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LAS CASAS

EL SIGNIFICADO DE LAS CASAS ASTROLÓGICAS

Así como el verano sigue a la primavera, y el día se convierte en noche, debe haber una razón
fundamental para que una casa conduzca a la que le sigue.

***

Las casas no son segmentos aislados, separados de la vida. Concebidas en su totalidad,


muestran el despliegue de un proceso de suprema significación: La historia de la aparición y la
evolución de un Ser Humano.

***

Comenzamos al nacer con el Ascendente, sin tener siquiera conciencia de nosotros mismos en
cuanto seres distintos de algo más. Y gradualmente, casa por casa, pasando por una serie de
pasos, fases, danzas, cambios, vamos construyéndonos una identidad que, en última instancia,
puede expandirse hasta abarcar la creación entera.

***

Emergemos de un mar amorfo, cobramos forma y volvemos a disolvernos en él. Al menos que
se logre ver en esto un proceso de despliegue y desarrollo, tanto la vida como las casas pierden
su significado esencial.

***

El proceso como tal es parte de la raíz misma de la experiencia humana. La división no es más
que una parte de la totalidad del ciclo y, sin embargo, nos aprisionamos en ella. Pero la totalidad
lo es todo.

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La Casa I

El signo ascendente sale a la luz y se distingue de la oscuridad en el mismo momento que


emergemos de ese medio oscuro, oculto e indiferenciado que es el útero materno. El
Ascendente aparece cuando aparecemos nosotros, y sus cualidades son no sólo un reflejo de
quienes somos, sino también de cómo nos enfrentamos con la vida. Simboliza una faceta
particular de la totalidad de la vida, que literalmente busca una 'en-carnación' mediada por el
ser que nace en ese momento. Al corresponderse con el 'flash' inicial de nuestra existencia
individual, el Ascendente queda incorporado profundamente a la psique, a la manera de un
sello que precisa (aquello a lo que se refiere la vida). Es la lente a través de la cual percibimos
la existencia, la visión que traemos a la vida, nuestra manera de 'categorizar el mundo'. Y,
puesto que vemos el mundo de esa manera, actuamos y nos conducimos, invariablemente, de
acuerdo con nuestra visión. Más aún, la vida responde a nuestras expectativas y nos devuelve
el reflejo de nuestro punto de vista. El signo que está en el Ascendente, o cualquier planeta que
se halle próximo a la cúspide da la Casa I. En términos más amplios, el Ascendente y la Casa I
denotan nuestra relación con el arquetipo mismo de la Iniciación. No sólo describe algo
referente al nacimiento real, sino que alude también a las expectativas e imágenes innatas que
tenemos toda vez que debemos 'dar comienzo a algo'. En cualquier momento en que una
vivencia se asemeje a la de un nacimiento, cada vez que nos conectemos con un campo, una
faceta o un nivel de experiencia nuevos, se movilizarán las cualidades del Ascendente y la Casa
I. Por eso cada comienzo resuena con las cualidades de los comienzos anteriores, y vuelve a
despertar problemas y asociaciones similares. Los signos y los planetas que hay en la primera
casa indican la clase de funciones que serán más valiosas en el proceso de realización de
nuestra propia y peculiar identidad. Estas son las tareas que necesitamos cumplir con el fin de
desentrañar más cabalmente quienes somos. No podemos ser completos mientras no hayamos
reconocido, explorado y cultivado esas cualidades. Las energías de la Casa I, pueden describir
el efecto que produce a otros nuestra 'salida a escena'. También las cualidades se reflejaran y
encarnarán en nuestro porte y apariencia física en general. En el momento del nacimiento, la
ilimitada matriz del ser surge una encarnación física de una de las miríadas de posibilidades de
la vida. Por más bello que pueda sonar esto, de hecho no nacemos con una comprensión de
nosotros mismos como entidades aparte, individuales; tampoco llegamos dotados de una
conciencia de nosotros mismos en cuanto manifestación del espíritu universal, ni como
expresión de algunos de los múltiples rostros de los que algunos llaman Dios. Sin embargo, es
mediante el desarrollo y el cultivo del signo en el Ascendente y de los planetas en la Casa I
como no sólo llegaremos a ser más conscientes de quienes somos en cuanto individuo
irrepetible, sino también de cuál es nuestra relación con el todo más amplio del cual formamos
parte. El ascendente representa la personalidad, el temperamento, el aspecto físico y el tipo
somático. Muestra al sujeto tal y como aparece ante los demás (es la energía que la persona
emana al medio). Es la manera en que la gente nos ve, y el modo que queremos que nos vean.
Aquí influyen los gestos y el comportamiento externo.

