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FRAUDE A LA LEY

No es poco frecuente que se presenten situaciones en las que los individuos o


entidades que en ellas intervienen, con el fin de evadir o eludir los efectos de una
norma, recurran a distintos tipos de ardid, que en apariencia se presentan como
respetuosos del ordenamiento jurídico, pero que en realidad lo han defraudado. Ello
se conoce en doctrina jurídica como Fraude a la Ley. Este fenómeno consiste en la
utilización abusiva de las formas legales para obtener resultados contrarios a los
propósitos o finalidades de la norma. El fraude a la ley no solo afecta la equidad y
la justicia, sino que también pone en peligro la integridad del sistema legal en su
conjunto.

I.- CONCEPTO DE FRAUDE A LA LEY.

Alexandre Ligeropoulo (“La defensa del Derecho contra el Fraude”. Revista de


Derecho Privado, Tomo XVII, Madrid, España, 1930, Pág. 2) señala que el Fraude a
la ley es “Toda operación, toda maniobra cuyo objeto es eludir una disposición
expresa de la ley o ponerse en condiciones de invocar una ley contrariamente a su
espíritu”. Este autor considera el Fraude a la Ley en un sentido amplio, el cual
abarcaría tanto las diferentes simulaciones y fraudes imaginables, como también el
Fraude a la Ley en sentido estricto.

En nuestro país don Raúl Díez (“La Simulación de Contrato en el Código Civil
Chileno”. 2ª Ed. Editorial Fallos del Mes, Santiago, Chile, 1982, Pág. 249.), nos da el
siguiente concepto: “El Fraude a la Ley consiste en la celebración de varias formas
jurídicas permitidas por la ley, las cuales juntas y combinadas, producen un
resultado que la ley prohíbe. El Fraude a la Ley no burla la letra de la ley, sino sólo su
espíritu”. Por su parte don Rodrigo Guiñez Fuentes (“El Fraude a la Ley”. Editorial
Jurídica Congreso. Santiago, Chile, 1998, Pág. 32.), precisando el concepto, expresa
que el Fraude a la Ley consiste en: “El empleo de un acto o combinación de actos,
jurídicos y/o fácticos, en sí lícitos y reales, pero que conducen a un resultado
prohibido por la ley o análogo a éste”.

Destaca también, el concepto entregado por don Fernando Fueyo Linneri (“El fraude
a la ley”. En RDJ, Tomo LXXXVIII, 1991), quien señala que hay fraude a la ley
cuando “por actos reales, no simulados y voluntarios aunque a veces sin que exista
necesariamente intención fraudulenta -a juicio de la mayoría- se crea de hecho una
situación aparentemente licita y conforme a la ley, tomada en su literalidad; pero
que tiene como efecto violar el espíritu de la ley pudiendo infringir a este respecto
el contexto o bien normas determinadas”.

Sin embargo, a nuestro entender, es don Marcelo Cevas Fuentes ( “Elementos para
una aplicación integral de la teoría del fraude a la ley en el derecho chileno”.
Colección de tesis Magíster en Derecho de la Empresa, Universidad del Desarrollo,
Concepción, año 2003.), quien encierra con claridad lo que debe entenderse por
fraude de ley, señalando que éste fraude “consiste en la realización de uno o varios
actos que originan un resultado contrario a una norma jurídica, y al o los que se ha
amparado en otra norma dictada con distinta finalidad, logrando con ello un
propósito u obteniendo un beneficio que, de haber sometido su conducta
directamente a la norma eludida, no habría podido obtener, por encontrarse
prohibido por el ordenamiento jurídico.”

Llama poderosamente la atención que no obstante la trascendencia del tema, este


no haya sido abordado más profundamente por la doctrina nacional, y menos por
nuestro legislador, extrañándose -a nuestro juicio- un tratamiento positivo expreso,
como ocurre en España, más allá que es claro, sin lugar a dudas, que nuestro
ordenamiento jurídico reconoce y sanciona esta conducta.

