Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
ADORACIONES
MATUTINAS
COMPENDIO
No son todas las aparecidas a la fecha
ADORACIONES MATUTINAS
Como sabemos, el apóstol Pablo fue un hombre muy humilde y también muy
flexible. Él dijo: ―A los judíos me hice como judío, [...] a los que están bajo ley me
hice como bajo ley‖. No obstante, la flexibilidad de Pablo tenía límites, y de eso
vamos a hablar en unos momentos. Cuando Pablo llegó a Jerusalén, los ancianos
le explicaron que miles de judíos habían llegado a ser creyentes, pero todavía se
aferraban a guardar la Ley. Además, habían escuchado algo acerca de Pablo:
corría el rumor de que Pablo andaba diciendo a los judíos que no circuncidaran a
sus hijos. Esta situación preocupó a los ancianos, y, para resolverla, idearon un
plan. Leamos cuál era en el capítulo 21 de Hechos. Busquen, por favor, Hechos
21:23, 24. Este era su plan: ―Por lo tanto, haz esto que te decimos: Tenemos
cuatro varones que tienen sobre sí un voto. Toma a estos contigo y límpiate
ceremonialmente con ellos y hazte cargo de sus gastos, para que se les rape la
cabeza. Y así sabrán todos que no son ciertos los rumores que se les contaron
acerca de ti, sino que estás andando ordenadamente, tú mismo también
guardando la Ley‖. Así que según el rumor que habían escuchado, Pablo les decía
a los judíos que no circuncidaran a sus hijos. Bueno, lo más probable es que el
apóstol Pablo no anduviera diciendo algo así, pues, como sabemos, Pablo mismo
llevó a Timoteo para que fuera circuncidado a fin de no hacer tropezar a los judíos.
Pablo sabía que, en sí misma, la circuncisión no tenía nada de malo. El problema
surgía cuando se enseñaba que la circuncisión era indispensable para obtener la
salvación. Pero había este rumor, y algunos hermanos optaron por creer en el
rumor en lugar de confiar en un hermano fiel como Pablo. Así pasa hoy: algunos
se creen todo lo que leen en los periódicos y ni siquiera hacen preguntas. La
pregunta entonces es: ¿qué harían al respecto? Los ancianos tenían una
sugerencia. Le dijeron: ―Tenemos cuatro varones que tienen sobre sí un voto‖. Y
luego le pidieron a Pablo que llevara a estos hombres al templo y pagara sus
gastos. Pablo aceptó. ¡Qué muestra de humildad! Todos sabemos lo que Pablo
pensaba en cuanto a guardar la Ley. Sin embargo, estuvo dispuesto a ver el
cuadro completo. Su opinión al respecto era muy clara, pero probablemente estos
judíos eran nuevos en la verdad, y Pablo quería hacer todo lo posible para no ser
un tropiezo para los nuevos. Ahora analicemos el voto. ¿De qué voto estaban
hablando? Hay quienes afirman que tal vez era un voto de nazareato. Si lo era,
sería una situación delicada para Pablo pues, como recordarán, los nazareos
debían ofrecer una ofrenda por el pecado para concluir con su voto. Pablo jamás
habría aceptado eso, pues hubiera sido una falta de respeto por el sacrificio de
Cristo. De modo que Pablo y aquellos 4 hombres iban a tener que ser muy
cuidadosos al determinar hasta qué punto cumplirían con ese voto. Y podemos
estar seguros de que ellos no iban a hacer nada que lastimara su conciencia.
Podemos ver que, en esta ocasión, Pablo hizo mucho para no hacer tropezar a los
judíos. Pero hubo otra ocasión en la que rehusó hacer lo que ellos querían. En el
capítulo 2 de Gálatas podemos leer lo que sucedió. Busquemos el capítulo 2 y
leamos los versículos 11 a 14. En Gálatas 2:11-14 se dice: ―Sin embargo, cuando
Cefas vino a Antioquía, lo resistí cara a cara, porque se hallaba condenado.
Porque, antes de la llegada de ciertos hombres desde Santiago, solía comer con
gente de las naciones; pero cuando estos llegaron, se puso a retirarse y a
separarse, por temor a los de la clase circuncisa. Los demás de los judíos también
se unieron a él en hacer esta simulación, de modo que hasta Bernabé fue llevado
con ellos en su simulación. Mas cuando yo vi que no estaban andando rectamente
conforme a la verdad de las buenas nuevas, dije a Cefas delante de todos ellos ‗Si
tú, aunque eres judío, vives como las naciones, y no como los judíos, ¿cómo
obligas a gente de las naciones a vivir conforme a la práctica judía?‘‖. ¿Notaron lo
que sucedió? Antes de que los hombres enviados por Santiago llegaran a
Antioquía, Pedro, Bernabé y los otros cristianos de origen judío comían
tranquilamente con los no judíos. Pero entonces llegaron los hombres enviados
por Santiago y, de repente, Pedro empezó a separarse de los que no eran judíos.
A continuación, otros cristianos judíos hicieron exactamente lo mismo que Pedro.
Ahora bien, ¿quiénes eran aquí los nuevos en la verdad? En este caso,
probablemente los cristianos gentiles. En el relato de Hechos 21, seguramente los
judíos eran los nuevos y, por ello, Pablo no quería hacerlos tropezar. Pero ahora,
Pablo no podía ser flexible y hacerse ―toda cosa a gente de toda clase‖. No podía
complacer a los judíos enviados por Santiago y, a la vez, agradar a los no judíos.
Por decirlo así, o iba a hacer tropezar a los cristianos judíos, o iba a hacer tropezar
a los cristianos gentiles. Tenía que escoger. Y lo hizo. ¿Qué eligió? Siguió el
consejo que él mismo escribió en la carta a los Gálatas. ¿Se imaginan a cuál me
refiero? Gálatas, capítulo 6. ¿Recuerdan qué dijo...? ―Aunque un hombre dé algún
paso en falso antes que se dé cuenta de ello‖. ¿Y qué había dicho Pablo sobre
Pedro? Que no estaba andando ―rectamente conforme a la verdad de las buenas
nuevas‖. Pedro estaba dando un paso en falso. ―Ustedes los que tienen las
debidas cualidades espirituales [en este caso, Pablo] traten de reajustar a tal
hombre con espíritu de apacibilidad‖. Y eso fue lo que hizo el apóstol Pablo.
Bueno, siempre hablamos de los defectos de Pedro. Pero démosle un respiro y
reconozcamos lo que sí estaba haciendo bien. Pedro se encontraba en Antioquía.
¿Qué sabemos de Antioquía? Fue en esta ciudad donde surgió el debate sobre
guardar o no la Ley. ¿Y quiénes estaban causando problemas allí? Eran hombres
de Jerusalén, hombres enviados por Santiago. Ahora bien, Pedro, Bernabé y los
demás estaban felices comiendo con los no judíos hasta que llegaron los hombres
de Jerusalén a causar revuelo. Si estos hombres se hubieran quedado en casa de
vez en cuando, quizás no habrían causado tantos líos en la congregación
cristiana. Así que Pedro estaba haciendo lo correcto hasta que llegaron dichos
hombres. Pedro sabía lo severas que podían ser las críticas de los hombres de
Jerusalén. Por decirlo así, él ya había oído ese cuento en el año 36, justo después
de la conversión de Cornelio. Veamos en Hechos, capítulo 11, versículos 2 y 3,
algo que nos ayudará a entender la preocupación de Pedro y por qué intentó,
equivocadamente, complacer a los hombres enviados por Santiago. Hechos 11:2,
3: ―Por eso, cuando Pedro subió a Jerusalén, los apoyadores de la circuncisión se
pusieron a contender con él, diciendo que había entrado en casa de varones que
no eran circuncisos y había comido con ellos‖. De modo que Pedro sabía que los
judíos eran muy sensibles en cuanto a comer con los gentiles y se dejó llevar por
el temor al hombre. El apóstol Pablo hizo bien en llamarle la atención porque,
después de todo, Pedro iba a tener que escoger: hacer tropezar a los judíos o a
los no judíos. ¿Cuál es la lección? A veces no podemos agradar a todos. A veces
no podemos ser flexibles y hacernos ―toda cosa a gente de toda clase‖. Y eso es
algo que nuestros jóvenes deben entender. Tienen que ponerse del lado de lo que
es correcto pase lo que pase. ¡Cuánta razón tuvo Jesús al escoger a Pablo como
apóstol a las naciones! Una recomendación a los ancianos: Pablo fue flexible. No
intentaba imponer su criterio, aunque estuviera plenamente convencido de algo. Y
tampoco andaba causando problemas. Pablo veía el cuadro completo. ¡Qué gran
ejemplo! Por su humildad, Pablo realmente era el hombre indicado para el trabajo
que recibió.
ADORACIÓN MATUTINA-David Schafer- Jehová guía a su pueblo.txt
¿Verdad que nos emociona leer esta profecía del libro de Miqueas? En ella se
muestra claramente cómo son las cosas en el pueblo de Dios hoy. Por supuesto,
en el nuevo mundo, el pueblo de Dios disfrutará de unidad extraordinaria, pero el
capítulo 4 de Miqueas describe lo que estamos viviendo en este momento, y, por
lo tanto, nos concierne. Sabemos esto porque el versículo 5 dice que durante el
mismo tiempo en que la unidad del pueblo de Dios sería evidente, todos los
demás pueblos andarían cada cual en el nombre de su dios. Eso no se puede
referir al Paraíso, ¿verdad? No, está hablando del tiempo en el que vivimos ahora.
Pero ¿cómo pueden los testigos de Jehová de todo el mundo estar tan unidos y no
involucrarse en las guerras? Bueno, algo que contribuye a la unidad es nuestra
neutralidad cristiana. ¿Qué significa ser neutral? Significa mantenerse al margen
de los asuntos políticos. Por supuesto, estamos de parte de Jehová y de su Reino;
por eso, cuando se trata de debates o controversias sobre asuntos políticos, no
nos ponemos de parte de nadie. ¿Por qué es tan importante esto? Veamos qué
dice la Biblia en Revelación capítulo 13. Revelación 13:16, 17 dice: ―Y pone bajo
obligación a todas las personas —los pequeños y los grandes, y los ricos y los
pobres, y los libres y los esclavos— para que a estas se dé una marca en su mano
derecha o sobre su frente, y para que nadie pueda comprar o vender salvo la
persona que tenga la marca, el nombre de la bestia salvaje o el número de su
nombre‖. ¿Qué aprendemos aquí? En el futuro veremos cómo se cumplen estas
palabras, así como las presiones que enfrentará el pueblo de Dios. Pero aun
ahora podemos ver que el sistema político quiere ponernos una marca tanto
mental como física. Quiere ponernos su etiqueta en la frente y en la mano. Por
ello, debemos asegurarnos de ser totalmente neutrales en los asuntos políticos de
este mundo. Eso implica no participar en actividades políticas ni tomar partido,
incluso en nuestro interior. Ahora bien, ¿qué cosas pudieran debilitar nuestra
postura neutral? Bueno, hoy vamos a considerar 3 de ellas. La primera es la
propaganda que difunde este mundo. Ya hemos visto lo que dicen los medios
sobre los testigos de Jehová y cómo han distorsionado sus informes para
presentar una imagen negativa de nosotros. Entonces, ¿podríamos esperar que
sean neutrales al informar sobre otros asuntos, particularmente sobre los
conflictos entre naciones? Los medios de un país pudieran promover
determinadas ideas sobre otro país y hasta podrían influir en nuestra opinión. Es
posible que, al visitar otros lugares con ideologías políticas diferentes, nos
sorprenda ver que la situación es distinta de la que habían descrito los medios de
nuestro país. Por ello tenemos que cuidarnos para no dejar que la propaganda de
este mundo influya en nosotros, especialmente la de los medios de comunicación.
¿Qué otra cosa pudiera hacer que perdamos cierto grado de neutralidad? Los
eventos deportivos. A veces, estos llegan a promover, en cierta medida, el
nacionalismo. Por lo general comienzan con los himnos nacionales. Recuerdo que
hace muchos años, cuando vivía en otro país, un amigo me pidió que le grabara
un evento deportivo. Aunque a mí no me interesaba mucho, quise hacerle el favor.
Por supuesto, me aseguré de grabarlo todo, incluidos los últimos 10 minutos del
juego. Nuestra amistad habría estado en peligro si yo no hubiera incluido el final.
El partido estuvo súper emocionante... cardiaco hasta el final. Cuando el hermano
me devolvió la cinta que grabé, pensé que quizás a otros hermanos también
podría interesarles ver el juego, por lo que podía prestarles la cinta en lugar de
simplemente borrarla. Así que se la ofrecí a varios de ellos, pero todos me dijeron:
―No, gracias. ¿Para qué voy a ver el partido si perdimos?‖. ¿Se fijaron? Por eso yo
les pregunté: ―¿Ustedes querían ver el partido o tomar partido?‖. Fue una situación
interesante porque 2 países se estaban enfrentando. Así que debemos cuidarnos
para que las competencias deportivas no despierten en nosotros sentimientos
nacionalistas que nos lleven a tomar partido cuando no deberíamos hacerlo. El
tercer factor que pudiera minar nuestra neutralidad son las promesas de los
políticos, en especial en época de elecciones. Quizás un candidato sea del mismo
origen o género que nosotros. Cuando observamos el escenario político actual,
con tantas elecciones, vemos que parece más un espectáculo que cualquier otra
cosa; hasta se contrata a músicos y a otros personajes para entretener a la gente.
Pero si en nuestro corazón dijéramos: ―Solo espero que ese tonto no llegue al
poder‖, ¿estaríamos siendo neutrales? O, peor aún, si pensáramos: ―¡Ojalá que el
otro gane las elecciones!‖. Bueno, hay que tener cuidado, ¿verdad? Hace muchos
años, cuando yo era un joven precursor en Australia, existía el problema del
reclutamiento obligatorio para servir en el ejército. Eran los tiempos de la guerra
de Vietnam. Y luego hubo elecciones en Australia. En ese momento, el partido que
quería llegar al poder prometió acabar con el reclutamiento obligatorio, si ganaba.
Eso me afectaba a mí directamente. Y recuerdo lo difícil que fue estar siguiendo
los resultados de las elecciones sin decir en mi corazón: ―¡Espero que ganen!‖. Y
después, cuando ganaron, tampoco decir: ―¡Bien!‖. Como ven, las promesas
políticas pueden influir en nosotros y llevarnos a violar nuestra neutralidad. Por lo
tanto, nunca olvidemos que no somos parte del mundo. Nosotros apoyamos al
mejor gobierno que puede regir esta Tierra. De esa forma seguiremos siendo
neutrales y estando unidos.
ADORACIÓN MATUTINA-Harold Corkern- Oremos para conseguir “la paz de Dios”.txt
El texto de hoy resalta el profundo efecto que tienen en nosotros las oraciones
sinceras, desde el corazón. Claro, solo hablar con Dios no necesariamente es
orar. En los capítulos 3 y 4 de Génesis encontramos el diálogo que tuvo Adán con
Jehová poco después de haber pecado. Y difícilmente podría decirse que Adán
estaba orando en ese momento. ¿Por qué? Porque para orar, necesitamos
mostrar confianza, respeto, humildad y devoción, así como reconocer que
dependemos de aquel a quien dirigimos la oración. Para ver por qué es tan
importante mostrar confianza en Dios y mejorar la calidad de nuestras oraciones,
analicemos lo que dice al respecto Salmo 91:1, 2. Leamos el versículo 1:
―Cualquiera que more en el lugar secreto del Altísimo se conseguirá alojamiento
bajo la mismísima sombra del Todopoderoso‖. Ese ―lugar secreto‖ es un lugar
simbólico donde Jehová nos brinda protección espiritual y nada ni nadie puede
arrebatarnos la fe o el amor por Jehová. Es secreto porque los incrédulos no
pueden descubrirlo, o entenderlo. Pero ¿cómo podemos encontrarlo nosotros? El
versículo 2 explica: ―Ciertamente diré a Jehová: ‗Tú eres mi refugio y mi plaza
fuerte, mi Dios, en quien de veras confiaré‘‖. Así que la clave para entrar en ese
lugar secreto y conseguir la paz de Dios es que seamos humildes y tengamos
confianza en Jehová. El texto dice: ―Tú eres mi refugio y mi plaza fuerte‖; no dice
nuestro. De modo que cada uno, en lo individual, debe demostrarle su confianza a
Jehová. Ahora bien, ¿verdad que todos le agradecemos mucho a Jehová por
escucharnos? Estamos seguros de que es así por lo que dijo David en el Salmo
69. Mientras leemos, quisiera que se pregunten: ―¿Alguna vez he sentido algo
parecido a lo que describe David aquí?‖. Él se sentía muy presionado y
angustiado, por eso escribió lo que dice Salmo 69:20: ―El oprobio mismo ha
quebrantado mi corazón, y la herida es incurable. Y seguí esperando que alguien
se condoliera, pero no hubo nadie; y consoladores, pero no hallé ninguno‖. ¿No es
cierto que, a veces, ni otros cristianos ni nuestros familiares ni siquiera los amigos
íntimos pueden darnos la ayuda que necesitamos? ¿Por qué será? Bueno, tal vez
están tan atareados con sus propios problemas que no tienen tiempo de fijarse en
los nuestros. Además, a todos nos afectan las cosas de manera distinta. Es decir,
lo que le causa gran estrés a una persona pudiera no ser tan grave para otra. Y si
vemos a alguien luchando con situaciones que para nosotros no son la gran cosa,
quizás no podamos comprender lo que siente. Por otro lado, el versículo 33 del
mismo Salmo dice: ―Porque Jehová está escuchando a los pobres, y realmente no
desprecia a sus propios prisioneros‖. A veces pudiéramos sentirnos prisioneros de
las circunstancias o de nuestros sentimientos o emociones y tal vez nos sintamos
como atrapados. Quizás otros no nos entiendan ni nos puedan ayudar. Pero
fíjense en las reconfortantes palabras de 2 Crónicas 6:29, 30. Allí leemos la
oración que hizo Salomón cuando se dedicó el templo. El versículo 29 dice: ―Sea
cual fuere la petición de favor que se haga de parte de cualquier hombre o de todo
tu pueblo Israel —porque ellos conocen cada cual su propia plaga y su propio
dolor—; cuando él realmente extienda las palmas de las manos [...]‖. Así que
Jehová nos comprende como nadie más puede hacerlo. ¿Cómo lo sabemos? El
versículo 30 dice: ―Entonces dígnate oír tú mismo desde los cielos, el lugar de tu
morada, y tienes que perdonar y dar a cada uno conforme a todos sus caminos,
porque tú conoces su corazón (porque solo tú mismo conoces bien el corazón de
los hijos de la humanidad)‖. Entonces, aunque nuestros amigos se preocupen y
traten de ayudarnos, no pueden entender todo lo que sentimos, lo que pensamos
ni cuánto nos afecta una situación... pero Jehová sí. Él nos comprende por
completo, y eso nos reconforta y nos impulsa a confiar en él. Pero confiar en
Jehová implica mucho más. Mateo 6:33 dice: ―Sigan, pues, buscando primero el
reino y la justicia de Dios, y todas estas otras cosas les serán añadidas‖. Aquí se
nos invita a confiar en que Jehová se encargará de darnos lo que necesitamos,
como siempre lo hace. Pero, en este contexto, podríamos caer en un error:
cuando una persona es tranquila, segura de sí misma, tiene habilidades naturales,
viene de una familia estable, tanto emocional como económicamente, pudiera
sentirse inclinada a pensar: ―Sí, yo confío en Jehová, pero sé que esto puedo
hacerlo solo‖. Bueno, a veces hemos oído a algunos expresar algo parecido
cuando reciben una nueva asignación o se les envía a servir de precursores
regulares o dejan Betel por una buena razón y, ahora, tienen que conseguir un
trabajo seglar. Quizás hayan escuchado algo como esto: ―Les va a ir bien porque
tienen un oficio bien remunerado en el mercado laboral‖. Eso no tiene nada de
malo. Puede que hasta hayan aprendido ese oficio mientras servían de toda alma
a Jehová, ¡y qué bueno! Pero cuidado: ¿tendrán éxito debido a sus habilidades, o
porque siguen buscando primero el Reino y permiten que Jehová sea quien les dé
lo necesario? Además, hay que tener cuidado con esa idea de que, gracias a su
oficio, les irá muy bien. ¿Y si no tuvieran un oficio tan rentable? ¡De todos modos,
Jehová los cuidaría! Veamos lo que dice Amós 7:14, 15: ―Yo no era profeta, ni era
hijo de profeta; sino que era guarda de ganado y punzador de higos‖. Aun así,
Jehová escogió a Amós, lo usó y le dio lo necesario. El hecho de que no tuviera un
oficio bien pagado no fue lo importante. Por eso es bueno que veamos las cosas
desde la perspectiva correcta. Por último, cuando tratemos de animar a otros y
ayudarlos a combatir la ansiedad, usemos la herramienta más poderosa que
tenemos. En La Atalaya del 15 de febrero de 1988 se relata la historia del
hermano Arthur Winkler. Cuando lo encontró la Gestapo, lo golpearon sin piedad,
le quebraron los dientes y le dislocaron la mandíbula. Ya con el cuerpo en carne
viva por la golpiza, lo echaron en una celda oscura. El hermano Winkler relata que,
en ese momento, necesitaba desesperadamente alimento espiritual, así que le oró
a Jehová y luego le pidió a un guardia que lo ayudara. Poco después, alguien
abrió la puerta y le arrojó una Biblia. El hermano dice: ―¡Qué gozo producía
disfrutar diariamente de los agradables dichos de verdad! Sentí que me estaba
fortaleciendo espiritualmente‖. Así que, si deseamos ayudar a otros, no repitamos
frases hechas o frases que se dicen por simple cortesía; mejor usemos palabras
tomadas de la Biblia. Quizás alguien se sienta atrapado por una situación difícil.
Bueno, pensemos en el relato de algún personaje bíblico que haya superado
momentos muy difíciles. Eso es lo que realmente puede ayudarnos a superar la
ansiedad. Por ejemplo, en 2 Corintios 11:23-31, Pablo cuenta las angustias que
vivió. Y, años después, escribió las palabras del texto de hoy, en donde señala
que Jehová lo ayudó a mantener la calma. ¡Que los consejos de la Biblia nos
sirvan para enfrentar las inquietudes y ayudar a otros a hacer lo mismo!
ADORACIÓN MATUTINA-Izak Marais- Todos somos necesarios.txt
El texto y el comentario para hoy del folleto Examinando las Escrituras diariamente
fueron tomados de un artículo de La Atalaya titulado ―Cómo mantener ‗una actitud
de espera‘‖. Esta es una pregunta oportuna para todos nosotros porque, como se
mencionó en La Atalaya, ―la impaciencia es peligrosa, pues nos puede llevar a
actuar imprudentemente‖. ¿Cuál es el antídoto contra la impaciencia? Abramos la
Biblia en el texto temático del Estudio de La Atalaya, Miqueas 7:7. Leamos este
versículo y pensemos en cómo el buen ejemplo de Miqueas nos puede ayudar a
mantener una actitud de espera. El texto dice: ―Pero en cuanto a mí, por Jehová
me mantendré vigilante. Ciertamente mostraré una actitud de espera [o esperaré
pacientemente] por el Dios de mi salvación. Mi Dios me oirá‖. Es conmovedor que,
tan solo en este versículo, Miqueas mencione 3 veces a su Dios —a nuestro
Dios—, Jehová. Eso nos recuerda que, sin importar lo grande que sea el problema
que nos haga sentir impacientes o frustrados, con la ayuda de Jehová, se verá
más pequeño y fácil de sobrellevar. Por lo tanto, podemos llegar a la misma
conclusión que el hermano Karl Klein. En su biografía, él dijo: ―Si [Jehová] lo
permite, yo puedo aguantarlo‖. Con la ayuda de Jehová podemos aguantar
pacientemente cualquier prueba, circunstancia o situación durante todo el tiempo
que sea necesario sin perder el gozo. Miqueas estaba seguro de ello. Regresemos
a Miqueas 7:7. Al decir ―por Jehová me mantendré vigilante‖, Miqueas demostró
que estaba decidido a mantenerse atento como un vigía en su torre. Imaginemos
la escena: un vigilante con los ojos bien abiertos, en alerta máxima. Así se
comportó Miqueas en sentido espiritual. Estaba decidido a no impacientarse ni
sentirse frustrado por cosas que no podía cambiar. ¿Fue fácil para el profeta
mantener una actitud de espera? Probablemente no. El contexto nos muestra
cómo era la situación en Israel y en Judá en el tiempo de Miqueas. Prestemos
atención a estos versículos. Comencemos con Miqueas 7:2. Allí dice: ―El leal ha
perecido de la tierra‖; el versículo 3: ―Sus manos están sobre lo que es malo‖; el 4:
―El mejor de ellos es como un abrojo, el más recto de ellos es peor que un seto de
espinos‖. Y en el versículo 5, Miqueas dice: ―No pongan su fe en un compañero.
No cifren su confianza en un amigo íntimo. De la que se reclina en tu seno guarda
las aperturas de tu boca‖. Y el 6 agrega: ―Porque hijo desprecia a padre; hija se
levanta contra su madre; nuera contra su suegra; los enemigos de un hombre son
los hombres de su casa‖. Queda claro que Miqueas vivió en tiempos muy difíciles,
pues —durante el gobierno del malvado rey Acaz— la condición espiritual y moral
de Israel llegó a ser deplorable. ¿Se siente identificado con las circunstancias que
vivió Miqueas? Hoy en día, todos los siervos de Jehová pasamos por pruebas que
requieren aguante y paciencia, pues vivimos en un mundo egoísta en donde,
como dice la Biblia, los hombres son ―desagradecidos, desleales, sin [...] cariño
natural‖. Jesucristo predijo que los cristianos verdaderos serían ―objeto de odio‖.
Algunos de nuestros hermanos enfrentan odio y oposición en la escuela y en el
trabajo casi a diario. Además, en ocasiones son víctimas de rechazo por parte de
familiares no Testigos. Pensemos también en el odio del que han sido víctimas los
hermanos que están en prisión. Por ejemplo, oramos fervientemente por las 2
hermanas de Azerbaiyán a quienes se persigue injustamente y también por los
600 hermanos en Eritrea, Nagorno Karabaj, Singapur, Corea del Sur y
Turkmenistán. Deseamos que todas esas injusticias se solucionen. ¡Y quisiéramos
que fuera pronto! Pero ¿se nos agota la paciencia? No. Más bien, cultivamos una
actitud de espera. Además, muchos de nuestros hermanos deben hacer frente a
problemas de salud. Estos también someten a prueba nuestra paciencia y
aguante. Es probable que usted o algún familiar o amigo cercano estén lidiando
con algún problema de salud o incluso con cierta enfermedad. Esto me recuerda el
programa de diciembre de 2015 de JW Broadcasting, en donde conocimos a
Sabina Hernández, de Panamá, quien nació con una discapacidad grave. Desde
que nació, ha tenido una vida muy complicada. Sin embargo, ¡ella es una fuente
de ánimo para nosotros! Sabina ha aprendido a confiar en Jehová. Tal como
Miqueas, ella ha demostrado una actitud de espera y hace todo lo que puede para
servir a Jehová a pesar de sus limitaciones. Al igual que nosotros, ella anhela ver
el día en que todo cambie. Nos gustaría que eso sucediera hoy mismo, ¿verdad?
Por supuesto, esos problemas se acabarán, quizás incluso antes de lo que
pensamos. Ahora bien, puede que nuestras pruebas se resuelvan ahora o un poco
más adelante, pero ¿qué aprendemos del ejemplo de Miqueas? Pensemos en
otros detalles de la vida de este profeta. Él sirvió fielmente a Jehová por unos 60
años, vio el cumplimiento de algunos de los mensajes de juicio de Jehová y pudo
ver el fruto de su actividad profética. Pero ¿alcanzó a ver el cumplimiento de todas
las promesas de Jehová? No. Entonces, ¿qué lo ayudó a esperar pacientemente,
a mantenerse activo y a confiar en Jehová? El hecho de que estaba
absolutamente convencido de que Jehová, a su debido tiempo, cumpliría todas
sus promesas. Miqueas confiaba totalmente en su Dios. Vamos a recordar un par
de cosas que nos ayudarán a cultivar la misma confianza y actitud de espera que
demostró Miqueas. La primera tiene que ver con lo que dice 1 Tesalonicenses
5:17. Vamos a leerlo. Primera a los Tesalonicenses 5:17. Quizás ya se saben de
memoria este versículo, pues solo tiene 2 palabras. ¿Y cuál es la instrucción?
―Oren incesantemente‖. No olvidemos que orar realmente equivale a hablar con
Dios. Y nadie podría acusarnos de hablar demasiado con Jehová. Cuando La
Atalaya trató el tema de la verdadera comunicación con Dios, citó el texto que
acabamos de mencionar y dijo: ―Dios se ofrece a escuchar a sus siervos cuantas
veces lo necesiten‖. Por eso, aceptemos su invitación y oremos incesantemente
sobre las cosas que nos inquietan. Cultivemos confianza en Jehová siendo
específicos al pedir su ayuda en oración. Ahora bien, ¿qué hay si oramos
incesantemente durante una prueba, pero esta no desaparece? Noten lo que dice
Lucas 11:9. En este versículo, Jesús nos da razones para no perder la confianza
cuando dice: ―Por consiguiente, les digo: Sigan pidiendo, y se les dará; sigan
buscando, y hallarán; sigan tocando, y se les abrirá‖. Entonces: queremos hacer lo
posible por resolver nuestros problemas convencidos de que, en el momento justo,
Jehová nos dará la solución y, mientras ese momento llega, nos ayudará a
aguantar. ¿Qué tan grande es una montaña cuando la comparamos con Jehová?
Se ve como un montoncito de tierra. ¿Y cómo podemos convertir una montaña en
un montoncito de tierra? Arrojando nuestras cargas sobre Jehová cuando le
oramos. Jehová no defraudó la confianza de Miqueas. Y pronto, en la
resurrección, Miqueas verá cumplidas todas las promesas que esperó con
paciencia. Por lo tanto, al igual que él, controlemos la tendencia natural a ser
impacientes. Mantengamos la fe viva y la actitud vigilante.
ADORACIÓN MATUTINA-John Ekrann- El rescate sí es para usted.txt
El apóstol Pablo hizo una interesante reflexión sobre el rescate. Él escribió: ―La
vida que ahora vivo en carne la vivo por la fe que es para con el Hijo de Dios, que
me amó y se entregó por mí‖. Con esas palabras nos damos cuenta de que Pablo
sabía que el rescate se había pagado por él. Y, como se expresó en los
comentarios, nosotros también debemos ver el rescate como un regalo personal.
En Hebreos 6:5, el apóstol Pablo deja ver que la Biblia y el rescate son dádivas
muy personales. Noten la expresión que usó en Hebreos 6:5: ―Y que han gustado
la excelente palabra de Dios y los poderes del sistema de cosas venidero‖. La
expresión ―que han gustado‖ es muy significativa, pues para gustar los alimentos,
nosotros mismos debemos probarlos, nadie más. Debemos ponerlos en nuestra
boca para saborearlos. Lo mismo sucede con el rescate. ¿En qué situaciones
podemos ―gustar‖ o comprobar que el rescate es para cada uno de nosotros?
Veamos un par de ellas. Primero hablemos de nuestros temores. ―¿De veras me
quiere Dios? ¿Soy digno de que me ame?‖. Puede que también nos preguntemos:
―¿Qué será de mí? ¿Y si...?‖. Al encarar pruebas o dificultades, quizás razonemos:
―Tal vez Jehová no me quiere‖. Por otro lado, estamos convencidos de que la ley
de causa y efecto tiene una base sólida. Vemos que las cosas pasan por algo. El
problema es que lleguemos a la conclusión de que las cosas son como son
porque Jehová no nos ama. Aun si somos personas buenas, es posible que
atravesemos dificultades y digamos: ―Otros de mi edad tienen buena salud‖. O tal
vez sepamos de alguien que ha recibido un cambio de asignación y que en unas
cuantas semanas ya tiene todos sus asuntos resueltos, y pensemos: ―En cambio,
yo sigo buscando un empleo‖. Pero no concluyamos que si las cosas no salen a la
perfección es porque Jehová no nos quiere. Eso es mentira. Aun si estamos
actuando bien, pudiéramos pasar por pruebas. Para ilustrarlo: imagine que va
conduciendo su automóvil como Dios manda y se detiene cuando el semáforo se
pone en rojo. Luego cambia a verde y usted avanza, pero entonces lo alcanza un
conductor imprudente que no se ha detenido en la luz roja. La culpa no es de
usted. ¿Acaso diría: ―¡No vuelvo a obedecer las leyes de tránsito! ¡No vale la
pena!‖? ¡No! El culpable fue quien se pasó el semáforo en rojo. A veces nos
pueden pasar cosas malas, pero eso no quiere decir que sea nuestra culpa o que
no contemos con el amor de Jehová. Así que, cuando sintamos algún temor,
¿cómo nos fortalecerá reflexionar en el rescate? Para empezar, pensemos en por
qué se pagó el rescate. Porque a mucha gente buena —todos los descendientes
de Adán y Eva— nos estaba yendo mal. Adán y Eva pecaron, pero nosotros
pagamos las consecuencias. A los que valoran el rescate, Jehová se lo ofrece
como la solución. Es su manera de decir: ―Yo sé que te pasan cosas malas, pero
pronto todo estará bien‖. Sí, cuando entendemos por qué Jehová estuvo dispuesto
a pagar el rescate por cada uno de nosotros, nos damos cuenta de que él
comprende el sufrimiento que causan el cáncer, la vejez, los errores humanos y
hasta nuestra propia imperfección. ―Degustar‖ el rescate en estas circunstancias
significa evitar creer que Jehová no nos ama cuando nos sobrevenga alguna
prueba. Al contrario, el rescate es la mayor expresión del amor de Jehová y Jesús,
y de que desean que pronto dejemos de sufrir. Otra situación en la que podemos
comprobar que el rescate es para nosotros es cuando muere alguien allegado.
Cualquiera que haya sentido el dolor de perder a alguien cercano puede entender
la impotencia que se siente al saber que ya no hay nada que hacer por ahora.
Pero en ese momento, la esperanza y la fe en la resurrección —solo posible
gracias al rescate— se vuelven más reales que nunca. En Hechos 17:31 se
recoge un conmovedor discurso en el que el apóstol Pablo explicó que el rescate
está garantizado gracias a la muerte y resurrección de Jesús. En Hechos 17:31,
Pablo dijo: ―Porque ha fijado un día en que se propone juzgar la tierra habitada
con justicia por un varón a quien ha nombrado, y ha proporcionado a todos los
hombres una garantía con haberlo resucitado de entre los muertos‖. Si
comprendemos que el rescate se dio por cada uno de los seres humanos,
entenderemos que la resurrección no solo es posible, sino que Jehová y Jesús
desean que nuestros padres o amados cónyuges vuelvan a vivir. Ellos se
interesan en cada persona, sea que esté viva o muerta. Conocen cada detalle de
su vida, por lo que podrán devolvérnoslos con su misma personalidad, con todos
sus recuerdos, tal y como los conocimos. ¿Existe una mayor prueba de que el
rescate es un regalo personal? Traer de vuelta a la vida a nuestros seres queridos
es la mayor muestra del interés personal de Jehová en todos y cada uno de los
seres humanos. No nos considera un daño colateral en la guerra contra Satanás.
El rescate es el medio que Jehová usará para reparar todo el daño que Satanás
ha ocasionado desde la muerte de Adán y Eva. De hecho, cuando los muertos
sean resucitados, quedará claro que todo lo que afirmaba Satanás era mentira.
Hoy, el Diablo difunde toda clase de ideas sobre lo que pasa después de la
muerte: que las personas se van al más allá, que tendrán otra vida, que estarán en
el cielo, que reencarnarán como animales... Pero en el nuevo mundo, cuando la
mayoría de los que han muerto vuelvan a vivir, ya jamás se engañará a nadie con
esas mentiras. Cada uno de los resucitados podrá contar lo que le sucedió al
morir: ¡nada! ¡No hay vida después de la muerte! Ya nadie se creerá ni esparcirá
aquella mentira. Jehová sabía que la muerte de un ser querido nos causaría
muchísimo dolor. Por eso, al darnos el rescate, es como si nos dijera: ―Sé que te
duele, pero créeme, por favor, ya tengo la solución perfecta para que te deje de
doler‖. Hoy hemos analizado dos situaciones en las que podemos reflexionar en el
rescate, como lo hizo el apóstol Pablo, y entender que es un regalo individual.
Hablamos de nuestros propios temores y de la resurrección de nuestros seres
queridos. ¡Imagine de cuántas otras maneras nos beneficiamos si meditamos en
que el rescate es para cada uno de nosotros!
ADORACIÓN MATUTINA-M. Stephen Lett- Esposo, ama a tu esposa como a ti mismo (Cant. de Cant. 8,6).txt
El título de este breve discurso es: ―Esposo, ama a tu esposa como a ti mismo‖.
¿Cuál dijo Jesús que era el segundo mandamiento más importante? Ustedes lo
conocen bien. En Mateo 22:39, él dijo: ―Tienes que amar a tu prójimo como a ti
mismo‖. ¡Qué imagen tan descriptiva la de este segundo mandamiento! Lo más
normal es que valoremos nuestra persona y lo demostremos de varias maneras.
Por eso, lo que Jesús nos está diciendo es esto: ―Esfuércense por mostrar a los
demás el mismo amor que muestran por sí mismos‖. Pero ahora queremos
dirigirnos específicamente a los esposos. Así que pensemos: ¿quién es la persona
más cercana para un hombre casado? Obviamente, su esposa. De modo que los
esposos deben esforzarse por mostrarle a su esposa, más que a nadie, el mismo
amor que, de manera natural, demuestran por sí mismos. Ahora bien, ¿cómo
demuestra un esposo amor por sí mismo? Hablemos de 5 maneras, aunque estoy
seguro de que a ustedes se les ocurrirán algunas otras. La primera: el esposo se
alimenta. Efesios 5:29 dice: ―Porque nadie jamás ha odiado a su propia carne;
antes bien, la alimenta‖. Entonces, ¿qué implica amar a nuestra esposa como a
nosotros mismos? Por supuesto, el esposo debe asegurarse de poner el pan en la
mesa y también de proveer otras cosas materiales necesarias. Eso me hace
recordar a los hermanos que estuvieron en campos de concentración en la
Alemania nazi. Aunque casi no tenían nada que comer, acostumbraban compartir
lo poco que les daban con otros hermanos y, a veces, ¡hasta con quienes no eran
testigos de Jehová! De igual modo, el esposo debe estar dispuesto a sacrificarse,
si es preciso, con tal de cubrir las necesidades de su esposa. Pero más importante
aún es que se asegure de que ella esté bien alimentada en sentido espiritual.
Debe encargarse de que su esposa tenga un programa de estudio personal y se
beneficie de las reuniones, las asambleas y la adoración en familia. Hablemos
ahora de la segunda forma en la que un esposo demuestra amor por sí mismo: se
trata con ternura. Efesios 5:29 también dice: ―Porque nadie jamás ha odiado a su
propia carne; antes bien, [...] la acaricia‖. ¿Qué significa la palabra acariciar?
Según un diccionario, significa tratar a alguien con amor y ternura. El término
transmite la idea de atesorar y valorar. Por naturaleza, nos gusta tratarnos bien.
Por eso procuramos descansar cuando estamos enfermos o cansados, tratamos
de pasar tiempo con amigos y seres queridos, nos divertimos y hacemos ejercicio.
Es decir, hacemos cosas que nos agradan y, de vez en cuando, hasta nos damos
un gustito. Entonces, ¿qué más implica amar a nuestra esposa como a nosotros
mismos? Es obvio que significa más que solo vivir con ella. Hay que valorarla y
cultivar un cariño especial por ella. Pensemos en esto: Proverbios 8:31 dice que,
antes de venir a la Tierra, Jesús ya les tenía cariño a los seres humanos. ¿Y no
creen que sentir ese cariño le hizo más fácil aceptar la difícil asignación de venir a
nuestro planeta y hasta morir por nosotros? De la misma manera, si los esposos
valoran a sus esposas y sienten un cariño profundo por ellas, les será más fácil
perdonarlas y, de ser necesario, hasta morir por ellas. Pero para cultivar esa clase
de sentimientos, debemos hacer lo mismo que hace Jehová: concentrarnos en las
buenas cualidades de nuestra esposa, y no en sus defectos o imperfecciones.
Hace un momento, un hermano mencionó lo que se dijo en un número de La
Atalaya. Y me encantó lo que dice esa revista: ―Es importante que el esposo y la
esposa se demuestren ese amor con palabras y hechos. ¡Nunca deben permitir
que los quehaceres del día a día los priven de hacer eso!‖. ¿Cuál es la tercera
manera en la que los esposos demuestran amor por sí mismos? Se adornan.
Primera a Timoteo 2:9 dice que las mujeres se adornan con vestido bien
arreglado. Bueno, los esposos procuramos algo parecido. Cuando nos
arreglamos, tratamos de disimular o de esconder nuestros defectos, nuestras
imperfecciones... lo feo. ¿Verdad que queremos lucir lo mejor posible? Entonces,
¿cómo demostramos un amor como ese por nuestra esposa? Una forma es no
señalando sus defectos todo el tiempo. ¡Y mucho menos en público! Es más, ni en
silencio deberíamos pensar demasiado en ello. Es mejor pasar por alto sus
pequeños errores. Recuerden que Proverbios 19:11 dice que es hermoso ―pasar
por alto la transgresión‖. Así que adornemos a nuestra esposa, es decir, hagamos
que luzca lo mejor posible ante los demás y ante nosotros mismos. La cuarta
forma en la que un esposo demuestra amor por sí mismo es esta: cuando se
enferma o se lastima, hace lo posible por curarse. En Marcos 5:26 se habla de una
mujer que estaba muy enferma. Los médicos la hicieron pasar muchas penas;
gastó todos sus recursos y no se curó; incluso empeoró. El punto es que hizo todo
lo posible por curarse. Y los esposos hacemos lo mismo. Si nos enfermamos o
nos lesionamos, tratamos de descansar más tiempo, compramos medicinas,
tomamos vitaminas, vamos a ver al médico, seguimos el tratamiento... Buscamos
la manera de sentirnos mejor. ¿Qué implica, entonces, amar a nuestra esposa de
la misma forma? Bueno, si se enferma o se lastima, haremos lo que esté a nuestro
alcance para que recupere la salud. Pero más importante aún es que si ella llegara
a enfermar en sentido espiritual, nosotros debemos hacer lo que sea necesario
para que recobre la salud espiritual. ¿Cómo podríamos ayudarla? Proverbios
12:18 dice: ―La lengua de los sabios es una curación‖. Así que usemos palabras
bien pensadas. Y Proverbios 16:24 dice: ―Los dichos agradables son un panal de
miel, dulces al alma y una curación a los huesos‖. Podemos usar ―dichos
agradables‖ para ayudarla a recuperarse en sentido espiritual. La quinta manera
en que los esposos demuestran amor por sí mismos es que, cuando se equivocan,
son muy considerados con su persona. Los esposos suelen culpar de sus errores
a la herencia genética, al ambiente, al nivel de azúcar en la sangre, a si durmieron
bien o no, al clima, etcétera, etcétera. ¿No es cierto que somos muy comprensivos
al pensar en nuestras propias limitaciones? Por lo tanto, ¿cómo podemos amar a
nuestra esposa de la misma manera? Pues seremos igual de comprensivos con
ella, en lugar de imputarle malos motivos. Si nos habla con un poco de rudeza o
actúa sin pensar, trataremos de entender los sentimientos que hay detrás de lo
que dice o hace. Seremos comprensivos, sobre todo si vemos que está bajo cierta
presión. Seremos tan considerados con ella como lo seríamos con nosotros
mismos. Así que las 5 maneras de demostrar amor por uno mismo son:
alimentarse, tratarse con ternura, adornarse, curarse y ser comprensivo con uno
cuando se equivoca. Esforcémonos por demostrar el mismo amor —de estas 5
maneras— por nuestras queridas esposas. Estoy seguro de que ustedes pensarán
en otras formas en las que un esposo demuestra amor por sí mismo. ¡Qué
mensaje tan profundo transmitió Jesús! Pero no se limitó a eso: fue un paso más
allá. Amplió este concepto con las palabras registradas en Juan 13:34; ustedes las
conocen bien. Allí dice: ―Les doy un nuevo mandamiento: que se amen unos a
otros; así como yo los he amado, que ustedes también se amen los unos a los
otros‖. Jesús dijo que debemos cultivar un amor por nuestros hermanos aun más
profundo que el que sentimos por nosotros mismos. Y, obviamente, eso incluye a
nuestra esposa. Amar a nuestra esposa de esa manera nos motivará a tratarla
incluso mejor que a nosotros mismos.
ADORACIÓN MATUTINA-M. Stephen Lett- Gane la batalla en su interior.txt
En el texto de hoy, el apóstol Pablo habla de una lucha que hay en nuestro
interior, una guerra que libra por dentro cada uno de nosotros. Es una guerra entre
la ley de Dios —en nuestra mente— y la ley del pecado —en nuestra carne—. Es
apropiado el uso del término ―ley‖ en ambos casos porque el propósito de una ley
es regular acciones o conductas. La ley de Dios en nuestra mente nos motiva a
actuar en armonía con la forma de pensar de Jehová; pero la ley del pecado de
nuestra carne pretende imponernos la manera de pensar y actuar egoísta y
malintencionada de Satanás. Es una guerra intensa. Son dos leyes en conflicto
intentando imponerse una sobre la otra para controlar nuestras acciones.
Solamente si luchamos con fuerza, ganaremos. Ahora bien, el apóstol Pablo luchó
tenazmente, ¿verdad? Es cierto que perdió algunas batallas, pero ganó la guerra.
Y ahora es una criatura espiritual e inmortal en los cielos. Así que deseamos
imitarlo. Veamos qué nos ayudará a ganar esta guerra. Pongamos una ilustración
que, esperamos, nos ayude a ver cómo podemos ganar esta guerra. Pensemos en
dos ejércitos contrarios que, en cierto sentido, equivalen a lo que hay dentro de
nosotros. Pensemos en dos ejércitos luchando entre sí. Uno es bueno, y el otro,
malvado. Ahora bien, ¿qué podemos hacer para ayudar al ejército bueno, la ley de
Dios en nuestra mente, a vencer al ejército rival? Pues bien, hablemos de dos
aspectos implicados aquí: primero, la alimentación; y, segundo, la actitud.
Hablemos en primer lugar sobre la dieta. Si uno de los dos ejércitos está bien
alimentado y el otro no, ¿cuál creen que ganará? La respuesta es obvia, ¿cierto?
Es tal como lo menciona este dicho: ―Un ejército se mueve por su estómago‖. Y
¿cómo alimentamos al ejército bueno? Jesús dijo en Mateo 4:4: ―No de pan
solamente debe vivir el hombre, sino de toda expresión que sale de la boca de
Jehová‖. Primera de Pedro 2:2 habla de la ―leche [...] que pertenece a la palabra‖.
Y Hebreos 5:14, del ―alimento sólido‖, las verdades profundas de la Palabra de
Dios. En Mateo 24:45, Jesús mencionó que alimentaría a sus discípulos mediante
el esclavo fiel. Por lo tanto, ¿cómo alimentamos al ejército bueno? Consumiendo
con regularidad y muchas ganas el alimento espiritual. Así mantendremos bien
nutrida, fuerte y saludable la ley de Dios en nuestra mente. Y ¿cómo matamos de
hambre al ejército rival? Impidiendo que el pensar inmoral que promueve el mundo
de Satanás anide en nuestra mente. Ni siquiera pensaríamos en ver pornografía.
Si lo hiciéramos, sería como darle un jugoso bistec al ejército malo. Todo lo
contrario: si un pensamiento inmoral entra en nuestra mente, lo sacamos por la
fuerza. ¿Cómo? Oramos a Jehová, leemos la Biblia, desconectamos ese
pensamiento y lo reemplazamos con uno saludable. Nos esforzamos al límite por
hacer lo que dice 2 Corintios 10:5: poner ―bajo cautiverio todo pensamiento para
hacerlo obediente al Cristo‖. No llenamos la mente con sueños materialistas ni con
la forma de pensar del mundo de Satanás. La idea de alimentar al ejército bueno y
matar de hambre al ejército malvado me hace pensar en una antigua leyenda
cheroqui que posiblemente conozcan. Cuenta la leyenda que un abuelo le decía a
su nieto que había dos lobos que luchaban con fuerza dentro de él. Le explicaba
que uno era bueno, y el otro, malvado. Y, claro, el nieto, deseoso de saber el
desenlace, preguntó: ―Abuelo, ¿cuál de tus lobos ganó?‖. El abuelo respondió: ―El
que alimenté‖. Y ocurre lo mismo en nuestro caso. Ahora veamos el segundo
aspecto: la actitud. Si un ejército tiene una actitud positiva y decidida, pero el otro
tiene una actitud derrotista e indiferente, ¿cuál ganará? La respuesta es clara.
Entonces, ¿cómo haremos que el ejército bueno que hay en nosotros mantenga
una actitud positiva y decidida? Busquen conmigo 2 Corintios capítulo 4. Veamos
un punto clave. Sin importar las pruebas y las tribulaciones que pasemos, no nos
rendimos, no perdemos la esperanza; más bien, fijamos la vista en el premio.
Noten cómo lo expresa 2 Corintos capítulo 4, desde el versículo 16: ―Por lo tanto
no nos rendimos; más bien, aunque el hombre que somos exteriormente se vaya
desgastando, ciertamente el hombre que somos interiormente va renovándose de
día en día. Porque aunque la tribulación es momentánea y liviana, obra para
nosotros una gloria que es de más y más sobrepujante peso y es eterna; mientras
tenemos los ojos fijos, no en las cosas que se ven, sino en las que no se ven.
Porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas‖.
Es un pensamiento hermoso: toda prueba, sin importar lo fuerte que sea, es
momentánea y liviana, relativamente hablando. ―Momentánea‖ cuando la
comparamos con las bendiciones que traerá el nuevo mundo, bendiciones
eternas. Y ―liviana‖ comparada con el enorme peso de lo que Jehová logrará en
ese nuevo mundo. ¿Puede imaginarse intercambiando un instante de dolor por
una eternidad de disfrute, o una pizca de sufrimiento por una montaña de
felicidad? Si lo piensa un poco, verá que eso es posible. Pero solo si no nos
rendimos ante las pruebas que se presenten. Por otro lado, ¿cómo infundimos una
actitud derrotista e indiferente en el ejército malo, en la ley del pecado en nuestra
carne? Primero, tenemos que recordar que si cedemos ante la ley del pecado y
seguimos tras una vida pecaminosa —lo cual es una pésima idea— lo
perderíamos absolutamente todo. Perderíamos mucho tiempo ahora y
cosecharíamos las terribles consecuencias físicas, mentales y emocionales que
conlleva el pecado. Y perderíamos todavía más en el futuro: todo lo que Jehová
tiene preparado para los que lo aman. ¡No perdamos eso de vista! Recordemos
textos bíblicos como Salmo 37:38: ―Pero los transgresores mismos ciertamente
serán aniquilados juntos; el futuro de los inicuos verdaderamente será cortado‖.
Nunca olvidemos que Satanás y sus seguidores están condenados al lago de
fuego, y no queremos unirnos a ellos. Nuestro destino final es el nuevo mundo, no
el lago de fuego. Así que, a diferencia de Asaf, no envidiamos ni siquiera un
poquito a los malvados. No sentimos envidia como él. Al contrario, sentimos
compasión por los malos. Sí, deseamos que todos ellos se den cuenta de que
llevar una vida pecaminosa es un proceder totalmente absurdo. Así que hay dos
aspectos implicados: la alimentación y la actitud. Con más tiempo, hablaríamos de
la capacitación y el equipamiento necesarios. Pero ustedes pueden investigar más
en su adoración en familia o a título personal. Encontrarán interesantes detalles si
se concentran en el equipamiento y la capacitación, tal como lo hemos hecho con
la alimentación y la actitud. Lo importante es que seguimos librando la batalla, lo
que significa que estamos luchando, que no hemos perdido, ¡y eso es bueno!
Incluso si caemos en una batalla o dos, ganaremos la guerra si no nos rendimos.
No perdemos la esperanza ni claudicamos. Así que nunca ondee la bandera
blanca, nunca pida una tregua. Luchemos todos los días hasta que no haya más
guerra en nuestro interior, hasta que seamos perfectos y la ley de Dios haya salido
victoriosa, hasta que nuestra inclinación natural sea como la de Jehová y Jesús,
siempre lista para hacer lo bueno. Pero, mientras tanto, sigamos luchando con
todas nuestras fuerzas.
ADORACIÓN MATUTINA-M. Stephen Lett- Mostremos favor al de condición humilde.txt
Hablemos sobre cómo imitamos a Jesús cuando somos considerados con los de
condición humilde. Abramos la Biblia en el capítulo 19 de Proverbios. Este texto se
relaciona con el tema. Proverbios 19:17 dice: ―El que muestra favor al de condición
humilde le presta a Jehová, y Él [Jehová] le pagará su trato‖. Es una idea
magnífica, ¿verdad? Vamos a prestarle a Jehová. La palabra hebrea para ―el de
condición humilde‖ significa ―delgado‖ o ―flaco‖. Es una persona que se siente débil
quizás por condiciones deprimentes como pobreza o enfermedad En inglés
también significa ―encorvarse‖. Cuando alguien lleva en su espalda una carga
pesada, ya no aguanta, necesita ayuda. Pensándolo bien, todos nos hemos
sentido así en algún momento; nos hemos encorvado por alguna carga pesada
que nos oprime. Jesús es el ejemplo perfecto de cómo mostrar favor a los de
condición humilde. Pero surge la pregunta: ¿qué cualidades le permitían hacerlo?
Consideremos 3. Esas cualidades nos impulsarán a ser considerados con los de
condición humilde y a prestarle a Jehová. La primera es la compasión. Esta se
define en la obra Perspicacia como un ―sentimiento de conmiseración hacia
quienes sufren penalidades o desgracias, unido a un deseo de aliviarlas‖. Es decir,
nos damos cuenta de que alguien está sufriendo y queremos hacer algo para
aliviar su dolor. Busquen Marcos capítulo 6, por favor. Veremos un hermoso
ejemplo de cómo Jesús mostró compasión. Marcos 6; leamos el versículo 34.
Dice: ―Pues, al salir [de la barca], él vio una muchedumbre grande, y se enterneció
por ellos, porque eran como ovejas sin pastor. Y comenzó a enseñarles muchas
cosas‖. Ahora pensemos en las circunstancias: Jesús estaba muy cansado;
realmente necesitaba un momento de tranquilidad; ni siquiera había tenido tiempo
para comer en paz. Así que se subió en una barca y se fue a una zona aislada.
Pero miles de personas averiguaron adónde iba y llegaron allí antes que él.
¿Cómo pudo haber reaccionado Jesús al bajarse de la barca? Podría haber
despedido de inmediato a la multitud, o quizás hacer un trato con ellos: ―Regresen
mañana, a esta misma hora, y entonces les voy a ayudar‖. O quizá pasar unos 10
o 15 minutos con ellos, enseñarles una que otra cosa, algo así como ―tirarles
algunas migajas espirituales‖ para después despacharlos. ¡No! La piedad y la
compasión lo motivaron a enseñarles muchas cosas. Y parece que pasó varias
horas con ellos, porque el relato dice que, mientras él les estaba enseñando, se
les hizo tarde. De hecho, hasta les dio de comer antes de enviarlos a sus casas.
Pero ¿qué lo movió a hacer todo esto? La compasión. Así que la compasión nos
moverá a ser considerados con los de condición humilde. Pero si no nos
enternecemos por ellos, ni siquiera nos daremos cuenta de que están sufriendo y
no sentiremos el impulso de ayudarles. Por compasión vamos a visitarlos,
consolarlos, proporcionarles transporte o darles un regalo... lo que sea necesario
para mostrar favor al de condición humilde. Ahora veamos la segunda cualidad: la
humildad. Leamos, por favor, Filipenses capítulo 2. Este texto nos explica de
forma conmovedora la humildad de Jesús. Comencemos en el versículo 5, que
dice: ―Mantengan en ustedes esta actitud mental que también hubo en Cristo
Jesús, quien, aunque existía en la forma de Dios, no dio consideración a una
usurpación, a saber, que debiera ser igual a Dios. No; antes bien, se despojó a sí
mismo y tomó la forma de un esclavo y llegó a estar en la semejanza de los
hombres. Más que eso, al hallarse a manera de hombre, se humilló y se hizo
obediente hasta la muerte, sí, muerte en un madero de tormento‖. Ahora
pensemos en la humildad que mostró Jesús al dejar su glorioso cuerpo, su noble
hogar en los cielos, sus privilegios y su posición. También se necesitó humildad
para venir a la tierra a codearse con humanos humildes, enfermos y moribundos,
descendientes de Adán. ¡Imagínense! Él era la única persona perfecta en todo el
planeta. Podría haberse vuelto criticón, ¿verdad? ¿Compararía lo perfecto que él
era con lo imperfecto que era todo el mundo? Podía haberlos visto con desprecio,
pero en lugar de eso, les sirvió, ministró, enseñó y lavó los pies de estos humildes
hijos de Adán. Hasta los trató como si fueran superiores a él. Para comprender un
poco mejor la humildad de Jesús —aunque la comparación se quede corta—,
imaginemos que estamos internados en un asilo o institución para personas
mentalmente discapacitadas. Nosotros no sufrimos una discapacidad mental, pero
nos han mandado a este asilo donde cuidan a este tipo de personas. Sería muy
fácil desarrollar una actitud de superioridad hacia los que están enfermos. Pero
¿podemos imaginarnos sirviéndoles como si fuéramos sus esclavos,
atendiéndolos o lavándoles los pies? Para eso se necesitaría gran humildad, ¿no
creen? Esto ilustra, de cierta manera, cuánta humildad mostró este hombre
perfecto e inigualable al tratar con los imperfectos descendientes de Adán. Pues
bien, esa misma cualidad nos impulsará a realizar tareas humildes y prácticas a
favor de personas que, por ahora, tienen menos ventajas que nosotros y a ser
considerados con quienes sufren a causa de la pobreza, alguna debilidad, o se
sienten doblegados por alguna situación que los deprime. Pasemos a la tercera
cualidad: ser accesible. ¿En qué pensamos cuando decimos que alguien es
accesible? En alguien con quien resulta fácil hablar, que está disponible, es
abordable, amable y amigable. Leamos Marcos capítulo 10, por favor; aquí se
percibe lo accesible y amigable que era Jesús. A él se le acercaban todo tipo de
personas sin temor. Busquemos Marcos capítulo 10. Veamos solo algunos
ejemplos; el versículo 1: ―Las muchedumbres se le reunieron‖. El 2, los fariseos le
hablaron con toda libertad. Veamos el 10, los discípulos se le acercaron y le
expresaron sus dudas. En el 13: ―La gente empezó a traerle niñitos‖. Diecisiete: un
hombre vino corriendo y se arrodilló frente a Jesús. En solo cinco versículos,
pudimos ver: multitudes, fariseos, discípulos de Jesús, padres con sus hijitos,
hasta un desconocido. Jesús de verdad era un hombre accesible y muy amigable.
Estamos seguros de que esto se percibía en su semblante; su expresión facial era
amable, y no daba la impresión de estar demasiado ocupado para atender a otros.
Por eso la gente se le acercaba con confianza. Nosotros también, esforcémonos
por desarrollar esta cualidad. Es cierto que tenemos limitaciones y somos
imperfectos; pero hagamos lo posible por ser accesibles, y que los demás no
sientan que estamos demasiado ocupados para ellos. Tratemos de mantener una
expresión cálida, alegre y amistosa. Así todos sabrán que pueden hablarnos sin
temor y acercarse a nosotros. De ese modo le prestamos a Jehová. Hemos visto
tres cualidades que nos ayudarán. ¿Las anotaron? Hablamos de la compasión, la
humildad y de ser accesibles. ¿Qué ganamos cuando mostramos favor a los de
condición humilde? Bueno, Salmo 41:1 dice: ―Feliz es cualquiera que obra con
consideración para con el de condición humilde‖. Jehová dice que seremos felices.
Pero hay algo más: ―En el día de calamidad Jehová le proveerá escape‖. Eso
incluye los problemas de hoy y la terrible calamidad que se aproxima: la gran
tribulación. Nunca olvidemos lo que leímos al principio en Proverbios 19:17:
cuando mostramos favor a los humildes, es como si le prestáramos a Jehová.
Cuando damos todo por ellos, sin esperar nada a cambio, Jehová también lo ve
como un préstamo. Y Él saldará esa deuda dándonos su aprobación y muchas
bendiciones.
ADORACIÓN MATUTINA-M. Stephen Lett- Nunca hagamos tropezar a otros.txt
Tan solo escuchar la palabra ―esclavo‖ provoca en muchos un mal sabor de boca
debido a que la relacionan con la siguiente definición —escuchen, por favor—:
―Ser humano que pertenece a otro y que está sometido de manera absoluta a su
voluntad; sirviente al que se despoja de su libertad y derechos‖. Eso tal vez nos
haga recordar el tráfico de esclavos, sobre todo el de personas de raza negra
antes de la guerra de Secesión estadounidense. Dicho eso, pensemos en cómo se
emplea la palabra ―esclavo‖ en la Biblia, un uso que no deja un sabor amargo, sino
dulce en el paladar. Fuimos comprados con la sangre preciosa de otro ser
humano, uno perfecto, Jesucristo. Pablo dijo a los cristianos de Corinto que no se
pertenecían a sí mismos porque habían sido comprados por precio. Además,
según Revelación 5:9, los 24 ancianos cantan a Jesús, el ―Cordero de Dios‖.
Abran su Biblia, por favor, y veamos el versículo 9 del capítulo 5 de Revelación.
Dice así: ―Y cantan una canción nueva, y dicen: ‗Eres digno de tomar el rollo y de
abrir sus sellos, porque fuiste degollado y con tu sangre compraste para Dios
personas de toda tribu y lengua y pueblo y nación‘‖. Estas palabras se cumplieron
al pie de la letra, lo cual nos hace muy felices. Todos entendemos que somos
esclavos de Dios, que se pagó un precio por nosotros. Y somos esclavos felices,
¿verdad? Trabajamos arduamente para nuestros dueños, Jehová y Jesús. Para
eso estamos en Betel. Trabajamos como esclavos de Jehová y valoramos ese
gran honor. Ser propiedad de Dios, pertenecerle, es lo mejor que nos podría haber
pasado. Y así es como el ―esclavo fiel y discreto‖ se siente al encargarse de
alimentar a los domésticos cada día. Ustedes pueden ver a los miembros del
Cuerpo Gobernante caminando ocupados por aquí y por allá en los diferentes
complejos de Betel de Estados Unidos. Y a veces viajamos cerca de aquí, a
Canadá, o vamos a otros lugares del mundo, donde también nos ven caminando
ocupados. ¿Cuáles son los asuntos que absorben el tiempo y la atención del
esclavo fiel? Aquí, algunos ejemplos. Voy a mencionarlos rápidamente porque no
tenemos mucho tiempo. Solo es para que se den una idea del trabajo: tomar
decisiones que influyen en la vida de todas las ovejas —publicadores, precursores
auxiliares, regulares y especiales, así como misioneros, viajantes y betelitas—;
determinar si en ciertos lugares del mundo es necesario establecer nuevas
sucursales; tomar decisiones sobre el uso de los recursos electrónicos, que cada
vez avanzan más; dar seguimiento a las batallas legales que libramos a nivel
mundial; examinar de qué manera ayudaremos a los hermanos que han sido
afectados por un desastre natural y ver cuánto dinero podemos destinar a esa
labor; escoger los temas de programas de asamblea, dramas, programas
mensuales, videos, canciones y segmentos de la adoración matutina; supervisar la
continua capacitación que se imparte en las escuelas teocráticas; leer, verificar y
aprobar todo lo que se va a imprimir, incluidas las fotos e ilustraciones; ver en qué
idiomas se empezará a traducir; decidir qué se publicará en jw.org y JW Library,
dos recursos que han resultado ser verdaderas joyas; dar aprobación final a todas
las grabaciones en audio de la Biblia; organizar asambleas internacionales y
especiales, programas de dedicación de sucursales y Salones de Asambleas por
todo el mundo. Sí, nos involucramos en toda la enseñanza y pedimos
constantemente a Jehová su guía para pastorear a sus ovejitas. Y es probable que
todo lo anterior sea solo la mitad de todo lo que hace el ―esclavo fiel y discreto‖.
Todo esto se logra no solo por el esfuerzo de hombres, sino por el espíritu santo
de Jehová y la dirección de Jesús, la cabeza de la congregación. Y aunque decidir
y aprobar es, principalmente, tarea del ―esclavo fiel y discreto‖, contamos con 30
ayudantes bien capacitados, además de otros tantos hermanos, que trabajan duro
y nos apoyan para cumplir con la responsabilidad de alimentar y cuidar a las
ovejas de Jehová. Su trabajo no pasa inadvertido. Quizás algunos piensen que
nosotros somos ―súper chefs‖, pero lo cierto es que hay muchos otros ayudantes
en la cocina. Además, toda la familia Betel contribuye. Nos han dicho que oran por
nosotros con frecuencia, y agradecemos mucho que lo hagan. No sorprende que
el apóstol Pablo instara a los cristianos a no ser holgazanes sino diligentes, a
fulgurar con el espíritu. Y concluyó diciendo ―sirvan a Jehová como esclavos‖,
según Romanos 12:11. Al ser esclavos leales y obedientes de Dios y de Jesús,
nos volvemos sus amigos. Vamos a ver algo aquí, en las Escrituras: Juan 15:15.
Ahí dice esto: ―Ya no los llamo esclavos, porque el esclavo no sabe lo que hace su
amo. Pero los he llamado amigos, porque todas las cosas que he oído de mi
Padre se las he dado a conocer a ustedes‖. ¡Qué palabras tan animadoras! Ese es
Jesús. Así es su personalidad. ¡Y cuánto apreciamos todo lo que hace por
nosotros! De modo que los seguidores de Cristo también son sus amigos. Y esa
es una bendición. ¿Creen que exista mayor honor que ser amigo de Jesús? Y si
tenemos su amistad, automáticamente tenemos la de Jehová. Por eso, que la
palabra ―esclavo‖ no les deje un mal sabor de boca; en nuestro caso, es más bien
como miel al paladar.
