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Mexico en Llamas Interpretacion Marxista Revolucion
Mexico en Llamas Interpretacion Marxista Revolucion
2
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 3
Colección Historia y Política
México
en llamas (1910-1917)
México
en llamas (1910-1917)
Ediciones
Armas
de la
México, 2010
6
ISBN 978-607-00-3634-7
Nota editorial
Sin embargo, México en llamas da un paso más allá: a partir de los análisis
realizados por estos y otros autores, nuevos intelectuales marxistas contribuyen
con más elementos para pensar las potencialidades y los límites de la Revolución
Mexicana. Y a través de este libro los hacen llegar a quienes se plantean la
monumental tarea de cambiar la realidad.
Pablo Langer Oprinari es sociólogo por la Universidad Nacional Autónoma de
México (UNAM). Junto a Jimena Vergara Ortega dirige la revista de teoría y política
marxista Contra la Corriente y es parte del staff de la revista Estrategia Internacional.
Entre otros ensayos, ha publicado “Aportes para una lectura crítica de Ensayo sobre
un proletariado sin cabeza” y “Trotsky en las tierras de Villa y Zapata”, prólogo a la
edición en portugués de los Escritos Latinoamericanos de León Trotsky.
Jimena Vergara Ortega es filósofa de la ciencia egresada del Instituto de
Investigaciones Filosóficas de la UNAM. Participó en la huelga estudiantil y fue
detenida junto a centenas de estudiantes el 6 de febrero del 2000. Ha sido co-autora
del libro Luchadoras / Historias de mujeres que hicieron historia. Es responsable,
junto a Pablo Langer Oprinari, de la compilación de la presente edición.
Sergio Méndez Moissen, actualmente cursa una Maestría en Estudios
Latinoamericanos (Generación 2010) UNAM. Fue delegado estudiantil al Consejo
General de Huelga en la lucha del SME (2010) y es parte del staff de la revista
Contra la Corriente.
Los tres autores coordinan la Cátedra Libre Karl Marx, que desde hace 7 años
se imparte en la Facultad de Filosof ía y Letras de Ciudad Universitaria – UNAM.
La coordinación editorial de la presente edición estuvo a cargo de Bárbara Funes,
miembro del Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones “León Trotsky”.
Finalmente, deseamos destacar que la edición de este libro no hubiera sido
posible sin las atentas lecturas y comentarios de Massimo Modonesi, quien
además aceptó cordialmente prologar esta obra, Mario Caballero, Óscar Castillo,
Raúl Dosta, Sof ía Andrade, las pacientes revisiones de estilo de Violeta Martínez
y las transcripciones realizadas por Patricia Pérez Martínez.
Octubre de 2010
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 9
Índice
292 Manifiesto / La Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano al Pueblo de México
(23 de septiembre de 1911)
299 Plan de Ayala
(28 de noviembre de 1911)
303 Decreto sobre confiscación de bienes expedido por el General Francisco Villa
(21 de diciembre de 1913)
305 Ley Agraria del General Francisco Villa
(24 de mayo de 1915)
310 Ley Agraria del General Manuel Palafox
(26 de octubre de 1915)
Prólogo
La revolución rescatada
Massimo Modonesi
Introducción
Parte I
Introducción
Las relaciones entre unas naciones y otras
dependen de la extensión en que cada una de ellas
haya desarrollado sus fuerzas productivas,
la división del trabajo y el intercambio interior.
Este es un hecho generalmente reconocido.
Karl Marx1
Las situaciones que vamos a describir pertenecen a un pasado que para algunos
puede antojarse remoto. Aun así algunas de las características fundamentales que
ha adquirido en el devenir histórico la formación del capitalismo semicolonial
mexicano parecen preservarse. A cien años del estallido de la gran guerra
campesina de 1910, en México se mantienen la subordinación económica al
imperialismo, la expoliación de nuestras materias primas y recursos naturales, el
despojo de tierras a manos de los grandes propietarios y ahora los agro business,
la inclemente deuda externa, la súper explotación del grueso de los asalariados y
la rapiña imperialista sobre nuestros recursos como el petróleo y sobre nuestros
insumos, como la electricidad.
Como planteaba León Trotsky: “Las clases oprimidas crean la historia en
las fábricas, en los cuarteles, en los campos, en las calles de la ciudad. Mas no
acostumbran a ponerla por escrito”2. Esta es una pequeña aportación para abonar
al relato de esa historia que consideramos comienza por entender por qué, para
el año de 1910, los explotadores nacionales y extranjeros que succionaban –y
siguen succionando– toda la savia de este expoliado territorio, sintieron temblar
el suelo sobre el cual habían puesto en pie haciendas, fábricas, ingenios y minas
con el sudor de los eternos desposeídos de este país.
2
León Trotsky: Historia de la Revolución Rusa, México, Juan Pablos Editor, 1972, p. 7.
3
René Barbosa-Ramírez: La estructura económica de la Nueva España (1519-1810), México, Siglo XXI,
1982, p. 183.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 21
carácter relativamente más urbano, los talleres artesanales, los obrajes y las
corporaciones eran minoritarios y siguió pesando el trabajo artesanal tradicional
de los indígenas. Esta tensión entre lo nuevo y lo viejo se mantuvo en el tiempo.
La Nueva España se vio sometida en forma constante a las necesidades de la
monarquía española que sin embargo, no pudo operar ni garantizar el usufructo
necesario de sus colonias sino era a través de respetar, hasta cierto punto, el
estado de cosas que le precedía.
Recién en el último cuarto del siglo xviii la presión de las otras potencias
coloniales, la situación económica europea y los conflictos internos empujaron
a la monarquía a replantear las relaciones metrópoli-colonia. En 1767 se
publicó el decreto de expulsión a todos los jesuitas del territorio, lo que generó
una importante respuesta popular a la política colonial, con alzamientos
generalizados en estados como Guanajuato o San Luis Potosí. Como plantea
David A. Brading al hacer una analogía con la década de 1560:
La agenda de Carlos III a través del visitador José de Gálvez tenía los objetivos
de imponer una nueva economía de mercado, disminuir el poder de los criollos
sobre la administración de los recursos, implementar un ejército regular que
enfrentara la creciente convulsión social e invertir en las ramas industriales que
permitieran una mayor expoliación de los recursos manufacturados en la colonia.
De conjunto, el plan de fortalecimiento colonial pretendía endurecer
las cadenas de la Nueva España en tanto tributaria sin intermediarios de las
necesidades de la Corona. Bajo esta lógica, las formas políticas borbónicas
intentaban construir una casta de administradores incondicionales que
disminuyera el poder que habían adquirido las alcaldías mayores –muchas en
manos de los criollos– y facilitara el tránsito de riqueza referenciada en materias
primas, tributo y mayores cargas impositivas para España.
El despotismo ilustrado, que implicaba la modernización de las relaciones de
producción pero a la vez acotaba las posibilidades del desarrollo económico de la
8
David A. Brading: Mineros y comerciantes en el México borbónico (1763-1810), México, Fondo de
Cultura Económica, 2004, p. 38.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 23
9
Adolfo Gilly: La Revolución interrumpida, México, Ediciones El Caballito, 1971, p. 9.
24 El país de Don Porfirio: estructura social y desarrollo capitalista Jimena Vergara Ortega
10
Enrique Semo: Historia mexicana / Economía y lucha de clases, México, Era, 1991, p. 288.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 25
11
James Morton Callahan: “The American Economic Invasion of Mexico under Díaz” en American
Foreign Policy in Mexican Relations, Nueva York, The Macmillan Company, 1933, pp. 475-533.
26 El país de Don Porfirio: estructura social y desarrollo capitalista Jimena Vergara Ortega
Revolución.
Asistida por la Standard Oil, la Waters Pierce construyó y operó refinerías en México.
J. J. Finlay and Company, una subsidiaria de la Waters Pierce, llamada así por el cuñado
de Pierce, operaba una refinería en la Ciudad de México que se llamaba La Compañía
del Petróleo. La Waters-Pierce comenzó a construir una segunda refinería en enero
de 1887. Cada uno invirtió aproximadamente 60 mil dólares como participación en el
12
Jonathan C. Brown: Petróleo y revolución en México, México, Siglo XXI, 1998, p. 15.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 27
13
Ibidem, p. 29.
14
El mismo Brown señala que durante su máxima expansión –antes de la irrupción de la Revolución– la
Waters-Pierce mantenía veinte estaciones de distribución de productos petroleros, era propietaria de 148
vagones de ferrocarril para la transportación de petróleo y doce vagones-tanques para la distribución en el
centro además de vender calentadores de queroseno a las capitales más importantes del mundo.
15
Ibidem, p. 63.
28 El país de Don Porfirio: estructura social y desarrollo capitalista Jimena Vergara Ortega
Incluso más allá de la afinidad de Porfirio Díaz con Lord Cowdray, el gobierno
propició conscientemente contrapesos entre las distintas potencias interesadas
en invertir en México. Con la Revolución en ciernes, el principal favorecido por
el gobierno era el propio Cowdray, que inició un desarrollo exitoso a partir del
año 1911, a pesar de que ya había estallado el proceso revolucionario. De ahí que
algunos historiadores, como el propio Jonathan C. Brown, plantean que ésta es
la cuestión de fondo por la cual, durante el año en que Madero ascendió al poder,
los estadounidenses le brindaron su apoyo político.
De igual modo en la industria eléctrica, se expresaron tensiones entre los
intereses estadounidenses y británicos y la necesidad del gobierno de Díaz de
establecer contrapesos y equilibrios en la relación de México con las potencias
económicas. La industria de generación de electricidad permaneció bajo control
mayoritariamente británico. Según datos aproximados de Miguel Wionczec,
para 1910 es probable que el capital británico haya representado 85% de la
inversión en este sector.
De conjunto, la inversión extranjera puso énfasis en insertarse en aquellas
ramas ligadas a la exportación para favorecer los intereses de los grandes centros
industriales y consumidores de materias primas:
Para 1910, del total estimado en dólares, 1 200 millones de la inversión extranjera,
750 correspondían a las industrias extractivas incluido el petróleo; 200 millones a los
ferrocarriles que servían principalmente a la minería; 150 millones a la generación de
energía eléctrica, también ligada estrechamente a las necesidades de la minería; y 100
millones restantes se invirtieron en la agricultura y ganadería de exportación16.
16
Miguel S. Wionczek: El nacionalismo mexicano y la inversión extranjera, México, Siglo XXI, 1967, p. 6.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 29
Hasta 1875, se habían construido 578 kilómetros de vías. Al final del gobierno de
Porfirio Díaz, en 1910, la extensión de la red superaba los 20 000 kilómetros […]. Es
decir, los ferrocarriles nacionales, eje vital de la estructuración del aparato económico
capitalista, se desarrollaron íntegramente durante el gobierno de Porfirio Díaz y su red
estaba ya prácticamente concluida al estallar la Revolución18.
17
Ibidem, p. 35.
18
Adolfo Gilly, op. cit., p. 16.
30 El país de Don Porfirio: estructura social y desarrollo capitalista Jimena Vergara Ortega
Cuadro 2: Proporción entre capital extranjero y capital total invertido en las ramas
19
estratégicas de la economía durante el porfiriato .
* Respetamos la designación de la columna de este cuadro puesta por el autor consultado,
Adolfo Gilly, pero este ítem corresponde al porcentaje de participación en millones de
Como se ve, para 1910, el capital extranjero se había apoderado de las ramas
más dinámicas y estratégicas de la economía mexicana y el sistema hacendario
había sido profundamente transformado para responder a esta nueva
19
Ibidem, p. 23.
20
Cuando José Yves Limantour estuvo al frente de la Secretaría de Hacienda organizó el sistema
bancario a través de la Ley General de Instituciones de Crédito, expedida en marzo de 1897. Este nuevo
sistema hacendario y tributario, tuvo el objetivo –entre otras cosas– de suprimir las alcabalas, que se
habían vuelto un obstáculo para el desarrollo del comercio y el transporte generalizado de mercancías.
Uno de los principales problemas fiscales que tuvo que resolver el porfiriato para equilibrar la relación
de las finanzas con la naciente industria fue el déficit que se arrastraba desde la Independencia.
Fue justamente en este periodo que la penetración capitalista y el nacimiento de la banca moderna
permitieron a México volverse sujeto de crédito para la Banca Internacional y por esa vía, acumular
una gigantesca deuda externa.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 31
realidad20. Según José Luis Ceceña, para 1910 eran 170 sociedades anónimas
las que controlaban la abrumadora mayoría de los ferrocarriles, la minería, la
electricidad, el petróleo, la banca y la industria textil. Estas ramas de la economía
asistieron a un importante proceso de tecnificación con la incorporación de
tecnologías de punta utilizadas en transportes, comunicaciones, minería e
industria de la transformación. Mientras la inversión de capitales extranjeros y
la importación de tecnología facilitaron la emergencia de importantes enclaves
industriales en algunas zonas del país, el trabajo artesanal y las formas de
explotación precapitalista permanecieron en el campo.
Por más que se exageren los inconvenientes de una situación que nos hace
tributarios del extranjero […] careciendo, como carecemos, de los elementos de
hombres y dinero suficientes para poner en expansión los innumerables recursos
que yacen en nuestro suelo, no debemos desaprovechar esos elementos cuando se
nos presentan, por el solo hecho de que vienen del extranjero. Muy al contrario: la
suma de beneficios que deja en el país toda industria nueva o todo incremento de las
industrias establecidas, contribuye a dar mayor bienestar a los que en él residen, sin
distinción de clases ni de nacionalidades21.
21
Discurso de José Yves Limantour en Memoria de la Secretaría de Hacienda, México, 1906, pp. 336-337.
32 El país de Don Porfirio: estructura social y desarrollo capitalista Jimena Vergara Ortega
22
León Trotsky, op. cit., p. 15.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 33
23
Fernando González Roa: El aspecto agrario de la Revolución Mexicana, México, Departamento de
Aprovisionamientos Generales, Dirección de Talleres Gráficos, 1919, p. 82.
24
Ya en 1856, durante la guerra de Reforma, las leyes decretadas por el juarismo ocasionaron la
emergencia del llamado “latifundismo laico” que se basó en el despojo de gran cantidad de tierras
comunales en posesión de los indígenas, que generaron importantes irrupciones campesinas
violentamente reprimidas por Juárez, como en la Sierra Gorda el caso de los indios pames.
34 El país de Don Porfirio: estructura social y desarrollo capitalista Jimena Vergara Ortega
25
Retomamos la definición de Adolfo Gilly para hablar de “pequeñas guerras” de despojo porque la
resistencia indígena a la usurpación de tierras fue feroz. El porfiriato pudo profundizar la expropiación
amparado en las Leyes de Reforma pero también en un ejército regular, fortalecido por las guardias
rurales que enfrentaron salvajemente las rebeliones indígenas, entre las que destaca la encabezada por
Julio López Chávez en Chalco, que en 1868 fue duramente reprimida.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 35
Este entramado social se diversificó en el último cuarto del siglo xix, cuando
la necesidad de mano de obra creció y se implementaron mayores mecanismos
de coerción. Los campesinos de los pueblos libres fueron integrados a esta
organización del trabajo agrícola al interior de la hacienda, sea porque perdieron
sus propias tierras por el despojo, sea porque estaban obligados a trabajar como
eventuales o a ser arrendatarios, ya que no tenían los recursos para explotar las
tierras que aún les pertenecían.
Katz señala que la utilización generalizada de la tienda de raya fue una
característica que se extendió y profundizó en este periodo. La mayor parte de
los conflictos sociales que protagonizaron los campesinos durante las décadas
previas al periodo que nos ocupa se trataron de levantamientos de indígenas
libres en defensa de sus tierras comunales. Al interior de la hacienda fueron,
en muchos casos, los aparceros o arrendatarios los que se rebelaron contra los
abusos patronales.
Así como la industria y la inversión de capitales crearon en el interior del país
profundas diferencias regionales28, el latifundio y sus mecanismos de explotación
adquirieron formas locales que se distinguían de forma notoria según la zona
sur, centro o norte del país.
26
Es importante aclarar que las distintas jerarquías del trabajo agrícola se presentaban a lo largo y ancho
del país, pero había sectores más preponderantes en determinadas regiones producto de las variaciones
estructurales de cada una.
27
Clasificación construida a partir de los datos verificados por Friedrich Katz en su libro La servidumbre
agraria en México en la época porfiriana.
28
En este apartado, utilizaremos la clasificación regional propuesta por Friedrich Katz, que hace
referencia al Sur, Centro y Norte.
36 El país de Don Porfirio: estructura social y desarrollo capitalista Jimena Vergara Ortega
Los trabajadores que el gobierno había enviado ahí eran prácticamente prisioneros.
El almirante Fletcher y yo vimos el espectáculo inusitado en el siglo xx de grupos de
ocho o diez hombres diseminados entre el maizal, acompañados por un arreador, un
cacique, un indio de la costa, alto y fornido, con un par de pistolas de cintura, y un
látigo negro de ocho o diez pies, siguiendo de cerca al grupo que excavaba, mientras al
otro lado del campo, un hombre con una escopeta, con el cañón aserrado, los vigilaba.
Estos hombres salían a trabajar en la mañana vigilados por estos capataces y por las
noches eran encerrados en un gran tejabán29.
29
“Testimony of John Lind”, Senate Document No. 62, Investigation on Mexican Affaire, vol. II, Foreign
Relations Comitte, United States Documents, vol. 66 th. Congress, Second Section, Washington, 1919,
p. 2326.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 37
Esto hacía que los aparceros, medieros y arrendatarios fueran el sector más
desprotegido en el ordenamiento de la hacienda31. Éstos, además de pagar el
alquiler de la porción de tierra que laboraban para el autoconsumo, debían poner
el grano, los animales y la herramienta. Como la retribución que recibían por
trabajar la tierra del patrón era ínfimo, en general acababan pagando con más horas
de trabajo el alquiler. Distintos trabajos registran que, muchas veces, un aparcero
trabajaba hasta 15 días seguidos sin recibir un solo peso. La crudeza de trato era
tal, que durante la cosecha, los capataces permitían que las mujeres y los niños
de los aparceros recogieran las mazorcas que caían de los carruajes, pero si éstas
superaban el número previsto, las mujeres recibían un castigo o una humillación.
30
Friedrich Katz: La servidumbre agraria en México en la época porfiriana, México, Ediciones Era,
2004, p. 35.
31
Plantean varios historiadores que los aparceros y arrendatarios, al sufrir estas condiciones laborales
fueron altamente proclives a combatir en la Revolución, sumándose a los destacamentos del Ejército
Libertador del Sur. Los peones acasillados por el contrario, jugaron un rol menos decidido. Esto tiene
que ver con que el peón acasillado –ligado por fuertes lazos a la hacienda y al terrateniente– contaba
con mayor estabilidad laboral en tanto era considerado “propiedad del patrón”. Incluso en las décadas
previas, cuando el ejército y los hacendados arremetían para expropiar por la fuerza a los pueblos libres,
en muchas bandas paramilitares participaban peones acasillados.
38 El país de Don Porfirio: estructura social y desarrollo capitalista Jimena Vergara Ortega
En los ingenios de azúcar del centro del país lo que primaba era el trabajo
asalariado. La masa de trabajadores eran eventuales, trabajadores libres que no
tenían ningún vínculo de endeudamiento ni identitario con la hacienda, por
lo cual no eran alimentados por el patrón. Los salarios de estos trabajadores
eventuales variaban entre tres y cuatro pesos diarios.
Con los beneficios otorgados a los terratenientes por el porfiriato, muchos de
los pueblos que poseían sus tierras desde tiempos ancestrales se convirtieron en
“pueblos de la compañía”, parafraseando a John Womack Jr. a partir del despojo
a los pueblos indígenas los terratenientes y hacendados:
[…] organizaron sus propios servicios médicos y eclesiásticos, sus propias tiendas,
escuelas, policía e instalación de energía eléctrica y formaron sus propios cuerpos
regulares de albañiles, carpinteros, herreros, electricistas y mecánicos. […]
Paulatinamente, sólo las haciendas cobraron el carácter de únicas instituciones
legítimas y progresistas. Era como si las demás clases o comunidades existiesen
como recursos para ellas, como si todos los seres humanos de Morelos tuviesen que
someterles sus destinos personales, superiores e inferiores, y convertirse en simples
elementos de la empresa cosmopolita de los hacendados32.
Pero no todas las tierras fueron expropiadas y uno de los elementos más
distintivos del centro y sus estados aledaños de la frontera sur del país es
que, para 1910, todavía los pueblos originarios preservaban la propiedad de
algunas hectáreas de tierra, es decir, todavía había pueblos libres y cuando no
la preservaban la intentaban recuperar, desde los años previos al estallido de la
Revolución. Los pueblos estaban organizados bajo el predominio de sus usos y
costumbres. Se gobernaban a sí mismos y enfrentaban en forma permanente el
gobierno de los terratenientes. Su pertenencia al pueblo los hacía propietarios de
la tierra, los recursos naturales, la flora y la fauna a la vez que ejercían el gobierno
de sus propias comunidades33.
32
John Womack Jr.: Zapata y la Revolución Mexicana, México, Siglo XXI, 2010, p. 43.
33
Sobre los pueblos y su importancia en la revolución hablamos más profundamente en el ensayo de
este mismo libro titulado “Morelos 1915: al asalto del cielo”, p. 163.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 39
Esta guerra tiene sus orígenes en las primeras “entradas” de españoles, tlaxcaltecas
y mexicanos en las llanuras del noreste, y tuvo su época más violenta entre 1840 y
1880. Los pobladores de un territorio desértico, aislado e inseguro […] combatieron
en una guerra permanente y de larga duración contra los “bárbaros”, en un proceso
que definió la identidad regional y que hizo de sus hombres los experimentados
guerrilleros de Escobedo […]34.
34
Pedro Salmerón: Los carrancistas, México, Editorial Planeta, 2009, p. 27.
35
Katz describe el proceso histórico que llevó a que estos colonos se unieran a los ejércitos revolucionarios.
Durante el siglo xix, se reanimaron los ataques, en particular apaches, a las haciendas y las colonias.
Muchos hacendados –incapaces de lidiar con estos grupos armados– se retiraron. La defensa de la tierra
quedó en manos (mayoritariamente) de las colonias militares, que forjaron rancheros libres fogueados
en el enfrentamiento militar. Cuando el gobierno de Díaz avanzó en la expropiación de estos rancheros
–junto a aquella emprendida contra los pueblos originarios como los tarahumaras– se encontró una feroz
resistencia y empujó a estos pequeños propietarios a los brazos de la Revolución.
36
La bola es la denominación popular que se le dio a la Revolución en la jerga de aquel entonces y
persiste hasta nuestros días.
40 El país de Don Porfirio: estructura social y desarrollo capitalista Jimena Vergara Ortega
como jornaleros una porción del año en época de cosecha y luego se iban a
las minas a emplearse como eventuales a cambio de un salario. Lo mismo los
arrendatarios que podían labrar la tierra durante un cuatrimestre para después
incorporarse al trabajo en el subsuelo. Según Katz, haciendo una distinción entre
los peones del sur y los del norte:
Mientras que los peones endeudados del sur estaban hasta cierto punto protegidos
porque representaban una inversión que el hacendado no quería perder, los
trabajadores libres del norte no tenían esa protección. Los modelos tradicionales de
paternalismo no eran nada comunes en el Norte37.
37
Friedrich Katz, op. cit., p. 48.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 41
[…] aumento de la demanda de obreros especializados y mayor grado de división del trabajo;
permanencia de rasgos precapitalistas (tienda de raya por ejemplo) a la par de un avance
indudable del régimen de salarios en detrimento de una artesanía en la que terminaban de
deteriorarse los últimos resquicios de la organización heredada de la fase gremial; jerarquía
de salarios, con una minoría de obreros bien remunerados frente a la enorme mayoría mal
pagada (en especial, en lo más bajo de la escala, las mujeres y los niños). Pero el sector
industrial fabril sufrió fluctuaciones más violentas en su importancia relativa: el número
de obreros conoció una expansión grande en la fase de crecimiento industrial máximo39.
38
Ramón Eduardo Ruiz: La Revolución Mexicana y el movimiento obrero 1911-1923, México, Era, 1976, p. 22.
39
Ciro Cardoso y Francisco Hermosillo: “Las clases sociales durante el estado liberal de transición
y la dictadura porfirista (1867-1910)”, en La clase obrera en la historia de México / De la dictadura
porfirista a los tiempos libertarios, México, Siglo XXI, 1996, p. 33.
42 El país de Don Porfirio: estructura social y desarrollo capitalista Jimena Vergara Ortega
En las primeras décadas del siglo xx los campos petroleros más importantes se ubican
en la llamada Faja de Oro que abarcaba los estados de Tamaulipas, Veracruz y Tabasco,
donde se encontraron yacimientos relevantes para la época40.
40
Mireya González Peñalosa: “Los campos petroleros en el Museo Nacional de la Revolución”,
conferencia dictada durante el ciclo Cien años de revolución del petróleo en México, organizado por la
Secretaría de Cultura del Gobierno del Distrito Federal, 15 de abril de 2008.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 43
En Orizaba, en las fábricas de Río Blanco, que eran las que pagaban los salarios más
altos de toda la industria textil, el obrero podía ganar un máximo de 1.25 pesos diarios.
En las minas de Cananea, que a su vez pagaban los salarios mineros más altos del país,
el minero pasaba hasta doce horas bajo tierra por un salario de 3 pesos […]. En las
minas de carbón de Coahuila, así como en las de la Guanajuato Consolidated Mining
and Milling Company, los mineros sólo ganaban 2 pesos diarios, salario que quizás
era el promedio general […] Según informó Julio Sesto, poeta y escandalizado turista
español, en las fábricas textiles del Distrito Federal se llegaba a pagar a las obreras la
irrisoria suma de 25 centavos diarios. Muchas de estas mujeres no eran más que niñas,
y según las palabras de Sesto: “Para creerlo hay que ver a las muchachas desamparadas
de México, pasando una acibarada adolescencia en los talleres y las fábricas”41.
Hacia finales de ese año, gran cantidad de minas habían despedido a cientos
de trabajadores. La caída en los precios de los productos de exportación y en
particular la gran crisis del cobre, creó un panorama desolador para la industria
y muchos centros manufactureros fueron azotados por el cierre de empresas y
el desempleo masivo. Una ola humana de desempleados inundó las nacientes
concentraciones urbanas y se convirtieron en mendigos. En la industria minera,
la crisis dejó en el desempleo alrededor de 18 mil trabajadores.
Fue justamente en el preámbulo de la crisis cuando los obreros protagonizaron
las primeras acciones contra el régimen de Díaz, con una violencia y radicalidad,
que preconizaban lo que serían los casi diez años de Revolución social, como se
constata con la huelga de Cananea en 1906. Cuando la crisis se expresaba en toda
su magnitud un año después, los obreros y obreras textiles de Río Blanco fueron
protagonistas de una de las huelgas más radicalizadas de la historia. Pero de
estos procesos de lucha la clase obrera salió derrotada de manera violenta. No en
balde la masacre de Río Blanco es una de las represiones del Estado más cruentas
que registra la historia contemporánea de México, como explicamos en el ensayo
titulado “Preludio de la Revolución: el Partido Liberal Mexicano, Cananea y Río
Blanco” que forma parte de este libro.
Sin estos antecedentes es dif ícil entender el rol que jugó el movimiento
obrero durante 1910. A la juventud del proletariado mexicano, su inexperiencia
y atomización, se sumaron los efectos de una violenta crisis económica y grandes
derrotas políticas y f ísicas inflingidas por el régimen de Díaz.
Plantea el historiador Ramón Eduardo Ruiz que el maderismo contaba con
un apoyo importante en las fábricas del país y que los estudiantes maderistas
eran encarcelados por pasar propaganda revolucionaria en las inmediaciones de
las factorías. Y fue en las fábricas textiles de Puebla y Tlaxcala donde surgieron
los primeros círculos antirreeleccionistas cuyos principales dirigentes fueron
asesinados o encarcelados en el transcurso de la Decena Trágica. Durante la
Revolución, en distintos momentos, la clase obrera mexicana participó con
sus métodos de lucha, como lo evidencian las huelgas por salario, reducción
de la jornada laboral y prestaciones que se dieron entre 1911 y 1912. La huelga
general de 1916 impulsada por los trabajadores electricistas contra Carranza fue
la acción más emblemática de la naciente clase obrera mexicana.
El problema político de su participación fue que, a pesar de demostrar
sus potencialidades, se encontró constreñida por la acción y programas de las
direcciones burguesas y pequeñoburguesas, y nunca alcanzó a forjar en su seno
una alternativa política independiente42 con gran influencia. A pesar de que
sectores de trabajadores participaron del alzamiento maderista y eran receptores
importantes de las ideas opositoras a la dictadura, llegaron al año de 1910 a
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 45
cumplir un rol, en términos generales, muy pasivo en relación con sus intereses
de clase, sus reivindicaciones y su programa.
Distintos análisis dan cuenta del peso social del proletariado mexicano como
punto de partida para entender su rol político en la Revolución, subordinado
a las direcciones y programas burgueses y pequeñoburgueses. Efectivamente,
como plantea Jean Meyer, “el obrero mexicano acababa apenas de nacer”43.
Sin embargo, el hecho de no haber actuado como una fuerza independiente
en el proceso revolucionario no se explica únicamente por su peso específico en
la sociedad mexicana. El mismo Jean Meyer da cuenta de esta debilidad:
Este proletariado poco numeroso, joven, empleado por firmas extranjeras muy
poderosas, concentrado en la capital, la ciudad de Monterrey y los estados textiles de
Veracruz y Puebla, experimenta un sentimiento de debilidad que lo impulsa a buscarse
protectores, a someterse al gobierno44.
45
Fernando Benítez: Lázaro Cárdenas y la Revolución Mexicana / El Porfirismo, 1977, Fondo de
Cultura Económica, México, p. 32.
46
En este apartado utilizamos la diferenciación regional propuesta por los historiadores Ciro Cardoso
y Francisco Hermosillo, entre otros.
47
La región del Pacífico Norte comprende los estados de Baja California, Sonora, Sinaloa y Nayarit
(para ese entonces denominado como Tepic).
48
Grandes porciones de tierra –inclusive millones de hectáreas– de los estados de la región del Pacífico
Norte estaban en manos de propietarios estadounidenses.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 47
[…] cincuenta haciendas, que ocupaban más de dos y medio millones de hectáreas,
quinientas mil cabezas de ganado y una red de minas, bancos, seguros, industrias,
hipódromos, hoteles, cantinas, así como el monopolio total de la política. Utilizando
su influencia, la familia lo mismo disponía de la gubernatura, la legislatura estatal
y las presidencias municipales, que de privilegios fiscales y créditos que favorecían
exclusivamente a sus numerosos miembros y a sus aliados capitalistas extranjeros51.
49
Población económicamente activa.
50
Según varios autores, es en esta región donde se observan formas de trabajo asalariado más modernas
y una organización del trabajo mucho más avanzada.
51
Ibidem, p. 53.
48 El país de Don Porfirio: estructura social y desarrollo capitalista Jimena Vergara Ortega
52
Conformada por los estados de Veracruz, Tabasco, Yucatán y Quintana Roo.
53
Nos referimos a los llamados “científicos” liderados por José Yves de Limantour, que gradualmente
fueron ocupando cargos jerárquicos en el gobierno y se convirtieron en los grandes ideólogos del
porfiriato. Podemos destacar los nombres de Rosendo Pineda, Justo Sierra y Joaquín Casasús.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 49
54
Ciro Cardoso y Francisco Hermosillo, op. cit., p. 33.
55
Ibidem, p. 38.
56
Otras medidas fueron puestas en marcha para aceitar el funcionamiento del Estado, como el control
central de la acuñación de moneda, el impulso de instituciones dedicadas al análisis estadístico de la
economía y el desarrollo demográfico, un nuevo código de comercio, etcétera.
57
Es el caso de Madero que desde 1902 comenzó a organizar el antirreeleccionismo en el Norte.
50 El país de Don Porfirio: estructura social y desarrollo capitalista Jimena Vergara Ortega
Conclusiones
México contaba con 15 millones 160 mil habitantes (sobre un territorio de 1 972 546
kilómetros cuadrados). De ellos, 3 130 402 eran campesinos, jornaleros agrícolas o peones.
Calculando familias de cuatro personas, hay que sumar a esa cifra unos 9 millones más,
con un total de unos doce millones de habitantes incluidos en el censo como peones y sus
familias, total que abarcaba al conjunto del campesinado […] Además de esas cifras, el
censo consignaba 834 hacendados. Éstos eran los dueños del territorio nacional:
167 968 814 hectáreas estaban en sus manos59.
58
León Trotsky, op. cit., p. 24.
59
Adolfo Gilly, op. cit., p. 25.
52 El país de Don Porfirio: estructura social y desarrollo capitalista Jimena Vergara Ortega
México, […] centro político del país, como ciudad burocrática y comercial
principalmente hasta ese entonces, con limitada concentración industrial y obrera,
y la dispersión en el país de los centros de mayor concentración proletaria (minas
en Coahuila, Durango y Chihuahua, textiles en Puebla y Veracruz, siderurgia en
Monterrey, portuarios y petroleros en Tampico y Veracruz, etcétera)60.
60
Idem.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 53
61
La ley del desarrollo desigual y combinado esbozada por Trotsky explica, en relación con la
evolución socioeconómica de los países de desarrollo capitalista atrasado que: “Azotados por el látigo
de las necesidades materiales, los países atrasados se ven obligados a avanzar a saltos. De esta ley
universal del desarrollo desigual se deriva otra que, a falta de nombre más adecuado, calificaremos
de ley del desarrollo combinado, aludiendo a la aproximación de las distintas etapas del camino y a
la combinación de distintas fases, a la amalgama de formas arcaicas y modernas. Sin acudir a esta
ley, enfocada, naturalmente, en la integridad de su contenido material, sería imposible comprender la
historia de Rusia ni la de ningún otro país de avance cultural rezagado, cualquiera sea su grado”.
62
Martín Juárez: “Apuntes para una interpretación de la Revolución Mexicana”, en Estrategia
Internacional núm. 24, diciembre de 2007, p. 245.
54 El país de Don Porfirio: estructura social y desarrollo capitalista Jimena Vergara Ortega
Preludio de la Revolución:
El Partido Liberal Mexicano, Cananea y Río Blanco
Sergio Méndez Moissen
1
Diego Abad de Santillán: Ricardo Flores Magón / El apóstol social de la revolución social mexicana,
México, Ediciones del Grupo Cultural Ricardo Flores Magón, 1925.
56 Preludio de la Revolución Sergio Méndez Moissen
2
Ricardo Barrera Fuentes: Los precursores, México, INEHRM, 1950, p 17. Especialmente, Ricardo Barrera
Fuentes, “Ricardo Flores Magón / El apóstol cautivo”, INEHRM, 1973.
3
Informes de la delegación latinoamericana en el debate sobre el problema colonial en VI Congreso de la
Internacional Comunista, Cuadernos de Pasado y Presente, México, 1978, p. 360.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 57
nía con esto, para Semo el magonismo, como el zapatismo, “no podían otorgarle
en ningún momento el carácter a esta revolución porque en ningún momento lo-
gran dirigirla”4. Esta interpretación podríamos considerarla como la justificación
historiográfica de la capitulación del PCM a los gobiernos pos-revolucionarios.
Particularmente al gobierno de Lázaro Cárdenas en el periodo en que se buscaba
la “unidad a toda costa” con los sectores “nacionalistas” y “democráticos” de la
burguesía y la burocracia sindical.
El primero en otorgarle mayor atención al movimiento encabezado por
Flores Magón fue sin duda José Revueltas que en Ensayo sobre un proletariado
sin cabeza planteó:
4
Enrique Semo: “Reflexiones sobre la Revolución Mexicana” en Héctor Aguilar Camín, Interpretaciones
de la Revolución Mexicana, México, UNAM-Editorial Nueva Imagen, 1981, p. 137.
5
José Revueltas: Ensayo sobre un proletariado sin cabeza, México, Era, 1982, p. 140.
6
Adolfo Gilly: La revolución interrumpida, México, Ediciones el Caballito, 1985, p. 43.
58 Preludio de la Revolución Sergio Méndez Moissen
7
Eduardo Blanquel: Ricardo Flores Magón y la Revolución Mexicana, México, Colegio de México, 2008.
8
Armando Bartra: Regeneración: 1900-1918 / La corriente más radical de la Revolución Mexicana de
1910 a través de su periódico de combate, México, Era, 1991.
9
Juan Gómez Quiñones: Las ideas políticas de Ricardo Flores Magón, México, Era, 1977.
10
Salvador Hernández Padilla: El magonismo: historia de una pasión libertaria, Era, 1984, p. 203.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 59
Es bueno que el gobernador estudie su papel y, sobre todo, que lo comprenda para
que no vuelva a incurrir en desacato de lesa democracia. Las democracias necesitan
servidores y no amos, para no convertirse en autocracias12.
11
Ver en la parte III, “Memorias de la Revolución”, p. 292 de esta obra.
12
“Democracia y autocracia”, publicado en Regeneración, núm. 15, 23 de noviembre de 1900, en Armando
Bartra, op. cit., p. 76.
60 Preludio de la Revolución Sergio Méndez Moissen
Alejados de los problemas de las masas, estos intelectuales de clase alta fueron profe-
sionales y hombres de negocios que reflejaban la crisis económica y las tensiones so-
ciales que afectaban a su clase, buscaban nuevas coaliciones políticas para introducir
la democracia liberal en México15.
En este primer periodo, se establecía que los principales problemas del país
estaban relacionados con la administración del Estado y la organización de la
democracia liberal, y no eran la consecuencia de la estructura social imperante.
En “Clubes políticos”, publicado en Regeneración, podemos leer:
14
Ibidem, pp. 96-105.
15
James Cockcroft: Precursores intelectuales de la Revolución Mexicana (1900-1913), México, Secreta-
ría de Educación Pública, 1985, p. 84.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 61
Sí, recomendamos que la lucha sea estrictamente pacífica, apoyada únicamente en la au-
gusta majestad de la ley. Las luchas violentas han desaparecido ya con nuestras últimas
teatrales revoluciones. La lucha pacífica es más fructífera, y evita atropellos y vejaciones16.
16
“Clubes políticos”, en Regeneración, núm. 26, 15 de febrero de 1901, en Armando Bartra, op. cit., p. 90.
17
Armando Bartra, op. cit., p. 151.
62 Preludio de la Revolución Sergio Méndez Moissen
de Porfirio Díaz y publicando el Manifiesto del PLM, en donde se planteó que “la
raíz del problema es la sociedad y no el gobierno”18.
El 11 de abril de 1903 en Nuevo León, el gobierno de Bernardo Reyes repri-
mió a la organización causando varias muertes y el día 9 de junio la corte judi-
cial ilegalizó la actividad de los liberales mexicanos, obligando a sus principales
dirigentes al exilio y a modificar la forma organizativa y la actividad del partido.
Esto, que fue la mayor represión desde el congreso fundacional en 1900, lo em-
pujó a la radicalización política en 1905, expresada en el proyecto de Manifiesto
base para la unificación del Partido Liberal Mexicano, que constituye un llama-
do a la preparación de una organización en la clandestinidad.
Una campaña de reforma por medios pacíficos es imposible mientras Díaz maneje el
látigo [...] debemos trabajar por una revolución, [...] no podemos promover la propa-
ganda preliminar y el trabajo de organización desde dentro de México, eso es abso-
lutamente impracticable. El país esta lleno de agentes y espías del déspota. El único
curso lógico es establecer el cuartel en Estados Unidos, y mandar desde allá al interior
de México material de propaganda y compañeros de confianza para que ayuden a de-
sarrollar el movimiento revolucionario19.
18
Ibidem, p. 153.
19
Enrique Flores Magón a Ricardo Flores Magón, 3 de enero de 1904, citado en Javier Torres Parés: La
revolución sin fronteras, UNAM, México, 1990, p. 27.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 63
Las Bases firmadas por Ricardo Flores Magón, Juan Saravia, Antonio Villarreal, Libra-
do Rivera, Manuel Saravia invitaban a “trabajar por la organización del Partido Liberal
llamando a los ciudadanos a unirse para crear un Partido fuerte que sea capaz de hacer
respetar los principios liberales” y, en privado, ponerse “de acuerdo con los hombres
de corazón bien puesto que haya para hacer la revolución”20.
Era necesario que se constituyan clubes liberales por el país, clubes secretos y clandes-
tinos [...] que aporten financieramente a la edición de Regeneración [...] que comuni-
quen los planes a la Junta Organizadora”21.
