Notaron lo
que sucedió? Antes de que los hombres enviados por Santiago llegaran a
Antioquía, Pedro, Bernabé y los otros cristianos de origen judío comían
tranquilamente con los no judíos. Pero entonces llegaron los hombres enviados
por Santiago y, de repente, Pedro empezó a separarse de los que no eran judíos.
A continuación, otros cristianos judíos hicieron exactamente lo mismo que Pedro.
Ahora bien, ¿quiénes eran aquí los nuevos en la verdad? En este caso,
probablemente los cristianos gentiles. En el relato de Hechos 21, seguramente los
judíos eran los nuevos y, por ello, Pablo no quería hacerlos tropezar. Pero ahora,
Pablo no podía ser flexible y hacerse ―toda cosa a gente de toda clase‖. No podía
complacer a los judíos enviados por Santiago y, a la vez, agradar a los no judíos.
Por decirlo así, o iba a hacer tropezar a los cristianos judíos, o iba a hacer tropezar
a los cristianos gentiles. Tenía que escoger. Y lo hizo. ¿Qué eligió? Siguió el
consejo que él mismo escribió en la carta a los Gálatas. ¿Se imaginan a cuál me
refiero? Gálatas, capítulo 6. ¿Recuerdan qué dijo...? ―Aunque un hombre dé algún
paso en falso antes que se dé cuenta de ello‖. ¿Y qué había dicho Pablo sobre
Pedro? Que no estaba andando ―rectamente conforme a la verdad de las buenas
nuevas‖. Pedro estaba dando un paso en falso. ―Ustedes los que tienen las
debidas cualidades espirituales [en este caso, Pablo] traten de reajustar a tal
hombre con espíritu de apacibilidad‖. Y eso fue lo que hizo el apóstol Pablo.
Bueno, siempre hablamos de los defectos de Pedro. Pero démosle un respiro y
reconozcamos lo que sí estaba haciendo bien. Pedro se encontraba en Antioquía.
¿Qué sabemos de Antioquía? Fue en esta ciudad donde surgió el debate sobre
guardar o no la Ley. ¿Y quiénes estaban causando problemas allí? Eran hombres
de Jerusalén, hombres enviados por Santiago. Ahora bien, Pedro, Bernabé y los
demás estaban felices comiendo con los no judíos hasta que llegaron los hombres
de Jerusalén a causar revuelo. Si estos hombres se hubieran quedado en casa de
vez en cuando, quizás no habrían causado tantos líos en la congregación
cristiana. Así que Pedro estaba haciendo lo correcto hasta que llegaron dichos
hombres. Pedro sabía lo severas que podían ser las críticas de los hombres de
Jerusalén. Por decirlo así, él ya había oído ese cuento en el año 36, justo después
de la conversión de Cornelio. Veamos en Hechos, capítulo 11, versículos 2 y 3,
algo que nos ayudará a entender la preocupación de Pedro y por qué intentó,
equivocadamente, complacer a los hombres enviados por Santiago. Hechos 11:2,
3: ―Por eso, cuando Pedro subió a Jerusalén, los apoyadores de la circuncisión se
pusieron a contender con él, diciendo que había entrado en casa de varones que
no eran circuncisos y había comido con ellos‖. De modo que Pedro sabía que los
judíos eran muy sensibles en cuanto a comer con los gentiles y se dejó llevar por
el temor al hombre. El apóstol Pablo hizo bien en llamarle la atención porque,
después de todo, Pedro iba a tener que escoger: hacer tropezar a los judíos o a
los no judíos. ¿Cuál es la lección? A veces no podemos agradar a todos. A veces
no podemos ser flexibles y hacernos ―toda cosa a gente de toda clase‖. Y eso es
algo que nuestros jóvenes deben entender. Tienen que ponerse del lado de lo que
es correcto pase lo que pase. ¡Cuánta razón tuvo Jesús al escoger a Pablo como
apóstol a las naciones! Una recomendación a los ancianos: Pablo fue flexible. No
intentaba imponer su criterio, aunque estuviera plenamente convencido de algo. Y
tampoco andaba causando problemas. Pablo veía el cuadro completo. ¡Qué gran
ejemplo! Por su humildad, Pablo realmente era el hombre indicado para el trabajo
que recibió.

David Schafer- “Su deleite está en la ley” (Sal. 1;2, 3).txt

Esta mañana estamos hablando de las astutas estrategias de Satanás, diseñadas


para atraer a las personas y alejarlas de Dios. Así que analicemos dos de ellas: la
que usó con la criatura inteligente con menos experiencia en el universo y la que
usó con la criatura inteligente con más experiencia en el universo. Empecemos por
la menos experimentada, que, por supuesto, era Eva. Aprovechándose de su falta
de experiencia, Satanás quiso engañarla para que hiciera algo malo. ¿Qué haría
para lograrlo? Como sabemos, usó una serpiente. No quería que Eva supiera
quién era él realmente ni cuál era su objetivo. Además, las palabras que usó nos
enseñan mucho sobre sus estrategias. Me gustaría leer nuevamente la pregunta
que hizo y que podemos encontrar en Génesis capítulo 3, versículo 1: ―¿Es
realmente el caso que Dios ha dicho que ustedes no deben comer de todo árbol
del jardín?‖. ¿Qué quería lograr al hacerle esa pregunta? Bueno, como se
mencionó en uno de los comentarios, él quería sembrar una duda en la mente de
Eva, dando a entender que Dios le estaba negando algo bueno, como diciendo:
―Es demasiado estricto contigo‖. Es interesante lo que dice sobre las preguntas el
libro ―Benefíciese de la Escuela del Ministerio Teocrático‖. En la página 66 leemos:
―Algunas preguntas son como icebergs: lo más sustancial se esconde bajo la
superficie. Con frecuencia, la cuestión de fondo es más relevante que la pregunta
en sí‖. Y el problema de Eva fue que no se dio cuenta de lo que Satanás quería
lograr con esa pregunta. Lo sabemos por su respuesta, que encontramos en los
versículos 2 y 3. Ella dijo: ―Del fruto de los árboles del jardín podemos comer. Pero
en cuanto a comer del fruto del árbol que está en medio del jardín, Dios ha dicho:
‗No deben comer de él, no, no deben tocarlo para que no mueran‘‖. Eva respondió
de forma honesta e inocente. Pero Satanás tenía a Eva justo donde quería. Él
contaba con que ella actuara de forma egoísta, que su interés en sí misma y en
sus necesidades fuera mayor que su amor por Jehová, quien le había dado todo lo
que tenía. Leamos nuevamente las palabras de Satanás en los versículos 4 y 5.
Dijo: ―Positivamente no morirán. Porque Dios sabe que en el mismo día que
coman de él tendrán que abrírseles los ojos y tendrán que ser como Dios,
conociendo lo bueno y lo malo‖. Lamentablemente, su jugada funcionó. Eva no
había desarrollado el amor y la gratitud que debería haber desarrollado hacia
Jehová. Entonces, ¿qué podemos aprender de este ejemplo? Bueno, si a un
humano perfecto se le engañó con este tipo de razonamiento, que en realidad era
ilógico, a cualquiera de nosotros podría pasarle lo mismo. Jehová nos creó con
libertad de elección. Eva también la tenía. Dios no quiere robots. Quiere que
seamos capaces de pensar en las consecuencias de nuestras decisiones, de
elegir entre hacer el bien o el mal, de escoger hacer lo correcto. En cambio,
Satanás espera que decidamos mal. Y ¿qué podemos hacer para contrarrestar los
ataques de Satanás? Bueno, es importante que examinemos nuestro corazón. En
Hebreos 12:15, 16, vemos que el apóstol Pablo advierte a los cristianos sobre el
peligro de convertirse en personas que no aprecian las cosas sagradas. Ese es
más o menos el contexto de los versículos 15 y 16. Pablo les dice que vigilen
―cuidadosamente que nadie quede privado de la bondad inmerecida de Dios; que
no brote ninguna raíz venenosa y cause perturbación, y que muchos no sean
contaminados por ella; que no haya ningún fornicador ni nadie que no aprecie
cosas sagradas‖. Así que, como dice el versículo 15, tenemos que vigilar
cuidadosamente, vigilar cuidadosamente ―que no brote ninguna raíz venenosa‖
que pueda contaminar la congregación. La expresión ―raíz venenosa‖ se refiere a
personas que podrían estar en la congregación y que critican la manera en que se
hacen las cosas o que hasta critican lo que Jehová dice sobre ciertos asuntos,
como que el matrimonio es sagrado o que hay que estar limpios en sentido moral.
Por supuesto, nosotros no queremos ser como esas personas. Pero, pensemos,
¿qué hace falta para que brote una raíz? Bueno, primero se planta una semilla,
luego esta germina y después se transforma en una raíz. Por eso, tenemos que
actuar cuando nuestra debilidad es todavía una semilla. Debemos aprender a
identificar estas semillas malas, por así decirlo. Y nadie puede hacer esto por
nosotros, porque los demás no ven lo que tenemos en el corazón. Tal vez no
hayamos reconocido ante nadie, ni ante nosotros mismos, qué debilidad tenemos,
pero quizá está en nuestra mente y en nuestro corazón. Y tenemos que actuar
contra estas debilidades. De lo contrario, Satanás podría manipular las
circunstancias para usar esas debilidades en contra nuestra. En Santiago 1:14, 15
se describe muy bien el proceso. Santiago 1:14, 15 dice: ―Cada uno es probado al
ser provocado y cautivado por su propio deseo [por su propio deseo]. Entonces el
deseo [la semilla], cuando se ha hecho fecundo [cuando empieza a crecer], da a
luz el pecado; a su vez, el pecado, cuando se ha realizado, produce la muerte.‖
Dice: ―cautivado por su propio deseo‖. ¿Nos ha pasado alguna vez? Los deseos
pueden ser muy fuertes. A Eva le pasó algo parecido cuando se dejó dominar por
sus deseos egoístas. Entonces, ¿qué podemos hacer? Bueno, como dijimos
antes, debemos identificar la semilla, o semillas, si es que hay más de una. No
permitamos que germinen, no dejemos que empiecen a crecer. Eliminemos esos
pensamientos. Y si está empezando a crecer en nosotros una ―raíz venenosa‖, o
ya ha crecido, debemos arrancarla enseguida. Y tal vez necesitemos ayuda. Quizá
sea imposible eliminar esa ―raíz venenosa‖ por nuestra cuenta. Ahora hablemos
un momento sobre la estrategia que usó Satanás con la criatura inteligente más
experimentada en el universo, que, claro, es Jesucristo. Esta vez no trató de
esconderse. Se dio cuenta de que no le hacía falta. Jesús sabía exactamente
quién era él, y veía sus intenciones. Así que Satanás fue muy directo y, como
sabemos, en el capítulo cuatro de Mateo, le dijo algo así como: ―Mira, simplemente
arrodíllate y realiza ante mí un solo acto de adoración‖. ¿Qué nos enseña esto
sobre Satanás? Que por mucho tiempo ha sentido envidia de la adoración que
recibe Jehová, y que hará todo lo posible para que dejemos de adorarlo. Él quiere
corromper nuestra adoración. Y si tuvo el descaro de tratar de entrampar a Jesús,
seguro que hará lo mismo con nosotros. Y no importa si los demás nos consideran
personas muy espirituales; Satanás intentará que dejemos de ser leales a Jehová.
La Biblia deja muy claro que Satanás es malvado y que usa estrategias muy
hábiles para intentar alejarnos de Jehová. Pero nos alegra saber que no tiene que
pasarnos lo mismo que a Eva, pues conocemos las estrategias del Diablo. Que
cada uno de nosotros cultive un amor como el que Jesús sentía por Jehová, para
que, como él, también podamos mantenernos leales.

David Schafer- Jehová guía a su pueblo (Sal. 73;24).txt

Nuestras publicaciones contienen numerosos relatos de personas que estaban


orando a Dios por ayuda justo al mismo tiempo en que uno de nuestros
proclamadores del Reino le pedía a Jehová que lo guiara hacia alguien dispuesto
a escuchar sobre la Biblia. Por ejemplo: cuando una hermana de Sudáfrica
comenzó su servicio como precursora auxiliar, le pidió a Jehová ayuda para
encontrar a alguien que quisiera tomar un curso bíblico. En el territorio de la
hermana, vivía una persona que solía ser muy descortés con ella. Mostrando
mucho valor, ella regresó a ese hogar y descubrió que había nuevos inquilinos:
una madre que, junto con su hija, había estado orando para que alguien las
ayudara a entender la Biblia. Poco después, las tres ya estaban predicando juntas.
Es evidente que los ángeles saben cómo ayudar a quienes buscan a Jehová. ¿No
parece razonable, entonces, creer que los ángeles también contribuyen a que los
cristianos bautizados reciban la información que necesitan para sí mismos o para
ayudar a otros? Como indica el texto de hoy, Jehová nos guía con su consejo.
Pero ¿cómo lo hace? Bueno, con frecuencia necesitamos sabiduría. Así que
pedimos la guía de Jehová en oración. Luego investigamos en la Biblia y en
nuestras publicaciones. A veces, les pedimos consejos a hermanos maduros. La
obra Perspicacia, volumen 2, bajo ―Sabiduría‖, indica que consultar con los que ya
son sabios nos permite adquirir sabiduría y ahorrar tiempo; y eso es mejor que
aprender por las malas, es decir, por nuestros errores o los de otros. La obra
Perspicacia cita Proverbios 22:17. Leamos juntos Proverbios 22:17: ―Inclina tu
oído y oye las palabras de los sabios, para que apliques tu mismísimo corazón a
mi conocimiento‖. ¿A quién se refiere allí cuando dice ―mi conocimiento‖? Aquí, la
Palabra de Dios nos explica que si escuchamos el consejo de personas sabias,
podremos, en realidad, encontrar la sabiduría de Jehová. Además, Salmo 32:8
ofrece esta promesa: ―Te haré tener perspicacia, y te instruiré en el camino en que
debes ir. Ciertamente daré consejo con mi ojo sobre ti‖. ¿Quiere decir eso que, si
oramos intensamente, Jehová nos dará un consejo personalizado y ajustado a
nuestras circunstancias particulares? ¿Encontraremos exactamente lo que
necesitamos durante la visita de un cristiano maduro, en algún discurso de una
reunión o en un artículo de nuestras publicaciones? Sí, a menudo Jehová nos
responde de esa manera. Ahora bien, hablando sobre las reuniones de ancianos,
a ellos se les ha enseñado que, mediante el espíritu santo, Cristo puede influir en
cualquier anciano —incluso en el más joven o en el más tímido— para que diga
algo que lleve a tomar una decisión acertada. Un resultado que no se habría
obtenido si se hubiera consultado a cada anciano por separado. Pero ¿significa
eso que todo lo que diga un anciano refleja automáticamente el conocimiento de
Dios? Recordemos que quien desea la sabiduría de Jehová tiene la
responsabilidad de buscarla. De la misma forma, quien da un consejo tiene la
responsabilidad de basar lo que dice en la Palabra inspirada de Dios. A veces, las
emociones pueden dominarnos cuando damos consejos. ¿Cómo podemos saber
si eso nos está sucediendo? Busquen, por favor, el capítulo 23 de 1 Samuel. ¿Se
acuerdan de cuántas veces aconsejaron al rey David personas como Gad, Natán,
Abigail, Abisai y otros? ¿Y cómo reaccionó David? Primero recordemos que él
tenía la admirable costumbre de consultar a Jehová antes de tomar decisiones.
Leamos 1 Samuel 23, a partir del versículo 2: ―Y David procedió a inquirir de
Jehová, diciendo: ‗¿Iré, y tengo que derribar a estos filisteos?‘. A su vez Jehová
dijo a David: ‗Ve, y tienes que derribar a los filisteos y salvar a Queilá‘. Ante esto,
los hombres de David le dijeron: ‗¡Mira! Tenemos miedo al estar aquí en Judá, ¡y
cuánto más en caso de que fuéramos a Queilá contra las líneas de batalla de los
filisteos!‘. Así que David volvió a inquirir de Jehová‖. Y muchos otros textos
muestran que esa era su costumbre. También hubo ocasiones en las que David
no consultó primero a Jehová: como cuando decidió acabar con Nabal y con todos
sus hombres, según se relata en el capítulo 25. Pero David reconoció que las
palabras de Abigail reflejaban el modo de pensar de Jehová. Observen lo que dijo
en 1 Samuel 25:32, 33: ―Ante esto, David dijo a Abigail: ‗¡Bendito sea Jehová el
Dios de Israel, que te ha enviado este día a mi encuentro! Y bendita sea tu
sensatez, y bendita seas tú que me has restringido este día de entrar en culpa de
sangre y de hacer que mi propia mano venga en mi salvación‘‖. Abigail logró que
David recordara el punto de vista de Dios, y él entendió que aquella sabiduría
provenía de Jehová. En otros momentos, los consejeros de David señalaron cosas
que, según ellos, demostraban la intervención divina. Pero David no se dejó llevar
por sus palabras. Veamos un ejemplo en 1 Samuel 24:4: ―Y los hombres de David
empezaron a decirle: ‗Aquí está el día en que Jehová de veras te dice: ―¡Mira!
Estoy dando a tu enemigo en tu mano, y tienes que hacerle tal como parezca bien
a tus ojos‖‘‖. ¿Cómo respondió David a eso? Pudo haber dicho: ―¡Tienen razón!
Saúl ya ha intentado matarme 3 veces. ¡Lleva años persiguiéndome! Es obvio que
ya no cuenta con el espíritu santo de Jehová. ¿Acaso no es por eso que Samuel
me ungió? Y ahora está aquí él solo, indefenso, en nuestra cueva. ¡Es una
oportunidad de oro! Es obvio que Jehová me está dando esta oportunidad para
subir al trono‖. No, David no llegó a esa conclusión. ¿Por qué no? Hay una pista
en 1 Samuel capítulo 26, versículo 8. Fíjense en el consejo que vuelve a recibir.
¿Era una coincidencia que David y sus hombres encontraran ahora a Saúl y sus
3.000 soldados profundamente dormidos? ¡Otra oportunidad de oro! De hecho,
Abisai pensaba que era un regalo de Dios. Y eso fue lo que expresó, según el
versículo 8: ―Dios ha entregado hoy a tu enemigo en tu mano. Y ahora, por favor,
déjame clavarlo a tierra con la lanza una sola vez, y no se lo haré dos veces‖.
¿Reflejaba ese consejo la sabiduría de Dios o era solo un consejo bien
intencionado pero impulsado por las emociones? David lo rechazó. ¿Por qué? ¿Se
puso a meditar en el modo de pensar de Dios? ¿Habrá recordado que Levítico
19:18 dice: ―No debes tomar venganza‖? Es probable, pues vean lo que dicen los
versículos 10 y 11: ―Tan ciertamente como que Jehová vive, Jehová mismo le
asestará un golpe; o vendrá su día y tendrá que morir, o a la batalla bajará, y
ciertamente será barrido. ¡Es inconcebible, por mi parte, desde el punto de vista
de Jehová, alargar la mano contra el ungido de Jehová!‖. David amaba la Palabra
de Dios y trataba de analizar cada situación tomando en cuenta el punto de vista
de Jehová. Se esforzaba por distinguir entre el conocimiento de Dios y el
razonamiento humano. Hoy también enfrentamos situaciones o decisiones
difíciles. Alguien podría sugerirnos hacer algo sin considerar lo que Dios piensa al
respecto. Pero necesitamos pedirle a Jehová que nos guíe con su sabiduría; esto
no solo nos servirá a nosotros, sino que nos permitirá ayudar a los demás cuando
sea oportuno. Si en alguna ocasión vamos a aconsejar a alguien, busquemos la
guía de Jehová y asegurémonos de que nuestros consejos se basen en su
Palabra. Si la persona que busca la ayuda también tiene una actitud humilde,
experimentará en carne propia lo que dice el texto de hoy y sentirá que Jehová lo
está guiando con su consejo.

David Schafer- Miqueas esperó en Jehová (Miq. 7;4).txt

―El mejor de ellos es como un abrojo, el más recto de ellos es peor que un seto de
espinos‖. Esta es una de las numerosas metáforas relacionadas con la agricultura
que figuran en el libro de Miqueas. ¿De quién estaba hablando el profeta? ¿Por
qué dijo esas palabras? ¿Y qué lección nos enseña el texto de hoy? Para conocer
el trasfondo histórico, podemos ir a la tabla de los libros de la Biblia en la página
1662 de la revisión en inglés de 2013 de la Traducción del Nuevo Mundo. Pero si
están utilizando la aplicación JW Library en inglés, hay que hacer lo siguiente.
Primero abran la aplicación y seleccionen el icono ―Biblia‖. Luego, arriba a la
izquierda, pulsen ―Introducción‖. Aparecerá un listado, y en la parte inferior verán
un enlace para los nombres y el orden en que aparecen los libros de la Biblia.
Púlsenlo. No se desanimen si no ven más que eso. Ahora vayan hasta el final de
la lista, donde encontrarán el enlace ―Tabla de los libros de la Biblia‖. Púlsenlo.
Pueden poner un marcador para llegar directamente allí la próxima vez. Ahora
busquen abajo el libro de Miqueas. ¿Qué información encontramos sobre el texto
de hoy? Que Miqueas fue el escritor, lo cual ya sabemos. ¿Dónde estaba? En
Judá. ¿Cuándo escribió la profecía? En algún momento previo al año 717 antes de
nuestra era. ¿Qué período abarca su libro? Desde el año 777 hasta el 717 —60
años—. ¿Qué ocurrió durante ese período? En el apéndice A6, hay una tabla
sobre eso. De nuevo, si están usando JW Library en inglés, vayan a la parte
superior izquierda y pulsen en la opción para nombres y orden de los libros; en
otras palabras, regrésense. Al final de la lista verán el Apéndice A; o abajo pueden
pulsar el icono ―Biblia‖ y elegir el Apéndice A; está arriba. Dentro del Apéndice A
verán la tabla A6, sobre profetas y reyes de Judá e Israel. Deseamos saber cómo
fue la vida de la gente durante esos 60 años, del 777 al 717 antes de nuestra era.
En la parte b encontraremos la respuesta. Pulsen allí para encontrar esta hermosa
tabla. ¿Qué nos revela? Que Miqueas fue contemporáneo de Isaías y Oseas, y
que sirvió de profeta en Judá durante los 16 años del reinado de Jotán, los 16
años de la gobernación del malvado rey Acaz y durante la mayor parte de los 29
años del reinado de Ezequías. Mientras tanto, ¿qué ocurría en el reino norteño de
10 tribus? En el extremo derecho nos ubicamos en el año 777. Le quedaban 19
años al reinado de Péqah y 9 años a la gobernación de Hosea; en este punto las
cosas empezaron a cambiar. La monarquía asiria se empeñó en someter a Israel.
Finalmente, la historia del reino norteño de 10 tribus llegó a su fin en el año 740
antes de la era común. ¿Afectaron todos aquellos sucesos al reino sureño? Desde
luego, pues se avivaron las llamas de la altivez de los asirios, quienes creyeron
que podrían conquistar Judá con las mismas tretas. Pero ¿qué sabemos sobre
Jotán, Acaz y Ezequías? Bueno, durante el reinado de Jotán, Judá comenzó a
sufrir ataques militares debido a que el rey Péqah se había aliado con el rey Rezín
de Siria. Esa alianza acabaría debilitando las defensas de Judá, dejándola
expuesta a brutales enfrentamientos con los edomitas en el sureste y con los
filisteos, que venían del oeste. Pero ni eso alcanzó para que el malvado rey Acaz
se humillara. Llevó una vida de excesos, buscó el apoyo de gobernantes paganos,
sirvió a sus dioses e incluso sacrificó a sus propios hijos en el fuego, en el valle de
Hinón. No sorprende que Miqueas escribiera las palabras del texto de hoy.
Volvamos a la Biblia y leamos Miqueas 7:2-4: ―El leal ha perecido de la tierra, y
entre la humanidad no hay ninguno recto. Todos ellos, para derramamiento de
sangre acechan. Cazan, cada uno a su propio hermano, con una red barredera.
Sus manos están sobre lo que es malo, para hacer esto bien; el príncipe está
pidiendo algo, y el que está juzgando lo hace por la recompensa, y el grande habla
del deseo vehemente de su alma, el suyo mismo; y lo entretejen. El mejor de ellos
es como un abrojo, el más recto de ellos es peor que un seto de espinos‖. ¿Qué
significa esta metáfora? El término real: los israelitas infieles. El término
imaginario: los abrojos y un seto de espinos. El punto de comparación: tal como
enredarse entre abrojos o un seto de espinos lastimaría a cualquiera, los israelitas
corruptos lastimaban a cualquiera a quien tuvieran cerca. Pero ¿quiénes eran
corruptos? El versículo 2 dice que ―todos ellos‖. Nadie hacía lo bueno. Según el
versículo 3, la maldad había infectado a las altas esferas de la sociedad. Los
prominentes expresaban sus caprichos, los jueces se vendían para
complacerlos... todos estaban involucrados. Era trabajo en equipo. Ahora bien, el
versículo 3 indica que el príncipe estaba implicado. ¿Quién habrá sido el príncipe
en los días del rey Acaz? ¿Ezequías? ¿O habrá escrito Miqueas estas palabras
cuando Ezequías ya era rey? Si fue así, ¿cómo habrá reaccionado Ezequías?
¿Qué no era un buen rey? ¿Habrá dicho: ―Un momento, profeta. ¡Estás en un
error!‖? ¿Se habrá sentido ofendido? ¿Metería a Miqueas a la cárcel por sedición?
Hay un detalle muy revelador en cierta conversación que tuvo lugar un siglo más
tarde, la cual Jeremías registró en el libro que lleva su nombre, en el capítulo 26.
Vean lo que dice Jeremías 26:18, 19: ―Miqueas de Moréset mismo se hallaba
profetizando en los días de Ezequías el rey de Judá y pasó a decir a todo el
pueblo de Judá: ‗Esto es lo que ha dicho Jehová de los ejércitos‘‖, y entonces cita
de Miqueas 3:12. Ahora leamos el 19: ―¿Acaso Ezequías el rey de Judá y todos
los de Judá le dieron muerte de manera alguna? ¿No temió él a Jehová y procedió
a ablandar el rostro de Jehová, de modo que Jehová llegó a sentir pesar por la
calamidad que había hablado contra ellos?‖. Ezequías se arrepintió al oír el
mensaje de Miqueas. ¡Qué pasaje tan fascinante! ¿Habrá persuadido Miqueas al
joven Ezequías a ser un mejor estudiante de la ley de Jehová? ¿Habrá sido
entonces cuando Ezequías, en calidad de príncipe, compuso el Salmo 119, que
concluye con las célebres palabras: ―He andado errante como una oveja perdida.
Oh busca a tu siervo, porque no he olvidado tus propios mandamientos‖? Aunque
no estamos seguros, es posible que fuera así. Lo que sí sabemos es que
Ezequías tomó muy a pecho el consejo de Miqueas gracias a que este profeta fue
muy paciente. Miqueas se aferró a su comisión. Él escribió las palabras del texto
de hoy, pero jamás dejó de confiar en que Jehová puede mover corazones y hacer
que la gente cambie de actitud. La paciencia de Miqueas rindió fruto. Esperó en
Jehová. Vio excelentes resultados incluso durante su propia vida. De manera
similar, hoy nosotros nos esforzamos por ser leales en un mundo sumamente
desleal. ¿Qué efecto llegará a tener en otros nuestra paciencia y aguante?

David Schafer- Practiquemos la devoción piadosa en nuestra propia casa (1 Tim. 5;4).txt

A muchos nos preocupa cómo cuidar bien a nuestros padres envejecidos, no solo
por lo que dice el texto de hoy —que es una parte de 1 Timoteo 5:4—, sino
también por lo que dice al final de dicho versículo. Si buscamos el texto completo,
veremos que concluye así: ―Porque esto es acepto a vista de Dios‖. Podemos ver
por qué este tema es tan importante. Noten el término que aparece en la
traducción interlineal. ―Devoción piadosa‖ literalmente es ―estar reverenciando
bien‖, lo cual pudiera denotar ser generalmente buenos con los demás. Quizás
esto explique por qué varias traducciones incluidas en JW Library dicen
simplemente ―mostrar piedad‖. Otras, como la Biblia de Jerusalén en inglés,
tradujeron esta expresión como ―cumplir con su deber‖. Pero honrar a nuestros
padres es más que un deber entre seres humanos, más que un acto virtuoso. El
mismo versículo dice: ―Porque esto es acepto a vista de Dios‖. Cierto, amamos a
nuestros padres. También es cierto que merecen que los cuidemos. Y, por
supuesto, hacerlo es un acto virtuoso. Pero principalmente lo hacemos porque
reverenciamos a Jehová. Nos importa su opinión sobre el trato que le damos a
nuestra familia. Es una cuestión de devoción piadosa. Ahora, ¿qué factores
deberíamos tomar en cuenta? Los comentarios fueron de gran ayuda. Se dijo que
no hay una fórmula exacta para cuidar a los padres, pues cada situación es
diferente. Pero hablemos de cuatro medidas prácticas. Primera: comunicarse;
segunda: determinar las necesidades reales; tercera: tener expectativas realistas,
y cuarta: acordarse siempre de arrojar la carga sobre Jehová. Primero,
busquemos Proverbios 15:22, por favor. Comunicarse, comunicarse, comunicarse.
¿Los resultados? Aquí dice: ―Resultan frustrados los planes donde no hay habla
confidencial, pero en la multitud de consejeros hay logro‖. Comuníquense con sus
padres —por teléfono, carta, correo electrónico o Skype— una vez a la semana o
más, especialmente al hacerse ellos mayores. Satisfagan sus necesidades
espirituales. Háblenles de lo que pasa en Betel y de los tesoros espirituales que
ustedes disfrutan en su servicio. Atiendan sus necesidades emocionales y
recuérdenles lo valiosos que son. Pero en el tema de las necesidades materiales
es importante que hagan las preguntas correctas. Es fácil pensar que les está
yendo bien. Aquí es donde entra la multitud de consejeros. Hablen con otros
familiares y hermanos espirituales. Pídanles que les cuenten todo. Cierto, no por
tener muchos consejeros la información será exacta todo el tiempo. Una mayoría
podría estar equivocada. Por ello, Éxodo 23:2 nos anima a no ir tras la
muchedumbre. Sin embargo, si vamos a tomar decisiones importantes,
necesitamos tener una idea clara de lo que realmente está pasando con nuestros
padres. Y esto nos lleva a un segundo punto: determinar las necesidades reales.
Noten lo que dice Proverbios 14:15. Algunos padres se han preparado para la
edad avanzada adquiriendo una pensión, un seguro o algún plan de jubilación.
Pero ¿qué haremos si se les acaba el dinero? ¿Decir adiós a nuestro servicio?
¿Irnos a casa? Es bueno honrar a nuestros padres; y jamás los trataríamos con
indiferencia. Eso es precisamente lo que Jesús condenó. Aun así, en algunos
casos tenemos que pensar en lo que dice Proverbios 14:15. Dicho versículo
concluye así: ―El sagaz considera sus pasos‖. El libro Felicidad familiar, en la
página 176, plantea estas preguntas pertinentes. Dice: ―Imaginémonos que a
nuestra madre anciana se le hace difícil vivir sola y creemos que sería provechoso
traerla a nuestra casa‖. Y nos anima a preguntarnos: ―¿Cuáles son sus
necesidades reales? ¿Ofrecen el sector privado o el público servicios que
permitan otra solución aceptable? ¿Quiere ella mudarse? En tal caso, ¿cómo se
verá afectada su vida? ¿Tendrá que separarse de sus amigos? ¿Cómo puede
afectarla emocionalmente esta circunstancia? ¿Hemos hablado del asunto con
ella? ¿Cómo puede afectar el traslado a nuestro cónyuge [...] y a nosotros
mismos? Si nuestra madre necesita atención, ¿quién la dispensará? ¿Puede
compartirse la responsabilidad? ¿Hemos hablado del asunto con todos los que
están directamente implicados?‖. En uno de los relatos más conmovedores sobre
este tema —que es Juan 19:26, 27— leemos que Jesús, ―al ver a su madre y al
discípulo a quien él amaba, de pie allí cerca, dijo a su madre: ‗Mujer, ¡ahí está tu
hijo!‘. Entonces dijo al discípulo: ‗¡Ahí está tu madre!‘. Y desde aquella hora el
discípulo la llevó consigo a su propio hogar‖. En efecto, a pesar de todo lo que
Jesús tenía sobre los hombros en aquel preciso momento, sin mencionar el
increíble dolor que sentía, se dio tiempo para ver por su madre. Pero ¿qué hizo?
¿Llamó a 12 legiones de ángeles y pospuso su ejecución? No, él delegó su
responsabilidad en otro pariente, y no en sus propios hermanos, quienes al
parecer no eran creyentes. ¡Qué ejemplo tan contundente de cómo equilibrar las
necesidades reales de todos los implicados! Esto nos lleva al tercer punto: tener
expectativas realistas acerca de los padres, los parientes y la congregación.
Primera a los Corintios 16:14 dice: ―Efectúense todos sus asuntos con amor‖. ¡Qué
texto más hermoso! Ahora bien, cada cristiano debe cuidar de su propia casa.
Sobre él recae principalmente la responsabilidad. Los hijos, los nietos y otros
parientes cercanos despliegan amor cristiano al brindar ayuda a los ancianos y a
los enfermos, de acuerdo con sus necesidades. Pero las congregaciones de los
testigos de Jehová no le quitan peso a esta responsabilidad personal asumiendo
el control. La familia Betel merece encomio por las diversas formas en que cada
uno lleva esta muy pesada responsabilidad. ¡Cuánto debe de agradarle esto a
Jehová! Y eso nos lleva al punto final: acordarse siempre de arrojar las cargas
sobre Jehová. Como se indicó en los comentarios, Jehová ―puede bendecir
cualquier decisión que armonice con la Biblia y hacer que tenga éxito‖. ¡Cuánto
nos fortalecen estas palabras! Además, Números 11:23 dice que la mano de
Jehová no está acortada. Solo la falta de confianza en Jehová podría limitar lo que
él haga por nosotros. Y aunque Jehová puede hacer milagros, no esperaríamos
que no se nos tomara en cuenta cuando llegue el momento de decidir cómo
atender a nuestros padres envejecidos. ¿Por qué no? Porque al aprender a
practicar devoción piadosa en nuestra propia casa, tenemos la oportunidad de
demostrar que servimos a Jehová desinteresadamente, y eso probará que el
Diablo es un mentiroso. Ahora bien, noten esta promesa alentadora del Salmo
145:18, 19: ―Jehová está cerca de todos los que lo invocan, de todos los que lo
invocan en apego a la verdad. Ejecutará el deseo de los que le temen, y oirá su
clamor por ayuda, y los salvará‖. Jehová ayuda. Quizás usted sea el instrumento
que Jehová use para que sus padres estén bien atendidos. Su trabajo pudiera ser,
en realidad, la expresión del amor de Jehová en respuesta a las oraciones de sus
padres.

David Schafer- Sobrevivamos al gran día (Rev. 16;16).txt

―Los reunieron‖. ―Los reunieron en el lugar que en hebreo se llama Har–Magedón‖.


¿Quiénes fueron reunidos? ¿Qué los reunió? ¿Y qué tiene que ver todo esto con
nosotros y con el servicio que le damos a Jehová? El contexto de este pasaje nos
ayudará a encontrar las respuestas. Por favor, busquen Revelación, capítulo 16, y
leamos a partir del versículo 13. Allí dice: ―Y vi tres expresiones inspiradas
inmundas que se parecían a ranas salir de la boca del dragón y de la boca de la
bestia salvaje y de la boca del falso profeta. Son, de hecho, expresiones
inspiradas por demonios, y ejecutan señales, y salen a los reyes de toda la tierra
habitada, para reunirlos a la guerra del gran día de Dios el Todopoderoso‖.
El versículo 16 añade: ―Y los reunieron [es decir, las expresiones reunieron a los
reyes de toda la tierra habitada] en el lugar que en hebreo se llama Har–
Magedón‖. ¿Qué son esas expresiones? Se ve que son muy convincentes porque
persuaden, no solo a unos cuantos reyes, sino a ―los reyes de toda la tierra‖ a
acudir a este encuentro llamado Armagedón. Observen que estas expresiones son
inmundas, de modo que no provienen de Jehová. Es cierto que se dice que son
inspiradas, pero ―inspiradas por demonios‖. En realidad se originan —como
leímos— ―de la boca del dragón‖, Satanás el Diablo, ―el padre de la mentira‖.
¿Pero quién se encarga de difundir estas expresiones? Bueno, fíjense en que el
versículo 13 dice que las expresiones también salen de la boca de la bestia
salvaje y de la del falso profeta, que son entidades políticas del mundo de
Satanás. Así que tenemos aquí expresiones inmundas e inspiradas por demonios
que el mismo Satanás origina y que personas de su malvado mundo repiten una y
otra vez como loros. Pues bien, ¿qué son estas expresiones tan convincentes,
capaces de persuadir a todos los reyes? ¿Qué mensaje podría ser tan poderoso?
Desde 1914, Satanás ha intensificado sus esfuerzos por engañar a ―toda la tierra
habitada‖. Uno de sus objetivos es convencer a la humanidad de que la forma que
él tiene de hacer las cosas es la mejor y que los gobiernos e instituciones de este
mundo pueden alcanzar la paz y la seguridad. Como dice 1 Tesalonicenses 5:1-3,
dichas entidades pronto afirmarán que han traído paz y seguridad al mundo.
Además, tales expresiones inspiradas vienen acompañadas de señales que las
vuelven aún más convincentes, pues dan a entender que son ciertas y que incluso
cuentan con el respaldo de Dios. Pero el único dios que respalda estas
expresiones inspiradas es ―el dios de este sistema de cosas‖. ¿Debería
sorprendernos que Satanás use algún tipo de milagro para dar credibilidad a sus
ideas, a sus engaños? No. Éxodo 7:10-12 dice que, cuando Jehová hizo que la
vara de Aarón se convirtiera en serpiente, los sacerdotes practicantes de magia
del faraón imitaron esa señal. De hecho, también lograron reproducir la primera y
la segunda de las diez plagas. Y recordemos lo que ocurrió después de que se
fundara la congregación cristiana. Pablo escribió en 2 Tesalonicenses 2:3-12 que
los apóstatas —de entre quienes saldría el clero de la cristiandad— recibirían el
apoyo de ―la operación de Satanás con toda obra poderosa y señales y portentos
presagiosos mentirosos‖, como dice el versículo 9. Es más, hablando sobre los
últimos días, Jesús dijo en Marcos 13:22 que se levantarían ―falsos Cristos y
falsos profetas‖ y ejecutarían ―señales y prodigios‖ para descarriar hasta a los
escogidos, si fuera posible. Entonces, queda claro que Satanás y los demonios
quieren difundir sus enseñanzas y tienen el poder de respaldarlas con señales
extraordinarias, aunque ese poder tiene límites. El capítulo 16 de Revelación nos
recuerda ese hecho de forma sutil, pues dice que a los reyes se los reúne en el
Armagedón para ―la guerra del gran día de Dios el Todopoderoso‖. Dice ―el
Todopoderoso‖, y solo Jehová puede ostentar ese título. Esto nos garantiza que,
al final, se cumplirá la voluntad de Jehová. Ahora bien, ¿pudieran algunos de los
que afirman ser cristianos comenzar a creer en las ―expresiones inspiradas por
demonios‖ que ―ejecutan señales‖? Si esto no fuera un peligro real, entonces ¿por
qué encontramos una clara advertencia en el capítulo 16 de Revelación justo
cuando se habla del Armagedón? Está en el versículo que nos saltamos, el 15. Allí
hay un importante recordatorio para nosotros. A veces omitimos esa parte porque
nos concentramos en los versículos que hablan sobre el Armagedón. Pero lo que
se dice allí no es una idea de relleno insertada de último momento sin razón
aparente. Vamos a leer el versículo 15: ―¡Mira! Vengo como ladrón. Feliz es el que
se mantiene despierto y guarda sus prendas de vestir exteriores, para que
no ande desnudo y la gente mire su vergüenza‖. Estas palabras nos hacen pensar
en nuestra situación: como fieles testigos de Jehová, tenemos una identidad —o
vestimenta— que deseamos conservar. ¿Cómo? Manteniéndonos despiertos en
sentido espiritual, y más ahora que la gran tribulación está a punto de estallar.
El artículo base para el comentario de hoy, publicado en La Atalaya del 15 de julio
de 2015, se titula ―Su liberación se acerca‖. Explica que, a la luz de varios pasajes
de la Biblia, en primer lugar, Babilonia la Grande será destruida. A continuación, la
etapa inicial de la gran tribulación se acortará y habrá un breve período de calma
en el que la mayoría de la gente buscará refugio en las organizaciones humanas.
Entonces, nuestro mensaje de buenas noticias se convertirá en un mensaje de
condena. Luego la coalición de naciones, que la Biblia llama Gog de Magog,
decidirá atacar a los ungidos y a sus compañeros. En ese momento, lograremos
sobrevivir solo si mostramos amor leal a Jehová y obedecemos de corazón a los
ungidos. ¡Esa será la clave! Por lo tanto, ¿qué debemos hacer ahora? ¡Seguir
despiertos! Tenemos una identidad. Y no hablamos de ser betelitas o graduados
de Galaad... todos nos hemos esforzado por pulir, con la ayuda de Jehová,
nuestra identidad como cristianos y siervos de Dios. ¡Luchemos por conservarla!
Practiquemos ―actos santos de conducta‖; no nos ensuciemos con cosas que no
debemos hacer, que no debemos mirar, que no debemos leer ni pensar ni decir.
No dejemos que los demonios manchen nuestra identidad cristiana con sus
expresiones inmundas. Más bien, practiquemos ―hechos de devoción piadosa‖,
como predicar, orar con el corazón y estudiar la Biblia a diario. Es cierto que en
Galaad se aprenden muchas cosas, pero no todo. Por ejemplo, la edición de
estudio de la Biblia en línea cada día está mejor; nos ayuda a acercarnos más a
Jehová, a tener una estrecha relación con él. Dediquemos tiempo ahora a esos
―hechos de devoción piadosa‖ para que nos vaya bien en el futuro. Así, no nos
engañarán, como a los demás, las expresiones y señales demoníacas. Y
sobreviviremos al ―gran día de Dios el Todopoderoso‖, que está a la vuelta de la
esquina.

David Schafer- Toda palabra que sale de la boca de Jehová (Mat. 4;4).txt

Busquemos juntos el capítulo 17 de Proverbios. Mientras encontramos esta parte


de la Biblia, pensemos en dos corredores. Uno es rico, y el otro, pobre. El rico
dispone de un gimnasio, una piscina olímpica, diferentes máquinas para hacer
ejercicio, un nutricionista, un fisioterapeuta, un médico y un entrenador personal.
También tiene acceso a los alimentos más nutritivos. Pero, hace algún tiempo, se
aburrió un poco del tema de las carreras. Todavía entrena, pero ya no le pone
corazón. Ahora, al momento de la carrera, a su lado está el corredor pobre. Este
también tiene cosas a su favor. Tiene unos buenos zapatos y comida saludable,
aunque no mucha. Come verduras, sobre todo. ¡Pero le encanta correr! Tiene en
el corazón el deseo de correr. Por eso entrena siempre, sin importar el clima.
¿Quién creen ustedes que ganará? ¿El que tiene más ventajas, o el que de
verdad tiene el deseo de correr? Con esta imagen en mente, noten lo que dice
Proverbios 17:16: ―¿De qué sirve que el insensato tenga los recursos para
conseguir sabiduría si no tiene el deseo de conseguirla?‖. Igual que para ganar
una carrera, para conseguir sabiduría, hay que estar dispuesto a sacrificarse.
Y hay que tener los recursos para lograr el objetivo. Ahora bien, ¿no es cierto que
Jehová nos da todo lo necesario para que nos hagamos sabios? Sí, todos
tenemos, a mayor o menor grado, capacidad de pensar, información, pruebas
convincentes y oportunidades de aprender; es cuestión de aprovechar todo eso.
Sin embargo, como dice Proverbios 17:16, ¿de qué le sirve todo eso a una
persona que no desea de corazón hacerse sabia? Lo que realmente importa
no son las ventajas ni las circunstancias que tengamos, sino lo que hay en el
corazón, lo que somos por dentro. Hablando de hacernos realmente sabios y de
tomar buenas decisiones aunque no haya mucha información disponible, nuestras
publicaciones han destacado el ejemplo de José. Mucho antes de que Moisés
pusiera por escrito la ley de Jehová contra el adulterio, José entendía que se
trataba de un pecado contra Dios. Recordemos sus palabras, en Génesis 39:9:
―No hay nadie con más autoridad que yo en esta casa. Y él ha puesto todo a mi
disposición excepto a ti, porque eres su esposa. Así que ¿cómo podría yo hacer
algo tan malo y de hecho pecar contra Dios?‖. ¡Qué bien le funcionaba la
conciencia! Pero la pregunta es ¿cómo sabía José que aquello era un pecado?
Repasemos en Génesis lo que pudo haber influido en su modo de pensar. José
disponía de un principio y de al menos cuatro ejemplos de la vida real en los que
meditar. Dicho principio es el que nosotros encontramos en Génesis 2:24: ―Por
esa razón, el hombre dejará a su padre y a su madre, se unirá a su esposa y ellos
serán una sola carne‖. Esto lo dijo el propio Jehová en la primera boda de la
historia. La norma es que un esposo y una esposa formen una sola carne. José
meditó en aquellas palabras. Puede que también pensara en lo que le pasó a su
bisabuelo Abrán cuando viajó con Sarái a Egipto. Como Abrán no le dijo al faraón
que Sarái era su esposa, el faraón quiso casarse con ella. Y por eso el capítulo 12
de Génesis, versículo 17, dice: ―Pero Jehová les mandó severos castigos al faraón
y a los de su casa debido a Sarái, la esposa de Abrán‖. Más adelante, en el
capítulo 20, leemos que Abrahán y Sara estaban en Guerar y emplearon la misma
estrategia: no dijeron que estaban casados. Y al rey de Guerar, Abimélec, le pasó
lo que leemos en Génesis 20:3: ―Posteriormente, Dios se le apareció a Abimélec
de noche en un sueño y le dijo: ‗Puedes darte por muerto debido a la mujer que
has mandado traer, pues ella está casada y le pertenece a otro hombre‘‖.
Abimélec le dijo a Jehová: ―¡Es que no lo sabía!‖. Y Jehová le respondió: ―Yo sé
que no lo sabías‖. De hecho, en el versículo 6 le dijo: ―Por eso impedí que pecaras
contra mí‖. Notemos: ―Que pecaras contra mí‖. Sin duda, José había meditado en
aquella historia. Más adelante, en Génesis 26:10, vemos que sus abuelos Isaac y
Rebeca también viajaron a Guerar. Allí se encontraron con otro Abimélec, tal vez
un descendiente del Abimélec mencionado en el capítulo 20. Ellos tampoco le
dijeron a Abimélec que estaban casados, pero el rey lo descubrió. Por eso leemos
en Génesis 26:10: ―Y Abimélec le dijo: ‗¿Pero qué nos has hecho? ¡Cualquiera del
pueblo podría haberse acostado con tu esposa, y tú nos habrías hecho
culpables!‘‖. Sí, culpables. No hay duda de que José meditó en eso. O piensen en
lo que se relata en Génesis 34. Ese capítulo nos hace pensar de nuevo en la
norma de un esposo, una esposa, una sola carne. Siquem no estaba casado con
Dina. Y la violó. Génesis 34:7 dice que aquello era ―algo que no debía hacerse‖,
algo que estaba mal. Aunque es cierto que José no disponía de la Ley mosaica ni
de recursos como ―Los jóvenes preguntan‖, ―Aprendamos del Gran Maestro‖ ni JW
Library®, sí contaba con un principio, y con eso le bastó. También sabía de al
menos cuatro situaciones que recalcaban dicho principio. ¡Si tan solo Rubén y
Judá hubieran mostrado el mismo respeto que José! Él meditó en la información y
la dejó entrar en su corazón. Ahora bien, en Génesis 39:21 hay otro factor que
no debemos perder de vista. Lo que hizo José fue más que un ejercicio intelectual.
Leamos el capítulo 39, versículo 21: ―Jehová continuó con José. Siguió
mostrándole amor leal‖. Incluso antes de que la esposa de Potifar lo pusiera a
prueba, Jehová ya le había mostrado amor leal, como menciona Génesis 39:3. Y,
después de aquella situación, Dios continuó mostrándole amor leal. Ahora, ¿a
quiénes muestra Jehová amor leal? A quienes son leales a él. ¿Verdad que había
una estrecha amistad entre Jehová y José? Es cierto que a él le interesaban
mucho las normas de Dios, las amaba. ¡Pero, además, amaba a Jehová mismo!
Y esa fue la clave. Vayamos, por favor, al Salmo 119, versículo 9. José contaba
con lo que en Proverbios se llama ―los recursos para conseguir sabiduría‖.
No disponía de nuestras bibliotecas o sitios web ni de JW Broadcasting®, pero
tenía lo suficiente. Noten la similitud entre lo que hizo José y lo que leemos a partir
del versículo 9: ―¿Cómo puede un joven mantener limpio su camino? Estando en
guardia y actuando de acuerdo con tu palabra. Te busco con todo mi corazón.
No dejes que me desvíe de tus mandamientos. Atesoro tus palabras en mi
corazón para no pecar contra ti‖. José hizo lo que dicen estos versículos: buscó a
Jehová con todo el corazón y atesoró en él sus palabras. Así pudo mantenerse
leal a Jehová, a quien amaba. Bueno, nosotros podemos hacer lo mismo.
Tenemos muchísima más información que José. Hay excelentes herramientas
para estudiar. Y Jehová no ha cambiado. Así que es fundamental que siempre nos
preguntemos: ―¿Cómo está mi corazón?‖. Pensemos: ―¿Aún busco a Jehová con
todo el corazón? ¿O dejo que el miedo, la codicia, los deseos inmorales u otros
sentimientos negativos me impidan servir a Jehová con corazón completo?‖.
Si servimos a Jehová con corazón completo, evitaremos que la propaganda
inmoral que ha inundado este mundo nos arrastre junto con él.

David Splane- Invitemos a todos a la Conmemoración (Sal. 118;22).txt

¡Buenos días! Nos dirigimos a ustedes desde la central mundial de los testigos de
Jehová, en Warwick (Nueva York), para presentarles el programa de adoración
matutina. Nos alegra mucho estar con ustedes en este día tan especial: la fecha
de la Conmemoración de la muerte de nuestro Señor Jesucristo. El texto de hoy
nos recuerda que Jesús sufrió injusticias a manos de pecadores. Nos acompaña el
hermano William Malenfant, ayudante del Comité de Enseñanza. Bill, ¿nos leerías
el texto para hoy? Viernes 19 de abril. Fecha de la Conmemoración (tras la puesta
del sol). El texto es Salmo 118:22: ―La piedra que los edificadores rechazaron ha
llegado a ser cabeza del ángulo‖. Gracias, Bill. Jesús fue rechazado por los
gobernantes judíos, pero se ganó la aprobación de su Padre, Jehová. Me encanta
cómo expresa esta idea el apóstol Pedro en su primera carta, en el capítulo 2 y el
versículo 4. Él dice que Jesús fue rechazado por los hombres, pero que es
precioso, o valioso, para Dios. ¡Qué interesante! Si nos molesta un poco que nos
rechacen cuando predicamos (puede que alguien nos cierre la puerta en la cara),
recordemos esas palabras: rechazado por los hombres pero valioso para Dios.
Grábenselas: rechazado por los hombres pero valioso para Dios. Pensar en ellas
los hará sentir mejor. Y, hablando de la predicación, creo que sería bueno centrar
nuestra atención en la importante labor que realizaremos hoy: invitar a cuantos
podamos a la Conmemoración. Los publicadores que no tengan que trabajar de
seguro irán a predicar. Eso es lo que harán los miembros de la familia Betel en
todo el mundo. Pero, aunque algunos de ustedes tengan que trabajar, sí pueden
hacer algo para que más personas vayan a la Conmemoración. Por ejemplo, si
van a estar en la escuela o en su lugar de empleo, ¿podrían invitar a alguien a
quien crean que le gustaría asistir? Quizás se lleven una agradable sorpresa. Y
háganles un recordatorio a sus estudiantes de la Biblia y a quienes suelen visitar.
Permítanme repetirlo: vuelvan a decirles a sus estudiantes de la Biblia y a quienes
suelen visitar que la Conmemoración es esta noche. ¿Por qué? Porque puede ser
que, al hacer una revisita, le dejaran la invitación a la persona, pero la haya
extraviado. Sí, a veces sucede. ¿Y qué hay de nuestros estudiantes? A veces
damos por sentado que algún estudiante va a asistir, pero no se presenta. Luego
nos enteramos de que faltó por una razón de poca importancia. Así que no estaría
de más que animemos un poco a nuestros estudiantes. También hay que recordar
a los publicadores que se han hecho inactivos. Yo diría que hay dos tipos de
inactivos. Están los que no se pierden ni una Conmemoración, pues agradecen lo
que Cristo ha hecho por nosotros. Los apreciamos mucho, y nos alegra que nos
acompañen. Pero hay un segundo grupo que siente que sería hipócrita de su parte
ir a la Conmemoración si en todo el año no van a una sola reunión. Pero por algo
se empieza, ¿verdad? Entonces, hay que invitarlos con cariño... que sientan la
confianza de asistir. Y, si ustedes conocen al esposo no Testigo de una hermana,
invítenlo también; puede que responda mejor si no es su esposa quien lo invita.
Hermanos, no se imaginan el impacto que una breve visita o una llamada puede
tener en alguien inactivo. Hace años, en el día de la Conmemoración, el
coordinador de un cuerpo de ancianos le pidió al discursante invitado que lo
acompañara a visitar a un inactivo que hacía quince años que no iba a las
reuniones. En el pasado, este hermano había estado muy activo en la obra y
había recibido muchas responsabilidades en la organización. ¿Qué hicieron los
ancianos? Se limitaron a escuchar con atención mientras les contaba algunas
anécdotas de aquella época. Al final, le dijeron sin más: ―Nos encantaría verte hoy
en la Conmemoración. ¿Por qué no nos acompañas?‖. El hermano asistió. La
mayoría de los publicadores no lo conocían, pero lo recibieron con los brazos
abiertos. Y ¿saben qué? Con eso bastó. El hermano jamás miró atrás. Fue fiel a
Jehová el resto de su vida. Tal vez algunos de ustedes, queridos hermanos, se
vean obligados a trabajar esta noche. Puede que lleven poco tiempo en su empleo
o que su jefe tenga fama de ser muy exigente. Tal vez piensen: ―Jamás me daría
permiso para ir‖. ¿Qué pueden hacer? Háganle una sincera oración a Jehová.
Explíquenle lo que les pasa. Pídanle que le ablande el corazón a su jefe y que los
ayude a hacer su petición de forma respetuosa y convincente. ¡A lo mejor se
llevan una sorpresa! Para los siervos de Jehová, la Conmemoración siempre ha
sido de suma importancia. Ha habido hermanos que la han celebrado en campos
de concentración o de trabajos forzados, como este de Mordovia. Y, en nuestros
días, otros han seguido ese ejemplo, como algunos jóvenes coreanos que, aun en
la cárcel, celebraron la Conmemoración. En algunos lugares de África, las
personas invitadas viajan largas distancias para llegar al pueblo o a la ciudad
donde se celebrará la Conmemoración. En Tanzania, un estudiante de la Biblia se
mudó a un área remota donde no había ninguna congregación. La más cercana
estaba a unos 100 kilómetros (60 millas) de distancia. Puede que esto no les
parezca tan difícil a algunos, pero para él, que tuvo que hacer un viaje de ocho
horas en autobús, sí lo fue. ¿Por qué? Primero, porque las carreteras son
malísimas, y, segundo, porque el autobús hace muchas paradas. Después de la
reunión, el hombre les suplicó a los hermanos que lo visitaran al menos una vez al
mes para seguir estudiando. Como había hecho un esfuerzo tan grande para
llegar a la Conmemoración, los hermanos tenían que hacer algo por él. Semanas
después, lo visitó una pareja de precursores especiales. ¡Qué sorpresa se llevaron
al ver que aquel hombre ya les daba clases bíblicas a 17 personas! ¿Cuánta
importancia debe tener para nosotros la Conmemoración? Veamos cuánto la
valora una pareja de la República Democrática del Congo. El hermano es
superintendente de circuito, y un día iban de camino a una congregación para
celebrar la Cena del Señor. La carretera se encontraba en tan mal estado que su
moto se averió, y no había manera de conseguir una pieza de repuesto. Así que el
hermano y su esposa tuvieron que interrumpir su viaje. Justo el día de la
Conmemoración se hallaban allí, en una aldea que no conocían y en la que no
había ni congregación ni Testigos. Pero, decidido a observar la ocasión, el
hermano le explicó al jefe de la aldea que la Conmemoración era muy importante.
El jefe hizo disponible su propiedad y hasta les ordenó a unos jóvenes que
limpiaran el área y prepararan una plataforma. Así que el lugar ya estaba listo...
solo faltaba llenarlo de gente. Como los hermanos disponían de invitaciones, las
distribuyeron entre los lugareños. ¡Al final asistieron 80 personas! ¿Y la música?
¿Qué sería de una Conmemoración sin canciones? Los invitados no se sabían
ninguna de ellas. Pero la hermana cantaba muy bien y ayudó a los asistentes a
entonar las dos canciones de la Conmemoración. Les pongo otro ejemplo de
África. En Liberia, una congregación de 130 publicadores se propuso invitar al
mayor número posible de personas a la Conmemoración. Así que, días antes,
ocho publicadores distribuyeron invitaciones desde las nueve de la mañana hasta
las seis de la tarde. La Conmemoración fue al aire libre. ¿Y saben cuántos
asistieron en esa congregación de 130 publicadores? 3.410. En África es bastante
común que una congregación de unos cien publicadores tenga una asistencia de
mil personas o más. Y tal vez ustedes digan: ―Pero eso es en África. A nuestra
Conmemoración no va a ir tanta gente‖. Pero estamos seguros de que ustedes
pondrán el mismo empeño que nuestros hermanos de África y de que Jehová los
bendecirá muchísimo, como a ellos. Aparte de invitar a las personas, hay algo más
que todos podemos hacer antes de la Conmemoración. En 1 Corintios 5:8, el
apóstol Pablo animó a todos los cristianos a guardar la fiesta con sinceridad y con
verdad. Así que, seamos ungidos o de la gran muchedumbre, todos debemos
examinarnos para ver qué podemos hacer a fin de complacer más a Jehová.
¿Tenemos algo en contra de un hermano o una hermana? Este es un buen
momento para olvidarnos del asunto. ¿Tenemos una mala costumbre que nos
impide progresar espiritualmente? Este es un buen momento para decidirnos a
ponerle fin. ―Sigan haciendo esto en memoria de mí‖. Los testigos de Jehová nos
tomamos muy en serio ese mandato. Por eso, le rogamos a Jehová que bendiga
todos sus esfuerzos por invitar a los demás a la Conmemoración. Bill, ¿pudieras
leernos el comentario que aparece en el folleto ―Examinando‖? ―‗Los edificadores‘
que rechazaron a Jesús, el Mesías, fueron los gobernantes judíos. No solo le
dieron la espalda o se negaron a aceptar que era el Cristo. Muchos judíos incluso
exigieron su muerte. Así que fueron responsables de su asesinato. Si a Jesús lo
rechazaron y lo asesinaron, ¿cómo podía llegar a ser la ‗cabeza del ángulo‘? Solo
si era resucitado. El apóstol Pedro habló de ‗Jesucristo el Nazareno‘, a quien ellos
‗fijaron en un madero, pero a quien Dios levantó de entre los muertos‘. Después de
resucitar, el Hijo de Dios se convirtió en el único medio para salvarnos, ‗porque no
hay otro nombre debajo del cielo que se haya dado entre los hombres mediante el
cual tengamos que ser salvos‘‖. Ahora sigamos la lectura bíblica de hoy mientras
escuchamos la grabación. ¡Qué alegría ser parte de esta hermosa hermandad! El
Cuerpo Gobernante les desea que tengan éxito en su servicio a Jehová hoy y que
disfruten de la Conmemoración esta noche. Sepan que los queremos muchísimo.
Y, ahora, pongamos manos a la obra e invitemos a todos los que podamos a
acompañarnos a la Conmemoración.

David Splane-No las conozco (Mat. 25;12).txt

Si a ustedes les pasa lo mismo que a mí, probablemente necesiten repasar


algunos puntos de vez en cuando. Por ejemplo, ―La Atalaya‖ explicó la parábola de
las 10 vírgenes hace algún tiempo. Pero hagamos un repaso y veamos lo que
podemos recordar. Sabemos que hay 10 vírgenes y que todas ellas están
esperando a que llegue el novio. Cinco de ellas son discretas o prudentes y cinco
son necias o insensatas. La diferencia entre ellas es que las prudentes están
preparadas para cualquier situación. Tienen aceite en sus lámparas y además
llevan aceite de reserva. Y seguro que es aceite de oliva virgen. Y ¿por qué llevan
tanto aceite estas vírgenes prudentes? Porque tienen la intención de esperar
hasta que llegue el novio. Lo aman mucho y tienen claro que lo más importante es
él, no ellas. Quieren que haya alguien esperando al novio cuando llegue.
En cambio, las vírgenes insensatas están dispuestas a esperar solo un rato, y más
vale que el novio venga pronto, porque no tienen mucho aceite en sus lámparas y
no han traído aceite de reserva. Están centradas sobre todo en ellas mismas. Pero
el novio tarda en llegar, y todas las vírgenes se quedan dormidas. En mitad de la
noche, se oye un grito que parece venir de lejos: ―¡Aquí está el novio!‖. Sin
embargo, el novio todavía no ha llegado. Las vírgenes se despiertan, preparan sus
lámparas, las ponen a punto y siguen esperando. Pero el novio no aparece.
Entonces, las insensatas se dan cuenta de que se les va a acabar el aceite porque
sus lámparas comienzan a apagarse. Así que les piden a las prudentes que les
den un poco de su aceite, pero estas se niegan. ¿Por qué? ¿Porque son
egoístas? No, porque son prudentes. Si lo compartieran con las vírgenes
insensatas, podrían quedarse todas sin aceite y, cuando llegara el novio, no habría
nadie esperándolo. Y, en realidad, el novio es lo más importante. Ellas quieren que
haya alguien esperándolo para darle la bienvenida cuando llegue. Entonces, ¿qué
hacen las vírgenes insensatas? Se van corriendo a comprar más aceite a un
supermercado que esté abierto las 24 horas... ¡Como si eso fuera posible en esa
época! Y, mientras ellas se van, llega el novio, y las prudentes entran al banquete
de bodas. Bueno, esta parábola se cumple en los últimos días. ¿Cómo lo
sabemos? Porque todo lo que se predijo en Mateo 24 y 25 se relaciona con los
últimos días. Así que se refiere a algo que ocurre durante la presencia de Jesús.
¿Y a quiénes representan las vírgenes? A todos los ungidos. No solo al ―esclavo
fiel y discreto‖, sino a todos los ungidos. Este es un punto interesante. Pero ¿cómo
lo sabemos? ¿Qué texto usaríamos para demostrar que las vírgenes representan
a todos los ungidos y no solo a un pequeño grupo, como ―el esclavo fiel y
discreto‖? Podríamos usar Lucas capítulo 12. Veámoslo juntos. Este no es un
relato paralelo al de Mateo, pues aquí Jesús estaba hablando en una ocasión
diferente, pero, como habla del mismo tema, nos ayudará a responder la pregunta
que hemos hecho. Lucas, capítulo 12... y primero leamos el versículo 32 para ver
el contexto. Jesús dijo: ―No teman, rebaño pequeño‖. ¿Quiénes forman el ―rebaño
pequeño‖? Todos los ungidos, ¿verdad? ―No teman, rebaño pequeño, porque su
Padre ha aprobado darles el reino‖. Así que estaba hablando a todos los ungidos.
Y ¿qué les dijo en los versículos 35 y 36? Fíjense en las similitudes con lo que
vimos antes. ―Estén ceñidos sus lomos y encendidas sus lámparas, y sean
ustedes mismos como hombres que esperan a su amo cuando vuelve de las
bodas, para que, al llegar él y tocar, le abran al instante‖. ¿Ven las semejanzas
entre Mateo y Lucas? Por lo tanto, Jesús dirigió estas palabras a todos los
ungidos. Ahora bien, en la parábola hay un espacio de tiempo desde que se
escucha el grito ―¡Aquí está el novio!‖ hasta que llega el novio. ¿Cuándo se
cumplió esto? ¿Cuándo creen que se escuchó el grito ―¡Aquí está el novio!‖?
Tienen razón, en 1914. Pero el Novio no llegó en esa fecha. Entonces, ¿cuándo
llega? Durante la gran tribulación. ¿Cómo lo sabemos? Lo sabemos porque en
Mateo 24 y 25 se hacen ocho referencias a la venida del Amo, y todas se refieren
a la gran tribulación. Así que estamos hablando del regreso del Amo, de la llegada
del Novio durante la gran tribulación. Y, cuando llegue, ¿tendrán los ungidos sus
lámparas encendidas o habrán dejado que se les apaguen? Bueno... esta es la
cuestión. Entonces, ¿estaba diciendo Jesús que muchos ungidos serían infieles
para cuando comenzara la gran tribulación? No. ¿Recuerdan la explicación sobre
el esclavo malo del que se habla en Mateo 24? Jesús habla primero de un
―esclavo fiel y discreto‖ y luego menciona a un esclavo malo. Pero sabemos que
Jesús no estaba diciendo que hubiera dos esclavos diferentes, uno ―fiel y discreto‖
y otro malo. Más bien, estaba diciendo que, si el esclavo fiel se hace malo,
no puede esperar que el Amo le dé su aprobación. Y pasa lo mismo con la
parábola de las vírgenes. Jesús estaba diciendo que, si algún ungido dejaba que
su lámpara se apagara, no podía esperar que el Novio le diera su aprobación y lo
dejara entrar al banquete de bodas. Este punto es importante... y bastante serio,
¿no creen? Algunos se han preguntado si la Biblia estaba diciendo que el esclavo
fiel se haría malo o si estaba diciendo que habría dos grupos diferentes. Y se lo
han preguntado por la forma en que Jesús habló de esto en Mateo 24. Veámoslo
juntos... Mateo 24. Sabemos que en el versículo 45 Jesús dijo: ―¿Quién es,
verdaderamente, el esclavo fiel y discreto [...]?‖. Versículo 46: ―¡Feliz es aquel
esclavo si su amo, al llegar, lo hallara haciéndolo así!‖. Pero después en el
versículo 48 dijo: ―Mas si alguna vez aquel esclavo malo dijera en su corazón: ‗Mi
amo se tarda‘‖, y luego desde el 50: ―Vendrá el amo [...] y lo castigará con la
mayor severidad‖. Así que algunos se han fijado en la expresión ―si alguna vez
aquel esclavo malo‖ y han preguntado: ―¿Podría indicar esto que hay un esclavo
malo?‖. Podemos decir que no. ¿Por qué respondemos así? En la revisión del
2013 de la ―Traducción del Nuevo Mundo‖ en inglés, encontramos una referencia
marginal al final del versículo 48. Esta referencia nos lleva de nuevo a Lucas,
capítulo 12, esta vez, a los versículos 45 y 46. Veamos si esto nos aclara el tema.
Busquemos Lucas, capítulo 12, y leamos desde el versículo 42. Y recuerden lo
que estamos tratando de averiguar: ¿está hablando Jesús de dos grupos
diferentes, es decir, de un esclavo fiel y de un esclavo malo? ¿O, más bien, se
refiere a que el esclavo fiel podría hacerse malo? Veamos si lo que Jesús dijo aquí
nos lo aclara. Leamos desde el 42: ―¿Quién es verdaderamente el mayordomo fiel,
el discreto, a quien su amo nombrará sobre su servidumbre para que siga
dándoles su medida de víveres a su debido tiempo? ¡Feliz es aquel esclavo, si al
llegar su amo lo halla haciéndolo así! Les digo en verdad: Lo nombrará sobre
todos sus bienes‖. Esto nos suena, ¿verdad? De esto mismo estaba hablando
Jesús en Mateo 24. Pero ahora fíjense en lo que dice el versículo 45: ―Mas si
aquel esclavo‖ —el mismo esclavo que se menciona en el versículo 43: ―Feliz es
aquel esclavo‖— ―Mas si aquel esclavo dijera alguna vez en su corazón: ‗Mi amo
tarda en venir‘, y comenzara a golpear a los criados y a las criadas, y a comer y
beber y emborracharse, vendrá el amo de aquel esclavo en un día en que este
no lo espera y a una hora que no sabe, y lo castigará con la mayor severidad‖.
Jesús está hablando del mismo esclavo, ¿verdad? Si ese esclavo es fiel, será
recompensado, pero, si es infiel, recibirá un castigo. Y en la parábola de las
vírgenes ocurre lo mismo. Si las vírgenes son fieles, serán recompensadas, pero,
si no lo son, recibirán un castigo. Esta parábola también es importante para la
―gran muchedumbre‖. ¿Por qué decimos esto? Porque en Marcos 13:37 Jesús
dijo: ―Lo que les digo a ustedes, a todos lo digo: Manténganse alerta‖. Por lo tanto,
al igual que los ungidos, los miembros de la gran muchedumbre también deben
seguir siendo fieles para cuando llegue la gran tribulación. Así que, ¿cómo
resumiríamos en pocas palabras lo que nos enseña la parábola de las vírgenes?
¡Manténganse alerta!

Gary Breaux- “Manténganse alerta” (Mat. 24;42).txt

Si quieren, pueden abrir sus biblias en el capítulo 24 de Mateo. El texto de hoy


está sacado de ese capítulo. A partir del versículo 29, y en todo el capítulo
25, vemos que Jesús habla de las condiciones del tiempo del fin, en el que ahora
mismo estamos, y también sobre lo que podemos esperar cuando llegue la gran
tribulación. Así que nuestro texto se encuentra en Mateo 24:42. Leámoslo. Ahí
dice: ―Manténganse alerta, pues, porque no saben en qué día viene su
Señor‖. ¿A qué se refiere cuando dice ―viene su Señor‖? Al momento futuro en el
que Jesús vendrá como Juez. ¿Y cuándo será eso? Bueno, él dijo: ―No saben en
qué día viene‖. Pues si se fijan en el versículo siguiente, Jesús es más
específico y nos da una pista. Habla de un amo de casa que está vigilante a causa
de un ladrón. Leamos el versículo 43. Dice: ―Mas sepan una cosa, que si el amo
de casa hubiera sabido en qué vigilia habría de venir el ladrón, se habría quedado
despierto y no habría permitido que forzaran su casa‖. La revisión de la Biblia en
inglés tiene una nota que aclara que se trata de un momento de la noche. Así que
Jesús dijo que un amo de casa no sabe cuándo vendrá un ladrón, si de día o de
noche. Pero, aquí, Jesús dijo que el amo de casa sí sabía que vendría por la
noche. Como no sabía exactamente en qué momento llegaría, tenía que estar
alerta toda la noche. Y es ahí exactamente donde estamos, en los últimos
días; ese es el tiempo al que él se refería. Entonces, Jesús viene en algún
momento de los últimos días. Este ejemplo nos muestra que el momento de estar
vigilantes es por la noche, y eso nos enseña algo más. ¿Qué sucede por las
noches? Normalmente, si ocurren cosas malas, ocurren por la noche. Hay
penumbra, oscuridad... Es cuando actúan los ladrones y los que quieren hacer
cosas malas. A veces, es el momento en el que los ejércitos aprovechan para
lanzar ataques sorpresa. También es cuando merodean los animales
salvajes. En vista de esto, fíjense en lo que Jesús nos dice en el versículo 44: ―Por
este motivo, ustedes también demuestren estar listos, porque a una hora que
no piensan que es, viene el Hijo del hombre‖. ¿Qué mensaje quería
transmitirnos? Bueno, en el versículo 42, dijo: ―Manténganse alerta‖. Y, en el 44,
fíjense: ―Demuestren estar listos‖. Veamos primero la expresión ―manténganse
alerta‖. ¿Por qué las personas no están alerta en los tiempos en los que
vivimos? Porque no comprenden lo que sucede a nuestro alrededor. Isaías
56:10 nos ayuda a entender un poco mejor por qué les ocurre eso. Ahí se habla de
los líderes de Judá, y vean lo que dice... Isaías 56:10. Dice así: ―Los atalayas de él
son ciegos. Ninguno de ellos ha notado. Todos ellos son perros mudos; no pueden
ladrar‖. Así que aquellos líderes debían ser ―atalayas‖ o vigilantes, pero, en vez de
eso, dice que estaban ―mudos‖. Los perros tienen el sentido del oído muy
desarrollado y escuchan antes que los humanos. Y, por eso, ladran para
avisarnos. Pero aquellos guías religiosos no lo estaban haciendo, no estaban
advirtiendo a las personas de los peligros y, como consecuencia, la gente
no actuaba como Jehová quería. Aquellos líderes de Judá representan muy bien a
los líderes religiosos de la cristiandad de hoy en día, que tampoco están
avisando a las personas. Y es por eso que la mayoría de la gente no comprende el
momento crucial en el que vivimos. Están dormidos en sentido
espiritual. En contraste con estos ―perros mudos‖, por así decirlo, está el atalaya
de Jehová, es decir, ―el esclavo fiel y discreto‖. Pensemos en lo que estos
hermanos hacen por nosotros. Nos ayudan a estar muy atentos a la señal de la
presencia de Cristo. Nos ayudan a evitar las trampas de Satanás. También nos
ayudan a entender y prestar atención a las profecías que todavía no se han
cumplido. ¡Piensen por un momento en todo el alimento espiritual que nos
dan! No hay duda de que están vigilantes y por eso nos ayudan a nosotros a estar
vigilantes también. Pero recordemos que después Jesús se centró en lo que
tenemos que hacer cada uno de nosotros. Dijo que tenemos que demostrar que
estamos listos. Pero, para estar listos, no podemos ser como un perro
mudo. ¿A qué nos referimos? Bueno, pensemos en lo siguiente: si el vigilante de
Betel ve una fuga de agua durante su turno, ¿qué hará? ¿Se limitará a tomar nota
y ya está? Claro, si solamente lo anota, el problema se hará más grave. El trabajo
de un vigilante también incluye actuar. No puede ver un problema y no hacer
nada. Y eso es lo que debemos hacer nosotros. Fijémonos en ―el esclavo fiel y
discreto‖. ¡Qué buen ejemplo nos ponen estos hermanos! Cumplen muy bien con
su comisión de advertirnos. Pero todos debemos preguntarnos: ―¿Está ladrando
mi perro interior?‖. Veamos ahora las palabras de Pedro en su segunda carta,
capítulo tres. Nos ayudarán a responder a esa pregunta y a razonar un poco
más. En 2 Pedro 3:10 dice que ―el día de Jehová vendrá como ladrón‖. Y en el
versículo 11 menciona que debemos pensar en qué clase de personas somos en
estas áreas: ―en actos santos de conducta y hechos de devoción piadosa‖. Y,
después, en el versículo 14, leemos lo siguiente: ―Por eso, amados, ya que están
esperando estas cosas, hagan lo sumo posible para que finalmente él los halle
inmaculados y sin tacha y en paz‖. Está claro que si estamos inmaculados es
porque cuando teníamos una mancha la limpiamos, y si teníamos una tacha, o un
defecto, hicimos algo para solucionarlo. Así que, para realizar estos ―actos santos
de conducta‖ que menciona el versículo 11, debemos permanecer limpios en
sentido moral. Ahora bien, vivimos en un mundo que no quiere que seamos
moralmente limpios. Hace todo lo posible para que pensemos y actuemos de
formas que Jehová no aprueba. ¿Qué hacemos en cuanto vemos una pequeña
señal de que nuestra forma de pensar no está bien, quizás porque nos viene un
pensamiento o una idea sucia a la mente? Bueno, pensemos en lo que debe
hacer el vigilante cuando ve la fuga de agua. Si no actúa, habrá más
daños. Lo mismo ocurre con nosotros. Si alguna vez llegamos a pensar en hacer
algo que está en contra de las normas de Jehová, más vale que nuestro perro
interior comience a ladrar y que actuemos enseguida para dejar de pensar
así. Veamos lo que menciona ―La Atalaya‖ del 15 de julio de 2003 sobre ese
asunto: ―¿Percibimos que la brecha entre nuestros valores morales y los del
mundo se va ensanchando? Si no es así, tenemos motivo para
preocuparnos. ¿Podría ser que nuestras normas personales, pese a ser más
elevadas que las del mundo, se estén rebajando? Si ese fuera el caso, tomemos
medidas definidas para corregir la situación a fin de agradar a Dios‖. Así que, si
detectamos una mancha o un defecto espiritual en nosotros, acudamos a Jehová
para pedir ayuda. Investiguemos para identificar cuál es nuestro punto débil y
cómo superarlo. Y si es necesario, busquemos ayuda. ¿Han tenido alguna vez un
vecino con un perro que ladraba todo el tiempo? Días, semanas,
meses,... ladrando y ladrando. Al final, uno ya ni se da cuenta de que el perro está
ladrando. Pues no permitamos que eso nos ocurra cuando nuestro perro interno
ladre. Estemos determinados a prestar atención a las advertencias de
Jesús: ―Manténganse alerta‖, ―demuestren estar listos‖.

Gary Breaux- Las astutas estrategias de Satanás (Gén. 3;1).txt

Esta mañana estamos hablando de las astutas estrategias de Satanás, diseñadas


para atraer a las personas y alejarlas de Dios. Así que analicemos dos de ellas: la
que usó con la criatura inteligente con menos experiencia en el universo y la que
usó con la criatura inteligente con más experiencia en el universo. Empecemos por
la menos experimentada, que, por supuesto, era Eva. Aprovechándose de su falta
de experiencia, Satanás quiso engañarla para que hiciera algo malo. ¿Qué haría
para lograrlo? Como sabemos, usó una serpiente. No quería que Eva supiera
quién era él realmente ni cuál era su objetivo. Además, las palabras que usó nos
enseñan mucho sobre sus estrategias. Me gustaría leer nuevamente la pregunta
que hizo y que podemos encontrar en Génesis capítulo 3, versículo 1: ―¿Es
realmente el caso que Dios ha dicho que ustedes no deben comer de todo árbol
del jardín?‖. ¿Qué quería lograr al hacerle esa pregunta? Bueno, como se
mencionó en uno de los comentarios, él quería sembrar una duda en la mente de
Eva, dando a entender que Dios le estaba negando algo bueno, como diciendo:
―Es demasiado estricto contigo‖. Es interesante lo que dice sobre las preguntas el
libro ―Benefíciese de la Escuela del Ministerio Teocrático‖. En la página 66 leemos:
―Algunas preguntas son como icebergs: lo más sustancial se esconde bajo la
superficie. Con frecuencia, la cuestión de fondo es más relevante que la pregunta
en sí‖. Y el problema de Eva fue que no se dio cuenta de lo que Satanás quería
lograr con esa pregunta. Lo sabemos por su respuesta, que encontramos en los
versículos 2 y 3. Ella dijo: ―Del fruto de los árboles del jardín podemos comer. Pero
en cuanto a comer del fruto del árbol que está en medio del jardín, Dios ha dicho:
‗No deben comer de él, no, no deben tocarlo para que no mueran‘‖. Eva respondió
de forma honesta e inocente. Pero Satanás tenía a Eva justo donde quería. Él
contaba con que ella actuara de forma egoísta, que su interés en sí misma y en
sus necesidades fuera mayor que su amor por Jehová, quien le había dado todo lo
que tenía. Leamos nuevamente las palabras de Satanás en los versículos 4 y 5.
Dijo: ―Positivamente no morirán. Porque Dios sabe que en el mismo día que
coman de él tendrán que abrírseles los ojos y tendrán que ser como Dios,
conociendo lo bueno y lo malo‖. Lamentablemente, su jugada funcionó. Eva no
había desarrollado el amor y la gratitud que debería haber desarrollado hacia
Jehová. Entonces, ¿qué podemos aprender de este ejemplo? Bueno, si a un
humano perfecto se le engañó con este tipo de razonamiento, que en realidad era
ilógico, a cualquiera de nosotros podría pasarle lo mismo. Jehová nos creó con
libertad de elección. Eva también la tenía. Dios no quiere robots. Quiere que
seamos capaces de pensar en las consecuencias de nuestras decisiones, de
elegir entre hacer el bien o el mal, de escoger hacer lo correcto. En cambio,
Satanás espera que decidamos mal. Y ¿qué podemos hacer para contrarrestar los
ataques de Satanás? Bueno, es importante que examinemos nuestro corazón. En
Hebreos 12:15, 16, vemos que el apóstol Pablo advierte a los cristianos sobre el
peligro de convertirse en personas que no aprecian las cosas sagradas. Ese es
más o menos el contexto de los versículos 15 y 16. Pablo les dice que vigilen
―cuidadosamente que nadie quede privado de la bondad inmerecida de Dios; que
no brote ninguna raíz venenosa y cause perturbación, y que muchos no sean
contaminados por ella; que no haya ningún fornicador ni nadie que no aprecie
cosas sagradas‖. Así que, como dice el versículo 15, tenemos que vigilar
cuidadosamente, vigilar cuidadosamente ―que no brote ninguna raíz venenosa‖
que pueda contaminar la congregación. La expresión ―raíz venenosa‖ se refiere a
personas que podrían estar en la congregación y que critican la manera en que se
hacen las cosas o que hasta critican lo que Jehová dice sobre ciertos asuntos,
como que el matrimonio es sagrado o que hay que estar limpios en sentido moral.
Por supuesto, nosotros no queremos ser como esas personas. Pero, pensemos,
¿qué hace falta para que brote una raíz? Bueno, primero se planta una semilla,
luego esta germina y después se transforma en una raíz. Por eso, tenemos que
actuar cuando nuestra debilidad es todavía una semilla. Debemos aprender a
identificar estas semillas malas, por así decirlo. Y nadie puede hacer esto por
nosotros, porque los demás no ven lo que tenemos en el corazón. Tal vez no
hayamos reconocido ante nadie, ni ante nosotros mismos, qué debilidad tenemos,
pero quizá está en nuestra mente y en nuestro corazón. Y tenemos que actuar
contra estas debilidades. De lo contrario, Satanás podría manipular las
circunstancias para usar esas debilidades en contra nuestra. En Santiago 1:14, 15
se describe muy bien el proceso. Santiago 1:14, 15 dice: ―Cada uno es probado al
ser provocado y cautivado por su propio deseo [por su propio deseo]. Entonces el
deseo [la semilla], cuando se ha hecho fecundo [cuando empieza a crecer], da a
luz el pecado; a su vez, el pecado, cuando se ha realizado, produce la muerte.‖
Dice: ―cautivado por su propio deseo‖. ¿Nos ha pasado alguna vez? Los deseos
pueden ser muy fuertes. A Eva le pasó algo parecido cuando se dejó dominar por
sus deseos egoístas. Entonces, ¿qué podemos hacer? Bueno, como dijimos
antes, debemos identificar la semilla, o semillas, si es que hay más de una. No
permitamos que germinen, no dejemos que empiecen a crecer. Eliminemos esos
pensamientos. Y si está empezando a crecer en nosotros una ―raíz venenosa‖, o
ya ha crecido, debemos arrancarla enseguida. Y tal vez necesitemos ayuda. Quizá
sea imposible eliminar esa ―raíz venenosa‖ por nuestra cuenta. Ahora hablemos
un momento sobre la estrategia que usó Satanás con la criatura inteligente más
experimentada en el universo, que, claro, es Jesucristo. Esta vez no trató de
esconderse. Se dio cuenta de que no le hacía falta. Jesús sabía exactamente
quién era él, y veía sus intenciones. Así que Satanás fue muy directo y, como
sabemos, en el capítulo cuatro de Mateo, le dijo algo así como: ―Mira, simplemente
arrodíllate y realiza ante mí un solo acto de adoración‖. ¿Qué nos enseña esto
sobre Satanás? Que por mucho tiempo ha sentido envidia de la adoración que
recibe Jehová, y que hará todo lo posible para que dejemos de adorarlo. Él quiere
corromper nuestra adoración. Y si tuvo el descaro de tratar de entrampar a Jesús,
seguro que hará lo mismo con nosotros. Y no importa si los demás nos consideran
personas muy espirituales; Satanás intentará que dejemos de ser leales a Jehová.
La Biblia deja muy claro que Satanás es malvado y que usa estrategias muy
hábiles para intentar alejarnos de Jehová. Pero nos alegra saber que no tiene que
pasarnos lo mismo que a Eva, pues conocemos las estrategias del Diablo. Que
cada uno de nosotros cultive un amor como el que Jesús sentía por Jehová, para
que, como él, también podamos mantenernos leales.

Gary Breaux- No se deje atrapar (Col. 2;8).txt

El texto de hoy nos recuerda que debemos tener cuidado si no queremos que el
Diablo nos atrape. Al apóstol Pablo le preocupaba que eso les ocurriera a los
cristianos de Colosas. Por eso, ¿qué les parece si repasamos las
recomendaciones que dio Pablo para que esto no sucediera? Por favor, busquen
Colosenses 2:6, 7. Ahí dice: ―Por lo tanto, como han aceptado a Cristo Jesús el
Señor, sigan andando en unión con él, arraigados y siendo edificados en él y
siendo estabilizados en la fe, así como se les enseñó, rebosando de fe en acción
de gracias‖. Como leímos, Pablo los animó a cultivar una fe de raíces fuertes y
profundas. Quisiera contarles que hace poco estuve en Luisiana e intenté sacar de
la tierra una planta que da nueces pequeñas. ¿Han tratado de hacer algo así?
Bueno, hay plantas que no se pueden sacar solo con las manos porque sus raíces
son muy profundas; se necesita una pala para desarraigarlas. Y en eso estaba
pensando Pablo cuando dijo que nuestra fe y nuestra espiritualidad deben tener
raíces fuertes y profundas. Pero ¿por qué les habló de eso? Vean lo que dice el
versículo 4: ―Esto lo digo para que nadie los alucine con argumentos persuasivos‖.
Pablo temía que hasta algunos cristianos de buena espiritualidad pudieran ser
engañados con argumentos persuasivos y, como consecuencia, su fe tambaleara,
o se debilitara. Ahora bien, ¿a qué se refería con ―argumentos persuasivos‖? El
texto de hoy nos da la respuesta. Leamos el versículo 8: ―Cuidado: quizás haya
alguien que se los lleve como presa suya mediante la filosofía y el vano engaño
según la tradición de los hombres, según las cosas elementales del mundo y no
según Cristo‖. ¿Qué quiso decir con ―la filosofía y el vano engaño‖? Bueno, en
aquel tiempo eso incluía las ideas del filósofo griego Platón, las cuales podían
dañar la espiritualidad de la congregación. Pero el término ―filosofía‖ abarcaba
mucho más. No solo se refería a los filósofos griegos, sino a muchos grupos y
escuelas de pensamiento que también promovían todo tipo de ideas, incluidas
muchas creencias religiosas. Al apóstol Pablo le preocupaba que aquellas ideas
equivocadas pudieran debilitar la fe de sus hermanos. Por esa razón, en el
versículo 8, les pide que no caigan como presa, es decir, que no se dejen atrapar
por esas ideas. ¿Les advirtió sobre algo más aparte de las filosofías? Noten que el
versículo 8 también habla de ―las cosas elementales del mundo‖. ¿Y eso a qué se
refiere? Para responder esa pregunta, La Atalaya del 15 de agosto de 2008, en la
página 28, menciona lo que dice 1 Juan 2:15, 16 cuando identifica ―las cosas
elementales del mundo‖. Primera de Juan 2:15, 16 dice: ―No estén amando ni al
mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del
Padre no está en él; porque todo lo que hay en el mundo —el deseo de la carne y
el deseo de los ojos y la exhibición ostentosa del medio de vida de uno— no se
origina del Padre, sino que se origina del mundo‖. Como vemos, no solo las ideas
religiosas falsas podrían debilitar nuestra fe; los deseos de la carne pueden tener
el mismo efecto. La forma de pensar inmoral de este mundo también puede dañar
nuestra espiritualidad. Con el paso de los años, Satanás se ha encargado de que
el mundo que nos rodea se convierta en una trampa cuidadosamente diseñada
para nosotros. Él manipula las circunstancias a nuestro alrededor a fin de explotar
nuestras debilidades personales. Por eso, La Atalaya que sirve de base para el
comentario de hoy dice: ―Si detectamos enseguida cualquier mala inclinación y
actuamos de inmediato, evitaremos ser ‗pescados vivos‘‖. ¿Cómo se nos pudiera
pescar vivos? Bueno, recuerden que Pablo advirtió contra el peligro de que se nos
llevara como presa. Y eso es justamente lo que quiere Satanás: atraparnos como
presas. Quizás hayan oído sobre un anuncio que se usaba antes y decía: ―Se
busca vivo o muerto‖. Pues el Diablo nos está buscando a nosotros. Pero no nos
quiere muertos: ¡quiere pescarnos vivos! ¿Y saben por qué nos quiere vivos?
Fíjense en lo que dice 2 Timoteo 2:26: ―Y recobren el juicio fuera del lazo del
Diablo, ya que han sido pescados vivos por él para la voluntad de ese‖. Si
estamos muertos, no podemos hacer lo que él desea. Por eso quiere atraparnos
vivos: para que hagamos su voluntad. Entonces, ¿qué debemos hacer para que
Satanás no nos atrape? Como veíamos hace un momento, necesitamos identificar
nuestras malas inclinaciones y corregirlas de inmediato. Pero ¿cómo pueden
afectarnos las malas tendencias? La Atalaya del 1 agosto de 1996, página 12,
párrafo 12, dice: ―Las acciones impuras no son espontáneas ni carecen de una
causa previa. Son el resultado de pensamientos corruptos que han estado latentes
en el corazón‖. Eso es lo que le pasó a Judas Iscariote. Él era un hombre que
seguramente tenía cualidades espirituales bien arraigadas. De hecho, cuando
Jesús lo eligió como apóstol, todo indica que no sabía que Judas lo traicionaría.
Más tarde, en el año 32, Jesús dijo a sus apóstoles: ―Uno de ustedes es
calumniador‖. Así que, para entonces, Jesús tal vez ya sabía que Judas sería el
traidor. Como hombre perfecto, es muy posible que Jesús pudiera ver lo que le
estaba pasando a Judas. La Biblia dice que ―Satanás entró en Judas‖. En otras
palabras, este hombre se había dejado dominar por sus deseos incorrectos y
ahora estaba listo para hacer la voluntad de Satanás. Pero antes de que eso
sucediera, tuvo que haber malas tendencias que Judas no corrigió. ¿Como
cuáles? Quizás era orgulloso y ambicioso; tal vez se hizo hipócrita y manipulador...
Algo en su interior no andaba bien y lo iba a llevar a ofender a Jehová. Judas no
desarraigó sus malas inclinaciones; es más, ni siquiera les dio importancia. ¡Y
miren lo que pasó! ¿Qué hay de nosotros? ¿Qué cosas estamos dejando que
ataquen nuestro corazón? En este momento quizás nuestras raíces espirituales
estén fuertes. Podemos llevar años en la verdad o haber servido en Betel por
mucho tiempo. O puede que seamos jóvenes y estemos sirviendo a Jehová con
muchas ganas. Pero todos tenemos pensamientos impropios y todos necesitamos
luchar contra ellos. Por ejemplo, quizás nuestra mente esté haciendo planes para
ver dónde tomar otro trago de alcohol. O, tal vez, el rencor hacia alguien esté
enredándose en nuestro corazón. Quizás alguien esté buscando la manera de ver
pornografía o sienta una atracción indebida hacia alguien del sexo opuesto. Si
algo así nos ocurre, ¿qué podemos hacer? Isaías 30:21 nos anima a escuchar la
voz de Jehová cuando nos dice: ―Este es el camino. Anden en él‖. No se deje
llevar hacia el camino de Satanás; mejor escuche a Dios. Jehová nos ha dado
muchas armas para luchar contra los deseos incorrectos que atacan el corazón.
Por ejemplo, nos ayuda por medio de su Palabra: tan solo piense en todos los
relatos bíblicos que pueden ayudarnos a combatir las malas tendencias, sin
importar cuáles sean. Además, Jehová nos da su espíritu santo. Y, en la
congregación, Jesús nos enseña a oír la voz de Jehová mediante la guía que da el
―esclavo fiel y discreto‖. Por eso, si le está costando vencer alguna mala
tendencia, pida ayuda antes de que Satanás lo atrape y lo convierta en su
marioneta.

