RICARDO

PIGLIA

Bonaerense
Nació en Adrogué
el 24 de noviem-
bre de 1941.
En 1955 se mudó
con su familia
a Mar del Plata.

Docencia
Fue profesor en
las universidades
de Buenos Aires,
de California
y de Princeton
hasta 2011.

Ensayista
Como crítico
publicó textos
sobre Arlt, Borges,
Macedonio Fer-
nández, Manuel
Puig y Sarmiento.

Novelas
Respiración
artificial, La ciudad
ausente y Blanco
nocturno son
algunas de sus
ficciones clásicas.

TV
En 2012 condujo
Escenas de la
novela argentina,
por Canal 7
y producido
por la Biblioteca
Nacional.

22 julio 2013
«Soy un escritor
muy conectado
con la experiencia
de su generación»
El novelista y ensayista analiza la relación
actual entre política e intelectuales, y
adelanta pormenores de su nueva obra.
>> Por Néstor Leone
>> Fotos Eduardo Carrera / AFV
S
iempre habló de un mito
fundacional de su literatura:
su traslado familiar a Mar
del Plata, el exilio interno de
su padre peronista luego de la Li-
bertadora y la escritura de un diario
personal siempre presente e inacaba-
do. No obstante eso, ¿cuándo se sintió
escritor por primera vez?
Es difícil saberlo... Por supuesto que
cuando publicás el primer libro las
cosas empiezan a cambiar. Más allá de
la calidad que tenga, el primer libro
es un acontecimiento, porque alguien
puede comenzar a decirse escritor.
Digamos que fue en ese momento, allá
por 1967 (ndr: con La invasión). Luego,
el escritor va creando su oficio.
¿Qué recuerdos tiene de esa etapa
fundacional?
Soy un escritor muy conectado a la
experiencia de su generación, una
generación que “andaba en banda”:
nos leíamos los textos, publicábamos
revistas para hacer circular nuestros
relatos… Las revistas eran la forma que
teníamos de intervenir en la discusión.
En esa época me conecté con la gente
de El escarabajo de oro, de Abelardo
Castillo. Con Germán Rozenmacher y
Miguel Briante ganamos un concurso y
conformamos una especie de cofradía.
La cuestión del diario personal aparece
casi como una mitología que ha sabido
construir paralelamente a su obra.
Empezó siendo algo muy espontáneo,
ligado a esa situación de desarraigo, a
cierto registro de experiencias, y des-
pués se fue convirtiendo en una especie
de laboratorio de trabajo que cada
vez más funciona como una escritura
espontánea en el sentido más pleno. No
es una escritura pensada, como cuando
uno dice: voy a escribir un ensayo, un
artículo periodístico o una novela. El
diario no tiene un plan previo.
El género diario quizá haya tenido un
punto de inflexión en estos tiempos
con Borges, de Adolfo Bioy Casares.
Ahí quedó demostrado, creo, que Bioy
no soportaba tener al lado a un tipo
como Borges que escribía esos textos
tan extraordinarios, porque es un libro
muy hostil. Hay un rencor secreto
detrás de esa admiración. Así son
también las relaciones más intensas,
por otra parte. Es cierto que es un muy
buen documento, pero no creo en todo
lo que ahí se dice. Las cosas que Borges
le dice a Bioy, no las encuentro en
tantas entrevistas que Borges ha dado.
La mano de Bioy y su inventiva han
tenido mucho que ver con eso. Igual
tiene grandes momentos.
Y con el diario, la influencia de Mace-
donio Fernández, y la idea del escritor
que se pasa escribiendo una novela
que dura toda su vida.
Sí, el escritor que no piensa en
publicar. Sin embargo, el que leí de
muy joven y que más influyó fue el de
Cesare Pavese, que se llama El oficio
de vivir. Es un gran diario; tiene una
intensidad enorme. Logró crear una
intriga con su propia vida. Ahí el eje
era su relación con las mujeres. Se ena-
moraba, pero lo abandonaban rápido.
julio 2013 23
Siempre aparecía en el rol de desdicha-
do. Y había una unidad en torno a eso.
Recuerdo un viejo documental suyo
sobre Macedonio, creo que de los
primeros noventa.
Sí, con Andrés Di Tella. Lo atractivo ahí
fue la presencia de Adolfo Fernández
de Obieta, el hijo de Macedonio, que
leía esos cuadernos, los transcribía. Era
muy emocionante ver a este hombre
que había dedicado su vida al padre.
Le debemos mucho la persistencia de
Macedonio. A Borges también, por
supuesto. De todos modos, Borges hizo
con Macedonio lo que Bioy hizo con
él. Según Borges, era extraordinario
Macedonio, pero no para escribir, sino
para hablar con él. ¿Y quién hablaba
con Macedonio? Borges. “Solamente yo
que lo conocí puedo decir cómo era”,
parecía decir.
¿Qué lugar ocupa en la literatura
argentina?
Importantísimo. No hay Borges sin
Macedonio. No hay Cortázar sin
Macedonio. Es la gran figura ética
del escritor. Es el escritor que está
al margen, que vive una vida muy
humilde, dedicado exclusivamente a
la lectura, a la reflexión, a los amigos.
