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CONVERSACIONES

EN QUIETUD
Mike Boxhall
Indice: Conversaciones en Quietud

Capítulo 1: Quietud…………………………………………………….4

Capítulo 2: Consciencia………………………………………………7

Capítulo 3: Un cuenco vacío……………………………………..12

Capítulo 4: La Marea…………………………………………………17

Capítulo 5: La bendición de la inseguridad………………..24


Capítulo 6: El espíritu encarnado………………………………31
Capítulo 7: La dicha de ser ordinario…………………………37
Capítulo 8: Aun no me he decidido……………………………42
Capítulo 9: Dejar que el trabajo haga el trabajo….……..47
Capítulo 10: El Apego…………………………………………………51
Capítulo 11: ¡Cuando hay caos!.............................................54
Capítulo 12: Enseñanza………………………………………………57

Artículo: El Aliento de vida…………………………………………61

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Escucha
Cuando te pido que me escuches
y empiezas a darme consejos
no has hecho lo que te pedía.

Cuando te pido que me escuches


Y empiezas a decirme por qué no debería sentirme así
estás pisoteando mis sentimientos.

Cuando te pido que me escuches


y sientes que tienes que hacer algo para resolver mi problema,
me has fallado, por extraño que parezca.

Escucha, todo lo que te pido es que me escuches;


No que hagas o digas, sólo que escuches.
Cuando haces algo por mí que puedo y debo hacer por mí mismo,
contribuyes a mi miedo y a mi debilidad.

Pero cuando aceptas, el simple hecho de


que siento lo que siento, por irracional que sea,
entonces puedo dejar de intentar convencerte
y dedicarme a entender
qué está detrás de ese sentimiento irracional;
Y cuando eso está claro, las respuestas son evidentes y no necesito consejo.

Los sentimientos irracionales tienen sentido 


cuando entendemos lo que está detrás de ellos.

ASÍ QUE POR FAVOR ESCUCHA Y SÓLO ÓYEME, Y


SI QUIERES HABLAR, ESPERA UN MINUTO QUE TE LLEGUE EL
TURNO

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¡¡Y TE ESCUCHARÉ!!

CAPÍTULO 1: QUIETUD

Quietud

Yo no hago nada,

y la gente se transforma.

Yo amo la quietud,

y la gente se orienta hacia lo correcto.

Yo no trabajo,

y las personas se enriquecen.

Yo no tengo deseos,

y las personas por sí mismas se vuelven simples.

"El Tao del Tao Te King". Traducido por Michael Lafargue.

Al final de un curso celebrado recientemente con un grupo de personas que llevan


algunos añ os trabajando juntas, nos dedicamos a hacer una lista de las palabras
que constituyen lo que llamaríamos los "titulares" de este trabajo. Acabamos con
una lista de once o doce palabras, y siento que esta lista se puede reducir todavía
má s, puesto que a menudo el significado de un término está contenido en otro. Tan
só lo 12 palabras, pero tantas maneras de aproximarse a ellas que, finalmente, su
sentido má s profundo se convierte en realidad, en sensació n sentida, en
experiencia.

Las exploraciones que nosotros, como grupo fluctuante, hemos venido realizando
juntos —en grupos de 15-20 personas y con un grupo total de unas 200 personas
— durante los ú ltimos diez añ os, suman un total de 400 horas de formació n,
suficiente como para completar un curso de postgrado sustancial. Y, sin embargo,
¡todo este trabajo puede reducirse a doce palabras! Ellas describen toda una
manera de ser.

Una de las vías posibles para realizar este trabajo es la de tomar estas palabras,
una por una, y convertirlas en títulos de los capítulos y, después de una primera
revisió n de su significado por mi parte, pediros que enviéis por e-mail cualquier
ampliació n de esa palabra, en cualquier formato que elijá is, para su posible adició n
al capítulo apropiado. Empecemos con Quietud.

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Quietud. Esta palabra, que aparece en el título de la pá gina, ha sido abordada en
muchas ocasiones. La quietud, en el sentido que nosotros le damos, no es
ú nicamente la falta de movimiento de los miembros, ni siquiera un aquietamiento
de la mente, sino, má s bien, un estado de ser. Quietud, por lo tanto, implica un "no
dejarse atrapar" o no-apego a cualquier cosa que se esté manifestando.

Es perfectamente posible que mi cerebro esté parloteando y que mis piernas den
sacudidas, pero, si puedo permanecer consciente, pacíficamente consciente, de
todas estas cosas que está n ocurriendo sin identificarme con ellas, descansando
simplemente como observador, entonces, yo, el verdadero yo, me mantengo
aquietado. Son el cerebro y las piernas los que se mueven.

Si el agua deriva lucidez de la quietud, ¡cuá nto má s las facultades mentales! La


mente del sabio, al estar en reposo, se convierte en el espejo del universo, el
"speculum" de toda creació n.
Chuang Tzu.

La enseñ anza importante de esta cita no es que el universo está aquietado, puesto
que no lo está —está en constante movimiento— sino que el espejo ha de estar
limpio y transparente. Esto significa que mi mente está en reposo, consciente de
todos los movimientos, incluyendo los movimientos y la excitació n de mis propios
sentidos, pero sin dejarme pillar por ellos ni apegarme a sus actividades. No puedo
resaltar suficientemente la importancia de esta afirmació n. Muchas personas se
quejan de que su cerebro sigue parloteando cuando se supone que tienen que estar
meditando o aquietadas. É sta es la naturaleza del cerebro. Esto es lo que hace.
¡Está vivo! La paradoja es que si encontramos un modo de no alimentar esa
actividad con la energía de nuestra atenció n, dicha actividad puede, como todas las
formas de vida cuando no se las nutre, simplemente atrofiarse y terminar. De
repente, puede llegar un momento en que nos demos cuenta que hemos estado en
el espacio entre las notas y que ha habido verdadera quietud. ¡Qué mú sica tan
hermosa! ¡Es posible oír la voz del silencio!

No podemos escuchar este sonido mientras estamos ocupados esforzá ndonos por
librarnos del parloteo, pero está allí, ya está presente, en cuanto nos rendimos a la
inseguridad que revela el no esforzarse, el no intentar.

Esto queda bellamente ilustrado por la historia siguiente, que es el feedback de una
alumna sobre su experiencia de compartir durante una formació n reciente...

"Yo me sentía muy cansada y estaba sentada con una taza de té en la cocina."

"Mary vino y se sentó conmigo. Después de un rato, dijo que ella entendía por qué
estaba agotada. Tomó mi mano en las suyas y la mantuvo sobre su regazo, y
continuamos hablando sobre esto y aquello."

"Entonces, mientras la conversació n continuaba, noté que me estaba dando un


tratamiento y me sentí genial."

"Le dije: "Me está s dando un tratamiento" y ella se limitó a sonreír. Sentí que a
través de sus manos fluía una fuerza y unos recursos que eran como una montañ a.

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Esto me llegaba a través de una quietud que me es familiar. Conozco este trabajo
por haber sido alumna de Mike, y por practicar como terapeuta y paciente."

"Un cosa particularmente notable fue cuando puso su mano sobre mi pie y parecía
intentar darme un tratamiento aú n mejor, la sensació n de la quietud y el poder de
la quietud desaparecieron completamente."

"Me sentí apoyada y vivificada por el tratamiento recibido; era muy bueno estar en
contacto con eso en ella y en mí."

Así es exactamente como he recibido este testimonio, que resalta la diferencia


entre la absoluta receptividad contenida en Ser y la acció n del Hacer. Resulta tan
difícil simplemente Confiar en la Marea y ser, ¿no os parece? Y, sin embargo, sin
embargo, éste es el ú nico modo de trascender las limitaciones de nuestro saber. Y
de tocar la esencia.

Lo que sigue es una nota de Erich Schiffmann, tomada de su libro "Moving into
Stillnees" [Entrando en la quietud], que parece decir lo mismo de manera
diferente: la quietud es diná mica. Es movimiento sin conflicto, la vida en armonía
consigo misma, habilidad en acció n.

Puede experimentarse en cualquier momento que haya una participació n total,


desinhibida y sin conflictos en el momento en que está s; cuando está s totalmente
presente en cualquier cosa que estés haciendo.

Entonces, ¡qué gloriosa terapia es ésta que nos permite sentarnos en Quietud con
otro u otros seres humanos! Só lo cuando estamos aquietados, segú n la definició n
que estamos usando aquí, lo que significa sin apego o juicio respecto a lo que se
está revelando, llega a contarse la historia. Si oír es curar, como se suele decir,
entonces la quietud absoluta, el no-apego, ofrece la posibilidad de que la historia se
cuente completamente, y en la plena escucha reside la plena curació n. Nosotros no
tenemos que hacer nada; simplemente recibir, sin juicio. Allí, en la receptividad,
está el inmenso poder del principio femenino. ¡Qué precioso y raro es!

Aquí hay un ejemplo de un momento de Quietud. Acció n aquietada con la co-


operació n de la tecnología moderna;

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"Flames" ["Llamas"] de Julian Johnson.

CAPÍTULO 2: CONSCIENCIA

Quien soy verdaderamente

Sin principio, sólo Proceso.

El Espíritu reencarna.

Nacimiento y Vida

El encuentro del despliegue y la experiencia.

Capa sobre capa de ilusión.

Yo me he convertido en yo y he olvidado.

Ayer fue y mañana será, o al menos eso parece.

Sin un ahora.

Hay una marea,

y después un océano.

Bajo las olas,

sólo hay quietud.

La Madre.

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Pura conciencia,

Y yo recuerdo quien soy.

El Océano se mueve,

sólo hay proceso.

La esencia de lo que estoy tratando de decir aquí es que el trabajo a nivel profundo,
el denominado nivel del Espíritu, es un ejercicio en el que venimos desde un lugar
profundo de nuestro Ser, no un ejercicio para refinar lo que hacemos con una
precisió n anató mica cada vez mayor...

La mayoría de las declaraciones que siguen tendrá n capítulos asignados a medida


que avancemos, pero aquí es donde yo empiezo a desplegar mi parada y os invito a
colaborar.

Nosotros no hacemos este nivel de trabajo con el otro —llamémosle, a él o ella, el


cliente— , simplemente el trabajo es el resultado revelado de la sinergia que se
crea en la relació n.

Permitidme que parta esta frase en pedazos y explique su significado. La relació n, a


este nivel, es lo que está ahí cuando lo que nos mantiene separados, el intelecto
personal, el ego personal, y tal vez, el alma personal e individual, se rinden.

Lo que queda es la comunalidad de Ser, que es Espíritu.Revelació n es el emerger (y


la caída) de las formas, fenó menos del tipo que sean, a partir del vacío de la
presencia, el presente eterno, del ahora. Soltar lo que nos mantiene separados, y
aproximarnos al cliente desde ese lugar significa que tocamos al cliente desde ese
nivel en él, tanto si eso está contenido en su conciencia o en la nuestra. Surge una
sinergia.

Sinergia: cuando dos elementos se aproximan uno al otro de modo que lo que se
puede conseguir conjuntamente sobrepasa lo que se puede conseguir
separadamente, está n actuando con SINERGIA. La sinergia, en este caso, lleva la
eficacia de la cooperació n má s allá de las expectativas habituales. (Diccionario
Chambers)

La barrera a este nivel de trabajo es lo que he descrito anteriormente en la


explicació n de la relació n. Nos da mucho miedo renunciar a nuestro sentido de
separació n; está tan atrincherado que hemos llegado a creer somos nuestra
experiencia de vida. En realidad, esa persona, esa imagen que creo que soy yo, no
es nada má s que una contracció n limitada del emerger y pasar de la esencia en la
forma.

A este capítulo se le llama Conciencia, y el poema que lo encabeza trata de abordar


este tema: Ser consciente de quien realmente soy implica un examen de las
suposiciones desplegadas en la primera estrofa. La segunda estrofa habla del
descenso en lo desconocido, las profundidades ocultas del inconsciente, capa tras
capa. Las ú ltimas dos líneas describen la revelació n de que lo primero que emerge

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de la Quietud, en su mayor profundidad, es conciencia. Simplemente conciencia
misma, sin forma; aú n no hay separació n entre la forma y lo informe; Proceso
mismo, sin forma que esté siendo procesada.

Para mí, la mayor toma de conciencia enseñ ando/facilitando este tipo de trabajo es
que, en realidad, ¡no hay nada que enseñ ar! Lo ú nico que hay que hacer es crear el
espacio seguro en el que eso ya está allí, y puede revelarse. He llegado a creer
totalmente (y a experimentar) que la realidad es lo que está ahí cuando podemos
habitar en la Quietud, en el presente, sin juicio. En este caso, con la palabra juicio
me refiero a la mera intelectualizació n, examen, limitació n y recuerdo del tipo del
que depende la experiencia no digerida.

Si no hay nada que enseñar, no puede haber nada que aprender; ¡sólo hacerse consciente!

¿Qué es ser consciente?

Lo que sigue es una excelente contribució n de Gary Lee Roba. Esto demuestra una
excelente comprensió n, muy bellamente expresada, del hecho de que la conciencia
QUE HACE no es quietud.

¿QUÉ ES CONSCIENTE?

Repasando las notas de Mike para este mes, lo que me sorprendió fueron las tres
palabras que escribió debajo de la imagen del sol y la luna en el polo norte: “¿Qué
es consciente?” Esta pregunta va exactamente al nú cleo del asunto.

Yo solía creer que la conciencia era un estado mental que yo tenía que producir.
Esto hacía que yo tuviera que mantenerme/fijarme en una posició n mental
específica [lo que también requería que tensara sutilmente mi musculatura] para
producir y mantener una forma de ser específica a la que yo llamaba “conciencia”.
En una sesió n craneosacral, significaba hacer todo eso mientras mis manos sentían
el cuerpo de otra persona, de tal modo que fuera capaz de enfocar el estado que
estaba cultivando [“conciencia”] hacia aspectos determinados de su anatomía
interna, para que la persona fuera “consciente” de lo que ocurría o dejaba de
ocurrir dentro de ella. Pensaba que al desarrollar mi capacidad de hacer esto
estaba desarrollando mis “habilidades perceptuales”, y disfrutaba mucho las
alabanzas de mis profesores a medida que las mejoraba y afinaba.

Por supuesto, la Fuente me puso “palos en la rueda” cuando empecé a notar


repetidamente durante las sesiones que los cambios má s profundos tendían a
ocurrir en los momentos en los que no estaba “haciendo” plenamente este trabajo
de conciencia. Aunque era razonablemente bueno a la hora de mantener un estado
de presencia extrovertida que se enfocaba en el sistema del cliente,

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invariablemente había momentos en los que “mi conciencia” se deslizaba por
debajo de la negrura o de la nada; una y otra vez ocurría que era precisamente en
esos momentos cuando el sistema del cliente realizaba sus mayores cambios o
liberaciones, y me daba cuenta de ellos cuando mi conciencia retornaba. Aú n me
dejaba má s perplejo la observació n ocasional de que esto ocurría cuando yo me
despistaba momentá neamente, o estaba mirando por la ventana.

Gradualmente fui dá ndome cuenta que la Conciencia estaba allí completamente,


independientemente de [o a pesar de] de lo que yo hiciera conmigo mismo para
producir lo que yo creía que era un “estado de conciencia”. De hecho, los
momentos en que la conciencia parecía verdaderamente libre y presente
generalmente se producían cuando yo “no era consciente”. Esta observació n se ha
ido haciendo má s y má s clara a lo largo de los añ os de sesiones, y también en la
vida cotidiana.

No podemos “hacer” la conciencia. La conciencia está siempre allí. Nuestras mentes


no producen o contienen conciencia; má s bien ellas [y todo lo demá s] está n
contenidas dentro de la conciencia. No podemos hacer algo particular para llegar a
ser conscientes, ya somos conscientes. Lo que podemos hacer es fragmentar la
conciencia, manipulá ndola para fijarla o reducirla a lo que parece ser una parte,
aunque incluso esto mismo no es má s que otro bucle de inercia dentro del campo
mayor de conciencia, dentro del campo mayor de la Marea. Cuando ponemos las
manos en el sistema de otra persona, la Conciencia ya está completamente allí,
independientemente de cuá l sea nuestra orientació n personal hacia ella.

¿Qué es conciencia? Conciencia es la Marea. La naturaleza de la conciencia es


organizarse a sí misma como campos dentro de campos de movimientos de marea
que se expande y se contrae. La Marea es consciente de nosotros,
independientemente de que nosotros seamos conscientes de ella. Cualquier cosa
que podemos ver/sentir es la Marea, y nuestro acto de verla también es la Marea.

Cualquier cosa específica de la que seamos conscientes es, por su propia


naturaleza, una fragmentació n de la conciencia, que de este modo queda limitada
al campo de ese fragmento/forma. La fragmentació n es un proceso natural de la
conciencia. Sin la funció n fragmentació n no podría haber objetos, ni conciencia de
los objetos, ni relaciones sujeto-objeto, y por tanto no podría haber manifestació n
en absoluto. La capacidad de la conciencia de fragmentarse a sí misma es lo que
permite a la conciencia aparecer [ante sí misma] /existir.

Cada paso que descendemos hacia un campo má s estrecho [fragmentació n]


produce el fenó meno al que nos referimos con el nombre de inercia; cada paso
ascendente [reconexió n con una totalidad mayor] produce el fenó meno de la
potencia. De este modo, potencia e inercia son esencialmente la misma fuerza: la
fuerza/energía producida por la acció n de la conciencia manifestá ndose como
forma. A todos los niveles, la conciencia se manifiesta como movimiento de marea
de expansió n y estrechamiento, así la conciencia es la Marea. Cuando la conciencia
se mueve profundamente en la direcció n de la fragmentació n, la intensidad de las
fuerzas inerciales presentes crea campos en los que el movimiento de
marea/expresió n queda cada vez má s inhibido, hasta que llega a disolverse.
Cuando la conciencia se mueve profundamente en la direcció n de la no-

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fragmentació n, la intensidad de la potencia presente crea campos má s y má s
amplios en los que el movimiento/expresió n de marea se hace má s y má s radiante,
hasta el nivel de la pura luz/el ser.

Cuando la inercia se mueve en la direcció n de la no-fragmentació n, lo cual só lo


puede hacer cuando es tocada/vivificada por la conciencia, se transmuta en
potencia, y se produce la reorganizació n del sistema en el que estaba contenida
hacia el nivel de una totalidad mayor; ésta es la esencia del trabajo craneosacral
biodiná mico. Esta transmutació n de la inercia en potencia, y la organizació n
sistémica resultante, es la ley natural de la Marea/de la conciencia. La Marea
misma es la que hace este trabajo cuando toma conciencia de sí misma [este
funcionamiento queda potenciado por el reflejo (o espejo) que el terapeuta ofrece
al cliente].

La fragmentació n [inercia] es un oscuramiento de la conciencia, la no-


fragmentació n [potencia] es una vitalizació n de la conciencia; esto también es una
Marea. Cualquier cosa que el terapeuta “haga” para manipular/controlar su
conciencia personal es una fragmentació n, algo que apaga la conciencia. Por eso los
cambios profundos se producen en las sesiones cuando el terapeuta se quita de en
medio. Sus esfuerzos por enfocar/practicar la conciencia a fin de localizar y soltar
la inercia son en realidad un movimiento en la direcció n de una mayor
fragmentació n e inercia. De hecho, a veces “despistarse” puede ser menos
inercial/fragmentado que “concentrarse” o enfocarse, que es un “hacer” má s
determinado.

Los estados menos inerciales/fragmentados estará n en la direcció n de la no-


diferenciació n, profundizando hacia niveles de conciencia má s claros y profundos
—conciencia desinhibida/Marea no-obstruida— en los que realmente podemos
decir que “el trabajo hace el trabajo”.