20
Salvador Hernández Padilla, op. cit., p. 27.
21
Esteban Baca Calderón: Juicio sobre la guerra del yaqui y génesis de la huelga de Cananea, México,
Centro de Estudios Históricos y Sociales del Movimiento Obrero (CEHSMO), 1975, p. 24.
64 Preludio de la Revolución Sergio Méndez Moissen
Los programas que encierran puramente puntos políticos deben ser vistos con descon-
fianza: se necesitan reformas sociales que mejoren las condiciones de los trabajadores,
se necesitan reformas agrarias. La tierra no debe ser acaparada por unos cuantos mi-
mados de la fortuna. ¿Hay algo de eso en los proyectos del sr. Madero? La revolución
política del porvenir tiene que ser no solamente política sino social porque de lo con-
trario recaeremos en otra tiranía tal vez más espantosa que la que ahora nos agobia22.
[...] una labor máxima de ocho horas y un salario mínimo de un peso es lo menos que
puede pretenderse para que el trabajador esté siquiera a salvo de la miseria [...] higie-
ne en las fábricas, talleres, alojamientos [...] prohibición del trabajo infantil, descanso
dominical, indemnización por accidentes, [...] la equitativa distribución de tierras, con
la facilidad de cultivarlas y aprovecharlas sin restricciones, producirán inapreciables
ventajas a la nación [...] la creación de un Banco Agrícola, para facilitar a los agricul-
tores pobres los elementos que necesitan para iniciar o desarrollar el cultivo de sus
terrenos [...] la protección a la raza indígena24.
22
Ricardo Flores Magón a Crescencio Villarreal, 5 de diciembre de 1905, citado en Salvador Hernández
Padilla, op. cit., p. 27.
23
Programa del Partido Liberal y manifiesto a la nación, <http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/
historia/programa/44.html>. Consulta en julio de 2010.
24
Ibidem, pp. 221-232.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 65
Para Flores Magón, luego de la estructuración de 1905, el PLM tenía como ob-
jetivo: “preparar en todo el país centros de rebelión para que la conflagración sea
general y no en un solo punto de la república”25. Estamos ante uno de los primeros
documentos políticos en México que asume reivindicaciones socioeconómicas, si
se le compara con pronunciamientos independentistas del XIX y con el Plan de San
Luis de Francisco I. Madero. En ese contexto, el citado Manifiesto, mantuvo una
posición contradictoria en relación con los trabajadores chinos presentes en varios
puntos de la república, ya que incluyó la demanda de desplazamiento de la mano
de obra asiática, puesto que competía con la mano de obra nativa.
Según Ricardo Melgar Bao: “En lo que respecta a ciertos aspectos de la cues-
tión étnico-nacional, el PLM evidenció cierta antinomia programática. Por un lado
reivindicaba la protección de los indígenas, mientras por el otro facultaba a los
propietarios inmigrantes a obtener la carta de ciudadanía, al mismo tiempo que
demandaba la prohibición de trabajadores inmigrantes de procedencia asiática”26.
Desde 1905 se impuso en el PLM una hipótesis estratégica para la Revolu-
ción Mexicana. La organización de batallones armados para la insurrección po-
drían asegurar el seguimiento de las masas. Se realizaron planes para la toma de
pequeñas ciudades con el objetivo de conseguir el apoyo del campesinado y el
movimiento obrero. Y la incorporación de demandas agrarias y laborales en el
programa de 1906 aseguraría el apoyo popular a los levantamientos militares.
Ricardo Flores Magón expone con claridad la estrategia a sus correligionarios:
Lo que hay que hacer, según nosotros, es obtener de los grupos el ofrecimiento so-
lemne de levantarse el día que se fije como quiera que se encuentren. Si la mitad y
aún la tercera parte de los grupos que hay cumplen levantándose, la revolución estará
asegurada aunque se haya empezado con grupos miserablemente armados, que siendo
varios los grupos rebeldes y extensa la república, no podrán ser aplastados en un día
por los esclavos de la dictadura, y cada día de vida para un grupo significa un aumento
de personal, aumento de armas, y adquisición de recursos de todo género [...]27.
25
Ricardo Flores Magón a los hermanos Villarreal Márquez, 5 de diciembre de 1905, ibidem, p. 29.
26
Ricardo Melgar Bao: El movimiento obrero latinoamericano, México, Conaculta, 1989, p. 115.
27
Diego Abad de Santilllán, op. cit., p. 53.
66 Preludio de la Revolución Sergio Méndez Moissen
militar. León Trotsky, que junto con Lenin y la Tercera Internacional son los primeros
que llevan el término de estrategia a las conclusiones de la Revolución Rusa, dice que
“la estrategia es el arte de dirigir las operaciones aisladas”28.
28
Partido de los Trabajadores Socialistas (en línea). Emilio Albamonte: Un debate de estrategias, con-
ferencia pronunciada en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, 24 de noviembre de 2009, en una
sesión de homenaje a 90 años de la Revolución Rusa organizada por el Partido de Trabajadores So-
cialistas (PTS). Disponible en <http://www.pts.org.ar/spip.php?article8444>. Consulta en julio de 2010.
29
Salvador Hernández Padilla, op. cit., pp. 232-233.
30
Según Eric Hobsbawm en sus Revoluciones burguesas el blanquismo: “En términos de estrategia política
y organización, adaptó a la causa de los trabajadores el órgano tradicional revolucionario, la secreta her-
mandad conspiradora –despojándola de mucho de su ritualismo y sus disfraces de la época de la Restau-
ración–, y el tradicional método revolucionario jacobino, insurrección y dictadura popular centralizada”.
También vemos similitudes con la estrategia de los independentistas caribeños en 1898 en el llamado
Grito de Lares dirigido por Ramón Emeterio Betances. Véase: Carlos M. Rama: La independencia de las
Antillas y Ramón Emeterio Betances, Instituto de Cultura Puertorriqueña, San Juan, Puerto Rico, 1980.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 67
dirigido por Santiago de la Hoz en 1903, que logró ser partícipe del primer con-
greso tabacalero. Entre los miembros del club estaban delegados ferrocarrileros,
y una porción importante de ellos fueron parte de las insurrecciones organizadas
posteriormente por el PLM31.
Fue del proyecto de unificación de 1905 que surgieron los clubes que actua-
ron en Sonora, dirigidos por Esteban Baca Calderón y Manuel M. Diéguez. El
primero, ayudante de la escuela superior de Tepic y preocupado por la reforma
escolar, llegó en marzo de 1905 a Cananea. Se enroló como obrero de carga en el
piso de fundición en la mina de Oversight y junto con Francisco Ibarra y Guada-
lupe Reyes crearon el 16 de enero de 1906 la Unión Liberal Humanidad (ULH)32.
El acta fundacional de la ULH contempló la afiliación al PLM y a los dictados
de la JOPLM:
Esta unión acepta y secunda en todas sus partes las resoluciones tomadas por la junta
organizadora del PLM el 18 de septiembre de 1905 [...] esta unión se propone unifor-
mar los conocimientos de todos los afiliados con arreglo a los preceptos sublimes de
la constitución política de los Estados Unidos Mexicanos y, desde luego, dará la prefe-
rencia a los que se refieren a la soberanía popular y a la libre asociación33.
Este club liberal mantuvo una red de información vinculada a la JOPLM, en-
viando reportes acerca de las condiciones de trabajo en el CCCC (Consolited
Cananea Cooper Company). Esto consta en las memorias de Calderón y en el
propio epistolario de Magón:
31
Javier Torres Parés, op. cit., p. 47.
32
Esteban Baca Calderón, op. cit., p. 29.
33
Ibidem, p. 38.
34
Ricardo Flores Magón: Carta a Calderón, 3 de marzo de 1906, ibidem, p. 24.
68 Preludio de la Revolución Sergio Méndez Moissen
propuestas hechas por parte del club al proletariado minero. La Unión Mine-
ra, tomada de la experiencia del proletariado estadounidense, fue un proyecto
propuesto por la JOPLM y por la ULH, y contemplaba la afiliación en masa de la
posible Unión Minera al PLM. Una de las organizaciones que más participó del
aumento acelerado del sindicalismo en Estados Unidos, a finales del siglo XIX
e inicios del siglo XX, fue el United Mine Workers que, en 1902, consolidó su
prestigio ganando una prolongada huelga en los yacimientos de antracita. Ésta,
dirigida por John Mitchell, contribuyó a que el conflicto adquiriera importancia
nacional y obligó al presidente Roosevelt a delegar una comisión intermediaria35.
Posteriormente la Western Federation of Miners participó en el proceso de
fundación de la International Workers of the World (IWW), en 1905 y rompió con
ella en 1906 debido a discrepancias internas.
El acto que mencionamos párrafos arriba, les permitió a los miembros de la
ULH obtener la simpatía de los trabajadores mineros. En junio de 1906, cuando
de forma espontánea los trabajadores de la mina Oversight decidieron estallar
la huelga, no dudaron en elegir a los magonistas como representantes del movi-
miento. Los rumores de concesión de la explotación minera a algunos capataces
y la posibilidad de que los concesionarios decidieran quienes conservaban sus
puestos de trabajo, fueron los sucesos determinantes para el inicio de la huelga.
Es importante plantear que el Club Liberal de Cananea, dirigido por Lázaro
Gutiérrez de Lara, y la ULH participaron de la discusión para construir el progra-
ma del PLM, este último redactado por Juan Sarabia, vicepresidente del Partido
Liberal. A decir de Calderón:
Nos referimos una vez más a las imperiosa necesidad de decretar la reivindicación
de las tribus yaquis, mayos [...] condenamos la discriminación racial, invocamos la
necesidad de hacer extensiva la enseñanza laica a todas las escuelas particulares [...]
recomendamos la confiscación de los bienes de la iglesia [...] invocamos el principio de
la no reelección y la efectividad necesaria en el juicio de amparo36.
35
Henry Pelling: “Los truts, los socialistas, y la IWW”, en El sindicalismo norteamericano, Tecnos,
Madrid, 1962, p. 136.
36
Esteban Baca Calderón, op. cit., p. 51.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 69
Destitución del empleo del mayordomo Luis, mínimo sueldo del obrero será 5 pesos
37
Salvador Hernández Padilla, op. cit., p. 27.
38
Juan Luis Sariego: Enclaves y minerales en el norte de México / Historia social de los mineros de
Cananea y nueva Rosita, Casa Chata, México, 1988, p. 78.
39
Eugenia Meyer: La lucha obrera en Cananea, Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH),
México, 1990, p. 56.
40
Esteban Baca Calderón, op. cit., p. 25.
70 Preludio de la Revolución Sergio Méndez Moissen
diarios con 8 horas de trabajo, en todos los trabajos de la CCCC se ocupará 75% de
mexicanos y 25% de extranjeros, teniendo los primeros, las mismas aptitudes que los
segundos, poner hombres al cuidado de las jaulas que tengan nobles sentimientos para
evitar toda clase de irritación, todo mexicano, en los trabajos de esta negociación ten-
dría derecho a ascensos según lo permitan sus aptitudes41.
[...] Tenía el propósito de armar a los trabajadores de Cananea con la intención de ini-
ciar el levantamiento de 44 grupos armados en el país. Confiscar las armas de la CCCC
apoderarse de las aduanas de Agua Prieta y Nogales, y conferenciar con los líderes
militares de la tribu yaqui para su integración a la insurrección42.
41
Manuel González Ramírez: La huelga de Cananea, México, INEHRM, 2006, pp. 19-20.
42
Pacarina del Sur (en línea). Javier Gámez Chávez: “Yaquis y magonistas, una alianza indígena y po-
pular en la Revolución Mexicana”, disponible en <http://www.pacarinadelsur.com/component/content/
article/9/88#_ftn18>. Consulta en julio de 2010.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 71
43
Salvador Hernández Padilla, op. cit., p. 47.
44
Ethel Duffy Turner: Ricardo Flores Magón y el PLM, Morelia, Erandi, 1960, p. 174.
72 Preludio de la Revolución Sergio Méndez Moissen
45
Javier Torres Parés, op. cit., p. 87.
46
Paul Brissenden: The IWW / A study of American syndicalism, New York, Russell y Russell Inc., 1957, p. 62.
47
Javier Torres Parés, op. cit., p. 87.
48
Ibidem, p. 74.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 73
Daba comienzo la rebelión obrera de Río Blanco y no la huelga, como hasta hoy día se
le ha llamado. Al no lograr su primer objetivo, que era incendiar la fábrica, los obreros
–que para entonces ya pasaban de los dos mil– se dirigieron hacia la tienda de raya, pro-
piedad del tendero francés, Víctor Garcín y antes de quemarla, se apoderaron de cuan-
to había en ella. Los rurales volvieron a la carga, pero los obreros decidieron de nueva
cuenta hacerles frente y con palos y piedras lograron hacerlos huir. Un numeroso grupo
de trabajadores se dirigió hacia la cárcel y mientras liberaban a los presos, otros cortaban
alambres de energía eléctrica. Triunfante la multitud obrera se encaminó con rumbo a
Nogales. Ahí también incendiaron la tienda de raya. Mientras tanto cerca de Orizaba va-
rios obreros se apoderaron de armas asaltando casas de empeño y con ellas combatieron;
llegaron a dominar varias estaciones ferrocarrileras situadas entre Orizaba y Maltrata49.
49
Salvador Hernández Padilla, op. cit., p. 77.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 75
Nuestra idea es esta. Que usted o cualquiera de los amigos de Laredo, recorran el es-
tado de Texas y California donde hay mexicanos [...] hay que entrar siquiera con cien
hombres bien armados por las haciendas y en los pueblos irán aumentando las filas de
combatientes. Todo es comenzar pero comenzar del modo indicado para que el gobier-
no se sorprenda de ver que por diferentes lugares de la frontera hay revolucionarios51.
50
Ibidem, p. 78.
51
Ricardo Flores Magón a Crescencio Villarreal Márquez, 30 de mayo y 1 de junio de 1906, citado en
Salvador Hernández Padilla, op. cit., p. 83.
76 Preludio de la Revolución Sergio Méndez Moissen
52
Práxedis G. Guerrero, Episodios revolucionarios “Las vacas”, “Viesca”, “Palomas”, publicados en Re-
generación núm. 2, 3 y 4, los días 10, 17 y 24 de septiembre de 1910 respectivamente, reproducidos en
Armando Bartra, op. cit., 214.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 77
entregársela a los pobres. Los compañeros liberales deben empuñar las armas para
liberar al pueblo de la cadena del capital53.
La represión y el mayor peso de Ricardo Flores Magón dentro del PLM fueron
el marco en el que se dio la radicalización programática y política hacia plantea-
mientos anticapitalistas. Es un hecho que la evidente desconfianza respecto de
Madero llevó a Flores Magón a plantear la necesidad de la independencia políti-
ca y programática de las filas revolucionarias.
53
“El rebaño inconsciente se agita bajo el látigo de la verdad”, publicado en Regeneración, 4 de marzo de
1911, citado en Armando Bartra, op. cit., p. 277.
54
Ricardo Flores Magón, Regeneración, 20 de mayo de 1911, citado en Salvador Hernández Padilla, op.
cit., p. 154.
78 Preludio de la Revolución Sergio Méndez Moissen
La expropiación de los bienes a cabo a sangre y fuego durante este grandioso movimien-
to [...] la emancipación de los trabajadores debe de ser obra de los trabajadores mismos55.
55
Ricardo Flores Magón: Manifiesto del 23 de septiembre de 1911, en Salvador Hernández Padilla, op.
cit., p. 244.
56
Ibidem, p. 245.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 79
Conclusiones:
los límites del magonismo dentro de la Revolución Mexicana
El magonismo fue sin duda una de las corrientes más radicales dentro de la
Revolución Mexicana en la lucha contra la dictadura de Porfirio Díaz. De ser una
corriente política preocupada por la vigilancia de la administración pública, se
convirtió en impulsora de la organización obrera en Cananea y Río Blanco. En
su primera etapa, que va de 1901 a 1905, se caracterizó por luchar por el respeto
de las Leyes de Reforma, en tanto que los clubes liberales tenían como principal
tarea la realización de actos públicos y el fomento del civismo.
La represión y la mayor influencia de Ricardo Flores Magón dentro del PLM
determinaron la constitución de la JOPLM. En esta segunda etapa, que va de 1905
a 1911, surgió el programa democrático-burgués de 1906, que a diferencia de
la perspectiva sustentada en el anterior periodo incluyó demandas agrarias y
laborales y la construcción de clubes liberales clandestinos con el objetivo de
garantizar la insurrección generalizada.
Para 1911, mientras se daba el debilitamiento de sus filas por las razones ex-
plicadas anteriormente, enarbolaba un programa abiertamente anticapitalista, y
su principal participación se dio en la incursión militar de Baja California con el
objetivo de impulsar la revolución social desde Mexicali.
57
Idem.
58
Idem.
80 Preludio de la Revolución Sergio Méndez Moissen
La huelga no es redentora. La huelga es una vieja arma que perdió su filo dando golpes
contra la solidaridad burguesa y la ley de hierro de la oferta y de la demanda. La huelga
no es redentora porque reconoce el derecho de propiedad59.
Para los militantes del PLM, las huelgas en las que participaron tenían el ob-
jetivo de preparar la insurrección militar, en la cual los trabajadores industriales
fortalecerían lo organizado por los clubes liberales nucleados alrededor de la
JOPLM, como ya planteamos en torno a los sucesos de Cananea y Río Blanco.
De esta forma, se consideraba la acción del movimiento obrero como secun-
daria en la lucha contra la dictadura. La JOPLM y los mecanismos de organización
estaban subordinados a la estrategia militar general de 1905 y 1906, cuya princi-
pal manifestación real se expresó en Baja California en 1911.
Esta característica de su estrategia política marcó una importante diferencia
con el marxismo clásico y en particular con su contemporáneo, el leninismo. La
evolución particular del magonismo no puede escindirse de las propias caracte-
rísticas del movimiento obrero mexicano, el cual estaba en una temprana fase de
su evolución, disperso geográficamente y con escasa experiencia política, sobre
lo cual se desarrolló esta corriente política e ideológica que, aunque avanzó en
una perspectiva anticapitalista, no alcanzó a vislumbrar la necesidad de una cen-
tralidad de la acción y los métodos de esa joven clase trabajadora.
Por otra parte, la radicalidad de los planteamientos del PLM no iba acom-
pañada de una formulación concreta para la realización de una alianza obrero-
campesina dentro de la situación objetiva del México en llamas. En ese sentido,
una de las limitaciones que han planteado varios historiadores sobre el magonis-
mo es su sectarismo frente al zapatismo y el villismo. Tras el llamado de Zapata,
en el año de 1913, a que la publicación de Regeneración se hiciera en el estado del
sur, Ricardo Flores Magón desistió la invitación. El campesinado, fuerza motora
fundamental del estallido de 1910, que se manifestó con firmeza en los grandes
ejércitos campesinos de Villa y Zapata, no interesó a la estrategia magonista. Sin
duda existió un subestimación del potencial revolucionario de las masas rurales,
59
Ricardo Flores Magón: “A los huelguistas y los trabajadores en general”, Regeneración, 5 de agosto de
1911, en Armando Bartra, op. cit., p. 303.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 81
cuya máxima expresión fue la llamada Comuna de Morelos y, en otro nivel, la Di-
visión del Norte. En torno a Villa, Magón siempre tuvo desconfianza por tratarse
de una figura militar proveniente del maderismo, sin observar las contradiccio-
nes de su política y las características sociales de la División del Norte. En torno
al zapatismo según, Salvador Hernández Padilla:
Cuando recibió la invitación de Zapata para trasladarse a Morelos y desde ahí impri-
mir Regeneración, parece ser que el periodista libertario simplemente no atendió la in-
vitación del dirigente campesino de Anenecuilco. Es posible que dicha omisión obede-
ciera a que Ricardo Flores Magón consideraba que el movimiento dirigido por Zapata
no iba más allá de exigir la restitución de la tierra para el campesinado morelense60.
Esto llevó al PLM al aislamiento político luego de 1910, cuando las principa-
les fuerzas motoras de la Revolución se expresaban en los ejércitos campesinos.
Los planteamientos programáticos de septiembre de 1911 mostraban, junto a lo
avanzado de las ideas magonistas, una impotencia política para soldar una real
y fuerte alianza obrero-campesina, debido a que sus principales planteamientos
políticos se centraron en llamar a los trabajadores y campesinos a “la expropia-
ción de los medios de producción y la organización administrada de las fábricas
y ferrocarriles”, sin desarrollar un programa más concreto y preciso que empal-
mase con la demanda motora de la Revolución, sintetizada en el grito zapatista
de ¡Abajo haciendas, arriba pueblos!
La negativa de Flores Magón de participar de la contienda junto a los ejér-
citos campesinos luego de la derrota de Baja California lo llevó a ser fundamen-
talmente un observador de las batallas militares de la Revolución en su fase más
radical y a publicar desde Regeneración su obra literaria, cada vez con menor
incidencia política. Ricardo Flores Magón manifestó su internacionalismo opo-
niéndose al belicismo estadounidense y al chovinismo en su Manifiesto a los
trabajadores del mundo en 1918.
Flores Magón finalmente fue detenido, junto con Librado Rivera, por el go-
bierno yanqui debido a su oposición a la guerra. Solo pudieron acallar su pluma
revolucionaria y heroica mediante su asesinato en la cárcel, y volvió a México
muerto en enero de 1923.
60
Salvador Hernández Padilla, op. cit., p. 195.
82 Obertura de la Revolución Sergio Moissens
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 83
El objetivo del presente ensayo es realizar una interpretación del proceso revolucio-
nario iniciado en 1910, basándonos para ello en distintos trabajos historiográficos
publicados en las últimas décadas. Presentaremos una periodización de la Revolu-
ción Mexicana con la intención de mostrar que la misma estuvo caracterizada por
un claro antagonismo de clase, el cual tendió a cuestionar las bases del joven y atra-
sado capitalismo mexicano, y que no se detuvo en la consecución de reformas en
el régimen político. Para establecer esta periodización utilizaremos como criterios
la dinámica, los rasgos centrales y las acciones principales de la lucha de clases, así
como la correlación de fuerzas que se estableció en sus distintos momentos.
1
Entendemos como revoluciones clásicas del siglo XX a aquellas que se dieron con un protagonismo de la
clase obrera –acompañada por otros sectores oprimidos y explotados del campo y la ciudad–, y de los mé-
todos de lucha y formas de organización surgidos del proletariado, tales como la huelga, la insurrección y los
organismos de democracia directa. Ejemplo de estas revoluciones clásicas son la Revolución Rusa de 1905
y la de 1917, los procesos acontecidos en Europa durante las décadas de 1920 y 1930 (como la Revolución
Española), los levantamientos insurreccionales en el Este europeo en la inmediata segunda posguerra, los
procesos revolucionarios de Argentina y Chile en los años setenta, por citar algunos de los casos más álgidos.
84 Los senderos de la Revolución: periodización y fases Pablo Langer Oprinari
2
En la transición al capitalismo, la revolución burguesa en Europa tuvo por delante la realización de
ciertas tareas estructurales necesarias para eliminar el viejo régimen feudal, tales como la desaparición
de las aduanas internas y la organización de un mercado único, la unidad política nacional, y la liqui-
dación del latifundio, aunado a la creación de una clase de pequeños y medianos propietarios rurales.
Tareas estructurales similares fueron las que tuvieron por delante, en el siglo XIX, los países latinoame-
ricanos incorporados violentamente al mercado mundial y a la división internacional del trabajo, sin
haber dejado atrás las formas precapitalistas creadas en los siglos previos.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 85
El accionar del sector burgués que en 1910 hegemonizó la dirección del movi-
miento estuvo signado por su interés en preservar el desarrollo del capitalismo en
México. Que para acceder al poder político tuviera que impulsar un alzamiento ar-
mado ante la intransigencia porfirista, no cambia el hecho de que la intención del
3
León Trotsky: La teoría de la revolución permanente (compilación de escritos de León Trotsky), Bue-
nos Aires, CEIP “León Trotsky”, 1999, 1a. ed., p. 77.
86 Los senderos de la Revolución: periodización y fases Pablo Langer Oprinari
4
José Revueltas: Ensayo sobre un proletariado sin cabeza, México, Era, 1980, p. 139.
5
Como planteamos en el ensayo “El país de Don Porfirio: estructura social y desarrollo capitalista”, el
campesinado mexicano de los tiempos de la Revolución englobaba a una masa heterogénea que incluía,
entre otros, a los pequeños productores, a los pobladores rurales que realizaban de forma independien-
te distintas faenas en relación al trabajo agropecuario, así como a los peones acasillados.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 87
que promulgó Manuel Palafox en 1915. Ésta fue la dinámica que asumió la par-
ticipación de amplias franjas de los explotados del campo, y que tuvo su máxima
expresión en la Comuna de Morelos, donde se impuso la expropiación de los lati-
fundistas y la desaparición de los mismos como clase, así como la expropiación de
los ingenios y otras industrias vinculadas de forma directa a la agricultura.
Mientras que las direcciones radicales como el zapatismo y el villismo fueron
impulsadas por las masas rurales a intentar la resolución de sus demandas por
la vía de la ruptura violenta de la legalidad burguesa, tal como se expresó en las
ocupaciones de tierras y en las expropiaciones de los hacendados, las fraccio-
nes encabezadas por representantes de la burguesía y la pequeñoburguesía pre-
tendieron imponer distintas soluciones que tenían en común la contención del
proceso revolucionario, con el objeto de no resolver la cuestión agraria. Esto fue
compartido por el maderismo, el carrancismo y el obregonismo; estos últimos,
fueron las dos principales fuerzas actuantes desde 1913 dentro del constitucio-
nalismo, que apostaron a recomponer la dominación burguesa, después que el
torbellino campesino aniquiló al Ejército Federal a mediados de 1914 y destrozó
las instituciones del porfiriato preservadas por el gobierno de Madero.
cual entraron a la lucha sectores cada vez más amplios de las masas.
La continuidad inestable, durante los sucesivos gobiernos, del Estado bur-
gués proveniente del porfirismo y de sus instituciones fundamentales.
En ese contexto, el surgimiento de un ala radicalizada: el zapatismo, que en-
tró en pugna con el gobierno de Madero y fue la máxima expresión del anta-
gonismo de clase entre el campesinado pobre y las distintas fracciones de la
burguesía en el poder. La emergencia del zapatismo se convirtió en un punto
de inflexión que marcó la dinámica revolucionaria del proceso histórico, y
adelantó la confrontación que en los años siguientes enfrentó a los ejércitos
campesinos radicales con el constitucionalismo.
Inicia la rebelión:
del alzamiento maderista a los acuerdos de Ciudad Juárez
con epicentro en Wall Street, que afectó a muchos hacendados y los decidió a
volcarse a la oposición al gobierno. Como plantea un autor, “[…] la adopción
del patrón oro, seguida por el pánico monetario de 1907 en Estados Unidos y
una declinación del precio de las exportaciones, provocaron una reducción del
ingreso nacional, que a su vez exigió nuevos préstamos exteriores, echando al
mismo tiempo una pesada carga sobre las instituciones financieras del país”6.
Bajo esta situación volátil el ministro de Hacienda, José Yves Limantour,
convocó a una conferencia nacional de banqueros a inicios de 1908, e impulsó
la aprobación de una nueva ley bancaria, que entre otras cuestiones buscaba
“corregir algunas de las prácticas peligrosas y a impulsar el establecimiento de
bancos de inversión e hipotecarios”7. En 1910, ante la amenaza de que se de-
rrumbase el sistema financiero, Limantour se abocó a la búsqueda de nuevos
préstamos en Europa. Sin embargo, estas medidas no podían resolver las impor-
tantes contradicciones estructurales de una economía cuyos sectores dinámicos
se orientaban a la exportación, y que se acrecentaban por la crisis internacional.
La crisis económica profundizó los padecimientos de las mayorías urbanas y
rurales: aumento de las importaciones, incremento de los precios de los productos
agrícolas y de consumo básico, y crecimiento del desempleo, lo cual no hizo más
que incentivar el descontento con las políticas previamente desarrolladas por el
gobierno. Ése fue el trasfondo de las rebeliones y luchas obreras de Cananea, Río
Blanco y San Luis Potosí, del apoyo al maderismo por parte de la clase trabajadora,
así como del despertar de las huelgas después de la caída de Porfirio Díaz.
Por la importancia que revistió en el proceso revolucionario, nos detendre-
mos en los efectos que todo esto tuvo en el norte del país. Durante el porfiriato,
esta región se convirtió en el pilar de la “modernización” capitalista a través de la
industria extractiva, la producción algodonera y la explotación del petróleo. Sin
embargo, los métodos asumidos por el régimen político para conducir este pro-
ceso, acarrearon profundas contradicciones e importantes choques con distintos
sectores de la sociedad norteña, que se acrecentaron durante la primera década
del siglo. La expropiación de las tierras en beneficio de los grandes latifundistas
y de las compañías extranjeras colonizadoras, no sólo se ejerció en contra de los
pueblos indígenas (como los yaquis y mayos en Sonora), sino también sobre las
tierras anteriormente otorgadas a los antecesores de los pobladores criollos de
la región: los colonos militares, que resguardaron la expansión de la frontera en
detrimento de los pueblos originarios.
Explicando las características que llevaron a convertirse a Chihuahua y Du-
6
Charles C. Cumberland, Madero y la Revolución Mexicana, México, Siglo XXI, 8va. ed., 1999, p. 21.
7
Ibidem, p. 22.
90 Los senderos de la Revolución: periodización y fases Pablo Langer Oprinari
8
Pedro Salmerón, La División del Norte, México, Planeta, 1era. ed. 2da. reimp., 2008, p. 40.
9
Aclarando que, como explicamos más adelante, la composición social de las guerrillas y ejércitos nacidos en
Coahuila, Sonora o Chihuahua-Durango fue distinta, de igual forma que la extracción social de sus mandos
superiores e intermedios. Para la División del Norte ver Pedro Salmerón, op. cit. Para el Ejército del Noroeste
ver Héctor Aguilar Camín: La frontera nómada / Sonora y la Revolución Mexicana, México, Siglo XXI, 1981.
10
Según Pedro Salmerón, pueden encontrarse a muchos de los participantes de las revueltas locales de
1909 en las fuerzas organizadas en torno a Francisco Villa a fines de 1910 y 1911.
11
Pedro Salmerón, op. cit., p. 131.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 91
Si durante las primeras décadas del porfiriato la hegemonía del gobierno so-
bre las clases dominantes y los sectores medios del país se basó en el éxito del de-
sarrollo capitalista, en el crepúsculo del dictador esto se trocó en descontento e
incentivó las tendencias antirreeleccionistas ya existentes desde inicios de siglo.
Concluyendo, podemos decir que la crisis económica y social abierta en el
México de inicios de siglo llevó a una verdadera crisis del régimen de dominio
porfirista, expresada en una aguda disputa al interior de las clases dominantes y
en particular en la confrontación entre el porfirismo y el maderismo. Siguiendo
la dinámica clásica de las revoluciones sociales contemporáneas, lo insoporta-
ble de la situación económico-social para las masas, junto a las contradicciones
desplegadas en el seno de las clases dominantes, fue la condición necesaria para
la entrada en escena, a partir del pronunciamiento de Madero y ocupando el
proscenio de la historia, del México bronco y profundo, abriendo una dinámica
revolucionaria de casi una década.
En este contexto más general, dos acontecimientos fueron claves para empujar a
la oposición política a Francisco I. Madero, quien era un rico hacendado nacido
en Coahuila, proveniente de uno de los clanes familiares más influyentes de la
región lagunera. Por una parte, el ataque de enero de 1902 en San Luis Potosí,
contra el Club Ponciano Arriaga, una organización liberal opositora y, un año des-
pués, la represión por parte de Bernardo Reyes, gobernador porfirista de Nuevo
León, sobre los sectores opositores del estado. A partir de esto, Madero comenzó
a apoyar y tomar parte en distintos movimientos de oposición y durante un corto
período se vinculó al Partido Liberal Mexicano de Ricardo Flores Magón, del cual
terminó distanciándose por la radicalización política de éste. Los primeros reveses
electorales sufridos en el terreno local y las persecuciones contra los opositores no
cambiaron la perspectiva del coahuilense, que se centró en un cambio reformista y
en la condena de cualquier orientación revolucionaria, aduciendo que ésta le daría
excusas al gobierno federal para endurecer sus acciones. Tampoco hizo cambiar su
moderación la actitud de Porfirio Díaz, quien luego de haber dejado entrever, en la
entrevista concedida al periodista estadounidense James Creelman en febrero de
1908, la posibilidad de no presentarse para un nuevo mandato, anunció tres meses
después que buscaría la reelección en 1910.
12
Las sociedades mutualistas, primeros intentos de organización gremial de la clase obrera, levantaron
programas por reivindicaciones laborales como la disminución de las horas de trabajo, el aumento
salarial o la mejora en las condiciones sanitarias.
92 Los senderos de la Revolución: periodización y fases Pablo Langer Oprinari
Desde 1906, Madero fue tejiendo una amplia red política y social entre hacenda-
dos, intelectuales y periodistas fundamentalmente del norte y centro del país. En los
inicios de 1909 hizo pública su postura en su libro La sucesión presidencial en 1910
que daba sustento ideológico y político a su accionar. Como explicaba Charles Cum-
berland, un autor que simpatizaba ampliamente con Madero, aquél “[…] apenas
mencionaba los males sociales y económicos, insistía mucho más en la necesidad de
libertad de sufragio, no reelección para los altos cargos públicos y rotación en los car-
gos. Madero no pasaba por alto las necesidades sociales, pero creía que había tiempo
suficiente para enfrentar esos problemas una vez que mejoraba la situación políti-
ca”13, esto al mismo tiempo que condenaba la revolución como medio de cambio.
A partir de ello, comenzó una intensa labor para organizar una fuerza política
de oposición. El objetivo de Madero se orientaba a ejercer presión sobre la admi-
nistración porfirista hacia las elecciones de 1910 –y para ello la organización de
un partido político legal era un paso fundamental–, a fin de que ésta permitiese
“elecciones relativamente libres para la vicepresidencia, las gubernaturas, las pre-
sidencias municipales y el Congreso”14; además, como muchos en ese momento,
consideraba que la avanzada edad del dictador abría la posibilidad de una sucesión
natural y una democratización paulatina del sistema político, lo cual volvía funda-
mental el acceso a la vicepresidencia.
De esta forma, en mayo de 1909 se constituyó primero el Club Central Anti-
rreeleccionista y luego el Centro Antirreeleccionista de México, bajo el credo de
no a la reelección, iniciando el proceso de organización política que llevó primero
a la edición del periódico El Anti-Reeleccionista; y en abril de 1910 a la creación
del Partido Nacional Antirreeleccionista y a la designación de Francisco I. Madero
como candidato a la presidencia.
En ese contexto, el gobierno tuvo que lidiar con las aspiraciones de Bernardo
Reyes, que organizó un movimiento político que presionó para obtener su candi-
datura a la vicepresidencia, compitiendo en esto con Ramón Corral, quien ocupaba
ese cargo desde 1904. Una vez que Reyes fue obligado a retirarse de la contienda y
partir en un viaje de estudios militares a Europa en octubre de 1910, y ante el hecho
de que el maderismo cobró fuerza, nutrido además por el apoyo de un sector de los
reyistas, el gobierno comenzó a preocuparse por la candidatura del coahuilense.
Todavía el 15 de abril de 1910, y en aras de encontrar una salida reformista y no
violenta al conflicto con el gobierno, Madero intentó llegar a un acuerdo con Díaz,
anunciando que dicho pacto podría incluir su renuncia a la candidatura. Esto no
encontró una respuesta positiva por parte del gobierno, que en mayo intensificó las
13
Charles C. Cumberland, op. cit., p. 73.
14
Ibidem, p. 74.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 93
El Plan de San Luis denunciaba al régimen político por estar supeditado a los dic-
tados de Porfirio Díaz y planteaba, como sus objetivos fundamentales: “[…] los
principios de SUFRAGIO EFECTIVO Y NO REELECCIÓN, como únicos capaces de sal-
var a la república del inminente peligro con que la amenazaba la prolongación de
una dictadura cada día más onerosa, más despótica y más inmoral”15. Después de
afirmar la imposibilidad de acceder al gobierno mediante las vías institucionales,
Madero declaraba: “[…] ilegales las pasadas elecciones, y quedando por tal motivo
la república sin gobernantes legítimos, asumo provisionalmente la Presidencia de
la república, mientras el pueblo designa conforme a la ley sus gobernantes. Para
lograr este objeto es preciso arrojar del poder a los audaces usurpadores que por
todo título de legalidad ostentan un fraude escandaloso e inmoral”16 y realizaba un
llamamiento al levantamiento nacional para el 20 de noviembre de 1910 a las 18
horas. Entre los puntos específicos que deberían normar el levantamiento y la de-
posición del dictador, se reconocían como vigentes todas las leyes y normas de la
administración porfirista, “a excepción de aquellas que manifiestamente se hallen
en pugna con los principios proclamados en este Plan”17. Madero se comprome-
tía a aceptar “como válidos todos los acuerdos anteriores suscritos con gobiernos
y empresas extranjeras”18 y a aceptar toda la responsabilidad por los perjuicios
causados a personas o bienes de los países que le otorgaran su reconocimiento19.
Mientras se planteaba que luego de la caída de Díaz se pondrían en libertad a todos
los presos políticos, el plan sostenía, en el punto 3, su única reivindicación social:
15
500 años de México en documentos. “Plan de San Luis”, versión facsimilar, <http://www.bibliotecas.
tv/zapata/1910/plan.html>. Consultado el 5 de julio de 2010.
16
Idem.
17
Idem.
18
Idem.
19
Charles C. Cumberland, op. cit., p. 153.
94 Los senderos de la Revolución: periodización y fases Pablo Langer Oprinari
Este punto, cuya concreción sería luego negada de forma sistemática por Ma-
dero desde el gobierno, fue el señuelo que logró congregar en torno al hacendado
lagunero el apoyo de amplios sectores populares y en particular de las masas rurales.
El Plan de San Luis estaba orientado, fundamentalmente, a lograr una reforma
política, imponer nuevas reglas y garantizar la integración al poder de los sectores
de las clases dominantes marginados por Porfirio Díaz y la élite de los científicos.
La vía armada fue, más que una convicción del maderismo, una consecuencia no
deseada del hecho de que el dictador cerró toda posibilidad de transacción con
la fracción representante de los hacendados del norte del país y de otros sectores
acomodados. Centrado en la reforma de las instituciones del régimen de dominio,
el Plan expresaba el interés de sus redactores en preservar el orden social imperan-
te, limitándose a ofertar de forma vaga algunas concesiones en torno a la cuestión
agraria. Como eventualmente lo mostraron los acuerdos de Ciudad Juárez, el ob-
jetivo era imponer una transacción con el “antiguo régimen”, utilizando como base
social de maniobra a sectores populares descontentos con el porfiriato, y de nin-
guna forma apostaba a iniciar un proceso revolucionario como el que se desplegó.
A partir del llamamiento del Plan, los primeros intentos militares de Madero
–como el cruce a territorio mexicano por San Antonio– fracasaron. Esto había
sido antecedido por varios golpes propinados por el gobierno, como en Puebla,
donde el líder de la insurrección, Aquiles Serdán, fue descubierto y asesinado an-
tes del 20 de noviembre de 1910. La poca preparación del levantamiento y los es-
casos éxitos militares durante fines de noviembre y el mes de diciembre parecía
que lo llevarían al fracaso; a pesar de esto, comenzaron a ponerse en movimiento
innumerables partidas y grupos de insurrectos en distintos puntos del país.
20
Plan de San Luis, op. cit.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 95
21
José Villaseñor: “Entre la política y la reivindicación”, p. 223, en Juan Felipe Leal y José Villaseñor, En la
Revolución (1910-1917), “La clase obrera en la historia de México”, México, Siglo XXI, 1988.
22
Ramón Eduardo Ruiz: La Revolución Mexicana y el movimiento obrero 1911-1923, México, Era, 1976, p. 22.
23
Pedro Salmerón, op. cit., pp. 155 y 156.
24
La primera acción liderada por el coahuilense en territorio mexicano, en febrero de 1911, con el
intento de tomar Casas Grandes, fue derrotada por el Ejército Federal.
