Está en la página 1de 69

el problema de la tierra en los Valles

Calchaquíes
jueves, 11 de noviembre de 2010

Trabajo largo

El problema de la tierra
en los Valles
Calchaquíes
Comunidad Indígena Amaicha del Valle y
Comunidad India Quilmes (CIQ) de la Unió n
de los Pueblos de la Nació n Diaguita
(UPDN)
Aprea, Clara Inés; Aprea Nardo, Milagros Pilar; Landi,
Gustavo Marcelo
2010
Introducción

En el marco de los festejos oficiales por el “Bicentenario de la Patria” y de las


actividades realizadas en todo el país en torno a dicho acontecimiento, tuvo lugar la
“Marcha Nacional de los Pueblos Originarios” que durante casi diez días recorrió el
país, desde distintos puntos, hasta llegar a la Capital Federal el 20 de mayo. Las
columnas avanzaron por la ciudad y entraron a la Plaza de Mayo, epicentro de
manifestaciones históricas que signaron las transformaciones políticas del país.
“Caminando por la Verdad, hacia un Estado Plurinacional” fue la consigna que guió la
caravana de más de 30 pueblos que se identifican como “naciones preexistentes”. La
culminación frente a la Casa Rosada tenía un claro objetivo, en efecto, como
interpelación al Estado Nacional.
Pero además, este hecho, superpuesto a la efeméride del Bicentenario, significó para
los pueblos originarios la posibilidad de romper con el cerco de invisibilidad que los
rodea a partir de la Conquista y a lo largo de una larga historia de “genocidio invisible”,
represión, expulsión, silenciamiento y marginación; historia que presenta la contracara
de la ficción patriótica.

Esta posibilidad, estimulada además por un contexto favorable al reconocimiento de


diversos derechos indígenas por parte de estados y organismos internacionales; se
vuelve también campo fértil para las ciencias sociales, que de alguna manera han sido
cómplices por omisión de la enorme deuda histórica que arrastran las sociedades y los
estados latinoamericanos.

A partir de los años noventa, los levantamientos indígenas en Ecuador, la irrupción del
zapatismo en México, las movilizaciones campesinas e indígenas en Bolivia e incluso
la experiencia piquetera en Argentina, constituyen, entre otros hechos, una
constelación de “sujetos colectivos” (Garcés; 2003 ) que se han identificado
como nuevos movimientos sociales. Su significado y su papel en la historia social y
política de Latinoamérica es una de las contribuciones y los debates más interesantes
de los últimos años. Entre sus diversos componentes, los pueblos originarios se
destacan por su irrupción en los escenarios nacionales (sobre todo en Ecuador,
México y Bolivia) y por los nuevos vínculos que establecen con las instituciones,
emergiendo novedosamente como actores políticos.

Este trabajo pretende analizar, desde una perspectiva comparada, las experiencias de
dos comunidades indígenas integrantes de la Unión de Pueblos de la Nación Diaguita.
Las comunidades de Amaicha y Quilmes se desarrollan ancestralmente en el ámbito
geográfico de los Valles Calchaquíes, territorio de la actual Provincia argentina de
Tucumán. El problema de la tierra, considerada como “fundamento material y
simbólico” de los pueblos indígenas (Concheiro; 2005), nos proporciona el elemento
distintivo en relación a las posibilidades de supervivencia, desarrollo y resistencia de
ambas comunidades. El concepto de autodesarrollo, expuesto por uno de los
dirigentes de estas comunidades, se presenta como un elemento revelador en ese
sentido. La situación jurídica y legal vinculada a la propiedad y/o el usufructo
del territorio es diferente en cada caso, y da lugar a diferentes condiciones y
estrategias a la hora de plantear proyectos comunitarios, posicionamientos políticos y
perspectivas a futuro. A través de entrevistas y otros testimonios (documentos
internos, informes periodísticos, comunicados) se abordará la disputa que actualmente
mantienen en torno al territorio y a diversos recursos, principalmente en relación con
tres aspectos: el desarrollo de emprendimientos vitivinícolas, la minería y el turismo.
La disputa por la tierra hunde sus raíces en el pasado a través de una serie de
luchas a lo largo de más de trescientos años.
En este trabajo nos centraremos en las diferentes estrategias y formas
organizativas que estas comunidades fueron adquiriendo en los últimos 30
años frente al avance de empresas y terratenientes sobre sus territorios.
Intentaremos rastrear qué elementos vinculan a estas comunidades con los
movimientos sociales emergentes después del Consenso de Washington y la
aplicación de las políticas neoliberales de él surgidas. Trataremos de identificar
aportes y singularidades de estas dos comunidades diaguitas.

I. Adaptaciones. Guerra, derrota y reacomodación[1].

La zona de los valles calchaquíes[2] es el lugar de asentamiento de diferentes grupos


humanos desde hace 9000 años antes de nuestra era. A lo largo de ese tiempo estos
grupos fueron habitando la zona y sus adyacencias constituyendo diferentes culturas
agroalfareras que derivaron en Pueblos unidos por la lengua Kakan y conocidos
actualmente como pueblos Diaguitas – Calchaquíes[3].
El contacto entre españoles y diaguitas calchaquíes desde 1534 inaugura 130 años de
resistencia armada. Esa etapa es conocida como “guerras calchaquíes”. Los
principales titaquines (caciques) de la resistencia hacia 1562 fueron Calchaquí de
Tolombón, Silpitode y Viltipoco. Entre 1630 y 1637[4] Chelenín[5], e Iquín en 1665, que
resiste el sitio español al pucará Quilmes hasta el agotamiento y la rendición.
El período de las “guerras calchaquíes” se desarrolló con múltiples estrategias por
parte tanto de españoles y sus aliados[6] como de las confederaciones diaguitas y sus
aliados[7] asimilando unos y otros diferentes técnicas de guerra de cada bando en un
contexto de frontera[8].

El Gobernador del Tucumán Alonso de Mercado y Villacorta informaba al Virrey conde


de Alba, en 1659 sobre la suerte corrida por los pueblos de los valles:
“Rota la guerra (...) y valiéndome para ello de la experiencia con que vine de los
ejércitos de España, guié el intento por contrario dictamen al que siguió esta Provincia
en las guerras pasadas (...) Moví las armas con diferente resolución, haciendo la
guerra por asaltos a sangre y fuego, de que ha restado en poco más de cuatro meses,
haberse degollado cuatrocientos indios de guerra, despeñádose y muerto en los
alcances de las cumbres otras tantas mujeres y más, aprisionádose mil piezas (...) y
remitido a poblarse a la paz tres mil almas (…)”.[9]
Las rebeliones eran organizadas de forma confederada entre los diferentes pueblos
asentados a lo largo de los valles Calchaquíes, desde la Poma (Salta) hasta el Valle
de Catamarca y La Rioja.

Parte de los sobrevivientes del sitio al pucará Quilmes fueron


desnaturalizados[10] junto a otros pueblos de los valles. Se dice que sobrevivientes de
las guerras huyeron a la alta montaña[11] o a los bosques[12].

El 14 de septiembre de 1666, Iquín y 750 quilmes, llegan a Buenos Aires siendo


ubicados en la “Reducción de la Exaltación de la Cruz de los Quilmes”. Previamente a
su paso por Tucumán y Córdoba parte de las familias eran repartidas en encomienda
a terratenientes, debiendo soportar el destierro y formas no libres de trabajo. Unas 50
familias de Acalianos y de otros pueblos fueron desterrados a la reducción. Allí,
lograron mantener viva parte de su cultura y estructura organizativa. Algunas
fracciones de la población desnaturalizada desarrollaron artimañas para retornar a sus
regiones de origen[13].
En 1716 representantes del Rey de España y el cacique Chapurfe, hijo del cacique
Utivaitina firman una Cédula Real donde reconocen a Quilmes, Amaichas y
Tolombones el territorio y ordenan a los terratenientes de Tucumán entregar a los
pueblos recibidos en encomienda para ser cristianizados.

Para finales del siglo XVIII y durante todo el siglo XIX la lucha por la tierra será una
constante. Los principales terratenientes que tuvieron que enfrentar los amaichas
fueron la familia Aramburu[14], Sigfredo Brachieri[15], entre otros[16]. Si bien, aún no
contamos con información referida a la pérdida del territorio correspondiente a
Quilmes, probablemente la declaración de tierras vacas fue la estrategia por parte de
los terratenientes como mecanismo legal de desposesión. A partir de la década de
1820, la apetencia por dichas tierras se hizo más evidente y fue común que las
autoridades políticas entregaran a particulares terrenos que se consideraban vacos o
baldíos. Hasta 1858 el mecanismo para obtener estas tierras era bastante sencillo: el
interesado denunciaba la vacancia de las tierras en cuestión, las autoridades
realizaban un remate público de las mismas y luego eran concedidas en arriendo o
vendidas por el estado, que se consideraba depositario de ellas (López; 2006).

Tres nombres figuran como precursores en la región de los denominados


“peregrinajes” en reclamo de soluciones estatales al problema de la tierra en
Amaicha. Para 1796 Lorenzo Olivares[17], Juan Pastrana[18] en 1872 y Juan
Solís de Ovando, que finalmente logra la protocolización de la Cédula Real de
1716 sobre la cual los actuales comuneros basan hoy los derechos sobre las
tierras que ocupan.
Florencia Carlón sostiene que “(…) los viajes pueden constituirse en medios
para efectuar reclamos y construir paralelamente una unidad sociocultural (…)
Paralelamente, estos viajes deben enmarcarse en una dimensión simbólica
pues en muchos casos funcionan como un elemento de reafirmación de valores
morales y de creencias fundamentales que sientan las bases de una existencia
colectiva.”

II. El proceso organizativo desde los setenta a la actualidad

El sistema de “obligaciones” se mantuvo vigente hasta años posteriores a la década


de 1960, “nos vimos obligados a trabajar en los cultivos de los terratenientes -gratis o
mal pagados- para poder permanecer en el lugar. Esto era lo que se llamaba
“obligación”. Pero, además, teníamos que entregar al patrón sumas anuales de dinero,
parte de las cosechas o de nuestros animales si queríamos cultivar la tierra o criar
ganado. El patrón imponía todas las condiciones. Incluso los turnos de agua. Quienes
se atrasaban en el pago, quienes no asistían a las obligaciones, quienes no concurrían
a la zafra o no votaban por el partido del patrón eran desterrados. La policía y el juez
de paz los despojaban de sus pocas pertenencias y, si se resistían, los azotaban. Los
terratenientes eran los contratistas de los ingenios y, a la vez, eran ellos – o sus
parientes- quienes ejercían los cargos de jueces y comisarios de la zona.” (Comunidad
India Quilmes, 2008). Otro testimonio al respecto lo da Luís Costilla comentando que
“mi abuelo, él tenía vacas y tenía que pagar yerbaje (…), el derecho del campo, el
terrateniente que se llamaban los Chico, los Cano, todos los años tenía que darle una
vaca a ellos, un ternero de los mejores (…), cuando los campos eran nuestros, de la
gente, de los comuneros y ellos, el colonizador le ha dado a ellos y ha venido de
tradición en tradición y se hacen los dueños, pero no tienen papel, no tienen nada.”

El ejemplo de otros pueblos originarios en el país, incentivó la posibilidad de


organizarse, “surgen pequeñas organizaciones locales, efectuándose también
reuniones de carácter regional (…). La incipiente movilización de algunas
comunidades aborígenes empieza a demostrar inmediatamente la necesidad de
coordinar sus luchas, que en general, plantean problemas similares. En Buenos Aires
la Comisión Coordinadora de Instituciones Indígenas, en colaboración con la
Confederación Indígena Neuquina crea las condiciones para la realización de un
encuentro de delegados aborígenes de todo el país. (Diario Noticias del País, 1974).
En abril de 1972 se desarrolla el Primer Parlamento Indígena Nacional el “Futa Traun”,
realizado en Neuquén, donde la organización mapuche tiene mayor desarrollo.
“Durante las discusiones en las mesas de trabajo la cuestión de las tierras apareció
como un denominador común de la situación por la que atraviesan los distintos grupos
aborígenes. (…) Las comunidades se pronunciaron en el sentido de querer poseer las
tierras en conjunto, sin que se realizara la parcelación, porque esta resultó siempre
una facilidad para el despojo”. Otros puntos trabajados en el Futa Traun fueron la
cooperativización y retomar pautas de trabajo tradicionales. En un segundo orden de
problemas surgió la cuestión educativa (falta de escuelas, la desvalorización de las
culturas autóctonas, entre otros).

Para septiembre de 1973 se logra realizar en Amaicha el Primer Parlamento Regional


Indígena, denominado Juan Calchaquí, organizado por la filial Tucumán de la Unión
Indígena. La consigna de convocatoria fue “Unión y organización para la
reconstrucción nacional”, en estrecha connotación con las tareas realizadas en otras
esferas por la denominada “tendencia revolucionaria” del peronismo. El Diario Noticias
del país en una nota del 27 de abril de 1974 reproducía “No queremos más ni tutores,
ni supervisores con grandes presupuestos que viven de nosotros. Queremos las
tierras, líneas de crédito, que se nos respete y que se nos permita organizarnos”. Un
niño de aquella época: Antonio Caro, hoy Delegado de la comunidad de Base de
Talapaso (CIQ), recordaba, “tenía casi 10 años, participe en el primer Congreso
Indígena que se hizo en el Valle Calchaquí en el año 73 y escuche los reclamos. Se
hizo en Amaicha. El primer reclamo era el tema territorial, el segundo el agua”.

Durante el desarrollo del parlamento estuvieron delegados de Quilmes, Colalao del


Valle, El Carmen, Anjoana, Los Zazos, El Pichao, Amaicha del Valle, Los Corpitos, El
Infiernillo, Los Chañares, etc. Entre las resoluciones se destacaron “mantener e
incrementar la organización regional”, concluyendo en “recuperar las tierras perdidas
en manos de intrusos que son amparados por leyes que han sido creadas por ellos
para explotarnos”, “títulos de propiedad definitivos inembargables e intransferibles, de
propiedad de las tierras que habitamos desde siempre (…) adaptados a las
modalidades de cada comunidad”. Otras conclusiones hacían referencia a garantizar
legalmente la delimitación clara de las mensuras y eliminar la inseguridad jurídica
respecto a las posesiones ancestrales que la Cédula Real de 1716 garantiza, además
de proveer tierras para aquellas comunidades desposeídas, garantizar parte de las
200.000 hectáreas que en Tafí del Valle arrendatarios pagan a terratenientes que no
tienen títulos, reclamos respecto a la educación y tener en cuenta las culturas
originarias, problemas sanitarios ante la falta de políticas de salud, condena a las doce
familias terratenientes de Tucumán que continuamente procuran acrecentar sus
tierras, además de manipular y monopolizar el manejo de los cursos de agua para
regadío.
En 1973 una delegación “bajó” en una nueva “peregrinación” a Buenos Aires, e intentó
entrevistarse con el Presidente Juan D. Perón, quien les dio la espalda, en similar
actitud a la tomada en 1946 con el “malón de la paz”. Luego de trámites burocráticos
infructuosos, dejan una carta dirigida a Perón firmada por 30 delegados. Hay
fragmentos de la carta que resultan elocuentes: “en nombre y representación de la
Federación Indígena de los Valles Calchaquíes tenemos el alto honor de dirigirnos a
usted a los fines de hacerle llegar nuestros viejos y angustiantes problemas (…)
habiendo tantas (…) miles de hectáreas (…) negadas por los seudo terratenientes, los
que impiden que podamos concretar (…) nuestras justas y patrióticas ambiciones.
Como usted sabe mi general estas tierras son del indígena, son Nuestras Tierras, las
que en reiteradas veces hemos pedido al gobierno de nuestra provincia para que se
nos reconozcan nuestros legítimos derechos y se nos otorguen los correspondientes
títulos de propiedad a nuestras comunidades – y siempre nos dicen que están en
estudio y que esperemos – y seguimos esperando por tiempo indefinido, aunque
siempre manteniendo nuestra esperanza en el Gobierno popular (…) estas familias de
seudo terratenientes (…) han tenido mucho que ver en los gobiernos anteriores en
negocios poco claros sobre los títulos de propiedad (…) los terratenientes aludidos son
(…) Chenault, Frias, Silva, Esteves, Zavaleta, Terán, Chico, etc.”

En 1974 el clima político nacional se va oscureciendo, la rearticulación regional con


epicentro en Amaicha va a generar una serie de hechos de protesta los cuales
pudimos relevar a partir de notas periodísticas del Diario Noticias del país y otras
publicaciones. Todo indica que posterior al Parlamento hubo una creciente
rearticulación organizativa y una conflictividad social emergente entre las comunidades
diaguitas calchaquíes. A mediados de enero de 1974 cortan la ruta nacional Nº 40 con
unos 300 manifestantes contra la paralización de obras públicas y atraso en el pago de
haberes de trabajo transitorio. La publicación Nuevo Hombre Nº 56 de febrero de 1974
refiere el hecho con el título de “Rebelión popular en los valles calchaquíes” donde
resalta que pobladores de los valles “procedieron a tomar en sendas oportunidades la
ruta (…) La clase obrera y el campesinado, utilizaban el único camino que les queda
[ante] la falta de pago y la virtual paralización de las obras públicas en la región (…)
alrededor de 300 obreros, incluidos un buen porcentaje de indígenas”. Para el 6 de
febrero el recrudecimiento del conflicto adquiere connotación nacional. Con el título de
“López Rega cuestiona a Santana” el diario Noticias del país se hace referencia al
desplazamiento del Servicio Nacional de Asuntos Indígenas a Pedro Santana, militante
de Peronismo de Base y uno de los impulsores (en ese momento) de la organización
de los pueblos del valle, paralelamente en Tafí del Valle exigen la cooperativización de
las comunidades indígenas de la Zona. Una semana después por el mismo medio la
Federación Indígena Regional Tucumán denuncia atropellos por parte de
terratenientes a la población de los valles. Además, Santana “declaró que los
delegados indígenas habían venido a la capital provincial para insistir en sus reclamos
sociales y laborales todavía sin solucionar”, esta delegación no fue recibida por las
autoridades provinciales, además de ser acusados por el legislador justicialista
Gustavo Erdman de “haber dejado entrar elementos extremistas en el seno de la
comunidad indígena”.

La embestida de los sectores reaccionarios del peronismo irán minando las


posibilidades de accesibilidad a los ámbitos gubernamentales, obligando a la
Federación Indígena Regional Tucumán a emitir un nuevo comunicado, relevado por el
Diario Noticias del 13 de marzo, donde denuncia “que se pretende crear un clima para
desprestigiarla, y dice que forma parte de esa campaña de acusación lanzada por un
diputado conservador, Gustavo Erdman, a los dirigentes Feliciano Condorí, secretario
General de la entidad indígena y Pedro Santana, presidente, en el sentido de que son
comunistas. El documento afirma que los atacados son de reconocida trayectoria en el
movimiento peronista y en su parte final exige la libertad de seis indios detenidos”.

Por su parte la CIQ narra respecto a la experiencia de la Federación “que por


inexperiencia y falta de medios, no tuvo trascendencia. Se planteó un proyecto de
expropiación de las tierras que debían ser devueltas a nuestras familias, pero no
prosperó nunca: se produjo el golpe de 1976”.

Para 1975, el Operativo Independencia en plena actividad para desarticular a la


guerrilla en el monte tucumano redujo drásticamente las posibilidades de reunión y los
proyectos se estancaron, “nuestra gente tenía problemas para reunirse (…)
terratenientes denunciaron por extremistas a los dirigentes para combatir a quienes
luchaban por sus tierras”. La conflictividad social emergente a partir de la rearticulación
de las comunidades sufrirá una nueva desestructuración por parte del Estado.

En 1976 los terratenientes empiezan un juicio de desalojo contra Jesús Costilla de


Quilmes: “la policía lo maneja fiero, yo he sufrido mucho golpe, a mí me han torturado,
la gendarmería me ha llevado al Mollar en Tucumán, me han vendado los ojos, me
han colgado de las patas y ahí me han volteado (…) he sufrido mucho golpe, me han
pegado mucho”. Ante la embestida de las familias terratenientes vuelven las
“obligaciones” pero parte de la comunidad Quilmes se niega a pagar y cumplir con
ellas amparándose en el caso de Jesús Costilla, “si perdía Jesús, decían, pagarían
todos. Además dejaron de ir a las obligaciones. Así la población quedó dividida entre
quienes creían que Jesús ganaría y los que lo daban por perdedor” (CIQ; 2008).

En 1977 el Estado provincial expropia 206 hectáreas a la familia Chico donde se


localiza el Pucará Quilmes. Durante este período se comienzan las tareas de
restauración llevada adelante por el gobierno militar, que contratan gente de las
comunidades con mecanismos cercanos a la coerción, “más o menos, había que
trabajar ocho horas, y caminar 6 Km. de ida y 6 de vuelta, porque íbamos a pata para
ahí, no había caminos, nada y había que hacer todo, desmontes, con picos, palas,
barreta, todo eso, hacíamos ese trabajo, muy, mucho sacrificio, 50 personas éramos
los que estábamos ahí, y traían gente de Pichao, que tenían que salir a las 4 de la
mañana de Pichao pa`llegar a las 8 aquí” nos comentaba Simón Costilla en 2009,
quien fue trabajador de la reconstrucción de parte de la ciudad Quilmes.

En 1978 se creó el Centro Unión y Progreso de la Zona de Quilmes que empezó a


medir parcelas para hacer juicios de prescripción adquisitiva y lograr títulos
individuales. Si bien se podía lograr la tenencia individual, los campos comunitarios
donde estaba la leña, el agua y demás recursos seguían en manos de terratenientes.

Pasada la dictadura se realizó el segundo congreso en 1984 donde se reconoció la


personería jurídica de la Comunidad India de Quilmes (CIQ). En 1985 se sancionó la
ley 23.302 sobre Política Indígena y Apoyo a las Comunidades Aborígenes
(promulgada recién en 1989).