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La Casa II:

Si con la Casa I se ha definido nuestro enfoque general de la vida, la tarea que hay que encarar
ahora es la de elaborar más detalladamente quienes somos, consolidando más el sentido del
'yo', o del ego personal necesitamos más definición, más sustancia más sentido de nuestro
propio valor y de nuestras capacidades. Necesitamos cierta idea de qué es lo que poseemos y
qué podemos llamar propio. También debemos tener alguna noción de lo que valoramos, de
qué es lo que nos gustaría asimilar u obtener para, de acuerdo con ello, estructurar nuestra
vida. Podemos definir el ego, según Jung como 'el centro del campo de la conciencia'. Nacemos
en un estado carente de ego, porque no tenemos conciencia de nuestra existencia como
entidad aparte. En la segunda Casa tomamos conciencia de nuestro propio cuerpo; de ahí que
se pueda decir que tenemos un ego corporal. En la Casa III, la mente se diferencia del cuerpo
y se establece un ego mental. Una vez establecidas, las fronteras del ego pueden seguir
expandiéndose. La segunda Casa describe tanto lo que poseemos o esperamos poseer como
aquellos recursos que, una vez desarrollados, nos darán el sentimiento de sustancia, valor,
dignidad y seguridad que antes obteníamos gracias a nuestra identificación con mamá. Aunque
esta casa esté asociada tradicionalmente con el dinero, en menester señalar que otras cosas

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pueden satisfacer la necesidad de seguridad, y hacer más sustancial nuestro sentimiento de


identidad, además de fortalecer nuestra cuenta bancaria.
Los signos y planetas que se hallan en la segunda Casa sirven también como orientación
indicadora de la clase de facultades y capacidades inherentes que podemos cultivar y concretar,
y mediante las cuales intensificamos el sentimiento de nuestro propio valor.
La Casa II representa nuestra riqueza innata, a la cual podemos recurrir, porque es el suelo que
podemos trabajar para que produzca. Designa también nuestra relación con la esfera del dinero
y las posesiones: es decir, nuestra actitud hacia el mundo material y las condiciones con las que
nos encontramos en ese ámbito, también indica el ritmo ávido, letárgico o esporádico, con que
encaramos las necesidades, el cultivo de habilidades y recursos. La segunda Casa muestra lo
que deseamos. La energía del deseo es una fuerza potente y misteriosa: de hecho lo que
deseamos, valoramos o apreciamos determina en gran medida qué es lo que atraemos a
nuestras vidas. Forjamos identidad y seguridad a partir de lo que poseemos (nuestros apegos),
cuerpo, casa, cónyuge, hijo, cuenta bancaria etc.; cualquiera de estas cosas pueden sernos
arrebatada en cualquier momento, o perder súbitamente importancia, incluso nuestro cuerpo,
mediante el cual obtuvimos nuestro sentimiento inicial de 'yo'. Tal vez nuestra única seguridad
real provenga de una identificación con aquella parte de nosotros que permanece cuando nos
vemos despojados de todo aquello que creíamos ser. Parafraseando a Jung, digamos que:
solamente descubrimos que es lo que nos soporta, cuando todo lo demás, que creíamos que
nos soportaba, no nos soporta ya más.

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La Casa III:

Tras haber adquirido cierta conciencia de nuestros límites y de nuestra forma, podemos ahora
explorar los límites y las formas de otras cosas. En el momento en que llegamos a la Casa III, ya
estamos lo suficientemente evolucionados como para examinar más de cerca el medio.
Interactuar con él y formarnos ideas y opiniones referentes a lo que encontramos.
Evolutivamente corresponde a la etapa de la vida en que comenzamos a gatear y aprendemos
a caminar, desarrollándose el lenguaje y la capacidad de comunicarse y de dar nombre a las
cosas. No se desarrolla un verdadero sentido de la individualidad mientras no se aprenda el
lenguaje: la estructura nombre-verbo distingue el sujeto del objeto y así, el actor se separa de
la acción. Todo deja de ser una masa amorfa. Los emplazamientos en la Casa III describen
nuestro estilo mental - cómo pensamos -, si somos de mentalidad lenta, rápida, lógica o difusa;
si nuestros pensamientos son originales o si reflejan lo que piensan quienes nos rodean. Entre
las primeras cosas con que podemos chocar en el medio inmediato se encuentran los
hermanos. La tercera Casa denota nuestra relación con hermanos, tíos, primos, vecinos, etc.
Obviamente también están presentes la madre y el padre, pero estas figuras son tan
importantes que cada una de ellas justifica otras casas como propias. Es un precepto común en
psicología que, de una manera o de otra, nos las arreglemos para obligar a otros a que 'actúen'
o 'asuman' aquellos aspectos de nuestra propia psique de los cuales no hacemos uso. El
impulso de vivir se orienta hacía la totalidad, y cuando no estamos viviendo nuestra totalidad,
el afuera nos aporta los elementos que nos faltan. Por eso las energías de la tercera Casa que
no hayamos reconocido como propias, no desaparecerán, hallaran en nuestro medio inmediato
algo o alguien para manifestarse. La casa tres indica también algo sobre la experiencia sobre la
escolarización temprana. Se adjudica también a esta Casa el tono y el color de nuestras
experiencias en viajes cortos (por lo cual se entiende, normalmente, dentro del país donde se
reside).
En conclusión, la Casa III describe el contexto en el cual vemos nuestro ambiente inmediato. Es
aconsejable recordar que 'el contenido es función del contexto': la forma en que percibimos
determina nuestra manera de relacionarnos con lo percibido. Tomar conciencia de los
preconceptos y de las actitudes que nos sugieren los emplazamientos en esta Casa nos da, en
última instancia, la posibilidad de trabajar de manera creativa dentro del marco de referencia
que ellos nos señalan, ya que con frecuencia nos olvidamos del papel que nosotros
mismos desempañamos en la constitución del mundo.