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Capítulo 3: Un cuenco vacío
Un cuenco vacío

Tengo un cuenco de metal.


Fue fabricado por los últimos fabricantes de su linaje.
Está vacío, aunque el Océano está en él.
Si lo golpeo, suena, y es muy útil.
Puedo poner flores dentro de él, eso es hermoso y útil, pero entonces no suena.
Mi nieto podría mear en él, y probablemente lo haría
y eso sería útil, pero no sonaría.
Si me acerco a él desde la quietud y entro en práctica conjunta con él, canta
bellamente
Y el sonido da la vuelta por el Universo
Y eso es muy útil
Y el cuenco está vacío.

Tengo una mente


Fue fabricada en la eternidad
Y si se ponen pensamientos dentro, resulta útil
Y si se ponen lesiones dentro, y límites de resistencia, eso es útil.
Y a veces está llena de rosas y a veces llena de pis
y puedo trabajar con eso y resulta útil.
Pero si está vacía y me puedo aproximar a otro en la quietud,
No hay lugar para toda la historia, y él recuerda quien realmente es,

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y el universo recuerda lo que es,
y eso es muy útil
Y la mente está vacía.

Estoy convencido de que cualquier tipo de trabajo del que verdaderamente


podamos decir que es un trabajo “con el Espíritu” no es algo que un terapeuta, o
cualquier agente, hace a otro, el cliente, sino que má s bien es una revelació n de la
sinergia que está presente cuando dos o má s personas emprenden un viaje en
prá ctica compartida.

El poema anterior tiene la intenció n de reflejar esto.

Existen muchos niveles de trabajo, y no creo que pueda decir que uno es mejor que
los demá s. Cada uno tiene su momento y su lugar. Sin embargo, puedo decir que
son diferentes.

Si en algú n momento de torpeza, por mi falta de atenció n me disloco el dedo,


buscaré que me lo recoloquen de manera mecá nica, rá pida y eficiente. Y
probablemente miraré hacia otro lado mientras lo hacen. Si só lo consigo un
aprobado en un examen en el que esperaba obtener una calificació n de
sobresaliente, tengo varias opciones; puedo visitar a mi terapeuta y preguntarle
por algú n curso para lidiar con la decepció n y la ira; puedo meditar sobre el apego,
o puedo visitar el pub local con un par de amigos hasta perder el sentido y después,
tras unos días de rehabilitació n, volver a empezar con un poco má s de enfoque.
Cualquiera de estas cosas podrían resultar eficaces, y todas tienen que ver con
llegar a “aceptar” el resultado.

Sin embargo, hay sufrimientos a niveles má s profundos, a los que no parecen llegar
ni los métodos del cerebro izquierdo ni los del cerebro derecho, o en los que el
alivio só lo es temporal, o puede parecer satisfactorio, pero al poco tiempo le sigue
otro síntoma que no parece estar relacionado con lo ocurrido anteriormente.

Creo que hay una razó n fisioló gica para esto en el hecho de que el trauma
relacionado con un hemisferio puede escapar al otro, y los hemisferios operan
alternativamente, proveyendo una vía de escape. En lugar de continuar con este
baile a perpetuidad, la respuesta tal vez resida en trabajar a un nivel tan profundo,
tan interior a la expansió n del cuerpo-mente desde su nú cleo, que, de hecho, el
trabajo se realice “por debajo de” el trauma. No se trata de regresar en el tiempo
lineal a un momento anterior del calendario —no podemos hacer eso—, sino de
una interiorizació n hacia el corazó n de quienes verdaderamente somos bajo la
superficie que presentamos externamente. Me gusta la palabra nú cleo. El poema
que encabeza el capítulo también hace referencia a esta idea.

Tengo un ejemplo de esto;

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Hace algunos añ os, había estado trabajando varias sesiones con una paciente,
llamémosla Heather. Me había dado cuenta de que ciertos patrones somá ticos se
repetían, seguían dando vueltas en círculos. Había tomado un “historial muy
detallado cuando empezamos a trabajar juntos, y en su historia personal no había
nada que pareciera explicar los patrones de Heather, y ella no podía arrojar luz
sobre ellos.

Parecía que está bamos atascados, de modo que me senté en completa quietud, sin
hacer nada hasta que me vino una idea: “Esto da sensació n de electricidad”. Se lo
dije a Heather, que estaba un poco sorprendida y dijo: “Oh, sí, me olvidé
comentarte, yo misma lo había olvidado… pero en una ocasió n, hace algunos añ os,
yo estaba en la naturaleza, apoyada sobre el poste central (metá lico) de una gran
tienda de campañ a y estaba leyendo una carta que me acababa de llegar. Era de
una amiga que me contaba que un ex_novio, con el que acababa de cortar, se había
suicidado. En parte, yo me había ido de safari para recuperarme del dolor de la

separació n. En el momento en que estaba leyendo esto, cayó un rayo sobre el poste
de la tienda. Un asombroso ejemplo de shock tanto para el cerebro izquierdo como
para el derecho.

Creo que la mayoría de las terapias, convencionales o alternativas, habrían


perseguido el trauma de un hemisferio a otro, y éste no habría podido ser liberado
de su tumba.

Desde entonces Heather se ha convertido en una buena amiga, y puedo decir sin
temor a equivocarme que está libre de este dolor y ha sido capaz de seguir
adelante de manera muy hermosa.

Los traumas muy profundos, aquellos que podríamos etiquetar como “del
Espíritu”, responden muy bien a la Quietud. Tan só lo en la quietud es probable que
haya suficiente confianza para que se pueda contar toda la historia. Cuando el
cuenco está vacío de los confusos deseos del terapeuta y de su necesidad de
ayudar.

Este vacío no es fá cil. Es extrañ o a nuestra necesidad socialmente imbuida de ser


competentes y de saber lo que estamos haciendo. Intentaré ampliar esta idea en un
capítulo posterior.

Cualquier cosa que pueda decirse no merece la pena ser dicha. Y lo que realmente
merece la pena decirse no puede ser dicho. El Tao que puede ser nombrado no es el
verdadero Tao.

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Lao Tse en su búfalo

Este vacío no es fá cil. Es completamente extrañ o a la necesidad imbuida por la


sociedad de ser competentes y de saber lo que estamos haciendo. Trataré de
ampliar este pensamiento en otro capítulo.

Cualquier cosa que pueda decirse, en realidad no merece la pena decirse. Y lo que
realmente merece la pena decir no puede ser dicho. El Tao que puede nombrarse
no es el verdadero Tao.

Lo que sigue es de Lynn Shorthouse, terapeuta craneosacral, en su retiro invernal


anual. Parece reflejar la quietud y la bendició n de la inseguridad.

Reflexiones desde un monasterio situada en la montañ a, inspiradas por Ajan


Natthhiko.

Llego a este lugar a 1200 metros de altura para realizar un retiro de 30 días. El
silencio del entorno de este monasterio es sanador. Las enseñ anzas de Ajan
Sumedo, de la tradició n Thai Forest Shanga, que emplea “el sonido del silencio”
como foco y objeto de meditació n, funcionan bien aquí. É ste es un monasterio bien
gestionado, aunque só lo tiene cuatro monjes en su retiro invernal y cuatro
ayudantes; no estamos demasiado organizados. La tradicional historia judía: en el
infierno, un demonio dice al diablo: “Señ or, señ or, los humanos de la tierra está n
empezando a descubrir los caminos de Dios. “No te preocupes” dice el diablo, “só lo
tenemos que organizarlos”.

Cuando el mundo en general y mi propia vida parecen un lío, me da fuerzas ver y


reconocer tanta bondad. Aquí me siento segura y bien recibida, con unas
condiciones externas excepcionales. Y lo má s importante: me siento apoyada para
dejarme ir y simplemente ser. Por supuesto, experimento el espectro del
sufrimiento humano. Mi cuerpo enferma y me siento harta de mí misma y de los
demá s, o empiezo a anhelar cosas que no hay aquí. A menudo siendo una
resistencia a lo que es, y a lo que no está ocurriendo, o me pierdo en visiones o
estados de á nimo, pero, de algú n modo, aquí sé que todas las emociones sentidas
pueden ir y venir, y, puedo llegar allí má s fá cilmente. Hay subidas y bajadas

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naturales de mis niveles de energía y entusiasmo. Algunos días el impulso y el
ardor fluyen, con todos los demá s factores en equilibrio y armonía. Otros días todo
parece caerse a pedazos, como si mi prá ctica de meditació n fuera débil e ineficaz.
Llego a darme cuenta de que mi trabajo consiste ú nicamente en estar ahí, en
sentarme y caminar, independientemente de có mo me sienta.

Experimento este retiro invernal como un modo de continuar descubriendo los


caminos de “Dios” y de mí misma. En este lugar, soy má s capaz de estar en relació n
conmigo misma y con los demá s. Tengo planes para cuando retorne del retiro,
tanto a nivel personal como profesional, de involucrarme en este proceso de vida,
de escuchar a los demá s y ser escuchada. Y también de seguir mostrá ndome
curiosa y de aceptarme a mí misma y a los demá s. Porque la curació n se producen
cuando sabemos que somos “todos uno”, conectados entre nosotros y con este
mundo. Me parece interesante que “desconectarse”, retirarse de los demá s y del
mundo, es un modo de reconectar. Aquí tengo momentos en que las creencias,
pensamientos, ideas y sentimientos se aú nan para convertirse en un ú nico yo.
Parece que mi trabajo es hacer que las distintas partes de mi cuerpo y mente se
comuniquen. Si consigo esto, ellos pueden resolver sus diferencias, equilibrarse y
armonizarse. Esto no ocurre si no comunican; abrazamos la unidad cuando damos
atenció n a partes de nosotros y de los demá s que está n aisladas o en conflicto.

Aú n me siento muy cerca del “no saber” que experimenté al principio de la


meditació n, y ahora tengo cierta experiencia de sentarme con la inseguridad del
trabajo. Describiría mi planteamiento como apasionado, equilibrando la armonía
de ser y hacer, la voluntad y la rendició n. Mi trabajo de aceptar la vida tal como es
continú a, con todo el sufrimiento y la pena. Mi trabajo es hacerme amiga de mí
misma tal como soy, y también hacerme amiga de la vida tal como es. Tengo una
voluntad genuina de investigar y de firmar la paz conmigo misma, en un esfuerzo
equilibrado má s que de manera forzada. Procuro mantenerme en contacto con lo
que está ocurriendo realmente, volviendo a la conciencia del cuerpo; esto parece
generar buena voluntad hacia mí misma y hacia todos los seres vivos, empezando
por cualquier cosa de la que yo sea consciente, aunque parezca trivial o mundana.
Después escucho las voces de la mente sin creérmelas necesariamente. Investigo
de manera constante y continuada todo lo que puedo.

Me doy cuenta de que no puedo hacer que ocurra nada en mi prá ctica por má s que
lo intente. Continú o aprendiendo que tanto lo agradable como lo desagradable
vienen y van. Todo se desarrolla; la tristeza y la felicidad viene y van, y yo me
encuentro con la experiencia conscientemente en la medida de lo posible.

Me siento muy afortunada con mi pequeñ a prá ctica craneosacral en Langport, que
me permite vivir y disfrutar una vida simple, a la que puedo volver. Me da la
oportunidad de conocer individuos y familias, y de ayudarles a estar bien y a vivir
vidas má s plenas. Descubro que a veces la gente que recibe tratamientos hace la
conexió n entre lo físico, lo emocional y lo espiritual. Los logros en el mundo
externo son menos importantes que los cambios en mi vida interna, porque
descubrirnos a nosotros mismos es descubrir el universo. Me siento retada de
manera continuada, y animada, y profundamente involucrada con la vida.

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Capítulo 4: LA MAREA
Mi tesis, mi convicció n, no só lo creencia, y mi pasió n está n contenidas en esta
breve frase: puedes confiar en la marea. He pasado los ú ltimos 15 añ os
analizando, probando, trabajando con y enseñ ando la verdad de esta declaració n.
Actualmente, aproximadamente 120 añ os después de que Sutherland expresara
originalmente esta afirmació n, voy a intentar explicar dó nde he estado y a lo que
he llegado hasta ahora. Tomemos esto despacio y empecemos por el principio. Oí
esta frase por primera vez cuando me estaba formando como terapeuta
craneosacral con Franklin Sills en Karuna.

Puedes confiar en la Marea. Empecé a pensar: “¿Qué Marea y qué significa “confiar
en”? La palabra confiar era la importante. ¿Significa confiar “trabajar con”,
manipular de algú n modo o dirigir hacia una lesió n? ¿Por qué Sutherland eligió la
expresió n “confiar en”? Llegué a creer que era suficientemente independiente para
saber qué quería decir y que si había dicho confiar, eso es lo que quería decir
literalmente. Eso significa que es otra persona o cosa la que hace lo que tenga que
ser hecho.

En cuanto a la Marea, no asumí que Sutherland estaba intentando decir que el


Impulso Rítmico Craneal o IRC, como lo conocemos, era la fuente en la que
podíamos confiar tan devotamente, y pensé que ni siquiera se sugería que la Marea
Larga, con la que muchos de vosotros ya está is familiarizados, era la energía
motivadora de toda vida, pues éstas son, después de todo, objetos de nuestra
conciencia, no el fundamento subyacente de nuestra conciencia.
Llegué a creer que en realidad estaba hablando de la hipó tesis de que hay una
Inteligencia que no es parte de la estructura egó ica personal e individual, que no
está sujeta al intelecto, en la que se puede confiar absolutamente.

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Shakespeare dijo:”Hay una Marea en los asuntos de los hombres, que tomada en su
rebosar, conduce a la fortuna.” Ni siquiera esto es “la cosa”, aunque se le acerca
má s. Implica que hay “otro”.

Esto hace surgir un gran conflicto: si hay “otro” en el que confiar, qué lugar ocupo
yo en todo esto. ¿Có mo sabré lo que eso otro está haciendo, có mo sabré lo que le
está ocurriendo al paciente? Supongamos que algo va mal y me demanda, ¡en este
país abundan los litigios! Veis lo que está pasando aquí, el viejo y pobre ego
personal ya se lo está pasando mal, se está poniendo muy ansioso.
Podríamos ir má s allá : “Tenemos que tener límites, no puedo saber lo que estoy
haciendo. ¿Có mo explico lo que estoy haciendo? Esto no es científico y, lo mejor de
todo, tengo que estar presente, plenamente presente en todo momento. ¡Recuerdo
que Mike dijo eso! Mike Boxhall, quiero decir, no Michael Shea, que está
perfectamente cuerdo.¡Vaya! ¡Ahora no se puede confiar en nadie, ni siquiera en
mí! No es para tanto. Lo que tenemos que hacer ahora es analizar qué significa
estar presente en este contexto.

A lo que me refiero con estar presente es tener la mente aquietada, simplemente


notar lo que surge sin apegarse a ello de ninguna manera. No hacer juicios respecto
al significado de lo que surge. Simplemente notar lo que es. Si no nos apegamos al
significado, el fenó meno pasará y lo má s probable es que otro tome su lugar.
Después otro, y otro, y los reconocemos todos y los dejamos pasar y, a veces,
durante un rato, no surgirá nada y só lo habrá conciencia vacía, vacía de todo
objeto, y de ese vacío surge un nuevo objeto. El movimiento surge de la quietud y
nada va realmente a ninguna parte. Ello simplemente es, en movimiento. En este
momento hay una unificació n de todo lo que alguna vez fue, y esto que surge es su
expresió n ahora mismo. El Espíritu toma forma y nosotros, como testigos, estamos
en prá ctica compartida con esa forma.

É ste es, por tanto, el dramá tico despliegue de la Terapia Craneosacral Biodiná mica.
Esto es la introducció n, el pró logo; ahora examinemos esto un poco y dividá moslo
para llegar a algo má s expansivo. Todos los objetos vienen y van, ¿cierto? Algunos
tardan má s en irse que otros. El Everest, el planeta, mi vecino que toca rock duro…
pero antes o después todos se van, y eso es lo que todas las cosas, y pensamientos y
sentimientos, tienen en comú n. ¡Todos se van! Yo me iré, no sé cuando, quizá ya
estoy má s allá de mi fecha de caducidad, pero en algú n momento me iré. Y esto es
lo má s importante, cualquier cosa que haya venido a la forma como yo, vendrá a la
forma como alguna otra cosa, antes o después. Cuando las condiciones sustenten
otra forma, se creará otra forma. Es un proceso sin principio ni fin. Sin causa, só lo
revelació n.

No puedo evitar reírme de mí mismo por intentar ser ló gico. No es lo que mejor me
sale, y creo que en el modelo de Jung, yo probablemente soy un intuitivo, al menos
eso es lo que intuyo, pero debo intentar ser ló gico para no ser unilateral. Mi ló gica
es que cuanto má s puedo objetivizar todo, incluyéndome a mí mismo, má s cerca
estoy de lo inexpresado, de lo no-dual, de aquello de lo que surgen los objetos, del
Sujeto. Hacia donde voy es que si todo es, en cierto sentido, no concreto e
impermanente, incluyéndome a mí mismo, entonces también son impermanentes
la enfermedad, el sufrimiento y el malestar. Si esto es así, entonces, ¿qué
herramienta voy a usar para producir alivio? Claramente mi intelecto, no só lo

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impermanente, sino también limitado, só lo puede contener una respuesta parcial.
Es decir, por supuesto, a menos que pretenda ser omnisciente y saberlo todo. Lo
mejor que puedo hacer, en esta forma, es tomar mi limitado conocimiento y
aplicarlo a mi limitada evaluació n, llá male diagnó stico, y esperar un resultado
limitadamente benéfico. Sigo dá ndole vueltas a este pensamiento, y eso me lleva a
tomar conciencia de que, a menudo, ni siquiera el cliente sabe la causa de lo que le
pasa. Esto complica el problema.

Sin embargo, esto es con lo que trabajamos todo el tiempo, ¿cierto? Estamos
condicionados, pienso, a pensar que éste es el ú nico camino posible. Actualmente
yo tengo un punto de vista ligeramente diferente, no tan absoluto, y lo ofrezco
como una invitació n para considerar que posiblemente hay otra perspectiva que
examinar. Siguiendo el modelo de Groucho Marx, que dijo en una ocasió n: “Nunca
me haría socio de un club que me aceptara como miembro”, suelo ser muy
cuidadoso respecto a quién tiene acceso a mi sufrimiento. Mi sentido de
insatisfacció n. Que, segú n observo, también es impermanente. A veces, de hecho,
todo es perfectamente satisfactorio. Supongamos que simplemente me aparto del
camino y dejo que el Espíritu o la Inteligencia, a diferencia de mi intelecto, hagan el
trabajo. Conseguir que la patología del sistema esté en un estado de mayor
adaptació n. Dejar de sufrir de lo que son, en efecto, experiencias de vida mal
digeridas. Sería superinteligente dejar que la Inteligencia hiciera el trabajo en lugar
de confiar ú nicamente en mi intelecto y conocimiento parcial. En mi opinió n, esto
abriría la posibilidad del renacimiento, ahora mismo, en el presente, a una forma
que ya no está modificada por las experiencias de vida no digeridas. Tengo la
creencia, y hasta cierto punto experimento, que el renacimiento no só lo es lo que
ocurre cuando me caigo de la rama, sino má s bien, combinado con la conciencia, lo
que está ocurriendo ahora mismo, en el presente. Como dijo Aldous Huxley, “En
realidad no hay vida fuera de la vida de experiencia”. Reverenciemos la
experiencia, no só lo la teoría o el concepto. Dejadme que tome un momento para
leer un poema, después volveré a có mo trato de apartarme del camino de la
Inteligencia y dejarle que haga el trabajo.