El tercer congreso se celebró en la casa de Jesús Costilla que había ganado el juicio.
El juicio fue algo que marcó a la comunidad, a pesar del tiempo respecto a lo penoso y
traumático, creo las bases de un empoderamiento comunal, “a pesar de todo no me
han podido cabrear (…) he tenido mucho contratiempo, el juicio más, uno a veces no
sabía cómo iba a salir, pensaba mucho y sin plata a veces, sin plata, porque yo
trabajando así (mientras habla corta poleo para las cestas que realiza en su trabajo de
artesano), con esto, he ganado el juicio, yo cuando tenía tiempo, me venía y ponía a
trabajar y ya me anoticiaban y me tenía que ir (…) a presentarme, los abuelos sabían
que esto estaba mal comprado, el terrateniente, estaba mal comprado, nosotros
sufríamos así, sirviéndole al dueño de tierras, digamos al terrateniente.”

En 1989 la familia terrateniente Chico cobró la indemnización millonaria del juicio


ganado al Estado que incluyó el cálculo de metros construidos por los Quilmes en el
Pucará.

Durante 1990 se crea la Comisión Coordinadora de Comunidades Calchaquíes. Para


1992 la coordinadora participa en los actos de repudio por el V centenario de la
colonización. Además, formó parte de los grupos que impulsaron la incorporación de
los derechos de pueblos originarios en la reforma constitucional de 1994.

Durante 1992 la gobernación de Ramón Ortega concesiona el pucará Quilmes (ciudad


Sagrada Quilmes) por 100$ mensuales al empresario Héctor Cruz que monta un
complejo sobre parte del Pucará. La concesión finaliza en 2002 pero el empresario
continúa, a pesar de un recurso de amparo presentado por la CIQ.
Un hito organizativo importante que trasciende lo local para empezar a consolidar
nuevas estrategias organizativas a nivel regional es la constitución en 2005 de la
Unión de los Pueblos de la Nación Diaguita (UPND) que organiza a 20 comunidades
de las provincias de Tucumán, Salta, La Rioja, Catamarca y Santiago del Estero
tendiendo a la integración de 3.000 familias aproximadamente de origen diaguita. Para
el año 2006 se logra que la convención constituyente de la provincia de Tucumán
incorpore legislación relativa a los derechos de los pueblos originarios.

En 2007 luego de cortes de ruta y desalojo del empresario por parte de la justicia, la
CIQ recupera la ciudad sagrada Quilmes y la provincia inicia una causa judicial por
usurpación.

Entre 2008 y 2010 las causas judiciales y las embestidas por parte de quienes tienen
intereses en las tierras ocupadas por las comunidades diaguitas sumaran dos
asesinatos y alrededor de 10 causas judiciales referentes a desalojos.

III. Las comunidades Amaicha y Quilmes a la luz del debate sobre los “nuevos
movimientos sociales”

La emergencia del movimiento indígena en América Latina en las últimas décadas se


ha interpretado a la luz de las teorías sobre los “nuevos movimientos sociales”. Waldo
Ansaldi (2005/2006) señala que, a partir de la década del 80, se pueden distinguir “dos
momentos”: en el primero, con el final de las dictaduras y la transición a la democracia,
los movimientos se definían por alguna reivindicación específica (pertenencia etaria
y/o de género, defensa del medio ambiente y/o de los derechos humanos, etc); en el
segundo, a partir de 1990, los movimientos sociales combinan una “doble pertenencia”
de clase (campesinos) y étnica (pueblos originarios) “y están asociados a la brutal
expansión de las políticas y la globalización neoliberales y a la consolidación del nuevo
patrón de acumulación del capital”[19]. Los movimientos de este segundo momento se
definen por la resistencia a estos “cambios regresivos en la estructura social” y se
caracterizan por plantear “formas reactivas de lucha que, siendo inicialmente sociales
enfrentados con terratenientes y empresas agrícolas (…) se tornaron políticas, se
interceptaron –y hasta colisionaron- con el Estado” llegando a desestabilizar gobiernos
e incluso con capacidad de deponerlos. En la periodización de Ansaldi la piedra de
toque de este segundo momento es precisamente el levantamiento indígena-
campesino en Ecuador.
Se ha debatido largamente sobre el carácter novedoso de estos movimientos. En
efecto, “lo nuevo” no está dado por los sujetos en cuestión –los indígenas constituyen
el caso más ilustrativo- , sino por los modos en que estos sujetos colectivos se definen
a partir de lógicas emancipatorias novedosas. Para el sociólogo Boaventura de Souza
Santos, la comunidad tiene un significado profundo en ese sentido, porque permitiría
forjar una nueva relación entre subjetividad, ciudadanía y emancipación.[20]

En este apartado nos interesa examinar en qué medida las actuales comunidades
Amaicha y Quilmes presentan características propias de los movimientos sociales. Si
bien el componente indígena-campesino no es una novedad, algunos elementos,
comunes a otros movimientos, dan cuenta de un fenómeno singular, distinto de lo que
podrían haber sido el indigenismo, las rebeliones o los movimientos milenaristas de los
años veinte y treinta. Por otro lado, se hacen necesarias algunas precisiones para
acercarnos a la especificidad de los pueblos originarios.

En primer lugar, el elemento campesino tiende a veces a “confundirse” con el


elemento indígena. Diego Domínguez analiza la conformación del “movimiento
campesino” en Argentina y abreva justamente en ese debate. Para Domínguez, las
luchas por la tierra y el territorio instalan la discusión sobre el control de los recursos
naturales. El proceso de reorganización territorial impulsado por la penetración de
empresas multinacionales, la reedición del modelo agroexportador con la expansión de
la frontera agrícola y el avance sojero; el desmonte, los nuevos cercamientos, la
contaminación por fumigaciones y fertilizantes químicos que precisa el monocultivo, la
reducción de mano de obra por las nuevas técnicas agroindustriales (utilización de
transgénicos, entre otras), la privatización de caminos y pastos y, por último -quizás lo
más sintomático-: la expulsión de población y los desalojos; son algunas de las
condiciones de un nuevo “contexto estructural” en el que Domínguez intenta rastrear el
nuevo movimiento campesino. El autor considera a las comunidades indígenas como
parte del movimiento campesino, dado que la confluencia de sus demandas les
otorgan una perspectiva política más amplia, siendo capaces de encabezar la lucha
frente a situaciones que ya no son vistas por el resto de la sociedad como exclusivas
de estos sectores, sino que dan cuenta, precisamente, de la crisis de los modelos de
desarrollo hegemónicos.

El interés central de Domínguez está puesto en la resistencia a estos modelos de


desarrollo y en las alternativas que subyacen a su impugnación por parte de un
movimiento campesino forjado en experiencias diversas. “Quizás la fuerza del
movimiento indígena termine absorbiendo lo campesino, sin embargo, al momento
actual pareciera que esta última noción en términos políticos apela a una generalidad
que no excluye lo indígena. Inversamente esto no sucede, lo indígena o las
reivindicaciones étnicas en términos políticos refieren a cuestiones que muchas veces
excluyen ciertas dimensiones a las que refiere lo campesino, haciendo que no se
tenga la misma potencia política (…) la misma capacidad de articular luchas.”
(Domínguez; 2003).

Sin embargo, la especificidad del movimiento indígena es también apelable desde una
perspectiva política. En Argentina la presencia de los pueblos originarios ha sido
invisibilizada sistemáticamente a partir de la conquista y con la definitiva “pacificación”
del territorio por parte del Estado Nacional. Pero a partir de un largo proceso de
avances jurídicos y de una resistencia sostenida, el movimiento indígena está en
condiciones de forjar para sí un nuevo papel. Aún así, la “doble pertenencia” de clase y
étnica que señala Ansaldi nos parece fundamental para comprender la inscripción de
los pueblos originarios en el nuevo contexto estructural. Lo mismo sugería ya en la
década del veinte José Carlos Mariátegui, al vincular el problema del indio al problema
de la tierra y el latifundio. Lo que no puede dejarse de lado es la emergencia del
indígena como sujeto político, fundamentalmente a partir de su irrupción en el
escenario político latinoamericano en las últimas décadas (con más fuerza en
Ecuador, México y Bolivia), y el proceso abierto, paralelamente, de reconocimiento de
los pueblos indígenas como portadores de un proyecto propio y alternativo de
sociedad.

De acuerdo con Pablo Dávalos, es precisamente la reivindicación del “estado


plurinacional” por parte del movimiento indígena ecuatoriano lo que les permitió
posicionarse como actores políticos, ya que esta demanda implica un proceso de
transformación social y de reforma del estado (Dávalos; 2003). En nuestro país los
pueblos originarios están bastante lejos de instalar ese debate a nivel nacional; no
obstante, a través de sus propias experiencias de resistencia y organización pudieron
acumular una serie de recursos e instrumentos jurídicos que les permiten posicionarse
frente al estado y la sociedad como actores políticos por derecho propio. Esto se puso
de manifiesto en la Marcha de los Pueblos Originarios en el marco del Bicentenario, en
el que más de 30 comunidades de todo el país confluyeron en Plaza de Mayo y
conformaron una delegación que fue recibida por el gobierno nacional. La caravana
que duró varios días fue promovida y financiada por el Instituto Nacional de Asuntos
Indígenas[21] y en gran parte movilizada y organizada por la Organización Barrial Tupac
Amaru, de fuerte presencia en el Noroeste. La Unión de los Pueblos Diaguitas
participó de este acontecimiento. El documento “Caminando por la Verdad, hacia un
Estado Plurinacional” presentado al gobierno y a la sociedad, hace un llamado al
reconocimiento de la diversidad étnica y cultural pero haciendo hincapié en la deuda
histórica de reparación que pesa sobre el Estado argentino:

“Julio A. Roca generó el primer caso de Terrorismo de Estado, apremios ilegales,


exiliados, desterrados, tráfico y apropiación de niños y desaparición forzosa de
familias, comunidades y Pueblos enteros que aun esperamos la reparación
histórica, que a muchas generaciones nos fue negada. Reparación que no
podíamos esperar de los héroes patricios, ni de discriminadores y racistas
gobiernos, que se sucedieron hasta el día de hoy. Peor fue la suerte con
nuestros pueblos, al caer en manos de gobiernos feudales en provincias donde
la impunidad y el abuso de poder son algo que no se logra parar. El
reconocimiento jurídico y constitucional que tanta movilización y fuerza indígena
exigió, hoy lo tenemos escrito, aprobado y es base para una nueva
institucionalidad, de relación de Pueblos Indígenas y Estado. Ello nos da una
oportunidad histórica de avanzar hacia un Estado que reconozca y consolide un
nuevo Estado Plurinacional, que contenga y se fortalezca constituyendo una
sociedad pluralista y democrática. (…) El Bicentenario debe ser la oportunidad
histórica para generar el acto de reivindicación que las naciones originarias
esperan en el silencio de sus montes, cordilleras, estepas, valles y montañas. Un
silencio que ha sido interrumpido por el tronar de motosierras que todo
desmonta, el rugido de topadoras y explosivos de las mineras que todo lo
vuelan, el ingreso de petroleras que todo lo envenenan, la penetración de
iglesias y sectas que todo lo convierten, partidos políticos y ofertas electorales
que quiebran toda la unidad comunitaria.”

En este último párrafo se pone de manifiesto la creciente avanzada del capitalismo


sobre las formas de vida de las comunidades indígenas. También podemos encontrar
aquí la clave de la identificación con otros movimientos sociales.

Raúl Zibecchi aporta un análisis muy preciso de los nuevos movimientos sociales
identificando algunas características comunes. Pasaremos a enumerarlas
esquemáticamente de acuerdo con la síntesis que ofrece Ansaldi y luego abordaremos
los casos de Amaicha y Quilmes a la luz de ellas. 1) Territorialización; 2) Búsqueda de
autonomía (respecto del Estado y los partidos políticos); 3) Revalorización de la cultura
y reafirmación de la identidad; 4) Capacidad de formar intelectuales propios; 5) Nuevo
papel de las mujeres; 6) Preocupación por la organización del trabajo y la relación con
la naturaleza. 7) Nuevo repertorio de lucha basado en formas autoafirmativas a través
de la reapropiación material y simbólica de un espacio ajeno resignificado.
De acuerdo con Zibecchi, el rasgo más importante de los nuevos movimientos sociales
es la territorialización. La tierra se concibe, en este caso, más allá de su significado
como propiedad o como medio de producción. En efecto, en el caso de los pueblos
indígenas, la lucha por la tierra define sus formas de resistencia y organización, al ser
el fundamento material y simbólico de su existencia. Si bien las reivindicaciones de los
pueblos originarios exceden el problema del territorio, es a partir de esta disputa que
se pone en evidencia su inevitable oposición a las instituciones del estado capitalista
(las formas de propiedad, en primer lugar) y al mismo capital. La reestructuración
espacial del capitalismo abre un nuevo escenario en el que la demanda por la legítima
propiedad comunitaria se convierte en urgente y prioritaria.

El segundo rasgo que señala Zibecchi es la búsqueda de autonomía. Las autoridades


de las comunidades de Amaicha y Quilmes coexisten con las instancias “occidentales”
de gobierno y de algún modo se desenvuelven en conflicto con ellas. En el año 1998 la
CIQ decide conformar un Concejo de Delegados que representa a cada Comunidad de
Base, amparándose en los avances en la legislación. De la misma manera funcionan
en Amaicha las asambleas de comuneros. La diferencia en relación al reconocimiento
de la propiedad define el grado de conflicto con las esferas de gobierno local y/o
provincial: el poder judicial que responde al los terratenientes de los Valles, llegó
incluso a negar la personería jurídica de la CIQ con el propósito de desconocer sus
derechos de propiedad e incumplir así con la legislación correspondiente (ver apartado
sobre Vitivinicultura).

La autonomía en relación al Estado no se plantea sólo en las estructuras políticas, sino


también en cuanto a las formas de desarrollo económico. El concepto de
“autodesarrollo” que utiliza Eduardo Nieva, abogado y cacique de Amaicha, da cuenta
de esa búsqueda de autonomía basada en la identidad: “Lo que nos está faltando es
tener una política propia de un autodesarrollo, es lo que estamos trabajando en
Amaicha. Para eso no nos sirven los planes de trabajo, eso (…) al contrario nos
afecta, porque va matando la cultura y se hace un asistencialismo terrible. Entonces la
salida de todo eso es buscar, como pueblos indígenas, ese autodesarrollo. (…)
Tenemos que estar fuertes institucionalmente para lograr ese objetivo y tener nuestras
propias fuentes de trabajo, nuestros propios medios económicos para que realmente
podamos salir adelante. (…) Esta cuestión que se llama globalización avanza a pasos
gigantescos, pero nosotros (…) tenemos nuestra identidad, nuestra cultura, ese fuerte,
y (…) eso nos va a motivar para que realmente organizados podamos discutir cual
sería nuestra propia política económica, nuestra propia política de desarrollo interno de
nuestras comunidades, porque todo lo que es asistencialismo no nos sirve para nada,
al contrario nos va matando de a poco. En eso (...) estamos trabajando.”
Y aquí se nos presenta otra de las características que señala Zibecchi: la
revalorización de la cultura y la reafirmación de la identidad. La imposición cultural, la
negación producto del miedo y la aculturación, no representan tan solo un “daño
moral” para las comunidades indígenas, sino que atentan contra sus propias
posibilidades de autodesarrollo. Esto se pone en evidencia en el caso de los
descendientes diaguitas del territorio chileno que habrían apoyado la instalación de la
empresa minera multinacional Barrick Gold[22]. Abordaremos después la cuestión de la
minería; lo importante de esta mención es que los testimonios se destacan por la
recurrencia a un tiempo verbal en el que las prácticas, costumbres y tradiciones
indígenas se asocian con el pasado. En el caso de Amaicha y Quilmes la
revalorización de la cultura y la identidad está vinculada justamente a la preocupación
por la organización del trabajo y la relación con la naturaleza. Las formas de
producción material que permiten la subsistencia de las comunidades indígenas se
basan en el respeto por la tierra y los recursos naturales, integrados a una
cosmovisión que se nutre del culto andino a la Pachamama.

Por otro lado, la expansión del mercado del Turismo en las últimas décadas ha
permitido impulsar proyectos de creación de fuentes de trabajo de acuerdo con lógicas
autogestivas. Es el caso de la Hostería de Amaicha, una gran construcción
abandonada y notablemente destruida que pertenecía al Automóvil Club Argentino y
que fue tomada por la comunidad Amaicha, logrando, por parte del gobierno provincial
-propietario del predio-, la posesión y el usufructo a los efectos de emprender un
proyecto turístico administrado por la comunidad. Por su parte, los Quilmes tomaron
en 2007 la Ciudad Sagrada, un enorme complejo arqueológico reconstruido que
estaba concesionado a un particular y que era administrado como una empresa
comercial turística. Las “Ruinas de los Quilmes” incluían un local de venta y un hotel
con pileta, sin relación alguna con el entorno natural y con la vida de la comunidad
Quilmes. En ambos casos, las tomas se llevan a cabo como “formas autoafirmativas”,
en consonancia con el planteo de Zibecchi acerca de los repertorios de lucha de los
nuevos movimientos, basados en la “reapropiación material y simbólica de un espacio
ajeno resignificado”.

La trayectoria de Eduardo Nieva es una clara demostración de la “capacidad para


formar intelectuales propios”. Nacido en Los Zazos, Amaicha, Eduardo Nieva se
traslada a Buenos Aires para formarse como abogado y empieza a tener
tempranamente una participación activa en el movimiento indígena en Argentina. Es
así como recibe una beca del Fondo Indígena para trabajar en la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, en Estados Unidos. Su recorrido continúa
como consultor para distintas ONG`s en el país. Participa de numerosos encuentros y
congresos, e integra la redacción de declaraciones y proyectos legislativos sobre
derechos indígenas a nivel internacional. Su función como dirigente de la Comunidad
de Amaicha del Valle está nutrida de una vasta experiencia y responde a un profundo
principio de “vuelta a la comunidad”, que implica traer el conocimiento y la formación
que contribuyan a su fortalecimiento. Además hay que destacar la formación de gran
cantidad de comuneros en diferentes tecnicaturas relacionadas con medio ambiente,
alimentación, turismo, entre otras.

El nuevo papel de las mujeres se expresa cabalmente en la conformación de la Unión


de Mujeres Diaguitas, que tuvo su primer encuentro en enero de 2010 en la
comunidad de Chuschagasta. En los encuentros siguientes pudieron abordar una serie
de problemáticas que incluyen identidad de las mujeres indígenas y su representación
en los medios, violencia doméstica, salud y educación sexual, participación y
organización de la mujer (subrayando la falta de mujeres dirigentes en las
comunidades). [23]

En la actualidad, ambas comunidades identifican tres “frentes” de lucha vinculados a la


problemática del territorio y los recursos: la minería, los emprendimientos vitivinícolas y
el turismo (también ligado en muchos casos con instalaciones de bodegas).

IV. Conflictos actuales

IV. a) Minería

La explotación minera es uno de los “frentes” de lucha de los pueblos


originarios, en este caso su expansión, para la extracción y explotación de los
recursos naturales ha avanzado en las últimas décadas, y ha propiciado la
evolución del modelo minero en la Argentina, es así, que “el paradigma
extractivista cuenta con una larga y oscura historia en América Latina, marcada
por la constitución de enclaves coloniales, altamente destructivos de las
economías locales y directamente relacionado con la esclavización y el
empobrecimiento de las poblaciones” (Svampa; Antonelli; 2010). La
megaminería a cielo abierto se ha instalado también gracias a un marco
regulatorio proporcionado en la década de los 90[24], en donde las empresas
transnacionales cuentan con el amparo del Estado para desarrollar el modelo
minero. En este marco, Eduardo Nieva planteaba la preocupación por este tipo
de emprendimientos, que lejos están de garantizar desarrollo y prosperidad
para las comunidades, en este sentido y en el marco de la disputa por los
territorios nos decía: “(…) no tengo duda que a pesar de que Argentina se
reserva el derecho de los recursos del subsuelo, yo sostengo que los pueblos
indígenas tienen derecho a los recursos del subsuelo, aunque no estén
reconocidos por los gobiernos nacionales (…) por derecho natural, por derecho
propio, esos recursos que están en nuestras tierras no se tocan, no pueden
venir y entrar porque hay una reserva del Estado, nosotros somos pueblos
preexistentes”.

El establecimiento de la minería a gran escala, no solo perjudica al territorio


circundante, sino que produce grandes transformaciones socioeconómicas,
modifica el entorno, utiliza en grandes dimensiones otros recursos, como por
ejemplo el agua, la energía, etc. En este marco, la emergencia de movimientos
sociales que resisten a los emprendimientos de megaminería ha crecido en el
último tiempo, propiciando estrategias políticas para impedir su asentamiento,
como así también la visibilización de la problemática en relación a la
explotación de los recursos naturales.

Hay una particularidad que es menester rescatar en relación a cómo se realiza


la explotación y extracción de minerales, cuyo método se ha modificado en
relación a un contexto de escasez de recursos. En este sentido, la
megaminería se desarrolla a través de un nuevo proceso violento, “los
metales, cada vez más escasos, se encuentran en un estado de diseminación y
sólo pueden ser extraídos a través de nuevas tecnologías, luego de producir
voladuras de montañas por dinamitación, a partir de la utilización de sustancias
químicas para disolver los metales del mineral que los contiene” (Svampa;
Antonelli; 2010).

El antecedente más antiguo, que se posiciona como el primer emprendimiento


minero transnacional del país, es la empresa minera Bajo La Alumbrera, en la
Provincia de Catamarca. Es la primera vez que se efectivizan todas las
legislaciones para garantizar los megaproyectos, “imbuidas en el ideario del
dominante Consenso de Washington y componente clave de las
contrarreformas neoliberales de la época, estuvieron deliberadamente
orientadas a garantizar el acceso de los capitales privados a la explotación de
los recursos mineros, creando derechos de propiedad de los inversionistas
sobre los yacimientos” (Svampa; Antonelli; 2010). Un delegado de base de la
comunidad de Talapaso, nos hacía referencia sobre los efectos de la
explotación minera: “estas empresas como La Alumbrera, que está trabajando
hace más de 13 años [y] la que se va a abrir ahora Agua Rica y otras tantas a
cielo abierto que en otros lugares del mundo no se puede hacer porque su
organización jurídica no lo permite (…). La contaminación que ya ha hecho la
minería, ha llegado por el Valle Calchaquí a todos los diques”.

