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Usted me ha hablado de sus viajes, va a viajar de nuevo, ha dicho: ¿a dónde va? Y ha participado
en muchos festivales y recitales poéticos... ¿Qué le gusta en particular en esos festivales, en esos
recitales?

-Voy a México, voy a Londres. La palabra va a sonar un poco horrible: he participado mucho, por
eso estoy un poquito más selectivo. Voy a donde me provoca un gran placer ir, o, si no, no. Antes
iba mucho más a todos. Hay gente que quiero, que puede ser española, mexicana, poetas, con los
que quiero que nos encontremos en un lugar donde es bonito verlos. Y de tanto en tanto, se
producen algunos descubrimientos increíbles.

-Suele leer sus poemas en las Universidades. ¿Le gusta encontrarse con estudiantes, jóvenes que
aprecian su poesía, que vienen a escucharle?

-Mira, a mí los jóvenes me gustan mucho, no porque ellos aprecien lo que yo hago, sino porque yo
aprecio lo que ellos hacen. Y es verdad, te fijas. Hice una antología con jóvenes chilenos, una
muestra. A mí me interesan mucho ellos, muchos de los nuevos poetas chilenos, muchos. Los
encuentro primero extraordinarios, y segundo ellos dan cuenta de un mundo que a mí me
despierta mucha curiosidad, porque a mí me tocó una época. Entonces, me impresiona mucho
cómo los nuevos poetas jóvenes están reflejando algo que a mí ya no fue lo que me tocó. Escribí
una antología, una muestra. Y los admiro profundamente. Y a mí no me importa si es recíproco o
no. No pretendo ser maestro de ellos, nada. A mí me gustan ellos. Yo creo que ellos vuelven al
sentido -sobre todo a mí lo que más me importa- de obras profundamente políticas, no
comprometidas con partido, pero profundamente políticas. Obras de gran aliento, no colecciones
de poemas, sino poesía profundamente urbana, pero urbana desde la particularidad de lo que es
una urbe latinoamericana. Poesía tremendamente directa, y al mismo tiempo muy alucinada. Ellos
me encantan.

-Usted volvió a su Universidad para leer poemas, y ¿qué sintió al regresar a su lugar de estudios?
¿Hay lugares que le emocionaron en particular cuando participó en recitales poéticos?

-Sí, es curioso porque para ellos soy una celebridad. Uno vuelve a esos lugares con una sensación
doble. Por un lado, es emocionante porque es el mismo lugar donde estuviste. Y por otro lado, con
la sensación de vejez, insoportable. El peso de los años, insoportable. Es una Universidad
físicamente muy bonita, frente al mar. Lo más emocionante para mí, de todo, ha sido Bolivia.
Bolivia es un país que hay que conocer. Bolivia es lo más fuerte, lo más duro, lo más
probablemente irremediable de Latinoamérica. Es de una belleza impresionante, una música, su
música... También hice algunas lecturas en México. Pero diría que mis experiencias más fuertes
son Bolivia. En Bolivia, no hay muchos poetas. Es tan fuerte su folklore, que no hay una producción
de escritores que sea de la altura de lo que ellos son. Todavía no.

-Y en el extranjero, tiene bastante fama, en muchos países donde fue publicado y traducido;
¿cómo se hicieron esas traducciones y quiénes son esos traductores?

-El primer traductor al inglés, Jack Schmitt; él vino a Chile en plena dictadura, era un experto en
literatura, ruso, brasileño, norteamericano, y le mostraron el libro Anteparaíso, de paso, y cuando
estaba en Argentina se volvió para conocer al que quería traducir. Inri es exactamente eso: alguien
le dio a William Rowe el libro, y lo quiso traducir. La traducción en poesía es solamente un trabajo
de amor y de pasión. Entonces, ¿cómo tú puedes forzar eso? Son cosas que si alguien lo hace, lo
hace porque le gusta y le apasiona, ¿no? Pero el autor no puede hacer nada. Es una propuesta del
traductor, no se puede ni siquiera buscarlo, ¿me entiendes? Y toda la experiencia, la traducción al
alemán que apareció de la edición de Anteparaíso fue exactamente lo mismo. Incluso al chino, fue
igual. Nunca he buscado a uno, porque me daría mucha vergüenza. El traductor de poesía primero
tiene que amar la obra que está traduciendo. Y segundo, en el mejor de los casos, puede conseguir
una beca para poder traducirla, me entiendes. Pero, el trabajo es tremendamente arduo, y los
traductores tienen que buscar una editorial, es mucho trabajo, es todo un lío para que alguien
pueda hacerlo. Han sido siempre encuentros absolutamente fortuitos de parte de los traductores,
con los que siempre he sido, o terminado siendo, gran amigo. El traductor se pone en mucho
aprieto: ¿eso se refería a los ahogados o se refería a los ríos? porque el castellano se refiere a
todo. No tienes que precisar, entonces, ha de pesar mucho... Y ahora lo estoy ensayando, es re
bonito, estoy traduciendo a un poeta italiano que me gusta mucho. Es un gran ensayista, se llama
Antonio Prete. Son poemas que se parecen de tarde en tarde a Baudelaire. Son poemas
maravillosos. Entonces se me nació, y por supuesto lo hago grato.

