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Siglo XIX
Alternar subsección Siglo XIX
Literatura gauchesca y naturalismo
Siglo XX
Alternar subsección Siglo XX
Cambio de paradigma: 1959-1964
Homosexualidad en obras políticas: 1960-1976
Surgimiento de Manuel Puig
Primeras novelas lésbicas: 1976-1981
Últimos años del siglo XX
Siglo XXI
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Literatura LGBT de Argentina

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Algunos escritores LGBT argentinos. Desde arriba a la izquierda: Manuel Puig,


Alejandra Pizarnik, Reina Roffé, Néstor Perlongher, Camila Sosa Villada y Gabriela
Cabezón Cámara.
La literatura LGBT de Argentina, entendida como literatura escrita por autores
argentinos que involucre tramas o personajes que formen parte o estén relacionadas
con la diversidad sexual, tiene una tradición que se remonta al siglo xix, aunque
la aparición de la literatura LGBT como categoría propia dentro de las letras
argentinas no tuvo lugar hasta finales de la década de 1950 y principios de la
década de 1960, a la par del nacimiento del movimiento a favor de los derechos LGBT
en el país.1

Las primeras representaciones de relaciones entre personas del mismo sexo en la


literatura argentina tuvieron una marcada connotación negativa y eran usadas para
ilustrar la idea de supuesta degradación social en las clases populares y como un
paradigma antagónico del proyecto de nación que se deseaba promover. La más antigua
de estas representaciones tiene lugar en el cuento «El matadero» (1838), de Esteban
Echeverría, considerado un clásico de las letras nacionales y donde el sexo entre
hombres es usado como metáfora del salvajismo. Durante el resto del siglo xix y las
primeras décadas del siglo xx, las representaciones de personajes homosexuales
continuaron siendo negativas y muchas culminaban en tragedia.23 De entre estas
obras destaca la pieza teatral Los invertidos (1914), de José González Castillo,
que fue prohibida tras su estreno debido a su temática y que sigue a un hombre
burgués que tiene un amante homosexual secreto y que decide suicidarse cuando su
esposa se entera de su orientación sexual.45

El cuento «La narración de la historia» (1959), de Carlos Correas, marcó un cambio


de paradigma al convertirse en la primera obra literaria argentina en que la
homosexualidad era mostrada como un rasgo normal del protagonista y no como algo
pernicioso. Sin embargo, su publicación fue controvertida y provocó un proceso
judicial por supuesta inmoralidad y pornografía, además de una serie de ataques
contra el autor y contra la «conjura homosexual/marxista».6 También en 1959,
Silvina Ocampo publicó «Carta perdida en un cajón», primero de sus cuentos en
incluir referencias lésbicas.7 Pocos años después, en 1964, Renato Pellegrini
publicó la primera novela LGBT argentina, Asfalto, que narra la historia de un
joven homosexual que descubre la subcultura gay de Buenos Aires y que le costó a su
autor una condena de cuatro meses de cárcel por el delito de obscenidad.8

En la segunda mitad del siglo xx, varios autores argentinos empezaron a incorporar
actos o personajes LGBT en tramas con subtexto político sobre el peronismo o las
dictaduras militares.9 La figura más destacada en este ámbito fue Manuel Puig, por
ejemplo en la novela The Buenos Aires affair (1973), pero principalmente en El beso
de la mujer araña (1976), considerada una de las obras más reconocidas de la
literatura LGBT latinoamericana y de las mejores obras en español del siglo xx.1011
12 En la novela, Puig sigue la historia de Valentín y Molina, un militante
revolucionario de izquierda y un homosexual fanático del cine, respectivamente,
mientras comparten celda en los tiempos del terrorismo de Estado en Argentina.13
Otras obras con personajes LGBT o donde actos homosexuales violentos se emplearon
como metáfora para abordar temas políticos fueron «La invasión» (1967) de Ricardo
Piglia,14 La boca de la ballena (1973) de Héctor Lastra,9 y «El niño proletario»
(1973) de Osvaldo Lamborghini.9 Aunque no relacionada con la política,15 durante
esta época también destaca la figura de Alejandra Pizarnik, quien exploró la
violencia sexual lésbica en algunas de sus obras.16

Durante la última dictadura argentina vieron la luz las dos novelas consideradas
como fundacionales de la narrativa lésbica argentina: Monte de Venus (1976), de
Reina Roffé, y En breve cárcel (1981), de Sylvia Molloy.17 La primera transcurre en
un colegio y narra la historia de una joven lesbiana que recuenta en grabaciones
sus aventuras amorosas y sus vagabundeos por la ciudad,1817 mientras que la segunda
sigue a una mujer que escribe su historia desde una habitación en que espera en
vano a la mujer que ama.19 A causa de su temática, ambas se vieron afectadas por la
censura. Otra novela lésbica de importancia histórica es Habitaciones, de Emma
Barrandéguy, publicada en 2002, pero escrita originalmente en la década de 1950.20

