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Para romper el hielo

¿Cuál es la enfermedad a la que más le temes? ¿Qué sientes

cuando una persona te dice que hay una persona con una enfermedad

contagiosa muy cerca de ti? ¿Sabes de alguien que está sufriendo

lo que hoy consideramos como “lepra”, es decir, cualquier cosa que

hace que la gente se aparte con horror de él?

¿Cuál es el abrazo más significativo que has recibido?

La lepra era la más temida de todas las enfermedades conocidas

en el Oriente. Su carácter incurable y contagioso y sus efectos

horribles sobre sus víctimas llenaban a los más valientes de temor.

Entre los judíos, era considerada como castigo por el pecado, y por

lo tanto se la llamaba el “azote,” “el dedo de Dios.” Profundamente

arraigada, imposible de borrar, mortífera, era considerada como un

símbolo del pecado.

La ley ritual declaraba inmundo al leproso. Como si estuviese ya

muerto, era despedido de las habitaciones de los hombres. Cualquier

cosa que tocase quedaba inmunda y su aliento contaminaba el

aire. El sospechoso de tener la enfermedad debía presentarse a

los sacerdotes, quienes habían de examinarle y decidir su caso.

Si le declaraban leproso, era aislado de su familia, separado de la

congregación de Israel, y condenado a asociarse únicamente con

aquellos que tenían una aflicción similar. La ley era inflexible en sus

requerimientos. Ni aun los reyes y gobernantes estaban exentos.

Un monarca atacado por esa terrible enfermedad debía entregar el

cetro y huir de la sociedad. (DTG 227)

Texto para el estudio

Marcos 1:40-42

“Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si

quieres, puedes limpiarme. Y Jesús, teniendo misericordia de él,

extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio. Y así que él

hubo hablado, al instante la lepra se fue de aquél, y quedó limpio”.


Interpretando el texto

El leproso se arrodilló delante de Jesús y le dijo: “Si quieres,

puedes limpiarme”. La palabra griega para “puedes” es dúnamai, de

donde viene “dinamita”. Significa “lleno de poder”. “Si quieres, estás

lleno de poder y puedes cambiar mi vida”. Jesús estaba dispuesto a

sanar al leproso e inmediatamente lo hace.

Jesús sabía que el acto de tocar a este leproso le reportaría la

crítica de los fariseos y del pueblo, ya que él mismo podría contagiarse

de la enfermedad y convertirse así en transmisor de este flagelo.

También sabía que para sanarlo no era necesario en absoluto que

lo tocara. Pero en este caso, a despecho de todas las expectativas

sociales y religiosas de sus días, sabe que este hombre no solo

necesita sanidad física, sino también emocional; sentirse querido

por alguien, que todavía es una persona que merece ser tratada

como un ser humano y no como un monstruo. Jesús entonces, lleno

de misericordia, tiernamente extiende su mano, lo toca y le dice con

firmeza y amor: “Quiero sé limpio”.

Al tocar al leproso, Jesús mostró que, no importa cuán malo sea

nuestro pecado, él se acerca a quien está dispuesto a ser perdonado,

sanado y purificado del pecado.

Tema

El texto bíblico dice que el leproso se acercó a Jesús y lo adoró.

Lo primero que hizo el leproso no fue pedirle a Jesús que lo curara;

lo primero que hizo fue adorar al Señor Jesús. Millones y millones de

personas buscan al Señor Jesús solo como a un médico. Lo buscan

porque lo necesitan, porque están desesperados, porque no saben

qué hacer, porque no saben a dónde ir, pero ¿cuántos buscan a Jesús

para adorarlo y reconocerlo como el Dios Todopoderoso, Creador del

cielo y la tierra? Jesús podrá hacer maravillas en tu vida, a medida

que lo reconozcas y lo aceptes como tu Dios y como tu Salvador, y a

medida que estés listo para adorarlo.


“La obra de Cristo al purificar al leproso de su terrible enfermedad

es una ilustración de su obra de limpiar el alma de pecado. El hombre

que se presentó a Jesús estaba lleno de lepra. El mortífero veneno

impregnaba todo su cuerpo. Los discípulos trataron de impedir

que su Maestro le tocase; porque el que tocaba un leproso se volvía

inmundo. Pero al poner su mano sobre el leproso, Jesús no recibió

ninguna contaminación. Su toque impartía un poder vivificador. La

lepra fué quitada. Así sucede con la lepra del pecado, que es arraigada,

mortífera e imposible de ser eliminada por el poder humano. “Toda

cabeza está enferma, y todo corazón doliente. Desde la planta del

pie hasta la cabeza no hay en él cosa ilesa, sino herida, hinchazón y

podrida llaga. Pero Jesús, al venir a morar en la humanidad, no se

contamina. Su presencia tiene poder para sanar al pecador.

Quien quiera caer a sus pies, diciendo con fe: “Señor, si quieres,

puedes limpiarme,” oirá la respuesta: “Quiero: sé limpio.” (DTG 231)

Conclusión

Así es Jesús. Él puede sanarte de tu lepra de pecado, si la reconoces

y sientes la necesidad de ser limpiado y sanado de tus maldades.

Pero, antes que nada, Jesús quiere poner su mano sobre tu hombro,

tocarte con su amor divino y transmitirte la seguridad de que eres

su hijo, que vales mucho para él, que dio su vida en la cruz por ti, y

que anhela verte feliz y libre del mal, y abrazarte cuando venga en

su reino de gloria para vivir siempre contigo. Déjate abrazar hoy por

Jesús.

Actividad para llevar Esperanza a la Comunidad

Propónganse durante esta semana, regalar siete abrazos a siete

personas no adventistas de tu comunidad.

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