Está en la página 1de 9

LITERATURA Y CULTURA LATINOAMERICANAS II

Primer cuatrimestre 2020


Fecha de la clase: 4 de mayo
Docente a cargo: Francisco Aiello

“Agua” (1935) de José María Arguedas

1. Si bien tendemos a evadir la biografía de un escritor para favorecer el encuentro


con el texto literario, la figura del peruano José María Arguedas (1911-1969) exige
considerar la singularidad de pertenecer a dos culturas, con sus correspondientes
cosmovisiones e imaginarios, lo cual se expresa de modo evidente en su condición
de bilingüe, en tanto se trata de un sujeto con perfecto dominio tanto del español
como del quechua.

Arguedas nació en una familia de buena posición económica. A los dos años
de edad quedó huérfano de madre. Su padre volvió casarse con una mujer con
quien en niño no tenía buena relación. Este conflicto –sumado a los constantes
viajes del padre por motivos laborales (era abogado)– hizo que el pequeño José
María fuera relegado a la cocina de la casa, donde se estrechó relación con el
personal doméstico, grupo quechuahablante que lo introdujo en la cultura andina.

Además de notable escritor, Arguedas tuvo también una amplia tarea


académica como antropólogo, ámbito en el que también tuvo un papel destacado.
Son de importancia, asimismo, sus traducciones del quecha al español.

2. Esta doble pertenencia cultural entraña un fuerte conflicto en el escritor de


ficciones, porque se suscita la tensión entre el empleo del castellano y la voluntad
de incorporar la visión de mundo andina. Claro que en castellano es posible
referirse a la cultura otra, por ejemplo, mediante descripciones. Sin embargo, ese
tipo de acercamiento supone una mirada exterior. En efecto, la búsqueda de
Arguedas consiste en poder lograr en su escritura en castellano la mirada interior, es
decir, la perspectiva de quien ve el mundo andino desde la propia cosmovisión.
Esto conlleva la desestabilización de la lengua española escrita para que ésta pueda
asimismo albergar la cultura andina.

En un breve ensayo de 1939 (o sea, de la mismo época en que escribe


“Agua”) titulado “Entre el kechwa y el castellano. La angustia del mestizo”,
Arguedas plantea desde el título la tensión entre las lenguas en términos de
padecimiento. Allí reivindica la lengua quechua como portadora de valores
culturales propios. Dice Arguedas:

El kechwa es la expresión legítima del hombre de esta tierra, del hombre


como criatura de este paisaje y de esta luz. Con el kechwa se habla en forma
profunda, se describe y se dice el alma de esta luz y de este campo, como
belleza y como residencia.1

Advirtamos el empleo del adjetivo legítimo, que insiste en la importancia de


este gesto de reivindicación en un contexto histórico de pronunciado racismo y de
eurocentrismo dominante, lo cual implicaba una visión altamente peyorativa de
una lengua predominantemente oral (la expansión de la escritura en quechua se
produce recién hacia finales del siglo XX). En términos que cierran la cita –belleza y
resistencia– se observa la valoración del quechua desde un punto de vista estético,
pero también político, en el sentido subsistir ante los embates de la cultura
dominante.

Así surge la angustia de la que habla el título del ensayo:

Si hablamos en castellano puro, no decimos ni del paisaje ni de nuestro


mundo interior; porque el mestizo no ha logrado todavía dominar el
castellano como su idioma y el kechwa es aún su medio legitimo de

1
Todas las citas del ensayo están tomadas de una versión digital del ensayo, que se puede consultar
completo en el siguiente link:
http://letras-uruguay.espaciolatino.com/aaa/arguedas/entre_el_kechwa_y_el_castellano.htm
expresión. Pero si escribimos en kechwa hacemos literatura estrecha y
condenada al olvido.

Arguedas recurre a su propia trayectoria –incipiente, por cierto– para


recordar lo insuficiente que le resultaba el español en sus inicios literarios como
medio para dar hablar del mundo andino. Por eso con “Agua” inaugura un trabajo
recibido en ciertos sectores tradicionalistas de modo despectivo por tratarse de una
mistura. Lo cierto es que el autor, lejos de rechazar esta crítica, la asume y la
convierte en matriz productiva de su obra, gracias a la cual consigue ese
“equilibrio entre su necesidad de expresión integral y el castellano como su idioma
obligado”.