El método de explotación es a cielo abierto, extrayendo diversos minerales,


sobre todo cobre, oro, entre otros. El funcionamiento del emprendimiento
minero, no solo interviene en el espacio otorgado, sino que también explota
insumos de otros espacios adyacentes. Uno de los recursos problemáticos es
el agua, la Minera Alumbrera obtuvo del gobierno de la provincia de Catamarca
“un permiso de extracción de 1.200 litros de agua por segundo de una reserva
natural de agua fósil” (Svampa; Antonelli; 2010). Las comunidades de pueblos
originarios son conscientes de lo que implica la utilización del agua y en ese
marco Eduardo Nieva plantea la importancia del reconocimiento pronunciado
por la ONU que “(…) saco la resolución que reconoce al agua como derecho
humano (…), es sumamente interesante porque antes se la veía como un
recurso natural y era un elemento vital, pero hora es un derecho humano
universal y eso es positivo, es el elemento que está ahora en vista de todas
estas empresas, para abaratar sus costos y cuanto menos impuestos paguen y
gastos tengan mejor(…)”[25]. Por otro lado se evidencia una concepción
distinta con lo que respecta a la utilización de los recursos naturales, y la
problemática que implica la contaminación de los mismos; “el agua, es sagrada
porque es uno de los elementos que hace a la vida (…). Y con esa agua que ya
han sacado, que la han utilizado para lavar minerales, que la han contaminado
con venenos, que por muchos años no se va a ir, o quedan impregnados en las
rocas, en el suelo, donde sea que las han esparcido los vientos, por muchos
años va a estar allí y va a seguir contaminado, va a matar muchas plantas, va a
matar muchos animales (…)”[26]

En el contexto de expansión del modelo minero, el punto crucial de conflicto es


la lucha por el territorio frente a los procesos de expropiación ligados a la
complicidad del Estado (provincial y nacional) y de las multinacionales. Los
conflictos visibilizan un proceso de transformaciones del espacio natural, ya
que se establecen mecanismos para la apropiación y usurpación de territorios
que modifican el paisaje geográfico, paralelamente se produce una
“colonización del espacio” que implica a la vez la “colonización de sus
poblaciones y formas de vida” (Svampa; Antonelli; 2010). En el caso de la
comunidad de Amaicha, pero que abarca al conjunto de las comunidades del
Valle Calchaquí, la estrategia radica en el concepto de derecho natural y propio
en relación a la utilización de los recursos del subsuelo que se encuentran en
sus territorios.
La gran lucha por el territorio es una lucha de concepciones, los usos y formas
de ese espacio que se habita como también la imposición de un esquema
territorial ajeno a las comunidades, desintegrando el espacio socioeconómico
local, y generando una dependencia de la industria minera como fuente de
trabajo y “crecimiento económico”.

En la lógica de la empresa Bajo La Alumbrera, es necesario recalcar como


interviene y articula con instituciones nacionales[27], a partir del otorgamiento
de fondos a las Universidades Nacionales, generando un debate hacia el
interior de la comunidad universitaria.

Por último la lucha contra el establecimiento de proyectos de megaminería no


involucra solamente a los pueblos originarios, sino que es una problemática
que incorpora al resto de la sociedad. Huaypo nos resumía esta problemática
considerando que, “nosotros estamos dispuestos a resistir y vamos a resistir el
tema este de la contaminación, de la instalación de empresas extractivas, que
nos traen hambre, no solo a nosotros sino a las generaciones futuras, nos
están coartando el derecho al desarrollo comunitario como pueblo. No solo a
nosotros, los indios, también a los que no son indios que están instalados en la
zona y nosotros decimos: son hermanos nuestros”.

IV. b) “Sangre por vino”[28]: los emprendimientos vitivinícolas

En el año 2008 el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria impulsó la creación


del Grupo de Productores Vitivinícolas “Tucumán-Calchaquí”. Este grupo de inversores
participó de varios encuentros promovidos por el INTA y el gobierno provincial, con el
objetivo de difundir la actividad vitivinícola en la zona. Se definía entonces un área de
producción, de unas 80 hectáreas de superficie, desde Chañar Solo, al norte de
Colalao del Valle, hasta Campo de los Chañares, sobre la Ruta Nacional Nº 40 en el
km 4284,5 y desde esta ruta, hasta los Zazos incluyendo El Paraíso y Amaicha del
Valle. Las condiciones geográficas del lugar ofrecen un potencial vitivinícola muy alto
(más aún que Cafayate, ubicado a 40 km al norte por la ruta 40) siendo aptas para la
producción de vinos de “alta gama”, destinados a la exportación.

Poco pareció importarles a los organismos participantes de estos encuentros (entre


ellos la UNT) el hecho de que esos territorios son habitados por comunidades
indígenas ancestralmente. En el caso de Quilmes, como hemos señalado, el no
reconocimiento por parte del Poder Judicial de la personería jurídica de la Comunidad
India Quilmes, favoreció la instrumentación del desalojo de más de 40 familias
acusadas de “usurpadoras”. Era claramente una maniobra para desatender sus
derechos como Comunidad Indígena.

Una de las sociedades que intervino en los desalojos fue Neocon S.R.L., empresa
constructora que, tras la crisis del 2001, comenzó a diversificarse, pasando a “adquirir”
un campo en Colalao del Valle y otro en Tolombón (Salta), “para ofrecerlo en parcelas
a desarrolladores turísticos y agroindustriales –bodegas y viñedos”[29]. Empleados de
la empresa tomaron parte en los desalojos, sumándose como fuerza de choque al
operativo policial[30]. El Ingeniero Alberto Guardia es un reconocido terrateniente de la
zona, que tiene además vínculos con el poder judicial y con funcionarios provinciales.

En medio de los desalojos e intimidaciones en Colalao del Valle, la Unión Diaguita,


emitió un comunicado el 19 de diciembre de 2009, en donde sostenía que

“(…) es el Estado quien tiene la obligación positiva de remover los vastos factores
sociales, económicos, culturales y/o funcionales, que obstaculizan el ejercicio de estos
derechos. Pero esa obligación no solo no está siendo cumplida por el estado
tucumano sino que, en esa región del Valle Calchaquí, está haciendo todo lo contrario
(…); está promoviendo sostenidamente el desembarco de “pioneros” de la producción
vitivinícola y el servicio turístico, los cuales no son más que funcionarios políticos
advenedizos que usan el aparato del estado tucumano para usurpar territorio, recursos
naturales e intangibles del Pueblo Quilmes. (…)
Algunos (…) no son empresarios genuinos, sino funcionarios del estado provincial y
nacional, tal es el caso de Alfredo Montalván, Secretario de Medio Ambiente de la
provincia y la familia cuyo representante es asesor en el ministerio de Salud de la
Nación (…) Estas son las razones del ninguneo legal que experimenta la Comunidad
India Quilmes.”[31]

Al desconocer a la Comunidad como interlocutora, la justicia reduce el litigio a una


cuestión de particulares. Los desalojos instruidos por el Juez de Paz de Colalao del
Valle, Adolfo Salazar, desconocen la ley 26.160 como marco de protección a los
Pueblos Originarios y se basan en disposiciones del Código Civil. “Se cercena así un
derecho adquirido y fundamental de la Comunidad Indígena a su reconocimiento
preexistente y de acceder a los Tribunales de Justicia para defender sus derechos
sobre la tierra.”[32]

Darío Abdalá, abogado de la asociación Abogados y Abogadas del Noroeste Argentino


en Derechos Humanos y Estudios Sociales (ANDHES), señala bien que entre la
judicatura
“hay un sentimiento de pertenencia de clase, pues son miembros de familias que
han sido, son o quieren ser terratenientes, y una ideología muy conservadora,
por lo que no van a ir en contra de la propiedad privada para defender tierras
comunitarias, que tuvieron un reconocimiento legal mucho más tardío. Es una
cuestión cultural y pedagógica lograr el mismo rango de protección para la
propiedad privada que para la comunitaria”. Para Abdalá se estaría en presencia
de “un caso testigo para disciplinar a otras comunidades”.[33]

Los métodos de disciplinamiento incluyen además el recurso al asesinato, tal como


ocurrió con Javier Chocobar, de 68 años, miembro del Consejo de Ancianos de la
comunidad de Chuschagasta, Trancas, muerto a sangre fría por el terrateniente Darío
Amín, acompañado de Luis “el niño” Gómez -ex policía del comando represor Atila- y
Jorge Valdivieso –también policía retirado[34]. El caso de Esperanza Nieva no se ha
esclarecido pero los dirigentes sostienen que hay relación entre ambos crímenes en
función de los intereses en juego.

V. Derechos y legislación

En este apartado queremos hacer una aproximación al proceso de reconocimiento


institucional de los pueblos originarios. La adquisición de derechos constitucionales
fue un proceso complejo, “primero surgieron las leyes provinciales y nacionales y
posteriormente se han incorporado los conceptos (…) en la Constitución Nacional”
(Carrasco; 2000). La reforma constitucional de 1994, incorpora los derechos de los
pueblos originarios, reconociendo “la preexistencia étnica y cultural de los pueblos
indígenas.” Sin embargo, la problemática actual radica en la imposibilidad de ejecutar
las reformas. La UPND plantea que actualmente continua siendo problemática la
titularización de las tierras indígenas y los ataques a la posesión ancestral.

El recorrido histórico constitucional se enmarca en una serie de leyes pronunciadas a


mediados del siglo XIX, en el contexto del proceso de construcción del estado
nacional.

Hacia 1940, la política estatal para los pueblos originarios se modifica, se intentarán
leyes de “integración”. En la década de los setenta, se pronuncian por la “reparación
histórica”. Los ochenta son un momento propicio, es a partir de este contexto, que se
prefiguran aportes en la reforma constitucional de 1994. Los noventa se inician con un
proceso interesante de idas y vueltas en torno a declaraciones y proyectos de
reformas. Se constituye el Foro Permanente por los derechos de los pueblos indígenas
y además se incorpora legislación internacional.[35]
A pesar de las modificaciones legislativas, podemos afirmar la continuidad de una
estructura colonial fundamentada en la idea de que los territorios en donde habitan los
pueblos originarios pueden ser usurpados y utilizados como “tierras de nadie”. Por
último, el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha incidido
en la producción jurídica, introduce en lo político el reconocimiento de los pueblos,
autogobierno, derechos sobre los recursos naturales, culturales y a crear sus propias
instituciones e incorpora el concepto de territorio para referirse a la “totalidad del
hábitat de las regiones que los pueblos interesados ocupan o utilizan (…).” En el caso
de Amaicha y Quilmes, las comunidades tienen como fundamento la idea
de que “jamás han interrumpido un gobierno indígena”.

Otro antecedente que avanza en los aspectos conceptuales es la Declaración de las


Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, cuya versión final ha
sido aprobada en 1994. Esta declaración hace hincapié en el “derecho a la libre
determinación”.

Posterior a la reforma constitucional de 1994 las provincias realizaron sus respectivas


modificaciones constitucionales. La reforma en la provincia de Tucumán, doce años
después, reconoce la preexistencia étnica y las instituciones de los pueblos indígenas.
Sin embargo continúa siendo problemática la aplicación de los derechos reconocidos.

El documento realizado por la UPDN y abogados manifiesta que “la propiedad


comunitaria indígena es inherente a cada comunidad (…) y se basa en la cosmovisión
y sus propias normas, valores, costumbres y leyes consuetudinarias (…), y se
corresponde con personas jurídicas con autodeterminación”.

En el conflicto sobre la propiedad comunitaria, interviene directamente la noción de


posesión comunitaria que difiere del concepto de propiedad privada capitalista. Hay
una diferencia conceptual entre posesión y propiedad, que en el marco jurídico incide
al momento de la lucha por la posesión de la tierra. En este sentido, la posesión de la
tierra implica la inexistencia de título de propiedad, pero con el usufructo de la tierra.
La propiedad implicaría un status de privacidad con título individual. En Amaicha y
Quilmes, el amparo legal radica en la existencia de la Cédula Real. En el contexto de
la ley 26160 se ha comenzado un proyecto de relevamiento de las comunidades.
[36] Dicha ley dispone la suspensión de los desalojos. Eduardo Nieva plantea “la
resistencia a aplicar las leyes que ellos mismos aprueban para nosotros”. En el caso
de los desalojos en Colalao del Valle el juez de paz Adolfo Salazar y el Juez Dr. Juan
Carlos Peral junto con el Estado provincial, garantizan la usurpación del territorio por
parte de la empresa Neocon.
En el año 2001 se ha dictado una resolución sobre el caso Awas Tingni[37] como un
precedente de revisión del artículo 21 de la Convención Interamericana de Derechos
Humanos, que legisla en torno a la propiedad privada, “el tipo de posesión, el tipo de
uso (…) y goce, son distintas (…), la corte reinterpreto el artículo y dijo: el art 21
también protege la propiedad comunitaria (…) no es solamente las tierras [que] están
cercadas sino todo lo que ellos usan, donde ellos habitan, (…) la de los pueblos
indígenas es una relación espiritual”.[38]

Las situaciones de despojo nos recuerdan a las políticas de avance de la


frontera del siglo XIX por parte del incipiente Estado-nación, los procedimientos
para llevar a cabo estas prácticas tienen como fundamento la “priorización del
derecho a propiedad privada sobre el derecho a la vida o el derecho al trabajo”.
(Domínguez; 2003)
Frente al conflicto las comunidades se unen para dar respuesta a esta
situación, “nos constituimos en asamblea permanente con la presencia de otros
caciques y comuneros de otras localidades para deliberar qué acción tomar con
esta situación de emergencia. La decisión tomada era volver a los terrenos
posicionando nuevamente las familias afectadas.”[39]
Es interesante remarcar el proceso organizativo de las comunidades que
forman la UPDN, este espacio surge de “la necesidad de todas las
comunidades de unirse en el mismo objeto, con un solo fin, que sería defender
las tierras”.[40]

Conclusiones

El hacendado, el latifundista, es un señor feudal. Contra su


autoridad, sufragada contra el ambiente y el hábito, es impotente
la ley escrita.

José Carlos Mariátegui

Desde la llegada de los españoles a los Valles Calchaquíes, las poblaciones diaguitas
calchaquíes sufrieron la desestructuración de sus formas organizativas. El mundo
agrario creado por estos pueblos, se vio trastocado por la colonización española que
los sometió a formas de explotación no conocidas hasta ese momento. Las
desnaturalizaciones, las formas no libres de trabajo, el repoblamiento de los valles, el
latifundio, la tarea evangelizadora de la iglesia católica fueron parte de los
mecanismos aculturantes utilizados por los súbditos de la corona para menguar la
fortaleza cultural de estos pueblos agroalfareros. Aún así, y a pesar de la tarea
horadante de las familias terratenientes potenciadas durante el período de
construcción del Estado argentino, estos pueblos, pudieron mantener formas
económicas y culturales. Estas formas tienen estrecha relación con la tierra por su
origen campesino. “Nosotros sin territorio, nos sacan parte de nuestra vida, de nuestro
legado cultural” nos dice Sergio Condorí.

Generación tras generación, los diaguitas han mantenido parte de las formas
ancestrales de vida, rearticulándose regionalmente cada vez que los climas políticos lo
hicieron posible. Estas situaciones coinciden con los trabajadores de la ciudad
luchando por sus derechos e intentando llevar adelante un programa de sociedad.

A la integración de las comunidades en la UPND se le opone el poder económico


capitalista. Este poder económico está interesado en generar negocios en los valles
Calchaquíes a través de inversiones en turismo, minería y vitivinicultura. Para esto se
ha trazado una serie de estrategias que emulan, suponemos, a las guerras de baja
intensidad (GBI), es decir: 1. Represión, como asesinatos selectivos de referentes o
líderes o la criminalización y detenciones de referentes como la de Sergio Condorí;
2. Económico como manejo de cursos de agua, estafas como a la “Finca de Rafael
González, “(...) un viejito que ya tiene más de 94 años, que en un momento dado un
político (...), le hizo firmar como que le vendía las tierras, le transfería las tierras, este
político es Ocaranza[41], y 3. Psicológico, como la invisibilización y el
desconocimiento de la preexistencia, “no son indios” es la frase de sentido común.

Este tipo de confrontaciones poseen tres frentes en disputa: en el territorio (los valles


Calchaquíes), en las instituciones (el poder económico está imbricado en el sistema
judicial y político, además utilizan a las fuerzas de seguridad, garantes de ese poder
económico), en la opinión pública (los medios locales, nacionales e internacionales
son parte del lobby minero, turístico y vitivinícola) que va erosionando poco a poco a
las comunidades de pueblos originarios deslegitimándolos para aislarlos del resto de la
población civil.

Las comunidades lucharon por el reconocimiento legislativo y


constitucional. Una variedad de declaraciones internacionales, leyes que
“reconocen” los derechos de los pueblos originarios fueron pronunciadas en los
últimos tiempos. Sin embargo, aprobada la ley, las situaciones de despojo y
usurpación del territorio[42] siguen siendo una constante. La práctica del
desalojo “se instala como la principal amenaza de las comunidades
campesinas e indígenas del país, y como puesta en evidencia del no
cumplimiento de sus derechos.” (Domínguez; 2003)

Entre los desafíos a encarar por los pueblos diaguitas, uno de los principales es
trascender el aislamiento, un ejemplo concreto fue la marcha de los pueblos
originarios, una peregrinación más que dio como resultado un tejido de relaciones
emergentes y la posibilidad de generar estrategias de articulación con otras
organizaciones.

Para finalizar, creemos conveniente expresar el pensamiento de Pablo Dávalos


respecto a que los movimientos “reivindican una agenda que, definitivamente,
enriquece la posibilidad de reconstruir los horizontes emancipatorios y las prácticas
políticas de resistencia pero que, al mismo tiempo, se demuestra incapaz de generar
un proyecto político de convergencia de todas las fuerzas en función de un programa
unitario, y una acción política en función de la conquista del poder, porque todos ellos
discrepan sobre la noción de poder.”

En Argentina la presencia de los pueblos originarios ha sido invisibilizada. Pero a partir


de un largo proceso de avances jurídicos y de una resistencia que inevitablemente se
vuelve sostenida, el movimiento indígena está en condiciones de forjar para sí un
nuevo papel.

Referencia Bibliográfica

· Ansaldi, Waldo. “Quedarse afuera, ladrando como perros a los muros. Protesta y
movimientos sociales en América Latina en la bisagra de los siglos XX y XXI”,
en Movimientos Sociales. Experiencias históricas. Tendencias y conflictos,
Anuario Nº 21, Segunda Época 2005/2006, Escuela de Historia, FHA, UNR,
Ed. Homo SAPIENS

· Svampa, Maristela, Antonelli. A. Mirta (editoras). Minería transnacional, narrativas


del desarrollo y resistencias sociales; Buenos Aires: Editorial Biblos Sociedad;
2010.

· Aráoz Machado, Horacio. “Minería transnacional, conflictos socioterritoriales y


nuevas dinámicas expropiatorias. El caso de la Minera Alumbrera” en Minería
transnacional, narrativas del desarrollo y resistencias sociales; Buenos Aires;
Editorial Biblos Sociedad; 2010.

· “Los Quilmes. Contamos nuestra historia” publicación editada por la Comunidad


India Quilmes, Tucumán, 2008.

· Carrasco, Morita. Los derechos de los pueblos indígenas en Argentina; Bs As;


Ed. Vincinguerra; 2000.
· Domínguez, Diego. “¿Movimiento campesino en Argentina?” Grupo de
Estudios Rurales; UBA, 2003.

· Rubio Durán, Francisco A. “Adaptación de la Artillería al medio americano: las


guerras calchaquíes en el siglo
XVII”. http://revistas.ucm.es/amm/02148765/articulos/MILT9797220017A.PDF,
1997.

· Carlón, Florencia. “La reducción Exaltación de la Cruz de los indios Quilmes: un


caso de relocalización étnica en Pampa a fines del siglo
XVII”, http://www.scielo.org.ar/, La Plata ago. /dic. 2007.

· Concheiro Bórquez, Luciano. “Movimientos campesinos e indígenas en México: la


lucha por la tierra”. Luciano Concheiro Bórquez, Sergio Grajales Ventura. En:
OSAL: Observatorio Social de América Latina. Año 6 no. 16 (jun. 2005- ).
Buenos Aires: CLACSO, 2005.

· Garcés, Mario. “Los movimientos sociales en América Latina en el Actual


contexto” http://www.flacsoandes.org/web/imagesFTP/1263400166.Garces.pdf 
20 de junio de 2003.

· Quintián Juan Ignacio, “Articulación política y etnogénesis en los Valles


Calchaquíes. Los Pulares durante los siglos XVII y
XVIII”. http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1668-
80902008000100012. 19/12/2008.

· Dávalos, Pablo. “Plurinacionalidad y poder político en el movimiento indígena


ecuatoriano” En: Revista OSAL enero de 2003.

· Dávalos, Pablo. “Movimientos sociales y razón liberal: los límites de la


historia”. Revista OSAL n 20. Mayo-agosto de 2006.

Sitios web

· www.uniondiaguita.blogspot.com

· “Reflexiones, aportes y recomendaciones para instrumentación del


reconocimiento de la posesión y propiedad comunitaria
indígena” www.uniondiaguita.blogspot.com 12/09/2010.
· “Argentina: pueblos indígenas demandan Estado
plurinacional” http://argentina.indymedia.org/news/2010/07/741365.php, 15/07/
2010.