Alex Reinmueller- Jehová nuestro Dios es un solo Jehová (Deut. 6; 4, 5).txt
Un periódico de Japón mencionó lo que dijo un sacerdote católico. Dijo que el Dios
del Antiguo Testamento es un Dios lleno de ira y que no podía sentirse cerca de
él. Y añadió que, finalmente, este Dios cambió y se transformó en el Dios del
Nuevo Testamento, el Dios de amor de quien Jesús habló. ¿Han escuchado esto
alguna vez? Muchas personas piensan así, que Dios tiene doble personalidad.
No les gusta leer en la Biblia que Dios algunas veces se enoja. ¿Por qué? Bueno,
pudiera ser por dos razones. La primera es que hay críticos en este mundo que
constantemente tratan de desacreditar a Jehová. Por ejemplo, un famoso biólogo,
hace algunos años, dijo en su libro algo que impactó mucho: ―El Dios del Antiguo
Testamento es el personaje más desagradable de todos los relatos de ficción‖.
Y no sigo, porque lo que dijo después es aún peor. ¡Qué manera de blasfemar
contra Dios! Cuanto más escuchan las personas cosas como estas, más se las
creen. La otra razón por la que algunos no entienden que Dios se enoje es que
han sufrido algún tipo de maltrato y son muy sensibles a lo que ellos perciben
como maltrato. Una hermana dijo: ―Cuando mi padre estaba borracho, explotaba
de ira y su rostro cambiaba. Parecía un lobo enseñando los dientes, a punto de
atacar‖. Y añadió: ―Viví esa pesadilla casi todos los días‖. Este tipo de maltrato
puede afectar a uno durante mucho tiempo. ¿Cómo podemos ayudar a las
personas a superar su temor a que Dios se enoje, para que se acerquen a él?
Hablemos primero de lo que dicen los críticos y luego de cómo tranquilizar a
quienes se sientan inseguros. Primero, dejemos clara una cosa: Jehová no tiene
doble personalidad. Cuando Jesús estuvo en la Tierra, enseñó una poderosa
verdad: que Jehová es uno solo. Cuando un escriba le preguntó cuál era el mayor
de todos los mandamientos, ¿qué le respondió? Leamos Marcos 12:29, 30 y
veamos exactamente qué fue lo que le dijo. Respondió citando el texto de hoy.
Marcos 12:29, 30: ―Jesús contestó: ‗El primero es: ―Escucha, oh, Israel. Jehová
nuestro Dios es un solo Jehová. Ama a Jehová tu Dios con todo tu corazón, con
toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas‖ ‘ ‖. Jesús dijo que amar a
Jehová por lo que es, y no por lo que nos gustaría que fuera, es la decisión más
importante que una persona puede tomar. Ahora bien, las naciones paganas
tenían diferentes dioses para cada cosa. Incluso, dependiendo del lugar, se
adoraban variantes diferentes del mismo dios, como pasaba con Baal, por poner
un ejemplo. Algo parecido ha ocurrido en otras religiones, por ejemplo, la Iglesia
Católica con sus diferentes manifestaciones de María. Pero en Israel las cosas
eran muy diferentes. Ellos habían aprendido que solo hay un Dios, Jehová, a
quien le debían todo lo que tenían. Y, cada vez que leían Deuteronomio 6:4, se les
recordaba que Dios tiene solo una personalidad. Entonces, ¿por qué un Dios de
amor se enoja a veces? La respuesta es sencilla. Cuando los rebeldes desafiaron
su soberanía, Jehová tuvo que defender su nombre y sus normas. La rebelión hizo
que Jehová se enojara, y con razón. Pero él siempre demuestra su ira de forma
controlada y de acuerdo con sus justos principios. Como Padre, tenía que proteger
a su familia. El respeto por su nombre y el amor por sus hijos lo motivaron a
actuar. Al mismo tiempo, Jehová es un Dios ―paciente y lleno de amor leal‖. Él
no está siempre enojado, es un Dios feliz. Y Jesús dijo que ―Dios amó tanto al
mundo que entregó a su Hijo unigénito‖. Jehová ha sido, es y siempre será un
Dios de amor. Él nunca cambia. Primera de Juan 4:8 dice: ―Dios es amor‖. Esa es
su personalidad. Pero Jesús también dijo que Dios entregó a su Hijo ―para que
nadie que demuestre tener fe en él sea destruido, sino que tenga vida eterna‖.
¿Se fijaron en que Jesús dijo que los que no tengan fe en él serán destruidos? Así
que la personalidad de Jehová no fue mejorando con los años, como si lo
necesitara. Él no cambió su personalidad por otra diferente. La severidad con la
que juzga a los malvados no es menor ni el amor que siente es mayor que en el
pasado. Jehová no cambia. Pongamos un ejemplo para entender esto. Un policía
es visto por los delincuentes como alguien que se encarga de que se cumpla la
ley. Sus hijos lo ven como el padre amoroso que es. Y a sus amigos les encanta
su buen sentido del humor. El policía, el padre y el amigo son la misma persona.
Pero en cada situación se destaca un aspecto diferente de su personalidad. Y lo
mismo pasa con Jehová. Como su propio nombre indica, ―él hace que llegue a ser‖
o llega a ser todo lo que hace falta en cada momento a fin de cumplir su propósito,
especialmente, su propósito para aquellos que lo aman. Así que, si queremos
estar más cerca de Jehová, tenemos que aceptar todos los aspectos de su bonita
personalidad, una personalidad que nunca cambia. Los que amamos a Dios
no tememos su ira. Confiamos en él porque siempre es bondadoso y cariñoso con
nosotros. ¿Por qué decimos esto? Bueno, abramos la Biblia en Jeremías 29:11 y
veamos por qué podemos estar seguros de que Jehová siempre quiere lo mejor
para nosotros, como lo quiso para sus siervos del pasado. Ahí leemos: ―Porque sé
muy bien lo que tengo en mente para ustedes —afirma Jehová—. Quiero que
tengan paz, no calamidad. Quiero darles un futuro y una esperanza‖. Jehová Dios
nos ama. Él tiene absoluto control sobre sí mismo y las circunstancias que le
rodean. Además, su Hijo murió por nuestros pecados. Por eso, podemos sentirnos
seguros con Jehová. No debemos tener miedo de acercarnos a él. Muy pronto,
como predice Zacarías 14:9, ―Jehová será Rey de toda la tierra. Ese día —dice el
profeta— Jehová será el único y su nombre será el único‖. Ese día, todos en el
cielo y en la Tierra proclamarán que Jehová, nuestro Dios, es el Soberano
Universal. Y tú y yo uniremos con alegría nuestras voces a ese coro. ¡Qué
maravilloso futuro nos espera!
Alex Reinmueller- Veamos con equilibrio los sentimientos de culpa (2 Sam. 12;13).txt
Un hermano se siente culpable por cosas que hizo antes de bautizarse. Un padre
se siente mal porque sus hijos dejaron la verdad. Una hermana se siente culpable
al divorciarse de su esposo infiel. ¿Qué tienen todos ellos en común? Que un
equivocado sentimiento de culpa los abruma. Una comediante dijo: ―Las religiones
son un sentimiento de culpa con distintos días festivos‖. ¿Por qué suelen sentirse
culpables las personas religiosas? ¿Sirve de algo sentirse así? En la Biblia se
relaciona la culpa con el pecado, la transgresión y las leyes divinas. Busquemos
Gálatas 3:19 y veamos el efecto que la Ley mosaica ejercía sobre los israelitas.
Dice: ―Entonces, ¿por qué la Ley? Fue añadida para poner de manifiesto las
transgresiones‖. Sí, la Ley les recordaba todos los días a los israelitas que eran
pecadores, pues dicha Ley era perfecta, pero imposible de cumplir a la perfección.
Por eso, ellos siempre se sentían culpables. ¿Por qué hizo eso Jehová? ¿Por qué
les dio la Ley, que los hacía sentir así? Hablemos de tres razones. Primero, es
bueno sentirse culpable si uno ha hecho algo malo, pues recordamos que Jehová
es el Soberano del universo y que sus normas son justas. Además, eso indica que
la conciencia nos funciona. Segundo, tenemos que reconocer que, a veces,
aunque aún no hayamos hecho algo malo, la verdad es que nos gustaría hacerlo.
En esos momentos, la culpa es un buen aliado. Es como el dolor físico, que puede
estar alertándonos sobre un problema de salud. Pues el dolor provocado por la
culpa podría estar avisándonos de ciertos peligros en sentido moral o espiritual. Y,
tercero, cuando la culpa motiva al pecador a confesar, tanto él como el
perjudicado sienten alivio. Quien ha pecado puede recibir el perdón, mientras que
la víctima suele sentirse mejor al ver que este la quiere lo suficiente como para
disculparse. Ahora bien, podemos llegar a sentirnos culpables aunque no lo
seamos. Y dicho sentimiento de culpa puede causarnos mucha angustia e incluso
hacernos demasiado críticos con nosotros mismos. Así que veamos tres casos en
los que un sentimiento de culpa fuera de lugar nos puede frenar, y qué hacer para
seguir adelante. El primer caso tiene que ver con lo que llamaremos ―la culpa
continua‖. Cometimos un error, ya nos hemos arrepentido y todos nos han
perdonado... menos nosotros mismos. Así que seguimos dándole vueltas al
asunto, lo que nos roba la alegría y las fuerzas. ¿Qué debemos hacer? Pensemos
en el apóstol Pablo, quien a veces se sentía atribulado por cosas que había hecho
en el pasado. ¿Qué hacía en esos momentos? La respuesta la encontramos en
Primera a los Corintios, capítulo 15, versículos 9 y 10. Como sabemos, antes de
bautizarse, Pablo persiguió a los cristianos. Incluso aprobó el asesinato de
Esteban. ¿Cómo se sentiría al pensar en todo aquello? Leamos sus palabras en el
versículo 9: ―Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, y no soy digno de
ser llamado apóstol, porque perseguí a la congregación de Dios‖. Para quien tiene
un puesto de responsabilidad, como Pablo, el sentimiento de no ser digno de nada
puede ser aplastante. Y eso es justo lo que el Diablo quiere: que dudemos de que
Jehová aún nos ve con buenos ojos. Y este enemigo ataca en el peor momento,
cuando ya nos sentimos decepcionados, aplastados por el peso de nuestros
errores y defectos. Pero Pablo no se dejó vencer, no cedió ante la presión.
Leamos sus palabras en el versículo 10: ―Mas por la bondad inmerecida de Dios
soy lo que soy. Y su bondad inmerecida que fue para conmigo no resultó ser en
vano, sino que trabajé laboriosamente mucho más que todos ellos, pero no yo,
sino la bondad inmerecida de Dios que está conmigo‖. Sí, Pablo estaba seguro de
que Jehová lo aceptaba como era. Él sabía que no podía cambiar el pasado, por
mucho que quisiera. Pero valoraba la bondad inmerecida de Jehová y dejaba que
él lo usara en su servicio. Como Pablo, nosotros ya nos hemos arrepentido de
nuestros pecados y los hemos confesado como corresponde. Por eso, podemos
estar seguros de que Jehová ya nos ha perdonado. Sí, él promete perdonar
generosamente a sus siervos. No dudemos de su palabra y aceptemos su
misericordia. Hablemos ahora de un segundo caso. Se trata de ―la culpa por
no hacer más‖. Esta hace que la persona sienta que no ha hecho lo suficiente para
ayudar a alguien más. Quienes están cuidando a otros pueden sentir esa clase de
culpa. Aun cuando están haciendo todo lo que pueden, se sienten mal por
no poder hacer más. Una hermana que cuidaba de sus padres envejecidos
comentó en una ocasión: ―Es sumamente difícil tener que decir: ‗Es que no puedo
hacer nada más por ti‘‖. ¿Qué puede ayudarnos en un caso así? Bien,
identifiquemos en Eclesiastés 7:16 algo que todos debemos evitar: ―No te hagas
justo en demasía, ni te muestres excesivamente sabio. ¿Por qué debes causarte
desolación?‖. Dicho en otras palabras, no hay que ser perfeccionistas. Y es que el
deseo de hacer las cosas bien puede hacernos caer en el perfeccionismo. Si nos
obligamos a hacer más de lo que queremos, debemos o podemos, vamos a
fracasar... y nos sentiremos frustrados. Un ejemplo: hay quienes cuidan a sus
padres envejecidos con la idea de pagarles todo lo que hicieron por ellos cuando
eran pequeños. ¡Pero pagarles a nuestros padres todo lo que nos han dado es
imposible! Si pensamos así, siempre nos sentiremos culpables. Y, si esa es
nuestra motivación, terminaremos agotados y no seremos de mucha ayuda. ¿Qué
es mejor hacer? Repartir la carga. La familia, los amigos, los vecinos y los
profesionales de la salud pueden ayudar. Así que pidamos ayuda, y hagámoslo
con toda franqueza. Solo insinuarlo no siempre funciona. Quizás nos sorprenda
ver cuánta gente está dispuesta a echarnos una mano cuando se lo pedimos. Por
último, tenemos el caso de ―la culpa imaginaria‖, que también paraliza a algunas
personas. Es sentirnos responsables de algo que no fue culpa nuestra. Una
hermana llamada Theresa, cuya hija murió en un accidente automovilístico, dice:
―¡Cuánto lamento haberle pedido que saliera aquel día!‖. Otra hermana expresa:
―Cuando te divorcias, el sentimiento de culpa puede ser abrumador, aunque
no seas tú quien falló‖. ¿Qué se puede hacer en situaciones así? En primer lugar,
es importante no tragarse esos sentimientos. Es mejor abrirse con un amigo que
muestre empatía. Y, si nos dice que el dolor puede hacer que nos culpemos sin
una razón válida, no dudemos de sus palabras. En segundo lugar, recordemos
que, por mucho que amemos a alguien, no podemos controlar lo que ocurre en su
vida. Eclesiastés 9:11 hace esta afirmación que se cumple en todos y cada uno de
nosotros: ―Regresé para ver, bajo el sol, que los veloces no tienen la carrera, ni los
poderosos la batalla, ni tienen los sabios tampoco el alimento, ni tienen los
entendidos tampoco las riquezas, ni aun los que tienen conocimiento tienen el
favor; porque el tiempo y el suceso imprevisto les acaecen a todos‖. En efecto,
no nos culpemos por cosas imposibles de controlar. Y, si creemos que hemos
cometido un error, primero asegurémonos de que realmente fue así. Hablemos
abiertamente con un buen amigo y centremos nuestra vista en el futuro. Centrarse
en lo que pudo haber sido no cambiará nada, y solo nos hará más difícil seguir
adelante. Así que no permitamos que la culpa imaginaria nos domine.
En resumen, la culpa puede y debe motivarnos a confesar cualquier pecado, y a
hacer lo que se espera de nosotros. Pero un equivocado sentimiento de culpa es
peligroso. Puede hacernos sentir aplastados y frenarnos de darle a Jehová lo
mejor. No, ¡que no nos paralice la culpa! Concentremos nuestras energías en lo
que sí podemos hacer y en el maravilloso futuro que nos espera.
Alex Reinmueller; Veamos con equilibrio los sentimientos de culpa (2 Sam. 12;13).txt
Un hermano se siente culpable por cosas que hizo antes de bautizarse. Un padre
se siente mal porque sus hijos dejaron la verdad. Una hermana se siente culpable
al divorciarse de su esposo infiel. ¿Qué tienen todos ellos en común? Que un
equivocado sentimiento de culpa los abruma. Una comediante dijo: ―Las religiones
son un sentimiento de culpa con distintos días festivos‖. ¿Por qué suelen sentirse
culpables las personas religiosas? ¿Sirve de algo sentirse así? En la Biblia se
relaciona la culpa con el pecado, la transgresión y las leyes divinas. Busquemos
Gálatas 3:19 y veamos el efecto que la Ley mosaica ejercía sobre los israelitas.
Dice: ―Entonces, ¿por qué la Ley? Fue añadida para poner de manifiesto las
transgresiones‖. Sí, la Ley les recordaba todos los días a los israelitas que eran
pecadores, pues dicha Ley era perfecta, pero imposible de cumplir a la perfección.
Por eso, ellos siempre se sentían culpables. ¿Por qué hizo eso Jehová? ¿Por qué
les dio la Ley, que los hacía sentir así? Hablemos de tres razones. Primero, es
bueno sentirse culpable si uno ha hecho algo malo, pues recordamos que Jehová
es el Soberano del universo y que sus normas son justas. Además, eso indica que
la conciencia nos funciona. Segundo, tenemos que reconocer que, a veces,
aunque aún no hayamos hecho algo malo, la verdad es que nos gustaría hacerlo.
En esos momentos, la culpa es un buen aliado. Es como el dolor físico, que puede
estar alertándonos sobre un problema de salud. Pues el dolor provocado por la
culpa podría estar avisándonos de ciertos peligros en sentido moral o espiritual. Y,
tercero, cuando la culpa motiva al pecador a confesar, tanto él como el
perjudicado sienten alivio. Quien ha pecado puede recibir el perdón, mientras que
la víctima suele sentirse mejor al ver que este la quiere lo suficiente como para
disculparse. Ahora bien, podemos llegar a sentirnos culpables aunque no lo
seamos. Y dicho sentimiento de culpa puede causarnos mucha angustia e incluso
hacernos demasiado críticos con nosotros mismos. Así que veamos tres casos en
los que un sentimiento de culpa fuera de lugar nos puede frenar, y qué hacer para
seguir adelante. El primer caso tiene que ver con lo que llamaremos ―la culpa
continua‖. Cometimos un error, ya nos hemos arrepentido y todos nos han
perdonado... menos nosotros mismos. Así que seguimos dándole vueltas al
asunto, lo que nos roba la alegría y las fuerzas. ¿Qué debemos hacer? Pensemos
en el apóstol Pablo, quien a veces se sentía atribulado por cosas que había hecho
en el pasado. ¿Qué hacía en esos momentos? La respuesta la encontramos en
Primera a los Corintios, capítulo 15, versículos 9 y 10. Como sabemos, antes de
bautizarse, Pablo persiguió a los cristianos. Incluso aprobó el asesinato de
Esteban. ¿Cómo se sentiría al pensar en todo aquello? Leamos sus palabras en el
versículo 9: ―Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, y no soy digno de
ser llamado apóstol, porque perseguí a la congregación de Dios‖. Para quien tiene
un puesto de responsabilidad, como Pablo, el sentimiento de no ser digno de nada
puede ser aplastante. Y eso es justo lo que el Diablo quiere: que dudemos de que
Jehová aún nos ve con buenos ojos. Y este enemigo ataca en el peor momento,
cuando ya nos sentimos decepcionados, aplastados por el peso de nuestros
errores y defectos. Pero Pablo no se dejó vencer, no cedió ante la presión.
Leamos sus palabras en el versículo 10: ―Mas por la bondad inmerecida de Dios
soy lo que soy. Y su bondad inmerecida que fue para conmigo no resultó ser en
vano, sino que trabajé laboriosamente mucho más que todos ellos, pero no yo,
sino la bondad inmerecida de Dios que está conmigo‖. Sí, Pablo estaba seguro de
que Jehová lo aceptaba como era. Él sabía que no podía cambiar el pasado, por
mucho que quisiera. Pero valoraba la bondad inmerecida de Jehová y dejaba que
él lo usara en su servicio. Como Pablo, nosotros ya nos hemos arrepentido de
nuestros pecados y los hemos confesado como corresponde. Por eso, podemos
estar seguros de que Jehová ya nos ha perdonado. Sí, él promete perdonar
generosamente a sus siervos. No dudemos de su palabra y aceptemos su
misericordia. Hablemos ahora de un segundo caso. Se trata de ―la culpa por
no hacer más‖. Esta hace que la persona sienta que no ha hecho lo suficiente para
ayudar a alguien más. Quienes están cuidando a otros pueden sentir esa clase de
culpa. Aun cuando están haciendo todo lo que pueden, se sienten mal por
no poder hacer más. Una hermana que cuidaba de sus padres envejecidos
comentó en una ocasión: ―Es sumamente difícil tener que decir: ‗Es que no puedo
hacer nada más por ti‘‖. ¿Qué puede ayudarnos en un caso así? Bien,
identifiquemos en Eclesiastés 7:16 algo que todos debemos evitar: ―No te hagas
justo en demasía, ni te muestres excesivamente sabio. ¿Por qué debes causarte
desolación?‖. Dicho en otras palabras, no hay que ser perfeccionistas. Y es que el
deseo de hacer las cosas bien puede hacernos caer en el perfeccionismo. Si nos
obligamos a hacer más de lo que queremos, debemos o podemos, vamos a
fracasar... y nos sentiremos frustrados. Un ejemplo: hay quienes cuidan a sus
padres envejecidos con la idea de pagarles todo lo que hicieron por ellos cuando
eran pequeños. ¡Pero pagarles a nuestros padres todo lo que nos han dado es
imposible! Si pensamos así, siempre nos sentiremos culpables. Y, si esa es
nuestra motivación, terminaremos agotados y no seremos de mucha ayuda. ¿Qué
es mejor hacer? Repartir la carga. La familia, los amigos, los vecinos y los
profesionales de la salud pueden ayudar. Así que pidamos ayuda, y hagámoslo
con toda franqueza. Solo insinuarlo no siempre funciona. Quizás nos sorprenda
ver cuánta gente está dispuesta a echarnos una mano cuando se lo pedimos. Por
último, tenemos el caso de ―la culpa imaginaria‖, que también paraliza a algunas
personas. Es sentirnos responsables de algo que no fue culpa nuestra. Una
hermana llamada Theresa, cuya hija murió en un accidente automovilístico, dice:
―¡Cuánto lamento haberle pedido que saliera aquel día!‖. Otra hermana expresa:
―Cuando te divorcias, el sentimiento de culpa puede ser abrumador, aunque
no seas tú quien falló‖. ¿Qué se puede hacer en situaciones así? En primer lugar,
es importante no tragarse esos sentimientos. Es mejor abrirse con un amigo que
muestre empatía. Y, si nos dice que el dolor puede hacer que nos culpemos sin
una razón válida, no dudemos de sus palabras. En segundo lugar, recordemos
que, por mucho que amemos a alguien, no podemos controlar lo que ocurre en su
vida. Eclesiastés 9:11 hace esta afirmación que se cumple en todos y cada uno de
nosotros: ―Regresé para ver, bajo el sol, que los veloces no tienen la carrera, ni los
poderosos la batalla, ni tienen los sabios tampoco el alimento, ni tienen los
entendidos tampoco las riquezas, ni aun los que tienen conocimiento tienen el
favor; porque el tiempo y el suceso imprevisto les acaecen a todos‖. En efecto,
no nos culpemos por cosas imposibles de controlar. Y, si creemos que hemos
cometido un error, primero asegurémonos de que realmente fue así. Hablemos
abiertamente con un buen amigo y centremos nuestra vista en el futuro. Centrarse
en lo que pudo haber sido no cambiará nada, y solo nos hará más difícil seguir
adelante. Así que no permitamos que la culpa imaginaria nos domine.
En resumen, la culpa puede y debe motivarnos a confesar cualquier pecado, y a
hacer lo que se espera de nosotros. Pero un equivocado sentimiento de culpa es
peligroso. Puede hacernos sentir aplastados y frenarnos de darle a Jehová lo
mejor. No, ¡que no nos paralice la culpa! Concentremos nuestras energías en lo
que sí podemos hacer y en el maravilloso futuro que nos espera.
Anthony Morris III- Sigamos percibiendo cuál es la voluntad de Jehová (Lev. 19;18).txt
Esta mañana vamos a ver que tener la actitud correcta hacia la disciplina nos
mantiene cerca de Jehová. Metiéndonos un poco en contexto, el versículo de hoy
menciona una ocasión en la que Jehová corrigió a su pueblo hasta el grado
debido. Les estaba hablando de cuando regresaran a su tierra. Y les aseguró que
no los iba a exterminar ni abandonar, lo que nos muestra que él quería que
siguieran teniendo su amistad. Hoy en día recibimos disciplina de varias maneras.
Puede ser a través de nuestro estudio personal de la Biblia. Me alegré mucho esta
mañana (bueno, no sé cuándo empezó, creo que anoche) cuando vi que en JW
Library ya se pueden añadir notas, yo ya he puesto algunas. Esas notas, o ideas
que apuntemos, van a ser como una disciplina de Jehová que queda entre él y
nosotros. Es bueno y sabio dejar que Jehová nos discipline de esa manera, evita
que nos alejemos de él. Puede ser algo que leamos en alguna publicación, algo
que escuchemos en una reunión, una asamblea, algo que veamos en nuestro
canal por Internet... Jehová puede usar varios medios, muchísimas formas, de
disciplinarnos. Y tenemos que recordar que lo hace para que sigamos cerca de él.
El problema es que no es fácil aceptar la disciplina, requiere humildad. La actitud
correcta hacia la disciplina se explica en Proverbios, capítulo 3. Ahí hallamos la
base bíblica que describe la actitud que debemos tener para seguir cerca de
Jehová. Vayamos a los versículos 11 y 12 del capítulo 3 de Proverbios: ―La
disciplina de Jehová, oh hijo mío, no rechaces; y no aborrezcas su censura,
porque Jehová censura al que ama, aun como lo hace un padre a un hijo en quien
se complace‖. ¿Cómo podría uno rechazar la disciplina de Jehová? Bueno,
imagínate que te tienen que dar un consejo, y los superintendentes o los ancianos
se sientan contigo. Cuando llega ese momento, hay quien enseguida se enoja,
empieza a justificarse o piensa que tienen algo en contra suya. Pero Jehová le
dice a esa persona: ―No lo rechaces‖. Si los hermanos usan la Biblia y las
publicaciones al darte un consejo, considéralo como si viniera de Jehová, porque
él desea que sigas a su lado Por otro lado, a veces uno puede leer algo que lo
acerque a Jehová, especialmente si se ha desviado sin darse cuenta. Voy a
mencionarles unos ejemplos de hace años, de ovejas de Jehová que leyeron algo
en ―La Atalaya‖ que les sirvió de disciplina y los acercó a él. Remontémonos al año
1983, cuando se publicó en español un artículo sobre los seriales de televisión o
telenovelas. Tal vez algunos estén pensando: ―Bueno, de eso hace mucho
tiempo‖. Pero la verdad es que la cosa no ha cambiado. Algunas de esas
telenovelas las siguen poniendo en televisión y tienen el mismo nombre que tenían
entonces. Sí, todavía las ponen. Pues muchos lectores se beneficiaron de aquel
consejo, que sigue siendo práctico hoy en día. Me parece muy bonito y digno de
mención que muchos, después de leer aquel artículo, reconocieran que
necesitaban esa disciplina. Tuvo un gran efecto en su relación con Jehová y
decidieron acercase a él. La portada de aquella ―Atalaya‖ decía: ―Los seriales de la
TV... ¿pueden corromper el corazón?‖. El primer artículo comentó lo siguiente:
―Millones de mujeres y hombres de entre todas las edades, razas y antecedentes
rara vez se pierden un episodio‖. Y ahora hasta se pueden grabar, y uno los puede
ver las veces que quiera. Sigue siendo un problema para los cristianos, para los
que adoramos a Jehová. Por eso, queremos asegurarnos de que las telenovelas o
seriales de ese tipo no nos corrompan. Después de que salieran esos artículos en
inglés, algunos lectores escribieron explicando el buen efecto que había tenido en
ellos la información, y unos meses después se publicaron sus cartas en la edición
en inglés de la revista ―La Atalaya‖. La verdad es que tuvo mucho mérito que
fueran tan humildes y aceptaran el consejo y la disciplina con la actitud correcta.
Uno de los peligros que mencionaba el artículo era que el espectador podría
desarrollar un vínculo emocional con los personajes. Esto fue lo que dijo una
lectora: ―Llevaba viendo esa telenovela desde pequeña, y Julie era como una
amiga para mí. Un día, Julie tuvo un accidente que le dejó desfigurada su bonita
cara. Y yo no me perdía ni un episodio para ver si se iba a recuperar. Una noche,
al hacer la oración, sin darme cuenta de lo que estaba diciendo, le pedí a Jehová:
‗Por favor, ayuda a Julie‘‖. La hermana admitió: ―Me quedé en ‗shock‘. [¡Y con
razón!]. Aquello me había salido del corazón‖. Reconoció que se había vuelto
adicta, y dejó de ver esos programas. Escribió: ―Si todos los lectores se tomaran a
pecho el consejo del artículo sobre los seriales de televisión, se sentirían
liberados, pues ya tenemos bastante con nuestros propios problemas‖. Como
vemos, la hermana tenía la actitud correcta hacia la disciplina, lo que la ayudó a
seguir cerca de Jehová. Otra lectora, después de dar las gracias por el artículo,
escribió: ―Me di cuenta de que tenía adicción a las telenovelas y tenía que hacer
algo al respecto. Temía que afectara mi amistad con Jehová. ¿Cómo podía ser
amiga de aquellos personajes y, al mismo tiempo, amiga de Jehová? Tomé
medidas drásticas de inmediato, era la única manera, pero no fue nada fácil‖.
¿Qué hizo para dejar la adicción? Tuvo que desenchufar el televisor. Salía a
trabajar al jardín, llamaba a alguien..., lo que fuera con tal de ocupar su mente en
otra cosa y no sentarse a ver aquellas telenovelas. Estudiaba la Biblia —eso te
acerca a Jehová—, se preparaba para las reuniones y realizaba otras actividades
espirituales. Al final reconoció: ―¡Me siento mucho mejor! Ya hace dos años
[bueno, eso en el momento en que ella escribió] desde que vi por última vez a
aquellos ‗amigos‘. La verdad es que a veces quisiera saber cómo les va, pero
lucho contra eso. Quizás otras personas que todavía no han vencido esa adicción
ahora puedan hacerlo‖. Y añadió: ―Gracias a Jehová y a los hermanos por
habernos hecho ver que las telenovelas no sirven para nada‖. Por último, otra
lectora dijo: ―Me puse a llorar al leer los artículos, porque me di cuenta de que mi
corazón ya no era completo para con Jehová. Le prometí a Dios que dejaría de ser
esclava de las telenovelas y le pedí que me ayudara a salir de casa el día que
pusieran la que yo veía. Dos días después, me invitaron a ir a un curso bíblico que
era el mismo día y a la misma hora que daban la telenovela. Acepté encantada.
[Y fíjense en esto:] Ahora me siento más cerca de Jehová, mi amistad con él es
más estrecha. Jehová es muy bueno al disciplinarnos a través de su Palabra‖.
Está claro que esta hermana tenía la actitud correcta. Para concluir, vayamos a
Hebreos, capítulo 12. Valoramos los comentarios tan sinceros de aquellas
hermanas y el consejo, que todavía nos beneficia. Los verdaderos cristianos
tenemos que evitar cualquier entretenimiento que nos corrompa en sentido
espiritual. En Hebreos, capítulo 12 y versículo 11, dice: ―Es cierto que ninguna
disciplina parece por el presente ser cosa de gozo, sino penosa; sin embargo,
después, a los que han sido entrenados por ella, da fruto pacífico, a saber,
justicia‖. Como vemos, la disciplina duele, pero el fruto que produce hace que
valga la pena tener la actitud correcta y aceptarla con humildad. Así
permaneceremos cerca de nuestro querido Padre, Jehová.
Christopher Mavor Abrahán fue amigo de Jehová (Is. 41;8).txt
Christopher Mavor- Hacer caso de las advertencias nos salvará la vida (Mar. 13;19).txt
Casi todos hemos visto las señales de advertencia en las vías del tren. Quizás
hayamos visto algunas que dicen: ―Pare, vea, escuche‖. Otras añaden: ―Y viva‖.
¿Por qué se ponen esos letreros? Porque cruzar las vías del tren puede ser
peligroso. Sin embargo, en ocasiones el peligro no es muy evidente, no salta a la
vista. Es necesario usar nuestra capacidad de pensar. Y es que también hay
señales que dicen: ―¿Ve las vías? Piense: ‗¡Ahí viene el tren!‘‖. Así que, para
detectar el peligro, primero hay que detenerse, mirar hacia ambos lados e incluso
usar el sentido del oído. ¿Oímos algo? ¿Sentimos alguna vibración? ¿Vemos unas
potentes luces que vienen hacia nosotros? ¿Escuchamos un silbato? Todo eso
nos sirve para identificar el peligro. Quizás el tren no esté justo delante de
nuestras narices, pero necesitamos estar atentos, pues, como vemos aquí, un tren
en movimiento no puede detenerse tan fácilmente. Si estamos en medio de las
vías, de seguro nos arrollará. Para evitar una tragedia como esa, necesitamos
emplear lo que la Biblia llama las ―facultades perceptivas‖. Con ellas podemos
reconocer los peligros que afrontamos y hacer lo que haga falta para protegernos,
para no sufrir un daño innecesario. Mediante su Palabra y su organización, Jehová
nos da señales de advertencia. Es como si nos dijera: ―Paren, vean, escuchen...
observen lo que pasa a su alrededor‖. Jehová quiere que nos demos cuenta de
que vivimos en los últimos días y de que el fin se acerca con rapidez. Sí, la gran
tribulación está a punto de estallar. Claro, para llegar a esa conclusión, es
necesario usar las facultades perceptivas, o sea, la capacidad de razonar. Jesús
así lo indicó cuando, en Lucas 17:20, 21, señaló que el Reino de Dios no vendría
de una forma que pudiera observarse claramente. Tendríamos que echar mano de
nuestra capacidad de pensar para entender las señales y actuar en consecuencia.
Ahora bien, para mejorar nuestra capacidad de pensar hay que ejercitarla.
Hebreos 5:14 dice que las ―facultades perceptivas‖ deben estar bien entrenadas.
Hablando de eso, en el texto para el día de ayer, aprendimos que el profeta Daniel
es un gran ejemplo de alguien que supo usar su capacidad de razonar para
percibir, o entender, la voluntad de Dios. Tuvo que usarla para afrontar las
peligrosas situaciones que se les presentaron a él y a sus compañeros en el
palacio de Babilonia. Daniel se esforzaba constantemente por mejorar su
capacidad de razonar. En cierto momento de su vida, estudió en detalle las
profecías, en especial las de Jeremías. De esa forma logró percibir en qué punto
de la historia estaba viviendo y se dio cuenta de que los 70 años de la desolación
de Jerusalén estaban por concluir. Gracias a eso pudo prepararse y actuar en
conformidad con la voluntad de Jehová, así como ayudar a otros judíos fieles a
hacer lo mismo. En efecto, debido a que estudiaba la Palabra de Dios a
profundidad, Daniel logró percibir el tiempo en el que vivía y entender el
significado de lo que ocurría a su alrededor. Jesús también enseñó a sus
discípulos a ejercitar la capacidad de razonar. En cierta ocasión lo hizo valiéndose
de una hermosa ilustración. Busquemos en la Biblia el capítulo 21 de Lucas;
leeremos los versículos 29 a 31. Observen que Jesús usa la técnica de ―pare, vea,
escuche y viva‖. En el versículo 29, él dice: ―Noten la higuera y todos los demás
árboles‖. Así que les pidió que se detuvieran y miraran a su alrededor. Luego, en
el versículo 30, les dice: ―Cuando ya echan brotes, ustedes, al observarlo, saben
para sí que ya se acerca el verano‖. Con esas palabras los está invitando a
percibir lo que está ocurriendo. Y en el 31 les dice que escuchen la explicación:
―Así también ustedes, cuando vean suceder estas cosas, sepan que el reino de
Dios está cerca‖. Vemos que Jesús usa la técnica de ―pare, vea, escuche y viva‖
para enseñar a sus discípulos a ejercitar su capacidad de razonar. En la
actualidad, Jesucristo, como Cabeza de la congregación, guía al ―esclavo fiel y
discreto‖ y también nos ayuda a nosotros a pulir la capacidad de pensar. Si lo
hacemos, seremos capaces de entender el significado de lo que ocurre a nuestro
alrededor. Por medio de las páginas de La Atalaya y del contenido de nuestras
asambleas, se nos invita a detenernos —es decir, a hacer una pausa en nuestra
rutina— con la intención de que veamos en la Biblia cuál es la voluntad de Jehová
y qué se propone hacer, en especial en estos últimos días. También se espera
que escuchemos las explicaciones que da ―el esclavo fiel y discreto‖ sobre las
profecías que se están cumpliendo ahora y que indican que la gran tribulación está
muy cerca. El claro mensaje que nos da la organización de Jehová mediante
Jesucristo y ―el esclavo fiel y discreto‖ es este: la gran tribulación es inminente.
¿Qué debemos hacer en vista de lo anterior? En primer lugar, debemos recordar
que las preocupaciones de la vida, las cosas con las que tenemos que lidiar todos
los días, pueden distraernos y hacer que perdamos de vista lo más importante.
Jesús dijo que ese es un peligro real. En el capítulo 17 de Lucas, Jesús se refiere
a lo que ocurrió en el tiempo de Noé y en la época de Sodoma y Gomorra para
darnos una advertencia. Dice que los últimos días, ―los días del Hijo del hombre‖,
se parecerían mucho a los de Noé y de Sodoma, pues la gente estaría muy
ocupada con los asuntos cotidianos. Y son justamente esas cosas de la vida las
que pueden nublar nuestra capacidad de razonar a tal grado que no logremos
percibir el momento de la historia en el que vivimos y el peligro que está delante
de nosotros. Así que asegurémonos de que los asuntos cotidianos no limiten
nuestra capacidad de razonar. De lo contrario, podríamos terminar vagando por
las vías del tren, por así decirlo, sin darnos cuenta del peligro, y, cuando menos lo
pensemos, el tren nos pasará por encima. Así vive hoy la mayoría de la gente:
están tan distraídos con su rutina diaria que no se dan cuenta de que el día de
Jehová se acerca como un tren a toda velocidad. Por otro lado, cuando afinamos
nuestra capacidad de razonar, podemos ver con claridad las señales de
advertencia. Eso fue lo que Jesús quiso decir cuando expresó, en Lucas 17:24,
que las señales se verían como un relámpago que ilumina el cielo. Pero solo
quienes tienen sus facultades perceptivas bien entrenadas perciben las cosas con
claridad. Por ejemplo, nosotros podemos percibir cómo se relacionan la situación
política del mundo y el tiempo en que vivimos. Hoy vemos el cumplimiento de la
visión profética del capítulo 2 de Daniel: el hierro y el barro de la última potencia
mundial están muy fragmentados, lo que ilustra su gran debilidad e ineficacia. Y,
como dice 2 Timoteo 3:1-5, la gente, incluidos los líderes mundiales, es orgullosa,
altiva y blasfema. Estas son claras pruebas de que vivimos muy cerca del fin de
este mundo. La situación de las personas y de los gobernantes actuales se parece
mucho a la imagen de una hormiguita parada sobre las vías del tren que se
publicó en español en La Atalaya del 1 de abril de 1972. Sí, el Reino de Dios se
acerca como una veloz locomotora. Y, por supuesto, sabemos lo que sucederá:
los ejércitos de Jehová arrollarán a este mundo y sus líderes. De modo que es
fundamental que ejercitemos nuestras facultades perceptivas, que las entrenemos,
a fin de percibir el peligro y seguir tomando las debidas precauciones. Todos los
días detengámonos un momento para ver y escuchar las advertencias que Jehová
nos da. Así nos mantendremos alejados del peligro y podremos sobrevivir al fin de
este mundo malvado. La gran tribulación no nos tomará por sorpresa.
David H. Splane- El sitio jw.org, toda una bendición (Isa. 60;16).txt
David H. Splane- Las decisiones del “esclavo fiel y discreto” (Mat. 24;45).txt
David H. Splane- Seamos flexibles por causa de las buenas nuevas (1 Cor. 9;23).txt
Como sabemos, el apóstol Pablo fue un hombre muy humilde y también muy
flexible. Él dijo: ―A los judíos me hice como judío, [...] a los que están bajo ley me
hice como bajo ley‖. No obstante, la flexibilidad de Pablo tenía límites, y de eso
vamos a hablar en unos momentos. Cuando Pablo llegó a Jerusalén, los ancianos
le explicaron que miles de judíos habían llegado a ser creyentes, pero todavía se
aferraban a guardar la Ley. Además, habían escuchado algo acerca de Pablo:
corría el rumor de que Pablo andaba diciendo a los judíos que no circuncidaran a
sus hijos. Esta situación preocupó a los ancianos, y, para resolverla, idearon un
plan. Leamos cuál era en el capítulo 21 de Hechos. Busquen, por favor, Hechos
21:23, 24. Este era su plan: ―Por lo tanto, haz esto que te decimos: Tenemos
cuatro varones que tienen sobre sí un voto. Toma a estos contigo y límpiate
ceremonialmente con ellos y hazte cargo de sus gastos, para que se les rape la
cabeza. Y así sabrán todos que no son ciertos los rumores que se les contaron
acerca de ti, sino que estás andando ordenadamente, tú mismo también
guardando la Ley‖. Así que según el rumor que habían escuchado, Pablo les decía
a los judíos que no circuncidaran a sus hijos. Bueno, lo más probable es que el
apóstol Pablo no anduviera diciendo algo así, pues, como sabemos, Pablo mismo
llevó a Timoteo para que fuera circuncidado a fin de no hacer tropezar a los judíos.
Pablo sabía que, en sí misma, la circuncisión no tenía nada de malo. El problema
surgía cuando se enseñaba que la circuncisión era indispensable para obtener la
salvación. Pero había este rumor, y algunos hermanos optaron por creer en el
rumor en lugar de confiar en un hermano fiel como Pablo. Así pasa hoy: algunos
se creen todo lo que leen en los periódicos y ni siquiera hacen preguntas. La
pregunta entonces es: ¿qué harían al respecto? Los ancianos tenían una
sugerencia. Le dijeron: ―Tenemos cuatro varones que tienen sobre sí un voto‖. Y
luego le pidieron a Pablo que llevara a estos hombres al templo y pagara sus
gastos. Pablo aceptó. ¡Qué muestra de humildad! Todos sabemos lo que Pablo
pensaba en cuanto a guardar la Ley. Sin embargo, estuvo dispuesto a ver el
cuadro completo. Su opinión al respecto era muy clara, pero probablemente estos
judíos eran nuevos en la verdad, y Pablo quería hacer todo lo posible para no ser
un tropiezo para los nuevos. Ahora analicemos el voto. ¿De qué voto estaban
hablando? Hay quienes afirman que tal vez era un voto de nazareato. Si lo era,
sería una situación delicada para Pablo pues, como recordarán, los nazareos
debían ofrecer una ofrenda por el pecado para concluir con su voto. Pablo jamás
habría aceptado eso, pues hubiera sido una falta de respeto por el sacrificio de
Cristo. De modo que Pablo y aquellos 4 hombres iban a tener que ser muy
cuidadosos al determinar hasta qué punto cumplirían con ese voto. Y podemos
estar seguros de que ellos no iban a hacer nada que lastimara su conciencia.
Podemos ver que, en esta ocasión, Pablo hizo mucho para no hacer tropezar a los
judíos. Pero hubo otra ocasión en la que rehusó hacer lo que ellos querían. En el
capítulo 2 de Gálatas podemos leer lo que sucedió. Busquemos el capítulo 2 y
leamos los versículos 11 a 14. En Gálatas 2:11-14 se dice: ―Sin embargo, cuando
Cefas vino a Antioquía, lo resistí cara a cara, porque se hallaba condenado.
Porque, antes de la llegada de ciertos hombres desde Santiago, solía comer con
gente de las naciones; pero cuando estos llegaron, se puso a retirarse y a
separarse, por temor a los de la clase circuncisa. Los demás de los judíos también
se unieron a él en hacer esta simulación, de modo que hasta Bernabé fue llevado
con ellos en su simulación. Mas cuando yo vi que no estaban andando rectamente
conforme a la verdad de las buenas nuevas, dije a Cefas delante de todos ellos ‗Si
tú, aunque eres judío, vives como las naciones, y no como los judíos, ¿cómo
obligas a gente de las naciones a vivir conforme a la práctica judía?‘‖. ¿Notaron lo
que sucedió? Antes de que los hombres enviados por Santiago llegaran a
Antioquía, Pedro, Bernabé y los otros cristianos de origen judío comían
tranquilamente con los no judíos. Pero entonces llegaron los hombres enviados
por Santiago y, de repente, Pedro empezó a separarse de los que no eran judíos.
A continuación, otros cristianos judíos hicieron exactamente lo mismo que Pedro.
Ahora bien, ¿quiénes eran aquí los nuevos en la verdad? En este caso,
probablemente los cristianos gentiles. En el relato de Hechos 21, seguramente los
judíos eran los nuevos y, por ello, Pablo no quería hacerlos tropezar. Pero ahora,
Pablo no podía ser flexible y hacerse ―toda cosa a gente de toda clase‖. No podía
complacer a los judíos enviados por Santiago y, a la vez, agradar a los no judíos.
Por decirlo así, o iba a hacer tropezar a los cristianos judíos, o iba a hacer tropezar
a los cristianos gentiles. Tenía que escoger. Y lo hizo. ¿Qué eligió? Siguió el
consejo que él mismo escribió en la carta a los Gálatas. ¿Se imaginan a cuál me
refiero? Gálatas, capítulo 6. ¿Recuerdan qué dijo...? ―Aunque un hombre dé algún
paso en falso antes que se dé cuenta de ello‖. ¿Y qué había dicho Pablo sobre
Pedro? Que no estaba andando ―rectamente conforme a la verdad de las buenas
nuevas‖. Pedro estaba dando un paso en falso. ―Ustedes los que tienen las
debidas cualidades espirituales [en este caso, Pablo] traten de reajustar a tal
hombre con espíritu de apacibilidad‖. Y eso fue lo que hizo el apóstol Pablo.
Bueno, siempre hablamos de los defectos de Pedro. Pero démosle un respiro y
reconozcamos lo que sí estaba haciendo bien. Pedro se encontraba en Antioquía.
¿Qué sabemos de Antioquía? Fue en esta ciudad donde surgió el debate sobre
guardar o no la Ley. ¿Y quiénes estaban causando problemas allí? Eran hombres
de Jerusalén, hombres enviados por Santiago. Ahora bien, Pedro, Bernabé y los
demás estaban felices comiendo con los no judíos hasta que llegaron los hombres
de Jerusalén a causar revuelo. Si estos hombres se hubieran quedado en casa de
vez en cuando, quizás no habrían causado tantos líos en la congregación
cristiana. Así que Pedro estaba haciendo lo correcto hasta que llegaron dichos
hombres. Pedro sabía lo severas que podían ser las críticas de los hombres de
Jerusalén. Por decirlo así, él ya había oído ese cuento en el año 36, justo después
de la conversión de Cornelio. Veamos en Hechos, capítulo 11, versículos 2 y 3,
algo que nos ayudará a entender la preocupación de Pedro y por qué intentó,
equivocadamente, complacer a los hombres enviados por Santiago. Hechos 11:2,
3: ―Por eso, cuando Pedro subió a Jerusalén, los apoyadores de la circuncisión se
pusieron a contender con él, diciendo que había entrado en casa de varones que
no eran circuncisos y había comido con ellos‖. De modo que Pedro sabía que los
judíos eran muy sensibles en cuanto a comer con los gentiles y se dejó llevar por
el temor al hombre. El apóstol Pablo hizo bien en llamarle la atención porque,
después de todo, Pedro iba a tener que escoger: hacer tropezar a los judíos o a
los no judíos. ¿Cuál es la lección? A veces no podemos agradar a todos. A veces
no podemos ser flexibles y hacernos ―toda cosa a gente de toda clase‖. Y eso es
algo que nuestros jóvenes deben entender. Tienen que ponerse del lado de lo que
es correcto pase lo que pase. ¡Cuánta razón tuvo Jesús al escoger a Pablo como
apóstol a las naciones! Una recomendación a los ancianos: Pablo fue flexible. No
intentaba imponer su criterio, aunque estuviera plenamente convencido de algo. Y
tampoco andaba causando problemas. Pablo veía el cuadro completo. ¡Qué gran
ejemplo! Por su humildad, Pablo realmente era el hombre indicado para el trabajo
que recibió.
―El mejor de ellos es como un abrojo, el más recto de ellos es peor que un seto de
espinos‖. Esta es una de las numerosas metáforas relacionadas con la agricultura
que figuran en el libro de Miqueas. ¿De quién estaba hablando el profeta? ¿Por
qué dijo esas palabras? ¿Y qué lección nos enseña el texto de hoy? Para conocer
el trasfondo histórico, podemos ir a la tabla de los libros de la Biblia en la página
1662 de la revisión en inglés de 2013 de la Traducción del Nuevo Mundo. Pero si
están utilizando la aplicación JW Library en inglés, hay que hacer lo siguiente.
Primero abran la aplicación y seleccionen el icono ―Biblia‖. Luego, arriba a la
izquierda, pulsen ―Introducción‖. Aparecerá un listado, y en la parte inferior verán
un enlace para los nombres y el orden en que aparecen los libros de la Biblia.
Púlsenlo. No se desanimen si no ven más que eso. Ahora vayan hasta el final de
la lista, donde encontrarán el enlace ―Tabla de los libros de la Biblia‖. Púlsenlo.
Pueden poner un marcador para llegar directamente allí la próxima vez. Ahora
busquen abajo el libro de Miqueas. ¿Qué información encontramos sobre el texto
de hoy? Que Miqueas fue el escritor, lo cual ya sabemos. ¿Dónde estaba? En
Judá. ¿Cuándo escribió la profecía? En algún momento previo al año 717 antes de
nuestra era. ¿Qué período abarca su libro? Desde el año 777 hasta el 717 —60
años—. ¿Qué ocurrió durante ese período? En el apéndice A6, hay una tabla
sobre eso. De nuevo, si están usando JW Library en inglés, vayan a la parte
superior izquierda y pulsen en la opción para nombres y orden de los libros; en
otras palabras, regrésense. Al final de la lista verán el Apéndice A; o abajo pueden
pulsar el icono ―Biblia‖ y elegir el Apéndice A; está arriba. Dentro del Apéndice A
verán la tabla A6, sobre profetas y reyes de Judá e Israel. Deseamos saber cómo
fue la vida de la gente durante esos 60 años, del 777 al 717 antes de nuestra era.
En la parte b encontraremos la respuesta. Pulsen allí para encontrar esta hermosa
tabla. ¿Qué nos revela? Que Miqueas fue contemporáneo de Isaías y Oseas, y
que sirvió de profeta en Judá durante los 16 años del reinado de Jotán, los 16
años de la gobernación del malvado rey Acaz y durante la mayor parte de los 29
años del reinado de Ezequías. Mientras tanto, ¿qué ocurría en el reino norteño de
10 tribus? En el extremo derecho nos ubicamos en el año 777. Le quedaban 19
años al reinado de Péqah y 9 años a la gobernación de Hosea; en este punto las
cosas empezaron a cambiar. La monarquía asiria se empeñó en someter a Israel.
Finalmente, la historia del reino norteño de 10 tribus llegó a su fin en el año 740
antes de la era común. ¿Afectaron todos aquellos sucesos al reino sureño? Desde
luego, pues se avivaron las llamas de la altivez de los asirios, quienes creyeron
que podrían conquistar Judá con las mismas tretas. Pero ¿qué sabemos sobre
Jotán, Acaz y Ezequías? Bueno, durante el reinado de Jotán, Judá comenzó a
sufrir ataques militares debido a que el rey Péqah se había aliado con el rey Rezín
de Siria. Esa alianza acabaría debilitando las defensas de Judá, dejándola
expuesta a brutales enfrentamientos con los edomitas en el sureste y con los
filisteos, que venían del oeste. Pero ni eso alcanzó para que el malvado rey Acaz
se humillara. Llevó una vida de excesos, buscó el apoyo de gobernantes paganos,
sirvió a sus dioses e incluso sacrificó a sus propios hijos en el fuego, en el valle de
Hinón. No sorprende que Miqueas escribiera las palabras del texto de hoy.
Volvamos a la Biblia y leamos Miqueas 7:2-4: ―El leal ha perecido de la tierra, y
entre la humanidad no hay ninguno recto. Todos ellos, para derramamiento de
sangre acechan. Cazan, cada uno a su propio hermano, con una red barredera.
Sus manos están sobre lo que es malo, para hacer esto bien; el príncipe está
pidiendo algo, y el que está juzgando lo hace por la recompensa, y el grande habla
del deseo vehemente de su alma, el suyo mismo; y lo entretejen. El mejor de ellos
es como un abrojo, el más recto de ellos es peor que un seto de espinos‖. ¿Qué
significa esta metáfora? El término real: los israelitas infieles. El término
imaginario: los abrojos y un seto de espinos. El punto de comparación: tal como
enredarse entre abrojos o un seto de espinos lastimaría a cualquiera, los israelitas
corruptos lastimaban a cualquiera a quien tuvieran cerca. Pero ¿quiénes eran
corruptos? El versículo 2 dice que ―todos ellos‖. Nadie hacía lo bueno. Según el
versículo 3, la maldad había infectado a las altas esferas de la sociedad. Los
prominentes expresaban sus caprichos, los jueces se vendían para
complacerlos... todos estaban involucrados. Era trabajo en equipo. Ahora bien, el
versículo 3 indica que el príncipe estaba implicado. ¿Quién habrá sido el príncipe
en los días del rey Acaz? ¿Ezequías? ¿O habrá escrito Miqueas estas palabras
cuando Ezequías ya era rey? Si fue así, ¿cómo habrá reaccionado Ezequías?
¿Qué no era un buen rey? ¿Habrá dicho: ―Un momento, profeta. ¡Estás en un
error!‖? ¿Se habrá sentido ofendido? ¿Metería a Miqueas a la cárcel por sedición?
Hay un detalle muy revelador en cierta conversación que tuvo lugar un siglo más
tarde, la cual Jeremías registró en el libro que lleva su nombre, en el capítulo 26.
Vean lo que dice Jeremías 26:18, 19: ―Miqueas de Moréset mismo se hallaba
profetizando en los días de Ezequías el rey de Judá y pasó a decir a todo el
pueblo de Judá: ‗Esto es lo que ha dicho Jehová de los ejércitos‘‖, y entonces cita
de Miqueas 3:12. Ahora leamos el 19: ―¿Acaso Ezequías el rey de Judá y todos
los de Judá le dieron muerte de manera alguna? ¿No temió él a Jehová y procedió
a ablandar el rostro de Jehová, de modo que Jehová llegó a sentir pesar por la
calamidad que había hablado contra ellos?‖. Ezequías se arrepintió al oír el
mensaje de Miqueas. ¡Qué pasaje tan fascinante! ¿Habrá persuadido Miqueas al
joven Ezequías a ser un mejor estudiante de la ley de Jehová? ¿Habrá sido
entonces cuando Ezequías, en calidad de príncipe, compuso el Salmo 119, que
concluye con las célebres palabras: ―He andado errante como una oveja perdida.
Oh busca a tu siervo, porque no he olvidado tus propios mandamientos‖? Aunque
no estamos seguros, es posible que fuera así. Lo que sí sabemos es que
Ezequías tomó muy a pecho el consejo de Miqueas gracias a que este profeta fue
muy paciente. Miqueas se aferró a su comisión. Él escribió las palabras del texto
de hoy, pero jamás dejó de confiar en que Jehová puede mover corazones y hacer
que la gente cambie de actitud. La paciencia de Miqueas rindió fruto. Esperó en
Jehová. Vio excelentes resultados incluso durante su propia vida. De manera
similar, hoy nosotros nos esforzamos por ser leales en un mundo sumamente
desleal. ¿Qué efecto llegará a tener en otros nuestra paciencia y aguante?
David Schafer- Practiquemos la devoción piadosa en nuestra propia casa (1 Tim. 5;4).txt
A muchos nos preocupa cómo cuidar bien a nuestros padres envejecidos, no solo
por lo que dice el texto de hoy —que es una parte de 1 Timoteo 5:4—, sino
también por lo que dice al final de dicho versículo. Si buscamos el texto completo,
veremos que concluye así: ―Porque esto es acepto a vista de Dios‖. Podemos ver
por qué este tema es tan importante. Noten el término que aparece en la
traducción interlineal. ―Devoción piadosa‖ literalmente es ―estar reverenciando
bien‖, lo cual pudiera denotar ser generalmente buenos con los demás. Quizás
esto explique por qué varias traducciones incluidas en JW Library dicen
simplemente ―mostrar piedad‖. Otras, como la Biblia de Jerusalén en inglés,
tradujeron esta expresión como ―cumplir con su deber‖. Pero honrar a nuestros
padres es más que un deber entre seres humanos, más que un acto virtuoso. El
mismo versículo dice: ―Porque esto es acepto a vista de Dios‖. Cierto, amamos a
nuestros padres. También es cierto que merecen que los cuidemos. Y, por
supuesto, hacerlo es un acto virtuoso. Pero principalmente lo hacemos porque
reverenciamos a Jehová. Nos importa su opinión sobre el trato que le damos a
nuestra familia. Es una cuestión de devoción piadosa. Ahora, ¿qué factores
deberíamos tomar en cuenta? Los comentarios fueron de gran ayuda. Se dijo que
no hay una fórmula exacta para cuidar a los padres, pues cada situación es
diferente. Pero hablemos de cuatro medidas prácticas. Primera: comunicarse;
segunda: determinar las necesidades reales; tercera: tener expectativas realistas,
y cuarta: acordarse siempre de arrojar la carga sobre Jehová. Primero,
busquemos Proverbios 15:22, por favor. Comunicarse, comunicarse, comunicarse.
¿Los resultados? Aquí dice: ―Resultan frustrados los planes donde no hay habla
confidencial, pero en la multitud de consejeros hay logro‖. Comuníquense con sus
padres —por teléfono, carta, correo electrónico o Skype— una vez a la semana o
más, especialmente al hacerse ellos mayores. Satisfagan sus necesidades
espirituales. Háblenles de lo que pasa en Betel y de los tesoros espirituales que
ustedes disfrutan en su servicio. Atiendan sus necesidades emocionales y
recuérdenles lo valiosos que son. Pero en el tema de las necesidades materiales
es importante que hagan las preguntas correctas. Es fácil pensar que les está
yendo bien. Aquí es donde entra la multitud de consejeros. Hablen con otros
familiares y hermanos espirituales. Pídanles que les cuenten todo. Cierto, no por
tener muchos consejeros la información será exacta todo el tiempo. Una mayoría
podría estar equivocada. Por ello, Éxodo 23:2 nos anima a no ir tras la
muchedumbre. Sin embargo, si vamos a tomar decisiones importantes,
necesitamos tener una idea clara de lo que realmente está pasando con nuestros
padres. Y esto nos lleva a un segundo punto: determinar las necesidades reales.
Noten lo que dice Proverbios 14:15. Algunos padres se han preparado para la
edad avanzada adquiriendo una pensión, un seguro o algún plan de jubilación.
Pero ¿qué haremos si se les acaba el dinero? ¿Decir adiós a nuestro servicio?
¿Irnos a casa? Es bueno honrar a nuestros padres; y jamás los trataríamos con
indiferencia. Eso es precisamente lo que Jesús condenó. Aun así, en algunos
casos tenemos que pensar en lo que dice Proverbios 14:15. Dicho versículo
concluye así: ―El sagaz considera sus pasos‖. El libro Felicidad familiar, en la
página 176, plantea estas preguntas pertinentes. Dice: ―Imaginémonos que a
nuestra madre anciana se le hace difícil vivir sola y creemos que sería provechoso
traerla a nuestra casa‖. Y nos anima a preguntarnos: ―¿Cuáles son sus
necesidades reales? ¿Ofrecen el sector privado o el público servicios que
permitan otra solución aceptable? ¿Quiere ella mudarse? En tal caso, ¿cómo se
verá afectada su vida? ¿Tendrá que separarse de sus amigos? ¿Cómo puede
afectarla emocionalmente esta circunstancia? ¿Hemos hablado del asunto con
ella? ¿Cómo puede afectar el traslado a nuestro cónyuge [...] y a nosotros
mismos? Si nuestra madre necesita atención, ¿quién la dispensará? ¿Puede
compartirse la responsabilidad? ¿Hemos hablado del asunto con todos los que
están directamente implicados?‖. En uno de los relatos más conmovedores sobre
este tema —que es Juan 19:26, 27— leemos que Jesús, ―al ver a su madre y al
discípulo a quien él amaba, de pie allí cerca, dijo a su madre: ‗Mujer, ¡ahí está tu
hijo!‘. Entonces dijo al discípulo: ‗¡Ahí está tu madre!‘. Y desde aquella hora el
discípulo la llevó consigo a su propio hogar‖. En efecto, a pesar de todo lo que
Jesús tenía sobre los hombros en aquel preciso momento, sin mencionar el
increíble dolor que sentía, se dio tiempo para ver por su madre. Pero ¿qué hizo?
¿Llamó a 12 legiones de ángeles y pospuso su ejecución? No, él delegó su
responsabilidad en otro pariente, y no en sus propios hermanos, quienes al
parecer no eran creyentes. ¡Qué ejemplo tan contundente de cómo equilibrar las
necesidades reales de todos los implicados! Esto nos lleva al tercer punto: tener
expectativas realistas acerca de los padres, los parientes y la congregación.
Primera a los Corintios 16:14 dice: ―Efectúense todos sus asuntos con amor‖. ¡Qué
texto más hermoso! Ahora bien, cada cristiano debe cuidar de su propia casa.
Sobre él recae principalmente la responsabilidad. Los hijos, los nietos y otros
parientes cercanos despliegan amor cristiano al brindar ayuda a los ancianos y a
los enfermos, de acuerdo con sus necesidades. Pero las congregaciones de los
testigos de Jehová no le quitan peso a esta responsabilidad personal asumiendo
el control. La familia Betel merece encomio por las diversas formas en que cada
uno lleva esta muy pesada responsabilidad. ¡Cuánto debe de agradarle esto a
Jehová! Y eso nos lleva al punto final: acordarse siempre de arrojar las cargas
sobre Jehová. Como se indicó en los comentarios, Jehová ―puede bendecir
cualquier decisión que armonice con la Biblia y hacer que tenga éxito‖. ¡Cuánto
nos fortalecen estas palabras! Además, Números 11:23 dice que la mano de
Jehová no está acortada. Solo la falta de confianza en Jehová podría limitar lo que
él haga por nosotros. Y aunque Jehová puede hacer milagros, no esperaríamos
que no se nos tomara en cuenta cuando llegue el momento de decidir cómo
atender a nuestros padres envejecidos. ¿Por qué no? Porque al aprender a
practicar devoción piadosa en nuestra propia casa, tenemos la oportunidad de
demostrar que servimos a Jehová desinteresadamente, y eso probará que el
Diablo es un mentiroso. Ahora bien, noten esta promesa alentadora del Salmo
145:18, 19: ―Jehová está cerca de todos los que lo invocan, de todos los que lo
invocan en apego a la verdad. Ejecutará el deseo de los que le temen, y oirá su
clamor por ayuda, y los salvará‖. Jehová ayuda. Quizás usted sea el instrumento
que Jehová use para que sus padres estén bien atendidos. Su trabajo pudiera ser,
en realidad, la expresión del amor de Jehová en respuesta a las oraciones de sus
padres.
David Schafer- Toda palabra que sale de la boca de Jehová (Mat. 4;4).txt
¡Buenos días! Nos dirigimos a ustedes desde la central mundial de los testigos de
Jehová, en Warwick (Nueva York), para presentarles el programa de adoración
matutina. Nos alegra mucho estar con ustedes en este día tan especial: la fecha
de la Conmemoración de la muerte de nuestro Señor Jesucristo. El texto de hoy
nos recuerda que Jesús sufrió injusticias a manos de pecadores. Nos acompaña el
hermano William Malenfant, ayudante del Comité de Enseñanza. Bill, ¿nos leerías
el texto para hoy? Viernes 19 de abril. Fecha de la Conmemoración (tras la puesta
del sol). El texto es Salmo 118:22: ―La piedra que los edificadores rechazaron ha
llegado a ser cabeza del ángulo‖. Gracias, Bill. Jesús fue rechazado por los
gobernantes judíos, pero se ganó la aprobación de su Padre, Jehová. Me encanta
cómo expresa esta idea el apóstol Pedro en su primera carta, en el capítulo 2 y el
versículo 4. Él dice que Jesús fue rechazado por los hombres, pero que es
precioso, o valioso, para Dios. ¡Qué interesante! Si nos molesta un poco que nos
rechacen cuando predicamos (puede que alguien nos cierre la puerta en la cara),
recordemos esas palabras: rechazado por los hombres pero valioso para Dios.
Grábenselas: rechazado por los hombres pero valioso para Dios. Pensar en ellas
los hará sentir mejor. Y, hablando de la predicación, creo que sería bueno centrar
nuestra atención en la importante labor que realizaremos hoy: invitar a cuantos
podamos a la Conmemoración. Los publicadores que no tengan que trabajar de
seguro irán a predicar. Eso es lo que harán los miembros de la familia Betel en
todo el mundo. Pero, aunque algunos de ustedes tengan que trabajar, sí pueden
hacer algo para que más personas vayan a la Conmemoración. Por ejemplo, si
van a estar en la escuela o en su lugar de empleo, ¿podrían invitar a alguien a
quien crean que le gustaría asistir? Quizás se lleven una agradable sorpresa. Y
háganles un recordatorio a sus estudiantes de la Biblia y a quienes suelen visitar.
Permítanme repetirlo: vuelvan a decirles a sus estudiantes de la Biblia y a quienes
suelen visitar que la Conmemoración es esta noche. ¿Por qué? Porque puede ser
que, al hacer una revisita, le dejaran la invitación a la persona, pero la haya
extraviado. Sí, a veces sucede. ¿Y qué hay de nuestros estudiantes? A veces
damos por sentado que algún estudiante va a asistir, pero no se presenta. Luego
nos enteramos de que faltó por una razón de poca importancia. Así que no estaría
de más que animemos un poco a nuestros estudiantes. También hay que recordar
a los publicadores que se han hecho inactivos. Yo diría que hay dos tipos de
inactivos. Están los que no se pierden ni una Conmemoración, pues agradecen lo
que Cristo ha hecho por nosotros. Los apreciamos mucho, y nos alegra que nos
acompañen. Pero hay un segundo grupo que siente que sería hipócrita de su parte
ir a la Conmemoración si en todo el año no van a una sola reunión. Pero por algo
se empieza, ¿verdad? Entonces, hay que invitarlos con cariño... que sientan la
confianza de asistir. Y, si ustedes conocen al esposo no Testigo de una hermana,
invítenlo también; puede que responda mejor si no es su esposa quien lo invita.
