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I gnorancia o perversidad son las únicas dos posibles causales por las que alguien podría llegarse a convertir
en verdugo de la verdad y paladín de las llamadas “leyendas negras” contra España. Y ya que ante la
obstinación siempre sobran los argumentos, estas líneas no pueden tener otro destinatario que una mente
abierta a la categoría de la posibilidad por ser condición necesaria para salir del estado de ignorancia vencible,
la cual, sobre todo en aquellos a cuya porfía se le suma alguna ideología (como aquel neomarxismo llamado
indigenismo), muchas veces constituye una ignorancia afectada, es decir, plenamente voluntaria, la peor de
todas las ignorancias. Y es que, como recita el dicho popular, “no hay peor ciego que el que no quiere ver”,
por lo cual queda bastante claro que con personas así difícilmente se puede construir una conversación
alturada. Sería casi imposible, por ejemplo, tratar de estas materias con personajes como Hugo Chávez, quien
en vida fue presidente de Venezuela. Personaje nefasto que llevó a cabo una titánica y perversa campaña en
contra de la hispanidad, sustituyendo su fiesta por “el día de la resistencia”, destruyendo todas las imágenes
de Cristóbal Colón del país, pervirtiendo la mente de los jóvenes con una historia tergiversada según su
ideología marxista e invitando incluso a los demás países de América a hacer lo mismo1.
1 https://www.elcorreo.com/vizcaya/20090615/gente/chavez-traga-colon-20090615.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.google.com.pe%2F
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2https://www.lanacion.com.ar/cultura/telam-considera-la-conquista-de-america-el-mayor-genocidio-
nid746796/#:~:text=Un%20despacho%20de%20la%20agencia,con%2090%20millones%20de%20pobladores
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a esta definición sería imposible adjudicar genocidio a la corona española durante el periodo de conquista y
virreinato. Pero, antes de explicar el por qué de esto último conviene cuestionarse primero ¿Cuántos
indígenas había en todo el continente americano a la llegada de
los españoles en 1492? Pregunta nada fácil de responder ya que
hay posturas encontradas entre los investigadores. Hay quienes
hablan de dos millones, otros de cinco, sin embargo, hasta el
momento el trabajo más detallado y riguroso sobre este asunto las
dio el filólogo Ángel Rosenblat, según el cual, la población
indígena en américa antes de 1492 era de unos 13 millones de
habitantes, representando el 100 % de la población, cayendo por el
piso los 90 millones de los que hablaba Télam y Chávez.
El mestizaje
La población hispanoamericana es principalmente
mestiza. Según The World Factbook, una publicación
anual de la Agencia Central de Inteligencia de los EEUU
con información básica tipo almanaque acerca de diversos
países del mundo, la población de mestizos e indios en
Perú es del 85%, en Bolivia del 88%, en México del
90%, en Ecuador del 92%, y en Honduras del 97%.
Comparemos estas cifras con las que ha producido el
colonialismo depredador británico y francés. En Canadá
tenemos un porcentaje de indios de sólo un 4,4%, mientras
que en los EEUU no hay más de un 0,92% de indios y un 2,9% de mestizos. Esta abismal diferencia se
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explica con facilidad a partir de los principios rectores del orden temporal de cada reino. Mientras España
mantenía el desarrollo jurídico, económico, filosófico y teológico de la vieja escolástica católica, los demás
reinos sucumbían a la europeización bajo los principios tanto protestantes como del humanismo renacentista
y neopagano de la modernidad. La católica perspectiva antropológica que fundamentaba la legislación de la
corona española fue la que motivó el mestizaje y la protección de los indios en estas tierras, mientras que los
principios absolutistas de la modernidad solo produjeron su aniquilación allí donde se instauraban. Como dijo
el historiador Herbert Eugene Bolton, “en las colonias inglesas, los únicos indios buenos eran los indios
muertos”.
