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SEMINARIO TEOLÓGICO MISIONERO DE GUATEMALA

FACULTAD DE TEOLOGÍA - NIVEL SUPERIOR


CURSO: MAESTRIA
CATEDRÁTICO: LIC. EDVIN ANTONIO GONZÁLEZ MEJÍA

TEMA:
DESAFÍOS Y TAREAS DE LA TEOLOGÍA EN
AMÉRICA LATINA HOY

ESTUDIANTE:
MARIANO DE JESUS ANAVISCA CECAIDA
No. CARNÉ:

ESCUINTLA, MAYO DEL 2023


INTRODUCCIÓN

América Latina es un campo fértil para el quehacer la teología. Esto se debe no solo
a su itinerario de fe a través de la historia, sino por sus mismas circunstancias,
sociales, políticas y eclesiales. Sin embargo, estas mismas circunstancias colocan
grandes desafíos a los que la teología esta llamada a responder. Así, tanto
Lucchetti, como la Comisión Teológica Internacional, generan unos cuantos desafíos
a tener en cuenta en la búsqueda de sentido humano, a través de la tarea teológica
hoy.
DESARROLLO DEL TEMA

Aunque nos encontremos todavía a inicios del siglo XXI, en verdad, este siglo
comenzó bien antes. La caída del Muro de Berlín en 1989, el fin de la Unión
Soviética en 1991 y el advenimiento de Estados Unidos como potencia mundial
única fueron la génesis de una nueva época.

Fue entonces en verdad que tuvo inicio el nuevo siglo. El contexto presente viene
siendo marcado por esa hegemonía Americana que reina soberana sin balance de
poder y su propuesta de una teología de la prosperidad, por el vaciamiento de las
ideologías y el cuestionamiento suscitado por las religiones con respeto a los
grandes problemas de la humanidad: justicia, paz, etc..

El desafío social: Los pobres y las víctimas


Con todos los avances advenidos a través de las ciencias de la Economía y de
otras Ciencias Sociales, no se puede decir que hoy existe más justicia social en el
mundo. Hoy, además del problema social en términos económicos - escasez de
recursos, desigualdad en su distribución, ubicación injusta de los mismos, etc. -
pasamos por la gran problemática ecológica que hace también sus víctimas.

El ideal de construir un mundo justo tiene que ir de la mano con la tarea


insoslayable de construir un mundo habitable. Por otro lado, existe otra atribución
de la economía, además de la escasez: la elección de prioridades - que siendo
humanas, son siempre infinitas -, en las finitas posibilidades de usarse la riqueza.
Tal elección está asociada a los valores subjetivos del individuo y sus prioridades
en los medios empleados de utilizar la riqueza. Ese punto es de enorme importante,
visto que poco se medita como son imprescindibles tales elecciones en la vida
económica de la sociedad.
Las únicas igualdades básicas que pueden ser atribuidas a todos los seres
humanos, son aquéllas que preservan sus derechos básicos tales como la vida, la
dignidad, la libertad, la seguridad y la propiedad, principios genéricos y comunes a
todos, a fin de potenciar la realización y satisfacción de sus necesidades. En la
preservación de estos derechos, todos sano potencialmente iguales, adentro de la
proporcionalidad de sus actos.

Pero son, simultáneamente, desiguales. Iguales en la capacidad de ejercer


derechos, sin embargo diferentes en el modo por el cual ejercen tales derechos.
Iguales en la capacidad de amar y odiar, pero diferentes en el estilo y forma de
expresar tales sentimientos. Igualmente mortales, sin embargo, son desiguales en
la manera como mueren aun cuando de la misma causa.

Son todos individuos, pues cada ser humano es semejante en poseer conciencia e
individualidad; sin embargo cada uno tiene su modo de ver el mundo que es único,
propio y singular. Las características comunes de la humanidad no niegan las
diferencias y desigualdades inherentes a la calidad de los hombres.

La coexistencia del ser humano y del mundo, de la materia y de la vida tiene como
consecuencia que en el corazón de la geografía se coloca el problema de las
relaciones entre el ser humano y el medio ambiente.

La pregunta permanece entonces hoy como ayer sobre si el ser humano moderno y
post-moderno, cada vez más capaz, debido a las técnicas que domina, de
transformar el medio en el que vive, usa esa capacidad para destruir o amenazar
los equilibrios naturales, comprometer las relaciones complejas de las causas y
efectos que son el fundamento de nuestro conocimiento científico del globo
terráqueo.

