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Un feliz ignorante

Un parpadeo… Fue solo un parpadeo…


¿En dónde estoy? ¿Qué es este lugar? ¿Por qué estoy aquí? Y, lo más importante: ¿qué es
aquella balanza? Mas no estoy solo en este lugar…
Me encuentro rodeado de personas con vestimentas excéntricas: llevan mantos blancos y
accesorios de oro. Todos se están tocando el pecho por alguna razón. Hay diversos tipos de
personas, puesto que algunas tienen miedo, otras están a la espera y las demás, ansiosas por
llegar al principio de la fila; sin embargo, lo que todos tienen en común es que ninguno puede
salirse de ella. ¿A qué le tienen tanto miedo? ¿Debería temer también? ¿O tendría que estar
tranquilo?
Nos cubren paredes de adobe y caliza con extraños símbolos; un salto y llegaría al techo con
la cabeza. La única luz que alumbra proviene de antorchas, dando a ver una destellar intenso
al principio de la fila. Hay algo parecido a una fuerza, porque no puedo hacer otra cosa más
que caminar hacia adelante en pequeños pasos; quisiera correr o moverme a la izquierda o
derecha, pero no puedo hacerlo; los demás se encuentran en la misma condición. Oigo
diversas cosas que provienen del otro lado: lamentos, gritos de júbilo, incluso gemidos; no
obstante, lo que más me perturba es aquel sonido, uno desconocido, se asemeja al de un
animal, pero no estoy seguro de a cuál corresponda. Ahora pertenezco al grupo de los que
tienen miedo, quiero salirme de la fila; de las pocas cosas que puedo hacer, al parecer, una de
ellas es transpirar y agitarme. ¿Esto es un sueño? Debe serlo, no hay forma de que esto sea
real. Aquella balanza da a conocer sus detalles más resaltantes: está hecha de oro y, por un
lado, cuelga una pluma y, del otro… ¿Eso es un corazón? Sí, sí lo era. No podía ver el
panorama completo, aún quedaban personas delante de mí. Iba avanzando y el aquel sonido
era cada vez más estruendoso, llenaba las paredes y el eco me estaba volviendo loco, cada
paso que daba me acercaba más al sonido y, aún así, había personas que no le temían, todo
lo contrario, pues estaban ansiosos por llegar ahí. Si algunos temían y otros estaban felices,
¿cómo se supone que debería sentirme yo? Ya solo quedaba una persona delante de mí y,
para mi mala suerte, esta era de las que temían por su destino; aún no podía ver por completo
lo que pasaba al principio de la fila, así que comencé a sentir más miedo, además no era capaz
de moverme hacia otro lado ni siquiera girar la cabeza. Entonces, la persona de atrás habló y
me dijo que llevaba algo innecesario conmigo, que mi presencia en este lugar no estaba
justificada, mencionó que todavía llevaba mi “Ka” conmigo y que solo debía estar con mi
“Ba”. No entiendo bien, pero no hay tiempo suficiente para que mi razón pueda formar
pensamientos con esta información, pues ya estaba al frente de la fila.
Ahora sí, pude ver por completo el panorama, estaba aquella balanza, y junto a ella una
persona alta con cabeza de can. Esta vez solo estaba la pluma y el corazón desapareció al
parecer. Con lo poco que podía movilizar el globo ocular alcancé a ver a la bestia que hacía
tal sonido horripilante: era una quimera, una combinación silvestre que tenía cabeza de
cocodrilo, tronco de león y piernas de hipopótamo; no sé si sus cuerdas vocales se habían
fusionado también, pero el sonido que hacía, ahora que lo pienso, se asimilaban al producido
por los tres animales al mismo tiempo.
Así que por eso no vi el corazón en la balanza: la bestia se lo estaba comiendo. Ya entiendo
porque todos tenían la mano en el pecho, estaban cubriendo su corazón. No podía hacer
nada; solo esperar y ver qué ocurriría conmigo. Ya ni siquiera podía dar pasos, solo esperar.
