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“En este episodio, Jesús devuelve a Pedro su verdadera identidad. Al mismo tiempo, toca
el punto más sensible que subyace a nuestra debilidad, a nuestro pecado, a nuestra
fragilidad, y que nos cualifica porque es ahí donde descubrimos que Dios nos ama y que
estamos abiertos a su salvación. En este punto precisamente es donde se inserta nuestra
vocación y donde crece el verdadero conocimiento de Dios y de Nuestro Señor Jesucristo.
Las Lecturas que acabamos de escuchar, fueron las Lecturas que se proclamaron en La
Catedral el día de mi Ordenación Sacerdotal, 19 de Diciembre de 1996; día en el que se
conmemoraban cien años de la Ordenación sacerdotal del entonces Siervo de Dios
Monseñor Ismael Perdomo: El Profeta Isaías hacía evidente la acción del Espíritu para
evangelizar a todos, especialmente a los pobres. El salmista nos invitaba a proclamar,
cuántas y grandes son las maravillas que el Señor ha hecho con nosotros. Y, ese 19 de
Diciembre, como a la orilla del lago de Tiberiades, Jesucristo Resucitado nos preguntó a
cada uno: “¿Me amas?”. El entonces Arzobispo de Bogotá Don Pedro Rubiano Sáenz,
nos decía en su homilía: “La respuesta la darán cada día con la vida, como Pedro: “Señor,
tú sabes que te amo”. Y, esta entrega comporta también la Cruz”.
Veinticinco años después, constato la descripción que el Cardenal Martini hace del
Apóstol Pedro; es el Señor quien siempre ha estado presente, pues es su Obra; el Señor
Resucitado nos devuelve nuestra verdadera identidad. Y siempre tocará el punto más
sensible de nuestra debilidad, nuestro pecado, nuestra fragilidad y nos cualificará porque
es ahí donde descubrimos que Dios nos ama y nos salva. Es interesante analizar esta
experiencia del apóstol Pedro y traerla a nuestra vida: pues a mi modo de ver el ministerio
sacerdotal que ejercemos no lo realizamos a partir de nuestras propias fuerzas y
capacidades, sino a partir de nuestras debilidades, nuestro pecado y nuestra fragilidad; es
contrastante, pues es ahí donde el Señor Resucitado nos devuelve nuestra verdadera
identidad. Es maravilloso re descubrir esto. No es otra cosa distinta que percibir la
presencia del Señor en cada momento, todos los días, donde Él mismo extiende sus
manos para socorrernos.
Debemos alcanzar las profundidades de nuestra vida, porque si no; nuestro conocimiento
de Dios será superficial. Es en la prueba y en la purificación donde llegamos a descubrir
nuestra propia personalidad y veremos cómo el Espíritu Santo regenera nuestro interior y
se restaura en nosotros la identidad de hijo amado por el Padre y por Jesús. He intentado
en estos 25 Años de vida sacerdotal alcanzar las profundidades de mi propia existencia y,
han sido las comunidades en las cuales he estado; las que me han ayudado a tener una
visión realista de Dios, no simplemente una visión o un conocimiento superficial.
Agradezco de corazón a Dios su bondad para conmigo, doy gracias a su Hijo Jesucristo
que pasó por la rivera del Tiberiades de mi existencia débil y frágil y me llamó. Agradezco
el permitirme conocer cuatro comunidades parroquiales en las cuales vi el Rostro de Dios
en los acontecimientos más humildes. Cuánto aprendí de la generosidad, de la alegría,
del desprendimiento, del servicio desinteresado, de la pobreza y de la enfermedad; de
tantos y tantos Feligreses y Agentes de Pastoral. Me enseñaron a ser valiente, sencillo,
alegre y muy agradecido. En ellos experimenté este “amor” que transformó al apóstol
Pedro y lo hizo nuevo.
Maravilloso ministerio sacerdotal en estas Bodas de Plata, el cual agradezco celebrar en
esta Casa hermosa del Seminario Conciliar San José, en medio de mis hermanos
sacerdotes del Equipo y de ustedes estimados y amados Seminaristas en quienes veo
siempre el corazón eternamente juvenil de Dios. Es una gracia estar aquí, a la distancia
de aquel 19 de Diciembre del ´96. Permitámosle al Señor Jesús que nos siga interrogando
acerca del amor, pues Él; que es el Amor perfecto, nos cualificará para llegar a amar
como Él.
Ahora, en la mesa eucarística; dejémonos servir por Él, que con su bondad y su ternura
nos fortalezca para decirle siempre en el servicio a los hermanos: “Sí, Señor Tú sabes
que te amo”.