-Usted me habló de sus relaciones con algunos poetas, poetas jóvenes, de la nueva generación,
pero ¿cuáles fueron sus relaciones con los poetas de su generación? Por ejemplo, pienso en Juan
Luis Martínez... ¿Fue un amigo suyo? Y ¿conoció a Roberto Bolaño?

-Muy estrechas. Estrechísimas. Fue un amigo mío, fue un maestro. Era ocho años mayor que yo, y
tenía un bagaje de lectura, de proposiciones. Después, fui muy amigo de otro poeta que se llama
Diego Maquieira, que admiro mucho. Ellos han sido lo que yo admiraba. No son relaciones fuera
de eso, no han sido relaciones muy fáciles. Con los estrictamente mayores que yo, salvo con
Nicanor Parra, no han sido relaciones fáciles, incluso con Enrique Lihn, al que le debo mucho.
Fueron relaciones tensas. Sinceramente, creo que hay mezquindad de parte de ellos, que eran
bastante mayores que yo. En todo caso, ahí tomé una lección, que era la siguiente, o sea: nunca
hacerle a un poeta joven las cosas que ellos me hacían a mí. Celos a veces... pero Enrique Lihn fue
un gran poeta, mientras lo decía él. Pero cuando empezaron a decirlo otros, no le gustó.
Pequeñeces que son después de todo comprensibles. Es curioso: el hecho de que tomé otro
camino (no estudié nunca Literatura) hace que no sea tan fácil, curiosamente, la «convivencia»
intelectual. Y no es fácil tampoco tener relaciones muy intensas con poetas cuya obra no te gusta,
porque en el medio privado soy muy poco agresivo, pero queda un marco de silencio. Entonces es
difícil no hablar de poesía, de su poesía, con un amigo que escribe poesía. Entonces, en esos
detalles, yo puedo confundirme o puedo angustiarme mucho, si algo me maravilla, y cuando me
gusta lo que hace alguien que quiero, eso sería para mí la idea. Y eso lo he sentido con algunas
personas. A Bolaño no lo conocí. Era alguien que me hubiera gustado conocer. A mí sus obras no
me convulsionan. Pero tenía una mirada, incluso una ambición que me era profundamente
respetable. A él me habría gustado conocerlo. No sé si habríamos peleado, tal vez habríamos
peleado, pero habríamos terminado siendo amigos.

-Sus proyectos, ahora. Entonces, me habló de su obra Zurita, que es un proyecto importante.
¿Tiene otros proyectos de escritura, de viajes, otros proyectos de tipo escritura en el cielo,
escritura en el desierto?

-No, viajes sí. La verdad que paso casi toda la noche, casi todo el día con esto que estoy haciendo
ahora, el Zurita, y mi horizonte es ése, estoy en ese mundo. Creo que ya no me queda mucho, ya
estoy terminando eso. Después a lo mejor me voy a deprimir, después de terminar esta cosa, tan
larga. Habrá una especie de desazón. Tengo otro proyecto, pero es dificilísimo de realizar. Estos
proyectos son una escritura sobre unos acantilados que caen frente al mar. Está parado. Es la
parte super importante de hacer lo de este libro de ahora. Por primera vez creo que me voy a
tener que resignar a poner la fotografía y el proyecto. Es difícil. Ahora la única posibilidad, mínima,
de que se realice, es persistir.

-¿Hay poemas o poemarios que no quiso, o no pudo, publicar, y que permanecen inéditos?

-Bueno, aquí, en lo que estoy haciendo ahora, hay unas 400 páginas, las estaba haciendo los
últimos años, pero hay muchas más. Pero no me ha pasado que no haya podido publicar. Ahora, sí,
claro, porque esto está nuevo, pero he publicado casi todo lo que he escrito. Yo diría casi todo. Es
muy difícil que puedas indagar en archivos y mostrar cosas que no se han publicado. Es muy poco
lo que no he publicado. Sí, muy poco. De hecho no tengo ningún libro que no haya publicado, que
haya quedado inédito.

-¿Qué vivencia le queda de los años 73-79, en relación con lo cultural, con lo político, con este
período tremendo de la Historia de Chile?