Hermanos, no se imaginan el impacto que una breve visita o una llamada puede
tener en alguien inactivo. Hace años, en el día de la Conmemoración, el
coordinador de un cuerpo de ancianos le pidió al discursante invitado que lo
acompañara a visitar a un inactivo que hacía quince años que no iba a las
reuniones. En el pasado, este hermano había estado muy activo en la obra y
había recibido muchas responsabilidades en la organización. ¿Qué hicieron los
ancianos? Se limitaron a escuchar con atención mientras les contaba algunas
anécdotas de aquella época. Al final, le dijeron sin más: ―Nos encantaría verte hoy
en la Conmemoración. ¿Por qué no nos acompañas?‖. El hermano asistió. La
mayoría de los publicadores no lo conocían, pero lo recibieron con los brazos
abiertos. Y ¿saben qué? Con eso bastó. El hermano jamás miró atrás. Fue fiel a
Jehová el resto de su vida. Tal vez algunos de ustedes, queridos hermanos, se
vean obligados a trabajar esta noche. Puede que lleven poco tiempo en su empleo
o que su jefe tenga fama de ser muy exigente. Tal vez piensen: ―Jamás me daría
permiso para ir‖. ¿Qué pueden hacer? Háganle una sincera oración a Jehová.
Explíquenle lo que les pasa. Pídanle que le ablande el corazón a su jefe y que los
ayude a hacer su petición de forma respetuosa y convincente. ¡A lo mejor se
llevan una sorpresa! Para los siervos de Jehová, la Conmemoración siempre ha
sido de suma importancia. Ha habido hermanos que la han celebrado en campos
de concentración o de trabajos forzados, como este de Mordovia. Y, en nuestros
días, otros han seguido ese ejemplo, como algunos jóvenes coreanos que, aun en
la cárcel, celebraron la Conmemoración. En algunos lugares de África, las
personas invitadas viajan largas distancias para llegar al pueblo o a la ciudad
donde se celebrará la Conmemoración. En Tanzania, un estudiante de la Biblia se
mudó a un área remota donde no había ninguna congregación. La más cercana
estaba a unos 100 kilómetros (60 millas) de distancia. Puede que esto no les
parezca tan difícil a algunos, pero para él, que tuvo que hacer un viaje de ocho
horas en autobús, sí lo fue. ¿Por qué? Primero, porque las carreteras son
malísimas, y, segundo, porque el autobús hace muchas paradas. Después de la
reunión, el hombre les suplicó a los hermanos que lo visitaran al menos una vez al
mes para seguir estudiando. Como había hecho un esfuerzo tan grande para
llegar a la Conmemoración, los hermanos tenían que hacer algo por él. Semanas
después, lo visitó una pareja de precursores especiales. ¡Qué sorpresa se llevaron
al ver que aquel hombre ya les daba clases bíblicas a 17 personas! ¿Cuánta
importancia debe tener para nosotros la Conmemoración? Veamos cuánto la
valora una pareja de la República Democrática del Congo. El hermano es
superintendente de circuito, y un día iban de camino a una congregación para
celebrar la Cena del Señor. La carretera se encontraba en tan mal estado que su
moto se averió, y no había manera de conseguir una pieza de repuesto. Así que el
hermano y su esposa tuvieron que interrumpir su viaje. Justo el día de la
Conmemoración se hallaban allí, en una aldea que no conocían y en la que no
había ni congregación ni Testigos. Pero, decidido a observar la ocasión, el
hermano le explicó al jefe de la aldea que la Conmemoración era muy importante.
El jefe hizo disponible su propiedad y hasta les ordenó a unos jóvenes que
limpiaran el área y prepararan una plataforma. Así que el lugar ya estaba listo...
solo faltaba llenarlo de gente. Como los hermanos disponían de invitaciones, las
distribuyeron entre los lugareños. ¡Al final asistieron 80 personas! ¿Y la música?
¿Qué sería de una Conmemoración sin canciones? Los invitados no se sabían
ninguna de ellas. Pero la hermana cantaba muy bien y ayudó a los asistentes a
entonar las dos canciones de la Conmemoración. Les pongo otro ejemplo de
África. En Liberia, una congregación de 130 publicadores se propuso invitar al
mayor número posible de personas a la Conmemoración. Así que, días antes,
ocho publicadores distribuyeron invitaciones desde las nueve de la mañana hasta
las seis de la tarde. La Conmemoración fue al aire libre. ¿Y saben cuántos
asistieron en esa congregación de 130 publicadores? 3.410. En África es bastante
común que una congregación de unos cien publicadores tenga una asistencia de
mil personas o más. Y tal vez ustedes digan: ―Pero eso es en África. A nuestra
Conmemoración no va a ir tanta gente‖. Pero estamos seguros de que ustedes
pondrán el mismo empeño que nuestros hermanos de África y de que Jehová los
bendecirá muchísimo, como a ellos. Aparte de invitar a las personas, hay algo más
que todos podemos hacer antes de la Conmemoración. En 1 Corintios 5:8, el
apóstol Pablo animó a todos los cristianos a guardar la fiesta con sinceridad y con
verdad. Así que, seamos ungidos o de la gran muchedumbre, todos debemos
examinarnos para ver qué podemos hacer a fin de complacer más a Jehová.
¿Tenemos algo en contra de un hermano o una hermana? Este es un buen
momento para olvidarnos del asunto. ¿Tenemos una mala costumbre que nos
impide progresar espiritualmente? Este es un buen momento para decidirnos a
ponerle fin. ―Sigan haciendo esto en memoria de mí‖. Los testigos de Jehová nos
tomamos muy en serio ese mandato. Por eso, le rogamos a Jehová que bendiga
todos sus esfuerzos por invitar a los demás a la Conmemoración. Bill, ¿pudieras
leernos el comentario que aparece en el folleto ―Examinando‖? ―‗Los edificadores‘
que rechazaron a Jesús, el Mesías, fueron los gobernantes judíos. No solo le
dieron la espalda o se negaron a aceptar que era el Cristo. Muchos judíos incluso
exigieron su muerte. Así que fueron responsables de su asesinato. Si a Jesús lo
rechazaron y lo asesinaron, ¿cómo podía llegar a ser la ‗cabeza del ángulo‘? Solo
si era resucitado. El apóstol Pedro habló de ‗Jesucristo el Nazareno‘, a quien ellos
‗fijaron en un madero, pero a quien Dios levantó de entre los muertos‘. Después de
resucitar, el Hijo de Dios se convirtió en el único medio para salvarnos, ‗porque no
hay otro nombre debajo del cielo que se haya dado entre los hombres mediante el
cual tengamos que ser salvos‘‖. Ahora sigamos la lectura bíblica de hoy mientras
escuchamos la grabación. ¡Qué alegría ser parte de esta hermosa hermandad! El
Cuerpo Gobernante les desea que tengan éxito en su servicio a Jehová hoy y que
disfruten de la Conmemoración esta noche. Sepan que los queremos muchísimo.
Y, ahora, pongamos manos a la obra e invitemos a todos los que podamos a
acompañarnos a la Conmemoración.
El texto de hoy nos recuerda que debemos tener cuidado si no queremos que el
Diablo nos atrape. Al apóstol Pablo le preocupaba que eso les ocurriera a los
cristianos de Colosas. Por eso, ¿qué les parece si repasamos las
recomendaciones que dio Pablo para que esto no sucediera? Por favor, busquen
Colosenses 2:6, 7. Ahí dice: ―Por lo tanto, como han aceptado a Cristo Jesús el
Señor, sigan andando en unión con él, arraigados y siendo edificados en él y
siendo estabilizados en la fe, así como se les enseñó, rebosando de fe en acción
de gracias‖. Como leímos, Pablo los animó a cultivar una fe de raíces fuertes y
profundas. Quisiera contarles que hace poco estuve en Luisiana e intenté sacar de
la tierra una planta que da nueces pequeñas. ¿Han tratado de hacer algo así?
Bueno, hay plantas que no se pueden sacar solo con las manos porque sus raíces
son muy profundas; se necesita una pala para desarraigarlas. Y en eso estaba
pensando Pablo cuando dijo que nuestra fe y nuestra espiritualidad deben tener
raíces fuertes y profundas. Pero ¿por qué les habló de eso? Vean lo que dice el
versículo 4: ―Esto lo digo para que nadie los alucine con argumentos persuasivos‖.
Pablo temía que hasta algunos cristianos de buena espiritualidad pudieran ser
engañados con argumentos persuasivos y, como consecuencia, su fe tambaleara,
o se debilitara. Ahora bien, ¿a qué se refería con ―argumentos persuasivos‖? El
texto de hoy nos da la respuesta. Leamos el versículo 8: ―Cuidado: quizás haya
alguien que se los lleve como presa suya mediante la filosofía y el vano engaño
según la tradición de los hombres, según las cosas elementales del mundo y no
según Cristo‖. ¿Qué quiso decir con ―la filosofía y el vano engaño‖? Bueno, en
aquel tiempo eso incluía las ideas del filósofo griego Platón, las cuales podían
dañar la espiritualidad de la congregación. Pero el término ―filosofía‖ abarcaba
mucho más. No solo se refería a los filósofos griegos, sino a muchos grupos y
escuelas de pensamiento que también promovían todo tipo de ideas, incluidas
muchas creencias religiosas. Al apóstol Pablo le preocupaba que aquellas ideas
equivocadas pudieran debilitar la fe de sus hermanos. Por esa razón, en el
versículo 8, les pide que no caigan como presa, es decir, que no se dejen atrapar
por esas ideas. ¿Les advirtió sobre algo más aparte de las filosofías? Noten que el
versículo 8 también habla de ―las cosas elementales del mundo‖. ¿Y eso a qué se
refiere? Para responder esa pregunta, La Atalaya del 15 de agosto de 2008, en la
página 28, menciona lo que dice 1 Juan 2:15, 16 cuando identifica ―las cosas
elementales del mundo‖. Primera de Juan 2:15, 16 dice: ―No estén amando ni al
mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del
Padre no está en él; porque todo lo que hay en el mundo —el deseo de la carne y
el deseo de los ojos y la exhibición ostentosa del medio de vida de uno— no se
origina del Padre, sino que se origina del mundo‖. Como vemos, no solo las ideas
religiosas falsas podrían debilitar nuestra fe; los deseos de la carne pueden tener
el mismo efecto. La forma de pensar inmoral de este mundo también puede dañar
nuestra espiritualidad. Con el paso de los años, Satanás se ha encargado de que
el mundo que nos rodea se convierta en una trampa cuidadosamente diseñada
para nosotros. Él manipula las circunstancias a nuestro alrededor a fin de explotar
nuestras debilidades personales. Por eso, La Atalaya que sirve de base para el
comentario de hoy dice: ―Si detectamos enseguida cualquier mala inclinación y
actuamos de inmediato, evitaremos ser ‗pescados vivos‘‖. ¿Cómo se nos pudiera
pescar vivos? Bueno, recuerden que Pablo advirtió contra el peligro de que se nos
llevara como presa. Y eso es justamente lo que quiere Satanás: atraparnos como
presas. Quizás hayan oído sobre un anuncio que se usaba antes y decía: ―Se
busca vivo o muerto‖. Pues el Diablo nos está buscando a nosotros. Pero no nos
quiere muertos: ¡quiere pescarnos vivos! ¿Y saben por qué nos quiere vivos?
Fíjense en lo que dice 2 Timoteo 2:26: ―Y recobren el juicio fuera del lazo del
Diablo, ya que han sido pescados vivos por él para la voluntad de ese‖. Si
estamos muertos, no podemos hacer lo que él desea. Por eso quiere atraparnos
vivos: para que hagamos su voluntad. Entonces, ¿qué debemos hacer para que
Satanás no nos atrape? Como veíamos hace un momento, necesitamos identificar
nuestras malas inclinaciones y corregirlas de inmediato. Pero ¿cómo pueden
afectarnos las malas tendencias? La Atalaya del 1 agosto de 1996, página 12,
párrafo 12, dice: ―Las acciones impuras no son espontáneas ni carecen de una
causa previa. Son el resultado de pensamientos corruptos que han estado latentes
en el corazón‖. Eso es lo que le pasó a Judas Iscariote. Él era un hombre que
seguramente tenía cualidades espirituales bien arraigadas. De hecho, cuando
Jesús lo eligió como apóstol, todo indica que no sabía que Judas lo traicionaría.
Más tarde, en el año 32, Jesús dijo a sus apóstoles: ―Uno de ustedes es
calumniador‖. Así que, para entonces, Jesús tal vez ya sabía que Judas sería el
traidor. Como hombre perfecto, es muy posible que Jesús pudiera ver lo que le
estaba pasando a Judas. La Biblia dice que ―Satanás entró en Judas‖. En otras
palabras, este hombre se había dejado dominar por sus deseos incorrectos y
ahora estaba listo para hacer la voluntad de Satanás. Pero antes de que eso
sucediera, tuvo que haber malas tendencias que Judas no corrigió. ¿Como
cuáles? Quizás era orgulloso y ambicioso; tal vez se hizo hipócrita y manipulador...
Algo en su interior no andaba bien y lo iba a llevar a ofender a Jehová. Judas no
desarraigó sus malas inclinaciones; es más, ni siquiera les dio importancia. ¡Y
miren lo que pasó! ¿Qué hay de nosotros? ¿Qué cosas estamos dejando que
ataquen nuestro corazón? En este momento quizás nuestras raíces espirituales
estén fuertes. Podemos llevar años en la verdad o haber servido en Betel por
mucho tiempo. O puede que seamos jóvenes y estemos sirviendo a Jehová con
muchas ganas. Pero todos tenemos pensamientos impropios y todos necesitamos
luchar contra ellos. Por ejemplo, quizás nuestra mente esté haciendo planes para
ver dónde tomar otro trago de alcohol. O, tal vez, el rencor hacia alguien esté
enredándose en nuestro corazón. Quizás alguien esté buscando la manera de ver
pornografía o sienta una atracción indebida hacia alguien del sexo opuesto. Si
algo así nos ocurre, ¿qué podemos hacer? Isaías 30:21 nos anima a escuchar la
voz de Jehová cuando nos dice: ―Este es el camino. Anden en él‖. No se deje
llevar hacia el camino de Satanás; mejor escuche a Dios. Jehová nos ha dado
muchas armas para luchar contra los deseos incorrectos que atacan el corazón.
Por ejemplo, nos ayuda por medio de su Palabra: tan solo piense en todos los
relatos bíblicos que pueden ayudarnos a combatir las malas tendencias, sin
importar cuáles sean. Además, Jehová nos da su espíritu santo. Y, en la
congregación, Jesús nos enseña a oír la voz de Jehová mediante la guía que da el
―esclavo fiel y discreto‖. Por eso, si le está costando vencer alguna mala
tendencia, pida ayuda antes de que Satanás lo atrape y lo convierta en su
marioneta.
Abran sus biblias, por favor, y vayamos a Colosenses 3:13. Analicemos este
versículo para ver qué es lo que Jehová espera de nosotros. Colosenses 3:13, ahí
dice: ―Continúen soportándose unos a otros y perdonándose liberalmente unos a
otros si alguno tiene causa de queja contra otro. Como Jehová los perdonó
liberalmente a ustedes, así también háganlo ustedes‖. El versículo nos da mucho
en qué pensar, ¿verdad?, facetas, tal vez, en las que tengamos que mejorar. Pero
¿vieron las dos cosas que tenemos que hacer? Bueno, si volvemos al
versículo, notamos que la primera es continuar soportándonos unos a otros y, la
segunda, perdonarnos liberalmente. Hablemos del primer punto: ―Continúen
soportándose unos a otros‖. ¿Cuál es la diferencia entre esta expresión y la
segunda? Pues, al parecer, esta expresión no hace referencia a pecados
graves, sino a cosas que hacen otras personas, que nos molestan, nos
irritan; no necesariamente tienen que ser cosas que estén mal, pero aun así nos
sacan de quicio. Pueden ser cosas pequeñas. ¿Cuáles te irritan a ti? Hablemos
con sinceridad... ¿Te molesta que alguien siempre llegue tarde? ¿O que
alguien siempre llegue temprano? ¿Te molesta que alguien siempre diga lo que
piensa? ¿O que alguien sea demasiado callado? Es increíble, ¿verdad? Hay que
ver las cosas que pueden llegar a irritarnos. Me acuerdo de un discurso que dio el
hermano Knorr allá por los años 70. Puso el ejemplo de una hermana que está en
la reunión y ve a otra hermana, nueva en la verdad, dando un comentario tras
otro. Eso la irrita tanto que piensa: ―¿Por qué no se calla un poquito?‖. Puede ser
que nosotros también nos hayamos sentido así en algún momento. Pero, si lo
pensamos bien, tal vez reconozcamos que nuestras quejas no son válidas, que
no tenemos una razón justificada para quejarnos, pero aun así nos irrita. ¿Verdad
que nos ha pasado? Qué cierta es aquella frase que dice: ―A veces el problema
no es la montaña, sino la piedrecita en el zapato‖. Con frecuencia, son esas cosas
pequeñas las que más nos sacan de quicio. Recuerdo que, hace años, cuando
servía en la sucursal de Samoa Occidental, vinieron muchos hermanos de otros
países para la construcción. Y uno en concreto tenía la costumbre de entrar por la
mañana al desayuno diciendo: ―¡Buenos días!‖, a todo el mundo. Aquello a
muchos les irritaba, y tal vez a ti también te habría molestado. Así que
imagínate lo contento que te pondrías si encontraras el texto de Proverbios
27:14, que se vierte así en una traducción: ―Un grito de ‗¡buenos días!‘ temprano
en la madrugada, ofenderá a tu vecino‖. Y estarás pensando: ―¡Qué cierto es
eso!‖. Pues la cuestión es que aquel hermano dejó de hacerlo después de leer
este texto (o de que alguien se lo leyera). Pero no siempre vamos a encontrar un
texto que nos dé la razón. Entonces, ¿qué hay que hacer? ¿Qué leímos en
Colosenses? ―Continúen soportándose unos a otros‖. ―Continúen‖, así que es
algo que tenemos que seguir haciendo. Eso nos lleva al segundo
punto: ―Perdonándose liberalmente unos a otros‖. Es interesante que, cuando uno
consulta otras traducciones en inglés de esta expresión, la mayoría la
vierten como la Versión del rey Jacobo, y dicen sencillamente: ―perdónense‖. Pero
la ―Traducción del Nuevo Mundo‖ incluye la palabra liberalmente. La razón es
porque aquí el original no usa la palabra griega más común para
perdonar. En este caso, denota generosidad, estar dispuesto a ir más allá de lo
que se espera de uno. La revista ―The Watchtower‖ ya usó en 1882 la
expresión ―perdónense unos a otros liberalmente‖, mucho antes de que
tuviéramos la ―Traducción del Nuevo Mundo‖. Así que esto nos recuerda que
no es solo cuestión de perdonar, sino de hacerlo con generosidad. Tenemos que
estar dispuestos a perdonar a otros incluso cuando creamos que no se lo
merecen. ¿Por qué deberíamos ponernos la meta de mejorar en esos dos
aspectos: soportarnos unos a otros y perdonarnos liberalmente? Bueno, las
razones las hemos escuchado muchas veces, ¿verdad? La primera es, claro
está, porque Jehová nos perdona a nosotros. Si vamos a Colosenses, en el
capítulo anterior, el capítulo 2, versículo 13, ahí se destaca esa idea. Dice, en el
capítulo 2, versículo 13: ―Además, aunque estaban muertos en sus ofensas y en el
estado incircunciso de su carne, Dios los vivificó junto con él. Bondadosamente
nos perdonó todas nuestras ofensas‖. Así es, Jehová nos ha puesto el
ejemplo. A veces uno pudiera tratar de encontrar excusas para no perdonar a
alguien. Pero ¿recordamos la parábola de Jesús del esclavo que debía muchísimo
dinero? Expresada en denarios, la deuda que tenía ascendía a 60 millones; todo
eso se le perdonó. Pero luego él fue y le exigió a otro esclavo que le pagara el
poco dinero que le debía. ¿Por qué le pediría aquello? Tal vez el hombre
pensaba: ―Bueno, sí, me han perdonado todo lo que debía, y estoy muy
agradecido, pero sigo sin dinero. Lo necesito, por eso le he pedido al otro
esclavo que me pague lo que me debe‖. Como vemos, si uno busca razones para
no perdonar, las va a encontrar, ¿verdad?, aunque no sean válidas, y no esté
siguiendo el ejemplo de Jehová. Pero, volviendo a Colosenses 3:13, ¿qué
dice?: ―Si alguno tiene causa de queja contra otro‖. Así que eso nos da una
idea de lo que tenemos que hacer. La segunda razón es que nosotros también
necesitamos que nos perdonen. Lo mismo que nos irrita o molesta de otros, a
veces es lo que nosotros hacemos. ¿Verdad que sí? Y cuánto nos duele que nos
digan: ―¿Te molesta lo que hace esa persona? ¿Y no te das cuenta de lo que
haces tú?‖. Es bueno recordar que nosotros también necesitamos que los demás
perdonen nuestros fallos. Otra razón es que perdonar mantiene la paz en la
congregación. ―La Atalaya‖ mencionó algo interesante al respecto. Dijo que, en
países donde nuestra obra está restringida o prohibida, muchos hermanos tienen
que reunirse en grupos pequeños. Y eso hace que conozcan bien los defectos y el
carácter de los demás. Cuando estamos en grupos pequeños, es más fácil que los
demás nos irriten. ―La Atalaya‖ mencionó que quienes tenemos la oportunidad
ahora de reunirnos en grupos grandes deberíamos aprender a soportarnos y verlo
como una preparación para cuando, más adelante, tal vez tengamos que adorar a
Jehová en grupos pequeños. De modo que es un buen entrenamiento que
contribuye a mantener la paz en la congregación. ¿Qué nos puede
ayudar? Bueno, hay varias cosas que podemos hacer. Una de ellas es la que
vemos en las referencias al margen de Colosenses 3:13, la de 1 Pedro 4:8. Ahí es
donde dice que debemos tener ―amor intenso unos para con otros‖, no solo amor,
sino ―amor intenso‖. Y esa palabra, intenso, significa ―muy fuerte‖ o, literalmente,
―que se extiende‖. Así que, cuando nos encontremos ante esas cosas que nos
irritan, que nos sacan de quicio, o con alguien que cometa un pecado contra
nosotros, ¿qué deberíamos recordar? ―Continúen soportándose unos a
otros‖. Continúen ―perdonándose liberalmente‖.
Al analizar el texto para hoy, surge una interesante pregunta: ¿cómo es que
podemos probar a Jehová? ¿Acaso no dijo Jesús que jamás deberíamos poner a
Jehová a prueba? Bueno, la respuesta a esta cuestión la dio la revista ―La Atalaya‖
en 1957, cuando dijo: ―Hay una manera incorrecta y una manera correcta de poner
a Jehová a prueba‖. Ahora bien, ¿cómo saber si estamos probando a Jehová de la
forma correcta? La clave es distinguir la diferencia entre tener fe y ser
tonto. La Biblia nos ayuda a comprender que existe una línea que separa la fe de
la tontedad. Hablemos primero de la forma correcta de probar a Jehová. Él nos ha
prometido que nos va a bendecir siempre y cuando hagamos lo que espera de
nosotros. Y cuando demostramos fe en esa promesa y lo obedecemos sin
dudar, lo estamos probando en el buen sentido. Por otro lado, si, por falta de
confianza, primero esperamos a que nos bendiga para entonces hacer lo que nos
pide, si nos quejamos por las cosas que Jehová ha permitido que nos pasen, si
tomamos riesgos innecesarios o si aparentamos ser obedientes cuando en
realidad no lo somos, entonces lo estamos poniendo a prueba de la manera
incorrecta. Así que, dicho de manera simple, probar a Jehová de la manera
correcta significa confiar en él, tener fe y obedecerle, incluso cuando no sea fácil
hacerlo. Ya hemos dicho que ponemos a prueba a Jehová como no debemos
hacerlo si, con actitud egoísta, nos quejamos por lo que ha permitido que ocurra
en nuestra vida, si hacemos cosas imprudentes o peligrosas —esperando que nos
rescate con un milagro— o si intentamos engañarlo fingiendo ser fieles por un
lado, pero portándonos mal por el otro. Además, ponemos a prueba su
paciencia cuando insistimos en que haga algo por nosotros que no está muy de
acuerdo con su voluntad. La verdad es que sería tonto hacer cualquiera de estas
cosas. ¿Qué puede ayudarnos a entender mejor este importante tema? Pensemos
en dos ejemplos. Primero, recordemos la ocasión en que Jesús le dijo al
Diablo: ―No debes poner a prueba a Jehová tu Dios‖. Leamos las palabras en las
que se basó Jesús para decir eso. Se encuentran en Deuteronomio 6:16: ―No
deben poner a prueba a Jehová su Dios, como lo pusieron a prueba en
Masah‖. ¿Y qué hicieron los israelitas cuando se encontraban en Masah, que
significa ―Prueba‖? Lo que se dice en Éxodo 17:7 nos ayuda a entender en qué
sentido pusieron los israelitas a prueba a Jehová. Éxodo 17:7 dice: ―De modo que
llamó el lugar por nombre Masah y Meribá, a causa del reñir de los hijos de
Israel y a causa de que pusieron a prueba a Jehová, diciendo: ‗¿Está Jehová en
medio de nosotros, o no?‘‖. ¿Qué fue lo que hicieron? En pocas
palabras, no confiaron en Jehová. Y, por esa razón, no fueron capaces de
entender que su Dios no los abandonaría para que murieran en el
desierto. Además, les faltó paciencia. ¡Querían que Jehová les diera las cosas
ya! Solo les importaba satisfacer sus propios deseos. ¡Qué impactante
lección!, ¿no les parece? Sin duda, les faltó fe. Pensemos en un segundo
ejemplo, en la ocasión en que los israelitas decidieron no entrar en la Tierra
Prometida. Si recordamos, ellos se desanimaron debido al informe negativo de
diez de los espías enviados por Moisés. Estaban tan molestos que querían
apedrear a los dos espías que dieron un buen informe. ¿Y todo por qué? Por la
falta de fe. Y cuando Jehová los castigó y les dijo lo que iba a ocurrir, ¿qué
decidieron hacer? Invadir la Tierra Prometida sin permiso, sin el apoyo
divino. ¿Y cuál fue el resultado? Sufrieron una derrota aplastante. ¡Qué forma de
actuar tan tonta! Este ejemplo nos ayuda a entender que, efectivamente, hay una
manera correcta —pero también una manera incorrecta— de poner a Jehová a
prueba. Además, es importante tomar en cuenta cómo se siente Jehová cuando lo
ponemos a prueba de manera indebida. Veamos lo que nos dice a este
respecto el libro de los Salmos. Vamos al Salmo 78:40, 41. Dice: ―¡Cuán a menudo
se rebelaban contra él en el desierto, lo hacían sentirse herido en el desierto
árido! Y vez tras vez ponían a Dios a prueba, y causaban dolor aun al Santo de
Israel‖. Sí, a los israelitas les faltó fe e hicieron cosas que irritaron o decepcionaron
a Jehová. Le causaron dolor. Por eso es tan importante que veamos la
diferencia entre la manera correcta y la incorrecta de probar a Jehová. En nuestro
caso, ¿cuáles serían algunas maneras incorrectas de probar a Dios? Pues bien,
no debemos exigirle ni ordenarle a Jehová que nos conceda favores
especiales. Tampoco debemos quejarnos con él porque no se han
cumplido nuestras expectativas. Además, no debemos correr riesgos
innecesarios. De hecho, hay hermanos encargados de ayudarnos a velar por la
seguridad, y es esencial que sigamos sus instrucciones. Puede que no siempre
sea fácil ver la diferencia entre tener fe y ser un poco tonto. Tal vez hayamos
pensado alguna vez: ―Jehová siempre me va a cuidar, no importa lo que
haga‖. Pero notemos lo que se publicó en un número de ―¡Despertad!‖
de 1953. El artículo se titulaba: ―No has de poner a Dios a prueba‖. En parte decía
que nos creeríamos ―muy importantes‖ si actuáramos ―como si nada pudiera
pasarnos porque estamos sirviendo a Jehová‖. Y advertía: ―No debemos
atrevernos a poner a Dios a prueba con acciones irracionales [...] [ni con
descuidos]. Sencillamente no podemos esperar que Dios nos proporcione
ángeles para guardarnos del mal y de accidentes a pesar de lo que hagamos o
dejemos de hacer‖. ¡Qué buen recordatorio!, ¿no les parece? A lo largo de mi
servicio misional, yo también tuve que aprender la diferencia entre tener fe y ser
tonto. En mis primeros años, llegué a hacer algunas cosas bastante
imprudentes, como saltar de un barco grande a uno más pequeño en alta mar sin
llevar salvavidas. En aquel tiempo, pensaba que eso era un acto de fe, pero ahora
lo veo de forma un tanto diferente. El asunto es que debemos estar muy
pendientes para saber distinguir entre actuar con fe y actuar con tontedad. Jesús,
tan sabio como era, supo ver dicha diferencia. Cuando estuvo aquí en la Tierra, su
vida corrió peligro en muchas ocasiones, pues sus enemigos, los fariseos y los
saduceos, siempre andaban buscando formas de matarlo. Pero él había venido
para servir a Jehová y hacer su voluntad, y tenía fe en que su Padre
no permitiría que lo mataran antes de tiempo. Sin embargo, cuando Satanás lo
tentó para que se luciera arrojándose desde la parte más alta del templo, ¿qué le
contestó Jesús? ―No debes poner a prueba a Jehová‖. Jesús tenía claro que hacer
eso sería tonto. De igual manera, cuando nosotros tengamos que tomar una
decisión, debemos asegurarnos de lo que Jehová quiere que hagamos. Él nos ha
prometido que, si lo obedecemos y ponemos el Reino en primer lugar, nos va a
bendecir. Y podemos estar seguros de que él cumplirá su promesa mientras
seamos obedientes. Pero jamás deberíamos pensar que podemos poner a prueba
a Jehová siendo negligentes o exponiéndonos al peligro
innecesariamente. En conclusión, antes de tomar decisiones, siempre pidámosle a
Jehová que nos permita ver si se trata de un acto de fe o de una tontedad.
Al meditar en el texto de esta mañana, recordé una experiencia que tuve hace
muchos años mientras servía como misionero. En aquel entonces, yo le daba
clases de la Biblia a un joven que estaba recibiendo capacitación para ser pastor
de su iglesia. Este joven llegó al punto de asistir a todas nuestras reuniones a la
vez que continuaba asistiendo a las de su iglesia. Como era de esperar, en su
iglesia les desconcertaba el hecho de que estuviera reuniéndose con los testigos
de Jehová, así que las autoridades administrativas enviaron a un misionero desde
el extranjero para que intentara corregir la situación. El joven me contó lo que
ocurrió. El misionero le preguntó: ―¿Qué es lo que te impresiona de los testigos de
Jehová?‖. A lo que dijo: ―Pues, entre otras cosas, que salen a predicar‖. El
misionero le contestó: ―Bueno, nuestra iglesia también puede hacerlo‖. Así que la
próxima vez que el misionero ofició un servicio religioso, con mucho entusiasmo y
convicción, les dijo a todos los miembros de la iglesia que debían salir a predicar.
También anunció la hora en que el grupo se reuniría para salir. El joven me dijo
que se juntó un buen número de personas. Solo faltó una. ¡Acertaron: el
misionero! Él pensó que bastaría con animar a los demás a predicar, sin que él
mismo tuviera que hacerlo. ¡Qué distinto el ejemplo de Jesús y el de nuestros
ancianos, quienes se esmeran por guiarnos en la obra de hacer discípulos!
Abramos nuestras Biblias y leamos una parte muy interesante. Es Hebreos 13,
versículos 7 y 17. Quiero destacar la bella traducción de estos dos versículos en
nuestra versión de la Biblia. El versículo 7 comienza diciendo: ―Acuérdense de los
que llevan la delantera entre ustedes‖. Y el versículo 17 menciona: ―Sean
obedientes a los que llevan la delantera entre ustedes‖. La mayoría de las
traducciones —modernas o antiguas— dicen ―sus líderes‖. Obviamente, el Comité
de Traducción de la Biblia del Nuevo Mundo tuvo en cuenta lo que Jesús dijo, a
saber, que ninguno de nosotros sería el líder y, aunque en el texto griego se
empleó una palabra diferente, no podíamos menos que verterla cuidadosamente
en inglés. La expresión ―llevar la delantera‖ es una traducción exacta y resume
bien el papel de un anciano. Nosotros no somos líderes, pero sí debemos dar un
buen ejemplo. Ahora bien, esa misma exactitud se refleja en las palabras de
nuestro Señor Jesucristo registradas en el capítulo 22 de Lucas. Y les interesará
saber que ese fue uno de los cambios en la edición revisada en inglés de la
Traducción del Nuevo Mundo. Ahora en Lucas 22:26 aparece la misma expresión
que en la carta a los Hebreos. Así que en español Lucas 22:26 diría algo como
esto: ―Pero ustedes no deben ser así. Más bien, que el mayor entre ustedes sea
como el más joven‖. Y noten: ―Y el que lleva la delantera —que es la misma
expresión empleada en la carta a los Hebreos— como el que ministra‖. Queda
claro que llevar la delantera significa participar en la obra, ser un ministro, alguien
que sirve a los demás. Esto también me hace recordar lo que ocurrió hace muchos
años mientras trabajaba con un equipo de traducción en Samoa, en el Pacífico
sur. Teníamos que elegir una palabra para transmitir con exactitud la idea de
―llevar la delantera‖. Los hermanos tenían 2 términos y querían determinar cuál era
el mejor. El primero era ta‘ita‘i, y el segundo, ta‘imua. Claro, ustedes no se
preocupen por recordar esas palabras. Como extranjero, yo no comprendía la sutil
diferencia entre ellas. Así que les pregunté a los hermanos: ―¿Cómo me
explicarían el significado de ambas palabras?‖. Uno de los hermanos era muy
elocuente. Me dijo: ―Bueno, imagínate una procesión, un desfile. Un ta‘ita‘i es el
anciano que se sienta a un costado del camino y grita a voz en cuello: ‗¡Deben
hacer esto, deben hacer lo otro!‘. En cambio, un ta‘imua va encabezando el
desfile; va al frente, y todos lo siguen‖. ¿Qué palabra creen ustedes que elegimos?
¿No resume muy bien esa anécdota lo que implica servir de anciano? No se trata
de sentarse a un lado del camino a levantar la voz para dar órdenes, sino de tomar
parte en la obra, de dar un buen ejemplo y motivar a otros a seguirlo. Esto
armoniza con la forma en que un léxico griego define esa expresión. Dice: ―La idea
de llevar la delantera implica explicar las distintas formas de hacer algo, definir
cómo hay que hacerlo y tomar la iniciativa en demostrarlo‖. Por otro lado, algunas
religiones consideran que el término ―anciano‖ no es más que un título. Quizás
ustedes hayan notado que algunos individuos se presentan así: ―Buenos días, soy
el anciano Jackson‖. Claro está, ninguno de nosotros quisiera pensar que ser
anciano es un título que otorga poder sobre los demás. Con eso en mente,
veamos otra diferencia sutil en el texto revisado de 1 Timoteo capítulo 3.
Busquemos 1 Timoteo 3:1. Estas palabras las conocemos bien —en particular si
hemos repasado los requisitos que debe reunir un anciano—, pero quizás no se
habían percatado de un cambio sutil que ahora forma parte del texto revisado. En
español diría más o menos así: ―Estas palabras son dignas de confianza: Si algún
hombre se está esforzando por llegar a ser superintendente, desea una obra
excelente‖. ¿Recuerdan que antes la versión en inglés de la Traducción del Nuevo
Mundo decía: ―Si algún hombre está procurando alcanzar un puesto de
superintendente, desea una obra excelente‖? Se notaba la influencia de la King
James Version (la Versión del Rey Jacobo) y de muchas otras traducciones. Pero
cuando leemos el resto del versículo, notamos que no es el puesto de
superintendente lo que se procura alcanzar, sino su labor. Sí, se refiere al trabajo
duro que debe desempeñar un superintendente. Un superintendente sabe que
debe trabajar duro para dar un buen ejemplo, de modo que otros lo sigan, en vez
de limitarse a decirles lo que tienen que hacer. Así que cuando vemos detalles
como estos en la Traducción del Nuevo Mundo, la valoramos aún más, ¿no es
cierto? Entonces, ¿qué nos ayuda a tener siempre presente el texto de esta
mañana? Que, como ancianos, hay algo que no debemos hacer: sentarnos a la
orilla del camino a dar órdenes; más bien, hay que llevar la delantera, ir al frente,
hacer el trabajo. De esa manera, otros seguirán nuestro ejemplo, tal y como
nosotros seguimos el de Jesús.
Geoffrey W. Jackson- Jesús cumplió la Ley (Mat. 5;43).txt
¿Alguna vez ha hablado con alguien en la predicación que cree firmemente en que
los Diez Mandamientos siguen vigentes? No es extraño que esto suceda, ya que
muchas personas —especialmente en el sur de este país— creen fervientemente
en los Diez Mandamientos. Incluso han surgido batallas legales acerca de si se
pueden erigir monumentos que exhiban los Diez Mandamientos en terrenos que
son propiedad del gobierno. Y, por supuesto, muchos creen que los Diez
Mandamientos se usaron como fundamento para la Constitución y las leyes de
muchos países. Entonces, un día alguien pudiera preguntarnos: ―¿Creen ustedes
que todavía estamos bajo los Diez Mandamientos?‖. Una respuesta diplomática
sería: ―Bueno, creo que todavía estamos bajo los principios detrás de los Diez
Mandamientos y bajo la ley del amor, ‗la ley del Cristo‘‖. Pero la persona podría
insistir y preguntarnos: ―¿Pero cree o no cree que los Diez Mandamientos sigan
vigentes?‖. Puede ser que, después de explicárselo con la Biblia, la persona se
sienta decepcionada y luego se ponga a pensar y asegure que sí hay un texto
bíblico que apoya su creencia. Busquemos en la Biblia el capítulo 5 de Mateo. Allí
encontramos el Sermón del Monte, que es de donde se ha tomado el texto de hoy.
La persona podría señalar lo que dicen los versículos 17 y 18: ―No piensen que
vine a destruir la Ley o los Profetas. No vine a destruir, sino a cumplir; porque en
verdad les digo que antes pasarían el cielo y la tierra que pasar de modo alguno
una letra diminuta o una pizca de una letra de la Ley sin que sucedan todas las
cosas‖. Tal vez, la persona nos diga que cree que la expresión ―cumplir‖ significa
―establecer de forma permanente‖. De hecho, algunas obras afirman que esa
expresión tiene que ver con un compromiso total. ¿Cómo podríamos ayudarla a
comprender el punto? ¿Qué respuesta le daríamos? Una opción es mostrarle una
serie de textos. Podríamos comenzar con Romanos 10:4, que dice: ―Cristo es el fin
de la Ley‖. Después leer Gálatas 4:4, 5, donde se explica que los que se hallaban
bajo ley fueron librados. O tal vez Efesios 2:15. Ahí se dice que se ―abolió‖ la Ley.
Pero si han intentado todo eso, quizás les haya sucedido lo mismo que a mí: la
persona está de acuerdo con esos versículos, pero dice: ―Esos textos no se
refieren a los Diez Mandamientos; se refieren a todas las demás leyes de la Ley
mosaica. Los Diez Mandamientos son eternos‖. Ahora, ¿cómo podemos razonar
con ellos? Bueno, regresemos al capítulo 5 de Mateo, a los versículos 17 y 18. Ahí
Jesús dijo: ―No vine a destruir, sino a cumplir‖. Podríamos preguntarle a la persona
qué idea le transmite la palabra cumplir. Puede que diga que cumplir significa
―establecer de forma permanente‖. En ese momento, podríamos mostrarle que, en
el mismo relato, Jesús habló de varios preceptos que recogía la Ley. Si vamos al
versículo 21, ¿qué encontramos? ―Oyeron que se dijo a los de la antigüedad: ‗No
debes asesinar‘‖. Sí, este es uno de los Diez Mandamientos. Es interesante que la
Biblia de estudio en inglés menciona que la expresión ―oyeron que se dijo‖ puede
referirse tanto a cosas que se declararon en las Escrituras Hebreas como a
enseñanzas de la tradición judía. Veremos a qué se refiere esto a medida que
vayamos leyendo. Notemos de qué habla el versículo 23. ―Por eso, si estás
llevando tu dádiva al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra
ti‖. Esto no forma parte de los Diez Mandamientos, ¿verdad? Más bien, habla de
ofrecer los sacrificios que estipulaba la Ley. Ahora veamos el versículo 27:
―Oyeron ustedes que se dijo: ‗No debes cometer adulterio‘‖. Este sí es uno de los
Diez Mandamientos. Pero leamos el versículo 31, allí Jesús dice: ―Además se dijo:
‗Cualquiera que se divorcie de su esposa, déle un certificado de divorcio‘‖. Este no
es uno de los Diez Mandamientos, ¿verdad? Sigamos leyendo. En el versículo 33
se dice: ―También oyeron ustedes que se dijo a los de la antigüedad: ‗No debes
jurar y no cumplir‘‖. Este tampoco es uno de los Diez Mandamientos. El versículo
38: ―Oyeron ustedes que se dijo: ‗Ojo por ojo y diente por diente‘‖. Otra vez, no es
de los Diez Mandamientos. Y ahora llegamos al versículo que hemos estado
analizando esta mañana. El versículo 43 dice: ―Oyeron ustedes que se dijo:
‗Tienes que amar a tu prójimo y odiar a tu enemigo‘‖. En la Biblia de estudio en
inglés hay una nota acerca de la expresión ―odiar a tu enemigo‖. Allí se explica
que este no era un precepto de la Ley de Moisés. Algunos maestros de la Ley
creían que, dentro del mandato de amar al prójimo, estaba implícito que se debía
odiar al enemigo. Así que este no era parte de la Ley de Moisés. ¿Pero qué
aprendemos de esto? Que alguien puede insistir en que, cuando Jesús habló
acerca de la Ley y usó la palabra ―cumplir‖, se estaba refiriendo únicamente a los
Diez Mandamientos. Pero, como ya vimos, Jesús no estaba hablando solo de los
Diez Mandamientos, ¿verdad? Habló de muchas leyes y hasta de la tradición oral.
Así que, si una persona creyera que la palabra cumplir significa ―establecer algo
para siempre‖, tendría que llegar a la conclusión de que la ley ―ojo por ojo y diente
por diente‖ también es para siempre. Pero lo que Jesús enseñó superaba a esa
ley y también a la ley de amar al prójimo, y odiar al enemigo. ¿Qué notamos aquí?
Que no podemos decir que las palabras de Jesús se refieren a establecer algo
para siempre. Entonces, ¿qué significa la expresión ―no vine a destruir, sino a
cumplir‖? Pongamos un ejemplo sencillo. Digamos que alguien firma un contrato
para construir una casa. ¿Qué supondría destruir el contrato? Quizás hacerlo
pedazos, quemarlo o deshacerse de él, pero definitivamente no significaría
construir la casa. Por otro lado, ¿qué tendría que hacer para cumplir el contrato?
Bueno, tendría que construir la casa. Pero una vez terminada la casa, el contrato
se ha cumplido. Y la persona no está obligada a construir vez tras vez la misma
casa. Quizás esta ilustración le ayude a alguien de corazón humilde a ver que,
cuando Jesús dijo: ―No vine a destruir, sino a cumplir‖, quería decir que su
propósito no era eliminar la Ley. En Gálatas 4 se menciona que él ―llegó a estar
bajo ley‖. Así que Jesús tenía que cumplir la Ley, hacer lo que esta mandaba.
Claro, otros versículos nos ayudan a entender que, una vez cumplida la Ley,
Cristo fue el fin de la Ley. Puede que a la persona todavía le cueste entender el
punto. Así que podríamos usar un último versículo. Está en la carta a los
Romanos, en Romanos 7:6, 7. El versículo 6 dice: ―Pero ahora hemos sido
desobligados de la Ley, porque hemos muerto a aquello por lo cual se nos tenía
sujetos, para que seamos esclavos en un sentido nuevo por el espíritu, y no en el
sentido viejo por el código escrito‖. Si paramos allí, quizás la persona diga
rápidamente: ―Ah, sí. Se refiere a la Ley que no incluye los Diez Mandamientos, a
todas las demás leyes, pero los Diez Mandamientos son eternos‖. Podemos
decirle: ―¿Podría leer el versículo 7?‖. Allí dice: ―Entonces, ¿qué diremos? ¿Es
pecado la Ley? ¡Jamás llegue a ser eso así! Realmente, yo no habría llegado a
conocer el pecado si no hubiera sido por la Ley; y, por ejemplo [...]‖. ¿Qué ejemplo
va a utilizar Pablo? Veamos: ―Por ejemplo, no habría conocido la codicia si la Ley
no hubiera dicho: ‗No debes codiciar‘‖. Está claro que ni el apóstol Pablo ni nuestro
Señor Jesucristo dividieron la Ley en dos partes, no separaron los Diez
Mandamientos de las demás leyes. Hoy aprendimos una buena manera de
responder a las personas que están firmemente convencidas de que los Diez
Mandamientos siguen vigentes. Después de esa explicación, quizás podamos
ayudarles a ver que lo que Jesús estaba enseñando eran los principios detrás de
las leyes. Además, enseñó que ―la ley del Cristo‖ implica amar a Jehová y a
nuestro prójimo, y seguir la guía de Jehová. Este tema les puede parecer muy
complicado para examinar a esta hora de la mañana. Pero ojalá lo recuerden la
próxima vez que alguien les pregunte: ―¿Creen que todavía están vigentes los
Diez Mandamientos?‖.
Geoffrey W. Jackson- Un mensaje que llega “hasta la parte más distante de la tierra” (Hech. 1;8).txt
Cuando leemos Hechos 1:8, nos imaginamos los retos que enfrentaron los
apóstoles en sus asignaciones, e imaginamos cuánto tuvieron que confiar en la
promesa de recibir poder y espíritu santo. De verdad lo necesitaban para predicar
―hasta la parte más distante de la tierra‖. En la historia del primer siglo figuran
cristianos —como el apóstol Pablo, Bernabé, Timoteo y otros— que literalmente
viajaron lo más lejos posible para llegar a numerosos territorios. Vayamos a la
Biblia, a la cita de Romanos 15:23, 24. Aquí se resume lo que pensaba Pablo al
respecto. Romanos 15:23: ―Pero ahora que ya no tengo territorio sin tocar en estas
regiones, y habiendo tenido por algunos años el anhelo de llegar a ustedes, [es
decir, a los hermanos en Roma] cuando viaje con rumbo a España, espero [...]
poder verlos‖. Pablo estaba muy interesado en cubrir territorios donde no se había
predicado. Podemos decir que lo mismo siente el pueblo de Jehová hoy, sea que
se trate de graduados de la Escuela de Galaad enviados al extranjero o de
misioneros que fueron a lugares remotos antes de que existiera dicha escuela.
También recordamos a hermanos que se han mudado a países con necesidad de
publicadores, a territorios no asignados o a lugares donde poca gente ha tenido la
oportunidad de escuchar el mensaje de la Biblia. ¿Verdad que nos anima
escuchar sobre ellos? Pero ¿qué les parece si esta mañana abordamos un
aspecto específico de la historia? Concretamente, el que apareció en La Atalaya
en marzo de 2016, en ―Preguntas de los lectores‖. Si recuerdan, se hablaba sobre
el valle de huesos secos del capítulo 37 de Ezequiel. Allí se explicó la restauración
gradual de la adoración verdadera y se dijo que se escuchaba un sonido como de
―traqueteo‖. La Atalaya mostró que, aun antes del tiempo del fin, hubo personas
fieles que se esforzaron por defender la adoración verdadera. Textualmente dice:
―Algunos trataron de producir biblias en los idiomas comunes‖. Consideremos
ahora el caso de algunos que vivieron menos de 100 años antes de que el
hermano Russell comenzara a publicar La Atalaya, y veamos cómo algunos
decidieron ir a países lejanos a fin de traducir la Biblia y ayudar a los habitantes de
esos lugares. Por ejemplo, allá en 1793, había un hombre llamado William Carey,
zapatero británico. A él le impresionaron las palabras de Mateo 28:19, 20. Estaba
convencido de que todos los cristianos tenían que predicar. Logró su objetivo de
llegar a la India. Allí se enfrentó a todo tipo de problemas: la muerte de su esposa
y de su hijo, y a agotadores trabajos en las plantaciones de añil. A pesar de todo,
en un plazo de 21 años y con la ayuda de otros, ¡pudo traducir algunas porciones
de la Biblia a 36 idiomas! Luego, en 1797, Henry Nott, un albañil originario de
Inglaterra, junto con otros voluntarios, llegó a Tahití. Cuatro de aquellos pasajeros
afirmaban ser pastores, pero carecían de preparación formal. Tampoco Henry Nott
era muy instruido: era solo un albañil con una educación básica. Pero su fe era tan
grande que decidió aprender hebreo y griego con la intención de traducir la Biblia
al tahitiano. Pronto aprendió esa lengua, y en 1835, luego de 30 años de traducir,
descansó la pluma: terminó el trabajo. Por cierto, él empleó el nombre de Jehová
tanto en las Escrituras Hebreas como en las Griegas. En 1807, Robert Morrison
tenía un enorme deseo de traducir la Biblia al chino. Se mudó a China. Pero al
llegar ahí, se enteró de que enseñar chino a extranjeros se castigaba con la
muerte. Por seguridad, no salió de su casa en 2 años, mientras aprendía el
idioma. Luego, cuando comenzó a traducir la Biblia, oyó que el emperador había
decretado la pena capital para todo el que imprimiera publicaciones cristianas.
Con todo, en 1819, Morrison completó su traducción de la Biblia. En 1812, Judson
—junto con su esposa— dejó su natal Norteamérica tan solo 2 semanas después
de su boda, y 1 año más tarde llegó a Birmania, hoy Myanmar. Estaba decidido a
traducir la Biblia al idioma local, difícil tarea, pues no había diccionarios ni
maestros de birmano. A pesar de eso, puso todo su empeño en aprenderlo. Pasó
un tiempo en prisión, atado con tres grilletes de hierro que le inmovilizaban todo su
cuerpo. Sin embargo, su mayor preocupación era lo que pasaría con el manuscrito
de la traducción de la Biblia que había enterrado en su casa. Pero su esposa logró
llevárselo a la prisión escondido en una almohada. Para 1835, este hombre ya
había logrado traducir la Biblia entera al birmano. Y la lista no solo incluye a
misioneros blancos, norteamericanos o ingleses. Muchos habitantes de las islas
del Pacífico, por ejemplo, algunos polinesios, se propusieron visitar otras islas
para difundir el mensaje de la Biblia. Allá por el año 1823, un polinesio llamado
Papeiha estaba resuelto a llevar el mensaje a Rarotonga, en las islas Cook. Viajó
por barco hasta la isla acompañado de dos matrimonios de misioneros extranjeros
de raza blanca. Al llegar a la playa, hubo un malentendido con un rey que estaba
ebrio. Allí los golpearon y les robaron sus pertenencias; a duras penas lograron
regresar al barco. Pero Papeiha estaba determinado a predicar a los isleños, así
que no se dio por vencido. Se dice que decidió regresar a la isla y exclamó: ―Ko
Jehova toku tiaki! Tei roto au i tona rima!‖, que significa: ―¡Jehová es mi pastor!
¡Estoy en sus manos!‖. Y tomó consigo un libro que contenía porciones de la Biblia
en tahitiano, saltó al agua, llegó nadando hasta la playa y comenzó a predicar a
los lugareños. No podemos menos que admirar ese gran entusiasmo. Las
condiciones que enfrentaron estos misioneros eran muy difíciles y rudimentarias.
En un país, los misioneros vivían en aldeas donde la gente todavía practicaba el
canibalismo, y en muchos casos, al morir el jefe, ejecutaban a sus esposas y las
sepultaban junto con él. Todos ellos tradujeron la Biblia en medio de
circunstancias tan difíciles como estas. En su mayoría, usaron el nombre de
Jehová tanto en la Biblia como en sus documentos personales. ¿Qué los
motivaba? ¿Qué los impulsó a llegar a partes tan distantes? Llama la atención lo
que un libro de historia sobre los misioneros en el Pacífico menciona: ―[Su] fe firme
en Jehová podía más que el temor y la desesperación‖. Nos deja en qué pensar
¿verdad? Al ver esto, nos preguntamos: ―¿Eran ellos ungidos?‖. La respuesta es:
―No lo sabemos‖. Lo que sí sabemos es lo que Jesús dijo. Según Mateo 13, habría
―hijos del reino‖ semejantes a trigo a lo largo de toda la historia. Y por lo que
hemos hablado hoy, esa afirmación no nos sorprende. Sin duda, en el futuro
sabremos si ellos eran ungidos o no. ¿Qué hay de nosotros hoy? ¿Significa todo
esto que debemos dejar Betel e ir hasta las partes más distantes de la Tierra?
Recordemos que en Hechos 1:8, Jesús se estaba dirigiendo a la gente que estaba
en Jerusalén. Y tomando eso como referencia, ustedes ya viven en las partes más
distantes de la Tierra. La conclusión es: sin importar lo que hagamos, sea que
podamos mudarnos a otros lugares o que sigamos predicando en nuestro
territorio, si imitamos el ejemplo de estos hombres fieles, nos aseguraremos de
llegar a personas que no han tenido oportunidad de escuchar la verdad, sea que
estén cerca o lejos.
Pablo dejó el siguiente consejo en Efesios 4:26, 27: ―Que no se ponga el sol
estando ustedes en estado provocado, ni dejen lugar para el Diablo‖. Sin embargo,
algunos hasta se han cambiado de congregación por guardar rencor y sentirse
ofendidos. ¿Qué puede provocar que guardemos rencor? Tal vez no hayamos
recibido algún privilegio que esperábamos o quizás pensemos que se nos ha
tratado injustamente o con severidad. Algunos también se resienten cuando son
objeto de críticas; sobre todo, si esto ocurre muy a menudo. Nosotros podemos
ayudar a otros a no guardar rencor si procuramos no decir cosas que lastimen y si
evitamos la costumbre de ―extraer la paja‖ del ojo de los demás. Pero ¿qué hay si
alguien nos ofende? Todos, en algún momento, hemos hablado sin tacto o nos ha
faltado amabilidad y, por eso, debemos perdonar. ¿No nos gustaría que otros nos
perdonaran cuando hablamos sin tacto? Todos pecamos con la lengua. Ahora, si
está resentido, no vaya hablando del asunto; acérquese solo a un amigo de
confianza. De lo contrario, sus comentarios pueden dividir a la congregación o a la
familia. Veamos lo que dice la Biblia al respecto en Proverbios 17:9. Dice: ―El que
encubre la transgresión busca amor, y el que sigue hablando de un asunto separa
a los que se han familiarizado entre sí‖. El espíritu santo puede ayudarnos a
perdonar. Pero si le cuesta trabajo perdonar y olvidar, entonces hable con la
persona que lo ofendió. Guardar rencor puede conducirnos a cometer pecados
graves. Hay varios ejemplos bíblicos de esto: Caín se dejó llevar por el rencor y
asesinó a Abel. Los hermanos de José le guardaron rencor por los sueños que
tuvo y porque era el preferido de su padre; algunos hasta trataron de matarlo. En
cambio, José no se quedó resentido con sus hermanos. Debido a que Jacob
recibió la bendición de primogénito, Esaú desarrolló un rencor asesino contra él;
de hecho, hasta pensó en matar a Jacob después de la muerte de su padre.
Cuando Juan denunció el adulterio de Herodías, ella le guardó tanto rencor que
logró que lo asesinaran. Por supuesto, en la Biblia también encontramos buenos
ejemplos. Job oró por sus tres compañeros a pesar de que lo habían tratado muy
mal. En lugar de quedarse resentido, oró a favor de ellos. Jonatán no guardó
rencor cuando se enteró de que David heredaría el trono; ¡y eso que David era
unos 30 años menor que él! Pedro no le guardó rencor a Jesús cuando lo llamó
―Satanás‖ o ―resistidor‖. Y Pedro tampoco se resintió con Pablo cuando lo
reprendió en público; al contrario, siguió expresándole su cariño. Marta no le
guardó rencor a Jesús después de que él la corrigiera por estar más atenta a
preparar la comida. Juan Marcos tampoco se quedó resentido cuando Pablo no lo
quiso llevar a una gira misional. Más bien, siguió activo en su ministerio
acompañando a Bernabé. ¿Y qué hay si dejáramos de hablarle a alguien, es decir,
si le aplicáramos la ―ley del hielo‖? Eso sería poner una barrera a la comunicación.
A veces el ofendido deja de hablar con la otra persona para castigarla. Sin
embargo, La Atalaya del 15 de septiembre de 2006, página 23, párrafo 16, dijo:
―Es posible que no siempre lo haga para castigar a su pareja, sino porque se
siente demasiado frustrado o desanimado‖. Así que alguien podría dejar de hablar
por depresión o porque no sabe qué decir y no necesariamente por guardar
rencor. Hay quienes son muy directos y suelen ofender a los demás. Proverbios
12:18 dice: ―Existe el que habla irreflexivamente como con las estocadas de una
espada‖. Comunicarse no es hablar por hablar. La comunicación es hablar con
amor. Aun cuando alguien no tenga la intención de ofender, si habla sin pensar o
exagera las cosas, puede lastimar a otros. Si alguien nos lastimara con un cuchillo
literal —aunque fuera sin intención—, de todos modos nos dolería ¿verdad? Así
que deje de hablar con rudeza. El habla severa ofende de verdad, y esa es la pura
realidad. El habla severa es como una tormenta; el habla amable, como una brisa.
El habla severa es como un concierto de rock; el habla amable, como música
tranquila. El habla severa es como una gran avalancha; el habla amable, como
suaves y hermosos copos de nieve. El habla severa es como volcar un cubo de
agua sobre una flor recién plantada; el habla amable, como una refrescante
llovizna. Por lo tanto, seamos hombres y mujeres amables. También es muy
importante la forma en que decimos las cosas. La mayoría de nosotros
conocemos bien las palabras que Pablo escribió en Colosenses 4:6, donde dice:
―Que su habla siempre sea con gracia, sazonada con sal, para que sepan cómo
deben dar una respuesta a cada uno‖. Esfuércese por desarrollar un tono de voz
agradable y seleccionar bien sus palabras. Y cuando le dirijan palabras poco
amorosas, resista el impulso de responder con sarcasmo o alzando la voz.
Aunque, como dijo La Atalaya hace tiempo: ―Hasta los susurros pueden ser
ofensivos si pretenden irritar o humillar‖. Evite expresiones hirientes como ―no te
importo‖ o ―nunca me escuchas‖. A algunos les gusta discutir porque así es su
personalidad o así los educaron. Expresar de manera impulsiva nuestras
opiniones o sentimientos pudiera lastimar a los demás. Un diccionario en inglés
dice que hablar imprudentemente significa hablar por impulso y sin pensar en
cómo pueden reaccionar los demás. Así que asegurémonos de que nuestra mente
esté funcionando antes de utilizar la boca. ―Si siente que está a punto de explotar,
diga que necesita un momento y aléjese para calmarse. Puede irse a otro lugar de
la casa o dar un paseo hasta que se haya calmado. No confunda esto con negarse
a hablar‖. Esta es una cita de la revista ¡Despertad! de diciembre de 2015. Así que
no se deje vencer por el rencor, pues cuando el rencor permanece, uno se
endurece. También podríamos decir que el rencor es un ladrón que nos roba la
paz mental. Es como el óxido que corroe la carrocería de un auto que por fuera se
ve impecable, pero bajo la pintura tiene un serio problema. El amor nos protege
contra el resentimiento y el rencor, tal como un techo nos protege de la lluvia.
Además, ―el amor nunca falla‖. Y demostramos nuestro amor a Jehová mediante
el amor que les tenemos a nuestros hermanos. Escuchen esta impactante
advertencia que encontramos en Perspicacia, volumen 2, página 1188: ―Dios
condena a la persona que guarda rencor o busca venganza personal por males
reales o imaginarios cometidos contra él o contra otros‖. Esto es un asunto serio
porque podríamos entristecer el espíritu santo. Recuerde que debemos perdonar a
los demás. Eso es lo que la Biblia nos enseña en Levítico 19:18 cuando dice: ―No
debes tomar venganza ni tener rencor contra los hijos de tu pueblo‖. Pero ahí no
termina el asunto; lo que sigue diciendo el versículo también es muy importante:
―Y tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy Jehová‖. De manera que
―el amor nunca falla‖ porque nos permite superar cualquier situación que nos lleve
a guardar rencor contra los demás.
El texto de hoy destaca que estamos en guerra con Satanás. La guerra se define
como ―una relación de hostilidad entre dos bandos enemigos que hacen todo lo
posible por conquistarse o destruirse el uno al otro‖. Y el contexto del texto de hoy,
1 Pedro 5:8, habla sobre el tipo de enemigo que tenemos: ―un león rugiente‖ que
trata de devorar a alguien. Y la expresión ―rugiente‖ transmite la idea de una bestia
muy muy hambrienta. Hermanos, es un enemigo real. Y eso se ve claramente en
las palabras que Jesús usó en la oración del padrenuestro. En Mateo 6:13, él dijo:
―No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos [o, como dice la nota,
―rescátanos‖] del Maligno‖. Si buscamos ese mismo versículo en otras Biblias,
como la Biblia de Jerusalén o la Reina-Valera, veremos que esas versiones dicen:
―Líbranos del mal‖. Pero pensemos por un momento: ¿estaba Jesús hablando del
mal? ¿No es cierto que eso es más impersonal, que no transmite la idea de un
enemigo real? Jesús sabía que el Diablo es alguien real, que es un enemigo de
verdad. El Diablo es despiadado. Es feroz y no tiene compasión. Lo que hace es
atrapar a la persona y seducirla para que haga algo malo a los ojos de Jehová.
Entonces la persona se siente aplastada por la culpa. Y ahí es cuando vuelve el
Diablo y machaca a la persona para hacerla sentir todavía más culpable por haber
fallado. ¿Cómo nos enfrentamos a un enemigo tan poderoso? Bueno, en una
guerra hay soldados. Así que usemos una expresión que usó el apóstol Pablo
para describir nuestra situación. Vamos a abrir nuestra Biblia, por favor, en la
segunda carta a Timoteo, 2 Timoteo 2. Y vamos a leer los versículos 3 y 4, y a
hablar un poco de cómo ser un soldado. ¿Ya lo tienen? Dice: ―Como buen soldado
de Cristo Jesús, acepta las dificultades que tengas que sufrir‖. Y el versículo 4
sigue diciendo: ―Ningún soldado se envuelve en los asuntos comerciales de la vida
si quiere agradar a quien lo reclutó‖. Nos convertimos en soldados de Cristo
cuando aceptamos que mediante su sacrificio Jehová nos ha salvado y cuando le
prometemos a Jehová que le vamos a servir por toda la vida. Nos convertimos en
soldados y, como soldados, sabemos que las cosas no van a ser fáciles.
Tendremos problemas y pruebas. Pero el objetivo de un buen soldado es
permanecer leal a sus superiores, a los que le dan las órdenes. Como ya dijimos,
no va a ser fácil, nada fácil. Pero hemos elegido ser soldados de Cristo. Un buen
soldado, como este soldado leal del que habla Pablo, es muy diferente de un
mercenario. Un mercenario es alguien al que le pagan para pelear, pero en
realidad no siente pasión por la causa. Solo lo han contratado. Lo que hace, lo
hace por dinero o lo que sea que le vayan a dar. Nosotros no somos mercenarios.
Nosotros estamos completamente entregados a la causa. Estamos dedicados a
Jehová y somos leales a Cristo. Somos buenos soldados: leales e íntegros. Otro
detalle sobre los soldados es que se les puede identificar por los uniformes y las
armas que llevan. Gracias a eso, los soldados pueden ver claramente quién lucha
en su bando y quién lucha en el bando enemigo en medio de la batalla.
Se distinguen por lo que llevan puesto. Hoy también hay una clara diferencia entre
los soldados de Satanás y los soldados de Cristo. Eso es algo fácil de ver. Pero
no solo son enemigos, sino que son muy diferentes en su aspecto, su manera de
pensar, de sentir y de actuar. Todo esto nos hace pensar en el gran contraste que
hay entre ―las obras de la carne‖ y ―el fruto del espíritu‖ que se mencionan en
Gálatas 5. Hay una diferencia enorme ―entre el que sirve a Dios y el que no le
sirve‖. Y, a ver, pensemos: ¿qué armadura es la que llevamos puesta? Efesios 6
dice: ―Pónganse la armadura completa que Dios da‖. Así que nuestra armadura es
de Dios. No usamos ni las tácticas ni los métodos del Diablo. No, se ve de lejos
que somos soldados de Cristo. Y aquí no hay zonas grises. O estamos de un lado,
o estamos del otro. Es así, no hay más. Por ejemplo, imagínate que eres un
soldado y que estás de guardia. Ya es de noche. Ves que alguien se acerca y
gritas: ―¡Alto! ¿Quién anda ahí? ¿Amigo o enemigo?‖. Y contesta: ―Las dos cosas‖.
Eso es un enemigo. No se puede estar en los dos bandos. ¿Qué más nos
convierte en buenos soldados en esta guerra? Vamos a abrir la Biblia en
Filipenses, capítulo 1, Filipenses 1. Y aquí vamos a hablar un poco de la unidad y
de trabajar juntos, en paz. Porque un ejército debe estar unido. Filipenses 1:27
dice: ―Solo que pórtense de una manera digna de las buenas noticias acerca del
Cristo, para que, sea que yo vaya a verlos o esté ausente, oiga de ustedes y sepa
que se mantienen firmes con un mismo espíritu, con una misma alma [o, como
dice la nota, ―con un mismo propósito‖], luchando lado a lado por la fe de las
buenas noticias y sin tenerles ningún miedo a sus adversarios. Esto mismo es
prueba de que ellos serán destruidos pero ustedes salvados, y esto proviene de
Dios‖. Sabemos que es muy importante estar unidos, trabajar hombro a hombro,
lado a lado. Ahora, una de las tácticas del Diablo es tratar de dividirnos. Quiere
vernos separados, que nos peleemos entre nosotros. Esta es una estrategia de
guerra muy efectiva. Hasta Jehová la usó contra sus enemigos, ¿se acuerdan?