Hay que subrayar que el mestizaje en Hispanoamérica no fue una cuestión meramente accidental o
casual, se dio por principio. No hubo destrucción de culturas, el mestizaje y la aculturación no supuso pérdida
alguna, todo lo contrario, propició un desarrollo sin precedentes. Lejos de actuar como Gran Bretaña, la cual
solo atinaba a crear simples factorías de extracción allí donde colonizaba y matar a cuanto indígena se le
cruzara, el objetivo principal de la Corona Española fue implantar en aquellas tierras todo su bagaje cultural,
religioso y tecnológico; trajo consigo todo su conocimiento en ganadería, agricultura, música, idioma,
urbanismo, arte, industria, costumbres, fiestas, etc. Por lo cual queda bastante claro que el mestizaje no fue
sólo biológico, sino también cultural, un enriquecedor trasvase de ida y vuelta ya que el viejo mundo también
se vio enriquecido con el conocimiento desarrollado en tierras americanas. En este sentido, decía el filósofo
Gustavo Bueno que España constituyó un imperio generador mientras que Gran Bretaña creó un
imperio depredador. Por su parte, Pedro Insua, discípulo de Gustavo Bueno, sostenía en su libro titulado
1492 España Contra Sus Fantasmas que “casi todos los conquistadores tuvieron hijos naturales mestizos,
(empezando por Hernán Cortez), no siendo la condición racial obstáculo alguno para la promoción y ascenso
social”. Y es que, como afirmaba Gregorio Marañón, “los españoles nunca hicieron violencia en nombre de
la raza”.
Las enfermedades
Con las cifras de Rosenblatt sí que podemos constatar una enorme reducción indígena en algunas zonas como
las Antillas durante los primeros años de conquista ¿Será que la “brutalidad” española se desencadenó solo en
estas tierras? Para nada, la causa de esta catástrofe demográfica la encontramos en las enfermedades que
portaban los españoles cuando llegaron a tierras americanas. Las crónicas nos cuentan cómo una epidemia de
viruela que se desató en Santo Domingo entre 1518 y 1519 acabó con prácticamente toda la población local.
El sistema inmune indígena no estaba preparado para el contacto con agentes patógenos que los europeos
portaban con cierta resistencia y sin posibilidad de controlar ni saber que podían generar tales efectos en los
nativos. De hecho, esta situación fue algo que, según los registros de la época, generó gran preocupación en
la corona. Así, a principios del s. XIX, España organizó la primera y costosísima gran expedición humanitaria
de la historia conocida como La real expedición filantrópica de la vacuna, o Expedición Balmis por el
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nombre del médico que estuvo al mando del viaje. Con esta titánica hazaña se llevó con éxito la vacuna de la
viruela a todos los confines del imperio transportando las cepas en niños huérfanos que fueron los auténticos
héroes de la expedición.
Cosa curiosa es notar que el que descubrió la vacuna contra la viruela fue Edward Jenner, un médico inglés,
sin embargo, fue la corona española y no la británica la que tuvo tan grande preocupación y sentido de
responsabilidad para con la humanidad. Por este motivo, hablando de la mencionada expedición, el mismo
Jenner afirmó lo siguiente: “no imagino que los anales de la historia hayan aportado un ejemplo de filantropía
tan noble y tan extenso como éste”.
Cuando los reyes católicos recibieron a Cristóbal Colón tras su primer viaje, éste trajo consigo varios nativos
americanos con la intención de esclavizarlos luego de que aprendieran la lengua, sin embargo, la reina Isabel
la Católica ordenó que se les ponga en libertad. En 1503 se autorizó la traída de indios a Castilla siempre que
esta acción fuese voluntaria y sin coacción ya que, por ley, la esclavitud de indios estuvo totalmente prohibida
destacando aquí la intención de los reyes católicos de evangelizar a todas
las gentes del llamado Nuevo Mundo. Por esta razón, al enterarse de los
métodos de Colón, el cual fue acusado de tortura y tiranía en su
desempeño como gobernador de La Española (Isla del Mar Caribe), los
reyes católicos le quitaron la potestad de gobernar y le apresaron. Esto
hizo que los monarcas prestaran más atención a la conquista de las nuevas
tierras y al trato que recibían los nuevos súbditos indios. Este sentir de
protección quedó plasmado incluso en el testamento de la Reina Isabel:
“non consientan e den lugar que los indios vezinos e moradores en las
dichas indias e tierra firme, ganadas e por ganar, reciban agravio alguno
en sus personas e bienes; mas mando que sea bien e justamente tratados”.