3. Otro texto de Arguedas que nos resulta útil para aproximarnos a su figura es el
discurso que pronunció en el marco de la entrega del premio “Inca Garcilaso de la
Vega” en 1968.

Por un lado, encontramos una clara continuidad respecto de los planteos


formulados casi treinta años atrás. Sostiene Arguedas: “Yo no soy un aculturado;
yo soy un peruano que orgullosamente, como un demonio feliz habla en cristiano
y en indio, en español y en quechua. Deseaba convertir esa realidad en lenguaje
artístico y tal parece, según cierto consenso más o menos general, lo he
conseguido” (12).2 Lo que en el ensayo anterior –comentado en el punto 2– se
formulaba en términos de proyecto de una poética en ciernes, ya en este discurso
pronunciado hacia el final de su vida se revela como la consumación de una obra
consagrada, siempre asediada por la misma inquietud de situarse entre dos
mundos.

2
Consulto este discurso en su reproducción incluida en el volumen de la novela póstuma de Arguedas El
zorro de arriba y el zorro de abajo.
Por otro lado, este breve texto es informativo en cuanto a las figuras
tutelares en las que Arguedas encontró sustento tanto artístico –Huamán Poma, el
Inca Garcilaso, César Vallejo, entre otros– como ideológico. En este plano rescata a
Lenin y al también peruano José Carlos Mariátegui (1984-1930). Este pensador
fundó en Lima una revista de gran importancia para el Perú y para América Latina
en general: Amauta (1926-1930). De todas maneras, su legado más importante lo
constituye el volumen Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana.3

3.1. Anotamos algunas de las ideas desarrolladas en dos de los ensayos que
integran el libro de Mariátegui, en tanto se trata de consideraciones que nos
resultan operativas para encarar la lectura del cuento “Agua” de Arguedas.

En el capítulo “El problema del indio”, Mariátegui defiende la tesis según la


cual “La cuestión indígena arranca de nuestra economía” (26). De este modo
polemiza con otras miradas vigentes en la época que ponían el acento en otras
cuestiones, tales como la educación, la raza, la religión. Para el autor, la situación
de precariedad material del indio obedece a lo económico, concretamente al
gamonalismo, término empleado en Perú y en otros países para referirse al
latifundismo. El poder acumulado por el hacendado se asemeja al de un señor
feudal, por lo que su autoridad sobre las poblaciones campesinas suspende el
ejercicio de toda ley escrita. Prueba de ello es que, pese a la prohibición del trabajo
no remunerado, se constata esta práctica e incluso se incurre en el trabajo forzado.
Así, Mariátegui sostiene que la explotación del indio propia del período colonial
no se vio modificada por la naciente República del Perú:

La aristocracia latifundista de la Colonia, dueña del poder, conservó intactos


sus derechos feudales sobre la tierra y, por consiguiente, sobre el indio.
Todas disposiciones aparentemente enderezadas a protegerle, no han
podido nada contra la feudalidad subsistente hasta hoy. (35).

3
Se puede acceder en forma libre y gratuita al volumen completo en la página de la editorial Ayacucho.
En clara articulación con estos planteos, en el capítulo titulado “El problema
de la tierra”, Mariátegui reivindica el derecho del indio a la tierra. Argumenta que
la concentración de la tierra en estas formas subsistentes de feudalismo tiene
consecuencias espaciales entre los indios, por ser estos mayormente agricultores,
con alto grado de desarrollo en esta actividad, como se constata –por ejemplo– y en
las terrazas y andes de cultivo de los Andes. Además, la subsistencia campesina se
organizaba, en términos sociales, en torno del ayllu o conjunto de familias que
ostentaban la propiedad colectiva de la tierra, en la cual convivían el trabajo
cooperativo y la apropiación individual de cosechas y frutos (Mariátegui: 43).