96 Los senderos de la Revolución: periodización y fases Pablo Langer Oprinari
resistencia de Orozco, Villa, José de la Luz Blanco y otros líderes en el norte (que
así) estimulaban movimientos en otras regiones del país”25.
En estos meses surgieron y realizaron sus primeras acciones de armas los
núcleos que luego, en 1913, fueron parte de los ejércitos constitucionalistas que
en toda la región enfrentaron al golpe de Estado de Victoriano Huerta.
Mientras tanto, en Nueva York se desarrollaban los intentos de negociación
entre los representantes del gobierno y los maderistas. Díaz, que sólo reaccionó
de forma tardía, anunció un cambio de gabinete y un programa de reformas polí-
ticas y sociales, lo cual significó un reconocimiento en los hechos de la importan-
cia del movimiento revolucionario y fortaleció a los maderistas; desde marzo, las
fuerzas antiporfiristas ocupaban numerosas ciudades en todo el territorio.
Estamos ante un primer momento del proceso abierto en 1910, donde al
cobijo del llamado de un sector de las clases dominantes, y tras la forma de las
partidas guerrilleras que van cobrando una influencia cada vez mayor, lo que se
expresaba era la incorporación de amplios sectores de las masas a la rebelión26.
Éste fue sin duda el factor activo que evitó que el levantamiento maderista fraca-
sara de manera estrepitosa y pasara, sin mayores preámbulos, a ocupar un lugar
secundario en la historia.
El crecimiento del movimiento armado contra el gobierno y la incorporación
de sectores populares del campo y la ciudad, marcaba un punto de no retorno
para Porfirio Díaz, y mostraba la existencia de un amplio frente de oposición
que cruzaba a las clases populares, a las clases medias urbanas y a sectores de las
clases dominantes.
En este momento ya emergían los dos centros político-militares que ac-
tuaron durante los 7 años siguientes de la Revolución: Chihuahua y Morelos.
Ya planteamos brevemente los antecedentes del estado del norte; en el caso de
Morelos, durante los años previos, la lucha frente a los atropellos de los latifun-
distas se había combinado con el enfrentamiento político y electoral contra los
candidatos oficiales a la gubernatura, en lo cual habían participado varios de los
que luego destacarían como dirigentes revolucionarios. En el estado sureño, el
11 de marzo de 1911 se levantó Emiliano Zapata en Villa de Ayala, quien había
reemplazado a Pablo Torres Burgos, asesinado por el ejército, como jefe de los
partidarios de Madero en el estado. El 25 de marzo, “catorce jefes insurgentes de
Morelos, Puebla y Guerrero acordaron formar el Ejército Libertador del Sur”27,
25
Charles C. Cumberland, op. cit., p. 148.
26
Esta influencia golpeó la moral del ejército, así, hay que considerar el complot de Tacubaya, protago-
nizado por sectores jóvenes de la oficialidad.
27
Francisco Pineda Gómez: La Revolución del sur 1912-1914, México, Era, 2005, p. 29.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 97
28
Charles C. Cumberland, op. cit., p. 167.
29
Pedro Salmerón, op. cit., p. 230.
30
Adolfo Gilly: La Revolución interrumpida / México 1910-1920: una guerra campesina por la tierra y
el poder, México, Ediciones El Caballito, 7ma. ed., 1980, p. 47.
98 Los senderos de la Revolución: periodización y fases Pablo Langer Oprinari
El punto 3 del Plan de San Luis era sin duda el más sentido por las masas; el
grito de “Abajo haciendas arriba pueblos” proclamado por los zapatistas en Villa
de Ayala sintetizaba que el campesinado había entrado a la Revolución enarbo-
lando sus propias demandas y que no aceptaría fácilmente que ésta se limitara
a cambios formales en las instituciones. Por detrás de la transacción maderista
con el antiguo régimen estaba el temor de clase a que su movimiento en pos de
una reforma política derivase en una movilización de masas sin precedentes. La
frase que se le atribuye a Porfirio Díaz poco antes de emprender el exilio, mues-
tra el olfato de clase del líder burgués ante lo que luego acontecería: “Madero ha
soltado un tigre; veremos si puede manejarlo”31.
Desde el inicio del interinato de Francisco León de la Barra, Madero dejó es-
tablecido que respetaría los acuerdos de Ciudad Juárez. Esto lo llevó incluso a
enfrentar a algunos de sus partidarios, que exigían el cumplimiento inmediato
del Plan de San Luis, acelerando la asunción del coahuilense como presidente. La
intención de Madero era obtener la colaboración de sectores del viejo régimen
en la tarea de estabilizar el país, lo cual se expresó en el gabinete, negociado entre
Madero y De la Barra. Como describe Cumberland, “[…] de los cargos importan-
tes llenados en los primeros días del gobierno interino, cuatro correspondieron
a revolucionarios leales, tres a hombres de tendencias conservadoras aunque
sin relación alguna con el régimen de Díaz, y sólo dos a hombres vinculados a la
dictadura. El gabinete representaba en gran medida al nuevo orden”32.
Podríamos decir que lo que en realidad expresaba era la colaboración entre
antiguos porfiristas y maderistas para “pacificar” el país. Madero mantenía intac-
tas las instituciones del antiguo régimen y al Ejército Federal, que era el pilar del
estado burgués, incorporando al gobierno a sectores provenientes del porfirismo.
El ingreso de Madero a la Ciudad de México, a mediados de junio, moti-
vó una recepción multitudinaria; según algunos cálculos, alrededor de 100 mil
personas salieron a las calles. Mientras tanto, esto estuvo precedido por los es-
cándalos de corrupción en los que se vio envuelto su hermano Gustavo y funda-
mentalmente por el hecho de que:
31
Citado en Charles C. Cumberland, op. cit., p. 176.
32
Charles C. Cumberland, op. cit., p. 179.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 99
33
Ibidem, p. 184.
34
Pedro Salmerón, op. cit., pp. 269-270.
100 Los senderos de la Revolución: periodización y fases Pablo Langer Oprinari
En las elecciones de octubre de 1911, Madero resultó electo con cerca de 20 mil
votos, lo que representaba un porcentaje ínfimo de la población (0.1%) y era expre-
sión del carácter profundamente antidemocrático del sistema político, basado en
la exclusión de las grandes mayorías de los mecanismos formales de la democracia
burguesa y donde sólo podía votar una minoría calificada. Su gobierno, que asu-
mió desde el 6 de noviembre, se enfrentó, desde el principio, a una creciente ines-
tabilidad y a cuestionamientos por distintos flancos. Por una parte, desde el seno
mismo del antirreeleccionismo, la figura de Emilio Vázquez Gómez —quien fue
removido de su cargo como secretario de Gobernación y que denunció al coahui-
lense por no cumplir el Plan de San Luis, proclamando el llamado Plan de Tacuba-
ya— fue un punto de referencia para distintos sectores disconformes con Madero,
lo cual finalmente confluyó con el levantamiento de Pascual Orozco en Chihuahua.
Por otra parte, los sectores provenientes del porfirismo desarrollaron una
oposición activa en torno a los generales Bernardo Reyes y Félix Díaz, hasta lle-
gar a la Decena Trágica en febrero de 1913.
Por detrás de estos conflictos que sacudieron el precario orden surgido de
los acuerdos de Ciudad Juárez estuvo la persistencia de la rebelión campesina en
Morelos, el descontento en regiones del norte, así como la existencia de agita-
35
Charles C. Cumberland, op. cit., p. 211.
36
Francisco Pineda Gómez, op. cit., p. 159.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 101
37
500 años de México en documentos. “Plan de la Empacadora”, 25 de marzo de 1912, <http://www.
biblioteca.tv>. Consultado el 5 de julio de 2010.
102 Los senderos de la Revolución: periodización y fases Pablo Langer Oprinari
38
Francisco Pineda Gómez, op. cit., pp. 126-127.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 103
de la guerra (febrero-marzo de 1912) la suma total había sido de 13 mil 225 efec-
tivos, es decir, más de un tercio de las fuerzas armadas del gobierno”39.
Esto se combinaba con la promesa de medidas limitadas y parciales frente a
la cuestión agraria. Según plantea Cumberland, “[…] ni Madero ni sus principa-
les asesores habían pensado mucho en el futuro de los ejidos y el famoso artículo
3 del Plan de San Luis fue incluido por una cuestión de justicia elemental y no
por un concepto básico económico y social”40.
Como queda claro al leerlo, y a pesar de las expectativas populares que había
generado, el Plan se orientaba fundamentalmente a tratar la problemática de los
pequeños propietarios, mas no estaba en su horizonte resolver la situación de los
peones, ni la de los pueblos desposeídos y despojados de sus tierras.
Durante el gobierno de Madero, se presentaron numerosos proyectos para
“resolver” la cuestión agraria en el Congreso Nacional. La Ley Agraria de noviem-
bre de 1911, por ejemplo, no ponía en cuestión las propiedades de los terratenien-
tes, y no suponía ni siquiera el reparto del conjunto de las tierras nacionales, las
cuales serían comercializadas, dejando fuera del acceso a las mismas a los campe-
sinos pobres que no tenían ningún capital para adquirirlas, ya que ni siquiera se les
otorgarían créditos para facilitar su compra. De esta manera la “reforma agraria”
de Madero no alcanzaba siquiera las vagas promesas del Plan de San Luis. Su real
orientación estaba bien expresada en un discurso que el hacendado lagunero dio
en Veracruz: “[…] desde el punto de vista económico y social el cambio no puede
ser tan veloz; no es posible promoverlo mediante una revolución, mediante leyes
y decretos”41.
Luis Cabrera, parlamentario que criticaba a Madero por no impulsar la res-
tauración de los ejidos, presentó un proyecto de ley que proponía la restitución
de tierras mediante su compra a los terratenientes por parte del gobierno, y que
éste “conservara la propiedad y permitiera a los campesinos cultivar el terreno
sin cargo alguno”42, una salida al problema agrario que suponía una erogación
económica exorbitante por parte del Estado y que no prosperó43. Emilio Vázquez
Gómez, representante del ala “izquierda” del antirreeleccionismo, “se oponía a
la expropiación y estaba a favor de la compra y reventa de tierras cultivables, la
construcción de represas y el establecimiento de escuelas agrícolas”44. No había
39
Francisco Pineda Gómez, op. cit., p. 57.
40
Charles C. Cumberland, op. cit., p. 240.
41
Discurso de Madero en Veracruz, 23 de septiembre de 1911, citado en Charles C. Cumberland, op. cit., p. 242.
42
Ibidem, p. 250.
43
Ibidem, p. 248.
44
Ibidem, p. 252.
104 Los senderos de la Revolución: periodización y fases Pablo Langer Oprinari
Entretanto, después de la primera agresión militar ordenada por Madero, los za-
patistas lanzaron el Plan de Ayala, fechado el 28 de noviembre de 1911. El mismo
atacaba a Francisco Madero por haber dejado en pie “la mayoría de los poderes
gubernativos y elementos corrompidos de opresión del Gobierno dictatorial de
Porfirio Díaz” así como por no cumplir el Plan de San Luis, postergado por la
transacción de Ciudad Juárez. Denunciaba la persecución y opresión sobre los
pueblos que reclamaban sus derechos, y la imposición de gobiernos estatales en
contra de la voluntad de las mayorías, como fue el caso del general Ambrosio
Figueroa, calificado como verdugo y tirano de Morelos. Finalizaba planteando
que Madero había entrado en “contubernio escandaloso con el partido científico,
hacendados-feudales y caciques opresores, enemigos de la Revolución procla-
mada por él, a fin de forjar nuevas cadenas y seguir el molde de una nueva dic-
tadura más oprobiosa y más terrible que la de Porfirio Díaz”, a partir de lo cual
llamaba a continuar la lucha contra el gobierno de Madero, a quien denunciaba
como traidor a la Revolución. A partir de invocar como propio al Plan de San
Luis, se introducían una serie de “agregados” a éste, que en realidad cambiaban
de forma radical el contenido y el carácter social del Plan maderista, expresados
en los puntos 6 a 9 del Plan de Ayala, y que a la letra planteaban:
6º. Como parte adicional del plan que invocamos, hacemos constar: que los terrenos,
montes y aguas que hayan usurpado los hacendados, científicos o caciques a la sombra
de la justicia venal, entrarán en posesión de esos bienes inmuebles; desde luego, los
pueblos o ciudadanos que tengan sus títulos, correspondientes a esas propiedades, de
las cuales han sido despojados por mala fe de nuestros opresores, manteniendo a todo
trance, con las armas en las manos, la mencionada posesión, y los usurpadores que
se consideren con derechos a ellos, lo deducirán ante los tribunales especiales que se
establezcan al triunfo de la Revolución.
7º. En virtud de que la inmensa mayoría de los pueblos y ciudadanos mexicanos no
son más dueños que del terreno que pisan sin poder mejorar en nada su condición
social ni poder dedicarse a la industria o a la agricultura, por estar monopolizadas en
unas cuantas manos, las tierras, montes y aguas; por esta causa, se expropiarán previa
indemnización, de la tercera parte de esos monopolios, a los poderosos propietarios
de ellos a fin de que los pueblos y ciudadanos de México obtengan ejidos, colonias,
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 105
[…] dispone que los campesinos despojados de sus tierras entrarán en posesión de
ellas desde luego, es decir, las tomaran inmediatamente ejercitando su propio poder.
Esa posesión será mantenida ‘a todo trance, con las armas en la mano’. Y serán los te-
rratenientes usurpadores quienes, al triunfo de la Revolución, tendrán que acudir ante
tribunales especiales para probar su derecho a las tierras ya ocupadas y recuperadas
en el curso de la lucha por los campesinos47.
45
Se puede consultar el Plan de Ayala en este libro, parte III “Memorias de la Revolución”, pp. 299.
46
Adolfo Gilly, op. cit. y Francisco Pineda Gómez, op. cit.
47
Adolfo Gilly, op. cit., p. 64.
106 Los senderos de la Revolución: periodización y fases Pablo Langer Oprinari
[…] los que suscriben, en nombre de la Junta Revolucionaria del estado de Morelos,
teniendo en consideración que ha presentado sus títulos correspondientes a tierras
el pueblo de Ixcamilpa, y habiendo solicitado entrar en posesión de las mencionadas
tierras que les han sido usurpadas por la fuerza bruta de los caciques, hemos tenido a
bien ordenar conforme al Plan de Ayala, que entren en posesión de tierras, montes y
aguas que les pertenecen y les han pertenecido desde tiempo virreinal y que consta en
títulos legítimos del tiempo virreinal de Nueva España, hoy México48.
El sustento profundo del Plan de Ayala y de los intentos por llevarlo a cabo,
fue la irrupción violenta de amplios sectores de las masas agrarias de Morelos
y otros estados, quienes nutrieron el ejército campesino liderado por Emiliano
Zapata. Eso fue lo que permitió soportar la política de tierra arrasada del man-
do militar federal y sustentó las varias ofensivas del Ejército Libertador del Sur
contra el gobierno central.
48
Ibidem, p. 68.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 107
cantidad de efectivos militares, Madero lanzó el proyecto del Servicio Militar Obli-
gatorio, en tanto que se decretó la supresión de garantías individuales en Morelos,
Guerrero, Tlaxcala y varios distritos del Estado de México y Puebla, bajo la justifica-
ción de “satisfacer únicamente la necesidad primordial de asegurar la vida, la honra
y la propiedad”. La orientación discursiva gubernamental era abiertamente racista:
“la única bandera de las chusmas surianas es el bandidaje”, y el objetivo, en palabras
de Madero, era “acabar con el bandidaje que bajo la forma de un comunismo agrario
amenaza la vida, la honra y la propiedad”49, lo cual estaba orientado a tranquilizar a
las clases dominantes que veían la amenaza que, sobre la propiedad terrateniente,
ejercían los campesinos organizados tras la divisa del Ejército Libertador del Sur.
La ofensiva militar adoptó medidas de recolonización, tomadas de las tácti-
cas que los distintos ejércitos coloniales llevaron adelante en Cuba, Filipinas y la
guerra Bóer de Sudáfrica, con lo que se buscaba, previa internación de la pobla-
ción en campos de concentración, “[…] destruir esos reductos zapatistas (forma
en la que se refería a los pueblos, N. del A.) y evitar que los vecinos dieran armas,
parque y alimentos a los bandidos”50.
Como escribía John Womack Jr., “[…] el incendio a que se había recurrido
como medida desesperada unos cuantos días antes en Santa María pasó a con-
vertirse en sistema”.
Según planteaban los diarios de la Ciudad de México, eso era la forma de
evitar que Morelos se convirtiese “en la tumba de nuestro heroico ejército”51.
En abril de 1912, los zapatistas lanzaron una contraofensiva a través de la
cual tomaron de forma momentánea Tepoztlán, Jonacatepec y Jojutla, y expan-
dieron su influencia militar en el estado y zonas aledañas, alentados además por
el levantamiento de Orozco en Chihuahua. Es importante considerar en este
punto el carácter y la dimensión de las acciones militares de los rebeldes. Según
reporta Pineda Gómez, los zapatistas realizaron 2 mil 304 acciones –conside-
rando sólo las que se encuentran documentadas– durante los gobiernos de Ma-
dero y Huerta. La forma guerrillera que asumió el Ejército Libertador del Sur, no
significaba que se tratase siempre de pequeños destacamentos, ya que “[…] entre
200 y 500 oscilaba el número de rebeldes que, según el diario maderista Nueva
Era participaron en los hechos de armas que ocurrieron en el rumbo de Chalco,
Tepalcingo, Tejalpa, Topilejo y Tlalquiltenango”52.
49
Ibidem, p. 43.
50
El País, 31 de agosto de 1912, citado por John Womack Jr.: Zapata y la Revolución Mexicana, México,
Siglo XXI, 7ma. ed., 1976, p. 135.
51
Citado por John Womack Jr., op. cit., p. 136.
52
Francisco Pineda Gómez, op. cit., p. 49.
108 Los senderos de la Revolución: periodización y fases Pablo Langer Oprinari
53
Según Francisco Pineda Gómez, “los hechos de armas muestran, además, la forma del despliegue de las
fuerzas rebeldes. Concentran, atacan, se abastecen y se retiran, vuelven a concentrar y atacar”, ibidem, p. 50.
54
John Womack Jr., op. cit., p. 147.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 109
En este contexto, hay que destacar que la fortaleza del Ejército Libertador del
Sur y su avance militar creciente no dependían esencialmente de su potencial téc-
nico y de su capacidad de fuego. Sus éxitos militares, que al final le darían el control
sobre Morelos y zonas adyacentes, descansaban en que su programa y su política
expresaban la voluntad de resolver hasta el final las demandas de las masas rurales.
Junto a la cohesión política alrededor del problema agrario, el zapatismo logró
fuerza organizativa porque el eje de su zona de acción se encontraba en los pue-
blos que –a través de los gobiernos autónomos–, garantizaban la manutención y el
sostenimiento del Ejército Libertador. Por eso, a fines de 1912, cuando se mostró
la futilidad de los intentos reformistas de sectores de las clases medias y acomoda-
das de Morelos, y las maniobras de Madero no fructificaron, el zapatismo volvió
a acrecentar su influencia política y su reclutamiento militar en las comunidades.
Como plantea John Womack Jr., los milicianos zapatistas aparecían a veces or-
ganizados como destacamentos armados y luego desaparecían al amparo de las co-
munidades. En este punto, merece considerarse lo que fue una de las acciones más
osadas que proyectó Zapata: el plan para tomar Palacio Nacional el 15 de septiem-
bre, mediante una acción guerrillera ofensiva sustentada en una infiltración pacien-
te, durante los meses previos, de centenares de milicianos zapatistas en la Ciudad de
México. Esto –que relata de manera detallada Francisco Pineda en la obra citada–
se sustentó en la existencia de una amplia red urbana zapatista, la cual fue descu-
bierta pocos días antes de la fecha señalada mediante la acción de la policía secreta,
que era continuidad –en la institución y en los hombres que la lideraban– de los
servicios de inteligencia de Porfirio Díaz. El desbaratamiento de la red fue seguido
del juicio sumario a sus integrantes, y del traslado de los principales responsables
–entre ellos el general zapatista Antonio de la Serna– a Chalco, Estado de México,
donde regían las leyes de excepción, para ser “legal” y rápidamente fusilados.
En contraste con el aumento ya mencionado de la influencia zapatista, hay
que destacar que, a nivel nacional, “[…] a finales de julio de 1912, el maderismo
prácticamente había perdido en su totalidad los apoyos –políticos y militares, del
campo y la ciudad, en el Norte y en el Sur– que le permitieron encumbrarse”55.
Esto se articuló con que, durante septiembre, se inició una ofensiva diplomá-
tica por parte de Washington, que reclamó al gobierno de Madero por su inca-
pacidad para defender los intereses de sus connacionales. Ésta fue el preludio del
levantamiento de octubre en Veracruz, liderado por el general Félix Díaz, y que
contó con la cobertura de buques de guerra de EE. UU., Alemania e Inglaterra.
Aunque esta acción militar fue conjurada por el gobierno, resultó ser el anteceden-
te inmediato del golpe de Huerta en febrero de 1913. Estados Unidos modificaba
55
Francisco Pineda Gómez, op. cit., p. 142.
110 Los senderos de la Revolución: periodización y fases Pablo Langer Oprinari
así su política inicial frente al coahuilense, al cual había apoyado frente a Díaz,
quien en los últimos años había virado su política exterior hacia Inglaterra y otras
potencias. Este accionar por parte de EE. UU. y sectores del ejército se explicaba,
en gran medida, por la incapacidad manifiesta de Madero para dominar la insur-
gencia campesina y preservar los intereses de las clases dominantes.
En octubre, los zapatistas instituyeron un impuesto revolucionario sobre los
hacendados, y elaboraron su propia ley de suspensión de garantías. Dicha nor-
mativa, entre otros puntos, “[…] declara fuera de la ley al presidente de la repú-
blica y su gabinete 2) Amenaza con fusilar en lo sucesivo a quienes se presenten
en el sur como delegados de paz… 9) las autoridades políticas serán sustituidas
por Comités de Salud Pública”56.
Con estas medidas, el zapatismo se arrogaba facultades propias de un go-
bierno revolucionario a escala local. Mientras tanto, realizaba una constante
actividad clandestina en la Ciudad de México, para cobrar los “tributos revo-
lucionarios” y eventualmente ajusticiar a quienes se negaban a pagarlos57. Al
mismo tiempo, iniciaba ataques contra 37 grandes propiedades de Morelos,
Tlaxcala, Puebla, Estado de México y Michoacán. En Morelos en particular,
las haciendas ocupaban 46% del territorio y 79% de los hombres eran peones58,
con lo que el golpe económico y político fue de grandes proporciones. Ante
ello, Felipe Ángeles respondió duramente la ofensiva zapatista, lo que le restó
legitimidad a su anterior postura negociadora, principal virtud bajo la cual
Madero lo había hecho jefe de las operaciones en la zona.
Durante los meses siguientes Morelos, que había sido el principal foco de
oposición a la transacción de Ciudad Juárez, irradió su influencia hacia los esta-
dos cercanos. Las últimas semanas del gobierno fueron de una lucha ascendente
en el sur del país, en las cuales se inscribieron los ataques a las haciendas y las
leyes de excepción zapatistas: “[…] la ciudad de Oaxaca fue aislada militarmente
por la acción de las fuerzas de Oseguera; Toluca estuvo en una situación similar,
aunque por menos tiempo; mil insurgentes de Guerrero al mando de Jesús Sal-
gado permanecieron amenazando con pasar a Morelos; Izúcar de Matamoros,
Cuautla y Yautepec fueron atacadas también por el Ejército Libertador”59, en
tanto que en el Estado de México, alrededor de 5 mil rebeldes controlaban varios
distritos; la acción más importante en Morelos, la toma de Ayotzingo el 9 de
enero de 1913, marcaba –por su ubicación geográfica– la posibilidad del acceso
56
Ibidem, p. 168.
57
Ibidem, p. 172.
58
Ibidem, p. 185.
59
Ibidem, p. 189.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 111
60
Adolfo Gilly, op. cit., p. 57.
61
Francisco Pineda Gómez, op. cit., p. 30.
62
Friedrich Katz (comp.): Revuelta, rebelión y revolución, volumen 1, México, Era, 1era. ed. 2da reimp.,
1999, pp. 16-17.
112 Los senderos de la Revolución: periodización y fases Pablo Langer Oprinari
cuestión que tratan Katz y otros historiadores63. Como hemos dicho, los pueblos
de Morelos como pilar de una organización militar independiente, aunado al
impulso profundo de las demandas agrarias, fueron el secreto de la fuerza social
del zapatismo y de su dinámica política.
A la luz del proceso abierto con el levantamiento maderista del 20 de noviem-
bre, podemos decir que el elemento definitorio en la apertura de la Revolución fue
la emergencia del zapatismo, considerado como una fracción radical del campesi-
nado y como una dirección política-militar que avanzó en su independencia de la
burguesía maderista.
Visto desde el punto de vista de la concepción clásica del marxismo, y con-
siderando la experiencia contemporánea bajo el capitalismo, el despliegue de un
proceso revolucionario descansa, en términos generales, en la irrupción de las
masas en la historia, buscando tomar en sus manos la resolución de su propio
destino. Considerando la definición clásica de Lenin:
63
Ibidem, pp. 9-24.
64
V. I. Lenin: La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo, Pekín, Ediciones en Lenguas
Extranjeras, 1975, 4ta. ed., en línea, <http://www.marx2mao.com/M2M%28SP%29/Lenin%28SP%29/
LWC20s.html>. Consultado el 10 de julio de 2010.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 113
el centro del proceso histórico. La particularidad del mismo fue que una fracción
de las masas agrarias, con su rebelión contra el gobierno de Madero, realizó lo
que podríamos considerar una acción histórica independiente de las direcciones
burguesas, y marcó así la creciente tendencia anticapitalista que fue el signo de
los acontecimientos más álgidos de la lucha de clases, hasta el triunfo de la fac-
ción constitucionalista. Aunque los sucesos previos –como la lucha contra Porfi-
rio Díaz– representaron los primeros momentos de este proceso revolucionario,
fue la ruptura zapatista con la dirección maderista, aunado a la proclamación del
Plan de Ayala y la lucha por imponerlo, el punto de inflexión que obligó a la clase
dominante a preparar una respuesta abiertamente contrarrevolucionaria, como
fue el golpe de Huerta. Esto, a contramano de las propias intenciones de la bur-
guesía, terminó abriendo las compuertas a una irrupción generalizada de masas,
que asumió la forma de una cruenta guerra civil. Este proceso ya no pudo ser
contenido ni frenado por reformas en el régimen político, para ello sería necesa-
rio lograr la derrota f ísica de los ejércitos campesinos radicales de Villa y Zapata.
65
Citado por Pedro Salmerón: Los carrancistas, México, Planeta, 2010, p. 126.
66
Ibidem, p. 128.
116 Los senderos de la Revolución: periodización y fases Pablo Langer Oprinari
67
Héctor Aguilar Camín, op. cit., pp. 373-374.
68
Pedro Salmerón, op. cit., p. 169.
69
Héctor Aguilar Camín, op. cit., pp. 316-317.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 117
[…] la muy decisiva consecuencia de la esta rebelión administrada como una guerra
internacional, fincada en las prioridades heredadas de la organización burocrática es-
tatal y no en el propósito de responder a las demandas sociales y políticas de los com-
batientes mismos, fue un ejército cuya última razón cohesiva, aparte del entusiasmo
general y la lealtad y la admiración a un jefe, era el haber, la paga, el riesgoso empleo
de soldado70.
70
Ibidem, p. 329.
118 Los senderos de la Revolución: periodización y fases Pablo Langer Oprinari
71
Pedro Salmerón, op. cit., p. 201.
72
Friedrich Katz: Pancho Villa, México, Era, 1era. ed. 1era. reimp., 1999, vol. I, p. 352.
73
Pedro Salmerón: La División del Norte, p. 310.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 119
destacar que las partidas actuantes en estos estados se levantaron sin coordina-
ción entre sí, y durante buena parte de 1913 no tuvieron un mando centralizado.
Las mismas sólo se referenciaban con el liderazgo nacional de Carranza, pero su
actuación cotidiana era autónoma de las directrices del Primer Jefe.
Las diferencias con los ejércitos originados en Coahuila y Sonora eran eviden-
tes. En primer lugar hay que considerar la larga historia de conflictos agrarios y
sociales en distintas zonas de Chihuahua, Durango y la comarca lagunera, de don-
de surgieron los contingentes centrales de lo que luego fue la División del Norte74,
una historia distinta a los otros estados de la región. Esto se expresó en el espíritu
de lucha de sus combatientes, motivado por el enfrentamiento a la oligarquía y sus
gobiernos, lo cual se potenciaba por el hecho de que los destacamentos se agru-
paban por la zona o comunidad de origen, compartiendo experiencias y penurias,
con una composición social muy heterogénea –en cierta medida expresión de la
diversidad de los sectores agrarios populares. Katz, por ejemplo, plantea que:
[…] la División del Norte no era en modo alguno un ejército exclusivamente campesi-
no. Había también vaqueros, mineros y personas sin ocupación fija. Además, muchos
de los campesinos que procedían de otras regiones de México se incorporaban como
individuos y no como comunidades, a veces por conciencia revolucionaria, a veces
simplemente para sobrevivir. Recibían una paga regular, bonos después de cada victo-
ria y, para algunos de ellos por lo menos, el ejército se convertía en un modo de vida75.
74
Según Pedro Salmerón, “la unión de los laguneros y cuencamenenses con los revolucionarios de Chihua-
hua y el norte de Durango fue lo que dio vida a la División del Norte” en Pedro Salmerón, op. cit., p. 154.
75
Friedrich Katz, op. cit., p. 352.
76
Paco Ignacio Taibo II: Pancho Villa / Una biograf ía narrativa, México, Planeta, 2007, p. 378.
120 Los senderos de la Revolución: periodización y fases Pablo Langer Oprinari
a la que construyó la jefatura de los Ejércitos del Noroeste y del Noreste. Ran-
cheros independientes, intelectuales o maestros (como José I. Robles o Eugenio
A. Benavides), en algunos casos “rancheros ladrones” (como denomina Pedro
Salmerón a Tomás Urbina y Trinidad Rodríguez) o trabajadores reclutados indi-
vidualmente (como el caso de Rodolfo Fierro), en su mayoría devenían su mando
militar de ser caudillos regionales y de haber sostenido antes una lucha contra
los agravios del viejo régimen, cuya mayor expresión fueron los caudillos agra-
ristas duranguenses que mencionamos anteriormente77.
Aunque las fuerzas rebeldes actuantes en Durango y Chihuahua estaban for-
malmente encuadradas en el constitucionalismo y obedecían las directrices del
Primer Jefe, sus mandos debían su liderazgo efectivo a la autoridad ganada ante
los combatientes, de igual forma que el nombramiento de Villa residía en la deci-
sión de los distintos jefes que en la hacienda de La Loma, el día 26 de septiembre
de 1913, delegaron el mando en el Centauro, en lo que fue el acta de nacimiento
de la División del Norte.
El villismo fue la expresión militar más avanzada de la rebelión agraria con-
tra los terratenientes norteños, incubada en los años previos a la Revolución y
que hizo eclosión en la lucha primero contra Díaz y luego contra el huertismo,
así como en el descontento con la postergación, por parte de Madero, de las
demandas sociales de los revolucionarios de 1910-1911. Basado en una masa
popular heterogénea que se armó y entró a la bola, hay que establecer que el
quiebre institucional en Chihuahua y Durango, que resultaba en que no había
gobierno estatal que se arrogara el resguardo de la legalidad maderista, abrió el
cauce para la emergencia de una dirección militar plebeya y la impulsó a adoptar
medidas políticas y económicas que transgredieron en muchos aspectos el pro-
grama del mando constitucionalista. No pretendemos obviar ni sus limitaciones
ni aquellas páginas de la historia que muestran a Villa como una figura plagada
de contradicciones políticas; tampoco dejar de lado sus diferencias con el agra-
rismo zapatista ni adjudicarle un programa que no tenía. La confianza de Villa
en Madero, su participación en la represión contra la rebelión de los colorados
(tan contradictoria y compleja como el mismo villismo) y su confrontación con
los magonistas, expresaron lo tortuoso que para las masas agrarias y populares
resultó realizar una experiencia con el gobierno maderista y el lastre que repre-
sentó la confianza en el mismo por parte de sus caudillos. Pero es evidente que,
después del levantamiento contra Huerta, el proceso en Chihuahua y Durango
77
Pedro Salmerón, op. cit., p. 409. Para ampliar lo referente a la relación entre los hombres que prota-
gonizaron la rebelión en Chihuahua y Durango y la estructura económico-social, el proceso histórico y
la misma geograf ía regional, véase la obra citada.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 121
asumió una dinámica que, motorizada por la lucha contra la dictadura, pondría
en el centro la confrontación con el régimen político, social y económico de la
oligarquía norteña.
78
Francisco Pineda Gómez, op. cit., p. 278.
122 Los senderos de la Revolución: periodización y fases Pablo Langer Oprinari
estado, como Iguala, que fue tomada por los rebeldes. El resquebrajamiento del
Estado burgués se expresó en el amotinamiento y el pase a las filas zapatistas de
sectores del ejército, lo cual se vio por ejemplo en el caso de la guarnición de San
Gabriel, en abril de 1914. El 1 de mayo cayó Jojutla, en Morelos, y Cuernavaca fue
sitiada por los rebeldes. Carencias tales como la ausencia de artillería y la escasez
crónica de suministros limitaban el desempeño del Ejército Libertador del Sur,
lo cual se expresó en el estancamiento del sitio de Cuernavaca. A pesar de ello,
durante las últimas semanas del gobierno, realizaron frecuentes incursiones en los
alrededores de la Ciudad de México79, mostrando la determinación de entrar a la
capital del país cuando se desmoronase el Ejército Federal. La lucha de las masas
de Morelos y los estados del sur contra Huerta fue acompañada de una profundi-
zación del programa político enarbolado en el Plan de Ayala, expresado en varios
manifiestos y cartas, que serán el fundamento de la experiencia política y social
que los zapatistas realizaron en 1915 y sobre lo cual volveremos más adelante.
El día 10, sin detenerse, arribaron a la hacienda del Carmen, propiedad de los Terrazas.
Los campesinos les muestran un árbol donde eran atados y azotados los peones por
faltas menores, le cuentan que el administrador de los Terrazas, un tal Salvatierra,
ejercía el derecho de pernada con las doncellas. Villa lo condena a muerte y ordena su
fusilamiento; destruye los libros de la hacienda, arenga a los peones para que nombren
sus autoridades y entrega a la comisión las llaves de la casa grande, la tienda de raya, las
bodegas y las trojes, para que tomen lo que necesiten para vivir. De la misma manera
actúa poco después en San Lorenzo, otra hacienda de los Terrazas80.
79
Francisco Pineda Gómez, op.cit., p. 444.
80
Paco Ignacio Taibo II, op. cit., p. 178.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 123
que actuaban en la región a coordinarse para atacar Torreón, ciudad clave de la zona
agrícola de La Laguna, y punto estratégico por tratarse de un nudo ferroviario.
La centralización militar era una necesidad imperiosa para conducir una lu-
cha exitosa contra las numerosas fuerzas gubernamentales y evitar el desorden
que se suscitó después de algunos triunfos logrados por destacamentos de in-
surgentes. Hay que recordar que, a mediados de junio, la ocupación de la ciudad
de Durango por parte de fuerzas rebeldes terminó en saqueos, lo que restaba
apoyo social a la rebelión. Por otra parte, el intento reciente por tomar Torreón,
efectuado por las fuerzas de Tomás Urbina, Calixto Contreras, Domingo Arrieta
y Orestes Pereyra, fracasó en medio de fuertes disputas con Venustiano Carran-
za, quien había acudido a dirigir las acciones e imponer su autoridad sobre jefes
acostumbrados a actuar de manera autónoma.
La reunión ya mencionada en la hacienda de La Loma sirvió para preparar
una acción coordinada y sincronizada. En los días siguientes tuvo lugar la batalla
de Torreón, en la cual la División del Norte81 avanzó sobre las ciudades vecinas
de Lerdo, Gómez Palacio y al final Torreón, la cual cayó en poder de los rebeldes
entre el 1 y el 2 de octubre de 1913, constituyéndose en la primera prueba de
fuego exitosa de la División del Norte y de su creciente potencia militar.
En los meses siguientes, el peso principal de la lucha contra el ejército federal y
las partidas irregulares de los colorados en el país, recaería sobre la flamante División
del Norte. En Sonora, aislada en términos relativos por su geografía y el menor de-
sarrollo de las vías de comunicación, las tropas rebeldes del gobierno estatal de Her-
mosillo, lideradas por Obregón, comenzaban a moverse por el Occidente hacia el
Sur: el 20 de noviembre de 1913 cayó Culiacán en Sinaloa, y varios meses después, el
18 de mayo de 1914, fue tomada Tepic en Nayarit, siendo recién en julio el turno de
la plaza de Guadalajara, en Jalisco, cuando ya Huerta estaba derrotado. Entretanto,
la acción del Ejército del Noreste de Pablo González se mantuvo en su zona inmedia-
ta de influencia, y recién en abril y mayo de 1914 fueron tomadas la importante plaza
portuaria de Tampico, en Tamaulipas, y Monterrey, en Nuevo León. Su acción prin-
cipal sería hasta después de la caída de Huerta, cuando recibió el encargo, por parte
de Carranza, de ocupar amplias zonas del territorio nacional. La División del Norte,
en cambio, actuó siguiendo el camino de la vía férrea más importante del país, que
bajaba hacia la Ciudad de México; atacó las plazas en su camino y consiguió, me-
diante la utilización de los trenes, celeridad en sus movimientos fulminantes.
En las semanas siguientes al triunfo de Torreón, Villa continuó con el proceso
de unificación de las guerrillas que actuaban en la región. Alistó y reorganizó las
81
Según las fuentes que cita Paco Ignacio Taibo II, la División del Norte contaba con entre 4 mil y 8 mil
combatientes. Véase op. cit., p. 199.
124 Los senderos de la Revolución: periodización y fases Pablo Langer Oprinari
82
Ibidem, p. 267.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 125
83
Ibidem, p. 380.
84
Ibidem, p. 405.
126 Los senderos de la Revolución: periodización y fases Pablo Langer Oprinari
85
Sobre esto, véase John Mason Hart: México revolucionario, y Paco Ignacio Taibo II, op. cit.
86
Paco Ignacio Taibo II documenta que esto no dio pie al surgimiento de alguna nueva “burguesía”
villista ni al enriquecimiento individual de los caudillos y mandos de la División. Véase Paco Ignacio
Taibo II, op. cit., pp. 499-502.
87
Para este punto, véase las obras citadas de Paco Ignacio Taibo II y Friedrich Katz.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 127
cionales, lo cual podría acarrearle el cierre de la frontera y por ende del tráfico de
armas necesario para mantener en pie de guerra a la División del Norte.
Las medidas de Villa eran resultado de la experiencia realizada en la confron-
tación con una oligarquía comprometida con el porfirismo y el golpe de Estado de
Huerta; no surgían de una concepción política previa y no lo llevaron a formular
programáticamente una oposición al conjunto de los latifundistas nacionales y
extranjeros. De hecho, el Centauro mantuvo siempre gran simpatía por el made-
rismo, lo cual contrastaba con las delimitaciones de clase claramente formuladas
en los documentos y la práctica de los revolucionarios sureños. Por otra parte,
no había en el villismo un programa que atacara de manera frontal la explotación
sobre los asalariados urbanos, y en ese sentido nunca fue más allá de proponer
el mejoramiento de sus condiciones laborales y salariales; en este aspecto y en
contraste con su práctica cotidiana respecto a la propiedad terrateniente, su pro-
grama se encontraba en los marcos de la legalidad propia del capitalismo.
Si la reivindicación villista de Madero y Abraham González era la expresión
de su anterior subordinación política al liberalismo antiporfirista, esto convivía
con medidas agrarias y sociales que iban más allá de lo que aquéllos hubieran
osado realizar, asumiendo una dinámica de enfrentamiento con aquellos consti-
tucionalistas que, como Carranza, retomarían el legado de Madero en cuanto a
la preservación de la propiedad privada.
