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George H. Warnock
“Por tanto, hermanos, sed pacientes hasta la venida del Señor. Mirad cómo el
labrador espera el fruto precioso de la tierra, siendo paciente en ello hasta que
recibe la lluvia temprana y la tardía. Sed también vosotros pacientes; fortaleced
vuestros corazones, porque la venida del Señor está cerca.” Santiago 5:7-8
“Toda la tierra está llena de Su gloria”, dijo el profeta, y en esta hora de clamor y
bullicio, cuando miles de voces conflictivas invaden nuestros corazones y mentes para
distraernos o para distorsionar nuestra vista, nos haría bien a todos apartarnos para
escuchar una palabra del libro de la naturaleza... la creación de Dios. Pero siempre,
por supuesto, en el contexto de la Biblia, el libro de la Nueva Creación. Porque la
Biblia nos enseña que el “campo” donde se planta la semilla de la Nueva Creación es
el mundo que ahora está bajo la maldición. “El campo es el mundo”, dijo Jesús (Mat.
13:38). Qué maravilloso saber que la vieja creación se ha convertido en el campo de
semillas de la Nueva Creación, y que Dios es el creador de ambas; por supuesto,
reconociendo que la vieja creación se sujetó a futilidad por causa de la caída del
hombre. Y así, aquí mismo en medio de la vieja creación, Dios puede hablarnos desde
ese entorno. Jesús nos dijo: “Observad cómo crecen los lirios del campo” (Mat. 6:28);
Y también, “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos...” (Juan 15:5). A través de estas
cosas naturales Dios nos apunta hacia la realidad, a la Nueva Creación...y a través de
todo ello nos revela algo glorioso desde el Espíritu de la Verdad. Sólo después de que
el instrumento natural haya servido para su propósito concreto en la voluntad de Dios,
Dios lo quita. Por eso ha quitado la serpiente de bronce, el arca del Pacto, y el
candelero dorado... y cualquier otra forma de ritual, tipo o sombra que pertenezca a un
orden pasado. Pero la Palabra escrita de Dios permanece con nosotros; y también el
libro de la vieja creación. Así deben de permanecer hasta que la gloria completa y el
propósito para el que fueron dados sea manifiesto, y la Nueva Creación brille en todo
su brillo como la expresión misma del pensamiento y del corazón de Dios. Algunos
hablarían de la Palabra escrita como si fuera final y completa en sí misma. Pero no es
así. Estoy confiado de que el presente canon de 66 libros es lo que Dios quería. Pero
en realidad, la Palabra de Dios va más allá de las Escrituras; y la Palabra no se
cumple en la intención de Dios hasta que haya sido escrita en los corazones y las
mentes del pueblo de Dios. Dios dijo, “Porque este es el pacto que Yo haré con la
casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente
de ellos y las escribiré en sus corazones” (Heb. 8:10). La Palabra de Dios ha sido
escrita en la naturaleza y ha sido escrita sobre papel... pero el cumplimiento final llega
cuando es escrita en la “carne”. Y así, leemos, “Y el Verbo se hizo carne, y habitó
entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y
de verdad.” (Juan 1:14).
¡El lo causó! ¿Por qué? Porque quiere producir buen fruto en Su huerto. Y aunque
reconocemos que hay diferentes estaciones que experimentamos en nuestras vidas
personales, creemos que ahora es tiempo de cosecha históricamente en lo que
concierne al cuerpo colectivo de Cristo. Así, al seguir alabándole por cada estación de
refrigerio que Él trae en nuestra andadura con Él, nunca debemos olvidar la intención
de Dios en cada estación concreta. No importa cual sea la estación en la que estemos
ahora, tenemos que recordar que la intención de Dios es producir una cosecha que
satisfaga el deseo de Su propio corazón. Hay mucha confusión entre el pueblo de Dios
en estos días, en cuanto a lo que Dios puede estar o no haciendo en este tiempo.
Escuchamos preguntas de este tipo: “¿Es esto de Dios? ¿Es esta bendición de Dios?”
Familiaricémonos con el corazón de Dios y descubriremos aquello que Él persigue... Y
entonces, si nuestros corazones y mentes están en sintonía con Su corazón y Su
mente, este tipo de preguntas importarán muy poco o nada. Por supuesto Él está
bendiciendo a Su pueblo; pero estemos tan en sintonía con Él que no importa lo
grandemente que Él nos bendiga; nuestra respuesta a esa bendición es simplemente
esta:
“Gracias Señor por Tus bendiciones; pero que no me quede corto de la gran bendición
de todas, crecer en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo, que pueda
convertirme en un “vaso de honra”. Porque sé que si fracaso en convertirme en el oro
y la plata que Tú buscas, todas las bendiciones derramadas sobre mí habrán sido en
vano. Guarda mi corazón, no sea que Tus bendiciones cieguen mis ojos a Tu deseo e
intención en mi vida, que Yo pueda surgir a Tu imagen y semejanza.”
Ciertamente el profeta nos dice, “Serás como huerto regado y como manantial cuyas
aguas nunca faltan.” (Isaías 58:11). Pero si es el tiempo de la cosecha, entonces
estemos seguros que el Labrador busca una cosa en esta gran hora, y es fruto... fruto
que no es nada menos que la reproducción de su propio carácter y naturaleza en los
corazones de Su pueblo. Cualquier cosa menos que esto no puede constituir el deleite
del corazón del Labrador, que plantó semilla incorruptible de la verdad en Su pueblo, y
está pacientemente esperando que esa semilla, a través de Su propio cuidado y
cariño, produzca “según su naturaleza”. Es la ley de la vieja creación, y es la ley de la
Nueva Creación... la semilla tiene que producir “según su naturaleza”. No olvidemos
nunca que la Simiente es Cristo y Dios no puede estar satisfecho con una cosecha
que eventualmente no produzca el carácter, la calidad y naturaleza de Cristo en Su
pueblo.
Las Cosas Invisibles de Dios
“
Porque desde la creación del mundo, sus atributos invisibles, su eterno poder y
divinidad, se han visto con toda claridad, siendo entendidos por medio de lo creado.”
(Rom. 1:20).
¡Qué cosa tremenda es ésta! Que en cada cosa que Dios hizo tenemos una expresión
de algún aspecto particular de la gloria y la sabiduría de Dios—para que el hombre
pueda ver y oír y llegar a conocer a Dios. Y hasta que los corazones de los hombres
se oscurecieran completamente por medio del pecado voluntario y de la
desobediencia; lo que Dios creó se convirtió en la Palabra de Dios para ellos. Fue la
única Biblia que los hombres tenían en esos principios tempranos. El apóstol nos dice
como el hombre perdió su capacidad para conocer a Dios: “Pues aunque conocían a
Dios, no le honraron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se hicieron vanos en
sus razonamientos y su necio corazón fue entenebrecido.” (Romanos 1:21). Esto inició
al hombre en su largo camino a la apostasía, del que nunca se ha repuesto. En lugar
de adorar a Dios, comenzaron a adorar a las cosas que Él había creado. En lugar de
darle gracias por las cosas hermosas que Él había dado, comenzaron a adorar a las
cosas hermosas. Hicieron mucho con los dones que Él había dado, pero deshonraron
al Dador. Y esto es tan evidente en las así llamadas naciones cristianas como lo es
entre las paganas. Cuando cualquier cosa que Dios haya hecho se interpone entre el
hombre y su Creador, es idolatría. El materialismo es idolatría. El Humanismo es
idolatría. Adular a algún don grandioso o a algún ministro con talentos que Dios haya
puesto en la iglesia para edificar el cuerpo de Cristo, es idolatría. Dios ha hecho cosas
buenas para el hombre, y continua dándole dones y bendiciones maravillosas, para
que a través de estas cosas, pueda descubrir a Dios y llegar a conocerle mejor.
“Oídle”, es la voz de la Escritura así como la voz de la naturaleza. Lo que Él hizo tuvo
su origen en el ámbito de lo invisible, pero no ha de ser venerado como Dios. “Por la
fe entendemos que el universo fue preparado por la palabra de Dios, de modo que lo
que se ve no fue hecho de cosas visibles.” (Heb. 11:2) Dios no creó el universo de la
nada. Él sacó del ámbito de lo invisible—atributos, calidades, áreas de sabiduría y
conocimiento que son inherentes a Él mismo. Cristo es en realidad esa Palabra, el
Logos... Aquel a través de quién Dios hizo todas las cosas (Juan 1:3, Heb. 1:2). Es la
expresión final del corazón y de la mente de Dios. Algunos afirman con valor: “La
Biblia es la revelación final a los hombres, y no hay revelación aparte de la Palabra”.
Esto es cierto si reconocemos que los autores de las Escrituras apuntan al Verbo
mismo, el Logos, como Aquel que vino al mundo como la Palabra Final de Dios. Las
Escrituras fueron escritas por inspiración del Espíritu y sólo pueden entenderse con la
mente del Espíritu. Y así, el apóstol Pablo dijo: “De lo cual también hablamos, no con
palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las enseñadas por el Espíritu,
combinando pensamientos espirituales con palabras espirituales .” (1ª Cor. 2:13).
Comprendo que el pensamiento es: “combinando cosas espirituales con lo espiritual.”
Pablo recibió el espíritu de sabiduría y de revelación para poder alcanzar hasta
ámbitos del Espíritu y traer verdades espirituales a los que habían recibido una mente
espiritual por el nuevo nacimiento. Somos extremadamente dependientes del Espíritu
Santo para cualquier cosa que recibamos de Dios, en cuanto al conocimiento y el
entendimiento de la verdad. Y al ser ungidos nuestros ojos con el colirio del Espíritu, y
al abrirse nuestros oídos para oír Su voz, sólo entonces podremos escuchar la voz de
la Verdad. Sólo entonces comprenderemos los “misterios” de Dios. Vemos toda la
tierra llena de Su gloria (Isaías 6:3); porque todas las cosas fueron creadas para ser
alabanza y gloria al Dios que las creó.
El profeta Isaías fue atrapado en el Espíritu y dijo, “Santo, Santo, Santo, es el SEÑOR
de los ejércitos, llena está toda la tierra de su gloria.” (Isaías 6:3). Y el Salmista llama a
toda la creación a mostrar las excelencias de Su Creador:
No tenemos que mirar muy lejos en este pasaje para ver lo que Dios considera que es
la verdadera alabanza. ¿Cómo pueden las cosas creadas alabarle? ¿Cómo pueden
incluso las cosas inanimadas o impersonales alabarle? Sólo cuando cada criatura en
su propio lugar y llamamiento, dé expresión a ese aspecto de la gloria con que Dios
dotó a cada una en la creación: el sol mediante su brillar, la luna mediante el reflejo de
la gloria del sol; las estrellas al adornar el cielo de la noche y dar dirección y guía al
hombre; el fuego al consumir; el viento al soplar; el árbol al mover sus hojas, y producir
su fruto para el hombre o leña para el hogar; las aves con su canto; o el juez mediante
la ejecución de justicia en la tierra; los hombres jóvenes y las mujeres, los ancianos y
los niños... cada uno exaltando al Señor en palabra y en hecho, en cánticos de
alabanza—y mucho más que eso—en toda su manera de vida. Si no estamos
haciendo eso, no estamos alabando a Dios. La alabanza en demasiados casos se ha
convertido en un ritual al que el pueblo se somete durante unos momentos en las
reuniones de la iglesia—solo para dejar el lugar de asamblea para seguir con sus
propios intereses egoístas el resto de la semana.
La verdadera alabanza es simplemente esa forma de vida que uno vive al unísono con
su Señor, cuando el cumple el propósito ordenado de Dios para su vida. No está
emulando nada ni deseando el lugar ocupado por otro—sino simplemente está dando
expresión a la vida creada y al llamamiento que Dios da a cada hombre. Y así se
cumple la profecía de Isaías: “Esto se escribirá para las generaciones futuras;
para que un pueblo aún por crear alabe al SEÑOR. (Salmos 102:18).
“En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Y el
Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del
unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.”(Juan 1:1,14). Porque Él es Dios,
debe darse a conocer, debe revelarse. Él es Vida esencialmente, Vida inherente, y la
Vida tiene que mostrarse viva. Esa Vida es Luz. La Luz tiene que brillar, porque la Luz
se revela a sí misma. El Nombre de Dios habla de todo lo que Él es en la naturaleza
de Su ser; pero la Palabra habla de este mismo Dios declarado y hablado. Así, leemos
“Porque has engrandecido tu palabra conforme a todo tu nombre.” (Salmos 138:2).
¿Por qué está la Palabra por encima de Su nombre? Porque Dios es más glorioso en
la expresión de Su ser que en recluirse a Sí mismo de Su creación. ¿Qué es una
palabra, sino la declaración y la revelación de lo que hay en tu mente y corazón? Las
palabras nos fallan muchas veces, por causa de nuestra incapacidad para decir
claramente lo que queremos decir. Pero en Cristo el Logos, la Palabra, la expresión
del corazón y el ser de Dios fue tan completa que el Verbo era Dios mismo, brillando
en el rostro de Jesucristo:
Podemos estar inclinados a mirar al fluir del amor de Dios en la Redención meramente
como el remedio divino a la Caída. Cierto, es todo eso, y debemos alabarle por
siempre por Su gloriosa Redención. Pero es mucho más que un remedio. Puesto que
el plan de Redención precedía a la creación del hombre, y a la caída del hombre. Dios
tenía un “propósito eterno” en cuanto a Sus escogidos, incluso “antes de la fundación
del mundo” (Rom. 16:25; Efesios 1:4). Y en el Libro del Apocalipsis vemos al “Cordero
que fue inmolado desde la fundación del Mundo.” (Apocalipsis 13:8). Dios vio
apropiado usar la vieja creación y al hombre caído en particular, como el vaso por
medio del cual Él revelaría la plenitud y la conclusión de Su gloria. ¿Cómo
conoceremos la plenitud de la luz, si no hemos conocido la oscuridad? ¿Cómo
conoceremos la plenitud de la paciencia y longanimidad de Dios a menos que Él se
limite a Sí mismo, soportando dolorosamente todo el tiempo que dure el reinado del
mal? ¿Cómo conoceremos las profundidades infinitas de Su amor, a no ser por la
revelación de la Cruz, donde Dios colmó de Su misericordia y de Su compasión a
rebeldes como tú y yo? Dios necesitaba Su plan infinito de Redención para una
completa manifestación de Sus inescrutables atributos.
Sin embargo, lo mejor es no tratar de figurarnos estas cosas desde nuestra mente
natural. Por la fe entendemos los misterios de Dios... no porque Él dé la sabiduría para
razonarlo todo, sino porque sabemos que hay un reposo en Dios cuando creemos lo
que Él hablado. Y así, el apóstol nos dice, “Por la fe entendemos que el universo fue
preparado por la palabra de Dios...” (Heb. 11:3). Sigue diciéndonos que las cosas que
vemos fueron hechas del ámbito de lo invisible, y lo deja ahí. Con esta clase de
“entendimiento por la fe”, si podemos llamarlo así, “entendemos” lo que nuestros más
grandes científicos no pueden entender. Están gastando miles de millones de dólares
con la esperanza de hacer este descubrimiento: ¿Cómo se formó este universo?
Sabemos cómo. Porque Dios nos ha dado una facultad que está mucho más allá de la
que poseen cualquiera de los intelectuales de la tierra—la facultad de la fe. Donde
nuestras mentes no pueden llegar, paramos ahí mismo—y la fe se convierte en la
razón por la que entendemos. “Y dijo Dios: Sea la luz. Y hubo luz” (Gén. 1:3).
Bienaventurados somos si podemos aprender a parar justo aquí, especialmente
cuando nos damos cuenta de que estamos tratando con cosas eternas—y
encontramos reposo verdadero y gozo en creer lo que Dios ha hablado.
Sabemos que Dios permitió a la vieja creación hundirse en futilidad, con la expectativa
de la redención (lee Rom. 8:19-21). Él hace que la luz brille de la oscuridad. De las
profundidades del pecado y de la depravación, la justicia y la santidad de Dios brillaron
en asombrosa gracia. En un mundo de odio y rebelión contra Dios, Él muestra
misericordia, compasión y amor más allá de los confines del pecado y de la oscuridad.
En la larguísima rebelión duradera y persistente del hombre contra su Creador, Dios
está mostrando las profundidades de Su paciencia y longanimidad de una forma que
nunca habría podido demostrar antes de la caída del hombre (Rom. 9:22,23).
En el corazón del artista o del músico o artífice—alguien con unos talentos creativos
especiales—siempre hay ese deseo inherente de sacar adelante su obra maestra. Lo
intenta una y otra vez, pero queda insatisfecho. Siempre hay ese persistente sentido
de fracaso...” Todavía no lo he conseguido.... No estoy satisfecho. No puedo
descansar hasta haber hecho lo mejor... ¡Y definitivamente no es esto!” Y aún así, no
importa cuántas veces lo intente, generalmente termina con el sentimiento, “Podría
haber sido mejor... Debo intentarlo de nuevo.”
Ahora bien, Dios es el Artista infinito, el Constructor y el Arquitecto de todas las cosas.
A diferencia de los “jefes” de la tierra, Él no lo intenta una y otra y otra vez; pero con
frecuencia parece que es así. Y al evolucionista le gustaría que nosotros
imagináramos que es así como es. Podríamos tener la impresión de que Dios
intentaba hacer a un hombre perfecto cuando Él hizo a Adán... y que después fracasó.
Que intentara tener a una nación santa en Israel.... y que hubiera fracasado. Que
intentara establecer un poderoso reino en David o Salomón,... y que hubiera
fracasado. Pero no es así. En lugar de esto, Él estaba demostrando una y otra vez la
futilidad del hombre, y la incapacidad del hombre de mantener el orden y la belleza en
una creación caída. Pero debajo de todo esto se hallaba el hilo escarlata de la
Redención, mientras esperaba con gran paciencia y longanimidad el día en que Él
mismo intervendría y produciría la Obra maestra final de Sus manos creativas.
Así, tenemos la historia de la Redención. Es ahí donde Dios derramó todo lo que Él
tenía en la obra creativa de Sus manos, y encontró descanso y deleite en un pueblo
que Él creó para Su gloria, puesto que el apóstol Pablo nos dice que “Somos hechura
Suya” (Efe. 2:10). Para producir nuestra Redención, Dios derramó todo lo que Él tenía,
todo lo que Él es... para la redención de Su pueblo. Así que en realidad, “¡Somos Su
Obra Maestra!” Le costó a Dios todo lo que Él tenía... hasta Su Hijo unigénito. Y nunca
apreciaremos completamente la gloria de la Redención hasta que entendamos que
¡Fue el Dios Altísimo quién se revistió de carne, y se sometió al odio y a la mofa de
Sus criaturas rebeldes para la redención y transformación de ellas! Y que fue en esta
gran obra creativa que Él halló satisfacción completa, y pudo levantarse y decir,
“Consumado es”. Él hizo esta declaración, primero desde la Cruz, y aún la ha de
declarar de nuevo desde Su trono exaltado en los cielos (Juan 17:4, 19:30; Apoc.
