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HOMILÍA P.

ALFONSO REYNA RODRÍGUEZ

“Busquen al Señor, mientras lo pueden encontrar, Invóquenlo mientras está cerca”

Este anhelo del profeta Isaías, en Jesucristo ha encontrado su satisfacción plena, pues en
él, Dios se ha hecho el “encontradizo”, es más ¡sale a nuestro encuentro! Por los caminos
de Galilea y Judea, luego por los caminos del mundo entero en sus Apóstoles; y hoy está
cerca a través de la comunidad cristiana, así como en los sucesores de los Apóstoles y en
sus colaboradores los presbíteros.

De manera que participar en esta primera Misa presidida por el P. Alfonso es celebrar que
Dios sale a nuestro encuentro y ¡Está cerca!

Por ello, agradezco mucho la oportunidad que en este “kairos”, o tiempo de Dios, se me
da para compartir algunos pensamientos que surgen a partir de la Palabra de Dios
proclamada, que como lluvia fecunda la tierra y la hace germinar.

Agradezco los sres. Albino Reyna Martínez y María de la Luz Rodríguez, a nombre de la
Iglesia y seguramente de la humanidad entera a quien es enviado el P. Alfonso, la ofrenda
de su hijo. Hoy ustedes, por su sacerdocio bautismal, son los sacerdotes que ponen en
manos de Dios, por el ministerio de su hijo, lo más sagrado que tienen, a uno de los
suyos, para que el Padre sea glorificado. Este es el acto sacerdotal más sublime, donde el
P. Poncho aprenderá a entregar la propia vida.

Así mismo, felicito a sus hermanos, demás parientes y a esta comunidad de la Presa de
los Dolores, y les animo a que abran sus ojos y su corazón; pues no sea “que viendo no
vean, y oyendo no oigan”; y después anden pidiendo señales extraordinarias de la
fidelidad de Dios, cuando hoy se les muestra tan evidente, en la consagración que
Poncho ha hecho de su vida con el deseo de ser sacramento del rostro misericordioso y
cercano de Jesucristo, el enviado del Padre.

Por boca del profeta Isaías, Dios nos recuerda que sus planes no son nuestros planes,
ni nuestros caminos son sus caminos.

No es que Dios camine lejos del ser humano, más bien, el camino del hombre, en razón al
pecado, tiende a encerrarse en sí mismo y alejarse de Dios; por eso es necesario que nos
recuerde continuamente la invitación a revisar nuestros pensamientos para ver si son
conforme a él, pues sólo el camino de Dios nos plenifica y lleva a la realización como
personas. Los contemporáneos de Jesús no lo comprendieron, porque quisieron aferrarse
a su idea sobre Dios, cuando en realidad, fue un evidente signo de contradicción y por
ello, de novedad de cómo Dios vive en medio de su pueblo.

Por eso, como dijera el papa Francisco en la homilía de clausura del reciente Sínodo de
las Familias, los discípulos de Jesús hemos de cuidar de no viajar con “hoja de ruta”, es
decir, como quien tiene todo bajo control, pues eso nos puede impedir escuchar los gritos
del ciego del camino que necesita ver a Jesús. Tenemos que ser discípulos siempre
atentos, al estilo de Jesús, a lo que va aconteciendo a las voces de los que son
marginados, quienes siempre serán incómodos pues pueden romper nuestro plan del día.
P. Alfonso, podemos tener una planificación, una agenda; pero ojalá siempre recuerde
que el plan de Dios es que todos nos sentemos a la mesa, que todos seamos incluidos en
su banquete, que todos sean mirados con amor y elección, como hoy seguramente Usted
lo percibe y se goza.

Por eso, que su ministerio se viva en continuo asombro y novedad, pues los caminos y
pensamientos de Dios nunca dejarán de sorprendernos…

Esto implicará una continua donación de la propia vida, al estilo como la carta a los
Hebreos lo ha reflexionado de Cristo Jesús, quien es el Sumo Sacerdote, único y eterno,
el cual pudiéndose quedar en la tranquila intimidad del Dios, Uno y Trino, se incómoda
ante la necesidad de la humanidad de reencontrarse o reconciliarse con Dios, y dice: No
pides expiaciones ni holocaustos, así que dije “Aquí estoy”.