La década de 1990 vio la publicación de varias obras LGBT reconocidas, tales como
El affair Skeffington (1992) de María Moreno, que cuenta la biografía ficticia de
una autora estadounidense que explora su sexualidad tras mudarse a París,2122
Plástico cruel (1992) de José Sbarra, sobre una poeta travesti enamorada de un
muchacho del campo,23 Plata quemada (1997) de Ricardo Piglia, que sigue a una
pareja de criminales homosexuales que asaltan un banco y deciden quemar el
dinero,24 y Un año sin amor (1998) de Pablo Pérez, en la que explora su experiencia
viviendo con VIH.25

Durante el siglo xxi, la literatura LGBT ha ganado mayor visibilidad en Argentina


gracias a éxitos comerciales y críticos de la mano de autoras como Gabriela Cabezón
Cámara,26 quien empezó a explorar la diversidad sexual en su novela La Virgen
Cabeza (2009)27 y alcanzó fama internacional con Las aventuras de la China Iron
(2017); y Camila Sosa Villada, en particular con su novela Las malas (2019).26

Siglo xix

Retrato de Esteban Echeverría, autor de «El matadero» (1838)


Algunos de los textos fundacionales de la literatura argentina dibujaban una
contraposición entre los valores considerados como civilizados y los
comportamientos que los autores estimaban como negativos para la sociedad, entre
ellos el «sexo anormal». En este contexto es escrito «El matadero» (1838), primera
obra literaria argentina en que se referencia un acto homosexual. En el cuento,
Esteban Echeverría critica al gobierno autoritario de Juan Manuel de Rosas al
mostrar a los partidarios federales como hombres sumidos en la barbarie y la
violencia que, en el clímax de la historia, capturan a un joven apuesto
perteneciente al Partido Unitario, lo amarran y se preparan a violarlo bajo la
consigna de: «Abajo los calzones a ese mentecato cajetilla y a nalga pelada denle
verga, bien atado sobre la mesa». Sin embargo, el joven unitario prefiere
degollarse a sí mismo antes que permitir la transgresión a la hombría que habría
significado para él el ser violado, sacrificio empleado por Echeverría para
representar en el relato su concepción de valentía y honor.28

La idea de usar la violación sexual masculina como forma de tortura entre unitarios
y federales no se limitó a «El matadero». En su poema «La refalosa», Hilario
Ascasubi describe una situación similar:29

Unitario que agarramos


lo estiramos o paradito nomás
lo agarran los compañeros
por supuesto, mazorqueros
y ligao con maniador doblado
ya queda coco con codo
y desnudito ante todo
¡Salvajón!
Aquí empieza su aflicción.
Otra obra fundacional en que se referencia a la diversidad sexual es La novia del
hereje o La inquisición de Lima (1846), novela de Vicente Fidel López que narra la
historia de una relación amorosa entre un hombre y una mujer en la Lima colonial.
En la obra, el autor describe el mundo de los «maricones», hombres descritos como
afeminados y coquetos que se desempeñaban como ayudantes de las mujeres de la alta
sociedad. Aunque López se refiere a ellos de forma negativa (afirma que el verlos
producía «asco moral» y que su accionar era «repelente»), el texto es notorio por
su carácter de testimonio histórico sobre la vida que llevaban los hombres
homosexuales en la Lima de la época y la aceptación social de la que gozaban por
parte de ciertos sectores sociales. En la novela, una de las fiestas en que
participaban los «maricones» es descrita de la siguiente manera:30

Cantaba con ellas también un individuo que a los accidentes del trajo masculino
reunía circunstancias especialísimas del sexo femenino. Era una especie de término
medio indefinible entre la mujer, el muchacho y el hombre, imposible de
caracterizar con propiedad. Lo que más sorprendía era que en aquella reunión había
otros quince o veinte individuos de este mismo género, que hacían al parecer el
papel de mujeres o de apéndice de mujeres por lo menos; siendo probable que esto
hubiese dado margen a que se les diese el nombre expresivo de maricones, con que
desde entonces eran ya conocidos en Lima los de esta ralea.
Literatura gauchesca y naturalismo
Aunque no tienen referencias explícitas a actos sexuales o amorosos entre personas
del mismo sexo, académicos como Gustavo Geirola y Adrián Melo han identificado
elementos homoeróticos en las relaciones de amistad de los protagonistas de obras
clásicas de la literatura gauchesca,31 como Martín Fierro (1872) de José Hernández
y Juan Moreira (1879) de Eduardo Gutiérrez. En ambos casos, los protagonistas
abandonan a sus esposas y encuentran a hombres con quienes desarrollan una amistad
intensa y que se convierten en los únicos receptores de su afecto, Cruz en el caso
de Martín Fierro y Julián en el caso de Juan Moreira. La forma en que Gutiérrez
describe la relación entre Julián y Moreira tiene un tono marcadamente romántico,
como en la escena en que se conocen y Gutiérrez describe cómo sus «miradas se
fundieron, por así decirlo, y ambos sonrieron», en un encuentro entre ambos en que
tras abrazarse «sus dos almas en una acaso se misturaron», o al contar cómo Moreira
podía reconocer la llegada del caballo de su amigo porque «el corazón le avisa
cuando es Julián». La reacción de Martín Fierro ante la muerte de Cruz, por su
lado, es descrita en términos similares a la de Aquiles ante la muerte de Patroclo,
o de la elegía de David a la muerte de Jonathan.32