Gary Breaux- Usemos nuestra capacidad de razonar (2 Tes. 2;1, 2).txt

Vayamos a Romanos 12:1. Como ya se ha mencionado, el apóstol Pablo habló de


usar la razón. Veámoslo aquí. Romanos 12:1 dice: ―Por consiguiente, les suplico
por las compasiones de Dios, hermanos, que presenten sus cuerpos como
sacrificio vivo, santo, acepto a Dios, un servicio sagrado con su facultad de
raciocinio‖. Así que Pablo dice que tenemos la facultad, o el poder, de razonar.
Una palabra relacionada con poder es influencia Y es que, cuando pensamos bien
en un asunto, nuestros razonamientos influyen en nosotros y tomamos buenas
decisiones. En el texto que analizamos hoy, Pablo añadió una idea más. Vayamos
a 2 Tesalonicenses, capítulo 2, y leamos los versículos 1 y 2: ―Sin embargo,
hermanos, tocante a la presencia de nuestro Señor Jesucristo y el ser nosotros
reunidos a él, les solicitamos que no se dejen sacudir prontamente de su razón, ni
se dejen excitar tampoco mediante una expresión inspirada, ni mediante un
mensaje verbal, ni mediante una carta como si fuera de nosotros, en el sentido de
que el día de Jehová esté aquí‖. Como vemos, se habla de que no seamos
sacudidos prontamente de nuestra razón. Pablo dice que no debemos ser
sacudidos prontamente o que no empecemos a dudar enseguida si ya hemos
razonado sobre un asunto y hemos llegado a una conclusión. Eso es lo que le
estaba diciendo a la congregación de Tesalónica aquí. En la primera carta que les
escribió, les advirtió sobre la inminente llegada del día de Jehová. Pero hubo
quienes fueron más allá y dijeron que ese día ya había llegado. De hecho, como
dice el versículo 2, parece que incluso recibieron una supuesta carta de Pablo que
decía, no que el fin iba a llegar pronto, sino que ya había llegado. Y algunos, por
no pensar bien las cosas, se desviaron; según parece, su fe fue sacudida.
Si seguimos leyendo, vemos que Pablo les ayudó a razonar y comprender que
tenían que suceder más cosas antes del día de Jehová. Ahora me gustaría hablar
un poco sobre este tema de ser sacudidos de repente, de ser sacudidos en la fe.
Es importante que analicemos esto porque llegar a tener una buena relación con
Jehová y una fe fuerte toma años, y es preocupante pensar que, como dice Pablo,
nuestra fe pueda tambalear de forma tan repentina. Y esto nos podría pasar a
cualquiera de nosotros. Pensemos en Judas Iscariote. Juan 6:64 dice que Jesús
supo desde el principio quién era el que lo traicionaría. Desde el principio. ¿Qué
significa ―desde el principio‖? La obra Perspicacia dice que se refiere ―al tiempo en
el que Judas comenzó a comportarse mal y a ceder a la imperfección y a las
inclinaciones pecaminosas‖. Bueno, ¿en cuánto tiempo le sucedió eso? Pues
no había pasado un año desde que había sido nombrado apóstol. Y estamos
seguros de que su nombramiento no fue un error. Así que en ese breve período de
tiempo, este hombre pasó de ser un apóstol a ser un apóstata. No hay duda de
que Pablo nos dio un consejo muy bueno: no nos dejemos sacudir de nuestra
razón, es decir, de las conclusiones a las que hemos llegado después de razonar
con cuidado sobre un asunto. Hay momentos en los que es más fácil que nuestra
fe sufra una sacudida. Y me gustaría hablar un poco de este asunto. ¿En qué
momentos somos más vulnerables? Bueno, podría ser cuando estamos
estresados, deprimidos o preocupados. La Atalaya del 1 de marzo de 2010
comentó lo siguiente: ―La tensión emocional puede impedirle a uno pensar con
claridad‖. Permítanme que ponga un ejemplo —es algo hipotético, pero nos servirá
muy bien como ejemplo—. Un hermano se siente muy unido a sus padres.
Entonces su madre muere de repente. Esto es un golpe muy duro para él, y cae
en una depresión moderada. Debido a esto descuida su estudio personal y
participa menos en actividades espirituales. Poco tiempo después, uno de sus
hermanos es expulsado. Se queda destrozado, ni siquiera puede dormir. Así que
se levanta, se sienta delante de la computadora, la enciende y acaba viendo algo
que no debe. ¿Qué le pasó? Pues que su buena capacidad para razonar fue
sacudida. Es interesante lo que dice La Atalaya del 15 de noviembre de 1992:
―Una depresión mental fuerte y prolongada pudiera haber debilitado la fortaleza
emocional de la persona, dificultándole en extremo el tomar decisiones prudentes‖.
Entonces, ¿qué podría haber hecho el hermano? Tan pronto como se dio cuenta
de que estaba deprimido o descuidando sus actividades espirituales, debería
haber buscado a alguien que lo ayudara a identificar la causa del problema. ¿Y
qué otra cosa podría hacer que nuestra fe sea sacudida de repente si no estamos
atentos? Bueno, tiene que ver con los apóstatas. Hay algo que están diciendo
últimamente y que intentan promover. Se ha hablado de ello en los medios de
comunicación, y otras personas también lo han comentado. Me refiero a nuestra
postura bíblica sobre la necesidad de que haya dos testigos de un asunto para
tomar acción judicial si no ha habido una confesión. Si abren sus biblias en
Deuteronomio 19:15, verán que la conclusión a la que hemos llegado está muy
bien fundamentada. El texto de Deuteronomio 19:15 es muy muy claro. Dice:
―Ningún testigo solo debe levantarse contra un hombre respecto a cualquier error
o cualquier pecado, en el caso de cualquier pecado que él cometa. Por boca de
dos testigos o por boca de tres testigos debe quedar establecido el asunto‖. Está
muy claro, ¿verdad? No se puede formar un comité judicial con un solo testigo.
Pero los apóstatas quizá digan: ―Ya, pero el Antiguo Testamento también dice que
hay que apedrear a las adúlteras. Si esta ley ya no la cumplen, ¿por qué se
apegan tanto a la norma de los dos testigos?‖. Lo cierto es que este razonamiento
podría confundirnos si no tenemos cuidado y no analizamos bien el asunto.
¿Y cómo lo podemos hacer? Pues yendo a Mateo 18:16 y viendo lo que dijo
Jesús, porque sabemos que él estableció el procedimiento cristiano. En Mateo
18:16 dijo: ―Pero si no escucha, toma contigo a uno o dos más, para que por boca
de dos o tres testigos se establezca todo asunto‖. Jesús estableció que debe
haber dos testigos. Esto no quiere decir que no se hará absolutamente nada si
solo hay un testigo. Dependerá de las circunstancias. Pero la Biblia es muy clara:
para poder formar un comité judicial se necesita una confesión o el testimonio de
dos testigos. Así que nunca cambiaremos nuestra postura sobre este asunto, pues
está basada en la Biblia. Jehová nos ha dado la capacidad de razonar, de pensar
detenidamente. Por eso, pongamos de nuestra parte y no permitamos que nada
sacuda prontamente nuestra fe. Entonces tendremos la confianza de la que habló
Pablo en 2 Tesalonicenses 3:5, cuando dijo: ―Que el Señor continúe dirigiendo sus
corazones con éxito al amor de Dios y al aguante por el Cristo‖.

Geoffrey Jackson- “Continúen soportándose unos a otros” (Col. 3;13).txt

Abran sus biblias, por favor, y vayamos a Colosenses 3:13. Analicemos este
versículo para ver qué es lo que Jehová espera de nosotros. Colosenses 3:13, ahí
dice: ―Continúen soportándose unos a otros y perdonándose liberalmente unos a
otros si alguno tiene causa de queja contra otro. Como Jehová los perdonó
liberalmente a ustedes, así también háganlo ustedes‖. El versículo nos da mucho
en qué pensar, ¿verdad?, facetas, tal vez, en las que tengamos que mejorar. Pero
¿vieron las dos cosas que tenemos que hacer? Bueno, si volvemos al
versículo, notamos que la primera es continuar soportándonos unos a otros y, la
segunda, perdonarnos liberalmente. Hablemos del primer punto: ―Continúen
soportándose unos a otros‖. ¿Cuál es la diferencia entre esta expresión y la
segunda? Pues, al parecer, esta expresión no hace referencia a pecados
graves, sino a cosas que hacen otras personas, que nos molestan, nos
irritan; no necesariamente tienen que ser cosas que estén mal, pero aun así nos
sacan de quicio. Pueden ser cosas pequeñas. ¿Cuáles te irritan a ti? Hablemos
con sinceridad... ¿Te molesta que alguien siempre llegue tarde? ¿O que
alguien siempre llegue temprano? ¿Te molesta que alguien siempre diga lo que
piensa? ¿O que alguien sea demasiado callado? Es increíble, ¿verdad? Hay que
ver las cosas que pueden llegar a irritarnos. Me acuerdo de un discurso que dio el
hermano Knorr allá por los años 70. Puso el ejemplo de una hermana que está en
la reunión y ve a otra hermana, nueva en la verdad, dando un comentario tras
otro. Eso la irrita tanto que piensa: ―¿Por qué no se calla un poquito?‖. Puede ser
que nosotros también nos hayamos sentido así en algún momento. Pero, si lo
pensamos bien, tal vez reconozcamos que nuestras quejas no son válidas, que
no tenemos una razón justificada para quejarnos, pero aun así nos irrita. ¿Verdad
que nos ha pasado? Qué cierta es aquella frase que dice: ―A veces el problema
no es la montaña, sino la piedrecita en el zapato‖. Con frecuencia, son esas cosas
pequeñas las que más nos sacan de quicio. Recuerdo que, hace años, cuando
servía en la sucursal de Samoa Occidental, vinieron muchos hermanos de otros
países para la construcción. Y uno en concreto tenía la costumbre de entrar por la
mañana al desayuno diciendo: ―¡Buenos días!‖, a todo el mundo. Aquello a
muchos les irritaba, y tal vez a ti también te habría molestado. Así que
imagínate lo contento que te pondrías si encontraras el texto de Proverbios
27:14, que se vierte así en una traducción: ―Un grito de ‗¡buenos días!‘ temprano
en la madrugada, ofenderá a tu vecino‖. Y estarás pensando: ―¡Qué cierto es
eso!‖. Pues la cuestión es que aquel hermano dejó de hacerlo después de leer
este texto (o de que alguien se lo leyera). Pero no siempre vamos a encontrar un
texto que nos dé la razón. Entonces, ¿qué hay que hacer? ¿Qué leímos en
Colosenses? ―Continúen soportándose unos a otros‖. ―Continúen‖, así que es
algo que tenemos que seguir haciendo. Eso nos lleva al segundo
punto: ―Perdonándose liberalmente unos a otros‖. Es interesante que, cuando uno
consulta otras traducciones en inglés de esta expresión, la mayoría la
vierten como la Versión del rey Jacobo, y dicen sencillamente: ―perdónense‖. Pero
la ―Traducción del Nuevo Mundo‖ incluye la palabra liberalmente. La razón es
porque aquí el original no usa la palabra griega más común para
perdonar. En este caso, denota generosidad, estar dispuesto a ir más allá de lo
que se espera de uno. La revista ―The Watchtower‖ ya usó en 1882 la
expresión ―perdónense unos a otros liberalmente‖, mucho antes de que
tuviéramos la ―Traducción del Nuevo Mundo‖. Así que esto nos recuerda que
no es solo cuestión de perdonar, sino de hacerlo con generosidad. Tenemos que
estar dispuestos a perdonar a otros incluso cuando creamos que no se lo
merecen. ¿Por qué deberíamos ponernos la meta de mejorar en esos dos
aspectos: soportarnos unos a otros y perdonarnos liberalmente? Bueno, las
razones las hemos escuchado muchas veces, ¿verdad? La primera es, claro
está, porque Jehová nos perdona a nosotros. Si vamos a Colosenses, en el
capítulo anterior, el capítulo 2, versículo 13, ahí se destaca esa idea. Dice, en el
capítulo 2, versículo 13: ―Además, aunque estaban muertos en sus ofensas y en el
estado incircunciso de su carne, Dios los vivificó junto con él. Bondadosamente
nos perdonó todas nuestras ofensas‖. Así es, Jehová nos ha puesto el
ejemplo. A veces uno pudiera tratar de encontrar excusas para no perdonar a
alguien. Pero ¿recordamos la parábola de Jesús del esclavo que debía muchísimo
dinero? Expresada en denarios, la deuda que tenía ascendía a 60 millones; todo
eso se le perdonó. Pero luego él fue y le exigió a otro esclavo que le pagara el
poco dinero que le debía. ¿Por qué le pediría aquello? Tal vez el hombre
pensaba: ―Bueno, sí, me han perdonado todo lo que debía, y estoy muy
agradecido, pero sigo sin dinero. Lo necesito, por eso le he pedido al otro
esclavo que me pague lo que me debe‖. Como vemos, si uno busca razones para
no perdonar, las va a encontrar, ¿verdad?, aunque no sean válidas, y no esté
siguiendo el ejemplo de Jehová. Pero, volviendo a Colosenses 3:13, ¿qué
dice?: ―Si alguno tiene causa de queja contra otro‖. Así que eso nos da una
idea de lo que tenemos que hacer. La segunda razón es que nosotros también
necesitamos que nos perdonen. Lo mismo que nos irrita o molesta de otros, a
veces es lo que nosotros hacemos. ¿Verdad que sí? Y cuánto nos duele que nos
digan: ―¿Te molesta lo que hace esa persona? ¿Y no te das cuenta de lo que
haces tú?‖. Es bueno recordar que nosotros también necesitamos que los demás
perdonen nuestros fallos. Otra razón es que perdonar mantiene la paz en la
congregación. ―La Atalaya‖ mencionó algo interesante al respecto. Dijo que, en
países donde nuestra obra está restringida o prohibida, muchos hermanos tienen
que reunirse en grupos pequeños. Y eso hace que conozcan bien los defectos y el
carácter de los demás. Cuando estamos en grupos pequeños, es más fácil que los
demás nos irriten. ―La Atalaya‖ mencionó que quienes tenemos la oportunidad
ahora de reunirnos en grupos grandes deberíamos aprender a soportarnos y verlo
como una preparación para cuando, más adelante, tal vez tengamos que adorar a
Jehová en grupos pequeños. De modo que es un buen entrenamiento que
contribuye a mantener la paz en la congregación. ¿Qué nos puede
ayudar? Bueno, hay varias cosas que podemos hacer. Una de ellas es la que
vemos en las referencias al margen de Colosenses 3:13, la de 1 Pedro 4:8. Ahí es
donde dice que debemos tener ―amor intenso unos para con otros‖, no solo amor,
sino ―amor intenso‖. Y esa palabra, intenso, significa ―muy fuerte‖ o, literalmente,
―que se extiende‖. Así que, cuando nos encontremos ante esas cosas que nos
irritan, que nos sacan de quicio, o con alguien que cometa un pecado contra
nosotros, ¿qué deberíamos recordar? ―Continúen soportándose unos a
otros‖. Continúen ―perdonándose liberalmente‖.

Geoffrey Jackson- Probemos a Jehová de la manera correcta (Mal. 3-10).txt

Al analizar el texto para hoy, surge una interesante pregunta: ¿cómo es que
podemos probar a Jehová? ¿Acaso no dijo Jesús que jamás deberíamos poner a
Jehová a prueba? Bueno, la respuesta a esta cuestión la dio la revista ―La Atalaya‖
en 1957, cuando dijo: ―Hay una manera incorrecta y una manera correcta de poner
a Jehová a prueba‖. Ahora bien, ¿cómo saber si estamos probando a Jehová de la
forma correcta? La clave es distinguir la diferencia entre tener fe y ser
tonto. La Biblia nos ayuda a comprender que existe una línea que separa la fe de
la tontedad. Hablemos primero de la forma correcta de probar a Jehová. Él nos ha
prometido que nos va a bendecir siempre y cuando hagamos lo que espera de
nosotros. Y cuando demostramos fe en esa promesa y lo obedecemos sin
dudar, lo estamos probando en el buen sentido. Por otro lado, si, por falta de
confianza, primero esperamos a que nos bendiga para entonces hacer lo que nos
pide, si nos quejamos por las cosas que Jehová ha permitido que nos pasen, si
tomamos riesgos innecesarios o si aparentamos ser obedientes cuando en
realidad no lo somos, entonces lo estamos poniendo a prueba de la manera
incorrecta. Así que, dicho de manera simple, probar a Jehová de la manera
correcta significa confiar en él, tener fe y obedecerle, incluso cuando no sea fácil
hacerlo. Ya hemos dicho que ponemos a prueba a Jehová como no debemos
hacerlo si, con actitud egoísta, nos quejamos por lo que ha permitido que ocurra
en nuestra vida, si hacemos cosas imprudentes o peligrosas —esperando que nos
rescate con un milagro— o si intentamos engañarlo fingiendo ser fieles por un
lado, pero portándonos mal por el otro. Además, ponemos a prueba su
paciencia cuando insistimos en que haga algo por nosotros que no está muy de
acuerdo con su voluntad. La verdad es que sería tonto hacer cualquiera de estas
cosas. ¿Qué puede ayudarnos a entender mejor este importante tema? Pensemos
en dos ejemplos. Primero, recordemos la ocasión en que Jesús le dijo al
Diablo: ―No debes poner a prueba a Jehová tu Dios‖. Leamos las palabras en las
que se basó Jesús para decir eso. Se encuentran en Deuteronomio 6:16: ―No
deben poner a prueba a Jehová su Dios, como lo pusieron a prueba en
Masah‖. ¿Y qué hicieron los israelitas cuando se encontraban en Masah, que
significa ―Prueba‖? Lo que se dice en Éxodo 17:7 nos ayuda a entender en qué
sentido pusieron los israelitas a prueba a Jehová. Éxodo 17:7 dice: ―De modo que
llamó el lugar por nombre Masah y Meribá, a causa del reñir de los hijos de
Israel y a causa de que pusieron a prueba a Jehová, diciendo: ‗¿Está Jehová en
medio de nosotros, o no?‘‖. ¿Qué fue lo que hicieron? En pocas
palabras, no confiaron en Jehová. Y, por esa razón, no fueron capaces de
entender que su Dios no los abandonaría para que murieran en el
desierto. Además, les faltó paciencia. ¡Querían que Jehová les diera las cosas
ya! Solo les importaba satisfacer sus propios deseos. ¡Qué impactante
lección!, ¿no les parece? Sin duda, les faltó fe. Pensemos en un segundo
ejemplo, en la ocasión en que los israelitas decidieron no entrar en la Tierra
Prometida. Si recordamos, ellos se desanimaron debido al informe negativo de
diez de los espías enviados por Moisés. Estaban tan molestos que querían
apedrear a los dos espías que dieron un buen informe. ¿Y todo por qué? Por la
falta de fe. Y cuando Jehová los castigó y les dijo lo que iba a ocurrir, ¿qué
decidieron hacer? Invadir la Tierra Prometida sin permiso, sin el apoyo
divino. ¿Y cuál fue el resultado? Sufrieron una derrota aplastante. ¡Qué forma de
actuar tan tonta! Este ejemplo nos ayuda a entender que, efectivamente, hay una
manera correcta —pero también una manera incorrecta— de poner a Jehová a
prueba. Además, es importante tomar en cuenta cómo se siente Jehová cuando lo
ponemos a prueba de manera indebida. Veamos lo que nos dice a este
respecto el libro de los Salmos. Vamos al Salmo 78:40, 41. Dice: ―¡Cuán a menudo
se rebelaban contra él en el desierto, lo hacían sentirse herido en el desierto
árido! Y vez tras vez ponían a Dios a prueba, y causaban dolor aun al Santo de
Israel‖. Sí, a los israelitas les faltó fe e hicieron cosas que irritaron o decepcionaron
a Jehová. Le causaron dolor. Por eso es tan importante que veamos la
diferencia entre la manera correcta y la incorrecta de probar a Jehová. En nuestro
caso, ¿cuáles serían algunas maneras incorrectas de probar a Dios? Pues bien,
no debemos exigirle ni ordenarle a Jehová que nos conceda favores
especiales. Tampoco debemos quejarnos con él porque no se han
cumplido nuestras expectativas. Además, no debemos correr riesgos
innecesarios. De hecho, hay hermanos encargados de ayudarnos a velar por la
seguridad, y es esencial que sigamos sus instrucciones. Puede que no siempre
sea fácil ver la diferencia entre tener fe y ser un poco tonto. Tal vez hayamos
pensado alguna vez: ―Jehová siempre me va a cuidar, no importa lo que
haga‖. Pero notemos lo que se publicó en un número de ―¡Despertad!‖
de 1953. El artículo se titulaba: ―No has de poner a Dios a prueba‖. En parte decía
que nos creeríamos ―muy importantes‖ si actuáramos ―como si nada pudiera
pasarnos porque estamos sirviendo a Jehová‖. Y advertía: ―No debemos
atrevernos a poner a Dios a prueba con acciones irracionales [...] [ni con
descuidos]. Sencillamente no podemos esperar que Dios nos proporcione
ángeles para guardarnos del mal y de accidentes a pesar de lo que hagamos o
dejemos de hacer‖. ¡Qué buen recordatorio!, ¿no les parece? A lo largo de mi
servicio misional, yo también tuve que aprender la diferencia entre tener fe y ser
tonto. En mis primeros años, llegué a hacer algunas cosas bastante
imprudentes, como saltar de un barco grande a uno más pequeño en alta mar sin
llevar salvavidas. En aquel tiempo, pensaba que eso era un acto de fe, pero ahora
lo veo de forma un tanto diferente. El asunto es que debemos estar muy
pendientes para saber distinguir entre actuar con fe y actuar con tontedad. Jesús,
tan sabio como era, supo ver dicha diferencia. Cuando estuvo aquí en la Tierra, su
vida corrió peligro en muchas ocasiones, pues sus enemigos, los fariseos y los
saduceos, siempre andaban buscando formas de matarlo. Pero él había venido
para servir a Jehová y hacer su voluntad, y tenía fe en que su Padre
no permitiría que lo mataran antes de tiempo. Sin embargo, cuando Satanás lo
tentó para que se luciera arrojándose desde la parte más alta del templo, ¿qué le
contestó Jesús? ―No debes poner a prueba a Jehová‖. Jesús tenía claro que hacer
eso sería tonto. De igual manera, cuando nosotros tengamos que tomar una
decisión, debemos asegurarnos de lo que Jehová quiere que hagamos. Él nos ha
prometido que, si lo obedecemos y ponemos el Reino en primer lugar, nos va a
bendecir. Y podemos estar seguros de que él cumplirá su promesa mientras
seamos obedientes. Pero jamás deberíamos pensar que podemos poner a prueba
a Jehová siendo negligentes o exponiéndonos al peligro
innecesariamente. En conclusión, antes de tomar decisiones, siempre pidámosle a
Jehová que nos permita ver si se trata de un acto de fe o de una tontedad.

Geoffrey Jackson- Seamos fieles como Abrahán (Gén. 12;2).txt

Imagínese esta mañana que le piden escribir su biografía para La Atalaya.


Después del susto, quizás se plantee por dónde empezar. Seguramente se habrá
fijado en que las biografías de La Atalaya suelen comenzar con un párrafo que
narra un momento decisivo en la vida de esa persona. Por ejemplo, la biografía del
hermano Eric Beveridge, que sirve aquí en Betel de Estados Unidos, comienza de
esta forma: ―‗Sentencio al acusado a seis meses de prisión‘. Con estas palabras
resonando en mis oídos, fui a parar a la cárcel [...] en Manchester (Inglaterra). [...]
Acababa de enfrentarme a una de las pruebas más duras de mi joven vida:
negarme a realizar el servicio militar‖. Otro hermano, Harley Harris, quien fue
misionero en el Ecuador por muchos años, empieza hablando del día 2 de
septiembre de 1950. Dice: ―Estábamos en una asamblea de circuito [...]. Una turba
enardecida nos había rodeado. El alcalde había mandado a la guardia nacional
para que nos protegiese, y los soldados, con las bayonetas caladas en sus fusiles,
flanqueaban la calle. Entre insultos, caminamos hasta nuestros vehículos [...], a fin
de continuar con la asamblea. Fue allí donde me bauticé a los 14 años‖. También,
el hermano Don MacLean, que es canadiense pero ahora sirve en el comité de la
sucursal de Australasia, comienza así su historia: ―Allí estaba yo sentado, hora
tras hora, con un miembro de la Real Policía Montada de Canadá a mi lado. Yo
era su prisionero. Íbamos rumbo al campamento de prisioneros de [...] Ontario,
Canadá, y parecía que el viaje de 2.400 kilómetros (1.500 millas) por tren nunca
terminaría‖. Está claro que estos fueron momentos decisivos en la vida de esos
hermanos. ¿Y usted? ¿Recuerda algún momento que haya sido decisivo en su
vida? Quizás piense: ―Bueno, a mí nadie me apuntó con un arma a la cabeza y me
dijo: ‗¡Decida ahora si quiere servir a Jehová!‘‖. Pero todos hemos vivido
momentos que han sido decisivos para nosotros. Quizás cuando decidimos servir
a Jehová, o empezar el servicio de tiempo completo. Para ello, tal vez tuvimos que
vender nuestra casa o un negocio, decidir si queríamos servir en Betel o irnos a
vivir a otro país. También es posible que tuviéramos que pasar por algunas
pruebas... Quizás rechazamos la oportunidad de seguir con nuestros estudios
académicos o dijimos que no a un trabajo muy bien pagado. Pues bien, sea como
sea, estoy seguro de que todos recordamos algunos de estos momentos cruciales,
decisiones que tomamos que tuvieron buenos resultados. Pensemos ahora por un
momento en un siervo fiel de Jehová: Abrahán. ¿Cuál fue el momento decisivo de
su vida? Bueno, si buscan en la Biblia el capítulo 11 de Hebreos, verán que el
apóstol Pablo resume muchos de los momentos decisivos en la vida de algunos
siervos fieles del pasado. En el versículo 8, dice sobre Abrahán: ―Por fe Abrahán,
cuando fue llamado, obedeció, y salió a un lugar que estaba destinado a recibir
como herencia; y salió, aunque no sabía adónde iba‖. Ese fue un momento
decisivo en la vida de Abrahán, ¿verdad? Decidió obedecer a Jehová, irse de Ur y
viajar a un país lejano que ni siquiera conocía. Pero ¿fue eso lo único que tuvo
que hacer para recibir su recompensa? No. Leamos ahora el versículo 9. Dice:
―Por fe residió como forastero en la tierra de la promesa como en tierra extranjera,
y moró en tiendas con Isaac y Jacob, herederos con él de la mismísima promesa‖.
Aquí no se destaca un momento decisivo de su vida. Se destaca la fe que
demostró día tras día. ¿Por qué lo decimos? Bueno, sabemos que, después de un
tiempo, Abrahán y su familia cruzaron el río Éufrates y entraron en la Tierra
Prometida. Eso fue en el año 1943 antes de nuestra era. Pero aún tuvo que
esperar veinticinco años para que naciera su hijo Isaac, y otros sesenta para que
nacieran sus nietos Esaú y Jacob. Y murió después de haber vivido como
extranjero en la Tierra Prometida por unos cien años. Entonces, ¿qué
aprendemos? Aunque Abrahán tomó una decisión clave en un momento crucial de
su vida, respaldó esa decisión, tal como menciona el versículo 9, sirviendo a
Jehová fielmente día tras día. Así que la lección que aprendemos es que no son
solo esos momentos decisivos en la vida los que definen quiénes somos en
realidad. Más bien, esos momentos y las decisiones que tomemos tienen que ir
acompañados de un historial de fidelidad. Para ser sinceros, puede que muchas
de las biografías que leemos en La Atalaya comiencen de forma muy
emocionante: ―Sí, me pusieron un arma en la cabeza. ‗¡Decídete! ¿Morirás?
¿Estás dispuesto a morir por Jehová?‘‖. Pero luego, cuando uno sigue leyendo,
siento decirlo, se da cuenta de que no pasó nada espectacular en la vida de esas
personas. Y eso incluye también mi biografía. ¿Por qué digo eso? Porque, por lo
general, nuestra vida no está llena de momentos decisivos o experiencias
emocionantes. Sencillamente consiste en seguir siendo fieles a Jehová. Por lo
tanto, no podemos confiarnos y decir: ―Bueno, yo ya tomé la decisión de servir a
Jehová. Pasé la prueba. Así que a partir de ahora siempre seré fiel‖. ¡No!
Debemos seguir respaldando esas decisiones con un historial de fidelidad.
Recuerde que en la Biblia se habla de muchos siervos de Dios que vivieron
momentos decisivos. Por ejemplo, Salomón. ¿Recuerda cuando le pidió a Jehová
sabiduría y no riquezas, y Él lo alabó por ello? Ese fue un momento decisivo,
¿verdad? Pero luego no respaldó aquella decisión con una vida de lealtad. De
hecho, aquel momento decisivo de su vida perdió su valor porque no siguió siendo
fiel a Jehová. ¿Y qué pasó con Judas Iscariote? ¿Hubo momentos decisivos en su
vida? ¡Claro que sí! Recuerde que en cierto momento decidió hacerse seguidor de
Jesús. Y no hay duda de que mientras siguió fielmente a su Maestro vivió cosas
interesantes y emocionantes. Pero, de nuevo, aquellas buenas decisiones
perdieron su valor porque no siguió siendo fiel. Esto nos ayuda a entender por qué
el apóstol Pablo mencionó algunas ideas muy interesantes justo antes de hacer la
lista del capítulo 11 de Hebreos. Volvamos a Hebreos, esta vez al capítulo 10.
Hebreos 10:35-39. Fíjese, aquí está la lección que queremos aprender.
Comenzando en el versículo 35, Pablo dice: ―Por lo tanto, no desechen su
franqueza de expresión, la cual tiene un gran galardón que se le ha de pagar.
Porque ustedes tienen necesidad de aguante‖. Y esto nos recuerda las palabras
de Jesús: ―El que haya aguantado hasta el fin es el que será salvo‖. Pablo sigue:
―Para que, después que hayan hecho la voluntad de Dios, reciban el cumplimiento
de la promesa. Porque aún ‗un poquito de tiempo‘, y ‗el que viene llegará y no
tardará‘. ‗Pero mi justo vivirá a causa de la fe‘, y, ‗si se retrae, mi alma no se
complace en él‘. Ahora bien, nosotros no somos de la clase que se retrae para
destrucción, sino de la clase que tiene fe que resulta en conservar viva el alma‖.
¡Qué palabras tan animadoras! Por eso, cuando reflexione sobre su vida, no se
desanime si sus momentos decisivos no fueron espectaculares. Y recuerde: las
decisiones que tomamos a lo largo de la vida son importantes, pero aún es más
importante que le seamos fieles a Jehová día tras día.

Geoffrey Jackson- Sigan transformándose (Rom. 12;2.txt

Así que ―transfórmense renovando su mente‖. ¿Qué implica, en realidad, el


proceso de transformarse? Al analizar lo que dice Romanos 12:2, hay cuatro
cosas que quizás tenemos que tener en cuenta. En primer lugar, ¿a quién escribió
Pablo estas palabras inspiradas? Bueno, él estaba escribiendo a cristianos que
eran ungidos, hermanos fieles. Pero aun así les estaba mandando hacer algo:
―Transfórmense‖. ¿Ven? No les dijo: ―Ustedes ya se transformaron‖. Y esa es una
idea interesante para nosotros porque, cuando leemos estas palabras,
no debemos pensar solo en los cambios que ya hicimos en el pasado cuando nos
bautizamos, sino en algo que tenemos que hacer ahora. Y esto está relacionado
con el segundo punto. En el idioma original, los verbos que Pablo usó aquí indican
un proceso continuo, no solamente algo que ocurre una vez y ya. Y el tercer
punto: esta palabra indica un cambio radical. Seguramente recordemos que la
palabra griega que Pablo usó, metamorfosis, implica un cambio total. Y eso nos
recuerda a una oruga que se convierte en mariposa. Bueno, con esto no estoy
diciendo que todos debamos convertirnos en mariposas. El punto que queremos
recordar es que se trata de un cambio completo, una cosa que se convierte en
otra. Así que, de forma parecida, hablando de nuestra personalidad, no debe ser
solo un cambio superficial, como si nos cambiáramos la ropa que tenemos puesta.
Se trata de un cambio mucho más profundo en nuestra personalidad; cambiamos
de ser una persona a ser otra. Por supuesto, esto toma tiempo. Y este es el cuarto
punto que queremos tener presente: es un proceso gradual. Esto no significa que
siempre vamos a ir mejorando. Para muchos de nosotros, a veces significa que
podemos mejorar un poco, después cometemos un error y luego seguimos
mejorando un poco más. Pero lo importante es que vamos progresando. Y esto
no es algo que se haga una sola vez y no haya que hacerlo más. Nos lo muestra
muy bien una experiencia que encontramos en una Atalaya de 1978, de Harry
Yoshikawa, un hermano que vivía en Hawái. Era un hermano japonés muy grande.
Antes de conocer la verdad, le gustaba meterse en peleas. De hecho, su biografía
se tituló en aquel entonces: ―De camorrista callejero a ministro cristiano‖. Bueno,
Harry sabía artes marciales y también sabía boxear; en realidad lo que le gustaba
era pelear con la gente. Además, también sirvió en el ejército por un tiempo. Años
después de eso, conoció la verdad y, poco a poco, comenzó a hacer cambios.
Su biografía nos puede ayudar a darnos cuenta de lo que implica hacer esos
cambios. Por supuesto, dejó de beber y dejó de pelearse. Pero luego, Harry nos
cuenta lo que pasó el primer día que salió a predicar. Estaba en un mercado,
mostrando la revista ¡Despertad!, y le decía a la gente: ―Lea la ¡Despertad!‖.
Bueno, de repente, un hombre que pasaba le dijo con desprecio: ―Yo estoy bien
despierto y no necesito esa basura de revista‖. Harry nos cuenta que en ese
momento su vieja personalidad regresó. Entonces le gritó: ―Conque está bien
despierto, ¿eh? Pues no lo va a estar por mucho tiempo. Ya verá qué pronto se
duerme‖. Así que Harry trató de golpear al hombre, que enseguida se echó a
correr. Y Harry lo persiguió dos calles enteras. Entonces, el hermano que estaba
con Harry salió corriendo detrás de él. Y, afortunadamente, el primer hombre
corría rápido. Cuando el hermano alcanzó a Harry, le dijo: ―Harry, ¿qué hubieras
hecho si hubieras alcanzado al hombre?‖. ―Le hubiera dado una paliza‖. Y el
hermano trató de razonar con Harry: ―Bueno, piensa en lo mal que hubieras
dejado el nombre de Jehová. Imagínate que hubiera venido la policía‖. Y Harry
dijo: ―No hubiera pasado nada, no le habría dicho que soy Testigo, sino
pentecostal‖. Como vemos, Harry todavía no había cambiado por completo. Pero
luego, como vemos en esta foto que apareció en La Atalaya, Harry estaba
ayudando a su esposa, haciendo algo que muchos hombres asiáticos no harían
normalmente: ayudarla en la cocina. Y, durante muchos años, Harry sirvió como
superintendente de circuito junto a su esposa. Y él cambió tan drásticamente que
muchos hermanos que después supieron de la vida de Harry —a quien, por cierto,
llamaban el Chiquitín Magullador— no podían creer que él había sido un hombre
tan violento en el pasado. Entonces, ¿qué aprendemos de esto? Bueno, que el
proceso de transformarse quizás implique hacer algunos cambios drásticos que al
principio son evidentes para todo el mundo. Pero, con el paso de los años,
tenemos que seguir haciendo cambios, seguir transformando nuestra manera de
pensar e ir cambiando nuestros deseos. ¿Y por qué hacer eso es todo un reto?
Para empezar, todos tenemos la tendencia a hacer lo que está mal, porque somos
pecadores. Tenemos todo tipo de actitudes y formas de pensar erróneas que
no son tan evidentes en nuestra personalidad. Podría ser algún tipo de prejuicio,
un poco de racismo, odio, orgullo, codicia... Todas estas cosas podrían ser como
mala hierba en un jardín. Los que hemos hecho algo de jardinería sabemos que
quitar la mala hierba del jardín una sola vez no basta para erradicarla, ¿verdad?
Con el tiempo, sale otra vez. Así que nosotros tenemos que estar constantemente
alerta para asegurarnos de que estas tendencias que quizás tengamos no vuelvan
a crecer. Y lo segundo es que estamos rodeados por Satanás y su mundo. Y el
mundo de Satanás siempre intenta influir en nosotros. Por favor, busquemos
juntos en la Biblia, en Efesios 4:18, y fijémonos en cómo se describe aquí al
mundo de Satanás. Es lo contrario a lo que deberíamos hacer nosotros. Dice:
―Ellos están en oscuridad mental y separados de la vida que le pertenece a Dios
debido a la ignorancia que hay en ellos y a la insensibilidad [o, como dice la nota,
la dureza] de su corazón‖. Así que Satanás está tratando de confundirnos.
Podríamos decir que está tratando de endurecer nuestra mente para que no sea
receptiva a la Palabra de Dios. Es por eso que debemos seguir transformándonos
renovando nuestra mente. Pero ¿cómo podemos hacerlo? Bueno, ahora no vamos
a hablar detenidamente de lo que nos ocurre en el cerebro con las neuronas y las
sinapsis. Es demasiado temprano para eso. Pero está bien que entendamos un
poco cómo funciona nuestra mente. De manera sencilla, podemos decir que,
cuando nos vienen a la mente pensamientos nuevos, o conceptos nuevos, es
como si se formaran pequeños caminos en nuestra mente. Y, cuanto más
pensamos en ciertas cosas, esos caminos se hacen más sólidos, es decir, más
permanentes. Para entender mejor esto, podemos poner un ejemplo. Comenzar a
aprender cosas nuevas es como tratar de caminar a través de la selva.
Al principio, cortar las ramas y la vegetación para hacernos camino es muy difícil.
Es como aprender un idioma nuevo. Si lo hemos intentado, ya sabemos que al
principio es muy difícil, es como ir abriéndose camino a través de la selva. O, si
tratamos de hacer algo nuevo, como conducir un automóvil, puede parecernos
complicado. Pero ¿qué ocurre luego? ¿Qué pasa cuando hacemos algo una y otra
vez? Que esos caminos en nuestra mente se vuelven más transitables, más
permanentes. Por otro lado, si hacemos algo solo una vez, pero no seguimos
haciéndolo, ¿qué ocurre? Es como si la selva volviera a crecer y nos resulta más
difícil volver a hacer eso. Entonces, ¿qué lección extraemos de todo esto? Bueno,
en nuestro estudio personal, cuando meditamos, cuando tratamos de poner en
práctica lo que aprendemos, no siempre deberíamos buscar cosas nuevas.
Porque a veces decimos: ―Bueno, yo ya leí esa publicación, no tengo que leerla
otra vez‖. Pero sí. ¿Por qué? Porque hacer un camino a través de la selva, en
nuestra mente, no significa que ese camino siempre va a permanecer fácil de
atravesar y abierto, no. Es bueno que volvamos a pasar por ahí y repasemos una
y otra vez las mismas cosas. ¿Y qué ocurrirá? Que el camino que hagamos en
nuestra mente será más fácil y permanente y podremos decir que de verdad nos
hemos transformado renovando nuestra mente.

Geoffrey W. Jackson- “Una palabra a su tiempo apropiado” (Prov. 15;23).txt

¿Cómo podemos asegurarnos de que nuestras palabras sean oportunas? Bueno,


respondamos esta pregunta con base en lo que escribió Pablo en su primera carta
a los Corintios. Busquen conmigo, por favor, 1 Corintios 12:25. Noten lo que dice
Pablo: ―Para que no hubiera división en el cuerpo, sino que sus miembros tuvieran
el mismo cuidado los unos de los otros‖. Fíjense en la expresión ―el mismo
cuidado los unos de los otros‖. Esta frase, traducida literalmente del griego,
significa ―preocuparse los unos por los otros‖. Pero es interesante que el término
original que se traduce aquí como ―cuidado‖ es básicamente el mismo que se usa
en el relato de Mateo, cuando Jesús dijo que no nos inquietáramos por cosa
alguna. Parece contradictorio ¿no? Por un lado, Jesús dice que nunca nos
inquietemos, pero por otro, Pablo dice que nos preocupemos los unos por los
otros. ¿Cómo puede ser eso? Bueno, es obvio que esta palabra tiene distintos
significados o connotaciones según el contexto. Estaría mal que nos
inquietáramos por las cosas materiales, especialmente si esto se debe a que nos
falta fe. Pero es bueno que nos inquietemos, o nos preocupemos, por los
hermanos —claro, de manera sana— y que eso nos impulse a actuar a favor de
ellos. Ahora, si buscan la carta a los Filipenses, notarán que Pablo usa la misma
palabra griega cuando describe al joven Timoteo en Filipenses 2:20. Allí Pablo
dice: ―Porque no tengo a ningún otro de disposición como la de él, que
genuinamente cuide de las cosas que tienen que ver con ustedes‖. En la
expresión ―que genuinamente cuide‖, la palabra ―cuide‖ viene del mismo término
griego utilizado en la frase cuidar los unos de los otros. Y, por supuesto, también
es la misma palabra griega que Pablo usó en Filipenses 4:6, donde dijo: ―No se
inquieten por cosa alguna‖. En este momento, quizás estén pensando: ―A ver, no
entiendo. Es la misma palabra griega, pero primero se nos dice que no nos
inquietemos y, luego, que sí nos preocupemos por otros‖. Bueno, podemos
ilustrarlo con la palabra celos. En general, la idea que transmite la palabra celos es
negativa. Pero, en ciertas circunstancias, puede tener una connotación positiva.
Tomemos, por ejemplo, a un cónyuge que se da cuenta de que su pareja está
empezando a desarrollar sentimientos románticos hacia otra persona. ¿No creen
que debería sentir celos? Si eso no ocurre, algo anda mal. En esa situación, los
celos son positivos. De manera parecida, sería incorrecto que nos inquietáramos
por las cosas materiales o por tratar de triunfar en este mundo. Pero sí sería
apropiado que tuviéramos una inquietud, o preocupación, sana por los demás.
Entonces, ¿cómo se demuestra esta preocupación legítima? Expliquemos primero
cómo no se demuestra. En 1 Pedro 4:15 —que de seguro recuerdan— se dice que
no debemos ser entremetidos. Así que preocuparnos por otros no significa que
estemos tratando de averiguar todo acerca de ellos. También, 1 Timoteo 5:13
advierte sobre ser chismosos y entremetidos en asuntos ajenos. De modo que
preocuparnos por los demás de esa manera sería inapropiado, ¿verdad?
Entonces, ¿cómo podemos interesarnos sanamente los unos por los otros?
Bueno, a través de los años, La Atalaya nos ha dado sugerencias al respecto.
Podríamos decir que hay 4 formas en las que podemos mostrar nuestra genuina
preocupación por las personas. La primera es interesarnos sinceramente en los
demás. ¡Pero con interés genuino! No se trata de solo preguntar ―¿Cómo estás?‖ y
ni siquiera esperar la respuesta. Lo que queremos es realmente entender cómo
les está yendo en su vida e interesarnos en lo que les pasa. La segunda es
fijarnos en lo bueno que otros digan o hagan y entonces felicitarlos por ello. Así
que buscar oportunidades para animarnos unos a otros es una manera de
demostrar nuestro interés. La tercera —que ya se ha mencionado en los
comentarios esta mañana— es tratar de ver el potencial que tienen los demás.
Podemos pensar en el ejemplo de Bernabé. Recuerden: Marcos decepcionó tanto
a Bernabé como a Pablo en el primer viaje misional, y aun así Bernabé no lo dio
por perdido. Vio que Marcos tenía potencial, que podía mejorar y, en el futuro,
recibir alguna asignación interesante. Así que Bernabé ayudó a Marcos a
desarrollar su potencial, y, por supuesto, todos conocemos el resultado. Marcos
fue muy útil, no solo para Bernabé, sino para Pablo también. Incluso tuvo el honor
de escribir un relato de la vida de Jesús. ¡Qué privilegio tan maravilloso! Por lo
tanto, como Bernabé, debemos fijarnos en los jóvenes, los nuevos —en realidad,
en todos—, para tratar de ver el potencial que tienen. Y entonces animarlos a
servirle a Jehová lo mejor que puedan. En cuarto lugar, nos gustaría mencionar
que es necesario demostrar que confiamos en los demás. El apóstol Pablo es un
buen ejemplo. Busquemos en la Biblia la carta a los Hebreos. Recuerden que
cuando Pablo escribió a los cristianos hebreos, tuvo que corregirlos más de una
vez. Por ejemplo, algunos se estaban alejando de la congregación porque se
habían distraído. Otros habían permitido que se les endureciera el corazón. Y
otros actuaban como niños al servir a Dios. Por decirlo así, se alimentaban solo de
―leche‖, de enseñanzas básicas, y no se estaban nutriendo adecuadamente en
sentido espiritual. Todo esto podría haber predispuesto el modo de pensar de
Pablo, y su carta podría haberse tornado muy negativa. Pero vean en Hebreos
10:39 lo que les dice Pablo a estos hermanos. Hebreos 10:39: ―Ahora bien,
nosotros no somos de la clase que se retrae para destrucción, sino de la clase que
tiene fe que resulta en conservar viva el alma‖. ¿No es ese un comentario muy
positivo? Sí, y estaba dirigido a quienes quizás habían sido irresponsables con sus
obligaciones. Y noten que allí Pablo dice: ―Nosotros no somos‖. Así que él también
se incluye. ¿Cómo podía Pablo tener tanta confianza en hermanos que
necesitaban tanto consejo? Bueno, La Atalaya menciona dos puntos: en primer
lugar, Pablo se esforzó por imitar el punto de vista de Jehová Dios. Cuando
Jehová observa a los humanos imperfectos, puede ver su potencial y confía en
que, si ellos quieren hacer lo correcto, con su ayuda lo lograrán. En segundo lugar,
Pablo confiaba en el espíritu santo. Él sabía que, con la ayuda de dicho espíritu,
una persona puede desarrollar el poder que es más allá de lo normal y vencer
cualquier deseo incorrecto y cualquier problema. De modo que esforzarse por
imitar a Jehová y confiar en el poder del espíritu santo le ayudó a Pablo a ver a los
hermanos de manera positiva. Entonces, ¿cómo podemos lograr que nuestras
palabras sean oportunas? Bueno, tenemos que preocuparnos unos por otros, pero
eso no significa entrometerse en asuntos ajenos. ¿Recuerdan los cuatro puntos
que vimos? Primero, muestre interés sincero en los demás; felicítelos, anímelos.
Fíjese en el potencial que tienen y entonces confíe en ellos. Si lo hacemos,
podremos estar seguros de que estamos cuidando de los demás, preocupándonos
por ellos.

Geoffrey W. Jackson- Ancianos, ¡lleven la delantera! (Lucas 8;1).txt

Al meditar en el texto de esta mañana, recordé una experiencia que tuve hace
muchos años mientras servía como misionero. En aquel entonces, yo le daba
clases de la Biblia a un joven que estaba recibiendo capacitación para ser pastor
de su iglesia. Este joven llegó al punto de asistir a todas nuestras reuniones a la
vez que continuaba asistiendo a las de su iglesia. Como era de esperar, en su
iglesia les desconcertaba el hecho de que estuviera reuniéndose con los testigos
de Jehová, así que las autoridades administrativas enviaron a un misionero desde
el extranjero para que intentara corregir la situación. El joven me contó lo que
ocurrió. El misionero le preguntó: ―¿Qué es lo que te impresiona de los testigos de
Jehová?‖. A lo que dijo: ―Pues, entre otras cosas, que salen a predicar‖. El
misionero le contestó: ―Bueno, nuestra iglesia también puede hacerlo‖. Así que la
próxima vez que el misionero ofició un servicio religioso, con mucho entusiasmo y
convicción, les dijo a todos los miembros de la iglesia que debían salir a predicar.
También anunció la hora en que el grupo se reuniría para salir. El joven me dijo
que se juntó un buen número de personas. Solo faltó una. ¡Acertaron: el
misionero! Él pensó que bastaría con animar a los demás a predicar, sin que él
mismo tuviera que hacerlo. ¡Qué distinto el ejemplo de Jesús y el de nuestros
ancianos, quienes se esmeran por guiarnos en la obra de hacer discípulos!
Abramos nuestras Biblias y leamos una parte muy interesante. Es Hebreos 13,
versículos 7 y 17. Quiero destacar la bella traducción de estos dos versículos en
nuestra versión de la Biblia. El versículo 7 comienza diciendo: ―Acuérdense de los
que llevan la delantera entre ustedes‖. Y el versículo 17 menciona: ―Sean
obedientes a los que llevan la delantera entre ustedes‖. La mayoría de las
traducciones —modernas o antiguas— dicen ―sus líderes‖. Obviamente, el Comité
de Traducción de la Biblia del Nuevo Mundo tuvo en cuenta lo que Jesús dijo, a
saber, que ninguno de nosotros sería el líder y, aunque en el texto griego se
empleó una palabra diferente, no podíamos menos que verterla cuidadosamente
en inglés. La expresión ―llevar la delantera‖ es una traducción exacta y resume
bien el papel de un anciano. Nosotros no somos líderes, pero sí debemos dar un
buen ejemplo. Ahora bien, esa misma exactitud se refleja en las palabras de
nuestro Señor Jesucristo registradas en el capítulo 22 de Lucas. Y les interesará
saber que ese fue uno de los cambios en la edición revisada en inglés de la
Traducción del Nuevo Mundo. Ahora en Lucas 22:26 aparece la misma expresión
que en la carta a los Hebreos. Así que en español Lucas 22:26 diría algo como
esto: ―Pero ustedes no deben ser así. Más bien, que el mayor entre ustedes sea
como el más joven‖. Y noten: ―Y el que lleva la delantera —que es la misma
expresión empleada en la carta a los Hebreos— como el que ministra‖. Queda
claro que llevar la delantera significa participar en la obra, ser un ministro, alguien
que sirve a los demás. Esto también me hace recordar lo que ocurrió hace muchos
años mientras trabajaba con un equipo de traducción en Samoa, en el Pacífico
sur. Teníamos que elegir una palabra para transmitir con exactitud la idea de
―llevar la delantera‖. Los hermanos tenían 2 términos y querían determinar cuál era
el mejor. El primero era ta‘ita‘i, y el segundo, ta‘imua. Claro, ustedes no se
preocupen por recordar esas palabras. Como extranjero, yo no comprendía la sutil
diferencia entre ellas. Así que les pregunté a los hermanos: ―¿Cómo me
explicarían el significado de ambas palabras?‖. Uno de los hermanos era muy
elocuente. Me dijo: ―Bueno, imagínate una procesión, un desfile. Un ta‘ita‘i es el
anciano que se sienta a un costado del camino y grita a voz en cuello: ‗¡Deben
hacer esto, deben hacer lo otro!‘. En cambio, un ta‘imua va encabezando el
desfile; va al frente, y todos lo siguen‖. ¿Qué palabra creen ustedes que elegimos?
¿No resume muy bien esa anécdota lo que implica servir de anciano? No se trata
de sentarse a un lado del camino a levantar la voz para dar órdenes, sino de tomar
parte en la obra, de dar un buen ejemplo y motivar a otros a seguirlo. Esto
armoniza con la forma en que un léxico griego define esa expresión. Dice: ―La idea
de llevar la delantera implica explicar las distintas formas de hacer algo, definir
cómo hay que hacerlo y tomar la iniciativa en demostrarlo‖. Por otro lado, algunas
religiones consideran que el término ―anciano‖ no es más que un título. Quizás
ustedes hayan notado que algunos individuos se presentan así: ―Buenos días, soy
el anciano Jackson‖. Claro está, ninguno de nosotros quisiera pensar que ser
anciano es un título que otorga poder sobre los demás. Con eso en mente,
veamos otra diferencia sutil en el texto revisado de 1 Timoteo capítulo 3.
Busquemos 1 Timoteo 3:1. Estas palabras las conocemos bien —en particular si
hemos repasado los requisitos que debe reunir un anciano—, pero quizás no se
habían percatado de un cambio sutil que ahora forma parte del texto revisado. En
español diría más o menos así: ―Estas palabras son dignas de confianza: Si algún
hombre se está esforzando por llegar a ser superintendente, desea una obra
excelente‖. ¿Recuerdan que antes la versión en inglés de la Traducción del Nuevo
Mundo decía: ―Si algún hombre está procurando alcanzar un puesto de
superintendente, desea una obra excelente‖? Se notaba la influencia de la King
James Version (la Versión del Rey Jacobo) y de muchas otras traducciones. Pero
cuando leemos el resto del versículo, notamos que no es el puesto de
superintendente lo que se procura alcanzar, sino su labor. Sí, se refiere al trabajo
duro que debe desempeñar un superintendente. Un superintendente sabe que
debe trabajar duro para dar un buen ejemplo, de modo que otros lo sigan, en vez
de limitarse a decirles lo que tienen que hacer. Así que cuando vemos detalles
como estos en la Traducción del Nuevo Mundo, la valoramos aún más, ¿no es
cierto? Entonces, ¿qué nos ayuda a tener siempre presente el texto de esta
mañana? Que, como ancianos, hay algo que no debemos hacer: sentarnos a la
orilla del camino a dar órdenes; más bien, hay que llevar la delantera, ir al frente,
hacer el trabajo. De esa manera, otros seguirán nuestro ejemplo, tal y como
nosotros seguimos el de Jesús.
Geoffrey W. Jackson- Jesús cumplió la Ley (Mat. 5;43).txt

¿Alguna vez ha hablado con alguien en la predicación que cree firmemente en que
los Diez Mandamientos siguen vigentes? No es extraño que esto suceda, ya que
muchas personas —especialmente en el sur de este país— creen fervientemente
en los Diez Mandamientos. Incluso han surgido batallas legales acerca de si se
pueden erigir monumentos que exhiban los Diez Mandamientos en terrenos que
son propiedad del gobierno. Y, por supuesto, muchos creen que los Diez
Mandamientos se usaron como fundamento para la Constitución y las leyes de
muchos países. Entonces, un día alguien pudiera preguntarnos: ―¿Creen ustedes
que todavía estamos bajo los Diez Mandamientos?‖. Una respuesta diplomática
sería: ―Bueno, creo que todavía estamos bajo los principios detrás de los Diez
Mandamientos y bajo la ley del amor, ‗la ley del Cristo‘‖. Pero la persona podría
insistir y preguntarnos: ―¿Pero cree o no cree que los Diez Mandamientos sigan
vigentes?‖. Puede ser que, después de explicárselo con la Biblia, la persona se
sienta decepcionada y luego se ponga a pensar y asegure que sí hay un texto
bíblico que apoya su creencia. Busquemos en la Biblia el capítulo 5 de Mateo. Allí
encontramos el Sermón del Monte, que es de donde se ha tomado el texto de hoy.
La persona podría señalar lo que dicen los versículos 17 y 18: ―No piensen que
vine a destruir la Ley o los Profetas. No vine a destruir, sino a cumplir; porque en
verdad les digo que antes pasarían el cielo y la tierra que pasar de modo alguno
una letra diminuta o una pizca de una letra de la Ley sin que sucedan todas las
cosas‖. Tal vez, la persona nos diga que cree que la expresión ―cumplir‖ significa
―establecer de forma permanente‖. De hecho, algunas obras afirman que esa
expresión tiene que ver con un compromiso total. ¿Cómo podríamos ayudarla a
comprender el punto? ¿Qué respuesta le daríamos? Una opción es mostrarle una
serie de textos. Podríamos comenzar con Romanos 10:4, que dice: ―Cristo es el fin
de la Ley‖. Después leer Gálatas 4:4, 5, donde se explica que los que se hallaban
bajo ley fueron librados. O tal vez Efesios 2:15. Ahí se dice que se ―abolió‖ la Ley.
Pero si han intentado todo eso, quizás les haya sucedido lo mismo que a mí: la
persona está de acuerdo con esos versículos, pero dice: ―Esos textos no se
refieren a los Diez Mandamientos; se refieren a todas las demás leyes de la Ley
mosaica. Los Diez Mandamientos son eternos‖. Ahora, ¿cómo podemos razonar
con ellos? Bueno, regresemos al capítulo 5 de Mateo, a los versículos 17 y 18. Ahí
Jesús dijo: ―No vine a destruir, sino a cumplir‖. Podríamos preguntarle a la persona
qué idea le transmite la palabra cumplir. Puede que diga que cumplir significa
―establecer de forma permanente‖. En ese momento, podríamos mostrarle que, en
el mismo relato, Jesús habló de varios preceptos que recogía la Ley. Si vamos al
versículo 21, ¿qué encontramos? ―Oyeron que se dijo a los de la antigüedad: ‗No
debes asesinar‘‖. Sí, este es uno de los Diez Mandamientos. Es interesante que la
Biblia de estudio en inglés menciona que la expresión ―oyeron que se dijo‖ puede
referirse tanto a cosas que se declararon en las Escrituras Hebreas como a
enseñanzas de la tradición judía. Veremos a qué se refiere esto a medida que
vayamos leyendo. Notemos de qué habla el versículo 23. ―Por eso, si estás
llevando tu dádiva al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra
ti‖. Esto no forma parte de los Diez Mandamientos, ¿verdad? Más bien, habla de
ofrecer los sacrificios que estipulaba la Ley. Ahora veamos el versículo 27:
―Oyeron ustedes que se dijo: ‗No debes cometer adulterio‘‖. Este sí es uno de los
Diez Mandamientos. Pero leamos el versículo 31, allí Jesús dice: ―Además se dijo:
‗Cualquiera que se divorcie de su esposa, déle un certificado de divorcio‘‖. Este no
es uno de los Diez Mandamientos, ¿verdad? Sigamos leyendo. En el versículo 33
se dice: ―También oyeron ustedes que se dijo a los de la antigüedad: ‗No debes
jurar y no cumplir‘‖. Este tampoco es uno de los Diez Mandamientos. El versículo
38: ―Oyeron ustedes que se dijo: ‗Ojo por ojo y diente por diente‘‖. Otra vez, no es
de los Diez Mandamientos. Y ahora llegamos al versículo que hemos estado
analizando esta mañana. El versículo 43 dice: ―Oyeron ustedes que se dijo:
‗Tienes que amar a tu prójimo y odiar a tu enemigo‘‖. En la Biblia de estudio en
inglés hay una nota acerca de la expresión ―odiar a tu enemigo‖. Allí se explica
que este no era un precepto de la Ley de Moisés. Algunos maestros de la Ley
creían que, dentro del mandato de amar al prójimo, estaba implícito que se debía
odiar al enemigo. Así que este no era parte de la Ley de Moisés. ¿Pero qué
aprendemos de esto? Que alguien puede insistir en que, cuando Jesús habló
acerca de la Ley y usó la palabra ―cumplir‖, se estaba refiriendo únicamente a los
Diez Mandamientos. Pero, como ya vimos, Jesús no estaba hablando solo de los
Diez Mandamientos, ¿verdad? Habló de muchas leyes y hasta de la tradición oral.
Así que, si una persona creyera que la palabra cumplir significa ―establecer algo
para siempre‖, tendría que llegar a la conclusión de que la ley ―ojo por ojo y diente
por diente‖ también es para siempre. Pero lo que Jesús enseñó superaba a esa
ley y también a la ley de amar al prójimo, y odiar al enemigo. ¿Qué notamos aquí?
Que no podemos decir que las palabras de Jesús se refieren a establecer algo
para siempre. Entonces, ¿qué significa la expresión ―no vine a destruir, sino a
cumplir‖? Pongamos un ejemplo sencillo. Digamos que alguien firma un contrato
para construir una casa. ¿Qué supondría destruir el contrato? Quizás hacerlo
pedazos, quemarlo o deshacerse de él, pero definitivamente no significaría
construir la casa. Por otro lado, ¿qué tendría que hacer para cumplir el contrato?
Bueno, tendría que construir la casa. Pero una vez terminada la casa, el contrato
se ha cumplido. Y la persona no está obligada a construir vez tras vez la misma
casa. Quizás esta ilustración le ayude a alguien de corazón humilde a ver que,
cuando Jesús dijo: ―No vine a destruir, sino a cumplir‖, quería decir que su
propósito no era eliminar la Ley. En Gálatas 4 se menciona que él ―llegó a estar
bajo ley‖. Así que Jesús tenía que cumplir la Ley, hacer lo que esta mandaba.
Claro, otros versículos nos ayudan a entender que, una vez cumplida la Ley,
Cristo fue el fin de la Ley. Puede que a la persona todavía le cueste entender el
punto. Así que podríamos usar un último versículo. Está en la carta a los
Romanos, en Romanos 7:6, 7. El versículo 6 dice: ―Pero ahora hemos sido
desobligados de la Ley, porque hemos muerto a aquello por lo cual se nos tenía
sujetos, para que seamos esclavos en un sentido nuevo por el espíritu, y no en el
sentido viejo por el código escrito‖. Si paramos allí, quizás la persona diga
rápidamente: ―Ah, sí. Se refiere a la Ley que no incluye los Diez Mandamientos, a
todas las demás leyes, pero los Diez Mandamientos son eternos‖. Podemos
decirle: ―¿Podría leer el versículo 7?‖. Allí dice: ―Entonces, ¿qué diremos? ¿Es
pecado la Ley? ¡Jamás llegue a ser eso así! Realmente, yo no habría llegado a
conocer el pecado si no hubiera sido por la Ley; y, por ejemplo [...]‖. ¿Qué ejemplo
va a utilizar Pablo? Veamos: ―Por ejemplo, no habría conocido la codicia si la Ley
no hubiera dicho: ‗No debes codiciar‘‖. Está claro que ni el apóstol Pablo ni nuestro
Señor Jesucristo dividieron la Ley en dos partes, no separaron los Diez
Mandamientos de las demás leyes. Hoy aprendimos una buena manera de
responder a las personas que están firmemente convencidas de que los Diez
Mandamientos siguen vigentes. Después de esa explicación, quizás podamos
ayudarles a ver que lo que Jesús estaba enseñando eran los principios detrás de
las leyes. Además, enseñó que ―la ley del Cristo‖ implica amar a Jehová y a
nuestro prójimo, y seguir la guía de Jehová. Este tema les puede parecer muy
complicado para examinar a esta hora de la mañana. Pero ojalá lo recuerden la
próxima vez que alguien les pregunte: ―¿Creen que todavía están vigentes los
Diez Mandamientos?‖.

Geoffrey W. Jackson- Un mensaje que llega “hasta la parte más distante de la tierra” (Hech. 1;8).txt

Cuando leemos Hechos 1:8, nos imaginamos los retos que enfrentaron los
apóstoles en sus asignaciones, e imaginamos cuánto tuvieron que confiar en la
promesa de recibir poder y espíritu santo. De verdad lo necesitaban para predicar
―hasta la parte más distante de la tierra‖. En la historia del primer siglo figuran
cristianos —como el apóstol Pablo, Bernabé, Timoteo y otros— que literalmente
viajaron lo más lejos posible para llegar a numerosos territorios. Vayamos a la
Biblia, a la cita de Romanos 15:23, 24. Aquí se resume lo que pensaba Pablo al
respecto. Romanos 15:23: ―Pero ahora que ya no tengo territorio sin tocar en estas
regiones, y habiendo tenido por algunos años el anhelo de llegar a ustedes, [es
decir, a los hermanos en Roma] cuando viaje con rumbo a España, espero [...]
poder verlos‖. Pablo estaba muy interesado en cubrir territorios donde no se había
predicado. Podemos decir que lo mismo siente el pueblo de Jehová hoy, sea que
se trate de graduados de la Escuela de Galaad enviados al extranjero o de
misioneros que fueron a lugares remotos antes de que existiera dicha escuela.
También recordamos a hermanos que se han mudado a países con necesidad de
publicadores, a territorios no asignados o a lugares donde poca gente ha tenido la
oportunidad de escuchar el mensaje de la Biblia. ¿Verdad que nos anima
escuchar sobre ellos? Pero ¿qué les parece si esta mañana abordamos un
aspecto específico de la historia? Concretamente, el que apareció en La Atalaya
en marzo de 2016, en ―Preguntas de los lectores‖. Si recuerdan, se hablaba sobre
el valle de huesos secos del capítulo 37 de Ezequiel. Allí se explicó la restauración
gradual de la adoración verdadera y se dijo que se escuchaba un sonido como de
―traqueteo‖. La Atalaya mostró que, aun antes del tiempo del fin, hubo personas
fieles que se esforzaron por defender la adoración verdadera. Textualmente dice:
―Algunos trataron de producir biblias en los idiomas comunes‖. Consideremos
ahora el caso de algunos que vivieron menos de 100 años antes de que el
hermano Russell comenzara a publicar La Atalaya, y veamos cómo algunos
decidieron ir a países lejanos a fin de traducir la Biblia y ayudar a los habitantes de
esos lugares. Por ejemplo, allá en 1793, había un hombre llamado William Carey,
zapatero británico. A él le impresionaron las palabras de Mateo 28:19, 20. Estaba
convencido de que todos los cristianos tenían que predicar. Logró su objetivo de
llegar a la India. Allí se enfrentó a todo tipo de problemas: la muerte de su esposa
y de su hijo, y a agotadores trabajos en las plantaciones de añil. A pesar de todo,
en un plazo de 21 años y con la ayuda de otros, ¡pudo traducir algunas porciones
de la Biblia a 36 idiomas! Luego, en 1797, Henry Nott, un albañil originario de
Inglaterra, junto con otros voluntarios, llegó a Tahití. Cuatro de aquellos pasajeros
afirmaban ser pastores, pero carecían de preparación formal. Tampoco Henry Nott
era muy instruido: era solo un albañil con una educación básica. Pero su fe era tan
grande que decidió aprender hebreo y griego con la intención de traducir la Biblia
al tahitiano. Pronto aprendió esa lengua, y en 1835, luego de 30 años de traducir,
descansó la pluma: terminó el trabajo. Por cierto, él empleó el nombre de Jehová
tanto en las Escrituras Hebreas como en las Griegas. En 1807, Robert Morrison
tenía un enorme deseo de traducir la Biblia al chino. Se mudó a China. Pero al
llegar ahí, se enteró de que enseñar chino a extranjeros se castigaba con la
muerte. Por seguridad, no salió de su casa en 2 años, mientras aprendía el
idioma. Luego, cuando comenzó a traducir la Biblia, oyó que el emperador había
decretado la pena capital para todo el que imprimiera publicaciones cristianas.
Con todo, en 1819, Morrison completó su traducción de la Biblia. En 1812, Judson
—junto con su esposa— dejó su natal Norteamérica tan solo 2 semanas después
de su boda, y 1 año más tarde llegó a Birmania, hoy Myanmar. Estaba decidido a
traducir la Biblia al idioma local, difícil tarea, pues no había diccionarios ni
maestros de birmano. A pesar de eso, puso todo su empeño en aprenderlo. Pasó
un tiempo en prisión, atado con tres grilletes de hierro que le inmovilizaban todo su
cuerpo. Sin embargo, su mayor preocupación era lo que pasaría con el manuscrito
de la traducción de la Biblia que había enterrado en su casa. Pero su esposa logró
llevárselo a la prisión escondido en una almohada. Para 1835, este hombre ya
había logrado traducir la Biblia entera al birmano. Y la lista no solo incluye a
misioneros blancos, norteamericanos o ingleses. Muchos habitantes de las islas
del Pacífico, por ejemplo, algunos polinesios, se propusieron visitar otras islas
para difundir el mensaje de la Biblia. Allá por el año 1823, un polinesio llamado
Papeiha estaba resuelto a llevar el mensaje a Rarotonga, en las islas Cook. Viajó
por barco hasta la isla acompañado de dos matrimonios de misioneros extranjeros
de raza blanca. Al llegar a la playa, hubo un malentendido con un rey que estaba
ebrio. Allí los golpearon y les robaron sus pertenencias; a duras penas lograron
regresar al barco. Pero Papeiha estaba determinado a predicar a los isleños, así
que no se dio por vencido. Se dice que decidió regresar a la isla y exclamó: ―Ko
Jehova toku tiaki! Tei roto au i tona rima!‖, que significa: ―¡Jehová es mi pastor!
¡Estoy en sus manos!‖. Y tomó consigo un libro que contenía porciones de la Biblia
en tahitiano, saltó al agua, llegó nadando hasta la playa y comenzó a predicar a
los lugareños. No podemos menos que admirar ese gran entusiasmo. Las
condiciones que enfrentaron estos misioneros eran muy difíciles y rudimentarias.
En un país, los misioneros vivían en aldeas donde la gente todavía practicaba el
canibalismo, y en muchos casos, al morir el jefe, ejecutaban a sus esposas y las
sepultaban junto con él. Todos ellos tradujeron la Biblia en medio de
circunstancias tan difíciles como estas. En su mayoría, usaron el nombre de
Jehová tanto en la Biblia como en sus documentos personales. ¿Qué los
motivaba? ¿Qué los impulsó a llegar a partes tan distantes? Llama la atención lo
que un libro de historia sobre los misioneros en el Pacífico menciona: ―[Su] fe firme
en Jehová podía más que el temor y la desesperación‖. Nos deja en qué pensar
¿verdad? Al ver esto, nos preguntamos: ―¿Eran ellos ungidos?‖. La respuesta es:
―No lo sabemos‖. Lo que sí sabemos es lo que Jesús dijo. Según Mateo 13, habría
―hijos del reino‖ semejantes a trigo a lo largo de toda la historia. Y por lo que
hemos hablado hoy, esa afirmación no nos sorprende. Sin duda, en el futuro
sabremos si ellos eran ungidos o no. ¿Qué hay de nosotros hoy? ¿Significa todo
esto que debemos dejar Betel e ir hasta las partes más distantes de la Tierra?
Recordemos que en Hechos 1:8, Jesús se estaba dirigiendo a la gente que estaba
en Jerusalén. Y tomando eso como referencia, ustedes ya viven en las partes más
distantes de la Tierra. La conclusión es: sin importar lo que hagamos, sea que
podamos mudarnos a otros lugares o que sigamos predicando en nuestro
territorio, si imitamos el ejemplo de estos hombres fieles, nos aseguraremos de
llegar a personas que no han tenido oportunidad de escuchar la verdad, sea que
estén cerca o lejos.

Gerrit Lösch- No guardemos rencor (1 Cor. 13;8).txt

Pablo dejó el siguiente consejo en Efesios 4:26, 27: ―Que no se ponga el sol
estando ustedes en estado provocado, ni dejen lugar para el Diablo‖. Sin embargo,
algunos hasta se han cambiado de congregación por guardar rencor y sentirse
ofendidos. ¿Qué puede provocar que guardemos rencor? Tal vez no hayamos
recibido algún privilegio que esperábamos o quizás pensemos que se nos ha
tratado injustamente o con severidad. Algunos también se resienten cuando son
objeto de críticas; sobre todo, si esto ocurre muy a menudo. Nosotros podemos
ayudar a otros a no guardar rencor si procuramos no decir cosas que lastimen y si
evitamos la costumbre de ―extraer la paja‖ del ojo de los demás. Pero ¿qué hay si
alguien nos ofende? Todos, en algún momento, hemos hablado sin tacto o nos ha
faltado amabilidad y, por eso, debemos perdonar. ¿No nos gustaría que otros nos
perdonaran cuando hablamos sin tacto? Todos pecamos con la lengua. Ahora, si
está resentido, no vaya hablando del asunto; acérquese solo a un amigo de
confianza. De lo contrario, sus comentarios pueden dividir a la congregación o a la
familia. Veamos lo que dice la Biblia al respecto en Proverbios 17:9. Dice: ―El que
encubre la transgresión busca amor, y el que sigue hablando de un asunto separa
a los que se han familiarizado entre sí‖. El espíritu santo puede ayudarnos a
perdonar. Pero si le cuesta trabajo perdonar y olvidar, entonces hable con la
persona que lo ofendió. Guardar rencor puede conducirnos a cometer pecados
graves. Hay varios ejemplos bíblicos de esto: Caín se dejó llevar por el rencor y
asesinó a Abel. Los hermanos de José le guardaron rencor por los sueños que
tuvo y porque era el preferido de su padre; algunos hasta trataron de matarlo. En
cambio, José no se quedó resentido con sus hermanos. Debido a que Jacob
recibió la bendición de primogénito, Esaú desarrolló un rencor asesino contra él;
de hecho, hasta pensó en matar a Jacob después de la muerte de su padre.
Cuando Juan denunció el adulterio de Herodías, ella le guardó tanto rencor que
logró que lo asesinaran. Por supuesto, en la Biblia también encontramos buenos
ejemplos. Job oró por sus tres compañeros a pesar de que lo habían tratado muy
mal. En lugar de quedarse resentido, oró a favor de ellos. Jonatán no guardó
rencor cuando se enteró de que David heredaría el trono; ¡y eso que David era
unos 30 años menor que él! Pedro no le guardó rencor a Jesús cuando lo llamó
―Satanás‖ o ―resistidor‖. Y Pedro tampoco se resintió con Pablo cuando lo
reprendió en público; al contrario, siguió expresándole su cariño. Marta no le
guardó rencor a Jesús después de que él la corrigiera por estar más atenta a
preparar la comida. Juan Marcos tampoco se quedó resentido cuando Pablo no lo
quiso llevar a una gira misional. Más bien, siguió activo en su ministerio
acompañando a Bernabé. ¿Y qué hay si dejáramos de hablarle a alguien, es decir,
si le aplicáramos la ―ley del hielo‖? Eso sería poner una barrera a la comunicación.
A veces el ofendido deja de hablar con la otra persona para castigarla. Sin
embargo, La Atalaya del 15 de septiembre de 2006, página 23, párrafo 16, dijo:
―Es posible que no siempre lo haga para castigar a su pareja, sino porque se
siente demasiado frustrado o desanimado‖. Así que alguien podría dejar de hablar
por depresión o porque no sabe qué decir y no necesariamente por guardar
rencor. Hay quienes son muy directos y suelen ofender a los demás. Proverbios
12:18 dice: ―Existe el que habla irreflexivamente como con las estocadas de una
espada‖. Comunicarse no es hablar por hablar. La comunicación es hablar con
amor. Aun cuando alguien no tenga la intención de ofender, si habla sin pensar o
exagera las cosas, puede lastimar a otros. Si alguien nos lastimara con un cuchillo
literal —aunque fuera sin intención—, de todos modos nos dolería ¿verdad? Así
que deje de hablar con rudeza. El habla severa ofende de verdad, y esa es la pura
realidad. El habla severa es como una tormenta; el habla amable, como una brisa.
El habla severa es como un concierto de rock; el habla amable, como música
tranquila. El habla severa es como una gran avalancha; el habla amable, como
suaves y hermosos copos de nieve. El habla severa es como volcar un cubo de
agua sobre una flor recién plantada; el habla amable, como una refrescante
llovizna. Por lo tanto, seamos hombres y mujeres amables. También es muy
importante la forma en que decimos las cosas. La mayoría de nosotros
conocemos bien las palabras que Pablo escribió en Colosenses 4:6, donde dice:
―Que su habla siempre sea con gracia, sazonada con sal, para que sepan cómo
deben dar una respuesta a cada uno‖. Esfuércese por desarrollar un tono de voz
agradable y seleccionar bien sus palabras. Y cuando le dirijan palabras poco
amorosas, resista el impulso de responder con sarcasmo o alzando la voz.
Aunque, como dijo La Atalaya hace tiempo: ―Hasta los susurros pueden ser
ofensivos si pretenden irritar o humillar‖. Evite expresiones hirientes como ―no te
importo‖ o ―nunca me escuchas‖. A algunos les gusta discutir porque así es su
personalidad o así los educaron. Expresar de manera impulsiva nuestras
opiniones o sentimientos pudiera lastimar a los demás. Un diccionario en inglés
dice que hablar imprudentemente significa hablar por impulso y sin pensar en
cómo pueden reaccionar los demás. Así que asegurémonos de que nuestra mente
esté funcionando antes de utilizar la boca. ―Si siente que está a punto de explotar,
diga que necesita un momento y aléjese para calmarse. Puede irse a otro lugar de
la casa o dar un paseo hasta que se haya calmado. No confunda esto con negarse
a hablar‖. Esta es una cita de la revista ¡Despertad! de diciembre de 2015. Así que
no se deje vencer por el rencor, pues cuando el rencor permanece, uno se
endurece. También podríamos decir que el rencor es un ladrón que nos roba la
paz mental. Es como el óxido que corroe la carrocería de un auto que por fuera se
ve impecable, pero bajo la pintura tiene un serio problema. El amor nos protege
contra el resentimiento y el rencor, tal como un techo nos protege de la lluvia.
Además, ―el amor nunca falla‖. Y demostramos nuestro amor a Jehová mediante
el amor que les tenemos a nuestros hermanos. Escuchen esta impactante
advertencia que encontramos en Perspicacia, volumen 2, página 1188: ―Dios
condena a la persona que guarda rencor o busca venganza personal por males
reales o imaginarios cometidos contra él o contra otros‖. Esto es un asunto serio
porque podríamos entristecer el espíritu santo. Recuerde que debemos perdonar a
los demás. Eso es lo que la Biblia nos enseña en Levítico 19:18 cuando dice: ―No
debes tomar venganza ni tener rencor contra los hijos de tu pueblo‖. Pero ahí no
termina el asunto; lo que sigue diciendo el versículo también es muy importante:
―Y tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy Jehová‖. De manera que
―el amor nunca falla‖ porque nos permite superar cualquier situación que nos lleve
a guardar rencor contra los demás.

Harold Corkern- Firmes contra el enemigo (1 Ped. 5;9).txt

El texto de hoy destaca que estamos en guerra con Satanás. La guerra se define
como ―una relación de hostilidad entre dos bandos enemigos que hacen todo lo
posible por conquistarse o destruirse el uno al otro‖. Y el contexto del texto de hoy,
1 Pedro 5:8, habla sobre el tipo de enemigo que tenemos: ―un león rugiente‖ que
trata de devorar a alguien. Y la expresión ―rugiente‖ transmite la idea de una bestia
muy muy hambrienta. Hermanos, es un enemigo real. Y eso se ve claramente en
las palabras que Jesús usó en la oración del padrenuestro. En Mateo 6:13, él dijo:
―No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos [o, como dice la nota,
―rescátanos‖] del Maligno‖. Si buscamos ese mismo versículo en otras Biblias,
como la Biblia de Jerusalén o la Reina-Valera, veremos que esas versiones dicen:
―Líbranos del mal‖. Pero pensemos por un momento: ¿estaba Jesús hablando del
mal? ¿No es cierto que eso es más impersonal, que no transmite la idea de un
enemigo real? Jesús sabía que el Diablo es alguien real, que es un enemigo de
verdad. El Diablo es despiadado. Es feroz y no tiene compasión. Lo que hace es
atrapar a la persona y seducirla para que haga algo malo a los ojos de Jehová.
Entonces la persona se siente aplastada por la culpa. Y ahí es cuando vuelve el
Diablo y machaca a la persona para hacerla sentir todavía más culpable por haber
fallado. ¿Cómo nos enfrentamos a un enemigo tan poderoso? Bueno, en una
guerra hay soldados. Así que usemos una expresión que usó el apóstol Pablo
para describir nuestra situación. Vamos a abrir nuestra Biblia, por favor, en la
segunda carta a Timoteo, 2 Timoteo 2. Y vamos a leer los versículos 3 y 4, y a
hablar un poco de cómo ser un soldado. ¿Ya lo tienen? Dice: ―Como buen soldado
de Cristo Jesús, acepta las dificultades que tengas que sufrir‖. Y el versículo 4
sigue diciendo: ―Ningún soldado se envuelve en los asuntos comerciales de la vida
si quiere agradar a quien lo reclutó‖. Nos convertimos en soldados de Cristo
cuando aceptamos que mediante su sacrificio Jehová nos ha salvado y cuando le
prometemos a Jehová que le vamos a servir por toda la vida. Nos convertimos en
soldados y, como soldados, sabemos que las cosas no van a ser fáciles.
Tendremos problemas y pruebas. Pero el objetivo de un buen soldado es
permanecer leal a sus superiores, a los que le dan las órdenes. Como ya dijimos,
no va a ser fácil, nada fácil. Pero hemos elegido ser soldados de Cristo. Un buen
soldado, como este soldado leal del que habla Pablo, es muy diferente de un
mercenario. Un mercenario es alguien al que le pagan para pelear, pero en
realidad no siente pasión por la causa. Solo lo han contratado. Lo que hace, lo
hace por dinero o lo que sea que le vayan a dar. Nosotros no somos mercenarios.
Nosotros estamos completamente entregados a la causa. Estamos dedicados a
Jehová y somos leales a Cristo. Somos buenos soldados: leales e íntegros. Otro
detalle sobre los soldados es que se les puede identificar por los uniformes y las
armas que llevan. Gracias a eso, los soldados pueden ver claramente quién lucha
en su bando y quién lucha en el bando enemigo en medio de la batalla.
Se distinguen por lo que llevan puesto. Hoy también hay una clara diferencia entre
los soldados de Satanás y los soldados de Cristo. Eso es algo fácil de ver. Pero
no solo son enemigos, sino que son muy diferentes en su aspecto, su manera de
pensar, de sentir y de actuar. Todo esto nos hace pensar en el gran contraste que
hay entre ―las obras de la carne‖ y ―el fruto del espíritu‖ que se mencionan en
Gálatas 5. Hay una diferencia enorme ―entre el que sirve a Dios y el que no le
sirve‖. Y, a ver, pensemos: ¿qué armadura es la que llevamos puesta? Efesios 6
dice: ―Pónganse la armadura completa que Dios da‖. Así que nuestra armadura es
de Dios. No usamos ni las tácticas ni los métodos del Diablo. No, se ve de lejos
que somos soldados de Cristo. Y aquí no hay zonas grises. O estamos de un lado,
o estamos del otro. Es así, no hay más. Por ejemplo, imagínate que eres un
soldado y que estás de guardia. Ya es de noche. Ves que alguien se acerca y
gritas: ―¡Alto! ¿Quién anda ahí? ¿Amigo o enemigo?‖. Y contesta: ―Las dos cosas‖.
Eso es un enemigo. No se puede estar en los dos bandos. ¿Qué más nos
convierte en buenos soldados en esta guerra? Vamos a abrir la Biblia en
Filipenses, capítulo 1, Filipenses 1. Y aquí vamos a hablar un poco de la unidad y
de trabajar juntos, en paz. Porque un ejército debe estar unido. Filipenses 1:27
dice: ―Solo que pórtense de una manera digna de las buenas noticias acerca del
Cristo, para que, sea que yo vaya a verlos o esté ausente, oiga de ustedes y sepa
que se mantienen firmes con un mismo espíritu, con una misma alma [o, como
dice la nota, ―con un mismo propósito‖], luchando lado a lado por la fe de las
buenas noticias y sin tenerles ningún miedo a sus adversarios. Esto mismo es
prueba de que ellos serán destruidos pero ustedes salvados, y esto proviene de
Dios‖. Sabemos que es muy importante estar unidos, trabajar hombro a hombro,
lado a lado. Ahora, una de las tácticas del Diablo es tratar de dividirnos. Quiere
vernos separados, que nos peleemos entre nosotros. Esta es una estrategia de
guerra muy efectiva. Hasta Jehová la usó contra sus enemigos, ¿se acuerdan?
En 2 Crónicas 20:20-23, se describe el ataque de Ammón, Moab y la región
montañosa de Seír contra Judá. ¿Y qué hizo Jehová? Sembró el caos. Empezaron
a atacarse y matarse entre ellos. El Diablo usa la misma estrategia para sus
malvados fines. ¿Cómo? Si él logra que nos llevemos mal, que nos tratemos como
enemigos, habrá conseguido su objetivo. De hecho, recuerden lo que dice Efesios
4:26, 27 sobre llevarnos bien: ―Cuando se enojen, no pequen; no dejen que se
ponga el sol estando todavía enojados. No le den ninguna oportunidad al Diablo‖.
Y cuando él ve algún desacuerdo, o algún conflicto, le echa leña al fuego.
No perdamos de vista quién es nuestro enemigo. Los hermanos pueden
decepcionarnos, sacarnos de quicio y a veces hacernos daño, porque son
imperfectos. Pero ellos no son el enemigo. El Diablo y sus ejércitos, ellos sí son el
enemigo. Así que no nos pongamos a pelear con quien no debemos. Recordemos
que los hermanos están de nuestro lado. Por otra parte, también leímos en el texto
de Filipenses que no debemos tener miedo. ¿Y recuerdan qué era lo que tenían
que hacer los soldados israelitas cuando tenían miedo? Deuteronomio 20:8 dice:
―Los oficiales también deben preguntarle al pueblo: ‗¿Hay alguien que tenga miedo
y esté desanimado? Que vuelva a su casa, para que no haga que sus hermanos
se desanimen como él‘ ‖. Lo que hacen otros nos afecta. Imagínate que estás en
el ejército de Josué, listo para la batalla. Y junto a ti hay otro soldado. Y justo antes
de salir llega y te dice: ―¡Vamos a morir todos! No vamos a volver. Despídete de tu
familia. Se acabó‖. O diga: ―Yo no sé si Jehová va a ayudar a Josué como ayudó a
Moisés, ¿eh?‖. ¿Se imaginan? ¡Qué horrible! Era mejor que alguien así se
quedara en casa. Con esa actitud, solo iba a desanimar a los demás. Pero
nosotros tenemos compañeros positivos, valientes, que confían en Jehová.
Y tenemos los ejemplos de la Biblia, y los actuales, como nuestros hermanos de
Rusia. Como soldados de esta batalla, sabemos cuáles son las tácticas de
Satanás. Pero, ojo, él nos estudia y conoce nuestros puntos débiles. La Atalaya
del 1 de septiembre del 88 publicó el artículo ―Estén firmes contra las
maquinaciones de Satanás‖. Allí decía que el Diablo conoce bien nuestras
debilidades. ¿Y nosotros? Si no las conocemos y no las corregimos, seremos
presa fácil del Diablo. Para eso hace falta ser humildes, sinceros con nosotros
mismos, realmente querer cambiar. Si no, estamos perdidos. Uno tiene que
preguntarse: ―¿Cuáles son mis debilidades? ¿Las conozco? ¿Las corrijo?‖. Con la
ayuda que nos da Jehová, podemos ganar esta batalla. 1 Pedro 5:10 dice que
Jehová terminará nuestro entrenamiento; él nos hará firmes, él nos hará fuertes.
Con él podemos ganar. Así que, hermanos, seamos buenos soldados de Cristo,
confiemos en Jehová y ganemos la batalla contra el enemigo, el Diablo.
Harold Corkern- Imitemos a Jesús (Juan 2;25).txt

No cabe duda de que Jesús fue el Gran Maestro, por muchas razones. Una de
ellas es que realmente entendía a las personas con las que trataba; sabía lo que
pensaban y sentían. Dios le había dado la capacidad de leer los corazones.
Además, tenía otras cualidades que su Padre también le había dado: perspicacia,
discernimiento, entendimiento y sabiduría. La combinación de todas estas
aptitudes hizo que fuera un maestro sobresaliente. Claro, nosotros no podemos
leer los corazones, pero podemos imitar a Jesús al desarrollar cualidades que nos
ayudarán a ser más eficaces al ayudar a otros. Por ejemplo, la perspicacia, ¿cómo
la definiríamos? Es la aptitud de ver más allá de lo obvio, de actuar con prudencia
o de lograr éxito. Implica no solo ver lo superficial, sino ahondar en el asunto.
Se relaciona con el entendimiento. El entendimiento es la capacidad de distinguir
los distintos componentes de un asunto o una situación. Sin embargo, la
perspicacia va más allá. Implica el conocimiento inteligente de la razón. Es decir,
responde a la pregunta: ¿Por qué? ¿Por qué sucede esto? ¿Por qué pienso que lo
que voy a decir es lo mejor que puedo decir? También está relacionada con el
discernimiento, o sea, tener buen juicio, notar las diferencias, ser capaz de ver que
lo que parece una cosa es en realidad otra. También nos ayuda a identificar el
problema o las necesidades reales de una persona. Ahora bien, para entender lo
útil que es demostrar estas cualidades, vamos a suponer que alguien de tu
congregación se te acerca y te dice: ―Me cuesta muchísimo controlar mi carácter.
Me enojo muy fácilmente‖. Entonces, de inmediato podrías pensar, y con razón:
―Bueno, me sé unos cuantos textos bíblicos que te podría citar para ayudarte a
controlar el enojo, dominar la lengua y no decir cosas malas‖. Y está muy bien. Sin
embargo, ¿es eso lo que haría un maestro o un buen consejero? Quizás
preguntaría: ―¿Por qué? ¿Por qué te enojas tanto? ¿Puedes identificar la razón?
¿Te sientes bien? ¿Has descansado lo suficiente? ¿Hay algo en el trabajo, la
escuela, la congregación o en casa que lo está provocando?‖. Y luego, después
de hallar la razón, podemos citarle los textos bíblicos más apropiados y darle el
mejor ánimo posible. ¿Y cómo adquirimos cualidades como la perspicacia, el
discernimiento o el entendimiento? Bueno, todas provienen de Jehová, ¿verdad?
El Salmo 32:8 dice: ―Te haré tener perspicacia, y te instruiré en el camino en que
debes ir‖. Jehová hace esto a través de su Palabra y su organización. Jeremías
3:15 menciona: ―Les daré pastores de acuerdo con mi corazón, y ellos [...] los
apacentarán con conocimiento y perspicacia‖. Por lo tanto, es una bendición
contar con la Palabra de Jehová y con ―el esclavo fiel y discreto‖, que nos ayudan
a desarrollar estas cualidades. ¿Cómo lo hacen? Abran sus biblias, por favor, en
el Salmo 119, y leamos el versículo 99. Salmo 119:99 dice: ―He llegado a tener
más perspicacia que todos mis maestros, porque tus recordatorios me son de
interés intenso‖. Fíjense en que el salmista no dijo: ―Puedo citar más textos que
nadie y puedo responder todas las preguntas difíciles de la Biblia, sin ningún
problema‖. No, en este contexto, dijo: ―He llegado a tener más perspicacia‖, como
si dijera: ―Jehová me ha ayudado a entenderme mejor a mí mismo y también a los
demás, para ayudarlos‖. Entonces, ¿cómo podemos poner esto en práctica? Bien,
recordemos a nuestro ejemplo, Jesús. Pensemos en su forma de tratar a las
personas: era cariñoso, amable, afectuoso, compasivo y empático. Cuando
alguien se comporta así con quienes trata de ayudar, ellos se sienten cómodos y
están más dispuestos a explicar lo que les pasa. Con este método, Jesús lograba
ponerse en el lugar de los demás, es decir, mostrar empatía y compasión. Así lo
hizo con Marta y María tras la muerte de Lázaro. Como vemos, para ser
perspicaces, debemos lograr que los demás se sientan cómodos cuando estén
con nosotros. ¿Qué más podemos hacer para descubrir lo que piensa una
persona? No podemos leer su corazón. Ahora bien, abramos la Biblia en
Proverbios, capítulo 20. Leamos juntos el versículo 5: ―El consejo en el corazón
del hombre es como aguas profundas, pero el hombre de discernimiento es el que
lo sacará‖. ¿Y cómo se logra esto? La persona sabia usa preguntas. Busca
conocimiento, recoge información, de acuerdo con Proverbios 15:14. Allí se dice
que el sabio, el entendido, ―busca el conocimiento‖. No responde hasta que tiene
toda la información. Pregunta con tacto y respeto. No insiste hasta el punto de
avergonzar al otro. Se da cuenta de que, haciendo preguntas bruscas, demasiado
directas, puede obtener una respuesta, pero también puede lastimar mucho (sobre
todo si con ellas insinúa, sin pruebas, que la otra persona hizo algo malo). Este
tipo de preguntas pueden causar heridas profundas, como dice Proverbios 12:18:
―Existe el que habla irreflexivamente como con las estocadas de una espada‖.
Hagamos preguntas relevantes, de forma respetuosa y amable, y luego
escuchemos la respuesta. Según Santiago, debemos ser prestos para escuchar,
lentos para hablar y no reaccionar exageradamente a lo que nos puedan decir.
Es como haberle preguntado: ―¿Cómo te sientes? Dime, por favor‖. O ―¿qué está
pasando?‖. No podemos enojarnos por lo que nos responda, porque le hemos
preguntado. Así que es momento de callar. Si hacemos una pregunta importante,
con tacto, también debemos recordar lo que dice Eclesiastés 3:7, que hay ―tiempo
de callar y tiempo de hablar‖. Ahora bien, no hablar de más también nos ayuda en
otro sentido, porque Proverbios 10:19 dice: ―En la abundancia de palabras no deja
de haber transgresión, pero el que tiene refrenados sus labios está actuando
discretamente‖. Entonces, debemos tener cuidado con lo que decimos,
especialmente si no tenemos toda la información. Primero necesitamos hacer
preguntas bien pensadas para tener el cuadro completo, y luego podremos prestar
ayuda. Y, cuando nos cuenten algo, debemos tener cuidado de no reaccionar de
forma exagerada. Así demostraremos tener perspicacia y discernimiento. Veamos
una historia que ilustra esto: un matrimonio cristiano se dio cuenta de que su hija
no quería pasar tiempo con la familia. Se aislaba y quería estar sola. Entonces, se
acercaron a ella con cariño para ver qué le estaba sucediendo, pero ella no les
decía nada. Los padres insistieron con bondad y con calma. Un día, la madre
entró en el cuarto de su hija, se sentó junto a ella, la abrazó y le dijo: ―Hija, dime,
¿qué te pasa?‖. Ella respondió: ―Mamá, la verdad es que siento que a la familia
no le gusta estar conmigo. Así que prefiero estar sola‖. La madre me contó que lo
primero que pensó fue: ―¡Eso es ridículo!‖. Pero se contuvo y la escuchó.
Entonces, su hija le abrió su corazón, y las cosas mejoraron. La familia hizo
algunos cambios y, con el tiempo, esta muchacha comenzó a servir a tiempo
completo. Pero... pensemos un momento. ¿Qué hubiera pasado si la madre
no hubiese tenido discernimiento y perspicacia cuando su hija le contó el problema
y sí le hubiera dicho que eso era ridículo? ¿Qué habría pensado la hija? ―¡Ah!,
ahora creen que soy tonta y que soy una ridícula. Eso me ayuda mucho. Muchas
gracias. Ahora tengo más ganas que nunca de estar con mi familia‖. Bueno, pudo
haber sucedido así. Pero esta historia nos muestra que, cuando escuchamos y
no reaccionamos de forma exagerada, llegamos a conocer lo que la persona
piensa y siente, y así podemos ayudarla mejor. Como Cristo, queremos saber qué
hay en el corazón de las personas para ayudarlas correctamente. Lo haremos si
confiamos en la perspicacia y el discernimiento que nos da Jehová, somos
comprensivos, cariñosos y amables, y hacemos preguntas prudentes para
descubrir cuál es el problema real, y usar así los textos bíblicos más apropiados
para ese caso.

