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DULCINEA, LA NIÑA QUE NOS DEVOLVIÓ LA SONRISA

Pum, pum, pum. Señores organizadores, distinguido jurado, maestros y maestras, niños
y niñas, y público en general; ¿Sabían que mientras reventaba cada globo, un árbol
muere a causa de la tala indiscriminada en nuestro país? Cortamos más árboles, pero
plantamos menos.
¡Aprendamos a cuidar nuestros bosques!, y por eso voy a contarles una hermosa
historia, la historia de Dulcinea, la niña que nos devolvió la sonrisa.
Llegué una vez a una pequeña aldea donde todas las personas vivían muy, pero muy
tristes, andaban cabizbajos y muy apenados. Todo era muy raro.
De pronto, una mañana, muy temprano por fin escuché la primera risa; era la de una
pequeña niña, de nombre Dulcinea; la encantadora sonrisa que decoraba su rostro era
capaz de llenar de alegría a todo el pueblo, aunque sea por un momento. La niña corría
y corría, saltaba y volvía a correr de felicidad mientras se alejaba de la aldea; hasta que
la voz de su padre la detuvo.
˗ ¡Alto, Dulcinea! Ya te dije y sabes muy bien que no debes acercarte a este bosque.
˗ Lo siento papá, no volveré a venir por aquí.
˗ Eres la única alegría que nos queda.
Lo tomó de la mano y volvieron a casa.
Resulta que, por alguna extraña razón, Dulcinea era la única niña que quedaba en el
lugar, por lo que no tenía amigos con quienes jugar; los adultos le parecían ya aburridos,
y solo Bimbo su pequeña mascota le hacía compañía.
Un día, tras seguir a su perrito, Dulcinea no se percató que ya se encontraba muy dentro
del bosque encantado, se asustó un poco y se apoyó sobre un árbol.
˗ Hola niña, qué haces por aquí ˗ le habló el árbol. Y dulcinea se asustó mucho más y y
corrió sin rumbo, se cansó y entonces caminaba y caminaba, De pronto todos los árboles
comenzaron a hablar “Hola Dulcinea, donde vas dulcinea, libéranos”. Todo ellos eran
los niños que habían desaparecido del pueblo y que habían sido atrapados por el alma
del bosque quien se encontraba muy solo; pues por cada árbol que las personas
cortaban, por cada planta dañada, cada río ensuciado, tomaba un niño como reemplazo.
Dulcinea tomó valor y preguntó:
˗ Amigo árbol, por favor ¿Me puedes ayudar a salir del bosque?
˗ Yo te puedo ayudar dándote mi sombra para protegerte de este inmenso calor. Pero si
quieres salir, tienes que liberar el encantamiento sin que el alma del bosque te pueda
ver.
Dulcinea continuó buscando la salida y cansada llegó hacia una hermosa flor y volvió a
preguntar.
˗ Hermosa flor, por favor ¿Me puedes ayudar a salir del bosque?
˗ Yo te puedo ayudar dándote mi valentía y belleza. Pero para salir, tienes que liberar el
encantamiento del bosque sin que sus ojos te puedan ver.
Entonces, llegó a un río y le hizo la misma pregunta.

El río la condujo hasta la cueva y le advirtió que no se dejara ver por el alma del bosque
que habitaba dentro o sino terminaría atrapada como los demás niños.
Llegó a la cueva siempre con su inseparable amiguito y muy cautelosamente levantó el
fino velo rojo para ver el interior de la cueva, y entonces se escuchó una voz muy
desagradable.
˗ Ja ja ja, mis ojos te vieron y a partir de ahora serás viento y pasearás eternamente por
todo este bosque.
Dulcinea de pronto tomó la forma del viento y alzó vuelo enseguida. Al ver todo esto
Bimbo su pequeña mascota de un salto se arrojó y quitó el velo liberando el
encantamiento. Dulcinea en forma de viento sopló tan fuerte que hizo que su mascotita
vuele por los aires y pueda huir de los ojos del alma del bosque.
Como ya el encantamiento estaba liberado, se dispersó con el viento hacia todo el
bosque. Los árboles, los arbustos, las flores, las rocas y demás volvieron a ser niños y
niñas y regresaron muy contentos a sus casas devolviendo la sonrisa a sus padres.
Dulcinea y Bimbo ahora tenían muchos amiguitos para jugar. Todos los habitantes del
pueblo sembraron muchos árboles para poblar el bosque, limpiaron los ríos, y cuidaron
de las plantas y animales. Y hasta el sol de hoy, la alegría reina en toda la aldea.

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