Hay un amable grupo de gente que ha crecido alrededor del curso que estoy
enseñ ando en Carolina del Norte. Intercambiamos muchas preguntas e
intercambiamos muchos intentos de respuestas. Es una prá ctica verdaderamente
compartida.
Parte de lo que sigue surgió de una cuestió n reciente de uno de los miembros al
resto de nosotros:“Quiero intentar abordar esto y es algo que hace surgir todos los
temas de los que hemos estado hablando, y es posible que me ayude a entender un
poco má s lo que he estado tratando de exponer”. Enfoquémonos por un momento
en el desastre del Golfo y veamos qué surge directamente de eso: Ademá s de ser un
desastre, que lo es, para cientos de miles de buenas personas; es casi insoportable
pensar en el sufrimiento de los que lo han perdido todo: familia, hogar, posesiones,
y lo que es peor, la esperanza y la confianza; es una crisis global. Enfoquémonos en
Nueva Orleá ns. Una crisis es un punto de inflexió n. No estoy hablando ú nicamente
del precio del petró leo y el efecto “bola de nieve” que tiene, sino de una crisis de
confianza en lo que hemos llegado a creer que es el orden natural de las cosas. E
incluso llegamos a dudar de la decencia, compasió n y buena vecindad de la gente
cuando las cartas vienen mal dadas para algunos.

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La crisis que ha recorrido el mundo es: ¿En quién podemos confiar cuando
tenemos problemas? El 11 de septiembre fue diferente; nosotros creamos un
enemigo y tomamos el punto de vista de que teníamos que aprender a defendernos
mejor del enemigo, de ese objeto que está ahí fuera. Nos agrupamos para
conseguirlo. De manera correcta o equivocada. Ahora parece que nos hemos
traicionado a nosotros mismos. No hay enemigo ahí fuera, aunque buscaremos
uno, só lo una masiva imposició n de un estilo de vida carente de compasió n.
No pretendo que esperaría un resultado distinto de cualquier otra nació n si
surgiera una situació n similar. Ciertamente no en la mía, que está inexorablemente
conformada por el mismo modelo, así como todos los demá s países europeos. Justo
antes del huracá n, 600 personas murieron pisoteadas en Arabia, la mayoría
mujeres y niñ os que huían de lo que creían que era una amenaza para ellos. Si yo
fuera historiador, la lista sería interminable. Ahora llegamos a la Crisis, el punto de
inflexió n. El fulcro del cambio. Ese fulcro está en la conciencia. No la conciencia de
quién hizo qué mal y quién tiene que ser despedido o culpado, sin la conciencia de
que yo soy responsable. Histó ricamente, siempre culpamos a otra persona y
volvemos a rendirnos al impulso de aceptar lo que es mejor para mí y los míos,
como si el resto de la comunidad mundial no fueran también “yo y lo mío”.
El estatus quo se desestabiliza. No es extrañ o que estemos “experimentando
algunos grandes cambios y trastornos en nuestras vidas”. Daniel Levy, un
compositor y pianista, dice: “Los pasos para alcanzar los patrones de una nueva
civilizació n son los mismos que se necesitan para expandir la conciencia. Cuando
esta expansió n de conciencia ocurre, todo el pasado disminuye gradual y
rítmicamente para convertirse en parte de otra totalidad. El centro cambia y cada
uno de nuestros á tomos queda infundido por un nuevo tipo de energía. Nuestro
punto de vista asume una perspectiva mayor, y nuestra visió n se expande de ver
partes de la totalidad a ser conscientes de la realidad del todo mayor.”
Esta es, sucintamente, la experiencia de algunos clientes. Y ésta es a veces mi
propia experiencia. “Algo ocurre”, como diría Rollin Becker. “Dios es un círculo
cuyo centro está por todas partes y cuya circunferencia no está en ninguna parte”,
dijo San Buenaventura, un cardinal franciscano del siglo XIII y santo patró n de los
desó rdenes intestinales.

Poniéndolo de otro modo, “el Buda del futuro es Maitreya. Pero Maitreya no es una
persona, sino esa cualidad de amistad que es, de hecho, un aspecto de la mente
iluminada.” Deena Metzger.

Aquí es donde nuestro trabajo es tan importante. No que digamos a otras personas
có mo deberían ser, o lo que deberían hacer, sino facilitar el acceso a la conciencia
de lo que está emergiendo en nuestro ser ahora mismo y llevar eso a una
conciencia má s plena. Y retirar el juicio. Hacemos esto en prá ctica compartida con
otro u otros, y les ayudamos a estar presentes ante su dolor, o lo que surja,
escuchando plenamente su historia desde un lugar vacío. Só lo por medio de y
desde este aumento de conciencia surgirá la posibilidad de un cambio radical.
Todos los cambios importantes causan inseguridad. Si no nos sentimos inseguros,
estamos patinando en el mismo viejo surco y puede haber un sentido de seguridad
artificial y temporal en eso, pero observa cuá n frá gil es. De modo que la
inseguridad es el lugar del cambio. Benditos sean los inseguros. El dolor cambiará
si podemos observarlo, no convertirnos en él. No dejar que él se convierta en lo

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que somos. En esa escucha plena reside la curació n. No hay nada que hacer. Pero
no es fá cil estar plenamente presente antes una angustia profunda sin juzgarla.
Simplemente tenemos que recordar que ese juicio es asunto nuestro y está
llenando el cuenco, y si el cuenco no está vacío, no se llega a contar toda la historia.
Volviendo por un momento a la culpa, la cuestió n no es “lo que hice mal”, sino lo
que surge ahora mismo. ¿Có mo me hace sentirme ahora mismo lo que hice o dejé
de hacer? Es ira; es miedo, o una mezcla de ambos. Esto es lo que tenemos que
abordar, con lo que tenemos que trabajar. De ahí surge la posibilidad de cambiar.
Trabajando con el miedo, trabajando con la ira y, si puedo hacer eso, entonces, tal
vez, veré que la ira y/o el miedo son estados humanos comunes, y yo no tendré que
defenderme contra ellos en el futuro. O librarme de ellos. Es bá sicamente el miedo,
el miedo al cambio, lo que a su vez significa miedo a ser, lo que causa nuestra
patología.

Tener miedo es parte de la experiencia humana; el problema es que intentamos


crear condiciones, barreras y defensas que nos guarden contra ello. Ahí es donde
nos paralizamos. Trabajemos CON el miedo, si eso es lo que está ahí. Entonces,
estamos en el presente. Desde el presente, podemos tomar decisiones sensatas. El
presente siempre está aquietado, es lo que nosotros observamos que está
cambiando. Así, nosotros estamos aquietados, observando el emerger y el pasar
del fenó meno. Nosotros no somos el fenó meno. Nosotros somos, en ese momento,
el lugar donde todos los fenó menos surgen. Eso es lo que significa la quietud. No es
un estado inerte; es la conciencia del cambio, no el cambio mismo. Conduce a la
proactividad. Verse atrapado (apegado) en el cambio conduce a la reactividad.
He intentado definir la Quietud y he intentado definir el desapego. La combinació n
de ambos es iluminació n. Cualquier tonto, incluyendo a éste, puede definirlo, ¡lo
importante es practicarlo! Nietzsche dijo, y podría haber estado hablando del
apego, o má s bien de la falta de apego, “Quiero aprender má s y má s a ver como
hermoso, lo que es necesario en las cosas, porque entonces seré uno de esas
personas que embellece las cosas.”

Hace ya algunos añ os he venido compartiendo mis observaciones con los


estudiantes, en los Estados Unidos y en Europa. Ellos han estado compartiendo sus
observaciones conmigo, y el consenso es que: “Puedes confiar en la marea.” No
tanto en las mareas mecá nicas y relativamente superficiales, puesto que ellas son
una herramienta, un vehículo, sino en el Aliento de Vida, en la Inteligencia, de la
que ellas son portadoras y en el Espíritu, del que el Aliento de Vida es una de sus
primeras formas. Otro consenso al que hemos llegado es que es difícil entrar en ese
estado de rendició n, donde el viejo y pobre ego no puede circunscribir lo que está
ocurriendo. ¡El ego quiere decir lo suyo! El consenso final es que cuando la
confianza y la rendició n está n en su lugar —y nada menos que eso— ¡la cosa
funciona!El secreto, para mí, está en nuestro estado de presencia. El Dalai Lama
dice: “Creo que nuestra primera responsabilidad como terapeutas es observarnos
a nosotros mismos.” Anoto el uso que hace de las palabras “primera
responsabilidad”. Tengo que hacer algo má s que só lo lavarme las manos entre
pacientes y dejar el extracto bancario en el escritorio, necesito meditar y entrar en
un estado de ser de relativo desapego. Si no puedo estar desapegado, entonces una
simple observació n de este hecho puede distanciarme de ser el apego, hasta el
punto de que puedo limitarme a observar el estado de mi ser, sin dar la energía de

21
la atenció n a la neurosis, o lo que quiera que sea. Tengo abundantes de esas
[neurosis]. Esta observació n sin juicio es compasió n, Karuna. Cuando puedo
aproximarme a alguien desde este lugar relativamente ordenado y aquietado,
estoy preparado para recibir lo que se me ofrece. No espero llegar a la quietud
absoluta. Creo que puedo haber tenido breves vislumbres de algo parecido a eso de
vez en cuando, pero, con cierta prá ctica, puedo permanecer relativamente
aquietado. Desde ahí, y só lo desde ahí, puedo aproximarme al cliente o al grupo
familiar, si estoy trabajando con menores o bebés, en la creencia de que contactaré
con ese nivel en quien quiera que esté presente, ¡tanto si surge a la conciencia
como si no!

Estamos en prá ctica compartida, a ese nivel, y cualquier cosa que surja, cualquier
cosa que se haga, es el resultado de la sinergia de esa prá ctica compartida. No hay
actor y receptor. Só lo hay prá ctica compartida. Y es posible que yo no sepa lo que
ha tenido lugar, a nivel estructural, y el cliente puede no saber, y ambas
posibilidades dan miedo, y es perfecto, y ¿quién tiene miedo?: no yo, ¡¡só lo mi ego!!
Por desgracia, no es posible caerse a medias de un acantilado. O bien confias y
sueltas, o no lo haces. Conozco a algunas personas que se sienten atraídas a
trabajar así. Conozco a algunas personas a quienes les repele el pensamiento de
trabajar así. Todas ellas tienen razó n. Yo simplemente quiero apoyar y fortalecer a
las primeras de todos los modos que pueda. Para mí, éste es el nivel del Espíritu.
No es un nivel mejor; es lo que es, es para algunos.

Un perro ama el mundo a través de su nariz. Un pez a través de sus agallas.


Un murciélago a través de su profunda ceguera. Y un á guila a través de su planear.
Y una vida humana a través de su espíritu. (Mark Nepo)

No he probado nada de lo que me había propuesto, só lo quería hacer una ofrenda.

Mark Nepo, una vez má s, cita a Buda: “Actú a siempre como si el futuro del
Universo dependiera de lo que haces, mientras te ríes de ti mismo por pensar que
cualquier cosa que hagas establece una diferencia.”

Aquí vemos otra exposició n de un participante:

Querido Mike, Has pedido que escribamos algo sobre el trabajo que hacemos en
Duncton Mill, al menos eso es lo que he entendido. Después de los ú ltimos dos
cursos he vivido momentos difíciles conmigo mismo. Me ha costado adaptarme a la
“vida regular”, una vida en la que tengo que tomar decisiones respecto a cuá ndo
hacer qué, puesto que no tengo empleo y tengo una consulta que funciona al cien
por cien. He cuestionado muchas de las decisiones que he tomado anteriormente, y
me he preguntando si me he despistado de mi tarea en la vida, si me he desviado
de ella… y todos esos pensamientos y preguntas desagradables. Me parecía que
tenía mucho que “digerir”, no só lo de viejas experiencias que se han ido
acumulando a lo largo de las décadas, y las creencias que surgen de ellas (o que yo
extraigo de ellas), sino también de las experiencias en tus cursos. Ú nicamente en
los ú ltimos días he empezado a darme cuenta que las experiencias y las creencias
resultantes está n empezando a cambiar; y en realidad lo hacen de manera muy
imperceptible.

22
Dejadme acabar con la definició n que dio un hombre de la terapia craneosacral…
“La terapia craneosacral, en su versió n má s tierna, es un viaje realizado en quietud
por dos o má s personas hacia un nivel de ser en el que no hay patología.”

Lo que sigue es de Christina Hurst-Prager, terapeuta craneosacral registrada, en


Kü snacht, Suiza, y toca muy directamente el concepto de “experiencia de vida no
digerida” que se menciona en la pá gina 7. Aborda muy bien el hecho de que si
vamos suficientemente al nú cleo de la relació n —lo que a veces denomino la
prá ctica compartida— la sinergia surgida de ese campo permitirá , sin ningú n
esfuerzo o intenció n, un “renacimiento”. Deja que el trabajo haga el trabajo. Basta
con que nos sentemos a admirar la revelació n. Me siento agradecido por esta
contribució n:

Durante las “reflexiones matinales” y el compartir de las experiencias de nuestro


trabajo conjunto, el concepto de “experiencia de vida no digerida” surge de vez en
cuando como la fuente de nuestra incomodad y malestar físico, emocional, mental
o espiritual. Sin embargo, muy pocas veces uno de nosotros comparte o habla de
una experiencia muy específica que aú n no hayamos digerido del modo en que uno
parece hablar de ellas en psicoterapia. Y, sin embargo, las experiencias de vida no
digeridas hasta ese momento parecen empezar a digerirse. Simplemente, si ésta no
es una manera demasiado modesta de expresarlo, conectando con otra persona
desde un lugar profundo, compasivo y libre de juicios. Si puedo usar la analogía de
la “digestió n” de manera má s física: cuando comemos algo que es difícil de digerir,
nuestro cuerpo o bien lo almacena en forma de grasa u otras células poco
saludables o el alimento que tenemos en el estó mago avanza muy lenta y
dolorosamente. Si tomamos algú n té de hierbas que nos ayude a digerir, o algú n
otro remedio, el estó mago y los intestinos empiezan a funcionar mucho mejor, y
empiezan a limpiar nuestro material insano. Y si añ adimos algunos remedios
herbales u homeopá ticos, remedios que no recarguen el cuerpo de otro modo, para
fortalecer, por ejemplo, la funció n renal y hepá tica, el cuerpo puede empezar a
limpiar incluso “venenos” má s antiguos y ponerse bien. Así es como yo
experimento el trabajo que hacemos contigo en Duncton Mill. La profunda escucha
en prá ctica compartida es como un té herbal benéfico o como los remedios
homeopá ticos que capacitan y fortalecen el cuerpo, el alma y el espíritu para que se
sanen, o digieran, lo que tenga que ser sanado en primer lugar, y así se puede
profundizar má s y má s en el tejido celular. É sta ú ltima frase en realidad me llevaría
a reflexionar sobre “sanar el espíritu”. Tal vez debería escribir espíritu con “E”
mayú scula cuando hablo del Espíritu Universal, porque É l/Ella no necesita ninguna
cura, para diferenciarlo del espíritu personal, que muy posiblemente necesitará
abundante cura.

Y ahora, por supuesto, a esto le deben seguir algunos pensamientos sobre la


curació n, pues en realidad ésta no es una palabra que usá is, por lo que yo sé. Me
parece que hablá is mucho má s de “arrojar luz” sobre lo que es, aceptá ndolo má s y
má s sin juicio, con compasió n, y esto aportará curació n, tal vez no en el sentido
convencional de “curarse”, sino en el de aclararse con lo que es.
Este tipo de trabajo craneosacral biodiná mica también me recuerda lo poco que
reaccionan los niñ os cuando se hacen dañ o y lloran. Si nosotros, los padres,
simplemente les abrazamos y reconocemos: “Oh, sí, veo que te has hecho mucho
dañ o”, entonces lloran todavía má s, pero só lo durante un segundo o dos, y después

23
generalmente se sienten bien. (Cuando alguien le dice a un niñ o que se ha hecho
dañ o “oh, no es para tanto, no es nada”, el niñ o suele llorar durante mucho má s
tiempo). Como terapeuta craneosacral biodiná mica yo soy como la madre, que
reconoce y valida lo que ocurrió , y có mo se siente el niñ o, y entonces “ello” puede
disolverse.

Como madre me hace sentirme bien por dentro, ser amorosa y aceptar al niñ o.
Como terapeuta, si conecto desde un lugar profundo con el cliente, por supuesto
estoy conectando conmigo mismo desde un lugar profundo, de aceptació n,
permitiendo que la luz brille sobre lo que sea; no podría conectar desde ningú n
otro lugar. He experimentado una y otra vez que dar un tratamiento es recibirlo.

Capítulo 5: La bendición de la inseguridad


Si, como dice Erich Fromm, el emerger del “hombre maduro” es el objetivo tanto
del zen oriental como del psicoaná lisis occidental, y si el hombre a ese nivel se ha
deshecho de sus triviales miedos a la inseguridad, de la unilateralidad de su
tendencia razonadora, cabe la esperanza de que los seres humanos alcancen una
mejor comprensió n del significado de la realidad. No es necesario añ adir que esto
implica dejar atrá s toda forma de avaricia y la superació n de la adoració n del ego.
Así, el satori, o lo que tratamos de definir como iluminació n puede, en el aná lisis
final, ser el instrumento que permita a la persona emerger en la cima de su
madurez, con la connotació n má s amplia posible y dentro de un marco de
referencia humanista. Paul Neumarkt.

Es importante indicar que Fromm dice: “deshecho de sus triviales miedos a la


inseguridad”. É l no dice que se deba abandonar la inseguridad. Siendo, supongo,
una persona muy insegura, esta declaració n me reconforta enormemente.

Como profesor y como persona, o tal vez mejor, como persona que enseñ a,
distinguiendo así quién soy de lo que a veces hago, no se me pide ser perfecto. Só lo
se me pide trabajar hacia una ampliació n de la conciencia de mis inseguridades y
hacia ser cada vez má s capaz de mostrarme compasivo con ellas. Yo defino la
compasió n como ver lo que es, tan completamente como sea posible, sin juicio. Lo
difícil aquí es el “sin juicio”, siendo al mismo tiempo ésta la puerta a la conciencia.

Casi no completo este capítulo, al menos no durante el mes correspondiente. Si


Colin, el sujeto que gestiona mi pá gina, es bondadoso, el texto deberá estar
publicado en las ú ltimas 48 horas de 2006.

En torno a este periodo del añ o, al menos durante los ú ltimos añ os, parece que
entro en un periodo de “crisis”. Este mes soy “la reina del drama”.

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Este añ o, tras la insistencia muy sensata de Barbara, me vi siendo transportado en
ambulancia —¡ incluso llevaban la sirena funcionando!— y con una má scara de
oxígeno puesta. Aparentemente estaba mostrando todos los signos evidentes de
sufrir un ataque al corazó n Y, probablemente, enfisema.

A los dos días volvieron a enviarme a casa, después de todas las pruebas, sin
reprenderme pero aconsejá ndome que bajara un poco el ritmo. Sí, ya sabía que me
estaba excediendo, pero eso es lo que suelo hacer. Aproximadamente una semana
después, ya estoy en orden y dispuesto a volver a empezar. Mi cumpleañ os a
principios de enero parece anunciar un amanecer má s luminoso.

“Eres viejo, padre William”, dijo el joven, “y tu pelo se ha vuelto muy blanco. Y sin
embargo te pones de cabeza continuamente. ¿Crees que está bien hacer eso a tu
edad?”
Lewis Carroll.

Es muy fá cil pensar que lo que sentimos y pensamos en realidad contiene y agota
quienes somos. En mi cabeza, sé que no soy lo que siento y pienso, y que cualquier
cosa que surja no tiene una permanencia intrínseca. Sé eso, y eso es fundamental
para ser capaz de autoproclamarse budista, pero eso no es lo que uno siente
cuando está en medio de la experiencia.