· Convenio 169 (OIT) “Pueblos indígenas y tribales en países


independientes” http://www.ilo.org/global/lang--es/index.htm.

· “Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos


indígenas” www.un.org/esa/socdev/unpfii/es/drip.html.

·  “El 63 % de las comunidades retiraron a la UNT como ejecutora del


relevamiento” www.argentina.indymedia.org/news/2010/08/744619.php 
6/08/2010.

· Camino, Amando, “Sangre por vino. Intereses agrícolas y turísticos


amenazan las propiedades indígenas en los valles calchaquíes.
Gobierno y abogados tucumanos coinciden en lamentar la “restrictiva
interpretación” judicial de leyes favorables a los
nativos” http://periodismohumano.com/economia/sangre-por-
vino.html.13/04/10.

· Nota y entrevista a Alberto Guardia en sitio web del Grupo


Construya http://www.grupoconstruya.com.ar/notas/Informes_Detalles.as
p?CCTN=873&CINF=7.

· Sitio de Neocon: http://www.neocon.com.ar/HOME2.html.

· Comunicado de la UPND; prensacontrapunto.com.ar/index.php?
option=com_content&task=view&id=1427&Itemid=1, 19/12/09.

· “Los imputados por el asesinato de Chocobar, liberados por la


justicia”; http://prensacontrapunto.com.ar/index.php?
option=com_content&task=view&id=1539&Itemid=34, 02/03/10.

· “Así actuaron los asesinos de Javier Chocobar, hoy


libres” http://prensacontrapunto.com.ar/index.php?
option=com_content&task=view&id=1686&Itemid=1 05/05/10.

· Rodriguez;
Lorandi http://www.ifeanet.org/publicaciones/boletines/34%283%29/431.pdf
· “Caminando por la Verdad, hacia un Estado
Plurinacional” http://confederacionmapuce.com.ar, 30/04/2010.

· “Mujeres Diaguitas reivindican sus derechos” http://www.anred.org/article.php3?


id_article=3306 18/01/10.

· “Organización de Mujeres
Diaguita” http://uniondiaguita.blogspot.com/p/encuentro-de-mujeres-
diaguita.html 22/06/10.

· García Salemi, Ana Cecilia. Comunidad India Quilmes: crónica del despojo y la
persecución. UNT. 2009.

Entrevistas realizadas en 2009 y 2010 a comuneros/as:

· Amaicha: Celia Segura de Andrada, Sebastián Pastrana, Eduardo Nieva, Rosana


Sánchez.

· Quilmes: Luis Costilla, Simón Costilla, Jesús Costilla, Francisco Chaile, Antonio
Caro (Huaypo), Huayra Puca, Sergio Condorí.

[1] Para el armado de la siguiente cronología se tomaron diferentes estudios


sobre la historia colonial y del siglo XIX de la zona afectada, además de fuentes
orales y publicaciones de las comunidades de pueblos originarios de Amaicha y
Quilmes.

[2] Nos referimos a la zona que actualmente comparten las provincias de


Catamarca, La Rioja, Salta y Tucumán. En cuanto a la localización espacial de
todo el proceso, diremos que los acontecimientos se desarrollan en la zona
más alta del área tucumana; un vasto territorio comprendido entre la cordillera
de los Andes, al oeste, y una serie de cadenas montañosas —estribaciones de
las sierras subandinas y pampeanas— al este; desde la puna jujeña, al norte,
hasta la parte central de la actual provincia de La Rioja, al sur. Territorio ceñido
por un cinturón de ciudades que conformarían el camino al Alto Perú,
conectando la región con la fachada atlántica y con Santiago de Chile a través
de las rutas que se unían en Córdoba.
Vertientes casi inaccesibles, profundos valles y quebradas, áridas punas,
fértiles y fragosas zonas pedemontanas..., que determinan unas condiciones
bioclimáticas características de esta región surandina, y que dieron lugar a que
se conformase la región como una zona —en cierta medida— homogénea y
uniformizada, en la que se desarrollaron grupos étnicos con una capacidad de
adaptación al medio tal, que les permitió acceder a estadios culturales más
avanzados y a la total dominación de los diferentes pisos ecológicos con un
desarrollo agropecuario capaz de mantener esas pequeñas parcialidades y el
equilibrio en la

[3] Diferentes autores nombran la variedad de pueblos unidos por la lengua


kakana, en algunos casos se notan diferencias respecto a parcialidades
venidas ya en el período de hegemonía inca en la región. Entre los pueblos se
podrían nombrar abaucanes, acalianes, amaichas, andalgalenses, anquinahao,
cafayates, caspichangos, cololaos, cuschagastas, chicoana, choyanos,
chucugasta, famatines, guandacoles, hualfines, luracato, pacciocas, pipanacos,
quilmes, tafíes, tolombones, tucumangastas, yocaviles.

[4] Rubio Durán relata que el segundo alzamiento ocurrió entre los años 1630 a
1637, y aunque la pacificación no fuera completada, las consecuencias
socioeconomicas fueron terribles y la situación militar inestable...; los frentes se
paralizaron las acciones bélicas y la inestabilidad y tensión que en ellos se vivía
no estalló hasta 1656-57, cuando comenzó a gestarse el tercer alzamiento de
las parcialidades indígenas de la región; alzamiento que fue sofocado en el
período de 1665-70. Después de numerosas campañas de hostigamiento en el
propio hábitat indígena, llevadas a cabo por el Gobernador Alonso de Mercado
y Villacorta, y tras numerosas, también, entradas de los alzados en las zonas
colonizadas, causando importantes perjuicios y dislocando el sistema. Y en
nota al pie que corresponde a este párrafo destaca una cita de fuente
“Buscamos refugio a nuestras fatigas. Prometiéndonos de la Cathólica atención
de V.R.M. puerto de seguro auxilio a las borrascosas persecuciones que a la
memoria se representa de los naturales del valle de Calchaquí, rebeldes
siempre desde su primer descubrimiento…”. Carta del Cabildo de Catamarca a
SM. de 1 de diciembre de 1692. AGl. Charcas.

[5] En “Los Quilmes. Contamos nuestra historia” publicación editada por la


Comunidad India Quilmes, relatan que Chelenin fue descuartizado y
desmembrado, y sus partes colgadas en cada pueblo como escarmiento. Ver
bibliografía.

[6] En un trabajo sobre los pulares (pueblo pluriétnico originado a partir del
período de hegemonía inca, en el caso de los chicoanas originarios de Cuzco),
Juan Ignacio Quintián relata: fundada la ciudad de Salta la parcialidad de
pulares liderada por Calibay -los chicoanas- se aliaron a los españoles. Como
resultado de este acuerdo fueron asentados sobre una de las entradas al valle
Calchaquí para custodiarla, inaugurando un área fronteriza... Pero en 1630 las
noticias sobre las riquezas minerales ocultas en el Valle alentaron el avance
español sobre la frontera que desencadenó la segunda rebelión indígena.
Articulación política y etnogénesis en los Valles Calchaquíes. Los Pulares
durante los siglos XVII y XVIII. Juan Ignacio
Quintián, http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1668-
80902008000100012
Otras de las parcialidades aliadas a los españoles fueron los Ingamana de
Andalgalá donde el trabajo de Lorena B. Rodríguez se sumerge en la fuentes
que dan cuenta de esta alianza:
“… fueron las guerras criminosas del valle de Calchaquí y habiendo entrado el
señor gobernador don Alonso de Mercado con los tercios de soldados por la
parte de Salta también entró por la parte de la Rioja el general don Francisco
de Nieva con las compañías que por aquella parte tocaban; y dicho mi abuelo
don Juan Camisac… le ofreció a dicho general su persona y toda su gente para
que sirviesen y peleasen… que Dios guarde como ejecutó y cumplió perdiendo
más de cuarenta indios de su pueblo que mataron en las peleas y batallas que
se ofrecieron en dichas guerras y hasta la última conquista y desnaturalización
del menor indio nunca se apartó dicho mi abuelo del lado de los ejércitos de
españoles peleando y guerreando a los otros indios así mismo en la rebelión y
alzamiento… que todo lo referido es público y notorio y habiendo servido y
asistido con la lealtad y obediencia dicho mi abuelo y toda su gente; lo
despojaron y desposeyeron de sus tierras y naturales del valle de Calchaquí
juntamente con los indios alzados y malhechores… el señor don Alonso de
Mercado le hizo la injusticia de desnaturalizarle de calchaquí…”

[7] Elotro bando, aunque mucho más homogéneo en cuanto a su configuración


étnica, también contaba con excepciones, si bien no muy numerosas, si
bastante significativas. Entre los casos más señalados durante el último
alzamiento podríamos citar al mestizo Luis Enríquez y. sobre todo, a Pedro de
Bohórquez Girón... un andaluz que llegó a proclamarse —o a ser proclamado—
Rey de los Incas y que dirigió la confederación indígena. Bohórquez, además
era experto en la construcción de cañones de madera y cuero “… ya en el valle
Calchaquí, Bohórquez sacaría provecho de este sistema de fabricación,
haciéndose labrar varios cañones por los indios para fortificar su residencia…
adiestrará a los indios en el uso de estas piezas, así como en el de los
arcabuces y demás armas de fuego que le fueron confiadas por el mismo.
(Francisco A. Rubio Durán)

[8] “Lo que muchos autores han analizado como sublevaciones o alzamientos


indígenas aislados, no son sino episodios de un largo proceso de conquista del
territorio y de sometimiento de la población que, para algunas zonas
distanciadas de las áreas nucleares, aun para fines del periodo colonial,
apenas estaba por consumarse. El problema calchaquí en su conclusión
supone la adaptación de un grupo poco nutrido de españoles a un medio hostil,
a una geografía casi indómita. La constante inquietud y la permanente
sensación de inseguridad determinaron el contexto socieconómico de la zona,
que, por razones expuestas con posterioridad, puede considerarse desde un
principio como zona de frontera.” (…) Sergio Villalobos delimita el concepto de
frontera para «aquellas áreas donde se realiza la ocupación de un espacio
vacío o donde se produce el roce de dos pueblos de cultura muy diferente, sea
en forma bélica o pacífica. Generalmente el pueblo dominante procura imponer
sus intereses y su organización, tareas que pueden prolongarse muchos años
después de concluida la ocupación antes de dar pleno resultado. (Francisco A.
Rubio Durán).

[9] En Francisco A. Rubio Durán.

[10] Por «desnaturalizaciones» entendemos el traslado forzado de poblaciones


y su instalación en nuevas regiones. En Lorena Rodríguez, Ana María Lorandi.
[11] En la historia oral de los pueblos del Valle cuenta que parte de los sitiados
en Quilmes escaparon hacia la alta montaña por la parte más alta del pucará.
Respecto a este dato, es destacable que el pucará Quilmes y su escarpada
geografía posee en la cúspide una salida resguardada que transita por
senderos peligrosos y guarecidos con defensas que reforzaría esta historia oral
de que sobrevivientes del último sitio hayan salido por dicho lugar con rumbo a
la alta montaña, donde la economía diaguita (similar al resto de las culturas
andinas, es decir, economías verticales) tenía asentamiento y explotaciones.

[12] Hay múltiples testimonios de esta estrategia de preservación junto a los


recurrentes escapes de reducciones y haciendas.

“y lo cierto es que por huir del dicho cura y la doctrina cristiana quieren irse a
Calchaquí como lo hacen cada día y dice que quiere juntar la gente cuando yo
en persona Vmd. y otros jueces no hemos podido darles caza en aquellos
bosques y montes en que se ocultan por gozar del ocio embriaguez e
idolatrías… (…) Si bien el documento nos dice que estos indígenas huían a
diversos parajes, el valle Calchaquí parece ser el lugar preferido hacia el cual
trasladarse: un espacio físico que pudo haber funcionado como lugar de refugio
y también como soporte de rememoración. El retorno de indígenas
desnaturalizados hacia el valle Calchaquí fue un hecho constante, aunque
motivado por diversas razones (traslado de encomenderos, empresarios
mineros, huidas periódicas y permanentes, individuales y/o colectivas, etc.).
(Lorena B. Rodríguez, 2008).

[13] La huida, puede ser vista, entonces, como una forma más de resistencia
indígena a las presiones impuestas a los indígenas en el espacio pampeano.
"Los indios que salen de aquí a sus pueblos son muchos con las tropas de
vacas y mulas que van al alto Perú y hay que obligarles a los encomenderos
que si los sacan los hagan devolver por la gran facilidad de huir a sus pueblos "
Informe de Bartolomé González de Pobeda para la Audiencia de Charcas, de
1681, en Florencia Carlón.

[14] Primero
fue Nicolás de Aramburu, luego su hijo Fernando y luego el hijo de
Fernando, José Antonio.

[15] SigifredoBrachieri quien, como esposo de Celestina López (viuda de José


Antonio Aramburu), encabezará los conflictos territoriales contra los indios de
Amaicha hasta las últimas décadas del siglo XIX. En el transcurso de esos
años los indios perderán, a pesar de fallos favorables a ellos, el acceso a
distintas porciones del terreno (por ej., Tío Punco y La Banda). El punto más
álgido del conflicto parece haberse dado en 1872, cuando una nueva sentencia
judicial dictaminó que la posesión de las tierras de Amaicha y Encalilla debía
pasar a Brachieri. En Florencia Carlón.

[16] Alrededorde 1823, la disputa por las tierras recrudeció a raíz de la cesión


en arriendo de parte del estado a algunos individuos por considerar esas tierras
como vacas. Así describió la situación José Félix Ayala, a nombre de los indios
del pueblo de Amaicha: “…el miliciano Casimiro Rueda, prevalido no sé de qué,
nos ha constituido sus tributarios obligándonos a que le hemos de pagar un
tanto por regar nuestras tierras con las mismas aguas de nuestro terreno... que
dicho Rueda no contento con quemar la casa de la originaria Tomasina Cante,
dejando esa triste familia a la intemperie, ha herido a Francisco González,
igualmente originario, sin que haya el menor motivo sino el de alegar el
derecho a los terrenos nuestros. Asimismo, ha castigado a Roque Ayala por la
misma razón.” En Florencia Carlón.

[17]En 1796 cuando don Lorenzo Olivares, alcalde del pueblo de indios de
Amaicha, se presentó frente al cabildo de Tucumán y señaló: “…que don
Nicolás de Aramburu con el mayor exceso de jurisdicción se ha introducido al
Pueblo de Indios nombrado Amaicha existente en el paraje de Tafí y por medio
de dos de sus hijos les ha hecho quemar algunas casas de su habitación y se
les ha intimado a desocupar aquel terreno en un breve término con lo demás
que el expresado pedimento contiene…”

[18] El propio Pastrana dijo que: “(…) últimamente los tribunales de Tucumán han ordenado
que se nos desaloje y es por eso que me he venido a buscar el expediente que siguió Olivares,
pero a pesar de las grandes diligencias que he hecho no he podido conseguirlo, que sin duda lo
habrán hecho extraviar maliciosamente y es entonces que he decidido venir a implorar la
protección de V.E (…)”

[19] Ansaldi, Waldo. “Quedarse afuera, ladrando como perros a los muros.


Protesta y movimientos sociales en América Latina en la bisagra de los siglos
XX y XXI”, en Movimientos Sociales. Experiencias históricas. Tendencias y
conflictos, Anuario Nº 21, Segunda Época 2005/2006, Escuela de Historia,
FHA, UNR, Ed. Homo SAPIENS. En este segundo momento incluye también
las movilizaciones y alzamientos en Bolivia y México y en Argentina el
movimiento piquetero, las fábricas recuperadas y las asambleas barriales.

[20] En este sentido es interesante la perspectiva del sociólogo portugués


Boaventura de Sousa Santos, para quien los nuevos movimientos
sociales identifican “nuevas formas de opresión que sobrepasan las relaciones
de producción, y ni siquiera son específicas de ellas, como son la guerra, la
polución, el machismo, el racismo o el productivismo”; y abogan “por un nuevo
paradigma social, menos basado en la riqueza y en el bienestar material”.
Ciertamente, a partir del análisis de los nuevos movimientos sociales, de Sousa
Santos sostiene que “Sin postergar las conquistas de la ciudadanía social,
como en últimas pretende el liberalismo político-económico, es posible pensar y
organizar nuevos ejercicios (..) y nuevas formas de ciudadanía –colectivas y no
meramente individuales- (…) basados en formas político-jurídicas que, al
contrario de los derechos generales y abstractos, incentiven la autonomía y
combatan la dependencia burocrática, personalicen y localicen las
competencias interpersonales y colectivas en vez de sujetarlas a patrones
abstractos; ejercicios y formas que parten las nuevas formas de exclusión
social, basadas en el sexo, en la raza, en la pérdida de calidad de vida, en el
consumo, en la guerra, que ahora ocultan o legitiman, ahora complementan y
profundizan la exclusión basada en la clase social.”. Aquí reside el sentido de
la comunidad para las nuevas perspectivas de emancipación. De Sousa
Santos, Boaventura. “Los Nuevos Movimientos Sociales”, en Debates, OSAL,
Septiembre de 2001
[21] ElINAI, dependiente del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, tiene
como propósito, según reza la presentación oficial “asegurar el ejercicio de la
plena ciudadanía a los integrantes de los pueblos indígenas garantizando el
cumplimiento de los derechos que los asisten, consagrados
constitucionalmente”. Ver sitio
web http://www.desarrollosocial.gov.ar/inai/site/default.asp. En la coyuntura
actual a acción del INAI se corresponde con la política de “reparación histórica”
que habría impulsado el gobierno nacional.

[22] Enel sitio web de Barrick Gold Sudamérica se puede acceder a videos con
entrevistas a miembros de la comunidad diaguita. Barrik Sudamérica “Proyecto
Pascua-Lama” http://www.barricksudamerica.com/proyectos/pascua-
lama_informacion.php 10/06/10.

[23] Para el Primer Encuentro ver sitio eb de la Agencia de Noticias RedAcción,


ANRed, “Mujeres Diaguitas reivindican sus
derechos” http://www.anred.org/article.php3?id_article=3306 18/01/10. Ver
también sitio de la UPND. “Organización de Mujeres
Diaguita” http://uniondiaguita.blogspot.com/p/encuentro-de-mujeres-
diaguita.html 22/06/10.

[24] La reforma constitucional, implicó el desinterés por parte del Estado nacional de los
recursos naturales. Se realiza un proceso de provincialización de la gestión de los recursos
naturales y se renuncia a su explotación, permitiendo el proceso de privatización en manos de
empresas multinacionales.

[25] Entrevista a Eduardo Nieva.

[26] Entrevista a Huaypo, delegado de base de Talapaso.

[27] Si bien algunas Universidades Nacionales han rechazado los fondos


propuestos por la minera Bajo La Alumbrera, y otras se encuentran en
procesos de discusión sobre los mismos, en el caso de la Universidad de
Tucumán ha aceptado esos fondos. Es en este proceso en el cual los pueblos
originarios ponen en contradicción su participación en el relevamiento territorial,
entre otras cuestiones.

[28] Camino, Amando, “Sangre por vino. Intereses agrícolas y turísticos


amenazan las propiedades indígenas en los valles calchaquíes. Gobierno y
abogados tucumanos coinciden en lamentar la “restrictiva interpretación”
judicial de leyes favorables a los
nativos” http://periodismohumano.com/economia/sangre-por-vino.html 13/04/
10

[29] Nota
y entrevista a Alberto Guardia en sitio web del Grupo
Construya http://www.grupoconstruya.com.ar/notas/Informes_Detalles.asp?
CCTN=873&CINF=7

Ver también sitio de Neocon: http://www.neocon.com.ar/HOME2.html


[30] García Salemi, Ana Cecilia. Comunidad India Quilmes: crónica del despojo y la
persecución, UNT, 2009.

[31] Comunicadode la UPND; prensacontrapunto.com.ar/index.php?
option=com_content&task=view&id=1427&Itemid=1 19/12/09.

[32] Idem.

[33] Citado en Camino, Amando, Op.Cit.

[34] El hecho se produjo, paradójicamente, en la fecha del 12 de octubre del


año 2009. A pesar del video grabado por los mismos asesinos, en el que las
imágenes los incriminan claramente, los tres están en libertad. Ver
Contrapunto. Prensa alternativa. “Los imputados por el asesinato de Chocobar,
liberados por la justicia”; http://prensacontrapunto.com.ar/index.php?
option=com_content&task=view&id=1539&Itemid=34 02/03/10 y “Así actuaron
los asesinos de Javier Chocobar, hoy
libres” http://prensacontrapunto.com.ar/index.php?
option=com_content&task=view&id=1686&Itemid=1 05/05/10.

[35] LaDeclaración de Barbados de 1971 es un antecedente de la normativa


internacional respecto a los pueblos originarios.

[36] Programa implementado por el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas


(INAI), con el aporte de técnicos de la Universidad Nacional de Tucumán. La
participación de la UNT fue rechazada por el 63 % de las comunidades.

[37] Es una comunidad indígena situada en la Costa Atlántica de Nicaragua. En


los años 90 el Gobierno nicaragüense concedió a la compañía surcoreana
SOLCARSA derechos de explotación maderera sobre los territorios ancestrales
de la comunidad, a pesar del reconocimiento por parte de la Constitución de
Nicaragua y de otras leyes posteriores del derecho de los pueblos indígenas al
disfrute de sus tierras tradicionales.

[38] Entrevista a Eduardo Nieva.

[39] Documentación de la Unión Diaguita brindada por Sergio Condorí.

[40] Entrevista a Eduardo Nieva.

[41] El entrevistado se refiere al Peronista Rodolfo Ocaranza.

[42] Laapropiación ilegítima del territorio por parte de los terratenientes es


denunciada por los pueblos originarios que habitan la Argentina, como por
ejemplo, los mapuches y su disputa con la firma Benetton, las denuncias y
acciones desarrolladas por el Movimiento Nacional Campesino Indígena
(MNCI) entre otros.