En 2 Crónicas 20:20-23, se describe el ataque de Ammón, Moab y la región
montañosa de Seír contra Judá. ¿Y qué hizo Jehová? Sembró el caos. Empezaron
a atacarse y matarse entre ellos. El Diablo usa la misma estrategia para sus
malvados fines. ¿Cómo? Si él logra que nos llevemos mal, que nos tratemos como
enemigos, habrá conseguido su objetivo. De hecho, recuerden lo que dice Efesios
4:26, 27 sobre llevarnos bien: ―Cuando se enojen, no pequen; no dejen que se
ponga el sol estando todavía enojados. No le den ninguna oportunidad al Diablo‖.
Y cuando él ve algún desacuerdo, o algún conflicto, le echa leña al fuego.
No perdamos de vista quién es nuestro enemigo. Los hermanos pueden
decepcionarnos, sacarnos de quicio y a veces hacernos daño, porque son
imperfectos. Pero ellos no son el enemigo. El Diablo y sus ejércitos, ellos sí son el
enemigo. Así que no nos pongamos a pelear con quien no debemos. Recordemos
que los hermanos están de nuestro lado. Por otra parte, también leímos en el texto
de Filipenses que no debemos tener miedo. ¿Y recuerdan qué era lo que tenían
que hacer los soldados israelitas cuando tenían miedo? Deuteronomio 20:8 dice:
―Los oficiales también deben preguntarle al pueblo: ‗¿Hay alguien que tenga miedo
y esté desanimado? Que vuelva a su casa, para que no haga que sus hermanos
se desanimen como él‘ ‖. Lo que hacen otros nos afecta. Imagínate que estás en
el ejército de Josué, listo para la batalla. Y junto a ti hay otro soldado. Y justo antes
de salir llega y te dice: ―¡Vamos a morir todos! No vamos a volver. Despídete de tu
familia. Se acabó‖. O diga: ―Yo no sé si Jehová va a ayudar a Josué como ayudó a
Moisés, ¿eh?‖. ¿Se imaginan? ¡Qué horrible! Era mejor que alguien así se
quedara en casa. Con esa actitud, solo iba a desanimar a los demás. Pero
nosotros tenemos compañeros positivos, valientes, que confían en Jehová.
Y tenemos los ejemplos de la Biblia, y los actuales, como nuestros hermanos de
Rusia. Como soldados de esta batalla, sabemos cuáles son las tácticas de
Satanás. Pero, ojo, él nos estudia y conoce nuestros puntos débiles. La Atalaya
del 1 de septiembre del 88 publicó el artículo ―Estén firmes contra las
maquinaciones de Satanás‖. Allí decía que el Diablo conoce bien nuestras
debilidades. ¿Y nosotros? Si no las conocemos y no las corregimos, seremos
presa fácil del Diablo. Para eso hace falta ser humildes, sinceros con nosotros
mismos, realmente querer cambiar. Si no, estamos perdidos. Uno tiene que
preguntarse: ―¿Cuáles son mis debilidades? ¿Las conozco? ¿Las corrijo?‖. Con la
ayuda que nos da Jehová, podemos ganar esta batalla. 1 Pedro 5:10 dice que
Jehová terminará nuestro entrenamiento; él nos hará firmes, él nos hará fuertes.
Con él podemos ganar. Así que, hermanos, seamos buenos soldados de Cristo,
confiemos en Jehová y ganemos la batalla contra el enemigo, el Diablo.
Harold Corkern- Imitemos a Jesús (Juan 2;25).txt
No cabe duda de que Jesús fue el Gran Maestro, por muchas razones. Una de
ellas es que realmente entendía a las personas con las que trataba; sabía lo que
pensaban y sentían. Dios le había dado la capacidad de leer los corazones.
Además, tenía otras cualidades que su Padre también le había dado: perspicacia,
discernimiento, entendimiento y sabiduría. La combinación de todas estas
aptitudes hizo que fuera un maestro sobresaliente. Claro, nosotros no podemos
leer los corazones, pero podemos imitar a Jesús al desarrollar cualidades que nos
ayudarán a ser más eficaces al ayudar a otros. Por ejemplo, la perspicacia, ¿cómo
la definiríamos? Es la aptitud de ver más allá de lo obvio, de actuar con prudencia
o de lograr éxito. Implica no solo ver lo superficial, sino ahondar en el asunto.
Se relaciona con el entendimiento. El entendimiento es la capacidad de distinguir
los distintos componentes de un asunto o una situación. Sin embargo, la
perspicacia va más allá. Implica el conocimiento inteligente de la razón. Es decir,
responde a la pregunta: ¿Por qué? ¿Por qué sucede esto? ¿Por qué pienso que lo
que voy a decir es lo mejor que puedo decir? También está relacionada con el
discernimiento, o sea, tener buen juicio, notar las diferencias, ser capaz de ver que
lo que parece una cosa es en realidad otra. También nos ayuda a identificar el
problema o las necesidades reales de una persona. Ahora bien, para entender lo
útil que es demostrar estas cualidades, vamos a suponer que alguien de tu
congregación se te acerca y te dice: ―Me cuesta muchísimo controlar mi carácter.
Me enojo muy fácilmente‖. Entonces, de inmediato podrías pensar, y con razón:
―Bueno, me sé unos cuantos textos bíblicos que te podría citar para ayudarte a
controlar el enojo, dominar la lengua y no decir cosas malas‖. Y está muy bien. Sin
embargo, ¿es eso lo que haría un maestro o un buen consejero? Quizás
preguntaría: ―¿Por qué? ¿Por qué te enojas tanto? ¿Puedes identificar la razón?
¿Te sientes bien? ¿Has descansado lo suficiente? ¿Hay algo en el trabajo, la
escuela, la congregación o en casa que lo está provocando?‖. Y luego, después
de hallar la razón, podemos citarle los textos bíblicos más apropiados y darle el
mejor ánimo posible. ¿Y cómo adquirimos cualidades como la perspicacia, el
discernimiento o el entendimiento? Bueno, todas provienen de Jehová, ¿verdad?
El Salmo 32:8 dice: ―Te haré tener perspicacia, y te instruiré en el camino en que
debes ir‖. Jehová hace esto a través de su Palabra y su organización. Jeremías
3:15 menciona: ―Les daré pastores de acuerdo con mi corazón, y ellos [...] los
apacentarán con conocimiento y perspicacia‖. Por lo tanto, es una bendición
contar con la Palabra de Jehová y con ―el esclavo fiel y discreto‖, que nos ayudan
a desarrollar estas cualidades. ¿Cómo lo hacen? Abran sus biblias, por favor, en
el Salmo 119, y leamos el versículo 99. Salmo 119:99 dice: ―He llegado a tener
más perspicacia que todos mis maestros, porque tus recordatorios me son de
interés intenso‖. Fíjense en que el salmista no dijo: ―Puedo citar más textos que
nadie y puedo responder todas las preguntas difíciles de la Biblia, sin ningún
problema‖. No, en este contexto, dijo: ―He llegado a tener más perspicacia‖, como
si dijera: ―Jehová me ha ayudado a entenderme mejor a mí mismo y también a los
demás, para ayudarlos‖. Entonces, ¿cómo podemos poner esto en práctica? Bien,
recordemos a nuestro ejemplo, Jesús. Pensemos en su forma de tratar a las
personas: era cariñoso, amable, afectuoso, compasivo y empático. Cuando
alguien se comporta así con quienes trata de ayudar, ellos se sienten cómodos y
están más dispuestos a explicar lo que les pasa. Con este método, Jesús lograba
ponerse en el lugar de los demás, es decir, mostrar empatía y compasión. Así lo
hizo con Marta y María tras la muerte de Lázaro. Como vemos, para ser
perspicaces, debemos lograr que los demás se sientan cómodos cuando estén
con nosotros. ¿Qué más podemos hacer para descubrir lo que piensa una
persona? No podemos leer su corazón. Ahora bien, abramos la Biblia en
Proverbios, capítulo 20. Leamos juntos el versículo 5: ―El consejo en el corazón
del hombre es como aguas profundas, pero el hombre de discernimiento es el que
lo sacará‖. ¿Y cómo se logra esto? La persona sabia usa preguntas. Busca
conocimiento, recoge información, de acuerdo con Proverbios 15:14. Allí se dice
que el sabio, el entendido, ―busca el conocimiento‖. No responde hasta que tiene
toda la información. Pregunta con tacto y respeto. No insiste hasta el punto de
avergonzar al otro. Se da cuenta de que, haciendo preguntas bruscas, demasiado
directas, puede obtener una respuesta, pero también puede lastimar mucho (sobre
todo si con ellas insinúa, sin pruebas, que la otra persona hizo algo malo). Este
tipo de preguntas pueden causar heridas profundas, como dice Proverbios 12:18:
―Existe el que habla irreflexivamente como con las estocadas de una espada‖.
Hagamos preguntas relevantes, de forma respetuosa y amable, y luego
escuchemos la respuesta. Según Santiago, debemos ser prestos para escuchar,
lentos para hablar y no reaccionar exageradamente a lo que nos puedan decir.
Es como haberle preguntado: ―¿Cómo te sientes? Dime, por favor‖. O ―¿qué está
pasando?‖. No podemos enojarnos por lo que nos responda, porque le hemos
preguntado. Así que es momento de callar. Si hacemos una pregunta importante,
con tacto, también debemos recordar lo que dice Eclesiastés 3:7, que hay ―tiempo
de callar y tiempo de hablar‖. Ahora bien, no hablar de más también nos ayuda en
otro sentido, porque Proverbios 10:19 dice: ―En la abundancia de palabras no deja
de haber transgresión, pero el que tiene refrenados sus labios está actuando
discretamente‖. Entonces, debemos tener cuidado con lo que decimos,
especialmente si no tenemos toda la información. Primero necesitamos hacer
preguntas bien pensadas para tener el cuadro completo, y luego podremos prestar
ayuda. Y, cuando nos cuenten algo, debemos tener cuidado de no reaccionar de
forma exagerada. Así demostraremos tener perspicacia y discernimiento. Veamos
una historia que ilustra esto: un matrimonio cristiano se dio cuenta de que su hija
no quería pasar tiempo con la familia. Se aislaba y quería estar sola. Entonces, se
acercaron a ella con cariño para ver qué le estaba sucediendo, pero ella no les
decía nada. Los padres insistieron con bondad y con calma. Un día, la madre
entró en el cuarto de su hija, se sentó junto a ella, la abrazó y le dijo: ―Hija, dime,
¿qué te pasa?‖. Ella respondió: ―Mamá, la verdad es que siento que a la familia
no le gusta estar conmigo. Así que prefiero estar sola‖. La madre me contó que lo
primero que pensó fue: ―¡Eso es ridículo!‖. Pero se contuvo y la escuchó.
Entonces, su hija le abrió su corazón, y las cosas mejoraron. La familia hizo
algunos cambios y, con el tiempo, esta muchacha comenzó a servir a tiempo
completo. Pero... pensemos un momento. ¿Qué hubiera pasado si la madre
no hubiese tenido discernimiento y perspicacia cuando su hija le contó el problema
y sí le hubiera dicho que eso era ridículo? ¿Qué habría pensado la hija? ―¡Ah!,
ahora creen que soy tonta y que soy una ridícula. Eso me ayuda mucho. Muchas
gracias. Ahora tengo más ganas que nunca de estar con mi familia‖. Bueno, pudo
haber sucedido así. Pero esta historia nos muestra que, cuando escuchamos y
no reaccionamos de forma exagerada, llegamos a conocer lo que la persona
piensa y siente, y así podemos ayudarla mejor. Como Cristo, queremos saber qué
hay en el corazón de las personas para ayudarlas correctamente. Lo haremos si
confiamos en la perspicacia y el discernimiento que nos da Jehová, somos
comprensivos, cariñosos y amables, y hacemos preguntas prudentes para
descubrir cuál es el problema real, y usar así los textos bíblicos más apropiados
para ese caso.
Harold Corkern- Oremos para conseguir “la paz de Dios” (Filip. 4;7).txt
El texto de hoy resalta el profundo efecto que tienen en nosotros las oraciones
sinceras, desde el corazón. Claro, solo hablar con Dios no necesariamente es
orar. En los capítulos 3 y 4 de Génesis encontramos el diálogo que tuvo Adán con
Jehová poco después de haber pecado. Y difícilmente podría decirse que Adán
estaba orando en ese momento. ¿Por qué? Porque para orar, necesitamos
mostrar confianza, respeto, humildad y devoción, así como reconocer que
dependemos de aquel a quien dirigimos la oración. Para ver por qué es tan
importante mostrar confianza en Dios y mejorar la calidad de nuestras oraciones,
analicemos lo que dice al respecto Salmo 91:1, 2. Leamos el versículo 1:
―Cualquiera que more en el lugar secreto del Altísimo se conseguirá alojamiento
bajo la mismísima sombra del Todopoderoso‖. Ese ―lugar secreto‖ es un lugar
simbólico donde Jehová nos brinda protección espiritual y nada ni nadie puede
arrebatarnos la fe o el amor por Jehová. Es secreto porque los incrédulos no
pueden descubrirlo, o entenderlo. Pero ¿cómo podemos encontrarlo nosotros? El
versículo 2 explica: ―Ciertamente diré a Jehová: ‗Tú eres mi refugio y mi plaza
fuerte, mi Dios, en quien de veras confiaré‘‖. Así que la clave para entrar en ese
lugar secreto y conseguir la paz de Dios es que seamos humildes y tengamos
confianza en Jehová. El texto dice: ―Tú eres mi refugio y mi plaza fuerte‖; no dice
nuestro. De modo que cada uno, en lo individual, debe demostrarle su confianza a
Jehová. Ahora bien, ¿verdad que todos le agradecemos mucho a Jehová por
escucharnos? Estamos seguros de que es así por lo que dijo David en el Salmo
69. Mientras leemos, quisiera que se pregunten: ―¿Alguna vez he sentido algo
parecido a lo que describe David aquí?‖. Él se sentía muy presionado y
angustiado, por eso escribió lo que dice Salmo 69:20: ―El oprobio mismo ha
quebrantado mi corazón, y la herida es incurable. Y seguí esperando que alguien
se condoliera, pero no hubo nadie; y consoladores, pero no hallé ninguno‖. ¿No es
cierto que, a veces, ni otros cristianos ni nuestros familiares ni siquiera los amigos
íntimos pueden darnos la ayuda que necesitamos? ¿Por qué será? Bueno, tal vez
están tan atareados con sus propios problemas que no tienen tiempo de fijarse en
los nuestros. Además, a todos nos afectan las cosas de manera distinta. Es decir,
lo que le causa gran estrés a una persona pudiera no ser tan grave para otra. Y si
vemos a alguien luchando con situaciones que para nosotros no son la gran cosa,
quizás no podamos comprender lo que siente. Por otro lado, el versículo 33 del
mismo Salmo dice: ―Porque Jehová está escuchando a los pobres, y realmente no
desprecia a sus propios prisioneros‖. A veces pudiéramos sentirnos prisioneros de
las circunstancias o de nuestros sentimientos o emociones y tal vez nos sintamos
como atrapados. Quizás otros no nos entiendan ni nos puedan ayudar. Pero
fíjense en las reconfortantes palabras de 2 Crónicas 6:29, 30. Allí leemos la
oración que hizo Salomón cuando se dedicó el templo. El versículo 29 dice: ―Sea
cual fuere la petición de favor que se haga de parte de cualquier hombre o de todo
tu pueblo Israel —porque ellos conocen cada cual su propia plaga y su propio
dolor—; cuando él realmente extienda las palmas de las manos [...]‖. Así que
Jehová nos comprende como nadie más puede hacerlo. ¿Cómo lo sabemos? El
versículo 30 dice: ―Entonces dígnate oír tú mismo desde los cielos, el lugar de tu
morada, y tienes que perdonar y dar a cada uno conforme a todos sus caminos,
porque tú conoces su corazón (porque solo tú mismo conoces bien el corazón de
los hijos de la humanidad)‖. Entonces, aunque nuestros amigos se preocupen y
traten de ayudarnos, no pueden entender todo lo que sentimos, lo que pensamos
ni cuánto nos afecta una situación... pero Jehová sí. Él nos comprende por
completo, y eso nos reconforta y nos impulsa a confiar en él. Pero confiar en
Jehová implica mucho más. Mateo 6:33 dice: ―Sigan, pues, buscando primero el
reino y la justicia de Dios, y todas estas otras cosas les serán añadidas‖. Aquí se
nos invita a confiar en que Jehová se encargará de darnos lo que necesitamos,
como siempre lo hace. Pero, en este contexto, podríamos caer en un error:
cuando una persona es tranquila, segura de sí misma, tiene habilidades naturales,
viene de una familia estable, tanto emocional como económicamente, pudiera
sentirse inclinada a pensar: ―Sí, yo confío en Jehová, pero sé que esto puedo
hacerlo solo‖. Bueno, a veces hemos oído a algunos expresar algo parecido
cuando reciben una nueva asignación o se les envía a servir de precursores
regulares o dejan Betel por una buena razón y, ahora, tienen que conseguir un
trabajo seglar. Quizás hayan escuchado algo como esto: ―Les va a ir bien porque
tienen un oficio bien remunerado en el mercado laboral‖. Eso no tiene nada de
malo. Puede que hasta hayan aprendido ese oficio mientras servían de toda alma
a Jehová, ¡y qué bueno! Pero cuidado: ¿tendrán éxito debido a sus habilidades, o
porque siguen buscando primero el Reino y permiten que Jehová sea quien les dé
lo necesario? Además, hay que tener cuidado con esa idea de que, gracias a su
oficio, les irá muy bien. ¿Y si no tuvieran un oficio tan rentable? ¡De todos modos,
Jehová los cuidaría! Veamos lo que dice Amós 7:14, 15: ―Yo no era profeta, ni era
hijo de profeta; sino que era guarda de ganado y punzador de higos‖. Aun así,
Jehová escogió a Amós, lo usó y le dio lo necesario. El hecho de que no tuviera un
oficio bien pagado no fue lo importante. Por eso es bueno que veamos las cosas
desde la perspectiva correcta. Por último, cuando tratemos de animar a otros y
ayudarlos a combatir la ansiedad, usemos la herramienta más poderosa que
tenemos. En La Atalaya del 15 de febrero de 1988 se relata la historia del
hermano Arthur Winkler. Cuando lo encontró la Gestapo, lo golpearon sin piedad,
le quebraron los dientes y le dislocaron la mandíbula. Ya con el cuerpo en carne
viva por la golpiza, lo echaron en una celda oscura. El hermano Winkler relata que,
en ese momento, necesitaba desesperadamente alimento espiritual, así que le oró
a Jehová y luego le pidió a un guardia que lo ayudara. Poco después, alguien
abrió la puerta y le arrojó una Biblia. El hermano dice: ―¡Qué gozo producía
disfrutar diariamente de los agradables dichos de verdad! Sentí que me estaba
fortaleciendo espiritualmente‖. Así que, si deseamos ayudar a otros, no repitamos
frases hechas o frases que se dicen por simple cortesía; mejor usemos palabras
tomadas de la Biblia. Quizás alguien se sienta atrapado por una situación difícil.
Bueno, pensemos en el relato de algún personaje bíblico que haya superado
momentos muy difíciles. Eso es lo que realmente puede ayudarnos a superar la
ansiedad. Por ejemplo, en 2 Corintios 11:23-31, Pablo cuenta las angustias que
vivió. Y, años después, escribió las palabras del texto de hoy, en donde señala
que Jehová lo ayudó a mantener la calma. ¡Que los consejos de la Biblia nos
sirvan para enfrentar las inquietudes y ayudar a otros a hacer lo mismo!
Entre los años 60 y 61 de la era común, el apóstol Pablo escribió la carta a los
Colosenses. Fue en la misma época en que escribió la carta a los Efesios, de la
que hablamos hace poco. Las razones para escribir ambas cartas fueron
similares: advertir a los hermanos del ambiente inmoral que los rodeaba y
animarlos a luchar contra las debilidades de la carne. Busquemos en nuestra
Biblia Colosenses, capítulo 3, y leamos completo el versículo 5. Colosenses 3:5
dice: ―Amortigüen, por lo tanto, los miembros de su cuerpo que están sobre la
tierra en cuanto a fornicación, inmundicia, apetito sexual, deseo perjudicial y
codicia, que es idolatría‖. Estas palabras nos transmiten la idea de que debemos
borrar por completo este tipo de deseos. Si nos percatamos de que, en la mente o
en el corazón, empieza a surgir alguno de estos deseos, tenemos que eliminarlo.
Esto es muy importante porque, si no lo hacemos, podríamos dañar gravemente
nuestra relación con Jehová, con otras personas, y causarnos muchos problemas.
Y vean lo que dice el versículo 6: ―Por causa de esas cosas viene la ira de Dios‖.
Así que también podríamos perder la vida eterna. Queda muy claro que estos
deseos son muy peligrosos. Están relacionados con la avidez, o codicia, que es
una forma de idolatría. Podemos decir que la codicia es un deseo insaciable, el
anhelo de buscar algo que no nos pertenece o no tenemos el derecho de poseer.
Por definición, la codicia es cruel y egoísta. Una persona codiciosa, dominada por
la avidez, llega a anhelar tanto lo que desea que esto se convierte en su dios. Eso
nos recuerda lo que se dice en Filipenses 3:18 y 19, donde Pablo utilizó palabras
similares para referirse a ciertos cristianos que antes se relacionaban con él, pero
que se habían alejado de Jehová. Y esto había entristecido mucho a Pablo. ¿Qué
había pasado con ellos? La Biblia dice que su vientre había llegado a ser su dios y
sus deseos habían apagado su amor por Jehová. Hablando sobre la avidez, la
codicia y la idolatría, La Atalaya del 1 de septiembre de 1978 dijo lo siguiente:
―Cuando un cristiano se da cuenta de que dentro de él se va edificando el deseo
incorrecto, hace bien en recordar lo preciosa que es su relación con Dios, y lo
insensato que sería perder esto por convertirse en un idólatra‖. ¿No les parece
que esto es algo en lo que deberíamos meditar? Imagínense: los deseos
incorrectos pueden hacer que una persona empiece a adorar otras cosas en lugar
de adorar a Jehová. En el antiguo Israel, la idolatría era un pecado tan grave que
se castigaba con la muerte. Ahora bien, de acuerdo con los Diez Mandamientos, el
adulterio también acarreaba la pena de muerte. Pero ¿qué similitud hay entre la
idolatría, que se castigaba con la muerte, y el adulterio, que se castigaba de la
misma forma? Al adorar un ídolo, la persona rompe el pacto que ha hecho con
Jehová. Y cuando una persona comete adulterio, está rompiendo el voto, o pacto,
que le hizo a su cónyuge. ¿Por qué es esto un asunto tan serio a la vista de
Jehová? Abramos la Biblia en el Salmo 33, y notemos lo que piensa Jehová sobre
sus promesas. Salmo 33; leamos el versículo 4: ―Porque la palabra de Jehová es
recta, y toda su obra es en fidelidad‖. Ahora veamos el versículo 9: ―Porque él
mismo dijo, y llegó a ser; él mismo mandó, y así procedió a presentarse‖. Así que
cuando Jehová dice algo, lo dice en serio. Por eso, cuando una persona le
promete a Jehová adoración exclusiva y no lo cumple, eso es traición. Y Jehová
nunca actúa así. Más bien, la traición es típica del Diablo, que es mentiroso y
desleal. ¿Verdad que saber esto refuerza nuestro deseo de nunca caer en ningún
tipo de idolatría? El comentario de La Atalaya que estamos analizando —el cual
leeremos en breve— se centra en cómo evitar la trampa del adulterio. Por eso,
ahora me gustaría que habláramos sobre algunos de los peligros que pueden
enfrentar quienes están casados. Y vamos a ver de qué forma podemos poner en
práctica el consejo de desarraigar, o eliminar, estos deseos desde el mismo
principio para evitar que florezcan y nos causen problemas. Un principio bíblico en
el que podemos meditar se encuentra en Proverbios 22:3. Allí se nos enseña que,
cuando veamos un peligro, lo evitemos. ¿Qué cosas podrían ser peligrosas?
¿Cómo podemos identificarlas y eliminarlas antes de que se conviertan en un
problema? Obviamente, lo que vemos, escuchamos y leemos llena nuestra mente
de cosas buenas o malas. Así que debemos evitar todo lo que pudiera alimentar
los malos deseos. Nuestras publicaciones y algunos estudios han señalado que,
cuando una persona comete adulterio, no son siempre los deseos sexuales los
que la llevan a caer en esta conducta. ¿Entonces cuál es la razón? Una de las
funciones más importantes del matrimonio es dar y recibir apoyo emocional.
Ambos cónyuges deben sentirse amados, necesitados y valorados de manera
especial. Si uno de los dos deja de sentirse así, es posible que intente cubrir su
necesidad emocional con otra persona. Puede ser que, al principio, ni siquiera
esté pensando en satisfacer un deseo sexual. Por eso, la ¡Despertad! del 8 de
enero de 1986 dice: ―El buen oyente [...] tiene la capacidad de hacer sentir a la
otra persona que la aprecia de manera especial y que lo que dice es de interés e
importancia‖. Así que es necesario proteger la relación de amistad que tenemos
con nuestro cónyuge. La Atalaya del 15 de julio de 1994 enfatizó este mismo
punto. Allí se citaron las palabras de un abogado especializado en divorcios, quien
dijo que la causa principal de las rupturas matrimoniales era ―la incapacidad de los
cónyuges de hablar sinceramente, de expresar sus sentimientos más profundos y
tratarse el uno al otro como su mejor amigo‖. Entonces esa es la causa principal. Y
es lo que puede llevar al cónyuge a buscar contacto físico con otra persona. Pero
todo suele empezar por tratar de satisfacer una necesidad emocional. Ahora bien,
¿cómo podemos evitar que suceda algo así? Debemos ver el matrimonio como un
tesoro. Eso me recuerda lo que se publicó en La Atalaya del 15 de agosto de 2012
sobre un anciano, llamado Daniel, y su esposa; ambos eran precursores. Daniel
era uno de esos ancianos que no saben decir que no a ningún privilegio teocrático.
Tres jóvenes varones que estudiaban con él llegaron a bautizarse, pero
necesitaban mucho apoyo emocional. Como Daniel estaba ocupado con otras
asignaciones, su esposa pasaba mucho tiempo con estos hermanos recién
bautizados. Daniel había descuidado a su esposa. Ella llegó a sentirse muy unida
a uno de esos hermanos, y terminaron cometiendo adulterio. Daniel admitió que,
en gran parte, él era responsable de lo ocurrido. De hecho, dijo que aprendió esta
lección: ―Uno no puede afanarse tanto por atender sus responsabilidades que
termine descuidando a su familia‖. Necesitamos ser equilibrados al apoyar los
intereses del Reino. Por supuesto, tanto el esposo como la esposa deben ser
comprensivos y apoyarse. Pero cuando se pierde el equilibrio, puede haber graves
problemas. Por lo tanto, si empezamos a tener algún deseo incorrecto, debemos
eliminarlo de inmediato. Y hacerlo requiere de mucho esfuerzo y perseverancia,
pues mientras seamos imperfectos, los deseos impropios pueden surgir de vez en
cuando y nadie puede decir que es inmune a ellos. Nuestro amor por Jehová, por
nuestro cónyuge y por nuestros hermanos nos motiva a alejarnos de la codicia y la
idolatría, que tanto daño causan. Estamos muy agradecidos por contar con
hermanos y hermanas como ustedes, que aman a Jehová, a sus cónyuges y a sus
hermanos, y hacen todo lo posible por mantenerse moralmente limpios. ¡Sigan así
con la ayuda de Jehová!
El texto para el día de hoy, Mateo 6:33, consta de dos partes. La primera indica lo
que tenemos que hacer: ―Sigan, pues, buscando primero el reino y la justicia de
Dios‖. La segunda menciona lo que Jehová hará: ―Y todas estas otras cosas les
serán añadidas‖. Analicemos cuidadosamente estas palabras. Con ellas, Jesús
deseaba enseñarles a sus discípulos que debían hacer cambios drásticos en su
estilo de vida. ¿Qué clase de cambios? Veamos el versículo 31. Allí, Jesús dice:
―Por eso, nunca se inquieten y digan: ‗¿Qué hemos de comer?‘, o ‗¿qué hemos de
beber?‘, o ‗¿qué hemos de ponernos?‘‖. ¿De verdad dijo ―nunca‖? ¡Sí! Sin
embargo, lo normal es que nos preocupemos por tener lo necesario. Y Jesús
reconoció que eso mismo inquieta a la mayoría de las personas. En el versículo
32, él dijo: ―Porque todas estas son las cosas en pos de las cuales las naciones
van con empeño‖. Pero luego también dijo: ―Su Padre celestial sabe que ustedes
necesitan todas estas cosas‖. Aquí en el capítulo 6, Jesús resaltó varios principios
muy importantes que nos ayudan a modificar nuestro punto de vista para darle a
Jehová Dios, a nuestra vida y a las necesidades básicas la importancia que les
corresponde. Jesús dejó claro que el servicio a Jehová debe ser lo más
importante, sean cuales sean nuestras circunstancias. Echémosle un vistazo a dos
de dichos principios. Uno de ellos está en Mateo 6:24. Allí, Jesús dice: ―Nadie
puede servir como esclavo a dos amos; porque u odiará al uno y amará al otro, o
se apegará al uno y despreciará al otro. No pueden ustedes servir como esclavos
a Dios y a las Riquezas‖. Es simplemente imposible. Algunos lo han intentado,
pero han fallado. Satanás le dijo a Jesús ―Te daré riquezas. Te daré todos los
reinos del mundo y su gloria‖. Jesús, desde luego, lo rechazó. ¿Por qué? Porque
sabía cuál era el precio de recibir todo aquello: dejar de adorar con corazón
completo... ¡imposible! Jesús sabía que es imposible adorar a Jehová y a las
riquezas. En el versículo 21, Jesús dijo: ―Porque donde está tu tesoro, allí también
estará tu corazón‖. El segundo principio está en el versículo 25: ―Por esto les digo:
Dejen de inquietarse respecto a su alma en cuanto a qué comerán o qué beberán,
o respecto a su cuerpo en cuanto a qué se pondrán‖. Y he aquí el principio: ―¿No
significa más el alma que el alimento, y el cuerpo que la ropa?‖. Pudiéramos tener
un granero lleno de alimento, pero si no estuviéramos vivos, de nada nos serviría.
Y si tuviéramos un almacén lleno de ropa, pero no un cuerpo, no podríamos
ponérnosla. Jesús ilustró muy bien este principio. Veamos lo que dice Lucas
capítulo 12, del versículo 16 en adelante: ―Con eso les habló una ilustración, y dijo:
‗El terreno de cierto hombre rico produjo bien. Por consiguiente, él razonaba
dentro de sí, diciendo: ―¿Qué haré, ya que no tengo dónde recoger mis
cosechas?‖. De modo que dijo: ―Haré esto: demoleré mis graneros y edificaré
otros mayores y allí recogeré todo mi grano y todas mis cosas buenas; y diré a mi
alma: ‗Alma, tienes muchas cosas buenas almacenadas para muchos años;
pásalo tranquila, come, bebe, goza‘‖. Pero Dios le dijo: ―Irrazonable, esta noche
exigen de ti tu alma. Entonces, ¿quién ha de tener las cosas que almacenaste?‖.
Así pasa con el hombre que atesora para sí, pero no es rico para con Dios‘‖. Jesús
no dijo que el hombre fuera alguien deshonesto o que nunca pensara en Dios. El
error que aquel hombre cometió fue fijar mal sus prioridades. Él se centró
principalmente en acumular riquezas. Como dice el versículo 21, él acumuló
tesoros para sí mismo, pero no en los cielos. No se esforzó por ser ―rico para con
Dios‖. Y eso es lo más importante, ¿no es verdad? Servir a Jehová Dios, dedicar
nuestra vida a él: eso es lo que realmente importa. Porque, como dijo Jesús en la
segunda parte del versículo 15, ―hasta cuando uno tiene en abundancia, su vida
no resulta de las cosas que posee‖. Así que, hemos hablado de dos principios muy
importantes. El primero es que nuestro servicio a Dios —y no atesorar riquezas—
debe ser lo más importante en nuestra vida. Y el segundo lo encontramos en
Mateo 6:33: ―Sigan, pues, buscando primero el reino y la justicia de Dios, y todas
estas otras cosas les serán añadidas‖. Aunque no sabemos con exactitud cuándo
vendrá el fin, queremos seguir siempre buscando primero el Reino. Y, en vez de
confiar en los bienes materiales que ofrece este mundo, debemos confiar en
nuestro Padre celestial. Jehová nos da todo lo que necesitamos y hasta más que
eso. Este principio se resume en Eclesiastés 5:19. Allí se dice la verdad, la
realidad de las cosas. Eclesiastés 5:19 dice: ―También, a todo hombre a quien el
Dios verdadero ha dado riquezas y posesiones materiales, también lo ha facultado
para comer de ello y para llevarse su porción y para regocijarse con su duro
trabajo. Este es el don de Dios‖.
Izak Marais -Den muerte a los miembros de su cuerpo (Col. 3;5).txt
Al leer el texto de hoy, quizás nos vinieron a la mente dos preguntas. Una es
―¿Qué son estos miembros del cuerpo que están en la tierra?‖. Y la otra es
―¿Cómo les damos muerte a los miembros de nuestro cuerpo?‖. El texto de hoy
nos recuerda las palabras de Jesús, cuando dijo que es mejor que nos cortemos
una mano o un pie, o nos arranquemos un ojo, que ser destruidos. En el lenguaje
bíblico, la mano, el pie y el ojo a menudo se usan para representar lo que
hacemos en la vida. La mano representa las cosas que hacemos con nuestras
manos. El pie representa la acción de caminar o correr, y a menudo se refiere a
cómo vivimos la vida. El ojo representa nuestros puntos de vista, nuestras
opiniones, cómo vemos las cosas, si nos gustan o no... Así que ¿a qué se refiere
el texto de hoy con los miembros del cuerpo? No se refiere a las partes literales de
nuestro cuerpo, como la mano, el pie o el ojo. Se refiere a las inclinaciones que
tenemos como humanos imperfectos. En el texto de hoy, Colosenses 3:5, Pablo
menciona algunas de estas tendencias. Por ejemplo, habla de ―la inmoralidad
sexual, la impureza, la pasión sexual descontrolada, los malos deseos y la
codicia‖. Estas malas inclinaciones están dentro de nosotros, las tenemos desde
que nacemos. La codicia y los malos deseos pueden estar presentes en
cualquiera de nosotros. Si ponemos una bola encima de una mesa que está un
poco inclinada, la bola se irá rodando hacia el lado más bajo. Todos nosotros
nacemos con una inclinación hacia lo malo. ¿Cómo podemos eliminar, o darle
muerte a, nuestra inclinación hacia los malos deseos y la codicia? Sencillamente
eliminándolos de nuestra vida. Pero eso no es nada fácil, porque nuestra
inclinación es muy fuerte. Entonces, ¿cómo podemos evitar que nuestros malos
deseos empiecen a rodar? Vamos a hablar de cinco cosas que podemos hacer
para mantener esa bola de malas inclinaciones en su lugar. La primera: controlar
nuestros pensamientos. Nuestro Creador, Jehová, nos dio una herramienta muy
poderosa: la mente. Y, si la usamos bien, podremos controlar los malos deseos.
¿Cómo podemos hacerlo? Colosenses 3:2 dice: ―Concentren su mente en las
cosas de arriba‖. Así que, cuando la mente quiera irse adonde no debe,
controlémosla inmediatamente. Detengámosla y empecemos a pensar en otra
cosa. Podemos decidir en qué pensar. No permitamos que esa bola de malos
pensamientos empiece a rodar. Dejemos de pensar en ello. Mientras más tiempo
estemos pensando en algo que está mal, más probable es que acabemos
haciéndolo. La segunda: controlemos nuestras emociones. ¿Cómo podemos
hacerlo? No dejando que las emociones nos controlen a nosotros. Veamos
nuestras inclinaciones imperfectas como lo que realmente son, imperfectas y
egoístas, como un niño malcriado. Cuando no conseguimos lo que queremos,
nuestras emociones pueden ser como un niño con una rabieta. El niño quiere algo,
lo quiere ya y no está dispuesto a razonar. Pero una buena madre no se deja
manipular por su hijo. Si no tenemos cuidado, nuestras emociones podrían
controlarnos y llegar a convencernos de que tenemos que conseguir lo que
queremos a toda costa. Vamos a buscar 1 Corintios 6:12 y vamos a leer la
segunda parte del versículo: ―Todo me está permitido, pero no me dejaré controlar
por nada‖. Lo tercero que tenemos que hacer para controlar nuestras inclinaciones
es reconocer lo peligrosa que es la codicia. La última parte de Colosenses 3:5
dice: ―Y la codicia, que es idolatría‖. Cuando nos dejamos dominar por la codicia,
nuestros deseos se convierten en nuestro amo, nuestro dios. Nos hacemos sus
esclavos y llegamos a ser idólatras, nos adoramos a nosotros mismos. Esto
no quiere decir que todos los deseos sean malos. Sabemos que Jehová abre su
mano y satisface ―el deseo de todos los seres vivos‖. La diferencia entre un deseo
normal y la codicia puede compararse con la diferencia entre una fogata para
cocinar y un incendio voraz que arrasa todo un bosque. Número cuatro: para
controlar nuestras inclinaciones, no podemos ser ingenuos. Vayamos a Proverbios
14:15, 16. Proverbios 14:15, 16: ―El ingenuo se cree todo lo que le dicen, pero el
prudente mide bien todos sus pasos. El sabio es cauteloso y se aparta del mal,
pero el insensato es imprudente y confía demasiado en sí mismo‖. No pensemos
ni por un momento: ―Bueno, esto no me va a pasar a mí‖. No nos dejemos
engañar por nuestros propios deseos. El codicioso nunca está satisfecho. Nunca
tiene suficiente. Un hermano que tuvo una adicción explicó lo que sentía cada vez
que recaía. Él dijo: ―El deseo que sentía era tan fuerte que cuando intentaba
detenerme ya era demasiado tarde‖. Una vez que la bola empieza a rodar, ya es
muy difícil pararla. Número cinco: tenemos que ser honestos con nosotros
mismos. Vamos a leer Romanos 7:22, 23. Romanos 7:22, 23. Dice: ―Al hombre
que soy por dentro de veras le agrada la ley de Dios, pero en mi cuerpo veo otra
ley que lucha contra la ley de mi mente y que me hace prisionero de la ley del
pecado que está en mi cuerpo‖. Aquí Pablo habla de una lucha. Habla de una
guerra. Pablo estaba en guerra. Nosotros estamos en guerra. Y tendremos heridas
dolorosas. Por ejemplo, en una batalla, un soldado puede sufrir heridas tan graves
en una extremidad que haya que amputársela. En algún momento va a tener que
aceptar el hecho de que va a perder una extremidad y tendrá que permitir que se
la amputen. Claro, no estamos hablando de amputaciones literales. Pero, en algún
momento, tenemos que enfrentarnos a la realidad. Puede que tengamos que
aceptar que tenemos que dejar un hábito o una costumbre aunque nos parezca
tan difícil como perder una mano, un pie o un ojo. Esto no es un juego. Nuestra
vida depende de ello. Hay que hacer dos cosas: admitir que tenemos un problema,
y luego hacer lo que sea para eliminarlo de nuestra vida. En resumen,
obedezcamos el mandato de dar muerte a los miembros de nuestro cuerpo.
Es una guerra que tenemos que pelear en nuestro interior. Si descubrimos que
tenemos una inclinación mala, eliminémosla, cortémosla, inmediatamente. Así nos
irá bien. Si lo hacemos, seremos realmente felices. Tal como dijo el salmista en el
Salmo 63: ―Tu amor leal es mejor que la vida‖.
¿Qué es peor? ¿Hacer tropezar o que te hagan tropezar? Desde el punto de vista
de Jehová, las dos cosas son igual de graves porque nos afectan a nosotros y
también a quienes nos rodean. Pero, como el texto de hoy nos dice que no nos
enojemos fácilmente, vamos a hablar de qué podemos hacer cuando nos hacen
tropezar. Santiago 3:2 nos dice que ―todos tropezamos muchas veces‖. Esto
no quiere decir para nada que está bien que otros nos hagan tropezar, es decir,
esto no es una excusa. Santiago sencillamente está destacando un hecho: que
todos somos imperfectos. Aquí el punto es qué podemos hacer nosotros cuando
encontramos algo que pueda hacernos tropezar. Proverbios 24:16 dice: ―Porque,
aunque el justo caiga siete veces, volverá a levantarse‖. Veamos entonces qué
puede hacernos tropezar y cómo podemos evitar esos obstáculos. A veces,
tropezamos porque un hermano ha sido injusto con nosotros, quizás por la
persecución o los problemas, o tal vez por los defectos de los demás. Cualquiera
de estos obstáculos puede hacernos pisar mal, tropezar o incluso caer. ¿Cómo
podemos evitar que estos obstáculos se conviertan en barreras que nos impidan
seguir adelante y seguir sirviendo a Jehová? Abramos la Biblia en Salmo 119:165.
Este texto responde esa pregunta de manera sencilla y también nos asegura que
podemos evitar tropezar. Salmo 119:165: ―Los que aman tu ley disfrutan de
abundante paz; nada será un obstáculo para ellos‖. ¿Por qué no? Porque, si
amamos la ley de Jehová, Jehová no nos dejará tropezar nunca. Nuestro amor por
él y por sus leyes nos servirá de protección. Uno de los obstáculos más comunes
son las imperfecciones de los demás. Me gustaría contarles dos experiencias que
muestran cómo podemos evitar que esos problemas nos impidan servir a Jehová.
La primera experiencia es la de la hermana Goldie Romocean. Nació en Rumania
en 1903 y se bautizó en 1918. En 1921 se fue a vivir a Estados Unidos, y ese
mismo año se casó con un hermano rumano de su pueblo natal. Vivían en Akron
(Ohio) y tuvieron cuatro hijas. A mediados de los años 30, Goldie y su esposo
tropezaron. En una ocasión ella contó por qué tropezaron y qué les ayudó a seguir
sirviendo a Jehová. Goldie dijo: ―Me enojé con el hermano Rutherford. Un Testigo
nuevo creía que el hermano Rutherford había sido injusto con él porque no lo
escuchó, y le di la razón al hermano nuevo. Un domingo mi hermana Mary y su
esposo, Dan, vinieron a visitarnos. Después de comer, Dan dijo: ‗Bueno, vámonos
a la reunión‘. Dije: ‗No vamos a volver a las reuniones. Estamos furiosos con el
hermano Rutherford‘. Dan preguntó: ‗¿Conocías al hermano Rutherford cuando te
bautizaste?‘. ‗Por supuesto que no —respondí—. Tú sabes que me bauticé en
Rumania‘. ‗¿Por qué te bautizaste?‘, preguntó. ‗Porque aprendí que Jehová es el
Dios verdadero y quería dedicar mi vida a servirle‘, contesté. ‗¡Jamás olvides eso!
—me dijo—. Si el hermano Rutherford dejara la verdad, ¿la dejarías tú también?‘.
‗¡Nunca, nunca!‘, le dije. Aquello me hizo recobrar el juicio, así que dije: ‗¡Vamos,
todos para la reunión!‘. No hemos faltado desde entonces‖. Jehová siguió
bendiciendo a Goldie y a su familia. Por ejemplo, su hija Beth se graduó de la
clase 14 de Galaad. La impresionante biografía de la hermana Goldie está en
La Atalaya del 1 de abril de 1997. Por favor, no se la pierdan. No solo les animará
leerla, también averiguarán por qué le decían Goldie. ¿Aprendemos algo de esto?
Claro. Nada impidió que Goldie y su familia siguieran sirviendo a Jehová.
Se centraron en la soberanía de Jehová y en la amistad que tenían con él.
Veamos ahora la segunda experiencia. Cuando leí el texto de hoy, enseguida
pensé en el hermano Adolf Weber. Leí por primera vez su experiencia hace
38 años en el Anuario para 1980. Y, por supuesto, su historia me caló hondo en la
mente y el corazón. Adolf Weber vivía en Suiza y se dedicaba a talar árboles.
A mediados de la década de 1890, viajó a Estados Unidos. Trabajaba media
jornada como jardinero para el hermano Russell, y así fue como llegó a conocer la
verdad. El hermano Weber hablaba muy bien inglés, alemán y francés. Decidió
regresar a Europa para predicarle a la gente que hablaba francés, y el hermano
Russell estuvo de acuerdo. El hermano Weber viajó a su pueblo natal en Suiza y
allí publicó anuncios en periódicos religiosos. Mucha gente le respondió. En 1903,
el hermano Russell visitó Europa e hizo planes con el hermano Weber para
publicar una versión reducida de la revista Watch Tower en francés. Y, como buen
precursor regular, el hermano Weber trabajaba en verano como leñador y
jardinero en Suiza, y luego viajaba a Francia y a Bélgica para visitar a las
personas que habían respondido a los anuncios que había puesto. Viajó
muchísimo y supervisó la predicación en habla francesa en Europa durante más
de 12 años. En 1912, el hermano Russell volvió a Europa y le encargó a un
hermano que tenía mejor formación académica que supervisara la predicación.
¿Era eso un posible obstáculo? Por supuesto. Pero al hermano Weber no le afectó
para nada. Humildemente aceptó el cambio y con gusto siguió haciendo todo lo
que pudo por el Reino. ¿Y saben qué? Aquel hermano con más estudios que el
hermano Weber con el tiempo dejó la verdad, igual que los cuatro
superintendentes que vinieron después. Pero, a pesar de todo, el hermano Weber
siguió haciendo humildemente lo que siempre había hecho: hablarles de la verdad
a las personas sinceras que encontraba. ¿Aprendemos algo de esto? Claro. Por
favor, abramos la Biblia en Mateo 23:12. Este texto habla de una cualidad que el
hermano Weber demostró. Y fíjense en lo que pasa cuando tenemos esta
cualidad. Mateo 23:12 dice: ―El que se engrandece será humillado, pero el que
actúa con humildad será engrandecido‖. Y eso fue exactamente lo que le pasó al
hermano Weber. Él nunca estuvo buscando reconocimiento. Y, miren, su
experiencia aparece en el Proclamadores, en los Anuarios para 1980, 1984 y 1987
gracias al buen trabajo que hizo en Europa. El Anuario para 1987 hace un
resumen precioso de la vida de este hermano. Dice: ―Aunque algunos habían
permitido que los sentimientos de presunción les engañasen, el hermano Weber
había continuado sirviendo a Jehová de manera leal y humilde [...]. Su modestia,
fe fuerte y servicio celoso dejaron una profunda impresión en todos aquellos que le
conocieron. Finalmente, en febrero de 1948, terminó su carrera terrestre a la edad
de ochenta y cinco años‖. ¡Qué bonito reconocimiento recibió este hermano tan
humilde que no se ofendía fácilmente! Así que seamos como el hermano Weber y
la hermana Romocean. Esforcémonos siempre por ser humildes y modestos, y por
concentrarnos en mantener una buena amistad con Jehová. Si lo hacemos, no nos
enojaremos fácilmente y nada nos hará tropezar.
¿Qué cosas necesitas? ¿Qué cosas quieres? Hay una gran diferencia entre lo que
es estrictamente necesario y lo que nos gustaría tener porque nos haría la vida
más fácil, aunque tal vez no sea tan necesario. En 1956, un columnista de un
periódico comentó algo interesante. Calculó que, cien años atrás, en 1856, la
gente tenía en la lista de deseos 72 cosas, de las cuales solo 16 eran
necesarias, y en aquella época los publicistas anunciaban unos
200 artículos. Pero para 1956 la lista había aumentado a 474 artículos, de los
cuales solo 94 se consideraban necesarios. Para ese año ya se publicitaban unos
32.000 artículos. El columnista llegó a la siguiente conclusión: la gente no necesita
muchas cosas, pero la lista de deseos es infinita. Si hiciéramos un cálculo
parecido hoy en día, estoy seguro de que la cifra sería mucho mayor. El mundo
comercial nos bombardea constantemente no solo para que compremos
artículos, sino para que consideremos necesarias cosas que en realidad no lo
son. Para no caer en el materialismo, hay que tener clara la diferencia entre lo que
necesitamos y lo que queremos. Y agradecemos los constantes recordatorios que
recibimos del ―esclavo fiel y discreto‖, pues nos ayudan a tener la actitud
correcta hacia las cosas materiales. Por ejemplo, el texto de hoy aparecía en un
artículo que llevaba un título muy directo: ―Busquemos el Reino, no las cosas
materiales‖. El texto temático era Lucas 12:31, que dice: ―Busquen continuamente
el reino de él, y estas cosas les serán añadidas‖. Es imprescindible que tengamos
fe en esas palabras. Debemos confiar plenamente en que Jehová nos va a
proveer lo que necesitamos en sentido físico, siempre y cuando el servicio a él sea
lo más importante en nuestra vida. En ese artículo, había una definición bastante
sencilla del materialismo, en el párrafo 3. No decía que el materialismo sea tener
mucho dinero en el banco, una casa grande o un auto de lujo. Decía que el
materialismo es ―preocuparse por las cosas materiales en vez de las
espirituales‖. Así que tiene mucho que ver con nuestros pensamientos y
deseos. Por eso, preguntémonos: ―¿En qué pienso la mayor parte del
tiempo? Cuando estoy con mis amigos, ¿de qué cosas hablamos?‖. Como se
mencionó en los comentarios, el materialismo nos puede afectar a todos, hasta a
precursores y betelitas. En el siglo primero, afectó a algunos cristianos. Abran sus
biblias, y vayamos a Revelación, capítulo 3. Ahí vemos que, al parecer, muchos
hermanos de la congregación de Laodicea se habían dejado contaminar por el
ambiente materialista que había en la ciudad. Fijémonos en la corrección que les
dio Jesús a quienes estaban confiando en las riquezas. En Revelación 3:17
leemos: ―Porque dices: ‗Soy rico y he adquirido riquezas y no necesito
absolutamente nada‘, pero no sabes que eres desdichado y lastimoso y pobre y
ciego y desnudo‖. ¿Eran ricos aquellos cristianos? Sí. Pero Jesús les dijo que eran
pobres en sentido espiritual. ¿Llevaban ropa cara? Sin duda, pero para Jesús
estaban desnudos. Así que vemos que estaban en una condición espiritual
lamentable. ¿Había algún remedio para la enfermedad espiritual de los
laodicenses? Sí. Volvamos de nuevo al capítulo 3, a la primera parte del
versículo 18. Es interesante que Jesús les dijera que para curarse debían comprar
oro. Pero ¿qué clase de oro? ―Te aconsejo que compres de mí oro acrisolado por
fuego —les dijo—, para que te enriquezcas‖. Está claro que lo más importante son
las riquezas espirituales, porque son las únicas riquezas eternas. Las cosas
materiales son solo un medio para lograr un fin: nos sirven para vivir y para servir
a Jehová. Preguntémonos: ―¿Cuáles son las cosas más importantes para
mí?‖. Sally y yo nos preguntamos eso mismo mientras visitamos una sucursal
hace poco. Nos reunimos con hermanos en varios países donde la obra está
restringida o prohibida. No pueden predicar con exhibidores ni ofrecer
publicaciones de casa en casa. En un país, los hermanos pueden ser arrestados o
recibir multas equivalentes al salario de seis semanas tan solo por predicar en
público. En algunos lugares, la policía puede confiscarles los teléfonos o las
tabletas si tienen instalada la aplicación JW Library . En otro país, cuando la
policía ve que tienes la aplicación JW Library , te la borra y entonces te devuelve
el teléfono o la tableta. Pero, a pesar de todos estos obstáculos y
amenazas, nuestros hermanos siguen sirviendo a Jehová con gozo. Como se
pueden imaginar, fue muy animador poder estar con estos hermanos durante
algunos días. En uno de los países, tuvimos una reunión con los superintendentes
de circuito de tres idiomas y les pregunté: ―¿Qué es lo que más necesitan los
hermanos?‖. Todos respondieron inmediatamente: ―El Armagedón‖. Eso me
recordó qué es lo más importante. A esos hermanos no les preocupan las cosas
materiales. Para ellos, cada día es una batalla por sobrevivir en sentido
espiritual. Mantenerse leales, ir a las reuniones y predicar informalmente, estas
son las cosas más importantes. Así que lo que nos recuerda Proverbios 11:4 es
muy cierto: ―Las cosas valiosas no serán de ningún provecho en el día del
furor, pero la justicia misma librará de la muerte‖. Puede que les tengamos cariño
a algunas cosas, que las valoremos mucho —tal vez algo que hayamos
heredado—, pero no deberíamos pensar que vamos a sobrevivir a la gran
tribulación con esas cosas, por muy importantes que sean para nosotros. Busquen
conmigo, por favor, Jeremías, capítulo 45, y leamos el versículo 5. Este texto nos
va a ayudar a mantener el punto de vista adecuado en cuanto a las cosas
materiales. Las palabras que se encuentran ahí fueron dirigidas a Baruc, el
secretario de Jeremías. Leamos Jeremías 45:5: ―Pero en cuanto a ti, tú sigues
buscando cosas grandes para ti. No sigas buscando. Porque, mira, voy a traer una
calamidad sobre toda carne —es la expresión de Jehová—, y ciertamente te daré
tu alma como despojo‖. No sabemos si esas ―cosas grandes‖ que Baruc
quería eran cosas materiales. Pero lo que sí sabemos es que, cuando estalle la
gran tribulación, todos estaremos agradecidos de que se nos dé la vida ―como
despojo‖. El que sobrevivamos o no a la gran tribulación dependerá en parte de
cómo respondamos a estas dos preguntas: ―¿Qué cosas necesito? ¿Qué cosas
quiero?‖.
El texto para hoy y los comentarios que acabamos de oír nos hacen reflexionar en
la esperanza que tenemos. Motivado por su gran amor, nuestro Padre,
Jehová, muy pronto eliminará el dolor, el sufrimiento y la muerte, y entonces, como
se ha comentado, los recuerdos felices reemplazarán a todos los recuerdos
tristes. ―Las cosas anteriores‖ habrán pasado. Bueno, cuando vi que
hablaríamos de Revelación 21:3, 4, pensé en los cientos de veces que he oído
esas palabras y en todas las ocasiones que las he leído en la predicación. Y,
aunque la mayoría de nosotros nos las hemos aprendido de memoria de tanto
repetirlas, pensé que tal vez sería bueno que nos preguntáramos si, después de
tanto tiempo, todavía nos fortalece esta promesa, si todavía nos sirve ―como ancla
del alma‖, tal como acabamos de escuchar en uno de los comentarios. Teniendo
esto presente, analicemos tres preguntas: ¿Qué es la esperanza de la que habla
la Biblia? ¿Por qué necesitamos esa clase de esperanza? Y ¿cómo podemos
fortalecerla? Primero, ¿cómo definiríamos la esperanza? En 1993, ―La
Atalaya‖ citó a alguien que escribió: ―Parece que la mayoría de la gente cree que
la esperanza es una manera absurda de negar la realidad‖. Otros piensan que la
esperanza es lo mismo que el optimismo y la ilusión. Es cierto que las
Escrituras nos animan a ser positivos, lo que produce beneficios emocionales e
incluso físicos. Pero ¿qué es realmente una ilusión, o un deseo, que no se basa ni
en la realidad ni en la voluntad de Jehová? Es un sueño y nada más, una mera
fantasía. Y, por supuesto, ninguno de nosotros querría vivir negando la
realidad, esperando que ocurra lo imposible, ¿verdad? Ahora bien, aunque la
Biblia no menciona la palabra ―optimismo‖, sí nos anima a fortalecer nuestra
esperanza. Entonces, ¿qué es la esperanza según las Escrituras? En los
idiomas en que se escribió la Biblia, las palabras que se traducen
―esperanza‖ transmiten la idea de anhelar y de esperar algo bueno. Pero esa
esperanza no solo incluye sentir el deseo de que pase algo bueno, sino también
tener razones válidas para creer que eso ocurrirá. Eso es mucho más
profundo que ser optimista. Tal como la fe, nuestra esperanza se basa en pruebas
convincentes. La esperanza de la que habla la Biblia incluye anhelar algo
bueno, pero no se origina en lo que nosotros deseamos que ocurra, sino en lo que
Jehová decide respecto a su propósito y en lo que él quiere para cada uno de
nosotros. Romanos capítulo 5, versículo 5, dice que ―la esperanza no conduce a la
desilusión‖. Así que, en pocas palabras, la esperanza de la que habla la
Biblia implica esperar con anhelo cosas que estamos seguros de que ocurrirán en
el futuro, pues Jehová lo ha prometido. La segunda pregunta es por qué
necesitamos tener esperanza los cristianos. Acompáñenme a Hebreos
11:1, donde encontramos la definición que ya conocemos bien de la fe, pero esta
vez fijémonos en cómo se relaciona la fe con la esperanza. Hebreos, capítulo
11, versículo 1, dice: ―Fe es la expectativa segura de las cosas que se esperan, la
demostración evidente de realidades aunque no se contemplen‖. Como
sabemos, necesitamos tener fe para que Jehová acepte nuestro servicio y nuestra
adoración. Y, como la esperanza es un elemento esencial de la fe, también es
muy importante tenerla. Para entender mejor cómo se relaciona la fe con la
esperanza, podemos pensar en el ejemplo de Abrahán. Desde un punto de vista
humano, tanto él como Sara ya habían pasado por mucho la edad de tener
hijos cuando Jehová les prometió un heredero. Es interesante que el relato
dice que ambos se rieron al escuchar lo que les dijo el ángel. Para ellos, la
posibilidad de tener un bebé siendo ya tan mayores debió ser sorprendente. Pero
¿cómo respondió Abrahán a la promesa? Veamos Romanos 4:18 y pensemos en
lo que dijimos sobre la relación entre la esperanza y la fe. Romanos 4:18
dice: ―Aunque más allá de toda esperanza, basado todavía en esperanza tuvo
fe, para llegar a ser padre de muchas naciones conforme a lo que se había
dicho: ‗Así será tu descendencia‘‖. Así que la fe de Abrahán estaba basada en la
esperanza. ¿Vemos mejor la relación? La esperanza que él tenía en la promesa
de Dios le ayudó a tener fe, a estar convencido de que tendría un hijo. Esa fe a su
vez avivó y fortaleció su esperanza. Como vemos, Abrahán no solo estaba
convencido de que Jehová cumpliría su promesa, sino que también esperaba con
anhelo verla cumplida. También necesitamos esperanza debido a los
problemas, parecidos a tormentas, a los que nos enfrentamos ahora o a los que
nos enfrentaremos antes del fin de este sistema. En la carta que escribió a los
hebreos, Pablo explicó que la esperanza funciona ―como ancla del alma, tanto
segura como firme‖. ¿Qué hacen normalmente los marineros cuando se enfrentan
a una tormenta? Echan el ancla al agua. ¿Por qué? Porque, si el ancla se aferra al
fondo marino, ayudará al barco a resistir la tormenta y a mantenerse alejado de
rocas y otros peligros que pueda haber en la orilla. Cabe señalar que, en el año 58
de nuestra era, cuando Pablo iba viajando hacia Roma, su barco estuvo a punto
de estrellarse contra unas rocas. El relato explica que los marineros echaron por la
popa cuatro anclas; no solo una, sino cuatro. Gracias a eso, el barco pudo resistir
la tormenta. ¿Vemos en qué se parece el ancla a la esperanza y por qué la
necesitamos en estos tiempos de tormenta? Nuestra firme esperanza —o sea,
esperar con anhelo que Jehová cumpla sus promesas— nos mantiene en
equilibrio emocional, mental y espiritual, sean cuales sean los problemas a los que
nos enfrentemos en el ministerio, con nuestra familia, nuestra situación
económica o nuestra salud. Así es, podremos resistir las tormentas porque
esperamos con anhelo ver que se cumplan las promesas de Jehová. Pocas cosas
nos fortalecen tanto como la esperanza de ver cumplirse lo que Jehová, que
no miente, nos ha prometido. Esto nos lleva a la tercera cuestión, que es cómo
podemos fortalecer nuestra esperanza. Como explicaron muy bien los
hermanos en los cuatro comentarios que escuchamos hace un
momento, debemos dedicar tiempo a pensar en lo que estas
promesas significarán para nosotros y nuestras familias en el futuro. Aunque la
razón principal por la que servimos a Jehová es que lo amamos, él quiere que
pensemos en las recompensas que nos promete en su Palabra. Quiere que
visualicemos esas bendiciones y que meditemos en ellas. Hablando de las
hermosas imágenes del Paraíso que aparecen en nuestras revistas, una hermana
dijo: ―Las observo con detenimiento, como si de un folleto turístico se tratara. Y me
imagino allí, que es donde verdaderamente espero estar‖. ¿Es eso soñar
despierto? Claro que no. Es meditar en las valiosas promesas que Jehová nos ha
hecho, y que se cumplirán sin falta. Veamos cómo el consejo inspirado de 2 Pedro
3:11, 12 nos anima a fortalecer nuestra esperanza en vista de los
acontecimientos que nos esperan. Segunda de Pedro, capítulo 3, versículos 11 y
12: ―Puesto que todas estas cosas así han de ser disueltas [refiriéndose a lo que
muy pronto ocurrirá en la gran tribulación y el Armagedón], ¡qué clase de
personas deben ser ustedes en actos santos de conducta y hechos de devoción
piadosa, esperando y teniendo muy presente la presencia del día de Jehová, por
el cual los cielos, estando encendidos, serán disueltos, y los elementos, estando
intensamente calientes, se derretirán!‖. Fíjense en la expresión que aparece en el
versículo 12: ―teniendo muy presente‖, o, según la nota, ―deseando
ardientemente‖, literalmente ―acelerando‖. ¿Verdad que nos fortalece visualizar lo
que ocurrirá en el futuro y meditar en ello? Así es, orar desde el corazón, estudiar
la Biblia de forma regular y profunda, y meditar en las promesas de Dios nos
ayudará a tener muy presente el día de Jehová y a regocijarnos en la
esperanza, mientras esperamos el día en que veamos cumplirse lo que nos ha
prometido Jehová, el Dios ―que no puede mentir‖.
Un factor clave para la unidad del pueblo de Jehová está en las instrucciones
claras y los recordatorios constantes que recibimos. Pensemos en todo lo que la
organización de Jehová nos suministra cada mes. Sin falta, recibimos la edición de
estudio de La Atalaya y, para el público, un número de ¡Despertad! o uno de
La Atalaya. También recibimos la Guía de actividades y el programa de una hora
de JW Broadcasting. Además, casi todos los días se publican nuevos artículos,
noticias e informes legales en el sitio jw.org. ¿Nos resulta fácil mantenernos al día
con todo? ¡Qué práctico es tener el botón ―Vea lo nuevo‖ en la página principal de
jw.org! Estos recursos se pueden comparar a un rico banquete de muchos platos,
que no son solo una delicia, sino que además nos nutren en sentido espiritual y
nos dan las fuerzas necesarias para seguir sirviendo a Jehová. ¿Y si pensamos en
los hermanos que hemos recibido responsabilidades, ya sea en la congregación o
en Betel? La verdad es que tampoco nos faltan instrucciones y recordatorios.
Es interesante que, durante el año 2016, la central mundial mandara 80 cartas con
instrucciones a los ancianos y los superintendentes de circuito. Durante el mismo
periodo, los seis comités del Cuerpo Gobernante también mandaron 240 cartas a
los comités de las 90 sucursales para ayudar a esos hermanos a realizar las
labores de manera uniforme. Por supuesto, no podemos olvidar los miles de cartas
que se responden mensualmente a las distintas sucursales. Sin duda, estas
instrucciones claras y oportunas son un factor clave que contribuye a la unidad del
pueblo de Jehová. Dediquemos unos minutos a hablar de otro factor que fortalece
la unidad. Los hermanos lo han mencionado en sus comentarios. Se trata de
nuestra disposición a cooperar con las instrucciones teocráticas. Relacionado con
esto, los invito a abrir sus biblias en Hebreos 13:7. Y en este punto, pensemos en
qué clase de relación quiere Jehová que tengamos con nuestros
superintendentes, los ancianos que trabajan tan duro. Leamos el versículo 7. Dice:
―Acuérdense de los que llevan la delantera entre ustedes, los cuales les han
hablado la palabra de Dios, y al contemplar detenidamente en lo que resulta la
conducta de ellos, imiten su fe‖. Lo primero que se nos dice que hagamos es
acordarnos de ellos. Acordarse significa ―tener presente‖ la buena labor que
realizan los ancianos. Eso nos ayudará a tenerles cariño, a sentir amor y aprecio
por ellos. Recientemente, la edición de estudio de La Atalaya señaló que la
palabra ―acuérdense‖ también puede traducirse ―mencionen‖. Así que interesarnos
sinceramente por los ancianos nos motivará a mencionarlos en nuestras
oraciones. Esa es la clase de relación que Jehová quiere que tengamos con los
superintendentes. ¡Qué contraste con la actitud rebelde y conflictiva que muchas
personas del mundo demuestran hacia quienes tienen autoridad! Fijémonos en
este mismo capítulo 13 de Hebreos, en el versículo 17. Ahí se nos dice: ―Sean
obedientes a los que llevan la delantera entre ustedes, y sean sumisos, porque
ellos están velando por las almas de ustedes como los que han de rendir cuenta;
para que ellos lo hagan con gozo y no con suspiros, por cuanto esto les sería
gravemente dañoso a ustedes‖. Se nos aconseja obedecer y ser sumisos. Claro,
ser obedientes es mucho más fácil si entendemos por qué se nos pide algo o si
estamos de acuerdo con ello. Pero ¿qué pasa si recibimos ciertas instrucciones
teocráticas que nos sorprenden, nos parecen ilógicas o no nos convienen?
En esos casos, deberíamos poner en práctica la parte del versículo que nos
aconseja ser sumisos. ¿Por qué? Porque, como destaca el versículo, seguir las
instrucciones teocráticas al final resulta en nuestro bien. Por supuesto, a pesar de
saber que es para nuestro bien, obedecer no siempre es fácil. Para ilustrarlo,
imaginémonos caminando por el desierto con los israelitas durante los cuarenta
años que estuvieron allí. Llevamos unos días caminando junto a nuestra familia y,
de repente, la columna de nube se detiene. Nosotros también nos detenemos,
echamos un vistazo al lugar... Estamos obedeciendo las instrucciones. Pero,
entonces, nos preguntamos: ―¿Cuánto tiempo estaremos aquí? ¿Un día? ¿Una
semana? ¿Algunos meses?‖. Y luego, pensamos: ―¿Tengo que sacar todas las
cosas otra vez?‖. Bueno, al principio sacamos solo unas cuantas. Pero, después
de unos días, estamos cansados de tener que revolver entre el equipaje, así que
decidimos sacarlo todo. ¿Se imaginan qué pasa luego? La columna de nube
comienza a elevarse y a trasladarse. Tenemos que volver a guardar nuestras
pertenencias. Así que, ¿es fácil obedecer las instrucciones teocráticas?