Pasada la primera década del nuevo milenio, se habla ya del “fin de la geografía” -
como antes del fin de la historia - para significar una geografía que empieza a ser
reconfigurada y asiste al final de las fronteras, gracias, sobre todo a los fenómenos
de la globalización y de las migraciones que rediseñan las mismas.
Se vive una situación mundial donde una nueva geografía está en curso, sea en
tenemos económicos, políticos y hasta mismo religiosos. El día 11 de septiembre
de 2001, de triste memoria, demostró que aquello que se llamaba de “occidente
cristiano” no existía más en estado puro. El Oriente Medio y con él el Islam
irrumpieron con ruido y violencia en pleno corazón de Nueva York destruyendo las
torres gemelas del World Trade Centre.

Económicamente, por otro lado, la nueva geografía del mundo está lejos de ser
meramente Sur-Sur, o tampoco Este-Oeste, marca principal de los tiempos de la
guerra fría; o mismo Norte-Sur, en el sentido del viejo paradigma de las relaciones
de dependencia centro-periferia.

La globalización se encarga de transformar todas las formas de compartimentación


hemisférica, continental o aún sub-regional del mundo. O sea, la geografía
económica tiende a separar las geografías física y humana. Por ejemplo, nuevos
acuerdos bilaterales del tipo Japón-México y Chile-China contradicen la lógica de
las fronteras físicas. La movilidad volátil de las aplicaciones financieras y los "call
centers" en India rediseñan el mapa del trabajo.

El hibridismo del espacio se traduce en la generación de un medio ambiente en


general altamente alterado y degradado. El deterioro del medio ambiente urbano se
generaliza, llevado por el aumento del consumo de materias primas por una
industria cada vez más globalizada.

Hay efectos como pérdida del contacto con los bártulos, sonidos e imágenes de los
medios locales, traída por el medio ambiente urbano fuertemente hibridizado,
llevando a un desarraigo cultural del ser humano en escala planetaria. La vieja
relación hombre-medio debe ser así hoy recriada.
La percepción del problema tiene lugar de inicio en el campo de la reflexión ética y
teorética, relacionada a una condena radical de una economía comandada por los
intereses de consumo de la industria, hasta que por fin se traduce en un conjunto
de medidas de reconstrucción de los paisajes en los espacios de medio ambiente
más degradados. Entre un momento y otro, se vive una etapa de rescate de las
diferentes prácticas experimentadas por los países donde los problemas de la
degradación fueron físicamente sentidos, por medio de actitudes de conservación y
preservación de los paisajes alterados.

Un choque está, por lo tanto, aconteciendo entre el desarrollo desnorteado de las


fuerzas productivas de la industria y las relaciones de producción capitalistas
criadas para regularizarlas.

Y una presión consecuente por la sustitución de esas relaciones por otras que
reorienten y den nuevo direccionamiento al desarrollo de las fuerzas productivas en
sus relaciones con la sociedad capitalista y el medio ambiente, consideradas las
posibilidades creadas por la ciencia y tecnología de la nueva revolución industrial
en curso (la tercera revolución industrial) y los intereses de la globalización
financiera.

Hay aún otro factor que modifica el campo geográfico hoy día. Se trata del
fenómeno de las migraciones, de la movilidad poblacional, del llamado “people on
the move” que está alterando la configuración de la ocupación y habitación del
mundo tal como antes estaba establecida. En ese sentido, Paris, Roma y otras
capitales europeas tienen hoy día una parte considerable - con inclinación a
volverse mayoritaria - de africanos y árabes.

Eso tiene impacto en la configuración de la ciudad, en la división del espacio de


vivienda. En términos de porvenir, dejará patente el impacto sobre la religión y la
configuración de la población. Con bajas tasas de natalidad, la secularizada Europa
ve multiplicarse en su seno la descendencia de esos pueblos “otros” venidos de
otras latitudes y longitudes, que en su mayoría son musulmanes y consideran una
prole numerosa bendición de Dios. Pero que en ése y otros sentidos se contrapone
al Cristianismo histórico, religión antes mayoritaria en aquella parte del mundo.

Del otro lado está la realidad de América del Norte, sobretodo Estados Unidos y
Canadá, que reciben diariamente olas y olas de migrantes, sobretodo latinos, por el
hecho de que estén cercanos a sus fronteras. La población latina en Estados
Unidos crece exponencialmente de año para año.

