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Filosofía en y Filosofía de la Ciencia Cognitiva

Andrew Brook

Resumen: Pese a estar ahí desde el comienzo, las aproximaciones filosóficas nunca han tenido un
lugar definido en la investigación cognitiva y pocos investigadores cognitivos sin formación en
filosofía tienen un sentido claro de qué rol han tenido o deberían tener. Distinguimos entre filosofía
en la ciencia cognitiva y filosofía de la ciencia cognitiva. Respecto a la filosofía en la ciencia
cognitiva, luego de explorar algunas reacciones de no-filósofos a este trabajo, prestaremos particular
atención a los métodos que usan los filósofos. Al no ser experimentales ni computacionales, pueden
desconcertar a otros. Los experimentos mentales son el ejemplo más llamativo, pero no el único.
Respecto a la filosofía de la ciencia cognitiva, prestaremos particular atención a su poder de generar
y testear postulados normativos, postulados acerca de qué se debería y qué no se debería hacer.

1. Introducción
Una de las características de nuestra nueva revista, TopiCS, será la publicación de grupos
de artículos sobre un único tema pasando a través de numerosos problemas. Uno de los temas
es el lugar de la filosofía en la ciencia cognitiva. Un número de investigadores cognitivos
con preparación en filosofía, que han hecho notables contribuciones a la ciencia cognitiva,
lanzarán el tema: Dan Dennett, Bill Bechtel, Paul Thagard, Pierre Jacob, Tom Matzinger y
Zenon Pylyshyn. Habrá oportunidades para otros de entrar a la conversación. En esta
introducción, trataré de especificar el tema en detalle, decir algo sobre por qué es interesante,
introducir algunas de las formas en que investigadores diestros en filosofía contribuyen a la
investigación cognitiva y bosquejar algunos de los métodos que ellos usan. (Nota: No todos
los investigadores cognitivos con formación en filosofía trabajan en departamentos de
filosofía y no todos los investigadores diestros en filosofía tienen preparación formal en
filosofía).
La filosofía nunca se ha asentado en una posición estable en la ciencia cognitiva, y pocos
investigadores cognitivos sin preparación en filosofía tienen un sentido claro de qué ha
contribuido y qué debería contribuir. Sobre todo, nunca ha alcanzado la posición de los
experimentos conductuales, el modelamiento computacional o construcción de sistemas y,
más recientemente, la neurociencia cognitiva. Ha habido, por supuesto, un amplio rango de
colaboraciones entre individuos formados filosóficamente e individuos con otra formación.
Todos los contribuyentes qué lanzarán nuestro tema han trabajado extensamente con
investigadores de otras disciplinas. Otros incluyen a Patricia Churchland, Jesse Prinz, Jerry
Fodor, Ned Block, Martin Davies, Brian McLaughlin, Evan Thompson, Aaron Sloman,
Nancy Nersessian, George Rey, Peter Carruthers, Rob Stainton, Kathleen Akins, Jeff
Pelletier, Steven Stich, Michael Anderson, Rick Grush y algunos más; una lista completa
sería bastante larga. Los conceptos, la percepción del color, la explicación/creación de
teorías, la referencia y la aserción en el lenguaje, y la conciencia son algunos de los temas.
Dos cuerpos de trabajo colaborativo han llegado incluso a tener nombres propios: el
movimiento de la filosofía y neurociencia (Brook y Akins, 2005) y la filosofía experimental
(la actividad de testear empíricamente tesis e intuiciones filosóficas) (Appiah, 2008; Knobe
y Nichols, 2008).
A pesar de estos logros, la naturaleza de la investigación inspirada filosóficamente, y su
potencial para interactuar con otros trabajos para arrojar luz sobre la cognición, no es bien
comprendida y relativamente pocos investigadores con otro background hacen uso del
trabajo filosófico en su investigación. Nuestra meta en este tema es explorar qué puede y que
debe contribuir la filosofía a la ciencia cognitiva.
La inestabilidad del lugar de la filosofía en la ciencia cognitiva no se debe a que la filosofía
sea un recién llegado. Los filósofos han sido parte de la ciencia cognitiva desde que la
actividad era un mero destello en los ojos de un grupo pequeño pero poderoso de pioneros
en los años ’60. Hilary Putnam y Jerry Fodor vienen a la mente de forma inmediata. En los
’60, ellos dos hicieron mucho por articular la visión que ha venido a llamarse funcionalismo.
El funcionalismo (como es usado el término en la investigación cognitiva) es la idea de que
los procesos cognitivos deben entenderse por lo que hacen, esto es, cómo funcionan, más que
en términos de su estructura o mecanismos constitutivos. Incluso cuando se apela a
mecanismos, usualmente se expresan como estructuras organizadas de subfunciones que, al
juntarse, implementan una función cognitiva más compleja. El funcionalismo es algo así
como la filosofía de la mente oficial de la ciencia cognitiva y lo ha sido desde el comienzo.
No obstante esta importante contribución, el trabajo que se ha hecho usando herramientas
filosóficas no ha logrado asentar un rol estable y bien entendido para sí en esta nueva ciencia.
Hay una tendencia entre los formados en filosofía de culparse a sí mismos por este estado
de cosas. Bueno, no a sí mismos —a otros filósofos. Los tipos de filosofía más relevantes
para la ciencia cognitiva son la filosofía de la mente, del lenguaje y de la ciencia (incluyendo
partes de la epistemología). De acuerdo a estos críticos, demasiados filósofos en estas
subdisciplinas han sido, en el mejor de los casos, indiferentes, y en el peor, hostiles, a la
ciencia. De hecho, a menudo llegan a conclusiones sin siquiera saber qué ciencia podría
informarlos sobre el tema en el que se pronuncian. Sin duda hay algún mérito en estos cargos.