10:7). Porque lo que consiguió en la Cruz ha de ser aún consumado en un pueblo
hecho entero en Cristo, y conformado a Su imagen. La vieja creación podía manifestar
sólo los rayos limitados de Su gloria. Se necesitaba la Nueva Creación para que Dios
manifestara el completo esplendor de la Luz de Su gloria. Los redimidos de la raza de
Adán han de ser aún revelados a las más supremas de sus criaturas celestiales, como
Su obra de arte final y perfecta. ¡No es sorprendente que nos digan que los ángeles
desean mirar a las cosas que pertenecen a nuestra salvación! (1ª Ped. 1:2).
Le vemos rebajándose a los más bajos ámbitos de las tinieblas, para levantar a un
pueblo a los ámbitos más altos de luz.
Y vemos al mismo Cordero, alto y exaltado sobre el trono de la Gloria, con los ángeles
y los querubines que caen delante de Él, y a los redimidos de la tierra clamando...
“Cantaban un cántico nuevo, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus
sellos, porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre compraste para Dios a gente de toda
tribu, lengua, pueblo y nación.” (Apocalipsis 5:9).
“Señor, haznos conocerte más y más, y verte tal y como eres... al prolongarnos en
este breve reino del tiempo, aunque sólo sea un momento. Si, queremos saber más
sobre estos reinos de gloria eternos... pero ayúdanos a comprender que sólo
conseguiremos nuestro objetivo al llegar a conocerte a Ti mejor. Purga nuestros
corazones de pensamientos de grandeza y haznos aprender paciencia y humildad y a
caminar en amor en un mundo de odio y malicia. Porque el conocimiento envanece,
pero el amor edifica. Concédenos que con toda paciencia y longanimidad podamos
llegar a un lugar de madurez en esta vida, en lugar de tratar de forzar que se abran las
flores de la gracia que Tú prometiste para los tiempos por venir. Porque ciertamente al
hacer eso....oleremos de hecho un poco de su perfume, pero nunca veremos la gloria
de la flor abierta en su plena madurez.”
Este fue el pacto de Dios con Noé cuando él y su familia salieron del arca. Dios había
ordenado nuestras estaciones. En los siguientes capítulos quiero hablar sobre cada
una de las estaciones por turno... siendo nuestro énfasis el tiempo de la cosecha, y lo
que busca nuestro Labrador en el día de la cosecha. Y aunque hay muchos lugares en
la tierra donde sólo se reconocen dos estaciones (algunos lugares quizás sólo una)...
aquí, en el extremo norte dónde vivimos, siempre esperamos cuatro estaciones.
Oficialmente nuestros inviernos se supone que empiezan sobre la tercera semana de
Diciembre, y la primavera se supone que sigue después de la tercera semana de
Marzo. Pero el invierno es un visitante que aparecerá antes de la fecha programada de
Diciembre, un visitante que parece prolongar su estancia mucho más que la fecha
programada de Marzo. Puede marcharse durante un tiempo corto cuando se le
recuerda que ha llegado la “primavera”. Pero generalmente volverá a visitarnos varias
veces durante los dos meses siguientes antes de marcharse del país... solo para decir
“¡Hola... y Adiós!”. Pero sabemos que Dios ha ordenado las estaciones dondequiera
que vivamos en este planeta; y Él nos ha hecho lo suficientemente duros para
sobrevivir a los peores inviernos. No negando, por supuesto, que muchos de nuestros
vecinos migrarán al profundo sur al acercarse Diciembre. “Pájaros invernales” es cómo
les llaman los que viven en esos climas cálidos. Pero llega la primavera y nuestros
“pájaros invernales” regresan para disfrutar de nuestros hermosos veranos aquí en el
extremo norte. Así, consideraremos las estaciones como cuatro,... invierno, primavera,
verano y otoño... y en ese orden porque Jesús dijo, “La cosecha es el fin del mundo.”
Entra en mi huerto, donde la nieve está amontonada, y debajo todo está helado y sin
vida. Lo único que puedes ver es un cuadro de muerte y de frialdad. No hay signo de
vida y nada deleita al ojo. Todo yace en silencio y desnudo debajo de un manto de
nieve. Si algo creciera aquí, nadie lo detectaría ahora. Parece tan trágico. ¿Qué podría
haber sucedido?
Por supuesto, estamos muy familiarizados con las estaciones y sabemos que
simplemente no es el tiempo del crecimiento; y estamos contentos de dejar que la
naturaleza tome su curso. Pero no así en el reino espiritual. Nunca debemos tolerar
ningunos pensamientos negativos de frialdad y de esterilidad. A pesar de la
temperatura o de la nieve, o de la estación—insistimos en sembrar alguna semilla o en
recoger una cosecha, o en buscar al Señor para recibir lluvias de bendición. Sé que
tenemos que estar “siempre listos” para hacer la voluntad de Dios. Pero Jesús dijo, “Mi
tiempo aún no ha llegado, pero vuestro tiempo es siempre oportuno.” (Juan 7:6). Los
hijos disciplinados no están “siempre listos” para hacer lo que piensan que hay que
hacer. Pero estan siempre listos para obedecer la voz de Su Señor y Maestro en todo
tiempo. Se mueven con el Espíritu de Dios... no con el suyo propio.
En el propósito de Dios hay estaciones y tiempos para cosas opuestas. Y Dios querría
que supiéramos que las cosas que son contrarias a nosotros, incluso estas cosas se
hacen parte del plan de Dios, que sabe como “obrar todas las cosas para bien a los
que aman a Dios.” Pablo experimentó estas operaciones y por tanto, podía testificar
“que las circunstancias en que me he visto, han redundado en el mayor progreso del
evangelio.”(Fil. 1:12). Se encontró a sí mismo “aprobado” como ministro de Dios, “en la
palabra de verdad, en el poder de Dios; por armas de justicia para la derecha y para la
izquierda; en honra y en deshonra, en mala fama y en buena fama; como impostores,
pero veraces; como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, y he aquí,
vivimos; como castigados, pero no condenados a muerte; como entristecidos, mas
siempre gozosos; como pobres, pero enriqueciendo a muchos; como no teniendo
nada, aunque poseyéndolo todo.” (2ª Cor. 6:7-10). Sabía que había estaciones
opuestas en la vida y que al ser fiel “a tiempo y fuera de tiempo”... Dios sería
glorificado en su vida y ministerio.
No culpemos al diablo por cada situación incómoda. Es Dios quien envía el invierno...
porque Él estableció todas las estaciones. ¿O es Dios quién envía el austro, y Satanás
quién envía el viento del norte? No, ¡Es Dios! “Despierta, viento del norte,
y ven, viento del sur; haced que mi huerto exhale fragancia...” (Cantar de los Cantares
4:16). ¡No, es Dios!
Es Dios quién lo “envía” y quiere que sepamos que es parte del ciclo que Él estableció
para el bien del hombre. Quiere que nosotros sepamos que bajo el abrigo de la nieve y
el hielo, hay una promesa de esperanza. ¡Esperanza de primavera para la próxima
estación! No puede haber una primavera real si no hay un invierno real. Sólo disfrutan
la primavera real los que han vivido a través de los largos y tristes días y noches de
nuestros inviernos norteños. Los que viven en climas cálidos todo el año, saben poco
o nada de la nieve y del hielo y de las heladas y las tormentas de nieve del norte
invernal.
No puedes fabricar el verdadero gozo del Señor. El gozo del Señor nace de la pena,
de la esterilidad y del sufrimiento. No llamas a las aves cuando el invierno ha
terminado; simplemente aparecen cuando llega la estación correcta. Disfrutamos
oyendo el piar del petirrojo cuando la nieve todavía está en el suelo y los días son
fríos. Sabemos que la primavera no está lejos.
“El gozo del Señor” es lo que viene con cada medida de la Cruz que Él coloca sobre
nuestros hombros. No es nuestro gozo, sino el Suyo... y el nuestro cuando nos
identificamos con Él en sus sufrimientos... creyendo dónde no podemos ver y
esperando con resistencia el cumplimiento de la promesa cuando todo parece opuesto
a ello. Es el gozo que sigue a la vida sacrificada derramada ante Sus pies, y su
perfume llenando toda la casa donde Él está sentado. A ese sacrificio del espíritu
contrito y humillado, Él mismo añade el aceite puro de la unción que contiene todo el
perfume de la mirra, de la canela y del cálamo y la casia, y lo derrama sobre Su
pueblo. Pero este aceite santo también contenía ingredientes de amargura (Éxodo
30:23-33). Porque Él es el Sumo Sacerdote, que ha sido “ungido con óleo de alegría
más que Sus compañeros” y quien comparte esa unción con ellos, al unirse a Él. Es su
gozo y Su alegría... y nuestros cuando permanecemos en ÉL y participamos de sus
padecimientos.
Las hermanas llorosas dijeron, “Señor, Si hubieras estado aquí mi hermano no habría
muerto.” Pero Jesús ya había dicho a Sus discípulos que era para la gloria de Dios
que Él no hubiera estado allí. ¡El viento tempestuoso cumple Su Palabra!
“¿Qué discusiones son estas que tenéis entre vosotros mientras vais andando?” Y
ellos se detuvieron, con semblante triste. ”¿Eres tú el único visitante en Jerusalén que
no sabe las cosas que en ella han acontecido en estos días?” ”¿Qué cosas?” Y ellos le
dijeron: “Las referentes a Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obra y en
palabra delante de Dios y de todo el pueblo. Estábamos seguros de que Él era el
Mesías, pero Le crucificaron hace tres días. Hay rumores de que ha resucitado, ¡Pero
es difícil creerlo!” ¡Vientos tempestuosos cumpliendo Su Palabra!
María Magdalena se quedó llorando junto al sepulcro y sus ojos se llenaron de tantas
lágrimas que no podía discernir el rostro de Aquel a quien ella amaba, a su lado.
¡Vientos tempestuosos cumpliendo Su Palabra!
“No me llaméis Noemí, sino llamadme Mara”, dijo Noemí a sus amigos y familiares en
Israel cuando regresaba de la tierra de Moab. “Porque el Todopoderoso me ha
afligido”. ¡Qué poco podía ella imaginar que Dios estaba obrando en su vida el secreto
de Su propia voluntad, y preparando el camino para el nacimiento de David, y del Hijo
de David y el Señor en los siglos por venir! ¡Vientos tempestuosos cumpliendo Su
palabra!
“Envía su palabra y los derrite; hace soplar su viento y el agua corre.” (Salmos
147:18)
¿Pero qué es lo que marca la diferencia entre el invierno y la primavera? ¿Qué marca
la diferencia entre en viento del norte y el austro? Sólo el ciclo del propósito de Dios. El
sol es tan brillante en invierno como en verano. Es la estación que responde a cada
clima diferente. Sentimos el frío del viento del norte; pero cuando completa el ciclo, se
convierte en el viento del sur, el austro. Cuando viene del norte, es malo y helado,
pero además invalida y es devastador. Los campos verdes se congelan para
desolación... los ríos y los arroyos detienen su curso... la naturaleza parece entrar en
una completa paralización. Dale tiempo, y cuando el viento del norte haya cumplido su
propósito, Dios enviará el austro. Romperá el hielo que cubría la tierra y las aguas, y
derretirá la nieve que había traído previamente. Viene la primavera y “envía su palabra
y los derrite; hace soplar su viento y el agua corre.” (Salmos 147:18).
Podemos inclinarnos a envidiar a los que parecen tener un caminar positivo, sin
estorbos y consistente con el Señor—los que parecen haber experimentado muy poco
de devastación y de frustración. Pero con frecuencia falta algo. Puede que no sientas
ese fluir de amabilidad, misericordia, paciencia y longanimidad. Los que han conocido
luchas, perplejidades, esterilidad, derrota y estaciones invernales son los que
descubrirán un gozo peculiar y abundante cuando los vientos comiencen a soplar del
sur. Estos son los que encuentran fácil derretirse en Su presencia en la maravillosa
hora de la primavera, y fluir juntos en el poderoso río de Dios. La Iglesia puede parecer
muy poderosa e impresionante, pero fría y sin vida. La nieve y el hielo amontonados
en las montañas presentan un hermoso cuadro escénico, pero cada pico cubierto de
nieve sigue manteniendo su propio status denominacional y cada pequeño copo de
nieve su propia identidad egoísta. Dios a va causar un derretimiento y un fluir juntos...
hasta que cada pequeño copo de nieve y cada pequeño cristal de hielo pierda su
identidad en el poderoso Río de Dios. Entonces estará “lleno de agua”, como dijo el
salmista... para bendecir la tierra por la que fluye. No puede haber una unidad real
aparte de una unión vital con Cristo por el Espíritu Santo... al hacer Dios que Su
pueblo se derrita bajo la mirada del Sol de Justicia, pierda su identidad como
miembros de esta iglesia o de esa.... y fluyan juntos en el Río de Dios. No estamos
hablando de “todas las iglesias” fluyendo juntas bajo alguna clase de unión ecuménica,
organizada y controlada por los hombres que edifican algo para su propia gloria. Al
contrario, hablamos de esos miembros del cuerpo de Cristo, que son lavados en Su
sangre y son nacidos de Su Espíritu.
La explosión de la Primavera
El primer hombre Adán fue puesto en un jardín. Todo lo que había en ese jardín
procedía de la Palabra, el Logos. Todo era “muy bueno”, y Adán tenía que cuidarlo y
mantenerlo. (Gén.2:15). De forma que en la Nueva Creación, Dios planta a Su pueblo
en un Huerto. El Río de Vida fluye en medio de él, desde el Trono de Dios. Junto a la
orilla del río crece el Árbol de la Vida, que da toda clase de fruto, “dando su fruto cada
mes; y las hojas del árbol eran para sanidad de las naciones.” (Apocalipsis 22:2). Es
un reino celestial el que miramos... pero es un reino celestial aquí en la tierra. ¿No
vamos a vivir en el Cielo? ¡Por supuesto! Pero los Nuevos Cielos y la Nueva Tierra
están muy juntos... y la luz de la gloria del Cielo radiará por toda la tierra. Tendremos
acceso libre a ambos reinos. Puede que podamos distinguir escasamente uno del
otro... estando uno tan inmerso en el otro. Y experimentaremos “días del cielo sobre la
tierra” mucho más allá de lo que Moisés contempló cuando habló de la tierra de
Canaán (Deut. 11:21). “No habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor.”
(Apocalipsis 21:4). Es porque hay un Árbol de Vida en el Huerto... y los hombres ya no
tendrán prohibido comer de su fruto. No habrá más tristeza, ni llanto ni dolor... porque
las hojas del Árbol son para “sanidad de las naciones”. En el principio, el primer
hombre escogió comer del “árbol de conocimiento del bien y del mal”... y se le prohibió
comer del Árbol de la Vida. Ahora el hombre come del Árbol de la Vida, para tener
salud y vida. Y aunque sólo vemos en estas cosas “como por espejo, oscuramente”,
entendamos que Dios está obrando en los herederos del Reino de los Cielos ahora,
esas cualidades de vida y de gracia que le harán sentirse “en casa” en el Huerto de
Dios. Las riquezas de la gracia en Cristo Jesús y la bendición de Su Espíritu están
disponibles para nosotros ahora... al participar de “los poderes del mundo por venir”
(Heb. 6:5). No temamos de abusar de la gracia de Dios cuando Él nos introduzca a
estos reinos del Espíritu que pertenecen la próxima era. Ciertamente es un pequeño
fragmento lo que llegaremos a conocer y experimentar en esta vida. Por tanto,
estemos agradecidos por cada don perfecto y bueno que Él nos conceda ahora...
desde esos reinos de vida eterna. Y sigamos orando, “Venga Tu Reino, Hágase Tu
voluntad, así en la tierra como en el cielo.”
David vio el Río y la Ciudad en una visión profética y cantó: “Hay un río cuyas
corrientes alegran la ciudad de Dios, las moradas santas del Altísimo.” (Salmos 46:4).
Jesús puede haber estado refiriéndose a esto o a lo que dijo Joel sobre una “fuente”
que fluye de la Casa de Dios... cuando se puso en pie el último día de la fiesta “y
exclamó en alta voz, diciendo: Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba.
El que cree en mí, como ha dicho la Escritura: "De lo más profundo de su ser brotarán
ríos de agua viva." (Juan 7:37,38, lee Joel 3:18).
La verdad es ese Río de la Vida. Nunca cojamos la noción de que la verdad es algún
sistema de credo y dogma rancio y malgastado que los teólogos han arrancado de la
Biblia y sobre el que ha discutido a lo largo de los siglos. O algo a ser evitado por la
gente espiritual no sea que traiga conflicto, confusión y contienda. La verdad hace
justo lo contrario. Oh, si, provocará contienda entre los contenciosos y los
desobedientes. Pero la verdad viva de Dios unirá y edificará a los santos, fortaleciendo
a quienes la abracen. Será el Urim y el Tumim en nuestra coraza de justicia,
iluminando nuestro camino por dondequiera que vayamos, guiándonos recto en medio
de senderos de oscuridad, e indicando claramente la voluntad de Dios para nosotros
en cada momento de duda y en cada salida de los caminos.
Pero mucho más allá que todo esto—Le verás en tu hermano y hermana de una
manera que jamás consideraste posible, al caminar junto con ellos en comunión del
Espíritu y a la luz que Él derrame en tu camino.
Sabemos que ninguno de nosotros hemos alcanzado este alto ideal... pero que sea
nuestra constante oración y deseo. Porque es el deseo del Señor que nos redimió. Él
no descansará hasta que Él haya encontrado para Él mismo un lugar en Su pueblo.
No será satisfecho hasta que Él entre en Su Huerto y participe del precioso fruto.
Preparación de la tierra
Cuando llegamos a conocer al Señor un poco más, miramos atrás y nos asombramos
de la forma en que Él nos ha guiado y preparado nuestro camino, incluso antes de que
Le conociéramos o Le buscáramos. Mirando más adelante en la vida, nos damos
cuenta que ha habido tantas cosas incidentales o accidentales que nos han sucedido y
que el Señor estableció como una preparación necesaria para la gracia que Él
revelaría en días por venir. Con frecuencia, muchas cosas que simplemente
sucedieron, han probado ser totalmente providenciales. Cuando nuestros corazones
se vuelven hacia Él, sólo Dios en Su gracia y en Su misericordia sabe como tomar
nuestras faltas y correrías del pasado y hacer que se conviertan en los escalones
hacia la gloria. Debe haber sufrimiento por cada acto de desobediencia y de rebelión;
pero cuando Él vuelve nuestros corazones completamente hacia Él, descubrimos que
él ha estado preparando y disciplinando a Sus hijos para que Él pueda tener un Huerto
fructífero para su propio deleite.
Remover los terrones puede ser una clase de trabajo inútil y sin objetivo aparente.
Pero el Labrador debe hacerlo si la tierra ha de recibir la semilla y la lluvia que la haga
germinar. ¿Por qué tenía que pasarme esto a mí? No lo sé, pero sí sé que la tierra del
corazón debe estar rota. Sólo el corazón contrito y humillado puede recibir la semilla
de verdad que germinará y echará raíz y florecerá. ¡Oh, si! Yo podría recibir la verdad
con un gozo fugaz cuando llegue a mi corazón intacto. ¡Pero Jesús nos advierte que la
tierra pedregosa recibe de hecho la palabra con gozo! Pero sólo por un tiempo.
