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Los valores: una aproximación conceptual

Álvaro Carvajal Villaplana

I. Nociones comunes

En la vida cotidiana es muy frecuente que las personas utilicen la palabra “valor”, su

uso, en ocasiones, es vago o equívoco; en otras se da por supuesto su significado sin saber

realmente a que se refiere. Por otra parte, el término no todo el tiempo se emplea con la

misma acepción, sino que existen una diversidad de maneras para aludir a él, los cuales

resultan disímiles. Por eso, resulta de interés explicitar y caracterizar dicho concepto. Se –

inicia este trabajo con una presentación de las nociones comunes de “valor” en las que las

personas usa dicho término. Al respecto, es necesario recordar que algunas de estas mane-

ras de entenderlo también fueron pensadas por los filósofos.

Un primer sentido, considera como valioso aquello “que me agrada” (Meinong,

1894) o “lo que deseo" (Ehrenfels, 1897); es decir, se aprecia lo que es agradable o desea-

ble. Según se desprende, en los hechos y las cosas no hay nada (propiedades o cualidades)

que los haga valiosos, razón por la cual agradan o atraen. Este es un enfoque psicologista

que los reduce a estados psicológicos o vivencias personales. Idea que, por demás, dominó

por años en la filosofía (Alvarez, 1980: 142-143; Frondizi, 1992: 11). Los valores se conc i-

ben en el plano de la subjetividad, negando con ello la idea de su objetividad. Según esto,

los valores se encuentran en un ámbito puramente emotivo y para algunos son una cuestión

de gusto. En su punto extremo esta posició n conduce a un relativismo ético. Estas posturas

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reconocen que los valores son cualitativos. Ahora, si se redujera la asignación de valor a los

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que se ejerce sobre el ser humano (Marlasca, 2000 : 135). Con mayor precisión, la naturale-

za del valor es valer; idea prefigurada por Kant, pero que es plenamente desarrollado por el

filósofo alemán Rudolf Herman Lotza (1896-1909), quien hace un tratamiento sistemático

de dicha noción.

Según la teoría de los objetos (véase Frondizi, 1992: 13), en el plano del ser se tiene a

los objetos físicos y a los ideales, los objetos que caen en la categoría de valor correspon-

den a aquellos que valen, por ejemplo, la bondad, la belleza, la santidad, la verdad y la uti-

lidad, entre otros. El valor no es un ser concreto, físico o sensible, tampoco es ideal, como

el mundo de las forma s de Platón, no existe en algún lugar, tampoco son simples vivencias

subjetivas, sino que se encarna en algo 4 . Su existencia, por ende su objetividad, se debe a

que necesita de otro substrato La realidad del valor es transempírica, es decir, abstracta; la

cual requiere a la vez de una materialidad y una subjetividad.

Puede decirse, valga la redundancia, que los valores valen y por eso atraen y compla-

cen. Si se asume un objetivismo moderado, los valores no son una pura creación subjetiva o

contextual, sino que los valores son objetivos, pero muy vinculados al ser humano. Es de-

cir, existen características, propiedades y calidades que hacen a los objetos o las situaciones

ser considerados como valiosos, pero lo que se considera valioso es definido por el ser hu-

mano. Esto explica también la característica relacional de los valores.

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Hartmann propuso que los valores son esencias del tipo platónico, y los ubicó dentro de los objetos idea-
les, para él a esto se debe la intemporalidad de los valores. Según Frondizi, confunde el valor con su depo-
sitario (Frondizi, 1992: 14-15).

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IV. Características

Una serie de características tienen los valores, si se parte de una concepción objeti-

vista, como la asumida en este artículo, a saber:

1. El valer: como ya se señaló, no se percibe ni se piensa sino que se estima.

2. No independencia 5: los valores son independientes de las preferencias subjetivas del

ser humano o de las circunstancias, pero a la vez son dependientes de éste. La depe n-

dencia no implica una subordinación del valor a instancias ajenas, sino la necesaria ad-

herencia del valor a los cosas. Los valores hacen referencia siempre al ser y son expre-

sados como predicaciones del ser (Véase a Ferrater, 1999: 3636; y Frondizi, 1992: 17).

Tal característica se nombra también como inherenc ia, es decir, no existen separa-

dos, por sí mismos, sino que se dan siempre en un sujeto; son cualidades que necesitan

de otra realidad sustentable (Marlasca, 2000: 137). Este enfoque es representativo de la

interpretación personalista de los valores. En la tradición marxista, según Adolfo Sán-

chez, los valores existen para un sujeto, pero no de manera individual, sino como ser

histórico-social (Sánchez, 1969: 139).