Las últimas décadas del siglo xix vieron la aparición de una ola de novelas de
corte naturalista que posicionaban la idea de que la depravación y la criminalidad
estaban intrínsecamente relacionadas con las clases sociales bajas y los
extranjeros que llegaron durante la Gran inmigración europea en Argentina. Uno de
los autores que más se centró en el tema fue Eugenio Cambaceres, entre cuyas obras
destaca la novela En la sangre (1987), donde narra la vida de un muchacho hijo de
migrantes llamado Genaro y hace uso de actos homosexuales para ejemplarizar la
supuesta corrupción del protagonista. Específicamente, Cambaceres describe al líder
del grupo de amigos varones de Genaro como «cínico y depravado como un viejo» e
indica que solían jugar a «los hombres y las mujeres», juego en que los muchachos
más grandes tomaban el papel de hombres, los más pequeños el de mujeres, y se
revolcaban de a dos en el suelo mientras «ensayaban a imitar el ejemplo de sus
padres». Otra novela naturalista en que la homosexualidad es usada para dibujar un
retrato negativo de un personaje es La bolsa (1891), de Julián Martel, obra en que
la cara de un inmigrante judío es descrita como «antipática y afeminada» y más
tarde se sugiere que tiene una relación amorosa con un muchacho judío más joven.33

Siglo xx

Enrique Gómez Carrillo, autor del cuento «Marta y Hortensia» (1900).


Con la llegada del siglo xx apareció una de las primeras representaciones de amor
lésbico en las letras argentinas, el cuento «Marta y Hortensia», de autoría del
escritor guatemalteco nacionalizado argentino Enrique Gómez Carrillo y publicado en
su libro Almas y cerebros: historias sentimentales, intimidades parisienses, etc
(1900). El relato, cuya trama referencia a la novela La muchacha de los ojos de oro
(1835) de Honoré de Balzac, sigue la historia de un hombre que descubre que su
esposa y su hermana han iniciado un romance secreto. Aunque el hecho lo llena de
rabia, finalmente decide no confrontarlas.34

Pocos años después fue el estreno de la última gran obra argentina de estilo
naturalista, la pieza teatral Los invertidos (1914),35 escrita por José González
Castillo y donde las sexualidades diversas vuelven a aparecer como símbolo de
corrupción social; aunque, a diferencia de las novelas de finales del siglo xix, la
homosexualidad pasa a ser una perversión de las clases burguesas en lugar de la
clase baja.36 La trama de la obra, que inicia con la lectura de un caso clínico
sobre el asesinato de un hombre a manos de su amante «invertido sexual», cuenta la
historia del doctor Flórez, un hombre de clase alta, con hijos, casado con una
mujer llamada Clara y que tiene una vida secreta y un romance con un hombre
apellidado Pérez. Cuando Clara va al departamento de Pérez, lugar donde se reunía
la «cofradía» de homosexuales, descubre la orientación sexual de su esposo y, más
tarde, al verlo besarse con Pérez, asesina a este último. Luego le da el arma a
Flórez para que se suicide y de ese modo «limpie la sangre de su descendencia»,
hecho que él lleva a cabo.5

Debido a su temática, Los invertidos fue una obra controversial y fue prohibida por
el intendente de policía por «alterar la moral y las buenas costumbres». A pesar de
que el final de la obra se acopla a la tendencia de la época de presentar finales
trágicos para personajes homosexuales como forma de castigo, la pieza es
considerada precursora del teatro LGBT argentino,4 así como del travestismo
artístico local,37 y continuó siendo representada en teatros en décadas
siguientes.4 Respecto a la controversia que causó su estreno, González Castillo
aseveró como descargo que su intención era «inspirar repugnancia por esos tristes
individuos».38 Esta actitud negativa puede verse en la obra, donde el autor afirma
en referencia a los homosexuales, en boca de Flórez:5