Para tomar un ejemplo personal, yo hice un doctorado en filosofía en Oxford algunas décadas
atrás. No tengo recuerdo alguno de haber puesto un pie en el edificio de psicología
experimental —¡y eso que mi trabajo era sobre la conciencia! De todos modos, nuestro
objetivo en esta serie de artículos es, en las palabras de la vieja canción de Johnnie Mercer,
eliminar lo negativo y acentuar lo positivo. Incluso filósofos bien versados en la ciencia
relevante no han tenido un rol definido en la ciencia cognitiva. Cuando el trabajo de los
filósofos sobre la cognición ha tenido deficiencias, es mucho más fácil recriminarles sus
deficiencias que identificar y articular claramente qué trabajo hecho usando técnicas
filosóficas podría y debería contribuir. Esto último es el foco principal de los artículos en
torno al tema del cual este artículo es la introducción.
Para progresar necesitamos distinguir la filosofía en la ciencia cognitiva y la filosofía de
la ciencia cognitiva. La primera abarca el trabajo realizado en temas como la mente y el
lenguaje que también son estudiados usando otros enfoques tales como experimentos
conductuales y lingüística teórica; es, entonces, filosofía de la mente y del lenguaje. La
segunda es una rama de la filosofía de la ciencia y es un meta-estudio. Se encarga de estudiar
lo que otros hacen — en lugar de hacer ciencia cognitiva, estudia la ciencia cognitiva. Ambas
desempeñan un rol importante. La naturaleza y rol de la filosofía de la ciencia cognitiva son
más claros y mejor entendidos que la naturaleza y el rol de la filosofía en la ciencia cognitiva.
Los primeros dos artículos en el tema presente (Dennett, pp.231-236; Thagard, pp, 237-254)
tratan principalmente de la filosofía en la ciencia cognitiva, así que empezaremos con ello y
luego volveremos al rol de la filosofía de la ciencia cognitiva. La esperanza es que estas
discusiones provean un fundamento para los artículos venideros en este tema.

2. Filosofía en la ciencia cognitiva


Cuando la filosofía juega un rol en la ciencia cognitiva es usualmente mediante la filosofía
de la mente y la filosofía del lenguaje. La lógica también ha jugado un rol. Nos enfocaremos
en la filosofía de la mente y la filosofía del lenguaje. La lógica ciertamente ha hecho una
contribución mediante su rol en la teoría de la lingüística formal y algunos tipos de
inteligencia artificial. Y hace surgir algunas preguntas filosóficas interesantes, por ejemplo,
si acaso los patrones de inferencia válida reflejan algo profundo acerca de la cognición
humana o meramente los requerimientos de un sistema de normas inventado. Como sea, la
lógica tiene un lugar estable en la investigación a la cual contribuye.
Esto no es cierto de la filosofía de la mente y del lenguaje. El rango de temas que los
filósofos de la mente y del lenguaje abordan es tan amplio como la ciencia cognitiva misma,
yendo desde la semántica formal y pragmática, a la memoria, la percepción, el razonamiento,
la emoción y la conciencia, hasta cómo hacer a la neurociencia más útil para la investigación
cognitiva. Pero la mayoría de los no-filósofos no tienen un sentido claro de qué contribuye
la filosofía, o incluso si acaso puede contribuir, a nuestro entendimiento de esos temas. Para
evitar una repetición engorrosa, me referiré a la filosofía que trata esos asuntos, la filosofía
de la mente y del lenguaje, simplemente como filosofía o a veces como filosofía cognitiva
(siguiendo el modelo de la psicología cognitiva).
Las actitudes hacia el trabajo hecho sobre la cognición usando herramientas filosóficas a
menudo toman una de dos formas generales, una desdeñosa, la otra desconcertada. Hay dos
variantes importantes de cada una. Las 4 son reacciones reales que me he encontrado, pero
no daré nombres. La primera forma desdeñosa es más o menos así:
Los filósofos montaron algunas especulaciones interesantes sobre la mente en tiempos
pasados, pero ahora nosotros estamos en una posición en que podemos salir del sofá y
hacer ciencia de verdad sobre estas cosas. La filosofía, tan imaginativa y entretenida como
puede ser, ha sido relegada al basurero de la historia. La lógica y la ética tienen algo, pero
el resto de la filosofía ha sido superado por la ciencia.
Esta visión de la filosofía es ampliamente sostenida entre investigadores cognitivos. Aquí
hay una variante:
Ustedes los filósofos me cansan con su implacable búsqueda de la visión panóramica.
¿Cuáles son las recompensas por su investigación? Lo que necesitamos en este punto en
el tiempo es trabajo disciplinado sobre problemas específicos, no grandes panorámicas
pintadas en trazos anchos. Incluso aquellos de ustedes que intentan ser interdisciplinarios
y sensibles a lo que se sabe ahora muerden más de lo que cualquier mortal podría
actualmente masticar.
La principal idea que yace en ambas variantes de la respuesta es que no hay nada distintivo
de lo que hacen los filósofos, a excepción de los lógicos y filósofos morales. La filosofía solo
es ciencia especulativa de sillón.