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Nombre dado por Husserl, las cualidades no tienen sustancialidad por sí mismas, sino que tiene que apo-
yarse en otra. En este sentido son meras posibilidades, tienen una existencia virtual (Frondizi, 1992 : 18).

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3. Polaridad: no son entidades indiferentes, siempre tienen contrapuestos, en ninguna otra

clase de seres se encuentra esta característica tan propiamente acentuada (Alvarez,

1980: 156), se trata de una oposición ontológica:

• belleza- fealdad

• bondad- maldad

• santidad-profano

Hay valores positivos y negativos, el segundo no es mera ausencia del positivo o a la

inversa, sino que tanto el uno como el otro son valores.

4. Cualidad: son independientes de la cantidad y por eso no pueden reducirse al estable-

cimiento de relaciones cuantitativas entre las cosas valiosas, es decir, es una relación de

calidad, desde un punto de vista ético.

5. Transcendencia : transcienden los hechos o los objetos en el sentido de que ningún

valor encarnado o realizado agota la esencia del valor (Marlasca, 2000: 137).

6. Jerarquía: el conjunto de valores se ofrece en una tabla general ordenada jerárquica-

mente, unos valores valen más que otros. Unos valores pueden estar subordinados a

otros. Esta jerarquía puede variar según los tiempos y las cult uras.

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V. Clasificación

Los valores pueden ser clasificados u ordenados por la materia o el ámbito al que se

refieren, las clasificaciones son variadas. Este punto servirá para hablar de la naturaleza y

especificidad del valor ético, pues hasta el momento se ha expuesto la noción de valor in-

dependiente de la materia a la que se aplique.

Entre algunas de las clasificaciones están las de Nicolai Hartman, José Ortega y

Gasset, Max Scheller, Luis Galindo y Carlos Valero y la de Joseph de Finance. En general,

todas estas clasificaciones coinciden en distinguir los valores que no son éticos, de aquellos

que lo son prop iamente. No es posible exponer, en el poco espacio con se cuenta, todas las

clasificaciones de los valores, por eso, se presenta una ordenación con base en la realizada

por De Finance, la cual resulta muy lucida. Es importante aclarar que dicha clasificación

aquí no se sigue estrictamente.

1. Primero están aquellos valores que no son propiamente humanos sino que se comparten

con todos los animales y están en un plano puramente biológico, por ejemplo, sanidad-

enfermedad, fortaleza -debilidad. En general, se les llama vitales, para De Finance son

infrahumanos.

2. En un segundo plano están aquellos valores que son propiamente humanos, los cuales

no se comparten con los animales, pero que todavía no son éticos, pues se refieren a d i-

versos ámbitos de la vida social y personal de los seres humanos. Por ejemplo, estéticos

(belleza-fealdad, elegante- inelegante), intelectuales (conocimiento- ignorancia, verdad-

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falsedad, certero-probable, entre otros que están en relación con la ciencia), útiles (ca-

paz- incapaz, caro-barato, abundante-escaso), eudenómicos (felicidad-tristeza), entre

otros. Para De Finance son valores humanos inframorales.

3. La mayoría de las clasificaciones coinciden en agrupar por separado un conjunto de

valores que tienen que ver con el ámbito de la fe, según De Finance, estos valores están

por encima de los éticos, al poner a Dios como el fundador de todos los demás. Esta úl-

tima idea no se comparte por todos los autores Aquí sólo se consideran como un grupo

especial de valores, pues se parte de una concepción civil de la ética. Entre ellos están:

santo-profano, divino-demoniáco, entre otros.

4. Luego, se tienen los valores éticos, al igual que los demás tipos, pertenecen al obrar

humano; diferenciándose en que tienen por objeto las acciones libres de éste.

VI. Los valores éticos

Uno de los aspectos específicos del valor ético es el compromiso intencional del s u-

jeto, lo cual está en relación con la libertad, esto es, sin que medie la coerción externa y

donde se puede atribuir una responsabilidad moral. Su objeto son las acciones libres del ser

humano. Para Galindo y Valero (1995: 151) los valores éticos se componen de dos partes:

(1) una objetiva, la acción moral concreta, y (2) otra subjetiva, la buena voluntad del sujeto.

Según De Finance este tipo de va lores afecta a las personas en su totalidad no sólo

en un aspecto de su vida (el arte, la ciencia, la economía, entre otros), hacen del ser humano

una mejor o peor persona (Marlasca, 2000: 142-143).

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Los valores éticos son propensos a la universalización, sin ellos se considera que se

está falto de humanidad. De esta manera, condicionan a la persona a su realización, por tal

razón, tienden a ser obligatorios, y por tanto, son de carácter prescriptivo. Empero, a la vez,

debe tomarse en consideración las situaciones personales del sujeto y su contexto.