Por lo general son individuos normales, aún más, vigorosos, varoniles, jóvenes
(...) Individuos dotados de todas las cualidades viriles del hombre común, pero en
quienes, precisamente, ejerce un atractivo poderoso la superioridad varonil física
o moral de otro congénere... Y cuando están bajo la acción del momento que
llamaremos crítico, en la noche especialmente, se convierten en mujeres, en menos
que mujeres, con todas sus rarezas, con todos sus caprichos, y sus pasiones, como
si en ese instante se operara en su naturaleza una transmutación maravillosa y
monstruosa... ¡Es la voz de los ancestros, el grito del vicio, el llamamiento
imperioso de la decadencia genésica, heredados en un organismo decrépito y gastado
en su propio origen por la obra de un pasado de miserias materiales y anímicas!
Durante los años siguientes, continuó siendo común que los personajes homosexuales
en la literatura argentina encontraran finales violentos, muchas veces a través del
suicidio, o que no pudieran expresar sus deseos.3 En su novela El juguete rabioso
(1926), Roberto Arlt incluye el personaje de Tristán, descrito como un marica de
«sonrisa mentirosa», «medias femeninas» y complexión delgada, que «se hizo así» por
la influencia de un profesor que lo vestía de mujer y que se había suicidado tiempo
atrás. Tristán, que en las relaciones sexuales tomaba un rol sumiso, reniega de su
condición masculina y sueña con ser una mujer: «¿Por qué no habré nacido mujer en
vez de ser un degenerado...? (…) si yo pudiera daría toda mi plata para ser
mujer».39 Otro ejemplo ocurre en algunas obras de Manuel Mujica Lainez, en
particular en un cuento del libro Aquí vivieron. Historia de una quinta de San
Isidro 1583-1924 (1949), donde un muchacho se enamora de su primo y juntos
descubren un tesoro, pero luego pelea con él hasta la muerte cuando se entera de
que él se estaba viendo con una muchacha, o en la novela El unicornio (1965), donde
un hada enamorada de un hombre del siglo xii llamado Aiol le pide a su madre un
cuerpo para poder estar con su amado, pero recibe un cuerpo masculino, por lo que
debe callar la pasión hacia su amado.40

Salvadora Medina en 1915.


A diferencia de los personajes LGBT masculinos, las representaciones lésbicas de la
época no terminaban con la muerte de sus personajes.41 Un ejemplo temprano es el
relato «El quinto», incluido en el libro La casa de enfrente (1926) de la escritora
bisexual Salvadora Medina Onrubia, donde la autora describe con detalle el deseo
sensual de la protagonista por otra mujer, aunque nunca se atreve a confesárselo.42
También se puede mencionar a la novela El derecho de matar (1933) de Raúl Barón
Biza, cuya trama cuenta con un clímax similar al del cuento «Marta y Hortensia»
(1900), en que el protagonista descubre una relación amorosa secreta entre su
esposa y su hermana, y aunque en un principio piensa en asesinarlas, finalmente
opta por suicidarse.43

Otra figura destacada de la época es Witold Gombrowicz, escritor polaco radicado en


Argentina y considerado pionero en la literatura LGBT del país, principalmente en
sus Diarios, donde describe con lenguaje erótico a los jóvenes de clase baja que
encontraba en sus paseos por Buenos Aires,44 y en su novela autobiográfica
Transatlántico (1953), que sigue al «Puto» Gonzalo e incluye descripciones
detalladas de sus intentos por encontrar muchachos a los cuales seducir para tener
sexo, muchas veces ofreciéndoles dinero.45

Cambio de paradigma: 1959-1964


Carlos Correas en 1959.
El cambio de paradigma en cuanto a la representación de la homosexualidad en la
literatura inició en 1959 con la publicación del relato «La narración de la
historia», de Carlos Correas, primera obra argentina en que la homosexualidad se
mostró de forma natural y no como algo pernicioso. En el cuento, un muchacho
homosexual universitario llamado Ernesto tiene un encuentro sexual con un joven
proletario al que conoce en la estación de trenes de Constitución. Aunque en un
principio planea volver a encontrarse con él, finalmente lo deja plantado y decide
volver a la seguridad de su clase social al tener relaciones sexuales con un
muchacho igual de burgués que él. La publicación del cuento produjo escándalo y
llevó a ataques contra Correas por supuesta «conjura homosexual/marxista» y a un
proceso judicial en su contra por inmoralidad y pornografía, con una condena
suspensa de seis meses de cárcel.4647

También en 1959, la escritora Silvina Ocampo publicó el cuento «Carta perdida en un


cajón», como parte del libro La furia, que narra la pasión de la protagonista por
una mujer llamada Alba Cristián. Un hecho notorio es que el principio del cuento
evita incluir pronombres o terminaciones gramaticales que permitan descubrir el
género de la persona amada por la protagonista, que además describe su pasión en
términos intensos, como se puede apreciar en el siguiente fragmento:7