Hay, sin embargo, una distinción importante entre las dos. La primera ve a la filosofía
cognitiva, o a la mayoría de ella, como si hiciera exactamente lo que la ciencia hace ahora,
solo que no muy bien. La segunda la ve, al menos a una parte de ella, como si hiciera algo
que la ciencia hace relativamente poco, a saber, integrar resultados en una visión más
panorámica. La diferencia se puede extraer por referencia a la imagen de la ciencia como
‘generación y testeo’. En esta imagen, el trabajo de la ciencia es generar hipótesis y luego
testearlas para descubrir cuales siguen en pie luego de contraponerse a los datos.
(Reichenbach y luego Popper capturaron esta imagen en la distinción entre contexto de
descubrimiento [de hipótesis] y contexto de justificación [de hipótesis]). A estas dos se añade
una tercera actividad, a saber, la interpretación. El trabajo de la interpretación, a grandes
rasgos, es hacer sentido de los resultados de la generación y el testeo. Puesto en el lenguaje
de estas distinciones, la primera variante ve gran parte de la filosofía como generación sin
testeo, esto es, descubrimiento sin justificación. Y la segunda ve al menos una parte de la
filosofía como intentos prematuros de una interpretación integrativa y amplia.
No es claro que estas dos cosas de las que se le acusa a la filosofía sean del todo malas.
Incluso si la filosofía es solo una generación especulativa de hipótesis en el proceso de
generación y testeo, la visión que tengas de los méritos de esta actividad dependerá de si
acaso crees que las hipótesis en marcha en la ciencia cognitiva cubren todas las alternativas.
En los 2.500 años en que los filósofos han estado especulando acerca de la mente, ellos han
sondeado un rango extremadamente amplio de posibilidades. Algunos de ellos podrían
sugerir hipótesis importantes, sobre datos que de otra forma serían demasiado confusos, en
las que los investigadores actuales ni si quiera han pensado, mucho menos testeado. Entre
otros, Prinz (2002) dice esto sobre el empirismo, Chomsky (recientemente en 2007) y Fodor
(1975) dicen esto sobre el racionalismo, y Kitcher (1990), Brook (1994) y otros dicen esto
sobre la tradición kantiana (Kant, 1781/7). Las hipótesis especulativas de la filosofía podrían
expandir considerablemente el rango de hipótesis interesantes sobre cuerpos de datos
particulares.
Tu visión sobre la segunda variante dependerá de si concuerdas con Newell (1973) cuando
señaló hace cerca de 40 años que necesitamos hacer más que generar y testear, más que
encontrar nuevos efectos. Necesitamos construir grandes teorías generativas que puedan
unificar los miles de efectos que hemos identificado hasta ahora.
La forma desconcertada reconoce que a menudo el trabajo filosófico en ciencia cognitiva
parece, al menos, ser bastante diferente de otros tipos de trabajo sobre la cognición; de hecho,
de la ciencia en general —y esto asombra. No es raro que la reacción se centre en las técnicas
usadas en la filosofía cognitiva que son lo menos parecido a aquellas usadas en cualquier otra
parte de la ciencia cognitiva. Los experimentos mentales son un ejemplo claro. La reacción
es más o menos así:
¿Por qué los filósofos están interesados en experimentos mentales, o bombas de intuición
como los llama Dan Dennett? los experimentos mentales exploran posibilidades en el
mejor de los casos. ¿Por qué preocuparse de lo que es posible? ¿Cómo podría una
preocupación tal contribuir a la generación de conocimiento? Lo que deberíamos estar
haciendo es descubrir qué es realmente lo que pasa en la cognición. Para este trabajo los
experimentos mentales son inútiles.
Uno encuentra la misma reacción a los argumentos de reductio ad absurdum (reducción
al absurdo), obsesiones sobre la claridad de los conceptos y cosas por el estilo. La gente que
reacciona de esta forma halla algo instintivo en el trabajo filosófico en la ciencia cognitiva,
pero no ve por qué alguien querría hacer estas cosas o pensar que hacerlas podría contribuir
al progreso en la investigación cognitiva. Aquí hay una variante de esta reacción relacionada
con los conceptos:
Los filósofos se pasan el tiempo preocupándose de conceptos. ¿Por qué? Los conceptos
de la ciencia cognitiva están bien en general. Lo que necesitamos es obtener
descubrimientos sobre hechos.
He tratado estas dos como variantes de una única reacción porque los experimentos
mentales a menudo son usados como una herramienta para investigar conceptos.
Para que la segunda variante esté bien fundada debería ser posible hacer buena
investigación sobre los hechos sin prestar atención a los conceptos con los cuales uno está
describiendo y categorizando los hechos. A menudo tal separación no es posible. Pero si no
lo es, los experimentos mentales están conectados más íntimamente a la investigación de los
hechos de lo que se piensa generalmente.
Nuevamente, no es claro que la exploración de experimentos mentales y el análisis de
conceptos sean cosas malas. Consideraremos luego separadamente los experimentos
mentales. La sugerencia de que el interés de los filósofos por los conceptos es desconcertante
es en sí misma un poco desconcertante. Es ampliamente reconocido que el aparato conceptual
de la ciencia cognitiva no está en buena forma. Tenemos docenas de términos para memoria,
para atención, para conciencia y para muchas otras cosas de gran interés para nosotros. Cada
enfoque sobre la cognición tiene su propia terminología que es a menudo misteriosa para
otros enfoques. Usamos la palabra representación para nombrar dos tipos muy diferentes de
cosas, atención para nombrar tres, conciencia tres, información cuatro, y así. ¿Nuestros
conceptos están bien? Probablemente no.