Para estar en presencia de un Fraude a la Ley, es necesaria la concurrencia de a lo


menos, los siguientes elementos:

a) Empleo de una Ley de cobertura y una Ley burlada. Se emplea una ley, en sentido
amplio, como cobertura a la ley burlada. La ley burlada debe ser de aquellas que la
doctrina denomina como imperativas, es decir, aquellas cuyo cumplimiento no
queda entregado a la voluntad de los intervinientes y cuyo objeto principal es
salvaguardar los intereses generales de la sociedad o de aquellas denominadas
prohibitivas, es decir, donde el legislador, lisa y llanamente, prohíbe una determinada
conducta.

b) Utilización de uno o más actos jurídicos reales y legales. Se requiere uno o más
actos reales, que efectivamente nacen a la vida jurídica, no imaginados ni
simulados. Actos que reúnen los elementos que la ley les exige para su
perfeccionamiento, teniendo por lo tanto una legalidad, lo que en otras palabras se
traduciría en el empleo de actos lícitos que generan la etiqueta de ley de cobertura.

c) Un resultado ilícito. Los intervinientes en el acto han empleado una ley, con o sin
intensión de burlar otra ley, pero que finalmente termina siendo vulnerada en su
espíritu, ley que, como se señaló, era de ejecución o cumplimiento imperativo u
obligatorio para las partes, por lo que el resultado obtenido es ilícito.

De los elementos antes señalados, podemos inferir que no se requiere un acto u


actos dolosos por parte de los intervinientes, sino que basta con que el resultado
obtenido con la actuación del ellas haya permitido la no aplicación de una norma
legal que debió regir el acto desde un principio. Ahora bien, lo normal será que el
fraude a la ley coloque a sus autores fuera del alcance de una norma jurídica
obligatoria, sea para vulnerarla directamente o para dañar a terceros, y en dicho
actuar no es posible concebir una actuación fraudulenta ante la cual el derecho se
mantenga neutro.

II.- EL FRAUDE DE LEY EN LA LEGISLACIÓN CHILENA.


Nuestro derecho, recoge este principio general, de manera implícita, exponiéndolo
de forma clara e incuestionable en normas dispersas en nuestro ordenamiento
jurídico. Así, a encontramos:

a) Artículo 11 del Código Civil: “Cuando la ley declara nulo algún acto, con el fin
expreso o tácito de precaver un fraude, o de proveer a algún objeto de conveniencia
pública o privada, no se dejará de aplicar la ley, aunque se pruebe que el acto que
ella anula no ha sido fraudulento o contrario al fin de la ley”. Este artículo es
expresión incontestable de represión del “acto contra legem”, al disponer que al
declarar nulo, la ley, algún acto, en su intento expreso o tácito, de precaver un fraude
o una finalidad contraria a la ley no se puede dejar de aplicar esta incluso aunque se
pruebe que el acto que ella anula no ha sido fraudulento o contrario al fin de la ley.
Claramente esta norma está consagrando la institución del fraude a la ley
amparando al legislador en su intento por evitar se cometan actos que conlleven
este tipo de conducta.

b) Artículo 478 del Código del trabajo, en su inciso primero dispone: “Se sancionará
con una multa a beneficio fiscal 5 a 100 unidades tributarias mensuales al
empleador que simule la contratación de trabajadores a través de terceros, cuyo
reclamo se regirá por lo dispuesto en el artículo 474. Sin perjuicio de lo anterior, el
empleador y los terceros deberán responder solidariamente por los derechos
laborales y previsionales que correspondan al trabajador”. De la lectura de esta
norma se desprende que se trata de una típica figura de fraude laboral, esto es, un
caso en que un sujeto de derecho incumple una norma legal, mediante una conducta
aparente y formalmente ajustada a otra ley, que da cobertura al acto, pero disimula
o encubre la elusión de la primera.