No siempre. Veamos qué hacían los israelitas cuando Jehová los guiaba con
aquella nube. Leámoslo en el capítulo 9 de Números, en el versículo 17 y luego el
22. El 17 dice: ―Y siempre que la nube subía de sobre la tienda, los hijos de Israel
partían inmediatamente después, y en el lugar donde residía la nube, allí era
donde acampaban los hijos de Israel‖. Y el versículo 22 continúa: ―Fueran dos días
o un mes o más días durante los cuales la nube prolongara su detención sobre el
tabernáculo, residiendo sobre él, los hijos de Israel se quedaban acampados y
no partían; pero cuando se alzaba, partían‖. ¿Nos estamos esforzando por tener
esa misma actitud hacia las instrucciones teocráticas? La familia Betel es un
excelente ejemplo de eso. Cuando me preparaba este comentario, me acordé del
superintendente de un departamento del Betel de Brooklyn con el que colaboré de
cerca. Él siempre llevaba un bolígrafo y una libretita en el bolsillo y, tan pronto
como alguien le pedía que hiciera algo, sacaba el bolígrafo y la libreta, y lo
anotaba. Casi siempre, antes de terminar el día, ya había hecho todo lo que tenía
en la lista. Este hermano era como dice Lucas 16:10: ―La persona fiel en lo mínimo
es fiel también en lo mucho‖. Por eso, no nos sorprende que la organización de
Jehová le haya confiado muchas responsabilidades de peso. Y el caso de este
hermano no es único. Hay muchos hermanos y hermanas por todo el mundo que
tienen esa misma disposición de obedecer las instrucciones teocráticas. Hace
poco, mientras estaba de visita en una sucursal de África, el superintendente del
Departamento Local de Diseño y Construcción me contó que, en su departamento,
se reúnen tres veces por semana durante quince minutos para leer en voz alta las
pautas del departamento. ¿Por qué le parecía importante al hermano hacer eso?
Porque, según me explicó, ha notado que revisar las pautas con todo el
departamento los ayuda a ver si entienden lo mismo, si tienen claras las
instrucciones. Además, también les permite darse cuenta de qué puntos se les
habían pasado la primera vez que las leyeron y qué cosas entienden mejor ahora.
Ese es otro ejemplo excelente de cómo ser cooperadores y diligentes. ¿Y qué
aprendemos de todo esto? Bueno, hoy en día recibimos muchísimas instrucciones
y recordatorios oportunos. Jehová nos guía mediante los ancianos, que llevan la
delantera, y esa guía es tan real para nosotros como la columna de nube que
guiaba a los israelitas de día y la columna de fuego que los guiaba de noche. Así
que, mientras recorremos el último tramo de nuestro viaje por el desierto, por
decirlo así, cooperemos plenamente con cualquier instrucción que recibamos de la
organización.
El texto y el comentario para hoy del folleto Examinando las Escrituras diariamente
fueron tomados de un artículo de La Atalaya titulado ―Cómo mantener ‗una actitud
de espera‘‖. Esta es una pregunta oportuna para todos nosotros porque, como se
mencionó en La Atalaya, ―la impaciencia es peligrosa, pues nos puede llevar a
actuar imprudentemente‖. ¿Cuál es el antídoto contra la impaciencia? Abramos la
Biblia en el texto temático del Estudio de La Atalaya, Miqueas 7:7. Leamos este
versículo y pensemos en cómo el buen ejemplo de Miqueas nos puede ayudar a
mantener una actitud de espera. El texto dice: ―Pero en cuanto a mí, por Jehová
me mantendré vigilante. Ciertamente mostraré una actitud de espera [o esperaré
pacientemente] por el Dios de mi salvación. Mi Dios me oirá‖. Es conmovedor que,
tan solo en este versículo, Miqueas mencione 3 veces a su Dios —a nuestro
Dios—, Jehová. Eso nos recuerda que, sin importar lo grande que sea el problema
que nos haga sentir impacientes o frustrados, con la ayuda de Jehová, se verá
más pequeño y fácil de sobrellevar. Por lo tanto, podemos llegar a la misma
conclusión que el hermano Karl Klein. En su biografía, él dijo: ―Si [Jehová] lo
permite, yo puedo aguantarlo‖. Con la ayuda de Jehová podemos aguantar
pacientemente cualquier prueba, circunstancia o situación durante todo el tiempo
que sea necesario sin perder el gozo. Miqueas estaba seguro de ello. Regresemos
a Miqueas 7:7. Al decir ―por Jehová me mantendré vigilante‖, Miqueas demostró
que estaba decidido a mantenerse atento como un vigía en su torre. Imaginemos
la escena: un vigilante con los ojos bien abiertos, en alerta máxima. Así se
comportó Miqueas en sentido espiritual. Estaba decidido a no impacientarse ni
sentirse frustrado por cosas que no podía cambiar. ¿Fue fácil para el profeta
mantener una actitud de espera? Probablemente no. El contexto nos muestra
cómo era la situación en Israel y en Judá en el tiempo de Miqueas. Prestemos
atención a estos versículos. Comencemos con Miqueas 7:2. Allí dice: ―El leal ha
perecido de la tierra‖; el versículo 3: ―Sus manos están sobre lo que es malo‖; el 4:
―El mejor de ellos es como un abrojo, el más recto de ellos es peor que un seto de
espinos‖. Y en el versículo 5, Miqueas dice: ―No pongan su fe en un compañero.
No cifren su confianza en un amigo íntimo. De la que se reclina en tu seno guarda
las aperturas de tu boca‖. Y el 6 agrega: ―Porque hijo desprecia a padre; hija se
levanta contra su madre; nuera contra su suegra; los enemigos de un hombre son
los hombres de su casa‖. Queda claro que Miqueas vivió en tiempos muy difíciles,
pues —durante el gobierno del malvado rey Acaz— la condición espiritual y moral
de Israel llegó a ser deplorable. ¿Se siente identificado con las circunstancias que
vivió Miqueas? Hoy en día, todos los siervos de Jehová pasamos por pruebas que
requieren aguante y paciencia, pues vivimos en un mundo egoísta en donde,
como dice la Biblia, los hombres son ―desagradecidos, desleales, sin [...] cariño
natural‖. Jesucristo predijo que los cristianos verdaderos serían ―objeto de odio‖.
Algunos de nuestros hermanos enfrentan odio y oposición en la escuela y en el
trabajo casi a diario. Además, en ocasiones son víctimas de rechazo por parte de
familiares no Testigos. Pensemos también en el odio del que han sido víctimas los
hermanos que están en prisión. Por ejemplo, oramos fervientemente por las 2
hermanas de Azerbaiyán a quienes se persigue injustamente y también por los
600 hermanos en Eritrea, Nagorno Karabaj, Singapur, Corea del Sur y
Turkmenistán. Deseamos que todas esas injusticias se solucionen. ¡Y quisiéramos
que fuera pronto! Pero ¿se nos agota la paciencia? No. Más bien, cultivamos una
actitud de espera. Además, muchos de nuestros hermanos deben hacer frente a
problemas de salud. Estos también someten a prueba nuestra paciencia y
aguante. Es probable que usted o algún familiar o amigo cercano estén lidiando
con algún problema de salud o incluso con cierta enfermedad. Esto me recuerda el
programa de diciembre de 2015 de JW Broadcasting, en donde conocimos a
Sabina Hernández, de Panamá, quien nació con una discapacidad grave. Desde
que nació, ha tenido una vida muy complicada. Sin embargo, ¡ella es una fuente
de ánimo para nosotros! Sabina ha aprendido a confiar en Jehová. Tal como
Miqueas, ella ha demostrado una actitud de espera y hace todo lo que puede para
servir a Jehová a pesar de sus limitaciones. Al igual que nosotros, ella anhela ver
el día en que todo cambie. Nos gustaría que eso sucediera hoy mismo, ¿verdad?
Por supuesto, esos problemas se acabarán, quizás incluso antes de lo que
pensamos. Ahora bien, puede que nuestras pruebas se resuelvan ahora o un poco
más adelante, pero ¿qué aprendemos del ejemplo de Miqueas? Pensemos en
otros detalles de la vida de este profeta. Él sirvió fielmente a Jehová por unos 60
años, vio el cumplimiento de algunos de los mensajes de juicio de Jehová y pudo
ver el fruto de su actividad profética. Pero ¿alcanzó a ver el cumplimiento de todas
las promesas de Jehová? No. Entonces, ¿qué lo ayudó a esperar pacientemente,
a mantenerse activo y a confiar en Jehová? El hecho de que estaba
absolutamente convencido de que Jehová, a su debido tiempo, cumpliría todas
sus promesas. Miqueas confiaba totalmente en su Dios. Vamos a recordar un par
de cosas que nos ayudarán a cultivar la misma confianza y actitud de espera que
demostró Miqueas. La primera tiene que ver con lo que dice 1 Tesalonicenses
5:17. Vamos a leerlo. Primera a los Tesalonicenses 5:17. Quizás ya se saben de
memoria este versículo, pues solo tiene 2 palabras. ¿Y cuál es la instrucción?
―Oren incesantemente‖. No olvidemos que orar realmente equivale a hablar con
Dios. Y nadie podría acusarnos de hablar demasiado con Jehová. Cuando La
Atalaya trató el tema de la verdadera comunicación con Dios, citó el texto que
acabamos de mencionar y dijo: ―Dios se ofrece a escuchar a sus siervos cuantas
veces lo necesiten‖. Por eso, aceptemos su invitación y oremos incesantemente
sobre las cosas que nos inquietan. Cultivemos confianza en Jehová siendo
específicos al pedir su ayuda en oración. Ahora bien, ¿qué hay si oramos
incesantemente durante una prueba, pero esta no desaparece? Noten lo que dice
Lucas 11:9. En este versículo, Jesús nos da razones para no perder la confianza
cuando dice: ―Por consiguiente, les digo: Sigan pidiendo, y se les dará; sigan
buscando, y hallarán; sigan tocando, y se les abrirá‖. Entonces: queremos hacer lo
posible por resolver nuestros problemas convencidos de que, en el momento justo,
Jehová nos dará la solución y, mientras ese momento llega, nos ayudará a
aguantar. ¿Qué tan grande es una montaña cuando la comparamos con Jehová?
Se ve como un montoncito de tierra. ¿Y cómo podemos convertir una montaña en
un montoncito de tierra? Arrojando nuestras cargas sobre Jehová cuando le
oramos. Jehová no defraudó la confianza de Miqueas. Y pronto, en la
resurrección, Miqueas verá cumplidas todas las promesas que esperó con
paciencia. Por lo tanto, al igual que él, controlemos la tendencia natural a ser
impacientes. Mantengamos la fe viva y la actitud vigilante.
Hoy les quiero hablar acerca del peligro que presenta el materialismo. Echémosle
otro vistazo al texto de hoy, Mateo, capítulo 6, versículo 24. Aquí, en su Sermón
del Monte, Jesús dice ante la multitud y sus discípulos una verdad innegable.
El versículo comienza diciendo: ―Nadie puede servir como esclavo a dos amos‖.
¿Habrá alguna excepción? Según Jesús —y según Jehová—, no, no la hay. Pero
¿quiénes son esos dos amos rivales y tan distintos que Jesús mencionó?
El versículo dice al final que son ―Dios‖ y las ―Riquezas‖. ¿Se dieron cuenta de que
Riquezas aquí está escrito con una r mayúscula? Esto es interesante porque las
otras veces que Jesús habla de las riquezas, la Traducción del Nuevo Mundo
no utiliza la r mayúscula sino la r minúscula. Por ejemplo, cuando Jesús dice que
el poder engañoso de las riquezas ahoga la palabra, riquezas está en minúscula.
Y cuando habla de usar bien las riquezas injustas, también se usa la minúscula.
Entonces, ¿por qué en Mateo 6:24 y en el relato paralelo de Lucas 16:13 el
Comité de Traducción de la Biblia del Nuevo Mundo decidió escribir Riquezas en
mayúscula? La edición de estudio de la Traducción del Nuevo Mundo en inglés
nos dice por qué. Nos da una explicación interesante, pues señala que aquí el
término griego para Riquezas (o ―Dinero‖ como lo vierten otras traducciones) está
personificado. Se habla de ellas como si se tratara de un amo o como si fuera una
especie de dios falso. Y así las ven muchos, ¿no es cierto? Por siglos, la
tendencia de la gente ha sido darles a las riquezas —al dinero— el lugar más
importante en sus vidas. Las han elevado hasta convertirlas en un dios que, como
dijeron los hermanos en sus comentarios, ha esclavizado a millones de personas.
¿Qué quería enseñarnos Jesús? Que los cristianos no podemos darle a Dios la
devoción exclusiva que merece y al mismo tiempo dedicarnos a acumular dinero y
cosas materiales. ¡Qué advertencia tan directa! Eso nos lleva a dos preguntas que
podemos analizar con el tiempo que nos queda: ¿Qué es el materialismo? Y ¿qué
podemos hacer para no caer en la trampa de acumular riquezas y llegar a
convertirlas en un dios? Un diccionario define materialismo de la siguiente manera:
como la tendencia a darles más importancia a las cosas materiales que a las
cosas intelectuales o espirituales. Pero en una de las publicaciones del esclavo fiel
encontré una definición que creo que es mejor, teniendo en cuenta el contexto de
las palabras de Jesús. El Anuario para 1978, en la página 9, dijo lo siguiente: ―Se
ha dicho que el materialismo es cuanto se planta entre la persona y la adoración
que ésta da a Jehová. Por eso no tiene que ser necesariamente un automóvil
costoso, un hogar ostentoso ni una gran cuenta bancaria. Pudiera ser cualquier
cosa que absorbiera el tiempo y la atención de uno de modo que descuidara la
adoración que le debe a Jehová‖. Precisamente ese era el punto que Jesús quería
transmitir. ¿Podría el materialismo entrampar a quienes hemos puesto el Reino en
primer lugar y hemos hecho sacrificios en sentido material para lograrlo? Bueno, al
pensar en esa pregunta me acordé de un siervo fiel de Jehová que se menciona
en el libro de Jeremías: Baruc. Vayamos al capítulo 45 de Jeremías, y mientras
pensamos en Jeremías y su secretario, Baruc, imaginemos los sacrificios tan
grandes que tuvieron que hacer para ayudar al pueblo de Jehová de su día. Baruc
recibió una asignación especial, como la mayoría de los que estamos aquí, pero
se distrajo con algo. Leamos el versículo 3 del capítulo 45 de Jeremías. Aquí
Jehová revela lo que Baruc dijo, tal vez solo para sus adentros. El versículo 3 dice:
―¡Ay de mí, ahora, porque Jehová ha añadido desconsuelo a mi dolor! Me he
fatigado a causa de mi suspirar, y no he hallado lugar de descanso‖. Baruc estaba
cansado. Llevaba tiempo sirviendo a Jehová con lealtad, pero su comisión era
difícil, puede que le causara estrés. Y todavía faltaban dieciocho años para que
llegara la destrucción predicha. Pero ¿cuál era la raíz del problema? ¿Era su
servicio a Jehová? Veamos lo que Jehová le señaló, en el versículo 5: ―Tú sigues
buscando cosas grandes para ti. No sigas buscando‖. Esas ―cosas grandes‖
podrían haber sido bienes materiales. Podría ser que se hubiera dejado entrampar
por el materialismo. Si ese fue el caso, esa advertencia que le dio Jehová era justo
lo que necesitaba. Un poco más adelante, en el mismo versículo, Jehová le dijo
que, cuando trajera la destrucción, lo único que lograría salvar sería la vida, no sus
cosas. ¿Y nosotros? ¿Qué podemos hacer para no caer en el materialismo?
Como Baruc, de vez en cuando tenemos que analizar la importancia que les
damos al dinero y a las cosas materiales. En la revista ¡Despertad! de septiembre
de 2015 aparecieron varias preguntas que nos podemos hacer, como por ejemplo:
―¿Me gustan las ‗oportunidades‘ de ganar dinero fácil? ¿Me cuesta ser generoso?
¿Me siento importante cuando tengo dinero? ¿Estoy pensando todo el tiempo en
cuestiones monetarias? ¿Está perjudicando a mi familia y mi salud la manera en
que veo el dinero?‖. Lo que les ha pasado a algunos hermanos demuestra que
todos tenemos que pensar seriamente en este asunto. Alex, por ejemplo, empezó
a invertir en el mercado de valores pensando que en poco tiempo podría dejar su
trabajo y hacerse precursor. Tenía buenas intenciones, pero se enredó más y más
estudiando ofertas e informes financieros. Con sus ahorros y con dinero prestado
por agentes de bolsa compró unas acciones que, según los analistas, iban a subir
de precio rápidamente. Pero ¿saben qué pasó? Pasaron los meses, y las acciones
nunca subieron. Alex perdió sus ahorros y tuvo que vender la casa. ¡Qué triste!
¡Y todo por haberse dejado engañar por ese amo cruel: el dinero! Tras reflexionar
en lo que pasó, Alex dijo: ―Le hice mucho daño a mi familia. Ahora sé que quien
pone su confianza en el sistema de Satanás queda muy decepcionado‖. Cuando
estaba preparándome, leí otra experiencia que me llamó la atención sobre lo que
le pasó a una hermana de Jamaica llamada Valentine. Tal vez se acuerden del
artículo ―Los retos y gozos de criar ocho hijos en los caminos de Jehová‖, que
salió publicado en La Atalaya del 1 de enero de 2006. Ella cuenta algo que le
sucedió relacionado con cómo veía las cosas materiales. La hermana no tenía
mucho dinero. Imagínense: su esposo la había abandonado y estaba criando sola
a ocho hijos. Pero ¿hay que ser rico para caer en el materialismo? Bueno,
en 1988, el huracán Gilbert devastó la isla. Valentine cuenta: ―Tuvimos que dejar
nuestro hogar para refugiarnos en un lugar más seguro. En un momento de calma,
mi hijo y yo salimos del refugio para inspeccionar los restos de lo que antes era
nuestra casa. Mientras rebuscábamos entre los escombros, vi algo que quería
salvar. De repente, el viento empezó a rugir de nuevo, y yo aún sostenía aquel
objeto‖. Entonces, su hijo le dijo: ―Mamá, deja el televisor. ¿O quieres ser como la
esposa de Lot?‖. La hermana dijo que aquel comentario le hizo recobrar el juicio.
Así que soltó el televisor, que estaba empapado, y buscaron un lugar seguro.
Valentine se analizó. Pensó en lo que había pasado en aquel momento y
reconoció: ―Arriesgué la vida por un televisor‖. Pero le animó pensar que su hijo
había tenido la madurez espiritual para darle aquella advertencia tan oportuna.
Bueno, es una excelente lección para todos, ¿verdad? Sea que tengamos mucho
o poco, tenemos que ver el dinero como lo que es: una herramienta útil, y nunca
debemos dejar que nos domine o nos controle. No queremos acabar acribillados
por culpa del amor al dinero.
Jehová desea que, en el matrimonio, tanto el esposo como la esposa sean muy
felices. Cuando ambos cumplen con el papel que Dios les ha asignado y se tratan
con amor y respeto, disfrutan de una amistad muy especial. Si el patrón de
conducta de la pareja se basa en principios bíblicos, su relación podría
compararse a esta rueda: funcionará como se espera. Pero, si desarrollan
patrones de conducta malos, su relación se parecerá más a esta rueda que tengo
aquí, y, como pueden ver, su vida no va a ser fácil. Repasemos primero lo que
Jehová espera del esposo y la esposa. Luego, veremos que el amor y el respeto
son claves para un matrimonio feliz. ¿Qué papel les asignó Jehová al hombre y a
la mujer? Al esposo le dio el papel de cabeza de la familia. En Efesios 5:23 dice
que ―el esposo es cabeza de su esposa‖. Así que, en la familia, la decisión final la
toma el esposo. Con sus decisiones, demuestra que ama a su esposa y a sus
hijos, y que toma en cuenta sus necesidades físicas, espirituales y emocionales.
1 Corintios 11:3 deja claro cómo Jehová espera que el esposo cumpla su papel.
Mientras lo leen, imagínense a Jehová diciéndoles a los esposos: ―Sí, ustedes son
la cabeza, Es como un padre que le dice a su futuro yerno: ―Puedes casarte con
mi hija, pero más te vale que la trates bien, porque te las vas a ver conmigo‖.
El mensaje está muy claro, ¿no es cierto? El esposo es responsable ante Jehová
por cómo trata a su esposa. Es algo en lo que los esposos tenemos que pensar.
¿Y qué papel asignó Jehová a la esposa? Uno muy valioso: ser la compañera de
su esposo. Ambos tratan juntos los asuntos importantes y suman esfuerzos para
alcanzar el éxito. Claro, Jehová quería que la esposa estuviera en sujeción, es
decir, que respetara la autoridad que tiene su esposo. En Efesios 5:22 leemos: ―En
sujeción‖. Eso como que no suena muy bonito. ―¡Tienen que estar en sujeción!‖.
Pero ¿es algo malo el que la esposa tenga que estar en sujeción a su esposo?
No. La sujeción de la que habla la Biblia no hace de la mujer alguien inferior.
Es algo que tiene que ver con su función. Ambos son colaboradores, y cada uno
tiene un importante papel. Pensemos en una pareja de patinadores sobre hielo.
Mientras los vemos deslizándose con elegancia por la pista, ¿verdad que no nos
preguntamos: ―¿Y por qué ella no lo sostiene a él?‖? Si comparamos el cuerpo del
hombre con el de la mujer, nos queda muy claro quién debe cargar con el peso.
Sin duda, el patinador respeta y valora el papel de su compañera. De igual modo,
el esposo respeta y valora el papel que cumple su esposa mientras ambos
trabajan juntos para que les vaya bien. Ahora que hemos repasado el papel del
esposo y la esposa, leamos juntos en Efesios 5:33 un principio fundamental para
entender cómo espera Jehová que el esposo y la esposa cumplan con su papel.
Efesios 5:33 dice así: Lo que dice este texto no es ningún misterio: el esposo debe
amar a su esposa y la esposa debe respetar a su esposo. Pero hay algo más que
este versículo nos enseña sobre el hombre y sobre la mujer. Nos dice qué
necesita cada uno de ellos: el hombre necesita que lo respeten y la mujer que la
amen. Eso no quiere decir que a los hombres no haya que quererlos y que a las
mujeres no haya que respetarlas. Pero sí es cierto que los hombres suelen valorar
el respeto y la posición, mientras que para las mujeres es importante que haya
una buena relación, confianza, amor. Este principio fundamental nos ayuda a
comprender por qué nuestro cónyuge se siente o actúa de determinada manera.
Cada uno valora distintas cosas, y eso se refleja en numerosas situaciones.
Veamos tres aspectos de la vida de una pareja en los que esto que hemos visto
del amor y el respeto se ve con claridad. Veamos el primer aspecto: la forma de
comunicarse. Como para la mujer es importante que haya amor, cuando habla con
su esposo, trata de que la conversación sea de amigos y de establecer una fuerte
conexión. Como quiere sentirse cerca de él, le cuenta todo lo que le ha pasado en
el día... y espera que él haga lo mismo: que le cuente todo. Esposo, su esposa se
sentirá amada si le demuestra —por su forma de comunicarse— que de veras se
preocupa por ella. Para ella es muy importante conversar con usted y contarle su
vida, y le gusta que usted le abra su corazón. Pongamos un ejemplo: una mujer le
cuenta a su esposo algo que le sucedió durante el día. Él empieza a sentirse
aturdido y la interrumpe. Tal vez cambia el tema o le dice: ―Pues haz esto y esto‖.
¿Y qué pudiera pensar ella? ―¿Por qué no es capaz de escucharme? ¿Será que
ya no le importo?‖. Es importante que el esposo ponga toda su atención cuando su
esposa le habla. Puede que el esposo traiga muchas cosas en la cabeza después
de un largo día de trabajo, y puede que, sin mala intención, llegue a pensar que lo
que le está contando su esposa no tiene tanta importancia. Quizá le parezca que
son trivialidades, que sus problemas son sobre cosas cotidianas, mientras que las
cosas de las que él habla son importantes, porque le sucedieron a él. Su esposa
se va a desanimar al sentir eso todo el tiempo. Si el esposo muestra poco interés
en las cosas que le suceden a su esposa, ella sentirá que es ella la que no le
importa. Los esposos podemos beneficiarnos mucho del consejo de Proverbios
20:5. Dice: ¡Qué buen consejo!, ¿verdad? Esposo, si de verdad quiere saber lo
que hay en el corazón de su esposa, déjela hablar. Así demostrará que la ama.
Para el hombre, la conversación cumple una función distinta. Cuando la esposa le
pregunta a su esposo: ―¿Cómo te fue hoy?‖, él dice: ―Bien, como siempre‖. Pero
quizás esa misma noche, en una conversación entre amigos, cuenta algo que le
sucedió en el trabajo, y quizás ella se pregunte: ―¿Y por qué no me contó eso a mí
cuando le pregunté?‖. Como para el hombre es importante sentirse respetado, a
menudo se vale de la conversación para ganarse el respeto de los demás. Tal vez
él siente que, como su esposa ya lo respeta, no tiene que contarle nada. Algo que
la esposa puede hacer para que su esposo le cuente más cosas es interesarse
por su trabajo y por lo que le gusta. Pero, si ella le dice: ―¿Para qué me lo
cuentas? Yo casi no entiendo nada de eso‖, se estará perdiendo de una parte
importante de su vida. Esposa, demuéstrele a su esposo que se siente orgullosa
de lo que hace en su trabajo. Escúchelo con atención cuando le cuente qué
problemas tuvo y cómo los resolvió. Puede que no le parezca muy interesante lo
que hace, pero recuerde que es algo muy importante para él. Hablemos ahora de
la forma de resolver los problemas. Pensemos en una pareja que necesita llegar a
un lugar, pero se han perdido. La esposa dice: ―¿Y por qué no le preguntamos a
alguien?‖. Ella piensa: ―¿Qué le cuesta que preguntemos?‖. Y él piensa: ―¿Qué le
cuesta esperar a que yo encuentre el camino?‖. Puede que él no quiera
preguntarle a un extraño para no dar la impresión de que es incapaz de llegar
solo. En esta situación tal vez le cueste pedir ayuda porque prefiere no verse en
una posición inferior. Encontrar el camino se ha convertido en un reto y quiere
demostrarle a su esposa que él puede solo. ¡Pero a la mujer ni le pasa esa idea
por la cabeza! Para ella preguntar no es nada del otro mundo; solo se trata de
pedirle ayuda a alguien que la puede dar. Leamos lo que dice la Biblia en
1 Corintios 7:33: Esposa, su esposo se preocupa por ganarse su aprobación y
respeto. Claro, el esposo debe ser equilibrado para que su deseo de recibir
respeto no se vaya a los extremos. ¿Qué tiene de malo preguntar o pedir ayuda?
Y también es importante que la esposa no pierda la paciencia y cuide qué dice y
cómo lo dice siempre que su esposo esté tratando de resolver algún problema.
Si la esposa tiene siempre presente que la intención del esposo es hacer lo que
sea mejor para su familia, se esforzará por ser comprensiva y apoyarlo hasta en
las cosas más pequeñas. El apoyo que ella le da en esas cosas pequeñas le da
seguridad y lo motiva a tomar la iniciativa en asuntos importantes, porque sabe
que cuenta con la aprobación de su esposa. Finalmente, hablemos de la forma de
comportarse en público. ¿Ha estado con parejas que hacen esto? Mientras uno
cuenta una historia, el otro lo interrumpe constantemente para corregirlo. O,
mientras el esposo está tratando de dar ciertas instrucciones, la esposa lo corrige
o lo contradice. O el esposo dice cosas que hacen sentir mal a su esposa o la
avergüenzan. Primero veamos cómo Efesios 5:33 puede ayudar a la esposa en
estas situaciones. Como para el esposo el respeto es algo tan importante, ¿cómo
se sentirá si su esposa lo corrige en público? Se sentirá muy dolido si ella hace
eso o se comporta de forma desafiante. En Proverbios 31:12 encontramos este
recordatorio para las esposas: Esposa, cuando haya otras personas presentes —
incluso los hijos—, intente no llevarle la contraria o corregirlo, ni lo haga a un lado
para hacer usted las cosas. Delante de otras personas, demuestre que respeta a
su esposo por lo que le dice y cómo se lo dice. Si usted lo respeta, los demás
también lo harán, incluidos los niños. Ahora veamos cómo Efesios 5:33 puede
orientar la conducta de un esposo en público. Primero es bueno que el esposo
haga lo que se describe en Proverbios 31:28. Vamos a leerlo. Dice: En este
mundo es común ver a esposos que se burlan de sus esposas o dicen cosas que
las rebajan. Como para la esposa la amistad es algo que vale tanto, le duele que
su esposo la rebaje solo para hacerse el gracioso. Se siente fatal. Esposo, su
esposa siente que usted es su mejor amigo. Le cuenta todo. Hacer eso es
traicionar su confianza, y ella sentirá que no la quiere. Y, cuando hay que hablar
de ciertos asuntos, lo mejor es esperar y hacerlo en privado, o por lo menos
encontrar un rinconcito donde otros no escuchen lo que dicen. Al no hacerlo en
público, la esposa muestra respeto por su esposo y el esposo muestra amor por
su esposa. Hoy hemos visto tres situaciones en las que el principio de Efesios
5:33 puede ayudar a los matrimonios a actuar mejor. El amor y el respeto ayudan
en la forma de comunicarse, la forma de resolver los problemas y la forma de
comportarse en público. Un buen matrimonio requiere esfuerzo. ¿Cómo va el
suyo? ¿Son sus patrones de conducta buenos, o malos? ¿Cómo se tratan?
¿Cuándo fue la última vez que hablaron del amor y del respeto? El consejo de
Efesios 5:33, que es perfecto, puede hacer feliz a un matrimonio que es
imperfecto. En palabras muy sencillas, Jehová, que es el Creador del matrimonio,
nos explica parte de su esencia. Nos dice qué es importante para el hombre y qué
es importante para la mujer. Para el hombre es particularmente importante el
respeto, y la mujer necesita sentirse amada. Solo si tomamos en cuenta este
principio, tendremos un matrimonio que complazca a Jehová. Si quiere que su
matrimonio vaya sobre ruedas, como Jehová desea, haga todo lo que pueda para
que el principio del amor y el respeto siempre rija su conducta.
El apóstol Pablo hizo una interesante reflexión sobre el rescate. Él escribió: ―La
vida que ahora vivo en carne la vivo por la fe que es para con el Hijo de Dios, que
me amó y se entregó por mí‖. Con esas palabras nos damos cuenta de que Pablo
sabía que el rescate se había pagado por él. Y, como se expresó en los
comentarios, nosotros también debemos ver el rescate como un regalo personal.
En Hebreos 6:5, el apóstol Pablo deja ver que la Biblia y el rescate son dádivas
muy personales. Noten la expresión que usó en Hebreos 6:5: ―Y que han gustado
la excelente palabra de Dios y los poderes del sistema de cosas venidero‖. La
expresión ―que han gustado‖ es muy significativa, pues para gustar los alimentos,
nosotros mismos debemos probarlos, nadie más. Debemos ponerlos en nuestra
boca para saborearlos. Lo mismo sucede con el rescate. ¿En qué situaciones
podemos ―gustar‖ o comprobar que el rescate es para cada uno de nosotros?
Veamos un par de ellas. Primero hablemos de nuestros temores. ―¿De veras me
quiere Dios? ¿Soy digno de que me ame?‖. Puede que también nos preguntemos:
―¿Qué será de mí? ¿Y si...?‖. Al encarar pruebas o dificultades, quizás razonemos:
―Tal vez Jehová no me quiere‖. Por otro lado, estamos convencidos de que la ley
de causa y efecto tiene una base sólida. Vemos que las cosas pasan por algo. El
problema es que lleguemos a la conclusión de que las cosas son como son
porque Jehová no nos ama. Aun si somos personas buenas, es posible que
atravesemos dificultades y digamos: ―Otros de mi edad tienen buena salud‖. O tal
vez sepamos de alguien que ha recibido un cambio de asignación y que en unas
cuantas semanas ya tiene todos sus asuntos resueltos, y pensemos: ―En cambio,
yo sigo buscando un empleo‖. Pero no concluyamos que si las cosas no salen a la
perfección es porque Jehová no nos quiere. Eso es mentira. Aun si estamos
actuando bien, pudiéramos pasar por pruebas. Para ilustrarlo: imagine que va
conduciendo su automóvil como Dios manda y se detiene cuando el semáforo se
pone en rojo. Luego cambia a verde y usted avanza, pero entonces lo alcanza un
conductor imprudente que no se ha detenido en la luz roja. La culpa no es de
usted. ¿Acaso diría: ―¡No vuelvo a obedecer las leyes de tránsito! ¡No vale la
pena!‖? ¡No! El culpable fue quien se pasó el semáforo en rojo. A veces nos
pueden pasar cosas malas, pero eso no quiere decir que sea nuestra culpa o que
no contemos con el amor de Jehová. Así que, cuando sintamos algún temor,
¿cómo nos fortalecerá reflexionar en el rescate? Para empezar, pensemos en por
qué se pagó el rescate. Porque a mucha gente buena —todos los descendientes
de Adán y Eva— nos estaba yendo mal. Adán y Eva pecaron, pero nosotros
pagamos las consecuencias. A los que valoran el rescate, Jehová se lo ofrece
como la solución. Es su manera de decir: ―Yo sé que te pasan cosas malas, pero
pronto todo estará bien‖. Sí, cuando entendemos por qué Jehová estuvo dispuesto
a pagar el rescate por cada uno de nosotros, nos damos cuenta de que él
comprende el sufrimiento que causan el cáncer, la vejez, los errores humanos y
hasta nuestra propia imperfección. ―Degustar‖ el rescate en estas circunstancias
significa evitar creer que Jehová no nos ama cuando nos sobrevenga alguna
prueba. Al contrario, el rescate es la mayor expresión del amor de Jehová y Jesús,
y de que desean que pronto dejemos de sufrir. Otra situación en la que podemos
comprobar que el rescate es para nosotros es cuando muere alguien allegado.
Cualquiera que haya sentido el dolor de perder a alguien cercano puede entender
la impotencia que se siente al saber que ya no hay nada que hacer por ahora.
Pero en ese momento, la esperanza y la fe en la resurrección —solo posible
gracias al rescate— se vuelven más reales que nunca. En Hechos 17:31 se
recoge un conmovedor discurso en el que el apóstol Pablo explicó que el rescate
está garantizado gracias a la muerte y resurrección de Jesús. En Hechos 17:31,
Pablo dijo: ―Porque ha fijado un día en que se propone juzgar la tierra habitada
con justicia por un varón a quien ha nombrado, y ha proporcionado a todos los
hombres una garantía con haberlo resucitado de entre los muertos‖. Si
comprendemos que el rescate se dio por cada uno de los seres humanos,
entenderemos que la resurrección no solo es posible, sino que Jehová y Jesús
desean que nuestros padres o amados cónyuges vuelvan a vivir. Ellos se
interesan en cada persona, sea que esté viva o muerta. Conocen cada detalle de
su vida, por lo que podrán devolvérnoslos con su misma personalidad, con todos
sus recuerdos, tal y como los conocimos. ¿Existe una mayor prueba de que el
rescate es un regalo personal? Traer de vuelta a la vida a nuestros seres queridos
es la mayor muestra del interés personal de Jehová en todos y cada uno de los
seres humanos. No nos considera un daño colateral en la guerra contra Satanás.
El rescate es el medio que Jehová usará para reparar todo el daño que Satanás
ha ocasionado desde la muerte de Adán y Eva. De hecho, cuando los muertos
sean resucitados, quedará claro que todo lo que afirmaba Satanás era mentira.
Hoy, el Diablo difunde toda clase de ideas sobre lo que pasa después de la
muerte: que las personas se van al más allá, que tendrán otra vida, que estarán en
el cielo, que reencarnarán como animales... Pero en el nuevo mundo, cuando la
mayoría de los que han muerto vuelvan a vivir, ya jamás se engañará a nadie con
esas mentiras. Cada uno de los resucitados podrá contar lo que le sucedió al
morir: ¡nada! ¡No hay vida después de la muerte! Ya nadie se creerá ni esparcirá
aquella mentira. Jehová sabía que la muerte de un ser querido nos causaría
muchísimo dolor. Por eso, al darnos el rescate, es como si nos dijera: ―Sé que te
duele, pero créeme, por favor, ya tengo la solución perfecta para que te deje de
doler‖. Hoy hemos analizado dos situaciones en las que podemos reflexionar en el
rescate, como lo hizo el apóstol Pablo, y entender que es un regalo individual.
Hablamos de nuestros propios temores y de la resurrección de nuestros seres
queridos. ¡Imagine de cuántas otras maneras nos beneficiamos si meditamos en
que el rescate es para cada uno de nosotros!
―Ha jurado a lo que es malo para sí, y no obstante no lo altera‖. Estas palabras
dicen mucho de una persona, ¿no creen? ¿Qué ejemplos encontramos en la Biblia
de personas que agradaron a Jehová por cumplir sus promesas? ¿Y qué recibirán
quienes lo hacen, incluso cuando cumplirlas los perjudique? Bueno, sabemos que
Jesús es el mejor ejemplo de alguien que cumplió su promesa de hacer la
voluntad de Jehová. Pero también hay personas imperfectas que han sido leales y
han cumplido sus promesas. Por ejemplo, Josué 9 explica que los gabaonitas
engañaron a los principales de Israel para que hicieran un pacto de paz con ellos.
Sin darse cuenta, los israelitas les prometieron que no destruirían Gabaón. Pero
algo interesante es que aquellos hombres disfrazados eran parte del pueblo de los
heveos, una nación que era una amenaza para Israel. Josué 10:2 dice que todos
sus hombres eran poderosos guerreros. ¿Qué ocurrió cuando los israelitas
descubrieron la verdad? Josué 9:18 dice: ―Los hijos de Israel no los hirieron,
porque los principales de la asamblea les habían jurado por Jehová el Dios de
Israel‖. ¿Aprobó Jehová la decisión de no atacarlos? Sí, la aprobó, tal como
vemos en el capítulo 10. Hablaremos de eso en unos minutos. En otro relato,
Mardoqueo le pidió a Ester que hablara con el rey Asuero en nombre de los judíos
para suplicarle su favor. Ester sabía que si se presentaba delante del rey sin que
él la llamara, podía morir. Pero Mardoqueo razonó con ella y le hizo ver la
importancia de hablar con el rey, así que Ester le prometió que lo haría. Por favor,
fíjense en lo que menciona Ester 4:16, al final del versículo. Ella está dando su
palabra, pues dice: ―Entraré a donde el rey, lo cual no es conforme a la ley; y en
caso de que tenga que perecer, tendré que perecer‖. Y ya sabemos lo bien que
acabó todo para Ester, Mardoqueo y los judíos. Ester cumplió su palabra, y todos
fueron bendecidos por ello, ¿verdad? ¿Por qué cumplieron sus promesas estas
personas? Porque, entre otras cosas, tenían cualidades como la fe, la lealtad y el
amor por Jehová y por los demás. Los principales de Israel tenían fe y veían a
Jehová como alguien real. También eran conscientes de la promesa que les
habían hecho a los gabaonitas. Debido a su fe y su lealtad cumplieron su palabra.
Y Ester también estuvo dispuesta a arriesgar su vida porque amaba a su pueblo y
quería ayudarlos. Ahora, retomando la segunda pregunta, ¿qué recibirán quienes
cumplen sus promesas, incluso cuando esto los perjudica? Veamos el principio
que se encuentra en Marcos 4:24. Aquí Jesús dice: ―Con la medida con que
ustedes miden, se les medirá a ustedes, sí, hasta se les añadirá‖. ¿Cuál es el
principio? Como muestra el contexto, Jesús estaba hablando sobre alguien que
recibe información y comprensión espiritual por escuchar con atención sus
enseñanzas. Pero la idea de que ―se les añadirá‖ se cumple de muchas formas.
Por ejemplo, cuando somos leales a Jehová, a menudo nos bendice con más de lo
que esperábamos. A veces, incluso nos sorprende. Salmo 84:11 dice que Jehová
―no retendrá nada que sea bueno de los que andan exentos de falta‖. Ahora,
volvamos a lo que ocurrió entre Israel y los gabaonitas. En el capítulo 8 de Josué
leemos que, en una batalla anterior contra la ciudad de Hai, Jehová le había dicho
a su pueblo qué estrategia emplear para ganar. Pero el relato no dice que en
aquella ocasión Jehová hiciera algún milagro sorprendente. Y ahora, fijémonos en
el capítulo 10. Después de que engañaran a los principales de Israel para
conseguir un pacto de paz, los gabaonitas se vieron en peligro por una alianza de
cinco reyes amorreos. ¿Qué harían los israelitas? Bueno, como sabemos,
mantuvieron su promesa y fueron a defender a los gabaonitas. En el versículo 7
de este capítulo, leemos que Josué y sus hombres hicieron eso. Jehová los
bendijo por cumplir su promesa. En el versículo 8, Jehová les dijo: ―No les tengas
miedo [...]. Ni un solo hombre de ellos se mantendrá en pie contra ti‖. Parece que
a Jehová le gustó aquella decisión, ¿no creen? Les demostró su aprobación de
una forma excepcional. Arrojó enormes piedras de granizo sobre sus enemigos, e
incluso el sol se quedó inmóvil en el cielo más o menos un día entero. En el
versículo 14 dice: ―Ningún día ha resultado ser como aquel, ni antes de él ni
después de él, por el hecho de que Jehová escuchó la voz de un hombre, porque
Jehová mismo estaba peleando por Israel‖. ¿No es cierto que Jehová demostró
que amaba a su pueblo por cumplir la promesa que ellos habían hecho? Y cuando
los israelitas fueron a guerrear por Gabaón, los apoyó al máximo. De hecho,
Jehová superó todas sus expectativas. ¿Han sentido alguna vez que Jehová ha
hecho eso por ustedes cuando han cumplido una promesa o una tarea difícil?
¿Verdad que a menudo nos damos cuenta de que hemos recibido bendiciones
que no habíamos imaginado? Entre otras cosas, quizás nos sorprenda ver que
nuestra fe ha aumentado, que nuestro amor es más profundo y que lo que antes
veíamos como algo muy difícil ahora nos parece más sencillo. Un betelita que
permaneció en su asignación a pesar de la muerte de su madre —y de que
algunos lo trataran mal— dijo: ―A veces vivimos situaciones que nunca hemos
experimentado, y quizás no entendamos por qué Jehová no hace lo que le
pedimos. Pero cuando las aguantamos, vemos, primero, que él comprende mejor
toda la situación y, segundo, que quiere que confiemos en él, que sepamos que
está ahí para nosotros y que no hemos perdido su aprobación aunque estemos
pasando por un momento difícil. Cuando Jehová nos ayuda, lo único que podemos
hacer es lo que dice Génesis 24:21: mirar con admiración la manera en que
contesta nuestras oraciones‖. ¡Qué idea tan bonita! Y aunque las bendiciones
no lleguen enseguida, podemos confiar en que Jehová estará ahí para ayudarnos
en el momento exacto. Eso mismo le pasó a Job. En cierta ocasión, dijo: ―¡Hasta
que expire no quitaré de mí mi integridad!‖. Y vivió a la altura de esas palabras,
¿verdad? Lo hizo a tal grado que, después de aguantar mucho sufrimiento y dolor,
pudo decir: ―De oídas he sabido de ti, pero ahora mi propio ojo de veras te ve‖. Sin
duda, su fe creció. Y, como sabemos, Jehová con el tiempo le devolvió la salud,
duplicó sus riquezas y lo bendijo con una preciosa familia. Relatos como estos nos
ayudan mucho. Igual que los siervos de Jehová de la antigüedad, podemos sufrir
persecución, injusticias, desastres, la pérdida de un ser querido, decepciones o
enfermedades graves. Puede que además tengamos que esforzarnos por cumplir
nuestra promesa de ser un buen cónyuge o un amigo en tiempos difíciles. La lista
es larga. Y, a pesar de los problemas o incluso el dolor, es posible conseguirlo.
Podemos imitar la fe de siervos de Dios del pasado y del presente y cumplir
nuestras promesas, incluida, por supuesto, nuestra dedicación a Jehová. Él suele
hacer más de lo que esperamos, y por eso tenemos la seguridad de que lo que
tiene preparado para nosotros es mucho mejor de lo que podemos imaginar.
Como dice Salmo 31:19 sobre Jehová: ―¡Cuán abundante es tu bondad, que has
guardado cual tesoro para los que te temen!‖.
En el comentario de hoy, hay una idea interesante. Más o menos a la mitad hay
una frase que dice: ―La compasión nos motivará a actuar con bondad‖.
Es interesante que estas dos cualidades se mencionen juntas en diferentes
versículos. Efesios 4:32 dice: ―Sean bondadosos unos con otros, trátense con
ternura y compasión‖. La obra Perspicacia define así la compasión: ―Sentimiento
de [...] lástima que se tiene hacia quienes sufren penalidades o desgracias, unido
a un deseo de aliviarlas‖. Así que no solo sentimos lástima, sino que también
tenemos el deseo de actuar con bondad. Lamentablemente, como dijo La Atalaya
en una ocasión, el clima moral de nuestros tiempos ha erradicado la compasión
del corazón de muchas personas. Hace unos años, en la sección ―Observando el
mundo‖ de la ¡Despertad!, apareció esta historia. En Italia, una niña de seis años
iba con su padre a la playa en auto. Al entrar en un túnel, el padre, que solo tenía
treinta y tantos años sufrió un infarto. Antes de morir, le dijo a su hija que
regresara a casa. Mientras la niña intentaba salir del túnel, se cayó varias veces
debido a las ráfagas de viento de los autos que pasaban a toda velocidad.
Arañada, sangrando y llorando, caminó por la autopista durante media hora.
Pasaron por su lado cientos de autos, pero nadie le hizo caso. Al final, solo uno
paró a ayudarla. Los periódicos de todo el país se preguntaban por qué había
pasado algo así y si la prosperidad de Italia había hecho que se perdiera el cariño
y la compasión que caracterizaban a su gente. Un periódico comentó: ―En el plan
de vacaciones de verano, no se incluían paradas para ayudar a quienes
estuvieran en apuros‖. Esta historia demuestra cómo está el mundo en el que
vivimos. Hablemos un poco más de esta cualidad, la compasión. Vamos a ver en
qué ocasiones no se debe mostrar compasión, también veremos un ejemplo de la
compasión de Jehová y, por último, hablaremos de diferentes maneras de mostrar
compasión. Primero, hay ocasiones en las que no se debe mostrar compasión.
Por ejemplo, si alguien decide seguir haciendo lo que está mal, no deberíamos
tenerle compasión ni tratar de impedir que se le discipline. No sería el momento de
demostrar compasión. Vamos a ver un ejemplo de algo que pasaba en Israel.
Busquemos Deuteronomio 13, y fijémonos en el versículo 6. Dice que, si un
israelita tenía un hermano o un hijo, incluso se usan expresiones como ―amada
esposa‖ o ―amigo más íntimo‖, y alguno de ellos intentaba convencerlo de servir a
otros dioses, debía hacer lo que dice el versículo 8: ―No te dejes convencer ni lo
escuches. Tampoco sientas lástima por él ni le demuestres compasión ni lo
protejas. En vez de eso, debes matarlo sin falta‖. ¿Por qué era tan importante
no mostrar compasión? Versículo 11: ―Entonces todo Israel se enterará y tendrá
miedo, y ellos no volverán a hacer algo tan malo como esto en medio de ti‖. Era
una protección para la nación. Si alguien intentaba impedir que un israelita sirviera
a Jehová, no se le podía mostrar compasión. Permitir que alguien nos presione
para mostrar compasión cuando Jehová no quiere que lo hagamos puede tener
graves consecuencias. Así que no mostremos compasión cuando no debemos
hacerlo. Veamos ahora un ejemplo de la compasión de Jehová. Vamos a buscar
Éxodo, capítulo 3. Éxodo 3. Mientras cuidaba las ovejas de su suegro, Moisés vio
algo que nunca había visto. Ni creo que lo hayamos visto ninguno de nosotros.
Moisés vio una zarza que estaba ardiendo pero que no se quemaba. Así que se
acercó para ver qué pasaba. Mediante un ángel, Jehová le habló a Moisés desde
el fuego. Veamos lo que le dijo en el versículo 5: ―No te acerques más. Quítate las
sandalias, porque estás pisando suelo santo‖. Pensemos en esto: como Dios, que
es santo, estaba allí representado por el ángel, Moisés estaba en suelo santo.
Hablaremos de esto más tarde. Veamos ahora la compasión que Jehová le mostró
a su pueblo, que estaba sufriendo en Egipto. Versículo 7: ―Jehová añadió: ‗De
veras he visto el dolor de mi pueblo en Egipto y he oído sus quejas por culpa de
los que los han esclavizado. Conozco bien sus sufrimientos‘ ‖. Jehová no ignoraba
el sufrimiento de su pueblo ni las súplicas que le hacían pidiéndole ayuda. Él
sentía la angustia de su pueblo. ¿Se fijaron en lo que dice el versículo al final?
―Conozco bien sus sufrimientos‖. Cierta obra de consulta explica que la expresión
―conozco bien‖ indica delicadeza, ternura y compasión. Así que estas palabras
demuestran que Jehová es un Dios compasivo que se preocupa por su pueblo.
Entonces, ¿haría Jehová algo, movido por la compasión? Bueno, sabemos que sí.
En el versículo 10, Jehová le dice a Moisés: ―Sacarás de Egipto a mi pueblo‖. Este
pasaje debería animarnos. Nos da la seguridad de que Jehová ve nuestro
sufrimiento y escucha nuestras súplicas. Él sabe el dolor que sentimos a veces.
Pero Jehová no solo siente compasión por nosotros, sino que actúa con bondad.
¿Por qué? 1 Pedro 5:7. Porque él se preocupa por nosotros. La compasión de
Dios también nos da esperanza. A una hermana que luchó contra la depresión y el
desánimo la consoló mucho la historia de Moisés y la zarza. ¿Se acuerdan del
suelo santo del versículo 5? Pues la hermana dijo: ―Si Jehová hizo que aquel sucio
suelo fuera santo, [...] tal vez pueda hacer lo mismo por mí‖. Pudo experimentar la
compasión de Jehová. Hasta ahora hemos visto cuándo no debemos mostrar
compasión. También hemos visto que Jehová no solo siente compasión, sino que
esta lo mueve a actuar. ¿Cómo podemos imitarlo? Una cualidad que puede
ayudarnos es el amor, un amor desinteresado por los demás. Veamos dos
maneras en las que el amor puede ayudarnos a mostrar compasión. La primera es
que nos ayudará a no tratar con dureza a otros cuando cometen errores.
¿Recuerdan que Efesios 4:32 relaciona la bondad con la compasión? Pues vamos
a leer el versículo anterior, Efesios 4:31. Mientras lo leemos, recordemos que la
compasión nos ayudará a no tratar mal a otros cuando se equivoquen. Versículo
31: ―Líbrense de todo amargo rencor, furia, ira, gritería y palabras hirientes, y
también de toda maldad‖. Y el 32 dice: ―Más bien —y aquí está la clave—, sean
bondadosos unos con otros, trátense con ternura y compasión‖. Así que tanto en
casa, como en la congregación, en Betel o en una obra de construcción... dejemos
que el amor, el amor desinteresado por los demás, nos ayude a mostrarles
compasión y a no tratarlos mal cuando cometen errores. La segunda manera en la
que el amor nos puede ayudar a ser compasivos es que nos ayudará a evitar la
tendencia a abusar del poder. Colosenses 3:12 dice: ―Por lo tanto, [...] vístanse de
tierna compasión, bondad‖. De nuevo aparecen juntas las dos, y luego el versículo
añade: ―Humildad‖. La Atalaya dijo lo siguiente sobre este versículo: ―La humildad
mental hace posible que nos pongamos en el lugar de nuestros subordinados. Ser
compasivo significa ser humilde y razonable, no difícil de complacer. La eficiencia
no debe ser un pretexto para tratar a otros como simples piezas de una máquina‖.
Muy buenos consejos. Estas son las dos maneras en las que el amor nos ayuda a
ser compasivos: hace que no tratemos mal a otros cuando cometen errores y nos
ayuda a evitar la tendencia a abusar del poder. Así que, aunque en el mundo en el
que vivimos la compasión brilla por su ausencia, nosotros queremos ser
compasivos. Por supuesto, no queremos mostrarle compasión a una persona que
decide seguir haciendo lo que está mal. Pero sí queremos imitar a Jehová y que la
compasión nos motive a ser bondadosos con los que lo necesitan. Por lo tanto,
durante el día de hoy, busquemos maneras de seguir el consejo de Efesios 4:32:
―Sean bondadosos unos con otros, trátense con ternura y compasión‖.
Como todos sabemos, la vista, el oído, el gusto, el tacto y el olfato son los 5
sentidos básicos con los que nos ha dotado el Creador. Ahora bien, ¿cuál de estos
sentidos puede servirnos más para alcanzar el premio de la vida eterna? ¿Verdad
que es el oído? Es interesante que, a través de la historia, las iglesias de Babilonia
la Grande han dado más importancia, no al oído, sino a la vista, o incluso al tacto.
Las personas ven una imagen de su dios y hasta la tocan o la besan. Pero Jehová
siempre le ha dado más importancia al oído: ―Oye, oh Israel‖, ―Presten oído y
escuchen‖. Con órdenes como estas se convocaba al pueblo de Israel para
escuchar la lectura y la explicación de las palabras de Jehová. Del mismo modo,
hoy tenemos muchas oportunidades para escuchar y comprender lo que Jehová
nos dice. Pero preguntémonos: ¿será suficiente con solo oír el sonido de las
palabras de Jehová? Sabemos bien que no. La siguiente anécdota ilustra este
hecho. Hace mucho tiempo estaba predicando con un hermano. A él le tocaba
hablar y sentía muchos nervios. Una señora vino a la puerta y él le preguntó:
―¿Cómo está?‖. Ella respondió: ―No muy bien‖. Él dijo: ―¡Qué bueno!‖. Y siguió con
su presentación. Había oído el sonido que salió de la boca de la señora, pero no
había prestado atención a sus palabras. Obviamente, Jehová espera que
pongamos mucha atención cuando oímos sus palabras. En el texto de hoy, Mateo
13:16, vemos que Jesús felicitó a sus discípulos cuando les dijo: ―Felices son [...]
sus oídos porque oyen‖. Él no los estaba felicitando solo porque hubieran oído
sonidos procedentes de su boca; lo hizo porque habían escuchado y comprendido
lo dicho. Ellos habían logrado captar el significado, y eso les permitiría poner en
práctica los consejos. ¿Queremos que Jehová y Jesús digan lo mismo de nuestro
oído? ¿Queremos tener, por decirlo así, oídos felices? ¡Claro que sí! Entonces
debemos escuchar como aquellos discípulos: de tal manera que captemos el
significado y que podamos poner el consejo en práctica. Abramos la Biblia en el
capítulo 4 de Marcos. Esta parte se relaciona con lo que estamos hablando.
Fíjense en lo que dijo Jesús en Marcos capítulo 4. Leamos del versículo 23 en
adelante. Él dijo: ―El que tiene oídos para escuchar, que escuche‖. Y continuó:
―Presten atención a lo que oyen‖. Ahora fíjense en esto: ―Con la medida con que
ustedes miden, se les medirá a ustedes, sí, hasta se les añadirá‖. Él les estaba
diciendo que si ponían poca atención, casi no aprenderían nada. En cambio, si
prestaban atención, si oían con interés, entonces recibirían abundantes
bendiciones, más de lo que podían imaginar. Y hoy sucede lo mismo, ¿no es
cierto? La iluminación que recibamos será proporcional al interés y la atención que
pongamos. Vayamos al capítulo 2 de Hebreos. Este es otro texto muy conocido.
Busquemos Hebreos capítulo 2. Veamos que aquí no se dice que prestemos un
poco de atención o la acostumbrada atención. Noten las palabras que se usan.
Hebreos 2:1: ―Por eso es necesario que prestemos más de la acostumbrada
atención a las cosas oídas por nosotros, para que nunca se nos lleve a la deriva‖.
Así que para no alejarnos de Jehová, es absolutamente necesario prestar ―más de
la acostumbrada atención‖. Ilustremos este punto. Imagínese que está atrapado
dentro de un edificio en llamas. Un bombero logra llegar hasta donde usted está y
le dice: ―Solo tengo tiempo para explicarle esto una vez, pues también tengo que
ayudar a otros. Hay una sola ruta de escape. Baje rápidamente las escaleras.
Cuando llegue abajo, tírese al suelo y arrástrese. Debe mantenerse cerca del
suelo porque a un metro de altura habrá gases tóxicos. Tiene que gatear hacia la
derecha. Hay un pasillo angosto. Siga arrastrándose por ese pasillo. Al final
llegará al vestíbulo. ¡Levántese, dé vuelta a la izquierda y corra hacia la salida!‖.
Ahora tome un segundo y piense: ¿se distraería mientras le dan las instrucciones?
¿Estaría pensando en qué va a cenar en la noche o en qué programa de televisión
verá? ¡No! Estaría completamente concentrado. Perder un solo detalle podría
costarle la vida. Y aun después de que el bombero se fuera, usted seguiría
escuchando sus palabras en la mente. Seguiría repitiéndolas: ―Bajar las escaleras;
arrastrarse por el pasillo; en el vestíbulo, ir a la izquierda y salir por la puerta‖.
Estaría repasando cada idea en su mente una y otra vez para poder seguir las
indicaciones. Pues bien, así es como debemos escuchar. ¿Verdad que hoy nos
encontramos en una situación parecida? El mundo de Satanás está ardiendo y
muy pronto se quemará por completo. Pero Jehová está dándonos las
instrucciones para escapar. De hecho, en 2 Pedro 3:12 él nos dice que este
sistema será disuelto y que ―los elementos, estando intensamente calientes, se
derretirán‖. ¡Nosotros queremos sobrevivir! No queremos parecernos en nada a
los ídolos que se mencionan en Salmo 115:6, que tienen oídos pero no pueden
oír. O ser como la cobra de Salmo 58:4, 5, que tapa su oído para no escuchar la
voz de los encantadores. O como los israelitas desobedientes de los que se dice
en Isaías 6:10 que tenían ―oídos indispuestos‖. Y tampoco como los israelitas
desobedientes de Jeremías 6:10, cuyo oído era, según la expresión hebrea
original, ―incircunciso‖. Ni siquiera quisiéramos ser como los cristianos hebreos,
pues en Hebreos 5:11 se dice que se habían hecho ―embotados en su oír‖.
Queremos hacer todo lo posible por destapar nuestros oídos. La expresión hebrea
correspondiente se usa en Job 33:16. Aparentemente, tiene su origen en la
costumbre oriental de usar turbante. Los orientales se retiraban parcialmente el
turbante a fin de oír con más claridad. Nosotros también queremos hacer eso.
Queremos inclinar el oído (Salmo 78:1); también, despertar el oído, abrir el oído y
prestar oído, tal como se dice en varios versículos de Isaías. Así que es
importante prestar atención, a fin de poner en práctica lo que oímos. Si usamos
nuestro sentido del oído de manera sabia, podremos sobrevivir al catastrófico fin
de este mundo. En 2 Reyes 21:12, Jehová dice: ―Aquí voy a traer una calamidad
sobre Jerusalén y Judá, de la cual, si alguien oye, ambos oídos le retiñirán‖. Es
cierto. En la gran tribulación, cuando la gente de este mundo oiga acerca de las
calamidades que estarán sucediendo, no cabe duda de que ambos oídos —de
manera figurada y quizás hasta de forma literal— les retiñirán. Pero los oídos del
pueblo de Jehová se inclinarán para oír las instrucciones que Jehová dará
entonces, como la que se encuentra en Isaías 26:20. En ese momento, Jehová
dirá: ―Anda, pueblo mío, entra en tus cuartos interiores, y cierra tus puertas tras de
ti. Escóndete por solo un momento hasta que pase la denunciación‖. Así como
Jesús pronunció felices los oídos de sus discípulos, Jehová y Jesús pronunciarán
felices los oídos de la gran muchedumbre que sobreviva. Dirán: ―Felices son [...]
sus oídos porque oyen‖.
M. Stephen Lett- Esposo, ama a tu esposa como a ti mismo (Cant. de Cant. 8;6).txt
El título de este breve discurso es: ―Esposo, ama a tu esposa como a ti mismo‖.
¿Cuál dijo Jesús que era el segundo mandamiento más importante? Ustedes lo
conocen bien. En Mateo 22:39, él dijo: ―Tienes que amar a tu prójimo como a ti
mismo‖. ¡Qué imagen tan descriptiva la de este segundo mandamiento! Lo más
normal es que valoremos nuestra persona y lo demostremos de varias maneras.
Por eso, lo que Jesús nos está diciendo es esto: ―Esfuércense por mostrar a los
demás el mismo amor que muestran por sí mismos‖. Pero ahora queremos
dirigirnos específicamente a los esposos. Así que pensemos: ¿quién es la persona
más cercana para un hombre casado? Obviamente, su esposa. De modo que los
esposos deben esforzarse por mostrarle a su esposa, más que a nadie, el mismo
amor que, de manera natural, demuestran por sí mismos. Ahora bien, ¿cómo
demuestra un esposo amor por sí mismo? Hablemos de 5 maneras, aunque estoy
seguro de que a ustedes se les ocurrirán algunas otras. La primera: el esposo se
alimenta. Efesios 5:29 dice: ―Porque nadie jamás ha odiado a su propia carne;
antes bien, la alimenta‖. Entonces, ¿qué implica amar a nuestra esposa como a
nosotros mismos? Por supuesto, el esposo debe asegurarse de poner el pan en la
mesa y también de proveer otras cosas materiales necesarias. Eso me hace
recordar a los hermanos que estuvieron en campos de concentración en la
Alemania nazi. Aunque casi no tenían nada que comer, acostumbraban compartir
lo poco que les daban con otros hermanos y, a veces, ¡hasta con quienes no eran
testigos de Jehová! De igual modo, el esposo debe estar dispuesto a sacrificarse,
si es preciso, con tal de cubrir las necesidades de su esposa. Pero más importante
aún es que se asegure de que ella esté bien alimentada en sentido espiritual.
Debe encargarse de que su esposa tenga un programa de estudio personal y se
beneficie de las reuniones, las asambleas y la adoración en familia. Hablemos
ahora de la segunda forma en la que un esposo demuestra amor por sí mismo: se
trata con ternura. Efesios 5:29 también dice: ―Porque nadie jamás ha odiado a su
propia carne; antes bien, [...] la acaricia‖. ¿Qué significa la palabra acariciar?
Según un diccionario, significa tratar a alguien con amor y ternura. El término
transmite la idea de atesorar y valorar. Por naturaleza, nos gusta tratarnos bien.
Por eso procuramos descansar cuando estamos enfermos o cansados, tratamos
de pasar tiempo con amigos y seres queridos, nos divertimos y hacemos ejercicio.
Es decir, hacemos cosas que nos agradan y, de vez en cuando, hasta nos damos
un gustito. Entonces, ¿qué más implica amar a nuestra esposa como a nosotros
mismos? Es obvio que significa más que solo vivir con ella. Hay que valorarla y
cultivar un cariño especial por ella. Pensemos en esto: Proverbios 8:31 dice que,
antes de venir a la Tierra, Jesús ya les tenía cariño a los seres humanos. ¿Y no
creen que sentir ese cariño le hizo más fácil aceptar la difícil asignación de venir a
nuestro planeta y hasta morir por nosotros? De la misma manera, si los esposos
valoran a sus esposas y sienten un cariño profundo por ellas, les será más fácil
perdonarlas y, de ser necesario, hasta morir por ellas. Pero para cultivar esa clase
de sentimientos, debemos hacer lo mismo que hace Jehová: concentrarnos en las
buenas cualidades de nuestra esposa, y no en sus defectos o imperfecciones.
Hace un momento, un hermano mencionó lo que se dijo en un número de La
Atalaya. Y me encantó lo que dice esa revista: ―Es importante que el esposo y la
esposa se demuestren ese amor con palabras y hechos. ¡Nunca deben permitir
que los quehaceres del día a día los priven de hacer eso!‖. ¿Cuál es la tercera
manera en la que los esposos demuestran amor por sí mismos? Se adornan.