Anarquista, portador de la ironía, cosa
que, a veces, escasea en la literatura
argentina, donde todo se dramatiza…
Es un ejemplo.
Capillas y cánones
El tema de las capillas y los cánones
siempre ha sido un tema de debate
y de tensión: cómo se construyen,
en contraposición a qué, buscando
qué. ¿Cómo se ha llevado con estas
discusiones?
Los escritores de mi generación hemos
pasado por muchas de estas idas y
vueltas: autores que se incorporan;
otros que se relegan. Pero pasa en
todas las literaturas. Es una inten-
ción del mercado que así ocurra. Es
el mercado el que necesita un orden.
En la proliferación de los textos que
circulan, el mercado determina
qué debe leerse y qué no; o qué leer
primero para no quedarte afuera de no
se sabe bien qué cosa. Pero la literatura
no es eso. El problema es que al asunto
se lo toma demasiado en serio, como si
se tratase de discusiones sobre el valor
de los textos.
¿Qué textos y autores contemporá-
neos agregaría?
No para armar un nuevo canon, pero
estoy dirigiendo ahora una colección
24 julio 2013
«Algunos intelec-
tuales se cansan
de decir que son
republicanos
y democráticos,
pero no son ni una
cosa ni la otra»
en Fondo de Cultura, que se llama Serie
del Recienvenido, en homenaje, preci-
samente, a Macedonio. No es que haya
ido a buscar libros olvidados; son obras
que, todos aquellos que las hemos
leído, recordamos gratamente, pero
que no estaban a mano, porque existe
una idea de reediciones con una lógica
rarísima… Entonces me di el gusto de
volver a publicar Minga!, la novela de
Jorge Di Paola; Hombre en la orilla,
de Miguel Briante; En breve cárcel,
de Sylvia Molloy… Grandes libros
que se publicaron hace una década
o dos y parecería que estuviésemos
hablando de la prehistoria. Antes,
cuando hablábamos de un libro viejo,
nos referíamos a algún clásico del siglo
XIX. Mansilla, ponele.
¿Qué textos y qué autores de esta
última década le generan nuevas
preguntas, nuevas inquietudes?
Mi criterio al respecto es éste: hay es-
critores de los cuales espero los nuevos
libros. Me interesa, por ejemplo, saber
si Alan Pauls está con un proyecto
avanzado o no. Si está, entonces, lo
espero con ansiedad. O me interesa
saber si está por salir un nuevo libro de
Juan Villoro. Eso, para mí, define si un
escritor me interesa con intensidad o
no: el hecho de saber que estoy espe-
rando una obra suya.
¿Qué características tienen esos escri-
tores? ¿Qué puntos en común?
Tienen una voz propia. Un problema de
la literatura de nuestro tiempo es que
los textos se parecen mucho, y uno no
termina de distinguir las diferentes
escrituras por esa especie de media.
Por eso digo que me llaman mucho
más la atención aquellos escritores
con una voz que uno identifica. Sergio
Chejfec, por ejemplo. Te puede gustar
más o menos lo que hace, pero sabés
que lo que hace tiene identidad. Y uno
lo agradece.
Intelectuales y política
Éste es un tiempo en el que la dis-
cusión política entre intelectuales
parece haber adquirido una mayor
relevancia y una visibilidad pública
que no tenía. ¿Cómo se piensa usted
frente a esto?
Veo que la escritura política de
opinión, en general, y que los perio-
distas, en particular, han ocupado el
espacio de la discusión cultural que
tradicionalmente habían tenido los
intelectuales en la Argentina. Con
esto quiero decir: los intelectuales
que intervienen en el debate público,
a menudo, se hacen cargo de las
fórmulas, de las consignas, de los este-
reotipos y, de alguna manera, “hacen”
de periodistas, trabajando sobre lo in-
mediato, como si la discusión intelec-
tual fuera una cuestión electoral donde
todo se vuelve extremo.
¿No observa que haya cambiado la
naturaleza del debate?
Lo que veo es que los intelectuales, en
el sentido clásico, han desaparecido de
la escena. Ahora bien, creo que efec-
tivamente se están discutiendo cosas
importantes, que durante muchos años
quisimos que se discutieran pública-
mente. Y solamente las discutíamos en
pequeños grupos.
¿Por ejemplo?
La cuestión de los medios de comuni-
cación, tema que en los sesenta y los
setenta era discusión permanente en
las revistas en las que participábamos.
Nos pasamos la vida discutiendo eso
en pequeños círculos, y es bueno que
hoy sea una discusión de muchos. Pero
también la cuestión violencia y Estado.
O las relaciones de desigualdad. Son
cuestiones que hoy aparecen conden-
sadas, saludablemente, en el concepto
de memoria, derechos humanos y juz-
gamiento del terrorismo de Estado. Lo
mismo la cuestión de la problemática
sindical: el rol de la burocracia sindical,
de los grupos alternativos… Hoy es un
debate que está en la sociedad. O el
problema de la Justicia…