Pampa Rastrero en 3:03
Compartir
No hay comentarios:

Publicar un comentario

Inicio

Ver versión web


Con la tecnología de Blogger.

el problema de la tierra en los Valles


Calchaquíes
jueves, 11 de noviembre de 2010

Trabajo largo

El problema de la tierra
en los Valles
Calchaquíes
Comunidad Indígena Amaicha del Valle y
Comunidad India Quilmes (CIQ) de la Unió n
de los Pueblos de la Nació n Diaguita
(UPDN)
Aprea, Clara Inés; Aprea Nardo, Milagros Pilar; Landi,
Gustavo Marcelo
2010
Introducción

En el marco de los festejos oficiales por el “Bicentenario de la Patria” y de las


actividades realizadas en todo el país en torno a dicho acontecimiento, tuvo lugar la
“Marcha Nacional de los Pueblos Originarios” que durante casi diez días recorrió el
país, desde distintos puntos, hasta llegar a la Capital Federal el 20 de mayo. Las
columnas avanzaron por la ciudad y entraron a la Plaza de Mayo, epicentro de
manifestaciones históricas que signaron las transformaciones políticas del país.
“Caminando por la Verdad, hacia un Estado Plurinacional” fue la consigna que guió la
caravana de más de 30 pueblos que se identifican como “naciones preexistentes”. La
culminación frente a la Casa Rosada tenía un claro objetivo, en efecto, como
interpelación al Estado Nacional.

Pero además, este hecho, superpuesto a la efeméride del Bicentenario, significó para
los pueblos originarios la posibilidad de romper con el cerco de invisibilidad que los
rodea a partir de la Conquista y a lo largo de una larga historia de “genocidio invisible”,
represión, expulsión, silenciamiento y marginación; historia que presenta la contracara
de la ficción patriótica.

Esta posibilidad, estimulada además por un contexto favorable al reconocimiento de


diversos derechos indígenas por parte de estados y organismos internacionales; se
vuelve también campo fértil para las ciencias sociales, que de alguna manera han sido
cómplices por omisión de la enorme deuda histórica que arrastran las sociedades y los
estados latinoamericanos.

A partir de los años noventa, los levantamientos indígenas en Ecuador, la irrupción del
zapatismo en México, las movilizaciones campesinas e indígenas en Bolivia e incluso
la experiencia piquetera en Argentina, constituyen, entre otros hechos, una
constelación de “sujetos colectivos” (Garcés; 2003 ) que se han identificado
como nuevos movimientos sociales. Su significado y su papel en la historia social y
política de Latinoamérica es una de las contribuciones y los debates más interesantes
de los últimos años. Entre sus diversos componentes, los pueblos originarios se
destacan por su irrupción en los escenarios nacionales (sobre todo en Ecuador,
México y Bolivia) y por los nuevos vínculos que establecen con las instituciones,
emergiendo novedosamente como actores políticos.

Este trabajo pretende analizar, desde una perspectiva comparada, las experiencias de
dos comunidades indígenas integrantes de la Unión de Pueblos de la Nación Diaguita.
Las comunidades de Amaicha y Quilmes se desarrollan ancestralmente en el ámbito
geográfico de los Valles Calchaquíes, territorio de la actual Provincia argentina de
Tucumán. El problema de la tierra, considerada como “fundamento material y
simbólico” de los pueblos indígenas (Concheiro; 2005), nos proporciona el elemento
distintivo en relación a las posibilidades de supervivencia, desarrollo y resistencia de
ambas comunidades. El concepto de autodesarrollo, expuesto por uno de los
dirigentes de estas comunidades, se presenta como un elemento revelador en ese
sentido. La situación jurídica y legal vinculada a la propiedad y/o el usufructo
del territorio es diferente en cada caso, y da lugar a diferentes condiciones y
estrategias a la hora de plantear proyectos comunitarios, posicionamientos políticos y
perspectivas a futuro. A través de entrevistas y otros testimonios (documentos
internos, informes periodísticos, comunicados) se abordará la disputa que actualmente
mantienen en torno al territorio y a diversos recursos, principalmente en relación con
tres aspectos: el desarrollo de emprendimientos vitivinícolas, la minería y el turismo.

La disputa por la tierra hunde sus raíces en el pasado a través de una serie de
luchas a lo largo de más de trescientos años.
En este trabajo nos centraremos en las diferentes estrategias y formas
organizativas que estas comunidades fueron adquiriendo en los últimos 30
años frente al avance de empresas y terratenientes sobre sus territorios.
Intentaremos rastrear qué elementos vinculan a estas comunidades con los
movimientos sociales emergentes después del Consenso de Washington y la
aplicación de las políticas neoliberales de él surgidas. Trataremos de identificar
aportes y singularidades de estas dos comunidades diaguitas.

I. Adaptaciones. Guerra, derrota y reacomodación[1].

La zona de los valles calchaquíes[2] es el lugar de asentamiento de diferentes grupos


humanos desde hace 9000 años antes de nuestra era. A lo largo de ese tiempo estos
grupos fueron habitando la zona y sus adyacencias constituyendo diferentes culturas
agroalfareras que derivaron en Pueblos unidos por la lengua Kakan y conocidos
actualmente como pueblos Diaguitas – Calchaquíes[3].
El contacto entre españoles y diaguitas calchaquíes desde 1534 inaugura 130 años de
resistencia armada. Esa etapa es conocida como “guerras calchaquíes”. Los
principales titaquines (caciques) de la resistencia hacia 1562 fueron Calchaquí de
Tolombón, Silpitode y Viltipoco. Entre 1630 y 1637[4] Chelenín[5], e Iquín en 1665, que
resiste el sitio español al pucará Quilmes hasta el agotamiento y la rendición.
El período de las “guerras calchaquíes” se desarrolló con múltiples estrategias por
parte tanto de españoles y sus aliados[6] como de las confederaciones diaguitas y sus
aliados[7] asimilando unos y otros diferentes técnicas de guerra de cada bando en un
contexto de frontera[8].

El Gobernador del Tucumán Alonso de Mercado y Villacorta informaba al Virrey conde


de Alba, en 1659 sobre la suerte corrida por los pueblos de los valles:
“Rota la guerra (...) y valiéndome para ello de la experiencia con que vine de los
ejércitos de España, guié el intento por contrario dictamen al que siguió esta Provincia
en las guerras pasadas (...) Moví las armas con diferente resolución, haciendo la
guerra por asaltos a sangre y fuego, de que ha restado en poco más de cuatro meses,
haberse degollado cuatrocientos indios de guerra, despeñádose y muerto en los
alcances de las cumbres otras tantas mujeres y más, aprisionádose mil piezas (...) y
remitido a poblarse a la paz tres mil almas (…)”.[9]
Las rebeliones eran organizadas de forma confederada entre los diferentes pueblos
asentados a lo largo de los valles Calchaquíes, desde la Poma (Salta) hasta el Valle
de Catamarca y La Rioja.

Parte de los sobrevivientes del sitio al pucará Quilmes fueron


desnaturalizados[10] junto a otros pueblos de los valles. Se dice que sobrevivientes de
las guerras huyeron a la alta montaña[11] o a los bosques[12].

El 14 de septiembre de 1666, Iquín y 750 quilmes, llegan a Buenos Aires siendo


ubicados en la “Reducción de la Exaltación de la Cruz de los Quilmes”. Previamente a
su paso por Tucumán y Córdoba parte de las familias eran repartidas en encomienda
a terratenientes, debiendo soportar el destierro y formas no libres de trabajo. Unas 50
familias de Acalianos y de otros pueblos fueron desterrados a la reducción. Allí,
lograron mantener viva parte de su cultura y estructura organizativa. Algunas
fracciones de la población desnaturalizada desarrollaron artimañas para retornar a sus
regiones de origen[13].
En 1716 representantes del Rey de España y el cacique Chapurfe, hijo del cacique
Utivaitina firman una Cédula Real donde reconocen a Quilmes, Amaichas y
Tolombones el territorio y ordenan a los terratenientes de Tucumán entregar a los
pueblos recibidos en encomienda para ser cristianizados.

Para finales del siglo XVIII y durante todo el siglo XIX la lucha por la tierra será una
constante. Los principales terratenientes que tuvieron que enfrentar los amaichas
fueron la familia Aramburu[14], Sigfredo Brachieri[15], entre otros[16]. Si bien, aún no
contamos con información referida a la pérdida del territorio correspondiente a
Quilmes, probablemente la declaración de tierras vacas fue la estrategia por parte de
los terratenientes como mecanismo legal de desposesión. A partir de la década de
1820, la apetencia por dichas tierras se hizo más evidente y fue común que las
autoridades políticas entregaran a particulares terrenos que se consideraban vacos o
baldíos. Hasta 1858 el mecanismo para obtener estas tierras era bastante sencillo: el
interesado denunciaba la vacancia de las tierras en cuestión, las autoridades
realizaban un remate público de las mismas y luego eran concedidas en arriendo o
vendidas por el estado, que se consideraba depositario de ellas (López; 2006).
Tres nombres figuran como precursores en la región de los denominados
“peregrinajes” en reclamo de soluciones estatales al problema de la tierra en
Amaicha. Para 1796 Lorenzo Olivares[17], Juan Pastrana[18] en 1872 y Juan
Solís de Ovando, que finalmente logra la protocolización de la Cédula Real de
1716 sobre la cual los actuales comuneros basan hoy los derechos sobre las
tierras que ocupan.
Florencia Carlón sostiene que “(…) los viajes pueden constituirse en medios
para efectuar reclamos y construir paralelamente una unidad sociocultural (…)
Paralelamente, estos viajes deben enmarcarse en una dimensión simbólica
pues en muchos casos funcionan como un elemento de reafirmación de valores
morales y de creencias fundamentales que sientan las bases de una existencia
colectiva.”

II. El proceso organizativo desde los setenta a la actualidad

El sistema de “obligaciones” se mantuvo vigente hasta años posteriores a la década


de 1960, “nos vimos obligados a trabajar en los cultivos de los terratenientes -gratis o
mal pagados- para poder permanecer en el lugar. Esto era lo que se llamaba
“obligación”. Pero, además, teníamos que entregar al patrón sumas anuales de dinero,
parte de las cosechas o de nuestros animales si queríamos cultivar la tierra o criar
ganado. El patrón imponía todas las condiciones. Incluso los turnos de agua. Quienes
se atrasaban en el pago, quienes no asistían a las obligaciones, quienes no concurrían
a la zafra o no votaban por el partido del patrón eran desterrados. La policía y el juez
de paz los despojaban de sus pocas pertenencias y, si se resistían, los azotaban. Los
terratenientes eran los contratistas de los ingenios y, a la vez, eran ellos – o sus
parientes- quienes ejercían los cargos de jueces y comisarios de la zona.” (Comunidad
India Quilmes, 2008). Otro testimonio al respecto lo da Luís Costilla comentando que
“mi abuelo, él tenía vacas y tenía que pagar yerbaje (…), el derecho del campo, el
terrateniente que se llamaban los Chico, los Cano, todos los años tenía que darle una
vaca a ellos, un ternero de los mejores (…), cuando los campos eran nuestros, de la
gente, de los comuneros y ellos, el colonizador le ha dado a ellos y ha venido de
tradición en tradición y se hacen los dueños, pero no tienen papel, no tienen nada.”

El ejemplo de otros pueblos originarios en el país, incentivó la posibilidad de


organizarse, “surgen pequeñas organizaciones locales, efectuándose también
reuniones de carácter regional (…). La incipiente movilización de algunas
comunidades aborígenes empieza a demostrar inmediatamente la necesidad de
coordinar sus luchas, que en general, plantean problemas similares. En Buenos Aires
la Comisión Coordinadora de Instituciones Indígenas, en colaboración con la
Confederación Indígena Neuquina crea las condiciones para la realización de un
encuentro de delegados aborígenes de todo el país. (Diario Noticias del País, 1974).
En abril de 1972 se desarrolla el Primer Parlamento Indígena Nacional el “Futa Traun”,
realizado en Neuquén, donde la organización mapuche tiene mayor desarrollo.
“Durante las discusiones en las mesas de trabajo la cuestión de las tierras apareció
como un denominador común de la situación por la que atraviesan los distintos grupos
aborígenes. (…) Las comunidades se pronunciaron en el sentido de querer poseer las
tierras en conjunto, sin que se realizara la parcelación, porque esta resultó siempre
una facilidad para el despojo”. Otros puntos trabajados en el Futa Traun fueron la
cooperativización y retomar pautas de trabajo tradicionales. En un segundo orden de
problemas surgió la cuestión educativa (falta de escuelas, la desvalorización de las
culturas autóctonas, entre otros).

Para septiembre de 1973 se logra realizar en Amaicha el Primer Parlamento Regional


Indígena, denominado Juan Calchaquí, organizado por la filial Tucumán de la Unión
Indígena. La consigna de convocatoria fue “Unión y organización para la
reconstrucción nacional”, en estrecha connotación con las tareas realizadas en otras
esferas por la denominada “tendencia revolucionaria” del peronismo. El Diario Noticias
del país en una nota del 27 de abril de 1974 reproducía “No queremos más ni tutores,
ni supervisores con grandes presupuestos que viven de nosotros. Queremos las
tierras, líneas de crédito, que se nos respete y que se nos permita organizarnos”. Un
niño de aquella época: Antonio Caro, hoy Delegado de la comunidad de Base de
Talapaso (CIQ), recordaba, “tenía casi 10 años, participe en el primer Congreso
Indígena que se hizo en el Valle Calchaquí en el año 73 y escuche los reclamos. Se
hizo en Amaicha. El primer reclamo era el tema territorial, el segundo el agua”.

Durante el desarrollo del parlamento estuvieron delegados de Quilmes, Colalao del


Valle, El Carmen, Anjoana, Los Zazos, El Pichao, Amaicha del Valle, Los Corpitos, El
Infiernillo, Los Chañares, etc. Entre las resoluciones se destacaron “mantener e
incrementar la organización regional”, concluyendo en “recuperar las tierras perdidas
en manos de intrusos que son amparados por leyes que han sido creadas por ellos
para explotarnos”, “títulos de propiedad definitivos inembargables e intransferibles, de
propiedad de las tierras que habitamos desde siempre (…) adaptados a las
modalidades de cada comunidad”. Otras conclusiones hacían referencia a garantizar
legalmente la delimitación clara de las mensuras y eliminar la inseguridad jurídica
respecto a las posesiones ancestrales que la Cédula Real de 1716 garantiza, además
de proveer tierras para aquellas comunidades desposeídas, garantizar parte de las
200.000 hectáreas que en Tafí del Valle arrendatarios pagan a terratenientes que no
tienen títulos, reclamos respecto a la educación y tener en cuenta las culturas
originarias, problemas sanitarios ante la falta de políticas de salud, condena a las doce
familias terratenientes de Tucumán que continuamente procuran acrecentar sus
tierras, además de manipular y monopolizar el manejo de los cursos de agua para
regadío.
En 1973 una delegación “bajó” en una nueva “peregrinación” a Buenos Aires, e intentó
entrevistarse con el Presidente Juan D. Perón, quien les dio la espalda, en similar
actitud a la tomada en 1946 con el “malón de la paz”. Luego de trámites burocráticos
infructuosos, dejan una carta dirigida a Perón firmada por 30 delegados. Hay
fragmentos de la carta que resultan elocuentes: “en nombre y representación de la
Federación Indígena de los Valles Calchaquíes tenemos el alto honor de dirigirnos a
usted a los fines de hacerle llegar nuestros viejos y angustiantes problemas (…)
habiendo tantas (…) miles de hectáreas (…) negadas por los seudo terratenientes, los
que impiden que podamos concretar (…) nuestras justas y patrióticas ambiciones.
Como usted sabe mi general estas tierras son del indígena, son Nuestras Tierras, las
que en reiteradas veces hemos pedido al gobierno de nuestra provincia para que se
nos reconozcan nuestros legítimos derechos y se nos otorguen los correspondientes
títulos de propiedad a nuestras comunidades – y siempre nos dicen que están en
estudio y que esperemos – y seguimos esperando por tiempo indefinido, aunque
siempre manteniendo nuestra esperanza en el Gobierno popular (…) estas familias de
seudo terratenientes (…) han tenido mucho que ver en los gobiernos anteriores en
negocios poco claros sobre los títulos de propiedad (…) los terratenientes aludidos son
(…) Chenault, Frias, Silva, Esteves, Zavaleta, Terán, Chico, etc.”

En 1974 el clima político nacional se va oscureciendo, la rearticulación regional con


epicentro en Amaicha va a generar una serie de hechos de protesta los cuales
pudimos relevar a partir de notas periodísticas del Diario Noticias del país y otras
publicaciones. Todo indica que posterior al Parlamento hubo una creciente
rearticulación organizativa y una conflictividad social emergente entre las comunidades
diaguitas calchaquíes. A mediados de enero de 1974 cortan la ruta nacional Nº 40 con
unos 300 manifestantes contra la paralización de obras públicas y atraso en el pago de
haberes de trabajo transitorio. La publicación Nuevo Hombre Nº 56 de febrero de 1974
refiere el hecho con el título de “Rebelión popular en los valles calchaquíes” donde
resalta que pobladores de los valles “procedieron a tomar en sendas oportunidades la
ruta (…) La clase obrera y el campesinado, utilizaban el único camino que les queda
[ante] la falta de pago y la virtual paralización de las obras públicas en la región (…)
alrededor de 300 obreros, incluidos un buen porcentaje de indígenas”. Para el 6 de
febrero el recrudecimiento del conflicto adquiere connotación nacional. Con el título de
“López Rega cuestiona a Santana” el diario Noticias del país se hace referencia al
desplazamiento del Servicio Nacional de Asuntos Indígenas a Pedro Santana, militante
de Peronismo de Base y uno de los impulsores (en ese momento) de la organización
de los pueblos del valle, paralelamente en Tafí del Valle exigen la cooperativización de
las comunidades indígenas de la Zona. Una semana después por el mismo medio la
Federación Indígena Regional Tucumán denuncia atropellos por parte de
terratenientes a la población de los valles. Además, Santana “declaró que los
delegados indígenas habían venido a la capital provincial para insistir en sus reclamos
sociales y laborales todavía sin solucionar”, esta delegación no fue recibida por las
autoridades provinciales, además de ser acusados por el legislador justicialista
Gustavo Erdman de “haber dejado entrar elementos extremistas en el seno de la
comunidad indígena”.

La embestida de los sectores reaccionarios del peronismo irán minando las


posibilidades de accesibilidad a los ámbitos gubernamentales, obligando a la
Federación Indígena Regional Tucumán a emitir un nuevo comunicado, relevado por el
Diario Noticias del 13 de marzo, donde denuncia “que se pretende crear un clima para
desprestigiarla, y dice que forma parte de esa campaña de acusación lanzada por un
diputado conservador, Gustavo Erdman, a los dirigentes Feliciano Condorí, secretario
General de la entidad indígena y Pedro Santana, presidente, en el sentido de que son
comunistas. El documento afirma que los atacados son de reconocida trayectoria en el
movimiento peronista y en su parte final exige la libertad de seis indios detenidos”.

Por su parte la CIQ narra respecto a la experiencia de la Federación “que por


inexperiencia y falta de medios, no tuvo trascendencia. Se planteó un proyecto de
expropiación de las tierras que debían ser devueltas a nuestras familias, pero no
prosperó nunca: se produjo el golpe de 1976”.

Para 1975, el Operativo Independencia en plena actividad para desarticular a la


guerrilla en el monte tucumano redujo drásticamente las posibilidades de reunión y los
proyectos se estancaron, “nuestra gente tenía problemas para reunirse (…)
terratenientes denunciaron por extremistas a los dirigentes para combatir a quienes
luchaban por sus tierras”. La conflictividad social emergente a partir de la rearticulación
de las comunidades sufrirá una nueva desestructuración por parte del Estado.

En 1976 los terratenientes empiezan un juicio de desalojo contra Jesús Costilla de


Quilmes: “la policía lo maneja fiero, yo he sufrido mucho golpe, a mí me han torturado,
la gendarmería me ha llevado al Mollar en Tucumán, me han vendado los ojos, me
han colgado de las patas y ahí me han volteado (…) he sufrido mucho golpe, me han
pegado mucho”. Ante la embestida de las familias terratenientes vuelven las
“obligaciones” pero parte de la comunidad Quilmes se niega a pagar y cumplir con
ellas amparándose en el caso de Jesús Costilla, “si perdía Jesús, decían, pagarían
todos. Además dejaron de ir a las obligaciones. Así la población quedó dividida entre
quienes creían que Jesús ganaría y los que lo daban por perdedor” (CIQ; 2008).

En 1977 el Estado provincial expropia 206 hectáreas a la familia Chico donde se


localiza el Pucará Quilmes. Durante este período se comienzan las tareas de
restauración llevada adelante por el gobierno militar, que contratan gente de las
comunidades con mecanismos cercanos a la coerción, “más o menos, había que
trabajar ocho horas, y caminar 6 Km. de ida y 6 de vuelta, porque íbamos a pata para
ahí, no había caminos, nada y había que hacer todo, desmontes, con picos, palas,
barreta, todo eso, hacíamos ese trabajo, muy, mucho sacrificio, 50 personas éramos
los que estábamos ahí, y traían gente de Pichao, que tenían que salir a las 4 de la
mañana de Pichao pa`llegar a las 8 aquí” nos comentaba Simón Costilla en 2009,
quien fue trabajador de la reconstrucción de parte de la ciudad Quilmes.

En 1978 se creó el Centro Unión y Progreso de la Zona de Quilmes que empezó a


medir parcelas para hacer juicios de prescripción adquisitiva y lograr títulos
individuales. Si bien se podía lograr la tenencia individual, los campos comunitarios
donde estaba la leña, el agua y demás recursos seguían en manos de terratenientes.

Pasada la dictadura se realizó el segundo congreso en 1984 donde se reconoció la


personería jurídica de la Comunidad India de Quilmes (CIQ). En 1985 se sancionó la
ley 23.302 sobre Política Indígena y Apoyo a las Comunidades Aborígenes
(promulgada recién en 1989).