Pensar de la noche a la mañana en tus ojos, en tu pelo, en tu boca, en tu voz, en


esa manera de caminar que tienes, me incapacita para cualquier trabajo. A veces, al
oír pronunciar tu nombre mi corazón deja de latir (...) Aquel día, en casa de
nuestros amigos, al verte, una trémula nube envolvió mi nuca, mi cuerpo se cubrió
de escalofríos (...) sentí vértigo, náuseas...
Otro hito en la literatura LGBT argentina tuvo lugar en 1964, con la publicación
por parte del escritor Renato Pellegrini de la obra Asfalto, considerada la primera
novela LGBT argentina. La trama de esta obra sigue en primera persona la historia
de Eduardo Ales, un joven homosexual de 17 años que se muda a Buenos Aires luego de
ser expulsado del colegio y que poco a poco descubre la subcultura gay de la
ciudad. Debido a la temática de la novela, Pellegrini fue condenado a cuatro meses
de prisión por el delito de obscenidad durante la dictadura de Juan Carlos
Onganía.8 Algunos académicos, entre ellos Adrán Melo, consideran a Siranger (1957),
otra obra de Pelligrini, como la primera novela LGBT argentina en lugar de Asfalto.
Sin embargo, en el caso de Siranger, el protagonista, un joven llamado Gerardo Leni
que también se muda a Buenos Aires,48 reacciona con vergüenza y culpa ante sus
deseos homoeróticos y la obra culmina con un final trágico que involucra un
suicidio doble, mientras que Asfalto fue la primera en que la homosexualidad del
protagonista es abordada sin sentimientos de vergüenza y de forma abierta.8

Homosexualidad en obras políticas: 1960-1976


La situación política del país durante las décadas de 1960 y 1970 en relación con
el peronismo y las dictaduras militares se vio reflejada en varias obras literarias
de la época. Algunas de ellas, al igual que en su momento hizo «El matadero»
(1838), utilizaron la imagen de la violación sexual como símbolo de la barbarie y
la percepción de conflicto entre clases sociales. Un ejemplo tiene lugar en la
novela Los premios (1960), de Julio Cortázar, donde un joven comparado con Adonis
es violado por un marinero extranjero con un tatuaje de un águila, en una aparente
referencia al rapto de Ganimedes. En La boca de la ballena (1973), de Héctor
Lastra, un joven de clase alta se enamora de un muchacho proletario llamado Pedro
durante los últimos años del segundo gobierno de Juan Domingo Perón. Luego del
golpe de Estado que derroca al presidente, Pedro muere en un incendio, por lo que
el protagonista se deja violar por un vagabundo ante la imposibilidad de haber
podido realizar su amor a causa de la separación de clases sociales.9

Otro caso de violación tiene lugar en el relato «El niño proletario» (1973) de
Osvaldo Lamborghini, donde un niño de clase social baja es brutalmente violado y
torturado por tres niños burgueses, metáfora para representar la explotación de las
clases populares a manos de las élites económicas.9

Alejandra Pizarnik en 1967.


Aunque su escritura no es tradicionalmente catalogada como política,15 la poeta
bisexual Alejandra Pizarnik exploró la violencia sexual en el contexto de
relaciones entre mujeres en algunas obras publicadas en estos años, como ocurre en
«Violario» (1965), relato en el que recuenta una ocasión en que una mujer intentó
violarla durante un velorio. Más conocida entre las obras de Pizarnik es «La
condesa sangrienta» (1966), texto que mezcla poesía, prosa y crítica literaria para
narrar de forma explícita la leyenda sobre las torturas y abusos sexuales cometidos
por la condesa húngara Erzsébet Báthory en contra de las jovencitas que
capturaba.16

De vuelta a la política, la presencia del peronismo en la literatura LGBT puede


constatarse en obras de autores como Ricardo Piglia, en particular en su cuento «La
invasión» (1967), que se desarrolla en un cuartel militar (metáfora de la Argentina
de la época) en el que un hombre corpulento llamado Celaya, símbolo de Perón, es
acompañado por un «morochito», representante de las clases populares, que hace todo
lo que el primero le pide. Durante la noche, el protagonista del relato, un soldado
conscripto llamado Renzi que aparece en otras obras de Piglia, descubre horrorizado
que la sumisión del «morochito» hacia Celaya era también sexual:14

El morocho se había quitado la ropa(...) Al lado de Celaya, alto, macizo, el cuerpo


del morocho se diluía, pálido(...) Cuando Renzi comprendió hacía rato que el
morocho acariciaba la nuca de Celaya. Las manos se deslizaban por el cuello, subían
hasta el nacimiento de las orejas, bajaban por el pecho y empezaban a desprenderle
el pantalón. Desde el piso, Renzi ve el mentón del morocho, los labios jugueteando
con las tetillas, en el cuello, en la boca de Celaya; los dos cuerpos se abrazaban,
tirados en el colchón como si lucharan; el cuerpo del morocho es un arco, Celaya
está encorvado sobre él, los gemidos y las voces se entreveran, los dos cuerpos se
hamacan y los quejidos y la voz quebrada de Celaya se mezclan, son un solo jadeo
violento.
El peronismo también tiene un papel trágico en Sergio (1976), primera novela
explícitamente LGBT de Manuel Mujica Lainez, donde el protagonista, quien inicia un
triángulo amoroso con dos hermanos (un hombre y una mujer), es asesinado junto a su
amante durante la llegada de un líder político popular que se presume que se trata
de Perón.49 Las normas morales durante la dictadura argentina, por otro lado,
fueron abordadas en novelas como Ay de mí, Jonathan (1976), de Carlos Arcidiácono,
que explora la vida del protagonista, un hombre homosexual de 46 años a su paso por
la subcultura gay de Buenos Aires, los recuerdos de sus decepciones amorosas y la
espera por un encuentro con un joven llamado Miguel que lo dejó prendado.50