En ese sentido —y tomando en cuenta sus contradicciones y limitaciones—
el proyecto villista tendió a cortar de cuajo el poder de amplios sectores de la
clase dominante norteña. La expropiación no fue sólo una respuesta empírica
a las necesidades de la guerra: el decreto mencionado resultó la conclusión de
un radicalismo plebeyo que maduró y que se opuso, fundamentalmente, a quie-
nes pretendieron preservar el viejo orden político y económico88. No olvidemos
que el ala carrancista-obregonista, sujeta a las mismas presiones militares que
el villismo, eligió el camino inverso, pactando con la burguesía agraria y con las
empresas mineras el pago de impuestos que les permitió sustentar sus ejércitos,
y limitándose a una ocupación coyuntural de las haciendas de los partidarios
ausentes del viejo régimen. La experiencia villista en Chihuahua es sin duda anó-
mala respecto a otras rebeliones campesinas del pasado: se expropió de forma
centralizada a la mayoría de los terratenientes mediante legislaciones radicales, y
el despojo de éstos se puso al servicio de las necesidades de la guerra.
88
En Durango, donde como planteamos existía una larga historia de conflictos agrarios, el gobierno
de Pastor Rouaix promulgó una ley agraria que tenía la característica de legitimar las restituciones y
expropiaciones realizadas por los pueblos con el incentivo de las partidas revolucionarias de Calixto
Contreras y Orestes Pereyra.
128 Los senderos de la Revolución: periodización y fases Pablo Langer Oprinari
Al mismo tiempo, el proyecto político del villismo era muy vago y nebuloso
en otros aspectos, como en la propuesta de bregar por un “gobierno democrá-
tico constitucional”, donde estaba ausente la definición de qué clase o alianza
de clases –distinta a la burguesía liberal–, hegemonizaría ese gobierno, y qué
programa se llevaría adelante.
Controvertido y complejo sin duda fue el villismo. Una fuerza plebeya que
sustentó su accionar, crecientemente autónomo del carrancismo y obregonismo,
en su potencia militar y en ser la encarnación del torbellino rural norteño en este
momento ascendente de la Revolución, pero que no buscó constituir un poder
nacional y alternativo al intento carrancista de restablecer el régimen burgués.
Se trata de contradicciones profundas que encontramos en la guerra civil en
México, donde las masas rurales protagonizaron contra el antiguo régimen el
movimiento más violento de la historia de América Latina, el cual aún perdura
en la memoria colectiva a pesar de los intentos por suprimirle sus aristas más
filosas, pero no pudo transformar la crítica armada y despiadada del viejo orden
en una propuesta propia de los explotados y oprimidos.
89
Zapata a Magaña, en Francisco Pineda Gómez, op. cit., pp. 350-351.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 129
90
Como dijimos antes, la acción de las tropas comandadas por Pablo González no constituían una seria
amenaza para el Ejército Federal, y en las varias ocasiones que Villa le pidió que bloquease el avance de
los refuerzos provenientes del noreste, no lo hizo.
91
Citado en Paco Ignacio Taibo II, op. cit., p. 343.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 131
92
Citado por Paco Ignacio Taibo II, op. cit., p. 352.
134 Los senderos de la Revolución: periodización y fases Pablo Langer Oprinari
La ventaja de Villa estaba en la combinación del movimiento del caballo con el de sus
carabinas. Era un doble movimiento que aumentaba geométricamente la velocidad
del ataque […] el movimiento de los caballos villistas tenía una articulación mucho
más efectiva que la de los dragones federales: éstos usaban el ritmo tradicional de una
aceleración progresiva mientras que los villistas se desplazaban con arranques súbitos
y altos inesperados. Este ritmo quebrado era necesario y complementario del arma de
media distancia que los federales no sabían usar93.
93
Citado por Paco Ignacio Taibo II, op. cit., p. 360.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 135
94
Pedro Salmerón, La División del Norte, p. 435.
136 Los senderos de la Revolución: periodización y fases Pablo Langer Oprinari
general Villa (la tomamos en ausencia de éste) […] Nuestras gestiones cerca de
este jefe han tenido éxito y marchamos prontamente al Sur”95, después de lo cual
iniciaron la marcha a Zacatecas. Esto constituyó un acto de abierta insubordina-
ción a la jefatura de Carranza y marcó un punto sin retorno en la confrontación
en el campo constitucionalista:
95
Gildardo Magaña: Emiliano Zapata y el agrarismo en México, tomo IV, México, INEHRM, 1985, p119.
96
Paco Ignacio Taibo II, op. cit., p. 374.
97
En sus respectivas obras, Pedro Salmerón habla de 22 mil integrantes de la División del Norte, en
tanto que Paco Ignacio Taibo II menciona 19 mil 500 combatientes sumando los efectivos de la División
del Norte y del Centro.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 137
La desarticulación del pilar del viejo Estado marcó el inicio de una nueva fase
de la Revolución, la cual se caracterizó por la guerra civil que confrontó al cons-
titucionalismo con las direcciones campesinas radicales, cuestión que expresó
el antagonismo entre los distintos proyectos políticos que, con mayor o menor
claridad, estas fracciones expresaban, y que había madurado en los años previos.
Esta segunda fase de la Revolución la consideramos en dos grandes momentos:
98
Adolfo Gilly, op. cit., p. 180.
138 Los senderos de la Revolución: periodización y fases Pablo Langer Oprinari
99
Francisco Pineda Gómez, op. cit., pp. 544 y 545.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 139
años previos, como en la confección del Plan de Guadalupe en 1913, o en las ex-
propiaciones ya mencionadas, realizadas por Lucio Blanco en Matamoros.
100
Ibidem, p. 101.
101
Citado en Paco Ignacio Taibo II, op. cit., p. 397.
140 Los senderos de la Revolución: periodización y fases Pablo Langer Oprinari
fundamental de esta transición fue el acuerdo por el cual las tropas federales
mantuvieron sus posiciones en el sur de la ciudad, en San Ángel, Tlalpan y Xo-
chimilco, hasta que fueron relevadas por los constitucionalistas, evitando que
los zapatistas pudieran incursionar en la capital.
Después de la instalación de Carranza en la Ciudad de México, éste convocó
una convención de jefes constitucionalistas a realizarse en la capital del país, y
las semanas siguientes fueron de negociaciones y discusiones con los villistas
y los zapatistas, así como de crecientes tensiones como las que enfrentaban a
distintos sectores constitucionalistas en Durango y en Sonora, o los primeros
choques entre zapatistas y carrancistas en el Sur. En ese contexto Álvaro Obre-
gón viajó a Chihuahua para entrevistarse con Villa, donde estuvo a punto de ser
fusilado como resultado de la creciente desconfianza que el Centauro sentía por
él, y también por la molestia que aquél tenía con la situación que se estaba dando
en Sonora, donde se habían enfrentado las fuerzas de Maytorena, cercano a Vi-
lla, y de los carrancistas Benjamín Hill y Plutarco Elías Calles. El sonorense salvó
su vida por la intermediación de algunos generales villistas, incluido Ángeles.
Durante la accidentada estadía de Obregón en Chihuahua, se dio a conocer
una carta firmada por éste y por Villa, en la que se consideraba que la convención
convocada por Carranza no era representativa y no tomaba en cuenta en su tema-
rio la cuestión agraria, pero que asistirían a la misma en el entendido de “que lo
primero que hará la junta será un referéndum sobre la figura de Carranza y luego la
convocatoria a elecciones generales para al final tratar el problema agrario”102. Estos
términos fueron luego rechazados por Carranza y Villa desconoció la convención
a realizarse en la Ciudad de México. La actuación de Obregón en estas semanas, y
su rúbrica en la carta que hablaba de la reforma agraria y que pretendía limitar el
poder de Carranza, no sólo buscaba influir a los elementos “ilustrados” del villismo
(como aquél reconoció en sus memorias) sino que pretendía ubicarse en un lugar
intermedio entre Carranza y Villa. Esto es, entre el accionar del coahuilense –que
quería repetir el proyecto maderista de 1912 y su programa de limitadas reformas
políticas–, y la lucha por la tierra que respiraba por todos los poros de los ejércitos
campesinos. Tal vez aspiraba a ocupar, en esa disputa entre el Centauro y Carranza,
una presidencia provisional de consenso. Con gran olfato político, Obregón encar-
naba desde entonces la solución que la propia burguesía daría al proceso iniciado
en 1910, con la Constitución de 1917 y la construcción de un Estado posrevolucio-
nario caracterizado por la emergencia del bonapartismo mexicano103.
102
Ibidem, p. 414.
103
Aunque no es el tema del presente ensayo, remitimos al lector a la amplia bibliograf ía sobre el estado
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 141
mexicano y el régimen que emerge en la década de 1920, destacando la obra de Manuel Aguilar Mora, El
escándalo del Estado / Una teoría del poder político en México, México, 2000, Fontamara, 416 pp., que
retoma la amplia elaboración sobre el tema de Marx, Engels, Lenin, Trotsky y otros autores, y presenta
las tesis del autor. Allí cita a Marx, quien en relación con el gobierno de Luis Bonaparte planteaba: “El
Imperio, con el golpe de Estado como partida de nacimiento, el sufragio universal como credencial y el
sable como cetro, pretendía apoyarse en los campesinos […] So pretexto de salvar a la clase obrera, lo
que hizo fue acabar con el parlamentarismo, convirtiendo descaradamente al gobierno en instrumento
de las clases poseedoras. So pretexto de salvar a las clases poseedoras, lo que hizo fue mantener en pie
su prepotencia económica sobre la clase obrera.” (p. 209). Y afirma Aguilar Mora: “El equilibrio bona-
partista es el sello indeleble de momentos históricos críticos precisos de la trayectoria de la sociedad
burguesa. Se da en situaciones en las que o sus clases se encuentran fatigadas, abrumadas o derrotadas
después de gigantescas conmociones revolucionarias, o se encuentran en extrema tensión en el umbral
mismo de cambios espectaculares de carácter revolucionario o contrarrevolucionario” (p. 210). Por
su parte, Trotsky, analizando el gobierno de Lázaro Cárdenas, sostuvo: “En los países industrialmente
atrasados el capital extranjero juega un rol decisivo. De ahí la relativa debilidad de la burguesía nacional
en relación con el proletariado nacional. Esto crea condiciones especiales de poder estatal. El gobierno
oscila entre el capital extranjero y el nacional, entre la relativamente débil burguesía nacional y el rela-
tivamente poderoso proletariado. Esto le da al gobierno un carácter bonapartista sui generis, de índole
particular. Se eleva, por así decirlo, por encima de las clases. En realidad, puede gobernar o bien con-
virtiéndose en instrumento del capital extranjero y sometiendo al proletariado con las cadenas de una
dictadura policial, o maniobrando con el proletariado, llegando incluso a hacerle concesiones, ganando
de este modo la posibilidad de disponer de cierta libertad en relación a los capitalistas extranjeros.
La actual política (del gobierno mexicano, N. del T.) se ubica en la segunda alternativa; sus mayores
conquistas son la expropiación de los ferrocarriles y de las compañías petroleras”, en León Trotsky, “La
industria nacionalizada y la administración obrera”, publicado sin firma en Fourth International, agosto
1946. Tomado de León Trotsky, Escritos Latinoamericanos, Buenos Aires, CEIP, 2007, 3era ed., p. 170.
104
Citado en John Womack Jr, op.cit., p. 195 y en Adolfo Gilly, op. cit., p. 121.
142 Los senderos de la Revolución: periodización y fases Pablo Langer Oprinari
Con la quiebra del Ejército Federal y el ascenso de los ejércitos campesinos, esta-
ba roto el monopolio de las armas, ya de por sí cuestionado en los años previos,
y las diversas fuerzas rebeldes ocupaban las distintas zonas del país. Mientras los
ejércitos de Álvaro Obregón y Pablo González se posicionaban en determinadas
porciones del territorio, la División del Norte hacía lo propio, en tanto que gran
parte de sus tropas permanecían a las afueras de Aguascalientes, cercana a la
Ciudad de México. Los zapatistas, en tanto, controlaban Morelos, Guerrero, el
Estado de México y zonas de Puebla.
La Convención que Carranza convocó para realizarse en la Ciudad de Méxi-
co, bajo su influencia directa, no podía satisfacer al villismo y mucho menos a los
revolucionarios de Morelos. Después de las ríspidas conversaciones entre Villa y
Obregón, cobró fuerza el sector del constitucionalismo que veía la necesidad de
realizar concesiones a los líderes campesinos para retrasar lo más posible el en-
frentamiento armado, y de su seno surgió una comisión de pacificación que pro-
puso el cambio de sede de la Convención a Aguascalientes, considerada como
un lugar neutral, adonde asistieron representantes de todos los ejércitos, con
excepción del zapatismo. En sus primeras sesiones, la Convención era claramen-
te el instrumento del obregonismo, que buscaba envolver a las representaciones
militares campesinas con promesas vagas y discursos grandilocuentes. Mientras
tanto, una delegación de los villistas, encabezada por Felipe Ángeles, se trasladó
a Cuernavaca para invitar al Ejército Libertador del Sur, lo cual fue aceptado
105
Citado por Francisco Pineda Gómez, op. cit., pp. 548 y 549.
106
Citado por Francisco Pineda Gómez, op. cit., p. 470.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 143
por los zapatistas, aunque éstos se negaron a que sus delegados tuvieran plenos
poderes hasta que Carranza se sometiera al mandato de la Convención y a los
principios del Plan de Ayala.
Como plantean diversos autores, el arribo de los zapatistas volcó el ánimo
político de la Convención, que al final asumió como propios los artículos cen-
trales del Plan de Ayala, llamó a Carranza a someterse a sus resoluciones y eligió
un presidente provisional, Eulalio Gutiérrez, quien había iniciado su carrera mi-
litar en el Ejército del Noreste. Gutiérrez fue propuesto directamente por Álvaro
Obregón. Como era de esperarse, Carranza se negó a someterse a la Convención,
y a mediados de noviembre sus delegados, encabezados por Obregón, se retira-
ron. La intención de la fracción carrancista, que realizó la Convención para con-
tener a los ejércitos campesinos y legitimarse como gobierno nacional, fracasó.
La confluencia tan temida entre los ejércitos radicales campesinos del Norte y
del Sur tuvo su primer capítulo en la Convención, y la adopción del Plan de Ayala
representó, qué duda cabe, una derrota política del constitucionalismo burgués.
Esto era expresión de que, con la caída de Huerta, las masas estaban a la ofensiva,
y eso también empujaba a sectores provenientes del constitucionalismo a aliarse
con los ejércitos campesinos, como fue el caso de Lucio Blanco o Eulalio Gutié-
rrez, emergiendo así en la Convención este tercer sector, en coalición coyuntural
con Villa y Zapata; varios de ellos, como el flamante presidente convencionista,
volverían luego a alinearse con la dirección constitucionalista. Carranza y Obre-
gón al final se retiraron de la capital del país el 24 de noviembre de 1914 y se
replegaron a Veracruz, manteniendo el control de algunas plazas importantes en
las costas y el centro del territorio.
Los ejércitos campesinos ocuparon la Ciudad de México durante diciembre
de ese año, y allí se instaló el gobierno de la Convención. En ese momento, Villa y
Zapata dominaban la mayor parte del país, y parecía cuestión de tiempo que sus
tropas derrotasen por completo a los ejércitos constitucionalistas. La localiza-
ción geográfica de éstos era claramente desfavorable. Estaban desperdigados en
distintos puntos de la república, lo cual no era compensado de forma suficiente
por el control que ejercían sobre los principales puertos. Los convencionistas, en
cambio, tenían en su poder las vías férreas más importantes y la frontera norte,
además de ocupar el centro del país y contar a su favor con el enorme empuje
moral que brindaba estar en el clímax de la Revolución, controlando la mayor
plaza estratégica de la república.
Pero, como sabemos, la toma de la capital no significó el triunfo de los ejérci-
tos campesinos. La unidad de la Convención se quebró muy rápido, y las tropas
de Villa y Zapata se retirarían pocas semanas después de la Ciudad de México.
144 Los senderos de la Revolución: periodización y fases Pablo Langer Oprinari
107
Adolfo Gilly, op. cit., p. 148.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 145
por el poder armado de los ejércitos insurgentes, asumió el carácter de una asam-
blea revolucionaria de jefes militares; éstos fueron sus verdaderos protagonistas.
Y aunque la División del Norte y del Ejército Libertador del Sur, al basarse en una
forma de democracia plebeya militar, representaban de una manera particular las
aspiraciones de los campesinos armados, éste no fue el caso de las otras fraccio-
nes actuantes en la Revolución, como el ala izquierda del carrancismo –Eulalio
Gutiérrez, Lucio Blanco y otros– que rompió coyunturalmente con el Primer Jefe
y adquirió, en los meses siguientes, un papel preponderante, hegemonizando el
gobierno convencionista.
Estas limitaciones de la Convención como instancia de potencial poder de
los explotados y oprimidos, aunado a la decisión de Villa y Zapata de cederles el
gobierno, es lo que explica el acceso al poder –de forma ef ímera y coyuntural–,
de aquéllos que no representaban a las masas rurales y urbanas ni impulsaban la
lucha por sus aspiraciones.
El gobierno encabezado por Eulalio Gutiérrez y otros representantes de los
sectores medios e ilustrados, no sólo careció de un programa alternativo al ca-
rrancismo, sino que –frente al temor de clase que les inspiraba el mismo torbe-
llino campesino que los había encumbrado–, le dio más temprano que tarde la
espalda a la Revolución. En el gobierno convencionista participó el ala del villis-
mo que, por su política e incluso su origen social, era más proclive a conciliar
con el obregonismo, como el caso de José Ignacio Robles; y sólo lo integraron
dos ministros zapatistas, entre los cuales estaba Manuel Palafox, relegado a las
cuestiones agrarias. Aunque la Convención asumió los principios generales del
Plan de Ayala, Gutiérrez no se propuso nunca llevarlos a la práctica, tampoco
generalizarlos al conjunto del territorio nacional, mucho menos cuestionó –ni
siquiera en la propia Ciudad de México– la propiedad capitalista.
En ese diciembre de 1914 existió en la Ciudad de México un poder dual
extraño: el gobierno convencionista se mantuvo encerrado en los ministerios,
dependiendo del apoyo de Villa y Zapata y preparando la conspiración contra
éstos, mientras los líderes campesinos, quienes eran los verdaderos vencedores
de Huerta y contaban con la fuerza y el empuje de la Revolución, aunque ya des-
confiaban del gobierno, no pretendían detentar el poder político. En esas turbu-
lentas semanas, no sólo se mostró el antagonismo existente entre estas facciones
de la Convención, sino también todos los límites de un gobierno surgido de la
alianza entre la pequeñoburguesía urbana y el campesinado, y su incapacidad
histórica para proponer un curso alternativo a la burguesía.
146 Los senderos de la Revolución: periodización y fases Pablo Langer Oprinari
108
“[…] es preciso no olvidar que en virtud y por efecto de la solidaridad del proletariado, la emancipación del
obrero no puede lograrse si no se realiza a la vez la libertad del campesino. De no ser así, la burguesía podrá
poner estas dos fuerzas la una frente a la otra aprovechándose, v.gr., de la ignorancia de los campesinos para
combatir y refrenar los justos impulsos de los trabajadores del mismo modo que, si el caso se ofrece, podrá uti-
lizar a los obreros poco conscientes y lanzarlos contra sus hermanos del campo” en Adolfo Gilly, op. cit., p. 286.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 147
[…] siendo el objeto principal de la nueva lucha, por parte de las tropas reaccionarias
del general Villa, impedir la realización de las reformas revolucionarias que requiere el
pueblo mexicano, el Primer Jefe de la Revolución constitucionalista tiene la obligación
de procurar que, cuanto antes, se pongan en vigor todas las leyes en que deben crista-
lizar las reformas políticas y económicas que el país necesita expidiendo dichas leyes
durante la nueva lucha que va a desarrollarse.
Esto fue rápidamente seguido por la Ley Agraria emitida por Carranza en ene-
ro de 1915, redactada por Luis Cabrera. Como han planteado Gilly y otros autores,
la presentación de un primer programa social por parte del carrancismo buscaba
disputar a los caudillos plebeyos su propia base. Se aprecia en la redacción que el
Primer Jefe asumía el sentido de las propuestas que diversos sectores del propio
constitucionalismo, como Lucio Blanco o Francisco J. Múgica, sostuvieron desde
la elaboración del Plan de Guadalupe en 1913. Esta operación política preparó lo
que fue una característica fundamental de la Constitución promulgada en 1917:
incorporar de forma limitada las demandas campesinas y obreras, subordinadas a
la nueva estructura estatal que se pretendía reorganizar y a las normas de la legali-
dad burguesa, sustrayendo la realización de las mismas de la acción directa de las
masas armadas, como ocurría en Morelos y en varias de las zonas ocupadas por el
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 149
109
John Mason Hart, op. cit., p. 398.
150 Los senderos de la Revolución: periodización y fases Pablo Langer Oprinari
A esto hay que añadirle que gran parte de la artillería que los estadouniden-
ses supuestamente embarcaron al abandonar México, nunca llegó a su destino.
Como planteamos antes, Estados Unidos tomaba opción por Carranza y Obre-
gón como los capaces de pacificar el país y garantizar sus inversiones.
110
A inicios de enero, mientras Villa se encontraba en Ciudad Juárez, el mismo Gutiérrez le escribió a
Obregón que no avanzara hacia México mientras “se desarrolla el plan de campaña que pretendemos
dirigir contra el general Francisco Villa”. Después de la batalla que Ángeles libró contra las fuerzas de
Villarreal en las cercanías de Monterrey, aquél capturó correspondencia confidencial del presidente
convencionista con el enemigo. Ver Paco Ignacio Taibo II, op. cit., pp. 472-480.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 151
111
Véase en este libro, parte III “Memorias de la Revolución”, p. 305.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 153
salió a la búsqueda del que consideraba, con justeza, como el principal adversa-
rio militar del proyecto constitucionalista. Como relatan distintos historiadores,
los siguientes cuatro episodios armados definieron el curso de la guerra civil.
La primera batalla de Celaya inició el 4 de abril de 1915, concentrando Villa
alrededor de 8 mil combatientes, contra un aproximado de 12 mil soldados bajo
el mando del sonorense. Aunque Ángeles le aconsejaba no enfrentar en ese mo-
mento a Obregón, Villa salió a su encuentro. Ya en esta primera batalla se vio la
que fue una característica de los combates siguientes: la escasez de suministros
y la dificultad para conseguirlos en Estados Unidos por parte del villismo, com-
binación de las propias complicaciones de su logística con los obstáculos que la
administración de Washington le imponía al tráfico de armas para la División del
Norte112. La batalla se libró con las fuerzas constitucionalistas en una posición
defensiva, cediéndole a la División del Norte la ofensiva, que no logró quebrar
de forma sostenida las líneas de Obregón ni evitar el arribo de refuerzos, y debió
replegarse con importantes pérdidas hacia Salamanca.
Mientras los constitucionalistas recibían refuerzos –los zapatistas no logra-
ron cortar el abastecimiento desde Veracruz–, Villa, sin dar suficiente descanso
a sus hombres, aun cuando había recibido pocas municiones y sólo con cuatro o
cinco mil combatientes de refresco, se lanzó de nuevo al combate113, que inició el
13 de abril y que terminó con un segundo resultado desfavorable para la División
del Norte. Al acertado atrincheramiento de las fuerzas de Obregón (con loberas,
trincheras individuales donde se ubicaban los tiradores yaquis), y la utilización
atinada de las ametralladoras, hay que agregar las particularidades de la geograf ía
que complicaban la acción de la caballería de la División del Norte, gran número
de municiones defectuosas (los villistas descubrieron que les habían vendido ba-
las de palo recubiertas de bronce) y los estragos que la caballería de reserva obre-
gonista provocaron después de que los villistas no lograron quebrar sus líneas
defensivas. Una vez más se repetía el esquema de Obregón, que sacaba ventaja de
la impaciencia de Villa: dos movimientos enlazados, el primero resistir al límite a
la defensiva, y luego pasar al contraataque.
La División del Norte se concentró en Irapuato y luego en León. Ángeles,
quien llegó desde Monterrey para entrevistarse con Villa, le propuso una táctica
defensiva y de repliegue sobre el Noreste, para que Obregón retomase la inicia-
tiva y alargase sus vías de suministros. Villa optó por concentrar el máximo de
tropas preparando el nuevo choque. Éste se dio en las cercanías de la estación
112
Mantenemos este nombre para facilitar la comprensión de la lectura, aunque desde enero de 1915 se
hacía llamar Ejército Convencionista o Cuerpo de Ejército del Norte.
113
Paco Ignacio Taibo II, op. cit., p. 516.
154 Los senderos de la Revolución: periodización y fases Pablo Langer Oprinari
Trinidad, a mitad de camino entre Silao y León, e inició el 29 de abril, con algu-
nas escaramuzas que se extendieron durante los días siguientes. De nuevo, los
problemas de suministro complicaron la actuación de la División del Norte. Las
tropas de Villa, que había agrupado a refuerzos provenientes de distintos puntos
del país, ascendían a 25 mil combatientes, en tanto que las fuerzas de Obregón
rondaban los 35 mil114. Los días 21 y 22 de mayo, la División del Norte tomó la
ofensiva e inició una serie de ataques que se extendieron hasta inicios de junio,
pero que no lograron nunca definir la batalla, aunque en varios momentos es-
tuvieron a punto de quebrar el cuadro defensivo planteado por el sonorense. El
3 de junio, Obregón fue herido y perdió el brazo, debiendo abandonar coyuntu-
ralmente el mando. Al día siguiente, el estado mayor obregonista, sorpresiva e
intempestivamente pasó a la ofensiva y avanzó hacia León y Silao, lo que obligó
al repliegue a la División del Norte, que no logró contenerlos. La tercera batalla
del Bajío había terminado con un nuevo triunfo del carrancismo y Villa tuvo que
retirarse hacia Aguascalientes.
Allí se libró la última gran batalla, donde la posición defensiva asumida por
la División del Norte no logró contener a los carrancistas y luego de que Obre-
gón la forzó a buscar batalla a campo abierto, fue de nuevo derrotada.
Los efectos de las derrotas del Bajío son indudables y marcaron un punto de
inflexión en el relativo equilibrio de fuerzas existente desde enero de 1915, des-
pués de que los ejércitos convencionistas dejaron pasar la iniciativa de atacar al
centro constitucionalista en Veracruz. Obregón recuperaba terreno y avanzaba
de manera lenta, mientras la zona controlada por Villa se reducía, se acumulaban
las deserciones entre sus mandos y las derrotas de los destacamentos que actua-
ban en distintos lugares del norte del país. Después de estas derrotas, durante el
segundo semestre de 1915 el villismo intentó de forma desesperada lograr algún
triunfo militar que le permitiera restablecer sus fuerzas. En la campaña de So-
nora, todavía con una fuerza de 6 mil 500 combatientes, buscó dar un golpe de
mano atacando primero Agua Prieta, defendida por Plutarco Elías Calles y luego
Hermosillo. Al final, los restos de la División del Norte emprendieron el regreso
a Chihuahua, donde Villa la disolvió y dejó en libertad de acción a sus integrantes
para buscar la amnistía o continuar la lucha.
Durante los años siguientes continuó la acción militar del villismo, bajo una
forma de guerrilla, que llegó incluso a tomar de forma transitoria algunas ciu-
dades. El descontento acumulado con Estados Unidos, por el apoyo logístico-
militar a Carranza y la estafa de uno sus proveedores de armas, empujó a Villa
al célebre ataque a la población estadounidense de Columbus, que desató las
114
Según Paco Ignacio Taibo II, op. cit., p. 529.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 155
airadas protestas y el envío de una fuerza yanqui de 12 mil soldados con camio-
nes y aviones, al mando del general John Pershing, la cual penetró en territorio
mexicano, intentando capturar de manera infructuosa al Centauro y sus comba-
tientes, y que dio nuevos bríos al apoyo popular al villismo en el norte del país.
Paco Ignacio Taibo II, en su Pancho Villa…, plantea que “la macrovisión no
empata con la microhistoria”115, en alusión crítica a las interpretaciones mar-
xistas que explican las derrotas villistas en el Bajío por las limitaciones de su
proyecto político y su origen de clase. Es evidente que no puede reducirse me-
cánicamente el resultado de la confrontación entre la División del Norte y el
carrancismo a estas causalidades estructurales, ni comprenderse sólo desde ahí
el resultado inmediato del conflicto militar. En las decisivas batallas del primer
semestre de 1915 hubo momentos donde los villistas podían haber torcido el
curso de las mismas, como han documentado distintos historiadores. Obregón
aprovechó al máximo la impaciencia de Villa y su tendencia a lanzarse a la ofen-
siva, y contó a su favor con la falta de pertrechos del adversario. Pero, sin ánimo
de violentar la autonomía de los hechos militares, el resultado final de la guerra
civil sí tuvo una relación mediatizada con la primacía, en los momentos políticos
y militares cruciales, de una perspectiva regionalista. Para el curso de los aconte-
cimientos en el año 1915, fue fundamental la decisión político-militar de Villa y
de Zapata de dividir sus fuerzas y no aprovechar el momento clave de diciembre
de 1914 para golpear al constitucionalismo, permitiéndole retomar la ofensiva
política y militar. Su práctica radical en el terreno de las relaciones agrarias y la
confrontación con la clase dominante, no suprimen la debilidad de que no contó
con un proyecto nacional anticapitalista y alternativo al carrancista, y que por
ende no tomó las medidas políticas y militares para imponerlo.
115
Paco Ignacio Taibo II, op. cit., p. 522.
156 Los senderos de la Revolución: periodización y fases Pablo Langer Oprinari
historia del país. En esos tiempos de efervescencia política, la Casa del Obrero
Mundial declaraba tener más de 90 mil afiliados116. La respuesta gubernamen-
tal abandonó toda política contemporizadora –como había tenido en los meses
previos– y encarceló a los dirigentes electricistas, amenazando con fusilarlos si
no levantaban la huelga. Esto marcó una ruptura con el gobierno de Carran-
za, y a partir de entonces los sectores más conciliadores del movimiento obrero
profundizaron su vinculación con Obregón, a quien apoyaron en su posterior
confrontación con el Primer Jefe. Se mostró así el resultado de que no existiese
una alianza entre el movimiento obrero y el campesinado: consumada la derrota
de la División del Norte, en 1916 el movimiento obrero fue uno de los siguientes
objetivos del constitucionalismo en el poder.
La derrota de la División del Norte abrió el camino para que, de forma tortuosa,
se concretase la reorganización del estado y el encumbramiento de los triunfa-
dores, que en las décadas siguientes se transformarían en parte fundamental de
la clase dominante.
El Congreso Constituyente de 1916-1917 estuvo en esencia conformado por
los representantes de la fracción militar victoriosa de la Revolución. A partir del
triunfo sobre el villismo y el zapatismo, se consolidaron las distintas tendencias
existentes en las etapas previas; junto al carrancismo, se mantuvo el obregonis-
mo como un sector propenso a incorporar las demandas obreras y campesinas,
así como el ala jacobina el cual realizó durante esos años distintas experiencias
de gobierno en varios estados, que incluyeron algunas de las propuestas llevadas
al Congreso Constituyente.
El proyecto presentado por Venustiano Carranza constituía una reedición
de la Constitución liberal de 1857. El mismo fue modificado y los artículos 27,
123 y 130 incorporaron y enmarcaron dentro de la legalidad posrevolucionaria
varias demandas sociales de las masas urbanas y rurales. Se establecía la pro-
piedad de la nación sobre las tierras y aguas –las cuales podían ser cedidas a los
particulares– así como del subsuelo y sus riquezas, que solo podrían ser conce-
sionadas. Se fijaba la constitucionalidad del ejido y de la pequeña propiedad, y se
pautaba la devolución a sus propietarios originales, previa demostración de los
títulos correspondientes, de aquellas tierras usurpadas en el pasado. Se estable-
cieron la jornada de 8 horas, derechos de sindicalización, de huelga y las juntas
116
Anna Ribera Carbó: “La Casa del Obrero Mundial y la ef ímera historia del anarcosindicalismo mexi-
cano”, p. 147, en Miguel Orduña y Alejandro de la Torre: Cultura política de los trabajadores (siglo XIX
y XX), México, UNAM, 2008.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 157
Conclusiones
117
Adolfo Gilly, op. cit., p. 231.
158 Los senderos de la Revolución: periodización y fases Pablo Langer Oprinari
León Trotsky, porque la Revolución, retomando las tareas que la burguesía mexi-
cana no había sido capaz de realizar en el siglo previo, fue más allá de un mero
cambio de régimen político. Asumiendo la forma de una aguda guerra civil, la
lucha por la tierra implicó el cuestionamiento de las bases del capitalismo mexi-
cano: la propiedad de los terratenientes y los latifundistas118.Y planteó, en forma
precursora, la dinámica que durante el siglo XX asumieron las revoluciones en
los países de desarrollo capitalista retrasado, en las cuales resolver la cuestión de
la tierra estuvo enlazada a lograr la liquidación del poder económico de las clases
dominantes y la toma del poder político.
118
En esta definición retomamos y reivindicamos las elaboraciones de los autores que presentamos en
la segunda parte de esta obra, tales como Manuel Aguilar Mora y Adolfo Gilly, y que fueron fundamen-
tales en la construcción de una interpretación alternativa a la que el estalinismo difundió en torno a la
Revolución Mexicana.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 159
119
Más allá de que consideramos que su análisis no profundiza en la responsabilidad que le competían
a los sectores dirigentes del movimiento obrero por la alianza forjada con el obregonismo.
160 Los senderos de la Revolución: periodización y fases Pablo Langer Oprinari
Cien años después, en los combates de los explotados y los oprimidos del campo y
de la ciudad, en la irrupción de los indígenas y campesinos de Chiapas, en la lucha
heroica del magisterio y del pueblo oaxaqueño, y en la resistencia de los trabaja-
dores electricistas, mantienen su vigencia las demandas motoras que se concen-
traron en el grito de “La tierra es de quien la trabaja” y que hoy se han acrecentado
con las aspiraciones de los millones de asalariados que mueven los engranajes del
capitalismo en el México contemporáneo. Esperemos que la estirpe heroica de
los desposeídos que protagonizaron la primera Revolución contemporánea de
nuestro continente, resurja en las luchas que, más temprano que tarde, librarán
los trabajadores, campesinos e indígenas pobres de México; y que alimente el or-
gullo por una historia que merece ser recuperada. Cien años después, lo nuevo es
que las transformaciones propiciadas por la dominación imperialista han hecho
surgir a lo largo y ancho del país, desde el infierno maquilador de Ciudad Juárez
hasta los centros de explotación del centro y sur del territorio, una de las clases
obreras más concentradas y extendidas de la región, con múltiples lazos con el
proletariado del principal imperialismo del planeta. Los descendientes de quie-
120
Algo de lo que careció el joven Partido Comunista Mexicano surgido en los años posteriores a la Re-
volución, aun en sus primeros años, antes de su alineamiento incondicional con la burocracia estalinista.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 161
nes nutrieron los ejércitos plebeyos de 1910 cuentan con un gran aliado capaz de
paralizar el centro mismo de la economía capitalista, sus fábricas, sus bancos y
sus transportes, y poder encarar así las tareas de la segunda revolución mexicana,
obrera y socialista, que culmine y lleve a su término la obra de Emiliano Zapata,
para –ahora sí y de una vez por todas– tomar el cielo por asalto.
162
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 163
1
Marxists Internet Archive, Marxists Writers. Karl Marx “La nacionalización de la tierra” en Interna-
tional Herald del 15 de junio de 1872 (en línea), digitalizado por Ediciones Bandera Roja. <http://www.
marxists.org/espanol/m-e/1870s/lndl72s.htm>. Consulta 9 de agosto de 2010.
2
Ley agraria de 1915 decretada por el gobierno convencionista.
164 Morelos 1915: al asalto del cielo Jimena Vergara Ortega
3
Las comisiones agrarias se crearon a iniciativa de Manuel Palafox, quien fungiera como Secretario
de Agricultura de la Convención a partir de diciembre de 1914. Eran grupos de jóvenes agrónomos
voluntarios que acudían a los pueblos a revisar las escrituras virreinales que hacían a éstos los propie-
tarios legítimos, o a recabar los testimonios de los viejos pobladores que recordaban donde estaban los
linderos de determinado pueblo.
4
La expropiación de las posesiones urbanas no se realizó, pero quedó explicitada en el papel a través de
la ley agraria decretada el 26 de octubre de 1915 por el gobierno convencionista. El texto de esta ley está
incluido en este libro, en la parte III “Memorias de la Revolución”, p. 310.
5
Presidente convencionista en 1915.
6
Adolfo Gilly: La revolución Interrumpida, Ediciones El Caballito, México, 1971, p. 285.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 165
Desde el punto de vista histórico, el único argumento serio que se expone en favor de
la disolución fatal de la comunidad de los campesinos rusos es el siguiente:
Remontando el pasado remoto, hallamos en todas partes de Europa Occidental la pro-
piedad comunal de tipo más o menos arcaico; ha desaparecido por doquier con el
progreso social. ¿Por qué ha de escapar a la misma suerte tan sólo en Rusia?
Contesto: Porque en Rusia, gracias a una combinación única de las circunstancias, la
comunidad rural, que existe aún a escala nacional, puede deshacerse gradualmente
de sus caracteres primitivos y desarrollarse directamente como elemento de la pro-
ducción colectiva a escala nacional. Precisamente merced a que es contemporánea de
la producción capitalista, puede apropiarse todas las realizaciones positivas de ésta,
sin pasar por todas sus terribles peripecias. Rusia no vive aislada del mundo moder-
no; tampoco es presa de ningún conquistador extranjero, como ocurre con las Indias
Orientales. Si los aficionados rusos al sistema capitalista negasen la posibilidad teórica
de tal evolución, yo les preguntaría: ¿acaso ha tenido Rusia que pasar, lo mismo que el
Occidente, por un largo período de incubación de la industria mecánica, para emplear
166 Morelos 1915: al asalto del cielo Jimena Vergara Ortega
las máquinas, los buques de vapor, los ferrocarriles, etcétera? Que me expliquen, a la
vez, ¿cómo se las han arreglado para introducir, en un abrir y cerrar de ojos, todo el
mecanismo de cambio (bancos, sociedades de crédito, etcétera), cuya elaboración ha
costado siglos al Occidente?7
Sin embargo, esta especie de socialismo empírico, apoyado por Zapata, tenía sus tro-
piezos con las costumbres e inclinaciones de pequeño propietario de la base campesi-
na. Dueños nuevamente de sus tierras, los campesinos tendían a volver a los cultivos
de sustento: frijoles, garbanzos, maíz, hortalizas, o a la cría de pollos, todo productos
fáciles de vender de inmediato en los mercados locales. Zapata mismo hizo una cam-
paña para convencer a los campesinos, o a una parte al menos, de que no se limitaran
al cultivo de verduras y sembraran cañas para los ingenios, para lo cual se hicieron
préstamos o entregas gratuitas de dinero y simiente. “Si ustedes siguen sembrando
chiles, cebollas y tomates, nunca saldrán del estado de pobreza en el que siempre han
vivido; por ello deben, como les aconsejo, sembrar caña […]”8.
7
Marxists Internet Archive, Marxists Writers. Karl Marx, Proyecto de respuesta a la carta a V.I. Zasu-
lich (en línea). En Archivos de K. Marx y F. Engels, libro I, 1924. Digitalizado por Juan R. Fajardo, <http://
www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/81-a-zasu.htm>. Consulta el 9 de agosto de 2010.
8
Adolfo Gilly, op. cit., p. 242.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 167
mayor parte de los historiadores coinciden en que, por la vía de la práctica, el za-
patismo se superó a sí mismo, estableciendo un conjunto coherente de acciones
encaminadas a reorganizar a toda la sociedad. Como plantea Arturo Warman:
La propuesta pública zapatista parte del problema agrario como eje para la reorga-
nización de la sociedad y de la comunidad agraria como la unidad social básica. Se
propone cambiar la estructura agraria por medio de la restitución histórica de las co-
munidades, a las que se otorga plena autonomía para definir y establecer las formas de
organización de la producción que convengan a sus recursos y tradiciones. A la resti-
tución se le agrega un sistema de dotación individual de la tierra, que será inajenable
aunque podría organizarse su explotación de manera cooperativa. […] La confiscación
incluía no sólo la propiedad rural sino al capital como conjunto de intereses. El pro-
ducto de la confiscación se usaría para el pago de la deuda agraria9.
Las tierras que no fueron reclamadas por los pueblos, quedaron bajo el con-
trol de la administración zapatista –su cuartel general– a través de la dirección
del general Manuel Palafox, es decir, pasaron a manos del control estatal con
la intención de ser puestas a producir para satisfacer las necesidades sociales.