Cuando las pruebas de la vida llegan, esa clase de gozo se seca rápidamente...
dejando con frecuencia al corazón seco y estéril. Tenemos todas las razones para
cuestionar cuánto realmente bueno se cumple con muchos de nuestros programas de
iglesia hoy día. Puede haber muchas “bendiciones”, y mucho “gozo” artificial, pero no
estamos hablando de eso. ¿Está Dios penetrando en los corazones de Su pueblo?
¿Estamos satisfechos con el placer de sentirnos bien, y todo el tiempo
preocupándonos menos de que el Señor quite la amargura, los sentimientos de
endurecimiento contra Dios y nuestro hermano, y todas esas operaciones de la mente
carnal?
“Yo planté, Apolos regó, pero Dios ha dado el crecimiento. Así que ni el que planta ni
el que riega es algo, sino Dios que da el crecimiento.” (1ª Cor. 3:6-7).
Con esta confianza, somos sostenidos al avanzar con nuestro cesto de semillas,
sabiendo que “El que con lágrimas anda, llevando la semilla de la siembra, en verdad
volverá con gritos de alegría, trayendo sus gavillas.” (Salmos 126:6).
La Semilla es dispersada
Pero está muy lejos de los conceptos modernos de crecimiento de Iglesia. Tenemos
que intentar reunir al pueblo, en un solo edificio si es posible, en nombre de la unidad.
Plantad la semilla en montes... y cuantas más podáis plantar, mejor. Pero yo mismo,
como labrador aficionado e inexperto, he descubierto que lo mejor es dejar espacio
entre la semilla de forma que cada planta tenga espacio para crecer. Cierto, yo quiero
la unidad... pero quiero dejar espacio para el crecimiento individual. Algunas veces,
inconscientemente he dejado caer demasiadas semillas de zanahoria en un mismo
lugar. Podría dejarlo así y permitir que crezcan donde está. Y cuando broten por
encima de la tierra, puede que tenga que decirme a mí mismo, ¡Que unidad
maravillosa! Pero cuando intenten crecer, sólo obtendré un desastre de zanahorias
enfermas, en ristra, deformadas, retorcidas y dobladas.
“La unidad del Espíritu” no tiene nada que ver con apiñar al pueblo de Dios. Hay un
propósito en nuestras asambleas en Su Nombre; Y no hemos de descuidar esto. En
ocasiones Dios mismo puede preparar grandes reuniones con propósitos especiales.
Pero el deseo de Dios para Su pueblo es que puedan tener comunión unos con otros.
¿Y qué comunión puedes tener sentándote en una congregación de cientos de
personas, mirando las espaldas de los que se sientan delante?
Bueno, es cierto que durante un minuto o dos, os dais las manos y os deseáis lo mejor
en el Señor. Pero entonces... cada uno se supone que ha de establecerse en la rutina
general de una reunión bien programada.
La iglesia primitiva con frecuencia se reunía por las casas de los creyentes. Se reunían
con sus afanes y problemas... para recibir ayuda, o para ayudarse mutuamente. Hoy
día, el concepto de “iglesia hogareña” se considera radical y nuevo. ¿Y qué si el hogar
se llena de gente? Hay otros hogares dispuestos... y la Iglesia crece unida y fuerte, y
se multiplica hasta que la ciudad al completo se sature con el Evangelio de Cristo, y la
Iglesia sea edificada. Sé que esto suena muy idealista. Y sé que no funciona... es sólo
un concepto que estamos intentando de conseguir que se cumpla. La gente tiene que
estar abierta, con hambre, y dispuesta a mostrar mucha gracia, paciencia y amor. Creo
que Dios quiere llevarnos a eso. Y si no estamos dispuestos a llegar a eso, entonces
que los hombres sigan construyendo sus propios reinos. Eso si funciona muy bien...
desde un punto de vista humano. Pero sólo Dios juzgará en el Día de la Cosecha,
cuánto “buen fruto” es producido.
No fue nada trágico lo que sucedió cuando Dios “dispersó” a los santos de la iglesia
primitiva por medio de la persecución. Dios estaba detrás de todo eso. Habían
aprendido los caminos del Señor. No hay duda que tenían muchos problemas, en
conexión con la vida comunitaria, miles de ellos amontonados en los hogares de los
creyentes. Pero se amaban unos a otros y deben haber tenido una comunión
tremenda al andar en el temor de Dios y reunirse en los pequeños hogares repartidos
por toda la ciudad. Pero fue sólo durante un tiempo. Habían madurado hasta ser
“buena semilla”, y Jesús había dicho, “El que siembra la buena semilla es el Hijo del
Hombre. Y el campo es el mundo; y la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña
son los hijos del maligno” (Mateo 13:37-38). El Sembrador quería que esta semilla
preciosa se reprodujera en la tierra; y así, las repartió por todos sitios. “Así que los que
habían sido esparcidos iban predicando la palabra.” (Hechos 8:4).
Recuerdo haber leído sobre la Iglesia en China, cuando fue sometida bajo el
comunismo. Las personas eran sacadas de sus casas y obligadas a vivir en comunas
que eran organizadas por el gobierno. Pero Dios, en todos los designios del hombre,
sabe come arreglar todo para Su propia gloria. Por Su designio propio, se propuso
tener “buena semilla” en estas comunas. No pasó mucho tiempo cuando había otras
“buenas semillas” nacidas al Reino en estas comunas controladas por el gobierno.
Pero cuando muchas personas se convertían a Cristo y si muchas personas se
convertían a Cristo, las autoridades ordenaban que fueran “esparcidas” a lo largo y
ancho por otras comunas, para poder extinguir su fe, o al menos, evitar que siguieran
propagándola. Pero esto es exactamente lo que el Sembrador quería hacer. Eran
“buena semilla” y Dios quería sembrar a esta “buena semilla” en otras partes de ese
país. ¡Dios quiere llenar al mundo entero con la “buena semilla” para cumplir Sus
propósitos!
“No dice: y a las descendencias, como refiriéndose a muchas, sino más bien a una: y a
tu descendencia, es decir, Cristo.” (Gálatas 3:16)
“¿Has podido salir finalmente?”, “, oh, si”, dice el pequeño brote mientras empuja su
cabecita por encima del suelo.” “Todo el tiempo estuve orando”. Creo que hay una
tremenda necesidad de oración persistente. Pero estemos seguros de que cada
experiencia nueva en Dios es el comienzo de un tiempo nuevo del trato de Dios con
nosotros. Y esto debe continuar hasta que nos conformemos a la imagen de Su
imagen. La nueva vida es visible cuando brota la semilla, pero queda un largo camino
por delante. Cuando el Labrador entra en Su Huerto, se alegra de ver nuevo
crecimiento. Pero busca algo más... y esperará hasta tenerlo.
“Aquel día se dirá: Una viña de vino; de ella cantad. Yo, el SEÑOR, soy su
guardador; a cada momento la riego. Para que nadie la dañe, la guardo noche y día.”
(Isaías 27:2,3).
Pero hay otros, igual de necesitados, que habitan en lugares secos... y sin embargo,
parece que florecen y dan fruto incluso en tiempo de hambre. ¿Por qué? ¿Y por qué
no están viajando por el mundo para encontrar a Dios? Porque han hallado sus raíces
profundamente en Él... y caminan con Él, y Le conocen y se gozan en Su descanso y
en Su amor... incluso en tiempos de sequía y de hambre.
¡Cavemos muy hondo, amados! ¡Porque viene una hambruna a la tierra! Y creo que ya
ha empezado. “No hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír las palabras del
SEÑOR.” (Amos 8:11). Pero en ese día Dios tendrá una “rama fértil” en Egipto (el
mundo, pero no de él)... y este pueblo como José tendrá pan que compartir con un
mundo necesitado y con el famélico pueblo de Dios:
El proceso de Escardado
“Porque como descienden de los cielos la lluvia y la nieve y no vuelven allá sino que
riegan la tierra, haciéndola producir y germinar...así será mi palabra que sale de mi
boca” (Isaías 55:10,11). Dios nunca pretendió que la lluvia que Él enviara sobre Su
Huerto fuera consumida por malas hierbas, abrojos y espinos. Su deseo es que Sus
plantas absorban la lluvia en lo más profundo de su ser... haciéndolas crecer en
gracia, producir hojas y flores, y finalmente produciendo fruto para Su gloria.
“
Porque la tierra que bebe la lluvia que con frecuencia cae sobre ella y produce
vegetación útil a aquellos a causa de los cuales es cultivada, recibe bendición de Dios;
pero si produce espinos y abrojos no vale nada, está próxima a ser maldecida, y
termina por ser quemada.” (Heb. 6:7,8).
La misma lluvia que fortalece y nutre la planta y la hace florecer, fortalecerá y nutrirá
los abrojos y espinos y los hará florecer. Dios sabe esto, y Él no advierte sobre las
malas hierbas. Si estamos bebiendo la lluvia de Dios, asegurémonos de estar
buscándole para saber como erradicar los espinos y los abrojos; porque crecerán junto
a tu maíz y tomates si los dejas. Y florecerán con la misma lluvia que riega el maíz.
Cuando yo construí nuestra casa, era un proyecto a tiempo parcial, puesto que yo
estaba trabajando en mi empleo a tiempo completo. No tenía tiempo para arrancar los
cardos que empezaban a florecer en mi patio de atrás. No pasó mucho tiempo cuando
mis cardos canadienses comenzaron a crecer hasta una altura de seis pies; y cuando
comencé un jardín años más tarde, me llevó otros dos años poder controlar las malas
hierbas. ¿Cuál fue la causa de esto? Buenos, esas semillas ya estaban allí. La tierra
había sido trabajada durante la construcción y esto añadió más problemas. Pero fue la
preciosa lluvia del cielo lo que les hizo florecer. Jesús nos advirtió sobre el peligro de
los “espinos” en nuestro huerto, que Él describe como “el afán de este mundo” y “el
engaño de las riquezas, que ahogaron la palabra y se quedó sin fruto.” (Mat. 13:22).
Entendamos lo que Dios está mostrándonos. Incluso Su buena lluvia hará que los
espinos y abrojos crezcan en tu corazón, si no son erradicados. La bendición de Dios
sobre nuestras vidas nutrirá el orgullo, la amargura, la contienda, el engaño, la altivez,
la envidia.... y toda clase de deseos heridos, si no somos cautelosos. No dije que la
bendición de Dios lo haría... Dije que Su bendición lo alimentaría. Y todo el tiempo
puede que te encuentres gozándote en las cosas grandes que Dios está haciendo en
tu vida y ministerio. Lo mejor es que tú y yo entendamos que con cada bendición que
Él dé, el Labrador esta queriendo revelar “los pensamientos y las intenciones del
corazón.” Pablo nos amonesta a que miremos, no sea que alguien “deje de alcanzar la
gracia de Dios; de que ninguna raíz de amargura, brotando, cause dificultades y por
ella muchos sean contaminados.” (Heb. 12:15).
“Señor, ayúdanos a entender que cuánto más avancemos contigo, mayor será nuestra
responsabilidad...
Que cuánto mayor sea nuestra capacidad de verdad y revelación, mayor será
igualmente nuestra capacidad para el orgullo y el engaño.
Pero que siempre podamos hallar gracia para perder nuestras vidas, sacrificar
nuestros dones, nuestras bendiciones, nuestro todo—para que podamos hallar
verdadera bendición y gozo en la cabeza, en la fuente de Verdad, sólo en Ti.”
Arraigados y Cimentados en Él
Nuestro Labrador desea que nuestras raíces se cimienten firmemente en Él, lo que
significa que hemos de llegar a depender totalmente de Él. Sólo llevaremos buen fruto,
mucho fruto, más fruto---al hundir nuestras raíces profundamente en la tierra de Su
amor y verdad. “Y el remanente de la casa de Judá que se salve, echará de nuevo
raíces por debajo y dará fruto por arriba.” (Isaías 37:31). Esto corresponde con lo
que el apóstol Pablo dijo,”que arraigados y cimentados en amor, seáis capaces de
comprender con todos los santos cuál es la anchura, la longitud, la altura y la
profundidad, y de conocer el amor de Cristo que sobrepasa el conocimiento.”
(Efes.3:17-19). Con frecuencia tengo el sentir de que el pueblo de Dios oye y lee estas
cosas tremendas de la Palabra de Dios—y de alguna manera las pasan de largo
encogiéndose de hombros: “Si, es maravilloso, ¿verdad?” Pero siguen adelante con
sus programas religiosos y engrandeciendo las bendiciones en medio de ello, como si
éstas fueran el objetivo final de la vida. Creo que en nuestro día es cierto, como
también se dijo de Efraín por parte del profeta, “Le escribí diez mil preceptos de mi
ley, pero son considerados como cosa extraña. En cuanto a mis ofrendas de sacrificio,
sacrifican la carne y se la comen... pero el SEÑOR no se ha complacido en ellas”
Después dice, “Pues Israel se ha olvidado de su Hacedor y ha edificado palacios.”
(Oseas 8:12-14). Eran muy diligentes en su ritual religioso, que Dios ni siquiera quería,
y al hacer esas cosas, ¡Se olvidaron de Su Creador y edificaron templos (palacios)!
Estas grandes y preciosas verdades respecto a un pueblo que entra en las inagotables
riquezas de Cristo se consideraban cosas extrañas y lejanas, e iban por su camino
ofreciendo sacrificios y edificando templos “para la gloria de Dios”. Y aún así, en medio
y a través de todo esto, Dios está buscando, anhelando... los sacrificios del “corazón
contrito y humillado”. Anhela una morada en los corazones de Su pueblo. No debemos
despreciar las bendiciones, pero Él quiere que todo esto dé lugar a un ámbito de
“permanencia” en Cristo. Mientras nosotros cumplimos nuestra parte al andar en
obediencia, todo el tiempo Él hace la suya fielmente... escardando, arrancando,
trasplantando, cultivando, y removiendo la tierra. Él está exponiendo fielmente a
nuestros enemigos potenciales a los rayos del Sol de Justicia, para que puedan
secarse en Su presencia. Muchas malas hierbas, muchos abrojos y espinos han sido
quitados completamente de tu vida y de la mía, sin que ni siquiera nos diéramos
cuenta, por causa de Su fidelidad. Pero que no haya confianza en nosotros mismos
en ninguno de nosotros, “porque en nuestra carne no mora el bien”. Que no haya
jactancia de logros espirituales—en dones, en ministerios, en poderosas operaciones
de Dios... porque una jactancia tal ha nutrido raíces de orgullo y arrogancia en
muchos, y los ha asfixiado con hojas de justicia propia.
En la Puerta de Laodicea
Pero mientras todo esto sucede, el Santo de Israel está fuera, a la puerta, llamando y
pidiendo poder entrar. Está fuera porque le expulsaron... con muchas cosas extrañas
que entristecieron Su corazón. O puede que simplemente se haya salido fuera al darse
cuenta de que nadie quería oír lo que Él tenía que decir. No tenía derecho de dictar
ninguna orden de adoración, y ministerio, o de dirigir a la gente a las aguas tranquilas,
o los verdes pastos... porque el orden de la reunión ya ha sido preparado de
antemano. Vino para ser Señor en sus corazones, y Señor en sus reuniones... y no
serviría en el altar mientras que el anticristo se siente en el trono de sus corazones.
Será Señor en medio de ellos, o en silencio, se marchará fuera de la puerta.
Pero seguirá llamando. Seguirá llamando a los que tienen hambre y sed, pidiendo
poder entrar. Durante demasiado tiempo ha sido el gran Benefactor, el Papa Noel de
cada corazón egoísta clamando por más bendiciones, y sanidades y prosperidad.
Ciertamente, quieren todo lo que Dios tiene para ellos. Quieren sanidad y bendición y
prosperidad. Quieren Su sabiduría que capacita para sacar adelante negocios con
gran éxito. Necesitan su ayuda para aumentar la asistencia a su iglesia, para agrandar
los números de sus escuelas dominicales, financiar la edificación de sus templos,
agrandar los programas misioneros, o sus programas de TV. Quieren que Él ponga Su
sello de aprobación sobre todos sus proyectos maravillosos.
“
He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a
él, y cenaré con él y él conmigo.” (Apoc. 3:20).
“Quiero cenar contigo”, dice. Pensamos que nosotros somos los necesitados, no Él.
¿Qué podría darle yo a Él, para que Él desee cenar conmigo en mi casa? Primero que
nada, tenemos que saber qué es lo que Él quiere comer. Jesús dijo que había
encontrado algo que comer cuando los discípulos fueron a la ciudad a comprar
alimentos. ¿Le dio alguien comida mientras estaban fuera? ”Si”, dijo Él, “Tengo una
comida que comer que vosotros no conocéis... Mi comida es hacer la voluntad del que
me envió y que acabe su obra”. (Juan 4:32,32). ¿Pero de donde sacó Él esta comida?
De una mujer pobre y devastada de Samaria que vino a sacar agua del pozo de
Jacob. Y al darle Él el agua y el pan de vida, Él mismo era alimentado por ella. Jesús
no estaba ahí fuera metido en alguna clase de actividad religiosa para promover su
ministerio mesiánico en la tierra. Su agenda era muy simple. “Vengo para hacer Tu
voluntad, Oh Dios...” Y esto se convirtió en Su pan diario. Por tanto, Su hambre era
satisfecha cuando otros participaban del pan que Él les daba. Su sed era saciada
cuando Él derramaba las aguas vivas en sus vidas.
¿Pero como puede ser esto? Sólo entenderemos esto cuando aprendamos la verdad
de lo que Él enseñaba. “Es más bienaventurado dar que recibir” (Hechos 20:35). Dios
es amor. Esa es su misma naturaleza, amar... y consecuentemente, dar. Dio a Su Hijo
en el Calvario porque Él es amor. Dios fue grandemente “bendecido” al dar a Su Hijo,
porque el “Amor” sólo es satisfecho cuando otros son ayudados y bendecidos. ¡Cómo
nos gozamos en un Dios que ama tanto, que da!
Pero se da a Sí mismo de nuevo por Su Espíritu, para poder habitarnos una y otra
vez... y para que podamos encontrar nuestra habitación en Él. Y nosotros nos
echamos atrás. Rechazamos su dadivosidad y lo llamamos herejía. ¡Oh si!, queremos
recibir Su gran salvación... Su sanidad, Sus dones y bendiciones. Queremos ver sus
poderosas obras en la tierra. Pero Él quiere un pueblo que le reciba en sus vidas como
Señor. Quiere poseernos, y llenar cada área de nuestro ser. Y nosotros nos echamos
atrás. Pensamos que estamos siendo íntegros y abiertos delante de Señor cuando
oramos, “Si, Señor, quiero todo lo que me tengas para mí.” Pero Dios dice, “Hijo Mío,
Quiero todo lo que tú tienes para Mí. Quiero darme a ti... no solamente cosas que
puedas disfrutar. Y sólo puedo darte todo de Mí cuando Tú me des todo de ti.”