Entre estos valores están: bueno- malo, correcto - incorrecto, justo-injusto, altruismo-

egoísmo, amor-odio, entre otros. Se relacionan con otros valores no morales sin anularlos.

No obstante, éstos valores tienen supremacía sobre los otros (Marlasca, 2000 : 143); por

ejemplo, la encarnación de algunos valores económicos como la eficacia, podría atentar

contra el valor moral de la justicia. Es por este motivo que afectan a toda la vida humana en

su totalidad.

VII. De la subjetivismo a la universalización de los valores éticos

Con relación a la naturaleza y el carácter de los valores, se tienen dos conjuntos de

tendencias, las cuales se agrupan por su afinidad: en la primera están el subjetivismo y el

relativismo, por lo general, el subjetivismo conduce a un relativismo. En la segunda, se

tiene al objetivismo y el universalismo, el último tiene una pretensión de objetividad. Am-

bos conjuntos se contraponen, siendo –en princio- sus versiones extremas inconciliables.

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1. Sujetivismo-relativismo

El subjetivismo sostiene que los valores no existen de manera objetiva, de tal forma que

los objetos y hechos no son valiosos en sí mismos. Los valores son creados o inventados

por los seres humanos, su existencia se debe a las reacciones fisiológicas o psicológicas de

quien valora. Son los deseos, las necesidades o los intereses de los seres los que confieren

valor a las cosas. Dirán que tiene valor lo que es deseable o agradable. Los valores sólo se

atribuyen en experiencias concretas de los sujetos, en contextos determinados, sólo hay

valor cuando se valora.

Según la connotación antecedente, el subjetivismo es la base del relativismo. Este últi-

mo plantea que los valores son siempre relativos, no pueden generalizar se, pues todo se

valora de manera muy distinta según las personas, los grupos sociales, las culturas, las épo-

cas y los lugares: lo que se prohibe aquí, allá se ensalza, lo que allá es moral aquí es un

crimen, lo que se permite a unos se prohibe a otros. Por tanto, resulta imposible concebir

una ética universal. Hay varias maneras de expresarse el relativismo:

(a) Individual: el valor -por ejemplo, las ideas de bueno y malo - se determina necesaria-

mente de manera individual y depende de cada sujeto moral. Así se tiene que: el valor

es algo reducible esencialmente a la valoración realizada por algunos sujetos; depende

de los sentimientos del agrado o desagrado del hecho de ser o no deseados, e. i., de la

subjetividad humana individual. Según esto, cada quien tiene sus propios valores acerca

de los objetos y los hechos. Se defiende un subjetivismo ético.

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En algo si tienen razón los relativistas, los valores no son absolutos, lo mismo puede

decirse de los derechos humanos, en cuanto que siempre pueden encontrarse excepciones.

Si no fuese así la vida sería insoportable, por ejemplo, en el caso del derecho a la vida una

excepción es el asesinato por defensa personal, otro, el aborto por razones médicas (cuando

haya que decidir entre la vida de la madre o el hijo) o por violación.

También, el contenido de los valores puede variar, siguiendo con el ejemplo del de-

recho a la vida, puede afirmarse que la mayoría de los pueblos del mundo históricamente

han considerado el respeto a la vida como algo valioso. En las diferentes épocas su conteni-

do puede abarcar más o menos situaciones o hechos; así por ejemplo, en los “pueblos pr i-

mitivos”, se permitió el sacrificio humano, hoy es práctica resulta inamisible. Un caso ilus-

trativo de la actualidad es de la pena de muerte, si bien muchos países la abolieron por con-

siderar que atenta contra el respeto a la vida, otros todavía consideran que está justificada

éticamente y la ejecutan, por ejemplo, los Estados Unidos y Guatemala. Pero el hecho de

que la pena de muerte esté reconocida legalmente no quiere decir que sea moralmente bue-

na. Existe un contenido mínimo de valores (Véase Cortina, 2000) compartidos por toda la

humanidad que permite realizar la evaluación de las diferentes jerarquías de valores. Desde

esta perspectiva los valores tienden a la universalización, la forma en que se realice dicho

proceso puede variar.

Por último, es común entre los diferentes autores considerar que los valores éticos

son aquellos que humanizan, de tal manera, por ejemplo, es deseable que una persona sea

simpática, pero no es deseable que sea hipócrita, porque esa es una característica que des-

humaniza. Por eso los valores son aquellos de los que no puede prescindirse. Otros valores

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son deseables, como el que todo el mundo sea hermoso, pero nadie pierde humanidad por

ser feo.