«Me gusta la actitud frontal del
Gobierno. Por primera vez se
habla de los problemas lejos de los
discursos esotéricos»
Escritor mul-
tigalardonado,
Piglia ganó los
premios Casa de las
Américas, Planeta,
Rómulo Gallegos e
Iberoamericano de
Letras José Donoso,
entre otros.
Muy actual, por cierto.
Sí, cualquiera que haya estudiado
historia sabe cuánto se ha trabajado
la relación entre derecho, injusticias
y organización de la sociedad. En la
Argentina parecería que recién ahora
descubrimos que existe una relación
entre derecho y fuerzas sociales, y
que esto provoca desigualdades. Eso
que hoy parece ser una discusión
electoral e inmediata, en realidad,
es una discusión de fondo, que no se
inventó ahora. Hay que historizar las
discusiones.
Cartas y argumentos
En relación al intelectual y el espacio
público, en los últimos años han
aparecido una serie de espacios para
discutir política, aun la más candente,
desde Carta Abierta a Argumentos y
Plataforma.
Desde el principio me pareció intere-
santísima la aparición de Carta Abierta,
en donde tengo muchísimos amigos y
me siento emparentado. Con ellos las
diferencias son respecto al estilo de sus
intervenciones.
La cuestión del estilo, quizá, haya sido
la observación más recurrente que
se le haya hecho a Carta Abierta. ¿La
comparte, entonces?
No, por lo general son críticas desde el
lugar populista de los que creen que
hay que escribir fácil. No me refiero
a eso. Respeto mucho sus estilos en
el plano individual. Me gusta mucho
cómo escribe Horacio González, sus
libros, sus reflexiones. Pero para este
tipo de intervenciones me parecería
mejor el modelo Walsh. Cuando Walsh
escribe la “Carta abierta a la Junta
Militar” se pone a leer a Cicerón, a
Catulo, para conseguir un estilo que no
sea el de consigna, pero que tenga la
suficiente eficacia verbal. Eso hizo que
esa retórica política fuera extraordi-
naria no sólo por el contenido, porque
hay muchas denuncias parecidas;
sino, sobre todo, por la forma como fue
escrito: con un estilo único.
julio 2013 25
RICARDO PIGLIA dice de...
El escritor dejó en el transcurso de la entrevista con Debate algunas
apreciaciones interesantes sobre el mundo literario…

