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“Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra,
santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra” (2 Timoteo
2.21).
Su significado
El significado principal de la palabra santificar en la Biblia es “apartarse
o consagrarse a alguna causa, propósito u obra especial”. Tanto en el
Antiguo como en el Nuevo Testamento se emplean con frecuencia varias
formas de esa palabra. En casi todos los casos, el significado de la frase
no cambiaría si la palabra “santificar” fuera sustituida por las palabras
“separar” o “apartar”. Dios aparta (santifica) a su pueblo para un
propósito santo. Así que el significado de santificar incluye también la
pureza, la santidad y la consagración a Dios. La santificación indica:
1. Consagrarse
“Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó” (Génesis 2.3); o sea, lo
apartó como un día consagrado a él. Los israelitas no se acercaron al
Monte Sinaí porque Dios había puesto límites alrededor del mismo y lo
había santificado (Éxodo 19.23). Este monte estaba apartado para un
propósito santo. (Lea también Levítico 8.10–11; Juan 17.17; 1
Tesalonicenses 4.3; Hebreos 9.3.)
2. Limpiarse, purificarse
(Lea 1 Tesalonicenses 5.23; Hebreos 10.10, 14.) Para servir a Dios
tenemos que ser puros, santos y limpios por medio de la sangre de Cristo.
“Seguid (...) la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12.14).
Lo qué efectúa nuestra santificación
Debemos considerar no solamente lo que Dios hace para santificarnos,
sino también lo que él pide que nosotros hagamos para cooperar con él
en esta obra. Dios y el hombre tienen cada uno su parte. Reconocemos
que la santificación es la obra de Dios, porque aunque el hombre tratare
de santificarse a sí mismo por mil años no sería santo. Pero Dios jamás
santifica a nadie a la fuerza. Esto quiere decir que Dios santifica a los que
cumplen sus requisitos. Veamos de forma breve lo que contribuye a
nuestra santificación:
1. Dios, el Padre
“Y el mismo Dios de paz os santifique por completo” (1 Tesalonicenses
5.23). “Santificados en Dios Padre” (Judas l). Esta obra fue profetizada
en Ezequiel 37.28.
2. Dios, el Hijo
“Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia
sangre, padeció fuera de la puerta” (Hebreos 13.12). Somos “santificados
mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo” (Hebreos 10.10). Además,
Pablo escribió a los efesios que Cristo santifica a la iglesia “en el
lavamiento del agua por la palabra” (Efesios 5.25–27).
5. La fe
Cristo, el sacrificio por nuestros pecados, “nos ha sido hecho (...)
santificación” (1 Corintios 1.30). ¿Cómo puede ser? Cuando acudimos a
él y nos aferramos a sus promesas por fe, él llega a ser nuestro
santificador. Recibimos herencia entre los santificados por medio de la fe
en Cristo (Hechos 26.18).
Hay personas que piensan que cuando alguien se convierte sólo recibe la
justificación. Estas personas piensan que después de un tiempo
indefinido de ser un “cristiano carnal” entonces se recibe una
manifestación del Espíritu Santo con la cual Dios santifica a la persona.
Pablo nos asegura que “si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de
él” (Romanos 8.9), que sin la santidad (la santificación), nadie verá al
Señor (Hebreos 12.14) y que “los que son de Cristo han crucificado la
carne con sus pasiones y deseos” (Gálatas 5.24). Juan también dice así:
“Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado” (1 Juan 3.9).
Estos versículos contradicen la teoría que enseña que el nuevo convertido
no es santificado.
Por ejemplo, piense en un niño que tiene dos años. Usted quedará
impresionado con su listeza, sus charlas inocentes y su inteligencia
prometedora. “¡Qué hijo más inteligente y prometedor!”, usted dirá. Pero
luego el niño adquiere una enfermedad que impide su desarrollo. Diez
años después usted ve al mismo niño otra vez. “¡Qué muchacho más
atrasado!”, sería su expresión, aunque éste pueda hacer mucho más que
la primera vez que usted lo vio.
Resultados de la santificación
1. La unión con Cristo
“Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos”
(Hebreos 2.11). Cuando Dios nos aparta para servirle a él, significa dos
cosas: (1) Estamos separados del pecado (Romanos 6.1–2; 12.1–2; 2
Corintios 6.14–18) y (2) estamos unidos con Cristo mismo (Juan 17.21–
23).
2. La perfección cristiana
“Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los
santificados” (Hebreos 10.14). (Lea también Mateo 5.48.) ¿Cómo es
posible que un humano imperfecto alcance la perfección cristiana? Sólo
mediante la purificación por medio de la sangre de Cristo y el poder de
Dios para guardarnos sin mancha. La perfección por medio de la sangre
es la perfección llevada a cabo por el único sacrificio en la cruz.
4. La herencia eterna
Es evidente que todos los santificados en Cristo son coherederos con
Cristo: (1) Dios les ha prometido a todos los fieles una “herencia con
todos los santificados” (Hechos 20.32). (2) La santidad (santificación) se
menciona entre los requisitos para ver “al Señor”. (3) “Todas las cosas”
de Apocalipsis 21.7 son prometidas a los vencedores, y los únicos
vencedores son los que son santificados.
“El mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser,
espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de
nuestro Señor Jesucristo” (1 Tesalonicenses 5.23).