De pronto, la persona con cabeza canina se me acercó, dirigió su mano hacia mi pecho. Es
mi fin, estoy perdido, se llevará mi corazón y esa bestia se lo comerá. Su mano tocó mi pecho,
lo apretó fuerte, pero no pudo llevarse nada. Él estaba muy confundido. Me sacó de la fila y
abrió un pasadizo escondido que dirigía a otro lugar.
No sé cómo pasó, pero, de alguna forma, pude entender lo que la cabeza canina comunicó.
Me dijo que este solo era el inicio de un viaje hacia alguien conocido como el “Ser”, pero me
advirtió que no debía ir hasta allá; que, cuando mi “Ka” y “Ba” se separaran, me quedara
aquí, que sería lo mejor. También me dio una piedra que tenía tallada el “ojo de Horus”, pero
estaba resquebrajada; no entiendo bien la razón de eso. De todas formas, debo apresurarme:
la bestia está furiosa, al parecer está hambrienta; tengo que correr. Por el pasadizo, me
encontré con varios símbolos extraños, parecidos al de las paredes anteriores. La bestia se
mueve rápidamente, sus sonidos inundan el pasadizo. Sigo corriendo, estoy viendo una luz
al final del túnel, debe ser la salida, tengo que apresurarme. Es esa, la salida está allá. Estoy a
punto de alcanzarla. Falta poco, muy poco. Por suerte, pude llegar al final del pasadizo, este
se derrumbó e hizo retroceder a la bestia. Solo quedaba asomarme para ver qué era aquella
luz. No debí hacerlo, puesto que el destello anterior fue resultado de las brillantes llamas que
abundan ahora.
Me encuentro en un lugar distinto al anterior. Fuego y un precipicio es todo lo que veo. ¿Qué
se supone que debo hacer? Quise regresar, pero, al voltear, tanto el pasadizo como la piedra
que me dieron habían desaparecido. Volví a voltearme y, sorpresa, me encontré nuevamente
en una fila. El patrón se repetía: gente desesperada y otras con ansias y esperanzas, pero, en
esta ocasión, ellos miraban al suelo constantemente. Esta vez sí pude moverme y ver qué
estaba pasando al frente de la fila. Aquel precipicio con llamas podía cruzarse gracias a un
puente presente. Lo que me parecía raro era que el puente cambiaba según la persona; en
algunas se volvía amplio y en otras, estrecho. De pronto, una tuvo que cruzar un puente del
grosor de una aguja y solo le quedó caer al fuego; fue de las que estaban con miedo y
desesperación. Le tocó cruzar a alguien con puente ancho y otra quiso adelantarse, pero el
puente colapsó y esta cayó en las llamas. Mi turno llegó; cosa increíble: mi puente cambiaba
en todo momento, a veces estaba amplio y, luego, delgado. Me empujaron para cruzar, por
suerte siempre conservaba el tamaño adecuado para poder cruzar; igualmente, voy
cautelosamente. Iba por la mitad, cuando el puente empezó a colapsar detrás de mí. Tuve
que correr, correr mucho, correr velozmente. Pude llegar al otro lado, por suerte.
Llegué a una cabaña, abrí la puerta y esta se cerró de imprevisto. La cabaña era mucho más
grande por dentro que lo que vi por fuera. Había gran cantidad de personas sentadas, parecían
estar esperando, todas llevaban una especie de sombrero que solo cubría una parte de sus
cabezas. Me dijeron que solo debía esperar que el día llegue, el día en que él baje a este lugar
y arregle todo a su paso. No me quisieron decir qué era exactamente. Solo sé que la única
persona sin un asiento era yo, el resto no podía levantarse. Fui hacia el fin de la cabaña, miré
arriba y tenía infinitos pisos, no entiendo cómo podía caber todo eso aquí. Alcancé el final,
solo quedaba abrir la puerta y salir, pero uno de los que estaban sentados me dijo que dejara
de buscar al Ser y que sería mejor que regrese aquí cuando tenga mi asiento. Me dio 3 kg de
arcilla roja. No entiendo qué significa la arcilla roja ni por qué son 3 kg.