El Proceso de la Poda
“
Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo
limpiará para que lleve más fruto.” (Juan 15:2).
Cuando Dios toma su cuchillo de poda en Su mano y comienza a quitar las ramitas y
las ramas de Sus escogidos, el resultado de ello aparenta ser una completa
devastación. Siempre nos alegramos, por supuesto, cuando Él quita algo que
sabemos que hace daño a nuestro bienestar... algún hábito carnal o un deseo
mundano que sabemos que estorba al gozo de nuestra vida Cristiana. O incluso
alguna empresa religiosa que pensábamos que era para Su gloria... pero que se
reveló como algo vacío, hueco e insatisfactorio. Pero generalmente, nuestro Labrador
cortará mucho más profundo de lo que esperábamos. No soy el juez que juzga, para
empezar, cuánto de tu obra para Dios ha sido una obra carnal. Pero Dios con
frecuencia va a disolver ciertas actividades religiosas incluso si fueron buenas durante
un tiempo. Y la razón por la que nos inquietamos es porque no comprendemos lo que
Dios considera vital para dar buen fruto. Hemos de llegar a una mente renovada y a
amarle más, antes de poder comprender lo que es realmente agradable a Su vista.
Con la mente carnal estamos prestos a asumir que si la iglesia está floreciendo y las
muchedumbres están forzando las instalaciones... Dios quiere que nos expandamos
para poder crecer al mismo ritmo. Puede que Él te permita hacer eso pero Su deseo
puede ser que te separes en grupos pequeños... para que Él pueda descubrir más y
mejor fruta en el tiempo de la cosecha. El manzano, el peral y el melocotonero... son
mucho más hermosos antes de la poda que después. Pero el agricultor sólo busca el
fruto, y el árbol hermoso a sus ojos es el árbol que ha sido recortado de forma que
pueda producir más y mejor fruto en la cosecha.
¿Nos da miedo pedir al Señor que nos pode hasta la forma y tamaño que Él tiene en
mente? ¿O seguiremos yendo por nuestro propio camino, con la esperanza de que Él
pueda evitar el cuchillo de la poda por causa de nuestros logros, o por causa de
nuestra ambición por tener éxito en la obra del Maestro? Una vez que captemos el
“camino aún más excelente”, Le pediremos sinceramente que nos quite toda ramita y
rama, cada deseo carnal, cada pedazo de altivez y ambición egoísta... para que Él
pueda venir y hacer Su morada en Su heredad que Él ha redimido para Su propio
deleite. Necesitamos mucha poda en nuestras vidas, para llevarnos al lugar en el que
sinceramente y desde corazones de amor y de gratitud, tengamos deseo de una sola
cosa... que sólo Dios pueda ser glorificado en todo lo que estamos haciendo.
“La higuera ofrece ya sus primeros frutos, y las viñas en ciernes esparcen su
fragancia. ¡Levántate, amada mía! ¡Ven conmigo, mujer hermosa!” (Cantar de Los
Cantares 2:13 NVI)
Este es el tiempo más bonito de todo el año. Apenas podrías desear nada mejor. Cada
planta, cada flor, cada arbusto florece en su lugar, extendiendo sus hojas y ramas, los
capullos floreciendo y mostrando una formación de belleza y una explosión de color
que los de corazón limpio pueden decir solamente, “¡Oh, Señor, qué grande eres!”
Jesús dijo, “Observad cómo crecen los lirios del campo”. (Mat. 6:28). Pero era en el
contexto de decir que Dios deseaba un pueblo que simplemente permaneciera en Él y
que dejara que el Padre Celestial fuera su vida, y produjera la hermosura que Él tenía
en mente. Salomón edificó un templo glorioso y produjo obras maravillosas por medio
de la sabiduría y el entendimiento que Dios le había dado. Pero en este pasaje el
Señor nos está recordando con el lenguaje secreto de la parábola, que Dios es más
glorificado con la vida que Él pone dentro de nosotros, que por las obras que hacemos
por su poder, sabiduría y capacitación. Me asombra como el pueblo de Dios ahorra
dinero para proyectos en la iglesia que embellezcan el coro o la orquesta, o el equipo
de teatro... con lazos, estandartes y otra clase de oropeles... y piensa que se relaciona
de alguna manera con lo que Dios llama “la hermosura de la Santidad”.
Ciertamente podemos ver en el lirio lo que Dios quiere decir con la hermosura que
sobrepasa la gloria de Salomón. ¿Cómo obtuvo un vestido tan maravilloso? ¿Qué hizo
para tejer unos ropajes tan exquisitos para sí mismo? Realmente no era su obra en
absoluto, sino la obra del Padre Celestial. Sembró la semilla en la tierra y la regó
cuando necesitaba agua. Después envió la luz del sol para calentar la tierra y hacer
que brotara y floreciera. A lo largo de todo el proceso, era su obra exclusivamente. Y
era por la ley de la vida natural. ¡Cuánto más hermosa entonces, es la Vida que está
escondida con Cristo en Dios y que brota de la tierra de nuestros corazones y se
halla en el Huerto de Dios, vestida con vestiduras de gracia y de hermosura! ¿Cómo
podemos atrevernos a insultar a Dios trayendo basura a Su santo Templo, intentando
imitar la adoración de Su templo y llamándola “adorando a Dios en la hermosura de la
santidad?” Pero Él, con “ojos de llama de fuego”, nos mira para ver si hay un corazón
humilde. Escucha cuando uno de Sus amados sacerdotes, conociendo su indignidad,
clama a Dios—“Señor, quita estas vestiduras inmundas y revísteme con nuevas
vestiduras. Señor, quita de mi cabeza la mente carnal y pon una mitra limpia sobre mi
frente, para poder pensar como Tú piensas, y saber cómo caminar por el camino aún
más excelente. Unge mis ojos para ver y mis oídos para oír cosas hermosas que
procedan de tu corazón y tu mente. Hermosea a Tú siervo con las vestiduras del
nuevo hombre, y renueva mi mente conforme a la imagen de Aquel que me creó,
hasta que pueda salir a Tú imagen y semejanza. Reviste mi hombre interior con
entrañables misericordias, gentileza, humildad de mente, mansedumbre, longanimidad
Y sobre todas estas cosas, muéstrame como revestirme de amor, que es el vínculo
perfecto.” (lee Zacarías 3:3-5, Col. 3:10-14).
¿Qué ha hecho el lirio, o la rosa, o el narciso, o miles de otras flores impresionantes
que crecen en tu jardín..., qué han hecho para producir unas vestiduras tan
maravillosas? Realmente nada... sólo se han sometido al espíritu de vida en el
interior. Es la vida de Dios impartida lo que hace que la semilla o el bulbo se abran,
echen raíces hacia abajo, y comiencen a crecer hacia arriba. Es simplemente por la
operación de la vida que se revela en la atmósfera y obtiene humedad de la tierra en la
que está arraigada, y las virtudes del sol que brilla sobre la misma. Después,
repentinamente, estalla convirtiéndose en una vestidura de gloria inefable.
La vida es lo que hace que esto suceda. Es un estallido de vida nueva desde la
cáscara vieja. De hecho, es esta vida nueva lo que sacude la cáscara de la atadura
antigua, porque lo viejo no puede contener lo nuevo. Las vestiduras viejas han
cumplido su propósito y ahora han de dar lugar a las nuevas, las vestiduras de la vida
de la Nueva Creación, que está siendo secretamente tejida por las habilidosas manos
del Tejedor. Todavía no es visto por los ojos de los hombres porque somos tejidos en
los telares secretos de Dios. David meditaba en esto cuando dijo: “No estaba oculto de
ti mi cuerpo, cuando en secreto fui formado, y entretejido en las profundidades de la
tierra.” (Salmos 139:15). La palabra “en secreto” en este pasaje es la misma que se
usa para la intrincada obra de costura del bordador, cuando los hombres y las mujeres
de Israel, llenos con la sabiduría de Dios, preparaban las hermosas vestiduras del
sacerdocio... vestiduras que Dios dijo que eran “para gloria y hermosura”: (Éxodo
28:39, 35:25-35).
No temamos cuando veamos las viejas vestiduras del mundo... o los viejos patrones y
odres de la vida de Iglesia, comenzando a caer y a desintegrarse. En lugar de eso,
pidamos al Señor que quite las escamas de nuestros ojos para que podamos ver la
hermosura de la Vida de Jesús estallando en Sus redimidos. Todas las naciones
todavía deben ver la gloria del Cordero y la hermosura de su obra de artesanía,
revelada en los hijos del Reino. “Las naciones verán tu justicia, y todos los reyes tu
gloria; recibirás un nombre nuevo, que el SEÑOR mismo te dará.” (Isaías 62:2).
Damos la vuelta al orden de Dios tan fácilmente. Decimos que tenemos que comer
para vivir. Pero Jesús nos dice: la vida es más importante que el alimento: La vida
viene primero; entonces, por causa de la vida, podemos reunir el alimento que
sostiene a la vida. “¿No tiene la vida más valor que la comida, y el cuerpo más que la
ropa? Fíjense en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni almacenan en
graneros; sin embargo, el Padre celestial las alimenta.” (Mat. 6:26). Jesús no está
promoviendo la holgazanería pero está promoviendo la confianza y la seguridad en el
Padre Celestial. No hay nada de holgazanería en los pájaros que visitan mi jardín.
Donde vivimos, podemos llegar a tener hasta 18 horas de luz solar durante nuestros
cortos veranos, y los pájaros dan vueltas por la mañana antes que yo me levante, y
con frecuencia sigo oyendo sus cantos después de acostarme. ¿Cómo pueden hacer
algo así? Por causa de esa tremenda ley del Espíritu de vida que Dios puso en ellos
cuando los creó. ¿No es la “ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús” mucho mayor,
mucho más alta, mucho más poderosa que el espíritu de vida en una planta o animal?
¿Especialmente si consideramos que la ley de la vida natural se halla bajo un proceso
de descomposición y muerte? Nosotros, al igual que otras criaturas inferiores, estamos
sujetos a la ley de la muerte desde el mismo instante de nuestro nacimiento. La Ley
del Espíritu de Vida en Cristo Jesús es la Ley de la Nueva Creación, que nos libera de
la vieja ley del pecado y de la muerte. Hemos de buscarle muy en serio con el fin de
que Él pueda volver a poner en marcha una vez más en Su Iglesia, el funcionamiento
glorioso de la Ley del Espíritu de Vida en Cristo Jesús.
Hablamos mucho del reposo que queda para el pueblo de Dios. Y esto es correcto.
Pero exactamente en el mismo contexto, leemos estas palabras: “Por tanto,
esforcémonos por entrar en ese reposo, no sea que alguno caiga siguiendo el mismo
ejemplo de desobediencia.” (Heb. 4:11). ¿De qué va todo esto? Esforzarse para
poder hallar reposo? Pero creo que el contexto lo deja muy claro: Si fracasamos en
nuestra búsqueda del verdadero reposo, es por causa de desobediencia. Y la
referencia (“siguiendo el mismo ejemplo”) nos devuelve a Israel en el desierto, y a lo
que sucedió allí. Brevemente, ésta es la historia: habían alcanzado finalmente la tierra
de la promesa y la palabra de Dios para ellos era: “Entrad y poseed la tierra”. La
reacción de ellos fue... “No podemos.” La elección estaba muy clara. Caleb y Josué,
que tenían un espíritu distinto, un espíritu de fe, dijeron: “Si Dios se deleita en
nosotros, Él nos introducirá”. Su capacidad para entrar dependía enteramente de
hacer lo que Dios había dicho: “Entrad, y expulsaré al enemigo.” No es la fe que
tratemos de generar, sino la fe que brota de la obediencia a la palabra de Dios,
cuando Él específicamente nos muestre lo que hay que hacer. Pablo nos dice que
no pudieron entrar por causa de incredulidad, asunto sobre el cual, él se extiende
diciendo que no mezclaron la palabra con fe... no obedecieron a Dios cuando había
una palabra de su boca, que se pusieran en marcha. No estaban listos para ir por
el camino de Dios.
Sé que hay muchas ataduras en el pueblo de Dios hoy, pero mucho de ello está ahí
porque no se les muestra el camino de Dios. Y si se les muestra, quizás estén
buscando un camino más fácil. Y al final esto siempre se vuelve más difícil que el
camino de Dios, sin producir el buen fruto que Dios pretendía. Un buen consejero
mostrará a la persona preocupada el camino de Dios conforme a Su Palabra: el
camino aún más excelente del amor y del perdón hacia aquellos que les han herido.
Pero es triste tener que decir que el consejero (incluso el consejero cristiano) con
mucha frecuencia echará la culpa a una tía o a un tío, a un padre o a una madre o
hermano o hermana, o abuelo... No negamos que en ciertos casos esto pueda ser
cierto; pero volver a estos sentimientos viejos de resentimiento y odio no va a sanar a
nadie. Lo único que puede conseguir es alimentar y magnificar el problema aún más.
Dios tratará con todo eso conforme a Sus propios juicios justos. Mientras tanto, las
personas heridas deben conocer el camino de Dios a la sanidad: deben aprender a
extender la misericordia y el perdón a quienes los han herido. Deben de aprender a
devolver bien por mal, amor por odio, misericordia por crueldad, amabilidad por
dureza, perdón por heridas. Este es el camino de Dios y funciona. Es el Camino de
Cristo... el Camino de la Cruz. Sana y restaura y quita las raíces de amargura que
pueden haber estado ahí desde la temprana infancia, latentes en sus corazones, pero
muy vivas. Si pudiéramos atar juntos todos los hilos de las heridas que nos han
llegado por medio de familiares del pasado, nos encontraríamos enlazados con
nuestros primeros padres en el huerto, quienes introdujeron “la ley del pecado y de la
muerte” en la familia humana.
Y así, habiendo llegado a la raíz del problema, volvamos ahora a las escrituras para
hacer este maravilloso descubrimiento: “...Dios lo hizo: enviando a su propio Hijo en
semejanza de carne de pecado y como ofrenda por el pecado, condenó al pecado en
la carne, para que el requisito de la ley se cumpliera en nosotros, que no andamos
conforme a la carne, sino conforme al Espíritu .” (Rom. 8:3,4). Sólo la nueva Ley de
Vida puede librarnos de la vieja ley del pecado y la muerte.
Así que hay una lucha por entrar a este reposo, pero la lucha es una lucha del Espíritu
contra la carne, y de la carne contra el Espíritu; y al entregarnos al Espíritu, salimos en
victoria. Dios nos ha mostrado como dar un golpe de muerte a nuestra mente carnal si
caminamos en obediencia y si buscamos la gracia para mostrar amor y paciencia,
misericordia y amabilidad, paciencia y perdón. Nuestras vidas, por nacimiento y
por naturaleza son un aterrador desierto. Y Dios nos muestra la salida. Si nos
aferramos a la vieja ley del odio y de la enemistad, del resentimiento y de la falta de
perdón, no dejaremos espacio para que fluya la nueva ley de Vida, Libertad y Amor.
No hay nada más poderoso en este mundo de odio y malicia, que la ley del Espíritu de
Vida que es nuestra en Cristo Jesús.
La fe que es entregada una vez y para siempre a todos los santos, no nos es dada
para que nos estanquemos de una vez y para siempre en el fango del credo y del
dogma. La verdadera doctrina del Señor nos levantará cada vez más hacia ámbitos de
gracia, verdad y revelación. Porque la doctrina del Señor nos traerá palabras de
Espíritu, de Vida y de Sanidad.
No me decepciono si mis flores y mis plantas no absorben todo el agua con la que
riego mi jardín, como tampoco absorben toda la lluvia que cae del cielo. No esperaba
que la absorbieran. Pero una planta saludable absorberá lo que necesite para ese día.
Y la humedad junto con los minerales de la tierra, la luz del cielo, todo ello se
transformará para formar parte de la misma vida de la planta. No entiendo como
funciona todo esto; pero sé que si estos procesos misteriosos de la naturaleza no
llegan a la planta, la planta morirá.
“Y dijo Dios: Produzca la tierra vegetación: hierbas que den semilla, y árboles frutales
que den fruto sobre la tierra según su género, con su semilla en él. Y fue así.”
(Gén.1:11).
Dios puso al primer hombre en el primer huerto, “para que lo cuidara y mantuviera.”
¿No era “muy bueno” cuando Dios lo creó? Si, pero puso a un hombre ahí, hecho a
Su imagen, para “mantener” el huerto en buena condición. Y a través de esto nos
muestra que aunque hemos participado de la vida de Cristo y pretendemos ser
guiados por el Espíritu, siempre necesitamos que el Último Adán “cuide” y “mantenga”
Su Huerto. Dios nunca hizo a ninguna criatura que pudiera vivir completamente
independiente y para sí. Y hemos de reconocer este principio de gran importancia...
que no importa lo grande que haya sido la cantidad de conocimiento, sabiduría y
gracia que nos haya sido concedida, seguimos dependiendo completamente del
Hombre del Huerto para que nos dé su dirección, guía y cuidado. Porque de otro
modo, la vida que Él ha impartido se vuelve salvaje e indómita. Necesitamos el cuchillo
de podar para quitar los brotes de las ramas. Pero puede que digas, la rama está
creciendo ahí por causa de la vida que Dios puso en la viña. Lo sé. Pero incluso en
Edén, cuando la maldición no había aún caído... Dios puso a un hombre ahí para
asegurar que la vida que Él había impartido, funcionara conforme a Su designio y
propósito. Recuerdo una enseñanza que decía: Adán, como señor del planeta, podía
cambiar lo que quisiera, si no le parecía bien. No creo que esto sea correcto. Estaba
ahí para mantener el orden, el plan y el diseño que Dios puso ahí cuando habló el
Logos, y la Creación de Dios fue dada a luz: mantenerla operativa en la ley de la vida
que Él había establecido. De este modo, en el Huerto de Dios de la Nueva Creación,
Él saca nuestras raíces... quita las ramas desordenadas que Él sabe que son un
impedimento para el desarrollo y la producción de la fruta. Puede que incluso corte
drásticamente si al hacerlo así, puede producir mejor y más fruto. Entrenará a la viña
para crecer donde Él quiera que crezca, cambiando suavemente su dirección
conforme a Su voluntad. No alterará la ley de la vida que Él ha puesto ahí cuando la
creó, pero Él es el autor de la Ley de la vida, y quiere que la Ley funcione como
pretendía. Quiere que Su huerto sea hermoso, con Su hermosura, y rico con “fruto
precioso”. El hombre o la mujer que desean andar en el Espíritu y ser guiados por el
Espíritu (no importa lo grande que sea su don o ministerio) pronto perderá dirección,
propósito y designio si la vida no está sujeta constantemente a la Palabra de Dios.
“Tus renuevos son paraíso de granados, con frutas escogidas, alheña y nardos,
nardo y azafrán, cálamo aromático y canela, con todos los árboles de incienso, mirra
y áloes, con todos los mejores bálsamos...” (Cantar de los Cantares 4:13-14).
Babilonia y todos los que caminan por esa ciudad, están buscando conformarse.