3. Métodos usados para hacer filosofía en la ciencia cognitiva


Algunos de los métodos que los filósofos cognitivos usan son desconcertantes por buenas
razones. La filosofía en la ciencia cognitiva no realiza experimentos, no es computacional,
raramente hace uso descubrimientos detallados sobre el cerebro —raramente hace cualquiera
de las cosas que los otros investigadores cognitivos hacen la mayoría del tiempo. Entonces,
¿cómo procede?
Respecto a los métodos en filosofía, hay algo en las cuatro reacciones que acabamos de
explorar. Sí, algunos trabajos filosóficos, especialmente en la filosofía de la mente y del
lenguaje, generan y defienden hipótesis. En cuanto a la mente, estos trabajos se remontan a
Descartes (la mente no es el cerebro), en efecto, incluso a Aristóteles (la mente es la forma
viva del cuerpo). Y sí, algunos filósofos no han tenido mucho interés en testear como a uno
le gustaría, prefiriendo los argumentos y las intuiciones para apoyar sus afirmaciones. En
filosofía, a veces la apelación intelectual cuenta, de hecho, como más que una justificación.
Sí, algunos trabajos filosóficos consisten en amplias interpretaciones integrativas. Sí, los
experimentos mentales juegan un rol central en algunos trabajos filosóficos, especialmente
en la filosofía de la mente, y es verdad que la naturaleza y los méritos de ese rol no son muy
claros. Y sí, la gente con formación filosófica tiende a prestar más atención al aparataje
conceptual de la ciencia cognitiva de lo que es común en aquellos con otro tipo de formación.
De forma introductoria, aquí se presenta cómo es cada uno de estos métodos:
1. Generación especulativa de hipótesis. No hay nada malo con la generación
especulativa de hipótesis como tal. En efecto, como toda generación de hipótesis
consiste en la aplicación de la imaginación a un conjunto de hechos, toda generación
de hipótesis tiene un elemento especulativo. Si es así, no hay nada en este trabajo que
sea distintivo a aquellos con preparación en filosofía. Hay poca especulación en el
contexto de justificación, pero el contexto de descubrimiento está lleno de
especulación.
2. Interpretación integrativa. La actividad de interpretar hipótesis testeadas es una gran
parte de aquello en que consiste la contribución filosófica a la ciencia cognitiva. Uno
de los roles de la filosofía ha sido siempre mostrar “cómo las cosas, en el sentido más
amplio posible del término, se relacionan, en el sentido más amplio posible del
término”, como lo dijo alguna vez el gran filósofo de la ciencia Wilfrid Sellars (1963).
Los resultados de estas actividades son teorías y modelos ofrecidos por filósofos similares
a las teorías y modelos ofrecidos por otros en la ciencia cognitiva. En efecto, Quine (1953),
Sellars (1963), Castañeda (1980) y otros ven a la mayor parte de la filosofía de esta forma,
incluyendo a la filosofía de la mente y del lenguaje. La principal diferencia es que los
filósofos tienden a ir tras objetos más grandes y a veces más abstractos que los investigadores
con otro background: en la investigación cognitiva, la representación como un todo en vez
de tipos particulares de representación, racionalidad como un todo en vez de actividades
particulares de buen razonamiento, la naturaleza de la explicación en ciencia cognitiva como
un todo en vez de cómo explicar un fenómeno dado ante nosotros. Hasta aquí, por el nivel de
generalidad y abstracción, no hay nada distintivo en esta metodología. No obstante, las
interpretaciones de los filósofos están generalmente dirigidas a los resultados alcanzados por
otros. A veces esto confiere ventajas de amplitud y objetividad.
3. Exploración de experimentos mentales. Los experimentos mentales consisten en
manipulaciones imaginadas de escenarios imaginados. A veces los filósofos (y, como
veremos, también otros) afirman que uno puede alcanzar conclusiones sustantivas
usándolos. Más adelante volveremos sobre este tema.
4. Análisis de conceptos. El trabajo en ciencia cognitiva fundado filosóficamente ha
pasado mucho tiempo clarificando conceptos y haciendo recomendaciones sobre
cómo deberían usarse los conceptos. Aquí hay un ejemplo que muestra por qué.
Pylyshyn y Storm han mostrado que los humanos pueden rastrear numerosos objetos al
mismo tiempo. Sugirieron que usamos lo que Pylyshyn llama indexicales visuales para
hacerlo. ¿Cómo se relaciona este rastreo con la atención? Hay dos opciones: a) El rastreo
mismo es un tipo de atención, aunque menos enfocado y menos consciente que gran parte
del resto de la atención. b) Es un precursor de la atención, una forma de fijarse en los objetos
con tal de poder prestarles atención. ¿Cuál es mejor?
Hay dos cosas que notar. Primero, este no es un asunto trivial. Si decimos que rastrear es
una forma de atención, entonces hay una forma de atención que está dispersa entre un número
de objetos y no es completamente consciente. Y una teoría de la atención tendrá que dar
cuenta de esto. Si, por otro lado, decimos que solo algo posterior al tipo de rastreo de objeto
que Pylyshyn tiene en mente es atención, entonces estamos libres de estas cargas. Segundo,
el asunto no concierne a los hechos y podría no resolverse por referencia a hechos. Es sobre
la mejor forma de agrupar fenómenos observados bajo una palabra. ¿Es el uso más o menos
expansivo de la palabra ‘atención’ más simple y limpio? ¿Cuál captura mejor lo que nos
interesa aquí, nuestras razones para usar la palabra? ¿Qué alternativa es más neutral a la luz
de posibles teorías en el vecindario? Y así.