c) Artículo 83, inciso 4 de la Ley de Matrimonio Civil: este artículo se refiere al


reconocimiento de sentencias extranjeras de nulidad de matrimonio y de divorcio
las cuales no tendrán valor si son obtenidas en fraude de ley. Y dispone, además “se
entenderá que se ha actuado en fraude a la ley cuando el divorcio ha sido declarado
bajo una jurisdicción distinta a la chilena, a pesar de que los cónyuges hubieren
tenido domicilio en Chile durante cualquiera de los tres años anteriores a la
sentencia que se pretende ejecutar, si ambos cónyuges aceptan que su convivencia
ha cesado a lo menos ese lapso, o durante cualquiera de los cincos años anteriores
a la sentencia, si discrepan acerca del plazo de cese de la convivencia”. Aquí el
legislador rechaza el fraude a la ley y aclara en el caso concreto qué ha de
entenderse por tal.

d) El artículo 22 del código Civil, en esta disposición se reitera que la forma de dar
con la norma defraudada es justamente, a través del contexto de la legislación, o
sea, el sistema, el todo. No a través de particularismos de normas determinadas,
procedimiento que se aplicará solo en ocasiones.
e) Artículo 1467 del Código Civil, el cual exige una causa real y lícita, en la ley de la
cobertura, la empleada en el fraude, hay una causa ilícita. En efecto, en este sentido,
la Excelentísima Corte Suprema, en un fallo de 7 de diciembre de 1998, que si bien
en su parte decisoria no se pronuncia sobre el punto, hace suya esta postura en su
considerando 12º) al señalar “Que al respecto debe concluirse que un contrato de
plazo indefinido, está otorgando al trabajador la situación de estabilidad relativa con
sus consiguientes eventuales derechos, el cual no puede ser modificado por las
partes, transformándolo en otro, por obra o servicio determinado, ya que ello
implicaría para el trabajador renuncia a su situación de estabilidad relativa que había
adquirido. Tal renuncia está prohibida por la ley y, en consecuencia, es nula de
nulidad absoluta por ilicitud del objeto. No puede dejar de omitirse analizar la
situación jurídica del empleador, en cuanto propuso y suscribió la clausula, tras lo
cual hay fraude a la ley, una infracción a la normativa sobre la estabilidad relativa
que consulta nuestro código laboral, en lo cual media también un vicio de nulidad,
por ilicitud de la causa”.

f) Artículo 1462 en relación al artículo 1466 del Código Civil, establece que hay
objeto ilícito en todo en todo lo que contraviene al derecho público chileno y en
general en todo acto o contrato prohibido por las leyes, en todo fraude a la ley hay,
por tanto, objeto ilícito.

g) Artículo 706 del Código Civil, en efecto, conforme esta norma: “La buena fe es la
conciencia de haberse adquirido el dominio de la cosa por medios legítimos,
exentos de fraude y de todo otro vicio.

Así en los títulos translaticios de dominio la buena fe supone la persuasión de


haberse recibido la cosa de quien tenía la facultad de enajenarla, y de no haber
habido fraude ni otro vicio en el acto o contrato.

Un justo error en materia de hecho no se opone a la buena fe.

Pero el error en materia de derecho constituye una presunción de mala fe, que no
admite prueba en contrario”.

Claro está que nuestro sistema judicial está construido sobre el principio general
del derecho denominado “buena fe”, el cual informa todo el derecho, y resulta
prístino que el fraude a la ley implica de suyo un acto contrario a dicho principio. Así,
don Ramón Domínguez Águila (“Fraus Omnia Corrumpit, notas sobre el fraude en el
derecho civil”. En Revista de Derecho de la Universidad de Concepción, Nº 189, año
1991, pág. 71 y siguientes), señala que “no es pues necesario ir más lejos para
descubrir también en el derecho positivo la consagración del principio Fraus Omnia
Corrumpit”. En efecto, pese a no existir consagración legal general de fraude a la ley
debemos entender que en todo nuestro ordenamiento jurídico existe este germen
lógico de represión del fraude a la ley, pues este no es más que una disfunción del
derecho.
III.- FRAUDE A LA LEY NUESTRA JURISPRUDENCIA.