Harold Corkern- Oremos para conseguir “la paz de Dios” (Filip. 4;7).txt

El texto de hoy resalta el profundo efecto que tienen en nosotros las oraciones
sinceras, desde el corazón. Claro, solo hablar con Dios no necesariamente es
orar. En los capítulos 3 y 4 de Génesis encontramos el diálogo que tuvo Adán con
Jehová poco después de haber pecado. Y difícilmente podría decirse que Adán
estaba orando en ese momento. ¿Por qué? Porque para orar, necesitamos
mostrar confianza, respeto, humildad y devoción, así como reconocer que
dependemos de aquel a quien dirigimos la oración. Para ver por qué es tan
importante mostrar confianza en Dios y mejorar la calidad de nuestras oraciones,
analicemos lo que dice al respecto Salmo 91:1, 2. Leamos el versículo 1:
―Cualquiera que more en el lugar secreto del Altísimo se conseguirá alojamiento
bajo la mismísima sombra del Todopoderoso‖. Ese ―lugar secreto‖ es un lugar
simbólico donde Jehová nos brinda protección espiritual y nada ni nadie puede
arrebatarnos la fe o el amor por Jehová. Es secreto porque los incrédulos no
pueden descubrirlo, o entenderlo. Pero ¿cómo podemos encontrarlo nosotros? El
versículo 2 explica: ―Ciertamente diré a Jehová: ‗Tú eres mi refugio y mi plaza
fuerte, mi Dios, en quien de veras confiaré‘‖. Así que la clave para entrar en ese
lugar secreto y conseguir la paz de Dios es que seamos humildes y tengamos
confianza en Jehová. El texto dice: ―Tú eres mi refugio y mi plaza fuerte‖; no dice
nuestro. De modo que cada uno, en lo individual, debe demostrarle su confianza a
Jehová. Ahora bien, ¿verdad que todos le agradecemos mucho a Jehová por
escucharnos? Estamos seguros de que es así por lo que dijo David en el Salmo
69. Mientras leemos, quisiera que se pregunten: ―¿Alguna vez he sentido algo
parecido a lo que describe David aquí?‖. Él se sentía muy presionado y
angustiado, por eso escribió lo que dice Salmo 69:20: ―El oprobio mismo ha
quebrantado mi corazón, y la herida es incurable. Y seguí esperando que alguien
se condoliera, pero no hubo nadie; y consoladores, pero no hallé ninguno‖. ¿No es
cierto que, a veces, ni otros cristianos ni nuestros familiares ni siquiera los amigos
íntimos pueden darnos la ayuda que necesitamos? ¿Por qué será? Bueno, tal vez
están tan atareados con sus propios problemas que no tienen tiempo de fijarse en
los nuestros. Además, a todos nos afectan las cosas de manera distinta. Es decir,
lo que le causa gran estrés a una persona pudiera no ser tan grave para otra. Y si
vemos a alguien luchando con situaciones que para nosotros no son la gran cosa,
quizás no podamos comprender lo que siente. Por otro lado, el versículo 33 del
mismo Salmo dice: ―Porque Jehová está escuchando a los pobres, y realmente no
desprecia a sus propios prisioneros‖. A veces pudiéramos sentirnos prisioneros de
las circunstancias o de nuestros sentimientos o emociones y tal vez nos sintamos
como atrapados. Quizás otros no nos entiendan ni nos puedan ayudar. Pero
fíjense en las reconfortantes palabras de 2 Crónicas 6:29, 30. Allí leemos la
oración que hizo Salomón cuando se dedicó el templo. El versículo 29 dice: ―Sea
cual fuere la petición de favor que se haga de parte de cualquier hombre o de todo
tu pueblo Israel —porque ellos conocen cada cual su propia plaga y su propio
dolor—; cuando él realmente extienda las palmas de las manos [...]‖. Así que
Jehová nos comprende como nadie más puede hacerlo. ¿Cómo lo sabemos? El
versículo 30 dice: ―Entonces dígnate oír tú mismo desde los cielos, el lugar de tu
morada, y tienes que perdonar y dar a cada uno conforme a todos sus caminos,
porque tú conoces su corazón (porque solo tú mismo conoces bien el corazón de
los hijos de la humanidad)‖. Entonces, aunque nuestros amigos se preocupen y
traten de ayudarnos, no pueden entender todo lo que sentimos, lo que pensamos
ni cuánto nos afecta una situación... pero Jehová sí. Él nos comprende por
completo, y eso nos reconforta y nos impulsa a confiar en él. Pero confiar en
Jehová implica mucho más. Mateo 6:33 dice: ―Sigan, pues, buscando primero el
reino y la justicia de Dios, y todas estas otras cosas les serán añadidas‖. Aquí se
nos invita a confiar en que Jehová se encargará de darnos lo que necesitamos,
como siempre lo hace. Pero, en este contexto, podríamos caer en un error:
cuando una persona es tranquila, segura de sí misma, tiene habilidades naturales,
viene de una familia estable, tanto emocional como económicamente, pudiera
sentirse inclinada a pensar: ―Sí, yo confío en Jehová, pero sé que esto puedo
hacerlo solo‖. Bueno, a veces hemos oído a algunos expresar algo parecido
cuando reciben una nueva asignación o se les envía a servir de precursores
regulares o dejan Betel por una buena razón y, ahora, tienen que conseguir un
trabajo seglar. Quizás hayan escuchado algo como esto: ―Les va a ir bien porque
tienen un oficio bien remunerado en el mercado laboral‖. Eso no tiene nada de
malo. Puede que hasta hayan aprendido ese oficio mientras servían de toda alma
a Jehová, ¡y qué bueno! Pero cuidado: ¿tendrán éxito debido a sus habilidades, o
porque siguen buscando primero el Reino y permiten que Jehová sea quien les dé
lo necesario? Además, hay que tener cuidado con esa idea de que, gracias a su
oficio, les irá muy bien. ¿Y si no tuvieran un oficio tan rentable? ¡De todos modos,
Jehová los cuidaría! Veamos lo que dice Amós 7:14, 15: ―Yo no era profeta, ni era
hijo de profeta; sino que era guarda de ganado y punzador de higos‖. Aun así,
Jehová escogió a Amós, lo usó y le dio lo necesario. El hecho de que no tuviera un
oficio bien pagado no fue lo importante. Por eso es bueno que veamos las cosas
desde la perspectiva correcta. Por último, cuando tratemos de animar a otros y
ayudarlos a combatir la ansiedad, usemos la herramienta más poderosa que
tenemos. En La Atalaya del 15 de febrero de 1988 se relata la historia del
hermano Arthur Winkler. Cuando lo encontró la Gestapo, lo golpearon sin piedad,
le quebraron los dientes y le dislocaron la mandíbula. Ya con el cuerpo en carne
viva por la golpiza, lo echaron en una celda oscura. El hermano Winkler relata que,
en ese momento, necesitaba desesperadamente alimento espiritual, así que le oró
a Jehová y luego le pidió a un guardia que lo ayudara. Poco después, alguien
abrió la puerta y le arrojó una Biblia. El hermano dice: ―¡Qué gozo producía
disfrutar diariamente de los agradables dichos de verdad! Sentí que me estaba
fortaleciendo espiritualmente‖. Así que, si deseamos ayudar a otros, no repitamos
frases hechas o frases que se dicen por simple cortesía; mejor usemos palabras
tomadas de la Biblia. Quizás alguien se sienta atrapado por una situación difícil.
Bueno, pensemos en el relato de algún personaje bíblico que haya superado
momentos muy difíciles. Eso es lo que realmente puede ayudarnos a superar la
ansiedad. Por ejemplo, en 2 Corintios 11:23-31, Pablo cuenta las angustias que
vivió. Y, años después, escribió las palabras del texto de hoy, en donde señala
que Jehová lo ayudó a mantener la calma. ¡Que los consejos de la Biblia nos
sirvan para enfrentar las inquietudes y ayudar a otros a hacer lo mismo!

Harold Corkern- Protejamos nuestra amistad con Jehová (Col. 3;5).txt

Entre los años 60 y 61 de la era común, el apóstol Pablo escribió la carta a los
Colosenses. Fue en la misma época en que escribió la carta a los Efesios, de la
que hablamos hace poco. Las razones para escribir ambas cartas fueron
similares: advertir a los hermanos del ambiente inmoral que los rodeaba y
animarlos a luchar contra las debilidades de la carne. Busquemos en nuestra
Biblia Colosenses, capítulo 3, y leamos completo el versículo 5. Colosenses 3:5
dice: ―Amortigüen, por lo tanto, los miembros de su cuerpo que están sobre la
tierra en cuanto a fornicación, inmundicia, apetito sexual, deseo perjudicial y
codicia, que es idolatría‖. Estas palabras nos transmiten la idea de que debemos
borrar por completo este tipo de deseos. Si nos percatamos de que, en la mente o
en el corazón, empieza a surgir alguno de estos deseos, tenemos que eliminarlo.
Esto es muy importante porque, si no lo hacemos, podríamos dañar gravemente
nuestra relación con Jehová, con otras personas, y causarnos muchos problemas.
Y vean lo que dice el versículo 6: ―Por causa de esas cosas viene la ira de Dios‖.
Así que también podríamos perder la vida eterna. Queda muy claro que estos
deseos son muy peligrosos. Están relacionados con la avidez, o codicia, que es
una forma de idolatría. Podemos decir que la codicia es un deseo insaciable, el
anhelo de buscar algo que no nos pertenece o no tenemos el derecho de poseer.
Por definición, la codicia es cruel y egoísta. Una persona codiciosa, dominada por
la avidez, llega a anhelar tanto lo que desea que esto se convierte en su dios. Eso
nos recuerda lo que se dice en Filipenses 3:18 y 19, donde Pablo utilizó palabras
similares para referirse a ciertos cristianos que antes se relacionaban con él, pero
que se habían alejado de Jehová. Y esto había entristecido mucho a Pablo. ¿Qué
había pasado con ellos? La Biblia dice que su vientre había llegado a ser su dios y
sus deseos habían apagado su amor por Jehová. Hablando sobre la avidez, la
codicia y la idolatría, La Atalaya del 1 de septiembre de 1978 dijo lo siguiente:
―Cuando un cristiano se da cuenta de que dentro de él se va edificando el deseo
incorrecto, hace bien en recordar lo preciosa que es su relación con Dios, y lo
insensato que sería perder esto por convertirse en un idólatra‖. ¿No les parece
que esto es algo en lo que deberíamos meditar? Imagínense: los deseos
incorrectos pueden hacer que una persona empiece a adorar otras cosas en lugar
de adorar a Jehová. En el antiguo Israel, la idolatría era un pecado tan grave que
se castigaba con la muerte. Ahora bien, de acuerdo con los Diez Mandamientos, el
adulterio también acarreaba la pena de muerte. Pero ¿qué similitud hay entre la
idolatría, que se castigaba con la muerte, y el adulterio, que se castigaba de la
misma forma? Al adorar un ídolo, la persona rompe el pacto que ha hecho con
Jehová. Y cuando una persona comete adulterio, está rompiendo el voto, o pacto,
que le hizo a su cónyuge. ¿Por qué es esto un asunto tan serio a la vista de
Jehová? Abramos la Biblia en el Salmo 33, y notemos lo que piensa Jehová sobre
sus promesas. Salmo 33; leamos el versículo 4: ―Porque la palabra de Jehová es
recta, y toda su obra es en fidelidad‖. Ahora veamos el versículo 9: ―Porque él
mismo dijo, y llegó a ser; él mismo mandó, y así procedió a presentarse‖. Así que
cuando Jehová dice algo, lo dice en serio. Por eso, cuando una persona le
promete a Jehová adoración exclusiva y no lo cumple, eso es traición. Y Jehová
nunca actúa así. Más bien, la traición es típica del Diablo, que es mentiroso y
desleal. ¿Verdad que saber esto refuerza nuestro deseo de nunca caer en ningún
tipo de idolatría? El comentario de La Atalaya que estamos analizando —el cual
leeremos en breve— se centra en cómo evitar la trampa del adulterio. Por eso,
ahora me gustaría que habláramos sobre algunos de los peligros que pueden
enfrentar quienes están casados. Y vamos a ver de qué forma podemos poner en
práctica el consejo de desarraigar, o eliminar, estos deseos desde el mismo
principio para evitar que florezcan y nos causen problemas. Un principio bíblico en
el que podemos meditar se encuentra en Proverbios 22:3. Allí se nos enseña que,
cuando veamos un peligro, lo evitemos. ¿Qué cosas podrían ser peligrosas?
¿Cómo podemos identificarlas y eliminarlas antes de que se conviertan en un
problema? Obviamente, lo que vemos, escuchamos y leemos llena nuestra mente
de cosas buenas o malas. Así que debemos evitar todo lo que pudiera alimentar
los malos deseos. Nuestras publicaciones y algunos estudios han señalado que,
cuando una persona comete adulterio, no son siempre los deseos sexuales los
que la llevan a caer en esta conducta. ¿Entonces cuál es la razón? Una de las
funciones más importantes del matrimonio es dar y recibir apoyo emocional.
Ambos cónyuges deben sentirse amados, necesitados y valorados de manera
especial. Si uno de los dos deja de sentirse así, es posible que intente cubrir su
necesidad emocional con otra persona. Puede ser que, al principio, ni siquiera
esté pensando en satisfacer un deseo sexual. Por eso, la ¡Despertad! del 8 de
enero de 1986 dice: ―El buen oyente [...] tiene la capacidad de hacer sentir a la
otra persona que la aprecia de manera especial y que lo que dice es de interés e
importancia‖. Así que es necesario proteger la relación de amistad que tenemos
con nuestro cónyuge. La Atalaya del 15 de julio de 1994 enfatizó este mismo
punto. Allí se citaron las palabras de un abogado especializado en divorcios, quien
dijo que la causa principal de las rupturas matrimoniales era ―la incapacidad de los
cónyuges de hablar sinceramente, de expresar sus sentimientos más profundos y
tratarse el uno al otro como su mejor amigo‖. Entonces esa es la causa principal. Y
es lo que puede llevar al cónyuge a buscar contacto físico con otra persona. Pero
todo suele empezar por tratar de satisfacer una necesidad emocional. Ahora bien,
¿cómo podemos evitar que suceda algo así? Debemos ver el matrimonio como un
tesoro. Eso me recuerda lo que se publicó en La Atalaya del 15 de agosto de 2012
sobre un anciano, llamado Daniel, y su esposa; ambos eran precursores. Daniel
era uno de esos ancianos que no saben decir que no a ningún privilegio teocrático.
Tres jóvenes varones que estudiaban con él llegaron a bautizarse, pero
necesitaban mucho apoyo emocional. Como Daniel estaba ocupado con otras
asignaciones, su esposa pasaba mucho tiempo con estos hermanos recién
bautizados. Daniel había descuidado a su esposa. Ella llegó a sentirse muy unida
a uno de esos hermanos, y terminaron cometiendo adulterio. Daniel admitió que,
en gran parte, él era responsable de lo ocurrido. De hecho, dijo que aprendió esta
lección: ―Uno no puede afanarse tanto por atender sus responsabilidades que
termine descuidando a su familia‖. Necesitamos ser equilibrados al apoyar los
intereses del Reino. Por supuesto, tanto el esposo como la esposa deben ser
comprensivos y apoyarse. Pero cuando se pierde el equilibrio, puede haber graves
problemas. Por lo tanto, si empezamos a tener algún deseo incorrecto, debemos
eliminarlo de inmediato. Y hacerlo requiere de mucho esfuerzo y perseverancia,
pues mientras seamos imperfectos, los deseos impropios pueden surgir de vez en
cuando y nadie puede decir que es inmune a ellos. Nuestro amor por Jehová, por
nuestro cónyuge y por nuestros hermanos nos motiva a alejarnos de la codicia y la
idolatría, que tanto daño causan. Estamos muy agradecidos por contar con
hermanos y hermanas como ustedes, que aman a Jehová, a sus cónyuges y a sus
hermanos, y hacen todo lo posible por mantenerse moralmente limpios. ¡Sigan así
con la ayuda de Jehová!

Izak Marais- Busquemos primero el Reino (Mat. 6;33).txt

El texto para el día de hoy, Mateo 6:33, consta de dos partes. La primera indica lo
que tenemos que hacer: ―Sigan, pues, buscando primero el reino y la justicia de
Dios‖. La segunda menciona lo que Jehová hará: ―Y todas estas otras cosas les
serán añadidas‖. Analicemos cuidadosamente estas palabras. Con ellas, Jesús
deseaba enseñarles a sus discípulos que debían hacer cambios drásticos en su
estilo de vida. ¿Qué clase de cambios? Veamos el versículo 31. Allí, Jesús dice:
―Por eso, nunca se inquieten y digan: ‗¿Qué hemos de comer?‘, o ‗¿qué hemos de
beber?‘, o ‗¿qué hemos de ponernos?‘‖. ¿De verdad dijo ―nunca‖? ¡Sí! Sin
embargo, lo normal es que nos preocupemos por tener lo necesario. Y Jesús
reconoció que eso mismo inquieta a la mayoría de las personas. En el versículo
32, él dijo: ―Porque todas estas son las cosas en pos de las cuales las naciones
van con empeño‖. Pero luego también dijo: ―Su Padre celestial sabe que ustedes
necesitan todas estas cosas‖. Aquí en el capítulo 6, Jesús resaltó varios principios
muy importantes que nos ayudan a modificar nuestro punto de vista para darle a
Jehová Dios, a nuestra vida y a las necesidades básicas la importancia que les
corresponde. Jesús dejó claro que el servicio a Jehová debe ser lo más
importante, sean cuales sean nuestras circunstancias. Echémosle un vistazo a dos
de dichos principios. Uno de ellos está en Mateo 6:24. Allí, Jesús dice: ―Nadie
puede servir como esclavo a dos amos; porque u odiará al uno y amará al otro, o
se apegará al uno y despreciará al otro. No pueden ustedes servir como esclavos
a Dios y a las Riquezas‖. Es simplemente imposible. Algunos lo han intentado,
pero han fallado. Satanás le dijo a Jesús ―Te daré riquezas. Te daré todos los
reinos del mundo y su gloria‖. Jesús, desde luego, lo rechazó. ¿Por qué? Porque
sabía cuál era el precio de recibir todo aquello: dejar de adorar con corazón
completo... ¡imposible! Jesús sabía que es imposible adorar a Jehová y a las
riquezas. En el versículo 21, Jesús dijo: ―Porque donde está tu tesoro, allí también
estará tu corazón‖. El segundo principio está en el versículo 25: ―Por esto les digo:
Dejen de inquietarse respecto a su alma en cuanto a qué comerán o qué beberán,
o respecto a su cuerpo en cuanto a qué se pondrán‖. Y he aquí el principio: ―¿No
significa más el alma que el alimento, y el cuerpo que la ropa?‖. Pudiéramos tener
un granero lleno de alimento, pero si no estuviéramos vivos, de nada nos serviría.
Y si tuviéramos un almacén lleno de ropa, pero no un cuerpo, no podríamos
ponérnosla. Jesús ilustró muy bien este principio. Veamos lo que dice Lucas
capítulo 12, del versículo 16 en adelante: ―Con eso les habló una ilustración, y dijo:
‗El terreno de cierto hombre rico produjo bien. Por consiguiente, él razonaba
dentro de sí, diciendo: ―¿Qué haré, ya que no tengo dónde recoger mis
cosechas?‖. De modo que dijo: ―Haré esto: demoleré mis graneros y edificaré
otros mayores y allí recogeré todo mi grano y todas mis cosas buenas; y diré a mi
alma: ‗Alma, tienes muchas cosas buenas almacenadas para muchos años;
pásalo tranquila, come, bebe, goza‘‖. Pero Dios le dijo: ―Irrazonable, esta noche
exigen de ti tu alma. Entonces, ¿quién ha de tener las cosas que almacenaste?‖.
Así pasa con el hombre que atesora para sí, pero no es rico para con Dios‘‖. Jesús
no dijo que el hombre fuera alguien deshonesto o que nunca pensara en Dios. El
error que aquel hombre cometió fue fijar mal sus prioridades. Él se centró
principalmente en acumular riquezas. Como dice el versículo 21, él acumuló
tesoros para sí mismo, pero no en los cielos. No se esforzó por ser ―rico para con
Dios‖. Y eso es lo más importante, ¿no es verdad? Servir a Jehová Dios, dedicar
nuestra vida a él: eso es lo que realmente importa. Porque, como dijo Jesús en la
segunda parte del versículo 15, ―hasta cuando uno tiene en abundancia, su vida
no resulta de las cosas que posee‖. Así que, hemos hablado de dos principios muy
importantes. El primero es que nuestro servicio a Dios —y no atesorar riquezas—
debe ser lo más importante en nuestra vida. Y el segundo lo encontramos en
Mateo 6:33: ―Sigan, pues, buscando primero el reino y la justicia de Dios, y todas
estas otras cosas les serán añadidas‖. Aunque no sabemos con exactitud cuándo
vendrá el fin, queremos seguir siempre buscando primero el Reino. Y, en vez de
confiar en los bienes materiales que ofrece este mundo, debemos confiar en
nuestro Padre celestial. Jehová nos da todo lo que necesitamos y hasta más que
eso. Este principio se resume en Eclesiastés 5:19. Allí se dice la verdad, la
realidad de las cosas. Eclesiastés 5:19 dice: ―También, a todo hombre a quien el
Dios verdadero ha dado riquezas y posesiones materiales, también lo ha facultado
para comer de ello y para llevarse su porción y para regocijarse con su duro
trabajo. Este es el don de Dios‖.
Izak Marais -Den muerte a los miembros de su cuerpo (Col. 3;5).txt

Al leer el texto de hoy, quizás nos vinieron a la mente dos preguntas. Una es
―¿Qué son estos miembros del cuerpo que están en la tierra?‖. Y la otra es
―¿Cómo les damos muerte a los miembros de nuestro cuerpo?‖. El texto de hoy
nos recuerda las palabras de Jesús, cuando dijo que es mejor que nos cortemos
una mano o un pie, o nos arranquemos un ojo, que ser destruidos. En el lenguaje
bíblico, la mano, el pie y el ojo a menudo se usan para representar lo que
hacemos en la vida. La mano representa las cosas que hacemos con nuestras
manos. El pie representa la acción de caminar o correr, y a menudo se refiere a
cómo vivimos la vida. El ojo representa nuestros puntos de vista, nuestras
opiniones, cómo vemos las cosas, si nos gustan o no... Así que ¿a qué se refiere
el texto de hoy con los miembros del cuerpo? No se refiere a las partes literales de
nuestro cuerpo, como la mano, el pie o el ojo. Se refiere a las inclinaciones que
tenemos como humanos imperfectos. En el texto de hoy, Colosenses 3:5, Pablo
menciona algunas de estas tendencias. Por ejemplo, habla de ―la inmoralidad
sexual, la impureza, la pasión sexual descontrolada, los malos deseos y la
codicia‖. Estas malas inclinaciones están dentro de nosotros, las tenemos desde
que nacemos. La codicia y los malos deseos pueden estar presentes en
cualquiera de nosotros. Si ponemos una bola encima de una mesa que está un
poco inclinada, la bola se irá rodando hacia el lado más bajo. Todos nosotros
nacemos con una inclinación hacia lo malo. ¿Cómo podemos eliminar, o darle
muerte a, nuestra inclinación hacia los malos deseos y la codicia? Sencillamente
eliminándolos de nuestra vida. Pero eso no es nada fácil, porque nuestra
inclinación es muy fuerte. Entonces, ¿cómo podemos evitar que nuestros malos
deseos empiecen a rodar? Vamos a hablar de cinco cosas que podemos hacer
para mantener esa bola de malas inclinaciones en su lugar. La primera: controlar
nuestros pensamientos. Nuestro Creador, Jehová, nos dio una herramienta muy
poderosa: la mente. Y, si la usamos bien, podremos controlar los malos deseos.
¿Cómo podemos hacerlo? Colosenses 3:2 dice: ―Concentren su mente en las
cosas de arriba‖. Así que, cuando la mente quiera irse adonde no debe,
controlémosla inmediatamente. Detengámosla y empecemos a pensar en otra
cosa. Podemos decidir en qué pensar. No permitamos que esa bola de malos
pensamientos empiece a rodar. Dejemos de pensar en ello. Mientras más tiempo
estemos pensando en algo que está mal, más probable es que acabemos
haciéndolo. La segunda: controlemos nuestras emociones. ¿Cómo podemos
hacerlo? No dejando que las emociones nos controlen a nosotros. Veamos
nuestras inclinaciones imperfectas como lo que realmente son, imperfectas y
egoístas, como un niño malcriado. Cuando no conseguimos lo que queremos,
nuestras emociones pueden ser como un niño con una rabieta. El niño quiere algo,
lo quiere ya y no está dispuesto a razonar. Pero una buena madre no se deja
manipular por su hijo. Si no tenemos cuidado, nuestras emociones podrían
controlarnos y llegar a convencernos de que tenemos que conseguir lo que
queremos a toda costa. Vamos a buscar 1 Corintios 6:12 y vamos a leer la
segunda parte del versículo: ―Todo me está permitido, pero no me dejaré controlar
por nada‖. Lo tercero que tenemos que hacer para controlar nuestras inclinaciones
es reconocer lo peligrosa que es la codicia. La última parte de Colosenses 3:5
dice: ―Y la codicia, que es idolatría‖. Cuando nos dejamos dominar por la codicia,
nuestros deseos se convierten en nuestro amo, nuestro dios. Nos hacemos sus
esclavos y llegamos a ser idólatras, nos adoramos a nosotros mismos. Esto
no quiere decir que todos los deseos sean malos. Sabemos que Jehová abre su
mano y satisface ―el deseo de todos los seres vivos‖. La diferencia entre un deseo
normal y la codicia puede compararse con la diferencia entre una fogata para
cocinar y un incendio voraz que arrasa todo un bosque. Número cuatro: para
controlar nuestras inclinaciones, no podemos ser ingenuos. Vayamos a Proverbios
14:15, 16. Proverbios 14:15, 16: ―El ingenuo se cree todo lo que le dicen, pero el
prudente mide bien todos sus pasos. El sabio es cauteloso y se aparta del mal,
pero el insensato es imprudente y confía demasiado en sí mismo‖. No pensemos
ni por un momento: ―Bueno, esto no me va a pasar a mí‖. No nos dejemos
engañar por nuestros propios deseos. El codicioso nunca está satisfecho. Nunca
tiene suficiente. Un hermano que tuvo una adicción explicó lo que sentía cada vez
que recaía. Él dijo: ―El deseo que sentía era tan fuerte que cuando intentaba
detenerme ya era demasiado tarde‖. Una vez que la bola empieza a rodar, ya es
muy difícil pararla. Número cinco: tenemos que ser honestos con nosotros
mismos. Vamos a leer Romanos 7:22, 23. Romanos 7:22, 23. Dice: ―Al hombre
que soy por dentro de veras le agrada la ley de Dios, pero en mi cuerpo veo otra
ley que lucha contra la ley de mi mente y que me hace prisionero de la ley del
pecado que está en mi cuerpo‖. Aquí Pablo habla de una lucha. Habla de una
guerra. Pablo estaba en guerra. Nosotros estamos en guerra. Y tendremos heridas
dolorosas. Por ejemplo, en una batalla, un soldado puede sufrir heridas tan graves
en una extremidad que haya que amputársela. En algún momento va a tener que
aceptar el hecho de que va a perder una extremidad y tendrá que permitir que se
la amputen. Claro, no estamos hablando de amputaciones literales. Pero, en algún
momento, tenemos que enfrentarnos a la realidad. Puede que tengamos que
aceptar que tenemos que dejar un hábito o una costumbre aunque nos parezca
tan difícil como perder una mano, un pie o un ojo. Esto no es un juego. Nuestra
vida depende de ello. Hay que hacer dos cosas: admitir que tenemos un problema,
y luego hacer lo que sea para eliminarlo de nuestra vida. En resumen,
obedezcamos el mandato de dar muerte a los miembros de nuestro cuerpo.
Es una guerra que tenemos que pelear en nuestro interior. Si descubrimos que
tenemos una inclinación mala, eliminémosla, cortémosla, inmediatamente. Así nos
irá bien. Si lo hacemos, seremos realmente felices. Tal como dijo el salmista en el
Salmo 63: ―Tu amor leal es mejor que la vida‖.

Izak Marais- Todos somos necesarios (1 Cor. 12;22).txt

Jehová Dios se propuso reunir a su pueblo en la congregación, lejos del mundo de


Satanás. Jesucristo prometió que estaría con nosotros hasta el final de este
mundo malvado. Y cuando observamos esta enorme organización mundial,
comprobamos que Jesús está cumpliendo su promesa y que Jehová está
realizando su propósito de manera extraordinaria. Dentro de esta gran
organización se efectúan numerosas tareas, o ministerios. Es algo que solo
Jehová puede lograr, pues él es quien la dirige. En el capítulo 12 de 1 Corintios, el
apóstol Pablo explica en detalle cómo Jehová dirige su organización. Primera a los
Corintios 12:14 dice: ―Porque el cuerpo, en realidad, no es un solo miembro, sino
muchos‖. Así que Pablo compara el cuerpo humano con la organización. Esta se
compone de muchos miembros, y a cada uno de ellos se le ha asignado un
ministerio. Leamos ahora los versículos 4 al 6: ―Ahora bien, hay variedades de
dones, pero hay el mismo espíritu; y hay variedades de ministerios, y sin embargo
hay el mismo Señor; y hay variedades de operaciones, y sin embargo es el mismo
Dios quien ejecuta todas las operaciones en todos‖. Estas palabras nos recuerdan
que la organización no le pertenece a ningún hombre. No es ningún ser humano
quien la mantiene unida y la hace avanzar. ¡Es Jehová quien lo hace! En este
capítulo, Pablo nos ayuda a comprender la relación que tenemos entre nosotros.
Leamos ahora los versículos 17, 19 y 21. Primera a los Corintios 12:17 dice: ―Si
todo el cuerpo fuera ojo, ¿dónde estaría el sentido del oído? Si todo fuera oído,
¿dónde estaría el olfato?‖. Versículo 19: ―Si todos fueran un solo miembro, ¿dónde
estaría el cuerpo?‖. Ahora el versículo 21: ―El ojo no puede decir a la mano: ‗No
tengo necesidad de ti‘; o, de nuevo, la cabeza no puede decir a los pies: ‗No tengo
necesidad de ustedes‘‖. Queda claro, entonces, que nos necesitamos
mutuamente. Todos realizamos diferentes tareas o ministerios, pero nos
necesitamos unos a otros. Por eso, el versículo 20 dice: ―Pero ahora son muchos
miembros, aunque un solo cuerpo‖. Así que formamos un solo cuerpo: sí,
pertenecemos a la misma congregación. Esto nos lleva al texto de hoy. Pablo dice
en 1 Corintios 12:22: ―Antes bien, con mucho el caso es que los miembros del
cuerpo que parecen ser más débiles son necesarios‖. ¿Qué significa ―más débiles‖
en este contexto? No quiere decir que estos miembros sean deficientes o
incapaces de realizar su función. Solo significa que, desde un punto de vista físico,
quizás parezcan más débiles. Quizás haya algún hermano mayor enfermo que ya
no puede hacer tanto como antes. ¿Significa eso que ya no está cumpliendo con
su asignación, que no encaja en el propósito de Jehová o que ya no le es útil?
¡Claro que no! El hermano pudiera parecer más débil, pero sabemos que sigue
siendo importante, y valoramos el lugar que Jehová le da. Veamos ahora el
versículo 23: ―Y a las partes del cuerpo que creemos que son menos honorables,
a estas las cercamos de más abundante honra, y así nuestras partes indecorosas
tienen el más abundante decoro‖. Jehová lo ha dispuesto así. El versículo 24 dice:
―Mientras que nuestras partes decorosas no necesitan nada. No obstante, Dios
compuso el cuerpo, dando más abundante honra a la parte a que le hacía falta‖.
Por lo tanto, el cuerpo no está dividido. Sus partes cooperan. Ningún miembro
menosprecia a otro por tener alguna incapacidad o limitación. Por eso, el versículo
25 dice: ―Para que no hubiera división en el cuerpo, sino que sus miembros
tuvieran el mismo cuidado los unos de los otros‖. ¿Qué significa eso? ¿Cómo ha
formado y dirigido Jehová a su organización? El apóstol Pablo lo describe de
manera hermosa en Efesios 4:16. En el versículo anterior, el 15, Pablo dice:
―Antes bien, hablando la verdad, por el amor crezcamos en todas las cosas en
aquel que es la cabeza, Cristo‖. Jesucristo es la cabeza. Por lo tanto, no existe
una estructura piramidal. Cristo dijo: ―Su Caudillo es uno‖. Luego, en el versículo
16, se explica cómo Jehová Dios organiza a su pueblo. Allí dice que ―de él [Cristo]
todo el cuerpo‖ está ―unido armoniosamente‖ y agrega que se le hace ―cooperar
mediante toda coyuntura que da lo que se necesita‖. De modo que el cuerpo está
unido armoniosamente. Tomemos como ejemplo nuestra mano: los dedos están
unidos por la palma que, a su vez, está unida a la muñeca. Hay una unión
armoniosa. Y, como leímos, los miembros del cuerpo están diseñados para
cooperar, para encajar unos con otros, para trabajar unidos. Jehová se encarga de
que eso suceda. Luego, el mismo versículo muestra lo que nosotros debemos
hacer: dar ―lo que se necesita‖. Y después dice que el buen funcionamiento de
cada miembro ―contribuye al crecimiento del cuerpo para la edificación de sí
mismo en amor‖. Así que nuestra función es dar lo que se necesita, hacer lo que
se requiere. Jesús ilustró muy bien este punto en el capítulo 13 de Juan.
Seguramente recuerdan la ocasión en que Jesús lavó los pies de sus discípulos.
Vamos a Juan, capítulo 13. En los versículos 12 a 15, Jesús describe lo que hizo y
luego explica por qué lo hizo: ―Ahora bien, cuando les hubo lavado los pies y se
hubo puesto sus prendas de vestir exteriores y recostado de nuevo a la mesa, les
dijo: ‗¿Saben lo que les he hecho? Ustedes me llaman: ―Maestro‖, y, ―Señor‖, y
hablan correctamente, porque lo soy. Por eso, si yo, aunque soy Señor y Maestro,
les he lavado los pies a ustedes, ustedes también deben lavarse los pies unos a
otros. Porque yo les he puesto el modelo, que, así como yo hice con ustedes,
ustedes también deben hacerlo‘‖. ¡Imagínense! ¡Jesús, el cabeza de la
congregación, se arrodilló y lavó los pies de sus discípulos! Y luego nos pidió que
siguiéramos su ejemplo. Entonces, ¿qué aprendemos de todo esto? Que cada uno
de nosotros tiene un lugar en la organización de Dios. Todos cumplimos una
hermosa función: la de servirnos unos a otros, es decir, dar lo que se necesita. Y,
como dice la segunda parte de Efesios 4:16, hacerlo ―contribuye al crecimiento del
cuerpo para la edificación de sí mismo en amor‖. Jehová ha decidido reunir a su
pueblo. Él mismo dirigirá esta organización, esta congregación, hacia el justo
nuevo mundo en donde podremos disfrutar de bendiciones extraordinarias. Pero
hoy tenemos la oportunidad de cooperar y trabajar juntos en amor y unidad. Si lo
hacemos, no importará si físicamente somos más fuertes o más débiles, pues
todos somos parte del mismo cuerpo.

James Mantz- “No te enojes fácilmente” (Ecl. 7;9).txt

¿Qué es peor? ¿Hacer tropezar o que te hagan tropezar? Desde el punto de vista
de Jehová, las dos cosas son igual de graves porque nos afectan a nosotros y
también a quienes nos rodean. Pero, como el texto de hoy nos dice que no nos
enojemos fácilmente, vamos a hablar de qué podemos hacer cuando nos hacen
tropezar. Santiago 3:2 nos dice que ―todos tropezamos muchas veces‖. Esto
no quiere decir para nada que está bien que otros nos hagan tropezar, es decir,
esto no es una excusa. Santiago sencillamente está destacando un hecho: que
todos somos imperfectos. Aquí el punto es qué podemos hacer nosotros cuando
encontramos algo que pueda hacernos tropezar. Proverbios 24:16 dice: ―Porque,
aunque el justo caiga siete veces, volverá a levantarse‖. Veamos entonces qué
puede hacernos tropezar y cómo podemos evitar esos obstáculos. A veces,
tropezamos porque un hermano ha sido injusto con nosotros, quizás por la
persecución o los problemas, o tal vez por los defectos de los demás. Cualquiera
de estos obstáculos puede hacernos pisar mal, tropezar o incluso caer. ¿Cómo
podemos evitar que estos obstáculos se conviertan en barreras que nos impidan
seguir adelante y seguir sirviendo a Jehová? Abramos la Biblia en Salmo 119:165.
Este texto responde esa pregunta de manera sencilla y también nos asegura que
podemos evitar tropezar. Salmo 119:165: ―Los que aman tu ley disfrutan de
abundante paz; nada será un obstáculo para ellos‖. ¿Por qué no? Porque, si
amamos la ley de Jehová, Jehová no nos dejará tropezar nunca. Nuestro amor por
él y por sus leyes nos servirá de protección. Uno de los obstáculos más comunes
son las imperfecciones de los demás. Me gustaría contarles dos experiencias que
muestran cómo podemos evitar que esos problemas nos impidan servir a Jehová.
La primera experiencia es la de la hermana Goldie Romocean. Nació en Rumania
en 1903 y se bautizó en 1918. En 1921 se fue a vivir a Estados Unidos, y ese
mismo año se casó con un hermano rumano de su pueblo natal. Vivían en Akron
(Ohio) y tuvieron cuatro hijas. A mediados de los años 30, Goldie y su esposo
tropezaron. En una ocasión ella contó por qué tropezaron y qué les ayudó a seguir
sirviendo a Jehová. Goldie dijo: ―Me enojé con el hermano Rutherford. Un Testigo
nuevo creía que el hermano Rutherford había sido injusto con él porque no lo
escuchó, y le di la razón al hermano nuevo. Un domingo mi hermana Mary y su
esposo, Dan, vinieron a visitarnos. Después de comer, Dan dijo: ‗Bueno, vámonos
a la reunión‘. Dije: ‗No vamos a volver a las reuniones. Estamos furiosos con el
hermano Rutherford‘. Dan preguntó: ‗¿Conocías al hermano Rutherford cuando te
bautizaste?‘. ‗Por supuesto que no —respondí—. Tú sabes que me bauticé en
Rumania‘. ‗¿Por qué te bautizaste?‘, preguntó. ‗Porque aprendí que Jehová es el
Dios verdadero y quería dedicar mi vida a servirle‘, contesté. ‗¡Jamás olvides eso!
—me dijo—. Si el hermano Rutherford dejara la verdad, ¿la dejarías tú también?‘.
‗¡Nunca, nunca!‘, le dije. Aquello me hizo recobrar el juicio, así que dije: ‗¡Vamos,
todos para la reunión!‘. No hemos faltado desde entonces‖. Jehová siguió
bendiciendo a Goldie y a su familia. Por ejemplo, su hija Beth se graduó de la
clase 14 de Galaad. La impresionante biografía de la hermana Goldie está en
La Atalaya del 1 de abril de 1997. Por favor, no se la pierdan. No solo les animará
leerla, también averiguarán por qué le decían Goldie. ¿Aprendemos algo de esto?
Claro. Nada impidió que Goldie y su familia siguieran sirviendo a Jehová.
Se centraron en la soberanía de Jehová y en la amistad que tenían con él.
Veamos ahora la segunda experiencia. Cuando leí el texto de hoy, enseguida
pensé en el hermano Adolf Weber. Leí por primera vez su experiencia hace
38 años en el Anuario para 1980. Y, por supuesto, su historia me caló hondo en la
mente y el corazón. Adolf Weber vivía en Suiza y se dedicaba a talar árboles.
A mediados de la década de 1890, viajó a Estados Unidos. Trabajaba media
jornada como jardinero para el hermano Russell, y así fue como llegó a conocer la
verdad. El hermano Weber hablaba muy bien inglés, alemán y francés. Decidió
regresar a Europa para predicarle a la gente que hablaba francés, y el hermano
Russell estuvo de acuerdo. El hermano Weber viajó a su pueblo natal en Suiza y
allí publicó anuncios en periódicos religiosos. Mucha gente le respondió. En 1903,
el hermano Russell visitó Europa e hizo planes con el hermano Weber para
publicar una versión reducida de la revista Watch Tower en francés. Y, como buen
precursor regular, el hermano Weber trabajaba en verano como leñador y
jardinero en Suiza, y luego viajaba a Francia y a Bélgica para visitar a las
personas que habían respondido a los anuncios que había puesto. Viajó
muchísimo y supervisó la predicación en habla francesa en Europa durante más
de 12 años. En 1912, el hermano Russell volvió a Europa y le encargó a un
hermano que tenía mejor formación académica que supervisara la predicación.
¿Era eso un posible obstáculo? Por supuesto. Pero al hermano Weber no le afectó
para nada. Humildemente aceptó el cambio y con gusto siguió haciendo todo lo
que pudo por el Reino. ¿Y saben qué? Aquel hermano con más estudios que el
hermano Weber con el tiempo dejó la verdad, igual que los cuatro
superintendentes que vinieron después. Pero, a pesar de todo, el hermano Weber
siguió haciendo humildemente lo que siempre había hecho: hablarles de la verdad
a las personas sinceras que encontraba. ¿Aprendemos algo de esto? Claro. Por
favor, abramos la Biblia en Mateo 23:12. Este texto habla de una cualidad que el
hermano Weber demostró. Y fíjense en lo que pasa cuando tenemos esta
cualidad. Mateo 23:12 dice: ―El que se engrandece será humillado, pero el que
actúa con humildad será engrandecido‖. Y eso fue exactamente lo que le pasó al
hermano Weber. Él nunca estuvo buscando reconocimiento. Y, miren, su
experiencia aparece en el Proclamadores, en los Anuarios para 1980, 1984 y 1987
gracias al buen trabajo que hizo en Europa. El Anuario para 1987 hace un
resumen precioso de la vida de este hermano. Dice: ―Aunque algunos habían
permitido que los sentimientos de presunción les engañasen, el hermano Weber
había continuado sirviendo a Jehová de manera leal y humilde [...]. Su modestia,
fe fuerte y servicio celoso dejaron una profunda impresión en todos aquellos que le
conocieron. Finalmente, en febrero de 1948, terminó su carrera terrestre a la edad
de ochenta y cinco años‖. ¡Qué bonito reconocimiento recibió este hermano tan
humilde que no se ofendía fácilmente! Así que seamos como el hermano Weber y
la hermana Romocean. Esforcémonos siempre por ser humildes y modestos, y por
concentrarnos en mantener una buena amistad con Jehová. Si lo hacemos, no nos
enojaremos fácilmente y nada nos hará tropezar.

James Mantz- “Toda cosa a gente de toda clase” (1 Cor. 9;22).txt

―Se sentía cómodo tanto al lado de refinados intelectuales como de humildes


fabricantes de tiendas de campaña. Persuadía lo mismo a altos dignatarios de
Roma que a sencillos campesinos de Frigia. Sus escritos motivaban a griegos
liberales y a judíos conservadores por igual‖. Así es como La Atalaya del 1 de
diciembre de 2005 describió al escritor inspirado del texto de hoy. Con toda
certeza, el apóstol Pablo dominaba el arte de hacerse ―toda cosa a gente de toda
clase‖. Vayan, por favor, al capítulo 20 de Hechos. Leeremos el versículo 21. Con
estas palabras, Pablo describe su comisión como apóstol. Mientras leemos
Hechos 20:21, pensemos en su vasto territorio y en el propósito de su ministerio.
Dijo: ―Antes bien, di testimonio cabalmente, tanto a judíos como a griegos, acerca
del arrepentimiento para con Dios y de la fe en nuestro Señor Jesús‖. Al igual que
el apóstol Pablo, nosotros también tenemos la misión de predicar a toda clase de
personas. ¿Pero es demasiado pedir que imitemos su ejemplo? Veamos. Una de
las ventajas de Pablo era haber recibido una buena educación. También contaba
con la ventaja de ser ciudadano romano. Y había sido un fariseo muy influyente.
Ninguno de nosotros ha conseguido todo eso. Pero ¿era eso lo que acreditaba a
Pablo como ministro de las buenas nuevas? Es verdad que ser un abogado
distinguido debió servirle para defender y establecer legalmente las buenas
nuevas. Pero, por otro lado, los antecedentes de Pablo pusieron ciertos obstáculos
que él tendría que superar. De esa manera, lograría predicar a toda clase de
personas. Pablo había sido fariseo, término que significa ―separado‖. Esto quizás
aludía al hecho de que, para los fariseos, era impensable mezclarse con los
gentiles. Aun así, Jehová eligió a Pablo para que fuera un apóstol. ¿A quiénes? A
los gentiles. Indudablemente, Pablo tendría que examinarse a conciencia para
erradicar cualquier prejuicio, pues solo así podría cumplir su comisión de predicar.
Los enormes cambios que hizo Pablo me hacen pensar en un hombre de Carolina
del Norte. Él fue ministro en una iglesia metodista por más de 25 años y entonces
se hizo testigo de Jehová. Había pronunciado cientos, si no es que miles, de
sermones. Con tales antecedentes, uno pensaría que hablar en público sería pan
comido. Sin embargo, me confesó que una de las cosas más difíciles que tuvo que
hacer fue pararse frente a todos en el Salón del Reino para leer la Biblia durante
cinco minutos. Sin duda, el ejemplo de Pablo le infundió ánimo a este humilde
hermano. Es verdad que el mensaje del Reino es para toda clase de personas.
Pero la manera de darlo a conocer no es como una gorra de béisbol que le queda
a todo el mundo. Si queremos ser eficaces como Pablo, tenemos que adaptar
nuestra forma de presentar las buenas noticias del Reino. Por eso, analicemos 3
cualidades que ayudaron a Pablo a ser un ministro eficaz. Él fue cordial, flexible e
ingenioso. ¿Por qué decimos que fue cordial? Pablo conocía los antecedentes y
las creencias de sus oyentes. Recordemos lo que ocurrió cuando compareció ante
el rey Agripa II. Por favor tomen su Biblia y busquen Hechos capítulo 26.
Leeremos los versículos 2 y 3; noten que, según este pasaje, Pablo comienza la
conversación felicitando a Agripa por conocer bien los antecedentes de la gente a
la que gobernaba. Hechos 26:2, 3 dice: ―Acerca de todas las cosas de que soy
acusado por judíos, rey Agripa, me considero feliz de que sea ante ti ante quien
haya de presentar mi defensa este día, especialmente por cuanto eres perito en
todas las costumbres así como también en las controversias entre los judíos. Por
eso te ruego que me oigas con paciencia‖. Pablo no intentaba adular al rey.
Sencillamente mencionó un detalle que conocía de su interlocutor para establecer
un terreno común a partir del cual comenzar a predicar. Pablo también fue flexible.
Piensen en lo que ocurrió cuando él y Bernabé entraron en la ciudad de Listra
para predicar. El relato se encuentra en el capítulo 14 de Hechos. La gente de
Listra era todo lo opuesto al rey Agripa y a los 100 dignatarios que quizás
estuvieron presentes cuando Pablo presentó su defensa. En Listra, la
muchedumbre estaba compuesta por personas menos educadas y mucho más
supersticiosas que el resto de la gente. Cuando Pablo y Bernabé curaron a un
hombre que había nacido cojo, la muchedumbre exclamó: ―¡Los dioses se han
hecho como humanos y han bajado a nosotros!‖. Incluso querían ofrecerles
sacrificios a Pablo y Bernabé. Obviamente, Pablo no podría razonar con ellos con
base en sus supersticiones. Más bien, le dijo a la muchedumbre que tanto él como
Bernabé eran humanos imperfectos como ellos. Luego desviaron la atención de
ellos mismos para centrarse en la maravillosa creación y en nuestro Dios vivo,
aquel ―que hizo el cielo y la tierra y el mar y todas las cosas que hay en ellos‖. Eso
bastó para disuadir a la muchedumbre de ofrecerles sacrificios. Una tercera
cualidad de Pablo es que fue ingenioso. Si hubiera existido el libro Benefíciese en
el primer siglo, se pudiera haber dicho que Pablo aplicaba eficazmente la lección
46, ―Ilustraciones basadas en situaciones conocidas‖. Pablo usaba ejemplos
fáciles de entender para aclarar asuntos espirituales profundos. Pensemos en
este: los romanos estaban familiarizados con la esclavitud. De hecho, es probable
que muchos de los lectores de la carta a los Romanos hubieran sido esclavos. De
modo que Pablo usó dicho concepto para explicar la nueva clase de esclavitud
bajo la que estaban quienes se habían hecho cristianos. Romanos 6:18 dice: ―Sí,
habiendo sido libertados del pecado, vinieron a ser esclavos de la justicia‖.
Nuestros hermanos de todo el mundo están demostrando que son cordiales,
flexibles e ingeniosos al predicar a personas de todos los antecedentes
imaginables. Por ejemplo, muchas personas del Lejano Oriente están
preocupadas por cuestiones que influyen en su vida, como la salud y la educación
de los hijos. Por eso, nuestros hermanos hablan de esos temas para iniciar
conversaciones. No obstante, quizás dichos temas de conversación no sean tan
atractivos en algunas ciudades de Estados Unidos, donde la gente está más
preocupada por la corrupción, por pasar tantas horas al volante y por el crimen.
Pero sin importar qué tema abordemos al predicar, si queremos ser buenos
maestros de la Biblia, debemos hablar de forma positiva y motivadora, destacando
el valor práctico de los principios bíblicos. Con la ayuda del espíritu santo el
apóstol Pablo pudo superar prejuicios y otras barreras, y llegó a ser un ministro
sobresaliente de las buenas nuevas. Es casi un hecho que nunca nos toparemos
con un alto dignatario romano o con un campesino de Frigia en la predicación.
Pero, con la ayuda de Jehová, podremos imitar el ejemplo de Pablo y ser ministros
cordiales, flexibles e ingeniosos. ¿Vale la pena el esfuerzo? Sí. En la medida de lo
posible, hagámonos ―toda cosa a gente de toda clase‖ y, así, salvemos a algunos.

James Mantz- Evitemos todo tipo de codicia (Lucas 12;15).txt

¿Qué cosas necesitas? ¿Qué cosas quieres? Hay una gran diferencia entre lo que
es estrictamente necesario y lo que nos gustaría tener porque nos haría la vida
más fácil, aunque tal vez no sea tan necesario. En 1956, un columnista de un
periódico comentó algo interesante. Calculó que, cien años atrás, en 1856, la
gente tenía en la lista de deseos 72 cosas, de las cuales solo 16 eran
necesarias, y en aquella época los publicistas anunciaban unos
200 artículos. Pero para 1956 la lista había aumentado a 474 artículos, de los
cuales solo 94 se consideraban necesarios. Para ese año ya se publicitaban unos
32.000 artículos. El columnista llegó a la siguiente conclusión: la gente no necesita
muchas cosas, pero la lista de deseos es infinita. Si hiciéramos un cálculo
parecido hoy en día, estoy seguro de que la cifra sería mucho mayor. El mundo
comercial nos bombardea constantemente no solo para que compremos
artículos, sino para que consideremos necesarias cosas que en realidad no lo
son. Para no caer en el materialismo, hay que tener clara la diferencia entre lo que
necesitamos y lo que queremos. Y agradecemos los constantes recordatorios que
recibimos del ―esclavo fiel y discreto‖, pues nos ayudan a tener la actitud
correcta hacia las cosas materiales. Por ejemplo, el texto de hoy aparecía en un
artículo que llevaba un título muy directo: ―Busquemos el Reino, no las cosas
materiales‖. El texto temático era Lucas 12:31, que dice: ―Busquen continuamente
el reino de él, y estas cosas les serán añadidas‖. Es imprescindible que tengamos
fe en esas palabras. Debemos confiar plenamente en que Jehová nos va a
proveer lo que necesitamos en sentido físico, siempre y cuando el servicio a él sea
lo más importante en nuestra vida. En ese artículo, había una definición bastante
sencilla del materialismo, en el párrafo 3. No decía que el materialismo sea tener
mucho dinero en el banco, una casa grande o un auto de lujo. Decía que el
materialismo es ―preocuparse por las cosas materiales en vez de las
espirituales‖. Así que tiene mucho que ver con nuestros pensamientos y
deseos. Por eso, preguntémonos: ―¿En qué pienso la mayor parte del
tiempo? Cuando estoy con mis amigos, ¿de qué cosas hablamos?‖. Como se
mencionó en los comentarios, el materialismo nos puede afectar a todos, hasta a
precursores y betelitas. En el siglo primero, afectó a algunos cristianos. Abran sus
biblias, y vayamos a Revelación, capítulo 3. Ahí vemos que, al parecer, muchos
hermanos de la congregación de Laodicea se habían dejado contaminar por el
ambiente materialista que había en la ciudad. Fijémonos en la corrección que les
dio Jesús a quienes estaban confiando en las riquezas. En Revelación 3:17
leemos: ―Porque dices: ‗Soy rico y he adquirido riquezas y no necesito
absolutamente nada‘, pero no sabes que eres desdichado y lastimoso y pobre y
ciego y desnudo‖. ¿Eran ricos aquellos cristianos? Sí. Pero Jesús les dijo que eran
pobres en sentido espiritual. ¿Llevaban ropa cara? Sin duda, pero para Jesús
estaban desnudos. Así que vemos que estaban en una condición espiritual
lamentable. ¿Había algún remedio para la enfermedad espiritual de los
laodicenses? Sí. Volvamos de nuevo al capítulo 3, a la primera parte del
versículo 18. Es interesante que Jesús les dijera que para curarse debían comprar
oro. Pero ¿qué clase de oro? ―Te aconsejo que compres de mí oro acrisolado por
fuego —les dijo—, para que te enriquezcas‖. Está claro que lo más importante son
las riquezas espirituales, porque son las únicas riquezas eternas. Las cosas
materiales son solo un medio para lograr un fin: nos sirven para vivir y para servir
a Jehová. Preguntémonos: ―¿Cuáles son las cosas más importantes para
mí?‖. Sally y yo nos preguntamos eso mismo mientras visitamos una sucursal
hace poco. Nos reunimos con hermanos en varios países donde la obra está
restringida o prohibida. No pueden predicar con exhibidores ni ofrecer
publicaciones de casa en casa. En un país, los hermanos pueden ser arrestados o
recibir multas equivalentes al salario de seis semanas tan solo por predicar en
público. En algunos lugares, la policía puede confiscarles los teléfonos o las
tabletas si tienen instalada la aplicación JW Library . En otro país, cuando la
policía ve que tienes la aplicación JW Library , te la borra y entonces te devuelve
el teléfono o la tableta. Pero, a pesar de todos estos obstáculos y
amenazas, nuestros hermanos siguen sirviendo a Jehová con gozo. Como se
pueden imaginar, fue muy animador poder estar con estos hermanos durante
algunos días. En uno de los países, tuvimos una reunión con los superintendentes
de circuito de tres idiomas y les pregunté: ―¿Qué es lo que más necesitan los
hermanos?‖. Todos respondieron inmediatamente: ―El Armagedón‖. Eso me
recordó qué es lo más importante. A esos hermanos no les preocupan las cosas
materiales. Para ellos, cada día es una batalla por sobrevivir en sentido
espiritual. Mantenerse leales, ir a las reuniones y predicar informalmente, estas
son las cosas más importantes. Así que lo que nos recuerda Proverbios 11:4 es
muy cierto: ―Las cosas valiosas no serán de ningún provecho en el día del
furor, pero la justicia misma librará de la muerte‖. Puede que les tengamos cariño
a algunas cosas, que las valoremos mucho —tal vez algo que hayamos
heredado—, pero no deberíamos pensar que vamos a sobrevivir a la gran
tribulación con esas cosas, por muy importantes que sean para nosotros. Busquen
conmigo, por favor, Jeremías, capítulo 45, y leamos el versículo 5. Este texto nos
va a ayudar a mantener el punto de vista adecuado en cuanto a las cosas
materiales. Las palabras que se encuentran ahí fueron dirigidas a Baruc, el
secretario de Jeremías. Leamos Jeremías 45:5: ―Pero en cuanto a ti, tú sigues
buscando cosas grandes para ti. No sigas buscando. Porque, mira, voy a traer una
calamidad sobre toda carne —es la expresión de Jehová—, y ciertamente te daré
tu alma como despojo‖. No sabemos si esas ―cosas grandes‖ que Baruc
quería eran cosas materiales. Pero lo que sí sabemos es que, cuando estalle la
gran tribulación, todos estaremos agradecidos de que se nos dé la vida ―como
despojo‖. El que sobrevivamos o no a la gran tribulación dependerá en parte de
cómo respondamos a estas dos preguntas: ―¿Qué cosas necesito? ¿Qué cosas
quiero?‖.

Joel Dellinger- Aprovechemos al máximo la enseñanza de Jehová (Prov. 3-13).txt

El artículo de La Atalaya en el que se basa el comentario explicaba cómo


aprovechar al máximo el poder de la Palabra de Dios al enseñar desde la
plataforma. Pero, sea que estemos enseñando en la congregación o en la familia o
a un estudiante de la Biblia, ¿verdad que todos nosotros, tanto hermanos como
hermanas, tenemos que prestar constante atención a nuestra enseñanza?
Y sabemos que eso es muy importante porque hay vidas en juego. Y todos
nosotros, jóvenes y mayores, podemos influir en la vida de otras personas. Así
que, si somos maestros hábiles, les damos a otros la oportunidad de conseguir la
sabiduría y el discernimiento que ofrece la Palabra de Dios. Por eso, debemos
tomarnos en serio esta responsabilidad y pedirle ayuda a Jehová cuando
tengamos que enseñar. Hace más de 20 años, un anciano muy amable me dio
algunos consejos prácticos cuando terminé de dar un discurso. Y, con una sonrisa,
me dijo: ―Recuerda que nadie enseña tan bien como Jesús‖. Bueno, nunca
olvidaré ese consejo. ¿Por qué me sirvió tanto lo que me dijo ese hermano?
Porque me recordó que, al enseñar, tenemos que seguir el ejemplo de Jesús, el
Gran Maestro. Nunca dejamos de aprender de él. Y el ejemplo de Jesús nos
recuerda que tenemos que ser alumnos humildes y diligentes cuando nos enseña
Jehová, el Gran Instructor. Aunque a veces a todos nos toca ser maestros,
¿verdad que en nuestros programas espirituales la mayor parte del tiempo nos
toca ser los alumnos? Pensemos por un momento en todas las horas que
pasamos siendo alumnos, no maestros, cuando vamos a las reuniones y a las
asambleas de circuito y regionales. Y a eso hay que sumarle el tiempo que
dedicamos a ver el programa mensual de JW Broadcasting®, a preparar las
reuniones y a hacer el estudio personal o en familia. Y pensemos además en el
privilegio que tenemos aquí de disfrutar de la adoración matutina cinco días a la
semana. Normalmente, este programa dura entre 20 y 25 minutos.
Si multiplicamos eso por los cinco días de la semana y después por 52 semanas,
podemos calcular que recibimos, como mínimo, 86 horas de instrucción divina
todos los años. Pero, si no tenemos cuidado, podríamos perdernos una parte
importante del ánimo, los consejos y la valiosa instrucción que se nos da. Por eso,
en los próximos minutos, vamos a ver algunas cosas que podemos hacer para
beneficiarnos al máximo cuando escuchamos los programas espirituales. Para ver
el primer punto, busquemos Esdras 7:10 y analicemos el ejemplo de Esdras.
Esdras 7:10. Veamos lo que dice: ―Esdras había preparado su corazón para
consultar la Ley de Jehová, ponerla en práctica y enseñar sus normas y sus
decisiones judiciales en Israel‖. Si leemos lo que dice el asterisco que está
después de la palabra para, vemos que la expresión ―había preparado su corazón‖
también podría traducirse ―había decidido en su corazón‖. ¿Qué aprendemos de
Esdras? Ya antes de ponerse a estudiar, tenía la actitud correcta. Él veía el
estudio de la manera adecuada. Reconocía que era Jehová el que le iba a
enseñar por medio de su Ley. Y, como sigue diciendo el versículo, él se daba
cuenta de que primero tenía que poner en práctica en su vida lo que iba a
aprender. Solo entonces estaría en la posición adecuada para poder enseñar a
otros. Así que este versículo destaca lo que explicamos antes, ¿verdad? Que,
aunque a veces nos toca ser maestros, somos siempre y en primer lugar
estudiantes de la Palabra de Dios. ¿Cómo podemos imitar a Esdras y preparar el
corazón antes de estudiar, antes de escuchar cualquier programa espiritual, sea
aquí en Betel o en la congregación, o antes de ver el programa de JW
Broadcasting? Tenemos que preparar nuestro corazón haciendo oraciones
específicas a Jehová porque reconocemos que es él el que nos está enseñando.
¿Qué deberíamos pedirle específicamente? Por ejemplo, debemos pedirle que
nos ayude a ser humildes mientras recibimos instrucción bíblica. Sin importar
cuánto tiempo llevemos siendo alumnos de Jehová, necesitamos escuchar,
porque no hay ningún ser humano que lo sepa todo, y nunca lo habrá. Proverbios
1:5 nos recuerda que ―el que es sabio escucha y recibe más instrucción‖. Esto nos
lleva a otra pregunta: ¿qué pasa si tenemos una actitud un poco negativa al
escuchar un discurso, porque tal vez el tema no nos atrae o porque no nos gusta
la manera de enseñar del hermano que está presentando el discurso? ¿Qué
podemos hacer? Preparar el corazón. Debemos pedirle a Jehová que nos ayude a
reconocer y a recordar que la instrucción viene de él. Pidámosle que nos ayude a
ser agradecidos. En una Atalaya del 2002 se dijo algo muy interesante. El artículo
se titulaba ―Prestemos más de la acostumbrada atención‖, y cito: ―Algunos tienden
a medir la calidad de las reuniones por las aptitudes docentes de los
participantes [...]. Aunque las aptitudes docentes de los participantes son
importantes, este no es el único factor que contribuye al éxito de una reunión. ¿No
es verdad que lo principal para nosotros no debería ser la habilidad del orador al
pronunciar el discurso, sino el interés con que lo escuchamos?‖. El artículo sigue
diciendo: ―Cuando asistimos a las reuniones y prestamos atención, adoramos a
Dios acorde con su voluntad. En eso estriba el éxito de las reuniones. Si estamos
ansiosos de adquirir el conocimiento de Dios, nos beneficiaremos de ellas sin
importar la habilidad de los oradores‖. Qué importante que recordemos esto. Así
que ¿cuál es el primer punto? Preparemos el corazón, como Esdras, y oremos.
Porque estamos decididos a ser alumnos que siempre acepten y pongan en
práctica lo que Jehová nos enseña. Veamos el segundo punto: esforcémonos por
estar atentos. ¿Les ha pasado alguna vez que les cuesta concentrarse durante
una reunión? Tal vez estamos distraídos pensando en otras cosas, quizás en un
problema. O puede que los ruidos o los movimientos de la gente nos distraigan. Y,
si no estamos viendo la adoración matutina en el comedor de Betel, ya sabemos
que hay muchas cosas que pueden desconcentrarnos. ¿Verdad que puede
pasarnos? O quizás nos cuesta concentrarnos porque tenemos alguna
enfermedad o un problema físico. Hace poco, una hermana de nuestra
congregación nos contó que lleva muchos años sufriendo de migrañas. Traté de
imaginarme cómo me sentiría yo si tuviera una migraña y estuviera escuchando un
programa espiritual. ¡Qué difícil concentrarse! Bueno, en cualquier caso, tenemos
que admitir que hay muchas cosas que pueden distraernos. ¿Qué podemos
hacer? Como fijar la vista en algo nos ayuda a concentrarnos en eso que estamos
mirando, el libro Benefíciese recomienda lo siguiente: ―Fije la mirada en el orador.
Busque los pasajes bíblicos que este cite —incluso los más conocidos— y siga su
lectura‖. Y fíjense en esto. El libro dice: ―Resista el impulso de girar la cabeza cada
vez que se produzca un ruido o un movimiento. Si permite que sus ojos lo
distraigan, se perderá buena parte de lo que se enseñe desde la plataforma‖.
Pensemos también en cómo usamos los dispositivos electrónicos. ¿Les ha llegado
alguna vez un mensaje o un correo mientras están usando la Biblia en su
dispositivo? Para que eso no nos ocurra, podemos poner nuestro teléfono o
nuestra tablet en un modo que evite las distracciones. Y, si tenemos un problema
o algo nos preocupa, ¿qué podemos hacer en ese caso? Nuevamente debemos
recordar que la enseñanza viene de Jehová, nuestro Gran Instructor y que,
mientras nos enseña, podemos sentirlo muy cerca de nosotros. Leamos lo que
dice Salmo 94:19 y recordemos lo que el escritor de este pasaje le dijo a Jehová.
Salmo 94:19. Dice: ―Cuando las preocupaciones me abrumaban, tú [Jehová] me
consolabas y me tranquilizabas‖. ¡Qué hermosas palabras! Cuando estamos
escuchando un programa espiritual, Jehová puede consolarnos y tranquilizarnos
para que podamos concentrarnos en lo que nos está enseñando. Estos programas
son un regalo que él nos da para ayudarnos a mantener una fe fuerte. Así que,
cada vez que nos distraigamos, orémosle a Jehová para que nos ayude a
concentrarnos. Oremos todas las veces que sea necesario. Entonces, ¿qué
aprendimos hoy? Que, aunque todos somos maestros de vez en cuando, primero
y sobre todo somos alumnos de Jesús, el Gran Maestro, y de Jehová, el Gran
Instructor. Si somos humildes y agradecidos como Esdras, prepararemos nuestro
corazón antes de escuchar un programa espiritual. No queremos perdernos
absolutamente nada de lo que Jehová nos está enseñando. Estamos decididos a
consultar la Ley de Jehová, para obedecerla y luego enseñarla. Y, como hay
tantas cosas que pueden distraernos, pongámonos como objetivo usar nuestros
ojos, nuestra mente y nuestro corazón para concentrarnos en todas las cosas
buenas que Jehová nos está enseñando.

Joel Dellinger- Fortalezcamos nuestra esperanza (Rev. 21;4).txt

El texto para hoy y los comentarios que acabamos de oír nos hacen reflexionar en
la esperanza que tenemos. Motivado por su gran amor, nuestro Padre,
Jehová, muy pronto eliminará el dolor, el sufrimiento y la muerte, y entonces, como
se ha comentado, los recuerdos felices reemplazarán a todos los recuerdos
tristes. ―Las cosas anteriores‖ habrán pasado. Bueno, cuando vi que
hablaríamos de Revelación 21:3, 4, pensé en los cientos de veces que he oído
esas palabras y en todas las ocasiones que las he leído en la predicación. Y,
aunque la mayoría de nosotros nos las hemos aprendido de memoria de tanto
repetirlas, pensé que tal vez sería bueno que nos preguntáramos si, después de
tanto tiempo, todavía nos fortalece esta promesa, si todavía nos sirve ―como ancla
del alma‖, tal como acabamos de escuchar en uno de los comentarios. Teniendo
esto presente, analicemos tres preguntas: ¿Qué es la esperanza de la que habla
la Biblia? ¿Por qué necesitamos esa clase de esperanza? Y ¿cómo podemos
fortalecerla? Primero, ¿cómo definiríamos la esperanza? En 1993, ―La
Atalaya‖ citó a alguien que escribió: ―Parece que la mayoría de la gente cree que
la esperanza es una manera absurda de negar la realidad‖. Otros piensan que la
esperanza es lo mismo que el optimismo y la ilusión. Es cierto que las
Escrituras nos animan a ser positivos, lo que produce beneficios emocionales e
incluso físicos. Pero ¿qué es realmente una ilusión, o un deseo, que no se basa ni
en la realidad ni en la voluntad de Jehová? Es un sueño y nada más, una mera
fantasía. Y, por supuesto, ninguno de nosotros querría vivir negando la
realidad, esperando que ocurra lo imposible, ¿verdad? Ahora bien, aunque la
Biblia no menciona la palabra ―optimismo‖, sí nos anima a fortalecer nuestra
esperanza. Entonces, ¿qué es la esperanza según las Escrituras? En los
idiomas en que se escribió la Biblia, las palabras que se traducen
―esperanza‖ transmiten la idea de anhelar y de esperar algo bueno. Pero esa
esperanza no solo incluye sentir el deseo de que pase algo bueno, sino también
tener razones válidas para creer que eso ocurrirá. Eso es mucho más
profundo que ser optimista. Tal como la fe, nuestra esperanza se basa en pruebas
convincentes. La esperanza de la que habla la Biblia incluye anhelar algo
bueno, pero no se origina en lo que nosotros deseamos que ocurra, sino en lo que
Jehová decide respecto a su propósito y en lo que él quiere para cada uno de
nosotros. Romanos capítulo 5, versículo 5, dice que ―la esperanza no conduce a la
desilusión‖. Así que, en pocas palabras, la esperanza de la que habla la
Biblia implica esperar con anhelo cosas que estamos seguros de que ocurrirán en
el futuro, pues Jehová lo ha prometido. La segunda pregunta es por qué
necesitamos tener esperanza los cristianos. Acompáñenme a Hebreos
11:1, donde encontramos la definición que ya conocemos bien de la fe, pero esta
vez fijémonos en cómo se relaciona la fe con la esperanza. Hebreos, capítulo
11, versículo 1, dice: ―Fe es la expectativa segura de las cosas que se esperan, la
demostración evidente de realidades aunque no se contemplen‖. Como
sabemos, necesitamos tener fe para que Jehová acepte nuestro servicio y nuestra
adoración. Y, como la esperanza es un elemento esencial de la fe, también es
muy importante tenerla. Para entender mejor cómo se relaciona la fe con la
esperanza, podemos pensar en el ejemplo de Abrahán. Desde un punto de vista
humano, tanto él como Sara ya habían pasado por mucho la edad de tener
hijos cuando Jehová les prometió un heredero. Es interesante que el relato
dice que ambos se rieron al escuchar lo que les dijo el ángel. Para ellos, la
posibilidad de tener un bebé siendo ya tan mayores debió ser sorprendente. Pero
¿cómo respondió Abrahán a la promesa? Veamos Romanos 4:18 y pensemos en
lo que dijimos sobre la relación entre la esperanza y la fe. Romanos 4:18
dice: ―Aunque más allá de toda esperanza, basado todavía en esperanza tuvo
fe, para llegar a ser padre de muchas naciones conforme a lo que se había
dicho: ‗Así será tu descendencia‘‖. Así que la fe de Abrahán estaba basada en la
esperanza. ¿Vemos mejor la relación? La esperanza que él tenía en la promesa
de Dios le ayudó a tener fe, a estar convencido de que tendría un hijo. Esa fe a su
vez avivó y fortaleció su esperanza. Como vemos, Abrahán no solo estaba
convencido de que Jehová cumpliría su promesa, sino que también esperaba con
anhelo verla cumplida. También necesitamos esperanza debido a los
problemas, parecidos a tormentas, a los que nos enfrentamos ahora o a los que
nos enfrentaremos antes del fin de este sistema. En la carta que escribió a los
hebreos, Pablo explicó que la esperanza funciona ―como ancla del alma, tanto
segura como firme‖. ¿Qué hacen normalmente los marineros cuando se enfrentan
a una tormenta? Echan el ancla al agua. ¿Por qué? Porque, si el ancla se aferra al
fondo marino, ayudará al barco a resistir la tormenta y a mantenerse alejado de
rocas y otros peligros que pueda haber en la orilla. Cabe señalar que, en el año 58
de nuestra era, cuando Pablo iba viajando hacia Roma, su barco estuvo a punto
de estrellarse contra unas rocas. El relato explica que los marineros echaron por la
popa cuatro anclas; no solo una, sino cuatro. Gracias a eso, el barco pudo resistir
la tormenta. ¿Vemos en qué se parece el ancla a la esperanza y por qué la
necesitamos en estos tiempos de tormenta? Nuestra firme esperanza —o sea,
esperar con anhelo que Jehová cumpla sus promesas— nos mantiene en
equilibrio emocional, mental y espiritual, sean cuales sean los problemas a los que
nos enfrentemos en el ministerio, con nuestra familia, nuestra situación
económica o nuestra salud. Así es, podremos resistir las tormentas porque
esperamos con anhelo ver que se cumplan las promesas de Jehová. Pocas cosas
nos fortalecen tanto como la esperanza de ver cumplirse lo que Jehová, que
no miente, nos ha prometido. Esto nos lleva a la tercera cuestión, que es cómo
podemos fortalecer nuestra esperanza. Como explicaron muy bien los
hermanos en los cuatro comentarios que escuchamos hace un
momento, debemos dedicar tiempo a pensar en lo que estas
promesas significarán para nosotros y nuestras familias en el futuro. Aunque la
razón principal por la que servimos a Jehová es que lo amamos, él quiere que
pensemos en las recompensas que nos promete en su Palabra. Quiere que
visualicemos esas bendiciones y que meditemos en ellas. Hablando de las
hermosas imágenes del Paraíso que aparecen en nuestras revistas, una hermana
dijo: ―Las observo con detenimiento, como si de un folleto turístico se tratara. Y me
imagino allí, que es donde verdaderamente espero estar‖. ¿Es eso soñar
despierto? Claro que no. Es meditar en las valiosas promesas que Jehová nos ha
hecho, y que se cumplirán sin falta. Veamos cómo el consejo inspirado de 2 Pedro
3:11, 12 nos anima a fortalecer nuestra esperanza en vista de los
acontecimientos que nos esperan. Segunda de Pedro, capítulo 3, versículos 11 y
12: ―Puesto que todas estas cosas así han de ser disueltas [refiriéndose a lo que
muy pronto ocurrirá en la gran tribulación y el Armagedón], ¡qué clase de
personas deben ser ustedes en actos santos de conducta y hechos de devoción
piadosa, esperando y teniendo muy presente la presencia del día de Jehová, por
el cual los cielos, estando encendidos, serán disueltos, y los elementos, estando
intensamente calientes, se derretirán!‖. Fíjense en la expresión que aparece en el
versículo 12: ―teniendo muy presente‖, o, según la nota, ―deseando
ardientemente‖, literalmente ―acelerando‖. ¿Verdad que nos fortalece visualizar lo
que ocurrirá en el futuro y meditar en ello? Así es, orar desde el corazón, estudiar
la Biblia de forma regular y profunda, y meditar en las promesas de Dios nos
ayudará a tener muy presente el día de Jehová y a regocijarnos en la
esperanza, mientras esperamos el día en que veamos cumplirse lo que nos ha
prometido Jehová, el Dios ―que no puede mentir‖.

Joel Dellinger- La cooperación contribuye a la unidad (Lucas 2;41).txt

Un factor clave para la unidad del pueblo de Jehová está en las instrucciones
claras y los recordatorios constantes que recibimos. Pensemos en todo lo que la
organización de Jehová nos suministra cada mes. Sin falta, recibimos la edición de
estudio de La Atalaya y, para el público, un número de ¡Despertad! o uno de
La Atalaya. También recibimos la Guía de actividades y el programa de una hora
de JW Broadcasting. Además, casi todos los días se publican nuevos artículos,
noticias e informes legales en el sitio jw.org. ¿Nos resulta fácil mantenernos al día
con todo? ¡Qué práctico es tener el botón ―Vea lo nuevo‖ en la página principal de
jw.org! Estos recursos se pueden comparar a un rico banquete de muchos platos,
que no son solo una delicia, sino que además nos nutren en sentido espiritual y
nos dan las fuerzas necesarias para seguir sirviendo a Jehová. ¿Y si pensamos en
los hermanos que hemos recibido responsabilidades, ya sea en la congregación o
en Betel? La verdad es que tampoco nos faltan instrucciones y recordatorios.
Es interesante que, durante el año 2016, la central mundial mandara 80 cartas con
instrucciones a los ancianos y los superintendentes de circuito. Durante el mismo
periodo, los seis comités del Cuerpo Gobernante también mandaron 240 cartas a
los comités de las 90 sucursales para ayudar a esos hermanos a realizar las
labores de manera uniforme. Por supuesto, no podemos olvidar los miles de cartas
que se responden mensualmente a las distintas sucursales. Sin duda, estas
instrucciones claras y oportunas son un factor clave que contribuye a la unidad del
pueblo de Jehová. Dediquemos unos minutos a hablar de otro factor que fortalece
la unidad. Los hermanos lo han mencionado en sus comentarios. Se trata de
nuestra disposición a cooperar con las instrucciones teocráticas. Relacionado con
esto, los invito a abrir sus biblias en Hebreos 13:7. Y en este punto, pensemos en
qué clase de relación quiere Jehová que tengamos con nuestros
superintendentes, los ancianos que trabajan tan duro. Leamos el versículo 7. Dice:
―Acuérdense de los que llevan la delantera entre ustedes, los cuales les han
hablado la palabra de Dios, y al contemplar detenidamente en lo que resulta la
conducta de ellos, imiten su fe‖. Lo primero que se nos dice que hagamos es
acordarnos de ellos. Acordarse significa ―tener presente‖ la buena labor que
realizan los ancianos. Eso nos ayudará a tenerles cariño, a sentir amor y aprecio
por ellos. Recientemente, la edición de estudio de La Atalaya señaló que la
palabra ―acuérdense‖ también puede traducirse ―mencionen‖. Así que interesarnos
sinceramente por los ancianos nos motivará a mencionarlos en nuestras
oraciones. Esa es la clase de relación que Jehová quiere que tengamos con los
superintendentes. ¡Qué contraste con la actitud rebelde y conflictiva que muchas
personas del mundo demuestran hacia quienes tienen autoridad! Fijémonos en
este mismo capítulo 13 de Hebreos, en el versículo 17. Ahí se nos dice: ―Sean
obedientes a los que llevan la delantera entre ustedes, y sean sumisos, porque
ellos están velando por las almas de ustedes como los que han de rendir cuenta;
para que ellos lo hagan con gozo y no con suspiros, por cuanto esto les sería
gravemente dañoso a ustedes‖. Se nos aconseja obedecer y ser sumisos. Claro,
ser obedientes es mucho más fácil si entendemos por qué se nos pide algo o si
estamos de acuerdo con ello. Pero ¿qué pasa si recibimos ciertas instrucciones
teocráticas que nos sorprenden, nos parecen ilógicas o no nos convienen?
En esos casos, deberíamos poner en práctica la parte del versículo que nos
aconseja ser sumisos. ¿Por qué? Porque, como destaca el versículo, seguir las
instrucciones teocráticas al final resulta en nuestro bien. Por supuesto, a pesar de
saber que es para nuestro bien, obedecer no siempre es fácil. Para ilustrarlo,
imaginémonos caminando por el desierto con los israelitas durante los cuarenta
años que estuvieron allí. Llevamos unos días caminando junto a nuestra familia y,
de repente, la columna de nube se detiene. Nosotros también nos detenemos,
echamos un vistazo al lugar... Estamos obedeciendo las instrucciones. Pero,
entonces, nos preguntamos: ―¿Cuánto tiempo estaremos aquí? ¿Un día? ¿Una
semana? ¿Algunos meses?‖. Y luego, pensamos: ―¿Tengo que sacar todas las
cosas otra vez?‖. Bueno, al principio sacamos solo unas cuantas. Pero, después
de unos días, estamos cansados de tener que revolver entre el equipaje, así que
decidimos sacarlo todo. ¿Se imaginan qué pasa luego? La columna de nube
comienza a elevarse y a trasladarse. Tenemos que volver a guardar nuestras
pertenencias. Así que, ¿es fácil obedecer las instrucciones teocráticas?
No siempre. Veamos qué hacían los israelitas cuando Jehová los guiaba con
aquella nube. Leámoslo en el capítulo 9 de Números, en el versículo 17 y luego el
22. El 17 dice: ―Y siempre que la nube subía de sobre la tienda, los hijos de Israel
partían inmediatamente después, y en el lugar donde residía la nube, allí era
donde acampaban los hijos de Israel‖. Y el versículo 22 continúa: ―Fueran dos días
o un mes o más días durante los cuales la nube prolongara su detención sobre el
tabernáculo, residiendo sobre él, los hijos de Israel se quedaban acampados y
no partían; pero cuando se alzaba, partían‖. ¿Nos estamos esforzando por tener
esa misma actitud hacia las instrucciones teocráticas? La familia Betel es un
excelente ejemplo de eso. Cuando me preparaba este comentario, me acordé del
superintendente de un departamento del Betel de Brooklyn con el que colaboré de
cerca. Él siempre llevaba un bolígrafo y una libretita en el bolsillo y, tan pronto
como alguien le pedía que hiciera algo, sacaba el bolígrafo y la libreta, y lo
anotaba. Casi siempre, antes de terminar el día, ya había hecho todo lo que tenía
en la lista. Este hermano era como dice Lucas 16:10: ―La persona fiel en lo mínimo
es fiel también en lo mucho‖. Por eso, no nos sorprende que la organización de
Jehová le haya confiado muchas responsabilidades de peso. Y el caso de este
hermano no es único. Hay muchos hermanos y hermanas por todo el mundo que
tienen esa misma disposición de obedecer las instrucciones teocráticas. Hace
poco, mientras estaba de visita en una sucursal de África, el superintendente del
Departamento Local de Diseño y Construcción me contó que, en su departamento,
se reúnen tres veces por semana durante quince minutos para leer en voz alta las
pautas del departamento. ¿Por qué le parecía importante al hermano hacer eso?
Porque, según me explicó, ha notado que revisar las pautas con todo el
departamento los ayuda a ver si entienden lo mismo, si tienen claras las
instrucciones. Además, también les permite darse cuenta de qué puntos se les
habían pasado la primera vez que las leyeron y qué cosas entienden mejor ahora.
Ese es otro ejemplo excelente de cómo ser cooperadores y diligentes. ¿Y qué
aprendemos de todo esto? Bueno, hoy en día recibimos muchísimas instrucciones
y recordatorios oportunos. Jehová nos guía mediante los ancianos, que llevan la
delantera, y esa guía es tan real para nosotros como la columna de nube que
guiaba a los israelitas de día y la columna de fuego que los guiaba de noche. Así
que, mientras recorremos el último tramo de nuestro viaje por el desierto, por
decirlo así, cooperemos plenamente con cualquier instrucción que recibamos de la
organización.

Joel Dellinger- Mantengamos una actitud de espera (Mat. 1;14).txt

El texto y el comentario para hoy del folleto Examinando las Escrituras diariamente
fueron tomados de un artículo de La Atalaya titulado ―Cómo mantener ‗una actitud
de espera‘‖. Esta es una pregunta oportuna para todos nosotros porque, como se
mencionó en La Atalaya, ―la impaciencia es peligrosa, pues nos puede llevar a
actuar imprudentemente‖. ¿Cuál es el antídoto contra la impaciencia? Abramos la
Biblia en el texto temático del Estudio de La Atalaya, Miqueas 7:7. Leamos este
versículo y pensemos en cómo el buen ejemplo de Miqueas nos puede ayudar a
mantener una actitud de espera. El texto dice: ―Pero en cuanto a mí, por Jehová
me mantendré vigilante. Ciertamente mostraré una actitud de espera [o esperaré
pacientemente] por el Dios de mi salvación. Mi Dios me oirá‖. Es conmovedor que,
tan solo en este versículo, Miqueas mencione 3 veces a su Dios —a nuestro
Dios—, Jehová. Eso nos recuerda que, sin importar lo grande que sea el problema
que nos haga sentir impacientes o frustrados, con la ayuda de Jehová, se verá
más pequeño y fácil de sobrellevar. Por lo tanto, podemos llegar a la misma
conclusión que el hermano Karl Klein. En su biografía, él dijo: ―Si [Jehová] lo
permite, yo puedo aguantarlo‖. Con la ayuda de Jehová podemos aguantar
pacientemente cualquier prueba, circunstancia o situación durante todo el tiempo
que sea necesario sin perder el gozo. Miqueas estaba seguro de ello. Regresemos
a Miqueas 7:7. Al decir ―por Jehová me mantendré vigilante‖, Miqueas demostró
que estaba decidido a mantenerse atento como un vigía en su torre. Imaginemos
la escena: un vigilante con los ojos bien abiertos, en alerta máxima. Así se
comportó Miqueas en sentido espiritual. Estaba decidido a no impacientarse ni
sentirse frustrado por cosas que no podía cambiar. ¿Fue fácil para el profeta
mantener una actitud de espera? Probablemente no. El contexto nos muestra
cómo era la situación en Israel y en Judá en el tiempo de Miqueas. Prestemos
atención a estos versículos. Comencemos con Miqueas 7:2. Allí dice: ―El leal ha
perecido de la tierra‖; el versículo 3: ―Sus manos están sobre lo que es malo‖; el 4:
―El mejor de ellos es como un abrojo, el más recto de ellos es peor que un seto de
espinos‖. Y en el versículo 5, Miqueas dice: ―No pongan su fe en un compañero.
No cifren su confianza en un amigo íntimo. De la que se reclina en tu seno guarda
las aperturas de tu boca‖. Y el 6 agrega: ―Porque hijo desprecia a padre; hija se
levanta contra su madre; nuera contra su suegra; los enemigos de un hombre son
los hombres de su casa‖. Queda claro que Miqueas vivió en tiempos muy difíciles,
pues —durante el gobierno del malvado rey Acaz— la condición espiritual y moral
de Israel llegó a ser deplorable. ¿Se siente identificado con las circunstancias que
vivió Miqueas? Hoy en día, todos los siervos de Jehová pasamos por pruebas que
requieren aguante y paciencia, pues vivimos en un mundo egoísta en donde,
como dice la Biblia, los hombres son ―desagradecidos, desleales, sin [...] cariño
natural‖. Jesucristo predijo que los cristianos verdaderos serían ―objeto de odio‖.
Algunos de nuestros hermanos enfrentan odio y oposición en la escuela y en el
trabajo casi a diario. Además, en ocasiones son víctimas de rechazo por parte de
familiares no Testigos. Pensemos también en el odio del que han sido víctimas los
hermanos que están en prisión. Por ejemplo, oramos fervientemente por las 2
hermanas de Azerbaiyán a quienes se persigue injustamente y también por los
600 hermanos en Eritrea, Nagorno Karabaj, Singapur, Corea del Sur y
Turkmenistán. Deseamos que todas esas injusticias se solucionen. ¡Y quisiéramos
que fuera pronto! Pero ¿se nos agota la paciencia? No. Más bien, cultivamos una
actitud de espera. Además, muchos de nuestros hermanos deben hacer frente a
problemas de salud. Estos también someten a prueba nuestra paciencia y
aguante. Es probable que usted o algún familiar o amigo cercano estén lidiando
con algún problema de salud o incluso con cierta enfermedad. Esto me recuerda el
programa de diciembre de 2015 de JW Broadcasting, en donde conocimos a
Sabina Hernández, de Panamá, quien nació con una discapacidad grave. Desde
que nació, ha tenido una vida muy complicada. Sin embargo, ¡ella es una fuente
de ánimo para nosotros! Sabina ha aprendido a confiar en Jehová. Tal como
Miqueas, ella ha demostrado una actitud de espera y hace todo lo que puede para
servir a Jehová a pesar de sus limitaciones. Al igual que nosotros, ella anhela ver
el día en que todo cambie. Nos gustaría que eso sucediera hoy mismo, ¿verdad?
Por supuesto, esos problemas se acabarán, quizás incluso antes de lo que
pensamos. Ahora bien, puede que nuestras pruebas se resuelvan ahora o un poco
más adelante, pero ¿qué aprendemos del ejemplo de Miqueas? Pensemos en
otros detalles de la vida de este profeta. Él sirvió fielmente a Jehová por unos 60
años, vio el cumplimiento de algunos de los mensajes de juicio de Jehová y pudo
ver el fruto de su actividad profética. Pero ¿alcanzó a ver el cumplimiento de todas
las promesas de Jehová? No. Entonces, ¿qué lo ayudó a esperar pacientemente,
a mantenerse activo y a confiar en Jehová? El hecho de que estaba
absolutamente convencido de que Jehová, a su debido tiempo, cumpliría todas
sus promesas. Miqueas confiaba totalmente en su Dios. Vamos a recordar un par
de cosas que nos ayudarán a cultivar la misma confianza y actitud de espera que
demostró Miqueas. La primera tiene que ver con lo que dice 1 Tesalonicenses
5:17. Vamos a leerlo. Primera a los Tesalonicenses 5:17. Quizás ya se saben de
memoria este versículo, pues solo tiene 2 palabras. ¿Y cuál es la instrucción?
―Oren incesantemente‖. No olvidemos que orar realmente equivale a hablar con
Dios. Y nadie podría acusarnos de hablar demasiado con Jehová. Cuando La
Atalaya trató el tema de la verdadera comunicación con Dios, citó el texto que
acabamos de mencionar y dijo: ―Dios se ofrece a escuchar a sus siervos cuantas
veces lo necesiten‖. Por eso, aceptemos su invitación y oremos incesantemente
sobre las cosas que nos inquietan. Cultivemos confianza en Jehová siendo
específicos al pedir su ayuda en oración. Ahora bien, ¿qué hay si oramos
incesantemente durante una prueba, pero esta no desaparece? Noten lo que dice
Lucas 11:9. En este versículo, Jesús nos da razones para no perder la confianza
cuando dice: ―Por consiguiente, les digo: Sigan pidiendo, y se les dará; sigan
buscando, y hallarán; sigan tocando, y se les abrirá‖. Entonces: queremos hacer lo
posible por resolver nuestros problemas convencidos de que, en el momento justo,
Jehová nos dará la solución y, mientras ese momento llega, nos ayudará a
aguantar. ¿Qué tan grande es una montaña cuando la comparamos con Jehová?
Se ve como un montoncito de tierra. ¿Y cómo podemos convertir una montaña en
un montoncito de tierra? Arrojando nuestras cargas sobre Jehová cuando le
oramos. Jehová no defraudó la confianza de Miqueas. Y pronto, en la
resurrección, Miqueas verá cumplidas todas las promesas que esperó con
paciencia. Por lo tanto, al igual que él, controlemos la tendencia natural a ser
impacientes. Mantengamos la fe viva y la actitud vigilante.