En realidad, só lo hay cuatro fundamentos para ser budista, que son:

1. Todas las cosas son impermanentes, y no hay sustancia esencial o concepto que
sea permanente.

2. Todas las emociones traen dolor y sufrimiento, y no hay emoció n que sea
puramente placentera.

3. Todo fenó meno es ilusorio y vacío.

4. La iluminació n está má s allá de los conceptos; no se trata de un cielo dichoso y


perfecto sino, má s bien, de una liberació n de la ilusió n.

Esta lista debe ser má s que suficiente para causar inseguridad, ¡aunque no
estuviera presente anteriormente!
Dzonngsar Jamyang Khyentse

Volveré a esta lista má s adelante, pero, de momento, continuaré hablando de


manera má s general sobre la inseguridad. He descrito la inseguridad como un
síntoma de la experiencia de vida sin digerir que ha cristalizado en una forma que
asumimos que es nuestra identidad. Es esa forma, esa identidad aparentemente
só lida, la que dicta lo que enseñ amos, lo que aprendemos, y desde dó nde venimos
cuando hacemos cualquiera de estas dos cosas. A fin de hacer el intento de animar
el emerger del Espíritu, que simplemente no es un objeto del intelecto personal,

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sino má s bien su fundamento, debemos rendir o renunciar a algo, al menos a eso
que nos mantiene separados, que es precisamente el yo individual.

Lo que sigue es una charla ligeramente corregida que di en 2004, y que parece
relevante para esta discusió n.

El nivel del espíritu no es una simple herramienta de carpintero.

É ste es un intento de abrir un debate sobre la terapia craneosacral, y los niveles de


conciencia desde los que nos aproximamos al trabajo.

Habitualmente solemos referirnos a los niveles de cuerpo, mente y espíritu.


Supongo que todos, como orgullosos o avergonzados propietarios, tenemos una
idea bastante precisa de a qué nos referimos con la palabra Cuerpo.

Todos también tenemos una interpretació n de a qué nos referimos con la palabra
mente, aunque habrá menos consenso respecto a su significado y extensió n.

Sospecho, no obstante, que pensar en qué es Espíritu será mucho má s vago.

Lo mismo ocurre con la terapia craneosacral. Algunos la verá n ú nicamente como


un trabajo corporal no-invasor.

Algunos se dará n cuenta y experimentará n que el trabajo aborda problemas


mentales y emocionales; relaciones y estados de á nimo.

Y aú n habrá otros que sentirá n que hay magia en los resultados de la sesió n
craneal, tanto para el cliente como para ellos mismos, y se preguntará n de dó nde
viene eso.

Quiero explorar hasta dó nde puede conducirnos el modelo de la terapia


craneosacral, y no só lo en la curació n de síntomas, sino a nivel mucho má s
profundo, hacia una plenitud de vida que trasciende la medicina tal como
entendemos habitualmente esa palabra. Para el estado del ser humano comú n y
ordinario, eso es quien realmente somos, algo mucho má s profundo que la
condició n patoló gica en la que vivimos y que hemos aceptado como nuestra
naturaleza. La condició n patoló gica no es nuestra naturaleza, sino que es, má s bien,
una acumulació n de experiencias de vida sin digerir.

En primer lugar una palabra sobre los modelos: budismo, cristiandad, judaísmo,
filosofía, psicología y ciertamente terapia craneosacral, todos ellos son modelos. No
son “ello”. Cualquiera de estos modelos só lo son “ello” cuando se convierten en una
experiencia a nivel profundo. Entre tanto, estamos hablando de teorías, modelos,
pensamientos, opiniones, sueñ os, esperanzas y oraciones sobre la experiencia. É sta
es una afirmació n muy dogmá tica y yo detesto el dogma, de modo que la
modificaré añ adiendo: en la opinió n de mucha gente cuyo juicio respeto.

La siguiente pieza de dogma, que detesto, de modo que ha sufrido la misma


modificació n, es que los niveles má s profundos (ampliaré esto má s adelante) son
informes, y no está n sometidos al intelecto, que como los pensamientos y

26
emociones, por no hablar del cuerpo mismo, ya son forma. Podemos llamar a estos
niveles, al Espíritu, lo universal que deviene en la infinita variedad de formas
individuales. A menudo me refiero a esto como inteligencia, la inteligencia
diferenciada de uno de sus productos, que es el intelecto personal.

No confundamos el Espíritu, que yo considero absoluto, sea expresado o


inmanente, con el Alma, que yo considero personal, y otro producto del Espíritu
infinito.

Tocar, convertirse en la Inteligencia misma, aunque sea por un momento, es tocar


eso que causa la formació n y puede conducir al renacimiento, en el presente, ahora
mismo, en otra forma que puede no ser portadora de la acumulació n de
experiencia de vida debilitante a la que me he referido antes.

Se puede decir, en general que la medicina es lineal y newtoniana: todo lo que


ocurre tiene una causa definida y da lugar a un efecto definido (Capra). Es decir, el
mundo es mecá nico, como un reloj, cada “tic” va seguido de un “toc”.

A lo largo de los ú ltimos treinta añ os aproximadamente, el cambio decisivo ha


consistido en reconocer que la naturaleza es invariablemente no-lineal (Stewart).
¿Qué significa esto? Significa, segú n mi interpretació n, que no podemos limitarnos
a usar nuestros intelectos para racionalizar secuencias de causas y efectos, o
diagnosticar y pronosticar y remediar; si queremos alcanzar niveles de ser
diferentes de esos que está n sujetos a las leyes que gobiernan nuestros pequeñ os
cuerpos, nuestros cuerpos relativamente simples. Esto, a su vez, significa que la
estructura, la forma del ser humano, tal vez esté sometida a la interpretació n lineal,
pero los aspectos infinitos no lo está n.

Las hormigas y las abejas tienen inteligencia individual —no muy grande— y las
mismas criaturas tienen una gran inteligencia grupal que les permite hacer cosas
extraordinarias.

Existen leyes que gobiernan las pequeñ as cosas y existen leyes que gobiernan las
grandes cosas. Cuando terminamos de diseccionar las pequeñ as cosas y llegamos
irreductiblemente a la nada o no-cosa, llegamos a la mayor cosa de todas, La
Inteligencia. El Infinito.

Cuando el intelecto humano, que es una pequeñ a cosa, se esfuerza por comprender
el significado de la Gran Cosa, llega a un punto en el que trata de estar separado del
Infinito. Esto es una tautología. El intelecto, mientras esté separado de la
Inteligencia misma, ha alcanzado su límite. Para ir má s allá , debe renunciar a la
separació n, soltar y convertirse en su propia causa. No hay extrapolació n desde el
Infinito.

Yo soy la Marea.

La historia de Adá n y Eva es la historia de alcanzar la Individualidad y perder la


unidad. La unidad con el Infinito.

27
Algunos de nosotros tenemos la experiencia de que, si estamos preparados para
aceptar la pérdida ú ltima y terrorífica de la conciencia individual, es posible
convertirse en el Espíritu, la Inteligencia, la Marea misma. Es terrorífico porque,
una vez má s, por definició n, no podemos conocer eso. Só lo está el vacío, que no es
un objeto, só lo una experiencia de una no-cosa, informe, hasta que regresamos a la
conciencia relativa. No hay por supuesto, terror en el vacío, sino en el soltar, en el
caerse por el precipicio. No hay dolor, ni placer, ni enfermedad tampoco; no hay
experiencia de vida, que es la causa de todos estos fenó menos.

No hay —shock/horror— límites. Los límites aú n no han venido a la existencia.


Só lo hay vacío.

Si olvidamos que este viaje es lineal, y pensamos má s bien que es un viaje a la


esencia de quienes somos, entonces podemos ver que la posibilidad de emerger a
lo relativo conlleva la posibilidad de no acarrear con nosotros la patología, que
tiene su origen en una proyecció n lineal, del pasado o del futuro.

Yo no creo en milagros. Creo que el trauma, cualquiera que sea su naturaleza, es


una acumulació n de sucesos pasados o futuros. Debajo de cada patología, y de
todos los sucesos que conducen a ella, está presente la salud.

Trabajemos con esa salud, que es el nú cleo, má s que con la patología, que, en cierto
sentido, es efímera.

Comentaré má s adelante có mo hacerlo.

Los seres humanos tienen inteligencia individual; tiende a ser denominada


intelecto. También tienen una inteligencia grupal (a veces de naturaleza
desafortunada o destructiva).

Lo que los seres humanos parecen tener, y es algo que les diferencia de las
hormigas, es la capacidad de ser conscientes de estos atributos, en lugar de só lo
reaccionar a ellos. Por lo demá s, la diferencia a nivel genético con las hormigas es
muy pequeñ a.

Existen jerarquías de inteligencia. Un ser humano tiene una idea precisa de có mo


se reproduce el conejo. Y no creo que los conejos sepan có mo nos reproducimos
los seres humanos. Ni siquiera creo que se planteen la pregunta, aunque los
conejos son, evidentemente, conscientes del ser humano y pueden mirarlo con
hostilidad o amistosamente en funció n de su experiencia lineal.

El Espíritu es informe para los sentidos, aunque, en mi modelo, es el fundamento


ú ltimo de los sentidos. Usa la palabra Inteligencia si lo prefieres. El Intelecto es
consciente de la palabra Espíritu, pero só lo puede tomar conciencia de él
convirtiéndose en él.

No obstante, como he sugerido antes, el intelecto es un producto de la Inteligencia,


de modo que cuando nos convertimos en Espíritu, es decir, cuando nos
convertimos en nuestra propia causa, en ese momento ya no somos nosotros.

28
Estoy intentando decir que los niveles má s profundos, causales, del ser, no está n en
el á mbito del ego ni de nada personal. Son una experiencia, no un concepto.

¿A dó nde se va el ego? A ninguna parte, está allí, pero la conciencia no está .

Por extensió n, al nivel de esta Inteligencia o Espíritu, ¿dó nde está la patología,
dó nde está la Terapia Craneosacral, dó nde la medicina, dó nde estoy yo? Está n allí,
pero no está n en la conciencia.

En ese instante que es ahora, sin pasado o futuro lineal, aú n no han venido a la
forma. Esto es a un nivel absoluto, tal vez. A nivel má s relativo, el ordenador ha
abierto una nueva pá gina sin cerrar la que estaba abierta debajo. Tal vez sepas que
la otra pá gina está debajo, pero, hasta que no cierres la de arriba, no podrá s
probarlo. No hay experiencia. Es teoría.

Me gustaría que los profesores, en general, pudieran ver que una diferencia de
nivel no implica diferencia de importancia. É sta es la herejía fundamental del
Intelecto. Es un juicio que nos mantiene y mantiene al paciente/alumno
firmemente arraigados en el samsara.

Confía en la marea

La marea va má s, y má s profundo.
Sé testigo.
Yo no la agarro, se ha ido
Sé testigo.
Aquí el dolor. No tengo que remediarlo.
Sé testigo.
Siempre má s profundo, ¿dó nde queda ahora el dolor?
Sé testigo.

Hecho todo lo que había que hacer, ¿quién toca


y quién es tocado?
Conciencia

El vacío

Inmó vil en el océano,


Lo informe se agita,
La oscuridad se encuentra con la luz y encarna.
Tú y yo somos nosotros. Siempre ha sido así.

¿Dó nde queda ahora la pérdida?

Como la Terapia Craneosacral se asienta en el cuerpo, es un modelo ideal, un punto


de partida para conectar con la Mente y el Espíritu. Este ú ltimo ú nicamente usando
el cuerpo como algo que se deja atrá s.

29
Como dijo Buda, la iluminació n está en el cuerpo. El cuerpo es luz en ú ltimo
término. Es, en tiempo presente. En no significa en otra parte (aquí, ahora) y el
cuerpo está aquí ahora y presente, no es una teoría. Es una experiencia.

La prá ctica compartida de todo tiempo y toda experiencia está aquí mismo ahora,
desplegá ndose desde el centro hasta los confines del universo y má s allá . Lo
implicado y lo explicado en una danza interminable.

La física podría buscar el principio del tiempo tanto aquí como allí fuera.

Tocar a alguien desde la Quietud es convertirse en un fulcro para que esa Quietud
sea tocada en el otro, tanto si eso se experimenta conscientemente como si no.
Hundirse seguidamente en el vacío es tocar el vacío, no só lo de esa persona, sino el
vacío. Es posible que la conciencia del cliente esté a un nivel mucho má s físico, pero
la inteligencia es tocada a nivel profundo, y yo no diría que se produce la curació n,
sino que se recuerda la salud esencial.

Mi experiencia es que la experiencia de vida relativa y superficial, basada en el ego,


puede parecer que continú a adelante, pero se ha abierto una puerta al cambio. Un
cambio no só lo en el cliente, sino en todo el campo experimental. Familia, amigos,
etc.

Trabajar con un grupo de gente puede tener efectos aú n má s amplios, pues cada
organismo separado contacta con la misma fuente, y se incrementan las avenidas y
las referencias cruzadas para la prá ctica compartida.

En resumen, la Terapia Craneosacral puede ser un modelo para trabajar a todos los
niveles. Yo no puedo emitir un juicio respecto al nivel en el que la gente elija
trabajar. Eso sería tan ofensivo como preguntar cuá l de los cuerpos de Buda
prefiero: el nirmanakaya, el sambhogakaya o el dharmakaya; eso para quienes
estudian estas cosas. Estos cuerpos coexisten, pero só lo puedes estudiar y hablar
SOBRE el Dharmakaya. Y eso no es “ello”. Tienes que convertirte en ELLO.

Entra en ello plenamente. Schauberger dijo “un curso de agua nunca debe ser
regulado desde sus orillas, sino desde dentro, desde el fluido mismo.”

En resumen: para facilitar el cambio profundo, ese cambio que es radical y


duradero, má s que una modificació n limitada a la conciencia tanto del terapeuta
como del cliente, tenemos que soltar el conocimiento limitado del intelecto y caer
en la inseguridad de lo desconocido. No es posible “medio caerse” por el precipicio;
la rendició n tiene que ser absoluta.

30
Alicia [en el País de las Maravillas] tenía algo que decir sobre el tema:

—¿Quién eres tú ? —dijo la oruga.


É sta no era la mejor manera de animar una conversació n.
Alicia replicó con timidez:
—Yo, yo, apenas lo sé, señ or, de momento, al menos sé quien era cuando me
levanté esta mañ ana, pero creo que he sido cambiada varias veces desde entonces.
—A qué te refieres con eso —dijo la oruga severamente— ¡explícate!
—Temo, señ or, que no puedo explicarme —dijo Alicia— porque no soy yo misma,
ve.
—No veo —dijo la oruga.
Lewis Carroll.

Capítulo 6: El espíritu encarnado


Ya ha pasado fin de añ o y ha sido mi cumpleañ os. Ahora se ha pasado el susto y
hemos recuperado la normalidad.

Algunos miembros de mi familia han sido capaces de presentarse y participar en el


cumpleañ os. É sta es una fotografía de mis nietos hace un par de añ os, en mi 75
cumpleañ os.

31
 

No sé cuá ndo nos volveremos a juntar todos. Ellos crecen, se mueven y dos han
emigrado recientemente a Australia.

En cualquier caso, ¡he dado la ORDEN para mi octogésimo cumpleañ os! [80 añ os]
¡Nada de apegos por aquí! ¿Entendido?

A menudo se me anima a que haga mis escritos menos densos, a que lo aligere un
poco.

Lo que quiero hacer este mes es tratar de ampliar la idea que surgió en el ú ltimo
pá rrafo, de que no podemos trabajar con el Espíritu, como yo solía decir, (daba un
curso titulado “Trabajar con el Espíritu”), sino que tenemos que convertirnos en él.
É sta es la razó n por la que el curso que ahora ofrezco lleva por título “La
encarnació n del Espíritu”. Encarnació n es la palabra justa, pues el mecanismo
sensorio de cualquier experiencia está aquí mismo, no en el Cielo, ni en el infierno,
ni en el bardo, ni en ninguna otra parte. Esto es ello, y no hay ningú n otro ello.
Có mo conseguir tomar conciencia de “ello” es otra historia muy, muy larga. O bien
es una historia muy corta: ¡Estate presente!

Ahora viene otra hipó tesis muy densa, me temo… ¡no hay karma en el verdadero
presente! Esto necesita un extenso comentario, que tal vez haga en otra parte,
pero, entre tanto, tal vez merezca la pena considerarlo momentá neamente.

No considero que el Espíritu sea un objeto ahí fuera con el que podamos trabajar
como podríamos hacerlo, por ejemplo, con el miedo o la ira, o con la felicidad y la
alegría. Má s bien, veo el Espíritu como la Fuente; lo que está ahí como fundamento,
cuando soltamos todo apego al yo ilusorio, al que nos aferramos con tanta

32
desesperació n. Volvemos a la rendició n y al “dejarnos caer por el precipicio” que ya
hemos comentado.

Si el Espíritu no es una forma, sino que má s bien es aná logo al fundamento, algo, un
concepto si queréis, que simplemente es, entonces se vuelve muy difícil enseñ arlo
como sujeto. De hecho, yo llegaría a decir que no puede ser enseñ ado. Digo, no
obstante, que puede ser experimentado.

El Tao puede ser recibido pero no enseñado:

Es muy extrañ o lo que experimento, en mi intento de enseñ ar lo in-enseñ able. Lo


que en realidad ocurre es algo parecido a lo siguiente: Nosotros, el grupo,
meditamos un rato —unos 40 minutos— y después yo hablo durante otro rato
sobre cualquier cosa que haya surgido en la meditació n, o sobre algo que haya
traído conmigo. Alguien plantea una pregunta y la comentamos, y entonces, en un
momento dado, generalmente ocurre; me doy cuenta que necesito escuchar lo que
estoy diciendo, pues no sabía que sabía eso o que pensaba así.

É se es un momento má gico en el que ahora confío, y no puede ser buscado,


simplemente se presenta ahí en un momento dado. Lo mismo ocurre, a veces,
cuando estoy escribiendo y el trabajo hace el trabajo, y yo puedo quitarme de en
medio.

No viene de otra parte; no es que venga de otra parte, este concepto me resulta
muy difícil… sino que má s bien es un dar voz a la presencia, colectiva, de todo el
grupo. Una auténtica prá ctica compartida. En el caso de la escritura, una vez má s,
es algo que está allí mismo, y se produce un acceso a esa “comunalidad” de
experiencia que todos llevamos con nosotros, y que se pone a nuestra disposició n
cuando permitimos que se exprese la profundidad mental adecuada, y el intelecto
personal está aquietado.

Soy un poco fan de Rupert Sheldrake y su Campo Morfogenético. Ese campo, o


Espíritu, no está en alguna parte ahí fuera, ni es algo que yo haya adquirido y que
ahora esté en mi intelecto. Má s bien es la experiencia colectiva humana cuando
dejamos de estar separados. Aquí estamos hablando de la misma separació n que
está retratada de manera tan colorista en la historia de Adá n y Eva. Sugiero que un
modo de entender esta historia es como el emerger original del ego y del individuo,
y la pérdida de conciencia de la comunalidad con la Inteligencia misma. Tengo
cuidado de decir pérdida de conciencia, pues el Espíritu no puede perderse, só lo
extraviarse.

Resulta má s fá cil acceder a este estado, o cualquier cosa que elijamos llamarlo, con
la prá ctica. Prá ctica es una palabra muy utilizada por los buscadores de diversos
tipos, y yo considero que significa estar en un camino. No creo que signifique
alcanzar un objetivo. Eso parece má s bien Materialismo Espiritual, y presenta dos
problemas: el primero es que nunca estamos presentes, siempre estamos
intentando ser algo que no somos o estar donde no estamos; y segundo, que
presuponemos que sabemos cuá l es el objetivo. Esto, en sí mismo, es por fuerza
una limitació n.