Primera a Timoteo 2:9 dice que las mujeres se adornan con vestido bien
arreglado. Bueno, los esposos procuramos algo parecido. Cuando nos
arreglamos, tratamos de disimular o de esconder nuestros defectos, nuestras
imperfecciones... lo feo. ¿Verdad que queremos lucir lo mejor posible? Entonces,
¿cómo demostramos un amor como ese por nuestra esposa? Una forma es no
señalando sus defectos todo el tiempo. ¡Y mucho menos en público! Es más, ni en
silencio deberíamos pensar demasiado en ello. Es mejor pasar por alto sus
pequeños errores. Recuerden que Proverbios 19:11 dice que es hermoso ―pasar
por alto la transgresión‖. Así que adornemos a nuestra esposa, es decir, hagamos
que luzca lo mejor posible ante los demás y ante nosotros mismos. La cuarta
forma en la que un esposo demuestra amor por sí mismo es esta: cuando se
enferma o se lastima, hace lo posible por curarse. En Marcos 5:26 se habla de una
mujer que estaba muy enferma. Los médicos la hicieron pasar muchas penas;
gastó todos sus recursos y no se curó; incluso empeoró. El punto es que hizo todo
lo posible por curarse. Y los esposos hacemos lo mismo. Si nos enfermamos o
nos lesionamos, tratamos de descansar más tiempo, compramos medicinas,
tomamos vitaminas, vamos a ver al médico, seguimos el tratamiento... Buscamos
la manera de sentirnos mejor. ¿Qué implica, entonces, amar a nuestra esposa de
la misma forma? Bueno, si se enferma o se lastima, haremos lo que esté a nuestro
alcance para que recupere la salud. Pero más importante aún es que si ella llegara
a enfermar en sentido espiritual, nosotros debemos hacer lo que sea necesario
para que recobre la salud espiritual. ¿Cómo podríamos ayudarla? Proverbios
12:18 dice: ―La lengua de los sabios es una curación‖. Así que usemos palabras
bien pensadas. Y Proverbios 16:24 dice: ―Los dichos agradables son un panal de
miel, dulces al alma y una curación a los huesos‖. Podemos usar ―dichos
agradables‖ para ayudarla a recuperarse en sentido espiritual. La quinta manera
en que los esposos demuestran amor por sí mismos es que, cuando se equivocan,
son muy considerados con su persona. Los esposos suelen culpar de sus errores
a la herencia genética, al ambiente, al nivel de azúcar en la sangre, a si durmieron
bien o no, al clima, etcétera, etcétera. ¿No es cierto que somos muy comprensivos
al pensar en nuestras propias limitaciones? Por lo tanto, ¿cómo podemos amar a
nuestra esposa de la misma manera? Pues seremos igual de comprensivos con
ella, en lugar de imputarle malos motivos. Si nos habla con un poco de rudeza o
actúa sin pensar, trataremos de entender los sentimientos que hay detrás de lo
que dice o hace. Seremos comprensivos, sobre todo si vemos que está bajo cierta
presión. Seremos tan considerados con ella como lo seríamos con nosotros
mismos. Así que las 5 maneras de demostrar amor por uno mismo son:
alimentarse, tratarse con ternura, adornarse, curarse y ser comprensivo con uno
cuando se equivoca. Esforcémonos por demostrar el mismo amor —de estas 5
maneras— por nuestras queridas esposas. Estoy seguro de que ustedes pensarán
en otras formas en las que un esposo demuestra amor por sí mismo. ¡Qué
mensaje tan profundo transmitió Jesús! Pero no se limitó a eso: fue un paso más
allá. Amplió este concepto con las palabras registradas en Juan 13:34; ustedes las
conocen bien. Allí dice: ―Les doy un nuevo mandamiento: que se amen unos a
otros; así como yo los he amado, que ustedes también se amen los unos a los
otros‖. Jesús dijo que debemos cultivar un amor por nuestros hermanos aun más
profundo que el que sentimos por nosotros mismos. Y, obviamente, eso incluye a
nuestra esposa. Amar a nuestra esposa de esa manera nos motivará a tratarla
incluso mejor que a nosotros mismos.
En el texto de hoy, el apóstol Pablo habla de una lucha que hay en nuestro
interior, una guerra que libra por dentro cada uno de nosotros. Es una guerra entre
la ley de Dios —en nuestra mente— y la ley del pecado —en nuestra carne—. Es
apropiado el uso del término ―ley‖ en ambos casos porque el propósito de una ley
es regular acciones o conductas. La ley de Dios en nuestra mente nos motiva a
actuar en armonía con la forma de pensar de Jehová; pero la ley del pecado de
nuestra carne pretende imponernos la manera de pensar y actuar egoísta y
malintencionada de Satanás. Es una guerra intensa. Son dos leyes en conflicto
intentando imponerse una sobre la otra para controlar nuestras acciones.
Solamente si luchamos con fuerza, ganaremos. Ahora bien, el apóstol Pablo luchó
tenazmente, ¿verdad? Es cierto que perdió algunas batallas, pero ganó la guerra.
Y ahora es una criatura espiritual e inmortal en los cielos. Así que deseamos
imitarlo. Veamos qué nos ayudará a ganar esta guerra. Pongamos una ilustración
que, esperamos, nos ayude a ver cómo podemos ganar esta guerra. Pensemos en
dos ejércitos contrarios que, en cierto sentido, equivalen a lo que hay dentro de
nosotros. Pensemos en dos ejércitos luchando entre sí. Uno es bueno, y el otro,
malvado. Ahora bien, ¿qué podemos hacer para ayudar al ejército bueno, la ley de
Dios en nuestra mente, a vencer al ejército rival? Pues bien, hablemos de dos
aspectos implicados aquí: primero, la alimentación; y, segundo, la actitud.
Hablemos en primer lugar sobre la dieta. Si uno de los dos ejércitos está bien
alimentado y el otro no, ¿cuál creen que ganará? La respuesta es obvia, ¿cierto?
Es tal como lo menciona este dicho: ―Un ejército se mueve por su estómago‖. Y
¿cómo alimentamos al ejército bueno? Jesús dijo en Mateo 4:4: ―No de pan
solamente debe vivir el hombre, sino de toda expresión que sale de la boca de
Jehová‖. Primera de Pedro 2:2 habla de la ―leche [...] que pertenece a la palabra‖.
Y Hebreos 5:14, del ―alimento sólido‖, las verdades profundas de la Palabra de
Dios. En Mateo 24:45, Jesús mencionó que alimentaría a sus discípulos mediante
el esclavo fiel. Por lo tanto, ¿cómo alimentamos al ejército bueno? Consumiendo
con regularidad y muchas ganas el alimento espiritual. Así mantendremos bien
nutrida, fuerte y saludable la ley de Dios en nuestra mente. Y ¿cómo matamos de
hambre al ejército rival? Impidiendo que el pensar inmoral que promueve el mundo
de Satanás anide en nuestra mente. Ni siquiera pensaríamos en ver pornografía.
Si lo hiciéramos, sería como darle un jugoso bistec al ejército malo. Todo lo
contrario: si un pensamiento inmoral entra en nuestra mente, lo sacamos por la
fuerza. ¿Cómo? Oramos a Jehová, leemos la Biblia, desconectamos ese
pensamiento y lo reemplazamos con uno saludable. Nos esforzamos al límite por
hacer lo que dice 2 Corintios 10:5: poner ―bajo cautiverio todo pensamiento para
hacerlo obediente al Cristo‖. No llenamos la mente con sueños materialistas ni con
la forma de pensar del mundo de Satanás. La idea de alimentar al ejército bueno y
matar de hambre al ejército malvado me hace pensar en una antigua leyenda
cheroqui que posiblemente conozcan. Cuenta la leyenda que un abuelo le decía a
su nieto que había dos lobos que luchaban con fuerza dentro de él. Le explicaba
que uno era bueno, y el otro, malvado. Y, claro, el nieto, deseoso de saber el
desenlace, preguntó: ―Abuelo, ¿cuál de tus lobos ganó?‖. El abuelo respondió: ―El
que alimenté‖. Y ocurre lo mismo en nuestro caso. Ahora veamos el segundo
aspecto: la actitud. Si un ejército tiene una actitud positiva y decidida, pero el otro
tiene una actitud derrotista e indiferente, ¿cuál ganará? La respuesta es clara.
Entonces, ¿cómo haremos que el ejército bueno que hay en nosotros mantenga
una actitud positiva y decidida? Busquen conmigo 2 Corintios capítulo 4. Veamos
un punto clave. Sin importar las pruebas y las tribulaciones que pasemos, no nos
rendimos, no perdemos la esperanza; más bien, fijamos la vista en el premio.
Noten cómo lo expresa 2 Corintos capítulo 4, desde el versículo 16: ―Por lo tanto
no nos rendimos; más bien, aunque el hombre que somos exteriormente se vaya
desgastando, ciertamente el hombre que somos interiormente va renovándose de
día en día. Porque aunque la tribulación es momentánea y liviana, obra para
nosotros una gloria que es de más y más sobrepujante peso y es eterna; mientras
tenemos los ojos fijos, no en las cosas que se ven, sino en las que no se ven.
Porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas‖.
Es un pensamiento hermoso: toda prueba, sin importar lo fuerte que sea, es
momentánea y liviana, relativamente hablando. ―Momentánea‖ cuando la
comparamos con las bendiciones que traerá el nuevo mundo, bendiciones
eternas. Y ―liviana‖ comparada con el enorme peso de lo que Jehová logrará en
ese nuevo mundo. ¿Puede imaginarse intercambiando un instante de dolor por
una eternidad de disfrute, o una pizca de sufrimiento por una montaña de
felicidad? Si lo piensa un poco, verá que eso es posible. Pero solo si no nos
rendimos ante las pruebas que se presenten. Por otro lado, ¿cómo infundimos una
actitud derrotista e indiferente en el ejército malo, en la ley del pecado en nuestra
carne? Primero, tenemos que recordar que si cedemos ante la ley del pecado y
seguimos tras una vida pecaminosa —lo cual es una pésima idea— lo
perderíamos absolutamente todo. Perderíamos mucho tiempo ahora y
cosecharíamos las terribles consecuencias físicas, mentales y emocionales que
conlleva el pecado. Y perderíamos todavía más en el futuro: todo lo que Jehová
tiene preparado para los que lo aman. ¡No perdamos eso de vista! Recordemos
textos bíblicos como Salmo 37:38: ―Pero los transgresores mismos ciertamente
serán aniquilados juntos; el futuro de los inicuos verdaderamente será cortado‖.
Nunca olvidemos que Satanás y sus seguidores están condenados al lago de
fuego, y no queremos unirnos a ellos. Nuestro destino final es el nuevo mundo, no
el lago de fuego. Así que, a diferencia de Asaf, no envidiamos ni siquiera un
poquito a los malvados. No sentimos envidia como él. Al contrario, sentimos
compasión por los malos. Sí, deseamos que todos ellos se den cuenta de que
llevar una vida pecaminosa es un proceder totalmente absurdo. Así que hay dos
aspectos implicados: la alimentación y la actitud. Con más tiempo, hablaríamos de
la capacitación y el equipamiento necesarios. Pero ustedes pueden investigar más
en su adoración en familia o a título personal. Encontrarán interesantes detalles si
se concentran en el equipamiento y la capacitación, tal como lo hemos hecho con
la alimentación y la actitud. Lo importante es que seguimos librando la batalla, lo
que significa que estamos luchando, que no hemos perdido, ¡y eso es bueno!
Incluso si caemos en una batalla o dos, ganaremos la guerra si no nos rendimos.
No perdemos la esperanza ni claudicamos. Así que nunca ondee la bandera
blanca, nunca pida una tregua. Luchemos todos los días hasta que no haya más
guerra en nuestro interior, hasta que seamos perfectos y la ley de Dios haya salido
victoriosa, hasta que nuestra inclinación natural sea como la de Jehová y Jesús,
siempre lista para hacer lo bueno. Pero, mientras tanto, sigamos luchando con
todas nuestras fuerzas.
Isaías fue profeta durante unos 46 años. Fueron tiempos difíciles, y tuvo que ver
cosas terribles. El estado espiritual de los israelitas era espantoso. Aun así, nunca
se cansó de ayudarlos. Seguramente le rompió el corazón ver cómo los asirios
destruyeron el reino de diez tribus en el año 740 antes de nuestra era. Pero, poco
después de ser nombrado profeta, dijo: ―¡Aquí estoy yo! Envíame a mí‖. Y siempre
mantuvo esa actitud. Isaías les decía: ―¡Este es el camino!‖. ¿Cayeron en saco
roto sus palabras y su esfuerzo por ayudarlos a andar en el camino de Jehová?
¡Claro que no! Algunos sí escucharon, aunque quizás él pensara que ya no estaba
en sus mejores años. Por ejemplo, Ezequías. Él tomó en serio esas palabras y
empezó a servir a Dios con toda su alma. Eso tuvo una gran influencia en el
pueblo. Y seguramente a Isaías le alegró saber que también otros hicieron caso a
sus palabras. Abran sus biblias en 2 Crónicas, capítulo 34 —2 Crónicas 34—, y
veamos el ejemplo de algunos que prestaron atención a las palabras de Isaías
―Este es el camino. Anden en él‖ y decidieron servir a Jehová con todo su corazón.
Por ejemplo, en el capítulo 34, Josías. Tenía ocho años cuando fue nombrado rey
y reinó en Jerusalén por 31 años. Solo era un jovencito. Era el año 659, y el
versículo 2 dice que ―procedió a hacer lo que era recto a los ojos de Jehová y a
andar en los caminos de David [...]; y no se desvió a la derecha ni a la izquierda‖.
¿De dónde sacó Josías tanto entusiasmo para servir a Dios, siendo tan joven?
No pudo ser de su padre, pues su padre, Amón, fue muy malo. ¿Sería de su
abuelo Manasés? Manasés murió cuando Josías tenía seis años. Pero podemos
imaginarnos a Manasés, ya arrepentido, con su nietecito sobre las rodillas,
hablándole de Jehová y diciéndole: ―No cometas los mismos errores que yo‖.
Josías debía querer mucho a su abuelo. Así que, cuando cumplió ocho años,
comenzó a adorar a Jehová con el entusiasmo propio de esa edad. Es interesante
que, en ese año, el 659 antes de nuestra era, Josías tenía ocho años y
Nabucodonosor tenía unos cinco. Sin embargo, Josías se convirtió en un rey
compasivo que amaba a la gente, pero Nabucodonosor llegó a ser un rey cruel
que hizo mucho daño a la nación de Israel. Incluso dejó ciego al hijo de Josías,
Sedequías. ¡Qué diferente fue Josías de otros reyes! Veamos el versículo 3. Es el
octavo año de su reinado y Josías tiene ahora 15 años. Todavía es un muchacho,
pero quiere saber cómo agradar a Dios. Y en el año duodécimo de su reinado, con
19 años, empieza a limpiar Judá y lanza una campaña para eliminar la idolatría.
Con mucho entusiasmo, acaba con todo lo malo. ¡Con 19 años! ―Este es el
camino. Anden en él‖. Josías está haciendo caso a estas palabras de Isaías. ¡Qué
feliz y agradecido debe sentirse Josías cuando alguien llamado Jeremías llega a
Jerusalén hacia el año 648 o 647! Ambos son de la misma edad: Josías tiene 19 y
Jeremías unos 20. ¡Qué equipazo! Se hacen amigos y se aprecian mucho. Juntos
siguen ayudando al pueblo de Dios a andar en el camino. Los dos, como un
equipo de música estéreo. Leamos el versículo 31 e imaginemos lo que ocurre en
Jerusalén con Josías y Jeremías. Versículo 31. Aquí vemos a Josías ayudándolos
a obedecer los mandamientos de Dios, leyéndoles del libro de la Ley que
encontró... Leyéndoselo, ayudándolos a andar en el camino. El versículo dice que
Josías sigue a Jehová, guarda sus mandamientos, sus recordatorios y sus normas
con todo su corazón y con toda su alma, y cumple con la Ley. En estos versículos
podemos apreciar los sentimientos de Josías, su amor por Jehová y su deseo de
ayudar a otros a andar en el camino de Jehová. Así que tenemos a Josías y a
Jeremías, los dos con el mismo objetivo. ¡Qué maravilla! Pasan los años, y hay un
joven judío en la corte real llamado Daniel. ¿Se fijaría en él Josías? Aunque Daniel
sería muy joven, puede que Josías lo observara y pensara: ―Este joven tiene un
futuro brillante sirviendo a Jehová‖. Puede ser. Pero Josías no vivió lo suficiente
como para ver todo lo que Daniel logró. Aun así, es interesante. ―Este es el
camino. Anden en él‖. ¡Claro que hubo quienes respondieron a esas palabras de
Isaías! No cayeron en saco roto. ¿Por qué lo decimos? Bueno, veamos qué pasó
tiempo después. Vayamos al año 617. Tenemos a Daniel, Hananías, Misael,
Azarías, Ezequiel..., todos escucharon a Jehová. Y, cuando pensamos en cómo
respondieron estos jovencitos a las palabras de Isaías y a las de Jeremías y las
pusieron en práctica, incluso ante problemas, nos sentimos orgullosos de ellos.
Después de la muerte de Josías, comienzan a reinar sus hijos y después sus
nietos, y todos son reyes malvados. Así que Daniel, desde niño, ha visto su
conducta; la mala conducta de los hombres más poderosos de la nación.
Jehoacaz: 23 años, malo; Jehoiaquim: 25 años, malo; Joaquín: 18 años, malo;
Sedequías: 21 años, malo. Reyes muy malos. ¿Y aquellos muchachos viendo
esto? Se llamaban Jehoacaz, Jehoiaquim, Joaquín y Sedequías, pero podrían ser
el tonto, el retonto, el supertonto y el tontísimo. Daniel no se dejó influenciar por su
mala conducta. Es increíble que tanto él como sus tres amigos permanecieran
leales a Jehová. Anduvieron en el camino de Jehová. Todos, en especial Daniel,
estaban decididos a ser fieles a Dios. ¿Hasta qué punto? Ezequiel 14:14.
En Ezequiel 14:14 leemos las impresionantes palabras que escribió Ezequiel cinco
años después de que Daniel llegara a Babilonia. Entonces Daniel tenía unos
20 años, y Ezequiel unos 30. Como si fuera su hermano mayor, seguramente
Ezequiel se sentía muy orgulloso de Daniel. No sentía celos de él. Quizás
pensaba: ―Me encanta este joven. Es como mi hermano pequeño‖. Y escribió que,
si Noé, Daniel y Job estuvieran allí, por su justicia librarían su alma. Es increíble
que mencionara a Daniel, que todavía era muy joven, entre Noé y Job. Sin duda,
fue una persona de gran calibre. Pero ¿por qué hablamos de él? Porque aquí, en
Betel, tenemos a muchos hermanos que son como Daniel. Hermanos y hermanas
jóvenes que están decididos de corazón a probar que el Diablo es un mentiroso,
decididos a aprovechar su juventud, a demostrarle a Jehová que quieren serle
leales y que lo aman profundamente. Y queremos felicitar a todos estos jóvenes
que son como Daniel. Jóvenes, no los podemos obligar a amar a Dios.
No podemos decirles cómo usar sus dispositivos electrónicos o qué películas o
programas de televisión pueden ver. No podemos. No podemos poner un filtro en
sus computadoras; de hecho, les sería fácil quitarlo. Son listos. Su ―filtro‖ es el
profundo amor que sienten por Jehová. Y por eso queremos decirles: ―Gracias por
usar su libertad, como Daniel, para honrar a Jehová. Sigan así‖. ¿Y qué hay de
nuestros mayores? Daniel sirvió a Jehová hasta los 100 años más o menos.
Nunca se rindió. ¿Qué lo ayudó? Orar a Jehová. La oración fue el fundamento de
su fe. Así que los hermanos mayores de nuestra familia que han servido a Jehová
por décadas son como Daniel. Hermanos, apreciamos mucho su lealtad. Y son
sus oraciones lo que los ayuda, día tras día, semana tras semana, mes tras mes,
a continuar sirviendo a Jehová. Y, al igual que Daniel, Isaías, Jeremías y Josías
tuvieron una gran influencia en sus contemporáneos, permítanme asegurarles,
queridos mayores, que su lealtad durante décadas y su deseo de seguir andando
en el camino de Jehová tiene una poderosa influencia en nuestra familia Betel.
Su determinación a permanecer siempre al lado de Dios nos conmueve
profundamente, y por eso les decimos: ―Gracias‖.
¿Alguna vez les explicó Jesús a sus discípulos los detalles de cómo llegó a tener
un cuerpo humano perfecto? No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que meditar
en el uso que Jesús dio a ese cuerpo mientras estuvo en la Tierra tendrá un
profundo efecto en nuestra amistad con Jehová. De eso hablaremos hoy. Pero
veamos de qué manera llegó a existir ese cuerpo perfecto. Abran su Biblia, por
favor, en el capítulo 1 de Lucas. Lucas capítulo 1. Vayamos al versículo 31. Allí, el
ángel Gabriel le dice a María: ―¡Mira!, concebirás en tu matriz y darás a luz un hijo,
y has de ponerle por nombre Jesús‖. Ella debió pensar: ―¿Embarazada yo? ¡Pero
si soy virgen! ¿Cómo es posible?‖. Bueno, mediante su espíritu santo, Jehová
transfirió a la Tierra la vida perfecta de su Hijo unigénito e hizo que fuera
concebido en la matriz de María. Jehová eliminaría cualquier imperfección que
pudiera transmitirse al bebé, de modo que su patrón genético fuera perfecto desde
el inicio. La imperfección no iba a impedir que el propósito de Jehová se
cumpliera. Él se encargó de eso, lo solucionó. Es interesante lo que leemos en el
versículo 35: ―En respuesta, el ángel le dijo: ‗Espíritu santo vendrá sobre ti, y poder
del Altísimo te cubrirá con su sombra‘‖. Una vez más, el espíritu santo entró en
acción. De alguna manera, Jehová se aseguró de que el bebé fuera varón y de
que el embrión en desarrollo estuviera protegido de cualquier influencia del
pecado o de cualquier fuerza dañina. Imaginemos a María con el bebé. María era
judía, y Jesús de seguro se parecería físicamente a ella, que era su madre. Sin
embargo, hay que tener presente que él no se convirtió en una persona diferente,
con otra forma de ser. Seguía siendo el Hijo unigénito de Jehová y, en su
momento, él se identificó como tal. Pero pensemos en María cuando acababa de
dar a luz. Allí estaba ella con el bebé entre sus brazos. Muchas mamás, al ver a
sus bebés recién nacidos, dicen: ―Mira a mi bebé. ¡Es perfecto!‖. Pero cuando
María lo dijo, literalmente tenía razón. Ella ha sido la única mujer que ha dicho con
toda razón: ―Mi bebé es perfecto‖. No tuvo que contarle los deditos de las manos y
los pies, pues ya sabía que era perfecto. El punto es que, aunque no alcanzara a
ver el cuadro completo, estaba sosteniendo ese cuerpo humano que por 33 años y
medio llevaría en su interior la sangre que sería derramada como sacrificio de
rescate a favor de toda la humanidad. Pero, antes de que su sangre fuera
derramada, Jesús utilizaría su cuerpo de una manera muy especial. Lo usaría para
dar honra a Jehová Dios. Y repito: entender de qué manera honró Jesús a Jehová
mediante el uso que dio a su cuerpo tendrá un profundo efecto en nuestra amistad
con Dios. Vamos a explicar eso. Abran su Biblia en el capítulo 4 de 1 Pedro.
Primera de Pedro capítulo 4. Leeremos el versículo 1: ―Puesto que Cristo sufrió en
la carne, ustedes también ármense de la misma disposición mental; porque la
persona que ha sufrido en la carne ha desistido de los pecados‖. Detengámonos
un momento. Cristo sufrió en la carne, mientras tenía un cuerpo humano. Y
aquello se relaciona directamente con la cuestión de la soberanía universal. Su
sangre pagó el rescate. Pero ¿por qué sufrió en la carne? Porque él decidió que
honraría a Jehová con su cuerpo humano. Él tomó la decisión de defender la
soberanía de Jehová mediante el uso que le dio a su cuerpo. Decidió que lo usaría
para probar que Satanás es un mentiroso. Por eso sufrió en la carne. El 14 de
nisán del año 33 de nuestra era, Jesús permitió que una chusma lo arrestara, que
lo sometieran a un juicio ilegal, que lo azotaran hasta desgarrarle la espalda y que
lo clavaran de manos y pies a un madero. Jesús permitió todo eso. Y pudo decir lo
que se registra en Juan 10:17: ―Por eso el Padre me ama‖. ―El Padre me ama.
¿Por qué? Porque entregué mi vida. Ningún hombre podría quitármela. Yo la
entregué porque así lo quise‖. Eso hizo Jesús, nuestro ejemplo. Leamos
nuevamente 1 Pedro 4:1 y fijémonos en la expresión: ―La persona que ha sufrido
en la carne‖. ¿De quién habla allí? De usted, de mí. Todos somos dicha persona.
Hemos sufrido en la carne; hemos desistido de los pecados. El versículo 2 dice:
―Con el fin de vivir el resto de [nuestro] tiempo en la carne, ya no para los deseos
de los hombres, sino para la voluntad de Dios‖. Pedro resalta el hecho de que
cada uno de nosotros sufre en la carne, y así tiene que ser. Solo así podremos
imitar a Jesucristo. Esta es una semana de intensa actividad teocrática en la que
aprovechamos para meditar en el sacrificio de Jesús y en cómo utilizó su vida en
la Tierra. Algunos se preguntan por qué nos pasamos unos a otros el pan y el vino
tinto en la Conmemoración. Si en una congregación hay muchos asistentes, ¿no
sería mejor que en la parte de atrás del salón estuvieran disponibles algunos
hermanos para llevar los emblemas solo a los que vayan a tomar de ellos? Así
podría ahorrarse mucho tiempo. Quizás, pero esa no es la idea que transmiten las
Escrituras. Tampoco es lo que hizo Jesús ni lo que les enseñó a sus discípulos. Y
nosotros queremos hacer las cosas tal y como enseña la Biblia. Pero, además,
¿qué se logra al pasar el pan y el vino? ¿Qué efecto tiene eso en nosotros?
Nuestro aprecio crece cuando el pan y el vino pasan por nuestras manos. Eso nos
ayuda a comprender mejor todo lo sagrado que se explica en la Conmemoración.
Nos sentimos parte de la ocasión. Se nos conmueve el corazón, y el
acontecimiento queda grabado en nuestra memoria. Así será este viernes,
mientras pasamos el pan y el vino, y sobre todo al pasar el pan. Pero tal vez
alguien piense: ―Ya he asistido muchas veces a la Conmemoración‖. Y sí, algunos
quizás han ido a la Conmemoración por décadas. Pero ¿qué tal si este viernes
hacemos algo diferente? Cuando pasemos el pan, pensemos, reflexionemos por
un momento sobre lo que el pan representa. Preguntémonos: ―¿Se me ocurre
alguna manera en la que pueda utilizar mi cuerpo, mi mente y mis energías para
servir mejor a Jehová? ¿Hay algo en lo que pueda mejorar? ¿Hasta qué grado
estoy sirviendo como esclavo a los demás? ¿Hago lo mismo que Jesús? Él
aporreó su cuerpo y lo condujo como a un esclavo. ¿Hasta qué grado lo imito?
¿Lo hago, aunque requiera tomar medidas drásticas y demostrar autodominio?
¿Soy capaz de dar una respuesta al que está desafiando a mi Padre celestial?‖.
Con su forma de vivir, fue como si Jesucristo le hubiera dicho al Diablo: ―¿Con que
quieres atacar a mi Padre? Pues tendrás que pasar sobre mí. Primero te las verás
conmigo. Yo soy Miguel, y mi nombre significa: ‗¿Quién Es Como Dios?‘. Nadie se
rebela contra mi Dios. Si alguien ha de defender su soberanía, ese soy yo. Yo
peleo por él. Yo vindico su soberanía. ¡Eso me toca a mí!‖. Nosotros deberíamos
asumir la misma actitud y decir: ―¿Alguien quiere atacar a mi Padre celestial?
¿Quieres pelear con él, Satanás? Pues tendrás que pasar sobre mí. Aquí estoy
para defenderlo. ¿Y sabes qué voy a hacer con mi integridad, mi obediencia y mi
fidelidad? Voy a avergonzarte. Tendrás que dar un paso atrás, humillado. Vas a
quedar en ridículo, porque yo estoy usando mi cuerpo igual que Jesús, para
honrar a mi Padre celestial‖.
Estamos en guerra. Eso está muy claro. Así que todos tenemos que protegernos
de Satanás y los demonios y pelear en el combate espiritual hasta el final.
Esforcémonos por alcanzar la salvación ―con temor y temblor‖. Abramos la Biblia
en Apocalipsis, capítulo 12, y veamos por qué el Diablo está tan furioso y por qué
odia a los siervos de Jehová. Vamos a hablar primero de Apocalipsis 12:11.
El versículo 11: ―Ellos [es decir, el resto ungido] lo vencieron [es decir, al Diablo]‖.
Él odia eso. Odia que los ungidos lo venzan, que demuestren que es un
mentiroso, que sean leales, que sean íntegros. Su conducta y sus palabras —todo
lo que hacen— vence al Diablo. Y, además de eso, y además de su fe en el
rescate, el versículo 11 dice otra cosa que enfurece mucho al Diablo. Dice que lo
vencieron ―gracias al mensaje que proclamaron‖. Mateo 24:14. La predicación.
Noten, hay una relación directa entre vencer a Satanás y nuestra predicación. Él la
odia. Y es por eso que ataca sin descanso la predicación y trata de que haya más
opositores. La predicación vence al Diablo. Pero su oposición a nuestra obra no es
nada nuevo. Abramos la Biblia en Amós, capítulo 7, y notemos lo mucho que se
parecen nuestros días a los días de Amós. Amós, capítulo 7. Aquí es cuando
Jehová envió a Amós a las 10 tribus del reino de Israel. Jeroboán era el rey, y él
promovía la adoración de becerros en la ciudad de Betel. Y la adoración de
becerros ya era parte de la religión del reino de 10 tribus. Así que tenemos a Amós
en medio de todo esto. Veamos qué ocurre, a qué oposición se enfrenta y cómo
se parece esto a nuestros días. Versículo 10: ―Amasías, el sacerdote de Betel‖.
Así que él es el sacerdote de esta religión oficial que adora becerros. Betel es el
centro de la religión apóstata. ¿Y qué hace Amasías? Le manda un mensaje al rey
de Israel, Jeroboán. Noten que el representante de la religión apóstata, Amasías,
le envía un mensaje al representante del gobierno, al rey Jeroboán, y hace que se
moleste. Le dice: ―Amós está conspirando contra ti en medio de la casa de Israel.
Esta tierra no puede soportar todas sus palabras‖. Conspirando contra Jeroboán.
Esto era alta traición. Como vemos, Amasías, el sacerdote, le envió este informe
falso directamente al rey Jeroboán. Pero veamos qué pasa, en el versículo 11.
Es cierto que Amasías fomenta la oposición, pero notemos las tres afirmaciones
engañosas que lanza contra Amós. Primero: ―Porque esto es lo que dice Amós‖.
Pero no era cierto. Amós no dijo eso. Amós siempre dijo: ―Esto es lo que Jehová
quiere que diga. Esto es lo que Jehová me mandó a decir‖. Pero Amasías solo
dice: ―Esto es lo que dice Amós‖. Mentira. Segundo: ―Jeroboán morirá a espada‖.
Amós nunca dijo eso. En realidad, lo que Amós había dicho era que la casa de
Jeroboán moriría, su dinastía o su descendencia. De nuevo, una manera
engañosa y distorsionada de presentar los asuntos. Tercero: ―Israel será
desterrado de su tierra sin falta‖. Ahora bien, Amasías no menciona que Amós
está tratando de ayudar a la gente. Amós trata de que la gente vuelva a Jehová.
―Sirvan a Jehová y recibirán bendiciones. Hagan lo que Jehová quiere y tendrán
su favor‖. Pero Amasías ni lo menciona. No dice nada positivo de lo que Amós
está haciendo. Como vemos, esas son las tres afirmaciones que Amasías usó
para acusar a Amós. Afirmaciones engañosas, medias verdades... Todo para
conseguir que el rey prohibiera oficialmente la predicación de Amós. ¿Vemos algo
parecido hoy día? Los métodos que usó Amasías son muy similares, muy
parecidos, a los que usan hoy los enemigos del pueblo de Jehová. Igual que
Amasías trató de silenciar a Amós, algunos líderes religiosos hacen lo mismo,
intentan detener la predicación de los siervos de Dios. Amasías acusó falsamente
a Amós de traición. Y hoy algunos líderes religiosos acusan al pueblo de Jehová
de ser una amenaza para la seguridad nacional. Así como Amasías recurrió al rey
Jeroboán para que lo ayudara a perseguir a Amós, algunos líderes religiosos de
hoy recurren a sus aliados políticos para que los ayuden a perseguir a los testigos
de Jehová, igual que Amasías. Como vemos, está claro que el Diablo odia la
predicación. ¿Qué haría Amós? ¿Le entraría miedo? ¿Se dejaría intimidar?
¿Dejaría de predicar? ¿Saldría corriendo de su asignación? Él era un simple
pastor. Él era simplemente alguien que cuidaba las higueras, que cuidaba el
ganado... Y ahora se lo llevan de su entorno tranquilo y solitario a ese hervidero de
apostasía que era Betel. Es interesante que él no huyó a un sitio donde no hubiera
nadie, sino que estaba allí, en el medio de todo. Amós era un hombre humilde,
sencillo, y no sabemos mucho sobre él. Él no impresionaba, pero su mensaje sí
impresionaba. Y, lo más importante, vemos cómo Jehová, con su espíritu santo, le
dio el valor y las fuerzas que necesitaba para enfrentarse a esa situación. Veamos
qué ocurre. ¿Qué dijo Amós? Versículo 16: ―Así que ahora oye las palabras de
Jehová‖ —Amós le dice esto a Amasías—, ―Oye las palabras de Jehová‖.
De nuevo, le da todo el mérito a Jehová: ―No soy yo, es Jehová el que me pidió
que hiciera esto, Amasías. Es como cuando un león ruge. ¿Quién no tendrá
miedo? Si Jehová habla, yo voy a hacer lo que él me diga. Así que estas son las
palabras de Jehová‖. ―Tú [me] dices: ‗No profetices contra Israel y no prediques
contra la casa de Isaac‘ ‖, o los descendientes de Jacob, refiriéndose al reino de
10 tribus. Pero Amós dijo: ―No puedo hacer eso. No puedo dejar de hablar. Esta
misión viene de Jehová‖. ¿Le da miedo a Amós? No. Versículo 17: ―Pues esto es
lo que dice Jehová: ‗Tu esposa será una prostituta en la ciudad‘ ‖. Eso significaba
que a su esposa la violarían soldados de un ejército enemigo. ―Tus hijos y tus hijas
caerán a espada‖. ―Tú morirás en tierra impura‖, es decir, fuera de Israel. ―Eso es
lo que tengo que decir. Jaque mate‖. Es impresionante, de verdad. Cuando
pensamos en Amós y en cuánto quería obedecer a Jehová y hacer su voluntad,
vemos que no se dejó intimidar. Y nosotros tampoco. Si Jehová nos manda a
declarar su Palabra, no vamos a desobedecerlo. Incluso en los lugares donde
haya ―Amasías‖ modernos, que promueven la persecución cruel, como Amós,
seguimos predicando: ―Esto es lo que dice Jehová‖. Bueno, Jehová trató de
ayudar a aquellos israelitas. Trató de ayudarlos a cambiar y usó a Amós para eso.
Y hoy, solo hay que ver al pueblo de Jehová ayudando a la gente por toda la
Tierra. Pero el Diablo odia la predicación. ¿Por qué? Porque la predicación lo
vence. Y el esclavo fiel lo está logrando. Pensemos en lo que están haciendo los
ungidos para cumplir Mateo 24:14. ¿Y cuál es nuestro papel? ¿Por qué le estamos
hablando de esto a la familia Betel? Porque somos el grupo de apoyo; apoyamos
las actividades del Reino. En cualquier guerra... En cualquier guerra hay una línea
de suministro. Si esas líneas de suministro se cortan, los soldados en las líneas de
batalla tendrían problemas. Y, en cualquier guerra, la estrategia es cortar.
El enemigo quiere cortar la línea de suministro, porque eso desmoraliza a los
soldados. Eso somos nosotros; somos la línea de suministro. Tenemos que
recordar que nuestra labor en Betel es vital. Este trabajo es un honor.
Colaboramos para que la predicación siga avanzando. Y, si leemos Amós 4,
vemos que Jehová es un Dios bondadoso y misericordioso. En este capítulo se
muestra que Jehová intentó ayudar a su pueblo muchas veces. Envió a Amós.
Trató de corregirlos y de disciplinarlos, y por eso les envió a Amós una y otra vez y
les repitió lo mismo varias veces. Cinco veces les recordó que había tratado de
ayudarlos, y cinco veces les dijo: ―No volvieron a mí‖. ―Ustedes, el reino de 10
tribus, no volvieron a mí. Traté de ayudarlos. No volvieron a mí. No volvieron a mí.
No volvieron a mí. Seguí intentándolo, pero no volvieron a mí. Así que solo me
queda una opción. Me obligan a tomar una decisión; solo me queda ir a la guerra‖.
Y así es como será en nuestros días. Solo hay una opción. Solo le queda ir a la
guerra. ¿Por qué? Porque la gente no volverá a Jehová. ¿Y qué ocurrirá después?
Capítulo 4, versículo 12: ―Prepárate para encontrarte con tu Dios‖.
Abran su Biblia, por favor, en Mateo capítulo 26. Vamos a leer desde el versículo
36. Mateo 26:36: ―Entonces Jesús fue con ellos al lugar llamado Getsemaní, y dijo
a los discípulos: ‗Siéntense aquí mientras voy allá a orar‘‖. ―Mientras voy allá a
orar‖. El futuro eterno de la humanidad estaba sobre los hombros de Jesús. Era
vital que permaneciera fiel a Dios. Jesús estaba consciente de que, si no se
mantenía íntegro, le estaría dando la espalda a Jehová. ¿Y notaron que en ese
momento tan crucial de su vida lo más importante para él fue la oración? Fue
como decir: ―Sí, soy perfecto; tengo poderes sobrenaturales; puedo resucitar a los
muertos y hacer otros milagros; soy la segunda persona más importante del
universo; participé en la creación... pero nada de eso me va a ayudar en este
momento. No puedo depender ni de mi poder ni de mis habilidades. El único que
me puede ayudar es mi Padre. Debo apoyarme en él; dependo de él. Lo que
necesito ahora es orar a mi Padre y rogarle su ayuda. Si hoy quiero entregar mi
vida de tal manera que honre a mi Padre y si quiero mantener mi integridad,
necesito orar. Así que voy allá a orar‖. La Biblia dice que busquemos nuestra
salvación ―con temor y temblor‖. Por eso, una de las valiosas lecciones de este
relato es que no debemos confiarnos creyendo que nuestros años de servicio a
Jehová o la lealtad que le hemos demostrado hasta ahora nos dan el pase directo
al nuevo mundo. ¡No! Más bien es tiempo de orar. La gran tribulación está cada
vez más cerca, así que es momento de examinarnos. Y si nos damos cuenta de
que hemos adquirido la costumbre de hacer cosas que se acercan peligrosamente
a lo que es malo, necesitamos detenernos de inmediato. Este es momento de
decir ―voy allá a orar‖. Leamos el versículo 37: ―Y tomando consigo a Pedro y a los
dos hijos de Zebedeo, comenzó a contristarse y a perturbarse en gran manera‖.
En el versículo 38, les dice: ―Mi alma está hondamente contristada, hasta la
muerte‖. Jesús no estaba fingiendo. Sus sentimientos eran reales: estaba muy
afligido y angustiado. ¿Por qué? Porque temía que su muerte en un madero, como
si fuese un criminal, pudiera manchar el nombre de su Padre, Jehová. Lo que le
preocupaba era que se hablara injuriosamente de su Padre y que se le acusara de
maldecir a Dios. ¡Esa era una carga demasiado pesada para él! No le preocupaba
su propia reputación, sino la reputación y el nombre de su Padre. Pensemos en la
lección para nosotros: ¿qué es lo más importante en nuestra vida? ¿Qué es lo que
nos preocupa? ¿Ser víctimas de algún malentendido o no recibir cierta
asignación? No, ese tipo de cosas no es lo que nos angustia. Lo que más nos
preocupa es manchar el nombre de Jehová. Deseamos hacer todo lo posible por
honrar ese nombre. Si estamos aquí, como parte de la familia Betel de Estados
Unidos, se lo debemos a Jehová. Por todo lo que nos ha dado y por permitirnos
estar aquí para servirle, deseamos honrar su nombre... nunca mancharlo, ya sea
en público o en privado. Ese es nuestro objetivo. La sola idea de ensuciar el buen
nombre de Jehová debería angustiarnos terriblemente, pues Jehová es tan real
para nosotros como las personas que nos rodean. Ahora leamos el versículo 39:
―Y yendo un poco más adelante, cayó sobre su rostro, orando‖. Cayó sobre su
rostro y oró. ¡Imagínense la presión que tenía encima! Cayó sobre su rostro para
orar. Lucas relata que, en ese momento, Jesús entró en agonía y ―continuó orando
más encarecidamente; y su sudor se hizo como gotas de sangre‖. Así que siguió
orando, rostro a tierra, y con sudor como gotas de sangre. Él estaba muy
consciente del dolor que su Padre experimentaría al ver a su amado hijo clavado
en un madero y torturado con crueldad. Jesús lo sabía. Por eso reaccionó de
manera tan contundente aquella vez, durante su ministerio, en que estaba
explicándoles a sus discípulos que tendría que morir y Pedro le dijo: ―Sé
bondadoso contigo mismo, Señor; nada de eso te va a suceder‖. ―Sé bondadoso
contigo; eso no te va a suceder...‖. Jesús debe haber pensado: ―¿Cómo? ¿Qué
sea bondadoso conmigo? Estoy aquí, en este jardín; mi sudor se ha vuelto como
gotas de sangre, ¿y me dices que sea bondadoso conmigo?‖. Con razón le
respondió: ―¡Ponte detrás de mí, Satanás!‖. ¡Qué palabras tan fuertes! Pero Jesús
sabía que no era momento de ser bondadoso consigo mismo. Sabía que esas
palabras podían debilitar su determinación. Ahora veamos lo que pide Jesús en el
versículo 39: ―Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa‖. ¿A qué se refería?
A la copa de manchar o deshonrar el nombre de Dios. Eso era lo que no podía
soportar. Por eso dijo: ―Pase de mí esa copa‖. Pero Jehová no accedió. Le dijo:
―No. Así es como quiero que suceda‖. Y Cristo acató la voluntad de Jehová. Jesús
sabía que Jehová lo escuchaba y que sus ruegos estaban llegando a los cielos.
Estaba seguro de ello porque antes de venir a la Tierra observó como su Padre
contestaba las oraciones. En los cielos, como hijo primogénito, vio de primera
mano a su Padre respondiendo los ruegos y las súplicas de sus siervos, como
Ana, Rut o David. Fue testigo de ello. Por eso estaba seguro de que su Padre lo
estaba escuchando y contestaría su oración. Y así sucedió. Los relatos paralelos
de los evangelios indican que un ángel llegó a darle ánimo a Jesús en esos
momentos. ¡Cuánto debe haber animado a Jesús ver a ese ángel a quien
obviamente conocía de cuando vivía en el cielo! Y qué palabras tan fortalecedoras
le dijo: ―¡Tu Padre te aprueba!‖. Sin duda eso le dio las fuerzas que necesitaba
para seguir adelante. Algo interesante es que tal vez aquel ángel le haya dicho a
Jesús que su muerte no deshonraría el nombre de su Padre, más bien serviría
para santificarlo. De esa forma, Jehová alivió la terrible angustia de Jesús. Es
como si le dijera: ―Tu muerte no manchará mi nombre. Al contrario, tu muerte me
ayudará a santificarlo‖. ¿Se imaginan cuánto animó a Jesús saber eso? Y aquí
hay otra valiosísima lección para nosotros: ¿no es cierto que Jehová también
puede usar nuestros actos de lealtad? A veces no es sencillo ajustar nuestra
manera de pensar a la de Jehová. Pero siempre hacemos lo que él nos pide. Y
una a una, esas muestras de lealtad se van acumulando como evidencia que
Jehová puede usar para responder a Satanás y decir: ―¡Mira! ¡Mira cómo santifican
mi nombre! Mira lo que él y ella y también ellos hacen por santificar mi nombre‖.
¡Qué gran honor para nosotros! Nunca lo olvidemos. Por último, el versículo 46
dice: ―Levántense, vámonos. [...] El que me traiciona se ha acercado‖. ¿Qué quiso
decir con la expresión ―levántense, vámonos‖? Si lo pensamos bien, esas palabras
reflejan mucha determinación. Es como si Jesús estuviera diciendo: ―El tiempo de
orar se ha terminado; es momento de actuar. Ahora debo ponerme de pie y entrar
en la batalla. Es momento de levantarme y enfrentar lo que venga: la traición de
Judas, un juicio injusto, el maltrato, la tortura y hasta la dolorosa muerte en un
madero. Es hora. ¡Levántense, vámonos!‖. Así que después de arrodillarnos ante
Jehová para pedir su ayuda, tenemos que levantarnos y enfrentar las dificultades.
¡Otra valiosa lección para nosotros! Claro que oramos una y otra vez, pero llega el
momento de levantarnos y actuar: mantenernos activos, estudiar las publicaciones
y predicar. En otras palabras, primero oramos y luego actuamos en armonía con lo
que hemos pedido. Jesucristo mantuvo su integridad gracias a la fuerza que le dio
la oración. Jehová también responderá nuestros ruegos y nos ayudará a ser
íntegros.
Mark Sanderson- “Pónganse en contra de él” (1 Ped. 5;9).txt
Mark Sanderson- Mantengan la misma actitud mental que tuvo Cristo (Filip. 2;5, 7).txt
Durante esta pandemia del COVID-19, es fácil que nos vengan a la mente
pensamientos negativos. Podríamos empezar a pensar demasiado en todas las
cosas que antes podíamos hacer. Los que estamos en Betel quizás pensemos en
cuando salíamos a discursar a otras congregaciones y conocíamos a nuevos
hermanos y disfrutábamos de su compañía. O quizás también nos acordemos de
cuando íbamos a las asambleas de circuito y a las regionales como
representantes de Betel con muchos, muchísimos hermanos y hermanas. Los
ancianos de congregación quizás piensen en que, durante años, han trabajado en
los comités de asambleas o quizás organizando departamentos en asambleas de
circuito o regionales. Los precursores quizás estén pensando en cuando
participaban en la predicación pública especial en áreas metropolitanas o en la
predicación pública en general. Y también hay otros precursores que venían a
Betel como voluntarios externos para ayudarnos, algunos desde hace mucho.
Bueno, hemos mencionado responsabilidades diferentes, pero todas estas
responsabilidades tienen algo en común: que en todas hemos tenido que
presionar el ―botón de pausa‖ y, de momento, dejar de hacer algunas de estas
tareas que tanto nos gustaban. Y, claro, puede que a veces nos preguntemos:
―Como ya no puedo llevar a cabo todas esas asignaciones que hacía antes,
¿significa eso que ya no valgo tanto, que ya no soy valioso ni útil para Jehová?‖.
Bueno, el texto que analizamos hoy nos puede ayudar. Vamos a leerlo otra vez.
Busquemos en nuestras biblias Filipenses 2:5-7. Leamos juntos estos tres
versículos. Dice así: ―Mantengan esta misma actitud mental que tuvo Cristo Jesús,
quien, aunque existía en la forma de Dios, no pensó en quitarle el lugar a Dios y
hacerse igual a él. No, [y ahora fijémonos en lo siguiente] más bien dejó todo lo
que tenía y tomó la forma de un esclavo y se convirtió en un ser humano‖. Estas
palabras se dicen rápido, ¿verdad? Pero ¿se imaginan lo que implicó para Jesús
esa última parte? ―Dejó todo lo que tenía y tomó la forma de un esclavo‖.
La verdad es que para nosotros es difícil imaginar la posición que Jesús ocupaba
en el cielo antes de venir a la Tierra. Pero podemos intentar hacernos una idea
con la ayuda de la Biblia. Leamos Colosenses, capítulo 1. Fijémonos en el
versículo 15. Hablando de Jesús, aquí dice: ―Él es la imagen del Dios invisible, el
primogénito de toda la creación; porque por medio de él todo lo demás fue creado
en los cielos y en la tierra, las cosas visibles y las cosas invisibles, ya sean tronos,
dominios, gobiernos o autoridades. Todo lo demás ha sido creado mediante él y
para él. Además, él existe desde antes que todo lo demás, y por medio de él se
hizo que existiera todo lo demás‖. Así es, Jehová utilizó a Jesús como su obrero
experto para crearlo todo, tanto el universo como todas las demás cosas que hay
en él. Como dice Juan 1:3: ―Todas las cosas llegaron a existir por medio de él [es
decir, Jesús], y sin él no llegó a existir ni siquiera una sola cosa‖. ¡Qué gran
responsabilidad le había dado su Padre! Pero estuvo dispuesto a dejar la posición
que tenía en el cielo y aceptar la asignación que Jehová tenía para él aquí en la
Tierra. Ahora bien, veamos tres ejemplos de lo que implicó que Jesús aceptara
esa asignación. Primero, puede que estar confinados sea difícil, sobre todo
después de siete meses. Pero pensemos en esto: antes de nacer, Jesús fue un
embrión indefenso y estuvo en el vientre de María durante nueve meses. ¿Se
imaginan ese cambio? Veamos un segundo ejemplo: Jesús había sido el Portavoz
de Jehová en el cielo, pero ahora tendría que aprender a hablar y que le
enseñaran humanos imperfectos. En tercer lugar: sus compañeros en el cielo eran
ángeles, seres espirituales fieles y poderosos. Pero ¿quiénes eran sus
compañeros en la Tierra? Pescadores, antiguas prostitutas, gente común y
corriente, humilde, sencilla..., gente a quien los fariseos, en Juan 7:49, llamaban
―maldita‖. ¿Qué les parece? ¿Verdad que fue un gran cambio para Jesús dejar su
posición en el cielo para venir a la Tierra? Sin duda, ―dejó todo lo que tenía‖, como
menciona Filipenses 2:7. Pero la pregunta clave es: ¿sintió Jesús que, en cierto
sentido, ya no valía tanto para Jehová? ¿Valía menos por ser un humano y tener
una asignación tan diferente? Por supuesto que no. ¿Por qué? Por favor,
busquemos la respuesta en nuestras biblias. En el libro de Juan, capítulo 8, y
fijémonos en lo que dice el versículo 29. Jesús dijo: ―Y el que me envió está
conmigo; no me ha dejado solo, [¿por qué?] porque yo siempre hago lo que a él le
agrada‖. ¡Qué versículo tan bonito! Como vemos, lo que Jesús estaba haciendo
aquí en la Tierra era justo lo que su Padre le había pedido que hiciera. No era lo
mismo que hacía antes cuando estaba en el cielo, pero aun así él siempre hacía lo
que le agradaba a su Padre. Por este motivo, Jesús estaba convencido de que su
Padre nunca, nunca lo abandonaría. Se mantuvo muy ocupado, cumplió bien su
asignación y no se centró en lo que había hecho antes en el cielo. Queridos
hermanos, ¿qué aprendemos de esto? Bueno, todos hemos sufrido cambios, y
algunos bastante grandes. La pandemia ha afectado nuestra adoración. Pero
nuestro objetivo no ha cambiado. Al igual que Jesús, seguimos intentando hacer
las cosas que le agradan a nuestro Padre celestial, Jehová. Es verdad que
no predicamos de casa en casa, que no hay predicación pública, que no podemos
reunirnos en nuestros Salones del Reino o de Asambleas... Pero, como todos
nosotros amamos a Jehová, hemos encontrado formas de hacer lo que le agrada,
incluso en medio de esta pandemia. Y La Atalaya de agosto de 2020 comentaba
algo interesante. La página 25 decía: ―¿Estamos desanimados porque ya
no tenemos las responsabilidades de servicio que teníamos antes? Si es así, nos
sentiremos más felices si nos concentramos en lo que podemos hacer ahora para
servir a Jehová y a nuestros hermanos. Mantengámonos ocupados y utilicemos
nuestros talentos para ayudar a otros. Y nos sentiremos felices al animar a la
congregación‖. Bueno, esto es lo que todos intentamos. Y, como lo intentamos,
Jehová nos quiere mucho y bendice nuestros esfuerzos. Por ejemplo, veamos lo
que le ocurrió a una hermana en Estados Unidos. Para predicar, esta hermana
decidió escribir algunas cartas. Imagínense qué gran sorpresa se llevó cuando
recibió la respuesta de una señora a quien llamaremos Mary. Su carta decía esto:
―Hola, me llamo Mary, y quería darle las gracias por mandarme esa hermosa
carta. Yo fui testigo de Jehová de los 9 a los 12 años, y mi madre era precursora a
tiempo completo. Íbamos de casa en casa todos los días. Pero, como era pequeña
y me gustaba celebrar los cumpleaños y otras fiestas, dejé a mamá para ir a vivir
con papá. Mamá fue precursora por más de 25 años y murió en el 2007. Aunque
de pequeña no estábamos muy unidas, cuando crecí, se convirtió en mi mejor
amiga. Hasta el día de su muerte me dijo: ‗Mary, regresa a Jehová‘. Pero siempre
pensé que no estaría a la altura. Y no quiero ser una hipócrita. Por eso no he
vuelto a estudiar la Biblia. No puedes estar con un pie dentro y otro fuera.
Después de morir mamá, en su funeral, una hermana me entregó una Biblia. En la
primera página, mamá había escrito: ‗Para Mary, de mamá. Devuélvemela en el
Paraíso‘. Lo que más quiero es volver a verla, y sé que la única manera es
volviendo a Jehová. Pero tengo miedo. ¿Qué pasa si no lo hago bien? No quiero
meter la pata. Todas las noches, tengo la costumbre de hacerle una oración a
Jehová. Pero el 19 de agosto de 2020, en mi oración, le dije a Jehová: ‗Tú
conoces mi corazón, sabes cómo me siento. Quiero ser parte de una iglesia o una
religión para alabarte. Ya sabes cómo soy. Dame una señal muy clara para que
sepa lo que tengo que hacer‘. El 20 de agosto, justo al día siguiente, fui a ver mi
buzón y ahí estaba su carta. No lo podía creer. Me impactó tanto que tuve que
sentarme. Y pensé: ‗¡Guau! ¿Y ahora qué hago?‘. Jehová me contestó. Tengo que
hacerle caso, aunque estoy nerviosa. Espero que usted me ayude a dar los pasos
necesarios para cambiar. Sí, estoy asustada, pero deseo hacer los cambios que
hagan falta. Atentamente, Mary‖. Una simple carta tiene mucho poder. Es cierto,
hemos tenido que presionar el ―botón de pausa‖ de muchas de las asignaciones
que tanto nos gustaban. ¿Significa eso que valemos menos para Jehová? No, él
sigue con nosotros. No hemos perdido nada de valor a sus ojos, y no nos va a
abandonar nunca. Así que ¿qué tenemos que hacer? Como Jesús, no nos
centremos en todo lo que hacíamos antes. Más bien, pensemos en todo lo que
podemos hacer ahora para hacer lo que le agrada a nuestro maravilloso Padre
celestial, Jehová.
Antes de morir, Jesús dio una advertencia a todos aquellos que llegaran a ser sus
seguidores: les dijo que serían perseguidos. ¿Recuerdan lo que dice el capítulo 10
de Mateo? Vamos a leerlo juntos. Mateo 10:22 dice que sus seguidores serían
objeto de odio. Versículos 22 y 23: ―Y ustedes serán objeto de odio de parte de
toda la gente por motivo de mi nombre; mas el que haya aguantado hasta el fin es
el que será salvo. Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra; porque en
verdad les digo: De ninguna manera completarán el circuito de las ciudades de
Israel hasta que llegue el Hijo del hombre‖. Resulta interesante que, casi
inmediatamente después de que Jehová derramó su espíritu santo y comenzó a
seleccionar a los cristianos ungidos, estos fueron víctimas de feroz persecución.
¿Recuerdan el relato del capítulo 4 de Hechos? Vamos a leerlo. Hechos 4, desde
el versículo 1 en adelante, dice: ―Mientras los dos hablaban al pueblo, se les
presentaron los sacerdotes principales y el capitán del templo y los saduceos,
molestos porque ellos enseñaban al pueblo y declaraban patentemente la
resurrección de entre los muertos en el caso de Jesús; y les echaron mano y los
pusieron en custodia hasta el día siguiente, porque ya entraba la noche‖. Y
podemos recordar las palabras que se citan en el capítulo 5, versículos 17 y 18,
que dicen: ―Pero el sumo sacerdote y todos los que estaban con él, la entonces
existente secta de los saduceos, se levantaron llenos de celos, y echaron mano a
los apóstoles y los pusieron en el lugar público de custodia‖. Y así empezó todo. A
la par de la congregación cristiana, surgió una intensa persecución... desde el
primer día. Unos 25 años después, en el año 59 de nuestra era, cuando el apóstol
Pablo llegó a Roma, se reunió con algunas autoridades judías de la ciudad que
habían oído numerosos rumores sobre los primeros cristianos. ¿Recuerdan lo que
ellos dijeron? Hechos 28:22. Esto es lo que aquellos judíos le dijeron a Pablo:
―Pero nos parece propio oír de ti cuáles son tus pensamientos, porque,
verdaderamente, en lo que toca a esta secta nos es conocido que en todas partes
se habla en contra de ella‖. ¡Qué interesante! La llamaron ―secta‖ y dijeron que
todos hablaban en contra de ella. Pues bien, ¿qué clase de acusaciones se hacían
en contra de los primeros cristianos? Refiriéndose a los cristianos de la época del
Imperio romano, el historiador K. S. Latourette escribió lo siguiente: ―Variaban las
acusaciones. Porque se negaban a participar en ceremonias paganas, los
cristianos eran tildados de ateos. Por su abstención de gran parte de las
actividades de la vida de la comunidad —los festejos paganos, las diversiones
públicas [...]— eran ridiculizados como aborrecedores de la raza humana. [...] El
hecho de que [la Conmemoración de la muerte de Cristo] se celebraba solo en la
presencia de creyentes, alimentaba los rumores de que los cristianos
acostumbraban sacrificar un niño, se bebían su sangre y se comían su carne‖.
Además, como los primeros cristianos se negaban a rendir culto al emperador, se
les acusaba de ser enemigos del Estado. ¿Les suena familiar? ¿Verdad que
últimamente hemos escuchado cosas como estas? Aunque ya ha pasado mucho
tiempo desde estos acontecimientos del siglo primero, el odio asesino que
Satanás el Diablo siente por los fieles siervos de Jehová Dios sigue provocando
mucho daño hoy. Pero esto no nos sorprende. ¿Recuerdan lo que dice Revelación
12:17? Vamos a leerlo. Revelación 12, versículo 17. Allí se dice: ―Y el dragón se
airó contra la mujer, y se fue para hacer guerra contra los restantes de la
descendencia de ella, los cuales observan los mandamientos de Dios y tienen la
obra de dar testimonio de Jesús‖. ¿Captamos la idea? Como resultado de
permanecer fieles, los ungidos que siguen en la Tierra y todos los que colaboran
con ellos están en guerra —en una guerra real— contra Satanás el Diablo y sus
fuerzas espirituales inicuas. Hace poco vimos el ataque del Diablo contra los
siervos de Jehová en Rusia. Justo el día de ayer, la agencia de noticias Interfax
reportó que Ilarión Mitropolita, presidente del Departamento de Relaciones
Exteriores Eclesiásticas de la Iglesia Ortodoxa Rusa, dijo lo siguiente: ―Los
testigos de Jehová no creen que Jesucristo sea el Dios y Salvador. No aceptan la
doctrina de la Trinidad. Por lo tanto, no se les puede llamar cristianos‖. También
afirmó que estaba de acuerdo con el fallo del Tribunal Supremo de Rusia y dio a
entender que, ahora, la influencia dañina de los testigos de Jehová empezaría a
disminuir. ¡Guau! ¿Pueden percibir el odio del Diablo detrás de esas palabras?
Pero tal como siempre ha habido detractores de los siervos fieles de Jehová,
también ha habido personas como Gamaliel, a quienes Jehová ha utilizado para
defender a su pueblo. Ahora bien, a algunos de ellos ni siquiera les agradan los
testigos de Jehová. Pero, con sus propios fines en mente, están dispuestos a
defender al pueblo de Dios. Un ejemplo: Andrei Kuraev, miembro de la Iglesia
Ortodoxa Rusa y profesor en su academia de Moscú, es un crítico declarado de
los testigos de Jehová. Sin embargo, tras escuchar el fallo del Tribunal Supremo
de Rusia, dijo lo siguiente: ―Ya he dicho que las autoridades del Estado no
deberían apoyar a esta secta, y no me retracto. Pero acusarlos de ser extremistas
no tiene ningún sentido. Dicha decisión es una insensatez. Es un desperdicio
acusar de extremismo a pacifistas‖. Interesante, ¿no? Ayer me quedé boquiabierto
al ver una conferencia de prensa en Rusia en la que la canciller alemana, Angela
Merkel, compartió el estrado con el presidente de Rusia, Vladimir Putin. En dicha
conferencia, la canciller Merkel le pidió al señor Putin que utilizara su poder para
proteger los derechos de las minorías, incluido el caso de los testigos de Jehová.
¡Casi se me salen los ojos al ver a la canciller Merkel decir eso justo allí, en la
presencia del presidente Putin, de Rusia! Hay muchos más que están dispuestos a
salir en defensa del pueblo de Jehová. La semana pasada estuve en Kazajistán.
Allí, cierto profesor asistió al discurso que se presentó para los hermanos de todo
el país y se sentó en la primera fila. Él ya había escrito un libro sobre los testigos
de Jehová y siempre está listo para defendernos. Deseaba conversar conmigo, así
que fue hasta donde me encontraba y hablamos durante 15 o 20 minutos. Él me
preguntó: ―¿Cuál cree que sea la raíz de todos estos informes negativos sobre los
testigos de Jehová?‖. Yo le respondí: ―Bueno, profesor, cualquiera que conozca de
verdad a los Testigos puede decir que todas esas acusaciones son poco más que
ridículas‖. El profesor —un hombre distinguido de unos 60 o 70 años de edad, con
cabello blanco— me vio a los ojos y dijo: ―Yo conozco bien a los testigos de
Jehová y sé que todas esas acusaciones son ridículas‖. ¿No es excelente que
haya personas como él, dispuestas a defender al pueblo de Dios? Nos impresiona
ver que, a pesar de todo el odio del Diablo, los siervos fieles de Jehová nunca se
detienen. La persecución no los ha detenido en el pasado ni lo hará en el futuro.
De hecho, ¿qué fue lo que dijo Jesús en el capítulo 5 de Mateo? Mateo capítulo 5,
versículos 11 y 12 dice: ―Felices son ustedes cuando los vituperen y los persigan y
mentirosamente digan toda suerte de cosa inicua contra ustedes por mi causa.
Regocíjense y salten de gozo, puesto que grande es su galardón en los cielos;
porque de esa manera persiguieron a los profetas antes de ustedes‖. Este es el
sentir de los cristianos verdaderos. Si somos víctimas de los agentes del Diablo,
sabemos que se debe a que estamos haciendo lo correcto. La semana pasada
escuché algo que me alegró mucho. Mientras estaba en Rusia y Kazajistán,
escuché a varios hermanos decir que hay una buena cantidad de inactivos, de
personas que antes estudiaban la Biblia y de familiares de Testigos que están
poniéndose en contacto con los hermanos para acercarse a Jehová. Y esto es por
lo que está sucediendo en Rusia. Comprenden que el fin está cerca. Hay que
seguir orando por nuestros hermanos que están siendo perseguidos. Pero, a la
misma vez, es fundamental que nos mantengamos alerta. Sigamos atentos a lo
que ocurre en el mundo. No perdamos de vista los sucesos mundiales, mientras
esperamos que llegue el momento para que Jesucristo —nuestro Señor y
Salvador— venga y nos libere de este mundo, que se encuentra en las garras del
Diablo.
El texto de hoy está tomado del artículo ―¿Agradecemos lo que Dios hizo por
nosotros?‖, de La Atalaya de enero de 2016. La temporada de la Conmemoración
nos impulsa a reflexionar en lo que Jehová ha hecho por nosotros, y eso nos debe
motivar a ser agradecidos. La obra Perspicacia tiene una entrada muy interesante
sobre el perdón. Una de las cosas que menciona es que el verbo hebreo sa·láj
(perdonar) se emplea exclusivamente con referencia al acto por el que Jehová
perdona a un pecador. Este verbo nunca se usa para hablar de una persona que
perdona a otra. Así que ni el alcance de nuestro perdón ni las razones por las que
lo hacemos se podrán comparar nunca a los de Jehová. ¿A qué nos debería
motivar esto? Bueno, pensemos en una historia que Jesús contó y que está en
Mateo capítulo 18. Si se dirigen allí, recordarán que en el versículo 21 Pedro le
había preguntado a Jesús: ―¿Cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano si
peca contra mí? ¿Hasta siete veces?‖. ¿Qué había de malo en esa pregunta?
Pues, que a Pedro lo había influido la actitud insensible que era tan común en
aquel tiempo, una actitud que hoy también existe. ¿A qué nos referimos? Bueno, a
que Pedro estaba midiendo el perdón, algo que los fariseos solían hacer. ¿Qué le
respondió Jesús? Conocemos bien la respuesta, que está en el versículo 22: ―No
te digo: Hasta siete veces, sino: Hasta setenta y siete veces‖. Luego, hablando del
perdón divino, Jesús puso un ejemplo que nos ayuda a ver la diferencia entre el
punto de vista humano sobre el perdón y el punto de vista de Jehová. Fijémonos
en el versículo 23: ―Por eso el reino de los cielos ha llegado a ser semejante a un
hombre, un rey, que quiso ajustar cuentas con sus esclavos‖. Notemos que fue el
rey —y no sus esclavos— quien quiso saldar las cuentas. Los esclavos habían
contraído una deuda con él, y era justo que el rey quisiera tratar el asunto y poner
las cuentas al día. Pero entonces le trajeron un esclavo ―que le debía diez mil
talentos‖, 40 millones de dólares. Eso es muchísimo dinero. Si pensamos en este
ejemplo, vemos que Jehová nos está diciendo algo. Él nos ha perdonado miles de
veces, y lo hace tan a menudo... Ni siquiera somos conscientes de cuántas veces
pecamos contra él. Como vemos, Jehová nos ha permitido a sus esclavos
contraer una gran deuda con él. Ahora, volviendo al ejemplo, en el versículo 26
vemos que el esclavo le suplica al rey que tenga paciencia porque en ese
momento no puede pagarle, pero le dice que se lo devolverá todo. ¿Y cómo
pensaba hacerlo? Él era un esclavo. ¿Cómo iba a pagar 40 millones de dólares?
El rey sabía que era imposible que el esclavo le pudiera devolver todo ese dinero.
Pongámoslo en términos actuales: el sueldo promedio para un estadounidense
en 2014 —esto lo busqué en Google— era de unos 52.000 dólares. Bueno, esa
era la media, porque hay mucha gente que no gana tanto dinero, y hay quienes
ganan mucho más. Pero el sueldo promedio era de 52.000 dólares. Entonces, si
los 10.000 talentos equivalen a 40 millones de dólares, una persona que entregara
todo el dinero que ganara tardaría 770 años en pagar esa deuda. Así que el rey
sabía que no, que era imposible que se lo devolviera. Por eso, el versículo 27 dice:
―Enternecido por esto, el amo de aquel esclavo lo dejó ir libre y canceló su deuda‖.
Bueno, bueno, ¡qué gran alivio! Aunque el esclavo tendría que haberse dado
cuenta de algo: él jamás estaría en la misma situación que su amo, porque ni tenía
los mismos recursos ni nunca nadie le debería tanto dinero como él le debía a su
amo. Si hubiera comprendido lo que implicaba la magnitud del perdón que le había
mostrado su amo, este esclavo seguramente habría estado dispuesto a ser
paciente con quien le debiera, o incluso a perdonarle la deuda, fuera la que fuera.
