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La Sabiduria de Los Antepasados PDF
La Sabiduria de Los Antepasados PDF
— Intenciones honradas.
— Aspiraciones honradas.
— Conducta honrada.
— Palabra honrada.
— Métodos de vida honrados.
— Esfuerzos honrados.
— Pensamientos honrados.
— Contemplación honrada.
Como sucede en muchas religiones, o caminos de vida,
en el budismo existen distintas ramas. Igual que en la
religión cristiana se dan una multitud de ramas diferentes,
desde los Hermanos de Plymouth hasta la Iglesia Católica
Romana, la escuela budista se divide en dos ramas: la Bre-
ve Senda — Hinayana —; y la Gran Senda — Mahayana —.
La primera es más bien austera, tiene unas estrechas pers-
pectivas y lo reduce todo a la práctica de la santidad per-
sonal a través de la clausura y del ascetismo. Es, ciertamente,
un modo de vida riguroso.
La segunda — Mahayana — prefiere seguir los precep-
tos del Buda Gautama, considerado como una encarnación
divina.
Podemos decir que una de esas ramas se apoya sobre el
esfuerzo del individuo para progresar por sus propios es-
fuerzos, mientras que la otra sostiene que sólo se puede la-
borar y progresar siguiendo los ejemplos y orientaciones rec-
tas de otro individuo.
C
DAR: Hay una antigua ley oculta que afirma: «Da, para que
puedas recibir». Si no dais, no podréis recibir nada. Si sois
demasiado débiles para poder dar nada — o demasiado egoístas —,
entonces os encerráis dentro de una concha a vosotros mismos, y no
podéis recibir nada, incluso si una persona, movida por la voluntad de
daros algo, quisiera.
En el cristianismo también se afirma que, si sembráis,
recogeréis. Igualmente: «Tirad vuestro pan sobre las aguas». Y,
todavía más: «Es más afortunado quien da que quien recibe».
Es completamente del todo esencial que, si necesitáis recibir
algo, tenéis que dar primeramente. No necesariamente dinero;
podéis daros a vosotros mismos; eso es: dar amor, dar amistad,
atención, simpatía, apoyo, comprensión. No es de ninguna utilidad
el repetir: «Lo que es mío, es mío; y lo que es vuestro, también
lo necesito para mí». Mientras no estéis dispuestos a dar, nada
podéis recibir. De manera que aquellos que tienen criados a punto de
obedecerles y están bien seguros de que los cordones de su bolsa están
bien apretados, deben recordar que, aunque se arrastrasen sobre
sus rodillas rezando, es perfectamente inútil para ellos; es
perder el tiempo rezar pidiendo cosas, cuando nosotros no ofrecemos
nada a los demás.
1. ¿Qué vemos?
2. ¿Macho o hembra?
3. ¿Cómo va vestido; de qué época?
4. ¿Qué hace? ¿Ha pasado a través de la pared y
está al lado de nuestra cama?
5. ¿Qué nos ha dicho, o indicado?
6. ¿Cuál ha sido nuestra reacción?
7. ¿Qué ha sido de la aparición? ¿Ha desaparecido
desvaneciéndose, o ha pasado a través de la pared?
8. Después de haber leído todo lo escrito, ¿qué
conclusión hemos formado? ¿Era una persona
que ya conocíamos? ¿Parecía una persona real?
Por la mañana léanse esas notas y entonces se puede añadir
a ellas algo que proceda de nuestro subconsciente en la noche. Hay
que volver a explicarse lo sucedido, pensarlo, puesto que muchas
auténticas apariciones se han perdido para el mundo porque la
persona que las ha recibido se ha escondido bajo las sábanas o
estaba tan asustada que no conservó ningún recuerdo preciso de
lo que le había sucedido. Existen aparecidos; pero si una
persona no hace daño a otra cuando es de carne y hueso, ¿por
qué debería hacérselo cuando ya ha abandonado el cuerpo físico?
F
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ser confundido con nuestro tipo espiritual. Debemos añadir
que, por desgracia muy frecuentemente, quienes son los más
ricos en bienes materiales son los más empobrecidos en lo
espiritual.
OJOS: Todo el mundo sabe qué son los ojos; pero nues-
tro propósito, al incluir en este diccionario esta palabra, es
tratar de la relajación de los ojos, ya que éstos son uno de los
órganos peor empleados del cuerpo humano.
Es esencial que durante la meditación los ojos no tienen
que ser forzados. Muchas personas enfocan su vista sobre
algún objeto imaginario, o tal vez sobre un objeto real. Esto
resulta a la larga perjudicial, porque fatiga la vista, por exi-
gir que los músculos de los ojos permanezcan continuamente
en una posición inmóvil.
Se puede mirar a una gran distancia, al infinito, de for-
ma que no se fuercen los ojos. Se puede, si se quiere, relajar
la vista, dejándolos vagar de aquí a allá; pero, claro, nunca
mientras meditamos. Hay que dejarlos vagar, de manera
que los músculos adopten posiciones variadas; así, cambiando
de posición, se evita que se fatiguen.
Un buen método para dar masaje a los ojos, consiste en
aplicar las palmas de las manos sobre los ojos y entonces,
ahuecar, moviéndolas ligeramente, ambas palmas, procurando
que se forme alrededor de cada ojo un vacío de presión.
Si hacemos presión sobre las órbitas y las cuencas del
ojo, y después se aligera la presión de la palma, percibimos
una ligera tensión de las pupilas, ya que la presión del aire
permite que el líquido de la pupila empuje levemente el
ojo. Cuando se hace presión en sentido opuesto, se consi-
gue un efecto también opuesto y de esta forma se ha rea-
lizado un masaje que distiende los órganos de la vista.
La respiración
Las piedras
Como todos los que han vivido, por poco que sea, en
este mundo, habrán descubierto que los hombres tenemos
que comer para vivir, pero no podemos vivir simplemente
para comer. El cuerpo humano puede ser comparado a una
fábrica; los materiales entran en ella y son «trabajados» de
varias maneras. En la fábrica de nuestro cuerpo humano, los
materiales son admitidos de forma que nuestro cuerpo pue-
da mantenerse siempre el mismo, reparar los tejidos que
han sido dañados o que envejecen, y dirigir los músculos que
nos sirven para movernos. También deben entrar materiales
suficientes para que el cuerpo pueda crecer mental y física-
mente.
Los hombres necesitan de cuatro tipos básicos de materia-
les que les permitan que los tejidos crezcan y se regene-
ren, y que los huesos crezcan y puedan soldarse en caso
de fractura. He aquí los cuatro elementos esenciales para la
vida humana:
1. Hidratos de carbono.
2. Hidrocarburos.
3. Minerales.
4. Proteínas.
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YODO: El yodo es absolutamente esencial para el buen
funcionamiento de nuestro cuerpo. Todo el mundo sabe que
las algas marinas son muy ricas en yodo; otra fuente impor-
tante son los alimentos procedentes del mar.
Hace un tiempo hubo gente que llevaba sobre su per-
sona medallones conteniendo una pintura de yodo; pero se
trataba sólo de un efecto psicológico, ya que el yodo tiene
que ser absorbido y los alimentos normales contienen una
dosis adecuada.
El yodo puede curar el bocio, ya que esta dolencia no es
sino una disfunción de la glándula tiroides. El yodo corrige
una deficiencia de ésta y contribuye a regular su funciona-
miento.
En varias tierras lejanas del mar, sus habitantes son aque-
jados de bocio; pero es raro encontrarlos en las riberas mari-
nas, puesto que incluso la lluvia contiene una cierta cantidad
de yodo hasta un área muy adentro.
Ejercicios