El tercer congreso se celebró en la casa de Jesús Costilla que había ganado el juicio.
El juicio fue algo que marcó a la comunidad, a pesar del tiempo respecto a lo penoso y
traumático, creo las bases de un empoderamiento comunal, “a pesar de todo no me
han podido cabrear (…) he tenido mucho contratiempo, el juicio más, uno a veces no
sabía cómo iba a salir, pensaba mucho y sin plata a veces, sin plata, porque yo
trabajando así (mientras habla corta poleo para las cestas que realiza en su trabajo de
artesano), con esto, he ganado el juicio, yo cuando tenía tiempo, me venía y ponía a
trabajar y ya me anoticiaban y me tenía que ir (…) a presentarme, los abuelos sabían
que esto estaba mal comprado, el terrateniente, estaba mal comprado, nosotros
sufríamos así, sirviéndole al dueño de tierras, digamos al terrateniente.”

En 1989 la familia terrateniente Chico cobró la indemnización millonaria del juicio


ganado al Estado que incluyó el cálculo de metros construidos por los Quilmes en el
Pucará.
Durante 1990 se crea la Comisión Coordinadora de Comunidades Calchaquíes. Para
1992 la coordinadora participa en los actos de repudio por el V centenario de la
colonización. Además, formó parte de los grupos que impulsaron la incorporación de
los derechos de pueblos originarios en la reforma constitucional de 1994.

Durante 1992 la gobernación de Ramón Ortega concesiona el pucará Quilmes (ciudad


Sagrada Quilmes) por 100$ mensuales al empresario Héctor Cruz que monta un
complejo sobre parte del Pucará. La concesión finaliza en 2002 pero el empresario
continúa, a pesar de un recurso de amparo presentado por la CIQ.
Un hito organizativo importante que trasciende lo local para empezar a consolidar
nuevas estrategias organizativas a nivel regional es la constitución en 2005 de la
Unión de los Pueblos de la Nación Diaguita (UPND) que organiza a 20 comunidades
de las provincias de Tucumán, Salta, La Rioja, Catamarca y Santiago del Estero
tendiendo a la integración de 3.000 familias aproximadamente de origen diaguita. Para
el año 2006 se logra que la convención constituyente de la provincia de Tucumán
incorpore legislación relativa a los derechos de los pueblos originarios.

En 2007 luego de cortes de ruta y desalojo del empresario por parte de la justicia, la
CIQ recupera la ciudad sagrada Quilmes y la provincia inicia una causa judicial por
usurpación.

Entre 2008 y 2010 las causas judiciales y las embestidas por parte de quienes tienen
intereses en las tierras ocupadas por las comunidades diaguitas sumaran dos
asesinatos y alrededor de 10 causas judiciales referentes a desalojos.

III. Las comunidades Amaicha y Quilmes a la luz del debate sobre los “nuevos
movimientos sociales”

La emergencia del movimiento indígena en América Latina en las últimas décadas se


ha interpretado a la luz de las teorías sobre los “nuevos movimientos sociales”. Waldo
Ansaldi (2005/2006) señala que, a partir de la década del 80, se pueden distinguir “dos
momentos”: en el primero, con el final de las dictaduras y la transición a la democracia,
los movimientos se definían por alguna reivindicación específica (pertenencia etaria
y/o de género, defensa del medio ambiente y/o de los derechos humanos, etc); en el
segundo, a partir de 1990, los movimientos sociales combinan una “doble pertenencia”
de clase (campesinos) y étnica (pueblos originarios) “y están asociados a la brutal
expansión de las políticas y la globalización neoliberales y a la consolidación del nuevo
patrón de acumulación del capital”[19]. Los movimientos de este segundo momento se
definen por la resistencia a estos “cambios regresivos en la estructura social” y se
caracterizan por plantear “formas reactivas de lucha que, siendo inicialmente sociales
enfrentados con terratenientes y empresas agrícolas (…) se tornaron políticas, se
interceptaron –y hasta colisionaron- con el Estado” llegando a desestabilizar gobiernos
e incluso con capacidad de deponerlos. En la periodización de Ansaldi la piedra de
toque de este segundo momento es precisamente el levantamiento indígena-
campesino en Ecuador.

Se ha debatido largamente sobre el carácter novedoso de estos movimientos. En


efecto, “lo nuevo” no está dado por los sujetos en cuestión –los indígenas constituyen
el caso más ilustrativo- , sino por los modos en que estos sujetos colectivos se definen
a partir de lógicas emancipatorias novedosas. Para el sociólogo Boaventura de Souza
Santos, la comunidad tiene un significado profundo en ese sentido, porque permitiría
forjar una nueva relación entre subjetividad, ciudadanía y emancipación.[20]

En este apartado nos interesa examinar en qué medida las actuales comunidades
Amaicha y Quilmes presentan características propias de los movimientos sociales. Si
bien el componente indígena-campesino no es una novedad, algunos elementos,
comunes a otros movimientos, dan cuenta de un fenómeno singular, distinto de lo que
podrían haber sido el indigenismo, las rebeliones o los movimientos milenaristas de los
años veinte y treinta. Por otro lado, se hacen necesarias algunas precisiones para
acercarnos a la especificidad de los pueblos originarios.

En primer lugar, el elemento campesino tiende a veces a “confundirse” con el


elemento indígena. Diego Domínguez analiza la conformación del “movimiento
campesino” en Argentina y abreva justamente en ese debate. Para Domínguez, las
luchas por la tierra y el territorio instalan la discusión sobre el control de los recursos
naturales. El proceso de reorganización territorial impulsado por la penetración de
empresas multinacionales, la reedición del modelo agroexportador con la expansión de
la frontera agrícola y el avance sojero; el desmonte, los nuevos cercamientos, la
contaminación por fumigaciones y fertilizantes químicos que precisa el monocultivo, la
reducción de mano de obra por las nuevas técnicas agroindustriales (utilización de
transgénicos, entre otras), la privatización de caminos y pastos y, por último -quizás lo
más sintomático-: la expulsión de población y los desalojos; son algunas de las
condiciones de un nuevo “contexto estructural” en el que Domínguez intenta rastrear el
nuevo movimiento campesino. El autor considera a las comunidades indígenas como
parte del movimiento campesino, dado que la confluencia de sus demandas les
otorgan una perspectiva política más amplia, siendo capaces de encabezar la lucha
frente a situaciones que ya no son vistas por el resto de la sociedad como exclusivas
de estos sectores, sino que dan cuenta, precisamente, de la crisis de los modelos de
desarrollo hegemónicos.
El interés central de Domínguez está puesto en la resistencia a estos modelos de
desarrollo y en las alternativas que subyacen a su impugnación por parte de un
movimiento campesino forjado en experiencias diversas. “Quizás la fuerza del
movimiento indígena termine absorbiendo lo campesino, sin embargo, al momento
actual pareciera que esta última noción en términos políticos apela a una generalidad
que no excluye lo indígena. Inversamente esto no sucede, lo indígena o las
reivindicaciones étnicas en términos políticos refieren a cuestiones que muchas veces
excluyen ciertas dimensiones a las que refiere lo campesino, haciendo que no se
tenga la misma potencia política (…) la misma capacidad de articular luchas.”
(Domínguez; 2003).

Sin embargo, la especificidad del movimiento indígena es también apelable desde una
perspectiva política. En Argentina la presencia de los pueblos originarios ha sido
invisibilizada sistemáticamente a partir de la conquista y con la definitiva “pacificación”
del territorio por parte del Estado Nacional. Pero a partir de un largo proceso de
avances jurídicos y de una resistencia sostenida, el movimiento indígena está en
condiciones de forjar para sí un nuevo papel. Aún así, la “doble pertenencia” de clase y
étnica que señala Ansaldi nos parece fundamental para comprender la inscripción de
los pueblos originarios en el nuevo contexto estructural. Lo mismo sugería ya en la
década del veinte José Carlos Mariátegui, al vincular el problema del indio al problema
de la tierra y el latifundio. Lo que no puede dejarse de lado es la emergencia del
indígena como sujeto político, fundamentalmente a partir de su irrupción en el
escenario político latinoamericano en las últimas décadas (con más fuerza en
Ecuador, México y Bolivia), y el proceso abierto, paralelamente, de reconocimiento de
los pueblos indígenas como portadores de un proyecto propio y alternativo de
sociedad.

De acuerdo con Pablo Dávalos, es precisamente la reivindicación del “estado


plurinacional” por parte del movimiento indígena ecuatoriano lo que les permitió
posicionarse como actores políticos, ya que esta demanda implica un proceso de
transformación social y de reforma del estado (Dávalos; 2003). En nuestro país los
pueblos originarios están bastante lejos de instalar ese debate a nivel nacional; no
obstante, a través de sus propias experiencias de resistencia y organización pudieron
acumular una serie de recursos e instrumentos jurídicos que les permiten posicionarse
frente al estado y la sociedad como actores políticos por derecho propio. Esto se puso
de manifiesto en la Marcha de los Pueblos Originarios en el marco del Bicentenario, en
el que más de 30 comunidades de todo el país confluyeron en Plaza de Mayo y
conformaron una delegación que fue recibida por el gobierno nacional. La caravana
que duró varios días fue promovida y financiada por el Instituto Nacional de Asuntos
Indígenas[21] y en gran parte movilizada y organizada por la Organización Barrial Tupac
Amaru, de fuerte presencia en el Noroeste. La Unión de los Pueblos Diaguitas
participó de este acontecimiento. El documento “Caminando por la Verdad, hacia un
Estado Plurinacional” presentado al gobierno y a la sociedad, hace un llamado al
reconocimiento de la diversidad étnica y cultural pero haciendo hincapié en la deuda
histórica de reparación que pesa sobre el Estado argentino:

“Julio A. Roca generó el primer caso de Terrorismo de Estado, apremios ilegales,


exiliados, desterrados, tráfico y apropiación de niños y desaparición forzosa de
familias, comunidades y Pueblos enteros que aun esperamos la reparación
histórica, que a muchas generaciones nos fue negada. Reparación que no
podíamos esperar de los héroes patricios, ni de discriminadores y racistas
gobiernos, que se sucedieron hasta el día de hoy. Peor fue la suerte con
nuestros pueblos, al caer en manos de gobiernos feudales en provincias donde
la impunidad y el abuso de poder son algo que no se logra parar. El
reconocimiento jurídico y constitucional que tanta movilización y fuerza indígena
exigió, hoy lo tenemos escrito, aprobado y es base para una nueva
institucionalidad, de relación de Pueblos Indígenas y Estado. Ello nos da una
oportunidad histórica de avanzar hacia un Estado que reconozca y consolide un
nuevo Estado Plurinacional, que contenga y se fortalezca constituyendo una
sociedad pluralista y democrática. (…) El Bicentenario debe ser la oportunidad
histórica para generar el acto de reivindicación que las naciones originarias
esperan en el silencio de sus montes, cordilleras, estepas, valles y montañas. Un
silencio que ha sido interrumpido por el tronar de motosierras que todo
desmonta, el rugido de topadoras y explosivos de las mineras que todo lo
vuelan, el ingreso de petroleras que todo lo envenenan, la penetración de
iglesias y sectas que todo lo convierten, partidos políticos y ofertas electorales
que quiebran toda la unidad comunitaria.”

En este último párrafo se pone de manifiesto la creciente avanzada del capitalismo


sobre las formas de vida de las comunidades indígenas. También podemos encontrar
aquí la clave de la identificación con otros movimientos sociales.

Raúl Zibecchi aporta un análisis muy preciso de los nuevos movimientos sociales
identificando algunas características comunes. Pasaremos a enumerarlas
esquemáticamente de acuerdo con la síntesis que ofrece Ansaldi y luego abordaremos
los casos de Amaicha y Quilmes a la luz de ellas. 1) Territorialización; 2) Búsqueda de
autonomía (respecto del Estado y los partidos políticos); 3) Revalorización de la cultura
y reafirmación de la identidad; 4) Capacidad de formar intelectuales propios; 5) Nuevo
papel de las mujeres; 6) Preocupación por la organización del trabajo y la relación con
la naturaleza. 7) Nuevo repertorio de lucha basado en formas autoafirmativas a través
de la reapropiación material y simbólica de un espacio ajeno resignificado.

De acuerdo con Zibecchi, el rasgo más importante de los nuevos movimientos sociales
es la territorialización. La tierra se concibe, en este caso, más allá de su significado
como propiedad o como medio de producción. En efecto, en el caso de los pueblos
indígenas, la lucha por la tierra define sus formas de resistencia y organización, al ser
el fundamento material y simbólico de su existencia. Si bien las reivindicaciones de los
pueblos originarios exceden el problema del territorio, es a partir de esta disputa que
se pone en evidencia su inevitable oposición a las instituciones del estado capitalista
(las formas de propiedad, en primer lugar) y al mismo capital. La reestructuración
espacial del capitalismo abre un nuevo escenario en el que la demanda por la legítima
propiedad comunitaria se convierte en urgente y prioritaria.

El segundo rasgo que señala Zibecchi es la búsqueda de autonomía. Las autoridades


de las comunidades de Amaicha y Quilmes coexisten con las instancias “occidentales”
de gobierno y de algún modo se desenvuelven en conflicto con ellas. En el año 1998 la
CIQ decide conformar un Concejo de Delegados que representa a cada Comunidad de
Base, amparándose en los avances en la legislación. De la misma manera funcionan
en Amaicha las asambleas de comuneros. La diferencia en relación al reconocimiento
de la propiedad define el grado de conflicto con las esferas de gobierno local y/o
provincial: el poder judicial que responde al los terratenientes de los Valles, llegó
incluso a negar la personería jurídica de la CIQ con el propósito de desconocer sus
derechos de propiedad e incumplir así con la legislación correspondiente (ver apartado
sobre Vitivinicultura).

La autonomía en relación al Estado no se plantea sólo en las estructuras políticas, sino


también en cuanto a las formas de desarrollo económico. El concepto de
“autodesarrollo” que utiliza Eduardo Nieva, abogado y cacique de Amaicha, da cuenta
de esa búsqueda de autonomía basada en la identidad: “Lo que nos está faltando es
tener una política propia de un autodesarrollo, es lo que estamos trabajando en
Amaicha. Para eso no nos sirven los planes de trabajo, eso (…) al contrario nos
afecta, porque va matando la cultura y se hace un asistencialismo terrible. Entonces la
salida de todo eso es buscar, como pueblos indígenas, ese autodesarrollo. (…)
Tenemos que estar fuertes institucionalmente para lograr ese objetivo y tener nuestras
propias fuentes de trabajo, nuestros propios medios económicos para que realmente
podamos salir adelante. (…) Esta cuestión que se llama globalización avanza a pasos
gigantescos, pero nosotros (…) tenemos nuestra identidad, nuestra cultura, ese fuerte,
y (…) eso nos va a motivar para que realmente organizados podamos discutir cual
sería nuestra propia política económica, nuestra propia política de desarrollo interno de
nuestras comunidades, porque todo lo que es asistencialismo no nos sirve para nada,
al contrario nos va matando de a poco. En eso (...) estamos trabajando.”

Y aquí se nos presenta otra de las características que señala Zibecchi: la


revalorización de la cultura y la reafirmación de la identidad. La imposición cultural, la
negación producto del miedo y la aculturación, no representan tan solo un “daño
moral” para las comunidades indígenas, sino que atentan contra sus propias
posibilidades de autodesarrollo. Esto se pone en evidencia en el caso de los
descendientes diaguitas del territorio chileno que habrían apoyado la instalación de la
empresa minera multinacional Barrick Gold[22]. Abordaremos después la cuestión de la
minería; lo importante de esta mención es que los testimonios se destacan por la
recurrencia a un tiempo verbal en el que las prácticas, costumbres y tradiciones
indígenas se asocian con el pasado. En el caso de Amaicha y Quilmes la
revalorización de la cultura y la identidad está vinculada justamente a la preocupación
por la organización del trabajo y la relación con la naturaleza. Las formas de
producción material que permiten la subsistencia de las comunidades indígenas se
basan en el respeto por la tierra y los recursos naturales, integrados a una
cosmovisión que se nutre del culto andino a la Pachamama.

Por otro lado, la expansión del mercado del Turismo en las últimas décadas ha
permitido impulsar proyectos de creación de fuentes de trabajo de acuerdo con lógicas
autogestivas. Es el caso de la Hostería de Amaicha, una gran construcción
abandonada y notablemente destruida que pertenecía al Automóvil Club Argentino y
que fue tomada por la comunidad Amaicha, logrando, por parte del gobierno provincial
-propietario del predio-, la posesión y el usufructo a los efectos de emprender un
proyecto turístico administrado por la comunidad. Por su parte, los Quilmes tomaron
en 2007 la Ciudad Sagrada, un enorme complejo arqueológico reconstruido que
estaba concesionado a un particular y que era administrado como una empresa
comercial turística. Las “Ruinas de los Quilmes” incluían un local de venta y un hotel
con pileta, sin relación alguna con el entorno natural y con la vida de la comunidad
Quilmes. En ambos casos, las tomas se llevan a cabo como “formas autoafirmativas”,
en consonancia con el planteo de Zibecchi acerca de los repertorios de lucha de los
nuevos movimientos, basados en la “reapropiación material y simbólica de un espacio
ajeno resignificado”.

La trayectoria de Eduardo Nieva es una clara demostración de la “capacidad para


formar intelectuales propios”. Nacido en Los Zazos, Amaicha, Eduardo Nieva se
traslada a Buenos Aires para formarse como abogado y empieza a tener
tempranamente una participación activa en el movimiento indígena en Argentina. Es
así como recibe una beca del Fondo Indígena para trabajar en la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, en Estados Unidos. Su recorrido continúa
como consultor para distintas ONG`s en el país. Participa de numerosos encuentros y
congresos, e integra la redacción de declaraciones y proyectos legislativos sobre
derechos indígenas a nivel internacional. Su función como dirigente de la Comunidad
de Amaicha del Valle está nutrida de una vasta experiencia y responde a un profundo
principio de “vuelta a la comunidad”, que implica traer el conocimiento y la formación
que contribuyan a su fortalecimiento. Además hay que destacar la formación de gran
cantidad de comuneros en diferentes tecnicaturas relacionadas con medio ambiente,
alimentación, turismo, entre otras.

El nuevo papel de las mujeres se expresa cabalmente en la conformación de la Unión


de Mujeres Diaguitas, que tuvo su primer encuentro en enero de 2010 en la
comunidad de Chuschagasta. En los encuentros siguientes pudieron abordar una serie
de problemáticas que incluyen identidad de las mujeres indígenas y su representación
en los medios, violencia doméstica, salud y educación sexual, participación y
organización de la mujer (subrayando la falta de mujeres dirigentes en las
comunidades). [23]

En la actualidad, ambas comunidades identifican tres “frentes” de lucha vinculados a la


problemática del territorio y los recursos: la minería, los emprendimientos vitivinícolas y
el turismo (también ligado en muchos casos con instalaciones de bodegas).

IV. Conflictos actuales

IV. a) Minería

La explotación minera es uno de los “frentes” de lucha de los pueblos


originarios, en este caso su expansión, para la extracción y explotación de los
recursos naturales ha avanzado en las últimas décadas, y ha propiciado la
evolución del modelo minero en la Argentina, es así, que “el paradigma
extractivista cuenta con una larga y oscura historia en América Latina, marcada
por la constitución de enclaves coloniales, altamente destructivos de las
economías locales y directamente relacionado con la esclavización y el
empobrecimiento de las poblaciones” (Svampa; Antonelli; 2010). La
megaminería a cielo abierto se ha instalado también gracias a un marco
regulatorio proporcionado en la década de los 90[24], en donde las empresas
transnacionales cuentan con el amparo del Estado para desarrollar el modelo
minero. En este marco, Eduardo Nieva planteaba la preocupación por este tipo
de emprendimientos, que lejos están de garantizar desarrollo y prosperidad
para las comunidades, en este sentido y en el marco de la disputa por los
territorios nos decía: “(…) no tengo duda que a pesar de que Argentina se
reserva el derecho de los recursos del subsuelo, yo sostengo que los pueblos
indígenas tienen derecho a los recursos del subsuelo, aunque no estén
reconocidos por los gobiernos nacionales (…) por derecho natural, por derecho
propio, esos recursos que están en nuestras tierras no se tocan, no pueden
venir y entrar porque hay una reserva del Estado, nosotros somos pueblos
preexistentes”.

El establecimiento de la minería a gran escala, no solo perjudica al territorio


circundante, sino que produce grandes transformaciones socioeconómicas,
modifica el entorno, utiliza en grandes dimensiones otros recursos, como por
ejemplo el agua, la energía, etc. En este marco, la emergencia de movimientos
sociales que resisten a los emprendimientos de megaminería ha crecido en el
último tiempo, propiciando estrategias políticas para impedir su asentamiento,
como así también la visibilización de la problemática en relación a la
explotación de los recursos naturales.

Hay una particularidad que es menester rescatar en relación a cómo se realiza


la explotación y extracción de minerales, cuyo método se ha modificado en
relación a un contexto de escasez de recursos. En este sentido, la
megaminería se desarrolla a través de un nuevo proceso violento, “los
metales, cada vez más escasos, se encuentran en un estado de diseminación y
sólo pueden ser extraídos a través de nuevas tecnologías, luego de producir
voladuras de montañas por dinamitación, a partir de la utilización de sustancias
químicas para disolver los metales del mineral que los contiene” (Svampa;
Antonelli; 2010).

El antecedente más antiguo, que se posiciona como el primer emprendimiento


minero transnacional del país, es la empresa minera Bajo La Alumbrera, en la
Provincia de Catamarca. Es la primera vez que se efectivizan todas las
legislaciones para garantizar los megaproyectos, “imbuidas en el ideario del
dominante Consenso de Washington y componente clave de las
contrarreformas neoliberales de la época, estuvieron deliberadamente
orientadas a garantizar el acceso de los capitales privados a la explotación de
los recursos mineros, creando derechos de propiedad de los inversionistas
sobre los yacimientos” (Svampa; Antonelli; 2010). Un delegado de base de la
comunidad de Talapaso, nos hacía referencia sobre los efectos de la
explotación minera: “estas empresas como La Alumbrera, que está trabajando
hace más de 13 años [y] la que se va a abrir ahora Agua Rica y otras tantas a
cielo abierto que en otros lugares del mundo no se puede hacer porque su
organización jurídica no lo permite (…). La contaminación que ya ha hecho la
minería, ha llegado por el Valle Calchaquí a todos los diques”.