Aún más, las unidades productivas más avanzadas del estado de Morelos, por su
tecnificación y productividad, y por su concentración de fuerza de trabajo asa-
lariada, fueron expropiadas sin pago: nos referimos a los ingenios y destilerías.
Según Adolfo Gilly y John Womack Jr., Palafox se dio a la tarea de reparar los
ingenios devastados por la guerra y para marzo de 1915 se pusieron cuatro de ellos
en funcionamiento, bajo la administración directa de los principales líderes zapa-
tistas. Éste es el caso de los ingenios de Temixco, Hospital, Atlihuayán y Zacatepec.
Ulteriormente, otros tres ingenios se anexaron a esta lista. Los mismos autores dan
cuenta de que las ganancias de la producción de la caña de azúcar se utilizaron
para gastos de guerra e indemnización a las familias de los soldados caídos.
Los ingenios, además de las haciendas, eran el principal sustento económico
del estado. Al estallar la Revolución había 24 ingenios establecidos, que opera-
ban con maquinaria de punta y un sistema de riego bien sofisticado. El grado de
desarrollo de la industria azucarera se puede medir si consideramos que Morelos
proveía la tercera parte de este producto que se consumía a nivel nacional, y era
la tercera región productora de azúcar en el mundo.
El plan de Zapata y Palafox residía en que las ganancias obtenidas por la pro-
ducción de azúcar estuvieran destinadas a la obra pública y a la manutención del
9
Arturo Warman: “El proyecto político del zapatismo” en Friedrich Katz, Revuelta, rebelión y revolu-
ción / La lucha rural en México del siglo XVI al siglo XX, tomo II, México, Era, 1990, p. 14.
168 Morelos 1915: al asalto del cielo Jimena Vergara Ortega
Ejército Libertador del Sur. Los ingenios que se pusieron a funcionar con el em-
peño de los trabajadores agrícolas10 recibían las cosechas de los productores que
cultivaban caña, incorporaban a nuevos trabajadores desempleados o exiliados
del Norte y generaban ganancias para el gobierno revolucionario. Dice John Wo-
mack Jr. que Palafox comenzó de inmediato “las reparaciones y la movilización
de los trabajadores y animales de tiro”. Los ingenios quedaron bajo el resguardo
directo de los generales zapatistas según donde se localizaban, como Genovevo
de la O, Emigdio Marmolejo, Amador Salazar o Lorenzo Vázquez.
Consideramos que la expropiación de la industria agrícola en Morelos rebasó
los planteamientos del Plan de Ayala y constituyó una de las medidas más avan-
zadas tomadas por los zapatistas. De manera local, el ascenso de la Revolución
campesina en Morelos y su concreción programática adquirió una dinámica de
expropiación de los medios de producción, centralizada por el poder estatal en
manos del cuartel general del ejército zapatista11.
Apreciamos también que, en pequeña escala, estamos ante un cambio radi-
cal en las relaciones entre trabajo y capital, y que la expropiación de la tierra, los
ingenios y las refinerías en el estado de Morelos devela la dinámica creciente-
mente anticapitalista del proceso revolucionario de 1910. Comprueba que avan-
zar en la resolución de las demandas agrarias, motoras de la Revolución, sólo
podía venir de la mano del trastocamiento radical de la propiedad privada en el
campo. Lo cual, en el caso que nos ocupa, supuso realizar un reparto agrario que,
por la relación entre condiciones objetivas y subjetivas, llegó más allá del que, en
el pasado, llevó a cabo la burguesía en otras latitudes del planeta al momento de
hacerse del poder.
En ese contexto, el elemento más subversivo de la expropiación de tierras
y de los ingenios consistió en la tendencia a la unidad del proletariado agrícola
10
Desde nuestro punto de vista, aún no hay suficientes registros históricos para establecer si en los
ingenios expropiados hubo control obrero.
11
De forma embrionaria, los campesinos de Morelos tendieron a llevar a la práctica el programa de
nacionalización esbozado por Marx en su texto “La nacionalización de la tierra” donde plantea: “La
nacionalización de la tierra y su entrega en pequeñas parcelas a unos u otros individuos o a asocia-
ciones de trabajadores, cuando el poder se halla en manos de la burguesía, no engendraría más que
una competencia implacable entre ellos y, como resultado, conduciría al crecimiento progresivo de la
renta, lo cual, a su vez, acarrearía nuevas posibilidades a los propietarios de tierras, que viven a cuenta
de los productores. Y yo digo lo contrario: el movimiento social llevará a la decisión de que la tierra
sólo puede ser propiedad de la nación misma. Entregar la tierra en manos de los trabajadores rurales
asociados significaría subordinar la sociedad a una sola clase de productores. La nacionalización de la
tierra producirá un cambio completo en las relaciones entre el trabajo y el capital y, al fin y a la postre,
acabará por entero con el modo capitalista de producción tanto en la industria como en la agricultura”.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 169
El poder de la Comuna
12
Adolfo Gilly, op. cit., p. 253.
170 Morelos 1915: al asalto del cielo Jimena Vergara Ortega
ma debía ser convocada los días 15 de cada mes y estaba abierta a la participación
de todos los habitantes varones13. En ella se discutían los problemas que hacían al
sustento de las expropiaciones, la administración de los ingenios y los problemas
políticos que se desprendían del ejercicio del poder comunal. De dicha asamblea
surgían delegados con mandato, de manera que acudían a una asamblea general de
los pueblos de Morelos, la cual se realizaba los días 20 de cada mes.
Arturo Warman realiza una elocuente descripción del empoderamiento de
los pueblos como unidades políticas: “La comunidad agraria, democráticamen-
te organizada, se concibe no sólo como la corporación propietaria de la tierra
sino también como la unidad política básica, por lo que la propuesta zapatista
enfatizaba al municipio libre, dotado de autonomía y recursos propios, como la
entidad política central”14.
Los pueblos, a través de las asambleas, tenían el derecho soberano de elegir
sus tribunales y su policía. En muchas localidades del estado, surgieron poli-
cías comunitarias que trabajaban bajo la sanción permanente de las asambleas.
Es decir que el poder político estaba en manos de los pueblos e implicaba el
concurso voluntario de cada uno de sus habitantes varones mediante órganos
de democracia directa, donde se tomaban la mayor parte de las decisiones. La
relación que tuvieron estas formas de poder político con el Ejército Libertador
del Sur, es sintomática del grado de desarrollo que alcanzó la organización de
las masas rurales durante 1915 en el estado de Morelos. Por ejemplo, como da
cuenta Adolfo Gilly:
[…] los pueblos podían “aprehender, desarmar, y remitir al cuartel general, “a cualquier
jefe, oficial o soldado que no presentase las credenciales que acreditaran la comisión
que le estaba asignada”. Los militares debían abstenerse de toda intervención en la po-
lítica de los pueblos. No podían exigir de los campesinos ninguna clase de prestaciones
personales. Tenían que respetar la distribución hecha por los pueblos de tierras, aguas
y árboles y someterse a los usos y costumbres de los pueblos. Finalmente, no podían,
bajo pena de corte marcial, “apoderarse de las tierras de los pueblos o de las que for-
maron parte de antiguas haciendas, pues cada individuo armado, sea jefe o no jefe,
sólo tendrá derecho al lote de terreno que le toque en el reparto”15.
13
A pesar de que el Ejército Libertador del Sur incorporó a las mujeres en tareas de mando militar y
defensa, los pueblos preservaron bajo sus “usos y costumbres” el estatuto que les impedía participar
de las asambleas y las decisiones políticas. Esto debilitó el carácter democrático de la organización, al
excluir al sector más oprimido de la población de las decisiones de los pueblos.
14
Arturo Warman, op. cit., p. 15.
15
Adolfo Gilly, op.cit., p. 274.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 171
El Ejército del Sur no sólo era de los pobres, sino que era él mismo muy pobre. Los
altos jefes militares tenían privilegios sobre el resto de las tropas y sin duda hubo ex-
cesos, como se percibe a través de la correspondencia. Pero bien porque no existiera
la oportunidad o porque el control fue muy efectivo, los privilegios nunca se transfor-
maron en riqueza permanente […]. Para explicar esta situación tiene importancia el
celo fanático por parte de Zapata para evitar y reprimir todo exceso sobre la población
civil, sobre los pueblos, la única fuente de riqueza para el ejército16.
16
Arturo Warman, op.cit., p. 18.
17
Los “secretarios” fungieron como asesores políticos de Zapata; en varios casos se trataba de inte-
lectuales de origen urbano con tendencias anarquizantes y socializantes, atraídos por la fuerza de la
Revolución del Sur.
172 Morelos 1915: al asalto del cielo Jimena Vergara Ortega
El ocaso de la Comuna
Pero el ejército carrancista, contra su creencia, no había dominado al estado. Tenía bajo
su control, por el terror, nomás a las poblaciones. Después de seis años en que repartieron
todas las tierras a los pueblos, liquidaron los latifundios completamente y convirtieron a
los ingenios en “fábricas nacionales” administradas por sus representantes en beneficio de
la población, es decir, después de haber establecido su Comuna campesina, las masas de
Morelos se dispusieron a defender sus conquistas contra la ocupación militar burguesa.
Estas conquistas estaban arraigadas en las relaciones sociales campesinas. Habían dado un
nuevo sentido fraternal y colectivo a toda la vida social, y esa relación se había convertido
en la norma del estado organizado por los campesinos. Era imposible que una invasión,
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 173
una acción puramente militar, destruyera ese tejido social en unos pocos meses18.
18
Adolfo Gilly, op. cit., pp. 262-263.
19
Para fines de 1916, Zapata tuvo la iniciativa de formar el Centro de Consulta para la Propaganda y la Uni-
ficación Revolucionaria, como partido político que sostuviera los planteamientos del Plan de Ayala. En no-
viembre, el partido se funda con el concurso de Palafox, Soto y Gama, Montaño, Gildardo y Rodolfo Magaña.
174 Morelos 1915: al asalto del cielo Jimena Vergara Ortega
Conclusiones
Las características antes descritas son la base para definir que en Morelos, durante
1915, las masas campesinas consolidaron un poder territorial e instituciones que
lo centralizaron, en el terreno político a través de las asambleas de los pueblos y
el cuartel general, y en el terreno militar mediante el Ejército Libertador del Sur.
Es decir que el poder local logró hacer efectiva la reivindicación central del
proceso revolucionario –el ansia de tierra– y consiguió, en los límites de una
región, integrar a los explotados y oprimidos en la lucha contra los terratenientes
y el constitucionalismo.
En un sentido, la Comuna de Morelos expresó el grado de profundidad del
proceso revolucionario de conjunto, en un momento en que la Revolución, a
escala nacional, comenzaba a declinar por la liquidación de la División del Norte
y el ascenso del constitucionalismo. El gran poder de los comuneros de Morelos,
quedó demostrado cuando las masas morelenses quedaron con el dominio abso-
luto del estado. Junto al poder de los pueblos, se puso en pie un cuartel general.
Éste fue un verdadero estado mayor de la Revolución en Morelos encabezado
por los jefes zapatistas, que quedó dividido en “cinco departamentos: Agricultu-
ra, Guerra, Educación y Justicia, Hacienda y Gobernación”20.
La fortaleza de dicho poder radicó, por una parte, en la facultad colectiva de
ejecutar concretamente el reparto agrario y la expropiación. Y, junto a ello, en
la necesidad de sostener dichas medidas a través del armamento de los pueblos
y de la puesta en pie de un ejército. La Comuna de Morelos, constituye así la
experiencia más rica del campesinado latinoamericano en toda su historia y es
contemporánea a la experiencia histórica más importante del proletariado: la
Revolución Rusa de 1917. Para entender a profundidad sus características, es
menester concluir este ensayo enumerándolas:
20
Adolfo Gilly, op. cit., p. 274.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 175
Exagerando un poco: estudiamos a las demás clases de la sociedad, mientras que al campe-
sino lo analizamos por su limitación. Todavía en el terreno de la exageración: un pronun-
ciamiento burgués en 1780 es visionario del futuro, es precursora una huelga derrotada en
176 Morelos 1915: al asalto del cielo Jimena Vergara Ortega
los primeros diez años de este siglo, mientras que el zapatismo es el epígono del pasado,
como también lo son las rebeliones indígenas coloniales y lo siguen siendo las reivindica-
ciones campesinas de la actualidad. Las derrotas de otros movimientos sociales se explican
por la brutal desproporción con las fuerzas enemigas, mientras que las de los campesinos
se deben a su debilidad intrínseca. La exageración nunca describe, solamente ilustra21.
De forma poco clara y persistente se ha infiltrado la idea, casi el dogma, de que los
grupos campesinos, o más estrictamente la clase campesina, no pueden generar un
21
Arturo Warman, op. cit., p. 9.
22
No consideramos en esta definición la experiencia de la Revolución Rusa, donde la alianza obrera y
campesina, bajo la dirección de la clase obrera, llevó al establecimiento del primer estado obrero de la
historia, ni tampoco la Revolución Cubana.
23
León Trotsky: “Tres concepciones de la Revolución Rusa” en Teoría de la revolución permanente,
Buenos Aires, CEIP “León Trotsky”, 2000, p. 165.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 177
En nuestra opinión, alejarse de una visión “evolutiva” del rol del campesina-
do y las reivindicaciones agrarias no implica admitir, como hace Warman, que
el zapatismo tuvo un “proyecto político para la transformación global de la so-
ciedad compleja desde una posición de clase”. Justamente porque la sociedad del
México de principios de siglo había desarrollado en forma desigual y combinada
los rasgos de una formación social capitalista semicolonial, es que las demandas
agrarias y el problema de la tierra se volvieron el motor de la revolución social.
Eso, como explicamos en otros ensayos de este libro, abrió una dinámica antica-
pitalista y “permanente”, que dio lugar a experiencias avanzadas de la lucha cam-
pesina y en particular a una creciente independencia de sus alas más radicales
respecto a la burguesía maderista y constitucionalista. Sin embargo, para haber
avanzado en la transformación radical de la sociedad que heredó el porfiriato, es
decir, para quebrar el dominio burgués que en todo momento preservó la pro-
piedad privada contra la voluntad de los campesinos insurrectos, era necesario
un programa de corte nacional y alternativo a la burguesía, cuyo eje fundamental
pasaba por la expropiación de las ramas más dinámicas de la economía mexicana
donde estaban concentrados los destacamentos más cohesionados del proleta-
riado, como era el caso del petróleo, la minería y la industria textil.
El programa zapatista, aún en su forma más avanzada, sancionado en las
leyes agrarias, no se planteaba expropiar a la gran industria en manos de los
imperialistas. Pero aún de haberse expresado en forma explícita un programa
nacional de expropiaciones, se requería, para realizarse, del concurso del pro-
letariado de las ciudades y los centros industriales. Los campesinos insurrectos
de Morelos carecieron de su aliado natural para lograr estos objetivos: la clase
obrera urbana. La huelga general de 1916, que irrumpió en el México revolucio-
nario al mismo tiempo que el constitucionalismo ahogaba en sangre la Comuna
de Morelos, señaló la potencialidad de la alianza obrera y campesina en caso de
que ésta se hubiese hecho efectiva.
24
Arturo Warman, op. cit., p. 10.
178 Morelos 1915: al asalto del cielo Jimena Vergara Ortega
Rebeldes e insurrectas1
Jimena Vergara Ortega
1
Este capítulo es un fragmento del capítulo “Rebeldes” del libro Luchadoras / Historias de mujeres que
hicieron historia. Ha sido revisado para la presente edición.
2
Luis Vitale, “El movimiento feminista latinoamericano del siglo XX”, en El protagonismo social de la
mujer, Buenos Aires, Sudamericana / Planeta, 1987.
180 Rebeldes e insurrectas Jimena Vergara Ortega
las que se trasluce esa participación apasionada de las mujeres3 que abarcó desde
puestos en la propaganda política, la denuncia de la opresión y el abastecimien-
to, hasta el rol de destacadas coronelas en el ejército zapatista, que fue el que
contó con más mujeres en sus filas que en las páginas dedicadas a sus historias.
El gran ensayo revolucionario de México entre 1910 y 1917 dejó allanado el
camino para las sobradas muestras de voluntad de lucha de las masas de nuestro
continente. En el seno de la movilización y la voluntad rabiosa de combate que
se dejó entrever en cada lucha posterior contra la explotación y la opresión im-
perialistas y sus gobiernos lacayos, nacía la clase obrera que ya en sus primeros
pasos mostraba con certeza ser la única capaz de realizar las legítimas demandas
que recorrían los distintos países. Un coloso, todavía por entonces poniéndose
de pie, que hoy, cien años más tarde, tiene por delante retomar y continuar la
lucha por las reivindicaciones tras las que se movilizaron sus predecesores. En
estas mujeres que presentamos aquí, las mujeres trabajadoras, campesinas y del
pueblo pobre latinoamericano de hoy encontrarán una fuente de inspiración re-
volucionaria para el futuro que aún resta por conquistar.
Lucrecia Toriz
3
Muchas mujeres participaron también en las filas de la débil burguesía mexicana, como Sara Pérez de Made-
ro, esposa de Francisco I. Madero, Hermilda Galindo, secretaria de Venustiano Carranza, así como las soldade-
ras de los federales. El estudio de su accionar no es objeto de este trabajo, pero no queríamos dejar de mencio-
nar que también hubo participación femenina en el constitucionalismo y los sectores contrarrevolucionarios.
4
La Revolución Interrumpida, de Adolfo Gilly.
5
Para un mayor tratamiento del tema de la Comuna de París, ver Louise Mitchell en el capítulo “Pione-
ras”, del libro Luchadoras / Historias de mujeres que hicieron historia.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 181
La mujer de la Revolución
Es en este marco, cuando la sociedad mexicana fue desgarrada por la lucha in-
testina de los de abajo contra los de arriba, que las masas toman en sus manos su
propio destino. Y dentro de ella, con presencia contundente, la mujer de la Revo-
lución: la obrera, la campesina, la adelita7, la soldadera. En las urbes, sumándose
a la Revolución desde los semanarios, los periódicos clandestinos, los círculos
liberales, anarquistas, obreros, luchando por sus reivindicaciones.
Desde 1904, cuando ya se gestaba el movimiento antirreeleccionista, sur-
gieron los primeros círculos de mujeres, que a la par de pelear contra la dicta-
dura, lucharon por sus propias demandas. Aparece la prensa clandestina contra
el porfiriato y, con ella, los semanarios de corte feminista. Regeneración, Vésper,
Juan Panadero, El Diario del Hogar, todos agitaban contra la dictadura y todos
planteaban las reivindicaciones de maestras, empleadas y obreras. De conteni-
do anticlerical en su mayoría, denunciaban el rol de la Iglesia, del matrimonio,
peleaban por el derecho al divorcio y al sufragio. La prensa de oposición era
perseguida con saña y las mujeres aún más: muchas periodistas, intelectuales y
maestras pasaron meses de tortura en San Juan de Ulúa o en la cárcel de Belén8.
Cuando eran excarceladas, huían a provincia para volver a montar las imprentas
clandestinas. Éste fue el caso de Guadalupe Rojo, Juana B. Gutiérrez de Mendoza
o la señorita Acuña y Rosseti; muchas más padecerían también el exilio.
Es de destacar el grupo Las hijas del Anáhuac9, surgido en estos años, don-
de participaron obreras, campesinas, intelectuales y maestras. Luchaban por la
6
El henequén es una fibra obtenida de la planta del magüey que se industrializó para la exportación
durante el siglo XIX y principios del XX.
7
El término se acuñó popularmente en alusión a las mujeres que acompañaban a las tropas revolucio-
narias, inspirado en una canción popular. Se refiere a la mujeres campesinas y de los pueblos originarios
que abastecían de víveres a los soldados, y eran sus compañeras.
8
Fueron dos presidios del porfiriato donde eran encarcelados los luchadores, reconocidos por la cruel-
dad de las torturas y maltratos a los que eran sometidos los reclusos.
9
La palabra anáhuac de origen náhuatl significa literalmente “cerca del agua”. Hace referencia al terri-
torio ocupado por el imperio azteca, particularmente al Valle de México o Valle del Anáhuac donde se
182 Rebeldes e insurrectas Jimena Vergara Ortega
Revolución y también por salarios iguales a los de los varones, licencias de ma-
ternidad, educación para las mujeres indígenas y campesinas.
En las fábricas, con los primeros intentos de organización obrera, las mujeres
jugaron un rol destacado, también participando de la publicación de semanarios.
Este es el caso de Julia Marta o Julia Sánchez, responsable de la publicación de
El látigo justiciero. Al respecto, la prensa burguesa decía “Es enemigo (sic) de la
religión, de la patria, de la familia y de la propiedad, el mayor fanático de la Casa
del Obrero Mundial, que sin embargo, supo agitar a las multitudes con su vio-
lenta sinceridad […] pues bien de igual dimensión y violencia es Julia Marta”10.
En el campo, el proletariado agrícola y el campesinado pobre comenzaban,
desde principios de siglo, a sublevarse contra el dominio de los hacendados y lati-
fundistas. De aquí se nutrió el zapatismo y sus filas pobladas de mujeres. El ejérci-
to zapatista contó en los frentes con la aguerrida participación de las soldaderas,
mujeres que empuñaban el fusil o cargaban el pesado armamento, surtiéndolo
cuando en las trincheras los guerrilleros quedaban indefensos. Las adelitas eran
una suerte de retaguardia y “ejército de abastecimiento”, cuidando a los heridos, a
los niños, y proporcionando a los soldados provisiones y agua. En muchos casos
fueron estas mujeres las que convencieron a las tropas porfirianas y a las consti-
tucionalistas de no agredir a los rebeldes y de pasarse al campo de la Revolución.
Como se ve, en las urbes, en el campo, en las fábricas, las mujeres fueron
parte esencial de la Revolución Mexicana, tejiendo una historia de coraje, de
tradición de lucha, de combatividad, ejemplo para todos los trabajadores y tra-
bajadoras del campo y la ciudad.
asienta hoy la Ciudad de México y el conurbano. Se utiliza también para indicar todo el territorio hasta
donde se extendía el dominio azteca en la época prehispánica. Fue utilizado por varias agrupaciones
feministas que lucharon en la Revolución, probablemente haciendo referencia a la leyenda azteca sobre
la “llorona”. Esta leyenda relata que cuando era inminente la llegada de los conquistadores españoles a
Tenochtitlán, los sacerdotes vieron una “aparición”: la diosa cuidadora de la raza advertía con lamento
“¡ay mis hijos, mis pobres hijos del Anáhuac!”, augurando el peligro inminente de la conquista.
10
Ángeles Mendieta Alatorre, La mujer en la Revolución Mexicana, México, Instituto Nacional de Es-
tudios Históricos de la Revolución Mexicana, 1961.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 183
lucha de clases que anunciaron con violencia las convulsiones que azotarían al
país durante los siguientes diez años11.
El porfiriato abrió las puertas a la inversión extranjera. El nuevo proleta-
riado mexicano, en un alto porcentaje, dejaba su vida entre las máquinas de las
fábricas yanquis, inglesas y francesas. Las jornadas de trabajo eran de entre doce
y dieciséis horas. La industria textil tuvo un fuerte auge durante la última dé-
cada del siglo XIX. En Tlaxcala, Puebla, Veracruz y el Distrito Federal, miles de
hombres, mujeres y niños constituían el ejército de mano de obra barata que
llenaba las arcas de los imperialistas. El salario de un obrero era de treinta y cinco
centavos al día; el de una mujer, de veinticinco centavos diarios. Los niños eran
empleados para gran cantidad de labores y recibían diez centavos por jornada.
Los raquíticos salarios eran completamente insuficientes para el gasto familiar,
por lo que los obreros se veían obligados a acudir a las tiendas de raya. Éstas
eran administradas por un representante de la patronal que ofrecía crédito a
los trabajadores por artículos de la canasta básica. Al estar permanentemente
endeudados, a veces los obreros no llegaban ni a ver sus salarios, ya que se iban
confiscados por el usurero de la tienda.
Fueron estas circunstancias en las que nació y creció Lucrecia Toriz, obrera
textil originaria de Veracruz, que tuvo una participación muy destacada en la
gran huelga de Río Blanco, que abarcó el cordón de la industria textilera en los
estados de Puebla, Veracruz y Tlaxcala.
Desde 1906, los obreros y obreras textiles de diversas fábricas como las de
Río Blanco, San Lorenzo, Nogales y Santa Rosa conformaron el Gran Círculo de
Obreros Libres, influenciado por el magonismo. Los trabajadores comenzaron a
organizarse por la jornada de ocho horas, aumento salarial y mejores condicio-
nes de trabajo. La organización comenzó a extenderse, por lo que el gobierno
porfirista decidió encarcelar a sus dirigentes. Este primer intento represivo no
logró frenar el proceso en las fábricas, por lo que la patronal extranjera formó el
Centro Industrial Mexicano, que tenía como objetivo legislar sobre la actividad
de los obreros en la fábrica. Uno de los estatutos que impuso la patronal en los
tres estados prohibía textualmente “recibir visitas de amigos y parientes, leer
periódicos que no sean previamente censurados y, por ende, autorizados por los
administradores de las fábricas”12.
La imposición de la patronal fue rechazada por los trabajadores y las textileras
de Puebla, Tlaxcala y algunas de Veracruz que hicieron estallar la huelga el 4 de
diciembre de 1906. En las fábricas, donde los obreros no habían elegido nuevos
11
Ver el ensayo “Preludio de la Revolución: el Partido Liberal Mexicano, Cananea y Río Blanco”, p. 55.
12
Ángeles Mendieta Alatorre, op. cit.
184 Rebeldes e insurrectas Jimena Vergara Ortega
En Río Blanco, un grupo de mujeres encabezadas por la colectora Isabel Díaz de Pensa-
miento y en la que figuraban las obreras Dolores Larios, Carmen Cruz, Lucrecia Toriz y
otras, desde el día anterior habían formado una brigada de combate, que se encargó de re-
unir mendrugos de pan, tortillas duras, con las que llenaron sus rebozos y desde temprana
hora se instalaron a la puerta de la fábrica esperando que alguno se atreviera a romper el
movimiento de protesta, para lapidarlo con aquellos despojos simbólicos y crueles. En la
tienda de raya estaban los dependientes extranjeros y cuando una mujer se acercó pidiendo
un préstamo recibió soez injuria. Alguien reclamó y el dependiente hizo un disparo, la mul-
titud se enardeció y a poco la tienda de raya ardía, presa en llamas. Poco después, Lucrecia
Toriz, empuñando una bandera, se enfrentó al batallón que había sido llamado. Unos días
después, sobre carros plataformas, los obreros muertos fueron arrojados al mar14.
13
Dirigente progubernamental de los obreros de la industria textil de Veracruz.
14
Ángeles Mendieta Alatorre, op. cit.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 185
[…] relató el hambre, la injusticia y la pobreza a la que se enfrentaban todos los días; se-
ñaló que a cambio de unos cuantos pesos que se quedaban en las tiendas de raya, muchas
trabajadoras y trabajadores se levantaban al alba: esa mujer era Lucrecia Toriz. Tal fue la
elocuencia de la señora Toriz que esa tarde los rurales bajaron sus armas y fueron a dar
parte al que más tarde sería conocido como El Verdugo de Orizaba, Rosalino Martínez15.
15
Idem.
186 Rebeldes e insurrectas Jimena Vergara Ortega
Amelia Robles
Dicen de ella que era “una mujer brava y valiente que puso emboscadas a las tropas
federales en Tixtla y que en la batalla, en la bola y en lo particular se le reconoció”17.
El zapatismo concentró, en forma organizada, la irrupción de las masas cam-
pesinas y del proletariado agrícola. Emiliano Zapata encarnó la intransigencia
revolucionaria de las masas insurrectas y:
[…] la Revolución del sur se organizó con su propia dirección, elegida por los pueblos
y los combatientes, y con su organismo independiente de la dirección burguesa: el
Ejército Libertador del Sur, basado en la participación y la iniciativa de todo el campe-
sinado y el proletariado agrícola de la región y en el apoyo y la confianza de sus centros
naturales de organización política y social, los pueblos18.
Durante años, la historia oficial omitió el rol que jugaron las mujeres en la
Revolución. Esto se modificó en las últimas décadas producto de la crítica de
distintos sectores del feminismo a esta invisibilización y de nuevas aportacio-
nes historiográficas al respecto. De ahí la importancia de revitalizar el legado
16
De Simón Ramírez Martínez, sobrino de Amelia Robles.
17
Palabras de Joaquín Bello Rodríguez, soldado revolucionario.
18
Adolfo Gilly, La Revolución Interrumpida, México, Ediciones El Caballito, 1971, p. 57.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 187
[…] vino la bola y me fui a la bola. Al principio no dejó de ser una mera locura, pero
después supe lo que defiende un revolucionario y defendí el plan de Ayala. Huerta
había matado a Madero y fui contra Huerta. Carranza era sólo un mistificador de la
Revolución y combatí a Carranza19.
19
Miguel Gil: “Amelia Robles, una mujer del estado de Guerrero que puso su juventud y su vida al ser-
vicio de la Revolución del sur”, en El Universal, 14 de abril de 1927.
188 Rebeldes e insurrectas Jimena Vergara Ortega
20
Entrevista con Josué Olivares Parra, Xochipala, 6 de julio de 1989. Fondo Testimonios de la Revolu-
ción en Guerrero, E-54.
21
Miguel Gil, op. cit.
22
En la jerga revolucionaria se refiere a estar al mando de un destacamento.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 189
23
Olga Cárdenas Trueba, “Amelia Robles y la revolución zapatista en Guerrero”, en Laura López Espe-
jel (Coord.): Estudios sobre zapatismo, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2000.
190
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 191
Paralelo a este relato se instaló, durante un prolongado periodo, la visión que pro-
vino del estalinismo nativo, que la consideraba como una revolución antifeudal y
burguesa, bajo un modelo etapista que establecía que, en los países de desarrollo
económico atrasado, la revolución debía garantizar la evolución del capitalismo
para, en un futuro remoto e indeterminado, configurar las condiciones propicias
para la transformación socialista.
192 Contrapuntos sobre la Revolución Mexicana Pablo Langer Oprinari
El predominio ideológico del PCM fue combatido, en primer lugar, por Trots-
ky y sus partidarios nativos en la década de 1930. Pero fue hasta las décadas de
1960 y 1970, en el contexto de los cambios ocurridos en la situación política
internacional y nacional2, que se revitalizaron los análisis de la Revolución Mexi-
cana, permitiendo la emergencia de una generación que constituyó una tradi-
ción propia frente al estalinismo, y cuyo legado, en torno a la Revolución, hemos
retomado los autores de este libro.
Estas nuevas miradas cuestionaban, en algunos casos, aspectos puntuales de
la concepción estalinista “clásica”–como en el caso de José Revueltas–, y en otros
efectuaban una crítica global de la misma3.
En particular, destacamos las elaboraciones de Adolfo Gilly y Manuel Aguilar
1
Como planteaba León Trotsky durante su estancia en México, las dos cabezas del estalinismo en nuestro
país eran justamente el Partido Comunista Mexicano y el dirigente sindical Vicente Lombardo Toledano.
2
Nos referimos al ascenso revolucionario que recorrió el mundo en aquellos años y cuestionó el orden
existente tanto en los países imperialistas y semicoloniales, como en aquellos donde la burguesía fue
expropiada por la acción de las masas o la intervención militar del Ejército Rojo, dirigidos por la bu-
rocracia estalinista o distintas formas de estalinismos regionales. El Mayo Francés, el Otoño Caliente
italiano, las luchas obreras en Inglaterra, los procesos revolucionarios en Argentina y Chile, y la Prima-
vera de Praga son algunos de los grandes hitos de este periodo, en los cuales se inscribe el ‘68 mexica-
no, truncado por la masacre del 2 de octubre. Al calor de este proceso se desarrolló la radicalización
política e ideológica en franjas de la clase obrera y la juventud, y en muchos países, incluido México,
se fortalecieron distintas vertientes políticas que se reivindicaban marxistas por fuera del estalinismo
prosoviético, como fue el caso de las organizaciones trotskistas.
3
El de Revueltas es un caso particular, debido a que ya era un intelectual conocido y de larga trayectoria
en el PCM. Pero fue en estos años que avanzó en una ruptura política de carácter más definitivo con el
estalinismo y se vinculó a la generación que protagonizaría el movimiento estudiantil de 1968.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 193
Mora –de quienes publicamos sendos trabajos en este libro– que, en ruptura tan-
to con la visión canónica de la Revolución como con la concepción etapista del
estalinismo, proponían una interpretación que incorporaba en su base teórica las
elaboraciones de León Trotsky, que concebían la revolución en los países rezagados
bajo una lógica no gradualista. Los trabajos mencionados enfatizan la tendencia
anticapitalista en la acción de las masas, intentando comprender las limitaciones
que la Revolución no logró sortear y evitando encasillarla como una más de las re-
voluciones burguesas. Visto en retrospectiva, estas interpretaciones establecían un
nexo con los artículos pioneros publicados en la revista Clave, escritos por Octavio
Fernández con la colaboración de León Trotsky, los cuales fueron comentados en
distintos trabajos, entre los cuales destacamos la importante obra de Olivia Gall4.
En el presente ensayo realizaremos un contrapunto con aquellos autores re-
ferenciados con el marxismo que han aportado a la historia de la Revolución
Mexicana. Por una parte, revisaremos críticamente las tesis de Enrique Semo
y la postura de José Revueltas, que expresó una inacabada ruptura teórica con
la concepción etapista del PCM. Junto a esto, estableceremos la importancia de
los pioneros trabajos de Octavio Fernández en la revista Clave. Y por último,
consideraremos la postura de Adolfo Gilly en La Revolución interrumpida, que,
según nuestra visión, es la más acabada interpretación que, abrevando en el per-
manentismo, ha sido escrita hasta ahora.
Enrique Semo fue uno de los principales referentes teóricos del ya desapare-
cido Partido Comunista Mexicano. En su artículo “Reflexiones sobre la Revolu-
ción Mexicana” definía que la misma era parte de:
[…] un ciclo de revoluciones burguesas que se inicia con la transición de nuestro país
al capitalismo y que termina en el momento en el cual la burguesía mexicana pierde
toda reserva revolucionaria, es decir, toda capacidad de plantear y resolver los pro-
blemas del desarrollo del capitalismo por el camino revolucionario. ¿Cuándo se inicia
este ciclo de revoluciones burguesas? Con la revolución de Independencia de 1810.
¿Cuándo termina? Considero que termina en 19405.
4
Nos referimos a Olivia Gall: Trotsky en México, México, Era, 1991, 423 pp.
5
Enrique Semo: “Reflexiones sobre la Revolución Mexicana”, en Manuel Aguilar Mora, Adolfo Gilly et al.,
Interpretaciones de la Revolución Mexicana, México, Nueva Imagen / UNAM, 1era. ed., 5ta. reimp., 1981,
pp. 138 y 139.
194 Contrapuntos sobre la Revolución Mexicana Pablo Langer Oprinari
[…] se manifestaron en las décadas de los veinte y los treinta elementos importantes
de la vía revolucionaria del desarrollo del capitalismo: ascenso de la pequeñoburguesía
mexicana y su transformación en burguesía, reforma agraria que benefició a sectores
del campesinado a costa de los latifundios, intervención del Estado para frenar la pre-
sencia del imperialismo, etcétera. Es decir, la Revolución produjo una reorientación
del desarrollo del capitalismo mexicano, cuyo resultado es una especie de híbrido en
el cual la vía reaccionaria y la revolucionaria están entretejidas de forma peculiar10.
10
Enrique Semo: Historia Mexicana / Economía y lucha de clases, México, Era, 1991, p. 233.
11
Enrique Semo: “Reflexiones sobre la Revolución Mexicana”, en Interpretaciones de la Revolución
Mexicana, op. cit., p. 138.
196 Contrapuntos sobre la Revolución Mexicana Pablo Langer Oprinari
El autor del Ensayo sobre un proletariado sin cabeza, abordó con lucidez,
apelando a un método dialéctico, las contradicciones del desarrollo en México,
superando el análisis vulgar y mecánico del estalinismo. Su tesis del retraso nos
acercó al carácter complejo y contradictorio que adquirió el desarrollo nacional,
en la etapa posterior al movimiento de Independencia y en particular en las últi-
12
José Revueltas: Ensayo sobre un proletariado sin cabeza, México, Era, 1980, p. 139.
13
Ibidem, pp. 146-147.
14
Ibidem, pp. 170.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 197
mas décadas del siglo XIX; lo cual consideró como la causa de que la revolución
burguesa en México transcurriese por carriles distintos a la revolución democrá-
tica en Francia, Inglaterra o Estados Unidos durante los siglos XVII y XVIII.
15
Ibidem, p. 153.
16
Ibidem, p. 183.
198 Contrapuntos sobre la Revolución Mexicana Pablo Langer Oprinari
Para explicar los límites que, según nuestra lectura, tienen las interpretaciones
antes planteadas, debemos partir de una cuestión metodológica que contrasta
con el punto de vista que asumen los autores mencionados. En ese sentido, es
fundamental entender el desarrollo histórico no sólo en su dinámica interna y
nacional, sino en su interpenetración con el capitalismo mundial. Por ello, es
preciso comprender que la extensión de las relaciones de producción e inter-
cambio capitalista al conjunto de globo, ocurrida desde el último cuarto del siglo
XIX, incorporó a los países de desarrollo atrasado al mercado mundial, sin repetir
las etapas recorridas por los países avanzados ni resolver las tareas estructurales
pendientes. Esto quiere decir que las economías atrasadas mutaron rápidamente
hacia formas preponderantemente capitalistas, sin pasar por el proceso gradual,
relativamente evolutivo, que atravesaron los países del Occidente europeo.
Esto constituyó una expresión de lo que León Trotsky denominó la ley del
desarrollo desigual y combinado del proceso histórico bajo el capitalismo. La
estructura económica y social de estos países preservó las atrasadas formas pre-
capitalistas mientras incorporaba elementos modernos y propios del capitalismo
–como el desarrollo industrial acelerado y los avances técnicos como el ferrocarril
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 199
17
Idea que, como ya dijimos, fue correctamente planteada por José Revueltas, en contra de los postu-
lados clásicos del PCM.
18
Esta dinámica del proceso revolucionario, que desarrollamos en torno a la Revolución Mexicana, es
anticipatoria de lo que fue la característica fundamental de las revoluciones ocurridas durante el siglo XX
en los países de desarrollo capitalista atrasado.
200 Contrapuntos sobre la Revolución Mexicana Pablo Langer Oprinari
relación con sus tareas motoras y su dinámica. Esto nos conduce a considerar su
conclusión, que desarrollaremos en el apartado siguiente.
Se puede afirmar con una absoluta certeza que Clave fue la revista de Trotsky. Ella
nació con él y sirvió fundamentalmente a sus intereses. Del principio al fin, él la utilizó
para que sirva a sus ideas y a su trabajo. Fue él quien tuvo la idea de una revista en
castellano para la educación teórica de aquellos que comenzaban a simpatizar con el
trotskismo en América Latina y ella sobrepasó nuestras expectativas. En poco tiempo,
nosotros tuvimos tantos contactos que Clave se convirtió en el centro ideológico y el
centro de organización naciente del movimiento trotskista en América Latina19.
19
Octavio Fernández: “Octavio Fernández recuerda” (en línea), entrevista realizada por Olivia Gall en
agosto de 1982, en boletín electrónico del CEIP, <http://www.ceip.org>. Consultado el 1 de agosto de 2010.
20
Ver parte II “Otras miradas sobre la Revolución Mexicana”, p. 231.
202 Contrapuntos sobre la Revolución Mexicana Pablo Langer Oprinari
clases, sino en un medio análogo al que soñaban los idealistas liberales del siglo
XIX. Une a Zapata con sus asesinos, a Carranza con los obreros que hizo fusilar”.
Se trataba de una mistificación cuya intención era remontar al pasado la política
de conciliación de clases que se propugnaba en los años treinta21.
“¿Qué ha sido y a dónde va…?” se preguntaba por qué, si la burguesía triunfó,
en la medida en que reemplazó a la “aristocracia feudo-clerical” dominante du-
rante el largo periodo de Porfirio Díaz, no fueron resueltas las tareas fundamen-
tales de la revolución democrático-burguesa. La tesis central de Fernández era
que “es precisamente el retraso histórico de la Revolución Mexicana, como en el
caso de la Revolución de 1917, lo que explica el gigantesco aborto que ha sido la
Revolución Mexicana a pesar de los clamores excesivos de los lacayos criollos de
las clases dominantes”22.
