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“FRATELLI TUTTI, UNA INVITACIÓN A UN NUEVO RUMBO SOCIAL”

El Papa Francisco después de constatar que vivimos en una “sociedad cada vez más
globalizada que nos hace más cercanos, pero no más hermanos”; que nuestro mundo
actual vive signos evidentes de un nuevo y drástico retroceso, crea una encíclica titulada
“Fratelli Tutti” que nos ofrece una llamada al reconocimiento mutuo como hijos e hijas de
Dios y, por consiguiente, un emplazamiento urgente a la fraternidad y a la amistad social
como medios de reconstrucción de un mundo herido. En ocho capítulos, nos presenta, en
carne viva, un panorama del mundo actual, con sus problemas y retos, las heridas
causadas por la mala gestión de la inmigración, el racismo, el desempleo, la discriminación
de la mujer, la esclavitud y la trata, el populismo, las guerras, la especulación financiera, el
abuso tecnológico del poder o la pena de muerte. Es por esto que el Santo Padre nos
brinda claves para recuperar aquello que es más humano y que se asienta sobre la
inalterable dignidad humana: nuestra sociabilidad y deseo de buscar lo común. Ya que se
pueden ver toda clase de experiencias nos separan y nos hacen desiguales, incurriendo en
varios tipos de “déficit de dignidad humana”. Veamos algunos de los muchos puntos
importantes para lograr fortalecer nuestros lazos de amor fraternos.
Todos nosotros, de muchas maneras, venimos del mismo vientre. Esto, por lo tanto,
debería llevarnos al sentido común de nuestra dignidad humana que no deja a nadie atrás.
Pero en realidad, algunos se dejan atrás en la cultura, en el desarrollo, en los ingresos, en
la educación.
Ser hermanos significa tratar a todos con la cercanía y el cariño propio de quien se siente
parte de una comunidad amplia y aplicar esto a nuestra conducta personal y comunitaria,
un ejemplo sería el cómo debería ser nuestra conducta con nuestros hermanos de otras
naciones, pero lamentablemente en nuestro país, hay demasiadas actitudes xenófobas y
otras formas conexas de intolerancia a estos, comportamientos hostiles como la violencia
física y verbal, la discriminación, y muchos más. La opinión del Papa Francisco con
respecto al tratamiento hacia los emigrantes: Nunca se dirá que no son humanos, pero, en
la práctica, con las decisiones y el modo de tratarlos, se expresa que se los considera
menos valiosos, menos importantes, menos humanos. «Es inaceptable que los cristianos
compartan esta mentalidad y estas actitudes, haciendo prevalecer a veces ciertas
preferencias políticas por encima de hondas convicciones de la propia fe: la inalienable
dignidad de cada persona humana más allá de su origen, color o religión, y la ley suprema
del amor fraterno» (FT, 39).
El citado a la parábola del Buen Samaritano es toda una invitación a romper tanto las
relaciones como las sociedades cerradas. El Papa nos dice: “Enfrentamos cada día la
opción de ser buenos samaritanos o indiferentes viajantes que pasan de largo” (FT, 69).
Ante la realidad del individualismo indiferente, se expresa así: “El individualismo radical es
el virus más difícil de vencer. Engaña. Nos hace creer que todo consiste en dar rienda
suelta a las propias ambiciones, como si acumulando ambiciones y seguridades
individuales pudiéramos construir el bien común” (FT, 105). Francisco recuerda que la
comunidad mundial navega en la misma barca y que nadie se salva solo, que únicamente
es posible salvarse juntos y todos. Solo seremos capaces de reconocer en nuestro prójimo
a un hermano, con independencia de razas, fronteras, lenguas y culturas, si nos abrimos a
los demás; es decir, si adoptamos la actitud del buen samaritano. Por ello, lanza duras
críticas hacia los nacionalismos excluyentes, hacia el liberalismo individualista, hacia el
universalismo uniformizado y hacia los populismos engañosos. El Papa denuncia toda
legitimidad de las posiciones de extrema derecha religiosa cerradas a la inmigración,
proteccionistas en lo económico (frente a los países pobres) y defensoras del
armamentismo, la pena de muerte y las guerras.
Aunque son muchos y muy diversos los temas tratados, de los que me gustaría seguir
hablando, pero lamentablemente no hay espacio para ello. Sí, en cambio, para decir que,
en esta encíclica, el Papa Francisco traza una senda clara para guiar a la humanidad hacia
una unidad política, social y jurídica sin precedentes. Si el siglo XIX fue el siglo de la
libertad, y el XX el de la igualdad, nuestro siglo XXI está llamado a ser el siglo de la
fraternidad. Esperemos que este documento del magisterio del Papa Francisco nos invite a
todos y todas los hermanos y hermanas a retomar un camino del seguimiento de Cristo en
Fraternidad Universal, alabando al Señor por medio de este don, y a su vez, otra
oportunidad que nos regala el Padre para hacer más vivo en nosotros, en todos y cada
uno, el compromiso con el Evangelio y con la causa de los pobres a la que dedicamos
nuestro trabajo y nuestro tiempo.

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