Posterior a la muerte de la reina Isabel, Fernando el Católico, al llegarle noticias de injusticias cometidas por
encomenderos, promulga en 1512 las Leyes de Burgos para asegurar la protección de los indios. Ciertamente,
durante estos primeros años de conquista, la distancia hacía difícil un control efectivo por lo que se dieron
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algunos casos de abusos por parte de algunos españoles recién llegados al continente. Sin embargo, esto no
merma en lo absoluto el que podamos ver una intención clara por parte de la corona, de sus consejeros y
juristas de buscar la mejor forma de administrar aquellas tierras y proteger a los nuevos súbditos. Por otro
lado, el asunto de las encomiendas siempre fue un obstáculo que costó resolver ya que esta antigua institución,
ya empleada en el imperio romano y durante la edad media, estableció una relación entre un individuo fuerte
que protegía y cuidaba de los débiles, y quienes retribuían en fidelidad y especias dicha tutela. Como esta
figura ostentaba vacíos por donde podían filtrarse, y efectivamente se daban, abusos contra los indígenas, las
Leyes de Burgos de Fernando el Católico dictaron las pautas para que la encomienda fuese más justa y sin
riesgo de albergar tiranos abusivos, sin embargo, no se avanzó mucho con esta normativa ya que algunos años
después, con las Leyes Nuevas de 1542, El emperador Carlos I de España optó por suprimir las encomiendas
y crear un mejor gobierno. La protesta de algunos encomenderos no se hizo esperar formando la Gran Rebelión
de Encomenderos contra la Corona Española en 1544, rebelión que fue encabezada por Gonzalo Pizarro,
medio hermano de Francisco Pizarro (quien llegó a ser gobernador del Perú), el cual, luego de la batalla de
Jaquijahuana, fue apresado, enjuiciado, condenado a muerte y decapitado. El mensaje fue claro, la Corona
Española protege a sus súbditos indios, quien no esté de acuerdo, tenga el cargo que tenga sufrirá las
consecuencias.
También establecerá Vitoria los "justos títulos" que legitiman hacerles la guerra a los indios. Estas fueron las
directrices que abrazó el emperador para promulgar en 1542 las famosas Leyes Nuevas en aras de proteger a
los indios. Llegados a este punto ¿Quién podría poner en tela de juicio la clara preocupación de la corona
española por la seguridad de los indios y la protección de sus derechos? Sin embargo, aún hay más. Como las
noticias de algunos abusos seguían llegando, el emperador Carlos I de España hizo algo que jamás se ha visto
en la historia de la humanidad: ordenó detener las conquistas en el Nuevo Mundo y convocó en Valladolid una
junta de sabios que establezca el modo más justo de llevarlas a cabo ¡El hombre más poderoso de la tierra
detuvo la conquista para juzgarse a sí mismo y dirimir si lo que estaba haciendo estaba bien o mal! A esta
Controversia de Valladolid acudieron los más grandes teólogos y jurisconsultos de la época: Domingo de Soto,
Melchor Cano, Juan Ginés de Sepúlveda y, cómo no, el infame Bartolomé de Las Casas.
Ginés de Sepúlveda, junto a los juristas que encabezaba, asumió una postura aristotélica respecto a la conquista
de nuevos territorios sosteniendo que, como civilización superior, los españoles debían dominar y tutelar a los
indios hasta que estuvieran a su altura (Cosa que no solo se logró, sino que incluso llegamos a ser durante un
tiempo más poderosos que la misma España peninsular). Los teólogos se reunieron al calor de las ideas de la
escuela de Salamanca, cuyo principal representante fue justamente Francisco de Vitoria, el cual para este
entonces ya había fallecido, sin embargo, continuando con su legado, se dejó bastante claro que los derechos
no se fundamentan en normas consensuadas (principio democrático) o en una razón divinizada (como en las
monarquías absolutistas) sino que eran fruto de la naturaleza misma de la persona considerada digna sólo por
el mero hecho de existir. Postura que claramente está en línea con lo que le dijo el mismo Vitoria al emperador
cuando fue consultado por este: “la soberanía tiene sus límites y esos límites son primordialmente los derechos
naturales de los individuos”. Así fue como, ante el proceso de conquista del Nuevo Mundo, se puso sobre la
mesa el derecho natural que ya antes había desarrollado la mente más brillante de la escolástica: Santo Tomás
de Aquino. De esta manera, con las ideas forjadas en la Universidad de Salamanca, se dejaba bastante claro
que los indios tenían derecho a ser libres, a la legítima defensa de la vida, a los medios que garanticen su
existencia, a la propiedad, a la educación, a la enseñanza, a la familia, a la crianza y educación de los hijos e
incluso participar en el gobierno de sus tierras. Todo esto se recogía ya en el Relectio de Indis de Francisco de
Vitoria.