Y a pesar de la severa política migratoria estadounidense, a cada 100 deportados


entran 400 nuevos migrantes, lo que lleva a suponer que en un porvenir no muy
distante, la población latina sobrepasará cuantitativamente la hasta entonces
mayoría blanca y WASP. Ya se encuentran latinos en cargos políticos importantes y
en la jefatura de empresas. Sin embargo la inmensa mayoría aún vive en
condiciones lejos de las ideales, además de estar bajo constante amenaza de
deportación, de ilegalidad y de condena a vivir en clandestinidad.

El desafío cultural
El proceso de globalización trae consigo también un gran desafío cultural. En él se
encuentra la mayor oportunidad aparecida en los últimos años para extender la
comunicación entre los seres humanos, llevando el progreso de la humanidad a los
puntos más distantes de la tierra y tornándolos disponibles para todos. Por otro
lado, provoca una serie de temores.

Para muchas personas en los países industrializados, esta palabra representa el


fracaso en el trabajo, la desintegración social y la destrucción ambiental. Además,
en muchas partes del mundo, se teme un imperialismo cultural occidental, que se
extiende sin llevar en cuenta otras culturas y valores.

Sin embargo, no todos los desarrollos económicos concretamente juzgados como


negativos del punto de vista de los que son por ellos afectados deben ser atribuidos
a la globalización. Muchas veces la principal causa son factores internos como las
estructuras de producción desfavorables, un flaco sistema político-administrativo,
un gobierno mal dirigido o medidas económicas, sociales y políticas inadecuadas
generando efectos claramente negativos.

Íntimamente encendido a la globalización - que efectivamente es un proceso


sobretodo económico - existe otro proceso de diseminación de conceptos
occidentales, de valores y modelos que, en cierta medida ha disminuido las
diferencias culturales entre las regiones del mundo.

Medios y herramientas modernas de comunicación, bien como las exportaciones de


ideas concretas para determinados servicios, además del turismo expandido, llevan
cada día al mundo entero estilos de vida occidentales y despiertan por todas partes
expectativas de desarrollo configurado según esos modelos.

Así también modos de producción, calidades de consumo y de ocio. Esto es debido


en parte a que la forma occidental de civilización ejerce una atracción grande sobre
personas, aún de otras culturas. Por otro lado, esta inclinación también es
fomentada conscientemente por los países industrializados y, especialmente, por
empresas multinacionales, por motivos comerciales.

El proceso de globalización no es sin embargo de ninguna manera tan completo


como pretenden algunos. Por ejemplo, la creciente liberalización del comercio
choca frontalmente con una política de emigración extremadamente restrictiva que
permite apenas condicionalmente a los pobres buscar trabajo donde les sea más
favorable.

Todas las esperanzas y promesas relacionadas con la globalización tampoco


deben obstruir la visión sobre el otro rostro de este desarrollo que tiene costes
sociales y ecológicos muy altos. También el mundo globalizado tiene ganadores y
perdedores. Y eso ciertamente tiene mucho a ver con la relación medios-fin, que
adentro del mundo globalizado se encuentra desequilibrada.
La evolución técnica en el área de comunicación permite el cambio de
informaciones en una intensidad hasta entonces desconocida lo que, para el
contacto entre las culturas no puede quedarse sin consecuencias. Las áreas de
telecomunicaciones y redes electrónicas en-línea ganaron en los últimos años
grande importancia y prometen una grande expansión también para el porvenir
inmediato. Delante de estas ventajas es, sin embargo, muchas veces, olvidado el
otro lado de intercomunicación global.

Por ejemplo, el flujo de información global enviado por el Internet es muy


desigualmente distribuido. Solo EEUU detienen un 80 por ciento del mismo. Un
cuadro semejante acontece con los teléfonos celulares. La mayoría de las personas
en los países en desarrollo, sea a causa de la infraestructura precaria y de las tasas
muy altas de uso, es excluida de las nuevas tecnologías de comunicación. Más
digno de nota aún es el hecho de que casi mil millones de personas son
analfabetos.

Agregada a eso está la cuestión de los contenidos transmitidos a través de estas


nuevas tecnologías, quiénes son altamente ambivalentes. Por un lado, la Internet
trae nuevas oportunidades como la transferencia de conocimientos económicos, la
posibilidad de aprender con a World Wide Web o una rápida comunicación global
vía e-mail.