-Mira, como digo, me haces esta pregunta y la respondo en un momento muy particular de mi
vida. Es impresionante lo cerca que me siento de eso, como vivencia. Mis circunstancias
materiales, por así decirlo, son distintas, son más benignas, sin duda. Pero estoy volviendo a ésa,
es una sensación casi física, de que la experiencia de escribir Purgatorio y Anteparaíso es eso, es
mi experiencia que queda. Creo que eso no siempre fue así, fue un tiempo en que me sentí muy
alejado de eso. Ahora, es volver a lo mismo pero con treinta y tantos años más. Siento como la
misma intensidad que sentí en esa época. Entonces lo recuerdo casi como si hubiera sucedido
todo hace un segundo. Lo que mucho me motivaba en Purgatorio, Anteparaíso, Canto a su amor
desaparecido, era como romper límites. No ponerse autobarreras, por lo menos conscientemente.
Porque ya serán los demás los que te las colocarán, sin ninguna duda. Pero no ponerse límites. Los
demás te los pondrán. Siento que ahora estoy rompiendo con algunos límites, muy fuertemente.
Me siento muy cercano a eso, muy cercano. Lo tengo muy presente.

-Me gustaría hablar de las evocaciones políticas en sus poemas. Y por ejemplo, en «Áreas verdes»,
escribe: «La fuga de esas vacas es en la muerte no regida del vaquero, por eso no mugen y son
simbólicas Iluminadas en la muerte de sus perseguidores Agrupando símbolos»; quisiera saber si
se pueden explicar de forma política esos versos o si se trata sólo de una evocación de una
experiencia personal, de su vivencia.

-Te voy a explicar: este poema fue escrito en 1971, antes del golpe. Entonces casi lo vi como un
poema anticipatorio, por así decirlo, te fijas, con las vacas, los vaqueros, la persecución. Durante la
Unidad Popular, la poesía que se hacía era una poesía muy comprometida, por así decirlo, que
estaba al servicio del proyecto revolucionario. Entonces era totalmente anómalo, respecto al tipo
de arte, y al tipo de poesía que en ese momento era absolutamente el apoyado, el favorecido. A
mí también me sorprendía que siendo un tipo que participaba (joven, todavía) de ese proceso -yo
era de las Juventudes Comunistas-, sin embargo lo que yo escribía no tuviera nada que ver con esa
poesía-compromiso. Entonces, cuando vino el Golpe, yo sentí que ahí había como una experiencia
anticipatoria, como visionaria, que seguramente, de una u otra forma, yo sentía. Todo, de una u
otra manera, que esta experiencia estaba condenada al fracaso. Fue dos años antes, ahora lo
siento profundamente político, pero no era ésa mi percepción cuando lo estaba haciendo. Ese
poema tiene mucha influencia de un poema de Lewis Carroll, que se llama «La caza del Snark». «La
caza del Snark» trata de una expedición que va a cazar un animal que se llama Snark, pero la única
dificultad es que, en vez de cazar el Snark, cazan un búcham, y desaparece todo, y le escapa. Y al
final alguien dice «Lo tengo, lo tengo es un bu...», y se acaba. También se percibe mucha influencia
de la lógica, de las matemáticas, de lo que se llama la teoría de conjuntos, que son intersecciones.
No sabría decirte exactamente qué representan. Pero siento que los vaqueros son los cazadores, y
las vacas representan el espacio de libertad. Entonces, cuando los cazadores llegan, ya se acaba la
libertad. Es lo que siento.

-Cuando hace alusiones al Nuevo Testamento, a la Transfiguración, a la Ascensión, a todos esos


eventos que aparecen en La Biblia, los críticos no evocan la posible interpretación política que se
puede hacer de esos versos. ¿Qué opina al respecto, y qué representan para usted todas esas
evocaciones bíblicas, religiosas?
-En Anteparaíso, yo sentía que estaba haciendo un poema político, que ocupaba un lenguaje que
permitía, dado el contexto, que pasara. Estaba en un contexto político súper fuerte. En
Anteparaíso aparece mucho la palabra Chile, con obsesión: «Las playas de Chile», «Los pastos de
Chile». Entonces, fue lo siguiente. Antes del Golpe, como todo joven intelectual vanguardista,
sentía un profundo desprecio por la palabra «patria», era una cosa vieja. Pero cuando vino el
Golpe, lo primero que hicieron en ese tiempo fue gritar «Chile, Chile», pero el Chile de los
militares. Entonces yo sentí que nunca me había fijado en eso, en los emblemas patrios, y que
nunca me había importado. Entonces cuando los fascistas nombraban tanto Chile, la canción
nacional, entonces yo sentí como una lucha por preservar los verdaderos contenidos de la palabra.
Recobró su sentido, y eso era algo que me importaba muchísimo. O sea la palabra que ellos
mismos usaran tomara allí su verdadero sentido. Y aquí hay dos peleas, o sea una lucha grande: o
el Chile de los militares, o el viejo Chile de Pablo Neruda, de los poetas. Entonces la poesía chilena
había abandonado también toda referencia nacional, por así decirlo. Y siento que el Anteparaíso
retoma todo eso desde la historia de la poesía.

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