Sobre este admirable acontecimiento, se puede leer en Imperios del Mundo Atlántico del reputado historiador
Sir John H. Elliott la siguiente frase: “Tanto la convocatoria de la discusión de Valladolid como la legislación
que siguió a continuación constituyen un testimonio del compromiso de la corona por garantizar la justicia
para sus poblaciones de súbditos indígenas, un empeño para el que, por su constancia y vigor, no es fácil
encontrar paralelos en la historia de otros imperios”.
Como resultado de estos debates y a partir de las conclusiones obtenidas, el emperador actualizó las Leyes de
indias (que de por sí ya protegían a los indios y condenaban cualquier tipo de abuso contra ellos) y creó la
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Protectoría de indios, una oficina administrativa que era responsable de atender el bienestar de las poblaciones
nativas de los amerindios. De esta manera, la justicia en Hispanoamérica se aplicó exactamente de la misma
manera que en la vieja Península Ibérica. Toda la producción legislativa se dispuso a proteger a los indígenas
y a tomarlos como hombres libres creando un espacio desde el cual se podía realizar una denuncia efectiva de
las injusticias y de los malos tratos. Las crónicas que cuentan cómo en varias ocasiones los indios pleitearon
con denuedo, ya que ostentaban la condición de súbditos como cualquier otro español, son abundantes,
quedando un copioso registro de casos de altos funcionarios reales que fueron investigados, encarcelados,
conducidos a España e incluso ejecutados al encontrárseles culpables de cometer abusos contra la población
indígena, clara muestra de que la legislación en favor de los indios no constituía papel mojado.
Por otro lado, siguiendo lo que Vitoria sostenía como una evangelización por convencimiento, a la corona le
interesó que los indios entendieran y aceptaran libremente la fe cristiana. Gracias a esta necesidad, que suponía
acercarse a las costumbres y lenguas de las gentes del lugar, es que tenemos importantes gramáticas de los
idiomas autóctonos que han servido para su conservación, adelantándose por mucho a los demás reinos
europeos. En el virreinato de Nueva España se decretó como idioma oficial para comunicarse con los nativos
el náhuatl, y esto ya en el año 1570 según un Real Decreto del emperador Felipe II. En la Zona del Amazonas,
fue oficial el Guaraní, en el virreinato del Perú el quechua, etc. Señalemos algunas fechas importantes para
dejar más claro este punto.
Cerramos este apartado concluyendo que, aunque es imposible negar los casos de crueldades contra la
dignidad de los indígenas, dichos abusos no son cosa que podamos atribuir a la corona española; tales
crueldades se perpetraron a hurtadillas de la ley, o en abierta infracción de la ley. Y si de efectividad legislativa
habláramos, todo parece indicar que funcionaban mejor que nuestras actuales leyes republicanas y
democráticas. Tema de derecho comparado que conviene dejarlo para otro trabajo por su delicada composición
si lo que se quiere es evitar anacronismos.
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Se puede entender, entonces, por qué la Brevísima de Bartolomé de Las Casas fue todo un regalo para los
reinos enemigos de España que habían sucumbido en el proceso de europeización y habían abrazado las ideas
de la modernidad. Alemanes protestantes, holandeses, ingleses, hugonotes franceses, todos ellos prestaron
máxima atención a este libelo exagerando mucho más lo que en sí ya era una exageración, una mentira. Las
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https://www.elmundo.es/opinion/2016/12/17/58541208268e3e257c8b465c.html
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traducciones y reediciones de la Brevísima se multiplicaron como ningún otro libro en el resto de Europa, fue
editada una y otra vez en francés, en inglés, en holandés y en alemán, aunque de todas estas hay que destacar
la traducción inglesa, la cual iba además acompañada de unos grabados terroríficos realizados por Théodore
de Bry, indios descuartizados, perros comiéndose sus carnes, niños asados y muchas otras torturas atroces.
Grabados que recorrieron toda Europa con un éxito arrollador, más grande incluso que la palabra escrita en la
obra de Bartolomé de Las Casas.
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En esa misma época de la llegada de españoles y portugueses a América, también se produjeron en Europa,
Asia y África episodios igual de importantes. Un siglo antes del viaje de Colon, la peste negra había asolado
Europa acabando con la vida de un tercio de la población de todo el continente. Un siglo después, en 1453, la
toma de Constantinopla dejaba ver la crueldad musulmana de los turcos otomanos que alteró el tablero
geopolítico. Por esa misma época, Vlad Tepes empalaba a sus enemigos turcos como brochetas humanas.