También el hecho de que los contenidos que son transmitidos a través del Internet
son difícilmente dominables, incluso por los regímenes autoritarios, demostró
ventajas. De la misma forma el éxito de la cooperación en el caso de violación de
los derechos humanos. Por otro lado, pueden esparcirse a través del Internet
también contenidos criminales, como pornografía infantil, racismo, pedofilia,
concitación al suicidio y la glorificación de la violencia en niveles desconocidos.
Finalmente, están los efectos reconocidamente nocivos que el Internet puede traer
a la calidad de la formación mental e intelectual de sus usuarios. Si por un lado ella
amplió al infinito la oferta de información, que pasó a ser más abundante de lo que
jamás fue, por otro lado eso significa que existe escasez de atención. Una misma
persona puede asistir televisión, leer un blog y “twitter” al mismo tiempo, pero el
nivel de atención que ella tendrá condiciones de prestar a cada cosa es
extremadamente limitado.

En este sentido y en este nivel, el Internet no acaba con el problema de la escasez,


o sea, de haber recursos escasos para finalidades infinitas. Apenas lo transfiere
para otra esfera. “Lo que es llamado en la economía de “economía de la
abundancia” puede ser llamado por otros” economía de la atención”, que resulta en
una” economía de la asimilación”.

La abundancia de medios, por lo tanto, no está equilibrada con la escasez de fines.


Los medios deben llevar a un fin que sea bueno y válido en sí mismo. No hacerlo
es también desrespetar al otro.

El verdadero problema moral está puesto por el dicho coloquial: “Los fines justifican
los medios”. O sea, se debe tomar los medios necesarios y dignos para el fin que
se anhela, pero cuidar para que no estén en contradicción con el mismo fin.

Desafío de una teología mística de ojos abiertos


El teólogo Johann Baptist Metz, discípulo destacado del grande teólogo Karl
Rahner y fundador de la teología política en el campo católico usa la expresión
“mística de ojos abiertos” para hablar del clamor de la tierra, de la unión entre la
experiencia de Dios inspirada bíblicamente y la percepción intensa del sufrimiento
ajeno.

Según él, “la experiencia de Dios inspirada bíblicamente no es una mística de ojos
cerrados, sino una mística de ojos abiertos; no y una percepción relacionada
apenas con nosotros mismos, sin una percepción intensificada del sufrimiento
ajeno. “
Seguramente Metz se refiere ahí a la etimología de la palabra “mística” que viene
de del verbo gr. múó 'cerrar, callarse, cerrar la boca o los ojos'. Va más lejos,
afirmando que la mística adentro de la tradición judaico-cristiana es una mística de
ojos abiertos. La experiencia mística, así, no consiste tanto en tener visiones
extraordinarias, como en tener una visión nueva de toda la realidad, descubriendo a
Dios como su última verdad, como su fundamento vivo, actuante y siempre nuevo.

El “místico de ojos cerrados” vive con una inusitada hondura y conciencia, el viaje
sin fin del encuentro con Dios que cada un inicia desde primer día de la existencia.
Salir de sus manos, y entrar en el espacio y tiempo de la vida y del mundo, no fue
una despedida, pero por el contrario, el comienzo de un encuentro que ya no tiene
fronteras.

Se cierran los ojos para vivir la intimidad poblada por el misterio inagotable de un
Dios devotado para nosotros. Esta mística fue muy bien reflejada y desarrollada en
todas sus etapas por grandes maestros de la vida espiritual como Santa Teresa de
Jesús y San Juan de la Cruz.

Por otro lado, el “místico de ojos abiertos”, abre bien su mirada para percibir toda la
realidad, porque sabe que la última dimensión de todo lo real está habitada por
alguien, por Dios. Se relaciona con el mundo, dándose cuenta de las señales de
Dios que llenan toda la Creación con su acción incesante, con su fascinante
creatividad sin fin.