Joel Dellinger- No se puede ser esclavo de dos amos (Mat. 6;24).txt

Hoy les quiero hablar acerca del peligro que presenta el materialismo. Echémosle
otro vistazo al texto de hoy, Mateo, capítulo 6, versículo 24. Aquí, en su Sermón
del Monte, Jesús dice ante la multitud y sus discípulos una verdad innegable.
El versículo comienza diciendo: ―Nadie puede servir como esclavo a dos amos‖.
¿Habrá alguna excepción? Según Jesús —y según Jehová—, no, no la hay. Pero
¿quiénes son esos dos amos rivales y tan distintos que Jesús mencionó?
El versículo dice al final que son ―Dios‖ y las ―Riquezas‖. ¿Se dieron cuenta de que
Riquezas aquí está escrito con una r mayúscula? Esto es interesante porque las
otras veces que Jesús habla de las riquezas, la Traducción del Nuevo Mundo
no utiliza la r mayúscula sino la r minúscula. Por ejemplo, cuando Jesús dice que
el poder engañoso de las riquezas ahoga la palabra, riquezas está en minúscula.
Y cuando habla de usar bien las riquezas injustas, también se usa la minúscula.
Entonces, ¿por qué en Mateo 6:24 y en el relato paralelo de Lucas 16:13 el
Comité de Traducción de la Biblia del Nuevo Mundo decidió escribir Riquezas en
mayúscula? La edición de estudio de la Traducción del Nuevo Mundo en inglés
nos dice por qué. Nos da una explicación interesante, pues señala que aquí el
término griego para Riquezas (o ―Dinero‖ como lo vierten otras traducciones) está
personificado. Se habla de ellas como si se tratara de un amo o como si fuera una
especie de dios falso. Y así las ven muchos, ¿no es cierto? Por siglos, la
tendencia de la gente ha sido darles a las riquezas —al dinero— el lugar más
importante en sus vidas. Las han elevado hasta convertirlas en un dios que, como
dijeron los hermanos en sus comentarios, ha esclavizado a millones de personas.
¿Qué quería enseñarnos Jesús? Que los cristianos no podemos darle a Dios la
devoción exclusiva que merece y al mismo tiempo dedicarnos a acumular dinero y
cosas materiales. ¡Qué advertencia tan directa! Eso nos lleva a dos preguntas que
podemos analizar con el tiempo que nos queda: ¿Qué es el materialismo? Y ¿qué
podemos hacer para no caer en la trampa de acumular riquezas y llegar a
convertirlas en un dios? Un diccionario define materialismo de la siguiente manera:
como la tendencia a darles más importancia a las cosas materiales que a las
cosas intelectuales o espirituales. Pero en una de las publicaciones del esclavo fiel
encontré una definición que creo que es mejor, teniendo en cuenta el contexto de
las palabras de Jesús. El Anuario para 1978, en la página 9, dijo lo siguiente: ―Se
ha dicho que el materialismo es cuanto se planta entre la persona y la adoración
que ésta da a Jehová. Por eso no tiene que ser necesariamente un automóvil
costoso, un hogar ostentoso ni una gran cuenta bancaria. Pudiera ser cualquier
cosa que absorbiera el tiempo y la atención de uno de modo que descuidara la
adoración que le debe a Jehová‖. Precisamente ese era el punto que Jesús quería
transmitir. ¿Podría el materialismo entrampar a quienes hemos puesto el Reino en
primer lugar y hemos hecho sacrificios en sentido material para lograrlo? Bueno, al
pensar en esa pregunta me acordé de un siervo fiel de Jehová que se menciona
en el libro de Jeremías: Baruc. Vayamos al capítulo 45 de Jeremías, y mientras
pensamos en Jeremías y su secretario, Baruc, imaginemos los sacrificios tan
grandes que tuvieron que hacer para ayudar al pueblo de Jehová de su día. Baruc
recibió una asignación especial, como la mayoría de los que estamos aquí, pero
se distrajo con algo. Leamos el versículo 3 del capítulo 45 de Jeremías. Aquí
Jehová revela lo que Baruc dijo, tal vez solo para sus adentros. El versículo 3 dice:
―¡Ay de mí, ahora, porque Jehová ha añadido desconsuelo a mi dolor! Me he
fatigado a causa de mi suspirar, y no he hallado lugar de descanso‖. Baruc estaba
cansado. Llevaba tiempo sirviendo a Jehová con lealtad, pero su comisión era
difícil, puede que le causara estrés. Y todavía faltaban dieciocho años para que
llegara la destrucción predicha. Pero ¿cuál era la raíz del problema? ¿Era su
servicio a Jehová? Veamos lo que Jehová le señaló, en el versículo 5: ―Tú sigues
buscando cosas grandes para ti. No sigas buscando‖. Esas ―cosas grandes‖
podrían haber sido bienes materiales. Podría ser que se hubiera dejado entrampar
por el materialismo. Si ese fue el caso, esa advertencia que le dio Jehová era justo
lo que necesitaba. Un poco más adelante, en el mismo versículo, Jehová le dijo
que, cuando trajera la destrucción, lo único que lograría salvar sería la vida, no sus
cosas. ¿Y nosotros? ¿Qué podemos hacer para no caer en el materialismo?
Como Baruc, de vez en cuando tenemos que analizar la importancia que les
damos al dinero y a las cosas materiales. En la revista ¡Despertad! de septiembre
de 2015 aparecieron varias preguntas que nos podemos hacer, como por ejemplo:
―¿Me gustan las ‗oportunidades‘ de ganar dinero fácil? ¿Me cuesta ser generoso?
¿Me siento importante cuando tengo dinero? ¿Estoy pensando todo el tiempo en
cuestiones monetarias? ¿Está perjudicando a mi familia y mi salud la manera en
que veo el dinero?‖. Lo que les ha pasado a algunos hermanos demuestra que
todos tenemos que pensar seriamente en este asunto. Alex, por ejemplo, empezó
a invertir en el mercado de valores pensando que en poco tiempo podría dejar su
trabajo y hacerse precursor. Tenía buenas intenciones, pero se enredó más y más
estudiando ofertas e informes financieros. Con sus ahorros y con dinero prestado
por agentes de bolsa compró unas acciones que, según los analistas, iban a subir
de precio rápidamente. Pero ¿saben qué pasó? Pasaron los meses, y las acciones
nunca subieron. Alex perdió sus ahorros y tuvo que vender la casa. ¡Qué triste!
¡Y todo por haberse dejado engañar por ese amo cruel: el dinero! Tras reflexionar
en lo que pasó, Alex dijo: ―Le hice mucho daño a mi familia. Ahora sé que quien
pone su confianza en el sistema de Satanás queda muy decepcionado‖. Cuando
estaba preparándome, leí otra experiencia que me llamó la atención sobre lo que
le pasó a una hermana de Jamaica llamada Valentine. Tal vez se acuerden del
artículo ―Los retos y gozos de criar ocho hijos en los caminos de Jehová‖, que
salió publicado en La Atalaya del 1 de enero de 2006. Ella cuenta algo que le
sucedió relacionado con cómo veía las cosas materiales. La hermana no tenía
mucho dinero. Imagínense: su esposo la había abandonado y estaba criando sola
a ocho hijos. Pero ¿hay que ser rico para caer en el materialismo? Bueno,
en 1988, el huracán Gilbert devastó la isla. Valentine cuenta: ―Tuvimos que dejar
nuestro hogar para refugiarnos en un lugar más seguro. En un momento de calma,
mi hijo y yo salimos del refugio para inspeccionar los restos de lo que antes era
nuestra casa. Mientras rebuscábamos entre los escombros, vi algo que quería
salvar. De repente, el viento empezó a rugir de nuevo, y yo aún sostenía aquel
objeto‖. Entonces, su hijo le dijo: ―Mamá, deja el televisor. ¿O quieres ser como la
esposa de Lot?‖. La hermana dijo que aquel comentario le hizo recobrar el juicio.
Así que soltó el televisor, que estaba empapado, y buscaron un lugar seguro.
Valentine se analizó. Pensó en lo que había pasado en aquel momento y
reconoció: ―Arriesgué la vida por un televisor‖. Pero le animó pensar que su hijo
había tenido la madurez espiritual para darle aquella advertencia tan oportuna.
Bueno, es una excelente lección para todos, ¿verdad? Sea que tengamos mucho
o poco, tenemos que ver el dinero como lo que es: una herramienta útil, y nunca
debemos dejar que nos domine o nos controle. No queremos acabar acribillados
por culpa del amor al dinero.

Joel Dellinger. “La fe es la certeza de que sucederá” (Heb. 11;1).txt

Hoy vamos a hablar de dos hermosas cualidades cristianas. Están muy


relacionadas y siempre van de la mano: la fe y la esperanza. ¿Por qué es tan
importante que fortalezcamos nuestra fe en la esperanza que tenemos? Por favor,
abramos la Biblia en Hebreos 12:1. Sabemos que en el capítulo anterior, Hebreos
11, el apóstol Pablo acaba de definir lo que es la fe. Y, a continuación, pasa a
mencionar a muchos hombres y mujeres que demostraron una fe muy fuerte, que
se mantuvieron centrados en su esperanza y lo hicieron durante toda su vida.
Algunos incluso murieron por su fe. Pero ahora fijémonos en el consejo que da el
apóstol en Hebreos 12:1, y también vamos a leer la primera parte del versículo 2:
―Por lo tanto, ya que estamos rodeados de una nube de testigos tan grande,
quitémonos también toda carga y el pecado que fácilmente nos enreda, y
corramos con aguante la carrera que está puesta delante de nosotros mientras
fijamos la mirada en el Agente Principal y Perfeccionador de nuestra fe, Jesús‖.
Bueno, en el versículo 1, Pablo menciona ―el pecado que fácilmente nos enreda‖.
¿Qué nos viene a la mente? Esta expresión griega nos hace pensar en un
corredor que participa en una carrera con demasiada ropa. Me imagino, por
ejemplo, a un hombre que, en vez de un pantalón corto, lleva puesto un pantalón
muy largo y ancho. Además, también lleva los cordones desatados. ¡Qué fácil
sería que se enredara con la ropa que lleva puesta, tropezara y se cayera al suelo!
Pues el apóstol Pablo usó esta imagen del corredor que se enreda para describir
un peligro al que nos enfrentamos todos, incluso hermanos maduros que han sido
fieles por muchos años. Ese pecado es la falta de fe. Para un cristiano más nuevo,
este pecado podría ser no fortalecer la fe que tenía al principio de conocer la
verdad, cuando se bautizó. Pero en el caso de un cristiano de experiencia, este
pecado de la falta de fe podría implicar que la fe fuerte que tenía en el pasado se
debilite. En cuanto a esto último, quizás notamos en el versículo 1 que el apóstol
Pablo —una columna en la congregación, un hombre de fe— se incluye a sí
mismo en el consejo que da. Dice: ―Quitémonos también toda carga‖. ―Corramos
con aguante‖. ¿Vieron? Al incluirse a sí mismo, Pablo seguramente estaba
reconociendo que él mismo también era propenso a verse enredado en este
pecado, es decir, a tener momentos de falta de fe. Qué gran lección para nosotros,
¿verdad? Todos tenemos que seguir fortaleciendo nuestra fe. Pero la Biblia
también deja claro que, si en algún momento perdemos la fe, podemos
recuperarnos. Podemos recuperar rápidamente nuestra fe. Veamos lo que le pasó
una vez al apóstol Pedro. Vayamos, por favor, a Mateo 14:24. Imaginémonos la
escena. Es temprano, antes del amanecer. Pedro y otros discípulos están en una
barca, luchando contra las olas del mar de Galilea durante una tormenta.
De repente, ven a Jesús caminando sobre el mar. En el versículo 26, la Biblia dice
que, en cuanto lo vieron, ―se pusieron a gritar de miedo‖. Pedro y los demás eran
pescadores con experiencia, hombres fuertes, pero gritaron de miedo. Y, en el
versículo 27, Jesús les dice: ―¡Ánimo! Soy yo. No tengan miedo‖. ¿Y qué dijo
Pedro? Versículo 28: ―Señor, si eres tú, ordéname que vaya hacia ti sobre el
agua‖. Cuando Jesús le dijo a Pedro que fuera hacia él, ¿qué hizo? Se bajó de la
barca y caminó sobre el agua hacia Jesús. ¿Necesitó fe? ¡Claro que sí! Pero
después, el relato sigue diciendo que Pedro comenzó a hundirse. ¿Por qué?
Notemos lo que dice el versículo 30: ―Al fijarse en la fuerza del viento, le dio
miedo‖. Cuando Pedro dejó de centrarse en Jesús, le faltó fe; por unos momentos,
su fe se debilitó. A nosotros nos puede pasar igual, aunque tengamos experiencia.
Si no estamos centrados, podemos perder la fe. ¿Hemos pasado o estamos
pasando por alguna tormenta en nuestra vida? El viento y las olas que rodeaban a
Pedro mientras caminaba sobre el agua se pueden comparar a las pruebas y
tentaciones que afrontamos como siervos dedicados de Jehová. Gracias a nuestra
fe, todos nosotros hacemos algo que parece imposible para la mayoría: servir a
Jehová, tener una conciencia limpia y estar dedicados a nuestro Dios en los
últimos días de este difícil sistema. Pero todos vamos a luchar contra tormentas.
Tal vez una enfermedad inesperada —nuestra, de un familiar o incluso de un
amigo—. O tal vez la preocupación por los problemas económicos, problemas que
también sufren nuestros hermanos, no solo en Venezuela o no solo en África, sino
en muchos otros países donde también hay crisis económicas. O quizás sean las
olas de persecución, como las que sufren muchos hermanos, no solo en Rusia,
sino dentro de la propia familia. ¿Y qué podemos decir de los cambios que pueden
repercutir en nuestro servicio? Un cambio de asignación dentro o fuera de Betel, o
en la congregación, o un cambio que nos obligue a dejar el servicio especial de
tiempo completo y que nos saque de nuestra zona de confort. Eso podría ser
como una tormenta para nosotros, que nos haga tener miedo. Por ejemplo, a un
hermano al que le encantaba ser misionero, le ocurrió que, después de muchos
años de servir junto a su esposa, tuvo que regresar a su hogar. ―Por primera vez
en la vida‖, dice el hermano, ―me sentía totalmente perdido. No tenía metas, ya
nada me parecía realmente importante‖. ¿Qué ocurrió? Por un tiempo, su fe se
debilitó. Ahora sigamos con lo que le pasó a Pedro, según dice el versículo 30.
¿Qué fue exactamente lo que hizo que Pedro se hundiera? ¿Fue una ráfaga de
viento o una ola grande? No. Fue porque se fijó en la tormenta. Eso fue lo que lo
asustó. Se concentró en la tormenta y no en Jesús. Igualmente, si nosotros nos
centramos demasiado en las tormentas que nos puedan venir, en los problemas
del día a día que tenemos que afrontar en este sistema, y nos concentramos en lo
fuertes que son, podríamos empezar a dudar de la ayuda de Jehová. Pero veamos
lo que pasó en el versículo 30. Dice: ―Y, como empezó a hundirse, gritó: ‗¡Señor,
sálvame!‘ ‖. Así que lo que hizo Pedro después de perder la fe por un momento
nos enseña una gran lección a todos nosotros. Se recuperó rápidamente. Por lo
que dice la Biblia, Pedro era un buen nadador. Como se estaba hundiendo, lo
normal hubiera sido que hubiera intentado nadar de vuelta a la barca. Pero no lo
hizo. No confió en sí mismo. Se volvió a centrar en Jesús y agarró la mano que le
extendió su Maestro. Bueno, ¿qué nos enseña esto? Si alguna vez sentimos que
nuestra fe se debilita o comenzamos a tener miedo, tenemos que imitar el ejemplo
de Pedro. Nos podemos recuperar rápidamente. Si volvemos a Hebreos 12:2,
Hebreos 12:2, vemos que Pablo nos dice cómo podemos evitar enredarnos en el
pecado de la falta de fe. Pablo nos anima a fijar la mirada en Jesús, y el versículo
3 dice: ―Piensen detenidamente en el que aguantó tantas palabras hostiles de
parte de los pecadores [...], para que no se cansen ni se rindan‖. Fijar la mirada,
pensar detenidamente... Tenemos que centrarnos en Jesús. ¿Y qué lo ayudó a él
a tener una fe inquebrantable? Su esperanza. El versículo 2 dice que Jesús se
centró en ―la felicidad que fue puesta delante de él‖, así que debemos centrarnos
en las bendiciones que tendremos. Un artículo de La Atalaya decía: ―Imagínese en
el nuevo mundo. Ponga por escrito o dibuje las cosas que piensa hacer cuando
llegue el Paraíso. Haga una lista de las personas a las que quiere conocer cuando
resuciten y de las preguntas que le gustaría hacerles‖. Y el artículo sigue diciendo:
―Vea las promesas de Dios como algo personal‖. Sabemos que Jesús estaba
convencido de que la Biblia es la Palabra de Dios. Él meditaba con frecuencia en
las palabras de Dios, en sus maravillosas promesas, y nosotros tenemos que
hacer lo mismo. Además, Jesús nos enseñó a pedir espíritu santo. También
podemos pedirle más fe a Jehová. Y Jehová con gusto responderá nuestras
oraciones.

John Ekrann- “Háganse imitadores de Dios” (Efes. 5;1).txt

Los seres humanos estamos acostumbrados a imitar. De hecho, una de las


herramientas de aprendizaje más comunes y poderosas es la imitación. Piensen
en todo lo que aprendemos imitando a los demás. ¿Verdad que mucho de lo que
hacemos en nuestras actividades teocráticas o en el empleo lo aprendimos
observando a alguien? Los niños imitan a sus padres en su forma de pensar, de
comer o de caminar; hasta copian el acento de sus padres al hablar, algo que se
transmite de una generación a otra. A mí me han dicho muchas veces: ―John,
caminas igualito que tu padre‖. Y yo ni cuenta me doy. Y es que a veces imitamos
a otros sin siquiera darnos cuenta. ¿A quién no le ha pasado que, después de
escuchar una canción en la radio, se pone a tararearla o a cantarla sin darse
cuenta de que es la misma canción que había escuchado antes? Definitivamente,
aprender por imitación es parte de la naturaleza humana. Lo hacemos todo el
tiempo; no podemos evitarlo. Los animales también suelen aprender por
observación e imitación. En Zambia, vi un ejemplo muy tierno de esto con unos
elefantes. Vimos a una mamá elefante caminando con su cría. El elefantito trataba
de juntar hierba y llevársela a la boca, tal como lo hacía su mamá. Pero, por más
que lo intentaba, no lograba arrancar nada con su trompita. Así que seguía
observando con mucha atención todo lo que hacía su mamá, para poder hacerlo
bien. Está claro que la imitación es una herramienta muy poderosa: influye mucho
en la clase de persona que somos y en la que podemos llegar a ser. Por eso,
debemos ser muy cuidadosos al elegir a quién imitar. Entonces, ¿a quién vamos a
imitar? Nuestra elección definirá la clase de persona que seremos. Por eso la
Biblia nos dice que tengamos mucho cuidado con las amistades que elegimos,
porque nuestros amigos influyen en nosotros, a veces, hasta sin darnos cuenta de
ello. Leamos la advertencia que Jehová les dio a los israelitas en cuanto a imitar a
las naciones vecinas. Busquemos Éxodo, capítulo 23, versículo 24. Ahí Jehová le
dice al pueblo: ―No debes inclinarte ante sus dioses ni ser inducido a servirles, y
no debes hacer nada parecido a las obras de ellos‖. Y en Deuteronomio 18:9
leemos una idea parecida. Fíjense en lo que dice: ―Cuando hayas entrado en la
tierra que Jehová tu Dios te da, no debes aprender a hacer conforme a las cosas
detestables de aquellas naciones‖. ¿Qué ocurrió cuando los israelitas decidieron
pasar por alto la advertencia de Jehová y siguieron el ejemplo de las naciones
vecinas? Encontramos la respuesta en 2 Reyes 17:15. Leamos 2 Reyes 17:15:
―Continuaron rechazando sus disposiciones reglamentarias y su pacto que él
había celebrado con sus antepasados y sus recordatorios con que les había dado
advertencia, y se pusieron a seguir vanos ídolos y se hicieron vanos ellos mismos,
aun en imitación de las naciones que estaban todo en derredor de ellos, respecto
de las cuales Jehová les había mandado que no hicieran lo mismo que ellas‖.
Si hacemos cosas vanas o inútiles, nosotros también nos volveremos inútiles.
Ahora demos un salto hasta la época cristiana y veamos cómo Jehová nos da la
misma advertencia a nosotros. Busquemos la tercera carta de Juan, versículo 11.
Allí hay un consejo muy directo: ―Amado, no seas imitador de lo que es malo, sino
de lo que es bueno. El que hace el bien se origina de Dios. El que hace el mal
no ha visto a Dios‖. El mensaje es claro: si queremos ver a Dios, es decir, ser sus
amigos, tenemos que imitar lo bueno. El texto de Efesios 5:1, que estamos
analizando hoy, nos dice de manera simple y llana: ―Háganse imitadores de Dios‖.
Aquí Jehová nos está diciendo: ―Imítenme‖. Así que, si alguien nos pregunta a
quién queremos imitar, en obediencia al mandato de Efesios 5:1, contestaremos:
―A Jehová‖. Ahora bien, algo que nos ayuda a imitar a Jehová es leer la Biblia.
En ella, él nos dice cómo espera que nos comportemos. Leerla nos ayuda a
desarrollar cualidades como el amor, la esperanza, la fe, la lealtad y muchas otras.
Piensen, por ejemplo, en la Ley que Jehová dio a la nación de Israel. Gracias a
ella, aprendemos mucho de lo que Jehová opina sobre ser honrados, puros,
imparciales, justos... Además, en muchos relatos de la Biblia, podemos percibir
cómo es Jehová. Vemos la paciencia que le tuvo a Jonás y la misericordia que
mostró a los ninivitas. Leer la Biblia nos da una imagen muy clara del Dios
perfecto al que adoramos. Así es, Jehová nos ha puesto el modelo perfecto a
seguir. Si constantemente leemos la Biblia y nos hacemos preguntas como ―¿Qué
aprendo de Jehová?‖ o ―¿Cómo puedo imitarlo?‖, nos mantendremos atentos al
ejemplo de Jehová y podremos imitarlo. Otra cosa que nos ayuda a ser como
Jehová es seguir el ejemplo de quienes lo imitan a él. En la Biblia, Jehová nos
habla de personas reales a las que podemos imitar. Por ejemplo, nunca hemos
estado con Abrahán o Sara, pero ¿verdad que sentimos como si los
conociéramos? Y aunque de seguro aprenderemos mucho más de estos siervos
de Jehová en el nuevo mundo, lo que nos dicen las Escrituras sobre ellos es
suficiente para poder seguir su excelente ejemplo. ¿Y qué hay de Jesús? Es cierto
que nunca lo hemos visto en persona, pero, cuando estudiamos lo que dice la
Biblia sobre él, sentimos como si lo conociéramos, y hasta podemos imaginar lo
que piensa de ciertas situaciones. El apóstol Pablo planteó la idea de imitar a otros
en 1 Corintios 11:1, que dice: ―Háganse imitadores de mí, así como yo lo soy de
Cristo‖. Sabemos que Jesucristo imita a su Padre, y el apóstol Pablo imitaba a
Cristo. Pablo no esperaba que los demás discursaran, hablaran o caminaran como
él. No. En Hebreos 13:7, él mismo aclaró a qué se refería. Hebreos 13:7 dice:
―Acuérdense de los que llevan la delantera entre ustedes, los cuales les han
hablado la palabra de Dios, y al contemplar detenidamente en lo que resulta la
conducta de ellos, imiten su fe‖. Entonces, lo que debemos imitar es la fe y el
ejemplo de quienes se esfuerzan por ser como Jehová y Jesús. Vamos a ilustrar
por qué debemos tener cuidado al elegir a quién imitar. Imaginen dos grandes
máquinas, con muchísimas piezas. Jehová y Jesús usan una de las máquinas.
Satanás y su mundo usan la otra. Ahora imaginen que nosotros somos una
pieza... una pieza de repuesto para una de esas dos máquinas. Cuando Jehová
nos examine para ver si nos puede usar, ¿seremos el tipo de pieza que encaje en
su máquina, en su organización? Lo seremos si elegimos imitarlo a él y a sus
siervos fieles. Sí, eso nos permitirá ser útiles en su incomparable organización.
Si imitamos a Jehová, aunque Satanás quiera utilizarnos en su máquina,
simplemente no encajaremos, no podrá colocarnos en ningún sitio de este mundo.
¿Verdad que sería muy triste que nos amoldáramos al mundo de Satanás y que
encajáramos a la perfección en su máquina, en su malvado sistema? Así que
elijamos ser como Jehová. Imitémoslo como un niño a un padre, para que nos
parezcamos a él ―cuando seamos grandes‖. Recuerden: solo lo lograremos si
leemos la Biblia para conocerlo mejor y si seguimos el ejemplo de quienes
también lo imitan.

John Ekrann- Demostremos amor y respeto en el matrimonio.txt

Jehová desea que, en el matrimonio, tanto el esposo como la esposa sean muy
felices. Cuando ambos cumplen con el papel que Dios les ha asignado y se tratan
con amor y respeto, disfrutan de una amistad muy especial. Si el patrón de
conducta de la pareja se basa en principios bíblicos, su relación podría
compararse a esta rueda: funcionará como se espera. Pero, si desarrollan
patrones de conducta malos, su relación se parecerá más a esta rueda que tengo
aquí, y, como pueden ver, su vida no va a ser fácil. Repasemos primero lo que
Jehová espera del esposo y la esposa. Luego, veremos que el amor y el respeto
son claves para un matrimonio feliz. ¿Qué papel les asignó Jehová al hombre y a
la mujer? Al esposo le dio el papel de cabeza de la familia. En Efesios 5:23 dice
que ―el esposo es cabeza de su esposa‖. Así que, en la familia, la decisión final la
toma el esposo. Con sus decisiones, demuestra que ama a su esposa y a sus
hijos, y que toma en cuenta sus necesidades físicas, espirituales y emocionales.
1 Corintios 11:3 deja claro cómo Jehová espera que el esposo cumpla su papel.
Mientras lo leen, imagínense a Jehová diciéndoles a los esposos: ―Sí, ustedes son
la cabeza, Es como un padre que le dice a su futuro yerno: ―Puedes casarte con
mi hija, pero más te vale que la trates bien, porque te las vas a ver conmigo‖.
El mensaje está muy claro, ¿no es cierto? El esposo es responsable ante Jehová
por cómo trata a su esposa. Es algo en lo que los esposos tenemos que pensar.
¿Y qué papel asignó Jehová a la esposa? Uno muy valioso: ser la compañera de
su esposo. Ambos tratan juntos los asuntos importantes y suman esfuerzos para
alcanzar el éxito. Claro, Jehová quería que la esposa estuviera en sujeción, es
decir, que respetara la autoridad que tiene su esposo. En Efesios 5:22 leemos: ―En
sujeción‖. Eso como que no suena muy bonito. ―¡Tienen que estar en sujeción!‖.
Pero ¿es algo malo el que la esposa tenga que estar en sujeción a su esposo?
No. La sujeción de la que habla la Biblia no hace de la mujer alguien inferior.
Es algo que tiene que ver con su función. Ambos son colaboradores, y cada uno
tiene un importante papel. Pensemos en una pareja de patinadores sobre hielo.
Mientras los vemos deslizándose con elegancia por la pista, ¿verdad que no nos
preguntamos: ―¿Y por qué ella no lo sostiene a él?‖? Si comparamos el cuerpo del
hombre con el de la mujer, nos queda muy claro quién debe cargar con el peso.
Sin duda, el patinador respeta y valora el papel de su compañera. De igual modo,
el esposo respeta y valora el papel que cumple su esposa mientras ambos
trabajan juntos para que les vaya bien. Ahora que hemos repasado el papel del
esposo y la esposa, leamos juntos en Efesios 5:33 un principio fundamental para
entender cómo espera Jehová que el esposo y la esposa cumplan con su papel.
Efesios 5:33 dice así: Lo que dice este texto no es ningún misterio: el esposo debe
amar a su esposa y la esposa debe respetar a su esposo. Pero hay algo más que
este versículo nos enseña sobre el hombre y sobre la mujer. Nos dice qué
necesita cada uno de ellos: el hombre necesita que lo respeten y la mujer que la
amen. Eso no quiere decir que a los hombres no haya que quererlos y que a las
mujeres no haya que respetarlas. Pero sí es cierto que los hombres suelen valorar
el respeto y la posición, mientras que para las mujeres es importante que haya
una buena relación, confianza, amor. Este principio fundamental nos ayuda a
comprender por qué nuestro cónyuge se siente o actúa de determinada manera.
Cada uno valora distintas cosas, y eso se refleja en numerosas situaciones.
Veamos tres aspectos de la vida de una pareja en los que esto que hemos visto
del amor y el respeto se ve con claridad. Veamos el primer aspecto: la forma de
comunicarse. Como para la mujer es importante que haya amor, cuando habla con
su esposo, trata de que la conversación sea de amigos y de establecer una fuerte
conexión. Como quiere sentirse cerca de él, le cuenta todo lo que le ha pasado en
el día... y espera que él haga lo mismo: que le cuente todo. Esposo, su esposa se
sentirá amada si le demuestra —por su forma de comunicarse— que de veras se
preocupa por ella. Para ella es muy importante conversar con usted y contarle su
vida, y le gusta que usted le abra su corazón. Pongamos un ejemplo: una mujer le
cuenta a su esposo algo que le sucedió durante el día. Él empieza a sentirse
aturdido y la interrumpe. Tal vez cambia el tema o le dice: ―Pues haz esto y esto‖.
¿Y qué pudiera pensar ella? ―¿Por qué no es capaz de escucharme? ¿Será que
ya no le importo?‖. Es importante que el esposo ponga toda su atención cuando su
esposa le habla. Puede que el esposo traiga muchas cosas en la cabeza después
de un largo día de trabajo, y puede que, sin mala intención, llegue a pensar que lo
que le está contando su esposa no tiene tanta importancia. Quizá le parezca que
son trivialidades, que sus problemas son sobre cosas cotidianas, mientras que las
cosas de las que él habla son importantes, porque le sucedieron a él. Su esposa
se va a desanimar al sentir eso todo el tiempo. Si el esposo muestra poco interés
en las cosas que le suceden a su esposa, ella sentirá que es ella la que no le
importa. Los esposos podemos beneficiarnos mucho del consejo de Proverbios
20:5. Dice: ¡Qué buen consejo!, ¿verdad? Esposo, si de verdad quiere saber lo
que hay en el corazón de su esposa, déjela hablar. Así demostrará que la ama.
Para el hombre, la conversación cumple una función distinta. Cuando la esposa le
pregunta a su esposo: ―¿Cómo te fue hoy?‖, él dice: ―Bien, como siempre‖. Pero
quizás esa misma noche, en una conversación entre amigos, cuenta algo que le
sucedió en el trabajo, y quizás ella se pregunte: ―¿Y por qué no me contó eso a mí
cuando le pregunté?‖. Como para el hombre es importante sentirse respetado, a
menudo se vale de la conversación para ganarse el respeto de los demás. Tal vez
él siente que, como su esposa ya lo respeta, no tiene que contarle nada. Algo que
la esposa puede hacer para que su esposo le cuente más cosas es interesarse
por su trabajo y por lo que le gusta. Pero, si ella le dice: ―¿Para qué me lo
cuentas? Yo casi no entiendo nada de eso‖, se estará perdiendo de una parte
importante de su vida. Esposa, demuéstrele a su esposo que se siente orgullosa
de lo que hace en su trabajo. Escúchelo con atención cuando le cuente qué
problemas tuvo y cómo los resolvió. Puede que no le parezca muy interesante lo
que hace, pero recuerde que es algo muy importante para él. Hablemos ahora de
la forma de resolver los problemas. Pensemos en una pareja que necesita llegar a
un lugar, pero se han perdido. La esposa dice: ―¿Y por qué no le preguntamos a
alguien?‖. Ella piensa: ―¿Qué le cuesta que preguntemos?‖. Y él piensa: ―¿Qué le
cuesta esperar a que yo encuentre el camino?‖. Puede que él no quiera
preguntarle a un extraño para no dar la impresión de que es incapaz de llegar
solo. En esta situación tal vez le cueste pedir ayuda porque prefiere no verse en
una posición inferior. Encontrar el camino se ha convertido en un reto y quiere
demostrarle a su esposa que él puede solo. ¡Pero a la mujer ni le pasa esa idea
por la cabeza! Para ella preguntar no es nada del otro mundo; solo se trata de
pedirle ayuda a alguien que la puede dar. Leamos lo que dice la Biblia en
1 Corintios 7:33: Esposa, su esposo se preocupa por ganarse su aprobación y
respeto. Claro, el esposo debe ser equilibrado para que su deseo de recibir
respeto no se vaya a los extremos. ¿Qué tiene de malo preguntar o pedir ayuda?
Y también es importante que la esposa no pierda la paciencia y cuide qué dice y
cómo lo dice siempre que su esposo esté tratando de resolver algún problema.
Si la esposa tiene siempre presente que la intención del esposo es hacer lo que
sea mejor para su familia, se esforzará por ser comprensiva y apoyarlo hasta en
las cosas más pequeñas. El apoyo que ella le da en esas cosas pequeñas le da
seguridad y lo motiva a tomar la iniciativa en asuntos importantes, porque sabe
que cuenta con la aprobación de su esposa. Finalmente, hablemos de la forma de
comportarse en público. ¿Ha estado con parejas que hacen esto? Mientras uno
cuenta una historia, el otro lo interrumpe constantemente para corregirlo. O,
mientras el esposo está tratando de dar ciertas instrucciones, la esposa lo corrige
o lo contradice. O el esposo dice cosas que hacen sentir mal a su esposa o la
avergüenzan. Primero veamos cómo Efesios 5:33 puede ayudar a la esposa en
estas situaciones. Como para el esposo el respeto es algo tan importante, ¿cómo
se sentirá si su esposa lo corrige en público? Se sentirá muy dolido si ella hace
eso o se comporta de forma desafiante. En Proverbios 31:12 encontramos este
recordatorio para las esposas: Esposa, cuando haya otras personas presentes —
incluso los hijos—, intente no llevarle la contraria o corregirlo, ni lo haga a un lado
para hacer usted las cosas. Delante de otras personas, demuestre que respeta a
su esposo por lo que le dice y cómo se lo dice. Si usted lo respeta, los demás
también lo harán, incluidos los niños. Ahora veamos cómo Efesios 5:33 puede
orientar la conducta de un esposo en público. Primero es bueno que el esposo
haga lo que se describe en Proverbios 31:28. Vamos a leerlo. Dice: En este
mundo es común ver a esposos que se burlan de sus esposas o dicen cosas que
las rebajan. Como para la esposa la amistad es algo que vale tanto, le duele que
su esposo la rebaje solo para hacerse el gracioso. Se siente fatal. Esposo, su
esposa siente que usted es su mejor amigo. Le cuenta todo. Hacer eso es
traicionar su confianza, y ella sentirá que no la quiere. Y, cuando hay que hablar
de ciertos asuntos, lo mejor es esperar y hacerlo en privado, o por lo menos
encontrar un rinconcito donde otros no escuchen lo que dicen. Al no hacerlo en
público, la esposa muestra respeto por su esposo y el esposo muestra amor por
su esposa. Hoy hemos visto tres situaciones en las que el principio de Efesios
5:33 puede ayudar a los matrimonios a actuar mejor. El amor y el respeto ayudan
en la forma de comunicarse, la forma de resolver los problemas y la forma de
comportarse en público. Un buen matrimonio requiere esfuerzo. ¿Cómo va el
suyo? ¿Son sus patrones de conducta buenos, o malos? ¿Cómo se tratan?
¿Cuándo fue la última vez que hablaron del amor y del respeto? El consejo de
Efesios 5:33, que es perfecto, puede hacer feliz a un matrimonio que es
imperfecto. En palabras muy sencillas, Jehová, que es el Creador del matrimonio,
nos explica parte de su esencia. Nos dice qué es importante para el hombre y qué
es importante para la mujer. Para el hombre es particularmente importante el
respeto, y la mujer necesita sentirse amada. Solo si tomamos en cuenta este
principio, tendremos un matrimonio que complazca a Jehová. Si quiere que su
matrimonio vaya sobre ruedas, como Jehová desea, haga todo lo que pueda para
que el principio del amor y el respeto siempre rija su conducta.

John Ekrann- El rescate sí es para usted (Gál. 2;20).txt

El apóstol Pablo hizo una interesante reflexión sobre el rescate. Él escribió: ―La
vida que ahora vivo en carne la vivo por la fe que es para con el Hijo de Dios, que
me amó y se entregó por mí‖. Con esas palabras nos damos cuenta de que Pablo
sabía que el rescate se había pagado por él. Y, como se expresó en los
comentarios, nosotros también debemos ver el rescate como un regalo personal.
En Hebreos 6:5, el apóstol Pablo deja ver que la Biblia y el rescate son dádivas
muy personales. Noten la expresión que usó en Hebreos 6:5: ―Y que han gustado
la excelente palabra de Dios y los poderes del sistema de cosas venidero‖. La
expresión ―que han gustado‖ es muy significativa, pues para gustar los alimentos,
nosotros mismos debemos probarlos, nadie más. Debemos ponerlos en nuestra
boca para saborearlos. Lo mismo sucede con el rescate. ¿En qué situaciones
podemos ―gustar‖ o comprobar que el rescate es para cada uno de nosotros?
Veamos un par de ellas. Primero hablemos de nuestros temores. ―¿De veras me
quiere Dios? ¿Soy digno de que me ame?‖. Puede que también nos preguntemos:
―¿Qué será de mí? ¿Y si...?‖. Al encarar pruebas o dificultades, quizás razonemos:
―Tal vez Jehová no me quiere‖. Por otro lado, estamos convencidos de que la ley
de causa y efecto tiene una base sólida. Vemos que las cosas pasan por algo. El
problema es que lleguemos a la conclusión de que las cosas son como son
porque Jehová no nos ama. Aun si somos personas buenas, es posible que
atravesemos dificultades y digamos: ―Otros de mi edad tienen buena salud‖. O tal
vez sepamos de alguien que ha recibido un cambio de asignación y que en unas
cuantas semanas ya tiene todos sus asuntos resueltos, y pensemos: ―En cambio,
yo sigo buscando un empleo‖. Pero no concluyamos que si las cosas no salen a la
perfección es porque Jehová no nos quiere. Eso es mentira. Aun si estamos
actuando bien, pudiéramos pasar por pruebas. Para ilustrarlo: imagine que va
conduciendo su automóvil como Dios manda y se detiene cuando el semáforo se
pone en rojo. Luego cambia a verde y usted avanza, pero entonces lo alcanza un
conductor imprudente que no se ha detenido en la luz roja. La culpa no es de
usted. ¿Acaso diría: ―¡No vuelvo a obedecer las leyes de tránsito! ¡No vale la
pena!‖? ¡No! El culpable fue quien se pasó el semáforo en rojo. A veces nos
pueden pasar cosas malas, pero eso no quiere decir que sea nuestra culpa o que
no contemos con el amor de Jehová. Así que, cuando sintamos algún temor,
¿cómo nos fortalecerá reflexionar en el rescate? Para empezar, pensemos en por
qué se pagó el rescate. Porque a mucha gente buena —todos los descendientes
de Adán y Eva— nos estaba yendo mal. Adán y Eva pecaron, pero nosotros
pagamos las consecuencias. A los que valoran el rescate, Jehová se lo ofrece
como la solución. Es su manera de decir: ―Yo sé que te pasan cosas malas, pero
pronto todo estará bien‖. Sí, cuando entendemos por qué Jehová estuvo dispuesto
a pagar el rescate por cada uno de nosotros, nos damos cuenta de que él
comprende el sufrimiento que causan el cáncer, la vejez, los errores humanos y
hasta nuestra propia imperfección. ―Degustar‖ el rescate en estas circunstancias
significa evitar creer que Jehová no nos ama cuando nos sobrevenga alguna
prueba. Al contrario, el rescate es la mayor expresión del amor de Jehová y Jesús,
y de que desean que pronto dejemos de sufrir. Otra situación en la que podemos
comprobar que el rescate es para nosotros es cuando muere alguien allegado.
Cualquiera que haya sentido el dolor de perder a alguien cercano puede entender
la impotencia que se siente al saber que ya no hay nada que hacer por ahora.
Pero en ese momento, la esperanza y la fe en la resurrección —solo posible
gracias al rescate— se vuelven más reales que nunca. En Hechos 17:31 se
recoge un conmovedor discurso en el que el apóstol Pablo explicó que el rescate
está garantizado gracias a la muerte y resurrección de Jesús. En Hechos 17:31,
Pablo dijo: ―Porque ha fijado un día en que se propone juzgar la tierra habitada
con justicia por un varón a quien ha nombrado, y ha proporcionado a todos los
hombres una garantía con haberlo resucitado de entre los muertos‖. Si
comprendemos que el rescate se dio por cada uno de los seres humanos,
entenderemos que la resurrección no solo es posible, sino que Jehová y Jesús
desean que nuestros padres o amados cónyuges vuelvan a vivir. Ellos se
interesan en cada persona, sea que esté viva o muerta. Conocen cada detalle de
su vida, por lo que podrán devolvérnoslos con su misma personalidad, con todos
sus recuerdos, tal y como los conocimos. ¿Existe una mayor prueba de que el
rescate es un regalo personal? Traer de vuelta a la vida a nuestros seres queridos
es la mayor muestra del interés personal de Jehová en todos y cada uno de los
seres humanos. No nos considera un daño colateral en la guerra contra Satanás.
El rescate es el medio que Jehová usará para reparar todo el daño que Satanás
ha ocasionado desde la muerte de Adán y Eva. De hecho, cuando los muertos
sean resucitados, quedará claro que todo lo que afirmaba Satanás era mentira.
Hoy, el Diablo difunde toda clase de ideas sobre lo que pasa después de la
muerte: que las personas se van al más allá, que tendrán otra vida, que estarán en
el cielo, que reencarnarán como animales... Pero en el nuevo mundo, cuando la
mayoría de los que han muerto vuelvan a vivir, ya jamás se engañará a nadie con
esas mentiras. Cada uno de los resucitados podrá contar lo que le sucedió al
morir: ¡nada! ¡No hay vida después de la muerte! Ya nadie se creerá ni esparcirá
aquella mentira. Jehová sabía que la muerte de un ser querido nos causaría
muchísimo dolor. Por eso, al darnos el rescate, es como si nos dijera: ―Sé que te
duele, pero créeme, por favor, ya tengo la solución perfecta para que te deje de
doler‖. Hoy hemos analizado dos situaciones en las que podemos reflexionar en el
rescate, como lo hizo el apóstol Pablo, y entender que es un regalo individual.
Hablamos de nuestros propios temores y de la resurrección de nuestros seres
queridos. ¡Imagine de cuántas otras maneras nos beneficiamos si meditamos en
que el rescate es para cada uno de nosotros!

Kenneth Cook- Cumpla sus promesas y reciba bendiciones (Sal. 15;4).txt

―Ha jurado a lo que es malo para sí, y no obstante no lo altera‖. Estas palabras
dicen mucho de una persona, ¿no creen? ¿Qué ejemplos encontramos en la Biblia
de personas que agradaron a Jehová por cumplir sus promesas? ¿Y qué recibirán
quienes lo hacen, incluso cuando cumplirlas los perjudique? Bueno, sabemos que
Jesús es el mejor ejemplo de alguien que cumplió su promesa de hacer la
voluntad de Jehová. Pero también hay personas imperfectas que han sido leales y
han cumplido sus promesas. Por ejemplo, Josué 9 explica que los gabaonitas
engañaron a los principales de Israel para que hicieran un pacto de paz con ellos.
Sin darse cuenta, los israelitas les prometieron que no destruirían Gabaón. Pero
algo interesante es que aquellos hombres disfrazados eran parte del pueblo de los
heveos, una nación que era una amenaza para Israel. Josué 10:2 dice que todos
sus hombres eran poderosos guerreros. ¿Qué ocurrió cuando los israelitas
descubrieron la verdad? Josué 9:18 dice: ―Los hijos de Israel no los hirieron,
porque los principales de la asamblea les habían jurado por Jehová el Dios de
Israel‖. ¿Aprobó Jehová la decisión de no atacarlos? Sí, la aprobó, tal como
vemos en el capítulo 10. Hablaremos de eso en unos minutos. En otro relato,
Mardoqueo le pidió a Ester que hablara con el rey Asuero en nombre de los judíos
para suplicarle su favor. Ester sabía que si se presentaba delante del rey sin que
él la llamara, podía morir. Pero Mardoqueo razonó con ella y le hizo ver la
importancia de hablar con el rey, así que Ester le prometió que lo haría. Por favor,
fíjense en lo que menciona Ester 4:16, al final del versículo. Ella está dando su
palabra, pues dice: ―Entraré a donde el rey, lo cual no es conforme a la ley; y en
caso de que tenga que perecer, tendré que perecer‖. Y ya sabemos lo bien que
acabó todo para Ester, Mardoqueo y los judíos. Ester cumplió su palabra, y todos
fueron bendecidos por ello, ¿verdad? ¿Por qué cumplieron sus promesas estas
personas? Porque, entre otras cosas, tenían cualidades como la fe, la lealtad y el
amor por Jehová y por los demás. Los principales de Israel tenían fe y veían a
Jehová como alguien real. También eran conscientes de la promesa que les
habían hecho a los gabaonitas. Debido a su fe y su lealtad cumplieron su palabra.
Y Ester también estuvo dispuesta a arriesgar su vida porque amaba a su pueblo y
quería ayudarlos. Ahora, retomando la segunda pregunta, ¿qué recibirán quienes
cumplen sus promesas, incluso cuando esto los perjudica? Veamos el principio
que se encuentra en Marcos 4:24. Aquí Jesús dice: ―Con la medida con que
ustedes miden, se les medirá a ustedes, sí, hasta se les añadirá‖. ¿Cuál es el
principio? Como muestra el contexto, Jesús estaba hablando sobre alguien que
recibe información y comprensión espiritual por escuchar con atención sus
enseñanzas. Pero la idea de que ―se les añadirá‖ se cumple de muchas formas.
Por ejemplo, cuando somos leales a Jehová, a menudo nos bendice con más de lo
que esperábamos. A veces, incluso nos sorprende. Salmo 84:11 dice que Jehová
―no retendrá nada que sea bueno de los que andan exentos de falta‖. Ahora,
volvamos a lo que ocurrió entre Israel y los gabaonitas. En el capítulo 8 de Josué
leemos que, en una batalla anterior contra la ciudad de Hai, Jehová le había dicho
a su pueblo qué estrategia emplear para ganar. Pero el relato no dice que en
aquella ocasión Jehová hiciera algún milagro sorprendente. Y ahora, fijémonos en
el capítulo 10. Después de que engañaran a los principales de Israel para
conseguir un pacto de paz, los gabaonitas se vieron en peligro por una alianza de
cinco reyes amorreos. ¿Qué harían los israelitas? Bueno, como sabemos,
mantuvieron su promesa y fueron a defender a los gabaonitas. En el versículo 7
de este capítulo, leemos que Josué y sus hombres hicieron eso. Jehová los
bendijo por cumplir su promesa. En el versículo 8, Jehová les dijo: ―No les tengas
miedo [...]. Ni un solo hombre de ellos se mantendrá en pie contra ti‖. Parece que
a Jehová le gustó aquella decisión, ¿no creen? Les demostró su aprobación de
una forma excepcional. Arrojó enormes piedras de granizo sobre sus enemigos, e
incluso el sol se quedó inmóvil en el cielo más o menos un día entero. En el
versículo 14 dice: ―Ningún día ha resultado ser como aquel, ni antes de él ni
después de él, por el hecho de que Jehová escuchó la voz de un hombre, porque
Jehová mismo estaba peleando por Israel‖. ¿No es cierto que Jehová demostró
que amaba a su pueblo por cumplir la promesa que ellos habían hecho? Y cuando
los israelitas fueron a guerrear por Gabaón, los apoyó al máximo. De hecho,
Jehová superó todas sus expectativas. ¿Han sentido alguna vez que Jehová ha
hecho eso por ustedes cuando han cumplido una promesa o una tarea difícil?
¿Verdad que a menudo nos damos cuenta de que hemos recibido bendiciones
que no habíamos imaginado? Entre otras cosas, quizás nos sorprenda ver que
nuestra fe ha aumentado, que nuestro amor es más profundo y que lo que antes
veíamos como algo muy difícil ahora nos parece más sencillo. Un betelita que
permaneció en su asignación a pesar de la muerte de su madre —y de que
algunos lo trataran mal— dijo: ―A veces vivimos situaciones que nunca hemos
experimentado, y quizás no entendamos por qué Jehová no hace lo que le
pedimos. Pero cuando las aguantamos, vemos, primero, que él comprende mejor
toda la situación y, segundo, que quiere que confiemos en él, que sepamos que
está ahí para nosotros y que no hemos perdido su aprobación aunque estemos
pasando por un momento difícil. Cuando Jehová nos ayuda, lo único que podemos
hacer es lo que dice Génesis 24:21: mirar con admiración la manera en que
contesta nuestras oraciones‖. ¡Qué idea tan bonita! Y aunque las bendiciones
no lleguen enseguida, podemos confiar en que Jehová estará ahí para ayudarnos
en el momento exacto. Eso mismo le pasó a Job. En cierta ocasión, dijo: ―¡Hasta
que expire no quitaré de mí mi integridad!‖. Y vivió a la altura de esas palabras,
¿verdad? Lo hizo a tal grado que, después de aguantar mucho sufrimiento y dolor,
pudo decir: ―De oídas he sabido de ti, pero ahora mi propio ojo de veras te ve‖. Sin
duda, su fe creció. Y, como sabemos, Jehová con el tiempo le devolvió la salud,
duplicó sus riquezas y lo bendijo con una preciosa familia. Relatos como estos nos
ayudan mucho. Igual que los siervos de Jehová de la antigüedad, podemos sufrir
persecución, injusticias, desastres, la pérdida de un ser querido, decepciones o
enfermedades graves. Puede que además tengamos que esforzarnos por cumplir
nuestra promesa de ser un buen cónyuge o un amigo en tiempos difíciles. La lista
es larga. Y, a pesar de los problemas o incluso el dolor, es posible conseguirlo.
Podemos imitar la fe de siervos de Dios del pasado y del presente y cumplir
nuestras promesas, incluida, por supuesto, nuestra dedicación a Jehová. Él suele
hacer más de lo que esperamos, y por eso tenemos la seguridad de que lo que
tiene preparado para nosotros es mucho mejor de lo que podemos imaginar.
Como dice Salmo 31:19 sobre Jehová: ―¡Cuán abundante es tu bondad, que has
guardado cual tesoro para los que te temen!‖.

Kenneth Flodin- “Mejor es el fin de un asunto” (Ecl. 7;8).txt


El texto de hoy, Eclesiastés 7:8, empieza diciendo: ―Mejor es el fin de un asunto,
posteriormente, que su principio‖. Y después añade: ―Mejor es el que es paciente
que el que es altivo de espíritu‖. Si somos pacientes, una situación que se veía
muy gris al principio puede terminar mucho mejor de lo que hubiéramos
imaginado. ¿Hay algún ejemplo bíblico que respalde esa idea? Primer libro de los
Reyes capítulo 20. Vamos a buscarlo. El rey Ben-hadad de Siria, junto con otros
32 reyes, estaba haciendo guerra contra Israel. El comienzo de esa historia no
pintaba nada bien para los israelitas. De hecho, si notamos, 1 Reyes 20:7 dice que
―el rey de Israel llamó a todos los ancianos del país y dijo: ‗Fíjense, por favor, y
vean que lo que este anda buscando es calamidad; porque envió a mí por mis
esposas y mis hijos y mi plata y mi oro, y no los retuve de él‘‖. El escenario era
sombrío. Pero, al observar el siguiente intercambio de mensajes entre ambos
reyes, vemos claramente que Ben-hadad era altivo. Podemos imaginar el
orgulloso tono de voz que usó al decir en el versículo 10: ―¡Así háganme los
dioses, y así añadan a ello, si el polvo de Samaria haya de bastar para dar
puñados a toda la gente que me sigue!‖. De nuevo, el comienzo era desalentador.
Pero Acab usó el mismo principio del texto de hoy para responderle. El versículo
11 dice: ―El rey de Israel contestó y dijo: ‗Háblenle: ―El que se ciñe [lo que se hace
al principio], no se jacte como el que se desabrocha [que se hace al final]‖‘‖. Para
Israel, las cosas terminaron mejor de lo que empezaron. El versículo 21 relata que
el rey de Israel ―derribó a los sirios con una gran matanza‖. En efecto, el fin del
asunto fue mejor que su principio. ¿Tenemos algún otro ejemplo que también
respalde esta idea? Sí, está en Jueces 15. Allí encontramos uno de los relatos
sobre Sansón. Él causó daño a muchos filisteos. Fueron tantos que ahora los
filisteos se dirigían a Judá para buscar venganza. Cuando los hombres de Judá se
dieron cuenta de ello, les dio miedo que los asesinaran. Así que fueron tras
Sansón y lo entregaron a los filisteos. Jueces 15:13 describe una situación
bastante delicada para Sansón. La última oración del versículo dice: ―Lo ataron
con dos sogas nuevas y lo hicieron subir del peñasco‖. A los orgullosos filisteos les
dio mucho gusto recibir a Sansón ya atado y en custodia. De hecho, el versículo
14 relata: ―Él, por su parte, vino hasta Lehí, y los filisteos, por su parte, gritaron
alborozadamente al encontrarse con él‖. ¡No podían esperar para ponerle las
manos encima! ¿Cómo pudo ser el final de esa historia mejor para Sansón que su
principio? El relato cuenta que el espíritu de Jehová le dio poder y que los grilletes
se derritieron en sus manos. Después, en los versículos 15 y 16, leemos que
Sansón encontró una quijada de asno y con ella derribó a 1.000 filisteos. Para
Sansón, el fin del asunto fue mejor que su principio. ¿Y qué hay de Job? Vayamos
a Job 42. Todos recordamos lo difíciles que fueron las pruebas de Job al
comienzo: pasó de una tragedia a otra y, además, tuvo que soportar las
humillantes palabras de sus falsos consoladores. Las cosas difícilmente podían ir
peor. Pero, gracias a que él aguantó con paciencia, ¿cómo resultó ser el final?
Bueno, el versículo 12, de hecho, se parece mucho al texto de hoy. Job 42:12
dice: ―En cuanto a Jehová, él bendijo el fin de Job después más que su principio‖.
Ahora pensemos en cómo se ha aplicado el versículo de Eclesiastés 7:8 en
nuestras publicaciones. Veamos un par de ejemplos. Un número de La Atalaya de
1998 lo relacionó con los padres que dan consejo a sus hijos. Es posible que
durante los años de la adolescencia, algunos hijos pasen por una etapa en la que
su actitud resulte muy frustrante para los padres. De hecho, es probable que
durante esos años hasta lleguen a pensar que sus hijos no tienen remedio. Pero si
son pacientes, ¿cuál puede ser el resultado? Hemos leído en nuestras revistas y
escuchado en los programas de este canal incontables historias de adolescentes
que regresaron a Jehová cuando se hicieron adultos y que ahora le sirven
fielmente. En esos casos, el fin ha sido mejor que el comienzo. En 1994, La
Atalaya indicó que este principio también tiene que ver con quienes sienten que no
se les toma en cuenta. Si eso sucede, es mucho mejor esperar con paciencia que
manifestar una actitud orgullosa. Cuando finalmente lleguen los nombramientos, el
fin del asunto será mejor que el principio. Hace unos años, un hermano ya mayor
que estaba sirviendo de anciano se cambió a una nueva congregación. Pero los
ancianos de esa congregación no lo nombraron anciano de inmediato. Pasaron un
par de años antes de que lo nombraran siervo ministerial, no anciano. Después
pasaron unos años más. Entonces, el hermano que solía ser anciano empezó a
amargarse. Sus sentimientos se reflejaban en sus palabras, pues incluso criticaba
algunas de las decisiones de los ancianos. Vamos a buscar Filipenses 2. Uno de
los ancianos habló con el hermano y le explicó que su mala actitud impediría que
los ancianos volvieran a pensar en él para que sirviera de anciano. Llegaron a la
conclusión de que su mala actitud se debía a que le estaba dando demasiada
importancia a su posición. Aquel anciano le citó Filipenses 2:5-9. El versículo 5
recomienda que tengamos la misma ―actitud mental‖ que tuvo Jesús. ¿Y cuál era
la actitud de Jesús con respecto a la posición? El versículo 6 explica que Jesús no
quiso colocarse al mismo nivel que Jehová. En el versículo 7 vemos que, en lugar
de tratar de escalar en posición, Jesús estuvo dispuesto a bajar de posición y
convertirse en ser humano. El versículo 8 indica: ―Más que eso, al hallarse a
manera de hombre, se humilló y se hizo obediente hasta la muerte, sí, muerte en
un madero de tormento‖. Y al principio del versículo 9 leemos: ―Por esta misma
razón‖. ¿Qué razón? La razón de que Jesús, con buena actitud, aceptó una
asignación más humilde, y todo para hacer la voluntad de Jehová. ¿Y cuál fue el
resultado? El mismo versículo sigue diciendo: ―Por esta misma razón, también,
Dios lo ensalzó a un puesto superior y [...] le dio el nombre que está por encima de
todo otro nombre‖. El anciano de esta historia le preguntó al hermano si creía que
estaba demostrando la misma actitud mental que Jesús tenía. El hermano dijo:
―No. Estoy dándole demasiada importancia a la posición que tenía como anciano‖.
El anciano le preguntó: ―¿Y qué piensas hacer?‖. El hermano mayor respondió:
―Debo empezar a trabajar desde cero para ser anciano y dejar de quejarme por mi
posición actual‖. ¿Cómo terminó la historia? Habían pasado años sin que lo
volvieran a nombrar anciano. Pero solo 6 meses después de aquella
conversación, el cuerpo de ancianos recomendó unánimemente que fuera
nombrado. ¿Por qué? Eclesiastés 7:8: ―Mejor es el que es paciente que el que es
altivo de espíritu‖. Aquel hermano murió unos años después, mientras servía
felizmente como anciano. El fin del asunto fue mejor que su principio. Un enfoque
más del texto de hoy: cuando ocurrió la rebelión en Edén, las cosas no se veían
nada bien para la familia humana. Pero Jehová corrigió la situación, y Jesús
también puso de su parte. Si nosotros somos fieles, ¿cómo saldrán las cosas para
nosotros? Sin lugar a dudas, nuestra recompensa cuando llegue el fin de este
mundo será mejor que el principio.

Kenneth Flodin- Como siervos de Dios, seamos neutrales (Mat. 10;16).txt

Nuestro texto para hoy es Mateo 10:16. Abramos la Biblia en el capítulo 10 de


Mateo y examinemos el contexto. Como podrán ver, en los primeros
versículos aparece una lista de los 12 apóstoles. Y el versículo 5 dice: ―A estos
doce Jesús los envió, dándoles estas órdenes‖. Entre otras cosas, les pide que,
por el momento, solo vayan a los de la casa de Israel. En el 7, les dice que le
hablen a la gente sobre el Reino de los cielos. En el 8, los manda a curar
enfermos, levantar muertos y expulsar demonios. Luego, en el 9 y el 10, les
explica cómo se cubrirían los gastos de esta obra: principalmente por
donaciones. Del 11 al 14 vemos cuál sería su territorio, cómo lo abarcarían —de
casa en casa—, cómo cultivarían el interés de la gente y qué deberían hacer si los
rechazaban. Entonces llegamos al versículo 16 y vemos cómo sigue esta reunión
para la predicación. Noten que, teniendo en cuenta la labor que harían, lo que
Jesús les dice ahora a sus apóstoles podría intimidarlos un poco. Leamos el
versículo 16 completo: ―¡Miren! Los estoy enviando como ovejas en medio de
lobos; por lo tanto, demuestren ser cautelosos como serpientes, y, sin
embargo, inocentes como palomas‖. A continuación, Jesús les explica por qué
tendrían que comportarse así. En el versículo 17, les dice que los entregarían a los
tribunales y los azotarían, y en el 18 añade que los llevarían ante gobernantes y
reyes a causa de su fe. Eso debió haberles dado mucho en que pensar. Los
podemos imaginar inquietos, mirándose unos a otros con cara de
preocupación. Pero los discípulos comprendieron lo que Jesús les había dicho en
el versículo 16. En su comparación, habló de cuatro animales. Primero les
dijo: ―Los estoy enviando como ovejas en medio de lobos‖. Seguro que
entendieron esas palabras de inmediato, pues en las Escrituras Hebreas se hace
la misma comparación. Salmo 100:3 dice: ―Somos su pueblo, y las ovejas de su
apacentamiento‖. Estaba claro. Y también entendieron la referencia a los
lobos, pues sabían que ellos cazan y devoran ovejas. Así que captaron el
punto: muchas personas se pondrían en su contra. Era una advertencia de lo que
sucedería. ¿Y qué hay de lo que dijo Jesús sobre ser como serpientes y como
palomas? Para ser sinceros, si a alguien lo comparan con una serpiente, no se lo
toma como un cumplido. ¿Por qué? En parte, por la reputación que se ha ganado
Satanás, ―la serpiente original‖, y todo el daño que ha causado a la
humanidad. Pero Mateo 10:16 dice que seamos como serpientes. ¿En qué
sentido? Recordemos que en Génesis se llama a la serpiente ―la más cautelosa de
todas las bestias [...] que Jehová Dios había hecho‖. Y esa es la característica que
Jesús estaba destacando. Sus seguidores debían ser cautelosos al efectuar su
ministerio, sobre todo ante la oposición. ¿Y cuán cautelosas son las
serpientes? Bueno, muchos ni siquiera nos atrevemos a mirarlas, y menos vamos
a examinarlas de cerca para averiguarlo. Mejor fiémonos de lo que dice un
especialista británico. Él indica que, incluso cuando ataca, la serpiente es
cautelosa. Trata de asegurarse de que su mordedura sea precisa y
mortal. En ocasiones, afirma el especialista, la serpiente se lanza contra su
presa pero se detiene justo antes de alcanzarla. Algunas veces, ni siquiera abre la
mandíbula. ¿Por qué? Porque está calculando y, a la vez, siendo
cautelosa. En este punto, según el experto, la serpiente a veces empieza a
desenrollarse con el fin de estar lista en caso de que tenga que salir huyendo por
el contraataque de su presa. Sí, la serpiente es muy
cautelosa. Y no olvidemos que Jesús participó en la creación y conocía muy
bien las características de la serpiente. De forma que no nos sorprende que les
dijera a sus discípulos que la cautela debía ser parte de su personalidad, en
especial cuando se enfrentaran a personas salvajes como lobos. Al incluir a las
palomas en la comparación, ¿cómo enriqueció Jesús la lección? Bueno, si cuando
vamos a predicar el mensaje del Reino solo nos parecemos a las
serpientes, difícilmente los demás sentirán ganas de escucharnos. Por eso incluyó
Jesús a la paloma en esta comparación. Ahora bien, ¿cómo diríamos que es la
paloma? Una paloma transmite calma cuando uno la ve. De hecho, es una
criatura tan dócil y apacible que hay quien la considera la oveja de entre las
aves. Sin duda, nos queda claro lo que espera Jehová de sus siervos. Pero ¿qué
pasaría si solo fuéramos unas blancas palomitas y no nos pareciéramos en nada a
la serpiente? La obra ―Perspicacia‖ dice sobre la paloma: ―Suele ser bastante
confiada ante el hombre, por lo que es posible entramparla o cazarla
fácilmente‖. Por eso Jesús dijo: ―Demuestren ser cautelosos como
serpientes‖. Si lo hacemos, nadie se aprovechará de nosotros, de nuestra
personalidad cristiana. Y tampoco será fácil que caigamos en alguna
trampa. Ahora los invito a buscar el capítulo 12 de Marcos. Jesús tenía
cualidades como las de una paloma: era tierno y amable al tratar con los
demás. Pero ¿era también cauteloso? Leamos Marcos 12:14, en especial la
pregunta que le hacen los fariseos: ―¿Es lícito pagar la capitación a César, o
no?‖. Está claro que aquellos líderes religiosos le habían tendido una trampa a
Jesús: querían que dijera algo en contra del gobierno romano. ¿Qué habría
contestado alguien que solo fuera inocente como una paloma? Quizás habría
dicho: ―Sí, es lícito pagarle impuestos a Roma‖. Pero una respuesta como
esa habría metido en serios problemas a Jesús, y los fariseos lo sabían de
sobra. Por eso Jesús respondió con la cautela de una serpiente. En Marcos 12:15-
17, los fariseos insistieron: ―‗¿Debemos pagar, o no debemos pagar?‘. Echando de
ver su hipocresía, él les dijo: ‗¿Por qué me ponen a prueba? Tráiganme un denario
para verlo‘. Trajeron uno. Y él les dijo: ‗¿De quién es esta imagen e
inscripción?‘. Ellos le dijeron: ‗De César‘. Jesús entonces dijo: ‗Paguen a César las
cosas de César, pero a Dios las cosas de Dios‘. Y se maravillaban de él‖. Si Jesús
simplemente les hubiera dicho: ―Paguen impuestos al César‖, ellos, en lugar de
maravillarse, se habrían encolerizado. Pero Jesús fue cauteloso y no cayó en la
trampa. Ahora bien, ¿en qué situaciones deberíamos ser prudentes y actuar con
cautela? Por un lado, en nuestras conversaciones. Por ejemplo, debemos
abstenernos de alabar o criticar a partidos, propuestas o líderes
políticos. Tenemos que imitar a Jesús y hacer lo que se nos pide en Romanos
13: respetar a las autoridades, aun si son corruptas, deshonestas e
incompetentes. Hace poco, un hermano de un país que prefiero no especificar me
dijo: ―Actualmente, la prueba de neutralidad más grande para mí es abstenerme
de decir algo negativo del gobierno‖. Sabemos a lo que se refiere,
¿cierto? Y también debemos actuar con cautela cuando les prediquemos a los
refugiados. Miles de personas han emigrado a distintos países para huir de la
persecución política y los conflictos étnicos. Es natural que sientan mucho dolor y
que quieran desahogarse y hablar mal de los responsables de la
situación. Al predicarles, ¿cómo podemos ser inocentes como palomas pero
cautelosos como serpientes? Mostrando calma, como hace la paloma. Hay que
escuchar con paciencia. Claro, si se abren y nos cuentan algunas de sus
experiencias más traumáticas, debemos ser cautelosos como la serpiente y evitar
involucrarnos en conversaciones sobre personajes o temas políticos. Lo mejor es
seguir las indicaciones de la sucursal y predicarles de una forma que no ponga en
riesgo a nadie. Y también es importante que, al visitar a los refugiados, cuidemos
la manera en que nos vestimos y arreglamos, a fin de no ofenderlos. Les pondré
un ejemplo: en Myanmar, se considera ofensivo que una mujer traiga descubiertos
los hombros. Así que es bueno estar al tanto de las costumbres de los
refugiados y respetarlas. ¿Y qué podemos decir de las noticias que transmiten los
medios? Con eso también hay que ser cautelosos. En algunos lugares, el gobierno
decide lo que se dice, y eso puede incluir mentiras descaradas y acusaciones
ridículas. Nuestra organización ha sido víctima de eso. Alguien cuya
personalidad solo es como la de una paloma podría caer en la trampa y
asustarse. Pero si también es cauteloso como una serpiente, no se dejará
engañar. ¿Y es distinta la situación en países con mayor libertad? ¿Son siempre
imparciales las noticias? También en esos lugares, los cristianos debemos
cuidarnos de no adoptar los enfoques prejuiciados de ciertos periodistas y
comunicadores. En vez de dejarnos influenciar por sus preferencias
políticas, debemos hacer lo que Pablo le indicó a Timoteo. Leamos Segunda a
Timoteo, capítulo 1, versículo 13: ―Sigue reteniendo el modelo de palabras
saludables [...] con la fe y el amor que hay en relación con Cristo Jesús‖. Así que
el texto de hoy nos ayuda a ver que, si deseamos imitar a Cristo, debemos ―ser
cautelosos como serpientes, y, sin embargo, inocentes como palomas‖.
Kenneth Flodin- Cuidémonos de los engaños (Jud. 9).txt

Analicemos el contexto de Judas 9. Vayamos a la carta de Judas. Empecemos


con el versículo 1. Dice: ―Judas, esclavo de Jesucristo, pero hermano de Santiago,
a los llamados que son amados en relación con Dios el Padre y conservados para
Jesucristo‖. ¡Qué introducción más humilde y bella! ¿No les gusta la expresión
―amados en relación con Dios el Padre y conservados para Jesucristo‖? Preciosa.
¿Pero por qué decimos que es una introducción humilde? Observen que Judas
dijo ―esclavo de Jesucristo, pero hermano de Santiago‖. Y ¿quién era Santiago?
Nada menos que el medio hermano de Jesús. Así que esto significa que Judas
también era medio hermano de Jesús, pero nunca lo menciona en su introducción.
Simplemente dice ―esclavo de Jesucristo‖. Aunque la Biblia no lo dice, es probable
que Santiago y Judas sintieran algún remordimiento por no haber llegado a ser
discípulos de Jesús mientras estuvo en la Tierra. De hecho, cuando Jesús estaba
a punto de morir, pidió a su primo Juan, y no a ellos, que cuidara de María. Pero
una vez que despertaron en sentido espiritual, se entregaron por completo a las
enseñanzas de Jesús y de su Padre. ¿Verdad que la carta de Judas es un
excelente testimonio de que un breve escrito puede ser muy poderoso? En el
versículo 3 leemos que Judas tenía la intención de escribir sobre la salvación de
los cristianos. Pero debido a lo que sucedía en la congregación en ese momento,
cambió de opinión, o tal vez Jehová lo impulsó a hacerlo. Así que esta carta fue
como la parte de las necesidades de la congregación. Y ¿cuál era la necesidad?
Echémosle un vistazo a algunos versículos. El 4 dice que se habían metido
disimuladamente ciertos hombres en la congregación, hombres impíos, de
conducta desvergonzada. En los versículos 12 y 13 se los compara con rocas bajo
el agua, nubes sin agua, árboles sin fruto, olas que lanzan espuma de vergüenza y
estrellas sin rumbo fijo. Veamos el 16: ―Estos hombres son murmuradores,
quejumbrosos [...], que proceden según sus propios deseos, y su boca habla
cosas hinchadas, a la vez que están admirando personalidades en el interés de su
propio provecho‖. ¿No es cierto que describe bien las características de los
apóstatas? Pero ¿de qué habla el versículo 9? Leámoslo completo. Dice: ―Pero
cuando Miguel el arcángel tuvo una diferencia con el Diablo y disputaba acerca del
cuerpo de Moisés, no se atrevió a llevar un juicio contra él en términos injuriosos,
sino que dijo: ‗Que Jehová te reprenda‘‖. Bueno, Miguel es el nombre de Jesús en
los cielos tanto antes como después de estar en la Tierra. Entonces, ¿cuándo
ocurrió esta disputa con el Diablo por el cuerpo de Moisés? Por supuesto que no
sucedió en el año 65, cuando se escribió esta carta. Judas simplemente se valió
de este pasaje para mostrar que Jesús no asumió la autoridad que no le
pertenecía. Busquemos Deuteronomio 34:6. Está claro que el Diablo quería usar
el cuerpo de Moisés para confundir a los israelitas y hacerlos caer en una forma
de adoración falsa. El versículo dice esto sobre el entierro de Moisés: ―Y él
procedió a enterrarlo en el valle, en la tierra de Moab, enfrente de Bet-peor, y
nadie ha llegado a conocer su sepulcro hasta el día de hoy‖. La Atalaya del 15 de
febrero de 2015 explica que Miguel no tuvo reparos en discutir el asunto con el
Diablo en una especie de contienda legal —pues eso era—, ya que el Diablo no
tenía derecho a quedarse con el cuerpo de Moisés. La Biblia dice que, como un
abogado experimentado, Miguel tuvo una disputa con el Diablo, es decir, peleó el
caso. Pero cuando llegó el momento de juzgar a Satanás, Miguel dejó el juicio en
manos del Juez Supremo. Así que Judas estaba aconsejando a quienes
despreciaban la autoridad dentro de la congregación y hablaban ―injuriosamente
de los gloriosos‖. ¡Qué dura lección! Pero Miguel dejó un magnífico precedente de
respetar la autoridad. Y sigue siendo una poderosa lección para nosotros hoy: no
sobrepasar los límites de nuestra autoridad o responsabilidad. No queremos ser
como los rebeldes del tiempo de Judas. En vez de eso, seguimos de buena gana
la guía del esclavo fiel, el esclavo que Miguel, nuestro Señor Jesucristo, está
usando hoy. Entonces, ¿mostró Jesús debilidad cuando esperó a que Jehová
tomara una decisión? No. Más bien, respetó la autoridad de su Padre. ¿Cómo
sabemos que no fue débil? Bueno, cuando el Reino mesiánico nació, Jehová
reprendió a Satanás y lo juzgó dándole a Jesús, es decir, a Miguel, la autoridad
para guerrear contra el Diablo y sus demonios y expulsarlos del cielo. ¡Jesús lo
hizo con gusto! Ahora surge una pregunta: ¿son los apóstatas de hoy tan
reprensibles como aquellos de quienes Judas habló en su carta? ¿De verdad
engañan? ¿O, más bien, tienen el sincero deseo de ayudar a ―los pobres y
confundidos Testigos‖? No. ¡Son perversos! ¿Se han dado cuenta de que por lo
general los apóstatas no tratan de razonar a partir de las Escrituras? ¿Por qué no?
Porque saben que conocemos la Biblia y que no lograrían engañarnos. Más bien,
protestan contra la organización, tergiversan la verdad y usan mentiras o medias
verdades para embaucar a algunos. ¿Son perversos? ¡Por supuesto! Veamos un
ejemplo. Hace años trabajé en el Departamento de Correspondencia de
Redacción. Ahí se reciben cartas de todo aquel que tenga nuestra dirección. A
veces nos escribían algunas personas que habían leído información apóstata. En
una ocasión encontré en la correspondencia la carta de una persona sincera. A
juzgar por la letra, parecía ser el escrito de una mujer de edad avanzada. Junto
con su carta, incluyó la copia de cierta página de un ejemplar de La Atalaya de
1910 en inglés. Ella preguntaba: ―¿Por qué el señor Russell dijo que no era
necesario leer la Biblia, sino que bastaba con leer sus libros Estudios de las
Escrituras?‖. Bueno, cuando leí la fotocopia, daba la impresión de que sí decía lo
que la señora había afirmado. Pero decidí buscar la revista original de 1910 y
compararla con la copia. De inmediato descubrí el engaño; era una trampa. Al
fotocopiar la revista, los apóstatas habían puesto un pedazo de papel blanco al
final de la primera columna para que no se viera esa parte. Y fueron muy astutos,
pues pusieron el pedazo de papel de tal modo que pareciera que al leer la última
oración de la primera columna, el texto continuaba en la segunda columna. ¿Pero
qué decía esa parte que ocultaron con el pedazo de papel? Era el subtítulo:
―Estudios de las Escrituras. No sustituyen a la Biblia‖. Y esto es lo que decía el
texto que ocultaron cuando hicieron la copia: ―Sin embargo, esto no significa que
los libros Estudios de las Escrituras sustituyan a la Biblia. Por el contrario, estos
libros hacen continuas referencias a las Santas Escrituras. Y si alguien lo ha
dudado o ha olvidado este hecho, debería refrescar su memoria y darse cuenta de
que cada idea del hermano Russell armoniza con la Biblia, no solo con la obra
Estudios de las Escrituras. Realmente, todo concuerda con la Biblia‖. ¿Por qué
haría alguien semejante cosa? Alteraron La Atalaya para engañar a los lectores.
No tenían ninguna intención de ayudar a la pobre viejita que recibió la copia.
Bueno, la carta de Judas nos ayuda a reconocer a aquellos que hoy en día son
como rocas escondidas bajo el agua. Pero concluyamos este análisis con una idea
positiva y animadora del puño y letra de Judas. La encontramos en los versículos
24 y 25: ―Ahora, al que puede guardarlos de tropezar y ponerlos sin tacha a vista
de su gloria con gran gozo, al único Dios nuestro Salvador mediante Jesucristo
nuestro Señor, sea gloria, majestad, potencia y autoridad por toda la eternidad
pasada y ahora y para toda la eternidad. Amén‖.

Leonard Myers- Preocupémonos unos por otros (1 Cor. 12;25).txt

En el comentario de hoy, hay una idea interesante. Más o menos a la mitad hay
una frase que dice: ―La compasión nos motivará a actuar con bondad‖.
Es interesante que estas dos cualidades se mencionen juntas en diferentes
versículos. Efesios 4:32 dice: ―Sean bondadosos unos con otros, trátense con
ternura y compasión‖. La obra Perspicacia define así la compasión: ―Sentimiento
de [...] lástima que se tiene hacia quienes sufren penalidades o desgracias, unido
a un deseo de aliviarlas‖. Así que no solo sentimos lástima, sino que también
tenemos el deseo de actuar con bondad. Lamentablemente, como dijo La Atalaya
en una ocasión, el clima moral de nuestros tiempos ha erradicado la compasión
del corazón de muchas personas. Hace unos años, en la sección ―Observando el
mundo‖ de la ¡Despertad!, apareció esta historia. En Italia, una niña de seis años
iba con su padre a la playa en auto. Al entrar en un túnel, el padre, que solo tenía
treinta y tantos años sufrió un infarto. Antes de morir, le dijo a su hija que
regresara a casa. Mientras la niña intentaba salir del túnel, se cayó varias veces
debido a las ráfagas de viento de los autos que pasaban a toda velocidad.
Arañada, sangrando y llorando, caminó por la autopista durante media hora.
Pasaron por su lado cientos de autos, pero nadie le hizo caso. Al final, solo uno
paró a ayudarla. Los periódicos de todo el país se preguntaban por qué había
pasado algo así y si la prosperidad de Italia había hecho que se perdiera el cariño
y la compasión que caracterizaban a su gente. Un periódico comentó: ―En el plan
de vacaciones de verano, no se incluían paradas para ayudar a quienes
estuvieran en apuros‖. Esta historia demuestra cómo está el mundo en el que
vivimos. Hablemos un poco más de esta cualidad, la compasión. Vamos a ver en
qué ocasiones no se debe mostrar compasión, también veremos un ejemplo de la
compasión de Jehová y, por último, hablaremos de diferentes maneras de mostrar
compasión. Primero, hay ocasiones en las que no se debe mostrar compasión.
Por ejemplo, si alguien decide seguir haciendo lo que está mal, no deberíamos
tenerle compasión ni tratar de impedir que se le discipline. No sería el momento de
demostrar compasión. Vamos a ver un ejemplo de algo que pasaba en Israel.
Busquemos Deuteronomio 13, y fijémonos en el versículo 6. Dice que, si un
israelita tenía un hermano o un hijo, incluso se usan expresiones como ―amada
esposa‖ o ―amigo más íntimo‖, y alguno de ellos intentaba convencerlo de servir a
otros dioses, debía hacer lo que dice el versículo 8: ―No te dejes convencer ni lo
escuches. Tampoco sientas lástima por él ni le demuestres compasión ni lo
protejas. En vez de eso, debes matarlo sin falta‖. ¿Por qué era tan importante
no mostrar compasión? Versículo 11: ―Entonces todo Israel se enterará y tendrá
miedo, y ellos no volverán a hacer algo tan malo como esto en medio de ti‖. Era
una protección para la nación. Si alguien intentaba impedir que un israelita sirviera
a Jehová, no se le podía mostrar compasión. Permitir que alguien nos presione
para mostrar compasión cuando Jehová no quiere que lo hagamos puede tener
graves consecuencias. Así que no mostremos compasión cuando no debemos
hacerlo. Veamos ahora un ejemplo de la compasión de Jehová. Vamos a buscar
Éxodo, capítulo 3. Éxodo 3. Mientras cuidaba las ovejas de su suegro, Moisés vio
algo que nunca había visto. Ni creo que lo hayamos visto ninguno de nosotros.
Moisés vio una zarza que estaba ardiendo pero que no se quemaba. Así que se
acercó para ver qué pasaba. Mediante un ángel, Jehová le habló a Moisés desde
el fuego. Veamos lo que le dijo en el versículo 5: ―No te acerques más. Quítate las
sandalias, porque estás pisando suelo santo‖. Pensemos en esto: como Dios, que
es santo, estaba allí representado por el ángel, Moisés estaba en suelo santo.
Hablaremos de esto más tarde. Veamos ahora la compasión que Jehová le mostró
a su pueblo, que estaba sufriendo en Egipto. Versículo 7: ―Jehová añadió: ‗De
veras he visto el dolor de mi pueblo en Egipto y he oído sus quejas por culpa de
los que los han esclavizado. Conozco bien sus sufrimientos‘ ‖. Jehová no ignoraba
el sufrimiento de su pueblo ni las súplicas que le hacían pidiéndole ayuda. Él
sentía la angustia de su pueblo. ¿Se fijaron en lo que dice el versículo al final?
―Conozco bien sus sufrimientos‖. Cierta obra de consulta explica que la expresión
―conozco bien‖ indica delicadeza, ternura y compasión. Así que estas palabras
demuestran que Jehová es un Dios compasivo que se preocupa por su pueblo.
Entonces, ¿haría Jehová algo, movido por la compasión? Bueno, sabemos que sí.
En el versículo 10, Jehová le dice a Moisés: ―Sacarás de Egipto a mi pueblo‖. Este
pasaje debería animarnos. Nos da la seguridad de que Jehová ve nuestro
sufrimiento y escucha nuestras súplicas. Él sabe el dolor que sentimos a veces.
Pero Jehová no solo siente compasión por nosotros, sino que actúa con bondad.
¿Por qué? 1 Pedro 5:7. Porque él se preocupa por nosotros. La compasión de
Dios también nos da esperanza. A una hermana que luchó contra la depresión y el
desánimo la consoló mucho la historia de Moisés y la zarza. ¿Se acuerdan del
suelo santo del versículo 5? Pues la hermana dijo: ―Si Jehová hizo que aquel sucio
suelo fuera santo, [...] tal vez pueda hacer lo mismo por mí‖. Pudo experimentar la
compasión de Jehová. Hasta ahora hemos visto cuándo no debemos mostrar
compasión. También hemos visto que Jehová no solo siente compasión, sino que
esta lo mueve a actuar. ¿Cómo podemos imitarlo? Una cualidad que puede
ayudarnos es el amor, un amor desinteresado por los demás. Veamos dos
maneras en las que el amor puede ayudarnos a mostrar compasión. La primera es
que nos ayudará a no tratar con dureza a otros cuando cometen errores.
¿Recuerdan que Efesios 4:32 relaciona la bondad con la compasión? Pues vamos
a leer el versículo anterior, Efesios 4:31. Mientras lo leemos, recordemos que la
compasión nos ayudará a no tratar mal a otros cuando se equivoquen. Versículo
31: ―Líbrense de todo amargo rencor, furia, ira, gritería y palabras hirientes, y
también de toda maldad‖. Y el 32 dice: ―Más bien —y aquí está la clave—, sean
bondadosos unos con otros, trátense con ternura y compasión‖. Así que tanto en
casa, como en la congregación, en Betel o en una obra de construcción... dejemos
que el amor, el amor desinteresado por los demás, nos ayude a mostrarles
compasión y a no tratarlos mal cuando cometen errores. La segunda manera en la
que el amor nos puede ayudar a ser compasivos es que nos ayudará a evitar la
tendencia a abusar del poder. Colosenses 3:12 dice: ―Por lo tanto, [...] vístanse de
tierna compasión, bondad‖. De nuevo aparecen juntas las dos, y luego el versículo
añade: ―Humildad‖. La Atalaya dijo lo siguiente sobre este versículo: ―La humildad
mental hace posible que nos pongamos en el lugar de nuestros subordinados. Ser
compasivo significa ser humilde y razonable, no difícil de complacer. La eficiencia
no debe ser un pretexto para tratar a otros como simples piezas de una máquina‖.
Muy buenos consejos. Estas son las dos maneras en las que el amor nos ayuda a
ser compasivos: hace que no tratemos mal a otros cuando cometen errores y nos
ayuda a evitar la tendencia a abusar del poder. Así que, aunque en el mundo en el
que vivimos la compasión brilla por su ausencia, nosotros queremos ser
compasivos. Por supuesto, no queremos mostrarle compasión a una persona que
decide seguir haciendo lo que está mal. Pero sí queremos imitar a Jehová y que la
compasión nos motive a ser bondadosos con los que lo necesitan. Por lo tanto,
durante el día de hoy, busquemos maneras de seguir el consejo de Efesios 4:32:
―Sean bondadosos unos con otros, trátense con ternura y compasión‖.

M. Stephen Lett- Escuchemos para entender (Mat. 13;16).txt

Como todos sabemos, la vista, el oído, el gusto, el tacto y el olfato son los 5
sentidos básicos con los que nos ha dotado el Creador. Ahora bien, ¿cuál de estos
sentidos puede servirnos más para alcanzar el premio de la vida eterna? ¿Verdad
que es el oído? Es interesante que, a través de la historia, las iglesias de Babilonia
la Grande han dado más importancia, no al oído, sino a la vista, o incluso al tacto.
Las personas ven una imagen de su dios y hasta la tocan o la besan. Pero Jehová
siempre le ha dado más importancia al oído: ―Oye, oh Israel‖, ―Presten oído y
escuchen‖. Con órdenes como estas se convocaba al pueblo de Israel para
escuchar la lectura y la explicación de las palabras de Jehová. Del mismo modo,
hoy tenemos muchas oportunidades para escuchar y comprender lo que Jehová
nos dice. Pero preguntémonos: ¿será suficiente con solo oír el sonido de las
palabras de Jehová? Sabemos bien que no. La siguiente anécdota ilustra este
hecho. Hace mucho tiempo estaba predicando con un hermano. A él le tocaba
hablar y sentía muchos nervios. Una señora vino a la puerta y él le preguntó:
―¿Cómo está?‖. Ella respondió: ―No muy bien‖. Él dijo: ―¡Qué bueno!‖. Y siguió con
su presentación. Había oído el sonido que salió de la boca de la señora, pero no
había prestado atención a sus palabras. Obviamente, Jehová espera que
pongamos mucha atención cuando oímos sus palabras. En el texto de hoy, Mateo
13:16, vemos que Jesús felicitó a sus discípulos cuando les dijo: ―Felices son [...]
sus oídos porque oyen‖. Él no los estaba felicitando solo porque hubieran oído
sonidos procedentes de su boca; lo hizo porque habían escuchado y comprendido
lo dicho. Ellos habían logrado captar el significado, y eso les permitiría poner en
práctica los consejos. ¿Queremos que Jehová y Jesús digan lo mismo de nuestro
oído? ¿Queremos tener, por decirlo así, oídos felices? ¡Claro que sí! Entonces
debemos escuchar como aquellos discípulos: de tal manera que captemos el
significado y que podamos poner el consejo en práctica. Abramos la Biblia en el
capítulo 4 de Marcos. Esta parte se relaciona con lo que estamos hablando.
Fíjense en lo que dijo Jesús en Marcos capítulo 4. Leamos del versículo 23 en
adelante. Él dijo: ―El que tiene oídos para escuchar, que escuche‖. Y continuó:
―Presten atención a lo que oyen‖. Ahora fíjense en esto: ―Con la medida con que
ustedes miden, se les medirá a ustedes, sí, hasta se les añadirá‖. Él les estaba
diciendo que si ponían poca atención, casi no aprenderían nada. En cambio, si
prestaban atención, si oían con interés, entonces recibirían abundantes
bendiciones, más de lo que podían imaginar. Y hoy sucede lo mismo, ¿no es
cierto? La iluminación que recibamos será proporcional al interés y la atención que
pongamos. Vayamos al capítulo 2 de Hebreos. Este es otro texto muy conocido.
Busquemos Hebreos capítulo 2. Veamos que aquí no se dice que prestemos un
poco de atención o la acostumbrada atención. Noten las palabras que se usan.
Hebreos 2:1: ―Por eso es necesario que prestemos más de la acostumbrada
atención a las cosas oídas por nosotros, para que nunca se nos lleve a la deriva‖.
Así que para no alejarnos de Jehová, es absolutamente necesario prestar ―más de
la acostumbrada atención‖. Ilustremos este punto. Imagínese que está atrapado
dentro de un edificio en llamas. Un bombero logra llegar hasta donde usted está y
le dice: ―Solo tengo tiempo para explicarle esto una vez, pues también tengo que
ayudar a otros. Hay una sola ruta de escape. Baje rápidamente las escaleras.
Cuando llegue abajo, tírese al suelo y arrástrese. Debe mantenerse cerca del
suelo porque a un metro de altura habrá gases tóxicos. Tiene que gatear hacia la
derecha. Hay un pasillo angosto. Siga arrastrándose por ese pasillo. Al final
llegará al vestíbulo. ¡Levántese, dé vuelta a la izquierda y corra hacia la salida!‖.
Ahora tome un segundo y piense: ¿se distraería mientras le dan las instrucciones?
¿Estaría pensando en qué va a cenar en la noche o en qué programa de televisión
verá? ¡No! Estaría completamente concentrado. Perder un solo detalle podría
costarle la vida. Y aun después de que el bombero se fuera, usted seguiría
escuchando sus palabras en la mente. Seguiría repitiéndolas: ―Bajar las escaleras;
arrastrarse por el pasillo; en el vestíbulo, ir a la izquierda y salir por la puerta‖.
Estaría repasando cada idea en su mente una y otra vez para poder seguir las
indicaciones. Pues bien, así es como debemos escuchar. ¿Verdad que hoy nos
encontramos en una situación parecida? El mundo de Satanás está ardiendo y
muy pronto se quemará por completo. Pero Jehová está dándonos las
instrucciones para escapar. De hecho, en 2 Pedro 3:12 él nos dice que este
sistema será disuelto y que ―los elementos, estando intensamente calientes, se
derretirán‖. ¡Nosotros queremos sobrevivir! No queremos parecernos en nada a
los ídolos que se mencionan en Salmo 115:6, que tienen oídos pero no pueden
oír. O ser como la cobra de Salmo 58:4, 5, que tapa su oído para no escuchar la
voz de los encantadores. O como los israelitas desobedientes de los que se dice
en Isaías 6:10 que tenían ―oídos indispuestos‖. Y tampoco como los israelitas
desobedientes de Jeremías 6:10, cuyo oído era, según la expresión hebrea
original, ―incircunciso‖. Ni siquiera quisiéramos ser como los cristianos hebreos,
pues en Hebreos 5:11 se dice que se habían hecho ―embotados en su oír‖.
Queremos hacer todo lo posible por destapar nuestros oídos. La expresión hebrea
correspondiente se usa en Job 33:16. Aparentemente, tiene su origen en la
costumbre oriental de usar turbante. Los orientales se retiraban parcialmente el
turbante a fin de oír con más claridad. Nosotros también queremos hacer eso.
Queremos inclinar el oído (Salmo 78:1); también, despertar el oído, abrir el oído y
prestar oído, tal como se dice en varios versículos de Isaías. Así que es
importante prestar atención, a fin de poner en práctica lo que oímos. Si usamos
nuestro sentido del oído de manera sabia, podremos sobrevivir al catastrófico fin
de este mundo. En 2 Reyes 21:12, Jehová dice: ―Aquí voy a traer una calamidad
sobre Jerusalén y Judá, de la cual, si alguien oye, ambos oídos le retiñirán‖. Es
cierto. En la gran tribulación, cuando la gente de este mundo oiga acerca de las
calamidades que estarán sucediendo, no cabe duda de que ambos oídos —de
manera figurada y quizás hasta de forma literal— les retiñirán. Pero los oídos del
pueblo de Jehová se inclinarán para oír las instrucciones que Jehová dará
entonces, como la que se encuentra en Isaías 26:20. En ese momento, Jehová
dirá: ―Anda, pueblo mío, entra en tus cuartos interiores, y cierra tus puertas tras de
ti. Escóndete por solo un momento hasta que pase la denunciación‖. Así como
Jesús pronunció felices los oídos de sus discípulos, Jehová y Jesús pronunciarán
felices los oídos de la gran muchedumbre que sobreviva. Dirán: ―Felices son [...]
sus oídos porque oyen‖.