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La Casa IV:

La Casa IV representa el donde nos dirigimos cuando nos reinstalamos en nosotros mismos; es
el centro interior donde 'nuestro yo' regresa a descansar antes de volver a lanzarse a la
actividad. Es la base de operaciones desde la cual salimos al encuentro de la vida; por eso ha
estado tradicionalmente asociada con el hogar, el alma y las raíces del ser. Esta Casa describe
como somos en la profundidad de nuestro interior. El analista Junguiano Hillman, describe el
alma como 'ese componente desconocido que hace posible el significado'. El alma profundiza
en los acontecimientos hasta convertirlos en experiencia, y media entre el hacedor y el hecho.
La manera sutil en que una persona convierte los acontecimientos en experiencias aparece en
la Casa IV. La Casa IV significa la influencia que tiene sobre nosotros nuestra 'familia de origen',
aquella dentro la cual nacimos. Revela la atmósfera que sentimos en aquel lugar, y el tipo de
condicionamiento o de 'guión' que recibimos en él, es decir, la herencia psicológica familiar. La
imagen de la madre se la asigna a la Casa IV, que está vinculada con Cáncer y la Luna; y la
figura del padre se puede observar en la Casa X, vinculado con Saturno y Capricornio. A veces
es posible encontrar las imágenes invertidas y esto tiene que ver específicamente con el vínculo
entre el niño y los padres. Estas imágenes no describirán al padre o madre tal como eran
efectivamente como personas, sino más bien como el niño los vivenciaba: lo que conoce
como 'imago parental', la imagen a priori e innata que el niño tiene de los padres. La psicología

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tradicional sostiene normalmente que si algo anda mal en el vínculo padre hijo es por culpa del
padre; contrariamente la Psicoastrología asigna por lo menos la mitad de la responsabilidad al
niño, por tener una vivencia determinada del padre. Eliot escribe que 'en mi comienzo está mi
fin'. Si bien la cuarta Casa nos da una imagen de nuestros orígenes, también se asocia con la
forma en que damos término a las cosas. Nuestra manera de resolver en última instancia un
problema o de 'cerrar la sesión' se relaciona con los emplazamientos en la Casa IV. Sugiere
también las condiciones que rodean la segunda mitad de la vida. Lo que se encuentra más
profundamente dentro de nosotros sale fuera hacia el final. Y por lo tanto, mejor que descuidar
esas profundidades, es aconsejable hacer frente lo antes posible a los emplazamientos difíciles
en esta Casa. La Casa cuarta, lo mismo que el pasado, siempre llega a darnos alcance.

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La Casa V:

En la Casa cuarta descubrimos nuestra identidad propia y distinta, pero en la quinta nos
regodeamos en ella. La naturaleza de la vida es crecer, y esta casa refleja nuestra urgencia por
expandirnos, por ser cada vez más y por irradiar lo que somos hacía afuera, hacía la vida, como
el Sol. No nos contentamos simplemente con ser 'alguien', queremos ser alguien 'especial'.
Necesitamos brillar y crear desde nuestro propio interior, necesitamos sentirnos influyentes, y
necesitamos sentir que hay otros que giran en torno nuestro.
Esto significa literalmente ser siempre el centro de la atención, una avidez de ser adorados,
como el Sol. Hay dos principios en la base de esta casa, la necesidad de ser amado por lo que
tenemos de especial y el deseo de crear desde nuestro propio interior. A esta zona se le atribuye
la expresión creativa, las actividades artísticas, y la manera o estilo con que perseguimos
nuestros objetivos, por ejemplo una pieza de música, puede ser intelectual, o brotar desde el
corazón. Las creaciones de la casa V incluyen también los deportes y la recreación, el juego de
azar y la especulación bursátil, actividades en las que ponemos a prueba nuestra imaginación
y nuestro ingenio luchando contra el azar y el destino. Se asocia también con los hobbies, las
diversiones y las actividades placenteras del tiempo de óseo, cosas que impresionan como
tremendamente triviales, y sin embargo tienen un efecto terapéutico.
También en esta casa vemos los romances (aumentan nuestra sensación de ser algo muy
especial), la manera en que creamos el clima, es decir, los principios arquetípicos que se activan
en tales situaciones; y el tipo de persona que inflama nuestros sentimientos. También la
expresión sexual se vincula con la Casa V; porque una buena sexualidad contribuye a nuestra
sensación de dignidad y poder, al subrayar tanto nuestra capacidad de dar placer como la de
atraer a otros hacía nosotros. Y esto nos lleva a una de las principales representaciones de la
quinta: los hijos, las creaciones del cuerpo y las extensiones físicas del sí mismo. La mayoría de
las personas expresan sus impulsos creativos mediante la generación de progenie. También es
la Casa de nuestro propio niño interno, aquella parte de nosotros a la cual le encanta jugar y
se mantiene eternamente joven. Invariablemente hemos de proyectar sobre nuestra progenie
el estado de nuestro propio niño interior, y podemos curar a ese niño herido, dando a nuestros
hijos el amor y la aceptación que nos fueron negados cuando niños. En la Casa quinta, creamos
principalmente para nosotros mismos, porque el sí mismo encuentra júbilo y orgullo en hacerlo,
y porque crear es parte de su naturaleza.

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La Casa VI:

El problema principal con la Casa V es la tendencia a pasarse, ya que expresarnos nos deleita,
pero no sabemos cuándo detenernos y eso nos lleva a creer que podemos ser o hacer cualquier
cosa. La sexta Casa nos recuerda cuales son nuestros límites naturales, y la necesidad de llegar
a una definición más clara de nosotros mismos. Nos pide que respetemos y recuperemos la
'perfección' de nuestra naturaleza original, que lleguemos a ser aquello que sólo nosotros
somos (nada más ni nada menos) y que vivamos todo eso en nuestra vida cotidiana. Nuestra
verdadera vocación es ser nosotros mismos. Ha llegado el momento de hacer inventario de
nosotros mismos, de discriminar entre las prioridades, de evaluar el uso que hacemos de
nuestro poder y de nuestras capacidades y, sobre todo, de reconocer los límites y la verdad de
nuestra propia naturaleza y de nuestra humanidad. Una semilla de pera jamás podrá convertirse
en un manzano, la Casa sexta nos habla precisamente de eso, de seguir nuestro plan y ser lo
que estamos hechos para hacer. La realidad tiene tanto un 'adentro' como un 'afuera'; y la
correlación entre el mundo interno de la mente y los sentimientos, y el mundo externo de la
forma y el cuerpo está significado en la Casa VI. Por eso los rótulos tradicionales de: ‘salud,
trabajo, servicio y adaptación a la necesidad', se derivan de esta conexión cuerpo-mente.
Estamos diseñados para servir a un propósito o función especificados en nuestra propia
estructura y naturaleza individual. Nadie puede realizar mejor que nosotros este propósito y
por eso, como mejor servimos es siendo quienes somos. La Casa sexta describe además las

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relaciones con los colaboradores, las situaciones laborales, la autoridad o la subordinación, la


relación con cualquiera que en alguna forma nos preste sus servicios (mecánico, médico,
almacenero etc.), la forma en que usamos nuestro tiempo y la clase de atmósfera que
necesitamos para funcionar sin tropiezos en la vida cotidiana. También los animales
domésticos (que acompañan nuestra vida cotidiana). Hay una relación obvia entre el trabajo y
la salud, el otro motivo importante de la Casa VI; porque en condiciones óptimas, el cuerpo es
un mecanismo delicadamente afinado, donde las diferentes células trabajan para bien de la
totalidad del organismo. Cada célula debe hacer lo suyo pero a su vez se somete a las
exigencias de una totalidad mayor.

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La Casa VII:

La sexta Casa es la última de las conocidas como 'Casas personales', y representa el