33
Estar en un camino es paradó jico: ciertamente, en la manera de hablar má s
habitual, sugiere una progresió n lineal; pero, en otro contexto, se pone el acento
sobre la palabra estar* [sobre la palabra ser]. Segú n esta interpretació n el ser
también es el camino y, así, presencia es todo lo que hay. No hay que ir a otra parte,
simplemente se trata de expandir la conciencia de dó nde uno está . El camino,
entonces, es expansió n de, no de progreso hacia. Me gusta este concepto, pues
habla vigorosamente del Principio Femenino de nutrició n, contacto y acogida, má s
que de ir ahí fuera y descubrir lo nuevo y lo heroico. Por supuesto, hay lugar para
ambos: simplemente siento que hemos perdido el equilibrio y, por lo tanto, tiendo
a empujar el péndulo todo lo que puedo hacia lo Femenino, que ha sufrido durante
demasiado tiempo, (tanto en hombres como en mujeres).

Así, en términos de prá ctica, de la modalidad que fuere, y tomando como vehículo
los diversos elementos que hemos tocado hasta ahora, como la prá ctica
compartida, o colectiva, y la presencia, precedida por la meditació n, yo
experimento, y el feedback lo confirma, que ese estado profundo, o nivel de ser, es
tocado en el cliente. No es necesario que el cliente sea consciente, pues ha sido
tocado en el nivel en el que no hay un yo/ella, ni un suyo/mío. Só lo hay presencia,
y partir de esa presencia, que es Espíritu, puede ocurrir un nuevo nacimiento. Ese
nuevo nacimiento no tiene por que llevar toda la continuidad de material, las
historias que llevamos con nosotros y con las que nos hemos identificado. El
renacimiento es posible aquí y ahora. De hecho, si pensamos con claridad sobre
esta declaració n, el renacimiento só lo puede ocurrir aquí y ahora. Esto es la
verdad, y cualquier otra cosa es un concepto sobre otro tiempo o lugar hipotético,
no una verdad.

* Aquí el autor hace uso de la palabra “being”, que en castellano puede ser traducida
como “ser o estar”, haciendo referencia a la frase mencionada anteriormente estar en
el camino. En este caso, aunque el autor referencia “being” a “estar”, la palabra debe
ser traducida como “ser”.

He dicho antes que no es necesario que el cliente sepa. Quiero ser má s radical y
decir que ni el cliente ni el terapeuta son necesariamente conscientes de lo que
está ocurriendo. Cualquier cosa que ocurra simplemente ocurre, y si no nos
apegamos a nada de lo que aparece, es decir, si no nos apegamos a ningú n objeto, y
simplemente nos mantenemos aquietados, es posible que no sepamos lo que está
ocurriendo. Simplemente ocurre. Cuando volvemos a un nivel de ser má s cotidiano
o mundano, lo que quiera que haya ocurrido es ahora el lugar de donde venimos,
má s que algo que observamos. El observador se expande. Todo el universo
formulado queda modificado. “Yo (tú ) soy (eres) la Marea y no hay separació n”. Tat
tvam asi. (tú eres eso), es otro modo de decirlo.

Cuando uno alcanza la realización de sí, uno realiza la naturaleza esencial del
universo. La existencia de la dualidad sólo es una ilusión y cuando esa ilusión se
deshace, la unidad primordial de la propia naturaleza y la naturaleza del universo se
realiza, se hace real. Namkhai Norbu

Aquí está el otro lado de la moneda, que es má s comú n. ¡Resueno muy bien con
esto!

34
Un día mullah Nasrudín oyó que había recibido un mensaje especial del Sheik de
Basora. Cuando fue a recogerlo, le dijeron que antes debía identificarse. Nasrudín
pescó en los bolsillos de sus pantalones y sacó un espejo de latón. Mirándolo, dijo: “Sí,
este soy yo”. De: “Soul Food, Stories to Nourish the Spirit & the Heart”
Ed. Jack Kornfield & Christina Feldman.

Me parece muy desafortunado que haya tanta distancia entre lo que se considera
sagrado y lo que se considera profano. Diciéndolo de otro modo, tenemos un
concepto erró neo, diría yo, por el que establecemos una diferencia cualitativa
entre la prá ctica espiritual y la medicina o la terapia. Los budistas tibetanos
superan en cierta medida esta brecha, pues muchos de sus médicos son
reconocidos maestros espirituales. No obstante, la desventaja de esto es que
muchas veces no hay un sentido de prá ctica compartida, sino una jerarquía, un
hacer y un recibir la acció n.Sin embargo, en nuestra cultura, hace ya tiempo que
desapareció la idea de que la medicina es una prá ctica espiritual. Hay medicina
corporal y mental, que en gran medida se mantienen separadas, y el espíritu
preocupa poco.

Esto es extrañ o ya que, dejando de lado momentá neamente que (san) Lucas era
médico, la cristiandad es una religió n encarnada. La Eucaristía habla de esto, y uno
de los pilares de la religió n es que Jesú s fue el hijo encarnado de Dios y, por tanto, y
de manera muy definitiva, el Espíritu.

El budismo es menos divisor en términos de la relació n entre Espíritu, Mente y


Cuerpo, pero, de algú n modo, ha institucionalizado la relació n entre profesor y
alumno, y entre médico y paciente.

En ambos casos, la causa es social, diría yo. Las estructuras sociales parecen
insistir en que otra persona sabe má s que nosotros sobre có mo deberíamos ser.
Para poder relacionarnos con otro ser humano de manera curativa, tenemos que
ser expertos. No expertos en ser un ser humano, sino expertos en enfermedades.
Esto es triste, porque creo que se podría hacer mucho y, de hecho, hay lugares en
los que se hace mucho, para aliviar la aflicció n sin tener que abordarla
directamente, sino dirigiéndose má s bien a la fluidez que sigue estando allí, por
debajo de la enfermedad.

No me quejo tanto de las jerarquías que he mencionado, tal vez forme parte de la
naturaleza humana que algunos siempre sean má s iguales que otros, sino má s bien
del hecho de que los profesores, de cualquier escuela filosó fica que procedan, que
se supone que son má s conscientes de las diná micas, colaboren con este estado de
cosas. Para mí no tiene sentido que se le permita creer a la gente que el progreso
espiritual consiste en la adopció n generalizada de un trasfondo diferente, o, como
yo le llamaría, un compost diferente del que ya tenemos. Todos tenemos muchas
cosas que trabajar, y llevarlas a la conciencia, arrojar luz sobre ellas, y la
subsiguiente retirada del juicio y del apego a ellas, produce exactamente la misma
iluminació n que la plena asimilació n, y el desapego, de cualquier otro tipo de
compost.

Tu ser es exactamente como debería ser. La tarea es tomar conciencia de ello. No


convertirse en alguien, o algo, mejor. ¿Quién está emitiendo el juicio? Si soy yo,

35
entonces, hablando personalmente, ¡yo no confiaría en ese juicio! Como el famoso
dicho de Groucho Marx: “Nunca entraría en un club que me aceptara como
miembro”.

La cristiandad, como los místicos cristianos siempre han tenido que afrontar,
impone una mediació n similar, la del sacerdote, entre La Inteligencia, Dios, y las
formas que esa Inteligencia adopta. Esto limita a Dios, lo que sin duda puede ser la
herejía definitiva. Define al Absoluto.

Nicolá s de Cusa dijo, y esto es muy denso… El no-otro, es lo que yo estuve buscando
durante muchos años mediante la coincidencia de los opuestos; el no-otro tiene que
ser visto antes de cualquier afirmación o negación; viene antes de cualquier
categoría positiva, sea la eternidad, la verdad, la existencia o la unidad. Al mismo
tiempo, el no-otro existe antes de todo lo demás, de modo que tiene que estar
presente en todo lo que aparece después de él, aunque una parte sea opuesta a otra, y
este no-otro es el principio de la existencia y el conocimiento.

Ibn’ Arabi, por el contrario, hizo que el concepto medieval de humanidad de


convirtiera en absoluto: en su filosofía, el ser humano se convierte en un sujeto
universal que abraza la totalidad del universo. Este sujeto universal es capaz de
descubrir la verdad ú ltima del mundo, pero esta verdad es muy distinta de la
declarada por la filosofía occidental reciente.

Lao Tsé dijo: El Tao que puede ser descrito, no es el verdadero Tao.

Me gusta mucho pensar que cualquier cosa que ocurre cuando practico mi
modalidad terapéutica es mi prá ctica espiritual, que comparto en comunió n.

Yo tengo una visió n, una intuició n, de que lo que nos separa es minú sculo en
comparació n con lo que tenemos en comú n (no puedo probarlo, pero la física lo
hace) y que lo que tenemos en comú n es, evidentemente, el Espíritu. É sta,
entonces, es la salud que deberíamos buscar, en lugar de seguir fortaleciendo, con
nuestra atenció n, las diferencias, que son la patología.

Creo que podemos prestar un gran servicio facilitando, lo mejor que sepamos, la
realizació n, en los demá s, de su verdadera identidad.

Hemos de hacer esto renunciando a ese espejismo que es nuestro yo personal. Eso
sería verdaderamente biodiná mico.

Cuando estoy en contacto con los demá s, particularmente a nivel profundo, estoy
en contacto con ese eso que yo también soy —el Espíritu—, de ahí la fotografía de
mis nietos en el encabezamiento del capítulo.

El ser humano es parte de una totalidad que nosotros denominamos el universo… Nos
experimentamos a nosotros mismos, nuestros pensamientos y sentimientos, como
algo separado del resto. Es una especie de ilusión óptica de la conciencia. Esta ilusión
es una especie de prisión para nosotros, que nos restringe a nuestros deseos

36
personales y al afecto de las pocas personas que tenemos más cerca. Nuestra tarea
debe ser la de liberarnos a nosotros mismos de la prisión ensanchando nuestro
círculo de compasión para abrazar a todas las criaturas vivas y la totalidad de la
naturaleza en su belleza. El verdadero valor del ser humano queda determinado por
la medida y el sentido en que ha obtenido la liberación del yo. Necesitaremos una
manera de pensar sustancialmente diferente si la humanidad ha de sobrevivir.
Albert Einstein.

¿Sabíais que Einstein era budista? Yo no creo que lo supiera, pero tampoco creo
que se sentiría insultado.

Esto, también, soy yo…

…otro ser sensible.

Capítulo 7: La dicha de ser ordinario


¡Ser ordinario es tan difícil! Lo que todos queremos es ser especiales, separados,
mejores que o, en algunos casos, peores que,.. si insistimos en tener un complejo de
inferioridad en lugar de un complejo de superioridad.  

El problema de estar separado es que la separació n es muy pequeñ a. Finita. Una


abstracció n de lo que habría si pudiéramos darnos cuenta de nuestra realidad
infinita. 

37
Hemos hablado mucho de la quietud. Y la mayor parte del tiempo que hablamos de
la quietud hablamos de ella como un objeto, una herramienta que empleamos en
nuestro trabajo. De hecho, la Quietud Diná mica es un estado de ser, no algo que
hagamos; y podríamos muy bien describirla como Dios mirando hacia fuera.  

Ocasionalmente (Mathew Appleton en el nú mero 40 de Fulcrum) la gente ha


descrito mi trabajo como enseñ ar a la gente a “relajarse y dejar que la marea haga
el trabajo. Se parece un poco a ver a alguien ahogarse y decir que tiene la capacidad
inherente de nadar, de modo que no le voy a lanzar un flotador. Sí, la inteligencia
inherente del sistema sabe cómo curarse, pero a veces el paciente necesita ayuda
para acceder a esto, y la quietud y la escucha no siempre son suficiente.” Esto, me
temo, indica una comprensió n insuficiente de qué es la quietud. Mucha gente habla
de la quietud y muchos incluyen la palabra quietud en su enseñ anza, pero muy
pocos parecen entender el estado de ser que es la quietud.  

Si alguien se estuviera ahogando, yo ciertamente le lanzaría un flotador. De hecho,


en el pasado, en dos ocasiones me he metido en el agua y los he sacado. En ambos
casos apliqué una técnica de respiració n muy mecá nica. Uno se recuperó . El otro
no, porque había estado bajo el agua 10 minutos cuando lo descubrí, y estuve 20
minutos haciéndole la respiració n boca a boca hasta que llegaron los médicos y se
encargaron del caso.  

Por otra parte, cuando la gente viene a mí voluntariamente y me dice: “No tengo
ninguna enfermedad concreta, ¡simplemente siento que hay algo má s!” o “Siento
que he perdido algo en algú n momento de mi vida”, simplemente me siento en
absoluta quietud mental y escucho. ¡En el vacío se cuenta la historia! No hay
consejo, no hay juicio, só lo vacío. En la escucha reside la curació n y la profundidad
del vacío refleja, muy a menudo, la profundidad de la sanació n.  

Tal vez os interese saber que el ideograma chino que significa “escuchar” contiene
cinco elementos: oreja, tú , ojos, atenció n no-dividida y corazó n. 

Tal vez te gustaría decir: “Sí, ¿pero qué tiene esto que ver con la Terapia
Craneosacral?” La respuesta es: nada si consideras la TCS como una modalidad
puramente mecá nica, pero tal vez todo si dejas de limitar lo que es la TCS y te
abres a la posibilidad de que, como dijo el Buda, la iluminació n está en el cuerpo. Si
es ahí donde eliges trabajar, eso es lo que hallará s.  

Muchos terapeutas, de muchos países, vienen a los cursos simplemente para


obtener validació n de sus experiencias surgidas cuando trabajan con clientes a
niveles muy profundos. Estas experiencias a veces está n en aparente contradicció n
con experiencias que tal vez les han enseñ ado que deberían estar teniendo. 

Como casi todo estado o condició n, la quietud puede ser interpretada a muchos
niveles, y ya hemos examinado esto de algú n modo en el Capítulo 1. Merece la pena
repetir que hay un nivel de quietud perfectamente vá lido que simplemente
significa no moverse. Hay otro nivel de quietud perfectamente vá lido que implica
que hay movimiento, pero el observador no está apegado al movimiento. Pero hay
un nivel aú n má s profundo de quietud que simplemente es la fuente de toda
creació n.  

38
La dificultad siempre se produce cuando se confunde un nivel con otro. “Dad al
César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.” 

Al nivel má s profundo no se puede trabajar con el Espíritu en una relació n


sujeto/objeto, simplemente una expresió n diná mica del Espíritu. 

Este nivel no es alcanzable desde el ego o el intelecto. No me cabe duda de que la


ruta hacia la prá ctica a este nivel es la rendició n. Una de las ventajas de la
rendició n es que, cuando es verdadera, ya no es necesario afirmar que la
experiencia de otra persona está equivocada. ¡Es muy agradable percibir
diferencias! Tal vez estoy hablando de la ancianidad, ¡es tan có moda! 

É sta no es una propuesta para librarse del ego y/o del intelecto, sino má s bien para
rendirlos de vez en cuando a Dios, el Tao, el Espíritu, cualquiera que sea el nombre
que elijas darle. La rendició n, como concepto, no es especialmente popular, tiene
connotaciones desafortunadas y da mucho miedo. Pero aquí hay una cita relevante:

 “El sabio nunca intenta almacenar cosas

Cuanto má s hace por los demá s, má s tiene.

Cuanto má s da a los demá s, mayor su abundancia.

El Tao del cielo es afilado pero no dañ a.

El Tao del sabio es trabajo sin esfuerzo.”

Lo extrañ o del camino espiritual es que cuanto má s profundiza uno en él, má s


ordinario parece —es el ego quien quiere ser especial— y lo que había sido normal
empieza a resultar horriblemente patoló gico: lo que de hecho es, pues nunca ha
sido nada má s que una acumulació n cró nica de experiencias de vida no digerida.

39
Como dijo Chogyam Trungpa: “Si consideramos que algo es valioso y
extraordinario, acaba separá ndose mucho de nosotros.” 

Permitidme que ahora Gary Roba, un antiguo alumno de Oregó n, comparta con
nosotros su informe de una sesió n de tratamiento reciente:  

“Se me pidió que diera una sesió n al gatito de una amiga, que estaba muy tenso
después de haber sido castrado: había sufrido un completo cambio de
personalidad. Inicialmente el gato no se acercaba a mí ni a su dueñ a, de modo que
le pregunté si podía tomarme mi tiempo y ella dijo que sí. Me di cuenta de que
había un radiador en la otra habitació n, de modo que fue allí y me tumbé en el
suelo a su lado, disfrutando del calor. Evidentemente, después de un rato el gatito
se acercó a mí para investigarme. Yo le dejé. Cuando empecé a extender una mano,
él se retiró , de modo que esperé un poco má s. Después se acercó su hermana y se
tumbó entre el radiador y yo, y un minuto después él se tumbó sobre su hermana,
con su cabeza sobre la pelvis de ella. Esta vez, cuando extendí la mano no se retiró ,
de modo que acabé con dos dedos en las patas de atrá s de la hermana y dos dedos
en las patas delanteras del hermano. Todos está bamos cogidos de la mano. El
hermano estaba tan tenso por dentro como pueda estarlo un gato, y la forma de
esa energía estaba acumulada sobre su hermana. Estaban vinculados por ella. En
un momento dado ocurrió algo, sus energías se separaron y esa tensió n como de
hierro que sufría el hermano empezó a fundirse. La hermana se puso de pie y se
alejó , dejá ndome con su hermano, que continuó abriéndose y ablandá ndose por
dentro. Posteriormente, cuando su dueñ a lo recogió del suelo, lo encontró
totalmente pasivo, “pasó de estar extremadamente tenso a estar completamente
relajado en el espacio de una hora”. Entonces pregunté cuá l era el nombre del
gatito, y ella dijo: “Le llamamos Bobo. Entonces explicó que le habían castrado
porque trataba de emparejarse obsesivamente con su hermana. La sesió n pareció
haber ayudado mucho a Bobo.”

Esto es de Bob Doenges, un alumno, colega y consejero que me visita regularmente


y viene de Tulsa, Oklahoma. Habla de presencia, conciencia y rendició n. Es una
declaració n conmovedora que aborda, de manera muy directa, los dos pilares
gemelos de este trabajo, “no saber” y “rendirse”. Las diversas contribuciones a este
libro, incluyendo la mía propia, han tomado y sin duda seguirá n tomando formas
muy diversas: algunas má s intelectuales y teó ricas, otras má s experimentales y
reveladas. Tengo una fuerte sospecha de que la mayor sabiduría reside en éstas
ú ltimas.

De camino a Sutton

Aquí, en Oklahoma, a primeros de abril, los cerezos silvestres y los árboles del amor
están plenamente florecidos. Las azaleas no se quedan atrás, y en medio de este
despliegue primaveral mi mente ha vuelto a un momento anterior de este año que me
ha cambiado de manera inexpresada.

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Al final de enero estaba en Duncton Mill para la segunda parte del curso La
Bendición de Ser Ordinario. A comienzos de la semana estábamos haciendo algunos
cantos y movimientos con una profesora visitante… Después de que se produjera una
de las experiencias, la profesora y Mike dieron la vuelta al círculo preguntándonos:
“¿Dónde estás?”. Cuando llegó a Andreas, éste simplemente replicó: “Estoy
esperando”. Ella se detuvo y esperó que dijera algo más, y volvió a preguntarle:
“¿Dónde estás, Andreas?” y él respondió: “Estoy esperando”. 

Hubo un largo silencio, y antes de que ella pudiera volver a preguntarle, Mike
intervino desde el fondo de la habitación y clarificó el asunto: “Andreas está
esperando. Él no está esperando algo, simplemente está esperando.” 