Avanzando en el tiempo llegamos a la guerra de Nápoles entre España y Francia con importantes batallas
como la batalla de Seminara. En la batalla de Ceriñola de 1503 se usaron por primera vez armas de fuego que
destrozaban la carne. Años más tarde los turcos vencían a los mamelucos y se apropiaban de Egipto y Arabia,
el imperio islámico songhai dominó el áfrica occidental durante casi todo el siglo expandiendo su influencia
hasta que las luchas fratricidas lo debilitaron, siendo conquistados por fieros mercenarios. Cuando Carlos I
llegó a España tuvo que sofocar la gran revuelta de las comunidades. La monarquía hispánica y el Sacro
Imperio Romano Germánico vencían a Francia en la batalla de Pavía en 1525, al año siguiente el imperio
otomano vencía a Hungría en la batalla de Mohacs donde falleció el propio rey Luis II de Hungría. Por esa
época también el pirata Barba Roja, temido en todo el mediterráneo, arrasó cruelmente el sur de Francia y
conquistó Argel y Túnez, era un milagro por esa época no ver moros en la costa, decenas de miles de europeos
cristianos eran capturados por los piratas berberiscos en incursiones de barcos para esclavizarlos. También
hacía tiempo que los portugueses habían empezado a comerciar con esclavos africanos. En 1527 se produce
el saqueo de Roma por tropas del emperador. Veinte años más tarde es coronado Iván IV de rusia, el famoso
Iván el terrible, el que mató a su hijo probablemente en un arrebato de cólera fue el primer Zar de la historia
de Rusia, esto después de una guerra civil con múltiples asesinatos, matanzas e incendios en Moscú que
destruyeron distritos enteros. Los rusos fueron extendiéndose hacia el este. Durante el asedio de Kazán de
1552 se produjeron decenas de miles de muertos. En la India el imperio mogol fue derrotando uno a uno a sus
enemigos y gobernó la India durante dos siglos con mano dura. En 1571 se produjo una batalla de proporciones
épicas, la batalla naval de Lepanto entre la Liga santa y el imperio otomano, “la más alta ocasión que vieron
los pasados siglos, ni esperan ver los venideros”, según la describió Cervantes. Al año siguiente se producía
la matanza de san Bartolomé dentro de las cruentas guerras de religión europeas tras la irrupción del
protestantismo, fueron asesinados unos 3000 hugonotes en una sola noche, miles más fueron asesinados los
días siguientes. Por otro lado, los españoles seguían muy preocupados con la guerra anglo-española incluso
en el Pacifico, dando batalla a piratas y samuráis en Cagayán, Filipinas. Pero sobre todo se desangraba con la
costosa e inacabable guerra de Flandes llena de jornadas bélicas. A finales del siglo XVI se producían las
invasiones japonesas de Corea.
El mundo era violento y cruel. Visto así, el proceso de conquista no parece ser el evento histórico más adecuado
para ser llamado “genocidio”, y eso que solo se han mencionado algunos de los acontecimientos bélicos de la
época.
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Pero volvamos al punto anterior, la respuesta a la pregunta de ¿Quiénes conquistaron las tierras que
constituyen ahora Hispanoamérica? No tendría que apuntar tanto a los abuelos de los actuales españoles como
a nuestros propios abuelos, ya que los anteriores muy probablemente nunca salieron de la península Ibérica.
A propósito de esto, una anécdota muy divertida es la que
se dio allá por el 2015 cuando un periodista mexicano le
preguntó al escritor español Arturo Pérez-Reverte si no
tenía remordimientos por ser español y genocida; “ustedes
vinieron a América a violar mujeres y a destruir nuestra
civilización” argumentó. Pérez reverte se quedó pensativo
y le preguntó cómo se apellidaba, a lo que el periodista
mexicano le dijo que se apellidaba Sánchez; el escritor
entonces le contestó: “Mis abuelos nunca fueron a
América, el que por lo visto sí vino fue el abuelo de usted,
aquel señor Sánchez”. Esta curiosa anécdota nos permite
ver hasta dónde llega la ignorancia y la manipulación
ideológica de la historia con que destruyen la mente de las
El actor mexicano José Tenoch Huerta Mejía, quien
personas a punta de resentimientos contra sus propios interpretó al personaje ficticio de Marvel “Namor”, en
noviembre de 2022 exigió que la actual España pida perdón
antepasados, hablando de estos como si nada tuvieran que por su pasado en América cuando, por un lado, su cara deja
ver claramente el proceso de mestizaje, y por otro, sus dos
ver con ellos, como si nuestras caras y apellidos no fueran apellidos son españoles, el primero de origen castellano y el
segundo de origen gallego. Es un buen ejemplo de la
el mejor testimonio de lo que se ha venido comentando en ignorancia imperante.
estas líneas.