La pasión de su vida es mirar contemplativamente y no se cansa de contemplar la


vida porque busca en ella el rostro de Dios. Bucea en las situaciones humanas,
dilaceradas o felices, buscando esa presencia de Dios que actúa dando vida y
libertad.
Ya la escolástica y la Teología Clásica afirman que la mística es “Fides occulata”,
una fe dotada de ojos, una fe alumbrada porque puede ver la realidad a la luz de
Dios. Se encuentran los dos tipos de místicos en la historia de la Iglesia: los de ojos
abiertos y los de ojos cerrados. De ambos hay abundantes ejemplos en la Biblia y
tradición. Así en el AT los profetas tienen sus visiones y éxtasis con los ojos bien
abiertos, tal como lo dice el profeta Balaán.

Sus ojos ven desde la perspectiva de Dios y, a pesar de contratado por el rey para
maldecir el pueblo judío, al contemplarlo en su verdad, lo ve cumulado de
bendiciones del Alto y le anuncia un porvenir de paz y abundancia. Se trata de
alguien que contempla a Dios de ojos abiertos, escrutando finamente a historia e
inspirado de lo que sienta en su corazón y que le desborda por los ojos. Así la
mirada con la que ve el pueblo es parte intrínseca de su experiencia de Dios.

En ése ver, en ése abrir los ojos, lo que ve es el espesor del humano y del criado
como lugar de revelación del Dios invisible. La mística cristiana, por lo tanto, si
contempla Dios, solo puede y solo tiene posibilidad de contemplarlo por el camino
de la alteridad del otro. El rostro del otro, del prójimo es el único camino que hace
con que el Dios contemplado no sea una proyección engañosa, una fantasía
alienante que aleja de la realidad que clama por justicia.

Y la Biblia repite eso una y otra vez. Es así que el Dios de la Biblia, desde los
primordios de la trayectoria del pueblo de Israel, va a revelarse como el go´el, el
defensor, el vocero, el abogado del huérfano, de la viuda, del extranjero, del pobre,
en fin, de todo aquél que no tiene quien hable por él, por ella. Mística y ética
estarán desde ahí para siempre unidas y reunidas en la fe bíblica. Y no habrá
posibilidad de vivirse una sin la otra.

Pues Dios habla por la boca de los profetas diciendo que vomita de su boca los
sacrificios de becerros gordos ofrecidos a expensas de la explotación del pobre y
de la injusticia cometida a escondidas en los palacios suntuosos. O acusa los que
ayunan y alaban a Dios al mismo tiempo en el que venden el pobre por un par de
sandalias.
En el Nuevo Testamento, Jesús de Nazaret, en quien la primera comunidad
reconoció el Cristo de Dios, llevará esta regla desde oro hasta las últimas
consecuencias. En medio su relación de amorosa y filial confianza con el Padre,
Jesús abre los ojos y ve a su vuelta las personas excluidas, pobres, pecadores,
enfermos.

Los últimos de todas las categorías no escapan a su mirada compasiva, que sabe
ver y sentir de manera nueva. Recría la mirada, recriando al mismo tiempo la vida
de las personas en quien posa sus ojos y que, viéndose reflejadas en el espejo vital
de esos ojos, se redescubren hijas, hermanas, seres humanos con nueva dignidad.

La verdadera mirada sobre la realidad, por tanto, tiene que ser capaz de medirse
con las víctimas del mal, de la injusticia y de la violencia en este mundo: el pobre, el
enfermo, el infeliz, el marginado. Ahí reside la prueba de la conversión, del amor a
Dios y del respeto al otro, del deseo de servir a ambos, corazón de la verdadera
mística.

Desafío de una teología plural y dialogante


El pluralismo está presente en la historia del Cristianismo desde sus primordios. Ya
desde los primeros siglos, el cristianismo nacido en el seno del judaísmo deberá
encontrar modos de comunicarse en el seno del mundo pagano y politeísta de
Grecia y de Roma antiguas.

Para tal, deberá servirse de las categorías de la filosofía griega, antigua y pagana,
así como será compelido a dialogar con los diferentes dioses presentes en este
mundo, a fin de poder hacer visible y audible la experiencia de su Dios.
Un ejemplo sabroso y potente de ese pluralismo y de la entrada del Cristianismo en
él es el episodio de Pablo en el areópago de Atenas, con su anuncio del Dios
desconocido, descrito en el capítulo 17 del libro de los Hechos de los Apóstoles.

