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Raúl Dosta@raul_dosta
Domingo 27 de septiembre de 2020 | 03:30
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En los sesenta y setenta jóvenes de todo el mundo comenzaron a salir a
manifestarse masivamente. En México, enfrentaron la persecución policíaca en las
movilizaciones en defensa de Cuba y antiguerra por Vietnam, y posteriormente las
criminales represiones al movimiento estudiantil. En otras latitudes como EE.
UU., los hippies, de manera pacífica alzaron sus brazos para hacer la “v” con las
manos, lo que representaba su consigna favorita: “paz y amor”, pero, al mismo
tiempo, los estudiantes, amenazados con la conscripción militar, salían a luchar
contra la guerra de Vietnam y los negros combatían la represión policial en su
lucha contra la segregación racial. Corrían los tiempos del fin del "boom de la
posguerra", producto material de la brutal matanza de la II Guerra Mundial.
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Justo en 1971, queriendo aligerar las tensiones entre la juventud y el Estado del
régimen priísta, pues estaba muy fresco el recuerdo y la certeza de que “los de
arriba” eran los autores de la masacre de Tlatelolco, el gobierno del entonces
Departamento del Distrito Federal organizó un festival-concurso juvenil para
grupos de rock. Se desarrollaría entre enero y marzo y los 100 grupos concursantes
estaban obligados a hacer un cover de “Good day sunshine” de los Beatles para a
continuación poder interpretar una canción original.
Como en todo evento priísta, el público asistente al lugar del “Festival de Música
pop del D.D.F.”, fue abandonado a la intemperie en las inmediaciones del bosque
de Chapultepec, si acaso era provisto por los comerciantes del lugar de abundantes
naranjas “para la calor”. De ahí que se le conociera como el “festival del
naranjazo”, pues los espectadores hacían manifiesta su sed de buena música,
lanzándole las cáscaras de naranja a los grupos que no resultaban de su agrado.
El grupo ganador que se hacía llamar White Ink and the Mother Earth Co. de gran
calidad interpretativa, se hizo acreedor de un contrato de grabación por la disquera
trasnacional Polydor. Así, Tinta Blanca, apareció en el mercado disquero con dos
canciones: “Everything is gonna change” y “Salmo VII”. El segundo lugar, el
grupo La Comuna, grabaría también su reconocida rola “There will be time”.
Pero los registros que dejaron de sus obras fueron en su gran mayoría
interpretaciones en inglés, idioma que predominaría en los temas del emblemático
Avándaro por dos razones, una social, que era la conexión íntima (física y cultural)
con la música de la Onda Chicana (producto de un contacto más o menos
cotidiano con los grupos al otro lado de la frontera) y la otra política: los gobiernos
de los chacales, Díaz Ordaz y Echeverría, que sólo permitían que las disqueras
grabaran a estos grupos a condición de que cantaran sus composiciones en
inglés, [4] rindiendo así tributo al poder del lenguaje de la principal vertiente de la
naciente música de protesta mexicana, que a pesar de las restricciones impuestas
tenía el potencial de enlazarse con las masas pobres y trabajadoras a las cuales el
gobierno y los sectores más conservadores temían.
”Después de Avándaro nada fue igual. Para decirlo de manera poética, Avándaro es
como una herida en la piel del tiempo que compartimos como estigma quienes fuimos
testigos de una época en la que ser joven, y además rockero, significaban ser un
peligro en potencia para el Estado, la sociedad y la liga de las buenas
costumbres.” [5]
El proyecto original
Boleto en mano y conscientes de que con escasos recursos sería muy difícil
disfrutar de la tocada, desde el día jueves las carreteras se llenaron tanto de autos,
camiones y transportistas solidarios abarrotados de gente como de enormes hileras
de viajeros que, cual peregrinación guadalupana, se lanzaban al asfaltado provistos
de casas de campaña o simples mantas y cobijas. El jueves a media tarde ya había
unos 5 mil acomodados en los terrenos dispuestos para el concierto, algunos
grupos que tenían que realizar pruebas de sonido se engancharon con el público y
terminaron hasta la medianoche en medio de "palomazos" y adelantos de su
repertorio.