Los filósofos hacen mucho este tipo de trabajo. A pesar de que no es distintivo de la
filosofía —tener un aparataje conceptual limpio libre de problemas es un requisito para una
buena ciencia y por lo tanto de interés para cualquiera que haga ciencia— la preparación en
filosofía tiende a volverlo a uno mejor en ello. También, podría sugerirse, el resto de la
ciencia cognitiva sufre al no hacerlo lo suficiente. En el contexto de esta sugerencia, es
sorprendente que incluso cuando el trabajo colaborativo entre filósofos y otros ha ocurrido,
como lo ha hecho, por ejemplo, sobre los conceptos y cómo los procesamos, este trabajo a
menudo no afecta al resto de la ciencia cognitiva, en este caso la profusión sofocante de
conceptos en la investigación cognitiva.
Aún más, este tipo de investigación no está limitado a las palabras. La investigación de
las propiedades semánticas de distintos tipos de explicación, la investigación de cómo varias
actividades científicas (y quizá otras) usan una palabra dada, y tal vez algunos otros asuntos,
tratan con el mismo tipo de problemas. Y los experimentos mentales son una de las
principales herramientas usadas en este trabajo, aunque también son usadas en otras partes,
como veremos.

4. Experimentos mentales en la filosofía cognitiva


Los experimentos mentales merecen una atención especial. La actividad de explorarlos
luce bastante peculiar para aquellos haciendo ciencia normal y es ampliamente malentendida.
Los experimentos mentales, dijimos, son ejercicios de la imaginación. Así, contrastan con
los experimentos prácticos. En un experimento mental imaginamos —esto es,
representamos— un escenario, en vez manipular un escenario que realmente existe. Y
estamos interesados en descubrir qué es posible en vez de qué es efectivamente el caso.
Algunos de los experimentos mentales más famosos en la ciencia cognitiva son la habitación
china de Searle, la tierra gemela de Putnam, Mary la científica ciega de color de Jackson, la
encrucijada de los qualia de Dennett y el zombie filosófico de Chalmers. La mayor fuente de
desconcierto de la gente sobre los filósofos y los experimentos mentales es que los filósofos
parecen sostener que meros escenarios imaginarios podrían revelar cosas de importancia.
La habitación china de Searle (1980) es el experimento mental más famoso en ciencia
cognitiva. Alguien que no sabe chino es puesto en una habitación. A través de una rendija
entran hojas de papel con formas escritas en ellas. La persona tiene un inventario de otras
formas y un gran libro de reglas vinculando formas con formas. Para cada forma que entra,
la persona identifica y encuentra la forma vinculada en el libro y la expulsa por una segunda
rendija. Sin que la persona lo sepa, las formas entrantes codifican preguntas en chino y las
formas salientes son respuestas a esas preguntas. Esto debería mostrar que lo que hace la
persona que no sabe chino en la habitación es todo lo que un computador que procesa
símbolos por sus propiedades físicas podría hacer.
El experimento mental de la tierra gemela es más o menos así (Putnam, 1975). Imagina
una persona aquí en la Tierra, Adán, y su gemelo completamente idéntico, Gadán, en una
Tierra Gemela experiencialmente indistinguible. Tanto Adán como Gadán la palabra ‘agua’
y la usan en situaciones que son experiencialmente indistinguibles. No obstante, lo que en la
Tierra se llama ‘agua’ es H2O, en la Tierra Gemela es XYZ. ¿Tiene el mismo significado la
palabra ‘agua’ como es usada por Adán y por Gadán? Evidentemente no. Aun así, todo en
sus cabezas es igual. Por lo tanto, tal como lo expresa Putnam en su memorable frase, “el
significado simplemente no está en la cabeza” (Putnam, 1975, p.227).
El experimento mental sobre la científica ciega de color Mary es algo así. Mary es una
excelente científica del color. En efecto, ella sabe absolutamente todo lo que hay que saber
sobre la experiencia del color. Pero ella nunca ha visto color. Un día, la barrera es removida
y ella ve color por primera vez. Al parecer ella ganaría un nuevo ítem de conocimiento: como
qué es experimentar el color. Por lo tanto, la experiencia no es… (saca tu conclusión
favorita). (Frank Jackson creó este experimento mental, pero ya no encuentran en él las
implicancias radicales que alguna vez vio).
He aquí un ejemplo notable de Dennet (1988, 1991) de una encrucijada de qualia. Diego
y Pablo notan que ya no les gusta tanto su café favorito. Diego dice que el café sabe igual
pero a él ya no le gusta el sabor tanto como antes. Pedro dice que no; a él aún le gustaría
mucho el café así, pero el café ya no sabe como sabía antes. Dado que no parece haber forma
en que esta diferencia putativa pudiera hacer una diferencia, se nos invita a preguntarnos si
acaso hay una diferencia real aquí.
Chalmers (1996) monta el experimento mental del zombie filosófico para convencernos
de que podemos imaginar una criatura conductualmente, cognitivamente, e incluso
físicamente, idéntica a nosotros, excepto que no es consciente. Si es así, la conciencia no
consiste en algo conductual, o cognitivo, o (no consciente y) físico.