La figura de Eva Perón también produjo una gran fascinación para autores gais,
entre ellos Copi y Néstor Perlongher, quienes escribieron obras como la pieza
teatral Eva Perón (1970) y el cuento «Evita vive» (1975), respectivamente, en que
abordaron en detalle a la política.51 Adicionalmente, Copi exploró la
homosexualidad masculina en varias de sus novelas, como El baile de las locas
(1977) y La guerra de las mariconas (1982),5253 ambas escritas en francés;54
mientras que Perlongher lo hizo desde el exilio en poemas y ensayos, donde
describía en detalle sus experiencias sexuales.5556

Surgimiento de Manuel Puig

Manuel Puig en 1979.


A finales de la década de 1960 inició su carrera literaria Manuel Puig, considerado
uno de los más grandes escritores latinoamericanos de su época y quien hablaba de
forma pública de su atracción hacia personas de su mismo sexo.5758 En su primera
novela, La traición de Rita Hayworth (1968), Puig incluye aspectos autobiográficos
para contar la historia de Toto, un niño que crece en un pueblo en las pampas y se
siente «distinto» a sus compañeros, quienes pronto comienzan a injuriarlo con
acusaciones de ser homosexual.1359 Más explícita en la temática fue The Buenos
Aires affair (1973), donde uno de los protagonistas, un hombre con problemas de ira
y con deseos reprimidos llamado Leopoldo Druscóvich, asesina a un hombre luego de
violarlo en un terreno baldío. Un tema importante en la novela es la construcción
de la masculinidad durante los años formativos de Leopoldo, quien es además una
metáfora de la violencia política de la época. A causa de incluir escenas
«obscenas» y de represión política, la obra fue censurada y Puig entró a la lista
negra del gobierno.1360

En 1976, Puig publicó la novela El beso de la mujer araña, considerada una de las
obras LGBT más reconocidas de Latinoamérica y una de las mejores obras en español
del siglo xx.101112 La obra transcurre en 1975 y sigue la historia de dos hombres
que comparten celda en una prisión de Buenos Aires: Valentín,61 un militante
revolucionario de izquierda, y Molina, un hombre homosexual fanático de las
películas clásicas de Hollywood. El personaje de Molina significó un punto de
quiebre en cuanto a la representación literaria de los personajes «maricas», pues
de ser considerados blandos y objeto de burla, Puig mostró una «marica»
protagonista que se convierte en la heroína de la historia. La trama de la obra se
desarrolla por medio de los diálogos de los dos personajes, que entablan una
amistad que posteriormente desemboca en un romance. Desde un punto de vista
simbólico, la cárcel en que se desarrolla El beso de la mujer araña representa a la
Argentina bajo el terrorismo de Estado,62 mientras que Valentín y Molina
representan la relación entre la izquierda y la homosexualidad y su necesidad de
aprender a convivir.13

Primeras novelas lésbicas: 1976-1981

Reina Roffé, autora de la novela Monte de Venus (1976).


La instauración de la última dictadura militar argentina, que se extendió de 1976 a
1983, se caracterizó por la censura a libros que no tuvieran un mensaje «occidental
y cristiano», por la que muchas obras con personajes o temáticas LGBT fueron
prohibidas.63 Coincidentemente, durante este periodo aparecieron las dos novelas
consideradas como fundacionales de la narrativa lésbica argentina: Monte de Venus
(1976) de Reina Roffé y En breve cárcel (1981) de Sylvia Molloy. Ambas se vieron
afectadas por la censura del régimen militar.17

Monte de Venus es una novela de aprendizaje que transcurre en un colegio nocturno y


que sigue la historia de Julia Grande, una joven lesbiana descrita como masculina
que recuenta por medio de grabaciones sus aventuras amorosas y sus vagabundeos por
la ciudad. Estas grabaciones inician a pedido de su profesora de literatura, a
quien ella ama y quien le ha prometido escribir un libro contando su historia. Sin
embargo, Julia es posteriormente traicionada por su profesora, por lo que al final
de la novela decide ella misma escribir su propia historia. De forma paralela a las
grabaciones, la novela intercala capítulos que reconstruyen la vida de las demás
alumnas y mujeres en el Buenos Aires de la época, incluyendo aspectos políticos.
Debido a su temática, la obra fue censurada a los pocos días de su publicación.1817

Aunque En breve cárcel (1981), de la escritora Sylvia Molloy, fue publicada cinco
años después que Monte de Venus, suele ser considerada la novela argentina pionera
en la literatura lésbica debido a que la rápida censura que sufrió la novela de
Roffé la sumió por muchos años en el olvido. En breve cárcel se publicó en España
luego de que editoriales argentinas la rechazaran ante la amenaza de ser
censurada.17 La trama de la obra sigue a una mujer que escribe su historia desde
una habitación en que espera en vano la llegada de Renata, la mujer que ama.
Posteriormente, la protagonista recuenta el triángulo amoroso entre ella, Renata y
la antigua amante de ambas, Vera.19 Al momento de su aparición, varias reseñas
locales evitaron hablar directamente sobre la temática homosexual de la novela, a
la que aludieron con referencias indirectas a Safo de Lesbos o a Lawrence
Durrell.2664

Emma Barrandéguy en 1980.