Rodolfo Walsh Adolfo Bioy Casares

“Nos dejó una hipótesis muy “Bioy no soportaba tener al lado a
valiosa: si uno quiere hacer un tipo como Borges que escribía
literatura de denuncia, lo mejor esos textos tan extraordinarios”.
es que no use la ficción”.

Macedonio Fernández Alan Pauls

“No hay Borges sin Macedonio. “Hay escritores de los cuales
No hay Cortázar sin Macedo- espero los nuevos libros. Alan
nio. Es la gran figura ética del Pauls, por ejemplo. Su literatura
escritor”. tiene voz propia”.

Carta Abierta no lo tiene.
Lo que digo es que, si un grupo de
intelectuales se autoconvoca para dar a
conocer una intervención tan valiosa,
debe hacer el esfuerzo para que tenga
la mayor precisión y eficacia estilísticas
posibles. Esto lo digo con todo respeto;
con el respeto de quien comparte una
misma vereda. Que se entienda bien:
son mis amigos, mis queridos compa-
ñeros. Por eso, todo esto debe ser dicho
en minúsculas. Lo que debería ir en
mayúsculas es que me parece impor-
tante que un grupo de intelectuales
haya intervenido en el debate contem-
poráneo sacando la discusión de lo
inmediato y llevándola a la discusión
sobre las grandes cuestiones, como han
hecho ellos en cada momento.
Los espacios intelectuales opositores
han sido, por el contrario, más disper-
sos y discontinuos.
En la oposición existe únicamente una
voluntad de diferenciación, más que de
propuesta. Lo que veo en ellos, y ahí la
figura del intelectual como periodista,
es la pretensión de subrayar perma-
nentemente que ellos son personas
morales, de buen gusto y que no se
dejan entusiasmar fácilmente. No veo
que allí haya propuestas, sino la exi-
gencia de que no se los confunda.
Relatos y simulacros
¿Cómo observa, en ese contexto, la
discusión del Gobierno con ciertos
grupos concentrados de medios?
«Hay que crear insti-
tuciones y estruc-
turas políticas que
puedan persistir
más allá de las
individualidades»
Me gusta la actitud frontal del
Gobierno. Por primera vez en mi
recuerdo político, el Ejecutivo está
hablando de los problemas como los
habla la gente. Lejos de esos discursos
esotéricos que siempre utilizaron los
presidentes. Esa idea de entrar de lleno
en las discusiones, de llevar al espacio
público debates que eran de pequeños
grupos me parece saludable. De todos
modos, y para decirlo en los viejos
términos, no creo que la contradicción
principal en la Argentina sea con el
diario Clarín o con esa corporación
periodística. No he hecho una inves-
tigación al respecto, ni exhaustiva
ni breve, sobre con quién sería esa
contradicción principal o si habría que
descartar al Grupo en ella. Pero me da
la impresión de que, en la Argentina de
hoy, los conflictos de fondo deberían
tener otro tipo de protagonistas, más
allá de que algunos puedan ser voceros
de esos intereses.
¿Por ejemplo?
Me parece que uno de los problemas
de la Argentina, que acompaña la
discusión actual, es que la derecha o
las clases dominantes no han logrado
constituir un partido político. La inca-
pacidad de ese sector, que tiene mucho
peso en el campo económico, pero que
no logra peso electoral, complejizó más
las cosas para la democracia. Le digo
más: muchos intelectuales estarían de
acuerdo con el voto calificado si fuera
posible.
Hace tiempo usted viene hablando
de la “crisis de los intelectuales de
derechas”.
Sí, eso de hecho. Recuerdo con nostal-
gia las posiciones que tenían los nacio-
nalistas católicos. Decían cosas claras
con las cuales uno podía discutir y exis-
tía una gran bibliografía histórica detrás
de lo que ellos decían. Acá todos se
cansan de decir que son republicanos
y democráticos, pero estoy convencido
de que no son ni una cosa ni la otra.
Usan esas banderas para tapar las cosas
que piensan, pero que no se animan a
decir. En ese sentido, los diarios han
funcionado muchas veces como voce-
ros de la ausencia de ese partido. Desde