Esta tesis permite profundizar la comprensión de la dinámica de una revolu-
ción, ocurrida en el interregno entre la vieja revolución burguesa, y la época de la
revolución proletaria la cual será la gran protagonista del siglo XX y XXI.
En ese sentido, la definición de “retraso histórico” incorpora la dimensión
histórico-temporal y la desincronización que se establece entre el desarrollo na-
cional y el capitalismo mundial; englobando la noción de que la vinculación de
México con la economía internacional y el incipiente desarrollo del capitalismo en
el país, generaron una estructura económica y social signada por la oposición de
la burguesía y sus representantes a resolver las tareas irrealizadas de la revolución
democrática. Fue el rasgo fundamental de una revolución democrático-burguesa
que llegó tarde a su cita histórica, y que en 1910 condujo a una confrontación de
clases que cortó, transversalmente, el bloque antiporfirista. Bajo la visión presen-
tada en Clave, y aunque la misma no fue desarrollada más ampliamente por su au-
tor, la Revolución asumió un aire “permanentista”, expresado en la continuidad de
la tormenta campesina que enfrentó a Díaz, Madero, Huerta, Carranza y Obregón.
Los límites de la acción del movimiento campesino fueron tratados por Fer-
nández, cuando afirmaba que “La base de la Revolución Mexicana ha sido el gigan-
tesco incendio campesino, pero los campesinos, incapaces de forjarse una política
y una dirección propia, no han sido más que carne de cañón sobre los que se ha
elevado la burguesía indígena totalmente nueva”23. En este sentido, el “retraso his-
tórico” se reveló también en que, si la burguesía ya no podía resolver las tareas
21
Idem.
22
Idem.
23
Idem.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 203
Cuando sostenía que la Revolución dio origen a “un ala pequeñoburguesa radi-
cal y socializante, nacionalista y antiimperialista” que fue “expresión política de la
continuidad de la Revolución”, Gilly identificaba las tendencias más avanzadas del
proceso revolucionario con una fracción del constitucionalismo triunfante.
Sin duda, el ala encarnada por Múgica, Cárdenas y otros oficiales fue la iz-
quierda del bando triunfador de la Revolución27. Pero establecer las diferencias
entre los distintos sectores del constitucionalismo, así como valorar en su justo
término su liberalismo radical, sus rasgos nacionalistas y las medidas progresivas
25
Adolfo Gilly: La Revolución interrumpida, México, Ediciones El Caballito, 7ma. ed., 1980, p. 398.
26
Ibidem, p. 404. Este apartado que acabamos de citar era parte de la fundamentación teórica de la con-
cepción de Adolfo Gilly pero el mismo ya no aparece en las ediciones recientes de su obra.
27
Y en determinados aspectos, en los años siguientes fue progresiva respecto a lo que fue el comunismo
estalinista. Baste analizar las posturas de Múgica frente a la Revolución Española, planteando la necesi-
dad de la reforma agraria como condición para un cambio social, o la apertura de Cárdenas al exilio de
Trotsky, priorizando una cuestión democrática frente a las presiones de la URSS y el PCM.
206 Contrapuntos sobre la Revolución Mexicana Pablo Langer Oprinari
que puntualmente pudieran tomar, no podía ser igual a considerarlos como una
vía para la revolución proletaria.
Tras el adjetivo de “interrumpida” se encontraba entonces la idea de una con-
tinuidad entre la dinámica del proceso revolucionario y el sector “socializante”
que finalmente llegaría al gobierno en 1934 con Lázaro Cárdenas. En síntesis,
podemos decir que, aunque interrumpida, para el autor la Revolución continuó
y pervivió en un ala de la facción triunfante.
Sin embargo no hay que dejar de lado que esa ala “socializante” acompañó y
fue parte de la política del constitucionalismo, el cual asumió un carácter contra-
rrevolucionario en la medida en que derrotó las tendencias anticapitalistas des-
plegadas por el radicalismo campesino, reconstruyó el régimen de dominación
capitalista después de la debacle de Zacatecas a mediados de 1914 y finalmente
contuvo el proceso revolucionario. Si los ejércitos constitucionalistas combatie-
ron al villismo y al zapatismo, el ala jacobina integró los mismos y se subordinó a
su dirección en los momentos decisivos, más allá de que el rol principal recayera
en los obregonistas y carrancistas.
En ese sentido, esta valoración del ala “socializante” también puede encontrarse
en su análisis de la Constitución, presente en otro capítulo de su obra. Allí el autor
explicaba cómo la sanción de la misma fue posible a partir de la alianza entre el
ala centro (dirigida por Álvaro Obregón) y el ala jacobina liderada por el General
Francisco J. Múgica, “fueron esos artículos, y en especial los referentes a la cues-
tión agraria y a los derechos del trabajador, ausentes del proyecto y las intenciones
carrancistas y contrarios a éstas, los que convirtieron el proyecto de reformas al
texto de 1857 en una nueva constitución”28. Y aunque plantea el carácter burgués
de la Constitución, aunque sostiene que la política de Obregón partía de que “com-
prendía que para consolidar los triunfos militares sobre los ejércitos campesinos
era imprescindible hacer profundas concesiones”, y aunque plantea que los dere-
chos consagrados en la Carta Magna “fueron aplicados en parte o considerados
letra muerta” por los gobiernos sucesivos, se omite una definición fundamental: la
Constitución de 1917, si bien implicó un reconocimiento parcial y distorsionado
de las demandas, supuso la institucionalización de las mismas y la subordinación
del movimiento de masas a la confianza en la legislación del régimen burgués.
28
Adolfo Gilly, op. cit., p. 228.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 207
Tenemos que decir que la acción de las distintas alas del constitucionalismo,
lejos de ser continuidad de la insurgencia armada de la División del Norte y el
Ejército Libertador del Sur, representó su opuesto. En ese sentido, era correcta la
definición plasmada en la revista Clave, de que la Revolución sufrió un gigantes-
co aborto a manos de la facción triunfante, en sus distintas alas y matices.
El proceso iniciado en 1910 expresó cuestiones claves de la revolución en los
países de desarrollo capitalista atrasado, condensadas en la teoría de la Revolución
Permanente; una de ellas es la imposibilidad de que facciones de la burguesía y la
pequeñoburguesía, por más socializantes que sean, resuelvan las demandas es-
tructurales de las grandes mayorías agrarias o se conviertan en un vehículo para
ello. Durante la Revolución, la insurgencia campesina generó una fuerza opuesta
que, temerosa de las consecuencias revolucionarias de la acción de los desposeídos
y explotados, buscó encorsetar en los límites de un Estado y un régimen burgués,
al servicio de lo cual estuvo la nueva Carta Magna; y el sector “jacobino” participó
y expresó, en sus textos y en su programa, esta política.
En ese sentido, Gilly, aunque le dio a La Revolución Interrumpida una estruc-
tura muy similar a la Historia de la Revolución Rusa de León Trotsky y abreva
en las ideas de la Revolución Permanente, al mismo tiempo contradice algunos
de sus postulados, cuando le adjudica a una fracción burguesa la potencialidad de
retomar, continuar y culminar la Revolución, como veremos a continuación en el
caso del cardenismo.
Las contradicciones entre las fragmentarias ideas socialistas y la compleja realidad del
capitalismo mexicano y de su burocracia estatal y sindical plagaban las audaces pero
parciales e inconexas iniciativas cardenistas para avanzar pragmáticamente hacia lo
que imaginaban como una futura socialización o colectivización [...]. Este nudo no
resuelto, porque es insoluble, ha llevado a muchos críticos a sostener que tales refe-
rencias socialistas eran sólo cobertura demagógica en la que nunca creyeron de verdad
gobernantes que en realidad se proponían abrir camino al desarrollo capitalista (como
en efecto ocurrió) cabalgando y controlando un gran movimiento de masas”31.
Adolfo Gilly se refiere aquí a Arturo Anguiano, autor de una de las principa-
les obras sobre el movimiento obrero en el sexenio cardenista.
Resulta llamativo que, las menciones que pueden encontrarse en El cardenis-
mo, una utopía... sobre la estatización del movimiento obrero y su incorporación
al partido de gobierno (que fue uno de los legados del periodo cardenista), son ad-
judicadas casi exclusivamente a la burocracia sindical, la cual, en todo caso, era la
29
“Discusión sobre América Latina” en León Trotsky, Escritos Latinoamericanos, Buenos Aires, CEIP,
“León Trotsky, 1999, p. 114.
30
Idem.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 209
31
Adolfo Gilly: El cardenismo, una utopía mexicana, México, Cal y Arena, 1994, p. 414.
32
No es intención de este trabajo valorar las tesis de Anguiano, más allá de que consideramos muy
valiosa su obra para el estudio de la situación del movimiento obrero bajo el cardenismo.
33
Cárdenas después, se negó a apoyar a Múgica para sucederlo y dar continuidad a su proyecto “sociali-
zante”, y enfrentar a los sectores más reaccionarios que presionaban a favor de Manuel Ávila Camacho.
210 Contrapuntos sobre la Revolución Mexicana Pablo Langer Oprinari
Casi 100 años han pasado desde el estallido de la Revolución Mexicana. En con-
diciones muy distintas –signadas por la descomposición creciente del capitalis-
mo internacional– la subordinación económica y política al imperialismo, cuyo
ciclo había iniciado con el porfiriato, ha llegado a su cúspide. Si en 1910 encarar
las reivindicaciones planteadas por la Revolución implicaba atacar los intereses
de los capitalistas extranjeros, resolver en la actualidad las demandas campesi-
nas y obreras tiene aún más ese carácter, ante el hecho de que la mayoría de las
propiedades capitalistas están en manos del capital extranjero y protegidas por la
existencia de pactos con el imperialismo, los cuales han sido profundizados por
los últimos gobiernos priístas y panistas.
La lectura que realizamos de la Revolución Mexicana está recorrida por la
212 Retomar y culminar la obra de Emiliano Zapata
1
Para profundizar sobre este fenómeno y consultar un análisis sobre la responsabilidad de las direc-
ciones sindicales y políticas véase Martín Juárez y Jimena Mendoza: “México: crisis del régimen y las
lecciones de la Comuna de Oaxaca (Dossier)”, en Estrategia Internacional núm. 24, Buenos Aires, di-
ciembre de 2006.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 215
Parte II
Problemas nacionales 1
Octavio Fernández
I.
1
Artículo fechado el 2 de abril de 1939. Publicado en tres números de Clave, Primera Época. En el
número 5, febrero del 39, las tesis I a VI bajo el título “Problemas Nacionales” en la sección “Tribuna
Libre”. En el número 6, marzo del 39, las tesis VII y VIII. En el número 7, abril de 1939, la conclusión del
artículo. Esta parte apareció bajo el título “Proyecto de tesis sobre México”, en la misma sección “Tribu-
na Libre”. Las dos primeras entregas aparecen sin autor, la última bajo la firma de Octavio Fernández.
2
Grupo de terratenientes encabezados por Porfirio Díaz. Se mantuvo en el poder desde las últimas déca-
das del siglo XIX hasta el año 1910, en que fue derrotado por la Revolución.
220 Problemas nacionales Octavio Fernández
Grandes propietarios latifundistas: 297 poseen haciendas con valor de más de $ 700
mil y con valor total de 445.5 millones de pesos, o sea el 18% del valor total de las
propiedades en el campo. Entre ellas hay 26 predios con valor de 40 millones que no
se explotan. Estas haciendas son casi todas mayores de 10 mil hectáreas y engloban
cerca de 70 millones sobre un total de 131 millones de hectáreas censadas.
Campesinos y hacendados ricos: poseen 6 544 haciendas con valor de 50 mil
hasta 700 mil pesos y con valor total de $ 983 258 249 o sea el 37% del total del
valor de las propiedades agrarias, agrupando 20 millones de hectáreas.
Campesinos medios: poseen 35.129 predios con valores de 5 mil hasta 50 mil
pesos y con valor total de 513 millones de pesos.
Campesinos pobres: 244 108 poseen predios menores de una hectárea.
Campesinos miserables y hambrientos en extremo ya que sus parcelas son
menores de una hectárea. El rendimiento medio de cada hectárea es de 63.17
pesos y 17% de las cosechas del país se pierde.
Jornaleros: 2 780 260 jornaleros forman el germen del proletariado rural que la
revolución proletaria tendrá que despertar y poner en acción como la brigada
de choque de la lucha de clases en el campo. A ellos se agregan los numerosos
ejidatarios y pequeños propietarios que combinan el cultivo de sus parcelas con
el trabajo asalariado.
total de 19 millones 316 505 hectáreas de las cuales no llegan a siete millones las
de tierras laborables.
De ellas la mitad no se cultiva por falta de ayuda económica y por carencia de una
preparación adecuada y por las condiciones de atraso legadas por el latifundismo.
La burguesía nativa es incapaz de terminar la revolución agraria. Tanto ella
como su aparato estatal y el imperialismo se encuentran ligadas a la propiedad
agraria como uña y carne y no pueden afectarla más allá de los límites en que
lo han hecho sin afectarse simultáneamente. Las tierras que se afectan en La
Laguna pertenecían en su mayor parte a españoles e ingleses.
Además el imperialismo, el yanqui principalmente, ha ganado con las medidas
tomadas en La Laguna y Yucatán, ya que el algodón y el henequén, que son los
principales productos de esas tierras, constituyen las materias primas vegetales
más importantes que exporta México. La incorporación de esas tierras al cultivo
intensivo e industrializado, beneficia al mercado de exportación y al imperialismo.
El reparto de tierras proporciona ganancias a la burguesía nativa y a los
inversionistas. Los bancos al refaccionar a los ejidatarios vienen a ser los
usufructuarios de las ganancias que tocaban antes a los antiguos propietarios.
El reparto de La Laguna permitió al gobierno despolitizar a los trabajadores que
eran una amenaza, amenaza que desapareció al ser convertidos en pequeños
propietarios pendientes del ombligo de los banqueros nacionales y extranjeros.
Sólo el poder de la dictadura proletaria dará toda la tierra a los que inútilmente
la han esperado. El atraso semi-feudal de los millones de campesinos, su ansia de
tierra, el hambre y la miseria, las gigantescas proporciones del problema agrario
en una palabra, agudizadas hasta el extremo por el imperialismo, el atraso del
país y su carácter semicolonial, en lugar de ser factores que hagan imposible
la dictadura del proletariado, son el motor de la inevitable alianza obrera-
campesina que llevarán al poder al proletariado.
La política Stalin-Lombardista que abandona a los campesinos en manos
de la burguesía y su partido actual el PRM, es una política de saboteo y traición
a la revolución. Divorcia al proletariado de la fuerza capaz de llevarlo al poder.
Ante esa política sólo hay una correcta: trabajar incansablemente por la Alianza
revolucionaria del proletariado con y a la cabeza de los campesinos explotados;
lucha irremediable por arrancar a estos de las garras de la burguesía, del PRM y
del imperialismo, creando una vasta red de sindicatos agrícolas, bajo la influencia
del partido de la revolución socialista.
V. El desarrollo industrial
3
Consta así en la redacción original.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 225
VIII. El fascismo
A los imperialismos yanqui e inglés les basta por el momento con la actual dictadura
militar-policiaca (bonapartista) cubierta con manto democrático. No son por
el momento partidarios del fascismo en México. En cambio Alemania, Italia y
el Japón financian en un grado cada vez mayor la formación de grupos fascistas
(Confederación de la Clase Media, Veteranos de la “democracia” que no realiza la
revolución agraria, y demócrata Mexicano, Frente Constitucional Democrático).
Para ello recogen la rebaba que han dejado los movimientos desde 1910 los ladrones
sin fortuna y los católicos fanáticos azuzados por los curas. El fascismo se apoya en
algunos sectores reaccionarios de la burguesía (Cámaras de Industria, Cámaras
de Comercio, Industriales de Monterrey, etcétera) pues éstos abrigan la ilusión de
que la acción de Hitler y Mussolini les daría la posibilidad de un crecimiento y una
consolidación que el imperialismo yanqui nunca les permitirá.
El fascismo criollo debe basarse indistintamente en un imperialismo u otro.
A falta de una gran burguesía existe el imperialismo. A falta de una pequeño-
burguesía urbana existen los campesinos que hambrientos y desesperados ya
se están cansando de la “democracia” que no realiza la revolución agraria, y que
sólo esperan a alguien que los guíe a la lucha. Puede ser por lo consiguiente,
masa de fascismo si el proletariado no sabe atraerlos hacia él. Sin embargo el
fascismo mexicano, como el de toda América Latina, será muy diferente del de
sus maestros europeos. La pequeñoburguesía citadina tiene menos experiencia
política que la europea. Por lo tanto los candidatos al fascismo tendrán que
recurrir más a los métodos militares que a la demagogia. Desde su origen, el
“fascismo” mexicano tendrá muchos más rasgos bonapartistas que los regímenes
de Hitler y de Mussolini. Por otra parte, su beneficiario no será el capital
226 Problemas nacionales Octavio Fernández
La liberación de las masas del campo y de la ciudad, la liberación del país del
yugo del imperialismo y del atraso del precapitalismo, sólo es posible a través de
la lucha contra los imperialismos, yanqui e inglés, y sus agencias las burguesías
nativas verdaderos dueños de las tierras, minas, industrias y transportes. La
revolución resolverá tareas nacionales, pero su desenvolvimiento dialéctico
lleva al terreno de la revolución internacional. El proletariado de cualquiera de
los países semicoloniales de América Latina puede llegar al poder antes que el de
Norteamérica, pero para derrotar al imperialismo necesitará ligar íntimamente su
lucha a la del resto del proletariado y las masas oprimidas del continente.
La victoria final, la instauración del socialismo, sólo puede venir como
consecuencia de la instauración de la dictadura proletaria en los Estados Unidos
de Norteamérica. En la etapa que tenemos por delante, la consigna de Los Estados
Unidos Soviéticos de América Latina debe ser la que una, aliente, y levante a las
masas de estos países semicoloniales para la lucha contra el enemigo común: el
imperialismo yanqui e inglés y sus agentes, las sub-burguesías nacionales. La
revolución en la América Latina semicolonial puede ser la señal para la revolución
en Norteamérica y ambas, al final se ensamblarán coronando su triunfo por la
formación de los Estados Unidos Soviéticos Socialistas de América.
La lucha tiene que ser organizada en toda América. Hay que centralizar la
acción revolucionaria de los partidos bajo la bandera de la IV Internacional.
Ante el nacionalismo reaccionario y traidor de los estalinistas hay que alzar el
internacionalismo revolucionario que liberará a los pueblos de América.
X. El cardenismo
por los gérmenes de la futura burguesía, fue al final de cuentas realizada por los
terratenientes y el clero en 1821. En el año de 1857 el movimiento de Reforma en
lugar de dar paso a la revolución burguesa se coronó con el fortalecimiento del
latifundismo y su consolidación política.
En 1910 se inició la revolución democrático-burguesa. A través de ella, la
pequeñoburguesía urbana y rural que la condujo llegó a convertirse en la sub-
burguesía nacional de hoy. A partir del año de 1928 ésta se entregó políticamente
en una forma completa en manos del imperialismo yanqui. Con la crisis mundial
de 1929 los gobiernos adoptaron necesariamente las formas de dictaduras militar-
policiacas (bonapartistas) descaradas. Las deportaciones, los encarcelamientos y
los asesinatos de obreros revolucionarios y de campesinos que luchaban por la
tierra estuvieron a la orden del día. En el terreno económico se realizó un reajuste
del nivel de vida de los trabajadores mientras se declaraba la suspensión de las
dotaciones de tierras por “estar ya resuelto el problema agrario”. Tras los diferentes
presidentes que se sucedieron, solo existió la realidad de la dictadura bonapartista
de Calles y las fracciones reaccionarias del imperialismo. A la falta de repartos de
tierras, las masas fueron distraídas con una fobia anti-clerical pequeñoburguesa.
El fin del año de 1934 marca la salida de la crisis, comienza la prosperidad
económica del país y con ella el advenimiento del bonapartismo basado en la
pequeñoburguesía democrática. Los beneficios obtenidos por el imperialismo
y la burguesía nacional dieron margen para un alza de salarios, para reformas
tales como el pago del séptimo día y el salario mínimo, y para tolerar hasta cierto
grado el movimiento huelguístico que coincidiendo con la ola de huelgas norte-
americanas que se extendió hasta México. Para detener el movimiento campesino,
se recomenzó el simulacro de reforma agraria que bajo las contradicciones de la
facción cardenista hubo de hacerse más amplio.
La situación actual
Cárdenas, etcétera, pasaron a la alianza con todos, el apoyo a todos los altos y bajos
políticos, incluso los más corruptos, a cambio de puestos en la maquinaria estatal.
El minúsculo Partido Comunista saltó de unas cuantas docenas a “miles”
según afirma su voz oficial, acarreando naturalmente, la desproletarizacion
completa del partido que pasó a convertirse en una masa de ex reaccionarios,
ex católicos, pequeñoburgueses carreristas, patrioteros y sobre todo, vividores y
sinvergüenzas de toda calaña que arrastra pequeños grupos, capas de empleados,
de la burocracia estatal, aristocracia obrera y campesinos sinceros que todavía
creen que el partido todavía representa la tradición de la Revolución de Octubre
y la tradición bolchevique, que no conocen pero que presienten con instinto de
clase. El llamado PC ha llegado a ser el partido de la pequeñoburguesía carrerista,
hoy “izquierdista”, mañana derechista furiosa.
En los últimos tiempos, toda lucha seria del proletariado de la CTM ha motivado
el nacimiento de oposiciones en el seno de los sindicatos, oposiciones que desde
su aparición han sido anti-estalinistas y que en su desarrollo se transforman en
anti-marxistas, sino existe un núcleo revolucionario que encauce el coraje anti-
estalinista por la vía de la lucha por un reagrupamiento marxista revolucionario.
Son hechos que afirman irrefutablemente el ocaso del estalinismo, su liquidación
como fuerza que a despecho de todas sus traiciones y aventuras había capitalizado
la atracción que el Octubre Rojo y el marxismo-leninismo ejercen sobre las masas.
La tarea central en México como en todo el mundo es la construcción de la sección
mexicana de la CUARTA INTERNACIONAL. A través de todas las vicisitudes, de
las altas y las bajas, el movimiento de creación de los cuadros del futuro partido
tiene que realizarse.
El enemigo al frente es poderoso: la burocracia obrera de las diferentes
centrales, los pequeñoburgueses, radicalizantes, el estalinismo infiltrado por
todos los poros de la maquinaria estatal de la cual dispone para su lucha “anti-
trotskista”, la burguesía nativa, el imperialismo y los fascistas. Cúmulo de factores
adversos, pero no tan poderosos como la marcha de la historia que a la postre
los superará.
230 Problemas nacionales Octavio Fernández
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 231
1
Artículo publicado en Clave núm. 3-4, Segunda Época, noviembre-diciembre de 1939, pp. 45-50.
Según Olivia Gall, este artículo es el resultado de una discusión con Trotsky, especialmente alrededor
del “retraso histórico” como causa del aborto de la Revolución Mexicana.
232 Qué ha sido y adónde va la Revolución Mexicana Octavio Fernández
Una cosa sola, una única fuerza, un único principio, sólo un ideal: hacer de México lo
que no ha sido nunca hasta ahora; terminar con la miseria material del pueblo, terminar
con su miseria moral, terminar con la ignorancia, acabar con el privilegio y hacer de este
pueblo, un pueblo robusto, rico, sano y respetable.
Hasta aquí, estos son ideales parecidos a los que se encuentran en la cabeza de
un liberal, de un charro nacionalista o de un burgués piadoso, sin hablar de la de
Lombardo. Vuelve a lo que ha sido realizado y dice:
millones que viven en cuchitriles como bestias salvajes; no hemos terminado con la
ignorancia de las masas; no hemos acabado con nuestros prejuicios ni incluso con
tantas fuerzas importantes, internas y externas a nuestro suelo que siempre son un
obstáculo para el progreso de México.
Ha sido la obra de la clase burguesa, para expropiar a los grandes propietarios, echar
del país a la burguesía internacional e imponer a nuestro aparato económico la forma
capitalista de producción.
Si es verdad que, en esta última etapa, la clase obrera, habiendo llegado a la edad
adulta, actúa en conformidad con sus propios intereses, prepara así el camino para la
victoria del socialismo.
La guerra de clases
en la Revolución Mexicana
(Revolución permanente y auto-organización de las masas)1
Adolfo Gilly
1. Introducción
1
Este texto fue publicado originalmente en Interpretaciones de la Revolución Mexicana, Adolfo Gilly,
Manuel Aguilar Mora, et al., México, 1979, Editorial Nueva Imagen-UNAM. Prólogo de Héctor Agui-
lar Camín. Se reproduce aquí con la autorización del autor. [N. del E.].
238 La guerra de clases en la Revolución Mexicana Adolfo Gilly
2
Es una tarea iniciada por varios, pero, a mi conocimiento, aún no concluida satisfactoriamente por nadie,
la de hacer una sociología de los ejércitos revolucionarios, y en particular de la División del Norte. A finales
de los años sesenta, Carlos Monsivais anotaba en uno de sus ensayos: “Aún no se ha escrito la saga de la
División del Norte”.
3
Véase el notable estudio de Héctor Aguilar Camín: La frontera nómada, México, Siglo XXI, 1977.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 239
otras raíces. Y quien está fuera del Estado, si al mismo tiempo decide alzar las
armas, se coloca automáticamente contra el Estado.
Nada de esto era claro para las tres fracciones militares, que no razonaban
en términos de Estado, sino de gobiernos. Las tres podían entonces coincidir en
el antiguo grito transmitido por la tradición nacional: “¡Abajo el mal gobierno!”,
y las tres entender con ello cosas diferentes. Esa diferencia residía sobre todo
en qué hacer con la tierra. Y como la base de masas de la Revolución daba la
lucha por la tierra y la base de los tres ejércitos se movilizaba antes que nada por
la tierra y no por la paga (aunque la paga contara en el constitucionalismo), es
natural que al radicalizarse la lucha revolucionaria, la fracción más extrema en
esa lucha por la tierra influyera sobre la base de masas de las otras. Esto, sumado
a la defensa por los terratenientes de sus propiedades y de su Estado, contribuyó
a que la vasta insurrección en la cual, inicialmente, sólo una minoría estaba fuera
del Estado, acabara enfrentando a ese Estado que defendía la propiedad de los
terratenientes con las armas en la mano y quebrando su columna vertebral: el
Ejército Federal. La lucha contra el “mal gobierno” acabó así en una insurrección
contra la clase dominante, los terratenientes, y toda su estructura estatal.
El porfiriato, como es ya generalmente reconocido, fue una época de intenso
desarrollo capitalista del país. En ella se van articulando y combinando constantemente
relaciones capitalistas y relaciones precapitalistas, pero cada vez más sometida la
masa de éstas –mayoritarias, si se las hubiera podido medir cuantitativamente– al
dinamismo de aquéllas. El régimen porfirista fue, bajo su aparente inmovilidad
política, una sociedad en intensa transición, la forma específica que adoptó en
México el período de expansión del capitalismo en el mundo de fines del siglo XIX y
comienzos del XX, en el cual se formó y se afirmó su fase imperialista y monopolista.
Ese desarrollo del capitalismo en México bajo el porfirismo, combinó bajo una
forma específica dos procesos que en los países avanzados se presentaron separados
por siglos: un intenso proceso de acumulación originaria y un intenso proceso
de acumulación capitalista (reproducción ampliada). Evidentemente, ambas
formas de acumulación se combinan en todas partes, todavía hoy. Pero aquélla
es absolutamente secundaria y se opera, por así decirlo, en los intersticios de ésta,
como un resabio que la lógica del sistema no puede eliminar4. En el porfiriato, por
4
“La acumulación originaria del capital y la acumulación del capital por la producción de plusvalía son, en
efecto, no solamente dos fases consecutivas de la historia de la economía, sino también procesos econó-
micos concomitantes. [...] El crecimiento internacional y la extensión del modo de producción capitalista,
desde hace dos siglos, constituyen por lo tanto una unidad dialéctica de tres: elementos: a) la acumulación
corriente del capital en la esfera del proceso de producción ya capitalista; b) la acumulación originaria del
capital fuera de la esfera del proceso de producción ya capitalista; c) la determinación y la limitación de
240 La guerra de clases en la Revolución Mexicana Adolfo Gilly
la segunda por la primera, es decir, la lucha competitiva entre la segunda y la primera”. Ernest Mandel:
“La estructura de la economía capitalista mundial” en Le troisiéme âge du capitalisme, tomo I, cap. 2, París,
Unión Genérale d’Editions, 1976, pp. 88 y 90. [Hay traducción en español de este capítulo en la revista Crí-
tica de la Economía Política, núm. 1, México, Ediciones El Caballito, octubre-diciembre de 1976].
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 241
5
Comentando los escritos de Marx sobre la revolución española, dice Michel Löwy: “En fin, la lección meto-
dológica esencial que se desprende de estos escritos de Marx es que el proceso histórico se halla condicionado
242 La guerra de clases en la Revolución Mexicana Adolfo Gilly
no sólo por la base económica, sino también por los hechos del pasado (sociales, políticos o militares) y por la
praxis revolucionaria de los hombres en el presente”, en Dialéctica y Revolución, México, Siglo XXI, 1976, p. 49.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 243
por el mismo Ejército Federal y el mismo Estado que antes encabezaba Díaz y
ahora presidía Madero. La revolución burguesa maderista, concluida y hecha
gobierno, reprimía a la revolución campesina zapatista, que proseguía sin
interrupción la lucha por la tierra.
Es plenamente evidente que si no hubiera sido por la continuidad de la lucha
zapatista, allí mismo se habría cerrado la Revolución Mexicana y ésta habría
pasado a la historia como una más de las muchas revoluciones de América Latina:
algunas batallas a principios de 1911 y el subsiguiente relevo en el poder de una
fracción de la burguesía por otra. Ahora bien, ¿qué es lo que explica, por un lado,
la tenacidad y, por el otro, el éxito de los campesinos zapatistas en mantener
solos contra todos lo que Marx llamaba la permanencia de la revolución?6
La explicación no está simplemente en el programa agrario: otros sectores
campesinos siguieron a Madero en pos de la tierra y aceptaron suspender la
lucha armada. No está tampoco en el hecho de tener las armas: otros también las
poseían y las devolvieron. La tierra era el objetivo general de los levantamientos
armados campesinos. La propiedad terrateniente, siendo todavía entonces el eje
de la acumulación capitalista –no su sector más dinámico, que se situaba en la
industria– y de la acumulación originaria, era el centro de gravedad económico
de la formación social; amenazarla, ponía en peligro el sistema entero. Pero el
gobierno maderista contaba todavía con medios y con legitimidad (consenso)
ganada en su lucha contra el porfiriato, como para poder recuperar ese objetivo
en las promesas de su programa y postergar la amenaza al sistema mientras se
consolidaba el Estado después de la crisis de la sucesión presidencial.
6
Marx no hablaba de la revolución campesina, sino de la transformación de la revolución burguesa en re-
volución proletaria. Ésta, sin embargo, era su lógica: cuando los demócratas lleguen al poder llevados por la
revolución “los obreros deberán llevar al extremo las propuestas de los demócratas que, como es natural, no
actuarán como revolucionarios, sino como simples reformistas. Estas propuestas deberán ser convertidas
en ataques directos contra la propiedad privada. [...] La máxima aportación a la victoria final la harán los
propios obreros alemanes cobrando conciencia de sus intereses de clase, ocupando cuanto antes una posi-
ción independiente de partido e impidiendo que las frases hipócritas de los demócratas pequeñoburgueses
les aparten un solo momento de la tarea de organizar con toda independencia el partido del proletariado.
Su grito de guerra ha de ser: la revolución permanente” (Karl Marx: “Mensaje del Comité Central a la Liga
de los Comunistas”, marzo de 1850, publicado en Marx-Engels, Obras Escogidas, tomo I, Moscú, Editorial
Progreso, 1973, p. 189).
Marx ubicaba en la organización independiente de la clase consecuentemente revolucionaria la clave de la
permanencia o de la continuidad de la revolución abandonada por los demócratas burgueses que la enca-
bezan en su primera fase. Veremos bajo cuáles formas transfiguradas aparece –o no– esta condición en el
curso de la Revolución Mexicana.
246 La guerra de clases en la Revolución Mexicana Adolfo Gilly
La clave de toda revolución es que las masas decidan por sí mismas, que puedan
“gobernar sus propios destinos”, fuera de las decisiones y de las imposiciones del
Estado de las clases dominantes. Para esto lo decisivo no es que tengan dirección,
programa o armas: todo ello es necesario, pero no es suficiente. Lo decisivo es
que tengan una organización independiente a través de la cual puedan expresar las
conclusiones de su pensamiento colectivo y ejercer su autonomía.
La clave de la resistencia permanente del sur, es que allí existía esa
organización. Eran los pueblos, el antiguo órgano democrático de los campesinos
comunitarios, el centro de deliberación y de decisión donde habían resuelto por
su cuenta, durante cientos de años, sus problemas locales y con el cual habían
organizado, a partir de la Conquista, la resistencia tenaz e innumerable contra
el despojo de tierras primero, y contra las consecuencias de la explotación
terrateniente después; es decir, contra la acumulación originaria y contra la
explotación capitalista. Los campesinos, sin duda, no hacían distinción entre
ambos procesos, por lo demás inextricablemente unidos en la realidad. Se
les presentaban mezclados como una sola opresión. Con esa organización la
resistían. La vieja organización comunal de los pueblos, o sus resabios cada
vez más evanescentes, indudablemente habría terminado por ser disuelta por
la penetración de las relaciones mercantiles y por el desarrollo del capitalismo
en el campo. Pero la Revolución estalló antes de que ese proceso de disolución
hubiera llegado a su término y tomó su forma específica precisamente porque
todavía no había llegado a él.
Los pueblos, todavía vivos como centro de vida comunal de los campesinos en su
resistencia de siglos al avance de las haciendas, fueron el organismo autónomo con
que entraron naturalmente a la Revolución los surianos. Todo eso se resumía en el
grito con que Otilio Montaño proclamó la insurrección del sur: “¡Abajo haciendas
y viva pueblos!”. Era un grito político, profundamente revolucionario, porque para
los oídos campesinos hablaba no sólo de la recuperación y el reparto de las tierras,
sino también de la conquista de la capacidad de decidir, arrebatada a las haciendas
como encarnación local del poder omnímodo del Estado nacional y entregada a los
pueblos, al sencillo y claro instrumento de autogobierno de los campesinos.
Esa organización, además, era invisible para los opresores. Pasaban a su lado
y no la veían, porque se confundía con la vida misma de esos campesinos cuya
capacidad de pensamiento colectivo menospreciaban. Ella estaba fuera de la lógica
mercantil de la mentalidad burguesa y terrateniente, porque su funcionamiento
no se basaba en, ni tenía nada que ver con la sociedad de los propietarios iguales
de mercancías, con el reino mercantil del valor de cambio, sino que provenía de
una antigua tradición (ciertamente ya esfumada) de asociación de productores,
iguales en el trabajo, no en la propiedad. Los gobernantes, los terratenientes, los
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 247
7
Pueden encontrarse en la Revolución Mexicana y en su fracción zapatista la expresión de la dialéctica
de las revoluciones y de su ala extrema, la que se empeña en proclamar la permanencia de la revolución,
generalmente derrotada cuando empieza el reflujo y, no obstante, anunciadora de la marea del futuro:
Francia 1789 y Babeuf; París 1848, las jornadas de junio y el Mensaje de Marx de marzo de 1850; Rusia
1917 y la Oposición de 1923; China 1927 y la tendencia de Mao; España 1936 y las jornadas de mayo 1937
en Barcelona, y la lista podría continuar... Pero éste es, en realidad, un tema que exige desarrollo aparte.
8
“En la insistencia de los ‘liberales’ por las reivindicaciones económicas, y en la expropiación de la
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 249
gran propiedad territorial, la apropiación de las fábricas por los propios trabajadores y, sobre todo, en
el llamado a que estas transformaciones se llevaran a cabo por el propio poder de las masas armadas
en la medida en que avanzaba la revolución, no podemos ver sólo el reflejo de la consigna anarquista
que llama a abolir la propiedad y la autoridad. Desde el punto de vista político, esta línea representa la
concepción de un proceso de masas realmente revolucionario en la medida en que promovía que fueran
las propias masas, el pueblo en armas, quien ejerciera el poder y llevase a cabo democráticamente las
transformaciones sociales. Esta cuestión, más que consideraciones ideológicas, constituía la piedra de
toque y el punto de deslinde táctico entre las corrientes conciliadoras y reformistas que aspiraban a un
cambio de grupos en el poder y a una serie de ajustes políticos desde arriba, y las fuerzas realmente
revolucionarias, cualquiera que fuera su ideología y programa, calif íquense de liberales o agraristas,
llámense sus líderes Emiliano Zapata, Francisco Villa o Ricardo Flores Magón”. (Armando Bartra: Rege-
neración/1900-1918, México, Ediciones Era, 1977, pp. 29-30).
250 La guerra de clases en la Revolución Mexicana Adolfo Gilly
la falsificación que de esa frase han hecho todos los pragmáticos– reside en que,
en el método leninista, ese “análisis concreto” está siempre bajo la guía de un
criterio rector inflexible: el interés histórico del proletariado.
La trayectoria del zapatismo es, en la Revolución Mexicana, la forma concreta
de ese fenómeno presente en todas las revoluciones: la doble revolución, la
revolución en la revolución, la vía por la cual las masas persisten en afirmar sus
decisiones más allá de las inevitables mediaciones de las direcciones, el camino
de su autonomía y su autogobierno organizado. Para poder medir los alcances
últimos de esa Revolución campesina específica que fue la Revolución Mexicana,
hay que seguir los pasos del zapatismo. Esa trayectoria se sintetiza y alcanza su
cénit, aún a través de todas las imperfecciones y las incompleteces (sic), en una
conquista sin precedentes y sin igual en la misma revolución, cuyos alcances
trascienden más allá de su derrota: el autogobierno campesino de los pueblos de
Morelos, lo que hemos llamado la Comuna de Morelos9.
4. Combinación, dinámica
y periodización de la revolución
9
Adolfo Gilly: “La Comuna de Morelos”, en La Revolución interrumpida, op. cit.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 251
ese tipo de garantías no existen en la historia, pero sí la condición para que aquellas
tendencias pudieran manifestarse en forma explícita y plena. La transmisión
histórica de la experiencia de autogobierno zapatista habría sido entonces mucho
más directa, y no cifrada como en realidad fue.
A la inversa, la inexistencia de aquella dirección tampoco fue la causa única y
determinante de la derrota que, por lo demás, en definitiva sólo fue parcial medida
a escala histórica, aunque la comuna morelense haya sido arrasada hasta sus
cimientos. Fue en cambio la causa de que los zapatistas tuvieran que replegarse
nuevamente a buscar salidas en las alianzas burguesas; y de que Genovevo de la O,
para volver a entrar en México con sus hombres después de la muerte de Zapata,
no encontrara otra vía que hacerlo cabalgando junto a Obregón en 1920, es decir,
aliándose con éste para derrotar al ala de Carranza y su veleidades restauradoras.
(Por eso no se puede hablar de simple derrota de los campesinos en general y en
abstracto, sin tener en cuenta que el triunfo de Obregón, no el de Carranza, es el
balance definitivo –1920– del ciclo revolucionario iniciado en 1910.)
La idea de la combinación de la revolución expresa el hecho de que en el seno
del mismo movimiento revolucionario, a partir de la negativa zapatista a entregar
las armas, se desarrolló una verdadera guerra civil, con altibajos y ritmo propio,
cuya lógica y cuya dinámica es preciso explicar y no etiquetar. Es el curso de la
lucha de clases en el interior de la Revolución Mexicana, en el cual la fracción más
cercana al interés histórico del proletariado –aunque no fuera su representante– es
el zapatismo y no, por supuesto, los Batallones Rojos aliados al constitucionalismo.
Esto no significa que los campesinos del sur luchaban por el socialismo, programa
del cual no tenían ni idea. Ellos luchaban por la tierra (lo cual implicaba, no hay
que olvidarlo, una concepción específica sobre la organización colectiva de su vida
diferente de lo que la aspiración a esa misma posesión de la tierra significaba para,
digamos, los campesinos de Francia en 1789). Era la lógica de su movimiento la
que iba en el sentido de los intereses históricos del proletariado. Por eso tendía
a buscar una alianza con una dirección proletaria completamente ausente del
horizonte nacional mexicano de esos años.