Pero notemos su actitud, en el versículo 28: ―Aquel esclavo salió y encontró a uno
de sus coesclavos [que estaba al mismo nivel que él] que le debía cien denarios‖,
70 dólares. Fijémonos en esto: ―Salió y encontró‖ al otro esclavo. En el griego
original, esta expresión puede indicar que este esclavo fue a buscar a los que le
debían algo, en lugar de pasar por alto las deudas de los demás. Ahora leamos los
versículos 29, 30, 32, 33 y 35. Dicen así: ―Con eso, su coesclavo cayó y se puso a
suplicarle, diciendo: ‗Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré‘. Sin embargo, él
no quiso‖. Detengámonos un momento. ¿Podría este coesclavo devolverle lo que
le debía? Bueno, podría haber conseguido el dinero, pues solo eran 70 dólares.
Pero ¿cómo reaccionó el primer esclavo? El relato dice ―que se fue e hizo que lo
echaran en prisión hasta que pagara lo que se debía‖. ¡Qué malvado!, ¿verdad?
El versículo 32 continúa: ―Entonces su amo mandó llamarlo y le dijo: ‗Esclavo
inicuo, yo te cancelé toda aquella deuda, cuando me suplicaste [aquella deuda
imposible de pagar]. ¿No deberías tú, en cambio, haberle tenido misericordia a tu
coesclavo [que sí podría haber pagado su deuda], como yo también te tuve
misericordia a ti?‘‖ Y ahora viene el punto clave. En el versículo 35, Jesús señaló:
―Del mismo modo también tratará mi Padre celestial con ustedes [es decir, con
cada uno de nosotros] si no perdonan de corazón cada uno a su hermano‖. No de
forma mecánica ni por obligación, sino ―de corazón‖. Tal como hemos dicho, el rey
perdonó una deuda de 40 millones de dólares. Pero el esclavo no estuvo
dispuesto a perdonarle a su compañero tan solo 70 dólares. Jehová nos perdona
muchísimas ofensas, y le estamos muy agradecidos. La Conmemoración nos
ayudó a ver lo inmenso que es su perdón. Sin duda, darnos cuenta de cuánto le
debemos a Jehová y cuánto nos perdona él debe impulsarnos a perdonar siempre
a los demás. La obra Perspicacia dice que en la Biblia, ―el verbo [hebreo] na·sáʼ se
refiere al perdón que tanto Dios como cualquier humano pueden otorgar‖. Pero
como dijimos antes, el verbo hebreo sa·láj (perdonar) se emplea exclusivamente
con referencia al acto por el que Jehová perdona a un pecador. Recordemos que
el perdón que nosotros otorgamos jamás se podrá comparar al de Jehová. Nadie
nos puede ofender al mismo grado al que nosotros hemos ofendido a Jehová,
pues somos pecadores, estamos alejados de Dios y tenemos la tendencia a hacer
lo malo. Aún así, como se nos recordó en la Conmemoración, Dios nos ha
demostrado su amor porque, ―mientras todavía éramos pecadores‖, mandó a su
Hijo a morir por nosotros. Me gustaría citarles lo que se dijo en La Atalaya del 15
de octubre de 1999, en la página 13. El título del artículo es ―Perdonemos de
corazón‖. Ahí dice: ―Debemos ver en la disposición de Dios para perdonar un
modelo de cómo tratar a nuestro semejante. Pablo se refirió a ello cuando escribió:
‗Háganse bondadosos unos con otros, tiernamente compasivos, y perdónense
liberalmente unos a otros‘‖. No como cuando un administrador lleva un registro de
las cuentas, sino perdonándose ―liberalmente unos a otros así como Dios también
por Cristo liberalmente los perdonó a ustedes‖. El artículo añade: ―¿Vemos la
relación? Jehová Dios nos perdonó [a cada uno de nosotros], de modo que —
razona convincentemente Pablo— tenemos que imitarle y ser ‗tiernamente
compasivos, perdonando liberalmente‘ a los demás‖. Y, a continuación, la revista
plantea unas preguntas que nos hacen meditar: ―¿Lo estoy haciendo? Si no es así
mi carácter, ¿procuro lograrlo, esforzándome por imitar a Dios en lo que tiene que
ver con el perdón?‖. Pero quizá digamos: ―Bueno, yo perdono. Perdono a mucha
gente‖. Pero ¿cómo lo demostramos? Proverbios 17:9 dice: ―El que encubre la
transgresión busca amor, y el que sigue hablando de un asunto separa a los que
se han familiarizado entre sí‖. Si no dejamos de hablar de lo que alguien nos ha
hecho, no hemos perdonado de corazón. El perdón de Jehová no es así.
Entonces, perdonar cuando otros nos ofenden, sin importar cuántas veces
tengamos que hacerlo, es un requisito cristiano. Jehová no perdona a quienes se
niegan a perdonar. Recordemos lo que dijo Jesús: ―Perdónanos nuestras deudas,
como nosotros también hemos perdonado a nuestros deudores‖. ¡Qué Dios tan
maravilloso tenemos! Lo que él y su Hijo han hecho por nosotros, nos impulsa a
perdonar generosamente a los demás.
Cuando el apóstol Pedro escribió las palabras del texto de hoy, ya había judíos,
prosélitos, samaritanos y gentiles en la congregación cristiana. Formaban parte del
pueblo de Dios, el Israel espiritual de Dios. En el versículo anterior al texto de
hoy, Pedro indicó cuál era la misión de ese pueblo. Veamos lo que dijo en
1 Pedro, capítulo 2, en los versículos 9 y 10. En 1 Pedro 2. Allí escribió: ―Pero
ustedes son ‗una raza escogida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo
para posesión especial, para que declaren en público las excelencias‘ de
aquel que los llamó de la oscuridad a su luz maravillosa. Porque en un tiempo
ustedes no eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios‖. Por supuesto, esto se
refiere a los miembros de la congregación ungidos por espíritu, que tendrían la
responsabilidad de glorificar el nombre de Jehová y ser sus Testigos. Eso
concuerda con lo que Pedro mismo dijo años antes en una reunión del cuerpo
gobernante del siglo primero, tal como leemos en Hechos 15. Busquemos Hechos
15 y leamos a partir del versículo 14. Dice: ―Symeón ha contado cabalmente cómo
Dios por primera vez dirigió su atención a las naciones para sacar de entre ellas
un pueblo para su nombre. Y con esto convienen las palabras de los Profetas, así
como está escrito: ‗Después de estas cosas volveré y reedificaré la cabaña de
David que está caída; y reedificaré sus ruinas y la erigiré de nuevo, para que los
que queden de los hombres busquen solícitamente a Jehová, junto con gente de
todas las naciones, personas que son llamadas por mi nombre, dice Jehová, que
está haciendo estas cosas‘‖. ¿Y qué decir de quienes somos testigos de
Jehová, pero no somos cristianos ungidos? ¿También somos parte del pueblo de
Dios? ¡Claro que sí! ¡Y qué gran honor es llevar el nombre del único Dios
verdadero! No obstante, representar ese nombre conlleva una
responsabilidad, que otros grupos religiosos no quieren asumir. Tenemos la
obligación de dar testimonio de Jehová, de decir la verdad acerca de él y de
desenmascarar las enseñanzas erróneas que lo pintan en falsos colores. Un típico
ejemplo de un dogma sin base bíblica que ha desenmascarado el pueblo de
Jehová es el de la Trinidad. Eso me recuerda el caso de un falsificador que
engañó a mucha gente experta. Es la historia de Van Meegeren, un artista
holandés que nació en 1889 y que protagonizó uno de los más espectaculares
casos de falsificación de la historia. Como no conseguía que los críticos de arte le
dieran el reconocimiento que quería, intentó vengarse de ellos y demostrar su
talento pintando un cuadro que los engañara. Decidió imitar a un famoso pintor
holandés del siglo diecisiete, Johannes Vermeer. Van Meegeren pasó cuatro años
tramando cómo lograr que una pintura pareciera tener trescientos años de
antigüedad. Conseguir el lienzo fue lo más fácil: le quitó la pintura a un cuadro
poco conocido del siglo diecisiete. Pero lo complicado era que la pintura al óleo se
endureciera del todo, pues eso suele tomar unos cincuenta años. Así que mezcló
pigmentos con una resina sintética en vez de con aceite y secó el lienzo al
horno. Al final, creó seis obras que pasaron por cuadros de Vermeer. El más
famoso, ―La cena de Emaús‖, se vendió en 1937. El historiador de arte más
reconocido de la época afirmó que era una obra de arte de Vermeer, auténtica e
intacta, sobre el lienzo original, que no había sido restaurada. Pero en realidad era
falsificada. La opinión de ese crítico se consideraba sagrada en el mundo del
arte, tanto que él se había ganado el sobrenombre de El Papa. Sin embargo, con
el tiempo se demostró con un análisis químico que la pintura contenía un
ingrediente que no se descubrió sino hasta dos siglos después de la muerte de
Vermeer, y de ese modo se desenmascaró el fraude de Van Meegeren. Algo
parecido sucedió con la apostasía que hubo después de la muerte de los
apóstoles. Casi trescientos años después de que se terminara de escribir la
Biblia, un escritor que creía en la Trinidad añadió a 1 Juan 5:7 las palabras ―en el
cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno‖. Pero eso
no aparecía en los manuscritos griegos más antiguos, así que es una falsificación
de la Palabra de Dios. Aun así, por siglos las iglesias han divulgado la doctrina de
la Trinidad. Para el siglo diecinueve, casi todas las traducciones de la Biblia tenían
ese texto añadido. En 1897, el papa León XIII aprobó que la ―Vulgata‖ latina
conservara esas palabras. Llama la atención que la ―New Catholic Encyclopedia‖
afirme: ―El dogma trinitario es, a fin de cuentas, un invento de finales del
siglo IV. Entre los Padres Apostólicos no hubo nada ni remotamente parecido a
esa mentalidad o enfoque‖. Los testigos de Jehová ungidos rechazaron con
firmeza el dogma de la Trinidad de la cristiandad. En 1915, ―The Watch
Tower‖ demostró que no tiene sentido enseñar una doctrina que contradice a la
Biblia. Argumentó: ―¡En qué enredo de contradicciones y confusión se meten los
que dicen que Jesús y el Padre son un solo Dios! Eso significaría que nuestro
Señor Jesús fue un hipócrita cuando estuvo en la Tierra, pues habría fingido orar a
Dios, cuando en realidad él mismo era Dios. [...] El Padre siempre ha sido
inmortal, no puede morir. Entonces, ¿cómo podría morir Jesús? [...]. Sin embargo,
las Escrituras declaran que sí murió. [...] Por otra parte, si admiten que en realidad
Jesús murió, se enfrentan a otro problema: creer que sus tres dioses son una sola
persona significaría que, cuando Jesús murió, los tres murieron. Y, si todos
murieron, ¿quién les devolvió la vida? ¡Es un sinsentido! [...] ¿Deberíamos
contradecir a los apóstoles, a los profetas y al propio Jesús, echar a un lado la
razón y el sentido común, para apoyar un dogma que proviene de un pasado
oscuro, lleno de supersticiones, y de una Iglesia corrupta y apóstata? ¡De ningún
modo!‖, dijo ―The Watch Tower‖. El pueblo de Jehová sigue enseñando la
verdad sobre el único Dios verdadero. Las palabras que Jehová expresó mediante
su profeta Isaías siempre se han cumplido: tanto en los israelitas de nacimiento de
la antigüedad como en el Israel espiritual de tiempos modernos. Están en Isaías
43:21. En unos versículos anteriores del capítulo 43, leemos: ―Ustedes son mis
testigos‖; luego, en el versículo 21 dice: ―El pueblo a quien he formado para mí
mismo, para que relate la alabanza mía‖. Así es, el empeño que han puesto los
testigos de Jehová, el pueblo de Dios, en desenmascarar enseñanzas falsas que
no se basan en la Biblia, enseñar la verdad sobre Jehová y santificar su
nombre ha llegado a unos niveles que no ha alcanzado ningún otro grupo
religioso. Y Jehová se fija en eso. Veamos lo que dice el tercer capítulo de
Malaquías. Malaquías, capítulo 3, a partir del versículo 16. Malaquías 3:16: ―En
aquel tiempo los que estaban en temor de Jehová hablaron unos con otros, cada
uno con su compañero, y Jehová siguió prestando atención y escuchando. Y un
libro de recuerdo empezó a ser escrito delante de él para los que estaban en
temor de Jehová y para los que pensaban en su nombre [o lo ―atesoraban‖, como
dice la nota de la ―Traducción del Nuevo Mundo‖ en inglés]. ‗Y ciertamente
llegarán a ser míos —ha dicho Jehová de los ejércitos— en el día en que
produzca una propiedad especial‘‖. De modo que Jehová ama mucho a quienes le
tienen temor reverente y atesoran su nombre; eso los hace el verdadero pueblo de
Dios.
Génesis 2:24 dice que, cuando un hombre y una mujer se casan, son ―una sola
carne‖. Pero pueden surgir estas preguntas: ¿Quién dijo esas palabras? ¿Qué
significan? ¿Cómo demostramos que somos una sola carne? ¿Aparece en la
Biblia algún matrimonio que fuera así? Empecemos analizando el contexto. Por
favor, abran sus Biblias en Génesis, capítulo 2, y empecemos a leer en el 18.
Génesis 2. Dice así: ―Entonces Jehová Dios dijo: ‗No es bueno que el hombre siga
solo. Voy a hacerle una ayudante que lo complemente‘ ‖. Sigamos en el versículo
21: ―Por lo tanto, Jehová Dios hizo que el hombre se durmiera profundamente y,
mientras dormía, le sacó una costilla y luego le cerró la carne. Y, de la costilla que
le había sacado, Jehová Dios hizo una mujer y se la llevó al hombre. Entonces el
hombre dijo: [Cita:] ‗Por fin alguien que es hueso de mis huesos y carne de mi
carne. Será llamada Mujer, porque del hombre fue sacada‘ [fin de la cita]. Por esa
razón, el hombre dejará a su padre y a su madre, se unirá a su esposa y ellos
serán una sola carne‖. La primera pregunta: ¿Quién dijo esas palabras? ¿Adán?
No. Lo único que Adán dijo aquí fueron las palabras poéticas del versículo 23, y lo
sabemos por las comillas que indican que se abre y se cierra la cita. Entonces,
¿habrá sido Moisés? Porque él escribió el libro de Génesis... No, él no estaba
presente cuando Adán y Eva se casaron. Él empezó a escribir unos 2.500 años
después, y lo que escribió fue lo que Jehová le inspiró. Tres escritores bíblicos
usaron la expresión ―una sola carne‖: Mateo, Marcos y Pablo, y es Mateo quien
nos da la clave para saber quién dijo esas palabras. Vayamos a Mateo, capítulo
19. Mateo 19. Comencemos en el versículo 4. Lo que Mateo escribió aquí eran
palabras de Jesús: ―Él [Jesús] les respondió: ‗¿No leyeron que el que los creó en
el principio los hizo hombre y mujer, y dijo: [Comillas:] ―Por esa razón, el hombre
dejará a su padre y a su madre, se unirá a su esposa y los dos serán una sola
carne‖? [Comillas]. Así que ya no son dos, sino una sola carne. Por lo tanto, lo que
Dios ha unido, que no lo separe ningún hombre‘ ‖. Aquí queda claro que Jehová
fue quien dijo estas palabras, y eso debería ayudarnos a entender lo sagrado que
es el matrimonio. Como Jesús dijo, Dios los hizo hombre y mujer —dos géneros
que se complementan—, y los unió en matrimonio como una sola carne.
Es interesante que el libro The Bible Exposition Commentary dice sobre esto:
―Dios estableció el matrimonio, así que solo Dios puede decidir cómo debería
ser [...]. Es una unión entre un hombre y una mujer. Dios no creó dos hombres y
una mujer, dos mujeres y un hombre, dos hombres ni dos mujeres. Los
‗matrimonios grupales‘, ‗homosexuales‘ y otras variantes van en contra de la
voluntad de Dios, sin importar lo que digan algunos psicólogos o juristas‖. ―Ningún
tribunal puede cambiar lo que Dios ha establecido‖. Y estamos de acuerdo con
esos comentarios. Ahora, la segunda pregunta: ¿Qué significan las palabras ―una
sola carne‖? Bueno, por supuesto, ser ―una sola carne‖ abarca las relaciones
sexuales, pero va más allá. También significa que la pareja está unida en
pensamientos, sentimientos y creencias. Tienen las mismas metas y quieren lo
mismo en la vida. El biblista William Barclay tradujo así Mateo 19:5: ―El esposo se
unirá inseparablemente a su esposa‖. Así que, en el matrimonio, un hombre y una
mujer se convierten en el mejor amigo del otro. Ser ―una sola carne‖ significa que
uno debe pensar más en el otro que en sí mismo y que debe pensar en su
cónyuge en todo lo que haga. Así que, cuando alguien se casa, debe cambiar su
forma de pensar de ―mío‖ a ―nuestro‖; de ―yo‖ a ―nosotros‖. Deben dejar de pensar
que siguen solteros y sentir de corazón que están casados, no solo en el papel.
En tercer lugar: ¿Cómo demostramos que somos ―una sola carne‖? Es triste que
hoy día mucha gente no se toma en serio el matrimonio. En cuanto surgen
dificultades, no intentan arreglarlas, sino que abandonan a su cónyuge. Pero eso
no es lo que hacemos los cristianos. El matrimonio debe ser para toda la vida.
Después, en Mateo 19:9, Jesús enseñó que la única razón bíblica para romper el
matrimonio es que un cónyuge cometa adulterio y el inocente decida
no perdonarlo. Y eso es debido a que las relaciones sexuales fuera del matrimonio
destruyen la unión de ―una sola carne‖ que Jehová creó. Leamos lo que Pablo dijo
sobre esto en 1 Corintios 6. Primera a los Corintios 6:16. Dijo: ―¿No saben que
cualquiera que se une a una prostituta llega a ser un solo cuerpo con ella? Porque
él dice: ‗Los dos serán una sola carne‘ ‖. Así que quien comete adulterio se separa
de su cónyuge y se convierte en ―una sola carne‖ con una tercera persona. Por lo
tanto, esa es la única base bíblica para divorciarse. Pero el divorcio es algo muy
doloroso. Como dijo un sociólogo: ―El divorcio es como una cirugía drástica‖. Así
que cortar el vínculo de ―una sola carne‖ del matrimonio es como cortarse a uno
mismo por la mitad. Pero ¿y si no se cometió adulterio? ¿Y si, por alguna razón,
dos personas casadas sienten que ya no se quieren? El divorcio no es una opción.
En vez de eso, necesitan recordar lo que les atrajo de la otra persona y esforzarse
por recuperar aquellos sentimientos. Además, tienen que acudir a Jehová para
que los ayude no solo a fortalecer su matrimonio, sino también su espiritualidad.
La cuarta pregunta es: ¿Hay algún ejemplo en la Biblia de una pareja que
demostrara ser ―una sola carne‖? Vayamos, por favor, a Romanos 16:3. Romanos
16:3. Aquí, Pablo dice: ―Den mis saludos a Prisca [o Priscila] y Áquila, mis
colaboradores en Cristo Jesús‖. Así que queda claro que Áquila y Priscila eran un
ejemplo de una pareja muy unida que puso en práctica lo que Jehová dijo sobre
ser ―una sola carne‖. Y Pablo, que trabajó mucho con ellos, no pensaba nunca en
Áquila sin pensar en el apoyo leal que le daba su esposa. ¡Qué buen ejemplo para
las parejas cristianas hoy en día! Y, las seis veces que aparecen en las Escrituras
Griegas Cristianas, siempre se les menciona trabajando juntos, colaborando sin
competir ni pelear. Y nunca se menciona a uno sin mencionar al otro. Trabajaban
todo el tiempo juntos: en su casa, en su empleo y en el ministerio. Seguro que fue
el tiempo que pasaron juntos en las actividades cristianas lo que los ayudó a ser
un matrimonio muy espiritual y a trabajar hombro a hombro para el Reino. Bueno,
puede que ustedes pasen gran parte del día separados de su cónyuge debido a
sus responsabilidades. Pero ¿podrían apartar tiempo todos los días para comer
juntos, hacer las tareas del hogar, salir a caminar o para contarse cómo les fue y
lo que hicieron durante el día? Áquila y Priscila demostraron que hacer juntos
cosas espirituales ayuda a tener la misma forma de pensar y las mismas metas, y
eso fortalece al matrimonio. Por ejemplo, actividades como estudiar juntos,
participar en las reuniones, predicar juntos y orar juntos. Hacer todo eso
contribuirá a que los intereses, hábitos y prioridades de la pareja se vayan
pareciendo más hasta que, como Áquila y Priscila, piensen, sientan y actúen como
―una sola carne‖. Así que ¿quién dijo aquellas palabras? Fue Jehová. Además,
ahora entendemos lo que significan: lograr sentirnos unidos a nuestro cónyuge.
Sin duda, podemos demostrar que somos una sola carne teniendo una relación
estrecha con nuestro cónyuge y cuidando nuestro matrimonio. Y, por último,
tenemos un excelente ejemplo para imitar: el de Áquila y Priscila.
¿Están fuertes los músculos de tu tronco? Los expertos dicen que los músculos
del tronco están entre los músculos del cuerpo más importantes que hay que
fortalecer. Están en la parte central del cuerpo, más o menos entre el cuello y la
cintura. Un tronco fuerte nos ayuda a mantenernos en pie si algo nos golpea.
Tener un tronco fuerte también nos permite cargar cosas pesadas. Y, si nos
caemos, un tronco fuerte nos ayudará a ponernos de pie otra vez. Por eso, los
expertos dicen que es muy importante hacer ejercicios que fortalezcan los
músculos del tronco, especialmente las personas mayores. Así que ¿tienes un
tronco fuerte? La pregunta que deberíamos hacernos es ―¿Cuán fuerte es nuestro
tronco espiritual, nuestra fe y nuestra confianza en Jehová y su organización?‖.
En el texto de hoy, vemos la importancia de tener un tronco espiritual fuerte.
Segunda a Timoteo, capítulo 3... Si nos fijamos en el versículo 6, vemos que Pablo
está hablando de ―hombres que con malicia se meten en los hogares‖ y engañan a
muchos. En el versículo 8, menciona a Janes y Jambres, que ―se opusieron a
Moisés‖. Estos eran hombres malvados, ―de mente totalmente corrupta‖, que
trataban de desacreditar todo lo que Moisés decía y hacía. Y, como vemos en el
texto de hoy, Pablo dijo que en los últimos días habría hombres malvados e
impostores que irían de mal en peor. ¿Y qué le dijo Pablo a Timoteo que lo
ayudaría? ¿Qué tenía que hacer? Necesitaba tener un tronco espiritual fuerte.
¿Qué era eso? Bueno, veamos 2 Timoteo 3:14, 15. Él le dice: ―Mantente en lo que
aprendiste y fuiste persuadido a creer, pues sabes de quiénes lo aprendiste y que
desde que naciste conoces los santos escritos, que pueden darte la sabiduría
necesaria para la salvación por medio de la fe en Cristo Jesús‖. Tenía que hacer
dos cosas. Una, tener un conocimiento profundo de las Escrituras y confiar en
ellas. Y, dos, no podía olvidarse nunca de quiénes le habían enseñado todo lo que
sabía. Tenía que tener claras esas dos cosas. Eso lo ayudaría a enfrentarse a los
hombres malvados e impostores. Esta base sólida, la fe y la confianza, fue lo que
ayudó a los apóstoles de Jesús. Pensemos en las tácticas que usaron los
hombres malvados e impostores contra Jesús y en cómo pudieron haber afectado
a los apóstoles o a nosotros si hubiéramos estado allí. Veamos cuatro de esas
tácticas que usaron contra Jesús. La primera: decían mentiras y tergiversaban las
cosas. Vamos a buscar Mateo 11:9 para ver un ejemplo. Perdón, Mateo 11:19,
que dice: ―Y llegó el Hijo del Hombre, que sí come y bebe, y la gente dice: ‗¡Miren!
Un glotón y un bebedor de vino, que es amigo de cobradores de impuestos y
pecadores‘ ‖. Ahora bien, ¿le gustaba a Jesús comer y beber? Sí. ¿Es verdad que
comió con cobradores de impuestos y pecadores? Sí. Pero ¿vieron lo que hicieron
los hombres malvados? Tergiversaron los hechos. Dijeron: ―¡Miren! Es un glotón,
es un borracho. Y es amigo de los cobradores de impuestos y pecadores‖. Y en
Lucas 15:2 hasta insinuaron que él aprobaba la conducta de los pecadores y que
él mismo era un pecador. ¿Y si hubieras estado allí? ¿Habrías pensado ―bueno yo
sé que a él le gusta comer y beber, pero no sé lo que hace cuando no estoy con
él, espero que eso no sea cierto‖? Intentaron sembrar dudas en la gente y debilitar
su confianza. Segunda táctica: los hombres malvados tergiversaban las palabras
de Jesús. En Juan 5:18 vemos un ejemplo. Juan 5:18 dice: ―A raíz de eso, los
judíos se esforzaron todavía más por matarlo, porque, además de no respetar el
sábado, llamaba a Dios su Padre, haciéndose igual a Dios‖. Así que estaban
tergiversando las palabras de Jesús diciendo que él había dicho que era igual a
Dios, pero él nunca dijo eso. En realidad él dijo que él era el Hijo de Dios, que su
Padre era mayor que él. Pero ellos torcieron sus palabras, las tergiversaron, para
que pareciera que él estaba afirmando que era igual a Dios. ¿Y si te hubieran
contado a ti esta historia? Tú no escuchaste directamente a Jesús, solo lo que
otros te contaron. ―¿De verdad dijo eso? Si lo hizo, está equivocado, porque nadie
es igual a Dios‖. También se aprovecharon de los errores que cometieron sus
discípulos. Veámoslo en Lucas 9. Esta es la ocasión en la que los discípulos
no pudieron expulsar el demonio que tenía un joven. En el versículo 40, el padre le
dice a Jesús: ― ‗Les rogué a tus discípulos que lo expulsaran, pero ellos
no pudieron‘. En respuesta, Jesús dijo: ‗¡Esta generación retorcida y sin fe! ¿Hasta
cuándo voy a tener que estar con ustedes y soportarlos? Trae a tu hijo acá‘ ‖.
Al parecer, los escribas estaban criticando a los discípulos por no haber sido
capaces de ayudar al joven. De nuevo, imagina que estás allí y que ves esto con
tus propios ojos. ―Un momento. Esos son los discípulos de Jesús. Esa es su
comisión. Se supone que hagan eso. Quizás no son tan especiales como yo
pensaba‖. Los malvados e impostores también se aprovechaban de las ocasiones
en las que Jesús decía algo y la gente no lo entendía. Veámoslo en Juan 6:54.
Recordamos lo que pasó cuando Jesús dijo: ―El que se alimenta de mi carne y
bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día‖. ¿Cómo
reaccionó la gente? Versículo 60: ―Al oír esto, muchos de sus discípulos dijeron:
‗Este discurso es ofensivo. ¿Quién lo puede escuchar?‘ ‖. Versículo 66:
―Muchos [...] volvieron a las cosas que habían dejado atrás‖. En vez de tratar de
entender lo que Jesús había dicho o de esperar un poco para ver si él se lo
explicaba, dejaron de seguirlo. Y, como vemos en el versículo 52, los judíos
siguieron criticando lo que Jesús dijo, y por eso muchos dejaron de seguirlo. Era
demasiado difícil de aceptar. ¿Y si hubieras estado tú allí escuchando a Jesús
decir eso? ―¡Pero qué cosa más rara está diciendo este hombre! Parece que se
está volviendo cada vez más fanático‖. ¿Qué efecto tuvieron estas tácticas en la
gente? A la gente le encantaba seguir a Jesús. Les gustaba escuchar lo que
enseñaba. ―¡Nunca ha hablado así ningún hombre!‖, decían. Miles de personas
iban a él para que los alimentara, los curara... Pero, al final, la mayoría dejó de
seguirlo, ¿por qué? Bueno, porque si quitamos todos los extras, los milagros y
demás, ¿qué les quedaba? Su fe en las profecías bíblicas y en que el hombre que
les estaba hablando era el Hijo de Dios. Su tronco espiritual no era lo
suficientemente fuerte. Pero el de los discípulos de Jesús sí era fuerte. Aunque a
veces se sintieron confundidos y, por decirlo así, se cayeron, pudieron levantarse
de nuevo. ¿Por qué? Porque recordaron lo que decían las Escrituras y estaban
convencidos de que aquel hombre era el Hijo de Dios. Hoy día, los hombres
malvados e impostores usan exactamente las mismas tácticas. Y cada vez nos
atacarán más. Dicen mentiras y tergiversan las cosas. Mienten sobre cómo
tratamos a quienes han cometido abuso de menores y a las víctimas de esos
abusos. Tergiversan lo que decimos sobre la sangre, la lealtad que le debemos a
la familia, la expulsión... Nos critican cuando creen que hemos cometido errores,
quizás afirmaciones dogmáticas que hicimos en el pasado sobre alguna profecía
bíblica, sobre los últimos días... y que luego rectificamos. Y, cuando hacemos
cambios en la organización que no entienden, también nos critican. Como cuando
muchos hermanos recibieron cambios de asignación en el 2015, la nueva
explicación sobre la generación, los cambios en la central mundial... Algunos se
dejan influenciar por estas cosas. Es demasiado para ellos, tropiezan y se caen.
¿Qué hay de nosotros? ¿Tenemos un tronco espiritual fuerte? Por eso se nos
repite constantemente que debemos estudiar con regularidad y a profundidad las
Escrituras. Por eso se nos recuerda una y otra vez que Jehová está usando al
Cuerpo Gobernante para darnos las cosas buenas que tenemos. ¿Por qué es esto
tan importante? Porque podría llegar el día en el que perdamos, ya sea
personalmente o como organización, todas las cosas espirituales adicionales que
tenemos, todos los extras. ¿Qué haremos entonces? ¿Qué haremos, por ejemplo,
si un día dejara de existir JW Broadcasting? ¿Qué pasaría si no tuviéramos ni las
espectaculares asambleas, ni los videos, ni la música, ni los artículos de
La Atalaya tan bien escritos, ni las reuniones anuales, que tanto nos gustan?
De hecho, algunos de nuestros hermanos no tienen estas cosas ahora mismo.
Si llegara ese día, dependeríamos de nuestra fe en que esta es la Palabra de Dios
y en que Jehová está usando al Cuerpo Gobernante para dirigirnos. Así que
aprovechemos este periodo de calma relativa para seguir el consejo del apóstol
Pablo en 2 Timoteo 3:14, 15. Conozcamos bien ―los santos escritos‖ y
no olvidemos nunca de quién hemos aprendido todo lo que sabemos. Ese es
nuestro tronco espiritual. Fortalezcámoslo. Así estaremos firmes y preparados
para enfrentarnos a lo que está por venir.
Robert Luccioni- Que nada limite lo que usted puede dar (Amós 7;14).txt
Filipenses 2:3 dice: ―Considerando con humildad [...] que los demás son
superiores a ustedes‖. Estas palabras, que escribió Pablo, expresan el mismo
mensaje que Jesús trató de transmitir una y otra vez a sus discípulos. Leamos lo
que les dijo en cierta ocasión. Marcos 10:42, 43. Comencemos en el versículo 42:
―Mas Jesús, habiéndolos llamado a sí, les dijo: ‗Ustedes saben que los que
parecen gobernar a las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen
autoridad sobre ellas. No es así entre ustedes; antes bien, el que quiera llegar a
ser grande entre ustedes tiene que ser ministro de ustedes‘‖. ―Consideren con
humildad que los demás son superiores a ustedes‖. Pero ¿por qué le interesaba
tanto a Jesús que sus discípulos aprendieran esta lección? Porque él sabía que, si
hay algo que le desagrada a Jehová, es la falta de humildad. Si alguien no es
humilde, el espíritu santo no fluirá en su vida. Salmo 138:6 dice que al arrogante
Jehová solo lo ve de lejos. Y Jesús también sabía que la falta de humildad altera
la paz entre los siervos de Dios. Y, sin paz, el espíritu santo tampoco fluye.
Recordemos que 1 Corintios 14:33 dice que Jehová es un Dios de paz. Y, al
analizar los relatos en los que Jesús tuvo que reprender a sus discípulos por estar
discutiendo —por haber perturbado la paz—, notamos que no estaban poniendo
en práctica el principio que encontramos en el texto de hoy. Analicemos otro
relato. Vayamos al capítulo anterior, a Marcos 9, el versículo 33. Allí dice: ―Y
entraron en Capernaum. Ahora bien, cuando estuvo en la casa, les hizo la
pregunta: ‗¿Qué discutían en el camino?‘‖. ¿Y sobre qué discutían? Pues el
versículo 34 explica que discutían sobre quién era el mayor. Sin embargo, los
discípulos no eran unos niños. ¿Irían por el camino diciendo: ―Yo soy el mayor‖,
―No, yo soy el mayor‖, ―¡No, no, soy yo!‖? Quizás, pero es muy poco probable.
Ellos eran personas maduras. Jesús, que conoce bien nuestra naturaleza y lee los
corazones, sabía cuál era el verdadero problema. Así que no se centró en el tema
de la discusión, sino en la falta de humildad. En el versículo 35 vemos lo que les
aconsejó: ―De modo que él se sentó y llamó a los doce y les dijo: ‗Si alguien quiere
ser el primero, tiene que ser el último de todos y ministro de todos‘‖. ―Sean
humildes. Consideren que los demás son superiores a ustedes‖. Y, en Lucas
9:46, 47, cuando los discípulos volvieron a discutir, Jesús de nuevo les aconsejó
que fueran humildes, porque pudo percibir lo que había en sus corazones. Vio
más allá de lo obvio y se dio cuenta de la raíz del problema: la falta de humildad.
Y ¿no es cierto que esto es lo que suele estar detrás de nuestras propias disputas
o discusiones, por pequeñas que sean? Si Jesús estuviera hoy con nosotros, ¿nos
diría: ―A ver, ¿qué discutían en la oficina? ¿Qué estaban discutiendo en la
habitación?‖? No importa si es en el matrimonio, en los departamentos de Betel,
en los cuerpos de ancianos, en las congregaciones... siempre podemos poner en
práctica la lección. ¿Y cuál es? Que cuando la paz se ve interrumpida por
tensiones o peleas, lo primero que debemos examinar es nuestra propia actitud.
―¿No será que creo que soy el más importante?‖. Cuando pienso en este tema, me
viene a la mente el caso de Agar, la sierva egipcia de Sara. Parte de su historia se
relata en el capítulo 16 de Génesis. Su ama, Sara —o más bien Sarai—,
no lograba concebir un hijo. Pero Agar sí quedó embarazada, y enseguida se
acabó la paz en la familia. Se generó mucha tensión, y hubo peleas. La situación
llegó a tal punto que Sara humilló a Agar, y esta terminó huyendo al desierto.
Alguien podría decir: ―Pobrecita Agar, embarazada y todo. ¡Esa Sarai tan mala!
La echó por celos‖. Pero ¿fue realmente así? No tenemos el cuadro completo,
pero llama la atención lo que, mediante un ángel, Jehová le dijo a Agar en el
desierto. Leámoslo en Génesis 16:9. Ahí dice: ―Y el ángel de Jehová pasó a
decirle: ‗Vuélvete a tu ama y humíllate bajo su mano‘‖. Sí, la animó a regresar y a
demostrar humildad, y le aseguró que todo estaría bien. Pero ¿recuerdan qué fue
lo que acabó con la paz? En el versículo 4 leemos que, cuando Agar supo que
estaba embarazada, ―su ama empezó a ser despreciada a los ojos de ella‖.
La ―Biblia de Jerusalén‖ lo expresa así: ―Miraba a su señora con desprecio‖. Así
que Agar empezó a creerse más importante que Sara. ¿El resultado? Sara la echó
de la casa. Agar despreció a Sara, y Sara reaccionó, quizá de manera un poco
exagerada. Pero ¿a quién hizo responsable Jehová de alterar la paz de la familia?
A Agar. Por eso le dijo que regresara y se humillara ante su ama. Este caso nos
sirve para recordar que, cuando no hay paz, el problema bien puede ser uno
mismo. Puede que no haya paz por culpa de nuestra actitud. Tal vez estemos
transmitiendo la idea de que nuestra forma de hacer las cosas es la mejor. ¿Por
qué es tan importante que combatamos esa tendencia que todos tenemos hacia el
orgullo, la falta de humildad y los aires de superioridad? Porque no solo es algo
que Jehová detesta, sino porque, como hemos dicho, la falta de humildad altera la
paz del pueblo de Dios. Sin paz, el espíritu de Jehová no va a fluir, y, sin el espíritu
de Jehová, no contaremos con su ayuda, y, sin su ayuda, fracasaremos. En el
libro ―Reino de Dios‖, página 120, párrafo 9, hallamos unas palabras muy
impactantes. De hecho, en mi departamento las hemos escrito en una pizarra para
no olvidarlas. Dicen así: ―Cualquier estructura de orden que no se base en la paz
se derrumbará [...] tarde o [...] temprano. En contraste, la paz divina promueve el
tipo de orden que perdura‖. Esto nos hace pensar, ¿verdad? Ninguna estructura
puede sostenerse si no hace de la paz su fundamento. Y es así en la
congregación, en la familia, en nuestro departamento en Betel, en las obras de
construcción teocráticas... donde quiera que estemos. Y también es cierto que, por
más que se complique nuestro trabajo o cualquier situación que afrontemos, es
cuando no hay paz que empezamos a preocuparnos de verdad. Siempre que
notamos que hay tensión en nuestro departamento, o entre un departamento y
otro, hacemos todo lo posible por restablecer la paz. Y es que sabemos que, si
hay paz, no importa cuán difícil sea el trabajo, es solo trabajo... ¡y nos gusta
trabajar! Por eso estamos aquí. Pero cuando no hay paz, sí hay un problema.
Entonces, ¿cuánto le importa a Jehová que consideremos superiores a los
demás? ¿Y cuánta importancia tiene que conservemos la paz? Vayamos a Salmo
35:27. Leamos lo que Jehová dice: ―Clamen gozosamente y regocíjense los que
se deleitan en mi justicia, y digan constantemente: ‗Sea engrandecido Jehová, que
se deleita en la paz de su siervo‘‖. Así es, Jehová se deleita en que haya paz entre
sus siervos, se deleita en vernos colaborar de forma pacífica, ¡y para eso tenemos
que ser humildes! Así que esforcémonos por vivir de acuerdo con el principio del
texto de hoy. Consideremos a los demás superiores a nosotros. Hagamos todo lo
posible por conservar la paz con quienes nos rodean, y que Jehová nunca tenga
que preguntarnos: ―¿Qué discutían en el camino?‖.
Robert Luccioni- Tres principios útiles para enfrentar la persecución (Juan 15;20).txt
Jesús dijo: ―Si ellos me han perseguido a mí, a ustedes también los perseguirán‖.
Pablo lo experimentó en carne propia. Él se enfrentó a dificultades y persecución
por ser seguidor de Jesucristo. Y nosotros vemos que hoy sucede lo mismo,
¿verdad? Satanás sigue poniendo a prueba la integridad del pueblo de Jehová.
Es más, la Biblia advirtió que él intensificaría sus ataques durante los últimos días.
Y así ha sido. Vemos que por todo el mundo se persigue a los siervos de Jehová.
Pensemos, por ejemplo, en nuestros hermanos de Eritrea, de Corea, de Rusia...
y en otros que también están sufriendo, aunque a menor escala, y de los que
quizás no hayamos oído. Sin duda, las palabras de Jesús se están cumpliendo.
Pero la cuestión que quisiera analizar hoy es qué haremos nosotros cuando se
nos persiga. Jesús dijo que si lo habían perseguido a él, a nosotros también nos
perseguirían. Y 2 Timoteo 3:12 dice: ―Todos los que desean vivir con devoción
piadosa [...] también serán perseguidos‖. Así que algún ataque nos tocará sufrir.
Como dice el comentario, las cosas pueden cambiar de repente. Puede que el
gobierno prohíba nuestra obra o puede que la familia se nos ponga en contra. Tal
vez haya quien trate de obstaculizar alguna obra teocrática u otro proyecto. ¿Qué
vamos a hacer cuando nos enfrentemos a problemas como estos? No cuesta
nada decir: ―Confía en Jehová‖. Y eso es obvio, pero ¿qué implica exactamente?
¿Qué tenemos que hacer? ¿Cómo distinguir entre una buena y una mala
decisión? ¿Qué principios pueden guiarnos? Analicemos tres de ellos. En primer
lugar, hay que recordar que la salida más fácil a un problema no es siempre la
correcta. Vayamos al capítulo 30 de Isaías para ver la solución en la que
recayeron vez tras vez los reyes de Israel y Judá. En Isaías 30:1, 2, Jehová dice:
―¡Ay de [...] aquellos dispuestos a llevar a cabo consejo, pero no el que proviene
de mí; y a formar una alianza [como dice la nota], pero no con mi espíritu, para
añadir pecado a pecado; los que están poniéndose en camino para bajar a Egipto,
y que no han inquirido de mi propia boca, para abrigarse en la plaza fuerte de
Faraón y para refugiarse en la sombra de Egipto!‖. Ellos pensaban que aliarse con
Egipto para defenderse de los babilonios y de otros enemigos era muy buena idea.
A aquellos reyes alejados de Jehová les parecía la mejor solución y recurrían a
ella constantemente. Hacían pactos con unos enemigos de Jehová para
defenderse de otros enemigos de Jehová. Del mismo modo, cuando estamos bajo
ataque, puede que nos sintamos tentados a ceder a la presión y llegar a un
acuerdo que nos dé un poco de alivio. Por otro lado, sabemos que Pablo y otros
siervos de Dios acudieron a las autoridades para obtener protección, y Jehová los
bendijo. Entonces, ¿cuál es la lección? Que debemos asegurarnos de que
nuestros planes estén en armonía con el propósito de Jehová y cuenten con el
apoyo del espíritu santo. Tenemos que orar para estar seguros de cuál es la
voluntad de Dios y recordar que la solución más obvia a la vista de los hombres
no siempre es la mejor a la vista de Jehová. En segundo lugar, no debemos
permitir que nada nos distraiga de nuestro objetivo, de nuestra principal comisión.
A este respecto, Nehemías nos dio un buen ejemplo. Como sabemos, los
enemigos de Jehová trataron de impedir que Nehemías reconstruyera los muros
de Jerusalén. Leamos el relato en Nehemías 6:2. Allí dice: ―Sanbalat y Guésem
inmediatamente enviaron a decirme: ‗Ven, sí, y reunámonos por cita en las aldeas
de la llanura-valle de Onó‘. Pero tramaban hacerme daño‖. Por si no lo sabían,
entre Jerusalén y el valle de Onó había como 50 kilómetros (unas 30 millas).
Y no era que estos hombres quisieran hablar con Nehemías para ver cómo podían
ayudarlo. Tramaban detener la obra, retrasarla... y Nehemías se había dado
cuenta. Vean lo que les manda a decir, según el versículo 3: ―De manera que les
envié mensajeros, y dije: ‗Es una gran obra la que estoy haciendo, y no puedo
bajar. ¿Por qué debe cesar la obra mientras yo me aparte de ella y tenga que
bajar a ustedes?‘‖. Nehemías no permitió que nada lo distrajera de su objetivo, de
la comisión que se le había encargado. Por eso, sus enemigos intentan algo
distinto: le ofrecen una solución que podría haber manchado su reputación y el
nombre de Jehová. En el versículo 10, vemos que alguien le dice:
―Encontrémonos [...] en la casa del Dios verdadero [...] y cerremos las puertas [...];
porque van a venir para matarte‖. Pero en el versículo 13, Nehemías explica que
le habían pagado a alguien para asustarlo y hacerlo pecar, a fin de manchar su
reputación. A nosotros podrían ofrecernos una salida que nos diera un respiro o
nos librara del problema pero que nos distrajera de nuestra comisión, de nuestro
servicio a Dios. O pudiera tratarse de una solución un tanto cuestionable, algo que
todo el mundo hace pero que pudiera manchar nuestra reputación o el nombre de
Jehová. ¿Y qué haríamos? ¿Buscaríamos la guía divina? ¿Dejaríamos que nos
distrajeran de nuestra comisión? ¿Qué pensarían las personas a nuestro
alrededor? ¿Cómo afectaría el nombre de Jehová? Lo que hemos dicho hasta
ahora no nos obliga a quedarnos de brazos cruzados. Y aquí entra el tercer
principio: hay que hacer todo lo que esté a nuestro alcance. Tenemos que darle a
Jehová algo que bendecir y luego esperar a que actúe. Así hizo el rey Ezequías,
como vimos en la película que se presentó en la asamblea regional del 2016.
El malvado rey de Asiria quería conquistar Jerusalén a toda costa. Hasta envió a
su mensajero, al rabsaqué, a burlarse de Ezequías y presionar al pueblo para
hacer un pacto con Asiria. ¿Qué hizo Ezequías? Ideó una astuta estrategia militar
y confió en el apoyo de Jehová. Le ofreció a Jehová algo que bendecir. ¿Lo
recuerdan? El rey ordenó desviar un manantial para que los asirios no tuvieran
agua en caso de que sitiaran la ciudad, reforzó las defensas y las murallas y
encargó más escudos y armas. Hizo todo lo que pudo y confió en Jehová.
Recordemos las palabras que le dirigió al pueblo en 2 Crónicas 32:7, 8: ―Sean
animosos y fuertes [...] porque con nosotros hay más que los que hay con él‖.
El pueblo no se quedó de brazos cruzados, aunque sabía que la solución definitiva
vendría de Jehová. Y es interesante que Jehová no se valió de lo que habían
hecho, sino que mandó a un ángel para salvarlos. Hoy, cuando nos enfrentemos a
dificultades y persecución, haremos lo que esté a nuestro alcance, sin olvidar los
otros dos principios, y esperaremos a que Jehová acuda en nuestro auxilio.
En resumen, cuando los enemigos de Dios nos ataquen o nos persigan, es posible
que no veamos una salida clara, que no encontremos una buena solución.
En esos momentos, conviene identificar principios que nos ayuden a tomar las
mejores decisiones, sin olvidar nunca cuál es la mejor manera de lidiar con la
persecución y los ataques. Está aquí en el Salmo 9, versículo 10. El Salmo 9,
versículo 10, dice: ―Y los que conocen tu nombre confiarán en ti, porque
ciertamente no dejarás a los que te buscan, oh Jehová‖. ―Los que conocen tu
nombre confiarán en ti‖. Nosotros conocemos a Jehová. Conocemos su nombre.
Sabemos lo que significa. Sabemos que él puede llegar a ser —o puede hacer que
nosotros o que cualquier otra creación llegue a ser— lo que sea necesario para
cumplir su propósito. ¡Tenemos que confiar en él, pues jamás nos abandonará!
Igual que Jesús, todos sus seguidores seremos perseguidos. Esa es la realidad. Y
cuando nos toque, ¿qué haremos? Esperamos que estos principios nos ayuden a
tomar buenas decisiones. Pero nunca dejemos de confiar en Jehová, de esperar
en él, convencidos de que jamás nos abandonará.
Gracias por tan buenos comentarios. Encajan muy bien con lo que el apóstol
Pablo le dijo a la congregación de Éfeso sobre la importancia de que se
examinaran a sí mismos. Y hoy día también tenemos que hacer eso: examinarnos
para ver si estamos agradando a Jehová. Por favor, abran su Biblia en el capítulo
5 de Efesios. Vamos a leer el versículo 10, que es el texto de hoy. Efesios 5:10
dice: ―Sigan asegurándose de lo que es acepto al Señor‖. Y luego, el versículo 11
dice: ―Cesen de participar con ellos en las obras infructíferas que pertenecen a la
oscuridad, sino, más bien, hasta censúrenlas‖. Así que el capítulo 5 de Efesios
deja bien claro que hay cosas que Jehová acepta y otras que no. Podemos ver
algunas cosas que Jehová considera inaceptables en varios versículos del
capítulo 5. Si le echan un vistazo a los versículos 3 a 5, verán que hablar
irrespetuosamente sobre sexo, la conducta desvergonzada, las bromas obscenas
—y luego el versículo 18 menciona la borrachera—, todas estas cosas nos
impedirían entrar en el Reino de Dios. Y si pensamos en el entretenimiento de hoy
en día, es casi imposible encontrar algo que sea aceptable a la vista de Jehová y
que no contenga inmoralidad sexual, pornografía, ocultismo o violencia. Satanás
ha saturado con su influencia todo tipo de entretenimiento, a tal grado, que lo
vemos en libros, películas, videojuegos y en básicamente cualquier cosa. Y es que
él sabe que Jehová odia esas cosas, y le basta con que tan solo una parte de
nuestro corazón las ame, aunque la otra parte de nuestro corazón las odie. Así
que deberíamos preguntarnos: ―¿Me ayuda a ser una persona más agradable a la
vista de Jehová el entretenimiento que elijo? ¿Me ayuda a tener las cualidades
que Jehová quiere que tenga y hará que él se acerque más a mí?‖. El espíritu del
mundo refleja una actitud de rebelión hacia la Biblia, que expone las normas de
Jehová y sus cualidades. Pero nosotros queremos respetar la Biblia, pues nos
enseña a amar lo que Jehová ama y a odiar lo que él odia. ¿Qué nos ayudará a
hacer esto y a resistir el espíritu del mundo, a acercarnos más a Jehová y a ser
agradables a sus ojos? Veamos el versículo 17; capítulo 5, versículo 17, ahí dice:
―Por esta razón dejen de estar haciéndose irrazonables, sino sigan percibiendo
cuál es la voluntad de Jehová‖. Por eso, ante cualquier situación, debemos
pensar: ―¿Qué querría Jehová que hiciera?‖. De hecho, los versículos 1 y 2
enfatizan esa idea, al decir: ―Háganse imitadores de Dios, como hijos amados, y
sigan andando en amor, así como el Cristo también los amó a ustedes y se
entregó por ustedes como ofrenda y sacrificio a Dios para olor fragante‖. Así que
la clave está en imitar a Jehová y Jesús. Nuestros sacrificios tienen que ser
aceptables a la vista de Jehová, como lo fue el sacrificio de Jesús. ¿Por qué era
Jesús tan agradable a la vista de Jehová? Bueno, porque hizo todo como su
Padre quería. Por eso dijo algo que nosotros también queremos decir algún día:
―Yo siempre hago las cosas que le agradan‖. Cuando seamos perfectos,
podremos decirlo. Como vemos, Jesús agradó a Jehová por lo que dijo y por lo
que hizo. Entonces, ¿cómo podemos imitarlo y así imitar a Jehová? Repasemos
brevemente tres maneras. Primero, pidamos espíritu santo en oración. ¿Qué hizo
Jesús cuando se enfrentó a las pruebas? No confió en sí mismo. Más bien, le pidió
ayuda a Jehová. Así que, si nosotros estamos luchando por no caer en una
tentación —tal vez alguna debilidad que tengamos—, es muy importante que
hagamos lo mismo. También podemos hablar con los ancianos —nuestros
amorosos pastores—, y ellos orarán con nosotros y nos darán ánimo para que
sigamos siendo fieles a Jehová. Segundo, seamos obedientes a Jehová en todo.
Jesús siempre hizo lo que le agradaba a su Padre. En Lucas 22:42, él dijo: ―Que
no se efectúe mi voluntad, sino la tuya‖. Por eso, recordemos: la obediencia no se
puede sustituir. Si somos desobedientes no le agradaremos a Jehová. Y tercero,
tenemos que conocer bien la Biblia. Jesús basaba lo que decía en la Palabra de
Dios. Centró su vida en estudiar y obedecer las normas de Dios, y en animar a
otras personas a hacer lo mismo. ¿Qué hay de nosotros? Todos estamos muy
ocupados con el trabajo, la congregación... Por eso, no se trata de estudiar en
profundidad la Palabra de Dios cuando tengamos tiempo, sino de sacar el tiempo
para ello. Pensemos: ¿Revela nuestra rutina diaria que amamos a Jehová, que
amamos su Palabra? ¿Leemos la Biblia todos los días? Y si lo hacemos, ¿cuánto
tiempo pasamos meditando para que penetre en nuestra mente y corazón? ¿Nos
conformamos con lo básico, con lo que hay en la superficie? ¿O nos gusta
profundizar en lo que leemos? Es muy importante que entrenemos nuestra mente
y nuestro corazón, pero eso requiere tiempo y esfuerzo, igual que un corredor de
maratón, que también debe dedicar mucho tiempo y esfuerzo a entrenarse. Como
sabemos, a los cristianos se nos compara a corredores, porque corremos en la
carrera por la vida. Veamos lo que dijo el apóstol Pablo. Vayamos a 1 Corintios;
1 Corintios, capítulo 9, unos versículos que conocemos bien, empezando con el
versículo 24. Mientras vamos leyendo, fijémonos en algunos puntos clave. Ahí
Pablo dijo: ―¿No saben ustedes que los corredores en una carrera todos corren,
pero solo uno recibe el premio? Corran de tal modo que lo alcancen. Además,
todo hombre que toma parte en una competencia ejerce autodominio en todas las
cosas [aquí hay un punto clave]. Pues bien, ellos, por supuesto, lo hacen para
obtener una corona corruptible, pero nosotros una incorruptible. Por lo tanto, la
manera como estoy corriendo no es incierta; la manera como estoy dirigiendo mis
golpes es como para no estar hiriendo el aire; antes bien, aporreo mi cuerpo [o lo
castigo, lo disciplino estrictamente] y lo conduzco como a esclavo, para que,
después de haber predicado a otros, yo mismo no llegue a ser desaprobado [o
descalificado] de algún modo‖. Así que queremos tener autodominio, como los
corredores. Tenemos que decirle no al mundo de Satanás y sí a las cosas que
Jehová acepta. Y queremos asegurarnos de ser agradables a los ojos de Jehová y
de que nos apruebe. Pongamos un ejemplo para entenderlo mejor. En el maratón
de Nueva York de 1994, participó un corredor que se llamaba Germán Silva e iba
corriendo muy muy bien. De hecho, le quedaba muy poco para llegar a la meta en
Central Park, pero de repente se distrajo y se equivocó de ruta. ¿Perdió la
carrera? Bueno, otro corredor se puso en primer lugar. Pero Silva recuperó la ruta,
volvió al camino correcto y empezó a correr con todas sus fuerzas. Adelantó al
otro corredor y ganó el maratón por dos segundos. ¿Qué aprendemos? Que a
veces podemos distraernos, desviarnos del camino o hacer algo que Jehová no
acepta. Si eso nos ocurre, dejemos que la Palabra de Dios y los pastores
amorosos nos ayuden a recuperar la ruta correcta. No nos demos por vencidos.
Unos años después de aquello, en 1997, Silva corrió de nuevo el maratón de
Nueva York. Pensó que lo tenía ganado, que volvería a ganar la carrera. Pero
entonces, empezó a deshidratarse y a correr más despacio. Y en vez de tomar
unos segundos para beber algo, prefirió seguir. Creyó que aguantaría. De nuevo,
¿qué nos enseña esto? Que no podemos ignorar nuestras necesidades. Tenemos
que alimentarnos en sentido espiritual con frecuencia para mantenernos al paso
de la organización de Jehová. Lograremos esto si, como dijeron los que
comentaron, dedicamos tiempo a alimentarnos de la Palabra de Dios y a meditar.
Recordemos que en nuestra carrera cristiana, la carrera por la vida, lo importante
no es la velocidad, sino la dirección que tomamos. Que siempre corramos de una
manera que agrade a Jehová.
Samuel F. Herd- Servir a Jehová como esclavos es todo un honor (Mat. 24;45).txt
Tan solo escuchar la palabra ―esclavo‖ provoca en muchos un mal sabor de boca
debido a que la relacionan con la siguiente definición —escuchen, por favor—:
―Ser humano que pertenece a otro y que está sometido de manera absoluta a su
voluntad; sirviente al que se despoja de su libertad y derechos‖. Eso tal vez nos
haga recordar el tráfico de esclavos, sobre todo el de personas de raza negra
antes de la guerra de Secesión estadounidense. Dicho eso, pensemos en cómo se
emplea la palabra ―esclavo‖ en la Biblia, un uso que no deja un sabor amargo, sino
dulce en el paladar. Fuimos comprados con la sangre preciosa de otro ser
humano, uno perfecto, Jesucristo. Pablo dijo a los cristianos de Corinto que no se
pertenecían a sí mismos porque habían sido comprados por precio. Además,
según Revelación 5:9, los 24 ancianos cantan a Jesús, el ―Cordero de Dios‖.
Abran su Biblia, por favor, y veamos el versículo 9 del capítulo 5 de Revelación.
Dice así: ―Y cantan una canción nueva, y dicen: ‗Eres digno de tomar el rollo y de
abrir sus sellos, porque fuiste degollado y con tu sangre compraste para Dios
personas de toda tribu y lengua y pueblo y nación‘‖. Estas palabras se cumplieron
al pie de la letra, lo cual nos hace muy felices. Todos entendemos que somos
esclavos de Dios, que se pagó un precio por nosotros. Y somos esclavos felices,
¿verdad? Trabajamos arduamente para nuestros dueños, Jehová y Jesús. Para
eso estamos en Betel. Trabajamos como esclavos de Jehová y valoramos ese
gran honor. Ser propiedad de Dios, pertenecerle, es lo mejor que nos podría haber
pasado. Y así es como el ―esclavo fiel y discreto‖ se siente al encargarse de
alimentar a los domésticos cada día. Ustedes pueden ver a los miembros del
Cuerpo Gobernante caminando ocupados por aquí y por allá en los diferentes
complejos de Betel de Estados Unidos. Y a veces viajamos cerca de aquí, a
Canadá, o vamos a otros lugares del mundo, donde también nos ven caminando
ocupados. ¿Cuáles son los asuntos que absorben el tiempo y la atención del
esclavo fiel? Aquí, algunos ejemplos. Voy a mencionarlos rápidamente porque no
tenemos mucho tiempo. Solo es para que se den una idea del trabajo: tomar
decisiones que influyen en la vida de todas las ovejas —publicadores, precursores
auxiliares, regulares y especiales, así como misioneros, viajantes y betelitas—;
determinar si en ciertos lugares del mundo es necesario establecer nuevas
sucursales; tomar decisiones sobre el uso de los recursos electrónicos, que cada
vez avanzan más; dar seguimiento a las batallas legales que libramos a nivel
mundial; examinar de qué manera ayudaremos a los hermanos que han sido
afectados por un desastre natural y ver cuánto dinero podemos destinar a esa
labor; escoger los temas de programas de asamblea, dramas, programas
mensuales, videos, canciones y segmentos de la adoración matutina; supervisar la
continua capacitación que se imparte en las escuelas teocráticas; leer, verificar y
aprobar todo lo que se va a imprimir, incluidas las fotos e ilustraciones; ver en qué
idiomas se empezará a traducir; decidir qué se publicará en jw.org y JW Library,
dos recursos que han resultado ser verdaderas joyas; dar aprobación final a todas
las grabaciones en audio de la Biblia; organizar asambleas internacionales y
especiales, programas de dedicación de sucursales y Salones de Asambleas por
todo el mundo. Sí, nos involucramos en toda la enseñanza y pedimos
constantemente a Jehová su guía para pastorear a sus ovejitas. Y es probable que
todo lo anterior sea solo la mitad de todo lo que hace el ―esclavo fiel y discreto‖.
Todo esto se logra no solo por el esfuerzo de hombres, sino por el espíritu santo
de Jehová y la dirección de Jesús, la cabeza de la congregación. Y aunque decidir
y aprobar es, principalmente, tarea del ―esclavo fiel y discreto‖, contamos con 30
ayudantes bien capacitados, además de otros tantos hermanos, que trabajan duro
y nos apoyan para cumplir con la responsabilidad de alimentar y cuidar a las
ovejas de Jehová. Su trabajo no pasa inadvertido. Quizás algunos piensen que
nosotros somos ―súper chefs‖, pero lo cierto es que hay muchos otros ayudantes
en la cocina. Además, toda la familia Betel contribuye. Nos han dicho que oran por
nosotros con frecuencia, y agradecemos mucho que lo hagan. No sorprende que
el apóstol Pablo instara a los cristianos a no ser holgazanes sino diligentes, a
fulgurar con el espíritu. Y concluyó diciendo ―sirvan a Jehová como esclavos‖,
según Romanos 12:11. Al ser esclavos leales y obedientes de Dios y de Jesús,
nos volvemos sus amigos. Vamos a ver algo aquí, en las Escrituras: Juan 15:15.
Ahí dice esto: ―Ya no los llamo esclavos, porque el esclavo no sabe lo que hace su
amo. Pero los he llamado amigos, porque todas las cosas que he oído de mi
Padre se las he dado a conocer a ustedes‖. ¡Qué palabras tan animadoras! Ese es
Jesús. Así es su personalidad. ¡Y cuánto apreciamos todo lo que hace por
nosotros! De modo que los seguidores de Cristo también son sus amigos. Y esa
es una bendición. ¿Creen que exista mayor honor que ser amigo de Jesús? Y si
tenemos su amistad, automáticamente tenemos la de Jehová. Por eso, que la
palabra ―esclavo‖ no les deje un mal sabor de boca; en nuestro caso, es más bien
como miel al paladar.
Hay hermanos que hacen oraciones muy conmovedoras, con palabras bien
escogidas, llenas de sentimiento. Puede que al escuchar una oración de ese tipo
pensemos: ―¡Ya quisiera yo orar tan bonito!‖. Pues bien, no todos podemos
expresarnos así. A muchos nos faltan las palabras, quizás porque no tenemos un
vocabulario muy amplio o tal vez porque no dominamos el idioma. Pero, para
Jehová, lo que cuenta es lo que hay en el corazón. Y, cuando le abrimos nuestro
corazón a Jehová, él nos oye y nos bendice, igual que oye y bendice a quien usa
palabras bonitas. Así que no se preocupen. Simplemente digan lo que tienen en el
corazón. Jehová no se fija tanto en las palabras, sino en la sinceridad de la
oración. Es muy probable que ustedes disfruten de una relación con Jehová tan
estrecha como la que tiene ese hermano que hace oraciones tan lindas. Claro,
no hay nada de malo en admirar a cierto hermano, o hermana, que tenga esa
habilidad. Pero no hay que preocuparse demasiado por la forma en que
oramos, pues, al fin y al cabo, lo que Jehová quiere es que las oraciones nazcan
del corazón. Fíjense en lo que dice la Biblia aquí en 1 Samuel 16:7: ―Pero Jehová
dijo a Samuel: ‗No mires su apariencia ni lo alto de su estatura, porque lo he
rechazado. Porque no de la manera como el hombre ve es como Dios ve, porque
el simple hombre ve lo que aparece a los ojos; pero en cuanto a Jehová, él ve lo
que es el corazón‘‖. Estas hermosas palabras nos recuerdan que, como simples
seres humanos, no podemos ver lo que hay en el corazón, pero Jehová sí puede
hacerlo. Y la verdad es que nos tranquiliza mucho que tenga esa
capacidad. Déjenme contarles una historia. Tiene que ver con un hermano ya
mayor que pertenecía a uno de los circuitos que visité hace años. Él nos había
invitado a cenar. Su esposa, que no era Testigo, nos preparó una cena
deliciosa. El hermano era anciano en su congregación, era un buen
hermano. Después de un rato, nos pusimos a hablar de lo que hacía antes de ser
Testigo. Le preguntamos a qué se dedicaba, y él nos dijo que se ganaba la
vida haciendo oraciones. ¡Así como lo oyen! Los pastores del pueblo lo
contrataban para que fuera a orar a sus iglesias todos los domingos. Nos explicó
que, como tenía facilidad de palabra y buena voz, sus oraciones motivaban a los
feligreses a abrir sus billeteras y darle más dinero a la iglesia. Después de la
colecta, los pastores le pagaban por sus servicios. Nos dijo que llegó a
ganar mucho dinero así: vendiendo oraciones. Por supuesto, una vez que conoció
la verdad, dejó ese negocio. Pero seguía haciendo oraciones que llegaban al
corazón. Y así deberían ser las oraciones, ¿no es cierto? El texto de hoy habla de
acercarse a Jehová. Y sabemos que una de las principales maneras de lograrlo es
mediante nuestras oraciones. No importa si las hacemos de rodillas, de pie o
acostados: Jehová siempre las oye. Hasta podemos orar en silencio, o mientras
conducimos el auto o hacemos cualquier otra cosa. Si las palabras nos nacen del
corazón, él las oye. Y, obviamente, también tenemos que orar de la manera
correcta. Hace muchos años, en una de las reuniones de la visita, los
superintendentes de circuito dirigíamos una parte titulada ―Nuevas cosas
aprendidas‖, que después se llamó ―Continúa en las cosas que aprendiste‖. Una
vez, en una reunión de sábado por la noche, pregunté a la congregación: ―Al orar
a Jehová, ¿cuándo deberíamos mencionar que lo hacemos mediante Jesús: al
principio, al final, en cualquier momento, o da igual?‖. Créanme, los
hermanos dieron toda clase de respuestas. ¡Ni se imaginan! Dijeron de todo. Total,
les di la respuesta correcta. Al final de la reunión, le pedí a un hermano mayor —
un hermano con experiencia— que hiciera la oración. ¡Pero le oró a Jesús! Fui y le
dije: ―Hermano, ¿por qué le oró usted a Jesús?‖. Me dijo: ―Es que no entendí a
quién debía orarle‖. Así que mi esposa, Gloria, me dijo: ―Mejor ya no hagas esa
pregunta en la sección de cosas aprendidas‖. Aquel hermano sí que aprendió algo
nuevo. Pero espero que la congregación no. A pesar de todo, creo que Jehová
escuchó su oración. Él toma en cuenta quiénes somos, qué podemos dar y cómo
podemos hacerlo. Claro, nunca haríamos algo así a propósito, pues no está
bien orarle directamente a Jesús. Eso es obvio. Y tampoco podemos juzgar las
oraciones de nuestros hermanos. ¿Quiénes somos nosotros para decir si Jehová
las escuchará o no? Bueno, la cuestión es que siempre debemos orar. Y, cuando
oramos, las palabras que expresamos pueden venir de nuestra mente o pueden
venir de nuestro corazón. Así que conviene que nos preguntemos: ―¿Le hablo a
Jehová desde el corazón?‖. Nuestras palabras deben ser siempre sinceras, deben
salir de lo más profundo de nuestro ser. También deben estar sazonadas con
sal: ser agradables, positivas, respetuosas y de buen gusto. En Job 1:21 aparece
una oración muy sincera del propio Job. Aunque fue corta, Jehová la escuchó y
apoyó a Job en todo momento. Si no hubiera sido así, las cosas podrían haber
sido mucho peores para Job, ¿no creen? Esta fue su oración: ―Desnudo salí del
vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová mismo ha dado, y Jehová
mismo ha quitado. Continúe siendo bendito el nombre de Jehová‖. Hermosa,
¿verdad? Salomón también hizo una bella oración. Está en 1 Reyes 3:6-10, pero
no la vamos a leer porque es larga. Y también tenemos el ejemplo de Asá para
cuando enfrentemos problemas. Él le oró a Jehová desde el corazón. Le pidió que
lo ayudara a vencer a un ejército etíope de un millón de soldados. El ejército de
Asá era mucho más pequeño. Pero él se acercó a Jehová, y Jehová también se
acercó a él. Dios atacó a los etíopes delante de Asá y de Judá y los venció. Los
etíopes se dieron a la fuga, huyeron. ¿Y todo por qué? Porque Asá se acercó a
Jehová. Y, por supuesto, nosotros queremos hacer lo mismo. Otra forma de
acercarnos a Jehová es meditando. Tenemos que reflexionar en las cosas que le
decimos a Dios. Quizás hayan escuchado que las ovejas tienen cuatro cavidades
en el estómago. Por eso, les toma bastante tiempo digerir el alimento: dos días o
más. Pues bien, algunas de las cosas que aprendemos son difíciles de
asimilar. Nos toma tiempo digerirlas, o entenderlas. Para eso sirve la
meditación. Tenemos que pensar una y otra vez en lo que
aprendemos. En ocasiones, también tenemos que pedirles ayuda a otros
hermanos. Quizás preguntarles: ―¿Qué piensas de esto? ¿Cómo lo
entiendes? ¿Cómo te ha ayudado?‖. En conclusión, si oramos y
meditamos, lograremos acercarnos aún más a nuestro Dios, Jehová.