M. Stephen Lett- Esposo, ama a tu esposa como a ti mismo (Cant. de Cant. 8;6).txt

El título de este breve discurso es: ―Esposo, ama a tu esposa como a ti mismo‖.
¿Cuál dijo Jesús que era el segundo mandamiento más importante? Ustedes lo
conocen bien. En Mateo 22:39, él dijo: ―Tienes que amar a tu prójimo como a ti
mismo‖. ¡Qué imagen tan descriptiva la de este segundo mandamiento! Lo más
normal es que valoremos nuestra persona y lo demostremos de varias maneras.
Por eso, lo que Jesús nos está diciendo es esto: ―Esfuércense por mostrar a los
demás el mismo amor que muestran por sí mismos‖. Pero ahora queremos
dirigirnos específicamente a los esposos. Así que pensemos: ¿quién es la persona
más cercana para un hombre casado? Obviamente, su esposa. De modo que los
esposos deben esforzarse por mostrarle a su esposa, más que a nadie, el mismo
amor que, de manera natural, demuestran por sí mismos. Ahora bien, ¿cómo
demuestra un esposo amor por sí mismo? Hablemos de 5 maneras, aunque estoy
seguro de que a ustedes se les ocurrirán algunas otras. La primera: el esposo se
alimenta. Efesios 5:29 dice: ―Porque nadie jamás ha odiado a su propia carne;
antes bien, la alimenta‖. Entonces, ¿qué implica amar a nuestra esposa como a
nosotros mismos? Por supuesto, el esposo debe asegurarse de poner el pan en la
mesa y también de proveer otras cosas materiales necesarias. Eso me hace
recordar a los hermanos que estuvieron en campos de concentración en la
Alemania nazi. Aunque casi no tenían nada que comer, acostumbraban compartir
lo poco que les daban con otros hermanos y, a veces, ¡hasta con quienes no eran
testigos de Jehová! De igual modo, el esposo debe estar dispuesto a sacrificarse,
si es preciso, con tal de cubrir las necesidades de su esposa. Pero más importante
aún es que se asegure de que ella esté bien alimentada en sentido espiritual.
Debe encargarse de que su esposa tenga un programa de estudio personal y se
beneficie de las reuniones, las asambleas y la adoración en familia. Hablemos
ahora de la segunda forma en la que un esposo demuestra amor por sí mismo: se
trata con ternura. Efesios 5:29 también dice: ―Porque nadie jamás ha odiado a su
propia carne; antes bien, [...] la acaricia‖. ¿Qué significa la palabra acariciar?
Según un diccionario, significa tratar a alguien con amor y ternura. El término
transmite la idea de atesorar y valorar. Por naturaleza, nos gusta tratarnos bien.
Por eso procuramos descansar cuando estamos enfermos o cansados, tratamos
de pasar tiempo con amigos y seres queridos, nos divertimos y hacemos ejercicio.
Es decir, hacemos cosas que nos agradan y, de vez en cuando, hasta nos damos
un gustito. Entonces, ¿qué más implica amar a nuestra esposa como a nosotros
mismos? Es obvio que significa más que solo vivir con ella. Hay que valorarla y
cultivar un cariño especial por ella. Pensemos en esto: Proverbios 8:31 dice que,
antes de venir a la Tierra, Jesús ya les tenía cariño a los seres humanos. ¿Y no
creen que sentir ese cariño le hizo más fácil aceptar la difícil asignación de venir a
nuestro planeta y hasta morir por nosotros? De la misma manera, si los esposos
valoran a sus esposas y sienten un cariño profundo por ellas, les será más fácil
perdonarlas y, de ser necesario, hasta morir por ellas. Pero para cultivar esa clase
de sentimientos, debemos hacer lo mismo que hace Jehová: concentrarnos en las
buenas cualidades de nuestra esposa, y no en sus defectos o imperfecciones.
Hace un momento, un hermano mencionó lo que se dijo en un número de La
Atalaya. Y me encantó lo que dice esa revista: ―Es importante que el esposo y la
esposa se demuestren ese amor con palabras y hechos. ¡Nunca deben permitir
que los quehaceres del día a día los priven de hacer eso!‖. ¿Cuál es la tercera
manera en la que los esposos demuestran amor por sí mismos? Se adornan.
Primera a Timoteo 2:9 dice que las mujeres se adornan con vestido bien
arreglado. Bueno, los esposos procuramos algo parecido. Cuando nos
arreglamos, tratamos de disimular o de esconder nuestros defectos, nuestras
imperfecciones... lo feo. ¿Verdad que queremos lucir lo mejor posible? Entonces,
¿cómo demostramos un amor como ese por nuestra esposa? Una forma es no
señalando sus defectos todo el tiempo. ¡Y mucho menos en público! Es más, ni en
silencio deberíamos pensar demasiado en ello. Es mejor pasar por alto sus
pequeños errores. Recuerden que Proverbios 19:11 dice que es hermoso ―pasar
por alto la transgresión‖. Así que adornemos a nuestra esposa, es decir, hagamos
que luzca lo mejor posible ante los demás y ante nosotros mismos. La cuarta
forma en la que un esposo demuestra amor por sí mismo es esta: cuando se
enferma o se lastima, hace lo posible por curarse. En Marcos 5:26 se habla de una
mujer que estaba muy enferma. Los médicos la hicieron pasar muchas penas;
gastó todos sus recursos y no se curó; incluso empeoró. El punto es que hizo todo
lo posible por curarse. Y los esposos hacemos lo mismo. Si nos enfermamos o
nos lesionamos, tratamos de descansar más tiempo, compramos medicinas,
tomamos vitaminas, vamos a ver al médico, seguimos el tratamiento... Buscamos
la manera de sentirnos mejor. ¿Qué implica, entonces, amar a nuestra esposa de
la misma forma? Bueno, si se enferma o se lastima, haremos lo que esté a nuestro
alcance para que recupere la salud. Pero más importante aún es que si ella llegara
a enfermar en sentido espiritual, nosotros debemos hacer lo que sea necesario
para que recobre la salud espiritual. ¿Cómo podríamos ayudarla? Proverbios
12:18 dice: ―La lengua de los sabios es una curación‖. Así que usemos palabras
bien pensadas. Y Proverbios 16:24 dice: ―Los dichos agradables son un panal de
miel, dulces al alma y una curación a los huesos‖. Podemos usar ―dichos
agradables‖ para ayudarla a recuperarse en sentido espiritual. La quinta manera
en que los esposos demuestran amor por sí mismos es que, cuando se equivocan,
son muy considerados con su persona. Los esposos suelen culpar de sus errores
a la herencia genética, al ambiente, al nivel de azúcar en la sangre, a si durmieron
bien o no, al clima, etcétera, etcétera. ¿No es cierto que somos muy comprensivos
al pensar en nuestras propias limitaciones? Por lo tanto, ¿cómo podemos amar a
nuestra esposa de la misma manera? Pues seremos igual de comprensivos con
ella, en lugar de imputarle malos motivos. Si nos habla con un poco de rudeza o
actúa sin pensar, trataremos de entender los sentimientos que hay detrás de lo
que dice o hace. Seremos comprensivos, sobre todo si vemos que está bajo cierta
presión. Seremos tan considerados con ella como lo seríamos con nosotros
mismos. Así que las 5 maneras de demostrar amor por uno mismo son:
alimentarse, tratarse con ternura, adornarse, curarse y ser comprensivo con uno
cuando se equivoca. Esforcémonos por demostrar el mismo amor —de estas 5
maneras— por nuestras queridas esposas. Estoy seguro de que ustedes pensarán
en otras formas en las que un esposo demuestra amor por sí mismo. ¡Qué
mensaje tan profundo transmitió Jesús! Pero no se limitó a eso: fue un paso más
allá. Amplió este concepto con las palabras registradas en Juan 13:34; ustedes las
conocen bien. Allí dice: ―Les doy un nuevo mandamiento: que se amen unos a
otros; así como yo los he amado, que ustedes también se amen los unos a los
otros‖. Jesús dijo que debemos cultivar un amor por nuestros hermanos aun más
profundo que el que sentimos por nosotros mismos. Y, obviamente, eso incluye a
nuestra esposa. Amar a nuestra esposa de esa manera nos motivará a tratarla
incluso mejor que a nosotros mismos.

M. Stephen Lett- Gane la batalla en su interior (Rom. 7;23).txt

En el texto de hoy, el apóstol Pablo habla de una lucha que hay en nuestro
interior, una guerra que libra por dentro cada uno de nosotros. Es una guerra entre
la ley de Dios —en nuestra mente— y la ley del pecado —en nuestra carne—. Es
apropiado el uso del término ―ley‖ en ambos casos porque el propósito de una ley
es regular acciones o conductas. La ley de Dios en nuestra mente nos motiva a
actuar en armonía con la forma de pensar de Jehová; pero la ley del pecado de
nuestra carne pretende imponernos la manera de pensar y actuar egoísta y
malintencionada de Satanás. Es una guerra intensa. Son dos leyes en conflicto
intentando imponerse una sobre la otra para controlar nuestras acciones.
Solamente si luchamos con fuerza, ganaremos. Ahora bien, el apóstol Pablo luchó
tenazmente, ¿verdad? Es cierto que perdió algunas batallas, pero ganó la guerra.
Y ahora es una criatura espiritual e inmortal en los cielos. Así que deseamos
imitarlo. Veamos qué nos ayudará a ganar esta guerra. Pongamos una ilustración
que, esperamos, nos ayude a ver cómo podemos ganar esta guerra. Pensemos en
dos ejércitos contrarios que, en cierto sentido, equivalen a lo que hay dentro de
nosotros. Pensemos en dos ejércitos luchando entre sí. Uno es bueno, y el otro,
malvado. Ahora bien, ¿qué podemos hacer para ayudar al ejército bueno, la ley de
Dios en nuestra mente, a vencer al ejército rival? Pues bien, hablemos de dos
aspectos implicados aquí: primero, la alimentación; y, segundo, la actitud.
Hablemos en primer lugar sobre la dieta. Si uno de los dos ejércitos está bien
alimentado y el otro no, ¿cuál creen que ganará? La respuesta es obvia, ¿cierto?
Es tal como lo menciona este dicho: ―Un ejército se mueve por su estómago‖. Y
¿cómo alimentamos al ejército bueno? Jesús dijo en Mateo 4:4: ―No de pan
solamente debe vivir el hombre, sino de toda expresión que sale de la boca de
Jehová‖. Primera de Pedro 2:2 habla de la ―leche [...] que pertenece a la palabra‖.
Y Hebreos 5:14, del ―alimento sólido‖, las verdades profundas de la Palabra de
Dios. En Mateo 24:45, Jesús mencionó que alimentaría a sus discípulos mediante
el esclavo fiel. Por lo tanto, ¿cómo alimentamos al ejército bueno? Consumiendo
con regularidad y muchas ganas el alimento espiritual. Así mantendremos bien
nutrida, fuerte y saludable la ley de Dios en nuestra mente. Y ¿cómo matamos de
hambre al ejército rival? Impidiendo que el pensar inmoral que promueve el mundo
de Satanás anide en nuestra mente. Ni siquiera pensaríamos en ver pornografía.
Si lo hiciéramos, sería como darle un jugoso bistec al ejército malo. Todo lo
contrario: si un pensamiento inmoral entra en nuestra mente, lo sacamos por la
fuerza. ¿Cómo? Oramos a Jehová, leemos la Biblia, desconectamos ese
pensamiento y lo reemplazamos con uno saludable. Nos esforzamos al límite por
hacer lo que dice 2 Corintios 10:5: poner ―bajo cautiverio todo pensamiento para
hacerlo obediente al Cristo‖. No llenamos la mente con sueños materialistas ni con
la forma de pensar del mundo de Satanás. La idea de alimentar al ejército bueno y
matar de hambre al ejército malvado me hace pensar en una antigua leyenda
cheroqui que posiblemente conozcan. Cuenta la leyenda que un abuelo le decía a
su nieto que había dos lobos que luchaban con fuerza dentro de él. Le explicaba
que uno era bueno, y el otro, malvado. Y, claro, el nieto, deseoso de saber el
desenlace, preguntó: ―Abuelo, ¿cuál de tus lobos ganó?‖. El abuelo respondió: ―El
que alimenté‖. Y ocurre lo mismo en nuestro caso. Ahora veamos el segundo
aspecto: la actitud. Si un ejército tiene una actitud positiva y decidida, pero el otro
tiene una actitud derrotista e indiferente, ¿cuál ganará? La respuesta es clara.
Entonces, ¿cómo haremos que el ejército bueno que hay en nosotros mantenga
una actitud positiva y decidida? Busquen conmigo 2 Corintios capítulo 4. Veamos
un punto clave. Sin importar las pruebas y las tribulaciones que pasemos, no nos
rendimos, no perdemos la esperanza; más bien, fijamos la vista en el premio.
Noten cómo lo expresa 2 Corintos capítulo 4, desde el versículo 16: ―Por lo tanto
no nos rendimos; más bien, aunque el hombre que somos exteriormente se vaya
desgastando, ciertamente el hombre que somos interiormente va renovándose de
día en día. Porque aunque la tribulación es momentánea y liviana, obra para
nosotros una gloria que es de más y más sobrepujante peso y es eterna; mientras
tenemos los ojos fijos, no en las cosas que se ven, sino en las que no se ven.
Porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas‖.
Es un pensamiento hermoso: toda prueba, sin importar lo fuerte que sea, es
momentánea y liviana, relativamente hablando. ―Momentánea‖ cuando la
comparamos con las bendiciones que traerá el nuevo mundo, bendiciones
eternas. Y ―liviana‖ comparada con el enorme peso de lo que Jehová logrará en
ese nuevo mundo. ¿Puede imaginarse intercambiando un instante de dolor por
una eternidad de disfrute, o una pizca de sufrimiento por una montaña de
felicidad? Si lo piensa un poco, verá que eso es posible. Pero solo si no nos
rendimos ante las pruebas que se presenten. Por otro lado, ¿cómo infundimos una
actitud derrotista e indiferente en el ejército malo, en la ley del pecado en nuestra
carne? Primero, tenemos que recordar que si cedemos ante la ley del pecado y
seguimos tras una vida pecaminosa —lo cual es una pésima idea— lo
perderíamos absolutamente todo. Perderíamos mucho tiempo ahora y
cosecharíamos las terribles consecuencias físicas, mentales y emocionales que
conlleva el pecado. Y perderíamos todavía más en el futuro: todo lo que Jehová
tiene preparado para los que lo aman. ¡No perdamos eso de vista! Recordemos
textos bíblicos como Salmo 37:38: ―Pero los transgresores mismos ciertamente
serán aniquilados juntos; el futuro de los inicuos verdaderamente será cortado‖.
Nunca olvidemos que Satanás y sus seguidores están condenados al lago de
fuego, y no queremos unirnos a ellos. Nuestro destino final es el nuevo mundo, no
el lago de fuego. Así que, a diferencia de Asaf, no envidiamos ni siquiera un
poquito a los malvados. No sentimos envidia como él. Al contrario, sentimos
compasión por los malos. Sí, deseamos que todos ellos se den cuenta de que
llevar una vida pecaminosa es un proceder totalmente absurdo. Así que hay dos
aspectos implicados: la alimentación y la actitud. Con más tiempo, hablaríamos de
la capacitación y el equipamiento necesarios. Pero ustedes pueden investigar más
en su adoración en familia o a título personal. Encontrarán interesantes detalles si
se concentran en el equipamiento y la capacitación, tal como lo hemos hecho con
la alimentación y la actitud. Lo importante es que seguimos librando la batalla, lo
que significa que estamos luchando, que no hemos perdido, ¡y eso es bueno!
Incluso si caemos en una batalla o dos, ganaremos la guerra si no nos rendimos.
No perdemos la esperanza ni claudicamos. Así que nunca ondee la bandera
blanca, nunca pida una tregua. Luchemos todos los días hasta que no haya más
guerra en nuestro interior, hasta que seamos perfectos y la ley de Dios haya salido
victoriosa, hasta que nuestra inclinación natural sea como la de Jehová y Jesús,
siempre lista para hacer lo bueno. Pero, mientras tanto, sigamos luchando con
todas nuestras fuerzas.

M. Stephen Lett- Mostremos favor al de condición humilde (Prov. 19;17).txt


Hablemos sobre cómo imitamos a Jesús cuando somos considerados con los de
condición humilde. Abramos la Biblia en el capítulo 19 de Proverbios. Este texto se
relaciona con el tema. Proverbios 19:17 dice: ―El que muestra favor al de condición
humilde le presta a Jehová, y Él [Jehová] le pagará su trato‖. Es una idea
magnífica, ¿verdad? Vamos a prestarle a Jehová. La palabra hebrea para ―el de
condición humilde‖ significa ―delgado‖ o ―flaco‖. Es una persona que se siente débil
quizás por condiciones deprimentes como pobreza o enfermedad En inglés
también significa ―encorvarse‖. Cuando alguien lleva en su espalda una carga
pesada, ya no aguanta, necesita ayuda. Pensándolo bien, todos nos hemos
sentido así en algún momento; nos hemos encorvado por alguna carga pesada
que nos oprime. Jesús es el ejemplo perfecto de cómo mostrar favor a los de
condición humilde. Pero surge la pregunta: ¿qué cualidades le permitían hacerlo?
Consideremos 3. Esas cualidades nos impulsarán a ser considerados con los de
condición humilde y a prestarle a Jehová. La primera es la compasión. Esta se
define en la obra Perspicacia como un ―sentimiento de conmiseración hacia
quienes sufren penalidades o desgracias, unido a un deseo de aliviarlas‖. Es decir,
nos damos cuenta de que alguien está sufriendo y queremos hacer algo para
aliviar su dolor. Busquen Marcos capítulo 6, por favor. Veremos un hermoso
ejemplo de cómo Jesús mostró compasión. Marcos 6; leamos el versículo 34.
Dice: ―Pues, al salir [de la barca], él vio una muchedumbre grande, y se enterneció
por ellos, porque eran como ovejas sin pastor. Y comenzó a enseñarles muchas
cosas‖. Ahora pensemos en las circunstancias: Jesús estaba muy cansado;
realmente necesitaba un momento de tranquilidad; ni siquiera había tenido tiempo
para comer en paz. Así que se subió en una barca y se fue a una zona aislada.
Pero miles de personas averiguaron adónde iba y llegaron allí antes que él.
¿Cómo pudo haber reaccionado Jesús al bajarse de la barca? Podría haber
despedido de inmediato a la multitud, o quizás hacer un trato con ellos: ―Regresen
mañana, a esta misma hora, y entonces les voy a ayudar‖. O quizá pasar unos 10
o 15 minutos con ellos, enseñarles una que otra cosa, algo así como ―tirarles
algunas migajas espirituales‖ para después despacharlos. ¡No! La piedad y la
compasión lo motivaron a enseñarles muchas cosas. Y parece que pasó varias
horas con ellos, porque el relato dice que, mientras él les estaba enseñando, se
les hizo tarde. De hecho, hasta les dio de comer antes de enviarlos a sus casas.
Pero ¿qué lo movió a hacer todo esto? La compasión. Así que la compasión nos
moverá a ser considerados con los de condición humilde. Pero si no nos
enternecemos por ellos, ni siquiera nos daremos cuenta de que están sufriendo y
no sentiremos el impulso de ayudarles. Por compasión vamos a visitarlos,
consolarlos, proporcionarles transporte o darles un regalo... lo que sea necesario
para mostrar favor al de condición humilde. Ahora veamos la segunda cualidad: la
humildad. Leamos, por favor, Filipenses capítulo 2. Este texto nos explica de
forma conmovedora la humildad de Jesús. Comencemos en el versículo 5, que
dice: ―Mantengan en ustedes esta actitud mental que también hubo en Cristo
Jesús, quien, aunque existía en la forma de Dios, no dio consideración a una
usurpación, a saber, que debiera ser igual a Dios. No; antes bien, se despojó a sí
mismo y tomó la forma de un esclavo y llegó a estar en la semejanza de los
hombres. Más que eso, al hallarse a manera de hombre, se humilló y se hizo
obediente hasta la muerte, sí, muerte en un madero de tormento‖. Ahora
pensemos en la humildad que mostró Jesús al dejar su glorioso cuerpo, su noble
hogar en los cielos, sus privilegios y su posición. También se necesitó humildad
para venir a la tierra a codearse con humanos humildes, enfermos y moribundos,
descendientes de Adán. ¡Imagínense! Él era la única persona perfecta en todo el
planeta. Podría haberse vuelto criticón, ¿verdad? ¿Compararía lo perfecto que él
era con lo imperfecto que era todo el mundo? Podía haberlos visto con desprecio,
pero en lugar de eso, les sirvió, ministró, enseñó y lavó los pies de estos humildes
hijos de Adán. Hasta los trató como si fueran superiores a él. Para comprender un
poco mejor la humildad de Jesús —aunque la comparación se quede corta—,
imaginemos que estamos internados en un asilo o institución para personas
mentalmente discapacitadas. Nosotros no sufrimos una discapacidad mental, pero
nos han mandado a este asilo donde cuidan a este tipo de personas. Sería muy
fácil desarrollar una actitud de superioridad hacia los que están enfermos. Pero
¿podemos imaginarnos sirviéndoles como si fuéramos sus esclavos,
atendiéndolos o lavándoles los pies? Para eso se necesitaría gran humildad, ¿no
creen? Esto ilustra, de cierta manera, cuánta humildad mostró este hombre
perfecto e inigualable al tratar con los imperfectos descendientes de Adán. Pues
bien, esa misma cualidad nos impulsará a realizar tareas humildes y prácticas a
favor de personas que, por ahora, tienen menos ventajas que nosotros y a ser
considerados con quienes sufren a causa de la pobreza, alguna debilidad, o se
sienten doblegados por alguna situación que los deprime. Pasemos a la tercera
cualidad: ser accesible. ¿En qué pensamos cuando decimos que alguien es
accesible? En alguien con quien resulta fácil hablar, que está disponible, es
abordable, amable y amigable. Leamos Marcos capítulo 10, por favor; aquí se
percibe lo accesible y amigable que era Jesús. A él se le acercaban todo tipo de
personas sin temor. Busquemos Marcos capítulo 10. Veamos solo algunos
ejemplos; el versículo 1: ―Las muchedumbres se le reunieron‖. El 2, los fariseos le
hablaron con toda libertad. Veamos el 10, los discípulos se le acercaron y le
expresaron sus dudas. En el 13: ―La gente empezó a traerle niñitos‖. Diecisiete: un
hombre vino corriendo y se arrodilló frente a Jesús. En solo cinco versículos,
pudimos ver: multitudes, fariseos, discípulos de Jesús, padres con sus hijitos,
hasta un desconocido. Jesús de verdad era un hombre accesible y muy amigable.
Estamos seguros de que esto se percibía en su semblante; su expresión facial era
amable, y no daba la impresión de estar demasiado ocupado para atender a otros.
Por eso la gente se le acercaba con confianza. Nosotros también, esforcémonos
por desarrollar esta cualidad. Es cierto que tenemos limitaciones y somos
imperfectos; pero hagamos lo posible por ser accesibles, y que los demás no
sientan que estamos demasiado ocupados para ellos. Tratemos de mantener una
expresión cálida, alegre y amistosa. Así todos sabrán que pueden hablarnos sin
temor y acercarse a nosotros. De ese modo le prestamos a Jehová. Hemos visto
tres cualidades que nos ayudarán. ¿Las anotaron? Hablamos de la compasión, la
humildad y de ser accesibles. ¿Qué ganamos cuando mostramos favor a los de
condición humilde? Bueno, Salmo 41:1 dice: ―Feliz es cualquiera que obra con
consideración para con el de condición humilde‖. Jehová dice que seremos felices.
Pero hay algo más: ―En el día de calamidad Jehová le proveerá escape‖. Eso
incluye los problemas de hoy y la terrible calamidad que se aproxima: la gran
tribulación. Nunca olvidemos lo que leímos al principio en Proverbios 19:17:
cuando mostramos favor a los humildes, es como si le prestáramos a Jehová.
Cuando damos todo por ellos, sin esperar nada a cambio, Jehová también lo ve
como un préstamo. Y Él saldará esa deuda dándonos su aprobación y muchas
bendiciones.

M. Stephen Lett- Nunca hagamos tropezar a otros (2 Cor. 6;3).txt

La imagen de alguien tropezándose nos es muy familiar, ¿verdad? Todos hemos


visto a alguien tropezarse. De hecho, a todos nos ha pasado eso alguna vez, y las
consecuencias pueden ser muy diversas. Por ejemplo, alguien puede trastabillar,
incorporarse rápidamente y continuar como si nada hubiera pasado. O alguien
puede tropezarse, caerse, fracturarse un hueso y con el tiempo, tras muchas
terapias, recuperarse. También alguien puede tropezarse, caerse, golpearse la
cabeza y nunca recobrar la salud, incluso podría morir. Pues lo mismo sucede si
alguien tropieza en sentido espiritual. Puede recuperarse enseguida o tardar un
poco de tiempo o podría nunca recobrar la salud espiritual y alejarse de la verdad.
No podemos anticipar qué sucederá cuando alguien tropieza. Por lo tanto,
debemos cuidarnos de nunca hacer tropezar a nadie. Por favor, abran la Biblia en
Mateo, capítulo 18. Centrémonos en una contundente declaración. En Mateo 18:6,
Jesús dijo: ―Pero cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeños que
ponen fe en mí, más provechoso le es que le cuelguen alrededor del cuello una
piedra de molino como la que el asno hace girar y que lo hundan en alta mar‖. Con
lenguaje muy gráfico, Jesús nos explica que, si hacemos que alguien deje la
verdad, podríamos acarrearnos ruina eterna. Por lo tanto, surge la pregunta:
¿cómo podríamos hacer tropezar a alguien? Curiosamente, existen muchas
similitudes entre hacer que alguien tropiece físicamente y que lo haga
espiritualmente. Analicemos tres. La primera: empujar a alguien puede hacer que
tropiece, especialmente si está parado en un piso disparejo. Esto aplica tanto en
sentido físico como espiritual. Ahora pensemos en Jehová. Él podría empujar a
cualquiera de nosotros, ¿verdad? Podría obligarnos a servirle. Sin duda, él tiene el
poder para hacerlo, pero nunca usa su poder de esa forma. Por el contrario,
Jehová nos invita, nos anima y nos explica las bendiciones y las consecuencias de
nuestros actos. Pero es nuestra decisión, ¿verdad? Por ejemplo, en Isaías 48:18,
Jehová dice: ―¡Oh, si realmente prestaras atención a mis mandamientos! Entonces
tu paz llegaría a ser justamente como un río, y tu justicia como las olas del mar‖.
Jehová nos suplica que le obedezcamos, pero no nos obliga. Pensemos en lo
siguiente: si Jehová no nos obliga, tampoco querría que nosotros obligáramos a
otros. Por ejemplo, los padres deben evitar empujar a sus hijos para que sirvan a
Jehová. Más bien deben suplicarles, tocar sus corazones y mostrarles las
bendiciones que obtendrán si obedecen. Otro ejemplo, los ancianos jamás deben
intentar empujar a las ovejas de Jehová. Escuché sobre un anciano que, durante
su intervención, pidió que levantaran la mano los que saldrían a predicar al día
siguiente. Solo unos pocos lo hicieron. Entonces regañó a la congregación porque
más publicadores debían salir a predicar. Luego, pidió que levantaran la mano
nuevamente y, como se imaginarán, aún menos hermanos lo hicieron. Piensen en
este otro ejemplo: quienes dan cursos bíblicos no deben empujar a sus
estudiantes para que hagan lo correcto. ―¡Tienes que dejar de fumar! ¡Tienes que
deshacerte de esas imágenes!‖ No, no ejerzan presión, más bien motiven a sus
estudiantes llegándoles al corazón. Veamos un ejemplo más: ninguno de nosotros
debería empujar a los compañeros de la escuela, del trabajo o a familiares para
que se hagan Testigos. Presionar a las personas para que hagan algo, aunque la
intención sea buena, ha hecho que muchos tropiecen y se alejen de la
congregación por muchos años. Algunos hermanos dicen que cuando una
persona aprende la verdad, deberían encerrarla por 6 meses para minimizar los
daños que puede ocasionar. En realidad, ese dicho no es correcto. No deben
encerrar al hermano, sino imitarlo. El nuevo hermano siente entusiasmo por la
verdad. Claro, nosotros debemos ayudarle a encauzar ese fervor para que no
intente obligar a sus familiares u otras personas a que acepten las verdades que
tanto lo entusiasman. Segundo punto: ¿de qué otra forma pudiéramos hacer
tropezar a alguien? Colocando un obstáculo en su camino. Una vez más, esto es
cierto en sentido físico y espiritual. Y el resultado será el mismo si ponemos la
piedra de tropiezo con o sin intención, ¿no es cierto? Como se ha mencionado hoy
en el comentario de La Atalaya, el habla saludable y la buena conducta nos
ayudarán a evitar convertirnos en causa de tropiezo. Por otra parte, el habla
malsana y la conducta inmunda pueden hacer tropezar fácilmente a quienes están
dentro o fuera de la congregación. Ahora, ¿qué sucede cuando se trata de un
asunto en donde tenemos derecho bíblico para hacer algo? ¿Nos sentiríamos
responsables si, por ejercer ese derecho, alguien tropezara? Bueno, abramos la
Biblia en 1 Corintios capítulo 8. Esta pregunta se contesta en este versículo.
Primera a los Corintios 8:9 dice: ―Pero sigan vigilando que esta autoridad suya no
llegue a ser de algún modo tropiezo para los que son débiles‖. ¿No les parece
interesante? Aunque tengamos el derecho de elegir, si esa elección hace tropezar
a alguien, de acuerdo con este pasaje no ejerceríamos ese derecho. El apóstol
Pablo, en el versículo 13 del mismo capítulo, dijo que no volvería a comer carne
jamás si eso hacía tropezar a su hermano. Al igual que Pablo, ¿estamos
dispuestos a renunciar a nuestros derechos relacionados con, por ejemplo,
dejarnos crecer la barba, usar mucho maquillaje o beber alcohol, si estos hacen
tropezar a alguien? Ahora bien, ¿cuál es la tercera forma en que podríamos hacer
tropezar a una persona? No advirtiéndole sobre un posible peligro, es decir, un
pecado de omisión. Y, una vez más, aplica tanto en sentido físico como espiritual.
Pongamos un ejemplo en sentido físico, imaginemos que el piso está mojado y
una persona desprevenida se va acercando al lugar. ¿Le advertiríamos del
peligro? Si no lo hiciéramos y la persona se cayera y se lastimara, ¿no tendríamos
alguna responsabilidad? De manera similar, en sentido espiritual Gálatas 6:1 nos
dice que, si alguien da un paso en falso, ¿qué se espera que hagamos antes de
que se dé cuenta de ello? Tratar de reajustar a tal hombre. Pero añade, con
espíritu de apacibilidad. No lo empuje; adviértale del peligro y corríjalo con cariño.
Hemos analizado 3 ámbitos que debemos cuidar a fin de nunca hacer tropezar a
alguien: no empujamos a nadie para que sirva a Jehová; nos esforzamos por
nunca causar tropiezo, aun sin querer, por ejemplo al insistir en ejercer nuestros
derechos; y, en tercer lugar, nunca dejamos de dar advertencias con cariño a
quien se acerca a un posible peligro. En lugar de ser un tropiezo, deseamos ser
una influencia positiva, ¿no es verdad? Pues lo seremos si ayudamos a otros a
mantenerse firmes y les tendemos una mano a quienes han caído.

Mark Noumair- “Este es el camino” (Is. 30;21).txt

Isaías fue profeta durante unos 46 años. Fueron tiempos difíciles, y tuvo que ver
cosas terribles. El estado espiritual de los israelitas era espantoso. Aun así, nunca
se cansó de ayudarlos. Seguramente le rompió el corazón ver cómo los asirios
destruyeron el reino de diez tribus en el año 740 antes de nuestra era. Pero, poco
después de ser nombrado profeta, dijo: ―¡Aquí estoy yo! Envíame a mí‖. Y siempre
mantuvo esa actitud. Isaías les decía: ―¡Este es el camino!‖. ¿Cayeron en saco
roto sus palabras y su esfuerzo por ayudarlos a andar en el camino de Jehová?
¡Claro que no! Algunos sí escucharon, aunque quizás él pensara que ya no estaba
en sus mejores años. Por ejemplo, Ezequías. Él tomó en serio esas palabras y
empezó a servir a Dios con toda su alma. Eso tuvo una gran influencia en el
pueblo. Y seguramente a Isaías le alegró saber que también otros hicieron caso a
sus palabras. Abran sus biblias en 2 Crónicas, capítulo 34 —2 Crónicas 34—, y
veamos el ejemplo de algunos que prestaron atención a las palabras de Isaías
―Este es el camino. Anden en él‖ y decidieron servir a Jehová con todo su corazón.
Por ejemplo, en el capítulo 34, Josías. Tenía ocho años cuando fue nombrado rey
y reinó en Jerusalén por 31 años. Solo era un jovencito. Era el año 659, y el
versículo 2 dice que ―procedió a hacer lo que era recto a los ojos de Jehová y a
andar en los caminos de David [...]; y no se desvió a la derecha ni a la izquierda‖.
¿De dónde sacó Josías tanto entusiasmo para servir a Dios, siendo tan joven?
No pudo ser de su padre, pues su padre, Amón, fue muy malo. ¿Sería de su
abuelo Manasés? Manasés murió cuando Josías tenía seis años. Pero podemos
imaginarnos a Manasés, ya arrepentido, con su nietecito sobre las rodillas,
hablándole de Jehová y diciéndole: ―No cometas los mismos errores que yo‖.
Josías debía querer mucho a su abuelo. Así que, cuando cumplió ocho años,
comenzó a adorar a Jehová con el entusiasmo propio de esa edad. Es interesante
que, en ese año, el 659 antes de nuestra era, Josías tenía ocho años y
Nabucodonosor tenía unos cinco. Sin embargo, Josías se convirtió en un rey
compasivo que amaba a la gente, pero Nabucodonosor llegó a ser un rey cruel
que hizo mucho daño a la nación de Israel. Incluso dejó ciego al hijo de Josías,
Sedequías. ¡Qué diferente fue Josías de otros reyes! Veamos el versículo 3. Es el
octavo año de su reinado y Josías tiene ahora 15 años. Todavía es un muchacho,
pero quiere saber cómo agradar a Dios. Y en el año duodécimo de su reinado, con
19 años, empieza a limpiar Judá y lanza una campaña para eliminar la idolatría.
Con mucho entusiasmo, acaba con todo lo malo. ¡Con 19 años! ―Este es el
camino. Anden en él‖. Josías está haciendo caso a estas palabras de Isaías. ¡Qué
feliz y agradecido debe sentirse Josías cuando alguien llamado Jeremías llega a
Jerusalén hacia el año 648 o 647! Ambos son de la misma edad: Josías tiene 19 y
Jeremías unos 20. ¡Qué equipazo! Se hacen amigos y se aprecian mucho. Juntos
siguen ayudando al pueblo de Dios a andar en el camino. Los dos, como un
equipo de música estéreo. Leamos el versículo 31 e imaginemos lo que ocurre en
Jerusalén con Josías y Jeremías. Versículo 31. Aquí vemos a Josías ayudándolos
a obedecer los mandamientos de Dios, leyéndoles del libro de la Ley que
encontró... Leyéndoselo, ayudándolos a andar en el camino. El versículo dice que
Josías sigue a Jehová, guarda sus mandamientos, sus recordatorios y sus normas
con todo su corazón y con toda su alma, y cumple con la Ley. En estos versículos
podemos apreciar los sentimientos de Josías, su amor por Jehová y su deseo de
ayudar a otros a andar en el camino de Jehová. Así que tenemos a Josías y a
Jeremías, los dos con el mismo objetivo. ¡Qué maravilla! Pasan los años, y hay un
joven judío en la corte real llamado Daniel. ¿Se fijaría en él Josías? Aunque Daniel
sería muy joven, puede que Josías lo observara y pensara: ―Este joven tiene un
futuro brillante sirviendo a Jehová‖. Puede ser. Pero Josías no vivió lo suficiente
como para ver todo lo que Daniel logró. Aun así, es interesante. ―Este es el
camino. Anden en él‖. ¡Claro que hubo quienes respondieron a esas palabras de
Isaías! No cayeron en saco roto. ¿Por qué lo decimos? Bueno, veamos qué pasó
tiempo después. Vayamos al año 617. Tenemos a Daniel, Hananías, Misael,
Azarías, Ezequiel..., todos escucharon a Jehová. Y, cuando pensamos en cómo
respondieron estos jovencitos a las palabras de Isaías y a las de Jeremías y las
pusieron en práctica, incluso ante problemas, nos sentimos orgullosos de ellos.
Después de la muerte de Josías, comienzan a reinar sus hijos y después sus
nietos, y todos son reyes malvados. Así que Daniel, desde niño, ha visto su
conducta; la mala conducta de los hombres más poderosos de la nación.
Jehoacaz: 23 años, malo; Jehoiaquim: 25 años, malo; Joaquín: 18 años, malo;
Sedequías: 21 años, malo. Reyes muy malos. ¿Y aquellos muchachos viendo
esto? Se llamaban Jehoacaz, Jehoiaquim, Joaquín y Sedequías, pero podrían ser
el tonto, el retonto, el supertonto y el tontísimo. Daniel no se dejó influenciar por su
mala conducta. Es increíble que tanto él como sus tres amigos permanecieran
leales a Jehová. Anduvieron en el camino de Jehová. Todos, en especial Daniel,
estaban decididos a ser fieles a Dios. ¿Hasta qué punto? Ezequiel 14:14.
En Ezequiel 14:14 leemos las impresionantes palabras que escribió Ezequiel cinco
años después de que Daniel llegara a Babilonia. Entonces Daniel tenía unos
20 años, y Ezequiel unos 30. Como si fuera su hermano mayor, seguramente
Ezequiel se sentía muy orgulloso de Daniel. No sentía celos de él. Quizás
pensaba: ―Me encanta este joven. Es como mi hermano pequeño‖. Y escribió que,
si Noé, Daniel y Job estuvieran allí, por su justicia librarían su alma. Es increíble
que mencionara a Daniel, que todavía era muy joven, entre Noé y Job. Sin duda,
fue una persona de gran calibre. Pero ¿por qué hablamos de él? Porque aquí, en
Betel, tenemos a muchos hermanos que son como Daniel. Hermanos y hermanas
jóvenes que están decididos de corazón a probar que el Diablo es un mentiroso,
decididos a aprovechar su juventud, a demostrarle a Jehová que quieren serle
leales y que lo aman profundamente. Y queremos felicitar a todos estos jóvenes
que son como Daniel. Jóvenes, no los podemos obligar a amar a Dios.
No podemos decirles cómo usar sus dispositivos electrónicos o qué películas o
programas de televisión pueden ver. No podemos. No podemos poner un filtro en
sus computadoras; de hecho, les sería fácil quitarlo. Son listos. Su ―filtro‖ es el
profundo amor que sienten por Jehová. Y por eso queremos decirles: ―Gracias por
usar su libertad, como Daniel, para honrar a Jehová. Sigan así‖. ¿Y qué hay de
nuestros mayores? Daniel sirvió a Jehová hasta los 100 años más o menos.
Nunca se rindió. ¿Qué lo ayudó? Orar a Jehová. La oración fue el fundamento de
su fe. Así que los hermanos mayores de nuestra familia que han servido a Jehová
por décadas son como Daniel. Hermanos, apreciamos mucho su lealtad. Y son
sus oraciones lo que los ayuda, día tras día, semana tras semana, mes tras mes,
a continuar sirviendo a Jehová. Y, al igual que Daniel, Isaías, Jeremías y Josías
tuvieron una gran influencia en sus contemporáneos, permítanme asegurarles,
queridos mayores, que su lealtad durante décadas y su deseo de seguir andando
en el camino de Jehová tiene una poderosa influencia en nuestra familia Betel.
Su determinación a permanecer siempre al lado de Dios nos conmueve
profundamente, y por eso les decimos: ―Gracias‖.

Mark Noumair- Demostremos humildad (1 Pedro 5;5).txt

Resulta interesante que Pedro dé consejos sobre cultivar la humildad.


Remontémonos al pasado y veamos por qué la humildad estaba tan grabada en la
mente y el corazón de Pedro. Abramos nuestras biblias en Lucas, capítulo 22.
En este capítulo encontramos a Jesús organizando aquella última Pascua, en el
año 33 de nuestra era. Lo vemos en Lucas 22, a partir del versículo 8. Es jueves
por la tarde, 13 de nisán, y ¿qué sucede? Versículo 8: Jesús envía a Pedro —ahí
está Pedro—, y a Juan, y les dice: ―Vayan y preparen la pascua para que la
comamos‖. O sea, ―Pedro, Juan, prepárenla‖. Versículo 9: ―¿Dónde quieres que la
preparemos?‖. Entendieron bien lo que tienen que hacer: prepararla. Jesús los
mandó a Jerusalén, donde encontrarían a un hombre con una vasija de barro.
Versículo 12: ―Y ese les mostrará un cuarto grande, arriba, amueblado. Prepárenla
allí‖. Versículo 13: ―De modo que ellos partieron y lo hallaron así como él les había
dicho, y prepararon la pascua‖. Preparar la Pascua. ¿Y qué cosas había que
preparar? Pan, vino, aceite para las lámparas, cordero, una toalla, una palangana
y agua. ¿Una palangana y agua? Ellos sabían la importancia de lavar los pies a
los demás. Estuvieron presentes cuando Jesús reprendió a Simón el fariseo:
―Simón, no me diste agua para los pies; Simón, no me diste agua. No has estado a
la altura‖. Así que, mientras estaban preparándolo todo, se quedaron mirando
fijamente la palangana y el agua, se miraron el uno al otro y se preguntaron: ―¿Y
quién va a lavar los pies? ¿Quién va a hacerlo?‖. Era una oportunidad de oro para
hacer todo lo que Jesús les había enseñado sobre la humildad en tres años y
medio. Era el momento. Después de tres años y medio, podían portarse como uno
de los menores. No dominar a los demás. Servir a otros, no esperar que les
sirvieran. Este era el momento. Podrían haberle demostrado a Jesús que habían
captado el punto. Era jueves por la tarde. Tenían tiempo para pensar en ello y orar
sobre el asunto. Pero avancemos un poco y veamos lo que sucede ahora.
Avancemos hasta el atardecer del 14 de nisán. Esta vez leeremos el relato en
Juan, capítulo 13. Ya habían preparado la habitación, habían seguido las
instrucciones... y, en Juan 13, vemos el asunto desde la perspectiva de Juan; él
había estado con Pedro preparando todo... Ahora saltamos al año 98, cuando
Juan está escribiendo esta historia. Había tenido tiempo para reflexionar en ello
durante años. Veamos lo que dice en el versículo 3: ―Jesús, sabiendo que el Padre
había dado en sus manos todas las cosas, y que de Dios había venido y a Dios
iba [...]‖. Juan estaba al tanto de que Jesús conocía esas cosas. Quizá pensó:
―Jesús sabía quién era; sabía todas las cosas. Comprendía muy bien que Jehová
lo había honrado. Sabía que le había confiado todas las cosas. Sabía que él era la
segunda persona más importante del universo. Sabía que era ‗el primogénito de
toda la creación‘. Sabía que había ayudado a su Padre en la creación. Conocía
todo eso —todas esas cosas—‖. Juan reflexiona en ello y lo pone por escrito. Y,
conociendo todo eso, en el versículo 4 hace un contraste: Jesús se levanta de la
cena y pone a un lado sus prendas de vestir exteriores. Toma una toalla, se la ata
a la cintura, pone agua en una palangana, comienza a lavarles los pies a los
discípulos y se los seca con la toalla que tiene atada a la cintura. Juan muestra
que Jesús fue muy humilde aunque sabía quién era. Pero Juan no solo meditó en
quién era Jesús, también en por qué hizo aquello. ¿Por qué actuó así? Eso era lo
que le interesaba a Juan. Vemos la respuesta en el versículo 1, donde él mismo
explica el porqué: como amaba ―a los suyos que estaban en el mundo, los amó
hasta el fin‖. Juan dijo que Jesús ―los amó hasta el fin‖. ¿Qué significa eso? Él
quería inculcarles cualidades que los ayudaran a vencer al mundo, que
fortalecieran a la congregación cristiana, cualidades como el amor abnegado y la
humildad. Los amó hasta el fin. Nunca los dio por perdidos. Tenían sus defectos,
pero él siempre confió en ellos. Treinta años después, Pedro seguía pensando en
la humildad. Y, sesenta años después de aquel episodio, la lección de humildad
que les dio Jesús sigue resonando alto y claro en la cabeza y el corazón de Juan.
Sin embargo, ninguno tuvo suficiente humildad para poner en práctica lo que
Jesús les había enseñado durante tres años y medio. Juan ha terminado de
escribir la historia, y ahora medita en ella; la ha escrito por inspiración, y ya la ha
acabado. Quizás vuelve a leer lo que ha escrito y piensa: ―Me habría encantado
escribir que Jesús solo les lavó los pies a uno o dos discípulos, porque después yo
me levanté y les lavé los pies al resto de mis hermanos. Tomé la toalla, e imité a
Cristo‖. O ―Pedro y yo nos levantamos‖. Pero el punto es que no lo hicieron. ¿Qué
aprendemos de esto? No permitamos que las valiosas lecciones que nos enseña
Jesús resuenen en nuestra mente y corazón solo cuando hayamos perdido la
oportunidad de ponerlas en práctica. Llevemos esto al plano de Betel: ―Sé que
tengo mucha antigüedad —soy muy consciente de ello—, pero ¿espero que me
traten de manera especial por eso? Sé que tengo autoridad por ser el
superintendente; soy el superintendente, lo tengo muy muy claro. Muy bien, ¿me
levantaré y me arremangaré la camisa para hacer lo que nadie quiere hacer, o
solo me gusta mandar? Sé que tengo un privilegio de servicio maravilloso; lo sé, y
los demás también lo saben. Bien, pero ¿estoy dispuesto a capacitar a otros?‖.
El hermano Jackson mencionó esto en la graduación de Galaad, cuando dijo que
hay que valorar las responsabilidades, pero no apropiarse de ellas. Esto significa
que tenemos que actuar. Hay que ser humildes para capacitar a quien nos va a
sustituir, seamos hermanos o hermanas. ―Sé que tengo más experiencia que esa
persona en mi trabajo. Sé que tengo la experiencia; lo sé. Tengo más experiencia
que mi compañero. Genial, pero ¿tendré la humildad de transmitir mis
conocimientos para ayudar a otros en su trabajo? ¿O me los guardaré para mí?‖.
Si somos humildes de verdad y hacemos estas cosas, podremos decir que la
lección de humildad que nos dio Jesús, que hemos visto en Juan 13, se ha
grabado para siempre no solo en la mente y el corazón de Pedro y Juan, sino
también en los nuestros.

Mark Noumair- El estudio profundo nos acerca a Jehová (Sal. 73;28).txt

El estudio profundo de la Biblia nos ayuda a acercarnos a Jehová. Meditar en


cómo ha tratado Dios a sus siervos fieles tiene un poderoso efecto en nosotros,
pues nos ayuda a estrechar nuestra amistad con Jehová y nos motiva a aplicar lo
que aprendemos. Por ejemplo, si nosotros —o nuestro cónyuge— sufrimos por
algún problema de salud o simplemente queremos estar bien preparados para la
gran tribulación, ¿cómo podemos cuidar nuestra relación con Jehová? ¿Cómo nos
mantendremos fuertes? Seguramente recuerdan la impactante película sobre
Ezequías ―Oh, Jehová, en ti confío‖, que vimos en la asamblea regional. Como el
relato aún está fresco en nuestra memoria, abramos la Biblia en el capítulo 19 de
2 Reyes. Repasemos algunos detalles de esta historia relacionados con Ezequías,
con Senaquerib —el rey de Asiria— y con su ataque a Jerusalén en el año 732
antes de nuestra era, así como con las palabras que Isaías le dirigió a Ezequías. Y
enfoquémonos en dos cuestiones: cómo nos ayuda este relato a acercarnos a
Jehová y qué otras lecciones aprendemos de él. Comencemos leyendo el
versículo 6 del capítulo 19: ―Isaías les dijo: ‗Esto es lo que deben decir a su señor
[refiriéndose a Ezequías]: ―Esto es lo que ha dicho Jehová: ‗No tengas miedo‘‖‘‖.
¡Tres poderosas palabras! ¿Por qué? Porque Jehová le estaba garantizando a
Ezequías que Senaquerib sería derrotado. Es como si Jehová le dijera: ―No tengas
miedo, Ezequías; he oído todas las blasfemias de Senaquerib. No tengas miedo‖.
Ahora piensen en esas palabras: transmiten confianza... nos impulsan a
acercarnos más a Jehová. Él quiere ayudarnos, tal y como quiso ayudar a
Ezequías. Además, Jehová comprendía su situación y veía que se estaba
convirtiendo en uno de los mejores reyes de Israel, y contra todos los pronósticos.
Recuerden que su padre había sido un apóstata. Pero Jehová siempre ayudó a
Ezequías. ―No tengas miedo‖, le dijo. Así que confiar en Jehová, como Ezequías,
es un acto de adoración que resulta en que Jehová nos bendiga. Escuchar a Dios
diciéndonos: ―No tengas miedo; yo quiero ayudarte y voy a ayudarte‖ nos mueve a
ser leales; nos acerca a él. Y si somos leales, Jehová también será leal con
nosotros. Él siempre actúa; no se queda de brazos cruzados. Actúa con lealtad a
favor nuestro. Nos da su espíritu santo. Se acerca a nosotros. Sentimos su apoyo
y podemos ver su mano. Nuestra relación con Jehová se fortalece. Y nos sentimos
así porque nuestro Padre celestial nos dice: ―No tengas miedo‖. Tal como apoyó a
Ezequías, así lo hará con nosotros. Siempre lo hace cuando nos acercamos a él.
A continuación, Ezequías aborda una cuestión muy importante para todos
nosotros. Leamos el versículo 19: ―Y ahora, oh Jehová nuestro Dios, sálvanos, por
favor, de su mano [la de Senaquerib], para que sepan todos los reinos de la tierra
que tú, oh Jehová, eres Dios, tú solo‖. Cuando Ezequías usó las palabras ―todos
los reinos de la tierra‖, mostró que le preocupaba la santificación del nombre de
Jehová. Le interesaba la reputación de Dios. Por eso no habló de sí mismo, sino
de Jehová únicamente. Y de este relato aprendemos otra lección: al acercarnos a
Dios, debemos pensar en su reputación, en su nombre, en la cuestión de la
soberanía universal, en lo que el Reino hará para limpiar la Tierra. Cierto, con
frecuencia vemos nuestros propios problemas y decimos: ―¡Ya quiero que llegue el
nuevo mundo!‖. Y no hay nada de malo en pensar en el alivio que vendrá en ese
tiempo; eso también es importante. Pero las cuestiones más importantes son el
nombre de Jehová, probar que el Diablo es un mentiroso y ser leales a Dios ahora.
Así es como Jehová ve los asuntos. Esa es la verdadera cuestión. Al acercarse la
gran tribulación, imagínense lo maravilloso, lo emocionante que será ver la señal
del Hijo del hombre. En Mateo 24:30 se menciona que habrá sucesos
sobrenaturales cuando Cristo venga con poder real para que Jehová demuestre su
soberanía. ―Todos los reinos de la tierra‖ tendrán que saber que Jehová es Dios.
No cabe duda: reflexionar en estos asuntos realmente nos ayuda a elegir nuestras
prioridades en la vida y a acercarnos más a Dios. Ahora leamos el versículo 28.
Senaquerib está por aprender una gran lección. Aquí, Jehová le habla mediante
Isaías. Le dice: ―Porque tu excitarte contra mí y tu rugido han subido y entrado en
mis oídos. Y ciertamente pondré mi garfio en tu nariz y mi freno entre tus labios, y
realmente te conduciré de vuelta por el camino por el cual has venido‖. Es como si
Jehová le dijera: ―Senaquerib, cometiste un gran error al querer tomar esta tierra.
¡Grave error! Y como tú acostumbras ponerles garfios en las narices y frenos en
los labios a las personas, ahora yo voy a ponerte a ti un garfio en la nariz y voy a
llevarte a rastras de vuelta hasta Nínive‖. ¡Qué impresionantes palabras! Nos
permiten ver exactamente lo que Jehová hará contra el ―asirio‖ moderno cuando
este intente atacarnos. Trátese del ―asirio‖ moderno, de Gog de Magog, del ―rey
del norte‖ o de ―los reyes de la tierra‖, nadie podrá vencer al pueblo de Dios. Saber
eso nos impulsa a acercarnos a Jehová. Ahora leamos el versículo 29. Y piensen
en esta otra situación que vimos en la película. ¿Cómo se alimentarían aquellos
siervos de Dios? ¿Qué comerían? Con la invasión asiria, era imposible cosechar y
volver a sembrar. ¿Qué harían? Versículo 29: ―Y esta será la señal [una señal
milagrosa] para ti [Ezequías]: Este año habrá un comer de lo que crece de los
granos caídos‖. ¡Imagínense! Jehová les dice: ―¡No se preocupen! Voy a hacer
que salga alimento de los granos viejos del año pasado‖. ¡Qué asombroso! Jehová
les proveería alimento de forma milagrosa. Y noten lo que sigue diciendo: ―Y en el
segundo año [comerán del] grano que brota de sí mismo‖. Lo que ocurriría en el
segundo año llama aún más la atención, pues la cronología bíblica muestra que
sería un año sabático del ciclo del Jubileo. En el Jubileo, que era un segundo año
sabático, los judíos fieles no podían plantar, no podían sembrar y tenían que dejar
descansar la tierra, dejarla en reposo. Pero Jehová les dijo que él les proveería el
alimento. Y luego les dice: ―En el tercer año siembren y sieguen‖. ¡Cuánta fe se
habrá requerido de los judíos de aquel tiempo para confiar en esas palabras!
¿Realmente les alcanzaría el alimento para dos años consecutivos sin trabajar en
sus campos? ¿Qué habría sentido usted? Ellos pudieron haber pensado: ―Quizás
no sea tan mala idea hacer una alianza con Senaquerib. Él nos ofrece alimento y
nos promete dejarnos vivir. ¿No es mejor rendirnos?‖. Todo esto se vio en la
impactante película, en la asamblea. Entonces, ¿cuál es el punto aquí? Jehová
desea ayudarnos y que nos acerquemos a él Cuando estalle la gran tribulación,
recordemos que la ubicación geográfica no impedirá que Jehová socorra a su
pueblo. Ahora es el momento de estudiar estos relatos para estrechar nuestra
relación con Dios y aumentar nuestra confianza en él. Eso nos ayudará a ser
leales, pues vemos que Jehová nunca abandona a sus siervos. Meditar en estas
historias debería impulsarnos a seguir siendo fieles y a recordar que los enemigos
de Dios nunca triunfarán. No olvidemos que ―todos los reinos de la tierra‖ tendrán
que saber que Jehová es Dios. Recuerden: la soberanía de Jehová es la cuestión
más importante del universo. Si continuamos cerca de Jehová y le servimos por la
eternidad, siempre estaremos bajo su mirada paternal.

Mark Noumair- Jesús honró a Jehová con su cuerpo (1 Cor. 11;24).txt

¿Alguna vez les explicó Jesús a sus discípulos los detalles de cómo llegó a tener
un cuerpo humano perfecto? No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que meditar
en el uso que Jesús dio a ese cuerpo mientras estuvo en la Tierra tendrá un
profundo efecto en nuestra amistad con Jehová. De eso hablaremos hoy. Pero
veamos de qué manera llegó a existir ese cuerpo perfecto. Abran su Biblia, por
favor, en el capítulo 1 de Lucas. Lucas capítulo 1. Vayamos al versículo 31. Allí, el
ángel Gabriel le dice a María: ―¡Mira!, concebirás en tu matriz y darás a luz un hijo,
y has de ponerle por nombre Jesús‖. Ella debió pensar: ―¿Embarazada yo? ¡Pero
si soy virgen! ¿Cómo es posible?‖. Bueno, mediante su espíritu santo, Jehová
transfirió a la Tierra la vida perfecta de su Hijo unigénito e hizo que fuera
concebido en la matriz de María. Jehová eliminaría cualquier imperfección que
pudiera transmitirse al bebé, de modo que su patrón genético fuera perfecto desde
el inicio. La imperfección no iba a impedir que el propósito de Jehová se
cumpliera. Él se encargó de eso, lo solucionó. Es interesante lo que leemos en el
versículo 35: ―En respuesta, el ángel le dijo: ‗Espíritu santo vendrá sobre ti, y poder
del Altísimo te cubrirá con su sombra‘‖. Una vez más, el espíritu santo entró en
acción. De alguna manera, Jehová se aseguró de que el bebé fuera varón y de
que el embrión en desarrollo estuviera protegido de cualquier influencia del
pecado o de cualquier fuerza dañina. Imaginemos a María con el bebé. María era
judía, y Jesús de seguro se parecería físicamente a ella, que era su madre. Sin
embargo, hay que tener presente que él no se convirtió en una persona diferente,
con otra forma de ser. Seguía siendo el Hijo unigénito de Jehová y, en su
momento, él se identificó como tal. Pero pensemos en María cuando acababa de
dar a luz. Allí estaba ella con el bebé entre sus brazos. Muchas mamás, al ver a
sus bebés recién nacidos, dicen: ―Mira a mi bebé. ¡Es perfecto!‖. Pero cuando
María lo dijo, literalmente tenía razón. Ella ha sido la única mujer que ha dicho con
toda razón: ―Mi bebé es perfecto‖. No tuvo que contarle los deditos de las manos y
los pies, pues ya sabía que era perfecto. El punto es que, aunque no alcanzara a
ver el cuadro completo, estaba sosteniendo ese cuerpo humano que por 33 años y
medio llevaría en su interior la sangre que sería derramada como sacrificio de
rescate a favor de toda la humanidad. Pero, antes de que su sangre fuera
derramada, Jesús utilizaría su cuerpo de una manera muy especial. Lo usaría para
dar honra a Jehová Dios. Y repito: entender de qué manera honró Jesús a Jehová
mediante el uso que dio a su cuerpo tendrá un profundo efecto en nuestra amistad
con Dios. Vamos a explicar eso. Abran su Biblia en el capítulo 4 de 1 Pedro.
Primera de Pedro capítulo 4. Leeremos el versículo 1: ―Puesto que Cristo sufrió en
la carne, ustedes también ármense de la misma disposición mental; porque la
persona que ha sufrido en la carne ha desistido de los pecados‖. Detengámonos
un momento. Cristo sufrió en la carne, mientras tenía un cuerpo humano. Y
aquello se relaciona directamente con la cuestión de la soberanía universal. Su
sangre pagó el rescate. Pero ¿por qué sufrió en la carne? Porque él decidió que
honraría a Jehová con su cuerpo humano. Él tomó la decisión de defender la
soberanía de Jehová mediante el uso que le dio a su cuerpo. Decidió que lo usaría
para probar que Satanás es un mentiroso. Por eso sufrió en la carne. El 14 de
nisán del año 33 de nuestra era, Jesús permitió que una chusma lo arrestara, que
lo sometieran a un juicio ilegal, que lo azotaran hasta desgarrarle la espalda y que
lo clavaran de manos y pies a un madero. Jesús permitió todo eso. Y pudo decir lo
que se registra en Juan 10:17: ―Por eso el Padre me ama‖. ―El Padre me ama.
¿Por qué? Porque entregué mi vida. Ningún hombre podría quitármela. Yo la
entregué porque así lo quise‖. Eso hizo Jesús, nuestro ejemplo. Leamos
nuevamente 1 Pedro 4:1 y fijémonos en la expresión: ―La persona que ha sufrido
en la carne‖. ¿De quién habla allí? De usted, de mí. Todos somos dicha persona.
Hemos sufrido en la carne; hemos desistido de los pecados. El versículo 2 dice:
―Con el fin de vivir el resto de [nuestro] tiempo en la carne, ya no para los deseos
de los hombres, sino para la voluntad de Dios‖. Pedro resalta el hecho de que
cada uno de nosotros sufre en la carne, y así tiene que ser. Solo así podremos
imitar a Jesucristo. Esta es una semana de intensa actividad teocrática en la que
aprovechamos para meditar en el sacrificio de Jesús y en cómo utilizó su vida en
la Tierra. Algunos se preguntan por qué nos pasamos unos a otros el pan y el vino
tinto en la Conmemoración. Si en una congregación hay muchos asistentes, ¿no
sería mejor que en la parte de atrás del salón estuvieran disponibles algunos
hermanos para llevar los emblemas solo a los que vayan a tomar de ellos? Así
podría ahorrarse mucho tiempo. Quizás, pero esa no es la idea que transmiten las
Escrituras. Tampoco es lo que hizo Jesús ni lo que les enseñó a sus discípulos. Y
nosotros queremos hacer las cosas tal y como enseña la Biblia. Pero, además,
¿qué se logra al pasar el pan y el vino? ¿Qué efecto tiene eso en nosotros?
Nuestro aprecio crece cuando el pan y el vino pasan por nuestras manos. Eso nos
ayuda a comprender mejor todo lo sagrado que se explica en la Conmemoración.
Nos sentimos parte de la ocasión. Se nos conmueve el corazón, y el
acontecimiento queda grabado en nuestra memoria. Así será este viernes,
mientras pasamos el pan y el vino, y sobre todo al pasar el pan. Pero tal vez
alguien piense: ―Ya he asistido muchas veces a la Conmemoración‖. Y sí, algunos
quizás han ido a la Conmemoración por décadas. Pero ¿qué tal si este viernes
hacemos algo diferente? Cuando pasemos el pan, pensemos, reflexionemos por
un momento sobre lo que el pan representa. Preguntémonos: ―¿Se me ocurre
alguna manera en la que pueda utilizar mi cuerpo, mi mente y mis energías para
servir mejor a Jehová? ¿Hay algo en lo que pueda mejorar? ¿Hasta qué grado
estoy sirviendo como esclavo a los demás? ¿Hago lo mismo que Jesús? Él
aporreó su cuerpo y lo condujo como a un esclavo. ¿Hasta qué grado lo imito?
¿Lo hago, aunque requiera tomar medidas drásticas y demostrar autodominio?
¿Soy capaz de dar una respuesta al que está desafiando a mi Padre celestial?‖.
Con su forma de vivir, fue como si Jesucristo le hubiera dicho al Diablo: ―¿Con que
quieres atacar a mi Padre? Pues tendrás que pasar sobre mí. Primero te las verás
conmigo. Yo soy Miguel, y mi nombre significa: ‗¿Quién Es Como Dios?‘. Nadie se
rebela contra mi Dios. Si alguien ha de defender su soberanía, ese soy yo. Yo
peleo por él. Yo vindico su soberanía. ¡Eso me toca a mí!‖. Nosotros deberíamos
asumir la misma actitud y decir: ―¿Alguien quiere atacar a mi Padre celestial?
¿Quieres pelear con él, Satanás? Pues tendrás que pasar sobre mí. Aquí estoy
para defenderlo. ¿Y sabes qué voy a hacer con mi integridad, mi obediencia y mi
fidelidad? Voy a avergonzarte. Tendrás que dar un paso atrás, humillado. Vas a
quedar en ridículo, porque yo estoy usando mi cuerpo igual que Jesús, para
honrar a mi Padre celestial‖.

Mark Noumair- La predicación vence a Satanás (Apoc. 12;9).txt

Estamos en guerra. Eso está muy claro. Así que todos tenemos que protegernos
de Satanás y los demonios y pelear en el combate espiritual hasta el final.
Esforcémonos por alcanzar la salvación ―con temor y temblor‖. Abramos la Biblia
en Apocalipsis, capítulo 12, y veamos por qué el Diablo está tan furioso y por qué
odia a los siervos de Jehová. Vamos a hablar primero de Apocalipsis 12:11.
El versículo 11: ―Ellos [es decir, el resto ungido] lo vencieron [es decir, al Diablo]‖.
Él odia eso. Odia que los ungidos lo venzan, que demuestren que es un
mentiroso, que sean leales, que sean íntegros. Su conducta y sus palabras —todo
lo que hacen— vence al Diablo. Y, además de eso, y además de su fe en el
rescate, el versículo 11 dice otra cosa que enfurece mucho al Diablo. Dice que lo
vencieron ―gracias al mensaje que proclamaron‖. Mateo 24:14. La predicación.
Noten, hay una relación directa entre vencer a Satanás y nuestra predicación. Él la
odia. Y es por eso que ataca sin descanso la predicación y trata de que haya más
opositores. La predicación vence al Diablo. Pero su oposición a nuestra obra no es
nada nuevo. Abramos la Biblia en Amós, capítulo 7, y notemos lo mucho que se
parecen nuestros días a los días de Amós. Amós, capítulo 7. Aquí es cuando
Jehová envió a Amós a las 10 tribus del reino de Israel. Jeroboán era el rey, y él
promovía la adoración de becerros en la ciudad de Betel. Y la adoración de
becerros ya era parte de la religión del reino de 10 tribus. Así que tenemos a Amós
en medio de todo esto. Veamos qué ocurre, a qué oposición se enfrenta y cómo
se parece esto a nuestros días. Versículo 10: ―Amasías, el sacerdote de Betel‖.
Así que él es el sacerdote de esta religión oficial que adora becerros. Betel es el
centro de la religión apóstata. ¿Y qué hace Amasías? Le manda un mensaje al rey
de Israel, Jeroboán. Noten que el representante de la religión apóstata, Amasías,
le envía un mensaje al representante del gobierno, al rey Jeroboán, y hace que se
moleste. Le dice: ―Amós está conspirando contra ti en medio de la casa de Israel.
Esta tierra no puede soportar todas sus palabras‖. Conspirando contra Jeroboán.
Esto era alta traición. Como vemos, Amasías, el sacerdote, le envió este informe
falso directamente al rey Jeroboán. Pero veamos qué pasa, en el versículo 11.
Es cierto que Amasías fomenta la oposición, pero notemos las tres afirmaciones
engañosas que lanza contra Amós. Primero: ―Porque esto es lo que dice Amós‖.
Pero no era cierto. Amós no dijo eso. Amós siempre dijo: ―Esto es lo que Jehová
quiere que diga. Esto es lo que Jehová me mandó a decir‖. Pero Amasías solo
dice: ―Esto es lo que dice Amós‖. Mentira. Segundo: ―Jeroboán morirá a espada‖.
Amós nunca dijo eso. En realidad, lo que Amós había dicho era que la casa de
Jeroboán moriría, su dinastía o su descendencia. De nuevo, una manera
engañosa y distorsionada de presentar los asuntos. Tercero: ―Israel será
desterrado de su tierra sin falta‖. Ahora bien, Amasías no menciona que Amós
está tratando de ayudar a la gente. Amós trata de que la gente vuelva a Jehová.
―Sirvan a Jehová y recibirán bendiciones. Hagan lo que Jehová quiere y tendrán
su favor‖. Pero Amasías ni lo menciona. No dice nada positivo de lo que Amós
está haciendo. Como vemos, esas son las tres afirmaciones que Amasías usó
para acusar a Amós. Afirmaciones engañosas, medias verdades... Todo para
conseguir que el rey prohibiera oficialmente la predicación de Amós. ¿Vemos algo
parecido hoy día? Los métodos que usó Amasías son muy similares, muy
parecidos, a los que usan hoy los enemigos del pueblo de Jehová. Igual que
Amasías trató de silenciar a Amós, algunos líderes religiosos hacen lo mismo,
intentan detener la predicación de los siervos de Dios. Amasías acusó falsamente
a Amós de traición. Y hoy algunos líderes religiosos acusan al pueblo de Jehová
de ser una amenaza para la seguridad nacional. Así como Amasías recurrió al rey
Jeroboán para que lo ayudara a perseguir a Amós, algunos líderes religiosos de
hoy recurren a sus aliados políticos para que los ayuden a perseguir a los testigos
de Jehová, igual que Amasías. Como vemos, está claro que el Diablo odia la
predicación. ¿Qué haría Amós? ¿Le entraría miedo? ¿Se dejaría intimidar?
¿Dejaría de predicar? ¿Saldría corriendo de su asignación? Él era un simple
pastor. Él era simplemente alguien que cuidaba las higueras, que cuidaba el
ganado... Y ahora se lo llevan de su entorno tranquilo y solitario a ese hervidero de
apostasía que era Betel. Es interesante que él no huyó a un sitio donde no hubiera
nadie, sino que estaba allí, en el medio de todo. Amós era un hombre humilde,
sencillo, y no sabemos mucho sobre él. Él no impresionaba, pero su mensaje sí
impresionaba. Y, lo más importante, vemos cómo Jehová, con su espíritu santo, le
dio el valor y las fuerzas que necesitaba para enfrentarse a esa situación. Veamos
qué ocurre. ¿Qué dijo Amós? Versículo 16: ―Así que ahora oye las palabras de
Jehová‖ —Amós le dice esto a Amasías—, ―Oye las palabras de Jehová‖.
De nuevo, le da todo el mérito a Jehová: ―No soy yo, es Jehová el que me pidió
que hiciera esto, Amasías. Es como cuando un león ruge. ¿Quién no tendrá
miedo? Si Jehová habla, yo voy a hacer lo que él me diga. Así que estas son las
palabras de Jehová‖. ―Tú [me] dices: ‗No profetices contra Israel y no prediques
contra la casa de Isaac‘ ‖, o los descendientes de Jacob, refiriéndose al reino de
10 tribus. Pero Amós dijo: ―No puedo hacer eso. No puedo dejar de hablar. Esta
misión viene de Jehová‖. ¿Le da miedo a Amós? No. Versículo 17: ―Pues esto es
lo que dice Jehová: ‗Tu esposa será una prostituta en la ciudad‘ ‖. Eso significaba
que a su esposa la violarían soldados de un ejército enemigo. ―Tus hijos y tus hijas
caerán a espada‖. ―Tú morirás en tierra impura‖, es decir, fuera de Israel. ―Eso es
lo que tengo que decir. Jaque mate‖. Es impresionante, de verdad. Cuando
pensamos en Amós y en cuánto quería obedecer a Jehová y hacer su voluntad,
vemos que no se dejó intimidar. Y nosotros tampoco. Si Jehová nos manda a
declarar su Palabra, no vamos a desobedecerlo. Incluso en los lugares donde
haya ―Amasías‖ modernos, que promueven la persecución cruel, como Amós,
seguimos predicando: ―Esto es lo que dice Jehová‖. Bueno, Jehová trató de
ayudar a aquellos israelitas. Trató de ayudarlos a cambiar y usó a Amós para eso.
Y hoy, solo hay que ver al pueblo de Jehová ayudando a la gente por toda la
Tierra. Pero el Diablo odia la predicación. ¿Por qué? Porque la predicación lo
vence. Y el esclavo fiel lo está logrando. Pensemos en lo que están haciendo los
ungidos para cumplir Mateo 24:14. ¿Y cuál es nuestro papel? ¿Por qué le estamos
hablando de esto a la familia Betel? Porque somos el grupo de apoyo; apoyamos
las actividades del Reino. En cualquier guerra... En cualquier guerra hay una línea
de suministro. Si esas líneas de suministro se cortan, los soldados en las líneas de
batalla tendrían problemas. Y, en cualquier guerra, la estrategia es cortar.
El enemigo quiere cortar la línea de suministro, porque eso desmoraliza a los
soldados. Eso somos nosotros; somos la línea de suministro. Tenemos que
recordar que nuestra labor en Betel es vital. Este trabajo es un honor.
Colaboramos para que la predicación siga avanzando. Y, si leemos Amós 4,
vemos que Jehová es un Dios bondadoso y misericordioso. En este capítulo se
muestra que Jehová intentó ayudar a su pueblo muchas veces. Envió a Amós.
Trató de corregirlos y de disciplinarlos, y por eso les envió a Amós una y otra vez y
les repitió lo mismo varias veces. Cinco veces les recordó que había tratado de
ayudarlos, y cinco veces les dijo: ―No volvieron a mí‖. ―Ustedes, el reino de 10
tribus, no volvieron a mí. Traté de ayudarlos. No volvieron a mí. No volvieron a mí.
No volvieron a mí. Seguí intentándolo, pero no volvieron a mí. Así que solo me
queda una opción. Me obligan a tomar una decisión; solo me queda ir a la guerra‖.
Y así es como será en nuestros días. Solo hay una opción. Solo le queda ir a la
guerra. ¿Por qué? Porque la gente no volverá a Jehová. ¿Y qué ocurrirá después?
Capítulo 4, versículo 12: ―Prepárate para encontrarte con tu Dios‖.

Mark Noumair- Para ser íntegros, necesitamos orar (Mat. 26;2).txt

Abran su Biblia, por favor, en Mateo capítulo 26. Vamos a leer desde el versículo
36. Mateo 26:36: ―Entonces Jesús fue con ellos al lugar llamado Getsemaní, y dijo
a los discípulos: ‗Siéntense aquí mientras voy allá a orar‘‖. ―Mientras voy allá a
orar‖. El futuro eterno de la humanidad estaba sobre los hombros de Jesús. Era
vital que permaneciera fiel a Dios. Jesús estaba consciente de que, si no se
mantenía íntegro, le estaría dando la espalda a Jehová. ¿Y notaron que en ese
momento tan crucial de su vida lo más importante para él fue la oración? Fue
como decir: ―Sí, soy perfecto; tengo poderes sobrenaturales; puedo resucitar a los
muertos y hacer otros milagros; soy la segunda persona más importante del
universo; participé en la creación... pero nada de eso me va a ayudar en este
momento. No puedo depender ni de mi poder ni de mis habilidades. El único que
me puede ayudar es mi Padre. Debo apoyarme en él; dependo de él. Lo que
necesito ahora es orar a mi Padre y rogarle su ayuda. Si hoy quiero entregar mi
vida de tal manera que honre a mi Padre y si quiero mantener mi integridad,
necesito orar. Así que voy allá a orar‖. La Biblia dice que busquemos nuestra
salvación ―con temor y temblor‖. Por eso, una de las valiosas lecciones de este
relato es que no debemos confiarnos creyendo que nuestros años de servicio a
Jehová o la lealtad que le hemos demostrado hasta ahora nos dan el pase directo
al nuevo mundo. ¡No! Más bien es tiempo de orar. La gran tribulación está cada
vez más cerca, así que es momento de examinarnos. Y si nos damos cuenta de
que hemos adquirido la costumbre de hacer cosas que se acercan peligrosamente
a lo que es malo, necesitamos detenernos de inmediato. Este es momento de
decir ―voy allá a orar‖. Leamos el versículo 37: ―Y tomando consigo a Pedro y a los
dos hijos de Zebedeo, comenzó a contristarse y a perturbarse en gran manera‖.
En el versículo 38, les dice: ―Mi alma está hondamente contristada, hasta la
muerte‖. Jesús no estaba fingiendo. Sus sentimientos eran reales: estaba muy
afligido y angustiado. ¿Por qué? Porque temía que su muerte en un madero, como
si fuese un criminal, pudiera manchar el nombre de su Padre, Jehová. Lo que le
preocupaba era que se hablara injuriosamente de su Padre y que se le acusara de
maldecir a Dios. ¡Esa era una carga demasiado pesada para él! No le preocupaba
su propia reputación, sino la reputación y el nombre de su Padre. Pensemos en la
lección para nosotros: ¿qué es lo más importante en nuestra vida? ¿Qué es lo que
nos preocupa? ¿Ser víctimas de algún malentendido o no recibir cierta
asignación? No, ese tipo de cosas no es lo que nos angustia. Lo que más nos
preocupa es manchar el nombre de Jehová. Deseamos hacer todo lo posible por
honrar ese nombre. Si estamos aquí, como parte de la familia Betel de Estados
Unidos, se lo debemos a Jehová. Por todo lo que nos ha dado y por permitirnos
estar aquí para servirle, deseamos honrar su nombre... nunca mancharlo, ya sea
en público o en privado. Ese es nuestro objetivo. La sola idea de ensuciar el buen
nombre de Jehová debería angustiarnos terriblemente, pues Jehová es tan real
para nosotros como las personas que nos rodean. Ahora leamos el versículo 39:
―Y yendo un poco más adelante, cayó sobre su rostro, orando‖. Cayó sobre su
rostro y oró. ¡Imagínense la presión que tenía encima! Cayó sobre su rostro para
orar. Lucas relata que, en ese momento, Jesús entró en agonía y ―continuó orando
más encarecidamente; y su sudor se hizo como gotas de sangre‖. Así que siguió
orando, rostro a tierra, y con sudor como gotas de sangre. Él estaba muy
consciente del dolor que su Padre experimentaría al ver a su amado hijo clavado
en un madero y torturado con crueldad. Jesús lo sabía. Por eso reaccionó de
manera tan contundente aquella vez, durante su ministerio, en que estaba
explicándoles a sus discípulos que tendría que morir y Pedro le dijo: ―Sé
bondadoso contigo mismo, Señor; nada de eso te va a suceder‖. ―Sé bondadoso
contigo; eso no te va a suceder...‖. Jesús debe haber pensado: ―¿Cómo? ¿Qué
sea bondadoso conmigo? Estoy aquí, en este jardín; mi sudor se ha vuelto como
gotas de sangre, ¿y me dices que sea bondadoso conmigo?‖. Con razón le
respondió: ―¡Ponte detrás de mí, Satanás!‖. ¡Qué palabras tan fuertes! Pero Jesús
sabía que no era momento de ser bondadoso consigo mismo. Sabía que esas
palabras podían debilitar su determinación. Ahora veamos lo que pide Jesús en el
versículo 39: ―Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa‖. ¿A qué se refería?
A la copa de manchar o deshonrar el nombre de Dios. Eso era lo que no podía
soportar. Por eso dijo: ―Pase de mí esa copa‖. Pero Jehová no accedió. Le dijo:
―No. Así es como quiero que suceda‖. Y Cristo acató la voluntad de Jehová. Jesús
sabía que Jehová lo escuchaba y que sus ruegos estaban llegando a los cielos.
Estaba seguro de ello porque antes de venir a la Tierra observó como su Padre
contestaba las oraciones. En los cielos, como hijo primogénito, vio de primera
mano a su Padre respondiendo los ruegos y las súplicas de sus siervos, como
Ana, Rut o David. Fue testigo de ello. Por eso estaba seguro de que su Padre lo
estaba escuchando y contestaría su oración. Y así sucedió. Los relatos paralelos
de los evangelios indican que un ángel llegó a darle ánimo a Jesús en esos
momentos. ¡Cuánto debe haber animado a Jesús ver a ese ángel a quien
obviamente conocía de cuando vivía en el cielo! Y qué palabras tan fortalecedoras
le dijo: ―¡Tu Padre te aprueba!‖. Sin duda eso le dio las fuerzas que necesitaba
para seguir adelante. Algo interesante es que tal vez aquel ángel le haya dicho a
Jesús que su muerte no deshonraría el nombre de su Padre, más bien serviría
para santificarlo. De esa forma, Jehová alivió la terrible angustia de Jesús. Es
como si le dijera: ―Tu muerte no manchará mi nombre. Al contrario, tu muerte me
ayudará a santificarlo‖. ¿Se imaginan cuánto animó a Jesús saber eso? Y aquí
hay otra valiosísima lección para nosotros: ¿no es cierto que Jehová también
puede usar nuestros actos de lealtad? A veces no es sencillo ajustar nuestra
manera de pensar a la de Jehová. Pero siempre hacemos lo que él nos pide. Y
una a una, esas muestras de lealtad se van acumulando como evidencia que
Jehová puede usar para responder a Satanás y decir: ―¡Mira! ¡Mira cómo santifican
mi nombre! Mira lo que él y ella y también ellos hacen por santificar mi nombre‖.
¡Qué gran honor para nosotros! Nunca lo olvidemos. Por último, el versículo 46
dice: ―Levántense, vámonos. [...] El que me traiciona se ha acercado‖. ¿Qué quiso
decir con la expresión ―levántense, vámonos‖? Si lo pensamos bien, esas palabras
reflejan mucha determinación. Es como si Jesús estuviera diciendo: ―El tiempo de
orar se ha terminado; es momento de actuar. Ahora debo ponerme de pie y entrar
en la batalla. Es momento de levantarme y enfrentar lo que venga: la traición de
Judas, un juicio injusto, el maltrato, la tortura y hasta la dolorosa muerte en un
madero. Es hora. ¡Levántense, vámonos!‖. Así que después de arrodillarnos ante
Jehová para pedir su ayuda, tenemos que levantarnos y enfrentar las dificultades.
¡Otra valiosa lección para nosotros! Claro que oramos una y otra vez, pero llega el
momento de levantarnos y actuar: mantenernos activos, estudiar las publicaciones
y predicar. En otras palabras, primero oramos y luego actuamos en armonía con lo
que hemos pedido. Jesucristo mantuvo su integridad gracias a la fuerza que le dio
la oración. Jehová también responderá nuestros ruegos y nos ayudará a ser
íntegros.
Mark Sanderson- “Pónganse en contra de él” (1 Ped. 5;9).txt

¿Es posible sobrevivir al ataque de un león rugiente? Pues investigué un poco en


varias páginas de Internet sobre animales salvajes, y todas daban más o menos el
mismo consejo en caso de que nos ataque un león: ―Quédese donde está.
No corra ni le dé la espalda‖. De hecho, una página decía: ―Un león puede correr a
80 kilómetros [o 50 millas] por hora. Así que quédese quieto. Si corre, solo le
servirá para morir cansado‖. Bueno, eso es cierto. En 1 Pedro 5:9 encontramos
exactamente el mismo consejo. Ahí dice: ―Pónganse en contra de él‖. En este
caso, no se trata de ponernos en contra de un león de verdad, sino en contra de
Satanás, el ―león rugiente‖, que trata de devorarnos a cada uno de nosotros. Para
mantenernos firmes en contra de este león, es decir, para oponernos a él, para
no sentirnos intimidados, no salir corriendo ni ponernos de espaldas al león, hace
falta lo que el apóstol Pedro menciona luego en este versículo 9, y que el hermano
Crane explicó bien en su comentario. Tenemos que ponernos ―en contra de él,
sólidos en la fe‖. Si queremos salir con vida, tenemos que confiar plenamente en
Jehová. Relacionado con esto, veamos el ejemplo de un siervo de Dios de
tiempos bíblicos que tuvo esa confianza en Jehová. Retrocedamos a los días del
rey Jehosafat, cuando los ejércitos de Moab y de Ammón, y los habitantes de la
región montañosa de Seír se aliaron contra Judá. Abramos la Biblia en 2 Crónicas
20:12. Aquí, Jehosafat le está orando a Jehová, le está abriendo su corazón.
Y miren lo que le dice: ―Oh Dios nuestro, ¿no ejecutarás juicio contra ellos?
Porque no hay en nosotros poder delante de esta gran muchedumbre que viene
contra nosotros; y nosotros mismos no sabemos qué debemos hacer, pero
nuestros ojos están hacia ti‖. Jehosafat se estaba enfrentando al león. Le dijo a
Jehová que no sabían qué hacer. Pero este rey confiaba plenamente en su Dios y
tenía una fe inquebrantable. ¿Y qué le dijo Jehová a Jehosafat que hiciera?
Veámoslo en el versículo 17: ―No tendrán que pelear en esta ocasión. Tomen su
posición‖. ¿Les recuerda a algo? ―Tomen su posición, esténse quietos y vean la
salvación de Jehová a favor de ustedes. Oh Judá y Jerusalén, no tengan miedo ni
se aterroricen. Mañana salgan contra ellos, y Jehová estará con ustedes‖. ¿Qué
les dijo Jehová que tenían que hacer? Bueno, les estaba diciendo: ―Ocupen sus
puestos, opónganse a ese ejército, estén firmes, no huyan y vean cómo los salva
Jehová‖. Para conseguirlo, Jehosafat y el pueblo necesitarían una fe fuerte, sólida,
inquebrantable. Así que, para ayudar al pueblo mientras se preparaban para la
batalla, noten lo que les dijo Jehosafat. En el versículo 20, justo en la mitad del
versículo, dice: ―Jehosafat se puso de pie y entonces dijo: ‗¡Óiganme, oh Judá y
ustedes los habitantes de Jerusalén! Pongan fe en Jehová su Dios para que
resulten de larga duración. Pongan fe en sus profetas y así logren éxito‘‖. Y eso
fue exactamente lo que ocurrió. Cuando Jehová vio que el pueblo confiaba en él y
se mantenía firme, ¿qué hizo? Bueno, según los versículos 22 y 23 —
seguramente ya recuerden qué ocurrió— los hombres de Ammón, Moab y los
habitantes de la región montañosa de Seír se mataron unos a otros. Y el
versículo 23 añade: ―Y los hijos de Ammón y Moab procedieron a levantarse
contra los habitantes de la región montañosa de Seír para darlos por entero a la
destrucción y aniquilarlos; y tan pronto como acabaron con los habitantes de Seír,
ayudaron a arruinar cada cual a su propio compañero‖. Sin duda, Jehová les dio
una buena recompensa por la fe que demostraron en él. Las armas que se habían
levantado en contra de Jehosafat y su pueblo no tuvieron éxito. A veces, como es
normal, pensamos que este tipo de situaciones solo ocurrían en tiempos bíblicos.
Pero es impresionante ver que los hermanos de hoy en día también tienen ese
tipo de fe y que se mantienen firmes ante el león. Les voy a relatar un par de
experiencias que me emocionaron mucho. La primera es sobre un hermano de
Rusia llamado Pavel. En 1958, Pavel fue arrestado por participar en actividades
religiosas. Él explicó lo que le ocurrió: ―Antes de partir en tren, el agente que me
escoltaba me dijo: ‗Mira a tu esposa por última vez, porque no la volverás a ver
nunca‘‖. Ahí estaba el león rugiendo. Sigue diciendo: ―Estuve seis meses en
aislamiento, antes de ir a juicio. Durante los interrogatorios, [...] los agentes
hicieron cuanto pudieron por socavar mi fe [...]. Hubo veces que recurrieron a la
violencia física [...]. Le rogué a Jehová que me diera las fuerzas para mantenerme
firme [...]‖. Y ahora miren lo que ocurrió: ―Durante uno de los interrogatorios de
rutina, el agente me llamó a su despacho y me dijo: ‗Ahora te vamos a enseñar lo
que tu organización está haciendo. ¿Nos vas a decir que viene de Dios?‘.
Mirándome fijamente, prosiguió: ‗Este año asistieron a la convención de Nueva
York 253.000 personas en dos estadios. [...] La convención duró ocho días‘. [...]
El agente cubrió la mesa de fotografías. En una de las fotos pude ver a
asambleístas felices, con sus coloridas vestimentas típicas, abrazándose unos a
otros. Una más mostraba al hermano Knorr presentando un discurso, y otras eran
del bautismo [...]. Aquel agente no podía imaginar siquiera la sensación que me
invadía. Era como asistir a la asamblea sin tener que salir de la prisión. Sentí un
torrente de fuerzas renovadas. ¡Cuánta falta me había hecho algo así! Y Jehová
me bendijo generosamente de una manera especial. ¡Ahora estaba listo para
seguir aguantando!‖. Impresionante. Y la otra experiencia: ocurrió en 1960,
también en Rusia, y tiene que ver con un juicio contra los Testigos que recibió
mucha atención pública. En el juzgado había unas trescientas personas, entre
ellas muchos hermanos. Bueno, como prueba contra los Testigos, el fiscal
presentó una carta de Nathan Knorr. Uno de los hermanos que estuvo presente en
el juicio dijo: ―El fiscal empezó a leer en voz alta una carta interceptada por la KGB
que el hermano Knorr había enviado a los hermanos de la Unión Soviética. Para
todos los Testigos que estábamos en la sala, aquello fue un maravilloso regalo de
Jehová. La carta nos infundió mucho ánimo. Contenía sabios consejos de la Biblia
y nos instaba a servir con amor a nuestros hermanos espirituales y a mantenernos
fieles ante las pruebas. [...] El fiscal leyó la carta de principio a fin. Nosotros
escuchamos absortos. Nos sentíamos como en una asamblea‖. Entonces,
hermanos, ¿qué otras lecciones aprendemos de estas dos experiencias? Que
cuando nos plantamos con firmeza contra Satanás, firmes en la fe, Jehová hará tal
como ha prometido en 1 Pedro 5:10. ¿Ven lo que dice ahí? ―Pero, después que
ustedes hayan sufrido por un poco de tiempo, el Dios de toda bondad inmerecida,
que los llamó a su gloria eterna en unión con Cristo, terminará él mismo el
entrenamiento de ustedes; él los hará firmes, él los hará fuertes‖. Así que,
hermanos, ¿es posible sobrevivir al ataque de un león rugiente? ¡Claro que sí!
Con una fe inquebrantable, permanezcamos firmes y veamos cómo nos salva
Jehová.

Mark Sanderson- Jehová cuida a los enfermos (Hech. 15;29).txt

A nadie le resulta agradable la idea de sufrir un accidente grave o padecer una


enfermedad que pudiera quitarle la vida. Por supuesto, en esos casos, cuando
surge la cuestión de la sangre, todos estamos resueltos a mantener nuestra
integridad. Pero, en situaciones como esas, también necesitamos consuelo y
apoyo para permanecer fieles. Jehová nunca prometió que habría curaciones
milagrosas en nuestro tiempo. Lo que sí prometió fue que nos daría algo muy
importante. Leamos de qué se trata directamente de la Biblia, en el Salmo 41. El
verso 3 dice: ―Jehová mismo lo sustentará sobre un diván de enfermedad;
ciertamente cambiarás toda su cama durante su enfermedad‖. La Atalaya del 15
de septiembre de 2008 hizo un comentario muy interesante y animador sobre este
texto. Dice así: ―Aunque David no esperaba que Jehová lo curara milagrosamente,
tenía claro que lo sustentaría, es decir, que lo fortalecería y le daría todo su apoyo
durante la enfermedad‖. Bueno, esto es precisamente lo que Jehová nos ha
prometido: que nos va a dar todo el apoyo y la fortaleza que necesitemos para que
logremos mantenernos leales a él. El área de Servicios de Información sobre
Hospitales, aquí en Brooklyn, la Sección de Información sobre Hospitales de cada
sucursal, así como los Comités de Enlace con los Hospitales, se han convertido en
poderosas herramientas que Jehová usa para darnos apoyo y fortaleza cuando
surge la cuestión de la sangre. ¿Sabían que, en todo el mundo, hay unos 1.700
Comités de Enlace con los Hospitales, en los que colaboran más de 13.000
hermanos? Su trabajo no es nada fácil. La mayoría de ellos no son médicos ni
tienen relación alguna con la comunidad médica. Muchas veces, tienen que salir
corriendo a medianoche para ir a algún hospital. A veces tienen que enfrentar
situaciones muy polémicas y, con frecuencia, atienden casos en ambientes
tensos, cargados de emociones. Su labor a menudo pasa completamente
inadvertida, y casi nunca son el centro de atención. Al reflexionar sobre el trabajo
de estos abnegados voluntarios, que están dispuestos a ayudar y fortalecer a sus
hermanos, no podemos menos que recordar lo que se dice en Jeremías capítulo
23. Son palabras de Jehová; Jeremías 23:4 dice: ―‗Y ciertamente levantaré sobre
ellas pastores que realmente las pastorearán; y ellas ya no tendrán miedo, ni se
sobrecogerán de terror alguno, y no faltará ninguna‘, es la expresión de Jehová‖.
Eso es exactamente lo que hacen los hermanos de los Comités de Enlace con los
Hospitales. Son excelentes pastores que están listos para ayudar a los hermanos
a obtener la información y el apoyo que requieren para mantenerse íntegros.
Recuerdo una situación que se presentó cuando trabajaba en la Sección de
Información sobre Hospitales en Canadá. Una hermana de una ciudad del norte
de Canadá sufrió una lesión muy grave. La trasladaron en avión a un hospital más
grande para darle el tratamiento que necesitaba. De inmediato se le notificó la
situación a un miembro del Comité de Enlace. El hermano llegó al hospital antes
de que el avión aterrizara, así que cuando ingresaron a la hermana al hospital, él
ya estaba esperándola en el pasillo. Cuando se acercó a la camilla, notó que la
hermana estaba temblando de miedo. En ese momento, ella levantó la vista y le
preguntó: ―¿Es usted el doctor?‖. Él respondió: ―No, yo soy tu hermano‖. De
inmediato, la hermana, ah... dio un gran suspiro de alivio porque estaba segura de
que él le daría la ayuda que tanto necesitaba. Ahora bien, ¿de qué forma se
proporciona ayuda práctica mediante estos servicios? Bueno, no sé si lo sepan
pero en las 89 sucursales que tenemos en el mundo, incluyendo Estados Unidos y
Canadá, hay hermanos que están disponibles las 24 horas del día y los 7 días de
la semana para responder las llamadas de miembros de los Comités de Enlace
con los Hospitales y también de médicos que solicitan apoyo para atender sin
sangre a los testigos de Jehová. Se trata de un programa excelente. Cuando
trabajaba en Servicios de Información sobre Hospitales, muchas veces recibíamos
llamadas a medianoche de hermanos, de algún Comité de Enlace o de médicos
que estaban atendiendo una emergencia. Y la organización siempre nos ha
proporcionado herramientas muy útiles. Por ejemplo, tenemos una base de datos
con miles de artículos médicos publicados en prestigiosas revistas. Esta
información se le puede enviar a un médico o a un equipo médico, pues contiene
explicaciones muy concretas sobre cómo tratar casos sin transfusiones de sangre.
Cuando un médico recibe uno de esos artículos, ve qué se puede hacer en la
práctica. Y como el autor es un colega y el artículo se ha publicado en una revista
de prestigio, el médico está mucho más dispuesto a cooperar. Y algo aún mejor es
que cada Sección de Información sobre Hospitales tiene una lista de médicos que
ayudan como asesores. Estos son profesionales muy respetados que no tienen
miedo de hablar con otros médicos y explicarles cómo pueden manejarse, sin
utilizar sangre, hasta los casos más complejos. En una ocasión recibimos una
llamada a mitad de la noche: una hermana acababa de dar a luz y había perdido
mucha sangre. El médico que atendía su caso estaba muy interesado en recibir
ayuda. Así que llamamos a un profesor de ginecología y obstetricia de mucho
prestigio en Canadá que siempre estaba dispuesto a ayudarnos. Lo primero que le
dije fue: ―Doctor, discúlpeme por llamarlo tan tarde‖. Y el médico me dijo: ―Mark,
por favor, no necesitas disculparte. Ya sabes que siempre estoy dispuesto a hacer
todo lo que pueda para ayudar a las hermanas‖. Bueno, aunque él no es testigo de
Jehová, considera que nuestras hermanas también son sus hermanas, así que
esta dispuesto a ayudarlas. Estos médicos competentes y valientes de todo el
mundo han ayudado muchísimo a nuestros hermanos. Y las herramientas que
usamos se siguen mejorando. Quizás ya se dieron cuenta de que ahora tenemos
una sección para profesionales de la salud en nuestro sitio de Internet, jw.org.
Debo aclarar que esta sección no es para testigos de Jehová. Está diseñada
específicamente para profesionales de la salud. Y aunque se desarrolló hace muy
poco, ya está teniendo un impacto impresionante. Quisiera hablares sobre una
hermana que escribió lo siguiente a la sucursal: ―Hace poco, mi esposo me llevó a
la sala de emergencias; nos dijeron que habían encontrado una especie de masa
cerca de mi apéndice y que necesitaban hacerme una cirugía muy compleja para
poder identificar el problema. Cuando le dije al cirujano que yo era testigo de
Jehová y que no podía negociar mi postura sobre el uso de la sangre, se puso
muy nervioso. Su respuesta no fue grosera ni áspera, pero noté que estaba
preocupado. Mi esposo salió y llamó por teléfono a los hermanos. Cinco minutos
más tarde, un médico residente vino a decirme que el cirujano estaba
descargando información del sitio jw.org. Nosotros no habíamos dicho nada sobre
el sitio, y creo que nunca sabremos cómo se enteró de su existencia o quién se lo
recomendó. A los 10 minutos, regresó con copias de la información que había
encontrado. ¡Incluso había hecho marcas en algunas páginas! Repasó la
información con nosotros y, luego, tomó mi mano, sonrió y me preguntó si estaba
lista. Nos prometió que haría todo lo posible por ayudarme. Dijo que él también
había tomado decisiones no negociables respecto a Dios. Doce horas después de
la cirugía me visitó y, bromeando, yo le pregunté si le había dado muchos
problemas. Él dijo: ‗No, estoy muy asombrado‘. Se refería a lo que acababa de
aprender sobre los Comités de Enlace y sobre la ayuda de que disponemos los
testigos de Jehová‖. La hermana concluye así: ―Jehová me transmitió una
sensación de seguridad como la que nunca antes había experimentado en toda mi
vida‖. Jehová no prometió que habría curaciones milagrosas en este tiempo, pero
sí prometió que nos apoyaría y fortalecería cuando estuviéramos enfermos. ¡Y qué
hermoso regalo nos ha dado Jehová mediante la extraordinaria labor de los
Comités de Enlace con los Hospitales! De verdad nos fortalecen y nos ayudan a
seguir absteniéndonos de sangre.