Prácticamente, en todo el curso de la Revolución hay siempre dos guerras:
una guerra política y una guerra social de clases. A partir del golpe huertista, la
segunda se radicaliza constantemente bajo el impulso del movimiento ascendente
de las masas. Tomando como base estas consideraciones, podemos intentar
una periodización de la Revolución Mexicana que siga la línea del ascenso, la
culminación y la declinación de la intervención y de la capacidad de decisión efectiva
de las masas en el movimiento, es decir, que responda al criterio metodológico que
concibe a la revolución como “la irrupción violenta de las masas en el gobierno de
sus propios destinos”. Podemos así distinguir los siguientes períodos:
252 La guerra de clases en la Revolución Mexicana Adolfo Gilly
1. Desde el Plan de San Luis Potosí y el 20 de noviembre de 1910 hasta los acuerdos
de Ciudad Juárez y la elección de Francisco I. Madero a la presidencia
(mayo-junio de 1911). La Revolución se presenta como una lucha entre dos
fracciones de la burguesía, en la cual el sector que intenta apoderarse del
control del Estado acude a la movilización de las masas en su apoyo.
2. Desde el Plan de Ayala (noviembre de 1911) hasta el golpe de Victoriano
Huerta y el asesinato de Madero (febrero de 1913). Es el período en el cual
la actividad revolucionaria es mantenida exclusivamente por la fracción
zapatista. El maderismo dispersa a las fuerzas armadas que movilizó,
asume el control del Estado burgués y de su ejército, y enfrenta con éste
a la Revolución campesina, mientras introduce algunas reformas políticas
democráticas en el Estado.
3. Desde el Plan de Guadalupe (marzo de 1913) hasta la batalla de Zacatecas
(junio de 1914). La Revolución vuelve a extenderse como una nueva crisis
interburguesa, en un nivel superior al de la inicial, entre la fracción de
Huerta (que tuvo el apoyo de casi todos los gobernadores de los estados, con
excepción de Coahuila y Sonora) y la encabezada por Venustiano Carranza.
Esta lucha, en la cual se organizan y triunfan los ejércitos constitucionalistas,
culmina con la destrucción del Ejército Nacional por la División del Norte en
Zacatecas. La Revolución suriana sigue mientras tanto su curso propio, que
se entrelaza con el anterior pero conserva su lógica particular.
4. Desde la Convención de Aguascalientes (octubre de 1914) hasta la ocupación
de México por los ejércitos campesinos (diciembre de 1914). El movimiento
de las masas revolucionarias armadas alcanza su cúspide. Es posiblemente
el momento en que es mayor el número de hombres armas en mano en los
ejércitos y bandas revolucionarias. Se unen villistas y zapatistas, atrayendo
hacia sí a un sector pequeñoburgués radical del constitucionalismo y
controlando así la Convención de Aguascalientes. Queda sellada la ruptura
con el ala de Carranza y Obregón, y se abre una nueva etapa de enfrentamiento
armado entre las facciones revolucionarias. La Convención aprueba el Plan
de Ayala. Ella se presenta como la más auténtica encarnación jurídica de
la revolución; verdadero nudo de sus contradicciones, sus fuerzas y sus
irresoluciones; espejo de sus grandes sueños imprecisos y de sus trágicas
carencias teóricas y políticas. Con la bandera de la legalidad revolucionaria
de la Convención, la División del Norte y el Ejército Libertador del Sur,
ocupan la capital del país, e intentan establecer su propio gobierno nacional.
El ejército de Carranza y Obregón, debilitado por la fuerza de atracción
social de los ejércitos campesinos en ascenso, se repliega sobre la costa de
Veracruz. Desde el Norte hasta el Centro, todo el país está dominado por
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 253
su personal a una buena parte de los funcionarios del viejo Estado porfiriano,
especialmente al nivel de las administraciones municipales. Por otra parte, los
lazos de continuidad con aquel Estado se mantuvieron a nivel de dos entidades
de la Federación: Sonora y Coahuila. Pero el Estado de la Revolución Francesa
también hereda el personal y el aparato del Estado absolutista, y en cierto modo
continúa su tarea centralizadora y la lleva a su culminación. Y, sin embargo,
también lo destruye y lo niega10.
El corte entre el Estado porfiriano y el Estado posrevolucionario es
terminante. Consiste en lo siguiente: el Ejército Federal fue destruido y fue
sustituido por un nuevo ejército, en el cual –aquí sí– no fueron asimilados ni
integrados los altos oficiales del viejo ejército. Ésta es la esencia del corte en la
continuidad del Estado, el cual, según la síntesis de Engels, está constituido en
último análisis por los “destacamentos de hombres armados”.
Ese ejército fue destruido en la batalla de Zacatecas. Y esa destrucción fue
realizada, por añadidura, por un ejército de campesinos dirigido por un general
campesino, Pancho Villa, que tomó Zacatecas desobedeciendo las órdenes de
Carranza. De ahí la condena al limbo de la historia que ha sufrido el general
Ángeles, quien “traicionó” a su clase poniendo sus conocimientos militares –
secretos de casta– al servicio del ejército revolucionario de los campesinos
insubordinados contra las órdenes de Carranza.
El ejército fue destruido. Esto no ocurrió en Argentina con Perón ni en Chile
con Allende: el ejército de Pinochet es el mismo que el de Allende y el de Frei. Allí
reside el carácter radical del asalto de la Revolución Mexicana contra el Estado,
10
No es inútil citar nuevamente el famoso pasaje de Marx en El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte:
“Este Poder Ejecutivo, con su inmensa organización burocrática y militar, con su compleja y artificiosa
maquinaria de Estado, un ejército de funcionarios que suma medio millón de hombres, junto a un ejército
de otro medio millón de hombres, este espantoso organismo parasitario que se ciñe como una red al cuerpo
de la sociedad francesa y le tapona todos los poros, surgió en la época de la monarquía absoluta, de la deca-
dencia del régimen feudal, que dicho organismo contribuyó a acelerar [...] La primera Revolución Francesa,
con su misión de romper todos los poderes particulares locales, territoriales, municipales y provinciales
para crear la unidad civil de la nación, tenía necesariamente que desarrollar lo que la monarquía absoluta
había iniciado: la centralización; pero al mismo tiempo amplió el volumen, las atribuciones y el número de
servidores del poder del gobierno [...]. Pero bajo la monarquía absoluta, durante la primera Revolución, bajo
Napoleón, la burocracia no era más que el medio para preparar la dominación de clase de la burguesía. Bajo
la restauración, bajo Luis Felipe, bajo la república parlamentaria, era el instrumento de la clase dominante,
por mucho que ella aspirase también a su propio poder absoluto”. (Las cursivas son mías, A. G.). Es clara
la dialéctica ruptura/continuidad que Marx desarrolla en su razonamiento sobre el Estado y su personal
burocrático, aún en el caso de una revolución social clásica como la francesa que marca el paso del poder
de una clase dominante a otra y la sustitución de un Estado por otro.
256 La guerra de clases en la Revolución Mexicana Adolfo Gilly
11
Del mismo modo, para dar un ejemplo actual, la trampa de los eurocomunistas no consiste en defender
las conquistas democráticas de los obreros europeos –conquistas reales logradas por la lucha de masas–
sino en presentarlas como la vía al socialismo y en concebir la lucha por el socialismo como un proceso de
ampliación y extensión constante de la democracia burguesa parlamentaria, y como un proceso de crecien-
te auto-organización del proletariado y los trabajadores con su propio programa de clases y sus organismos
democráticos de deliberación y decisión.
258 La guerra de clases en la Revolución Mexicana Adolfo Gilly
Estado: ese carácter no puede sino definirse con el nombre de la clase dominante
a cuyos intereses sirve fundamentalmente –no exclusivamente– el Estado. Por
eso el lenguaje marxista dice “Estado feudal”, “Estado burgués” o “Estado obrero”
cuando quiere aludir inconfundiblemente a su carácter de clase12.
Pero Estado no es lo mismo que gobierno. Un Estado burgués por su
connotación de clase, puede tener diversos tipos de régimen de gobierno,
desde la dictadura fascista hasta la república parlamentaria, del mismo modo
como puede tener diversos regímenes de gobierno un Estado obrero o un
Estado feudal, sin que por ello cambie su carácter de clase. Por eso, al calificar
de “bonapartista” al régimen surgido de la Revolución Mexicana, no se alude
al carácter de clase del Estado ni se está inventando un nuevo tipo de Estado
que no es ni burgués ni obrero. Se está hablando de otra cosa diferente: de su
sistema de gobierno. Quien no comprenda esto, estará haciendo una polémica
falsa contra la utilización de una categoría tan vieja como el método marxista,
que el marxismo revolucionario ha mantenido siempre actual en su instrumental
teórico para precisar el carácter específico de regímenes muy diversos entre sí.
¿Por qué es bonapartista el régimen que Obregón instaura después del
pronunciamiento de Agua Prieta? En esencia, porque se alza por encima de una
situación de equilibrio posrevolucionario entre las clases y asciende al poder
estatal apoyándose en varios sectores de clases contrapuestas, pero para hacer
la política de uno de ellos: la consolidación de una nueva burguesía nacional,
utilizando fundamentalmente la palanca del Estado para afirmar su dominación
y favorecer su acumulación de capital. Obregón sube apoyado por el ejército,
que ve con desconfianza las tentativas de restauración de Carranza; por los
campesinos zapatistas a través de Gildardo Magaña, que esperan el cese de la
represión carrancista y el reconocimiento legal de algunas de sus conquistas
revolucionarias que Carranza les niega; por los obreros de la CROM a través de
Luis N. Morones, que también se oponen a Carranza y conf ían en la aplicación
del pacto del artículo 123; por buena parte de la pequeñoburguesía urbana,
que busca la estabilidad y el cese de las conmociones revolucionarias, y sólo
lo ve posible a través de alguien capaz de mediar con obreros y campesinos;
por una parte de las clases poseedoras –industriales y aun terratenientes–, que
también buscan la estabilidad y el cierre del ciclo revolucionario para reflotar
sus negocios, y ven que el carrancismo es incapaz de asegurar esa perspectiva.
Por razones diferentes, y aun antagónicas, Obregón –como sus antecesores
clásicos, Napoleón Bonaparte (el tío) y luego Luis Bonaparte (el sobrino), en
12
Lo cual, dicho sea de paso, demuestra la pobreza teórica –o la cerrazón política– de quienes han
abolido o consideran tabú la categoría marxista clásica de “Estado obrero”.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 259
13
Trotsky definió al gobierno mexicano, en la época de Cárdenas, como “bonapartista sui generis”
(véase “La Administración obrera en la industria nacionalizada” y “Los sindicatos en la época del impe-
rialismo”, en León Trotsky, Escritos varios, México, Editorial Cultura Obrera, 1973). Estos análisis han
servido de guía teórica al movimiento trotskista latinoamericano desde entonces para comprender a
regímenes como el de Perón en Argentina o el de Villarroel en Bolivia, para citar ejemplos ya clásicos,
a quienes los Partidos Comunistas en su momento calificaron de “fascistas”. En mi libro La Revolución
interrumpida (y en su antecedente inmediato, la defensa política presentada ante los tribunales mexi-
canos en junio de 1968), utilizo los análisis de Trotsky y la categoría de “bonapartismo” para definir el
carácter del régimen de Obregón y de sus sucesores. En general, todas las tendencias del trotskismo
coinciden en considerar como una variante del bonapartismo a los gobiernos surgidos de la Revolución
Mexicana. Ninguna de ellas, sin embargo, pone en duda el carácter de clase burgués del Estado mexi-
cano ni –mucho menos– utiliza la expresión “revolución bonapartista”, incongruente en sí misma. En
buena teoría marxista, ambos términos se contraponen, ya que “bonapartismo” se refiere esencialmente
a un régimen político que surge de determinado equilibrio –prerrevolucionario o postrrevolucionario–
en la relación de fuerzas entre las clases, y “revolución” alude, en esencia, a una ruptura violenta de
todo equilibrio en esa relación de fuerzas. Los Bonapartes no hacen revoluciones: dan golpes de Estado.
260 La guerra de clases en la Revolución Mexicana Adolfo Gilly
con el Estado burgués engendrado por esta Revolución. Significa una nueva
revolución; pero sus premisas se nutren de las tradiciones de masas de la anterior.
Es a ese nivel donde se establece la continuidad, mientras al nivel programático
se opera la ruptura. Sin esta comprensión de los dos niveles, que corresponde a la
combinación de la Revolución Mexicana ya analizada, no se puede comprender
la combinación en movimiento de ruptura y continuidad, que es la esencia de
todo trascrecimiento de la conciencia de las masas desde un nivel programático
a otro superior, en este caso, desde el nivel nacionalista y revolucionario al
nivel socialista. Allí reside la cuestión esencial de toda revolución: organizar la
conciencia y, en consecuencia, la actividad de las masas. Pero esto no es posible si
se ignoran sus experiencias pasadas o se miden erróneamente sus conclusiones.
Por eso la importancia de un juicio preciso sobre la Revolución Mexicana para
cualquier proyecto revolucionario socialista presente y futuro.
En un plano más general, toda tarea organizativa de ese tipo requiere
comprender en toda su dimensión la conciencia y la experiencia adquiridas y
acumuladas por las masas y por la nación. El pueblo de México aprendió en su
propia historia que la revolución es violenta; ésa es la enseñanza del villismo y
del zapatismo. Su vanguardia obrera necesita hacer suya, en sus formas actuales
de organización, la lección fundamental del zapatismo: es necesario organizar a
la clase obrera y a las masas fuera del Estado, independientemente de éste; son
necesarios los órganos de decisión que representen y garanticen la autonomía de
la clase obrera y de las masas: es necesario el programa revolucionario de clase
que exprese esa autonomía.
La Revolución Mexicana modeló de abajo a arriba a este país. Forjó y
templó, en el sentido más extenso de la palabra, el carácter, la decisión, la
conciencia, las tradiciones del pueblo de México. Las masas que salieron de la
tormenta revolucionaria en 1920 no eran las mismas que la desencadenaron
en 1910: habían derribado varios gobiernos; habían destruido la clase de sus
opresores más odiados, los terratenientes; habían ocupado con sus ejércitos
revolucionarios la vieja capital de los opresores; habían derrotado, humillado y
destruido a su ejército, el mismo que por tantos años había sido el símbolo de la
represión y el terror contra las masas; habían ejercido formas de autogobierno;
habían ocupado y repartido tierras; habían enviado a sus jefes militares a la
Convención. En una palabra, habían irrumpido en la historia por primera vez,
tomando violentamente en sus manos, mientras la Revolución ardió, el gobierno
de sus propios destinos.
Ningún revolucionario puede preparar el futuro de México si no estudia,
comprende, asimila e incorpora al programa de la revolución socialista esa
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 263
experiencia y esas conclusiones colectivas de las masas del país. Ésta es nuestra
preocupación, no una discusión académica sobre nombres, por la interpretación
marxista de la Revolución Mexicana. Creemos que es esta misma preocupación
la que nos reúne a todos en este debate.
264 La guerra de clases en la Revolución Mexicana Adolfo Gilly
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 265
1
Alan Knight: “La Revolución Mexicana: ¿burguesa, nacionalista o simplemente ‘una gran rebelión’?”,
en Cuadernos Políticos, núm. 48, México, octubre-diciembre de 1986.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 267
que culminó en el imperio del PRI, ese típico y “muy mexicano” engendro
a la vez “revolucionario” e “institucional”. El texto fue sólo una aproxima-
ción, una especie de incursión en las playas de un océano de interpreta-
ciones, polémicas y teorías que colman bibliotecas y hemerotecas y que
siguen siendo una cuestión candente en la política cotidiana del país.
Pero ya desde ésta, que fue una de mis primeras exposiciones siste-
máticas de la teoría del bonapartismo mexicano, el debate reverbera en
sus páginas. Durante el ciclo mismo de las conferencias, como se puede
apreciar más adelante, debí aclararle a Arnaldo Córdova su errónea in-
terpretación de la concepción general del bonapartismo en Marx así
como de su aplicación a la experiencia mexicana de Trotsky, quienes
nunca consideraron al bonapartismo como revolucionario sino todo
lo contrario. Fue tan evidente la malinterpretación que hacía el profesor
Córdova que también Adolfo Gilly dedicó en su texto algunas líneas para
polemizar con él sobre el particular. Después, por mi parte, he escrito
abundantemente sobre el tema empezando con los dos tomos de El bona-
partismo mexicano, (Juan Pablos, primera edición, 1982) y más reciente-
mente en mi libro El escándalo del Estado / Una teoría del poder político
en México, (Fontamara, 2000).
Más aún, cito al final de ensayo un párrafo de uno de los documentos
programáticos del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), que
recién acababa de fundarse en 1976 y del cual era yo entonces uno de sus
miembros dirigentes. El objetivo de la cita era mostrar la importancia que
tenía la caracterización correcta del régimen bonapartista no sólo para mí
en particular, sino para enfatizar como el nuevo partido se armaba teóri-
camente lo mejor posible para comprender al Estado que enfrentaba en su
lucha revolucionaria.
Hoy la situación es diferente y sólo me restaría reconocer aquí que
todavía debemos una explicación exhaustiva del proceso de decadencia
del longevo régimen de los bonapartes priístas cuya crisis final comenzó
con el fraude electoral de 1988 que llevó a la presidencia a Carlos Salinas
de Gortari y que terminó en el año 2000 con la transición electoral pacta-
da con el Partido de Acción Nacional (PAN). La tarea ante nosotros es des-
cifrar la evolución del “nuevo régimen democrático” cuyos dos gobiernos
panistas han demostrado que todavía están lejos de haber superado por
completo la herencia del corporativismo y los mecanismos característi-
cos del tradicional sistema priísta.
La hibridez y malformación del nuevo “régimen democrático” lo han
puesto rápidamente en crisis. Primeramente en 2006 cuando el presi-
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 269
dente Vicente Fox debió recurrir a otro gigantesco fraude electoral para
lograr imponer una sucesión presidencial “a modo”, es decir, poniendo en
la silla presidencial a uno de su partido. Esto último determinó que desde
su inicio el gobierno de Felipe Calderón, con la pesada carga ilegítima de
su origen, sacara al ejército de sus cuarteles para emprender una “gue-
rra contra la delincuencia del narcotráfico” que cada vez más muestra su
verdadero carácter de una ofensiva intimidatoria y represiva contra una
población cuyo descontento aumenta.
La pertinencia candente de esta interpretación teórica para la acción
política revolucionaria es evidente en este momento histórico próximo
a las elecciones presidenciales del 2012 en las que el pueblo trabajador
está confrontado ante una aparentemente fatal disyuntiva: o seguir pa-
deciendo la devastación de los gobiernos de la derecha clerical panista o
volver a ser las víctimas de la dominación del decrépito PRI, cuyo regreso
vengativo sería de temerse.
El nuevo movimiento socialista revolucionario que está surgiendo en
México, todavía disperso, pero que el proceso de la lucha de clases hará
que sus mejores elementos converjan cada vez más hacia la unificación de
sus fuerzas, tiene en su seno los acervos de lucidez y profundidad capaces
de lograr el desciframiento de la compleja situación por la que atraviesa
la recomposición de la dominación capitalista en el país. De esa tarea
depende, en gran medida, la correcta derivación de las líneas políticas
revolucionarias conducentes para forjar el programa y la organización
de la alternativa independiente, democrática y socialista absolutamente
necesaria para garantizarla victoria de las futuras luchas populares.
Septiembre de 2010
Este trabajo estará dedicado a precisar uno de los aspectos fundamentales del pro-
ceso revolucionario mexicano. A saber, el del Estado surgido de la Revolución, sus
nexos con ella, sus contradicciones internas, su historia, su caracterización y su
perspectiva, pues, a casi sesenta años de que surgió, sigue vigente en la actualidad.
Tanto en el capítulo de Adolfo Gilly como en el de Arnaldo Córdova, se ha
presentado un panorama socioeconómico amplio y verídico de las fuerzas sociales
presentes en el proceso. Armando Bartra, por su parte, ha explicado detallada y
magistralmente las razones por las cuales la alternativa proletaria se frustró, fue
incapaz de fusionarse con la fuerza más dinámica y poderosa de la Revolución y
acabó abriendo la puerta a las soluciones burguesas. Mi esfuerzo se concentrará en
270 Estado y Revolución en el proceso mexicano Manuel Aguilar Mora
2
Jacques Valier: “Impérialisme et révolution permanente”, en Critiques de l'économie politique, núm.
4-5, julio-diciembre de 1971, París, pp. 4-9.
3
Ernest Mandel: “La estructuración del mercado imperialista”, en El capitalismo tardío, Ediciones Era,
1979, México, pp. 272-279.
272 Estado y Revolución en el proceso mexicano Manuel Aguilar Mora
por sectores,
Azúcar 629 757 2 503 825 México, 1961, pp. 71-83.
4
Ibidem, p. 284.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 273
5
Francois Chevalier: “Un factor decisivo de la revolución agraria en México: la insurrección de Zapata,
1911-1919”, en Cuadernos Americanos, CXIII, núm. 6 (noviembre de 1960), pp. 167-187.
6
Friedrich Katz: “Condiciones de trabajo en las haciendas de México durante el porfiriato: modalidades y
274 Estado y Revolución en el proceso mexicano Manuel Aguilar Mora
tendencias”, en La servidumbre en México en la época porfiriana, México, Sep Setentas, 1976, p. 40.
7
Eric Wolf: Las luchas campesinas del Siglo XX, México, Siglo XXI, 1969, p. 37.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 275
resistencia a las fuerzas antipopulares de todo tipo, hasta llegar a las porfiristas,
son las que determinaron el estallido y el desarrollo revolucionarios. Son las que
explican, a fin de cuentas, el por qué fue en México y no en otro país de América
Latina, en donde se produjo la más formidable oposición a la penetración impe-
rialista antes de la Revolución Cubana. Es la incorporación de este aspecto subje-
tivo en el análisis de la revolución lo que permite hacer a éste global y, por tanto,
consecuente con los intereses del proletariado; determinación y criterio de crite-
rios para permanecer en el ámbito de una concepción marxista revolucionaria.
El carácter permanente de la Revolución Mexicana encuentra su fundamento
en el hecho de que su fuerza motriz principal la constituyó esta masa semiproleta-
rizada y campesina que se incrustó al principio en la fisura que el sector liberal de
Madero hizo en el aparato dirigente al lanzarse a una insurrección armada contra
la dictadura de Díaz y que lo desbordó después cuando Madero, fiel a sus intereses
de clase, pactó con el ancien régime para enfrentarse a sus antiguos aliados campe-
sinos. La operación maderista definió a la perfección los deseos y las limitaciones
del sector burgués liberal y modernizador, ante todo norteño, que entró en contra-
dicción con el régimen autocrático de Díaz. Subjetivamente, si el maderismo hu-
biera dominado el proceso revolucionario (y básicamente incluyo al carrancismo
en la misma corriente), la Revolución Mexicana se habría quedado en una reforma
política muy profunda, pero totalmente encuadrada dentro de un régimen y unas
relaciones de clase sustancialmente semejantes a las del porfirismo.
El carácter permanente de la Revolución Mexicana fue dado por el desborda-
miento político de las masas semiproletarizadas del campesinado que emprendie-
ron la resolución de las tareas democrático-burguesas en una forma plebeya, dado
el hecho de que la burguesía estaba simplemente en contra de resolver tales tareas
(como fue el caso de los sectores oligárquicos, los mayoritarios que fueron fieles
a Díaz hasta el final y que apoyaron después el golpe de estado restauracionista
de Victoriano Huerta) o era conciliadora y titubeante, acabando en capituladora
(como el grupo liberal de Madero, minoritario dentro de la clase dirigente).
Este fenómeno, precisamente, fue destacado desde 1848 por Marx y Engels.
Existen muchas citas que podrían ser traídas aquí para mostrar que los dos clá-
sicos constataron desde ese entonces la impotencia y pusilanimidad de la bur-
guesía alemana ante las tareas burguesas de la revolución. Objetivamente Marx
y Engels reconocían el carácter burgués de dichas tareas, pero subjetivamente
tanto preparaban al proletariado para forjar una alianza con la burguesía para
resolverlas, como advertían al primero de los titubeos crecientes de la última,
titubeos que acabaron en impotencia y cobardía absolutas.
Ya Daniel Guérin nos ha mostrado en su notable y enjundioso estudio sobre
la gran Revolución Francesa de 1789, el carácter dual del enfoque marxista de la
276 Estado y Revolución en el proceso mexicano Manuel Aguilar Mora
8
Daniel Guérin: La revolution française et nous, La Taupe, Bruselas, 1969, pp. 11-17.
9
lbidem, pp. 89-97.
10
Karl Marx y Friedrich Engels: The Holy Family or Critique of Critical Criticism, Moscú, 1956, p. 161.
[Hay traducción española: Karl Marx y Friedrich Engels, La Sagrada Familia, México, Ed. Grijalbo, 1967].
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 277
marcha que profundiza su sendero, en el cual no hay ningún anuncio que señale,
como ciertos teóricos de hecho plantean:
¡ ATENCIÓN!
¡REVOLUCIÓN BURGUESA!
¡PROHIBIDO IR MÁS LEJOS!
Es dentro de esta concepción marxista clásica como podemos explicar por qué
en México el proceso de la Revolución, debido a que no fue detenido ni derrotado
en la forma en que lo han sido otras revoluciones, “aunque híbrido, confuso, medio
ciego y medio sordo” (Trotsky dixit), logró conquistas sustanciales que cambiaron
el panorama de la formación social mexicana. En México, como país atrasado, con
un proletariado industrial muy minoritario y políticamente preparado de modo
insuficiente para unir al campesinado y tomar el poder, no podía, necesariamente,
concluirse la revolución democrática11. Si agregamos que las insuficiencias socia-
les y estructurales del proletariado se reflejan, aunque no mecánicamente, en su
propia dirección más avanzada, a saber, el magonismo, se puede ver con más cla-
ridad por qué el proceso revolucionario quedaría incompleto.
No es necesario añadir más al análisis riguroso de Armando Bartra sobre el
magonismo, que en general compartimos. Basta decir que esta ausencia prole-
taria, de su partido dirigente, no significa que la Revolución fue menos revolu-
cionaria, que el empuje campesino se dio con menos intensidad. No hay nada
fatalista en esta verificación. Lo dramático fue que todo ese empuje vital no fue
concentrado en una victoria histórica de carácter socialista, como la que se daría
contemporáneamente en Rusia en 1917. Significa que el proletariado debe po-
nerse a tono con la dinámica revolucionaria de sus aliados campesinos naturales,
que varias veces lo han sobrepasado en la historia de México.
A estas alturas no es posible dejar de señalar una divergencia sustancial que
tenemos tanto con la concepción de la Revolución Mexicana del profesor Arnal-
do Córdova como del profesor Enrique Semo, ambos autores reconocidos por su
amplio y profundo estudio de la cuestión12.
11
Dice Trotsky: “En un país atrasado semicolonial o colonial en que el proletariado esté insuficiente-
mente preparado para unir al campesinado y para tomar el poder, no se puede llevar a su conclusión la
revolución democrática”: en Permanent Revolution, Nueva York, 1963, p. 155. [Hay traducción españo-
la, La revolución permanente, Juan Pablos, México, 1979].
12
Arnaldo Córdova: La ideología de la Revolución Mexicana, México, Era, 1974. Enrique Semo: “Acerca
del ciclo de las revoluciones burguesas en México”, en Socialismo, núm. 3, 3er. trimestre de 1975.
278 Estado y Revolución en el proceso mexicano Manuel Aguilar Mora
13
El autor hace referencia a la obra Interpretaciones de la Revolución Mexicana, publicada por Editorial
Nueva Imagen.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 279
14
Enrique Semo, op. cit., p. 74.
280 Estado y Revolución en el proceso mexicano Manuel Aguilar Mora
‘Alguien ha dicho que si Dios no existiera habría que crearlo’. Los mencheviques ru-
sos no poco lucharon para hacer una realidad la “burguesía democrática” que sólo
existía en sus sueños por “occidentalizar” a Rusia. Los estalinistas mexicanos (de los
años treinta) tuvieron mejor suerte. Consecuentes hasta la ignominia con su teoría
de la revolución por etapas, moldearon la realidad según sus postulados. ¿Que en los
años treinta las fuerzas revolucionarias las constituían los obreros y campesinos? ¿Que
la burguesía nacional brillaba por su notoria ausencia en el campo revolucionario y
cuando emitía un gruñido era para atacar a Cárdenas? ¿Que la realidad chocaba di-
rectamente contra su teoría? ¿Que no había el sujeto-histórico capaz de desempeñar
el papel “progresista” en favor de la “liberación nacional” dentro de los límites del “ca-
pitalismo nacional”? Pues entonces había que cambiar la realidad, crear esa clase con
las propias manos o, en todo caso, dándole todas las oportunidades: un movimiento
revolucionario encauzado en cuerpo y alma a hacer de nuestro país un modelo del
capitalismo democrático; un movimiento obrero organizado verticalmente y encade-
nado de pies y manos al carro gubernamental; una ideología “nacionalista”; un sentido
de orgullo por la “originalidad” de la experiencia mexicana, en fin, la posibilidad de
hacer un capitalismo surgido de la última “revolución democrático-burguesa” de la
historia y la única de América Latina. Los estalinistas mexicanos hicieron todo lo que
estuvo a su alcance para justificar su teoría en la realidad. Para ellos, consecuentes
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 281
estalinistas, hasta su existencia misma estaba en cuestión con tal de hacer realidad
la teoría. ¿Que la teoría puesta en práctica implicaba su desaparición como partido?
Tanto peor para el partido15.
15
Manuel Aguilar Mora: La crisis de la izquierda en México (orígenes y desarrollo), México, Juan Pablos
Editor, 1978, 192 pp., p. 60.
16
Friedrich Katz, op. cit., pp. 60 y 71.
282 Estado y Revolución en el proceso mexicano Manuel Aguilar Mora
Resumiendo, las causas más importantes de las revoluciones campesinas han sido la
ausencia de una revolución comercial en la agricultura conducida por las clases diri-
gentes agrarias y la sobrevivencia consecuente de las instituciones sociales campesinas
en la era moderna en que son sometidas a nuevas tensiones y compulsiones. [...] Por
sí mismos los campesinos no son capaces de realizar completamente una revolución.
[...] Los campesinos tienen que tener líderes de otras clases. Pero no basta la dirección.
[...] De hecho las insurrecciones campesinas han sido más frecuentemente reprimidas
de lo que han triunfado. Pero cuando triunfan, “los campesinos han suministrado la
dinamita para echar abajo el viejo edificio del ancien régime”17.
Barrington Moore y Eric Wolf, entre los más destacados analistas del campe-
sinado, señalan de manera abundante cómo, en la actualidad, las insurrecciones
campesinas tienden a adoptar un contenido netamente anticapitalista. En el caso
de México ha sido, ante todo, el estudio exhaustivo de la insurrección zapatista el
que ha permitido comprender lo anterior. Tanto Sotelo Inclán, como Chevalier y
Womack, han destacado el aspecto no disoluble en el maderismo y el carrancis-
mo –las corrientes democráticas burguesas de la revolución–, del zapatismo18.
En sus estudios sobre el villismo, Friedrich Katz también ha observado el ca-
rácter no únicamente democrático-burgués de los vaqueros, pastores y agriculto-
res semiproletarizados de los ejércitos villistas. Incluso más, la estructura del gran
latifundio norteño y su acceso mucho más avanzado a la empresa agrocapitalista,
condicionaron una mentalidad, en ciertos aspectos, más cercana a las ideas demo-
cráticas radicales modernas que la de los campesinos del sur más vinculados a la
tradicional comunidad campesina. En efecto, el villismo expropiaba las haciendas
en su conjunto, pero no las dividía sino que se entregaban al “Estado”. A través de
estas expropiaciones era posible mantener a los ejércitos villistas y a los familiares
17
Barrington Moore Jr.: Social Origins of Dictatorship and Democracy, Londres, Penguin, Harmond-
sworth, 1969, pp. 477-479.
18
John Womack: Zapata y la Revolución Mexicana, Siglo XXI, 3ª edición, 1970. Jesús Sotelo Inclán:
Raíz y razón de Zapata, México, El Colegio de México, 1973.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 283
de los soldados pues, como dice Katz, “mujeres y niños acompañaban a los soldados
y eran alimentados por ellos. Nada es más característico de los ejércitos revolucio-
narios mexicanos que las ‘soldaderas’, mujeres-soldado que acompañaban por mi-
llares al ejército, fuerza que no era tanto militar sino una real ‘migración popular’”19.
La máquina guerrera de la División del Norte, provista de las mejores armas
conseguidas en la frontera a cambio de ganado y otros productos, no fue una
fuerza burguesa. Al contrario, fue el yunque en que se estrelló y fue aplastado el
fiero ejército burgués porfirista. Los golpes asestados por esta poderosa fuerza
militar, dirigidos contra la burguesía porfiriana, impusieron una nueva relación
de fuerzas en el país; cambio que se expresaba en las invasiones de tierra, en las
expropiaciones de facto de los latifundios, en la imposición de nuevas relaciones
de clase en el agro mexicano que el espíritu restauracionista del carrancismo
no pudo liquidar, a pesar de su represión sangrienta del zapatismo y el villismo.
Ante esta dura derrota política de la burguesía, el proyecto democrático-bur-
gués representado por Carranza no lograba sustanciarse. La burguesía, sin haber
desaparecido ni mucho menos, como clase social se encontraba a la defensiva, de
ninguna manera capacitada para gobernar. De esta forma, el trabajo revolucio-
nario del campesinado, a pesar de aparentar el trabajo de Sísifo, es aprovechado,
al nivel político, por la capa de origen pequeñoburgués, alrededor de Obregón,
Calles, De la Huerta, Maycotte, Alvarado, Hill y demás militares jacobinos que,
a pesar de ser sustancialmente diferentes del zapatismo y el villismo, habían po-
dido confluir parcialmente con ellos en la Convención de Aguascalientes. Esta
capa intermedia prevaleció como capa hegemónica en una situación en que las
clases fundamentales estaban agotadas o carecían de proyectos realistas y reali-
zables. Sobre los cadáveres, de un lado, de Zapata y Villa y, de otro, de Madero
(en el golpe de Huerta) y Carranza (en el golpe de estado de 1920 de los sono-
renses), Obregón y sus compadres, con su séquito de licenciados y maestros,
representaban los guías de una nación en el impasse.
Liquidados Zapata y Villa, el campesinado –que a pesar de lo anterior no
podía ser aplastado completamente– debía promover a nuevos dirigentes, los
cuales necesariamente fueron los vinculados a Obregón y sus compadres. Aun-
que representantes de un proyecto distinto y, con relación al de Zapata, contra-
rrevolucionario, el grupo sonorense representaba, a los ojos campesinos, por lo
menos una garantía contra la restauración burguesa a la porfiriana. Sin duda,
es en esta dialéctica de la derrota-victoria parcial del campesinado en donde se
encuentran todos los enigmas posteriores de la Revolución y su principal conse-
cuencia, el nuevo “Estado revolucionario”.
19
Citado por Eric Wolf: Las luchas campesinas del siglo XX, México, Siglo XXI, 1969, pp. 59-60.
284 Estado y Revolución en el proceso mexicano Manuel Aguilar Mora
20
León Trotsky: “Où va la France?”, en Ecrits 1928-1940, t. II, París, 1958, p. 7. [Hay traducción al
español en línea en la página del Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones “León Trotsky”.
“¿Adónde va Francia?”, versión digitalizada de la traducción publicada por Editorial Pluma, en Bogo-
tá.] En otra parte Trotsky define así al bonapartismo: “En ello reside la función más importante del
bonapartismo: al elevarse por arriba de los campos beligerantes para proteger el orden y la propiedad,
reprime por medio del aparato militar-policiaco a la guerra civil, impidiéndola o no permitiendo su
reanimación”, “La tragedie de la classe ouvriére allemande” y “La révolution espagnole”, en Ecrits 1928-
1940, t. III, París, 1959, p. 335. [Hay traducción al español en línea en la página del Centro de Estudios,
Investigaciones y Publicaciones “León Trotsky”. “La tragedia de la clase obrera alemana” y “La Revo-
lución Española”, versiones digitalizadas de la traducción publicada por Editorial Pluma, en Bogotá.]
21
Reforma Política, Gaceta informativa de la Comisión Federal Electoral, núm. 1, 28 de abril de 1977, p. 16.
22
Manuel Aguilar Mora: “De Echeverría a López Portillo: del crepúsculo a la noche del bonapartismo”,
en El bonapartismo mexicano II / Crisis y petróleo, México, Juan Pablos, 1982, p. 145-50.
286 Estado y Revolución en el proceso mexicano Manuel Aguilar Mora
23
León Trotsky: La Revolución traicionada, México, Juan Pablos, 1972, cap. XI.
24
Manuel Aguilar Mora, “De Echeverría a...”, op. cit., pp. 32-33.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 287
La característica del bonapartismo tanto con respecto a los obreros como a los capita-
listas, es que les impide luchar entre ellos. Esto es, defiende a la burguesía frente a los
ataques violentos de los obreros, favorece las pequeñas escaramuzas pacíficas entre las
dos clases, arrebatándoles al mismo tiempo, tanto a unos como a otros, todo espacio
de poder político. Sin derechos a asociación, sin derecho de reunión, sin libertad de
prensa. El sufragio universal, bajo la presión de la burocracia, hace imposible toda
elección de la oposición. Es, en fin, un régimen policiaco[...]26.
¿Qué mejor definición podríamos dar del sistema mexicano que haga una
25
Idem.
26
Karl Marx y Friedrich Engels: Ecrits militaires, París, L’Herne, 1970, p. 357.
288 Estado y Revolución en el proceso mexicano Manuel Aguilar Mora
descripción más acabada que ésta del viejo Engels, acuñada hace un siglo?
Resta, finalmente, poner algunos puntos sobre las íes. En efecto, el profesor
Córdova ha dedicado parte de su capítulo a impugnar la caracterización aquí
planteada del gobierno mexicano. Con el afán de precisar, cito textualmente el
párrafo del profesor Córdova: “Trotsky escribió pocos años antes de morir que
el régimen de la revolución mexicana era ‘bonapartista’, y los trotskistas nos si-
guen hablando de una revolución ‘bonapartista’.” Esta primera cita sólo merece el
siguiente comentario: ¿dónde, entre los escritos trotskistas, el profesor Córdova
encontró esa caracterización de la revolución como “bonapartista”? Es correcto
que consideramos al régimen de la Revolución Mexicana como tal, pero hemos
explicado ya en esta conferencia nuestra concepción de la Revolución Mexicana
como permanente, como una revolución democrático-burguesa que fue desbor-
dada varias veces por fuerzas anticapitalistas que apuntaban, sin conseguirlo, a
un proyecto diferente al burgués, sin ser estrictamente socialista.
Más adelante, el profesor Córdova, citando textualmente un párrafo de
Trotsky, hace una conclusión abusiva. El texto de Trotsky es el siguiente:
Que el Estado se coloque por encima de las diferentes fracciones de la clase dominante
y de todas las clases sociales, porque sólo así puede dirigirlas a todas y sólo así puede
ejercer el dominio sobre el conjunto de la sociedad, no autoriza en modo alguno a
afirmar que el Estado sea ‘neutral’ frente a las clases sociales mismas (‘ni burgués ni
proletario’). Ésta es una de las mayores falacias que encierra la tesis del ‘bonapartismo’.
Todo Estado es un Estado de clase.
27
León Trotsky: El programa de transición y otros escritos, México, Editorial Cultura Obrera, 1973, p. 168.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 289
28
Ibidem, pp. 169-170.
29
Antonio Gershenson: El rumbo de México, México, Ed. Solidaridad, abril de 1976.
30
“Tesis del PRT sobre la Revolución Mexicana (pasada y futura)” en Resoluciones del Congreso de Fun-
dación del PRT, México, 1977, pp. 15-16.
290 Estado y Revolución en el proceso mexicano Manuel Aguilar Mora
Parte III
Memorias de la Revolución
292 Estado y Revolución en el proceso mexicano Manuel Aguilar Mora
Manifiesto
La Junta Organizadora del Partido Liberal
Mexicano al Pueblo de México
Mexicanos:
La Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano ve con simpatía vuestros esfuerzos
para poner en práctica los altos ideales de emancipación política, económica y social, cuyo
imperio sobre la tierra pondrá fin a esa ya bastante larga contienda del hombre contra el
hombre, que tiene su origen en la desigualdad de fortunas que nace del principio de la
propiedad privada.