Hay hermanos que hacen oraciones muy conmovedoras, con palabras bien
escogidas, llenas de sentimiento. Puede que al escuchar una oración de ese tipo
pensemos: ―¡Ya quisiera yo orar tan bonito!‖. Pues bien, no todos podemos
expresarnos así. A muchos nos faltan las palabras, quizás porque no tenemos un
vocabulario muy amplio o tal vez porque no dominamos el idioma. Pero, para
Jehová, lo que cuenta es lo que hay en el corazón. Y, cuando le abrimos nuestro
corazón a Jehová, él nos oye y nos bendice, igual que oye y bendice a quien usa
palabras bonitas. Así que no se preocupen. Simplemente digan lo que tienen en el
corazón. Jehová no se fija tanto en las palabras, sino en la sinceridad de la
oración. Es muy probable que ustedes disfruten de una relación con Jehová tan
estrecha como la que tiene ese hermano que hace oraciones tan lindas. Claro,
no hay nada de malo en admirar a cierto hermano, o hermana, que tenga esa
habilidad. Pero no hay que preocuparse demasiado por la forma en que
oramos, pues, al fin y al cabo, lo que Jehová quiere es que las oraciones nazcan
del corazón. Fíjense en lo que dice la Biblia aquí en 1 Samuel 16:7: ―Pero Jehová
dijo a Samuel: ‗No mires su apariencia ni lo alto de su estatura, porque lo he
rechazado. Porque no de la manera como el hombre ve es como Dios ve, porque
el simple hombre ve lo que aparece a los ojos; pero en cuanto a Jehová, él ve lo
que es el corazón‘‖. Estas hermosas palabras nos recuerdan que, como simples
seres humanos, no podemos ver lo que hay en el corazón, pero Jehová sí puede
hacerlo. Y la verdad es que nos tranquiliza mucho que tenga esa
capacidad. Déjenme contarles una historia. Tiene que ver con un hermano ya
mayor que pertenecía a uno de los circuitos que visité hace años. Él nos había
invitado a cenar. Su esposa, que no era Testigo, nos preparó una cena
deliciosa. El hermano era anciano en su congregación, era un buen
hermano. Después de un rato, nos pusimos a hablar de lo que hacía antes de ser
Testigo. Le preguntamos a qué se dedicaba, y él nos dijo que se ganaba la
vida haciendo oraciones. ¡Así como lo oyen! Los pastores del pueblo lo
contrataban para que fuera a orar a sus iglesias todos los domingos. Nos explicó
que, como tenía facilidad de palabra y buena voz, sus oraciones motivaban a los
feligreses a abrir sus billeteras y darle más dinero a la iglesia. Después de la
colecta, los pastores le pagaban por sus servicios. Nos dijo que llegó a
ganar mucho dinero así: vendiendo oraciones. Por supuesto, una vez que conoció
la verdad, dejó ese negocio. Pero seguía haciendo oraciones que llegaban al
corazón. Y así deberían ser las oraciones, ¿no es cierto? El texto de hoy habla de
acercarse a Jehová. Y sabemos que una de las principales maneras de lograrlo es
mediante nuestras oraciones. No importa si las hacemos de rodillas, de pie o
acostados: Jehová siempre las oye. Hasta podemos orar en silencio, o mientras
conducimos el auto o hacemos cualquier otra cosa. Si las palabras nos nacen del
corazón, él las oye. Y, obviamente, también tenemos que orar de la manera
correcta. Hace muchos años, en una de las reuniones de la visita, los
superintendentes de circuito dirigíamos una parte titulada ―Nuevas cosas
aprendidas‖, que después se llamó ―Continúa en las cosas que aprendiste‖. Una
vez, en una reunión de sábado por la noche, pregunté a la congregación: ―Al orar
a Jehová, ¿cuándo deberíamos mencionar que lo hacemos mediante Jesús: al
principio, al final, en cualquier momento, o da igual?‖. Créanme, los
hermanos dieron toda clase de respuestas. ¡Ni se imaginan! Dijeron de todo. Total,
les di la respuesta correcta. Al final de la reunión, le pedí a un hermano mayor —
un hermano con experiencia— que hiciera la oración. ¡Pero le oró a Jesús! Fui y le
dije: ―Hermano, ¿por qué le oró usted a Jesús?‖. Me dijo: ―Es que no entendí a
quién debía orarle‖. Así que mi esposa, Gloria, me dijo: ―Mejor ya no hagas esa
pregunta en la sección de cosas aprendidas‖. Aquel hermano sí que aprendió algo
nuevo. Pero espero que la congregación no. A pesar de todo, creo que Jehová
escuchó su oración. Él toma en cuenta quiénes somos, qué podemos dar y cómo
podemos hacerlo. Claro, nunca haríamos algo así a propósito, pues no está
bien orarle directamente a Jesús. Eso es obvio. Y tampoco podemos juzgar las
oraciones de nuestros hermanos. ¿Quiénes somos nosotros para decir si Jehová
las escuchará o no? Bueno, la cuestión es que siempre debemos orar. Y, cuando
oramos, las palabras que expresamos pueden venir de nuestra mente o pueden
venir de nuestro corazón. Así que conviene que nos preguntemos: ―¿Le hablo a
Jehová desde el corazón?‖. Nuestras palabras deben ser siempre sinceras, deben
salir de lo más profundo de nuestro ser. También deben estar sazonadas con
sal: ser agradables, positivas, respetuosas y de buen gusto. En Job 1:21 aparece
una oración muy sincera del propio Job. Aunque fue corta, Jehová la escuchó y
apoyó a Job en todo momento. Si no hubiera sido así, las cosas podrían haber
sido mucho peores para Job, ¿no creen? Esta fue su oración: ―Desnudo salí del
vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová mismo ha dado, y Jehová
mismo ha quitado. Continúe siendo bendito el nombre de Jehová‖. Hermosa,
¿verdad? Salomón también hizo una bella oración. Está en 1 Reyes 3:6-10, pero
no la vamos a leer porque es larga. Y también tenemos el ejemplo de Asá para
cuando enfrentemos problemas. Él le oró a Jehová desde el corazón. Le pidió que
lo ayudara a vencer a un ejército etíope de un millón de soldados. El ejército de
Asá era mucho más pequeño. Pero él se acercó a Jehová, y Jehová también se
acercó a él. Dios atacó a los etíopes delante de Asá y de Judá y los venció. Los
etíopes se dieron a la fuga, huyeron. ¿Y todo por qué? Porque Asá se acercó a
Jehová. Y, por supuesto, nosotros queremos hacer lo mismo. Otra forma de
acercarnos a Jehová es meditando. Tenemos que reflexionar en las cosas que le
decimos a Dios. Quizás hayan escuchado que las ovejas tienen cuatro cavidades
en el estómago. Por eso, les toma bastante tiempo digerir el alimento: dos días o
más. Pues bien, algunas de las cosas que aprendemos son difíciles de
asimilar. Nos toma tiempo digerirlas, o entenderlas. Para eso sirve la
meditación. Tenemos que pensar una y otra vez en lo que
aprendemos. En ocasiones, también tenemos que pedirles ayuda a otros
hermanos. Quizás preguntarles: ―¿Qué piensas de esto? ¿Cómo lo
entiendes? ¿Cómo te ha ayudado?‖. En conclusión, si oramos y
meditamos, lograremos acercarnos aún más a nuestro Dios, Jehová.
¿Alguna vez ha tomado una mala decisión? O tal vez sea mejor preguntar:
¿recuerda la última vez que tomó una mala decisión? Son relativamente pocas las
decisiones que tienen gran impacto en nuestra vida; la mayoría no lo tienen. Por
ejemplo, en cierta ocasión, un hermano joven vio la corbata que yo traía puesta y
me dijo: ―Hermano Hyatt, ¿ya te viste en el espejo?‖. Bueno, quizás aquel atuendo
no fue la mejor elección. Pero existen otras decisiones que tienen un gran efecto
en nuestro servicio sagrado y en nuestra relación con Jehová. Esta verdad se
enfatiza en el texto de hoy. Si examinamos su contexto, fácilmente nos damos
cuenta de que las palabras de este versículo no se dijeron para felicitar o para
fortalecer la determinación de nadie. Más bien, se expresaron para corregir a
alguien. ¿A quién? Al rey Asá, tataranieto del rey David y tercer rey del reino de
Judá. Asá reinó durante 41 años y recibió la distinción de ser conocido como uno
de los reyes fieles de Judá. Así que surge la pregunta: ¿por qué un rey fiel como él
necesitó corrección? Para responder, abramos la Biblia en 2 Crónicas 16:7: ―En
aquel tiempo Hananí el vidente vino a Asá el rey de Judá y entonces le dijo:
‗Porque te apoyaste en el rey de Siria y no te apoyaste en Jehová tu Dios‘‖. Esa
fue la raíz del problema. El texto continúa: ―Por esa razón la fuerza militar del rey
de Siria se ha escapado de tu mano‖. Después de decirle aquello, Hananí le
recuerda al rey otro suceso. Le pregunta: ―¿Acaso los etíopes y los libios mismos
no constituían una inmensa fuerza militar en multitud, en carros y en hombres de a
caballo?; y, porque te apoyaste en Jehová, ¿no los dio él en tu mano?‖. Unos años
antes, Asá y la nación de Judá habían enfrentado a Zérah el etíope y su ejército
de 1 millón de soldados. ¿Qué hizo Asá entonces? Oró a Dios con humildad y
puso su propia vida y la de la nación en las manos de Jehová. A Jehová le gustó
lo que hizo, así que le dio la victoria. Sin embargo, ahora que era el rey Baasá
quien amenazaba a Judá, en vez de confiar en Jehová, Asá decidió sobornar a
Ben-hadad, el rey de Siria. Baasá era el rey de Israel, y Ben-hadad era el rey de
Siria. El plan parecía ideal: Asá soborna al rey Ben-hadad; Ben-hadad ataca a
Baasá, y Baasá se retira de Judá. Parecía una gran idea... pero Jehová no estaba
de acuerdo. ¡Asá dejó a Jehová fuera de la ecuación! Con esto en mente,
podemos entender las palabras de 2 Crónicas 16:9: ―Pues, en cuanto a Jehová,
sus ojos están discurriendo por toda la tierra para mostrar su fuerza a favor de
aquellos cuyo corazón es completo para con él. Has actuado tontamente respecto
a esto, pues desde ahora en adelante existirán guerras contra ti‖. Aquello fue tanto
un recordatorio como una corrección. ¿Por qué cuando Asá se enfrentó a un
ejército de 1 millón de enemigos se puso en las manos de Jehová, pero decidió
confiar en sí mismo cuando Baasá, el rey de Israel, lo amenazó? Cuando se nos
presenta un problema y debemos decidir algo respecto a una situación que es
mucho más grande de lo que nosotros podemos manejar, acudimos a Jehová y le
rogamos que nos ayude, nos consuele y nos guíe, ¿no es cierto? Por ejemplo, al
enfrentarnos a enfermedades terribles que no tendrán solución antes del nuevo
mundo o a la muerte de un ser querido, o tal vez a la expulsión de un familiar o de
un amigo íntimo... Ante dichas situaciones —que claramente nos rebasan—,
acudimos a Jehová. Pero es probable que haya otras decisiones que parezcan
más sencillas. Por ejemplo, con quién casarse o qué hacer con nuestra vida.
Quizás hayamos venido a apoyar una obra de construcción aquí y, para ello,
vendimos nuestra casa y dejamos todo atrás. Y ahora que la obra está a punto de
acabarse, hay que tomar algunas decisiones: ¿volveremos al mismo lugar? Tal
vez no éramos precursores antes de venir, pero después de pasar tiempo en
Betel, nuestra perspectiva ha cambiado. Así que, ¿sería posible empezar el
servicio de precursor ahora? ¿Nos quedaremos en este país o podríamos
mudarnos a otro? Si no tenemos cuidado al tomar estas decisiones, podríamos
dejar a Jehová fuera de la ecuación. Así que, ¿cómo nos aseguraremos de
tomarlo en cuenta? Bueno, hay 3 cosas que podemos hacer. La primera es
investigar: ¿qué nos dice Jehová en su Palabra que nos pueda ayudar a enfrentar
el problema? ¿Qué consejos nos ha dado el esclavo fiel y discreto en las
publicaciones? ¿Hay algún artículo u otra información que nos pueda orientar? La
segunda cosa es orar, hablar con Jehová sobre la decisión que debemos tomar.
Hay que recordar que Jehová no va a pensar por nosotros, pero sí nos va a
ayudar para que decidamos bien. Finalmente, tanto en Betel como en la
congregación contamos con un gran número de hermanos fieles, de mucha
experiencia, que estarán felices de ayudarnos a aprender de lo que la vida les ha
enseñado a ellos. Entonces, si hacemos estas 3 cosas —investigar, orar y hablar
con hermanos de experiencia—, podremos tomar una buena decisión. Pero surge
la pregunta: ¿qué es una buena decisión? ¿Verdad que es aquella que Jehová
puede bendecir? Con frecuencia nos encontraremos ante varias opciones, y no
siempre será cuestión de tomar una decisión buena o mala, sino de qué opción
finalmente elegir. ―¿Cuál de todas me ayudará a estrechar mi amistad con Jehová
y le dará algo que bendecir?‖. Hay un detalle más en el relato que nos va a animar
mucho. Leamos 2 Crónicas 15:17, la parte b. Allí dice: ―Solo que el corazón mismo
de Asá resultó completo todos sus días‖. Qué interesante, ¿no es cierto? El texto
de hoy decía que Jehová está buscando a ―aquellos cuyo corazón es completo
para con él‖. Y al final, Jehová sí consideró que Asá le había servido con todo el
corazón. Así que nos consuela saber que Jehová no juzga a nadie con base en
una sola decisión equivocada. Él toma en cuenta todos los factores. En el caso de
Asá, sus buenas cualidades y el celo que demostró por la adoración pura pesaron
más que la mala decisión que tomó aquella vez. De modo que, si llegamos a
tomar una mala decisión —y eso va a suceder de vez en cuando—, nos consolará
saber que Jehová seguirá tomándonos en cuenta. Lo que queremos es que, al
final, Jehová pueda mirar a cada uno de nosotros y decir: ―Sé que me amas con
todo el corazón‖.
Sabemos que hay buenas razones para cultivar humildad. Pero ¿cuál dirían que
es la más importante? Encontramos la respuesta en Santiago 4:6. La segunda
parte de ese versículo dice: ―Dios se opone a los altivos, pero da bondad
inmerecida a los humildes‖. Aquí se nos recuerda que, si no somos humildes,
Jehová se pondrá en contra de nosotros. Pero, si demostramos humildad, nos
tratará con bondad inmerecida. Obviamente, esa es la razón más importante para
cultivar humildad, aunque hay muchas otras. Ahora bien, sabemos que la
humildad se puede perder. En la Biblia encontramos muchos ejemplos de
personas que eran humildes pero que, en algún momento, dejaron de serlo. Y tal
vez nosotros mismos hemos conocido a alguien que dejó de ser humilde. Hay
quien es capaz de recuperar la humildad, pero hay personas a quienes el orgullo
las conduce al desastre. Pensemos en esto: ¿se pierde la humildad de la noche a
la mañana... es algo que sucede de repente? ¿No es cierto que en la mayoría de
los casos surge alguna situación en la vida que contribuye a que alguien deje de
ser humilde? Analicemos cinco situaciones que pueden presentarse en nuestra
vida y que podrían poner a prueba nuestra humildad y, si no tenemos cuidado,
llevarnos a perderla. Primera situación: cuando se nos honra con un privilegio o
una responsabilidad. Hablemos un poco sobre el caso de Agar. La obra
―Perspicacia‖ dice que ella tal vez llegó a ser la sierva de Sara en Egipto, adonde
Abrahán y Sara huyeron por el hambre que había en Canaán. Seguro que, en ese
entonces, Agar era muy servicial con Sara. Pero, cuando se convirtió en la
concubina de Abrahán y se enteró de que estaba embarazada, ¿qué pasó?
Génesis 16:4 dice: ―Cuando ella se dio cuenta de que estaba encinta, entonces su
ama empezó a ser despreciada a los ojos de ella‖. Al conseguir una posición de
prestigio, perdió su humildad, y el ángel de Jehová tuvo que darle un consejo
firme. Le dijo: ―Vuélvete a tu ama y humíllate bajo su mano‖. El ejemplo de Agar
nos deja bien claro que incluso alguien de buen corazón puede dejar de ser
humilde cuando se le honra con un privilegio o se le concede una posición de
autoridad. Hablemos ahora de la segunda situación que puede poner a prueba
nuestra humildad: cuando alcanzamos ciertos logros en nuestra vida. Pensemos
en el ejemplo del rey Uzías. Un vistazo a 2 Crónicas 26:3-5 nos permite observar
que, al principio de su reinado, Uzías era humilde. El versículo 3 dice que tenía
16 años cuando empezó a reinar. En el 4 leemos que ―siguió haciendo lo que era
recto a los ojos de Jehová‖. Y el final del 5 dice que ―en los días de buscar él a
Jehová, el Dios verdadero lo hizo próspero‖. Así que Uzías empezó bien... era un
buen rey. Y, como también era humilde, Jehová lo bendijo durante muchos años.
Pero, si notamos, el versículo 16 empieza con la expresión ―sin embargo‖. Y con
esta expresión la Biblia da a entender que algo cambió. Dice: ―Sin embargo, tan
pronto como se hizo fuerte, su corazón se hizo altivo aun hasta el punto de causar
ruina‖. Como sabemos, Uzías incluso se atrevió a entrar al templo para ofrecer
incienso. Pero ¿a qué se refiere la frase ―se hizo fuerte‖? La obra ―Perspicacia‖
explica que ―se hizo famoso por las victorias militares que consiguió‖. Parece que
estos logros se le subieron a la cabeza hasta el punto de llevarlo a pensar que
podía entrar al templo y hacer algo que solo les correspondía a los sacerdotes.
Se olvidó de que fue Jehová quien le había dado aquellas victorias. Eso nos
enseña una lección. Cuando alcancemos algún logro, nunca olvidemos que se lo
debemos todo a Jehová, la fuente de nuestras virtudes y destrezas. Hablemos
ahora de la tercera situación que podría amenazar nuestra humildad: cuando
recibimos un consejo. El caso de Uzías también ilustra este punto. Allí, en
2 Crónicas 26, veamos los versículos 17 y 18. Cuando Uzías entró al templo para
ofrecer el incienso, leemos que ―Azarías el sacerdote y con él sacerdotes de
Jehová, ochenta hombres [y noten] valientes, entraron tras él‖. Y reprendieron al
rey. Le dijeron: ―A ti esto no te corresponde. Solo los sacerdotes pueden hacerlo.
Más te vale que salgas del santuario ahora mismo‖. Sin duda, trataron de
corregirlo. Pero ¿cómo reaccionó Uzías? El versículo 19 dice que ―se enfureció‖
con ellos. Les habrá dicho algo como: ―¿Y quiénes se creen ustedes que son? ¡Yo
soy el rey!‖. Mostró todavía más orgullo, y Jehová lo castigó con lepra. Fíjense:
Jehová no lo castigó cuando se atrevió a entrar al templo, sino cuando fue
soberbio y rechazó la corrección. Fue entonces que lo castigó Jehová. Eso nos
enseña algo, ¿verdad? Tenemos que estar alerta para no reaccionar con orgullo
cuando nos corrijan. Y hay que tener todavía más cuidado si tenemos más
autoridad, más experiencia o más años de servicio que quien nos está corrigiendo.
Pasemos a la cuarta situación que pudiera poner en peligro nuestra humildad: si
conseguimos cierta riqueza. Tal vez recibamos una herencia o consigamos dinero
de otra forma. Pero ¿recuerdan lo que les pasó a los israelitas cuando entraron en
la tierra que manaba leche y miel? Jehová lo explica en Oseas 13:6: ―Ellos
también llegaron a estar satisfechos. Llegaron a estar satisfechos y su corazón
empezó a ensalzarse. Por eso me olvidaron‖. ¡Qué lección tan impactante para
nosotros!, ¿no es cierto? Jamás queremos dejar de comportarnos de manera
humilde, sin importar cuál sea nuestra situación económica, aun si hemos
prosperado. Más bien, queremos seguir siendo humildes, confiando en Jehová, y
no en las riquezas. Para terminar, veamos la quinta situación que podría poner a
prueba nuestra humildad: cuando nos elogian, como acaba de comentar uno de
nuestros hermanos. Recordemos el relato de Hechos, capítulo 12. Allí
encontramos a Herodes, con su ropaje real y sentado en el tribunal. Entonces,
empieza a pronunciar un discurso público y la gente le grita: ―¡Voz de un dios, y
no de un hombre!‖. ¿Qué pasó después? Un ángel le dio muerte. Sí, murió
consumido por los gusanos. ¿Y por qué? Porque no le dio la gloria a Jehová.
En contraste, recordemos lo que se relata en Lucas 18. Un gobernante se acercó
a Jesús y lo llamó ―Buen Maestro‖, pero Jesús le dijo: ―¿Por qué me llamas
bueno? Nadie es bueno, sino uno solo, Dios‖. ¿Qué podemos aprender de estos
dos ejemplos? Que, cuando nos elogian, tenemos dos opciones: reaccionar como
Herodes y tratar de llevarnos el mérito, o reaccionar como Jesús y darle la gloria a
Jehová, ya sea con lo que decimos o, al menos, con lo que pensamos. Proverbios
27:21 nos enseña que la alabanza nos pone a prueba como un crisol. Y muchas
veces lo que se pone a prueba es nuestra humildad. Hace unos años, ―La Atalaya‖
nos advirtió: ―La alabanza [revela] la calidad del corazón de un hombre. Los sabios
no buscan la alabanza ni se hinchan con ella. Los hombres vanos la buscan y los
débiles se inflan con ella. Si alguien puede soportar la alabanza sin sufrir daño,
recordando que cualquier y toda cosa que tiene en realidad ha procedido de Dios,
ése es genuino como plata pura a ojos de Jehová‖. Pues ahí las tienen: cinco
situaciones que pueden poner a prueba nuestra humildad y, si no tenemos
cuidado, contribuir a que la perdamos. ¿Las recuerdan? 1) Cuando se nos honra
con un privilegio o una responsabilidad, 2) cuando alcanzamos ciertos logros, 3)
cuando recibimos un consejo, 4) cuando conseguimos cierta riqueza y 5) cuando
nos elogian. Seguro que se les ocurren otras situaciones que pueden poner a
prueba nuestra humildad. Pero el punto es que, si logramos permanecer humildes
con la ayuda de Jehová, él nunca se pondrá en nuestra contra. Por el contrario,
nuestro generoso Dios nos seguirá mostrando bondad inmerecida.
El texto de hoy y los comentarios que hace ―La Atalaya‖ nos animan a esforzarnos
por demostrar amor a los demás, especialmente a nuestros hermanos. Así que
hoy analizaremos el tema: ―Sigamos tras el amor‖. Es interesante que la idea de
seguir tras el amor aparezca tres veces en la Biblia. Y, de hecho, la expresión
―seguir tras‖ es muy apropiada. ¿Por qué? Bueno, porque indica la idea de
perseguir, de seguir tras algo con insistencia para alcanzarlo o capturarlo.
Podríamos compararlo a un niño pequeño que persigue una mariposa.
La persigue, va tras ella, e intenta capturarla. ¿Y qué intenta hacer la mariposa?
Pues escapar, huir. Si pensamos en ello, eso es precisamente lo que hace el amor
de nosotros. ¿Por qué lo decimos? ¿Por qué el amor trata de escaparse de
nosotros, y por eso nos obliga a seguir tras él? Bueno, la razón principal es la
imperfección que hemos heredado. Génesis 1:27 nos dice que, en el principio,
Jehová creó a Adán a su imagen, y por eso era un reflejo perfecto de Jehová y sus
cualidades. Lo hacía de forma perfecta. Pero, cuando pecó, dejó de ser perfecto.
Y se podría decir que Adán se convirtió en un reflejo distorsionado de Jehová y
sus cualidades. Podemos ilustrarlo con esos espejos que encontramos en las
ferias o en los circos que distorsionan la imagen. Pueden hacer que te veas
mucho más alto, más bajo, más gordo o más flaco de lo que eres en realidad.
Bueno, Adán también llegó a ser un reflejo distorsionado de Jehová y sus
cualidades, y todos nosotros hemos heredado esa condición. Somos reflejos
distorsionados de Jehová y sus cualidades, por eso tenemos que seguir tras el
amor. Ahora, déjenme que les pregunte algo: ¿dirían que Jehová sigue tras el
amor? Es una pregunta con trampa. ¿Tiene que perseguir Jehová el amor para
atraparlo? No. 1 Juan 4:8 dice que ―Dios es amor‖. Él lo demuestra de forma
natural, no tiene que esforzarse. Se podría decir que el amor brota de él. Jehová
es la fuente del amor. Pero las cosas son distintas para nosotros. Como somos
imperfectos, no tenemos la tendencia natural a mostrar amor, y por eso debemos
seguir tras él. Pero ¿cómo seguimos tras el amor? Bueno, toda la Biblia nos
enseña cómo seguir tras el amor, pero en los cinco versículos de 1 Corintios 13:4-
8 se nos dice más concretamente cómo hacerlo. Ahí encontramos 16 formas de
demostrar amor: nueve maneras como el amor no se comporta, y siete maneras
como sí se comporta. Si analizamos detenidamente estas 16 formas,
conseguiremos la guía necesaria para seguir tras el amor. Tendremos claro cómo
demostrar amor y no iremos a ciegas. Según lo permita el tiempo, veamos algunas
cosas que el amor no hace y cómo no se comporta. Primero: ―El amor no es
celoso‖. En la Biblia, ser celoso puede tener un sentido positivo o un sentido
negativo. En sentido positivo, está muy relacionado con el entusiasmo. Pero,
obviamente, aquí Jehová habla de los celos en negativo, que es el sentido en el
que aparece la mayoría de las veces en la Biblia. Entonces, ¿qué significa?
Bueno, significa envidiar las cosas buenas que les pasan a los demás. Puede ser
peor que la ira. La ira puede venir e irse rápidamente, pero los celos se podrían
quedar en lo más profundo. De hecho, Proverbios 14:30 menciona que llegan
hasta los huesos. ¿Cómo podemos evitar los celos y seguir tras el amor, incluso
cuando es difícil? Tenemos que pedir ayuda a Jehová y hacer lo que se menciona
en Romanos, capítulo 12. Por favor, busquen Romanos 12 y veamos qué nos pide
Jehová que hagamos. En el versículo 15, dice: ―Regocíjense con los que se
regocijan; lloren con los que lloran‖. Pensemos, ¿qué es más difícil? Bueno,
normalmente no es muy difícil llorar con alguien que está llorando. Quizás le
diagnosticaron cáncer o perdió a un ser querido. Estamos muy tristes por esa
persona. Pero a menudo es más difícil alegrarse con alguien que está alegre.
Puede que le hayan dado algo bueno o le haya pasado algo bueno, pero a
nosotros no. Les voy a poner un breve ejemplo. Supongamos que un anciano está
muy feliz porque le han dado una responsabilidad en la asamblea regional.
Nosotros siempre hemos deseado que nos den una, pero no hemos recibido nada.
¿Nos alegraremos con nuestro hermano, que está alegre? ¿O fingiremos estar
alegres por él, pero, en realidad, por dentro estaremos llenos de celos? Debemos
estar felices de corazón, alegres por la alegría de nuestro hermano. Con la ayuda
de Jehová, lo conseguiremos. Tenemos que esforzarnos por mejorar nuestra
actitud. Pensemos en esto: hay una cualidad que es más fuerte que los celos, el
amor. Con amor, podemos acabar con los celos. Veamos otro aspecto más: el
amor ―no se vanagloria‖. Si seguimos tras el amor, le pediremos a Jehová que nos
ayude a esforzarnos para no presumir cuando hablamos. Procuraremos no usar a
menudo palabras como ―yo‖ o ―a mí‖ para dirigir la atención hacia nosotros
mismos. No nos daremos demasiada importancia, sino que dirigiremos la atención
hacia los demás y, especialmente, hacia Jehová. El amor tampoco ―se hincha‖, es
decir, no es arrogante. La arrogancia está muy relacionada con vanagloriarse,
pues normalmente una persona que es arrogante también se vanagloria o
presume. Pero ¿creen que se puede ser arrogante sin vanagloriarse? Claro.
De hecho, podríamos tener esa actitud si nos tenemos en demasiada estima
aunque no lo demostremos con las cosas que decimos o hacemos. Entonces,
¿por qué sería poco amoroso que fuéramos arrogantes aunque no nos
vanagloriemos? Bueno, porque los demás lo percibirían. De alguna manera,
nuestra actitud podría ser evidente a otros y, en lugar de hacer que se sientan
bien, los estaríamos rebajando. Pero, aún más importante, Jehová vería esa
actitud en nuestro corazón y no nos bendeciría. Leamos cuál es la actitud que sí
debemos tener. Volvamos a Romanos 12, y ahora fijémonos en el versículo 3.
Justo a la mitad, Jehová nos dice: ―Digo a cada uno que está allí entre ustedes
que no piense más de sí mismo de lo que sea necesario pensar‖. Como ven,
Jehová nos dice que ni siquiera pensemos de nosotros más de lo que debemos
pensar, sino que tengamos una actitud humilde. Otro aspecto del amor es que
―no se porta indecentemente‖. La indecencia tiene varios grados, y el más grave
es la inmoralidad. En el otro extremo quizás estaría la falta de buenos modales.
Lo cierto es que no nos gustaría ser ni un poquito indecentes, ¿verdad?
En especial, los que somos betelitas, queremos demostrar buenos modales
usando generosamente las expresiones ―gracias‖ y ―por favor‖, sujetando la puerta
a los demás, permitiéndoles elegir primero y cosas como estas. Cuando nos
encontramos a alguien por los pasillos, debemos saludarlo con cariño, y
no deberíamos estar más interesados en nuestros aparatos electrónicos que en
quien está pasando por nuestro lado. Tenemos que demostrar buenos modales al
tratar con nuestros hermanos. Sigamos. El amor ―no se siente provocado‖.
Veamos un ejemplo rápidamente. Imaginemos que estamos en nuestro auto
esperando mientras el semáforo está en rojo. Cuando cambia a verde,
inmediatamente la persona que está detrás toca el claxon para que arranquemos.
¿Cómo nos sentiríamos? ¿Avanzaríamos despacito? ¡Así pagará por lo que nos
ha hecho! Bueno, eso sería sentirnos provocados. Recordemos: el amor ―no se
siente provocado‖. Otro aspecto más: el amor ―no lleva cuenta del daño‖.
¿Significa eso que tenemos que olvidarnos totalmente del daño que se nos ha
hecho? No. Lo que dice el texto es que no llevemos cuenta del daño. Si lo
hiciéramos, sería como llevar en un libro de contabilidad un registro de lo que nos
deben. Por lo tanto, aunque recordemos el daño que nos han hecho, en nuestro
corazón lo hemos perdonado. Hemos cancelado la deuda. Bueno, hemos visto
seis aspectos del amor. Les voy a asignar la tarea de investigar los otros diez que
encontramos en estos versículos. Hemos aprendido que debemos seguir tras el
amor, y no es nada fácil cumplir con cualquiera de estos aspectos. Hay que
esforzarse. Al principio hablamos de una mariposa que trata de escapar de un
niño. Pues el amor también trata de escapar de nosotros. Pero, con la ayuda de
Jehová, podemos atraparlo. Y tenemos que seguir esforzándonos. ¿Hasta
cuándo? Bueno, hasta que llegue el maravilloso tiempo en que seamos perfectos;
entonces ya no tendremos que seguir tras el amor. Al igual que Jehová y Jesús,
sencillamente podremos demostrarlo de forma natural. Pero, hasta que llegue ese
día, 1 Corintios 13:4-8 nos dará la guía necesaria para seguir tras el amor.
La oración de David nos enseña una lección importante, en especial porque, como
sabemos, Jehová lo miraba con buenos ojos. Algo que se puede destacar es su
actitud cuando tuvo que hacer sacrificios por Dios: siempre los hizo de buena
gana. Era un hombre de motivos puros, de gran corazón. Lo demostró una y otra
vez durante su vida. Sí, cometió pecados, pero siempre sirvió a Jehová con
sinceridad y espíritu de sacrificio. Leamos Salmo 54:6, el verso completo. Como
ya hemos dicho, Salmo 54:6 inicia así: ―De buena gana ciertamente te haré
sacrificios‖. Luego añade: ―Elogiaré tu nombre, oh Jehová, porque es bueno‖. En
otras palabras, Jehová es bueno. Su nombre es bueno porque él mismo es bueno.
Y todo lo que pide de nosotros también es bueno. Ni siquiera uno de sus
mandamientos nos hace daño; siempre son para nuestro bien. Hasta la
destrucción de la gente mala es algo positivo, pues es muestra de su amor hacia
quienes desean vivir en paz y experimentar la alegría de adorar a Dios. Sí, lo que
Jehová hará pronto es muy bueno. Así que tenemos razones de sobra para
sacrificarnos de buena gana por nuestro maravilloso Dios. Como sabemos,
cuando ofrecemos un sacrificio a Jehová, él ve más allá de lo que estamos dando
o de las cosas a las que hemos renunciado. Él puede ver los motivos que
acompañan un sacrificio. Sin duda, esa fue una de las razones por las que
rechazó el sacrificio de Caín. No fue porque Caín solo ofreciera unos frutos. La
Biblia dice que Jehová no vio con buenos ojos ni a Caín ni su ofrenda debido a
que tenía una mala actitud. Sí, los motivos por los que estaba haciendo sacrificios
no eran los mejores. Y esto también concuerda con lo que Amós escribió sobre los
judíos de su época. Busquemos el capítulo 5 de Amós, versículos 21 a 24, y
notemos cómo se sentía Jehová al ver los sacrificios que hacían los judíos de los
días de Amós. Amós 5:21 dice: ―He odiado, he rechazado sus fiestas, y no
disfrutaré del olor de sus asambleas solemnes‖. Esas palabras tal vez se referían
al incienso que utilizaban o a algo similar. Luego, el versículo 22 añade: ―Pero si
ustedes me ofrecen holocaustos, ni siquiera en sus ofrendas de dádivas me
complaceré, ni sus sacrificios de comunión de animales cebados miraré‖. La
lección que aprendemos es que el problema no estaba en las cosas que los judíos
ofrecían en sacrificio. La realidad es que el Soberano del universo no necesita que
se sacrifique un animal en el altar. El problema era la actitud del pueblo, los
motivos por los que hacían las cosas. Fíjense en cómo expresó Jehová su sentir
en el versículo 23. Dijo: ―Remuevan de mí la bulla de sus canciones; y el sonido
melodioso de sus instrumentos de cuerda no oiga yo‖. Después Jehová mencionó
lo que realmente esperaba de ellos: ―Y que salga rodando el derecho como aguas,
y la justicia como un torrente que constantemente fluya‖. La expresión ―la bulla de
sus canciones‖ indica que el sonido de la música y los instrumentos que tocaban
quizás era muy fuerte. La Atalaya hizo un interesante comentario al respecto. Dijo
que en la actualidad, la cristiandad utiliza música en sus celebraciones, lo que
equivale a la bulla de aquellas canciones. Mezclan costumbres paganas con el
nombre de Jesús para aparentar que honran a Dios. Tal vez esto nos haga pensar
en la época navideña y en la ―bulla de sus canciones‖... esas que suenan en las
tiendas por todo el mundo. Pero los dueños de todas esas tiendas quizás ni
siquiera crean en Dios. Quizás sean ateos o judíos, o tengan otras creencias. Así
que no tienen la mínima intención de honrar a Jesús ni al Dios Todopoderoso. Su
interés es comercial. Y eso nos hace pensar en las palabras de Amós. La Atalaya
del 1 de febrero de 2014 también menciona otro aspecto interesante sobre los
sacrificios. Dice: ―La Ley de Dios exigía que los sacrificios que se llevaban al
templo fueran de la máxima calidad. [...] Filón, escritor judío del siglo I, señala que
los sacerdotes inspeccionaban los animales desde la cabeza hasta el extremo de
las patas para verificar que estuvieran sanos y ‗sin defecto alguno‘‖. Así que el
animal debía estar sano antes de ingresar al templo, e incluso antes de que lo
vendieran para usarlo como sacrificio. La revista continúa: ―Según el biblista E. P.
Sanders, es probable que el templo solo permitiera la venta de ‗animales
previamente inspeccionados por los sacerdotes. De ser así, el vendedor tendría
que dar al comprador algún tipo de comprobante de que el animal estaba libre de
defectos‘‖. Y añade: ―En 2011, un equipo de arqueólogos descubrió una ficha o
comprobante de ese tipo en los alrededores del templo: un sello de arcilla en
forma de moneda que data de entre el siglo I antes de nuestra era y el año 70 de
nuestra era‖. Esto abarca la época en que Jesús estuvo en la Tierra. El artículo
también dice: ―Tiene inscritas dos palabras arameas que se han traducido ‗puro
para Dios‘. Se cree que los oficiales del templo ataban estas fichas a los productos
o animales destinados a los rituales‖. ¡Qué interesante! Hebreos 13:15 menciona
que nosotros también ofrecemos sacrificios de alabanza, el fruto de labios. ¿Y
verdad que es así? ¿Cuál podría ser nuestro documento, nuestro recibo, que
indique que dichos sacrificios para Dios son puros? Bueno, no queremos hablar de
ningún antitipo. Pero, sin duda, podemos estar agradecidos de que no se nos exija
un documento cada vez que predicamos, hacemos una revisita, damos un curso
bíblico o participamos en obras de construcción. Por cierto, el informe de
predicación que entregamos cada mes no es un comprobante. ¡Para nada! No hay
ser humano que esté autorizado para evaluar nuestros sacrificios ni determinar si
merecemos recibir un documento que indique que nuestro sacrificio es puro.
Como David, seguimos ofreciéndole de corazón a Jehová todo lo que tenemos.
Ahora bien, cuando adquirimos una buena conciencia, una educada por la Biblia,
en cierto sentido esta llega a ser nuestro comprobante, eso que nos permite
sentirnos bien por saber que estamos dándole lo mejor a Jehová. No nos
concentramos en alcanzar una cifra de horas de servicio con la idea de que eso
nos hará santos o dignos de recibir honra. No, lo hacemos porque deseamos
ofrecerle lo mejor a Jehová. La Atalaya del 15 de diciembre de 2013 lo expresa de
esta manera: ―Si vivimos según los principios bíblicos, todo sacrificio que hagamos
nos producirá gran alegría y satisfacción, y será ‗especialmente acepto‘ a los ojos
de Jehová‖.
La oración de David nos enseña una lección importante, en especial porque, como
sabemos, Jehová lo miraba con buenos ojos. Algo que se puede destacar es su
actitud cuando tuvo que hacer sacrificios por Dios: siempre los hizo de buena
gana. Era un hombre de motivos puros, de gran corazón. Lo demostró una y otra
vez durante su vida. Sí, cometió pecados, pero siempre sirvió a Jehová con
sinceridad y espíritu de sacrificio. Leamos Salmo 54:6, el verso completo. Como
ya hemos dicho, Salmo 54:6 inicia así: ―De buena gana ciertamente te haré
sacrificios‖. Luego añade: ―Elogiaré tu nombre, oh Jehová, porque es bueno‖. En
otras palabras, Jehová es bueno. Su nombre es bueno porque él mismo es bueno.
Y todo lo que pide de nosotros también es bueno. Ni siquiera uno de sus
mandamientos nos hace daño; siempre son para nuestro bien. Hasta la
destrucción de la gente mala es algo positivo, pues es muestra de su amor hacia
quienes desean vivir en paz y experimentar la alegría de adorar a Dios. Sí, lo que
Jehová hará pronto es muy bueno. Así que tenemos razones de sobra para
sacrificarnos de buena gana por nuestro maravilloso Dios. Como sabemos,
cuando ofrecemos un sacrificio a Jehová, él ve más allá de lo que estamos dando
o de las cosas a las que hemos renunciado. Él puede ver los motivos que
acompañan un sacrificio. Sin duda, esa fue una de las razones por las que
rechazó el sacrificio de Caín. No fue porque Caín solo ofreciera unos frutos. La
Biblia dice que Jehová no vio con buenos ojos ni a Caín ni su ofrenda debido a
que tenía una mala actitud. Sí, los motivos por los que estaba haciendo sacrificios
no eran los mejores. Y esto también concuerda con lo que Amós escribió sobre los
judíos de su época. Busquemos el capítulo 5 de Amós, versículos 21 a 24, y
notemos cómo se sentía Jehová al ver los sacrificios que hacían los judíos de los
días de Amós. Amós 5:21 dice: ―He odiado, he rechazado sus fiestas, y no
disfrutaré del olor de sus asambleas solemnes‖. Esas palabras tal vez se referían
al incienso que utilizaban o a algo similar. Luego, el versículo 22 añade: ―Pero si
ustedes me ofrecen holocaustos, ni siquiera en sus ofrendas de dádivas me
complaceré, ni sus sacrificios de comunión de animales cebados miraré‖. La
lección que aprendemos es que el problema no estaba en las cosas que los judíos
ofrecían en sacrificio. La realidad es que el Soberano del universo no necesita que
se sacrifique un animal en el altar. El problema era la actitud del pueblo, los
motivos por los que hacían las cosas. Fíjense en cómo expresó Jehová su sentir
en el versículo 23. Dijo: ―Remuevan de mí la bulla de sus canciones; y el sonido
melodioso de sus instrumentos de cuerda no oiga yo‖. Después Jehová mencionó
lo que realmente esperaba de ellos: ―Y que salga rodando el derecho como aguas,
y la justicia como un torrente que constantemente fluya‖. La expresión ―la bulla de
sus canciones‖ indica que el sonido de la música y los instrumentos que tocaban
quizás era muy fuerte. La Atalaya hizo un interesante comentario al respecto. Dijo
que en la actualidad, la cristiandad utiliza música en sus celebraciones, lo que
equivale a la bulla de aquellas canciones. Mezclan costumbres paganas con el
nombre de Jesús para aparentar que honran a Dios. Tal vez esto nos haga pensar
en la época navideña y en la ―bulla de sus canciones‖... esas que suenan en las
tiendas por todo el mundo. Pero los dueños de todas esas tiendas quizás ni
siquiera crean en Dios. Quizás sean ateos o judíos, o tengan otras creencias. Así
que no tienen la mínima intención de honrar a Jesús ni al Dios Todopoderoso. Su
interés es comercial. Y eso nos hace pensar en las palabras de Amós. La Atalaya
del 1 de febrero de 2014 también menciona otro aspecto interesante sobre los
sacrificios. Dice: ―La Ley de Dios exigía que los sacrificios que se llevaban al
templo fueran de la máxima calidad. [...] Filón, escritor judío del siglo I, señala que
los sacerdotes inspeccionaban los animales desde la cabeza hasta el extremo de
las patas para verificar que estuvieran sanos y ‗sin defecto alguno‘‖. Así que el
animal debía estar sano antes de ingresar al templo, e incluso antes de que lo
vendieran para usarlo como sacrificio. La revista continúa: ―Según el biblista E. P.
Sanders, es probable que el templo solo permitiera la venta de ‗animales
previamente inspeccionados por los sacerdotes. De ser así, el vendedor tendría
que dar al comprador algún tipo de comprobante de que el animal estaba libre de
defectos‘‖. Y añade: ―En 2011, un equipo de arqueólogos descubrió una ficha o
comprobante de ese tipo en los alrededores del templo: un sello de arcilla en
forma de moneda que data de entre el siglo I antes de nuestra era y el año 70 de
nuestra era‖. Esto abarca la época en que Jesús estuvo en la Tierra. El artículo
también dice: ―Tiene inscritas dos palabras arameas que se han traducido ‗puro
para Dios‘. Se cree que los oficiales del templo ataban estas fichas a los productos
o animales destinados a los rituales‖. ¡Qué interesante! Hebreos 13:15 menciona
que nosotros también ofrecemos sacrificios de alabanza, el fruto de labios. ¿Y
verdad que es así? ¿Cuál podría ser nuestro documento, nuestro recibo, que
indique que dichos sacrificios para Dios son puros? Bueno, no queremos hablar de
ningún antitipo. Pero, sin duda, podemos estar agradecidos de que no se nos exija
un documento cada vez que predicamos, hacemos una revisita, damos un curso
bíblico o participamos en obras de construcción. Por cierto, el informe de
predicación que entregamos cada mes no es un comprobante. ¡Para nada! No hay
ser humano que esté autorizado para evaluar nuestros sacrificios ni determinar si
merecemos recibir un documento que indique que nuestro sacrificio es puro.
Como David, seguimos ofreciéndole de corazón a Jehová todo lo que tenemos.
Ahora bien, cuando adquirimos una buena conciencia, una educada por la Biblia,
en cierto sentido esta llega a ser nuestro comprobante, eso que nos permite
sentirnos bien por saber que estamos dándole lo mejor a Jehová. No nos
concentramos en alcanzar una cifra de horas de servicio con la idea de que eso
nos hará santos o dignos de recibir honra. No, lo hacemos porque deseamos
ofrecerle lo mejor a Jehová. La Atalaya del 15 de diciembre de 2013 lo expresa de
esta manera: ―Si vivimos según los principios bíblicos, todo sacrificio que hagamos
nos producirá gran alegría y satisfacción, y será ‗especialmente acepto‘ a los ojos
de Jehová‖.
Hoy muchos niegan que estemos en el tiempo del fin. Dicen: ―El mundo sigue igual
que siempre; las cosas no han cambiado mucho realmente‖. Pero es obvio que se
están engañando. Nunca antes tanta gente se ha entregado a la inmoralidad
sexual con tal descaro y a escala mundial. La gente ya no se limita a actuar en
privado, sino que se exhibe en Internet, la televisión y otros medios. Y nunca antes
el hombre había tenido el poder de arrasar con poblaciones enteras con una sola
bomba o con armas biológicas. Nunca antes se había visto que la falta de amor y
cariño natural causara la muerte de tantos niños. Llama la atención que, según
algunos cálculos, se han provocado más de 1.000 millones de abortos desde
1980. ¡Y no es poca cosa! Dicha cifra equivale a la población de China. Hoy la
gente acepta el aborto como una práctica común. Pero hay quienes sostienen que
el mundo no ha cambiado. ¿Es eso cierto? No, es todo lo contrario. También
sabemos que los hombres están convirtiendo este planeta en un basurero al
contaminar el aire, los mares y el suelo. Pese a ello, todavía hay quienes insisten
en que el mundo no ha cambiado. ¿Por qué están tan seguros? ¿De dónde viene
esa actitud? Parte de la respuesta es lo que el apóstol Pablo escribió en 2
Corintios 4:3, 4. Este pasaje dice que Satanás ciega ―las mentes de los
incrédulos‖. Los ―incrédulos‖ no son únicamente los ateos. También los hay en
todas las iglesias de la cristiandad. Realmente no creen en las profecías bíblicas,
ni aceptan las normas morales, ni creen en la promesa de Dios de convertir este
planeta en un nuevo mundo donde reinen la paz y la felicidad. Por eso salimos a
predicar: para ayudar a la gente a ver los hechos. Les decimos que Mateo 24,
Marcos 13, Lucas 21 y 2 Timoteo 3 prueban que vivimos en el tiempo del fin. Y si
nos descorazona que la gente no reaccione como esperamos a pesar de toda la
evidencia habida y por haber, hay algo que no debemos olvidar. La Biblia indica
claramente que muchos no verían la señal, que no todo el mundo aceptaría el
mensaje de la Biblia. Lo más curioso es que la gente que se niega a aceptar la
señal de que estamos en los últimos días es parte de la señal; sus pensamientos y
conducta son parte de ella. Vayamos a la segunda carta de Pedro. Segunda de
Pedro capítulo 3. Leamos los versículos 3, 4 y las primeras frases del versículo 5.
Es 2 Pedro 3:3, 4 y el inicio del 5. Pedro escribió: ―Porque ustedes saben esto
primero, que en los últimos días [aquí Pedro está refiriéndose a algo que pasaría
en nuestros tiempos] vendrán burlones con su burla, procediendo según sus
propios deseos y diciendo: ‗¿Dónde está esa prometida presencia de él? Pues,
desde el día en que nuestros antepasados se durmieron en la muerte, todas las
cosas continúan exactamente como desde el principio de la creación‘‖. El versículo
5 dice por qué tendrían esa actitud: ―Porque, conforme al deseo de ellos, este
hecho se les escapa‖. Aquella gente no tomaría en cuenta el Diluvio. Hoy la gente
pasa por alto la señal de los últimos días, detallada en la Biblia y de la cual Jesús
mismo habló. No se dan cuentan de que son parte de la señal. ¿Qué contribuye a
tanta incredulidad? En parte es lo que podríamos llamar gradualismo. La Atalaya
del 15 de enero de 2014, página 30, párrafo 11, hizo esta afirmación: ―Parece que
cuanto más común es una situación, menos nos asombra. Puede que un cambio
inesperado y repentino en la conducta de alguien que tenemos cerca nos
conmocione. Sin embargo, el deterioro de la moralidad de la sociedad en general,
como es gradual, quizás pase desapercibido‖. Y agregó: ―Pero no por ello deja de
ser peligroso‖. ¿No es verdad que la mayoría de nosotros fuimos criados en un
entorno que no era del todo bueno? Ya ocurrían cosas inmorales a nuestro
alrededor, guerras y crímenes. Pero las personas comenzaron a aceptarlo como
algo normal. Y aunque esto ha ido en aumento, la gente no logra percibir que los
tiempos sí han cambiado, que están ocurriendo cosas mucho peores. Y la
creciente degradación moral es peligrosa. Esto me recuerda una ilustración sobre
cómo hervir una rana. Si calentamos agua en una olla e intentamos poner una
rana dentro, ¿qué pasará? Que la rana no se meterá a la olla. No es tonta: al
sentir el agua caliente, saltará. Pero si colocamos la rana dentro de una olla con
agua fría y gradualmente —poco a poco— elevamos la temperatura del agua
hasta el punto de ebullición, ¡la rana se cocerá! Y eso es lo que le está pasando al
mundo hoy. La gente no alcanza a percibir el gradualismo; pero están en una olla
que se calienta cada vez más. Sabemos que los hombres malvados seguirán
aumentando; los impostores seguirán burlándose de la verdad; las condiciones
mundiales continuarán empeorando. Pero todo el mundo tendrá que enfrentar al
Creador y su juicio. Hay tres salmos que me gustaría citar brevemente y que me
parecieron interesantes porque describen la maldad del mundo y lo que Jehová
hará al respecto. Salmo 10:4: ―El inicuo, conforme a su altanería, no hace
investigación; todas sus ideas son: ‗No hay Dios‘‖. Salmo 12:8: ―Todo en derredor
andan los inicuos, porque la vileza es ensalzada entre los hijos de los hombres‖.
Estas palabras bien podrían haber aparecido en la primera plana del New York
Times esta mañana. Por último, Salmo 92:7: ―Cuando los inicuos brotan como la
vegetación, y todos los practicantes de lo que es perjudicial florecen, es para que
sean aniquilados para siempre‖. Y a esto decimos: ―¡Amén! ¡Que así sea!‖.
En una encuesta reciente, se pidió a más de seis mil personas de todo el mundo
que dijeran lo que hacía falta para ser feliz. Es curioso que solo el 16% contestara
que la fe o las creencias religiosas tenían alguna relación con su felicidad. Bueno,
las palabras del texto de hoy, como ya saben, forman parte de lo que Jesús dijo en
el Sermón del Monte. Y él empezó el discurso explicando lo que necesitamos para
ser felices de verdad. En realidad, lo que él dijo es muy diferente de lo que la
mayoría de la gente contestó en esa encuesta. Explicó que nuestra felicidad está
directamente relacionada con tener una fe fuerte y una buena relación con Dios.
Los invito a que busquen en sus biblias el capítulo 5 de Mateo, ya que vamos a
analizar algunas partes de este relato. Comencemos leyendo Mateo 5:3: ―Felices
son los que tienen conciencia de su necesidad espiritual, puesto que a ellos
pertenece el reino de los cielos‖. Fíjense en cómo empieza: ―Felices son los que
tienen conciencia de su necesidad espiritual‖. O, como dice la nota, ―los que son
mendigos del espíritu‖. Normalmente, un mendigo está desesperadamente
consciente de que necesita comida. Y ¿verdad que nosotros tenemos que estar
igual de conscientes de que necesitamos alimento espiritual? De hecho, tenemos
que rogarle a Jehová que nos dé su espíritu santo. Notemos que este punto se
vuelve a destacar en el versículo 6. Allí se habla de tener ―hambre y sed‖ de recibir
la guía de Dios, o sea, le rogamos que nos ayude a comportarnos de una manera
que permita que su espíritu dirija nuestra vida. Y eso ocurre cuando
aprovechamos las ayudas espirituales que Jehová nos da. ¿Cómo? Leyendo su
Palabra y meditando en ella, siguiendo un programa regular de estudio y, por
supuesto, orándole siempre. Si hacemos todas estas cosas, demostramos que
confiamos en Jehová y que dependemos completamente de él. Y, claro, cuando le
pedimos a Jehová espíritu santo y nos esforzamos por poner en práctica lo que
aprendemos, somos más felices porque llegamos a ser mejores personas y nos
resulta más fácil demostrar diferentes cualidades del fruto del espíritu. Y esto se
nota en cómo tratamos a los demás. Jesús mencionó algunas de estas cualidades
en su discurso. Por ejemplo, en el versículo 5 se habla de la apacibilidad. En el 7,
de mostrar misericordia a otros. Y, en el versículo 9, de ser pacíficos, es decir, de
fomentar la paz. Así que debemos tomar la iniciativa para que haya paz entre
nosotros. Y ¿verdad que eso es muy útil en una familia tan grande como la que
tenemos aquí en Betel? Cuanto más nos esforcemos por demostrar estas
cualidades entre nosotros, más felices seremos y, como resultado, más feliz será
nuestra familia Betel. Y el versículo 8, que es el que analizamos en el texto de hoy,
nos ayuda a pensar en qué nos motiva a servir a Dios. Como mencionaron los
hermanos en sus comentarios, tener un corazón puro está relacionado con lo que
somos en el interior, con nuestros motivos, con las cosas por las que sentimos
cariño y con las cosas que deseamos. Y ¿verdad que somos más felices cuando
sabemos que estamos adorando a Jehová con la conciencia limpia y que le
servimos porque lo amamos y le estamos agradecidos? Jesús pronunció el
Sermón del Monte delante de un gran número de personas que llegaron de
muchos lugares. Seguro que la mayoría de ellos estaban muy contentos. Seguro
que estaban emocionados de haber hecho ese viaje y tenían muchas ganas de
conocer a Jesús y aprender de él. Probablemente, él había curado a muchos de
ellos. Pero, aunque estaban muy contentos, Jesús les estaba ayudando a
entender que la verdadera felicidad, la auténtica felicidad, no dependía solo de lo
que estaban haciendo y sintiendo en ese momento. Era una ocasión alegre, pero
estar allí no era lo que los iba a hacer realmente felices. La felicidad es más que
pasar un buen rato con otros. Es algo mucho más profundo. Tiene que ver con
sentirse satisfecho, sentirse realizado en la vida. Y esto está directamente
relacionado con tener una buena amistad con Jehová. Es por eso que en el
capítulo 6 de Mateo, y también en los versículos 10 y 11 del capítulo 5, vemos
algo sorprendente. Nuestros hermanos pueden sufrir dolor, decepciones, burlas e
incluso intensa persecución, y aún así ser realmente felices. ¿Cómo es posible?
Es porque sirven a Jehová y tienen una estrecha amistad con él. Pero Jesús
no solo destacó esta idea durante el Sermón del Monte. Veamos otro relato.
Busquen conmigo, por favor, el capítulo 11 de Lucas. Allí encontramos otra
ocasión en la que Jesús muestra la relación que hay entre ser felices y ser amigos
de Jehová. Leamos Lucas, capítulo 11, versículo 27: ―Ahora bien, mientras él
decía estas cosas cierta mujer de entre la muchedumbre levantó la voz y le dijo:
‗¡Feliz es la matriz que te llevó y los pechos que mamaste!‘‖. Bueno, cualquier
mujer judía deseaba tener el privilegio de ser la madre de un profeta y, en
particular, del Mesías. Así que esta mujer debió de pensar: ―¡Qué privilegio ha
tenido María! Qué feliz se habrá sentido por ser la madre de Jesucristo‖. Y seguro
que fue así. Pero ¿cómo reaccionó Jesús? Fíjense en cómo la corrigió con cariño
y le hizo ver cuál es la fuente de la verdadera felicidad. Leamos el versículo 28:
―Pero él dijo: ‗No; más bien: ¡Felices son los que oyen la palabra de Dios y la
guardan!‘‖. Aquí Jesús destaca que la verdadera felicidad no depende de los lazos
familiares, ni de los privilegios, ni de nuestros logros; la verdadera felicidad
depende de servir fielmente a Jehová. Jesús sabía que si nuestra felicidad
dependiera de alguna de estas cosas que hemos dicho primero, nuestra vida sería
como una montaña rusa. A veces, estaríamos arriba, muy felices y, después,
abajo, muy tristes, esperando que nos pasara algo que nos hiciera felices. Vivir así
es muy duro. Es muy estresante. Ni Jesús ni su Padre quieren que vivamos de
esa manera. Precisamente, ―La Atalaya‖ de esta semana nos ayudó a entender
esta idea. Aprendimos que la felicidad no depende ni de lo que tenemos, ni de lo
que hacemos, ni tampoco de dónde servimos. Porque, ¿verdad que hay cosas
que simplemente no podemos controlar? Como bien se destacaba en ―La Atalaya‖,
nuestras circunstancias siempre pueden cambiar. Y eso aumentará o reducirá lo
que podemos hacer en el servicio a Jehová. Volvamos otra vez a la encuesta que
mencionamos al principio. La mayoría de la gente respondió que lo que la hace
feliz es la familia y las relaciones personales. No dijeron que conocer a Dios los
hace felices. Esto nos enseña que esas personas no ven a Jehová como parte de
su familia, como su Padre celestial. Pero ¿verdad que nosotros valoramos mucho
que Jehová sea nuestro Padre? ¿Verdad que eso nos hace muy felices? Él es un
Dios feliz y quiere que nosotros también lo seamos. Sabemos que de verdad
aprecia todo lo que hacemos para servirle según nuestras circunstancias y
capacidades. Además, nos alegra el hecho de que nuestra fe sea fuerte y que
hayamos conseguido la felicidad, la verdadera felicidad. ¿Y por qué somos
felices? Porque tenemos una buena relación con Jehová, y gracias a esta amistad
podemos aprender acerca de él, colaborar con él en la predicación y tener el
inmenso privilegio de representarlo y llevar su nombre.
Adoración matutina para el día de la Conmemoración. Stephen Lett -El espíritu mismo da testimonio
con nuestro espíritu (Rom. 8;16).txt
El texto para el día de hoy, Mateo 6:33, consta de dos partes. La primera indica lo
que tenemos que hacer: ―Sigan, pues, buscando primero el reino y la justicia de
Dios‖. La segunda menciona lo que Jehová hará: ―Y todas estas otras cosas les
serán añadidas‖. Analicemos cuidadosamente estas palabras. Con ellas, Jesús
deseaba enseñarles a sus discípulos que debían hacer cambios drásticos en su
estilo de vida. ¿Qué clase de cambios? Veamos el versículo 31. Allí, Jesús dice:
―Por eso, nunca se inquieten y digan: ‗¿Qué hemos de comer?‘, o ‗¿qué hemos de
beber?‘, o ‗¿qué hemos de ponernos?‘‖. ¿De verdad dijo ―nunca‖? ¡Sí! Sin
embargo, lo normal es que nos preocupemos por tener lo necesario. Y Jesús
reconoció que eso mismo inquieta a la mayoría de las personas. En el versículo
32, él dijo: ―Porque todas estas son las cosas en pos de las cuales las naciones
van con empeño‖. Pero luego también dijo: ―Su Padre celestial sabe que ustedes
necesitan todas estas cosas‖. Aquí en el capítulo 6, Jesús resaltó varios principios
muy importantes que nos ayudan a modificar nuestro punto de vista para darle a
Jehová Dios, a nuestra vida y a las necesidades básicas la importancia que les
corresponde. Jesús dejó claro que el servicio a Jehová debe ser lo más
importante, sean cuales sean nuestras circunstancias. Echémosle un vistazo a dos
de dichos principios. Uno de ellos está en Mateo 6:24. Allí, Jesús dice: ―Nadie
puede servir como esclavo a dos amos; porque u odiará al uno y amará al otro, o
se apegará al uno y despreciará al otro. No pueden ustedes servir como esclavos
a Dios y a las Riquezas‖. Es simplemente imposible. Algunos lo han intentado,
pero han fallado. Satanás le dijo a Jesús ―Te daré riquezas. Te daré todos los
reinos del mundo y su gloria‖. Jesús, desde luego, lo rechazó. ¿Por qué? Porque
sabía cuál era el precio de recibir todo aquello: dejar de adorar con corazón
completo... ¡imposible! Jesús sabía que es imposible adorar a Jehová y a las
riquezas. En el versículo 21, Jesús dijo: ―Porque donde está tu tesoro, allí también
estará tu corazón‖. El segundo principio está en el versículo 25: ―Por esto les digo:
Dejen de inquietarse respecto a su alma en cuanto a qué comerán o qué beberán,
o respecto a su cuerpo en cuanto a qué se pondrán‖. Y he aquí el principio: ―¿No
significa más el alma que el alimento, y el cuerpo que la ropa?‖. Pudiéramos tener
un granero lleno de alimento, pero si no estuviéramos vivos, de nada nos serviría.
Y si tuviéramos un almacén lleno de ropa, pero no un cuerpo, no podríamos
ponérnosla. Jesús ilustró muy bien este principio. Veamos lo que dice Lucas
capítulo 12, del versículo 16 en adelante: ―Con eso les habló una ilustración, y dijo:
‗El terreno de cierto hombre rico produjo bien. Por consiguiente, él razonaba
dentro de sí, diciendo: ―¿Qué haré, ya que no tengo dónde recoger mis
cosechas?‖. De modo que dijo: ―Haré esto: demoleré mis graneros y edificaré
otros mayores y allí recogeré todo mi grano y todas mis cosas buenas; y diré a mi
alma: ‗Alma, tienes muchas cosas buenas almacenadas para muchos años;
pásalo tranquila, come, bebe, goza‘‖. Pero Dios le dijo: ―Irrazonable, esta noche
exigen de ti tu alma. Entonces, ¿quién ha de tener las cosas que almacenaste?‖.
Así pasa con el hombre que atesora para sí, pero no es rico para con Dios‘‖. Jesús
no dijo que el hombre fuera alguien deshonesto o que nunca pensara en Dios. El
error que aquel hombre cometió fue fijar mal sus prioridades. Él se centró
principalmente en acumular riquezas. Como dice el versículo 21, él acumuló
tesoros para sí mismo, pero no en los cielos. No se esforzó por ser ―rico para con
Dios‖. Y eso es lo más importante, ¿no es verdad? Servir a Jehová Dios, dedicar
nuestra vida a él: eso es lo que realmente importa. Porque, como dijo Jesús en la
segunda parte del versículo 15, ―hasta cuando uno tiene en abundancia, su vida
no resulta de las cosas que posee‖. Así que, hemos hablado de dos principios muy
importantes. El primero es que nuestro servicio a Dios —y no atesorar riquezas—
debe ser lo más importante en nuestra vida. Y el segundo lo encontramos en
Mateo 6:33: ―Sigan, pues, buscando primero el reino y la justicia de Dios, y todas
estas otras cosas les serán añadidas‖. Aunque no sabemos con exactitud cuándo
vendrá el fin, queremos seguir siempre buscando primero el Reino. Y, en vez de
confiar en los bienes materiales que ofrece este mundo, debemos confiar en
nuestro Padre celestial. Jehová nos da todo lo que necesitamos y hasta más que
eso. Este principio se resume en Eclesiastés 5:19. Allí se dice la verdad, la
realidad de las cosas. Eclesiastés 5:19 dice: ―También, a todo hombre a quien el
Dios verdadero ha dado riquezas y posesiones materiales, también lo ha facultado
para comer de ello y para llevarse su porción y para regocijarse con su duro
trabajo. Este es el don de Dios‖.