Mark Sanderson- Mantengan la misma actitud mental que tuvo Cristo (Filip. 2;5, 7).txt

Durante esta pandemia del COVID-19, es fácil que nos vengan a la mente
pensamientos negativos. Podríamos empezar a pensar demasiado en todas las
cosas que antes podíamos hacer. Los que estamos en Betel quizás pensemos en
cuando salíamos a discursar a otras congregaciones y conocíamos a nuevos
hermanos y disfrutábamos de su compañía. O quizás también nos acordemos de
cuando íbamos a las asambleas de circuito y a las regionales como
representantes de Betel con muchos, muchísimos hermanos y hermanas. Los
ancianos de congregación quizás piensen en que, durante años, han trabajado en
los comités de asambleas o quizás organizando departamentos en asambleas de
circuito o regionales. Los precursores quizás estén pensando en cuando
participaban en la predicación pública especial en áreas metropolitanas o en la
predicación pública en general. Y también hay otros precursores que venían a
Betel como voluntarios externos para ayudarnos, algunos desde hace mucho.
Bueno, hemos mencionado responsabilidades diferentes, pero todas estas
responsabilidades tienen algo en común: que en todas hemos tenido que
presionar el ―botón de pausa‖ y, de momento, dejar de hacer algunas de estas
tareas que tanto nos gustaban. Y, claro, puede que a veces nos preguntemos:
―Como ya no puedo llevar a cabo todas esas asignaciones que hacía antes,
¿significa eso que ya no valgo tanto, que ya no soy valioso ni útil para Jehová?‖.
Bueno, el texto que analizamos hoy nos puede ayudar. Vamos a leerlo otra vez.
Busquemos en nuestras biblias Filipenses 2:5-7. Leamos juntos estos tres
versículos. Dice así: ―Mantengan esta misma actitud mental que tuvo Cristo Jesús,
quien, aunque existía en la forma de Dios, no pensó en quitarle el lugar a Dios y
hacerse igual a él. No, [y ahora fijémonos en lo siguiente] más bien dejó todo lo
que tenía y tomó la forma de un esclavo y se convirtió en un ser humano‖. Estas
palabras se dicen rápido, ¿verdad? Pero ¿se imaginan lo que implicó para Jesús
esa última parte? ―Dejó todo lo que tenía y tomó la forma de un esclavo‖.
La verdad es que para nosotros es difícil imaginar la posición que Jesús ocupaba
en el cielo antes de venir a la Tierra. Pero podemos intentar hacernos una idea
con la ayuda de la Biblia. Leamos Colosenses, capítulo 1. Fijémonos en el
versículo 15. Hablando de Jesús, aquí dice: ―Él es la imagen del Dios invisible, el
primogénito de toda la creación; porque por medio de él todo lo demás fue creado
en los cielos y en la tierra, las cosas visibles y las cosas invisibles, ya sean tronos,
dominios, gobiernos o autoridades. Todo lo demás ha sido creado mediante él y
para él. Además, él existe desde antes que todo lo demás, y por medio de él se
hizo que existiera todo lo demás‖. Así es, Jehová utilizó a Jesús como su obrero
experto para crearlo todo, tanto el universo como todas las demás cosas que hay
en él. Como dice Juan 1:3: ―Todas las cosas llegaron a existir por medio de él [es
decir, Jesús], y sin él no llegó a existir ni siquiera una sola cosa‖. ¡Qué gran
responsabilidad le había dado su Padre! Pero estuvo dispuesto a dejar la posición
que tenía en el cielo y aceptar la asignación que Jehová tenía para él aquí en la
Tierra. Ahora bien, veamos tres ejemplos de lo que implicó que Jesús aceptara
esa asignación. Primero, puede que estar confinados sea difícil, sobre todo
después de siete meses. Pero pensemos en esto: antes de nacer, Jesús fue un
embrión indefenso y estuvo en el vientre de María durante nueve meses. ¿Se
imaginan ese cambio? Veamos un segundo ejemplo: Jesús había sido el Portavoz
de Jehová en el cielo, pero ahora tendría que aprender a hablar y que le
enseñaran humanos imperfectos. En tercer lugar: sus compañeros en el cielo eran
ángeles, seres espirituales fieles y poderosos. Pero ¿quiénes eran sus
compañeros en la Tierra? Pescadores, antiguas prostitutas, gente común y
corriente, humilde, sencilla..., gente a quien los fariseos, en Juan 7:49, llamaban
―maldita‖. ¿Qué les parece? ¿Verdad que fue un gran cambio para Jesús dejar su
posición en el cielo para venir a la Tierra? Sin duda, ―dejó todo lo que tenía‖, como
menciona Filipenses 2:7. Pero la pregunta clave es: ¿sintió Jesús que, en cierto
sentido, ya no valía tanto para Jehová? ¿Valía menos por ser un humano y tener
una asignación tan diferente? Por supuesto que no. ¿Por qué? Por favor,
busquemos la respuesta en nuestras biblias. En el libro de Juan, capítulo 8, y
fijémonos en lo que dice el versículo 29. Jesús dijo: ―Y el que me envió está
conmigo; no me ha dejado solo, [¿por qué?] porque yo siempre hago lo que a él le
agrada‖. ¡Qué versículo tan bonito! Como vemos, lo que Jesús estaba haciendo
aquí en la Tierra era justo lo que su Padre le había pedido que hiciera. No era lo
mismo que hacía antes cuando estaba en el cielo, pero aun así él siempre hacía lo
que le agradaba a su Padre. Por este motivo, Jesús estaba convencido de que su
Padre nunca, nunca lo abandonaría. Se mantuvo muy ocupado, cumplió bien su
asignación y no se centró en lo que había hecho antes en el cielo. Queridos
hermanos, ¿qué aprendemos de esto? Bueno, todos hemos sufrido cambios, y
algunos bastante grandes. La pandemia ha afectado nuestra adoración. Pero
nuestro objetivo no ha cambiado. Al igual que Jesús, seguimos intentando hacer
las cosas que le agradan a nuestro Padre celestial, Jehová. Es verdad que
no predicamos de casa en casa, que no hay predicación pública, que no podemos
reunirnos en nuestros Salones del Reino o de Asambleas... Pero, como todos
nosotros amamos a Jehová, hemos encontrado formas de hacer lo que le agrada,
incluso en medio de esta pandemia. Y La Atalaya de agosto de 2020 comentaba
algo interesante. La página 25 decía: ―¿Estamos desanimados porque ya
no tenemos las responsabilidades de servicio que teníamos antes? Si es así, nos
sentiremos más felices si nos concentramos en lo que podemos hacer ahora para
servir a Jehová y a nuestros hermanos. Mantengámonos ocupados y utilicemos
nuestros talentos para ayudar a otros. Y nos sentiremos felices al animar a la
congregación‖. Bueno, esto es lo que todos intentamos. Y, como lo intentamos,
Jehová nos quiere mucho y bendice nuestros esfuerzos. Por ejemplo, veamos lo
que le ocurrió a una hermana en Estados Unidos. Para predicar, esta hermana
decidió escribir algunas cartas. Imagínense qué gran sorpresa se llevó cuando
recibió la respuesta de una señora a quien llamaremos Mary. Su carta decía esto:
―Hola, me llamo Mary, y quería darle las gracias por mandarme esa hermosa
carta. Yo fui testigo de Jehová de los 9 a los 12 años, y mi madre era precursora a
tiempo completo. Íbamos de casa en casa todos los días. Pero, como era pequeña
y me gustaba celebrar los cumpleaños y otras fiestas, dejé a mamá para ir a vivir
con papá. Mamá fue precursora por más de 25 años y murió en el 2007. Aunque
de pequeña no estábamos muy unidas, cuando crecí, se convirtió en mi mejor
amiga. Hasta el día de su muerte me dijo: ‗Mary, regresa a Jehová‘. Pero siempre
pensé que no estaría a la altura. Y no quiero ser una hipócrita. Por eso no he
vuelto a estudiar la Biblia. No puedes estar con un pie dentro y otro fuera.
Después de morir mamá, en su funeral, una hermana me entregó una Biblia. En la
primera página, mamá había escrito: ‗Para Mary, de mamá. Devuélvemela en el
Paraíso‘. Lo que más quiero es volver a verla, y sé que la única manera es
volviendo a Jehová. Pero tengo miedo. ¿Qué pasa si no lo hago bien? No quiero
meter la pata. Todas las noches, tengo la costumbre de hacerle una oración a
Jehová. Pero el 19 de agosto de 2020, en mi oración, le dije a Jehová: ‗Tú
conoces mi corazón, sabes cómo me siento. Quiero ser parte de una iglesia o una
religión para alabarte. Ya sabes cómo soy. Dame una señal muy clara para que
sepa lo que tengo que hacer‘. El 20 de agosto, justo al día siguiente, fui a ver mi
buzón y ahí estaba su carta. No lo podía creer. Me impactó tanto que tuve que
sentarme. Y pensé: ‗¡Guau! ¿Y ahora qué hago?‘. Jehová me contestó. Tengo que
hacerle caso, aunque estoy nerviosa. Espero que usted me ayude a dar los pasos
necesarios para cambiar. Sí, estoy asustada, pero deseo hacer los cambios que
hagan falta. Atentamente, Mary‖. Una simple carta tiene mucho poder. Es cierto,
hemos tenido que presionar el ―botón de pausa‖ de muchas de las asignaciones
que tanto nos gustaban. ¿Significa eso que valemos menos para Jehová? No, él
sigue con nosotros. No hemos perdido nada de valor a sus ojos, y no nos va a
abandonar nunca. Así que ¿qué tenemos que hacer? Como Jesús, no nos
centremos en todo lo que hacíamos antes. Más bien, pensemos en todo lo que
podemos hacer ahora para hacer lo que le agrada a nuestro maravilloso Padre
celestial, Jehová.

Mark Sanderson- No se confíe (Sant. 4;14).txt

Hace unos cien años, el 31 de octubre de 1916, el hermano Charles Russell se


encontraba viajando en tren. Estaba en medio de una gira de conferencias bíblicas
por Estados Unidos. Aquel día, de manera inesperada, murió. Era relativamente
joven... tenía 64 años. Llevaba tiempo haciendo viajes como ese. Se ha dicho que
el hermano Russell viajó más de un millón y medio de kilómetros. Quizás algunos
de ustedes hayan viajado esa distancia, pero en aquella época no se viajaba en
avión. El hermano Russell cubrió esa distancia en tren, barco y quién sabe qué
otros medios. ¡Impresionante! Además, pronunció más de treinta mil sermones y
discursos basados en la Biblia y escribió más de cincuenta mil páginas para libros,
folletos y otras publicaciones. Pero, a pesar de todo lo que hizo, de su
sobresaliente conocimiento de la Biblia y de lo útil que fue en las manos de
Jehová, nuestro querido hermano se fue en tan solo un instante. Como vemos, se
cumplen las palabras de Santiago 4:13, 14. Vamos a leerlas. Santiago 4:13, 14.
Allí dice: ―Vamos, ahora, ustedes los que dicen: ʽHoy o mañana iremos a tal ciudad
y allí pasaremos un año, y negociaremos y haremos gananciasʼ, cuando el caso
es que ustedes no saben lo que será su vida mañana. Porque son una neblina que
aparece por un poco de tiempo y luego desaparece‖. ¡Y así pasa! No importa qué
asignación tengamos, qué tan hábiles seamos como maestros o cuánto
conocimiento hayamos adquirido... la verdad es que somos como la neblina, que
así como viene se va. La Biblia plantea esta idea una y otra vez. Lo hace con la
intención de que nos demos tiempo para pensar con detenimiento, sin prisas, en la
forma en que estamos viviendo la vida y, sobre todo, si la estamos usando para
hacer la voluntad de Jehová. En el capítulo 12 de Lucas, Jesús habló de un
hombre que era rico. ¿Recuerdan la historia? ¿Qué les parece si abrimos nuestra
Biblia en Lucas 12? Vamos a leer desde el versículo 16. Pero antes les diré que,
con esta historia, Jesús buscaba resaltar la importancia de ser personas ricas a la
vista de Dios. Con esto en mente, leamos Lucas 12:16: ―El terreno de cierto
hombre rico produjo bien. Por consiguiente, él razonaba dentro de sí, diciendo:
‗¿Qué haré, ya que no tengo dónde recoger mis cosechas?‘. De modo que dijo:
‗Haré esto: demoleré mis graneros y edificaré otros mayores, y allí recogeré todo
mi grano y todas mis cosas buenas; y diré a mi alma: ―Alma, tienes muchas cosas
buenas almacenadas para muchos años; pásalo tranquila, come, bebe, goza‖‘.
Pero Dios le dijo: ‗Irrazonable, esta noche exigen de ti tu alma. Entonces, ¿quién
ha de tener las cosas que almacenaste?‘. Así pasa con el hombre que atesora
para sí, pero no es rico para con Dios‖. ¿Qué había perdido de vista aquel
hombre? ―La Atalaya‖ del 1 de agosto de 2007 habló sobre esta historia y dijo: ―La
sensación de seguridad que obtuvo el hombre rico fue solo eso, una sensación.
Por acertados que pudieran parecer sus planes, no tuvo presente un factor
esencial: cuál era la voluntad de Dios. Él tan solo pensaba en sí mismo, en estar
tranquilo, comer, beber y gozar de la vida. Creía que, por el hecho de tener
‗muchas cosas buenas‘, también tendría ‗muchos años‘ para disfrutarlas‖. ¿No les
parece interesante? El hombre pensó que, como era dueño de muchas cosas,
viviría una larga vida para disfrutar de ellas. Pero el artículo de ―La Atalaya‖
añadió: ―Lamentablemente, no sucedió así. Como Jesús había dicho, ‗hasta
cuando uno tiene en abundancia, su vida no resulta de las cosas que posee‘‖.
Y esto nos lleva de vuelta al capítulo 4 de la carta de Santiago. Ahora leamos el
versículo 15. Después de la idea de que la vida es como una neblina, el versículo
15 dice: ―En vez de eso, deberían decir: ‗Si Jehová quiere, viviremos y también
haremos esto o aquello‘‖. Como vemos, la Palabra de Dios insiste en que nunca
deberíamos confiar demasiado en nosotros mismos, o en cualquier otra cosa, ya
sea nuestra posición, conocimientos, habilidades o medios económicos. Más bien,
debemos confiar por completo en Jehová. De hecho, deberíamos depender
únicamente de él. Y esto va más allá de la forma en que vemos la vida en general.
También tiene que ver con nuestros planes diarios. Sí, el versículo del capítulo 4
de Santiago que hemos leído no solo habla de depender de Dios en la vida en
general, sino en lo que hacemos todos los días. Nos anima a depender de Jehová
a diario. Recientemente, nos hemos enterado de que la persecución en ciertos
países, entre ellos Rusia, ha aumentado. Al oír esas noticias, tal vez pensemos
enseguida que eso es algo que solo podría ocurrir en lugares muy lejanos. Puede
que en países como Estados Unidos y Canadá (de donde son la mayoría de los
que conforman este auditorio) creamos que la libertad religiosa de la que
disfrutamos es permanente, que las cosas nunca van a cambiar. Pero convendría
que reflexionemos en algo muy interesante que sucedió en Singapur en 1972. El
12 de enero de ese año, un misionero que servía en la sucursal de ese país
recibió de manos de un funcionario una orden de deportación. Tenía que salir del
país en menos de dos semanas. El hermano llevaba veintitrés años en Singapur y
había podido realizar su servicio en paz, sin ningún problema. Solo dos días
después, las autoridades clausuraron el Salón del Reino, prohibieron nuestras
publicaciones en todo el país e incautaron las cuentas bancarias de la sucursal y
de la congregación. De la noche a la mañana, sin previo aviso, la obra quedó
totalmente prohibida en ese país. ¿Y por qué mencionamos este caso? ¿Para que
vivamos en constante temor, pensando que el gobierno pudiera prohibir nuestra
obra en cualquier momento? No. ¿Qué hicieron los hermanos de Singapur
después de que les sobreviniera esta situación tan inesperada? Permanecieron
leales a Jehová. Con total confianza en él, siguieron buscando la forma de
adorarlo. Jehová los bendijo... y los sigue bendiciendo. Hermanos, es cierto que,
como dice el capítulo 4 de Santiago, nada en la vida es seguro. Pero, si
dependemos de Jehová en todo, si somos ricos a sus ojos, no habrá nada que
temer. Sea cual sea la situación que tengamos que enfrentar, aun si nos
sorprendiera la muerte, estaremos completamente seguros en las manos de
Jehová. Él se encargará de que nada nos falte porque es en él en quien hemos
depositado toda nuestra confianza.

Mark Sanderson- Seremos perseguidos (Mat. 10;22).txt

Antes de morir, Jesús dio una advertencia a todos aquellos que llegaran a ser sus
seguidores: les dijo que serían perseguidos. ¿Recuerdan lo que dice el capítulo 10
de Mateo? Vamos a leerlo juntos. Mateo 10:22 dice que sus seguidores serían
objeto de odio. Versículos 22 y 23: ―Y ustedes serán objeto de odio de parte de
toda la gente por motivo de mi nombre; mas el que haya aguantado hasta el fin es
el que será salvo. Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra; porque en
verdad les digo: De ninguna manera completarán el circuito de las ciudades de
Israel hasta que llegue el Hijo del hombre‖. Resulta interesante que, casi
inmediatamente después de que Jehová derramó su espíritu santo y comenzó a
seleccionar a los cristianos ungidos, estos fueron víctimas de feroz persecución.
¿Recuerdan el relato del capítulo 4 de Hechos? Vamos a leerlo. Hechos 4, desde
el versículo 1 en adelante, dice: ―Mientras los dos hablaban al pueblo, se les
presentaron los sacerdotes principales y el capitán del templo y los saduceos,
molestos porque ellos enseñaban al pueblo y declaraban patentemente la
resurrección de entre los muertos en el caso de Jesús; y les echaron mano y los
pusieron en custodia hasta el día siguiente, porque ya entraba la noche‖. Y
podemos recordar las palabras que se citan en el capítulo 5, versículos 17 y 18,
que dicen: ―Pero el sumo sacerdote y todos los que estaban con él, la entonces
existente secta de los saduceos, se levantaron llenos de celos, y echaron mano a
los apóstoles y los pusieron en el lugar público de custodia‖. Y así empezó todo. A
la par de la congregación cristiana, surgió una intensa persecución... desde el
primer día. Unos 25 años después, en el año 59 de nuestra era, cuando el apóstol
Pablo llegó a Roma, se reunió con algunas autoridades judías de la ciudad que
habían oído numerosos rumores sobre los primeros cristianos. ¿Recuerdan lo que
ellos dijeron? Hechos 28:22. Esto es lo que aquellos judíos le dijeron a Pablo:
―Pero nos parece propio oír de ti cuáles son tus pensamientos, porque,
verdaderamente, en lo que toca a esta secta nos es conocido que en todas partes
se habla en contra de ella‖. ¡Qué interesante! La llamaron ―secta‖ y dijeron que
todos hablaban en contra de ella. Pues bien, ¿qué clase de acusaciones se hacían
en contra de los primeros cristianos? Refiriéndose a los cristianos de la época del
Imperio romano, el historiador K. S. Latourette escribió lo siguiente: ―Variaban las
acusaciones. Porque se negaban a participar en ceremonias paganas, los
cristianos eran tildados de ateos. Por su abstención de gran parte de las
actividades de la vida de la comunidad —los festejos paganos, las diversiones
públicas [...]— eran ridiculizados como aborrecedores de la raza humana. [...] El
hecho de que [la Conmemoración de la muerte de Cristo] se celebraba solo en la
presencia de creyentes, alimentaba los rumores de que los cristianos
acostumbraban sacrificar un niño, se bebían su sangre y se comían su carne‖.
Además, como los primeros cristianos se negaban a rendir culto al emperador, se
les acusaba de ser enemigos del Estado. ¿Les suena familiar? ¿Verdad que
últimamente hemos escuchado cosas como estas? Aunque ya ha pasado mucho
tiempo desde estos acontecimientos del siglo primero, el odio asesino que
Satanás el Diablo siente por los fieles siervos de Jehová Dios sigue provocando
mucho daño hoy. Pero esto no nos sorprende. ¿Recuerdan lo que dice Revelación
12:17? Vamos a leerlo. Revelación 12, versículo 17. Allí se dice: ―Y el dragón se
airó contra la mujer, y se fue para hacer guerra contra los restantes de la
descendencia de ella, los cuales observan los mandamientos de Dios y tienen la
obra de dar testimonio de Jesús‖. ¿Captamos la idea? Como resultado de
permanecer fieles, los ungidos que siguen en la Tierra y todos los que colaboran
con ellos están en guerra —en una guerra real— contra Satanás el Diablo y sus
fuerzas espirituales inicuas. Hace poco vimos el ataque del Diablo contra los
siervos de Jehová en Rusia. Justo el día de ayer, la agencia de noticias Interfax
reportó que Ilarión Mitropolita, presidente del Departamento de Relaciones
Exteriores Eclesiásticas de la Iglesia Ortodoxa Rusa, dijo lo siguiente: ―Los
testigos de Jehová no creen que Jesucristo sea el Dios y Salvador. No aceptan la
doctrina de la Trinidad. Por lo tanto, no se les puede llamar cristianos‖. También
afirmó que estaba de acuerdo con el fallo del Tribunal Supremo de Rusia y dio a
entender que, ahora, la influencia dañina de los testigos de Jehová empezaría a
disminuir. ¡Guau! ¿Pueden percibir el odio del Diablo detrás de esas palabras?
Pero tal como siempre ha habido detractores de los siervos fieles de Jehová,
también ha habido personas como Gamaliel, a quienes Jehová ha utilizado para
defender a su pueblo. Ahora bien, a algunos de ellos ni siquiera les agradan los
testigos de Jehová. Pero, con sus propios fines en mente, están dispuestos a
defender al pueblo de Dios. Un ejemplo: Andrei Kuraev, miembro de la Iglesia
Ortodoxa Rusa y profesor en su academia de Moscú, es un crítico declarado de
los testigos de Jehová. Sin embargo, tras escuchar el fallo del Tribunal Supremo
de Rusia, dijo lo siguiente: ―Ya he dicho que las autoridades del Estado no
deberían apoyar a esta secta, y no me retracto. Pero acusarlos de ser extremistas
no tiene ningún sentido. Dicha decisión es una insensatez. Es un desperdicio
acusar de extremismo a pacifistas‖. Interesante, ¿no? Ayer me quedé boquiabierto
al ver una conferencia de prensa en Rusia en la que la canciller alemana, Angela
Merkel, compartió el estrado con el presidente de Rusia, Vladimir Putin. En dicha
conferencia, la canciller Merkel le pidió al señor Putin que utilizara su poder para
proteger los derechos de las minorías, incluido el caso de los testigos de Jehová.
¡Casi se me salen los ojos al ver a la canciller Merkel decir eso justo allí, en la
presencia del presidente Putin, de Rusia! Hay muchos más que están dispuestos a
salir en defensa del pueblo de Jehová. La semana pasada estuve en Kazajistán.
Allí, cierto profesor asistió al discurso que se presentó para los hermanos de todo
el país y se sentó en la primera fila. Él ya había escrito un libro sobre los testigos
de Jehová y siempre está listo para defendernos. Deseaba conversar conmigo, así
que fue hasta donde me encontraba y hablamos durante 15 o 20 minutos. Él me
preguntó: ―¿Cuál cree que sea la raíz de todos estos informes negativos sobre los
testigos de Jehová?‖. Yo le respondí: ―Bueno, profesor, cualquiera que conozca de
verdad a los Testigos puede decir que todas esas acusaciones son poco más que
ridículas‖. El profesor —un hombre distinguido de unos 60 o 70 años de edad, con
cabello blanco— me vio a los ojos y dijo: ―Yo conozco bien a los testigos de
Jehová y sé que todas esas acusaciones son ridículas‖. ¿No es excelente que
haya personas como él, dispuestas a defender al pueblo de Dios? Nos impresiona
ver que, a pesar de todo el odio del Diablo, los siervos fieles de Jehová nunca se
detienen. La persecución no los ha detenido en el pasado ni lo hará en el futuro.
De hecho, ¿qué fue lo que dijo Jesús en el capítulo 5 de Mateo? Mateo capítulo 5,
versículos 11 y 12 dice: ―Felices son ustedes cuando los vituperen y los persigan y
mentirosamente digan toda suerte de cosa inicua contra ustedes por mi causa.
Regocíjense y salten de gozo, puesto que grande es su galardón en los cielos;
porque de esa manera persiguieron a los profetas antes de ustedes‖. Este es el
sentir de los cristianos verdaderos. Si somos víctimas de los agentes del Diablo,
sabemos que se debe a que estamos haciendo lo correcto. La semana pasada
escuché algo que me alegró mucho. Mientras estaba en Rusia y Kazajistán,
escuché a varios hermanos decir que hay una buena cantidad de inactivos, de
personas que antes estudiaban la Biblia y de familiares de Testigos que están
poniéndose en contacto con los hermanos para acercarse a Jehová. Y esto es por
lo que está sucediendo en Rusia. Comprenden que el fin está cerca. Hay que
seguir orando por nuestros hermanos que están siendo perseguidos. Pero, a la
misma vez, es fundamental que nos mantengamos alerta. Sigamos atentos a lo
que ocurre en el mundo. No perdamos de vista los sucesos mundiales, mientras
esperamos que llegue el momento para que Jesucristo —nuestro Señor y
Salvador— venga y nos libere de este mundo, que se encuentra en las garras del
Diablo.

Ralph Walls- Perdonemos a los demás (Rom. 5;12).txt

El texto de hoy está tomado del artículo ―¿Agradecemos lo que Dios hizo por
nosotros?‖, de La Atalaya de enero de 2016. La temporada de la Conmemoración
nos impulsa a reflexionar en lo que Jehová ha hecho por nosotros, y eso nos debe
motivar a ser agradecidos. La obra Perspicacia tiene una entrada muy interesante
sobre el perdón. Una de las cosas que menciona es que el verbo hebreo sa·láj
(perdonar) se emplea exclusivamente con referencia al acto por el que Jehová
perdona a un pecador. Este verbo nunca se usa para hablar de una persona que
perdona a otra. Así que ni el alcance de nuestro perdón ni las razones por las que
lo hacemos se podrán comparar nunca a los de Jehová. ¿A qué nos debería
motivar esto? Bueno, pensemos en una historia que Jesús contó y que está en
Mateo capítulo 18. Si se dirigen allí, recordarán que en el versículo 21 Pedro le
había preguntado a Jesús: ―¿Cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano si
peca contra mí? ¿Hasta siete veces?‖. ¿Qué había de malo en esa pregunta?
Pues, que a Pedro lo había influido la actitud insensible que era tan común en
aquel tiempo, una actitud que hoy también existe. ¿A qué nos referimos? Bueno, a
que Pedro estaba midiendo el perdón, algo que los fariseos solían hacer. ¿Qué le
respondió Jesús? Conocemos bien la respuesta, que está en el versículo 22: ―No
te digo: Hasta siete veces, sino: Hasta setenta y siete veces‖. Luego, hablando del
perdón divino, Jesús puso un ejemplo que nos ayuda a ver la diferencia entre el
punto de vista humano sobre el perdón y el punto de vista de Jehová. Fijémonos
en el versículo 23: ―Por eso el reino de los cielos ha llegado a ser semejante a un
hombre, un rey, que quiso ajustar cuentas con sus esclavos‖. Notemos que fue el
rey —y no sus esclavos— quien quiso saldar las cuentas. Los esclavos habían
contraído una deuda con él, y era justo que el rey quisiera tratar el asunto y poner
las cuentas al día. Pero entonces le trajeron un esclavo ―que le debía diez mil
talentos‖, 40 millones de dólares. Eso es muchísimo dinero. Si pensamos en este
ejemplo, vemos que Jehová nos está diciendo algo. Él nos ha perdonado miles de
veces, y lo hace tan a menudo... Ni siquiera somos conscientes de cuántas veces
pecamos contra él. Como vemos, Jehová nos ha permitido a sus esclavos
contraer una gran deuda con él. Ahora, volviendo al ejemplo, en el versículo 26
vemos que el esclavo le suplica al rey que tenga paciencia porque en ese
momento no puede pagarle, pero le dice que se lo devolverá todo. ¿Y cómo
pensaba hacerlo? Él era un esclavo. ¿Cómo iba a pagar 40 millones de dólares?
El rey sabía que era imposible que el esclavo le pudiera devolver todo ese dinero.
Pongámoslo en términos actuales: el sueldo promedio para un estadounidense
en 2014 —esto lo busqué en Google— era de unos 52.000 dólares. Bueno, esa
era la media, porque hay mucha gente que no gana tanto dinero, y hay quienes
ganan mucho más. Pero el sueldo promedio era de 52.000 dólares. Entonces, si
los 10.000 talentos equivalen a 40 millones de dólares, una persona que entregara
todo el dinero que ganara tardaría 770 años en pagar esa deuda. Así que el rey
sabía que no, que era imposible que se lo devolviera. Por eso, el versículo 27 dice:
―Enternecido por esto, el amo de aquel esclavo lo dejó ir libre y canceló su deuda‖.
Bueno, bueno, ¡qué gran alivio! Aunque el esclavo tendría que haberse dado
cuenta de algo: él jamás estaría en la misma situación que su amo, porque ni tenía
los mismos recursos ni nunca nadie le debería tanto dinero como él le debía a su
amo. Si hubiera comprendido lo que implicaba la magnitud del perdón que le había
mostrado su amo, este esclavo seguramente habría estado dispuesto a ser
paciente con quien le debiera, o incluso a perdonarle la deuda, fuera la que fuera.
Pero notemos su actitud, en el versículo 28: ―Aquel esclavo salió y encontró a uno
de sus coesclavos [que estaba al mismo nivel que él] que le debía cien denarios‖,
70 dólares. Fijémonos en esto: ―Salió y encontró‖ al otro esclavo. En el griego
original, esta expresión puede indicar que este esclavo fue a buscar a los que le
debían algo, en lugar de pasar por alto las deudas de los demás. Ahora leamos los
versículos 29, 30, 32, 33 y 35. Dicen así: ―Con eso, su coesclavo cayó y se puso a
suplicarle, diciendo: ‗Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré‘. Sin embargo, él
no quiso‖. Detengámonos un momento. ¿Podría este coesclavo devolverle lo que
le debía? Bueno, podría haber conseguido el dinero, pues solo eran 70 dólares.
Pero ¿cómo reaccionó el primer esclavo? El relato dice ―que se fue e hizo que lo
echaran en prisión hasta que pagara lo que se debía‖. ¡Qué malvado!, ¿verdad?
El versículo 32 continúa: ―Entonces su amo mandó llamarlo y le dijo: ‗Esclavo
inicuo, yo te cancelé toda aquella deuda, cuando me suplicaste [aquella deuda
imposible de pagar]. ¿No deberías tú, en cambio, haberle tenido misericordia a tu
coesclavo [que sí podría haber pagado su deuda], como yo también te tuve
misericordia a ti?‘‖ Y ahora viene el punto clave. En el versículo 35, Jesús señaló:
―Del mismo modo también tratará mi Padre celestial con ustedes [es decir, con
cada uno de nosotros] si no perdonan de corazón cada uno a su hermano‖. No de
forma mecánica ni por obligación, sino ―de corazón‖. Tal como hemos dicho, el rey
perdonó una deuda de 40 millones de dólares. Pero el esclavo no estuvo
dispuesto a perdonarle a su compañero tan solo 70 dólares. Jehová nos perdona
muchísimas ofensas, y le estamos muy agradecidos. La Conmemoración nos
ayudó a ver lo inmenso que es su perdón. Sin duda, darnos cuenta de cuánto le
debemos a Jehová y cuánto nos perdona él debe impulsarnos a perdonar siempre
a los demás. La obra Perspicacia dice que en la Biblia, ―el verbo [hebreo] na·sáʼ se
refiere al perdón que tanto Dios como cualquier humano pueden otorgar‖. Pero
como dijimos antes, el verbo hebreo sa·láj (perdonar) se emplea exclusivamente
con referencia al acto por el que Jehová perdona a un pecador. Recordemos que
el perdón que nosotros otorgamos jamás se podrá comparar al de Jehová. Nadie
nos puede ofender al mismo grado al que nosotros hemos ofendido a Jehová,
pues somos pecadores, estamos alejados de Dios y tenemos la tendencia a hacer
lo malo. Aún así, como se nos recordó en la Conmemoración, Dios nos ha
demostrado su amor porque, ―mientras todavía éramos pecadores‖, mandó a su
Hijo a morir por nosotros. Me gustaría citarles lo que se dijo en La Atalaya del 15
de octubre de 1999, en la página 13. El título del artículo es ―Perdonemos de
corazón‖. Ahí dice: ―Debemos ver en la disposición de Dios para perdonar un
modelo de cómo tratar a nuestro semejante. Pablo se refirió a ello cuando escribió:
‗Háganse bondadosos unos con otros, tiernamente compasivos, y perdónense
liberalmente unos a otros‘‖. No como cuando un administrador lleva un registro de
las cuentas, sino perdonándose ―liberalmente unos a otros así como Dios también
por Cristo liberalmente los perdonó a ustedes‖. El artículo añade: ―¿Vemos la
relación? Jehová Dios nos perdonó [a cada uno de nosotros], de modo que —
razona convincentemente Pablo— tenemos que imitarle y ser ‗tiernamente
compasivos, perdonando liberalmente‘ a los demás‖. Y, a continuación, la revista
plantea unas preguntas que nos hacen meditar: ―¿Lo estoy haciendo? Si no es así
mi carácter, ¿procuro lograrlo, esforzándome por imitar a Dios en lo que tiene que
ver con el perdón?‖. Pero quizá digamos: ―Bueno, yo perdono. Perdono a mucha
gente‖. Pero ¿cómo lo demostramos? Proverbios 17:9 dice: ―El que encubre la
transgresión busca amor, y el que sigue hablando de un asunto separa a los que
se han familiarizado entre sí‖. Si no dejamos de hablar de lo que alguien nos ha
hecho, no hemos perdonado de corazón. El perdón de Jehová no es así.
Entonces, perdonar cuando otros nos ofenden, sin importar cuántas veces
tengamos que hacerlo, es un requisito cristiano. Jehová no perdona a quienes se
niegan a perdonar. Recordemos lo que dijo Jesús: ―Perdónanos nuestras deudas,
como nosotros también hemos perdonado a nuestros deudores‖. ¡Qué Dios tan
maravilloso tenemos! Lo que él y su Hijo han hecho por nosotros, nos impulsa a
perdonar generosamente a los demás.

Ralph Walls-Reflexiona sobre estas cosas” (1 Tim. 4;15).txt

La Atalaya de la que está sacado el comentario de hoy es de noviembre de 2018,


y el artículo se titula ―¿Estamos haciendo nuestros los pensamientos de Jehová?‖.
Este es un tema muy profundo..., el que nosotros, humanos imperfectos, hagamos
nuestros los pensamientos de Jehová. Se basa en Romanos 12:2. Vamos a
buscarlo. Es un texto impactante. Aquí Pablo escribió: ―Y dejen de amoldarse a
este sistema; más bien —como dice a continuación—, transfórmense renovando
su mente, para que comprueben por ustedes mismos cuál es la buena, agradable
y perfecta voluntad de Dios‖. ¿Qué quiere decir? Básicamente, que hagamos
nuestros los pensamientos de Dios. Y es interesante porque, a pesar de todos los
avances en la tecnología y en la educación superior, si nos fijamos en los
resultados de la sabiduría de este mundo, vemos injusticias, disturbios,
drogadicción, inmoralidad sexual... y nunca acabaríamos de nombrar las
consecuencias desastrosas que ha producido. La Primera Carta a los Corintios,
capítulo 1, dice que ―una cosa absurda de Dios es más sabia que los hombres, y
una cosa débil de Dios es más fuerte que los hombres‖. Bueno, este es un
principio en el que todos creemos. Eso significa que todos tenemos la
responsabilidad de esforzarnos por transformarnos y de evitar ser moldeados por
el mundo. Estas palabras inspiradas de Pablo son muy directas. No dice: ―Sería
bueno o quizá deberían dejar...‖. No. Él nos dice: ―Dejen‖. ―Dejen de amoldarse a
este sistema‖. Tenemos que estar decididos a cambiar nuestra forma de pensar
humana por la de Jehová. Eso significa que tenemos que reconocer que, de
alguna manera, todos estamos siendo influenciados por el espíritu del mundo.
Y tenemos que luchar contra eso. Además, todos somos imperfectos. Así que
requiere esfuerzo. Lo que dice Pablo sobre transformarnos es muy profundo.
Implica todo aspecto de nuestros pensamientos, nuestras actitudes, nuestros
sentimientos, nuestras inclinaciones... Todo lo que hay en nuestro interior y que
nadie más sabe. Así que cada uno de nosotros debería preguntarse de vez en
cuando ―¿Son los cambios que estoy haciendo superficiales, solo lo que la gente
ve? ¿O estoy haciendo cambios en mi interior? ¿Me dejo influenciar más por mi
cultura que por los pensamientos de Jehová? ¿Me está influenciando más ser
americano, canadiense, ruso, inglés, español, negro, blanco, asiático..., lo que
sea, que ser un testigo de Jehová?‖ Claro, es fácil decir: ―Yo soy testigo de
Jehová‖. Pero no es tan fácil ser testigo de Jehová en nuestro interior, en nuestra
mente y corazón. Por supuesto, no hay nada de malo en que a uno le guste su
cultura y también alguna de sus tradiciones. Es evidente que a Jehová le encanta
la variedad, y es muy bonito ver esto en los seres humanos. Pero eso no debería
afectar nuestra manera de tratar a los demás ni nuestra manera de pensar. Y, lo
que es más importante, deberíamos esforzarnos por reflejar la forma de pensar de
Jehová, no la de nuestra cultura ni la de este sistema. Ahora bien, tenemos que
tener en cuenta algo muy importante. Cuando estudiamos la Biblia, sea que nos
criáramos en la verdad o no, aprendimos que tenemos que erradicar de nuestra
mente las cosas malas. Esto es algo que todos hacemos, pero no es suficiente.
Si solo nos limitamos a sacar lo malo de la mente podría ocurrirnos lo que dijo
Jesús en Mateo, capítulo 12. Mateo 12:43-45. Fíjense en lo que dice: ―Cuando un
espíritu maligno sale de una persona, pasa por lugares resecos buscando un sitio
donde descansar, pero no lo encuentra. Entonces dice: ‗Volveré a mi casa, de la
que me fui‘. Y al llegar la encuentra desocupada —es decir, de cosas malas—,
barrida y decorada‖. Y noten: ―Entonces se va y lleva a otros siete espíritus
todavía peores que él y, después de meterse dentro, ellos se quedan a vivir allí.
Y la situación final de la persona resulta peor que la primera‖. ¿Cuál es el punto?
Tenemos que seguir reflexionando, pensando, meditando, llenando nuestra mente
de las cosas de Dios... porque, si no, podríamos caer en la misma trampa que la
gente del mundo, y sin darnos cuenta. De hecho, podríamos estar en la situación
peligrosa que Pablo describe en 1 Timoteo 4:1, donde él habla de la gente del
mundo y dice que están siendo confundidos por ―mensajes inspirados que
engañan‖ y ―enseñanzas de demonios‖. Y nunca antes la gente había recibido una
avalancha de información tan inquietante, falsa y distorsionada. Cuando uno pone
las noticias solo ve ira, protestas, falta de unidad... Pero reflexionar en los
consejos de Jehová protegerá nuestra mente y corazón de los ―mensajes
inspirados que engañan‖ y las ―enseñanzas de demonios‖. Hay una idea
interesante que destaca la necesidad de meditar en la Palabra de Dios.
La encontramos en la Biblia, en el Salmo 119:10, 11: ―Te busco con todo mi
corazón —con todo mi corazón—. No dejes que me desvíe de tus mandamientos.
Atesoro tus palabras en mi corazón para no pecar contra ti‖. Constantemente se
nos recuerda lo importante que es meditar en la Palabra de Dios. Por ejemplo,
hace poco, en una reunión de entre semana vimos la parte titulada ―Sigamos
alimentándonos de los recordatorios de Jehová‖ y el video del hermano Jackson
Atesoremos los recordatorios de Jehová. Una última idea. Veamos una oración
que seguramente expresa lo que todos nosotros sentimos. Está en Isaías 64:8.
Dice: ―Pero ahora, oh, Jehová, tú eres nuestro Padre. Nosotros somos el barro y tú
eres nuestro Alfarero; todos somos la obra de tus manos‖. ¡Qué privilegio ser el
barro que Jehová moldea! Para hacer cerámica fina, un alfarero usa barro de alta
calidad. Ese barro eres tú, porque Jehová ha escogido las cosas valiosas. Hay dos
cosas que el alfarero tiene que hacer. Primero, tiene que lavar el barro para quitar
cualquier suciedad o material extraño. Y luego debe mezclar el barro con la
cantidad adecuada de agua y amasarlo para que conserve su forma después de
haberlo moldeado. Así que el agua se emplea tanto para lavar el barro como para
darle la debida consistencia. Es parecido a lo que la Palabra de Dios hace con
nosotros. Jehová nos moldea cuando meditamos y reflexionamos en su Palabra.
La Biblia nos ayuda a eliminar las impurezas y nos transforma en algo valioso para
Jehová. Y es un privilegio que se nos incluya entre las cosas valiosas de Jehová.
Y la familia Betel es solo un ejemplo de lo que Jehová está consiguiendo
moldeando a los hermanos de todo el mundo. Así que resolvámonos todos a
reflexionar en los pensamientos de Dios y a resistir la influencia del mundo.
Robert Ciranko- El pueblo de Dios glorifica Su nombre (1 Ped. 2;10).txt

Cuando el apóstol Pedro escribió las palabras del texto de hoy, ya había judíos,
prosélitos, samaritanos y gentiles en la congregación cristiana. Formaban parte del
pueblo de Dios, el Israel espiritual de Dios. En el versículo anterior al texto de
hoy, Pedro indicó cuál era la misión de ese pueblo. Veamos lo que dijo en
1 Pedro, capítulo 2, en los versículos 9 y 10. En 1 Pedro 2. Allí escribió: ―Pero
ustedes son ‗una raza escogida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo
para posesión especial, para que declaren en público las excelencias‘ de
aquel que los llamó de la oscuridad a su luz maravillosa. Porque en un tiempo
ustedes no eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios‖. Por supuesto, esto se
refiere a los miembros de la congregación ungidos por espíritu, que tendrían la
responsabilidad de glorificar el nombre de Jehová y ser sus Testigos. Eso
concuerda con lo que Pedro mismo dijo años antes en una reunión del cuerpo
gobernante del siglo primero, tal como leemos en Hechos 15. Busquemos Hechos
15 y leamos a partir del versículo 14. Dice: ―Symeón ha contado cabalmente cómo
Dios por primera vez dirigió su atención a las naciones para sacar de entre ellas
un pueblo para su nombre. Y con esto convienen las palabras de los Profetas, así
como está escrito: ‗Después de estas cosas volveré y reedificaré la cabaña de
David que está caída; y reedificaré sus ruinas y la erigiré de nuevo, para que los
que queden de los hombres busquen solícitamente a Jehová, junto con gente de
todas las naciones, personas que son llamadas por mi nombre, dice Jehová, que
está haciendo estas cosas‘‖. ¿Y qué decir de quienes somos testigos de
Jehová, pero no somos cristianos ungidos? ¿También somos parte del pueblo de
Dios? ¡Claro que sí! ¡Y qué gran honor es llevar el nombre del único Dios
verdadero! No obstante, representar ese nombre conlleva una
responsabilidad, que otros grupos religiosos no quieren asumir. Tenemos la
obligación de dar testimonio de Jehová, de decir la verdad acerca de él y de
desenmascarar las enseñanzas erróneas que lo pintan en falsos colores. Un típico
ejemplo de un dogma sin base bíblica que ha desenmascarado el pueblo de
Jehová es el de la Trinidad. Eso me recuerda el caso de un falsificador que
engañó a mucha gente experta. Es la historia de Van Meegeren, un artista
holandés que nació en 1889 y que protagonizó uno de los más espectaculares
casos de falsificación de la historia. Como no conseguía que los críticos de arte le
dieran el reconocimiento que quería, intentó vengarse de ellos y demostrar su
talento pintando un cuadro que los engañara. Decidió imitar a un famoso pintor
holandés del siglo diecisiete, Johannes Vermeer. Van Meegeren pasó cuatro años
tramando cómo lograr que una pintura pareciera tener trescientos años de
antigüedad. Conseguir el lienzo fue lo más fácil: le quitó la pintura a un cuadro
poco conocido del siglo diecisiete. Pero lo complicado era que la pintura al óleo se
endureciera del todo, pues eso suele tomar unos cincuenta años. Así que mezcló
pigmentos con una resina sintética en vez de con aceite y secó el lienzo al
horno. Al final, creó seis obras que pasaron por cuadros de Vermeer. El más
famoso, ―La cena de Emaús‖, se vendió en 1937. El historiador de arte más
reconocido de la época afirmó que era una obra de arte de Vermeer, auténtica e
intacta, sobre el lienzo original, que no había sido restaurada. Pero en realidad era
falsificada. La opinión de ese crítico se consideraba sagrada en el mundo del
arte, tanto que él se había ganado el sobrenombre de El Papa. Sin embargo, con
el tiempo se demostró con un análisis químico que la pintura contenía un
ingrediente que no se descubrió sino hasta dos siglos después de la muerte de
Vermeer, y de ese modo se desenmascaró el fraude de Van Meegeren. Algo
parecido sucedió con la apostasía que hubo después de la muerte de los
apóstoles. Casi trescientos años después de que se terminara de escribir la
Biblia, un escritor que creía en la Trinidad añadió a 1 Juan 5:7 las palabras ―en el
cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno‖. Pero eso
no aparecía en los manuscritos griegos más antiguos, así que es una falsificación
de la Palabra de Dios. Aun así, por siglos las iglesias han divulgado la doctrina de
la Trinidad. Para el siglo diecinueve, casi todas las traducciones de la Biblia tenían
ese texto añadido. En 1897, el papa León XIII aprobó que la ―Vulgata‖ latina
conservara esas palabras. Llama la atención que la ―New Catholic Encyclopedia‖
afirme: ―El dogma trinitario es, a fin de cuentas, un invento de finales del
siglo IV. Entre los Padres Apostólicos no hubo nada ni remotamente parecido a
esa mentalidad o enfoque‖. Los testigos de Jehová ungidos rechazaron con
firmeza el dogma de la Trinidad de la cristiandad. En 1915, ―The Watch
Tower‖ demostró que no tiene sentido enseñar una doctrina que contradice a la
Biblia. Argumentó: ―¡En qué enredo de contradicciones y confusión se meten los
que dicen que Jesús y el Padre son un solo Dios! Eso significaría que nuestro
Señor Jesús fue un hipócrita cuando estuvo en la Tierra, pues habría fingido orar a
Dios, cuando en realidad él mismo era Dios. [...] El Padre siempre ha sido
inmortal, no puede morir. Entonces, ¿cómo podría morir Jesús? [...]. Sin embargo,
las Escrituras declaran que sí murió. [...] Por otra parte, si admiten que en realidad
Jesús murió, se enfrentan a otro problema: creer que sus tres dioses son una sola
persona significaría que, cuando Jesús murió, los tres murieron. Y, si todos
murieron, ¿quién les devolvió la vida? ¡Es un sinsentido! [...] ¿Deberíamos
contradecir a los apóstoles, a los profetas y al propio Jesús, echar a un lado la
razón y el sentido común, para apoyar un dogma que proviene de un pasado
oscuro, lleno de supersticiones, y de una Iglesia corrupta y apóstata? ¡De ningún
modo!‖, dijo ―The Watch Tower‖. El pueblo de Jehová sigue enseñando la
verdad sobre el único Dios verdadero. Las palabras que Jehová expresó mediante
su profeta Isaías siempre se han cumplido: tanto en los israelitas de nacimiento de
la antigüedad como en el Israel espiritual de tiempos modernos. Están en Isaías
43:21. En unos versículos anteriores del capítulo 43, leemos: ―Ustedes son mis
testigos‖; luego, en el versículo 21 dice: ―El pueblo a quien he formado para mí
mismo, para que relate la alabanza mía‖. Así es, el empeño que han puesto los
testigos de Jehová, el pueblo de Dios, en desenmascarar enseñanzas falsas que
no se basan en la Biblia, enseñar la verdad sobre Jehová y santificar su
nombre ha llegado a unos niveles que no ha alcanzado ningún otro grupo
religioso. Y Jehová se fija en eso. Veamos lo que dice el tercer capítulo de
Malaquías. Malaquías, capítulo 3, a partir del versículo 16. Malaquías 3:16: ―En
aquel tiempo los que estaban en temor de Jehová hablaron unos con otros, cada
uno con su compañero, y Jehová siguió prestando atención y escuchando. Y un
libro de recuerdo empezó a ser escrito delante de él para los que estaban en
temor de Jehová y para los que pensaban en su nombre [o lo ―atesoraban‖, como
dice la nota de la ―Traducción del Nuevo Mundo‖ en inglés]. ‗Y ciertamente
llegarán a ser míos —ha dicho Jehová de los ejércitos— en el día en que
produzca una propiedad especial‘‖. De modo que Jehová ama mucho a quienes le
tienen temor reverente y atesoran su nombre; eso los hace el verdadero pueblo de
Dios.

Robert Ciranko- Jehová protege a sus leales (Sal. 97;10).txt

Jehová, el Dios de amor, también odia. ¿No es eso contradictorio? ¿Cómo es


posible? Bueno, veamos la primera parte del texto de hoy, Salmo 97:10: ―Oh
amadores de Jehová, odien lo que es malo‖. Nuestro Dios espera que odiemos lo
que es malo, porque él lo hace. Y la razón se explica en los primeros dos
versículos del Salmo 97. El versículo 1 dice: ―¡Jehová [...] ha llegado a ser rey!‖.
Y el versículo 2 añade: ―Justicia y juicio son el lugar establecido de su trono‖. En la
Biblia, ―justicia‖ se refiere a lo que es correcto según la norma de Dios sobre lo
que está bien y lo que está mal. Fijémonos en algunos ejemplos de la Biblia en
relación con cosas que están mal a los ojos de Jehová y él odia. Salmo 11:5 dice
que Jehová ―odia a cualquiera que ama la violencia‖. En Isaías 61:8, Dios afirma:
―Yo, Jehová, [...] odio el robo junto con la injusticia‖. Malaquías 2:16 señala que
Jehová odia el divorcio. El contexto habla de los traicioneros, que se divorcian sin
base bíblica. Y también tenemos Proverbios, capítulo 6, busquémoslo en la Biblia.
Proverbios, capítulo 6, leamos desde el versículo 16: ―Hay seis cosas que Jehová
de veras odia; sí, siete son cosas detestables a su alma: ojos altaneros, una
lengua falsa, y manos que derraman sangre inocente, un corazón que fabrica
proyectos perjudiciales, pies que se apresuran a correr a la maldad, un testigo
falso que lanza mentiras, y cualquiera que envía contiendas entre hermanos‖. Así
es, el Dios de amor también odia, y lo mismo es cierto de Jesús. Veamos lo que
se dice del Hijo de Dios en Hebreos 1:9. Hebreos 1:9: ―Amaste la justicia, y odiaste
el desafuero. Por eso Dios, tu Dios, te ungió con el aceite de alborozo más que a
tus socios‖. Si deseamos que Jehová nos bendiga, nosotros también debemos
odiar lo malo, es decir, sentir una intensa aversión por lo que Dios odia,
aborrecerlo. Odiar lo que Dios odia nos sirve de gran protección para no hacer
cosas malas. ¿Cuáles, exactamente? Acabamos de leer en Proverbios siete
categorías de cosas que Dios odia. Parecen simples, pero cubren casi todo tipo de
pecados. Los ojos altaneros y los proyectos perjudiciales son pecados del
pensamiento. Una lengua falsa y un testimonio falso implican pecar con las
palabras. Las manos que derraman sangre, los pies que corren hacia la maldad y
provocar contiendas entre hermanos, todo eso implica pecar con las acciones.
Es interesante que el escritor aumentara el número de cosas que Jehová odia de
seis a siete; eso da a entender que no se pretendía que la lista estuviera completa,
porque los humanos inventan cada vez más cosas malas. Por dar un ejemplo,
pensemos en la tendencia a usar escenas cada vez más explícitas de sexo y
violencia en la publicidad y el entretenimiento, desde los anuncios de ropa hasta
las películas. ¿A cuánto de eso podemos exponernos sin que nos afecte en
sentido mental y moral? Me hace pensar en la regla de los cinco segundos. ¿La
conocen? Es una supuesta regla que algunas personas siguen cuando se les cae
comida al suelo. Dicen que no pasa nada si te la comes mientras no hayan
transcurrido más de cinco segundos, porque las bacterias aún no la habrán
contaminado. Pero ¿es cierto? No, según un estudio que realizó el año pasado la
Universidad Rutgers. Se concluyó que no importa lo rápido que uno recoja la
comida, siempre se le adhieren bacterias, a veces en menos de un segundo. Por
supuesto, mientras más tiempo pase en el suelo, más bacterias acumulará. Si uno
ingiere comida que se ha caído, está corriendo un riesgo, no importa cuánto
tiempo haya pasado. Y ya sabemos que el suelo no necesariamente está limpio
aunque lo parezca. Así que, si se nos cae comida al suelo, ante la duda... a la
basura. Pero ¿cómo se relaciona eso con el tema de hoy, de odiar lo que Jehová
odia? Bueno, ¿cuánto tiempo hace falta para que una imagen inmoral, violenta o
satánica se nos quede grabada en la mente? ¿O algo que veamos en un cartel, en
una revista, en televisión, en una película o en Internet? ¿Se puede seguir la regla
de los cinco segundos? ¿Deberíamos pensar que, porque veamos algo solo un
momento, no nos contaminará? Vamos a usar cinco segundos para poner un
ejemplo, hacernos una idea, y así podrás juzgarlo por ti mismo. No quites la vista
de la pantalla. ¿Podrás recordar esa imagen hoy a la hora del almuerzo?
Un helado de chocolate con un aspecto delicioso, con sirope y una cereza
encima... No te ilusiones, no está en el menú de hoy. Probemos cuatro segundos.
¿Qué tal esta imagen? ¿Podrás recordar el rostro de este simpático bebé mañana
o la semana que viene? Ahora, veamos la pantalla por tres segundos. ¿Se
grabará esta imagen en tu memoria? ¿Podrás recordar el mes que viene, o el año
que viene, a Jesús en un caballo blanco, cabalgando hacia la batalla de
Armagedón? Has visto cada imagen solo unos segundos. Los científicos afirman
que el cerebro humano puede procesar imágenes en mucho menos tiempo, en
una fracción de segundo, en un parpadeo. Imagínate cuánto puede procesar
nuestro cerebro en varios segundos, en minutos o en más tiempo. Todas las
imágenes que vimos eran sanas. Pero ¿qué tal si hubiera sido una imagen
pornográfica de Internet? ¿Una escena explícita de sexo o violencia de una
película? ¿O una secuencia sangrienta y demoniaca de un videojuego? Si nos
quedamos mirando algo que Jehová odia, corremos un riesgo, no importa cuánto
tiempo lo miremos. La escena explícita puede venirnos a la memoria, vez tras vez,
como si nos persiguiera. Claro, quizá no podamos evitar por completo estas
situaciones debido a la maldad del mundo que nos rodea, pero lo cierto es que
no tenemos que recrearnos mirando esas imágenes, y mucho menos buscarlas.
Tenemos que recordar que lo que parece una película sana quizá no lo sea tanto.
Es como la comida que se cae al suelo: ante la duda... a la basura. Debemos
detestar la inmoralidad, la violencia y el ocultismo, que son parte del mundo de
Satanás. En otras palabras, hay que odiar todo lo que viole las normas justas de
Jehová. Aunque odiemos lo malo, quizá no nos sea fácil hacerlo, porque vivimos
en un mundo que alimenta los deseos egoístas y tenemos que controlar nuestra
tendencia a pecar. Entonces, ¿cómo asegurarnos de que realmente odiamos lo
que es malo? Primero, hay que tener el fuerte deseo de complacer a Jehová en
todo lo que hacemos. También tenemos que reflexionar en lo que él ama y en lo
que él odia. Además, pensar en las terribles consecuencias de hacer las cosas
que Jehová detesta nos ayuda a convencernos de lo malas que son. Y algo más,
si esto nos cuesta trabajo, debemos pedirle ayuda de corazón a Jehová para que
nos dé más autodominio. Así que podemos estar seguros de lo que dice el texto
de hoy, Salmo 97:10, con respecto a los que imitan a Jehová y odian lo que es
malo: ―Él está guardando las almas de los que le son leales; de la mano de los
inicuos los libra‖.

Robert Ciranko -Serán una sola carne (Gén. 2;24).txt

Génesis 2:24 dice que, cuando un hombre y una mujer se casan, son ―una sola
carne‖. Pero pueden surgir estas preguntas: ¿Quién dijo esas palabras? ¿Qué
significan? ¿Cómo demostramos que somos una sola carne? ¿Aparece en la
Biblia algún matrimonio que fuera así? Empecemos analizando el contexto. Por
favor, abran sus Biblias en Génesis, capítulo 2, y empecemos a leer en el 18.
Génesis 2. Dice así: ―Entonces Jehová Dios dijo: ‗No es bueno que el hombre siga
solo. Voy a hacerle una ayudante que lo complemente‘ ‖. Sigamos en el versículo
21: ―Por lo tanto, Jehová Dios hizo que el hombre se durmiera profundamente y,
mientras dormía, le sacó una costilla y luego le cerró la carne. Y, de la costilla que
le había sacado, Jehová Dios hizo una mujer y se la llevó al hombre. Entonces el
hombre dijo: [Cita:] ‗Por fin alguien que es hueso de mis huesos y carne de mi
carne. Será llamada Mujer, porque del hombre fue sacada‘ [fin de la cita]. Por esa
razón, el hombre dejará a su padre y a su madre, se unirá a su esposa y ellos
serán una sola carne‖. La primera pregunta: ¿Quién dijo esas palabras? ¿Adán?
No. Lo único que Adán dijo aquí fueron las palabras poéticas del versículo 23, y lo
sabemos por las comillas que indican que se abre y se cierra la cita. Entonces,
¿habrá sido Moisés? Porque él escribió el libro de Génesis... No, él no estaba
presente cuando Adán y Eva se casaron. Él empezó a escribir unos 2.500 años
después, y lo que escribió fue lo que Jehová le inspiró. Tres escritores bíblicos
usaron la expresión ―una sola carne‖: Mateo, Marcos y Pablo, y es Mateo quien
nos da la clave para saber quién dijo esas palabras. Vayamos a Mateo, capítulo
19. Mateo 19. Comencemos en el versículo 4. Lo que Mateo escribió aquí eran
palabras de Jesús: ―Él [Jesús] les respondió: ‗¿No leyeron que el que los creó en
el principio los hizo hombre y mujer, y dijo: [Comillas:] ―Por esa razón, el hombre
dejará a su padre y a su madre, se unirá a su esposa y los dos serán una sola
carne‖? [Comillas]. Así que ya no son dos, sino una sola carne. Por lo tanto, lo que
Dios ha unido, que no lo separe ningún hombre‘ ‖. Aquí queda claro que Jehová
fue quien dijo estas palabras, y eso debería ayudarnos a entender lo sagrado que
es el matrimonio. Como Jesús dijo, Dios los hizo hombre y mujer —dos géneros
que se complementan—, y los unió en matrimonio como una sola carne.
Es interesante que el libro The Bible Exposition Commentary dice sobre esto:
―Dios estableció el matrimonio, así que solo Dios puede decidir cómo debería
ser [...]. Es una unión entre un hombre y una mujer. Dios no creó dos hombres y
una mujer, dos mujeres y un hombre, dos hombres ni dos mujeres. Los
‗matrimonios grupales‘, ‗homosexuales‘ y otras variantes van en contra de la
voluntad de Dios, sin importar lo que digan algunos psicólogos o juristas‖. ―Ningún
tribunal puede cambiar lo que Dios ha establecido‖. Y estamos de acuerdo con
esos comentarios. Ahora, la segunda pregunta: ¿Qué significan las palabras ―una
sola carne‖? Bueno, por supuesto, ser ―una sola carne‖ abarca las relaciones
sexuales, pero va más allá. También significa que la pareja está unida en
pensamientos, sentimientos y creencias. Tienen las mismas metas y quieren lo
mismo en la vida. El biblista William Barclay tradujo así Mateo 19:5: ―El esposo se
unirá inseparablemente a su esposa‖. Así que, en el matrimonio, un hombre y una
mujer se convierten en el mejor amigo del otro. Ser ―una sola carne‖ significa que
uno debe pensar más en el otro que en sí mismo y que debe pensar en su
cónyuge en todo lo que haga. Así que, cuando alguien se casa, debe cambiar su
forma de pensar de ―mío‖ a ―nuestro‖; de ―yo‖ a ―nosotros‖. Deben dejar de pensar
que siguen solteros y sentir de corazón que están casados, no solo en el papel.
En tercer lugar: ¿Cómo demostramos que somos ―una sola carne‖? Es triste que
hoy día mucha gente no se toma en serio el matrimonio. En cuanto surgen
dificultades, no intentan arreglarlas, sino que abandonan a su cónyuge. Pero eso
no es lo que hacemos los cristianos. El matrimonio debe ser para toda la vida.
Después, en Mateo 19:9, Jesús enseñó que la única razón bíblica para romper el
matrimonio es que un cónyuge cometa adulterio y el inocente decida
no perdonarlo. Y eso es debido a que las relaciones sexuales fuera del matrimonio
destruyen la unión de ―una sola carne‖ que Jehová creó. Leamos lo que Pablo dijo
sobre esto en 1 Corintios 6. Primera a los Corintios 6:16. Dijo: ―¿No saben que
cualquiera que se une a una prostituta llega a ser un solo cuerpo con ella? Porque
él dice: ‗Los dos serán una sola carne‘ ‖. Así que quien comete adulterio se separa
de su cónyuge y se convierte en ―una sola carne‖ con una tercera persona. Por lo
tanto, esa es la única base bíblica para divorciarse. Pero el divorcio es algo muy
doloroso. Como dijo un sociólogo: ―El divorcio es como una cirugía drástica‖. Así
que cortar el vínculo de ―una sola carne‖ del matrimonio es como cortarse a uno
mismo por la mitad. Pero ¿y si no se cometió adulterio? ¿Y si, por alguna razón,
dos personas casadas sienten que ya no se quieren? El divorcio no es una opción.
En vez de eso, necesitan recordar lo que les atrajo de la otra persona y esforzarse
por recuperar aquellos sentimientos. Además, tienen que acudir a Jehová para
que los ayude no solo a fortalecer su matrimonio, sino también su espiritualidad.
La cuarta pregunta es: ¿Hay algún ejemplo en la Biblia de una pareja que
demostrara ser ―una sola carne‖? Vayamos, por favor, a Romanos 16:3. Romanos
16:3. Aquí, Pablo dice: ―Den mis saludos a Prisca [o Priscila] y Áquila, mis
colaboradores en Cristo Jesús‖. Así que queda claro que Áquila y Priscila eran un
ejemplo de una pareja muy unida que puso en práctica lo que Jehová dijo sobre
ser ―una sola carne‖. Y Pablo, que trabajó mucho con ellos, no pensaba nunca en
Áquila sin pensar en el apoyo leal que le daba su esposa. ¡Qué buen ejemplo para
las parejas cristianas hoy en día! Y, las seis veces que aparecen en las Escrituras
Griegas Cristianas, siempre se les menciona trabajando juntos, colaborando sin
competir ni pelear. Y nunca se menciona a uno sin mencionar al otro. Trabajaban
todo el tiempo juntos: en su casa, en su empleo y en el ministerio. Seguro que fue
el tiempo que pasaron juntos en las actividades cristianas lo que los ayudó a ser
un matrimonio muy espiritual y a trabajar hombro a hombro para el Reino. Bueno,
puede que ustedes pasen gran parte del día separados de su cónyuge debido a
sus responsabilidades. Pero ¿podrían apartar tiempo todos los días para comer
juntos, hacer las tareas del hogar, salir a caminar o para contarse cómo les fue y
lo que hicieron durante el día? Áquila y Priscila demostraron que hacer juntos
cosas espirituales ayuda a tener la misma forma de pensar y las mismas metas, y
eso fortalece al matrimonio. Por ejemplo, actividades como estudiar juntos,
participar en las reuniones, predicar juntos y orar juntos. Hacer todo eso
contribuirá a que los intereses, hábitos y prioridades de la pareja se vayan
pareciendo más hasta que, como Áquila y Priscila, piensen, sientan y actúen como
―una sola carne‖. Así que ¿quién dijo aquellas palabras? Fue Jehová. Además,
ahora entendemos lo que significan: lograr sentirnos unidos a nuestro cónyuge.
Sin duda, podemos demostrar que somos una sola carne teniendo una relación
estrecha con nuestro cónyuge y cuidando nuestro matrimonio. Y, por último,
tenemos un excelente ejemplo para imitar: el de Áquila y Priscila.

Robert Luccioni- Fortalezcamos nuestro tronco espiritual (2 Tim. 3.13).txt

¿Están fuertes los músculos de tu tronco? Los expertos dicen que los músculos
del tronco están entre los músculos del cuerpo más importantes que hay que
fortalecer. Están en la parte central del cuerpo, más o menos entre el cuello y la
cintura. Un tronco fuerte nos ayuda a mantenernos en pie si algo nos golpea.
Tener un tronco fuerte también nos permite cargar cosas pesadas. Y, si nos
caemos, un tronco fuerte nos ayudará a ponernos de pie otra vez. Por eso, los
expertos dicen que es muy importante hacer ejercicios que fortalezcan los
músculos del tronco, especialmente las personas mayores. Así que ¿tienes un
tronco fuerte? La pregunta que deberíamos hacernos es ―¿Cuán fuerte es nuestro
tronco espiritual, nuestra fe y nuestra confianza en Jehová y su organización?‖.
En el texto de hoy, vemos la importancia de tener un tronco espiritual fuerte.
Segunda a Timoteo, capítulo 3... Si nos fijamos en el versículo 6, vemos que Pablo
está hablando de ―hombres que con malicia se meten en los hogares‖ y engañan a
muchos. En el versículo 8, menciona a Janes y Jambres, que ―se opusieron a
Moisés‖. Estos eran hombres malvados, ―de mente totalmente corrupta‖, que
trataban de desacreditar todo lo que Moisés decía y hacía. Y, como vemos en el
texto de hoy, Pablo dijo que en los últimos días habría hombres malvados e
impostores que irían de mal en peor. ¿Y qué le dijo Pablo a Timoteo que lo
ayudaría? ¿Qué tenía que hacer? Necesitaba tener un tronco espiritual fuerte.
¿Qué era eso? Bueno, veamos 2 Timoteo 3:14, 15. Él le dice: ―Mantente en lo que
aprendiste y fuiste persuadido a creer, pues sabes de quiénes lo aprendiste y que
desde que naciste conoces los santos escritos, que pueden darte la sabiduría
necesaria para la salvación por medio de la fe en Cristo Jesús‖. Tenía que hacer
dos cosas. Una, tener un conocimiento profundo de las Escrituras y confiar en
ellas. Y, dos, no podía olvidarse nunca de quiénes le habían enseñado todo lo que
sabía. Tenía que tener claras esas dos cosas. Eso lo ayudaría a enfrentarse a los
hombres malvados e impostores. Esta base sólida, la fe y la confianza, fue lo que
ayudó a los apóstoles de Jesús. Pensemos en las tácticas que usaron los
hombres malvados e impostores contra Jesús y en cómo pudieron haber afectado
a los apóstoles o a nosotros si hubiéramos estado allí. Veamos cuatro de esas
tácticas que usaron contra Jesús. La primera: decían mentiras y tergiversaban las
cosas. Vamos a buscar Mateo 11:9 para ver un ejemplo. Perdón, Mateo 11:19,
que dice: ―Y llegó el Hijo del Hombre, que sí come y bebe, y la gente dice: ‗¡Miren!
Un glotón y un bebedor de vino, que es amigo de cobradores de impuestos y
pecadores‘ ‖. Ahora bien, ¿le gustaba a Jesús comer y beber? Sí. ¿Es verdad que
comió con cobradores de impuestos y pecadores? Sí. Pero ¿vieron lo que hicieron
los hombres malvados? Tergiversaron los hechos. Dijeron: ―¡Miren! Es un glotón,
es un borracho. Y es amigo de los cobradores de impuestos y pecadores‖. Y en
Lucas 15:2 hasta insinuaron que él aprobaba la conducta de los pecadores y que
él mismo era un pecador. ¿Y si hubieras estado allí? ¿Habrías pensado ―bueno yo
sé que a él le gusta comer y beber, pero no sé lo que hace cuando no estoy con
él, espero que eso no sea cierto‖? Intentaron sembrar dudas en la gente y debilitar
su confianza. Segunda táctica: los hombres malvados tergiversaban las palabras
de Jesús. En Juan 5:18 vemos un ejemplo. Juan 5:18 dice: ―A raíz de eso, los
judíos se esforzaron todavía más por matarlo, porque, además de no respetar el
sábado, llamaba a Dios su Padre, haciéndose igual a Dios‖. Así que estaban
tergiversando las palabras de Jesús diciendo que él había dicho que era igual a
Dios, pero él nunca dijo eso. En realidad él dijo que él era el Hijo de Dios, que su
Padre era mayor que él. Pero ellos torcieron sus palabras, las tergiversaron, para
que pareciera que él estaba afirmando que era igual a Dios. ¿Y si te hubieran
contado a ti esta historia? Tú no escuchaste directamente a Jesús, solo lo que
otros te contaron. ―¿De verdad dijo eso? Si lo hizo, está equivocado, porque nadie
es igual a Dios‖. También se aprovecharon de los errores que cometieron sus
discípulos. Veámoslo en Lucas 9. Esta es la ocasión en la que los discípulos
no pudieron expulsar el demonio que tenía un joven. En el versículo 40, el padre le
dice a Jesús: ― ‗Les rogué a tus discípulos que lo expulsaran, pero ellos
no pudieron‘. En respuesta, Jesús dijo: ‗¡Esta generación retorcida y sin fe! ¿Hasta
cuándo voy a tener que estar con ustedes y soportarlos? Trae a tu hijo acá‘ ‖.
Al parecer, los escribas estaban criticando a los discípulos por no haber sido
capaces de ayudar al joven. De nuevo, imagina que estás allí y que ves esto con
tus propios ojos. ―Un momento. Esos son los discípulos de Jesús. Esa es su
comisión. Se supone que hagan eso. Quizás no son tan especiales como yo
pensaba‖. Los malvados e impostores también se aprovechaban de las ocasiones
en las que Jesús decía algo y la gente no lo entendía. Veámoslo en Juan 6:54.
Recordamos lo que pasó cuando Jesús dijo: ―El que se alimenta de mi carne y
bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día‖. ¿Cómo
reaccionó la gente? Versículo 60: ―Al oír esto, muchos de sus discípulos dijeron:
‗Este discurso es ofensivo. ¿Quién lo puede escuchar?‘ ‖. Versículo 66:
―Muchos [...] volvieron a las cosas que habían dejado atrás‖. En vez de tratar de
entender lo que Jesús había dicho o de esperar un poco para ver si él se lo
explicaba, dejaron de seguirlo. Y, como vemos en el versículo 52, los judíos
siguieron criticando lo que Jesús dijo, y por eso muchos dejaron de seguirlo. Era
demasiado difícil de aceptar. ¿Y si hubieras estado tú allí escuchando a Jesús
decir eso? ―¡Pero qué cosa más rara está diciendo este hombre! Parece que se
está volviendo cada vez más fanático‖. ¿Qué efecto tuvieron estas tácticas en la
gente? A la gente le encantaba seguir a Jesús. Les gustaba escuchar lo que
enseñaba. ―¡Nunca ha hablado así ningún hombre!‖, decían. Miles de personas
iban a él para que los alimentara, los curara... Pero, al final, la mayoría dejó de
seguirlo, ¿por qué? Bueno, porque si quitamos todos los extras, los milagros y
demás, ¿qué les quedaba? Su fe en las profecías bíblicas y en que el hombre que
les estaba hablando era el Hijo de Dios. Su tronco espiritual no era lo
suficientemente fuerte. Pero el de los discípulos de Jesús sí era fuerte. Aunque a
veces se sintieron confundidos y, por decirlo así, se cayeron, pudieron levantarse
de nuevo. ¿Por qué? Porque recordaron lo que decían las Escrituras y estaban
convencidos de que aquel hombre era el Hijo de Dios. Hoy día, los hombres
malvados e impostores usan exactamente las mismas tácticas. Y cada vez nos
atacarán más. Dicen mentiras y tergiversan las cosas. Mienten sobre cómo
tratamos a quienes han cometido abuso de menores y a las víctimas de esos
abusos. Tergiversan lo que decimos sobre la sangre, la lealtad que le debemos a
la familia, la expulsión... Nos critican cuando creen que hemos cometido errores,
quizás afirmaciones dogmáticas que hicimos en el pasado sobre alguna profecía
bíblica, sobre los últimos días... y que luego rectificamos. Y, cuando hacemos
cambios en la organización que no entienden, también nos critican. Como cuando
muchos hermanos recibieron cambios de asignación en el 2015, la nueva
explicación sobre la generación, los cambios en la central mundial... Algunos se
dejan influenciar por estas cosas. Es demasiado para ellos, tropiezan y se caen.
¿Qué hay de nosotros? ¿Tenemos un tronco espiritual fuerte? Por eso se nos
repite constantemente que debemos estudiar con regularidad y a profundidad las
Escrituras. Por eso se nos recuerda una y otra vez que Jehová está usando al
Cuerpo Gobernante para darnos las cosas buenas que tenemos. ¿Por qué es esto
tan importante? Porque podría llegar el día en el que perdamos, ya sea
personalmente o como organización, todas las cosas espirituales adicionales que
tenemos, todos los extras. ¿Qué haremos entonces? ¿Qué haremos, por ejemplo,
si un día dejara de existir JW Broadcasting? ¿Qué pasaría si no tuviéramos ni las
espectaculares asambleas, ni los videos, ni la música, ni los artículos de
La Atalaya tan bien escritos, ni las reuniones anuales, que tanto nos gustan?
De hecho, algunos de nuestros hermanos no tienen estas cosas ahora mismo.
Si llegara ese día, dependeríamos de nuestra fe en que esta es la Palabra de Dios
y en que Jehová está usando al Cuerpo Gobernante para dirigirnos. Así que
aprovechemos este periodo de calma relativa para seguir el consejo del apóstol
Pablo en 2 Timoteo 3:14, 15. Conozcamos bien ―los santos escritos‖ y
no olvidemos nunca de quién hemos aprendido todo lo que sabemos. Ese es
nuestro tronco espiritual. Fortalezcámoslo. Así estaremos firmes y preparados
para enfrentarnos a lo que está por venir.

Robert Luccioni- Que nada limite lo que usted puede dar (Amós 7;14).txt

El texto de hoy es muy animador, ya que, mediante el ejemplo de Amós, se nos


recuerda que Jehová observa nuestro potencial. De hecho, La Atalaya de la que
se toma el comentario dice en parte: ―Quizás dudemos de nosotros mismos, pero
Jehová puede ayudarnos a alcanzar metas que ni siquiera imaginamos que
podemos alcanzar‖. Sí, Jehová sabe cuánto podemos dar. Pero, como pueden
notar, nosotros también debemos esforzarnos por desarrollar nuestro potencial. Si
no tenemos cuidado, podríamos impedir que esto suceda: que el potencial que
Jehová ve en nosotros se desarrolle. ¿De qué manera? Veamos tres ejemplos.
Primero: limitaremos nuestro potencial si no actuamos con entusiasmo a la hora
de recibir una asignación. Recordemos el caso de Jehoás, el rey de Israel.
Cuando el profeta Eliseo estaba en su lecho de muerte, Jehoás lo visitó. En
aquella ocasión, Eliseo vio todo lo que el rey podía dar; y miren en 2 Reyes 13:17
lo que le dijo a Jehoás: ―Y ciertamente derribarás a Siria [...] hasta el punto de
acabar‖. El profeta sabía que el rey era capaz de acabar con Siria. Pero ¿qué
pasó? Eliseo le pidió al rey que golpeara el suelo con sus flechas y Jehoás se
limitó a golpear el suelo tres veces. Y noten el versículo 19: ―Y el hombre del Dios
verdadero se indignó con él; por eso dijo: ‗¡Era entendido que se golpearía cinco o
seis veces! En ese caso ciertamente derribarías a Siria hasta el punto de acabar,
pero ahora sólo tres veces derribarás a Siria‘‖. ¿Qué sucedió? Pues bien, Jehoás
no hizo con todo su entusiasmo lo que le había pedido el profeta, y por eso, su
victoria fue solo parcial. Jehoás limitó lo que podía dar. Segundo ejemplo:
limitaremos nuestro potencial si solo nos centramos en nuestras fallas o
inseguridades. Tenemos el caso de Moisés en el capítulo 3 de Éxodo. Sabemos
que a Moisés no le faltó celo al cumplir con su asignación, pero sus inseguridades
estuvieron a punto de convertirse en un obstáculo para él. Moisés recibió una
asignación de mucho peso: presentarse ante Faraón. Y noten su reacción en
Éxodo 3:11: ―Sin embargo, Moisés dijo al Dios verdadero: ‗¿Quién soy yo para que
vaya a Faraón y para que tenga que sacar a los hijos de Israel de Egipto?‘‖ Y esa
respuesta fue normal. Nosotros tal vez hubiéramos dicho lo mismo: ―Jehová,
¿estás seguro de que yo soy la persona indicada?‖. Y Jehová te dice: ―Lo estoy y
te voy a ayudar‖. Vean ahora el versículo 13: ―Sin embargo, Moisés dijo al Dios
verdadero: ‗Supongamos que llego ahora a los hijos de Israel y de hecho les digo:
―El Dios de sus antepasados me ha enviado a ustedes‖, y ellos de hecho me
dicen: ―¿Cuál es su nombre?‖. ¿Qué les diré?‘‖. Jehová responde: ―No hay
problema‖. Le explica todo lo que su nombre significa y cómo este poder lo va a
respaldar. Miren el capítulo 4, versículo 1: ―Sin embargo, al contestar, Moisés dijo:
‗Pero supongamos que no me crean y no escuchen mi voz, porque van a decir:
―No se te apareció Jehová‖‘‖. Jehová le dice: ―No hay problema. ¿Qué tienes en la
mano?‖ Tenía una vara, y con ella Jehová hizo milagros con los que Moisés podría
demostrar quién estaba detrás de él. Y el versículo 10 dice: ―Entonces Moisés dijo
a Jehová: ‗Dispénsame, Jehová, pero no soy persona que hable con fluidez, ni
desde ayer ni desde antes de eso ni desde que hablaste con tu siervo, porque soy
lento de boca y lento de lengua‘‖. Y Jehová le dice: ―No te inquietes. Yo hablaré
por ti. Recuerda quién creó la boca‖. Ahora, el versículo 13: ―Pero él dijo:
‗Dispénsame, Jehová, pero envía, por favor, por la mano de aquel a quien vas a
enviar‘‖. Por lo que, según el versículo 14, ―la cólera de Jehová se enardeció
contra Moisés‖. ―¿Sabes qué, Moisés? Mejor envío a otro‖. Menos mal que Moisés
entendió el punto, aceptó su asignación y dejó que Jehová lo usara. Pero ¿qué
había pasado? A Moisés lo atrapó la idea de que no era capaz, de que todo le
saldría mal. Como Jehová sabía que Moisés tenía lo necesario para cumplir con
esa asignación, le decía: ―Tú haz lo que te digo, yo haré el resto‖, pero Moisés se
ponía límites. Tercer ejemplo: podemos limitar nuestro potencial si dejamos que el
temor a fallar nos paralice. Si vamos al capítulo 13 de Números, veremos el caso
de los diez espías. Es muy interesante una frase que ellos utilizaron cuando
regresaron de espiar la Tierra Prometida. Está en Números 13:33, donde dice: ―Y
allí vimos a los nefilim, los hijos de Anaq, que son de los nefilim; de modo que
llegamos a ser a nuestros propios ojos como saltamontes, y así mismo llegamos a
ser a los ojos de ellos‖. ¿Notaron? Se toparon con los hijos de Anaq, que eran de
un tamaño descomunal y vivían en la región montañosa de Canaán. Es lógico
pensar que, a los ojos de estos enemigos, los israelitas fueran como
insignificantes saltamontes que podían aplastar, como pan comido. Pero si notan,
los 10 espías también pensaban eso de sí mismos. Esto resultó en que se
paralizaran de miedo; lo que llevó a que la entera nación se desmoralizara. En
contraste, tenemos el caso de David, quien, a pesar de ser un jovencito, se
enfrentó al gigante Goliat. Y no olvidemos que Goliat vio a David como un chiquillo
indefenso, un simple saltamontes. Pero David no se vio a sí mismo de esa forma.
Él dijo: ―Tú vienes a mí con una espada y con una lanza y con una jabalina, pero
yo voy a ti con el nombre de Jehová‖. En efecto, David no permitió que el temor lo
paralizara. Confió en Jehová. Así, David pudo desarrollar todo el potencial que
Jehová había visto en él. ¿Cuál es la lección? Estos relatos ilustran bien el hecho
de que, a veces, nosotros mismos somos nuestro peor enemigo. Vimos que si no
mostramos suficiente empeño al cumplir alguna asignación, como en el caso de
Jehoás... que si tenemos inseguridades, como las tuvo Moisés... o que si nos
paraliza el temor a fallar, como les sucedió a los 10 espías... entonces podemos
limitar el potencial que Jehová ve en nosotros. Dicho esto, ¿qué haremos?
Veamos unas palabras que se le dijeron a Gedeón. Los invito a leer Jueces,
capítulo 6. Recordarán que los madianitas oprimieron a la nación de Israel por
siete años. Entonces, el ángel de Jehová se apareció a Gedeón y le anunció que,
con la ayuda de Jehová, liberaría a Israel de la opresión de esa malvada nación.
¿Cómo? El relato nos deja ver que Gedeón no se sentía capaz de lograr
semejante cosa, hasta le dijo a Jehová que él era el más pequeño de la casa de
su padre y que su familia era la más pequeña de la tribu de Manasés. Pero Jehová
sabía que Gedeón era capaz de hacerlo, así que le dijo lo que leemos en Jueces
6:14: ―Por lo cual Jehová se volvió hacia él y dijo: ‗Ve en este poder tuyo, y
ciertamente salvarás a Israel de la palma de la mano de Madián. ¿No te envío
yo?‘‖. ¡Qué interesante expresión! ―Ve en este poder tuyo‖. Es como si Jehová le
dijera: ―Sé que no podrías hacerlo tú solo. Pero haz lo que te pido, sigue adelante,
haz todo lo que puedas; y yo, Jehová, me encargo del resto‖. Y ni más ni menos;
tal y como dijo Jehová, fue como sucedió. Hoy podemos resolvernos a hacer lo
mismo. Sabemos que no hay quien pueda llevar a cabo la obra de Jehová por sus
propias fuerzas, sabiduría o habilidades. Pero cuando recibimos una asignación,
necesitamos actuar, no dejar que nuestras limitaciones o el temor a fallar nos
paralicen. Debemos seguir adelante. Trabajar con entusiasmo en lo que se nos
pide. Hacer todo cuanto podamos. Confiar en que Jehová se encargará del resto.
Así, dejaremos que Jehová explote todo el potencial que ha visto en nosotros.

Robert Luccioni- Seamos humildes y conservemos la paz (Filip. 2;3).txt

Filipenses 2:3 dice: ―Considerando con humildad [...] que los demás son
superiores a ustedes‖. Estas palabras, que escribió Pablo, expresan el mismo
mensaje que Jesús trató de transmitir una y otra vez a sus discípulos. Leamos lo
que les dijo en cierta ocasión. Marcos 10:42, 43. Comencemos en el versículo 42:
―Mas Jesús, habiéndolos llamado a sí, les dijo: ‗Ustedes saben que los que
parecen gobernar a las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen
autoridad sobre ellas. No es así entre ustedes; antes bien, el que quiera llegar a
ser grande entre ustedes tiene que ser ministro de ustedes‘‖. ―Consideren con
humildad que los demás son superiores a ustedes‖. Pero ¿por qué le interesaba
tanto a Jesús que sus discípulos aprendieran esta lección? Porque él sabía que, si
hay algo que le desagrada a Jehová, es la falta de humildad. Si alguien no es
humilde, el espíritu santo no fluirá en su vida. Salmo 138:6 dice que al arrogante
Jehová solo lo ve de lejos. Y Jesús también sabía que la falta de humildad altera
la paz entre los siervos de Dios. Y, sin paz, el espíritu santo tampoco fluye.
Recordemos que 1 Corintios 14:33 dice que Jehová es un Dios de paz. Y, al
analizar los relatos en los que Jesús tuvo que reprender a sus discípulos por estar
discutiendo —por haber perturbado la paz—, notamos que no estaban poniendo
en práctica el principio que encontramos en el texto de hoy. Analicemos otro
relato. Vayamos al capítulo anterior, a Marcos 9, el versículo 33. Allí dice: ―Y
entraron en Capernaum. Ahora bien, cuando estuvo en la casa, les hizo la
pregunta: ‗¿Qué discutían en el camino?‘‖. ¿Y sobre qué discutían? Pues el
versículo 34 explica que discutían sobre quién era el mayor. Sin embargo, los
discípulos no eran unos niños. ¿Irían por el camino diciendo: ―Yo soy el mayor‖,
―No, yo soy el mayor‖, ―¡No, no, soy yo!‖? Quizás, pero es muy poco probable.
Ellos eran personas maduras. Jesús, que conoce bien nuestra naturaleza y lee los
corazones, sabía cuál era el verdadero problema. Así que no se centró en el tema
de la discusión, sino en la falta de humildad. En el versículo 35 vemos lo que les
aconsejó: ―De modo que él se sentó y llamó a los doce y les dijo: ‗Si alguien quiere
ser el primero, tiene que ser el último de todos y ministro de todos‘‖. ―Sean
humildes. Consideren que los demás son superiores a ustedes‖. Y, en Lucas
9:46, 47, cuando los discípulos volvieron a discutir, Jesús de nuevo les aconsejó
que fueran humildes, porque pudo percibir lo que había en sus corazones. Vio
más allá de lo obvio y se dio cuenta de la raíz del problema: la falta de humildad.
Y ¿no es cierto que esto es lo que suele estar detrás de nuestras propias disputas
o discusiones, por pequeñas que sean? Si Jesús estuviera hoy con nosotros, ¿nos
diría: ―A ver, ¿qué discutían en la oficina? ¿Qué estaban discutiendo en la
habitación?‖? No importa si es en el matrimonio, en los departamentos de Betel,
en los cuerpos de ancianos, en las congregaciones... siempre podemos poner en
práctica la lección. ¿Y cuál es? Que cuando la paz se ve interrumpida por
tensiones o peleas, lo primero que debemos examinar es nuestra propia actitud.
―¿No será que creo que soy el más importante?‖. Cuando pienso en este tema, me
viene a la mente el caso de Agar, la sierva egipcia de Sara. Parte de su historia se
relata en el capítulo 16 de Génesis. Su ama, Sara —o más bien Sarai—,
no lograba concebir un hijo. Pero Agar sí quedó embarazada, y enseguida se
acabó la paz en la familia. Se generó mucha tensión, y hubo peleas. La situación
llegó a tal punto que Sara humilló a Agar, y esta terminó huyendo al desierto.
Alguien podría decir: ―Pobrecita Agar, embarazada y todo. ¡Esa Sarai tan mala!
La echó por celos‖. Pero ¿fue realmente así? No tenemos el cuadro completo,
pero llama la atención lo que, mediante un ángel, Jehová le dijo a Agar en el
desierto. Leámoslo en Génesis 16:9. Ahí dice: ―Y el ángel de Jehová pasó a
decirle: ‗Vuélvete a tu ama y humíllate bajo su mano‘‖. Sí, la animó a regresar y a
demostrar humildad, y le aseguró que todo estaría bien. Pero ¿recuerdan qué fue
lo que acabó con la paz? En el versículo 4 leemos que, cuando Agar supo que
estaba embarazada, ―su ama empezó a ser despreciada a los ojos de ella‖.
La ―Biblia de Jerusalén‖ lo expresa así: ―Miraba a su señora con desprecio‖. Así
que Agar empezó a creerse más importante que Sara. ¿El resultado? Sara la echó
de la casa. Agar despreció a Sara, y Sara reaccionó, quizá de manera un poco
exagerada. Pero ¿a quién hizo responsable Jehová de alterar la paz de la familia?
A Agar. Por eso le dijo que regresara y se humillara ante su ama. Este caso nos
sirve para recordar que, cuando no hay paz, el problema bien puede ser uno
mismo. Puede que no haya paz por culpa de nuestra actitud. Tal vez estemos
transmitiendo la idea de que nuestra forma de hacer las cosas es la mejor. ¿Por
qué es tan importante que combatamos esa tendencia que todos tenemos hacia el
orgullo, la falta de humildad y los aires de superioridad? Porque no solo es algo
que Jehová detesta, sino porque, como hemos dicho, la falta de humildad altera la
paz del pueblo de Dios. Sin paz, el espíritu de Jehová no va a fluir, y, sin el espíritu
de Jehová, no contaremos con su ayuda, y, sin su ayuda, fracasaremos. En el
libro ―Reino de Dios‖, página 120, párrafo 9, hallamos unas palabras muy
impactantes. De hecho, en mi departamento las hemos escrito en una pizarra para
no olvidarlas. Dicen así: ―Cualquier estructura de orden que no se base en la paz
se derrumbará [...] tarde o [...] temprano. En contraste, la paz divina promueve el
tipo de orden que perdura‖. Esto nos hace pensar, ¿verdad? Ninguna estructura
puede sostenerse si no hace de la paz su fundamento. Y es así en la
congregación, en la familia, en nuestro departamento en Betel, en las obras de
construcción teocráticas... donde quiera que estemos. Y también es cierto que, por
más que se complique nuestro trabajo o cualquier situación que afrontemos, es
cuando no hay paz que empezamos a preocuparnos de verdad. Siempre que
notamos que hay tensión en nuestro departamento, o entre un departamento y
otro, hacemos todo lo posible por restablecer la paz. Y es que sabemos que, si
hay paz, no importa cuán difícil sea el trabajo, es solo trabajo... ¡y nos gusta
trabajar! Por eso estamos aquí. Pero cuando no hay paz, sí hay un problema.
Entonces, ¿cuánto le importa a Jehová que consideremos superiores a los
demás? ¿Y cuánta importancia tiene que conservemos la paz? Vayamos a Salmo
35:27. Leamos lo que Jehová dice: ―Clamen gozosamente y regocíjense los que
se deleitan en mi justicia, y digan constantemente: ‗Sea engrandecido Jehová, que
se deleita en la paz de su siervo‘‖. Así es, Jehová se deleita en que haya paz entre
sus siervos, se deleita en vernos colaborar de forma pacífica, ¡y para eso tenemos
que ser humildes! Así que esforcémonos por vivir de acuerdo con el principio del
texto de hoy. Consideremos a los demás superiores a nosotros. Hagamos todo lo
posible por conservar la paz con quienes nos rodean, y que Jehová nunca tenga
que preguntarnos: ―¿Qué discutían en el camino?‖.