Abolir ese principio significa el aniquilamiento de todas las instituciones políticas,
económicas, sociales, religiosas y morales que componen el ambiente dentro del cual se
asfixian la libre iniciativa y la libre asociación de los seres humanos que se ven obligados,
para no perecer, a entablar entre sí una encarnizada competencia, de la que salen triunfan-
tes, no los más buenos, ni los más abnegados, ni los mejor dotados en lo f ísico, en lo moral
o en lo intelectual, sino los más astutos, los más egoístas, los menos escrupulosos, los más
duros de corazón, los que colocan su bienestar personal sobre cualquier consideración de
humana solidaridad y de humana justicia.
Sin el principio de la propiedad privada no tiene razón de ser el gobierno, necesario
tan sólo para tener a raya a los desheredados en sus querellas o en sus rebeldías contra los
detentadores de la riqueza social; ni tendrá razón de ser la Iglesia, cuyo exclusivo objeto
es estrangular en el ser humano la innata rebeldía contra la opresión y la explotación por
la prédica de la paciencia, de la resignación y de la humildad, acallando los gritos de los
instintos más poderosos y fecundos con la práctica de penitencias inmorales, crueles y
nocivas a la salud de las personas y, para que los pobres no aspiren a los goces de la tierra y
constituyan un peligro para los privilegios de los ricos, prometen a los humildes, a los más
resignados, a los más pacientes, un cielo que se mece en el infinito, más allá de las estrellas
que se alcanzan a ver.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 293
Capital, autoridad, clero: he ahí la trinidad sombría que hace de esta bella tierra un pa-
raíso para los que han logrado acaparar en sus garras por la astucia, la violencia y el crimen,
el producto del sudor, de la sangre, de las lágrimas y del sacrificio de miles de generaciones
de trabajadores y un infierno para los que con sus brazos y su inteligencia trabajan la tie-
rra, mueven la maquinaria, edifican las casas, transportan los productos, quedando de esa
manera dividida la humanidad en dos clases sociales de intereses diametralmente opues-
tos: la clase capitalista y la clase trabajadora; la clase que posee la tierra, la maquinaria de
producción y los medios de transportación de las riquezas, y de la clase que no cuenta más
que con sus brazos y su inteligencia para proporcionarse el sustento.
Entre estas dos clases sociales no puede existir vínculo alguno de amistad ni de fraterni-
dad, porque la clase poseedora está siempre dispuesta a perpetuar el sistema económico, po-
lítico y social que garantiza el tranquilo disfrute de sus rapiñas, mientras la clase trabajadora
hace esfuerzos por destruir ese sistema inocuo para instaurar un medio en el cual la tierra,
las casas, la maquinaria de producción y los medios de transportación sean de uso común.
Mexicanos:
El Partido Liberal Mexicano reconoce que todo ser humano, por el solo hecho de venir a la
vida, tiene derecho a gozar de todas y cada una de las ventajas que la civilización moderna
ofrece, porque esas ventajas son el producto del esfuerzo y del sacrificio de la clase traba-
jadora de todos los tiempos.
El Partido Liberal Mexicano reconoce, como necesario, el trabajo para la subsistencia, y, por
lo tanto, todos, con excepción de los ancianos, de los impedidos e inútiles y de los niños,
tienen que dedicarse a producir algo útil para poder dar satisfacción a sus necesidades.
El Partido Liberal Mexicano reconoce que la autoridad y el clero son el sostén de la iniquidad
capital, y, por lo tanto, la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano ha declarado
solemnemente guerra a la autoridad, guerra al capital, guerra al clero.
Mexicanos:
Por esto es por lo que lucha el Partido Liberal Mexicano. Por esto es por lo que derrama
su sangre generosa una pléyade de héroes, que se baten bajo la bandera roja al grito pres-
tigioso de ¡Tierra y Libertad!
Los liberales no han dejado caer las armas a pesar de los tratados de paz del traidor Ma-
dero con el tirano Díaz, y a pesar también, de las incitaciones de la burguesía, que ha tratado
de llenar de oro sus bolsillos, y esto ha sido así, porque los liberales somos hombres conven-
cidos de que la libertad política no aprovecha a los pobres, sino a los cazadores de empleos; y
nuestro objeto no es alcanzar empleos ni distinciones, sino arrebatarlo todo de las manos de
la burguesía, para que todo quede en poder de los trabajadores.
296 Manifiesto La Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano al Pueblo de México
Mexicanos:
Si queréis ser de una vez libres no luchéis por otra causa que no sea la del Partido Liberal
Mexicano. Todos os ofrecen libertad política para después del triunfo: los liberales os in-
vitamos a tomar la tierra, la maquinaria, los medios de transportación y las casas desde
luego, sin esperar a que nadie os dé todo ello, sin aguardar a que una ley decrete tal cosa,
porque las leyes no son hechas por los pobres sino por señores de levita, que se cuidan bien
de hacer leyes en contra de su casta.
Es el deber de nosotros los pobres trabajar y luchar por romper las cadenas que nos
hacen esclavos. Dejar la solución de nuestros problemas a las clases educadas y ricas es po-
nernos voluntariamente entre sus garras. Nosotros los plebeyos; nosotros los andrajosos;
nosotros los hambrientos; los que no tenemos un terrón donde reclinar la cabeza; los que
vivimos atormentados por la incertidumbre del pan de mañana para nuestras compañeras
y nuestros hijos; los que, llegados a viejos, somos despedidos ignominiosamente porque ya
no podemos trabajar, toca a nosotros hacer esfuerzos poderosos, sacrificios mil para destruir
hasta sus cimientos el edificio de la vieja sociedad, que ha sido hasta aquí una madre cariñosa
para los ricos y los malvados, y una madrastra huraña para los que trabajan y son buenos.
Todos los males que aquejan al ser humano provienen del sistema actual, que obliga
a la mayoría de la humanidad a trabajar y a sacrificarse para que una minoría privilegiada
satisfaga todas sus necesidades y aun todos sus caprichos, viviendo en la ociosidad y en el
vicio. Y menos malo si todos los pobres tuvieran asegurado el trabajo; como la producción
no está arreglada para satisfacer las necesidades de los trabajadores sino para dejar utili-
dades a los burgueses, éstos se dan maña para no producir más que lo que calculan que
pueden expender, y de ahí los paros periódicos de las industrias o la restricción del número
de trabajadores, que proviene, también del hecho del perfeccionamiento de la maquinaria,
que suple con ventaja los brazos del proletariado.
Para acabar con todo eso es preciso que los trabajadores tengan en sus manos la tierra
y la maquinaria de producción, y sean ellos los que regulen la producción de las riquezas
atendiendo a las necesidades de ellos mismos.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 297
Mexicanos:
Con la mano puesta en el corazón y con nuestra conciencia tranquila, os hacemos un for-
mal y solemne llamamiento a que adoptéis, todos, hombres y mujeres, los altos ideales del
Partido Liberal Mexicano. Mientras haya pobres y ricos, gobernantes y gobernados, no
habrá paz, ni es de desearse que la haya porque esa paz estaría fundada en la desigualdad
política, económica y social, de millones de seres humanos que sufren hambre, ultrajes,
prisión y muerte, mientras una pequeña minoría goza toda suerte de placeres y de liberta-
des por no hacer nada.
¡A la lucha!; a expropiar con la idea del beneficio para todos y no para unos cuantos,
que esta guerra no es una guerra de bandidos, sino de hombres y mujeres que desean que
todos sean hermanos y gocen, como tales, de los bienes que nos brinda la naturaleza y el
brazo y la inteligencia del hombre han creado, con la única condición de dedicarse cada
quien a un trabajo verdaderamente útil.
298 Manifiesto La Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano al Pueblo de México
¡Tierra y Libertad!
Fuente: Jesús Silva Herzog: Breve historia de la Revolución Mexicana / Los antecedentes y la etapa maderista, México D.F.,
Fondo de Cultura Económica, 2000.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 299
Plan de Ayala
28 de noviembre de 1911
Plan Libertador de los hijos del Estado de Morelos afiliados al Ejército Insurgente que
defiende el cumplimiento del Plan de San Luis, con las reformas que ha creído convenien-
te aumentar en beneficio de la Patria Mexicana.
Los que subscribimos, constituidos en Junta Revolucionaria, para sostener y llevar a cabo
las promesas que hizo la Revolución del 20 de noviembre de 1910, próximo pasado, de-
claramos solemnemente ante la faz del mundo civilizado, que nos juzga, y ante la Nación
a que pertenecemos y amamos, los propósitos que hemos formulado para acabar con la
tiranía que nos oprime y redimir a la patria de las dictaduras que nos imponen, las cuales
quedan determinadas en el siguiente Plan.
1.° Teniendo en consideración que el pueblo mexicano acaudillado por Don Francisco I.
Madero fue a derramar su sangre para conquistar sus libertades y reivindicar sus de-
rechos conculcados, y no para que un hombre se adueñara del Poder violando los sa-
grados principios que juró defender bajo el lema de “Sufragio efectivo, no reelección”,
ultrajando la fe, la causa, la justicia y las libertades del pueblo; teniendo en considera-
ción que ese hombre a que nos referimos es Don Francisco I. Madero, el mismo que
inició la precitada Revolución, el cual impuso por norma su voluntad e influencia al
Gobierno Provisional del expresidente de la República, Lic. Don Francisco L. de La
Barra, por haberle aclamado el pueblo su Libertador, causando con este hecho reite-
rados derramamientos de sangre, y multiplicadas desgracias a la Patria de una manera
solapada y ridícula, no teniendo otras miras que satisfacer que sus ambiciones perso-
nales, sus desmedidos instintos de tirano y su profundo desacato al cumplimiento de
las leyes preexistentes emanadas del inmortal Código de 57 escrito con la sangre de los
revolucionarios de Ayutla.
Teniendo en consideración: que el llamado Jefe de la Revolución libertadora de Méxi-
co C. Don Francisco I. Madero, no llevó a feliz término la Revolución que tan glorio-
samente inició con el apoyo de Dios y del pueblo, puesto que dejó en pie la mayoría de
poderes gubernativos y elementos corrompidos de opresión del Gobierno dictatorial
de Porfirio Díaz, que no son, ni pueden ser en manera alguna la legítima representa-
ción de la Soberanía Nacional, y que por ser acérrimos adversarios nuestros y de los
principios que hasta hoy defendemos, están provocando el malestar del país y abrien-
300 Plan de Ayala
do nuevas heridas al seno de la Patria para darle a beber su propia sangre; teniendo
también en cuenta que el supradicho señor Francisco I. Madero, actual Presidente de
la república trata de eludir el cumplimiento de las promesas que hizo a la Nación en
el Plan de San Luis Potosí, ciñendo las precitadas promesas a los convenios de Ciudad
Juárez, ya nulificando, encarcelando, persiguiendo o matando a los elementos revolu-
cionarios que le ayudaron a que ocupara el alto puesto de Presidente de la república
por medio de sus falsas promesas y numerosas intrigas a la Nación.
Teniendo igualmente en consideración que el tantas veces repetido sr. Francisco I.
Madero ha tratado de acallar con la fuerza brutal de las bayonetas y de ahogar en san-
gre a los pueblos que le piden, solicitan o exigen el cumplimiento de sus promesas a la
Revolución llamándoles bandidos y rebeldes, condenándolos a una guerra de extermi-
nio, sin conceder ni otorgar ninguna de las garantías que prescriben la razón, la jus-
ticia y la ley; teniendo igualmente en consideración que el Presidente de la república,
señor Don Francisco I. Madero, ha hecho del Sufragio Efectivo una sangrienta burla
al pueblo, ya imponiendo contra la voluntad del mismo pueblo en la Vicepresidencia
de la república al Lic. José María Pino Suárez, o ya a los gobernadores de los estados
designados por él, como el llamado General Ambrosio Figueroa, verdugo y tirano del
pueblo de Morelos; ya entrando en contubernio escandaloso con el partido científico,
hacendados feudales y caciques opresores, enemigos de la Revolución proclamada por
él, a fin de forjar nuevas cadenas y de seguir el molde de una nueva dictadura, más
oprobiosa y más terrible que la de Porfirio Díaz, pues ha sido claro y patente que ha
ultrajado la Soberanía de los Estados, conculcando las leyes sin ningún respeto a vidas
e intereses, como ha sucedido en el estado de Morelos y otros, conduciéndonos a la
más horrorosa anarquía que registra la historia contemporánea; por estas considera-
ciones declaramos al susodicho Francisco I. Madero inepto para realizar las promesas
de la Revolución de que fue autor, por haber traicionado los principios con los cuales
burló la fe del pueblo, y pudo haber escalado el poder; incapaz para gobernar, por no
tener ningún respeto a la ley y a la justicia de los pueblos, y traidor a la Patria por estar
a sangre y fuego humillando a los mexicanos que desean sus libertades, por complacer
a los científicos, hacendados y caciques que nos esclavizan, desde hoy comenzamos a
continuar la Revolución principiada por él, hasta conseguir el derrocamiento de los
poderes dictatoriales que existen.
2.° Se desconoce como Jefe de la Revolución al C. Francisco I. Madero y como Presidente
de la república, por las razones que antes se expresan, procurando el derrocamiento
de este funcionario.
3.° Se reconoce como Jefe de la Revolución libertadora al ilustre C. General Pascual Orozco,
segundo del caudillo Don Francisco I. Madero, y en caso de que no acepte este delicado
puesto, se reconocerá como Jefe de la Revolución al C. General Emiliano Zapata.
4.° La Junta Revolucionaria del estado de Morelos manifiesta a la Nación bajo protesta:
Que hace suyo el Plan de San Luis Potosí, con las adiciones que a continuación se
expresan, en beneficio de los pueblos oprimidos, y se hará defensora de los principios
que defiende hasta vencer o morir.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 301
Pueblo Mexicano: Apoyad con las armas en la mano este Plan, y haréis la prosperidad
y bienestar de la Patria.
GENERALES: Emiliano Zapata, José T. Ruiz, Otilio E. Montaño, Francisco Mendoza, Jesús
Morales, Eufemio Zapata, Próculo Capistran. CORONELES: Agustín Cázares, Rafael Sán-
chez, Cristóbal Domínguez, Santiago Aguilar, Feliciano Domínguez, Fermín Omaña, Pe-
dro Salazar, Gonzalo Aldape, Jesús Sánchez, Felipe Vaquero, Clotilde Sosa, José Ortega,
Julio Tapia, N. Vergara, A. Salazar. Teniente Coronel Alfonso Morales. CAPITANES: Manuel
Hernández H., José Pineda, Ambrosio López, Apolinar Adorno, José Villanueva, Porfirio
Cazares, Antonio Gutiérrez, Pedro Vúelna, O. Nero, C. Vergara, A. Pérez, S. Rivera, M. Ca-
macho, T. Galindo, L. Franco, J. M. Carrillo, S. Guevara, A. Ortiz, J. Escamilla, J. Estudillo,
F. Galarza, F. Caspeta, P. Campos y Teniente- A. Blumenkron.
Fuente: Jesús Silva Herzog, Breve historia de la Revolución Mexicana, tomo I, México, F.C.E., 1962.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 303
PERIÓDICO OFICIAL
DEL GOBIERNO CONSTITUCIONALISTA
DEL ESTADO DE CHIHUAHUA
AÑO 1, CHIHUAHUA, 21 DE DICIEMBRE DE 1913, NÚM. 2
GRAL. FRANCISCO VILLA, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista en el Estado de Chi-
huahua, y conforme el Plan de Guadalupe Gobernador Provisional del mismo estado; de
acuerdo con las facultades extraordinarias de que me hallo investido, he tenido a bien
decretar lo que sigue:
Teniendo suficientes pruebas relativas a la intervención que diversos capitalistas del estado
han tenido en las últimas dificultades que ha tenido que resolver nuestra Patria, causan-
do, por la natural defensa contra las expoliaciones, cuartelazos y traiciones, numerosas
víctimas que entre huérfanos y viudas lloran actualmente la desaparición de quienes eran
el sostén de esos seres inocentes cuya culpa sólo ha sido el envidiable patriotismo con que
han sostenido la dignidad de nuestra Patria, y hallándose también, entre esos malamente
enriquecidos, quienes han defraudado por mil medios el erario público por más de medio
siglo de dominación por el engaño y por la fuerza, creo, en justicia, que es llegada la hora
de que rindan cuentas ante la vindicta pública, formándose a su tiempo los procesos ante
quienes deban dilucidarse todas las responsabilidades que han contraído ante el pueblo
mexicano. Y como ya en ocasiones anteriores se ha probado plenamente que la posesión
de sus intereses sólo ha servido para comprar traidores y asesinar mandatarios cuya exce-
siva bondad sirvió de incentivo a sus maldades, necesario es, para salvar a nuestra naciona-
lidad, cortar el mal de raíz, teniendo que llevar a cabo, además de otros procedimientos de
salud pública, conforme se vayan haciendo necesarios, la confiscación de bienes pertene-
cientes a los mexicanos que han comerciado con la vida humana, y que son los inmediatos
causantes del derramamiento de sangre.
Por tales motivos, que justifican nuestra actitud ante la dignidad del mundo entero, de-
creto lo siguiente:
304 Decreto sobre confiscación de bienes expedido por el General Francisco Villa
SEGUNDO.- Una ley reglamentaria que se dictará al triunfo de nuestra causa determinará
lo relativo a la equitativa distribución de esos bienes pensionando primeramente a las
viudas y huérfanos cuyos miembros hayan defendido la causa de la justicia desde 1910;
en segunda se tendrán en cuenta los defensores de nuestra causa para el reparto módico
de esos terrenos; se cubrirán al erario los fraudes cometidos por los individuos citados,
por la falta de pago de contribuciones en los muchos años que tal cosa hicieron, y se
restituirán también a los legítimos y primitivos dueños, las propiedades que valiéndose
del poder les fueron arrebatados por esos individuos, haciéndose así plena justicia a
tanta víctima de la usurpación.
TERCERO.- Todos los bienes confiscados serán administrados por el Banco del Estado,
quien llevará cuenta minuciosa, correctamente documentada, de ingresos y egresos
que hubiere por tal motivo.
Francisco Villa, general en jefe de Operaciones del Ejército Convencionista, a los habitan-
tes de la república hago saber:
Que en virtud de las facultades extraordinarias contenidas en el Decreto de 2 de febrero
del presente año, expedido en la ciudad de Aguascalientes, y de las cuales estoy investido, y
CONSIDERANDO
Que siendo la tierra en nuestro país la fuente, casi la única de la riqueza, la gran
desigualdad en la distribución de la propiedad territorial ha producido la consecuencia de
dejar a la gran mayoría de los mexicanos, a la clase jornalera, sujeta a la dependencia de la
minoría de los terratenientes, dependencia que impide a aquella clase el libre ejercicio de
sus derechos civiles y políticos.
Que la absorción de la propiedad raíz por un grupo reducido es un obstáculo cons-
tante para la elevación de los jornales en la justa relación con la de los artículos de pri-
mera necesidad, prolonga así la precaria situación económica de los jornaleros y los
imposibilita para procurar su mejoramiento intelectual y moral.
Que la concentración de la tierra en manos de una escasa minoría es causa de que
permanezcan incultas grandes extensiones de terreno y de que, en la mayoría de éstos,
sea el cultivo tan deficiente que la producción agrícola nacional no basta a menudo para
satisfacer el consumo; y semejante estorbo a la explotación de los recursos naturales del
país redunde en perjuicio de la mayoría del pueblo.
Que la preponderancia que llega a adquirir la clase propietaria en virtud de las cau-
sales anotadas y bajo el amparo de gobiernos absolutistas favorece el desarrollo de abusos
de todo género que obligan finalmente al pueblo a remediarlos por la fuerza de las armas,
haciéndose así imposible la evolución pacífica del país.
Que por estas consideraciones ha venido a ser una apremiante necesidad nacional
el reducir las grandes propiedades territoriales a límites justos, distribuyendo equitativa-
mente las excedencias.
Que la satisfacción de esta necesidad ha sido una solemne promesa de la Revolución;
y por tanto, debe cumplirlas sin demora el Gobierno Provisional emanado de ella, conci-
liando en lo posible los derechos de todos;
Que una reforma social como la que importa la solución del problema agrario, que no
sólo afecta a todo el país sino que trascenderá a las generaciones venideras, debe realizarse
bajo un plan sólido y uniforme en sus bases generales, rigiéndose por una misma ley;
306 Ley Agraria del General Francisco Villa
Que la Ley Federal no debe sin embargo contener más que los principios generales
en los que se funda la reforma agraria dejando que los Estados, en uso de su soberanía,
acomoden esas bases a sus necesidades locales; porque la variedad de los suelos y de las
condiciones agronómicas de cada región requieren diversas aplicaciones particulares de
aquellas bases; porque las obras de reparto de tierras y de las demás que demanda el de-
sarrollo de la agricultura serían de dif ícil y dilatada ejecución si dependieran de un centro
para toda la extensión del territorio nacional; y porque las cargas consiguientes a la reali-
zación del reparto de tierras deben, en justicia, reportarlas los directamente beneficiados y
quedan mejor repartidos haciéndolas recaer sobre cada región beneficiada.
Que no obstante la consideración contenida en el párrafo anterior para exonerar a la
Federación del supremo deber de cuidar que en todo el territorio nacional se realice cum-
plidamente la reforma agraria y de legislar en aquellas materias propias de su incumbencia,
según los antecedentes jurídicos del país que complementan la reforma.
En tal virtud he tenido a bien expedir la siguiente:
Artículo 5°. Se declara igualmente de utilidad pública la expropiación de los terrenos necesa-
rios para fundación de poblados en los lugares en que se hubiere congregado o llegare a
congregarse permanentemente un número tal de familias de labradores, que sea conve-
niente, a juicio del gobierno local, la erección del pueblo; y para la ejecución de obras que
interesan al desarrollo de la agricultura parcelaria y de las vías rurales de comunicación.
Artículo 6°. Serán expropiadas las aguas de manantiales, presas y de cualquiera otra proce-
dencia, en la cantidad que no pudiere aprovechar el dueño de la finca a que pertenez-
can, siempre que esas aguas pudieran ser aprovechadas en otra. Si el dueño de ellas no
las utilizare, pudiendo hacerlo, se le señalará un término para que las aproveche, bajo
la pena de que si no lo hiciere, quedarán dichas aguas sujetas a expropiación.
Artículo 7°. La expropiación parcial de tierras comprenderá, proporcionalmente, los de-
rechos reales anexos a los inmuebles expropiados, y también la parte proporcional de
muebles, aperos, máquinas y demás accesorios que se necesiten para el cultivo de la
porción expropiada.
Artículo 8°. Los gobiernos de los Estados expedirán las leyes reglamentarias de la expro-
piación que autoriza la presente y quedará a su cargo el pago de las indemnizaciones
correspondientes. El valor de los bienes expropiados, salvo en el caso de convenio con
el propietario, será fijado por peritos nombrados uno por cada parte y un tercero para
caso de discordia. Éste será designado por los primeros peritos y si no se pusieran de
acuerdo, por el juez local de Primera Instancia. En todo caso en que sea necesario
ocurrir al tercer perito, se fijará el valor definitivo de los bienes expropiados, toman-
do la tercera parte de la suma de los valores asignados, respectivamente, por los tres
valuadores.
Artículo 9°. Si la finca en que se verifique la expropiación reportare hipotecas u otros gra-
vámenes, la porción expropiada quedará libre de ellos mediante el pago que se hará
al acreedor o acreedores de la parte del crédito que afectare a dicha porción, propor-
cionalmente, y en la forma en que se haga el pago al dueño. Si hubiere desacuerdo
acerca de la proporcionalidad de la cancelación, será fijada por peritos. La oposición
del deudor al pago se ventilará en juicio con el acreedor sin suspender la cancelación,
depositándose el importe del crédito impugnado.
Artículo 10°. Se autoriza a los gobiernos de los estados para crear deudas locales en la
cantidad estrictamente indispensable para verificar las expropiaciones y sufragar los
gastos de los fraccionamientos a que se refiere esta Ley, previa aprobación de los pro-
yectos respectivos por la Secretaría de Hacienda.
Artículo 11°. Los gobiernos de los estados no podrán decretar la ocupación de las propie-
dades objeto de esta Ley, ni tomar posesión de los terrenos expropiados, sin que antes
se hubiere pagado la indemnización correspondiente en la forma que disponga la Ley
local; pero podrán decretar las providencias convenientes para asegurar los muebles
necesarios de que habla el artículo 7º. Los dueños de las fincas que puedan considerarse
comprendidos en esta Ley, tendrán obligación de permitir la práctica de los reconoci-
mientos periciales necesarios para los efectos de la misma Ley.
Artículo 12°. Las tierras expropiadas en virtud de esta Ley se fraccionarán inmediatamen-
308 Ley Agraria del General Francisco Villa
te en lotes que serán enajenados a los precios de costo además de gastos de apeo,
deslinde y fraccionamiento, más un aumento de diez por ciento que se reservará a la
Federación para formar un fondo destinado a la creación del crédito agrícola del país.
Compete a los estados dictar las leyes que deban regir los fraccionamientos y las adju-
dicaciones de los lotes para acomodar unos y otras a las conveniencias locales; pero al
hacerlo, no podrán apartarse de las bases siguientes:
I. Las enajenaciones se harán siempre a título oneroso, con los plazos y condiciones
de pago más favorables para los adquirentes en relación con las obligaciones que
pesen sobre el Estado a consecuencia de la deuda de que habla el artículo 10º.
II. No se enajenará a ninguna persona una porción de tierra mayor de la que garantice
cultivar.
III. Las enajenaciones quedarán sin efecto si el adquirente dejare de cultivar sin causa
justa durante dos años la totalidad de la tierra cultivable que se le hubiere adjudi-
cado; y serán reducidas si dejare de cultivar toda la tierra laborable comprendida
en la adjudicación.
IV. La extensión de los lotes en que se divida un terreno expropiado no excederá en
ningún caso de la mitad del límite que se asigne a la gran propiedad en cumpli-
miento del artículo 1º de esta Ley.
V. Los terrenos que se expropien conforme a lo dispuesto en el artículo 4º. se fraccio-
narán precisamente en parcelas cuya extensión no exceda de veinticinco hectáreas
y se adjudicarán solamente a los vecinos de los pueblos.
VI. En los terrenos que se fraccionen en parcelas se dejarán para el goce en común de
los parcelarios los bosques, agostaderos y abrevaderos necesarios.
Artículo 13°. Los terrenos contiguos a los pueblos que hubieren sido cercenados de éstos a
título de demasías, excedencias o bajo cualquiera otra denominación y que habiendo
sido deslindados no hubieren salido del dominio del Gobierno Federal, serán fraccio-
nados desde luego en la forma que indica el inciso V del artículo anterior.
Artículo 14°. Los gobiernos de los Estados modificarán las leyes locales sobre aparcería en
el sentido de asegurar los derechos de los aparceros en el caso de que los propietarios
abandonen el cultivo de las labores o de que aquéllos transfieran sus derechos a un
tercero. Los aparceros tendrán en todo caso el derecho de ser preferidos en la adju-
dicación de los terrenos que se fraccionen conforme a esta Ley o por los propietarios
respecto de las parcelas que hubieren cultivado por más de un año.
Artículo 15°. Se declaran de jurisdicción de los Estados las aguas fluviales de carácter no per-
manente que no formen parte de límites con un país vecino o entre los estados mismos.
Artículo 16°. Los gobiernos de los Estados, al expedir las leyes reglamentarias de la presente,
decretarán un reavalúo fiscal extraordinario de todas las fincas rústicas de sus respectivos
territorios y se tomará como base de los nuevos avalúos el valor comercial de las tierras, se-
gún su calidad, sin gravar las mejoras debidas al esfuerzo del labrador. Sólo quedarán exen-
tos del impuesto los predios cuyo valor resulte inferior a quinientos pesos oro mexicano.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 309
Artículo 17°. Los gobiernos de los Estados expedirán leyes para constituir y proteger el
patrimonio familiar sobre las bases de que éste sea inalienable, que no podrá gravarse
ni estará sujeto a embargos. La transmisión de dicho patrimonio para herencia, se
comprobará con la simple inscripción en el Registro Público de la Propiedad, del cer-
tificado de defunción del jefe de la familia y de su testamento o en caso de intestado,
de los certificados que acrediten el parentesco. Se considerará parte integrante del
patrimonio familiar todo lote de veinticinco hectáreas o menos adquirido en virtud de
los fraccionamientos que ordena esta Ley.
Artículo 18°. El Gobierno Federal podrá autorizar la posesión actual o adquisición poste-
rior de tierras en cantidad mayor que la adoptada como límite, según el artículo 1º, en
favor de empresas agrícolas que tengan por objeto el desarrollo de una región, siempre
que tales empresas tengan carácter de mexicanas y que las tierras y aguas se destinen
al fraccionamiento ulterior en un plazo que no exceda de seis años. Para conceder
tales autorizaciones se oirá al gobierno del estado al que pertenezcan las tierras de que
se trate y a los particulares que manifiesten tener interés contrario a la autorización.
Artículo 19°. La Federación expedirá las leyes sobre crédito agrícola, colonización y vías
generales de comunicación y todas las demás complementarias del problema nacional
agrario. Decretará también la exención del Decreto del Timbre a los títulos que acre-
diten la propiedad de las parcelas a que se refiere esta Ley.
Artículo 20°. Serán nulas todas las operaciones de enajenación y de fraccionamiento que
verifiquen los Estados contraviniendo las bases generales establecidas por esta Ley.
Cuando la infracción perjudicare a un particular, dicha nulidad será decretada por
los tribunales federales en la vía procedente conforme a la Ley de Administración de
justicia del Orden Federal.
Fuentes:
—Gloria Villegas Moreno y Miguel Angel Porrúa Venero (Coordinadores), Margarita Moreno Bonett: De la crisis del mo-
delo borbónico al establecimiento de la República Federal.
—Enciclopedia Parlamentaria de México, Instituto de Investigaciones Legislativas de la Cámara de Diputados, LVI Legis-
latura, México, 1era. ed., 1997. Serie III, documentos, volumen I, Leyes y documentos constitutivos de la nación mexicana,
tomo III, p. 334.
310
Ley Agraria
26 de octubre de 1915
El Consejo Ejecutivo, en uso de las facultades de que se halla investido, a los habitantes de
la república mexicana, hace saber:
CONSIDERANDO: que en el Plan de Ayala, se encuentran condensados los anhelos del pue-
blo levantado en armas, especialmente en lo relativo a las reivindicaciones agrarias, razón
íntima y finalidad suprema de la Revolución; por lo que es de precisa urgencia reglamentar
debidamente los principios consignados en dicho Plan, en forma tal que puedan desde
luego llevarse a la práctica, como leyes generales de inmediata aplicación.
CONSIDERANDO: que no pocas autoridades, lejos de cumplir con el sagrado deber de ha-
cer obra revolucionaria que impone el ejercicio de cualquier cargo público en los tiempos
presentes, dando con ello pruebas de no estar identificados con la Revolución, se rehúsan
a secundar los pasos dados para obtener la emancipación económica y social del pueblo,
haciendo causa común con los reaccionarios, terratenientes y demás explotadores de las
clases trabajadoras; por lo que se hace necesario, para definir actitudes, que el Gobierno
declare terminantemente que considerará como desafectos a la causa y les exigirá res-
ponsabilidades, a todas aquellas autoridades que, olvidando su carácter de órganos de la
Revolución, no coadyuven eficazmente al triunfo de los ideales de la misma.
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 311
Por las consideraciones que anteceden, y en atención a que el Consejo Ejecutivo es la auto-
ridad suprema de la Revolución, por no estar en funciones actualmente la Soberana Con-
vención Revolucionaria, decreta:
Artículo 1°. Se restituye a las comunidades e individuos los terrenos, montes y aguas de que
fueron despojados, bastando que aquellos posean los títulos de fecha anterior al año de
1856, para que entren inmediatamente en posesión de sus propiedades.
Artículo 2°. Los individuos o agrupaciones que se crean con derecho a las propiedades
reivindicadas de que habla el artículo anterior, deberán aducirlo ante las comisiones
designadas por el Ministerio de Agricultura dentro del año siguiente a la fecha de la
reivindicación y con sujeción al reglamento respectivo.
Artículo 3°. La Nación reconoce el derecho tradicional e histórico que tienen los pueblos,
rancherías y comunidades de la república, a poseer y administrar sus terrenos de co-
mún repartimiento, y sus ejidos, en la forma que juzguen conveniente.
Artículo 4°. La Nación reconoce el derecho indiscutible que asiste a todo mexicano para
poseer y cultivar una extensión de terreno, cuyos productos le permitan cubrir sus
necesidades y las de sus familias; en consecuencia, y para tal efecto de crear la pequeña
propiedad, serán expropiadas por causa de utilidad pública y mediante la correspon-
diente indemnización, todas las tierras del país, con la sola excepción de los terrenos
pertenecientes a los pueblos, rancherías y comunidades, y de aquellos predios que, por
no exceder del máximum que fija esta ley deben permanecer en poder de sus actuales
propietarios.
Artículo 5°. Los propietarios que no sean enemigos de la Revolución, conservarán como
terrenos no expropiables, porciones que no excedan a la superficie que, como máximo,
fija el cuadro siguiente:
Artículo 6°. Se declaran de propiedad nacional los predios rústicos de los enemigos de la
Revolución.
Son enemigos de la Revolución, para los efectos de la presente Ley:
a. Los individuos que, bajo el régimen de Porfirio Díaz, formaron parte del grupo de políti-
cos y financieros que la opinión pública designó con el nombre de “Partido Científico”.
b. Los Gobernadores y demás funcionarios de los Estados que, durante la administra-
ción de Porfirio Díaz y de Victoriano Huerta, adquirieron propiedades por medios
fraudulentos o inmorales, abusando de su posición oficial, apelando a la violencia
o saqueando el tesoro público.
c. Los políticos, empleados públicos y hombres de negocios, que, sin haber perteneci-
do al “Partido Científico” formaron fortunas, valiéndose de procedimientos delic-
tuosos, o al amparo de concesiones notoriamente gravosas al país.
d. Los autores y cómplices del cuartelazo de la Ciudadela.
e. Los individuos que en la administración de Victoriano Huerta desempeñaron pues-
tos públicos de carácter político.
f. Los altos miembros del Clero que ayudaron al sostenimiento del usurpador Huerta;
por medios financieros o de propaganda entre los fieles; y
g. Los que directa o indirectamente ayudaron a los gobiernos dictatoriales de Díaz, de
Huerta y demás gobiernos enemigos de la Revolución, en su lucha contra la misma.
Quedan incluidos en este inciso todos los que proporcionaron a dichos gobiernos, fon-
dos o subsidios de guerra, sostuvieron o subvencionaron periódicos para combatir la Re-
volución, hostilizaron o denunciaron a los sostenedores de la misma, hayan hecho obra
de división entre los elementos revolucionarios, o que de cualquiera otra manera hayan
entrado en complicidad con los gobiernos que combatieron a la causa revolucionaria.
Artículo 7°. Los terrenos que excedan de la extensión de que se hace mención en el artículo
5° serán expropiados por causa de utilidad pública, mediante la debida indemnización,
calculada conforme al censo fiscal de 1914, y en el tiempo y forma que el reglamento
designe.
Artículo 8°. La Secretaría de Agricultura y Colonización nombrará comisiones que, en
los diversos estados de la república y previas las informaciones del caso, califiquen
quiénes son las personas que, conforme al artículo 6º de esta Ley, deben ser conside-
radas como enemigos de la Revolución, y sujetos, por lo mismo, a la referida pena de
confiscación, la cual se aplicará desde luego.
Artículo 9°. Las decisiones dictadas por las comisiones de que se ha hecho mérito, quedan
sujetas al fallo definitivo que dicten los Tribunales especiales de tierras que conforme
México en llamas (1910-1917) Interpretaciones marxistas de la Revolución 313
con lo dispuesto por el Artículo 6º del Plan de Ayala; deben instituirse, y cuya organi-
zación será materia de otra Ley.
Artículo 10º. La superficie total de tierras que se obtenga en virtud de la confiscación de-
cretada contra los enemigos de la causa revolucionaria, de la expropiación que deba
hacerse de las fracciones de predios que excedan del máximo señalado en el artículo
5º de esta Ley, se dividirá en lotes que serán repartidos entre los mexicanos que lo
soliciten, dándose la preferencia, en todo caso, a los campesinos. Cada lote tendrá una
extensión tal que permita satisfacer las necesidades de una familia.
Artículo 11º. A los actuales aparceros o arrendatarios de pequeños predios se les adjudica-
rán éstos en propiedad, con absoluta preferencia a cualquier otro solicitante, siempre
que esas propiedades no excedan de la extensión que cada lote debe tener conforme lo
dispuesto por el artículo anterior.
Artículo 12º. A efectos de fijar la superficie que deben tener los lotes expresados, la Se-
cretaría de Agricultura y Colonización nombrará comisiones técnicas integradas por
ingenieros, que localizarán y deslindarán debidamente dichos lotes, respetando, en
todo caso, los terrenos pertenecientes a los pueblos y aquellos que están exentos de
expropiación conforme al artículo 5º de esta Ley.
Artículo 13º. Al efectuar sus trabajos de deslinde y fraccionamiento, las expresadas comi-
siones decidirán acerca de las reclamaciones que ante ellas hagan los pequeños pro-
pietarios que se consideran despojados en virtud de contratos usurarios; por abusos o
complicidad de los caciques o por invasiones, o usurpaciones cometidas por los gran-
des terratenientes. Las decisiones que por tal concepto se dicten, serán revisadas por
los Tribunales especiales de tierras, que menciona el artículo 9º de esta Ley.
Artículo 14º. Los predios que el Gobierno ceda a comunidades o individuos, no son ena-
jenables, ni pueden gravarse en forma alguna, siendo nulos todos los contratos que
tiendan a contrariar esta disposición.
Artículo 15º. Sólo por herencia legítima pueden transmitirse los derechos de propiedad de
los terrenos fraccionarios y cedidos por el Gobierno a los agricultores.
Artículo 16º. A efecto de que la ejecución de esta Ley sea lo más rápida y adecuada, se con-
cede al Ministerio de Agricultura y Colonización, la potestad exclusiva de implantar
los principios agrarios consignados en la misma, y de conocer y resolver en todos los
asuntos del ramo, sin que esta disposición entrañe un ataque a la soberanía de los esta-
dos, pues únicamente se persigue la realización pronta de los ideales de la Revolución,
en cuanto al mejoramiento de los agricultores desheredados de la república.
Artículo 17º. La fundación, administración e inspección de colonias agrícolas, cualquiera
que sea la naturaleza de éstas, así como el reclutamiento de colonos, es de la exclusiva
competencia del Ministerio de Agricultura y Colonización.
Artículo 18º. El Ministerio de Agricultura y Colonización, fundará una inspección técnica
ejecutora de trabajos que se denominará Servicio Nacional de Irrigación y Construc-
ciones, que dependa del Ministerio citado.
Artículo 19º. Se declaran de propiedad nacional los montes y su inspección se hará por el
Ministerio de Agricultura en la forma en que la reglamente y serán explotados por los
314 Ley Agraria del General Manuel Palafox
Artículo 32°. Se declaran de propiedad nacional todas las aguas utilizables y utilizadas para
cualquier uso, aun las que eran consideradas como de jurisdicción de los Estados sin
que haya lugar a indemnización de ninguna especie.
Artículo 33°. En todo aprovechamiento de aguas se dará siempre preferencia a las exigen-
cias de la agricultura, y sólo cuando éstas estén satisfechas se aprovecharán en fuerzas
u otros usos.
Artículo 34°. Es de la exclusiva competencia del Ministerio de Agricultura y Colonización,
expedir reglamentos sobre el uso de las aguas.
Artículo 35°. De conformidad con el decreto de 1º de octubre de 1914, se declaran de plena
nulidad todos los contratos relativos a la enajenación de los bienes pertenecientes a los
enemigos de la Revolución.
Artículos transitorios
Dado en el salón de actos del Palacio Municipal, a los veintidós días del mes de octubre de
mil novecientos quince.
Por tanto, mandamos que se publique, circule y se le dé su debido cumplimiento.
Fuente: Ramón Martínez Escamilla: Escritos de Emiliano Zapata. México. Editores Mexicanos Unidos, 432 pp., pp. 245-255.
316
Fuentes consultadas
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