refinamiento de la personalidad individual mediante el trabajo, el servicio, la humildad y la
atención a la vida cotidiana y al cuerpo físico. El Descendente es la cúspide de la Casa VII, y el
punto opuesto al Ascendente (punto de la conciencia de sí), y al descendente se lo considera
'el punto de la conciencia de los otros'. Describe nuestra manera de encarar las relaciones y las
cualidades que buscamos en la pareja. Se la conoce también como 'la casa del matrimonio' y,
cosa curiosa, como 'la casa de los enemigos manifiestos'. Aquí se toma el matrimonio en el
sentido de cualquier relación importante basada en un compromiso mutuo, ya sea contraído
legalmente o no. Aquí dos personas se unen con un propósito: realzar la calidad de sus vidas
al unirse, crear una familia, obtener mayor seguridad y estabilidad, aliviar la soledad y el
aislamiento. Más que limitarse a describir la naturaleza del compañero/a, sugieren las
condiciones de la relación: los arquetipos constelados por la unión misma. Aquí cabe mencionar
el mecanismo psicológico de la proyección, ya que la Casa VII representa cualidades que
'aunque pertenecen al individuo, son inconscientes', y procuramos vivirlas por mediación de
una pareja, o por las experiencias que nos aporta la relación. Tal como lo señala Jung, 'cuando
una situación interior no se hace consiente, acontece afuera, como hado o destino'. Es decir
aquello de lo cual no tenemos conciencia de nosotros mismos, lo atraemos invariablemente a
nuestra vida; no hay forma de escaparse del aprendizaje. Nos enamoramos de las personas
que exhiben abiertamente los rasgos, que están en nuestro inconsciente, porque nos hacen
sentir más completos y, al casarnos con ellas, 'importamos' esas cualidades a nuestra vida.
Entramos en un juego de polarización con nuestra pareja y seguimos siendo solamente media
persona cada uno. Es importante dejar en claro que la proyección no es un mecanismo
puramente patológico. Una imagen proyectada es un potencial encerrado bajo llave en el sí
mismo. Cuando surge la necesidad que esta imagen se dé a conocer, el primer paso es
percibirla en otra persona. Después cabe la esperanza que nos demos cuenta que eso tiene
algo que ver con nosotros, y la recuperemos conscientemente. También los 'tribunales
inferiores' parecen entrar en el rubro de la Casa VII. Las normas sociales se generan para
contrarrestar los excesos de la individualidad descontrolada, y para asegurar cierto grado de
equidad y justicia en el comportamiento de los miembros de la sociedad; por eso la forma en
que nos vaya en este tipo de tribunales también se ve en los emplazamientos de la Casa VII. La
séptima Casa nos pone la tarea de enfrentarnos con otra persona y equilibrar ambos extremos
de la escala; con el fin de no privarme ni privar al otro de su individualidad. El Rabí Hillel decía:
- si no soy para mí, ¿quién seré? Y si solamente soy para mí, ¿Qué soy?

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La Casa VIII:

Como es la opuesta a la segunda que es la Casa de 'mis valores'; a esta se la llama


generalmente 'la Casa de los valores de los otros'; y sugiere como nos va desde el punto de
vista financiero, en el matrimonio, las herencias, o las sociedades de negocios. Sin embargo es
mucho más que el dinero ajeno, describe 'aquello que se comparte', y la forma en que nos
fundimos o unimos con los otros. En cuanto elabora y expande lo que ha comenzado en la
séptima, lo que sucede cuando dos personas - cada una de ellas con su propio temperamento,
sus recursos, sus sistema de valores, sus necesidades y su reloj biológico - intentan unirse. A la
Casa octava, asociada naturalmente con Plutón y con Escorpio, se la llama también 'la Casa del
sexo, la muerte y la regeneración'. Relacionarse profundamente con otra persona lleva consigo
una especie de muerte, el aflojamiento y la destrucción de las fronteras del ego y de la intrincada
identidad. La muerte en cuanto 'yo' separado, nos lleva a reconocer como 'nosotros'. Las
relaciones son los catalizadores del cambio y esta Casa limpia y regenera, atrayendo a la
superficie problemas que quedaron sin resolver en relaciones anteriores, especialmente
problemas de vinculación con la madre y el padre (estas primeras relaciones son las más
cargadas y nuestra supervivencia depende de ellas). Nacemos como víctimas potenciales, a
menos contemos con el amor y la protección de alguien más grande y más hábil que nosotros;
por eso la pérdida del amor de una madre no significa sólo una pérdida, podría significar el
abandono y la muerte. Muchos seguimos proyectando esas mismas preocupaciones infantiles
en nuestras relaciones posteriores, y esto volverá a despertar los miedos primarios a la pérdida