Ese pluralismo pareció obscurecerse en la Edad Media, cuando el mundo


occidental era maciza y casi totalmente cristiano. Los que profesaban credos
diferentes eran considerados herejes e infieles a ser combatidos y eliminados. La
Reforma Protestante recoloca la cuestión del pluralismo, rompiendo a univocidad
de la cristiandad. El proceso de secularización, con la autonomía de la razón, el
racionalismo y la crisis de las instituciones trae nuevos elementos para un cuadro
donde la homogeneidad ya estaba sino rota, al menos cuestionada.

Hoy ese pluralismo aparece reconfigurado. Asistimos a la privatización de la vida


religiosa, que va de par con la autonomía del hombre moderno versus la
heteronomia que regía el mundo teocéntrico medieval.

Cada un compone su propia “receta” religiosa y el campo religioso pasa a si


asemejar a un grande supermercado, así como también a un “lugar de tránsito”
donde se entra y se sale. La modernidad no liquidó con la religión. Por el contrario,
ésta resurge con nueva fuerza y nueva forma, no más institucionalizada como
antes, sino plural y multiforme, salvaje y mismo anárquica, sin condiciones de
volver al pre-moderno.

El ser humano que vivió la crisis de la modernidad, o que ya nació en medio a su


clímax, y ya nada en aguas después-modernas, a la diferencia del adepto de la
religión institucional, que adhiere a una solo religión y en ella permanece; o mismo
del ateo o agnóstico, que niega la pertenencia y la creencia en cualquier religión es
como un “peregrino” que cama por entre los meandros de las diferentes propuestas
religiosas que componen el campo religioso, no teniendo problemas en pasar de
una para otra, o mismo de hacer su propia composición religiosa con elementos de
una u otra propuesta.
La cuestión de la sacralidad presenta, pues, la faz de la pluralidad. Faz ésta que,
por su vez, implicará igualmente en la existencia de una interfaz: la de las
diferentes tentativas del diálogo inter-religioso, de la práctica plurireligiosa y de la
dupla pertenencia y de la religión del otro como condición de posibilidad de vivir
más profunda y radicalmente la propia fe.

En términos fenomenológicos, la categoría “pluralismo religioso” se refiere


simplemente al hecho de que la historia de las religiones muestra una pluralidad de
tradiciones y una pluralidad de variaciones adentro de cada tradición.
Filosóficamente, sin embargo, el término se refiere a una particular teoría de la
relación entre estas tradiciones, con sus diferentes y competitivas características.

Ésta es la teoría según la cual las grandes religiones del mundo constituyen
concepciones y percepciones variadas, y respuestas a aquella que es la última y
misteriosa divina realidad.

Teología cristiana hoy: reflexión sobre una religión


El desafío de creer en esa contemporaneidad compleja y plural que es nuestra ha
sido, pues, tema de muchas obras de nombrados teólogos de la actualidad. Y
continúa representando un desafío más de lo que actual para la teología.

El proceso de secularización desencadenado por la crisis moderna presentará


varias características que aparentemente se revelarán incompatibles con la
conciencia de la presencia del Sagrado, con la vivencia de la fe y más aún con la
práctica de la religión, sobretodo aquélla institucionalizada.

La secularización y el desencantamiento del mundo continúan su camino a pesar


de la crisis de la modernidad y de la razón potente. Y la religión, transubstanciada
en múltiplas y diferentes formas, no compatibles con las pre-modernas, continúa a
ser interpelada ferozmente.
Si los “maestros de la sospecha” se encuentran al menos parcialmente
desmentidos, una vez que el profetizado ocaso irremisible de la religión no
aconteció y se constató mismo una “vuelta del sagrado”, permanece la cuestión si
esa crisis del religioso implicaría una crisis de la fe en igual proporción.

A después-modernidad rescató el sagrado, pero se trata de un sagrado sin


absolutos y sin rostro, no pudiendo ser puesto en posición de paridad con el
contenido de la experiencia de fe tal como la entiende el cristianismo. Eso nos lleva
a una constatación: el contrario del ateísmo no es la religión y sí la fe.

Religión y fe, por tanto, no son sinónimas. Esa constatación, por su vez, acarrea a
una pregunta. Y a pregunta es no apenas si podemos identificar fe y religión. Pero
también: ¿cómo definiríamos el cristianismo? ¿Es pertinente definirlo cómo una
religión?

Si la religión es definida y comprendida como “un conjunto de creencias


relacionadas con aquello que la humanidad considera como sobrenatural, divino y
sagrado, bien como el conjunto de rituales y códigos moráis que derivan de esas
creencias”, de la fe no se puede decir lo mismo.