Tienen ladrillo en lugar de piedra y asfalto en lugar de mezcla. Es fácil de hacer y aún
más fácil de encajar... más fácil de controlar. Ahora bien, Dios esta obrando hacia la
“unidad”: Pero cuando los hombres intervienen en el cuadro, incluso hombres
cristianos, existe una tendencia a hacer que cada uno se conforme a un cierto diseño y
patrón en nombre de la “unidad”. Pero la intención de Dios es que “el árbol frutal
produzca fruto según su clase”. De este modo, la naturaleza de tu vida y de la mía
está inherente en la misma semilla de la vida de la Nueva Creación, por medio de la
cual nacemos al Reino de Dios. Sí, Cristo es la Simiente... pero cuando llegamos a
entenderle en la mayor dimensión de Su exaltación y en la formación de Su Cuerpo,
comenzamos a reconocer que El resplandece en muchas facetas en Su ascensión a la
gloria; y que es por medio de la Iglesia compuesta de muchos miembros, que Dios
dará a conocer estos aspectos con muchas facetas distintas de Su gloria. De esta
forma el apóstol dijo: “A fin de que la infinita sabiduría de Dios sea ahora dada a
conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares
celestiales.” (Efesios 3.10). Esto está más allá de nuestra comprensión... e incluso
cuando Dios nos lo revela por Su Espíritu, confesamos que solo vemos “en parte”...
una parte fragmentada y muy pequeña.
La gloria y la sabiduría que es dada a conocer ahí arriba por medio de la Iglesia es el
esplendor de la Sabiduría de Dios que fue revelada en la Cruz (1ª Cor. 1:24). Y no
puede haber una creación mayor que la Iglesia, porque las excelencias de la sangre
del Cordero nunca pueden ser sobrepasadas en este mundo ni en el mundo venidero.
Colgado de esa Cruz, nuestro Señor Jesús no sólo nos redimió sino que conquistó a
todos Sus enemigos: “Y habiendo despojado a los poderes y autoridades, hizo de ellos
un espectáculo público, triunfando sobre ellos por medio de El.” (Col.2:15).
Ahora está en el trono de la gloria como el Cordero que fue inmolado... visto todavía
como el Cordero, porque Su glorioso sacrificio debe ocupar para siempre el centro del
trono de Dios. El Cordero, “como inmolado”, debe siempre ser visto “en medio del
Trono”, totalmente inmerso en Dios. El Cordero siempre será la Lámpara en medio de
la Nueva Jerusalén, desde donde la Luz de Dios radiará por la Ciudad y por las
naciones. Y la Esposa del Cordero siempre estará ahí junto a Él, una con Él... de
ninguna manera robando la gloria que es preeminentemente Suya, sino haciendo que
la Gloria del Cordero sea aún más brillante, porque ella se verá como la gloria
coronada de Su Amor creativo. (Apoc. 5:6, 21:2, 22,23).
Variedad y Color
Nuestro labrador tiene un gran diseño muy hermoso para Su Huerto. Habrá una gran
variedad, grandes distinciones... y sin embargo será un solo Huerto hermoso.
Babilonia nos conformará a la semejanza de uno: “ladrillo por piedra”, cada ladrillo
echado dentro del mismo molde. Pero Dios escoge toscas piedras labradas para la
Ciudad de Dios, y prepara cada una conforme a Su propio diseño, distinguiéndose
unas de las otras. El Huerto de Dios esta lleno de variedad y de color—y sin embargo
en completa armonía como el hermoso Paraíso de Dios. Al caminar por la hierba,
descubrimos un deleite mutuo en todo lo que Él ha hecho. Bajo nuestros pies hay
miles y miles de pequeñas briznas de hierba... todas ellas iguales. Pero no es así
realmente; porque ciertamente no hay dos briznas de hierba... idénticas. Y sin
embargo, cada brizna pierde completamente su identidad en esta compuesta alfombra
completa. Podemos parar para admirar las flores con su exuberancia de colores... la
rosa, el lirio, la amapola, el narciso... Algunas flores son muy pequeñas comparadas
con otras, pero cada una es igualmente necesaria en su lugar. Quizá tengamos que
agacharnos para poder ver la belleza en algunas de ellas, formadas en hermosas
vestiduras, que ni Salomón con toda su gloria y majestad, conoció en absoluto. Puede
que no admiremos tanto a los árboles, porque “las partes del cuerpo que estimamos
menos honrosas, a éstas las vestimos con más honra; de manera que las partes que
consideramos más íntimas, reciben un trato más honroso”.(1ª Cor. 12;22,23). Ese
poderoso y dinámico profeta o maestro puede no ser rico en gracia y misericordia o
incluso en humildad. Así que no quiero comparar la hermosura de la vida sacrificada y
del amor que veo en Madame Guyon con las dinámicas de Martín Lutero, Juan
Calvino o George Fox. Uno puede ser una bella rosa. Otro, un árbol como una torre.
Disfruto leyendo sobre las vidas de algunos de estos notables en la historia de la
Iglesia, pero tengo que guardarme de la condenación, cuando me doy cuenta de que
no puedo medirme con aquellos que caminaron con Dios en una generación anterior.
Porque el mundo está lleno de imitadores de una clase o de otra, sea en el mundo de
la música, o en el ministerio de la Palabra. ¿Por qué es esto? Creo que en gran
medida por causa de la forma en que hemos sido alimentados para honrar a los que
hacen grandes cosas para Dios, y para ignorar a los que consideramos que han hecho
muy poco... quiero decir, “habiendo hecho poco” sólo a los ojos de los hombres. Hay
aspectos de la “gloria de Su gracia” en cada planta en el Huerto de Dios, con los que
ninguna otra planta del Señor puede estar a su misma altura... ni tratar de estarlo.
Cada uno de nosotros, como “miembros en particular”, estamos diseñados para
manifestar en la tierra y en los cielos, un aspecto de la sabiduría y de la gloria de Dios
que ni José, ni Daniel, ni Pablo, ni Pedro, ni María de Betania, ni Lutero, ni Wesley...
han podido manifestar. Somos bienaventurados si andamos en Su voluntad y hallamos
gracia para convertirnos en esa planta de Su Huerto que Él quiso que fuésemos para
Su propia gloria. “Un árbol de justicia, plantío del Señor para que Él pueda ser
glorificado.” O una “rosa” que florece en “el desierto y en el lugar solitario”. O un
“pámpano” en la viña, que habiendo sido podado y cuidado por el Labrador, Él pueda
venir a Su huerto un día y deleitarse en el fruto que ha encontrado. Desde la infancia,
he salido a los campos en la primavera para ver si podía encontrar un croco. Si
encontraba uno, aunque fuera un capullo, lo desenterraba y me lo llevaba a mi casa, y
lo ponía en una jarra con agua. Nunca traté de hacer lo mismo con un abeto o con un
chopo. ¡Un croco! ¡Es la promesa de la primavera y del verano! Está diciéndome; “¡El
invierno ha terminado!” O quizás me paro y huelo la rosa. Sé que tiende a ser
espinosa e intocable, pero es hermosa y llena de fragancia, incienso dulce para el
Labrador. El sabe porque esos espinos están ahí... puesto que Él mismo es quien
maldijo la tierra por causa del hombre después de la Caída, y lo que provocó que
crecieran los espinos. Un día, en el paraíso de Dios, los espinos no estarán más ahí,
en el tallo de la rosa, porque “¡Ya no habrá más maldición!” (Apocalipsis 22:3).
O quizás venga al Huerto solo temprano por la mañana, y encuentre la Gloria de la
Mañana floreciendo, y se pare para admirarla. Por alguna razón, no aguanta mucho el
sol, por lo que en unas pocas horas, cerrará sus pétalos y dormirá a lo largo del día,
mientras que las otras flores se levanten ante el brillo de ese mismo sol. No pretendo
cambiar eso, porque yo debo tener toda clase de plantas en mi huerto... y Dios debe
tener toda clase de plantas en el Suyo. Si otros no aprecian la hermosura de la gloria
de la mañana, no es por culpa del Labrador; porque si se levantasen temprano con Él
y anduviesen con Él en el frescor de la mañana, entonces ellos también verían la
hermosura que Él ve... y entonces comprenderían. Dios quiere un pueblo que esté
presto para hacer Su voluntad, pero lo suficientemente humilde para estar en
silencio y encerrado cuando Dios quiere que esté quieto y que no diga nada.
Otros podrán criticarlo, pero si Dios me hizo de esa forma, ¡Qué otra cosa puedo hacer
aparte de esperar aún una nueva mañana!
O quizás sólo quiere que tenga el perfume fragante del galán de noche...no estoy
seguro de su nombre oficial. Pero sí recuerdo su perfume por la tarde, cuando
anochece. Puede que no tenga una belleza particular, y a todas las apariencias, muy
insignificante—es decir, ¡hasta la tarde! Y cuando las otras flores recogen sus pétalos
para dormir, o se extinguen en la oscuridad de la noche, el Labrador viene a Su Huerto
y hay un dulce aroma que llena toda la atmósfera. Otros que vienen con Él pueden
oler este dulce aroma, pero ni siquiera saben de donde procede. Ni tampoco necesitan
saberlo porque Dios diseñó que fueran conocidas por sus aromas, y no por su
elocuencia o hermosura. Las preparó “para alabanza de Su gloria”... no para la
alabanza de los hombres.
Quizás sólo soy el lirio, puro y blanco. ¡Qué designio tan bienaventurado para
cumplirse en Sus humildes! Puro y blanco, sin un gran crecimiento, quizás nunca
produciendo un gran aroma. ¡Pero más asombroso que Salomón con toda su gloria!
”¡Considerad los lirios del campo, como crecen!” dijo Jesús. Porque nuestro Labrador
quiere declarar Su propia pureza y santidad en el Huerto que está plantando en el
nuevo Paraíso de Dios. Puede que yo me seque pronto y muera; pero Su Huerto
seguirá produciendo por mucho tiempo después de mi partida. Y que pueda ser un
poco más hermoso porque tú y yo fuimos fieles en permanecer en Su Huerto,
arraigados y cimentados en Él, “el plantío del SEÑOR, para que Él pueda ser
glorificado.”
“El que con lágrimas anda, llevando la semilla de la siembra, en verdad volverá con
gritos de alegría, trayendo sus gavillas.” (Salmos 126:6).
“Mete tu hoz y siega, porque la hora de segar ha llegado, pues la mies de la tierra está
madura. Y el que estaba sentado en la nube blandió su hoz sobre la tierra, y la tierra
fue segada.”(Apocalipsis 14:15,16)
Este es el “precioso fruto de la tierra” por el que Dios ha estado esperando. Pero hay
otra cosecha que también está “completamente madura”... y esta cosecha consiste en
la “viña de la tierra” que es arrojada dentro del “gran lagar de la ira de Dios.”
(Apoc.14:18,19).
Hay dos clases de cosecha y ambas deben llegar a la plenitud de la madurez. Hay el
“misterio de la iniquidad” y hay el “misterio de Cristo”. Generalmente la Iglesia no tiene
problema en creer que la operación del mal en los hijos de desobediencia llegará a su
plenitud; porque lo vemos sucediendo delante de nuestros propios ojos. Vemos al
Diablo formando a su pueblo a su propia semejanza. Pero de alguna manera, la mayor
parte del pueblo de Dios parece creer que “el misterio de Cristo” no pueda llegar a su
plenitud hasta que lleguemos al Cielo. Estoy seguro de que si el diablo puede hacer
que madure completamente la semilla del mal, hasta convertirse en una cosecha
madura de pecado e iniquidad... ciertamente nuestro Señor Jesús, que murió para
redimirnos, y que venció a Satanás por la muerte en la Cruz, ciertamente puede llevar
a Su pueblo a la madurez, “a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.” ¿O
piensas quizás, que el diablo tiene una autoridad y un poder mayor sobre su pueblo
que nuestro Señor Jesús sobre el Suyo?
Nuestro Señor Jesús fue fiel como la Simiente, para introducirse en la tierra y morir. Y
por tanto, el Padre será fiel en asegurar que este “precioso fruto” se produzca aquí
mismo en la tierra, donde la Simiente fue sembrada. Sabemos que la “brizna” y la
“mazorca” se están formando aquí en la tierra. Entonces ¿debería ser extraño que el
“grano completo en la espiga” se forme también en la tierra? Es aquí donde Dios
desea manifestar la medida completa del AMOR... aquí mismo en este mundo de
pecado, odio y malicia, donde se necesita Su amor... ¡mucho más de lo que se
necesita ahí arriba, en el cielo! Es en Egipto donde Dios preparó a un José... preparó
una hora de hambre... para alimentar no sólo a los egipcios, sino al pueblo de Dios en
la tierra de Canaán.
El gozo que viene cuando sabemos que Dios ha estado obrando a lo largo de todos
nuestros días, incluso cuando pensábamos que Él nos había dejado.
El gozo que conocemos cuando Él nos muestra que Él usó el cuchillo de la poda, no
para destruirnos, sino para que pudiéramos producir más y mejor fruta.
El gozo de saber que el alfarero ha roto el vaso que estaba preparando en Sus manos,
no para rechazarlo, sino para hacer un vaso nuevo que fuera “aprobado” a Sus ojos.
El gozo que experimentamos cuando Él viene para “consolar a todos los que
lloran, para conceder que a los que lloran en Sión se les dé diadema en vez de
ceniza, aceite de alegría en vez de luto, manto de alabanza en vez de espíritu
abatido; para que sean llamados robles de justicia, plantío del SEÑOR, para que El
sea glorificado.” (Is. 61:2,3).
¡Piensa en ello! Que Dios pueda llevar a un pueblo a ese punto en el gozo y el deleite
supremo de ellos no consista en recibir todo lo que Dios tiene para ellos, sino en
entregarse a sí mismos completamente a Él, “para que Él pueda ser glorificado”.
“Aquel tiempo era el tiempo de las primeras uvas maduras.” (Núm. 13:20).
“No hay racimo de uvas que comer, ni higo temprano que tanto deseo.” (Miqueas 7:1)
“Estos han sido rescatados de entre los hombres como primicias para Dios y para el
Cordero.” (Apoc.14:4).
Los profetas de Dios hablaron al moverse en el Espíritu... por lo que creo que es Dios
que dice, “Mi alma desea los primeros frutos”.
Dios ama a toda Su familia. Ama al mundo entero. Pero hay una cierta recompensa de
Su amor que Su pueblo saca de Su corazón cuando hace las cosas que le agradan a
Él. Dios dice que Él se deleita de forma muy especial en aquellos que “temen al Señor”
y “hablan con frecuencia el uno al otro” y “piensan en Su nombre”. La Biblia dice que
Él es atraído por eso, y que Él escucha, y manda que se escriba un libro al respecto.
Son tan especial para Él que Él dice: Y ellos serán míos--dice el SEÑOR de los
ejércitos--el día en que yo prepare mi tesoro especial.” (Mal. 3;16,17).
Pero tened por cierto esto, los especiales de Dios no son conscientes de que sean
nada “especial”. “Temen al SEÑOR” tanto que si un pensamiento como éste llega a su
mente, piden al Señor que purifique sus corazones de toda corrupción. Porque quieren
andar cerca de Él, junto a Su lado. ¡Saben que Su Dios no caminará con el soberbio o
el desdeñoso! Saben que a menos que tomen su lugar como siervos de todos, y como
los más inferiores, entonces no serán verdaderos discípulos. Saben que sólo los que
sufren con Él en Su rechazo y cruz... reinarán con Él en gloria. Sólo el Labrador
decidirá qué frutos recogerá como “primicias para Dios”: Nuestro Señor Jesucristo se
ha convertido de forma preeminente en “las primicias de los que durmieron”. (1ª Cor.
15:20). Pero está uniendo a un pueblo para Él, haciendo que sean miembros del
mismo cuerpo con Él, como “una clase de primicias de sus criaturas.” (Santiago 1:18).
Nuestra comunión con Dios y unos con otros se basa en “caminar en la luz” (1ª Juan
1:7). Estaría mal basar nuestra comunión en la clase de “mensaje” que tenemos:
Mensaje del Reino, Mensaje de los Últimos tiempos y todos los títulos diferentes que
escuchamos en estos días por parte de algunos que han dejado la iglesia tradicional.
Sólo tenemos verdadera comunión cuando “andamos en la Luz”, y no simplemente en
el conocimiento sobre la Luz. Tenemos que andar en comunión permanente con el
Rey, en lugar de simplemente aprender del Mensaje del Reino. ¿Estamos siguiendo
los pasos de Aquel que es pobre de espíritu? ¿De Aquel que llora por Su pueblo? ¿Del
que es manso y humilde de corazón? Hemos de responder a Su llamado: “Quiero que
te entregues completamente a Mí... que te apartes enteramente para Mí, para que Yo
pueda hacer contigo como Yo quiera.”
¿Qué es la paja?
“Y el hacha ya está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da
buen fruto es cortado y echado al fuego. Yo a la verdad os bautizo con agua para
arrepentimiento, pero el que viene detrás de mí es más poderoso que yo, a quien no
soy digno de quitarle las sandalias; El os bautizará con el Espíritu Santo y con fuego.
El bieldo está en su mano y limpiará completamente su era; y recogerá su trigo en el
granero, pero quemará la paja en fuego inextinguible.” (Mateo 3:10-12).
Este mensaje es claro. En el tiempo de la cosecha el hacha está puesta a la raíz del
árbol corrupto. Y la paja de los campos de grano ha de ser consumida por el fuego, o
soplada con Sus vientos. Ahora bien, la paja fue una vez parte del tallo de grano,
creciendo en el campo. Era un tallo verde, lleno de vida, y un canal de vida para
transmitir los nutrientes de la tierra a la cabeza que se estaba formando en el tallo.
Pero en el tiempo de la cosecha, se pone amarillo y marrón y finalmente muere.
No sé que clase de canal Dios puede haber utilizado en tu vida para producir el fruto.
Pero no hemos de continuar dando apoyo de vida a lo que una vez sirvió al propósito
de Dios, y ya no es válido por más tiempo, si es que ya ha cumplido la intención de
Dios. La paja no crece de alguna cosa mala que haya acosado al hombre interior. La
paja es lo que Dios usa durante un tiempo para producir vida para ti o para
otros... pero en el tiempo de la cosecha ya no es necesario. Y porque no es
necesario o útil para Dios, lo consumirá en los fuegos de la cosecha. El verdor ha dado
lugar a la sequedad... y el tiempo de la cosecha es tiempo de trillar, de quitar del grano
todo lo que ya no es necesario para Dios y Sus propósitos.
Ya hay un fuego encendido para destruir la paja en la era. Los instrumentos de la trilla
de Sus juicios están siendo afilados y preparados. El aventador ya está en Su mano.
Esos hermosos tallos altos de grano, una vez esenciales absolutamente para el
crecimiento y el desarrollo de la planta, están comenzando a experimentar los afilados
dientes de Sus juicios, y están siendo reducidos a paja. ¿Entendemos lo que Dios está
diciendo? No sólo tus pecados, fracasos y faltas... sino lo que Él mismo produjo
dentro de ti por medio de Su vida y bendición. Todo ello se convierte en paja en el
día de la cosecha. ¿Por qué? Porque todo lo que Él busca ahora es el grano que se ha
reproducido conforme a la semejanza de la semilla de trigo que cayó a la tierra y
murió.