Los experimentos mentales son usados en la ciencia más ampliamente de lo que se
reconoce generalmente. La física, por ejemplo, es famosa por sus experimentos mentales
(sobre experimentos mentales en la ciencia, véase Brown, 1991; Horowitz & Massey, 1991;
y Sorensen, 1992). El gato de Schrödinger y Galileo atando una pieza de materia grande con
una pequeña son dos de los más conocidos. Schrödinger argumentó, contra la interpretación
indeterminista de la mecánica cuántica, que un gato en una caja tendría que estar en algún
estado determinado aun cuando no sepamos cuál. Galileo argumentó, contra los aristotélicos,
que si Aristóteles tenía razón y una masa pequeña A cae más lento que una masa más grande
B, entonces si creamos un nuevo objeto C juntando A y B, C tendrá que caer tanto más rápido
como más lento que B. Esto supuestamente debía eliminar la hipótesis de Aristóteles, sin
necesidad de experimento alguno. Los experimentos mentales, además, jugaron un rol clave
en el descubrimiento y la formulación de la teoría de la relatividad de Einstein.
A veces los investigadores en psicología también usan experimentos mentales. Por
ejemplo, una investigación sobre el razonamiento comienza haciendo que el sujeto haga un
experimento mental. Se le pide al sujeto que determine si acaso hay más palabras que
comienzan con ‘r’ de las que terminan con ‘r’, por ejemplo, o determinar cuál de las dos
alternativas es más probable. Presumiblemente, la forma en que lo hacen es imaginando algo
y luego usando eso para responder la pregunta.
Igualmente, la teoría lingüística está llena de experimentos mentales. En lingüística, los
experimentos mentales tienen que ver con asuntos más pequeños que en filosofía —
secuencias de palabras— y el objetivo es testear intuiciones de gramaticalidad o
significatividad. “¿Suena gramatical esta secuencia?” o “¿Podría esta secuencia significar
tal y tal en el contexto imaginado?” son el tipo de pregunta recurrente. La invitación de
Chomsky a imaginar la secuencia ‘Ideas verdes incoloras duermen furiosamente’, para ver si
parece gramatical, es el ejemplo más famoso. Más pequeños seguramente, pero estos también
son experimentos mentales.
Hay diferencias entre los experimentos mentales en física, psicología y lingüística, y el
tipo de experimento mental que trabajan los filósofos. En física, no solo es clara la situación
del experimento mental, sino que también son claras sus implicancias, al menos muchas de
ellas. Esto último notoriamente no es cierto de los experimentos mentales de los filósofos. Y
en lingüística y psicología los experimentos mentales son realizados por los sujetos, no por
los investigadores, y están hechos para generar datos, no para dirimir qué es actual y qué es
posible con respecto a los datos. (Brown [1991] dice que son experimentos reales realizados
en la mente, no experimentos mentales en absoluto). Además, en las manos de los filósofos,
los experimentos mentales a veces juegan un rol normativo, lo que no es el caso en otros
ámbitos. Pensemos nuevamente en los experimentos mentales sobre el razonamiento que
mencionamos. Los psicólogos hacen que los sujetos realicen estos ejercicios para averiguar
cómo razonan realmente: qué errores cometen, qué produce estos errores, y así. Cuando un
filósofo elabora un experimento mental sobre el razonamiento, su interés es diferente. Quiere
averiguar en qué consiste el buen razonamiento. No obstante, los experimentos mentales no
son algo único de los filósofos, ni siquiera dentro de la ciencia cognitiva. Por muy peculiares
que les parezcan a algunas personas, se usan en la ciencia.
Desde luego, podría seguir siendo cierto que los experimentos mentales juegan un rol
mayor en la filosofía que en cualquier otra parte de la ciencia cognitiva. Lo juegan. En efecto,
son centrales en el trabajo de algunos filósofos. Igualmente, ninguna otra disciplina los usa
para estudiar asuntos normativos. Sin embargo, los experimentos mentales no son exclusivos
de los filósofos.
¿Qué pueden hacer por nosotros los experimentos mentales? Este es un asunto al que
volveré si hay oportunidad más adelante en el tema, pero aquí presentamos algunas
afirmaciones a su favor:
1. Los experimentos mentales pueden aislar casos particularmente ejemplares de un
fenómeno en investigación.
2. Los experimentos mentales pueden decirnos cómo entendemos inicialmente algo y a
veces pueden jugar un rol en nuestra decisión sobre cómo deberíamos entender algo.
3. Los experimentos mentales a menudos son centrales en la generación de hipótesis.
4. Los experimentos mentales a veces pueden jugar un rol en el testeo y la eliminación
de hipótesis.
La última afirmación es más polémica que las otras tres. En resumen, los experimentos
mentales son bastante diferentes de los experimentos prácticos. No obstante, juegan un rol
clave en la clarificación y reconstrucción de los conceptos usados al hacer experimentos
prácticos y en la generación de hipótesis para el testeo en los experimentos prácticos. Y a
veces pueden jugar un papel en la eliminación de hipótesis.

5. Filosofía de la ciencia cognitiva


Hasta aquí, hemos discutido principalmente el tipo de trabajo filosófico que es parte de la
ciencia cognitiva y los métodos que usan los investigadores cuando hacen ese trabajo. Ahora
volveremos nuestra atención hacia la filosofía de la ciencia cognitiva. Como algunos de los
artículos que vienen en el tema tratan espléndidamente sobre este rol de la filosofía, mis
observaciones serán breves.
A diferencia de la reacción a la filosofía en la ciencia cognitiva que acabamos de examinar,
pocos tienen dudas serias de que la filosofía de la ciencia cognitiva juegue un rol importante.