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del objeto amoroso originario. Es frecuente escuchar decir: 'no puedo vivir sin ti, si me dejas
me moriré'. Por eso al poner al descubierto estos miedos no resueltos, las tribulaciones de la
Casa VIII nos ayudan a dejar atrás actitudes que, por obsoletas nos estorban. No toda pareja
que tengamos es nuestra madre. Como las primeras vivencias dejan una impronta tan
profunda, todo llevamos también un 'infante rabioso' (al que la madre no ha interpretado ni
satisfecho plenamente sus necesidades); y por eso cuando nuestra pareja actual nos frustra de
alguna manera, es probable que el pequeño chillón vuelva a despertarse. Aquí también vemos
nuestra herencia instintiva primordial, aquello que está en las profundidades de nuestro ser: la
envidia, la codicia, los celos, la rabia, las pasiones que bullen, la necesidad de poder y dominio,
y también las fantasías destructivas que pueden estar al acecho ocultas tras la más gentil de las
fachadas. Sólo si reconocemos y aceptamos 'la bestia' que hay en nosotros tendremos la
posibilidad de transformarla. La Casa denota también nuestra relación con lo que los filósofos
esotéricos llaman el Plano Astral, el tipo particular de energías que aletean en este ámbito y a
las cuales somos más sensibles. La muerte, tal como lo demuestran los emplazamientos en la
Casa octava, se puede tomar en sentido literal, como la manera o las circunstancias atenuantes
de nuestra muerte física. En el lapso de un solo término vital podemos experimentar muchas
muertes psicológicas diferentes. La forma puede ser destruida pero la esencia permanece lista
para volver a florecer en alguna otra forma. Goethe escribió: 'En tanto que no mueras y vuelvas
a levantarte / Eres un extraño en la oscura tierra'. Bien lo sabe, en algún nivel profundo,
cualquiera que haya sobrevivido a los traumas y tensiones de la octava Casa.

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La Casa IX:

Si la Casa octava implica invariablemente cierto grado de dolor, crisis y sufrimiento; la novena
que sigue a las aguas turbulentas, nos ofrece una perspectiva más amplia de todo lo que nos
ha acontecido hasta ahora. Es el área referida más directamente a la filosofía y la religión, los
ámbitos donde se plantean los 'porqués' de la existencia. Es aquí donde buscamos la verdad y
nos empeñamos en evaluar los modelos subyacentes y las leyes básicas que rigen la vida.
Tenemos una manifiesta necesidad de absolutos, de ideales firmes a los cuales podamos
aspirar, y de preceptos que nos sirvan para orientar nuestra vida. Esta Casa IX representa lo que
se conoce como 'la mente superior', es decir, aquella parte de la mente que se vincula con la
facultad de abstracción y el proceso intuitivo, por comparación con la mente concreta, tal como
aparece en la tercera Casa. La Casa novena describe algo referente al estilo en que abordamos
las cuestiones filosóficas y religiosas además de sugerir la clase de Dios que adoramos, o la
naturaleza de la filosofía de vida que formulamos.
Si bien la Casa rige el medio inmediato, la novena describe la perspectiva que tenemos al dar
un paso atrás para considerar la vida desde cierta distancia. Por eso se vincula con los viajes
largos, 'viajar puede referirse literalmente a desplazamientos a otras tierras y a otras culturas, o
se puede entender, más simbólicamente, como el viaje de la mente y el espíritu'. Mediante los
viajes y mezclándonos en tradiciones diferentes, ensanchamos nuestra perspectiva de la vida.
Los emplazamientos en esta Casa designan los principios arquetípicos con que tropezamos en
nuestros viajes, y nos revelan algo sobre las culturas hacía las cuales nos sentimos atraídos. La
Casa IX indica las relaciones con los parientes políticos, y se verá si las relaciones son
tormentosas o cordiales. Es la Casa también de la educación superior, expresa el campo de
estudio escogido o la naturaleza de la experiencia universitaria en general. En la nueve miramos
hacia el futuro y hacía lo que todavía está por desplegarse. Podemos ver un futuro lleno de
esperanzas y promesas nuevas, o uno en que la pesadilla aceche a la vuelta de la esquina, a la
espera que seamos lo suficientemente tontos como para pasar por ahí. En cualquiera de los
dos casos, podría sernos útil reflexionar sobre algo que observó una vez Santa Catalina: que
'todo el camino al cielo es cielo'.

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La Casa X:

Lo que la Casa novena vislumbra, la décima lo trae a la tierra. Es el punto más elevado de la
carta, y los emplazamientos que aquí haya se 'destacan' por encima de todos los otros en el
horóscopo; corresponde a aquello que en nosotros es más visible y accesible a los demás. Liz
Greene dice que la décima Casa es nuestra 'taquigrafía social', la forma en que más nos gustaría
que nos viesen los otros y la descripción que les damos de nosotros mismos. Aquí esperamos
alcanzar logros, honores y reconocimientos, es aquello por lo que más nos gustaría que nos
recordasen como nuestra contribución al mundo. Es la Casa de la ambición, tras la cual se
ocultan, apremiantes, la urgencia y la compulsión de ser apreciado y reconocido. La naturaleza
de nuestra contribución a la sociedad, lo mismo que nuestro status y el lugar en el mundo, se
manifiestan aquí, arrojando luz sobre la carrera y la vocación, al mostrarnos la clase de energía
que exhibimos, o con la que tropezamos. Así como la cuarta Casa va asociada con el padre la
décima se le asigna a la madre. Al comienzo de la vida ella es para nosotros el mundo entero;
por eso la naturaleza de lo que sucede entre madre e hijo vuelve a emerger en una etapa
posterior del desarrollo, como nuestra peculiar manera de conectarnos con la sociedad y el
mundo 'de afuera' en su totalidad. La situación de combate con la madre configura un modelo
de situación de combate con el mundo; y el factor subyacente en la elección de profesión es el