Pienso que en ese momento lo pillé. Hasta la mañana siguiente no me di cuenta que
sólo “lo había pillado” a nivel intelectual.  

Me encanta levantarme pronto e ir a correr o a caminar para empezar el día. De


modo que, a la mañana siguiente, temprano, me dirigí a la colina y tomé la carretera
al pueblo de Sutton. Aún estaba oscuro, antes del amanecer, y podía distinguir el
horizonte a distancia. Estaba en una meditación en movimiento, y de repente un viejo
árbol desnudo dibujó su silueta delante de mí con el horizonte invernal de fondo. Y en
ese momento me habló claramente: “Estoy esperando”. 

Algo se movió profundamente en ese momento en mi cuerpo y en mi ser. Yo había


cambiado. Era diferente. Las palabras no pueden expresar plenamente ese momento
y experiencia. Me aventuré a decir posteriormente a la clase que había sido una
epifanía. Para mí, ahora, fue un momento de realización de Dios, un momento que
nunca se irá y que está vivo dentro de mí mientras escribo esto.        

Entonces supe, de manera más profunda y nueva, que el árbol simplemente estaba
diciendo: “Estoy esperando: el sol saldrá; el sol se pondrá; la savia dentro de mí se
agitará en lo profundo de mis raíces y ramas a medida que se acerque la primavera;
mis hojas saldrán y experimentarán una primavera y un verano gloriosos; mis hojas
morirán y caerán; mis ramas volverán a estar desnudas”; y así sucesivamente. El
árbol está esperando. 

Seguí corriendo mientras rumiaba estas ideas y esta nueva toma de conciencia. Y
entonces experimenté más plenamente: “Estoy corriendo” y todo lo que acompañaba
a eso; “Estoy escuchando”, y todo lo que venía con eso. Ahora cada momento de mi
vida emerge desde un nuevo nivel que no había experimentado antes, gracias a
Andreas (y a la interpretación de Mike) y al árbol de South Downs.

41
Capítulo 8: Aún no me he decidido
El ú ltimo mes : ha sido muy difícil. Parece ahora, a mediados de marzo, como si
hubiera sido un punto de crisis dentro de un viaje crítico que se ha ido
desarrollando gradualmente desde el mes de noviembre del añ o pasado.

Creo que merece la pena hablar al menos de algunos de los puntos destacados
puesto que, mientras hablamos mucho de los bebés y del nacimiento, apenas
hablamos de la muerte, que también forma parte de la continuidad.

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No hay necesidad de repasar cada centímetro del territorio entre entonces y ahora.
Y como esto inevitablemente sería imperfecto, me limitaré a concentrarme en los
pocos detalles que permanecen claros.

Duncton Mill

Cuando era muy evidente que me sentía enfermo, en enero, sabía que estaba frá gil
y me senté una mañ ana en la terraza de Duncton Mill, mirando el arroyo y
contemplando mi defunció n: no por primera vez, ya me he encontrado con ella
antes. Aquí es donde me senté. Justo en la parte superior de la foto está el
manantial que alimenta este estanque, que se alza desde antiguos estratos de
pizarra. Este lugar es el hogar del original “hombre de los campos de boj”, y Europa
lo considera un enclave de especial interés científico.

Aún no me he decidido

La piedra, los á rboles, las suaves colinas.


El agua, que se acumula en los pliegues, para servir al callado molino.
Un lugar para descansar, o para sentarse, cualquiera de las dos.
Contemplo la fuente, surgida de la blanca capa freá tica
Desde la que el agua fluye
Fría por venir de la tierra, pero pronto se calentará ;
Vivificada por el poderoso sol, que, como un corazó n,
Acelera el ritmo de la respiració n.
Fuego, tierra y agua danzan
Y toman esta frá gil forma mortal durante un rato;
Hasta que llegue la inspiració n y, cansado de este antiguo lugar,

De esta separació n de la fuente,

Las partes se desenreden y, elevadas por el sol, transportadas por el viento,


Vuelvan de nuevo a la infinitud de la Madre.
“¡Mira, hay un arcoiris!”

Hay una historia detrá s de la imagen del arcoiris, y la historia es que, durante mi
formació n en Terapia Craneosacral en el Instituto Karuna, un día hicimos una
visualizació n guiada de la experiencia de nuestros primeros momentos, en este
caso, de la implantació n en el ú tero.

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Mi recuerdo, mi “experiencia” era la de ser una preciosa esfera azul contemplando
en un estado de gran felicidad tres arcoiris. Finalmente esto quedó borroso por la
necesidad de “seguir adelante en la vida”, pero la primera y muy intensa imagen
sigue siendo la de aquellos tres arcoiris. Por tanto, éste es mi primer recuerdo.

Parecía muy apropiado que cuando tenga la sensació n de morir, una de mis
ú ltimas impresiones sea un arcoiris.

El arcoiris es una imagen muy apropiada tanto de la vida como de la muerte. Está
allí, muy claramente, en el cielo, incluso puedes fotografiarlo, pero a otro nivel es
una completa ilusió n. Simplemente allí no hay nada. Es como un pensamiento o
sentimiento: es real a un nivel, pero a otro nivel no es nada.

Lo mismo ocurre con nuestra existencia. Yo soy real y, sin embargo, ¿dó nde estoy
ubicado? ¿En el yo que plantea la pregunta? ¿Dó nde está este yo? Hay una gran
diferencia entre plantearse esta pregunta filosó ficamente o intelectualmente y
planteá rsela desde la quietud.

Poco después de escribir este poema, volé a Florida y di un curso de cinco días en
el precioso Centro Atlá ntico de las Artes, en Smyrna Beach, Florida.

El curso fue bien y yo me vine abajo el ú ltimo día, después de haber volado de
Orlando al aeropuerto internacional de Miami.

Lo extraordinario a lo largo de las semanas siguientes fue observar esta


intangibilidad como de arcoiris, especialmente en Florida, donde, de momento,
renuncié a seguir viajando. Justo en el mostrador donde tenía que registrarme para
volar a las Islas Galá pagos, estuve allí, de pie, y me di cuenta de que no podía seguir
adelante y esperar llegar con la misma forma. Me quedé en Florida con dos amigos
bondadosos, que por suerte só lo estaban a tres horas de viaje en autobú s, y
observé có mo todo mi ser y sus partes se des-membraban por una semana. Fue
una des-integració n en el sentido literal de la palabra. Fue como una
desestructuració n ató mica. Mucho cansancio y ningú n miedo en particular.

Y entonces… una estructuració n gradual. Có mo o por qué… no lo sé. Debe haber


llovido, y lo efímero se reformó .

Los colores son brillantes, pero en realidad allí no hay nada separado. He sabido
esto desde hace tiempo, pero ahora atesoro la experiencia.

É ste es un capítulo extrañ o, pero quería escribirlo y me ha resultado muy difícil.


Ahora mismo, mientras envío esto, han pasado unas pocas semanas, y me siento
fuerte, y me siento muy vulnerable. Y esto hace que me sienta bien.

Lo que sigue fue una rá pida respuesta a lo anterior de Gary Roba:

Vida, muerte y lo intermedio

Oír a tu profesor hablar sobre su muerte tiene que hacer vibrar algo en lo profundo
de ti. El nacimiento y la vida nos informan de que “somos”, pero la muerte nos enseña

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“qué” somos. Como señaló Mike, en este campo se habla mucho del nacimiento, pero
mi implicación personal con la terapia craneosacral surgió de la muerte. Hace diez
años iba caminando por un bosque cerca de la cabaña de mi abuelo en las montañas
Pocono, cuando llegué a un claro del bosque. Una pequeña ratoncita marrón estaba
descansando en un pedazo de tierra, en el medio, y algo me llevó hacia ella. Me
aproximé con el máximo sigilo que pude hasta estar sólo a la distancia de un brazo,
sintiéndome muy sorprendido de que no saliera corriendo. Sentí una conexión entre
nosotros, y cuando estiré la mano para acariciarle la frente, me lo permitió.

Después de algún tiempo la cogí y me la puse en la palma abierta. Aunque estaba un


poco excitada, daba vueltas en círculo y me olisqueaba los dedos, no parecía poner
ninguna objeción. Sus piececitos y su nariz me hicieron cosquillas en la piel cuando la
llevé conmigo a la cabaña. Me miró con curiosidad mientras ambos nos
balanceábamos en la mecedora del porche, y después pareció tranquilizarse y
descansar calladamente. Fue entonces cuando me di cuenta de que se estaba
muriendo.

Simplemente me senté con ella en quietud, siendo testigo de su vida. A medida que
transcurría el tiempo, tomé conciencia de que podía sentir la energía dentro y
alrededor de su pequeño cuerpo. Era muy consciente del movimiento de su
respiración, particularmente a medida que se acercaba el final y se hacía más
laboriosa. Pero era igualmente consciente de que su energía también estaba
respirando —muy muy lentamente— expandiéndose hacia fuera durante
aproximadamente un minuto, y después volviendo a receder hacia dentro durante
otro minuto más o menos. A través de la sensación que me producía esa respiración
energética pude sentir que ella apreciaba que yo estuviera allí acompañándole. Y
después de aproximadamente una hora, fue cuando finalmente hizo un último gran
gesto con su brazo y caja torácica, y tomó su último aliento…
…Pero ella seguía allí. La lenta respiración de su campo energético continuó, sin
reducción, incluso cuando la respiración y el pulso habían cesado: lo que yo ahora
reconozco como “la marea larga”. Fiel a su nombre, esta marea larga continuó
durante mucho tiempo. Nos mantuvimos allí juntos, en profundo contacto y
presencia, y quedó muy claro que la ausencia de los procesos corporales era
irrelevante para su Seidad. Finalmente “algo ocurrió”; se produjo un cambio de algún
tipo, su energía se separó de su cuerpo y después flotó lentamente hacia arriba, hacia
los árboles y el cielo. Aquella fue mi primera sesión craneosacral, aunque nunca
había recibido ninguna formación ni había puesto mis manos anteriormente en
nadie. La técnica que empleé para dar la sesión fue idéntica a la que Mike enseña en
todos sus cursos. Es tan simple que la podría aprender un niño, tan pura que un
animal salvaje confía en ella, y tan profunda para tender un puente entre la vida y la
muerte.

Hace unos años me trasladé de la ciudad de Londres a Bali, donde vuelvo a estar
rodeado de naturaleza. Desde entonces, de vez en cuando, algunos animales se
presentan cuando están preparados para morir. Ellos continúan inspirándome y
haciéndome sentir humilde por el modo en que se desprenden de su cuerpo. Uno de
mis favoritos fue un bebé gecko [lagartija balinesa], que estaba delante de mi puerta
mirándome mientras yo terminaba mi última lección del día [o al menos eso
pensaba]. Para asegurarme, me senté en el suelo a poca distancia y le dije que si
quería una sesión tendría que caminar hasta mí y tener su intención clara. No es el

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comportamiento característico de estas lagartijas balinesas, como podrás imaginar,
pero él inmediatamente caminó hasta mí y empezó a empujar mi pierna con su
cabeza. De modo que lo recogí: como aún era joven, la mayor parte de su cuerpo
cabía en mi mano, y podía poner la otra mano sobre él. Pude sentir en su interior que
tenía los órganos internos dañados, debía haberse peleado con otra lagartija;
lentamente pareció contarme la historia. Después me contó la historia de su
nacimiento. Y finalmente se asentó en la quietud. Sentí el momento de aceptación
dentro de él. Después hubo paz. Cuando los procesos corporales finalmente acabaron,
la Marea permaneció, sin alteración. Sentí como si únicamente la parte más pequeña
de él se hubiera caído, como si simplemente hubiera cortado la cuerda que le
conectaba con el ancla en el fondo del mar.

Otro de mis momentos favoritos fue una ocasión en la que repentinamente sentí una
presencia junto a mí cuando estaba leyendo en mi habitación después de que el
último cliente se hubiera ido a casa. Había una periquita salvaje sobre el cable de la
lámpara de la mesa, a unos quince centímetros de mi brazo. Ella se sentía
completamente impasible, yo no le alteraba en absoluto. Pareció recobrar un poco de
vida cuando la cogí, y aunque pude sentir con claridad que se estaba muriendo, de
algún modo aún parecía sana y vibrante. Incluso dio algún saltito en mi mano,
piando. Entonces, en un momento dado, me miró directamente a los ojos y a
continuación cayo “muerta”; la respiración y el pulso se habían ido. Pero ella seguía
allí, expandiéndose y recediendo suavemente en mi palma, como musgo
saludablemente brillante alrededor de la madera muerta que era su cuerpo. Cuando
conté a un amigo balinés algunas de estas historias, él me dijo: “Nosotros creemos
que los animales así son humanos que hicieron algo malo en la vida anterior y han
tenido que pasar una vida como animales. Por su pasado humano pudieron
reconocer que eras un sanador que podía ayudarles.”

Hace diez días murió en India alguien que para mí ha sido un importante profesor
espiritual. Tenía 89 años. Aunque sólo le conocía desde hace unos años, su manera de
Ser había dejado clara para mí la futilidad y la absurdidad del pensamiento
conceptual. Hace dos meses tuvo una caída, la segunda del año, y estaba postrado en
cama. Llamó a todos sus alumnos a su alrededor y anunció: “Bien, ha llegado la hora
de irse. Adiós y buena suerte, ahora todos podéis volver a casa.” Después
gradualmente dejó de comer y beber hasta que su cuerpo dejó de funcionar. Los que
permanecieron a su lado al final dijeron que en ningún momento mostró ni el menor
rastro de miedo o preocupación respecto a la proximidad de la muerte. Sus últimas
palabras fueron: “No existe tal cosa como iluminación o liberación (moksha). Lo
creáis o no, no hay absolutamente ninguna diferencia entre vosotros y yo, o esa vaca
que está en la calle. Simplemente no hay nada allí, y no hay ninguna diferencia en
absoluto entre la vida y la muerte.”

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47
Capítulo 9

En anteriores capítulos hemos comentado temas como “deja que el trabajo haga el
trabajo” y hemos sugerido que cuanto má s podamos apartarnos del camino, cuanto
má s vacío esté el cuenco, má s profundo puede ser el renacimiento a una forma
mejor adaptada y menos inhibida.  

La implicació n de esto es que cuanto má s pierde su agarre el ego personal y


restringido, má s estamos en contacto con un yo má s verdadero e ilimitado. El
trabajo que surge desde este lugar de comunalidad puede ser muy poderoso,
incluso cambiar nuestra vida, segú n informa mucha gente. 

Es aquí donde empezamos a tener pequeñ os problemas. Tenemos que soltar


nuestros apegos suficientemente para que el trabajo haga el trabajo. Después
volvemos a caer en el apego y queremos analizar qué trabajo se ha realizado y
có mo podríamos repetirlo. La rendició n y la confianza no son fá ciles. Aceptar la
singularidad de cada situació n tal como se revela es fá cil teó ricamente, pero ¿qué
pasa con su prá ctica? La prá ctica tiene que ser re-trabajada continuamente porque
de otro modo volvemos rá pidamente al punto de partida en nuestro intelecto
personal. 

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Sé muy bien lo rá pidamente que queremos otorgarnos el mérito de cualquier
cambio o mejoría. La paradoja es que si yo fuera responsable, ¡no habría ocurrido!

Quiero resaltar claramente que cuanto má s nos apartamos de en medio, tanto


mayor puede ser el resultado, pero eso es porque nos hemos apartado del camino
y no hemos adquirido algú n poder o siddhi con el que curar a la humanidad.

Cualquier sanador moderadamente exitoso, de cualquiera rama, tendrá atributos y


poderes proyectados sobre él. Es importante darse cuenta que esa proyecció n
parte de la necesidad del paciente, y no es la afirmació n de un hecho. Desde mi
punto de vista, tomar otro punto de vista conduce final e inevitablemente al
engrandecimiento, y por tanto al abuso.

He dicho antes que cualquiera puede hacer este trabajo, y espero que muchos se
sientan animados a hacerlo. La ú nica limitació n que todos tenemos es nuestra falta
de habilidad para rendir eso que nos mantiene separados de la fuente. Es decir,
nuestra historia de vida individual, con la que tanto nos identificamos.

La estatua de cobre, o piedra, o madera no es el Buda. La estatua no es el buda, del


mismo modo que la estatua de la libertad no es la libertad, sino un símbolo de la
libertad.

Tú eres el Buda. Tal vez la conciencia está un poco nublada, pero debajo de todas
las capas de ilusió n, eso es quien realmente eres.

Hay una marea

Yo estoy en la Marea

Yo soy la Marea

Recientemente, en abril de 2007, en los medios ha vuelto a surgir la discusió n en


torno a la existencia de Dios. Personas eminentes en sus campos particulares han
hablado desde un lugar y desde otro. La discusió n ha sido intelectual,  y mientras
sea intelectual, esas personas derivará n algú n sentido de satisfacció n, a ese nivel,
de la fuerza de su discusió n. 

Es posible que a algunos científicos no les encaje visualizar al absoluto como un


patriarca como los que dibujaba William Blake, con una barba larga y fluida y un
compá s. No sé cuá nta gente se aferra a esta imagen inocente.

No obstante, si como algunos mantienen, no hay misterio y el intelecto conseguirá


explicarlo todo al final, entonces han ocurrido dos cosas: el intelecto humano ha
sido declarado la culminació n absoluta de la evolució n, y Dios ha sido creado por
los que lo niegan.

El problema, segú n mi limitada y sesgada visió n, es que ¡el Intelecto no siempre es


inteligente!

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Yo prefiero unirme a Einstein, también un científico eminente (aunque, por
supuesto, es tarea de algunos intelectos posteriores disminuir sus logros para estar
por encima en el orden de importancia) cuando dice: “El ser humano es parte de
una totalidad llamada Universo…nosotros nos experimentamos a nosotros mismos,
nuestros pensamientos y sentimientos, como algo separado de los demás. Es una
especie de ilusión de la Conciencia. Esta ilusión es una especie de prisión para
nosotros que nos restringe a nuestros deseos personales y al afecto de las pocas
personas que están más cerca de nosotros. Nuestra tarea debe ser la de liberarnos de
la prisión ampliando el círculo de nuestra compasión, para abrazar a todas las
criaturas y la totalidad de la naturaleza en su belleza. El verdadero valor de un ser
humano viene determinado por la medida y el sentido en que se ha liberado del yo.
Necesitamos una manera sustancialmente diferente de pensar para que la
humanidad pueda sobrevivir.

Sabes, será la inteligencia má s que el intelecto la que nos ayudará a sobrevivir.

La gente cuya prá ctica no es diferente de su meditació n o de su prá ctica espiritual a


menudo se preguntan por qué, si este tipo de trabajo produce resultados, no se
enseñ a en las escuelas.

La respuesta es muy simple; y no puede enseñ arse en las escuelas. La


espiritualidad no es un objeto. A las escuelas a menudo se les pregunta qué temas
enseñ an. Evidentemente enseñ an cosas objetivas y eso es completamente
adecuado. Vamos a la escuela a adquirir informació n y estructura. La informació n y
la estructura son los ladrillos con los que podemos construir un edificio llamado
educació n. Este edificio es esencial para nuestra continuidad y florecimiento como
entidades separadas a las que llamamos yo.

Este yo es capaz de grandes trabajos cada vez má s complejos en todo tipo de


campos, a medida que los datos y razones de una generació n se acumulan sobre los
de la siguiente.

Sigue habiendo y, segú n yo propongo, seguirá habiendo trabajos que se auto-crean


fuera de la supervisió n de la razó n. Trabajos que nos asombran, y que son la obra
de la inteligencia misma, un potencial infinito del que el intelecto es una pequeñ a
manifestació n discreta.