Otra obra lésbica de importancia histórica es la novela Habitaciones (2002), de
Emma Barrandéguy. Aunque fue publicada en el siglo xxi, fue escrita originalmente a
finales de la década de 1950. La obra está compuesta por una serie de reflexiones
que entremezclan narrativa y autobiografía, para contar la historia de E., una
mujer casada que tiene amoríos con hombres y mujeres. De particular importancia en
la obra es la relación entre el espacio público y el privado para Barrandéguy, como
se puede constatar a continuación:656620

Hablamos. Y deseé acercarme y besarla, por cariño y un poco, porque siempre deseaba
hacer escenas de amor desafiando a la gente, en los cines o en las arboladas. Los
autos se sucedían por el camino vecino y, de ser posible, hubiera sido lindo poder
escuchar los comentarios indignados de los que pasaban.
Últimos años del siglo xx
Las últimas décadas del siglo xx, coincidiendo con el proceso de recuperación de la
democracia, vieron la aparición de obras LGBT que abordaron el erotismo y el placer
sexual más abiertamente que sus predecesoras. Se puede mencionar novelas como La
brasa en la mano de Oscar Hermes Villordo, publicada en 1983, aunque escrita
décadas atrás, que sigue a un muchacho de veinte años (alter ego del autor) y
describe los espacios concurridos por personas LGBT de la época a través de los
encuentros sexuales callejeros que tiene con marineros, soldados, choferes y
prostitutos.67 Otro ejemplo es la novela Lo impenetrable (1984), de Griselda
Gambaro, originalmente pensada para un concurso español de literatura erótica y que
cuenta como protagonista a Madame X, una mujer que a lo largo de la obra explora
sus deseos sexuales y tiene encuentros tanto con hombres como con mujeres, algunas
veces con más de una persona a la vez. Dentro del contexto argentino, Lo
impenetrable se ubica junto a una serie de obras de autoras feministas que, tras la
dictadura, empezaron a publicar obras que desafiaran las ideas tradicionales sobre
sexualidad y deseo femenino, y entre las que también se pueden incluir obras como
Canon de alcoba (1988), de Tununa Mercado,68 que incluye cuentos de temática
lésbica como «El recogimiento» y «Oír».69

De la década de 1980 también se puede mencionar el relato «Los intrusos» (1989), de


Martha Mercader, que muestra una reescritura en clave queer del cuento «La intrusa»
(1970), de Jorge Luis Borges. En el relato de Borges, dos hermanos se obsesionan
por una mujer llamada Juliana y terminan asesinándola para restablecer la relación
entre ambos.70 Algunos académicos han interpretado a los protagonistas del cuento
de Borges como dos hombres que utilizan a Juliana como medio para expresar la
atracción homosexual entre ellos.71 El cuento de Mercader vuelve esta atracción
explícita y termina la historia con los dos aceptando sus sentimientos por el otro.
Otros cuentos de Borges que han recibido interpretaciones homoeróticas incluyen:
«El encuentro», «El duelo» y «El otro duelo».70 Silvina Ocampo, por su lado,
también publicó en estos años algunos cuentos catalogados como homoeróticos, aunque
en su caso sobre mujeres, específicamente «Memorias secretas de una muñeca» (1987)
y «El piano incendiado» (1988).72

María Moreno en 2020.


La creciente influencia del feminismo en la literatura local de la época tiene
entre sus principales figuras a la escritora María Moreno, quien de 1988 a 1991
escribió la columna «La mujer pública» en la revista Babel. En 1992, Moreno publicó
su única novela, El affair Skeffington, en que reconstruye la vida de una autora
estadounidense ficticia llamada Dolly Skeffington a través de un manuscrito
encontrado por Moreno que incluía un diario filosófico y un poemario, ambos
supuestamente escritos por Skeffington. A través de estos textos, que transitan
entre diversos géneros literarios, Moreno reconstruye la vida de la escritora y su
viaje a París, donde encuentra una ciudad bohemia donde puede vivir su sexualidad
sin las restricciones de su país de origen.212273

