Está en la página 1de 4

EL SOL SE DIVORCIÓ DE LA

LUNA
Parte 2
Es hora de hablar de la vida diaria de
este par de no tan enamorados astros.
Aunque, como debes suponer, solo
tratara de su rutina por separado.
Empecemos por la Luna. Ella, cuya
mayor característica era ser el único
satélite de su planeta, vivía
constantemente cuestionaada de valer
lo suficiente para estar a la altura del
Sol. Todos los demás cuerpos celestes
coincidian diciendo "claro que no,
jamás una mera luna sin nombre
propio sería suficiente para nuestro
astro rey" (Ignoraremos el
desconocimiento general en la corte
solar del nombre de la Luna, Selene,
pues tampoco nos importa utilizarlo).
Esto hería fuertemente la moral de la
Luna, quien no tenía a su esposo
intentando demostrarles que estaban
equivocados, sino, al contrario
prefería no darse por enterado y
sonreir risueño en la corte. Casi
dandoles la razón. Casi aceptando el
rechazo hacia su esposa como
justificado de forma tácita. Y ahora
vayamos por el Sol. Había sido él
quien le propusó casarse a la luna en
primer lugar. En ese entonces, estaba
flechado por la imagen de aquella
hermosa Luna llena. Pero no
consideró que también habían
menguante y crecientes. Se arrepentía
en demasia de no haberlo hecho.
Ahora, no quedaba más que
contentarse con ello. Ese sería el caso
si fuera alguien diferente al que arde
diariamente como queriendo comerse
al mundo. Por lo que cada vez que
viera alguna luna en plenitud, la
invitaría a acompañarle cuidando que
no se entere su esposa. A él le eran
indiferntes los comentarios que se
hacían, pues la mayoría culpaba a su
cónyugue por no cumplir con las
expectativas. Para la Luna cada día era
tener que soportar el juicio público,
para el Sol, una luna nueva que le
daría confort.

También podría gustarte