La suya es la visió n del místico; muy diferente de la visió n de Richard Dawkins y su


falta de necesidad de Dios o de una Inteligencia superior y creativa. Ninguno de
nosotros tiene que preocuparse puesto que el nivel del ser y el de la comprensió n
está n separados.

En el budismo, el conocimiento se considera un obstáculo para la comprensión, como


un bloque de hielo que impide que el agua fluya. Se dice que si tomamos una cosa
como verdad y nos apegamos a ella, aunque la verdad misma viniera a llamar a
nuestra puerta, no le abriríamos. Para que las cosas se nos revelen, tenemos que estar
dispuestos a abandonar nuestra visión respecto a ellas. (Thich Nhat Hanh)

Beatrice Kleiner-Borel, de Suiza, tiene una observació n relevante respecto a estos


asuntos:

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Durante una sesión en la que estaba tumbada en la camilla tuve la sensación de una
gran energía que vino sobre mí, sin imágenes, sólo el sentimiento. Al rato, se formó un
pensamiento en mi mente:¿Puedo gestionar esta poderosa energía? Entonces me
quedé profundamente dormida y cuando me desperté supe que cuando viniera esa
energía podría gestionarla.

Al día siguiente estábamos sentados alrededor de una camilla sobre la que había una
señora tumbada y Mike era el terapeuta. Después de un cuarto de hora,  durante el
que fui muy consciente, tuve un largo momento de un gran poder, de una gran
presencia. Después tuve muchas dudas en mi mente:¿Lo que quiero es demasiado? ¿Es
esto demasiado para los demás y para mí?¿Me sentiré rechazada como en el pasado?

Después de la sesió n necesité algú n tiempo para pensar en todo lo que me había
pasado y después vi mi adaptador de corriente sobre mi mesa y supe que tenía que
adaptarme a este “Poder”. Puedes llamarle poder, poder de vida, poder de amor,
Dios o como quieras. Pero yo sé que este poder está en todo el mundo, la mayor
parte del tiempo debajo de muchas capas.

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Capítulo 10: EL APEGO
 Quien se ata a la alegría

destruye la alada vida

pero quien la besa al vuelo

vive en el amanecer de la Eternidad

William Blake 

El apego es una causa crítica y fundamental del sufrimiento, o de la insatisfacció n,


que se menciona muchas veces en el budismo. 

Asume muchas formas: estamos apegados a nuestra nació n, a nuestro linaje, a


nuestra religió n, a nuestra educació n, a la dieta elegida y particularmente a
nuestras enfermedades.

Sobre todo, estamos apegados a la noció n de ser una entidad separada, separada
de todas las demá s entidades, que se llama yo.

Extrañ amente, ninguna cantidad de investigació n seria nos permite dar con ese yo.
Puedo encontrar mi pie y mi hígado, y mi pensamiento y mi emoció n, pero el ser
que es dueñ o de estos atributos no puede ser hallado separadamente en ninguna
parte. Sobre este tema se podría escribir todo un libro y, de hecho, muchos se han
escrito; pero el resultado, si nos permitimos profundizar un poco má s -¿tal vez
preferiríamos no hacerlo?- es que lo que pensá bamos que estaba separado se
convierte en una interacció n entre todas las formas que surgen del vacío, y
ninguna de ellas está intrínsecamente separada. 

Sin embargo, permanecemos definitivamente apegados. 

Mi propuesta respecto a este tema es la siguiente: estoy apegado a todo tipo de


cosas, no digo que sea de otra manera. Si trato de librarme de mis apegos,
simplemente alimento aquello de lo que me quiero librar con mi atenció n, lo que
no hace sino alimentar el problema percibido. El resultado es bastante evidente. 

Sin embargo, si en lugar de ser violento conmigo mismo puedo traer


compasivamente este apego ante la conciencia desnuda y retirar los juicios que
mantengo, entonces surge el espacio en el que el apego puede florecer en otra
cosa. 

Para un terapeuta esto es particularmente aplicable al deseo de curar a alguien.


É ste es un enganche enorme, y el efecto del enganche es asegurar que la relació n
energética entre mí y el paciente sea de esfuerzo, no de escucha vacía y relajada. El
tipo de escucha que es terapéutica en sí misma. Este tipo de intervenció n surge de
mi visió n limitada de có mo debería estar el paciente. Si puedo limitarme a
presentar un gran espacio en el que el paciente pueda expresarse plenamente, no

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necesariamente verbalmente, todo su sufrimiento, no só lo el síntoma presente,
entonces entra en juego una iluminació n inherente y se revela la inteligencia. No
só lo mi mejor intenció n mecá nica. Entonces es posible que el paciente oiga, tal vez
por primera vez, una revelació n de su verdadero ser, que no es otra cosa que una
expresió n del vacío. La frase má s grande de Sutherland, en mi opinió n, "puedes
confiar en la marea", resuena con esto.  

Cuando los terapeutas se sienten atraídos hacia lo que podríamos denominar el


trabajo espiritual, a veces tienen la falsa noció n que de algú n modo no deberían
cobrar por su trabajo. Yo les ofrezco esto: elegimos nacer en la forma humana, en
tiempo y espacio, donde hay una definició n perfectamente vá lida de lo que es la
justa manera de ganarse la vida. Esta definició n ha incluido durante varios cientos
de añ os la idea de que el dinero es un medio de intercambio. Eso es todo. No tiene
valor intrínseco, es un medio de intercambio y no valorar en términos corrientes lo
que ofrecemos es devaluarlo. É ste es uno de los muchos ejemplos que podemos
encontrar de la "compasió n idiota". Robar a la gente es robar a la gente. Pedir un
salario justo es justo. Dar apoyo a los pobres y necesitados también es justo,
cuando es apropiado. 

Si eres guiado a vivir como un monje y a ponerte a la merced y generosidad de


otros que te sustenten y a cambio les das sabiduría/curació n, ése es un
intercambio justo. Lo mismo ocurre si usas el dinero como medio. Por favor, no
hagas un juicio respecto a cuá l es mejor. Algo similar ocurre cuando la gente se
siente llevada a enseñ ar. "¿Estoy preparado, sé lo suficiente, me sentiré pillado?"
Surgen todas estas dudas. 

Estas son preguntas muy vá lidas si quieres enseñ ar aritmética o mecá nica del
motor. Pero si te sientes llevado hacia algo muy diferente, la ú nica pregunta es:
"¿Estoy preparado para soltar lo que me mantiene separado de los alumnos, estoy
preparado a ser ú nicamente lo que soy? ¿Puedo compartir eso tal como es, sin
ningú n juicio de ser suficientemente bueno o no ser suficientemente bueno?. El
apego a "no ser suficientemente bueno" es enorme. No tiene sustancialidad, es un
apego y la conciencia de eso abre la posibilidad de cambiar. El cambio está en el
nú cleo de todo fenó meno.  

Si puedo compartir eso, esa integridad permitirá al alumno realizar (hacer real o
concreto; dar realidad o sustancia a; "nuestras ideas deben ser sustanciadas en
acciones"), en la prá ctica compartida, su propia integridad. A todos los niveles,
Espíritu, mente y cuerpo.  

Hemos tocado aquí, muy brevemente, la noció n de impermanencia o


insustancialidad. 

Es un tema muy extenso y muchas personas consideran que la impermanencia es


negativa. É sta es una visió n muy limitada puesto que, como en todo lo demá s, hay
otro lado. Si las cosas buenas son impermanentes, entonces, por la misma regla,
también lo son las cosas malas (nó tese el juicio en estos adjetivos).

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É ste es mi ejemplo, que puede ser familiar a quienes me conocen; no tengo un
Aston Martin DB7 (mi coche favorito y carísimo). Si hubiera permanencia, nunca
tendría un Aston Martin. Pero, como nada es permanente, un día podría tener un
Aston Martin. ¿Qué quieres? ¿Zapatos Ferrogamo? ¿Muchos pacientes? ¿Curar a
muchos pacientes? ¿Una vida mejor? ¿La santidad? Da gracias por la
impermanencia.  

É sta es una pequeñ a historia de Carmen Renalias, de Españ a, que ilustra


perfectamente el trabajo con el apego, sin intentar librarse de él;

En una de las prácticas que hicimos, sentí que iba a un nivel más y más profundo,
podía sentir que no estaba en mi cuerpo, que no estaba en mis sentimientos, que ni
siquiera era yo misma en este tiempo, que simplemente estaba por todas partes y el
tiempo no existía. Y entonces, no sé de dónde vino, surgió la imagen de mis hijos, y de
repente volví y noté que no podía despegarme de ellos, surgió el miedo de perderlos.

De algún modo he estado donde no sentía apego, ni placer, ni dolor, sólo ser, pero el
miedo de perder a mis hijos fue tan fuerte que me causó mucho sufrimiento, y tristeza
al pensar en soltar mi apego a ellos. La tristeza simplemente era. Fue importante
experimentarla, porque aunque había sufrimiento, podía ver el camino por debajo
del sufrimiento. Del todo ser uno, surgió la diferenciación, mis hijos y yo, el amor se
convirtió en miedo. Aún me mueve ahora, cuando lo escribo y hace que me sienta muy
humilde y muy cuidadosa conmigo misma.

En esta vida nos apegamos a nuestra familia, a nuestras ideas, a nuestros profesores
y, como has dicho, a nuestra vida... y nos olvidamos de que todo es uno.

¡Por favor no os apeguéis a libraros del apego!

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Capítulo 11: ¡Cuando hay caos!
El Espíritu es como yo llamo a eso que subyace y es la causa ú ltima de toda vida. El
genoma no causa la vida, sino que dicta la forma que tomará . Espíritu es el nombre
que doy al impulso que causa el emerger de la forma a partir del vacío, en prá ctica
compartida con el vacío.

El dedo en movimiento escribe, y, habiendo escrito,


sigue su camino: ni toda tu piedad ni todo tu ingenio
podrá n hacerle volver y cancelar ni media línea,
todas tus lá grimas no podrá n lavar una sola palabra de lo escrito.
El Rubaiyat. Omar Kahyyam, siglo XI.

El problema de la mayoría de las terapias, alopá ticas y complementarias, y de la


mayoría de las religiones, convencionales o marginales, es que no só lo se enfocan
en las formas, sino en formas que son producto de muchas vidas de formas y má s
formas no digeridas. El paquete se ha superpuesto al contenido. Hemos perdido la
confianza en la impronta, en la intencionalidad original de ser. El intelecto, que ya
es una cristalizació n de la forma personal, se ha convertido en lo preeminente, en
lugar de ser una herramienta.

No es posible trabajar con el Espíritu desde la forma, só lo es posible convertirse en


el Espíritu. Esto requiere soltar la divisió n, la separació n, para convertirse en lo
que es comú n. Harold D. Roth, en su preciosa traducció n de un antiguo texto
taoísta en Original Tao (Columbia University Press-1999), lo describe así:

En cuanto al Camino:

Es aquello de lo que la boca no puede hablar,


Los ojos no pueden ver,
Y los oídos no pueden oír.
Es eso con lo que cultivamos la mente y alineamos el cuerpo.
Cuando la gente lo pierde, muere;
Cuando la gente lo adquiere, florece;
Cuando las empresas lo pierden, fracasan;
Cuando lo ganan, tienen éxito.
El Camino nunca tiene raíz o tronco,
Nunca tiene hojas ni flores.
La miríada de cosas son generadas por él;
La miríada de cosas son completadas por él.
Lo llamamos “el Camino”.

Tratemos de trabajar desde el Espíritu y en la Quietud del potencial absoluto


donde no hay dolor. Esto no es fá cil en absoluto, como muchos de nosotros hemos
podido descubrir. Queremos encontrar algo a lo que nos podamos aferrar. Algo que
dé sentido al desorden, la enfermedad (Aquí viene una cita de James Low,
psicoterapeuta y profesor budista): “El punto clave de esto es que cualquier cosa que
construyamos es impermanente, tiene fallos y algún día se desmoronará y se hará
polvo. Y esto es cierto de todas las escuelas de psicoterapia y también de todas las

55
escuelas de budismo. Son impermanentes…” (Esto es muy duro, incluso los
profesores y las enseñ anzas son impermanentes.)

“EL VERDADERO DHARMA NO ES EL DHARMA QUE PUEDE EXPRESARSE EN


PALABRAS.” (¡Y la verdadera curación no es algo que pueda hacerse!)

“En el mundo moderno, donde prevalece la confusión y la sensación de estar perdidos,


a menudo queremos encontrar un refugio seguro, y podemos acudir al Dharma o a
algún sistema terapéutico, o a algún sistema de creencias para que nos ofrezca algún
tipo de refugio. Pero creo que tenemos que recordar que cualquier apoyo y sentido de
dirección que podamos desarrollar visitando centros del Dharma, yendo de
peregrinación, haciendo ciertas prácticas… estas cosas en sí mismas están
construidas y existen en un mundo de impermanencia. Y si confiamos demasiado en
ellas, es muy fácil verse llevado a posiciones dogmáticas; a pensar que tu visión está
bien y la de los demás mal; a establecer grupos de “iniciados” que excluyen a los
foráneos y toda la perversidad dualista que preside nuestra vida moderna.”

Los comentarios de James también son aplicables a nuestra prá ctica curativa.

La quietud es el ú tero de la creació n. Reside en el espacio silente que existe entre


cada acció n.

Quietud y caos son dos caras de la misma moneda. Coexisten en danza eterna.
Ambos surgen del vacío. El problema es el apego a una o al otro. ¿Tal vez el ú nico
problema?

“Si te preguntan: ‘¿Cuá l es el signo de tu Padre en ti?’, diles ‘Es movimiento y


reposo’.” El Evangelio de Tomá s.

Jo Feat me envía la siguiente oferta que encaja bien en este capítulo:

Abrazar el caos:

Muévete hacia lo que hace latir tu corazó n tan salvajemente que tengas que pararte
a tomar una respiració n,

Ofrece tu mente y observa có mo se revela un secreto.

Tó came tan sutilmente que me disuelva como la luz del sol rompiéndose en una
miríada de sombras;

Déjame que te vea reír desde la planta de los pies hasta los confines má s lejanos
del universo.

Y recuerda atesorar cuidadosamente tus lá grimas y embotellarlas con el dulce


elixir del amor.

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No me cuentes con tono susurrante que está s trabajando en ti mismo.
Á brete al dolor surgido de los huesos que se rompen en el centro de tu pecho.
Hornea un pastel de corazó n y cabeza, y déjame lamer el cuenco.

Abraza el caos-deléitate en lo absurdo


Cá nsate de la imitació n
Abalá nzate y elévate a cámara lenta
Como un pá jaro multicolor.

57
Capítulo 12: ENSEÑANZA

En sá nscrito, Dharmachacra significa la “Rueda del Dharma”. Este mudra simboliza


uno de los momentos má s importantes en la vida de Buda, la ocasió n en que
predicó a sus compañ eros el primer sermó n después de su iluminació n en el
parque de los ciervos de Sarnath. Así, denota la puesta en marcha de la Rueda de la
enseñ anza del Dharma. En este mudra el pulgar y el dedo índice de ambas manos
se tocan en las puntas formando un círculo. Este círculo representa la Rueda del
Dharma, o, en términos metafísicos, la unió n de método y sabiduría.  

“No hay final. No hay principio. Sólo hay pasión por la vida.”
Federico Fellini 

La prá ctica de la atenció n consciente en estos tiempos tan revueltos es má s


importante que nunca. Si nosotros, individualmente, no nos tomamos el tiempo de
practicar la conciencia del momento, no só lo nos resultará difícil transformar el
sufrimiento en nuestras propias vidas, sino que nos resultará difícil transformar el
sufrimiento del mundo. Es vital para nosotros mismos, para nuestros hijos y para
la Tierra que tengamos una prá ctica que nos ayude a ser conscientes, que nos
permita volver a nosotros mismos y habitar el momento presente para
transformar el sufrimiento en nosotros mismos y en los que nos rodean.  

Thich Nhat Hahn 

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Estamos en el ú ltimo capítulo; hace un añ o nos propusimos hacer doce, y aquí
estamos. Hay un prefacio y puede haber un índice y una lista de bibliografía que
añ adir al final.  

Sin embargo, éste no es el final de la historia; tal vez Fellini tenga razó n; ni siquiera
hay principio, só lo el eterno ahora. ¡Pero hay pasió n! Tenemos una estructura y mi
trabajo en los pró ximos meses consiste, con vuestra ayuda, en extender la
estructura central desde el centro hacia fuera. Prá cticamente todas las entradas, al
menos mi parte de ellas, necesitan expandir las ideas contenidas en el capítulo.
Necesitamos notas de casos reales, y tal vez una elaboració n general má s completa.
Algunas ideas son demasiado densas y es necesario desplegarlas.

Por encima de todo, cuando tengamos el volumen requerido, tendremos que


corregirlo muy detenidamente. Hasta la fecha no me he molestado demasiado con
este aspecto de las cosas, y sé que hay muchas inadecuaciones.

Este mes quiero hablar de la idea general de que lo que cuenta es la enseñ anza, no
el profesor. É ste es un tema que he promovido consistentemente a lo largo de mi
enseñ anza, y creo que merece la pena repetirlo aquí:  

Todo mi trabajo ha sido de “dirigir siguiendo”. Como Ray Grigg dice en The Tao of
Being, estrofa 30, 

En el Reino del pensamiento, nada puede conseguirse por la fuerza. Si empujas, los
pensamientos se tropiezan consigo mismos. Si te esfuerzas, reina la confusión. Busca
y lucha, y todo lo que encontrarás será búsqueda y lucha. Como el moverse con el
Dao, el entendimiento viene por sí mismo.

La preparación para aquello que viene por sí mismo se llama aprendizaje.


Concéntrate en aprender y tendrás éxito. Trabaja el entendimiento y fracasarás.

Todo aprendizaje es aprendizaje por seguimiento. Aprende delicadamente y con


cuidado de modo que el seguimiento no se vea alterado. Aprende con ira y el
seguimiento conduce al miedo; aprende con miedo y el seguimiento produce ira.

Para entender, aprende y después olvídate de lo aprendido. Suelta y confía. La


comprensión viene sin esfuerzo. No es algo adquirido, sino que ocurre. Maravíllate,
suavízate y ábrete. Deja que el entendimiento dirija. Confía en el soltar y sigue su
guía. A esto se le llama entender-por-seguimiento. Suelta delicada y cuidadosamente,
para que el seguimiento no se vea alterado. El entendimiento no puede ser
controlado por el yo. Aprende a entender aprendiendo a estar sin identidad.

Entender es pensar libre del yo, moverse sin obstáculos en la plenitud vacía del Dao. 

Hemos intentado seguir estas reglas y la enseñ anza ha sido la revelació n de lo que
surge cuando un grupo de alumnos y un facilitador/profesor trabajan juntos en
prá ctica compartida. Esto es lo contrario de la forma de enseñ anza má s comú n, que

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es didá ctica y dogmá tica. Temo que ésta ú ltima tiende a debilitar al alumno. Y temo
que esto es bastante habitual.  

Deberíamos ver lo que hay allí, má s que lo que debería haber o lo que otro nos dice
que espera que haya. Es peligroso predecir la verdad. Puede ocurrir que por el
hecho de predecirla, la reduzcamos a nuestra expectativa.  

El precursor de ser capaz de ver lo que realmente es, tanto en el cliente como en
cualquier otro tipo de relació n del tipo que sea, es estar despierto. El Buda no dijo
ú nicamente que el plan para su vida era estar despierto; dijo: “Estoy despierto”.
Hay un enorme poder en esa afirmació n.  

Así, en la relació n profesor/alumno, el trabajo del profesor es estar despierto al


presente. Si el trabajo no se basa en datos, y el nuestro no se basa en ellos, es
posible que eso sea todo lo que se necesita. El trabajo hará el trabajo. Nadie hace
nada a otra persona.  