Además de El affair Skeffington, durante la década de 1990 destacan novelas como


Plástico cruel (1992),26 de José Sbarra, que narra el enamoramiento de una poeta
travesti llamada Bombón por un muchacho del campo llamado Axel al que conoce en un
baño público;742375 o la novela autobiográfica Un año sin amor (1998) de Pablo
Pérez,26 en la que explora en forma de diario su experiencia viviendo con VIH en la
época en que la enfermedad dejó de ser una sentencia de muerte, y que fue
continuada en El mendigo chupapijas, secuela publicada por entregas.25 Otras obras
notables de estos años son: Nuestra señora de la noche (1997) de Marco Denevi, cuyo
título hace referencia a la novela Nuestra señora de las flores (1943) del francés
Jean Genet y que transcurre en un bar en el que transitan personas de diversas
orientaciones sexuales que aman a otros sin reparos;76 y Nombre de guerra (1999) de
Claudio Zeiger, donde cuenta la historia de un joven prostituto llamado Andrés y
sus aventuras con su amigo Pablo.77

De acuerdo al académico Adrián Melo, la última novela argentina notoria del siglo
xx en emplear una historia con personajes LGBT para explorar temas políticos fue
Plata quemada, publicada en 1997 por Ricardo Piglia.24 La obra, inspirada por un
crimen real ocurrido en 1965,78 sigue la historia del Nene Brignone y el Gaucho
Dorda, una pareja de criminales gais que roban un banco y que, al verse acorralados
por la policía, queman todo el dinero de su botín. Según afirma Melo, Piglia
utiliza en la novela el hecho cumbre de la trama como crítica a los políticas
argentinas de la época y la quema del dinero viene a representar un rechazo frontal
a los ideales neoliberales. A causa de ello, los criminales deben pagar poco
después con sus vidas tal hazaña:24

Por fin Dorda llegó junto al Nene y lo arrastró hacia la pared, a cubierto, y lo
levantó contra su cuerpo, lo tendió sobre él, abrazado, semidesnudo. Se miraron; el
Nene se moría. El Gaucho rubió le limpió la cara y trató de no llorar(...) Y
después se alzó un poco el Nene, se apoyó en un codo y le dijo algo al oído que
nadie pudo oír, una frase de amor, seguramente, dicha a medias o no dicha, tal vez
pero sentida por el Gaucho que lo besó mientras el Nene se iba.
Siglo xxi
En el siglo xxi aumentó la cantidad de obras con temática LGBT, con autores como
Gabriela Massuh, Anshi Moran, Susy Shock, Naty Menstrual, Facundo R. Soto,26 Susana
Guzner o Patricia Kolesnicov.7980 Entre las obras más conocidas de la época se
ubican novelas como El común olvido (2002), de Sylvia Molloy, que posee rasgos de
autoficción y que sigue la historia de un joven homosexual llamado Daniel que viaja
de Estados Unidos a Argentina para buscar la verdad sobre el pasado de su madre y
la relación amorosa que mantuvo con una mujer llamada Charlotte;8164 El niño pez
(2004), de Lucía Puenzo, que sigue el romance de una muchacha de clase alta llamada
Lala con la Guayi, su mucama paraguaya, y que fue adaptada al cine por la propia
autora;8283 y Ladrilleros (2013), de Selva Almada,26 donde narra el romance entre
dos muchachos en medio de la rivalidad de sus familias, en una especie de paralelo
homosexual de la trama de Romeo y Julieta;84 También destacan las obras del poeta
punk Ioshua, quien comenzó su carrera literaria en la década de 2000 y entre cuyas
temáticas principales está el deseo homosexual en los barrios marginales del Gran
Buenos Aires.85

Gabriela Cabezón Cámara en 2016


En particular ha destacado la figura de Gabriela Cabezón Cámara, que empezó a
explorar el tema de la diversidad sexual con su novela La Virgen Cabeza (2009),27
cuya trama cuenta la historia de Cleopatra, una travesti que se convierte en líder
religiosa de una villa miseria y quien posteriormente inicia una relación lésbica
con una periodista llamada Qüity.8687 Cabezón Cámara volvió a abordar relaciones
lésbicas en sus novelas Romance de la negra rubia (2014)88 y Las aventuras de la
China Iron (2017), con la que alcanzó éxito crítico a nivel internacional y fue
nominada al prestigioso Premio Booker Internacional en 2020. En esta obra, la
autora toma al personaje de la pareja de Martín Fierro, conocida como «la china», y
la convierte en protagonista de una historia con la que realiza una exploración en
clave queer de la literatura gauchesca.899091

Camila Sosa Villada en 2019.


También ha alcanzado gran éxito en el género la escritora transgénero Camila Sosa
Villada, con obras como Tesis de una domesticación y particularmente con Las malas
(2019), novela en que retrata la vida de un grupo de travestis dedicadas a la
prostitución como forma de sobrevivir y que se convirtió en un éxito nacional de
ventas,26 con ocho ediciones publicadas en su primer año solo en Argentina.92 Esta
obra le valió además el Premio Sor Juana Inés de la Cruz en su edición de 2020.93

La literatura transgénero también ha visto un apogeo reciente, con autoras como I


Acevedo, Carolina Unrein, Marlene Wayar y la propia Camila Sosa Villada.94

Véase también
Literatura de Argentina
Cultura LGBT en Argentina
Diversidad sexual en Argentina
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Categoría: Literatura LGBT en Argentina
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