El rango de preguntas filosóficas que pueden hacerse sobre la ciencia cognitiva es casi
ilimitado. (De aquí en adelante, el término ‘filosofía’ ya no será una abreviación para
‘filosofía de la mente y del lenguaje’ como lo es más arriba). Una muestra de algunas de las
más importantes:
- ¿Los modelos cognitivos como el ACT-R meramente se ajustan a los datos
conductuales o pueden capturar la estructura real de la cognición humana
(equivalencia débil y fuerte de Fodor, 1968; y Pylyshyn, 1984)? Y cercanamente
relacionada, ¿podrían los sistemas de IA o robots llegar a operar como nosotros o
siempre serán solo ingeniería?
- ¿Qué tipos de explicaciones funcionan mejor para la cognición, particularmente a la
luz de la complejidad masiva y la interconectividad del cerebro humano y la
naturaleza inherentemente estadística, más que regular, del comportamiento complejo
(Bechtel, 2008; Bechtel, en prensa)?
- ¿Cuándo las correlaciones son meras correlaciones y cuándo pueden tomarse como
reflejo de conexiones causales o estructurales (Hardcastle, 1996, cap. 2)?
- ¿Qué hace falta para confirmar o refutar una teoría o modela de la cognición (véase
Thagard [2000] sobre el rol de la coherencia en la construcción de teorías cognitivas,
por ejemplo)?
- ¿Pueden los estudios hechos en el ambiente artificial de un laboratorio revelar cómo
funciona la cognición en ambientes más naturales, o necesitamos estudiar la
cognición “en estado salvaje” para lograr tal entendimiento (Clark, 1997)?
- ¿Nos dice algo la estructura de la cognición humana sobre la estructura de todos los
sistemas cognitivos posibles o nuestra estructura cognitiva es solo un fragmento
pequeño en el espacio de los sistemas cognitivos posibles? (Chomsky [2000, p. 16 y
otras partes] sostiene que lo segundo es verdad en cuanto al lenguaje, ¿cómo podría
no ser verdad respecto al resto de la cognición?)
- La noción de computación proveyó de una metáfora útil y un marco de trabajo
operativo para la ciencia cognitiva en sus primeras décadas, ¿pero es computacional
la cognición humana en cualquier forma en que lo es un computador, serial o
paralelo? (Searle, 1980; Fodor, 1983, 2000; y muchos otros dicen que no). ¿Qué
implicancias, si las hay, tiene el teorema de incompletitud de Gödel para esta
cuestión? (Nota: La respuesta a esta última pregunta probablemente tendrá
implicancias para todo el enfoque de sistemático-formal a la cognición,
particularmente prominente en este momento en lingüística teórica).
- ¿Cómo podemos integrar la multitud de enfoques diferentes a la cognición en una
sola imagen unificada (Hardcastle, 1996, caps. 6 y 7; Dawson, 1998, cap. 8 es un
estudio de caso penetrante)?
Preguntas como estas no solo hacen surgir cuestiones importantes sobre los lineamientos
y marcos teóricos para hacer buena investigación cognitiva, sino que también hacen surgir
importantes meta-cuestiones sobre los objetivos de una ciencia como la ciencia cognitiva en
primer lugar.
Igualmente, las reflexiones filosóficas sobre la ciencia cognitiva pueden tomar numerosas
formas. Lo que he intentado hacer en este artículo, a saber, entender cómo funciona una
actividad en la ciencia cognitiva (la filosofía en este caso), es una forma. Otra es aplicar la
filosofía de la ciencia general a la ciencia cognitiva para determinar qué tipo de ciencia es y
qué funciona en ella (Bechtel, en prensa; Pylyshyn, 1984; Dawson, 1998; y Bechtel, 2008
son algunos ejemplos importantes). Una tercera es lo que antes llamamos el contexto de
interpretación. A menudo no es claro lo que significa un hallazgo experimental. ¿Cuáles son
sus implicancias para nuestro problema? ¿Ayuda con otros problemas? Etcétera. Una cuarta
consiste en la integración de los resultados obtenidos por las diferentes formas de hacer
investigación cognitiva (nuevamente, Hardcastle, 1996, caps. 6 y 7, y Dawson, 1998, cap. 8).
De nuevo esto es, como dijo Sellars, “cómo las cosas, en el sentido más amplio posible del
término, se relacionan, en el sentido más amplio posible del término”. Incluso una quinta es
elaborar y defender afirmaciones de varios tipos sobre cómo debería funcionar. En efecto,
en las reflexiones filosóficas sobre la ciencia cognitiva, cómo funciona y cómo debería
funcionar frecuentemente van de la mano. Indagaciones sobre el deber y el no deber, sobre
lo bueno y lo malo, son indagaciones normativas.
¿Qué métodos usan los filósofos para hacer este trabajo? Esta es una gran y poco estudiada
pregunta, una que necesita de exploración urgente. Aquí me restringiré a la investigación de
cuestiones normativas, pues esta es la parte de la filosofía de la ciencia cognitiva más
distintiva.
A veces se piensa que las investigaciones normativas se restringen a la ética y la estética.
Ciertamente surgen problemas éticos en ciencia cognitiva. En particular, las aplicaciones de
la ciencia cognitiva, las que pueden variar desde interfaces computador-humano y realidad
virtual, hasta la pedagogía, implantes prostéticos cerebrales y robótica cognitiva, hacen surgir
toda clase de cuestiones sobre derechos y responsabilidades. Si la biotecnología es
controversial, la ‘cogno-tecnología’ lo será mucho más. En efecto, la ciencia cognitiva
explora preguntas tan antiguas y centrales como qué es ser humano, si acaso tenemos libre
albedrío y cuáles son los límites del yo. Hay un montón de trabajo para los filósofos sobre
problemas éticos en ciencia cognitiva.