Robert Luccioni- Tres principios útiles para enfrentar la persecución (Juan 15;20).txt

Jesús dijo: ―Si ellos me han perseguido a mí, a ustedes también los perseguirán‖.
Pablo lo experimentó en carne propia. Él se enfrentó a dificultades y persecución
por ser seguidor de Jesucristo. Y nosotros vemos que hoy sucede lo mismo,
¿verdad? Satanás sigue poniendo a prueba la integridad del pueblo de Jehová.
Es más, la Biblia advirtió que él intensificaría sus ataques durante los últimos días.
Y así ha sido. Vemos que por todo el mundo se persigue a los siervos de Jehová.
Pensemos, por ejemplo, en nuestros hermanos de Eritrea, de Corea, de Rusia...
y en otros que también están sufriendo, aunque a menor escala, y de los que
quizás no hayamos oído. Sin duda, las palabras de Jesús se están cumpliendo.
Pero la cuestión que quisiera analizar hoy es qué haremos nosotros cuando se
nos persiga. Jesús dijo que si lo habían perseguido a él, a nosotros también nos
perseguirían. Y 2 Timoteo 3:12 dice: ―Todos los que desean vivir con devoción
piadosa [...] también serán perseguidos‖. Así que algún ataque nos tocará sufrir.
Como dice el comentario, las cosas pueden cambiar de repente. Puede que el
gobierno prohíba nuestra obra o puede que la familia se nos ponga en contra. Tal
vez haya quien trate de obstaculizar alguna obra teocrática u otro proyecto. ¿Qué
vamos a hacer cuando nos enfrentemos a problemas como estos? No cuesta
nada decir: ―Confía en Jehová‖. Y eso es obvio, pero ¿qué implica exactamente?
¿Qué tenemos que hacer? ¿Cómo distinguir entre una buena y una mala
decisión? ¿Qué principios pueden guiarnos? Analicemos tres de ellos. En primer
lugar, hay que recordar que la salida más fácil a un problema no es siempre la
correcta. Vayamos al capítulo 30 de Isaías para ver la solución en la que
recayeron vez tras vez los reyes de Israel y Judá. En Isaías 30:1, 2, Jehová dice:
―¡Ay de [...] aquellos dispuestos a llevar a cabo consejo, pero no el que proviene
de mí; y a formar una alianza [como dice la nota], pero no con mi espíritu, para
añadir pecado a pecado; los que están poniéndose en camino para bajar a Egipto,
y que no han inquirido de mi propia boca, para abrigarse en la plaza fuerte de
Faraón y para refugiarse en la sombra de Egipto!‖. Ellos pensaban que aliarse con
Egipto para defenderse de los babilonios y de otros enemigos era muy buena idea.
A aquellos reyes alejados de Jehová les parecía la mejor solución y recurrían a
ella constantemente. Hacían pactos con unos enemigos de Jehová para
defenderse de otros enemigos de Jehová. Del mismo modo, cuando estamos bajo
ataque, puede que nos sintamos tentados a ceder a la presión y llegar a un
acuerdo que nos dé un poco de alivio. Por otro lado, sabemos que Pablo y otros
siervos de Dios acudieron a las autoridades para obtener protección, y Jehová los
bendijo. Entonces, ¿cuál es la lección? Que debemos asegurarnos de que
nuestros planes estén en armonía con el propósito de Jehová y cuenten con el
apoyo del espíritu santo. Tenemos que orar para estar seguros de cuál es la
voluntad de Dios y recordar que la solución más obvia a la vista de los hombres
no siempre es la mejor a la vista de Jehová. En segundo lugar, no debemos
permitir que nada nos distraiga de nuestro objetivo, de nuestra principal comisión.
A este respecto, Nehemías nos dio un buen ejemplo. Como sabemos, los
enemigos de Jehová trataron de impedir que Nehemías reconstruyera los muros
de Jerusalén. Leamos el relato en Nehemías 6:2. Allí dice: ―Sanbalat y Guésem
inmediatamente enviaron a decirme: ‗Ven, sí, y reunámonos por cita en las aldeas
de la llanura-valle de Onó‘. Pero tramaban hacerme daño‖. Por si no lo sabían,
entre Jerusalén y el valle de Onó había como 50 kilómetros (unas 30 millas).
Y no era que estos hombres quisieran hablar con Nehemías para ver cómo podían
ayudarlo. Tramaban detener la obra, retrasarla... y Nehemías se había dado
cuenta. Vean lo que les manda a decir, según el versículo 3: ―De manera que les
envié mensajeros, y dije: ‗Es una gran obra la que estoy haciendo, y no puedo
bajar. ¿Por qué debe cesar la obra mientras yo me aparte de ella y tenga que
bajar a ustedes?‘‖. Nehemías no permitió que nada lo distrajera de su objetivo, de
la comisión que se le había encargado. Por eso, sus enemigos intentan algo
distinto: le ofrecen una solución que podría haber manchado su reputación y el
nombre de Jehová. En el versículo 10, vemos que alguien le dice:
―Encontrémonos [...] en la casa del Dios verdadero [...] y cerremos las puertas [...];
porque van a venir para matarte‖. Pero en el versículo 13, Nehemías explica que
le habían pagado a alguien para asustarlo y hacerlo pecar, a fin de manchar su
reputación. A nosotros podrían ofrecernos una salida que nos diera un respiro o
nos librara del problema pero que nos distrajera de nuestra comisión, de nuestro
servicio a Dios. O pudiera tratarse de una solución un tanto cuestionable, algo que
todo el mundo hace pero que pudiera manchar nuestra reputación o el nombre de
Jehová. ¿Y qué haríamos? ¿Buscaríamos la guía divina? ¿Dejaríamos que nos
distrajeran de nuestra comisión? ¿Qué pensarían las personas a nuestro
alrededor? ¿Cómo afectaría el nombre de Jehová? Lo que hemos dicho hasta
ahora no nos obliga a quedarnos de brazos cruzados. Y aquí entra el tercer
principio: hay que hacer todo lo que esté a nuestro alcance. Tenemos que darle a
Jehová algo que bendecir y luego esperar a que actúe. Así hizo el rey Ezequías,
como vimos en la película que se presentó en la asamblea regional del 2016.
El malvado rey de Asiria quería conquistar Jerusalén a toda costa. Hasta envió a
su mensajero, al rabsaqué, a burlarse de Ezequías y presionar al pueblo para
hacer un pacto con Asiria. ¿Qué hizo Ezequías? Ideó una astuta estrategia militar
y confió en el apoyo de Jehová. Le ofreció a Jehová algo que bendecir. ¿Lo
recuerdan? El rey ordenó desviar un manantial para que los asirios no tuvieran
agua en caso de que sitiaran la ciudad, reforzó las defensas y las murallas y
encargó más escudos y armas. Hizo todo lo que pudo y confió en Jehová.
Recordemos las palabras que le dirigió al pueblo en 2 Crónicas 32:7, 8: ―Sean
animosos y fuertes [...] porque con nosotros hay más que los que hay con él‖.
El pueblo no se quedó de brazos cruzados, aunque sabía que la solución definitiva
vendría de Jehová. Y es interesante que Jehová no se valió de lo que habían
hecho, sino que mandó a un ángel para salvarlos. Hoy, cuando nos enfrentemos a
dificultades y persecución, haremos lo que esté a nuestro alcance, sin olvidar los
otros dos principios, y esperaremos a que Jehová acuda en nuestro auxilio.
En resumen, cuando los enemigos de Dios nos ataquen o nos persigan, es posible
que no veamos una salida clara, que no encontremos una buena solución.
En esos momentos, conviene identificar principios que nos ayuden a tomar las
mejores decisiones, sin olvidar nunca cuál es la mejor manera de lidiar con la
persecución y los ataques. Está aquí en el Salmo 9, versículo 10. El Salmo 9,
versículo 10, dice: ―Y los que conocen tu nombre confiarán en ti, porque
ciertamente no dejarás a los que te buscan, oh Jehová‖. ―Los que conocen tu
nombre confiarán en ti‖. Nosotros conocemos a Jehová. Conocemos su nombre.
Sabemos lo que significa. Sabemos que él puede llegar a ser —o puede hacer que
nosotros o que cualquier otra creación llegue a ser— lo que sea necesario para
cumplir su propósito. ¡Tenemos que confiar en él, pues jamás nos abandonará!
Igual que Jesús, todos sus seguidores seremos perseguidos. Esa es la realidad. Y
cuando nos toque, ¿qué haremos? Esperamos que estos principios nos ayuden a
tomar buenas decisiones. Pero nunca dejemos de confiar en Jehová, de esperar
en él, convencidos de que jamás nos abandonará.

Robert Luccioni- Un momento conveniente para tentarnos (Lucas 4,6).txt

¿Cuál es el ―momento conveniente‖ en nuestro caso? El texto de hoy habla de una


de las tentaciones que Satanás le puso a nuestro Señor Jesucristo. Y, más
adelante, en Lucas 4:13, se dice que el Diablo se alejó de Jesús a la espera de
otro momento conveniente para tentarlo. Con esto en mente, iremos contestando
tres preguntas. Para empezar, ¿qué había detrás de cada una de esas
tentaciones? ¿En qué consistían? En segundo lugar, ¿encontró el Diablo otro
momento conveniente para volver a tentar a Jesús? Y, finalmente, ¿nos tienta de
la misma manera el Diablo hoy? Contestemos estas preguntas analizando el relato
de las tentaciones que aparece en el libro de Mateo. Los invito a leer los
versículos 2 y 3, en el capítulo 4: ―Después de haber ayunado 40 días y 40
noches, Jesús tenía hambre. Y el Tentador se le acercó y le dijo: ʽSi eres hijo de
Dios, diles a estas piedras que se conviertan en panesʼ ‖. Entonces, ¿qué había
detrás de esta tentación? El Diablo sabía de sobra que Jesucristo era el hijo
primogénito de Jehová. Pero quería que Jesús mismo se preguntara si era la
persona que Jehová decía que era. ―Si tú eres hijo de Dios, ¿cómo es que no te
da de comer? ¿Estás seguro de que te va a cuidar?‖. En realidad, el Diablo quería
que Jesús dudara de Jehová y que usara su poder para su propio provecho. Pero
Jesús se dio cuenta de que era una trampa y no cayó en ella. ¿Y encontró el
Diablo otro momento conveniente para tentar a Jesús de la misma forma? ¿Qué
tal cuando fue arrestado? ¿Sería ese otro momento conveniente? Recuerden que
Jesús dijo que podrían venir ―12 legiones de ángeles‖ a ayudarlo. Querer salvarse
a sí mismo pudo ser la tentación. Y, cuando estaba en el madero, los gobernantes,
los soldados y otras personas le decían: ―Si eres hijo de Dios, bájate del madero
de tormento‖. ¡Dijeron lo mismo que el Diablo! ¿Sería este un momento
conveniente? Pero Jesús confió en Jehová. No cayó en la trampa. Pregunta tres:
¿usa el Diablo tentaciones como esta hoy? Vivimos en tiempos muy difíciles. ¿Son
estos un ―momento conveniente‖ para el Diablo? Quizás nuestros amigos o
familiares estén pasando por necesidad. ¿Podríamos llegar a dudar de que
Jehová se encargará de sus necesidades? ¿Podríamos caer en la tentación de
tratar de resolver cualquier problema nosotros solos? ¿O podríamos
aprovecharnos de nuestro privilegio de servicio para beneficio propio? Hablemos
de la segunda tentación. Está en Mateo 4:5, 6: ―Entonces el Diablo lo llevó a la
ciudad santa, lo puso en la parte más alta del templo y le dijo: ʽSi eres hijo de Dios,
arrójate abajo, porque está escrito: ―Les dará a sus ángeles órdenes acerca de ti‖,
y ―Te llevarán en sus manos para que no te golpees el pie con ninguna piedra‖ʼ‖.
¿Qué había detrás de eso? Aquí vemos que el Diablo quería sembrar dudas sobre
quién era Jesús realmente. ―Si eres quien dices ser, ¡demuéstralo! A ver si Jehová
te responde, si de verdad te quiere y decide salvarte. ¿No dice el salmo que eso
haría por su verdadero hijo?‖. Una vez más, Jesús vio que era una trampa y
no cayó en ella. Pero ¿volvió el Diablo a tentarlo de la misma manera? Quizás
recordemos lo que se relata en el capítulo 8 de Mateo, perdón, de Marcos.
El versículo 11 dice que vinieron los fariseos y empezaron a discutir con él,
exigiéndole una señal del cielo, porque intentaban ponerlo a prueba. Jesús
acababa de curar a un hombre que no podía oír ni hablar y de alimentar a más de
4.000 personas. Pero eso no era suficiente para ellos: ¡querían ver algo que fuera
espectacular, algo como lanzarse desde las alturas en el templo! ―Demuestra que
eres quien dices ser, a ver si Jehová de veras hace algo por ti‖. ¿Podría el Diablo
tentarnos a nosotros de la misma manera? Algunos hermanos pueden sentir que
nadie los ama o los valora por algo que han vivido en el pasado. Y, cuando llegan
a sentirse algo solos o deprimidos, puede ser un momento conveniente para que
el Diablo los tiente. Puede que incluso lleguen a preguntarse: ―¿De verdad le
importaré a Jehová? ¿Será que valgo?‖. Dudar del amor de Jehová ha hecho que
algunos incluso se alejen de Jehová o hagan cosas malas para aumentar su
autoestima. Hablemos de la tercera tentación. Mateo 4:8, 9: ―Luego el Diablo lo
llevó a una montaña altísima y le mostró todos los reinos del mundo y su gloria.
Y le dijo: ʽTe daré todas estas cosas si te arrodillas y realizas ante mí un solo acto
de adoraciónʼ‖. ¿Qué estaba insinuando el Diablo? ―¡Disfruta desde ahora!
No tienes por qué sufrir, ya sabes lo que te espera. Lo que te ofrezco es mejor que
lo que Jehová te ofrece‖. Una vez más, Jesús fue capaz de ver que se trataba de
una trampa y la evitó. ¿Encontró el Diablo algún otro momento conveniente? Juan
6:15 narra otro momento que pudiera haber aprovechado Satanás para tentar a
Jesús. Mucha gente quería que Jesús empezara a gobernar desde entonces.
¿Habrá sentido Jesús la tentación de empezar a gobernar sin tener que sufrir lo
indecible hasta la muerte? El caso es que Jesús identificó la tentación y huyó de
ella. ¿Cómo trata de entramparnos el Diablo hoy? Quizás nos hemos ofrecido de
buena gana a servir a Jehová y hemos hecho algunos sacrificios. Pero podríamos
ver cómo viven otros —las cosas que tienen— y preguntarnos si ha valido la pena
el sacrificio. ―¿Habrá forma de tener las cosas ya? ¿Podría ganar yo más dinero
sin dejar de servir a Jehová?‖. Hemos hablado de tres peligrosas trampas.
La primera: dudar de que Jehová cuidará de nosotros. Dos: dudar de que somos
valiosos y de que Jehová nos ama. Tres: querer tener las cosas ya. Volvemos a la
pregunta: ―¿Cuál es el momento conveniente en nuestro caso, el momento
conveniente en mi caso?‖. Hermanos, créanme, el Diablo va a estar buscando
esos momentos. En 1 Pedro 5:8 se dice que el Diablo anda por ahí, como un león
rugiente, tratando de devorarnos. Y podemos estar seguros de que, si encontró
momentos convenientes para tentar a Jesús, hará exactamente lo mismo con
nosotros. Jehová espera que resistamos las tentaciones. ¿Pero cómo? Haciendo
lo mismo que Jesús. Él hizo dos cosas. En primer lugar, identificó las tentaciones:
vio que eran trampas del Diablo. En segundo lugar, en esos momentos pensó en
Jehová. Resulta interesante que, en cada respuesta que le dio al Diablo, incluyó el
nombre de Jehová. Y es que el nombre de Jehová es toda una protección contra
los ataques de nuestro enemigo. Por eso Jesús les enseñó a sus seguidores que,
al orar, le pidieran a Jehová fuerzas para resistir las tentaciones y no caer en las
manos del Maligno. Y es por eso también que Jesús se esforzó por dar a conocer
el nombre de su Padre entre sus seguidores. De hecho, Proverbios 18:10 dice que
―el nombre de Jehová es una torre fuerte‖ a la que podemos correr para
protegernos. Orar a Jehová, usar su nombre, pensar en él, en todo lo que
significa, son cosas que nos protegerán cuando enfrentemos las tentaciones, que
serán fundamentales para resistirlas. Veamos la garantía que nos da la Biblia.
Está en el libro de los Salmos, en el Salmo 44:5. Salmo 44:5. Dice: ―Con tu poder
haremos retroceder a nuestros adversarios; en tu nombre pisotearemos a los que
se levantan contra nosotros‖. Satanás va a encontrar un momento conveniente
para tentar a cada uno de nosotros. Cuando eso ocurra, debemos ser capaces de
identificar sus trampas. Y, entonces, tenemos que pensar en Jehová, en su
nombre. Así, como dice este salmo, con el nombre de Jehová, cada uno de
nosotros —y como pueblo dedicado a él— haremos retroceder a nuestros
enemigos y lograremos pisotearlos.
Ronald Curzan- ¡Evite las distracciones, concéntrese! (Luc. 12;14).txt

Imagínese la siguiente escena: usted está en una asamblea junto a miles de


hermanos. Está absorto en las palabras del hermano que está pronunciando un
discurso sumamente interesante. Él está dando instrucciones sobre qué hacer
ahora para ser leales y sobrevivir a la gran tribulación. De pronto, un hombre se
sube a la plataforma, se dirige al discursante y le dice: ―Mi hermano está
administrando la herencia que dejó mi padre y no me quiere dar lo que me
corresponde. Yo merezco más. Por favor, baje de la plataforma y ayude a mi
hermano a entrar en razón‖. Suena ridículo, ¿verdad? Pero eso fue exactamente
lo que sucedió hace dos mil años. Y como se ha mencionado en los comentarios,
en Lucas capítulo 12 vemos que Jesús le estaba hablando a una gran multitud. De
hecho, en Lucas 12:1 se dice que la muchedumbre era tan grande que se
apretaban unos a otros. Trate de imaginar la escena. La multitud se apiñaba para
estar más cerca de Jesús; querían oír lo que les iba a decir. Algunos estaban
sentados y otros de pie. Unos estaban en el suelo, otros, sobre piedras. Algunos
buscaban la sombra de un árbol. Quizás era un día soleado, y les daba el sol en la
cara. Había bebés llorando; había todo tipo de distracciones. Pero Jesús se
mantuvo concentrado en el mensaje que quería transmitir. Sí, Jesús estaba
hablando con algunos de sus seguidores de asuntos espirituales muy importantes.
Esta conversación tenía el objetivo de prepararlos para la persecución que se
acercaba y enseñarles a beneficiarse del espíritu santo de Jehová a fin de tener
éxito. Y justo entonces, como leemos en Lucas 12:13, un hombre lo interrumpe y
le dice: ―Maestro, di a mi hermano que divida conmigo la herencia‖. ¿En qué
estaba pensando este hombre? Esto no tenía absolutamente nada que ver con el
tema del que Jesús estaba hablando. Es evidente que el hombre estaba agobiado
y distraído —hasta angustiado— por problemas con su hermano. En vez de estar
concentrado en las instrucciones que Jesús les estaba dando para prepararlos,
estaba pensando en asuntos que no tenían nada que ver con las cosas
espirituales. Es probable que ni siquiera estuviera escuchando a Jesús. No solo
estaba distraído, sino que además hizo que miles de personas también se
distrajeran. Es probable que los demás también tuvieran sus propias inquietudes
en qué pensar. Pero ¿logró ese hombre distraer a Jesús con sus palabras? No.
Jesús no se entrometió en esta disputa por bienes materiales. Encontramos su
respuesta en el texto de hoy, Lucas 12:14. Podemos imaginarnos a Jesús
buscando con la vista al hombre y diciéndole: ―Hombre, ¿quién me nombró juez o
repartidor sobre ustedes?‖. Jesús pudo haber dictado su sentencia. Era perfecto.
O pudo haberse apartado del lugar donde estaba para ir a conversar con el
hombre. Pero no lo hizo. No era ni el momento ni el lugar para eso. Además,
Jesús sabía cuál era su lugar y no se metió en esa discusión. Él no permitió que
ese hombre lo distrajera de las cosas espirituales, de su comisión y del propósito
por el cual había venido a la Tierra. ¿Y para qué vino? Juan 3:17 explica: ―Porque
Dios no envió a su Hijo al mundo para que juzgara al mundo, sino para que el
mundo se salve por medio de él‖. Jesús sabía que este era el momento y el lugar
adecuados para impartir instrucción a sus seguidores, a fin de prepararlos para el
futuro y dirigirlos a Jehová y su Reino. Pero como sabía que somos imperfectos y
que nos distraemos fácilmente, en el versículo 15 del capítulo 12, Jesús decidió
recordarnos qué debemos hacer. Al hombre y a todos los reunidos les dijo:
―Mantengan abiertos los ojos y guárdense de toda suerte de codicia, porque hasta
cuando uno tiene en abundancia, su vida no resulta de las cosas que posee‖.
¿Qué quería Jesús que ellos entendieran? Que aunque era natural que tuvieran
inquietudes y distracciones, debían mantenerse concentrados. Debían fijar su vista
en lo que se avecinaba y en cómo agradar a Jehová. Además, les aconsejó que
no dejaran que sus inquietudes se convirtieran en distracciones. En Lucas 12:29
dijo: ―Dejen de andar buscando [o concentrándose en] qué podrán comer y qué
podrán beber, y dejen de estar en ansiedad y suspenso‖. En el versículo 30 señaló
que eso era tras lo que las personas del mundo iban con empeño. Y hoy sucede lo
mismo. Pero él dijo: ―Dejen... dejen de centrarse en eso. Dejen de andar
buscándolo‖. Ahora pensemos en la palabra ―inquietud‖. Jesús la utilizó varias
veces en este capítulo y en otras conversaciones que tuvo con sus seguidores.
¿Qué significa la palabra ―inquietud‖? El verbo griego que se traduce ―inquietarse‖
significa ―tener la mente distraída‖. ¿Y de dónde viene la palabra ―distraer‖? Es
interesante que ―distraer‖ proviene del latín trahĕre, que significa ―llevar
arrastrando‖. La raíz ―traer‖ en español viene de allí mismo. Ahora, ―atraer‖ da la
idea de acercarse a algo. Y ―distraer‖ significa ―apartar la atención de alguien‖. Y
eso es lo que nos pasa todos los días. Se nos puede atraer hacia algo o se nos
puede distraer de algo. En realidad, las distracciones nos llegan en diferentes
formas. Podemos ilustrarlo con este pequeño letrero. Las distracciones vienen en
una variedad de tamaños y colores. ¿Cómo aparecen las distracciones? Pueden
llegar de fuentes externas o, a veces, nosotros mismos las provocamos. Nuestra
mente genera algunas inquietudes y distracciones. Y ¿qué pasa si no nos
mantenemos concentrados? Que las distracciones se convierten en el centro de
nuestra atención. Ya no podemos ver más allá de ellas. Por eso, debemos
mantener siempre abiertos los ojos y estar alerta para seguir sirviendo a Jehová.
Bueno, hay muchas cosas que pueden distraernos. Quizás nos preocupen
nuestros problemas de salud, los de nuestro cónyuge o los de nuestros padres
mayores. Nos puede angustiar la muerte de un ser querido o cómo mantener a
nuestra familia. Es posible que nuestras asignaciones nos hagan sentir
abrumados. O tal vez tengamos el deseo de recibir más responsabilidades y nos
sentimos mal cuando vemos que otros hermanos las reciben, y nosotros no.
Podríamos concentrarnos tanto en estos asuntos que permitiéramos que nos
distrajeran de nuestro servicio. Pero cuando las inquietudes y las distracciones
nos acechen, recordemos que podemos hacer algo al respecto. Encontré una
frase que lo resume: ―Evite las distracciones, aumente su concentración‖. Bueno,
¿cómo podemos evitar las distracciones y aumentar nuestra concentración?
Busquemos el consejo que Jesús dio hace unos dos mil años y que desde
entonces ha sido clave para sus siervos fieles. Se encuentra en Lucas 12:31. Allí
dijo: ―Busquen continuamente [o concéntrense en] el reino de él, y estas cosas les
serán añadidas‖. Y en el versículo 34 añadió: ―Porque donde esté el tesoro de
ustedes, allí también estará su corazón‖. Si ponemos nuestro corazón en buscar el
Reino y valoramos lo que Jehová ha preparado, lograremos que nuestra ansiedad
disminuya. Pensemos en alguien que vivió antes del tiempo de Jesús: David. Él
tenía inquietudes como todos nosotros. David era un rey. Para él habría sido fácil
rodearse de personas espirituales. Pero cuando se enfrentaba a situaciones en las
que necesitaba ayuda, se acercaba a Jehová en oración. Un texto que me gusta
mucho, y quizás a ustedes también, es Salmo 94:19. En Salmo 94:19 él dijo:
―Cuando mis pensamientos inquietantes [o angustias] llegaron a ser muchos
dentro de mí, tus propias consolaciones empezaron a acariciar mi alma‖. Estas
palabras son de mucha ayuda cuando nos enfrentamos a inquietudes. Al mismo
tiempo que le pedimos a Jehová que nos ayude y nos dé serenidad, hagamos
todo lo posible por poner en práctica lo que dijo Pablo en Hebreos 2:1: ―Prestemos
más de la acostumbrada atención a las cosas oídas por nosotros, para que nunca
se nos lleve a la deriva‖. El hombre que interrumpió a Jesús se perdió en sus
pensamientos, permitió que se fueran a la deriva e hizo que otros también se
distrajeran. Queremos copiar el ejemplo de Jesús: se mantuvo concentrado en
servir a Jehová. Esforcémonos por hacer del servicio a Jehová lo más importante
para nosotros. Y no permitamos que ninguna distracción nos saque de la carrera
por la vida.

Ronald Curzan -Somos agradables a la vista de Jehová (Efes. 5;10).txt

Gracias por tan buenos comentarios. Encajan muy bien con lo que el apóstol
Pablo le dijo a la congregación de Éfeso sobre la importancia de que se
examinaran a sí mismos. Y hoy día también tenemos que hacer eso: examinarnos
para ver si estamos agradando a Jehová. Por favor, abran su Biblia en el capítulo
5 de Efesios. Vamos a leer el versículo 10, que es el texto de hoy. Efesios 5:10
dice: ―Sigan asegurándose de lo que es acepto al Señor‖. Y luego, el versículo 11
dice: ―Cesen de participar con ellos en las obras infructíferas que pertenecen a la
oscuridad, sino, más bien, hasta censúrenlas‖. Así que el capítulo 5 de Efesios
deja bien claro que hay cosas que Jehová acepta y otras que no. Podemos ver
algunas cosas que Jehová considera inaceptables en varios versículos del
capítulo 5. Si le echan un vistazo a los versículos 3 a 5, verán que hablar
irrespetuosamente sobre sexo, la conducta desvergonzada, las bromas obscenas
—y luego el versículo 18 menciona la borrachera—, todas estas cosas nos
impedirían entrar en el Reino de Dios. Y si pensamos en el entretenimiento de hoy
en día, es casi imposible encontrar algo que sea aceptable a la vista de Jehová y
que no contenga inmoralidad sexual, pornografía, ocultismo o violencia. Satanás
ha saturado con su influencia todo tipo de entretenimiento, a tal grado, que lo
vemos en libros, películas, videojuegos y en básicamente cualquier cosa. Y es que
él sabe que Jehová odia esas cosas, y le basta con que tan solo una parte de
nuestro corazón las ame, aunque la otra parte de nuestro corazón las odie. Así
que deberíamos preguntarnos: ―¿Me ayuda a ser una persona más agradable a la
vista de Jehová el entretenimiento que elijo? ¿Me ayuda a tener las cualidades
que Jehová quiere que tenga y hará que él se acerque más a mí?‖. El espíritu del
mundo refleja una actitud de rebelión hacia la Biblia, que expone las normas de
Jehová y sus cualidades. Pero nosotros queremos respetar la Biblia, pues nos
enseña a amar lo que Jehová ama y a odiar lo que él odia. ¿Qué nos ayudará a
hacer esto y a resistir el espíritu del mundo, a acercarnos más a Jehová y a ser
agradables a sus ojos? Veamos el versículo 17; capítulo 5, versículo 17, ahí dice:
―Por esta razón dejen de estar haciéndose irrazonables, sino sigan percibiendo
cuál es la voluntad de Jehová‖. Por eso, ante cualquier situación, debemos
pensar: ―¿Qué querría Jehová que hiciera?‖. De hecho, los versículos 1 y 2
enfatizan esa idea, al decir: ―Háganse imitadores de Dios, como hijos amados, y
sigan andando en amor, así como el Cristo también los amó a ustedes y se
entregó por ustedes como ofrenda y sacrificio a Dios para olor fragante‖. Así que
la clave está en imitar a Jehová y Jesús. Nuestros sacrificios tienen que ser
aceptables a la vista de Jehová, como lo fue el sacrificio de Jesús. ¿Por qué era
Jesús tan agradable a la vista de Jehová? Bueno, porque hizo todo como su
Padre quería. Por eso dijo algo que nosotros también queremos decir algún día:
―Yo siempre hago las cosas que le agradan‖. Cuando seamos perfectos,
podremos decirlo. Como vemos, Jesús agradó a Jehová por lo que dijo y por lo
que hizo. Entonces, ¿cómo podemos imitarlo y así imitar a Jehová? Repasemos
brevemente tres maneras. Primero, pidamos espíritu santo en oración. ¿Qué hizo
Jesús cuando se enfrentó a las pruebas? No confió en sí mismo. Más bien, le pidió
ayuda a Jehová. Así que, si nosotros estamos luchando por no caer en una
tentación —tal vez alguna debilidad que tengamos—, es muy importante que
hagamos lo mismo. También podemos hablar con los ancianos —nuestros
amorosos pastores—, y ellos orarán con nosotros y nos darán ánimo para que
sigamos siendo fieles a Jehová. Segundo, seamos obedientes a Jehová en todo.
Jesús siempre hizo lo que le agradaba a su Padre. En Lucas 22:42, él dijo: ―Que
no se efectúe mi voluntad, sino la tuya‖. Por eso, recordemos: la obediencia no se
puede sustituir. Si somos desobedientes no le agradaremos a Jehová. Y tercero,
tenemos que conocer bien la Biblia. Jesús basaba lo que decía en la Palabra de
Dios. Centró su vida en estudiar y obedecer las normas de Dios, y en animar a
otras personas a hacer lo mismo. ¿Qué hay de nosotros? Todos estamos muy
ocupados con el trabajo, la congregación... Por eso, no se trata de estudiar en
profundidad la Palabra de Dios cuando tengamos tiempo, sino de sacar el tiempo
para ello. Pensemos: ¿Revela nuestra rutina diaria que amamos a Jehová, que
amamos su Palabra? ¿Leemos la Biblia todos los días? Y si lo hacemos, ¿cuánto
tiempo pasamos meditando para que penetre en nuestra mente y corazón? ¿Nos
conformamos con lo básico, con lo que hay en la superficie? ¿O nos gusta
profundizar en lo que leemos? Es muy importante que entrenemos nuestra mente
y nuestro corazón, pero eso requiere tiempo y esfuerzo, igual que un corredor de
maratón, que también debe dedicar mucho tiempo y esfuerzo a entrenarse. Como
sabemos, a los cristianos se nos compara a corredores, porque corremos en la
carrera por la vida. Veamos lo que dijo el apóstol Pablo. Vayamos a 1 Corintios;
1 Corintios, capítulo 9, unos versículos que conocemos bien, empezando con el
versículo 24. Mientras vamos leyendo, fijémonos en algunos puntos clave. Ahí
Pablo dijo: ―¿No saben ustedes que los corredores en una carrera todos corren,
pero solo uno recibe el premio? Corran de tal modo que lo alcancen. Además,
todo hombre que toma parte en una competencia ejerce autodominio en todas las
cosas [aquí hay un punto clave]. Pues bien, ellos, por supuesto, lo hacen para
obtener una corona corruptible, pero nosotros una incorruptible. Por lo tanto, la
manera como estoy corriendo no es incierta; la manera como estoy dirigiendo mis
golpes es como para no estar hiriendo el aire; antes bien, aporreo mi cuerpo [o lo
castigo, lo disciplino estrictamente] y lo conduzco como a esclavo, para que,
después de haber predicado a otros, yo mismo no llegue a ser desaprobado [o
descalificado] de algún modo‖. Así que queremos tener autodominio, como los
corredores. Tenemos que decirle no al mundo de Satanás y sí a las cosas que
Jehová acepta. Y queremos asegurarnos de ser agradables a los ojos de Jehová y
de que nos apruebe. Pongamos un ejemplo para entenderlo mejor. En el maratón
de Nueva York de 1994, participó un corredor que se llamaba Germán Silva e iba
corriendo muy muy bien. De hecho, le quedaba muy poco para llegar a la meta en
Central Park, pero de repente se distrajo y se equivocó de ruta. ¿Perdió la
carrera? Bueno, otro corredor se puso en primer lugar. Pero Silva recuperó la ruta,
volvió al camino correcto y empezó a correr con todas sus fuerzas. Adelantó al
otro corredor y ganó el maratón por dos segundos. ¿Qué aprendemos? Que a
veces podemos distraernos, desviarnos del camino o hacer algo que Jehová no
acepta. Si eso nos ocurre, dejemos que la Palabra de Dios y los pastores
amorosos nos ayuden a recuperar la ruta correcta. No nos demos por vencidos.
Unos años después de aquello, en 1997, Silva corrió de nuevo el maratón de
Nueva York. Pensó que lo tenía ganado, que volvería a ganar la carrera. Pero
entonces, empezó a deshidratarse y a correr más despacio. Y en vez de tomar
unos segundos para beber algo, prefirió seguir. Creyó que aguantaría. De nuevo,
¿qué nos enseña esto? Que no podemos ignorar nuestras necesidades. Tenemos
que alimentarnos en sentido espiritual con frecuencia para mantenernos al paso
de la organización de Jehová. Lograremos esto si, como dijeron los que
comentaron, dedicamos tiempo a alimentarnos de la Palabra de Dios y a meditar.
Recordemos que en nuestra carrera cristiana, la carrera por la vida, lo importante
no es la velocidad, sino la dirección que tomamos. Que siempre corramos de una
manera que agrade a Jehová.

Samuel F. Herd- Jehová nunca olvidará el amor de ustedes (Sal. 71;18).txt


Este texto se basa en el artículo de La Atalaya ―Sirva a Jehová antes de que
lleguen los días calamitosos‖, que explicaba Eclesiastés 12:1: ―Acuérdate de tu
Magnífico Creador‖. Hay que admitir que algunos de los presentes ya vivimos en
esos días calamitosos. Abramos la Biblia y leamos Salmo 90:10. Dice: ―Los días
de nuestros años son setenta años; y si debido a poderío especial son ochenta
años, sin embargo su insistencia está en penoso afán y cosas perjudiciales;
porque tiene que pasar rápidamente, y volamos‖. Esto nos recuerda las palabras
de Barzilai que aparecen en 2 Samuel capítulo 19: ―¿Como qué son los días de los
años de mi vida, para que yo suba con el rey a Jerusalén? Tengo ochenta años de
edad hoy. ¿Pudiera yo discernir entre lo bueno y lo malo, o pudiera tu siervo
gustar lo que comiera o lo que bebiera, o pudiera escuchar ya la voz de cantores y
cantoras?‖. Por experiencia propia les digo que, si pasamos de los 80, aunque los
pajaritos canten por la mañana, no los oímos... ya estamos muy viejos. No hace
falta explicar que la sabiduría viene con la edad. Esta es una gran ventaja para los
que pasamos de los 80. De hecho, la Biblia dice que la canicie ―es corona de
hermosura cuando se halla en el camino de la justicia‖. Varios textos en las
Escrituras Hebreas hablan de las personas de edad avanzada en términos muy
favorables. Uno de ellos dice: ―Ante canas debes levantarte, y tienes que mostrar
consideración a la persona del envejecido o de la envejecida, y tienes que estar en
temor de tu Dios. Yo soy Jehová‖. Jehová nunca nos abandona, aunque hayamos
envejecido. Jamás olvidará lo que hicimos cuando éramos jóvenes y fuertes. Esto
me hace pensar en algo que me pasó cuando era niño. Mi papá me dijo que
llevara a nuestros dos mulos, Tormento y Viejo Trueno, al río para que tomaran
agua. Más tarde me preguntó si lo había hecho. Yo le dije: ―Sí, llevé solo a
Tormento y le di un poco de agua. A Viejo Trueno no lo llevé porque no ha hecho
nada en todo el día; ni siquiera ha salido del establo‖. Mi papá me contestó:
―Quiero que regreses y lleves a Viejo Trueno al río para que tome agua también.
Él ha trabajado duro toda su vida para que nosotros tengamos algo que comer. No
lo vamos a descuidar ahora solo porque está viejo‖. Aquella lección se me quedó
grabada y me hizo pensar en lo que dice la Biblia en Hebreos 6:10: ―Porque Dios
no es injusto para olvidar la obra de ustedes y el amor que mostraron para con su
nombre, por el hecho de que han servido a los santos y continúan sirviendo‖.
Jehová quiere que sigamos adelante aunque seamos mayores, que prediquemos,
aunque quizás menos pero que no dejemos de hacerlo. Hablemos de las buenas
nuevas y de Jehová con los jóvenes. El Salmo 78 nos dice que hablemos de él a
las nuevas generaciones, que relatemos sus obras maravillosas a los niños. Así
que si ya pasamos de los 80, 60 o 50 años ustedes fijen la edad del adulto mayor,
tenemos esa gran responsabilidad. ¿Cuándo y dónde podemos hacerlo? ¿Cómo
podemos animar a los jóvenes? No puedo decirles exactamente cuándo y dónde.
No conozco sus circunstancias, pero, por ejemplo, pudieran hacerlo en casa. Una
vez, mientras yo era superintendente de distrito, un miembro del Cuerpo
Gobernante nos invitó a mi esposa y a mí a venir a su estudio de familia en su
habitación. Bueno, pensamos, ¡qué gran privilegio, qué honor estar en la
compañía de un miembro del Cuerpo Gobernante y su esposa! Todos juntos
estudiamos los materiales para la Escuela y la Reunión de Servicio. Al salir, mi
esposa me dijo: ―¿Te fijaste? ¡Estudian igual que nosotros!‖. Bueno, así
deberíamos estudiar todos. ¿Y qué hay de la predicación? Disfrutemos del
momento con los jóvenes con quienes estemos trabajando. Y en la adoración
matutina aquí, sonría y diga ―buenos días‖, aunque solo le alcance para eso tan
temprano por la mañana. Y cuando comamos con otros, expresemos cómo nos ha
ayudado Jehová todos estos años. Y al viajar a las reuniones y de regreso,
contemos algo que nos haya alegrado el día. ¿Y durante los intermedios de las
asambleas? Si piensan que están demasiado cansados para caminar, por lo
menos sonrían a los demás desde su asiento. En la enfermería, el personal nos
hace olvidar el dolor haciéndonos reír. ¡Enseñémosles una foto de nuestra boda
hace 60 años! Se sorprenderán de cuánto hemos cambiado y tendrán tema de
conversación para cuando nos marchemos. Hermanos mayores, no se fijen en lo
que ya no pueden hacer. Den lo que puedan, y háganlo con alegría. Compartan lo
que tengan con la nueva generación. Animarán a los más jóvenes y complacerán
a Jehová. ¿Y ustedes, jóvenes? La Biblia les aconseja que se acuerden de su
Magnífico Creador durante su juventud, antes de que lleguen los días calamitosos.
Esos de seguro llegarán, y les van a caer como un balde de agua helada. Y no
hay nada que puedan hacer para evitarlo. Es parte de la vida en este mundo y
consecuencia del pecado. Jehová sabe lo que podemos dar, y no espera que
demos más de lo que tenemos. Hagan su mayor esfuerzo, sigan trabajando en la
obra del Reino. Ofrezcan su juventud y energías a Jehová. Nunca se van a
arrepentir: Jehová nunca olvidará el amor que hayan mostrado por su nombre. Y
se encargará de que tengan bien segura la esperanza hasta el fin.

Samuel F. Herd- Servir a Jehová como esclavos es todo un honor (Mat. 24;45).txt

Tan solo escuchar la palabra ―esclavo‖ provoca en muchos un mal sabor de boca
debido a que la relacionan con la siguiente definición —escuchen, por favor—:
―Ser humano que pertenece a otro y que está sometido de manera absoluta a su
voluntad; sirviente al que se despoja de su libertad y derechos‖. Eso tal vez nos
haga recordar el tráfico de esclavos, sobre todo el de personas de raza negra
antes de la guerra de Secesión estadounidense. Dicho eso, pensemos en cómo se
emplea la palabra ―esclavo‖ en la Biblia, un uso que no deja un sabor amargo, sino
dulce en el paladar. Fuimos comprados con la sangre preciosa de otro ser
humano, uno perfecto, Jesucristo. Pablo dijo a los cristianos de Corinto que no se
pertenecían a sí mismos porque habían sido comprados por precio. Además,
según Revelación 5:9, los 24 ancianos cantan a Jesús, el ―Cordero de Dios‖.
Abran su Biblia, por favor, y veamos el versículo 9 del capítulo 5 de Revelación.
Dice así: ―Y cantan una canción nueva, y dicen: ‗Eres digno de tomar el rollo y de
abrir sus sellos, porque fuiste degollado y con tu sangre compraste para Dios
personas de toda tribu y lengua y pueblo y nación‘‖. Estas palabras se cumplieron
al pie de la letra, lo cual nos hace muy felices. Todos entendemos que somos
esclavos de Dios, que se pagó un precio por nosotros. Y somos esclavos felices,
¿verdad? Trabajamos arduamente para nuestros dueños, Jehová y Jesús. Para
eso estamos en Betel. Trabajamos como esclavos de Jehová y valoramos ese
gran honor. Ser propiedad de Dios, pertenecerle, es lo mejor que nos podría haber
pasado. Y así es como el ―esclavo fiel y discreto‖ se siente al encargarse de
alimentar a los domésticos cada día. Ustedes pueden ver a los miembros del
Cuerpo Gobernante caminando ocupados por aquí y por allá en los diferentes
complejos de Betel de Estados Unidos. Y a veces viajamos cerca de aquí, a
Canadá, o vamos a otros lugares del mundo, donde también nos ven caminando
ocupados. ¿Cuáles son los asuntos que absorben el tiempo y la atención del
esclavo fiel? Aquí, algunos ejemplos. Voy a mencionarlos rápidamente porque no
tenemos mucho tiempo. Solo es para que se den una idea del trabajo: tomar
decisiones que influyen en la vida de todas las ovejas —publicadores, precursores
auxiliares, regulares y especiales, así como misioneros, viajantes y betelitas—;
determinar si en ciertos lugares del mundo es necesario establecer nuevas
sucursales; tomar decisiones sobre el uso de los recursos electrónicos, que cada
vez avanzan más; dar seguimiento a las batallas legales que libramos a nivel
mundial; examinar de qué manera ayudaremos a los hermanos que han sido
afectados por un desastre natural y ver cuánto dinero podemos destinar a esa
labor; escoger los temas de programas de asamblea, dramas, programas
mensuales, videos, canciones y segmentos de la adoración matutina; supervisar la
continua capacitación que se imparte en las escuelas teocráticas; leer, verificar y
aprobar todo lo que se va a imprimir, incluidas las fotos e ilustraciones; ver en qué
idiomas se empezará a traducir; decidir qué se publicará en jw.org y JW Library,
dos recursos que han resultado ser verdaderas joyas; dar aprobación final a todas
las grabaciones en audio de la Biblia; organizar asambleas internacionales y
especiales, programas de dedicación de sucursales y Salones de Asambleas por
todo el mundo. Sí, nos involucramos en toda la enseñanza y pedimos
constantemente a Jehová su guía para pastorear a sus ovejitas. Y es probable que
todo lo anterior sea solo la mitad de todo lo que hace el ―esclavo fiel y discreto‖.
Todo esto se logra no solo por el esfuerzo de hombres, sino por el espíritu santo
de Jehová y la dirección de Jesús, la cabeza de la congregación. Y aunque decidir
y aprobar es, principalmente, tarea del ―esclavo fiel y discreto‖, contamos con 30
ayudantes bien capacitados, además de otros tantos hermanos, que trabajan duro
y nos apoyan para cumplir con la responsabilidad de alimentar y cuidar a las
ovejas de Jehová. Su trabajo no pasa inadvertido. Quizás algunos piensen que
nosotros somos ―súper chefs‖, pero lo cierto es que hay muchos otros ayudantes
en la cocina. Además, toda la familia Betel contribuye. Nos han dicho que oran por
nosotros con frecuencia, y agradecemos mucho que lo hagan. No sorprende que
el apóstol Pablo instara a los cristianos a no ser holgazanes sino diligentes, a
fulgurar con el espíritu. Y concluyó diciendo ―sirvan a Jehová como esclavos‖,
según Romanos 12:11. Al ser esclavos leales y obedientes de Dios y de Jesús,
nos volvemos sus amigos. Vamos a ver algo aquí, en las Escrituras: Juan 15:15.
Ahí dice esto: ―Ya no los llamo esclavos, porque el esclavo no sabe lo que hace su
amo. Pero los he llamado amigos, porque todas las cosas que he oído de mi
Padre se las he dado a conocer a ustedes‖. ¡Qué palabras tan animadoras! Ese es
Jesús. Así es su personalidad. ¡Y cuánto apreciamos todo lo que hace por
nosotros! De modo que los seguidores de Cristo también son sus amigos. Y esa
es una bendición. ¿Creen que exista mayor honor que ser amigo de Jesús? Y si
tenemos su amistad, automáticamente tenemos la de Jehová. Por eso, que la
palabra ―esclavo‖ no les deje un mal sabor de boca; en nuestro caso, es más bien
como miel al paladar.

Samuel Herd- Acerquémonos a Jehová (Sant. 4;8).txt

Hay hermanos que hacen oraciones muy conmovedoras, con palabras bien
escogidas, llenas de sentimiento. Puede que al escuchar una oración de ese tipo
pensemos: ―¡Ya quisiera yo orar tan bonito!‖. Pues bien, no todos podemos
expresarnos así. A muchos nos faltan las palabras, quizás porque no tenemos un
vocabulario muy amplio o tal vez porque no dominamos el idioma. Pero, para
Jehová, lo que cuenta es lo que hay en el corazón. Y, cuando le abrimos nuestro
corazón a Jehová, él nos oye y nos bendice, igual que oye y bendice a quien usa
palabras bonitas. Así que no se preocupen. Simplemente digan lo que tienen en el
corazón. Jehová no se fija tanto en las palabras, sino en la sinceridad de la
oración. Es muy probable que ustedes disfruten de una relación con Jehová tan
estrecha como la que tiene ese hermano que hace oraciones tan lindas. Claro,
no hay nada de malo en admirar a cierto hermano, o hermana, que tenga esa
habilidad. Pero no hay que preocuparse demasiado por la forma en que
oramos, pues, al fin y al cabo, lo que Jehová quiere es que las oraciones nazcan
del corazón. Fíjense en lo que dice la Biblia aquí en 1 Samuel 16:7: ―Pero Jehová
dijo a Samuel: ‗No mires su apariencia ni lo alto de su estatura, porque lo he
rechazado. Porque no de la manera como el hombre ve es como Dios ve, porque
el simple hombre ve lo que aparece a los ojos; pero en cuanto a Jehová, él ve lo
que es el corazón‘‖. Estas hermosas palabras nos recuerdan que, como simples
seres humanos, no podemos ver lo que hay en el corazón, pero Jehová sí puede
hacerlo. Y la verdad es que nos tranquiliza mucho que tenga esa
capacidad. Déjenme contarles una historia. Tiene que ver con un hermano ya
mayor que pertenecía a uno de los circuitos que visité hace años. Él nos había
invitado a cenar. Su esposa, que no era Testigo, nos preparó una cena
deliciosa. El hermano era anciano en su congregación, era un buen
hermano. Después de un rato, nos pusimos a hablar de lo que hacía antes de ser
Testigo. Le preguntamos a qué se dedicaba, y él nos dijo que se ganaba la
vida haciendo oraciones. ¡Así como lo oyen! Los pastores del pueblo lo
contrataban para que fuera a orar a sus iglesias todos los domingos. Nos explicó
que, como tenía facilidad de palabra y buena voz, sus oraciones motivaban a los
feligreses a abrir sus billeteras y darle más dinero a la iglesia. Después de la
colecta, los pastores le pagaban por sus servicios. Nos dijo que llegó a
ganar mucho dinero así: vendiendo oraciones. Por supuesto, una vez que conoció
la verdad, dejó ese negocio. Pero seguía haciendo oraciones que llegaban al
corazón. Y así deberían ser las oraciones, ¿no es cierto? El texto de hoy habla de
acercarse a Jehová. Y sabemos que una de las principales maneras de lograrlo es
mediante nuestras oraciones. No importa si las hacemos de rodillas, de pie o
acostados: Jehová siempre las oye. Hasta podemos orar en silencio, o mientras
conducimos el auto o hacemos cualquier otra cosa. Si las palabras nos nacen del
corazón, él las oye. Y, obviamente, también tenemos que orar de la manera
correcta. Hace muchos años, en una de las reuniones de la visita, los
superintendentes de circuito dirigíamos una parte titulada ―Nuevas cosas
aprendidas‖, que después se llamó ―Continúa en las cosas que aprendiste‖. Una
vez, en una reunión de sábado por la noche, pregunté a la congregación: ―Al orar
a Jehová, ¿cuándo deberíamos mencionar que lo hacemos mediante Jesús: al
principio, al final, en cualquier momento, o da igual?‖. Créanme, los
hermanos dieron toda clase de respuestas. ¡Ni se imaginan! Dijeron de todo. Total,
les di la respuesta correcta. Al final de la reunión, le pedí a un hermano mayor —
un hermano con experiencia— que hiciera la oración. ¡Pero le oró a Jesús! Fui y le
dije: ―Hermano, ¿por qué le oró usted a Jesús?‖. Me dijo: ―Es que no entendí a
quién debía orarle‖. Así que mi esposa, Gloria, me dijo: ―Mejor ya no hagas esa
pregunta en la sección de cosas aprendidas‖. Aquel hermano sí que aprendió algo
nuevo. Pero espero que la congregación no. A pesar de todo, creo que Jehová
escuchó su oración. Él toma en cuenta quiénes somos, qué podemos dar y cómo
podemos hacerlo. Claro, nunca haríamos algo así a propósito, pues no está
bien orarle directamente a Jesús. Eso es obvio. Y tampoco podemos juzgar las
oraciones de nuestros hermanos. ¿Quiénes somos nosotros para decir si Jehová
las escuchará o no? Bueno, la cuestión es que siempre debemos orar. Y, cuando
oramos, las palabras que expresamos pueden venir de nuestra mente o pueden
venir de nuestro corazón. Así que conviene que nos preguntemos: ―¿Le hablo a
Jehová desde el corazón?‖. Nuestras palabras deben ser siempre sinceras, deben
salir de lo más profundo de nuestro ser. También deben estar sazonadas con
sal: ser agradables, positivas, respetuosas y de buen gusto. En Job 1:21 aparece
una oración muy sincera del propio Job. Aunque fue corta, Jehová la escuchó y
apoyó a Job en todo momento. Si no hubiera sido así, las cosas podrían haber
sido mucho peores para Job, ¿no creen? Esta fue su oración: ―Desnudo salí del
vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová mismo ha dado, y Jehová
mismo ha quitado. Continúe siendo bendito el nombre de Jehová‖. Hermosa,
¿verdad? Salomón también hizo una bella oración. Está en 1 Reyes 3:6-10, pero
no la vamos a leer porque es larga. Y también tenemos el ejemplo de Asá para
cuando enfrentemos problemas. Él le oró a Jehová desde el corazón. Le pidió que
lo ayudara a vencer a un ejército etíope de un millón de soldados. El ejército de
Asá era mucho más pequeño. Pero él se acercó a Jehová, y Jehová también se
acercó a él. Dios atacó a los etíopes delante de Asá y de Judá y los venció. Los
etíopes se dieron a la fuga, huyeron. ¿Y todo por qué? Porque Asá se acercó a
Jehová. Y, por supuesto, nosotros queremos hacer lo mismo. Otra forma de
acercarnos a Jehová es meditando. Tenemos que reflexionar en las cosas que le
decimos a Dios. Quizás hayan escuchado que las ovejas tienen cuatro cavidades
en el estómago. Por eso, les toma bastante tiempo digerir el alimento: dos días o
más. Pues bien, algunas de las cosas que aprendemos son difíciles de
asimilar. Nos toma tiempo digerirlas, o entenderlas. Para eso sirve la
meditación. Tenemos que pensar una y otra vez en lo que
aprendemos. En ocasiones, también tenemos que pedirles ayuda a otros
hermanos. Quizás preguntarles: ―¿Qué piensas de esto? ¿Cómo lo
entiendes? ¿Cómo te ha ayudado?‖. En conclusión, si oramos y
meditamos, lograremos acercarnos aún más a nuestro Dios, Jehová.

Samuel Herd- Acerquémonos a Jehová (Sant. 48).txt

Hay hermanos que hacen oraciones muy conmovedoras, con palabras bien
escogidas, llenas de sentimiento. Puede que al escuchar una oración de ese tipo
pensemos: ―¡Ya quisiera yo orar tan bonito!‖. Pues bien, no todos podemos
expresarnos así. A muchos nos faltan las palabras, quizás porque no tenemos un
vocabulario muy amplio o tal vez porque no dominamos el idioma. Pero, para
Jehová, lo que cuenta es lo que hay en el corazón. Y, cuando le abrimos nuestro
corazón a Jehová, él nos oye y nos bendice, igual que oye y bendice a quien usa
palabras bonitas. Así que no se preocupen. Simplemente digan lo que tienen en el
corazón. Jehová no se fija tanto en las palabras, sino en la sinceridad de la
oración. Es muy probable que ustedes disfruten de una relación con Jehová tan
estrecha como la que tiene ese hermano que hace oraciones tan lindas. Claro,
no hay nada de malo en admirar a cierto hermano, o hermana, que tenga esa
habilidad. Pero no hay que preocuparse demasiado por la forma en que
oramos, pues, al fin y al cabo, lo que Jehová quiere es que las oraciones nazcan
del corazón. Fíjense en lo que dice la Biblia aquí en 1 Samuel 16:7: ―Pero Jehová
dijo a Samuel: ‗No mires su apariencia ni lo alto de su estatura, porque lo he
rechazado. Porque no de la manera como el hombre ve es como Dios ve, porque
el simple hombre ve lo que aparece a los ojos; pero en cuanto a Jehová, él ve lo
que es el corazón‘‖. Estas hermosas palabras nos recuerdan que, como simples
seres humanos, no podemos ver lo que hay en el corazón, pero Jehová sí puede
hacerlo. Y la verdad es que nos tranquiliza mucho que tenga esa
capacidad. Déjenme contarles una historia. Tiene que ver con un hermano ya
mayor que pertenecía a uno de los circuitos que visité hace años. Él nos había
invitado a cenar. Su esposa, que no era Testigo, nos preparó una cena
deliciosa. El hermano era anciano en su congregación, era un buen
hermano. Después de un rato, nos pusimos a hablar de lo que hacía antes de ser
Testigo. Le preguntamos a qué se dedicaba, y él nos dijo que se ganaba la
vida haciendo oraciones. ¡Así como lo oyen! Los pastores del pueblo lo
contrataban para que fuera a orar a sus iglesias todos los domingos. Nos explicó
que, como tenía facilidad de palabra y buena voz, sus oraciones motivaban a los
feligreses a abrir sus billeteras y darle más dinero a la iglesia. Después de la
colecta, los pastores le pagaban por sus servicios. Nos dijo que llegó a
ganar mucho dinero así: vendiendo oraciones. Por supuesto, una vez que conoció
la verdad, dejó ese negocio. Pero seguía haciendo oraciones que llegaban al
corazón. Y así deberían ser las oraciones, ¿no es cierto? El texto de hoy habla de
acercarse a Jehová. Y sabemos que una de las principales maneras de lograrlo es
mediante nuestras oraciones. No importa si las hacemos de rodillas, de pie o
acostados: Jehová siempre las oye. Hasta podemos orar en silencio, o mientras
conducimos el auto o hacemos cualquier otra cosa. Si las palabras nos nacen del
corazón, él las oye. Y, obviamente, también tenemos que orar de la manera
correcta. Hace muchos años, en una de las reuniones de la visita, los
superintendentes de circuito dirigíamos una parte titulada ―Nuevas cosas
aprendidas‖, que después se llamó ―Continúa en las cosas que aprendiste‖. Una
vez, en una reunión de sábado por la noche, pregunté a la congregación: ―Al orar
a Jehová, ¿cuándo deberíamos mencionar que lo hacemos mediante Jesús: al
principio, al final, en cualquier momento, o da igual?‖. Créanme, los
hermanos dieron toda clase de respuestas. ¡Ni se imaginan! Dijeron de todo. Total,
les di la respuesta correcta. Al final de la reunión, le pedí a un hermano mayor —
un hermano con experiencia— que hiciera la oración. ¡Pero le oró a Jesús! Fui y le
dije: ―Hermano, ¿por qué le oró usted a Jesús?‖. Me dijo: ―Es que no entendí a
quién debía orarle‖. Así que mi esposa, Gloria, me dijo: ―Mejor ya no hagas esa
pregunta en la sección de cosas aprendidas‖. Aquel hermano sí que aprendió algo
nuevo. Pero espero que la congregación no. A pesar de todo, creo que Jehová
escuchó su oración. Él toma en cuenta quiénes somos, qué podemos dar y cómo
podemos hacerlo. Claro, nunca haríamos algo así a propósito, pues no está
bien orarle directamente a Jesús. Eso es obvio. Y tampoco podemos juzgar las
oraciones de nuestros hermanos. ¿Quiénes somos nosotros para decir si Jehová
las escuchará o no? Bueno, la cuestión es que siempre debemos orar. Y, cuando
oramos, las palabras que expresamos pueden venir de nuestra mente o pueden
venir de nuestro corazón. Así que conviene que nos preguntemos: ―¿Le hablo a
Jehová desde el corazón?‖. Nuestras palabras deben ser siempre sinceras, deben
salir de lo más profundo de nuestro ser. También deben estar sazonadas con
sal: ser agradables, positivas, respetuosas y de buen gusto. En Job 1:21 aparece
una oración muy sincera del propio Job. Aunque fue corta, Jehová la escuchó y
apoyó a Job en todo momento. Si no hubiera sido así, las cosas podrían haber
sido mucho peores para Job, ¿no creen? Esta fue su oración: ―Desnudo salí del
vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová mismo ha dado, y Jehová
mismo ha quitado. Continúe siendo bendito el nombre de Jehová‖. Hermosa,
¿verdad? Salomón también hizo una bella oración. Está en 1 Reyes 3:6-10, pero
no la vamos a leer porque es larga. Y también tenemos el ejemplo de Asá para
cuando enfrentemos problemas. Él le oró a Jehová desde el corazón. Le pidió que
lo ayudara a vencer a un ejército etíope de un millón de soldados. El ejército de
Asá era mucho más pequeño. Pero él se acercó a Jehová, y Jehová también se
acercó a él. Dios atacó a los etíopes delante de Asá y de Judá y los venció. Los
etíopes se dieron a la fuga, huyeron. ¿Y todo por qué? Porque Asá se acercó a
Jehová. Y, por supuesto, nosotros queremos hacer lo mismo. Otra forma de
acercarnos a Jehová es meditando. Tenemos que reflexionar en las cosas que le
decimos a Dios. Quizás hayan escuchado que las ovejas tienen cuatro cavidades
en el estómago. Por eso, les toma bastante tiempo digerir el alimento: dos días o
más. Pues bien, algunas de las cosas que aprendemos son difíciles de
asimilar. Nos toma tiempo digerirlas, o entenderlas. Para eso sirve la
meditación. Tenemos que pensar una y otra vez en lo que
aprendemos. En ocasiones, también tenemos que pedirles ayuda a otros
hermanos. Quizás preguntarles: ―¿Qué piensas de esto? ¿Cómo lo
entiendes? ¿Cómo te ha ayudado?‖. En conclusión, si oramos y
meditamos, lograremos acercarnos aún más a nuestro Dios, Jehová.

Seth Hyatt- A los insensatos les va mal (Prov. 5;8).txt

Puede que el texto de hoy nos recuerde al consejo de Pablo en 1 Corintios


6:18, donde dice: ―Huyan de la fornicación‖. O tal vez a las palabras que el apóstol
le escribió a Timoteo en 2 Timoteo 2:22: ―Huye de los deseos que acompañan a la
juventud‖. En el texto de hoy, encontramos a un padre que anima a su hijo a evitar
cualquier cosa que lo pudiera llevar a cometer inmoralidad sexual. En Proverbios,
capítulo 7, ese consejo viene reforzado por un caso real. Ahí, el rey cuenta algo
que vio personalmente. Vamos a leerlo en Proverbios, capítulo 7, empezando por
el versículo 6. Abramos la Biblia juntos por ese pasaje, Proverbios
7:6. Imaginémonos a un padre dándole un consejo a su hijo y diciéndole: ―Porque
estando yo a la ventana de mi casa, miré hacia abajo por mi celosía, para poder
atisbar a los inexpertos [como tú, hijo, a los inexpertos]. Estaba interesado en
discernir entre los hijos a un joven falto de corazón [o insensato, que carece de
buen juicio]‖. Ahí está el primer factor en contra, ¿lo captaron? Es un muchacho
joven y, por tanto, inexperto; ya saben, la juventud y la inexperiencia van de la
mano. El padre sigue contando lo que vio y cómo se fueron desarrollando las
circunstancias que llevaron al joven a un trágico final. El versículo 8 dice que el
joven ―iba pasando por la calle cerca de la esquina de ella‖. Ahí se refiere a una
prostituta. ¿Qué hacía él por esos lugares? Bueno, dice que iba marchando
camino a la casa de ella. La palabra ―marchar‖ indica seguridad en uno mismo,
¿verdad? ¿Y no es cierto que los jóvenes suelen sentirse seguros de sí
mismos hasta en situaciones peligrosas? ¿Por qué se sienten así? Porque no
tienen experiencia y no siempre tienen la capacidad de ver los posibles peligros ni
las consecuencias que pudieran tener sus acciones. Hay otro factor, que se
menciona en el versículo 9: ―En el crepúsculo, al atardecer del día, al acercarse la
noche y las tinieblas‖. Así que se juntan la falta de experiencia, un barrio malo, un
joven que obviamente no tiene la intención de cometer inmoralidad y que quizá
hasta piensa que lo tiene todo bajo control; y además es de noche. Yo recuerdo
que, en la ciudad donde me crié, todo el mundo sabía que había ciertos lugares a
los que no podías ir si ya era de noche, porque te podías meter en un lío. En el
versículo 10, pasa lo inevitable. Una prostituta sale al encuentro del muchacho, y
él, en vez de darse la vuelta y alejarse de allí, se pone a conversar con
ella. El versículo 22 nos muestra lo que ocurrió, el resultado final, la culminación,
de este cúmulo de circunstancias: ―De repente él va tras ella, como toro que viene
aun al degüello, y justamente como si estuviera en grilletes para la disciplina de un
tonto‖. Ahora bien, ¿qué aprendemos de la expresión ―de repente‖? Bueno,
sencillamente que, aunque pensemos que tenemos el control de la situación, lo
podemos perder en cualquier momento y caer en la tentación, las circunstancias
nos pueden controlar a nosotros. ¿Y no fue eso lo que le pasó a ese
muchacho? Se expuso a una situación —se fue por un camino— que finalmente lo
llevó a cometer inmoralidad sexual. La gravedad del asunto se ve en la parte b del
versículo 23, que dice: ―Está envuelta su misma alma [o su vida]‖. Es un efecto
dominó. Sin duda, dañó su amistad con Jehová, la relación con su
familia... y hasta podría haber tenido consecuencias físicas, como contraer una
enfermedad de transmisión sexual. Veamos lo que dice el padre en el
versículo 26: ―Muchos son los que ella ha hecho caer muertos, y son numerosos
todos los que ella va matando‖. Y, como mencionó hace poco ―La Atalaya‖, miles
tienen que ser expulsados de la familia de Jehová cada año por cometer
inmoralidad sexual. Uno de los comentaristas hizo esta pregunta: ―¿Son solo los
inexpertos los que caen en esta trampa?‖. Bueno, veamos la foto que apareció en
aquel artículo de ―La Atalaya‖. Tal vez la recuerden. Aparecen dos matrimonios
cenando juntos, y a simple vista parece una situación de lo más inocente. Pero
¿qué están haciendo el muchacho y la muchacha del frente? Están coqueteando,
¿verdad? Ahí vemos a la hermana, que está jugueteando con el cabello, también
vemos al hermano, que parece que está pensando: ―Solo tengo ojos para ti‖. Un
detalle interesante es que los cuatro tienen anillos de casados. Así que estos
dos se están metiendo en terreno pantanoso. Y, como vimos en aquel artículo, un
día después de la reunión planean un encuentro ―accidental‖ en el
estacionamiento del Salón del Reino y se ponen a charlar, y más tarde a
mandarse mensajes de texto. Lo bueno es que, como vimos en ―La Atalaya‖, estos
hermanos se dieron cuenta de que iban por un mal camino y se salieron de él a
tiempo. ¿Pero no habría sido mejor que hubieran evitado dar los primeros
pasos? Es un buen recordatorio para todos, sin importar las circunstancias o la
edad que tengamos. Aquí en Betel, tratamos con personas del sexo opuesto, y
muchos estamos casados, pero otros no. Y, como se nos dice muchas
veces, queremos asegurarnos de que somos castos y agradamos a
Jehová. Lo mismo pasa en el Salón del Reino, o con el uso de Internet o con las
diversiones. No queremos iniciar un camino que termine apartándonos de
Jehová. Nunca me olvidaré de una precursora de mi congregación que siempre
nos daba buenos consejos a los jóvenes, todos la queríamos mucho. Ella siempre
nos decía esto: ―Si no quieres acabar quemándote, no juegues con fuego‖. ¿Qué
quería decir? Pues que no debemos dar pasos hacia algo que sabemos que va a
acabar mal, en una tragedia. No queremos dar ni el primer paso. Y, aunque
seamos inexpertos, podemos ser sabios. ¿Qué dijo el salmista? ―¿Cómo limpiará
un joven su senda? Manteniéndose alerta conforme a tu palabra [la de
Jehová]‖. Así que Jehová nos ha dado lo que necesitamos para permanecer
limpios. Por lo tanto, hablemos con Jehová del asunto. Estemos atentos a
situaciones que podrían ser peligrosas y resolvámonos a evitarlas. Si lo
hacemos, no caeremos en la inmoralidad sexual y nos libraremos de las malas
consecuencias que sufrió el joven del que habla el capítulo 7 de Proverbios.

Seth Hyatt- Decida con la ayuda de Jehová (2 Crón. 16,9).txt


¿Alguna vez ha tomado una mala decisión? O tal vez sea mejor preguntar:
¿recuerda la última vez que tomó una mala decisión? Son relativamente pocas las
decisiones que tienen gran impacto en nuestra vida; la mayoría no lo tienen. Por
ejemplo, en cierta ocasión, un hermano joven vio la corbata que yo traía puesta y
me dijo: ―Hermano Hyatt, ¿ya te viste en el espejo?‖. Bueno, quizás aquel atuendo
no fue la mejor elección. Pero existen otras decisiones que tienen un gran efecto
en nuestro servicio sagrado y en nuestra relación con Jehová. Esta verdad se
enfatiza en el texto de hoy. Si examinamos su contexto, fácilmente nos damos
cuenta de que las palabras de este versículo no se dijeron para felicitar o para
fortalecer la determinación de nadie. Más bien, se expresaron para corregir a
alguien. ¿A quién? Al rey Asá, tataranieto del rey David y tercer rey del reino de
Judá. Asá reinó durante 41 años y recibió la distinción de ser conocido como uno
de los reyes fieles de Judá. Así que surge la pregunta: ¿por qué un rey fiel como él
necesitó corrección? Para responder, abramos la Biblia en 2 Crónicas 16:7: ―En
aquel tiempo Hananí el vidente vino a Asá el rey de Judá y entonces le dijo:
‗Porque te apoyaste en el rey de Siria y no te apoyaste en Jehová tu Dios‘‖. Esa
fue la raíz del problema. El texto continúa: ―Por esa razón la fuerza militar del rey
de Siria se ha escapado de tu mano‖. Después de decirle aquello, Hananí le
recuerda al rey otro suceso. Le pregunta: ―¿Acaso los etíopes y los libios mismos
no constituían una inmensa fuerza militar en multitud, en carros y en hombres de a
caballo?; y, porque te apoyaste en Jehová, ¿no los dio él en tu mano?‖. Unos años
antes, Asá y la nación de Judá habían enfrentado a Zérah el etíope y su ejército
de 1 millón de soldados. ¿Qué hizo Asá entonces? Oró a Dios con humildad y
puso su propia vida y la de la nación en las manos de Jehová. A Jehová le gustó
lo que hizo, así que le dio la victoria. Sin embargo, ahora que era el rey Baasá
quien amenazaba a Judá, en vez de confiar en Jehová, Asá decidió sobornar a
Ben-hadad, el rey de Siria. Baasá era el rey de Israel, y Ben-hadad era el rey de
Siria. El plan parecía ideal: Asá soborna al rey Ben-hadad; Ben-hadad ataca a
Baasá, y Baasá se retira de Judá. Parecía una gran idea... pero Jehová no estaba
de acuerdo. ¡Asá dejó a Jehová fuera de la ecuación! Con esto en mente,
podemos entender las palabras de 2 Crónicas 16:9: ―Pues, en cuanto a Jehová,
sus ojos están discurriendo por toda la tierra para mostrar su fuerza a favor de
aquellos cuyo corazón es completo para con él. Has actuado tontamente respecto
a esto, pues desde ahora en adelante existirán guerras contra ti‖. Aquello fue tanto
un recordatorio como una corrección. ¿Por qué cuando Asá se enfrentó a un
ejército de 1 millón de enemigos se puso en las manos de Jehová, pero decidió
confiar en sí mismo cuando Baasá, el rey de Israel, lo amenazó? Cuando se nos
presenta un problema y debemos decidir algo respecto a una situación que es
mucho más grande de lo que nosotros podemos manejar, acudimos a Jehová y le
rogamos que nos ayude, nos consuele y nos guíe, ¿no es cierto? Por ejemplo, al
enfrentarnos a enfermedades terribles que no tendrán solución antes del nuevo
mundo o a la muerte de un ser querido, o tal vez a la expulsión de un familiar o de
un amigo íntimo... Ante dichas situaciones —que claramente nos rebasan—,
acudimos a Jehová. Pero es probable que haya otras decisiones que parezcan
más sencillas. Por ejemplo, con quién casarse o qué hacer con nuestra vida.
Quizás hayamos venido a apoyar una obra de construcción aquí y, para ello,
vendimos nuestra casa y dejamos todo atrás. Y ahora que la obra está a punto de
acabarse, hay que tomar algunas decisiones: ¿volveremos al mismo lugar? Tal
vez no éramos precursores antes de venir, pero después de pasar tiempo en
Betel, nuestra perspectiva ha cambiado. Así que, ¿sería posible empezar el
servicio de precursor ahora? ¿Nos quedaremos en este país o podríamos
mudarnos a otro? Si no tenemos cuidado al tomar estas decisiones, podríamos
dejar a Jehová fuera de la ecuación. Así que, ¿cómo nos aseguraremos de
tomarlo en cuenta? Bueno, hay 3 cosas que podemos hacer. La primera es
investigar: ¿qué nos dice Jehová en su Palabra que nos pueda ayudar a enfrentar
el problema? ¿Qué consejos nos ha dado el esclavo fiel y discreto en las
publicaciones? ¿Hay algún artículo u otra información que nos pueda orientar? La
segunda cosa es orar, hablar con Jehová sobre la decisión que debemos tomar.
Hay que recordar que Jehová no va a pensar por nosotros, pero sí nos va a
ayudar para que decidamos bien. Finalmente, tanto en Betel como en la
congregación contamos con un gran número de hermanos fieles, de mucha
experiencia, que estarán felices de ayudarnos a aprender de lo que la vida les ha
enseñado a ellos. Entonces, si hacemos estas 3 cosas —investigar, orar y hablar
con hermanos de experiencia—, podremos tomar una buena decisión. Pero surge
la pregunta: ¿qué es una buena decisión? ¿Verdad que es aquella que Jehová
puede bendecir? Con frecuencia nos encontraremos ante varias opciones, y no
siempre será cuestión de tomar una decisión buena o mala, sino de qué opción
finalmente elegir. ―¿Cuál de todas me ayudará a estrechar mi amistad con Jehová
y le dará algo que bendecir?‖. Hay un detalle más en el relato que nos va a animar
mucho. Leamos 2 Crónicas 15:17, la parte b. Allí dice: ―Solo que el corazón mismo
de Asá resultó completo todos sus días‖. Qué interesante, ¿no es cierto? El texto
de hoy decía que Jehová está buscando a ―aquellos cuyo corazón es completo
para con él‖. Y al final, Jehová sí consideró que Asá le había servido con todo el
corazón. Así que nos consuela saber que Jehová no juzga a nadie con base en
una sola decisión equivocada. Él toma en cuenta todos los factores. En el caso de
Asá, sus buenas cualidades y el celo que demostró por la adoración pura pesaron
más que la mala decisión que tomó aquella vez. De modo que, si llegamos a
tomar una mala decisión —y eso va a suceder de vez en cuando—, nos consolará
saber que Jehová seguirá tomándonos en cuenta. Lo que queremos es que, al
final, Jehová pueda mirar a cada uno de nosotros y decir: ―Sé que me amas con
todo el corazón‖.

Seth Hyatt- Decida con la ayuda de Jehová (2 Crón. 16;9).txt

¿Alguna vez ha tomado una mala decisión? O tal vez sea mejor preguntar:
¿recuerda la última vez que tomó una mala decisión? Son relativamente pocas las
decisiones que tienen gran impacto en nuestra vida; la mayoría no lo tienen. Por
ejemplo, en cierta ocasión, un hermano joven vio la corbata que yo traía puesta y
me dijo: ―Hermano Hyatt, ¿ya te viste en el espejo?‖. Bueno, quizás aquel atuendo
no fue la mejor elección. Pero existen otras decisiones que tienen un gran efecto
en nuestro servicio sagrado y en nuestra relación con Jehová. Esta verdad se
enfatiza en el texto de hoy. Si examinamos su contexto, fácilmente nos damos
cuenta de que las palabras de este versículo no se dijeron para felicitar o para
fortalecer la determinación de nadie. Más bien, se expresaron para corregir a
alguien. ¿A quién? Al rey Asá, tataranieto del rey David y tercer rey del reino de
Judá. Asá reinó durante 41 años y recibió la distinción de ser conocido como uno
de los reyes fieles de Judá. Así que surge la pregunta: ¿por qué un rey fiel como él
necesitó corrección? Para responder, abramos la Biblia en 2 Crónicas 16:7: ―En
aquel tiempo Hananí el vidente vino a Asá el rey de Judá y entonces le dijo:
‗Porque te apoyaste en el rey de Siria y no te apoyaste en Jehová tu Dios‘‖. Esa
fue la raíz del problema. El texto continúa: ―Por esa razón la fuerza militar del rey
de Siria se ha escapado de tu mano‖. Después de decirle aquello, Hananí le
recuerda al rey otro suceso. Le pregunta: ―¿Acaso los etíopes y los libios mismos
no constituían una inmensa fuerza militar en multitud, en carros y en hombres de a
caballo?; y, porque te apoyaste en Jehová, ¿no los dio él en tu mano?‖. Unos años
antes, Asá y la nación de Judá habían enfrentado a Zérah el etíope y su ejército
de 1 millón de soldados. ¿Qué hizo Asá entonces? Oró a Dios con humildad y
puso su propia vida y la de la nación en las manos de Jehová. A Jehová le gustó
lo que hizo, así que le dio la victoria. Sin embargo, ahora que era el rey Baasá
quien amenazaba a Judá, en vez de confiar en Jehová, Asá decidió sobornar a
Ben-hadad, el rey de Siria. Baasá era el rey de Israel, y Ben-hadad era el rey de
Siria. El plan parecía ideal: Asá soborna al rey Ben-hadad; Ben-hadad ataca a
Baasá, y Baasá se retira de Judá. Parecía una gran idea... pero Jehová no estaba
de acuerdo. ¡Asá dejó a Jehová fuera de la ecuación! Con esto en mente,
podemos entender las palabras de 2 Crónicas 16:9: ―Pues, en cuanto a Jehová,
sus ojos están discurriendo por toda la tierra para mostrar su fuerza a favor de
aquellos cuyo corazón es completo para con él. Has actuado tontamente respecto
a esto, pues desde ahora en adelante existirán guerras contra ti‖. Aquello fue tanto
un recordatorio como una corrección. ¿Por qué cuando Asá se enfrentó a un
ejército de 1 millón de enemigos se puso en las manos de Jehová, pero decidió
confiar en sí mismo cuando Baasá, el rey de Israel, lo amenazó? Cuando se nos
presenta un problema y debemos decidir algo respecto a una situación que es
mucho más grande de lo que nosotros podemos manejar, acudimos a Jehová y le
rogamos que nos ayude, nos consuele y nos guíe, ¿no es cierto? Por ejemplo, al
enfrentarnos a enfermedades terribles que no tendrán solución antes del nuevo
mundo o a la muerte de un ser querido, o tal vez a la expulsión de un familiar o de
un amigo íntimo... Ante dichas situaciones —que claramente nos rebasan—,
acudimos a Jehová. Pero es probable que haya otras decisiones que parezcan
más sencillas. Por ejemplo, con quién casarse o qué hacer con nuestra vida.
Quizás hayamos venido a apoyar una obra de construcción aquí y, para ello,
vendimos nuestra casa y dejamos todo atrás. Y ahora que la obra está a punto de
acabarse, hay que tomar algunas decisiones: ¿volveremos al mismo lugar? Tal
vez no éramos precursores antes de venir, pero después de pasar tiempo en
Betel, nuestra perspectiva ha cambiado. Así que, ¿sería posible empezar el
servicio de precursor ahora? ¿Nos quedaremos en este país o podríamos
mudarnos a otro? Si no tenemos cuidado al tomar estas decisiones, podríamos
dejar a Jehová fuera de la ecuación. Así que, ¿cómo nos aseguraremos de
tomarlo en cuenta? Bueno, hay 3 cosas que podemos hacer. La primera es
investigar: ¿qué nos dice Jehová en su Palabra que nos pueda ayudar a enfrentar
el problema? ¿Qué consejos nos ha dado el esclavo fiel y discreto en las
publicaciones? ¿Hay algún artículo u otra información que nos pueda orientar? La
segunda cosa es orar, hablar con Jehová sobre la decisión que debemos tomar.
Hay que recordar que Jehová no va a pensar por nosotros, pero sí nos va a
ayudar para que decidamos bien. Finalmente, tanto en Betel como en la
congregación contamos con un gran número de hermanos fieles, de mucha
experiencia, que estarán felices de ayudarnos a aprender de lo que la vida les ha
enseñado a ellos. Entonces, si hacemos estas 3 cosas —investigar, orar y hablar
con hermanos de experiencia—, podremos tomar una buena decisión. Pero surge
la pregunta: ¿qué es una buena decisión? ¿Verdad que es aquella que Jehová
puede bendecir? Con frecuencia nos encontraremos ante varias opciones, y no
siempre será cuestión de tomar una decisión buena o mala, sino de qué opción
finalmente elegir. ―¿Cuál de todas me ayudará a estrechar mi amistad con Jehová
y le dará algo que bendecir?‖. Hay un detalle más en el relato que nos va a animar
mucho. Leamos 2 Crónicas 15:17, la parte b. Allí dice: ―Solo que el corazón mismo
de Asá resultó completo todos sus días‖. Qué interesante, ¿no es cierto? El texto
de hoy decía que Jehová está buscando a ―aquellos cuyo corazón es completo
para con él‖. Y al final, Jehová sí consideró que Asá le había servido con todo el
corazón. Así que nos consuela saber que Jehová no juzga a nadie con base en
una sola decisión equivocada. Él toma en cuenta todos los factores. En el caso de
Asá, sus buenas cualidades y el celo que demostró por la adoración pura pesaron
más que la mala decisión que tomó aquella vez. De modo que, si llegamos a
tomar una mala decisión —y eso va a suceder de vez en cuando—, nos consolará
saber que Jehová seguirá tomándonos en cuenta. Lo que queremos es que, al
final, Jehová pueda mirar a cada uno de nosotros y decir: ―Sé que me amas con
todo el corazón‖.

Stephen Lett- El orgullo conduce al desastre (Prov. 16;18).txt

Sabemos que hay buenas razones para cultivar humildad. Pero ¿cuál dirían que
es la más importante? Encontramos la respuesta en Santiago 4:6. La segunda
parte de ese versículo dice: ―Dios se opone a los altivos, pero da bondad
inmerecida a los humildes‖. Aquí se nos recuerda que, si no somos humildes,
Jehová se pondrá en contra de nosotros. Pero, si demostramos humildad, nos
tratará con bondad inmerecida. Obviamente, esa es la razón más importante para
cultivar humildad, aunque hay muchas otras. Ahora bien, sabemos que la
humildad se puede perder. En la Biblia encontramos muchos ejemplos de
personas que eran humildes pero que, en algún momento, dejaron de serlo. Y tal
vez nosotros mismos hemos conocido a alguien que dejó de ser humilde. Hay
quien es capaz de recuperar la humildad, pero hay personas a quienes el orgullo
las conduce al desastre. Pensemos en esto: ¿se pierde la humildad de la noche a
la mañana... es algo que sucede de repente? ¿No es cierto que en la mayoría de
los casos surge alguna situación en la vida que contribuye a que alguien deje de
ser humilde? Analicemos cinco situaciones que pueden presentarse en nuestra
vida y que podrían poner a prueba nuestra humildad y, si no tenemos cuidado,
llevarnos a perderla. Primera situación: cuando se nos honra con un privilegio o
una responsabilidad. Hablemos un poco sobre el caso de Agar. La obra
―Perspicacia‖ dice que ella tal vez llegó a ser la sierva de Sara en Egipto, adonde
Abrahán y Sara huyeron por el hambre que había en Canaán. Seguro que, en ese
entonces, Agar era muy servicial con Sara. Pero, cuando se convirtió en la
concubina de Abrahán y se enteró de que estaba embarazada, ¿qué pasó?
Génesis 16:4 dice: ―Cuando ella se dio cuenta de que estaba encinta, entonces su
ama empezó a ser despreciada a los ojos de ella‖. Al conseguir una posición de
prestigio, perdió su humildad, y el ángel de Jehová tuvo que darle un consejo
firme. Le dijo: ―Vuélvete a tu ama y humíllate bajo su mano‖. El ejemplo de Agar
nos deja bien claro que incluso alguien de buen corazón puede dejar de ser
humilde cuando se le honra con un privilegio o se le concede una posición de
autoridad. Hablemos ahora de la segunda situación que puede poner a prueba
nuestra humildad: cuando alcanzamos ciertos logros en nuestra vida. Pensemos
en el ejemplo del rey Uzías. Un vistazo a 2 Crónicas 26:3-5 nos permite observar
que, al principio de su reinado, Uzías era humilde. El versículo 3 dice que tenía
16 años cuando empezó a reinar. En el 4 leemos que ―siguió haciendo lo que era
recto a los ojos de Jehová‖. Y el final del 5 dice que ―en los días de buscar él a
Jehová, el Dios verdadero lo hizo próspero‖. Así que Uzías empezó bien... era un
buen rey. Y, como también era humilde, Jehová lo bendijo durante muchos años.
Pero, si notamos, el versículo 16 empieza con la expresión ―sin embargo‖. Y con
esta expresión la Biblia da a entender que algo cambió. Dice: ―Sin embargo, tan
pronto como se hizo fuerte, su corazón se hizo altivo aun hasta el punto de causar
ruina‖. Como sabemos, Uzías incluso se atrevió a entrar al templo para ofrecer
incienso. Pero ¿a qué se refiere la frase ―se hizo fuerte‖? La obra ―Perspicacia‖
explica que ―se hizo famoso por las victorias militares que consiguió‖. Parece que
estos logros se le subieron a la cabeza hasta el punto de llevarlo a pensar que
podía entrar al templo y hacer algo que solo les correspondía a los sacerdotes.
Se olvidó de que fue Jehová quien le había dado aquellas victorias. Eso nos
enseña una lección. Cuando alcancemos algún logro, nunca olvidemos que se lo
debemos todo a Jehová, la fuente de nuestras virtudes y destrezas. Hablemos
ahora de la tercera situación que podría amenazar nuestra humildad: cuando
recibimos un consejo. El caso de Uzías también ilustra este punto. Allí, en
2 Crónicas 26, veamos los versículos 17 y 18. Cuando Uzías entró al templo para
ofrecer el incienso, leemos que ―Azarías el sacerdote y con él sacerdotes de
Jehová, ochenta hombres [y noten] valientes, entraron tras él‖. Y reprendieron al
rey. Le dijeron: ―A ti esto no te corresponde. Solo los sacerdotes pueden hacerlo.
Más te vale que salgas del santuario ahora mismo‖. Sin duda, trataron de
corregirlo. Pero ¿cómo reaccionó Uzías? El versículo 19 dice que ―se enfureció‖
con ellos. Les habrá dicho algo como: ―¿Y quiénes se creen ustedes que son? ¡Yo
soy el rey!‖. Mostró todavía más orgullo, y Jehová lo castigó con lepra. Fíjense:
Jehová no lo castigó cuando se atrevió a entrar al templo, sino cuando fue
soberbio y rechazó la corrección. Fue entonces que lo castigó Jehová. Eso nos
enseña algo, ¿verdad? Tenemos que estar alerta para no reaccionar con orgullo
cuando nos corrijan. Y hay que tener todavía más cuidado si tenemos más
autoridad, más experiencia o más años de servicio que quien nos está corrigiendo.
Pasemos a la cuarta situación que pudiera poner en peligro nuestra humildad: si
conseguimos cierta riqueza. Tal vez recibamos una herencia o consigamos dinero
de otra forma. Pero ¿recuerdan lo que les pasó a los israelitas cuando entraron en
la tierra que manaba leche y miel? Jehová lo explica en Oseas 13:6: ―Ellos
también llegaron a estar satisfechos. Llegaron a estar satisfechos y su corazón
empezó a ensalzarse. Por eso me olvidaron‖. ¡Qué lección tan impactante para
nosotros!, ¿no es cierto? Jamás queremos dejar de comportarnos de manera
humilde, sin importar cuál sea nuestra situación económica, aun si hemos
prosperado. Más bien, queremos seguir siendo humildes, confiando en Jehová, y
no en las riquezas. Para terminar, veamos la quinta situación que podría poner a
prueba nuestra humildad: cuando nos elogian, como acaba de comentar uno de
nuestros hermanos. Recordemos el relato de Hechos, capítulo 12. Allí
encontramos a Herodes, con su ropaje real y sentado en el tribunal. Entonces,
empieza a pronunciar un discurso público y la gente le grita: ―¡Voz de un dios, y
no de un hombre!‖. ¿Qué pasó después? Un ángel le dio muerte. Sí, murió
consumido por los gusanos. ¿Y por qué? Porque no le dio la gloria a Jehová.
En contraste, recordemos lo que se relata en Lucas 18. Un gobernante se acercó
a Jesús y lo llamó ―Buen Maestro‖, pero Jesús le dijo: ―¿Por qué me llamas
bueno? Nadie es bueno, sino uno solo, Dios‖. ¿Qué podemos aprender de estos
dos ejemplos? Que, cuando nos elogian, tenemos dos opciones: reaccionar como
Herodes y tratar de llevarnos el mérito, o reaccionar como Jesús y darle la gloria a
Jehová, ya sea con lo que decimos o, al menos, con lo que pensamos. Proverbios
27:21 nos enseña que la alabanza nos pone a prueba como un crisol. Y muchas
veces lo que se pone a prueba es nuestra humildad. Hace unos años, ―La Atalaya‖
nos advirtió: ―La alabanza [revela] la calidad del corazón de un hombre. Los sabios
no buscan la alabanza ni se hinchan con ella. Los hombres vanos la buscan y los
débiles se inflan con ella. Si alguien puede soportar la alabanza sin sufrir daño,
recordando que cualquier y toda cosa que tiene en realidad ha procedido de Dios,
ése es genuino como plata pura a ojos de Jehová‖. Pues ahí las tienen: cinco
situaciones que pueden poner a prueba nuestra humildad y, si no tenemos
cuidado, contribuir a que la perdamos. ¿Las recuerdan? 1) Cuando se nos honra
con un privilegio o una responsabilidad, 2) cuando alcanzamos ciertos logros, 3)
cuando recibimos un consejo, 4) cuando conseguimos cierta riqueza y 5) cuando
nos elogian. Seguro que se les ocurren otras situaciones que pueden poner a
prueba nuestra humildad. Pero el punto es que, si logramos permanecer humildes
con la ayuda de Jehová, él nunca se pondrá en nuestra contra. Por el contrario,
nuestro generoso Dios nos seguirá mostrando bondad inmerecida.