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Ahora bien, no se puede negar la destreza militar de las culturas prehispánicas y lo aguerridos que eran,
entonces ¿Cómo un puñado de hombres pudo poner en jaque al gran imperio mexica o al inmenso imperio
incaico? pues porque la conquista, como se suele decir, la hicieron los indios. Derrocar a Moctezuma no
hubiese sido posible sin las alianzas con los tlaxcaltecas, los totonacas y otros pueblos tributarios de
Tenochtitlan que se aliaron con Cortés para librarse del yugo mexica. Lo mismo sucedió con Francisco Pizarro
en nuestras tierras, el cual recibió todo el apoyo de los chancas, huancas y cañaris para ir en contra de la tiranía
inca. Para muchos pueblos indígenas, los conquistadores resultaron siendo sus libertadores.
mientras que los angloamericanos apenas y atinaban a talar árboles y cazar zorros en las blancas y gélidas
estepas de Nueva Inglaterra, Virginia o las Carolinas, para cubrir sus carnes mordidas por el frío. El imperio
que fundó en estas tierras veintitrés centros de enseñanza superior, réplicas de la Universidad de Salamanca,
de donde se graduaron 150 000 estudiantes, entre blancos, mestizos y negros. Mientras que los holandeses,
después de tres siglos de presencia en las Indias Orientales, no llegaron a fundar ninguna institución de
instrucción superior en aquellas tierras. Como virreinato el Perú llegó a ser potencia mundial, incluso durante
cierto tiempo más poderoso que la misma España peninsular. Para cuando los países de Hispanoamérica
alcanzaron la independencia a principios del siglo XIX, sus ciudades eran mucho, pero mucho, más ricas y
prósperas que en la actualidad, y estaban mucho mejor dotadas que las ciudades norteamericanas que habían
sido colonia británica. El declive económico del sur se produjo a partir de 1830, no antes. Como dijo el
hispanista argentino Patricio Lons: “Retomemos el sentido de grandeza común el que una vez tuvimos. Somos
un mismo pueblo dividido artificialmente en 20 estados”, “Unidos fuimos fuertes”. El historiador y defensor
de los amerindios Charles F. Lummis, a finales del siglo XIX, escribió lo siguiente: “España, después de
descubrir las Américas, en poco más de cien años de incesante exploración y conquista, había logrado
arraigar y estaba civilizando. Había construido en el Nuevo Mundo centenares de ciudades, cuyos extremos
distaban más de cinco mil millas, con todas las ventajas de la civilización que entonces se conocían, y dos
ciudades en lo que es ahora los Estados Unidos, habiendo penetrado los españoles en veinte de dichos
estados. Francia había hecho unas pocas cautelosas expediciones, que no produjeron ningún fruto, y Portugal
había fundado unas cuantas poblaciones de poca importancia en la América del Sur. Inglaterra había
permanecido durante todo el siglo en una magistral inacción, y entre el Cabo de Hornos y el Polo Norte no
había ni una mala casuca inglesa ni un solo hijo de Inglaterra”.
Los prófugos ingleses del Mayflower alcanzaron América en 1620 fundando una colonia. Poco a poco irían
asomando los ingleses sus proas. Para cuando se produjo la rebelión de las 13 colonias en la guerra de
independencia de los EEUU, Filadelfia tenía 28 000 habitantes y Boston 17 000, mientras que México tenía
140 000 habitantes y Lima, Bogotá y La Habana superaban los 100 000. La diferencia es bastante evidente, y
es que, como se dijo anteriormente, el imperio inglés fue un imperio depredador incapaz de mezclarse con la
población local, a quienes mataron o expulsaron más allá del río Misisipi con el único interés de explotar sus
tierras y sin establecer ninguna estructura administrativa; el Imperio español, en cambio, trasladó toda una
estructura de gobierno, llamó provincias a sus posesiones y creó una compleja estructura administrativa de
virreinatos, gobernaciones, capitanías, cabildos, etc. Construyó ciudades, pueblos, caminos, monumentos,
puentes, fundó iglesias, hospitales, universidades, misiones y mucho más. En definitiva, fue el último imperio
según el modelo clásico.
Muchas cosas más quedan por decir, esta es solo una introducción.
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