4. Este panorama ideológico irradiado desde la capital peruana incide en proyecto


de Arguedas. En el cuento “Agua”, el personaje-narrador nos informa sobre las
quejas de un personaje, Bernaco: “—Este Pantacha ha regresado molestoso de la
costa.” (86). En la costa peruana –sobre el Océano Pacífico– se encuentra Lima,
donde circulaban ideas como las de Mariátegui que apuntamos. De manera que el
personaje de Pantacha se ha trasladado desde las sierras hacia la capital, donde ha
permanecido un tiempo, para regresar con nuevas ideas que se alzan contra el
sistema de dominación imperante en su pueblo.

El otro personaje principal es el propio narrador a quien le cabe el apelativo


de niño (“—¡Niño Ernesto!”, 79). Sin tratarse de una narración autobiográfica, se
puede señalar en Ernesto una transfiguración del propio Arguedas. Agreguemos
que también se llama Ernesto el personaje principal de la novela más importante
del escritor peruano, Los ríos profundos. Hay que observar en él su ubicación en la
historia como miembro de la comunidad –por eso ofrece una visión interior– sin
dejar de reparar en que es un personaje distinto en lo referido a su origen.
5. El problema de la lengua4

5.1. La desestabilización del texto en castellano que puede generar la inclusión de


vocablos en quechua se ve atemperada por tranquilizadores paréntesis con un
término presentado como su correspondencia: “llak’ta (pueblo)” (79), “atok’
(zorro)” (85), “lok’os (sombrero)” (89), “dansak’ (bailarín)” (90).

El término quechua escrito sin marcas tipográficas –que pudieran hacer ostensible
un distanciamiento– instala de modo explícito la heterogeneidad lingüística, cuyos
efectos de desconcierto entre lectores ajenos al ámbito cultural andino resultan
controlados por esas presuntas equivalencias en español.

5.2. Además de las palabras aisladas que se integran a lasintaxis del español,
también se emplean frases completas en quechua, en todos los casos entre signos
de exclamación, puesto que en la distribución de funciones de cada lengua el
quechua resulta privilegiado para la expresión de emociones (Morales, 2012: 48-
49).

5.3 Si la traducción somete al quechua a la asimilación, las numerosas notas a pie


de página tienden —en cambio— a desacreditar la posibilidad de una versión en la
lengua meta. En efecto, el discurso se descentra al remitir al espacio paratextual de
la nota con el propósito de enfatizar la incapacidad del español para dar cuenta de
aquellos elementos lingüísticos cuyo significado no se agota en la capacidad
referencial del signo, sino que además traban un vínculo indisoluble entre lengua y
cultura. Así, esas intervenciones autorales asumen una modulación didáctica al
incurrir en descripciones ya sean gramaticales –desde aspectos morfológicos como
la formación del plural hasta la caracterización semántica de una interjección– o
bien referidas aspectos culturales, mediante las cuales se favorece una posible

4
Este análisis de “Agua” forma parte de una ponencia presentada en la Universidad Nacional de Córdoba
(2018) en la que me propuse realizar una lectura comparativa entre este cuento de Arguedas y la novela
Gouverneurs de la rosée (1944) del haitiano Jacques Roumain. El trabajo completo se puede consultar en el
siguiente link: https://blogs.ffyh.unc.edu.ar/congreso-caribe/files/2019/08/El-Caribe-en-sus-literaturas-y-
culturas.pdf
comprensión para el lector hispánico, al tiempo que asimismo esta práctica
metalingüística instala en el texto zonas de la cultura andina que resultan apenas
sugeridas, sin que el texto las muestre de modo fehaciente.

5.4. También se observan vocablos quechua sin traducción ni nota explicativa,


aunque en esas zonas el contexto de aparición resulta orientativo respecto del
significado, tal como ocurre con las expresiones “vacas allk’as, pillkas, moras” (80)
y “donde los k’erk’ales y la caña de maíz son más dulces que en ningún otro sitio”.
El lector que desconoce el quechua comprende que se trata de la enumeración de
tipos de ganado y de la descripción de la flora de cierta área; sin embargo, no
accede a todos los rasgos semánticos de allk’as o k’erk’ales. De manera que la
aproximación al universo andino tiene lugar mediante la hiperonimia, ya sea
explícita (vacas) o inferible por el contexto (“planta”, para el caso de k’erk’ales), lo
cual supone un acceso restringido a esa otra cultura.

