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El poeta que no solo es poeta

Amor, desamor, penas y preocupació n son los temas estrella del artista

Pedro J. Plaza llega 15 minutos tarde. Dice que es propio de los escritores. Aún así, se
disculpa. Pero es comprensible: estudia dos másteres a la vez, lleva un ciclo de
entrevistas a jóvenes artistas en Málaga, practica kárate, trabaja como profesor de clases
particulares, los fines de semana cuida a su abuela enferma de Alzheimer. Y todo esto lo
compagina con su carrera literaria. Con un ritmo así de vida, cualquiera llegaría un poco
tarde a una cita.

La noche del miércoles no es de las favoritas para salir. Por eso, en el bar de copas
donde se produce la entrevista no hay mucha gente. Dos tipos en la barra charlan con el
camarero mientras se toman unos Beefeaters con limón. Pedro pregunta en qué lugar del
local se está más tranquilo. El camarero nos indica una mesa baja que alrededor tiene un
sofá y dos sillones negros. El rinconcito se encuentra pegado a la cristalera del bar y se
puede ver la calle a través de la persiana.

Tras pedir unas cervezas para mojar las palabras, Pedro se acomoda en uno de los
sillones.

– Tú como en tu casa.

Curioso. Normalmente, es el entrevistador el que dice ese tipo de cosas.

– Has cambiado mucho. El cambio de estilo supongo que se deberá a un cambio de


personalidad…

Vaya. Parece que se le da bien profundizar en las personas. Y tiene su lógica: también él
ha realizado entrevistas.

– Me gusta la experiencia de ser entrevistado. Normalmente, soy yo el que está al otro


lado. Además que hace tiempo que no me entrevistan. La última vez fue en mayo, en
Onda Color.

Pedro J. Plaza es un joven poeta de solo 22 años que escribe por necesidad. Necesita
liberar lo que lleva dentro. Sus épocas creativas se producen cuando está mal. Cuando
hay algo en su vida que le chirría y le causa fuertes sentimientos. Cuando está feliz, no
necesita escribir. Dice que entonces no tiene nada que contar. Por ello, el 60% de su
producción poética fluye entre temas como la tristeza o la preocupación.

Siente que, una vez están en el papel, esos sentimientos tristes se han liberado de su
persona. Que ya no los lleva tan dentro y no los sufre tanto. Puede elegir releer el texto
y recordarlos. Pero ya no viven con él.

– ¿Por qué la poesía?

– Es mi lenguaje natural. Simplemente. Es con lo que yo me siento más cómodo. Y no


es una decisión, es algo que me sale solo.

El camarero trae un sándwich mixto. Son más de las 10 y media de la noche y Pedro
aún no ha cenado. Ha venido directamente a la entrevista tras salir de sus clases de
kárate. Efectivamente, lleva la ajetreada vida que se deduce si se lee su currículum. Deja
su casa a las 8 de la mañana y no vuelve a pisarla hasta las 12 de la noche. Así todos los
días, de lunes a domingo. Pero él es así. Le gustan los retos.

En la poesía también. Le gusta, según sus propias palabras, estar encadenado: prefiere
que le digan sobre qué escribir y que le limiten la extensión de sus textos. Se lo toma
como un juego. Así intenta comunicar lo máximo posible en el número de palabras
acordado, o procura redactar un poema muy profundo sobre un tema nada trascendental.
Y si puede escribir por libre sin que nadie le imponga normas, él mismo se las implanta.
Dice que si no, se aburre.

– ¿Cuáles son los temas que más te llaman la atención a la hora de escribir?

Justo le estaba pegando un bocado al sándwich cuando le vino esta pregunta. Rió un
poco, aún con la boca llena, y se irguió en el asiento antes de contestar.

– Yo siempre me he sentido muy acomplejado por esto, pero yo soy poeta del amor.

– ¿Acomplejado por qué?

– Bueno, porque conforme vas entrando en el mundo de la poesía conoces a gente que
habla de un montón de cosas chulas, que tiene otros temas y otras inquietudes. Y es
como, joe, yo solo hablo de mi mierda amorosa. Podría ponerme a escribir de otros
temas, sí. Pero mira, no es lo que siento que tenga que hacer.
A Pedro literalmente le nace escribir sobre su vida y sobre sí mismo. Y en poesía. De
hecho, se define a sí mismo como un poeta vitalista. Ha intentado escribir en prosa y ha
probado a hablar de otros temas, pero no funciona. Se aburre y no acaba los textos.

– ¿Qué ha sido lo que más te ha inspirado para escribir? Una situación, una persona,
alcanzar un objetivo…

– Una persona. Una persona que trajo muchas situaciones estrambóticas a mi vida.
Cuando yo tenía 16 años salí con una chica que se llamaba Tamara. Y en lugar de tener
una relación normal tuvimos una relación poliamorosa. A mi eso me marcó mucho
vitalmente porque era como “ya no entiendo el mundo de la misma manera”. Pasaban
cosas muy locas y muy difíciles de asimilar para mí. Esa aventura me dio muchísimo
para escribir porque cada día era un drama distinto el que yo tenía dentro. Y al final
pues estaba todo el día escribiendo.

El bar poco a poco se ha ido llenando y hay varias mesas que están ocupadas. Pedro ya
lleva una hora sentado y hablando.

– Este año ha sido la primera vez que han publicado poemas tuyos, ¿verdad?

– Sí, para mí oficialmente mi primera publicación de poemas ha sido la de los


QuaderniMediterranei. Es la primera que importa para mí.

– ¿Cómo te sentiste cuando te enteraste de que iban a publicar tus textos?

– Es terrible decirlo, pero yo no siento gran satisfacción por las cosas que he conseguido
publicar. Son cosas que vienen, objetivos que cumplo en la vida y que una vez que los
he hecho me quedo en paz. Es como tachar un tic en mi lista. Cuando me publicaron en
esa revista me sentí halagado pero porque estoy rodeado de nombres maravillosos. De
hecho, me hace ilusión porque aparecen conmigo. Es como unir para la posteridad mi
nombre al nombre de gente a la que admiro tanto. Si hubiera sido un libro para mí solo
no me habría hecho tanta ilusión.

Pedro J. Plaza es estudiante de dos másteres universitarios. Y profesor. Y karateka. Pero


sobre todo, Pedro es poeta. De la vida y del amor. La poesía le ha marcado desde que
era muy pequeño, desde antes de la adolescencia. Y espera seguir con ella durante
muchos años más. No aspira a grandes lujos, pero quiere una vida que le permita seguir
escribiendo. Quizás publicar un poemario propio algún día. No quiere fama, pero
ambiciona ser leído. Y como a Pedro le gusta tachar objetivos de su lista, puede que
consiga todo lo que se proponga.

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