Con el grano en el granero, todo lo que queda fuera es paja y Él la consume con Su
Fuego santo. Precisamente éste es el “bautismo del Espíritu Santo y fuego”. Nos
inclinamos a encogernos ante un lenguaje tan devastador como éste. Algunos
teólogos nos dicen que este “bautismo” no tiene nada que ver con la experiencia
cristiana, sino que corresponde al juicio de Dios sobre los pecadores. Pero no es así,
porque Jesús, antes de Su partida, dijo a Sus discípulos, “Juan bautizó con agua, pero
vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de pocos días.”(Hechos 1:5).
¿Juicio? Si. Porque los juicios de Dios han de comenzar primero por Su Santuario.
Juzgará al mundo con el mismo fuego; pero el pueblo de Dios necesita este poderoso
bautismo de fuego, para que queme toda la paja y los cubra con Su gloria y poder.
¿Nos preguntamos por qué hay muchos millones de Cristianos que profesan haber
sido bautizados en el Espíritu... y sin embargo se quedan en nada en comparación con
lo que experimentaron los primeros discípulos? Creo que es por haberse conformado
con mucho menos de lo que Dios quería. ¿Nos reunimos en Su Nombre de “un solo
acuerdo”, como aquellos primeros discípulos? (Hechos 2:1). ¿Hemos sentido el soplo
de esos poderosos vientos de Dios que Él envió para apartar la paja? (Hechos 2.2).
¿Hemos visto nosotros esas lenguas santas de fuego, descansando sobre nosotros y
consumiéndonos en Su presencia? (Hechos 2:3)... Sin mencionar que en muchos
casos, el pueblo de Dios ha sido enseñado cómo hablar en lenguas, en lugar de hablar
bajo la unción y el poder del Espíritu Santo. Por todas estas razones, me temo que
nuestra experiencia de “Hechos 2:4” en la mayoría de los casos carece tristemente de
esos ingredientes de la gracia, la verdad y el amor que caracterizaron al pueblo ungido
de la iglesia temprana. Necesitamos continuar buscando a Dios para que podamos ser
barridos completamente por esos vientos santos de Dios, y ser bautizados con ese
fuego santo y limpiador del Espíritu Santo.
¿Crees que este clamor por vida de resurrección, que este profundo trabajo y gemir
por la redención completa, es sólo una repetición de falsos dolores de parto? ¿Crees
que se trata solamente de un evento histórico que ha de suceder, en lugar del gemir
del Espíritu por producir un pueblo desde el vientre de una creación que gime? ¿Una
creación que ha estado gimiendo estos miles de años desde la Caída? (lee Romanos
8:19-23).
“Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando ya brotan las hojas, al verlo, sabéis por
vosotros mismos que el verano ya está cerca.” (Lucas 21:29,30)
Gran parte de esta “angustia” tuvo lugar en el año 70 DC, cuando los romanos
saquearon Jerusalén y el templo. Pero la angustia de “la higuera y de todos los
árboles” sigue intensificándose, y llegará a ser completa.
De este modo no desesperamos cuando vemos las tensiones radicales que cubren la
tierra, cada uno matando a su hermano para la gloria de su dios; y cada uno ignorando
completamente las verdaderas riquezas de Cristo. En medio de todo ello, Dios está
preparando a los hijos del Reino para que vayan a las naciones con las “hermosas
sandalias” del Evangelio de la Paz.
CREANDO CONFUSIÓN
CREANDO LA PAZ
Fue en la Cruz donde Dios hizo la paz: hizo la paz con los hombres rebeldes de todas
las naciones. Y nadie va anular ese gran Pacto de Paz, en el que Dios, “derribando la
pared intermedia de separación...crea en sí mismo de los dos un nuevo hombre,
estableciendo así la paz” (Efe. 2:14,15).
Este es el papel de los hijos del Reino, proclamar el Pacto de Paz que Dios hizo para
todas las naciones. Entonces se dirá de ellos: “¡Qué hermosos son sobre los
montes los pies del que trae buenas nuevas, del que anuncia la paz, del que trae las
nuevas de gozo, del que anuncia la salvación, y dice a Sión: Tu Dios reina!” (Isaías
52:7).
En este proceso que dura toda la vida por el cual tratamos de caminar con Dios, hay
necesariamente una vuelta a los principios primeros en las áreas donde los hemos
dejado escapar. Dios recuerda nuestro “primer amor” y siempre quiere llevarnos de
vuelta a eso. No es una mirada hacia atrás para restauración de esas preciosas
experiencias que conocimos en el pasado, hacia un deleite en sentimientos y
manifestaciones espirituales que solíamos tener, o hacia algunas de esas operaciones
de gracia en la Iglesia que pudimos ver en días pasados. Es un regreso al “primer
amor” y un “avance” con Dios, hacia nuevas dimensiones de Su amor y verdad que
necesariamente requiere un cambio de nuestros deseos. Él quiere guiarnos hacia un
lugar donde “nos deleitamos en el Señor...” y en nada más.
Poco después de que las flores de la gracia se marchiten en nuestros árboles, y los
pétalos comiencen a caer al suelo, el labrador viene para ver si se está formando el
fruto. Es extraño decirlo... aunque nosotros estemos languideciendo en el suelo y
preguntándonos de qué va todo esto... El no está en absoluto inquieto por ello. Él mira
y ve el comienzo del fruto y se regocija. Se deleita en los que continúan sujetos a Sus
extraños tratamientos, incluso aunque no entiendan. No hay nada extraño sobre
esto en lo que se refiere a Su preocupación puesto que Él está obrando todas las
cosas según el consejo de Su propia voluntad. Pero son cosas muy extrañas para
nosotros. Todo el tiempo pensamos que Él buscaba a un joven hombre o mujer,
celosos, que estarían dispuestos a viajar por todo el mundo predicando el Evangelio a
las naciones, con poder, señales y prodigios. Nunca nos dimos cuenta de que Su
intención real era la de conformarnos a la “imagen de Su Hijo”. Y entonces recordamos
como nuestro Señor Jesús había llegado a una posición en la que era completamente
aprobado por el Padre, antes de ser enviado a Su gran ministerio mesiánico.
Consideremos esto cuidadosamente:
Yo siempre pensé que era por causa de haber hecho todas estas cosas, que Dios
estaba complacido con Él. Pero ahora entiendo que todas estas obras maravillosas
que Él obró no eran la causa de la aprobación del Padre, sino el resultado de ello. Y
si somos persuadidos de que esto es verdad, pediremos a Dios que nos mantenga
escondidos bajo Su mano poderosa, en lugar de que nos envíe en un poderoso
ministerio. Oraremos, “Señor, hazme un vaso aprobado para Dios”, en lugar de
“Señor, úsame... ¡Úsame!” De joven, recuerdo haber orado muy en serio:
“Señor, no me envíes al ministerio hasta que Tú sepas que estoy preparado... hasta
que Tú sepas que no voy a naufragar:” Y recuerdo que pensaba que esto podía costar
otros dos o tres años. Sin embargo, estoy agradecido de que no gratificara mi deseo
secreto de hacer grandes cosas para Él, cuando Él sabia perfectamente que mi
corazón no estaba preparado para soportar las presiones y las tentaciones que
acompañan a una investidura de poder si no había sido purificado por los fuegos de la
gracia santificadora.
Tenemos que saber lo que Dios considera que es “buen fruto”. Un siervo de Dios se
regocija por algo nuevo que siente que Él está haciendo.... mientras que otro huye de
ello. Uno dice; “Sé que esto es de Dios porque veo buen fruto...” Y otro dice, “No lo
quiero porque veo mucho mal fruto”. Y cada uno de ellos citará la Escritura: “Por sus
frutos los conoceréis”. Así que es muy evidente que tenemos que saber lo que Dios
considera como el “buen fruto” que crece en el “buen árbol”, si es que vamos a juzgar
por “sus frutos”.
Después de esto, tenemos que comprender que nuestro Señor Jesús es el árbol
bueno, la Vid verdadera, y que no hay tal cosa como “buen fruto” excepto lo que
procede de una unión vital con Él. Nos dice muy claramente” Separados de Mí, nada
podéis hacer.” No está diciendo que no podamos hacer nada sin Su ayuda. Nos está
diciendo claramente que “separados de ÉL”, si no somos una rama o pámpano de la
vid, que obtiene su vida de Él... nada podemos hacer. (Lee Juan 15:1-16). Podemos
estar haciendo cosas maravillosas bajo el criterio de los hombres, pero si no procede
de nuestra unión con Él, Dios dice que entonces es nada. Por tanto, sólo los que
entran en esta unión permanente con Él conocerán lo que significa “buen fruto”. Se
necesita una gran operación de Dios en nuestros corazones para guiarnos a
esto. Jesús dice: “Yo Soy la Verdad.” Él nos dice claramente: “Observadme, Miradme,
considerad Mis caminos, escuchad Mi voz... y descubriréis la Verdad, porque Yo soy la
Verdad”. Él enseña los principios del Reino de los Cielos a todos los hombres; pero
sólo al caminar con Él comenzamos a entender que Él mismo es la personificación de
todo lo que Él enseñó. Escuchamos Su hermoso “Sermón del Monte” y nos fascina
enormemente la simplicidad de todo ello. Entonces, repentinamente comenzamos a
darnos cuenta de que Él está hablando desde Su corazón... de lo que Él mismo es.
“Bienaventurados los pobres en espíritu”, dice. ¿Estaba poniendo una carga pesada
sobre nosotros diciéndonos que hiciéramos lo imposible? No, está queriendo cambiar
nuestros deseos y nuestras metas. Él era “pobre en espíritu”... y si vamos a ser
como Él, Él nos muestra el camino. He aquí Alguien que no tenía nada en Sí mismo...
planes, programas, agenda propia qué cumplir, porque Él era “pobre en espíritu.”
Dependía completamente del Padre en toda Su vida y ministerio en la tierra. Al
escuchar del Padre, así hablaba. Al observar los caminos del Padre, así mismo
caminaba en esos caminos. Al conocer el deseo del Padre, se movía bajo la unción
que cumplía los deseos del Padre.
“Bienaventurados los que lloran”. Le vemos como alguien que “lloraba”. No por Él
mismo sino por el dolor de Su pueblo. El verdadero “gozo” no se apaga cuando el
pueblo de Dios llora por el dolor de Sión. Esto es lo que nutre el verdadero gozo del
Señor. Porque Dios da el “óleo de alegría en lugar de llanto, y el manto de alabanza en
lugar del espíritu apesadumbrado.” Jesús fue “Varón de dolores, familiarizado con el
sufrimiento” (Isaías 53:3). Pero todo esto era por causa del “gozo” puesto delante de
Él, que “sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la derecha del trono de
Dios” (Heb. 12:2). Sus discípulos Le vieron llorando por la apostasía de Su pueblo,
llorando sobre la Ciudad de Jerusalén, al predecir su inevitable juicio. (Luc. 19:41-42).
“Bienaventurados los mansos”. Jesús predicó esto a otros porque sabía cuánto era Él
bendecido por ser “manso y humilde de corazón”. No era débil, porque era fuerte en
virtud y carácter, sino manso y humilde de corazón. ¿Por qué? Porque estaba bajo la
disciplina completa del Padre Celestial, y Su único deseo era “hacer la voluntad del
que Le envió”. Le vemos cumpliendo la profecía que habló del Rey, que venía en
humildad, “Mira, Tú Rey viene a ti, humilde y montando en un asna y en un pollino hijo
de bestia de carga”. (Mat. 21:5). Sus discípulos pensaron para sí, “Finalmente se está
cumpliendo. ¡Está a punto de revelarse como el Mesías de Israel!”. Y así era de hecho.
Pero en ese momento estaba llegando a Jerusalén, manso y humilde. Los discípulos
se regocijaban con las muchedumbres, porque todos pensaron que estaba en camino
de tomar el trono de Herodes cuando de hecho, estaba camino de la Cruz. Porque
esto había de ser la primera fase de Su coronación como Rey. Sentarse sobre el trono
de Herodes, o sobre el Trono del César estaba muy lejos de Su corazón. Entró por las
puertas de Jerusalén montado a un asno, sabiendo que en breve moriría “fuera del
campamento”, en una Cruz,...y que resucitaría para sentarse en el trono más alto de
todo el Universo, “muy por encima de todo principado, autoridad, poder, dominio y de
todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo sino también en el venidero.” (Efe.
1:21).
Qué altura y profundidad infinita las de nuestra Redención, que el Dios Altísimo y
Santo, que odia el pecado con cada atributo de Su Ser... en el cumplimiento del tiempo
se “agachó” a nuestro nivel de debilidad, y murió en la Cruz como nuestra ofrenda por
el pecado, para que pudiéramos ser levantados con Él en “novedad de vida”:
justificados y limpiados por su preciosa sangre, y revestidos con Sus propias
vestiduras de gracia, verdad y justicia.
Por sus frutos los conoceréis
“Por sus frutos los conoceréis...” Pero deberíamos aprender más sobre el Buen Árbol y
el Buen Fruto tal y como lo vemos en Jesús, o de otro modo nunca distinguiremos el
buen fruto del malo... No sabremos la diferencia entre el Maná y las codornices...
Nunca sabremos lo que es Espíritu y lo que es carne. Nunca sabremos lo que es
Verdad y lo que es error. Nunca sabremos lo que son “higos y uvas” y lo que son
“abrojos y espinos”.
¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? (Mat. 7:16).
Ciertamente esto está suficientemente claro. Pero solo cuando Sus discípulos
anduvieron cerca de Él, llegarían a conocer la diferencia entre el buen fruto y el malo.
Sus conceptos tenían que ser cambiados drásticamente, y el Señor tuvo mucha
paciencia con ellos, como la tiene con nosotros.
Aprendiendo de Él
Tenían que aprender de Él. Entonces entenderían que era “fruto malo” cuando querían
que descendiera fuego del Cielo sobre los Samaritanos malignos que rechazaron a
Jesús. Les dijo que estaban siendo motivados por un espíritu incorrecto, al sugerir
cosas como esas. (Luc. 9:55).
Tenían que saber que era una señal de “fruto malo” cuando enviaron a las madres con
sus hijos, mientras se ocupaban “preparando” la cruzada de este gran profeta de Dios.
(Marcos 10:14-16).
Tenían que aprender que era “mal fruto” si Él hubiera de levantar un Reino carnal para
Israel en Jerusalén, para expulsar a los Romanos que les oprimían, y con el pecado
reinando todo el tiempo en sus corazones.
Fueron lentos en comprender que el Hijo, que tenía la aprobación total del Padre, debe
confrontar a la gente con al Verdad y la Luz del evangelio... y después morir en una
Cruz, como el verdadero Cordero de la Pascua. Y que desde este acto de obediencia,
se produciría mucho fruto bueno.
Tenían que aprender que no eran llamados por Dios para ganar el apoyo popular de la
gente, sino a hacer la voluntad del Padre. Nuestro Señor sabía como manejar la
aclamación de un pueblo con mente carnal. Cuando vinieron para hacerle Su rey por
la fuerza, simplemente se apartó de todo ello. Los dejó al engaño de sus propios
corazones y se “marchó a un monte solo.” (Juan 6:15). Conocía la agenda de Dios
para Él, que era que muriera en una Cruz... no para ejercer señorío sobre una
generación perversa.
Jesús sabía lo que era el “buen fruto” porque hizo sólo las cosas que agradaban al
Padre. Sabía que Su muerte en la Cruz sería una victoria de tal magnitud que
aplastaría la cabeza de la Serpiente y redimiría a los hijos de la raza de Adán del
poder y dominio del maligno. Sabía que el “grano de trigo” no produciría ningún fruto
bueno hasta “caer en tierra y morir”. Nosotros también tenemos que aprender el
secreto de la Cruz, si vamos a producir “buen fruto”.
Buen Fruto... Una Reproducción de Su Vida
Estas observaciones que estamos haciendo son muy solemnes. Dios dijo a Su pueblo
de antaño, “Israel es viñedo frondoso, dando fruto para sí mismo.” (Oseas 10:1). El
Labrador mira desde el Cielo y ve los frutos de los logros humanos en los que los
hombres se glorifican a sí mismos en lugar de al Señor. Israel fue por su propio
camino, haciendo su propia cosa, trayendo fruto para su propia gloria. Y “según la
abundancia de su fruto, así multiplicaba los altares (idolátricos).”(Oseas 10:1).
Tenemos que andar cerca del Señor y conocer Su corazón, o no sabremos la
diferencia entre el buen fruto y el fruto corrupto. Me temo que gran parte del pueblo de
Dios está llenando sus cestas con espinos y abrojos, pensando que han cosechado
higos y uvas... por causa de las grandes obras que ven.
Escuchamos esta frase con mucha frecuencia: “¡No juzguéis!”. Pero entendamos que
es juicio en su propia perspectiva. Sé que Jesús dijo, “No juzguéis para que no seáis
juzgados”. (Mat. 7:1). No hemos de ser vengativos, sino que hemos de ejercer el
“juicio justo” en nuestras asociaciones con los hombres en la Iglesia o el mundo a
nuestro alrededor. Él dijo, “No juzgo a ningún hombre, Y si juzgo, mi juicio es
verdadero.” (Juan 8:16, Juan 5:30). Y a Sus discípulos les dijo, “No juzguéis conforme
a las apariencias, sino juzgad con juicio justo”: (Juan 7:24). Ciertamente es evidente
en este y en otros muchos pasajes, que Dios quiere que Su pueblo “juzgue” en el
sentido de saber lo que está bien y lo que está mal... y después hacer lo que Él quiere
que hagamos sobre eso, o dejarlo simplemente. Hemos de juzgar justamente, no
conforme a las apariencias y no como alguien que condena a otro. Porque si eso
hacemos, ciertamente nos dejamos a nosotros mismos completamente abiertos a ser
juzgados del mismo modo (lee Mat. 7:2).
Tenemos que llegar a conocer a Dios tan bien que sabremos lo que Él aprueba,
amaremos lo que Él ama, y podremos discernir lo que es bueno delante de Él, y lo que
es malo. Y es por causa de falta de esta clase de juicio (o discernimiento), que hay
tanta contaminación barriendo la Iglesia. No vamos por ahí pronunciando juicios contra
el pueblo de Dios. Lo mejor es que nos convirtamos en sacerdotes misericordiosos en
Su Casa, antes de que Dios nos confíe la autoridad para tratar con la impureza que
hay ahí fuera. He visto mucha crueldad en algunos siervos de Dios que sintieron que
por causa de su autoridad, era su responsabilidad arrojar juicios sobre los que estaban
en error, o sobre quienes ellos consideraban que estaban en error. Un sacerdote
misericordioso en la Casa de Dios hará un profundo examen de corazón antes de
juzgar a otros... y estará dispuesto a poner su vida (como nuestro Sumo Sacerdote)
por el hermano en error. Que el fiel sacerdocio de Dios reflexione mucho sobre lo que
dijo Jesús, “Porque con el juicio con que juzguéis, seréis juzgados, y con la medida
con la que medís, seréis medidos.” (Mat. 7:2).