Dicho eso, las cuestiones normativas en ciencia cognitiva no se limitan a la ética y los
campos filosóficos adyacentes. La filosofía de la ciencia también tiene que ver con normas,
especialmente la parte de la filosofía de la ciencia que estudia el conocimiento —cosas tales
como normas para la buena evidencia, para la garantía, para la adecuación de teorías, para la
buena explicación, etc. Tales investigaciones claramente son importantes para la ciencia
cognitiva.
Las normas, lo que debe ser, no pueden establecerse estudiando lo que es. Por ello, el
método científico, que consiste en la descripción y teorización de lo que es, no puede por sí
mismo resolver cuestiones normativas, ni siquiera las cuestiones normativas que surgen sobre
la ciencia misma. Si el trabajo normativo sobre la ciencia cognitiva es esencial, es posible
también sostener que la preparación de los filósofos en cómo pensar sobre las normas hace
una contribución que es tanto distintiva como irreemplazable. Otras disciplinas pueden
explorar qué explicaciones usamos de hecho, cómo de hecho accedemos a evidencia para la
formación de creencias, cómo de hecho razonamos sobre las probabilidades, etc. Sin
embargo, la actividad de investigar qué explicaciones deberíamos usar, cómo la evidencia
debería constreñir las creencias, o cómo deberíamos razonar sobre las probabilidades, no
puede extraerse de ningún hecho sobre cómo realmente hacemos estas cosas.
Como ejemplo de cómo lo descriptivo/teórico y lo normativo se mezclan en la filosofía
de la ciencia, consideremos el trabajo sobre la explicación en ciencia cognitiva. A menudo
este trabajo es, para empezar, ampliamente descriptivo, apuntando a preguntas tales como:
¿Qué estilos de explicación usan los científicos cognitivos? ¿Cómo funcionan? Pero a poco
andar suele deslizarse la dimensión normativa: ¿Qué estilos de explicación deberían usar los
científicos cognitivos? ¿Qué estilos de explicación podría llevarnos a alguna parte y cuáles
no?
¿Cómo construyen los filósofos tales evaluaciones normativas? ¿Mediante qué métodos,
mediante qué tipo de razonamiento, podemos evaluar válida, adecuada o justificadamente
qué debemos o no debemos hacer? Incluso esta pregunta sobre los métodos de un tipo de
filosofía de la ciencia cognitiva es un gran tema; me restringiré a solo dos sugerencias. Al
menos en contextos epistémicos, dos métodos principales son:
1. Inferir normas a partir de principios generales de algún tipo, principios que son en sí
mismos racionalmente convincentes, y
2. Definir normas para servir a nuestros intereses epistémicos más profundos.
En conexión con las normas epistémicas, principios que preservan la verdad o que
proporcionan un grado de creencia al grado de probabilidad podrían ser ejemplos. La navaja
de Occam (no postular más entidades de las que se necesitan para explicar algo) y la
simplicidad (postular el úumero menor de principios necesarios para explicar algo) podrían
ser otros. Los intereses relevantes podrían incluir nuestro interés en la predicción, en el
control, en el entendimiento de la estructura, en conocer los orígenes, y así.
Evaluar afirmaciones normativas contra principios generales de racionalidad o intereses
epistémicos arraigados parece ser un método distintivo de la formación filosófica. En efecto,
cuando los científicos cognitivos con distinta formación se involucran en esta suerte de
epistemología y filosofía de la ciencia, ya no están haciendo ciencia estrictamente hablando.
Los experimentos mentales a menudo tienen el propósito de ayudarnos a establecer
declaraciones normativas. Cuando montamos experimentos mentales para investigar
conceptos, estilos de razonamiento, etc., queremos que el resultado sean buenos conceptos,
buenos estilos de razonamiento, etc. Es decir, estamos interesados en reconstruir
normativamente nuestras herramientas conceptuales para que sirvan mejor a nuestros
intereses epistémicos, no solo en averiguar qué se encuentra ya en ellas.
6. Observaciones finales
He intentado construir una reseña de los tipos de contribuciones a la ciencia cognitiva
hechas por aquellos con formación filosófica —tanto la filosofía en la ciencia cognitiva como
la filosofía de la ciencia cognitiva— y de algunos de los métodos principales usados al
hacerlas.
Nota final. Incluso si la filosofía carece de métodos distintivos, aún podría jugar un rol
distintivo en la ciencia cognitiva. En particular, la filosofía podría tener preocupaciones
distintivas. Y a menudo las tiene. Allí donde los experimentalistas están interesados en si una
afirmación es verdadera, los filósofos tienden a estar más interesados en cómo se relacionan
los conceptos, cuáles son las posibilidades, etc. Me recuerda al programa televisivo de los
’50 Dragnet. Al igual que Jack Webb, el detective principal en el programa, un
experimentalista diría “Solo lo hechos, señora, nada excepto los hechos.” Un filósofo sería
más propenso a preguntar “¿Qué quiere decir, señora, qué quiere decir?” Si un
experimentalista se detiene a mirar su aparataje conceptual o a considerar la naturaleza
general de lo que está haciendo, esto sería algo marginal para él, quizá porque su aparataje
conceptual no está funcionando bien. Pero para los filósofos hacer tales cosas es su
ocupación.
Entonces, ¿cuál podría y debería ser el rol de la filosofía en y de la ciencia cognitiva? ¡Que
comience el espectáculo!

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