Nuestra jurisprudencia ha acogido la teoría del fraude a la ley (Ver sentencias


“Tocornal Ross, Luz con Servicio Agrícola y Ganadero”, en RDJ, Tomo LXXX,
segunda parte, sección quinta, pág. 88 y siguientes, 1984; “Banco Nacional con
Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras”, en RDJ, Tomo LXXXVIII,
segunda parte, sección segunda, pág. 65 y sgtes., 1985 y; “Sociedad Agrícola
Melinco Ltda. con Secretario Regional Ministerial de Bienes Nacionales Novena
Región”, en RDJ, Tomo LXXXVIII, segunda parte, sección quinta, pág. 70 y sgtes.,
1991).

La jurisprudencia ha sostenido que “( refiriéndose al acto de fraude a la ley…) por


tanto, lo que la doctrina conoce como acto en fraude. Este no es el acto que
contraría directamente la ley (oculto a veces bajo una simulación), sino el acto que
se ajusta al sentido de una norma, pero pretende obtener el resultado prohibido por
otra o por el conjunto del ordenamiento jurídico. Así, se distinguen dos normas: una,
la norma de cobertura; otra, la norma defraudada o violada (…) Llegando, por la vía
de aplicación de los principios generales del derecho, admitidos según el artículo 24
del Código Civil, a desestimar la personalidad jurídica si ésta es usada ilegalmente”.
Esta sentencia acoge esta institución como un Principio General del Derecho y lo
fundamenta en el artículo 24 de nuestro Código Civil, asumiendo que al referirse la
norma al “espíritu del legislador” se hace referencia a estos principios inspiradores
de todo el ordenamiento jurídico. Por tanto, es herramienta válida para combatir los
actos en fraude a la ley a través de dicha teoría, pues admite que, por la vía de
interpretación integrativa, se recurra a los Principios Generales del Derecho y a la
equidad natural, para acoger la teoría del fraude a la ley y así descubrir los actos
cometidos a través del fraude.

IV.- SANCIÓN AL FRAUDE A LA LEY.

Ahora bien, claro esta que el fraude a la ley se trata de un instituto ajeno a nuestra
legalidad, y que requiere de ser sancionado por el ordenamiento jurídico.

Al respecto se ha señalado que, de ser posible, ha de aplicarse al caso concreto-


como sanción- la norma defraudada o burlada o sus efectos, y de no ser posible ello
el acto deberá anularse.

Otros derechamente señalan que la sanción del fraude a la ley ha de ser la nulidad
del acto. Así, Arturo Alessandri Besa (“La Nulidad y la Rescisión en el Derecho Civil
Chileno”. Tomo II. Ediar Editores. Santiago, Chile, 1985, Pág.130) sostiene que: “…los
actos que contravienen a la ley, aunque sea en su espíritu deben ser nulos ...aunque
los contratantes crean de buena fe que no han infringido disposición prohibitiva
alguna, si tal acto choca objetivamente con el texto legal, tiene objeto ilícito y es
nulo absolutamente.” En efecto, de lo señalado por Alessandri Besa, queda de
manifiesto que el elemento viciado con el fraude a la ley es el objeto jurídico y que
la intención de las partes de burlar la ley no es determinante. Así, el objeto ilícito es
contrario al orden público, institución destinada a defender los principios generales
de nuestro ordenamiento jurídico y los intereses superiores de nuestra sociedad. En
este sentido, el Fraude a la Ley, al sancionarlo, busca mantener el debido respeto al
ordenamiento jurídico, dando una seguridad jurídica. SSa., el Fraude a la Ley al
violentar la ley, aunque sea encubiertamente, atenta contra el orden público, cuya
manifestación por excelencia es la ley, imperativa y prohibitiva.

En consecuencia de lo anterior, existiendo fraude a la ley, hay violación del orden


público interno, y, al tenor de lo dispuesto en el artículo 1462 del Código Civil, “Hay
un objeto ilícito en todo lo que contraviene al derecho público chileno”, ello en
relación al artículo 1682 del mismo cuerpo de leyes “La nulidad producida por un
objeto o causa ilícita, y la nulidad producida por la omisión de algún requisito o
formalidad que las leyes prescriben para el valor de ciertos actos o contratos en
consideración a la naturaleza de ellos, y no a la calidad o estado de las personas
que los ejecutan o acuerdan, son nulidades absolutas”.

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