El método de explotación es a cielo abierto, extrayendo diversos minerales,


sobre todo cobre, oro, entre otros. El funcionamiento del emprendimiento
minero, no solo interviene en el espacio otorgado, sino que también explota
insumos de otros espacios adyacentes. Uno de los recursos problemáticos es
el agua, la Minera Alumbrera obtuvo del gobierno de la provincia de Catamarca
“un permiso de extracción de 1.200 litros de agua por segundo de una reserva
natural de agua fósil” (Svampa; Antonelli; 2010). Las comunidades de pueblos
originarios son conscientes de lo que implica la utilización del agua y en ese
marco Eduardo Nieva plantea la importancia del reconocimiento pronunciado
por la ONU que “(…) saco la resolución que reconoce al agua como derecho
humano (…), es sumamente interesante porque antes se la veía como un
recurso natural y era un elemento vital, pero hora es un derecho humano
universal y eso es positivo, es el elemento que está ahora en vista de todas
estas empresas, para abaratar sus costos y cuanto menos impuestos paguen y
gastos tengan mejor(…)”[25]. Por otro lado se evidencia una concepción
distinta con lo que respecta a la utilización de los recursos naturales, y la
problemática que implica la contaminación de los mismos; “el agua, es sagrada
porque es uno de los elementos que hace a la vida (…). Y con esa agua que ya
han sacado, que la han utilizado para lavar minerales, que la han contaminado
con venenos, que por muchos años no se va a ir, o quedan impregnados en las
rocas, en el suelo, donde sea que las han esparcido los vientos, por muchos
años va a estar allí y va a seguir contaminado, va a matar muchas plantas, va a
matar muchos animales (…)”[26]

En el contexto de expansión del modelo minero, el punto crucial de conflicto es


la lucha por el territorio frente a los procesos de expropiación ligados a la
complicidad del Estado (provincial y nacional) y de las multinacionales. Los
conflictos visibilizan un proceso de transformaciones del espacio natural, ya
que se establecen mecanismos para la apropiación y usurpación de territorios
que modifican el paisaje geográfico, paralelamente se produce una
“colonización del espacio” que implica a la vez la “colonización de sus
poblaciones y formas de vida” (Svampa; Antonelli; 2010). En el caso de la
comunidad de Amaicha, pero que abarca al conjunto de las comunidades del
Valle Calchaquí, la estrategia radica en el concepto de derecho natural y propio
en relación a la utilización de los recursos del subsuelo que se encuentran en
sus territorios.

La gran lucha por el territorio es una lucha de concepciones, los usos y formas
de ese espacio que se habita como también la imposición de un esquema
territorial ajeno a las comunidades, desintegrando el espacio socioeconómico
local, y generando una dependencia de la industria minera como fuente de
trabajo y “crecimiento económico”.

En la lógica de la empresa Bajo La Alumbrera, es necesario recalcar como


interviene y articula con instituciones nacionales[27], a partir del otorgamiento
de fondos a las Universidades Nacionales, generando un debate hacia el
interior de la comunidad universitaria.

Por último la lucha contra el establecimiento de proyectos de megaminería no


involucra solamente a los pueblos originarios, sino que es una problemática
que incorpora al resto de la sociedad. Huaypo nos resumía esta problemática
considerando que, “nosotros estamos dispuestos a resistir y vamos a resistir el
tema este de la contaminación, de la instalación de empresas extractivas, que
nos traen hambre, no solo a nosotros sino a las generaciones futuras, nos
están coartando el derecho al desarrollo comunitario como pueblo. No solo a
nosotros, los indios, también a los que no son indios que están instalados en la
zona y nosotros decimos: son hermanos nuestros”.

IV. b) “Sangre por vino”[28]: los emprendimientos vitivinícolas

En el año 2008 el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria impulsó la creación


del Grupo de Productores Vitivinícolas “Tucumán-Calchaquí”. Este grupo de inversores
participó de varios encuentros promovidos por el INTA y el gobierno provincial, con el
objetivo de difundir la actividad vitivinícola en la zona. Se definía entonces un área de
producción, de unas 80 hectáreas de superficie, desde Chañar Solo, al norte de
Colalao del Valle, hasta Campo de los Chañares, sobre la Ruta Nacional Nº 40 en el
km 4284,5 y desde esta ruta, hasta los Zazos incluyendo El Paraíso y Amaicha del
Valle. Las condiciones geográficas del lugar ofrecen un potencial vitivinícola muy alto
(más aún que Cafayate, ubicado a 40 km al norte por la ruta 40) siendo aptas para la
producción de vinos de “alta gama”, destinados a la exportación.
Poco pareció importarles a los organismos participantes de estos encuentros (entre
ellos la UNT) el hecho de que esos territorios son habitados por comunidades
indígenas ancestralmente. En el caso de Quilmes, como hemos señalado, el no
reconocimiento por parte del Poder Judicial de la personería jurídica de la Comunidad
India Quilmes, favoreció la instrumentación del desalojo de más de 40 familias
acusadas de “usurpadoras”. Era claramente una maniobra para desatender sus
derechos como Comunidad Indígena.

Una de las sociedades que intervino en los desalojos fue Neocon S.R.L., empresa
constructora que, tras la crisis del 2001, comenzó a diversificarse, pasando a “adquirir”
un campo en Colalao del Valle y otro en Tolombón (Salta), “para ofrecerlo en parcelas
a desarrolladores turísticos y agroindustriales –bodegas y viñedos”[29]. Empleados de
la empresa tomaron parte en los desalojos, sumándose como fuerza de choque al
operativo policial[30]. El Ingeniero Alberto Guardia es un reconocido terrateniente de la
zona, que tiene además vínculos con el poder judicial y con funcionarios provinciales.

En medio de los desalojos e intimidaciones en Colalao del Valle, la Unión Diaguita,


emitió un comunicado el 19 de diciembre de 2009, en donde sostenía que

“(…) es el Estado quien tiene la obligación positiva de remover los vastos factores
sociales, económicos, culturales y/o funcionales, que obstaculizan el ejercicio de estos
derechos. Pero esa obligación no solo no está siendo cumplida por el estado
tucumano sino que, en esa región del Valle Calchaquí, está haciendo todo lo contrario
(…); está promoviendo sostenidamente el desembarco de “pioneros” de la producción
vitivinícola y el servicio turístico, los cuales no son más que funcionarios políticos
advenedizos que usan el aparato del estado tucumano para usurpar territorio, recursos
naturales e intangibles del Pueblo Quilmes. (…)
Algunos (…) no son empresarios genuinos, sino funcionarios del estado provincial y
nacional, tal es el caso de Alfredo Montalván, Secretario de Medio Ambiente de la
provincia y la familia cuyo representante es asesor en el ministerio de Salud de la
Nación (…) Estas son las razones del ninguneo legal que experimenta la Comunidad
India Quilmes.”[31]

Al desconocer a la Comunidad como interlocutora, la justicia reduce el litigio a una


cuestión de particulares. Los desalojos instruidos por el Juez de Paz de Colalao del
Valle, Adolfo Salazar, desconocen la ley 26.160 como marco de protección a los
Pueblos Originarios y se basan en disposiciones del Código Civil. “Se cercena así un
derecho adquirido y fundamental de la Comunidad Indígena a su reconocimiento
preexistente y de acceder a los Tribunales de Justicia para defender sus derechos
sobre la tierra.”[32]
Darío Abdalá, abogado de la asociación Abogados y Abogadas del Noroeste Argentino
en Derechos Humanos y Estudios Sociales (ANDHES), señala bien que entre la
judicatura

“hay un sentimiento de pertenencia de clase, pues son miembros de familias que


han sido, son o quieren ser terratenientes, y una ideología muy conservadora,
por lo que no van a ir en contra de la propiedad privada para defender tierras
comunitarias, que tuvieron un reconocimiento legal mucho más tardío. Es una
cuestión cultural y pedagógica lograr el mismo rango de protección para la
propiedad privada que para la comunitaria”. Para Abdalá se estaría en presencia
de “un caso testigo para disciplinar a otras comunidades”.[33]

Los métodos de disciplinamiento incluyen además el recurso al asesinato, tal como


ocurrió con Javier Chocobar, de 68 años, miembro del Consejo de Ancianos de la
comunidad de Chuschagasta, Trancas, muerto a sangre fría por el terrateniente Darío
Amín, acompañado de Luis “el niño” Gómez -ex policía del comando represor Atila- y
Jorge Valdivieso –también policía retirado[34]. El caso de Esperanza Nieva no se ha
esclarecido pero los dirigentes sostienen que hay relación entre ambos crímenes en
función de los intereses en juego.

V. Derechos y legislación

En este apartado queremos hacer una aproximación al proceso de reconocimiento


institucional de los pueblos originarios. La adquisición de derechos constitucionales
fue un proceso complejo, “primero surgieron las leyes provinciales y nacionales y
posteriormente se han incorporado los conceptos (…) en la Constitución Nacional”
(Carrasco; 2000). La reforma constitucional de 1994, incorpora los derechos de los
pueblos originarios, reconociendo “la preexistencia étnica y cultural de los pueblos
indígenas.” Sin embargo, la problemática actual radica en la imposibilidad de ejecutar
las reformas. La UPND plantea que actualmente continua siendo problemática la
titularización de las tierras indígenas y los ataques a la posesión ancestral.

El recorrido histórico constitucional se enmarca en una serie de leyes pronunciadas a


mediados del siglo XIX, en el contexto del proceso de construcción del estado
nacional.

Hacia 1940, la política estatal para los pueblos originarios se modifica, se intentarán
leyes de “integración”. En la década de los setenta, se pronuncian por la “reparación
histórica”. Los ochenta son un momento propicio, es a partir de este contexto, que se
prefiguran aportes en la reforma constitucional de 1994. Los noventa se inician con un
proceso interesante de idas y vueltas en torno a declaraciones y proyectos de
reformas. Se constituye el Foro Permanente por los derechos de los pueblos indígenas
y además se incorpora legislación internacional.[35]

A pesar de las modificaciones legislativas, podemos afirmar la continuidad de una


estructura colonial fundamentada en la idea de que los territorios en donde habitan los
pueblos originarios pueden ser usurpados y utilizados como “tierras de nadie”. Por
último, el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha incidido
en la producción jurídica, introduce en lo político el reconocimiento de los pueblos,
autogobierno, derechos sobre los recursos naturales, culturales y a crear sus propias
instituciones e incorpora el concepto de territorio para referirse a la “totalidad del
hábitat de las regiones que los pueblos interesados ocupan o utilizan (…).” En el caso
de Amaicha y Quilmes, las comunidades tienen como fundamento la idea
de que “jamás han interrumpido un gobierno indígena”.

Otro antecedente que avanza en los aspectos conceptuales es la Declaración de las


Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, cuya versión final ha
sido aprobada en 1994. Esta declaración hace hincapié en el “derecho a la libre
determinación”.

Posterior a la reforma constitucional de 1994 las provincias realizaron sus respectivas


modificaciones constitucionales. La reforma en la provincia de Tucumán, doce años
después, reconoce la preexistencia étnica y las instituciones de los pueblos indígenas.
Sin embargo continúa siendo problemática la aplicación de los derechos reconocidos.

El documento realizado por la UPDN y abogados manifiesta que “la propiedad


comunitaria indígena es inherente a cada comunidad (…) y se basa en la cosmovisión
y sus propias normas, valores, costumbres y leyes consuetudinarias (…), y se
corresponde con personas jurídicas con autodeterminación”.

En el conflicto sobre la propiedad comunitaria, interviene directamente la noción de


posesión comunitaria que difiere del concepto de propiedad privada capitalista. Hay
una diferencia conceptual entre posesión y propiedad, que en el marco jurídico incide
al momento de la lucha por la posesión de la tierra. En este sentido, la posesión de la
tierra implica la inexistencia de título de propiedad, pero con el usufructo de la tierra.
La propiedad implicaría un status de privacidad con título individual. En Amaicha y
Quilmes, el amparo legal radica en la existencia de la Cédula Real. En el contexto de
la ley 26160 se ha comenzado un proyecto de relevamiento de las comunidades.
[36] Dicha ley dispone la suspensión de los desalojos. Eduardo Nieva plantea “la
resistencia a aplicar las leyes que ellos mismos aprueban para nosotros”. En el caso
de los desalojos en Colalao del Valle el juez de paz Adolfo Salazar y el Juez Dr. Juan
Carlos Peral junto con el Estado provincial, garantizan la usurpación del territorio por
parte de la empresa Neocon.

En el año 2001 se ha dictado una resolución sobre el caso Awas Tingni[37] como un


precedente de revisión del artículo 21 de la Convención Interamericana de Derechos
Humanos, que legisla en torno a la propiedad privada, “el tipo de posesión, el tipo de
uso (…) y goce, son distintas (…), la corte reinterpreto el artículo y dijo: el art 21
también protege la propiedad comunitaria (…) no es solamente las tierras [que] están
cercadas sino todo lo que ellos usan, donde ellos habitan, (…) la de los pueblos
indígenas es una relación espiritual”.[38]

Las situaciones de despojo nos recuerdan a las políticas de avance de la


frontera del siglo XIX por parte del incipiente Estado-nación, los procedimientos
para llevar a cabo estas prácticas tienen como fundamento la “priorización del
derecho a propiedad privada sobre el derecho a la vida o el derecho al trabajo”.
(Domínguez; 2003)
Frente al conflicto las comunidades se unen para dar respuesta a esta
situación, “nos constituimos en asamblea permanente con la presencia de otros
caciques y comuneros de otras localidades para deliberar qué acción tomar con
esta situación de emergencia. La decisión tomada era volver a los terrenos
posicionando nuevamente las familias afectadas.”[39]
Es interesante remarcar el proceso organizativo de las comunidades que
forman la UPDN, este espacio surge de “la necesidad de todas las
comunidades de unirse en el mismo objeto, con un solo fin, que sería defender
las tierras”.[40]

Conclusiones

El hacendado, el latifundista, es un señor feudal. Contra su


autoridad, sufragada contra el ambiente y el hábito, es impotente
la ley escrita.

José Carlos Mariátegui

Desde la llegada de los españoles a los Valles Calchaquíes, las poblaciones diaguitas
calchaquíes sufrieron la desestructuración de sus formas organizativas. El mundo
agrario creado por estos pueblos, se vio trastocado por la colonización española que
los sometió a formas de explotación no conocidas hasta ese momento. Las
desnaturalizaciones, las formas no libres de trabajo, el repoblamiento de los valles, el
latifundio, la tarea evangelizadora de la iglesia católica fueron parte de los
mecanismos aculturantes utilizados por los súbditos de la corona para menguar la
fortaleza cultural de estos pueblos agroalfareros. Aún así, y a pesar de la tarea
horadante de las familias terratenientes potenciadas durante el período de
construcción del Estado argentino, estos pueblos, pudieron mantener formas
económicas y culturales. Estas formas tienen estrecha relación con la tierra por su
origen campesino. “Nosotros sin territorio, nos sacan parte de nuestra vida, de nuestro
legado cultural” nos dice Sergio Condorí.

Generación tras generación, los diaguitas han mantenido parte de las formas
ancestrales de vida, rearticulándose regionalmente cada vez que los climas políticos lo
hicieron posible. Estas situaciones coinciden con los trabajadores de la ciudad
luchando por sus derechos e intentando llevar adelante un programa de sociedad.

A la integración de las comunidades en la UPND se le opone el poder económico


capitalista. Este poder económico está interesado en generar negocios en los valles
Calchaquíes a través de inversiones en turismo, minería y vitivinicultura. Para esto se
ha trazado una serie de estrategias que emulan, suponemos, a las guerras de baja
intensidad (GBI), es decir: 1. Represión, como asesinatos selectivos de referentes o
líderes o la criminalización y detenciones de referentes como la de Sergio Condorí;
2. Económico como manejo de cursos de agua, estafas como a la “Finca de Rafael
González, “(...) un viejito que ya tiene más de 94 años, que en un momento dado un
político (...), le hizo firmar como que le vendía las tierras, le transfería las tierras, este
político es Ocaranza[41], y 3. Psicológico, como la invisibilización y el
desconocimiento de la preexistencia, “no son indios” es la frase de sentido común.

Este tipo de confrontaciones poseen tres frentes en disputa: en el territorio (los valles


Calchaquíes), en las instituciones (el poder económico está imbricado en el sistema
judicial y político, además utilizan a las fuerzas de seguridad, garantes de ese poder
económico), en la opinión pública (los medios locales, nacionales e internacionales
son parte del lobby minero, turístico y vitivinícola) que va erosionando poco a poco a
las comunidades de pueblos originarios deslegitimándolos para aislarlos del resto de la
población civil.

Las comunidades lucharon por el reconocimiento legislativo y


constitucional. Una variedad de declaraciones internacionales, leyes que
“reconocen” los derechos de los pueblos originarios fueron pronunciadas en los
últimos tiempos. Sin embargo, aprobada la ley, las situaciones de despojo y
usurpación del territorio[42] siguen siendo una constante. La práctica del
desalojo “se instala como la principal amenaza de las comunidades
campesinas e indígenas del país, y como puesta en evidencia del no
cumplimiento de sus derechos.” (Domínguez; 2003)

Entre los desafíos a encarar por los pueblos diaguitas, uno de los principales es
trascender el aislamiento, un ejemplo concreto fue la marcha de los pueblos
originarios, una peregrinación más que dio como resultado un tejido de relaciones
emergentes y la posibilidad de generar estrategias de articulación con otras
organizaciones.

Para finalizar, creemos conveniente expresar el pensamiento de Pablo Dávalos


respecto a que los movimientos “reivindican una agenda que, definitivamente,
enriquece la posibilidad de reconstruir los horizontes emancipatorios y las prácticas
políticas de resistencia pero que, al mismo tiempo, se demuestra incapaz de generar
un proyecto político de convergencia de todas las fuerzas en función de un programa
unitario, y una acción política en función de la conquista del poder, porque todos ellos
discrepan sobre la noción de poder.”

En Argentina la presencia de los pueblos originarios ha sido invisibilizada. Pero a partir


de un largo proceso de avances jurídicos y de una resistencia que inevitablemente se
vuelve sostenida, el movimiento indígena está en condiciones de forjar para sí un
nuevo papel.

Referencia Bibliográfica

· Ansaldi, Waldo. “Quedarse afuera, ladrando como perros a los muros. Protesta y
movimientos sociales en América Latina en la bisagra de los siglos XX y XXI”,
en Movimientos Sociales. Experiencias históricas. Tendencias y conflictos,
Anuario Nº 21, Segunda Época 2005/2006, Escuela de Historia, FHA, UNR,
Ed. Homo SAPIENS

· Svampa, Maristela, Antonelli. A. Mirta (editoras). Minería transnacional, narrativas


del desarrollo y resistencias sociales; Buenos Aires: Editorial Biblos Sociedad;
2010.

· Aráoz Machado, Horacio. “Minería transnacional, conflictos socioterritoriales y


nuevas dinámicas expropiatorias. El caso de la Minera Alumbrera” en Minería
transnacional, narrativas del desarrollo y resistencias sociales; Buenos Aires;
Editorial Biblos Sociedad; 2010.

· “Los Quilmes. Contamos nuestra historia” publicación editada por la Comunidad


India Quilmes, Tucumán, 2008.
· Carrasco, Morita. Los derechos de los pueblos indígenas en Argentina; Bs As;
Ed. Vincinguerra; 2000.

· Domínguez, Diego. “¿Movimiento campesino en Argentina?” Grupo de


Estudios Rurales; UBA, 2003.

· Rubio Durán, Francisco A. “Adaptación de la Artillería al medio americano: las


guerras calchaquíes en el siglo
XVII”. http://revistas.ucm.es/amm/02148765/articulos/MILT9797220017A.PDF,
1997.

· Carlón, Florencia. “La reducción Exaltación de la Cruz de los indios Quilmes: un


caso de relocalización étnica en Pampa a fines del siglo
XVII”, http://www.scielo.org.ar/, La Plata ago. /dic. 2007.

· Concheiro Bórquez, Luciano. “Movimientos campesinos e indígenas en México: la


lucha por la tierra”. Luciano Concheiro Bórquez, Sergio Grajales Ventura. En:
OSAL: Observatorio Social de América Latina. Año 6 no. 16 (jun. 2005- ).
Buenos Aires: CLACSO, 2005.

· Garcés, Mario. “Los movimientos sociales en América Latina en el Actual


contexto” http://www.flacsoandes.org/web/imagesFTP/1263400166.Garces.pdf 
20 de junio de 2003.

· Quintián Juan Ignacio, “Articulación política y etnogénesis en los Valles


Calchaquíes. Los Pulares durante los siglos XVII y
XVIII”. http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1668-
80902008000100012. 19/12/2008.

· Dávalos, Pablo. “Plurinacionalidad y poder político en el movimiento indígena


ecuatoriano” En: Revista OSAL enero de 2003.

· Dávalos, Pablo. “Movimientos sociales y razón liberal: los límites de la


historia”. Revista OSAL n 20. Mayo-agosto de 2006.

Sitios web

· www.uniondiaguita.blogspot.com

· “Reflexiones, aportes y recomendaciones para instrumentación del


reconocimiento de la posesión y propiedad comunitaria
indígena” www.uniondiaguita.blogspot.com 12/09/2010.
· “Argentina: pueblos indígenas demandan Estado
plurinacional” http://argentina.indymedia.org/news/2010/07/741365.php, 15/07/
2010.

· Convenio 169 (OIT) “Pueblos indígenas y tribales en países


independientes” http://www.ilo.org/global/lang--es/index.htm.