"Conforme pasaron las horas subió el tono reprobatorio del festival. Las noticias que
llegaban era que aquello era una orgía colectiva y que el consumo de drogas,
mariguana y alucinógenos era general. Incluso existe la leyenda de que “la nube de
humo” se veía en las poblaciones cercanas." [7]
Finalmente, por la mañana del sábado algunas calculaban en 200 mil el número de
personas expectantes, aunque muchos de ellos amanecieron enlodados y otros
tantos aún mojados. Los torrenciales aguaceros de días anteriores sumaban
padecimientos a los de las largas caminatas y lo mal comido del grueso de los
asistentes. Casualmente, la canción más socorrida en aquella fría mañana era "Let
the sunshine in" ─pieza que forma parte de la ópera rock Hair que pone en primer
plano el movimiento contra el reclutamiento para la guerra de Vietnam─ no tanto
por su contenido de protesta que a continuación podremos ver y el cual la mayoría
desconocía, sino por la inclemencia del tiempo. También los "güeritos" que habían
llegado para ver las carreras, quedaron atrapados en un mar de gente de clase
humilde con la que se integraron compartiendo cigarrillos, mantas y bebidas
haciéndose eco del "paz y amor" multitudinario.
Durante el día se seguían haciendo pruebas de sonido, lo que se aprovechó para
deleitar al público con los clásicos "palomazos" de grupos que no estaban
incluidos en el programa pero acudieron por su cuenta para poner su granito de
arena y darse a conocer. Así, se escucharon grupos como La Fachada de Piedra, de
Guadalajara; La Sociedad Anónima, La Ley de Herodes, de la familia Arau, la
banda Soul Masters y hasta el promotor del evento, Armando Molina con algunos
ex compañeros de La Máquina del Sonido.
Entre estos más de 250 mil asistentes, había un millar de militares ubicados
discretamente para no provocar a los jóvenes (salvo algunos soldados que
aprovecharon para vender marihuana, los únicos distribuidores detectados); La
secretaría de Gobernación, es decir, la sangrienta Dirección Federal de Seguridad
apostó a sus agentes espías vestidos de civil, al mando del Cap. Luis de la Barreda
Moreno, co-responsable de los crímenes del 68.
¡Buenas noches Avandaroooooo! ... ¡Aquí está Armando Nava y sus Dugs
Dugsssss! ... Y comenzaban así poco más de 12 horas casi continuas de música (se
alargó un poco por los apagones que hubo en el transcurso de la noche). Después
de los duranguenses ─que impresionaron con su interpretación de su rola "I got a
feeling" y luego improvisaron un cántico con el ¡Avándaro, Avándaro"─
desfilarían El Epílogo con su éxito "He buscado por todo el mundo", luego La
División del Norte, procedente de Reynosa, Tamaulipas, con su sorprendente
sección de metales y su creación Soul Lady. Después vendría el grupo Tequila,
cuya atracción era su vocalista de corte blusero, Maricela Durazo, una de las dos
cantantes mujeres que participaron.
Ya era la media noche y la gente estaba extasiada, era también la llegada del grupo
emblemático de Tijuana, Peace & Love, que llevaría al clímax el evento.
Comenzaron con su reconocida creación "Latin feeling". Para entonces mucha
gente se había subido a las torres de iluminación y estas se balanceaban
amenazadoramente, la banda dejó de tocar para que se enviara este mensaje:
Maestros, estamos muy bien pero tenemos problemas con esta gente, se está
cayendo la torre, por favor les pedimos que se bajen, está temblando el stage, que se
bajen todos , por favor... A ver los carnales de aquí arriba que se bajen por favor, esta
madre ya pesa mucho, se va a ladear, nos vamos a ir de hocico todos, les vamos a
caer a los chavos que están sentados ahí".