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deseo de ganarse el amor de la madre (con lo cual nos aseguramos la supervivencia). La décima
Casa se extiende más allá de la madre (o del padre, según el caso), hasta designar nuestra
relación con las figuras de autoridad en general. Desde su posición en lo más alto de la carta, la
Casa X significa la realización y el cumplimiento de la personalidad individual mediante la
satisfacción personal obtenida al valernos de nuestras capacidades y talentos para servir a la
sociedad e influir sobre ella. Hay, incluso, quienes así podrán ganarse el aplauso y
reconocimiento públicos de su valor y su dignidad. Cuando alcanzamos la Casa X ya hemos
evolucionado y nos hemos 'encarnado' en la medida suficiente no sólo para tener un
sentimiento más sólido y concreto de quienes somos, sino también para conseguir que nos
estimen por ello.

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La Casa XI:

En su nivel más profundo, la Casa XI representa el intento de trascender nuestra identidad en


cuanto ego, para llegar a ser algo mayor de lo que somos. La principal manera de lograrlo es
identificándonos con algo más vasto que el sí mismo, ya sea con un círculo de amigos, con un
grupo, un sistema o una ideología. Aquí se ve como funcionamos en cuanto partes de un
sistema. La Casa XI representa también aquel tipo de conciencia grupal que en repetidas
ocasiones han respaldado los maestros espirituales, místicos y visionarios de las diversas épocas
y culturas. Y como un espejo de la percepción mística de la unidad de toda la vida, los adelantos
científicos más recientes nos demuestran la existencia de esa red de relaciones subyacente en
la totalidad del universo.
Carl Rogers, uno de los fundadores de la psicología humanística observó que cuanto más
profundamente ahonda en individuo en su propia identidad, tanto más descubre a la totalidad
de la raza humana. Nuestra identidad, tiene una dimensión de pertenencia mucho más amplia
de lo que es capaz de admitir el ego, 'encapsulado en su piel'. Visto así, la evolución de la
conciencia de grupo no se dirige solamente a reforzar la identidad yoica, más bien, la conciencia
de ser parte de algo más amplio que permite trascender los límites de la individualidad, y tener
la vivencia de nosotros mismos como células pertenecientes al cuerpo de la humanidad. Se
genera así un sentimiento de fraternidad con el resto de los habitantes del planeta, que va
mucho más allá de los vínculos obligatorios de la familia, la nación o la iglesia. La Casa XI nos
muestra las clases de grupos hacía lo cuales gravitamos. La amistad se adapta claramente al
ideal de la Casa XI, de llegar a ser más grandes de lo que somos. Mediante la amistad la gente
se vincula, los límites personales se expanden y tanto las necesidades como los recursos de
otras personas se entretejen con los nuestros. Así como nosotros presentamos a nuestros
amigos ideas e intereses nuevos, también ellos amplían nuestro punto de vista con lo que tienen
para compartir con nosotros. Esta Casa sugiere la forma en que hacemos amistades, la manera
en que nos conducimos y las energías que aportamos a la amistad.
En esta Casa se encuentra el deseo de trascender o llegar más allá de las imágenes y modelos
ya existentes de nosotros mismos. Nos mueve el anhelo de un ser más ideal o de una sociedad
más utópica. Por eso se la denomina la Casa de las esperanzas y los objetivos. En este contexto
es útil recordar que cuanto más claramente podamos imaginar una posibilidad, más la
aproximamos a su concreción. La evolución nos impulsa hacía niveles de complejidad, relación
y organización cada vez mayores. Aquí nuestra mente individual se conecta no sólo con la
mente de los seres que tenemos más próximos, sino con todas las otras mentes. En la Casa XI
descubrimos que estamos relacionados no sólo con la familia y los amigos, con nuestro país o
nuestros seres queridos, sino con la totalidad de la raza humana.