5.5 La inserción de palabras quechuas desprovistas de la versión castellana no


obstruye la lectura; por otro lado, funcionan como indicadores de un referente que
se resiste a ser presentado de modo pleno en español. Lo cierto es que la cultura
andina en sentido más amplio no se limita al repertorio de piezas léxicas quechuas
desplegado a lo largo de “Agua”. Por el contrario, se reconoce en el habla de los
personales un constante temblor en el andamiaje gramatical del español. Uno de
los rasgos más salientes se advierte en la supresión de determinantes (“Ahora
chacras no alcanzan paras la gente”, 78), mediante lo cual se sugiere –según explica
William Rowe– “la visión del mundo genérica, no individualizada” del indio
(1979: 5).

5.6. Otras características son la omisión de conjunciones subordinantes (“En otra


parte, dicen, comuneros se han alzado…”, 91) y el hipérbaton que desplaza el
verbo hacia el final de la frase (“Cañazo nomás falta.”, 81). Ahora bien, hay que
destacar que el habla de los indios, lejos de pretender la imitación, es el resultado
de una elaboración estética. No solamente se trabaja el español para sugerir la co-
presencia de la cultura otra mediante la transgresión de su normativa, sino que
además se explotan recursos propios de la lengua estándar, aunque con una
concentración tal que en “Agua” adquieren un valor particular en lo referido a la
alusión latente al mundo andino.

5.7. Es significativa la reticencia a la subordinación en pos de estructuras simples


en términos sintácticos, más proclives a la acumulación y la yuxtaposición, para
lo cual el insistente empleo de punto y coma resulta operativo: “Don Braulio
parecía de verdad loco; sus ojos miraban de otra manera, derechos a Pantacha;
venenosos eran, entraban hasta el corazón y lo ensuciaban” (105). La frase, según
se ve en este ejemplo, avanza a ritmo pausado y construye el sentido de forma
paulatina, como por aproximaciones.

5.8. También abundan las comparaciones a lo largo del cuento, cuyo segundo
término incluye algún elemento de la naturaleza o, en su defecto, de la vida
agrícola. De manera que los símiles apelan a lo concreto y a lo inmediato, lo cual es
propio del modo de transmisión del conocimiento en las culturas
predominantemente orales, según ha explicado Carlos Pacheco (1992).

5.9. Por último, cabe señalar la selección léxica del castellano empleada al momento
de describir la naturaleza, dado que esos pasajes predominan sustantivos,
adjetivos y verbos usualmente empleados para entes animados: “El eucalipto del
centro de la plaza parecía sudar y miraba humilde al cielo.” (103); “...las quebradas
se achicharraban con el calor.” (99). Esta animización del paisaje parece indicar un
vínculo singular del indio con la naturaleza signado por la cercanía emotiva.
Bibliografía citada (para consulta complementaria)
De Llano, Aymará. “Lo oculto que se hace presente. Los ríos profundos de José
María Arguedas”. Arguedas Centenario. Actas del Congreso José María Arguedas. Vida
y obra (1911-2011). Flores Heradia, Gladis; Morales Mena, Javier y Martos Carrera,
Marco (eds.). Lima: San Marcos, 2011.

Morales, Gracia. “La influencia de lo quechua en la narrativa de Arguedas: un


acercamiento a sus relatos”, América sin nombre, nro 17 (2012): 47-58. Disponible
online: https://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/26473/1/ASN_17_06.pdf

Pacheco, Carlos. La comarca oral. Caracas: La Casa de Bello, 1992.

Rowe, William. Mito e ideología en la obra de José María Arguedas. Lima: Instituto
Nacional de Cultura, 1979.

También podría gustarte