26 julio 2013
la crisis del treinta, cuando el diario EL CAMINO DE IDA, SU NUEVA OBRA
Crítica se convirtió en vocero de la idea
de que había que hacer un golpe para
terminar con el populismo de Hipólito
Yrigoyen, hasta el golpe contra Perón
en 1955 y el golpe de Juan Carlos Onga-
nía de 1966, muestran esa falta de una
estructura política con representación
electoral que exprese realmente los in-
tereses más concentrados. Ese proble-
ma persiste y la democracia argentina
lo debe afrontar. De hecho, la oposición
hoy está absolutamente pulverizada.

Una de las categorías de moda en

los últimos años es la cuestión del
“relato” y trae una discusión vieja:
cómo se cuenta el presente y se lo
relaciona con el pasado.
Remite a la idea de consenso o al
sistema de creencias compartidas,
siempre necesarias, que todo gobierno
necesita para que ese orden funcione
más allá de la coerción. A eso se le
llama relato, como si eso ya de por sí
lo descalificara. Esto me lleva a otro
problema del pensamiento liberal:
desconfía siempre de las pasiones.
Norman Mailer decía una cosa atendi-
ble: no se puede ser liberal y freudia-
no, porque si sos liberal y freudiano
tenés que saber que existen pasiones,
pulsiones y que no todo se arregla con
la pura conversación. Que no siempre
los sectores sociales pueden sentarse a
conversar en la placidez absoluta. Acá
parecería que los únicos que merecen

El intenso oficio
ser freudianos son los peronistas o los
que representan a las clases populares.
Y que el resto son individuos absoluta-

de escribir
mente lúcidos, que solamente hablan
por su inteligencia y su raciocinio.
Puras supercherías.