P. Poncho, hoy también la humanidad necesita ser acaricida con la misericordia de Dios,
ser conducida a pastos frescos, tener un pastor que le dé seguridad y certeza… ese ha
sido el alcance de su respuesta a la llamada de la comunidad cristiana por medio del p.
Rector el día de su ordenación…, su respuesta al decir: “presente”, es un “Aquí estoy”,
aquí está mi vida… aquí está mi cuerpo y mi sangre… tomen y beban de ella.

Más adelante, la lectura de Hebreos nos recuerda algo fundamental del sacerdocio de
Jesucristo, y del sacerdocio de la nueva alianza del que participa el ministerio del
presbítero:

Cristo no se confirió a sí mismo la dignidad de sumo sacerdote; se la otorgó quien


había dicho: “Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy”.

Así que Cristo es Sumo y Eterno Sacerdote, en razón a su naturaleza de Hijo Amado de
Dios y por su condición humana; y como tal, es el único que puede ser interlocutor entre
Dios y los hombres, por su cuerpo glorificado se nos ha abierto la posibilidad de un canal
de diálogo y encuentro con Dios, que ya nadie cerrará y que se abre a toda la humanidad.

Podemos decir que la esencia del sacerdocio al estilo de Cristo, está en la conciencia filial
de ser hijos amados de Dios, de ahí la centralidad del sacerdocio bautismal. Es más, por
eso es más importante el sacerdocio bautismal que el sacerdocio ministerial… se puede
ser sacerdote bautismal, pero no ministro sacerdotal (como toda esta gente aquí reunida,
como sus papás que lo ofrendan a Dios), pero no se puede ser sacerdote ministerial sin el
sacerdocio bautismal. Es más, me atrevo a afirmar… que en la vida eterna el único
sacerdocio que permanece, es el que tenemos por el bautismo. Es en la comunión íntima
con Dios por medio de Jesucristo, sumo y eterno sacerdote, donde llegará a plenitud el
sacerdocio o la conciencia filial de todo ser humano que lo haya aceptado como su
Salvador, y con él “será sacerdote eterno según el rito de Melquisedec”.
Por eso, bellamente se dice que el sacerdocio ministerial está en razón al sacerdocio
bautismal; su sentido no está en hacerse distinto (ahí ya no sería un sacerdocio cristiano,
sino pagano), ser sacerdote no es una cuestión de dignidad, pues no hay mayor dignidad
que ser hijo amado de Dios…; el valor de ser presbítero estará en ayudar a que todo ser
humano pueda entrar en comunión de vida y amor con Dios nuestro Padre, por medio de
Cristo Jesús en la fuerza del Espíritu Santo.

P. Poncho, me parece muy oportuno el Evangelio elegido para esta Eucaristía, pues el
fundamento de todo su ministerio estará, como lo tiene Jesús, en la certeza del amor de
Padre Dios: “Yo les he dado a conocer tu nombre y se lo seguiré dando a conocer,
para que el amor con que me amas esté en ellos y yo también en ellos”

Los presbíteros hemos sido llamados a manifestar el amor de Dios para la humanidad y el
principio de toda misericordia es la conciencia de saberse amado por Dios. Es aquí donde
la oración será fundamental, en un ministerio que tiende a “comernos”, sólo podremos
multiplicarnos al saber que no se nos devora, sino que alimentamos y damos vida. Somos
personas que amamos, porque Dios nos ha amado primero; somos personas entregadas,
porque Dios se nos ha entregado primero.

Los presbíteros hemos sido marcados con el carácter sacramental del amor de Dios, un
amor que significa fidelidad y servicio a la humanidad. Es por ello, que nuestro ministerio
no es una función que termina al cabo de un tiempo determinado, porque nos hemos
consagrado para ser sacramento del amor siempre fiel de Dios, y su servicio permanente
al ser humano. De ahí, que si por algo nos hemos de distinguir los ministros ordenados es
por nuestra consagración al servicio. Somos sacramento del servicio de Dios a la
humanidad.