Ciertamente Dios levantará un nuevo sacerdocio santo de Sadoc, cuyo juicio será
justo, puro y misericordioso. Y juzgarán justamente porque Dios dijo “Se acercarán a
mí para servirme, y estarán delante de mí.” (Ezeq. 44:15). Será desde esta hermosa
relación sacerdotal con Dios que enseñan al pueblo de Dios “a discernir entre lo
sagrado y lo profano, y harán que ellos sepan distinguir entre lo inmundo y lo limpio.”
(v. 23). Este sacerdocio justo “puede obrar con benignidad para con los ignorantes y
extraviados, puesto que él mismo está sujeto a flaquezas.” (Heb. 5:2). Habrán
aprendido “misericordia” porque ellos mismos han sido heridos, juzgados injustamente,
incomprendidos y acusados falsamente. Pero hizo que se acercaran a Dios, y que le
ministraran, y que estuvieran delante de Él.
Ahora bien, reconozco que hay en los dones del Espíritu, palabras de ciencia dadas
por Dios, y discernimiento de espíritus. Pero muchos de los que son investidos con
esta clase de don y capacitación, no han conocido lo que es mostrar misericordia. Si el
conocimiento y el discernimiento de alguien no brota de una relación de amor con
Dios, su juicio es muy probable que sea afilado, cruel y destructivo. De esta forma, el
apóstol oró por los filipenses para que persiguieran un ámbito más alto de juicio: “Y
esto pido en oración: que vuestro amor abunde aún más y más en conocimiento
verdadero y en todo discernimiento” (Fil. 1:9). Está hablando del “fruto” del
discernimiento, un conocimiento y un discernimiento que brota de la relación de amor
de cada uno con Dios.
¿Comprendemos lo que está diciendo? “Quiero que vuestro amor crezca más y más
para que desde un corazón de amor... amor por Dios y por el pueblo de Dios... vuestro
conocimiento y discernimiento sea puro, y brote desde un corazón puro.” Porque
podéis estar seguros de que cuánto más nos acercamos a Dios y cuánto más Le
amamos, más conoceremos Su corazón, y más claramente comprenderemos lo que
Le agrada. Y así, el apóstol sigue diciendo: “A fin de que escojáis lo mejor, para que
seáis puros e irreprensibles para el día de Cristo”. (Fil. 1:10). Cuando sabemos
aprobar esas cosas que son “excelentes” delante de Él, entonces seremos iluminados
para evitar el camino malo, o el camino que es inferior, para andar por el camino de
Dios.
Primero nuestro amor debe “abundar más y más”. Después, al amarle y andar por Su
camino, podemos discernir y juzgar con justo juicio... y así, llegar a un lugar en el que
sabemos lo que es excelente y agradable a Dios. No podemos discernir el mal a
menos que sepamos lo que es bueno. No vamos dando tumbos de alguna manera
hasta llegar a la verdad, mediante el estudio de lo falso. No andamos en la luz
investigando los reinos de la oscuridad.
“El reino de los cielos puede compararse a un hombre que sembró buena semilla en
su campo pero mientras los hombres dormían, vino su enemigo y sembró cizaña entre
el trigo, y se fue.” (Mat. 13:24,25).
En el mismo contexto de esta parábola había otra en la que el Señor nos advierte a no
dejar que los “espinos” ahoguen la Palabra. El Señor describe los “espinos” como “los
afanes de este mundo” y el “engaño de las riquezas” (v.22). Pablo también nos
advierte sobre los “espinos y abrojos” que pueden infestar nuestro jardín (Heb. 6:8) y
que hemos de tratar de erradicar. Pero de los “abrojos”, el Labrador dice, “Un enemigo
hizo esto... Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega.” (Mat. 13:30). Las manos
de los obreros del campo querían hacer esto inmediatamente. Sabían lo suficiente
sobre el “trigo” para discernir la diferencia. Pero el agricultor sintió que no sería sabio
arrancar los abrojos porque al hacerlo, podría fácilmente arrancar algunas raíces
tiernas de trigo. Y de esa forma decidió, “Trataremos con la cizaña en la siega.”
“Los abrojos y espinos” son identificados claramente como “los afanes de este mundo
y el engaño de las riquezas.” Pero Jesús nos advierte que los “abrojos” son mucho
más difíciles de identificar. Generalmente, los líderes de la Iglesia necesitan que los
ricos y prósperos paguen sus programas y construyan sus templos. Pero a lo largo de
los siglos, el pueblo de Dios ha sido perseguido, maltratado, desterrado, torturado,
quemado en la hoguera, condenado a la guillotina, crucificado... todo ello en el nombre
de erradicar los “abrojos” de la Iglesia.
El diccionario Bíblico de Unger tiene esto que decir sobre la “cizaña” en los tiempos
bíblicos. Dice que era abundante en los campos de grano, y que se dejaba en el suelo
hasta que los tallos habían crecido bastante unos junto a otros. Y entonces, poco
antes de la siega, los trabajadores caminaban cuidadosamente por los campos y
arrancaban todo menos el trigo y la cebada. Nos dice que la más común de las
diferentes variedades de cizaña, era venenosa y casi imposible de distinguir del trigo
en las fases tempranas de crecimiento, aunque al convertirse en el grano, podían
separarse sin dificultad.
Esto es lo que está diciendo nuestro Labrador, “Dejad que ambos crezcan juntos hasta
la siega; y al tiempo de la siega diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y
atadla en manojos para quemarla, pero el trigo recogedlo en mi granero.” (Mateo
13:30). Creo que es certero que estamos muy cerca del tiempo de la siega ahora, y
sabemos que el Labrador lo tiene todo bajo control. Jesús dijo, “la siega es el fin del
mundo, y los segadores son los ángeles.” (Mateo 13:39). Y nos dice que los abrojos
han de ser recogidos en manojos primero, antes de recoger el trigo en el granero. En
cualquier Iglesia o congregación en la tierra donde se reúna el pueblo de Dios en Su
Nombre, puedes estar seguro de que el enemigo estará buscando un lugar para
sembrar la cizaña. Pero si nuestro corazón es recto, y nuestra búsqueda es
exclusivamente de Él, Dios no va a permitir que seamos abatidos por lo falso. A veces
puede ser que seamos plenamente conscientes de lo falso, y aún así, no saber qué
hacer al respecto.
“Pero el alimento sólido es para los adultos, los cuales por la práctica tienen los
sentidos ejercitados para discernir el bien y el mal.” (Heb. 5:14).
Cuando el nuevo empleado de banca vino al director para pedirle algunos billetes
falsos con el fin de poder estudiarlos, el banquero contestó: “No vas a conocer los
billetes verdaderos mediante el estudio de los falsos... estudia lo que sabes que es el
billete verdadero y entonces podrás detectar la falsificación.” El antídoto de Dios para
lo falso, es la Verdad. Jesús dijo: “Yo soy la Luz del mundo: el que me sigue, no
andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.” (Juan 8:12). El remedio de Dios
contra el anticristo, es el Cristo, el Ungido, la Unción de Dios. “Pero vosotros tenéis la
unción del Santo, y todos vosotros lo sabéis.” (1ª Juan 2:20). Esta es la provisión de
Dios para nosotros. Ahora bien, la unción no es solo un tipo de sensación poderosa
que uno pueda tener, sentir (aunque reconozco que se puede sentir la Unción). La
unción es esa provisión de Dios para cubrirnos, equiparnos para vivir la vida de Jesús
y capacitarnos para ministrar a Cristo a los demás. Es la misma radiación de
Jesucristo, que es la Verdad. Y por eso, Juan dijo, “Pero la unción que está en
vosotros, que habéis recibido de Él... ES VERDAD...” (1ª Juan 2:27).Cristo, el Ungido
es Él mismo la Verdad viviente.
Anticristo en el Templo
Lo que Jesús nos está diciendo en la parábola del trigo y de la cizaña es simplemente
esto: Hay una operación perversa del espíritu del anticristo en la Iglesia... y no será
manifestada claramente al pueblo de Dios hasta el “tiempo de la siega”. Juan
reconoció al anticristo en su día. Afirmaban ser parte del pueblo ungido, pero Juan
dijo: “Salieron de nosotros” (1ª Juan 12:19). Parece que Juan no tuvo que tratar con
esto porque los ungidos de Dios tenían la “unción del Santo” y a su debido tiempo, la
compañía del anticristo ya no podía soportar la unción que descansaba sobre ellos, y
por tanto, se marchó.
El Anticristo está obrando en el Templo de Dios para expulsar a Cristo, para expulsar
la Unción, y para ocupar ese lugar él mismo. “La unción del Santo” es la provisión de
Dios para Su pueblo. Así pues, el anticristo no tuvo éxito en el día de Juan. “Salieron
de nosotros”, dijo. Pero en generaciones siguientes tuvo un gran éxito, hasta que
obtuvo casi un control absoluto en la Casa de Dios. Y aunque recibió lo que muchos
en la Reforma esperaban que fuera una “herida mortal”, la herida se está sanando
completamente en nuestros días. Ahora está muy ocupado con todo el movimiento
ecuménico, que tiene por intención la unión de todas las religiones “cristianas”
en un solo cuerpo, bajo su control. Está teniendo un gran éxito en todos los
segmentos de la Iglesia Cristiana, incluyendo al que muchos sienten que es el más
espiritual de todos... el Movimiento Carismático.
Las Escrituras hablan del Anticristo tanto en singular como en plural (1ª Juan 2:18).
Porque el “hombre de pecado” es un hombre colectivo... igual que Cristo unido a Su
cuerpo, es mencionado como un “hombre perfecto” (Efe. 4:13). Puede haber una
“cabeza” sobre esta nueva iglesia falsa que está emergiendo, o podría ser una cabeza
colectiva, ¿Quién sabe? Pero el anticristo es un movimiento, un espíritu, un cuerpo
colectivo. Lo veremos claramente sólo en la consumación del tiempo de la siega. Pero
no seamos engañados para pensar que el “anticristo” está acechando en algún lugar,
en un sitio secreto y escondido, esperando que se reedifique un templo en Jerusalén
para poder tomar su trono ahí mismo. Ahora mismo está muy activo tomando
posiciones fuertes en la Iglesia... y expulsando a Cristo el Ungido, y a muchos del
pueblo de Dios que no aprecian la diferencia. O el pueblo de Dios se arrepiente y
regresa a una clase de reunión simple en el Nombre del Señor Jesús, en la que Él
participa con el ejercicio completo de Su Señorío, o el anticristo vendrá en medio de
ella con una falsa unción. Y no sabrán apreciar la diferencia. Y cuando el “misterio de
la iniquidad” haya llegado a su consumación, entonces se sentará en el Templo,
“presentándose como si fuera Dios.” (2ª Tes. 2:4).
Dios quiere purgar los corazones de Su pueblo de todo lo falso, para que puedan
convertirse en “un templo santo en el Señor... para morada de Dios en el Espíritu”
(Efe. 2:21,22). Y muchos de Su pueblo anhelan eso y preparan sus corazones para
ser Su morada en la tierra. Pero muchos otros, por ignorancia o negligencia, están
siendo sometidos en silencio y siguen al movimiento del anticristo. Tenemos esta
confianza. “El Señor conoce a los que son Suyos” y sabemos que Él guardará a los
Suyos hasta el final. Pero nuestra responsabilidad es esta: “Que se aparte de la
iniquidad todo aquel que menciona el nombre de Cristo (El Ungido) .” (2ª Tim. 2:19).
El anticristo seguirá teniendo más y más ascendientes hasta el tiempo del fin. Así, la
cizaña, esa planta que se parece mucho al trigo, ha infestado los campos en todas la
partes de la cristiandad. Pero Dios tiene todo bien sujeto bajo Su control. Tiene “fruto
precioso” en los campos. Primero está recogiendo “la cizaña” en manojos, y después
recogerá el trigo en Su granero. No tenemos que decidir quienes son Suyos. “Conoce
el Señor a los que son Suyos”. Está preparando ambas siegas. Envía un “gran
engaño” a los que “no reciben el amor de la verdad” (2ª Tes. 2:10,11). Y está trayendo
el trigo a la semejanza de la Simiente que se sembró. Es una siega de dos
naturalezas. “La cizaña” está llegando al clímax de su madurez. Y el buen trigo está
llegando al “grano completo en la espiga en la tierra”, mediante la radiación del amor
de Dios y de la verdad en los hijos del Reino. El Señor de la gloria consumirá al
“hombre de pecado” con el “Espíritu de Su boca... y con el resplandor de Su venida.”
(2ª Tes. 2:8). Y los manojos de cizaña se reunirán para ser quemados.
En todos estos temas, hemos de saber que nuestra victoria viene en nuestra
derrota... si entiendes lo que estamos diciendo, Jesús fue inmolado en la Cruz a
manos de hombres perversos. Pero fue allí dónde Él conquistó al pecado y a la
muerte, porque fue allí en la voluntad de Dios. No fue dando tumbos hasta la Cruz.
Deliberadamente llegó hasta ella, a plena luz del día. Se entregó por amor a Su
pueblo. Su amor hizo que escogiera la voluntad del Padre, en lugar de la Suya propia.
Regresó a Judea, sabiendo que Sus enemigos Le estaban esperando. Es por el
“Espíritu Eterno” que Su sacrificio fue ofrecido a Dios como un Cordero sin tacha (Lee
Juan 11:7-9; Heb. 9:14). Dios quiere que sigamos al Cordero por donde quiera que Él
pueda guiarnos. Y esto requiere que “no amemos nuestras vidas ni hasta la muerte”,
como nuestro Maestro. (Apoc. 14:1,4).
Después de decir estas cosas, el apóstol continúa advirtiendo a los corintios que estas
cosas sucedieron a Israel como ejemplo para nosotros... para que pudiéramos
aprender del fracaso del pueblo de Dios en tiempos pasados, y evitar las trampas que
trajeron una maldición sobre ellos, en lugar de una bendición. Aquí, el apóstol nos
muestra claramente como la bendición de Dios, que tenía por fin proveer su pan diario
y saciar sus almas sedientas, se convirtió finalmente en una maldición... porque sus
corazones se habían endurecido contra Dios. Y para evitar que los que estén seguros
de sí mismos, hagan caso omiso de esto como una advertencia innecesaria para ellos,
él les amonesta aún más claramente:
“Por tanto, el que cree que está firme, tenga cuidado, no sea que caiga.” (v.12) Quiero
hablar de unos pocos casos excepcionales en la Escritura en los que las bendiciones
de Dios fueron seguidas de Sus juicios porque el pueblo no se lo tomó a pecho.
Un día en el desierto, Moisés dijo a los sacerdotes que ofrecieran ciertos sacrificios
ante el SEÑOR porque Dios iba a visitarles ese mismo día. “Porque hoy se aparecerá
el SEÑOR a vosotros." (Lev. 9:4). El Mesías no había de aparecer por cientos de años
aún, pero el Señor de la Gloria apareció a Su pueblo muchas veces antes de Su
primera venida. ¿Por qué, entonces habría de preocuparse el pueblo de Dios cuando
hablamos del Señor de la Gloria que viene en medio de Su Iglesia, antes de Su
“segunda venida”? ¿Y por qué insiste en que cuando los escritores del Nuevo
Testamento hablaban de la “manifestación” del Señor,... que esto no pueda suceder
hasta la “segunda venida”? De cualquier forma, el hecho es que Él vino a ellos. Vino
en Su impresionante Gloria, en el desierto. No fue alguna clase de visión. Moisés dijo,
“Hoy se aparecerá el Señor a vosotros”... y después que el pueblo se hubiera
humillado en sacrificio y ofrenda, el Señor se “apareció” a ellos. “Y salió fuego de la
presencia del SEÑOR...al verlo, todo el pueblo gritó y se postró rostro en tierra.” (Lev.
9:24). Cuando el pueblo “caía sobre su rostro” en las escrituras, era en un profundo
temor, arrepentimiento y adoración, al humillarse ante el Señor. Creo que vamos a ver
al pueblo de Dios “caer sobre su rostro” de nuevo, cuando Su Santa Presencia venga
en medio de nosotros.
Pero después de eso, dos de los sacerdotes cuyos corazones no habían sido
cambiados por esta impresionante revelación de la gloria de Dios, decidieron que
encenderían su propio fuego. Un día estaban siguiendo diligentemente las
instrucciones del Señor en la preparación de los sacrificios. ¡Pero unos días después
estaban descaradamente haciendo su propia cosa! Que Dios trate con nuestros
corazones en esta hora impresionante, no sea que nos ocupemos en hacer nuestra
propia cosa, que encendamos nuestros propios fuegos artificiales, y mientras tanto, en
medio de todo esto, estemos disfrutando de las bendiciones y ministraciones
multiformes del Espíritu. Nadab y Abiú, “hijos de Aarón, tomaron sus respectivos
incensarios, y después de poner en ellos fuego y echar incienso sobre él, ofrecieron
delante del SEÑOR fuego extraño, que El no les había ordenado. Y de la presencia del
SEÑOR salió fuego que los consumió, y murieron delante del SEÑOR.” (Levítico
10:1,2).
Se quejaron a Moisés y Moisés contó a Dios todo el asunto…. Dios dijo, “Les enviaré
carne para satisfacer los deseos de sus corazones... Enviaré mucha, tanta que no
sabrán como controlarla.” ¡Qué advertencia tan fuerte para nosotros en este día! Si
abandonamos la visión de esos frutos “lejanos” de Canaán, y seguimos clamando por
bendiciones temporales... ¡Dios puede escuchar nuestro clamor! Dios les envió tanta
bendición carnal que parecía caer como lluvia del cielo—pero fue una bendición que
se convirtió en una maldición. El profeta Miqueas dijo, “Si no escucháis, y si no decidís
de corazón dar honor a mi nombre--dice el SEÑOR de los ejércitos--enviaré sobre
vosotros maldición, y maldeciré vuestras bendiciones.” (Mal. 2:2). Incluso cuando Dios
les bendecía y contestaba sus oraciones, ellos “pecaban contra Él”, “Le provocaban”...
“Le tentaban”... “hablaban en contra de Él”... “Le limitaban”. (Lee el Salmo 78). Sé que
Dios está bendiciendo a Su pueblo hoy con lluvias copiosas por todas partes. Pero en
muchos casos, hay resentimientos y murmuraciones contra Dios y contra el hombre,
sentimientos duros, actitudes de falta de perdón del corazón. Y quizás la mayor parte
de esto surja de falta de visión de las verdaderas riquezas. La vida más profunda que
viene cuando permanecemos en unión con Cristo se queda en nada a cambio del
disfrute de las bendiciones temporales que pronto se secan.
Por la mañana, Dios “llovía” maná del cielo sobre ellos. Y por la tarde, Él “llovía” carne
sobre ellos por un viento de este. (En las Escrituras, el “viento del este” habla de
miseria, sequía y juicio). Y mientras contestaba a sus oraciones, Su ira se encendía
contra ellos.