Otra categoría usualmente invocada

es la de “simulacro”, tan cara también
a la relación entre literatura y peronis-
mo. En Borges, por ejemplo.
Sí, la idea de la mentira, de que
solamente las clases populares son
engañadas, de que las otras clases
sociales son lo suficientemente lúcidas
para evitarlo. Y no es así. Por eso lo
importante de historizar las discusio-
nes. Del mismo modo que digo esto,
también deseo que el Gobierno pueda
construir instituciones lo suficiente-
mente fuertes como para que todo no
dependa de Cristina Kirchner. Ahí hay
un gran desafío. Hay que crear
instituciones y estructuras políticas
que puedan persistir más allá de las
individualidades, más allá de los
sujetos que encarnen el carisma y la
capacidad de conducción.
Desde Blanco nocturno a El camino
de Ida pasó menos tiempo que, por
ejemplo, entre Respiración artificial
y La ciudad ausente, aunque ahí se
colase la nouvelle Prisión perpetua.
¿A qué se debe?
Tiene mucho que ver con el hecho de
que me haya retirado de la enseñanza.
Pasé muchos años dando clases, en la
Argentina y en Estados Unidos, y eso
supone un tipo de exigencia que no
siempre deja la suficiente libertad como
para trabajar con los textos. Por otro
lado, durante años, utilicé un método
que me daba buenos resultados: escri-
bía y dejaba descansar esos borradores
durante un buen tiempo. Pero esta vez
me propuse escribir un libro en un año.
El resultado es un texto que tiene cierta
velocidad en la prosa producto de esas
condiciones de trabajo autoimpuestas.
En El camino de Ida otra vez Emilio
Renzi: narrador, testigo, su alter ego
y hasta seudónimo en alguna ocasión.
De nuevo Renzi, sí. Es él quien narra la
historia, como pasó en Respiración arti-
ficial. Pero ya Renzi no es un jovencito,
sino que tiene cincuenta años y eso se
manifiesta en lo que escribe.
Y, en cierta medida, otra vez un
policial.
No es un policial en el sentido más
tradicional. Sí hay un detective, un
personaje que verdaderamente

julio 2013 27
Clásicos y
modernos

E
l escritor que puso en
boca de uno de sus per-
sonajes de Respiración
artificial (1980) la pregunta-in-
terpelación “¿Quién de nosotros
escribirá el Facundo?”, no re-
húye al análisis de los contextos
de creación de los textos y su
resignificación con el paso del
tiempo. “Aquello tenía mucho
que ver con la situación en que
la novela fue escrita: quién de
nosotros dará un testimonio de
lo que estamos viviendo. Pero
la pregunta también tiene que
ver con quién escribirá los libros
que después marcarán el modo
de entender esa época. Y eso
no es algo que se pueda decidir
deliberadamente”, señala.
Cuando Debate le pregunta
por el lugar que ocupan los
clásicos de la literatura universal
en sus lecturas cotidianas y
cuánto de novedades y cuánto
de relecturas hay en ellas, Ri-
cardo Piglia señala que no tiene
una relación reverencial con los
textos: “Leo los libros como si
fuesen todos contemporáneos,
aunque no lo sean. No leo a
ciertos clásicos con la seriedad
con la que habría que leerlos”. conocí en Estados Unidos. Una amiga muy contemporáneo, que ha acompa-
Pero menciona a Moby Dick, de lo había contratado por una cuestión ñado el imaginario de nuestra época; lo
Herman Melville, como a uno personal: era hija adoptada, la madre que se llama “inseguridad”, en la jerga.
de los libros a los que vuelve había tomado los recaudos legales para El policial es un género que empezó
siempre, de manera recurrente. que no se pudiera conocer su identidad con tres cuentitos de Edgar Allan Poe
“Me marcó mucho”, admite. y ella, que estaba intrigada con esta y que, evidentemente, captó esta rela-
Por último, señala que cuestión, buscó a un detective para ción entre vida cotidiana y amenaza.
muchas de sus lecturas y que investigara. El detective encon-
relecturas están estrechamente tró a la madre biológica y mi amiga, Y en su obra también aparece como
relacionadas con sus proyectos finalmente, no se animó a verla, pero crítica al capitalismo.
más inmediatos. “Ahora estoy se hizo amiga del investigador. Un día De hecho, el policial es una gran crí-
viendo la posibilidad de escribir me lo presentó y también nos hicimos tica a las sociedades capitalistas en el
un libro de ensayo sobre las amigos. De modo que es un amigo de sentido más pleno, porque no se ocupa
novelas cortas de Juan Carlos Renzi, alguien con el que conversan exclusivamente de la realidad política,
Onetti, que me gustan mucho, algunas cuestiones. sino que hace ver los engranajes del
así que las estoy releyendo. Y funcionamiento del sistema: la relación
como estoy leyendo las novelas Usted ha reflexionado bastante sobre entre valor y dinero, entre el valor y
cortas de Onetti también estoy la novela negra y las novelas policia- el precio de las personas, del crimen
leyendo a William Faulkner, les… como metáfora social… Muchos de los
porque quiero indagar en esa Me interesa mucho el género. narradores policiales, de hecho, han
conexión. O Henry James, que sido grandes críticos sociales bajo la
también tiene que ver con las Desde la selección misma de los títu- forma de un género muy popular.
novelas cortas”, concluye. los de la colección “Serie negra” hasta
sus ensayos. Y el policial, en la Argentina, trae hoy
Desde siempre. Me parece un género la revalorización de Rodolfo Walsh.