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Casa XII:

En la Casa XII los procesos de disolución del ego individual y de fusión con algo más vasto que
el sí mismo no se vivencian y sienten por la vía de la mente o del intelecto, como en la Casa XI,
sino con el corazón y el alma. Representa el anhelo de disolución que vive en todos nosotros,
las ansias de regresar a las aguas indiferenciadas de la matriz, al estado de unidad
originario. Freud, Jung, Klein, y muchos otros psicólogos modernos coinciden en que la
estructura inicial de la conciencia del niño es previa a la división sujeto - objeto, y que ignora
las limitaciones, el espacio y el tiempo. En un nivel profundo, cada individuo intuye que su
naturaleza más íntima es ilimitada, infinita y eterna. El redescubrimiento de esta integridad es
nuestro mayor deseo y nuestra mayor necesidad. El deseo de reconectarse con el sentimiento
perdido de la totalidad originaria puede ser entendido como una regresión que lleva de vuelta
al estado prenatal; pero, en términos espirituales, esta misma urgencia se traduce en una avidez
mística de unión con nuestra fuente, y en la experiencia directa de ser parte de algo mayor que
nosotros, como una especie de nostalgia divina. Esto nos enfrenta con un dilema fundamental:
por un lado queremos trascender la sensación de aislamiento; y por otro genera pánico la

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desintegración. Esta doble ligadura existencial - anhelar la totalidad, temerla y resistírsele - es


el principal dilema de esta Casa. Una de las estrategias para reconectarse con la unidad es el
sexo y el amor; pues 'si me aman, o me incluyen, puedo trascender mi aislamiento'. Otra de las
maneras de derribar las fronteras y flexibilizar rigideces es la inmersión en el alcohol o las
drogas. También es frecuente que los deseo de suicidio, y otros comportamientos
autodestructivos, enmascaren el ansia de regresar al estado de mayor bienaventuranza propio
de un ser no diferenciado. También se busca la trascendencia, en forma más directa por medio
de la meditación, la plegaria, y la devoción a Dios. La Casa XII absorbe, devora, desestructura
o engrandece la identidad individual. Al generarnos miedo y confusión algunos buscarán
cualquier medio de escaparse del mundo. El significado original de la palabra sacrificio es 'hacer
sagrado', y esta Casa reverbera la suposición que el individuo se redime mediante el sacrificio
de sí, por el ofrecimiento del sí mismo a algo más elevado. Es la Casa del karma, el alma inmortal
del hombre está en un viaje de perfeccionamiento y retorno a sus fuentes que no se puede
cumplir en el breve término de una vida. A cada nueva encarnación, traemos con nosotros la
cosecha de experiencia y capacidades provenientes de vidas anteriores. El alma escoge un
determinado momento para nacer porque el cielo se adecua a las experiencias que necesita
tener en su estadio actual de crecimiento. Más específicamente, la Casa XII nos muestra 'lo que
traemos' del pasado y que actuará en esta vida, ya sea en la columna de débito o en la de
crédito de nuestra cuenta. Jung definió el inconsciente colectivo como 'la condición previa de
cada psique individual, así como el mar es el portador de cada ola'. Cada uno de nosotros está
ligado al pasado y es portador del recuerdo de experiencias que van mucho más allá de lo que
personalmente hemos conocido. La mente inconsciente es algo más que un mero receptáculo
de pensamientos, impulsos y deseos reprimidos o sepultados; es también la fuente de
'potencialidades de conocimiento y experiencia' con las cuales el individuo aún no ha entrado
en contacto. Dicho de otra manera: en la Casa XII se encuentra tanto nuestro futuro como
nuestro pasado. A esta Casa también se la ha llamado la Casa de los 'enemigos secretos' y 'de
las actividades entre bastidores'. Esto se podría tomar literalmente, en el sentido de personas
que conspiran o traman algo en contra de nosotros. Pero es más probable que tenga que ver
con las debilidades o fuerzas que se ocultan en nosotros mismo y que sabotean la realización
de nuestras metas y objetivos consientes. La doce muestra lo que está oculto o entre telones,
tal como lo están, en parte, los hospitales y las prisiones, lugares donde se 'aparta' a ciertas
personas de la sociedad. A veces esta reclusión es necesaria para reestablecer el equilibrio físico
y psicológico, con lo que la persona vuelve a estar entera. También se puede trabajar en este
tipo de instituciones sirviendo a otros menos afortunados y esta es la expresión práctica de la
compasión y la empatía que confiere la Casa XII. Algunos creen que esta clase de servicio hace
posible borrar el 'mal karma' del pasado. Cada uno puede creer que las puertas del cielo se le
abrirán si se destaca en el principio sea el que fuere. La profunda ansia de totalidad e
inmortalidad que existe en todos nosotros es el acicate que nos motiva para los logros
alcanzados por mediación en la Casa XII.

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Empezamos por emerger de la matriz original de la vida, nos establecemos como entidades
individuales y finalmente nos encontramos con que, después de todo, en realidad somos uno
con el resto de la creación. Tengamos o no la vivencia consiente de nuestra conexión con el
gran todo, es inevitable que nuestro físico muera y se desintegre. Cuando el cuerpo muere, con
él se extingue nuestro sentimiento de tener una existencia física separada. De una manera o de
otra, regresamos al trasfondo colectivo del cual habíamos salido. Lo que allí había al comienzo,
lo hay al final. Estamos de vuelta en el Ascendente, para volver a empezar en un nuevo nivel
de la espiral.

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