VIII. La axiología

La disciplina que estudia los valores, los disvalores o valores negativos de manera

sistemática es la axiología. Etimológicamente dicho término proviene de dos palabras grie-

gas “Axios” que significa “valor”, “valioso”, “lo que vale”; y de “logos” que quiere decir

“tratado” o “teoría”. Literalmente se trata del tratado o la teoría de los valores. El término

comienza a utilizarse en los primeros años del siglo XX. Según Maliandi es difícil determi-

nar quien lo acuñó (Maliandi, 1992 : 74); su popularización se debe a los filósofos Paul La-

pie (Francia), Karl Boehm (Hungría), Edward von Hartmann (Alemania) y Wilbur Mars-

hall Urban (Estados Unidos). En contraste, J. N. Findlay (Citado por Ferrater Mora, 1999,

tomo 2: 287) afirma que Urban (1873-1952) es el primero en usar el término, en un artículo

de 1943, titulado Axiology, el cual aparece en Twenty Century Philosophy. Con dicha pala-

bra traduce el término alemán “Werttheorie” -en español se traduce por “teoría del valor”-

que el economista von Neumann introduce a la economía como “teoría del valor económi-

co”.

La axiología o el estudio de los valores, en tanto enfoque ético, es de recie nte apari-

ción. Sus orígenes se remontan a la segunda mitad del siglo XIX con la ética material de

los valores de Franz Bentrano, especialmente a partir el concepto de intencionalidad, carac-

terizado por la conciencia: “todo acto psíquico es intencional, es decir, está dirigido a un

correlato objetivo, aunque no sea real, los actos valorativos corresponden a correlatos obje-

tivos” (citado por Meliandi; 1999:76); la fenomenología de Hurssel y la interpretación per-

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sonalista de los valores (Marlasca, 2000: 134) de Max Scheler (1874-1929) y Nicolai

Hartman (1882-1950). En esta última tendencia objetivista del valor se ubica también a

Joseph de Finance (1968).

La disciplina se desarrolla sobre todo en el siglo XX, según Maliandi como una re-

acción al positivismo. Lo cual no quiere decir que con anterioridad el tema de los valores

no fuese objeto de análisis por parte de los filósofos, cabe citar a Platón y Kant. No obstan-

te, dichos autores no lo trataron de manera sistemática sino aislada; por otro lado, no defi-

nieron el término “valor”. Por lo general, los griegos lo incluyeron en el ámbito del ser

(Frondizi, 1992 : 11); en la actualidad, el valer se distingue del ser. En el siglo XIX Rudolf

Hermann Lotze (1896-1909) es quien somete el concepto a un tratamiento sistemático y

descubre en la naturaleza del valor su forma de existencia: el valer.

Como bien afirma Maliandi (1999: 74), por axiología no se designa una escuela o una

tendencia, sino, más bien, un conjunto de teorías elaboradas desde diferentes perspectivas:

objetivistas, subjetivistas (Niechtze), existencialistas (Sartre), personalistas, fenomenológi-

cas y relativistas, entre otras. Entre las teorías axiológicas que aparecen en el siglo XX se

tienen las de Louis Lavelle (1951-1955); Francisco Romero (1965); Risieri Frondizi (1968

y 1977), quien intenta una mediación entre objetivistas y subjetivistas; Robert Hartmann

(1959; 1965) y Mario Bunge (1985), quien concibe los valores como relaciones entre obje-

tos y sujetos evaluados, es decir, relaciones potenciales que se actualizan en circunstancias

dadas (Bunge, 1997: 142).

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La axiología tiene problemas que le son propios, entre algunos de ellos están: el valor in

genere, la determinación de los distintos tipos de valor, las relaciones entre ellos (Maliandi,

1999: 75), su naturaleza y carácter (objetiva-subjetiva, obsolutos-relativos), si se pueden

universalizar o no, el conocimiento del valor, la evaluación de los objetos considerados

valiosos y del valor mismo, entre otros. En general, representa una manera particular y

nueva de plantear y tratar viejos problemas.

De lo expuesto, por tanto, cabe distinguir entre teoría de los valores y los sistemas

de valores, pues los últimos contienen juicios de valor, son una determinada escala de valo-

res. Mientras que los valo res pueden verse como el fundamento de las concepciones del

mundo y de la vida, dan origen a teorías éticas determinadas o enfoques de análisis éticos

particulares.

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Álvaro Carvajal Villaplana


Profesor de las Escuelas de Estudios Generales y Filosofía (UCR) y la Escuela de Ciencias
Sociales (ITCR).
acarvaja@cariari.ucr.ac.cr

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