Enseñ ar, en este modelo, tiene que ver con la relació n y con lo que surge de esa
relació n en la presencia al ahora. Esa revelació n es necesaria y muy incó moda para
el intelecto, que cambia continuamente. En mí hay una constante batalla entre la
expresió n y la experiencia de lo que surge y el dogma de lo que debería surgir, o de
lo que debería decirse o sentirse.  

Estoy tratando de saltar/caerme del acantilado en el desconocimiento y confiar en


lo que venga cuando hay quietud. Esto será lo que yo llamo Inteligencia, y puede
tener muy poco que ver con el intelecto.  

Si puedo confiar en eso, será verdad y funcionará . É sta es mi experiencia. Si me


persuado de que confío, eso es algo diferente, y puede que no sea verdad y puede
que no funcione o, al menos, el trabajo será muy parcial y sintomá tico. 

Esto me resulta muy difícil a veces, y sé a qué nivel de lo que llamo “yo” le resulta
difícil.  

Practica, practica, practica. Eso es todo lo que hay.  

Así, en la relació n entre terapeuta y paciente, profesor y alumno, la conciencia cada


vez má s amplia que se va desplegando no surge de analizar los hechos, sino, má s
bien, es una encarnació n de lo que está allí, profundizá ndose en pasos sucesivos,
aunque no necesariamente iguales, hasta un nivel de ser que no está
traumatizado… Encuentro que esto es experimentalmente verdad. Y soy
completamente incapaz de clasificar o explicar lo que ha ocurrido. Si pudiera,
debería haber objetivizado y limitado el despertar. Sin duda, objetivizar quiere
decir limitar. Pero el trabajo no es un objeto, como tampoco lo es el
alumno/cliente; só lo hay una ocurrencia, una revelació n, movimiento, cambio, la
naturaleza de todas las cosas sin separació n entre la experiencia y el
experimentador.  

El principio y el final no está n separados, ambos está n aquí mismo.  

60
Eso es atenció n al momento.  

É ste es mi método; espero que contenga un poco de sabiduría. Es tuya.

61
ALIENTO DE VIDA

Conferencia realizada el 28 Y 29 de mayo de 2005 Reino Unido por Mike Boxhall

En el folleto de esta conferencia dice: "La conferencia explorará los factores clave
que organizan nuestro funcionamiento má s allá de nuestra forma física".

Verdaderamente quiero entrar en ello y ver si podemos llevarlo un nivel má s allá


preguntando: "¿Có mo funcionamos má s allá de toda forma?", y examinar si eso
tiene significado y cuá l podría ser éste en la prá ctica terapéutica.

Revelació n- intelecto o inteligencia, es el título que he dado a esta pieza;


empecemos viendo qué significan estas palabras.

Revelació n —definició n tomada del diccionario—: el acto o experiencia de revelar:


aquello que es revelado: una apertura; una experiencia iluminativa; comunicació n
divina o sobrenatural.

Intelecto, la mente, en referencia a sus poderes racionales: dotado de la facultad de


raciocinio.

Inteligencia: conocimiento: informació n comunicada.

Mientras juego un poco con estas palabras, me parece que podríamos decir que la
inteligencia es lo que está allí por ser revelado, a muchos niveles diferentes, y
examinaremos estos niveles sobre la marcha.

El intelecto es una herramienta para racionalizar lo revelado.

Revelació n es el acto o experiencia de tomar conciencia de lo que es.

Inteligencia es que el planeta es redondo. Así es, siempre ha sido así y esto siempre
ha estado allí para poder ser revelado. La revelació n de que esto es así me llega,
como una deducció n razonada o intelectual, cuando viajo 36 horas hacia el oeste a
lo largo del Ecuador y vuelvo al lugar donde empecé, justo debajo del Monte Kenya.
Después de una breve reflexió n sobre có mo es que llevo tanto tiempo viajando en
una direcció n y acabo donde empecé, me digo a mí mismo: "¡Amigos, se debe a que
la tierra es redonda!" Merezco el Premio Nobel.

Si me llega la intuició n de que es esférica, en lugar de redonda y plana, tendré que


viajar en otra direcció n, esta vez hacia el norte, y experimentar lo que ocurre
entonces y hacer otra deducció n intelectual.

Este modelo es, en mi opinió n, má s o menos razonable o aceptable. Simplemente


delinea un proceso.

El principal problema asociado, tal como lo veo, es que lo que está allí para ser
revelado, es decir, la suma de la inteligencia, está en expansió n, como el universo
mismo, a la velocidad de la luz, digamos que a 671 millones de millas por hora, en

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comparació n con mi avió n que vuela a 671 millas por hora. Y todo eso tiene que ser
interpretado, racionalizado, por un cerebro del que só lo usamos un 15 % como
mucho, y que, como en mi caso, está perdiendo su capacidad analítica rá pidamente.
A esto se le llama senilidad.

En el modelo cartesiano, donde el intelecto es lo má s importante, ¡estaría


condenado! Y presumiblemente también lo estarían mis clientes y alumnos
conforme me hundo má s y má s en la senilidad. ¡Una perspectiva general bastante
insatisfactoria!

Esto, evidentemente, es el sufrimiento, la insatisfacció n de la que hablan los


budistas. Por suerte, no está en mi naturaleza estar abatido mucho tiempo.
Echemos otro vistazo a las palabras del título de la conferencia para ver si no hay
algú n modo, algú n camino, hacia el alivio de ese sufrimiento, y contemplemos qué
es y có mo trabajar con él.

Revelació n: el acto o experiencia de revelar: aquello que es revelado: una apertura;


una experiencia iluminativa; comunicació n divina o sobrenatural.

Supongamos, entonces, que reconozco la limitació n de mi cerebro, su naturaleza


menos que absoluta, y que acepto la experiencia iluminatoria, es decir, lo que entra
en mi conciencia, o revelació n, sin analizarlo. Simplemente lo acepto como es, una
experiencia, del mismo modo que acepto el color azul sin analizarlo. Entonces, tal
vez, si mi cerebro estuviera suficientemente vacío para recibirlo, sin el aná lisis que
une unas cosas a otras, recibiría la experiencia de iluminació n a la que se refiere el
diccionario. Iluminació n en el sentido de arrojar luz sobre, o revelar, lo que está ahí
en este momento.

Inteligencia: conocimiento: informació n comunicada.

Supongamos que só lo recibo el conocimiento o informació n comunicada, sin


analizar eso. Lo que es comunicado es todo lo que existe, lo recibido depende, al
menos parcialmente, de la claridad de la vasija receptora, en mi caso yo mismo: mi
presencia, mi conciencia. Mi conciencia dependerá en gran medida de hasta qué
punto he compostado mi experiencia de vida, no de cuá ntos datos he incorporado
a bordo. Compostar, me encanta esta imagen, es lo que me permite estar abierto y
en el presente. Si no estoy en el presente, siempre soy víctima de otros y de otros
escenarios.

¿Dó nde deja esto al intelecto?

Fuera de la respuesta. Y, temporalmente, fuera de la ecuació n. La revelació n sería


recibida en una conciencia no-analítica, no-enjuiciadora. Y el intelecto, temiendo
resultar superfluo, podría muy bien saltar de su superioridad dominante,
masculina, intolerante, y entrar en prá ctica compartida con la intuició n, el
sentimiento y la sensació n, los otros cuadrantes de la psique que Jung postuló en el
camino de individuació n. Traducido de manera aproximada, podríamos
convertirnos en un ser humano total; suponiendo, por supuesto, que haya un modo

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de incluir al intelecto. Una de las cosas má s interesantes que estoy aprendiendo, es
que no hay totalidad en la exclusió n.

Quiero dejar las cosas claras y repetir que no estoy abogando de ningú n modo por
el abandono del intelecto. Es una herramienta tremendamente valiosa. Lo que digo
es que en ú ltimo término no es quien yo soy. Uno de los peligros del mundo
postcartesiano es empezar a creer que lo soy.

Uno de los resultados de estar en este espacio impoluto sería que mi verdadero
ser, a diferencia del ego cobarde, defensivo y enjuiciante, podría, como sugiere el
modelo jungiano que sería deseable, estar en prá ctica compartida con el yo que
creo ser, la forma en que me he convertido, y entonces podría surgir una sinergia.

Ahora bien, ¿dó nde estamos? Veamos.

Han surgido algunas preguntas:

1. El intelecto acostumbra a aparecer. Entonces, ¿qué haré con las revelaciones que
puedan surgir?

2. ¿Tenemos que hacer algo juntos la quietud y yo?

3. ¿Qué se hará y quién lo hará ?

4. ¿Có mo sabré/analizaré lo que se ha hecho?

5. ¿Será bueno o malo, y có mo lo sabré?

Estos, entre otros, son los puntos que me propongo abordar en el resto de la
charla, bien directamente o por inferencia. En algú n momento es posible que trate
de hacer que esto sea relevante para la terapia/curació n, y tal vez diga qué tiene
todo esto que ver con la Terapia Craneosacral, que pretendo enseñ ar y practicar.

Definiré varios radios de la rueda y trataré de referirlos al punto central, en torno


al cual todos ellos se mueven, y a ese punto central le daré el nombre de Espíritu.
El Espíritu tiene muchos nombres, algunos específicos de cierto modelo o
tradició n, pero todo ellos son manchas oscuras sobre una hoja de papel y meros
conceptos intelectuales, a no ser que sean una experiencia sentida.

Espíritu. Su primera definició n, segú n el mismo diccionario, es principio vital.


Aquello que es la fuente de vida. El título de esta conferencia "El Aliento de Vida",
me habla del Espíritu. Hablemos del Espíritu como aquello que subyace a toda
forma y de lo que toda forma deriva, y al entender esto, démonos cuenta de que el
cuerpo, la mente, los sentimientos, pensamientos, deseos, e incluso el nacimiento,
la muerte y el concepto y la realidad de la reencarnació n son, todos ellos, forma.
Todos ellos surgen del Espíritu.

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Cuando hablamos del Espíritu, deberíamos hablar de eso que es comú n a todos
nosotros má s que de lo que nos diferencia. Tal vez sea esto la fuente de muchos de
los problemas que nos rodean. Se hace hincapié en la diferencia. Mi estilo de vida,
mis ideas, mi ciencia, mi comprensió n y mi religió n, incluso mi compasió n, es
mejor que la tuya. Esto puede ser así a nivel del pensamiento y el sentimiento,
pero, ¿có mo podría ser así al nivel del Espíritu informe? ¿No deberíamos prestar
má s atenció n a lo que tenemos en comú n que a nuestras diferencias? Quizá eso
sería má s ú til.

Tal vez si recordá ramos nuestra herencia con má s claridad, el hecho de que
venimos a ser a partir de un conjunto de condiciones que en sí mismas no son fijas.
Cuando está n presentes las condiciones apropiadas, surge la forma, y cuando
desaparecen las condiciones adecuadas, la forma cambia. Y quiénes somos
realmente debajo de todas estas capas y capas de experiencia de vida no-digerida
—de las que llegamos a pensar que son lo que somos— también es totalmente
impermanente, entonces deberíamos poder ver con má s claridad, y no reaccionar
tanto ante nuestra incapacidad. Respondemos a las situaciones desde una serie de
há bitos. No a partir de una conciencia clara de lo que hay allí, sino que
generalmente hago esto porque hice lo otro. La noche sigue al día, como decimos.
Segú n mi personalidad, eso que me hace diferente, respondo de tal o cual manera.

Si pensamos en ello, esto significa que nunca estoy verdaderamente presente. A


veces reacciono al pasado, a veces al futuro. ¿Reacciono al futuro? Sí, claro, no
hemos pensado todos en un momento u otro que estaré bien cuando encuentre un
trabajo mejor, o simplemente un trabajo, cuando encuentre a un hombre o a una
mujer buena, cuando pueda costearme mi propia casa.... o cualquier otra cosa. Muy
pocas veces somos capaces de estar verdaderamente presentes, y sin embargo ahí
es donde está el Espíritu, en el ahora omnipresente, inminente, no en algú n otro
lugar, no ascendiendo alguna escalera que debemos subir.

Estamos llegando al punto crucial. El Espíritu está aquí y ahora, en todos nosotros.
Nosotros estamos aquí porque el Espíritu ha encarnado. ¿Có mo vamos a integrar y
mantener esta conciencia?

Si el Espíritu no está sujeto al intelecto y, como explicaré, eso no tendría sentido,


entonces lo que queda no es el objeto, algo que debo ir a buscar, sino el Sujeto, lo
que yo soy. Es mi naturaleza, que permanece oculta bajo esas capas.

El Espíritu, por tanto, es comú n a todos nosotros. Es la gran comunalidad de la que


todo surge y a la que todo vuelve —ad infinitum— no hay nada que no sea Espíritu
a un nivel, y ninguna cosa puede dejar de ser Espíritu a otro nivel. Es lo que soy
cuando dejo de ser otro.

Ahora tengo que tomar una respiració n profunda y hablar de niveles.

Habitualmente hay tres niveles que designamos como Cuerpo, Mente y Espíritu. La
mayoría de la gente está de acuerdo en que hay cierta jerarquía, en el sentido de
que, como nos informa la física, lo muy denso puede ser penetrado por lo menos
denso, de modo que el cuerpo puede ser penetrado por la mente —piénsalo— y el
Espíritu puede interpenetrar la mente. Nadie, que yo sepa, sugiere que lo denso

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pueda interpenetrar en lo sutil. Dicho de manera má s simple, el nivel del cuerpo es
el de la materia só lida, los tejidos, la sangre, los huesos, etc. El nivel de la mente es
el de los pensamientos, sentimientos, emociones, etc. El nivel del Espíritu es má s
difícil de definir pues, en esencia, definimos en el nivel de la mente, pero hablemos
tentativamente de la conciencia directa o intuició n no filtrada por el juicio.

Ken Wilber, que probablemente es quien má s ha hecho por traer el Espíritu a la


ó rbita del intelecto, describe cuatro niveles. Mente, Cuerpo, Alma y Espíritu, y los
divide en cuatro cuadrantes.

No obstante, y en esto está n de acuerdo muchas autoridades, tanto en su modelo


como en los demá s só lo hay un Espíritu. No tu Espíritu ni mi Espíritu, sino el
Espíritu: eso que se expresa a través de todas las formas.

Pensar, sentir, comer, beber, el cuerpo, la mente, las emociones, los bebés, la gente
mayor, la gente sana y los enfermos con sus heridas supurantes y juanetes, son
manifestaciones del Espíritu. Podemos equivocarnos gravemente cuando decimos
que el Espíritu está contenido en este o en ese documento, o esta o la otra Iglesia o
Templo. No puede ser contenido; es el substrato absoluto.

Si continú o correctamente con mi argumento anterior, entonces el Espíritu, que se


manifiesta como forma en todas y cada una de las cosas, no puede ser un objeto. Es
el sujeto. Se manifiesta y sigue siendo sí mismo. No es un objeto que ha dejado de
ser él mismo. Simplemente se manifiesta en una miríada de formas.

San Agustín dijo: La materia era informe hasta que recibió su forma. Incluyo esta
cita en parte porque estoy de acuerdo con ella, y en parte para provocar a algunos
amigos que podían estar esperando una cita budista.

Y si el Espíritu es el sujeto, có mo puedo contactar con él sin convertirlo en un


objeto, ya que no lo es. La respuesta es muy simple, bueno, má s o menos simple. No
puedo contactar con él, pero puedo, de algú n modo, convertirme en él. Ser
consciente de quien verdaderamente soy, en mi esencia, dentro de mis
contracciones personales y separadas, que he llegado a considerar como yo mismo.

Ahora podemos volver al pá rrafo anterior en el que hablaba de niveles. El Espíritu


es. Yo soy. Como soy má s denso, no puedo penetrar y conocer el Espíritu. El
Espíritu siendo má s fino, penetra o, má s bien, viene a tomar forma, entre otras
revelaciones, como lo que mi limitada experiencia de vida me dice que soy yo. Yo
trato de ser el sujeto y creo objetos hasta el punto de intentar crear lo informe y
darme de bruces con una muralla semá ntica.

Todos los objetos vienen y van, ¿cierto? A algunos les cuesta má s irse que a otros.
El Everest, el planeta, mi vecino que toca rock and roll... antes o después, todos
ellos se irá n, y eso es lo que todas las cosas, y pensamientos y sentimientos, tienen
en comú n. ¡Todos se van! Yo también me iré, no sé cuá ndo, quizá ya he
sobrepasado mi fecha de caducidad, pero en cualquier caso me iré. Y eso es lo má s
importante, cualquier cosa que haya venido a la forma como yo, vendrá a la forma
como alguna otra cosa, antes o después. Cuando las condiciones sustenten otra
forma, habrá otra forma. No hay principio ni final. No hay causa, só lo revelació n.

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No puedo dejar de reírme de mí mismo por intentar ser ló gico. No es lo que mejor
me sale, y creo que en el modelo de Jung probablemente soy un intuitivo, al menos
eso es lo que intuyo, pero debo intentar racionalizar para no quedarme
desequilibrado.

Mi ló gica me dice que cuanto má s puedo objetivar todas las cosas, incluyéndome a
mí mismo, má s cerca estoy de lo inexpresado, de lo no-dual, de eso de lo que
surgen todos los objetos: el sujeto.

Adonde quiero llegar es que, si todo es, en cierto sentido, no concreto e


impermanente, incluyéndome a mí mismo, entonces también es impermanente la
incapacidad, la enfermedad, el sufrimiento y la inquietud. Si esto es así, entonces,
¿qué herramienta voy a emplear para sentir alivio?

Pacientemente, mi intelecto, no só lo impermanente sino también limitado, só lo


puede dar una respuesta parcial. Es decir, a menos que declare ser omnisciente y
saberlo todo. Lo mejor que puedo hacer en esta forma es tomar mis limitados
conocimientos y aplicarlos a mi limitada evaluació n, llamarla diagnó stico, y
esperar un resultado parcialmente benéfico.

Nuevas reflexiones en torno a este pensamiento me llevan a tomar conciencia de


que, a menudo, ni siquiera el cliente sabe la causa de su problema. Esto complica el
problema.

Sin embargo, esto es algo con lo que trabajamos continuamente, ¿cierto? Estamos
condicionados, creo, a pensar que ésta es la ú nica manera de proceder.

Actualmente tengo un punto de vista ligeramente diferente que, si bien no es un


absoluto, lo ofrezco como invitació n a considerar que es posible examinar las cosas
desde otra perspectiva.

Siguiendo el modelo de Groucho Marx, que dijo una vez: "Nunca ingresaría en un
club que me aceptase como miembro", tengo mucho cuidado de quién trastea con
mi sufrimiento. Con mi sensació n de insatisfacció n, que, segú n observo, también es
impermanente. A veces, de hecho, todo es perfectamente satisfactorio.

Supongamos que simplemente me quito del medio: yo, como individuo, cambiando
de objeto, y dejo que el Espíritu o la Inteligencia, como opuesto al intelecto, se
reforme, ajuste su estructura tal como tiene que ser y tal como sucedía hasta que
mis diversas experiencias de vida mal digeridas se interpusieron en el camino.
Sería superinteligente dejar que la inteligencia hiciera el trabajo en lugar de confiar
ú nicamente en mi intelecto y en mi conocimiento parcial.

Tal como lo veo, eso abriría la posibilidad del renacimiento, ahora mismo, en el
presente, en una forma que ya no estaría modificada por mi experiencia de vida sin
digerir. Creo, y hasta cierto punto tengo la experiencia, de que el renacimiento no
es lo que ocurre cuando me caigo de mi rama, sino, má s bien, combiná ndolo con mi
conciencia, lo que está pasando ahora mismo, en el presente.

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