28 julio 2013

Su novela Plata Usted acaba de prologar sus Cuentos
quemada fue completos.
llevada al cine por
Marcelo Piñeyro; Walsh exploró el género aun cuando
y junto al músico ingresó en el mundo político. Comenzó
Gerardo Gandini como un escritor que escribía cuentos
compuso la ópera
La ciudad ausente, policiales, atravesado por el espacio
basada en la obra de influencia que había creado Borges.
homónima. Luego, empezó a incorporar la inves-
tigación con elementos políticos y con
sus obstáculos, que no son los obstá-
culos de la racionalidad, como en la
novela policial clásica inglesa. Aquí los
obstáculos son que el Estado o las fuer-
zas concentradas del poder esconden
los datos. Entonces, investigar no sólo
es ser muy inteligente para descubrir
una trama oculta, sino también cómo
poder enfrentar con coraje aquellos
lugares en donde la información está
escondida.
Operación masacre es eso, también.
Es una extraordinaria denuncia políti-
ca, pero también tiene la estructura de
una investigación. Walsh es un ejemplo
«El género policial
es una gran crítica
a las sociedades ca-
pitalistas; hace ver
los engranajes del
sistema»
de la posibilidad que tiene el género
de expandirse más allá de sus límites.
Por caso, Operación masacre es el inicio
de lo que luego se llamó nuevo perio-
dismo o literatura de no ficción. Y esto
en 1956. El texto de Truman Capote (A
sangre fría) es de los años sesenta. Y a
diferencia de la tradición de Norman
Mailer, de Capote o de Tom Wolfe, en
donde el nuevo periodismo va ha-
cia realidades ajenas y hacia lugares
marginales a buscar información sobre
los crímenes que se cometen, la línea
que abre Walsh nos permite descubrir
elementos que tienen que ver con los
conflictos sociales y políticos.
Hay una vieja y famosa entrevista
suya a Walsh, en los setenta, donde se
habla de sus cuentos, pero también
del lugar del intelectual en un momen-
to de auge de masas.
Sí, es de 1970. Un momento muy
decisivo para él, porque está dejando la
literatura por la práctica política. En
ese sentido, Walsh nos ha dejado una
hipótesis muy valiosa: si uno quiere
hacer literatura política, de denuncia,
que refleje una época, lo mejor es que
no use la ficción. En vez de inventar
una historia sobre una villa miseria,
hay que ir con un grabador al lugar y
reconstruir esas historias de vida. La
ficción tiene una manera de trabajar la
política, nos dice, que es muy elíptica.
De hecho, nunca contaminó sus textos
de ficción con un mensaje directo; en
cambio, tomó el grabador para
reconstruir situaciones sin perturbar-
las con la ficción y dar testimonio de su
época. De alguna manera, el grabador
cambió la idea del realismo. Qué tipo
de realismo puede superar a la
posibilidad de hacer lo que hizo el
antropólogo Oscar Lewis, con su
trabajo sobre las historias de vida de
las prostitutas portorriqueñas en
Nueva York. Buscó diez de ellas, las
grabó e hizo un relato coral extraordi-
nario. Walsh lo hizo antes.
julio 2013 29