Así pues, la misión del presbítero no está reducida a la glorificación de Dios (él no
necesita de ello), el culto no se reduce al templo; sino que está llamado a la glorificación
de la humanidad, pues como dice san Ireneo: “la Gloria de Dios es que el hombre viva”.
Salvar no significa sólo rescatar, como quien echa un salvavidas desde una posición más
segura; Jesucristo, con su encarnación nos ha enseñado que se trata de dignificar,
acompañar, amar, tocar la humanidad y el pecado para manifestar allí el amor y cercanía
de Dios. Este será el verdadero culto agradable al Padre, que dará Gloria a su nombre.

Sólo así, este mundo tan desconfiado del ministerio sacerdotal, reconocerá que el Padre
lo ha enviado y vive en comunión con Él; tal como lo dice Jesús en el Evangelio
proclamado: Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como
nosotros somos uno. Yo en ellos y tú en mí, para que su unidad sea perfecta y así el
mundo conozca que tú me has enviado y que los amas como me amas a mí.

Ahora bien, permítaseme unos consejos para la vivencia de su ministerio presbiteral, yo…
quien ha tenido la bendición de acompañarlos durante muchos años de su formación, y
como un padre que se siente alegre y responsable por la fecundidad de su vida..,
tomando una comparación del futbol…,
Ante todo, somos miembros de un equipo, somos una comunidad que tenemos como
meta la glorificación y dignificación de la humanidad por la fuerza del Espíritu. Es decir,
todos los bautizados tenemos el deseo de meter gol y ganar, y unos de una u otra forma
participamos para conseguir el triunfo.

P. Poncho, cuide que en su ministerio no corra solo con el balón pegado a sus pies,
queriendo llevarse a todo el equipo adversario, por el contrario, aprenda:

… a levantar la cabeza, sea un sacerdote que sabe descubrir los signos de los tiempos,
que percibe a Dios en el día a día, que descubre la novedad y vive con sentido de
esperanza cristiana la historia. No se empecine en demostrar nada, en que usted sólo
puede…, confíe más en Dios…

… también confíe en sus compañeros de equipo, no está solo, estamos con usted el
Obispo, los presbíteros y toda la comunidad cristiana, ¡Somos de su mismo equipo!,
recuerde que tenemos el mismo ideal de hacer presente el Reino de Cristo en el mundo y
llegar a la casa del Padre…

… haga jugar a los demás, esto será fundamental en su tarea como presbítero, promover
los carismas de los prójimos, al estilo de un medio creativo que sabe desmarcarse para
dar espacio al compañero y ofrece perspectivas de avance. Ante todo, potencie la
diversidad de carismas que hay en su entorno, que cada uno se sienta tomado en cuenta
y parte del equipo. En particular, valore el carisma de la mujer, no sólo en función a un
servicio (y menos al propio servicio), sino en razón a su ser de mujer. No tema compartir
la vida y misión presbiteral con ella (no en particular, sino con toda mujer), pues sólo así la
tarea pastoral será más sacramento de Dios que es Padre y Madre. En la
complementariedad de los carismas de varón y mujer, respetando la propia consagración
de vida (lo cual implicará un continuo discernimiento), considero que está la estrategia
para encontrar nuevos espacios para dar vida al mundo.

… celebre el triunfo… cada Eucaristía es una anticipación de la victoria eterna, de la cual


estamos ciertos, porque Dios nos ha amado primero, por eso estamos alegres. Nuestra
vocación es vivir la alegría y ser testigos de ella.

¡Hoy estamos alegres!, porque Dios es fiel a sus promesas, no se olvida de su pueblo, ha
consagrado a un ministro suyo para dar continuidad a su obra salvadora.

Presídanos, P. Alfonso, esta Eucaristía, elevando a Dios, Padre de misericordia, nuestro


canto de alabanza y acción de gracias.

Lecturas para Cantamisa


Primera lectura

Lectura del libro del Profeta Isaías (55, 6-13)

Busquen al Señor, mientras lo pueden encontrar,


Invóquenlo mientras está cerca;
Que el malvado abandone su camino,
y el criminal, sus planes;
que regrese el Señor, y él tendrá piedad;
a nuestro Dios que está siempre dispuesto al perdón.

Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes,


Sus caminos no son mis caminos, dice el Señor.
Porque así como aventajan los cielos a la tierra,
Así aventajan mis caminos a los de ustedes
Y mis pensamientos a sus pensamientos.

Como bajan del cielo la lluvia y la nieve


Y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra,
De fecundarla y hacerla germinar,
A fin de que dé semilla para sembrar
Y pana para comer,
Así será la palabra que sale de mi boca:
No volverá a mí sin resultado,
Sino hará mi voluntad
Y cumplirá su misión.

Saldrán ustedes con alegría y los llevarán seguros:


A su paso los montes y las colinas cantarán
Y aplaudirán los árboles silvestres.
En vez de espinos crecerán cipreses
Y en lugar de ortigas, arrayanes.
Todo esto le dará gloria a Dios
Y será un monumento que jamás se acabará.
Palabra de Dios

Salmo responsorial
Del salmo 39

R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.


Con una gran confianza
Esperé en el Señor;
Él se inclinó hacia mí
Y escucho mi clamor.
Él me puso en la boca un canto nuevo,
Un himno a nuestro Dios. R.

Sacrificios y ofrendas ya no quieres,


En cambio me has dejado oír tu voz;
No pides expiaciones ni holocaustos,
Así que dije “Aquí estoy”. R.

En el libro sagrado se me ordena


Cumplir lo que tu mandas.
Me agrada hacer tu voluntad, Dios mío,
Pues tu ley es la entraña de mi entraña. R.

He dado a conocer tu salvación


Ante todo tu pueblo;
Tú bien sabes, Señor,
Que no guardé silencio. R.

Tú Señor, no me niegues tu clemencia;


Que tu amor y lealtad,
Por siempre me protejan. R.

Segunda lectura
De la carta a los Hebreos (5,1-6)

Hermanos todo sumo sacerdote es un hombre escogido entre los hombres y está
constituido para intervenir en favor de ellos ante Dios, para ofrecer dones y sacrificios por
los pecados. Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, ya que él mismo está
envuelto en debilidades. Por eso, así como debe ofrecer sacrificios por los pecados del
pueblo, debe ofrecerlos también por los suyos propios.
Nadie puede apropiarse ese honor, sino sólo aquel que es llamado por Dios, como lo fue
Aarón. De igual manera, Cristo no se confirió a sí mismo la dignidad de sumo sacerdote;
se la otorgó quien había dicho: Tú eres sacerdote eterno, como Melquisedec. Palabra de
Dios.

Aclamación antes del Evangelio

R. Aleluya, aleluya.
Yo me santifico a mí mismo por ellos, para que también ellos sean santificados en la
verdad, dice el Señor.
R. Aleluya, aleluya.

Evangelio
Lectura del Santo Evangelio según san Juan 17, 6. 14-26
En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: “Padre, he manifestado tu nombre a
los hombres que tú tomaste del mundo y me diste. Eran tuyos y tú me los diste. Ellos han
cumplido tu palabra.

Yo les he entregado tu palabra y el mundo los odia, porque no son del mundo, como yo
tampoco soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los libres del mal.
Ellos no son del mundo como tampoco yo soy del mundo.
Santifícalos en la verdad. Tu palabra es la verdad. Así como tú me enviaste al mundo, así
los envío yo también al mundo. Yo me santifico a mí mismo por ellos, para que también
ellos sean santificados en la verdad.

No sólo te pido por mis discípulos, sino también por los que van a creer en mí por la
palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú Padre, en mí y yo en ti somos uno, a
fin de que sean uno en nosotros y el mundo crea que tú me has enviado.

Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno.
Yo en ellos y tú en mí, para que su unidad sea perfecta y así el mundo conozca que tú me
has enviado y que los amas como me amas a mí.

Padre, quiero que donde yo esté, estén también conmigo los que me has dado, para que
contemplen mi gloria, la que me diste, porque me has amado desde antes de la creación
del mundo.

Padre justo, el mundo no te ha conocido; pero yo sí te conozco y éstos han conocido que
tú me enviaste. Yo les he dado a conocer tu nombre y se lo seguiré dando a conocer,
para que el amor con que me amas esté en ellos y yo también en ellos”. Palabra del
Señor.

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