· “Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos


indígenas” www.un.org/esa/socdev/unpfii/es/drip.html.

·  “El 63 % de las comunidades retiraron a la UNT como ejecutora del


relevamiento” www.argentina.indymedia.org/news/2010/08/744619.php 
6/08/2010.

· Camino, Amando, “Sangre por vino. Intereses agrícolas y turísticos


amenazan las propiedades indígenas en los valles calchaquíes.
Gobierno y abogados tucumanos coinciden en lamentar la “restrictiva
interpretación” judicial de leyes favorables a los
nativos” http://periodismohumano.com/economia/sangre-por-
vino.html.13/04/10.

· Nota y entrevista a Alberto Guardia en sitio web del Grupo


Construya http://www.grupoconstruya.com.ar/notas/Informes_Detalles.as
p?CCTN=873&CINF=7.

· Sitio de Neocon: http://www.neocon.com.ar/HOME2.html.

· Comunicado de la UPND; prensacontrapunto.com.ar/index.php?
option=com_content&task=view&id=1427&Itemid=1, 19/12/09.

· “Los imputados por el asesinato de Chocobar, liberados por la


justicia”; http://prensacontrapunto.com.ar/index.php?
option=com_content&task=view&id=1539&Itemid=34, 02/03/10.

· “Así actuaron los asesinos de Javier Chocobar, hoy


libres” http://prensacontrapunto.com.ar/index.php?
option=com_content&task=view&id=1686&Itemid=1 05/05/10.

· Rodriguez;
Lorandi http://www.ifeanet.org/publicaciones/boletines/34%283%29/431.pdf
· “Caminando por la Verdad, hacia un Estado
Plurinacional” http://confederacionmapuce.com.ar, 30/04/2010.

· “Mujeres Diaguitas reivindican sus derechos” http://www.anred.org/article.php3?


id_article=3306 18/01/10.

· “Organización de Mujeres
Diaguita” http://uniondiaguita.blogspot.com/p/encuentro-de-mujeres-
diaguita.html 22/06/10.

· García Salemi, Ana Cecilia. Comunidad India Quilmes: crónica del despojo y la
persecución. UNT. 2009.

Entrevistas realizadas en 2009 y 2010 a comuneros/as:

· Amaicha: Celia Segura de Andrada, Sebastián Pastrana, Eduardo Nieva, Rosana


Sánchez.

· Quilmes: Luis Costilla, Simón Costilla, Jesús Costilla, Francisco Chaile, Antonio
Caro (Huaypo), Huayra Puca, Sergio Condorí.

[1] Para el armado de la siguiente cronología se tomaron diferentes estudios


sobre la historia colonial y del siglo XIX de la zona afectada, además de fuentes
orales y publicaciones de las comunidades de pueblos originarios de Amaicha y
Quilmes.

[2] Nos referimos a la zona que actualmente comparten las provincias de


Catamarca, La Rioja, Salta y Tucumán. En cuanto a la localización espacial de
todo el proceso, diremos que los acontecimientos se desarrollan en la zona
más alta del área tucumana; un vasto territorio comprendido entre la cordillera
de los Andes, al oeste, y una serie de cadenas montañosas —estribaciones de
las sierras subandinas y pampeanas— al este; desde la puna jujeña, al norte,
hasta la parte central de la actual provincia de La Rioja, al sur. Territorio ceñido
por un cinturón de ciudades que conformarían el camino al Alto Perú,
conectando la región con la fachada atlántica y con Santiago de Chile a través
de las rutas que se unían en Córdoba.
Vertientes casi inaccesibles, profundos valles y quebradas, áridas punas,
fértiles y fragosas zonas pedemontanas..., que determinan unas condiciones
bioclimáticas características de esta región surandina, y que dieron lugar a que
se conformase la región como una zona —en cierta medida— homogénea y
uniformizada, en la que se desarrollaron grupos étnicos con una capacidad de
adaptación al medio tal, que les permitió acceder a estadios culturales más
avanzados y a la total dominación de los diferentes pisos ecológicos con un
desarrollo agropecuario capaz de mantener esas pequeñas parcialidades y el
equilibrio en la

[3] Diferentes autores nombran la variedad de pueblos unidos por la lengua


kakana, en algunos casos se notan diferencias respecto a parcialidades
venidas ya en el período de hegemonía inca en la región. Entre los pueblos se
podrían nombrar abaucanes, acalianes, amaichas, andalgalenses, anquinahao,
cafayates, caspichangos, cololaos, cuschagastas, chicoana, choyanos,
chucugasta, famatines, guandacoles, hualfines, luracato, pacciocas, pipanacos,
quilmes, tafíes, tolombones, tucumangastas, yocaviles.

[4] Rubio Durán relata que el segundo alzamiento ocurrió entre los años 1630 a
1637, y aunque la pacificación no fuera completada, las consecuencias
socioeconomicas fueron terribles y la situación militar inestable...; los frentes se
paralizaron las acciones bélicas y la inestabilidad y tensión que en ellos se vivía
no estalló hasta 1656-57, cuando comenzó a gestarse el tercer alzamiento de
las parcialidades indígenas de la región; alzamiento que fue sofocado en el
período de 1665-70. Después de numerosas campañas de hostigamiento en el
propio hábitat indígena, llevadas a cabo por el Gobernador Alonso de Mercado
y Villacorta, y tras numerosas, también, entradas de los alzados en las zonas
colonizadas, causando importantes perjuicios y dislocando el sistema. Y en
nota al pie que corresponde a este párrafo destaca una cita de fuente
“Buscamos refugio a nuestras fatigas. Prometiéndonos de la Cathólica atención
de V.R.M. puerto de seguro auxilio a las borrascosas persecuciones que a la
memoria se representa de los naturales del valle de Calchaquí, rebeldes
siempre desde su primer descubrimiento…”. Carta del Cabildo de Catamarca a
SM. de 1 de diciembre de 1692. AGl. Charcas.

[5] En “Los Quilmes. Contamos nuestra historia” publicación editada por la


Comunidad India Quilmes, relatan que Chelenin fue descuartizado y
desmembrado, y sus partes colgadas en cada pueblo como escarmiento. Ver
bibliografía.

[6] En un trabajo sobre los pulares (pueblo pluriétnico originado a partir del
período de hegemonía inca, en el caso de los chicoanas originarios de Cuzco),
Juan Ignacio Quintián relata: fundada la ciudad de Salta la parcialidad de
pulares liderada por Calibay -los chicoanas- se aliaron a los españoles. Como
resultado de este acuerdo fueron asentados sobre una de las entradas al valle
Calchaquí para custodiarla, inaugurando un área fronteriza... Pero en 1630 las
noticias sobre las riquezas minerales ocultas en el Valle alentaron el avance
español sobre la frontera que desencadenó la segunda rebelión indígena.
Articulación política y etnogénesis en los Valles Calchaquíes. Los Pulares
durante los siglos XVII y XVIII. Juan Ignacio
Quintián, http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1668-
80902008000100012
Otras de las parcialidades aliadas a los españoles fueron los Ingamana de
Andalgalá donde el trabajo de Lorena B. Rodríguez se sumerge en la fuentes
que dan cuenta de esta alianza:
“… fueron las guerras criminosas del valle de Calchaquí y habiendo entrado el
señor gobernador don Alonso de Mercado con los tercios de soldados por la
parte de Salta también entró por la parte de la Rioja el general don Francisco
de Nieva con las compañías que por aquella parte tocaban; y dicho mi abuelo
don Juan Camisac… le ofreció a dicho general su persona y toda su gente para
que sirviesen y peleasen… que Dios guarde como ejecutó y cumplió perdiendo
más de cuarenta indios de su pueblo que mataron en las peleas y batallas que
se ofrecieron en dichas guerras y hasta la última conquista y desnaturalización
del menor indio nunca se apartó dicho mi abuelo del lado de los ejércitos de
españoles peleando y guerreando a los otros indios así mismo en la rebelión y
alzamiento… que todo lo referido es público y notorio y habiendo servido y
asistido con la lealtad y obediencia dicho mi abuelo y toda su gente; lo
despojaron y desposeyeron de sus tierras y naturales del valle de Calchaquí
juntamente con los indios alzados y malhechores… el señor don Alonso de
Mercado le hizo la injusticia de desnaturalizarle de calchaquí…”

[7] Elotro bando, aunque mucho más homogéneo en cuanto a su configuración


étnica, también contaba con excepciones, si bien no muy numerosas, si
bastante significativas. Entre los casos más señalados durante el último
alzamiento podríamos citar al mestizo Luis Enríquez y. sobre todo, a Pedro de
Bohórquez Girón... un andaluz que llegó a proclamarse —o a ser proclamado—
Rey de los Incas y que dirigió la confederación indígena. Bohórquez, además
era experto en la construcción de cañones de madera y cuero “… ya en el valle
Calchaquí, Bohórquez sacaría provecho de este sistema de fabricación,
haciéndose labrar varios cañones por los indios para fortificar su residencia…
adiestrará a los indios en el uso de estas piezas, así como en el de los
arcabuces y demás armas de fuego que le fueron confiadas por el mismo.
(Francisco A. Rubio Durán)

[8] “Lo que muchos autores han analizado como sublevaciones o alzamientos


indígenas aislados, no son sino episodios de un largo proceso de conquista del
territorio y de sometimiento de la población que, para algunas zonas
distanciadas de las áreas nucleares, aun para fines del periodo colonial,
apenas estaba por consumarse. El problema calchaquí en su conclusión
supone la adaptación de un grupo poco nutrido de españoles a un medio hostil,
a una geografía casi indómita. La constante inquietud y la permanente
sensación de inseguridad determinaron el contexto socieconómico de la zona,
que, por razones expuestas con posterioridad, puede considerarse desde un
principio como zona de frontera.” (…) Sergio Villalobos delimita el concepto de
frontera para «aquellas áreas donde se realiza la ocupación de un espacio
vacío o donde se produce el roce de dos pueblos de cultura muy diferente, sea
en forma bélica o pacífica. Generalmente el pueblo dominante procura imponer
sus intereses y su organización, tareas que pueden prolongarse muchos años
después de concluida la ocupación antes de dar pleno resultado. (Francisco A.
Rubio Durán).

[9] En Francisco A. Rubio Durán.

[10] Por «desnaturalizaciones» entendemos el traslado forzado de poblaciones


y su instalación en nuevas regiones. En Lorena Rodríguez, Ana María Lorandi.
[11] En la historia oral de los pueblos del Valle cuenta que parte de los sitiados
en Quilmes escaparon hacia la alta montaña por la parte más alta del pucará.
Respecto a este dato, es destacable que el pucará Quilmes y su escarpada
geografía posee en la cúspide una salida resguardada que transita por
senderos peligrosos y guarecidos con defensas que reforzaría esta historia oral
de que sobrevivientes del último sitio hayan salido por dicho lugar con rumbo a
la alta montaña, donde la economía diaguita (similar al resto de las culturas
andinas, es decir, economías verticales) tenía asentamiento y explotaciones.

[12] Hay múltiples testimonios de esta estrategia de preservación junto a los


recurrentes escapes de reducciones y haciendas.

“y lo cierto es que por huir del dicho cura y la doctrina cristiana quieren irse a
Calchaquí como lo hacen cada día y dice que quiere juntar la gente cuando yo
en persona Vmd. y otros jueces no hemos podido darles caza en aquellos
bosques y montes en que se ocultan por gozar del ocio embriaguez e
idolatrías… (…) Si bien el documento nos dice que estos indígenas huían a
diversos parajes, el valle Calchaquí parece ser el lugar preferido hacia el cual
trasladarse: un espacio físico que pudo haber funcionado como lugar de refugio
y también como soporte de rememoración. El retorno de indígenas
desnaturalizados hacia el valle Calchaquí fue un hecho constante, aunque
motivado por diversas razones (traslado de encomenderos, empresarios
mineros, huidas periódicas y permanentes, individuales y/o colectivas, etc.).
(Lorena B. Rodríguez, 2008).

[13] La huida, puede ser vista, entonces, como una forma más de resistencia
indígena a las presiones impuestas a los indígenas en el espacio pampeano.
"Los indios que salen de aquí a sus pueblos son muchos con las tropas de
vacas y mulas que van al alto Perú y hay que obligarles a los encomenderos
que si los sacan los hagan devolver por la gran facilidad de huir a sus pueblos "
Informe de Bartolomé González de Pobeda para la Audiencia de Charcas, de
1681, en Florencia Carlón.

[14] Primero
fue Nicolás de Aramburu, luego su hijo Fernando y luego el hijo de
Fernando, José Antonio.

[15] SigifredoBrachieri quien, como esposo de Celestina López (viuda de José


Antonio Aramburu), encabezará los conflictos territoriales contra los indios de
Amaicha hasta las últimas décadas del siglo XIX. En el transcurso de esos
años los indios perderán, a pesar de fallos favorables a ellos, el acceso a
distintas porciones del terreno (por ej., Tío Punco y La Banda). El punto más
álgido del conflicto parece haberse dado en 1872, cuando una nueva sentencia
judicial dictaminó que la posesión de las tierras de Amaicha y Encalilla debía
pasar a Brachieri. En Florencia Carlón.

[16] Alrededorde 1823, la disputa por las tierras recrudeció a raíz de la cesión


en arriendo de parte del estado a algunos individuos por considerar esas tierras
como vacas. Así describió la situación José Félix Ayala, a nombre de los indios
del pueblo de Amaicha: “…el miliciano Casimiro Rueda, prevalido no sé de qué,
nos ha constituido sus tributarios obligándonos a que le hemos de pagar un
tanto por regar nuestras tierras con las mismas aguas de nuestro terreno... que
dicho Rueda no contento con quemar la casa de la originaria Tomasina Cante,
dejando esa triste familia a la intemperie, ha herido a Francisco González,
igualmente originario, sin que haya el menor motivo sino el de alegar el
derecho a los terrenos nuestros. Asimismo, ha castigado a Roque Ayala por la
misma razón.” En Florencia Carlón.

[17]En 1796 cuando don Lorenzo Olivares, alcalde del pueblo de indios de
Amaicha, se presentó frente al cabildo de Tucumán y señaló: “…que don
Nicolás de Aramburu con el mayor exceso de jurisdicción se ha introducido al
Pueblo de Indios nombrado Amaicha existente en el paraje de Tafí y por medio
de dos de sus hijos les ha hecho quemar algunas casas de su habitación y se
les ha intimado a desocupar aquel terreno en un breve término con lo demás
que el expresado pedimento contiene…”

[18] El propio Pastrana dijo que: “(…) últimamente los tribunales de Tucumán han ordenado
que se nos desaloje y es por eso que me he venido a buscar el expediente que siguió Olivares,
pero a pesar de las grandes diligencias que he hecho no he podido conseguirlo, que sin duda lo
habrán hecho extraviar maliciosamente y es entonces que he decidido venir a implorar la
protección de V.E (…)”

[19] Ansaldi, Waldo. “Quedarse afuera, ladrando como perros a los muros.


Protesta y movimientos sociales en América Latina en la bisagra de los siglos
XX y XXI”, en Movimientos Sociales. Experiencias históricas. Tendencias y
conflictos, Anuario Nº 21, Segunda Época 2005/2006, Escuela de Historia,
FHA, UNR, Ed. Homo SAPIENS. En este segundo momento incluye también
las movilizaciones y alzamientos en Bolivia y México y en Argentina el
movimiento piquetero, las fábricas recuperadas y las asambleas barriales.

[20] En este sentido es interesante la perspectiva del sociólogo portugués


Boaventura de Sousa Santos, para quien los nuevos movimientos
sociales identifican “nuevas formas de opresión que sobrepasan las relaciones
de producción, y ni siquiera son específicas de ellas, como son la guerra, la
polución, el machismo, el racismo o el productivismo”; y abogan “por un nuevo
paradigma social, menos basado en la riqueza y en el bienestar material”.
Ciertamente, a partir del análisis de los nuevos movimientos sociales, de Sousa
Santos sostiene que “Sin postergar las conquistas de la ciudadanía social,
como en últimas pretende el liberalismo político-económico, es posible pensar y
organizar nuevos ejercicios (..) y nuevas formas de ciudadanía –colectivas y no
meramente individuales- (…) basados en formas político-jurídicas que, al
contrario de los derechos generales y abstractos, incentiven la autonomía y
combatan la dependencia burocrática, personalicen y localicen las
competencias interpersonales y colectivas en vez de sujetarlas a patrones
abstractos; ejercicios y formas que parten las nuevas formas de exclusión
social, basadas en el sexo, en la raza, en la pérdida de calidad de vida, en el
consumo, en la guerra, que ahora ocultan o legitiman, ahora complementan y
profundizan la exclusión basada en la clase social.”. Aquí reside el sentido de
la comunidad para las nuevas perspectivas de emancipación. De Sousa
Santos, Boaventura. “Los Nuevos Movimientos Sociales”, en Debates, OSAL,
Septiembre de 2001
[21] ElINAI, dependiente del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, tiene
como propósito, según reza la presentación oficial “asegurar el ejercicio de la
plena ciudadanía a los integrantes de los pueblos indígenas garantizando el
cumplimiento de los derechos que los asisten, consagrados
constitucionalmente”. Ver sitio
web http://www.desarrollosocial.gov.ar/inai/site/default.asp. En la coyuntura
actual a acción del INAI se corresponde con la política de “reparación histórica”
que habría impulsado el gobierno nacional.

[22] Enel sitio web de Barrick Gold Sudamérica se puede acceder a videos con
entrevistas a miembros de la comunidad diaguita. Barrik Sudamérica “Proyecto
Pascua-Lama” http://www.barricksudamerica.com/proyectos/pascua-
lama_informacion.php 10/06/10.

[23] Para el Primer Encuentro ver sitio eb de la Agencia de Noticias RedAcción,


ANRed, “Mujeres Diaguitas reivindican sus
derechos” http://www.anred.org/article.php3?id_article=3306 18/01/10. Ver
también sitio de la UPND. “Organización de Mujeres
Diaguita” http://uniondiaguita.blogspot.com/p/encuentro-de-mujeres-
diaguita.html 22/06/10.

[24] La reforma constitucional, implicó el desinterés por parte del Estado nacional de los
recursos naturales. Se realiza un proceso de provincialización de la gestión de los recursos
naturales y se renuncia a su explotación, permitiendo el proceso de privatización en manos de
empresas multinacionales.

[25] Entrevista a Eduardo Nieva.

[26] Entrevista a Huaypo, delegado de base de Talapaso.

[27] Si bien algunas Universidades Nacionales han rechazado los fondos


propuestos por la minera Bajo La Alumbrera, y otras se encuentran en
procesos de discusión sobre los mismos, en el caso de la Universidad de
Tucumán ha aceptado esos fondos. Es en este proceso en el cual los pueblos
originarios ponen en contradicción su participación en el relevamiento territorial,
entre otras cuestiones.

[28] Camino, Amando, “Sangre por vino. Intereses agrícolas y turísticos


amenazan las propiedades indígenas en los valles calchaquíes. Gobierno y
abogados tucumanos coinciden en lamentar la “restrictiva interpretación”
judicial de leyes favorables a los
nativos” http://periodismohumano.com/economia/sangre-por-vino.html 13/04/
10

[29] Nota
y entrevista a Alberto Guardia en sitio web del Grupo
Construya http://www.grupoconstruya.com.ar/notas/Informes_Detalles.asp?
CCTN=873&CINF=7

Ver también sitio de Neocon: http://www.neocon.com.ar/HOME2.html


[30] García Salemi, Ana Cecilia. Comunidad India Quilmes: crónica del despojo y la
persecución, UNT, 2009.

[31] Comunicadode la UPND; prensacontrapunto.com.ar/index.php?
option=com_content&task=view&id=1427&Itemid=1 19/12/09.

[32] Idem.

[33] Citado en Camino, Amando, Op.Cit.

[34] El hecho se produjo, paradójicamente, en la fecha del 12 de octubre del


año 2009. A pesar del video grabado por los mismos asesinos, en el que las
imágenes los incriminan claramente, los tres están en libertad. Ver
Contrapunto. Prensa alternativa. “Los imputados por el asesinato de Chocobar,
liberados por la justicia”; http://prensacontrapunto.com.ar/index.php?
option=com_content&task=view&id=1539&Itemid=34 02/03/10 y “Así actuaron
los asesinos de Javier Chocobar, hoy
libres” http://prensacontrapunto.com.ar/index.php?
option=com_content&task=view&id=1686&Itemid=1 05/05/10.

[35] LaDeclaración de Barbados de 1971 es un antecedente de la normativa


internacional respecto a los pueblos originarios.

[36] Programa implementado por el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas


(INAI), con el aporte de técnicos de la Universidad Nacional de Tucumán. La
participación de la UNT fue rechazada por el 63 % de las comunidades.

[37] Es una comunidad indígena situada en la Costa Atlántica de Nicaragua. En


los años 90 el Gobierno nicaragüense concedió a la compañía surcoreana
SOLCARSA derechos de explotación maderera sobre los territorios ancestrales
de la comunidad, a pesar del reconocimiento por parte de la Constitución de
Nicaragua y de otras leyes posteriores del derecho de los pueblos indígenas al
disfrute de sus tierras tradicionales.

[38] Entrevista a Eduardo Nieva.

[39] Documentación de la Unión Diaguita brindada por Sergio Condorí.

[40] Entrevista a Eduardo Nieva.

[41] El entrevistado se refiere al Peronista Rodolfo Ocaranza.

[42] Laapropiación ilegítima del territorio por parte de los terratenientes es


denunciada por los pueblos originarios que habitan la Argentina, como por
ejemplo, los mapuches y su disputa con la firma Benetton, las denuncias y
acciones desarrolladas por el Movimiento Nacional Campesino Indígena
(MNCI) entre otros.

Pampa Rastrero en 3:03
Compartir
No hay comentarios:

Publicar un comentario

Inicio

Ver versión web


Con la tecnología de Blogger.

También podría gustarte