Stephen Lett- Sigamos tras el amor (1 Juan 3;18).txt

El texto de hoy y los comentarios que hace ―La Atalaya‖ nos animan a esforzarnos
por demostrar amor a los demás, especialmente a nuestros hermanos. Así que
hoy analizaremos el tema: ―Sigamos tras el amor‖. Es interesante que la idea de
seguir tras el amor aparezca tres veces en la Biblia. Y, de hecho, la expresión
―seguir tras‖ es muy apropiada. ¿Por qué? Bueno, porque indica la idea de
perseguir, de seguir tras algo con insistencia para alcanzarlo o capturarlo.
Podríamos compararlo a un niño pequeño que persigue una mariposa.
La persigue, va tras ella, e intenta capturarla. ¿Y qué intenta hacer la mariposa?
Pues escapar, huir. Si pensamos en ello, eso es precisamente lo que hace el amor
de nosotros. ¿Por qué lo decimos? ¿Por qué el amor trata de escaparse de
nosotros, y por eso nos obliga a seguir tras él? Bueno, la razón principal es la
imperfección que hemos heredado. Génesis 1:27 nos dice que, en el principio,
Jehová creó a Adán a su imagen, y por eso era un reflejo perfecto de Jehová y sus
cualidades. Lo hacía de forma perfecta. Pero, cuando pecó, dejó de ser perfecto.
Y se podría decir que Adán se convirtió en un reflejo distorsionado de Jehová y
sus cualidades. Podemos ilustrarlo con esos espejos que encontramos en las
ferias o en los circos que distorsionan la imagen. Pueden hacer que te veas
mucho más alto, más bajo, más gordo o más flaco de lo que eres en realidad.
Bueno, Adán también llegó a ser un reflejo distorsionado de Jehová y sus
cualidades, y todos nosotros hemos heredado esa condición. Somos reflejos
distorsionados de Jehová y sus cualidades, por eso tenemos que seguir tras el
amor. Ahora, déjenme que les pregunte algo: ¿dirían que Jehová sigue tras el
amor? Es una pregunta con trampa. ¿Tiene que perseguir Jehová el amor para
atraparlo? No. 1 Juan 4:8 dice que ―Dios es amor‖. Él lo demuestra de forma
natural, no tiene que esforzarse. Se podría decir que el amor brota de él. Jehová
es la fuente del amor. Pero las cosas son distintas para nosotros. Como somos
imperfectos, no tenemos la tendencia natural a mostrar amor, y por eso debemos
seguir tras él. Pero ¿cómo seguimos tras el amor? Bueno, toda la Biblia nos
enseña cómo seguir tras el amor, pero en los cinco versículos de 1 Corintios 13:4-
8 se nos dice más concretamente cómo hacerlo. Ahí encontramos 16 formas de
demostrar amor: nueve maneras como el amor no se comporta, y siete maneras
como sí se comporta. Si analizamos detenidamente estas 16 formas,
conseguiremos la guía necesaria para seguir tras el amor. Tendremos claro cómo
demostrar amor y no iremos a ciegas. Según lo permita el tiempo, veamos algunas
cosas que el amor no hace y cómo no se comporta. Primero: ―El amor no es
celoso‖. En la Biblia, ser celoso puede tener un sentido positivo o un sentido
negativo. En sentido positivo, está muy relacionado con el entusiasmo. Pero,
obviamente, aquí Jehová habla de los celos en negativo, que es el sentido en el
que aparece la mayoría de las veces en la Biblia. Entonces, ¿qué significa?
Bueno, significa envidiar las cosas buenas que les pasan a los demás. Puede ser
peor que la ira. La ira puede venir e irse rápidamente, pero los celos se podrían
quedar en lo más profundo. De hecho, Proverbios 14:30 menciona que llegan
hasta los huesos. ¿Cómo podemos evitar los celos y seguir tras el amor, incluso
cuando es difícil? Tenemos que pedir ayuda a Jehová y hacer lo que se menciona
en Romanos, capítulo 12. Por favor, busquen Romanos 12 y veamos qué nos pide
Jehová que hagamos. En el versículo 15, dice: ―Regocíjense con los que se
regocijan; lloren con los que lloran‖. Pensemos, ¿qué es más difícil? Bueno,
normalmente no es muy difícil llorar con alguien que está llorando. Quizás le
diagnosticaron cáncer o perdió a un ser querido. Estamos muy tristes por esa
persona. Pero a menudo es más difícil alegrarse con alguien que está alegre.
Puede que le hayan dado algo bueno o le haya pasado algo bueno, pero a
nosotros no. Les voy a poner un breve ejemplo. Supongamos que un anciano está
muy feliz porque le han dado una responsabilidad en la asamblea regional.
Nosotros siempre hemos deseado que nos den una, pero no hemos recibido nada.
¿Nos alegraremos con nuestro hermano, que está alegre? ¿O fingiremos estar
alegres por él, pero, en realidad, por dentro estaremos llenos de celos? Debemos
estar felices de corazón, alegres por la alegría de nuestro hermano. Con la ayuda
de Jehová, lo conseguiremos. Tenemos que esforzarnos por mejorar nuestra
actitud. Pensemos en esto: hay una cualidad que es más fuerte que los celos, el
amor. Con amor, podemos acabar con los celos. Veamos otro aspecto más: el
amor ―no se vanagloria‖. Si seguimos tras el amor, le pediremos a Jehová que nos
ayude a esforzarnos para no presumir cuando hablamos. Procuraremos no usar a
menudo palabras como ―yo‖ o ―a mí‖ para dirigir la atención hacia nosotros
mismos. No nos daremos demasiada importancia, sino que dirigiremos la atención
hacia los demás y, especialmente, hacia Jehová. El amor tampoco ―se hincha‖, es
decir, no es arrogante. La arrogancia está muy relacionada con vanagloriarse,
pues normalmente una persona que es arrogante también se vanagloria o
presume. Pero ¿creen que se puede ser arrogante sin vanagloriarse? Claro.
De hecho, podríamos tener esa actitud si nos tenemos en demasiada estima
aunque no lo demostremos con las cosas que decimos o hacemos. Entonces,
¿por qué sería poco amoroso que fuéramos arrogantes aunque no nos
vanagloriemos? Bueno, porque los demás lo percibirían. De alguna manera,
nuestra actitud podría ser evidente a otros y, en lugar de hacer que se sientan
bien, los estaríamos rebajando. Pero, aún más importante, Jehová vería esa
actitud en nuestro corazón y no nos bendeciría. Leamos cuál es la actitud que sí
debemos tener. Volvamos a Romanos 12, y ahora fijémonos en el versículo 3.
Justo a la mitad, Jehová nos dice: ―Digo a cada uno que está allí entre ustedes
que no piense más de sí mismo de lo que sea necesario pensar‖. Como ven,
Jehová nos dice que ni siquiera pensemos de nosotros más de lo que debemos
pensar, sino que tengamos una actitud humilde. Otro aspecto del amor es que
―no se porta indecentemente‖. La indecencia tiene varios grados, y el más grave
es la inmoralidad. En el otro extremo quizás estaría la falta de buenos modales.
Lo cierto es que no nos gustaría ser ni un poquito indecentes, ¿verdad?
En especial, los que somos betelitas, queremos demostrar buenos modales
usando generosamente las expresiones ―gracias‖ y ―por favor‖, sujetando la puerta
a los demás, permitiéndoles elegir primero y cosas como estas. Cuando nos
encontramos a alguien por los pasillos, debemos saludarlo con cariño, y
no deberíamos estar más interesados en nuestros aparatos electrónicos que en
quien está pasando por nuestro lado. Tenemos que demostrar buenos modales al
tratar con nuestros hermanos. Sigamos. El amor ―no se siente provocado‖.
Veamos un ejemplo rápidamente. Imaginemos que estamos en nuestro auto
esperando mientras el semáforo está en rojo. Cuando cambia a verde,
inmediatamente la persona que está detrás toca el claxon para que arranquemos.
¿Cómo nos sentiríamos? ¿Avanzaríamos despacito? ¡Así pagará por lo que nos
ha hecho! Bueno, eso sería sentirnos provocados. Recordemos: el amor ―no se
siente provocado‖. Otro aspecto más: el amor ―no lleva cuenta del daño‖.
¿Significa eso que tenemos que olvidarnos totalmente del daño que se nos ha
hecho? No. Lo que dice el texto es que no llevemos cuenta del daño. Si lo
hiciéramos, sería como llevar en un libro de contabilidad un registro de lo que nos
deben. Por lo tanto, aunque recordemos el daño que nos han hecho, en nuestro
corazón lo hemos perdonado. Hemos cancelado la deuda. Bueno, hemos visto
seis aspectos del amor. Les voy a asignar la tarea de investigar los otros diez que
encontramos en estos versículos. Hemos aprendido que debemos seguir tras el
amor, y no es nada fácil cumplir con cualquiera de estos aspectos. Hay que
esforzarse. Al principio hablamos de una mariposa que trata de escapar de un
niño. Pues el amor también trata de escapar de nosotros. Pero, con la ayuda de
Jehová, podemos atraparlo. Y tenemos que seguir esforzándonos. ¿Hasta
cuándo? Bueno, hasta que llegue el maravilloso tiempo en que seamos perfectos;
entonces ya no tendremos que seguir tras el amor. Al igual que Jehová y Jesús,
sencillamente podremos demostrarlo de forma natural. Pero, hasta que llegue ese
día, 1 Corintios 13:4-8 nos dará la guía necesaria para seguir tras el amor.

William Malenfant -Estás aprendiendo un nuevo idioma (Neh. 13;24).txt

Normalmente, el primer idioma que aprendemos cuando somos niños se convierte


en el idioma de nuestro corazón. Y ese idioma se aprende en casa. Casi siempre,
la persona que más influye en cuál será nuestro primer idioma, o la lengua del
corazón, es nuestra madre. Y eso es justo lo que ocurrió en Israel en los días de
Nehemías. Pero en este caso había un problema. Muchos judíos, incluso
prominentes, se habían casado con mujeres extranjeras. Y ellas enseñaban a sus
hijos su idioma y, probablemente, sus creencias. Leamos lo que dice Nehemías
13:23, 24. Nehemías 13:23, 24: ―Por ese entonces también vi que algunos judíos
se habían casado con mujeres asdoditas, ammonitas y moabitas. La mitad de sus
hijos hablaba asdodeo y la otra mitad el idioma de otros pueblos, pero ninguno de
ellos sabía hablar el idioma de los judíos‖. Y, como dijimos antes, es muy probable
que esas madres les enseñaran a sus hijos sobre su tierra, su cultura y su religión,
es decir, sobre los dioses paganos a los que adoraban. Así que había que hacer
algo. Siguiendo la guía y el consejo de Esdras y Nehemías, los judíos mismos
tomaron una decisión. Despidieron a sus esposas junto con sus hijos. Y, quizá,
para algunos de esos esposos fue difícil separarse de sus hijos. Pero lo único que
esos niños conocían era el idioma de sus madres paganas. Nada de hebreo ni de
la adoración a Jehová. Así que tenían que irse para que los judíos no perdieran
poco a poco su identidad debido a la influencia de la cultura y la religión de las
naciones vecinas de donde venían sus esposas. En los días de Nehemías hablar
hebreo era vital. Y menos mal que hoy día no es necesario que todos sepamos
hebreo. Pero Jehová es muy sabio e invita a todas las personas, sin importar qué
idioma hablen, a aprender el ―idioma puro‖: la verdad sobre él y sus propósitos.
En realidad es como lo contrario a lo que pasó en la Torre de Babel, cuando
Jehová intervino y confundió a sus constructores, haciendo que hablaran idiomas
diferentes y pensaran de maneras diferentes. Eso hizo que se fueran, porque ya
no se entendían ni podían trabajar juntos. Hoy día, los siervos de Dios por todo el
mundo hablan muchísimos idiomas distintos. Pero Jehová es muy sabio, y está
uniendo a todas esas personas, a todos los que aman la verdad y lo aman a él.
Y esto es lo que describe Sofonías, en Sofonías 3:9. Ahí se habla del ―idioma
puro‖: ―Y entonces cambiaré el idioma de los pueblos a un idioma puro para que
todos ellos puedan invocar el nombre de Jehová‖. Y eso es lo que hacen, aunque
todos hablen distintos idiomas. Aprenden la verdad y se unen a la organización de
Jehová para que, como sigue diciendo el versículo, puedan servirle ―hombro a
hombro‖. Qué interesante, ¿verdad?, cómo Jehová ha usado el ―idioma puro‖ para
unir a personas de muchas culturas distintas e idiomas diferentes. Hoy día, mucha
gente está emigrando a otros países donde se habla un idioma distinto al suyo. Y,
cuando uno lo piensa, es impresionante: hay ciudades grandes que están llenas
de personas que hablan distintos idiomas. Incluso en pueblos pequeños también
hay personas que hablan diferentes lenguas. Y hay que ayudarlos a aprender la
verdad en el idioma de su corazón. Llama la atención la cantidad de betelitas, que
han aprendido un nuevo idioma para enseñarles la verdad a otros. En el Betel de
Estados Unidos, en nuestra sucursal, hay más de 2.500 betelitas y voluntarios
externos que apoyan muchos grupos y congregaciones en un total de 24 idiomas.
Así que, como vemos, hay muchos hermanos que trabajan en Betel que están
haciendo un gran esfuerzo por ayudar a las personas del territorio a aprender la
verdad. Y a muchos nos gustaría hablar otros idiomas. ¿Se imaginan lo
maravilloso que sería aprender como los niños? Lo absorben y listo. Sin esfuerzo.
Y empiezan a hablar. Una ¡Despertad! citó estas palabras del doctor John Brierley:
―Claramente el cerebro joven parece estar programado casi como una
computadora‖ para el desarrollo lingüístico. Explicó que hasta ―la anatomía del
cerebro‖ sugiere ―que un infante nace con la capacidad biológica programada de
antemano para hablar‖. Y que es como si los niños tuvieran en su cerebro un
sistema de cables programado para aprender idiomas. La mala noticia es que,
queramos o no, a muchos de nosotros se nos van pelando esos cables con los
años. Pero si estamos dispuestos a hacer ese esfuerzo extra y decidimos
cambiarnos a una congregación donde se habla otro idioma, recordemos esto: los
niños que van a esa congregación pueden ayudarnos mucho con el idioma.
A veces pueden ser muy directos, ¿verdad? ―Usted habla raro. ¿Por qué no puede
decir bien esa palabra? Si es muy fácil‖. ―Claro, para ti será fácil porque es tu
idioma‖. Pero así son los niños. Ellos no se dan cuenta de que, con el paso de los
años, más se arraiga en el cerebro nuestra lengua materna. Cada vez se nos hace
más difícil cambiar el chip y nos cuesta más aprender nuevas palabras y aprender
a pronunciar nuevos sonidos. Tengan sentido del humor. Escuchar a los niños los
ayudará. Y no... no se preocupen demasiado si al hablar ese idioma se les nota su
acento. En realidad, todos tenemos un acento. Es verdad que algunos son más
agradables que otros, pero todos tenemos uno. Y, algunos no quieren admitirlo,
pero, en realidad, sí lo tienen. Incluso en un mismo idioma se puede saber de
dónde es la persona por como habla: si es del norte, del sur o de cualquier otra
parte. Hay diferentes acentos y maneras de pronunciar las palabras. Recuerdo
que, hace años, cuando eras misionero y llegabas a tu asignación tenías que
seguir un programa especial para aprender el idioma del lugar. El primer mes
tenías que estudiar 11 horas al día. Todos los días, 11 horas. Era tan difícil que
muchos días te sentías como si estuvieras en la Torre de Babel. El segundo mes
tenías que estudiar el idioma 4 horas al día y además predicar 130 horas. Y el
tercer mes tenías que pasar 150 horas en la predicación y estudiar cuando
pudieras. Para los que están intentando aprender un nuevo idioma, les comento
unas sugerencias que saqué de la ¡Despertad! de marzo de 2007 y de la
¡Despertad! de enero del año 2000. Son cuatro puntos: 1) motivación, 2) humildad,
3) paciencia, 4) práctica. Motivación: hace falta un incentivo, una razón para llegar
a la meta. Y, es verdad, porque mientras más motivado estés, mejores resultados
tendrás. ¿Y qué mejor motivación hay que la nuestra? Queremos enseñar la
verdad, alabar a nuestro Dios Jehová y fortalecer a los hermanos de nuestra
nueva congregación. ¿Y qué hay de la humildad? Bueno, no seamos demasiado
exigentes con nosotros mismos al aprender un idioma. Es normal equivocarse. Si
están esperando a hablar perfecto antes de empezar a comentar en las reuniones
o dar discursos, prepárense para esperar bastante tiempo. Porque puede que
no lo consigan hasta después de los 1.000 años. Así que no tengan miedo de
equivocarse y cometer errores. No se rindan. Paciencia. Un hermano dijo: ―Los
primeros dos años fueron difíciles para mí, y a veces casi me di por vencido‖. Aun
así, él reconoce que con el tiempo se hace cada vez más fácil. Hasta lo
disfrutaremos. Y por último, la práctica. La ¡Despertad! decía: ―Un programa de
estudio le ayudará a adquirir fluidez en el nuevo idioma. Intente practicar todos los
días, aunque sea solo unos minutos‖. Y hay un libro que dice algo interesante: ―Es
preferible poco con frecuencia a mucho pero rara vez‖. Así que practiquen
regularmente el idioma, aunque sea a ratitos. Bueno, la verdad es que la mayoría
de los betelitas aquí en Estados Unidos sirve en el campo inglés. Y son una
verdadera bendición para sus congregaciones. Los hermanos están contentos de
contar con estos betelitas que dan un buen ejemplo y trabajan duro para fortalecer
a la congregación. Así que la decisión de servir en una congregación en nuestro
idioma o en uno distinto es muy personal. Sea cual sea nuestra decisión, hay algo
muy importante que tenemos que recordar para mantenernos fuertes en sentido
espiritual y dar lo mejor de nosotros en Betel. Debemos recordar y tener muy
presente que el idioma más importante, el que tenemos que dominar, es el ―idioma
puro‖ que Jehová Dios le ha dado a su pueblo.

William Malenfant- Hagamos sacrificios de buena gana (Sal. 54;6).txt

La oración de David nos enseña una lección importante, en especial porque, como
sabemos, Jehová lo miraba con buenos ojos. Algo que se puede destacar es su
actitud cuando tuvo que hacer sacrificios por Dios: siempre los hizo de buena
gana. Era un hombre de motivos puros, de gran corazón. Lo demostró una y otra
vez durante su vida. Sí, cometió pecados, pero siempre sirvió a Jehová con
sinceridad y espíritu de sacrificio. Leamos Salmo 54:6, el verso completo. Como
ya hemos dicho, Salmo 54:6 inicia así: ―De buena gana ciertamente te haré
sacrificios‖. Luego añade: ―Elogiaré tu nombre, oh Jehová, porque es bueno‖. En
otras palabras, Jehová es bueno. Su nombre es bueno porque él mismo es bueno.
Y todo lo que pide de nosotros también es bueno. Ni siquiera uno de sus
mandamientos nos hace daño; siempre son para nuestro bien. Hasta la
destrucción de la gente mala es algo positivo, pues es muestra de su amor hacia
quienes desean vivir en paz y experimentar la alegría de adorar a Dios. Sí, lo que
Jehová hará pronto es muy bueno. Así que tenemos razones de sobra para
sacrificarnos de buena gana por nuestro maravilloso Dios. Como sabemos,
cuando ofrecemos un sacrificio a Jehová, él ve más allá de lo que estamos dando
o de las cosas a las que hemos renunciado. Él puede ver los motivos que
acompañan un sacrificio. Sin duda, esa fue una de las razones por las que
rechazó el sacrificio de Caín. No fue porque Caín solo ofreciera unos frutos. La
Biblia dice que Jehová no vio con buenos ojos ni a Caín ni su ofrenda debido a
que tenía una mala actitud. Sí, los motivos por los que estaba haciendo sacrificios
no eran los mejores. Y esto también concuerda con lo que Amós escribió sobre los
judíos de su época. Busquemos el capítulo 5 de Amós, versículos 21 a 24, y
notemos cómo se sentía Jehová al ver los sacrificios que hacían los judíos de los
días de Amós. Amós 5:21 dice: ―He odiado, he rechazado sus fiestas, y no
disfrutaré del olor de sus asambleas solemnes‖. Esas palabras tal vez se referían
al incienso que utilizaban o a algo similar. Luego, el versículo 22 añade: ―Pero si
ustedes me ofrecen holocaustos, ni siquiera en sus ofrendas de dádivas me
complaceré, ni sus sacrificios de comunión de animales cebados miraré‖. La
lección que aprendemos es que el problema no estaba en las cosas que los judíos
ofrecían en sacrificio. La realidad es que el Soberano del universo no necesita que
se sacrifique un animal en el altar. El problema era la actitud del pueblo, los
motivos por los que hacían las cosas. Fíjense en cómo expresó Jehová su sentir
en el versículo 23. Dijo: ―Remuevan de mí la bulla de sus canciones; y el sonido
melodioso de sus instrumentos de cuerda no oiga yo‖. Después Jehová mencionó
lo que realmente esperaba de ellos: ―Y que salga rodando el derecho como aguas,
y la justicia como un torrente que constantemente fluya‖. La expresión ―la bulla de
sus canciones‖ indica que el sonido de la música y los instrumentos que tocaban
quizás era muy fuerte. La Atalaya hizo un interesante comentario al respecto. Dijo
que en la actualidad, la cristiandad utiliza música en sus celebraciones, lo que
equivale a la bulla de aquellas canciones. Mezclan costumbres paganas con el
nombre de Jesús para aparentar que honran a Dios. Tal vez esto nos haga pensar
en la época navideña y en la ―bulla de sus canciones‖... esas que suenan en las
tiendas por todo el mundo. Pero los dueños de todas esas tiendas quizás ni
siquiera crean en Dios. Quizás sean ateos o judíos, o tengan otras creencias. Así
que no tienen la mínima intención de honrar a Jesús ni al Dios Todopoderoso. Su
interés es comercial. Y eso nos hace pensar en las palabras de Amós. La Atalaya
del 1 de febrero de 2014 también menciona otro aspecto interesante sobre los
sacrificios. Dice: ―La Ley de Dios exigía que los sacrificios que se llevaban al
templo fueran de la máxima calidad. [...] Filón, escritor judío del siglo I, señala que
los sacerdotes inspeccionaban los animales desde la cabeza hasta el extremo de
las patas para verificar que estuvieran sanos y ‗sin defecto alguno‘‖. Así que el
animal debía estar sano antes de ingresar al templo, e incluso antes de que lo
vendieran para usarlo como sacrificio. La revista continúa: ―Según el biblista E. P.
Sanders, es probable que el templo solo permitiera la venta de ‗animales
previamente inspeccionados por los sacerdotes. De ser así, el vendedor tendría
que dar al comprador algún tipo de comprobante de que el animal estaba libre de
defectos‘‖. Y añade: ―En 2011, un equipo de arqueólogos descubrió una ficha o
comprobante de ese tipo en los alrededores del templo: un sello de arcilla en
forma de moneda que data de entre el siglo I antes de nuestra era y el año 70 de
nuestra era‖. Esto abarca la época en que Jesús estuvo en la Tierra. El artículo
también dice: ―Tiene inscritas dos palabras arameas que se han traducido ‗puro
para Dios‘. Se cree que los oficiales del templo ataban estas fichas a los productos
o animales destinados a los rituales‖. ¡Qué interesante! Hebreos 13:15 menciona
que nosotros también ofrecemos sacrificios de alabanza, el fruto de labios. ¿Y
verdad que es así? ¿Cuál podría ser nuestro documento, nuestro recibo, que
indique que dichos sacrificios para Dios son puros? Bueno, no queremos hablar de
ningún antitipo. Pero, sin duda, podemos estar agradecidos de que no se nos exija
un documento cada vez que predicamos, hacemos una revisita, damos un curso
bíblico o participamos en obras de construcción. Por cierto, el informe de
predicación que entregamos cada mes no es un comprobante. ¡Para nada! No hay
ser humano que esté autorizado para evaluar nuestros sacrificios ni determinar si
merecemos recibir un documento que indique que nuestro sacrificio es puro.
Como David, seguimos ofreciéndole de corazón a Jehová todo lo que tenemos.
Ahora bien, cuando adquirimos una buena conciencia, una educada por la Biblia,
en cierto sentido esta llega a ser nuestro comprobante, eso que nos permite
sentirnos bien por saber que estamos dándole lo mejor a Jehová. No nos
concentramos en alcanzar una cifra de horas de servicio con la idea de que eso
nos hará santos o dignos de recibir honra. No, lo hacemos porque deseamos
ofrecerle lo mejor a Jehová. La Atalaya del 15 de diciembre de 2013 lo expresa de
esta manera: ―Si vivimos según los principios bíblicos, todo sacrificio que hagamos
nos producirá gran alegría y satisfacción, y será ‗especialmente acepto‘ a los ojos
de Jehová‖.

William Malenfant Hagamos sacrificios de buena gana (Sal. 54_6.txt

La oración de David nos enseña una lección importante, en especial porque, como
sabemos, Jehová lo miraba con buenos ojos. Algo que se puede destacar es su
actitud cuando tuvo que hacer sacrificios por Dios: siempre los hizo de buena
gana. Era un hombre de motivos puros, de gran corazón. Lo demostró una y otra
vez durante su vida. Sí, cometió pecados, pero siempre sirvió a Jehová con
sinceridad y espíritu de sacrificio. Leamos Salmo 54:6, el verso completo. Como
ya hemos dicho, Salmo 54:6 inicia así: ―De buena gana ciertamente te haré
sacrificios‖. Luego añade: ―Elogiaré tu nombre, oh Jehová, porque es bueno‖. En
otras palabras, Jehová es bueno. Su nombre es bueno porque él mismo es bueno.
Y todo lo que pide de nosotros también es bueno. Ni siquiera uno de sus
mandamientos nos hace daño; siempre son para nuestro bien. Hasta la
destrucción de la gente mala es algo positivo, pues es muestra de su amor hacia
quienes desean vivir en paz y experimentar la alegría de adorar a Dios. Sí, lo que
Jehová hará pronto es muy bueno. Así que tenemos razones de sobra para
sacrificarnos de buena gana por nuestro maravilloso Dios. Como sabemos,
cuando ofrecemos un sacrificio a Jehová, él ve más allá de lo que estamos dando
o de las cosas a las que hemos renunciado. Él puede ver los motivos que
acompañan un sacrificio. Sin duda, esa fue una de las razones por las que
rechazó el sacrificio de Caín. No fue porque Caín solo ofreciera unos frutos. La
Biblia dice que Jehová no vio con buenos ojos ni a Caín ni su ofrenda debido a
que tenía una mala actitud. Sí, los motivos por los que estaba haciendo sacrificios
no eran los mejores. Y esto también concuerda con lo que Amós escribió sobre los
judíos de su época. Busquemos el capítulo 5 de Amós, versículos 21 a 24, y
notemos cómo se sentía Jehová al ver los sacrificios que hacían los judíos de los
días de Amós. Amós 5:21 dice: ―He odiado, he rechazado sus fiestas, y no
disfrutaré del olor de sus asambleas solemnes‖. Esas palabras tal vez se referían
al incienso que utilizaban o a algo similar. Luego, el versículo 22 añade: ―Pero si
ustedes me ofrecen holocaustos, ni siquiera en sus ofrendas de dádivas me
complaceré, ni sus sacrificios de comunión de animales cebados miraré‖. La
lección que aprendemos es que el problema no estaba en las cosas que los judíos
ofrecían en sacrificio. La realidad es que el Soberano del universo no necesita que
se sacrifique un animal en el altar. El problema era la actitud del pueblo, los
motivos por los que hacían las cosas. Fíjense en cómo expresó Jehová su sentir
en el versículo 23. Dijo: ―Remuevan de mí la bulla de sus canciones; y el sonido
melodioso de sus instrumentos de cuerda no oiga yo‖. Después Jehová mencionó
lo que realmente esperaba de ellos: ―Y que salga rodando el derecho como aguas,
y la justicia como un torrente que constantemente fluya‖. La expresión ―la bulla de
sus canciones‖ indica que el sonido de la música y los instrumentos que tocaban
quizás era muy fuerte. La Atalaya hizo un interesante comentario al respecto. Dijo
que en la actualidad, la cristiandad utiliza música en sus celebraciones, lo que
equivale a la bulla de aquellas canciones. Mezclan costumbres paganas con el
nombre de Jesús para aparentar que honran a Dios. Tal vez esto nos haga pensar
en la época navideña y en la ―bulla de sus canciones‖... esas que suenan en las
tiendas por todo el mundo. Pero los dueños de todas esas tiendas quizás ni
siquiera crean en Dios. Quizás sean ateos o judíos, o tengan otras creencias. Así
que no tienen la mínima intención de honrar a Jesús ni al Dios Todopoderoso. Su
interés es comercial. Y eso nos hace pensar en las palabras de Amós. La Atalaya
del 1 de febrero de 2014 también menciona otro aspecto interesante sobre los
sacrificios. Dice: ―La Ley de Dios exigía que los sacrificios que se llevaban al
templo fueran de la máxima calidad. [...] Filón, escritor judío del siglo I, señala que
los sacerdotes inspeccionaban los animales desde la cabeza hasta el extremo de
las patas para verificar que estuvieran sanos y ‗sin defecto alguno‘‖. Así que el
animal debía estar sano antes de ingresar al templo, e incluso antes de que lo
vendieran para usarlo como sacrificio. La revista continúa: ―Según el biblista E. P.
Sanders, es probable que el templo solo permitiera la venta de ‗animales
previamente inspeccionados por los sacerdotes. De ser así, el vendedor tendría
que dar al comprador algún tipo de comprobante de que el animal estaba libre de
defectos‘‖. Y añade: ―En 2011, un equipo de arqueólogos descubrió una ficha o
comprobante de ese tipo en los alrededores del templo: un sello de arcilla en
forma de moneda que data de entre el siglo I antes de nuestra era y el año 70 de
nuestra era‖. Esto abarca la época en que Jesús estuvo en la Tierra. El artículo
también dice: ―Tiene inscritas dos palabras arameas que se han traducido ‗puro
para Dios‘. Se cree que los oficiales del templo ataban estas fichas a los productos
o animales destinados a los rituales‖. ¡Qué interesante! Hebreos 13:15 menciona
que nosotros también ofrecemos sacrificios de alabanza, el fruto de labios. ¿Y
verdad que es así? ¿Cuál podría ser nuestro documento, nuestro recibo, que
indique que dichos sacrificios para Dios son puros? Bueno, no queremos hablar de
ningún antitipo. Pero, sin duda, podemos estar agradecidos de que no se nos exija
un documento cada vez que predicamos, hacemos una revisita, damos un curso
bíblico o participamos en obras de construcción. Por cierto, el informe de
predicación que entregamos cada mes no es un comprobante. ¡Para nada! No hay
ser humano que esté autorizado para evaluar nuestros sacrificios ni determinar si
merecemos recibir un documento que indique que nuestro sacrificio es puro.
Como David, seguimos ofreciéndole de corazón a Jehová todo lo que tenemos.
Ahora bien, cuando adquirimos una buena conciencia, una educada por la Biblia,
en cierto sentido esta llega a ser nuestro comprobante, eso que nos permite
sentirnos bien por saber que estamos dándole lo mejor a Jehová. No nos
concentramos en alcanzar una cifra de horas de servicio con la idea de que eso
nos hará santos o dignos de recibir honra. No, lo hacemos porque deseamos
ofrecerle lo mejor a Jehová. La Atalaya del 15 de diciembre de 2013 lo expresa de
esta manera: ―Si vivimos según los principios bíblicos, todo sacrificio que hagamos
nos producirá gran alegría y satisfacción, y será ‗especialmente acepto‘ a los ojos
de Jehová‖.

William Malenfant- La moralidad en estos últimos días (2 Tim. 3;13).txt

Hoy muchos niegan que estemos en el tiempo del fin. Dicen: ―El mundo sigue igual
que siempre; las cosas no han cambiado mucho realmente‖. Pero es obvio que se
están engañando. Nunca antes tanta gente se ha entregado a la inmoralidad
sexual con tal descaro y a escala mundial. La gente ya no se limita a actuar en
privado, sino que se exhibe en Internet, la televisión y otros medios. Y nunca antes
el hombre había tenido el poder de arrasar con poblaciones enteras con una sola
bomba o con armas biológicas. Nunca antes se había visto que la falta de amor y
cariño natural causara la muerte de tantos niños. Llama la atención que, según
algunos cálculos, se han provocado más de 1.000 millones de abortos desde
1980. ¡Y no es poca cosa! Dicha cifra equivale a la población de China. Hoy la
gente acepta el aborto como una práctica común. Pero hay quienes sostienen que
el mundo no ha cambiado. ¿Es eso cierto? No, es todo lo contrario. También
sabemos que los hombres están convirtiendo este planeta en un basurero al
contaminar el aire, los mares y el suelo. Pese a ello, todavía hay quienes insisten
en que el mundo no ha cambiado. ¿Por qué están tan seguros? ¿De dónde viene
esa actitud? Parte de la respuesta es lo que el apóstol Pablo escribió en 2
Corintios 4:3, 4. Este pasaje dice que Satanás ciega ―las mentes de los
incrédulos‖. Los ―incrédulos‖ no son únicamente los ateos. También los hay en
todas las iglesias de la cristiandad. Realmente no creen en las profecías bíblicas,
ni aceptan las normas morales, ni creen en la promesa de Dios de convertir este
planeta en un nuevo mundo donde reinen la paz y la felicidad. Por eso salimos a
predicar: para ayudar a la gente a ver los hechos. Les decimos que Mateo 24,
Marcos 13, Lucas 21 y 2 Timoteo 3 prueban que vivimos en el tiempo del fin. Y si
nos descorazona que la gente no reaccione como esperamos a pesar de toda la
evidencia habida y por haber, hay algo que no debemos olvidar. La Biblia indica
claramente que muchos no verían la señal, que no todo el mundo aceptaría el
mensaje de la Biblia. Lo más curioso es que la gente que se niega a aceptar la
señal de que estamos en los últimos días es parte de la señal; sus pensamientos y
conducta son parte de ella. Vayamos a la segunda carta de Pedro. Segunda de
Pedro capítulo 3. Leamos los versículos 3, 4 y las primeras frases del versículo 5.
Es 2 Pedro 3:3, 4 y el inicio del 5. Pedro escribió: ―Porque ustedes saben esto
primero, que en los últimos días [aquí Pedro está refiriéndose a algo que pasaría
en nuestros tiempos] vendrán burlones con su burla, procediendo según sus
propios deseos y diciendo: ‗¿Dónde está esa prometida presencia de él? Pues,
desde el día en que nuestros antepasados se durmieron en la muerte, todas las
cosas continúan exactamente como desde el principio de la creación‘‖. El versículo
5 dice por qué tendrían esa actitud: ―Porque, conforme al deseo de ellos, este
hecho se les escapa‖. Aquella gente no tomaría en cuenta el Diluvio. Hoy la gente
pasa por alto la señal de los últimos días, detallada en la Biblia y de la cual Jesús
mismo habló. No se dan cuentan de que son parte de la señal. ¿Qué contribuye a
tanta incredulidad? En parte es lo que podríamos llamar gradualismo. La Atalaya
del 15 de enero de 2014, página 30, párrafo 11, hizo esta afirmación: ―Parece que
cuanto más común es una situación, menos nos asombra. Puede que un cambio
inesperado y repentino en la conducta de alguien que tenemos cerca nos
conmocione. Sin embargo, el deterioro de la moralidad de la sociedad en general,
como es gradual, quizás pase desapercibido‖. Y agregó: ―Pero no por ello deja de
ser peligroso‖. ¿No es verdad que la mayoría de nosotros fuimos criados en un
entorno que no era del todo bueno? Ya ocurrían cosas inmorales a nuestro
alrededor, guerras y crímenes. Pero las personas comenzaron a aceptarlo como
algo normal. Y aunque esto ha ido en aumento, la gente no logra percibir que los
tiempos sí han cambiado, que están ocurriendo cosas mucho peores. Y la
creciente degradación moral es peligrosa. Esto me recuerda una ilustración sobre
cómo hervir una rana. Si calentamos agua en una olla e intentamos poner una
rana dentro, ¿qué pasará? Que la rana no se meterá a la olla. No es tonta: al
sentir el agua caliente, saltará. Pero si colocamos la rana dentro de una olla con
agua fría y gradualmente —poco a poco— elevamos la temperatura del agua
hasta el punto de ebullición, ¡la rana se cocerá! Y eso es lo que le está pasando al
mundo hoy. La gente no alcanza a percibir el gradualismo; pero están en una olla
que se calienta cada vez más. Sabemos que los hombres malvados seguirán
aumentando; los impostores seguirán burlándose de la verdad; las condiciones
mundiales continuarán empeorando. Pero todo el mundo tendrá que enfrentar al
Creador y su juicio. Hay tres salmos que me gustaría citar brevemente y que me
parecieron interesantes porque describen la maldad del mundo y lo que Jehová
hará al respecto. Salmo 10:4: ―El inicuo, conforme a su altanería, no hace
investigación; todas sus ideas son: ‗No hay Dios‘‖. Salmo 12:8: ―Todo en derredor
andan los inicuos, porque la vileza es ensalzada entre los hijos de los hombres‖.
Estas palabras bien podrían haber aparecido en la primera plana del New York
Times esta mañana. Por último, Salmo 92:7: ―Cuando los inicuos brotan como la
vegetación, y todos los practicantes de lo que es perjudicial florecen, es para que
sean aniquilados para siempre‖. Y a esto decimos: ―¡Amén! ¡Que así sea!‖.

William Malenfant- Usemos bien nuestros talentos (Mat. 25;30).txt

El comentario para el texto de hoy nos remite al capítulo 25 de Mateo y al capítulo


19 de Lucas. El capítulo 25 de Mateo contiene la parábola de los talentos; tres
esclavos que reciben unos talentos. El primero recibe 5 talentos, el segundo recibe
2, y el tercero, solo 1. Y en el capítulo 19 de Lucas se incluye la parábola de 10
esclavos que reciben 1 mina cada uno. En esencia, las minas y los talentos
representaban dinero. Jesús relató ambas parábolas en diferentes lugares cuando
le quedaban pocos días de vida. La parábola de las minas la narró en Jericó,
mientras que la de los talentos se la contó a sus apóstoles en el monte de los
Olivos. Ambas parábolas coinciden en un punto clave, que vamos a destacar: al
esclavo que no hace nada con su talento o su mina se lo llama ―inicuo‖. Dicha
calificación era categórica, sobre todo si provenía del amo. Para darnos una idea
de la fuerza del término ―inicuo‖, recordemos que en Mateo 6:13 Jesús llamó así a
Satanás. Además, Proverbios 10:7 dice: ―El mismísimo nombre de los inicuos se
pudrirá‖. De modo que, para cualquier ser humano, ser considerado inicuo es algo
muy grave. Pero ¿por qué, por qué llamó el amo ―inicuos‖ a estos 2 esclavos?
Jesús no dijo que hubieran quebrantado alguno de los Diez Mandamientos. No.
Pero sí incurrieron en un grave error: dejar de hacer algo con el talento o la mina
que recibieron; cometieron un pecado de omisión. A modo de ejemplo, en la
parábola de Jesús sobre las ovejas y las cabras, registrada en Mateo 25:41-46, se
condena a las cabras al ―cortamiento eterno‖, pero no porque hicieran algo malo,
sino porque no ayudaron a los hermanos de Cristo. Cometieron un pecado de
omisión al no hacer lo que se esperaba de ellas. Resulta interesante que el relato
de Mateo indique que los talentos se reparten entre los esclavos ―según su propia
habilidad‖. El primero recibió 5; el segundo recibió 2, y el tercero, solo 1. ¿Fue
parcial el amo? ¡No, claro que no! El relato mismo aclara que los talentos se
distribuyeron según la habilidad de los esclavos. En realidad, el amo les estaba
mostrando consideración al encargarles responsabilidades apropiadas para que
trabajaran en favor de sus intereses y multiplicaran sus bienes. Esto nos anima
mucho, pues nos deja ver que Jehová toma en cuenta lo que podemos hacer y no
nos compara con nadie más de la congregación. Debemos cuidarnos, a fin de no
llegar a pensar que no valemos, o que valemos poco. Eso puede pasar. Quizá
sintamos que lo que hacemos no es suficiente o que la obra es demasiado grande.
Pero lo importante es hacer todo lo que esté en nuestras manos y darle lo mejor a
Jehová. Además, nunca debemos caer en la misma trampa que el esclavo inicuo e
indolente. De seguro recuerdan lo que le dice a su amo en son de crítica: ―Yo
sabía [...] que siegas donde no sembraste. Sé que haces esto y lo otro. Eres duro‖.
En realidad, culpa a su amo para tratar de justificar su propia negligencia, pues no
hizo lo que debía. Pero el amo invierte los papeles y le dice: ―¡Conque dices que
soy así! Pues ahora...‖. Entonces le dice que no le dará nada y lo llama inicuo. De
modo que, mientras hagamos nuestro mejor esfuerzo —desde el corazón—,
Jehová nos bendecirá. Pero hay algo más que destacar, esta vez respecto a los
otros 2 esclavos: el que recibió 5 talentos y el que recibió 2. El que recibió 2
talentos ganó otros 2. Y el que recibió 5 ganó 5 más. Pero el que tenía 2 y solo
ganó 2 no se quedó mirando al que había ganado 5 ni dijo: ―No puedo hacer tanto
como él. Yo solo recibí 2 talentos‖. No. Él estaba contento con lo suyo. ¿No le
parece una gran lección? Estemos contentos con nosotros mismos y con lo que
nosotros podemos hacer. Si podemos dar más, ¡excelente!, hagámoslo. Pero
evitemos compararnos con los demás y pensar: ―No puedo hacer tanto como él o
ella‖. Esa sería una mala, muy mala forma de pensar, una que no edifica a nadie.
¿Qué le dijo el amo al esclavo que había ganado 5 talentos, y que ahora tenía un
total de 10? En aquellos días, se trataba de una fortuna. Veamos lo que dice el
relato del capítulo 25 de Mateo. Mateo 25:21. Estas fueron las palabras del amo al
esclavo que ganó 5 talentos. Versículo 21: ―Su amo le dijo: ‗¡Bien hecho, esclavo
bueno y fiel! Fuiste fiel sobre unas cuantas cosas. Te nombraré sobre muchas
cosas. Entra en el gozo de tu amo‘‖. ¡Qué recompensa! Ahora bien, ¿qué le dijo al
esclavo que solo había ganado 2 talentos? Versículo 23: ―Su amo le dijo: ‗¡Bien
hecho, esclavo bueno y fiel! Fuiste fiel sobre unas cuantas cosas. Te nombraré
sobre muchas cosas. Entra en el gozo de tu amo‘‖. Le dijo exactamente lo mismo,
¿verdad? El amo repartió los talentos según la habilidad de cada esclavo, pero la
recompensa fue la misma: su aprobación, que sin duda iría acompañada de
mayores responsabilidades. En la parábola, el Amo es Jesucristo. Los talentos
representan la comisión que Jehová les encargó a sus siervos ungidos: predicar y
hacer discípulos; esa fue la comisión que les encargó a los ungidos. Nosotros, las
otras ovejas, tenemos la responsabilidad de hacer lo mismo, aunque Jesús
realmente relató aquella parábola por los ungidos. Veamos otro pasaje que indica
lo que se espera de nosotros. Está en el capítulo 22 de Revelación. Revelación
capítulo 22, versículo 17 Este texto no se relaciona directamente con los talentos,
pero muestra lo que todos deberíamos hacer, seamos ungidos o de las otras
ovejas. Revelación 22:17 dice: ―Y el espíritu y la novia siguen diciendo: ‗¡Ven!‘. Y
cualquiera que oiga, diga: ‗¡Ven!‘‖. La expresión ―cualquiera que oiga‖ se refiere a
nosotros, las otras ovejas, pues la novia representa a los hermanos ungidos de
Cristo. El texto agrega: ―Y cualquiera que tenga sed, venga; cualquiera que desee,
tome gratis el agua de la vida‖. El espíritu ha dicho ―¡Ven!‖. ¡Sin duda! En el
Pentecostés, el espíritu santo fue derramado sobre 120 discípulos. Luego
pudieron predicar en otros idiomas. Llevaron el mensaje de esperanza a los judíos
de Jerusalén. Además, el espíritu santo guió a los hombres que escribieron las
Escrituras; el espíritu santo los movió a escribir las profecías. Y el espíritu santo
sigue diciendo ―¡Ven!‖, ¿no es cierto? Cuando leemos a la gente lo que dice la
Biblia sobre el tiempo del fin, en 2 Timoteo 3 o en otra parte, a veces nos dicen:
―Así está el mundo‖. ―¡Ven! Acércate‖. El espíritu santo está llamando a la gente
que lee la Palabra de Dios, que capta su mensaje y lo acepta. Les dice:
―¡Vengan!‖. ¿Y qué hay de la novia? Bueno, por largo tiempo ella ha estado
diciendo: ―¡Ven!‖. Ciento veinte discípulos en el Pentecostés comenzaron a
predicar en diferentes idiomas y les dijeron a los judíos: ―¡Vengan!‖. En los siglos
posteriores, unos cuantos posibles miembros de la clase de la novia hicieron lo
que pudieron para servir a Jehová y honrarlo. Pero es en los últimos días cuando
hemos visto un gran crecimiento, gracias a que la novia sigue diciendo: ―¡Ven!‖.
Pensémoslo: la obra que comenzaron aquellos 120 discípulos en el Pentecostés,
al predicar en tan solo una ciudad —Jerusalén—, ahora la realizan 8.220.105
discípulos en 240 países y territorios. ¿Ha estado la novia diciendo: ―¡Ven!‖? ¡Sin
duda! La primera congregación —si la podemos llamar así— constaba de 120
discípulos, que se reunieron para el Pentecostés. Hoy existen 118.016
congregaciones en el mundo. El Amo, Jesús, debe estar muy contento, muy feliz,
de ver a sus fieles esclavos predicando el mensaje del Reino por toda la Tierra.
¡Qué honor para nosotros participar en dicha obra!

William Turner - Jehová levanta a los mansos (Sal. 147;6).txt

El texto de hoy destaca una cualidad: la mansedumbre. Es interesante que una


Atalaya reconoció que la mansedumbre es una cualidad que no es fácil de cultivar.
No es fácil, pero tampoco imposible. Decimos esto por la cantidad de textos que
hay en la Biblia que dicen que la mansedumbre es una característica esencial para
salvarse. Por ejemplo, Salmo 37:11: ―Los mansos heredarán la tierra‖. Salmo 76:9:
―[Dios va a] salvar a todos los mansos de la tierra‖. Salmo 149:4: ―[Jehová]
embellece a los mansos con salvación‖. Y el comentario menciona Sofonías 2:3.
Los invito a buscar ese versículo y a leerlo directamente de la Biblia. ―Busquen a
Jehová todos ustedes, los mansos de la tierra, los que obedecen sus justos
decretos. Busquen la justicia, busquen la mansedumbre. Probablemente se les
oculte durante el día de la furia de Jehová‖. Todos estos textos muestran la
relación que hay entre la mansedumbre y nuestra salvación. Examinemos por
unos momentos cómo podemos desarrollar mejor esta cualidad. La obra
Perspicacia la define como ―apacibilidad de carácter exenta de altivez o vanidad.
[Es la] predisposición mental que permite sufrir con paciencia las ofensas que se
reciben sin irritación, resentimiento o ánimos de venganza‖. Y, como ya se
mencionó, un magnífico ejemplo de mansedumbre fue Moisés. Volvamos a la
Biblia, esta vez a Números, capítulo 12, y leamos un relato que nos muestra cómo
era la personalidad de Moisés. Números 12:1-3: ―Entonces Míriam y Aarón
empezaron a hablar en contra de Moisés debido a la esposa cusita con la que él
se había casado, porque él había tomado una esposa cusita. Ellos decían: ‗¿Es
que Jehová ha hablado solo por medio de Moisés? ¿No ha hablado también por
medio de nosotros?‘. Y Jehová los estaba escuchando. Ahora bien, Moisés era
con mucho el hombre más manso de todos los hombres que había en la tierra‖.
Bueno, en estos versículos aprendemos algo muy interesante que nos ayuda a
entender por qué se dice que Moisés era ―el hombre más manso‖ de la Tierra.
Noten que, en el versículo 1, se dice que Míriam y Aarón —sus hermanos
mayores— ―empezaron a hablar en contra de Moisés‖ debido a su esposa. Esto
quizás significa que estaban esparciendo sus quejas sobre Moisés por todo el
campamento de Israel. Míriam era una persona influyente entre los israelitas. Era
profetisa. Cuando Jehová derrotó a los egipcios en el mar Rojo, las mujeres
salieron tras ella cantando y bailando. Pero ahora, la esposa de Moisés, Ziporá, se
iba a unir a ellos en el desierto. ¿Es posible que Míriam tuviera miedo de dejar de
ser la mujer más importante del campamento? Tal vez pensó que la esposa de
Moisés, que ni siquiera era israelita, sería la mujer más importante. Pero Éxodo,
capítulo 4, muestra que, aunque Ziporá no era israelita, sí estaba dispuesta a
obedecer las leyes de Dios. Así que Míriam no se estaba quejando ni murmurando
por algo relacionado con la adoración verdadera o la protección del pueblo de
Dios. En vez de eso, parece que el motivo fueron los celos, el deseo impropio de
tener autoridad y reconocimiento. Tanto ella como su hermano Aarón usaron a
Ziporá como excusa para criticar a Moisés. Si volvemos al relato de Números 12,
¿cómo demostró Moisés que era un hombre manso? Bueno, a pesar de que
Míriam y Aarón estaban enojados y se quejaron de él, Moisés fue paciente y
aguantó sin decir nada. Si leemos el versículo 2, Moisés no tuvo que defenderse
porque ―Jehová los estaba escuchando‖ y actuó a su favor. En los versículos 6 a
8, Jehová reprendió a Míriam y Aarón. Y Míriam, quien seguramente fue la que
empezó a quejarse, fue castigada con lepra. Es interesante que, después, como
dicen los versículos 11 y 12, Aarón le pidió a Moisés que intercediera por ella.
Ahora pongámonos en los zapatos de Moisés, o en sus sandalias. ¿Tenía razones
válidas para estar molesto? Sus hermanos mayores le habían faltado el respeto a
Jehová y también a él mismo, que era el representante de Dios. Y encima estaban
hablando mal de su esposa, aunque en realidad no tenían ningún motivo para
hacerlo. Moisés pudo haberle dicho a Míriam: ―¿Sabes qué? Te lo mereces. Tú
solita te lo buscaste. Todo esto te pasa por andar criticando‖. Moisés tenía
razones para pensar así, pero cuando tuvo la oportunidad, fíjense en lo que dice el
versículo 13: ―Empezó a suplicarle a Jehová: ‗¡Oh, Dios, por favor, cúrala! ¡Por
favor!‘ ‖. ¡Qué magnífico ejemplo de mansedumbre demostró Moisés! Podemos
aprender mucho de su ejemplo, ¿verdad? Pensemos en esto: ¿Cuándo será la
próxima vez que tengamos que demostrar esta cualidad, ser mansos? ¿Pudiera
ser hoy mismo, si nuestro trabajo se atrasa por culpa de otra persona o de otro
departamento? ¿Pudiera ser esta semana en la reunión, si nos dan un consejo
sobre una asignación? ¿Pudiera ser si perdimos una responsabilidad o si no nos
dieron un privilegio de servicio que esperábamos? Como somos imperfectos, hay
muchos momentos de nuestra vida en los que debemos fijarnos en el ejemplo de
Moisés para ser mansos. Ahora, volvamos un momento a Sofonías 2:3.
Si notamos, en ese versículo se nos pide que busquemos la mansedumbre. Eso
significa que nadie nace con esta cualidad, sino que tenemos que buscarla.
¿Cómo? Podemos pedirle a Jehová que nos ayude a tener autocontrol y también
que nos ayude a llevar su santo nombre de manera digna en todo momento.
Quizás alguien se ha burlado de nosotros en la predicación o hemos encontrado a
personas poco razonables que nos han dicho todo tipo de mentiras sobre los
Testigos: que no creemos en Jesús, que dividimos a las familias, que
no ayudamos a la comunidad... Y tal vez escuchar eso nos ha molestado.
Francamente, puede que nos hayamos enojado tanto que hayamos sentido que
teníamos que contestarle, que teníamos que defendernos y decir la última palabra
para dejarle nuestras creencias claras a la persona. Quizá ese es un buen
momento para intentar demostrar mansedumbre, para pedirle a Jehová que nos
dé autocontrol. O puede que nos haya pasado alguna vez que hayamos sido
víctimas de alguna injusticia. Quizás hubo un malentendido con alguien de la
familia o con un hermano de la congregación. Sin importar lo que haya ocurrido,
es posible que tengamos motivos para quejarnos. Pero ¿no es cierto que, si
no tenemos cuidado, si no buscamos la mansedumbre, si no tratamos de resolver
las cosas con una actitud mansa, podríamos pasar muy fácilmente de expresar
una queja legítima a murmurar? Y sabemos lo que piensa Jehová de eso. Nunca
querríamos hacer algo que lo decepcione. Moisés era manso, ―el hombre más
manso de todos‖. Pero hubo una ocasión en que incluso él perdió el control, dejó
de ser manso y sufrió las consecuencias. Por eso, si queremos seguir agradando
a Jehová y acercándonos a él, debemos esforzarnos por arrancar cualquier
inclinación al orgullo, a los celos, a la ambición o a la venganza que pudiera haber
en nosotros. Como hemos visto, Jehová ama a los mansos. Y son los mansos los
que recibirán la salvación. Así que sigamos buscando la mansedumbre
pidiéndosela a Jehová. Y, además, cultivemos una actitud sumisa que nos permita
ser uno de los mansos que ―heredarán la tierra‖.
William Turner- Lo que nos hace felices de verdad (Mat. 5;8).txt

En una encuesta reciente, se pidió a más de seis mil personas de todo el mundo
que dijeran lo que hacía falta para ser feliz. Es curioso que solo el 16% contestara
que la fe o las creencias religiosas tenían alguna relación con su felicidad. Bueno,
las palabras del texto de hoy, como ya saben, forman parte de lo que Jesús dijo en
el Sermón del Monte. Y él empezó el discurso explicando lo que necesitamos para
ser felices de verdad. En realidad, lo que él dijo es muy diferente de lo que la
mayoría de la gente contestó en esa encuesta. Explicó que nuestra felicidad está
directamente relacionada con tener una fe fuerte y una buena relación con Dios.
Los invito a que busquen en sus biblias el capítulo 5 de Mateo, ya que vamos a
analizar algunas partes de este relato. Comencemos leyendo Mateo 5:3: ―Felices
son los que tienen conciencia de su necesidad espiritual, puesto que a ellos
pertenece el reino de los cielos‖. Fíjense en cómo empieza: ―Felices son los que
tienen conciencia de su necesidad espiritual‖. O, como dice la nota, ―los que son
mendigos del espíritu‖. Normalmente, un mendigo está desesperadamente
consciente de que necesita comida. Y ¿verdad que nosotros tenemos que estar
igual de conscientes de que necesitamos alimento espiritual? De hecho, tenemos
que rogarle a Jehová que nos dé su espíritu santo. Notemos que este punto se
vuelve a destacar en el versículo 6. Allí se habla de tener ―hambre y sed‖ de recibir
la guía de Dios, o sea, le rogamos que nos ayude a comportarnos de una manera
que permita que su espíritu dirija nuestra vida. Y eso ocurre cuando
aprovechamos las ayudas espirituales que Jehová nos da. ¿Cómo? Leyendo su
Palabra y meditando en ella, siguiendo un programa regular de estudio y, por
supuesto, orándole siempre. Si hacemos todas estas cosas, demostramos que
confiamos en Jehová y que dependemos completamente de él. Y, claro, cuando le
pedimos a Jehová espíritu santo y nos esforzamos por poner en práctica lo que
aprendemos, somos más felices porque llegamos a ser mejores personas y nos
resulta más fácil demostrar diferentes cualidades del fruto del espíritu. Y esto se
nota en cómo tratamos a los demás. Jesús mencionó algunas de estas cualidades
en su discurso. Por ejemplo, en el versículo 5 se habla de la apacibilidad. En el 7,
de mostrar misericordia a otros. Y, en el versículo 9, de ser pacíficos, es decir, de
fomentar la paz. Así que debemos tomar la iniciativa para que haya paz entre
nosotros. Y ¿verdad que eso es muy útil en una familia tan grande como la que
tenemos aquí en Betel? Cuanto más nos esforcemos por demostrar estas
cualidades entre nosotros, más felices seremos y, como resultado, más feliz será
nuestra familia Betel. Y el versículo 8, que es el que analizamos en el texto de hoy,
nos ayuda a pensar en qué nos motiva a servir a Dios. Como mencionaron los
hermanos en sus comentarios, tener un corazón puro está relacionado con lo que
somos en el interior, con nuestros motivos, con las cosas por las que sentimos
cariño y con las cosas que deseamos. Y ¿verdad que somos más felices cuando
sabemos que estamos adorando a Jehová con la conciencia limpia y que le
servimos porque lo amamos y le estamos agradecidos? Jesús pronunció el
Sermón del Monte delante de un gran número de personas que llegaron de
muchos lugares. Seguro que la mayoría de ellos estaban muy contentos. Seguro
que estaban emocionados de haber hecho ese viaje y tenían muchas ganas de
conocer a Jesús y aprender de él. Probablemente, él había curado a muchos de
ellos. Pero, aunque estaban muy contentos, Jesús les estaba ayudando a
entender que la verdadera felicidad, la auténtica felicidad, no dependía solo de lo
que estaban haciendo y sintiendo en ese momento. Era una ocasión alegre, pero
estar allí no era lo que los iba a hacer realmente felices. La felicidad es más que
pasar un buen rato con otros. Es algo mucho más profundo. Tiene que ver con
sentirse satisfecho, sentirse realizado en la vida. Y esto está directamente
relacionado con tener una buena amistad con Jehová. Es por eso que en el
capítulo 6 de Mateo, y también en los versículos 10 y 11 del capítulo 5, vemos
algo sorprendente. Nuestros hermanos pueden sufrir dolor, decepciones, burlas e
incluso intensa persecución, y aún así ser realmente felices. ¿Cómo es posible?
Es porque sirven a Jehová y tienen una estrecha amistad con él. Pero Jesús
no solo destacó esta idea durante el Sermón del Monte. Veamos otro relato.
Busquen conmigo, por favor, el capítulo 11 de Lucas. Allí encontramos otra
ocasión en la que Jesús muestra la relación que hay entre ser felices y ser amigos
de Jehová. Leamos Lucas, capítulo 11, versículo 27: ―Ahora bien, mientras él
decía estas cosas cierta mujer de entre la muchedumbre levantó la voz y le dijo:
‗¡Feliz es la matriz que te llevó y los pechos que mamaste!‘‖. Bueno, cualquier
mujer judía deseaba tener el privilegio de ser la madre de un profeta y, en
particular, del Mesías. Así que esta mujer debió de pensar: ―¡Qué privilegio ha
tenido María! Qué feliz se habrá sentido por ser la madre de Jesucristo‖. Y seguro
que fue así. Pero ¿cómo reaccionó Jesús? Fíjense en cómo la corrigió con cariño
y le hizo ver cuál es la fuente de la verdadera felicidad. Leamos el versículo 28:
―Pero él dijo: ‗No; más bien: ¡Felices son los que oyen la palabra de Dios y la
guardan!‘‖. Aquí Jesús destaca que la verdadera felicidad no depende de los lazos
familiares, ni de los privilegios, ni de nuestros logros; la verdadera felicidad
depende de servir fielmente a Jehová. Jesús sabía que si nuestra felicidad
dependiera de alguna de estas cosas que hemos dicho primero, nuestra vida sería
como una montaña rusa. A veces, estaríamos arriba, muy felices y, después,
abajo, muy tristes, esperando que nos pasara algo que nos hiciera felices. Vivir así
es muy duro. Es muy estresante. Ni Jesús ni su Padre quieren que vivamos de
esa manera. Precisamente, ―La Atalaya‖ de esta semana nos ayudó a entender
esta idea. Aprendimos que la felicidad no depende ni de lo que tenemos, ni de lo
que hacemos, ni tampoco de dónde servimos. Porque, ¿verdad que hay cosas
que simplemente no podemos controlar? Como bien se destacaba en ―La Atalaya‖,
nuestras circunstancias siempre pueden cambiar. Y eso aumentará o reducirá lo
que podemos hacer en el servicio a Jehová. Volvamos otra vez a la encuesta que
mencionamos al principio. La mayoría de la gente respondió que lo que la hace
feliz es la familia y las relaciones personales. No dijeron que conocer a Dios los
hace felices. Esto nos enseña que esas personas no ven a Jehová como parte de
su familia, como su Padre celestial. Pero ¿verdad que nosotros valoramos mucho
que Jehová sea nuestro Padre? ¿Verdad que eso nos hace muy felices? Él es un
Dios feliz y quiere que nosotros también lo seamos. Sabemos que de verdad
aprecia todo lo que hacemos para servirle según nuestras circunstancias y
capacidades. Además, nos alegra el hecho de que nuestra fe sea fuerte y que
hayamos conseguido la felicidad, la verdadera felicidad. ¿Y por qué somos
felices? Porque tenemos una buena relación con Jehová, y gracias a esta amistad
podemos aprender acerca de él, colaborar con él en la predicación y tener el
inmenso privilegio de representarlo y llevar su nombre.

William Turner-Podrían distraernos las buenas obras (Juan 11;5).txt

Analicemos el relato que se menciona en el comentario de ―La Atalaya‖ para hoy.


Abran su Biblia en el Evangelio de Lucas. Por favor síganme en la lectura de
Lucas, capítulo 10, versículos 38 a 42. Dice: ―Ahora bien, mientras seguían su
camino, él entró en cierta aldea. Aquí cierta mujer, de nombre Marta, lo recibió en
la casa como huésped. Esta también tenía una hermana llamada María, quien, sin
embargo, se sentó a los pies del Señor y se quedó escuchando su palabra. Marta,
por otra parte, estaba distraída atendiendo a muchos quehaceres. De modo que
se acercó y dijo: ʻSeñor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para
atender las cosas? Dile, por lo tanto, que me ayudeʼ. En contestación, el Señor le
dijo: ʻMarta, Marta, estás inquieta y turbada en cuanto a muchas cosas. Son
pocas, sin embargo, las cosas que se necesitan, o solo una. Por su parte, María
escogió la buena porción, y no le será quitadaʼ‖. ¿Notaron que el versículo 40 dice
que Marta ―estaba distraída atendiendo a muchos quehaceres‖? Claro, difícilmente
pensaría ella que se estaba distrayendo. No estaba enfrascada en un pasatiempo
o un negocio. No, estaba ocupada con algo importante: estaba atendiendo al
Señor Jesucristo. Pensémoslo un momento: se trataba del Mesías, el hijo de Dios.
Sin duda, mostrarle hospitalidad era uno de los mayores privilegios que jamás
pudiera haber tenido una persona. Así que no nos sorprende que le pidiera a
Jesús que María le ayudara con los quehaceres. Este relato me hizo pensar en
una importante cuestión: ¿podría un siervo de Jehová llegar a distraerse en
sentido espiritual mientras se ocupa de realizar buenas obras? Les planteo estas
tres situaciones. Con la intención de ampliar su ministerio, alguien decide aprender
un nuevo idioma. Pero se centra tanto en aprenderlo que poco a poco deja de leer
y estudiar la Biblia en su lengua materna. O puede que alguien decida irse a servir
a un lugar donde hacen falta más predicadores, pero dedica tanto tiempo a
informarse sobre el país —sobre las costumbres y la comida— que empieza a
descuidar su adoración en familia y su estudio personal. O piensen en un betelita
como nosotros: ama su asignación, la encuentra superinteresante y trabaja muy
duro. Pero tal vez se obsesione tanto con la eficiencia y con adelantar el trabajo
que desarrolle la costumbre de trabajar horas extras sin que se lo pidan y,
entonces, su asistencia a las reuniones o la relación con su cónyuge comienzan a
sufrir las consecuencias. No podemos negar que todas estas actividades
teocráticas son buenas obras. Pero ¿alcanzamos a ver el peligro? ¿Vemos que
podríamos distraernos incluso cuando nos dedicamos a actividades de esta clase?
Bien, regresemos un momento al capítulo 10 de Lucas. Resulta interesante que
Jesús no dijo que Marta estuviera haciendo algo malo. Como dice Juan 11:5,
Jesús le tenía cariño a Marta, quien era una mujer espiritual. Valoraba mucho todo
lo que estaba haciendo por él. Pero, con la bondad que lo caracterizaba, le
recordó que, por estar tan concentrada en preparar la comida, se estaba
perdiendo de recibir lo que en el versículo 42 él llamó ―la buena porción‖, la
espiritual, en este caso escuchar sus enseñanzas. Marta estaba desperdiciando
una incomparable oportunidad de fortalecer su fe. Escuchen el siguiente
comentario, que se publicó en ―La Atalaya‖ del 1 de septiembre de 1999: ―Por
amor, hay quienes —como Marta— se desviven por satisfacer las necesidades de
sus hermanos en la fe. Son personas prácticas y de acción a las que Jehová
promete recompensar sus bondadosas obras [...]. Pero otros tal vez sean más
como María, por su actitud serena y contemplativa. El ansia con que meditan la
Palabra de Dios les ayuda a estar sólidamente arraigados en la fe‖. Y añade:
―Ambos tipos de personas son esenciales en la congregación cristiana‖. Lo mismo
puede decirse de la familia Betel. Ahora bien, el artículo sigue diciendo: ―No
obstante, todos debemos ‗escoger la buena porción‘ dando mayor importancia a lo
espiritual‖. Así que se espera que actuemos con equilibrio, ¿cierto? Pensemos,
por ejemplo, en la visita de nuestro superintendente de circuito. ¿Qué pasaría si
todos quisiéramos predicar con él, pero nadie se ofreciera para invitarlo a comer?
Sin duda, no estaríamos siendo muy hospitalarios que digamos. Y, si todos lo
invitáramos a comer, pero nadie se ofreciera para acompañarlo a él o a su esposa
a predicar, tampoco estaríamos siendo equilibrados. Con este ejemplo podemos
concluir que debemos satisfacer nuestras necesidades y las de los demás, pero
sin perder de vista lo que es más importante. Entonces, ¿cuál es la clave para que
nuestras buenas obras no se conviertan en distracciones? Veamos la respuesta
que da la Biblia. Por favor busquen conmigo la carta a los Filipenses, en el
capítulo 1 y los versículos 9 y 10: ―Y esto es lo que continúo orando: que el amor
de ustedes abunde todavía más y más con conocimiento exacto y pleno
discernimiento; para que se aseguren de las cosas más importantes, para que
estén exentos de defectos y no hagan tropezar a otros hasta el día de Cristo‖. Así
que, antes de ocuparnos de cualquier tarea o asignación, debemos orar y también
detenernos a pensar las cosas... usar nuestro conocimiento y discernimiento. Sí, el
discernimiento nos ayudará a ver de manera clara cuáles son las cosas más
importantes para Dios. Y, cuando logramos ver eso, podemos poner en sintonía
con su voluntad nuestros pensamientos, nuestros actos y nuestras decisiones.
Solo si nos aseguramos de cumplir con lo más importante, obtendremos la
bendición de Jehová. Sin duda, se aprecia que alguien aprenda un nuevo idioma o
se mude a un lugar con necesidad de más predicadores, pues hace falta.
De hecho, si nos lo permiten las circunstancias, se nos anima a hacer cosas como
esas. Y, aquí en Betel, ¿quién no desea trabajar duro, hacerse más hábil en su
trabajo y darle todo a Jehová? No obstante, no perdamos de vista la lección de
Jesús: incluso cuando se trata de hacer buenas obras, hay que actuar con
equilibrio. Nunca permitamos que actividad alguna nos impida seguir progresando
en sentido espiritual. Así es, no queremos desperdiciar las oportunidades de
fortalecer nuestra fe y nuestra relación con nuestros hermanos y, sobre todo, con
Jehová. Vayamos nuevamente al capítulo 10 de Lucas. El versículo 42 registra las
últimas palabras que Jesús le dice a Marta: ―María escogió la buena porción, y no
le será quitada‖. De seguro, lo que María escuchó aquel día de la boca de Jesús:
el ánimo, la instrucción espiritual... ¡jamás lo iba a olvidar! La acompañaría el resto
de sus días. Quizás a ti te haya pasado lo mismo, que recuerdes un discurso en
una reunión o en una asamblea, o una conversación que tuviste con alguien
alguna vez, unas palabras que te marcaron, que fortalecieron tu fe en Jehová o
que te hicieron sentir más cerca de él. Si te sucedió eso, estarás de acuerdo
conmigo en que se trató de algo muy especial, algo que te acompañará toda la
vida. Qué buena lección, ¿verdad? No debemos distraernos. Más bien, sigamos
fortaleciendo nuestra espiritualidad y nuestra relación con Jehová. Por eso,
escojamos ―la buena porción‖. Si lo hacemos, de seguro Jehová bendecirá
nuestros esfuerzos.

Adoración matutina para el día de la Conmemoración. Stephen Lett -El espíritu mismo da testimonio
con nuestro espíritu (Rom. 8;16).txt

Sean todos bienvenidos. Invitaremos al hermano Robert Luccioni, ayudante del


Comité de Publicación, a leernos el texto bíblico del día. Hoy es sábado 27 de
marzo, y el texto es Romanos 8:16: ―El espíritu mismo da testimonio con nuestro
espíritu de que somos hijos de Dios‖. Gracias, Robert. Es todo un honor para mí
darles la bienvenida, queridos hermanos y hermanas de todo el mundo, a este
programa de adoración matutina. Hoy es un día muy especial. ¡Para todos! Según
el antiguo calendario judío, esta noche, después de la puesta del Sol, comenzará
el día 14 de nisán y será el aniversario 1.987 de la muerte de nuestro Señor
Jesucristo. El 14 de nisán del año 33, tomando en cuenta la voluntad de Jehová,
Jesús estuvo dispuesto a entregar su vida humana perfecta. Lo hizo para rescatar
a la humanidad del pecado que heredó de Adán, el primer ser humano.
Seguramente, todos han oído hablar de Adán y Eva, la primera pareja que hubo
en la Tierra. Cuando Dios hizo a Adán, le dio la oportunidad de vivir para siempre.
Eso es lo que quería para él. Ahora bien, Jehová le dejó claro que solo podría vivir
para siempre si seguía siendo obediente. Adán tenía que demostrar su obediencia
siguiendo un mandato claro y muy sencillo: no comer de un árbol en particular.
Lamentablemente, desobedeció. Satanás, un espíritu rebelde, engañó a la esposa
de Adán, Eva, y ella comió del árbol. Y, cuando ella le ofreció del fruto a Adán, él
fue muy tonto y también comió. Al desobedecer a Jehová, Adán dejó ir la
oportunidad de vivir para siempre. Ahora bien, ¿qué tiene que ver eso con
nosotros? La respuesta la encontramos en Romanos 5:12: ―Así pues, por medio
de un solo hombre [Adán], el pecado entró en el mundo y por medio del pecado
entró la muerte, y así fue como la muerte se extendió a todos los hombres, porque
todos habían pecado...‖. Como vemos, morimos por culpa de Adán y su pecado,
no por culpa de Dios. Así como los hijos pueden heredar defectos genéticos de
sus padres, nosotros heredamos de Adán y Eva tanto el pecado como la sentencia
de muerte. Pero ¿notaron que al final del versículo 12 hay unos puntos
suspensivos? ¿Por qué razón? Porque el apóstol Pablo aún no había completado
la idea; ¡nos dejó en suspenso! De hecho, esos puntos suspensivos también están
allí porque la forma en que se expresan estas ideas en griego, el idioma original,
indica que el argumento no ha concluido. Aquí, en el versículo 12, el apóstol Pablo
deja claro que la muerte se extendió a todos mediante un hombre, pero aún
no dice cuál es la solución. Ahora, en el versículo 19, Pablo sigue hablando del
mismo asunto, y allí sí subraya muy bien la solución a este problema. Vamos a
leerlo. Versículo 19: ―Porque, tal como muchos llegaron a ser pecadores por la
desobediencia de un solo hombre, del mismo modo muchos llegarán a ser justos
por la obediencia de una sola persona‖. Aquí queda claro que el sacrificio de
Jesús es la solución. Gracias a que Jesucristo entregó su vida, todos tenemos la
oportunidad de vivir para siempre. Algunos esperan vivir eternamente en los
cielos, pero la gran mayoría abriga la esperanza de disfrutar de salud perfecta en
un hermoso paraíso en la Tierra. Al fin y al cabo, ese era el propósito original de
Dios para la Tierra, ¿no es cierto? ¡Y lo que Jehová se propone siempre lo
cumple! Ahora bien, el texto para hoy, Romanos 8:16, se refiere a quienes tienen
la esperanza de vivir para siempre en los cielos y gobernar junto con Jesús en el
Reino mesiánico. Vamos a leerlo de nuevo. Romanos 8:16: ―El espíritu mismo da
testimonio con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios‖. Pero ¿cómo le da
testimonio el espíritu santo a una persona para que sepa que ha sido escogida
para ir al cielo? El libro de Hechos nos ayuda a entender este punto.
Si recordamos, en el capítulo 1 de Hechos, en los versículos 4 y 5, se narra que
Jesús se apareció a sus discípulos unos días después de resucitar y les dijo que
no se fueran de Jerusalén, que esperaran a que Jehová les diera un regalo: el
espíritu santo. ¡Y dicho y hecho! Unos días más tarde, en Pentecostés, Jehová
derramó su espíritu santo. Cuando unos 120 discípulos se encontraban en el
cuarto superior de una casa, se llenaron de espíritu santo y sucedió algo
espectacular. ¿Qué fue? Vamos a verlo. Hechos 2:2: ―De repente se oyó un ruido
desde el cielo, como el de una fuerte ráfaga de viento, y llenó toda la casa donde
estaban sentados. Y vieron aparecer algo similar a lenguas de fuego que se
fueron repartiendo y posando, una sobre cada uno de ellos. Todos se llenaron de
espíritu santo y comenzaron a hablar en diferentes idiomas, así como el espíritu
los capacitaba para hablar‖. Estos 120 discípulos fueron los primeros en ser
ungidos con espíritu santo y en recibir la invitación para gobernar con Jesús en los
cielos. Obviamente, aquello nunca se les iba a olvidar. ¡Estaba clarísimo! No había
ninguna duda en su mente de que el espíritu santo había dado testimonio con su
espíritu. Pero ¿qué ocurrió a partir de entonces? Las demás personas elegidas
para ir al cielo, ¿se enteraron de una forma tan espectacular, parecida a la de los
120? La respuesta es no. Veamos un ejemplo. Leamos los versículos 37 y 38,
aquí, en Hechos, capítulo 2. Vamos a ver lo que pasó con varios miles de
discípulos que también fueron ungidos con espíritu santo aquel mismo día de
Pentecostés. Versículo 37: ―Cuando oyeron esto, sintieron que un dolor les
atravesaba el corazón y les preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles:
‗Hermanos, ¿qué debemos hacer?‘. Pedro les dijo: ‗Arrepiéntanse, y que cada uno
de ustedes se bautice en el nombre de Jesucristo para que sus pecados sean
perdonados, y recibirán el regalo del espíritu santo‘ ‖. El versículo 41 indica que
unas 3.000 personas se bautizaron aquel día. ¿Pero notaron que, aunque fueron
ungidos con espíritu santo después de bautizarse, no ocurrió ningún milagro
espectacular, como en el caso de los 120 que habían recibido espíritu santo más
temprano aquel mismo día? Ahora surge una interesante pregunta: ¿quiere decir
esto que la persona que Dios escoja para ir al cielo recibirá el testimonio del
espíritu el día de su bautismo? De nuevo, la respuesta es no. La prueba la
encontramos en el capítulo 8 del libro de Hechos. Los invito a leer un interesante
relato que comienza en el versículo 14: ―Cuando los apóstoles que estaban en
Jerusalén oyeron que la gente de Samaria había aceptado la palabra de Dios, les
enviaron a Pedro y a Juan. Así que ellos bajaron y oraron para que los
samaritanos recibieran espíritu santo, pues solo habían sido bautizados en el
nombre del Señor Jesús y ninguno había recibido aún el espíritu santo. De modo
que les impusieron las manos y ellos empezaron a recibir espíritu santo‖. Como
acabamos de leer en este relato, el espíritu santo dio testimonio con el espíritu de
aquellos samaritanos tiempo después de que se bautizaran. Y así sucede hoy.
El espíritu santo da testimonio con el espíritu de la persona tiempo después de
que esta se bautiza... y después de haber tenido suficiente tiempo para
demostrarle a Jehová que es leal. Otra pregunta: ¿cómo sabe alguien con
absoluta certeza que se le ha elegido para ir al cielo? Lean conmigo 1 Juan,
capítulo 2. A ver si esto nos ayuda. 1 Juan 2:20: ―Ustedes han recibido una unción
que viene del santo, y todos ustedes tienen conocimiento‖. Tienen el
―conocimiento‖, o la certeza, de que han sido elegidos. Miren ahora el 27: ―En
cuanto a ustedes, la unción que recibieron de él permanece en ustedes, y
no necesitan que nadie les esté enseñando. Pero la unción que viene de él, que
es verdadera y no es mentira, les está enseñando acerca de todas las cosas‖. Así
que los ungidos no necesitan que nadie les confirme nada. El espíritu santo de
Jehová se lo ha dejado claro. Están segurísimos. Piénsenlo: el espíritu santo es la
fuerza más poderosa de todo el universo. Jehová lo usó para crear el Sol, la Luna,
las estrellas... para crear toda clase de vida que hay en el cielo y en la Tierra.
Y fue ese espíritu el que Jehová utilizó para transmitir su mensaje a quienes
escribieron la Biblia. De hecho, en el universo nadie se comunica mejor que
Jehová. Por lo tanto, cuando su espíritu santo da testimonio, el mensaje no va a
ser: ―A lo mejor eres ungido, ¡quién sabe!‖. No va a dejar a la persona con la duda,
preguntándose: ―¿Lo seré?‖. No. El mensaje será claro, concreto, incuestionable.
A la persona no le quedará ninguna duda ni en su mente ni en su corazón.
De modo que, si alguien se pregunta si es ungido o no, la respuesta es obvia:
no lo es. ¿Y qué hay de los millones de siervos fieles de Dios que no han recibido
la invitación de ir al cielo? Pues ellos podrán disfrutar de la vida que Dios quería
para los seres humanos desde el principio, antes de que hubiera necesidad de
adoptar a algunos de ellos para ir al cielo: vida eterna en un paraíso en la Tierra.
De hecho, unos versículos después de la cita para hoy, en Romanos 8:21, se dice
lo siguiente sobre los seres humanos: ―La creación misma también será liberada
de la esclavitud a la corrupción y tendrá la gloriosa libertad de los hijos de Dios‖.
Sea que esperemos ir al cielo o vivir en la Tierra, ¿verdad que todos los siervos de
Jehová del mundo esperamos con anhelo el cumplimiento de la maravillosa
promesa de vivir para siempre? Y esta noche, después de la puesta del Sol,
cuando nos reunamos para celebrar la Cena del Señor, vamos a tener la
oportunidad de recordar las dos mayores muestras de amor de la historia, que
harán de nuestra incomparable esperanza una realidad. Ahora vamos a pedirle al
hermano Luccioni que lea los comentarios de La Atalaya para la cita bíblica del día
de hoy. ―¿Cómo sabe alguien que ha recibido la llamada celestial? La respuesta
se ve con claridad en las palabras que el apóstol Pablo les escribió a los que
estaban en Roma y habían sido ‗llamados para ser santos‘. Además de las
palabras del texto de hoy, les dijo: ‗Ustedes no recibieron un espíritu de esclavitud
que les haga volver a tener miedo, sino que recibieron un espíritu que los adopta
como hijos, el espíritu que nos motiva a exclamar: ―¡Abba, Padre!‖ ‘. Así pues, por
medio de su espíritu santo, Dios les deja claro a los ungidos que han recibido la
llamada celestial. Jehová se encarga de que los que reciban su invitación de ir al
cielo no tengan ni la más mínima duda en su mente y corazón. Los ungidos
no necesitan que nadie les confirme que son ungidos‖. Gracias, Robert. Ahora
vamos a escuchar la lectura para la Conmemoración que corresponde al día de
hoy. En Lucas 22 y Marcos 14 leeremos sobre cosas que ocurrieron el día 13 de
nisán. Ahora bien, algunas cosas que leeremos al final del capítulo 22 de Lucas
ocurrieron después de la puesta del Sol, el 14 de nisán. Los versículos que vamos
a estar leyendo aparecerán en su pantalla. ―Entonces llegó el día de la Fiesta de
los Panes Sin Levadura, en el que hay que ofrecer el sacrificio de la Pascua. Así
que Jesús envió a Pedro y a Juan con estas instrucciones: ‗Vayan y preparen la
Pascua para que la comamos‘. Ellos le preguntaron: ‗¿Dónde quieres que la
preparemos?‘. Él les dijo: ‗Miren, cuando entren en la ciudad, se encontrará con
ustedes un hombre que lleva una vasija de barro con agua. Síganlo y entren en la
casa en la que él entre. Y díganle al dueño de la casa: ―El Maestro te dice:
‗¿Dónde está el cuarto de invitados, para que yo coma la Pascua con mis
discípulos?‘‖. Y ese hombre les mostrará en la parte alta una habitación grande
amueblada. Preparen la Pascua allí‘. Ellos se fueron y lo encontraron todo tal
como él les había dicho; entonces hicieron los preparativos para la Pascua‖.
―Ahora bien, el primer día de la Fiesta de los Panes Sin Levadura, cuando tenían
la costumbre de ofrecer el sacrificio de la Pascua, sus discípulos le preguntaron:
‗¿Adónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas la
Pascua?‘. Entonces, él envió a dos de sus discípulos con este encargo: ‗Vayan a
la ciudad. Allí se encontrará con ustedes un hombre que lleva una vasija de barro
con agua. Síganlo y, donde sea que él entre, díganle al señor de la casa: ―El
Maestro dice: ‗¿Dónde está el cuarto de invitados, para que yo coma la Pascua
con mis discípulos?‘‖. Y él les mostrará en la parte alta una habitación grande,
amueblada y lista. Hagan allí los preparativos para nosotros‘. Los discípulos se
fueron, entraron en la ciudad y lo encontraron todo tal como él les había dicho;
entonces hicieron los preparativos para la Pascua‖. ―Así que, cuando llegó la hora,
él se sentó a la mesa junto con los apóstoles. Y les dijo: ‗Deseaba tanto comer con
ustedes esta Pascua antes de que empiece mi sufrimiento...; porque les digo que
ya no la volveré a comer hasta que esta tenga su cumplimiento en el Reino de
Dios‘. Y, después de aceptar una copa, dio gracias a Dios y les dijo: ‗Tómenla y
vayan pasándola entre ustedes, porque les digo que a partir de ahora no volveré a
beber del producto de la vid hasta que venga el Reino de Dios‘. Después tomó un
pan, le dio gracias a Dios, lo partió, se lo dio a ellos y les dijo: ‗Esto representa mi
cuerpo, que será dado en beneficio de ustedes. Sigan haciendo esto en memoria
de mí‘. También, después de haber cenado, hizo lo mismo con la copa. Les dijo:
‗Esta copa representa el nuevo pacto, validado con mi sangre, que va a ser
derramada en beneficio de ustedes. Pero, miren, la mano del que me va a
traicionar está conmigo en la mesa. Porque, es cierto, el Hijo del Hombre sigue su
camino según lo que está establecido. Pero ¡ay del que lo va a traicionar!‘. De
modo que empezaron a discutir unos con otros sobre quién de ellos sería el que
iba a hacer eso. Entonces también surgió una fuerte discusión entre los discípulos
sobre quién de ellos era considerado el mayor. Pero él les dijo: ‗Los reyes de las
naciones dominan al pueblo, y a los que tienen autoridad sobre la gente se les
llama benefactores. Sin embargo, ustedes no deben ser así. Más bien, el que sea
mayor entre ustedes, que se vuelva como el más joven, y el que dirige, como el
que sirve. Porque ¿quién es mayor? ¿El que come, o el que sirve? ¿Acaso no es
el que come? Pero yo estoy entre ustedes como el que sirve. Ahora bien, ustedes
son los que en mis pruebas se han mantenido a mi lado. Y yo hago un pacto con
ustedes para un reino, así como mi Padre ha hecho un pacto conmigo, para que
coman y beban a mi mesa en mi Reino y se sienten en tronos para juzgar a las 12
tribus de Israel. Simón, Simón, mira que Satanás los ha reclamado a todos
ustedes para sacudirlos como si fueran trigo. Pero yo he rogado por ti para que tu
fe no decaiga. Y tú, cuando vuelvas, fortalece a tus hermanos‘. Entonces él le dijo:
‗Señor, estoy listo para ir a prisión contigo y hasta para morir contigo‘. Pero él le
respondió: ‗Pedro, te digo que hoy el gallo no cantará hasta que hayas negado
tres veces que me conoces‘. También les dijo: ‗Cuando los envié sin bolsita para el
dinero ni bolsa de provisiones ni sandalias, ¿verdad que no les faltó nada?‘. ‗¡No!‘,
le contestaron. Entonces él les dijo: ‗Pero, ahora, el que tiene una bolsita para el
dinero, que la lleve, y también una bolsa de provisiones; y el que no tiene espada,
que venda su manto y compre una. Porque les digo que tiene que cumplirse en mí
esto que está escrito: ―Fue considerado un delincuente‖. De hecho, esto se está
cumpliendo en mí‘. Entonces ellos le dijeron: ‗Señor, mira, aquí hay dos espadas‘.
Él les respondió: ‗Con eso basta‘. Al salir, se fue como de costumbre al monte de
los Olivos, y los discípulos lo siguieron. Cuando llegaron al lugar, les dijo:
‗Quédense orando para que no caigan en la tentación‘. Y él se apartó de ellos a
una distancia como de un tiro de piedra. Se puso de rodillas y comenzó a orar
diciendo: ‗Padre, si quieres, quítame esta copa. Pero que no se haga mi voluntad,
sino la tuya‘. Entonces se le apareció un ángel del cielo y lo fortaleció. Con todo,
su agonía era tan grande que continuó orando todavía con más intensidad, y su
sudor se volvió como gotas de sangre que caían al suelo. Cuando se levantó
después de orar, fue adonde estaban los discípulos y los encontró durmiendo,
agotados por la tristeza. Les dijo: ‗¿Por qué están durmiendo? Levántense y oren
todo el tiempo para que no caigan en la tentación‘. Mientras él todavía estaba
hablando, apareció una multitud. Al frente iba uno de los Doce, el que se llamaba
Judas, y se acercó a Jesús para besarlo. Pero Jesús le dijo: ‗Judas, ¿con un beso
traicionas al Hijo del Hombre?‘. Cuando los que estaban a su alrededor vieron lo
que iba a pasar, le preguntaron: ‗Señor, ¿atacamos con la espada?‘. Y uno de
ellos atacó al esclavo del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Ante esto,
Jesús dijo: ‗Ya basta‘. Y, tocándole la oreja al esclavo, lo curó. Entonces Jesús les
dijo a los sacerdotes principales, a los capitanes del templo y a los ancianos que
habían ido allí a buscarlo: ‗¿Salieron con espadas y garrotes como si yo fuera un
ladrón? Día tras día estuve con ustedes en el templo y no me pusieron las manos
encima. Pero esta es la hora de ustedes y la hora en que gobierna la oscuridad‘. A
continuación lo arrestaron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en la casa del sumo
sacerdote. Y Pedro iba siguiéndolos a cierta distancia. Ellos encendieron un fuego
en medio del patio y se sentaron juntos. Pedro estaba sentado entre ellos. En eso,
una sirvienta que lo vio sentado a la luz del fuego se quedó mirándolo y dijo: ‗Este
hombre también andaba con él‘. Pero Pedro lo negó. Dijo: ‗Mujer, yo no lo
conozco‘. Poco después, otra persona lo vio y le dijo: ‗Tú también eres uno de
ellos‘. Pero Pedro le contestó: ‗Hombre, no lo soy‘. Como una hora más tarde, otro
se puso a decir con insistencia: ‗¡No hay duda de que este hombre también
andaba con él! Está claro que es galileo‘. Pero Pedro le dijo: ‗Hombre, no sé lo que
dices‘. Al instante, mientras él todavía estaba hablando, un gallo cantó. Con eso,
el Señor se volvió y miró a Pedro fijamente, y Pedro recordó la declaración del
Señor, quien le había dicho: ‗Antes de que un gallo cante hoy, tú negarás tres
veces que me conoces‘. Y salió afuera y lloró amargamente. Ahora bien, los
hombres que tenían a Jesús bajo custodia empezaron a burlarse de él y a
golpearlo. Después de cubrirle la cara, le decían una y otra vez: ‗¡Profetiza!
¿Quién es el que te pegó?‘. Y decían muchas otras blasfemias contra él‖. Ha sido
todo un placer para mí hablar hoy con millones de hermanos y hermanas de todas
partes del mundo. Todos ustedes son ovejitas de Jehová. Y quiero que sepan que
les tenemos mucho cariño. Que Jehová nos acompañe a todos esta noche cuando
nos reunamos —físicamente, si es posible, pero principalmente en espíritu— para
recordar juntos, para conmemorar, el evento más importante de todos: el sacrificio
de nuestro Señor Jesucristo, el regalo más valioso que nos ha hecho nuestro
Padre, Jehová.

ADORACIÓN MATUTINA-Busquemos primero el Reino-Busquemos primero el Reino.txt

El texto para el día de hoy, Mateo 6:33, consta de dos partes. La primera indica lo
que tenemos que hacer: ―Sigan, pues, buscando primero el reino y la justicia de
Dios‖. La segunda menciona lo que Jehová hará: ―Y todas estas otras cosas les
serán añadidas‖. Analicemos cuidadosamente estas palabras. Con ellas, Jesús
deseaba enseñarles a sus discípulos que debían hacer cambios drásticos en su
estilo de vida. ¿Qué clase de cambios? Veamos el versículo 31. Allí, Jesús dice:
―Por eso, nunca se inquieten y digan: ‗¿Qué hemos de comer?‘, o ‗¿qué hemos de
beber?‘, o ‗¿qué hemos de ponernos?‘‖. ¿De verdad dijo ―nunca‖? ¡Sí! Sin
embargo, lo normal es que nos preocupemos por tener lo necesario. Y Jesús
reconoció que eso mismo inquieta a la mayoría de las personas. En el versículo
32, él dijo: ―Porque todas estas son las cosas en pos de las cuales las naciones
van con empeño‖. Pero luego también dijo: ―Su Padre celestial sabe que ustedes
necesitan todas estas cosas‖. Aquí en el capítulo 6, Jesús resaltó varios principios
muy importantes que nos ayudan a modificar nuestro punto de vista para darle a
Jehová Dios, a nuestra vida y a las necesidades básicas la importancia que les
corresponde. Jesús dejó claro que el servicio a Jehová debe ser lo más
importante, sean cuales sean nuestras circunstancias. Echémosle un vistazo a dos
de dichos principios. Uno de ellos está en Mateo 6:24. Allí, Jesús dice: ―Nadie
puede servir como esclavo a dos amos; porque u odiará al uno y amará al otro, o
se apegará al uno y despreciará al otro. No pueden ustedes servir como esclavos
a Dios y a las Riquezas‖. Es simplemente imposible. Algunos lo han intentado,
pero han fallado. Satanás le dijo a Jesús ―Te daré riquezas. Te daré todos los
reinos del mundo y su gloria‖. Jesús, desde luego, lo rechazó. ¿Por qué? Porque
sabía cuál era el precio de recibir todo aquello: dejar de adorar con corazón
completo... ¡imposible! Jesús sabía que es imposible adorar a Jehová y a las
riquezas. En el versículo 21, Jesús dijo: ―Porque donde está tu tesoro, allí también
estará tu corazón‖. El segundo principio está en el versículo 25: ―Por esto les digo:
Dejen de inquietarse respecto a su alma en cuanto a qué comerán o qué beberán,
o respecto a su cuerpo en cuanto a qué se pondrán‖. Y he aquí el principio: ―¿No
significa más el alma que el alimento, y el cuerpo que la ropa?‖. Pudiéramos tener
un granero lleno de alimento, pero si no estuviéramos vivos, de nada nos serviría.
Y si tuviéramos un almacén lleno de ropa, pero no un cuerpo, no podríamos
ponérnosla. Jesús ilustró muy bien este principio. Veamos lo que dice Lucas
capítulo 12, del versículo 16 en adelante: ―Con eso les habló una ilustración, y dijo:
‗El terreno de cierto hombre rico produjo bien. Por consiguiente, él razonaba
dentro de sí, diciendo: ―¿Qué haré, ya que no tengo dónde recoger mis
cosechas?‖. De modo que dijo: ―Haré esto: demoleré mis graneros y edificaré
otros mayores y allí recogeré todo mi grano y todas mis cosas buenas; y diré a mi
alma: ‗Alma, tienes muchas cosas buenas almacenadas para muchos años;
pásalo tranquila, come, bebe, goza‘‖. Pero Dios le dijo: ―Irrazonable, esta noche
exigen de ti tu alma. Entonces, ¿quién ha de tener las cosas que almacenaste?‖.
Así pasa con el hombre que atesora para sí, pero no es rico para con Dios‘‖. Jesús
no dijo que el hombre fuera alguien deshonesto o que nunca pensara en Dios. El
error que aquel hombre cometió fue fijar mal sus prioridades. Él se centró
principalmente en acumular riquezas. Como dice el versículo 21, él acumuló
tesoros para sí mismo, pero no en los cielos. No se esforzó por ser ―rico para con
Dios‖. Y eso es lo más importante, ¿no es verdad? Servir a Jehová Dios, dedicar
nuestra vida a él: eso es lo que realmente importa. Porque, como dijo Jesús en la
segunda parte del versículo 15, ―hasta cuando uno tiene en abundancia, su vida
no resulta de las cosas que posee‖. Así que, hemos hablado de dos principios muy
importantes. El primero es que nuestro servicio a Dios —y no atesorar riquezas—
debe ser lo más importante en nuestra vida. Y el segundo lo encontramos en
Mateo 6:33: ―Sigan, pues, buscando primero el reino y la justicia de Dios, y todas
estas otras cosas les serán añadidas‖. Aunque no sabemos con exactitud cuándo
vendrá el fin, queremos seguir siempre buscando primero el Reino. Y, en vez de
confiar en los bienes materiales que ofrece este mundo, debemos confiar en
nuestro Padre celestial. Jehová nos da todo lo que necesitamos y hasta más que
eso. Este principio se resume en Eclesiastés 5:19. Allí se dice la verdad, la
realidad de las cosas. Eclesiastés 5:19 dice: ―También, a todo hombre a quien el
Dios verdadero ha dado riquezas y posesiones materiales, también lo ha facultado
para comer de ello y para llevarse su porción y para regocijarse con su duro
trabajo. Este es el don de Dios‖.

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