Él “abrió las puertas de los cielos e hizo que lloviera maná sobre ellos... Él llovió carne
sobre ellos como polvo, y aladas aves como la arena del mar (Salmos 78:21-27). No
es algo que enviara el diablo. Dios lo envió... porque insistieron en que se estaban
muriendo de hambre con ese abominable maná. De hecho nunca habían estado tan
sanos en toda su vida. No había “débil entre ellos”, mientras caminaban con Dios y
participaban de Su provisión con corazones agradecidos. La plaga que pensaban que
tenían, los había mantenido sanos y fuertes. Pensaron que estaban “débiles” al comer
el maná; pero cuando comieron las codornices, Dios “envió una plaga mortal sobre
ellos.” (Salmos 106:15).
Ahora bien, si todo este suena extraño y perplejo es porque no entendemos los justos
juicios de Dios. Podemos ver una representación de esta misma historia en medio de
nosotros hoy. Una vez más, en medio de la iglesia hay una “multitud mezclada” con
“deseos mezclados” (lee Números 11:4). Lo mejor será que busquemos muy en
serio al Señor para que purgue de nuestros corazones cada deseo que no sea de Él.
Porque si queremos a Dios, pero también queremos bendiciones carnales junto con
ello—Dios puede enviar el maná por la mañana y las codornices por la tarde. “Purga
nuestros corazones, Señor, de todo mal deseo, para que podamos deleitarnos sólo en
Ti”.
Hay una “multitud mezclada” en la Iglesia hoy, y tienen “deseos mezclados”. Y lo mejor
será que pidamos a Dios que purifique nuestros corazones y nuestras mentes para
que nuestros deseos sean para Él y sólo para Él. Dios está bendiciendo a Su pueblo
cuyos corazones tienen hambre de Él. Y al mismo tiempo, Él está bendiciendo al
pueblo que está cansado del maná, cansado de escuchar Su Palabra, y que tiene un
antojo de la excitación del deseo carnal. En medio de esta extraña mezcla, oímos
estas palabras:
“La ira de Dios se alzó contra ellos y mató a algunos de los más robustos, y subyugó
a los escogidos de Israel.” (Salmos 78:31) ¿Estoy oyendo a alguien discutiendo...
“¡Pero Dios, Fuiste Tú quién trajo la carne sobre ellos!”? Y la respuesta simple de Dios
a esto es: “Si Mi pueblo rehúsa ir por Mi camino, les bendeciré conforme a los deseos
de sus corazones. Pero si Mis palabras no penetran en sus corazones, y no producen
la obediencia, humildad, mansedumbre, y el fruto que Yo deseo,... mis bendiciones
terminarán en Mis juicios santos. Dios mató a “los más robustos de ellos”. No
necesitaban esa carne. Nadie en Israel la necesitaba realmente, y mucho menos los
que estaban floreciendo. El maná fue la provisión completa de Dios para cada
necesidad. Moisés lo dejó muy claro: Él envió el maná “para humillarte, y probarte...
para hacerte entender que el hombre no sólo vive de pan, sino que vive de todo lo que
procede de la boca del SEÑOR.” (Deut. 8:2,3). Dios sabía que parecería “comida
escasa”; pero sabía también que si lo recibían como el pan del Cielo, descubrirían este
fruto precioso: que sus vidas y su fortaleza dependían mucho más de escuchar cada
palabra que procediera de Su boca, que en el pan que Él les daba para comer... y esta
es la razón por la que Él hizo que el maná pareciera como una comida escasa. Era
como un aperitivo que aumentaba cada vez más el hambre de Su Palabra viva.
Estas son instrucciones muy solemnes para nosotros en esta hora en que la gente
dice: “Solía venir a la Iglesia a escuchar sermones, etc. etc... pero ahora vengo a la
Iglesia a divertirme.” ¡Cómo necesitamos el alimento celestial del corazón de Dios!
Cómo necesitamos participar de esas riquezas en gloria que están en Cristo Jesús.
“Señor ¡Aliméntanos para siempre con Tu pan de vida!”
¿Cuál fue el fin de esta bendición mezclada, derramada sobre una multitud mezclada,
y seguida por la ira de Dios? El lugar donde la Nube de Gloria había reposado... el
lugar que Dios pretendía que fuera un lugar de reposo en el desierto... se convirtió en
un enorme cementerio. Le llamaron Kibrot-Hataava... que en lenguaje llano significa,
los sepulcros de los deseos, o Los sepulcros de los Deseos Carnales... “Porque allí
sepultaron a los que habían sido codiciosos.” (Núm. 11:34).
Antes de abandonar este pensamiento, siento que tengo que decir esto: Dios está
enviando una Palabra desde Su corazón en este día que es suficiente para hacer que
Su pueblo llegue a la medida completa de la “estatura de Cristo”. Él ha hecho cada
provisión necesaria para que “crezcamos en la gracia y en el conocimiento de nuestro
Señor Jesucristo.” Pero esta Palabra conlleva una gran responsabilidad... andar
con Él, conocer Su voluntad y hacerla, y liberar a la Casa de Dios de todos esos
adornos carnales de la adoración y de ese fuego extraño que Él no ordenó.
Quiere que nos tomemos este asunto de oír la voz de Dios muy en serio y hacer
Su voluntad. Pero muchos de entre el pueblo de Dios dicen: “No queremos esa
cosa lejana... ¡Danos carne! Danos poder y sabiduría y dinero para embellecer
Tu casa con hermosa extravagancia de alabanza y adoración... algo que atraiga a
las masas.” Por supuesto, no lo van a decir así, con tantas palabras. ¡Pero eso es lo
que Dios está oyendo! ¡Y en muchos casos parece que Dios está respondiendo a sus
oraciones!
Por supuesto, nadie diría eso tampoco... ¡no en voz alta! Pero es lo que Dios
escuchó... porque sólo Él puede oír los pensamientos no verbales del corazón. Dios
había hablado fielmente Su Palabra a su pueblo por medio de Samuel, y los protegió
de sus enemigos.... y ellos lo sabían. Pero Samuel envejecía, y no parecía que otro
profeta fuera a ocupar su lugar, y comenzaron a tener miedo. Pidieron a Samuel un
rey, y Samuel consultó con Dios al respecto. Y Dios dijo, “No te han rechazado a ti,
Samuel, me han rechazado a Mí... Ve y prepárales un rey... dales lo que quieren”.
Y cuando el rey fue ungido por el profeta y puesto delante del pueblo... Samuel pidió a
Dios un milagro... y era un milagro que les sobresaltaría. Era el tiempo de la siega del
trigo. Todo el mundo sabe que la lluvia no es algo deseable en el tiempo de la siega.
En ese momento lo que se necesita es un clima seco y mucho sol... Pero Samuel dijo,
“Pediré a Dios que os envíe truenos y lluvia, y esto confirmará vuestra maldad al pedir
un rey.” Una gran lluvia cayó, en medio del tiempo de la siega, cuando lo último que se
necesitaba era precisamente lluvia. “Y todo el pueblo temió grandemente al SEÑOR y
a Samuel.” (1ª Samuel 12:18).
Sí, necesitamos la lluvia de Dios a su debido tiempo, pero no durante la siega.
Creo que hemos de ver todavía un poderoso diluvio de la “lluvia temprana y la tardía”,
pero entendamos su propósito. La Lluvia Temprana es la Lluvia Simiente que
comienza a hacer que broten los campos, y la Lluvia Tardía es la Lluvia de la
Cosecha... que finalmente produce la madurez de los campos. Hemos tenido una
porción de la Lluvia Tardía en este siglo. Pero hay una nueva generación al completo
en la tierra que necesita la lluvia desesperadamente. Al caer la lluvia,
comprendamos que sólo dura un breve período de tiempo. El propósito de Dios
con la lluvia es hacer que el “buen fruto” madure. Después cesa la lluvia. El Sol
de Justicia se levantará con luz y con calor. La cosecha de la tierra madurará y
se secará. Y después se arrojará la hoz para recoger el fruto. Si hay Lluvia
Temprana y Lluvia Tardía en la misma estación... entonces podemos estar seguros de
que va a haber una siembra de la buena semilla, y una cosecha de la misma, en una
rápida sucesión de eventos. Porque Dios de hecho “hará una obra rápida en la tierra y
la acortará en justicia.”
Quizás no haya nada más sutil que el espíritu idólatra que en secreto se arrastra hasta
los corazones del pueblo de Dios Cuando Gedeón fue alcanzado por el Señor, una de
las primeras cosas que hizo fue derribar el altar de Baal en la casa de sus padres, y
quitar la imagen de Asera. Y entonces, después de la gran victoria que Dios le había
dado, el pueblo quiso hacerle rey... y humildemente respondió, “No reinaré sobre
vosotros, ni tampoco reinará sobre vosotros mi hijo; el SEÑOR reinará sobre
vosotros.” (Lee Jueces 6:27,28; 8:23). Pero poco después le escuchamos diciendo a la
gente que trajera algunos de los despojos de la batalla. Me pregunto lo que él tenía en
mente. Voluntariamente trajeron oro y ornamentos, y hermosas vestiduras. ¿Qué iba a
hacer con todo eso? Quizás era una petición muy inocente para que pudieran gloriarse
en la gran victoria que Dios les había dado. Pero tomó los despojos de la batalla e hizo
la más hermosa vestidura sacerdotal que pudieras imaginar, un maravilloso “efod”,
“con el cual todo Israel se prostituyó allí”. El fruto de esta tremenda victoria se convirtió
en ruina para “Gedeón y su casa”.(Jueces 8:27). Recuerdo que sucedieron cosas
semejantes a estas en la Iglesia. En una iglesia que se hizo famosa a nivel mundial,
tenían una habitación llena de sillas de ruedas y muletas... y otras reliquias de las
poderosas sanidades que habían tenido lugar. La gente llegaba y las miraba con
asombro y admiración—no juzgo, sólo me pregunto: “¿Estaban diciendo lo grande que
Tú eres?”, o “¿Estaban idolatrando a la persona maravillosa que Dios usó para obrar
esas sanidades?” Dios anhela traer ríos de aguas sanadoras. Pero cómo anhela
preparar los corazones de Su pueblo con gracia, no sea que Sus bendiciones se
conviertan en ídolos.
“Una cosa he demandado á Jehová, ésta buscaré: Que esté yo en la casa de Jehová
todos los días de mi vida, Para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en
su templo.” (Salmos 27:4).
Este era el enfoque total de su deseo. Quería habitar en la casa de Dios pero su
propósito no era ver la hermosura de la casa, sino “la hermosura del SEÑOR”.... Y al
verle, “meditar” en Él, “inquirir” de Él.
“Pero una sola cosa es necesaria, y María ha escogido la parte buena, la cual no le
será quitada.” (Lucas 10:42).
“Pues su divino poder nos ha concedido todo cuanto concierne a la vida y a la piedad,
mediante el verdadero conocimiento de Él...” (1ª Ped.2:3). ¿Qué clase de poder
quiere el Señor que estemos buscando? La clase de poder que nos da todo lo
que necesitamos para llegar a “la vida y la piedad”. ¿Por qué tenemos que
seguir a otros aspectos del poder? ¿Otros reinos de poder? ¿Poder para hacer
cosas maravillosas para Dios? ¿Un poder tan grande que los demás reconozcan lo
grande que somos? Es en estos ámbitos de poder donde Dios quiere debilitarnos;
porque estas áreas de poder son tierra fértil para el orgullo y la altivez. De este modo,
en este pasaje, el apóstol Pedro nos anima a seguir el “poder divino” de Dios que
ministra todo lo que necesitamos para “la vida y la piedad”.
“Por esta razón también, obrando con toda diligencia, añadid a vuestra fe, virtud, y a la
virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio, al dominio propio,
perseverancia, y a la perseverancia, piedad, a la piedad, fraternidad y a la fraternidad,
amor.” (2ª Pedro 1:5-7).
Si hallamos gracia para alcanzar esta estatura, el apóstol nos dice que “no os dejarán
ociosos ni estériles en el verdadero conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.” (v. 8).
Nos convertiremos en ese “buen árbol” del que habló Jesús, “el buen árbol” que
produce “buen fruto”. Por otro lado, no importa lo grande y poderoso que el hombre
pueda llegar a ser en dones y ministerio....”el que carece de estas virtudes es ciego o
corto de vista, habiendo olvidado la purificación de sus pecados pasados.” (v.9).
Meditemos bien en esto: si nos faltan los ingredientes de la gracia, estamos ciegos, y
nos falta visión espiritual, habiendo perdido de vista el propósito de la redención, al
purgarnos de los viejos caminos de nuestra vida anterior.
La gente sigue diciendo, “¿Es que no sabes que ahí fuera hay un mundo lleno de
necesidad, y que tenemos que hacer lo mejor para ayudarlo...?” ¿Pero es que no
saben que hay una sola forma de conseguir esto, y es fluir en los ríos del amor
perfecto? Sólo entonces vamos a producir un impacto vital en un mundo que odia. De
este modo Pablo oró por la Iglesia en Éfeso, para que fueran “fortalecidos con poder
por su Espíritu en el hombre interior; de manera que Cristo more por la fe en vuestros
corazones; y que arraigados y cimentados en amor, seáis capaces de comprender con
todos los santos cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad,
y de conocer el amor de Cristo que sobrepasa el conocimiento, para que seáis llenos
hasta la medida de toda la plenitud de Dios.” (Efesios 3:16-19).
Distracciones en el camino
“Elías dijo a Eliseo: Te ruego que te quedes aquí, porque el SEÑOR me ha enviado
hasta Betel.” (2ª Reyes 2:2)
No estoy diciendo que Elías estuviera tratando de distraer a Eliseo de su visión. Estoy
seguro de que el Señor le empujó a decir esto a su siervo Eliseo, no que distrajera al
que había de tomar su manto, sino que le probara en este asunto de la obediencia y
de la entrega. Tenemos que recordar esto. Hay muchas cosas que Dios hace que
sucedan en nuestras vidas y que nosotros cuestionamos, y por las que nos
hacemos muchas preguntas. Pero Él simplemente prueba nuestra fe y nuestra
confianza en Él. Dios está buscando a un pueblo para Sí mismo, un pueblo que
busque una sola cosa. Un pueblo que siga mirando a Jesús, para poder crecer en la
gracia y alcanzar la medida completa de la “estatura de Cristo.”
Eliseo había sido escogido para ocupar el lugar de Elías cuando Elías fuera
arrebatado. Eliseo lo sabía... y no se echaría a un lado de su visión... ni por una
palabra del hombre de Dios. Vemos aquí una palabra del profeta... pero más una
petición que una orden. “Te ruego que te quedes aquí”. Pero el corazón de Eliseo
estaba afirmado. “No me apartaré de ti”. Y los dos hombres siguieron caminando
juntos. La misma prueba se repitió una y otra vez, y cada vez la respuesta de Eliseo
era la misma, “No te dejaré”. Al acercarse el momento del arrebatamiento de Elías, se
volvió al joven profeta y le dijo: “Pide lo que quieras que yo haga por ti antes de que yo
sea separado de ti.” La respuesta de Eliseo fue rápida:
“Te ruego que una doble porción de tu espíritu sea sobre mí.” Su corazón estaba
afirmado. El profeta contestó, “Has pedido una cosa difícil. Sin embargo, si me ves
cuando sea llevado de ti, así te sucederá; pero si no, no será así.” (2ª Reyes 2:10)
Creo que la prueba es así de simple para cada uno de nosotros. Pero nuestros
corazones deben estar afirmados... o de otro modo las pruebas que lleguen podrán
hacer tambalear a nuestros corazones. Tenemos que estar seguros en nuestros
corazones en cuanto a lo que realmente buscamos. Si nos hemos afirmado en
esto, entonces no importa lo que venga... nuestros corazones estarán afirmados.
Tenemos que desear al Señor tanto que ninguna cosa en nuestro camino, por
reluciente que parezca, aparte nuestra atención de Él. Porque si nuestros
corazones no están “afirmados”, será muy fácil conformarse con algo bueno, pero no
con lo mejor.
Entonces, ¿Qué sucedió? Al caminar juntos hablando el uno con el otro, apareció un
carro de fuego que bajó ardiendo del cielo y se colocó entre los dos hombres
separando a ambos. “Y Elías subió al cielo en un torbellino .” Eliseo sintió el torbellino y
vio al carro y clamó, Padre mío, padre mío, los carros de Israel y su gente de a
caballo.” (2ª Reyes 2:11,12). Pero ante este gran fenómeno, no apartó sus ojos de
Elías. No miró ni a derecha ni a izquierda para ver a dónde iba el carro. Podría
haberse quedado mirando sobrecogido de asombro... y con esto, haberse perdido la
ascensión de Elías. Elías no subió al carro, sino que fue cogido por “un torbellino al
cielo”. Eliseo vio como sucedía todo, y tomó el manto que cayó de los hombros de su
maestro. Su corazón estaba afirmado, y recibió la doble porción.
No creo que ninguno de nosotros pueda jactarse de lo muy afirmados que están
nuestros corazones en el Señor Jesús. Confío en que vamos a ver milagros como este
hoy día... e incluso mayores. Y me pregunto cuantos volverán sus ojos del rostro de
Jesús, para admirar los milagros. Sólo una cosa nos guardará de caer en eso:
Nuestro deleite en el Señor debe ser tan grande que ni siquiera un carro de
fuego pueda apartar nuestra atención de la gloria de Su rostro.
Entonces, ¿Para qué envió Dios el carro de fuego? Dios no nos dice el por qué. Dios
pudo haberlo enviado para separar a los dos hombres por medio de la prueba de
fidelidad del corazón de Eliseo. Porque Dios no dudará en probar nuestros corazones
con fenómenos grandes y milagrosos, para revelar el estado de nuestros corazones, si
nuestro deleite se halla completamente puesto en Él. ¿Qué es lo que más
deseamos? ¿Una manifestación de obras poderosas? O.. ¿Ver la gloriosa
manifestación de Su rostro?
Señor, purga nuestros corazones de todo deseo malo, y de todo deseo bueno que
pueda hacer que fallemos al “camino aún más excelente”.
Le pedimos que nos haga amorosos, amables y pacientes con los demás—y
pone en nuestro camino gente amargada con la vida, gente falta de amor y
despreocupada, para que las fuentes de amor y de la caridad puedan fluir en
corrientes para sanidad. Porque el amor todo lo soporta, y es amable, y el amor
nunca falla. (1ª Cor. 13:4-8).
Le pedimos que podamos oír Su voz más claramente en un mundo lleno de tantos
sonidos confusos—y nos lleva a un desierto y nos alimenta con maná del cielo para
que podamos oír Su voz, y saber que el hombre no vivirá sólo de pan sino de toda
palabra que sale de la boca del Señor. (Deut. 8:2,3).
De este modo, si deseamos en verdad ser revestidos con estas virtudes de Cristo, no
importa lo débilmente que hayamos podido intentar encajar nuestros deseos en una
oración efectiva, si ese deseo de Él y sólo de Él y por Él, ha estado ahí, ese deseo de
caminar con Él y de permanecer en Él... Él ha visto ese deseo, El ha oído ese deseo,
como si fuera una oración ferviente de labios y de corazón. Y Él será fiel en preparar
nuestros corazones y en guiarnos por el camino correcto, con todo lo extraño que
pueda parecer a nuestros propios ojos o a los ojos de aquellos que no comprenden los
caminos del Señor.
-- George H. Warnock--
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