La fe es fundamentalmente respuesta a una propuesta hecha a la libertad del ser


humano, llamado a ella contestar con todas las dimensiones de su ser. Se trata, por
tanto, de un momento según, posterior, asentimiento a algo propuesto
anteriormente por otro.

Creer no es, pues, iniciativa humana que busca un espacio donde desaguar sus
inquietudes y frustraciones, proyecciones de deseos fracasados y de carencias
irrealizadas.
Pero, por el contrario, se trata de actitud fundamental de recepción, acogimiento,
que genera entonces entrega, compromiso y empeño radical de la vida.

Todo el sentido, toda la importancia y la relevancia de la fe, por tanto, vienen del
hecho de ser una experiencia que secunda una propuesta proveniente por su vez
de Alguien. Alguien que no es igual a mí o a todos.

Lo más importante en la dinámica de fe es, pues, de quien viene a propuesta a la


cual se contesta y que consecuencias creer en esta propuesta desencadena en mi
vida. Contestando la esta cuestión, se llega al concepto que la Teología denomina
Revelación.

Según el cristianismo a entiende, Revelación es la Palabra de Dios que rompe suyo


silencio eterno e irrumpe en el tiempo y en el espacio humanos. El núcleo de la
Revelación es, pues el propio Dios que comunica al ser humano su misterio y su
proyecto, su invitación a la vida plena que representa la alianza y comunión con Él
y a entrega de la vida, energías y deseos en la construcción e implementación de
un mundo donde reine la justicia y la paz.

La Revelación llega al ser humano como gracia que sorprende y convoca la


libertad. Propuesta graciosa y gratuita, que pide una respuesta igualmente gratuita
por ser fruto de la gracia que la precede. Motiva el ser humano a contestar y a eso
lo capacita, más allá de las evidencias y comprobaciones empíricas.

Siendo primordialmente don, sin embargo, la fe también es tarea. El don que es la


fe, implica en responsabilidad, empeño concreto y radical. Ahí estará el criterio de
verificación que demostrará que la fe - esa experiencia constitutivamente humana -
es algo verdadero y no producto de nuestra imaginación. La fe es, por tanto el
correlato subjetivo de la Revelación, o sea, es la Revelación que llegó a su
destinatario, que alcanzó su meta.
La religión sería algo posterior, a saber, el soporte doctrinal, ritual, moral en el cual
esa fe se expresaría adentro de una sociedad humana que como tal, necesita
organizar sus experiencias más importantes. La religión se vuelve institución y eso
es importante para que la fe de las generaciones venideras encuentre un espacio y
una comunidad donde tenga apoyo y condiciones para su crecimiento.

Sin embargo, por eso mismo, toda religión es producto humano, inscrita en el
tiempo y en el espacio, deudora de una cultura y, por consiguiente, marcada por la
provisoriedad y sujeta a cambios y adaptaciones.

Así sucede con todas las religiones y también con la revelación y la fe cristianas
que hoy si defrontan con una encrucijada donde es convocada a recapacitarse bajo
grandes interpelaciones, entre ellas la del ateísmo contemporáneo.
CONCLUSIONES

 Lo más importante en la dinámica de fe es, pues, de quien viene a propuesta


a la cual se contesta y que consecuencias creer en esta propuesta
desencadena en mi vida. Contestando la esta cuestión, se llega al concepto
que la Teología denomina Revelación.

 Según el cristianismo a entiende, Revelación es la Palabra de Dios que


rompe suyo silencio eterno e irrumpe en el tiempo y en el espacio humano.

 El núcleo de la Revelación es, pues el propio Dios que comunica al ser


humano su misterio y su proyecto, su invitación a la vida plena que
representa la alianza y comunión con Él y a entrega de la vida, energías y
deseos en la construcción e implementación de un mundo donde reine la
justicia y la paz.

 Narrar a Dios más que buscar expresarlo en el interior de ritos, que quizás
carecen de significado, o de formulaciones dogmáticas que quizás no suenen
positivamente a los oídos contemporáneos, pasó a ser, hoy día, una necesidad.

 Y solo es posible hacerlo retomando la narrativa de Jesús de Nazaret, hecha


de parábolas e historias, cuyos personajes están visibles y al alcance de los
sentidos; y cuyos gestos inclusivos y amorosos son la confirmación viva y
palpable de la narrativa emprendida.

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