Salí por la puerta y, al fin, pude percibir un aliento de alivio y esperanza… Campos verdes y
amplios y un río tranquilo que los atravesaba, los animales andaban en parejas, el cielo era
azul con un sol brillante de luz suave y nubes esponjosas. Después de tantos lugares tétricos,
esto era como un abrazo cálido. Sin embargo, no podía cruzar del otro lado del río; mi cuerpo
se hundía cual piedra.
Aunque haya visto cosas raras antes en este viaje al cual ni yo sé cuál es su propósito, me
sorprendió que los animales pudieran hablar, lo cual me hizo olvidar que la cabaña ni la arcilla
roja estaban: desaparecieron. El animal que me habló fue un elefante solitario, el único sin
pareja de estos campos. Me preguntó por una tal Lilith, me miró bien, y luego dijo que se
había confundido de persona. También me invitó a cruzar del otro lado del río cuando sea
lo suficientemente liviano para nadar en él. Esta vez no me entregó nada, pero estiró y enduró
su trompa y una serpiente empezó a rodearla. Dijo que el Ser tenía todas las respuestas.
Al fin tenía una pista de lo que era el Ser y pude darme una pequeña idea de lo que significa
este viaje y la posible relación que tiene con ese parpadeo…
De pronto, el elefante se transformó: su cuerpo se tiñó de un color rosado y empezó a tener
una figura humana, pero conservando su cabeza animal. Estaba pasmado por lo que pasó.
Sin previo aviso, me tocó el hombro con su trompa y pasó algo inquietante. Mi cuerpo
empezó a deteriorarse, me salían arrugas, las arrugas se iban, volvían; cambiaban varios
aspectos de mi apariencia: la tonalidad de mi piel, el color de mis ojos, el tamaño de mi
cabello, mi rostro, incluso comencé a tener características femeninas en cierto punto. Esta
especie de mutación se está dando de forma alarmante y aleatoria; es demasiado extraña, ¿qué
está pasando? El elefante rosado me dijo que estoy experimentando unas de las infinitas
posibilidades, las cuales dependían de qué tan buen Karma había tenido y si había cumplido
con mi Dharma. Mencionó que me convenía permanecer en este ciclo o Samsara y quizás
algún día alcanzar Moksha. Repentinamente, me apareció un símbolo en la frente, una silueta
de un tal Dhanvantari. Dijo que el Ser ya estaba muy cerca.
Me despedí, y me di cuenta de que, conforme avanzaba, lograba avistar un árbol inmenso,
era de tamaño colosal, la palabra “gigante” quedaba diminuta ante tal magnitud. Sin embargo,
mi cuerpo seguía en variación y la marca que me pusieron en la frente se había ido por el
continuo cambio de rostro. Corrí hacia aquel árbol gigante. Lo rodeaba una gran cantidad de
personas sentadas en silencio y meditando, llevaban túnicas. Era impresionante que pudieran
respirar al unísono, solo llegaba a oír sus ventilaciones y el caer de las hojas; impregnaban un
ambiente de amplia paz. Avancé con cautela hacia el centro del árbol, hasta que encontré a
alguien haciendo lo mismo, pero este estaba separado del resto y flotaba mientras las hojas
bailaban alrededor de él. Antes que intentara hablarle, él se comunicó conmigo primero. Me
dijo que sabía que buscaba al Ser y que lo encontraría en la copa del árbol inmenso. También
mencionó que mi cuerpo era una ilusión y, gracias a ello, recuperé mi apariencia original. Esta
vez no me dio nada, pero sí me dijo que todo tiene una conexión, refiriéndose a las cosas
que me dieron antes. Me advirtió que debía permanecer aquí y que no vaya con el Ser, que
no podría soportar la verdad y que mis deseos dejarían de tener sentido. Nuevamente, no
entiendo bien la situación. Me dispuse a alcanzar la cima del árbol.