El mensaje tan elocuente funcionó. Con "ayuda" de otros jóvenes más cuerdos, por
supuesto. El concierto tenía que seguir, sólo para transmitir la euforia de unos
cuantos aventados al resto de la concurrencia:
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Hacia el final de la rola las percusiones dieron pie a un coro repetitivo, y la letra
cambiaba del inglés al español: "¡Tenemos el poder!" "¡Tenemos el poder!". La
radiodifusora Radio Juventud estaba transmitiendo en vivo y a partir de ese
momento las autoridades comenzaron a hacer cortes intermitentes a su señal de
radio; como siempre, Gobernación monitoreaba lo que se transmitía. Y si buscaba
un pretexto para suprimir la señal, la encontró cuando se escucho la voz del
vocalista gritar una frase meramente coloquial, "¡Chingue su madre el que no
cante!" que en el medio de la euforia general, no podía tener carácter ofensivo
alguno más que para los funcionarios de Gobernación.
Ya salían los primeros rayos del sol cuando le tocó salir al último de los grupos,
Three Souls in my Mind, un gigante del gusto popular apenas en ciernes, con
apenas dos canciones originales "Let me swim" y "Lennon Blues" y cuatro covers,
el último de ellos fue bien recibido luego de que Lora anunciara que iba en honor
de los caídos en 1968/71 se trataba del emblemático "Street Fighting man" de los
Rolling Stones, que en las ciudades negras de EE. UU. se había convertido en un
himno de batalla contra las redadas policíacas.
Sin embargo hubo un importante ausente, Love Army y su líder El Pájaro Isordia,
creador de "Caminata Cerebral" y que no llegaron al quedar atrapados entre el
enorme embotellamiento de tráfico generado por los mismos fans rockeros.
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Una vertiente continuadora del rock subterráneo que se ha tenido que abrir paso
con gran esfuerzo es la del Movimiento Rupestre, que se autodenominaría así por
carecer de los grandes equipos de los grandes grupos rockeros, definición
proporcionada por el inolvidable Rockdrigo González. Junto a él estaban Nina
Galindo, Roberto González, Fausto Arrellín, Eblen Macari, etc,. quienes
combinaban las denuncias sociales con historias urbanas y del amor en el arrabal,
también surgieron otros creadores cercanos al movimiento como Jaime López,
Real de Catorce, Armando Rosas y su Camerata Rupestre y muchos más.
La vitalidad del rock, debe ser recuperada no sólo por su sonido sino por su
importancia como vehículo de protesta social. De ahí la necesidad de abrevar un
poco de aquellas grandes gestas musicales de los sesentas/setentas.
Referencia:
[1] Los llamaban “baby boomers” en EE. UU., por obvias razones: el regreso de
los soldados a la vida “normal” y que dieron vida a una generación boyante en los
50’s, con muchas ilusiones en la prosperidad que les traía el traspaso de la
hegemonía mundial a EE.UU.
[2] La música muy rítmica y apropiada para un baile en que dar vueltas y vueltas
era el centro de atracción de los jóvenes de los cincuentas y principios de los
sesentas, cedió ante la proliferación de manifestaciones más "ácidas" donde los
"rifs" de requinto son imprescindibles y el contenido de las letras rompe con la
tradición más "ñoña" de sus antecesores -mediatizada culturalmente por el
gobierno y los medios de comunicación de entonces. Incluso, como primero lo
hizo el blues retoma los temas de denuncia social.
[3] Esto en cuanto a los arreglos musicales, pues en cuanto a las letras, era
costumbre tergiversarlas conforme a los preceptos de una clase dominante bastante
conservadora. Así, por poner un ejemplo, una canción histórica de protesta en
EE.UU, "If I had a hammer" que había sido reeditada por el cantante y activista
antisegregacionista Trini López, una versión muy atractiva musicalmente de la
grabación original de Pete Seeger, fue banalizada de manera lamentable por Los
Mabbers y también por Manolo Muñoz.