Luego de la liberación que me dio aquel meditador, sentí el cuerpo un mucho más ligero y
pude trepar el árbol con suma facilidad, ni siquiera sentía cansancio. Pasé un periodo
indeterminado de tiempo subiendo por el árbol, mientras pensaba en todo lo que me dijeron
antes, trataba de descifrar qué tipo de conexión tenían, qué era aquella verdad y qué fue aquel
parpadeo… No entiendo nada.
El momento ha llegado, voy a llegar a la copa del árbol. En efecto, la había alcanzado. Al
parecer, fui tan alto que ahora puedo ver el rincón más profundo del cosmos. De pronto,
nebulosas comenzaron a manifestarse, tenían colores espaciales. Ya no podía sentir el cuerpo;
sin darme cuenta, la copa ya no estaba y solo me encontraba flotando en aquellos colores.
Cada vez tenía menos sensaciones, como si mi conciencia estuviera sola. Creo que está aquí,
al fin llegó.
El ser se ha manifestado, no tenía rostro ni materia tangible, me pregunto si podrá hablar.
No puedo expresar literalmente lo que está “diciendo”, pero sí diré qué es lo que entiendo.
Dijo que conoce la verdad. Me ha concedido una pregunta y un deseo, en ese orden. Cuando
el Ser responda mi interrogante, podré pedir mi deseo.
A lo largo de este viaje siempre he tenido la sensación de que todos esos lugares tenían algo
en común. Será acaso… Ya sé, sé cuál es la pregunta que quiero hacerle: “¿qué pasa después
de la muerte?”. Todos los lugares giraban en torno a eso, si este viaje tiene algún sentido, mi
pregunta debe ser respondida, esta ha de ser aquella verdad que me comentaron.
Ha pasado ya buen tiempo, pero no recibo respuesta del Ser. Intentaré hablarle nuevamente.
Me dijo que ya había respondido y que ahora debía pedir mi deseo. No entiendo, ¿en serio
ya respondió mi pregunta? Pero si no me dijo nada… Nada… Nada… Necesito una
aclaración.
El Ser me explicó el tipo de conexión que tenían entre sí las cosas que me dieron y la razón
del parpadeo. Ese parpadeo… El parpadeo fue… mi muerte. Había muerto por pérdida de
sangre, pero me habían revivido en pocos minutos por milagro. Espera, entonces, ¿esa fue
mi muerte? No sentí nada, no tiene sentido. Fue como si mi conciencia simplemente se
hubiera ido y regresado.
Mi razón está llegando a su límite, ¿morí? Ese parpadeo significa que después de la muerte
no hay nada, ¿no es así? Pero qué pasará cuando muera. Si ya no experimentaré nada, qué
pasará con el universo, con la realidad. ¿Acaso será como el tiempo que pasó antes que yo
exista? Algo que no vi, algo que no sentí. No puedo, simplemente no puedo procesar esto.
No tiene sentido, mi razón no puede procesarla. Dejar de existir y que la conciencia se
pierda… ¿Entonces la vida no tiene sentido? Si al final no quedará nada, entonces todos mis
logros, aspiraciones y relaciones son inútiles… Incluso si después de la muerte hay vida, ¿qué
sentido tiene existir de forma permanente? Digo, algún día tendría que aburrirme y querer
dejar de existir. Ambos caminos me parecen horribles.
Ya no puedo más, por favor, no puedo más con esto. ¡No puedo más con esto! El Ser dice
que debo pedir mi deseo, ¿qué debo desear?, ¿dinero?, ¿fama?, ¿éxito?, ¿inmortalidad?, Todas
mis opciones implican existir para que funcionen, y en algún momento mi permanencia en
este plano se extinguirá y, con ello, los deseos, y no quiero que eso pase, pero tampoco me
gustaría que estén para siempre. La vida, la muerte, la existencia, yo… Nada tiene sentido.
Ya no soporto más esto. Debí hacer caso a las advertencias que me dieron. Ya no quiero más
esto, la verdad es demasiada para mí… Ya no lo soporto…
¡Pediré mi deseo! Le pediré al Ser mi deseo: ¡Hazme olvidar todo esto! ¡Deseo olvidar todo
este viaje y lo del parpadeo!
¡Deseo… Deseo olvidar y ser feliz!

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